miércoles, 24 de junio de 2020

Entrevista a la activista afroamericana Angela Davis, «Nunca habíamos presenciado manifestaciones continuadas, de este tamaño y tan diversas»

Angela Davis, 2016
Fuentes: The Guardian - El diario -Foto: Angela Davis en 2016 en un intento de visitar a Arnaldo Otegi en la prisión de Logroño -EFE.


La veterana defensora de los derechos civiles habla de cómo fue crecer en plena era de la segregación racial en EE.UU., de la oportunidad que tiene el movimiento Black Lives Matter y de su inspiración para seguir luchando.

Es 1972 y Angela Davis responde a una pregunta sobre si aprueba el uso de la violencia por parte de los Panteras Negras. Está sentada frente a un fondo de bloques de color azul brisa, las paredes de una celda de la prisión estatal de California. Lleva un jersey de cuello alto de color rojo y, como es habitual en ella, luce su característico peinado afro y tiene un cigarrillo en la mano.

Mientras responde, mira fijamente al entrevistador sueco, prácticamente parece que lo pueda atravesar con la mirada: «¿Me preguntas si apruebo la violencia? Esta pregunta no tiene ningún sentido. ¿Si apruebo las armas? Crecí en Birmingham, Alabama. A algunos muy, muy buenos amigos míos los mataron bombas; bombas que fueron preparadas por racistas. Uno de mis recuerdos de infancia es el sonido de las bombas que explotaban al otro lado de la calle y sentir cómo mi casa temblaba… Por eso, me parece increíble que alguien me pregunte si apruebo la violencia, porque significa que la persona que hace esa pregunta no tiene ni idea de lo que los negros hemos sufrido y vivido en carne propia en este país desde que llegó la primera persona negra, que había sido secuestrada en el litoral africano».

Este corto fragmento de video permite comprender perfectamente por qué Davis es un símbolo: su imagen, su determinación y su intelecto. El documental The Black Power Mixtape la inmortalizó en 2011 y las redes sociales han difundido varios fragmentos de la entrevista desde que George Floyd fue asesinado por un policía de Minneapolis y se desencadenó a lo largo y ancho del mundo un movimiento de protesta contra la violencia policial. El libro que publicó en 1981, Women, Race and Class (Mujeres, Raza y Clase) ha pasado a ser lectura obligada para todo aquel que quiera aprender a luchar contra el racismo de forma activa, junto con el libro The Fire Next Time (La próxima vez el fuego), de James Baldwin, y la autobiografía de Frederick Douglass.

A sus 76 años, habla por Zoom desde su oficina en California. ¿Tiene la impresión que, después de tantos años, es posible una transformación profunda? «Bueno, por supuesto, esta vez podría ser diferente», señala Davis. «Pero nada garantiza que así sea». Davis se muestra comprensiblemente prudente ya que a lo largo de su vida ha visto de todo, desde los disturbios de Watts y Vietnam hasta las protestas de Ferguson y las manifestaciones contra la guerra de Irak. «Se han dado muchas situaciones que han hecho despertar la conciencia ciudadana y han propiciado oportunidades de cambio, pero lo cierto es que el tipo de reformas que han tenido lugar no han permitido una transformación radical».

En general, se siente alentada por las extensas protestas que ha generado la muerte de Floyd. Aunque tan recientemente como en 2014 se dieron otras protestas masivas, tras la muerte de Michael Brown, y otras muertes como la de Tamir Rice, Sandra Bland y Eric Garner, Davis piensa que esta vez, algo ha cambiado. Esta vez, los blancos han empezado a comprender la situación.

«Nunca habíamos presenciado manifestaciones continuadas y de este tamaño que fueran tan diversas», dice Davis. «Así que creo que eso es lo que está dando a la gente una gran esperanza. Hasta ahora, la reacción de muchas personas que leían el eslogan ‘Black Lives Matter’ era: «¿Pero no deberíamos estar diciendo que todas las vidas importan? Y finalmente ahora lo están entendiendo. Mientras se siga tratando así a las personas negras, mientras la violencia del racismo siga siendo lo que es, entonces nadie está a salvo».

Si alguien está cualificada para hacer una valoración de la situación actual, es Davis. Durante cincuenta años la intelectual ha liderado campañas sobre justicia racial, pero las causas que ha perseguido –reforma de las cárceles, desmantelamiento de la policía, reestructuración del sistema de fianzas– han sido consideradas, hasta hace poco, demasiado radicales para el pensamiento político dominante. Muchos tenían la sensación de que Davis se había quedado anclada en el pasado; que pertenecía a una estirpe de los años 60 de la llamada «radical chic» y que sus ideas habían quedado superadas. En un perfil escrito en 2016, un entrevistador del Wall Street Journal preguntó a sus colegas periodistas si sabían quién era Davis. Nadie menor de 35 años lo sabía.

Puede que Davis se haya convertido en símbolo de justicia social 50 años después de haber alcanzado notoriedad, pero insiste en que obtiene lo mismo de la nueva generación de manifestantes y pensadores políticos. «Veo a todos estos jóvenes inteligentes, que han aprendido del pasado y que han desarrollado nuevas ideas», dice. «Estoy aprendiendo mucho de personas que son 50 años más jóvenes que yo. Y para mí, eso es emocionante. Eso me hace querer seguir luchando».

«Creo que es muy importante señalar que, aunque la magnitud de esta respuesta no tiene precedentes, las luchas que se están librando ya se libraron en el pasado», dice. Davis no quiere que el impacto de la organización comunitaria, los talleres educativos y los bancos de alimentos –el trabajo de base iniciado por los Panteras Negras en los años 60– sea ignorado. «Se trata de una batalla que se libra desde hace mucho tiempo», añade. «Lo que estamos viendo ahora es el resultado de una labor que se ha hecho de forma continuada en el tiempo y que no necesariamente ha recibido la atención de los medios de comunicación.»

«Lo importante es organizarse frente al racismo»
Davis cita la militarización de la policía estadounidense después de la Guerra de Vietnam, y la oportunidad que tuvo el país para impulsar una reforma del sistema penitenciario después del motín en el centro correccional de Attica en 1971, que no se materializó, al menos no de la manera que ella imaginaba.

En Estados Unidos, la población carcelaria pasó de alrededor de 200.000 presos en la época de Attica a más de un millón a mediados de los años noventa. «Cuando miramos hacia atrás, realmente nos percatamos de que las reformas solo sirvieron para consolidar la institución y perpetuar el sistema», dice. «Y esto es lo que me da miedo del momento actual».

En este sentido, ¿Qué consejo le daría al movimiento ‘Black Lives Matter’? «Lo más importante desde mi punto de vista es empezar a dar forma a todas las propuestas sobre lo que podemos hacer a continuación», señala.

Esta es, obviamente, una pregunta importante, y una de difícil respuesta en el contexto de la creciente ola de protestas que se está produciendo en todo el mundo. Una cosa que Davis tiene clara es que situaciones puntuales como la quema de una comisaría de policía en Minneapolis o la retirada de la estatua de Edward Colston en Bristol no son la respuesta definitiva. «Independientemente de lo que la gente piense al respecto, realmente no va a producir un cambio», indica en relación a la estatua. «Lo que importa es cómo se organicen. El trabajo. Y si hay gente que sigue haciendo ese trabajo y se continúa organizando para luchar contra el racismo y proponen una nueva visión sobre cómo transformar nuestra sociedad, eso es lo que hará la diferencia.»

Angela Yvonne Davis nació en Birmingham, Alabama, en 1944. Alabama estaba controlada por el conocido político supremacista blanco Bull Connor. Davis era amiga de algunas de las personas que murieron en el atentado contra la iglesia bautista de la calle 16 en 1963 –un acto de terrorismo del Ku Klux Klan en el que murieron cuatro niñas, y por el que no se iniciaron acciones judiciales hasta 1977. «Ya sabíamos que el papel de la policía era proteger a los supremacistas blancos», dice Davis.

Se mudó a Nueva York a los 15 años para ir a una escuela secundaria, fue a Alemania [Occidental] para estudiar filosofía y marxismo con Herbert Marcuse en la escuela de Frankfurt, y, cuando regresó a Estados Unidos a finales de los 60 participó activamente en el movimiento de los Panteras Negras y fue miembro del partido comunista. Sus vínculos con el comunismo le supusieron que el entonces gobernador de California, Ronald Reagan, la despidiera de su puesto como profesora interina asociada de filosofía en la UCLA, Universidad de California].

Angela Davis

En 1970, se produjo una situación que lo cambió todo. Una escopeta que Davis había comprado legalmente fue usada por un joven, Jonathan Jackson, que entró armado en un juzgado y que tomó al juez como rehén. El juez murió, así como Jackson y los dos hombres que estaban siendo juzgados en la sala. Davis fue acusada de «secuestro agravado y asesinato en primer grado» porque había comprado el arma. Vivió en la clandestinidad hasta que finalmente fue detenida en Nueva York.

Aretha Franklin se ofreció a pagar la fianza para que su caso se conociera, los Rolling Stones y John Lennon escribieron canciones sobre ella. Se convirtió en una causa célebre en todo el mundo y tras pasar 18 meses en la cárcel fue absuelta de todos los cargos. Tras esta experiencia, Davis se convirtió en una académica de ideas radicales y una líder de la comunidad; en una figura internacional de activismo político de todas las tendencias. «Estoy muy agradecida de seguir viva», dice Davis, «porque siento que soy viviendo el movimiento actual en nombre de todos aquellos que no llegaron tan lejos.»

Davis es consciente de lo cerca que estuvo de la muerte. Cuando habló con el periodista sueco en 1972, todavía estaba detenida por un cargo de asesinato y podría, en teoría, haber sido ejecutada. Muchos de los compañeros Panteras Negras de Davis tuvieron muertes violentas a manos del estado: Fred Hampton fue asesinado en una redada policial en Chicago, mientras que Bobby Hutton fue abatido a tiros mientras se rendía en Oakland (Marlon Brando pronunció su panegírico). Muchos más siguen en prisión (Mumia Abu-Jamal) o en el exilio (Assata Shakur). «Sé que podría haber sido uno de ellos… varios no lo lograron», dice Davis. «Podría seguir en la cárcel, podría haber sido condenada a pasar el resto de mi vida entre rejas. Estoy viva porque personas en todo el mundo se movilizaron y me salvaron. Así que, en cierto sentido, nunca he dejado de librar esta batalla porque soy consciente de que yo no estaría aquí si otras personas no hubieran librado el mismo tipo de batalla para salvarme. Y seguiré haciendo esto hasta el día en que me muera».

Oposición al liderazgo hipermasculino
Uno de los principios que han marcado la vida de Davis desde que salió de prisión ha sido trabajar para que la contribución de las mujeres a la lucha por los derechos civiles no sea ignorada. Cree que en el momento actual esta contribución se está reconociendo y muchos luchan por que las mujeres que han sido víctimas de la violencia policial –gente como Breonna Taylor, que fue asesinada a tiros por la policía en Louisville, Kentucky, después de haber utilizado un ariete para entrar en su apartamento– reciban la misma cobertura que sus homólogos masculinos. «Esta masculinización de la historia se remonta a muchas décadas y siglos», dice Davis. «Los debates sobre los linchamientos, por ejemplo, a menudo no reconocen no sólo que muchas de las víctimas de linchamiento eran mujeres negras, sino también que quienes luchaban contra los linchamientos eran mujeres negras, como Ida B Wells«.

«Creo que es importante entender por qué tendemos a representar esta lucha con figuras masculinas, y por qué no reconocemos que las mujeres han estado siempre en el centro de estas luchas, ya sea como víctimas o como organizadoras». No sólo se están imponiendo las opiniones de Davis sobre la reforma de la policía y la justicia social; sus ideas sobre cómo se produce ese cambio están demostrando ser igualmente influyentes. Durante décadas, ha promovido el pensamiento feminista que se opone al liderazgo político hipermasculino y las formas de resistencia. Piensa que los movimientos Occupy Wall Street y Black Lives Matter, que no han tenido un líder único, están abriendo nuevos caminos.

«Hay quienes en este país se preguntan: ‘¿Dónde está el Martin Luther King contemporáneo?’, ‘¿Dónde está el nuevo Malcolm X?’, ‘¿Dónde está el próximo Marcus Garvey?'» dice Davis. «Y, por supuesto, cuando piensan en los líderes, piensan en el liderazgo carismático de hombres negros. Pero la organización radical más reciente entre los jóvenes, que ha sido un tipo de organización feminista, ha hecho hincapié en el liderazgo colectivo».

¿Pero no hay tensión entre los ideales de un liderazgo compartido y el hecho de que ella sea considerada un símbolo? «No puedo tomarme demasiado en serio», dice. «Lo digo una y otra vez. Porque nada de esto habría pasado si sólo dependiera de mí como persona. Lo que realmente [marcó la diferencia] fue el movimiento y el impacto que tuvo el movimiento».

Davis ya había intentado que el movimiento dejara de ser minoritario y pasara a ser una corriente mayoritaria. De hecho, se presentó a las elecciones en 1980, como candidata a la vicepresidencia del Partido Comunista de Estados Unidos. En una conferencia en 2006, habló con desesperación de la presidencia de George W. Bush, y ahora ni siquiera se atreve a pronunciar el nombre de Trump, prefiriendo hablar «del actual residente de la Casa Blanca». ¿Piensa que la democracia estadounidense tiene espacio para ideas radicales sobre el cambio social? «No creo que pueda suceder», dice Davis. «No con el liderazgo de las actuales formaciones políticas –no con los Demócratas, y ciertamente no con el partido Republicano.»

