viernes, 5 de enero de 2018

Entrevista a Andreu Espasa sobre Estados Unidos en la Guerra Civil española (y II) “La jerarquía católica estadounidense se posicionó inmediatamente a favor de Franco”.

El Viejo Topo


Con numerosas publicaciones en The International History Review, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea, L’Avenç, mientras tanto y  www.rebelión.org, Andreu Espasa de la Fuente es doctor en Historia Comparada, Política y Social por la Universitat Autònoma de Barcelona y miembro en la actualidad del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Nos centramos en esta conversación en su última publicación (Los libros de la Catarata, Barcelona, 2017), con prólogo de Aurora Bosch e introducción de Josep Fontana

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Nos habíamos quedado en este punto. Hablas en el apartado final del nacimiento de los appeasement en Europa y en Estados Unidos. ¿Qué es eso de los appeasement?
Al terminar la Primera Guerra Mundial, las grandes potencias victoriosas no son capaces de diseñar un orden de posguerra estable. El síntoma más claro es el fracaso de la organización de la Sociedad de Naciones, el precedente de las Naciones Unidas. La promesa de Wilson para hacer entrar a Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial consistía en definir a la contienda como la guerra "para acabar con todas las guerras". El nuevo organismo multilateral con sede en Ginebra, con su esquema de sanciones para las naciones agresores y de auxilio colectivo a las naciones agredidas, tenía que ser el instrumento para hacer realidad esta promesa. Y, sin embargo, a pesar de ser una propuesta vinculada al presidente Wilson, Estados Unidos nunca llegó a formar parte de la Sociedad de Naciones, lo que supuso un decisivo lastre para su corta historia.

En cualquier caso, la Sociedad de Naciones estuvo condenada al fracaso por el nacimiento de la doctrina del appeasement (apaciguamiento) en los años treinta. El appeasement fue la respuesta de las tres grandes potencias democráticas –Reino Unido, Francia y Estados Unidos- a las exigencias de la Alemania nazi y la Italia de Mussolini de cambiar el statu quo en Europa. En vez de hacer respetar los principios del derecho internacional y de la Sociedad Naciones, estas potencias prefirieron seguir una política de concesiones con el objetivo de "apaciguar" a Berlín y Roma. En el caso español, se sacrificó un importante principio del derecho internacional: en caso de revuelta interna, los gobiernos constitucionales y con reconocimiento internacional tienen derecho a comprar armas a los otros gobiernos, un derecho que no puede ser otorgado a los rebeldes. París, Londres y Washington estaban obligados, por respeto al derecho internacional, a vender armas al Gobierno republicano español. Sin embargo, prefirieron mantener una actitud de aparente neutralidad entre el Gobierno y los militares alzados para no provocar un enfrentamiento con Hitler y Mussolini. Al constatar que Berlín y Roma estaban vendiendo armamento a Franco a pesar de formar parte del Comité de No Intervención, los gobiernos de las grandes democracias temieron que las potencias fascistas europeas prefirieran iniciar una nueva guerra mundial antes que dejarse humillar con una derrota del fascismo en España. Los aliados también descartaron la posibilidad de aliarse con la Unión Soviética en un gran pacto de seguridad colectiva para contener la amenaza fascista. En realidad, para estos gobiernos, el temor a un nuevo conflicto mundial estaba muy ligado a la convicción de que, independientemente de su resultado final, las guerras mundiales debilitaban el statu quo mundial y abrían la puerta a la extensión del comunismo. La decisión de permitir la muerte de la República española se entiende, pues, como la consecuencia lógica de las premisas de la doctrina del appeasement, tan popular entre las élites diplomáticas de la época. No hay que olvidar que, en los círculos de poder de Londres, París y Washington, el anticomunismo era mucho más fuerte que el antifascismo.

