Esta es la historia de la única mujer que da nombre a un elemento en la tabla periódica: el meitnerio.
Lise Meitner nació en Viena en 1878 en el seno de una familia judía de clase media-alta. Su padre fue un prestigioso abogado. Desde pequeña se interesó por las matemáticas y la física. En la Universidad de Viena fue alumna de Ludwig Boltzmann, uno de los físicos más brillantes de todos los tiempos. Intentó trabajar con Marie Curie en París, pero no fue aceptada. Para poder mantenerse, daba clases en un colegio por las mañanas e investigaba por las tardes. A pesar de que ya había desarrollado sus primeras investigaciones, no estaba a gusto en Viena y vio que allí no podía seguir su carrera como científica. Con la ayuda de sus padres, se estableció en Berlín. En 1907 acudió a la Universidad Humboldt para seguir clases con otro gran físico, Max Planck. En aquella época las universidades de Prusia no admitían mujeres, pero ella fue una excepción. Para seguir investigando, se dirigió al Instituto de Física Experimental, donde el científico Otto Hahn mostró interés en investigar con ella. Debido a su condición de mujer, no tenía derecho a contrato ni a sueldo, ni siquiera podía utilizar el cuarto de baño de la institución, teniendo que ir a un restaurante cercano, y estaba obligada a acceder al edificio por una puerta trasera, para respetar las convenciones de solo hombres.
En 1912, Otto Hahn recibe una invitación para trasladarse al Instituto Kaiser Wilhelm de Física, que acepta y sigue contando con Meitner, pero como asistente sin sueldo. Finalmente fue contratada en el puesto más bajo del escalafón de investigadora. En el periodo entre las dos guerras mundiales, Lise Meitner y Otto Hahn descubrieron un elemento químico nuevo al que llamaron protactinio. En la década de los treinta, siguiendo las leyes raciales de Núremberg, Lise fue desposeída de todos sus cargos académicos por tener ascendencia judía, aunque esto no le impidió seguir investigando en Alemania.
Llegó un momento en que la situación para Meitner se hizo insostenible en Alemania, por lo que tuvo que escapar en una huida de película. En el plan para no ser apresada por los nazis participaron algunos de los físicos más famosos de la historia como Niels Bohr o Dirk Coster, descubridor del elemento químico hafnio, que se hizo pasar por su esposo para que pudiera salir de Alemania y cruzar la frontera hasta Holanda y de allí, vía Copenhague, recalar en Suecia.
Esto ocurrió a la vez que sucedían algunos de los descubrimientos más trascendentes. En 1938, Otto Hahn y Fritz Strassmann habían descubierto que bombardeando con neutrones diferentes átomos se formaban isótopos de átomos diferentes, algo que no podían explicar. Meitner y Hahn describieron, en un artículo publicado en la revista Nature en 1939, que lo que estaban viendo era la evidencia de que se estaba produciendo la fisión nuclear por la que unos átomos inestables se dividen en un proceso en el cual se libera energía. La fisión nuclear es la base de todo el armamento atómico y también de la energía nuclear. El problema es que el artículo solo lo firmó Otto Hahn, alegando que las autoridades no iban a dejar que lo rubricara una autora judía. Y que Lise Meitner no firmara el artículo, a pesar de haber realizado ella la investigación, fue el argumento esgrimido por la Comisión Nobel cuando en 1944 le otorgó el Premio Nobel a Otto Hahn en solitario por el descubrimiento de la fisión atómica. La realidad es que la interpretación de los resultados fue obra de Lise Meitner, aunque se quedó sin el galardón.
La aportación de Lise Meitner a la humanidad no acaba aquí. En 1942, cuando estaba exiliada en Suecia, le ofrecieron un visado para Estados Unidos e incorporarse al Proyecto Manhattan que estaba desarrollando la bomba atómica. Un trabajo que le habría facilitado la vida por alejarse de Europa, pero se negó en rotundo porque dijo que no quería participar en la fabricación de ninguna bomba, ya que eso iba en contra de sus principios. Al final llegó a Estados Unidos en 1946, donde el presidente Harry S. Truman, responsable en última instancia del lanzamiento de la primera bomba atómica, la recibió con todos los honores y fue nombrada mujer del año. A Hollywood no se le pasó por alto la historia de su huida y le ofrecieron rodar una película contando su historia. Se negó también, aseguró que nada de lo que iban a contar tenía sentido.
Reconocimiento póstumo
— La historia de Lise Meitner encierra una de las mayores injusticias cometidas por los premios Nobel. Fue nominada en numerosas ocasiones, pero nunca lo obtuvo. Como desagravio, fue invitada a participar en 1962 en la reunión de premios Nobel de Lindau. En 1997, años después de su fallecimiento el 27 de octubre de 1968, recibió uno de los mayores honores a los que puede aspirar un científico. El elemento químico 109 lleva su nombre. Dado que el número 96 —el curio— fue llamado así en honor de Pierre y Marie Curie, pero utilizando el apellido del marido, el meitnerio se convirtió en el único elemento de la tabla periódica bautizado con un nombre de mujer.
J. M. Mulet es catedrático de Biotecnología.
miércoles, 8 de febrero de 2023
martes, 7 de febrero de 2023
Llegar a los 100 años y contarlo
Consuelo, Milagros y Rafaela relatan su día a día al rebasar esa edad. "Hay que trabajar porque, si no, te apagas"
En España hay cerca de 20.000 centenarios, en 2072 podrían rozar los 227.000
MARÍA SOSA TROYA (TEXTO) DAVID EXPÓSITO (FOTOS) Madrid - 04 DIC 2022 - 05:30 CET 3
Veintiún escalones de madera separan a Consuelo Jiménez de la calle. Ella, que vive en Araia (Álava), no le da ninguna importancia. Los sube y los baja “despacio”, con la única ayuda del pasamanos. No tendría nada de particular si no fuera porque esta mujer menuda carga 100 años a sus espaldas. “Recuerdo cuando era pequeña, que correteaba por aquí y mi abuela me decía ‘¡Ay, qué envidia me das, cómo corres!’. Ahora yo digo lo mismo”, se ríe. Desde aquellos tiempos hasta ahora se ha gestado una revolución demográfica en España. La esperanza de vida ha ido escalando, ser centenario será cada vez menos excepcional. La cordobesa Rafaela Tena tiene 101 y puntualiza que le han caído mal, con lo bien que le habían sentado los 100. La ciudadrealeña Milagros Ruiz-Olmo ha cumplido los 103 y, aunque a veces en la memoria bailen datos, leer sigue siendo su pasatiempo favorito. Las tres cuentan cómo es la vida cuando los años suman un siglo.
Estas tres mujeres viven en su casa con ayuda de cuidadoras que han contratado. Las rutinas son diferentes a las que tenían hace no tanto, cuando a Consuelo le sobraba fuerza para preparar ella sola la masa de las rosquillas, Rafaela se bañaba en la piscina y Milagros arreglaba las flores de su patio. Las tres dicen que no se siente nada especial cuando la edad acumula tres dígitos, más que la alegría de seguir aquí, con los que quedan de los suyos, un siglo después. En enero había 19.930 centenarios en España, más de tres cuartas partes son mujeres. Una cifra que seguirá escalando y podría rozar, dentro de 50 años, los 227.000, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística. Más que la población actual de ciudades como Badalona u Oviedo.
Hay cifras del INE que hablan solas. En 1900, la esperanza de vida al nacer no llegaba a los 35 años. En 2021 alcanzó los 83,07. El primer paso que tuvieron que dar los actuales centenarios fue “no morirse cuando eran niños”, apunta el demógrafo del CSIC Julio Pérez Díaz. “De las generaciones nacidas en 1900, uno de cada cinco fallecía antes de cumplir un año, la mitad no superaba los 15″. Es una revolución, dice, que muchas veces no se tiene demasiado en cuenta. “Por primera vez en la historia humana todos los que nacen lo hacen con la perspectiva de llegar a la vejez, la edad media en el mundo supera los 70 años”. Afirma que es difícil establecer comparaciones entre países, porque muchas veces los datos son frágiles. Pero es indiscutible que España tiene una de las mayores esperanzas de vida del mundo. Aunque no una mayor proporción de centenarios. Eso llegará más adelante. Porque los que viven ahora “son unos auténticos supervivientes”.
La longevidad extraordinaria de estos “pioneros”, como les llama el demógrafo, es objeto de análisis científico. Ander Matheu, responsable del grupo de Oncología Celular en Biodonostia, acreditado por el Instituto de Salud Carlos III, cuenta que los centenarios “no solo viven mucho, sino además muy bien, con pocas enfermedades”. Han vivido de forma independiente la mayor parte del tiempo. Su equipo realiza un estudio sobre longevidad en el País Vasco. Matheu explica que la literatura científica permite identificar dos factores clave: el entorno y la genética. “Hay cinco zonas en el mundo donde se ha descrito mayor incidencia de centenarios, en Okinawa (Japón), Icaria (Grecia), Nicoya (Costa Rica), Loma Linda (California) y Cerdeña (Italia). Tienen determinados hábitos de vida, como comer moderado y sano o tener poco estrés. Son gente en general muy optimista, con entornos sociales claramente establecidos. Y también se han detectado determinados patrones genéticos”.
Ninguna de las tres centenarias de esta historia parece darle demasiada importancia al número 100. Sobre cómo se vive con más de un siglo, cada una hace lo que puede. La vida va más lenta, pero ellas siguen exprimiéndola.
Consuelo Jiménez 100 años.
“Yo no tengo tiempo de aburrirme”
“Lo que soy es muy lenta comiendo. Yo creo que me he acostumbrado a servirles a todos y luego yo quedarme tranquila la última”. Consuelo Jiménez toma un plato de borrajas, las ha limpiado ella misma, y las acompaña con un vaso de mosto al que le ha servido un poco de agua.
Vive en Araia, el principal núcleo de población de Asparrena, un municipio alavés de unos 1.600 habitantes, donde se casó y crio a cinco hijos que, a su vez, fueron padres. Pero aún no es bisabuela. “Con las ganas que tengo de tener un bisnieto”, se queja amarga al lado de una de sus nietas, Maite, que la acompaña esa mañana en la cocina de casa. Están haciendo rosquillas. Todo un acontecimiento porque hacía tiempo que Consuelo no se animaba. Hace años, las preparaba todas las semanas. Tiene una sartén específica para ello, ya quemada, y un palo de madera que le preparó su marido para que pudiera sacarlas del fuego sin problema. Con sus manos y muñecas finísimas, amasa los churros uno a uno y los va colocando sobre una bandeja. El olor recorre los rincones de la casa invitando a probarlas. Saben como huelen. Aunque ella nunca las toma. Las hace para su familia. “¡Un plato de rosquillas con un solo huevo!”, presume, “claro, como viví los años del hambre”, vuelve a reír.
La entrevista es una mañana de jueves, apenas unos días antes de que una hija de Consuelo, que estaba enferma, falleciera. Es lo único que entristece a esta centenaria ese día en el que recuerda su vida y la celebración de sus cien años junto a su nieta Maite, que nació el mismo día que ella, el 3 de agosto. “A ver si ella tiene tanta suerte como yo en todo”, le desea. “Total, los ceros dicen que no valen nada, son dos ceros y un uno por delante, así que a ver”. Suelta otra carcajada en el acto. Cuenta que al cumplirlos no se siente nada especial. Está “orgullosa”, porque se encuentra muy bien. “La cabeza no se ha movido de su sitio, hombre, de muchas cosas no te acuerdas, pero vamos, bien”. De los cinco hermanos que eran quedan dos. La mayor es ella, la pequeña tiene demencia.
Consuelo, bajando las escaleras de su casa camino de la calle. Regularmente, Consuelo acude a la peluquería.
Como pasatiempo, Consuelo cose unos calcetines para el invierno que luego regala a los familiares.Almorzando en la mesa de la cocina de su casa. Consuelo enviudó y siguió viviendo en la casa en la que ha vivido toda la vida, desde que con cuatro años dejó Ausejo, el pueblo riojano que la vio nacer, y su familia se mudó a Araia y puso una tienda de alimentación y un bar. “Hacíamos venta ambulante e íbamos por los pueblos, luego mi hermano se quedó con el negocio”. Ella se casó. Muestra una foto suya con su marido, Félix, con el que llegó a cumplir las bodas de oro. En la imagen, Consuelo tiene el dedo en alto. “No le gustaba hacerse fotos y le estaba diciendo que se quedara quieto”. Durante la pandemia estuvo quedándose con sus hijas, pero ahora ha regresado a casa gracias a la ayuda de Fátima, una cuidadora que vive con ella y que recalca lo autónoma que es.
“Mucho me ha gustado bailar en mis tiempos”. A su marido lo conoció en el casino, cuando la invitó a bailar y ella mandó a una amiga de emisaria, a comprobar qué tal se le daba al hombre. “Soy un poco bruja”, vuelve a reír. En el pueblo es la sensación, lo comentan en la tienda y en la peluquería, donde se quita el audífono y se desconecta durante un rato. “Lo que peor tengo es el oído”. Las vecinas cuentan que en las últimas fiestas estuvo bailando rancheras. Ahí queda eso.
—¿Cuál es el secreto para vivir 100 años?
—Oye pues trabajar, porque si te quedas así, sin más, te apagas. Te quedas atontada y ya nada.
Dice que se ve bien. “No tengo dolores, puedes tener algún día malo, pero estoy con una salud envidiable, con mis años. Hago lo que puedo, ya no hago más que punto o ganchillo, leer el periódico, eso es lo que hago”. Dice que se levanta sobre las diez de la mañana, o diez y media, porque se acuesta tarde. “Por la noche no tengo prisa”. “Me levanto, me preparo, igual doy unas vueltecicas por aquí [señala al huerto, al que se sale a través de la cocina], voy [con Fátima] a por el periódico, y luego ya por aquí”.
En la tienda compra media barra de pan y el Diario de Noticias de Álava. Hay una montaña de periódicos apilados en la estantería, y libros, porque a su marido le encantaba leer. Ella lo hace sin gafas. “Las tengo ahí, pero me estorban, porque enhebro muy bien la aguja de la máquina de coser, que no es tan fácil”, presume. Poner Saber y ganar también forma parte de la rutina, un dibujo de uno de sus siete nietos, el más pequeño, la muestra junto al televisor viendo el programa. Pero, sobre todo, le encanta coser. Ahora está haciendo unos calcetines grises, “hay que cuidar a los yernos”, y también hace puntillas de ganchillo para las toallas. “Yo no tengo tiempo de aburrirme”.
Milagros Ruiz-Olmo 103 años.
“No tengo nada, más que años”
En el salón hay más de 200 años sentados unos frente a otros. A la izquierda, Milagros Ruiz-Olmo Valencia, con 103. A la derecha, su hermana Petra, que tiene 98. Cada una, en un sillón estampado, y una mesa en el centro. Viven en Calzada de Calatrava, un pueblo manchego de unos 3.600 vecinos. Otra hermana murió con 102. La longevidad de esta familia es digna de estudio. Solo se escucha, de fondo, el ruido de la lavadora que ha puesto Estrella, la mujer que acude por las mañanas para atenderlas y que va por las noches a dejarlas acostadas. Milagros siempre fue muy reservada con su edad. “Ahora ya me da lo mismo”. Los tres dígitos son como para presumir. “Además, estoy muy bien, no me duele nada ni tengo nada”, sigue. “Se ve de otra forma la vida, por supuesto, pero tú no te das cuenta, ¿sabes? Vas viviendo y lo vas viendo, y ya está, y no te das cuenta de que [la vida] está cambiando”.
Pero cambia. “Ya no puedes ocuparte de tu casa, de tus cosas”. Desde hace unos años vive con su hermana, para que se hagan compañía, y Estrella pueda cuidarlas a ambas. Sus hijos no residen en Calzada, la mayoría lo hace en Madrid, donde ellas pasaron gran parte de su vida. Milagros ya no cose, y antes sí podía, tanto que tuvo una fábrica de bolsos, primero con sus hermanos y después con su marido, que también trabajó toda su vida para el Ayuntamiento de la capital. Siempre fue muy casera, pero ahora cada vez sale menos. “No puedo andar mucho. El andador está ahí, pero lo uso poco, no me gusta”, se ríe.
Milagros y Petra hablan, aunque tienen que repreguntar muchas veces para escucharse bien. “Tenemos una casa a cinco kilómetros de aquí”, dice la primera. “¿Qué?”, replica Petra. “El cortijo”, sigue Milagros, y añade: “Vamos a comer los domingos muchas veces y es muy agradable”, van cuando los hijos van a visitarlas. Unas flores que ha llevado ese fin de semana Cari, la hija de Milagros, siguen alegrando la estancia, al lado de la tele.
Junto al aparato descansa Los aires difíciles, de Almudena Grandes. A Milagros le encanta esta autora y siempre busca sus obras. Demuestra cómo lee sin gafas. “Mi hijo me saca los libros de la biblioteca. Yo leo mucho, no tengo otra cosa que hacer”. Sus manos algo temblorosas se han llevado hace poco un tazón de café con leche a la boca, justo antes de tomarse sus pastillas. “Tomo para la circulación, pero nada de particular.” Su hermana está algo peor. “Tengo un dolor de cabeza desde que me levanto hasta que me acuesto”, explica Petra, apesadumbrada.
Milagros pedalea en el sillón de su casa de Calzada de Calatrava (Ciudad Real).
Petra, hermana de Milagros, bebe un café. Su lectura más reciente es un libro de Almudena Grandes.
Milagros sigue cuidándose mucho. Por las mañanas, un espejo es su mejor compañero. Se peina, se echa crema en la cara. “Pienso que todas las personas lo hacen”. Ejercita las piernas gracias a una pedalina. Cuenta que las horas pasan lentas. “Es pesadillo”, a veces se aburre. Hasta el mediodía no encienden la tele, y luego Telecinco las acompaña toda la tarde.
A Milagros se le ilumina la cara al recordar su 103 cumpleaños, con toda la familia junta. Cuenta que de la pandemia no se enteró. Enseguida Estrella matiza que su hijo estuvo allí en febrero de 2020, con lo que creían que era un constipado, y que acabó ingresado en el hospital, aunque evolucionó bien. Pese a ello, ninguna se contagió de covid.
Hay cosas que se olvidan. Otras siguen grabadas a fuego. “De la guerra me acuerdo perfectamente. Nosotros vivimos la nuestra, luego la guerra mundial y ahora esta [la de Ucrania], tres guerras nos han tocado”. Petra y ella tuvieron que viajar a Madrid en 1937 en un vagón para ganado, después de que su padre falleciera. Eran nueve hermanos, su madre había muerto embarazada del décimo hijo mucho antes. Cuando las cosas se pusieron mal en Madrid, les tocó volver al pueblo, y luego regresaron a la capital. Allí Milagros fue “señorita de compañía de una marquesa”, sus cuñados se exiliaron a Argelia. Petra rememora con horror la posguerra: “Se pasó muy mal. Yo vi a un chico joven coger una cáscara de plátano que estaba en el suelo y comérsela”. Por ello, porque recuerdan lo que fue aquello, Milagros cree que con la guerra de Ucrania “algo nos tocará”.
Ambas llevan ahora una vida sencilla, apegadas a la familia. Una sobrina de 91 años las llama por teléfono para saludar. Acuerdan que se llamarán luego. Milagros insiste en que ella está estupendamente. “No tengo nada, nada más que años, eso sí. Mientras sean así, buenos…”
Rafaela Tena 101 años.
“Dios me está bendiciendo, no he perdido memoria”
El teléfono suena. Saluda y al poco se la oye decir que muchas gracias y cuenta lo bien que lo pasaron el día anterior, “no faltó nadie”. Al cortar apunta el nombre en un trozo de papel que va quedándose ya sin espacio. La lista de quien la ha felicitado por San Rafael crece aun al día siguiente de la onomástica. Su santo es para ella más importante que el cumpleaños, y este año Rafaela Tena Antón lo ha celebrado por primera vez desde la pandemia. No fue en un bar, como solía ser, pero la familia se dividió en dos tandas para acompañar a Tati, como la llaman todos después de que “un sobrinillo que no sabía decir Rafi” la bautizara así. Compartió casa toda la vida con dos hermanas y las conocían como las tres tías o las tres titas. Las consentidoras. “Ahora solo quedo yo”. La última tía de “más de 60 sobrinos”. A los 10 hijos de sus hermanos se suman a su vez los hijos de estos y sus nietos. “Requetesobrinos”, ríe ella.