¿Pero qué hay de los demócratas arrodillándose y usando tela de kente en señal de solidaridad? Nancy Pelosi y otros prominentes demócratas usaron la tela de Ghana, que les fue dada por el Caucus Negro del Congreso, para mostrar «solidaridad» con los afroamericanos, una base de votantes crucial con la que su candidato presidencial, Joe Biden, intenta conectar. «Eso fue porque quieren estar en el lado correcto de la historia», dice Davis, con desdén. «No necesariamente porque vayan a hacer lo correcto».

En sus conferencias, Davis cuenta a veces una historia sobre cómo, siendo una niña pequeña en Birmingham, en un contexto de segregación racial, le preguntó a su madre por qué no podía ir al parque de atracciones o a las bibliotecas. Su madre, que fue activista antes que ella, le explicó cómo funcionaba la segregación, pero su discurso no terminó allí. «Nos decía continuamente que las cosas cambiarían», dice Davis. «Y que cambiarían, y que podríamos ser parte de ese cambio. Así que aprendí de niña a vivir bajo la segregación racial, pero al mismo tiempo, a vivir en un mundo nuevo imaginado y a reconocer que las cosas no siempre serían como eran». «Mi madre siempre nos decía: ‘Las cosas no deberían ser así, el mundo no debería ser así'».

Traducido por Emma Reverter

martes, 23 de junio de 2020

José Andrés: "El hambre no se ve y está presente en tu ciudad”. El chef viaja a Madrid desde Estados Unidos para ver cómo funciona su ONG durante la pandemia. “No puede dejarse a la casualidad que una ong cubra al día miles de comidas”, afirma.

LA OPORTUNIDAD DE ESPAÑA DE SER “LA SUIZA DE LA HOSTELERÍA”
Entrevista al chef José Andrés que ha venido a España a visitar las cocinas de su ong world central kitchen madrid centro

Foto: Inma Flores
En las cocinas de World Kitchen Food han participado chefs a los que José Andrés admira. Sus negocios han estado parados, con los envíos a domicilio como única salida posible. De cara a la recuperación económica, el chef asturiano plantea la importancia de promocionar la gastronomía como baza turística. “El turismo es un motor importante en España. Si hay algún ministro que piense que hay que diversificar la industria que empiece hacerlo creando las medidas” para “atraer inversión nacional y extranjera”.

Lo ejemplifica con que hay “muy pocas campañas” que intenten atraer al turista de invierno. “¿Por qué no invertir en eso? ¿Por qué no nos podemos convertir en la nueva Suiza de la hostelería?”, se pregunta, y destaca el éxito “notable” de la Escuela de Hostelería en el País Vasco, en San Sebastián. “¿Por qué España no toma la iniciativa con ayuda pública y privada y crea cinco o seis escuelas más de hostelería si somos líderes en turismo? Si somos potencia turística en atraer, tenemos que serlo también en crear. ¿Por qué las mejores escuelas están todas en Suiza, EEUU o Alemania? Yo quise hacer una con un grupo de amigos en Sigüenza (Guadalajara), un sitio maravilloso y ahí se quedó. La de riqueza que hubiera traído a un lugar así”, dice. La ONG dice adiós a los chefs más notables pero seguirá en marcha: ha creado escuela para continuar la labor.

Karla Hoyos, en la cocina de Santa Eugenia de la ONG WCK de José Andrés.
La enviada especial de José Andrés para alimentar a familias vulnerables de Madrid
Comedor social en la parroquia San Ramón Nonato en Puente de Vallecas. Alvaro Garcia. 22/04/2020

Las colas del hambre y la pobreza inician su escalada en Madrid: “Cada día viene más gente nueva”.

No acabó el bachillerato. No hizo el examen final de la escuela de Barcelona porque estaba en la mili, trabajó en el Bulli, se fue a Estados Unidos con 50 dólares en el bolsillo y se quedó. Hoy es un líder indiscutible a nivel mundial con su ONG World Central Kitchen (WCK), fundada en 2010. Con ella entra en países azotados por una tragedia y coordina a cocineros y voluntarios para alimentar al mayor número de personas posibles. Solo durante la covid-19 han repartido en el mundo 15 millones de comidas.

El cocinero asturiano voló de Washington a Madrid el jueves sin billete de vuelta y anunció su visita solo a las personas de su confianza. “Quería planear las siguientes semanas y agradecer personalmente a los cientos de personas que se han volcado”, explica. Los voluntarios, distribuidos en 16 ciudades españolas y capitaneados por cocineros como su mano derecha Karla Hoyos, Pepa de El Qüenco de Pepa, Diego Guerrero, Carlos Tejedor, Iván Morales o Álvaro Castellanos, han elaborado casi dos millones de comidas desde el 27 de marzo: en algunos días llegaron a repartir 50.000 en toda España, 25.000 en Madrid. “Tenemos aquí a los Messi de la cocina. Habrá pocas emergencias en la historia que la comida sea más rica”, cuenta.

José Andrés camina con decisión por la Escuela de Hostelería Santa Eugenia, la mayor cocina solidaria que ha montado World Central Kitchen y los voluntarios, sin parar de trabajar, le dan las gracias. Muchos cuentan que no sabían cómo colaborar en estos días y que WCK les ofreció el canal para hacerlo. La actividad es frenética. Diego Guerrero carga con cajas, Karla Hoyos le echa un ojo al estofado y las comidas empaquetadas salen rumbo a Villaverde Alto, donde José Andrés se pondrá a repartir en un rato. “Para entender el problema de raíz hay que estar con la gente en la calle”, dice.
Pero esta pedazo de cocina, ¿cómo no estaba abierta?

JOSÉ ANDRÉS, A SU LLEGADA A LAS INSTALACIONES DE LA ESCUELA DE HOSTELERÍA DE SANTA EUGENIA

José Andrés camina por las estancias de la cocina y exclama: “Pero este pedazo de cocina, ¿cómo no estaba abierta y para qué la hicieron?”. Nadie contesta. “¿Me has visto a mí hacer una rueda de prensa para decir que voy a hacer un millón de comidas? No. ¿Cómo anunciaron que iban a hacer 50.000 diarias en un estadio? Karla, que es una tía curtida en mil batallas y que ha cocinado en playas desiertas sin nada, podría hacerlo”, admite.

Pregunta. ¿Cuándo moviliza a World Central Kitchen?
Respuesta. Nuestra misión es alimentar en tragedias en el momento donde la gente lo ha perdido todo y no hay nadie dispuesto a hacerlo. Cada vez llegamos a más gente porque tenemos más medios, pero se hace complicado porque a su vez también hay más huracanes, terremotos, tifones, incendios, etc. Hay muchos lugares donde ya había hambre y una pandemia como esta te muestra problema a corazón abierto.

P. ¿Y en España?
R. Me dijeron que 5.000 pequeñas cocinas sociales llevadas por diferentes grupos habían cerrado por falta de fondos, de voluntarios o porque les obligaron. Muchos compañeros míos desde sus restaurantes empezaron a cubrir las necesidades de lo que iban pudiendo. Daban cien comidas aquí, doscientas allá y veían que no era suficiente. Cuando hay un incendio en un barrio sabes que siempre va a haber un restaurante que abra sus puertas para dar de comer a los bomberos, a la gente que ha perdido la casa y a los que han ido a ayudar. Para eso no necesitas a WCK. Pero cuando las cosas se convierten en algo más grande, nos movemos como pez en el agua. No hacemos nada muy especial: somos una ONG fundada por cocineros, apoyada por cocineros, siempre hay cocinas en cualquier parte del mundo, sabemos donde hay comida y fuego, voluntarios y gente que nos ayude a distribuir. Cuando eso entra en un plan que trazas sobre la marcha es algo mágico. Nosotros solo decimos: dejarnos a nosotros que sabemos lo que hacemos. No tiene sentido que haya otro tipo de personas hablando de dar de comer cuando tienes a los mejores dispuestos a hacerlo.
Voluntarios de la ong preparando bocadillos en las cocinas de la Escuela de Hostelería de Santa Eugenia.

Voluntarios de la ong preparando bocadillos en las cocinas de la Escuela de Hostelería de Santa Eugenia. Voluntarios de la ong preparando bocadillos en las cocinas de la Escuela de Hostelería de Santa Eugenia.INMA FLORES / EL PAIS

P. ¿Y cuándo abandonan un lugar?
R. En Madrid ya estamos empezando a hacerlo [este lunes regresa a Miami Karla Hoyos]. Pero no nos gusta irnos hasta que no apoyamos al crecimiento. En Puerto Rico dimos préstamos a fondo perdido a doscientas granjas de pequeños agricultores que se hubieran tenido que ir por haberlo perdido todo. En Haití montamos una escuela de hostelería para chicas, les buscamos puestos de trabajo y espero que sea el futuro del país con más turismo.

P. Y en España han presentado el Plan Nacional de Emergencia Alimentaria.
R. Sí. Para poner en marcha un sinfín de mecanismos y evitar el hambre. Porque el hambre es algo que no se ve y está presente en tus ciudades. Piensas que nunca te va a pasar hasta que te sucede. Hay que buscar formas para que todo el mundo pueda beneficiarse de la riqueza que genera una sociedad de consumo. En una tragedia como esta lo primero es reconocer que hay una crisis humanitaria. Yo estoy con los pies en los barrios y veo cómo la gente que vive al día se ha quedado de golpe sin empleo y no tiene ninguna forma de que nadie les ayude. Esa gente va a pasar hambre. Y como no queremos tener una ciudad llena de gente pidiendo, no porque haya que ocultarlos sino porque no es digno darle a las personas esa única salida, hemos hecho ese plan con ayudas y posibilidades que hay que adaptar a la realidad de España, a los partidos políticos con la visión que ellos tengan. Pero hay que tener un plan. No puede dejarse a la casualidad que una ONG como WCK venga a cubrir 50.000 comidas al día, más de dos millones en total. Los gobiernos están aquí para en momentos así cubrir estas necesidades. El hambre no debería ser de derechas ni de izquierdas, sino que debería ser algo que todo el mundo apoyara para que no existiera.

Para entender el problema de raíz hay que estar con la gente, en la calle”

P. ¿WCK tiene muchas donaciones españolas?
R. No me fijo mucho en eso pero España no es tan fácilmente caritativa. En América hemos tenido apoyos de Laurene Jobs, Jeff Bezos o Bloomberg, el alcalde de Nueva York. Lo bueno o lo malo es que lo hacemos igualmente porque como tengamos que esperar a tener dinero en el banco no habríamos hecho nada. A veces recibo la llamada de que estamos en números rojos pero la gente sigue con hambre y pienso que ya nos apañaremos. Y así vamos tirando. Pero América es más generosa. En España habría que hacer una ley que permita donar y tener algún beneficio con los impuestos. Al fin y al cabo, esto lo tiene que hacer alguien. Y así sería una manera indirecta de que lo hiciera el gobierno.

P. Acaba de llegar de Washington, ¿cómo ha vivido el ambiente en la calle?
R. La gente está enfadada pero ha sido muy pacifista. La noche es como las películas, donde hay grupos de individuos que han hecho destrozos. Si pones todas esas imágenes juntas, sí puede parecer el apocalipsis y el derrumbe de la democracia americana. Pero te puedo poner las mismas imágenes todas positivas. Ha habido destrucción pero no como para decir que los cimientos de América se están tambaleando. Hay mucha gente muy ofendida y la gente que te tiene que estar protegiendo te está matando. Yo entiendo que los policías en América viven bajo mucho miedo. No hay país en el mundo con más armas en la historia ni en el que muera más gente por arma. Yo ahora no quisiera ser policía en Estados Unidos porque nadie es Superman. Pero es verdad que por esa actitud casi probélica que tienen algunos, en parte por defensa en parte por ser malas personas si están viendo que estás en el suelo, esposado y con dos policías encima no tiene sentido que te maten porque tiene su rodilla en tu cuello durante nueve minutos. Eso hay que cambiarlo con empatía.

Todo se resume en una película de ‘La guerra de las galaxias’: está el bien, el mal y unos contra los otros. Necesitamos líderes que todos quieran ser Jedis

P. ¿Qué le pediría a Trump?
R. Lo mismo que todos. La salida que hizo de la Casa Blanca el otro día fue patética. Hay dos imágenes que para mí lo explican todo: la del presidente Obama en la marcha de Selma, cruzando el puente, sin prácticamente nadie de seguridad a su alrededor junto a miles de personas detrás y la de Trump saliendo solo, apoyado por dos líneas de policías y guardia militar armados hasta los dientes. Por dar la impresión de ser opresivo y militarista en vez de tener empatía para escuchar, sucede lo que está pasando en diferentes ciudades norteamericanas. Es un momento histórico, la tormenta perfecta para que de aquí salga algo. Esta no es la América que la gente quiere. Nunca ha habido más desunión y todo comienza por una persona. Trump no tiene la culpa de todo el racismo. Pero es el líder que lleva tres años sacando lo peor de América en vez de intentar apaciguar y acercar más a las personas. Cuando hay ese tipo de liderazgo vale más cambiar de país. Pero eso se lo digo a todo el mundo. Cuando tenemos líderes que van a insultar, denigrar y no buscar consenso hay que quitarlos del medio rápidamente porque lo único que van a lograr es llevar a nuestros hijos a guerras civiles. El pasado está lleno de ellas. Tenemos que exigir líderes que busquen el consenso y nos guíen a lo mejor de nosotros mismos. Cuando hay partidos políticos que solo lanzan discursos de unos contra otros hasta que se den, así no se puede crear un país. En temas raciales es lo mismo. Parece que todo se resume en una película de La guerra de las galaxias: está el bien, el mal y unos contra los otros. Y el que era malo resulta que tenía el corazón bueno. La vida es más compleja que todo esto pero necesitamos líderes que todos quieran ser Jedis. Y que entiendan que el que no es como tú también te puede enriquecer. Yo no pienso lo mismo ahora que cuando tenía 20 años. He ido escuchando, aprendiendo y encontrando un punto más pragmático en la vida.