Un apartado de este capítulo lleva por título: "El embargo moral". ¿Y eso qué es exactamente? ¿Cuándo un embargo es moral? ¿Lo practicó la administración Roosevelt? ¿No hubo voces disidentes?
En este caso, hay que entender el carácter "moral" del embargo en oposición a un embargo legal. Es decir, cuando en agosto de 1936 Roosevelt anuncia que el Gobierno está en contra de la venta de armamento a España lo que está formulando es una mera recomendación a los fabricantes y traficantes de armas. El embargo es "moral" porque es voluntario. En caso de incumplirse no puede haber sanciones legales. En 1935 el Congreso había aprobado la llamada legislación de neutralidad, que incluía el establecimiento de embargos de armas contra las dos partes de un conflicto. La legislación reflejaba la creencia de que, veinte años antes, los banqueros y los traficantes de armas habían logrado engañar al pueblo estadounidense, haciéndole combatir en la Primera Guerra Mundial por motivos inconfesables. Cuando en el verano de 1936 estalla la guerra en España y Washington quiere aplicar un embargo de armas, tropieza con el problema de que la legislación de neutralidad vigente estaba pensada únicamente para guerras entre naciones, no para guerras civiles. Es por este motivo que Washington no podía prohibir la venta de armas a través de un embargo legal.
Oficialmente solo podía apelar al sentimiento patriótico de sus ciudadanos.

El embargo moral funcionó bien durante medio año por dos motivos. En primer lugar, durante los primeros meses de la guerra, muy pocos estadounidenses exigían que su gobierno permitiera la venta de armas a la España republicana (una de las excepciones más notables fue el semanario progresista The Nation). En segundo lugar, durante estos años ya funcionaba una forma embrionaria de lo que años más tarde el presidente Eisenhower bautizaría como "el complejo militar-industrial". Es decir, aunque las empresas de armamento eran de propiedad privada, su comportamiento estaba muy condicionado por su relación de dependencia con su principal cliente, el gobierno de Estados Unidos. En cualquier caso, a finales de diciembre de 1936 el embargo moral es desafiado por un oscuro traficante de armas de Nueva Jersey, al que se le tienen que conceder licencias de exportación de armas por un valor de casi de tres millones de dólares. Es entonces cuando la Casa Blanca y el Congreso se ponen rápidamente de acuerdo para legalizar el embargo, con una ley específicamente diseñada para el caso español. A partir de entonces, el embargo contra España es legal, no moral. Las polémicas sobre el embargo irán creciendo a medida que avance la guerra en España, especialmente en mayo de 1938 (cuando llega a aparecer una portada de The New York Times que asegura que el fin del embargo es inminente) y en enero de 1939, pocos meses antes del fin de la guerra. Y lo cierto es que, a partir del otoño de 1937, el presidente Roosevelt parecía convencido sobre la necesidad de ayudar a los republicanos españoles a ganar la guerra, sobre todo para evitar un efecto de contagio en América Latina. Con todo, no será sino hasta el 1 de abril de 1939, con el fin oficial de la guerra en España, cuando la Administración Roosevelt decrete el fin del embargo. El restablecimiento del comercio de armas coincidió con el reconocimiento diplomático de la España de Franco, lo que, naturalmente, provocó un gran escándalo en el seno de la izquierda norteamericana. Un congresista demócrata del Estado de Washington, John M. Coffee, denunció que las armas que se venderían a partir de entonces a España podrían servir para aniquilar a los disidentes antifranquistas.

¿Qué fue para la ciudadanía estadounidense la guerra española? ¿Un combate por la democracia, una lucha contra el golpe militar, un combate por defender un orden constitucional?
Desde el principio, tanto la República como los militares golpistas encontraron amigos en Estados Unidos que intentaron definir el conflicto en los términos más favorables para la causa que querían defender. La jerarquía católica estadounidense se posicionó inmediatamente a favor de Franco. Según sus portavoces, lo que estaba en juego en España era la lucha entre la civilización cristiana y el comunismo ateo. De hecho, en los primeros meses, las noticias sobre los asesinatos de religiosos en España causaron una honda indignación. Durante aquel periodo, se identificó al bando republicano como el mayor perpetrador de atrocidades y crímenes de guerra. La tarea de denigrar al bando republicano recibió la crucial ayuda de la cadena de periódicos del magnate William Randolph Hearst, el personaje que inspiró Ciudadano Kane, la mítica película de Orson Welles.

