martes, 24 de noviembre de 2020

75 años de los juicios de Núremberg: ¿Qué revelaron los exámenes psicológicos que les hicieron a los nazis acusados?

Los juicios de Núremberg empezaron el 20 de noviembre de 1945 contra la cúpula nazi. Abajo a la izquierda, con lentes oscuros, está Hermann Göring, seguido de Rudolf Hess, los acusados de más alto rango.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la devastación fue tan enorme y los crímenes de guerra tan extensos que las fuerzas aliadas victoriosas determinaron que era necesario imponer algún tipo de castigo a los responsables de engendrar esa maquinaria de destrucción y exterminio contra la humanidad.

Hubo un tira y afloja entre los aliados sobre qué hacer con los líderes nazis capturados.

En un momento dado había quienes abogaban por ejecuciones sumarias, pero al final se consideró que un juicio realizado por un Tribunal Militar Internacional era importante para educar al mundo sobre lo que había sucedido.

Esos fueron los juicios de Núremberg, que se iniciaron un 20 de noviembre hace 75 años y terminaron el 1 de octubre del 1946.

Poco se sabe, sin embargo, de un extraordinario proceso de análisis psiquiátrico y psicológico de los prisioneros que se llevó a cabo paralelamente para tratar de encontrar los orígenes de su maldad.

Horas y horas de entrevistas, exámenes y observaciones generaron un sin fin de documentos que quedaron en el olvido y que en 2016 fueron rescatados en un libro titulado "Anatomía de la maldad: El enigma de los criminales de guerra nazis".

Su autor, el doctor Joel E. Dimsdale, profesor emérito de Psiquiatría de la Universidad de California en San Diego, habló con BBC News Mundo.

El Palacio de Justicia y la prisión de Núremberg habían sobrevivido el bombardeo aliado.

Núremberg fue escogida como sede de los juicios por su valor simbólico ya que esta ciudad en Baviera había sido escenario de los multitudinarios desfiles y mítines políticos de los nazis en la antesala de la Segunda Guerra Mundial.

Pero también había una razón pragmática: contaba con un Palacio de Justicia que milagrosamente había sobrevivido al bombardeo aliado y en el que se instalaría el Tribunal Militar Internacional, y una prisión anexa que permitía la segura reclusión y vigilancia de los acusados que serían enjuiciados.

El primer proceso fue contra 22 miembros de la cúpula nazi y, aunque los fallos estaban prácticamente cantados (12 de ellos fueron condenados a morir en la horca), también hubo un llamado para realizar una investigación psicológica de los prisioneros para tratar de entender el origen de su maldad y los motivos de los horrores que cometieron.

"Toda prisión cuenta con la presencia de un psiquíatra y un psicólogo para mantener el ánimo de los reclusos con el fin de que estén en capacidad de enfrentar sus juicios y participar en sus defensa", explica el doctor Joel Dismdale.

Pero en Núremberg sucedió algo extraordinario: el trabajo conjunto de dos analistas brillantes cuya obsesión, iniciativa y ambición personal los llevaron a emprender una investigación exhaustiva con innumerables horas de entrevistas, observaciones, tests y evaluaciones de cada uno de los acusados.

Por un lado estaba Douglas Kelley, un psiquíatra militar, experto de fama mundial en la pruebas Rorschach, un test de evaluación de personalidad basado en la interpretación que hace el paciente de una serie de láminas con manchas.

Kelley fue el primero en acceder a los líderes nazis, pero como no hablaba alemán, le asignaron un igualmente brillante psicólogo militar de padres judío-austríacos para asistirle: Gustave Douglas.

"Su trabajo los puso en contacto íntimo con personalidades de tal grado de maldad que algunos pensaban que había algo profundamente dañado en ellos, que tenían algún tipo de disfunción cerebral o enfermedad mental", dice el profesor Dismdale.

"Esa preocupación añadida a la magnitud de su maldad fue lo que forjó la investigación de su estado psiquiátrico y psicológico".

Las pruebas de Rorschach fueron uno de los métodos que se utilizaron para analizar a los criminales de guerra.

Diferencias y rivalidades profesionales
A pesar de que Kelley y Douglas eran colegas de trabajo, se detestaban mutuamente y desarrollaron una rivalidad muy competitiva sobre a quién pertenecía el trabajo realizado. También se enredaron en discusiones filosóficas sobre la naturaleza del mal y la interpretación de las pruebas Rorschach.

El psicólogo creía que los test demostraban que los acusados nazis eran "otros", seres cualitativamente diferentes al resto de humanos, mientras que el psiquíatra los veía más como unos arribistas profesionales dispuestos a hacer lo que fuera para avanzar su carrera pero sin nada particularmente monstruoso en su comportamiento".

Debido a esa competencia y su diferencia de opiniones, los resultados de las pruebas Rorschach quedaron prácticamente sepultados, hasta que el doctor Joel E. Dimsdale recibió una visita inesperada.

"Estaba en mi oficina en Harvard cuando llegó este hombre sin cita previa, golpeó y entró con un estuche para cargar armas", cuenta el profesor de psiquiatría. "Me preguntó: '¿Usted es Dimsdale?'. Le dije sí. Se sentó en mi sofá y me dijo 'Soy el verdugo. He venido por usted', y abrió el estuche y salieron una serie de documentos de la Segunda Guerra Mundial". El hombre resultó ser uno de los encargados de las ejecuciones en Núremberg.

El doctor Dimsdale había concentrado sus primeras investigaciones en los sobrevivientes de los campos de concentración, pero motivado por este "verdugo", decidió hurgar en archivos ocultos y clasificados sobre los resultados de los psicoanálisis de los criminales de guerra para entender lo que había pasado.

El profesor Joel E. Dimsdale hurgó en los archivos de Núremberg para estudiar a cuatro de los criminales de guerra nazis.

Los "cuatro del apocalipsis"
Todos los acusados de Núremberg presentaban casos igualmente interesantes. Pero para su libro "Anatomía de la maldad", Dismdale decidió estudiar a cuatro que eran diametralmente opuestos en términos de sus antecedentes, comportamientos y reacciones ante el juicio al que se los sometió.

Estos fueron Robert Ley, líder del Reich y jefe del Frente Alemán del Trabajo; Julius Streicher, fundador del diario antisemita Der Stürmer y parte central del aparato de propaganda nazi; Rudolf Hess, Führer suplente; y Hermann Göring, la figura más poderosa del Partido Nazi y canciller de Alemania tras la muerte de Hitler.

Lo que más sorprendió al doctor Dimsdale al estudiar a estos cuatro individuos es que la maldad no es monocromática.

"Tienen que ser monstruos. Eso es lo que queremos que sean" Joel E. Dimsdale
Profesor de Psiquiatría, Universidad de California, San Diego
"Se presume que todos estos fueron monstruos de la misma talla, pero el hecho es que tenían diferentes antecedentes, estilos interpersonales diferentes", expresa.

"Unos podían ser encantadores cuando les convenía, otros eran tan desagradables que hasta sus propios colegas los despreciaban. Me sorprendió que pudieran ser tan variados pero al mismo tiempo fueran igualmente responsables de hechos tan monstruosos".

Personalidad compleja
Robert Ley era el jefe del Frente Alemán de Trabajo y como tal controlaba el 95% de la fuerza laboral del país. Ordenó el asesinato de sindicalistas que no apoyaran al Partido Nazi y asistió en el establecimiento de fábricas de trabajo forzado. Era fanáticamente leal a Hitler y consideraba al Partido Nazi como "nuestra orden religiosa, nuestro hogar sin el cual no podemos vivir".

Pero tenía una personalidad compleja, ya que también abogaba por los derechos del trabajador, un salario equitativo para las mujeres y más tiempo de vacaciones.

En la Primera Guerra Mundial Ley sufrió una herida en la cabeza que lo dejó con un tartamudeo y tuvo un comportamiento errático por el resto de su vida, siendo propenso a enfurecerse de forma repentina. Sus problemas con el alcohol también fueron legendarios.

Durante sus interrogatorios en prisión fue bastante abierto y perspicaz con respecto a la derrota nazi. Aceptó que se le considerara un enemigo, pero se sentía humillado porque lo consideraban un criminal.

Al final reconoció su culpa y expresó remordimientos. A pesar de que los prisioneros estaban bajo observación 24 horas y había un control estricto sobre quiénes entraban en contacto con ellos, Ley logró quitarse la vida ahorcándose con una cuerda.

"Se hizo un análisis post mortem de su cerebro para ver si había alguna patología", comenta Dimsdale. "En resumidas cuentas se consideró que tal vez había unos cambios sutiles en el cerebro pero no se halló nada que llamara la atención".

Julius Streicher era un individuo tan desagradable que hasta sus colegas lo odiaban.

Uno de los acusados más singulares fue Julius Streicher. "Tal vez el más repugnante de los criminales de guerra", dice Dimsdale. Tenía fama de ser el más antisemita en el gabinete nazi -y había mucha competencia para ese título pero él era "lo peor de lo peor".

Su presencia en Núremberg no era la primera ante un tribunal. Se jactaba de haber sido enjuiciado múltiples veces por difamación, sadismo, violación y otros crímenes sexuales. No obstante, en sus entrevistas con el psiquíatra Kelley, le dijo que dormía muy bien en la cárcel debido a su "conciencia limpia".

Kelly lo consideró paranoico y cuestionó cómo este ser pudo mantener hechizados a miles de alemanes "sensatos". Por su parte, el psicólogo Gilbert lo describió como rígido, insensible y obsesivo.

En una ocasión se declaró sionista, dijo que amaba a los judíos y que pensaba que deberían vivir en su propio país, algo extraño en un hombre que durante décadas publicó los discursos antisemitas más violentos y rabiosos.

Mala hierba
En su libro, Joel Dimsdale dice que en otro contexto, Stricher hubiera sido considerado simplemente como una "mala hierba", argumentativo, violento, corrupto y depravado.

Antes de que se les pusiera la soga al cuello, a los condenados se les preguntaba su nombre. Streicher gritó desafiantemente: "¡Heil Hitler! ¡Usted conoce bien mi nombre!"

¿Fingiendo Locura?
Rudolf Hess se quejaba de que lo estaban tratando de envenenar.

El tercer líder nazi que Dimsdale estudió fue Rudolf Hess, el Führer suplente y uno de dos acusados sobre los que el tribunal dudó si tenía las condiciones mentales para enfrentar un juicio.

Hess fue un alto dirigente del Partido Nazi. Estuvo encarcelado con Hitler en los años 20 y le ayudó a escribir "Mi lucha". A pesar de su rara apariencia "cadavérica" y sus excentricidades fue un interlocutor popular en los famosos mítines nazis. El psicólogo Gilbert declaró que "tenía una devoción canina hacia Hitler".

Pero su influencia empezó a decaer y al comienzo de la guerra Hess voló secretamente a Inglaterra donde aterrizó en paracaídas con la intención de llegar a un acuerdo de paz con los británicos. Allí estuvo encerrado durante años en un hospital psiquiátrico.

Tras su traslado a Núremberg, se quejó constantemente de amnesia intermitente, de sufrir dolores y de que los Aliados intentaban envenenarlo porque estaban controlados hipnóticamente por los judíos.

Se comportó de forma tan rara que algunos cuestionaban si estaba fingiendo, así que trajeron a un equipo de psiquíatras de todo el mundo para entrevistarlo. "Algo andaba profundamente mal con Hess", señala el profesor Dimsdale, "pero no tan malo que no pudiera participar en su defensa".

El tribunal lo condenó a cadena perpetua en la prisión de Spandau, en Berlín, donde permaneció hasta agosto de 1987, cuando se ahorcó a la edad de 93 años.

Psicópata amigable
El doctor Dimsdale describe a Göring como "un hombre disoluto con un gusto por el lujo y el robo".

Finalmente, Hermann Göring fue el acusado de más alto rango en ser enjuiciado en Núremberg y el cuarto que estudió Dimsdale en "Anatomía de la maldad".

Göring fue presidente del Reichstag (Parlamento), fundador de la Gestapo (policía secreta), comandante en jefe de la Luftwaffe (Fuerza Aérea), coordinador de la Conferencia de Wansee (donde se diseño la "Solución Final" para el exterminio de los judíos) y el creador de los primeros campos de concentración.

Era altamente inteligente, imaginativo y a la vez brutal, con una completa indiferencia por la vida humana. Un adicto a los opiáceos con una personalidad exuberante, escribe Dimsdale en su libro. "Un hombre disoluto con un gusto por el lujo y el robo" y exageradamente corrupto. Saqueó piezas de arte a diestro y siniestro. Pero también era "simpático, amplio, excéntrico y divertido", indica el autor.

Un "psicópata amigable" fue como Gustave Gilbert lo describió. Su reacción hacia este acusado, como hacia los otros, era de "repugnancia", afirma Dismdale.

Antes de que fuera sentenciado, Göring le preguntó al psicólogo qué habían revelado sus test de Rorschach, y le contestó: "Sinceramente... aunque demuestran que usted tiene una mente activa y agresiva, no tiene las agallas para enfrentar su responsabilidad... eso mismo hizo durante la guerra, drogando su mente para no enfrentar las atrocidades... usted es un cobarde moral".

Douglas Kelly, por su parte, también pudo ver más allá de la encantadora personalidad de Göring, catalogándolo como un "individuo agresivo narcisista... dominado por una fijación en él mismo". Sin embargo, desarrolló sentimientos muy positivos en torno al prisionero, señala Dimsdale. "Se la llevaron divinamente. Göring inclusive le solicitó a Kelley que adoptara a su hija (no lo hizo)".

