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domingo, 1 de febrero de 2015

George Packer. Un soldado raso tiene más posibilidades de ser expulsado por perder su fusil que un general por perder una guerra. Así es esta sociedad.

El forense del imperio americano

George Packer retrata el fin de la cohesión social en EE UU durante las últimas décadas en ‘El desmoronamiento’. “La cohesión social está rota”, afirma

P. ¿Está en peligro la cohesión social en Estados Unidos?
R. No solo está en peligro, está rota. ¿Qué es la cohesión social? Es cuando tu destino está vinculado al de otras personas en tu comunidad o tu país, cuando los líderes de las principales instituciones tienen una visión que te incluye y, aunque buscan su beneficio, también es el tuyo. Hoy en día no es así. Su beneficio es su beneficio. En el Congreso se comportan igual que en Wall Street. No construyen nada. Todo es cortoplacismo. No existe cohesión porque no pagan un precio por sus errores. No hay políticos destituidos por impedir la recuperación económica. Ningún político pagó por Irak, ni ningún general. Bush fue reelegido. La gente que paga es la más pobre. Un soldado raso tiene más posibilidades de ser expulsado por perder su fusil que un general por perder una guerra. Así es esta sociedad.

...El desmoronamiento denuncia la destrucción del contrato rooseveltiano con los estadounidenses a manos de unos líderes de la nación que han hecho dejación de sus responsabilidades a favor de la dictadura del dinero. Es la narración de un fracaso.

Tres columnas sostienen el relato: la creciente desigualdad, la última Gran Recesión causada por la codicia de Wall Street y la complicidad de Washington, y la corrupción del tejido moral del país. Packer muestra un manojo de individuos que caminan sobre escombros. En una nación que alardea de su unidad, algunos de esos individuos, descritos con precisión de entomólogo, son desgraciados comidos de chinches que viven en furgonetas en un aparcamiento de Walmart...

martes, 27 de mayo de 2014

La desigualdad pone en peligro el sueño americano. Derecha e izquierda buscan fórmulas para abordar el debate sobre la creciente desigualdad

 La desigualdad creciente de ingresos y de riqueza ocupa el centro del debate en EE UU. El presidente Barack Obama ha hecho de la igualdad de oportunidades el eje de su discurso económico. El populismo antielitista define el discurso en una izquierda que se prepara para el pos-obamismo. Los conservadores ya no evitan hablar de la disparidad de ingresos y la brecha entre clases sociales. Y en Roma el papa Francisco, con sus reflexiones sobre los excesos del capitalismo desbocado, se ha convertido en un aliado involuntario de Obama y un acicate para que la derecha revise sus mensajes más ásperos.

El libro del año —y quizá de la década— es un volumen de más de 600 páginas de un economista francés,  Thomas Piketty, hasta ahora desconocido para el gran público, pero que en unas semanas se ha elevado en EE UU a la condición de superestrella con un tratado que demuestra con profusión de datos —muy al gusto norteamericano— el aumento de la desigualdad hasta unos niveles que se acercan a los del siglo XIX. La comparación con el siglo XIX no se sustenta sólo en la disparidad de ingresos —mientras los salarios reales de la clase trabajadora norteamericana apenas ha aumentado desde los años setenta, los salarios de 1% con más ingresos han subido un 165%, según datos citados por el Nobel Paul Krugman—, sino en la disparidad del patrimonio. Regresa el espectro de la sociedad de rentistas, marcada por la herencia: la idea de que los hijos y nietos de los ricos de Potomac seguirán siendo la clase dominante durante generaciones.

La desigualdad  alcanzó su marea más baja en Estados Unidos entre 1950 y 1980: el 10% superior en la jerarquía de ingresos se llevaban entre el 30% y el 35% de los ingresos nacionales de EE UU, aproximadamente el mismo nivel que Francia hoy”, escribe Piketty en su libro, Capital en el siglo XXI. “Desde 1980, sin embargo, la desigualdad de ingresos ha estallado en EE UU. La parte del 10% superior ha aumentado del 30%-35% de los ingresos nacionales en los años setenta al 45%-50% en la década del año 2000”. El incremento del 1% con más ingresos todavía es más acusado...

“La clase media está desapareciendo. Se siente insegura”, dice Roger Hickey, codirector de la Campaña por el Futuro de América, un grupo adscrito al ala izquierda del Partido Demócrata. “No encuentran empleo, los salarios no suben, los conservadores desmantelan sus beneficios. La gente siente la desigualdad. A los americanos no les desagradan los ricos. Aspiran a ser ricos. Pero les preocupa el declive de aquella gran clase media que se construyó tras la Segunda Guerra Mundial. Supieron lo que era la seguridad, la oportunidad, la posibilidad de enviar a los hijos a la universidad. Ahora todo esto está amenazado”. (Fuente de los gráficos: El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty./ El País.)
Leer más en El País.
Thomas PikettyPágina Web oficial de Piketty

jueves, 29 de agosto de 2013

La pobreza consume las capacidades mentales

Investigaciones realizadas en EE UU y en India indican que los apuros económicos limitan los “recursos cognitivos disponibles”.

Diferentes estudios parecen indicar que entre las personas con escasos recursos económicos es más habitual desenvolverse peor en la vida que entre aquellos que no tiene problemas de dinero. Posibles explicaciones las hay para todos los gustos: que una persona en dificultades financieras tiene menos margen de error y que las consecuencias de equivocarse pueden ahondar el problema, que los bajos niveles educativos pueden provocar malentendidos en documentos y contratos... Así presentan el espinoso problema de la correlación entre pobreza y recursos mentales unos investigadores del Reino Unido, Canadá y Estados Unidos que han intentado arrojar alguna luz al respecto. Y su conclusión es que la pobreza en sí misma, al margen de la alimentación, el estrés o la influencia del entorno sociocultural, consume recursos mentales del individuo y reduce sus capacidades cognitivas. Es decir, que al estar inmerso en la preocupación económica que afecta directamente a su vida, la persona tiene mermados sus capacidades mentales tal y como se miden en los test de inteligencia.

"La gente pobre, a menudo actúa, con menos capacidad, lo que puede perpetuar la pobreza", señalan Anandi Mani (Universidad de Warwick, Reino Unido) y sus colegas, en el artículo en la revista Science en que presentan sus experimentos y sus conclusiones. “El sistema cognitivo humano tiene capacidad limitada y las preocupaciones monetarias dejan menos recursos cognitivos disponibles para guiar acciones y decisiones”, señalan los investigadores. Igual que un controlador aéreo concentrado en una situación de potencial colisión en el aire es más fácil que descuide el seguimiento de otros aviones en vuelo, dicen, la persona pobre, cuando está pendiente de agobios de dinero, pierde capacidad para dedicar a otros problemas toda su consideración. “La situación de pobreza bloquea los recursos mentales”, resume Kathleen D. Vohs, profesora de la Universidad de Minnesota, en su comentario en Science acerca del asunto.

Mani y sus colaboradores diseñaron dos tipos de experimentos y los realizaron en EE UU (para comprobar su hipótesis de que los retos económicos de magnitud similar pueden tener impacto cognitivo muy diferente entre gente rica y gente pobre) y en una zona rural de India (para medir el efecto de los altibajos económicos que sufren las personas).

