jueves, 4 de marzo de 2021

_- Yanis Varoufakis: En defensa de Ken Loach

_- Así que hemos llegado a esto: Ken Loach está siendo objeto de una campaña de difamación alentada por quienes no se detendrán ante nada para proteger las políticas de apartheid de Israel. El mensaje que se envía a las personajes de buena conciencia es sencillo: si no queréis veros tachados de antisemitas, guardad silencio sobre los crímenes contra la humanidad y los ataques a los derechos humanos en tierra palestina. Nos ponen a los demás sobre aviso: si podemos hacerle esto a Ken Loach, un hombre que ha pasado su vida abogando en favor de las víctimas de la opresión, el racismo y la discriminación, imaginaos lo que os haremos a vosotros. Si os atrevéis a apoyar los derechos humanos de los palestinos, afirmaremos que odiáis a los judíos.

El arte de difamar el perfil de un izquierdista se ha ido afinando aún más en los últimos tiempos. Cuando me llamó “motorista marxista” el Financial Times, me confesé gustosamente culpable. Llamarme estalinista, como hacen algunos derechistas nada sofisticados, tampoco logra desatar una crisis existencialista en mi alma, pues sé perfectamente bien que yo sería un estupendo candidato al gulag bajo cualquier régimen estalinista. Pero si me llaman misógino o antisemita, el dolor es inmediato. ¿Por qué? Pues porque conocedor de hasta qué punto estamos todos imbuidos en las sociedades occidentales de patriarcado, antisemitismo y otras formas de racismo, esas acusaciones tocan nervio.

Así pues, resulta una deliciosa ironía que a aquellos de nosotros que hemos hecho los mayores esfuerzos por librar a nuestras almas de la misoginia, el antisemitismo y otras formas de racismo es a quienes más nos duele que nos acusen de estos prejuicios. Somos perfectamente conscientes de la facilidad con la que el antisemitismo puede contagiarse a gente que no es racista en otros aspectos. Entendemos bien su astucia y su fuerza, el hecho, por ejemplo, de que los judíos son el único pueblo acusado a la vez de ser capitalistas y revolucionarios de izquierda. Esta es la razón por la que la acusación estratégica de antisemitismo, cuya finalidad consiste en silenciar y condenar al ostracismo a los que disienten, nos provoca un turbulencia interior. Y esto es que lo que está detrás del desmedido éxito de esas campañas de vilipendio contra amigos míos como Jeremy Corbyn, Bernie Sanders, Brian Eno, Roger Waters y ahora Ken Loach.

‘¿No es síntoma de antisemitismo su crítica exclusivamente de Israel?’, se nos pregunta a menudo. Dejando aparte la ridiculez de la afirmación de que nos hemos dedicado a criticar exclusivamente a Israel, la crítica de Israel no es y no puede ser nunca crítica de los judíos, exactamente igual que la crítica del Estado griego o del imperialismo norteamericano no es una crítica de los griegos o de los norteamericanos. Lo mismo se aplica a la hora de interrogarse sobre la sensatez de haber creado un Estado específicamente étnico. Cuando gente notable, tal es el caso de héroes míos como Hannah Arendt y Albert Einstein, han cuestionado el proyecto sionista de un estado judío en Palestina, resulta ofensivo afirmar que debatir la existencia de Israel significa ser antisemita. La cuestión no es si Arendt y Einstein llevaban o no llevaban razón. La cuestión es si el cuestionamiento de la sensatez de un estado judío en la tierra de Palestina resulta antisemita o no. Está claro que, si bien los antisemitas se opusieron a la fundación del Estado de Israel, no se sigue de ello que sólo los antisemitas se opusieran a la fundación de un Estado judío en Palestina.

Por aportar una nota personal, en 2015, mientras desempeñaba el cargo de ministro de Finanzas de Grecia, un diario griego favorable a la troika pensó que podía hacerme de menos representándome con la figura de Shylock. De lo que estos idiotas no se dieron cuenta es de que mancillar mi imagen asemejándome a un judío era y siguen siendo un timbre de honor. Por hablar también en nombre de amigos ya mencionados denigrados como antisemitas, nos sentimos profundamente halagados cuando un antisemita nos mete en el mismo saco que a un pueblo que ha resistido tan valerosamente el racismo durante tanto tiempo. Mientras un solo judío se sienta amenazado por el antisemitismo, nos prenderemos la estrella de David en el pecho, listos y dispuestos a que se nos cuente como judíos en solidaridad, aunque pueda ser que no seamos judíos. Al mismo tiempo, llevamos la enseña palestina como símbolo de solidaridad con un pueblo que vive en un Estado de apartheid construido por los israelíes reaccionarios, lo cual perjudica a mis hermanos y hermanas judíos y árabes, y atiza las llamas del racismo que, irónicamente, forjan siempre una variedad más acerada de antisemitismo.

Volviendo a Ken Loach, ninguna campaña de calumnias en su contra puede, afortunadamente, tener éxito. No sólo porque la obra y la vida de Ken son prueba del absurdo de la acusación, sino debido también a los valerosos israelíes que corren terribles riesgos al defender el derecho de judíos y no judíos a criticar a Israel. Así, por ejemplo, el grupo de especialistas académicos que ha deconstruído metódicamente la indefendible definición de antisemitismo del IHRA [International Holocaust Remembrance Alliance], que lo equipara a la legítima crítica que comparten muchos israelíes progresistas. O la gente maravillosa que trabaja con la ONG israelí de derechos humanos B’TSELEM para resistirse a las políticas de apartheid de sucesivos gobiernos israelíes. Me siento tan agradecido a ellos como a mi amigo y mentor Ken Loach.

Yanis Varoufakis Co-fundador del Movimiento por la Democracia en Europa (DIEM25), Yanis Varoufakis es diputado y portavoz de este grupo en el Parlamento griego y profesor de economía de la Universidad de Atenas. Es ex-ministro del Gobierno de Syriza, del que dimitió por su oposición al Tercer Memorándum UE-Grecia. Es autor, entre otros, de "El Minotauro Global".

Fuente:
Sidecar NLR, 18 de febrero de 2021
Traducción: Lucas Antón
Temática: cine, cultura,

miércoles, 3 de marzo de 2021

6 claves para salir adelante y recuperar la confianza en ti mismo si perdiste el empleo


Perder el trabajo es una prueba dura, pero se puede salir adelante.

Para algunas personas el trabajo es casi todo en la vida. Y si de pronto lo pierden, se quedan como un náufrago en medio de la tormenta.

"Pierdes el trabajo y no sabes quién eres", le dice a BBC Mundo Rebecca Zucker, socia fundadora de la firma estadounidense Next Step Partners, que se dedica a ayudar a la gente a enfrentar los desafíos laborales.

En muchos casos el trabajo no solo te da un salario, explica. Te da reconocimiento, estatus, sentido de pertenencia, autoestima y refuerza la imagen que tienes de ti mismo.

Por eso es bastante común que las personas vinculen su propia identidad a su identidad laboral.

"Como pasamos demasiado tiempo en el trabajo, muchas personas caen en la trampa de considerar el trabajo como una fuente de validación personal", explica.

El problema ocurre cuando pierdes el empleo, porque no solo estás perdiendo tu fuente de ingresos. Estás perdiendo una de las partes más importantes de tu vida y "no sabes cuál es realmente tu identidad", agrega.

Incluso aunque la pérdida del trabajo no tenga ninguna relación con tu desempeño y obedezca simplemente a necesidades de la empresa, te quedas con una sensación de catástrofe que te puede llevar a una crisis existencial.

"Aunque no sea algo personal, es difícil no sentirlo como algo personal", apunta.

En casos más extremos, te puede hacer sentir que no vales nada. Zucker dice que frente a este tipo de situaciones, hay muchas estrategias que te pueden ayudar a ponerte de pie, redescubrir tu identidad y recuperar la confianza en ti mismo.

La consultora estadounidense Rebecca Zucker solía trabajar en la banca de inversiones hasta que descubrió cómo potenciar algunos de sus mayores talentos.

Estas son las 6 claves que Rebecca Zucker recomienda seguir si has perdido el empleo y no estás seguro de qué camino tomar.

1-Acércate a amigos de toda la vida

Retoma el contacto con amigos de la infancia, la universidad o de trabajos previos -con los que aún tienes un vínculo- porque pueden ser un buen espejo en el que puedas observarte.

Habitualmente nuestras relaciones de confianza suelen reflejar quiénes somos. Se trata de personas que te conocieron y te apreciaron antes de que estuvieras en el trabajo que perdiste. Personas que vieron el valor que tenías como persona, independiente de tu último trabajo.

Hablar con personas de confianza que te conocieron en otras etapas de tu vida puede recordarte quién eres, más allá de tu identidad laboral.

Hablar con ellos puede recordarte quién eres, más allá de tu identidad laboral. Es posible que te conectes con partes de tu personalidad que habías dejado de lado, como la habilidad de pensar creativamente, de tomar riesgos, de guiar a otras personas.

2-Pon a prueba las creencias que te limitan

Nuestra identidad y el sentido de lo que somos son construcciones mentales. Cuando nos sentimos estancados, a menudo es porque nos vemos desde una sola perspectiva (a menudo improductiva).

Nuestra identidad y el sentido de lo que somos son construcciones mentales, por lo tanto se pueden cambiar.

Un camino para desafiar creencias sobre ti mismo es preguntarles a contactos personales y profesionales "¿qué valoras en mi?", para confrontar tu autoimagen, y "¿qué valoras de ti?", para descubrir una perspectiva que puede ir mucho más allá del trabajo.

Lo más probable es que ninguna de las respuestas esté relacionada directamente con tu trabajo y que muchas de ellas te lleven a reflexionar sobre el valor intrínseco que tienes como persona.

3- Participa en un conjunto más amplio de actividades

Ya sea por las presiones laborales o por las metas que te has fijado tú mismo, probablemente le dedicabas demasiadas horas al trabajo. Aquellos con una fuerte identidad laboral están más inclinados a desarrollar ese tipo de conductas.

Neil Talkoff, un psicoanalista estadounidense, dice que "cuando invertimos demasiado en el trabajo, lo hacemos a expensas de otras áreas de nuestra vida en las que podríamos encontrar significado y propósito".

Atrévete a descubrir actividades que le pueden dar sentido a tu vida y que te pueden ayudar a cambiar la manera en que te ves a ti mismo.

Hay otras áreas de la vida que son importantes, como las aficiones, las relaciones personales, aprender nuevas habilidades, hacer deporte, leer, ver películas, viajar o simplemente estar con la familia.

Participar en un conjunto más amplio de actividades puede ayudarte a encontrar sentido en otras cosas y cambiar la manera en que te ves a ti mismo.

4- Visualiza dónde estarás en el futuro

Nuestras identidades no son estáticas. Evolucionan con el tiempo. Poca gente diría que eres la misma persona que hace 10 años.

Sin embargo, tenemos un sesgo que puede mantenernos atrapados en una visión rígida de nosotros mismos, percibiendo que nuestra identidad actual es una especie de identidad perpetua.

Una buena estrategia es visualizar dónde te gustaría estar en 5 o 10 años.

Basta con que alguien te diga, ¿te acuerdas cuando hacías tal y cual cosa?, y en ese mismo instante te das cuenta que esa persona también es parte de esa identidad, solo que te habías olvidado.

