Mostrando entradas con la etiqueta depresión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta depresión. Mostrar todas las entradas

miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿Cómo enfrentarse a la adversidad? El autor explica qué sucede en nuestro cerebro cuando nos enfrentamos a un peligro, un recuerdo negativo o el temor a que algo malo ocurra en el futuro

Las situaciones extremas de la vida nos muestran, como si fuera a través de una lente de aumento, el comportamiento de nuestro cerebro frente a escenarios en donde se pone en juego nuestra supervivencia física o nuestra integridad psicológica. En estos párrafos trataremos de entender qué sucede en nuestro cerebro:
-frente a un peligro del presente,
-un recuerdo negativo del pasado o
-el temor a que algo malo ocurra en el futuro.

Desde el momento en que somos expuestos a una situación extrema se activa un sistema muy básico, rápido y firme modelado durante cientos de miles de años, para hacer frente a lo que está ocurriendo. Este primer paso de defensa de nuestro sistema biológico es la llamada “respuesta de estrés”. Cuando el cerebro detecta una amenaza, se activa una respuesta fisiológica coordinada que implica componentes autonómicos, neuroendocrinos, metabólicos y del sistema inmune. El organismo necesita un mayor flujo de oxígeno para sus músculos, especialmente los del sistema de locomoción (para emprender el escape si hace falta). Así, se acelera la respiración para proveer más oxígeno, y la frecuencia cardíaca para entregar rápidamente ese oxígeno a través del torrente sanguíneo a los músculos principales. Los vasos sanguíneos en la piel se constriñen para que haya el menor sangrado posible en el caso de una herida.

Para proporcionar el combustible suficiente para el esfuerzo, nuestras glándulas convierten los carbohidratos almacenados en las células en azúcar circulante en sangre. También mejora la respuesta inmune; los glóbulos blancos que combaten las infecciones se adhieren a las paredes de los vasos sanguíneos, preparados para zarpar raudamente hacia cualquier parte del cuerpo que pudiera lastimarse.

El sistema cognitivo humano, a su vez, ofrece una variante aún más sofisticada: la capacidad de figurar y anticipar las amenazas del futuro, e incluso imaginar eventualidades que nunca han ocurrido, y que acaso nunca ocurran. Esta capacidad notable de nuestra especie es fruto de la experiencia acumulada y de la capacidad de hipotetizar e inferir. El desarrollo del cerebro humano, y en particular de sus áreas prefrontales, expandió, entre otras, nuestras capacidades para revisar el pasado y examinar el futuro. Esta complejización cognitiva de la respuesta de estrés llevó al psicólogo estadounidense Richard Lazarus a postular la existencia de “mecanismos evaluativos” implicados en el proceso de respuesta frente al peligro porque no siempre es sencillo determinar cuándo estamos frente a una situación que requiere acciones de protección.

El primer paso de este proceso es la “evaluación primaria”, esto es, el establecimiento del valor de un estímulo como peligroso o inocuo. Las investigaciones en neurociencia han permitido establecer el rol de diferentes estructuras cerebrales en la detección y evaluación del peligro, en particular, la actividad crucial de la “amígdala”, que sería responsable de detectar, generar y mantener emociones relacionadas con el miedo y respondería a la importancia de los estímulos emocionales. La “evaluación secundaria”, por su parte, busca establecer la disponibilidad de recursos del organismo para afrontar la amenaza.

Ahora bien, cuando la amenaza se disipa, se ponen en marcha otros mecanismos para volver a la situación inicial de reposo: la desactivación de la respuesta de estrés. Si, por el contrario, la respuesta de estrés permanece sostenidamente encendida, tiene lugar el llamado “estrés crónico”. En esta circunstancia, los componentes de la respuesta que suponían una ventaja adaptativa y una reacción de defensa y autoprotección del organismo, dejan de serlo y se vuelven en su contra.

A nivel cognitivo, la respuesta aguda de estrés favorece el incremento del nivel de alerta y la formación de memorias, aunque en el largo plazo la producción elevada de cortisol provoca deterioro cognitivo. La respuesta inmune también se afecta negativamente frente al estrés crónico dejando al organismo más expuesto a los diversos patógenos.

Podemos especular que existen factores ambientales, factores individuales –biológicos y psicólogicos– y también factores socioculturales que pueden llevar a que la respuesta de estrés no ceda y se realimente de forma continua, o, peor aún, en forma de espiral. Entre los factores externos socioculturales se suele aludir al estilo de vida moderno y urbano. Por ejemplo, hoy podemos tener al instante la información de lo que ocurre en cualquier parte del mundo. Este hecho tecnológico que confiere ventajas evidentes en ciertos terrenos, puede volverse una desventaja en lo que se refiere a la propagación de temores y la circulación de malas noticias.