Por su parte, los amigos de la República española definían la guerra en España como un combate entre la democracia y el fascismo. En el primer comunicado que emitió el Partido Socialista de Estados Unidos se describía a los defensores del bando republicano como los partidarios de una "democracia real" en lucha contra los que pretendían restaurar un orden feudal. A pesar de los esfuerzos de los dos bandos, en 1936 muchos estadounidenses –entre ellos, el propio presidente Roosevelt– veían el conflicto español como una guerra entre comunistas y fascistas, es decir, una lucha entre extremistas ideológicos que poco tenía que ver con la democracia.

Sin embargo, a partir de la primavera de 1937, entre una buena parte de la sociedad estadounidense –sobre todo, entre el sector de la población que seguía la actualidad internacional y estaba razonablemente bien informado– la causa republicana fue ganando fuerza. Este cambio se debe a varios factores. Por un lado, la tendencia moderadora en el bando republicano, con la llegada de Juan Negrín a la jefatura del Gobierno, ayudó a mejorar la imagen de los republicanos españoles. El sentimiento de indignación por las atrocidades cometidas en España también cambió de bando. Si en el verano de 1936 habían abundado las noticias sobre la violencia anticlerical, en la primavera de 1937 la opinión pública norteamericana estaba conmocionada por los bombardeos aéreos contra la población civil perpetrados por las aviaciones nazi y fascista. Incluso el Ejército estadounidense se pronunció contra esta práctica y prometió no emplearla en el futuro. En este sentido, cabe destacar el impacto provocado por las noticias de la destrucción de Guernica en abril de 1937. La reacción de la opinión pública fue tan intensa que incluso motivó una pregunta incómoda por parte de los editores de la revista afroamericana The Crisis: ¿por qué los salvajes bombardeos de la aviación italiana contra poblaciones etíopes un año antes no habían logrado generar el mismo sentimiento de empatía hacia las víctimas?

Por otro lado, como se ha comentado antes, los indicios de penetración fascista en América Latina a partir del otoño de 1937 también contribuyeron al aumento de simpatías hacia el bando republicano entre influyentes círculos políticos y políticos.

¿En qué sectores, colectivos y fuerzas políticas tuvo mayor apoyo la II República española?
En un principio, los republicanos españoles contaron con el apoyo solidario de numerosos sindicatos locales y de los dos principales partidos de tradición obrerista, los socialistas y los comunistas. Estos últimos destacaron por su activismo y por su capacidad para enviar brigadistas a España, en la célebre Brigada Lincoln [en realidad, la Lincoln es un nombre genérico para referirse a los brigadistas norteamericanos, que, de hecho, estuvieron encuadrados entre el Batallón George Washington, el Batallón Abraham Lincoln y la Batería John Brown]. Por su parte, el máximo dirigente del Partido Socialista, Norman Thomas, hizo una gran labor de interlocución con la Casa Blanca, presentando de forma eficaz y persistente los argumentos a favor de un cambio de política hacia la España en guerra.
A diferencia de lo ocurrido en otros países, en Estados Unidos el apoyo institucional del movimiento obrero se vio limitado por la alta presencia de trabajadores de religión católica en el Committe of Industrial Organizations (CIO), la central sindical más militante de la época, en la que los comunistas llegaron a controlar un tercio de las federaciones de ramo.

A partir de 1937, la causa republicana llegó a cosechar importantes apoyos en lugares aparentemente insospechados. Miembros importantes del movimiento aislacionista de tendencia progresista, como el senador de Dakota del Norte, Gerald Nye, encabezaron los esfuerzos parlamentarios para poner fin al embargo de armas contra España. El líder intelectual de los aislacionistas, el historiador Charles Beard, consideraba que el embargo suponía una inaceptable ruptura con el derecho internacional. Buena parte de este apoyo tenía que ver con la convicción de que el auténtico peligro que podía involucrar a Estados Unidos en la siguiente guerra mundial era la alianza con los imperios británico y francés. Para el argumentario aislacionista, si Londres y París daban la espalda al Gobierno republicano español, la venta de armas a España no debía implicar grandes riesgos.