Los cocineros de la ong WKF, este sábado en Santa Eugenia. Los cocineros de la ong WKF, este sábado en Santa Eugenia.INMA FLORES / EL PAIS

P. En su biografía de Twitter dice: “Si estás perdido, comparte un plato de comida con un extraño y te encontrarás”. ¿Cuándo fue la primera vez que lo descubrió?
R. No lo recuerdo. A mí me gusta ir a los restaurantes más high top y a las barriadas más pobres donde una señora cocinando con un carbón te ofrece un humilde plato de potaje con un poco de arroz. Ahí entablas conversación con gente con la que nunca hablas porque socialmente estamos muy fragmentados. Esos sitios me ponen en mi lugar. Creo que cuando hay esas grandes conferencias de “vamos a cambiar el mundo”, las hacen en los lugares equivocados. Esas personas que hablan de acabar con el hambre en el edifico de las Naciones Unidas, cuando hay un receso se van a comer a los restaurantes más lujosos de Manhattan. Hay tal desconexión entre el mensaje y la realidad, que es imposible que las palabras de estos líderes tengan efecto.

P. ¿Y se lo dice a ellos?
R. Y me responden que ellos también van a las barriadas. Pero sé que sólo acuden para hacerse la foto. Cuando los discursos los das en el lugar equivocado es imposible tener efecto. Ahora hablando contigo estoy perdiendo tiempo de estar en los barrios de Madrid. Lo que perdemos en los discursos se lo estamos quitando a los sitios donde hay que estar. Hay que estar en la calle, al pie del cañón. No puedes ser líder de despacho.

LA OPORTUNIDAD DE ESPAÑA DE SER “LA SUIZA DE LA HOSTELERÍA”
Entrevista al chef José Andrés que ha venido a España a visitar las cocinas de su ong world central kitchen madrid centro

Foto: Inma Flores
En las cocinas de World Central Kitchen Food han participado chefs a los que José Andrés admira. Sus negocios han estado parados, con los envíos a domicilio como única salida posible. De cara a la recuperación económica, el chef asturiano plantea la importancia de promocionar la gastronomía como baza turística. “El turismo es un motor importante en España. Si hay algún ministro que piense que hay que diversificar la industria que empiece hacerlo creando las medidas” para “atraer inversión nacional y extranjera”.

Lo ejemplifica con que hay “muy pocas campañas” que intenten atraer al turista de invierno. “¿Por qué no invertir en eso? ¿Por qué no nos podemos convertir en la nueva Suiza de la hostelería?”, se pregunta, y destaca el éxito “notable” de la Escuela de Hostelería en el País Vasco, en San Sebastián. “¿Por qué España no toma la iniciativa con ayuda pública y privada y crea cinco o seis escuelas más de hostelería si somos líderes en turismo? Si somos potencia turística en atraer, tenemos que serlo también en crear. ¿Por qué las mejores escuelas están todas en Suiza, EEUU o Alemania? Yo quise hacer una con un grupo de amigos en Sigüenza (Guadalajara), un sitio maravilloso y ahí se quedó. La de riqueza que hubiera traído a un lugar así”, dice. La ONG dice adiós a los chefs más notables pero seguirá en marcha: ha creado escuela para continuar la labor.

https://elpais.com/espana/madrid/2020-06-06/jose-andres-el-hambre-no-se-ve-y-esta-presente-en-tu-ciudad.html

lunes, 22 de junio de 2020

_- 1. EEUU: “Protestan por cuatrocientos años de represión”. Entrevista Noam Chomsky 06/06/2020

_- Arden los Estados Unidos. Se ha impuesto el toque de queda en varias ciudades, mientras los desórdenes en las calles de manifestantes tanto negros como blancos no dan señales de disminuir y el ejército está listo para intervenir.

Entretanto, las palabras y acciones del gobierno norteamericano, sobre todo de Trump (sus últimos comentarios de “ley y orden”, que evocan una serie dramática televisiva), muestran poco interés en la reconciliación con comunidades que están ya exasperadas por la crisis del coronavirus, el desempleo y las desigualdades sociales.

Para comprender las raíces históricas y sociales de los disturbios, planteamos unas cuantas preguntas [formuladas por la periodista Silvia Nicolini] al profesor Noam Chomsky, uno de los más renombrados expertos en el mundo en la política y la sociedad norteamericanas.

Las protestas que han seguido a la muerte de George Floyd se han convertido en disturbios y se han extendido de Minneapolis a otras diversas ciudades de los Estados Unidos. Mientras tanto, el Pentágono ha apremiado a la policía militar a prepararse. Profesor Chomsky, ¿qué está pasando en los Estados Unidos? ¿Hay algo más profundo detrás de las protestas contra el racismo y el abuso de poder de los policías blancos?

Lo que hay de más profundo son cuatrocientos años de brutal represión: primero, el más feroz sistema esclavista de la historia humana, que proporcionó buena parte de la base del crecimiento económico y la prosperidad de los EE.UU. (y de Inglaterra); luego, diez años de libertad en los que los negros pudieron incorporarse a la sociedad y lo hicieron con notable éxito; después, un pacto Norte-Sur que otorgó de modo efectivo a los antiguos estados esclavistas la autoridad para obrar como les placiera. Lo que hicieron fue criminalizar la vida de los negros, creando la “esclavitud con otro nombre”, título de uno de los libros más importantes sobre el tema.

Esto duró prácticamente hasta la II Guerra Mundial, época en la que se necesitaba mano de obra. Vino después un periodo de relativa libertad, obstaculizado por leyes racistas tan extremas que las rechazaban los nazis, y por leyes federales que exigían segregación en la vivienda financiada por el gobierno que se construyó después de la guerra. Y por supuesto, a los negros (y a las mujeres) se les excluyó de la educación superior gratuita que se les concedió a los veteranos. Llegó luego otra oleada de criminalización de la vida negra.

Ya se puede imaginar el resto. Persiste el racismo, aunque sea menos rampante que antes. Y cuando se manifiesta, como en el caso del asesinato de Floyd, se produce naturalmente una explosion, a la que en este caso se suma buena parte de la población blanca, un reflejo de progreso entre algunas partes de la población a la hora de superar esta espantosa maldición.

¿Cree usted que la pandemia ha desempeñado algún papel en las protestas que se han desatado en días recientes? ¿Ha puesto en primer plano las desigualdades del país y los profundos problemas de justicia social? ¿O simplemente reventó algo que ya llevaba cociéndose durante algún tiempo?

La pandemia ha puesto de relieve algunos de estos problemas. Así, por ejemplo, los negros mueren tres veces más que los blancos a causa de la Covid-19. Trump, cuya mezquindad no tiene límites, se ha aprovechado de la pandemia para recortar las regulaciones que limitan la contaminación del aire, que tiene efectos demoledores en la actual pandemia respiratoria. La prensa económica estima que, como resultado de ello, pueden morir decenas de miles de personas, con una elevada concentración entre personas negras que pueden permitirse vivir solamente en las zonas más contaminadas. De qué modo va a influir esto en la opinion pública depende de la medida en que se vea obscurecido por disquisiciones racistas.

¿Hay circunstancias como éstas en las que pueda justificarse la violencia de una población exasperada?

Se puede entender, desde luego. Los anales revelan que no resulta sensato. Conduce de manera sistemática a que haya más gente que apoye una represión más dura.

Donald Trump reaccionó a las protestas con un tuit que se borró posteriormente, pero no sin antes echar más leña al fuego: “Cuando empiezan los saqueos, empiezan los tiroteos”. ¿Nos puede explicar por qué, más allá de la incitación a la violencia contra los manifestantes, esta frase ha tenido un impacto tan contundente en la sociedad norteamericana? Y además, ¿cree usted que el “pecado original que todavía hoy mancha a nuestro país” (tal como dijo Joe Biden) se ve hoy agravado por la presencia de Trump? ¿Le ayuda también su fiera retórica a volver a subir en las encuestas, que muestran hoy a Biden en cabeza?

Trump citaba a un alcalde de Florida de hace cincuenta años sobre cómo reaccionaría a las protestas contra el racismo. El significado quedaba claro, aunque después de una reacción enormemente negativa, Trump mintió sobre eso y declaró que los que dispararían serían los saqueadores. Trump se ha salido de su vía habitual para extender el “baldón” apelando a los elementos supremacistas blancos. Es difícil prever la repercusión popular.

¿Qué opina de la reacción de los liberales? ¿Hay alguna enseñanza de lo que está sucediendo estos días para ellos y para Biden?

Debería. Si va a ser este el caso, ya lo veremos.

Profesor, una última pregunta. Ha citado usted la “criminalización de la vida de los negros”, a la que ha menudo se ha referido en sus libros. ¿Puede explicarnos brevemente cómo ha funciado y sigue funcionando en la sociedad norteamericana y su economía?

No puedo atribuirme la frase, que se utiliza comunmente en los estudios sobre la sociedad norteamericana. En los antiguos estados esclavistas del siglo XIX se trataba de una política deliberada. Si había un hombre negro en una calle, le podían detener por vagabundear, le podían imponer una multa que no pudiera pagar y mandarlo a la cárcel…en la que se le podía ofrecer a las empresas como perfecto trabajador: disciplinado, sin protestas, barato. Esa fue una aportación de primer orden a la revolución manufacturera de la época, así como a la industria agroalimentaria.

La segunda oleada de criminalización despegó con Ronald Reagan. En 1980, cuando tomó posesión de su cargo, las cifras de población reclusa estaban dentro de los baremos europeos. Desde entonces han explotado rebasando con mucho las de Europa. La gente encarcelada es población negra de una manera desproporcionada. Eso se debe en parte a la guerra de las drogas, y en parte se puede remontar al mayor número de delitos entre los negros. Este ultimo hecho es algo que se aduce a veces en las disquisiciones racistas, eliminando la pregunta de por qué razón hay más delitos entre los negros. Es algo típico de las comunidades oprimidas. El caso de los negros es de lejos el más grave.

Noam Chomsky Catedrático emérito de lingüística del Massachusetts Institute of Technology, EE UU, es uno de los activistas sociales más reconocido por su magisterio y compromiso político.

Fuente:

il manifesto global, 2 de junio de 2020

Traducción: Lucas Antón

domingo, 21 de junio de 2020

“Detrás de la asistencia social sigue existiendo una mirada franquista, de caridad”. Entrevista

Berta Lago Bornstein 



Tiene Berta Lago Bornstein (Madrid, 1949) la santa paciencia de ilustrar al que no sabe. “Será por experiencia”, apunta con ironía una de las personas que mejor conoce en España la gestión de las rentas sociales. Quizá por eso su objetivo principal siempre ha sido situar las políticas que luchan contra la pobreza y la desigualdad en el centro de la mentalidad de los españoles, en el mapa de la conciencia de un país más acostumbrado a la beneficencia que a los derechos sociales. En ese sentido, concibe el Ingreso Mínimo Vital (IMV) como un avance importante aunque cree que habrá gente que se quedará fuera. Por edades, por requisitos y por consideraciones que matizan la universalidad de la ayuda.

Activista por una renta digna desde los años 80, Lago Bornstein ha volcado toda su energía en los servicios sociales, primero en la administración estatal en la época de la Transición y, más tarde, en el Gobierno de Madrid donde llegó a dirigir la gestión de rentas mínimas y medidas de inserción entre 2003 y 2013. “No me fío de la reacción del gobierno de Díaz Ayuso a la puesta en marcha del IMV porque su recorrido es cada vez más neoliberal”, advierte.

Desde la atalaya que le aporta su larga trayectoria profesional tiene un convencimiento de la realidad española. “La aporofobia, la aversión a las personas pobres o desfavorecidas, está más extendida de lo que pensamos en España. Quizá nos falte cultura democrática y algo de pedagogía para explicar a la población la importancia que tienen los impuestos para profundizar en la justicia social”, afirma. La entrevista la realizó Gorka Castillo.

A diferencia de lo que sucede en gran parte de los países de la Unión Europea, en España siempre ha habido mucha oposición a los mecanismos estatales de protección social fuertes. ¿Por qué?