Por su parte, en lo que se refiere a los factores biológicos y psicológicos, es necesario revisar la conexión existente entre el estrés y los trastornos de ansiedad, por un lado, y la depresión, por el otro. Para entender la ansiedad, podemos compararla con un radar, es decir, un dispositivo que rastrea nuestro ambiente en estado de alerta y nos avisa que una amenaza se aproxima. Pero la ansiedad es mucho más que un radar: es también un cuaderno de bitácora donde registramos las experiencias peligrosas vividas, y un mapa que nos guía, como un GPS, hacia territorios seguros. Sin embargo, cuando la ansiedad excede los niveles normales puede generar “falsas alarmas” que sobreactivan la respuesta de estrés y provocan estados de preocupación intensos y síntomas físicos diversos.

La depresión, por su parte, puede ser entendida en ciertos casos como una reacción biológica y psicológica en la cual nuestro organismo se rinde ante la adversidad, reduce sus intentos de solución, por considerarlos infructuosos, y se entrega a la desesperanza. En la depresión, así como en la ansiedad, nuestro pensamiento se vuelve propenso a los “sesgos cognitivos”, esto es, seleccionamos y priorizamos ciertos datos en desmedro de otros. En el caso de la depresión, la información negativa, y en el caso de la ansiedad, la información relacionada con el peligro. Luego, ciertos razonamientos distorsionados generalizan o amplifican el peso de esta información y provocan un espiral de realimentación de las emociones negativas.

Afortunadamente, nuestro cerebro cuenta con diversas herramientas que pueden protegernos de estas complicaciones. La “resiliencia” es el conjunto de factores y mecanismos que nos permiten superar adaptativamente las situaciones de adversidad. En este sentido, dos mecanismos altamente eficientes para atenuar de forma progresiva la respuesta de estrés son la “habituación” y la “extinción”. El primero es la propiedad general de nuestras células nerviosas que consiste en la acomodación al entorno y un principio de economía, para evitar respuestas ociosas. Son innumerables los ejemplos, desde cuando entramos a una piscina fría y de a poco vamos acostumbrándonos, hasta cuando nos exponemos de forma repetida a un estímulo que nos asusta o tensiona, ayudando a que la respuesta intensa inicial disminuya hasta volverse tolerable. Este es el principio que rige los tratamientos por exposición, altamente eficaces en la ansiedad.

El proceso de “extinción” sucede cuando nos exponemos a un estímulo temido y comprobamos una y otra vez que las consecuencias negativas que esperábamos no ocurren tal cómo anticipamos, y se atenúa la respuesta de estrés. Otro de los procesos de regulación de las emociones, de naturaleza cognitiva, es la “re-evaluación”, que consiste en modificar el significado funcional atribuido a la situación que gatilla el estrés. Es “cambiar la manera en que sentimos al cambiar la manera en que pensamos”.

Algunas personas que experimentaron traumas súbitos o han sufrido situaciones de abandono o maltrato emocional sostenido en momentos tempranos de sus vidas pueden llegar a sufrir en forma prolongada por dichas vivencias. Dolencias psiquiátricas como el trastorno de estrés post-traumático tienen que ver con esas experiencias y con el modo en que nuestra memoria alberga los recuerdos emocionales. El trabajo de neurocientíficos como Joseph LeDoux es relevante para entender las afecciones emocionales y su tratamiento porque explica la consolidación de las memorias. Al comienzo, cuando uno experimenta algo, el recuerdo es inestable hasta que se estabiliza por la síntesis de proteínas en el cerebro. Una vez almacenado el recuerdo, la exposición a un estímulo que le recuerda aquel evento, va a reactivarlo y a hacerlo inestable nuevamente por un período corto de tiempo, para volver a guardarlo luego y fijarlo nuevamente en un proceso llamado reconsolidación de la memoria.

Cuando la ansiedad excede los niveles normales puede generar “falsas alarmas” que sobreactivan la respuesta de estrés y provocan estados de preocupación intensos y síntomas físicos diversos

Ahora bien, cada vez que recuperamos una memoria de un hecho, al volverse otra vez inestable, permite la incorporación de nueva información. Ese momento es una ventana para cambiar las reacciones emocionales que acompañan un recuerdo. Un paciente que sufre un trastorno de estrés postraumático evoca con ayuda de un terapeuta experto y en un contexto seguro, los recuerdos de la situación vivida, para atenuar progresivamente las reacciones emocionales intensas que acompañan el recuerdo.

Por último, resulta central reflexionar también sobre el rol clave del otro (el prójimo, el ser amado, la comunidad) frente al desasosiego. Cuando cobija, cuando contiene, cuando acompaña. Como en el diálogo entre los dos en El beso de la mujer araña, la famosa obra del autor argentino Manuel Puig: “… y mientras esté a mi alcance, por lo menos en este día, … no te voy a dejar pensar en cosas tristes.”