Con todo, el apoyo más interesante a la II República española vino de algunas personalidades destacadas del establishment de política exterior. Muchos eran liberales wilsonianos, miembros de importantes think-tanks como el Council on Foreign Relations o la Foreign Policy Association. También había políticos conservadores, entre los que destaca el caso de Henry L. Stimson, a quien hemos mencionado anteriormente. Stimson había sido secretario de Estado con el presidente Hoover (1929-1933) y, durante la Segunda Guerra Mundial, sería secretario de Guerra bajo el mandato de Roosevelt y Truman. Como secretario de Estado, había amenazado a Madrid de romper relaciones diplomáticas en caso de que el Gobierno de Azaña intentara modificar unilateralmente la concesión del monopolio de telefonía a la compañía estadounidense ITT. Y, sin embargo, en el último invierno de la guerra en España, Stimson defendió públicamente la necesidad de vender armas al Gobierno republicano español. A diferencia de otros miembros de la élite diplomática, Stimson entendió rápidamente que el fascismo era una amenaza mayor al comunismo y que los Estados Unidos debían adoptar una política en Europa que no estuviera subordinada a las orientaciones del Foreign Office británico. A Stimson -un conservador muy crítico con el New Deal- no le importaba la tendencia ideológica del Gobierno español. Para este veterano estadista, lo relevante del conflicto español eran las consecuencias geopolíticas de permitir que Hitler y Mussolini lograran sus objetivos impunemente.

Me quedan mil preguntas más. Pero ya he abusado suficiente de tu paciencia y de tu tiempo. Sólo me queda recomendar el libro a los lectores. Me gustaría que cerraras la entrevista con algo que consideres esencial y que no te he preguntado.
Muchas gracias por tus interesantes preguntas. Me gustaría señalar un par de cuestiones que trato en el epílogo del libro.

Adelante con ellas.
Creo que, cuando hablamos sobre la dimensión internacional de la Guerra Civil española, a veces tendemos a cometer el error de criticar la política de Londres, París y Washington como fruto de una visión estrecha, basada en ilusiones y autoengaños sobre la auténtica naturaleza de los dictadores fascistas europeos. Y, en efecto, si el objetivo del embargo de armas contra la España republicana era evitar el estallido de la Segunda Guerra Mundial, los líderes de las grandes potencias democráticas cosecharon un gran fracaso en España. Aun así, debemos hacer el esfuerzo de entender que, más allá de sus objetivos explícitos concretos, las élites diplomáticas del momento basaban su política general en la defensa de sus intereses nacionales. En el contexto de los años treinta, eso equivaldría, para París y Londres, a intereses imperiales. Francia necesitaba tener asegurada su línea de comunicación con las colonias africanas. El Reino Unido también necesitaba que sus comunicaciones con la India a través del Mediterráneo no quedaran amenazadas. La izquierda frentepopulista del momento entendió bien los dilemas que afrontaban las élites de los imperios democráticos e intentó hacer entender que ni la Unión Soviética ni la España republicana se oponían al imperialismo de británicos y franceses. La auténtica amenaza al dominio británico de la India, decían los frentepopulistas, es una victoria de Franco en España, con el consiguiente fortalecimiento de Berlín y Roma. El Foreign Office británico se mostró siempre muy escéptico con este tipo de argumento. Lo más probable es que sospecharan que una victoria de los republicanos de izquierda en España contra el expansionismo fascista animaría a los movimientos anticoloniales del todo el mundo. La sospecha era razonable. Así lo confirmaría la actitud del Congreso Nacional Indio (CNI) ante el conflicto español –Nehru visitó a la España republicana, Gandhi mostró su apoyo con una carta a Negrín y el CNI llegó a organizar una colecta solidaria de comida y medicinas.

