jueves, 20 de diciembre de 2018

_- El amoral comunicado de Trump sobre Arabia Saudí es el puro reflejo de décadas de “valores estadounidenses” y ortodoxias de política exterior

_- Glenn Greenwald
The Intercept

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Donald Trump publicó el martes pasado un comunicado en el que proclamaba que, a pesar de la indignación que sentía hacia el príncipe heredero saudí por el repugnante asesinato del periodista Jamal Khashoggi, “Estados Unidos tiene la intención de seguir siendo un socio incondicional de Arabia Saudí para garantizar los intereses de nuestro país, Israel y todos los demás socios en la región”. Para justificar su decisión, Trump alegaba el hecho de que “Arabia Saudí es la nación productora de petróleo más grande del mundo”, afirmando que “de los 450 mil millones de dólares [el plan saudí para invertir en compañías estadounidenses], 110 mil millones de dólares se gastarán en la compra de equipo militar de Boeing, Lockheed Martin, Raytheon y muchos otros grandes contratistas estadounidenses del sector de la defensa”.

Esta declaración generó de forma instantánea y predecible pomposas denuncias que pretenden que la postura de Trump supone una desviación y una grave violación de los valores estadounidenses y la política exterior de toda la vida, en lugar de lo que realmente es: un ejemplo perfecto - quizá con mayor franqueza que de costumbre- de cómo Estados Unidos se viene comportando en el mundo al menos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

La reacción fue tan intensa porque el cuento de hadas de que Estados Unidos defiende la libertad y los derechos humanos en el mundo es uno de los más omnipresentes y potentes de la propaganda occidental, del que echan mano las élites políticas y los medios de comunicación de EE. UU. para convencer no solo a la población estadounidense sino también a ellos mismos de su propia rectitud , al tiempo que se pasan décadas agasajando a los peores tiranos y déspotas del mundo con armas, dinero, inteligencia y protección diplomática para que lleven a cabo atrocidades de proporciones históricas.

Después de todo, si has trabajado en puestos de política exterior de alto nivel en Washington, o en las instituciones académicas que apoyan esas políticas , o en los medios de comunicación corporativos que veneran a aquellos que llegan a la cima de esas circunscripciones ( contratando cada vez más a esos funcionarios estatales de seguridad como analistas de noticias ), ¿cómo justificas ante ti mismo que sigues siendo una buena persona aunque armes, apoyes, empoderes y habilites a los peores monstruos, genocidios y tiranías del mundo?

Es sencillo: simulando que no haces nada de eso, que tales actos son contrarios a tu sistema de valores, que realmente trabajas para oponerte en lugar de proteger tales atrocidades, que eres un guerrero y un cruzado por la democracia, la libertad y los derechos humanos en todo el mundo.

Esa es la mentira que tienes que decirte a ti mismo: para que puedas mirarte en el espejo sin sentir repulsión de inmediato, para que puedas mostrar tu rostro en una sociedad decente sin sufrir el desprecio y el ostracismo que merecen tus acciones, para que puedas convencer a la población que gobiernas de que las bombas que lanzas y las armas con las que inundas el mundo están diseñadas para ayudar y proteger a las personas en lugar de para matarlas y oprimirlas.

Por eso resultaba tan necesario -hasta el punto de ser más un reflejo físico que una elección consciente- reaccionar ante la declaración de Trump sobre Arabia Saudí con furia y conmoción planificadas en lugar de admitir la verdad de que él simplemente reconocía con franqueza los principios fundamentales de la política exterior estadounidense de décadas. Quienes mintieron al público y a sí mismos al fingir que Trump ha hecho algo aberrante en lugar de algo completamente normal se implicaban tanto en un acto de supervivencia como en un engaño propagandístico, aunque ambos motivos estaban en gran medida en juego.

La página editorial del New York Times se puso a la cabeza de los indignados, como hace tan a menudo, con una pretenciosa y planificada indignación moral. “El presidente Trump confirmó el martes las caricaturas más duras dibujadas por las críticas más cínicas de Estados Unidos cuando describió sus objetivos centrales en el mundo jadeando en pos d el dinero y de sus estrechos intereses personales” , bramó el periódico, como si esta visión de los motivos de Estados Unidos fuera una especie de ficción hastiada inventada por los que odian a Estados Unidos en lugar de la única descripción honesta y racional de la despótica postura del país en el mundo durante la vida de cualquier ser humano vivo hoy.

Los escritores del editorial del periódico se sorprendían particularmente de que “la declaración reflejara el punto de vista del Sr. Trump de que todas las relaciones son transaccionales y que las consideraciones morales o de derechos humanos deben sacrificarse ante la burda comprensión de los intereses nacionales de Estados Unidos”. Creer, o pretender creer, que el Sr. Trump es pionero en la opinión de que EE. UU. está dispuesto y ansioso por sancionar el asesinato y el salvajismo de los regímenes con los que está más estrechamente alineado, siempre y cuando dicha barbarie sirva a los intereses de los EE. UU., implica una ignorancia histórica y/o una voluntad tan profunda de mentir a los propios lectores que no hay lenguaje humano capaz de expresar las profundidades de esos delirios. ¿La página editorial del New York Times ha oído hablar alguna vez de Henry Kissinger?

Tan extenso es el apoyo activo, constante y entusiasta por parte de EE. UU. hacia los peores monstruos y atrocidades del mundo, que citarlos de forma exhaustiva para demostrar el engaño ahistórico de la reacción de ayer ante la declaración de Trump requeriría un libro de varios volúmenes, no un mero artículo. Pero los ejemplos son tan vívidos y claros que citar solo unos pocos será suficiente para que el tema sea indiscutible.

En abril de este año murió el general Efraín Ríos Montt, el dictador de Guatemala durante la década de 1980. El obituario del New York Times mencionaba que había sido condenado por genocidio al “tratar de exterminar al grupo étnico Ixil, una comunidad indígena maya cuyas aldeas habían sido eliminadas por sus fuerzas”, explicando que “entre el grupo de comandantes que convirtieron Centroamérica en un campo de exterminio en la década de 1980, el general Ríos Montt fue uno de los más asesinos”. El obituario agregaba : “En sus primeros cinco meses en el poder, según Amnistía Internacional, los soldados mataron a más de 10.000 campesinos”.

El general genocida Ríos Montt fue el favorito del presidente Ronald Reagan, una de las figuras más parecidas a un santo laico que tiene Estados Unidos, cuyo nombre se da todavía a muchos monumentos e instituciones nacionales. Reagan no solo armó y financió a Ríos Montt, sino que lo elogió en mucha mayor medida que todo lo que Trump o Jared Kushner hayan dicho sobre el príncipe heredero de la corona saudí . Lou Cannon, del Washington Post , informó en 1982 que “en la Air Force One que regresaba a la base de la Fuerza Aérea Andrews [desde Sudamérica], [Reagan] dijo que a Ríos Montt ‘se le había estado calumniando’ y que en realidad ‘estaba totalmente dedicado a la democracia en Guatemala’”.

En una conferencia de prensa junto a ese asesino de masas, Reagan lo definió como “ un hombre de gran integridad personal y compromiso” que “quiere realmente mejorar la calidad de vida de todos los guatemaltecos y promover la justicia social”. ¿ Y qué pasaba con los desafortunados actos de masacre masiva contra campesinos guatemaltecos? Eso, dijo el presidente Reagan, estaba justificado, o al menos era comprensible, porque el general “se enfrentaba al desafío de guerrilleros armados que estaban apoyados por tipos de fuera de Guatemala”.

El énfasis puesto ayer por Trump en el valor de los saudíes al oponerse a Irán provocó una ira particular. Esa ira es extremadamente extraña, teniendo en cuenta que la fotografía icónica e infame de Donald Rumsfeld dándose la mano con Sadam Husein se tomó en 1983, cuando Rumsfeld fue enviado a Bagdad para proporcionar armas y otros dispositivos al régimen iraquí a fin de ayudarles a luchar contra Irán.

Ese viaje, señaló Al Jazeera cuando Estados Unidos invadió Iraq en 2003, se produjo mientras “Iraq estaba en guerra con Irán, utilizaba armas químicas y grandes sectores de la población iraquí sufrían abusos contra los derechos humanos”. Sin embargo, Estados Unidos “renovó la amistad (con Sadam) a través del enviado especial Rumsfeld” porque “Washington quería que la amistad con Iraq contuviera a Irán”, exactamente el razonamiento citado ayer por Trump para continuar las relaciones amistosas con Riad (los saudíes “han sido un gran aliado en nuestra muy importante lucha contra Irán”, dijo Trump).

En cuanto a los propios saudíes, llevan mucho tiempo cometiendo atrocidades parecidas o mucho peores que el asesinato de Khashoggi tanto dentro como fuera de sus fronteras, y su asociación con los presidentes de Estados Unidos no ha hecho sino florecer . Mientras los saudíes decapitaban disidentes y creaban la peor crisis humanitaria del planeta al masacrar a los civiles yemeníes sin piedad ni moderación, el presidente Obama no solo autorizó la venta de una cantidad récord de armas a los tiranos saudíes, sino que también interrumpió su visita a la India, la mayor democracia del mundo, donde estuvo dando conferencias sobre la importancia primordial de los derechos humanos y las libertades cívicas, para viajar después a Riad a reunirse con los principales líderes estadounidenses de ambos partidos políticos para rendir homenaje al asesino rey saudí que acababa de morir (solo en en el último mes de su presidencia , con miras a su legado, Obama restringió algunas ventas de armas a los saudíes después de permitir que esas armas fluyeran libremente durante dieciocho meses para destruir el Yemen).

El primer ministro del Reino Unido, David Cameron, quizás el único competidor a la altura de Obama a la hora de pavonearse con discursos sobre los derechos humanos al mismo tiempo que armaba a los peores violadores de los derechos humanos del mundo, ordenó de hecho que se colocaran las banderas del Reino Unido a media asta en honor del noble déspota saudí. Todo esto ocurría aproximadamente al mismo tiempo que Obama enviaba a sus principales funcionarios , incluido su Secretario de Defensa Robert Gates, a rendir homenaje a los gobernantes de Bahrein después de que ellos y los saudíes aplastaran un levantamiento ciudadano en busca de mayores libertades.

En 2012, el príncipe heredero de Bahrein, Salman bin Hamad Al Khalifa, fue a Washington -poco después de masacrar a sus propios ciudadanos que buscaban mayores libertades- y, en palabras de Foreign Policy, “se fue con las manos llenas de regalos del Departamento de Estado de EE. UU., que anunció nuevas ventas de armas a Bahrein”. ¿Cómo justificó todo esto el gobierno de Obama? Invocando exactamente el mismo razonamiento que Trump citó ayer por su continuo apoyo a los saudíes: aunque los Estados Unidos no aprobaran tal violencia perturbadora, sus “intereses de seguridad nacional” obligaban a darle un apoyo continuado. De Foreign Policy (cursiva agregada):

“El hijo del príncipe heredero acaba de graduarse de la American University, donde la familia gobernante de Bahrein donó recientemente varios millones para construir un nuevo edificio en la Escuela de Servicio Internacional de esa universidad. Pero mientras estaba en la ciudad, el príncipe heredero se reunió con una serie de altos funcionarios y líderes del Congreso de los Estados Unidos, incluido el vicepresidente Joe Biden, la secretaria de Estado Hillary Clinton, el secretario de Defensa Leon Panetta, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado John Kerry y el responsable del Comité de Servicios de la Armada del Senado, John McCain, así como con varios otros VIP de Washington.

El viernes por la tarde, el Departamento de Estado anunció que se estaba avanzando en una serie de ventas para las Fuerzas de Defensa, la Guardia Nacional y la Guardia Costera de Bahrein. El Departamento de Estado dijo que la decisión de seguir adelante con las ventas se adoptó únicamente en interés de la seguridad nacional de EE. UU., pero expertos externos consideran que la medida pretende fortalecer al príncipe heredero en su lucha dentro de la familia gobernante.

“Quiero subrayar que hemos tomado esta decisión por motivos de seguridad nacional”, dijo un alto funcionario de la administración a los periodistas en una conferencia telefónica el viernes. “Tomamos esta decisión teniendo en cuenta el hecho de que sigue habiendo una serie de problemas de derechos humanos graves y no resueltos en Bahrein, que esperamos que el gobierno de Bahrein aborde”.

En 2011, los estadounidenses se reunieron alrededor de sus televisores para animar a los inspiradores manifestantes egipcios que se reunían en la Plaza Tahir para exigir la expulsión del brutal tirano egipcio Hosni Mubarak. La mayoría de los anunciantes de televisión se olvidaron de recordar a los televidentes estadounidenses que Mubarak había logrado permanecer en el poder durante tanto tiempo porque su propio gobierno lo había apoyado con armas, dinero e inteligencia. Como expuso Mona Eltahawy en el New York Times el pasado año: “Cinco administraciones estadounidenses, demócrata y republicana, apoyaron al régimen de Mubarak”.

Pero en caso de que alguien estuviera confundido acerca de la postura de Estados Unidos hacia ese dictador egipcio incomparablemente atroz, Hillary Clinton dio un paso adelante para recordar les a todos cómo los funcionarios de Estados Unidos han valorado a estos tiranos durante mucho tiempo. Cuando se le preguntó en una entrevista sobre cómo su propio Departamento de Estado había documentado el historial de Egipto de abusos graves e implacables de los derechos humanos y si esto podría afectar su amistad con sus gobernantes, la Secretaria Clinton lanzó la siguiente afirmación: “Considero verdaderamente que el presidente y la Sra. Mubarak son amigos de mi familia. Así que espero verlo a menudo aquí, en Egipto, y en Estados Unidos”.

