_- Invitamos a los lectores hispanohablantes a ampliar nuestra lista de recomendaciones.
En esta nota reciente compartí mis libros favoritos del Nobel colombiano —entre ellos Crónica de una muerte anunciada, que me cautivó cuando lo leí en la escuela—; la belleza y el atractivo de la obra de García Márquez es la variedad de narrativas y estilos que ofrece.
¿Prefieres la mordaz crítica de la burocracia y la corrupción política de El coronel no tiene quien le escriba, basada en su abuelo? ¿O tal vez tu estilo es más afín a su Relato de un náufrago, una crónica de supervivencia escrita desde la perspectiva de un marinero varado en el Caribe? Sea lo que sea, queremos saber qué título añadirías a la lista y para qué tipo de lector o estado de ánimo lo recomendarías.
Según sus padres, Gabito llegó a este mundo cubierto de aceite de hígado de bacalao, con dos cerebros y la memoria de un elefante. Nació en Aracataca, Colombia, en 1927, aunque siempre insistió que fue en 1928, como un guiño a la historia colombiana: ese fue el año de la terrible masacre cometida contra varios trabajadores de las plantaciones de banano en su amada costa caribeña. Ese episodio, dijo alguna vez, quizás fue su primer recuerdo.
Así empieza la mitología de Gabriel García Márquez, el mago del realismo mágico, un premio Nobel que combinó la verdad con la ficción para abarcar la inmensa realidad de la vida en América Latina. La vastedad de sus trabajos era igual de universal. Su obra —al menos 24 libros, incluyendo novelas, recopilaciones de cuentos y piezas de no ficción— abarca casi todos los generos, desde potentes novelas policiales, así como romances hasta comentarios políticos y ficción histórica. Si estás vivo, en sus libros hay algo para ti.
Sin embargo, la atracción principal es su ficción. En un artículo publicado después de su muerte, la crítica de The New York Times, Michiko Kakutani, describió el universo de García Márquez como “un sueño febril donde el amor, el sufrimiento y la redención giran sin parar alrededor de sí mismos en una cinta de Moebius”. Al describir la condición humana como si fuera un evangelio, García Márquez destilaba sabiduría cósmica en una sola línea con un movimiento rápido de su muñeca. Casi toda su ficción tuvo raíces en su experiencia personal —a su madre le gustaba recalcar que estaba escrita en código y ella tenía la llave— y extrajo temas recurrentes de su obsesión por el amor, la memoria, el poder absoluto y la búsqueda de una identidad colectiva.
Su vida no estuvo libre de controversias. Su amistad con Fidel Castro desencadenó la ira del FBI y facciones de la izquierda desconfiaron de sus intenciones. El autor peruano Mario Vargas Llosa, eterno rival literario que alguna vez fue su amigo, le pegó un puñetazo por meter sus narices —y quizás algo más— en su crisis matrimonial. Para la década de los noventa, García Márquez ya no estaba a salvo en su propio país, y recorría las calles de Colombia en un Lancia Thema con ventanas blindadas y un chasis a prueba de bombas. Eventualmente se fue a la Ciudad de México, donde murió en 2014.
Sin embargo, sigue siendo una presencia gigantesca en la literatura latinoamericana, sirviendo como una prueba de fuego en la región: las nuevas generaciones de escritores le rinden homenaje o se rebelan contra su influencia. Sus libros se venden tan bien que incluso las copias piratas siguen circulando ampliamente, difundiendo su característico ingenio y humor, irónico y terrenal, con márgenes desiguales y textos emborronados.
¿Estás listo? Es hora de entrar al laberinto.
Quiero empezar con su mayor obra
Respeto tu ambición. Gabo también lo haría. Solo hay una respuesta correcta y es Cien años de soledad (1967). El autor siempre tuvo grandes planes para esa novela que toca los temas principales que desarrollaría en el resto de su obra. Es una historia de su ciudad natal, en la costa colombiana, y del Caribe, donde los españoles fueron derrotados por primera vez y donde empezó el proyecto de Latinoamérica. Es Gabriel García Márquez en su esencia.
La novela cuenta la historia de la mítica familia Buendía, liderada por José Arcadio Buendía, y del pueblo de Macondo, una alegoría al lugar de nacimiento de García Márquez y a Latinoamérica en general. El libro, publicado en vísperas de una época de terror y represión en América del Sur, es una parábola inequívoca del imperialismo: tiene catástrofes naturales, guerras civiles y plagas de insomnio. Macondo sobrevive a un desastre tras otro —incluida una versión ficcionalizada de la masacre de las bananeras en 1928— hasta que el poblado finalmente es arrasado por un huracán, como lo profetizaba un manuscrito descifrado por el último descendiente de los Buendía.
A García Márquez le tomó 18 meses escribir Cien años de soledad, pero pasó casi dos décadas rumiando la historia en su cabeza. Mientras leía las pruebas de su novela La hojarasca, una aproximación temprana a Macondo y sus personajes, le dijo a su hermano: “Esto es bueno, pero yo voy a escribir una vaina que se va a leer más que El Quijote”. No estaba tan equivocado.
Florentino Ariza también.
Es la década de los treinta. Han pasado cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días desde que el amor de su vida, la bella Fermina Daza, lo rechazó por un doctor adinerado. Pero cuando su rival, Juvenal Urbino, muere de una súbita y absurda manera (tratando de perseguir a un loro en un árbol de mango), Florentino vuelve a retomar su pasión.
Así empieza El amor en los tiempos del cólera (1985), una novela en la que, como el novelista Thomas Pynchon escribió en su reseña para El Times, “el voto eterno del corazón se enfrenta con los términos limitados del mundo”. Nos trasladamos a fines del siglo XIX, al comienzo de un brote de cólera que invadirá esta ciudad caribeña ficticia durante el próximo medio siglo. En el camino, somos testigos del cortejo y el amor floreciente entre Florentino y Fermina, que se desenvuelve a través de cartas y telegramas, hasta que el padre de ella lo finaliza abruptamente al comprometerla con el irresistible doctor Juvenal Urbino. Como un poeta condenado a la búsqueda eterna del amor, Florentino espera su momento, mientras trabaja como operador de telégrafo y se enreda en 622 “amores continuados” mientras reserva su fidelidad para su único y verdadero amor.
García Márquez se inspiró en su hogar. Su padre, Gabriel Eligio García, era un seductor experto con fluidez en poesía y canciones de amor, que cortejó a Luisa Santiaga durante su tiempo libre en la oficina pública de telégrafos, para gran molestia de su familia. Es como si García Márquez le diera la vuelta a la historia de sus padres en su cabeza y simplemente la contara desde allí.
La selección de Doce cuentos peregrinos (1992) sirve como una sala de juegos y una especie de apéndice de la obra de García Márquez. Una clarividente usurpa lentamente la propiedad de una distinguida familia vienesa vendiéndoles los sueños que ella les interpreta. Una pareja caribeña pobre se apiada de su depuesto presidente cuando lo encuentran viviendo en la miseria y el exilio en París. Una mujer es admitida por error en un sanatorio cuando su auto se avería en el desierto de Los Monegros, en España, y su esposo, un mago en apuros, la abandona allí en represalia por una infidelidad imaginaria. Hay bromas astrológicas e insultos brutales: tener un Sol en Piscis o un signo ascendente no es excusa para la estupidez, se nos dice; en Nápoles, hasta Dios se va de vacaciones en agosto; y un grupo de turistas ingleses se describe como “uno solo muchas veces repetido en una galería de espejos”.
Todos estos relatos siguen a latinoamericanos en Europa, animados por la preocupación de García Márquez por la historia, la identidad y el destino de su región.
Creo que podría tener una maldición
¿Te sientes perdido? ¿Tu vida está en ruinas? Puedes leer El general en su laberinto (1989), un relato de ficción sobre Simón Bolívar, el político y revolucionario conocido como el “Libertador” de Sudamérica. Bolívar, debilitado por la enfermedad y rechazado por el gobierno que ayudó a crear, se embarca en un último viaje por el río Magdalena, donde hace un balance de su vida mientras vuelve a visitar los campos de batalla de las glorias pasadas y las traiciones. La corona española ha sido vencida, pero la Sudamérica unificada que anhelaba se dividía por intrigas y celos, asesinatos y golpes de Estado.
“El destino de la idea bolivariana de la integración parece cada vez más sembrado de dudas, salvo en las artes y las letras”, recalcó García Márquez en un discurso de 1995. Esta novela histórica es un lamento por el pasado de su continente a través de los ojos de su primer soñador desilusionado. El epígrafe del libro, tomado de una carta del Libertador de 1823, lo resume así: “Parece que el demonio dirige las cosas de mi vida”.
Todos en el pueblo de Sucre sabían que Santiago Nasar, el protagonista de Crónica de una muerte anunciada (1981), iba a ser asesinado en la mañana de la llegada del obispo, excepto el propio Nasar. Sus asesinos, los gemelos Vicario, se lo habían dicho a todo el mundo y afirmaban que lo iban a matar por arruinar el matrimonio de su hermana con un hombre de dinero. Veinte años después, el narrador, un sucedáneo del propio García Márquez, regresa a su ciudad natal para reconstruir el asesinato. Entrevista tras entrevista, lo que al principio parece ser un misterio se convierte en una historia de clase, intriga y movilidad social en un pueblo pequeño que finalmente acusa a toda la comunidad.
¿Qué es lo más raro que escribió?
Hay muchas posibles respuestas para esta pregunta. Mi favorita, sin embargo, es Memoria de mis putas tristes (2004), su última novela.
Para marcar el comienzo de su cumpleaños noventa, un hombre hace una visita de rutina a su burdel favorito, pero con una petición especial: quiere celebrar el hito con una virgen. Para eso, elige a una niña de 14 años. La diferencia de edad es ciertamente desconcertante —“No me importa cambiar pañales”, bromea con la madame— y probablemente única en las novelas de García Márquez. Sin embargo, en vez de consumar la transacción, la niña se derrumba en la cama, exhausta por cuidar a sus hermanos y trabajar en una fábrica de botones. Se enamora de la noche a la mañana y se despierta con una revelación trascendental: la vida no es efímera como el río siempre cambiante de Heráclito, “sino una ocasión única de voltearse en la parrilla y seguir asándose del otro costado por noventa años más”. La naturaleza mojigata y cíclica de la vida, representada aquí una última y excitada vez por García Márquez.
Cuéntame más de su trabajo de no ficción
García Márquez se fogueó trabajando en salas de redacción en todo el continente americano y como corresponsal en Europa, Estados Unidos y otros lugares. Publicó libros notables de no ficción, incluido un relato de suspenso de una serie de secuestros en la era de Pablo Escobar en Colombia, pero El escándalo del siglo (2019), una colección póstuma de sus artículos publicados entre 1950 y 1984, ofrece una muestra más diversa de su obra. La antología —no todas las piezas son estrictamente de no ficción— abarcan desde los primeros despachos que hizo para varios medios cuando tenía 20 años hasta las columnas que escribió para El País cuando era un novelista de éxito. La antología incluye un colorido informe sobre la idolatría en el pueblo de La Sierpe en la Colombia rural, una crónica surrealista de una sequía en Caracas, y su breve y espontáneo encuentro con Ernest Hemingway cuando tenía 28 años y vivía en París.
Quiero explorar los rincones de su mente
¿Listo para sumergirte en su mente? García Márquez escribió una autobiografía de sus primeros años, y Gerald Martin también compiló una biografía ejemplar en 2008. Pero si lees detenidamente, El otoño del patriarca (1975), un paisaje onírico de un tirano novelesco, verás que funciona como una biografía alternativa, aunque más metafísica.
Lo que le falta a la novela en la trama lo compensa con detalles grotescos y despiadados, narrando la historia de un dictador anciano que aterroriza a un país caribeño anónimo. Un amigo sospechoso de traición es asado y servido en un banquete. Los miembros del círculo íntimo del dictador son ametrallados después de que finge su propia muerte. En un momento, le vende el mar Caribe a los Estados Unidos, que lo reparte y lo envía poco a poco a Arizona. Todo lo que queda atrás es un cráter gigante.
García Márquez se refirió a este libro como un “poema sobre la soledad del poder” y también lo calificó como su mejor novela. Es amorfa, decadente, lírica, y se inspira en una multitud de innumerables dictadores de América Latina y más allá. Es posible que también haya liberado algunos de sus demonios personales. “Soy el patriarca”, le dijo una vez a Martin. “Si no entiendes eso… ¿cómo vas a ser mi biógrafo?”.
https://www.nytimes.com/es/2023/04/10/espanol/obras-esenciales-garcia-marquez.html
sábado, 22 de abril de 2023
Países Bajos abrirá al público el archivo con los datos personales de los investigados por colaborar con los nazis.
Los hijos de colaboracionistas temen que la publicación en internet de información sensible, prevista para 2025, reabra heridas.
Unas 300.000 personas estuvieron bajo sospecha o fueron juzgadas después de la II Guerra Mundial.
Los datos personales de unos 300.000 holandeses que fueron investigados o juzgados después de la II Guerra Mundial por su colaboración con los nazis estarán disponibles en internet para todos los ciudadanos que quieran consultarlos. El proyecto se denomina Oorlog voor de Rechter (La guerra ante los tribunales) y se hará accesible al público a partir de 2025. El proceso de digitalización ha sido anunciado este jueves por el Archivo Nacional de Países Bajos, y los expedientes abarcan desde casos de delación y traición al luchar junto con el ejército alemán en el frente oriental, a la afiliación al Movimiento Nacional Socialista de Países Bajos (NSB), partido fascista y el único legal durante la ocupación. Hasta ahora, los ficheros se han podido consultar con limitaciones para proteger a los implicados vivos, pero el periodo de protección de datos personales expira dentro de dos años, cuando se calcula que ya habrán fallecido los posibles afectados. Los descendientes de los colaboracionistas, en especial sus hijos, temen que la publicación de información sensible sobre sus familias reabra las heridas de la marginación que denuncian haber padecido, por culpa del pasado de sus padres.
El archivo digitalizado, con un acceso más amplio a los datos, incluirá expedientes sobre casos de sospechas infundadas y absoluciones. Su apertura aportará una visión más completa a la realidad social durante la contienda. Además, los parientes de las víctimas podrán averiguar información que tal vez desconozcan. De los 107.000 judíos deportados desde Países Bajos a los campos de concentración, solo regresaron 5.000.
La documentación sobre los procesos al colaboracionismo holandés forma parte del Archivo Central de la Jurisdicción Especial (CABR, en sus siglas neerlandesas). Durante la II Guerra Mundial, Países Bajos tenía 8,5 millones de habitantes, según las estadísticas. Tanto los que acabaron siendo juzgados a partir de 1945 ―cerca de un 20% de los 300.000 investigados― como los que nunca llegaron ante los jueces, figuran en ese archivo. Casi 1.900 personas fueron condenadas a penas de 10 o más años de cárcel. Los documentos sobre todas estas vidas, con fotos, diarios, declaraciones de testigos o solicitudes de indultos, ocupan hoy casi cuatro kilómetros del archivo. En total, se dictaron 154 penas de muerte y hubo 39 ejecuciones. Aunque las investigaciones se prolongaron hasta 1951, la mayoría de los detenidos por hechos leves salieron libres a partir de finales de 1945.
“Hay interés por nuestra parte en saber qué pasó. Las 150.000 personas internadas [durante las investigaciones] sufrieron abusos, falta de comida y trabajos forzados”, afirma en una conversación telefónica Jeroen Saris, presidente de la fundación de voluntarios que agrupa desde 1981 a los descendientes de los colaboracionistas (Stichting Werkgroup Herkenning, en neerlandés). “Muchos ni siquiera eran culpables, o bien la falta cometida no revestía tanta gravedad. Fueron castigados duramente, y ahora se podrán investigar mejor los hechos. La apertura del archivo es una obligación legal pasados 75 años, y es en interés de todos conocer el verdadero relato de la guerra”, continúa.
El proyecto de digitalización cuenta con un comité ético y para Saris “es preciso buscar un equilibrio en la salvaguarda de la privacidad, con algunos datos que tal vez deban ser protegidos; hay tiempo hasta 2025 para ver cómo hacerlo”. La fundación que representa calcula que unos 100.000 holandeses se afiliaron al partido NSB y cerca de 25.000 lucharon en las filas alemanas. Sus hijos, en particular, buscan un reconocimiento oficial por la marginación padecida en la propia sociedad holandesa por el colaboracionismo de sus progenitores. Pero en estos momentos, no hay consenso político para debatir este capítulo del pasado.
El Gobierno pasó la guerra en el exilio, en el Reino Unido, y la reina Guillermina ordenó que los tribunales especiales investigaran y juzgasen, en su caso, todos los casos dudosos. Lo que siguió tras la liberación de Países Bajos fue “una operación a gran escala, con arrestos en todo el país, y un criterio muy estricto para lo que se consideraba colaboración”, dice al teléfono Anne-Marieke Samson, portavoz del Archivo Nacional. Cuando se evidenció que mucha gente había tenido algo que ver con el opresor alemán, se buscaron los casos más graves: “Por ejemplo, haber tenido un carné del NSB no bastaba para ser llevado a juicio. Era necesario que el titular hubiese hecho algo reprobable o flagrante”.
Los ficheros no solo contienen los nombres de los sospechosos y de sus víctimas, sino también de familiares o vecinos de los detenidos. “El archivo no es un papel en blanco y negro sobre la sentencia de los jueces. Ofrece muchos matices y comprensión de lo ocurrido en la guerra. A partir de las declaraciones de los testigos, veremos si los miembros del partido NSB estaban aislados en sus propios círculos o bien integrados en la sociedad”, señala el historiador Kees Ribbens, especializado en la cultura de la memoria de la II Guerra Mundial.
En opinión de Ribbens, la percepción holandesa de la contienda ha variado con el tiempo. “En 1946, se pensaba que fuimos un país de héroes y que muchos ciudadanos formaron parte de la resistencia. Ahora comprendemos que solo una parte de la población se sumó a los resistentes, y que hubo otros que colaboraron con los ocupantes germanos. Al abrir el archivo al público, veremos qué pasó con la gente corriente, con las víctimas. Veremos cómo fue la guerra, y los investigadores podrán abordar el pasado de forma más estructurada”. Si bien otros países, como Bélgica o Francia, guardan documentos de esta índole, el historiador cree que es la primera vez que se realiza una digitalización de los mismos a la escala que lo va a hacer Países Bajos.
Para consultar los datos del archivo será preciso introducir una palabra clave en el sistema: el apellido de la persona buscada, una calle, una batalla, un suceso local. “Utilizaremos también la inteligencia artificial para combinar datos, porque en cada expediente hay información sobre otras personas. De modo que no solo puede interesar a los descendientes de los sospechosos: puede aportar nueva información a los de las víctimas. Es posible que estas historias tampoco se hayan contado del todo entre la comunidad judía holandesa, y podrán saber qué ocurrió con los suyos”, indica la portavoz del Archivo Nacional. Desde la institución aclaran que las restricciones actuales de privacidad quedarán sin efecto en 2025: “Se considera que ya no habrá protagonistas con vida, pero no se publicará el dosier de los que sí vivieran”.
Junto con el Archivo Nacional colaboran en el proyecto el Instituto sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio (NIOD), la organización Netwerk Oorlogsbronnen, para la documentación de la guerra, y el Instituto Huygens de Historia de Países Bajos. La digitalización concluirá en 2027, y Samson calcula que para entonces se habrán hecho 32 millones de escaneos de notas. La financiación corre a cargo de los ministerios de Educación y Cultura, Sanidad, y Justicia.
Los datos personales de unos 300.000 holandeses que fueron investigados o juzgados después de la II Guerra Mundial por su colaboración con los nazis estarán disponibles en internet para todos los ciudadanos que quieran consultarlos. El proyecto se denomina Oorlog voor de Rechter (La guerra ante los tribunales) y se hará accesible al público a partir de 2025. El proceso de digitalización ha sido anunciado este jueves por el Archivo Nacional de Países Bajos, y los expedientes abarcan desde casos de delación y traición al luchar junto con el ejército alemán en el frente oriental, a la afiliación al Movimiento Nacional Socialista de Países Bajos (NSB), partido fascista y el único legal durante la ocupación. Hasta ahora, los ficheros se han podido consultar con limitaciones para proteger a los implicados vivos, pero el periodo de protección de datos personales expira dentro de dos años, cuando se calcula que ya habrán fallecido los posibles afectados. Los descendientes de los colaboracionistas, en especial sus hijos, temen que la publicación de información sensible sobre sus familias reabra las heridas de la marginación que denuncian haber padecido, por culpa del pasado de sus padres.
El archivo digitalizado, con un acceso más amplio a los datos, incluirá expedientes sobre casos de sospechas infundadas y absoluciones. Su apertura aportará una visión más completa a la realidad social durante la contienda. Además, los parientes de las víctimas podrán averiguar información que tal vez desconozcan. De los 107.000 judíos deportados desde Países Bajos a los campos de concentración, solo regresaron 5.000.
La documentación sobre los procesos al colaboracionismo holandés forma parte del Archivo Central de la Jurisdicción Especial (CABR, en sus siglas neerlandesas). Durante la II Guerra Mundial, Países Bajos tenía 8,5 millones de habitantes, según las estadísticas. Tanto los que acabaron siendo juzgados a partir de 1945 ―cerca de un 20% de los 300.000 investigados― como los que nunca llegaron ante los jueces, figuran en ese archivo. Casi 1.900 personas fueron condenadas a penas de 10 o más años de cárcel. Los documentos sobre todas estas vidas, con fotos, diarios, declaraciones de testigos o solicitudes de indultos, ocupan hoy casi cuatro kilómetros del archivo. En total, se dictaron 154 penas de muerte y hubo 39 ejecuciones. Aunque las investigaciones se prolongaron hasta 1951, la mayoría de los detenidos por hechos leves salieron libres a partir de finales de 1945.
“Hay interés por nuestra parte en saber qué pasó. Las 150.000 personas internadas [durante las investigaciones] sufrieron abusos, falta de comida y trabajos forzados”, afirma en una conversación telefónica Jeroen Saris, presidente de la fundación de voluntarios que agrupa desde 1981 a los descendientes de los colaboracionistas (Stichting Werkgroup Herkenning, en neerlandés). “Muchos ni siquiera eran culpables, o bien la falta cometida no revestía tanta gravedad. Fueron castigados duramente, y ahora se podrán investigar mejor los hechos. La apertura del archivo es una obligación legal pasados 75 años, y es en interés de todos conocer el verdadero relato de la guerra”, continúa.
El proyecto de digitalización cuenta con un comité ético y para Saris “es preciso buscar un equilibrio en la salvaguarda de la privacidad, con algunos datos que tal vez deban ser protegidos; hay tiempo hasta 2025 para ver cómo hacerlo”. La fundación que representa calcula que unos 100.000 holandeses se afiliaron al partido NSB y cerca de 25.000 lucharon en las filas alemanas. Sus hijos, en particular, buscan un reconocimiento oficial por la marginación padecida en la propia sociedad holandesa por el colaboracionismo de sus progenitores. Pero en estos momentos, no hay consenso político para debatir este capítulo del pasado.
El Gobierno pasó la guerra en el exilio, en el Reino Unido, y la reina Guillermina ordenó que los tribunales especiales investigaran y juzgasen, en su caso, todos los casos dudosos. Lo que siguió tras la liberación de Países Bajos fue “una operación a gran escala, con arrestos en todo el país, y un criterio muy estricto para lo que se consideraba colaboración”, dice al teléfono Anne-Marieke Samson, portavoz del Archivo Nacional. Cuando se evidenció que mucha gente había tenido algo que ver con el opresor alemán, se buscaron los casos más graves: “Por ejemplo, haber tenido un carné del NSB no bastaba para ser llevado a juicio. Era necesario que el titular hubiese hecho algo reprobable o flagrante”.