En el caso de los Estados Unidos, la lógica es la misma que la del Reino Unido, aunque el contexto sea distinto. En vez de colonias propiamente dichas, la principal área de influencia de Washington eran las repúblicas latinoamericanas. Su política ante la España en guerra siempre está fuertemente condicionada por esta realidad. En un principio, el embargo es muy conveniente porque permite conciliar la política de appeasement seguida en Europa con los sentimientos mayoritarios entre los gobiernos latinoamericanos, que eran abrumadoramente profranquistas (hay que recordar que, en el periodo de entreguerras, abundaban las dictaduras militares en la región). Sin embargo, como decíamos antes, el pánico ante los indicios de penetración fascista en América Latina a partir del otoño de 1937 permiten valorar el conflicto español con nuevos ojos. Si Hitler y Mussolini consiguen colocar un títere en España, ¿qué les impedirá hacer lo mismo en México o Chile?

Excelente reflexión
La conciencia de este hecho genera un cambio de simpatías en la Administración Roosevelt, un cambio que a veces parece que puede llegar a implicar la derogación del embargo. Finalmente, por diversos motivos, se mantiene el embargo hasta el final. Al terminar la guerra, cuando llegan peticiones para acoger refugiados republicanos, la respuesta de Washington es muy fría. De hecho, la actitud de Roosevelt ante la posible llegada de refugiados republicanos a Panamá resulta muy significativa. Siguiendo una propuesta de México, el Gobierno panameño había mostrado interés en acoger refugiados republicanos. Más que por un sentimiento de generosidad humanitaria, en el caso panameño el objetivo era reducir la influencia demográfica de los afrodescendientes. Es decir, los refugiados españoles tendrían que ayudar a "blanquear" el país. Cuando le preguntan a Roosevelt sobre el asunto, el presidente norteamericano niega su aprobación al plan porque considera que se trata de un tipo de refugiados que, por su carácter revoltoso, puede acabar causando problemas para la seguridad del Canal de Panamá. En el fondo, Roosevelt no deja de ser coherente. Sus simpatías hacia los republicanos españoles habían crecido en 1937 y 1938, cuando los creía útiles para frenar los planes de Hitler y Mussolini en América Latina. Terminado el conflicto, los juzga con el mismo criterio que antes, es decir, siempre los juzga en función de si pueden ayudar o no a mantener la hegemonía estadounidense en el continente americano.

Para terminar, solo quisiera recordar que los años treinta son un periodo de grandes crisis, que en muchos sentidos recuerda, de forma inquietante, al mundo que nos ha tocado vivir. Son años en los que conviven una fuerte crisis económica, una crisis del ideal democrático y una crisis geopolítica, con el declive de los imperios europeos como protagonista de fondo. Esta crisis geopolítica se resolverá, pocos años después, con la derrota del fascismo por las armas en la Segunda Guerra Mundial. Cuando analizamos la dimensión internacional de la guerra española, no podemos olvidar que este conflicto fue decisivo y aleccionador para las élites políticas de Estados Unidos, un país que, justo en aquel momento, estaba en pleno proceso de tomar el relevo a Londres como primera potencia mundial.  

Nota de edición:
Primera parte de esta entrevista: "Entrevista a Andreu Espasa sobre Estados Unidos en la Guerra Civil española (I). "La novedad de mi libro es el énfasis que se da a la influencia de América Latina en la política de Roosevelt hacia la España en guerra"http://www.rebelion.org/noticia.php?id=235315

La soledad multitudinaria de García Márquez.

Por ÁLVARO SANTANA-ACUÑA

Gabriel García Márquez cometía faltas de ortografía al escribir sus obras. La causa era que cuando escribía, como confesó en un fax desenfadado a Carmen Balcells, su agente literaria, “yo le ovedesco más a la inspirasión que a la gramática”. Además de sus combates contra las reglas del lenguaje, en el archivo del escritor —que desde 2014 está en el Harry Ransom Center de Austin, Texas— descubrimos sus rituales de escritura y sus dudas creativas. Desde hace unas semanas, casi la mitad del archivo —27.500 imágenes que recorren más de cinco décadas de escritura—  está disponible de manera gratuita en internet.