¿Cómo puede alguien pretender que el elogio de Trump a los saudíes es una especie de aberración cuando Hillary Clinton anunciaba literalmente que uno de los déspotas más asesinos y violentos del planeta era amigo personal de su familia? Un editorial de The Washington Post en su momento proclamaba que “Clinton continúa devaluando y socavando la tradición diplomática de los Estados Unidos en materia de defensa de los derechos humanos” y que “parece ignorar cuán ofensivas son esas declaraciones para los millones de egipcios que detestan el gobierno opresor del Sr. Mubarak y culpan a Estados Unidos por apoyarlo”.

Pero esto solo muestra el juego repetitivo y sombrío que las élites de Estados Unidos han estado jugando durante décadas. Editorialistas de periódicos y expertos en think tanks fingen que EE. UU. se opone a la tiranía y el despotismo y exhiben sorpresa cada vez que los funcionarios estadounidenses prestan su apoyo, armamento y alabanza a los mismos tiranos y déspotas.

Y menos aún que nadie intente distinguir la declaración de Trump de ayer aduciendo que era falsa -que encubría los actos deleznables de aliados despóticos al negarse a admitir la culpa del príncipe heredero por el asesinato de Khashoggi-, recordemos cuando el sucesor de Clinton como Secretario de Estado, John Kerry, defendió al sucesor de Mubarak , el general Abdel Fattah el-Sisi, negando que este hubiera perpetrado un “golpe de Estado” cuando derrocó al presidente electo de Egipto en 2013. En cambio, proclamó Kerry, los generales egipcios dirigidos por Sisi, al eliminar al líder electo, estaban simplemente tratando de “restaurar la democracia”, exactamente la misma mentira que exponía la página editorial del New York Times cuando en 2002 los generales derechistas venezolanos encarcelaron al presidente electo de ese país, Hugo Chávez, solo para que ese periódico llamara restauración de la democracia al golpe de Estado.

En 2015, cuando los abusos a los derechos humanos del régimen de Sisi empeoraron aun más, el New York Times informó : “Con Estados Unidos preocupado por los militantes en Sinaí y Libia que han prometido lealtad al Estado Islámico, las autoridades estadounidenses señalaron asimismo que no iban a permitir que sus preocupaciones por los derechos humanos se interpusieran en el camino de una mayor cooperación de seguridad con Egipto”.

¿Les resulta familiar? Debería: es exactamente la lógica que Trump invocó ayer para justificar el apoyo continuado a los saudíes. En 2015, la dictadura egipcia, que ya estaba asesinando a los disidentes en masa, celebró abiertamente el flujo de armas de los Estados Unidos al régimen.

Nada en esta fea historia reciente reciente -y esto es solo un pequeño extracto de ella (excluyendo, solo por citar algunos ejemplos, el apoyo estadounidense a los mayores monstruos del siglo XX, desde el Suharto de Indonesia hasta los escuadrones de la muerte en El Salvador y el asesinato de los propios ciudadanos estadounidenses al apoyo a la ocupación israelí y al apartheid)- justifica lo que hizo Trump el martes. Pero lo que sí hace es desmentir las afirmaciones extravagantes de que Trump ha destrozado y degradado de alguna manera los valores de la política exterior de EE. UU. en lugar de lo que realmente hizo: mantuvo sus principios fundamentales y se los explicó al público con gran franqueza y claridad.

Este episodio expone también una de las grandes estafas de la era Trump. Las mismas personas que han dedicado sus carreras a apoyar el despotismo, potenciar la tiranía, alentar las atrocidades y justificar el imperialismo de Estados Unidos se hacen pasar por exactamente todo lo contrario de lo que son a fin de allanar su camino de regreso al poder, donde pueden continuar favoreciendo todas las políticas destructivas y amorales que ahora tan grotescamente pretenden rechazar.

Quien se oponga a exponer este engaño -cualquiera que invoque clichés vacíos como que “el falso dilema” o que “la hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud” para permitir que esta estafa pase desapercibida- no es quien para hacer afirmaciones morales respecto a algún alguno de los valores de verdad o libertad. Las personas que exigen que este engaño pase desapercibido se están revelando como lo que son: oponentes puramente circunstanciales a la tiranía y el asesinato que pretenden tener esos valores solo cuando lo que hacen sirve para socavar a sus oponentes políticos internos y permitir que sus aliados políticos vuelvan al poder, donde puedan proseguir las mismas políticas de asesinato y apoyo a la tiranía, permitiendo las atrocidades que han pasado décadas defendiendo.

Si quieren denunciar la indiferencia de Trump ante las atrocidades de Arabia Saudí por razones morales, éticas o geopolíticas -y todas ellas me parecen objetables- por todos los medios, háganlo. Pero pretender que ha hecho algo que está en desacuerdo con los valores de Estados Unidos o las acciones de líderes anteriores u ortodoxias dominantes de la política exterior no solo es engañoso sino destructivo. Y asegura que esas mismas políticas perduren: simulando de manera deshonesta que son exclusivas de Trump, en lugar del signo distintivo de las mismas personas a las que ahora se aplaude porque están denunciando las acciones de Trump con una voz descaradamente falsa, y todo para enmascarar el hecho de que hicieron lo mismo, y aún peor, cuando estuvieron al frente de las palancas del poder estadounidense.

Glenn Greenwald, abogado constitucionalista y excolumnista de The Guardian hasta octubre de 2013, ha obtenido numerosos premios por sus comentarios y periodismo de investigación, incluyendo el Premio George Polk 2013 por información relativa a la seguridad nacional. A principios de 2014, cofundó, junto a Betsy Reed y Jeremy Scahill, un nuevo medio informativo global: The Intercept.

Fuente: https://theintercept.com/2018/11/21/trumps-amoral-saudi-statement-is-a-pure-and-honest-expression-of-decades-old-u-s-values-and-foreign-policy-orthodoxies/

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Los derechos de los nativos estadounidenses. La industria del ADN y la desaparición de los indios.

Aviva Chomsky
Tom Dispatch
Los nativos estadounidenses son extranjeros en su propia tierra

Introducción de Tom Engelhardt
Me crié en el corazón de la ciudad de Nueva York en los años cincuenta del pasado siglo. En realidad, como al lector le cabe esperar, en esos años nunca conocí a uno de ellos. Mi mente estaba poblada de las imágenes que veía en el cine, las de las películas del Oeste hechas en Hollywood. Por supuesto, estaban llenas de indios, y en esas películas, nosotros –no me refiero al Tom Engelhardt que tenía 12 años, sino a quienes conducían la diligencia con su chaqueta azul, los pasajeros, los cowboys y los pioneros con quienes yo me identificaba– éramos emboscados regularmente por esos indios. Al final, salvo raras excepciones, como era de esperar aparecían los indios y rodeaban los carromatos o la diligencia o atacaban a los escoltas a caballo, aullando y lanzando sus flechas. Y caían, naturalmente, gracias a la potencia de fuego de “nuestras” armas y “nuestra” puntería. Y esta era la cuestión: ellos se lo merecían. Después de todo, ellos nos habían atacado. Nosotros nunca les emboscábamos. Es decir, ellos eran “los invasores” y nosotros, invariablemente, los agredidos.

Todo esto acudió a mi mente cundo, en medio de la campaña electoral de 2018, Donald Trump llamó “invasores” a una caravana de desesperados refugiados –entre ellos, mujeres y niños pequeños– que escapaba de sus violentas y empobrecidas tierras (una situación en la que Estados Unidos tenía mucho que ver) para pedir asilo y protección en este país. Entonces, por supuesto, Trump mandó a unos 6.000 militares a la frontera con México para protegernos (y se quedó esperando).

Recordé entonces ese pasado de celuloide porque Donald Trump, que es apenas un par de años menor que yo e indudablemente se crió en el mismo mundo cinematográfico que yo, se sintió –imagino– tan cómodo arremetiendo contra esos refugiados –convertidos ahora en invasores– porque la palabra encaja perfectamente con la “historia” que hemos aprendido en nuestra infancia. De hecho, el argumento de Trump era una versión siglo XXI de la forma en que, cuando éramos jóvenes, la historia de este país fue metida en nuestra cabeza, convirtiendo a los desesperados e invadidos en perversos e invasores. En rigor de verdad, incluso sin la mención de Donald Trump, esa versión de nuestra historia nunca ha acabado, tal como nos lo demuestra hoy la colaboradora habitual de TomDispatch Aviva Chomsky. Los nativos estadounidenses siguen siendo tratados como si fuesen los invasores en lo que una vez fue su tierra. Permita el lector que ella le explique lo que llama la industria del ADN y los variados organismos del Estado de EEUU –tanto los gobiernos locales como el nacional– que han estado trabajando horas extraordinarias para recrear el mundo de película de mi niñez.

--ooOoo--

El ADN*, la raza y los derechos de los nativos
En medio del aluvión de racismo, insultos a los inmigrantes y otras ofensas lanzadas por el presidente Trump y su administración en los últimos meses, una sucesión de hechos apenas percibidos ha amenazado el derecho a la tierra y la soberanía de los nativos estadounidenses. Esos ataques se han centrado en la soberanía tribal, la ley de Protección a la Infancia India (ICWA, por sus siglas en inglés) y el derecho al voto de los nativos estadounidenses; su origen está en Washington, los tribunales y la legislación de un estado. El punto en común es un simple marco conceptual: la idea de que la larga historia que ha dado forma a las relaciones entre Estados Unidos y los nativos estadounidenses no tiene relación alguna con las realidades de hoy.

Mientras tanto, en un acontecimiento aparentemente no relacionado, la senadora Elizabeth Warren, azuzada por los insultos de Donald Trump y sus burlas por la reivindicación de la senadora de su ascendencia nativa, mostró triunfalmente su resultado del ADN para “probar” su herencia nativa. Sin embargo, al recurrir a la rentable industria del ADN, implícitamente ella cedió su progresismo a las reivindicaciones raciales e identitarias estrechamente relacionadas con las medidas que socavan la soberanía nativa.

De hecho, la industria del ADN ha encontrado una forma de beneficiarse actualizando y modernizando algunas anticuadas ideas sobre el origen biológico de las razas y reempaquetándolas con una alegre envoltura de estilo Disney. Si bien es verdad que después de todo se trata de un mundo pequeño, el multiculturalismo de la nueva ciencia racial rechaza el racismo científico del siglo XIX y el darwinismo social, está ofreciendo una versión siglo XXI de seudociencia que una vez más reduce la raza a un tema de genética y orígenes. En el proceso, la moda del linaje promovida corporativamente maneja muy bien el borrado de las historias de conquista, colonización y explotación que crearon no solo la desigualdad racial sino también la mismísima raza como una categoría decisiva del mundo moderno.

La política de hoy, que ataca los derechos de los nativos, reproduce los mismos malentendidos raciales que la industria del ADN promueve aplicadamente. Si los estadounidenses nativos son reducidos a apenas una variación genética más, no hay necesidad de leyes que reconozcan sus derechos a la tierra, a suscribir tratados y a la soberanía. Tampoco vale la pena pensar en cómo compensar las heridas del pasado, por no hablar de las actuales, que todavía dan forma a la realidad de los nativos. La comprensión genética de la raza convierte esas políticas en injustos “privilegios” brindados a un grupo definido racialmente y, así también, en “discriminación” contra los no nativos. Esta es precisamente la lógica que hay detrás de algunas resoluciones que han negado el derecho a la tierra tribal al pueblo Mashpee en Massachusetts, hecho trisas la ley de Protección a la Infancia India (una ley pensada para impedir el traslado de los hijos de estadounidenses nativos lejos de su familia o comunidades) e intentado suprimir el derecho al voto de los nativos de Dakota del Norte.

El aprovechamiento de la recreación de una raza
Empecemos echando una mirada al modo en que la industria del linaje contribuye a una reformulación propia del siglo XXI de la raza y se aprovecha de ella. Empresas como Ancestry.com y 23andMe atraen a los clientes para que donen su ADN y una fuerte suma de dinero a cambio de información detallada que revele exactamente el origen geográfico de sus ancestros de muchas generaciones atrás. Como de costumbre, Ancestry.com pregunta: “¿Quién cree que es usted?”. La respuesta, promete la empresa, está en sus genes.

En la literatura de esos negocios se evita la palabra “raza”. En cambio, sostienen que el ADN revela la “composición de la ascendencia” y el “origen étnico”. Sin embargo, mientras tanto, transformaron la expresión origen étnico –que alguna vez describió la cultura y la identidad– en algo que podía ser medido con indicadores genéticos. Combinaron el origen étnico con la geografía y la geografía con los indicadores genéticos. Tal vez el lector no se sorprenda al saber que los “orígenes étnicos” identificados tenían una misteriosa semejanza con las “razas” identificadas por el pensamiento racistas científico europeo de un siglo antes. Después publicaron “informes” aparentemente científicos que contenían porcentajes supuestamente exactos que vinculaban a personas con lugares tan específicos como “Cerdeña” o tan vastos como “el Este Asiático”.