Facundo Manes es neurólogo y neurocientífico (PhD in Sciences, Cambridge University). Es presidente de la World Federation of Neurology Research Group on Aphasia, Dementia and Cognitive Disorders y Profesor de Neurología y Neurociencias Cognitivas en la Universidad Favaloro (Argentina), University of California, San Francisco, University of South Carolina (USA), Macquarie University (Australia). @manesf
http://elpais.com/elpais/2015/11/09/ciencia/1447060897_812838.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s
https://youtu.be/PJD1zJYT1KQ

domingo, 4 de mayo de 2014

Rumiar pensamientos: camino directo a la ansiedad y depresión. BBC Mundo

Darle vueltas una y otra vez a nuestros problemas nos hace más vulnerables a la ansiedad y la depresión, según el mayor estudio sobre estrés efectuado por vía online en Reino Unido.

Si bien los psicólogos dicen que cierta dosis de reflexión tiene consecuencias positivas para nuestra calidad de vida, ofuscarnos en nuestros pensamientos es contraproducente para la salud mental.

La introspección obsesiva es la antesala de la ansiedad y las depresiones, según los resultados de este estudio.

clic El informe fue elaborado por BBC, en colaboración con psicólogos de la Universidad de Liverpool. Revela que dedicar mucho tiempo a rumiar nuestros problemas es un camino directo a la ansiedad y la depresión, las patologías mentales más comunes en Reino Unido, según la organización Mental Health Foundation.

Los profesionales de la salud ya coincidían en que darle demasiadas vueltas a los problemas no nos acerca a su solución.

Esta nueva investigación llega a asegurar que es mayor el impacto psicológico del pensamiento compulsivo que el del propio problema que creemos estar resolviendo.

Un total de 32.827 personas de 172 países participaron en el test. "Hemos descubierto que los individuos que no rumian sus problemas ni se culpan por las experiencias negativas de su vida tienen niveles de depresión mucho menores que las que sí lo hacen", aseguró Peter Kinderman, el profesor de psicología clínica que lideró el estudio.

Una de cada cuatro personas sufren algún trastorno mental durante su vida.

La mente humana es una máquina compleja y existe consenso en que no hay una única causa para la depresión y la ansiedad. Eso sí, algunos factores tienen más impacto que otros.

El estudio mostró que los traumas que más inciden en el desarrollo de una depresión son el abuso sexual o haber sufrido de acoso escolar o "bullying" durante la adolescencia. Le siguen los problemas familiares, la educación, el salario, las relaciones personales, el estatus y la inclusión social.

"Pero estos traumas por sí mismos no fueron la única causa", dice Kinderman. Entre los agentes que agravan esos problemas, rumiar se mostró más nocivo que autoculparse.

Pensamientos en redondo
Tener pensamientos negativos iguales sobre lo mismo una y otra vez es algo bien conocido para Teresa, una mujer que prefiere no dar su nombre real.

Esta mujer de 50 años, originaria de Essex, en Inglaterra, ha abordado sus problemas con esa actitud durante años. Está casada desde hace 20 años y tiene 2 hijos. Como ella, la mayoría de los participantes en este estudio tenían una relación estable.

Pese a tener una vida familiar feliz, no logra controlar los pensamientos negativos.
"Si estoy estresada en el trabajo o en casa estos pensamientos me asaltan y no soy capaz de racionalizarlos. Me enfado conmigo misma por permitir que sean ellos los que controlen mi cabeza y no yo a ellos", dijo Teresa a BBC.

Como Teresa, muchas otras personas luchan con sus problemas mentales diariamente en el mundo. Una de cada cuatro personas sufre algún transtorno mental a lo largo de la vida, según datos de la Organización Mundial para la Salud.

¿Cuál es el impacto de los problemas mentales en el mundo?
Una de cada cuatro personas sufren algún trastorno mental durante su vida.
Es una de las principales causas de discapacidad a nivel global de acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud.
Sólo en 2010 las enfermedades mentales tuvieron un coste mundial de US $ 2.5 billones, según el Foro económico mundial.
Los psicólogos han llegado a calificar esta manía de magnificar nuestros problemas reproduciéndolos una y otra vez como una enfermedad mental "silenciosa". Su impacto en nuestra salud es frecuentemente subestimado, pero juega un papel en casi cualquier problema mental, desde el trastorno obsesivo compulsivo a los trastornos de la alimentación.

Un mensaje positivo
Entonces, ¿cuál es la importancia de esta investigación para personas con problemas mentales?
"Es obvio que es sólo un estudio, pero yo creo que nuestra contribución es muy significativa", dice Kinderman. "Para las personas afectadas, da el mensaje de que hay esperanzas para una solución", comenta Ellie Pontin, una psicóloga clínica que estuvo también involucrada en la investigación.