En el archivo en línea hay información inédita sobre sus éxitos literarios, sus obsesiones creativas y su círculo de amigos y colegas; además de nuevos detalles sobre el padre de familia, el protagonista de la política latinoamericana y el artista abrumado por la fama planetaria. Los documentos del archivo, como explico en mi próximo libro, Ascent to Glory: How One Hundred Years of Solitude Became a Global Classic, ayudan a desmontar varios mitos en torno a García Márquez, algunos cuidadosamente alimentados por él mismo.

Dos mitos que se han construido sobre el escritor se refieren a su genialidad y al origen legendario de sus obras. Al igual que a otros creadores de obras famosas, a García Márquez se le suele considerar un genio solitario tocado por el relámpago de la inspiración. Se sigue repitiendo que, tras ocurrírsele el comienzo de Cien años de soledad mientras conducía desde Ciudad de México hacia Acapulco, el autor abandonó su trabajo de inmediato y se encerró a escribir en su estudio durante 18 meses hasta que acabó la novela. Mientras tanto, su mujer se endeudó con los comerciantes del barrio para alimentar a la familia. Su archivo nos descubre que consiguió un crédito para dedicarse solo a su novela y que no la escribió de un tirón durante un año y medio, sino en 12 meses, con interrupciones. Tampoco escribió sobre la soledad en soledad, sino en compañía multitudinaria.

García Márquez se rodeó de amigos y colegas mientras escribía el libro que lo hizo famoso. Algunos le ayudaron como asistentes de investigación para documentarse sobre múltiples temas, como las técnicas de alquimia empleadas por José Arcadio Buendía, las propiedades curativas de las plantas que usaba Úrsula Iguarán y la historia de varias guerras en Colombia y América Latina mencionadas en las aventuras del coronel Aureliano Buendía.

El manuscrito de Cien años de soledad fue muy comentado, revisado y mejorado antes de su publicación. Casi a diario, en la casa de García Márquez y su esposa se reunían de noche el poeta Álvaro Mutis, su mujer y el matrimonio de la actriz María Luisa Elío y el cineasta Jomi García Ascot (a esta pareja tan providencial les dedicó la novela). García Márquez les leía en voz alta o les hablaba de lo escrito ese día y todos le daban ideas sobre cómo podía avanzar la historia de los Buendía. Cada sábado, mientras duró la redacción, el autor discutía las páginas escritas durante la semana con el crítico literario Emmanuel Carballo, quien le aconsejaba sobre la trama y los personajes. Y compartió la novela en preparación con escritores influyentes. A Carlos Fuentes, por ejemplo, le envió a París las primeras ochenta páginas del libro. Fuentes incluso publicó una reseña elogiosa de Cien años de soledad cuando a García Márquez le faltaban aún tres meses para terminarla.

Es poco conocido que, un año antes de su lanzamiento en Buenos Aires, García Márquez sacó los capítulos más arriesgados del libro en distintas publicaciones de Europa y América. El escritor quería saber qué pensaban los lectores comunes, críticos literarios, lectores cultos y otros escritores e introducir cambios que mejorasen el texto final, como acabó haciendo.

De García Márquez no puede decirse que escribía sin tropiezos frases acabadas. Los usuarios del archivo descubrirán que la clave de su proceso creativo estaba en la edición. Era un excelente y obsesivo corrector de su propia escritura, como Balzac. En el punto donde la mayoría de los escritores se detienen satisfechos con su manuscrito, García Márquez buscaba darle al suyo otra vuelta de tuerca, a menudo con ayuda de su círculo de amistades.

Como perfeccionista nato, no dudaba en tachar páginas y párrafos completos e incluso pulir el texto palabra por palabra. En Cien años de soledad, por ejemplo, la frase “una copa de la azucarada substancia color de ámbar”, se convirtió en “una copa de la substancia color ámbar”, luego en “una copa de la substancia ambarina” y finalmente en “una copa de la sustancia ambarina”.