Los ficheros no solo contienen los nombres de los sospechosos y de sus víctimas, sino también de familiares o vecinos de los detenidos. “El archivo no es un papel en blanco y negro sobre la sentencia de los jueces. Ofrece muchos matices y comprensión de lo ocurrido en la guerra. A partir de las declaraciones de los testigos, veremos si los miembros del partido NSB estaban aislados en sus propios círculos o bien integrados en la sociedad”, señala el historiador Kees Ribbens, especializado en la cultura de la memoria de la II Guerra Mundial.
En opinión de Ribbens, la percepción holandesa de la contienda ha variado con el tiempo. “En 1946, se pensaba que fuimos un país de héroes y que muchos ciudadanos formaron parte de la resistencia. Ahora comprendemos que solo una parte de la población se sumó a los resistentes, y que hubo otros que colaboraron con los ocupantes germanos. Al abrir el archivo al público, veremos qué pasó con la gente corriente, con las víctimas. Veremos cómo fue la guerra, y los investigadores podrán abordar el pasado de forma más estructurada”. Si bien otros países, como Bélgica o Francia, guardan documentos de esta índole, el historiador cree que es la primera vez que se realiza una digitalización de los mismos a la escala que lo va a hacer Países Bajos.
Para consultar los datos del archivo será preciso introducir una palabra clave en el sistema: el apellido de la persona buscada, una calle, una batalla, un suceso local. “Utilizaremos también la inteligencia artificial para combinar datos, porque en cada expediente hay información sobre otras personas. De modo que no solo puede interesar a los descendientes de los sospechosos: puede aportar nueva información a los de las víctimas. Es posible que estas historias tampoco se hayan contado del todo entre la comunidad judía holandesa, y podrán saber qué ocurrió con los suyos”, indica la portavoz del Archivo Nacional. Desde la institución aclaran que las restricciones actuales de privacidad quedarán sin efecto en 2025: “Se considera que ya no habrá protagonistas con vida, pero no se publicará el dosier de los que sí vivieran”.
Junto con el Archivo Nacional colaboran en el proyecto el Instituto sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio (NIOD), la organización Netwerk Oorlogsbronnen, para la documentación de la guerra, y el Instituto Huygens de Historia de Países Bajos. La digitalización concluirá en 2027, y Samson calcula que para entonces se habrán hecho 32 millones de escaneos de notas. La financiación corre a cargo de los ministerios de Educación y Cultura, Sanidad, y Justicia.
viernes, 21 de abril de 2023
Bruce Willis: qué es la demencia frontotemporal que le diagnosticaron al actor estadounidense
El actor Bruce Willis tiene demencia frontotemporal, anunció su familia este jueves en las redes sociales.
En un comunicado en Instagram, los familiares del intérprete de 67 años dijeron que era un "alivio tener finalmente un diagnóstico claro".
Expresaron su "más profunda gratitud por la increíble efusión de amor".
"Hoy no existen tratamientos para la enfermedad, una realidad que esperamos pueda cambiar en los próximos años", dice el comunicado.
Trastorno cerebral
La demencia frontotemporal es un término genérico que engloba un grupo de trastornos cerebrales que afectan a los lóbulos frontal y temporal del cerebro, de acuerdo con información publicada por la Clínica Mayo de EE.UU.
Se calcula que es la causa de aproximadamente entre 10% y 20% de los casos de demencia.
Los signos y síntomas varían en función de la parte del cerebro afectada.
Según la Universidad de Navarra, en España, la demencia frontotemporal se caracteriza por los cambios en la personalidad, conductas inapropiadas en público, impulsividad, apatía, pérdida de empatía, comportamientos repetitivos o compulsivos y cambios en la dieta.
La demencia frontotemporal suele comenzar entre los 40 y los 65 años, pero puede diagnosticarse erróneamente como un problema psiquiátrico o como la enfermedad de alzhéimer.
Afasia: primer diagnóstico
Aunque los síntomas de esta enfermedad son variados, en términos generales es un trastorno cognitivo que impide a una persona comprender de manera correcta el lenguaje. Quienes la sufren pueden tener dificultad para hablar, escribir o leer.
El actor Bruce Willis ha participado en decenas de filmes desde la década de 1980.
Su familia dijo el año pasado que Willis dejaría de actuar, ya que su afasia estaba afectando sus habilidades cognitivas.
En la nueva declaración de este jueves aseguran que esperan que la atención de los medios cree conciencia sobre la condición del actor.
"Bruce siempre creyó en usar su voz en el mundo para ayudar a otros y crear conciencia sobre temas importantes tanto en público como en privado".
"Sabemos en nuestros corazones que, si pudiera hoy, querría responder atrayendo la atención global y una conexión con aquellos que también están lidiando con esta enfermedad debilitante y cómo afecta a tantas personas y sus familias".
La declaración fue firmada por miembros de la familia de Willis, incluida su esposa Emma Heming, con quien tiene dos hijas, y su exesposa Demi Moore y sus tres hijas.
El actor se convirtió en un nombre familiar en las décadas de 1980 y 1990 después de protagonizar películas taquilleras como la de la serie Die Hard, "El sexto sentido", "Armagedón" y Pulp Fiction.
También ha sido nominado a cinco Globos de Oro -ganando uno por la serie Moonlighting- y también a tres Emmys, de los que ganó dos.
En un comunicado en Instagram, los familiares del intérprete de 67 años dijeron que era un "alivio tener finalmente un diagnóstico claro".
Expresaron su "más profunda gratitud por la increíble efusión de amor".
"Hoy no existen tratamientos para la enfermedad, una realidad que esperamos pueda cambiar en los próximos años", dice el comunicado.
Trastorno cerebral
La demencia frontotemporal es un término genérico que engloba un grupo de trastornos cerebrales que afectan a los lóbulos frontal y temporal del cerebro, de acuerdo con información publicada por la Clínica Mayo de EE.UU.
Se calcula que es la causa de aproximadamente entre 10% y 20% de los casos de demencia.
Los signos y síntomas varían en función de la parte del cerebro afectada.
Según la Universidad de Navarra, en España, la demencia frontotemporal se caracteriza por los cambios en la personalidad, conductas inapropiadas en público, impulsividad, apatía, pérdida de empatía, comportamientos repetitivos o compulsivos y cambios en la dieta.
La demencia frontotemporal suele comenzar entre los 40 y los 65 años, pero puede diagnosticarse erróneamente como un problema psiquiátrico o como la enfermedad de alzhéimer.
Afasia: primer diagnóstico
El año pasado, la familia de Bruce Willis había emitido un comunicado en el que anunciaban que el actor se retiraría de la actuación después de haber sido diagnosticado con afasia.
Aunque los síntomas de esta enfermedad son variados, en términos generales es un trastorno cognitivo que impide a una persona comprender de manera correcta el lenguaje. Quienes la sufren pueden tener dificultad para hablar, escribir o leer.
El actor Bruce Willis ha participado en decenas de filmes desde la década de 1980.
Su familia dijo el año pasado que Willis dejaría de actuar, ya que su afasia estaba afectando sus habilidades cognitivas.
En la nueva declaración de este jueves aseguran que esperan que la atención de los medios cree conciencia sobre la condición del actor.
"Bruce siempre creyó en usar su voz en el mundo para ayudar a otros y crear conciencia sobre temas importantes tanto en público como en privado".
"Sabemos en nuestros corazones que, si pudiera hoy, querría responder atrayendo la atención global y una conexión con aquellos que también están lidiando con esta enfermedad debilitante y cómo afecta a tantas personas y sus familias".
La declaración fue firmada por miembros de la familia de Willis, incluida su esposa Emma Heming, con quien tiene dos hijas, y su exesposa Demi Moore y sus tres hijas.
El actor se convirtió en un nombre familiar en las décadas de 1980 y 1990 después de protagonizar películas taquilleras como la de la serie Die Hard, "El sexto sentido", "Armagedón" y Pulp Fiction.
También ha sido nominado a cinco Globos de Oro -ganando uno por la serie Moonlighting- y también a tres Emmys, de los que ganó dos.
_- Cepillarse los dientes tres veces al día para mejorar la salud mental.
_- Nuevos estudios relacionan la inflamación en la boca con enfermedades como la diabetes, la depresión o los ictus
“Cuando hablas con los médicos, y te explican lo que estudian en la carrera de Medicina, te dicen que el aparato digestivo para ellos empieza una vez ha terminado la boca”. Elena Figuero, profesora de odontología de la Universidad Complutense de Madrid, cuenta que la separación de la salud dental del resto de la medicina comienza en la universidad, un error que profesionales como ella tratan de subsanar estudiando los vínculos entre la salud de la boca y la del resto del cuerpo. Con relaciones más o menos intensas, ya se han encontrado más de 50 enfermedades que pueden estar causadas o verse agravadas por la enfermedad periodontal.
La enfermedad periodontal, distinta de las caries, comienzan afectando a las encías, con lo que se conoce como gingivitis. Si no se trata, la gingivitis puede derivar en una periodontitis, dañar el hueso y provocar incluso la caída de los dientes. “Estas enfermedades se producen por un desequilibrio entre las bacterias del paciente y la respuesta inmune, que hace que exista una cantidad excesiva de bacterias patógenas. Estas pueden llegar al torrente sanguíneo y producir una bacteriemia, y generar una respuesta inflamatoria excesiva con efectos sistémicos”, apunta Figuero.
“Los focos inflamatorios crónicos, aunque sean de baja intensidad, como la enfermedad periodontal, pueden producir alteraciones que hacen más permeable la barrera hematoencefálica, que protege al cerebro de elementos peligrosos”, afirma Juan Carlos Leza, coordinador de grupo del CIBERSAM (Centro de Salud Biomédica en Red del Instituto de Salud Carlos III de salud mental) dedicado a explorar las bases biológicas de la enfermedad mental. “La inflamación es una respuesta necesaria, como el estrés, pero cuando hay una inflamación continua, de baja intensidad, puede incrementarse el riesgo de problemas como los accidentes cerebrovasculares”, añade Leza. “No se ha probado una relación causal entre tener una disbiosis intestinal o una alteración de la boca y tener esquizofrenia o sufrir un ictus, pero se ha visto que las personas que tienen estos problemas tienen más inflamaciones, también en la boca”, puntualiza. Leza colabora con Figuero en el estudio de la relación entre enfermedad periodontal y depresión, por el momento en ratones.
La semana pasada, en la conferencia internacional de 2023 de la Asociación Americana del Ictus, se presentó uno de estos trabajos. En el estudio, se siguió a más de 40.000 adultos sin antecedentes de ictus registrados en el Biobanco del Reino Unido entre 2014 y 2021. Por un lado, se buscaron 105 variantes genéticas que predisponen a las caries o a la pérdida de dientes y se evaluó la relación entre esos factores y la mala salud dental y la salud del cerebro, que se examinó con resonancias magnéticas. El análisis concluyó que las personas propensas a la caries o a las que les faltaban dientes tenían una mayor carga de enfermedad cerebrovascular silenciosa y también más señales de daño microestructural en el cerebro.
Aunque se están empezando a ver las relaciones entre la salud de la boca y la salud mental, con mayor riesgo de depresión o alzhéimer en las personas con periodontitis, hay algunas dolencias en las que la relación se ha demostrado con claridad. “En diabetes se ha visto que tratar la periodontitis tiene tanto efecto como mandar un segundo antidiabético oral, de tal manera que es posible evitar que el paciente tenga que tomar ese segundo fármaco”, explica Figuero. “Aún no hemos llegado ahí, pero nos gustaría ver si, en pacientes con depresión y periodontitis, les mejoran los parámetros de la enfermedad mental cuando les tratamos [la boca]”, añade.
El descubrimiento de estas relaciones entre la salud oral y la del resto del organismo es parte de un camino de reunificación del tratamiento médico para superar los éxitos que dio a la medicina moderna la especialización por órganos o sistemas fisiológicos. El mejor conocimiento del sistema inmune y su relación con las bacterias que pueblan el organismo parece un camino para mejorar el tratamiento de muchas dolencias, entre ellas, las mentales, particularmente incomprendidas. “La idea es tratar al paciente como un todo”, resume la investigadora de la Universidad Complutense.
Por ahora, sin embargo, pese a algunos avances recientes, el tratamiento de la salud de la boca ha estado prácticamente olvidado por la cobertura pública. “Desde las sociedades científicas o las universidades, intentamos que se incluya entre los servicios de atención primaria, pero de momento esos esfuerzos están siendo infructuosos y no se ha conseguido avanzar mucho en ese campo”, afirma Figuero, que, pese a que ahora se tenga que financiar del propio bolsillo, plantea que una revisión anual para vigilar el riesgo de periodontitis es más barato que tratar la enfermedad cuando ya está avanzada.
Las evidencias sobre la importancia de cuidarse la boca se acumulan y, además de las revisiones periódicas, hay algunas medidas sencillas que pueden servir para mantener sanos los dientes y el cerebro. La fundamental: Un cepillado con una pasta fluorada para evitar la caries después de las comidas y algún tipo de higiene interdental, con hilo o cepillos específicos, para limpiar entre dientes, porque los cepillos solo alcanzan las superficies, una vez al día. Cuidarse los dientes, concluye Figuero, “no solo prolonga la esperanza de vida, sino que alarga la calidad de vida, porque vas a masticar mejor e incluso vas a tener mejor estética”.
https://elpais.com/salud-y-bienestar/2023-02-15/cepillarse-los-dientes-tres-veces-al-dia-para-mejorar-la-salud-mental.html#?rel=lom
“Cuando hablas con los médicos, y te explican lo que estudian en la carrera de Medicina, te dicen que el aparato digestivo para ellos empieza una vez ha terminado la boca”. Elena Figuero, profesora de odontología de la Universidad Complutense de Madrid, cuenta que la separación de la salud dental del resto de la medicina comienza en la universidad, un error que profesionales como ella tratan de subsanar estudiando los vínculos entre la salud de la boca y la del resto del cuerpo. Con relaciones más o menos intensas, ya se han encontrado más de 50 enfermedades que pueden estar causadas o verse agravadas por la enfermedad periodontal.
La enfermedad periodontal, distinta de las caries, comienzan afectando a las encías, con lo que se conoce como gingivitis. Si no se trata, la gingivitis puede derivar en una periodontitis, dañar el hueso y provocar incluso la caída de los dientes. “Estas enfermedades se producen por un desequilibrio entre las bacterias del paciente y la respuesta inmune, que hace que exista una cantidad excesiva de bacterias patógenas. Estas pueden llegar al torrente sanguíneo y producir una bacteriemia, y generar una respuesta inflamatoria excesiva con efectos sistémicos”, apunta Figuero.
“Los focos inflamatorios crónicos, aunque sean de baja intensidad, como la enfermedad periodontal, pueden producir alteraciones que hacen más permeable la barrera hematoencefálica, que protege al cerebro de elementos peligrosos”, afirma Juan Carlos Leza, coordinador de grupo del CIBERSAM (Centro de Salud Biomédica en Red del Instituto de Salud Carlos III de salud mental) dedicado a explorar las bases biológicas de la enfermedad mental. “La inflamación es una respuesta necesaria, como el estrés, pero cuando hay una inflamación continua, de baja intensidad, puede incrementarse el riesgo de problemas como los accidentes cerebrovasculares”, añade Leza. “No se ha probado una relación causal entre tener una disbiosis intestinal o una alteración de la boca y tener esquizofrenia o sufrir un ictus, pero se ha visto que las personas que tienen estos problemas tienen más inflamaciones, también en la boca”, puntualiza. Leza colabora con Figuero en el estudio de la relación entre enfermedad periodontal y depresión, por el momento en ratones.
La semana pasada, en la conferencia internacional de 2023 de la Asociación Americana del Ictus, se presentó uno de estos trabajos. En el estudio, se siguió a más de 40.000 adultos sin antecedentes de ictus registrados en el Biobanco del Reino Unido entre 2014 y 2021. Por un lado, se buscaron 105 variantes genéticas que predisponen a las caries o a la pérdida de dientes y se evaluó la relación entre esos factores y la mala salud dental y la salud del cerebro, que se examinó con resonancias magnéticas. El análisis concluyó que las personas propensas a la caries o a las que les faltaban dientes tenían una mayor carga de enfermedad cerebrovascular silenciosa y también más señales de daño microestructural en el cerebro.
Aunque se están empezando a ver las relaciones entre la salud de la boca y la salud mental, con mayor riesgo de depresión o alzhéimer en las personas con periodontitis, hay algunas dolencias en las que la relación se ha demostrado con claridad. “En diabetes se ha visto que tratar la periodontitis tiene tanto efecto como mandar un segundo antidiabético oral, de tal manera que es posible evitar que el paciente tenga que tomar ese segundo fármaco”, explica Figuero. “Aún no hemos llegado ahí, pero nos gustaría ver si, en pacientes con depresión y periodontitis, les mejoran los parámetros de la enfermedad mental cuando les tratamos [la boca]”, añade.
El descubrimiento de estas relaciones entre la salud oral y la del resto del organismo es parte de un camino de reunificación del tratamiento médico para superar los éxitos que dio a la medicina moderna la especialización por órganos o sistemas fisiológicos. El mejor conocimiento del sistema inmune y su relación con las bacterias que pueblan el organismo parece un camino para mejorar el tratamiento de muchas dolencias, entre ellas, las mentales, particularmente incomprendidas. “La idea es tratar al paciente como un todo”, resume la investigadora de la Universidad Complutense.
Por ahora, sin embargo, pese a algunos avances recientes, el tratamiento de la salud de la boca ha estado prácticamente olvidado por la cobertura pública. “Desde las sociedades científicas o las universidades, intentamos que se incluya entre los servicios de atención primaria, pero de momento esos esfuerzos están siendo infructuosos y no se ha conseguido avanzar mucho en ese campo”, afirma Figuero, que, pese a que ahora se tenga que financiar del propio bolsillo, plantea que una revisión anual para vigilar el riesgo de periodontitis es más barato que tratar la enfermedad cuando ya está avanzada.
Las evidencias sobre la importancia de cuidarse la boca se acumulan y, además de las revisiones periódicas, hay algunas medidas sencillas que pueden servir para mantener sanos los dientes y el cerebro. La fundamental: Un cepillado con una pasta fluorada para evitar la caries después de las comidas y algún tipo de higiene interdental, con hilo o cepillos específicos, para limpiar entre dientes, porque los cepillos solo alcanzan las superficies, una vez al día. Cuidarse los dientes, concluye Figuero, “no solo prolonga la esperanza de vida, sino que alarga la calidad de vida, porque vas a masticar mejor e incluso vas a tener mejor estética”.
https://elpais.com/salud-y-bienestar/2023-02-15/cepillarse-los-dientes-tres-veces-al-dia-para-mejorar-la-salud-mental.html#?rel=lom
jueves, 20 de abril de 2023
DIVORCIO. Rocío López, terapeuta: “Muchas parejas se mantienen juntas por los niños, lo que es cargarles con la responsabilidad de ser hijos pegamento”
La también periodista publica ‘Separada’, un manual coescrito con Miguel Ángel Corrales, su marido y pedagogo, para ayudar a padres y madres en proceso de separación a gestionar la situación sin perder de vista lo primordial: las necesidades de los menores que dependen de ellos
Los niños y adolescentes no requieren que sus padres sean pareja, sino que sus necesidades afectivas y emocionales estén cubiertas.
Según datos del INE, durante el año 2021 se produjeron en España 90.582 casos de nulidad, separación y divorcio (un 13,2% más que en 2020). En casi uno de cada dos casos había hijos menores de por medio; hijos que, en muchas ocasiones, acaban atrapados en el conflicto desatado entre sus progenitores. “Solemos cuidar muchos los inicios de las relaciones, muy poquito los procesos y nada los finales. Y el final es tan importante como el inicio, puesto que va a marcar las bases de una nueva etapa como familia”, asegura Rocío López de la Chica (Sevilla, 36 años), terapeuta Gestalt —terapia que integra las conductas, sentimientos y pensamientos del paciente—, periodista y con un máster en Educación Emocional.
De su propia experiencia profesional parte Separada: un acto de amor hacia ti y tus peques (Destino), un libro coescrito junto a su actual pareja, el pedagogo Miguel Ángel Corrales. Con él también comparte el proyecto Creada, a través del cual ayudan a padres y madres en proceso de separación a gestionar la situación sin perder de vista lo primordial: las necesidades de los hijos.
PREGUNTA. En las páginas de Separada defienden que cuando una pareja con hijos se rompe, la familia no se rompe, sino que cambia de molde.
RESPUESTA. Los padres podemos dejar de ser pareja, pero la responsabilidad paternal va a permanecer de por vida. Por eso nosotros creemos que la familia es algo que debemos cuidar, porque el vínculo va a permanecer siempre al haber unos hijos en común. Otra cosa es cómo va a ser ese vínculo, si fuerte o débil, pero nunca va a dejar de existir.
P. Dicen que se sienten más cómodos con el concepto de trasformación familiar que con el de separación, ¿el divorcio sigue estigmatizado?
R. Por desgracia sí. Las cifras de separaciones no dejan de aumentar, pero no podemos olvidar la corta historia de vida que tiene el divorcio legal en España. Hasta el año 1981 era algo ilegal. Partiendo de esa base, a nivel social e ideológico todavía entendemos que la familia, si no está formada por un papá, una mamá y unos hijos, no es tan válida. Todos queremos llegar a ese ideal de familia; y todo lo que esté por debajo de eso se considera en cierto modo un fracaso. Por eso, una de las mayores resistencias a la hora de afrontar una separación con hijos es ese duelo por la familia ideal y estándar que ya no vamos a ser.
P. ¿Ese ideal hace que muchas parejas mantengan su relación pese a todo?
R. Arrastramos la idea de que hay que aguantar por los hijos, creyéndonos que los hijos lo que necesitan es una convivencia perenne con sus padres. Pero nosotros defendemos que no sea a costa de la salud mental. Muchas veces se mantienen parejas que están juntas, pero no unidas; y se mantienen juntas por los niños, lo que es cargar a estos con la responsabilidad de ser hijos pegamento. Al final lo que los hijos aprenden es que una relación amorosa es eso. Tenemos que ser un modelo para nuestros hijos. No se trata de mantener una relación de pareja a toda costa, ni de separarnos haciendo una apología de la separación, sino de entender que lo que daña y lo que beneficia no es el molde de la relación, sino la gestión de la misma. Al fin y al cabo, nuestros hijos nos necesitan felices, no conviviendo a toda costa; y no requieren que seamos pareja, requieren que sus necesidades afectivas y emocionales sean cubiertas, seamos o no pareja.
Rocío López de la Chica, terapeuta Gestalt, periodista y máster en Educación Emocional.
R. L. P. ¿Pueden acabar siendo los hijos unas víctimas perfectas de estos procesos de separación?
R. Por desgracia sí. La forma tradicional de separación suele ser muy beligerante y los niños no son tenidos en cuenta e, incluso, muchas veces son utilizados como moneda de cambio.
P. Del caso Shakira y Piqué entonces ni hablamos.
R. (Risas) Ahí me falta mucha información, pero sí que hay algo por lo que nosotros abogamos y es no hablar mal del otro progenitor delante de nuestros hijos, porque esa persona ocupa un lugar sagrado en su corazón. Es muy importante que distingamos el rol que ocupa la otra persona como hombre o mujer del rol que ocupa como padre o madre. Para nuestras criaturas somos su dios y su diosa, incluso en la adolescencia, así que es fundamental que respetemos ese lugar sagrado que la otra persona ocupa en la vida de nuestros hijos.
P. Además de hablar mal del otro, ¿cuáles son los errores más habituales que suelen cometer madres y padres al divorciarse en relación con sus hijos?
R. Otro de los errores habituales es el de entrar en la comparación y en la competición con el otro para ser mejor madre o padre. Entrar en esa competición es perdernos, es desconectarnos de nuestros hijos. En la medida en la que entramos a mirar qué hace o no la otra parte, dejamos de mirar a los niños, ponemos la atención fuera. Y es muy importante que en este proceso se tengan en cuenta las necesidades de los hijos para que este cambio que genera mucha inseguridad en ellos lo puedan vivir de una forma ordenada, integrando lo que están viviendo como cualquier otro cambio de su vida.