No es fácil responder. Pienso que tiene que ver mucho el arraigo del concepto del merecimiento, del esfuerzo, del ganarás el pan con el sudor de tu frente. En España, se cuestiona y se responsabiliza mucho más al pobre por su situación que a las grandes fortunas por la forma en la que han llegado a amasar su patrimonio. Nadie se cuestiona las ventajas que tienen los ricos pero se reprochan las ayudas que se destinan a las personas sin recursos, siempre examinadas con lupa. En España, no se tiene una visión estructural de las políticas sociales, es decir, que el Estado debe garantizar y velar por los derechos y la justicia de toda la población. La aporofobia está más extendida de lo que pensamos. Creo que nos falta un poco de cultura democrática real para asumir que hay derechos sociales que son innegociables.

¿Y a quién le afecta más, a su juicio, ese déficit democrático del que habla?

A la infancia, sin duda. Me parece realmente trágico. Para mi es gravísimo que no se considere la infancia un bien de la sociedad cuando el futuro de un país entero depende de cómo atendamos y qué medios proporcionemos a los niños para que se desarrollen en toda su plenitud. En Alemania, un país que conozco bien, la infancia está muy protegida y no sólo desde el punto de vista estrictamente económico. Sin embargo, en España parece que sólo es responsabilidad de los padres. Deberíamos cuestionarnos nuestro modelo.

¿Le resulta contradictorio que la cuarta economía europea, y una de las tres más desiguales del continente, no haya tenido hasta ahora un Ingreso Mínimo Vital (IMV) garantizado?

Sin duda. Desde mi experiencia preconstitucional –empecé a trabajar en esta materia antes de la llegada de la democracia a España– la inclusión en la Constitución del concepto “asistencia social” en lugar de “beneficencia”, una palabra utilizada en el franquismo, se produjo en el último momento, en el debate del Senado. Con eso quiero decir que se modifican las palabras pero no se cambian tan fácilmente las mentalidades. Y creo que eso ha llegado hasta nuestros días. Detrás de la asistencia social sigue existiendo una mirada franquista, de atención a los pobres, de caridad. Esta percepción benéfica de la ayudas ha perjudicado el desarrollo de prestaciones como el IMV, que se podían haber articulado hace mucho tiempo pero que desde que las rentas mínimas se regularon en los años 90 han endurecido y burocratizado su tramitación. Ya no te digo después de la crisis de 2008. Lo que se intentó hacer a principios de los años 80, y yo estaba en ese momento en la Dirección general de Acción Social como jefa de servicio, era articular una ley de servicios sociales marco que evitara la competencia entre comunidades autónomas pero resultó imposible. El resultado es que hoy existe una gran desigualdad autonómica en esta materia. En ese sentido, creo que el IMV es un avance largamente esperado que incluso el PSOE incluyó en su programa hace cinco años.

¿Qué aspectos positivos tiene el IMV?

No he tenido tiempo de analizarlo en profundidad pero, por lo que he visto, aunque es un avance importante va a dejar fuera a mucha gente. No estoy de acuerdo que vaya a prevenir la pobreza y la exclusión, como dicen, porque el primer requisito para optar a esta ayuda es carecer de determinados ingresos, todos por debajo del umbral de la pobreza, con lo cual tienes acreditar que eres pobre. Eso no es prevenir. Prevenir la pobreza se consigue con la renta básica universal.

¿En qué se diferencia de la Renta Básica Universal (RBU)?

La diferencia es que la RBU es un ingreso monetario pagado por el Estado a toda la población, individual, independiente de la unidad de convivencia e incondicional. Es decir, no se concede en respuesta a una situación de vulnerabilidad sino como un derecho de ciudadanía para garantizar que sus ingresos nunca caigan por debajo del umbral de la pobreza. Y además se confiere sin límite de edad. Las conclusiones de los estudios que hemos venido realizando a lo largo de los años en España determinan que alrededor del 80% de la población se vería beneficiado por esta medida. La RBU, además de actuar como un motor de la distribución de la riqueza, concede más dignidad a la persona ya que no exige demostrar a nadie su situación de vulnerabilidad. Soy consciente de que en España es muy difícil de entender pero en países europeos como Alemania, donde la prestación universal por hijo a cargo es algo consolidado e incuestionable, no lo es. Todo el mundo tiene claro que una renta básica otorga una dimensión diferente a las relaciones laborales, a la educación, a la salud o a los cuidados y da más libertad. Creo que si se implementara en España la RBU cambiaría las reglas de juego.

Algunos economistas creen que con este tipo de políticas se instaura en España un Estado subsidiario. Sólo con la IMV, según sus cálculos, habrá 17,5 millones de personas sostenidas por poco más 18 millones de cotizantes.

Esa idea de que las personas que reciben una prestación social no buscan activamente un empleo, o son vagas, no la comparto en absoluto. Cuanto mejor sea la prestación y más dignifique al receptor, más cosas hará. Cuando los empleos son tan precarios y no hay políticas complementarias serias, por ejemplo en vivienda, ¿qué efectos provoca en los afectados? En España lo conocemos bien: exclusión y pobreza. Yo cuestiono mucho que en España exista una educación universal porque, dependiendo de las comunidades autónomas, se apoya más a la enseñanza concertada donde se generan desigualdades. En la sanidad sucede lo mismo. Me sorprende la enorme fortaleza que tienen las entidades privadas. Si realmente queremos que estos sistemas sean universales deberían ser exclusivamente públicos.

Pero los críticos más acerados, los neoliberales, aseguran que las ayudas están muy bien pero una cosa es financiar la creación de empleo y otra muy diferente es subvencionar el paro.

No estoy de acuerdo. De hecho, hasta ahora han sido las propias formas de estructurar las prestaciones las que empujaban a las personas a no aceptar un empleo formal, a menudo temporal, frágil y mal remunerado. En este sentido, el IMV incorpora la novedad de hacerlo compatible con un trabajo, al menos con un porcentaje de los ingresos, lo que me parece razonable. Pero la norma en España ha sido acusar al receptor de estas ayudas cuando la realidad es otra. Cuando me plantean esta cuestión siempre respondo que se pongan en el lugar de esa persona. Salvo en el País Vasco y Navarra, las prestaciones contempladas sólo garantizan una parte de los gastos que tiene un receptor, algo importantísimo porque es el único ingreso que tienen asegurado y lógicamente no quieren perderlo ante la incertidumbre de cómo es el mercado de trabajo en este país. La gente quiere salir adelante. Nadie es feliz en esa situación porque con ayudas de 400 o 500 euros nadie puede vivir en una ciudad como Madrid.

¿Y el fraude?

Yo no lo considero así. Es cierto que si rascas un poco, muchos receptores tienen “trabajillos” que no pueden considerarse empleos estables ni formales ni serios sino simplemente de supervivencia para terminar el mes. ¿Qué puede hacer una persona sola con los 400 euros que recibe de la Comunidad de Madrid? O se incluye en la red de protección de asociaciones que le pueda facilitar una vivienda y se alimenta en un comedor social o no puede vivir. Una de las peticiones de emergencia que desde Plataforma RMI Tu Derecho hemos realizado al Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, y que no ha sido atendida, es que no rebajen la cuantía de la Renta Mínima de Inserción a todos aquellos a los les descontaban ingresos por trabajillos de supervivencia –el chatarreo, las chapuzas o la venta ambulante– y que con el confinamiento no han podido realizar. Recuerdo el caso de una familia gitana con un hijo que había hecho una formación en informática excelente y que recibió una oferta de empleo con el sueldo equivalente al salario mínimo. Pues si el chaval aceptaba el trabajo, la familia perdía la renta mínima. Lo absurdo de esto es que en lugar de favorecer el empleo y la autonomía del hijo, lo convertían en el sostén económico de toda la familia. Eso es lo que desincentiva a la gente.

Pero hay quien considera que cobrar sin trabajar puede ser la respuesta a una situación de emergencia pero nunca la norma general. ¿Qué opina?

Es un planteamiento que me hace gracia. Y los hijos de familias con mucho dinero que no dan un palo al agua, ¿ellos pueden recibir el dinero de sus padres que vaya a usted a saber cómo lo han conseguido? Nadie se cuestiona cómo se obtiene la riqueza pero sí ponemos bajo la lupa las intenciones de quienes piden ayudas de supervivencia al Estado. Somos un país que fiscalmente dejamos mucho que desear. Aquí se ha impuesto el discurso neoliberal de bajar impuestos continuamente cuando la mejor manera de contribuir al crecimiento de un país es por la vía impositiva. Parece que somos muy solidarios para donar alimentos, algo que no me gusta mucho en cuanto a organización y planteamiento, destinado a personas en situación de emergencia pero, sin embargo, no lo somos a la hora de declarar impuestos que van a contribuir a mejorar los servicios básicos de toda la población.

¿Por qué ocurre esto en España y no en Alemania, por ejemplo?

No lo sé. Quizá nos falta cultura para romper ese discurso imperante, muy parecido a la beneficencia, y también necesitamos algo más de pedagogía para explicar a la población la importancia que tienen los impuestos para mejorar los servicios básicos y profundizar en la justicia social. Eso de que “tienes que trabajar” o “tienes que merecerlo” me suena muy religioso. Creo que la religión juega un papel muy negativo en todo esto.

Euskadi y Navarra gestionarán el IMV pero varias comunidades autónomas, entre ellas Madrid, han reaccionado negativamente porque lo consideran que es un agravio comparativo. ¿Le parece un privilegio?

Depende de lo que se entienda por privilegio. Creo que es acorde a la trayectoria y al tratamiento que sobre esa materia han tenido el País Vasco y Navarra. El IMV es una norma estatal pero también lo es la Ley de dependencia y la realidad es que, con la gestión delegada en las comunidades autónomas, se ha producido una enorme desigualdad en la forma de gestionar los servicios sociales entre comunidades. Respecto a Madrid, uno de mis grandes temores es cómo responderá la administración cuando entre en funcionamiento el IMV ya que en 2018 y 2019 no gastó todo el presupuesto de partida asignado a la Renta Mínima de Inserción siendo una de las comunidades autónomas con mayores tasas de desigualdad y pobreza.

¿No se fía de esta administración autonómica?

Es que no sé bien cómo reaccionará porque la cuantía de su renta mínima es inferior al IMV. Pero en cualquier caso, su recorrido ha sido cada vez más neoliberal y aunque difundan que dan cobertura a cualquier persona, en la práctica no es así. Es un laberinto burocrático para los solicitantes. En el caso de familias inmigrantes se exigen papeles casi imposibles de conseguir en su país de origen. Hay un libro absolutamente descriptivo de Sara Mesa, titulado Silencio administrativo, donde se explica el enredo burocrático que se construye alrededor de las rentas mínimas cuando en el fondo no te interesa dar respuestas a esas situaciones que dices combatir.

Para una mujer que ha dedicado media vida al progreso del bienestar social en España, ¿qué ha supuesto la aprobación del IMV?

Creo que es muy positivo porque al menos hemos conseguido que haya una prestación de derecho subjetivo que garantiza una base para todos los ciudadanos del Estado. Pero el IMV se me queda corto porque no creo que pueda cumplir ese objetivo repetido de que “nadie se quedará atrás”. Habrá gente que se quedará fuera. Por edades, por requisitos y por consideraciones que matizan la universalidad de la ayuda. Sin embargo, desde mi práctica profesional y conocimiento, y porque soy una defensora de la renta básica universal, considero que es un paso importante aunque habrá que seguir peleando para que funcione lo mejor posible y para que las comunidades autónomas, como por ejemplo la de Madrid, no minimice sus prestaciones y complemente la cuantía del IMV con el fin de acercarse al umbral de pobreza, que hoy está en torno a los 739 euros por persona. Tenemos una gran oportunidad para cumplir con la carta social europea.

Berta Lago Bornstein Dirigió la gestión de rentas mínimas para pobres y medidas de inserción en la Comunidad de Madrid entre 2003 y 2013.

Fuente:

https://ctxt.es/es/20200601/Politica/32458/berta-lago-bornstein-ingreso-minimo-vital-madrid-gorka-castillo.htm

sábado, 20 de junio de 2020

Constancia de la Mora

La forja de una rebelde. Nieta de Antonio Maura y educada en la alta sociedad, Constancia de la Mora (1906-1950) abrazó la causa republicana.
La Vanguardia - 28 de abril 2005



Escrita a los 33 años, su autobiografía constituye un emotivo testimonio de la época

Su vida como mujer separada, con una hija, y decidida a vivir por sí misma en la España de 1931, no fue fácil.
GABRIEL TORTELLA - 27/04/2005

Una clara mañana de marzo de 1931 una joven de la alta sociedad española se apeaba en la estación de Atocha de Madrid del tren que la traía de Málaga; acababa de separarse definitivamente de su marido, el malagueño Manuel Bolín y, a los 25 años, venía dispuesta a "empezar una nueva vida". Entonces se dio cuenta de que "España entera se disponía a hacer algo muy parecido". Éste es uno de los atractivos del libro autobiográfico de Constancia de la Mora Doble esplendor. La vida de esta mujer aristocrática, nacida en 1906, se enlaza estrechamente con la historia de España, y esta autobiografía constituye un documento elocuente sobre la historia de la mujer española en la primera mitad del XX.