La clave está en visualizar dónde te gustaría estar en 5 o 10 años. Enfocarse en tu "yo futuro" y en quién quieres convertirte, te permite cambiar la narrativa que has construido sobre tu identidad -la historia que te cuenta sobre quién eres realmente- y reenfocar tus objetivos.

Esta práctica puede ayudarte a comenzar a cambiar tu comportamiento y , como ocurre con cualquier objetivo, es más probable que lo logres si se lo cuentas a otras personas.

5- Identifica tus valores fundamentales

Un aspecto de nuestra identidad que se mantiene bastante constante a lo largo del tiempo son nuestros valores fundamentales.

Los valores tienen que ver con lo que consideramos importante y por eso los defendemos: son la esencia de lo que somos.

Un aspecto de nuestra identidad que se mantiene bastante constante a lo largo del tiempo son nuestros valores fundamentales.

Lo que puede cambiar con el tiempo es cómo expresamos esos valores y su importancia relativa. Si bien pueden ayudarte a encontrar significado y satisfacción en tu trabajo, trascienden tu identidad laboral.

(Por ejemplo, Rebecca Zucker solía trabajar en la banca de inversiones, hasta que descubrió que uno de sus valores -apoyar a clientes y colaborar con colegas- era un valor fundamental en su vida. Y en su trabajo actual como coach laboral ha redescubierto valores que antes no se expresaban, como la aventura y la independencia).

6- Pide ayuda

Aunque el proceso de examinar cómo le das sentido a la pérdida de un trabajo puede ser un desafío personal, siempre ayuda tener el apoyo de un terapeuta capacitado o de una persona que haya pasado por una situación similar para avanzar con más éxito.

Este proceso a menudo requiere una especie de neutralidad mental e intelectual, según explica Neil Talkoff, con la que un individuo puede dar un paso atrás y mirarse a sí mismo de manera más objetiva.

Aunque puedes hacerlo solo, siempre ayuda tener el apoyo de un terapeuta capacitado.

El apoyo externo es particularmente importante para quienes la pérdida del trabajo reafirma las creencias negativas que tienen sobre sí mismos, como sentirse indeseado o inútil.

"Asimilar los pensamientos, observaciones y perspectivas de otra persona puede ayudarte a usarlos como herramientas para crear nuevas ideas y nuevas perspectivas por tu propia cuenta cuenta", dice Talkoff.

Lo más importante es entender que somos mucho más que nuestro trabajo y que, por lo tanto, perder el empleo no tiene por qué significar que nos hemos perdido a nosotros mismos.

martes, 2 de marzo de 2021

_- Qué es la "imitación lingüística" y cómo te puede hacer más persuasivo

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La técnica de la imitación lingüística puede ser útil en entornos profesionales y también personales.

Todos sabemos que ganarse el favor de alguien es más difícil de lo que parece. Conseguir que alguien se ponga de tu lado, ya sea durante una presentación o una propuesta o simplemente si quieres causar impresión, es un proceso estresante.

¿Les gusto? ¿Están de acuerdo conmigo? ¿Tiene incluso sentido lo que digo?

Pero descifrar el secreto para conectar con alguien puede que sea más fácil de lo que parece: simplemente, imítalo.

Ya sabemos que copiar el lenguaje corporal, las expresiones y los gestos puede ayudar a las personas a forjar relaciones, pero resultados de un nuevo estudio sobre el comportamiento de las organizaciones indican que imitar el estilo de comunicación de alguien también te puede hacer más persuasivo.

La técnica se llama "imitación lingüística" y los datos reflejan que aplicar esta estrategia puede darle un impulso a la eficacia de tu mensaje.

Por ejemplo, la próxima vez que estés en una videoconferencia de Zoom con todos tus colegas, presta mucha atención a cómo hablan y presentan sus ideas. A algunos puede que solo les importen los datos rápidos y las conclusiones y que actúen de forma brusca e incluso un poco distante. Otros pueden ser mucho menos lineales y enredarse en historias dispersas.

Si los colegas son más casuales en su conversación y escritura, relaja también tu estilo de comunicación.

La investigación muestra que debes ajustar tu discurso para imitarlos, aunque su estilo de comunicación sea muy diferente al tuyo.

Desarrollar este talento camaleónico puede ser una incorporación muy útil a tus herramientas para ganarte a la gente y progresar.

Un exhaustivo análisis
"¿Cómo haces que tu voz destaque entre la marea de sugerencias, propuestas y demás? Esto es lo que la imitación lingüística puede facilitar", señala Maxim Sytch, profesor asociado de Gestión y Organizaciones en la Universidad de Michigan, Estados Unidos.

Él y Yong H Kim, profesor asistente de Gestión en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong, son los dos investigadores responsables de este nuevo estudio.

Para su elaboración, Sytch y Kim se centraron en el mundo de las leyes y en cómo la imitación lingüística puede ayudar a los abogados a granjearse la simpatía de los jueces y ganar casos.

El dúo analizó más de 25 millones de palabras en más de 1.800 documentos legales de acceso público pertenecientes a demandas por infracción de patentes en Estados Unidos.

Copiar el estilo de comunicación de tus interlocutores te puede hacer más convincente.

Usaron una herramienta de análisis lingüístico por computadora para rastrear el estilo de escritura de los jueces y abogados implicados.

Midieron cuatro estilos de escritura, cada uno en una escala móvil:

-pensamiento analítico (donde puntuaciones más altas sugieren que el autor se decanta por la lógica y puntuaciones más bajas sugieren que se inclina por los valores personales)

-influencia (donde puntuaciones más altas significan confianza y puntuaciones más bajas significan humildad)

-autenticidad (donde puntuaciones más altas indican un estilo tendente a la honestidad y ser sincero y puntuaciones más bajas apuntan a un estilo más reservado)

-tono emocional (los autores con puntuaciones más altas tienden a ser más animados y positivos y aquellos con puntuaciones más bajas tienen un tono más triste o ansioso)

A partir de ahí, analizaron qué abogados de todas estas demandas ganaron sus casos y cuáles no.

Para su sorpresa, los investigadores hallaron que si los equipos legales imitaban más el estilo de escritura preferido por el juez en documentos de fallos legales pasados, sus posibilidades aumentaban más del doble.

De media, los abogados en la muestra de Sytch y Kim tenían un 11,5% de posibilidades de ganar. Pero los abogados que hicieron más imitación lingüística vieron cómo ese índice subía hasta un elevado 25%.

Cosechando los beneficios
Ganarte la simpatía de alguien a través de la comunicación puede significar que caerás mejor en la sala (ahora virtual) de descanso, pero la recompensa por una aguda observación va más allá de eso.

Incluso durante las ahora frecuentes videoconferencias podemos analizar el estilo de comunicación de los demás.

Piensa en sellar un acuerdo con un cliente, impresionar al ejecutivo adecuado o entablar relaciones con personas de tu organización que serán más propensas a hacer lo que quieras que hagan.

Para aplicar de forma eficaz la imitación lingüística, Sytch sugiere prestar atención a la manera en que la gente hace preguntas y observar qué fragmentos de las presentaciones les parecen más o menos convincentes.

Esto sería "una ventana no solo a cómo comunicarse con ellos, sino también a cómo procesan la información".

En la escritura, presta atención a cómo tus colegas componen sus correos, mensajes o chats y hazte eco de la forma y el sentimiento.

Concentrarte en la forma en que una persona presenta puede ayudarte a imitarla; por ejemplo, hay quienes prefieren ir directamente al grano, centrándose en datos y hechos.

Puedes encontrar muchas pistas en cómo les gusta comunicarse.

Por ejemplo, dice Sytch: "Tengo algunos colegas a quienes les encantan los emails largos con muchas enumeraciones y hojas de cálculo adjuntas. La forma de responderles es probablemente escribir un correo igualmente largo respondiendo a cada uno de los puntos".

En otras situaciones, quizá conozcas a alguien que le añade color a su mensaje con sentimientos y anécdotas personales. Puedes enviar una respuesta similar, quizá incluyendo una breve historia tuya para insistir en lo que quieres decir. O si estás hablando con alguien que es más conservador y directo, quizá un superior o un ejecutivo, ve directo a la respuesta. Deja el humor fuera, si es lo que hacen ellos.

Una buena estrategia de observación te puede llevar a lograr grandes éxitos comunicacionales.

En resumen, Sytch indica: "Si me presentas algo de una manera en la que estoy acostumbrado a escuchar, similar a mi forma de articular los pensamientos, me resultará más fácil procesar la esencia de ese argumento y esto, como resultado, te hará ser más persuasivo".

Claro que es más fácil decirlo que hacerlo. Pero puedes usar tus contactos para conseguir una idea de cómo es una persona, especialmente si nunca la has conocido. Pregúntale a alguien que se haya relacionado con "tu objetivo", recomienda Sytch.

Algo así como: "Oye, voy a hacerle una presentación a Brian, ¿Cómo es? ¿Qué tipo de preguntas hace? ¿Qué tengo que hacer para convencerle?".

"Ser sensible a ese proceso de dar información, a cómo otras personas procesan la información, nos puede dar mayores posibilidades de que nos escuchen", concluye Sytch.

lunes, 1 de marzo de 2021

_- Aprender inglés: 5 claves para que te entiendan en la lengua de Shakespeare (y no es la gramática)

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Para comunicarnos mejor en inglés es importante tener una pronunciación inteligible.

Todos sabemos que la motivación, la constancia y el esfuerzo son fundamentales para el aprendizaje de un idioma. Pero el dominio de una lengua extranjera no es solo cuestión de adquirir una serie de normas y conocimientos.

El uso de un idioma es una destreza, más afín al aprendizaje de un instrumento musical o el baile que a las matemáticas o la ingeniería.

Este artículo pretende dar algunas pistas sobre cómo comunicarnos con la máxima efectividad en inglés.

Se centrará sobre todo en la pronunciación. Un error en ésta casi siempre perjudica la comunicación más que confundir conceptos gramaticales como, por ejemplo, el Present Perfect y el Past Simple.

En este sentido es preferible decir una frase incorrecta como "I live here since five years", pero con una pronunciación inteligible, que construir la frase correctamente como "I have lived here for five years", pero con errores de pronunciación. (Siempre que nuestra prioridad sea comunicarnos con efectividad: evidentemente, en un examen de gramática sería importante construir las frases con el tiempo verbal que corresponde). 

1. La fonética: 20 sonidos y un "schwa" 
El español es un idioma fonético. Las vocales se pronuncian como suenan. La "a" siempre es un "a" y la "u" siempre es un "u". Lógicamente los hispanohablantes intentan aplicar el mismo sistema al inglés. Pero no funciona.

De hecho, si pronunciamos palabras inglesas como si fueran españolas el efecto es que el 80% de lo que decimos resulta incomprensible, lo que complica mucho una conversación y convierte una presentación en un desastre.

El español solamente tiene cinco vocales pero el inglés tiene 12 y 8 diptongos.

Dominar el uso de la fonética requiere tiempo y estudio. Uno de los problemas principales es que el español tiene solo cinco sonidos vocales, comparado con el inglés que tiene 12 vocales y 8 diptongos. Así que para pronunciar bien el inglés hay que pronunciar sonidos que no existen en el español.