P. Rafa Guerrero explica en el prólogo que, aunque la separación no sea la muerte de la familia sino una transformación, los niños necesitan un periodo de duelo para aceptar la nueva realidad. ¿Qué dirían que es fundamental cuidar de cara a los hijos en ese periodo de duelo?
R. Lo primero y más importante es cuidar la necesidad de pertenencia. Es la primera necesidad básica que se pone al descubierto cuando dejamos de ser pareja, porque “si papá y mamá, que son mi estructura, dejan de ser pareja, ¿dónde quedo yo?”. Y “si mis padres no se quieren como hasta ahora, ¿yo qué tengo que hacer, elegir entre ellos?”. Eso es lo primero que hay que cuidar, hacerles saber desde lo que decimos,y desde cómo actuamos, que dejamos de ser pareja, pero que siempre seremos una familia. Y la siguiente necesidad es la de sentirse vistos. Por eso es muy importante no entrar en la batalla de egos, porque entonces se quedan huérfanos emocionalmente en el proceso y la adaptación no la pueden lograr.
P. ¿De las separaciones, se sale?
R. (Risas) Se sale e, incluso, muchas veces son una oportunidad para una vida mejor. Si hacemos una separación consciente, esta va inevitablemente unida a un crecimiento personal. Y una separación consciente no tiene por qué darse con los dos progenitores disponibles. La mayoría de las veces ocurre sin que uno de los dos esté disponible para ella. Pero sí, hay vida más allá de la separación y muchas veces es una vida con mucha más luz.
Según datos del INE, durante el año 2021 se produjeron en España 90.582 casos de nulidad, separación y divorcio (un 13,2% más que en 2020). En casi uno de cada dos casos había hijos menores de por medio; hijos que, en muchas ocasiones, acaban atrapados en el conflicto desatado entre sus progenitores. “Solemos cuidar muchos los inicios de las relaciones, muy poquito los procesos y nada los finales. Y el final es tan importante como el inicio, puesto que va a marcar las bases de una nueva etapa como familia”, asegura Rocío López de la Chica (Sevilla, 36 años), terapeuta Gestalt —terapia que integra las conductas, sentimientos y pensamientos del paciente—, periodista y con un máster en Educación Emocional.
De su propia experiencia profesional parte Separada: un acto de amor hacia ti y tus peques (Destino), un libro coescrito junto a su actual pareja, el pedagogo Miguel Ángel Corrales. Con él también comparte el proyecto Creada, a través del cual ayudan a padres y madres en proceso de separación a gestionar la situación sin perder de vista lo primordial: las necesidades de los hijos.
PREGUNTA. En las páginas de Separada defienden que cuando una pareja con hijos se rompe, la familia no se rompe, sino que cambia de molde.
RESPUESTA. Los padres podemos dejar de ser pareja, pero la responsabilidad paternal va a permanecer de por vida. Por eso nosotros creemos que la familia es algo que debemos cuidar, porque el vínculo va a permanecer siempre al haber unos hijos en común. Otra cosa es cómo va a ser ese vínculo, si fuerte o débil, pero nunca va a dejar de existir.
P. Dicen que se sienten más cómodos con el concepto de trasformación familiar que con el de separación, ¿el divorcio sigue estigmatizado?
R. Por desgracia sí. Las cifras de separaciones no dejan de aumentar, pero no podemos olvidar la corta historia de vida que tiene el divorcio legal en España. Hasta el año 1981 era algo ilegal. Partiendo de esa base, a nivel social e ideológico todavía entendemos que la familia, si no está formada por un papá, una mamá y unos hijos, no es tan válida. Todos queremos llegar a ese ideal de familia; y todo lo que esté por debajo de eso se considera en cierto modo un fracaso. Por eso, una de las mayores resistencias a la hora de afrontar una separación con hijos es ese duelo por la familia ideal y estándar que ya no vamos a ser.
P. ¿Ese ideal hace que muchas parejas mantengan su relación pese a todo?
R. Arrastramos la idea de que hay que aguantar por los hijos, creyéndonos que los hijos lo que necesitan es una convivencia perenne con sus padres. Pero nosotros defendemos que no sea a costa de la salud mental. Muchas veces se mantienen parejas que están juntas, pero no unidas; y se mantienen juntas por los niños, lo que es cargar a estos con la responsabilidad de ser hijos pegamento. Al final lo que los hijos aprenden es que una relación amorosa es eso. Tenemos que ser un modelo para nuestros hijos. No se trata de mantener una relación de pareja a toda costa, ni de separarnos haciendo una apología de la separación, sino de entender que lo que daña y lo que beneficia no es el molde de la relación, sino la gestión de la misma. Al fin y al cabo, nuestros hijos nos necesitan felices, no conviviendo a toda costa; y no requieren que seamos pareja, requieren que sus necesidades afectivas y emocionales sean cubiertas, seamos o no pareja.
Rocío López de la Chica, terapeuta Gestalt, periodista y máster en Educación Emocional.
R. L. P. ¿Pueden acabar siendo los hijos unas víctimas perfectas de estos procesos de separación?
R. Por desgracia sí. La forma tradicional de separación suele ser muy beligerante y los niños no son tenidos en cuenta e, incluso, muchas veces son utilizados como moneda de cambio.
P. Del caso Shakira y Piqué entonces ni hablamos.
R. (Risas) Ahí me falta mucha información, pero sí que hay algo por lo que nosotros abogamos y es no hablar mal del otro progenitor delante de nuestros hijos, porque esa persona ocupa un lugar sagrado en su corazón. Es muy importante que distingamos el rol que ocupa la otra persona como hombre o mujer del rol que ocupa como padre o madre. Para nuestras criaturas somos su dios y su diosa, incluso en la adolescencia, así que es fundamental que respetemos ese lugar sagrado que la otra persona ocupa en la vida de nuestros hijos.
P. Además de hablar mal del otro, ¿cuáles son los errores más habituales que suelen cometer madres y padres al divorciarse en relación con sus hijos?
R. Otro de los errores habituales es el de entrar en la comparación y en la competición con el otro para ser mejor madre o padre. Entrar en esa competición es perdernos, es desconectarnos de nuestros hijos. En la medida en la que entramos a mirar qué hace o no la otra parte, dejamos de mirar a los niños, ponemos la atención fuera. Y es muy importante que en este proceso se tengan en cuenta las necesidades de los hijos para que este cambio que genera mucha inseguridad en ellos lo puedan vivir de una forma ordenada, integrando lo que están viviendo como cualquier otro cambio de su vida.
P. Rafa Guerrero explica en el prólogo que, aunque la separación no sea la muerte de la familia sino una transformación, los niños necesitan un periodo de duelo para aceptar la nueva realidad. ¿Qué dirían que es fundamental cuidar de cara a los hijos en ese periodo de duelo?
R. Lo primero y más importante es cuidar la necesidad de pertenencia. Es la primera necesidad básica que se pone al descubierto cuando dejamos de ser pareja, porque “si papá y mamá, que son mi estructura, dejan de ser pareja, ¿dónde quedo yo?”. Y “si mis padres no se quieren como hasta ahora, ¿yo qué tengo que hacer, elegir entre ellos?”. Eso es lo primero que hay que cuidar, hacerles saber desde lo que decimos,y desde cómo actuamos, que dejamos de ser pareja, pero que siempre seremos una familia. Y la siguiente necesidad es la de sentirse vistos. Por eso es muy importante no entrar en la batalla de egos, porque entonces se quedan huérfanos emocionalmente en el proceso y la adaptación no la pueden lograr.
P. ¿De las separaciones, se sale?
R. (Risas) Se sale e, incluso, muchas veces son una oportunidad para una vida mejor. Si hacemos una separación consciente, esta va inevitablemente unida a un crecimiento personal. Y una separación consciente no tiene por qué darse con los dos progenitores disponibles. La mayoría de las veces ocurre sin que uno de los dos esté disponible para ella. Pero sí, hay vida más allá de la separación y muchas veces es una vida con mucha más luz.
_- Del Café Sacher, en Viena, al Tortoni de Buenos Aires, saltando de café en café por 20 ciudades del mundo.
_- Un pastel con el nombre de Mozart en Salzburgo, visitas guiadas a las plantaciones cafeteras de Costa Rica o un capuchino en el Tommaseo de Trieste. Un listado de propuestas irresistibles
Disfrutar de un buen café requiere su ceremonia, su tiempo y una atmósfera adecuada. La cultura del café se extiende por todo el mundo, aunque principalmente en Europa, donde hay auténticos templos dedicados a esta estimulante bebida a menudo acompañada de una buena tertulia.
Esta es una pequeña vuelta al mundo, de café en café, para descubrir los mejores rincones para disfrutarlo en 20 ciudades. Muchos de ellos con décadas de historia a sus espaldas y lugar de encuentro de numerosas personalidades.
1. New York Café y Centrál Grand Cafe (Budapest, Hungría) “El mejor café del mundo”, así se autopromociona el New York Café de Budapest. ¿Y quién iba a llevarle la contraria? Con su exuberante decoración, las balaustradas de madera y las lujosas molduras de su techo, este espacio recuerda a un templo barroco. Este fastuoso café del año 1894, tradicional punto de encuentro de intelectuales y escritores en la capital húngara, ha salido sorprendentemente incólume de las tormentas de la historia y, desde hace unos años, tras una concienzuda restauración, vuelve a ofrecer buen café y todo tipo de delicias para acompañarlo.
El otro gran café literario de la ciudad es el Centrál Grand Café, que también atrajo desde el siglo XIX a un público literario; incluso se editaban en sus salas dos periódicos locales de gran influencia.
Y es que los cafés de Budapest siempre han sido parte esencial de su vida social, mucho antes de que aparecieran otros salones similares en ciudades como Viena o París. Solo un dato: en las últimas décadas del Imperio austrohúngaro, a principios del siglo XX, había en la ciudad más de 600 de estos locales.
2. Grand Café Orient (Praga, República Checa)
En la Casa de la Madona Negra, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura cubista en Praga, está ubicado el Grand Café Orient, un local único en Europa. Desde sus extraordinarias lámparas de araña hasta los bancos acolchados tapizados a rayas verdes, todo es aquí cubista. Hasta los dulces. Por ejemplo, la coronita venecek, que es uno de los postres típicos checos, generalmente redondo, aquí es cuadrado. El café actual imita la decoración original aunque no todos los detalles de los interiores de época se pudieron rescatar tras un incendio que arrasó con todo.
3. Café de la Paix, La Rotonde, Café de Flore y Les Deux Magots (París, Francia) París es una de las capitales con más cafés clásicos del mundo. Por ellos han pasado artistas, escritores, pintores, intelectuales y grandes figuras de la industria del espectáculo. Lugares como La Rotonde, un lugar emblemático del barrio de Montparnasse que abrió sus puertas en 1911 y al que iban Picasso y Modigliani. O el mítico Les Deux Magots, en Saint-Germain-des-Prés, en pleno Barrio Latino de la capital francesa, que fue el café de los románticos a finales del siglo XIX. Hoy mantiene su terraza con un gran ambiente y unas vistas estupendas. También merece una visita el Café de Flore, otro lugar de encuentro de intelectuales, sobre todo los existencialistas.
Pero hay que ir imprescindiblemente al Café de la Paix para encontrar el café parisino más antiguo que todavía sigue abierto. Situado frente a la Ópera, este lugar está lleno de historia y de historias. Fue inaugurado en 1862, pero cobró su enorme fama con ocasión de la Exposición Universal de París de 1867. Esta institución ha conservado hasta hoy su glamur mundano, con sus columnas doradas y sus frescos de estilo Segundo Imperio. Sigue siendo uno de los clásicos de la gastronomía parisina, aunque sus precios están en consonancia con su fama.
4. The Wolseley y otros clásicos (Londres, Reino Unido)
En rigor, The Wolseley, con todos sus dorados clásicos, no es un café, sino un salón de té. También es restaurante, brasserie, punto de encuentro del mundo de la moda… (en la mesa número 32 se solía sentar Kate Moss). El tradicional afternoon tea que, por supuesto, también existe en versión champán, es, con sus deliciosos scones y su clotted cream, todo un sueño. Servido, además, bajo altos arcos y columnas de mármol.
En la capital británica, más que cafés al estilo centroeuropeo, destacan los salones de té, y en esto no tienen rival. Y en todos, por supuesto, se sirve también café a quien lo pida. Todos los grandes hoteles tienen su salón de té, pero entre los mejores y más clásicos están los del Claridge’s, el Ritz y The Berkeley (aquí los dulces están diseñados por grandes marcas de moda, como Gucci o Dolce & Gabbana). Y como no: el imprescindible e histórico Fortnum and Mason, en su Diamond Jubilee Tea Salon de la cuarta planta.
5. Café A Brasileira (Lisboa, Portugal)
Los lujosos cafés del siglo pasado, ¿son una especie en extinción? Quizás, pero han sobrevivido algunos magníficos ejemplares en Europa. En Lisboa, el café por excelencia es A Brasileira, en el Barrio Alto, donde la cultura del café florece, entre paredes cubiertas de espejos y una refinada decoración, desde hace más de 110 años: un cuarto de estar público que permanece igual que en tiempos de Fernando Pessoa.
6. Confitería Sprüngli (Zúrich, Suiza)
Elegir entre una oferta de dulces como la de la confitería Sprüngli ―chocolates finísimos, pralinés o pastas― resulta complicadísimo. Y así era ya en 1836. Aquí tienen su origen, de hecho, los legendarios luxemburgerli, esas galletas rellenas de crema tan típicas de Suiza.
7. Café Pushkin (Moscú, Rusia)
Este café nació en 1964 con la canción Nathalie, de Gilbert Bécaud, en la que el cantante se encuentra con su amada ―una supuesta guía rusa que conoció en una gira― en el ficticio café Pushkin de Moscú. El tema se hizo tan popular en su momento que muchos turistas franceses que visitaban la ciudad rusa buscaban aquel café que en realidad no existía. Así que hubo que crearlo a partir de la letra de la canción, y se inauguró en 1999. Las antigüedades cuidadosamente escogidas, las paredes forradas de madera y los platos rusos y franceses de su carta le confieren un encanto mundano.
8. Schamong Kaffee (Colonia, Alemania)
Schamong es el tostadero de café más antiguo de Colonia, con más de 50 años de historia. Su tienda vende una variada gama de mezclas: cafés clásicos junto a interpretaciones especiales del grano de café. Pero Schamong es también una cafetería, lo que significa que uno puede quedarse y disfrutar de una de las deliciosas composiciones de la casa. También es sede de la primera “academia de café” de la ciudad, donde enseñan, por ejemplo, que para preparar un auténtico espresso han de seguirse estrictamente nada menos que siete reglas. Y todo ello con una gran preocupación por la sostenibilidad.
9. Café Sacher (Viena, Austria)
A finales del siglo XIX y principios del XX, Viena era la capital de un gran imperio del que formaban parte no solo los austriacos, sino también húngaros, checos, eslovacos, polacos, italianos, bosnios, rumanos, alemanes… Era una metrópoli comparable al Nueva York de hoy, y el centro de todo estaba en sus cafés. Casi todos se mantienen y conservan la atmósfera de aquel tiempo en el que por ellos pasaban Mahler, Adolf Loos, Wagner, Klimt o Freud, hasta tal punto que los cafés de Viena son patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.
El más popular y turístico es el Sacher, leyenda absoluta por su tarta de chocolate que lleva el mismo nombre y que siguen elaborando de una forma totalmente artesanal. Pero hay otros muchos en la ciudad, como el Sperl, de 1880, frecuentado por Gustav Klimt y Egon Schiele, que pagaban sus consumiciones con los dibujos que hacían en el café. Por la misma época, Freud iba al Landtmann, muy cerca de su consulta.
10. Grand Café (Oslo, Noruega)
Todo Oslo quedó conmocionado con el anuncio de que el café del Grand Hotel, cargado de tradición, cerraba tras más de 140 años de historia. A finales del siglo XIX, aquí venían en busca de tranquilidad principalmente artistas: Henrik Ibsen acudía a diario, y Edvard Munch pintó el local. Hace pocos años lo han vuelto a abrir; lo han remodelado, pero sigue siendo el mismo acogedor oasis para pasar horas de reflexión frente a un buen café.
11. Caffè Tommaseo (Trieste, Italia)
El Tommaseo, abierto en en el año 1830, sirvió durante décadas de punto de encuentro de empresarios de éxito, artistas e intelectuales, así como de epicentro de varios movimientos políticos; de hecho, hay una exposición dedicada a su interesante historia. A este local de la localidad italiana de Trieste se viene, sin embargo, sobre todo por su capuchino.
12. Café Maiasmokk (Tallin, Estonia)
El Maiasmokk lleva en su sitio nada menos que desde 1864. La decoración de este local de Tallin (Estonia) incluye numerosas piezas únicas que datan de aquella época. Con el café se pueden comer exquisitos bizcochos, tartas y pasteles. En una sala aneja, un pequeño museo del mazapán informa sobre la historia y el origen de esta pasta dulce de almendras.
13. Hafiz Mustafa (Estambul, Turquía)
Un buen café a la turca es muy diferente al que se toma en la mayor parte de Europa: se prepara con café molido muy fino en el cezve, una típica cafetera de cobre y latón con mango largo. Se sirve con posos y acompañado con las típicas delicias turcas o baklavas. En el Hafiz Mustafa de Estambul hay golosinas y dulces turcos desde primera hora de la mañana hasta bien pasada la medianoche. Este negocio lo fundó un prestamista hace más de 150 años. En la primera planta se puede tomar tranquilamente el típico café negro turco o un té negro fuerte. Es obligatorio probar la especialidad de la casa: baklavas rellenas de almendra o de pistacho que además exportan a todo el mundo.
14. Gran Café Gijón (Madrid, España)
De todos los grandes cafés madrileños famosos por sus tertulias, destaca el Café Gijón, en el paseo de Recoletos de la capital española. Fue fundado por un asturiano afincado en la ciudad en 1888 y, desde el primer momento, se convirtió en un punto de reunión de escritores, artistas e intelectuales, cuyas palabras tal vez sigan dormitando en algún lugar de sus cortinas rojas. En este lugar se han sentado desde Salvador Dalí o Luis Buñuel hasta la legendaria espía Mata Hari. Cuando, en 1914, el local se vendió, el nuevo propietario tuvo que firmar que este negocio y su nombre jamás desaparecerían. Hoy sigue siendo un punto de referencia en la ciudad.
15. Confitería Furst (Salzburgo, Austria)
No hay amante del dulce que pueda evitar una visita a la acogedora sede central de la confitería Furst, en la plaza del Mercado de Salzburgo, o a sus otras tres sucursales. Aquí es imposible tomarse nada más que un café e ignorar los múltiples y apetecibles dulces. Esta confitería es conocida, sobre todo, por su pequeño y redondo bombazo, el Mozartkugel (bola de Mozart), que sigue preparándose según la antigua receta.
16. Caffè Florian (Venecia, Italia)
En el café más antiguo de Europa el tiempo parece haberse detenido. Desde su apertura en 1720, lo único que ha cambiado en el Florian de Venecia son los precios y los clientes. Los rituales siguen siendo los mismos: camareros con chaquetas blancas sirven el capuchino en bandejas plateadas y, por la noche, la orquesta se pone en marcha. Donde hace siglos compartían sus reflexiones artistas, intelectuales y políticos, hoy remueven sus capuchinos tropeles de turistas. El Florian fue el primer café de Italia donde pudieron entrar las mujeres, lo que le valió el lamentable sobrenombre de “coto de caza de Casanova”.
17. Antico Caffè Greco (Roma, Italia)
El café más antiguo de Roma, abierto desde 1760, presume de sus camareros con frac y pajarita, camareras con delantales blancos con volantes, paredes de terciopelo rojo y espejos dorados picados por el tiempo. Los precios del Antico Caffè Greco reflejan este impresionante patrimonio. Casanova, Goethe, Wagner, Keats, Byron, Shelley y Baudelaire eran parroquianos habituales del local y hasta se puede uno echar en el canapé de color jengibre de Hans Christian Andersen (desde la entrada por Vía dei Condotti, hay que atravesar las ocho salas hasta el último salón, con un piano de cola).
18. Plantación Britt y café La Mancha (San José, Costa Rica)
Costa Rica ha hecho del café uno de sus iconos y es impensable pasar por el país latinoamericano sin probar uno de los cafés más famosos del mundo. Un buen lugar puede ser Barva, en el Valle Central. Allí se encuentra el tostadero costarricense más famoso, Britt, que anima a una visita guiada de 90 minutos para conocer su plantación, que también incluye una cata de café e incluso una teatralización de la historia del café.
Los que prefieran simplemente probar un buen café tienen en San José, la capital, muchos locales. Una buena recomendación es el café La Mancha, escondido en un patio del histórico edificio Steinvorth. El establecimiento es fruto de la pasión de un fotógrafo costarricense por esta energizante bebida. Desde el clásico cortado hasta el café de cafetera Chemex, ofrece la tecnología más avanzada en su elaboración. Es un tranquilo local, repleto de fotografías y plantas, que sirve de oasis en el caos callejero.
19. Tortoni (Buenos Aires, Argentina)
La capital argentina heredó de la tradición italiana y española el gusto por los cafés con cristaleras modernistas y mesas de madera, convertidos en centros de la vida social y cultural. Los porteños presumen incluso de ser “la Viena de América”. Y como símbolo de todo esto, el famoso café Tortoni, el más antiguo de Buenos Aires, que fue centro de emblemáticas tertulias literarias. Es aún tan famoso que los autobuses cargados de turistas paran en la puerta, lo que le resta cierto encanto. Pese a todo, es una visita casi obligatoria para cualquiera que visite la ciudad. Lo mejor es pedir un par de churros con chocolate caliente y olvidarse de los precios mientras se disfruta del ambiente.
En Buenos Aires hay otros cafés con sabor literario, como el London City, el favorito de Julio Cortázar, que sitúa en este salón su novela Los premios. En el barrio de Palermo, el punto de encuentro de narradores y poetas porteños es el Varela Varelita, y sus fotos cuelgan de sus paredes. Funciona hasta bien entrada la madrugada, algo muy habitual en Buenos Aires.
20. Camelot (Cracovia, Varsovia)
¿El centro europeo de la cultura del café? Viena, por supuesto. Solo que algunos entendidos consideran Cracovia la capital cafetera secreta. Y es que aquí abundan los cafés instalados en edificios históricos de su casco antiguo y con una larga tradición. Por ejemplo, el café Camelot, donde se puede disfrutar acompañado de un trozo de tarta en sus acogedoras salas iluminadas con velas y mesas con tapetes de encaje. Aquí tampoco faltan los buenos desayunos y almuerzos para los que quieran algo más que un buen café.
Disfrutar de un buen café requiere su ceremonia, su tiempo y una atmósfera adecuada. La cultura del café se extiende por todo el mundo, aunque principalmente en Europa, donde hay auténticos templos dedicados a esta estimulante bebida a menudo acompañada de una buena tertulia.
Esta es una pequeña vuelta al mundo, de café en café, para descubrir los mejores rincones para disfrutarlo en 20 ciudades. Muchos de ellos con décadas de historia a sus espaldas y lugar de encuentro de numerosas personalidades.
1. New York Café y Centrál Grand Cafe (Budapest, Hungría) “El mejor café del mundo”, así se autopromociona el New York Café de Budapest. ¿Y quién iba a llevarle la contraria? Con su exuberante decoración, las balaustradas de madera y las lujosas molduras de su techo, este espacio recuerda a un templo barroco. Este fastuoso café del año 1894, tradicional punto de encuentro de intelectuales y escritores en la capital húngara, ha salido sorprendentemente incólume de las tormentas de la historia y, desde hace unos años, tras una concienzuda restauración, vuelve a ofrecer buen café y todo tipo de delicias para acompañarlo.