Resulta sorprendente lo poco conocidos que este libro y su autora son en España; resulta sorprendente porque, al haber sido la autora protagonista destacada en el esfuerzo republicano durante la Guerra Civil, la segunda mitad del libro es un apasionante diario de la guerra vista por una observadora inteligente y comprometida desde, sucesivamente, Madrid, Alicante, Valencia y Barcelona, ciudades donde la autora vivió durante la contienda, llevada por los avatares del conflicto y por sus diversos cargos y misiones. Pero aún más sorprendente resulta por cuanto el libro es citado por autores anglosajones de la talla y difusión en España de Edward Malefakis, Gabriel Jackson, Burnett Bollotten o Hugh Thomas, y además porque el interés por la historia de la mujer, con especial atención a su papel en la Guerra Civil, ha aumentado tanto en los últimos años. Se añade a todo ello el aspecto autobiográfico, casi novelesco, del libro, cuya primera parte describe con lúcido detalle cómo una niña bien -pero que muy bien- del Madrid de la Restauración se convierte en una rebelde con simpatías republicanas, enfrentada a su familia y su anterior círculo íntimo, y se refugia en la amistad de intelectuales como Zenobia Camprubí y su marido, el poeta Juan Ramón Jiménez, y acaba divorciándose y casándose por lo civil con un oficial de aviación republicano.

El que el libro sea más conocido en el mundo anglosajón se debe sin duda a que su primera edición (1939) fue en lengua inglesa. Educada en Inglaterra, Constancia de la Mora hablaba y escribía el inglés casi como el español, y el libro fue compuesto como una llamada de auxilio además de como un testimonio. Es evidente que al redactarlo en Estados Unidos en el verano de 1939 su autora todavía albergaba alguna esperanza de que cambiaran las tornas en España, quizá por el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Cuando sus esperanzas se frustraron, Constancia de la Mora se estableció en México, donde escribió la versión española que se publicó en el país azteca. Luego se hicieron traducciones al francés, alemán e italiano, pero ya puede suponerse que apenas entraron en la España de Franco. En 1977 se hizo una edición española (Crítica), que se agotó pronto, pero que no se reeditó. Iba siendo ya hora de que este impresionante documento llegara en condiciones normales al lector español.

Constancia de la Mora Maura era hija primogénita de un rico ingeniero miembro de una conocida familia de financieros y empresarios. Su madre era hija de Antonio Maura, el gran político liberal-conservador de origen mallorquín, cuya figura presidía lejanamente la vida de toda la familia. Educada en la opulencia, se fue encontrando cada vez más incómoda por la mediocridad intelectual de su medio, por la rigidez y frialdad de las relaciones familiares, por la injusticia social que percibía en su alrededor y por el destino de señora de sociedad que su condición le imponía.Un matrimonio desacertado, al que se sintió empujada por la presión social, con un miembro de una familia de la buena sociedad malagueña (su ex cuñado, Luis Bolín, corresponsal en Londres, fue quien fletó el famoso Dragon Rapide que llevó a Franco de Canarias a Marruecos el 18 de julio de 1936), la colocó en la tesitura que he descrito en el primer párrafo de este artículo. Su vida como mujer separada, con una hija, y decidida a vivir por sí misma en aquella España de 1931, no fue fácil. Sentía una cierta afinidad con su tío Miguel Maura, que pasó de la cárcel al ministerio de la Gobernación con el primer gabinete republicano, pero eran de diferente generación y las preferencias políticas de ella mucho más radicales. Conoció a Ignacio Hidalgo de Cisneros y López de Montenegro, oficial aviador amigo de Ramón Franco y sublevado como él en Cuatro Vientos, perseguido por la Monarquía, exiliado y repatriado con la República. Se enamoraron y esperaron impacientemente a que se aprobara la Ley del Divorcio; fue sin duda una de las primeras mujeres en acogerse a ella en la historia de España.

Hidalgo de Cisneros, amigo también de Indalecio Prieto, era aristócrata como ella, aunque no rico, y con simpatías comunistas. Él tuvo cargos importantes en el ministerio de la Guerra durante la República; ella trabajaba en una boutique y hacía traducciones. Durante la guerra él fue el jefe de la aviación republicana y ella trabajó en la oficina de prensa del ministerio de Asuntos Exteriores, además de dirigir escuelas para huérfanos en Alicante. La última ciudad española en que vivió por varios meses fue Barcelona; su narración de la batalla del Ebro y de los feroces bombardeos de la ciudad que siguieron, en preparación del asalto final, son vívidos y estremecedores. También es impresionante su descripción del valor con que la población civil soportaba las bombas, hasta el punto de que cita un informe militar que concluía que "la guerra española ha demostrado que las poblaciones civiles no pueden desmoralizarse con la aviación", y aducía el caso de Barcelona como prueba. La retirada final hacia los Pirineos, los últimos días en Puigcerdà, las mezquindades de algunos políticos en esas horas desesperadas, son de una lectura apasionante aunque deprimente. Constancia e Ignacio se separaron al cruzar los Pirineos, probablemente para no verse más. Él volvía a España para contribuir a la defensa del último reducto republicano, el triángulo Madrid-Alicante-Valencia. Ella partió hacia Estados Unidos para recabar ayuda a la ya desahuciada causa de la República. En América trabó amistad con Eleanor Roosevelt y con Ernest Hemingway (a éste le conoció muy posiblemente en España, pero no le menciona), que la apreciaron y la ayudaron, pero ya era tarde. A los 33 años escribió esta impresionante autobiografía y a los 44 moría accidentalmente en Guatemala dejando atrás una verdadera y heroica odisea.

Alternativa al franquismo
Constancia de la Mora no nos dice claramente cuando se hizo comunista. Habla maravillas de la Unión Soviética, y allí envió a su hija en los años de la guerra. Su primo Jorge Semprún, que escribe el prólogo, le reprocha con cariño "la ceguera habitual del militante comunista". Esto resulta claro 75 años más tarde; leyendo a Constancia se comprende su elección. Uno de los temas del último tercio del libro es el de la traición de las democracias occidentales a la República, que abandonaron a la invasión de las tropas y armamento italianos y alemanes. En aquel momento, como ella reitera, la Unión Soviética fue el único país que apoyó militar y económicamente a la República; lo que ella no advirtió fue cómo Stalin retiró a las Brigadas Internacionales cuando preparaba ya el pacto Ribbentrop-Molotov, cómo se quedó con el oro del Banco de España que los republicanos cándidamente le confiaron, y cómo envió a menudo material de saldo y lo cobró, nunca mejor dicho, a precio de oro. Tantos españoles, entonces y más tarde, abrazaron la causa comunista como única alternativa seria al franquismo que su apasionamiento en medio de la contienda resulta más que comprensible.

La vida de Constancia de la Mora, como la de Aquiles, fue corta y gloriosa, aunque la inmensa mayoría en España la haya desconocido hasta ahora. Ya lo decían los romanos: nemo propheta in patria. Pero su vida y su libro, tan de principios del siglo XX, tienen una gran actualidad hoy. Realmente sí tuvo mucho de profetisa, de precursora; tuvo tanto, que seguir ignorándola sería un desdoro para los españoles de hoy.

viernes, 19 de junio de 2020

Muerte de George Floyd: la sencilla pregunta con la que una profesora pone en evidencia el racismo en EE.UU.

Estados Unidos arde y las llamas han revivido un asunto que el país lleva siglos sin resolver: el racismo.

Las manifestaciones por la muerte de George Floyd, un afroestadounidense de 46 años a quien un policía le presionó el cuello con la rodilla durante más de ocho minutos, se han extendido por más de 75 ciudades del país.

Los disturbios que han acompañado algunas de estas protestas han sido considerados tan graves como los que ocurrieron a partir del 4 de abril de 1968, día en que fue asesinado Martin Luther King Jr., líder en la lucha por los derechos civiles en EE.UU.

Y precisamente la muerte de Martin Luther King Jr. fue la inspiración para que Jane Elliott, una profesora de tercer grado en una escuela rural del estado de Iowa, comenzara a enseñarle a sus alumnos qué es el racismo y el daño que causa.

Desde entonces, Elliott, de 87 años, se ha convertido en una reconocida educadora a nivel mundial quien mediante ejercicios prácticos enfrenta a las personas a sus propios prejuicios y pone en evidencia comportamientos racistas que muchas veces las personas tienen sin darse cuenta.

Frente a las protestas que se viven en EE.UU., Elliott considera que es "una situación que creamos los blancos, estamos viviendo las consecuencias de nuestro comportamiento", según dice en entrevista con BBC Mundo.

"No puedes abusar de un grupo de gente inteligente durante 300 años y esperar que aguanten indefinidamente".

Una simple pregunta
Uno de los mejores ejemplos de las lecciones de Elliott está registrado en el documental de 1996 “Ojos azules”, que toma su nombre del ejercicio por el que se hizo famosa.

En una parte del documental, Elliott se dirige a un auditorio conformado por personas blancas.

“Quiero que se ponga de pie cada persona blanca en este salón que estaría feliz de ser tratada de la manera en que esta sociedad en general trata a los ciudadanos negros”, le pide Elliott al público.

Qué es Antifa, el movimiento que Trump quiere declarar "organización terrorista" por las protestas contra la muerte de George Floyd En la sala se hace un incómodo silencio, mientras los asistentes miran a Elliott.

“¿No entendieron la indicación?”, insiste Elliott. “Si ustedes, gente blanca, quieren que los traten como se trata a los negros en esta sociedad, pónganse de pie”.

“Nadie se para”, dice Elliott tajante después de varios segundos.

“Eso dice claramente que ustedes saben lo que está ocurriendo y saben que no lo quieren para ustedes”, concluye la profesora. “Quiero saber entonces por qué están tan dispuestos a permitir que le ocurra a otros”.

Elliott creen que las personas blancas no se atreven a hacer algo al respecto "porque entonces serían tratados de la manera en que tratan a las personas de color en este país", según le dice a BBC Mundo.

"La gente blanca sabe que no es algo que deba preocuparles mientras no les pase a ellos, y no se levantan porque entonces les pasará a ellos".

Ojos azules, ojos café
La desafiante pregunta de Elliott es una de las estrategias que ha utilizado para mostrar cómo el racismo es algo que las personas han normalizado.

Para mostrar el daño que puede causar que alguien se sienta superior a otro solo por el color de piel, Elliott diseñó un ejercicio para sus alumnos de tercer grado al que llamó “Ojos azules, ojos café”, y que puso en práctica justo un día después de la muerte de Martin Luther King Jr.

Para el ejercicio, Elliott dividió a la clase en dos grupos. Fabricó unos collares de tela café y se los puso a los estudiantes que representarían al grupo de ojos café.

Luego, les hizo creer a toda la clase que los de ojos café eran superiores a los demás, les dijo que eran más inteligentes y más limpios y les dio privilegios, como más minutos de recreo, por ejemplo.

También dijo que los niños de ojos azules lo estropeaban todo y que si querían beber de la misma fuente de agua que los niños de ojos café, debían usar vasos desechables para no contagiarlos.

El lunes siguiente Elliott repitió el ejercicio, pero con los roles invertidos, y al final le pidió a sus alumnos que comentaran la experiencia.

Muchas de las respuestas fueron similares a las de Debbie Hughes, una de las estudiantes cuyo testimonio recoge el portal del Instituto Smithsonian.

“Los que tenían ojos café discriminaron a los que tenían ojos azules”, dijo la chica. “Yo tenía los ojos café y sentía que podía pegarles si quisiera”. “Cuando cambiamos de roles, sentí que quería abandonar la escuela, tenía rabia. Así es como se siente cuando te discriminan”.

Elliott se ha referido a su ejercicio como una “inyección del virus del racismo”.

El ejercicio de “Ojos azules, ojos café” cobró fama mundial, miles de personas han participado de él en distintos países y en 2016 Elliott fue una de las 100 mujeres destacadas por la BBC.

La experiencia, sin embargo, también generó polémica. Algunos lo llamaron un experimento “orweliano” que enseña el “autodesprecio” y un columnista de Denver lo llamó “malvado”, según menciona el Instituto Smithsonian.

Es solo melanina
Los ejercicios de Elliott están enfocados en mostrar cómo el racismo es algo que, según ella, se inculca desde la niñez.

“Cualquier persona blanca que haya nacido y se haya educado en EE.UU., si no es racista, es un milagro”, dijo Elliot en una entrevista con la cadena PBS.

“El racismo es una reacción aprendida, nadie nace sintiéndose superior, la superioridad se enseña y eso es lo que enseñamos en este país”, dice la profesora.

Según Elliott, en EE.UU. la educación está hecha con el fin de “mantener a toda costa el mito de la supremacía blanca”.

Pero así como el racismo. “A la gente se le puede enseñar a abandonar el racismo”, dice Elliot a PBS.

“El color de los ojos y de la piel se deben a un mismo químico: la melanina. No hay ninguna lógica en juzgar a las personas por la cantidad de un químico en su piel”, concluye la profesora.

BBC
https://www.bbc.com/mundo/noticias-52886993

jueves, 18 de junio de 2020

Los niños rapados

Miguel Ángel Santos Guerra

Habrá que ir recuperando la normalidad con tiento (digo con tiento porque acaso fue aquella normalidad lo que nos llevó al desastre). Antes de estallar la crisis tenía preparado este artículo, cuya publicación he ido posponiendo, apremiado por la urgencia obsesiva que impone la pandemia. Hoy he dicho basta, por higiene mental. Me tentaban algunos temas sobre la pandemia. Tiempo habrá. Quiero darme un respiro después de 12 sábados consecutivos. A continuación puedes leer lo que escribí para el sábado 14 de marzo. No quiero que te pierdas esta hermosa historia.

