lunes, 19 de octubre de 2015

El lamentable vicio de robar el trabajo ajeno. Una escritora española, en una novela premiada, y la ministra de Defensa alemana, en su tesis doctoral, han sido acusadas de plagio.

Martin Heidingsfelder es el caballero alemán que se ha empeñado en descubrir a todo aquel que se haya aprovechado del trabajo ajeno para triunfar en el mundo académico y conquistar con sus títulos puestos de relumbrón. Acaba de acusar a la actual ministra de Defensa de su país, Ursula von der Leyen, de copiar ideas y citas de otras personas en la tesis que la convirtió en 1991 en doctora en Medicina por la Universidad de Hannover. Antes había denunciado los plagios que introdujeron en sus tesis doctorales otras figuras de relevancia social, como Veronica Sass —la hija del excandidato a canciller Edmund Stoiber—, o la exministra de Educación Annette Schavan. Su trabajo de sabueso fue en esos casos tan fino que ambas terminaron renunciando a sus títulos. También pilló apropiaciones indebidas en las tesis del Franz Walter Steinmeier, el ministro de Exteriores, y de Norbert Lammert, presidente del Bundestag, pero sus denuncias, según cuenta, no llegaron “en una época apropiada”.

El concepto “corta y pega” se ha impuesto en la época de las nuevas tecnologías. Nada resulta hoy más fácil que husmear en los inmensos cajones disponibles en el universo digital, tomar prestado lo que haga falta y ponerlo en otro sitio; eso sí, como si fuera cosa propia. Copian los alumnos, los profesores, los políticos, los periodistas: copia, en fin, quien necesita pasar por más listo de lo que es.

Sea cual fuere el método utilizado para “inspirarse” en sus tesis doctorales —el “corta y pega” o los servicios de un escribano, el llamado negro por estos pagos—, en Alemania los ojos de Martin Heidingsfelder no dejan pasar una. En España, en cambio, no han existido muchos escándalos de semejante calibre en asuntos académicos: no se sabe si porque aquí se impone la decencia o porque, en el fondo, a nadie le importa un rábano que las altas autoridades presuman de sus saberes.

Donde sí ha habido plagios sonados ha sido en el mundo de la literatura. Amén de otros nombres célebres, el caso más llamativo es el del Premio Nobel Camilo José Cela: se le acusa de que La cruz de San Andrés tiene muchos parecidos con una novela de Carmen Formoso, Carmen, Carmela, Carmiña. La causa sigue abierta.

Ahora le ha tocado el turno a Reyes Monforte, que ganó con Una pasión rusa el último Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio. Cuenta ahí la relación de Serguéi Prokófiev con la cantante Lina Codina. Valentina Chemberdjí, que publicó un libro sobre esta mujer que terminó en el gulag, y un nieto del compositor han encontrado notables coincidencias entre aquel texto y la novela premiada. Habrá que ver dónde para la cosa y qué hay de cierto en las denuncias. El caso es que nadie inventa de la nada y que, ya sea en una tesis doctoral o en una novela, siempre hay deudas con trabajos anteriores. Si no se reconocen, y se hacen explícitos, siempre habrá minuciosos investigadores, como Martin Heidingsfelder, que descubran el embrollo.
http://elpais.com/elpais/2015/10/01/opinion/1443726897_752313.html

domingo, 18 de octubre de 2015

“Mis compatriotas saben que Estados Unidos no es transparente”. Oliver Stone da una clase magistral sobre sus motivaciones en la política y en el cine

Con los años, Oliver Stone (Nueva York, 1946) ha dulcificado sus formas pero no su lengua. Si el viernes, en su intenso fin de semana mediterráneo, dijo en Mallorca que “el señor Aznar fue el perrito faldero de Bush”, esta noche, en Sitges, no dejó de apuntar el “pasado sangriento e imperialista” de su país. En el certamen, donde recibió el Gran Premio Honorífico, insistió en hablar de su libro La historia silenciada de Estados Unidos (La Esfera de los libros), la versión literaria de la serie documental de televisión La historia no contada de Estados Unidos, ambos realizados junto al profesor de la American University Peter Kuznick. “Eso sí que era una historia de miedo, mi mejor trabajo en el documental y en el terror”.

Dado el marco en donde impartía la clase magistral, el cineasta empezó hablando de su pasión por el cine japonés y el coreano de terror extremo y por su implicación en la producción de alguna película asiática, antes de centrarse en sus temas habituales, como Alejandro Magno, película de la que ha realizado tres montajes, y que es su favorita. “En su estreno no pude entregar la película que quise. En 2014, edité en DVD y Blu-ray el montaje definitivo de tres horas y cuarenta minutos, un tiempo necesario para hablar de un personaje complejo y original”.

Stone ahondó mucho más en los elementos necesarios para escribir un buen guion y dirigir una gran película. “No hay una fórmula que pueda recomendarte. Pero necesitas una visión, mucha imaginación y algo que te inspire. En mi caso, mucha de esa inspiración nace del asesinato de John Fitzgerald Kennedy porque marcó mi infancia y cambió radicalmente el rumbo de Estados Unidos. El guion de El precio del poder, por ejemplo, se basa en mi intención por investigar en la avaricia y el poder en EE UU. En Salvajes me interesaba hablar de la negociación más que del narcotráfico”. Y a continuación reconoció lo que realmente le mueve: “El desafío. Cuando alguien me dice no, yo me crezco”.

Un discurso parecido defendió cuando indagó en sus filmes sobre personajes históricos. “Yo no hago biopics, sino que intento definir los momentos que han motivado sus vidas: Nixon iba de las inseguridades de un presidente espantado de sus propios demonios interiores, procedentes de su infancia… Bueno, al menos Nixon poseía tenía tres dimensiones, porque George W. Bush es plano. Por las mañanas, este se mira al espejo y le encanta lo que ve, sin ir más lejos. Y eso también es fascinante”. Preguntado por JFK, Stone reconoció que fue un éxito enorme. “Entusiasmó. Con ella se cambiaron leyes, yo mismo intervine en el Congreso. Cambió la sociedad y dejó como legado que hoy mis compatriotas saben que América no es transparente”.

En cuanto al recorrido que la serie de televisión y el libro trazan sobre el imperialismo estadounidense, Stone explicó por ejemplo cómo, tras apoyar a Filipinas en 1898 contra España, Estados Unidos conquistó el país. “Y fue una guerra mucho más sangrienta que contra España, fue el Vietnam de la época”. Tampoco ahorró calificativos despreciativos contra Eisenhower y su visita a la España de Franco: “Ike era un ignorante y no sabía nada de la Guerra Civil española ni del régimen franquista”.

Ahora, Stone está rematando Snowden, su visión cinematográfica de la vida de Edward Snowden, exanalista de la CIA. “He vuelto a trabajar con material delicado. ¿Que si tengo miedo? Alguna vez sí he pensado en que me podían hacer algo las agencias gubernamentales. Hay días en los que te sientes nervioso, desde luego”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/11/actualidad/1444591152_822021.html

sábado, 17 de octubre de 2015

Las lecciones del Holocausto. Un nuevo y provocador ensayo, 'Tierra negra', reexamina la barbarie de la II Guerra Mundial y establece paralelismos con la actual amenaza climática

Describir a Hitler como un antisemita o un racista antieslavo es subestimar el potencial de las ideas nazis: no eran prejuicios extremistas por casualidad, sino más bien emanaciones de una cosmovisión coherente que contenía el potencial para cambiar el mundo. Su refundición de la política y la ciencia le permitía plantear los problemas políticos como si fuesen científicos y los científicos, como políticos. De ese modo se situaba en el centro del círculo e interpretaba todos los datos en función de su proyecto de un mundo perfecto de derramamiento de sangre racial que sólo se veía corrompido por la influencia humanizadora de los judíos. Mediante la presentación de los judíos como un defecto ecológico responsable de la discordia en el planeta, Hitler canalizó las tensiones inevitables de la globalización. La única ecología sensata consistía en eliminar a un enemigo político; la única política sensata consistía en purificar la Tierra.

Si Hitler no hubiese iniciado la guerra mundial que lo empujó a su propio suicidio, habría vivido para ver el día en el que el problema de Europa no fuese la escasez de alimentos, sino los excedentes. La ciencia ha proporcionado alimentos con tanta rapidez y en tanta abundancia que las ideas hitlerianas sobre la lucha perdieron buena parte de su resonancia.

En 1989, unos cien años después del nacimiento de Hitler, los precios mundiales de los alimentos eran la mitad que en 1939 —cuando él inició la II Guerra Mundial—, a pesar del enorme incremento de la población mundial y, por lo tanto, de la demanda.

La idea del auxilio nos parece cercana; la ideología del asesinato, lejana. El pánico ecológico, la destrucción del Estado, el racismo colonial y el antisemitismo global pueden resultar exóticos. La mayoría de las personas en Europa y Norteamérica viven en Estados funcionales donde se dan por descontados los elementos básicos de soberanía que preservaron las vidas de los judíos y de otras personas durante la guerra: la política exterior, la ciudadanía y la burocracia. Después de dos generaciones, la revolución verde [término que refleja el importante incremento de la productividad agrícola entre 1940 y 1970] ha eliminado el miedo al hambre de las emociones de los votantes y de los discursos de los políticos. Expresar abiertamente ideas antisemitas es un tabú en gran parte de Occidente. Alejados del nacionalsocialismo por el tiempo y la fortuna, nos es fácil rechazar las ideas nazis sin contemplar cómo funcionaron. Nuestra mala memoria nos convence de que somos diferentes de los nazis al ocultar los aspectos en que somos iguales.

Después de que la lucha de Hitler por el Lebensraum [espacio vital] fracasara con la derrota final alemana en 1945, la revolución verde satisfizo la demanda en Europa y en gran parte del mundo, proporcionando no sólo los alimentos necesarios para la mera supervivencia física, sino una sensación de seguridad y unas expectativas de plenitud. Sin embargo, ninguna solución científica es eterna; la decisión política de apoyar a la ciencia permite ganar tiempo, pero no garantiza que las decisiones futuras sean las buenas. Es posible que nos estemos aproximando a otro momento decisivo, de algún modo similar al que los alemanes afrontaron en los años treinta.