Göring estaba indignado por el hecho de que su ejecución no fuera ante un pelotón de fusilamiento, sino que tuviera que sufrir la humillación de ser ahorcado. Horas antes de subir al patíbulo, se suicidó mordiendo una cápsula de cianuro. Se especuló con que Kelly pudo haberle pasado el veneno como un gesto de compasión.

Contratransferencia
Las distintas percepciones de Gilbert y Kelly sobre los acusados pueden ser causadas por la posible "contaminación" que puede afectar a los especialistas por su contacto cercano con el paciente. El fenómeno se llama contratransferencia.

"Cuando te sientas con alguien durante horas y horas, algo se te unta como terapeuta", explica el doctor Joel Dimsdale. "Todos tenemos sentimientos cuando interactuamos. Podemos no saber nada del sujeto (que analizamos) pero algo en su voz o cómo se porta nos recuerda a alguien que conocimos en el pasado y hacemos una transferencia de cómo nos hace sentir. Algunas veces son sentimientos positivos, otras veces muy negativos".

Como anécdota inquietante, Dimsdale resalta que Douglas Kelly tuvo una carrera bastante activa durante los siguientes diez años después de los juicios. Impartió innumerables seminarios sobre el tema, se destacó como profesor de criminología en la Universidad de California, Berkeley, rodeado de objetos recopilados en Núremberg. Su ritmo de trabajo era intenso, así como su alcoholismo e irritabilidad. En año nuevo de 1958, tras un ataque de furia, se suicidó en frente de su familia con cianuro.

"Tuvo que haber algo inusual en sentarse en una prisión con estos criminales de guerra", afirma el doctor Dimsdale. "Eran celdas pequeñas, húmedas, oscuras. Ambos se sentaban en un pequeño catre a hablar interminablemente, en entrevistas, con tests psicológicos y uno apenas se puede imaginar el sentido de horror de estos psicólogos y doctores de estar lado a lado de quienes habían perpetrado actos terribles".

No obstante, también les molestó que no hubieran podido encontrar una definitiva "marca de Caín" en estos criminales de guerra, dice el profesor de psiquiatría. "Creo que les sorprendió que no estuvieran sentados al lado de monstruos".

Resultados ocultos
Tal vez por eso y por las conclusiones distintas a las que llegaron Kelly y Gilbert, los resultados de las pruebas de Rorschach de los líderes nazis esencialmente se ocultaron. En épocas diferentes hubo intentos por revivir el interés pero ninguno de los analistas que recibieron las pruebas quiso responder sobre lo que veían.

Décadas más tarde, una psicóloga llamada Molly Harrower decidió hacer una prueba ciega con los resultados. Primero borró los nombres que identificaban a qué criminal de guerra pertenecían los resultados y los mezcló con los resultados de otras personas incluyendo pastores religiosos, estudiantes de medicina, enfermeras, ejecutivos y delincuentes juveniles. Luego los envió a expertos pidiéndoles que los ordenaran en grupos diferentes.

"Básicamente, en la interpretación ciega, no hubo diferencias palpables entre los criminales de guerra y el resto", contó Dimsdale a BBC Mundo. "El resultado de ese experimento no reveló nada en cuanto a las características psicológicas de los líderes nazis".

Hoy en día, las pruebas de Rorschach no se usan mucho, según Dimsdale. Desde los 80 se hacen entrevistas de diagnóstico psiquiátrico y se cuenta con un Manual de Diagnóstico Estadístico para el estudio y tratamiento de trastornos mentales que se actualiza anualmente.

"En el campo de la neurociencia se realizan trabajos con respecto al cerebro y el comportamiento", comenta el profesor. "Hay imágenes cerebrales que se pueden presentar ante los tribunales como una forma de defensa para argumentar que la persona acusada no es mala pero que tiene un cerebro defectuoso y así lograr algún tipo de clemencia. Este tipo de cosas pasarán más en el futuro, serán tema de debate en los tribunales", afirma.

"Hubiera sido más cómodo concluir que había algo absolutamente, definitivamente singular, profundamente malvado, patognomónicamente horrible con estos líderes nazis", dice.

"Tienen que ser monstruos. Eso es lo que queremos que sean. Si son algo menos que eso, nosotros tenemos que enfrentar el interrogante de '¿Qué hubiera hecho yo?¿Hubiera llegado tan lejos?' Esa es una muy dolorosa e inquietante pregunta para la gente".

lunes, 23 de noviembre de 2020

De Medina Sidonia a Goytisolo: las casas y las fortunas que se levantaron en España con el dinero de la esclavitud

Centenares de españoles levantaron sus fortunas, compraron títulos nobiliarios y construyeron sus palacios con el dinero que obtuvieron con la trata o con la mano de obra esclava

El palacio de Sobrellano en Comillas, construido por Antonio López, marqués de Comillas. |ALAMY STOCK PHOTO 15 JESÚS A. CAÑAS | IDOIA SOTA 14 NOV 2020 - 10:14 CET

“Yo no tengo corazón para tener a alguien privado de libertad”. Cuentan las crónicas que Pedro de Guzmán y Pacheco, XIV duque de Medina Sidonia, contestó así a su madre cuando esta le ofreció una joven esclava negra como regalo. Hoy parece una respuesta lógica, pero en el siglo XVIII era extemporánea tanto en el tiempo que le tocó vivir al noble como en la ciudad en la que tenía uno de sus palacios, Sanlúcar de Barrameda, tan acostumbrada de antaño a la presencia de esclavos que hasta un marinero podía permitirse tener uno.

La esclavitud en España pasó de la normalización al silencio y después al olvido. Sin embargo, movimientos sociales como el #BlackLivesMatter han removido conciencias y provocado un cambio en la forma en que miramos los monumentos históricos y nos invitan a poner sobre la mesa un pasado no siempre tan brillante como su arquitectura. En nuestro país muchos de estos edificios están relacionados directa o indirectamente con la trata de esclavos o con los negocios que florecieron gracias a la mano de obra esclava. Los herederos de este legado han sido en ocasiones los principales interesados en reconciliarse con su pasado.

Ya entonces la aparente concienciación de Pedro de Guzmán no oculta que parte de la fortuna de esta influyente familia vino del ingente tráfico esclavista que se vivió en el sur peninsular entre los siglos XV y XVIII. Los Medina Sidonia “usaban esclavos, aunque ellos mismos no traficaban”, explica Liliane Dalhman, historiadora, presidenta de la Fundación Medina Sidonia y viuda de la XXI duquesa, Luisa Isabel Álvarez de Toledo. Tampoco lo necesitaban. El enriquecimiento vino por la alcabala, un impuesto por el cual la casa se quedaba el 10% de cualquier venta que se produjese en su jurisdicción de Sanlúcar en un momento, el siglo XV, en el que el Guadalquivir era uno de los puntos centrales del comercio esclavista mundial, gracias a su posición geográfica privilegiada. Solo por la ruta atlántica, desde África hasta América, llegaron a trasladarse forzosamente a unas 12 millones de personas entre los siglos XVI y XIX.

Palacio de Medina Sidonia en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. | Palacio de Medina Sidonia en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. |ALAMY STOCK PHOTO El historiador Antonio Moreno Ollero está acostumbrado a encontrar en el valioso archivo de la Fundación Medina Sidonia multitud de referencias a los esclavos que vivían en el palacio. “Llegó a tener 50 hombres y mujeres”, cuenta el experto. Todos ellos atendían una opulenta residencia que hoy en día se conserva casi intacta, gracias a la cuidadosa restauración acometida por Luisa Isabel Álvarez de Toledo. El edificio es una rara avis para el estilo arquitectónico que se espera de un palacio sevillano (de planta cuadrada o rectangular, con un gran patio central, abierto y porticado, en torno al cual se articulan las estancias y jardines traseros). Este “se levantó en el siglo XV sobre un antiguo alcázar musulmán que condiciona la distribución”, explica Moreno.

El Salón de Embajadores del palacio de los duques de Medina Sidonia en Sanlúcar de Barrameda, de 1640, es la última gran obra que se efectuó en la residencia.

El Salón de Embajadores del palacio de los duques de Medina Sidonia en Sanlúcar de Barrameda, de 1640, es la última gran obra que se efectuó en la residencia.

La actual sede de la Fundación Medina Sidonia se erige de forma longitudinal sobre la parte alta de Sanlúcar. Con las rentas que obtenían, entre ellas las de la alcabala, se levantó tanto este edificio, como el que la familia tuvo en Sevilla, hoy desaparecido, en la actual plaza del Duque. La última gran obra del edificio de Sanlúcar es el fastuoso Salón de Embajadores, levantado en 1640. La sala conserva el techo de yeso con las armas del duque. “Sirve para distribuir dependencias”, describe Liliane Dalhman, actual moradora del palacio, de ahí sus seis puertas.

Sevilla: Pedro de Morga, el negrero receptor de la Inquisición
Con sus impuestos –que cesaron con el fin de su jurisdicción en Sanlúcar en 1645–, los Medina Sidonia se convirtieron, según cuenta Dalhman, en el punto de unión de dos ciudades, Cádiz y Sevilla, dedicadas al comercio de ultramar entre los siglos XVI y XVIII, en las que pocos eran los comerciantes que no estaban vinculados a la venta de esclavos. Catalanes, vascos, cántabros, asturianos o riojanos. Muchas de las grandes fortunas que se levantaron sobre la trata ejercieron su actividad comercial en Cádiz y Sevilla.

En la capital andaluza, la primera en despuntar en los intercambios con América, el banquero vizcaíno del siglo XVI Pedro de Morga destaca de entre todos aquellos que hicieron fortuna con el tráfico de personas, tal y como apunta el historiador vasco Javier Ortiz, autor de la tesis La comunidad vasca en Sevilla y la trata de esclavos (siglo XVI).

Plano de la casa-palacio de los duques de Medina Sidonia en Sevilla, hoy inexistente. Guarda la estructura típica que adoptaron para sus nuevas viviendas los comerciantes de esclavos en Cádiz.

“A ver quién se arriesgaba a llevarse mal con esa persona”, esgrime Ortiz. Comerciante y receptor de bienes de la Inquisición –"era quien confiscaba las propiedades a los condenados"–, De Morga llegó a hacerse con varias fincas contiguas en el sevillano barrio de Santa Cruz. Una de ellas ha llegado hasta hoy con sus rasgos de palacete renacentista prácticamente intactos e integrado en la clausura del convento carmelita de San José desde 1576. Santa Teresa de Jesús compró a De Morga el edificio, del que destaca su patio de dos plantas con esbeltas columnas y sus artesonados mudéjares.

Más rural es el estilo de la Hacienda de Bertendona, que adquirió en Dos Hermanas Jimeno de Bertendona, socio de De Morga. “Muchos de los que hicieron fortuna con el comercio de esclavos fundaron después mayorazgos”, cuenta Ortiz. La hacienda, con un patio grande pavimentado con cantos rodados, se destinó al almacén de aceitunas, según la descripción de edificios singulares del ayuntamiento.

Hacienda de Bertendona, de Jimeno de Bertendona, socio de Pedro de Morga. |MELERO MELERO, MARÍA LUISA / INSTITUTO ANDALUZ DEL PATRIMONIO HISTÓRICO

La tipología de casa-palacio sevillana de De Morga fue la que el comerciante gaditano adaptó para sí cuando tomó el testigo como potencia del comercio de ultramar, a partir del traslado a Cádiz de la Casa de la Contratación en 1717.

Cádiz: los nobles que morían pobres
De los burgueses gaditanos dedicados al comercio con las Indias se decía que se pasaban buena parte de su vida persiguiendo vivir bien y hacerse con un título nobiliario, pero que acababan muriendo pobres. En ese anhelo, el empresario de Cádiz construyó notables palacetes neoclásicos de hasta cuatro plantas en las que la planta baja y la entreplanta se dedicaban a mercancías y oficinas, la principal se destinaba a las estancias nobles y la superior y la azotea, al servicio. Muchas de estas casas, tal y como quedan descritas en Cádiz: guía artística y monumental, de los hermanos Alonso de la Sierra, estaban coronadas de torres-miradores, esbeltos salientes que servían para controlar la entrada y salida de barcos desde el puerto.

La casa de las cuatro torres de Cádiz es un ejemplo de la arquitectura típica de los cargueros de Indias, con una gran patio interior y torres vigías. En la imagen, vista de una de las torres desde la ventana de una habitación del hotel que hoy ocupa el edificio. |HOTEL DE LA CASA DE LAS CUATRO TORRES

El mobiliario, en buena parte de caoba americana, habla de ese hedonismo que sorprendía incluso a los nobles venidos de Madrid, como recuerda en sus memorias el político del XIX Antonio Alcalá Galiano. Todo ese esplendor era evidente en grandes fortunas como las de Pedro Colarte, un comerciante de origen flamenco, que falleció en 1701 con una inmensa herencia, en la que se contaban 15 fincas y siete esclavos “con edades comprendidas entre los 14 y los 60 años”, como recoge su testamento.

El comercio de personas en el Cádiz de esos años conecta a diversas personalidades. “Quien más o quien menos, muchos estaban relacionados”, apunta el historiador Arturo Morgado. Así es como se cuela el nombre del marquesado de Purullena en la fundación de la Compañía Gaditana de Negros, creada en septiembre de 1765, primera sociedad de este tipo surgida en España. Aunque siete años después fue a la quiebra, sus escrituras sirven para saber que José Ortuño, sobrino del VII marqués de Purullena y consorte de la única hija de este, se embarcó en tal empresa.