En su versión más benévola, estos informes se han convertido en el equivalente de un moderno juego de salón, especialmente para los estadounidenses blancos que constituían la mayoría de los redactores. Pero en todo esto hay un siniestro trasfondo que se reactiva como lo hace una muy desacreditada base científica a favor del racismo: la noción de que la raza, el origen étnico y el linaje se manifiestan en los genes y la sangre y se transmiten inexorablemente –aunque sea invisible– de generación en generación. Detrás de esto está el supuesto de que esos genes (o sus variaciones) se producen dentro de fronteras nacionales o zonas geográficas claramente definidas y que revelan algo significativo acerca de quién somos, algo que de otra manera sería invisible. De esta forma, raza y origen étnico son aparados de la experiencia, la cultura y la historia y elevados por encima de ellas.

¿Hay acaso alguna ciencia detrás?
A pesar de que todos los seres humanos compartimos el 99,9 por ciento del ADN, existen algunos indicadores que muestran variaciones. Esos indicadores son la materia de estudio de algunas personas que se basan en el hecho de que ciertas variaciones son más (o menos) comunes en distintas zonas geográficas. La profesora de derecho y sociología Dorothy Roberts lo pone así: “Inmediatamente después de que el Proyecto Genoma Humano determinara que los seres humanos somos semejantes en un 99,9 por ciento, muchos científicos empezaron a interesarse en ese 0,1 por ciento de diferencia genética. Esta diferencia es vista cada vez más como el origen de las diferentes razas”.

Las pruebas de ascendencia se basan en un malentendido fundamental –y teñido de racismo– sobre cómo funciona el linaje. La suposición generalizada es que todos tenemos una proporción mensurable de la “sangre” y el ADN de nuestros dos progenitores biológicos, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos, etcétera, y que puede se hacer el seguimiento de esta línea ascendente durante los últimos cientos de años en una forma coherente. En realidad, esto es imposible. Tal como lo explica el periodista de la ciencia Carl Zimmer: “El ADN no es un líquido con el que se pueda preparar muestras para el microscopio... Heredamos de cada uno de nuestros abuelos alrededor de un cuarto de nuestro DNA, pero solo en promedio... Si el lector escoge a uno de sus antepasados de 10 generaciones atrás, las probabilidades de que en su sangre haya algo del DNA de esa persona rondan el 50 por ciento. Si se va más atrás en el tiempo, las posibilidades son aun mucho menores”.

En realidad, esas pruebas no nos dicen mucho de nuestros ancestros. En parte, esto es así debido a la forma en que el ADN se transmite de generación en generación. En vez de eso, las empresas comparan el ADN de una persona con los de otros seres humanos contemporáneos que les han pagad para que se hiciera la prueba. Después, comparan la variación particular de esa persona con las pautas de distribución geográfica y étnica de esas variaciones en el mundo actual, y utilizan algoritmos secretos para asignarle –se supone– porcentajes de ascendencia.

Entonces, ¿hay realmente un gen o una variación genética originados en Cerdeña o el Este Asiático? Por supuesto que no. Si hay un hecho que sabemos de la historia del ser humano es que la nuestra es una historia de migraciones. El origen de todos nosotros está localizado en el Este de África, y poblamos el mundo mediante migraciones e interacciones que siguen en curso. Nada de esto ha acabado (de hecho, gracias al cambio climático no harán otra cosa que aumentar). Es imposible congelar temporalmente las culturas, las identidades étnicas y los asentamientos humanos. El cambio es lo único invariable. La gente que vive en la Cerdeña o el Este Asiático de hoy es apenas una instantánea que solo muestra un momento de la historia del movimiento. Los argumentos de la industria de ADN acerca de la ascendencia adjudican a ese momento una falsa sensación de permanencia.

Mientras los blancos de ascendencia europea parecen embelezados con las implicaciones de esta nueva ciencia racial, son pocos los nativos estadounidenses que han decidido aportar algo a esas bases de datos. Siglos de violencia por parte de los investigadores coloniales que hicieron su carrera con los restos ancestrales, artefactos culturales y lenguas de los nativos han creado un escepticismo generalizado en relación con la idea de entregar material genético en beneficio de la “ciencia”. De hecho, cuando se trata del equipo para una prueba de ADN de 23andMe, todos los países incluidos en sus listas de orígenes geográficos de quienes han contribuido con su base de datos de “estadounidenses nativos” son de América latina y el Caribe. “En América del Norte”, explica la empresa anodinamente, “el linaje de los estadounidenses nativos suele ser de cinco o más generaciones atrás, por lo tanto es poca la evidencia ADN que queda”. En otras palabras, 23andMe sostiene que el ADN es una prueba concluyente de identidad estadounidense nativa, después la utiliza para borrar totalmente del mapa a los nativos de América del Norte.

La industria de la ascendencia y la desaparición de los indios
La industria de la ascendencia, al mismo tiempo que celebra la diversidad de orígenes y el multiculturalismo, reverdece antiguas ideas sobre la pureza y la autenticidad. En relación con buena parte de la historia de Estados Unidos, los colonizadores sostenían que los nativos de este país se habrían “esfumado”, en parte al menos por medio de la dilución biológica. En el siglo XIX, por ejemplo, a los pueblos nativos de Nueva Inglaterra se les negaba sistemáticamente el derecho a la tierra y a un estatus tribal con el argumento de que racialmente eran demasiado mestizos para ser “auténticos” indios.

Como explicó la historiadora Jean O’Brien, “La insistencia en la ‘pureza de la sangre’ como criterio central en la valoración del indio ‘auténtico’ refleja el racismo científico que prevaleció en el siglo XIX. Durante varias décadas, los indios de Nueva Inglaterra se han mestizado incluso con afroestadounidenses y el que no cumplieran los requisitos formulados por los blancos acerca del fenotipo indio puso a prueba la credibilidad de su condición de indios en las mentes de Nueva Inglaterra". La supuesta “desaparición” de esos indios justifico entonces la eliminación de cualquier derecho que pudieran tener a la tierra o la soberanía; la eliminación de estos derechos –en un razonamiento circular–, no hacía más que confirmar su inexistencia como pueblo.

Sin embargo, como señala O’Brien, nunca se trató del fenotipo ni de la ascendencia lejana, sino una compleja trama de parentescos que se mantuvo en el centro de la identidad india de Nueva Inglaterra, a pesar del casi completo despojo indio llevado a cabo por los colonizadores ingleses... Auque los indios siguieron teniendo en cuenta la pertenencia a sus comunidades por el tradicional sistema del parentesco, los pobladores blancos de Nueva Inglaterra se acogieron al mito de la pureza de sangre y la identidad para negar la permanencia nativa.

Esa anticuada comprensión de la raza como una categoría biológica o científica permitió que los blancos negaran la existencia india, y en este momento les permite hacer reclamos biológicos sobre la identidad “india”. Hasta hace muy poco tiempo, esos reclamos –como en el caso de la senadora Warren– se mantenía en la oscuridad de los relatos familiares. Hoy en día, la supuesta habilidad de la industria del ADN para encontrar “pruebas” de esos orígenes refuerza la idea de que la identidad indígena es algo mensurable en la sangre y elude la base histórica del reconocimiento legal o la protección de los derechos de los indios.

La industria de la ascendencia atávica presume que hay algo revelador en la supuesta identidad racial de uno entre cientos, o incluso entre miles, ancestros de una persona. Se trata de una idea que va a parar directamente a las manos de los derechistas que tratan de atacar lo que ellos llaman la “política identitaria” y encaja con la noción de que las “minorías” están demasiado privilegiadas.

Ciertamente, el resentimiento de los blancos destaca en la sugerencia de que la senadora Warren podría haber recibido algún beneficio profesional por haber reivindicado su origen nativo. A pesar de que una exhaustiva investigación del Boston Globe demostró que ella no había recibido beneficiado alguno, el mito se mantiene y se ha convertido en una parte implícita de la mofa que Donald Trump dedicó a la senadora. De hecho, cualquier lectura rápida de las estadísticas confirmará lo absurdo de esa posición. Debería ser obvio que ser nativo estadounidense –o negro, o hispano– implica más riesgos que beneficios. En comparación con los blancos, la población nativa estadounidense es la que sufre los índices más altos de pobreza, de desempleo, de mortalidad infantil y de bajo peso al nacer, como también los niveles más bajos de educación y de esperanza de vida. Estas estadísticas son el resultado de cientos de años de genocidio, exclusión y discriminación, y no de la presencia o ausencia de variaciones genéticas específicas.

Revivir la raza en desmedro de los derechos de los nativos
Los derechos de los nativos, desde la soberanía hasta el reconocimiento de las condiciones creadas por 500 años de dominio colonial descansan sobre la aceptación que la raza y la identidad son, de hecho, el resultado de la historia. Los “nativos estadounidenses” llegaron a serlo no mediante la genética sino por el proceso histórico de la conquista y la autoridad colonial, junto con un mezquino y precario reconocimiento de la soberanía nativa. Los pueblos nativos estadounidenses son entidades políticas y culturales, son la consecuencia de la historia no de los genes; las afirmaciones de la gente blanca acerca de la ascendencia de los nativos estadounidenses, y el argumento de que la industria del ADN es capaz de revelar esa ascendencia se lleva por delante esta historia.

Miremos tres acontecimientos que en los últimos años han menoscabado los derechos de los nativos estadounidenses: la revocación del estatus de reserva para las tierras tribales de los Mashpees, en Massachisetts; la anulación de la ley de Protección a la Infancia India; y el intento republicano de impedir el voto de los nativos estadounidenses en Dakota del Norte. Cada una de estas acciones se ha originado en diferentes organismos gubernamentales: la Agencia de Asuntos Indios del Departamento del Interior, los Tribunales y la legislatura del estado de Dakota del Norte –dominada por los republicanos–, respectivamente. Pero todas ellas se basan en cuestiones identitarias que vinculan insistentemente la raza con los genes en lugar de con la historia. Y al hacerlo, niegan los relatos que dan cuenta de la soberanía y la autonomía de los pueblos de América del Norte antes de la llegada de los conquistadores europeos al “Nuevo Mundo” con el propósito de convertir a sus habitantes en los actuales “nativos estadounidenses” e –implícitamente– reducir a la insignificancia sus derechos históricos.

Finalmente, los Mashpees de Massachusetts consiguieron en 2007 ser reconocidos federalmente y la concesión de tierra para la reserva. Esta medida se basó en el hecho de que “habían existido como una comunidad bien diferenciada desde los años veinte del siglo XVII”. En otras palabras, el reconocimiento federal se basó en un entendido histórico, no racial de linaje e identidad. Sin embargo, las intención de la tribu de construir un casino en su recientemente adquirido territorio en Tauton, Massachusetts, sería inmediatamente cuestionado por los propietarios locales. La demanda que entablaron estaba basada en cuestiones técnicas que, como sostuvieron en el tribunal, la tierra para la reserva solo podía ser concedida a tribus que hubiesen sido reconocidas federalmente a partir de 1934. De hecho, la lucha de los Mashpees por el reconocimiento ha sido obstaculizada repetidamente por la antigua noción de que, después de siglos de mestización, los indios de Massachusetts no eran “auténticos”. En esto no había nada de novedoso. La legislación de ese estado en el siglo XIX ya anticipó esa reacción contra el reconocimiento del siglo XXI cuando se jactaba de que en realidad los indios ya no existían en Massachusetts y que el estado estaba preparado para eliminar todas esas “diferenciaciones de raza y casta”.

En septiembre de 2018, el departamento del Interior (al que el tribunal había asignado la decisión definitiva) dictaminó contra los Mashpees. Tara Sweeney, recientemente nombrada ayudante del director de la Oficina de Asuntos Indios –la primera estadounidense nativa en asumir este cargo–, “preparó el terreno para que por primera vez desde la época terminal –un periodo de 20 años, desde los cuarenta a los sesenta del pasado siglo, cuando el gobierno federal intentó ‘acabar’ por completo con la soberanía indígena desmantelando las reservas y expulsando a los indios hacia zonas urbanas para ‘asimilarlos’– una reserva perdiera los derechos adquiridos”. La nueva medida podía afectar aun más a los Mashpees. Hay quienes temen que, en los años de Trump, la decisión sea el presagio de una nueva “época de la exterminación” para los estadounidenses nativos del país.

Mientras tanto, el 4 de octubre, un tribunal distrital de EEUU revocó la ley de Protección a la Infancia India. Esta es una medida que puede ser devastadora ya que el congreso aprobó esta ley en 1978 para terminar con la por entonces generalizada práctica de romper las familias nativas y robar a los niños nativos para darlos en adopción a familias blancas. Estas acciones de traslado compulsivo datan de los inicios del asentamiento blanco y con el paso de los siglos han incluido distintos tipos de servidumbre y la creación de internados para niños indios cuyo objetivo era eliminar las lenguas de los nativos, su cultura y su identidad, mientras se promovía la “asimilación”. El traslado de niños indios continuó hasta finales del siglo XX con un Proyecto de Adopción de Indios patrocinado por el Estado y mediante el envío de un importante número de esos pequeños a casas de acogida familiares.

Según la ley de Protección a la Infancia India, “Una alarmante proporción de familias indias quedan deshechas por el traslado, a menudo injustificado, de los hijos por personas ajenas a su tribu y por organizaciones privadas; una preocupante cantidad de esos niños es implantada en casas de acogida, hogares de adopción e instituciones dirigidas por blancos”. Muchas veces, los estados, continúa, “han sido incapaces de reconocer las relaciones tribales fundamentales de los pueblos indios y las normas culturales y sociales prevalecientes en las comunidades y familias nativas”. La ley otorgó a las tribus la jurisdicción primordial respecto de todas las cuestiones de custodia infantil, entre ellas el traslado a hogares de acogida y el cese de los derechos parentales, exigiendo por primera vez que la prioridad debía ser mantener a los niños nativos con sus padres, sus familiares, o al menos en su tribu.