"Es muy duro escuchar que tus problemas están causados por algo que sucedió en el pasado y no puede ser cambiado. Sin embargo, la manera en que piensas sobre ellos es algo que los pacientes pueden controlar", comenta Pontin.

"Es un mensaje muy positivo", refuerza Angela Clow, profesora de psicofisiología en la Universidad de Westminister.

"Ayudar a alguien a afrontar sus procesos de negatividad no es una tarea única de los psicólogos clínicos. No siempre es necesario que los pacientes se sometan a un proceso psicológico muy caro. Otros profesionales de la salud pueden ser entrenados para ofrecer a sus pacientes trucos psicológicos y técnicas que ayuden a cortar la espiral de negatividad", dice Clow.
Fuente: BBC

domingo, 6 de abril de 2014

Morir de pena

Un nuevo estudio estrecha la vinculación entre depresión y enfermedades cardiacas
Los cardiólogos estadounidenses incorporan la tristeza profunda como factor de riesgo


La pena no parece una causa de muerte clínicamente válida como para registrarla en una partida de defunción. O para explicar el motivo del ingreso de un paciente cardiaco a sus familiares. Y, sin embargo, cada vez son más concluyentes los datos que relacionan la tristeza extrema con los infartos y, en general, patologías del corazón.

El último de los trabajos que avanzan en esta dirección plantea que los afectados de depresión de moderada a severa presentan un incremento del 40% del riesgo de sufrir insuficiencia cardiaca. El estudio se ha anunciado este viernes en el encuentro EuroheartCare que la Sociedad Europea de Cardiología celebra en Noruega. Para su elaboración se siguió a lo largo de 11 años el estado psíquico y físico (con datos sobre el índice de masa muscular, la actividad física, hábitos tabáquicos y presión sanguínea) de 63.000 de los 97.000 vecinos de la región noruega de Nord-Trondelag, y se comparó esta información con los ingresos y fallecimientos por insuficiencia cardiaca. “Concluimos que cuanto mayores eran los síntomas depresivos, mayor era el riesgo de sufrir problemas cardiacos”, explica Lise Tuset Gustad, enfermera intensivista responsable del trabajo. Entre los pacientes menos graves la posibilidad de desarrollar problemas cardiacos era solo de un 5% más que la media.

“Las evidencias entre la depresión y la patología cardiaca son cada vez más sólidas”, añade el presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), José Ramón González-Juanatey. Hasta el punto de que la principal sociedad de cardiólogos estadounidense (American Heart Association) planteó este pasado mes de febrero añadir la depresión a la lista de factores de riesgo clásicos, como son la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo, el sedentarismo o el colesterol alto, en pacientes con síndrome coronario agudo (infarto).

“Ya habíamos visto trabajos previos de los efectos de la depresión entre pacientes que ya habían sufrido un infarto o como factor de riesgo de la patología coronaria”, apunta el presidente de la SEC. Pero el trabajo presentado ayer da un paso más al relacionar esta enfermedad mental con un ámbito más extenso de las lesiones cardiovasculares como es el caso de la insuficiencia cardiaca, el tramo final de muchas cardiopatías que se presenta cuando el corazón es incapaz de bombear la sangre con suficiente fuerza. Su origen es muy diverso, y puede estar ligado a un infarto, a problemas con las válvulas cardiacas o a un cuadro de diabetes o hipertensión en pacientes de larga evolución.

El trabajo noruego también aporta otro aspecto interesante: la relación directa que establece entre el desequilibrio metabólico (hormonal, desarreglos en neurotransmisores) que caracteriza la depresión, con los efectos en la salud del corazón.

Buena parte de los trabajos hasta ahora publicados incidían en los efectos indirectos. La depresión severa se identifica por la tristeza, la apatía y la desesperanza de los enfermos. Incluso con las ideas de muerte y suicidio en los casos más graves. Este estado de ánimo afecta al estilo de vida de los pacientes. Si se tienen que medicar es fácil que o dejen de hacerlo o se les olviden tomas. Además, suelen fumar más, comer peor, practicar menos o nada de ejercicio y adquirir más peso.

El estudio presentado este viernes admite esta vinculación. Pero tras neutralizar los efectos potenciales del tabaquismo o la obesidad en las personas analizadas destaca otros factores directos que vinculan la depresión y la insuficiencia cardiaca. “La depresión estimula la aparición de hormonas vinculadas al estrés, que inducen la aparición de fenómenos inflamatorios o aterosclerosis [el deterioro de las paredes arteriales que puede provocar un infarto]”.