Su casa, en Córdoba, da fe de que los une una relación especial, decenas de fotos lo atestiguan. Su rincón favorito está ocupado por tres sillones de orejas alrededor de una mesa camilla. Rafaela se sienta en el centro, con una blusa blanca con el cuello bordado, resplandeciente. Allí se pasa los días, junto a una bendición del papa Francisco por sus 100 años colgada en la pared. La luz que entra por la ventana inunda la estancia y un andador vigila aparcado a un lado, dispuesto a prestar servicio. Es mucho más de lo que esperaba el doctor hace años, cuando se rompió la cadera y le advirtió de que no volvería a andar. ¡Ja! Menuda es ella. Hasta hace unos meses daba sin ayuda un paseo hasta la plaza de las Tendillas. Pero este verano empezó a sentirse muy cansada y fue al médico. “Me hicieron cuatro electros y tenía el corazón dislocado, me ingresaron y ahí cogí este catarro”, explica señalando unos aerosoles sobre la mesa, al lado de unos nardos. Le encantan las flores. “Hasta los cien llegué muy bien, pero los 101 me sentaron muy mal”. Ahora los pasos son cortos. Pero el paseo diario no falla, aunque vaya sentada en vez de andando y algún familiar o María, la cuidadora que vive con ella desde hace unos meses, empuje la silla de ruedas.
Nunca imaginó que iba a ir ya camino de los 102, aunque su hermana María “murió con ciento y medio”. Marta, una sobrina nieta, explica que una de sus frases es: “Ay, si yo tuviera 20 años menos”. ¡Ay, si tuviera 81! “Yo cavaba la tierra en la casa que tenemos en la aldea”, apostilla Rafaela. “Para mí todas las edades han sido como 20″. Hace apenas unos años iba a comer churros “todos los días”. “Luego me tomaba un vaso de agua con limón para que rebajara, y ya no cenaba”. Ahora va de cuando en cuando. “El año pasado tardé y me dijeron: ‘Ah, ¿pero no se ha muerto usted?’ No, todavía estoy viva”, vuelve a reír al recordarlo. “Menos trabajar hago de todo, y ya he trabajado bastante”. Su primer sueldo fueron 116 pesetas, como auxiliar de secretaría. La jubilación queda ya muy atrás.
Rafaela y su sobrina nieta Marta recorren el centro de Córdoba en su paseo matutino.
Rafaela atiende las llamadas de los familiares que la felicitan por su santo.
Rafaela y su sobrina nieta Marta almuerzan en el salón de casa.
Rafaela, oliendo unas flores recién compradas para el salón de su casa. (fotos en el original)
“Dios me está bendiciendo por todos lados. No he perdido la memoria”. Todos los días le da gracias. “Por las mañanas rezo el rosario mientras estoy desayunando, oigo la misa, me doy un paseíto y leo los evangelios”. Después almuerza, con una pequeña copa de vino. “Me duermo la siesta en la hamaca [una butaca que trajo del pueblo y también tiene en el salón] y por la tarde veo una novelilla”. Lo peor son las noches. “Duermo muy poco, dos horas y media y nada más. Me tomo una pastilla para dormir”. Dice que ella es “muy dura”: “Aguanto y aguanto y aguanto, y cuando viene María [por las mañanas] parece que viene Dios. Ya me pone bien puesta, me sube un poquito para arriba, porque claro, como estoy tendida, me escurro. Le digo que me dé un masaje en el pie, que me duele horrores… A mí la cama se me hace interminable. Estoy deseando levantarme”.
Ahí vuelve toda su energía. Dice que algunas veces cierra los ojos y empieza a recordar. “Fulanito se fue, y el otro se fue, y el otro, y yo, que no hago nada en este mundo, todavía estoy aquí”. Rafaela afirma que sufría más cuando se moría alguien que si lo hubiera hecho ella misma. A su padre, un hermano y el marido de su hermana los mataron durante la guerra unos milicianos del bando republicano. “Mi padre nos hacía una foto todos los años. Como nos echaron de la casa [durante la guerra], rescatamos solo una [imagen]”, dice mientras la enseña. “Aquí estamos la familia entera”. Sus padres y los ocho hijos.
Con todo, se queda con lo bonita que ha sido su vida. “[Ha sido] muy mala, muy mala, pero muy bonita también”. Prefiere recordar lo bueno, cuando se disfrazaba de fantasma y asustaba a los sobrinos pequeños, cuando su hermana aprendió a conducir ya con 70 y se iban de vacaciones, el viaje a México cuando rozaba los 80. Pero sobre todo, su Calleja de las Flores. Esta turística calle de Córdoba fue su hogar desde 1945 hasta hará unos 12 años. “Aquí no había flores, las empezó a poner mi madre con un vecino, que trabajaba en el Ayuntamiento. Estaba preciosa”. Su casa era “la más bonita de la calle”, presume mientras la enseña. En ese momento irrumpe un grupo de turistas. “Aquí teníamos dos hortensias”, señala. “Y los arcos estaban llenos de flores”. Le pide a su sobrina nieta un esqueje y ella responde: “Tati, a ver si nos van a reñir”. Ella replica: “Yo les digo que es mi casa”.
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En España hay cerca de 20.000 centenarios, en 2072 podrían rozar los 227.000
MARÍA SOSA TROYA (TEXTO) DAVID EXPÓSITO (FOTOS) Madrid - 04 DIC 2022 - 05:30 CET 3
Veintiún escalones de madera separan a Consuelo Jiménez de la calle. Ella, que vive en Araia (Álava), no le da ninguna importancia. Los sube y los baja “despacio”, con la única ayuda del pasamanos. No tendría nada de particular si no fuera porque esta mujer menuda carga 100 años a sus espaldas. “Recuerdo cuando era pequeña, que correteaba por aquí y mi abuela me decía ‘¡Ay, qué envidia me das, cómo corres!’. Ahora yo digo lo mismo”, se ríe. Desde aquellos tiempos hasta ahora se ha gestado una revolución demográfica en España. La esperanza de vida ha ido escalando, ser centenario será cada vez menos excepcional. La cordobesa Rafaela Tena tiene 101 y puntualiza que le han caído mal, con lo bien que le habían sentado los 100. La ciudadrealeña Milagros Ruiz-Olmo ha cumplido los 103 y, aunque a veces en la memoria bailen datos, leer sigue siendo su pasatiempo favorito. Las tres cuentan cómo es la vida cuando los años suman un siglo.
Estas tres mujeres viven en su casa con ayuda de cuidadoras que han contratado. Las rutinas son diferentes a las que tenían hace no tanto, cuando a Consuelo le sobraba fuerza para preparar ella sola la masa de las rosquillas, Rafaela se bañaba en la piscina y Milagros arreglaba las flores de su patio. Las tres dicen que no se siente nada especial cuando la edad acumula tres dígitos, más que la alegría de seguir aquí, con los que quedan de los suyos, un siglo después. En enero había 19.930 centenarios en España, más de tres cuartas partes son mujeres. Una cifra que seguirá escalando y podría rozar, dentro de 50 años, los 227.000, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística. Más que la población actual de ciudades como Badalona u Oviedo.
Hay cifras del INE que hablan solas. En 1900, la esperanza de vida al nacer no llegaba a los 35 años. En 2021 alcanzó los 83,07. El primer paso que tuvieron que dar los actuales centenarios fue “no morirse cuando eran niños”, apunta el demógrafo del CSIC Julio Pérez Díaz. “De las generaciones nacidas en 1900, uno de cada cinco fallecía antes de cumplir un año, la mitad no superaba los 15″. Es una revolución, dice, que muchas veces no se tiene demasiado en cuenta. “Por primera vez en la historia humana todos los que nacen lo hacen con la perspectiva de llegar a la vejez, la edad media en el mundo supera los 70 años”. Afirma que es difícil establecer comparaciones entre países, porque muchas veces los datos son frágiles. Pero es indiscutible que España tiene una de las mayores esperanzas de vida del mundo. Aunque no una mayor proporción de centenarios. Eso llegará más adelante. Porque los que viven ahora “son unos auténticos supervivientes”.
La longevidad extraordinaria de estos “pioneros”, como les llama el demógrafo, es objeto de análisis científico. Ander Matheu, responsable del grupo de Oncología Celular en Biodonostia, acreditado por el Instituto de Salud Carlos III, cuenta que los centenarios “no solo viven mucho, sino además muy bien, con pocas enfermedades”. Han vivido de forma independiente la mayor parte del tiempo. Su equipo realiza un estudio sobre longevidad en el País Vasco. Matheu explica que la literatura científica permite identificar dos factores clave: el entorno y la genética. “Hay cinco zonas en el mundo donde se ha descrito mayor incidencia de centenarios, en Okinawa (Japón), Icaria (Grecia), Nicoya (Costa Rica), Loma Linda (California) y Cerdeña (Italia). Tienen determinados hábitos de vida, como comer moderado y sano o tener poco estrés. Son gente en general muy optimista, con entornos sociales claramente establecidos. Y también se han detectado determinados patrones genéticos”.
Ninguna de las tres centenarias de esta historia parece darle demasiada importancia al número 100. Sobre cómo se vive con más de un siglo, cada una hace lo que puede. La vida va más lenta, pero ellas siguen exprimiéndola.
Consuelo Jiménez 100 años.
“Yo no tengo tiempo de aburrirme”
“Lo que soy es muy lenta comiendo. Yo creo que me he acostumbrado a servirles a todos y luego yo quedarme tranquila la última”. Consuelo Jiménez toma un plato de borrajas, las ha limpiado ella misma, y las acompaña con un vaso de mosto al que le ha servido un poco de agua.
Vive en Araia, el principal núcleo de población de Asparrena, un municipio alavés de unos 1.600 habitantes, donde se casó y crio a cinco hijos que, a su vez, fueron padres. Pero aún no es bisabuela. “Con las ganas que tengo de tener un bisnieto”, se queja amarga al lado de una de sus nietas, Maite, que la acompaña esa mañana en la cocina de casa. Están haciendo rosquillas. Todo un acontecimiento porque hacía tiempo que Consuelo no se animaba. Hace años, las preparaba todas las semanas. Tiene una sartén específica para ello, ya quemada, y un palo de madera que le preparó su marido para que pudiera sacarlas del fuego sin problema. Con sus manos y muñecas finísimas, amasa los churros uno a uno y los va colocando sobre una bandeja. El olor recorre los rincones de la casa invitando a probarlas. Saben como huelen. Aunque ella nunca las toma. Las hace para su familia. “¡Un plato de rosquillas con un solo huevo!”, presume, “claro, como viví los años del hambre”, vuelve a reír.
La entrevista es una mañana de jueves, apenas unos días antes de que una hija de Consuelo, que estaba enferma, falleciera. Es lo único que entristece a esta centenaria ese día en el que recuerda su vida y la celebración de sus cien años junto a su nieta Maite, que nació el mismo día que ella, el 3 de agosto. “A ver si ella tiene tanta suerte como yo en todo”, le desea. “Total, los ceros dicen que no valen nada, son dos ceros y un uno por delante, así que a ver”. Suelta otra carcajada en el acto. Cuenta que al cumplirlos no se siente nada especial. Está “orgullosa”, porque se encuentra muy bien. “La cabeza no se ha movido de su sitio, hombre, de muchas cosas no te acuerdas, pero vamos, bien”. De los cinco hermanos que eran quedan dos. La mayor es ella, la pequeña tiene demencia.
Consuelo, bajando las escaleras de su casa camino de la calle. Regularmente, Consuelo acude a la peluquería.
Como pasatiempo, Consuelo cose unos calcetines para el invierno que luego regala a los familiares.Almorzando en la mesa de la cocina de su casa. Consuelo enviudó y siguió viviendo en la casa en la que ha vivido toda la vida, desde que con cuatro años dejó Ausejo, el pueblo riojano que la vio nacer, y su familia se mudó a Araia y puso una tienda de alimentación y un bar. “Hacíamos venta ambulante e íbamos por los pueblos, luego mi hermano se quedó con el negocio”. Ella se casó. Muestra una foto suya con su marido, Félix, con el que llegó a cumplir las bodas de oro. En la imagen, Consuelo tiene el dedo en alto. “No le gustaba hacerse fotos y le estaba diciendo que se quedara quieto”. Durante la pandemia estuvo quedándose con sus hijas, pero ahora ha regresado a casa gracias a la ayuda de Fátima, una cuidadora que vive con ella y que recalca lo autónoma que es.
“Mucho me ha gustado bailar en mis tiempos”. A su marido lo conoció en el casino, cuando la invitó a bailar y ella mandó a una amiga de emisaria, a comprobar qué tal se le daba al hombre. “Soy un poco bruja”, vuelve a reír. En el pueblo es la sensación, lo comentan en la tienda y en la peluquería, donde se quita el audífono y se desconecta durante un rato. “Lo que peor tengo es el oído”. Las vecinas cuentan que en las últimas fiestas estuvo bailando rancheras. Ahí queda eso.
—¿Cuál es el secreto para vivir 100 años?
—Oye pues trabajar, porque si te quedas así, sin más, te apagas. Te quedas atontada y ya nada.
Dice que se ve bien. “No tengo dolores, puedes tener algún día malo, pero estoy con una salud envidiable, con mis años. Hago lo que puedo, ya no hago más que punto o ganchillo, leer el periódico, eso es lo que hago”. Dice que se levanta sobre las diez de la mañana, o diez y media, porque se acuesta tarde. “Por la noche no tengo prisa”. “Me levanto, me preparo, igual doy unas vueltecicas por aquí [señala al huerto, al que se sale a través de la cocina], voy [con Fátima] a por el periódico, y luego ya por aquí”.
En la tienda compra media barra de pan y el Diario de Noticias de Álava. Hay una montaña de periódicos apilados en la estantería, y libros, porque a su marido le encantaba leer. Ella lo hace sin gafas. “Las tengo ahí, pero me estorban, porque enhebro muy bien la aguja de la máquina de coser, que no es tan fácil”, presume. Poner Saber y ganar también forma parte de la rutina, un dibujo de uno de sus siete nietos, el más pequeño, la muestra junto al televisor viendo el programa. Pero, sobre todo, le encanta coser. Ahora está haciendo unos calcetines grises, “hay que cuidar a los yernos”, y también hace puntillas de ganchillo para las toallas. “Yo no tengo tiempo de aburrirme”.
Milagros Ruiz-Olmo 103 años.
“No tengo nada, más que años”
En el salón hay más de 200 años sentados unos frente a otros. A la izquierda, Milagros Ruiz-Olmo Valencia, con 103. A la derecha, su hermana Petra, que tiene 98. Cada una, en un sillón estampado, y una mesa en el centro. Viven en Calzada de Calatrava, un pueblo manchego de unos 3.600 vecinos. Otra hermana murió con 102. La longevidad de esta familia es digna de estudio. Solo se escucha, de fondo, el ruido de la lavadora que ha puesto Estrella, la mujer que acude por las mañanas para atenderlas y que va por las noches a dejarlas acostadas. Milagros siempre fue muy reservada con su edad. “Ahora ya me da lo mismo”. Los tres dígitos son como para presumir. “Además, estoy muy bien, no me duele nada ni tengo nada”, sigue. “Se ve de otra forma la vida, por supuesto, pero tú no te das cuenta, ¿sabes? Vas viviendo y lo vas viendo, y ya está, y no te das cuenta de que [la vida] está cambiando”.
Pero cambia. “Ya no puedes ocuparte de tu casa, de tus cosas”. Desde hace unos años vive con su hermana, para que se hagan compañía, y Estrella pueda cuidarlas a ambas. Sus hijos no residen en Calzada, la mayoría lo hace en Madrid, donde ellas pasaron gran parte de su vida. Milagros ya no cose, y antes sí podía, tanto que tuvo una fábrica de bolsos, primero con sus hermanos y después con su marido, que también trabajó toda su vida para el Ayuntamiento de la capital. Siempre fue muy casera, pero ahora cada vez sale menos. “No puedo andar mucho. El andador está ahí, pero lo uso poco, no me gusta”, se ríe.
Milagros y Petra hablan, aunque tienen que repreguntar muchas veces para escucharse bien. “Tenemos una casa a cinco kilómetros de aquí”, dice la primera. “¿Qué?”, replica Petra. “El cortijo”, sigue Milagros, y añade: “Vamos a comer los domingos muchas veces y es muy agradable”, van cuando los hijos van a visitarlas. Unas flores que ha llevado ese fin de semana Cari, la hija de Milagros, siguen alegrando la estancia, al lado de la tele.
Junto al aparato descansa Los aires difíciles, de Almudena Grandes. A Milagros le encanta esta autora y siempre busca sus obras. Demuestra cómo lee sin gafas. “Mi hijo me saca los libros de la biblioteca. Yo leo mucho, no tengo otra cosa que hacer”. Sus manos algo temblorosas se han llevado hace poco un tazón de café con leche a la boca, justo antes de tomarse sus pastillas. “Tomo para la circulación, pero nada de particular.” Su hermana está algo peor. “Tengo un dolor de cabeza desde que me levanto hasta que me acuesto”, explica Petra, apesadumbrada.
Milagros pedalea en el sillón de su casa de Calzada de Calatrava (Ciudad Real).
Petra, hermana de Milagros, bebe un café. Su lectura más reciente es un libro de Almudena Grandes.
Milagros sigue cuidándose mucho. Por las mañanas, un espejo es su mejor compañero. Se peina, se echa crema en la cara. “Pienso que todas las personas lo hacen”. Ejercita las piernas gracias a una pedalina. Cuenta que las horas pasan lentas. “Es pesadillo”, a veces se aburre. Hasta el mediodía no encienden la tele, y luego Telecinco las acompaña toda la tarde.
A Milagros se le ilumina la cara al recordar su 103 cumpleaños, con toda la familia junta. Cuenta que de la pandemia no se enteró. Enseguida Estrella matiza que su hijo estuvo allí en febrero de 2020, con lo que creían que era un constipado, y que acabó ingresado en el hospital, aunque evolucionó bien. Pese a ello, ninguna se contagió de covid.
Hay cosas que se olvidan. Otras siguen grabadas a fuego. “De la guerra me acuerdo perfectamente. Nosotros vivimos la nuestra, luego la guerra mundial y ahora esta [la de Ucrania], tres guerras nos han tocado”. Petra y ella tuvieron que viajar a Madrid en 1937 en un vagón para ganado, después de que su padre falleciera. Eran nueve hermanos, su madre había muerto embarazada del décimo hijo mucho antes. Cuando las cosas se pusieron mal en Madrid, les tocó volver al pueblo, y luego regresaron a la capital. Allí Milagros fue “señorita de compañía de una marquesa”, sus cuñados se exiliaron a Argelia. Petra rememora con horror la posguerra: “Se pasó muy mal. Yo vi a un chico joven coger una cáscara de plátano que estaba en el suelo y comérsela”. Por ello, porque recuerdan lo que fue aquello, Milagros cree que con la guerra de Ucrania “algo nos tocará”.
Ambas llevan ahora una vida sencilla, apegadas a la familia. Una sobrina de 91 años las llama por teléfono para saludar. Acuerdan que se llamarán luego. Milagros insiste en que ella está estupendamente. “No tengo nada, nada más que años, eso sí. Mientras sean así, buenos…”
Rafaela Tena 101 años.