El otro gran café literario de la ciudad es el Centrál Grand Café, que también atrajo desde el siglo XIX a un público literario; incluso se editaban en sus salas dos periódicos locales de gran influencia.
Y es que los cafés de Budapest siempre han sido parte esencial de su vida social, mucho antes de que aparecieran otros salones similares en ciudades como Viena o París. Solo un dato: en las últimas décadas del Imperio austrohúngaro, a principios del siglo XX, había en la ciudad más de 600 de estos locales.
2. Grand Café Orient (Praga, República Checa)
En la Casa de la Madona Negra, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura cubista en Praga, está ubicado el Grand Café Orient, un local único en Europa. Desde sus extraordinarias lámparas de araña hasta los bancos acolchados tapizados a rayas verdes, todo es aquí cubista. Hasta los dulces. Por ejemplo, la coronita venecek, que es uno de los postres típicos checos, generalmente redondo, aquí es cuadrado. El café actual imita la decoración original aunque no todos los detalles de los interiores de época se pudieron rescatar tras un incendio que arrasó con todo.
3. Café de la Paix, La Rotonde, Café de Flore y Les Deux Magots (París, Francia) París es una de las capitales con más cafés clásicos del mundo. Por ellos han pasado artistas, escritores, pintores, intelectuales y grandes figuras de la industria del espectáculo. Lugares como La Rotonde, un lugar emblemático del barrio de Montparnasse que abrió sus puertas en 1911 y al que iban Picasso y Modigliani. O el mítico Les Deux Magots, en Saint-Germain-des-Prés, en pleno Barrio Latino de la capital francesa, que fue el café de los románticos a finales del siglo XIX. Hoy mantiene su terraza con un gran ambiente y unas vistas estupendas. También merece una visita el Café de Flore, otro lugar de encuentro de intelectuales, sobre todo los existencialistas.
Pero hay que ir imprescindiblemente al Café de la Paix para encontrar el café parisino más antiguo que todavía sigue abierto. Situado frente a la Ópera, este lugar está lleno de historia y de historias. Fue inaugurado en 1862, pero cobró su enorme fama con ocasión de la Exposición Universal de París de 1867. Esta institución ha conservado hasta hoy su glamur mundano, con sus columnas doradas y sus frescos de estilo Segundo Imperio. Sigue siendo uno de los clásicos de la gastronomía parisina, aunque sus precios están en consonancia con su fama.
4. The Wolseley y otros clásicos (Londres, Reino Unido)
En rigor, The Wolseley, con todos sus dorados clásicos, no es un café, sino un salón de té. También es restaurante, brasserie, punto de encuentro del mundo de la moda… (en la mesa número 32 se solía sentar Kate Moss). El tradicional afternoon tea que, por supuesto, también existe en versión champán, es, con sus deliciosos scones y su clotted cream, todo un sueño. Servido, además, bajo altos arcos y columnas de mármol.
En la capital británica, más que cafés al estilo centroeuropeo, destacan los salones de té, y en esto no tienen rival. Y en todos, por supuesto, se sirve también café a quien lo pida. Todos los grandes hoteles tienen su salón de té, pero entre los mejores y más clásicos están los del Claridge’s, el Ritz y The Berkeley (aquí los dulces están diseñados por grandes marcas de moda, como Gucci o Dolce & Gabbana). Y como no: el imprescindible e histórico Fortnum and Mason, en su Diamond Jubilee Tea Salon de la cuarta planta.
5. Café A Brasileira (Lisboa, Portugal)
Los lujosos cafés del siglo pasado, ¿son una especie en extinción? Quizás, pero han sobrevivido algunos magníficos ejemplares en Europa. En Lisboa, el café por excelencia es A Brasileira, en el Barrio Alto, donde la cultura del café florece, entre paredes cubiertas de espejos y una refinada decoración, desde hace más de 110 años: un cuarto de estar público que permanece igual que en tiempos de Fernando Pessoa.
6. Confitería Sprüngli (Zúrich, Suiza)
Elegir entre una oferta de dulces como la de la confitería Sprüngli ―chocolates finísimos, pralinés o pastas― resulta complicadísimo. Y así era ya en 1836. Aquí tienen su origen, de hecho, los legendarios luxemburgerli, esas galletas rellenas de crema tan típicas de Suiza.
7. Café Pushkin (Moscú, Rusia)
Este café nació en 1964 con la canción Nathalie, de Gilbert Bécaud, en la que el cantante se encuentra con su amada ―una supuesta guía rusa que conoció en una gira― en el ficticio café Pushkin de Moscú. El tema se hizo tan popular en su momento que muchos turistas franceses que visitaban la ciudad rusa buscaban aquel café que en realidad no existía. Así que hubo que crearlo a partir de la letra de la canción, y se inauguró en 1999. Las antigüedades cuidadosamente escogidas, las paredes forradas de madera y los platos rusos y franceses de su carta le confieren un encanto mundano.
8. Schamong Kaffee (Colonia, Alemania)
Schamong es el tostadero de café más antiguo de Colonia, con más de 50 años de historia. Su tienda vende una variada gama de mezclas: cafés clásicos junto a interpretaciones especiales del grano de café. Pero Schamong es también una cafetería, lo que significa que uno puede quedarse y disfrutar de una de las deliciosas composiciones de la casa. También es sede de la primera “academia de café” de la ciudad, donde enseñan, por ejemplo, que para preparar un auténtico espresso han de seguirse estrictamente nada menos que siete reglas. Y todo ello con una gran preocupación por la sostenibilidad.
9. Café Sacher (Viena, Austria)
A finales del siglo XIX y principios del XX, Viena era la capital de un gran imperio del que formaban parte no solo los austriacos, sino también húngaros, checos, eslovacos, polacos, italianos, bosnios, rumanos, alemanes… Era una metrópoli comparable al Nueva York de hoy, y el centro de todo estaba en sus cafés. Casi todos se mantienen y conservan la atmósfera de aquel tiempo en el que por ellos pasaban Mahler, Adolf Loos, Wagner, Klimt o Freud, hasta tal punto que los cafés de Viena son patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.
El más popular y turístico es el Sacher, leyenda absoluta por su tarta de chocolate que lleva el mismo nombre y que siguen elaborando de una forma totalmente artesanal. Pero hay otros muchos en la ciudad, como el Sperl, de 1880, frecuentado por Gustav Klimt y Egon Schiele, que pagaban sus consumiciones con los dibujos que hacían en el café. Por la misma época, Freud iba al Landtmann, muy cerca de su consulta.
10. Grand Café (Oslo, Noruega)
Todo Oslo quedó conmocionado con el anuncio de que el café del Grand Hotel, cargado de tradición, cerraba tras más de 140 años de historia. A finales del siglo XIX, aquí venían en busca de tranquilidad principalmente artistas: Henrik Ibsen acudía a diario, y Edvard Munch pintó el local. Hace pocos años lo han vuelto a abrir; lo han remodelado, pero sigue siendo el mismo acogedor oasis para pasar horas de reflexión frente a un buen café.
11. Caffè Tommaseo (Trieste, Italia)
El Tommaseo, abierto en en el año 1830, sirvió durante décadas de punto de encuentro de empresarios de éxito, artistas e intelectuales, así como de epicentro de varios movimientos políticos; de hecho, hay una exposición dedicada a su interesante historia. A este local de la localidad italiana de Trieste se viene, sin embargo, sobre todo por su capuchino.
12. Café Maiasmokk (Tallin, Estonia)
El Maiasmokk lleva en su sitio nada menos que desde 1864. La decoración de este local de Tallin (Estonia) incluye numerosas piezas únicas que datan de aquella época. Con el café se pueden comer exquisitos bizcochos, tartas y pasteles. En una sala aneja, un pequeño museo del mazapán informa sobre la historia y el origen de esta pasta dulce de almendras.
13. Hafiz Mustafa (Estambul, Turquía)
Un buen café a la turca es muy diferente al que se toma en la mayor parte de Europa: se prepara con café molido muy fino en el cezve, una típica cafetera de cobre y latón con mango largo. Se sirve con posos y acompañado con las típicas delicias turcas o baklavas. En el Hafiz Mustafa de Estambul hay golosinas y dulces turcos desde primera hora de la mañana hasta bien pasada la medianoche. Este negocio lo fundó un prestamista hace más de 150 años. En la primera planta se puede tomar tranquilamente el típico café negro turco o un té negro fuerte. Es obligatorio probar la especialidad de la casa: baklavas rellenas de almendra o de pistacho que además exportan a todo el mundo.
14. Gran Café Gijón (Madrid, España)
De todos los grandes cafés madrileños famosos por sus tertulias, destaca el Café Gijón, en el paseo de Recoletos de la capital española. Fue fundado por un asturiano afincado en la ciudad en 1888 y, desde el primer momento, se convirtió en un punto de reunión de escritores, artistas e intelectuales, cuyas palabras tal vez sigan dormitando en algún lugar de sus cortinas rojas. En este lugar se han sentado desde Salvador Dalí o Luis Buñuel hasta la legendaria espía Mata Hari. Cuando, en 1914, el local se vendió, el nuevo propietario tuvo que firmar que este negocio y su nombre jamás desaparecerían. Hoy sigue siendo un punto de referencia en la ciudad.
15. Confitería Furst (Salzburgo, Austria)
No hay amante del dulce que pueda evitar una visita a la acogedora sede central de la confitería Furst, en la plaza del Mercado de Salzburgo, o a sus otras tres sucursales. Aquí es imposible tomarse nada más que un café e ignorar los múltiples y apetecibles dulces. Esta confitería es conocida, sobre todo, por su pequeño y redondo bombazo, el Mozartkugel (bola de Mozart), que sigue preparándose según la antigua receta.
16. Caffè Florian (Venecia, Italia)
En el café más antiguo de Europa el tiempo parece haberse detenido. Desde su apertura en 1720, lo único que ha cambiado en el Florian de Venecia son los precios y los clientes. Los rituales siguen siendo los mismos: camareros con chaquetas blancas sirven el capuchino en bandejas plateadas y, por la noche, la orquesta se pone en marcha. Donde hace siglos compartían sus reflexiones artistas, intelectuales y políticos, hoy remueven sus capuchinos tropeles de turistas. El Florian fue el primer café de Italia donde pudieron entrar las mujeres, lo que le valió el lamentable sobrenombre de “coto de caza de Casanova”.
17. Antico Caffè Greco (Roma, Italia)
El café más antiguo de Roma, abierto desde 1760, presume de sus camareros con frac y pajarita, camareras con delantales blancos con volantes, paredes de terciopelo rojo y espejos dorados picados por el tiempo. Los precios del Antico Caffè Greco reflejan este impresionante patrimonio. Casanova, Goethe, Wagner, Keats, Byron, Shelley y Baudelaire eran parroquianos habituales del local y hasta se puede uno echar en el canapé de color jengibre de Hans Christian Andersen (desde la entrada por Vía dei Condotti, hay que atravesar las ocho salas hasta el último salón, con un piano de cola).
18. Plantación Britt y café La Mancha (San José, Costa Rica)
Costa Rica ha hecho del café uno de sus iconos y es impensable pasar por el país latinoamericano sin probar uno de los cafés más famosos del mundo. Un buen lugar puede ser Barva, en el Valle Central. Allí se encuentra el tostadero costarricense más famoso, Britt, que anima a una visita guiada de 90 minutos para conocer su plantación, que también incluye una cata de café e incluso una teatralización de la historia del café.
Los que prefieran simplemente probar un buen café tienen en San José, la capital, muchos locales. Una buena recomendación es el café La Mancha, escondido en un patio del histórico edificio Steinvorth. El establecimiento es fruto de la pasión de un fotógrafo costarricense por esta energizante bebida. Desde el clásico cortado hasta el café de cafetera Chemex, ofrece la tecnología más avanzada en su elaboración. Es un tranquilo local, repleto de fotografías y plantas, que sirve de oasis en el caos callejero.
19. Tortoni (Buenos Aires, Argentina)
La capital argentina heredó de la tradición italiana y española el gusto por los cafés con cristaleras modernistas y mesas de madera, convertidos en centros de la vida social y cultural. Los porteños presumen incluso de ser “la Viena de América”. Y como símbolo de todo esto, el famoso café Tortoni, el más antiguo de Buenos Aires, que fue centro de emblemáticas tertulias literarias. Es aún tan famoso que los autobuses cargados de turistas paran en la puerta, lo que le resta cierto encanto. Pese a todo, es una visita casi obligatoria para cualquiera que visite la ciudad. Lo mejor es pedir un par de churros con chocolate caliente y olvidarse de los precios mientras se disfruta del ambiente.
En Buenos Aires hay otros cafés con sabor literario, como el London City, el favorito de Julio Cortázar, que sitúa en este salón su novela Los premios. En el barrio de Palermo, el punto de encuentro de narradores y poetas porteños es el Varela Varelita, y sus fotos cuelgan de sus paredes. Funciona hasta bien entrada la madrugada, algo muy habitual en Buenos Aires.
20. Camelot (Cracovia, Varsovia)
¿El centro europeo de la cultura del café? Viena, por supuesto. Solo que algunos entendidos consideran Cracovia la capital cafetera secreta. Y es que aquí abundan los cafés instalados en edificios históricos de su casco antiguo y con una larga tradición. Por ejemplo, el café Camelot, donde se puede disfrutar acompañado de un trozo de tarta en sus acogedoras salas iluminadas con velas y mesas con tapetes de encaje. Aquí tampoco faltan los buenos desayunos y almuerzos para los que quieran algo más que un buen café.
miércoles, 19 de abril de 2023
¿Cúando se "jodió" España? Respuesta a Ramón Tamames
El reciente debate sobre la moción de censura ha puesto de relieve, en mi modesta opinión, dos características, una política y otra personal. La primera se refiere a la incuria, incompetencia y desasosiego de la dirección, personal y colectiva, de Vox. No es asunto de mi competencia. La segunda tiene que ver con el patético despliegue que el tan admirado profesor y académico Don Ramón Tamames hizo de su conocimiento de la Historia contemporánea de España. En un momento lanzó una frase, famosa, que me impactó mucho: la superfamosa pregunta de Vargas Llosa sobre “cuándo se jodió el Perú”. Que recuerde, el aspirante a presidente del Gobierno no la respondió taxativamente, pero la dejó caer.
Los historiadores, que no aficionados, hemos dado vueltas y vueltas a una pregunta similar en dos momentos del tiempo. Una, en el extranjero, mientras duró la dictadura con su censura, primero de guerra. Desde la Ley Fraga Iribarne, de 1966, también dentro de España, en este caso todavía con la debida prudencia.
La respuesta general, salvo de aquellos enfeudados de una u otra manera a la dictadura, es que no fue en la revuelta de octubre de 1934. La derecha post 1939 puso más bien el acento en las turbulencias y violencias durante la primavera de 1936, preludio del golpe de Estado comunista. En marzo, una reunión de generales examinó la situación. Los más pelotas de entre los autores profranquistas recalcan las supuestas condiciones que expuso el general de División Francisco Franco para unirse a la misma. Entre ellas, la inminencia del tan cacareado golpe comunista.
De hecho, aquel golpe no se planteó nunca en la realidad. Fue una creación de las derechas más cerriles y que ya reflejaron algunos editoriales de sus periódicos desde antes de 1931. En un libro de próxima aparición, el profesor Francisco Sánchez Pérez examinará el tema con pelos y señales desde la obra seminal de Ben Ami sobre los orígenes de la segunda República.
En contra de lo afirmado por las derechas, España “se jodió” porque los gobiernos de la primavera de 1936 no acertaron, no supieron o no pudieron cortar la amenaza golpista de la que, en principio, deberían haber estado bien informados. Naturalmente, la culpa histórica no fue solo de ellos sino más bien de quienes preparaban un golpe con pretextos espurios.
La inminencia del golpe de Estado comunista solo existía en su imaginación. Durante años, fue la “explicación” más extendida. Lo de la violencia vino después cuando resultó literalmente imposible mantener aquella ficción. No crean los amables lectores que fue un proceso fácil. Todavía a principios del presente siglo un eminente historiador eclesiástico, según se dice miembro del Opus Dei, encontró la forma de revivir dicho mito. Y hace no muchos años, tan solo dos, un distinguido, y jubilado, general de División volvió al tema como si no se hubiese demostrado ampliamente tal pamema.
Los más listos entre los historiadores de derechas evolucionaron a tiempo. Más que la amenaza del supuesto golpe comunista (que en las autoalabanzas militares en tiempos de la dictadura ya preveían para agosto de 1936), lo que contó, según ellos, fue la violencia desatada en las calles de las ciudades españolas, los asesinatos por doquier que tenían lugar en cualquier sitio y, con la vista puesta en la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, los templos incendiados y saqueados por las turbas desmadradas con el beneplácito, si no la pasividad, de las fuerzas de orden público, comandadas por políticos izquierdistas y, para colmo, masones.
Pues no: una larga ristra de historiadores españoles y extranjeros han (hemos) examinado todas estas afirmaciones y demostrado las fabulaciones tras las mismas. Da igual. Vox, un sector del PP, y ahora parece que incluso el tan alabado profesor Tamames, coinciden en señalar que, sin fijar un momento preciso, a España la “jodió” la República. Algunos todavía afirman, con la boca pequeña y sin la menor documentación que lo avale, que fue el resultado de la revolución de octubre de 1934 (que el Ejército, a las órdenes del Gobierno de la República que había declarado oportunamente el estado de guerra no tardó mas de dos semanas en poner coto a tal desmán lo pasan por alto). Es un revival perenne. El ilustre académico profesor Tamames incluso evocó la autoridad de Sir Raymond Carr (lo que Julián Casanova desmintió inmediatamente).
Si no fue en “octubre de 1934” tuvo que serlo en la primavera de 1936. Esto se acerca más a lo que efectivamente ocurrió, pero pocos han sido los historiadores de derechas que hayan profundizado en aquella primavera. Tamames y Vox, al menos, son inequívocos. Retoman las alocuciones en el Congreso de los Diputados de lumbreras políticas tan extraordinarias como José Calvo Sotelo (conspirador de pro) y José María Gil Robles (conspirador sobrevenido) y se quedan tan tranquilos.
Don Ramón Tamames, dando muestras de su erudición y de, aparentemente, estar al día, evocó otra autoridad. Nada menos que la suprema de un expresidente del CSIC y catedrático jubilado de Derecho Administrativo. No consideró oportuno decir más. Podría haberle escamado que tal autoridad no cita absolutamente ninguna fuente, ningún escrito, libro o artículo, y que en la primera parte de su obra (que es la que he leído hasta aburrirme) solo menciona de pasada a un único historiador, el malogrado Javier Tusell. Espero tener ocasión de discrepar de un colega universitario nonagenario.
Así, pues, ¿cuándo se “jodió” España? Para mí la respuesta es inequívoca, después de haber escrito tres libros y varios artículos académicos sobre el tema (y a diferencia de muchos otros historiadores de derechas siguiendo no tesis preconcebidas, sino un procedimiento inductivo: a partir del análisis de las evidencias primarias de época sobre comportamientos reales de políticos y militares): se “jodió” en julio de 1936.
¿Pudo no haber sido así? La respuesta solo puede ser especulativa. Abarca dos términos. Que las derechas, solas o con el centro, hubiesen ganado las elecciones de febrero de 1936. O que la República hubiese decapitado la conspiración que sabía estaba en marcha. ¿Y quiénes fueron los malos de la segunda parte de la película? Pues el por algunos todavía reverenciado presidente, Don Niceto Alcalá-Zamora, incompetente, rencoroso y muy bien pagado, seguido por su sucesor, Don Manuel Azaña, sobre todo en su primera función como presidente del Gobierno. Se admite documentación en contrario, que nadie -que servidor sepa- ha aportado todavía.
Ángel Viñas Historiador, economista, diplomático. Es catedrático emérito de la UCM. Autor de una cuantiosa obra sobre la República y la Guerra de España, su último libro es Oro, guerra, diplomacia. La República Española en tiempos de Stalin, Crítica, 2023.
Los historiadores, que no aficionados, hemos dado vueltas y vueltas a una pregunta similar en dos momentos del tiempo. Una, en el extranjero, mientras duró la dictadura con su censura, primero de guerra. Desde la Ley Fraga Iribarne, de 1966, también dentro de España, en este caso todavía con la debida prudencia.
La respuesta general, salvo de aquellos enfeudados de una u otra manera a la dictadura, es que no fue en la revuelta de octubre de 1934. La derecha post 1939 puso más bien el acento en las turbulencias y violencias durante la primavera de 1936, preludio del golpe de Estado comunista. En marzo, una reunión de generales examinó la situación. Los más pelotas de entre los autores profranquistas recalcan las supuestas condiciones que expuso el general de División Francisco Franco para unirse a la misma. Entre ellas, la inminencia del tan cacareado golpe comunista.
De hecho, aquel golpe no se planteó nunca en la realidad. Fue una creación de las derechas más cerriles y que ya reflejaron algunos editoriales de sus periódicos desde antes de 1931. En un libro de próxima aparición, el profesor Francisco Sánchez Pérez examinará el tema con pelos y señales desde la obra seminal de Ben Ami sobre los orígenes de la segunda República.
En contra de lo afirmado por las derechas, España “se jodió” porque los gobiernos de la primavera de 1936 no acertaron, no supieron o no pudieron cortar la amenaza golpista de la que, en principio, deberían haber estado bien informados. Naturalmente, la culpa histórica no fue solo de ellos sino más bien de quienes preparaban un golpe con pretextos espurios.
La inminencia del golpe de Estado comunista solo existía en su imaginación. Durante años, fue la “explicación” más extendida. Lo de la violencia vino después cuando resultó literalmente imposible mantener aquella ficción. No crean los amables lectores que fue un proceso fácil. Todavía a principios del presente siglo un eminente historiador eclesiástico, según se dice miembro del Opus Dei, encontró la forma de revivir dicho mito. Y hace no muchos años, tan solo dos, un distinguido, y jubilado, general de División volvió al tema como si no se hubiese demostrado ampliamente tal pamema.
Los más listos entre los historiadores de derechas evolucionaron a tiempo. Más que la amenaza del supuesto golpe comunista (que en las autoalabanzas militares en tiempos de la dictadura ya preveían para agosto de 1936), lo que contó, según ellos, fue la violencia desatada en las calles de las ciudades españolas, los asesinatos por doquier que tenían lugar en cualquier sitio y, con la vista puesta en la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, los templos incendiados y saqueados por las turbas desmadradas con el beneplácito, si no la pasividad, de las fuerzas de orden público, comandadas por políticos izquierdistas y, para colmo, masones.
Pues no: una larga ristra de historiadores españoles y extranjeros han (hemos) examinado todas estas afirmaciones y demostrado las fabulaciones tras las mismas. Da igual. Vox, un sector del PP, y ahora parece que incluso el tan alabado profesor Tamames, coinciden en señalar que, sin fijar un momento preciso, a España la “jodió” la República. Algunos todavía afirman, con la boca pequeña y sin la menor documentación que lo avale, que fue el resultado de la revolución de octubre de 1934 (que el Ejército, a las órdenes del Gobierno de la República que había declarado oportunamente el estado de guerra no tardó mas de dos semanas en poner coto a tal desmán lo pasan por alto). Es un revival perenne. El ilustre académico profesor Tamames incluso evocó la autoridad de Sir Raymond Carr (lo que Julián Casanova desmintió inmediatamente).
Si no fue en “octubre de 1934” tuvo que serlo en la primavera de 1936. Esto se acerca más a lo que efectivamente ocurrió, pero pocos han sido los historiadores de derechas que hayan profundizado en aquella primavera. Tamames y Vox, al menos, son inequívocos. Retoman las alocuciones en el Congreso de los Diputados de lumbreras políticas tan extraordinarias como José Calvo Sotelo (conspirador de pro) y José María Gil Robles (conspirador sobrevenido) y se quedan tan tranquilos.