No sólo la misma letra o grafía se pronuncia de manera distinta en diferentes contextos. También hay sonidos que resulta muy complicado distinguir para los hablantes del español.

Por ejemplo, diferenciar vocales cortas como la "ʊ", que ocurre en palabras como "put" o "book", de vocales largas como "u:" que empleamos en "food" o "new". Lo mismo ocurre con el "i" corto en "hit" y el "i:" largo en "heat".

También puede ser difícil reconocer y pronunciar una vocal importantísima en el inglés que se llama "schwa".

Este sonido corresponde con el fonema "ə" que empleamos en miles de palabras, como por ejemplo en la primera silaba de "about" o la última silaba de "sofa": no es una "a" ni una "e", sino algo entre las dos.

Veremos que el schwa también juega un papel fundamental en el ritmo de voz en inglés.

La solución consiste en primero concienciarse del problema y, segundo, en aprender la fonética en inglés.

Algunos fonemas nos resultarán más complicados que otros, pero el primer paso consiste en abandonar la noción de que se puede pronunciar vocales en inglés como si correspondiesen a las mismas vocales en castellano.

Este esfuerzo nos dará muchas recompensas a largo plazo. No hace falta dominar todo el alfabeto fonético. Se pueden conseguir avances importantes si rectificamos algunos malos hábitos. Sobre todo debemos fijarnos en las palabras que son importantes en nuestro uso diario. El siguiente vídeo nos ayudará a comenzar.

Ejemplos de pronunciación de vocales en inglés. English Language Group. 

2. Énfasis silábico 
El mismo problema se plantea con el acento silábico. Desafortunadamente las palabras "amigas" como opportunity, objective y strategy, por ejemplo, casi siempre tienen un énfasis diferente en inglés (oportunidád - opportúnity).

Si pronunciamos una palabra en inglés con el acento que tendría en el español, de nuevo convertimos nuestras palabras en sonidos incomprensibles, igual que no entenderíamos a un extranjero que pronuncia "ventána" acentuando la última silaba (ventaná).

Así que no es suficiente reconocer una palabra y aprender su significado. Hay que saber pronunciarla.

Esto no es cuestión de tener "acento español". Tener un acento es seña de identidad y además casi imposible de evitar. De lo que se trata es de poder comunicar y de que nos podamos entender. 

3. Ritmo de voz 
Si ya estamos prestando atención a los dos temas anteriores habremos hecho un recorrido importante. Pero si pretendemos comunicar en inglés de manera eficaz y, sobre todo, si vamos a hablar en público, tenemos que prestar atención al ritmo de voz.

Cada idioma tiene su propio ritmo.

Y curiosamente el español y el inglés tienen ritmos distintos.

En general, el español tiene un ritmo constante con el mismo énfasis en cada palabra.

Por el contrario el inglés pone mucho más énfasis en algunas palabras y sílabas que en otras. Por eso a veces la comprensión oral es difícil, ya que el orador parece "comerse" palabras enteras.

En inglés usamos el énfasis para comunicar significado. Como norma general, ponemos mucha más acentuación en las palabras de contenido, es decir, en las palabras que son importantes en una frase para comunicar nuestro mensaje.

Casi nunca ponemos énfasis en preposiciones, pronombres o artículos, salvo en casos muy concretos, por ejemplo cuando queremos contrastar dos pronombres: "It's not his bag, it's HER bag".

Pero en general no ponemos énfasis en palabras "gramaticales." Así que "Do you want a coffee? se pronuncia como "Dyawanna coffee?", porque "coffee" es la única palabra de contenido importante en esta frase.

No solo hacemos más hincapié en las "palabras de contenido", sino que cuando hablamos con un ritmo de voz natural también restamos importancia a palabras que no son imprescindibles para comunicarnos.

Así que palabras como "can", que se suele pronunciar con un "æ" corto como "man" o "bad", cambian de pronunciación en una conversación normal empleando el schwa "ə". Lo mismo ocurre con muchas palabras que no son de contenido como "the", "but" y "them".

Este énfasis sobre algunas palabras es lo que confiere al inglés su ritmo particular. Si empleamos el ritmo constante del español al inglés sonaremos monótonos, y será difícil entendernos, algo no deseable en una situación social, pero verdaderamente desastroso en una presentación.

Una manera de practicar esto es prestar atención a diálogos en inglés y escuchar, no solo para la comprensión, sino también para identificar el énfasis en las distintas palabras en una frase.

Esta es una destreza difícil pero imprescindible para comunicar al más alto nivel. Por el momento sería un gran paso adelante si empezamos a poner más énfasis en las palabras claves e intentar poco a poco imitar el ritmo. 

4. Entonación
¡Es falso que se suba la entonación de las preguntas en inglés! No hace falta, porque, al contrario de lo que sucede en español, en inglés sabemos si una frase es una pregunta o no por su estructura ("Can you drive?" en lugar de "You can drive").

Uno de los trucos para aprender mejor el inglés es darse cuenta de que se trata más de una destreza, como el baile, que como las matemáticas o la ingeniería.

A veces subimos la entonación en medio de una frase para indicar que no hemos terminado y también para expresar incertidumbre.

Si subimos constantemente la entonación en inglés resultará un poco raro. Así que una pregunta estándar como "Where are you from?" mantiene una entonación plana.

Hay acentos regionales, como en California, donde sí hay una tendencia de subir la entonación al final de cada frase, incluso con frases afirmativas, pero debemos abandonar el hábito de subir automáticamente la entonación cuando veamos una interrogación.

5. Dimensión cultural 
Cada idioma tiene su propia dimensión cultural. Si traducimos literalmente del español al inglés pareceremos muy directos e incluso a veces agresivos.

Por ejemplo, en general el imperativo en inglés solo se usa para dirigirnos a niños pequeños, perros y rangos inferiores en el ejército, aunque es cierto que el inglés americano es más directo que el británico.

Así que "Can you please be quiet?" se emplearía mucho más que "Shut up!", a no ser que nuestro propósito sea precisamente ser agresivos.

Cada idioma tiene su propia dimensión cultural que debe tomarse en cuenta al momento de comunicarse y de traducir.

A la hora de expresar opiniones, el inglés tiende a usar lenguaje mucho más tentativo que el español y con más ambigüedad.

Si vamos a emplear el inglés en reuniones, negociaciones o incluso en situaciones sociales tenemos que dominar las frases apropiadas para distintas situaciones, que casi nunca son traducciones literales del español.

Si queremos expresar desacuerdo, un simple "no" nos puede retratar como personas bordes y maleducadas.

Un desacuerdo fuerte podría ser "I disagree" casi siempre empleado con la frase "I'm afraid". También es común "I see your point of view but...". El descuerdo vendrá después de la palabra "but".

Puede parecer que el inglés se complica bastante con estos conceptos.

Sin embargo, si los aplicamos poco a poco, en breve lograremos avances notables en nuestra capacidad comunicativa.

Este pequeño resumen será útil solo si tenemos en cuenta lo más fundamental: el inglés no es una serie de datos. Es una habilidad. ¡Hay que aprender a bailar!

domingo, 28 de febrero de 2021

Cómo aprender nuevas habilidades de manera efectiva a cualquier edad

Comenzando con lecciones de ajedrez, Tom Vanderbilt decidió pasar un año persiguiendo una variedad de nuevas habilidades para sí mismo. Aprendió a cantar, dibujar, hacer malabares y surfear.

La fascinación de Tom Vanderbilt por el proceso de aprendizaje permanente comenzó con los pasatiempos de su hija: piano, fútbol, taekwondo.

Quería animarla en sus nuevas búsquedas y la acompañaba a las lecciones o torneos. Mientras ella ejercitaba su mente, él contestaba correos electrónicos, jugaba con su teléfono o miraba al vacío hasta que su hija terminaba la clase.

Pronto reconoció la hipocresía de la situación. "Le estaba recalcando la importancia de tener una educación amplia en todas estas habilidades diferentes", dice. "Pero ella podría haberme preguntado fácilmente: 'Bueno, ¿por qué no haces tú todas estas cosas?'"

Comenzando con lecciones de ajedrez, decidió pasar un año persiguiendo una variedad de nuevas habilidades para sí mismo. Aprendió a cantar, dibujar, hacer malabares y surfear.

En ningún momento aspiró a dominar por completo esas habilidades o mostrar su destreza con una hazaña extraordinaria, como ganar el programa de televisión "American Idol".

"Como adultos, instantáneamente nos presionamos con metas", dice. "Sentimos que no tenemos el lujo de participar en el aprendizaje por aprender". En cambio, él quería deleitarse con el placer del proceso.

Vanderbilt detalla su viaje en su libro Beginners (Principiantes) publicado en enero de 2021, que combina sus revelaciones personales con la ciencia de vanguardia que estudia la adquisición de habilidades.

Deseoso de saber más, el libro trata sobre los mitos del aprendizaje en adultos y los beneficios sustanciales que la "mentalidad de principiante" puede traer a nuestras vidas.

Cómo aprender bien
Vanderbilt comenzó el proyecto hacia finales de sus 40 consciente de que tendría dificultades para igualar las habilidades de aprendizaje de niños como su hija.

Los niños son especialmente buenos para captar patrones implícitamente, entendiendo que ciertas acciones conducirán a ciertos tipos de eventos, sin necesidad de ninguna explicación o descripción de lo que están haciendo. Pero después de los 12 años, perdemos parte de esa capacidad para absorber nueva información.

Vanderbilt descubrió los beneficios que la "mentalidad de principiante" puede traer a nuestras vidas. Si bien los adultos pueden no absorber nuevas habilidades tan fácilmente como un niño, todavía tienen"neuroplasticidad" en el cerebro.

Sin embargo, no deberíamos ser demasiado pesimistas acerca de nuestras propias habilidades. Si bien los adultos pueden no absorber nuevas habilidades tan fácilmente como un niño, todavía tenemos "neuroplasticidad", la capacidad del cerebro para reconfigurarse en respuesta a nuevos desafíos.

En su año de aprendizaje, Vanderbilt conoció a muchas personas, mucho mayores que él, que todavía estaban ejerciendo ese "superpoder".

Es más, la investigación de Vanderbilt reveló algunos principios básicos del buen aprendizaje que cualquiera puede usar para hacer que nuestro proceso de aprender sea más efectivo.

El primero puede parecer obvio, pero se olvida fácilmente: necesitamos aprender de nuestros errores. Por lo tanto, en lugar de repetir sin pensar las mismas acciones una y otra vez, debemos ser más concentrados y analíticos, pensando en lo que hicimos bien y lo que hicimos mal. (Los psicólogos llaman a esto "práctica deliberada").

Vanderbilt notó esto al jugar al ajedrez. Podrías dedicar horas a cientos de juegos en línea, pero eso no sería tan efectivo como estudiar las estrategias de profesionales o discutir las razones de tus pérdidas con un profesor de ajedrez.

La "repetición sin repetición"
Un segundo principio es más contrario a la intuición: debemos asegurarnos de que nuestra práctica sea variada.

Hacer malabarismo, por ejemplo, le permitió aprender a cambiar los objetos o cambiar la altura a la que los arrojaba. Luego probó hacer lo mismo sentado y caminando.