Es posible volver a ver a los judíos como una amenaza; también a los musulmanes y a los homosexuales. Puede que la revolución verde, quizás el adelanto que más distingue a nuestro mundo del de Hitler, se esté acercando a su techo. Esto se debe no tanto a que haya demasiadas personas en la Tierra como a que un número cada vez mayor de sus habitantes exigen provisiones de alimentos cada vez mayores y con más garantías. La producción mundial de cereales por cápita alcanzó su nivel máximo en la década de 1980. En 2003, China, el país más poblado del mundo, se convirtió en importador neto de cereales. En el siglo XXI, las reservas mundiales de cereales jamás han sobrepasado unos cuantos meses de suministro. Durante el caluroso verano y las sequías de 2008, los incendios en los campos de cultivo obligaron a los principales proveedores de alimentos a interrumpir totalmente las exportaciones, y se produjeron motines populares en Bolivia, Camerún, Costa de Marfil, Egipto, Haití, Indonesia, Mauritania, Mozambique, Senegal, Uzbekistán y Yemen. En 2010, los precios de los productos agrícolas se volvieron a disparar, lo que ocasionó protestas, revueltas, limpiezas étnicas y la revolución en Oriente Próximo.

Aunque no es probable que en el mundo se agoten los alimentos por completo, sí es posible que las sociedades más ricas vuelvan a preocuparse por las provisiones futuras. Sus élites podrían verse de nuevo frente a decisiones sobre cómo definir la relación entre la política y la ciencia. Como Hitler demostró, la fusión de las dos abre una vía a una ideología que puede parecer explicar y resolver la sensación de pánico.

En un contexto de masacres similar al Holocausto, puede que los líderes de un país desarrollado se dejasen llevar o indujesen el pánico ante una escasez futura y actuasen de forma preventiva, señalando a un grupo humano como fuente del problema ecológico y destruyendo otros Estados deliberada o accidentalmente. No hace falta ningún argumento convincente para que se considere una cuestión de vida o muerte, tal y como muestra el ejemplo nazi, tan sólo una convicción momentánea de que una acción drástica es necesaria para conservar un estilo de vida.

Parece razonable preocuparse por el hecho de que el segundo significado del término Lebensraum, que concibe el territorio de otras personas como hábitat, siga latente. En gran parte del planeta, el sentido predominante del tiempo se parece cada vez más, en algunos aspectos, al catastrofismo de la época de Hitler. Durante la segunda mitad del siglo XX —las décadas de la revolución verde—, el futuro se dibujaba como un regalo que pronto recibiríamos. Las dos ideologías enfrentadas, el capitalismo y el comunismo, prometían una recompensa próxima y aceptaban el futuro como su terreno de competición. En los planes de las agencias gubernamentales, en los argumentos de las novelas y en los dibujos de los niños se preveía un futuro halagüeño, pero esta sensibilidad parece haber desaparecido. En la cultura de élite, el futuro ahora se aferra a nosotros y viene cargado de complicaciones y crisis, repleto de dilemas y decepciones. En los medios de comunicación vernáculos —cine, videojuegos y novelas gráficas— el futuro se presenta como poscatastrófico: la naturaleza se venga de forma que la política convencional resulta irrelevante y reduce la sociedad a la lucha y la búsqueda de auxilio, la superficie terrestre se vuelve indómita; los humanos, salvajes, y cualquier cosa puede ocurrir.

El planeta está cambiando de tal forma que las descripciones hitlerianas de vida, espacio y tiempo podrían parecer más verosímiles. El aumento de cuatro grados previsto este siglo para las temperaturas medias globales podría transformar la vida humana en gran parte del planeta. El cambio climático es impredecible, lo que exacerba el problema. Las tendencias actuales pueden inducir a error, ya que habría que tener en cuenta los efectos provocados a su vez por estos cambios: si los casquetes glaciares se desmoronan, el calor del sol será absorbido por el agua del mar en vez de reflejado hacia el espacio; si la tundra siberiana se derrite, brotará metano de la Tierra, lo que retendrá el calor en la atmósfera; si la cuenca del Amazonas se ve despojada de su jungla, se producirá una emisión masiva de dióxido de carbono.

Cuando parece que se han roto las reglas normales y que se han pulverizado las expectativas, se puede bruñir la sospecha de que alguien (los judíos, por ejemplo) ha desviado de algún modo la naturaleza de su propio cauce. Un problema de escala verdaderamente planetaria, como lo es el cambio climático, requiere obviamente soluciones globales; una aparente solución es definir un enemigo global. El Holocausto se diferenció de otros episodios de asesinatos masivos y limpieza étnica en que la estrategia alemana tenía como objetivo el asesinato de todos los niños, las mujeres y los hombres judíos. La única razón por la que esto era concebible es porque los judíos eran considerados los creadores e instigadores de un orden planetario corrupto. Es posible volver a ver a los judíos como una amenaza universal, tal y como efectivamente son vistos por formaciones políticas cada vez más importantes de Europa, Rusia y Oriente Próximo; lo mismo podría ocurrir con los musulmanes, los homosexuales u otros grupos.

El cambio climático como problema local puede provocar conflictos locales; el cambio climático como crisis global podría plantear la exigencia de víctimas globales. En las dos últimas décadas, el continente africano ha proporcionado algunos indicios sobre cómo serán estos conflictos locales y pistas sobre cómo podrían convertirse en globales. Se trata de un continente de Estados débiles. En condiciones de hundimiento del Estado, las sequías pueden provocar cientos de miles de muertes a causa del hambre, como sucedió en Somalia en 2010.

El cambio climático también puede aumentar la probabilidad de que los africanos encuentren razones ideológicas para matar a otros africanos en épocas de aparente escasez. En el futuro, África podría convertirse también en el escenario de una competición global por la obtención de alimentos, quizás acompañada de justificaciones ideológicas globales.

África formaba parte del pasado colonial alemán cuando Hitler llegó al poder. La conquista de este continente fue la última etapa de la primera globalización de la época en que führer era un niño. Fue en el África subsahariana donde los alemanes y otros europeos volvieron a aprender sus lecciones sobre la raza. Ruanda es un artefacto resultante de la contienda y posterior desbandada de Europa en África en general y en el África alemana oriental en particular. La división de su población en los clanes de los hutus y los tutsis representaba el típico método europeo de gobierno: favorecer a un grupo con el fin de gobernar al otro. No tenía ni mayor ni menor sentido que la idea de que los polacos y los ucranianos pertenecían a una raza distinta que los alemanes, o de que se debía reclutar a los eslavos de los campos de concentración para que colaborasen en la matanza de los judíos. Los africanos de hoy día pueden aplicar, y de hecho aplican, divisiones y fantasías raciales entre sí, igual que hicieron los europeos con los africanos en las décadas de 1880 y 1890, y los europeos con los propios europeos en las décadas de 1930 y 1940.

La masacre en Ruanda sirve como ejemplo de respuesta política a una crisis ecológica a escala nacional. Al agotamiento de la tierra cultivable a final de los ochenta le siguió un descenso de las cosechas en 1993. El Gobierno reconoció que la superpoblación era un problema y comenzó a buscar la forma de exportar su propia población a países vecinos. Se enfrentaba a un rival político asociado con los tutsis cuyos planes de invasión conllevaban la redistribución de valiosas granjas. La medida gubernamental de animar a los hutus a matar a los tutsis en 1994 fue todo un éxito en las zonas con escasez de tierras: la gente que quería tierras denunciaba a sus vecinos. Los perpetradores afirmaban actuar movidos por el deseo de apropiarse de tierras y por el miedo a que otros lo hicieran antes que ellos. Durante la campaña de asesinatos, los hutus no dudaron en matar tutsis, pero cuando ya no quedaban más tutsis, los hutus comenzaron a matar a otros hutus, y a quedarse con sus tierras. En vista de que los tutsis habían sido favorecidos por las potencias coloniales, los hutus que los asesinaron pudieron camuflar su actuación bajo el mito de la liberación colonial. Entre abril y julio de 1994, fueron asesinadas al menos medio millón de personas.

El hambre en Somalia y la masacre en Ruanda son muestras atroces de las posibles consecuencias que el cambio climático puede generar en África. La primera ejemplifica la muerte provocada directamente por el clima, y la segunda, el conflicto racial resultante de la interacción del clima y la creatividad política. Puede que el futuro albergue la tercera y más temible posibilidad: una interacción entre la escasez local y una potencia colonial capaz de extraer alimentos y a la vez exportar ideología global. A pesar de los esfuerzos de los propios africanos por obtener acceso a terrenos cultivables y agua potable, su continente se presenta como la solución a los problemas de seguridad alimentaria de los asiáticos. La combinación de unos derechos de propiedad débiles, unos regímenes corruptos y el hecho de poseer la mitad de los terrenos aún sin cultivar del planeta ha situado a África en el centro de los planes asiáticos de seguridad alimentaria: los Emiratos Árabes y Corea del Sur han intentado hacerse con el control de grandes franjas de Sudán; a estos países se les han unido Japón, Qatar y Arabia Saudí en los esfuerzos constantes por comprar o arrendar terrenos agrícolas; y una empresa de Corea del Sur ha intentado arrendar la mitad de Madagascar.

Tener conciencia de la historia permite reconocer las trampas ideológicas y genera escepticismo sobre las exigencias de acción inmediata porque de repente todo haya cambiado.

En el caso del cambio climático, sabemos lo que puede hacer el Estado para domesticar el pánico y aliarse con el tiempo, sabemos que es más fácil y menos costoso obtener alimento de las plantas que de los animales, sabemos que las mejoras en la productividad agrícola siguen adelante y que es posible desalinizar el agua del mar, sabemos que la eficiencia energética es la forma más sencilla de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sabemos que los gobiernos pueden asignar un precio a la contaminación por dióxido de carbono y pueden comprometerse unos con otros para reducir las futuras emisiones y para revisar mutuamente dichos compromisos; también sabemos que los Gobiernos pueden estimular el desarrollo de las tecnologías energéticas apropiadas: las energías solar y eólica son cada vez más baratas, la energía de fusión, de fisión avanzada, la mareomotriz y los biocombustibles no alimentarios ofrecen una esperanza real de una nueva economía energética. A largo plazo, necesitaremos técnicas para capturar y almacenar el dióxido de carbono de la atmósfera. Todo esto no es sólo concebible, sino factible.

Los Estados deberían invertir en la ciencia para poder contemplar el futuro con serenidad. El estudio del pasado apunta a por qué éste sería un camino acertado. El tiempo respalda el pensamiento, el pensamiento respalda el tiempo; la estructura respalda la pluralidad, y la pluralidad, la estructura.

Timothy Snyder es profesor de Historia en la Universidad de Yale y autor de Tierra negra. El Holocausto como historia y advertencia (que publicará esta semana Galaxia Gutenberg), del cual este ensayo está extraído y adaptado.