“Es algo parecido a lo que sucede con la ira”, comenta González-Juanatey. El presidente de la SEC recuerda un reciente artículo publicado en la Revista Europea de Cardiología en el que se describía como se producía una brusca descarga de catecolaminas (hormonas asociadas al estrés) que tenían un impacto directo en la hipertensión y un aumento de plaquetas en la sangre que aumentaban el riesgo de coágulos en las paredes vasculares. “Se asociaba este aumento del tono simpático [del sistema nervioso] con un mayor riesgo de infarto e ictus”. La alteración hormonal ligada a la depresión explicaría un fenómeno similar en estas personas, según González-Juanatey.

“La asociación entre depresión y problemas cardiovasculares la observamos en la clínica, con los pacientes”, comenta Rafael Tabarés-Seisdedos, catedrático de psiquiatría de la Universidad de Valencia...
Fuente, El País.

martes, 28 de enero de 2014

Debemos y podemos ser felices, la alegría es un bien gratuito

La depresión es un trastorno que impide el funcionamiento diario; la tristeza es otra cosa
Disfrutar de la vida depende de valorar lo realmente importante y evitar recrearse en lo negativo

...
La tristeza no siempre lleva a una depresión. Eso son palabras mayores que se refieren a un trastorno psicológico que impide el funcionamiento cotidiano. Hasta lo más sencillo, como arreglarse, cocinar y comer de forma equilibrada, se convierte en un mundo. La depresión afecta a su vida personal, familiar, laboral y social. El futuro se contempla como un lugar desolador, y algunos afectados pierden hasta las ganas de vivir. La persona con depresión suele requerir tratamiento farmacológico y psicológico.

Pero ¿y la tristeza, esa pérdida de ilusión, la sensación de vivir a medias, esa dificultad para sentir placer? Afecta a muchísima gente. No llega a incapacitar, pero sí los sumerge en una vida gris, pobre en emociones, en la que el tiempo pasa sin dejar huella.

¿Por qué hay personas que disfrutan de la vida y otras que no? Aquí tiene algunas claves, que además dependen de usted.
Tener otro ritmo de vida. Huya de la “prontomanía”. Es la obsesión por contestar a todo de forma inmediata, pronto, ya, como si el mundo se fuera a acabar en los próximos segundos. Las nuevas tecnologías le están quitando los mismos minutos que cree que adelanta dando respuesta a todo ipso facto. Frene, pare. Usted y su entorno han decidido que son urgentes tareas que no lo son. Reeduque a sus compañeros de trabajo, amigos y familia.

Pasar de la fantasía a la acción. En mis conferencias suelo preguntar a los asistentes: ¿si pudiera elegir ahora con su varita mágica otra vida en la que no fuera profesionalmente quien es, a qué le gustaría dedicarse? Nadie contesta “ser millonario”. La mayoría de las respuestas están relacionadas con actividades o formación a la que uno puede acceder cuando quiera: “sería cocinero, fotógrafa, músico, daría la vuelta al mundo en bicicleta, escribiría un libro…”. Casi todo tiene que ver con la parte más creativa de las personas y con nuestra capacidad para expresar nuestro talento. Son profesiones, pero pueden ser hobbies. ¿Por qué no organiza su agenda y busca tiempo para apuntarse a un curso de cocina, o de fotografía, o para hacer más deporte? Igual debería establecerlo como una prioridad. Le hará más feliz que cualquier antidepresivo.

Busque el placer con los amigos y familia, y disfrute de la vida social. Un estudio del investigador y profesor en psicología Richard Wiseman demostró que somos más felices con las experiencias que vivimos con amigos y los viajes que hacemos que con cualquier objeto material que compramos. Nos da felicidad los momentos que compartimos, las risas, y lo recordamos siempre como un placer, mientras que el valor de lo que compramos se olvida rápidamente. Invierta tiempo en experiencias, le será más gratificante que lo que gasta en comprar ropa, zapatos o relojes.

No deje para la jubilación todo lo que tiene pendiente: leer, aprender a dibujar o bailes de salón. Las personas se preocupan tanto por el futuro que dejan de vivir y ser felices en el presente. Ser responsable con las obligaciones es genial, pero tener la agonía de que nunca puede estar tranquilo es un sinvivir. La vida tiene tanto de incertidumbre que es imposible mantenerlo todo bajo control. Disfrute de lo que la vida le ofrece con las personas que quiere. Ahora, aquí y en este momento.

Bese, toque, achuche, busque el calor. El afecto y el amor son grandes fuentes de bienestar. A las personas les gusta sentirse queridas, y las muestras de afecto son la prueba más sincera y directa de amor. Toque incluso a la gente más lejana, mire con cariño a quien le atiende en una cafetería, verá cómo recibe enseguida una respuesta recíproca. El afecto se siembra.