La "repetición sin repetición" hace que los patrones aprendidos del cerebro se vuelvan más flexibles.

Tal como un científico le dijo a Vanderbilt, esto es "repetición sin repetición", haciendo que los patrones aprendidos del cerebro se vuelvan más flexibles. Esto ayuda a enfrentar las dificultades impredecibles, como un error en uno de los movimientos que podría llevarlo a perder el control.

De una manera aún más enigmática, Vanderbilt descubrió que a menudo aprendemos mejor cuando sabemos que tendremos que enseñar a otros la misma habilidad.

No está claro por qué es así, pero esa expectativa parece aumentar el interés y la curiosidad de las personas, lo que activa la atención del cerebro y ayuda a garantizar que deje rastros más fuertes en la memoria. (Vanderbilt tuvo muchas oportunidades de enseñar lo que había aprendido, ya que a menudo incluía a su hija en sus proyectos).

Entonces, sea lo que sea que estés tratando de dominar personalmente, considera compartir esa habilidad con alguien que conoces.

Y si bien puede resultar útil observar a verdaderos expertos que ejecutan una habilidad, Vanderbilt descubrió que también puede ser útil observar a otros novatos, ya que permite analizar más fácilmente lo que están haciendo bien y lo que están haciendo mal.

"Abrirse a un extraño"
Con este conocimiento, Vanderbilt hizo un buen progreso en cada una de las habilidades que se propuso aprender. Cantar, dice, fue uno de los mayores obstáculos, desde el punto de vista emocional. "Fue el proceso de abrirse a un extraño de la manera más cruda", explica.

Cuando superó esos nervios, sin embargo, también resultó ser el desafío más gratificante. "Es lo que probablemente más me gustó, porque tiene un placer inherente y te hace sentir muy bien". Le fue tan bien que eventualmente se convirtió en miembro del coro Britpop de Nueva York.

El mayor desafío que debió enfrentar Vanderbilt, se convirtió en el más gratificante.

Si estás inspirado para emprender un nuevo pasatiempo, Vanderbilt aconseja comenzar con algo que sea fácil de integrar en tu estilo de vida actual. Incluso puede que te sorprenda la velocidad de tu progreso, apunta.

"Mucha gente se obsesiona con la idea de que esto es solo una gran inversión de tiempo -que el camino no tiene fin- y eso es muy desalentador para ellos".

Vanderbilt descubrió que su habilidad para dibujar, por ejemplo, había mejorado significativamente en el mismo tiempo que normalmente le tomaría ver varios capítulos de una serie de televisión.

¿Por qué aprender algo nuevo?
Es posible que aún te preguntes por qué deberías hacer el esfuerzo de aprender algo nuevo, cuando podrías estar relajado en tu sofá.

Vanderbilt explica que hay muchos beneficios generales al adquirir cualquier habilidad nueva, incluidos algunos cambios cerebrales a largo plazo que podrían compensar parte del deterioro mental que a menudo viene con el envejecimiento.

Hay muchos beneficios generales al adquirir cualquier habilidad nueva, incluidos algunos cambios cerebrales a largo plazo que podrían compensar parte del deterioro mental que a menudo viene con el envejecimiento.

El autor señala un estudio de adultos, de 58 a 86 años, que completaron un algunos cursos en materias como español, música, composición y pintura.

Después de unos meses, no solo habían logrado un buen progreso en las habilidades individuales, sino que también mostraron una mejora pronunciada en las pruebas cognitivas más generales, igualando el rendimiento de los adultos que eran 30 años más jóvenes.

Curiosamente, los beneficios parecían provenir de probar múltiples habilidades, en lugar de centrarse exclusivamente en una experiencia en particular.

Como escribe Vanderbilt en su libro: "En lugar de correr un maratón, estás sometiendo tu cerebro a una variedad de entrenamientos en intervalos de alta intensidad. Cada vez que comienzas a aprender esa nueva habilidad, te estás remodelando. Estás entrenando tu cerebro nuevamente para ser más eficiente".

Solemos ver a los aficionados como si se tratara de alguien superficial y sin dedicación. Pero parece que la persona dedicada a distintos oficios, el principiante perpetuo, puede tener un cerebro más agudo que el maestro de una sola habilidad.

La búsqueda permanente de muchos intereses diferentes puede incluso aumentar tu creatividad. Como David Epstein también señaló en su libro Range, los premios Nobel tenían muchas más probabilidades de haber disfrutado de actividades artísticas como la música, la danza, las artes visuales o la escritura creativa que otros científicos.

Los momentos de fracaso
A medida que aprendes una nueva habilidad, habrá frustraciones y momentos de fracaso, pero estos pueden ser las experiencias más importantes de todo el proceso.

Después de años de experiencia en el periodismo, Vanderbilt dice que los nuevos desafíos fueron un cambio recibido de buena manera dentro su "complacencia profesional".

"De algún modo me abrió la mente y me devolvió la sensación de no saber", explica.

Esto fue especialmente cierto en el caso de habilidades como el dibujo, que de alguna manera le resultaron familiares. "El aprendizaje de la habilidad fue a menudo diferente de lo que imaginaba. Mis expectativas fueron tumbadas constantemente".

"Mentalidad de principiante"
Numerosas investigaciones han demostrado que la humildad intelectual -la capacidad de reconocer los límites de nuestro conocimiento- puede mejorar enormemente nuestro pensamiento y nuestra toma de decisiones.

Y esa capacidad para reconsiderar nuestras ideas preconcebidas y abrir nuestras mentes a nuevas formas de pensar puede ser cada vez más significativa en el cambiante mundo actual.

Numerosas investigaciones han demostrado que la humildad intelectual -la capacidad de reconocer los límites de nuestro conocimiento- puede mejorar enormemente nuestro pensamiento y nuestra toma de decisiones.

Ya sea que estemos aprendiendo por placer o tratando de mejorar nuestras habilidades profesionales, todos podríamos hacer bien en cultivar esa "mentalidad de principiante", donde nada es seguro y todo se puede aprender.

Aunque nuestra capacidad para aprender fácilmente una nueva habilidad disminuye con la edad, aprovechar la "mentalidad de principiante" puede ayudarte a aprender de manera efectiva en la adultez.

*David Robson es autor de "La trampa de la inteligencia: por qué la gente lista hace cosas tontas".

https://www.bbc.com/mundo/vert-cap-56177440

sábado, 27 de febrero de 2021

_- "Ciudadano Kane": 4 razones por las que es considerada por muchos como la mejor película de la historia

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La película está inspirada en la vida del magnate de los medios William Randolph Hearst.

Ha sido considerada por muchos a través de las décadas como la mejor película de todos los tiempos: un delirio de ingenio y creación, una clase magistral de técnica, estructura y narración cinematográfica.

"Ciudadano Kane", el primer filme de Orson Welles, no fue, sin embargo, bien recibido en su tiempo.

Apenas logró recuperar el presupuesto que se gastó en su producción y la mala prensa, como resultado de su temática, la acompañó por años como una maldición.

Y pese a sus muchas nominaciones que obtuvo, solo se llevó un Oscar en la ceremonia de 1941: el de mejor guion. Ahora, 80 años después, una nueva película inspirada precisamente en el proceso de escritura del guion de "Ciudadano Kane", es una de las favoritas de esta temporada de premios del cine de Hollywood..

Dirigida por David Fincher para Netflix, "Mank" cuenta la batalla de Herman J. Mankiewicz (Gary Oldman) con el alcohol, su mala salud y los recuerdos mientras se retira a un rancho para terminar la obra de su vida, la película que poco a poco, según irá descubriendo, será su canto de cisne, y también, la obra que le hará ganarse un lugar en la historia.

"Mank" es también un homenaje a Mankiewicz, el hombre que en muchas ocasiones los libros de cine han dejado a un lado ante la apabullante personalidad e ingenio de Orson Welles.

Pero ¿qué tiene de especial "Ciudadano Kane"? ¿Por qué la película no ha perdido su encanto a pesar de los años transcurridos? ¿A qué se debe que todavía sea objeto de culto en las universidades, cinematecas y entre los cinéfilos de todo el mundo?

En BBC Mundo te ofrecemos algunas claves para entender por qué muchos la siguen considerado la mejor película de todos los tiempos.

1- El guion revolucionario de Mankiewicz
Uno de las grandes interrogantes de la historia del cine es cuánto Mankiewicz tuvo que ver con la edición final de "Ciudadano Kane" y cuánto participó Welles en el guion original del primero.

Cualquiera que haya sido la influencia de uno sobre el otro, la película propuso una de las estructuras dramáticas más revolucionarias -y atrevidas- que había conocido la historia del cine hasta ese entonces.

"Ciudadano Kane" se centra de la vida de Charles Foster Kane (interpretado por Welles), un magnate de la prensa que tiene una enorme riqueza e influencia, pero que no alcanza el cargo político ni el amor que ansía.

Es una versión ficticia de la figura del magnate de la prensa William Randolph Hearst, quien por cierto, jugó un rol esencial para tratar de hacer que "Ciudadano Kane" quedara en el olvido.

Pero en lugar de ser una película biográfica convencional, la obra de Welles y Mankiewicz es un rompecabezas que reúne múltiples narradores, perspectivas y saltos en el tiempo.

Cuenta, también, con una colección de frases memorables por su ingenio y ofrece una visión aguda del estilo y el mundo interior de su personaje protagónico.

Pero no se trata de un manual académico de técnica y estructura: el guion de Ciudadano Kane tiene más que ofrecer como entretenimiento que como manual de estilo.

2- La subversión de los géneros cinematográficos
La película presentó un juego con los géneros cinematográficos que no se había visto hasta entonces y que a través de los años, la ha vuelto casi inclasificable.

En un inicio, algunos la definieron como un "drama de misterio", pero agrupar todos los géneros que engloba resulta complicado.

La trama comienza con los acordes pesimistas de un tema de Bernard Herrmann. Se observa la silueta irregular de un castillo en la cima de una colina con niebla. Estamos en territorio de terror gótico; el castillo bien podría ser propiedad del Conde Drácula.

Luego nos deslizamos hacia el castillo a través de un montaje extraño: una tormenta de nieve, una bola de nieve, la boca de Kane mientras exhala su última palabra, "Rosebud".

Dos minutos después, la película ya no es un filme de terror, sino un experimento surrealista digno de Dalí y Buñuel.

Pero no por mucho.

Unos segundos más tarde, Ciudadano Kane se convierte en un noticiero que recorre la biografía de Kane y nos muestra Xanadú, su monumental finca de Florida (siguiendo el modelo del castillo Hearst en San Simeon, California).

Pero luego, justo cuando nos estamos adaptando a un falso documental, la película vuelve a cambiar de marcha.

Hay un flashback dickensiano a la infancia rural de Kane en 1871. Luego, pasamos a una comedia de situación cuando Kane toma el control del New York Inquirer. Más tarde, la película deviene en un drama político, luego una farsa entre bastidores, luego un melodrama oscuro...

Y, uniendo los diversos géneros, hay una historia de detectives sobre un reportero de investigación que intenta descubrir lo que podría significar Rosebud.

Nunca antes la historia del cine se había visto una complejidad narrativa de este tipo.