De antemano exponen su definición amplia de pobreza: la distancia entre las necesidades de un individuo y los recursos de que dispone para satisfacerlos. Como se trata de necesidades subjetivas, la definición sirve en un país desarrollado y en uno en desarrollo, al igual que en situaciones de deficiencia económica transitoria, como puede ser el desempleo. Y puntualizan que ellos se centran en el efecto inmediato de la pobreza en las capacidades cognitivas, quedando abiertas, por tanto, otras cuestiones de suma importancia: el desarrollo mental infantil deficiente asociado a la pobreza (que puede condicionar las capacidades mentales en el adulto) o si tiene efecto a largo plazo la merma de recursos cognitivos provocados por la incertidumbre económica.

El primer experimento se realizó con un centenar de voluntarios reclutados en un centro comercial de Nueva Jersey, de 35 años de edad media, 65 de los cuales eran mujeres, y con una distribución de nivel económico personal representativa de la población de EE UU, atendiendo a los ingresos y tamaño de la vivienda de cada uno. En las pruebas, se les presentaba un dilema: cómo afrontar una factura imprevista de reparación del coche. Mientras pensaban al respecto, se les hacían dos test de funciones cognitivas habituales en las pruebas de cociente de inteligencia, uno de fluidez mental y otro de control cognitivo. En diferentes fases se varió, por ejemplo, el precio de la hipotética factura, y la conclusión es que las personas adineradas sacaron mejor puntuación en los test de inteligencia que aquellos con escasos recursos.

Claro que es posible, por ejemplo, que los ricos tengan preocupaciones económicas a otro nivel pero que provoquen la misma sobrecarga mental que en los pobres la factura inesperada del coche. Para aclarar los resultados, Mani y sus colegas diseñaron el segundo experimento. Un total de 464 pequeños agricultores de caña de azúcar en el sur de India participaron en el estudio. Se les hicieron dos test, uno de fluidez mental y otro de control cognitivo (una versión numérica apropiada para personal de escasa alfabetización) antes y después de la cosecha anual, es decir, cuando su mayor preocupación es la perspectiva económica y cuando esta se ha despejado. Tras la cosecha, los resultados de estas dos pruebas de inteligencia fueron claramente superiores. Lo que mejor explica la caída del rendimiento cognitivo es el mecanismo de atención secuestrada por el problema económico.

No ignoran Mani y sus colaboradores las implicaciones sociopolíticas de su investigación. “Los datos que presentamos sugieren una perspectiva diferente sobre la pobreza: ser pobre significa no solo afrontar escasez de dinero, sino también escasez de recursos cognitivos”, escriben. “Los pobres, con esta perspectiva, son menos capaces no debido a rasgos heredados sino porque el mismo contexto de la pobreza impone una carga y obstruye las capacidades cognitivas”.

Como conclusión, sugieren los investigadores algunas medidas políticas que pueden aliviar el efecto que han estudiado. Lo primero sería evitar lo que ellos llaman los “impuestos cognitivos”, como rellenar cuestionarios largos y complejos, preparar entrevistas de trabajo o descifrar nuevas reglas laborales, en las que las personas con preocupaciones económicas pueden estar en desventaja frente a quienes no las padecen. O, al menos, prestar ayuda institucional a las primeras. Otra idea, más centrada en el caso de los cultivadores de caña de azúcar indios, pero no limitado a estos, sería sincronizar las actuaciones y programas —por ejemplo, de formación— con las fases cíclicas de las cosechas para desarrollarlas en los períodos en que esa población sea más receptiva mentalmente y esté mejor capacitada para aprovechar la información.

“Las estimaciones recientes muestran que aproximadamente un 20% de la población mundial vive en la pobreza”, recuerda Vohs. Para muchos economistas, añade, cuanta más gente haya, mejor, pues mayor cantidad de buenas ideas habrá para solucionar los grandes retos como curar el cáncer, encontrar formas de energía renovables o alcanzar la paz mundial. “Pero este argumento se basa en la idea de que todo el mundo tiene capacidad mental adecuada, una premisa ahora cuestionada por Mani y sus colegas para una quinta parte de la población mundial”, añade.

Inteligencia antes y después de la cosecha
Los campesinos de Tamil Nadu (sur de India) que se dedican al cultivo de la caña de azúcar reúnen, al parecer, características especialmente idóneas para los experimentos de Anandi Mani y sus colegas sobre pobreza y rendimiento mental. Tienen una cosecha anual, pero no todos al mismo tiempo porque la recolección está repartida a lo largo de cuatro o cinco meses para que la caña llegue escalonadamente a los molinos. Esto evita en los experimentos efectos que pudieran alterar los resultados, como la influencia de festividades locales o las condiciones meteorológicas, explican los investigadores en Science. Los campesinos afrontan mayor preocupación económica antes que después de la cosecha, pero no todos al tiempo.

En total participaron 464 cultivadores de caña de 54 pueblos en el estudio y la puntuación media obtenida en uno de los test fue 5.45 después de la cosecha frente a 4.35 antes. Cabría pensar que el esfuerzo físico de recoger la caña influye negativamente en el rendimiento mental, pero los investigadores puntualizan que, en muchos casos, los agricultores contratan a peones para el trabajo y, además, en la mayor parte de los casos tuvieron el cuidado de hacer los test después de la fase de recogida de la caña, pero antes de recibir el pago por la cosecha.

Otra posible interferencia sería que, al hacer las pruebas por segunda vez —después de la cosecha— los agricultores estuvieran más entrenados. Para descartar este efecto, Mani y sus colegas incorporaron a un centenar de personas a los test postcosecha que no los hicieron antes. Y el resultado general fue el mismo, luego no es achacable a la familiaridad adquirida con las pruebas.

Tal vez la mejor nutrición después de cobrar la caña tenga algo que ver. Tampoco. Un estudio previo realizado por este equipo, en 2009, mostró que los agricultores de caña no comían menos antes que después de la cosecha. Una vez eliminados los factores principales que podrían afectar el resultado, la respuesta de los investigadores es que la pobreza en sí misma resta capacidad mental.
Fuente: El País.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Penelope Casas, divulgadora de la cocina española. La estadounidense de origen griego escribió varios libros sobre gastronomía mediterránea

Si la cocina española es reconocida en Estados Unidos, parte del mérito es de Penelope Casas. La escritora neoyorquina contribuyó en gran medida a divulgar los platos típicos de la gastronomía mediterránea con sus libros, que tuvieron un gran éxito de crítica y ventas en EE UU. Casas falleció el pasado 11 de agosto en Nueva York, víctima de una leucemia.

Nacida como Penelope Fexas en 1943, era hija de inmigrantes griegos en Nueva York. Sus estudios de Filología y Literatura Española en la universidad de Vassar le inculcaron un gran interés por las tradiciones y las costumbres españolas. En 1962 viajó a Madrid para realizar un curso en la Universidad Complutense y allí conoció al que sería su marido, el español Luis Casas, un joven estudiante de Medicina. Penelope regresó a España al año siguiente y se casó con Luis en 1964.

La joven pareja pasó sus primeros años juntos en España, una época en la que la estadounidense se enamoró de la gastronomía española, ya que su suegra era una cocinera vasca. La joven también se encandiló de los bares y tascas donde se servían las tapas que acompañaban a las bebidas.