“Dios me está bendiciendo, no he perdido memoria”
El teléfono suena. Saluda y al poco se la oye decir que muchas gracias y cuenta lo bien que lo pasaron el día anterior, “no faltó nadie”. Al cortar apunta el nombre en un trozo de papel que va quedándose ya sin espacio. La lista de quien la ha felicitado por San Rafael crece aun al día siguiente de la onomástica. Su santo es para ella más importante que el cumpleaños, y este año Rafaela Tena Antón lo ha celebrado por primera vez desde la pandemia. No fue en un bar, como solía ser, pero la familia se dividió en dos tandas para acompañar a Tati, como la llaman todos después de que “un sobrinillo que no sabía decir Rafi” la bautizara así. Compartió casa toda la vida con dos hermanas y las conocían como las tres tías o las tres titas. Las consentidoras. “Ahora solo quedo yo”. La última tía de “más de 60 sobrinos”. A los 10 hijos de sus hermanos se suman a su vez los hijos de estos y sus nietos. “Requetesobrinos”, ríe ella.
Su casa, en Córdoba, da fe de que los une una relación especial, decenas de fotos lo atestiguan. Su rincón favorito está ocupado por tres sillones de orejas alrededor de una mesa camilla. Rafaela se sienta en el centro, con una blusa blanca con el cuello bordado, resplandeciente. Allí se pasa los días, junto a una bendición del papa Francisco por sus 100 años colgada en la pared. La luz que entra por la ventana inunda la estancia y un andador vigila aparcado a un lado, dispuesto a prestar servicio. Es mucho más de lo que esperaba el doctor hace años, cuando se rompió la cadera y le advirtió de que no volvería a andar. ¡Ja! Menuda es ella. Hasta hace unos meses daba sin ayuda un paseo hasta la plaza de las Tendillas. Pero este verano empezó a sentirse muy cansada y fue al médico. “Me hicieron cuatro electros y tenía el corazón dislocado, me ingresaron y ahí cogí este catarro”, explica señalando unos aerosoles sobre la mesa, al lado de unos nardos. Le encantan las flores. “Hasta los cien llegué muy bien, pero los 101 me sentaron muy mal”. Ahora los pasos son cortos. Pero el paseo diario no falla, aunque vaya sentada en vez de andando y algún familiar o María, la cuidadora que vive con ella desde hace unos meses, empuje la silla de ruedas.
Nunca imaginó que iba a ir ya camino de los 102, aunque su hermana María “murió con ciento y medio”. Marta, una sobrina nieta, explica que una de sus frases es: “Ay, si yo tuviera 20 años menos”. ¡Ay, si tuviera 81! “Yo cavaba la tierra en la casa que tenemos en la aldea”, apostilla Rafaela. “Para mí todas las edades han sido como 20″. Hace apenas unos años iba a comer churros “todos los días”. “Luego me tomaba un vaso de agua con limón para que rebajara, y ya no cenaba”. Ahora va de cuando en cuando. “El año pasado tardé y me dijeron: ‘Ah, ¿pero no se ha muerto usted?’ No, todavía estoy viva”, vuelve a reír al recordarlo. “Menos trabajar hago de todo, y ya he trabajado bastante”. Su primer sueldo fueron 116 pesetas, como auxiliar de secretaría. La jubilación queda ya muy atrás.
Rafaela y su sobrina nieta Marta recorren el centro de Córdoba en su paseo matutino.
Rafaela atiende las llamadas de los familiares que la felicitan por su santo.
Rafaela y su sobrina nieta Marta almuerzan en el salón de casa.
Rafaela, oliendo unas flores recién compradas para el salón de su casa. (fotos en el original)
“Dios me está bendiciendo por todos lados. No he perdido la memoria”. Todos los días le da gracias. “Por las mañanas rezo el rosario mientras estoy desayunando, oigo la misa, me doy un paseíto y leo los evangelios”. Después almuerza, con una pequeña copa de vino. “Me duermo la siesta en la hamaca [una butaca que trajo del pueblo y también tiene en el salón] y por la tarde veo una novelilla”. Lo peor son las noches. “Duermo muy poco, dos horas y media y nada más. Me tomo una pastilla para dormir”. Dice que ella es “muy dura”: “Aguanto y aguanto y aguanto, y cuando viene María [por las mañanas] parece que viene Dios. Ya me pone bien puesta, me sube un poquito para arriba, porque claro, como estoy tendida, me escurro. Le digo que me dé un masaje en el pie, que me duele horrores… A mí la cama se me hace interminable. Estoy deseando levantarme”.
Ahí vuelve toda su energía. Dice que algunas veces cierra los ojos y empieza a recordar. “Fulanito se fue, y el otro se fue, y el otro, y yo, que no hago nada en este mundo, todavía estoy aquí”. Rafaela afirma que sufría más cuando se moría alguien que si lo hubiera hecho ella misma. A su padre, un hermano y el marido de su hermana los mataron durante la guerra unos milicianos del bando republicano. “Mi padre nos hacía una foto todos los años. Como nos echaron de la casa [durante la guerra], rescatamos solo una [imagen]”, dice mientras la enseña. “Aquí estamos la familia entera”. Sus padres y los ocho hijos.
Con todo, se queda con lo bonita que ha sido su vida. “[Ha sido] muy mala, muy mala, pero muy bonita también”. Prefiere recordar lo bueno, cuando se disfrazaba de fantasma y asustaba a los sobrinos pequeños, cuando su hermana aprendió a conducir ya con 70 y se iban de vacaciones, el viaje a México cuando rozaba los 80. Pero sobre todo, su Calleja de las Flores. Esta turística calle de Córdoba fue su hogar desde 1945 hasta hará unos 12 años. “Aquí no había flores, las empezó a poner mi madre con un vecino, que trabajaba en el Ayuntamiento. Estaba preciosa”. Su casa era “la más bonita de la calle”, presume mientras la enseña. En ese momento irrumpe un grupo de turistas. “Aquí teníamos dos hortensias”, señala. “Y los arcos estaban llenos de flores”. Le pide a su sobrina nieta un esqueje y ella responde: “Tati, a ver si nos van a reñir”. Ella replica: “Yo les digo que es mi casa”.
https://elpais.com/sociedad/2022-12-04/llegar-a-los-100-anos-y-contarlo.html
lunes, 6 de febrero de 2023
La ceguera de los empresarios que tanto daño hace a los españoles
Unas recientes declaraciones del dueño de Mercadona, Juan Roig, diciendo que los empresarios son los que crean la riqueza, muestran el desconocimiento que gran parte de la clase empresarial española tiene sobre cómo funcionan realmente la economía y sus propias empresas.
Las declaraciones son desafortunadas porque es sencillamente falso que el empresario, el dueño o el directivo de una empresa, sea por sí solo quien crea riqueza.
No podría crear ni un solo producto y, por tanto, obtener un euro de ingreso sin utilizar capital producido por otras sujetos; sin infraestructuras generalmente de construcción pública o sin bienes públicos que obligadamente debe proveer el Estado porque no puede hacerlo el mercado; sin beneficiarse del conocimiento que durante décadas han generado y acumulado otras personas; sin la investigación básica que casi nunca es rentable por sí misma y debe financiar el gobierno; sin personal más o menos cualificado empleado a su servicio; sin sistema de educación o de salus; sin clientela que disponga de ingresos, generalmente proveniente de otras actividades no necesariamente generadas por la empresa privada; sin normas legales e instituciones que lo protejan a él y a los negocios que lleva a cabo; sin impuestos, sí, sin impuestos, para que pueda financiarse el capital y el gasto público del que cualquier empresa privada, sin excepción posible, se beneficia en mayor o menor medida. La empresa, cualquier de ellas, es un sistema complejo con diferentes subsistemas o partes y no puede funcionar sin el funcionamiento interactivo de todos ellos. El empresario o el directivo es nada por sí solo: no puede crear nada sin todo ello.
Cuando un empresario dice cosas como las que acaba de decir el Sr. Roig, por lo demás un empresario de éxito que efectivamente ha creado mucha riqueza y no precisamente el que peor trata a sus empleados en España, se está manifestando la enorme ceguera con la que actúa el empresariado español. La peor de las cegueras, la que afecta, como decía José Saramago, a quienes viendo no ven, la que hace que no reconozcamos lo que tenemos delante.
Gran parte de los empresarios españoles, o al menos los dirigentes de la gran patronal que los representa, muestran también una gran ceguera cuando confunden constantemente el todo con la parte.
Una de las primeras lecciones que contiene el manual del economía más vendido de la historia, el del economista más reconocido de la segunda mitad del siglo XX, Paul A. Samuelson, es que no se debe caer en la falacia de la composición. Esta consiste en no entender que lo que es bueno o malo para un sujeto no necesariamente es bueno o malo para todos.
Cayendo desgraciadamente en esa falacia básica, los empresarios. confunden el coste salarial, cuya subida puede ser negativa para algunas empresas, con el salario como componente de la demanda que, cuando sube, incrementa los ingresos de todas las empresas en su conjunto. Así, oponiéndose a que aumente la masa salarial creyendo que se defienden, son los propios empresarios los que mantienen en el mercado a las empresas más ineficientes y recortan sus propios ingresos por ventas.
Y están ciegos los empresarios que creen que los enemigos de las empresas son los trabajadores o el gobierno cuando, en realidad, son otras empresas -las financieras y las que tienen poder de mercado- las que ahogan a la inmensa mayoría. Basta saber la deuda inmensa de miles de millones de euros que las grandes empresas del IBEX-35 tienen con las más pequeñas y medianas o el trato que reciben estas últimas cuando actúan como proveedores de las grandes (algo de lo que, por cierto, sabe y podría hablar mucho el dueño de Mercadona) para comprobarlo.
La ceguera empresarial es terrible para la economía porque las empresas son -solo un ignorante puede negarlo- una pieza esencial para crear riqueza y bienestar.
Su consecuencia, o la de que los empresarios se engañen a sí mismos, es que desprecian a todo aquello que justamente precisan para que sus empresas salgan adelante. Y esa y no otra es la razón de que tantas grandes empresas españolas hayan sido tradicionalmente tan ineficientes y un lastre para nuestra economía, más que un motor decisivo y potente, como sería de desear y necesario.
Es lamentable y tremendo observar a empresarios oponerse a que suba un salario mínimo que, prácticamente en su totalidad, se convierte automáticamente en ventas e ingresos empresariales; verlos combatir las políticas del gobierno que sostienen la demanda y proporcionan los bienes públicos que las empresas necesitan inevitablemente para funcionar; reclamar recortes de gasto público que inmediatamente que se produce se transforma en ingreso del sector privado; oírlos criticar los impuestos que financian lo que sus empresas necesitan y no podrían sufragar nunca por sí mismas; contemplar a miles de ellas sometidas en silencio ante el poder de las más grandes e irresponsables, tan contrario a la ineficiencia y a las leyes que deben regir el funcionamiento de los mercados, que agobia y arruina a miles de empresarios, algunos con menos ingresos que sus propios empleados.
Cuando los empresarios se convierten en rentistas y en extractores de riqueza que generan otros en lugar de impulsores de la eficiencia, la competencia y la innovación se convierten en un lastre para la economía y el bienestar. No crean riqueza sino que la destruyen.
https://juantorreslopez.com/la-ceguera-de-los-empresarios-que-tanto-dano-hace-a-los-espanoles/
Las declaraciones son desafortunadas porque es sencillamente falso que el empresario, el dueño o el directivo de una empresa, sea por sí solo quien crea riqueza.
No podría crear ni un solo producto y, por tanto, obtener un euro de ingreso sin utilizar capital producido por otras sujetos; sin infraestructuras generalmente de construcción pública o sin bienes públicos que obligadamente debe proveer el Estado porque no puede hacerlo el mercado; sin beneficiarse del conocimiento que durante décadas han generado y acumulado otras personas; sin la investigación básica que casi nunca es rentable por sí misma y debe financiar el gobierno; sin personal más o menos cualificado empleado a su servicio; sin sistema de educación o de salus; sin clientela que disponga de ingresos, generalmente proveniente de otras actividades no necesariamente generadas por la empresa privada; sin normas legales e instituciones que lo protejan a él y a los negocios que lleva a cabo; sin impuestos, sí, sin impuestos, para que pueda financiarse el capital y el gasto público del que cualquier empresa privada, sin excepción posible, se beneficia en mayor o menor medida. La empresa, cualquier de ellas, es un sistema complejo con diferentes subsistemas o partes y no puede funcionar sin el funcionamiento interactivo de todos ellos. El empresario o el directivo es nada por sí solo: no puede crear nada sin todo ello.
Cuando un empresario dice cosas como las que acaba de decir el Sr. Roig, por lo demás un empresario de éxito que efectivamente ha creado mucha riqueza y no precisamente el que peor trata a sus empleados en España, se está manifestando la enorme ceguera con la que actúa el empresariado español. La peor de las cegueras, la que afecta, como decía José Saramago, a quienes viendo no ven, la que hace que no reconozcamos lo que tenemos delante.
Gran parte de los empresarios españoles, o al menos los dirigentes de la gran patronal que los representa, muestran también una gran ceguera cuando confunden constantemente el todo con la parte.
Una de las primeras lecciones que contiene el manual del economía más vendido de la historia, el del economista más reconocido de la segunda mitad del siglo XX, Paul A. Samuelson, es que no se debe caer en la falacia de la composición. Esta consiste en no entender que lo que es bueno o malo para un sujeto no necesariamente es bueno o malo para todos.
Cayendo desgraciadamente en esa falacia básica, los empresarios. confunden el coste salarial, cuya subida puede ser negativa para algunas empresas, con el salario como componente de la demanda que, cuando sube, incrementa los ingresos de todas las empresas en su conjunto. Así, oponiéndose a que aumente la masa salarial creyendo que se defienden, son los propios empresarios los que mantienen en el mercado a las empresas más ineficientes y recortan sus propios ingresos por ventas.
Y están ciegos los empresarios que creen que los enemigos de las empresas son los trabajadores o el gobierno cuando, en realidad, son otras empresas -las financieras y las que tienen poder de mercado- las que ahogan a la inmensa mayoría. Basta saber la deuda inmensa de miles de millones de euros que las grandes empresas del IBEX-35 tienen con las más pequeñas y medianas o el trato que reciben estas últimas cuando actúan como proveedores de las grandes (algo de lo que, por cierto, sabe y podría hablar mucho el dueño de Mercadona) para comprobarlo.
La ceguera empresarial es terrible para la economía porque las empresas son -solo un ignorante puede negarlo- una pieza esencial para crear riqueza y bienestar.
Su consecuencia, o la de que los empresarios se engañen a sí mismos, es que desprecian a todo aquello que justamente precisan para que sus empresas salgan adelante. Y esa y no otra es la razón de que tantas grandes empresas españolas hayan sido tradicionalmente tan ineficientes y un lastre para nuestra economía, más que un motor decisivo y potente, como sería de desear y necesario.
Es lamentable y tremendo observar a empresarios oponerse a que suba un salario mínimo que, prácticamente en su totalidad, se convierte automáticamente en ventas e ingresos empresariales; verlos combatir las políticas del gobierno que sostienen la demanda y proporcionan los bienes públicos que las empresas necesitan inevitablemente para funcionar; reclamar recortes de gasto público que inmediatamente que se produce se transforma en ingreso del sector privado; oírlos criticar los impuestos que financian lo que sus empresas necesitan y no podrían sufragar nunca por sí mismas; contemplar a miles de ellas sometidas en silencio ante el poder de las más grandes e irresponsables, tan contrario a la ineficiencia y a las leyes que deben regir el funcionamiento de los mercados, que agobia y arruina a miles de empresarios, algunos con menos ingresos que sus propios empleados.
Cuando los empresarios se convierten en rentistas y en extractores de riqueza que generan otros en lugar de impulsores de la eficiencia, la competencia y la innovación se convierten en un lastre para la economía y el bienestar. No crean riqueza sino que la destruyen.
https://juantorreslopez.com/la-ceguera-de-los-empresarios-que-tanto-dano-hace-a-los-espanoles/
Los jesuitas batallan por recaudar fondos para expiar su participación en la esclavitud en EE. UU.
La orden católica hizo un fideicomiso para expiar su historia de esclavizar a personas negras. Pero los descendientes frustrados le dicen a Roma que la orden “no cumple en los hechos”.
“Se ha hecho evidente para todos los que ven más allá de las palabras que los jesuitas no cumplen lo que dicen”, escribió Joseph M. Stewart, presidente de la Fundación de la Verdad y la Reconciliación de los Descendientes, en su carta al padre superior general de los jesuitas.Credit...Saul Martinez para The New York Times
Por Rachel L. Swarns
El año pasado, una orden católica importante prometió juntar 100 millones de dólares para expiar su participación en el tráfico de esclavos en Estados Unidos. En ese momento, historiadores y líderes de la Iglesia dijeron que sería el esfuerzo más grande por parte de la Iglesia católica romana para redimirse por la compra, venta y esclavitud de personas negras en Estados Unidos.
El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox. Pero ya pasaron 16 meses y el dinero llega a cuentagotas.
El padre jesuita que está a cargo de la labor de recaudación dijo que su esperanza era que, para estas fechas, su orden ya hubiera garantizado varias donaciones multimillonarias, además de una inversión inicial de 15 millones de dólares de parte de la orden misma. Pero solo han llegado unos 180.000 dólares en donaciones pequeñas al fideicomiso que los jesuitas crearon con un grupo de descendientes cuyos ancestros fueron esclavizados por sacerdotes católicos.
Alarmado por el ritmo tan lento de la recaudación, el líder del grupo de descendientes que se asoció con los jesuitas escribió a Roma a inicios de este mes para pedirle al líder global de la congregación que se responsabilice por el cumplimiento de la promesa de los sacerdotes estadounidenses.
El año pasado, los jesuitas estadounidenses, quienes durante más de un siglo dependieron del trabajo y la venta de esclavos, contemplaron planes para vender todas las tierras que tenían, las mismas que en su momento albergaron plantaciones en Maryland, indicaron los sacerdotes. Estos hablaron sobre hacer una transferencia al fideicomiso del dinero obtenido por la venta previa de una plantación de 57 millones de dólares. El dinero del fideicomiso se destinará a una fundación que financiará programas que beneficien a los descendientes, incluyendo becas y fondos para emergencias, además de promover proyectos de reconciliación racial.
Pero el resto de las tierras aún no se ha vendido, y los ingresos de las ventas anteriores de terrenos no se han transferido al fideicomiso, según relatan los funcionarios jesuitas y los descendientes.
“Se ha hecho evidente para todos los que ven más allá de las palabras que los jesuitas no cumplen lo que dicen”, escribió Joseph M. Stewart, presidente de la Fundación de la Verdad y la Reconciliación de los Descendientes, en su carta al padre Arturo Sosa, superior general de los jesuitas. “La conclusión es que, sin su intervención, esta colaboración parece destinada al fracaso”.
En su carta, Stewart advirtió que los “reacios” dentro de la orden mantenían la postura de que “ellos nunca esclavizaron a nadie y, por tanto, no le ‘deben’ nada a nadie”.
En una entrevista, Stewart dijo que creía que la jerarquía de los jesuitas seguía comprometida con la colaboración, y describió las reuniones y conversaciones en curso. La cuestión, aclaró, era que la comunidad de descendientes necesitaba que los sacerdotes hicieran algo más que hablar.
En su carta, pedía a Sosa que se asegurara de que los jesuitas estadounidenses completaran la venta de los terrenos y la transferencia de los activos para finales de este año, y que consiguieran los 100 millones de dólares prometidos para el próximo año. También pidió a la orden que depositara un total de 1000 millones de dólares en el fideicomiso para 2029.
Los descendientes ya les han pedido a los jesuitas que recauden 1000 millones de dólares para su fundación. Los jesuitas sostienen que apoyan esa cifra como un objetivo a largo plazo, pero no se han comprometido con una fecha límite.
A través de un portavoz, Sosa se negó a comentar sobre la misiva.
“Los exhortamos a ser más diligentes”, dijo Stewart, un ejecutivo corporativo jubilado cuyos antepasados fueron vendidos por los jesuitas en 1838 para salvar a la Universidad de Georgetown de la ruina financiera, según muestran los archivos de los jesuitas. “¿Cuánto tiempo toma hacer esto si se está comprometido con ello?”.