Palacio Purullena.
El palacio de los Purullena, en El Puerto de Santa María, sigue siendo hoy una de las muestras de arquitectura doméstica más sobresalientes de la localidad. El VII marqués, Agustín Ortuño-Ramírez, fue el responsable de adquirir el edificio a los anteriores propietarios y darle la apariencia actual. “Es uno de los pocos palacios que tenían una decoración rococó tan exuberante”, recuerda el historiador local Miguel Ángel Caballero.

Escalera central de estilo imperial del palacio de los Purullena. | CONCEJALÍA DE PATRIMONIO HISTÓRICO

Los descendientes, entre ellos su sobrino e hija, mantuvieron y ampliaron el patrimonio de esa casa, que, como toda vivienda de comerciante que se precie, se articula en torno a un patio abierto del que parte una gran escalera –en este caso, de estilo imperial–, tan espacioso como para ser útil a la entrada y salida de mercancías, tan lujoso que pudiese servir para recibir a un embajador.

Cantabria: de Antonio López al omnipresente marqués de Comillas
Ya en el siglo XIX –ilegalizado el tráfico de esclavos en España, aunque no la esclavitud, a partir de un acuerdo con Reino Unido en 1817–, el cántabro Antonio López y López terminó eligiendo Cádiz como sede de operaciones para incrementar su fortuna y hacerse un nombre a su regreso de Cuba. La historia de este conocido esclavista tiene varias versiones, según apunta el historiador de la Universidad Pompeu Fabra especializado en la esclavitud en el siglo XIX Martín Rodrigo y Alharilla. “Su madre enviudó cuando sus hijos eran pequeños, lo que induce a pensar que creció con pocos recursos económicos”, explica. “Pero cuando Antonio se encontraba en Cuba y aún no era un rico empresario, su hermana se casó con un notario en Comillas, lo que a la gente del pueblo le hace sospechar que en realidad tenían una buena situación”.

Al morir su marido, Antonia López de Lamadrid se empleó como limpiadora en la casa de una familia potentada en Comillas, los Fernández de Castro. Según el archivo de esta familia, Antonio López se embarcó de urgencia a Cuba tras verse envuelto en una reyerta callejera. “O también pudo ser para evitar el servicio militar”, matiza Rodrigo y Alharilla. Cuentan las crónicas de la época que Antonio López malvivía con los ingresos de un baratillo que había montado en Santiago de Cuba, hasta que se prometió con la hija del propietario del local que alquilaba, un catalán de dinero. De modo que “entre la dote de la joven Luisa Bru Lassús y la inversión de su suegro en el negocio, la economía de Antonio López comenzó a despuntar”.

Pasillo del palacio del marqués de Comillas en Barcelona, que luego fue la sede de la Compañía de Tabacos de Filipinas, de la que la familia era propietaria, y hoy es el hotel 1898.HOTEL 1898

La boda se celebró en Barcelona, donde, al poco, compró en la Rambla el Palacio Moja, una casa señorial de estilo neoclásico. Este edificio del arquitecto José Mas Dordal, autor también de la basílica de La Merced, se convirtió en la casa familiar hasta que se terminaron las obras, a pocos metros, del majestuoso palacio colonial que Antonio López encargó al arquitecto Oriol Mestres. Años más tarde, la familia decidió transformar el edificio en la sede de la Compañía General de Tabacos de Filipinas. Hoy lo ocupa el lujoso Hotel 1898.

En Cádiz comenzó con una compañía naviera que cubría la ruta Cádiz-Marsella, que con la guerra de África (1859-1860) se transformó en la compañía oficial para llevar el correo y pertrechos a las Antillas españolas. El Banco de Crédito Mercantil, el Banco Hispano Colonial, la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte, la Compañía Trasatlántica Española, plantaciones de tabaco en Cuba y en Filipinas y, por supuesto, esclavos... La reputación de Antonio López y López crecía al ritmo de sus negocios y Alfonso XII le otorgó el título de marqués de Comillas, con estatuas en su honor en Cádiz, Comillas y Barcelona (el ayuntamiento de Ada Colao la retiró en 2018).

Palacio de Sobrellano, en Comillas. / GETTY IMAGES

Además del patrimonio arquitectónico que dejó en Barcelona (promovió también la urbanización del Ensanche), el marqués se construyó en su ciudad natal el Palacio de Sobrellano, una fantasía neogótica de aires venecianos del arquitecto historicista catalán Joan Martorell, con muebles de Antonio Gaudí y Eduardo Llorens y esculturas de Joan Roig.

A 60 kilómetros, en Santoña, construyó su palacio Juan Manuel Manzanedo, marqués de Manzanedo y duque de Santoña, “amigo de la infancia de Antonio López, que también se dedicó al comercio de esclavos”, según revela Rodrigo y Alharilla. “Fue el primer presidente de la Cámara de Comercio de Santander y montó una naviera que se llama Pérez y García, que aún funciona”.

Palacio del marqués de Manzanedo en Santoña.

El palacio de Manzanedo, del arquitecto Antonio Ruiz de Salces, es uno de los centenares de ejemplos de arquitectura indiana que se extienden por la cornisa cantábrica. De planta casi cuadrada, estilo neoclásico y con su característica palmera en la entrada, el de Santoña era el palacio de veraneo de la familia, que se estableció en Madrid a su regreso de Cienfuegos (Cuba) en 1853, donde Manzanedo fue el principal promotor de la Puerta del Sol y del barrio de Salamanca.

La misteriosa fortuna de los indianos de Asturias
Poco se sabe de la relación de sus vecinos asturianos con la esclavitud, pese a la proliferación de palacios de indianos, símbolo de las fortunas hechas desde cero en Cuba. “Es un aspecto que hemos estudiado poco en Asturias”, admite el historiador Francisco Erice, autor del libro Los asturianos en Cuba y sus vínculos con Asturias. “Es posible que muchos de los indianos adinerados tuvieran esclavos, pero no se sabe cuántos ni quiénes”.

El archivo de indianos situado en La Quinta Guadalupe, en Colombres, tampoco guarda ninguna documentación que relacione la emigración asturiana con la esclavitud. “Estaba la compañía Noriega, Olmos y Cía., del empresario asturiano José Noriega y su socio Francisco Olmos”, apunta Martín Rodrigo y Alharilla. N.O.C. dirigía La Compañía Territorial Cubana y fueron de los mayores accionistas fundadores del Banco Español de la Isla de Cuba. Pero la crisis de 1857 llevó a la empresa a la quiebra y la pista de Noriega se pierde desde ese momento.

Palacio del marqués de Argudín en la calle Goya de Madrid. Este conocido esclavista de origen asturiano financió buena parte de la promoción urbanística de la Puerta del Sol y del barrio de Salamanca en Madrid. Palacio del marqués de Argudín en la calle Goya de Madrid. Este conocido esclavista de origen asturiano financió buena parte de la promoción urbanística de la Puerta del Sol y del barrio de Salamanca en Madrid. Más conocida es la historia de los marqueses de Argüelles y de Argudín. En 1864, José Antonio Suárez Argudín, un funcionario colonial nacido en Cuba pero cuyo padre había nacido en Soto del Barco, fue acusado de apropiarse de 140 “negros bozales” de un alijo ilegal. Asegura Erice en su libro que Argudín llegó a merecer el “poco honroso título del mayor traficante de esclavos del mundo”. Llegado a España construyó su palacio en la calle Goya de Madrid.

Ramón de Argüelles, gran propietario de esclavos y tratante, acabó siendo un reconocido empresario en La Habana, con tantos títulos que lograron tapar su pasado negrero. El palacio de la marquesa de Argüelles en Llanes guarda ese estilo colonial neoclásico de los palacios indianos.

El palacio de la marquesa de Argüelles, en Llanes. |TURISMO DE ASTURIAS

País Vasco: Zulueta, el negrero más importante de Cuba
“El legado arquitectónico relacionado con la esclavitud en España viene sobre todo de la inmigración de retorno de Cuba en el siglo XIX”, explica Rodrigo y Alharilla. Son estas fortunas las que sembraron de escuelas, hospitales y obras de beneficencia el norte de España.

El ejemplo más grandilocuente es la Universidad de Comillas que Antonio López donó a la ciudad. Pero hay muchos más. Como el Hotel Portugalete u Hotel del Puente colgante, que legó el empresario vizcaíno Manuel Calvo y Aguirre a la ciudad de Portugalete para que con sus beneficios se alimentara a los pobres. Calvo llegó a ser vicepresidente de la Compañía Trasatlántica Española del marqués de Comillas, con quien trabajó también en el Banco Hispano Colonial.

A la izquierda, el edificio neoclásico azul de estilo indiano junto al puente colgante que cruza la ría de Portugalete.HOTEL DEL PUENTE COLGANTE

La relación del portugalujo con la esclavitud queda reflejada en el Diario de la Marina, según indica Jon Ander Ramos Martínez en su trabajo Manuel Calvo y Aguirre, una eminencia en la sombra: “Poniendo a uno sobre otro, hombro y pie, los negros importados por Calvo de la costa de África [...] pasarían el límite de la atmósfera terrestre”. Calvo formó parte de la delegación cubana de la Junta Protectora de Inmigración (pónganse todas las comillas a “Inmigración”, en un momento en el que el comercio de personas empezaba a estar mal visto).

Aunque “el negrero más importante de Cuba”, señala Rodrigo y Alharilla, “fue el alavés Julián Zulueta y Amondo”, alcalde de La Habana y marqués de Álava, quien aprovechó su cargo para lucrarse con sus negocios privados. De aquella fortuna que amasó con el tráfico de personas queda en Vitoria el palacio Augustin-Zulueta, un edificio de estilo ecléctico declarado en 1962 Monumento Histórico-Artístico, que se construyó para el matrimonio formado por su hija Elvira Zulueta y Ricardo Augustín, y hoy convertido en Museo de Bellas Artes, en el que además se hacen representaciones de la vida del negrero Julián Zulueta.

En el palacio Augustin-Zulueta, actual Museo de Bellas Artes de Vitoria, se realizan representaciones de la vida del negrero Julián Zulueta y Amondo.

Desde su hangar en el puerto de La Habana envía a España azúcares y otros productos de ultramar; de regreso, mercancías provenientes de Europa y de África. Cuando se trataba de personas, el desembarco se producía al abrigo de la noche.

Temerosos por un comercio de personas que ya se acababa, otros muchos de los españoles en las colonias decidieron regresar a lugares de industria pujante, como Cataluña, para invertir el dinero ganado en sus campos de azúcar o algodón, mantenidos con mano de obra esclava.

Cataluña: la cara B del desarrollo industrial
El marqués de Comillas fue solo uno de los potentados negreros que destacaron en la sociedad catalana moderna. La región se convierte en uno de los ejemplos de la importancia que España adquirió en el tráfico de personas en el siglo XIX, después de que Inglaterra lo prohibiera en 1807 y comenzara a presionar internacionalmente para evitar este comercio. “En teoría, en 1817, los españoles ya no podían traficar. Las autoridades lo encubrían con supuestos barcos de vacío o que salían a otros destinos. Descargar 400 esclavos sin que nadie se dé cuenta no es fácil”, asegura Gustau Nerín historiador especializado en el colonialismo español en África.

Aunque los estudios de Nerín y otros expertos han arrojado mucha luz a la trata de estos años, el también antropólogo cree que aún hay mucho margen para nuevos descubrimientos: “Sabemos que el tráfico de esclavos influyó en el urbanismo de las ciudades españolas. Pero es arriesgado decir aún que tuviese un gran impacto”. Lo que el historiador da por seguro es que se dejó sentir en barrios barceloneses como el Eixample, donde notables comerciantes adquirieron o promovieron la construcción de decenas de edificios, como es el caso del cántabro Antonio López o de la familia Goytisolo, ascendientes de los escritores.

No está claro que la familia Goytisolo se dedicase al tráfico de esclavos, apunta el historiador Martín Rodrigo y Alharilla, “pero sí se sabe que tuvieron centenares de ellos trabajando en las fincas de azúcar”. A su regreso a España, el patriarca no quiso recalar en Lekeitio, de donde era natural. “Su descendiente, el escritor Juan Goytisolo, dijo que fue porque era hijo bastardo de un carpintero del pueblo”. Así que se instaló en Barcelona y, “en un momento determinado, fue el principal propietario del Ensanche. En la ciudad dejó dos edificios, uno en la calle Pelayo y otro en el número 46 del Paseo de Gràcia”.

Los Goytisolo emparentaron con los Taltavull, una familia de origen menorquín con negocios en Cuba, entre ellos plantaciones de azúcar en las que trabajaban esclavos. El matrimonio, abuelos del escritor, se construyó un palacio morisco en el Eixample, que ya no existe, para el que según el autor de Los Goytisolo, Miguel Dalmau, se inspiraron “lejanamente en el modelo de la Alhambra de Granada”.

Aunque Eusebi Güell no tuvo relación directa con el tráfico de esclavos, el Palacio Güell, obra de Antoni Gaudí, se construyó con la fortuna amasada tanto por su padre, Joan Güell, conocido esclavista, como por Antonio López, marqués de Comillas, su suegro.MURAT TANER / AGENCIA GETTY / GETTY IMAGES

Sí se mantiene en pie el Palacio Güell, que mandó construir Eusebi Güell i Bacigalupi, mecenas de Gaudí e hijo del empresario y político Joan Güell i Ferrer, vinculado a la trata en la investigación Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX). Eusebi Güell se casó con Isabel López Bru, hija del marqués de Comillas, un matrimonio que prueba la relación que los grandes esclavistas españoles en las colonias mantuvieron a su regreso a España, cuya fortuna permitió vivir a generaciones enteras.