Don Ramón Tamames, dando muestras de su erudición y de, aparentemente, estar al día, evocó otra autoridad. Nada menos que la suprema de un expresidente del CSIC y catedrático jubilado de Derecho Administrativo. No consideró oportuno decir más. Podría haberle escamado que tal autoridad no cita absolutamente ninguna fuente, ningún escrito, libro o artículo, y que en la primera parte de su obra (que es la que he leído hasta aburrirme) solo menciona de pasada a un único historiador, el malogrado Javier Tusell. Espero tener ocasión de discrepar de un colega universitario nonagenario.
Así, pues, ¿cuándo se “jodió” España? Para mí la respuesta es inequívoca, después de haber escrito tres libros y varios artículos académicos sobre el tema (y a diferencia de muchos otros historiadores de derechas siguiendo no tesis preconcebidas, sino un procedimiento inductivo: a partir del análisis de las evidencias primarias de época sobre comportamientos reales de políticos y militares): se “jodió” en julio de 1936.
¿Pudo no haber sido así? La respuesta solo puede ser especulativa. Abarca dos términos. Que las derechas, solas o con el centro, hubiesen ganado las elecciones de febrero de 1936. O que la República hubiese decapitado la conspiración que sabía estaba en marcha. ¿Y quiénes fueron los malos de la segunda parte de la película? Pues el por algunos todavía reverenciado presidente, Don Niceto Alcalá-Zamora, incompetente, rencoroso y muy bien pagado, seguido por su sucesor, Don Manuel Azaña, sobre todo en su primera función como presidente del Gobierno. Se admite documentación en contrario, que nadie -que servidor sepa- ha aportado todavía.
Ángel Viñas Historiador, economista, diplomático. Es catedrático emérito de la UCM. Autor de una cuantiosa obra sobre la República y la Guerra de España, su último libro es Oro, guerra, diplomacia. La República Española en tiempos de Stalin, Crítica, 2023.
¿En qué momento se había jodido el Perú?
JUAN CRUZ
Mario Vargas Llosa tenía claro con qué libros (ajenos) del boom de la literatura latinoamericana de los sesenta se quedaría. Cuando cumplió 70 años, hace seis, le preguntaron por esa lista. Y dijo: "Con todo Borges; con Cien años de soledad, de García Márquez; con El reino de este mundo, de Carpentier; con muchos cuentos de Cortázar; con La vida breve y con muchos cuentos de Onetti, el escritor que, con la distancia que da el tiempo, vislumbro ahora como el mejor de todos nosotros". Y entonces el periodista le preguntó:
-¿Y su libro?
Respondió Vargas Llosa:
-Yo no sé meterme en estas clasificaciones. Pero si yo tuviera que salvar algún libro mío, probablemente sería Conversación en La Catedral. Porque es el libro que más me costó escribir.
'Conversación en La Catedral', mañana con EL PAÍS por 7,95 euros Así que, probablemente el mejor libro de Mario Vargas Llosa para el propio premio Nobel de 2010, cuya biblioteca completa publica ahora EL PAÍS. Y mañana corresponde ese título.
No es una novela, simplemente, es un mundo, un universo novelesco que Vargas Llosa construyó como quien pone en pie un rascacielos. El trasunto, como en tantas novelas del escritor de La ciudad y los perros, en cuya complejidad tanto se mira, es la propia biografía de Vargas (Zavalita en el libro), joven periodista que asiste al decaimiento catastrófico de Perú y reflexiona, con un periodista más veterano, en las razones de esa indefectible caída. "¿En qué momento se jodió el Perú?", motto del libro, se convirtió desde Conversación en La Catedral en una especie de interrogante retórica no solo por el punto de partida de ese hecho, el momento en que se cifra la decadencia peruana, sino en un análisis desencantado de su presente y de su porvenir.
El pasado en el que se basa esa pregunta entre melancólica y catastrófica es el Perú del dictador Manuel Apolinario Odría, que gobernó Perú entre 1948 y 1856. Cuenta Vargas Llosa, en el prólogo de la novela: "En esos ocho años, en una sociedad embotellada, en la que estaban prohibidos los partidos y las actividades cívicas, había numerosos presos políticos y centenares de exiliados, los peruanos de mi generación pasamos de niños a jóvenes, y de jóvenes a hombres. Todavía peor que los crímenes y atropellos que el régimen cometía con impunidad era la profunda corrupción que, desde el centro del poder, irradiaba hacia todos los sectores e instituciones, envileciendo la vida entera".
Ese es el clima de Conversación en La Catedral, la realidad que le da tono a esa conversación desencantada que tiene lugar en una cervecería popular, La Catedral, por la que van pasando los fantasmas y los demonios del Perú que se jode bajo el influjo perverso de la dictadura. Un clima de "cinismo, apatía, resignación y podredumbre moral del Perú del ochenio" es la materia prima de Conversación en La Catedral.
Cuando la empezó a escribir, aquel Zavalita que era trasunto del joven Vargas era, otra vez, periodista, pero en París; ya era un lector de Tolstói, Balzac y Flaubert, y ahí, en esas condiciones de vida y de escritura, abordó la ficción más comprometida de su larga vida de autor de ficciones, pues quería encerrar el mundo en un buen puñado de páginas para explicar cómo se ha ido al garete el país en el que había nacido.
Logró el clima, construyó los personajes con una maestría que marcaría ya para siempre su manera de expresar la novela y creó una de las ficciones más importantes de la historia literaria en el español del siglo XX. Eso es lo que le lleva a decir, en el prólogo de la obra, lo mismo que le dijo al periodista cuando cumplió 70 años: "Ninguna otra novela me ha dado tanto trabajo; por eso, si tuviera que salvar del fuego una sola de las que he escrito, salvaría esta". Se jodió Perú, pero se consolidó la voz del que iba a ser su más importante novelista.
Mario Vargas Llosa tenía claro con qué libros (ajenos) del boom de la literatura latinoamericana de los sesenta se quedaría. Cuando cumplió 70 años, hace seis, le preguntaron por esa lista. Y dijo: "Con todo Borges; con Cien años de soledad, de García Márquez; con El reino de este mundo, de Carpentier; con muchos cuentos de Cortázar; con La vida breve y con muchos cuentos de Onetti, el escritor que, con la distancia que da el tiempo, vislumbro ahora como el mejor de todos nosotros". Y entonces el periodista le preguntó:
-¿Y su libro?
Respondió Vargas Llosa:
-Yo no sé meterme en estas clasificaciones. Pero si yo tuviera que salvar algún libro mío, probablemente sería Conversación en La Catedral. Porque es el libro que más me costó escribir.
'Conversación en La Catedral', mañana con EL PAÍS por 7,95 euros Así que, probablemente el mejor libro de Mario Vargas Llosa para el propio premio Nobel de 2010, cuya biblioteca completa publica ahora EL PAÍS. Y mañana corresponde ese título.
No es una novela, simplemente, es un mundo, un universo novelesco que Vargas Llosa construyó como quien pone en pie un rascacielos. El trasunto, como en tantas novelas del escritor de La ciudad y los perros, en cuya complejidad tanto se mira, es la propia biografía de Vargas (Zavalita en el libro), joven periodista que asiste al decaimiento catastrófico de Perú y reflexiona, con un periodista más veterano, en las razones de esa indefectible caída. "¿En qué momento se jodió el Perú?", motto del libro, se convirtió desde Conversación en La Catedral en una especie de interrogante retórica no solo por el punto de partida de ese hecho, el momento en que se cifra la decadencia peruana, sino en un análisis desencantado de su presente y de su porvenir.
El pasado en el que se basa esa pregunta entre melancólica y catastrófica es el Perú del dictador Manuel Apolinario Odría, que gobernó Perú entre 1948 y 1856. Cuenta Vargas Llosa, en el prólogo de la novela: "En esos ocho años, en una sociedad embotellada, en la que estaban prohibidos los partidos y las actividades cívicas, había numerosos presos políticos y centenares de exiliados, los peruanos de mi generación pasamos de niños a jóvenes, y de jóvenes a hombres. Todavía peor que los crímenes y atropellos que el régimen cometía con impunidad era la profunda corrupción que, desde el centro del poder, irradiaba hacia todos los sectores e instituciones, envileciendo la vida entera".
Ese es el clima de Conversación en La Catedral, la realidad que le da tono a esa conversación desencantada que tiene lugar en una cervecería popular, La Catedral, por la que van pasando los fantasmas y los demonios del Perú que se jode bajo el influjo perverso de la dictadura. Un clima de "cinismo, apatía, resignación y podredumbre moral del Perú del ochenio" es la materia prima de Conversación en La Catedral.
Cuando la empezó a escribir, aquel Zavalita que era trasunto del joven Vargas era, otra vez, periodista, pero en París; ya era un lector de Tolstói, Balzac y Flaubert, y ahí, en esas condiciones de vida y de escritura, abordó la ficción más comprometida de su larga vida de autor de ficciones, pues quería encerrar el mundo en un buen puñado de páginas para explicar cómo se ha ido al garete el país en el que había nacido.
Logró el clima, construyó los personajes con una maestría que marcaría ya para siempre su manera de expresar la novela y creó una de las ficciones más importantes de la historia literaria en el español del siglo XX. Eso es lo que le lleva a decir, en el prólogo de la obra, lo mismo que le dijo al periodista cuando cumplió 70 años: "Ninguna otra novela me ha dado tanto trabajo; por eso, si tuviera que salvar del fuego una sola de las que he escrito, salvaría esta". Se jodió Perú, pero se consolidó la voz del que iba a ser su más importante novelista.
martes, 18 de abril de 2023
_- Thomas Piketty, azote de los ricos. Una década de verdades incómodas y pocos avances.
_- ‘El Capital en el Siglo XXI’, de Thomas Piketty, cumple 10 años. Pese a su enorme influencia intelectual y académica, una década después, la desigualdad sigue aumentando y el debate sobre la fiscalidad global continúa más abierto que nunca.
The poor stay poor, the rich get rich
That’s how it goes, everybody knows
Leonard Cohen
Hace exactamente diez años se publicaba en su versión en français lo que podríamos denominar como la biblia de la izquierda posmoderna: El Capital en el Siglo XXI, del por aquel entonces no tan conocido y hoy economista estrella, Thomas Piketty.
Para aquellos que habéis vivido debajo de una piedra, o mejor dicho, habéis podido disfrutar tranquilamente de la última década, dejadme que os resuma. Mr Piketty, haciendo un claro guiño a Mr. Marx (Karl) argumenta que el sistema capitalista tal y como está construido sólo puede dar lugar a un aumento constante de la desigualdad. Un alegato que claramente no fue comprado por las grandes fortunas mundiales.
Ochocientas dieciséis páginas de análisis económico y político que podemos resumir en una sola fórmula: r > g. Cuando el retorno de las inversiones en capital son mucho más rentables que los retornos del trabajo (durante un espacio de tiempo considerable) el capitalismo desencadena automática y perversamente un aumento espeluznante de la desigualdad. Y ello, a la postre, desincentiva la pocas ganas de trabajar que nos quedaban. ¿Les suena la gran dimisión?
En otras palabras: que dejes de hacer el idiota y te compres un piso en Chueca con la herencia de tu abuela (si es que eres de los afortunados que tienes abuela con piso) antes de ponerte a estudiar en ICADE. Trabajar está sobrevalorado y no da para mucho. Pero ser un hipster con piso propio que alquila a guiris en airbnb por un pastizal es una manera óptima de comprender el capitalismo. Aunque uno siempre haya sido de izquierdas. Y proclame que lo sigue siendo.
La cuestión es que desde su publicación en 2013 Mr Pikkety ha inundado no sólo las librerías, sino el discurso de la izquierda global. Y lo ha hecho en particular con una frase: Tax the Rich. Es tentador pensar que sólo ha sido un fenómeno fan entre estudiantes de economía y ciencia política, pero ha conseguido conquistar el discurso mainstream, llegando nada más y nada menos que a la Met Gala de la mano de Alexandra Ocasio-Cortez, la congresista más joven (y cool) de la historia de Estados Unidos.
Grosso modo, la propuesta consiste en imponer una tasa a la riqueza de los mega-ricos con el fin de recaudar y redistribuir esos millones entre el llamado precariado (otro concepto de moda entre la izquierda). Esta idea ya se ha traducido en propuestas concretas en España. Tras Yolanda Díaz, única invitada a la puesta de largo española del economista francés, Teresa Ribera ha sido una de las últimas en unirse a la ola Pikettiana sugiriendo una tasa climática a los más ricos para contribuir a los costes derivados de la lucha contra el desastre climático. La factura promete ser tan colosal como el desafío a costear.
Más allá del brillo intelectual de algunas de estas ideas y del buen estilo literario del autor (algo raro entre economistas), la pregunta relevante quizá sea: ¿Hemos aprendido algo o sólo hemos conseguido engordar, paradójicamente, la cuenta corriente y el ego de Monsieur Piketty? Aquí van unas reflexiones de una fan declarada y, a la postre, acaso poco agradecida.
Todos sabemos que a partir de septiembre del 2008 la desigualdad comenzó a escalar hacia niveles históricos y obscenos (y algunos aún no nos hemos recuperado, económica ni democráticamente). No hace falta acudir a ningún gráfico. Si tomamos el año 2013 como base y el índice Gini como referencia que mide de 0 a 1 cómo de desiguales son las sociedades (siendo el 0 el ideal de igualdad en riqueza) vemos que desde la publicación del aclamado libro no mucho ha cambiado sustancialmente. Al menos no a mejor.
Los niveles de desigualdad se encuentran hoy mundialmente cerca del 0,85 (en España 0,71), un nivel que se ha mantenido más o menos constante desde que vio la luz el bestseller que nos ocupa. A pesar de que la desigualdad no ha aumentado de forma estrepitosa (aunque sea escandalosa), eso no quiere decir que podamos abrir el champagne. Ni mucho menos, lo que esta tendencia refleja es algo muy triste: nos sigue resbalando la desigualdad.
Por supuesto, hay muchos factores que han hecho que esta desigualdad mantenga cifras espeluznantes, entre los que se encuentran la presidencia de Donald Trump, una pandemia, el desvarío de Putin y un mundial de fútbol en Catar. Son numerosos los gobiernos, políticos e influencers que han intentado aportar al debate con desigual suerte. Sin embargo, no hemos dado ni con la tecla ni con la fórmula. De hecho, diría que al revés, la hemos cagado bastante.
¿Estoy loca? Sin duda, pero:
Según el último informe de Tax Justice, se pierden más de 400.000 millones de euros al año en paraísos fiscales. O, lo que es lo mismo, el doble del PIB de Ucrania en 2021 antes de ser invadida; o el patrimonio familiar hipotético si Elon Musk y Jeff Bezos decidieran darse el sí quiero. Da que pensar. En España, los tax havens se llevan un 0,5% de nuestro PIB. No hace falta decir que hecha la norma, hecha la trampa. Parece poco apropiado decir que el discurso victimista y señalador hacia los ricos haya funcionado. Pregunta: ¿ha funcionado alguna vez demonizar a los ricos sin legitimar gobiernos decepcionantes en el nombre del pueblo? Está claro que la jugada no está siendo la ganadora, principalmente por tres razones:
Una. Nadie ha tenido la valentía (ni creo que la tenga) de impulsar y capitanear las negociaciones para establecer una tratado internacional (más allá de la UE) que establezca las bases del impuesto global sobre el patrimonio que Piketty plantea. En este sentido, su propuesta aunque loable, resulta obviamente idealista y peligrosamente contraproducente.
Dos. Lo que es un poco ridículo (e ingenuo) es querer imponer una tasa a los más ricos (y que estos la paguen alegremente) con un discurso que los criminaliza y los hace sentir como los villanos de una película (en la bastantes de ellos a menudo lo sean). Qué queréis que os diga. A nadie le gusta que le quiten pasta de su cuenta bancaria por muy capitalista, socialista o comunista que seas. Y por supuesto, esto a los mega-ricos que creen firmemente que su posición social no es cuestión de azar sino de mucho esfuerzo y sudor, les gusta aún menos.
Y tres. No hay nada de lo que disfrute más el top 1% que una cuenta de resultados positiva para seguir invirtiendo pasta. Y la cuenta de resultados del sistema redistributivo español deja mucho que desear. Según datos de 2020 del Observatorio social de La Caixa, la capacidad redistributiva del sistema de impuestos y transferencias español está entre las más bajas de la Unión Europea, con una reducción de 0,194 en el índice de Gini, algo que advirtieron ya en 2013 desde FUNCAS. La cosa es que si queremos convencer a los ricos (o realmente a cualquiera) de pagar impuestos, empecemos por ajustar y mejorar el sistema. Es hora de dejar de echar balones fuera y mirarnos un poco en el espejo.
Habiendo dicho todo esto, no es que no haya que imponer un impuesto a la riqueza del top ya sea el 1%, 5% o 10%. Ni mucho menos. Como una discípula (o groupie) más del economista francés, creo que no estamos entendiendo bien el problema de fondo que Mr Piketty plantea. Nuestro sistema económico está incentivando acumular capital en vez de promover el trabajo. Algo más que cobrarle a los ricos hay que hacer.
El problema principal, como yo lo veo, reside en que en una sociedad cansada, víctima del burnout y con trabajos miserables, el riesgo de fomentar esta contra-cultura demonizadora de la acumulación de capital es más delicado (y peligroso) que nunca. Una población que prefiere invertir el poco dinero que le queda en la cuenta bancaria en una casa de apuestas porque el trabajo ya no dignifica mínimamente la vida. Este es el problema. Si currar es de losers todo el castillo de naipes de la meritocracia se hunde.
Creo firmemente que si de verdad queremos conseguir luchar contra la desigualdad colectivamente, ya es hora de cambiar la narrativa, el discurso y la demagogia. Lo que no podemos pretender es hacer creer a la ciudadanía que con una tasa a los más ricos el problema se termina. Por supuesto que necesitamos un sistema fiscal más equitativo de lo que tenemos ahora, pero no pretendamos convencernos de que estamos así de mal sólo porque se nos fugan millones a paraísos fiscales. La cosa va mucho más allá de eso.
Para terminar ya, no podemos olvidar que la desigualdad se erradica si empezamos desde la cuna. Todo lo demás son parches. Por lo tanto, lo que es realmente necesario es implantar medidas pre-distributivas (que por lo general son más seductoras para todos los públicos) que estrechen aquellas fracturas antes de que perpetúen las brechas entre clases y entre generaciones. Por ejemplo, deberíamos empezar por una sanidad y una educación de calidad que ayude a no tener ciudadanos de primera y de segunda nada más nacer. Mi hija de dos meses fue a vacunarse la semana pasada y una vacuna que neutraliza las infecciones gastrointestinales (voluntaria claro, pero muy recomendable según el pediatra) cuesta 96 euros. Mi hija no tendrá tantos dolores de tripa como algún otro bebé a quién no puedan pagársela. A partir de ahí, comienza la condena de demasiados. Por supuesto, es fundamental un sistema fiscal que dote al Estado de capacidad de acción. Pero, por favor, dejemos de pensar que todos los políticos y las políticas son iguales.
Si no puedes con tu enemigo, únete a él. O eso dicen. Lo más inteligente sería dar un volantazo a la estrategia y, sobre todo, a la mentalidad proletaria y cuasi-revolucionaria que lleva con indisimulado orgullo desde hace mucho tiempo la izquierda. ¿Cómo hacerlo? Sinceridad, profesionalidad, desmitificación, abandonando dogmatismos, afrontando contradicciones y creando país. Y educando en todo, con todos, a todos. A ver si para el 20 aniversario puedo escribir otra cosa.
* Elsa Arnaiz Chico es burgalesa, graduada en Derecho y Relaciones Internacionales por la IE University y máster en Big Data por la IE Business School. Presidenta de Talento para el Futuro, el primer ‘lobby’ que trabaja para que la juventud tenga un futuro, preferiblemente mejor.
The poor stay poor, the rich get rich
That’s how it goes, everybody knows
Leonard Cohen
Hace exactamente diez años se publicaba en su versión en français lo que podríamos denominar como la biblia de la izquierda posmoderna: El Capital en el Siglo XXI, del por aquel entonces no tan conocido y hoy economista estrella, Thomas Piketty.
Para aquellos que habéis vivido debajo de una piedra, o mejor dicho, habéis podido disfrutar tranquilamente de la última década, dejadme que os resuma. Mr Piketty, haciendo un claro guiño a Mr. Marx (Karl) argumenta que el sistema capitalista tal y como está construido sólo puede dar lugar a un aumento constante de la desigualdad. Un alegato que claramente no fue comprado por las grandes fortunas mundiales.
Ochocientas dieciséis páginas de análisis económico y político que podemos resumir en una sola fórmula: r > g. Cuando el retorno de las inversiones en capital son mucho más rentables que los retornos del trabajo (durante un espacio de tiempo considerable) el capitalismo desencadena automática y perversamente un aumento espeluznante de la desigualdad. Y ello, a la postre, desincentiva la pocas ganas de trabajar que nos quedaban. ¿Les suena la gran dimisión?
En otras palabras: que dejes de hacer el idiota y te compres un piso en Chueca con la herencia de tu abuela (si es que eres de los afortunados que tienes abuela con piso) antes de ponerte a estudiar en ICADE. Trabajar está sobrevalorado y no da para mucho. Pero ser un hipster con piso propio que alquila a guiris en airbnb por un pastizal es una manera óptima de comprender el capitalismo. Aunque uno siempre haya sido de izquierdas. Y proclame que lo sigue siendo.
La cuestión es que desde su publicación en 2013 Mr Pikkety ha inundado no sólo las librerías, sino el discurso de la izquierda global. Y lo ha hecho en particular con una frase: Tax the Rich. Es tentador pensar que sólo ha sido un fenómeno fan entre estudiantes de economía y ciencia política, pero ha conseguido conquistar el discurso mainstream, llegando nada más y nada menos que a la Met Gala de la mano de Alexandra Ocasio-Cortez, la congresista más joven (y cool) de la historia de Estados Unidos.
Grosso modo, la propuesta consiste en imponer una tasa a la riqueza de los mega-ricos con el fin de recaudar y redistribuir esos millones entre el llamado precariado (otro concepto de moda entre la izquierda). Esta idea ya se ha traducido en propuestas concretas en España. Tras Yolanda Díaz, única invitada a la puesta de largo española del economista francés, Teresa Ribera ha sido una de las últimas en unirse a la ola Pikettiana sugiriendo una tasa climática a los más ricos para contribuir a los costes derivados de la lucha contra el desastre climático. La factura promete ser tan colosal como el desafío a costear.
Más allá del brillo intelectual de algunas de estas ideas y del buen estilo literario del autor (algo raro entre economistas), la pregunta relevante quizá sea: ¿Hemos aprendido algo o sólo hemos conseguido engordar, paradójicamente, la cuenta corriente y el ego de Monsieur Piketty? Aquí van unas reflexiones de una fan declarada y, a la postre, acaso poco agradecida.
Todos sabemos que a partir de septiembre del 2008 la desigualdad comenzó a escalar hacia niveles históricos y obscenos (y algunos aún no nos hemos recuperado, económica ni democráticamente). No hace falta acudir a ningún gráfico. Si tomamos el año 2013 como base y el índice Gini como referencia que mide de 0 a 1 cómo de desiguales son las sociedades (siendo el 0 el ideal de igualdad en riqueza) vemos que desde la publicación del aclamado libro no mucho ha cambiado sustancialmente. Al menos no a mejor.
Los niveles de desigualdad se encuentran hoy mundialmente cerca del 0,85 (en España 0,71), un nivel que se ha mantenido más o menos constante desde que vio la luz el bestseller que nos ocupa. A pesar de que la desigualdad no ha aumentado de forma estrepitosa (aunque sea escandalosa), eso no quiere decir que podamos abrir el champagne. Ni mucho menos, lo que esta tendencia refleja es algo muy triste: nos sigue resbalando la desigualdad.