“Esperaba haber avanzado más”, dijo Timothy P. Kesicki, quien ayudó a negociar el acuerdo inicial entre los jesuitas y el grupo de descendientes.Credit...Michael A. McCoy para The New York Times
En una declaración publicada el lunes, Brian G. Paulson, reverendo y presidente de la Conferencia Jesuita de Canadá y Estados Unidos, junto con los principales líderes jesuitas del país, dijo que seguían “profundamente dedicados a nuestra asociación histórica con la comunidad de descendientes y a trabajar juntos por la reconciliación racial y la sanación en este país”.
“Compartimos la preocupación de Joseph Stewart y otros líderes descendientes en relación con el ritmo de nuestros esfuerzos para recaudar fondos”, dijeron Paulson y los líderes provinciales, y añadieron: “Seguimos trabajando con nuestros aliados de la red para conseguir los recursos”.
Los jesuitas que negocian con el grupo de descendientes sobre las tierras que pertenecían a una antigua plantación dijeron que habían contratado a dos empresas externas para facilitar la venta de las tierras restantes y que estaban sosteniendo “conversaciones” en torno a los 57 millones de dólares resultantes del terreno vendido y cómo una parte de esos ingresos podría destinarse al fideicomiso de los descendientes.
Los jesuitas anunciaron su compromiso de 100 millones de dólares en marzo de 2021, como parte de sus esfuerzos para enmendar su historial de beneficio de la esclavitud. La orden dependía de las plantaciones y la mano de obra esclava para sostener al clero y ayudar a financiar la construcción y el funcionamiento cotidiano de las iglesias y escuelas, incluida Georgetown, la primera institución católica de enseñanza superior en Estados Unidos.
En el momento del anuncio, dijeron que ya habían depositado 15 millones de dólares en el fideicomiso de los descendientes. También habían contratado a una empresa de recaudación de fondos, con el objetivo de reunir el resto de los 100 millones de dólares en un periodo de tres a cinco años. La colaboración surgió después de que un grupo de descendientes presionara para negociar, tras enterarse por artículos de The New York Times de que los jesuitas habían vendido a sus antepasados para salvar Georgetown.
Timothy P. Kesicki, reverendo y expresidente de la conferencia de los jesuitas que ayudó a negociar ese acuerdo inicial entre los jesuitas y el grupo de descendientes, dijo en una entrevista que comprendía sus frustraciones.
“Esperaba haber avanzado más”, dijo Kesicki, quien añadió que esperaba que los jesuitas hubieran conseguido ya un tercio de los 100 millones de dólares prometidos para el fideicomiso, incluso la inversión inicial de 15 millones de dólares de la orden.
Kesicki, quien ahora preside el fideicomiso, y otras personas familiarizadas con los esfuerzos de los jesuitas, señalaron una serie de desafíos, por ejemplo, la estructura organizativa de la orden, que requiere la aprobación de múltiples personas para decisiones importantes, y la complejidad de los acuerdos de tierras.
Además, explicó Kesicki, desarrollar una campaña importante de recaudación de fondos lleva tiempo.
“Pero tenemos que mostrar más crecimiento”, admitió, “y eso es un reto y una presión que llevo cada día”.
Rachel L. Swarns es periodista y autora que cubre cuestiones de raza y de las relaciones raciales como escritora colaboradora de The New York Times. Sus artículos sobre las raíces de la esclavitud en la Universidad de Georgetown desencadenaron una conversación en Estados Unidos sobre las universidades y sus vínculos con este doloroso periodo de la historia. @rachelswarns • Facebook
https://www.nytimes.com/es/2022/08/18/espanol/jesuitas-esclavitud.html?action=click&module=RelatedLinks&pgtype=Article
“Se ha hecho evidente para todos los que ven más allá de las palabras que los jesuitas no cumplen lo que dicen”, escribió Joseph M. Stewart, presidente de la Fundación de la Verdad y la Reconciliación de los Descendientes, en su carta al padre superior general de los jesuitas.Credit...Saul Martinez para The New York Times
Por Rachel L. Swarns
El año pasado, una orden católica importante prometió juntar 100 millones de dólares para expiar su participación en el tráfico de esclavos en Estados Unidos. En ese momento, historiadores y líderes de la Iglesia dijeron que sería el esfuerzo más grande por parte de la Iglesia católica romana para redimirse por la compra, venta y esclavitud de personas negras en Estados Unidos.
El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox. Pero ya pasaron 16 meses y el dinero llega a cuentagotas.
El padre jesuita que está a cargo de la labor de recaudación dijo que su esperanza era que, para estas fechas, su orden ya hubiera garantizado varias donaciones multimillonarias, además de una inversión inicial de 15 millones de dólares de parte de la orden misma. Pero solo han llegado unos 180.000 dólares en donaciones pequeñas al fideicomiso que los jesuitas crearon con un grupo de descendientes cuyos ancestros fueron esclavizados por sacerdotes católicos.
Alarmado por el ritmo tan lento de la recaudación, el líder del grupo de descendientes que se asoció con los jesuitas escribió a Roma a inicios de este mes para pedirle al líder global de la congregación que se responsabilice por el cumplimiento de la promesa de los sacerdotes estadounidenses.
El año pasado, los jesuitas estadounidenses, quienes durante más de un siglo dependieron del trabajo y la venta de esclavos, contemplaron planes para vender todas las tierras que tenían, las mismas que en su momento albergaron plantaciones en Maryland, indicaron los sacerdotes. Estos hablaron sobre hacer una transferencia al fideicomiso del dinero obtenido por la venta previa de una plantación de 57 millones de dólares. El dinero del fideicomiso se destinará a una fundación que financiará programas que beneficien a los descendientes, incluyendo becas y fondos para emergencias, además de promover proyectos de reconciliación racial.
Pero el resto de las tierras aún no se ha vendido, y los ingresos de las ventas anteriores de terrenos no se han transferido al fideicomiso, según relatan los funcionarios jesuitas y los descendientes.
“Se ha hecho evidente para todos los que ven más allá de las palabras que los jesuitas no cumplen lo que dicen”, escribió Joseph M. Stewart, presidente de la Fundación de la Verdad y la Reconciliación de los Descendientes, en su carta al padre Arturo Sosa, superior general de los jesuitas. “La conclusión es que, sin su intervención, esta colaboración parece destinada al fracaso”.
En su carta, Stewart advirtió que los “reacios” dentro de la orden mantenían la postura de que “ellos nunca esclavizaron a nadie y, por tanto, no le ‘deben’ nada a nadie”.
En una entrevista, Stewart dijo que creía que la jerarquía de los jesuitas seguía comprometida con la colaboración, y describió las reuniones y conversaciones en curso. La cuestión, aclaró, era que la comunidad de descendientes necesitaba que los sacerdotes hicieran algo más que hablar.
En su carta, pedía a Sosa que se asegurara de que los jesuitas estadounidenses completaran la venta de los terrenos y la transferencia de los activos para finales de este año, y que consiguieran los 100 millones de dólares prometidos para el próximo año. También pidió a la orden que depositara un total de 1000 millones de dólares en el fideicomiso para 2029.
Los descendientes ya les han pedido a los jesuitas que recauden 1000 millones de dólares para su fundación. Los jesuitas sostienen que apoyan esa cifra como un objetivo a largo plazo, pero no se han comprometido con una fecha límite.
A través de un portavoz, Sosa se negó a comentar sobre la misiva.
“Los exhortamos a ser más diligentes”, dijo Stewart, un ejecutivo corporativo jubilado cuyos antepasados fueron vendidos por los jesuitas en 1838 para salvar a la Universidad de Georgetown de la ruina financiera, según muestran los archivos de los jesuitas. “¿Cuánto tiempo toma hacer esto si se está comprometido con ello?”.
“Esperaba haber avanzado más”, dijo Timothy P. Kesicki, quien ayudó a negociar el acuerdo inicial entre los jesuitas y el grupo de descendientes.Credit...Michael A. McCoy para The New York Times
En una declaración publicada el lunes, Brian G. Paulson, reverendo y presidente de la Conferencia Jesuita de Canadá y Estados Unidos, junto con los principales líderes jesuitas del país, dijo que seguían “profundamente dedicados a nuestra asociación histórica con la comunidad de descendientes y a trabajar juntos por la reconciliación racial y la sanación en este país”.
“Compartimos la preocupación de Joseph Stewart y otros líderes descendientes en relación con el ritmo de nuestros esfuerzos para recaudar fondos”, dijeron Paulson y los líderes provinciales, y añadieron: “Seguimos trabajando con nuestros aliados de la red para conseguir los recursos”.
Los jesuitas que negocian con el grupo de descendientes sobre las tierras que pertenecían a una antigua plantación dijeron que habían contratado a dos empresas externas para facilitar la venta de las tierras restantes y que estaban sosteniendo “conversaciones” en torno a los 57 millones de dólares resultantes del terreno vendido y cómo una parte de esos ingresos podría destinarse al fideicomiso de los descendientes.
Los jesuitas anunciaron su compromiso de 100 millones de dólares en marzo de 2021, como parte de sus esfuerzos para enmendar su historial de beneficio de la esclavitud. La orden dependía de las plantaciones y la mano de obra esclava para sostener al clero y ayudar a financiar la construcción y el funcionamiento cotidiano de las iglesias y escuelas, incluida Georgetown, la primera institución católica de enseñanza superior en Estados Unidos.
En el momento del anuncio, dijeron que ya habían depositado 15 millones de dólares en el fideicomiso de los descendientes. También habían contratado a una empresa de recaudación de fondos, con el objetivo de reunir el resto de los 100 millones de dólares en un periodo de tres a cinco años. La colaboración surgió después de que un grupo de descendientes presionara para negociar, tras enterarse por artículos de The New York Times de que los jesuitas habían vendido a sus antepasados para salvar Georgetown.
Timothy P. Kesicki, reverendo y expresidente de la conferencia de los jesuitas que ayudó a negociar ese acuerdo inicial entre los jesuitas y el grupo de descendientes, dijo en una entrevista que comprendía sus frustraciones.
“Esperaba haber avanzado más”, dijo Kesicki, quien añadió que esperaba que los jesuitas hubieran conseguido ya un tercio de los 100 millones de dólares prometidos para el fideicomiso, incluso la inversión inicial de 15 millones de dólares de la orden.
Kesicki, quien ahora preside el fideicomiso, y otras personas familiarizadas con los esfuerzos de los jesuitas, señalaron una serie de desafíos, por ejemplo, la estructura organizativa de la orden, que requiere la aprobación de múltiples personas para decisiones importantes, y la complejidad de los acuerdos de tierras.
Además, explicó Kesicki, desarrollar una campaña importante de recaudación de fondos lleva tiempo.
“Pero tenemos que mostrar más crecimiento”, admitió, “y eso es un reto y una presión que llevo cada día”.
Rachel L. Swarns es periodista y autora que cubre cuestiones de raza y de las relaciones raciales como escritora colaboradora de The New York Times. Sus artículos sobre las raíces de la esclavitud en la Universidad de Georgetown desencadenaron una conversación en Estados Unidos sobre las universidades y sus vínculos con este doloroso periodo de la historia. @rachelswarns • Facebook
https://www.nytimes.com/es/2022/08/18/espanol/jesuitas-esclavitud.html?action=click&module=RelatedLinks&pgtype=Article
domingo, 5 de febrero de 2023
Qué es la "enfermedad de los premios Nobel" que puede afectar a las mentes más brillantes
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Busto del creador del premio, Alfred Nobel.
La llaman la enfermedad de los Nobel, el efecto Nobel, el síndrome Nobel y hasta nobelitis.
Y aunque hay quienes dicen que ganar este prestigioso galardón no es condición sine qua non para sufrir este "trastorno", la extensa lista de premiados por la Academia Sueca que han sucumbido a este mal es, no obstante, llamativa.
Desde Pierre Curie (Física, 1903) hasta Santiago Ramón y Cajal (Medicina, 1906), pasando por Richard Smalley (Química, 1996) y Luc Montagnier (Medicina, 2008), por nombrar solo a algunos.
¿Pero qué es exactamente esta "enfermedad" que puede llegar a afectar a personas de una inteligencia notable?
Lejos de ser un diagnóstico oficial, se trata de un término un tanto irónico que se utiliza con frecuencia para referirse al hecho de que ser muy inteligentes y capaces en un área de conocimiento no significa necesariamente que lo seamos en otra.
"Uno no esperaría que la gente verdaderamente inteligente haga cosas estúpidas. Pero el hecho de que existan científicos con un premio Nobel que son conocidos también por apoyar ideas extrañas y sostener creencias erróneas, pone en evidencia que hay una desconexión entre la inteligencia o el éxito científico y la racionalidad", le explica a BBC Mundo Sebastian Dieguez, investigador de neurociencias del Laboratorio de Ciencias Cognitivas y Neurológicas de la Universidad de Friburgo, Suiza.
El sorprendente número de galardonados con el Nobel que abrazan teorías que rayan lo absurdo, añade Shauna Bowes, estudiante de doctorado en psicología clínica en la Universidad de Emory, Estados Unidos, muestra básicamente que "el pensamiento crítico está ligado a un área de conocimiento específico y no al conocimiento en general".
Es decir, uno (no necesariamente un Nobel) puede tener un gran conocimiento de biología, historia, psicología o lo que fuere, pero esto no significa que por ello aplicaremos un pensamiento crítico poderoso cuando se trata de astrofísica u otros temas fuera de nuestro alcance.
Esto se debe a que cuando se trata de temas ajenos a nuestro dominio solemos recurrir a prejuicios o atajos mentales para tomar decisiones o darle sentido al mundo, y no sometemos estos conceptos a una valoración estricta (como haríamos con temas que nos resultan afines).
"De hecho, aplicar el mecanismo de pensamiento crítico toma mucho más esfuerzo y conciencia de lo que probablemente nos resulte cómodo admitir", dice Bowes.
En síntesis: la inteligencia no nos inmuniza contra las ideas descabelladas.
Aún más, agrega Bowes, "muchas investigaciones muestran que el pensamiento crítico está bastante separado de la inteligencia".
Imagen que ilustra el concepto de pensamiento crítico. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
"Mientras que la inteligencia es una habilidad que nos ayuda a resolver problemas y adquirir información, el pensamiento crítico tiene que ver con qué hacemos con esa información y qué sentido le damos".
"La inteligencia hace más factible que podamos pensar críticamente, pero ciertamente no asegura que vayamos a ser buenos pensadores críticos, sobre todo cuando entran en el panorama las emociones y la intuición".
El premio que te vuelve "inmortal"
Si bien todos podemos caer en la trampa de discutir con aplomo temas que escapan a nuestra comprensión, Eleftherios Diamandis, profesor y jefe de Bioquímica Clínica del Departamento de Medicina de Laboratorio y Patobiología de la Universidad de Toronto, Canadá, cree que el caso de los Nobel es especial y circunscribe la nobelitis exclusivamente a este premio.
"El Nobel es muy diferente a cualquier otro premio que un científico pueda ganar. Si bien cualquier otro galardón es por supuesto bienvenido, el Nobel es una distinción única que te vuelve 'inmortal'. Nadie se acordará de ti si ganaste un gran premio en otra parte, pero todo el mundo te recordará si eres un premio Nobel", le dice a BBC Mundo.
"Este reconocimiento hace que se trate a los galardonados de forma diferente, como si fueran una celebridad, y el peligro es que algunos, no todos, creen que la medalla les de la oportunidad de encarar proyectos y actividades con las que no están familiarizados", continúa.
Frederick y Marion Banting FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Tras curar a pacientes con diabetes con insulina, Banting se propuso curar el cáncer.
"Un ejemplo clásico es del Frederick Banting, que descubrió la insulina en los primeros años de la década de 1900. Apenas curó a algunos pacientes con diabetes, pensó que podía después curar el cáncer".
"Lo intentó, pero como sabía tan poco sobre el tema, por supuesto no tuvo éxito", dice.
Para Diamandis, la nobelitis es básicamente un comportamiento narcisista (similar al síndrome de hubris o hibris, un concepto que describe el orgullo extremo, la arrogancia y la confianza excesiva asociada con el poder), que asumen algunas de las personas premiadas, que creen que tienen poderes sobrehumanos y pueden resolver cualquier problema que se le plantee.
Ejemplos de premios Nobel con ideas absurdas
¿Pero qué es exactamente esta "enfermedad" que puede llegar a afectar a personas de una inteligencia notable?
Lejos de ser un diagnóstico oficial, se trata de un término un tanto irónico que se utiliza con frecuencia para referirse al hecho de que ser muy inteligentes y capaces en un área de conocimiento no significa necesariamente que lo seamos en otra.
"Uno no esperaría que la gente verdaderamente inteligente haga cosas estúpidas. Pero el hecho de que existan científicos con un premio Nobel que son conocidos también por apoyar ideas extrañas y sostener creencias erróneas, pone en evidencia que hay una desconexión entre la inteligencia o el éxito científico y la racionalidad", le explica a BBC Mundo Sebastian Dieguez, investigador de neurociencias del Laboratorio de Ciencias Cognitivas y Neurológicas de la Universidad de Friburgo, Suiza.
El sorprendente número de galardonados con el Nobel que abrazan teorías que rayan lo absurdo, añade Shauna Bowes, estudiante de doctorado en psicología clínica en la Universidad de Emory, Estados Unidos, muestra básicamente que "el pensamiento crítico está ligado a un área de conocimiento específico y no al conocimiento en general".
Es decir, uno (no necesariamente un Nobel) puede tener un gran conocimiento de biología, historia, psicología o lo que fuere, pero esto no significa que por ello aplicaremos un pensamiento crítico poderoso cuando se trata de astrofísica u otros temas fuera de nuestro alcance.
Esto se debe a que cuando se trata de temas ajenos a nuestro dominio solemos recurrir a prejuicios o atajos mentales para tomar decisiones o darle sentido al mundo, y no sometemos estos conceptos a una valoración estricta (como haríamos con temas que nos resultan afines).
"De hecho, aplicar el mecanismo de pensamiento crítico toma mucho más esfuerzo y conciencia de lo que probablemente nos resulte cómodo admitir", dice Bowes.
En síntesis: la inteligencia no nos inmuniza contra las ideas descabelladas.
Aún más, agrega Bowes, "muchas investigaciones muestran que el pensamiento crítico está bastante separado de la inteligencia".
Imagen que ilustra el concepto de pensamiento crítico. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
"Mientras que la inteligencia es una habilidad que nos ayuda a resolver problemas y adquirir información, el pensamiento crítico tiene que ver con qué hacemos con esa información y qué sentido le damos".
"La inteligencia hace más factible que podamos pensar críticamente, pero ciertamente no asegura que vayamos a ser buenos pensadores críticos, sobre todo cuando entran en el panorama las emociones y la intuición".
El premio que te vuelve "inmortal"
Si bien todos podemos caer en la trampa de discutir con aplomo temas que escapan a nuestra comprensión, Eleftherios Diamandis, profesor y jefe de Bioquímica Clínica del Departamento de Medicina de Laboratorio y Patobiología de la Universidad de Toronto, Canadá, cree que el caso de los Nobel es especial y circunscribe la nobelitis exclusivamente a este premio.
"El Nobel es muy diferente a cualquier otro premio que un científico pueda ganar. Si bien cualquier otro galardón es por supuesto bienvenido, el Nobel es una distinción única que te vuelve 'inmortal'. Nadie se acordará de ti si ganaste un gran premio en otra parte, pero todo el mundo te recordará si eres un premio Nobel", le dice a BBC Mundo.
"Este reconocimiento hace que se trate a los galardonados de forma diferente, como si fueran una celebridad, y el peligro es que algunos, no todos, creen que la medalla les de la oportunidad de encarar proyectos y actividades con las que no están familiarizados", continúa.
Frederick y Marion Banting FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Tras curar a pacientes con diabetes con insulina, Banting se propuso curar el cáncer.
"Un ejemplo clásico es del Frederick Banting, que descubrió la insulina en los primeros años de la década de 1900. Apenas curó a algunos pacientes con diabetes, pensó que podía después curar el cáncer".
"Lo intentó, pero como sabía tan poco sobre el tema, por supuesto no tuvo éxito", dice.
Para Diamandis, la nobelitis es básicamente un comportamiento narcisista (similar al síndrome de hubris o hibris, un concepto que describe el orgullo extremo, la arrogancia y la confianza excesiva asociada con el poder), que asumen algunas de las personas premiadas, que creen que tienen poderes sobrehumanos y pueden resolver cualquier problema que se le plantee.