Esperar cosas buenas de la vida. Significa tener esperanza. ¿Hasta ahora ha tenido éxito en su vida cuando se ha dedicado a anticipar las desgracias? No, rotundo. Pensar que va a tener suerte y creer que su momento le espera a la vuelta de la esquina le permite implicarse con más esfuerzo y dedicación en sus proyectos. Y lo hará porque espera obtener un resultado. Pero si piensa que la vida no le depara nada bueno, bajará los brazos y no se esforzará. La esperanza es una fuente de motivación, le empuja para darlo todo. Es la profecía autocumplida. Espere también cosas buenas de las personas, “bieninterprete” las intenciones y comentarios que reciba.

Cambiar el foco de atención. ¿En qué está pensando, en lo que tiene o en lo que le falta? Las personas felices lo son no porque tengan más que los demás, sino porque centran la atención en lo importante.

Dé otro valor a lo que siente. Las emociones son buenas todas, incluso las que cree que le hacen daño. Se necesita el miedo, la ansiedad y la tristeza. Son termómetros. El miedo y el estrés le advierten de que existen amenazas, y su tristeza, de que algo va mal. Pero el termómetro solo es el pistoletazo de salida, no un aviso para que nos recreemos en lo mal que nos encontramos. Deje el victimismo de lado, le hace débil y no le permite reaccionar. Sus emociones son el aviso de que tiene que reaccionar. Si la amenaza es verdadera, luche, corra, y si lo está pasando mal, actúe e introduzca un cambio en su vida. Si espera que las circunstancias cambien para empezar a dar pasos, igual se queda sentado toda la vida. Y no exagere lo que siente, no le da más valor del que tiene. Si decide dedicarle toda su atención, sentirá las emociones más intensas de lo que son. Deje la hipervigilancia para otros temas y busque algo que le cambie el estado de ánimo: la música, una charla con amigos, pasear, maquillarse y un largo etcétera.

Compararse. Siempre hemos dicho que uno es como es y que no debe compararse con nadie. Pero a veces las personas se vuelven el ombligo del mundo y pierden la perspectiva de lo afortunadas que son en la vida. Solo se miden con su estado de bienestar anterior o con quienes tienen más suerte o están mejor posicionadas. Rara vez se comparan con quien sufre, con quien tiene dificultades o con quien no tiene trabajo o menos recursos económicos. Sea empático, póngase en ese lugar, verá cómo su vida no es tan miserable. Y si fuera capaz de echar una mano a personas más desfavorecidas, comprobaría cómo recupera la ilusión por detalles de su propia existencia a los que ahora no da ningún valor.

Convénzase de que merece ser feliz. ¿Por qué tiene esa idea absurda de que en esta vida estamos para sufrir? Estamos para disfrutar y para sacarle todo el jugo que se pueda. Hay personas a quienes les da miedo ser felices. Tienen la creencia completamente irracional que relaciona este sentimiento con sentirse culpables y atraer las desgracias. Un pensamiento del tipo “estoy tan feliz que algo malo tiene que llegar”. Estas ideas les llevan a frenar su estado de bienestar, por miedo a tentar a la mala suerte y que se pongan enfermos o se muera alguien o pierdan el trabajo. No hay una relación directa entre disfrute y que vengan mal dadas. Lo cierto es que la vida trae buenos y malos momentos, no siempre controlables por nosotros. Así que es normal encontrarse con piedras y dificultades en el camino, pero no son la consecuencia de que seamos felices, sino de que se tienen que vivir y nos pasan a todos, vienen en el reparto de la vida. Hay que buscar y provocar nuestros estados de paz y felicidad personales.

La felicidad no se compra, sino que se deleita en cada momento de nuestra vida. Deje de invertir en cosas y hágalo en tiempo, risas, cenas, una buena copa de vino, disfrutar de la amistad, de un café, de una llamada de teléfono relajada, de un paseo, de los detalles que se le escapan buscando la felicidad en el mapa del tesoro. Claro que podría estar mejor de lo que está, usted, su vecino y yo también. Pero pensar en ello le limita. Disfrute lo que tiene y no deje de esforzarse para seguir viviendo experiencias.

PELÍCULA
‘En busca de la felicidad’, dirigida por Gabriele Muccino y protagonizada por Will Smith

MÚSICA
‘Color esperanza’, de Diego Torres

LIBRO
‘El guerrero pacífico’, de Dan Millaman
Fuente: El País.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Un vaso de vino al día reduce el riesgo de tener una depresión

Un estudio con más de 5.000 personas sin antecedentes descubre este valor de este componente de la dieta mediterránea

El estudio Predimed (prevención con dieta mediterránea) que analizó el efecto de la dieta mediterránea en la salud continúa dando información. El último fruto que se ha publicado es que un consumo moderado de alcohol (de dos a siete vasos a la semana, el equivalente a una copa al día) reduce el riesgo de caer en depresión. Lo ha publicado un equipo dirigido por Miguel Ángel Martínez-González, de la Universidad de Navarra, en la revista BMC Medicine.