En 1968 el matrimonio se trasladó a Estados Unidos para que Luis comenzase su especialización en cirugía. Penelope daba clases de español en colegios e institutos y tenía una curiosa afición: escribir cartas al director en The New York Times. “Escribía muy bien y por eso le publicaban los textos frecuentemente”, recuerda su marido. Una de esas cartas fue la que cambió la vida de Penelope. Sucedió a finales de los setenta, cuando se dirigió a Craig Clairborne, el famoso crítico gastronómico del periódico, para corregirle un dato. El periodista había escrito un artículo sobre cocina española y cometió el error de llamar “anguilas” a las angulas y además contaba mal la receta. La carta, muy educada y correcta, fue respondida por el crítico, pero este se negó a reconocer el fallo. Penelope, muy pacientemente, intercambió correspondencia con el periodista y le invitó a casa para que probase las verdaderas angulas cocinadas como en España. Clairborne se presentó con un fotógrafo y pocos días después publicó un extenso y entusiasta artículo que hablaba de la tortilla española, las perdices y, por supuesto, de las angulas, los manjares que había probado en el hogar de los Casas.


La cosa no acabó ahí, de hecho, solo fue el comienzo. Clairborne puso en contacto a Penelope con una editora amiga y esta le propuso escribir un libro sobre cocina española.  The foods and wines of Spain (Las comidas y los vinos de España). Fue todo un éxito del que se han publicado 12 ediciones. Continuó escribiendo y en 1985 salió a la luz Tapas: The little dishes of Spain (Tapas: Pequeños platos de España), un libro que desató la pasión por las tapas en Estados Unidos. Posteriormente escribió, Paella!: Spectacular Rice Dishes From Spain, La Cocina de Mama: The Great Home Cooking of Spain, Delicioso! The Regional Cooking of Spain, One Pot Spanish: More Than 80 Easy, Authentic Recipes y Discovering Spain: An Uncommon Guide.
 “Tuvo mucha suerte”, cuenta Luis Casas, “normalmente quien escribe un libro tiene que buscarse editores, aquí fue al revés”. Penelope Casas se dedicó en exclusiva a escribir y publicó su primer libro en 1982, Penelope Casas escribió siete libros en total, además de varios artículos en medios como The New York Times. Tras su primer obra, obtuvo el Premio Nacional de Gastronomía por parte del Gobierno español y también recibió la Medalla al Mérito Turístico.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Un tsunami de deudas ahoga a la economía mundial

La economía mundial navega en un mar de deudas. La suma de la deuda estatal, provincial, municipal, individual, hipotecaria, corporativa, financiera y bancaria sugiere que en cualquier momento la nave puede naufragar o estrellarse contra el témpano de lo impagable.

Un colosal estudio comparativo de la consultora Mc Kinsey Global Institute mostró que en 2009 la deuda total de Japón -la más grande del mundo desarrollado– era de un 471% de su PIB (es decir, de todo lo que produce su economía en un año). Le seguía Reino Unido con un 466%. Estados Unidos "apenas" tenía un 300%.

Muchos economistas opinan que esta gigantesca desproporción entre la riqueza anual que produce un país y lo que adeuda se explica por un mecanismo que en las últimas tres décadas ha cambiado la faz del capitalismo actual: la financialización.

"Es una manera de conceptualizar la creciente importancia de actores e instituciones financieros en la economía y de las finanzas como fuente de ganancias. Esto explica el crecimiento del crédito en la década de 2000 y las causas de la actual crisis", le explicó a BBC Mundo Adam Leaver, autor de tres libros sobre el tema e investigador y miembro de CRESC (Centro de Investigación del Cambio Socio-Cultural) de Manchester.

En el capitalismo tradicional, los bancos le prestaban a la industria que producía ganancias con el consumo de sus productos, dinero con el que pagaba su crédito, alegraba la vida de sus accionistas y reinvertía para ampliar el proceso productivo.

En el capitalismo de las últimas tres décadas se produce una explosión de lo que en inglés se denomina con la sigla FIRE (Financiamiento, seguro y sector inmobiliario) que ha crecido tanto en proporción al PIB como en detrimento de la economía productiva.

Hagan juego
Las grandes corporaciones tienen ramas financieras que con frecuencia generan más ganancias que lo que las empresas producen y venden. En Estados Unidos la General Motors pasó a ganar más con el otorgamiento de créditos para la adquisición de automóviles que con la misma venta de vehículos.

"Las empresas del sector real, productivo, empiezan a comportarse como empresas financieras. La misma General Motors estuvo en la venta de hipotecas de casas. Uno puede argumentar que prestar plata para que le compren autos entra en la lógica productiva. Pero invertir en el mercado hipotecario es otra cosa. Funciona como sustituto de una inversión productiva para obtener una ganancia a corto plazo. Es una clara señal de cómo la financiarización afecta la inversión y el cambio tecnológico", indicó a BBC Mundo el profesor de economía comparada de la Universidad de Cambridge Gabriel Palma.

A nivel individual, el símbolo más cotidiano de esta financiarización es la tarjeta de crédito, que antes de los '80 era tratada con reverencia de club exclusivo y hoy se ha convertido en un medio de pago de la vida diaria.

Pero la explosión del crédito va mucho más allá de la tarjeta. En el estallido financiero de 2008 la gota que desbordó el vaso de una economía endeudada hasta las cejas fue el préstamo hipotecario a hogares sin recursos: las llamadas hipotecas subprime o de alto riesgo.

Los estudios sobre el período del boom muestran que en Estados Unidos los hogares pasaron a gastar en el pago de intereses de tarjetas de crédito y préstamos casi el doble de lo que gastaban en comida y vestimenta.

En Reino Unido la deuda individual o familiar llegó a ser un 165% del ingreso disponible (ingreso que queda luego de pagados los impuestos).

Según Paolo Dos Santos, experto bancario de SOAS, la Escuela de Estudios Africanos y Asiáticos de la Universidad de Londres, este cambio vino de la mano de un repliegue del estado benefactor como garante de salud, educación, vivienda y jubilación que fue funcional para la expansión del sistema financiero.

"En los últimos 30 años, la política social en muchos países desarrollados se ha basado en la transferencia del riesgo y el costo de estos servicios sociales del estado al individuo. Este tiene que recurrir al sistema bancario para poder financiar la educación de su hijo o un seguro médico o su jubilación", señaló Dos Santos a la BBC.

¿Y en América Latina?
La financiarización es un proceso global, pero en América Latina aparece acentuada por la falta de regulación y competencia.

Si uno toma como ejemplo el reciente balance anual del banco español Santander se ve que Brasil y Chile arrojan ganancias infinitamente superiores a las de países desarrollados.

"Brasil, por ejemplo, tiene el 15% de los activos del Santander, es decir, sus préstamos para consumo, empresas, etc., pero representa el 30% de sus utilidades mundiales. En países como el Reino Unido es a la inversa. La falta de regulación y competencia les permite a los bancos obtener ganancias absurdamente altas", señaló Palma a BBC Mundo.

Dicho de otra manera, las ganancias no se deben a una meritoria competitividad comparativa de América Latina en términos de calidad, servicio y eficiencia sino a las fallas del sistema regulatorio en que operan.

El Partido de los Trabajadores de Lula ha sido elogiado por los grandes centros financieros mundiales por su política "realista", pero un informe reciente de la Federación de Comercio de San Pablo muestra que la tasa de interés promedio que pagan los brasileños es del 230% anual.

El cálculo es que el servicio de la deuda individual brasileña será de un 30% del ingreso disponible este año. En Estados Unidos se considera que cuando la deuda alcanza el 14% la situación es de alto riesgo.

Brasil y Chile no son excepciones. En Perú el crédito se cuadruplicó en esos cinco años. En México el nivel de morosidad en el pago de microfinanciamiento del consumo se sitúa entre el 20 y el 30%.