A simple vista, estos cambios pueden parecer irrelevantes. Sin embargo, el autor aprendió que la magia de la literatura reside en la capacidad para cautivar a los lectores a través de los pequeños detalles. “Un escritor es aquel que escribe una línea y hace que el lector quiera leer la que sigue”, le confesó a su amigo Guillermo Ángulo. Para lograrlo, García Márquez podía comprimir las palabras, introducir un dato clave o añadir un giro poético o sensorial al lenguaje. Por ejemplo, Santiago Nasar, el protagonista de Crónica de una muerte anunciada, se apellidaba Aragonés, y al comienzo de la novela se levantaba “a las cinco de la madrugada” y no a “las 5:30 de la mañana”, como en el texto final.

La comparación de los manuscritos a lo largo de los años muestra un cambio decisivo en la creatividad del autor; conforme envejecía, su talento para editar sus obras decayó. Sus problemas de memoria fueron la principal causa. Él nunca quiso crear historias que no estuviesen enraizadas en vivencias personales, y para escribirlas necesitaba de su memoria, que lo fue abandonando, como revelan los persistentes signos de interrogación en las sucesivas versiones de sus manuscritos. Por esta razón dejó sin terminar el segundo volumen de su autobiografía —de la que una selección puede consultarse en línea— y la novela En agosto nos vemos, que solo puede consultarse en sala.

García Márquez, descubrimos, ocultaba otra obsesión: lo que escribían sobre él y sus obras. Antes de publicar Cien años de soledad trabajó en agencias de publicidad y aprendió que un escritor debe vender exquisitamente su imagen pública a los lectores, algo que le preocupó durante décadas. Mientras que en público decía ser impermeable a la crítica, en privado coleccionó compulsivamente durante más de 50 años recortes de prensa de más de 20 países y en más de 10 lenguas. En los 21 álbumes de recortes disponibles en línea, atesoró desde reseñas de sus obras publicadas en The New York Times hasta en El Día, un periódico de las islas Canarias. Guardó incluso numerosas reseñas negativas (pero perspicaces), como la de un crítico colombiano que calificó Cien años de soledad de “saga prosaica [de] literatura escapista”.

La otra mitad del archivo solo puede consultarse en el Harry Ransom Center e incluye la correspondencia del escritor —que muestra los contactos menguantes con Julio Cortázar y José Donoso, y ningún rastro de su malograda amistad con Mario Vargas Llosa, tras el puñetazo que el Nobel peruano le propinó en un cine de México—, los contratos de edición, las cándidas cartas de fans de todo el mundo, una carta de rechazo de The New Yorker de 1981 —al editor no le gustó el final de “El rastro de tu sangre en la nieve”— y hasta la carta astral de García Márquez, que una alarmada Balcells encargó cuando supo que su representado nació en 1927 y no en 1928, como se pensaba.

Entre los grandes méritos del archivo está el confirmar que convertirse en uno de los escritores más exitosos del último siglo fue un trabajo arduo. “Es necesario despedazar muchas cuartillas para que finalmente uno pueda llevar al editor unas pocas páginas”, dijo García Márquez en una entrevista cuando tenía 28 años, poco después de publicar La hojarasca, su primera novela. “Quien no tenga vocación auténtica de escritor se desalienta”.

El éxito, sin embargo, no depende solo del trabajo duro. Detrás del infatigable artesano de la palabra había un talentoso creador de mitos sobre cómo escribió las historias en sus libros y un artista inserto en un excepcional círculo de amigos y colegas. Sin esos mitos y sin ese entorno personal, Cien años soledad y García Márquez podían haber acabado en el cementerio de los libros y escritores olvidados.

Álvaro Santana-Acuña es profesor de sociología en el Whitman College y autor del libro en preparación “Ascent to Glory: How 'One Hundred Years of Solitude' Became a Global Classic”.

https://www.nytimes.com/es/2017/12/30/archivo-digital-gabriel-garcia-marquez-soledad-multitudinaria/?smid=fb-espanol&smtyp=cur

jueves, 4 de enero de 2018

Entrevista a Andreu Espasa sobre Estados Unidos en la Guerra Civil española (I) “La novedad de mi libro es el énfasis que se da a la influencia de América Latina en la política de Roosevelt hacia la España en guerra”

El Viejo Topo


Con numerosas publicaciones en The International History Review, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea, L’Avenç, mientras tanto y www.rebelión. org, Andreu Espasa de la Fuente es doctor en Historia Comparada, Política y Social por la Universitat Autònoma de Barcelona y miembro del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Nos centramos en esta conversación en su última publicación (Los libros de la Catarata, Barcelona, 2017), con prólogo de Aurora Bosch e introducción de Josep Fontana.