Los investigadores hicieron durante siete años el seguimiento de un grupo de 5.500 bebedores con consumos ligeros y moderados de alcohol, de entre 55 y 80 años. “Los hallazgos mostraron una asociación inversa entre estos niveles bajos-moderados de alcohol y la ocurrencia de nuevos casos de depresión”, indica Martínez-González.

En verdad, el estudio Predimed estaba enfocado a medir el efecto protector de la dieta mediterránea, reforzada con aceite de oliva virgen y nueces, en las enfermedades cardiovasculares, y determinó que las personas que seguían esas pautas de alimentación tenían un riesgo un 30% inferior de sufrir un infarto de miocardio o un ictus.

Pero la amplitud del ensayo (10 años de seguimiento a 7.500 personas) ha permitido obtener otras conclusiones aparte del objetivo principal del trabajo. Por ejemplo, también se ha observado que la dieta interactúa y consigue compensar la predisposición genética al ictus. Es decir, actúa a un nivel epigenético incluso en la población con más riesgo de enfermar.
Fuente, El País
Mas información:

domingo, 11 de agosto de 2013

El amor de madre es bueno para el cerebro‏ del niño

Los niños que reciben más cariño durante su etapa escolar -y previa- desarrollan un hipocampo más grande y tienen menos síntomas de depresión. Estas son las conclusiones de un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences Early Edition y que confirma lo que intuitivamente todos sabíamos: no hay nada como el "amor de madre".

Aunque muchos trabajos han demostrado las consecuencias de crecer en un ambiente cariñoso sobre el éxito escolar y otros factores psicosociales, este es el primero que muestra el efecto directo sobre el cerebro. Concretamente, los investigadores observaron que los niños criados con afecto desarrollaban un hipocampo casi diez veces mayor que los que no habían tenido tanta suerte. Este órgano se relaciona con procesos de memoria y aprendizaje, así como con mecanismos de respuesta al estrés, por lo que es importante su correcto desarrollo a edades tempranas.

"El estudio tiene una gran implicación sobre la salud pública y sugiere que debemos de prestar más atención a la forma en la que los padres crían a sus hijos" indican los autores. Tanto en la escuela como en su ambiente familiar es importante el cariño alrededor de los pequeños. "Como sociedad, debemos hacer lo que podamos para fomentar estas habilidades ya que está claro que los cuidados paternos tienen un impacto muy grande en el desarrollo posterior de los niños", apuntan los investigadores.

Sólo con amor no basta, además de una buena alimentación, hay que aplicar unas pautas para educar adecuadamente. Ver aquí pautas para educar.
Fuente: Revista Muy Interesante

sábado, 16 de marzo de 2013

Suicidios en hombres, el drama de no saber pedir ayuda

La tasa de suicidios de hombres en el Reino Unido es de 12 al día.

Media hora después de hablar con su mejor amigo, Guy se quitó la vida. Ni su familia ni sus allegados lo vieron venir. Estaba sumido en una depresión profunda y no supo pedir ayuda. Este es el caso de miles de hombres de todo el mundo.

Estudios estadísticos indican que la tasa de suicidios de este género va en aumento, mientras que el de las mujeres ha disminuido.

Sólo en Reino Unido, en 2011 se registraron 12 suicidios diarios de hombres, la mayoría entre 45 y 55 años.

¿Qué está causando este fenómeno? "Muchos de los motivos son pérdidas de dinero, de trabajo, deudas y fracasos profesionales", le dice a la BBC el psiquiatra Peter Byrne, del hospital de la Universidad de Newham.

Por su parte, Jane Powell, directora de la Campaña contra una vida miserable, explica que el actual clima económico mundial es el gran causante de que se hayan disparado los suicidios en hombres.

Hace un año Wilson Stephens intentó quitarse la vida. La presión de crear una empresa se sumó a una crisis de pareja y a un juicio que tuvo que enfrentar. "Todo se estaba derrumbando, no lo podía superar y traté de suicidarme", le cuenta a la BBC. "Para los hombres es muy difícil decir 'necesito ayuda'. Se supone que somos fuertes". En muy pocas oportunidades se crea un espacio en el que los hombres se sientan cómodos para hablar de sus problemas, de las presiones a las que se enfrentan. Esto los hace más vulnerables.

Con el fin de entender las razones que cada vez más lleva a los hombres a optar por el suicidio, la BBC reunió a varios expertos con dos hombres que intentaron quitarse la vida y familiares de quienes no supieron pedir ayuda.