Por supuesto, hay muchos factores que han hecho que esta desigualdad mantenga cifras espeluznantes, entre los que se encuentran la presidencia de Donald Trump, una pandemia, el desvarío de Putin y un mundial de fútbol en Catar. Son numerosos los gobiernos, políticos e influencers que han intentado aportar al debate con desigual suerte. Sin embargo, no hemos dado ni con la tecla ni con la fórmula. De hecho, diría que al revés, la hemos cagado bastante.
¿Estoy loca? Sin duda, pero:
Según el último informe de Tax Justice, se pierden más de 400.000 millones de euros al año en paraísos fiscales. O, lo que es lo mismo, el doble del PIB de Ucrania en 2021 antes de ser invadida; o el patrimonio familiar hipotético si Elon Musk y Jeff Bezos decidieran darse el sí quiero. Da que pensar. En España, los tax havens se llevan un 0,5% de nuestro PIB. No hace falta decir que hecha la norma, hecha la trampa. Parece poco apropiado decir que el discurso victimista y señalador hacia los ricos haya funcionado. Pregunta: ¿ha funcionado alguna vez demonizar a los ricos sin legitimar gobiernos decepcionantes en el nombre del pueblo? Está claro que la jugada no está siendo la ganadora, principalmente por tres razones:
Una. Nadie ha tenido la valentía (ni creo que la tenga) de impulsar y capitanear las negociaciones para establecer una tratado internacional (más allá de la UE) que establezca las bases del impuesto global sobre el patrimonio que Piketty plantea. En este sentido, su propuesta aunque loable, resulta obviamente idealista y peligrosamente contraproducente.
Dos. Lo que es un poco ridículo (e ingenuo) es querer imponer una tasa a los más ricos (y que estos la paguen alegremente) con un discurso que los criminaliza y los hace sentir como los villanos de una película (en la bastantes de ellos a menudo lo sean). Qué queréis que os diga. A nadie le gusta que le quiten pasta de su cuenta bancaria por muy capitalista, socialista o comunista que seas. Y por supuesto, esto a los mega-ricos que creen firmemente que su posición social no es cuestión de azar sino de mucho esfuerzo y sudor, les gusta aún menos.
Y tres. No hay nada de lo que disfrute más el top 1% que una cuenta de resultados positiva para seguir invirtiendo pasta. Y la cuenta de resultados del sistema redistributivo español deja mucho que desear. Según datos de 2020 del Observatorio social de La Caixa, la capacidad redistributiva del sistema de impuestos y transferencias español está entre las más bajas de la Unión Europea, con una reducción de 0,194 en el índice de Gini, algo que advirtieron ya en 2013 desde FUNCAS. La cosa es que si queremos convencer a los ricos (o realmente a cualquiera) de pagar impuestos, empecemos por ajustar y mejorar el sistema. Es hora de dejar de echar balones fuera y mirarnos un poco en el espejo.
Habiendo dicho todo esto, no es que no haya que imponer un impuesto a la riqueza del top ya sea el 1%, 5% o 10%. Ni mucho menos. Como una discípula (o groupie) más del economista francés, creo que no estamos entendiendo bien el problema de fondo que Mr Piketty plantea. Nuestro sistema económico está incentivando acumular capital en vez de promover el trabajo. Algo más que cobrarle a los ricos hay que hacer.
El problema principal, como yo lo veo, reside en que en una sociedad cansada, víctima del burnout y con trabajos miserables, el riesgo de fomentar esta contra-cultura demonizadora de la acumulación de capital es más delicado (y peligroso) que nunca. Una población que prefiere invertir el poco dinero que le queda en la cuenta bancaria en una casa de apuestas porque el trabajo ya no dignifica mínimamente la vida. Este es el problema. Si currar es de losers todo el castillo de naipes de la meritocracia se hunde.
Creo firmemente que si de verdad queremos conseguir luchar contra la desigualdad colectivamente, ya es hora de cambiar la narrativa, el discurso y la demagogia. Lo que no podemos pretender es hacer creer a la ciudadanía que con una tasa a los más ricos el problema se termina. Por supuesto que necesitamos un sistema fiscal más equitativo de lo que tenemos ahora, pero no pretendamos convencernos de que estamos así de mal sólo porque se nos fugan millones a paraísos fiscales. La cosa va mucho más allá de eso.
Para terminar ya, no podemos olvidar que la desigualdad se erradica si empezamos desde la cuna. Todo lo demás son parches. Por lo tanto, lo que es realmente necesario es implantar medidas pre-distributivas (que por lo general son más seductoras para todos los públicos) que estrechen aquellas fracturas antes de que perpetúen las brechas entre clases y entre generaciones. Por ejemplo, deberíamos empezar por una sanidad y una educación de calidad que ayude a no tener ciudadanos de primera y de segunda nada más nacer. Mi hija de dos meses fue a vacunarse la semana pasada y una vacuna que neutraliza las infecciones gastrointestinales (voluntaria claro, pero muy recomendable según el pediatra) cuesta 96 euros. Mi hija no tendrá tantos dolores de tripa como algún otro bebé a quién no puedan pagársela. A partir de ahí, comienza la condena de demasiados. Por supuesto, es fundamental un sistema fiscal que dote al Estado de capacidad de acción. Pero, por favor, dejemos de pensar que todos los políticos y las políticas son iguales.
Si no puedes con tu enemigo, únete a él. O eso dicen. Lo más inteligente sería dar un volantazo a la estrategia y, sobre todo, a la mentalidad proletaria y cuasi-revolucionaria que lleva con indisimulado orgullo desde hace mucho tiempo la izquierda. ¿Cómo hacerlo? Sinceridad, profesionalidad, desmitificación, abandonando dogmatismos, afrontando contradicciones y creando país. Y educando en todo, con todos, a todos. A ver si para el 20 aniversario puedo escribir otra cosa.
* Elsa Arnaiz Chico es burgalesa, graduada en Derecho y Relaciones Internacionales por la IE University y máster en Big Data por la IE Business School. Presidenta de Talento para el Futuro, el primer ‘lobby’ que trabaja para que la juventud tenga un futuro, preferiblemente mejor.
“Tenemos 7 sentidos, y los 5 más conocidos son los menos importantes”
Mientras lees estas líneas, ¿cómo está tu cuerpo? ¿erguido o encorvado? Y tu rostro, ¿está relajado o tienes el ceño fruncido?
Nuestra postura y nuestro rostro envían importantes señales a nuestro cerebro, y es una información a la que nuestro cerebro responde, según explicó la neurocientífica española Nazareth Castellanos, investigadora del Laboratorio Nirakara-Lab, cátedra extraordinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
"Si yo tengo una cara enfadada, el cerebro interpreta que esta cara es propia de enfado y por tanto activa mecanismos de enfado", afirmó Castellanos.
De la misma forma, "cuando el cuerpo tiene una postura propia de estar triste, el cerebro comienza a activar mecanismos neuronales propios de estar triste".
Nuestro cerebro interactúa con el resto del cuerpo en muchas más formas de las que se pensaba. Y es que "no tenemos solo cinco sentidos, sino que tenemos siete", señaló la científica. Y los cinco sentidos más conocidos, el gusto, el olfato etc, "son para el cerebro los menos importantes".
Nazareth Castellanos habló con BBC Mundo sobre cómo influyen en el cerebro la postura y las expresiones del rostro, cuál es el poder de una sonrisa, y qué hacer para aprender a escuchar "los susurros del cuerpo".
¿Cómo llegaste a investigar la relación entre la postura y el cerebro?
Empecé a replantearme la neurociencia después de llevar 20 años investigando sólo el cerebro. Me parecía extraño que la conducta humana sólo se apoyase en un órgano, que era el que está en la cabeza.
Antes había comenzado a estudiar la influencia de órganos como el intestino en el cerebro. Y decía, no puede ser igual para el cerebro que mi cuerpo esté encorvado o que mi cuerpo esté recto. Entonces empecé a indagar, a ver qué decía la literatura científica; descubrí cosas que me parecieron absolutamente sorprendentes y pensé, esto lo tiene que saber todo el mundo.
¿Podrías explicarnos entonces por qué la postura es importante y cómo influye en el cerebro?
Lo importante es entender que ahora la neurociencia reconoce que tenemos siete sentidos.
En la escuela siempre nos han enseñado que tenemos cinco - el olfato, la vista, el oído, el tacto y el gusto- que son los sentidos de la exterocepción, es decir, lo de fuera. Y esto es muy simbólico, porque hasta ahora la ciencia ha estado más interesada en estudiar la relación del ser humano con lo de fuera.
Ahora la neurociencia ha dicho desde hace como unos cinco años que hay que ampliar esto. No tenemos solo cinco sentidos, sino que tenemos siete. Y resulta que los cinco sentidos de la exterocepción -el oído, etc- son los menos importantes. El número uno, el sentido más importante, es la interocepción.
Los dos sentidos más importantes para el cerebro son la interocepción y la propiocepción.
¿Qué significa interocepción?
Es la información que le llega al cerebro de lo que sucede dentro del organismo. Lo que está pasando dentro de los órganos.
Estamos hablando del corazón, de la respiración, del estómago, del intestino. Es el sentido número uno porque de todo lo que suceda es a lo que el cerebro le va a dar la máxima importancia, es prioritario para el cerebro.
Y el número dos en prioridad es el sentido de la propiocepción, la información que le llega al cerebro de cómo está mi cuerpo por fuera, la postura, los gestos y las sensaciones que yo tengo a lo largo de mi cuerpo.
Por ejemplo, las sensaciones en la tripa cuando nos ponemos nerviosos, o un nudo en la garganta, o la pesadez de ojos cuando estamos cansados La propiocepción es el segundo sentido más importante. Y luego vienen los cinco.
¿Qué significa que la interocepción y la propiocepción son los sentidos primero y segundo para el cerebro?
Ya se conocía que el cerebro tiene que saber cómo está todo el cuerpo, pero antes se pensaba que era una información pasiva, el cambio ahora es que esto es un sentido. Es decir, un sentido es aquella información que el cerebro recibe y a la que debe responder.
Según lo que esté sucediendo, el cerebro tiene que actuar de una forma o de otra, y este es el gran cambio.
"Cuando yo frunzo el ceño estoy activando mi amígdala...cuando llegue una situación estresante se va a hiperactivar, y esto hará que yo hiperreaccione".
¿En qué parte del cerebro percibimos nuestra postura o gestos?
En nuestro cerebro hay una zona que es como una diadema, como la que te pones para retirarte el pelo. Esto se llama la corteza somatosensorial, y allí está representado mi cuerpo.
Esto se descubrió en el año 1952, y lo que se pensaba es que aquellas zonas que son más grandes en nuestro cuerpo tienen más neuronas en el cerebro. Por tanto, lo que se pensaba es que a la espalda, que es muy grande, el cerebro le dedicaba muchas más neuronas que, por ejemplo, a mi dedo meñique.
Pero se descubrió que no, que el cerebro da más importancia a unas partes del cuerpo que a otras, y a lo que el cerebro da más importancia de todo el cuerpo es a la cara, a las manos y a la curvatura del cuerpo.
Entonces mi dedo meñique tiene como cien veces más neuronas dedicadas a él que toda la espalda, que toda la pierna, porque las manos son muy importantes para nosotros. Fíjate que cuando hablamos estamos utilizando las manos, estamos activando esas zonas del cerebro.
¿Cómo influyen en el cerebro los gestos de la cara?
El cerebro da una importancia tremenda a lo que sucede en la cara.
Aquí se han visto cosas que son muy importantes. Por una parte se vio que las personas que fruncen el ceño -y esto es algo que hacemos mucho con los móviles que tienen pantallas pequeñas- están activando una zona relacionada con la amígdala. Es una parte del cerebro que está en zonas profundas y que está más involucrada en la emoción.
Cuando yo frunzo el ceño estoy activando mi amígdala, por tanto, si llega una situación que es estresante me voy a excitar más, voy a reaccionar más, porque yo ya tengo esa zona preparada. La amígdala, que es como una almendra, es una zona que cuando llega una situación estresante se activa, crece más.
Entonces es una zona que es mejor tener calmada.
Pero si ya está activada, cuando llegue una situación estresante se va a hiperactivar, y esto hará que yo hipereaccione.
Intentar suavizar esta parte, el ceño, desactiva un poco nuestra amígdala, relaja.
En una charla mencionaste un estudio fascinante con bolígrafos que muestra cómo fruncir el ceño o sonreír cambia la forma en que interpretamos el mundo. ¿Podrías explicarnos este estudio?
Además de la musculatura alrededor de los ojos, la segunda parte importante para el cerebro en la cara es la boca. No somos conscientes del poder que tiene, es impresionante.
Entonces lo que hicieron los estudios, para ver la hipótesis de la retroalimentación facial, es que cogieron un grupo de personas y les pusieron un bolígrafo en la boca.
"Cuanto tenían el bolígrafo en la boca simulando una sonrisa las imágenes les parecían más simpáticas" (imagen del estudio Strack et al. 1988)
Primero tenían que agarrarlo entre los dientes, estaban simulando una sonrisa, pero sin sonreír, que era lo importante. Y les ponían una serie de imágenes y tenían que decir cómo les habían parecido de simpáticas. Cuanto tenían el bolígrafo en la boca simulando una sonrisa las imágenes les parecían más simpáticas.
Pero cuando tenían el bolígrafo entre los labios, simulando una cara de enfado, las mismas imágenes ya no parecían tan agradables. Esto es un estudio de los años ochenta, pero se han hecho muchos, muchos estudios desde aquel entonces.
Se ha visto por ejemplo que cuando vemos a personas sonrientes somos más creativos, aumenta nuestra capacidad cognitiva, la respuesta neuronal ante una cara sonriente es mucho más fuerte que ante una cara que no sonríe o una cara enfadada.
La ínsula, que es una de las zonas del cerebro más involucradas en la identidad, se activa cuando vemos a alguien sonreír o cuando sonreímos nosotros mismos. Sonreír no es reírse, es diferente. Entonces vemos el poder que tiene una sonrisa sobre nosotros, porque el cerebro, como hemos dicho, dedica una gran cantidad de neuronas a la cara.
¿Cómo responde el cerebro cuando estamos sonriendo o frunciendo el ceño?
Como hemos dicho, la propiocepción -que es la información que le llega al cerebro de cómo está mi cuerpo y en concreto de la cara- es una información a la que el cerebro tiene que reaccionar.
Si yo estoy triste, si me enfado, si estoy alegre, mi cara lo refleja, pero al revés también. Si yo tengo una cara enfadada, el cerebro interpreta "esta cara es propia de enfado por tanto activo mecanismos de enfado", o "esta cara es propia de estar tranquila y por tanto activo mecanismos de estar tranquila".
"La respuesta neuronal ante una cara sonriente es mucho más fuerte que ante una cara que no sonríe".
Es decir, el cerebro busca siempre lo que se llama la congruencia mente - cuerpo.
Y esto es interesante porque ¿qué pasa si yo estoy triste o estoy enfadada, estresada, y empiezo a poner una cara relajada? Al principio el cerebro dice "esto no cuadra, está nerviosa pero pone una cara relajada". Y luego empieza a generar algo que se llama la migración del estado anímico. El cerebro dice, "vale, pues intento adaptar el estado anímico a la cara".
O sea que fíjate qué recurso tenemos.
Hablabas también de otro aspecto de la propiociocepción, la curvatura del cuerpo. Hoy en día con los celulares estamos a menudo encorvados, ¿cómo influye esto en el cerebro?
El cerebro -y esto es un descubrimiento de hace tres meses- tiene una zona que está dedicada exclusivamente a ver la postura de mi cuerpo.
Lo que se ha visto es que hay posturas del cuerpo que el cerebro asocia a un estado emocional. Si yo, por ejemplo, muevo los brazos arriba y abajo el cerebro no tiene un registro de que subir una mano sea algo emocional, porque no solemos hacerlo, ¿verdad?
Sin embargo, estar encorvado es algo propio de estar triste, y es así, cuando estamos mal, nos encorvamos. Últimamente todos adquirimos posturas encorvadas, porque pasamos ocho horas al día frente a un ordenador, entre otras cosas.
"Cuando el cuerpo tiene una postura encorvada, propia de estar triste, el cerebro comienza a activar mecanismos neuronales propios de estar triste".
¿A esto se refiere un estudio famoso que mencionas en tus charlas, el del ordenador?
Cuando tenemos una postura encorvada esto afecta a la percepción emocional que tenemos del mundo y a la memoria. Y aquí es donde se hizo un famoso experimento donde se cogió unas personas y se les puso un ordenador portátil, un laptop, a la altura de sus ojos, y aparecían una serie de palabras.
Al final se cierra el ordenador y les dicen, dime cuantas palabras has recordado. Y hacían lo mismo, pero poniendo el ordenador en el suelo de tal forma que obligaba a las personas a encorvarse.
¿Qué es lo que se vio? Que cuando el cuerpo tenía la postura hacia abajo, encorvada, las personas recordaban menos palabras, es decir, perdían capacidad de memoria y recordaban más las palabras negativas que las positivas.
Es decir, que igual que cuando estamos tristes, que no estamos tan ágiles cognitivamente y nos fijamos más en lo negativo, cuando el cuerpo tiene una postura propia de estar triste el cerebro empieza a activar los mecanismos neuronales propios de estar triste.
Cuando las personas tenían el ordenador abajo y estaban encorvadas, "recordaban más las palabras negativas que las positivas".
Entonces, ¿qué es lo que nos dice, al fin y al cabo, la ciencia? Pues no es que haya que estar así o asá, sino a lo largo del día ser más conscientes del propio cuerpo e ir corrigiendo esos rumbos que hemos ido adquiriendo.
Yo, por ejemplo, me observo mucho y descubro cada dos por tres que me que he vuelto a encorvar. Pues lo vas corrigiendo entonces y a lo largo del tiempo cada vez vas adquiriendo menos ese hábito.
Pero si no tienes esa capacidad de observar tu propio cuerpo, puedes estar así horas y no te das cuenta de que estás así.
Nazareth, ¿cómo hacemos entonces para entrenarnos en escuchar más a nuestro cuerpo? Sueles decir que el cuerpo no grita, susurra, pero no sabemos escucharlo.
Yo creo que lo primero para saber cómo está nuestro cuerpo es aprender a observarlo. Y lo que nos dicen los estudios es que gran parte de la población tenemos una conciencia corporal muy baja.
Por ejemplo, cada vez que nosotros sentimos una emoción, esto lo sentimos en alguna parte del cuerpo, las emociones sin el cuerpo serían sólo una idea intelectual.
Hay estudios en que se pregunta a la gente, ¿cuando usted está nervioso, donde localizaría en su cuerpo esa sensación? Gran parte no sabe responder, porque nunca se ha parado a observar su propio cuerpo.
Entonces lo primero es, a lo largo del día, pararse a observar, ¿cómo esta mi cuerpo? Y cuando sintamos una emoción pararse un momento y decir ¿dónde la localizo? ¿Cómo siento mi cuerpo en este momento? Es decir, hacer mucha más observación corporal.
Nazareth Castellanos: "Antonio Damasio ha hecho muchos experimentos donde se ha visto que las personas que tienen mayor conciencia corporal toman mejores decisiones".
¿Y esta conciencia corporal ayuda con emociones difíciles?
Cuando me pongo nerviosa, por ejemplo, siento algo en el estómago o un nudo en la garganta. Todo eso lo está sintiendo mi cerebro, lo recibe. Cuando yo soy consciente de esas sensaciones, esa información que le ha llegado al cerebro es más nítida, y por tanto, el cerebro tiene más capacidad de discernir una emoción de otra.
Es decir, una cosa es ese susurro casi no consciente y otra es hacerlo palabra.
Y eso lo hacemos con la consciencia, que también es una aliada en la gestión de las emociones. Porque cuando estamos metidos en una emoción, sea la que sea, si en ese momento paramos y desviamos la atención a las sensaciones del cuerpo, esto nos alivia mucho.
Es una de las formas de relajarnos, de frenar esa vorágine en la que nos metemos cuando tenemos una emoción. Esto se llama la consciencia corporal.
Ya en los años noventa Antonio Damasio, el gran neurocientífico de nuestro tiempo, nos hablaba de las bondades que tiene ese marcador somático. Él ha hecho muchos experimentos donde se ha visto que las personas que tienen mayor conciencia corporal toman mejores decisiones.
En mi opinión, esto es así porque no es que el cuerpo te diga dónde tienes que ir, sino que te dice dónde estás. Y si estamos en una situación que es compleja y hay emociones de por medio y yo misma no sé ni dónde estoy o qué emoción tengo, es más difícil que yo pueda saber a dónde tengo que ir.
Las emociones son muy complejas y normalmente están mezcladas. Poder identificar una emoción sólo con un análisis mental es más difícil que si lo hago observando mi propio cuerpo.
Pero claro, para eso hemos tenido que entrenarnos, a lo largo del día observar las sensaciones del cuerpo, cuando estoy cansada, cuando estoy contenta, cuando estoy más neutra, cuando estoy enfadada, cuando me agobio. ¿Dónde lo siento? Esto nos ayuda mucho a conocernos.
"La respiración influye en la memoria, en la atención y la gestión de las emociones. Pero cuidado, si es nasal, si la inspiración es por la nariz".
La postura encorvada nos hace respirar peor, ¿podrías hablarnos de la respiración y el cerebro?
La respiración es un aliado que tenemos completamente en nuestra mano, pero no sabemos respirar.
La postura y la respiración están íntimamente relacionadas. Si cuidas la postura cuidas la respiración, entonces lo que se ha visto en la neuroanatomía de la respiración es que la respiración influye en la memoria, en la atención y la gestión de las emociones. Pero cuidado, si es nasal, si la inspiración es por la nariz.
Si inspiramos por la boca, y gran parte de la población es respiradora bucal, no tenemos tanta capacidad de activar al cerebro.
El cerebro necesita que le marquen ritmos y la respiración es uno de los marcapasos que tiene nuestro cerebro para que las neuronas generen sus ritmos, sus descargas eléctricas. Si respiramos por la boca es un marcapasos atenuado. Tiene que ser la inspiración por la nariz.
Cuando inspiramos, por ejemplo, el momento en el que más memoria tenemos es el momento en el que estamos inspirando por la nariz, en ese momento está activado el hipocampo.
Si a ti te dicen algo, una palabra, en el momento que ha coincidido con la inspiración, tiene más probabilidad de ser recordada que si te la dicen cuando estabas echando el aire, en la exhalación.
Esto nos habla de una cosa muy interesante que es la respiración lenta. Normalmente respiramos muy rápido.
Para escuchar los susurros del cuerpo, tenemos que entrenarnos y "a lo largo del día observar las sensaciones del cuerpo, cuando estoy cansada, contenta o enfadada, ¿dónde lo siento? Esto nos ayuda mucho a conocernos".
¿Cuán importante es la respiración lenta?
Nosotros acabamos de publicar un estudio científico sobre el poder de la respiración lenta como analgésico en casos de dolor crónico por discopatía (deterioro de los discos entre las vértebras).
Y para las emociones lo importante es que el tiempo que tardamos en exhalar, en sacar el aire, sea más largo que el tiempo que tardamos en inhalar. Fíjate qué importante, cuántas cosas podemos hacer con nuestro propio cuerpo.
Nuestro cuerpo es el instrumento con el que suena nuestra vida, pero es un instrumento que no sabemos tocar.
Tenemos que aprender primero a conocerlo, y luego a tocarlo.
Nuestra postura y nuestro rostro envían importantes señales a nuestro cerebro, y es una información a la que nuestro cerebro responde, según explicó la neurocientífica española Nazareth Castellanos, investigadora del Laboratorio Nirakara-Lab, cátedra extraordinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
"Si yo tengo una cara enfadada, el cerebro interpreta que esta cara es propia de enfado y por tanto activa mecanismos de enfado", afirmó Castellanos.