3- Una revolución en la técnica del cine
En 1946, un historiador del cine francés, Georges Sadoul, calificó a "Ciudadano Kane como" "una enciclopedia de técnicas antiguas " y, aunque trataba de rebajar la importancia de la película, dio con una de las claves que le han permitido trascender en el tiempo.

Y es que la hazaña de contar una historia tan compleja se vio acompañada de un propósito igual de desproporcionado: jugar con la cámaras, las luces, los enfoques, en definitiva con las reglas que habían marcado hasta ese entonces las leyes rígidas de la cinematografía hollywoodense.

La película es una enciclopedia de técnicas: una escuela de cine de 114 minutos que ofrece lección tras lección sobre enfoque profundo y retroproyección, primeros planos extremos y diálogos superpuestos.

No es de extrañar que los estudiantes de cine amen "Ciudadano Kane". Verla es como recibir todo un semestre de cine en una sola tarde.

Esto también ha llevado a que la película no sea recibida de la misma forma por el público general, que puede encontrarla a veces demasiado abigarrada y pretenciosa.

4- El genio creador y la juventud de Orson Welles
Quizás una de las razones por las que la película es tan vibrante es que su propio director también estaba aprendiendo a hacer cine.

Su primera película fue un intento de revolucionar la dirección de la misma forma que ya había tratado de hacer en la radio durante su estancia en Nueva York, sobre todo con su adaptación de "La guerra de los mundos".

Pero si ya era una estrella del teatro y la radio, Welles no tenía mucha idea de las técnicas del cine.

Se dice que una asistente llamada Miriam Geiger tuvo que hacerle un manual de las diferentes lentes y tomas que podría probar.

Llegó a Hollywood con la promesa de que podría hacer la película que quisiera, sin interferencias, algo que hoy en día sería impensable.

Sin embargo, pronto quedó cautivado por las posibilidades que ofrecía el cine como medio y las utilizó todas en "Ciudadano Kane".

Un estudio de cine, bromeó, era "el tren eléctrico más grande que jamás haya tenido un niño".

Welles nunca volvió a tener la libertad creativa que tuvo para filmar "Ciudadano Kane".

Welles fue capaz de imprimir a su primera película un dinamismo y una vitalidad que no logró repetir después y que, tal vez, no se ha vuelto a repetir en la historia del cine.

Ninguna otra meditación sobre el fracaso, el arrepentimiento y la crueldad del paso del tiempo ha tenido jamás una exuberancia tan juvenil como la de "Ciudadano Kane".

Sorprendentemente, Welles tenía solo 25 años cuando su primer filme se estrenó en los cines.

En un ensayo en The New Yorker sobre "Ciudadano Kane", Pauline Kael afirma que el éxito de la cinta es "el resultado del descubrimiento y del deleite en la diversión de hacer películas de Welles".

Su verdadera magia, sin embargo, está en la forma en que este deleite va y viene entre el cineasta y su tema.

Gran parte de Ciudadano Kane habla de un genio que se vanagloria de su poder y confianza, y está hecho por un genio que también se enorgullece de su poder y confianza.

Hoy en día, ningún director novato de veintitantos años tendría un control tan completo de un proyecto importante. Y ningún director novato podría llegar a Hollywood con la ignorancia ingenua y la arrogancia de Welles.

En 1941, Welles era principiante y experto, licenciado y profesor. Y si nunca más tuvo la libertad y la energía ilimitadas para hacer otra película como Ciudadano Kane y nadie más tampoco las tuvo.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-56144392

viernes, 26 de febrero de 2021

Freddie Figgers, el bebé al que abandonaron en la basura y ahora es un millonario tecnológico.


Freddie Figgers pasó de que se burlaran de él llamándolo "bebé basura" a ser un inventor millonario.

Según la más reciente cotización, la compañía de Freddie Figgers vale US$62 millones, algo que logró siendo buena gente y talentoso.

Figgers fue abandonado cuando era un bebé al lado de unos botes de basura en la Florida rural de Estados Unidos.

"Los niños solían burlarse de mí; me llamaban 'bebé basura', me decían 'nadie te quiere... eres sucio'. Recuerdo ocasiones en las que me bajaba del bus escolar y niños me agarraban y me tiraban en botes de basura y se reían de mí", contó en una entrevista de Jo Fidgen para el programa de la BBC "Outlook".

"Llegó al punto que mi padre me tenía que esperar en la parada del bus y me acompañaba a casa. Y los niños me acosaban aún más, burlándose de él: '¡Ja, ja! Miren a ese anciano con bastón'".

El padre de Figgers, Nathan, tenía 74 años y su madre, Betty May, 66 cuando lo acogieron.

Tenían hijos propios y habían acogido a decenas de otros niños a lo largo de los años -a muchos de ellos mientras sus propios padres estaban en prisión-, y habían planeado dejar de hacerlo pues ya eran viejos.

Pero, de repente, llegó Freddie.

No tenía a nadie que lo quisiera, así que lo adoptaron y lo criaron como propio.

Cuando Freddie empezó a hacer preguntas, Nathan le relató su historia.

"Me dijo: 'Te lo voy a contar sin rodeos. Tu madre biológica te abandonó y como yo y Betty no queríamos mandarte a casas de acogida, te adoptamos'. Yo me sentí como basura y siempre me acuerdo que me agarró por los hombros y me dijo: 'Nunca dejes que eso te indisponga'".

Betty May y Nathan Figgers habían decidido no acoger más niños... y llegó Freddie.

"Mis padres me dieron todo el amor que alguien pudiera querer jamás. Hicieron todo por mí. Nunca sentí la necesidad de buscar a mi familia biológica porque mi mamá y mi papá, mi Betty y mi Nathan, lo eran todo para mí, y yo los amaba".

"Son personas grandiosas. Me enseñaron a ser íntegro, a hacer siempre lo correcto, a nunca olvidar mis orígenes. Vi a mi padre siempre ayudando a la gente, deteniéndose en el camino a asistir a extraños, alimentando a los sin techo...

"Era un hombre increíble y yo quiero ser como él".

De basura a tesoro
Nathan tenía dos trabajos, como operario de mantenimiento, Betty May era trabajadora agrícola y, aunque no tenían mucho dinero, cuando Freddie tenía 9 años le compraron un regalo que cambió todo: una computadora Macintosh... averiada.

"Los fines de semana iba con mi padre a hacer lo que llamábamos 'buceo de basura', paseándonos por diferentes vecindarios en busca de cosas que la gente hubiera tirado, como dice el dicho: lo que para un hombre es basura, para otro es un tesoro".

"A mí siempre me habían fascinado las computadoras. Soñaba con una computadora Gateway pero no podíamos comprarla".

En esa ocasión, su padre lo llevó a una tienda de segunda mano donde convencieron al vendedor que les vendiera una computadora vieja y dañada, por la que pagaron US$24.

La computadora con la que vio su futuro.
"Yo estaba feliz. Como no prendía, la desarmé y me di cuenta de que un componente estaba roto y todo fluyó naturalmente. Mi padre trabajaba en mantenimiento tenía a disposición muchas cosas, como pistolas para soldar, radios, relojes..."

"Tome partes de una radio despertador y las soldé y tras unos 50 intentos finalmente logré que la computadora funcionara. Fue entonces que supe que eso era lo que quería hacer en mi vida".

"Esa computadora borró todo el dolor del acoso escolar. Mientras me molestaban en la escuela, yo pensaba cuánto quería regresar a casa a jugar con mi computadora".

"Aprendí a codificar (programar) a los 10 u 11 años y empecé a escribir programas básicos. Fue entonces que empecé a avanzar".

La pasión asalariada
Poco después de aprender el lenguaje de las computadoras, consiguió su primer trabajo. A los 12 años de edad.

"Yo asistía a un programa postescolar y me la pasaba en el laboratorio de computadoras".

"No había un técnico de computadoras así que cuando una máquina dejaba de funcionar, la desconectaban y la apilaban con las demás averiadas. Yo las cogía y reemplazaba las partes dañadas de unas con las buenas de otras".

En esa época, la directora ejecutiva del programa era la alcaldesa de la ciudad de Quincy y cuando vio lo que Freddie había hecho quedó asombrada, le pidió permiso a sus padres y se lo llevó al ayuntamiento.

Freddie Figgers niño FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESÍA DE FREDDIE FIGGERS Pie de foto,

El pequeño Freddie empezó a abrirse camino en el mundo desde temprana edad.

Allá tenían decenas de computadoras averiadas y Freddie se dedicó a arreglarlas yendo todos los días después del colegio. Le pagaban US$12 por hora, pero "no era tanto por el dinero... ¡me divertía muchísimo!"

Tres años después, cuando tenía 15 años y seguía trabajando para la municipalidad, una firma ofreció un programa para monitorear los medidores de presión de agua por US$600.000. Los funcionarios pensaron que era mejor idea encargárselo a Freddie, quien creó el programa que necesitaban por el mismo salario que le venían pagando.

Fue entonces cuando tomó una decisión.
"Para entonces, la escuela me aburría así que decidí dejarlo y empezar mi propio negocio, aunque mis padres no estaban de acuerdo".

El zapato de papá
Cuando Freddie tenía 17 años, Nathan, su padre, enfermó de Alzheimer.

"Recuerdo una noche que nos fuimos a dormir después de ver una película de vaqueros que a él le gustaba mucho, y a las dos de la mañana me despertó, rifle en mano, convencido de que era el héroe del filme, diciéndome que tenía que irme de la ciudad. Logré quitarle el rifle y acostarlo pero a la mañana siguiente no estaba".

"Salía de casa pensando que lo estaban persiguiendo y a veces olvidaba ponerse la camisa o el pantalón, pero noté que nunca dejaba de ponerse los zapatos, así que les abrí las suelas, les puse un circuito, con un micrófono, un parlante y una tarjeta de red de amplio alcance e integré eso con mi laptop".

"Todo esto era antes de que existieran Apple o Google Maps, así que lo integré con Tomtom para que cuando mi padre desapareciera yo pudiera presionar un botón en mi computadora y preguntarle dónde estaba".

"Así me contestara 'no sé dónde estoy', apenas decía algo yo podía saber si estaba de pie, sentado o tendido en el suelo".

Los zapatos de su papá se convirtieron en un medio de comunicación y artilugio para ubicarlo.

El GPS que había creado le permitía además saber exactamente dónde estaba Nathan.

Llegó el momento en el que la familia empezó a insistir en que lo internaran en un hogar de ancianos, pero Freddie no lo permitió. Lo llevaba consigo a todas partes.

"Él no me abandonó a mí, así que yo no lo iba a abandonar a él".

Joven y único
Pocos años después, Freddie vendió la tecnología del zapato inteligente que había creado para cuidar de su padre por más de US$2 millones. Pero fue en esa época que la salud de Nathan se deterioró y murió.

Freddie nunca le pudo comprar el auto y el bote de pesca que le gustaban.

"Fue entonces que aprendí que el dinero no es más que una herramienta y me propuse hacer todo lo posible para tratar de dejar el mundo mejor cuando sea mi turno de irme, porque mi padre, sin ser rico, tuvo un impacto en la vida de mucha gente, y yo quería hacer lo mismo".

Y tenía un plan: lanzar una compañía de telecomunicaciones pues había detectado un vacío en el mercado: las grandes compañías no invertían en las zonas rurales como en la que él vivía -norte de Florida, sur de Georgia-, así que no había infraestructura para que disfrutaran de conexiones rápidas.