La ley de Protección a la Infancia India nada dice sobre raza o linaje. En lugar de eso, reconoce al “indio” como un sujeto político; al mismo tiempo, le reconoce el derecho colectivo de una semisoberanía. Se basa en el reconocimiento implícito que la Constitución hace de la soberanía indígena, el derecho a la tierra y la cesión al gobierno federal del manejo de las relaciones con las tribus indias. La decisión sobre la ley de Protección a la Infancia India pisoteó los derechos políticos colectivos de las tribus indias al sostener que la ley discriminaba a las familias no nativas que veían limitado su derecho de dar acogida a niños nativos o de adoptarlos. Las razones subyacentes –al igual que las que están detrás de la decisión acerca de los Mashpees– acometen directamente contra el reconocimiento cultural e histórico de la soberanía nativa.

Vista superficialmente, la arremetida contra el derecho al voto de los nativos puede aparecer como conceptualmente relacionada con las decisiones contra los Mashpees y la ley de Protección a la Infancia India. Dakota del Norte es ante todo uno de los estados controlados por el Partido Republicano que aprovechan el dictamen del Tribunal Supremo de 2013 que eliminó las protecciones claves de la ley de Derechos al Voto para hacer que el registro y el voto mismo sean más difíciles, especialmente para los probables votantes del Partido Demócrata, entre ellos los pobres y los mestizos. Después de numerosos cuestionamientos, la ley del estado de Dakota del Norte que exige a los eventuales votantes dar una dirección fue confirmada por una decisión del Tribunal Supremo en octubre de 2018. El problema es este: miles de estadounidenses nativos que viven en zonas rurales, en reservas del estado o fuera de ellas carecen de una dirección postal debido a que en esos sitios las calles no tienen nombre y las casas no tienen número. Además, una alta proporción de estadounidenses nativos no tienen un techo.

En el caso de Dakota del Norte, los estadounidenses nativos están luchando por un derecho de todo ciudadano de Estados Unidos –el derecho al voto–, mientras los Mashpees y la ley de Protección a la Infancia India suponen la defensa de la soberanía nativa. La nueva ley que regula el voto invocó la igualdad y los derechos individuales, aunque en realidad se centra en la limitación de los derechos de los estadounidenses nativos. El respaldo a esas restricciones fue una conveniente negación de los republicanos de que la historia de este país había, de hecho, creado unas condiciones que eran decididamente desiguales (sin embargo, gracias a un enorme y costoso esfuerzo local en defensa de su derecho al voto, los estadounidenses nativos se hicieron notar en números récord en las elecciones de medio término de 2018).

Estas tres medidas políticas menosprecian la identidad, la soberanía y los derechos de la comunidad estadounidense nativa, mientras niega –implícita o explícitamente– que la historia haya creado realidades de desigualdad racial vigentes hoy en día. La utilización de pruebas de ADN para sostener la presencia de genes o sangre de “estadounidense nativo” trivializa esta misma historia.

El reconocimiento de la soberanía tribal al menos admite que la existencia de Estados Unidos se basa en la imposición de una no deseada y ajena entidad en las tierras nativas. El concepto de soberanía tribal ha concedido a los estadounidenses nativos una base legal y colectiva para luchar por una forma de pensar diferente acerca de la historia, los derechos y su conversión en una nación. Los intentos de reducir la identidad estadounidenses nativa a una raza que pueda ser identificada por un gen (o una variación genética violenta nuestra historia y justifica las continuas violaciones de los derechos nativos.

La senadora Elizabeth Warren tenía todo el derecho de poner las cosas en orden en relación con las falsas acusaciones sobre su historia laboral. Sin embargo, debería repensar las implicaciones que tiene el dejar que Donald Trump o la industria de la ascendencia definan qué significa ser un estadounidense nativo.

* Acrónimo de ácido desoxirribonucleico. (N. del T.)

Aviva Chomsky es profesora de historia y coordinadora de estudios latinoamericanos en la Universidad Estatal de Salem, Massachusetts y colaboradora habitual de TomDispatch. Su libro más reciente es Undocumented: How Immigration Became Illegal.

Fuente: http://www.tomdispatch.com/blog/176501/

martes, 18 de diciembre de 2018

La Guerrilla Comunicacional realiza la película “Leo a la Vida”, sobre la pedagoga Leonela Relys

12 millones de personas aprenden a leer y escribir con el método cubano “Yo Sí Puedo” Enric Llopis
Rebelión

La Campaña Nacional de Alfabetización de 1961 benefició a más de 700.000 cubanos y permitió declarar la isla, a finales de año, Territorio Libre de Analfabetismo (la tasa se redujo del 23,6% -cifra anterior a la victoria revolucionaria- al 3,9%). Antes que finalizara el plan en diciembre, Fidel Castro anunció en el Teatro Chaplin de La Habana que 234.000 alfabetizadores populares y brigadistas estaban embarcados en la tarea, y que la cifra iba en aumento. La participación de las mujeres fue muy significativa; “todos los analfabetos, absolutamente, proceden de las familias humildes”, declaró el Comandante. Un ejemplo similar ocurrió en 1980, tras el triunfo de la revolución en Nicaragua. La Cruzada de Alfabetización promovida por el Gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) movilizó a 95.500 estudiantes, maestros y trabajadores de la salud, que enseñaron los rudimentos de la lectura y la escritura a 406.000 nicaragüenses; de ese modo, el índice de analfabetismo pasó del 50,3% al 12,9%.

Son algunos antecedentes del método de alfabetización “Yo Sí Puedo”, ideado por la pedagoga cubana Leonela Relys (1947-2015) en 2001 a propuesta de Fidel Castro. El método se basa en una cartilla con letras y números, 17 vídeos que incluyen 65 lecciones y un manual para los maestros; la iniciativa comprende tres etapas: preparación (10 clases), aprendizaje de lectura y escritura (42) y fase de consolidación (13). Una de las orientaciones para los educadores es el respeto por las características individuales y socio-culturales de cada alumno; además hay que evitar las órdenes (son preferibles los estímulos), el tono autoritario y ante el cansancio, señalar un cambio de tareas. En 2006 la UNESCO otorgó el Premio de Alfabetización “Rey Sejong” al Instituto Pedagógico Latinomericano y Caribeño (IPLAC) de Cuba; así reconocía la aplicación “con éxito” del programa en 15 países, entre otros Ecuador y Venezuela.

La asociación La Guerrilla Comunicacional ha producido el documental “Leo a la vida”, dirigido por Julio Suárez y con guión de Sebas Parra, sobre la maestra y doctora en Ciencias Pedagógicas Leonela Relys. El audiovisual, filmado en Cuba, Haití, Nicaragua, Venezuela y Santa Eugènia de Ter (Girona), ha sido premiado este año en los festivales World Woman Awards de Yakarta (Indonesia) y Sant Andreu de la Barca (Barcelona). La película se estrenó en diciembre de 2017 en La Habana, en la 39ª edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. “Leonela fue una modesta maestra de escuela con total vocación”, apuntan los autores de “Leo a la Vida”. Según la UNESCO, al menos 750 millones de personas en el mundo son analfabetas (dos tercios, mujeres); el problema afecta a una parte importante de los 192 desempleados que hay en el planeta, añade el organismo de Naciones Unidas. “Pero el peor analfabetismo es el político, el que está en la raíz de todos los demás”, afirma Sebas Parra tras la presentación del documental en Valencia, en un acto organizado por la Asociación Valenciana de Amistad con Cuba José Martí.

Sebas Parra se remite a las palabras del poeta y dramaturgo Bertolt Brecht sobre el analfabeto político, de cuya ignorancia “nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político trapacero, granuja, corrupto y servil de las empresas nacionales y multinacionales”. ¿Qué relevancia tiene la formación política? Parra da cuenta de la conversación entre Fidel Castro y Hugo Chávez, en la que el líder cubano espetó: “No creas Hugo que en Venezuela hay cuatro millones de oligarcas” (es aproximadamente el número de votantes que rechazaron la reforma de la Constitución de Venezuela -promovida por el Gobierno bolivariano- en el referéndum de 2007; o los votos obtenidos por el candidato derechista, Manuel Rosales, en las elecciones presidenciales de 2006). Algunos ejemplos de la intencionalidad política pueden rastrearse en el estado español. En 2011 Izquierda Unida (IU) de Sevilla hacía balance de la aplicación del método “Yo sí Puedo” en la ciudad: mil personas alfabetizadas, muchas de ellas mujeres de más de 70 años. El punto y final a la iniciativa llegó con Juan Ignacio Zoido, del PP, alcalde de Sevilla entre 2011 y 2015 y exministro del Interior.

En 2007 Leonela Relys publicó su tesis doctoral “Yo sí Puedo: Un programa para poner fin al analfabetismo”. En 2013 La Guerrilla Comunicacional editó el libro “De América soy hijo… Crónica de una década de alfabetización audiovisual” y, en marzo de ese año, dedicó la entrevista del mes a la alfabetizadora cubana. Leonela Relys Díaz resumía de este modo en la entrevista el método “Yo Sí Puedo”: “A partir de lo conocido, que es el número que ya estudiamos, se pasa al fonema o letra que el alumno desconoce y con el que se establece una relación; los pasos son, por tanto, número, fonema-letra e imagen; porque la imagen da una confianza extraordinaria en el aprendizaje”. Así, el alumno observa la imagen de una casa y, sin haber aprendido a leer y escribir, expresa el vocablo “casa”. Desde ese momento, “casi todos creen que saben leer”, sostiene la profesora, que con 15 años participó en la Campaña Nacional de Alfabetización y en 2009 recibió el Premio Nacional de Pedagogía de la Asociación de Pedagogos de Cuba.

Un segundo paso tuvo como escenario la República de Haití, donde Leonela Relys participó entre 1999 y 2001 en una campaña de alfabetización por radio en lengua creole; en la isla caribeña comprendió la influencia de los medios audiovisuales para la educación, así como el vínculo entre analfabetismo y extrema pobreza (un estudio de la CEPAL, de 2004, señalaba una esperanza de vida al nacer en Haití de 49,1 años, mientras la tasa de pobreza se situaba en el 76% y el 20% de la población más favorecida percibía el 68% del ingreso nacional). La experiencia de la maestra fue previa a la aplicación del método “Yo sí Puedo” en el país de las Antillas, que se produjo en agosto de 2010 y, en dos años, contribuyó a que 150.200 haitianos mayores de 15 años aprendieran a leer y escribir, informó el periódico Granma. “Los sistemas educativos en el mundo capitalista tienden a ser excluyentes; el analfabetismo existe por las injusticias sociales”, concluía Leonela Relys.

La pedagoga fue autora o coautora de una veintena de libros y militante del Partido Comunista de Cuba. Consideraba que la metodología educativa que ideó tenía un carácter colectivo, ya que cuando ésta se adaptaba a las lenguas quechua, aimara o al suahili de Tanzania, eran estos pueblos los que aportaban su lengua y su cultura. El documental de 70 minutos aporta testimonios de los indígenas Rama Cay de Nicaragua, que aprendieron con el sistema “Yo Sí Puedo” adaptado a su entorno. A finales de agosto el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba informó que, con el programa de Leonela Relys, “se logró alfabetizar a 180.000 personas en las zonas más intrincadas de Nicaragua desde 2006 hasta la actualidad”. Orlando Pineda Flores, coordinador de la Asociación de Educación Popular Carlos Fonseca Amador (AEPCFA) de Nicaragua y coordinador de la Campaña en este país, resalta que hoy millones de personas no sólo saben poner su nombre en un documento, sino que son capaces de leer el entorno político y socioeconómico.

Los autores de “Leo a la Vida” subrayan que 12 millones de personas de más de 30 países aprendieron a leer y escribir con el apoyo de la metodología cubana. La presidenta de la Fundación Misión Robinson, Lilian Oropeza, informó a Venezolana de Televisión de que la colaboración entre Cuba y Venezuela en la iniciativa “Yo sí Puedo” ha hecho posible que más de 1,2 millones de venezolanos terminaran los estudios de sexto grado; este balance, recogido por la agencia Prensa Latina, se podría extender a países como Bolivia, Panamá, República Dominicana, Colombia, Ecuador, Argentina, México o Guinea Bissau. Pero, con independencia de las estadísticas, ¿Quién era Leonela Relys?

“Una maestra extraordinaria; para ella lo fundamental era estar en el aula y compartir con los alumnos; disfrutar además con el olor de la pizarra y la tiza”, resume su hija, Amarilys Oro Relys, en la película de La Guerrilla Comunicacional.

lunes, 17 de diciembre de 2018

Entrevista a Rosa Cobo, socióloga, feminista. Capitalismo y prostitución..

TribunaFeminista


“Es una gran noticia, una alegría”. Los mensajes se agolpan con la sentencia que declara nulos los estatutos del auto denominado “sindicato de trabajadoras sexuales”. Un día una sonrisa, otro un jarro de agua fría. Así parece ser la cotidianidad de las protagonistas del movimiento por la liberación de las mujeres, embarcadas en una larga lucha que hoy vive un momento de gran actividad.