Estoy cansado de oír o de leer cada día, en cada telediario, en cada parte de radio, en los titulares de primera página, noticias horribles: asesinatos, violaciones, tiroteos, asaltos, robos, malos tratos, secuestros, desgracias… ¿Por qué nunca son noticia hechos que reflejen la generosidad, la solidaridad, la amistad y el amor? Debería ser obligatorio empezar las noticias con un hecho hermoso, con una noticia solidaria, con un gesto de ayuda al prójimo. Porque los hay. Porque los hay a montones.

Esta mañana he tenido una agradable sorpresa en este sentido. Regresaba del Colegio en el que había dejado a mi hija Carla. Por el camino escuchaba la radio. Me interesaba tanto la historia que contaba el periodista Carlos Alsina que, al llegar a casa, me quedé encerrado en el coche, escuchando atentamente el final de la pequeña historia, una hermosa historia de solidaridad.

Un grupo de niños del CEIP Fundación Caldeiro de Madrid (un centro de enseñanza que tiene más de un siglo), situado en la Avenida de los Toreros, cerca de la plaza de toros de Las Ventas, era entrevistado a las puertas del colegio, minutos antes de comenzar las clases. También me llamó la atención, el tiempo que le estaba dedicando un programa de radio a un hecho de esta naturaleza, protagonizado por un grupo de escolares. El programa desplazó sus equipos, primero al colegio y luego a la peluquería de la que luego hablaré. Sabemos lo importantes que son los tiempos en los programas de radio y televisión.

Era la hora de empezar el Cole y los niños esperaban el comienzo de sus clases de matemáticas, de lengua, de geografía… Ellos estaban dando allí, sin saberlo, una soberana lección a sus padres y madres, a sus profesores y profesoras, a todos los oyentes del programa.

Alsina entrevistaba a ese pequeño grupo de escolares de 11 y 12 años: Martín, Víctor, David, Pablo, Noah, Diego, Alfonso… Se movía el periodista con soltura explorando las claves de una aleccionadora historia. No es fácil entrevistar a un grupo de niños de esas edades. O no llegan (y despachan todas las preguntas con monosílabos) o se pasan (y no se puede intercalar ni un comentario).

Resulta que un compañero llamado David había perdido el pelo por efectos del tratamiento de quimioterapia ya que, como ellos explicaban, padecía leucemia.

Un miembro del grupo tuvo la idea de acompañar a su amigo y, para que no se sintiera solo, decidieron raparse todos al uno o al cero. Queremos que “no le de ningún tipo de vergüenza estar así”, decía uno de ellos.

Todo el mundo sabe lo que significa el pelo a esa edad y la importancia que tiene la imagen que se proyecta ante los compañeros y, especialmente, ante las chicas. Para ellos fue más importante la amistad. Para ellos fue más importante no dejar solo a su amigo David.

Por otra parte, en pleno invierno, en Madrid, con rigurosas temperaturas, el frío en la cabeza rapada era otro inconveniente que pasaban por alto.

Es por una buena causa, decían los niños, ante las preguntas del periodista. Con buena lógica, les preguntaba cómo habían reaccionado sus padres y madres ante esta curiosa iniciativa. Y aquí tenemos otro hecho aleccionador. Porque los padres, salvo alguna pequeña reticencia (un niño dice con gracia que le dio cinco euros a su padre para persuadirle), aceptaron la idea encantados. Uno de los niños dice que a los padres les pareció “una gran idea”.

Un padre, también profesor, que estaba presente en la entrevista dijo que se sentía orgulloso del gesto que había tenido su hijo, de la actitud de solidaridad que había mostrado con su compañero.

Les preguntaba Carlos Alsina cómo se habían organizado para raparse. Cuentan que acudieron en grupo a una peluquería de la calle Cartagena. También es hermoso saber que el peluquero hizo su tarea de forma gratuita. De tres en tres se fueron sentando en los sillones y fueron viendo cómo la maquinilla iba abriendo caminos en sus pobladas cabelleras. Uno de los niños dice que el peluquero le hizo una carretera en medio de la cabeza. Y que conserva las fotos de recuerdo.

– ¿Qué sentíais cuando vuestros cabellos iban cayendo al suelo?, les pregunta Alsina.

– Nos daba pena, pero también nos sentíamos contentos por lo que estábamos haciendo.

David, el niño enfermo, les ha regalado a cada uno de sus amigos un muñeco “Baby pelón”. De esa forma se recuerdan.

Les pide Carlos Alsina, para cerrar la entrevista, que se dirijan a su amigo por si les está escuchando en el Hospital Gregorio Marañón, donde está ingresado.

– Que vengas pronto porque quiero verte todos los días, dice uno de los amigos.

– Que te recuperes pronto y que vengas a jugar otra vez de portero, dice otro.

– Que nos acordamos todos los días de ti y te queremos mucho.

– Que cualquier cosa que quieras nosotros te la damos.

Acude el periodista con su equipo a la peluquería que le han indicado los niños. La peluquería de caballeros está situada en la calle Cartagena de Madrid. Lleva abierta desde 1945. Llega a las 9.15 y ve que está cerrada y que la hora de apertura es a las 10. Decide esperar a que abra. Ese empeño en entrevistar al peluquero también me parece reseñable. Al fin, consigue preguntar a Chema, que así se llama el dueño de la peluquería, por la curiosa demanda de los niños.

Chema dice que los niños se peleaban por ver quién era el primero en raparse el pelo. Dice:

– Esto no está pagado. Esta historia te emociona.

Y añade:

– Fue una fiesta, fue increíble. Si el que tiene que pagar soy yo por esto. Esto es un espectáculo para mí.

Dice Chema que vivió uno de los días más emocionantes como peluquero. Pensó en raparse para solidarizarse el día que estuvieron los niños, pero no se atrevió. Y le pide a Carlos Alsina que le rape el pelo en directo. Y así lo hace. El periodista se decide a manejar la maquinilla siguiendo las indicaciones del profesional. Escuchaba yo el ruido de la maquinilla con la emoción de la voz de los niños, todavía resonando en mis oídos.

Le pide Carlos Alsina al peluquero si le quiere decir algo al niño enfermo:

– Tú sigue con ánimo. Aquí todos estamos contigo. De todo se sale.

Decía Eduardo Galeano, completamente calvo, en sus últimos años:

– Mi peluquero me humilla cobrándome a mitad de precio, pero yo le digo que si el pelo fuera algo importante estaría dentro de la cabeza.

Para estos niños el pelo era algo importante y estaba fuera, bien visible. Por solidaridad con un amigo enfermo, decidieron pelarse para que el compañero no se sintiera solo y triste. Ellos estaban allí para ayudar a quien tanto querían. Nos han dado una ingeniosa lección de generosidad que quiero agradecerles de corazón. Este mundo puede mantener la esperanza en su futuro porque existen niños como estos.

La amistad es una de las columnas que sostienen este mundo. Esta es una hermosa historia de amistad. Decía Aristóteles que “la amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas”. Pues bien, aquí son nueve los cuerpos. Y un corazón. La historia ha saltado a los medios y todos aplaudimos a estos pequeños escolares, que no buscaban precisamente publicidad, sino la alegría de su amigo. Estoy seguro de que hay gestos hermosos como este que nos dejarían igualmente admirados y sorprendidos. ¿Por qué no son noticia?

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/06/06/los-ninos-rapados/

miércoles, 17 de junio de 2020

Cómo cambia tu cerebro al hablar varios idiomas

¿Sabías que hay diferencias físicas entre los cerebros de las personas bilingües y los de las personas monolingües?
Hablar varios idiomas tiene ventajas obvias para la comunicación, pero ¿podríamos por ser multilingües contar con beneficios adicionales, más allá de los lingüísticos?

En este video exploramos cuales son esas diferencias cerebrales y cómo podrían afectarnos en nuestro desempeño cotidiano y en nuestra salud.



Investigación, guion y presentación: Inma Gil Rosendo
- Animación: Tere Lari
- Edición de video: Inma Gil Rosendo
- Editora: Natalia Pianzola.

martes, 16 de junio de 2020

_- El “ente misterioso” que preocupa al ministro Castells. Los universitarios pagan las matrículas sin saber con exactitud cuánto cuesta su año de carrera. Los rectores ultiman un plan para saberlo

_- Las universidades españolas son sometidas a tal grado de fiscalización que el papeleo las asfixia en su día a día. Sin embargo, pocas saben cuánto cuesta la carrera de cada estudiante porque los cálculos no están bien hechos. Se estipulan los precios de matrícula a ojo de buen cubero por su grado de experimentalidad. Al ministro Manuel Castells, reputado sociólogo que asegura venir “de otra galaxia” [California], este hecho le asombra. En una intervención reciente en el Congreso, tras hablar de tasas y becas afirmó: “Todo esto se basa en un ente misterioso: el costo por estudiante. Soy científico, soy universitario, soy investigador y conozco estos temas. ¿De dónde sale el costo? ¿Quién lo define? ¿En función de qué? Hay un método complicadísimo pero serio: la contabilidad analítica”.

“¿Y qué pasa? Que pocas universidades tienen esta contabilidad analítica porque se necesitan unos criterios relativamente homogéneos. Lo he hablado con la CRUE [la conferencia de rectores], tiene que haber una común y coordinada para que se sepa más objetivamente qué pasa en cada universidad”, prosiguió Castells. “En este momento se están definiendo los criterios para efectuar esta contabilidad. Hay pocas universidades que la tengan implantada de forma rutinaria”, responde a estas palabras José Carlos Gómez-Villamandos, presidente de la CRUE y rector de Córdoba. Y lo argumenta: “Es difícil imputar los costes en cada actividad [docencia, investigación y transferencia de conocimiento] para conocer el coste de la educación”.

Hasta 1983, que se aprueba la Ley Orgánica de Universidades (LOU), el Ministerio de Educación atendía las obligaciones financieras de las universidades. Pero con la cesión de las competencias a las comunidades autónomas (1984-1996), que coincidió con un aluvión de estudiantes y un aumento de la oferta académica, el escenario cambió y los campus tuvieron que preocuparse de los números. En 2012 el ministro José Ignacio Wert (PP), para compensar la bajada en financiación a las universidades, obligó a que los estudiantes asumiesen entre un 15% y un 25% del coste de su matrícula y que el resto (hasta llegar a unos 6.000 euros) corriese a cuenta del Estado. ¿Un 15% de qué cuantía total? El “ente misterioso” al que alude Castells.

El pasado 7 de mayo, el ministro anuló esta horquilla de entre el 15% y el 25% de la matrícula —con la intención de que las comunidades que más cobran bajen los precios—, pero el porcentaje que sale del bolsillo del alumno sigue ligado a un total opaco. Para saber cuánto cuesta realmente la carrera de un alumno, las universidades tienen que analizar el coste en profesorado, en personal de administración y servicios (PAS) y los gastos de mantenimiento de los edificios. Porque no cuesta lo mismo que el estudiante acuda a una facultad antigua sin eficiencia energética que a una nueva, aunque en ambos casos el inscrito abone lo mismo.

Las medidas urgentes de racionalización del gasto impuestas por Cristóbal Montoro en 2018 ya obligaban a implantar esta contabilidad, pero los años ha ido pasando con pírricas mejoras. “Solo tenemos publicada la contabilidad analítica la Universidad de Santiago de Compostela y nosotros, pero sé que otras tienen el informe muy adelantado”, explica Margarita Labrador, vicerrectora de Economía en la Universidad de Zaragoza. Su institución empezó a recopilar datos con su propio modelo en 2008 y los difundió en 2012. “Es un trabajo arduo, porque los sistemas informáticos dentro de las universidades en muchos casos no están bien conectados entre sí y es difícil juntar los resultados. Para paliar esto, hemos diseñado entre todas las universidades un modelo consensuado que afina el reparto de costes a través de CRUE”, prosigue Labrador, profesora de contabilidad. El compromiso de los campus es publicar los datos “en uno o dos años, cuando esté terminado”.

“Las universidades llevan en ello muchos años. Es una reivindicación histórica de sus consejos sociales. Es obligatorio por un real decreto de 2012. Esta contabilidad permite conocer el coste de los servicios, el grado de cobertura de la financiación -sobre todo la estructural, los gastos básicos- y facilita muchísimo la rendición de cuentas”, alaba Antonio Abril presidente de la Conferencia de Consejos Sociales de las Universidades -el órgano que controla las cuentas de los campus- y secretario general del gigante Inditex. “Si es muy conveniente, ¿por qué no se ha hecho? Hay una dificultad de falta de medios, personal especializado...Además, se quejan las universidades de que el sistema de contratación pública no se adecúa a ellas. Y hay una tercera razón: obliga a hacer muy transparentes los gastos y la rentabilidad de las universidades. Se retratan”.