Traducción de Irene Oliva Luque.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/08/actualidad/1444335461_565106.html

viernes, 16 de octubre de 2015

Un legajo del Archivo de Indias cambia la Historia de California. Una historiadora descubre documentos que prueban por primera vez que Juan Rodríguez Cabrillo, el primer europeo de la costa Oeste, era español y no portugués

Cualquier escolar de California conoce la historia: Juan Rodríguez Cabrillo fue el primer europeo en poner un pie en la costa Oeste de EE UU. Lo hizo el 28 de septiembre de 1542 en lo que hoy es un parque municipal de la ciudad californiana, más de dos siglos antes que el ahora santo mallorquín Junípero Serra. De Cabrillo solo se podía decir que fue el primer europeo, en general, en pisar California. Aunque dirigía una expedición española, no existía documentación concluyente sobre su origen. Los relatos de su aventura utilizan indistintamente el nombre español o una versión portuguesa: Joao Rodrigues Cabrilho. Ambas valían. Hasta ahora.

La historiadora canadiense Wendy Kramer lleva tres décadas especializada en los primeros tiempos de la conquista española de América y ha escrito especialmente el sistema de encomienda en Guatemala. Lleva cuatro años transcribiendo unos Libros del Cabildo de Guatemala que estaban sin catalogar en la Hispanic Society de Nueva York y que cubren los gobiernos de 1530 a 1553. Son papeles de gobierno llenos de nombres, fechas, contratos y actas de reuniones. El objetivo de su trabajo es hacer una relación de todos los primeros conquistadores de Guatemala.

“Iba por la letra ce y llegué a Gabriel de Cabrera”, cuenta Kramer por teléfono desde Toronto. “Era el procurador del Cabildo de Guatemala en los años 30” del siglo XVI. La historiadora sabía que De Cabrera fue encargado por los encomenderos para llevar a España el primer cargamento de oro de Guatemala y, de paso, pedir a Carlos V una rebaja de impuestos. Kramer decidió profundizar en aquel viaje y lanzó una búsqueda sobre De Cabrera en los archivos más conocidos. Lo que sigue es uno de esos ejemplos de que la Historia es materia viva.

http://internacional.elpais.com/internacional/2015/09/28/actualidad/1443475753_257004.html?rel=lom

jueves, 15 de octubre de 2015

DESIGUALDAD ECONÓMICA » El 1% más rico tiene tanto patrimonio como todo el resto del mundo junto

La brecha, lejos de suturarse, se ha ampliado desde el inicio de la Gran Recesión, en 2008

GRÁFICO Distribución de la riqueza mundial

DESCARGABLE Lea el informe completo de riqueza mundial de Credit Suisse (en inglés)

2015 será recordado como el primer año de la serie histórica en el que la riqueza del 1% de la población mundial alcanzó la mitad del valor del total de activos. En otras palabras: el 1% de la población mundial, aquellos que tienen un patrimonio valorado de 760.000 dólares (667.000 euros o más), poseen tanto dinero líquido o invertido como el 99% restante de la población mundial. Esta enorme brecha entre privilegiados y el resto de la humanidad, lejos de suturarse, ha seguido ampliándose desde el inicio de la Gran Recesión, en 2008. La estadística de Credit Suisse, una de las más fiables, solo deja una lectura posible: los ricos saldrán de la crisis siendo más ricos, tanto en términos absolutos como relativos, y los pobres, relativamente más pobres.

En La gran brecha, qué hacer con las sociedades desiguales (Taurus, 2015), uno de los últimos libros de Joseph E. Stiglitz, el Nobel de Economía utilizaba una poderosa imagen de Oxfam para ilustrar la dimensión del problema de la desigualdad en el mundo: un autobús que transporte a 85 de los mayores multimillonarios mundiales contiene tanta riqueza como la mitad más pobre de la población global. Hoy, a esta impactante imagen, plenamente vigente, se añaden otras que dejan patente la creciente inequidad entre los privilegiados y el resto del mundo: uno de cada cien habitantes del mundo tiene tanto como los 99 restantes; el 0,7% de la población mundial acapara el 45,2% de la riqueza total y el 10% más acaudalado tiene el 88% de los activos totales, según la nueva edición del estudio anual de riqueza hecho público este martes por el banco suizo Credit Suisse, elaborado con los datos de patrimonio de 4.800 millones de adultos de más de 200 países.

¿Qué ha causado este nuevo aumento de la brecha? La entidad financiera apunta a la mejora de los mercados financieros: la riqueza de los más acaudalados es más sensible a subidas de precio de acciones de empresas y otros activos financieros que la del resto de la población. En el último año, los índices de referencia de los mercados de los principales índices bursátiles europeos y estadounidenses, el Eurostoxx 50 y el S&P 500, avanzan más de un 10% en el último año.

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Otro dato apoya la tesis del aumento de la inequidad: aunque el número de muy ricos (aquellos que tienen un patrimonio igual o superior a los 50 millones de dólares) se ha reducido en cerca de 800 personas desde mediados de 2014 por la fortaleza de la moneda estadounidense frente al resto de grandes divisas, el número de ultrarricos (aquellos que tienen 500 millones o más) ha repuntado “ligeramente”, según Credit Suisse, hasta casi 124.000 personas. Ni siquiera el ajuste por tipo de cambio es capaz de contrarrestar su aumento. Por países, casi la mitad de los muy acaudalados reside en EE UU (59.000 personas), 10.000 de ellos viven en China y 5.400 tienen residencia en Reino Unido.

A la vista de los datos, no es de extrañar la satisfacción que mostraba este martes el máximo responsable de Gestión de Patrimonios de la entidad suiza para Europa, Oriente Medio y África, Michael O'Sullivan: su negocio no ha dejado de crecer desde el estallido de la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. “La nuestra es una industria en pleno crecimiento, la riqueza seguirá su trayectoria al alza”. Sus previsiones no pueden ser más elocuentes. El número de personas con un patrimonio superior al millón de dólares crecerá un 46% en los cinco próximos años, hasta los 49 millones de individuos.

Toda la riqueza mundial en su conjunto, en cambio, crecerá hasta 2020 a un robusto pero inferior 39%. En España, el número de ciudadanos con un patrimonio superior al millón de dólares (algo menos de 900.000 euros) ascendía a mediados de este año a 360.000 personas, un 21% menos que en la misma fecha de 2014. España es el noveno país que mayor número de millonarios pierde en el último ejercicio. Al igual que en el resto de la eurozona, la evolución se ve distorsionada por la debilidad del euro frente a la moneda estadounidense.

La clase media china ya es la más numerosa en el mundo
China, el mejor exponente de los años dorados de los emergentes que empiezan a tocar a su fin, ya es el país del mundo con más ciudadanos de clase media. Según el informe anual de riqueza mundial de Credit Suisse, 109 millones de residentes en el gigante asiático poseen unos activos valorados entre 50.000 y 500.000 dólares —44.000 y 440.000 euros, respectivamente—, el rango que establece el banco helvético. Esta cantidad equivale al ingreso medio de casi dos anualidades y ofrece una protección “sustancial” frente a la pérdida del empleo, una caída brusca en el volumen de ingresos o un gasto de emergencia.
Aunque la distribución de la renta en China dista mucho de ser igualitaria, la expansión de la clase media ha seguido un camino paralelo a la evolución de su economía: a mayor crecimiento —el gigante asiático ha crecido a doble dígito ocho de los últimos 20 años y se ha convertido en la imagen del milagro emergente— más ciudadanos en la banda media de renta. En 2015, el Estado asiático superó a EE UU (92 millones) como el primer país por número de personas de clase media. Japón (62 millones de habitantes de clase media), Italia (29 millones), Alemania (28 millones), Reino Unido (28 millones) y Francia (24 millones).

Diferencias regionales
Por regiones, el 46% de la clase media mundial vive en Asia-Pacífico; el 29% residen en Europa, cuna del Estado de bienestar, y el 16%, en América. En términos relativos, en cambio, Norteamérica —con Estados Unidos y Canadá a la cabeza— se erige como máximo exponente de la clase media, con un 39% de los adultos dentro de este apéndice, seguida por Europa, donde uno de cada tres mayores de edad son clase media. La proporción se desploma en América Latina (11%) y en Asia Pacífico, la región más poblada del globo y en la que solo uno de cada 10 habitantes entra dentro del rango establecido por Credit Suisse.

Según las cifras de la entidad financiera, 664 millones de todo el mundo pueden ser considerados de clase media, solo el 14% de la población adulta global. De esta cifra, 96 millones de personas (el 2% del total) tiene una riqueza valorada en más de medio millón de dólares.
http://economia.elpais.com/economia/2015/10/13/actualidad/1444760736_267255.html

miércoles, 14 de octubre de 2015

El dilema que debemos resolver: ¿El Imperio o la humanidad?

Howard Zinn. TomDispatch
Traducción de Carlos Riba García

¿Es el final de un Imperio? Introducción de Tom Engelhardt

En 2005 me encontré con Howard Zinn para hacerle una entrevista que fue publicada por TomDispatch. Esta es la descripción que de él hice en ese momento:

“Es alto y delgado; tiene una mata de pelo blanco. Tripulante de aviones bombarderos durante la gran guerra contra el fascismo y desde entonces veterano activista estadounidense contra las guerras de Estados Unidos, su libro más conocido es A People's History of the United States (La otra Historia de Estados Unidos); es un experto en las inesperadas voces de la resistencia que se han hecho oír en toda nuestra historia. A sus 83 años (a pesar de que parece 10 años más joven), es también un veterano de este accidentado siglo; aun así no hay nada de atrasado en echar una mirada a su persona. Su voz es tranquila; claramente se toma a sí mismo con una pizca de sal y en ocasiones se ríe burlonamente de sus propios comentarios. De tanto en tanto, cuando un pensamiento le gusta y su cara se ilumina con una sonrisa auténtica, parece decididamente joven.”

Así es como lo vi entonces y así es como lo veo a casi cinco años de su muerte; me dan ganas de exclamar “¡Qué tipo este!”. ¿Puede alguien dudar que él nos (incluyo aquí a muchos estudiantes de secundaria y universitarios) haya cambiado la forma de pensar acerca de nuestro mundo estadounidense? Por eso, en este extraño momento de la historia, cuando casi cada acción imperial que realiza Estados Unidos sale mal (véase Afganistán, Siria, Iraq y Yemen) y aun así continúa siendo la única superpotencia, parece pertinente ofrecer este “lo mejor de” TomDispatch, una mirada retrospectiva de cómo llegó Zinn a darse cuenta de que el nuestro era un Imperio. Para llegar al umbral del imperio (donde, por supuesto siempre estuvo), él hizo un viaje –una odisea– muy suyo.

* * *

Lo que el aula no me enseñó sobre el Imperio estadounidense
Con un ejército de ocupación guerreando en Iraq y Afganistán, con bases militares y empresas intimidando en cada rincón del planeta, ya casi nadie cuestiona la existencia de un Imperio estadounidense. Por cierto, quienes lo negaban fervientemente se han pasado al abrazo más jactancioso y desvergonzado de la idea.