De la misma forma, "cuando el cuerpo tiene una postura propia de estar triste, el cerebro comienza a activar mecanismos neuronales propios de estar triste".
Nuestro cerebro interactúa con el resto del cuerpo en muchas más formas de las que se pensaba. Y es que "no tenemos solo cinco sentidos, sino que tenemos siete", señaló la científica. Y los cinco sentidos más conocidos, el gusto, el olfato etc, "son para el cerebro los menos importantes".
Nazareth Castellanos habló con BBC Mundo sobre cómo influyen en el cerebro la postura y las expresiones del rostro, cuál es el poder de una sonrisa, y qué hacer para aprender a escuchar "los susurros del cuerpo".
¿Cómo llegaste a investigar la relación entre la postura y el cerebro?
Empecé a replantearme la neurociencia después de llevar 20 años investigando sólo el cerebro. Me parecía extraño que la conducta humana sólo se apoyase en un órgano, que era el que está en la cabeza.
Antes había comenzado a estudiar la influencia de órganos como el intestino en el cerebro. Y decía, no puede ser igual para el cerebro que mi cuerpo esté encorvado o que mi cuerpo esté recto. Entonces empecé a indagar, a ver qué decía la literatura científica; descubrí cosas que me parecieron absolutamente sorprendentes y pensé, esto lo tiene que saber todo el mundo.
¿Podrías explicarnos entonces por qué la postura es importante y cómo influye en el cerebro?
Lo importante es entender que ahora la neurociencia reconoce que tenemos siete sentidos.
En la escuela siempre nos han enseñado que tenemos cinco - el olfato, la vista, el oído, el tacto y el gusto- que son los sentidos de la exterocepción, es decir, lo de fuera. Y esto es muy simbólico, porque hasta ahora la ciencia ha estado más interesada en estudiar la relación del ser humano con lo de fuera.
Ahora la neurociencia ha dicho desde hace como unos cinco años que hay que ampliar esto. No tenemos solo cinco sentidos, sino que tenemos siete. Y resulta que los cinco sentidos de la exterocepción -el oído, etc- son los menos importantes. El número uno, el sentido más importante, es la interocepción.
Los dos sentidos más importantes para el cerebro son la interocepción y la propiocepción.
¿Qué significa interocepción?
Es la información que le llega al cerebro de lo que sucede dentro del organismo. Lo que está pasando dentro de los órganos.
Estamos hablando del corazón, de la respiración, del estómago, del intestino. Es el sentido número uno porque de todo lo que suceda es a lo que el cerebro le va a dar la máxima importancia, es prioritario para el cerebro.
Y el número dos en prioridad es el sentido de la propiocepción, la información que le llega al cerebro de cómo está mi cuerpo por fuera, la postura, los gestos y las sensaciones que yo tengo a lo largo de mi cuerpo.
Por ejemplo, las sensaciones en la tripa cuando nos ponemos nerviosos, o un nudo en la garganta, o la pesadez de ojos cuando estamos cansados La propiocepción es el segundo sentido más importante. Y luego vienen los cinco.
¿Qué significa que la interocepción y la propiocepción son los sentidos primero y segundo para el cerebro?
Ya se conocía que el cerebro tiene que saber cómo está todo el cuerpo, pero antes se pensaba que era una información pasiva, el cambio ahora es que esto es un sentido. Es decir, un sentido es aquella información que el cerebro recibe y a la que debe responder.
Según lo que esté sucediendo, el cerebro tiene que actuar de una forma o de otra, y este es el gran cambio.
"Cuando yo frunzo el ceño estoy activando mi amígdala...cuando llegue una situación estresante se va a hiperactivar, y esto hará que yo hiperreaccione".
¿En qué parte del cerebro percibimos nuestra postura o gestos?
En nuestro cerebro hay una zona que es como una diadema, como la que te pones para retirarte el pelo. Esto se llama la corteza somatosensorial, y allí está representado mi cuerpo.
Esto se descubrió en el año 1952, y lo que se pensaba es que aquellas zonas que son más grandes en nuestro cuerpo tienen más neuronas en el cerebro. Por tanto, lo que se pensaba es que a la espalda, que es muy grande, el cerebro le dedicaba muchas más neuronas que, por ejemplo, a mi dedo meñique.
Pero se descubrió que no, que el cerebro da más importancia a unas partes del cuerpo que a otras, y a lo que el cerebro da más importancia de todo el cuerpo es a la cara, a las manos y a la curvatura del cuerpo.
Entonces mi dedo meñique tiene como cien veces más neuronas dedicadas a él que toda la espalda, que toda la pierna, porque las manos son muy importantes para nosotros. Fíjate que cuando hablamos estamos utilizando las manos, estamos activando esas zonas del cerebro.
¿Cómo influyen en el cerebro los gestos de la cara?
El cerebro da una importancia tremenda a lo que sucede en la cara.
Aquí se han visto cosas que son muy importantes. Por una parte se vio que las personas que fruncen el ceño -y esto es algo que hacemos mucho con los móviles que tienen pantallas pequeñas- están activando una zona relacionada con la amígdala. Es una parte del cerebro que está en zonas profundas y que está más involucrada en la emoción.
Cuando yo frunzo el ceño estoy activando mi amígdala, por tanto, si llega una situación que es estresante me voy a excitar más, voy a reaccionar más, porque yo ya tengo esa zona preparada. La amígdala, que es como una almendra, es una zona que cuando llega una situación estresante se activa, crece más.
Entonces es una zona que es mejor tener calmada.
Pero si ya está activada, cuando llegue una situación estresante se va a hiperactivar, y esto hará que yo hipereaccione.
Intentar suavizar esta parte, el ceño, desactiva un poco nuestra amígdala, relaja.
En una charla mencionaste un estudio fascinante con bolígrafos que muestra cómo fruncir el ceño o sonreír cambia la forma en que interpretamos el mundo. ¿Podrías explicarnos este estudio?
Además de la musculatura alrededor de los ojos, la segunda parte importante para el cerebro en la cara es la boca. No somos conscientes del poder que tiene, es impresionante.
Entonces lo que hicieron los estudios, para ver la hipótesis de la retroalimentación facial, es que cogieron un grupo de personas y les pusieron un bolígrafo en la boca.
"Cuanto tenían el bolígrafo en la boca simulando una sonrisa las imágenes les parecían más simpáticas" (imagen del estudio Strack et al. 1988)
Primero tenían que agarrarlo entre los dientes, estaban simulando una sonrisa, pero sin sonreír, que era lo importante. Y les ponían una serie de imágenes y tenían que decir cómo les habían parecido de simpáticas. Cuanto tenían el bolígrafo en la boca simulando una sonrisa las imágenes les parecían más simpáticas.
Pero cuando tenían el bolígrafo entre los labios, simulando una cara de enfado, las mismas imágenes ya no parecían tan agradables. Esto es un estudio de los años ochenta, pero se han hecho muchos, muchos estudios desde aquel entonces.
Se ha visto por ejemplo que cuando vemos a personas sonrientes somos más creativos, aumenta nuestra capacidad cognitiva, la respuesta neuronal ante una cara sonriente es mucho más fuerte que ante una cara que no sonríe o una cara enfadada.
La ínsula, que es una de las zonas del cerebro más involucradas en la identidad, se activa cuando vemos a alguien sonreír o cuando sonreímos nosotros mismos. Sonreír no es reírse, es diferente. Entonces vemos el poder que tiene una sonrisa sobre nosotros, porque el cerebro, como hemos dicho, dedica una gran cantidad de neuronas a la cara.
¿Cómo responde el cerebro cuando estamos sonriendo o frunciendo el ceño?
Como hemos dicho, la propiocepción -que es la información que le llega al cerebro de cómo está mi cuerpo y en concreto de la cara- es una información a la que el cerebro tiene que reaccionar.
Si yo estoy triste, si me enfado, si estoy alegre, mi cara lo refleja, pero al revés también. Si yo tengo una cara enfadada, el cerebro interpreta "esta cara es propia de enfado por tanto activo mecanismos de enfado", o "esta cara es propia de estar tranquila y por tanto activo mecanismos de estar tranquila".
"La respuesta neuronal ante una cara sonriente es mucho más fuerte que ante una cara que no sonríe".
Es decir, el cerebro busca siempre lo que se llama la congruencia mente - cuerpo.
Y esto es interesante porque ¿qué pasa si yo estoy triste o estoy enfadada, estresada, y empiezo a poner una cara relajada? Al principio el cerebro dice "esto no cuadra, está nerviosa pero pone una cara relajada". Y luego empieza a generar algo que se llama la migración del estado anímico. El cerebro dice, "vale, pues intento adaptar el estado anímico a la cara".
O sea que fíjate qué recurso tenemos.
Hablabas también de otro aspecto de la propiociocepción, la curvatura del cuerpo. Hoy en día con los celulares estamos a menudo encorvados, ¿cómo influye esto en el cerebro?
El cerebro -y esto es un descubrimiento de hace tres meses- tiene una zona que está dedicada exclusivamente a ver la postura de mi cuerpo.
Lo que se ha visto es que hay posturas del cuerpo que el cerebro asocia a un estado emocional. Si yo, por ejemplo, muevo los brazos arriba y abajo el cerebro no tiene un registro de que subir una mano sea algo emocional, porque no solemos hacerlo, ¿verdad?
Sin embargo, estar encorvado es algo propio de estar triste, y es así, cuando estamos mal, nos encorvamos. Últimamente todos adquirimos posturas encorvadas, porque pasamos ocho horas al día frente a un ordenador, entre otras cosas.
"Cuando el cuerpo tiene una postura encorvada, propia de estar triste, el cerebro comienza a activar mecanismos neuronales propios de estar triste".
¿A esto se refiere un estudio famoso que mencionas en tus charlas, el del ordenador?
Cuando tenemos una postura encorvada esto afecta a la percepción emocional que tenemos del mundo y a la memoria. Y aquí es donde se hizo un famoso experimento donde se cogió unas personas y se les puso un ordenador portátil, un laptop, a la altura de sus ojos, y aparecían una serie de palabras.
Al final se cierra el ordenador y les dicen, dime cuantas palabras has recordado. Y hacían lo mismo, pero poniendo el ordenador en el suelo de tal forma que obligaba a las personas a encorvarse.
¿Qué es lo que se vio? Que cuando el cuerpo tenía la postura hacia abajo, encorvada, las personas recordaban menos palabras, es decir, perdían capacidad de memoria y recordaban más las palabras negativas que las positivas.
Es decir, que igual que cuando estamos tristes, que no estamos tan ágiles cognitivamente y nos fijamos más en lo negativo, cuando el cuerpo tiene una postura propia de estar triste el cerebro empieza a activar los mecanismos neuronales propios de estar triste.
Cuando las personas tenían el ordenador abajo y estaban encorvadas, "recordaban más las palabras negativas que las positivas".
Entonces, ¿qué es lo que nos dice, al fin y al cabo, la ciencia? Pues no es que haya que estar así o asá, sino a lo largo del día ser más conscientes del propio cuerpo e ir corrigiendo esos rumbos que hemos ido adquiriendo.
Yo, por ejemplo, me observo mucho y descubro cada dos por tres que me que he vuelto a encorvar. Pues lo vas corrigiendo entonces y a lo largo del tiempo cada vez vas adquiriendo menos ese hábito.
Pero si no tienes esa capacidad de observar tu propio cuerpo, puedes estar así horas y no te das cuenta de que estás así.
Nazareth, ¿cómo hacemos entonces para entrenarnos en escuchar más a nuestro cuerpo? Sueles decir que el cuerpo no grita, susurra, pero no sabemos escucharlo.
Yo creo que lo primero para saber cómo está nuestro cuerpo es aprender a observarlo. Y lo que nos dicen los estudios es que gran parte de la población tenemos una conciencia corporal muy baja.
Por ejemplo, cada vez que nosotros sentimos una emoción, esto lo sentimos en alguna parte del cuerpo, las emociones sin el cuerpo serían sólo una idea intelectual.
Hay estudios en que se pregunta a la gente, ¿cuando usted está nervioso, donde localizaría en su cuerpo esa sensación? Gran parte no sabe responder, porque nunca se ha parado a observar su propio cuerpo.
Entonces lo primero es, a lo largo del día, pararse a observar, ¿cómo esta mi cuerpo? Y cuando sintamos una emoción pararse un momento y decir ¿dónde la localizo? ¿Cómo siento mi cuerpo en este momento? Es decir, hacer mucha más observación corporal.
Nazareth Castellanos: "Antonio Damasio ha hecho muchos experimentos donde se ha visto que las personas que tienen mayor conciencia corporal toman mejores decisiones".
¿Y esta conciencia corporal ayuda con emociones difíciles?
Cuando me pongo nerviosa, por ejemplo, siento algo en el estómago o un nudo en la garganta. Todo eso lo está sintiendo mi cerebro, lo recibe. Cuando yo soy consciente de esas sensaciones, esa información que le ha llegado al cerebro es más nítida, y por tanto, el cerebro tiene más capacidad de discernir una emoción de otra.
Es decir, una cosa es ese susurro casi no consciente y otra es hacerlo palabra.
Y eso lo hacemos con la consciencia, que también es una aliada en la gestión de las emociones. Porque cuando estamos metidos en una emoción, sea la que sea, si en ese momento paramos y desviamos la atención a las sensaciones del cuerpo, esto nos alivia mucho.
Es una de las formas de relajarnos, de frenar esa vorágine en la que nos metemos cuando tenemos una emoción. Esto se llama la consciencia corporal.
Ya en los años noventa Antonio Damasio, el gran neurocientífico de nuestro tiempo, nos hablaba de las bondades que tiene ese marcador somático. Él ha hecho muchos experimentos donde se ha visto que las personas que tienen mayor conciencia corporal toman mejores decisiones.
En mi opinión, esto es así porque no es que el cuerpo te diga dónde tienes que ir, sino que te dice dónde estás. Y si estamos en una situación que es compleja y hay emociones de por medio y yo misma no sé ni dónde estoy o qué emoción tengo, es más difícil que yo pueda saber a dónde tengo que ir.
Las emociones son muy complejas y normalmente están mezcladas. Poder identificar una emoción sólo con un análisis mental es más difícil que si lo hago observando mi propio cuerpo.
Pero claro, para eso hemos tenido que entrenarnos, a lo largo del día observar las sensaciones del cuerpo, cuando estoy cansada, cuando estoy contenta, cuando estoy más neutra, cuando estoy enfadada, cuando me agobio. ¿Dónde lo siento? Esto nos ayuda mucho a conocernos.
"La respiración influye en la memoria, en la atención y la gestión de las emociones. Pero cuidado, si es nasal, si la inspiración es por la nariz".
La postura encorvada nos hace respirar peor, ¿podrías hablarnos de la respiración y el cerebro?
La respiración es un aliado que tenemos completamente en nuestra mano, pero no sabemos respirar.
La postura y la respiración están íntimamente relacionadas. Si cuidas la postura cuidas la respiración, entonces lo que se ha visto en la neuroanatomía de la respiración es que la respiración influye en la memoria, en la atención y la gestión de las emociones. Pero cuidado, si es nasal, si la inspiración es por la nariz.
Si inspiramos por la boca, y gran parte de la población es respiradora bucal, no tenemos tanta capacidad de activar al cerebro.
El cerebro necesita que le marquen ritmos y la respiración es uno de los marcapasos que tiene nuestro cerebro para que las neuronas generen sus ritmos, sus descargas eléctricas. Si respiramos por la boca es un marcapasos atenuado. Tiene que ser la inspiración por la nariz.
Cuando inspiramos, por ejemplo, el momento en el que más memoria tenemos es el momento en el que estamos inspirando por la nariz, en ese momento está activado el hipocampo.
Si a ti te dicen algo, una palabra, en el momento que ha coincidido con la inspiración, tiene más probabilidad de ser recordada que si te la dicen cuando estabas echando el aire, en la exhalación.
Esto nos habla de una cosa muy interesante que es la respiración lenta. Normalmente respiramos muy rápido.
Para escuchar los susurros del cuerpo, tenemos que entrenarnos y "a lo largo del día observar las sensaciones del cuerpo, cuando estoy cansada, contenta o enfadada, ¿dónde lo siento? Esto nos ayuda mucho a conocernos".
¿Cuán importante es la respiración lenta?
Nosotros acabamos de publicar un estudio científico sobre el poder de la respiración lenta como analgésico en casos de dolor crónico por discopatía (deterioro de los discos entre las vértebras).
Y para las emociones lo importante es que el tiempo que tardamos en exhalar, en sacar el aire, sea más largo que el tiempo que tardamos en inhalar. Fíjate qué importante, cuántas cosas podemos hacer con nuestro propio cuerpo.
Nuestro cuerpo es el instrumento con el que suena nuestra vida, pero es un instrumento que no sabemos tocar.
Tenemos que aprender primero a conocerlo, y luego a tocarlo.
lunes, 17 de abril de 2023
Mensa: qué pasa cuando los "niños genios" crecen
Un niño de 4 años fue noticia la semana pasada después de convertirse en el miembro más joven en Reino Unido de Mensa, la sociedad internacional para personas con un coeficiente intelectual altísimo.
Teddy, que puede contar hasta 100 en seis idiomas, incluido el mandarín, ya está mucho más avanzado que sus compañeros.
Pero ¿qué les sucede a los niños como Teddy cuando crecen?
Hace dos décadas, Christopher Guerin estaba en una posición similar a la de Teddy. Fue calificado como el niño más inteligente de Reino Unido a los 12 años en 2002, superando a miles de otros niños.
"Fue algo que mi familia y yo no esperábamos en absoluto", dice Guerin, ahora de 32 años. "Mi cara estaba en todos los periódicos, en el sitio web de la BBC".
Con un coeficiente intelectual de 162, ya era miembro de Mensa. Se unió a la organización después de ver a Lisa Simpson inscribirse, durante un episodio de la serie "Los Simpson".
Mensa cuenta con 140.000 miembros en el mundo, y acepta a personas que obtienen una puntuación dentro del 2% superior de la población general en una prueba de inteligencia.
La organización se describe a sí misma como "la sociedad de alto coeficiente intelectual líder en el mundo", y brinda a sus miembros un espacio para que personas afines socialicen, crezcan intelectualmente y participen en actividades interesantes.
El triunfo de Guerin le abrió muchas oportunidades, incluida la invitación a ver jugar a su equipo preferido, el Aston Villa, con el presidente del club y un viaje gratis a Irlanda, pagado por la oficina de turismo irlandesa.
Sus padres eran irlandeses.
El entorno de Guerin tenía la expectativa de que fuera sobresaliente, y él no lo encontró negativo. De hecho, eso le animó. "Personalmente respondí bien a eso", dice.
"Creo que incluso si no hubiera ganado, habría querido sobresalir en lo que estaba haciendo de todos modos, pero definitivamente me dio otro incentivo.
"Fui a una escuela primaria estatal, lo que significaba que ser académicamente competitivo formaba parte de la ética de la escuela de todos modos, por lo que era un muy buen ambiente y la mayoría de la gente respondió positivamente".
El niño más inteligente de Reino Unido hizo tres maestrías, incluida una de Cambridge, y actualmente está estudiando para su doctorado.
Chris Guerin conoció a los jugadores del Aston Villa, incluido Gareth Southgate.
Trabaja como subdirector en una escuela secundaria, donde usa su experiencia para animar a sus alumnos.
"He hecho asambleas sobre cómo aprovechar al máximo las oportunidades", afirma Guerin, quien se casó hace unos meses. "No tienen que ser exámenes o cosas académicas, pero sea lo que sea lo que te interese, es algo realmente agradable de hacer".
Educación en casa
Arran Fernandez, de 27 años, fue otro niño superdotado y dice que tampoco enfrentó ninguna presión adicional.
Tenía solo 15 años cuando fue a la Universidad de Cambridge a estudiar Matemáticas, convirtiéndose en el estudiante más joven de esa institución desde 1773. A los 18 años, era el campeón matemático de la universidad.
Fernandez, quien se educó en casa, afirma: "Mi experiencia [universitaria] ciertamente no fue típica, pero tampoco siento que me lo perdí. Cada experiencia es única a su manera".
"Socialmente nunca me ha importado mucho comparar mi edad con la de los demás, por eso no me sentía diferente a mis compañeros por la edad. Comenzar la universidad por primera vez es un cambio de vida y una nueva experiencia para todos, ya sea a los 15 o a los 18".
Arran fue instruido en casa por su padre, el doctor Neil Fernandez.
Fernandez, quien ahora es profesor asociado de matemáticas en la Universidad del Mediterráneo Oriental en el norte de Chipre, dice que siempre trató de desempeñarse lo mejor posible en su trabajo. "Eso es para mi propia satisfacción y no por la presión externa".
"Descubrí que la gente generalmente tenía grandes expectativas sobre mí, pensando que debía ser un 'genio' debido a mi edad. Sin embargo, no permití que las percepciones o expectativas de los extraños afectaran mi psicología o me presionaran indebidamente".
Asegura que no le gusta el término "niño genio".
"No fui y no soy un genio. Solo soy alguien a quien le brindaron oportunidades educativas excepcionales y pudo aprovecharlas al máximo".
Él dice que las oportunidades y el apoyo que tuvo no lo hacen "mejor" que nadie. En todo caso, le han inspirado a "devolver el favor y tratar de apoyar a otros para lograr oportunidades y éxitos similares".
Por supuesto, ser superdotado de niño no significa que lo tengas todo a tu manera todo el tiempo.
La vida laboral de los adultos
Jocelyn Lavin, quien creció con talento musical y fue aceptada en la prestigiosa Escuela de Música de Chetham en Manchester, dice que ser considerada una niña genio no le afectó negativamente mientras crecía.
Sin embargo, agrega que en la vida laboral de los adultos, las personas a menudo quieren que las cosas se hagan de cierta manera. "Y no les gusta cuando no encajas en el molde y tienes tu propia forma de pensar y ver las cosas".
Jocelyn Lavin de niña y ahora de adulta.
Lavin ha trabajado como profesora y secretaria entre otros trabajos, y hace unas semanas solicitó para su "papel perfecto".
"Llené el cuestionario de la solicitud y subrayé que sentía que podía hacer bien el trabajo con mis habilidades de investigación", explica.
"Sin embargo, respondieron que mis respuestas a sus preguntas en el formulario eran opuestas a lo que estaban buscando para el puesto, lo que me hizo sentir que las habilidades que tengo me están frenando en la búsqueda de trabajo".
Aquellos de nosotros que no éramos niños genios no debemos preocuparnos.
Wendy Berliner, una periodista especializada en educación, dice que a menudo para los adultos que pasan a ser excepcionales, "tiene más que ver con el carácter, factores como la determinación, el impulso, la curiosidad".
"El apoyo también es muy importante: con las personas que alcanzan grandes logros, por lo general encontrarás que hay alguien muy solidario en el fondo que los alienta", afirma.
Criar a un niño Mensa puede ser "agotador"
La consultora de niños superdotados de Mensa, Lyn Kendall, dice que los niños de la organización están muy motivados: tienen una "necesidad" de aprender.
Afirma que Mensa dirige un grupo de apoyo para padres de niños superdotados que actualmente cuenta con unas 300 familias. Ser padre de un niño Mensa es exigente, dice. "Es agotador y frustrante, casi arruina los matrimonios".
Berliner señala que cualquiera que piense que tiene un hijo superdotado debe evitar "tratar al niño como alguien que nos hace quedar bien como padres".
En cambio, "anímelo para que sea una persona que se sienta cómoda y feliz en su vida, eso es lo más importante".
Y muchos padres podrían estar en esa misma posición en este momento.
Después de que Teddy fuera noticia por su alto coeficiente intelectual, Kendall recibió 38 correos electrónicos de padres de niños de 3 o 4 años para pedir ayuda.
Decían: "Tenemos uno así".
Teddy, que puede contar hasta 100 en seis idiomas, incluido el mandarín, ya está mucho más avanzado que sus compañeros.
Pero ¿qué les sucede a los niños como Teddy cuando crecen?