"El crédito lubrica la economía, pero un exceso de deuda en el ingreso de los hogares se traduce en un estancamiento del consumo. En América Latina el problema no es el monto de la deuda sino su servicio por las condiciones leoninas que tienen muchos créditos. Esta financiarización tiene un impacto en la inversión. Es más negocio ganar con un producto financiero que invertir en la economía real. Una parte importante de la élite industrial de Sao Paulo abandonó la producción por las finanzas", indicó a BBC Mundo Palma.

sábado, 17 de marzo de 2012

¿A qué se debe la polarización social?

Un tema que está acaparando gran atención en los centros políticos y mediáticos de Estados Unidos es el notable crecimiento de las desigualdades de renta y riqueza que ha ocurrido desde los años ochenta, y que se ha acentuado todavía más durante estos años de crisis. Es importante resaltar que el debate no es sobre si se han incrementado las desigualdades, sino sobre las causas de este crecimiento. Nadie cuestiona que haya existido este aumento. El debate se centra, pues, en las causas y consecuencias del crecimiento de estas desigualdades. Las posturas conservadoras y liberales, bien reflejadas en los escritos de intelectuales como James Q. Wilson, colaborador del “Washington Post”, Charles Murray, Director del “American Enterprise Institute”, y el columnista David Brooks, del “New York Times”, cuestionan que tal crecimiento de las desigualdades se deba a las políticas públicas iniciadas por el presidente Reagan (aunque algunos autores consideran que tales políticas se iniciaron en los últimos años del mandato del presidente Carter) y continuadas por los presidentes Bush, padre e hijo, y también, por cierto, por el presidente Clinton. Estas políticas incluían una reducción de la carga fiscal de las rentas superiores (aunque el presidente Clinton las aumentó al inicio de su mandato), una desregulación de los mercados financieros (particularmente acentuada durante el gobierno Clinton, con la eliminación de la Ley Glass-Steagall) y una reducción del gasto público, incluyendo el gasto público social, entre otras medidas que se han acentuado en estos años de crisis.

James Q. Wilson ha cuestionado esta tesis en varios artículos, acentuando que el crecimiento de las desigualdades se debe primordialmente al hecho de que hay un sector, el de la población con elevada educación, que está recibiendo mayores ingresos, resultado de la mayor rentabilidad que la educación tiene ahora en comparación con décadas anteriores. Este factor, junto con la entrada de la mujer al mercado de trabajo, explica –según Wilson- este incremento de las desigualdades. Si a ello se le suma que las mujeres que tienen más educación se casan con hombres también con elevada educación, el resultado es que la concentración de las rentas se está acentuando y, con ello, las desigualdades se están disparando. Los datos que James Q. Wilson aporta (mostrando que las personas con educación universitaria han visto crecer sus ingresos más rápidamente -un 20%- en los últimos treinta años que las personas con sólo educación primaria) parecen confirmar sus tesis. En realidad, los ingresos de estos últimos han disminuido un 31% durante el mismo periodo.

Estos datos parecerían explicar por qué las desigualdades han ido creciendo. Pero el error de Wilson es concluir que la principal causa del crecimiento de las desigualdades en EEUU se deba precisamente a estos factores. El diferencial de educación puede explicar el crecimiento de las desigualdades entre personas que tienen educación universitaria y las que apenas tienen educación (digamos entre el 30% de la población que tiene mayores salarios, y el 10% de la población de renta inferior). Pero, como señala el economista Lawrence Mitchell, del “Economic Policy Institute”, de Washington, las mayores desigualdades no ocurren entre el 30% de la población con mayores recursos y el 10% con menores recursos, sino que existe entre el 1% de la población que es más rica, y todos los demás. El eslogan de los indignados de EEUU (“el 1% controla el país”) tiene unas bases empíricas reales. El 1% que tiene los salarios más altos (los dirigentes de las grandes entidades financieras y empresariales) ha visto crecer su salario un 131% desde 1979 a 2010 (y el 0,10% un 278%), mientras que los salarios para el restante 99% de la población asalariada ha crecido sólo un 15% durante el mismo periodo. Estos ratios no se explican como consecuencia de los distintos niveles de educación. En realidad, las elites financieras y empresariales que constituyen este 1% (en realidad, el porcentaje es incluso menor, el 0,1%) no tienen los salarios e ingresos que tienen debido a una mayor educación universitaria, sino gracias al sistema de control y poder que la sociedad facilita para que los logren. Y el hecho de que hayan visto incrementar sus ingresos durante estos últimos años no se debe a que hayan incrementado su educación o a que la rentabilidad de ésta haya aumentado, sino a que las relaciones de poder dentro de la sociedad han evolucionado facilitando esta concentración de poder dentro de la sociedad y dentro de cada empresa. Y las políticas liberales han sido determinantes en facilitar esta concentración de las rentas.
¿Quién se beneficia del crecimiento de la economía y de la productividad?

Un tanto semejante ocurre con la distribución de las riquezas. Desde 1980 (cuando la época neoliberal se inició) hasta 2009, la práctica totalidad del aumento de la riqueza fue a parar al 20% de la población que tenía mayor riqueza. El 40% de este crecimiento fue al 1% más rico, y otro 41,5% al próximo 4% más rico después del 1% anterior. En otras palabras, el 5% recibió casi el 82% de todo el crecimiento de la riqueza. Mientras, el 60% recibió menos en 2009 que en 1983, es decir, que la clase trabajadora y amplios sectores de las clases medias se beneficiaron muy poco del crecimiento económico al cual contribuyeron (durante este periodo, el output de bienes y servicios por hora trabajada aumentó un 119%).

Frente a este crecimiento de las rentas, tan acentuado en la cúspide, las propuestas conservadoras y liberales basadas en que la solución pasa por una mayor educación en los sectores más pobres de la sociedad (o, ironiza Lawrence Mitchell, que se casen con gente más rica) es dramáticamente insuficiente.

La abrumadora evidencia de la enorme concentración de las rentas y de las riquezas tiene también sus defensores, siendo el más conocido Charles Murray que, en su libro “Coming Apart: The State of White America 1960-2010”, definido por el columnista conservador del “The New York Times”, David Brooks, como el libro más importante del año, defiende las aportaciones que tal élite aporta al país, aún cuando cree que el mayor problema que existe es su extraordinario aislamiento. Esta élite vive en un Estados Unidos muy separado del resto, y esto limita su conocimiento de cómo vive el 99% restante y, muy en particular –según él-, del 30% de la población que goza de menor renta. Este sector, según Murray, está en profunda crisis, precisamente por carecer de los valores que posibilitaron a las élites alcanzar la cúspide donde se encuentran. Murray reafirma así la tesis expuesta en su libro The Bell Curve escrito en 1994 junto con Richard J. Herrnstein, que atribuía la pobreza a los valores poco empresariales, enfatizando los aspectos culturales como los determinantes de su pobreza. Esta explicación responsabiliza a los pobres por su propia pobreza.