Ejemplos de premios Nobel con ideas absurdas
Linus Pauling (1901-1994)
Científico estadounidense y ganador de dos Nobel (Química en 1954, Paz en 1962), fue pionero de la química moderna por sus descubrimientos en la naturaleza de los enlaces químicos y la estructura molecular de la materia, aplicando la mecánica cuántica. Pauling no dudó en aseverar que altas dósis de vitamina C podían ser efectivas para curar enfermedades como el cáncer y la gripe común. Sus estudios contenían múltiples errores, y nunca se demostró dicha efectividad.
James Watson (1928-presente) FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Científico estadounidense y ganador de dos Nobel (Química en 1954, Paz en 1962), fue pionero de la química moderna por sus descubrimientos en la naturaleza de los enlaces químicos y la estructura molecular de la materia, aplicando la mecánica cuántica. Pauling no dudó en aseverar que altas dósis de vitamina C podían ser efectivas para curar enfermedades como el cáncer y la gripe común. Sus estudios contenían múltiples errores, y nunca se demostró dicha efectividad.
James Watson (1928-presente) FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Científico estadounidense, obtuvo el Nobel de Medicina en 1962 (que compartió con Maurice Wilkins y Francis Crick) por su descubrimiento de la estructura de doble hélice del ADN, un hallazgo considerado como uno de los momentos clave en la ciencia moderna. El polémico biológo sostiene que las personas de raza negra son menos inteligentes que las blancas, y que las diferencias de coeficiente intelectual se deben a factores genéticos. Señaló también que la exposición a la luz solar en las regiones cercanas al Ecuador aumentan el impulso sexual y que la gente gorda es menos ambiciosa.
Luc Montagnier (1932-2022) FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
El virólogo francés Luc Montagnier obtuvo el premio Nobel de Medicina en 2008 por haber logrado aislar por primera vez el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Un año después de ser honrado con este galardón, sostuvo sin prueba alguna que el agua puede recordar unas ondas electromagnéticas supuestamente emitidas por el ADN de virus y bacterias. También recomendaba la papaya fermentada contra el mal de Párkinson y criticó las vacunas contra la covid-19, a las que acusaba sin fundamento de ser las causantes del surgimiento de nuevas variantes del virus.
Ivar Giaever (1929-presente) FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Físico estadounidense de origen noruego, compartió el Nobel de Físca con Leo Esaki y Brian Josephson en 1973, por "sus descubrimientos sobre fenómenos de túneles en sólidos". En repetidas ocasiones, el investigador manifestó su escepticismo frente al calentamiento global, del cual dijo que no representaba un problema y al que calificó de "nueva religión".
Por otro lado, Diamandis, señala que este galardón suele otorgarse varias décadas después de que el investigador hizo su descubrimiento, que no es precisamente cuando sus capacidades cognitivas están en su mejor momento, una observación con la que coincide Dieguez.
"La edad promedio de premio Nobel es de alrededor de 70 años. Los años más brillantes de esta gente ya han pasado", dice el neurocientífico, quien además pone en tela de juicio a los Nobel como signo de inteligencia o genialidad.
"Uno puede descubrir algo porque sencillamente tuvo suerte, por ser la persona justa en el lugar preciso".
"También ha habido un creciente número de críticas al Nobel, al menos dentro del ámbito científico, porque premia al individuo, y sabemos que la ciencia es por lo general un proceso social", afirma Dieguez.
El mayor problema, sostiene, es que algunas de estas personas con conocimientos profundos en un área muy pequeña que la mayoría de nosotros no comprende, se han vuelto una voz confiable e importante en el debate público.
"Pero el hecho que hayas hecho un descubrimiento importante en un tema muy puntual, no te da derecho a pensar que tienes mejores ideas que los demás en otras áreas", concluye Dieguez.
La humildad, hasta el momento, sigue siendo uno de los mejores antídotos.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-63663430
sábado, 4 de febrero de 2023
Amia Srinivasan, filósofa: “Hay que crear una cultura sexual que desestabilice la jerarquía del deseo”
En 2019 obtuvo, después de un examen de rigor extremo, la cátedra Chichele —en honor del fundador, Henry Chichele— de Teoría Política y Social, en el All Souls College de la Universidad de Oxford. El mismo y preciado puesto que ocupó previamente el filósofo ruso-británico Isaiah Berlin. La primera mujer de raza no blanca, y la persona más joven en alcanzar esa posición académica. Srinivasan recibe a EL PAÍS en su refugio universitario, una estancia de paredes forradas en madera noble, chimenea, sillones chéster, vidrieras emplomadas que dan a uno de los claustros del edificio de medio siglo de historia y libros, muchos libros, en estanterías, en cajas por desembalar, sobre la mesa de estudio.
En el club de los señores serios y circunspectos, de chaqueta de tweed y pajarita, con todo el peso de la filosofía clásica de Occidente a sus espaldas, ha irrumpido una mujer mediática y avasalladora. Su libro El derecho al sexo (Anagrama), con una escritura ágil, punzante, certera e inteligente, ha despertado un interés y entusiasmo en la literatura feminista como no se recordaba en mucho tiempo. Srinivasan abarca como ensayista muchos otros asuntos, pero como ella misma señala, citando a Michèle Le Dœuff, “cuando eres mujer y filósofa, resulta útil contar con el feminismo para entender todo lo que te ocurre”.
La filósofa y escritora Amia Srinivasan, el viernes en la Universidad de Oxford. IONE SAIZAR
Pregunta. ¿Qué es el feminismo?
Respuesta. El feminismo no es una idea, una teoría ni una creencia. Algunos piensan que es la creencia de que los hombres y las mujeres deberían ser iguales. Pero eso deja abiertas muchas interrogantes. Las mujeres deben ser iguales… ¿respecto a qué clase de hombres? Porque no existe igualdad entre los hombres. ¿Y qué tipo de igualdad? ¿Material? ¿Económica? ¿Política? ¿Legal? Incluso puede ser que creas que las mujeres deben aspirar a la igualdad con los hombres, pero no quieras luchar por ello. Por eso sostengo que el feminismo debe ser contemplado en primer lugar y sobre todo como una lucha política. Una serie de movimientos que ocurren por todo el mundo, en diferentes momentos históricos, con sus altibajos y con diferentes tipos de compromisos. En definitiva, un movimiento que pretende acercar a la realidad una serie de posibilidades aún no imaginadas.
P. El nuevo feminismo ha establecido el consentimiento como criterio fundamental en las relaciones sexuales. En España, ha sido el resultado de la llamada ley del solo sí es sí.
R. Es un asunto de extrema importancia. La permisibilidad legal del sexo, en lo que se refiere al consentimiento, ha supuesto un gran avance del feminismo, frente al modo histórico en que se planteaban estos supuestos, cuando la fuerza era el criterio fundamental en la agresión sexual. Ya sabemos que hay casos en los que la fuerza no se usa, como cuando las víctimas son personas vulnerables o niños, pero que suponen, sin embargo, una violación obvia. En este sentido, avanzar hacia el consentimiento ha supuesto una victoria.
P. Pero…
R. Pero plantea varios problemas. En una sala de justicia, necesitas tener criterios claros. Criterios que resulten operativos y que te permitan tomar decisiones en las que quede clara la distinción entre casos de sexo legal e ilegal. Pero cuando sales de esa sala de justicia, en una relación interpersonal real, las cosas son mucho más complicadas. Hay casos en los que uno de los dos no solamente no dirá “no” ni se resistirá, sino que incluso dirá “sí”, pero será un “sí” producto de ciertas expectativas de comportamiento social que, a lo mejor, la otra persona ni siquiera comparte. Es algo que puede observarse especialmente en mujeres jóvenes, que han consentido activamente, y, sin embargo, no quieren tener esa relación.
A veces algunas feministas son culpables de apoyar excesos de regulación. Quieren utilizar la ley —o sucedáneos de la ley, como la normativa en centros universitarios— para forzar a las personas a actuar como debieran hacerlo en una situación moral ideal. Por eso uno de los temas centrales de mi libro versa sobre los límites de la ley a la hora de cambiar esos hábitos culturales, y sobre los modos alternativos que tenemos para lograrlo.
P. En determinadas sociedades, hay sectores que no entienden el tono excesivamente combativo del feminismo. Creen percibir una agresividad que no ven necesaria.
R. El objetivo de un movimiento político no siempre consiste en convencer a tus oponentes, ¿no? Puede haber un valor, y de hecho hay un valor, en la idea de expresar o experimentar ciertos tipos de emociones políticas extremas, como modo de movilizar a un grupo de personas. Un ejemplo obvio es el caso de Malcolm X y el Black Power en Estados Unidos. Un modo extremo de desconcertar y asustar al pensamiento predominante, blanco y masculino. Resultó ser bastante eficaz porque logró que Martin Luther King, un político bastante radical por sí mismo, sobre todo en sus planteamientos económicos, pareciera alguien moderado.
¿Deberíamos pensar del mismo modo en la rabia que usted señala acertadamente como elemento central de los movimientos feministas? Por supuesto. Puede resultar desconcertante, pero también puede galvanizar a las personas. Y, en ocasiones, resultar muy persuasiva. La gente puede acabar respondiendo simplemente por miedo a no hacer lo correcto. O, por puro contraste, puede lograr que algunas exigencias resulten moderadas y sensatas. Y, finalmente, esa rabia, aunque a veces sea contraproducente, puede ser justamente la emoción que necesitamos sentir.
P. Uno de sus ensayos, motivado por la aparición del movimiento incel [celibato involuntario: foros en red de hombres rabiosos por ser ignorados sexualmente], plantea un debate provocador: ¿existe un derecho al sexo?, ¿qué pasa con todas aquellas personas a las que se niega?
R. Ya está muy documentado, por ejemplo, el modo en que las personas de cierta raza resultan discriminadas en las aplicaciones para ligar. Sabemos que las mujeres, a partir de cierta edad, ya no se consideran deseables para los hombres de esa misma edad. Nuestro mercado sexual está organizado por una jerarquía del deseo sobre los ejes de raza, género, rasgos de discapacidad, etcétera. ¿Qué hacemos a ese respecto? En los años setenta, algunas feministas experimentaron con soluciones separatistas, como el celibato forzado en las mujeres de su grupo, o la exigencia de que se practicara un lesbianismo político. Pero esos proyectos siempre acaban mal e ignoran otras realidades.
Por eso me gustaría recalcar dos cosas.
La primera: nos corresponde a todos crear una cultura sexual que desestabilice la noción jerárquica actual. Y dos: quiero que la gente recuerde esos momentos que la mayoría hemos experimentado alguna vez, donde nos hemos visto atraídos —sexual, romántica o amistosamente— hacia alguien que no nos debería atraer de acuerdo con el marco político que nos condiciona. Porque su cuerpo no es el tipo de cuerpo al que aspiramos, porque su raza no es la que nos tiene que atraer, porque su entorno social o la clase de la que procede no son las indicadas. Todos hemos tenido esa clase de experiencias.
P. ¿Se trataría entonces de reeducar nuestro deseo?
R. Sí, pero no en el sentido de autoimponernos una cierta disciplina. Se trata simplemente de recordar de modo crítico esos sentimientos que tuvimos en algún momento y que luego hemos negado. Es una experiencia que resulta muy familiar para las personas queer. Todas ellas han crecido con emociones y sentimientos que la sociedad y la política les decían que no debían tener, y que silenciaban. Ese acto de romper el silencio, de rememorar en su plenitud nuestros deseos y afinidades, es algo bueno.
P. Hay una batalla en ciernes entre el feminismo nuevo y el tradicional en torno a las mujeres trans que confunde y angustia a mucha gente.
R. Al igual que ocurrió con la incorporación de la mujer al mercado laboral, o con el matrimonio homosexual, las personas trans suponen una amenaza a la vida tradicional o al orden establecido. Alteran el sistema de género, sexualidad e identidad que forma parte fundamental de una visión tradicional y patriarcal del mundo. Las personas trans se dirigen directamente a una ansiedad que sufrimos muchos, aunque nos veamos decididamente a nosotros mismos como mujeres u hombres. Una ansiedad que sentimos respecto a nuestra relación con el género y el sexo. A veces tenemos sueños sexuales con las personas equivocadas, con los cuerpos equivocados, con los deseos equivocados, y para regresar a la vida política y social predominante necesitamos reprimir todo eso.
Por eso mi mensaje para aquellas feministas que oponen resistencia a la gente trans es que deben comenzar a detectar los lazos de continuidad que existen entre las personas cis [que se identifican con el género asignado al nacer] y las personas trans, y comenzar a trabajar a partir de esos puntos comunes. Por supuesto que deberán establecerse determinadas normativas concretas, pero creo que este pánico desatado respecto a asuntos como los cuartos de baño comunes, o los bloqueadores de la pubertad para los menores que deciden llevar a cabo la transición, nos alejan de la conversación fundamental que debemos tener entre nosotros: ¿Tan segura estás de ser una mujer? ¿Tan seguro estás de ser un hombre? ¿Y qué significa realmente ese sentimiento?
P. ¿Qué hay detrás del debate de las falsas denuncias? ¿Es un problema? ¿Un efecto no deseado?
R. Es difícil hacerse con buenas estadísticas, pero en Estados Unidos, por ejemplo, cuando buscas casos de personas condenadas y luego exoneradas —por ejemplo, con el uso de pruebas de ADN—, los hombres negros representan una proporción inmensa. De hecho, representan una proporción inmensa en todo tipo de delitos que luego se demuestran falsos. Quizá al hablar de acusaciones falsas deberíamos centrarnos más en los fallos generales del sistema. Pero, en cualquier caso, yo sí quiero centrarme, dedicar tiempo y tomarme en serio el hecho de que una falsa acusación de violación es algo terrible. No podemos ignorarlo. En parte, porque comparte puntos comunes con la experiencia de una mujer violada, que consisten sobre todo en el hecho de que no te crean. Ambos, el hombre falsamente acusado y la mujer que ha sido violada, se enfrentan a una misma conspiración de incredulidad. Pero preguntémonos a la vez quiénes son los hombres que más sufren esta situación y por qué. La respuesta, muy a menudo, es que suelen ser hombres negros o de clase trabajadora.
P. Pensado con cierta lógica, la crisis de 2008 tiene mucho que ver con el renacer del feminismo.
R. Así es, y es un resurgir del feminismo que reside en dos motivos. Las crisis económicas siempre afectan de modo concreto a determinados grupos, entre los que se encuentran las mujeres pobres. Suelen ser las responsables de lograr la cuadratura de un círculo imposible de salarios decrecientes, desigualdad en aumento, mayor coste de la vida o desaparición de la protección social. Son las mujeres las que deben arreglárselas para alimentar a sus hijos, para que sus maridos trabajen y para encontrar trabajo ellas mismas. Pero es que, además, la crisis de 2008 fue el fin de ciertas verdades ortodoxas, como que siempre habría un crecimiento económico, o que los tecnócratas iban a asegurarse de que nos llegaran a todos las ventajas del motor del capitalismo. En países en los que el socialismo era casi una palabra maldita, como EE UU, ha surgido un interés creciente, especialmente entre los jóvenes, por un socialismo radical marxista y por alternativas feministas marxistas. Del mismo modo que ha surgido un mayor impulso contra el cambio climático.
P. Y, sin embargo, hay una izquierda tradicional que considera que el debate identitario —o fragmentado— ha acabado arruinando el discurso progresista.
R. Más bien al contrario. Creo que no tenemos ninguna duda de que el capitalismo se ha apropiado con éxito de la energía radical que suponen el feminismo o el movimiento antirracista, ¿no? En el propio interés de las empresas está el deshacerse del racismo o el machismo, para lograr que funcione de modo más fluido el sistema de la meritocracia y lograr mejores trabajadores. Otra cosa es el análisis de clase, que siempre queda fuera. Hablar de la clase trabajadora, de su opresión o de su poder, resulta bastante amenazador para el capital. Pero si la vieja izquierda busca simplemente un análisis basado en las relaciones salariales, o en la relación entre los propietarios del capital y los que venden su fuerza laboral, nunca acabará de entender la estabilidad del capitalismo. ¿Por qué Estados Unidos no ha tenido nunca un movimiento potente de la clase trabajadora? Por un racismo que permitió a los propietarios a segregar entre obreros blancos, negros y latinos y forjó líneas de animosidad entre ellos. Del mismo modo que no se puede pensar en la fortaleza del capital sin tener en cuenta el trabajo no retribuido de las mujeres en el hogar. El análisis completo que persigue la izquierda tradicional no se puede lograr sin incluir las llamadas políticas identitarias.
P. ¿Se trataría entonces de reeducar nuestro deseo?
R. Sí, pero no en el sentido de autoimponernos una cierta disciplina. Se trata simplemente de recordar de modo crítico esos sentimientos que tuvimos en algún momento y que luego hemos negado. Es una experiencia que resulta muy familiar para las personas queer. Todas ellas han crecido con emociones y sentimientos que la sociedad y la política les decían que no debían tener, y que silenciaban. Ese acto de romper el silencio, de rememorar en su plenitud nuestros deseos y afinidades, es algo bueno.
P. Hay una batalla en ciernes entre el feminismo nuevo y el tradicional en torno a las mujeres trans que confunde y angustia a mucha gente.
R. Al igual que ocurrió con la incorporación de la mujer al mercado laboral, o con el matrimonio homosexual, las personas trans suponen una amenaza a la vida tradicional o al orden establecido. Alteran el sistema de género, sexualidad e identidad que forma parte fundamental de una visión tradicional y patriarcal del mundo. Las personas trans se dirigen directamente a una ansiedad que sufrimos muchos, aunque nos veamos decididamente a nosotros mismos como mujeres u hombres. Una ansiedad que sentimos respecto a nuestra relación con el género y el sexo. A veces tenemos sueños sexuales con las personas equivocadas, con los cuerpos equivocados, con los deseos equivocados, y para regresar a la vida política y social predominante necesitamos reprimir todo eso.
Por eso mi mensaje para aquellas feministas que oponen resistencia a la gente trans es que deben comenzar a detectar los lazos de continuidad que existen entre las personas cis [que se identifican con el género asignado al nacer] y las personas trans, y comenzar a trabajar a partir de esos puntos comunes. Por supuesto que deberán establecerse determinadas normativas concretas, pero creo que este pánico desatado respecto a asuntos como los cuartos de baño comunes, o los bloqueadores de la pubertad para los menores que deciden llevar a cabo la transición, nos alejan de la conversación fundamental que debemos tener entre nosotros: ¿Tan segura estás de ser una mujer? ¿Tan seguro estás de ser un hombre? ¿Y qué significa realmente ese sentimiento?
P. ¿Qué hay detrás del debate de las falsas denuncias? ¿Es un problema? ¿Un efecto no deseado?
R. Es difícil hacerse con buenas estadísticas, pero en Estados Unidos, por ejemplo, cuando buscas casos de personas condenadas y luego exoneradas —por ejemplo, con el uso de pruebas de ADN—, los hombres negros representan una proporción inmensa. De hecho, representan una proporción inmensa en todo tipo de delitos que luego se demuestran falsos. Quizá al hablar de acusaciones falsas deberíamos centrarnos más en los fallos generales del sistema. Pero, en cualquier caso, yo sí quiero centrarme, dedicar tiempo y tomarme en serio el hecho de que una falsa acusación de violación es algo terrible. No podemos ignorarlo. En parte, porque comparte puntos comunes con la experiencia de una mujer violada, que consisten sobre todo en el hecho de que no te crean. Ambos, el hombre falsamente acusado y la mujer que ha sido violada, se enfrentan a una misma conspiración de incredulidad. Pero preguntémonos a la vez quiénes son los hombres que más sufren esta situación y por qué. La respuesta, muy a menudo, es que suelen ser hombres negros o de clase trabajadora.