El pasado febrero el Consejo de Cuentas de Castilla y León reprochó, como lleva haciendo desde 2016, a las cuatro universidades públicas de la región que no hagan una contabilidad analítica. El órgano recuerda a estas instituciones que con estos números se podría comprobar si la financiación de la Junta y el Estado es acorde a las necesidades y examinar si el sistema de becas complementarias de la región se ajusta a la realidad. “Es una herramienta muy útil a nivel interno -como para cualquier empresa- conocer el coste de las actividades que realizamos”, añade a la lista de beneficios la vicerrectora Margarita Labrador. El ente de Castells parece tener los días contados.

https://elpais.com/educacion/2020-06-04/el-ente-misterioso-que-preocupa-al-ministro-castells.html

lunes, 15 de junio de 2020

_- “Hiciste de mi vida un infierno”: Hollywood ya delata a los malos compañeros, ¿por qué España no se atreve? La crisis de imagen que atraviesan figuras sagradas de la televisión en Estados Unidos como Ellen Degeneres o estrellas como Lea Michele dejan claro que ya no hay miedo a hablar de la crueldad en el set de rodaje, pero en nuestro país todavía no hemos abierto esa puerta

_- Un solo tuit del cómico Kevin Porter sirvió el pasado marzo para hacer que la imagen de Ellen Degeneres, "la mujer más divertida de América", una de las presentadoras y cómicas más queridas y poderosas de la televisión en Estados Unidos, cayese por los suelos. "Ellen Degeneres es una de las personas más crueles que hay. Contesta a este hilo con la peor historia que hayas escuchado sobre Ellen siendo cruel y por cada respuesta donaré dos euros al banco de alimentos de Los Ángeles". Cinco mil respuestas después, Ellen sufre una crisis de relaciones públicas y publicaciones especializadas como Variety han dedicado artículos para dar voz a empleados y compañeros que han dibujado una cara muy distinta de la que conoce el público.

"En España, enemistarte en público con alguien puede dejarte sin trabajo. Nadie quiere ser tachado de conflictivo o de tener la piel fina, así que en esos casos lo más común es apretar los dientes", afirma una trabajadora de la industria del entretenimiento

Es la eterna historia de lo que se sabe, pero no se cuenta. O de lo que se cuenta en camerinos, en pasillos, en bares o en fiestas privadas, pero no tiene proyección más allá del ámbito profesional. Algo que sucede en todos los ámbitos: el jefe que te hace la vida imposible o el compañero que pisaría tu cabeza para conseguir un ascenso lo ha sufrido, más o menos, todo el mundo. Pero en el mundo del espectáculo el poder no solo imponía a la hora de hablar, sino que una calculada estrategia de relaciones públicas (de la que además dependían millones en publicidad) opacaba cualquier intento de desenmascarar a alguien. ¿Se dice en los círculos televisivos que la todopoderosa Oprah Winfrey puede ser déspota, calculadora y cruel? Sí. ¿Trasciende a los medios? Apenas. Cuando en 2011 Kitty Kelley publicó una escandalosa biografía de la presentadora y empresaria, casi ningún programa ni canal quisieron dedicarle un solo segmento de su programación. Enfadar a Oprah era enfadar al monstruo.

Pero está ocurriendo ahora. Paralelamente al movimiento #MeToo, obviamente de implicaciones mucho más profundas y graves, en el mundo del espectáculo se está normalizando que artistas y trabajadores hablen sin tapujos de quién fue un dolor de muelas en un rodaje o quien les hizo la vida imposible cuando estaban comenzando su carrera. Hoy es actualidad Lea Michele, cantante y actriz conocida sobre todo por Glee. El 29 de mayo escribió un tuit donde lamentaba la muerte de George Floyd con su correspondiente hashtag "black lives matter". Muy poco después, el pasado martes 2 de junio, la actriz Samantha Marie Ware (que hizo de Jane en la temporada 6 de la serie de Ryan Murphy) respondió lo siguiente y en mayúsculas (que, en Internet, indica que estás gritando):

"¡Me parto! ¿Te acuerdas de cuando hiciste de mi primer papelito en televisión un infierno en la tierra? Porque yo nunca lo olvidaré. Creo que le dijiste a todo el mundo que, si tenías oportunidad, cagarías sobre mi peluca, entre otras microagresiones traumáticas que hicieron que me cuestionase si quería una carrera en Hollywood", escribió la actriz. Leah no tardó en responder con un comunicado oficial un día después, lo cual da una idea de que la historia había dado donde le dolía y, tal vez, había verdad en ella. Pese a que, según afirma en el comunicado, publicado por la revista People, no recordaba ese incidente en particular al que se refería la actriz, Lea remataba: "He escuchado esas críticas y estoy aprendiendo a la vez que pido perdón. Seré mejor persona en el futuro tras esta experiencia".

El comunicado era de diez, pero no evitó que otras personas que han trabajado con Lea Michele apoyasen a Samantha Marie Ware compartiendo sus propias historias, como Heather Morris, que indicó –también en Twitter– que Michele era "muy desagradable como compañera".

¿Ha creado la pandemia y su consiguiente confinamiento una tormenta perfecta para que empecemos a ver a las celebridades de otra manera? Un compartidísimo análisis de The New York Times habló el pasado abril de cómo el propio concepto de la celebridad se reveló no solo inútil durante estos tiempos difíciles, sino desagradable para la gente de a pie: ver a esas superestrellas pedir que todos nos quedásemos en casa desde sus espectaculares jardines con hechuras de parque temático fue un golpe de realidad. ¿Pero por qué esto apenas ocurre en España? Mientras en Estados Unidos se ha hecho habitual desenmascarar a esos que crean ambientes tóxicos en el mundo del espectáculo, apenas hemos visto una ola correspondiente en España.

Pocos aquí se han atrevido a hablar mal de un compañero de trabajo. Apenas se recuerda el caso de Pilar Punzano contra Imanol Arias, que en 2015 publicó una carta contra el actor en su perfil de Facebook que recogieron todos los medios. "Este señor que a la mayoría le parece entrañable", escribió Punzano, "jamás me preguntó cómo estaba en cinco años. No sabe nada de los delitos que han cometido contra los derechos de los trabajadores dicha productora en mi caso, ¿o sí?". Es una de las pocas que, con razón o sin ella (en una posterior entrevista a EL PAÍS aseguró no tener problemas con Imanol y haber aceptado sus disculpas), se han atrevido a dar el paso de criticar públicamente a una figura sagrada de los medios en España.

Según una trabajadora de la industria de la televisión en España, sí hay casos de vacas sagradas en la industria adoradas por el público y cuyo comportamiento con el equipo ha suscitado a menudo críticas, pero nunca públicas. "La manera como tratamos a las estrellas en los rodajes, junto a los rasgos narcisistas que en muchos casos van unidos a la vocación interpretativa, da lugar a comportamientos tiránicos por parte de los actores que jamás se tolerarían en otros ámbitos profesionales, ni siquiera a los jefes", explica tras pedir que se mantenga su anonimato. "Y a pesar de que en los últimos años se ha tomado más conciencia de esto (las denuncias de los abusos sexuales son un buen ejemplo), todavía hay cierta sensación de impunidad".

"Los que sufren las consecuencias de estas actitudes, sobre todo trabajadores, pero también algunos actores, no quieren hablar públicamente de ello porque su pan está en juego", prosigue. "En España más aún, porque se trata de una industria más pequeña y más precaria en la que enemistarte en público con alguien puede dejarte sin trabajo. Nadie quiere ser tachado de conflictivo o de tener la piel fina, así que en esos casos lo más común es apretar los dientes, aguantar lo que dure el proyecto, y esperar no volver a cruzarte con según qué personajes". Así, a menudo la charla de colegas tras las cámaras, cuando nadie escucha, se convierte en una especie de recuerdo de guerra en el que técnicos, actores secundarios y guionistas se preguntan: "¿Y tú a quién sobreviviste?".

https://elpais.com/elpais/2020/06/04/icon/1591263139_424967.html

Paul Krugman: "La gente no confía en EE.UU. porque ha resultado no ser fiel a sus ideales".

Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, columnista del New York Times y uno de los más reconocidos intelectuales estadounidenses del momento no es excesivamente optimista sobre cómo será el mundo después de la pandemia de coronavirus.



"Será un mundo más débil y caótico", dijo en el video que convocó a los seguidores de BBC Mundo y el Hay Festival a enviarle preguntas sobre cómo veía la realidad post covid-19.

Y las preguntas llegaron por centenares: más de 400 en menos de 24 horas, de todas partes de América Latina, Estados Unidos y Europa.

En su entrevista para responder a sus inquietudes, Krugman matizó sus opiniones y dijo que había motivos para la esperanza: "estoy lleno de miedo, pero no desesperanzado", reveló.

"La posibilidad de una economía con cero emisiones nunca había sido tan real", indicó como ejemplo de esperanza.

En su conversación el periodista Juan Carlos Pérez Salazar de BBC Mundo, Krugman habló sobre el declive de Estados Unidos, el ascenso de China, la situación en la que se encuentra el capitalismo a nivel global y lo que le espera a América Latina después de la pandemia.

Y claro, la esperanza.

Te invitamos a la conversación completa para observar a una mente brillante en acción, en el marco del proyecto conjunto entre BBC Mundo y el Hay Festival para convocar a grandes pensadores a reimaginar nuestro mundo y nuestras sociedades.

BBC

domingo, 14 de junio de 2020

Educarse es amar: los retos de una sociedad en ruinas. El escritor italiano Marco Balzano, autor de ‘Me quedo aquí’ (Duomo), analiza en esta tribuna los desafíos a los que nos enfrentamos en la nueva era que ahora empieza.

MARCO BALZANO

Tengo un amigo poeta en Suiza que me invitó a dar una charla a sus alumnos en el instituto cantonal de Lugano. Era el año 2010 y acababa de ver la luz mi primera novela, Il figlio del figlio. Lo había publicado hacía poco un pequeño editor de Roma y luego, por pura casualidad, Maja Pflug, que después se convertiría en mi traductora, había encontrado un ejemplar (creo que el único que quedaba a la venta en toda Italia) y le había propuesto a la editorial Kunstmann que lo tradujera al alemán. Aquel día de hace diez años se me ha quedado grabado y, como pueden comprobar, despierta otros recuerdos que hoy siguen siendo muy importantes para mí. Cogí el tren en Milán muy temprano para poder estar en Lugano a las diez. El trayecto dura poco, pero cuando llegué tenía la sensación de haber viajado horas y horas en tren. Soy profesor y, quizá por deformación profesional, siempre me fijo mucho en cómo son las escuelas. Estoy convencido de que es un punto de observación especialmente idóneo para comprender si nos encontramos en una sociedad verdaderamente interesada en el saber y la atención a sus ciudadanos. Creo que fue precisamente el hecho de dar una vuelta para explorar el centro lo que me hizo pensar que había realizado un largo viaje.

Aquel año, yo daba clase en un instituto pegado a una carretera de circunvalación, enfrente de un campamento gitano y con prostitutas no muy lejos de las verjas. El Gobierno acababa de recortar miles de puestos de trabajo, había agrupado las asignaturas de Historia y Geografía, había creado clases de treinta alumnos y otras muchas ocurrencias geniales que mejor les ahorro. Aquella mañana, en cambio, me encontré aulas con vistas al lago, de máximo veinte alumnos, una biblioteca impresionante y una cantina donde se comía bien. Aturdido por todo aquello, empecé mi charla con los alumnos soltando una regañina más digna de un superviviente que de un escritor de treinta años, pero les puedo asegurar que era sincero cuando dije, a través del micrófono: «Debéis ser conscientes de lo afortunados que sois al crecer en un sitio tan bonito y, en nombre de esa buena fortuna, tenéis la obligación de dar lo máximo de vosotros mismos cada día».

Si antes estábamos acostumbrados a repetir que una clase política poco ilustrada y de nivel mediocre reduce la calidad de vida, hincha la burocracia y provoca una fuga de cerebros, ahora podemos afirmar que esas mismas carencias siembran la muerte

Cuando aquella misma tarde cogí el tren para volver a casa, no conseguí leer. Durante aquel breve y a la vez largo trayecto pensé en la atención. ¿Por qué en Italia no podemos dedicar la misma atención a un bien esencial como es la escuela? «Escuela» en griego significa «asueto», «comodidad», «tiempo libre»: los griegos eligieron esa palabra porque indica el periodo de tiempo que debe dedicarse a formar los instrumentos que permiten el acceso a la lengua, al pensamiento, al conocimiento de uno mismo con el fin de convertirnos en ciudadanos conscientes y partícipes. En aquel instituto de Lugano existía esa «comodidad» para aprender; en el mío de Milán, bastante menos. ¿Por qué? Hace años que me lo pregunto y la conclusión es la siguiente: donde no hay suficiente inteligencia política, no existe jamás una escuela que se corresponda con la idea griega, ni con la eficiencia y, por qué no, la belleza que todos necesitamos. Y donde no existe una escuela así, tampoco existe dinero para la investigación, ni una sanidad sólida. La combinación de esas carencias crea, por lo general, daños silenciosos que van erosionando día tras día tanto el patrimonio como las esperanzas. En tiempos difíciles, o en un periodo de emergencia como el que estamos viviendo, en cambio, los daños no permanecen bajo la piel, sino que afloran y se convierten en un elevado número de muertes. ¿Qué es lo que está sucediendo en estos días largos y agotadores? ¡Lo mismo que ha sucedido siempre hasta ahora! La diferencia es que si antes estábamos acostumbrados a repetir que una clase política poco ilustrada y de nivel mediocre reduce la calidad de vida, hincha la burocracia y provoca una fuga de cerebros, ahora podemos afirmar que esas mismas carencias siembran la muerte. Y aquí en Lombardía, donde yo vivo, han sembrado mucha muerte. Muchísima. El sonido de las sirenas se ha convertido en un ruido de fondo que no se interrumpe nunca, ni siquiera de noche. Son muchas las veces que me contengo para no ir a taparles los oídos a mis hijos. Si no lo hago, es solo porque quiero que tomen conciencia, desde pequeños, del mundo en el que viven: de lo contrario, nunca podrán encontrar la forma de intentar mejorarlo.