La situación en España
Este debate que está ocurriendo en EEUU es relevante para España, donde tal discusión no ha centrado todavía el debate político. Un problema grave en nuestro país es la falta de información creíble sobre la distribución de las rentas y de las riquezas. Las cifras oficiales, de las cuales saca la OCDE el último informe sobre las desigualdades, son de escasa ayuda y credibilidad. Por ejemplo, indica que el nivel promedio de ingresos de la gente más rica de España (el 10% de renta superior) es de 38.000 euros al año, concluyendo que los ricos en España ingresan once veces más renta que los que tienen menos renta (el 10% de renta inferior). Pero cualquier observación de cómo y dónde viven y veranean los ricos puede fácilmente deducir que su nivel de vida no se mantendría con 38.000 euros al año. Es obvio que tales cifras no son creíbles. Pero el problema es incluso mayor, pues, como en EEUU, la mayor desigualdad no se da entre el nivel promedio de renta y los pobres, sino entre los súper ricos (el 1%) y todos los demás. El Estado no parece conocer cuánto ingresan estos súper ricos. Las mayores fuentes de riqueza en España proceden del capital financiero, que ha crecido desmesuradamente en España (y en EEUU también), debido, en gran parte, a la especulación que ha sido estimulada y favorecida, por cierto, por el Estado español y sus supuestos órganos reguladores. Pero el tema de las desigualdades no ha llegado todavía al debate político y mediático. Siempre estamos algo retrasados. Ya llegará, y pronto.
Vincenç Navarro.

viernes, 27 de enero de 2012

Recordando a Howard Zinn. El historiador y activista dedicó su vida a las “innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas”

Nota del editor: Hoy, 27 de enero, es el segundo aniversario de la muerte de Howard Zinn. Activo participante en el movimiento en favor de los derechos civiles, fue despedido en 1963 de su puesto como profesor titular en el Spelman College de Atlanta después de ponerse de lado de los estudiantes negros en su lucha en contra de la segregación. En 1967 escribió el primer y más influyente de los libros que pedía acabar con la guerra de Vietnam. Veterano de las fuerzas aéreas estadounidenses, editó The Pentagon Papers, filtrado desde dentro de esta organización por Daniel Ellsberg y más tarde fue considerado por el FBI un “riego extremo para la seguridad”.

Su éxito de ventas, La otra historia de Estados Unidos*, generó un nuevo campo de estudio histórico: las historias de las personas. Este enfoque contrarrestaba el examen triunfalista tradicional de la “historia escrita por los vencedores” y se concentraba en cambio en las personas pobres y aparentemente sin poder, aquellas que resistieron a la hegemonía imperialista, cultural y corporativa. Zinn fue un activista social, escritor e historiador laureado con varios premios, por consiguiente, ¿quién mejor para compartir su recuerdo que su buen amigo e intelectual de enorme talla como él, Noam Chomsky?

Cambridge, Mass – No me resulta fácil escribir sobre Howard Zinn, el gran activista e historiador estadounidense. Fue un amigo muy cercano durante 45 años. Nuestras familias también fueron muy cercanas. Su mujer Roz, que había muerto de cáncer no mucho antes, fue una persona maravillosa y una gran amiga. También resulta sombrío darse cuenta de que toda una generación parece estar desapareciendo, incluyendo varios viejos amigos: Edward Said, Eqbal Ahmed y otros, que fueron no solo perspicaces y productivos estudiosos sino también militantes entregados y valientes, siempre dispuestos cuando se les necesitaba, lo que era constante. Una combinación que es esencial si se espera una supervivencia decente.

Las notables vida y obra de Howard se resumen mejor en sus propias palabras. Explicaba que su preocupación fundamental era “las innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas” que están en el origen de “aquellos grandes momentos” que entran en el registro histórico, un registro que será profundamente engañoso y carecerá gravemente de poder si se le separa de estas raíces mientras pasa por los filtros de la doctrina y el dogma. Su vida siempre estuvo estrechamente entrelazada con sus escritos y con innumerables charlas y entrevistas. Estaba entregado desinteresadamente a otorgar poder a las personas desconocidas que provocaron grandes momentos. Esto era cierto cuando era un trabajador industrial y activista obrero, y desde los días, hace 50 años, en que era profesor del Spelman College en Atlanta, Georgia, un facultad negra que en gran parte estaba abierto a la pequeña elite blanca.

Cuando enseñaba en Spelman, Howard apoyó a los alumnos y alumnas que estaba a la vanguardia del movimiento en favor de los derechos civiles en sus primeros y más peligrosos días, muchos de los cuales llegaron a ser muy conocidos años después (Alice Walker, Julian Bond y otros) y que le querían y veneraban, como le ocurría a cualquier persona que le conociera bien. Y, como siempre, no se limitó a apoyarlos, lo cual ya era bastante raro, sino que también participó directamente con ellos y ellas en las campañas más arriesgadas, que no eran fáciles de emprender en aquella época, antes de que hubiera ningún movimiento popular organizado y ante la hostilidad del gobierno durante varios años. Finalmente, se inflamó el apoyo popular, en gran parte gracias a las valientes acciones de los jóvenes que hacían sentadas ante los mostradores de lugares donde se servían comidas, conducían autobuses de la libertad, organizaban manifestaciones, se enfrentaban al amargo racismo y a la brutalidad, y a veces a la muerte**.

Para principios de la década de 1960 estaba tomando forma un movimiento popular de masas, con Martin Luther King en un papel de dirigente, y el gobierno tuvo que responder. Como recompensa a su valor y honestidad, Howard fue expulsado inmediatamente del college en el que enseñaba. Unos pocos años más tarde escribió de forma regular en el Comité de Coordinación de los Estudiantes No Violentos SNCC (por sus siglas en inglés), la principal organización de aquellas “personas desconocidas” cuyas “innumerables pequeñas acciones” desempeñaron un papel tan importante en la creación de la corriente de opinión que permitió a Martin Luther King ganar una influencia significativa (como estoy seguro que él habría sido el primero en decir) y llevar al país a cumplir las enmiendas constitucionales de un siglo antes que teóricamente concedían derechos civiles elementales a los antiguos esclavos; al menos hacerlo parcialmente, pues no hay ni que insistir en que queda mucho camino por hacer.

Una influencia civilizadora
En el ámbito personal, llegué a conocer bien a Howard cuando fuimos juntos a una manifestación en favor de los derechos civiles en Jackson Mississippi (creo que) en 1964, que incluso en una fecha tan tardía fue una escena de un violento antagonismo público, de brutalidad policial e indiferencia, o incluso cooperación, con las fuerzas de seguridad por parte de las autoridades federales, a veces de un modo un tanto chocante.

Después de ser expulsado del college de Atlanta en el que enseñaba, Howard vino a Boston y pasó el resto de su carrera académica en la universidad de Boston, donde fue, estoy seguro, el miembro del campus universitario más admirado y querido, y el blanco de un amargo antagonismo y de una crueldad mezquina por parte de la administración. Sin embargo, en los últimos años, después de su jubilación, obtuvo el honor y el respeto públicos, que siempre habían sido abrumadores entre los alumnos, el personal de la universidad, gran parte de la facultad y la comunidad en general. Mientras estuvo ahí, Howard escribió los libros que le dieron una bien merecida fama. Su libro Logic of Withdrawal, de 1967, fue el primero que expresó clara y firmemente lo que muchos apenas empezaban a contemplar: que Estados Unidos no tenía derecho siquiera a pedir un acuerdo negociado en Vietnam, lo que dejaría a Watshington con el poder y un control sustancial del país que había invadido y que para entonces ya había destruido en gran parte.

En vez de ello Estados Unidos tenía que hacer lo que todo agresor debería hacer, retirarse y permitir que en cierto modo la población reconstruyera como pudiera a partir de las ruina y si fuera posible llegar a un mínimo de honestidad, pagar unas reparaciones masivas por los crímenes que habían cometido los ejércitos invasores, unos vastos crímenes en este caso. El libro tuvo una enorme influencia entre el público aunque a día de hoy los círculos cultivados apenas pueden comprender siquiera su mensaje, lo que indica el trabajo tan necesario que tenemos ante nosotros.