Recreación del primero daguerrotipo hecho en España, de 1839, en el que se ve la Casa Xifré.

También han quedado las promociones inmobiliarias de Josep Xifré, que desembarcó en la plaza de Palau para construir un imponente conjunto de cinco edificios recorridos por una zona baja porticada, en una manzana conocida hoy como la Casa Xifré o Los Porxos d’en Xifré. Las representaciones del Comercio, la Industria, la Marina, Mercurio, Neptuno y América decoran una fachada coronada por un reloj. Aunque el exterior que da a la plaza y al paseo Isabel II tienen un aspecto homogéneo, su interior está compartimentado como casas independientes.

Mientras Xifré levantaba su inversión inmobiliaria procedente del dinero negrero, los hermanos Vidal-Quadras –ascendientes del político del PP catalán Alejo Vidal-Quadras– hicieron lo mismo en 1839 con idéntico origen de su liquidez. Escogieron también el paseo de Isabel II para levantar una manzana entera proyectada por Antoni Rovira Riera, en la que también siguieron el esquema compositivo de pórticos, en los que ubicaron la sede de su Casa de Banca.

Además de los Porxox de Vidal-Quadras, la familia se construyó un chalé en la Avenida de Vallvidriera en Barcelona. Se trata de un diseño modernista de estilo historicista del arquitecto Miquel Madorell i Rius.

Los Vidal-Quadras invirtieron parte de su patrimonio en Sitges. Es en estas zonas de la costa donde las fortunas indianas –con dinero procedente del mercado negrero o no– dieron más rienda suelta a la exportación de elementos de la arquitectura colonial, bien sea en la reforma de casas existentes o en levantar edificios de nueva planta. En zonas urbanas como Barcelona se dejaron influir por corrientes neoclásicas, modernistas –las mayoritarias– o novecentistas, la suma de las dos anteriores. Bien de una forma más profusa o recatada, tanto las fincas costeras como las urbanas, destacan por sus fastuosas escaleras y por murales que, en no pocas ocasiones, rememoran escenas del Caribe, como playas paradisíacas o jardines y plantas exóticas, como explica la Red de Municipios Indianos de Cataluña.

Es en estas 11 localidades o en la misma capital donde aún queda mucho por estudiar de la vinculación entre estos indianos y el origen de su fortuna. “Focalizarlo en una persona es como buscar un chivo expiatorio para no culpabilizar al resto cuando había una connivencia masiva. Parecía que era un tema intocable, pero ahora hay interés. Estas investigaciones deben ir asociadas a una reflexión colectiva y vinculada a los derechos de la alteridad”, reflexiona Nerín.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Qian Xuesen: la tremenda metida de pata de EE.UU. que amenaza su supremacía en el espacio (y en la Tierra)

En Shanghái hay un museo completo que contiene 70.000 artefactos dedicados a un hombre, "el científico del pueblo" Qian Xuesen.

Qian es el padre del programa espacial y de misiles de China.

Su investigación ayudó a desarrollar los cohetes que lanzaron el primer satélite de China al espacio; los misiles, se convirtieron en parte del arsenal nuclear del gigante asiático.

Por eso es venerado como un héroe nacional.

Pero en otra superpotencia, en la que estudió y trabajó durante más de una década, sus importantes contribuciones rara vez se recuerdan.

Superdotado
Qian nació en 1911, cuando la última dinastía imperial de China estaba a punto de ser reemplazada por una república.
Sus padres tenían una buena educación y su padre, después de trabajar en Japón, estableció el sistema educativo nacional de China.

Era evidente desde una edad temprana que Qian era un superdotado, y finalmente se graduó como el mejor de su clase en la Universidad Jiao Tong de Shanghái, ganando una excepcional beca para el Instituto de Tecnología de Massachusetts en Estados Unidos (MIT, por sus siglas en inglés).

En 1935, el joven, esbelto y bien vestido, llegó a Boston.

Por su evidente inteligencia, se ganó una beca para estudiar en el MIT.

Qian pudo haber experimentado algo de xenofobia y racismo, dice Chris Jespersen, profesor de historia en la Universidad de North Georgia.

Pero había "también un sentimiento de esperanza y fe en que China [estaba] cambiando de manera fundamentalmente significativa", y ciertamente habría estado entre las personas que respetaban sus conocimientos.

Chiflados y fantasiosos
Del MIT, Qian se trasladó al Instituto de Tecnología de California (Caltech), para estudiar con uno de los ingenieros aeronáuticos más influyentes del momento: el emigrado húngaro Theodore von Kármán.

Allí, Qian compartió una oficina con otro científico prominente, Frank Malina, quien era un miembro clave de un pequeño grupo de innovadores conocido como Suicide Squad o Escuadrón Suicida.

El grupo se había ganado este apodo por sus intentos de construir un cohete en el campus, y porque algunos de sus experimentos con sustancias químicas volátiles salieron muy mal, le explicó a la BBC Fraser Macdonald, autor de "Escape from Earth: A Secret History of the Space Rocket".

Aunque subraya que nadie murió.

Un día, Qian se vio envuelto en una discusión de un problema matemático complicado con Malina y otros miembros del grupo y pronto se volvió parte integral de él, produciendo una investigación fundamental sobre la propulsión de cohetes.

En ese momento, la ciencia espacial era "cosa de chiflados y fantasiosos", dice Macdonald.

"Nadie se tomaba en serio; ningún ingeniero con inclinaciones matemáticas habría arriesgado su reputación diciendo que ese era el futuro".

Pero eso cambió rápidamente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

El escuadrón en la guerra
El Escuadrón Suicida llamó la atención del ejército de EE.UU., que pagó por la investigación del despegue asistido por jet, en el que se ponían propulsores en las alas de los aviones para permitirles despegar desde pistas cortas.

La financiación militar también ayudó a establecer el Jet Propulsion Lab (JPL) en 1943, bajo la dirección de Theodore von Kármán.

Qian, junto con Frank Malina, estaba en el corazón del proyecto.

Como la República de China era un aliado de Estados Unidos, no había problema con que un científico chino fuera clave del programa espacial estadounidense.

Qian recibió autorización de seguridad para trabajar en la investigación de armas clasificadas e incluso sirvió en la Junta Asesora Científica del gobierno de EE.UU.

Al final de la guerra, era uno de los principales expertos del mundo en propulsión a chorro, y fue enviado con Theodore von Kármán en una misión extraordinaria a Alemania, ocupando el rango temporal de teniente coronel.

Su objetivo era entrevistar a ingenieros nazis, incluido Wernher von Braun, el científico de cohetes más importante de Alemania. Estados Unidos quería saber exactamente qué sabían los alemanes.

Pero a finales de la década, la brillante carrera de Qian en EE.UU. se detuvo repentinamente y su vida comenzó a desmoronarse.

Los malos
En China, el presidente Mao declaró la creación de la República Popular comunista en 1949, y rápidamente los chinos empezaron a ser vistos en Estados Unidos como "los malvados", dice Chris Jespersen.

"En EE.UU. pasamos por períodos en los que estamos enamorados de China, luego sucede algo y lo vilipendiamos", le dice a la BBC el historiador.

Mao proclamando el establecimiento de la República Popular de China el 1 de octubre de 1949
Los acontecimientos en su tierra natal frenaron a su vida en EE.UU.

El nuevo director del JPL llegó a creer que había una red de espías en el laboratorio y compartió sus sospechas sobre algunos miembros del personal con el FBI. "Observó que todos eran chinos o judíos", dice Fraser Macdonald.

La Guerra Fría estaba en marcha y las cazas de brujas anticomunistas de la era McCarthy estaban a la vuelta de la esquina.

Fue en esa atmósfera que el FBI acusó a Qian, Frank Malina y otros de ser comunistas y una amenaza para la seguridad nacional.

Sus culpas
Los cargos contra Qian se basaron en un documento de 1938 del Partido Comunista de Estados Unidos que mostraba que había asistido a una reunión social que el FBI sospechaba que era una reunión del Partido Comunista de Pasadena.

Aunque Qian negó ser miembro del partido, una nueva investigación indica que se unió al mismo tiempo que Frank Malina en 1938.

Pero esto no lo convierte necesariamente en marxista: ser comunista en este momento era una declaración de antirracismo, aclara Fraser Macdonald.

El grupo quería resaltar la amenaza del fascismo, dice, así como el horror del racismo en Estados Unidos. Usaban las reuniones comunistas para discutir campañas contra, por ejemplo, la segregación en la piscina local de Pasadena, en las que había una tarde reservada para los negros. Esa noche, lavaban la piscina para que los blancos pudieran usarla tranquilos el resto de la semana.

Zuoyue Wang, profesor de historia en la Universidad Politécnica del Estado de California, Pomona, señala que no hay evidencia de que Qian haya espiado para China o haya sido un agente de inteligencia cuando estuvo en Estados Unidos.

Sin embargo, fue despojado de su autorización de seguridad y puesto bajo arresto domiciliario. Los colegas de Caltech, incluido Theodore von Kármánn, escribieron en vano al gobierno alegando la inocencia de Qian.

En 1955, cuando Qian había pasado cinco años bajo arresto domiciliario, el presidente Eisenhower tomó la decisión de deportarlo a China.

El científico partió en barco con su esposa y dos hijos nacidos en Estados Unidos y les dijo a los reporteros que nunca volvería a poner un pie en suelo estadounidense.
Cumplió su promesa.

A otra cosa...
"Era uno de los científicos más destacados de Estados Unidos. Había contribuido mucho y podría haber contribuido mucho más. Así que para él no fue solo una humillación, sino también una traición", dice el periodista y escritor Tianyu Fang.

Traicionado y dolido... pero, afortunadamente, en China todas las noches salía la misma Luna a la que los humanos querían llegar.

Qian llegó como un héroe a China, pero no fue admitido de inmediato en el Partido Comunista chino.

Su historial no era impecable.
Su esposa era la hija aristocrática de un líder nacionalista, y hasta que Qian cayó en desgracia había estado viviendo feliz en Estados Unidos, incluso había dado los primeros pasos para solicitar la ciudadanía.

Cuando finalmente se convirtió en miembro del partido en 1958, se acogió a él y siempre trató de permanecer en el lado correcto del régimen. Así sobrevivió a las purgas y a la Revolución Cultural, y pudo seguir una carrera extraordinaria.

Volando alto
Cuando llegó a China había poca comprensión de la ciencia espacial, pero 15 años después supervisó el lanzamiento del primer satélite chino al espacio.

A lo largo de las décadas, formó a una nueva generación de científicos y su trabajo sentó las bases para que China enviara a sus propios astronautas a la Luna.

Irónicamente, el programa de misiles que Qian ayudó a desarrollar en China resultó en armas que luego fueron disparadas contra Estados Unidos.

Misiles "gusano de seda" de Qian fueron disparados contra estadounidenses en la Guerra del Golfo de 1991, señala Fraser Macdonald, y en 2016 contra el USS Mason por rebeldes hutus en Yemen.

"Es una extraña circularidad: EE.UU. expulsó esa experiencia que se volvió en su contra".

El tiro por la culata
Al adoptar una línea dura contra el comunismo interno, indica, el país deportó "los medios por los cuales uno de sus principales rivales comunistas podría desarrollar sus propios misiles y programa espacial... un extraordinario error geopolítico".

Un exsecretario de la Marina estadounidense, Dan Kimball, luego director de la empresa de propulsión de cohetes Aerojet, alguna vez declaró que era "la cosa más estúpida que ha hecho este país".

En opinión de Fraser Macdonald, la historia de Qian es una advertencia sobre lo que sucede cuando se expulsa el conocimiento.

"Durante toda la historia, la ciencia estadounidense ha sido impulsada por personas que vienen de afuera... pero en estos tiempos conservadores esa es una historia que se vuelve más difícil de celebrar".

Además, cuando se celebra, unos prevalecen sobre otros.

La contribución al programa espacial de los nazis llevados en secreto a EE.UU., como Wernher von Braun, es aplaudida y sus logros reconocidos de una manera que no se reconocen los de Qian y otros del JPL, subraya Macdonald.

"La idea de que el primer programa espacial viable de Estados Unidos fue iniciado por socialistas locales, ya sean judíos o chinos, no es realmente una historia que Estados Unidos quiere escuchar", dice.

La otra cara de la Luna
La vida de Qian duró casi un siglo.
En ese tiempo, China pasó de ser un economía insignificante a una superpotencia en la Tierra y en el espacio.
Qian fue parte de esa transformación.

La cara oculta de la Luna: en 2019, la sonda china Chang'e-4 fue la primera en la historia en alunizó en el lado oscuro de nuestro satélite.

Pero su historia podría haber sido una de las que enorgullecen a EE.UU., aquellas sobre alguien con talento que, sin importar sus orígenes, logra prosperar.

El año pasado, cuando China hizo historia y alunizó en el otro lado de la Luna, en el cráter Von Kármán que lleva el nombre del ingeniero aeronáutico que fue mentor de Qian.

Un guiño, quizás, al hecho de que el anticomunismo estadounidense ayudó a impulsar a China al espacio.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-54811226

sábado, 21 de noviembre de 2020

Los sindicatos convienen a las clases trabajadoras y a la sociedad en general: nueva evidencia

Durante muchos años (en realidad, desde que se impuso la revolución conservadora de Pinochet, Thatcher y Reagan que trajo consigo las políticas neoliberales) hemos venido oyendo que los sindicatos son muy malos no sólo para las empresa y la economía en general, sino para los propios trabajadores.