Sin embargo, la idea misma de que Estados Unidos era un Imperio no se me ocurrió hasta que terminé mi trabajo como bombardero en la Octava Fuerza Aérea británica durante la Segunda Guerra Mundial y regresé a casa. Incluso mientras empezaba a tener dudas sobre la pureza de la “Buena Guerra”, incluso después de haberme horrorizado por Hiroshima y Nagasaki, incluso después de haber bombardeado yo mismo ciudades europeas, todavía no había relacionado todo aquello en el contexto de un “Imperio” estadounidense.

Yo tenía conciencia, como todo el mundo, del Imperio británico y de las otras potencias imperiales europeas, pero Estados Unidos no era visto de la misma manera. Cuando, después de la guerra, me acogí a la Ley de Derechos del Veterano y fui a la universidad donde cursé Historia de Estados Unidos, me acostumbré a encontrar un capítulo en los textos de historia que se llamaba “La era del Imperialismo”. Se refería invariablemente a la guerra de 1898 librada entre España y Estados Unidos y la subsiguiente conquista de las islas Filipinas. Daba la impresión de que el Imperialismo estadounidense había durado unos pocos años. No había un punto de vista global sobre la expansión de Estados Unidos que pudiera llevar a la idea de un imperio de ámbito mundial ni de un periodo “imperial”.

Recuerdo el mapa en el aula (titulado “Expansión hacia el oeste”) que mostraba la marcha a través del continente como si fuese un fenómeno natural, casi biológico. Aquella enorme adquisición de tierra llamada “La compra de Louisiana”, que insinuaba la adquisición de un territorio que era cualquier cosa menos desocupado. Era una insensatez: ese territorio, por entonces ocupado por cientos de tribus indias que debían ser aniquiladas o expulsadas –lo que ahora llamamos “limpieza étnica”– para que los blancos pudieran colonizar la tierra y más tarde los ferrocarriles pudiesen cruzarla en uno y otro sentido presagiando así la “civilización” y sus brutales procedimientos.

Ni las discusiones sobre la “democracia jacksoniana” en las clases de historia ni el libro tan popular de Arthur Schlesinger hijo, The Age of Jackson, me dijeron algo sobre el “Sendero de las lágrimas”, la letal marcha forzada de “las cinco tribus civilizadas” en dirección al oeste desde Georgia y Alabama atravesando Mississippi, que dejó 4.000 muertos tras ella. Ningún texto sobre la Guerra Civil mencionaba la masacre de Sand Creek, en la que se asesinó a centenares de pobladores indígenas, justo cuando la administración Lincoln proclamaba la “emancipación” de los negros.

El mapa del aula también mostraba una porción del territorio del sur que estaba rotulada como “Cesión mexicana”. Se trataba de un práctico eufemismo para referirse a la agresión bélica contra México en 1846, en la que Estados Unidos se apoderó de la mitad del territorio de ese país: California y el gran Suroeste. La expresión “Destino manifiesto”, utilizada por aquellos tiempos, naturalmente pronto se convirtió en algo de ámbito universal. En 1898, en vísperas de la guerra España-Estados Unidos, Washington Post vislumbraba más allá de Cuba; “Nos enfrentamos a un extraño destino. El sabor del Imperio está en la boca del pueblo como lo está el sabor de la sangre en la jungla”.

La violenta marcha a través del continente, e incluso la invasión de Cuba, parecían estar en el interior de la esfera de los intereses naturales de Estados Unidos. Después de todo, ¿acaso la Doctrina Monroe no había declarado en 1823 que el hemisferio occidental estaba bajo nuestra protección? Sin embargo, con apenas alguna pausa después de Cuba, fue la invasión de las Filipinas, casi en el otro lado del mundo. En ese momento, la palabra “imperialismo” parecía la más adecuada para las acciones de Estados Unidos. Ciertamente, esa larga y cruel guerra –tratada veloz y superficialmente en los libros de historia– propició la Liga Anti-Imperialista, en la que tanto William James como Mark Twain fueron figuras prominentes. Pero tampoco fue esto algo que yo aprendiera en la universidad.

La “Única Superpotencia” sale a la luz
No obstante, leyendo fuera del aula empecé a encajar las piezas de la historia en un mosaico más amplio. Lo que en la década que precedió a la Primera Guerra Mundial al principio pareció algo así como una política exterior completamente pasiva ahora ese momento aparecía como una sucesión de intervenciones violentas: el expolio de la Zona del Canal de Panamá a Colombia, el bombardeo de la costa de México, el despacho de la infantería de marina a casi todos los países de Centroamérica, el envío de ejércitos de ocupación a Haití y la República Dominicana. Como el muy condecorado general Smedley Butler, que participó en muchas de esas intervenciones, escribió más tarde: “Fui un recadero de Wall Street”.

En el mismo momento en que yo estaba aprendiendo esta historia –los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial– Estados Unidos se estaba convirtiendo no ya solo en otra potencia imperial más sino en la principal superpotencia del mundo. Resuelta a retener y ampliar su monopolio del arma nuclear, se estaba adueñando de remotas islas en el Pacífico, obligando a sus habitantes a que las abandonaran y haciendo de esas islas un letal patio de juegos para nuevos ensayos atómicos.

En sus memorias, No Place to Hide, el doctor David Bradley, que controló los niveles de radiación en esas pruebas, hizo una descripción de lo que habían dejado atrás los equipos de encargados de los ensayos cuando regresaron a casa: “Radiactividad, contaminación, una isla de Bikini destruida y la mirada triste de los pacientes exiliados”. Después de unos años, a los ensayos en el Pacífico les siguieron más pruebas en los desiertos de Utah y Nevada; en total, más de un millar de ensayos.

Cuando en 1950 empezó la guerra de Corea, yo todavía estaba estudiando historia como graduado en la Universidad de Columbia. Nada de lo que ocurría en clase me preparaba para entender la política estadounidense en Asia. Pero leía el semanario I. F. Stone’s Weekly. Stone era uno de los pocos periodistas que cuestionaba la justificación oficial del envío de un ejército a Corea. Entonces, a mí me parecía claro que no era la invasión de Corea del Sur por parte de Corea del Norte lo que provocaba la intervención de Estados Unidos, sino el deseo que este país tenía de establecer un solido punto de apoyo en el continente asiático, sobre todo desde que los comunistas se habían hecho con el poder en China.

Años más tarde, mientras la intervención encubierta en Vietnam crecía hasta convertirse en una enorme y brutal operación bélica, los designios imperiales de Estados Unidos se hicieron más claros para mí. En 1967, escribí un librito llamado Vietnam: The Logic of Whithdrawal. Para entonces, yo ya estaba muy involucrado en el movimiento contra la guerra.

Cuando leí las 100 páginas de los Papeles del Pentágono*, que Daniel Ellsberg me había encomendado, me sobresalté al conocer los memorandos secretos del Consejo Nacional de Seguridad. En su explicación de los intereses estadounidenses en el Sureste Asiático, los papeles hablaban con claridad meridiana sobre los objetivos de Estados Unidos: “estaño, caucho, petróleo”.

Ciertamente, ni la deserción de soldados en la guerra con México, ni los motines contra la conscripción -reclutamiento- obligatoria durante la Guerra de Secesión, ni los grupos antiimperialistas en el cambio de siglo, ni la vigorosa oposición a la Primera Guerra Mundial; ningún movimiento contra la guerra en la historia de Estados Unidos alcanzó la magnitud del de la guerra de Vietnam. Al menos una parte de esa oposición se basaba en la comprensión de que estaba en juego algo más que Vietnam, de que la atroz guerra librada en un pequeño país formaba parte de un plan imperial mucho mayor.

Varias intervenciones militares que siguieron a la derrota en Vietnam parecieron reflejar la desesperada necesidad de la superpotencia aún reinante de establecer una dominación de ámbito planetario; incluso después de la caída de su poderoso rival, la Unión Soviética. De ahí la invasión de la isla de Granada en 1982, el bombardeo y asalto de Panamá en 1989, la primera guerra del Golfo en 1991. ¿Fue acaso la toma de Kuwait por parte de Saddam Hussein lo que motivó al abatido George Bush padre o antes bien utilizó él este acontecimiento como una oportunidad para llevar con firmeza el poder militar estadounidense hacia la codiciada región petrolera de Oriente Medio? Dada la historia de Estados Unidos y su obsesión por el crudo de Oriente Medio mostrada ya en 1945 por Franklin Roosevelt con su tratado con el rey de Arabia Saudí, Abdul Aziz, y en 1953 con el derrocamiento del gobierno democrático de Mossadeq en Irán por parte la CIA, no resulta muy difícil responder a esta pregunta.

Justificación del Imperio
Los despiadados atentados del 11 de septiembre (como lo admitió la Comisión oficial del 11-S) fueron la consecuencia del feroz odio originado por la expansión estadounidense en Oriente Medio y el resto del mundo. Según el libro The Sorrows of Empire, de Chalmers Johnson, incluso antes del acontecimiento el departamento de Defensa reconoció la existencia de 700 bases militares de Estados Unidos fuera de su territorio.

Desde entonces, con el inicio de la “guerra contra el terrorismo”, se instalaron o ampliaron muchas más bases: en Kyrgyzstán, Afganistán, el desierto de Qatar, el golfo de Omán, el Cuerno de África y en cualquier otro sitio del mundo donde un gobierno complaciente pudiese ser sobornado o coaccionado.

Cuando yo bombardeaba en Alemania, Hungría, Checoslovaquia y Francia durante la Segunda Guerra Mundial, la justificación moral era tan sencilla y clara que estaba más allá de toda discusión: estábamos salvando al mundo del mal del fascismo. Por lo tanto, me quedé estupefacto cuando oí a un artillero de otra tripulación –él y yo teníamos en común que leíamos libros– que decía que él consideraba que aquello era “una guerra imperialista”. Ambos lados, decía, estaban motivados por la ambición de controlar y conquistar. Discutimos bastante pero no llegamos a resolver la cuestión. Irónica y desgraciadamente, poco tiempo después de nuestra discusión el avión de mi camarada fue derribado y él murió en la misión.

En las guerras, siempre hay una diferencia entre la motivación de los soldados y la de los líderes políticos que los envían al combate. Mi motivación, como la de muchos otros, era ingenua respecto de la ambición imperial. Yo estaba ayudando a derrotar al fascismo y a crear un mundo más decente, libre de agresiones, militarismo y racismo.

La motivación del establishment de Estados Unidos, según lo entendía el artillero del que hablo, era de naturaleza diferente. Fue descrita a principios de 1941 por Henry Luce, un multimillonario que era propietario de las revistas Time, Life y Fortune, como la llegada del “Siglo de Estados Unidos”. El tiempo había llegado, decía, para que Estados Unidos “ejerza en el mundo la totalidad del impacto de nuestra influencia, para los propósitos que consideremos adecuados y por los medios que consideremos adecuados”.