En la agenda feminista se suceden debates, jornadas, asambleas, manifestaciones, en una efervescencia que se ha dado en llamar la Cuarta Ola. Una de sus voces más destacadas en España es la de la socióloga Rosa Cobo, investigadora, docente y activista. Cobo está esperanzada esta mañana gris de otoño por una buena noticia y por intuir la primavera de muchas jóvenes cabezas y corazones feministas incorporados al movimiento al que ha dedicado, y dedica, buena parte de sus afanes. Como la cosecha de una fruta madura, conseguir la abolición de la prostitución es la batalla feminista del presente.

– La Sala de lo Social de la Audiencia Nacional ha declarado la nulidad de los estatutos del sindicato Organización de Trabajadoras Sexuales (Otras). ¿Cree que este sindicato no es lo que afirma ser, un defensor de las prostitutas, sino más bien una herramienta para legalizar el proxenetismo en España?

– Yo creo que este sindicato es sobre todo una estrategia que tiene la industria del sexo para meter, por la puerta de atrás, la legalización de la prostitución. A pesar de muchas cosas que ya tienen, los proxenetas –auto denominados “empresarios del sexo”–, quieren mucha más legitimidad social y mucha más seguridad jurídica para ellos. Y este sindicato es un paso más en esa estrategia. Lo que quieren es esa regulación de la prostitución: si hay un sindicato, se reconoce que existe el trabajo, entonces se está mucho más cerca de lograrla.

– Entonces, ¿hay un lobby proxeneta detrás de esto?

– Sin ninguna duda. Yo pondría las manos en el fuego, no una, sino las dos.

– Mientras tanto ¿se están rearmando las feministas abolicionistas?

– Sí. Esto merece la pena contarlo. Estamos viviendo un momento histórico en el que ha dado comienzo lo que conceptualizamos las feministas como la Cuarta Ola, cuyo corazón es la lucha contra la violencia sexual, esta es la vindicación feminista fundamental que la articula. Las abolicionistas hace ya muchos años que están trabajando en ello, pero este es el momento en el que se ha creado un clima ideológico en el que la gente está comenzando a comprender que la prostitución es quizá la forma más brutal de violencia contra las mujeres. Se empieza a entender que es una economía criminal, que funciona de una manera muy parecida a una multinacional, y que mueve muchos millones de euros al día. Que tiene un significado no solo como violencia sino también en términos del capitalismo neoliberal y de las economías ilícitas. Aunque a la gente le llega todo esto de una forma un tanto difusa, se está consolidando la idea.

– Si la gente puede empezar a entender que es violencia y hay daños, que hay que hacer algo, entonces se preguntará cuál es el mejor abordaje legal a esto. Unas voces dicen que la regulación protegerá a las mujeres, otras que la abolición es el mejor camino. Incluso un sector ultra religioso hablará de prohibición. ¿Por qué ser abolicionista, cómo explicar que es lo correcto?

– No pongo en duda que para algunas feministas la regulación sea una estrategia que reduzca los daños sobre las mujeres prostituidas, que lo hagan de buena fe. El asunto es otro completamente distinto. No se puede considerar un trabajo una penetración múltiple, una mamada o un bukake. No se puede articular un trabajo sobre la base de un deseo sexual y de poder que tiene el 40 por ciento de la población masculina española. Un trabajo no se puede articular alrededor de lo que desee un grupo de varones.

Foto: Rosa Cobo feminista y profesora sociología del género en la Universidad de A Coruña

– Los regulacionistas nos dicen que hay otras explotaciones muy duras en el capitalismo…

– Por supuesto, y el feminismo abolicionista tiene una vena fuertemente anticapitalista. El feminismo de los años setenta ya hizo una crítica brutal a la familia patriarcal y también a la prostitución. Las feministas abolicionistas sabemos lo que significan, en términos de explotación económica, las maquilas, esas grandes zonas francas como resultado de la deslocalización de la producción de grandes empresas, con la mano de obra menos cualificada, con salarios ínfimos. La precariedad del mercado laboral, en el que las mujeres somos la mayoría en el trabajo a tiempo parcial, en el sumergido, en los salarios de pobreza, en los trabajos que están desnormados. Todo eso lo sabemos y tenemos una posición muy crítica. El asunto es que la tenemos también hacia la prostitución, porque la prostitución es explotación económica y además explotación sexual. Si la prostitución se llega a considerar como un trabajo, eso tiene efectos sobre el imaginario simbólico que tiene la sociedad acerca de las mujeres. Es enviar el mensaje de que, de una forma u otra, todas somos prostituibles. Potencialmente todas seríamos putas. Yo creo que la maquila y la prostitución son, quizá, los dos grandes paradigmas del capitalismo neoliberal.

La agenda de la profesora Cobo no para, a juzgar por las lucecitas que salen de su teléfono, aunque se la ve decidida a investigar y sobre todo, a vivir este momento con su propia hija adolescente, a quien parece tener siempre en algún lugar de su mente: una responsabilidad que no puede compararse a ninguna otra. Luchar por un mundo mejor para las jóvenes se convierte así en una gran motivación altamente afectiva. Rosa Cobo es la autora del ensayo “La prostitución en el corazón del capitalismo” (Catarata, 2017), en el que analiza cómo esta industria global, en el siglo XXI, es la fusión entre los intereses patriarcales y los intereses capitalistas, y además es clave para ambos. Su resultado es un proceso creciente de mercantilización de los cuerpos y de la sexualidad de millones de mujeres en todo el mundo, traídas de la periferia a los países centrales.

Entre la investigación, el activismo y la docencia, Rosa Cobo Bedia (Cantabria, 1956), es titular de Sociología del Género en la Universidad de A Coruña y directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la misma. Para la próxima semana se ha embarcado en unas Jornadas Internacionales sobre Prostitución en la ciudad gallega en la que participarán algunas de las ponentes más reconocidas del movimiento por la abolición: la periodista sueca Kajsa Ekis Ekman, la abogada Charo Carracedo (portavoz de la Plataforma por la Abolición de la Prostitución, PAP) o la activista y superviviente de la prostitución, Amelia Tiganus. Ninguna de ellas tiene duda alguna sobre la gravedad de la violencia que supone esta esclavitud del siglo XXI.

– Las mujeres en prostitución sufren efectos muy graves sobre su salud física: lesiones, dolores, infecciones serias… la llegada a la prostitución no solo está relacionada con las situaciones de pobreza, lo que es una evidencia. También hay estudios que indican que en muchos casos han sido abusadas en su infancia y adolescencia. Estas jóvenes han desarrollado un mecanismo de disociación mental para resistir. Hay, desde el abuso infantil, un itinerario de la sexualidad que lleva a la prostitución, y la gente debe saber esto. El caso de Ámbar –pseudónimo de una superviviente que ha dado testimonio público de ello– es muy ilustrativo.

– Otra objeción constante es la imposibilidad de abolir la prostitución sin una acción global, ya que funciona como un mercado trasnacional de mujeres y niñas. Muchas veces se dice que las acciones abolicionistas desde administraciones pequeñas, como los ayuntamientos que se organizan contra la trata o con ordenanzas que prevén multas a los puteros, solo son parches. Que no hacen sino trasladar el problema de un sitio a otro.

–Yo eso lo veo como lo que se dice frente a los paraísos fiscales. También forman parte de la globalización, pero ¿es que vamos a renunciar a hacer políticas por eso? La prostitución al cien por cien no va a desaparecer, así como así. Lo primero es ilegalizar la industria del sexo, es decir, los clubes, los hoteles que son burdeles, los edificios o pisos que funcionan como tales, la agencias. Con ello se disuade a los proxenetas de que nuestro país es un buen lugar para invertir y blanquear su dinero. Segundo, mediante las multas, se penaliza la demanda, otra parte imprescindible. Y tercero, a la vez, hay que implementar políticas públicas para las mujeres. En España hay entre 300.000 y 100.000 mujeres en prostitución, por supuesto, las medidas para ilegalizar deben estar acompañadas de estas políticas.

¿Hay caballos de Troya en el feminismo actual? Como una intención deliberada de confundir.

–Sí los hay, sí, y el lobby proxeneta está detrás.

Otro de los debates actuales importantes en el movimiento es el del feminismo y la transexualidad.

– El tema trans se ha convertido en un tema de debate para un sector del feminismo. La posición del feminismo hasta los años ochenta fue que el género era una estructura de poder que era necesario desactivar, abolir. El horizonte del feminismo eran individuos que no tuviesen la marca del género. Las personas trans indudablemente viven una situación de marginación y falta de respeto social y merecen nuestra solidaridad y las políticas públicas necesarias para poner fin a esa discriminación. Sin embargo, la idea del sexo intencional no me parece útil para el feminismo. El feminismo es un movimiento social y una tradición intelectual que tiene como objetivo la emancipación de las mujeres. No es bastante con decir que te sientes hombre o mujer para serlo. Hay muchos otros elementos que intervienen en la conformación de la masculinidad y la feminidad. En todo caso, el tema trans se está lanzando contra el feminismo para crear un conflicto que en nada favorece ni al feminismo ni a las personas trans. Sospecho que favorece solo a quienes pretenden debilitar al movimiento feminista.

– Hemos visto estos días cómo las activistas de Femen España han sido golpeadas y pateadas, en el suelo, de forma salvaje, al protestar en una manifestación fascista. Tras las elecciones en Estados Unidos, y antes en Austria, Suecia o Brasil, hay analistas que afirman que el feminismo está actuando como un dique, más o menos sólido, frente al neofascismo, influyendo sobre todo en el voto de las mujeres. ¿Cree que es así?

– ¡Ah, las activistas de Femen enfrentándose a los fascistas, que acción tan valiente! Esas imágenes, esas mujeres, pasarán a la historia, así lo creo. El movimiento social que más rápidamente ha respondido a los neofascismos es el feminismo. En esto tiene una gran lucidez. Nosotras sabemos muy bien qué proyecto tiene para las mujeres el neofascismo: es la vuelta a los lugares de subordinación. Ellos nos ven como seres básicamente reproductivos. Todos los fascismos comparten una idea muy clara de la inferioridad de las mujeres.

Fuente:

https://tribunafeminista.elplural.com/2018/11/entrevista-a-rosa-cobo-autora-de-la-prostitucion-en-el-corazon-del-capitalismo/?amp_markup=1&__twitter_impression=true

viernes, 14 de diciembre de 2018

A dos voces. Diálogo imaginario entre Paulo Freire y Roque Azcurraire (La Poderosa) a 50 años de Pedagogía del oprimido.

Mario Hernandez
Rebelión

IV Encuentro hacia una Pedagogía emancipadora en nuestra América. 17, 18 y 19 de setiembre 2018, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Buenos Aires, Argentina

Ernani María Fiori prologa la edición de Siglo XXI de Pedagogía del oprimido de Paulo Freire (1970) donde aprender a decir la palabra consiste en su método de alfabetización porque la práctica de la libertad solo encontrará adecuada expresión en una pedagogía en que el oprimido tenga condiciones de descubrirse y conquistarse, reflexivamente, como sujeto de su propio destino histórico. Alfabetizar es concienciar.

En el círculo de cultura, en rigor, no se enseña, se aprende con “reciprocidad de conciencias”; no hay profesor, sino un coordinador que tiene por función dar las informaciones solicitadas por los respectivos participantes y propiciar condiciones favorables a la dinámica del grupo, reduciendo al mínimo su intervención directa en el curso del diálogo.

El método Paulo Freire no enseña a repetir palabras ni se restringe a desarrollar la capacidad de pensarlas según las exigencias lógicas del discurso abstracto: simplemente coloca al alfabetizando en condiciones de poder replantearse críticamente las palabras de su mundo, para, en la oportunidad debida, saber y poder decir su palabra. Para asumir responsablemente su misión de hombre, ha de aprender a decir su palabra, porque, con ella, se constituye a sí mismo y a la comunión humana en que él se constituye, instaura el mundo en que él se humaniza, humanizándolo.

Con la palabra el hombre se hace hombre. Al decir su palabra, el hombre asume conscientemente su esencial condición humana. El método que le propicia ese aprendizaje abarca al hombre todo, y sus principios fundan toda la pedagogía, desde la alfabetización hasta los más altos niveles del quehacer universitario.

Paulo Freire no inventó al hombre; solo piensa y practica un método pedagógico que procura dar al hombre la oportunidad de redescubrirse mientras asume reflexivamente el propio proceso en que él se va descubriendo, manifestando y configurando: “método de concienciación”.

Leyendo el excelente prólogo de Ernani recordé una de mis primeras experiencias como docente de Sociales en el Bachillerato Popular “Darío Santillán” en el barrio de Barracas de la Ciudad de Buenos Aires. Desde aquellos días siempre les insisto a mis alumnos/as que allí no van a aprender matemáticas, lengua, historia, etc., sino que eso podrán hacerlo si siguen estudiando en la Universidad o un terciario y como los exámenes en esos ámbitos no son solo escritos sino también orales, tienen que aprender a expresarse frente a sus compañeros/as y los profesores/as. Generalmente obtengo resultados positivos. Pero en ese primer año tuve como alumno a Roque Azcurraire que se negaba a hacerlo y hoy, seis años después, es capaz de hablar ante centenares de personas en actos públicos.[1]

Dice Roque (RA): “Cuando empecé el Bachillerato “Darío Santillán” me costaba un montón hablar frente a mis compañeros y compañeras porque sentía que mi voz, mis palabras no valían, entonces me llevaba a no hablar porque sentía que lo que iba a decir iba a estar mal, entonces aunque la voz propia siempre la tuve, nunca me dieron lugar para poder hablar. Delante de mis compañeros y compañeras me costaba por miedo. Era parte de apropiarme de la voz propia y a lo largo del tiempo me fui dando cuenta lo importante que es la palabra en las personas, en cada uno de nosotros y nosotras, que tenemos algo para contar y que es importante hablar, apropiarse de la palabra y los contextos coyunturales y de lo que vivimos en nuestros barrios. Por eso creo que la voz de cada uno y una vale y principalmente mi voz; más allá de que siempre digo que me cuesta hablar cuando arranco no paro. Me pasó que cuando veníamos de Brasil (se refiere al encuentro de La Poderosa en ese país en julio 2018)

estábamos con un montón de periodistas y primero empecé a sudar, me costó arrancar, pero una vez que lo hice empecé a hablar de todo lo que sentí en el Foro, en el viaje, lo acompañado y emocionante que estuvo todo. Escuchando a compañeros y compañeras de otros países, también apropiándose y contando historias muy zarpadas que no son muy lejanas a nosotros.