"Es interesante como la mente te juega malas pasadas. Como pone las cosas de una manera que te pega fuerte... pero también es interesante los progresos que puedes llegar a alcanzar en un año", comenta Stephens. Para Powell, la historia de Simon es muy frecuente. "Creo que allá afuera hay miles de hombres que saben exactamente lo que siente".

Qué habría pasado si...
"El perfil de los hombres que se suicidan es muy distinto al de los que vienen a pedir ayuda", dice el psiquiatra Peter Byrne.

"Me temo que allá afuera hay una población de psiquiatras, que como yo, no llegamos a tratarlos. Sus familias sólo se enteran del problema después de que perdieron la vida".

Hace seis años que Guy, el ex esposo de Caroline Carter se suicidó. "Muchas veces pienso cuan distinto sería si hubiera hablado con la familia, con los amigos... con alguien". Carter confiesa que nunca se le pasó por la cabeza pensar que Guy se quitaría la vida. "Yo sé que estábamos separándonos y que se deprimió mucho, pero también siempre estaba cambiando de ánimo... Lo había mencionado y nunca creí que lo haría. Esto es algo de lo que me sentí culpable durante mucho tiempo", agrega. Guy dejó una hija, Lottie Barnard, quien tuvo que manejar la rabia que sintió al verse sin él. "Te da rabia que te haya dejado en esa situación". "Con el tiempo lo perdoné. Ahora entiendo por qué lo hizo, y acepto el hecho de que él no estaba bien". Carter habla de forma pausada. Asegura haber conseguido paz.

Lograr entender los motivos del suicidio de su pareja le ayudó. "Entiendo que (Guy) se encontraba en tal estado de desesperación, que esa fue su única forma de... honestamente pensó que estaríamos mejor sin él. Obviamente ese no es el caso, pero es en lo que verdaderamente creía. Sólo me da mucha tristeza que no haya podido hablar conmigo o con alguien más".

Una llamada Kevin Shepherd escucha con atención a Caroline. La presencia de ella y su hija le afecta, porque él estuvo a punto de dejar sin padre a dos chicos.

Expertos indican que el perfil de hombres que se suicida es muy distinto de los que piden ayuda.

"La verdad es que cuando uno está en ese estado no tienes habilidad para racionalizar. No tienes la habilidad de pensar racionalmente, de poner las cosas en perspectiva de forma que puedas pensar en cómo vas a superar la situación".

Una llamada telefónica salvó a Shepherd del suicidio. Minutos antes de quitarse la vida reviso sus contactos en el teléfono y pensaba quién lo extrañaría y quien no. En eso se encontró con el número de la organización británica Samaritans que ayuda a gente suicida y en situación desesperada. La noche anterior marcó el número, pero no se había atrevido a hablar. "Todavía no sé qué fue lo que me hizo apretar el botón (la segunda vez), pero lo hice", recuerda.

La historia de Shepherd es muy parecida a la contó Stephens con anterioridad; su relación se había terminado y lo despidieron del trabajo.

"Salí de la relación con las manos vacías, prácticamente sin techo... El panorama era muy feo porque de la noche a la mañana, con 40 años me vi empezando de cero otra vez", agrega.

"En lo único que piensas es en terminar con la angustia y el dolor mental. No es físico, hubiese sido más fácil si hubiera sido físico porque lo puedes tratar. Pero cuando estás así, la angustia te nubla completamente y no puedes ver a través".

Aislamiento
Simon Stephens intenta explicar por lo que pasó. Dice que la depresión es una enfermedad de aislamiento. "Cuando te asilas, te desconectas, y creo que la forma en que llevamos nuestras vidas -y los hombres en particular- hace que nos desconectemos de los otros seres humanos". "Creo que quizás éste es el problema que no vemos y necesitamos ver", agrega.

El psiquiatra Peter Byrne aclara que la depresión no hace distinción de clases sociales. No obstante, concede que la gente de bajos recursos tiene más tendencia quitarse la vida. (Ay¡¡¡ siempre aarece la pobreza para empeorarlo todo. Y la pobreza no es casual)

Por su parte, Stephens cree que el motivo por el que hay más suicidios en hombre se debe a que en la lucha por la igualdad de hombres y mujeres se ha cuidado mucho al sexo femenino "se han olvidado de lo que los hombres también tienen que pasar".

"¿Con quien hablas?", intercede Kevin Shepherd.
"No vas a llorar delante de tus amigos". "Si decides hablar cuando sales a tomar copas, temes que tus amigos te dejen de llamar porque no querrán lidiar con eso. Y no buscas ayuda profesional porque realmente no sabes qué es lo que te está pasando".

La ayuda profesional es lo que ha ayudado a Simon Stephens, quien aclara que la conexión con el terapeuta es crítica para salir de la depresión. La cuestión está en saber identificar los síntomas de depresión antes de que sea demasiado tarde para pedir ayuda.
Fuente: BBC

Contenido relacionado