Es imposible pedir una declaración de designio imperial más sincera y rotunda. En los últimos años, de ella se han hecho eco los intelectuales al servicio de la administración Bush, pero asegurándonos que esta “influencia” es benevolente, que los “propósitos” –ya sea en la formulación de Luce o en las más recientes– son nobles, que se trata de un “imperialismo iluminado”. Tal como dijo George Bush en su segundo discurso de toma de posesión: “El llamamiento de nuestro tiempo es la extensión de la libertad en todo el mundo”. The New York Times escribió que ese discurso era “sorprendente por su idealismo”.

El Imperio estadounidense siempre ha sido un proyecto bipartidista: demócratas y republicanos se han turnado ampliándolo, ensalzándolo, justificándolo. En 1914 –al año en que EE.UU. bombardeó México–, el presidente Woodrow Wilson les dijo a los graduados de la academia naval que Estados Unidos utilizaba “su armada y su ejército... como instrumentos de civilización, no de agresión”. Y en 2002, Bill Clinton les dijo a los graduados de West Point: “Los valores que habéis aprendido aquí podrán extenderse por todo el país y por todo el mundo”.

Para el pueblo de Estados Unidos, y por cierto para los pueblos de todo el mundo, más pronto que tarde estas proclamas revelan su falsedad. La retórica, a menudo convincente en un primer momento, se convierte pronto en algo abrumador por los horrores que ya no pueden seguir escondiéndose: los cadáveres ensangrentados de Iraq, los miembros desgarrados de los soldados estadounidenses, los millones de familias expulsadas de sus hogar, tanto en Oriente Medio como en el Delta del Mississippi.

¿No han empezado a perder asidero en nuestra mente esas justificaciones imperiales incrustadas en nuestra cultura, que agreden nuestro sentido común –que la guerra es necesaria para la seguridad, que su expansión es fundamental para la civilización–? ¿Habremos llegado acaso a ese punto en la historia en el que estemos preparados a abrazar una nueva manera de vivir en el mundo, en la que la cuestión no sea ampliar nuestro poder militar sino nuestra humanidad?

Nota:
*. “Los Pentagon Papers (los Papeles del Pentágono), titulados oficialmente United States - Vietnam Relations, 1945–1967: A Study Prepared by the Department of Defense (Relaciones Estados Unidos - Vietnam, 1945-1967: Un estudio elaborado por el Departamento de Defensa), es el nombre popular de un documento secreto que contiene la historia de la implicación de Estados Unidos en Vietnam entre 1945 y 1967. Los Pentagon Papers empezaron a publicarse en la primera página de The New York Times en 1971” (extraído de Wikipedia por el traductor).

Howard Zinn (1922–2010) fue historiador, autor de obras de teatro y activista. Escribió A People’s History of the United States (en castellano, La otra historia de los Estados Unidos. Editorial Hiru. Hondarribia, Guipúzcoa, 2005) y A People's History of American Empire (presentado en formato cómic), junto con Mike Konopacki y Paul Buhle.

Enseñó en el Instituto Spelman, un instituto universitario para mujeres negras de Atlanta, donde se convirtió en un activo integrante del movimiento por los derechos civiles. Después de ser expulsado del Spelman por su apoyo a las reivindicaciones de las estudiantes, Zinn fue profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Boston.

Ha escrito muchos libros, entre ellos una autobiografía: You Can’t Be Neutral on a Moving Train (en castellano, Nadie es neutral en un tren en marcha. Editorial Hiru, Hondarribia, Guipuzcoa, 2001).

Recibió el premio de literatura de no ficción de la Fundación Lannan y el premio Eugene V. Debs por sus escritos y su activismo político.

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176052/best_of_tomdispatch%3A_howard_zinn%2C_the_end_of_empire/#more

martes, 13 de octubre de 2015

La extravagante idea de atender a los ciudadanos. Propuestas que en 1970 eran parte de un proyecto socialdemócrata nada revolucionario se han convertido hoy en ideas que se consideran radicales e irrealizables.

Bernie Sanders, el político norteamericano que inesperadamente ha saltado al ruedo como aspirante a la nominación demócrata, estuvo en 2010 más de ocho horas seguidas hablando en el Senado contra una ley que implicaba bajar los impuestos a quienes ingresaban más de 250.000 dólares anuales. En lugar de atraer la atención de Hollywood —James Stewart protagonizó en 1939 Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington) sobre un acto de filibusterismo parecido, película que, todo sea dicho estuvo prohibida en la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler y la España de Franco, hasta 1949—, Sanders fue duramente atacado. Pero algo cambió, porque el poco conocido senador de Vermont, asimilado al radicalismo de izquierda, atrajo la atención de los ciudadanos y sentó las bases de su nuevo y sorprendente recorrido. Su lema es una frase repetida cien veces: “No creo que sea una terrible idea radical decir que alguien que trabaja 40 horas a la semana no debería vivir en la pobreza”.

Lo llamativo del caso de Sanders, como el de Corbyn, en Gran Bretaña, es que si se analizan sus propuestas sociales (dejando al margen sus ideas en política exterior) se comprueba que lo que defienden hoy día es prácticamente igual a lo que formó parte de la corriente central del pensamiento del Partido Demócrata de Lyndon B. Johnson o del Partido Laborista, no ya de Clement Attlee, en los años 50, sino de Harold Wilson, en los 70. Propuestas que en 1970 eran parte de un proyecto socialdemócrata nada revolucionario se han convertido hoy en propuestas que se consideran radicales e irrealizables.

Lo curioso es que, aun hoy, cuando se pregunta a los ciudadanos, incluso en un país como Estados Unidos, la aplastante mayoría conecta con esas ideas: las corporaciones económicas tienen demasiado poder (74%); los bancos demasiado grandes deberían ser troceados (58%); los más ricos no pagan los impuestos que debieran (79%); los trabajadores necesitan estar mejor defendidos (70%); la creciente desigualdad es nociva. Según una reciente encuesta del Pew Center, por primera vez en la historia de Estados Unidos, la palabra “socialismo” provoca una visión positiva para el 49% de los menores de 30 años.

La única conclusión posible es que laboristas británicos, demócratas norteamericanos y socialdemócratas en general han estado muchos años a la defensiva, sin sangre en las venas, como aseguraba Tony Judt, aplastados por la propuesta de la derecha de que el incremento desproporcionado de la desigualdad no tenía la menor importancia, mientras todo el mundo disfrutara de crédito para financiar su consumo.

“Que las políticas atendieran a las preferencias de los ciudadanos parecía extravagante”, escribió José María Maravall (Las promesas políticas, 2013). En Estados Unidos, la mayoría de la población comenzó a pensar que su gobierno y su parlamento habían sido capturados por los poderosos. En Europa, la población empezó a no saber a quién podía pedir responsabilidades: ¿a su Gobierno? ¿A la Unión Europea?

Repentinamente, en Europa y en Estados Unidos asoman personalidades y movimientos políticos que reclaman la centralidad de esas ideas básicas: “Quien trabaja 40 horas a la semana no debería ser pobre”, “quien no tiene trabajo, sigue teniendo derechos sociales”. Casi todo lo que se hace desde hace muchos años, se lleva a cabo en contra de las opiniones públicas o gracias a su ignorancia premeditada, con argumentos tecnocráticos. “La democracia representativa se socava cuando los ciudadanos votan, pero apenas deciden”, termina su libro José María Maravall. “En mayo de 1968 se reclamaba: “sed realistas, pedir lo imposible”. Hoy día, por el contrario, se descalifican como irrealistas medidas que sí son posibles”. Y necesarias, querido profesor Maravall.
solg@elpais.es

http://elpais.com/elpais/2015/10/09/opinion/1444402505_828524.html

lunes, 12 de octubre de 2015

Más progreso sin dejar a nadie atrás. Salud, empleo y seguridad alimentaria son los asuntos que cobran relevancia en la nueva agenda global, cuyo objetivo es reducir la enorme lacra de la desigualdad

A la comunidad de Loma Alta, en la región boliviana del Beni, no ha llegado noticia de las sofisticadas negociaciones que han desembocado esta semana en los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sus habitantes, sin embargo, saben perfectamente de qué se está hablando. Como muchos de los llamados “pueblos originarios” de América Latina, esta población ocupa el vagón de cola de un modelo de progreso desigual, con niveles de desnutrición y mortalidad materno-infantil que multiplican los de las regiones más desarrolladas del país. Su comunidad constituye un microcosmos de los retos del desarrollo en Bolivia y en buena parte del planeta... leer más.

http://elpais.com/elpais/2015/10/05/planeta_futuro/1444057481_569174.html

domingo, 11 de octubre de 2015

Sanders, la comunicación y la campaña electoral

Randy Alonso Falcón

 Bernie Sanders es noticia en estos días. Se ha convertido en el precandidato presidencial que más rápido ha llegado al millón de donaciones financieras en una campaña política en los Estados Unidos. (1)

Si muchos miraron con sorpresa y desdén al Senador por Vermont, de 74 años, cuando lanzó su candidatura por el Partido Demócrata (Margaret Sullivan recordaba (2) que, cuando presentó su campaña, The New York Times le reservó un modesto espacio en la página 21 de la sección A del periódico (3)-, ahora la mayoría lo sitúa como un contendiente formidable para Hillary Clinton, en la búsqueda de la nominación presidencial.

En una contienda electoral donde el dinero es decisivo, Sanders ha logrado recaudar en los últimos tres meses 26 millones de dólares para su campaña. La Clinton, clara favorita de su partido desde el inicio, sólo le aventajó esta vez en 2 millones de dólares, 28. El salto de Sanders es notorio, pues en el primer cuarto de campaña había recaudado 15 millones de dólares por 47 millones que acopió la ex Secretaria de Estado. (4)

Su estrategia se ha basado en el uso intensivo de Internet y las redes sociales, en exitoso remake hasta ahora de las campañas electorales de Barack Obama. Aunque ha superado al actual presidente en cuanto a la rapidez con que llegó al millón de donaciones electorales. Obama lo logró en su primera campaña en febrero 2008 (cinco meses después que Sanders) y para su reelección pudo alcanzarlas en octubre 2012 (un mes después) (5). Falta por ver si Sanders logra igualar a Obama en triunfos electorales.

Desde Obama, las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación, Internet y las redes sociales, han pasado a ocupar un lugar fundamental en las estrategias electorales en EE.UU (y otras partes del mundo). Si bien Gore había hecho sus pininos en este campo en la disputa del 2000, fue el inquilino actual de la Casa Blanca y sus asesores de campaña los que lograron optimizar el uso de estas herramientas y sacarle rédito electoral y político.