La dificultad para hablar surgía claramente del lugar donde vivo. Vivo en una villa. También a muchos de mis vecinos les cuesta hablar porque sentimos que nuestras voces no se van a escuchar en ningún lado. Para qué hablar si es al pedo, a nadie le importa. Con el tiempo me fui dando cuenta que nuestra voz la tenemos que hacer valer nosotros, por eso hablo, digo, me expreso. Siempre con honestidad y mirando la realidad que vivimos.

La educación popular tuvo mucho que ver porque al estar con compañeras y compañeros que nos cedían la palabra y que todo el tiempo nos proponían que hablemos en el grupo, en las asambleas del Bachillerato y también entender que somos todos iguales, que no importa de qué país venimos, que somos todos hermanos y hermanas, eso también llevó a apropiarme de mi propia voz.

Ahora soy parte de una organización, La Poderosa. Fue gracias al Bachillerato y La Poderosa que fui aprendiendo un montón de cosas buenas y también aprendí a hablar a través de la fotografía que es lo que hago en La Poderosa.

laramente en La Poderosa como en el Bachillerato fui tomando conciencia que no estamos solos, que hay gente que nos escucha, que está para ayudar y para luchar juntos y esto de la voz propia, no sé si hablará bien o mal, pero mis compañeros y compañeras y muchas personas que no conozco me dicen que emociono hablando y gracias por enseñarles.

Creo que ellos son los que me dan fuerzas y ganas de hablar, de contar lo que pasa tanto en mi barrio como en otros”.

“Nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión”

Paulo Freire (PF): ¿Quién mejor que los oprimidos se encontrará preparado para entender el significado terrible de la sociedad opresora?

¿Quién sentirá mejor que ellos los efectos de la opresión? ¿Quién más que ellos para ir comprendiendo la necesidad de la liberación? Liberación a la que no llegarán por casualidad, sino por la praxis de su búsqueda: por el conocimiento y reconocimiento de la necesidad de luchar por ella.

Nuestra preocupación, en este trabajo, es solo presentar algunos aspectos de lo que nos parece constituye lo que venimos llamando “la pedagogía del oprimido”, aquella que debe ser elaborada con él y no para él, en tanto hombres o pueblos en la lucha permanente por la recuperación de la humanidad. Pedagogía que haga de la opresión y sus causas el objeto de reflexión de los oprimidos, de lo que resultará el compromiso necesario para su lucha por la liberación, en la cual esta pedagogía se hará y rehará.

RA: Estando en La Poderosa nuestro principal objetivo como organización es la organización de todos los barrios. Nuestro objetivo es entender que todos y todas, no importa de dónde vengamos, tenemos los mismos derechos, tanto en Argentina como en otros países de América Latina. Por eso la idea también es ir replicando Poderosas en cada país de América Latina y que cada uno luche contra las injusticias que no solo pasan en nuestro país.

PF: Al defender el esfuerzo permanente de reflexión de los oprimidos sobre sus condiciones concretas, no estamos pretendiendo llevar a cabo un juego a nivel meramente intelectual. Por el contrario, estamos convencidos de que la reflexión si es verdadera reflexión conduce a la práctica.

Por otro lado, si el momento es ya de la acción, ésta se hará praxis auténtica si el saber que de ella resulte se hace objeto de reflexión crítica.

RA: Antes de empezar el Bachillerato mi vida estaba prácticamente perdida. Vivía todo el tiempo en consumo, no estaba en todo el día en mi casa, era llegar a mi casa e insultar a mi mamá, a mis hermanas y hermanos y hoy todo ese cariño que no les pude dar antes, se los doy en estos años que fui aprendiendo durante la militancia y todo el tiempo se los digo.

Todo el tiempo perdido, más allá que quisiera quedarme más tiempo porque no pude estar con ellos por el consumo, ellos saben que ahora estoy militando y si no estoy en mi casa y me voy por 3 o 4 días es porque estoy haciendo cosas para cambiar y mejorar esto. Para que no vuelva a pasar más con ningún pibe de ningún barrio de acá ni de América Latina lo que me pasó a mí.

Si tuviera que dar un mensaje a los pibes y pibas les diría que no caigan en el consumo, que entiendan que hay otras herramientas que son mejores que estar en consumo o estar haciendo nada o mirando la tele. La herramienta es el poder de la lucha que tenemos cada uno en las calles para reclamar nuestros derechos que nos pertenecen y nos quieren arrebatar. Con el gobierno que está hoy, nuestro país cada vez viene peor, censurando a medios, reprimiendo en las calles, comprando armas a EE UU. Justamente eso es lo que quieren, militarizar nuestros barrios y encerrarnos y prácticamente matarnos porque sabemos lo que viene después de militarizar.

Decirles que nadie está solo y estamos para dar una mano. Cada vez que veo a un pibe o piba consumiendo me pone mal porque me hace acordar a esos tiempos feos que he pasado. Me pone mal, pero les hablo aunque sé que en ese momento no me pueden responder porque el consumo lleva a eso. Que no caigan, que si necesitan una mano se acerquen a las organizaciones que estamos en los barrios para eso.

Sin embargo, concluye Paulo Freire este diálogo imaginario, el educador “bancario” no puede creer en nada de esto. Convivir, simpatizar, implican comunicarse, lo que la concepción que informa su práctica rechaza y teme.

No puede percibir que la vida humana solo tiene sentido en la comunicación, ni que el pensamiento del educador solo gana autenticidad en la autenticidad del pensar de los educandos, mediatizados ambos por la realidad y, por ende, en la intercomunicación.

Referencias bibliográficas

Freire, Paulo: Pedagogía del oprimido, Siglo XXI, Buenos Aires, 1970

Entrevista a Roque Azcurraire realizada por el autor el 2/8/2018 en la Villa 21-24, Barracas, Buenos Aires, Argentina

Nota:
[1] Intervención de Roque Azcurraire, fotógrafo de La Poderosa, en al acto en la Villa 21-24 de Barracas, zona sur de la Ciudad de Buenos Aires el 1º de junio de 2018, repudiando la represión de efectivos de la Prefectura en la que fue detenido junto a su cuñado:

“Quiero agradecerles a todos los compañeros y compañeras que están acá presentes. Contarles que a nosotros nos llevaron como si hubieran ido a buscar a un grupo de narcos, a los peores delincuentes de toda la historia. Entraron a nuestra casa, nos recagaron a palos, manosearon a mi hermana, se llevaron a mi otra hermana presa. Es terrible cómo actuaron y cómo nos torturaron en la garita a donde nos llevaron, teniéndonos incomunicados, sin saber qué iban a hacernos. Resignados, con miedo, sin saber qué hacer. Todo lo que nos hicieron no puede quedar así. Nos quisieron inventar causas de todo tipo, todas se las rebotaron. Estamos sobreseídos y vamos a lograr justicia y van a tener que dar explicaciones de por qué entraron a mi casa, por qué me llevaron por filmar, por qué manosearon a mi hermana, por qué nos torturaron. No va a quedar así, no nos vamos a callar nunca más y vamos a seguir luchando como lo hacemos todos los días. Les agradezco el apoyo, los abrazos y el acompañamiento. La verdad es que eso nos da energía para seguir luchando, para que dejen de pasar estas cosas y defender a cada pibe y cada piba de nuestros barrios. Gracias”.

jueves, 13 de diciembre de 2018

_- El pensamiento de Marx y la tradición obrera y socialista siguen marcando el camino.

_- Daniel Campione
Rebelión

En nuestra época vivimos una ofensiva renovada de las clases dominantes, a escala mundial, con el proposito de clausurar, de modo definitivo, o al menos por un largo tiempo la perspectiva revolucionaria y liberadora que constituye el núcleo de la obra de Marx.

La burguesía actual propende a una “reforma intelectual y moral”, en términos de Gramsci, que tiende a extirpar de los actos e incluso del pensamiento, todo el saber obrero y popular acumulado en un siglo y medio de combates sociales y de construcciones intelectuales que los acompañaron, incluida en primer lugar la reflexión de tradición marxista.

Esa reforma se complementaría con un debilitamiento de la identidad de los miembros de la clase trabajadora y el reemplazo de toda idea de emancipación colectiva por una engañosa redención individual o a lo sumo de pequeño grupo. Esa salvación consistiría básicamente en la esperanza de abandonar la condición de trabajador. No ya para abordar el sueño muy difícil de integrarse en la clase dominante, sino para “independizarse” mediante el abandono de la relación salarial. Ese abandono puede ser real, al convertirse en pequeño (o pequeñísimo) empresario; o ilusorio, al disimular o mediatizar la relación salarial.

El gran capital va contra la tradición obrera y socialista en todas sus dimensiones. Busca ahogar desde la perspectiva de las reivindicaciones económicas motorizadas por los sindicatos, hasta la proyección orientada a la emancipación de la clase obrera y con ella del conjunto de la sociedad.

El objetivo de máxima a esos efectos es borrar de las conciencias la propia condición de trabajador, la autopercepción como vendedor de fuerza de trabajo a cambio de un salario que le permite reproducir las condiciones de vida y de trabajo del propio trabajador y su familia. Quien deja de percibirse como asalariado mal puede comprender el mecanismo de explotación contenido en la expropiación del plusvalor por parte del capitalista, ni el de alienación que tiene su punto de partida en el sometimiento del ritmo y condiciones de trabajo a los dictados del capital.

La idea es que el productor de bienes o prestador de servicios debe “salir al mercado” para benefiarse de ese gran mecanismo equilibrador que premiará su laboriosidad, su inteligencia, su habilidad, o cualquier otra virtud o valor que pueda atribuirse al individuo, nunca al colectivo.

El capital quiere trabajadores que no tengan siquiera el nivel más básico de solidaridad económico-corporativa con sus compañeros más cercanos de trabajo. Procuran un trabajador que se encuentre a solas frente a la empresa, que sería a su vez el trampolín para su ilusoria pero deseada transformación en “empresario”. Nada lo une a sus “competidores” que comparten su trabajo y podrían dificultar u obturar sus posibilidades de convertirse en “independiente”. Si adopta ese ideal, el trabajador ya no confía en mejorar en su condición de asalariado, sino quiere “emprender”, alejarse rápido de su situación de empleado en relación de dependencia. Su pasaporte de “emprendedor” puede variar mucho en calidad y estabilidad, incluso ser miserable. Pero, en una lógica perversa, el mismo sistema social que no le proporciona un trabajo estable o hace penoso el que consigue, lo inducirá a percibir un “mundo de oportunidades” abiertas a su laboriosidad e iniciativa.

Tal vez el “emprendedor” termine pedaleando sin descanso en medio de un tránsito infernal y con pesados bolsos a su espalda, como vemos hoy a millares de jóvenes privados de sus más básicos derechos, en aras de la sofisticación digital y de un espejismo de libertad que encubre apenas la esclavitud real.

En otros casos se intentará conducirlo a la creencia de que no es un empleado sino un “socio” de la empresa; en ocasiones llevándolo a un plano más formal, otorgándole algún tipo de participación en las ganancias y otras de un modo imaginario, estimulándolo a identificarse con la patronal, a “ponerse la camiseta” de la empresa y, como consecuencia, a privilegiar una relación amigable con sus empleadores, en detrimento de los vínculos con sus compañeros de trabajo, asuman o no estos formas organizadas. Aún en el interior del ámbito colectivo de trabajo se puede inducir la dilución de la condición laboral, a través de la idea de que cada trabajador o grupo de trabajadores es “proveedor” de algunos sectores o grupos, y “cliente” de otros, dentro mismo de la unidad productiva.

La gran empresa y la dirigencia política, intelectual y comunicacional ligada a ella, tiene como objetivo que los miembros de la clase obrera y otros sectores oprimidos y explotados se identifiquen sobre todo como individuos, productores y consumidores aislados. Esos individuos serían “libres” de las limitaciones a su iniciativa individual implicadas en la adscripción a una organización, sea sindical, cultural o política. Y más aún, ajenos a las restricciones más fuertes que impondría su participación en cualquier forma de acción colectiva. Un trabajador así “formateado” debiera elegir su “libertad de trabajo” en circunstancias de huelgas u otros conflictos.

Otra faceta del extrañamiento con la condición de trabajador radica en visualizarse como propietario. Puede ser de su vivienda, de un auto, pero también de un electrodoméstico o un celular. El objetivo es que aprecie sus posesiones por encima de todo, así sean ínfimas, y genere el consecuente rechazo hacia cualquiera que pueda amenazarlas de algún modo, sobre todo por medio de la violencia, lo que lleva a la demanda de “seguridad”. Pero también verá como amenaza a los benficiario de alguna forma de “apropiación injusta” de los recursos estatales que él sustenta con sus impuestos. Así puede construirse un enemigo que abarcará al marginal volcado al delito violento, pero también al receptor de planes sociales, al que divisa como viviendo a costillas suyas y de todos los que “trabajan” (noción que, en este caso, puede incluir a los empresarios.