Es muy significativo que entre el público general de la época del final de la guerra, un 70% considerara la guerra “fundamentalmente equivocada e inmoral”, no un “error”, lo cual es una cifra notable considerando el hecho de que apenas se podía expresar una insinuación de este pensamiento en la opinión dominante. Los escritos de Howard (y, como siempre, su destacada presencia en protestas y en la resistencia directa) fueron un factor fundamental en la educación de gran parte del país.

En aquellos mismos años Howard también se convirtió en uno de los más destacados partidarios del movimiento de resistencia que se estaba desarrollando. Fue uno de los primeros signatarios del Llamamiento a Resistir a la Autoridad Ilegítima (Call to Resist Illegitimate Authority) y estuvo tan cercano de las actividades de [la organización] Resistir que fue prácticamente uno de los organizadores. También participó enseguida en las acciones de asilo que tuvieron un notable impacto para impulsar la protesta en contra de la guerra. Howard siempre estaba ahí donde se le necesitara (charlas, participación en desobediencia civil, apoyo a personas resistentes, dar testimonio en juicios).

“La historia desde abajo”
Aún más influyente a largo plazo que los escritos y acciones de Howard en contra de la guerra fue su imperecedera obra de arte, La otra historia de Estados Unidos, un libro que literalmente cambió la conciencia de una generación. En ella desarrolló con cuidado, lucidez y de forma exhaustiva su mensaje fundamental acerca del papel crucial de personas que siguen siendo desconocidas en llevar adelante la interminable lucha por la paz y la justicia, y acerca de las víctimas del sistema de poder que crea su propia versión de la historia y trata de imponerla. Posteriormente, sus “Voces” de la Historia del Pueblo, ahora una aclamada producción teatral y de televisión, ha llevado a muchas personas la palabras reales de aquellas personas olvidadas o ignoradas que desempeñaron un papel tan valioso en crear un mundo mejor.

El logro único de Howard en sacar las acciones y voces de personas desconocidas de las profundidades a las que habían sido confinadas mayoritariamente ha generado una enorme investigación histórica que sigue un camino similar, centrada en periodos críticos de la historia de Estados Unidos y que se vuelve también a otros países, lo que es muy bienvenido. No es algo completamente novedoso (anteriormente hubo investigaciones eruditas sobre temas particulares) pero no son en absoluto comparables a la amplia e incisiva evocación que hace Howard de la “historia desde abajo”, que compensa las omisiones críticas en cómo se ha interpretado y transmitido la historia de Estados Unidos.

El entregado activismo de Howard siguió, literalmente sin descanso, hasta el mismo final, incluso en sus últimos años, cuando padecía graves dolencias y una pérdida personal (aunque a duras penas se supiera cuando uno se encontraba con él o lo veía hablar incansable ante audiencias cautivadas por todo el país). Ahí donde había una lucha por la paz y la justicia, Howard estaba ahí, en primera línea, inagotable en su entusiasmo e inspirador en su integridad, compromiso, elocuencia y decencia pura. Resulta difícil calcular cuántas vidas de personas jóvenes y en qué grado se vieron afectadas por sus logros, tanto en su trabajo como en su vida.

Hay lugares en los que la vida y obra de Howard tuvieron una resonancia especial. Uno de ellos, que debería ser mucho más conocido, es Turquía. No conozco otro país en el que destacados escritores, artistas, periodistas, académicos y otros intelectuales hayan reunido un récord tan impresionante de valor e integridad en condenar crímenes de Estado e ir más allá para emprender la desobediencia civil para acabar con la opresión y la violencia, haciendo frente a una fuerte represión y a veces padeciéndola, para volver enseguida a la tarea.

Es un récord honroso, único que yo sepa, un récord del que el país debería estar orgulloso. Y uno que debería ser un modelo para otros, del mismo modo que la vida y obra de Howard Zinn son un modelo inolvidable, que con toda seguridad deja una huella permanente en la forma de enternder la historia y en cómo se debería vivir una vida decente y honorable.

* A People's History of the United States , traducción al castellano de Toni Strubel, La otra historia de Estados Unidos, Hondarribia, Hiru, 2005, edición revisada y corregida por el autor.

** Howard Zinn habla de estos años y estas luchas en su libro Nadie es neutral en un tren en marcha, Hondarribia, Hiru, 2001

Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Es autor de varios libros políticos de gran éxito, incluyendo 9-11: Was There an Alternative? (Seven Stories Press), una versión actualizada de este clásico, que se acaba de publicar esta semana con un nuevo ensayo (del que este artículo es una adaptación) en conmemoración del décimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre.

Noam Chomsky. Una versión de este artículo se publicó originariamente en TomDispatch.com.

martes, 27 de septiembre de 2011

De ahí la enorme crisis. El Tea Party domina las instituciones de la Unión Europea

Vicenç Navarro
El Plural

Soy consciente de que el título de este artículo puede parecer una provocación. Pero no lo es. No me gustan las hipérboles, pero es importante que a la ciudadanía se la informe de que las propuestas económicas y fiscales que el binomio Merkel-Sarkozy y gran parte del equipo dirigente de la Unión Europea, de la Eurozona y del Banco Central Europeo están proponiendo son semejantes a las que está proponiendo el Tea Party en EEUU. En realidad, en algunas de ellas, son incluso más radicales. Veamos los datos. Pero antes, una observación.

Nunca pensé que llegaría un día en que aplaudiría al Secretario del Tesoro (equivalente al Ministro de Economía y Hacienda del gobierno español) de la Administración Obama, el Sr. Geithner. Tal señor ha sido uno de los arquitectos de la ayuda federal a la banca estadounidense (Wall Street Journal), protegiendo a los responsables del casi colapso financiero que se dio en EEUU y en Europa, resultado del comportamiento especulativo y criminal de las élites financieras que, en lugar de ser sancionadas fueron recompensadas generosamente por la Administración Obama, liderada por el Sr. Geithner. De ahí que considero a tal señor como uno de los personajes claves de aquel embrollo que salvó a la banca a costa del bienestar de la mayoría de la ciudadanía estadounidense. No es, pues, santo de mi devoción.

Ahora bien, en la discusión que tuvo recientemente con los Ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea, en Polonia, lamento tener que reconocer que cuando se discutían propuestas de cómo salir de la crisis, el Sr. Geithner llevaba razón y los Ministros de Economía y Finanzas de la UE, así como el Director del Banco Central Europeo, estaban profundamente equivocados.

El Sr. Geithner subrayó que las políticas de austeridad que se estaban siguiendo en la Unión Europea estaban equivocadas, pues lo que tenía que hacerse era estimular sus economías, cambiando el foco de las políticas públicas. El Sr. Geithner enfatizó medidas de estimulo económico en lugar de reducción del déficit y deuda pública. Y, en sus observaciones sobre como resolver el mal llamado problema de la deuda pública, indicó que el Banco Central Europeo debería seguir políticas que ya sigue el Banco Central Estadounidense, llamado Federal Reserve Board, bajando los intereses y comprando deuda pública de los estados y estableciendo eurobonos. En este debate, que fue transmitido en parte por el canal televisivo estadounidense C.SPAN, se reproducía un debate que ocurre en EEUU con gran frecuencia. La única diferencia es que en EEUU la postura de “austeridad” la sostiene el Partido Republicano, hoy controlado por el Tea Party.