El marketing electoral, desde entonces, ha ido ampliándose desde el otrora hegemón televisivo hacia los ámbitos de la internet y las comunicaciones móviles. La política se ha hecho cada vez más mediática e instantánea. Ya no se exhibe tanto en discursos ante las masas, como en tuits de 140 caracteres, fotos simbólicas subidas ipsofacto a Facebook e Instagram o videos exhibidos en Youtube y Vimeo. La “política digital” va arrebatándole espacios a la "política real”.

Como señala el estudioso de la comunicación Manuel Castells: “En nuestra sociedad, la política es básicamente política mediática. El funcionamiento del sistema político se representa para los medios de comunicación con el fin de obtener el apoyo o, al menos, la mínima hostilidad de los ciudadanos que se convierten en consumidores en el mercado político.” (6)

Y apunta también Castell que “…la actual transformación de la tecnología de la comunicación en la era digital amplía el alcance de los medios de comunicación a todas las esferas de la vida social en una red que a un tiempo global y local, genérica y personalizada según un patrón cambiante. Como resultado, las relaciones de poder, es decir, las relaciones que constituyen los fundamentos de toda sociedad, además de los procesos que desafían las relaciones de poder institucionalizadas, se determinan y deciden cada vez más en el campo de la comunicación.” (7)

Cada uno de los aspirantes demócratas y republicanos a los comicios presidenciales de 2016 están librando también sus batallas en el ciberespacio, donde millones de sus potenciales votantes interactúan permanentemente y reciben influencias. La captación de financiamiento electoral se multiplica por esta vía.

Los precandidatos sonsacan a los electores a través de las redes. Un ejército de contratados y voluntarios se despliega frente a computadores, laptops, tabletas o móviles para enviar mensajes electorales, mostrar las actividades del aspirante o solicitar donaciones monetarias. La composición de las maquinarias político-electorales ha cambiado en estos años. Informáticos, diseñadores web, community managers y otros profesionales del ámbito digital se hacen cada vez más presentes.

Bernie Sanders ha invertido significativa parte de su capital de campaña en la publicidad por internet y la construcción de redes sociales virtuales de apoyo a su candidatura. Su hashtag de campaña #FeelTheBern y sus dos páginas oficiales en Faceboo, se dice han contribuido a su capacidad para arrastrar seguidores en todo el país. Sanders es el candidato demócrata con más seguidores en Facebook, con 3,6 millones, por delante de Hillary Clinton, con 1,4 millones.(8)

Como Obama (9), ha recurrido a la captación de muchas pequeñas donaciones, alentando a los ciudadanos a través de correos electrónicos, mensajes de textos, llamados en Facebook y otros espacios digitales de interacción. El resultado financiero ha sido sorprendente: récord de 1 millón de donaciones online (10), con un monto promedio de contribución de 24,86 dólares (11); récord de dos millones de dólares recaudados online en las 24 horas del 30 de septiembre (12). Tales números hacen blasonar a los voceros de Sanders de “una demostración pública de apoyo sin precedentes” (13), sin contar con las contribuciones –dicen- de los grandes donantes políticos (los llamados super PAC).

El efecto visible es que Sanders ha pasado de una intención de voto entre los demócratas de un 4% en enero 2015 a un 27.5% en septiembre; reduciendo significativamente le brecha con la superfavorita Hillary Clinton. (14)

Ya se calientan motores para el primer debate entre los candidatos del Partido Demócrata. Habría que ver su efecto en el electorado. Ahora no se tendrá que esperar a lo que nos digan las encuestas unas horas después. Se podrán palpar instantáneamente los estados de ánimos de los “consumidores” del mensaje político a través de Twitter, Facebook y otras redes sociales.

Castell lo retrata en modo sublimado: “En nuestra sociedad, el poder es el poder de la comunicación”. (15)

Notas:

(1) “Bernie Sanders Raises $26 Million, Powered by Online Donations Exceeding Obama’s 2008 Pace”, en the New York Times, Septiembre 30 de 2015. http://www.nytimes.com/politics/first-draft/2015/09/30/bernie-sanders-raises-26-million-powered-by-online-donations-exceeding-obamas-2008-pace/
(2) Has The Times Dismissed Bernie Sanders?, en the New York Times, Septiembre 9 de 2015. http://publiceditor.blogs.nytimes.com/2015/09/09/has-the-times-dismissed-bernie-sanders/?_r=0
(3) “Bernie Sanders, Long-Serving Independent, Enters Presidential Race as a Democrat”, en The New York Times, Mayo 1, 2015, pag A21. http://www.nytimes.com/2015/04/30/us/politics/bernie-sanders-campaign-for-president.html
(4) Sanders cuts Clinton fundraising lead with late-night push, en The Hill, Octubre 1, 2015. http://thehill.com/blogs/ballot-box/255644-sanders-cuts-clinton-fundraising-lead-with-late-night-push
(5) Bernie Sanders reaches one million donations faster than any other candidate, en Independent, Septiembre 30 de 2015.http://www.independent.co.uk/news/world/americas/bernie-sanders-reaches-one-million-donations-faster-than-any-other-candidate-a6674376.html
(6) Castells, Manuel, “Comunicación, poder y contrapoder en la sociedad red. Los medios y la política”, en Revista Telos no.74, Enero-Marzo de 2008.
(7) Idem
(8) El latino que lidera la revolución en redes de Bernie Sanders, en Univisión, Septiembre 24 de 2015. http://noticias.univision.com/article/2476038/2015-09-24/estados-unidos/destino-2016/noticias-elecciones/el-latino-que-contribuye-a-la-revolucion-en-internet-de-bernie-sanders
(9) Bugard, Sofia:” La campaña electoral de Barack Obama: La utilización de internet y la transformación de la comunicación política”, en Aulascop. https://aulascop.wordpress.com/2013/05/18/la-campana-electoral-de-barack-obama-la-utilizacion-del-internet-y-la-transformacion-de-la-comunicacion-politica-por-sophia-burgard/
(10) “Sanders touts 1 million online donations”, en The Hill, Septiembre 30 de 2015. http://thehill.com/policy/technology/255469-sanders-touts-1-million-online-donations
(11) “Bernie Sanders reaches 1 Million donation faster than any Presidential Campaign in History”, en Alternet, Septiembre 30 de 2015. http://www.alternet.org/news-amp-politics/bernie-sanders-reaches-1-million-donations-record-time
(12) Idem
(13) “Sanders touts 1 million online donations”, en The Hill, Septiembre 30 de 2015. http://thehill.com/policy/technology/255469-sanders-touts-1-million-online-donations
(14) If Edward Snowden Is Right About Clinton’s Emails, Bernie Sanders Will Win a Landslide Victory, en The Huffington Post, Octubre 1 de 2015.http://www.huffingtonpost.com/h-a-goodman/if-edward-snowden-is-right-about-clintons-emails_b_8225470.html (15) Castells, Manuel, “Comunicación, poder y contrapoder en la sociedad red. Los medios y la política”, en Revista Telos no.74, Enero-Marzo de 2008.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/10/05/sanders-la-comunicacion-y-la-campana-electoral/#.Vhb9z871K8U

sábado, 10 de octubre de 2015

Violentos y ladrones, pero más humanos que los nazis. Un historiador ruso rastrea a la División Azul española por la URSS y su impacto

Los españoles de la División Azul (DA) que, en apoyo de los invasores nazis, lucharon en tierras de la URSS de 1941 a 1943 fueron percibidos por los habitantes de las provincias rusas donde se acuartelaron -Nóvgorod y Leningrado- como más benignos que los alemanes y, a diferencia de estos, no se vieron involucrados en represalias masivas a la población, según el historiador Boris Kovalev, profesor de la Universidad Estatal de Nóvgorod.

Para su libro Voluntarios en una guerra ajena, dedicado a la DA, el investigador ha consultado los archivos provinciales de los servicios de Seguridad e Interior y el archivo central del ministerio de Defensa, además de entrevistar a una cincuentena de personas que habitaron en pueblos del territorio controlado por la DA a las orillas del lago Ilmén o en las riberas del río Vólkov, en la provincia de Nóvgorod, y en la de Leningrado.

Kovalev estudió también los diarios de los españoles caídos, la correspondencia incautada y más de 100 expedientes personales, entre transcripciones de interrogatorios de presos, desertores y tránsfugas, y actas de los procesos contra miembros de la DA. En conjunto, su obra presenta una visión polifacética del episodio histórico protagonizado por la Wehrmacht Alemana y los españoles que la siguieron a Rusia en una misión de solidaridad limitada que movilizó a más de 20.000 personas de diversos grupos, desde falangistas convencidos, voluntarios con motivaciones variadas, en gran parte económicas y de ascenso social, y una minoría deseosa de pasarse a la Unión Soviética.

El frio y el hambre dominan los testimonios de españoles y rusos. Desde Alemania, los españoles marcharon a pie por el oeste de la URSS en el verano de 1941. No tenían ropa de invierno y en los pueblos de la provincia de Nóvgorod donde tomaron posiciones ya en otoño se dedicaron a robar prendas de abrigo, desde pañuelos de lana de las campesinas a edredones, que se echaban sobre los uniformes cada vez más harapientos. También se apoderaban de las válenki, las botas de fieltro rusas, que arrebataban a vivos y a muertos. Espoleados por el frío, prendían fuegos que amenazaban con incendiar las modestas viviendas campesinas donde se alojaban.

Sin haberse bañado desde que salieron de Alemania, piojosos y hambrientos, los divisionarios abandonaban su mugrienta ropa interior y se llevaban todo lo que encontraban a su paso: gallinas, vacas, y hasta los gatos. Una anciana invitada por los divisionarios a comer lo que creía un conejo descubrió con horror que había degustado su propio gato, cuando buscó a éste para darle las sobras del banquete.

Soldados irascibles
Los recuerdos de los habitantes de la zona ocupada y las actas de la Comisión Estatal Extraordinaria (ChGK, en ruso, la institución creada por la URSS para investigar los crímenes de guerra de los ocupantes) indican que los españoles eran muy excitables y podían matar a alguien en una riña, como Fédor Morózov, el alcalde colaboracionista con los nazis en Nóvgorod, tiroteado por un soldado español al que empujó en un reparto de leche. La maestra Alexandra Ojapkina, en 1941 una niña de 12 años evacuada al pueblo de Shevélevo, calificaba a los divisionarios de “muy ladrones, pero no crueles y con cierta compasión por los habitantes locales”.