En mi libro Economía para no dejarse engañar por los economistas mostré que hay investigaciones empíricas que demuestran claramente que una mayor tasa de sindicalización está positivamente correlacionada con una mejora sustancial de las economías. Se ha podido comprobar en Estados Unidos, con series de datos de casi 100 años, que las etapas de mayor sindicalización está relacionadas con salarios más elevados y mejores condiciones laborales, mayor inversión productiva y menos especulativa, más crecimiento de la actividad económica y más empleo.

Esa secuencia virtuosa es de sentido común. Trabajadores más y mejor organizados y defendidos consiguen mejores condiciones de trabajo que se traducen en costes más elevados para las empresas, ante lo cual estas responden mejorando sus inversiones y la innovación para incrementar la productividad; aumentan los salarios, pero también la demanda privada y la capacidad productiva de las empresas y, por tanto, sus beneficios y también el empleo y la actividad económica en general. Y justamente lo contrario ocurre en las etapas de menor sindicalización.

Hace poco se publicó otra investigación (aquí) que abunda en esta problemática. Si está demostrado que mayor tasa de sindicalización beneficia a la economía en su conjunto, ahora se ha confirmado, también con largas series de datos no sólo de Estados Unidos sino también de Europa, que igualmente beneficia el bienestar de los trabajadores.

La investigación de Richard Freeman, David Blanchflower y Alex Bryson evidencia que la afiliación sindical «está asociada positiva y significativamente con una variedad de otras métricas de bienestar que incluyen satisfacción con la vida, felicidad y confianza, así como satisfacción con la democracia, la educación y la economía en general. La afiliación sindical se asocia negativamente con la depresión y la tristeza» y los trabajadores afiliados muestran «niveles más altos de felicidad y niveles más bajos de estrés que los trabajadores no sindicalizados».

En realidad, el efecto benefactor de los sindicatos sobre la economía en general y sobre las condiciones de vida de los trabajadores ha sido analizado en cientos de trabajos de investigación. Como ya señalé en un artículo de hace tiempo (¿Es bueno o malo para la economía que haya sindicatos fuertes?)

– El Banco Mundial concluyó en un estudio de 2002 que los sindicatos no dañan al crecimiento y que hay una correlación muy débil, y puede ser que incluso ninguna, entre la sindicalización y los indicadores de rendimiento económico como la tasa de paro, la inflación, la tasa de empleo o la flexibilidad de los salarios reales

– La OCDE afirmaba en un estudio de 2006 que la mayor tasa de sindicalización no tiene efecto negativo sobre el empleo, que su aumento tampoco lo tiene sobre la creación de puestos de trabajo y que el poder de negociación colectiva de los sindicatos influye más sobre la distribución del ingreso que sobre la demanda de trabajo que hacen las empresas

– Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo de 2002 mostró que la presencia de sindicatos aumenta los salarios, el empleo y la inversión porque incentiva la sustitución de empleo por capital

– Otros trabajos que cito en ese artículo o en mi libro citado han demostrado que la productividad es más elevada por lo general cuando las empresas tienen implantación sindical y también que más presencia de los sindicatos o su mayor poder de negociación está asociado a menor desigualdad salarial y general, a más beneficios sociales, a pensiones más elevadas, a mejor clima de diálogo social y en las empresas, y que cuanta mayor sea la afiliación más cooperativas y eficientes son las relaciones laborales.

En los últimos años se ha atacado y sigue atacando mucho a los sindicatos y continuamente se trata de desprestigiarlos. Lo inteligente sería preguntarse por qué ocurre eso si la evidencia empírica, los datos, los hechos reales muestran que son beneficiosos para la mayoría. ¿No será que quienes los atacan y luchan por suprimirlos no buscan el bien general ni el progreso social, ni la mejor situación posible del conjunto de las empresas y de la economía sino el interés de una minoría?

Cualquier gobierno no ya progresista sino mínimamente preocupado sinceramente por el ejercicio efectivo de los derechos humanos debería impulsar la sindicalización, la negociación colectiva y el diálogo social en condiciones de equilibrio, estableciendo para ello especiales medidas de protección de la parte más débil que son las clases trabajadoras. No para el beneficio exclusivo de estas últimas sino en el de toda la sociedad, incluidos, por supuesto la mayor parte de las empresas y de sus propietarios.

No hago un juicio ideológico. Lo dicen los datos, los hechos reales.

Blog del autor

viernes, 20 de noviembre de 2020

Polarización política: cómo el cerebro de los progresistas y de los conservadores procesa la misma información de forma distinta

     En muchos países alrededor del mundo se vive una intensa polarización política.

Dos personas con opiniones políticas diferentes ven el mismo video, pero sus cerebros lo procesan de maneras completamente distintas. ¿Por qué?

En tiempos de extrema polarización, los investigadores comienzan a desentrañar lo que sucede en la cabeza de personas que se encuentran en polos opuestos del espectro político, qué les hace responder de manera diferente al consumo de la misma información.

Esta investigación también abre nuevos campos para los propios científicos. ¿Cómo utilizar el conocimiento sobre el cerebro para concienciar a las personas acerca de sus propios prejuicios políticos? ¿Qué tipo de mensaje puede ayudar a suavizar la polarización y a fomentar el diálogo?

Pero primero, veamos los hallazgos publicados este mes en Proceedings of the National Academy of Sciences, la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

Una respuesta neuronal diferente
Investigadores de la Universidad de California en Berkeley, la Universidad de Stanford y la Universidad Johns Hopkins escanearon los cerebros de 38 adultos de mediana edad, algunos inclinados hacia la izquierda del espectro político y otros hacia la derecha, mientras veían docenas de videos (con noticias, discursos o anuncios políticos) sobre las medidas migratorias que se están discutiendo en EE.UU.

Entre los temas abordados se encuentran la construcción del muro en la frontera con México, una de las banderas del gobierno del presidente Donald Trump, y el programa conocido como DACA (las siglas en inglés de Deferred Action for Childhood Arrivals), creado en 2012 por Barack Obama para temporalmente asentar a migrantes indocumentados que habían llegado al país cuando aún eran niños y el cual sufrió varios reveses durante el mandato de Trump.

Los investigadores dividieron a los participantes del estudio en función de sus puntos de vista sobre estas políticas migratorias: en términos generales, los liberales tienden a oponerse al muro fronterizo y apoyar DACA. Los conservadores tienden a ir en la dirección opuesta.

"A pesar de ver el mismo video, (liberales y conservadores) tuvieron una respuesta neuronal diferente", explica a BBC News Brasil el investigador de la Universidad de Berkeley Yuan Chang Leong, autor del estudio.

Leong explica que, en la práctica, las mediciones de la actividad cerebral al ser observadas a través de un examen de imágenes de resonancia magnética funcional, subieron o bajaron a medida que se presentaron los videos.

Aunque no se observó un patrón sistemático, en general, cuando la actividad cerebral aumentó más entre los conservadores, se incrementó menos entre los liberales, lo que indica respuestas cerebrales opuestas entre las personas de los dos espectros políticos.

Para decirlo gráficamente: si imaginamos la actividad cerebral de cada persona como una línea que sube y baja, estas oscilaciones ocurren en diferentes momentos para conservadores y liberales, de forma coherente, aunque no estandarizada.

Esta diferencia se observó en la corteza prefrontal dorsomedial, una región del cerebro que procesa e interpreta narrativas.

Y el punto más alto de estas diferencias neuronales ocurrió durante momentos de los videos que mostraban mensajes más emocionales, de carácter moral o que citaban riesgos y amenazas tradicionalmente relacionados con las discusiones sobre inmigración, "contenidos que tienden a tener interpretaciones divergentes entre conservadores y liberales", apunta el estudio.

El papel del lenguaje
Leong señala que su investigación está lejos de pintar el cuadro completo de la polarización: es solo una "fotografía", hasta ahora sin precedentes, de este fenómeno cerebral.

El lenguaje relacionado con amenazas, problemas morales o emocionales despertó una respuesta neuronal más fuerte.

Pero las conclusiones del estudio están en línea con descubrimientos recientes de otras áreas de la psicología, sociología y neurociencia sobre el comportamiento general de las personas frente a noticias, videos o discusiones sobre temas políticos acalorados: que las personas interpretan la información de acuerdo con su sesgo político y la utilizan para defender o reforzar creencias anteriores.

"Cuanto más se suscribe a la interpretación (conservadora), más procesa los videos como lo haría un conservador, y más defenderá estas políticas", y viceversa, explica Leong.

Los próximos pasos para Leong y sus colegas consisten en investigar si la misma polarización neuronal se repite con otros temas controvertidos en Estados Unidos como, por ejemplo, el control de armas.

Los científicos también investigarán cuál es el papel del lenguaje en estos procesos que ocurren en el cerebro: en qué medida la elección de palabras y frases en una historia, un video o una publicación puede, por ejemplo, reforzar o no las respuestas neuronales que evidencian polarización.

Descubrir eso sería hallar el "santo grial", bromea Leong.

"Sería increíble saber qué mensajes alejan o unen a las personas, pero aún no lo hemos logrado. Lo que tenemos es una 'muestra': las palabras que más se destacan en el análisis (neuronal) son las que predicen mensajes de peligro o amenaza para el estilo de vida", explica.

"Reencuadre moral"
Además de la neurociencia, uno de los coautores del estudio, el profesor de psicología Rob Willer, también estudia este tema desde el punto de vista de la psicología social.

Hablar sobre el cambio climático en términos de amenaza no parece ser una fórmula que sirva para persuadir a las personas de pensamiento conservador.

Willer, quien dirige el Laboratorio de Polarización y Cambio Social de la Universidad de Stanford, investiga una teoría que él llama "reencuadre moral".

Se trata de desarrollar una línea argumental basada en los valores morales, no de quienes discuten, sino de quienes recibirán el mensaje, ya sea un demócrata liberal o un republicano conservador.

"Los liberales en los Estados Unidos tienden a respaldar los valores morales de cuidado y protección de las personas ante los peligros, además de la igualdad y la justicia, más que los conservadores. (...) Los conservadores valoran la lealtad al grupo y el patriotismo, además del respeto por las autoridades -legítimas- y respeto por las tradiciones. También valoran la pureza, la santidad moral y religiosa más que los liberales ", dijo Willer en una entrevista en el sitio web del proyecto We Are Not Divided.

Entonces, si desea convencer a un conservador de que se preocupe más por el cambio climático, tendrá poco éxito argumentando con un mensaje de protección contra sus peligros, indica la investigación de Willer.

"Puede ser más eficiente argumentar en términos de patriotismo, la necesidad de proteger al país y ayudarlo a mantener una posición de liderazgo internacional", apuntó Willer.

"Se puede argumentar en términos de tradiciones y respeto por la tierra del país, en términos de pureza y la necesidad de no contaminar nuestros hábitats sagrados. Estos argumentos tienden a encontrar mayor eco entre los conservadores porque se ajustan a sus valores morales", agregó.

En un artículo científico sobre el "reencuadre moral" publicado en 2019, Willer y su coautor, Matthew Feinberg, argumentan que, además de ayudar a las personas a buscar el consenso, la estrategia puede "reducir la animosidad que los individuos sienten por los demás (en el contexto) de una división política significativa".

"Si bien la gente probablemente usaría el reencuadre moral con el propósito estratégico de convencer a los rivales, el uso efectivo requiere desarrollar una comprensión clara de lo que la otra parte valora y cree", señalaron.

Por qué los datos duros pueden no ser suficientes para convencer

De vuelta al estudio sobre la polarización en el cerebro, Leong cree que aporta dos lecciones: una para quienes consumen información y otra para quienes la producen.

El uso de datos duros para mostrar a las personas puntos de vista distintos a los suyos pueden no ser suficientes para lograr ese objetivo.

"Espero que, a medida que las personas se den cuenta de este sesgo (neuronal), sean capaces de dar un paso atrás e intentar verlo desde otra perspectiva y reflexionar sobre su propio sesgo de manera objetiva. Esto no es fácil, es algo con lo que todos tenemos que lidiar haciendo un esfuerzo ", dice.

La segunda enseñanza es para las personas que escriben sobre política, desde periodistas hasta políticos.

"La forma en que formula el mensaje marca una diferencia. Las palabras que elige marcan una diferencia. Nuestro estudio muestra que las creencias políticas influyen en la forma en que un grupo recibe y procesa nueva información", continúa Leong.

"Presentar los hechos y más información no es necesariamente la estrategia más eficiente para cerrar la brecha. Si la idea es tratar de reducir la polarización, necesitamos entender cómo las personas que no comparten nuestros valores están recibiendo estos mensajes (...) Soy un neurocientífico, entiendo cómo funciona el cerebro. Los psicólogos tendrán una comprensión más sofisticada sobre esto. Pero lo que puedo decir es que si le muestras lo mismo a dos personas, no lo procesarán de la misma manera, así que piensa sobre cómo llegar a ambos lados", concluye.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Sean Connery, agente secreto de la clase obrera

Fuentes:Sin permiso


Hace varios años el Festival de Cine de Roma invitó a Sean Connery a un encuentro público y se proyectó para la ocasión uno de sus documentales, que no se había visto antes, me parece, en Italia: The Bowler and the Bunnet. Era un documental de 1967 sobre la crisis de los astilleros en Escocia y el intento de encontrar una buena solución en el conflicto entre los ejecutivos (“bowler hats” [“sombrero hongo”]) y los trabajadores (“the bunnet” [“bonete”], la típica gorra escocesa).