P. Pensado con cierta lógica, la crisis de 2008 tiene mucho que ver con el renacer del feminismo.
R. Así es, y es un resurgir del feminismo que reside en dos motivos. Las crisis económicas siempre afectan de modo concreto a determinados grupos, entre los que se encuentran las mujeres pobres. Suelen ser las responsables de lograr la cuadratura de un círculo imposible de salarios decrecientes, desigualdad en aumento, mayor coste de la vida o desaparición de la protección social. Son las mujeres las que deben arreglárselas para alimentar a sus hijos, para que sus maridos trabajen y para encontrar trabajo ellas mismas. Pero es que, además, la crisis de 2008 fue el fin de ciertas verdades ortodoxas, como que siempre habría un crecimiento económico, o que los tecnócratas iban a asegurarse de que nos llegaran a todos las ventajas del motor del capitalismo. En países en los que el socialismo era casi una palabra maldita, como EE UU, ha surgido un interés creciente, especialmente entre los jóvenes, por un socialismo radical marxista y por alternativas feministas marxistas. Del mismo modo que ha surgido un mayor impulso contra el cambio climático.
P. Y, sin embargo, hay una izquierda tradicional que considera que el debate identitario —o fragmentado— ha acabado arruinando el discurso progresista.
R. Más bien al contrario. Creo que no tenemos ninguna duda de que el capitalismo se ha apropiado con éxito de la energía radical que suponen el feminismo o el movimiento antirracista, ¿no? En el propio interés de las empresas está el deshacerse del racismo o el machismo, para lograr que funcione de modo más fluido el sistema de la meritocracia y lograr mejores trabajadores. Otra cosa es el análisis de clase, que siempre queda fuera. Hablar de la clase trabajadora, de su opresión o de su poder, resulta bastante amenazador para el capital. Pero si la vieja izquierda busca simplemente un análisis basado en las relaciones salariales, o en la relación entre los propietarios del capital y los que venden su fuerza laboral, nunca acabará de entender la estabilidad del capitalismo. ¿Por qué Estados Unidos no ha tenido nunca un movimiento potente de la clase trabajadora? Por un racismo que permitió a los propietarios a segregar entre obreros blancos, negros y latinos y forjó líneas de animosidad entre ellos. Del mismo modo que no se puede pensar en la fortaleza del capital sin tener en cuenta el trabajo no retribuido de las mujeres en el hogar. El análisis completo que persigue la izquierda tradicional no se puede lograr sin incluir las llamadas políticas identitarias.
Lo normal es que los niños no obedezcan: cómo guiarles con paciencia cuando transgreden la norma.
Además de cerciorarse de que el pequeño ha entendido las órdenes, cuando surge un conflicto padres y madres deben invitarle a buscar una solución o preguntarle si tiene alguna idea sobre cómo actuar en un futuro.
Olivia no quiere ir al colegio. Ella está feliz con su abuela en casa, en pijama y en zapatillas, mirando cómo hace ganchillo o cocinando garbanzos como una chef estrella. La abuela le viste entre gritos y llantos, la arrastra por toda la calle y la niña le dice que está hartísima de ir al cole y tener que colorear sin salirse de la raya. En otros cuentos, Olivia no quiere ducharse o se enfada muchísimo si pierde jugando. No obedece y los adultos se afinan la paciencia. Escritos por Elvira Lindo e ilustrados por Emilio Urberuaga (equipo Manolito Gafotas), la editorial SM ha reeditado en letra caligráfica esos cuentos. Y lo cierto es que a los padres y las madres (incluso a la comunidad educativa) les preocupa y les frustra la falta de obediencia de las Olivias.
La maestra de Educación Infantil Coni La Grotteria es experta en educación para la paz y en dificultades del aprendizaje. Acaba de publicar Educar en la tolerancia (Plataforma Actual, 2023) y afirma que la naturaleza en la primera infancia lleva a los niños y a las niñas a explorar, a experimentar con los límites y con el grado de poder de sus referentes. Lo normal es que no acaten, sean libres, no entiendan lo que se les impone y tengan sus momentos de rebelión y hartazgo. La naturaleza de los niños se basa en cubrir sus necesidades y deseos, y la libertad es parte indiscutible para que así sea. ¿Y los padres? “Más que preocuparnos, debemos revisar nuestra actitud porque la integración de límites y normas es un proceso que requiere paciencia y coherencia”, explica La Grotteria.
Para la maestra de Educación Infantil Ainhoa Carmona Ponce también es normal que los niños y niñas no obedezcan: “En ocasiones, sobre todo de pequeños, les damos demasiadas consignas a seguir y simplemente no entienden lo que les decimos porque aún no tienen el desarrollo del lenguaje o la comprensión para entenderlo”. Sería pertinente hacerse preguntas como ¿puedes contarme qué has entendido? ¿puedes recordarme cuál era la norma? Otras veces, muchísimas, niños y niñas se guían por el deseo de lo que quieren o necesitan en ese momento, ya que, según Carmona, cuanto más pequeños, más primitivo es el cerebro y la capacidad de autorregulación es menor. “Tratamos de enseñarles cómo encajar en la sociedad en la que viven, pero muchas veces no tenemos en cuenta lo que realmente necesitan”, afirma la maestra.
Tania García-Medina es neuroeducadora, docente y asesora educativa. Explica que neurológicamente “venimos precableados” para aprender y explorar, y en ese proceso de descubrimiento está el hacer malabares con los límites impuestos. “Es normal que de primeras el instinto de los niños les empuje a sobrepasar los límites, a desobedecer y a descubrir qué ocurre si se transgrede esa norma o esa orden”, reflexiona. Afirma que a partir de los 18 meses es cuando comienzan a tener conciencia de individuo (conciencia del yo) y es en esa etapa en la que, aunque aún no pueden valerse por sí mismos, es frecuente escucharles decir “yo, yo”, “yo solo”, “no, no”. “Esa desobediencia es fruto de una búsqueda de la autonomía y de la autoafirmación que comienza a despertar”, asegura.
La neuroeducadora anima a revisar el concepto de hacerles entrar por el aro y de educar en la obediencia sin peros: “Se trataría de buscar que nuestros niños sean cooperativos y colaborativos y eso está lejos de una comunicación basada en órdenes”. Propone revisar el estilo comunicativo y usar otras estrategias, como cambiar las órdenes por preguntas del tipo: ¿Me puedes ayudar a guardar los zapatos en el armario? O ¿cuándo puedes encargarte de recoger la habitación? Ofrecer tiempos y espacios para reflexionar y pactar normas y necesidades contribuye a que desarrollaren el pensamiento crítico, la adaptación, las funciones ejecutivas y la autorregulación.
“Cuando las normas y pautas sociales son pactadas con ellos, teniéndolos en cuenta y haciéndolos partícipes de su creación, es realmente sorprendente observar cómo desde muy pequeños, desde los dos o tres años aproximadamente, empiezan a colaborar y cumplir misiones que han decidido que son importantes para su bienestar”, prosigue García-Medina.
Para la psicóloga y cocreadora de la llamada disciplina positiva Jane Nelsen hay que mantenerse amable y firme. Los límites con menores de cuatro años los deben poner los padres, pero “haciéndolos cumplir con amabilidad y firmeza”. Y avisa: “Cuando un niño viole un límite, no le dé un sermón ni lo castigue”. La conocida educadora aboga por hacerles “preguntas de curiosidad”: ¿Qué ha pasado? ¿Qué crees que lo ha provocado? ¿Qué se te ocurre para resolver este problema?
Para aquellos contextos en los que no se puedan pactar y dialogar esas normas (por ejemplo, el volumen de voz en una biblioteca o el comportamiento en un médico o ir al colegio), para García-Medina es importante cerciorarse de que la norma o lo que se espera de ellos ha sido entendido, así como explicarles los motivos que llevan a que esa regla sea por un bien común: “No es lo mismo que te digan ‘Silencio’ a secas a que te expliquen y comprendas que la biblioteca es un espacio en el que las personas leen o estudian, y que para esa actividad hace falta poco ruido”.
¿Qué hacer si no obedecen?
En caso de que los pequeños no obedezcan, el primer paso es mantener la calma dice Coni La Grotteria: “Si es una conducta que les pone en peligro, marcar el límite con firmeza y poner al infante seguro”. Y prosigue: “Si la conducta está acompañada de una emoción como el enfado, hay que legitimar esa expresión e intentar que sienta que su necesidad es atendida y no estamos negando o prohibiendo sus emociones”. Si es una conducta negativa que se repite con frecuencia, es recomendable dedicarle tiempo a hablar de las consecuencias de sus actos, establecer límites más claros, darle opciones para que pueda resolver sus problemas.
Jane Nelsen propone algunas formas para obtener la colaboración de un menor. “Mostrar empatía sin excusar la conducta. La empatía no significa que esté de acuerdo con la conducta o lo justifique. Significa únicamente que comprende su percepción”. Y leemos en Cómo educar con firmeza y cariño (Medici, 2007): “Invite al niño a centrarse en una solución. Pregúntele si tiene alguna idea sobre qué hacer en un futuro para evitar ese problema. Si no la tiene, hágale algunas sugerencias”.
Por tanto, no se trata de educar en la obediencia sino de que exploren la vida a través de diversas experiencias, tomando decisiones y asumiendo consecuencias adaptadas a cada edad con un acompañamiento adulto que les proporcione seguridad, firmeza y amor.
Olivia no quiere ir al colegio. Ella está feliz con su abuela en casa, en pijama y en zapatillas, mirando cómo hace ganchillo o cocinando garbanzos como una chef estrella. La abuela le viste entre gritos y llantos, la arrastra por toda la calle y la niña le dice que está hartísima de ir al cole y tener que colorear sin salirse de la raya. En otros cuentos, Olivia no quiere ducharse o se enfada muchísimo si pierde jugando. No obedece y los adultos se afinan la paciencia. Escritos por Elvira Lindo e ilustrados por Emilio Urberuaga (equipo Manolito Gafotas), la editorial SM ha reeditado en letra caligráfica esos cuentos. Y lo cierto es que a los padres y las madres (incluso a la comunidad educativa) les preocupa y les frustra la falta de obediencia de las Olivias.
La maestra de Educación Infantil Coni La Grotteria es experta en educación para la paz y en dificultades del aprendizaje. Acaba de publicar Educar en la tolerancia (Plataforma Actual, 2023) y afirma que la naturaleza en la primera infancia lleva a los niños y a las niñas a explorar, a experimentar con los límites y con el grado de poder de sus referentes. Lo normal es que no acaten, sean libres, no entiendan lo que se les impone y tengan sus momentos de rebelión y hartazgo. La naturaleza de los niños se basa en cubrir sus necesidades y deseos, y la libertad es parte indiscutible para que así sea. ¿Y los padres? “Más que preocuparnos, debemos revisar nuestra actitud porque la integración de límites y normas es un proceso que requiere paciencia y coherencia”, explica La Grotteria.
Para la maestra de Educación Infantil Ainhoa Carmona Ponce también es normal que los niños y niñas no obedezcan: “En ocasiones, sobre todo de pequeños, les damos demasiadas consignas a seguir y simplemente no entienden lo que les decimos porque aún no tienen el desarrollo del lenguaje o la comprensión para entenderlo”. Sería pertinente hacerse preguntas como ¿puedes contarme qué has entendido? ¿puedes recordarme cuál era la norma? Otras veces, muchísimas, niños y niñas se guían por el deseo de lo que quieren o necesitan en ese momento, ya que, según Carmona, cuanto más pequeños, más primitivo es el cerebro y la capacidad de autorregulación es menor. “Tratamos de enseñarles cómo encajar en la sociedad en la que viven, pero muchas veces no tenemos en cuenta lo que realmente necesitan”, afirma la maestra.
Tania García-Medina es neuroeducadora, docente y asesora educativa. Explica que neurológicamente “venimos precableados” para aprender y explorar, y en ese proceso de descubrimiento está el hacer malabares con los límites impuestos. “Es normal que de primeras el instinto de los niños les empuje a sobrepasar los límites, a desobedecer y a descubrir qué ocurre si se transgrede esa norma o esa orden”, reflexiona. Afirma que a partir de los 18 meses es cuando comienzan a tener conciencia de individuo (conciencia del yo) y es en esa etapa en la que, aunque aún no pueden valerse por sí mismos, es frecuente escucharles decir “yo, yo”, “yo solo”, “no, no”. “Esa desobediencia es fruto de una búsqueda de la autonomía y de la autoafirmación que comienza a despertar”, asegura.
La neuroeducadora anima a revisar el concepto de hacerles entrar por el aro y de educar en la obediencia sin peros: “Se trataría de buscar que nuestros niños sean cooperativos y colaborativos y eso está lejos de una comunicación basada en órdenes”. Propone revisar el estilo comunicativo y usar otras estrategias, como cambiar las órdenes por preguntas del tipo: ¿Me puedes ayudar a guardar los zapatos en el armario? O ¿cuándo puedes encargarte de recoger la habitación? Ofrecer tiempos y espacios para reflexionar y pactar normas y necesidades contribuye a que desarrollaren el pensamiento crítico, la adaptación, las funciones ejecutivas y la autorregulación.
“Cuando las normas y pautas sociales son pactadas con ellos, teniéndolos en cuenta y haciéndolos partícipes de su creación, es realmente sorprendente observar cómo desde muy pequeños, desde los dos o tres años aproximadamente, empiezan a colaborar y cumplir misiones que han decidido que son importantes para su bienestar”, prosigue García-Medina.
Para la psicóloga y cocreadora de la llamada disciplina positiva Jane Nelsen hay que mantenerse amable y firme. Los límites con menores de cuatro años los deben poner los padres, pero “haciéndolos cumplir con amabilidad y firmeza”. Y avisa: “Cuando un niño viole un límite, no le dé un sermón ni lo castigue”. La conocida educadora aboga por hacerles “preguntas de curiosidad”: ¿Qué ha pasado? ¿Qué crees que lo ha provocado? ¿Qué se te ocurre para resolver este problema?
Para aquellos contextos en los que no se puedan pactar y dialogar esas normas (por ejemplo, el volumen de voz en una biblioteca o el comportamiento en un médico o ir al colegio), para García-Medina es importante cerciorarse de que la norma o lo que se espera de ellos ha sido entendido, así como explicarles los motivos que llevan a que esa regla sea por un bien común: “No es lo mismo que te digan ‘Silencio’ a secas a que te expliquen y comprendas que la biblioteca es un espacio en el que las personas leen o estudian, y que para esa actividad hace falta poco ruido”.
¿Qué hacer si no obedecen?
En caso de que los pequeños no obedezcan, el primer paso es mantener la calma dice Coni La Grotteria: “Si es una conducta que les pone en peligro, marcar el límite con firmeza y poner al infante seguro”. Y prosigue: “Si la conducta está acompañada de una emoción como el enfado, hay que legitimar esa expresión e intentar que sienta que su necesidad es atendida y no estamos negando o prohibiendo sus emociones”. Si es una conducta negativa que se repite con frecuencia, es recomendable dedicarle tiempo a hablar de las consecuencias de sus actos, establecer límites más claros, darle opciones para que pueda resolver sus problemas.
Jane Nelsen propone algunas formas para obtener la colaboración de un menor. “Mostrar empatía sin excusar la conducta. La empatía no significa que esté de acuerdo con la conducta o lo justifique. Significa únicamente que comprende su percepción”. Y leemos en Cómo educar con firmeza y cariño (Medici, 2007): “Invite al niño a centrarse en una solución. Pregúntele si tiene alguna idea sobre qué hacer en un futuro para evitar ese problema. Si no la tiene, hágale algunas sugerencias”.
Por tanto, no se trata de educar en la obediencia sino de que exploren la vida a través de diversas experiencias, tomando decisiones y asumiendo consecuencias adaptadas a cada edad con un acompañamiento adulto que les proporcione seguridad, firmeza y amor.
viernes, 3 de febrero de 2023
«La culpa no la tienen nuestras estrellas sino nosotros mismos» (Shakespeare).
Palabras pronunciadas el 31 de enero de 2023 en el acto de reconocimiento a Antonio Rodrígo Torrijos y José Manuel García Martínez, ambos objeto de una larga persecución política por parte de una jueza al servicio del poder económico.
Queridas amigas y amigos:
Muchas gracias por darme esta oportunidad de intervenir hoy aquí.
Tengo por costumbre no leer en este tipo de intervenciones, pero esta vez voy a hacerlo porque quiero decir lo que exactamente quiero decir.
Me hago ya mayor y he estado en cientos de actos, aunque quizá nunca en uno tan merecido y al mismo tiempo tan necesario como este.
Es merecido porque se trata de acompañar, de dar calor, de solidarizarnos con dos personas que han padecido durante casi 13 largos años el peso de la inmundicia judicial, de la injusticia y de la persecución política.
Las personas de bien no podemos dejar de manifestar nuestro reconocimiento a quienes ha sufrido tanto por un único y exclusivo motivo: la necesidad de eliminarlos social y políticamente.
Yo sé, todos los que estamos aquí lo sabemos, que Antonio y José Manuel (por cierto, José Manuel fue compañero mío de carrera, de colegio mayor y de piso en nuestra época de estudiantes) han sido capaces de soportar el peso de estos años de infamia judicial porque son dos personas íntegras, honestas, comprometidas; porque son dos comunistas amantes de la libertad y la democracia que seguramente no han dejado de pensar ni en un solo minuto de estos largos años en el ejemplo de los cientos de camaradas de su Partido, de los miles de demócratas españoles que dieron la vida o fueron torturados por defender a las personas más humildes, a las clases trabajadoras sin pedir nada a cambio. Lo mismo que hicieron ellos.
Yo sé que Antonio y José Manuel, José Manuel y Antonio, han llevado este sufrimiento con dignidad y con una serenidad ejemplar. A costa, eso sí, de su salud y de su patrimonio porque ni el más heroico de los seres humanos puede soportar sin herida ni dolor la maldad y el escarnio de una jueza sin escrúpulos que utiliza el sacrosanto poder que el pueblo le ha dado para combatir injustamente a quien no ha hecho otra cosa que defender a quienes menos tienen.
Ya no tiene arreglo y el daño perpetrado queda ahí pero, al menos, queridos José Manuel y Antonio, yo quiero deciros y creo que lo puedo decir en nombre de muchas personas, que estamos con vosotros. Que os queremos, os admiramos y os acompañamos. Que os agradecemos vuestro esfuerzo y vuestra generosidad, vuestra honradez, vuestro ejemplo y vuestra lucha.
Y os digo, queridos amigos, que tengáis la completa seguridad de que vuestro sufrimiento no ha sido ni va a ser en vano.
Pero no quiero hablaros solo a vosotros, queridos amigos.
Quiero aprovechar este momento para hablarle también a todas las personas que están aquí o que puedan vernos a través de las redes.
Lo durísimo que le ha pasado a Antonio y José Manuel ha sido, desde el primer momento, una auténtica cacería política. No ha sido un proceso judicial, sino una persecución llevada a cabo por una empleada del poder económico, de la oligarquía que se cree dueña de España, con el único fin, como he dicho, de facilitar que la derecha, sus representantes políticos, dispusieran del poder municipal.
Lo que se produjo en Sevilla fue una manifestación de las nuevas formas que adquieren los golpes de Estado de nuestra época. Los que se están produciendo en estos días, cuando el Partido Popular desobedece la Constitución. O la que permite que nada más y nada menos que el periodista Juan Luis Cebrián haya escrito en el diario El País hace unas semanas, leo textualmente, que «se podría pedir responsabilidad jurídica, y no solo política, al Gobierno y su presidente». Recordad esto, porque ese el objetivo, y es justo por eso por lo que dije al principio que este acto es necesario.
Es necesario que seamos conscientes de que la culpa de que pasen estas cosas no la tienen, como decía Shakespeare, nuestras estrellas sino nosotros mismos.
Permitidme que os diga solo dos cosas, con claridad. Con mucho cariño, pero con toda claridad
La primera es que algo parecido a lo que le ha pasado a José Manuel y Antonio os puede pasar mañana a todas vosotras y a todos vosotros.
Es verdad que no os van a quitar una concejalía, pero os van a quitar la pensión, la atención sanitaria, la educación… el día menos pensado os dirán que no podéis sacar el dinero del banco y se quedarán con lo poco que os quede.