La protección de “lo suyo” (dinero, bienes, familia), por escaso que sea, primaría frente a cualquier perspectiva de bienestar colectivo. Portador de una mirada centrada en el esfuerzo personal verá como innecesario e injusto que se asista a desocupados, pobres, o a cualquiera que no haya sabido ganar el sustento con su esfuerzo. Escribimos “sabido” y no “podido”, porque allí radica un componente necesario de esa conformación ideológica. El que no trabaja o haciéndolo no gana lo suficiente es visto como víctima de su propia incapacidad o pereza. Las condiciones sociales adversas se esfuman como causa del infortunio

En el día a día los hábitos de consumo serán tanto o más gravitantes que el goce de los bienes. Desde un viaje así sea breve y a lugares cercanos, hasta la compra de golosinas o cigarrillos “de calidad” se tornan en costumbres percibidas como valiosas, sin cuestionarse nunca en qué proporción responden a la acción embrutecedora de la publicidad y el marketing.

Todo esto cuenta con extensas complicidades sindicales, de una dirigencia que pretende preservar su poder, aún a costa de ser cómplice de reformas destructivas impulsadas desde la gran empresa. Su dependencia crónica de las empresas y del Estado, la aversión a la movilización de las bases, la práctica de la negociación permanente que rehúye el conflicto, todo contribuye a la aceptación de la erosión de la identidad obrera. Son en esos casos los líderes sindicales los que procuran disuadir a las bases de decisiones conflictivas, los que negocian la autonomía y condiciones de trabajo de sus supuestos representados; en el mejor de los casos a cambio de compensaciones salariales pasajeras.

La exacerbación individualista produce resultados funestos en el terreno político. La defensa egoísta de la propia persona puede llevar incluso a la violencia contra el prójimo o a la justificación de la misma. El compañero de trabajo, el vecino del barrio, el colega de profesión o de gremio, puede ser visto como el causante de los males a superar, el chivo expiatorio. Las clases dominantes, conocedoras de ese mecanismo, expandirán la idea de la “meritocracia” y la igualdad de oportunidades, que disimulan o niegan las desigualdades abismales de recursos económicos, sociales y culturales que expresan las contradicciones antagónicas entre explotadores y explotados, beneficiarios y víctimas de la alienación.

Todo apunta a una noción reaccionaria del “orden”, ligada a sus intereses como consumidor, propietario, y sobre todo como hombre o mujer que lo ha conseguido todo mediante su capacidad y empeño. No quiere compartir con nadie el goce de lo obtenido y es contrario a que se destinen recursos a quienes supone no son portadores de las aptitudes que él si posee. Al mismo tiempo está deseoso de despejar todo lo que pueda perturbar su supuesta tranquilidad. Por eso apoyará las iniciativas del poder político para “limpiar las calles” de cualquier forma de protesta explícita o implícita contra el estado de cosas existente.

La xenofobia tiene también articulación con la percepción ultraindividualista. Si el inmigrante puede conseguir trabajo, será rechazado como competencia desleal que amenaza el empleo del trabajador local. Y si no tiene posibilidades de acceder a un empleo satisfactorio también sufrirá rechazo, al vérselo como potencial delincuente.

Se legitima el orden socioeconómico existente, todas y todos deben trabajar para ganar el sustento, salvo el que puede obtenerlo mediante el usufructo de sus propiedades y riquezas. No hay ningún camino de inserción económica valiosa que el propio trabajo, con excepción de la pertenencia a una familia privilegiada que facilite los beneficios de una importante herencia.

El individualista extremo odiará a la corrupción que se apodera de los impuestos que paga. En la valoración negativa dará preferencia a los desvíos directos producidos por funcionarios, mientras que las trapacerías de los capitalistas se disculparán en parte como apartamientos ocasionales de la “legítima” búsqueda de ganancias.

La defensa del camino emancipatorio
Si la lógica que venimos describiendo logra predominar, quedarían arrasadas no sólo la tradición revolucionaria en la línea de Marx, sino la reformista, expresada sobre todo en las socialdemocracias del siglo XX, parcialmente reemplazadas en el siglo XXI por la noción comodín del “populismo”, el gran adversario construido en reemplazo del “comunismo” como enemigo a destruir en beneficio de la libertad y la democracia, medidas con los parámetros excluyentes de la “libertad de mercado”.

Ninguno de los componentes de la reforma intelectual y moral que hemos reseñado deja de ser una maniobra ocultadora de la sustancia destructiva y deshumanizante del sistema capitalista.

La depredación de la naturaleza empeora día a día, el saqueo de los bienes comunes se incrementa, las desigualdades se acentúan (el 1% de la población mundial se apropia del 80% de los recursos).

Las relaciones de explotación se modifican en modos que combinan el refinamiento que permite la alta tecnología con la brutalidad instalada por la búsqueda desembozada de la maximización de la ganancia.

No hay lugar hoy para lograr “emancipaciones” parciales, del tipo de las ofrecidas por los Estados de Bienestar. Todas ellas se revelan temporarias y reversibles. La posibilidad de ascenso social desde el lugar de trabajador asalariado a un status al menos de pequeña burguesía próspera se vuelve cada vez más arduo y azaroso. Contra lo predicado por la ideología del triunfo en la competencia universal de acuerdo a las leyes del mercado, los ricos son cada vez más ricos, y los trabajadores quedan cada vez más apartados de la supuesta “carrera abierta al talento”

La necesidad de un movimiento socialista de vocación revolucionaria e internacionalista es hoy más fuerte, si cabe, que en los tiempos en que Marx fundó la Asociación Internacional de Trabajadores.

Una de las principales dificultades para hacerlo realidad está en el terreno de la subjetividad. La conciencia social está todavía marcada por grandes derrotas, las consecuencias de la disolución de la Urss y del “socialismo real” siguen teniendo vigencia.

Incluso más atrás en el tiempo, el mundo continúa bajo los efectos del apotegma de Margaret Thatcher, “no hay alternativa”, expandiendo la creencia de que el capitalismo podrá ser mejor o peor, pero no hay otra forma de organización social, salvo en el terreno de las utopías, sean éstas ingenuas o “totalitarias”. Otra frase thatcheriana que ha hecho fortuna es aquélla de “la sociedad no existe, sólo los individuos”. La consigna del Manifiesto, “proletarios del mundo uníos” trata de ser reemplazada por “proletarios del mundo separáos, aún en el interior de la misma fábrica o del mismo barrio.”

Ir al reencuentro de los ideales socialistas y hacerlos tomar contacto con millones y millones de trabajadores es tarea ardua, pero no inalcanzable. La injusticia del sistema es cada vez más clara, por debajo de la cobertura que le presta su amplia red de sustentos intelectuales y comunicacionales

El capitalismo acentúa sus contradicciones en el terreno económico, y también en el político. La aspiración a un empleo estable y seguro, está en caída libre, mientras los empresarios tratan de hacer de necesidad virtud. La desigualdad se incrementa y el interés de las grandes corporaciones se impone de manera prepotente. La fantasía del libre mercado cruje frente a la monopolización u oligopolización reciente de vastos sectores de la economía

Luego de promover durante largas décadas la democracia representativa como el sistema de gobierno apto para cualquier tiempo y latitud, el gran capital está destruyéndola al convertir la idea de “soberanía del pueblo” en un cuento inverosímil. El propio sistema político engendra personajes como Donald Trump o Jair Bolsonaro, vivas imágenes de la brutalidad creciente del orden social.

Hoy es urgente la recuperación de la Tesis XI, en su plena dimensión de comprender el mundo para transformarlo. Esa voluntad de transformación basada en el conocimiento requiere la búsqueda de nuevas articulaciones que cuestionen al sistema capitalista desde todos los ángulos posibles, el de la explotación y alienación de los trabajadores, el consumismo desenfrenado, el desastre ecológico, la pervivencia del orden patriarcal, la violencia creciente en la vida cotidiana. El desafío es compatibilizar y potencializar los múltiples motivos de descontento, las diversas formas de protesta, hacer que las luchas parciales se visualicen como una impugnación general al predominio del capital.

La multiplicidad de líneas de tensión con el dominio del capital no anula, al contrario, la centralidad de la lucha de clases. Los intelectuales del capital tratan de demostrar que las clases ya no existen, o las reducen a distintos niveles de ingresos o categorías profesionales. El trabajo asalariado, sin embargo, está allí. Y sobre todo está viva la lucha de clases, expresada en las acciones de las clases subalternas que intentan poner límites al dominio del capital.

La gran deficiencia viene de que no se logra superar una modalidad de resistencia, y no toma aún carnadura real e inmediata una perspectiva de contraofensiva, que aproveche las múltiples fisuras del predominio del gran capital para reconstruir una proyección de alternativa radical. Esa radicalidad tiene que apuntar a la totalidad del orden social, proyectándose sobre el plano económico, político y cultural. Las reivindicaciones de una sociedad sin explotadores ni explotados, sin un un estado represor al servicio de los poderosos, de un orden de efectiva democracia e igualdad que reemplace las pantomimas al servicio del capital, todas siguen estando disponibles y se conjugan con otras nuevas, o percibidas con fuerza y centralidad renovada. La apuesta a un mundo socialista y comunista puede y debe volver a ser la bandera de los trabajadores, de los pobres, de las mujeres, de los marginados por cualquier razón, de los asqueados por múltiples motivos de un orden social injusto.

Las ideas de Marx siguen iluminando el camino hacia un mundo signado por la igualdad y la justicia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

_- El abecedario de Toni Morrison

_- Revue Ballast El Salto

De la b de Beloved —su novela más conocida— a la z de Zigzag. Una introducción al pensamiento de Toni Morrison a través de sus artículos, entrevistas en prensa y conferencias.

Toni Morrison

Toni Morrison en una lectura de su obra.

Una docena de novelas, numerosos ensayos, dos obras de teatro y algunos libros de literatura juvenil: Toni Morrison, hija de una familia obrera y antigua profesora de literatura en New Jersey, disecciona desde comienzos de los años 70 el “lenguaje de la opresión”. Comenzando por el que sufren los afroamericanos. Decidida, como afirma, a “neutralizar el racismo mezquino, a destruir la obsesión ordinaria, fácil y accesible por el color de la piel”, Morrison no se ha dejado de preguntar por las raíces y la organización social de su país. “Tengo 87 años y voy a sobrevivir a Donald Trump”, afirmó riendo la primavera pasada.

‘Beloved’: “La novela ofrece un vasto páramo controlado, una ocasión para ser y volverse el Otro. El extranjero. Con compasión, lucidez y el riesgo de un examen de consciencia. En esta repetición, para mí como autora, la joven Beloved, la que atormenta, es el Otro último, quien reivindica, para siempre reivindica un beso”.

(El origen de los otros)

Cantidad: “Para mí, la literatura incluye esta cantidad increíble de historias escritas por gente que, a través de la escritura, se sacudían el yugo de la esclavitud y entraban en el mundo de la libertad. No conozco en la historia de la humanidad otro pueblo que haya meditado, escrito y publicado tanto sobre su propia situación”.

(Entrevista con Pierre Bourdieu, octubre 1994)

Color: “Lo que me ha interesado es que en aquella época también llegaban a suelo americano empleados domésticos blancos. Estos domésticos eran en realidad esclavos, al igual que los esclavos negros. Pero es preciso interesarse por las condiciones en las que estos esclavos blancos llegaban: muchos de ellos morían durante el trayecto o bien cuando llegaban, y su servidumbre podía ser transmitida a sus mujeres e hijos. Estos esclavos blancos trabajan codo a codo con los esclavos negros en las plantaciones de tabaco. La sola diferencia entre ellos era la siguiente: los blancos podían escaparse y confundirse entre la multitud, mientras que los negros no podían hacerlo a causa de su color de piel. Esos tiempos son los verdaderos comienzos de este país”.

Entrevista publicada en L’Express, septiembre 2009) Definir: “Astuto, pero Maestro de Escuela le azotó de todos modos para mostrarle que las definiciones pertenecen a los definidores, no a los definidos”.

(Beloved)

Esclavitud: “Sin duda, estaba universalmente claro —para los vendedores como para aquellos que vendían— que la esclavitud era una condición inhumana, aunque rentable. Aquellos que vendían no querían, sin duda, volverse esclavos. Muy a menudo, aquellos que compraban se suicidaban para evitar esta condición. Entonces, ¿cómo funcionaba? Uno de los medios por los que las naciones podían tolerar la degradación que suponía la esclavitud era el recurso a la fuerza bruta. Otro consistía en embellecerla”.

(El origen de los otros)

Estadounidense: “Los mecanismos culturales por los cuales uno se vuelve estadounidense son claramente comprensibles. Un ciudadano de Italia o de Rusia emigrado a los Estados Unidos conserva en gran medida, o al menos en parte, la lengua y las costumbres de su país de origen. Pero si desea ser americano —ser reconocido en cuanto tal y encontrar realmente su lugar— debe volverse algo inimaginable en su país: debe volverse blanco”.