En la discusión que hubo entre Geithner y los Ministros de Economía y Finanzas, éstos adoptaron un tono de casi desprecio hacia las observaciones y recomendaciones que hizo el Secretario del Tesoro de EEUU. Tal desprecio –y en ocasiones irritaciones- se veía incluso en la cara que hacían mientras hablaba el Secretario. Parecía casi una copia de lo que ocurre en el Congreso de EEUU. El Tea Party también detesta a la Administración Obama. El tono de los Ministros europeos fue algo más sofisticado que el que adopta el Tea Party. Su actitud fue condescendiente. El mensaje que le transmitieron al Secretario del Tesoro era que EEUU no tenía la autoridad para dar lecciones de cómo resolver la crisis, incluyendo la crisis del euro, pues los indicadores económicos de EEUU eran peores –según ellos- que los de la UE. Y para probarlo, varios de ellos se refirieron a lo que consideraban excesiva deuda pública de EEUU, argumento que también utiliza el Partido Republicano, es decir, el Tea Party, la ultraderecha estadounidense, ignorando que la deuda pública de EEUU es de las más estables y seguras de la mayoría de deudas públicas que existen en la OCDE, el club de los países más ricos del mundo. Los intereses de los bonos públicos del estado federal son los más bajos existentes hoy en tal club de países (1,5%) comparado con el 2,5% en Alemania, 2.3% en Francia y 2,6% en el Reino Unido. Sólo Japón tiene intereses de la deuda pública más bajos.

La deuda pública federal de EEUU no es un problema
En cuanto a su tamaño, la deuda pública del gobierno federal fue de 14 trillones de dólares (trillones estadounidenses), que equivale al 96% del PIB. Puede parecer que esta cantidad es elevada, aún cuando, en términos comparativos, otros países tienen una deuda pública mucho mayor. Pero en sí, el tamaño de la deuda dice muy poco de la naturaleza problemática de tal deuda. Un país puede tener una deuda pública relativamente baja, y en cambio, tener un problema grave. Y viceversa, la deuda pública puede ser elevada y no tener un problema grave. Un tema clave para entender si la deuda pública es problemática o no, es saber quién tiene la deuda. En otras palabras, quién ha comprado la deuda. Pues bien, el 40% de estos 14 trillones de dólares de deuda es propiedad del propio gobierno federal, siendo el fondo de la Seguridad Social uno de los mayores propietarios de la deuda pública.

Otro grupo propietario de la deuda federal son las autoridades estatales y municipales, que poseen 5% de toda la deuda pública federal (la mayoría son planes de pensiones de sus empleados públicos). Excluyendo la deuda poseída por las autoridades públicas, la deuda que tienen las instituciones privadas es sólo de 6 trillones. De éstos, China posee 1.1 trillones de dólares, y el gobierno chino es el último en querer que se especule en contra del dólar, prefiriendo un dólar fuerte y estable.

Nos queda, pues, que sólo un tercio de la deuda pública (que representa aproximadamente un 31% del PIB) es propiedad de instituciones bancarias que pueden estar interesadas en especular en contra del dólar. Pero el tamaño en sí de la deuda pública vulnerable a la especulación es un porcentaje muy menor. De ahí que los intereses del bono público federal sean muy seguros y estables (y así se les percibe), lo cual explica que no tenga la necesidad de pagar intereses elevados para pagar la deuda.

La bajada de la valoración de los bonos públicos del gobierno federal por la Agencia Standard &   Poor’s respondía a una motivación única y exclusivamente política (el deseo del capital financiero –Wall Street- y del Tea Party de forzar una reducción y privatización de la Seguridad Social y de la atención sanitaria a los ancianos, Medicare) y no tenía nada que ver, como constante y erróneamente se presenta como un descontrol e hipérbole de las cuentas públicas del gobierno federal. Prueba de ello es que los mercados ignoraron completamente la bajada de la supuesta “calidad” de los bonos federales hecha por Standard & Poor’s. Al día siguiente de la evaluación negativa, el valor de los bonos creció todavía más (ver el reciente artículo de John Weeks “The Size of the U.S. Public Debt: Are the Rating Agencies Fools or Knaves?”

La deuda pública de los países de la Eurozona es un enorme problema porque los Estados no pueden defenderla frente a la especulación de los mercados

Geithner subrayó que el mayor problema económico existente en la Unión Europea y en EEUU no es la elevada deuda pública. El mayor problema de la UE es que no tiene ahora la estructura institucional que le permita resolver su problema de la deuda pública. Y llevaba toda la razón. Ello explica que, con una deuda pública menor que EEUU o Japón, la Eurozona tiene, sin embargo, más dificultades para resistir los ataques especulativos de los mercados financieros, forzando a los países de la UE a que tengan unos intereses de la deuda pública más altos y un crecimiento económico más bajo que EEUU. Y por si fuera poco, el euro está en una situación más inestable que el dólar, tal como les recordó el Sr. Geithner. El secretario del Tesoro podría también haber dicho – pero no lo dijo- que los cincuenta estados de EEUU están en mejor posición de resistir los ataques especulativos que los estados miembros de la UE (las cuentas de California están en peor forma que Grecia) y las diferencias de nivel de renta y de desempleo entre los estados de EEUU es mucho, mucho menor que las existentes en la UE. El desempleo en los Estados de EEUU varía entre el 5% y el 14%, según el Estado. En los Estados de la Eurozona la diferencia es mucho mayor, entre el 7% y el 22%

La causa de estas diferencias es que EEUU tiene un gobierno federal que ayuda a los Estados imprimiendo y transfiriendo dinero (le llaman liquidez) a los Estados, comprando deuda pública de éstos y del propio gobierno federal a través del Banco Central Estadounidense, el Federal Reserve Board. Este banco central tiene la doble función de controlar la inflación (tal como el BCE) y estimular el crecimiento económico y creación de empleo (lo cual brilla por su ausencia en el BCE). Si además de no tener un gobierno federal, los Ministerios de Economía proponen medidas de austeridad, exigiendo déficit público cero a los Estados de la UE, la inevitable conclusión de tales políticas es que la UE va a estar en recesión durante mucho, mucho tiempo, creando una crisis mundial que es lo que está ocurriendo. Lo que los Ministros están proponiendo es equivalente a tener unos Estados Unidos de Europa sin gobierno federal. Exigen un presupuesto equilibrado a los estados de la Eurozona sin que haya un gobierno y un Banco Central que les ayude.

Dos últimas observaciones. Una es que este aplauso a Geithner no es completo. Su resistencia a regular la movilidad internacional de capitales financieros es más que criticable. Y ahí sí que los ministros Europeos tenían más razón que Geithner. La resistencia del gobierno estadounidense (y del británico) a esta regulación es denunciable. Pero también es denunciable la enorme pasividad de la UE de atajar este tema. Existe un enorme espacio entre la retórica oficial y la práctica.

La otra es que me parece obvio que lo que están proponiendo las autoridades europeas condenará a sus economías a un enorme estancamiento e indirectamente a una enorme crisis de la economía mundial. La pregunta es por qué no cambian. Parte de ello se debe a la fuerza enorme de la ideología neoliberal, que continúa estancada en sus supuestos monetarios anti keynesianos, responsables de la Gran Recesión que desembocará en una Gran Depresión. Pero, el hecho de que esta ideología sea dominante se debe –y ahí está la raíz del problema- al enorme poder de la banca, su excesivo tamaño e influencia, que al aliarse en cada país con los elementos más reaccionarios de la gran patronal están intentando desmantelar la Europa Social. Si no se creen lo que digo, léanse los informes del Banco Central Europeo. Una de las frases más repetidas es que Europa no puede sostener sus Estados del Bienestar. Léase lo que dice el Banco de España y la Gran Patronal y verán que es una copia de lo que dice el BCE. Y de ahí que estén estableciendo las condiciones que facilitan la reducción de la protección social, tal como está intentando el Tea Party en EEUU.