Tenedlo presente y decídselo a quienes tenéis a vuestro alrededor: quisieron acabar con José Manuel y Antonio no porque fuesen tras ellos sino porque van detrás de vosotros.
Y lo segundo que os quiero decir es que eso pasó (y puedo volver a pasaros a vosotros) por mantener silencio, por callar, por asentir y por no salir a las calles contra la injusticia.
Decía el canciller alemán Willy Brandt que permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen. No lo olvidéis.
Y dejadme que os lo diga con sinceridad, con sinceridad y con dolor y también con algo de indignación. ¿Cuántos levantamos la voz cuando comenzó la cacería? ¿quién salió a la calle? ¿Quién denunció?
Yo firmé un artículo con 39 personas, pero menos de las que me dijeron que no sé qué o no sé cuánto y no quisieron firmar. La mayoría de ellas, las que no firmaron, de las que siempre han tenido y tienen todavía la boca llena de democracia, justicia, revolución o izquierdismo.
No tengáis la más mínima duda. Lo que le ha pasado a José Manuel y Antonio ha pasado porque, como escribió Erich Fromm, «el ser humano ha perdido la capacidad de desobedecer». Porque nos hemos acobardado y no somos capaces de decir ¡¡Basta ya!! cuando a nuestro lado hay explotación o injusticia.
Lo que pasó no fue el resultado solamente de la actuación de una jueza sin escrúpulos y corrupta sino del silencio de quienes teníamos que habernos levantado contra su infame conducta y la de otros jueces de su mismo perfil. No olvidemos que hay compañeros socialistas honestos condenados o incluso encarcelados en virtud de sentencias aberrantes, o de lo que se ha hecho con dirigentes de Podemos, como fruto igualmente de la persecución judicial del adversario que llevan a cabo algunos jueces de este país.
Tengo ya que terminar.
Yo sé que no está en el protocolo, pero quisiera pedir a la organización que me permita llamar aquí a José Manuel y a Antonio. Quiero darles en público un abrazo de afecto y de reconocimiento. Uno de esos abrazos que son de lo más bello y generoso que podemos hacer los seres humanos entre nosotros y que tanta falta hace que se prodiguen entre las gentes de izquierdas. Y quiero pediros a vosotras y vosotros que os levantéis y que aplaudáis, como forma de manifestarles que ese abrazo es de todos, no solo mío.
Aunque quiero pediros también algo más: al poneros en pie y al aplaudir miraros hacia dentro de vosotros mismos y haced asumid dos compromisos. El de ir a contar fuera lo que pasó con José Manuel y Antonio y, sobre todo, el de luchar siempre sin descanso para que este tipo de cosas no vuelva a suceder.
Queridas amigas y amigos:
Muchas gracias por darme esta oportunidad de intervenir hoy aquí.
Tengo por costumbre no leer en este tipo de intervenciones, pero esta vez voy a hacerlo porque quiero decir lo que exactamente quiero decir.
Me hago ya mayor y he estado en cientos de actos, aunque quizá nunca en uno tan merecido y al mismo tiempo tan necesario como este.
Es merecido porque se trata de acompañar, de dar calor, de solidarizarnos con dos personas que han padecido durante casi 13 largos años el peso de la inmundicia judicial, de la injusticia y de la persecución política.
Las personas de bien no podemos dejar de manifestar nuestro reconocimiento a quienes ha sufrido tanto por un único y exclusivo motivo: la necesidad de eliminarlos social y políticamente.
Yo sé, todos los que estamos aquí lo sabemos, que Antonio y José Manuel (por cierto, José Manuel fue compañero mío de carrera, de colegio mayor y de piso en nuestra época de estudiantes) han sido capaces de soportar el peso de estos años de infamia judicial porque son dos personas íntegras, honestas, comprometidas; porque son dos comunistas amantes de la libertad y la democracia que seguramente no han dejado de pensar ni en un solo minuto de estos largos años en el ejemplo de los cientos de camaradas de su Partido, de los miles de demócratas españoles que dieron la vida o fueron torturados por defender a las personas más humildes, a las clases trabajadoras sin pedir nada a cambio. Lo mismo que hicieron ellos.
Yo sé que Antonio y José Manuel, José Manuel y Antonio, han llevado este sufrimiento con dignidad y con una serenidad ejemplar. A costa, eso sí, de su salud y de su patrimonio porque ni el más heroico de los seres humanos puede soportar sin herida ni dolor la maldad y el escarnio de una jueza sin escrúpulos que utiliza el sacrosanto poder que el pueblo le ha dado para combatir injustamente a quien no ha hecho otra cosa que defender a quienes menos tienen.
Ya no tiene arreglo y el daño perpetrado queda ahí pero, al menos, queridos José Manuel y Antonio, yo quiero deciros y creo que lo puedo decir en nombre de muchas personas, que estamos con vosotros. Que os queremos, os admiramos y os acompañamos. Que os agradecemos vuestro esfuerzo y vuestra generosidad, vuestra honradez, vuestro ejemplo y vuestra lucha.
Y os digo, queridos amigos, que tengáis la completa seguridad de que vuestro sufrimiento no ha sido ni va a ser en vano.
Pero no quiero hablaros solo a vosotros, queridos amigos.
Quiero aprovechar este momento para hablarle también a todas las personas que están aquí o que puedan vernos a través de las redes.
Lo durísimo que le ha pasado a Antonio y José Manuel ha sido, desde el primer momento, una auténtica cacería política. No ha sido un proceso judicial, sino una persecución llevada a cabo por una empleada del poder económico, de la oligarquía que se cree dueña de España, con el único fin, como he dicho, de facilitar que la derecha, sus representantes políticos, dispusieran del poder municipal.
Lo que se produjo en Sevilla fue una manifestación de las nuevas formas que adquieren los golpes de Estado de nuestra época. Los que se están produciendo en estos días, cuando el Partido Popular desobedece la Constitución. O la que permite que nada más y nada menos que el periodista Juan Luis Cebrián haya escrito en el diario El País hace unas semanas, leo textualmente, que «se podría pedir responsabilidad jurídica, y no solo política, al Gobierno y su presidente». Recordad esto, porque ese el objetivo, y es justo por eso por lo que dije al principio que este acto es necesario.
Es necesario que seamos conscientes de que la culpa de que pasen estas cosas no la tienen, como decía Shakespeare, nuestras estrellas sino nosotros mismos.
Permitidme que os diga solo dos cosas, con claridad. Con mucho cariño, pero con toda claridad
La primera es que algo parecido a lo que le ha pasado a José Manuel y Antonio os puede pasar mañana a todas vosotras y a todos vosotros.
Es verdad que no os van a quitar una concejalía, pero os van a quitar la pensión, la atención sanitaria, la educación… el día menos pensado os dirán que no podéis sacar el dinero del banco y se quedarán con lo poco que os quede.
Tenedlo presente y decídselo a quienes tenéis a vuestro alrededor: quisieron acabar con José Manuel y Antonio no porque fuesen tras ellos sino porque van detrás de vosotros.
Y lo segundo que os quiero decir es que eso pasó (y puedo volver a pasaros a vosotros) por mantener silencio, por callar, por asentir y por no salir a las calles contra la injusticia.
Decía el canciller alemán Willy Brandt que permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen. No lo olvidéis.
Y dejadme que os lo diga con sinceridad, con sinceridad y con dolor y también con algo de indignación. ¿Cuántos levantamos la voz cuando comenzó la cacería? ¿quién salió a la calle? ¿Quién denunció?
Yo firmé un artículo con 39 personas, pero menos de las que me dijeron que no sé qué o no sé cuánto y no quisieron firmar. La mayoría de ellas, las que no firmaron, de las que siempre han tenido y tienen todavía la boca llena de democracia, justicia, revolución o izquierdismo.
No tengáis la más mínima duda. Lo que le ha pasado a José Manuel y Antonio ha pasado porque, como escribió Erich Fromm, «el ser humano ha perdido la capacidad de desobedecer». Porque nos hemos acobardado y no somos capaces de decir ¡¡Basta ya!! cuando a nuestro lado hay explotación o injusticia.
Lo que pasó no fue el resultado solamente de la actuación de una jueza sin escrúpulos y corrupta sino del silencio de quienes teníamos que habernos levantado contra su infame conducta y la de otros jueces de su mismo perfil. No olvidemos que hay compañeros socialistas honestos condenados o incluso encarcelados en virtud de sentencias aberrantes, o de lo que se ha hecho con dirigentes de Podemos, como fruto igualmente de la persecución judicial del adversario que llevan a cabo algunos jueces de este país.
Tengo ya que terminar.
Yo sé que no está en el protocolo, pero quisiera pedir a la organización que me permita llamar aquí a José Manuel y a Antonio. Quiero darles en público un abrazo de afecto y de reconocimiento. Uno de esos abrazos que son de lo más bello y generoso que podemos hacer los seres humanos entre nosotros y que tanta falta hace que se prodiguen entre las gentes de izquierdas. Y quiero pediros a vosotras y vosotros que os levantéis y que aplaudáis, como forma de manifestarles que ese abrazo es de todos, no solo mío.
Aunque quiero pediros también algo más: al poneros en pie y al aplaudir miraros hacia dentro de vosotros mismos y haced asumid dos compromisos. El de ir a contar fuera lo que pasó con José Manuel y Antonio y, sobre todo, el de luchar siempre sin descanso para que este tipo de cosas no vuelva a suceder.
Que vuestro aplauso a estos dos queridos amigos sea el compromiso de que nunca más vamos a callar ni consentir cuando delante de nosotros se produce una injusticia.
Querido Antonio, querido José Manuel: gracias, muchas gracias
Querido Antonio, querido José Manuel: gracias, muchas gracias
_- Buckminster Fuller, el genio loco que Steve Jobs convirtió en icono.
_- El científico estadounidense, calificado como el “primer poeta de la tecnología”, inventó una casa sostenible en los años de la posguerra y acuñó la palabra sinergia. Una nueva biografía nos acerca a este visionario optimista.
Buckminster Fuller (1895-1983) ha sido calificado como el “Leonardo da Vinci de la modernidad” y el “primer poeta de la tecnología”. Su visión es hoy en día una rareza, porque creía genuinamente en el futuro. Revolucionó el mundo del diseño abogando por la eficiencia de recursos, la sostenibilidad, la vivienda universal y la reducción de costes. Publicó 30 libros, sostiene 28 patentes, fue premiado con 47 doctorados honoris causa y acuñó términos ahora tan populares como “sinergia”. Para Fuller la sociedad tiene la oportunidad de instaurar una forma de vida sostenible aplicando su principio de la efemeralización; hacer más con menos. Creía que “la tecnología podría hacer que el mundo funcione para todos, sacando a naciones enteras de la pobreza”, escribe Alec Nevala-Lee, autor de una nueva biografía sobre su vida, Inventor of the Future (Harper Collins), que acaba de publicarse en inglés. Pero como Fuller expresó, “la humanidad se ha puesto contra sí misma al pensar que está en contra de la tecnología”.
Buckminster Fuller nació a finales del siglo XIX, casi ciego, en el seno de una familia acomodada de Nueva Inglaterra. Hasta los cuatro años no le pusieron gafas, lo que hizo que confiara más en sus otros sentidos. Preocupados por su desarrollo, sus padres lo inscribieron en una guardería que seguía la metodología de Friedrich Froebel, en la que se jugaba con esferas, cilindros y cubos y se construían pequeños objetos, lo que lo marcó profundamente. Su vida fue un reto continuo. Se enfrentó a la peor tragedia en 1922, cuando su hija de cuatro años murió de neumonía. El episodio lo sumió en una honda depresión; cayó en el alcoholismo, abandonó por largos periodos a su esposa, a la que estaba muy unido (morirían con solo 36 horas de diferencia) y se refugió en prostitutas y amantes. Tras cinco tumultuosos años, tuvo un momento de revelación y recuperó la motivación para vivir dedicando toda su energía a construir un mundo mejor.
“En lugar de suicidarse, se produjo un egocidio […] Decidió vivir para beneficio de la humanidad”, explica Nevala-Lee en el libro. Eso lo diferenció de otras mentes privilegiadas: su principal motor fue buscar soluciones a problemas sociales acuciantes. Su dirección era clara: “La naturaleza es un sistema totalmente eficiente y autorregenerador. Si descubrimos las leyes que la gobiernan y vivimos sinérgicamente dentro de ellas, habrá sostenibilidad y la humanidad será un éxito”.
Aunque eventualmente pudo demostrar la eficiencia de sus propuestas, durante la mayor parte de su vida fue considerado un mero charlatán, como destacó la revista Time en 1964, en el número que también le dedicó la portada. Su principal prodigio radicó en su persistencia. Desde 1927 había trabajado en Dymaxion, un concepto que combina las palabras dinámico, máximo y tensión. Invirtió 20 años en desarrollar sin éxito el proyecto, lo que le hizo pasar por numerosos calvarios económicos.
La casa Dymaxion aspiraba a solventar la crisis urbanística de la posguerra y fue el primer ejemplo de vivienda sostenible. Eran casas baratas prefabricadas, de aluminio y muy resistentes. Pero no llegaron a comercializarse; la sociedad no estaba preparada aún para la compra de casas construidas en masa. Una suerte similar corrió el coche Dymaxion, que Fuller diseñó junto al escultor japonés Noguchi en 1933. Un automóvil de tres ruedas que solo consumía 7,8 litros por 100 km y podía transportar hasta 11 pasajeros, con el que aspiraba a revolucionar la industria con vehículos que consumieran menos y transportaran a un mayor número de personas. Un aparatoso accidente hizo que los inversores descartaran la posibilidad de comercializarlo. Aun así, Fuller estaba convencido de que la implantación de sus teorías era cuestión de tiempo. “Invento y espero a que el hombre llegue a necesitar lo que he inventado”, escribió.
Utopía y realidad
Fuller tenía 45 años cuando consiguió construir su primera cúpula geodésica, con la que alcanzó la fama mundial. Registró la patente en 1954, convirtiéndose en el inventor oficial de esta estructura de semiesfera que produce un gran ahorro energético al aprovechar la luz solar, además de requerir un mínimo uso de materiales de construcción, que reduce tiempo y costes. Más de medio siglo después, en una sociedad más consciente de las consecuencias del cambio climático, los domos geodésicos adquieren de nuevo protagonismo. Existen en torno a 300.000 en todo el mundo, siendo el más emblemático la biosfera de Montreal, que Fuller creó para la Expo de 1967. Ahora, convertida en sede del único museo del medio ambiente de América del Norte, sigue siendo un icono del modernismo. En 2021, The New York Times la incluyó en la lista de los 25 trabajos arquitectónicos más significativos de la posguerra.
“La mayor prueba de la filosofía de Fuller ha sido la pandemia del coronavirus”, resalta Nevala-Lee, que ha realizado la biografía más completa sobre la vida personal, la carrera y el mito que se creó en torno a Fuller, una obra con 128 páginas de notas. Nevala-Lee recuerda que Fuller achacaba la muerte de su hija a las consecuencias de la gripe de 1918. Aunque el inventor murió en los ochenta, ya abogaba por medidas para evitar futuras pandemias. “Su visión sobre la descentralización, la fabricación eficiente, la educación online y el trabajo remoto son más relevantes ahora que nunca”. Por este carácter visionario Steve Jobs lo convirtió en icono para la campaña Piensa diferente de Apple en 1997, que aludía a esos genios calificados de locos que, sin embargo, son los que pueden cambiar el statu quo y, en consecuencia, el mundo.
“No hay otro pensador cuya reimaginación del mundo a través de sus construcciones combine conectividades de escala, poder, medio ambiente, clima, cultura y sociedad”, subraya Sean S. Anderson, que dirige la licenciatura de Arquitectura de la Universidad de Cornell, una de las escuelas de arquitectura más prestigiosas. “Es un exponente fascinante de un personaje híbrido tan necesario en nuestros tiempos: el arquitecto/ingeniero; el técnico/artista que está a la vez en la utopía y en la realidad”, remarca Carlos Naya Villaverde, director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Naya destaca que sigue siendo un referente para los estudiantes españoles. “Su obra resulta aplicable al espíritu de la Nueva Bauhaus Europea. También está en la línea de la industrialización de la edificación de la que tanto estamos hablando en los últimos meses”.
Elena Ochoa promovió en España la importancia del legado de Fuller, comisionando en su galería de Madrid una exposición en 2010 sobre su obra. Hace dos años, también en la capital, el Espacio Fundación Telefónica programó una exposición en torno a su obra. Y Norman Foster, que fue su discípulo, sigue recordándolo. En Motion. Autos, Art, Architecture, que comisarió para el Guggenheim de Bilbao este año, Foster incluyó el Dymaxion #4, una recreación hecha por él mismo del que considera su coche favorito, ideado por Fuller. “Le preocupaba el medio ambiente antes de que el tema estuviera de moda”, declaraba Foster a The Observer hablando de su mentor. “Era la esencia misma de una conciencia moral, advirtiendo siempre sobre la fragilidad del planeta y la responsabilidad del hombre de protegerlo”.
Como ya dijo Buckminster Fuller en los setenta: “Estamos en un momento muy crítico. La naturaleza se está esforzando por que tengamos éxito, pero la naturaleza no depende de nosotros. No somos el único experimento.
Buckminster Fuller (1895-1983) ha sido calificado como el “Leonardo da Vinci de la modernidad” y el “primer poeta de la tecnología”. Su visión es hoy en día una rareza, porque creía genuinamente en el futuro. Revolucionó el mundo del diseño abogando por la eficiencia de recursos, la sostenibilidad, la vivienda universal y la reducción de costes. Publicó 30 libros, sostiene 28 patentes, fue premiado con 47 doctorados honoris causa y acuñó términos ahora tan populares como “sinergia”. Para Fuller la sociedad tiene la oportunidad de instaurar una forma de vida sostenible aplicando su principio de la efemeralización; hacer más con menos. Creía que “la tecnología podría hacer que el mundo funcione para todos, sacando a naciones enteras de la pobreza”, escribe Alec Nevala-Lee, autor de una nueva biografía sobre su vida, Inventor of the Future (Harper Collins), que acaba de publicarse en inglés. Pero como Fuller expresó, “la humanidad se ha puesto contra sí misma al pensar que está en contra de la tecnología”.
Buckminster Fuller nació a finales del siglo XIX, casi ciego, en el seno de una familia acomodada de Nueva Inglaterra. Hasta los cuatro años no le pusieron gafas, lo que hizo que confiara más en sus otros sentidos. Preocupados por su desarrollo, sus padres lo inscribieron en una guardería que seguía la metodología de Friedrich Froebel, en la que se jugaba con esferas, cilindros y cubos y se construían pequeños objetos, lo que lo marcó profundamente. Su vida fue un reto continuo. Se enfrentó a la peor tragedia en 1922, cuando su hija de cuatro años murió de neumonía. El episodio lo sumió en una honda depresión; cayó en el alcoholismo, abandonó por largos periodos a su esposa, a la que estaba muy unido (morirían con solo 36 horas de diferencia) y se refugió en prostitutas y amantes. Tras cinco tumultuosos años, tuvo un momento de revelación y recuperó la motivación para vivir dedicando toda su energía a construir un mundo mejor.
“En lugar de suicidarse, se produjo un egocidio […] Decidió vivir para beneficio de la humanidad”, explica Nevala-Lee en el libro. Eso lo diferenció de otras mentes privilegiadas: su principal motor fue buscar soluciones a problemas sociales acuciantes. Su dirección era clara: “La naturaleza es un sistema totalmente eficiente y autorregenerador. Si descubrimos las leyes que la gobiernan y vivimos sinérgicamente dentro de ellas, habrá sostenibilidad y la humanidad será un éxito”.
Aunque eventualmente pudo demostrar la eficiencia de sus propuestas, durante la mayor parte de su vida fue considerado un mero charlatán, como destacó la revista Time en 1964, en el número que también le dedicó la portada. Su principal prodigio radicó en su persistencia. Desde 1927 había trabajado en Dymaxion, un concepto que combina las palabras dinámico, máximo y tensión. Invirtió 20 años en desarrollar sin éxito el proyecto, lo que le hizo pasar por numerosos calvarios económicos.