Hace dos décadas, Christopher Guerin estaba en una posición similar a la de Teddy. Fue calificado como el niño más inteligente de Reino Unido a los 12 años en 2002, superando a miles de otros niños.
"Fue algo que mi familia y yo no esperábamos en absoluto", dice Guerin, ahora de 32 años. "Mi cara estaba en todos los periódicos, en el sitio web de la BBC".
Con un coeficiente intelectual de 162, ya era miembro de Mensa. Se unió a la organización después de ver a Lisa Simpson inscribirse, durante un episodio de la serie "Los Simpson".
Mensa cuenta con 140.000 miembros en el mundo, y acepta a personas que obtienen una puntuación dentro del 2% superior de la población general en una prueba de inteligencia.
La organización se describe a sí misma como "la sociedad de alto coeficiente intelectual líder en el mundo", y brinda a sus miembros un espacio para que personas afines socialicen, crezcan intelectualmente y participen en actividades interesantes.
El triunfo de Guerin le abrió muchas oportunidades, incluida la invitación a ver jugar a su equipo preferido, el Aston Villa, con el presidente del club y un viaje gratis a Irlanda, pagado por la oficina de turismo irlandesa.
Sus padres eran irlandeses.
El entorno de Guerin tenía la expectativa de que fuera sobresaliente, y él no lo encontró negativo. De hecho, eso le animó. "Personalmente respondí bien a eso", dice.
"Creo que incluso si no hubiera ganado, habría querido sobresalir en lo que estaba haciendo de todos modos, pero definitivamente me dio otro incentivo.
"Fui a una escuela primaria estatal, lo que significaba que ser académicamente competitivo formaba parte de la ética de la escuela de todos modos, por lo que era un muy buen ambiente y la mayoría de la gente respondió positivamente".
El niño más inteligente de Reino Unido hizo tres maestrías, incluida una de Cambridge, y actualmente está estudiando para su doctorado.
Chris Guerin conoció a los jugadores del Aston Villa, incluido Gareth Southgate.
Trabaja como subdirector en una escuela secundaria, donde usa su experiencia para animar a sus alumnos.
"He hecho asambleas sobre cómo aprovechar al máximo las oportunidades", afirma Guerin, quien se casó hace unos meses. "No tienen que ser exámenes o cosas académicas, pero sea lo que sea lo que te interese, es algo realmente agradable de hacer".
Educación en casa
Arran Fernandez, de 27 años, fue otro niño superdotado y dice que tampoco enfrentó ninguna presión adicional.
Tenía solo 15 años cuando fue a la Universidad de Cambridge a estudiar Matemáticas, convirtiéndose en el estudiante más joven de esa institución desde 1773. A los 18 años, era el campeón matemático de la universidad.
Fernandez, quien se educó en casa, afirma: "Mi experiencia [universitaria] ciertamente no fue típica, pero tampoco siento que me lo perdí. Cada experiencia es única a su manera".
"Socialmente nunca me ha importado mucho comparar mi edad con la de los demás, por eso no me sentía diferente a mis compañeros por la edad. Comenzar la universidad por primera vez es un cambio de vida y una nueva experiencia para todos, ya sea a los 15 o a los 18".
Arran fue instruido en casa por su padre, el doctor Neil Fernandez.
Fernandez, quien ahora es profesor asociado de matemáticas en la Universidad del Mediterráneo Oriental en el norte de Chipre, dice que siempre trató de desempeñarse lo mejor posible en su trabajo. "Eso es para mi propia satisfacción y no por la presión externa".
"Descubrí que la gente generalmente tenía grandes expectativas sobre mí, pensando que debía ser un 'genio' debido a mi edad. Sin embargo, no permití que las percepciones o expectativas de los extraños afectaran mi psicología o me presionaran indebidamente".
Asegura que no le gusta el término "niño genio".
"No fui y no soy un genio. Solo soy alguien a quien le brindaron oportunidades educativas excepcionales y pudo aprovecharlas al máximo".
Él dice que las oportunidades y el apoyo que tuvo no lo hacen "mejor" que nadie. En todo caso, le han inspirado a "devolver el favor y tratar de apoyar a otros para lograr oportunidades y éxitos similares".
Por supuesto, ser superdotado de niño no significa que lo tengas todo a tu manera todo el tiempo.
La vida laboral de los adultos
Jocelyn Lavin, quien creció con talento musical y fue aceptada en la prestigiosa Escuela de Música de Chetham en Manchester, dice que ser considerada una niña genio no le afectó negativamente mientras crecía.
Sin embargo, agrega que en la vida laboral de los adultos, las personas a menudo quieren que las cosas se hagan de cierta manera. "Y no les gusta cuando no encajas en el molde y tienes tu propia forma de pensar y ver las cosas".
Jocelyn Lavin de niña y ahora de adulta.
Lavin ha trabajado como profesora y secretaria entre otros trabajos, y hace unas semanas solicitó para su "papel perfecto".
"Llené el cuestionario de la solicitud y subrayé que sentía que podía hacer bien el trabajo con mis habilidades de investigación", explica.
"Sin embargo, respondieron que mis respuestas a sus preguntas en el formulario eran opuestas a lo que estaban buscando para el puesto, lo que me hizo sentir que las habilidades que tengo me están frenando en la búsqueda de trabajo".
Aquellos de nosotros que no éramos niños genios no debemos preocuparnos.
Wendy Berliner, una periodista especializada en educación, dice que a menudo para los adultos que pasan a ser excepcionales, "tiene más que ver con el carácter, factores como la determinación, el impulso, la curiosidad".
"El apoyo también es muy importante: con las personas que alcanzan grandes logros, por lo general encontrarás que hay alguien muy solidario en el fondo que los alienta", afirma.
Criar a un niño Mensa puede ser "agotador"
La consultora de niños superdotados de Mensa, Lyn Kendall, dice que los niños de la organización están muy motivados: tienen una "necesidad" de aprender.
Afirma que Mensa dirige un grupo de apoyo para padres de niños superdotados que actualmente cuenta con unas 300 familias. Ser padre de un niño Mensa es exigente, dice. "Es agotador y frustrante, casi arruina los matrimonios".
Berliner señala que cualquiera que piense que tiene un hijo superdotado debe evitar "tratar al niño como alguien que nos hace quedar bien como padres".
En cambio, "anímelo para que sea una persona que se sienta cómoda y feliz en su vida, eso es lo más importante".
Y muchos padres podrían estar en esa misma posición en este momento.
Después de que Teddy fuera noticia por su alto coeficiente intelectual, Kendall recibió 38 correos electrónicos de padres de niños de 3 o 4 años para pedir ayuda.
Decían: "Tenemos uno así".
Reseña del último libro de Yayo Herrero, Educar para la sostenibilidad de la vida. Una mirada ecofeminista a la educación.
Una educación ecofeminista que ponga en el centro la vida es urgente y necesario.
Qué es lo que, en última instancia, y desde el principio, necesitamos los seres humanos para estar vivos? Los dispositivos electrónicos, las redes sociales virtuales y nuestra adicción a ellas, el consumismo o la excesiva acumulación de capital son necesidades ficticias o secundarias que el sistema capitalista nos ha creado. En cambio, preguntamos aquí por la condición indispensable para que surja y se desarrolle la vida y, por consiguiente, en tanto que seres vivos, los humanos.
Yayo Herrero, antropóloga, ingeniera técnica, educadora social, profesora, investigadora y activista ecofeminista española, nos recuerda nuestra entera dependencia de la naturaleza y de nuestras interrelaciones sociales en su libro Educar para la sostenibilidad de la vida. Una mirada ecofeminista a la educación. En él, la autora reivindica la necesidad y urgencia, dentro de la actual situación de crisis ecológica y social, de una educación ecofeminista que ponga en el centro la vida, y en la cual los individuos se reconozcan como seres vulnerables, interdependientes y ecodependientes.
Ante el escenario de emergencia planetaria, donde la vida está en peligro: pérdida de biodiversidad, alteración de los ecosistemas, deforestación, cambio climático, acidificación de océanos, escasez de recursos, etc., Yayo nos invita a repensar nuestro sistema económico, político-social y cultural para sustituirlo por otro viable que, por el contrario, proteja y sostenga la vida. Poner a esta en el centro, por tanto, “significa comprometerse con la satisfacción de las necesidades de todas las personas y con el cuidado de todas las formas de vida en un planeta translimitado, parcialmente agotado y en proceso de cambio” (p. 34). Para que esto sea posible, la autora propone la introducción de la conciencia ecofeminista en la educación formal, con dos retos principales por delante: acabar con el analfabetismo ecológico y lograr una pedagogía basada en la ética del cuidado.
Todas las vertientes y versiones del movimiento ecofeminista tienen en común la crítica a la lógica tradicional e imperante en nuestras sociedades de dominación y explotación tanto hacia la naturaleza, contrapuesta a la cultura y a la razón por occidente, como hacia las mujeres, subordinadas a los hombres en el sistema patriarcal. Todas ellas denuncian la mercantilización de la naturaleza y de los cuerpos considerados menos valiosos. El ecofeminismo entiende, además, que esta lógica violenta es transversal a las diferentes formas de dominación que existen, tales como el machismo, el racismo, el clasismo y el especismo.
Yayo Herrero remite al mecanicismo propio de la modernidad, el cual consideraba la naturaleza como una máquina perfecta y predecible, para comprender la legitimación y normalización de su manipulación y explotación en tanto que objeto a conquistar y someter, al servicio del progreso. La racionalidad instrumental de occidente ha derivado en una cultura antropocéntrica y androcéntrica, donde unas vidas y unos cuerpos valen más que otros o donde el valor de algunos se vuelve monetario. No obstante, a pesar de que en el siglo XX la ciencia descubriera y evidenciara que la naturaleza no es realmente un mecanismo sujeto a leyes deterministas, sino más bien un sistema complejo y vivo, existe aún un desfase entre este paradigma y nuestro sistema político, económico y social. Además, habitamos, o más bien expoliamos, el planeta como si este no tuviera límites biofísicos y sus recursos fueran inagotables. Si dependemos de la naturaleza y esta tiene límites, entonces no podremos crecer exponencialmente tal y como pretende el sistema capitalista extractivista.
Esta desatención y descuido de nuestro único hogar tiene que ver con la invisibilización de la reproducción de la vida en favor de la obsesión por la producción económica. Aquella, sin embargo, es la condición sine qua non para que se pueda dar la segunda: la producción y el cuidado de la vida, escribe Yayo, “no se realiza en la fábrica o en la oficina; se realiza en la naturaleza y a partir de los trabajos cíclicos que garantizan las condiciones de existencia y que son realizados sobre todo por mujeres” (p. 82). La autora denuncia, junto con las críticas ecofeministas, que, tradicionalmente, la división del trabajo del sistema patriarcal ha impuesto y reservado exclusivamente a las mujeres la atención y el cuidado de la vida y de los cuerpos vulnerables.
Yayo Herrero sugiere en este libro la inaplazable revisión de las fantasías del capitalismo y del antropocentrismo insostenibles que nos están llevando al colapso ecosocial para crear, desde una perspectiva ecofeminista, una cultura de la no violencia y del no dominio. Para ello, la educación debe empezar a cuestionarse la cosmovisión a la que ella misma contribuye, y deconstruirse y reconstruirse para velar por la sostenibilidad de la vida, haciendo hincapié en nuestra dependencia tanto del medio natural como de las relaciones interpersonales. En este punto, Yayo arroja luz y esperanza con una propuesta educativa ecofeminista que tenga como pilares la alfabetización ecológica, por un lado, y el reconocimiento y valorización del cuidado de sí, de las demás y del planeta en su conjunto, por otro. En palabras de la autora: “Una educación que incorpore la mirada ecofeminista puede ayudar a recomponer lazos rotos con la tierra y entre las personas. Puede orientar hacia la adquisición de una consciencia «terrícola», de un sentido de pertenencia a esa compleja y sorprendente trama de la vida de la que formamos parte” (p. 35).
Tomar consciencia de nuestra vulnerabilidad, proteger la naturaleza, sabiéndonos ecodependientes, y las relaciones sociales, comprendiendo nuestra interdependencia con el resto de humanos, abogando, por tanto, por una ética del cuidado, forma parte, todo ello, de la tarea y la lucha que competen a la educación hoy en día, más que nunca. Asimismo, en el libro se plantea el deber de la educación formal por incluir la reflexión crítica y el debate sobre las categorías hegemónicas y la ideología capitalista dominante que nos abocan al colapso; del mismo modo, tiene la tarea de contribuir al decrecimiento y al desmantelamiento de la visión cosificadora de la naturaleza y de los seres vivos. En definitiva, todas las áreas de conocimiento “deben ayudar a retejer los vínculos rotos entre las personas y la trama de la vida” (p. 63).
Según Yayo, la dificultad y exigencia con que tiene que enfrentarse la educación para llevar a cabo dicha transición hacia un mundo sostenible pasan por el esfuerzo y el acuerdo de toda la ciudadanía por comprender y querer que tales cambios se produzcan. A juicio de la autora, la educación ha de tener en cuenta tres principios fundamentales: el principio de suficiencia, distinguiendo las necesidades de los caprichos y aprendiendo a vivir con menos en medio de una crisis ecosocial; el principio del reparto, comprendiendo la necesidad de una redistribución justa de la riqueza en un mundo físicamente limitado; y el principio de cuidado, entendiendo la importancia de cuidar del resto de vidas y desfeminizando las tareas asociadas a los cuidados.
En esta obra, de lectura obligatoria en los tiempos que corren, se parte de la idea de que todas las personas tienen el derecho y la obligación de conocer su dependencia de la naturaleza, la red de interrelaciones sociales, así como su responsabilidad para con estas. La educación tiene, por tanto, para Yayo, un compromiso con la protección y el cuidado de la vida en sus distintas manifestaciones, formando sujetos que tienen o tendrán un deber político para crear y conservar modelos de vida sostenibles. Sin embargo, aunque comience, por fin, a haber propuestas y leyes educativas, como la actual LOMLOE, que intentan adecuarse a las demandas que exige su contexto, escribe Yayo, tiene que acompañarse de una materialización real y de un cambio profundo. Entre las pautas educativas que sugiere la autora para tal cometido se encuentra el desarrollo de la introducción de la historia invisibilizada de quienes han mantenido y mantienen la vida en pie, la concienciación de nuestra dependencia ecosocial y de la necesidad de cuidarnos mutuamente, la educación en la cooperación, la enseñanza y aprendizaje de hábitos de vida sostenible, así como el desarrollo de personalidades empáticas con la tierra y con el resto de vidas.
Los centros educativos se encargan, o al menos deberían, del cuidado y cooperación mutuos. De acuerdo con Yayo, “la vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación” (p. 95), y es precisamente gracias a la cooperación como se puede salvar y sostener entre todas. Por eso, cuidar el planeta significa cuidarnos a nosotros mismos como especie; aquel podrá sobrevivir a la crisis climática por sí solo, pero nosotros, sin la debida actuación, decrecimiento y revalorización de la vida en su conjunto, no. La mirada de Yayo Herrero acierta, a partir de un análisis preciso e imprescindible, a mostrarnos un posible e inexcusable camino para intentar, al menos, salvar aquello que nos mantiene vivos. Sin duda, cabe agradecer a la autora este gran trabajo en momentos en los que es tan importante repensar nuestras acciones y deberes como los sujetos sociales y ecodependientes que somos.
Qué es lo que, en última instancia, y desde el principio, necesitamos los seres humanos para estar vivos? Los dispositivos electrónicos, las redes sociales virtuales y nuestra adicción a ellas, el consumismo o la excesiva acumulación de capital son necesidades ficticias o secundarias que el sistema capitalista nos ha creado. En cambio, preguntamos aquí por la condición indispensable para que surja y se desarrolle la vida y, por consiguiente, en tanto que seres vivos, los humanos.
Yayo Herrero, antropóloga, ingeniera técnica, educadora social, profesora, investigadora y activista ecofeminista española, nos recuerda nuestra entera dependencia de la naturaleza y de nuestras interrelaciones sociales en su libro Educar para la sostenibilidad de la vida. Una mirada ecofeminista a la educación. En él, la autora reivindica la necesidad y urgencia, dentro de la actual situación de crisis ecológica y social, de una educación ecofeminista que ponga en el centro la vida, y en la cual los individuos se reconozcan como seres vulnerables, interdependientes y ecodependientes.
Ante el escenario de emergencia planetaria, donde la vida está en peligro: pérdida de biodiversidad, alteración de los ecosistemas, deforestación, cambio climático, acidificación de océanos, escasez de recursos, etc., Yayo nos invita a repensar nuestro sistema económico, político-social y cultural para sustituirlo por otro viable que, por el contrario, proteja y sostenga la vida. Poner a esta en el centro, por tanto, “significa comprometerse con la satisfacción de las necesidades de todas las personas y con el cuidado de todas las formas de vida en un planeta translimitado, parcialmente agotado y en proceso de cambio” (p. 34). Para que esto sea posible, la autora propone la introducción de la conciencia ecofeminista en la educación formal, con dos retos principales por delante: acabar con el analfabetismo ecológico y lograr una pedagogía basada en la ética del cuidado.
Todas las vertientes y versiones del movimiento ecofeminista tienen en común la crítica a la lógica tradicional e imperante en nuestras sociedades de dominación y explotación tanto hacia la naturaleza, contrapuesta a la cultura y a la razón por occidente, como hacia las mujeres, subordinadas a los hombres en el sistema patriarcal. Todas ellas denuncian la mercantilización de la naturaleza y de los cuerpos considerados menos valiosos. El ecofeminismo entiende, además, que esta lógica violenta es transversal a las diferentes formas de dominación que existen, tales como el machismo, el racismo, el clasismo y el especismo.
Yayo Herrero remite al mecanicismo propio de la modernidad, el cual consideraba la naturaleza como una máquina perfecta y predecible, para comprender la legitimación y normalización de su manipulación y explotación en tanto que objeto a conquistar y someter, al servicio del progreso. La racionalidad instrumental de occidente ha derivado en una cultura antropocéntrica y androcéntrica, donde unas vidas y unos cuerpos valen más que otros o donde el valor de algunos se vuelve monetario. No obstante, a pesar de que en el siglo XX la ciencia descubriera y evidenciara que la naturaleza no es realmente un mecanismo sujeto a leyes deterministas, sino más bien un sistema complejo y vivo, existe aún un desfase entre este paradigma y nuestro sistema político, económico y social. Además, habitamos, o más bien expoliamos, el planeta como si este no tuviera límites biofísicos y sus recursos fueran inagotables. Si dependemos de la naturaleza y esta tiene límites, entonces no podremos crecer exponencialmente tal y como pretende el sistema capitalista extractivista.
Esta desatención y descuido de nuestro único hogar tiene que ver con la invisibilización de la reproducción de la vida en favor de la obsesión por la producción económica. Aquella, sin embargo, es la condición sine qua non para que se pueda dar la segunda: la producción y el cuidado de la vida, escribe Yayo, “no se realiza en la fábrica o en la oficina; se realiza en la naturaleza y a partir de los trabajos cíclicos que garantizan las condiciones de existencia y que son realizados sobre todo por mujeres” (p. 82). La autora denuncia, junto con las críticas ecofeministas, que, tradicionalmente, la división del trabajo del sistema patriarcal ha impuesto y reservado exclusivamente a las mujeres la atención y el cuidado de la vida y de los cuerpos vulnerables.
Yayo Herrero sugiere en este libro la inaplazable revisión de las fantasías del capitalismo y del antropocentrismo insostenibles que nos están llevando al colapso ecosocial para crear, desde una perspectiva ecofeminista, una cultura de la no violencia y del no dominio. Para ello, la educación debe empezar a cuestionarse la cosmovisión a la que ella misma contribuye, y deconstruirse y reconstruirse para velar por la sostenibilidad de la vida, haciendo hincapié en nuestra dependencia tanto del medio natural como de las relaciones interpersonales. En este punto, Yayo arroja luz y esperanza con una propuesta educativa ecofeminista que tenga como pilares la alfabetización ecológica, por un lado, y el reconocimiento y valorización del cuidado de sí, de las demás y del planeta en su conjunto, por otro. En palabras de la autora: “Una educación que incorpore la mirada ecofeminista puede ayudar a recomponer lazos rotos con la tierra y entre las personas. Puede orientar hacia la adquisición de una consciencia «terrícola», de un sentido de pertenencia a esa compleja y sorprendente trama de la vida de la que formamos parte” (p. 35).
Tomar consciencia de nuestra vulnerabilidad, proteger la naturaleza, sabiéndonos ecodependientes, y las relaciones sociales, comprendiendo nuestra interdependencia con el resto de humanos, abogando, por tanto, por una ética del cuidado, forma parte, todo ello, de la tarea y la lucha que competen a la educación hoy en día, más que nunca. Asimismo, en el libro se plantea el deber de la educación formal por incluir la reflexión crítica y el debate sobre las categorías hegemónicas y la ideología capitalista dominante que nos abocan al colapso; del mismo modo, tiene la tarea de contribuir al decrecimiento y al desmantelamiento de la visión cosificadora de la naturaleza y de los seres vivos. En definitiva, todas las áreas de conocimiento “deben ayudar a retejer los vínculos rotos entre las personas y la trama de la vida” (p. 63).
Según Yayo, la dificultad y exigencia con que tiene que enfrentarse la educación para llevar a cabo dicha transición hacia un mundo sostenible pasan por el esfuerzo y el acuerdo de toda la ciudadanía por comprender y querer que tales cambios se produzcan. A juicio de la autora, la educación ha de tener en cuenta tres principios fundamentales: el principio de suficiencia, distinguiendo las necesidades de los caprichos y aprendiendo a vivir con menos en medio de una crisis ecosocial; el principio del reparto, comprendiendo la necesidad de una redistribución justa de la riqueza en un mundo físicamente limitado; y el principio de cuidado, entendiendo la importancia de cuidar del resto de vidas y desfeminizando las tareas asociadas a los cuidados.
En esta obra, de lectura obligatoria en los tiempos que corren, se parte de la idea de que todas las personas tienen el derecho y la obligación de conocer su dependencia de la naturaleza, la red de interrelaciones sociales, así como su responsabilidad para con estas. La educación tiene, por tanto, para Yayo, un compromiso con la protección y el cuidado de la vida en sus distintas manifestaciones, formando sujetos que tienen o tendrán un deber político para crear y conservar modelos de vida sostenibles. Sin embargo, aunque comience, por fin, a haber propuestas y leyes educativas, como la actual LOMLOE, que intentan adecuarse a las demandas que exige su contexto, escribe Yayo, tiene que acompañarse de una materialización real y de un cambio profundo. Entre las pautas educativas que sugiere la autora para tal cometido se encuentra el desarrollo de la introducción de la historia invisibilizada de quienes han mantenido y mantienen la vida en pie, la concienciación de nuestra dependencia ecosocial y de la necesidad de cuidarnos mutuamente, la educación en la cooperación, la enseñanza y aprendizaje de hábitos de vida sostenible, así como el desarrollo de personalidades empáticas con la tierra y con el resto de vidas.
Los centros educativos se encargan, o al menos deberían, del cuidado y cooperación mutuos. De acuerdo con Yayo, “la vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación” (p. 95), y es precisamente gracias a la cooperación como se puede salvar y sostener entre todas. Por eso, cuidar el planeta significa cuidarnos a nosotros mismos como especie; aquel podrá sobrevivir a la crisis climática por sí solo, pero nosotros, sin la debida actuación, decrecimiento y revalorización de la vida en su conjunto, no. La mirada de Yayo Herrero acierta, a partir de un análisis preciso e imprescindible, a mostrarnos un posible e inexcusable camino para intentar, al menos, salvar aquello que nos mantiene vivos. Sin duda, cabe agradecer a la autora este gran trabajo en momentos en los que es tan importante repensar nuestras acciones y deberes como los sujetos sociales y ecodependientes que somos.
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