Y Sean, en ese raro papel de director de cine (con el que realizó solo una película más, sobre Edimburgo), narra la historia moviéndose por la ciudad y los astilleros, entremezclada con escenas en las que juega al fútbol con los trabajadores. No era esto simplemente una nota a pie de página, decía mucho de Sir Thomas (como su abuelo, de acuerdo con la tradición) Sean Connery.

Era hijo de Joe, trabajador católico y camionero, nieto de inmigrantes irlandeses en Escocia, y de Elfie, protestante escocesa y señora de la limpieza. Su segundo nombre no se convirtió en el primero por razones artísticas, sino (aparentemente) porque iba con un amigo irlandés llamado Seamus cuando era pequeño y todo el mundo le llamaba Sean. En casa había poco dinero y ya había nacido Neil, su hermano menor, de modo que Sean se puso a trabajar. Fue repartidor de leche, y décadas después dejó asombrado a un taxista de Edimburgo, pues se conocía los nombres de todas las calles. Cuando le preguntaron: “¿Cómo es posible?”, contestó que “de chico trabajé de repartidor de leche”. Le preguntó entonces el conductor: “¿Y a qué se dedica ahora?”, y siempre que repetía la historia, Sean añadía que “resultaba bastante difícil darle una respuesta”.

Después arrimaría el hombro en una carnicería y en una explotación de carbón. A la edad de trece años dejó el colegio y se puso a trabajar en una lechería. Pero era un joven inusual: descubrió la literatura por si mismo y, a la edad de dieciseis años, se alistó en los Cadetes Navales, sección juvenil de la Marina británica, y como aspirante a marino, se hizo un par de tatuajes: “Mum and Dad” y “Scotland forever.” Pero esa vida no era para él.

Tres años después, volvió a Edimburgo, dispuesto a trabajar en cualquier cosa, hasta puliendo ataúdes. “Era bastante bueno”, diría más tarde, y como albañil, socorrista, conductor de furgoneta y modelo de la Escuela de Artes de Edimburgo. Eso ya supuso un reconocimiento del hecho de que el joven poseía belleza física (el artista Richard De Marco le llamó “demasiado guapo, un Adonis”). En ese periodo se acercó al mundo del teatro. Anna Neagle, popular actriz de la época, mujer del director y productor Herbert Wilcox, le contrató.

Ya desde hacía algún tiempo, Sean había desarrollado otra rara pasión: el culturismo. Se entrenó duramente en el gimnasio, y marchó luego a Londres para el concurso de Mister Universo. Quedó entre los diez primeros concursantes de Europa. Tuvo también que dejar el fútbol, otra gran pasión que le había reportado satisfacciones y abierto ciertas perspectivas (Matt Busby, “manager” del Manchester United, le vio jugar y le ofreció un contrato). “Me di cuenta de que un futbolista de los mejores podia estar para el arrastre a la edad de treinta años, y yo ya tenía 23”, contó. “Decidí convertirme en actor y resultó ser una de mis jugadas más inteligentes”.

El rumbo de su carrera se vio marcado en sus inicios por el teatro, aunque se vio forzado a tomar clases de dicción, pues su acento escocés era abrumador (una costumbre que quiso mantener siempre fuera del plató y, sin embargo, “la única forma de saber quién soy y de dónde vengo”). Fueron también importantes las enseñanzas de la bailarina Yat Malmgren, que se convirtió en profesora después de un accidente, y que le formó para saber cómo dominar su cuerpo. Tuvo pequeños papeles y apariciones, luego cada vez más importantes, tanto en teatro como en cine y televisión.

Su gran golpe de suerte le llegó con Bond, James Bond. Fue en 1962, y una vez más fue una mujer la que salió en su favour. Albert Cubby Broccoli estaba a punto de crear la serie más perdurable del cine, la serie de 007. Su esposa Dana estaba persuadida de que tenía que ser Sean, mientras que Albert era mucho más escéptico. Ian Fleming, creador de Bond, no le veía tampoco en el papel, pero su novia sugirió que Sean tenía el atractivo sexual para el papel. Fleming cambió, así pues, de opinión, hasta el punto de inventarle un padre escocés a Bond en su novela You Only Live Twice [Sólo se vive dos veces]. El éxito fue resonante a escala global.

El resto podía haber sido historia, y a Connery siempre se le ha considerado el mejor Bond de la historia (lo interpretó siete veces); no obstante, no quiso verse encasillado. Por el contrario, en una entrevista reciente en el [dominical] The Observer, tuvo ocasión de declarar: “He odiado siempre al maldito James Bond. Me gustaría acabar con él”. No acabó con él, pero empezó a tantear aquí y allá, trabajando con Hitchcock, Lumet, Dmytryk, Ritt, antes de dejar a Bond y pasar a Boorman, Milius, Huston, Attenborough, Lester, Hyams, Gilliam, Brooks, Zinnemann, y a un regreso independiente al papel de Bond con Kershner en Never Say Never [Nunca digas nunca jamás].

El Highlander de Mulcahy fue otro momento memorable, seguido de The Name of the Rose [El nombre de la rosa], de Annaud (“Tuve el placer de conocer a Umberto Eco, un hombre fantástico, la persona más interesante que he conocido desde el punto de vista de la conversación”) y luego The Untouchables [Los intocables] de [Brian] De Palma, en el papel del magnífico gruñón Jimmy Malone, que le valió un Oscar. Poco después, Spielberg le requirió como padre de Indiana Jones (aunque era solo doce años mayor que Harrison Ford).

Lo que siguieron fueron otras películas importantes, y a menudo magníficas, pero parece justo recordarle por su penúltima aparición (la última, The League of Extraordinary Gentlemen [La liga de los hombres extraordinarios], se remonta a 2003 y le llevó a dejar el cine después de declarar que al director tendrían que “detenido por causa de locura”), a saber, Discovering Forrester [Descubriendo a Forrester], de Gus Van Sant, una película que le encantaba especialmente.

Se casó dos veces, primero con Diane Cilento (1962-1973), con la que tuvo a su hijo Jason, y luego con Micheline Roquebrune, que estuvo a su lado desde 1975. Orgulloso escocés y defensor de la independencia, Connery debería haber sido nombrado caballero en los años 90, pero su candidatura despertó oposición hasta el año 2000, cuando se convirtió por fin en Sir. En Tallinn, capital de Estonia, hay un busto de bronce de Sean justo enfrente del Club Escocés de Tallin, pues allí viven muchos emigrados escoceses.

Acaso fue Connery el único actor al que pudo verse en la gran pantalla en un tanga (Zardoz), un “kilt” (Robin and Marian [Robin y Marian]) y hasta de rey (Robin Hood), sin parecer nunca ridículo. Al fin y al cabo, uno de sus dichos favoritos era: “con lo que tengas, haz lo que puedas”, y Thomas Sean Connery fue con lo que tuvo que trabajar. Le echaremos a faltar.

Antonello Catacchio. Veterano crítico cinematográfico, periodista milanés del iario ‘il manifesto’ y la revista ‘Clak’, y colaborador de numerosos medios escritos, radiofónicos y televisivos, ha sido además uno de los impulsores de la Muestra de Cine Independiente USA creada en Milán en 1983.

Texto original: il manifesto global, 3 de noviembre de 2020

miércoles, 18 de noviembre de 2020

La conspiración que llevó a Hiroshima,

“En la segunda semana de junio de 1942 el mundo entró en la era atómica al mismo tiempo que su razón de ser original se esfumó”. Armado con esta tesis, el historiador Peter Watson construye en Historia secreta de la bomba atómica (Crítica, traducción de Amado Diéguez) un relato poblado por militares conspiradores, políticos ingenuos o malvados, nazis, espías comunistas y los científicos que conformaron la edad de oro de la física, una historia de traiciones y mentiras otras veces contada pero no desde esta óptica. “Estados Unidos gastó tanto en la bomba, y en secreto, que tenía que ser usada para justificar su coste. Sabían que no iba a ser necesaria una invasión porque los japoneses negociaban en secreto una rendición a través de los soviéticos. Los científicos de Los Álamos querían saber si sus cálculos y otras disposiciones funcionaban, era un triunfo de la ciencia, un gran logro por nuestra parte, cuando lo razonable habría sido no construir la bomba porque no hacía falta. Rusia no tenía ni la ciencia ni la fuerza humana para desarrollarla durante la guerra. Si el tándem Estados Unidos-Reino Unido no hubiera seguido adelante, nadie habría construido una bomba nuclear nunca en ningún sitio”, comenta Watson por correo electrónico para resumir su controvertida tesis.

¿Por qué junio de 1942? 
Porque fue el momento en que la Alemania nazi, contra quien se competía para construir la bomba antes y evitar que tomaran la delantera en la Segunda Guerra Mundial, decidió en una conferencia de científicos, militares y jerarcas dirigida por Albert Speer abandonar el proyecto y centrarse en armas que le dieran rédito inmediato. Werner Heisenberg, Otto Hahn y toda la elite científica que seguía en Alemania debían cambiar de rumbo. Esa misma semana, sin embargo, Centro (el eje del espionaje soviético) ordenó a todos sus agentes en Berlín, Londres y Nueva York, que recopilaran cuanta información pudieran sobre el “proyecto secreto” de la Casa Blanca “para fabricar la bomba atómica”. Empezaba el prólogo de la Guerra Fría.

¿Sabían los aliados que la amenaza nuclear nazi quedaba desactivada? Reino Unido, con una calidad espectacular en sus fuentes de inteligencia, sí. Gracias a Paul Rosbaud —científico, periodista y gran relaciones públicas alemán entregado a la causa aliada, personaje de novela que siempre iba con una cápsula de cianuro en el bolsillo “por si acaso” y que aguantó con su coartada hasta el final de la guerra— tenían información de primera mano de lo que ocurría en el interior del mundo científico alemán. “Su importancia es incalculable”, asegura Watson. Y, sin embargo, los estadounidenses lo ignoraron. Riguroso al extremo con documentos, declaraciones y fechas pero también con su habitual pulso narrativo, Watson (Birmingham, 77 años) demuestra que Estados Unidos conocía los planes de Alemania. El gran conspirador en la sombra era el general Leslie Groves, supervisor de la construcción del Pentágono y el mayor cargo militar al frente del Proyecto Manhattan en Los Álamos, quien ya en septiembre de 1942 aseguró que Rusia era el “enemigo” natural de Estados Unidos y que el proyecto “estaba orientado sobre esa base”. “Groves es el gran villano de la historia. Es un poco como Trump, que pensó que lo militar podría volver a dar la grandeza a Estados Unidos. Él veía el proyecto de una manera que era imposible que no llegara a realizarse”, comenta Watson.

¿Lo sabían los científicos recluidos en Los Álamos? Algunos no. A otros no les importaba tanto como el hecho en sí de conseguirlo. En 1943, David Hawkins, uno de los más estrechos colaboradores de Robert Oppenheimer, director científico del proyecto, se quejó del entusiasmo “alegre, enloquecido, delirante” que había sobre el arma en Los Álamos y la pérdida de contacto con las consecuencias de su investigación del equipo allí reunido, el más imponente de la historia de la física. Recuerden el “no me vengan con escrúpulos de conciencia” de Enrico Fermi poco después de producir la primera reacción en cadena en un reactor nuclear. No todos eran así. El danés Niels Bohr, para Watson el científico más importante del mundo junto a Einstein, luchó y puso en juego su prestigio y sus influencias para que Roosevelt y Churchill accedieran a compartir con la Unión Soviética sus secretos. Pero fracasó donde otros con otros métodos más torticeros iban a triunfar.

Uno de los grandes personajes de un libro lleno de ellos es Klaus Fuchs. Hijo de pastor cuáquero, brillante físico teórico huido de Alemania tras luchar contra los nazis en los treinta, trabajaba para Moscú al menos desde 1941, cuando estaba exiliado en Reino Unido. Su incorporación al Proyecto Manhattan dio a los soviéticos una fuente directa e información esencial para desarrollar su bomba. “Creo que se puede decir que la información que Fuchs pasó a los rusos significó que cuando empezó la guerra de Corea en 1950 Rusia estaba mucho más avanzada de lo que hubiera estado sin él y el hecho de que estuvieran preparados fue un factor clave para que Truman no usara de nuevo la bomba. Pero eso no cambia el hecho de que Fuchs fue un traidor y que si su traición hubiera ocurrido con Rusia como enemigo y no como aliado él podría y debería haber sido ejecutado”. Fuchs creía que así contribuía a la paz, una paz que Reino Unido y Estados Unidos buscaban a través de la coerción que supondría ser los únicos que tenían el arma atómica.

¿Eran todos unos ingenuos? 
“No hay que olvidar que Churchill creyó que podía llevarse bien con Stalin. Hasta cierto punto fue tan ingenuo como cualquier otro”, comenta Watson. “El equilibrio ha sido destruido. La bomba A es un chantaje”, dijo Stalin a Beria desde Postdam. Tras Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, "en el ámbito de la física se había culminado una terrible aventura”, afirma Watson en Historia intelectual del siglo XX. Hoy, hay 9.500 cabezas nucleares en el mundo, que podrían destruir el planeta más de 100 veces. Peter Watson insiste en que todo eso se podría haber evitado sin la conspiración que llevó a construir una bomba que no se necesitaba.