La casa Dymaxion aspiraba a solventar la crisis urbanística de la posguerra y fue el primer ejemplo de vivienda sostenible. Eran casas baratas prefabricadas, de aluminio y muy resistentes. Pero no llegaron a comercializarse; la sociedad no estaba preparada aún para la compra de casas construidas en masa. Una suerte similar corrió el coche Dymaxion, que Fuller diseñó junto al escultor japonés Noguchi en 1933. Un automóvil de tres ruedas que solo consumía 7,8 litros por 100 km y podía transportar hasta 11 pasajeros, con el que aspiraba a revolucionar la industria con vehículos que consumieran menos y transportaran a un mayor número de personas. Un aparatoso accidente hizo que los inversores descartaran la posibilidad de comercializarlo. Aun así, Fuller estaba convencido de que la implantación de sus teorías era cuestión de tiempo. “Invento y espero a que el hombre llegue a necesitar lo que he inventado”, escribió.
Utopía y realidad
Fuller tenía 45 años cuando consiguió construir su primera cúpula geodésica, con la que alcanzó la fama mundial. Registró la patente en 1954, convirtiéndose en el inventor oficial de esta estructura de semiesfera que produce un gran ahorro energético al aprovechar la luz solar, además de requerir un mínimo uso de materiales de construcción, que reduce tiempo y costes. Más de medio siglo después, en una sociedad más consciente de las consecuencias del cambio climático, los domos geodésicos adquieren de nuevo protagonismo. Existen en torno a 300.000 en todo el mundo, siendo el más emblemático la biosfera de Montreal, que Fuller creó para la Expo de 1967. Ahora, convertida en sede del único museo del medio ambiente de América del Norte, sigue siendo un icono del modernismo. En 2021, The New York Times la incluyó en la lista de los 25 trabajos arquitectónicos más significativos de la posguerra.
“La mayor prueba de la filosofía de Fuller ha sido la pandemia del coronavirus”, resalta Nevala-Lee, que ha realizado la biografía más completa sobre la vida personal, la carrera y el mito que se creó en torno a Fuller, una obra con 128 páginas de notas. Nevala-Lee recuerda que Fuller achacaba la muerte de su hija a las consecuencias de la gripe de 1918. Aunque el inventor murió en los ochenta, ya abogaba por medidas para evitar futuras pandemias. “Su visión sobre la descentralización, la fabricación eficiente, la educación online y el trabajo remoto son más relevantes ahora que nunca”. Por este carácter visionario Steve Jobs lo convirtió en icono para la campaña Piensa diferente de Apple en 1997, que aludía a esos genios calificados de locos que, sin embargo, son los que pueden cambiar el statu quo y, en consecuencia, el mundo.
“No hay otro pensador cuya reimaginación del mundo a través de sus construcciones combine conectividades de escala, poder, medio ambiente, clima, cultura y sociedad”, subraya Sean S. Anderson, que dirige la licenciatura de Arquitectura de la Universidad de Cornell, una de las escuelas de arquitectura más prestigiosas. “Es un exponente fascinante de un personaje híbrido tan necesario en nuestros tiempos: el arquitecto/ingeniero; el técnico/artista que está a la vez en la utopía y en la realidad”, remarca Carlos Naya Villaverde, director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Naya destaca que sigue siendo un referente para los estudiantes españoles. “Su obra resulta aplicable al espíritu de la Nueva Bauhaus Europea. También está en la línea de la industrialización de la edificación de la que tanto estamos hablando en los últimos meses”.
Elena Ochoa promovió en España la importancia del legado de Fuller, comisionando en su galería de Madrid una exposición en 2010 sobre su obra. Hace dos años, también en la capital, el Espacio Fundación Telefónica programó una exposición en torno a su obra. Y Norman Foster, que fue su discípulo, sigue recordándolo. En Motion. Autos, Art, Architecture, que comisarió para el Guggenheim de Bilbao este año, Foster incluyó el Dymaxion #4, una recreación hecha por él mismo del que considera su coche favorito, ideado por Fuller. “Le preocupaba el medio ambiente antes de que el tema estuviera de moda”, declaraba Foster a The Observer hablando de su mentor. “Era la esencia misma de una conciencia moral, advirtiendo siempre sobre la fragilidad del planeta y la responsabilidad del hombre de protegerlo”.
Como ya dijo Buckminster Fuller en los setenta: “Estamos en un momento muy crítico. La naturaleza se está esforzando por que tengamos éxito, pero la naturaleza no depende de nosotros. No somos el único experimento.
jueves, 2 de febrero de 2023
¿Se puede permitir España tener un presidente de Gobierno tan ignorante como Alberto Núñez Feijóo?
Javier Pérez Royo
— Juan José Tamayo, teólogo: “Las afirmaciones de Feijóo demuestran ignorancia u olvido y alimentan los discursos de odio”
He oído con mucha atención, y varias veces, la respuesta que dio Alberto Núñez Feijóo a la pregunta que se le hizo sobre el atentado que ha costado la vida al sacristán de una parroquia de Algeciras.
La pregunta le fue formulada de manera correcta y diáfana. En ningún momento se puede interpretar por quien la haya oído con buena fe que pudiera ser una pregunta capciosa, que intentara de alguna manera hacer caer al presidente del PP en alguna trampa.
El tono en que respondió a la pregunta el señor Núñez Feijóo fue también un tono reposado, indicador de que no se estaba sintiendo incómodo por la forma en que se le preguntaba. No fue una respuesta a bote pronto ante una pregunta incisiva, sino una respuesta pausada en la que el presidente del PP se veía que estaba poniendo suma atención en las palabras que utilizaba. Daba toda la impresión de que estaba concentrado en enviar un mensaje a la opinión pública que sirviera como punto de referencia al debate que se estaba abriendo en la sociedad española en torno al atentado. Que se note que quien habla es el presidente del primer partido de la oposición y candidato a la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales de finales de año. Esto parecía ser lo que estaba pasando por su cabeza en ese momento.
Estoy seguro que los lectores han oído y leído las palabras de Núñez Feijóo. Les aconsejaría que lo hicieran de nuevo. Porque la forma y el tono en que dio respuesta es tan importante como el contenido de la misma. El futuro candidato del PP a la presidencia del Gobierno estaba intentando poner de manifiesto su superioridad discursiva respecto de todos los demás partícipes en el debate en torno al atentado. Voy a poner el acento donde no lo ha puesto nadie y de esta manera voy a marcar la diferencia respecto de todos los demás. Lo consiguió sin ninguna duda.
La respuesta de Alberto Núñez Feijóo ha sido despachada como una declaración “poco afortunada”. El pobre hombre tuvo un mal día y no se expresó con la precisión con la que debería haberlo hecho. Y ya se sabe que un mal día lo tiene cualquiera.
Pero no fue así. Alberto Núñez Feijóo pensó muy bien lo que decía y seleccionó detenidamente las palabras que iba a utilizar. Lo que dijo es lo que quería decir y refleja, sin que quepa la menor duda, lo que piensa sobre el tema.
No se trata, por tanto, de una declaración “poco afortunada”, sino de una declaración producto de la ignorancia en un tema de importancia capital en la historia de todos los países del mundo, pero de manera muy especial en los países europeos en general y de España en particular. La religión ha jugado un papel muy destacado en la historia política de todos los países europeos. Y sigue jugándolo. Especialmente en España. Baste recordar la importancia que tuvo el debate sobre la mención de la Iglesia católica en el artículo 16 de la Constitución y la presión de la jerarquía eclesiástica española para que dicha mención se produjese, algo que no ha ocurrido en ninguna otra Constitución de un país europeo. Por no recordar la calificación de 'cruzada' de la guerra civil española.
En términos jurídicos se podría calificar la respuesta del candidato a la presidencia del Gobierno del PP a la pregunta sobre el atentado de Algeciras como una respuesta “prevaricadora”, en el sentido del segundo supuesto de prevaricación que se contempla en el artículo 447 del Código Penal, la “ignorancia inexcusable”.
Estoy seguro de que el presidente del PP no ha dicho la barbaridad que ha dicho “a sabiendas”, que es el primer supuesto, sino que la ha dicho porque es lo que realmente piensa, fruto de los conocimientos que tiene sobre la materia. Que no es una materia cualquiera, insisto, sino que es una materia de enorme relevancia para poder dirigir políticamente a la sociedad española.
La pregunta se impone: ¿puede la sociedad española permitirse tener como presidente del Gobierno a un político que ha hecho una exhibición de ignorancia de esta naturaleza?
No se trata de una declaración “poco afortunada”, sino de una declaración producto de la ignorancia en un tema de importancia capital en la historia de todos los países del mundo, pero de manera muy especial en España.
— Juan José Tamayo, teólogo: “Las afirmaciones de Feijóo demuestran ignorancia u olvido y alimentan los discursos de odio”
He oído con mucha atención, y varias veces, la respuesta que dio Alberto Núñez Feijóo a la pregunta que se le hizo sobre el atentado que ha costado la vida al sacristán de una parroquia de Algeciras.
La pregunta le fue formulada de manera correcta y diáfana. En ningún momento se puede interpretar por quien la haya oído con buena fe que pudiera ser una pregunta capciosa, que intentara de alguna manera hacer caer al presidente del PP en alguna trampa.
El tono en que respondió a la pregunta el señor Núñez Feijóo fue también un tono reposado, indicador de que no se estaba sintiendo incómodo por la forma en que se le preguntaba. No fue una respuesta a bote pronto ante una pregunta incisiva, sino una respuesta pausada en la que el presidente del PP se veía que estaba poniendo suma atención en las palabras que utilizaba. Daba toda la impresión de que estaba concentrado en enviar un mensaje a la opinión pública que sirviera como punto de referencia al debate que se estaba abriendo en la sociedad española en torno al atentado. Que se note que quien habla es el presidente del primer partido de la oposición y candidato a la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales de finales de año. Esto parecía ser lo que estaba pasando por su cabeza en ese momento.
Estoy seguro que los lectores han oído y leído las palabras de Núñez Feijóo. Les aconsejaría que lo hicieran de nuevo. Porque la forma y el tono en que dio respuesta es tan importante como el contenido de la misma. El futuro candidato del PP a la presidencia del Gobierno estaba intentando poner de manifiesto su superioridad discursiva respecto de todos los demás partícipes en el debate en torno al atentado. Voy a poner el acento donde no lo ha puesto nadie y de esta manera voy a marcar la diferencia respecto de todos los demás. Lo consiguió sin ninguna duda.
La respuesta de Alberto Núñez Feijóo ha sido despachada como una declaración “poco afortunada”. El pobre hombre tuvo un mal día y no se expresó con la precisión con la que debería haberlo hecho. Y ya se sabe que un mal día lo tiene cualquiera.
Pero no fue así. Alberto Núñez Feijóo pensó muy bien lo que decía y seleccionó detenidamente las palabras que iba a utilizar. Lo que dijo es lo que quería decir y refleja, sin que quepa la menor duda, lo que piensa sobre el tema.
No se trata, por tanto, de una declaración “poco afortunada”, sino de una declaración producto de la ignorancia en un tema de importancia capital en la historia de todos los países del mundo, pero de manera muy especial en los países europeos en general y de España en particular. La religión ha jugado un papel muy destacado en la historia política de todos los países europeos. Y sigue jugándolo. Especialmente en España. Baste recordar la importancia que tuvo el debate sobre la mención de la Iglesia católica en el artículo 16 de la Constitución y la presión de la jerarquía eclesiástica española para que dicha mención se produjese, algo que no ha ocurrido en ninguna otra Constitución de un país europeo. Por no recordar la calificación de 'cruzada' de la guerra civil española.
En términos jurídicos se podría calificar la respuesta del candidato a la presidencia del Gobierno del PP a la pregunta sobre el atentado de Algeciras como una respuesta “prevaricadora”, en el sentido del segundo supuesto de prevaricación que se contempla en el artículo 447 del Código Penal, la “ignorancia inexcusable”.
Estoy seguro de que el presidente del PP no ha dicho la barbaridad que ha dicho “a sabiendas”, que es el primer supuesto, sino que la ha dicho porque es lo que realmente piensa, fruto de los conocimientos que tiene sobre la materia. Que no es una materia cualquiera, insisto, sino que es una materia de enorme relevancia para poder dirigir políticamente a la sociedad española.
La pregunta se impone: ¿puede la sociedad española permitirse tener como presidente del Gobierno a un político que ha hecho una exhibición de ignorancia de esta naturaleza?
_- ¿Que Irene Montero ha dicho qué?
_- España, ese país que no es machista porque todo el mundo tiene madre y hermana y las respeta, se ha llevado el gran sobresalto. La ministra de Igualdad ha culpado al PP de defender la cultura de la violación
El concepto “cultura de la violación” ha entrado hoy al Congreso de los diputados de la mano de la ministra de Igualdad y lo ha hecho, como no podía ser de otro modo, provocando un tremendo escándalo. No es un concepto nuevo ni lo ha inventado esta mañana Irene Montero. Las estudiosas del feminismo lo usan desde hace décadas para definir a esas sociedades –que son casi todas– en las cuales la violación de mujeres está interiorizada como un hecho ambiental. Algo que simplemente sucede igual que sucede la lluvia o el frío. Si cuando llueve uno debe usar un paraguas, cuando las violaciones ocurren las mujeres deben hacer determinadas cosas para no ser víctimas de ese fenómeno. No vayas sola por la calle en mitad de la noche, no uses una minifalda demasiado corta, ten cuidado de que no te echen nada en la bebida si no quieres ser violada. Cultura de la violación, el feminismo lo define a la perfección, es hacer recaer sobre la víctima la responsabilidad última de que no se cometa un grave delito. Un fenómeno de lo más curioso que no encontramos en ningún otro ámbito penal. Aún no se ha hecho el anuncio de la DGT que te recomiende no usar el coche a partir de las diez de la noche porque la posibilidad de cruzarte con un conductor ebrio que te acabe matando por un choque frontal es mayor a partir de esa hora.
La Xunta de Galicia lanzó hace unos días una campaña que debería aparecer en todos los libros de feminismo por representar a la perfección en qué consiste la cultura de la violación. Una campaña que explica de forma magistral cómo las sociedades ponen en los hombros de las potenciales víctimas la responsabilidad última de que una violación suceda. “No debería pasar, pero pasa”, reza el eslogan que acompaña a la imagen de una mujer que sale a correr con mallas deportivas al anochecer. Sin entrar al detalle de qué horas del día son las correctas para hacer deporte si eres mujer; tampoco recomendando que lo hagan vestidas convenientemente, es decir, con la típica armadura medieval de running con casco, escudo y lanza que venden en la sección femenina del Decathlon, la Xunta deja sobre la mesa esa idea mil y una veces rechazada desde el feminismo: la mujer es la que debe tener cuidado porque este fenómeno ambiental, que es la violación, existe.
A primera hora de la mañana, España, ese país que no es machista porque todo el mundo, incluido Abascal, tiene madre y hermana y las respeta, se ha llevado el gran sobresalto. Hostia, hostia, hostia, que Irene Montero ha culpado a los del PP de defender la cultura de la violación. Es decir, la ministra de Igualdad –cómo le gusta la crispación a esta chica– ha cometido la brutal barbarie de acusar al primer partido de la oposición de organizar violaciones como el que organiza capeas –un saludo para la chavalada del Elías Ahuja–. La reacción de la bancada popular llevándose las manos a la cabeza y gritando con fervor ‘árbitro, expulsión’ es comprensible. No creo que Irene Montero esperase que, tras decir que ese anuncio fomentaba la cultura de la violación, los diputados del PP se susurrasen unos a otros al oído que por supuesto la ministra se refiere a ese concepto tan básico y conocido en políticas de Igualdad. Por supuesto, no habían oído hablar de ello en la vida.
El concepto “cultura de la violación” ha entrado hoy al Congreso de los diputados de la mano de la ministra de Igualdad y lo ha hecho, como no podía ser de otro modo, provocando un tremendo escándalo. No es un concepto nuevo ni lo ha inventado esta mañana Irene Montero. Las estudiosas del feminismo lo usan desde hace décadas para definir a esas sociedades –que son casi todas– en las cuales la violación de mujeres está interiorizada como un hecho ambiental. Algo que simplemente sucede igual que sucede la lluvia o el frío. Si cuando llueve uno debe usar un paraguas, cuando las violaciones ocurren las mujeres deben hacer determinadas cosas para no ser víctimas de ese fenómeno. No vayas sola por la calle en mitad de la noche, no uses una minifalda demasiado corta, ten cuidado de que no te echen nada en la bebida si no quieres ser violada. Cultura de la violación, el feminismo lo define a la perfección, es hacer recaer sobre la víctima la responsabilidad última de que no se cometa un grave delito. Un fenómeno de lo más curioso que no encontramos en ningún otro ámbito penal. Aún no se ha hecho el anuncio de la DGT que te recomiende no usar el coche a partir de las diez de la noche porque la posibilidad de cruzarte con un conductor ebrio que te acabe matando por un choque frontal es mayor a partir de esa hora.
La Xunta de Galicia lanzó hace unos días una campaña que debería aparecer en todos los libros de feminismo por representar a la perfección en qué consiste la cultura de la violación. Una campaña que explica de forma magistral cómo las sociedades ponen en los hombros de las potenciales víctimas la responsabilidad última de que una violación suceda. “No debería pasar, pero pasa”, reza el eslogan que acompaña a la imagen de una mujer que sale a correr con mallas deportivas al anochecer. Sin entrar al detalle de qué horas del día son las correctas para hacer deporte si eres mujer; tampoco recomendando que lo hagan vestidas convenientemente, es decir, con la típica armadura medieval de running con casco, escudo y lanza que venden en la sección femenina del Decathlon, la Xunta deja sobre la mesa esa idea mil y una veces rechazada desde el feminismo: la mujer es la que debe tener cuidado porque este fenómeno ambiental, que es la violación, existe.
A primera hora de la mañana, España, ese país que no es machista porque todo el mundo, incluido Abascal, tiene madre y hermana y las respeta, se ha llevado el gran sobresalto. Hostia, hostia, hostia, que Irene Montero ha culpado a los del PP de defender la cultura de la violación. Es decir, la ministra de Igualdad –cómo le gusta la crispación a esta chica– ha cometido la brutal barbarie de acusar al primer partido de la oposición de organizar violaciones como el que organiza capeas –un saludo para la chavalada del Elías Ahuja–. La reacción de la bancada popular llevándose las manos a la cabeza y gritando con fervor ‘árbitro, expulsión’ es comprensible. No creo que Irene Montero esperase que, tras decir que ese anuncio fomentaba la cultura de la violación, los diputados del PP se susurrasen unos a otros al oído que por supuesto la ministra se refiere a ese concepto tan básico y conocido en políticas de Igualdad. Por supuesto, no habían oído hablar de ello en la vida.
La reacción de los medios, que han traducido la reflexión feminista de la ministra al castellano con un “Irene Montero acusa a los diputados del PP de ser violadores”, también es comprensible y esperable tal y como está el panorama. Lo preocupante y bochornoso ha sido la reacción de la presidenta del Congreso, la socialista y mujer Maritxell Batet. Sin pensárselo un segundo y con la seguridad que otorga no saber qué estás haciendo, ha llamado al orden a la ministra de Igualdad por usar un concepto básico en el campo de la igualdad. Porque ese no debe ser el tono en la casa de la soberanía popular. No se rían, pero es algo así como si el próximo miércoles, Batet llamase al orden a la ministra de Economía Nadia Calviño porque eso de la inflación, deflación y estanflación son palabros que suenan, como poco, agresivos y desagradables. Y por ahí sí que no. Para que algunos digan que no es necesario un ministerio de Igualdad. Como decía Forges: “País…”.
Fuente: https://ctxt.es/es/20221101/Firmas/41420/Gerardo-Tece-Irene-montero-cultura-de-la-violacion-congreso-Xunta-de-Galicia-victima.htm
Fuente: https://ctxt.es/es/20221101/Firmas/41420/Gerardo-Tece-Irene-montero-cultura-de-la-violacion-congreso-Xunta-de-Galicia-victima.htm
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