"La mayoría de la gente seguía usando conexión dial-up para acceder a internet. Así que, después de 394 intentos, finalmente la FCC me otorgó una licencia".

La FCC es la Comisión Federal de Comunicaciones, una agencia estatal independiente de Estados Unidos, bajo responsabilidad directa del Congreso. La FCC se encarga de la regulación (incluyendo censura) de telecomunicaciones interestatales e internacionales por radio, televisión, redes inalámbricas, teléfonos, satélite y cable.

Freddie Figgers usa su dominio de la tecnología para ayudar a otros.

Cuando Freddie por fin recibió su licencia como operador de telecomunicaciones, a los 21 años, se convirtió en la persona más joven y el único afroamericano en obtenerla.

Freddie empezó instalando cables de fibra óptica y construyendo torres telefónicas con sus propias manos a forjar una firma, Figgers Communications, valorada en decenas de millones de dólares.

Pero es lo que hace con sus ganancias lo que lo distingue.

Cadena de favores
La Fundación Figgers ofrece becas para estudiantes afroamericanos y contribuye con asistencia en situaciones de desastre. Durante esta pandemia ha estado suministrando equipos de protección individual y herramientas de aprendizaje digital para niños con desventajas.

Freddie, por su parte, sigue inventando productos para la salud, como los zapatos inteligentes que hizo para su padre.

La inspiración para otro de sus inventos fue otra experiencia traumática que tuvo a los 8 años, cuando con sus padres fueron a visitar al tío de Betty May y lo encontraron muerto, a causa de un coma diabético.

14 años después, creó un programa para tratar de evitar este tipo de muertes.

"Los diabéticos apuntaban sus niveles de azúcar en la sangre pero en las zonas rurales, como el sur de Georgia, donde vivía el tío de mi mamá, no había nadie que fuera a chequear con regularidad. Así que creé un glucómetro inteligente que tras tomar la medida, la comparte con tu teléfono, tus doctores, tus familiares y tu compañía de seguros, de manera que si algo es anormal, envía un alerta".

Betty May aún vive, aunque también sufre de Alzhéimer. "Ella siempre estuvo muy orgullosa de mí, aunque nunca entendió que yo trabajaba con computadoras... ¡creía que trabajaba con VCRs!".

¿Su consejo para otros?: "No dejes que tus circunstancias definan quién eres y dale a otras personas oportunidades".

jueves, 25 de febrero de 2021

Los 14 tipos de amor: la clasificación que propone un psicólogo luego de analizar más de mil formas de expresar amor en 50 idiomas

"Sin duda, no existe una palabra que de cuenta de la amplia gama de sentimientos y experiencias que envuelve el amor", le dijo el psicólogo Tim Lomas a la BBC.

Lomas, profesor de psicología positiva en la Universidad del Este de Londres, Reino Unido, se dio a la tarea buscar palabras que se refirieran a sentimientos relacionados con el amor en cerca de 50 idiomas.

Su investigación le arrojó más de 600 palabras que expresan amor y que muchas veces resultan imposible traducir a otros idiomas.

A partir de este catálogo y de trabajos de otros psicólogos que han clasificado los tipos de amor, Lomas concluyó que existen "al menos" 14 "sabores" de amor que describen los distintos matices que puede tener este sentimiento.

"Una relación no es exclusivamente un solo tipo de amor", explica Lomas. "Por ejemplo, una relación romántica puede tener varios tipos de amor".

"La metáfora de los sabores nos permite apreciar que una relación pueda mezclar varios sabores para crear un "gusto único".

Una relación amorosa puede experimentar varios tipos de amor.

A cada "sabor", Lomas le puso una etiqueta en griego, pues fue el idioma en el que más palabras encontró relacionados con el amor.

Los sabores del amor

Meraki: amor experiencial
Es el amor que sentimos por ciertas actividades, experiencias o vivencias, como practicar algún deporte, cocinar o viajar.

Érōs: amor estético
Se refiere al amor que podemos sentir hacia objetos o conceptos que nos causan admiración y anhelo, como una obra de arte.

Chōros: amor de arraigo
Es el amor que sentimos por un lugar, especialmente al que llamamos hogar.
El hogar suele despertarnos sentimientos de amor.
Toska en ruso y hiraeth en galés, son dos términos complejos que expresan el sentimiento de anhelo y arraigo a un lugar.

Philia: amor de amigos
Es el lazo que nos une a nuestros amigos. Es el sentimiento con base en el que se construye una amistad y que despierta confianza. Es lo que en español llamamos cariño.

Philautia: amor propio
Se refiere al autoestima y la capacidad que cada quien tiene de quererse y cuidarse a sí mismo.

Storgē: amor familiar
Se refiere al cuidado y el afecto que prima entre quienes comparten lazos familiares. Lomas menciona que puede haber una frontera difusa entre Storgē y Philia, pues son comunes los casos en los que un amigo es tan cercano que se considera parte de la familia.
El Storgē es el amor que sienten quienes comparten lazos familiares.

Epithymia: amor pasional
Es el tipo de amor que despierta la pasión romántica y los deseos sexuales.
En Chile, la étnia yagán usa la palabra mamihlapinatapei para referirse a dos personas que se cruzan miradas para expresarse que se desean mutuamente.

Paixnidi: amor juguetón
Esta palabra significa "juego" y se refiere al tipo de amor coqueto que involucra atrevidas muestras de afecto. En idioma tagalo existe la palabra gigil, que se refiere a las ganas irresistibles de pellizcar o apretar a la persona a quien se quiere.

Mania: amor posesivo
Es el amor basado en la dependencia, que generalmente está asociado a sentimientos de posesión, ansiedad y manipulación. En francés, lo describen como amour fou, que traduce "amor loco".
La mezcla de distintos "sabores" de amor da como resultado un "gusto único", según explica el sicólogo Tim Lomas.

Prâgma: amor racional
Es el contrario a la Mania. Se refiere al amor duradero y sosegado que está más relacionado con el compromiso a largo plazo y las ganas de construir una vida juntos más allá de que con el tiempo el deseo y la pasión disminuyan.
En coreano, el término noun jeong se refiere a una afinidad o conexión que no necesariamente está acompañada del romance.

Anánkē: amor desventurado
Es lo más cercano al amor a primera vista, ese sentimiento de conocer a alguien y sentir que queremos estar con esa persona para siempre, como si estuviéramos destinados a estar juntos.
En japonés, se usa el término koi no yokan para explicar la sensación de haber conocido a alguien de quien será inevitable enamorarse.

Koinōnía ese es amor fugaz que se siente cuando se crea una conexión con otra persona.
Este amor muchas veces se relaciona con el de los amantes desventurados, quienes a pesar de sentir que están destinados a estar juntos, la vida se encarga de separarlos.

Agápē: amor compasivo
Es el tipo de amor que mueve hacia la compasión desinteresada e incondicional, como por ejemplo el sacrificio que unos padres hacen por el bienestar de sus hijos o las obras de caridad.
En el idioma pastún, del sur de Asia, la palabra melmastia significa mostrar bondad y hospitalidad con otras personas, especialmente hacia extraños.

Koinōnía: amor momentáneo
Tiene que ver con esos chispazos en los que por unos segundos sentimos conexión con alguien. Es un instante en el que nos sentimos identificados, en los que con solo mirarse dos personas saben que están pensando exactamente lo mismo.
La caridad es una forma de amor.
En francés, la palabra que mejor los explica es frisson, que significa emoción o escalofrío y que se usa para describir esos momentos en que dos personas sienten emoción y algo de miedo al ver la potente conexión que se ha creado entre ellos.

Sébomai: amor reverencial
Es el amor sumiso y devoto hacia una divinidad o un ser superior. Por extensión, también se refiere al amor que se puede sentir por ídolos como actores o cantantes, por quienes algunas personas profesan un sentimiento casi religioso.

miércoles, 24 de febrero de 2021

_- El Hombre delgado, Dashiell Hammett,

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En El hombre delgado, la última novela de Dashiell Hammett, destaca un personaje infrecuente en el género negro, Nora Charles. Es la esposa del duro detective y el trato entre ellos parece ser entre iguales.

Nora ofrece una mezcla peculiar de lealtad y espíritu crítico, de inteligencia y compasión, de sensibilidad y súbita ingenuidad, de frivolidad social y generosidad, de radicalidad en los certeros juicios, de máxima apertura… A Lillian Hellman le explicó Hammett que había construido a Nora sobre su modelo, que Nora era ella. Ambos formaron una singular pareja durante treinta y un años, desde la juventud de ella hasta la muerte de él. La obra de Hellman (1905-1984), sus “comedias airadas” –una docena de obras de teatro y otros tantos guiones para películas–, supone un nudo tenso del arte dramático contemporáneo, vigente aún en variedad de adaptaciones y versiones. Sin embargo, su nombre, por esas cosas del periodismo y de la historia, quedó sobre todo vinculado a su declaración en 1952 ante el Comité de Actividades Antiamericanas, el órgano principal del macartismo y su caza de brujas.

De aquel trance, se retuvo en especial una frase de Hellman: “No puedo recortar mi conciencia para ajustarla a la moda de este año”. Pero hay alguna quizá más precisa: “La verdad lo convertía a uno en traidor como a menudo sucede en tiempos de canallas”. Y tituló Tiempo de canallas su relato de los hechos. Hechos que descubren una raíz de fascismo inscrita en el aparato de estado de las democracias: la persecución de la libertad de ideas, la promoción de las delaciones, la represión judicial, social y económica contra los disidentes… y todo ello en el país que entonces acuñaba orgulloso la etiqueta de cabeza del mundo libre. Repasar de vez en cuando aquel momento, junto a episodios europeos coetáneos y posteriores, valdría para conocer mejor el mundo que habitamos. Hellman, que no tuvo una militancia política como tal, fue, igual que muchos otros intelectuales y artistas, investigada, incluida en la lista negra, forzada a vender sus propiedades para sobrevivir, limitada en sus derechos y sus retribuciones, difamada, acosada. Y supo ver el momento clave que le tocaba, la oportunidad de dar un giro a la situación; por encima de las frases, eso definió su actitud: aceptó declarar sobre sí misma, responder a todas las preguntas, sin acogerse al derecho constitucional a no hacerlo (como era la práctica de quienes no cedían), con la única condición de no declarar sobre otros. Ese modo de asumir la propia dignidad y señalar el núcleo de la vergüenza desconcertó al Comité y obtuvo una sorprendente cascada de apoyos en la prensa hasta entonces enmudecida. Debía realizar una lectura en Nueva York a los pocos días, dentro de una ópera basada en un texto suyo, y la multitud asistente la aclamó, ante su perplejidad, como pocas veces se había visto.