El mando soviético recibía informes de los interrogatorios, en los que se constataba que la moral de combate de la DA había mermado al aumentar las dificultades. Los españoles jugaban a las cartas por dinero y algunos pagaban a sus compañeros para que hicieran guardia por ellos. En la DA se dio una orden contra quienes se autolesionaban para evitar el frente. Uno de los presos, Juan Trias Diego, confirmó a los soviéticos que en la División se había fusilado a soldados por autolesionarse y que otros recibieron castigos tales como patrullar en calzoncillos o ser abandonado frente a las trincheras con un farol encendido. Los soldados se “perdían” cuando volvían al frente desde el hospital, por lo que el mando de la DA organizó el transporte en grupos vigilados por un oficial. El método no fue eficaz, a jugar por un caso en el que además del grupo desapareció también el oficial controlador.

En Chudovo, a 100 kilómetros de Leningrado, había dos campos de prisioneros de la Wehrmacht donde fueron exterminados más de 53.000 personas. Al iniciarse la retirada, el comandante del campo hizo formar a los prisioneros y pidió dar varios pasos al frente a quienes no se valían por sí mismos. Los 55 hombres que avanzaron, esperando que les facilitaran el transporte, fueron fusilados a la vista del resto. Chudovo estaba 40 kilómetros al norte de la zona controlada por la DA.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/05/actualidad/1444068649_594486.html

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viernes, 9 de octubre de 2015

Lydie Salvayre: “En Francia se censura todo lo que sea popular”. ÁLEX VICENTE. La autora francesa relata la historia de juventud de su progenitora, exiliada republicana, en ‘No llorar’, ganadora del Goncourt.

Lydie Salvayre (Autainville, Francia, 1946) llevaba años intentando dar forma de novela a la historia vivida por su madre, quien fue una joven catalana tentada por la aventura libertaria en los años previos a la Guerra Civil, cuando se instaló con su hermano anarquista en Barcelona. Allí viviría su primera historia de amor y participó en la efervescencia revolucionaria antes de emigrar a Francia. Lo consiguió al leer Los grandes cementerios bajo la luna, donde el escritor católico y monárquico Georges Bernanos expresa su desazón respecto a las atrocidades cometidas por el bando nacional, al que en un principio dio apoyo y en cuyas tropas combatía su propio hijo. La condena le valdría ser expulsado del partido ultraderechista Acción Francesa.

“Mi madre murió hace siete años, pero nunca me acababa de decidir a contar su historia. La lectura de Bernanos me despertó. Fue como si me dieran un puñetazo”, afirma Salvayre en su domicilio parisino, una casita de dos plantas pegada al cementerio de Père-Lachaise. Del enfrentamiento entre el relato de juventud de su madre y el remordimiento expresado por Bernanos, dos personajes en las antípodas que acaban encontrándose en un terreno común, surgió No llorar (Anagrama), con la que el año pasado ganó el premio Goncourt, el más importante de las letras francesas.

En el libro, la autora reproduce el habla de su madre, una mezcla de español y francés donde no faltan las incorrecciones y barbarismos, y que la autora vincula al frañol, lengua oficial de los cerca de 500.000 exiliados republicanos en el país vecino. Salvayre ha querido dignificarla. “De pequeña me daba vergüenza oír cómo hablaba mi madre, pero ahora me apasiona. Al hacerme mayor entendí que, en lugar de estropear el francés, lo convertía en algo más poético y más divertido”, expresa. “Detrás de mi escritura también se halla una cuestión política. ¿El francés debe seguir siendo una lengua pura, o las palabras surgidas del exilio tienen derecho a introducirse en ella?”. No hace falta preguntarle por qué opción se decanta la autora, consagrada al fin tras publicar veinte novelas respetadas por la crítica y traducidas a una veintena de idiomas.

La autora habla igual que escribe: una palabra en español por cada cuatro en francés. En la traducción al castellano, a cargo de Javier Albiñana, los fragmentos en español han sido transcritos en negrita para que el lector español se haga una idea de esta lengua híbrida, inhabitual en la narrativa francesa, menos abierta al mestizaje que otras tradiciones literarias. Existen numerosos ejemplos de autores que se sirven del spanglish, como Sandra Cisneros o Junot Díaz, sin contar con la literatura poscolonial de la esfera anglosajona, donde la lengua dominante suele aceptar préstamos de la dominada. En francés, en cambio, los casos no abundan. “Es verdad. Francia es un país donde, a partir de la creación de la Academia Francesa en el siglo XVII, se censura todo lo que sea popular, como si fuera una mancha que borrar”, afirma Salvayre. “Frente a la rigidez de ese modelo, lo extranjero es percibido como una amenaza”.

Sin ir más lejos, cuando ganó el Goncourt, el crítico literario Bernand Pivot, presidente del jurado, le dedicó elogios pero apuntó que en el libro había “demasiado español”. “Todavía nos gobierna esa exigencia de hablar como es debido”, responde Salvayre. “A mí me han tildado mil veces de vulgar por introducir tacos en mis novelas”.

Puede que la literatura no haga más que reflejar la rigidez y la exigencia del modelo de integración francés, que requiere una asimilación casi total. El propio nombre de la autora lo revela. Sus padres la llamaron Lidia. En el registro civil, su nombre es Lydie.

La autora tuvo, durante años, sentimientos encontrados respecto a esa herencia familiar. “Hasta las adolescencia, las historias de la guerra me aburrían sobremanera”, reconoce. Salvayre creció en Auterive, pequeña localidad cercana a Toulouse, junto a una comunidad de exiliados en la que “se organizaban grandes comidas, se contaban chistes verdes y nadie se compraba muebles”, porque todo el mundo creía que terminaría volviendo a la patria abandonada. Cuando llegó al colegio, recuerda haber sido ridiculizada por hablar igual que sus padres y equivocarse sistemáticamente con el género de los artículos, ese tic del que todo expatriado nunca se desprende del todo. “Pero ese sentimiento de vergüenza fue un motor. Me afectó al orgullo y me impulsó a demostrar que podía hablar y escribir tan bien como cualquiera”, afirma. A veces, ese absurdo sentimiento de inferioridad vuelve a aparecer. “Lo detecto en las cenas burguesas, donde me veo paralizada por miedo a no tener las maneras adecuadas en la mesa o a decir algo que me deje en evidencia”, admite.

En Francia, su padre trabajó de albañil. Fue un comunista estalinista “hasta el día de su muerte”, que no dudó en abofetear a sus tres hijas si osaban criticar a la Unión Soviética. Si Salvayre prescindió de su apellido de soltera, Arjona, para escribir, fue como rebelión a ese padre autoritario. La protagonista del libro es, sin embargo, su madre. “Quise dejar por escrito las historias que me contaba, más teñidas de alegría que de desgracia. Mi único lamento es que no haya podido ver este éxito. Estaría muy orgullosa, pese a que la literatura le diera totalmente igual. Pero eso me gustaba: era lo opuesto a esos intelectuales de Saint-Germain para quien la literatura es el centro del universo”, sostiene. “En cambio, mi madre siempre estuvo muy orgullosa de que fuera médico”. Salvayre trabajó durante décadas como psiquiatra infantil y juvenil en la periferia de París, donde sus pacientes de origen magrebí y turco hablaban una lengua bastarda emparentada con la de su familia.

Para Salvayre, el Goncourt no era un objetivo en sí. “Muchos de mis escritores favoritos no lo tienen, como Samuel Beckett o Claude Simon. Reconozco que no está nada mal tenerlo, porque el número de tus lectores aumenta increíblemente”, afirma. Tras obtener el premio, No llorar pasó de los 20.000 ejemplares vendidos a más de 400.000. “A la vez, cuando firmo libros, ahora veo en la cola a gente que no viene a comprar una novela, sino una marca. Es algo nuevo para mí, y reconozco que me molesta”, concluye.

Ecos en el presente

Para Salvayre, su novela describe un mundo pasado que resuena en el presente. “Ahí siguen el nacionalismo abyecto, el fanatismo religioso, la cobardía de Europa y el drama del exilio”, dice la autora. “Todos los exilios no son iguales, pero sí expresan el mismo dolor”. A Salvayre también sigue los últimos movimientos en la política española. “Más allá de Podemos como partido, me interesa que surjan movimientos sin líder, manifestaciones formadas por personas de perfiles e intereses distintos”, afirma. “No se trata de esperar una gran revolución que no llegará, sino de actuar de manera concreta y efectiva. No sé qué dará de sí, pero reconozco que me gusta. Reconozco en esos movimientos una forma de libertarismo”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/04/actualidad/1443981484_842999.html

jueves, 8 de octubre de 2015

Me siento solo. Cuatro millones de españoles sufren la soledad, según un estudio reciente.


Ella nada sola mañanas enteras en la piscina municipal del barrio obrero de Carabanchel (Madrid), porque la entrada cuesta un euro y medio. Otras, las pasa en la biblioteca pública, donde puede conectarse a Internet y mirar Facebook. Él cuida de las plantas de su terraza cuando amanece un día soleado y cocina con tiempo y esmero platos para uno. A veces se da cuenta de que hace días que no sale de casa.

Ella nunca se casó, ni tuvo hijos, sus padres murieron y los hermanos se distanciaron. Él se divorció, tampoco tuvo descendencia, y la familia está a 10.000 kilómetros de su piso de Castellón, en la Argentina que dejó hace 21 años. El dinero apenas entra en la cuenta del banco.

Conchi Rico y Gustavo Ferrarese tienen —es casualidad— 53 años. Les separan muchas otras cosas: ella, auxiliar de enfermería, nunca tuvo un trabajo estable, siempre ha ido a remolque, llegó a pasar “hambre de verdad” antes de ser aceptada en el comedor social. Él era un directivo de una multinacional de materiales cerámicos al que le iba muy bien, aficionado a la música, socio de la Asociación Filarmónica de Valencia y abonado del Palau.

Los dos viven solos y se sienten solos. A la soledad llegaron ambos a través del paro. Un paro que poco a poco va haciendo desaparecer a los amigos, que cada vez llaman menos porque para qué, si va a rechazar la invitación porque no puede pagar la cena o el cine. Cuando no se tiene ni para un café, los amigos se pierden.

Conchi no trabaja desde agosto del año pasado y cobra una prestación de 375 euros al mes “sin pagas extras”. Gustavo lleva seis años desempleado, agotó el último subsidio y ahora espera —sin cobrar nada— a que se cumpla un año de plazo y pueda volver a percibir 426 euros. “La soledad pesa mucho, se te caen las paredes”, dice Conchi, que no sabe si podrá celebrar con alguien su cumpleaños este próximo mes de diciembre. “Uno se siente solo cuando prepara una comida muy buena y se la come uno mismo. O cuando han florecido los jazmines de la terraza y en 15 días no ha venido ningún amigo a verlos”, apunta Gustavo.