DE ESPÍAS Y FÍSICOS
El danés Niels Bohr es uno de los tantos premios Nobel que pueblan el libro y uno de sus ejes narrativos. “Fue siempre algo más que un simple científico”, asegura Watson de este hombre “generoso y paternal” que “carecía por completo del instinto de rivalidad”. Su labor, primero en Copenhague, luego en Reino Unido y finalmente en Estados Unidos dio cobijo a científicos alemanes huidos y fue esencial para ensamblar el equipo que terminó en Los Álamos. Pero una obra como Historia secreta de la bomba atómica, en cada esquina aparece un espía, un acto de traición, una sombra. A Bohr le perseguirá siempre la duda sobre lo que ocurrió en su encuentro en la Copenhague ocupada por los nazis con Werner Heisenberg. ¿Le dio este a Bohr el dibujo que él aseguraba poseer aunque los testigos no lo recuerdan y en el que se revelaban secretos de estado? ¿Fue el alemán un traidor que en público se mostraba como un ferviente nacionalista y en privado les decía a los aliados que ellos no iban a fabricar la bomba? ¿O era un nazi seguro de la victoria que quería reclutar a Bohr? ¿Se inventó Bohr el dibujo para dar credibilidad a sus tesis? Se ha escrito mucho sobre el asunto sin llegar a ninguna conclusión y aquí Watson tampoco se atreve a aventurarla.

https://elpais.com/cultura/2020-11-09/la-conspiracion-que-acabo-en-hiroshima.html



Robert Oppenheimer, con sombrero, y el general Leslie Groves (a su lado) examinan los restos de una torre borrada por la primera prueba atómica, en Alamogordo, Nuevo México, en 1945.

martes, 17 de noviembre de 2020

Cuatro de cada cinco ictus se evitaría con hábitos saludables. Controlar la hipertensión, evitar el tabaco, el alcohol y las grasas y realizar actividad física evita el 80% de los casos de ictus.

Rafael estaba viendo la tele en su casa como un día cualquiera. Sonó el timbre y, al abrir la puerta a su sobrino, este exclamó ‘tito, te está dando un ictus’. Sin perder un instante, sacó el móvil y llamó a los servicios de urgencias. Una reacción rápida que consiguió que hoy Rafael Martínez, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Anticoagulados (FEASAN), pueda contarlo sin secuelas. “Me encontraba normal, no me dolía nada y contestaba coherentemente. Pero tenía el labio inferior hacia la izquierda y la lengua un poco hacia fuera, que son dos de los síntomas claros. Él lo tuvo claro porque es policía nacional, les enseñan a detectarlos y a actuar rápido y sin perder la calma. Ante una situación así, es mejor llamar a emergencias y equivocarse, que no hacerlo y que queden secuelas. Con el ictus el tiempo es oro”.

Su caso no es aislado. Cada año 15 millones de personas de todo el mundo sufren un ictus. De cada tres afectados, uno muere y otro sufre una discapacidad permanente. Esto la convierte en la primera causa de discapacidad física y mental en todo el mundo. Solo en España se producen unos 120.000 casos al año. Las consecuencias personales, familiares y socio-sanitarias son demoledoras. “Es una de las enfermedades del cerebro más frecuentes. El 80% de los casos se producen porque una arteria del cerebro se obstruye. Es el ‘ictus isquémico’ y la causa está en un trombo formado en la arteria cerebral (trombosis) o en el corazón (embolia). Puede ser transitorio y durar apenas diez minutos o prolongarse durante más de 24 horas, que es lo que conocemos como infarto cerebral. En el 20% restante la causa es todo lo contrario: una arteria se rompe y origina una hemorragia cerebral o derrame”, explica el doctor Jaime Masjuan Vallejo, jefe de Neurología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.

En España se producen unos 120.000 casos de ictus al año. Las consecuencias personales, familiares y socio-sanitarias son demoledoras. La denominación ictus es relativamente nueva. “En 2000 la Sociedad Española de Neurología buscó un término que aunara diversas enfermedades. Se optó por el término ‘ictus’, que en latín significa golpe. Bajo ese paraguas de términos se agrupan diversas afecciones cerebrales, como el derrame, la embolia o la apoplejía. Al sumar todos esos casos, estadísticamente aumentaron mucho. Así resultaba más fácil comunicar la importancia de esta enfermedad terrible, pero en la que se puede hacen hacer muchas cosas para prevenirla”.

Ser joven no inmuniza frente al ictus
En España, el ictus es la tercera causa de muerte en cómputo general y la primera en el caso de la mujer. “No es que tenga más incidencia entre las mujeres, pero está relacionado con la edad. Como la esperanza de vida en la mujer es superior a la del hombre, tenemos más ictus. Lo mismo sucede con el Alzheimer. No es que el ictus genere ese problema, pero si a una persona de edad avanzada encima le dejas sin riego una parte del cerebro, las posibilidades de desarrollar ese tipo de demencia senil se multiplican”.

La edad es uno de los factores de riesgo no evitables. “Ocurre con más frecuencia en mayores de 65 años porque en el organismo hay un deterioro inevitable, pero puede sobrevenir a cualquier edad. Es más, en los últimos años están aumentando entre un 15 y un 25% en menores de 55 años por hábitos de vida poco saludables que disparan los factores de riesgo cardiovascular: hipertensión, diabetes mellitus, consumo excesivo de alcohol, dieta alta en grasas, tabaquismo y sedentarismo. También algunas enfermedades cardíacas, como la fibrilación auricular. El patrón de paciente suele repetirse: personas que se cuidan poco, comen fuera de casa y platos poco saludables, tienen mucho estrés y son hipertensos, pero no lo saben. O son hipertensos, pero no se cuidan. Piensan que esto es una cosa de ancianos, que no les va a tocar. Cuantos más factores de riesgo acumulen, más posibilidades de sufrir este tipo de ataque cerebral”.

Desde la Sociedad Española de Neurología, así como otras instancias sanitarias, se realizan periódicamente campañas de concienciación ciudadana. “Paradójicamente quienes más lo sufren, que son las personas entre 60 y 80 años, son los que más se vigilan porque por uno u otro motivo ya suelen pasar con relativa frecuencia por atención primaria. Pero tenemos que lograr que el mensaje cale en la población entre 35 y 60 años. De cómo se cuiden en edades tempranas dependerá buena parte de su salud vascular. Y con ello, su calidad de vida. El ictus ocurre de repente. A diferencia del infarto de miocardio, que no deja secuelas, puede dejar secuelas invalidantes. Por pequeña que sea, una dificultad para mover la mano o en el habla, puede suponer que esa persona no se reincorpore al mercado laboral. Y eso, en edades relativamente jóvenes, es un drama personal. Y un roto a nivel social, porque perdemos a personas laboralmente hábiles. Por no hablar del gasto médico”. Las estadísticas en España calculan un gasto sanitario anual de aproximadamente 1.250 millones de euros, a los que hay que sumar los estragos que un enfermo causa en la economía y la rutina familiar.

En un pequeño porcentaje también afectar a personas sanas y deportistas. “Tiene que ver con alteraciones congénitas de la coagulación o anomalías en las arterias del cerebro. Es lo que le sucedió a Alberto Contador”.

Hablar raro es señal de alarma
Dependiendo de la zona del cerebro afectada por el trombo o de la zona encharcada por la hemorragia los síntomas pueden ser diferentes. “Son fácilmente identificables: pérdida del habla o hablar sin coherencia, torcedura del labio inferior, pérdida de fuerza en un brazo…

Casi nunca van acompañados de dolor de cabeza, algo que si sucede en el infarto de corazón”. Los síntomas pueden ser permanentes hasta que se llega al hospital o durar cinco o diez minutos y desaparecer. “Son ictus transitorios. Lo vimos hace años cuando Alfredo Landa subió a recoger el Goya. Hablaba raro, pero nadie se percató que era un ictus en directo. Muchas personas lo sufren, pero, al desaparecer los síntomas lo dejan pasar. Es un error: suele ser la primera manifestación de una enfermedad cerebrovascular. Diagnosticada a tiempo, podemos tratarla y evitar el infarto cerebral definitivo y grave, algo que sucede en un 15% de los que lo dejan correr. Más aún, entre un 4 y un 8% lo tendrán en el plazo de un mes”. En estos casos, no hay emergencia vital inminente, pero se recomienda visitar un servicio de urgencias con neurólogo de guardia para que valore la situación y ponga el tratamiento pertinente para evitar que se repita.

Cuando es duradero, actuar con diligencia en los 90 minutos posteriores puede salvar una vida. “La reacción innata es acudir a las urgencias del hospital más cercano. No hay que proceder así porque no todos los centros hospitalarios cuentan con equipos especializados en ictus. Lo adecuado es llamar al 112 o 061. Ellos ya ponen en marcha el ‘Código Ictus’, un sistema que coordina los Servicios de Emergencia con los hospitales que cuentan con Unidades de Ictus. Se dan instrucciones precisas a la ambulancia sobre a qué hospital ha de acudir, que puede que no sea el más cercano, pero sí el equipado para tratarlo. Paralelamente se informa al hospital de que un paciente va de camino. El objetivo es que, en los 60 minutos posteriores a su llegada, se pueda identificar y aplicar el tratamiento”. Esta estrategia milimétrica y a contrarreloj tiene un objetivo claro: “Cuanto menos tiempo permanezca sin riego el tejido cerebral, más posibilidades de que el tratamiento sea eficaz y no deje secuelas. O de haberlas, que sea lo menos dolosas. En algunos pacientes tenemos hasta 24 horas para actuar. Nos pasa con algunos que no le dan importancia a no poder mover bien un brazo o a los que lo sufren mientras duermen. Pero cuanto antes se ataje, mejor”.

La vida en 90 minutos
El reloj de Rafael casi se para hace tres años. Hoy lo recuerda con toda nitidez. “Afectó a la parte derecha del cerebro, así que me paralizó el lado izquierdo. Los de la ambulancia me decían 'mueva la mano derecha y la movía. Ahora mueva la mano izquierda y yo decía ‘que no me la encuentro’. Tampoco tenía visión en el ojo izquierdo, pero podía hablar sin problemas. Ya en el hospital pasé al quirófano para que me extrajeran el coágulo. En cuanto la sangre empezó a movilizarse por lo que yo llamo ‘la zona confinada’, me recuperé sin secuelas”.

Esos 90 minutos desde que se pone en marcha el Código Ictus implican una coordinación exhaustiva entre distintos sanitarios. “Lo primero que hacen los equipos de emergencia al ver al paciente es controlar la tensión y encaminarse al hospital designado”, desgrana el doctor Masjuan. “Una vez allí, los neurólogos hacemos un escáner craneal para determinar si hay derrame o es infarto cerebral”. Estas pruebas diagnósticas son clave para establecer el tratamiento necesario. “A los pacientes les explicamos que esto es como cuando tienes un problema de fontanería en casa: no es lo mismo que se atasque el fregadero o que se rompa una cañería. Cuando se trata de un infarto cerebral, unas veces se mete un fármaco por la vena (trombolisis) para disolver el coágulo. En otras ocasiones se emplea una técnica más avanzada que consiste en meter un catéter desde la ingle al cerebro para sacar el trombo y liberar el paso obstruido. Si el origen es una hemorragia y la sangre está inundando el cerebro podemos tener distintos métodos quirúrgicos, si bien pero menos eficaces”.

Y ahora, ¿qué?
Hay quienes sufren dos y tres ictus en su vida. “Si no se cuidan los factores de riesgo que han llevado al primer ictus, pueden repetirse. Si sucede un segundo, los neurólogos le volveremos a dar mil vueltas para buscar la causa. Normalmente es que el paciente no se cuida, que ha vuelto a fumar o no toma medicación. Esto es un aviso para toda la vida. El problema es que los primeros 3-6 meses se asustan y hacen las cosas bien. Con el tiempo, relajan y vuelven a aumentar los factores de riesgo. Hay que hacerse revisiones con el neurólogo o en atención primaria. No vale con hacer deporte o comer sano si no tomas la medicación. A los pacientes crónicos hay que concienciarlos de que si hacen las cosas bien, todo irá bien. Si no, están comprando papeletas para que vuelva a producirse”.

Sin embargo, el mensaje que debe calar entre la población es que el 80% de los ictus puede prevenirse evitando los factores de riesgo. “Y es mejor prevenir que curar, porque dos de cada tres dejan secuelas. Tampoco hay que vivir con la angustia ni hacerse un chequeo cardíaco si no hay factores de riesgo, sobre todo, en pacientes jóvenes. Pero sí trabajar en la prevención primaria, que es la no farmacológica: caminar a diario, vigilar la dieta, no fumar, controlar los niveles de colesterol, la glucosa y la tensión. Ahora tenemos dispositivos portátiles por poco dinero, incluso, algunos relojes inteligentes, que ya dan una idea de cómo estamos de salud. Solo con eso detectaríamos muchos candidatos a ictus y podríamos evitarlos. Capítulo aparte son las personas que ya han sufrido algún problema de corazón, porque hay más posibilidades de que generen émbolos (así se denominan los trombos cuyo responsable es el músculo cardíaco) y que éstos acaben en el cerebro. Aquí sí que hay que tratar con anticoagulantes para hacer la sangre más líquida”.