Sin embargo, y aun valorando su posición cívica como merece, mi aprecio por Hellman siempre se ha debido a su obra. La leí con asiduidad a mediados, creo, de los ochenta, y la relectura de ahora ha revivido sin merma la intensidad y la emoción que recordaba. Y no ya sus notables piezas dramáticas, sino los volúmenes de sus memorias son los que encuentro excepcionales. En ellos –Una mujer inacabada, Pentimento, Tiempo de canallas, Quizás– está el friso vívido de una época cuya estela llega hasta aquí: las imágenes del Sur, donde nació y creció, de su economía sustentada en el racismo y de las formas de este en lo cotidiano, el mundo efervescente e industrial del Hollywood clásico, una extraña bohemia adinerada, los ríos de alcohol, los viajes emblemáticos a la guerra de España y al frente ruso de la segunda Guerra Mundial, la vida en la granja que pudo comprar con el éxito de The little foxes y que tuvo que vender al empezar los cincuenta; y los innúmeros personajes: Dorothy Parker, las memorables mujeres negras, su amiga Julia (que en el cine –Julia, 1970– fue Vanessa Redgrave), Eisenstein, el mafioso Costello, Samuel Goldwin y William Wyler, las cambiantes luces que recaen sobre Hemingway, Faulkner y Fitzgerald… Pero todo ello sería anecdótico si no se insertara en la trama de un inclemente y especialísimo autoanálisis: “mi padre dijo una vez que yo vivía dentro de un interrogante”.

El eje de tal pregunta continua es lo que ella llama “mi carácter” –“tengo un carácter irascible, que se despierta en los momentos más insólitos por las razones más insólitas, y que, una vez despertado, se encuentra fuera de mi dominio”–, algo que percibe como lo más íntimo y que también se contempla desde un exterior, que se conoce muy bien pero no se llega a entender nunca, un pulso permanente tanto con el mundo como con la propia conciencia: “a los 16 años me rebelaba abiertamente contra casi todo. Sabía que las semillas de la rebelión eran dispersas y carentes de objetivo en una naturaleza con unas ansias locas de acabar con algo, lo que fuera, y encontrar algo distinto, y poseía suficiente sentido común para comprender que si era demasiado orgullosa, demasiado sensible y demasiado osada se debía a que era tímida y estaba asustada”. Y el núcleo de ese carácter se revela, como todo lo constitutivo, casi incomunicable. Aunque este constante salir de sí, y su correlato de querer saber, generan una forma de lengua privada que, en el cuerpo de la escritura, se vuelve pasión del lector.

La capacidad de indignación, el impulso negativo –dirigido a menudo contra sí misma– y violento, las oscuras e irrompibles fidelidades, el rechazo de la hipocresía y la falsedad, la sensación de que cada instante está vivo…, no sé si podrían componer un proyecto de vida, pero aparecen como su afirmación intransigente. Con su aguda percepción y su permanente malestar, estas memorias proponen el valeroso relato de la dificultad para alcanzar una verdadera madurez personal, y de los extraños vínculos con esa dificultad que mantiene la lucidez. La de comprender que la energía invertida en perseguir una verdad, en encontrar un sentido, quizá obedeciese a un mito que la distraía de sí misma y dejaba a la persona inacabada. Y saber mostrarlo.

Lillian Hellman consideraba que su “rebelión contra el sentimentalismo” era generacional y “había nacido de la aversión al fingimiento”. Y es cierto que este rechazo está también, por ejemplo, en Dorothy Parker –que fue su mejor amiga durante varias décadas–, por más que sus sutiles cuentos chejovianos fueran tan contenidos, de ira tan ensordecida. Lo que Hellman aporta es una capacidad especial para expresar los sentimientos como pensamientos, como formas de conciencia, dándoles a unos y otros una movilidad que solo se decanta en hechos, en objetos, en situaciones. El poder del detalle, un memorable arte del punctum, determina esta escritura, y permite decirlo todo sin nada explicitar. La vemos subir en Madrid a un piso recién bombardeado, retener todos los detalles de lo cotidiano interrumpido como si los absorbiera –un plato de ensalada, un libro en francés abierto, una tabla de planchar caída con una falda aún encima–, hundirse entre los cascotes de los pocos peldaños que quedaban en pie… Y conservar para toda la vida dos botellitas de porcelana con rosas pintadas, y el retrato de una muchacha, que recogió allí. Su escritura, su conciencia es indistinta de las cosas. Y permanecen activas en el papel hasta el límite. Pero esos viajes como sin red –así, la travesía de Siberia en un avión lentísimo, sin asientos ni calefacción, con una neumonía aguda, sin saber ruso– solo cobran peso por el mundo real que los atraviesa, la gente normal, la que no tiene nombre y lleva consigo sus enseres, sus afectos y su dolor. Eso es lo que opera el difícil tránsito entre la sociedad bohemia y la disensión, lo que proporciona la materia de una rebeldía incesante y sin programa.

En este mordisco de realidad viene inevitablemente el tacto, el peso del tiempo. Es la sensación que se objetiva en lágrimas al descender sobre el aeropuerto de Moscú veintidós años después de la estancia durante la guerra. Lo irrecuperable no es solo lo que se vivió, sino quien lo vivió. El pasaje inicial de Pentimento recuerda el significado de este término técnico: “La antigua pintura al óleo, al correr del tiempo, en ocasiones pasa a ser transparente. Cuando esto sucede, es posible, en algunos cuadros, ver los trazos originales: aparecerá un árbol a través del vestido de una mujer, un niño abre paso a un perro, un barco grande ya no se ve en un mar abierto […]. Esto es cuanto quiero decir respecto a la gente en este libro. Ahora la pintura ha envejecido… y he querido ver lo que fue para mí una vez, lo que es para mí ahora”. Así, hay escritores –Elías Canetti, Lorenzo García Vega– que encuentran en las memorias el núcleo de su escritura, en vez de asumirlas como un género, de incorporar un marco y unas reglas; Lillian Hellman es de ellos, de quienes encienden la vida en su vida. No reconstruye una biografía, se mueve a saltos, atrás y adelante, con la implicación de una lógica personal en las historias y los personajes, sin cronología ni aparente estructura. En la evidencia de sus sentimientos-pensamiento, botellitas de porcelana. Con un habla propia, perceptible en su no cerrar el relato, en la arbitrariedad y potencia de las emociones que señalan la exterioridad de un sentido: “lo que jamás recordamos o jamás supimos de nosotros mismos suele ser lo más importante”. Y así desemboca en Quizás, donde persigue a un personaje fantasmagórico, una vieja amiga de huellas borradas, de la que a cada paso se va desmintiendo todo lo sabido y vivido: un dinámico ensayo sobre el desconcierto acerca de la memoria y de la propia realidad, narrando y suspendiendo en la indefinición, afirmando y negando a la par. Es un libro de 1980 y algo en él retrata también, con voz cristalina y mirada sabiamente borrosa, el temblor de la vejez.

Vuelve ahí el antiguo tema de la balanza, los pesos y contrapesos de los ritmos y necesidades de cada día, y también la imagen de sus platillos arrojados a la cuneta, oxidados. El cotejo entre el cambio de vida y el cambio de la vida, como dos pulsiones radicales y no sé si ajenas. Tan presente todo ello en la escritura de Hellman, me lleva a evocar aquella cápsula narrativa que Hammett escondió en medio de El halcón maltés. Un personaje está a punto de ser aplastado por un tablón que cae de pronto sobre la acera, y entonces reacciona abandonándolo de golpe todo: su familia, esposa e hijos, su trabajo, su ciudad, sus rutinas y seguridades. Y años después será encontrado en otra ciudad, haciendo de nuevo el mismo tipo de vida, con otra familia, otro trabajo, idénticas rutinas. Hammett publica la novela en 1929, pero dice que estos hechos habían ocurrido en 1922. A finales de este año, apareció “Qué bonita estampa”, un cuento de Dorothy Parker, cuyo protagonista –un empleado, con casa y jardín, mujer e hija– ha leído en una revista la historia de un hombre como él, de hábitos arraigados y exactos, a quien un día al poner el pie en el andén de la estación, bajando del cotidiano tren, se le oye decir: “¡Qué demonios!”, y se le ve marchar en dirección contraria, desaparecer. Mientras poda el jardín, el personaje de Parker no cesa de imaginar, con lujo de detalles, el momento en que él diría también: “¡Qué demonios!”. Tal vez Hammett y Parker vieron la misma revista, o Hammett leyó el cuento de ella. Pero igualmente pudieron imaginarlo por separado: las memorias de Lillian Hellman, tan próxima a los dos, están llenas de ese vértigo –“unas ansias locas de acabar con algo, lo que fuera, y encontrar algo distinto”–, de personajes que quiebran su trayectoria, que se niegan de pronto a sí mismos y para siempre, de papeles que nunca se dan por asumidos de manera definitiva. Cambiar la vida, el pensamiento de la rebeldía. Cambiar de vida, el sentimiento de sí.

Lecturas.–
Lillian Hellman, Una mujer con atributos. Barcelona, Lumen, 2014. Incluye: Una mujer inacabada, traducción de Mireia Bofill (1979), y Pentimento, traducción de Marta Pessarrodona (1979).

–– Tiempo de canallas. Traducción de Rosario Ferré. México, Fondo de Cultura Económica, 1979.

–– Quizás. Un relato. Traducción de Felipe Garrido. México, Fondo de Cultura Económica, 1984.

–– La loba (The Little Foxes). Versión de Ernesto Caballero. Traducción de Ana Riera. Madrid, Centro Dramático Nacional, 2012.

--Dashiell Hammett, El hombre delgado. Traducción de Fernando Calleja. Madrid, Alianza, 1985(5ª).

–– El halcón maltés. Traducción de Fernando Calleja. Madrid, Alianza, 1985 (7ª).

--Dorothy Parker, Narrativa completa. Traducción de Jordi Fibla, Celia Filipetto, Carmen Francí e Isabel Núñez. Barcelona, Debolsillo, Penguin Random House, 2011.

martes, 23 de febrero de 2021

¿Sirvieron de algo 50 años de bajadas de impuestos a los ricos? Las insospechadas consecuencias de la "teoría del goteo"

La teoría del goteo prometía que si se bajaban impuestos a los ricos, se acabaría beneficiando también al resto porque ese dinero se invertiría e impulsaría la economía.

"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser…". Todas esas rarezas presenció Roy Batty en el famoso monólogo de la película Blade Runner; pero lo que nunca vio el replicante fue un impuesto a los ricos del 91%.

Hubiera sido una buena respuesta del atónito Harrison Ford para contrarrestar tal alarde de eventos impensables.

Y es que esa tasa que existía en Estados Unidos en 1963 para gravar los ingresos que superaran los 400.000 dólares de la época, para el 1% más rico de la población, había caído más de 50 puntos porcentuales en 2019, año en que transcurre la obra de Ridley Scott.

Tal cifra suena hoy ya a verdadera ciencia ficción. Esos impuestos a los ricos se han perdido en el tiempo "como lágrimas en la lluvia".

La tendencia bajista comenzó unos años antes de la llegada al poder de Ronald Reagan (EE.UU.) y Margaret Thatcher (Reino Unido), pero fueron estos dos mitos del liberalismo político quienes apretaron la palanca de los descensos masivos de impuestos para lo más adinerados, con bajadas de más de 40 puntos en el impuesto sobre los ingresos de los más ricos durante sus respectivos mandatos.

Margaret Thatcher y Ronald Reagan fueron los dirigentes que con más firmeza apostaron por las bajadas de impuestos a los más adinerados.

No quedó en la historia como algo puntual, pues su liderazgo arrastró al resto de economías avanzadas a través de las décadas.