Ambos forman parte de un nuevo perfil de víctima de la soledad: el parado. “El desempleo es una pérdida de dinero, de prestigio y de poder. Te puede aislar socialmente”, reflexiona Juan Díez Nicolás, premio Nacional de Sociología, que ha dirigido una investigación, publicada la semana pasada, titulada La soledad en España, que aporta el significativo dato de que cuatro millones de españoles se sienten solos.

El trabajo de Díez Nicolás, basado en entrevistas a expertos y 1.206 encuestas, revela que un 20% de los españoles viven solos. De ese porcentaje, la mayoría, casi el 60%, dice que lo hace porque quiere. Solo un 8% de los españoles mayores de 18 años “se puede considerar como realmente aislado, en cuanto a que vive solo por obligación, y no por voluntad propia”, según el estudio, que también ha constatado que no es lo mismo sentirse solo que no estar acompañado. Quienes viven en familia tienen incluso tasas de sentimiento de soledad más elevadas que aquellos que viven solos por opción personal. “La situación laboral es la variable que más contribuye a la sociabilidad. Las personas con trabajo a tiempo completo tienen mayor sociabilidad que quienes no”, subraya el informe.

“Los caladeros de la relación social son fundamentalmente la familia, el vecindario, el colegio, la universidad y el trabajo. Si falta el trabajo falta uno importante”, apunta Rocío Fernández Ballesteros, catedrática emérita de Psicología de la Universidad Complutense, que señala además que el sentimiento de soledad “produce un bucle, porque el individuo no tiene energía suficiente para salir a buscar la relación”.

“Sientes que estás estorbando en todas partes, como nunca tienes dinero parece que vas a que te inviten…”, cuenta Conchi. “Mi soledad no solo es física, es también cultural, intelectual y profesional”, señala Gustavo, que dejó de ir a conciertos y museos porque no puede pagarlos. “Ahora estoy mejor, pero he llegado a estar ingresada por estrés”, relata Conchi. "Hoy me pilla bien, pero hay días que no estoy de ánimo, que no veo luz al final del camino”, reconoce Gustavo.

En última instancia, la patología de la soledad es la depresión, “pero no todos los sentimientos de soledad van acompañados de depresión”, incide Fernández Ballesteros. De hecho, estos “pueden considerarse normales en la vida del individuo, lo importante es la frecuencia en que se tienen”, explica la catedrática, que indica que es necesario también estar solo para el desarrollo personal y la reflexión. El estudio de Díaz Nicolás revela que más de la mitad de la población ha experimentado soledad durante el último año y cerca de uno de cada diez, con mucha frecuencia.

Pero la soledad es un problema “creciente” en la sociedad española, según el sociólogo, ligado también a los nuevos hábitos. “La vida en la gran ciudad, las relaciones afectivas más de usar y tirar, como casi todo en la vida. Se vive el momento”, explica. ¿Es preocupante? “Debe serlo, la soledad no es felicidad”. “La familia y el Estado deben afrontarla”, concluye.

http://politica.elpais.com/politica/2015/10/04/actualidad/1443982460_300003.html

Ideas para evitar la soledad

1. Utilizar todos los medios posibles para relacionarse y participar en actividades.
2. Mantenerse laboralmente activo. 
3. Continuar aprendiendo cosas nuevas a lo largo de la vida.
4. Actualizarse en el campo de las nuevas tecnologías.
5. Cuidar las relaciones con familiares y amigos.
6. Tener aficiones y pasatiempos.
7. Practicar deporte.
8. Profundizar para detectar los motivos de dicho sentimiento.

miércoles, 7 de octubre de 2015

La “crisis de refugiados” sirios fue planeada por Turquía y Arabia Saudí

Entre 2011 y agosto de 2014 Turquía había acogido 1,5 millones de refugiados sirios. Otros 40.000 entraron en octubre, y a pesar de su dramática situación, permanecieron en los campos. ¿Por qué, de repente, miles de ellos no sólo deciden salir de Turquía sino que pueden hacerlo, a pesar del cerco militar? ¿Por qué se les dirige a Europa y no a las petromonarquías árabes del Golfo Pérsico o Irán? Eso sí, la Casa Saud ha ofrecido a Alemania la construcción de 200 mezquitas (wahabitas) para que los supervivientes sirios no olviden el terror del Estado Islámico.

Desde 2011, Turquía, Arabia Saudí y Qatar, incapaces de derrotar a Bashar Al Assad, lo han intentado todo con tal de convencer a Barak Obama de la necesidad de acabar con el mandatario sirio. Así, no dudaron en acusarle de derribar un avión turco en junio de 2012, del uso de gases químicos en agosto de 2013 o de ser incapaz de contener al Estado Islámico —monstruo creado por la CIA, el Mosad y el MI6, según el ex empleado de la NSA, Edward Snowden, y financiado por los jeques árabes según Hillary Clinton—, mostrando al mundo, a través del canal catarí Al Jazira, las impactantes imágenes de decapitaciones, de mujeres violadas y esclavas sexuales, de monumentos milenarios destruidos —como el Buda afgano—, y demás barbaries. Y Obama ni caso. ¡Pero si son casi las mismas imágenes protagonizadas por muyahidines (o sea, yihadistas), también Made in CIA, con las que George Bush, hace 15 años, consiguió conmover al mundo e invadir a Afganistán! En cambio, Obama parece más preocupado por el avance de China que por las peleas vecinales en aquella región.

“Alan” como casus belli
Todo indica que ambos países deciden inundar Europa de refugiados sirios, provocando conmoción social, y ofreciendo de paso a sus mandatarios el perfecto pretexto para “hacer algo serio por el pueblo sirio”.

Cuando las fotos de los cuerpos de un centenar de adultos sirios asfixiados o congelados en camiones no hirieron las sensibilidades, se intentó de nuevo con la imagen del cuerpo de Alan (“Roca” en kurdo), niño kurdo-sirio ahogado en una playa turca, acompañado del siguiente pie de foto: “Ha muerto porque Occidente no ha eliminado a Assad“, a sabiendas de que toda esta gente huye del terror del Estado Islámico.

¡Y objetivo conseguido! En Londres, Berlín y París ya se baraja bombardear a este devastado país, aunque sea ilegal incluso con sus propias leyes. Sorprende que la misma Angela Merkel que semanas atrás hizo llorar a una niña palestina denegando la petición de asilo para su familia de 5 miembros, se vuelva generosa y acoja a miles de sirios. ¡Hipócritas belicistas! Hasta julio de 2015 Alemania ganó unos 7,9 millones de euros por la venta de armas a los jeques árabes, un aumento del 30% con respecto al mismo periodo de 2014, mientras sus medios de comunicación censuran las imágenes de miles de niños y adultos yemeníes asesinados por las bombas de EEUU y Arabia, quienes además han destruido los depósitos de agua y alimentos, centrales eléctricas y hospitales matando a otras decenas de miles de civiles de hambre, enfermedades y heridas.

Ocultan que su llamada “Guerra Global contra el Terror”, desatada en Afganistán, Pakistán, Irak, Libia, Siria, Yemen, Somalia, Mali, Sudán, etc., ha generado decenas de millones de desplazados.

Vuelco radical en Oriente Próximo
Todo cambia en julio de 2015 tras la firma de la paz y el acuerdo nuclear entre Occidente e Irán. Se trata de un cambio cualitativo en el equilibrio de las fuerzas en una región que hasta este momento era favorable a Israel, Turquía y Arabia Saudí. La República Islámica, además de salvarse de un ataque militar de EEUU, había conseguido el compromiso de Obama de no intervenir militarmente en Siria. El rey Salmán de Arabia, temeroso de que Irán con el respaldo de EEUU vuelva a ser el “Gendarme del Golfo Pérsico”, y regrese al mercado del petróleo —por eso sigue manteniendo bajos los precios del crudo—, en su encuentro con el presidente de EEUU en la Casa Blanca —durante la “crisis de refugiados sirios”— no daba crédito al leer la declaración final de la visita: no hubo ni una sola mención a Irán ni a sus fechorías en Siria y Yemen.

De modo que Ankara y Riad están presionando a los europeos para que pongan fin al Estado sirio, y les urge por los siguientes motivos:

• La situación económica de ambos países ya no les permite seguir financiando a los rebeldes armados.

• La negativa de Assad de aceptar los planes de paz de Irán y Rusia —que preveían elecciones anticipadas y un periodo de transición, sin asignar un papel al presidente en el futuro del país— ha cerrado las vías de una salida menos dramática a la crisis política. Él, que ya es historia, ahora se enfrenta al Plan de Obama: su salida del poder (exiliarse), y la instauración de una administración dirigida por los oscurantistas Hermanos Musulmanes. En mayo pasado, EEUU y Turquía acordaron crear una zona de exclusión en tierra siria, supuestamente para proteger a los civiles, que servirá de base militar para los contras sirios y de acoger a los refugiados. Existe también un “Plan Joe Biden”, vicepresidente y candidato demócrata para las presidenciales de 2016, que es consciente que para ganar a Assad éste no debe sobrevivir a Obama, para lo que propone balcanizar el país en zona alauita, kurda y sunita.

Con el caos controlado por el Pentágono en Oriente Próximo, entre los 12 objetivos de acoso a Siria están el cortar las Rutas de la Seda diseñadas por China y seguir chantajeando a Irán, país que está perdiendo también al Líbano, su otra “profundidad estratégica”, por la crisis política generada por el movimiento indignado de “Apestáis”.

Por su parte, Tayyeb Erdogan convertirá en pesadilla el sueño de los kurdos sirios de fundar su autonomía en el norte del país, mientras que con el ruido mediático de la crisis de refugiados desvía las miradas de la guerra desatada contra los kurdos de su país.

El regreso al timo de la misión humanitaria
Quienes exigen una intervención militar en Siria para paralizar la huida de los sirios de su tierra ocultan al menos cuatro hechos:

a. Que desde 2012, EEUU, Gran Bretaña, Francia, Turquía e Israel llevan bombardeando este país, además de suministrar armas y dinero a los contras sirios. Según WikiLeaks, Washington, a través de acciones encubiertas, intenta debilitar y derribar su Gobierno desde 2006. Con tantas potencias en el ajo, ¿cómo es posible que se siga diciendo que es una “guerra civil”?

b. Que un ataque militar generaría más refugiados: el asesinato de Moammar al Gadafi fue el inicio del éxodo de los libios y la muerte de miles de sus ciudadanos en el mar.

Las situaciones apocalípticas generadas por la OTAN en los países agredidos ha hecho que sus dictadores asesinados se conviertan automáticamente en mártires, patriotas y mitos populares. La guerra es peor que el régimen de Bashar al Assad, y aunque acabe con otro “chico malo” de EEUU, será también el fin del Estado-Nación sirio.
http://blogs.publico.es/puntoyseguido/2967/la-crisis-de-refugiados-sirios-fue-planeada-por-turquia-y-arabia-saudi/