(El origen de los otros)

Fond: “No quedará nada de Fond (la pasarela sobre el río ya ha desaparecido), pero quizás puede ser bueno, ya que no era realmente una ciudad, solamente un barrio donde, cuando el tiempo era sereno, la gente del valle podía escuchar a veces cantar o tocar el banjo, y si sucedía que algún hombre del valle tenía algún asunto que hacer en las colinas allá arriba —cobrar un alquiler o la prima de un seguro— podía ver alguna mujer de piel oscura ejecutar algunos pasos de cakewalk,improvisar un black bottom, mover las caderas al ritmo de una armónica. […] La gente de color que la miraba reía y se frotaba las rodillas y el hombre del valle no tenía ningún problema en oír la risa sin reparar en el dolor humano que se encontraba en algún lugar bajo los párpados, en algún lugar bajo los paños de la cabeza, los sombreros de fieltro ligero, en la palma de las manos, tras las solapas usadas, en algún lugar en la curva de los tendones”.

(Sula)

Gente: “Escribir novelas es hacer aparecer a la gente ordinaria que no aparece en los libros de historia”.

(Entrevista en Téléréma, agosto 2012)

Inhumano: “Por muy fascinante que sea la ignominia de esos episodios de violencia, la cuestión que se revela, creo yo, mucho más reveladora que la severidad del castigo, es la de saber quién es esa gente. Qué encarnizamiento ponen en definir al esclavo como inhumano, salvaje, cuando la definición de lo inhumano describe en realidad considerablemente a aquel que castiga”.

(El origen de los otros)

Jazz: “También ha estado esta mina inagotable de canciones, de letras, de cantos espirituales, que era y que seguirá siendo por siempre la voz del jazz. Esta forma de poesía me habló inmediatamente”.

(Entrevista con Pierre Bourdieu, octubre 1994)

Liberar: “Liberarse era una cosa, reivindicar la propiedad de ese yo liberado era otra”.

(Beloved)

Minoría: “Siendo una minoría, a la vez como casta y como clase, vivíamos en los dobladillos de la vida, luchando contra nuestra debilidad y peleando para agarrarnos, o para escalar sin ayuda, en los grandes pliegues del vestido”.

(Ojos azules)

Mirada: “Oponer el poder negro a la dominación blanca continuaba siendo una forma de ser prisionero de la mirada del otro”.
(Entrevista para Psychologies, 2012)

Negro: “No me bastó más de una hora después de que la sacaran de entre mis piernas para comprender que algo no iba bien. Que no iba bien en absoluto. Me daba tanto miedo de tan negra que era. Negra como la noche, negra como el Sudán. Yo soy de piel clara, con un hermoso cabello, lo que llaman una mulata de tonos rubios, y el padre de Lula Ann también. Nadie en mi familia se acerca a este color”.
(Una bendición)

Odio: “Es el odio el que produce este efecto. Él consume todo, salvo a él mismo, sea cual sea vuestro sufrimiento, vuestro rostro se vuelve exactamente el mismo que el de vuestro enemigo”. (Love)

Ojos: “Desde hace algún tiempo, Pecola se decía que si sus ojos —sus ojos, que retenían las imágenes y sabían lo que podían ver— hubieran sido diferentes, es decir bellos, ella misma habría sido diferente. Tenía bellos dientes y una nariz menos grande y aplanada que las de ciertas chicas reputadas de lindas. Si ella hubiera sido diferente, bella quizás, Cholly habría quizás sido diferente también, y Mrs. Breedlove. Se habría dicho quizás: mira, esta Pecola de ojos tan bonitos. No debemos hacer ninguna grosería delante de ojos tan bellos. Cada noche, sin faltar, rezaba para tener los ojos azules”.
Ojos azules)

Olvidar: “Su pasado había sido parecido a su presente –intolerable–, y como ella no ignoraba que la muerte era cualquier cosa menos el olvido, utilizaba la poca energía que le quedaba para meditar sobre los colores”.

(Beloved)

Política: “Mis libros no responden únicamente a preocupaciones estéticas, así como tampoco exclusivamente a preocupaciones políticas. Pienso que, para poder ser tomado en serio, el arte debe hacer las dos cosas a la vez”.

(Entrevista con Pierre Bourdieu, octubre 1994)

Secuestrar: “Examino de nuevo la palabra ‘esclavo’ para hacerla íntima. Sobre todo, no quería que fuese una palabra anodina. […] Quería que el lector fuera secuestrado, sin memoria literaria, sin estar preparado para ello, exactamente como el esclavo. Los dos se enfrentaban a la urgente necesidad, y no podían contar más que con su buena voluntad y su participación. El lector debía ser despojado de la misma manera, y aprender por acumulación”.
(Entrevista con Toni Morrison, AFRAM newsletter, 1990)

Siglo XX: “Permitidme citar solamente algunos de los linchamientos que tuvieron lugar en el siglo XX: Ed Johnson, 1906 (linchado en el puente de Walnut Street, en Chattanooga, Tennesse, por una multitud que entró a la fuerza en la prisión donde estaba convicto, después de que fuera suspendida la pena de muerte que pesaba sobre él). Laura y D. L. Nelson, 1911 (madre e hija acusadas de asesinato, secuestradas en su celda y ahorcadas en un puente ferroviario a proximidad de Okemah, Oklahoma). Elias Clayton, Elmer Jackson e Isaac McGhie, 1920 (tres empleados de circo acusados de violación sin pruebas, linchados en Duluth, Minnesota, sin que sus asesinos sufrieran ninguna sanción). Raymond Gunn, 1931 (acusado de violación y asesinato, rociado con gasolina y quemado hasta morir por una multitud en Maryville, Missouri). Cordie Cheek, 1933 (linchado y mutilado por una multitud en Maury, Tennesse, tras haber sido puesto en libertad por una falsa acusación de violación). Booker Spicely, 1944 (abatido por un conductor de autobús en Durham, Carolina del Norte, tras haberse negado a sentarse al fondo del autobús). Maceo Snipes, 1946 (sacado de su casa en el condado de Taylor, Georgia, y abatido por haber votado en las primarias demócratas de Georgia; un cartel pegado en el muro de una iglesia negra de la localidad decía “El primer negro en haber votado no volverá a votar nunca más”). Lamar Smith, 1955 (figura del movimiento por los derechos civiles, abatido sobre el césped del tribunal del condado de Lincoln, en Brookshaven, Mississippi). Emmett Till, 1955 (a la edad de 14 años fue golpeado y abatido en Money, Mississippi, después de haber, según se decía, intentado ligar con una mujer blanca, que confesó haber mentido sobre esto en un primer momento)”. (El origen de los otros) Soledad: “Hay una soledad en la que uno se puede acunar. Los brazos cruzados rodeando las rodillas, nos mantenemos, nos agarramos, y este movimiento, a diferencia del de un barco, apacigua y calma al solitario que se acuna. Es una soledad interior, que envuelve como una piel. Luego hay una soledad vagabunda, independiente. Los pasos de esta otra soledad, seca e invasiva, parecen venir de algún lugar lejano”. (Beloved) Tom: “Harriet Beecher Stowe no escribió La cabaña del tío Tom para que Tom, Chloe ni nadie de entre los negros lo leyeran. Los lectores de su época eran blancos, necesitados de este embellecimiento, que querían o podían saborear”. (El origen de los otros)

Universal: “Esta investigación ficticia [acerca del libro Le regard du roi, de Camara laye] sobre las percepciones limitadas de una cultura nos permite ver la raza desaparecer de la experiencia que un occidental tiene de África cuando no hay el respaldo, protección o consignas de parte de Europa. Ella nos permite redescubrir o imaginar de nuevo el efecto que produce ser marginal, ignorado, superfluo, extranjero, de no escuchar nunca su nombre en boca de otros; de ser privado de historia o de representación, de ser una fuerza de trabajo vendida o explotada en el interés de una familia, de un hábil empresario o de un régimen local. En otras palabras: de volverse un esclavo negro. Es un encuentro perturbador que puede ayudarnos a hacer frente a las presiones y a las fuerzas desestabilizadoras del recorrido de los pueblos a través del mundo. A las presiones que pueden hacer que nos aferremos a nuestra propia cultura, a nuestra propia lengua, rechazando las de los demás. Hacernos clasificar el mal según la última moda, hacernos legislar, expulsar, conformarnos, purgar y dar crédito a las fantasías y a la imaginación. Sobre todo, estas presiones pueden hacernos negar al extranjero que hay en nosotros y resistir a muerte al carácter universal de la humanidad”.
(El origen de los otros).

Vender: “Has visto, dijo Jeri. Lo negro se vende. Es la materia prima más en boga del mundo civilizado. Las blancas, incluso las chicas color café con leche, tienen que desnudarse para obtener este tipo de atención”.
(Una bendición)

Woolf: “De Virginia Woolf, lo que amo es el uso que hace de la lengua, esta economía de la lengua. De Faulkner lo que me gusta es exactamente lo contrario, una suerte de abundancia, la repetición de las cosas”.

(Entrevista, “Toni Morrison, la memoria en herencia (1/5)” en France Culture, 2012)

Zigzag: “Había dejado su corbata. La de zigzags amarillos en diagonal sobre un fondo azul marino. Colgada en la puerta del armario, la punta hacia abajo, esperaba tranquila y pacientemente el retorno de Jude. ¿Es posible que se haya marchado si su corbata sigue aquí? Se acordará de ella y volverá, y entonces ella… uh. Ella podrá… decírselo. Sentarse tranquilamente y decírselo. Pero Jude, tú me conocías. Después de todos estos días, de todos estos años, tú me conocías. Mis maneras de hacer las cosas, mis manos, los pliegues de mi vientre, aquella vez en que quisimos destetar a Mickey y aquella otra en que el propietario dijo… y tú dijiste… y yo lloré, Jude. Tú me conocías, tú me escuchabas hablar por la noche, me oías en el baño y te burlabas de mi vieja faja usada y yo me reía porque yo también te conocía, Jude. ¿Cómo has podido abandonarme si me conocías?”.
(Sula)

Traducido por Pablo Lapuente Tiana.

Fuente:

https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/el-abecedario-de-toni-morrison

martes, 11 de diciembre de 2018

¿Impuestos pobres o contra los pobres? El sistema fiscal en España juega en contra de quienes sufren la pobreza cuando debería ser al revés

El sistema fiscal en España juega en contra de quienes sufren la pobreza. Cuando debería ser al revés. La tributación puede mirarse desde muchos ángulos e intereses. Para nuestra organización resulta esencial: pocos asuntos tienen una influencia más determinante en la lucha contra la pobreza y las desigualdades que los impuestos. España recauda poco y mal, lo que tiene un impacto directo en la capacidad del Estado para cumplir su deber constitucional de garantizar los derechos sociales de todos, y de la población excluida en especial. También de los más pobres del mundo a través de la cooperación internacional española, llevada a la irrelevancia financiera desde 2010.

Recauda poco: siete puntos menos de PIB que la media europea. Alcanzar esa media supondría 80.000 millones de euros más para la seguridad social y la Hacienda pública. Que se ve erosionada por un fraude fiscal calculado entre los 27.000 y los 70.000 millones de euros. Reducir ambas brechas supondría un oxígeno vital para la sanidad, la educación o la protección social. Sobre todo, si en el lado del presupuesto también se prioriza la lucha contra la desigualdad y se incide en un gasto social más redistributivo hacia quienes menos tienen.

Recauda mal. La crisis ha supuesto que la tributación recaiga aún más en las familias, un 83 % del total frente a un 74 % antes de la crisis, a través de un IVA creciente y un IRPF limitado en su progresividad. Impuestos al consumo y el trabajo versus la riqueza y el capital. Una tendencia que en otros países ha ido pareja con el incremento de la desigualdad, desbordada en España, el tercer país más desigual de la UE.

Esto último tiene serias consecuencias para las familias que sufren la precariedad. Así, el 20% más pobre de la población es el que más impuestos paga en relación con su renta, con la excepción del decil más rico. Una prueba de la regresividad de un sistema asentado en gravar el consumo de bienes básicos para la vida.

Esta injusta realidad era predecible, y se acentuará, mientras la fiscalidad siga siendo dual y obligue a tributar con más intensidad al trabajo que al capital. Mientras se demonicen y laminen los impuestos de patrimonio y sucesiones, incluso para grandes fortunas. Y mientras no se reforme a fondo, sin parches, el impuesto de sociedades.

Cabe recordar que la recaudación por este impuesto se ha desplomado durante la crisis. Son 20.000 millones menos, sin apenas recuperarse en los años de crecimiento del PIB, y con los grandes grupos empresariales apenas contribuyendo con el 6% de sus beneficios en 2016 (7.5% en 2015). No caben excusas. El nivel de beneficios empresariales se recuperó respecto al inicio de la crisis, antes que el de salarios. Y la internacionalización de los grupos es similar a la de 2008, por lo que la doble tributación no sería la causa de esta caída. Que sí se encuentra en los agujeros del impuesto, y tal vez en que las mayores empresas del país mantengan casi 1.000 filiales en paraísos fiscales.

El sistema tributario español necesita una reforma profunda. Mientras tanto, las medidas anunciadas por el gobierno son positivas. Un mínimo en sociedades, impuestos verdes, a las transacciones financieras o a las tecnológicas que no contribuyen, son iniciativas que pueden contribuir a recaudar más y mejor.

Todo esto para conseguir lo que debe ser el objetivo de un sistema fiscal. Una tributación progresiva que contribuya a reducir las desigualdades. Y una recaudación holgada que asegure políticas sociales para enfrentar la pobreza.

Por decirlo claramente: impuestos suficientes y a favor de los pobres.

 https://elpais.com/economia/2018/12/04/actualidad/1543943723_079886.html