Llevo casi dos meses encerrado en casa y el tiempo empieza a confundirse. Los días corren el riesgo de parecerse demasiado entre sí y hace falta mucha buena voluntad para distinguirlos. Hay que esforzarse mucho por entretener a los niños y recrear una cotidianidad aceptable. No debemos olvidar que a ellos se lo han arrebatado todo: los compañeros de clase, los abuelos, el parque, el deporte, la primavera… Debo hacer lo posible para que no piensen que vivir es sobrevivir, me digo todas las mañanas para animarme mientras preparo el café. Empiezo a sentirme cansado, echo de menos estudiar y escribir, echo de menos a mis amigos, a alguien con quien reírme y desahogarme mientras tomamos una cerveza. Pero, por otro lado, siento que empiezo a acostumbrarme a esta soledad perfecta que yo mismo me he fabricado sin ser consciente de ello. Y cuando me doy cuenta de que estoy alcanzando un equilibrio, me asusto. Pienso en los más frágiles, en todas aquellas personas que tienen en casa un marido violento o alcohólico, un familiar con depresión, un anciano al que cuidar, un hijo discapacitado… Pienso en los daños de la inmovilidad y del aislamiento, en que estamos dejando de lado otras enfermedades… y nunca más que ahora me gustaría sentir la presencia y, por qué no, la cercanía y la empatía de las instituciones. Pero aparte de confinarnos en casa, sigue siendo un enigma comprender qué tienen pensado esas instituciones para hacer más llevadera la reclusión y qué proyectos están desarrollando de cara al futuro. El riesgo de esta escasa presencia de las instituciones es que cuando termine este confinamiento, los ciudadanos —desesperanzados y debilitados por una clausura forzada y unas perspectivas tremendamente confusas—, podrían empezar a salir valorando de forma individual la propia situación. Y un Estado así, evidentemente, no puede funcionar. Permítanme que lo repita una vez más: de cómo y en qué medida se ocupe un Estado de esos problemas, se desprende la atención que dedica a la personas y la visión del mundo que cultiva. Yo, sinceramente, ya no sé cuál es la de mi país y, en muchos sentidos, tampoco sé cuál es la visión que tienen Europa y el mundo occidental. Sinceramente, me da miedo que de esta situación no aprendamos nada. Es más, que empujados por la economía y el mercado, nos apresuremos en cuanto sea posible a olvidarlo todo para regresar a esa normalidad que ya no podemos aceptar ni llamar así. No cabe la menor duda de que la pandemia es un acontecimiento terrible e imprevisto para el cual no estaba preparado el planeta, pero la tragedia que se está produciendo en esta parte de Italia no es imputable solo a la letalidad del virus y a la dificultad para neutralizarlo. No es únicamente una cuestión médica: es, en primer lugar, un problema de gestión sanitaria. He luchado en todo momento para no sucumbir al tópico «esto solo pasa en Italia», porque no es verdad y porque somos capaces de hacer grandes cosas, pero esta vez la gestión ha sido un desastre. La pandemia está sacando a la luz, de un modo implacable, el estado de salud política de cada país. Las cifras tan dispares de contagio y de mortalidad en las distintas partes del mundo ponen de manifiesto significados claros, que se pueden ignorar en nombre de motivos individualistas y de liderazgo, pero que en sí no son difíciles de entender. En Italia no teníamos un plan de emergencia ensayado, no escuchamos las peticiones de integrar el personal médico, hicimos caso omiso de la opinión de los científicos y más de una vez nos reímos en la cara de la ciencia y el entorno. Aquí en Lombardía, la sanidad se ha ido privatizando más y más con el paso de los años, la medicina territorial se ha visto muy recortada y las camas en los hospitales públicos se han ido reduciendo progresivamente mientras las clínicas privadas surgían como setas. Y eso explica que el personal médico y de enfermería se haya visto abandonado a su suerte, que nadie les haga tests ni les dé los equipos de protección necesarios antes de mandarlos a los pasillos de los hospitales o a los ambulatorios. Muchos de ellos se compraban sus propias mascarillas y los que no conseguían encontrarlas en las tiendas, utilizaban fulares o retales de sábanas. Los tests, por otro lado, siguen haciéndose con cuentagotas, ni siquiera a personas con cuarenta de fiebre: esas personas se quedan sin la posibilidad de tener un diagnóstico fiable y el conjunto de la sociedad, sin la posibilidad de saber las cifras reales de contagios y casos curados.

Somos reacios, sin embargo, a tomar nota de los errores, incluso cuando suponen un coste en vidas humanas. Y, por tanto, más que reflexionar sobre las equivocaciones, se prefiere dirigir la atención hacia la retórica de los héroes. Todos son héroes: enfermeros y enfermeras, médicos y médicas, personal hospitalario… ¿Y se contentan con los héroes? ¿Les basta con lo que los griegos llamaban mythos? Yo creo que no. Creo, en cambio, que es indispensable —y hoy más que nunca— que nos mantengamos firmemente aferrados a la dimensión del logos, de la investigación y de la ciencia, ir a buscar las causas y las responsabilidades, que unas veces afloran y otras hay que desenterrar trabajosamente. Y creo también que habría que devolver la luminosidad a una palabra que hemos interpretado erróneamente: «copiar». Permítanme una pequeña digresión, que considero importante. Estoy acostumbrado, por mi profesión, a fijarme en el mundo de las palabras y a razonar partiendo del lenguaje y, en este caso, me ha dado por pensar que el equívoco nace de lo que la palabra «copiar» evoca. Si bien el significado no es en sí negativo —significa «reproducir», «duplicar»—, en nuestra educación esa palabra ha adoptado repentinamente una acepción más negativa porque ilustra un acto que no debe cometerse o debe realizarse de forma clandestina. Y es así ya desde los pupitres del colegio, donde el acto de copiar está demonizado: el niño aprende a asociarlo a una especie de hurto mediante el cual se roba a otro aquello que, por motivos diversos, no se sabe. No es frecuente que se legitime ese gesto en nombre de compartir el saber y de la solidaridad entre iguales. No es frecuente subrayar que, desde un punto de vista pedagógico, copiar es un modo de aprender y de trabajar en colaboración con los demás. Se prefiere inculcar la idea de que tenemos que hacer las cosas nosotros solos y que el saber es propiedad privada, como el dinero. Y así es como hemos eliminado lo que de bueno tiene ese término: el espíritu de colaboración, la emulación, el hecho de compartir. Porque copiar, en realidad, es un acto repleto de humildad e inteligencia, es un reconocimiento de nuestros límites y de nuestras necesidades, de la capacidad de observar a los demás y contener la envidia. Es la demostración de que nos queda mucho por aprender y de que los demás pueden enseñarnos algo. No es el copiar-pegar del ordenador, ni la deslealtad del plagio, se trata más bien de dialogar con una fuente para adaptarla a nuestras necesidades y aprovechar todo lo bueno que puede ofrecernos. Y precisamente ahora que estamos descubriendo la importancia de dejar la palabra a los expertos, precisamente ahora que nos damos cuenta de que las vacilaciones o la puesta en práctica de estrategias mal diseñadas puede provocar daños gravísimos, podría resultar útil echar un vistazo más allá de nuestras fronteras, observar quién está gestionando de forma más efectiva las dificultades y quién ha puesto en práctica estrategias exitosas. Del mismo modo, también resultaría útil restituir a determinadas palabras su verdadero valor y eliminar esa capa de polvo, formada por prejuicios y moralismo, que nos impide verlas tal y como son: una prueba de humildad, la posibilidad de un diálogo inteligente, una ayuda concreta para empezar de nuevo. Solo después de haber reflexionado sobre las acciones y las palabras, solo después de haber hecho todo lo posible para coger lo mejor de nosotros mismos y de los demás, podemos permitirnos acceder a la dimensión emotiva del mythos, alabar con orgullo a esos hombres y mujeres valientes que han muerto haciendo su trabajo y llorar la pérdida de una parte importantísima de una generación que ha sido la espina dorsal del siglo XX. Una generación cuyo funeral no hemos podido celebrar y en cuya tumba no hemos podido depositar flores.

Contemplo desde la ventana el parque al que normalmente llevo a mis hijos después del colegio. Está completamente vacío. La luz tibia del sol se refleja en el tobogán y el viento de primavera mece la hierba. Sin el confinamiento, a estas horas el parque estaría a rebosar de niños, y mi mujer y yo estaríamos allí charlando con otros padres. Piero Calamandrei, uno de los padres de nuestra Constitución, decía que «la libertad es como el aire, te das cuenta de que la necesitas cuando te falta». Me repito esas palabras mientras escribo: hoy 25 de abril, día de la Liberación en Italia, se conmemora el fin del régimen fascista y de la ocupación nazi. El año pasado fuimos a la manifestación y había muchísimas familias con niños. Aquel también fue un día soleado, pero estuvo repleto de sonrisas y cánticos. Caminábamos unos junto a otros y la expresión «distancia social» era algo que jamás habíamos escuchado, algo que carecía de sentido. Espero que cuando Caterina y Riccardo vuelvan a jugar en los columpios con sus compañeros de clase y me griten sin aliento «más alto, más alto», no se encuentren un mundo peor. El riesgo de que tengamos miedo de los demás, de que convirtamos a las personas en posibles focos de contagio, que ya no las veamos como amigos, parientes o nuevas amistades, es lo que más miedo me da. Ahora que, mediante la trágica paradoja de la covid-19, se ha hecho realidad el proyecto soberanista —todos en casa, recelosos de quienes están fuera—, ahora que se ha comprobado que los virus no entienden de muros ni fronteras, espero que seamos más conscientes del hecho de que solo construyendo sociedades más solidarias y conectadas entre sí podemos salvarnos. Y en ese sentido, a Europa le queda mucho trabajo si no quiere convertirse en un precioso sueño roto. Si pierde esta ocasión, lo único que quedará es el esqueleto. La Unión Europea solo tiene sentido si es equitativa y está unida, si favorece el humanismo y el intercambio de ideas, el diálogo y la ayuda recíproca. El prolongamiento de los escenarios que se han sucedido estos días —donde no solo cada Estado sino también cada región actúa según sus propios recursos, su propio dinero y hasta sus propios científicos—, creo que decretaría el fin de la Unión Europa por falta de confianza y de sentido.

Los contenidos son importantes, desde luego, pero no son lo que más me preocupa. La escuela es, sobre todo, comunidad, relación, encuentro entre iguales. Más que contenidos, necesitamos relación y educación.

Justo al lado del parque está mi coche, aparcado ahí desde hace no sé cuántos días. Por la noches, cuando hablamos por teléfono, mi padre me pregunta si bajo a ponerlo en marcha de vez en cuando y yo le miento y le digo que sí. Me pregunto cuándo volveré a cogerlo para ir al instituto. He leído en una página web que casi novecientos millones de estudiantes del mundo entero están en casa. Novecientos millones… ¿Quién es capaz de cuantificar esos daños? Son daños psicológicos, sociales, económicos, culturales e incluso morales. Los contenidos son importantes, desde luego, pero no son lo que más me preocupa. La escuela es, sobre todo, comunidad, relación, encuentro entre iguales. Más que contenidos, necesitamos relación y educación. Qué útil resultaría, y no solo en esta situación que estamos atravesando, que en la escuela se enseñase el significado de cuidar de los demás y las formas de llevarlo a cabo, que a veces contemplan la cercanía además de la distancia, a veces la asociación además del aislamiento. Que se enseñase, por ejemplo, cómo funciona nuestro sistema sanitario y cómo funciona el de otros muchos países, para que de ese modo comprendiéramos la suerte que tenemos al disponer de atención sanitaria gratuita (en Italia siempre ha sido así) y las responsabilidades que debemos asumir para que ese derecho siga siendo gratuito para todos, especialmente los más frágiles. ¿No sería bonito que en nuestra formación la asignatura Educación en Valores Sociales y Cívicos fuese una materia esencial y no secundaria? Sí, porque sin valores sociales y cívicos, existe el riesgo —pese a tantos años de estudio— de que nos convirtamos en adultos especializados pero incapaces de razonar sobre lo que ocurre, en profesionales muy formados pero con dificultades para codificar la complejidad de mundo y pensar en otros términos que no sean puramente individualistas. Quien mejor lo explicó fue un sacerdote, don Milani, uno de los mejores educadores italianos del siglo pasado: «He aprendido que mi problema es el mismo que el de los demás. Solucionarlo todo juntos es política. Solucionarlo solos es avaricia». Educarse es el mejor modo de prepararse para amar a los demás y al mundo. Tengo ganas de volver al instituto para contar a mis chicos que la educación tiene mucho que ver con el amor. Es más, cuando publique mi próxima novela y mi amigo poeta me invite de nuevo a Suiza para dar una charla a sus alumnos, tengo que acordarme de decírselo también a ellos.

Marco Balzano es escritor italiano. Su último libro es Me quedo aquí (Duomo). Este artículo fue publicado originalmente en Das Magazin. 

https://elpais.com/cultura/2020/06/02/babelia/1591112055_051560.html

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