Bien controlado, el ictus puede ser solo una peligrosa llamada de atención. Es la reflexión en voz alta que Rafael Martínez reitera una y otra en sus conferencias ante otros compañeros de dolencia y en todas aquellas dirigidas a la prevención entre la población sana. “A mis 76 años, me cuido más que cuando era un chaval. De joven me fumaba tres cajetillas diarias, bebía y no hacía nada de deporte. Comer no es que comiera mal, pero tampoco me contenía. Ahora paseo a diario, no fumo y procuro no abusar de las grasas. Si me dejaran volver atrás en el tiempo, cambiaría todos esos errores. Ya me causaron un infarto en 2001 y hace tres, el ictus. Ahora tomo 18 pastillas al día para diversas patologías. Estoy anticoagulado y tengo que tener cuidado con los cortes o los golpes. Un pequeño hematoma para otra persona, en nuestro caso puede ser una hemorragia interna. Cada día me pregunto cómo habría sido mi vida de haberla encauzado de otra forma”.

*BuenaVida no se hace responsable ni comparte necesariamente las opiniones y/o datos expresados o difundidos a través de este artículo.

lunes, 16 de noviembre de 2020

_- La fatiga pandémica no se pasa sola: así ayuda tener un ‘botiquín’ de primeros auxilios psicológicos. Ha tenido que llegar una crisis sanitaria para darnos cuenta de que necesitamos más recursos para atender pequeñas emergencias mentales. Ahora toca aprender cómo se hace


_- “De esta vamos a acabar todos fatal de la cabeza”. Quién no ha soltado una expresión semejante durante las últimas semanas... Y con bastante tino; el 65% de los españoles tuvo síntomas de ansiedad o depresión durante el confinamiento, según una investigación que expertos del mismo país publicaron en la revista Journal of Affective Disorders. La mayoría fueron leves, pero no irrelevantes. Si hay una cosa que la fatiga pandémica está dejando claro es que necesitamos equiparnos con un botiquín de primeros auxilios psicológicos: técnicas, estrategias y destrezas básicas que nos que sirvan de venda, tirita y Betadine para la mente.  Probablemente no nos damos cuenta de esta circunstancia porque no sabemos discernir cuándo deberíamos correr a abrir este peculiar kit para aliviar emergencias leves. Y eso que no es tan difícil. No son tan evidentes como los cortes, los golpes y las quemaduras de los pequeños accidentes domésticos, pero hay señales que delatan que la mente está cerca de un sufrir un “requiebro”. Según la psicóloga Sara Navarrete, directora del Centro de Psicología Clínica y de Salud, de Valencia, hay tres que no hay que pasar por alto: tener una mayor dificultad para tomar decisiones, verse conquistado por la apatía y la negatividad; y sentir ansiedad, “que es la que indica de forma más evidente que algo no está funcionando bien”. Algunos de los remedios probablemente ya te suenan.

Por ejemplo, es de dominio público que para aliviar la sensación puntual de angustia, tristeza e incertidumbre no hay nada mejor que el ancestral remedio de la risa. Y parece que una risotada ayuda aunque sea impostada. “Puede resultar algo forzado cuando no tenemos motivos o ganas, pero el gesto [de reír] activa los músculos faciales, lo que a su vez favorece la segregación de hormonas y neurotransmisores que mejoran considerablemente el ánimo”, explica Laura Palomares, directora de Avance Psicólogos. A la primera señal de bajón anímico, las actividades que fomenten la risa (desde ver comedias hasta buscar juegos que puedan hacerse en grupo) pueden ayudar. Para situaciones en las que reírse sería casi una ofensa a la gravedad del asunto, hay alternativas que tienen efectos similares en la química cerebral, como el ejercicio: “Basta con hacer una tabla cortita —de 10 a 15 minutos— que no dé pereza repetir cada día”.

El deporte ofrece un beneficio extra cuando se hace en la naturaleza, teniendo en cuenta que pasear por un parque, darse un “baño de bosque” (una tradición japonesa conocida como shinrin-yoku) y practicar la jardinería tienen contrastados beneficios para la salud mental. Y llevar la “calma verde” al hogar es posible. “Conectar con la naturaleza ayuda a equilibrar la mente y alivia la angustia, ya que refuerza los sistemas encargados de activar los circuitos de la calma. Siempre hay que primar el contacto directo con la naturaleza, pero la ‘simulación casera’ es un buen método para bajar los niveles de angustia. Al crear un espacio verde doméstico, ayudamos a que nuestros circuitos se relajen”, comenta Navarrete.

Incluso quien vive en un bajo interior puede beneficiarse hasta cierto punto del efecto calmante de la naturaleza. Según algunas investigaciones, “sucedáneos” como las fotos de bosques y aplicaciones que reproduzcan sonidos de pájaros, ríos, olas... proporcionan beneficios similares a la versión “real”. La exposición a la luz solar también es importante, ya que, además de otros beneficios, tiene cierto efecto antidepresivo. O sea, que salir a pasear o abrir bien las persianas es una cuestión de salud.

La risa, el ejercicio y la naturaleza son ingredientes básicos en el botiquín psicológico, de esos que están respaldados por una importante base de investigaciones científicas. Otros no tienen evidencia pero son, cuanto menos, llamativos. Es el caso de un consejo de una organización denominada Instituto Americano del Estrés, según el cual hacer gárgaras con agua puede ayudar a calmar a una persona rápidamente. La explicación está en que el gesto activa el nervio vago, lo que a su vez facilita la relajación del sistema nervioso parasimpático, responsable de inducir fisiológicamente un estado de calma.

Según Lorenzo Armenteros, portavoz covid de la Sociedad Española de Médicos generales y de Familia, aunque esta recomendación no tiene evidencia científica sí puede relacionarse con la circunstancia de que, al hacer gárgaras, cerramos la glotis y retenemos la respiración. “De hecho, estas dos acciones forman parte de una maniobra usada en el tratamiento de las taquicardias (maniobra de Valsava) que posiblemente pueda estimular moderadamente el nervio vago y tener efectos beneficiosos, al reducir la frecuencia cardiaca y la frecuencia respiratoria”.

Entre las técnicas que sí han demostrado cierta eficacia (aparte de las del mindfulness y otras más clásicas como escribir los sentimientos, miedos y emociones, preferiblemente a mano) hay varias relacionadas con la respiración. Para los momentos de mayor tensión, Alba Valle propone “poner los dos pies en el suelo, con la espalda recta, los hombros hacia atrás ligeramente, y la cabeza alineada con el cuello y el tronco. En esta postura, hacer una inhalación normal y, al exhalar, pronunciar ‘shhh’, soltando suavemente el aire mientras contamos pausadamente 1,2,3. Podemos hacer este ejercicio varias veces seguidas y en distintos momentos del día o cada vez que nos estemos agobiando”. Quien las disfrute, puede acompañar estos ratos con infusiones, aunque estos productos no son caramelos.

Para aliviar las alteraciones emocionales leves o moderadas hay alternativas a los fármacos que no tienen sus efectos secundarios. Lorenzo Armenteros, de la Sociedad Española de Médicos generales y de Familia, cita la valeriana, que relaja y favorece el sueño; la amapola de California, con propiedades hipnóticas, relajantes y un leve efecto ansiolítico; la pasiflora, que relaja y reduce la ansiedad; y la tila, un relajante muscular. Para controlar la ansiedad y los pensamientos negativos, también aconseja técnicas como Pilates, yoga y tai-chi.

La idea de disponer de este botiquín mental ni es absurda ni podía ser más oportuna. Si desarrollar habilidades y aprender técnicas de primeros auxilios psicológicos es actualmente importante, todo apunta que va a serlo aún más en el futuro. Cada vez más voces alertan de que tras la de la covid-19 habrá que hacer frente a otra pandemia, la de la salud mental. Algunos efectos están notándose ya, y precisan un botiquín metafórico algo distinto. Sin llegar a los niveles del síndrome de la cabaña, que se caracteriza por una negativa continua a salir a la calle, muchas personas confiesan que se les han quitado las ganas de participar en encuentros colectivos, y que interactuar con los demás ya no les motiva como antes. En estos casos, Laura Palomares aconseja exponerse a salir de forma progresiva, volver a retomar rutinas fuera de casa y propiciar el contacto con la gente para equilibrar la balanza interior-exterior.

Los casos de hipocondría, ese miedo extremo a contagiarse o contagiar la enfermedad, también son más comunes ahora que el otoño pasado. “Una señal típica es que, a pesar de haberse hecho la prueba y tener la confirmación que todo está bien, no es suficiente para sentirse tranquilo. También puede ser indicativo el sobrepasar las recomendaciones médicas de forma compulsiva, por ejemplo, lavándose excesivamente las manos”, explica Alba Valle. Las obsesiones están a la orden del día. Para esta experta, la solución pasa por intentar aprender a convivir con la incertidumbre, normalizándola en la medida de lo posible y no actuar por miedo. “Por ejemplo, ante el deseo de buscar información en internet sobre la enfermedad puede ser útil evitar ponerse frente al ordenador, ir a otro lugar de la casa y hacer unas respiraciones”.

La dificultad de concentrarse es uno de los efectos colaterales de la crisis del coronavirus más generalizados, y está directamente relacionada con el exceso de información, la incertidumbre y la nueva realidad que ha traído la pandemia. Se trata de un desajuste de fácil solución: según la psicóloga, basta con dedicar cinco minutos cada mañana a diseñar el día, poniendo el foco en las cosas que tenemos que hacer y definiendo qué es lo más importante de la jornada. “Hay que evitar ir haciendo las cosas según van surgiendo o nos va apeteciendo, porque eso genera dispersión y, derivada de esto, una sensación de frustración que, mantenida un día tras otro, puede terminar afectando al bienestar emocional”. Hace falta un plan; el botiquín es solo para leves emergencias.

domingo, 15 de noviembre de 2020

5 factores que predicen el éxito de las relaciones de pareja (y por qué el amor no es uno de ellos)

La percecpción de compromiso del otro es el principal predictor de una relación exitosa.

Puede que el corazón tenga razones que la razón no entiende, pero eso no les ha impedido a los científicos seguir tratando de encontrar el secreto de la felicidad en las relaciones de pareja.

Y gracias a la ayuda de la inteligencia artificial un equipo internacional de 85 investigadores cree haber identificado los principales factores detrás de una relación satisfactoria.

El estudio -el más extenso de su tipo a la fecha- utilizó algoritmos de aprendizaje automático para analizar los casos de casi 12.000 parejas contenidos en 43 bases de datos de 29 laboratorios diferentes.

"Básicamente analizamos toda la información que pudimos encontrar sobre el tema", le dijo a BBC Mundo Paul W. Eastwick, profesor de psicología de la Universidad de California (EE.UU.) y uno de los coordinadores de la investigación.

Y una de sus principales conclusiones es que las características individualesno son tan determinantes a la hora de predecir el éxito de una relación como los juicios que uno se hace sobre esta.

De hecho, según el estudio, no hay nada más importante para la bienandanza de una relación que la convicción de que el otro integrante de la pareja está comprometido con la misma.

Otro predictor importante es el nivel de intimidad: en palabras de Eastwick, "esa sensación de que tu pareja te entiende y que realmente entiende quién eres".

Y entre las cinco principales "predictores específicos a la relación" también están el nivel de gratitud o reconocimiento, la propia satisfacción sexual y la percepción de satisfacción con la relación que tenga el otro miembro de la pareja.

"Los propios juicios de las personas sobre la relación en sí, como cuán satisfechos y comprometidos sentían que estaban sus parejas, o cuán agradecidos se sentían hacia ellos, explicaron aproximadamente el 45% de su satisfacción", es el resumen de los principales hallazgos del estudio publicado en la edición de agosto de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, PNAS.

En contraste, las diferencias individuales solamente dieron cuenta del 21% de la satisfacción en las relaciones analizadas.

Factor distal
"Los predictores individuales tienen que ver con lo que uno piensa sobre sí mismo y, en principio, son independientes a cualquier relación; por ejemplo, eso que acostumbramos llamar personalidad o las ideas abstractas que uno puede tener sobre cómo le gustaría que fuera su pareja romántica", explica Eastwick.

"En contraste, los predictores específicos a la relación son constructos que requieren que pensemos en una persona en particular, usualmente nuestra pareja: esta es una persona en la que puedo confiar, alguien a quien quiero, alguien que me aprecia… Y tienen dos o tres veces más impacto a la hora de predecir qué tan satisfecho se está con la relación que las diferencias individuales", le dijo a BBC Mundo.

Esto no significa que las diferencias individuales -que incluyen entre sus principales predictores satisfacción con la vida, negatividad, depresión y problemas de apego- no juegan un rol en la felicidad de una pareja.

Pero, como explica Eastwick, lo hacen sobre todo mediando la propia experiencia y condicionando el juicio que uno se puede hacer de la relación, que es lo que termina importando.

"Por ejemplo, si soy un misántropo entonces lo más probables es que no confíe en la gente y por lo tanto no pueda ser feliz en mi relación", ilustra el profesor de la Universidad de California en Davis.

Pero para el éxito de la relación el factor clave no es tanto la misantropía, que sería un factor distal, como la confianza, un predictor importante que, como el amor, no alcanzó en el "top 5" pero sí en el "top 10" en términos de importancia.

¿Fue esa relativamente baja clasificación una sorpresa para los investigadores?

"Al amor de hecho le fue muy bien, lo que pasa es que es algo tan parecido a la satisfacción, a lo que estábamos tratando de predecir, que en muchos casos no lo incluimos siquiera como candidato", explica Eastwick.

"En otras palabras, no es que no importe, es que es esencialmente lo que estábamos buscando", le dice a BBC Mundo.

Y el psicólogo también insiste en que el hecho de que el estudio hable de "predictores" no significa que se sientan capaces de predecir el futuro.

"No somos adivinos", dice. "Pero los aspectos de las relaciones que destacamos son cosas en las que uno puede trabajar y mejorar y así mejorar su relación en el presente", concluye.