Bajar impuestos se convirtió en lo que hoy llamaríamos trending topic en las cancillerías del mundo y bajo gobiernos de todo color político. "Bajar impuestos es de izquierdas", dijo ufano el presidente socialdemócrata español José Luis Rodríguez Zapatero en 2003.

Fue la propia Dama de Hierro quien puso el lazo que define la época: "Mi mayor logro es que hemos obligado a nuestros oponentes a cambiar de opinión", reconoció en una gala de los tories (conservadores británicos) relatada por el exministro Conor Burns.

Una promesa teórica iluminó ese camino: si se bajaban impuestos a los ricos, se acabaría beneficiando también al resto de la población, porque ese dinero se invertiría, impulsando así la economía, los puestos de trabajo y los salarios.

Era la llamada teoría del goteo, que prometía revisitar con esa fórmula la parábola de la multiplicación de los panes y los peces.

El debate sobre gravar a los ricos ha vuelto a tomar fuerza con la crisis económica emanada de la covid-19.

En medio de la segunda gran recesión en una década, los gobiernos tratan de paliar sus efectos entre la población mientras buscan ingresos para sanear las maltrechas arcas públicas.

Así, 50 años después: ¿mereció la pena bajar los impuestos a los ricos?

Los economistas británicos David Hope y Julian Limberg han tratado de responder a esa pregunta en un reciente estudio para la London School of Economics (LSE).

Y Limberg da una primera pista sobre sus hallazgos: "Los gobiernos no deberían preocuparse por las consecuencias económicas de subir los impuestos a los ricos".

No mejoró el crecimiento económico
Para responder a la pregunta, los académicos entraron al laboratorio e introdujeron en sus probetas las reformas impositivas que habían realizado casi dos decenas de países entre 1965 y 2015.

El objetivo era valorar sus efectos en la economía y la sociedad.
En un tubo fue cayendo la evolución económica de los países (Francia, EEUU, Japón, Reino Unido, Alemania, etc.). En otro, los impuestos y exenciones: impuestos sobre la renta, los dividendos del capital, sobre herencias y propiedades…

Ahí aparecieron un compendio de cifras como la tasa máxima del impuesto sobre los ingresos de los más ricos de EE. UU (del 91% al 37%), o la de Reino Unido (que desde cotas similares pasó a menos de un 50%) u otros países europeos y asiáticos con caídas de alrededor de 10 y 15 puntos, que serían incluso mayores de retroceder más en el tiempo hasta sus máximos históricos.

La tasa máxima de impuestos sobre ingresos a los más ricos ha caído masivamente en las últimas décadas.

Y lo mismo sucedió con otros impuestos que suelen afectar sobre todo a los más afortunados, como los impuestos sobre las rentas del capital o sobre lo heredado (como muestra otro gráfico, más abajo en este texto).

Con todos esos datos listos, los investigadores agitaron la fórmula para comparar su trayectoria con países homologables que no habían acometido tales reformas impositivas y ver así cómo se habían comportado sus economías.

Y los efectos que detectaron fueron cercanos a cero. Es decir, las economías de los países que bajaban impuestos no habían generado un mayor crecimiento económico añadido ni habían creado más empleo.

"Nuestra investigación muestra que la argumentación económica para mantener bajos los impuestos a los ricos es débil", reflexiona Hope.

Una conclusión con la que concuerda Ignacio González, investigador y profesor de Economía de la American University: "La evidencia de que menores impuestos al capital estimulan la inversión es muy escasa".

"Lo que observamos, más bien, es que el periodo de reducción de impuestos ha sido también un periodo de estancamiento de la inversión", le explica a BBC Mundo desde Washington D.C (EE.UU).

"Esto puede ocurrir por diferentes razones. En primer lugar, si un inversor tiene un objetivo de beneficios que ha visto satisfecho precisamente gracias al hecho de que estos están poco gravados, ¿Qué incentivo tiene para invertir más dinero? Es decir, puede que los economistas no hayan entendido el comportamiento de los inversores y que éste no se ajuste a lo que predice la teoría clásica", apunta.

"En segundo lugar, los economistas también han subestimado la cantidad de ingresos del capital que no son fruto de inversión productiva y arriesgada, sino que reflejan una simple extracción de rentas procedentes del resto de la economía y que, como tal, deben ser gravadas a unos tipos mucho más elevados.

"Por ejemplo, los beneficios que una empresa obtiene al ejercer su poder de monopolio, o las elevadas rentas de alquiler que obtienen el propietario de capital inmobiliario en el centro de una gran ciudad. Hay mucha evidencia de que este tipo de rentas han aumentado en las últimas décadas", argumenta el economista.

Parece que los dioses de la economía no respondieron con los dotes esperados al sacrificio ofrecido, según estos expertos.

Porque hubo un sacrificio, un precio a pagar: "Los grandes recortes de impuestos para los ricos, desde los años 80 sobre todo, han aumentado la desigualdad de ingresos, con todos los problemas que eso conlleva", sentencia Hope, coautor del estudio de LSE.

Las herencias de las fortunas se mantienen en el tiempo: hay rastros de ellas en Florencia (Italia) que perduran 600 años después.

Fortunas que atraviesan siglos
Cualquiera que haya paseado por la ciudad italiana de Florencia habrá anhelado secretamente pasar el resto de su vida allí.

La Piazza del Duomo y la de la Signoria, el puente Vecchio y el David de Miguel Ángel, la cuna del Renacimiento… es difícil alejarse de semejante belleza.

Quizá por eso es un lugar magnífico para estudiar lo que dura la riqueza. Los apellidos que fueron ilustres alguna vez no se desvanecen fácilmente con el paso de los siglos.

Tampoco sus habitantes parecen querer marcharse de allí.
Unos investigadores del Banco de Italia siguieron esos apellidos que fueron ricos a través del tiempo y la historia.

Y encontraron que aquellos cuyos orígenes estaban vinculados con familias ricas en 1.427 habían heredado algo más que los apellidos: 600 años después el efecto no se había desvanecido y, de media, tenían unos ingresos un 5% más altos y un patrimonio un 10% superior que aquellos que descendían de familias pobres.

Una evidencia de que existe "un piso de cristal que protege a los descendientes de la clase alta de caer por la escalera económica", concluyeron los autores.

Los ultrarricos que piden a sus gobiernos pagar más impuestos por la crisis de coronavirus La riqueza parece, pues, un alquitrán dorado sumamente pegajoso. Una vez que eres rico, es difícil dejar de serlo.

Los impuestos a las herencias han caído en picado también en los últimos años.

Una tendencia que continúa hoy en día, como refleja una investigación del Instituto Peterson para la Economía Internacional, que rastreó la procedencia de las fortunas de los multimillonarios en más de 70 países.

El mito de la meritocracia moderna habla de emprendedores que se hicieron millonarios comenzando con una idea en un pequeño garaje o taller. Enseguida vienen a la cabeza casos paradigmáticos: Bill Gates (Windows), Steve Jobs (Apple), Amancio Ortega (Zara)… pero en muchos países buena parte de las fortunas no son tan románticas, de acuerdo al estudio.

Así, en grandes economías europeas como Alemania, España o Francia, el 65%, el 54% y el 51% de las fortunas multimillonarias provienen de herencias.

Porcentajes que suben en América Latina hasta el 80% en Argentina o casi un 67% en Chile o Venezuela y equiparable en Colombia (50%).

“Nuestro país se está desmoronando”: el multimillonario estadounidense que pide que los más ricos paguen más impuestos.
Y en otros países con porcentaje de herencias más bajas, como EE. UU (29%), Australia (27%) o Canadá (28%), los datos del instituto muestran una procedencia significativa de rentas del sector financiero: 27%, 31% y 25%, respectivamente.

No corregir estos desequilibrios en la circulación de riqueza a través de impuestos y otras medidas redistributivas tiene consecuencias económicas y sociales, según los expertos.

Las rentas provenientes del capital deberían ser gravadas con más firmeza que las del trabajo, según muchos expertos.

¿Un cambio de paradigma ante la desigualdad?
No solo es la covid-19. El mundo sufre en estos tiempos una epidemia de desigualdad que avanza imparable.

Entre 1980 y 20015, el 1% más rico del mundo recibió una proporción dos veces mayor del crecimiento económico que el 50% de la población con menores ingresos, según el Informe de desigualdad global del WID, coordinado por el economista francés Thomas Piketty, entre otros.

Y ampliando la lupa se ve cómo el 10% más adinerado acapara cada vez más riqueza del total dentro de cada país, cómo muestra el gráfico siguiente.

La cuota de riqueza de los más ricos en cada país no ha parado de aumentar desde 1980. Cada vez acumulan más parte de la tarta de los ingresos.

Esta situación, unida a la concatenación de crisis mundiales en los últimos años parece estar resquebrajando el consenso anterior en relación a los impuestos, la desigualdad y la pobreza.

"La mayoría de los estudiantes de economía han escuchado el argumento de que lo que importa es la pobreza, no la desigualdad. Esta era una visión normativa muy extendida en las facultades de economía, especialmente en la década de los 90 y 2000", explica González, de la American University.

"Esta idea se basa en la concepción errónea de que las rentas de mercado son las que 'nos merecemos', lo que convertiría a los impuestos en sospechosos desde un punto de vista moral. La cuestión distributiva se convierte, por construcción, en un 'problema menor', y sólo habría que garantizar lo suficiente a los pobres".

Y advierte sobre algunas apelaciones a la meritocracia: "Esta visión tiene poco sentido por una razón muy obvia: las rentas del mercado están determinadas por una multitud de factores completamente exógenos al esfuerzo individual, incluyendo las políticas, como el propio sistema impositivo. Por lo tanto, más allá de la consideración moral sobre la distribución resultante, la base fáctica de ese tipo de argumentos es completamente falaz".

La ausencia de sistemas impositivos fuertes genera problemas sustanciales para combatir la pobreza.

"Unos sistemas tributarios inadecuados, así como la evasión y la elusión de impuestos, cuestan a América Latina miles de millones de dólares en ingresos tributarios perdidos, unas cantidades que podrían y deberían invertirse en luchar contra la pobreza y la desigualdad", advierte en sus informes la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

En la región, el 10% más rico posee el 71% de la riqueza y tributa sólo el 5,4% de su renta, según sus datos.

Tasa del impuesto sobre la renta que realmente paga el 10% más rico de la población en países latinoamericanos, comparado con la misma tasa efectiva de otros países.

Es hora de dar un paso adelante en materia de impuestos, apunta González desde Washington, que no niega las dificultades de desandar el camino:

"La conclusión es que debemos perder el miedo a gravar el capital, porque a tipos impositivos razonables, no hay evidencia de que los impuestos tengan efectos negativos sobre el crecimiento. Y en cualquier caso, esto se puede paliar mejorando el diseño del esquema impositivo y aumentando la coordinación internacional".

Porque las consecuencias son incluso más profundas que las que afectan al propio funcionamiento del sistema económico, alertan cada vez más voces.

"Los paraísos fiscales y los abusos en relación con los impuestos […] están destruyendo el contrato social entre el gobierno y el ciudadano, al permitir que los que podrían aportar más a la sociedad no paguen los impuestos que les corresponden en justicia", advierte la Cepal.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-55650204