El Plural, 26 de septiembre de 2011

domingo, 26 de julio de 2009

The Wire


Periodistas, maleantes y Baltimore
Un buen número de críticos de televisión e incluso analistas políticos, como Jacob Weisberg o Tim Goodman, han calificado a The Wire como la mejor serie en toda la historia de la televisión: “Ninguna otra serie ha hecho nunca nada remotamente parecido a lo que ha logrado ésta: retratar la vida social, política y económica de una ciudad americana con la amplitud, la precisión observadora y la visión moral de la mejor literatura”, escribe Weisberg en Slate.
Tras quince años pateando las calles de Baltimore (Maryland) como reportero de sucesos, David Simon escribió el guión de una obra maestra. ‘The Wire’ es ya una serie de culto. Su creador reflexiona sobre los males de las leyes, la prensa y EE UU.
David Simon estaba convencido de que una serie de televisión sobre traficantes, delincuentes, políticos y policías en Baltimore tenía que meter al equipo de rodaje en los barrios bajos de esa ciudad si quería ser realista.
Baltimore es fascinante pero criminal. Mezcla el sabor histórico y la herencia portuaria con el drama de una realidad en declive y un proceso de desindustrialización que ha dejado en el paro a dos de cada tres negros en un lugar en el que tres de cada cuatro habitantes son de esa raza. En esas calles y esos suburbios desangelados, que son insoportáblemente gélidos en invierno y pegajósamente húmedos en verano, no hay nada más familiar que el sonido de un disparo. Hay casi 300 crímenes al año, tres veces más que en Los Ángeles y seis más que en Nueva York.
The Wire’ existe porque David Simon se pateó esas calles durante casi 15 años como periodista de sucesos del Baltimore Sun. Se camelaba a los agentes de policía para patrullar con ellos y se trabajaba las fuentes a la antigua usanza: con amigos en el lado de los buenos y en el lado de los malos.
En realidad, David Simon de lo que quiere hablar es de periodismo. Acaba de ir a Washington para comparecer ante unas sesiones del Comité de Comercio del Senado que analiza el futuro de esta profesión. A un lado está su carrera en el gremio y sus años de reportero en la calle; al otro, la situación actual de la prensa y el periodismo. Cuando él trabajaba en el Baltimore Sun, el periódico tenía 500 personas en la redacción; dos ediciones en la calle, matutina y vespertina, y hacía secciones locales para cada barrio de la ciudad. Simon visitó la redacción por última vez hace un par años. “Estaba medio vacía. Había un montón de mesas que parecían no tener dueño, y eso fue antes de la última serie de despidos en el Sun”. Hoy, dos años después, sólo hay 150 personas en la redacción. Los dueños vendieron el periódico a la Times-Mirror Company en 1986 y esa empresa fue absorbida después por el gigante Tribune, que se declaró en bancarrota hace unos meses.
El Sun ha sufrido los mismos males que gran parte de la prensa mundial: reducción del número de lectores, competencia de la prensa gratuita, descenso de los ingresos publicitarios… Cuarenta periodistas han recibido en mayo la notificación de su despido. “No es sólo culpa de la aparición de Internet”, argumenta Simon. “No sé en España, pero en EE. UU. los dueños de esta industria cometieron el error de asociarse y conglomerarse, y después esta prensa conglomerada se lanzó a la Bolsa para aumentar al máximo sus beneficios. Les bastaba con que el periódico fuera atractivo o sofisticado, pero no prestaban atención a los contenidos. Yo me fui del Baltimore Sun en la tercera reducción de plantilla, y eso ocurrió en 1995, cuando nadie tenía Internet en la cabeza”.
“Mire: el periodismo es una profesión. Yo mismo no era un buen periodista de investigación los primeros años. Lo único que hacía era intentar explicar al lector el quién, el qué, el cuándo y el dónde de una noticia, y quizá a veces el cómo. Pero tuve que patearme las calles durante cuatro años para conseguir mis primeras fuentes y, sobre todo, para entender los asuntos a los que me dedicaba y ser así capaz de explicar a los lectores el porqué de las noticias. Por qué hay una guerra entre bandas de distribución de droga. Por qué aumenta la violencia en Baltimore y la policía no puede hacer nada. Por qué mueren cada vez más policías. El porqué es lo que convierte al periodismo en un juego de adultos, y la única manera de explicar el porqué es mediante periodistas absoluta y enteramente comprometidos con la cobertura de un asunto determinado o una institución. Y para tener ese tipo de periodistas en plantilla, los periódicos tienen que pagarles lo suficiente. Por eso no tengo absolutamente ninguna fe en eso que se llama periodismo ciudadano, o lo que hacen la mayoría de los bloggers.
Lo que hacen ellos es comentar las noticias, y a veces lo hacen de manera original, tanto que a veces lo que escriben puede ser interesante. Pero eso es comentar, y comentar no es hacer periodismo. El periodismo no es un hobby, es una profesión”
.

Sus ataques a la blogosfera durante la comparecencia en el Senado le han proporcionado una avalancha de críticas… en la blogosfera. Acusa a los bloggers de dedicarse en la mayoría de los casos “a amontonar informaciones que encuentran en otros lugares sin hacer ellos mismos ningún ejercicio de periodismo. Y acusó a los bloggers de escribir mucho sobre corrupciones sin haberse dedicado nunca a conocer por dentro las instituciones que critican”. Con esta percepción sobre el mundo del periodismo, parece lógico que la quinta y última temporada de The Wire girase en torno a los medios de comunicación y sus herramientas de manipulación. La profesión que él retrata en la serie ha perdido sus ideales y en buena medida su razón de ser, porque es incapaz de entender la complejidad de aquello que ocurre ante sus ojos. Se conforma con sucesos que tienen principio y fin en lugar de buscar la verdad de las cosas.
“Mi posición política está más a la izquierda que la de la mayoría de la gente de mi país”, dice David Simon. “Yo creo que el experimento americano ha descarrilado. De algún modo, aunque acepto la inevitabilidad y la certeza del capitalismo como motor de la economía, no considero que el capitalismo puro y duro pueda ser nunca el sustituto de un orden social. Eso es lo que ha ocurrido en este país en los últimos 25 años y el resultado de eso es The Wire: una sociedad en la que los individuos están marcados por el trabajo que logran o el lugar en el que nacen. Cuando se le da rienda suelta al capitalismo desaparecen los derechos de los trabajadores porque los trabajadores se convierten en sólo una herramienta del capitalismo, dejan de ser seres humanos. Si estás en lo alto de la pirámide productiva y te beneficias de esta dinámica, fenómeno; pero si estás en la parte de abajo, eres una víctima.
Su pasión está ahora volcada en Nueva Orleans. Allí prepara su nueva serie, Treme, el nombre de un barrio de la ciudad que mezcla lo mejor de la cultura criolla y el jazz con la peor situación de delincuencia y criminalidad tras el paso de la tormenta.
Y eso, por supuesto, es otra alegoría en la era pos-Bush: “Estamos viendo qué podemos reconstruir, o qué tiene sentido reconstruir. No es sólo un dique: es todo aquello que debería habernos protegido, desde nuestras instituciones económicas y políticas hasta las regulaciones empresariales que deberían haber servido para supervisar que no hubiera desastres económicos. Y resulta que esos mecanismos eran tan débiles como los que construyeron los ingenieros del ejército en Nueva Orleans”.
De la crónica de JAVIER DEL PINO 26/07/2009 El País.