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Felicidades por el libro. Me centro en él en esta entrevista y aviso al lector/a que me voy a dejar mil novecientas diez preguntas en el tintero. No queda otra. Déjame explicar su estructura: prólogo, presentación, siete capítulos, un epílogo y bibliografía. 616 notas a pie de página, 11 páginas, a doble columna de bibliografía, ¿cuántos años de trabajo te ha costado este ensayo sobre Estados Unidos en la Guerra Civil española?

En primer lugar, muchas gracias por el interés y poder darme la oportunidad de poder hablar contigo sobre el libro. Esta obra es el producto de una larga investigación, que empezó en 2010 con el inicio de la tesis doctoral. Incluyendo varios intervalos de tiempo en los que no podía dedicarme a tiempo completo, me ha costado unos seis o siete años de trabajo. A parte del gran trabajo de investigación, debo confesar que también he invertido mucho esfuerzo en encontrar un estilo de redacción fluido y transparente. Ojalá lo note el lector.

Lo nota, se nota, yo mismo lo he notado. ¿De dónde y por qué tu interés por este tema?

En 2007, con los primeros indicios de la crisis, empecé a investigar sobre el presidente Roosevelt y su programa de reformas políticas y sociales, el llamado New Deal, las bases sobre las que se fundó la versión norteamericana del Estado del Bienestar. Los paralelismos entre la Gran Depresión de los años treinta y la Gran Recesión actual atraparon mi interés. En aquellos tiempos, escribí un breve trabajo sobre los intelectuales cercanos al Frente Popular estadounidense de la época, concretamente sobre Lewis Corey, Arthur Rosenberg y Max Lerner. Lo que en aquel momento me pareció más interesante eran sus propuestas para forjar alianzas antifascistas entre el movimiento obrero y la clase media progresista.

También me pareció interesante estudiar las dificultades específicas del "frentepopulismo" en Estados Unidos. La tradición política norteamericana tiene particularidades muy importantes. La más notable es la ausencia de un gran partido obrerista de raíces marxistas. Ante esta situación algo complicada, la izquierda norteamericana de la época tuvo que apoyar de forma externa al gobierno de Franklin D. Roosevelt, alguien que, por su trayectoria, muy difícilmente podría ser considerado de izquierdas. Sin embargo, como se sabe, la Administración Roosevelt se destacó por implantar reformas sociales profundas, que, con el tiempo, se han convertido en conquistas legislativas populares que ni cuarenta años de hegemonía neoliberal han logrado borrar del todo.

En política exterior, a Roosevelt se le identifica, con razón, como el presidente que lideró la contribución norteamericana a la derrota del fascismo internacional. En cualquier caso, como no podía ser de otra manera, el periodo "rooseveliano" tuvo sus claroscuros. Entre estos, sin duda, destaca su posición ante el conflicto español. Al impedir la venta de armas estadounidenses a la España republicana, la Administración Roosevelt tuvo que saltarse sus propias leyes de neutralidad y los principios básicos del derecho internacional. ¿Cómo era posible que el presidente más progresista del siglo XX estadounidense hubiera contribuido de una forma tan notoria al asesinato de la democracia en España? Esta pregunta guió los inicios de mi investigación.

¿Debemos seguir utilizando la expresión "Guerra civil española"? ¿Fue realmente una guerra civil?

Creo que todo el mundo está de acuerdo en que el conflicto fue, en muchos sentidos, una guerra civil. El problema es que no fue únicamente una guerra civil. Por eso la expresión "Guerra Civil española" es problemática, porque parece eclipsar la importancia de la dimensión internacional del conflicto. Aunque los motivos que provocaron el inicio de la guerra fueron eminentemente nacionales, la duración y el desenlace solo se pueden entender por los factores internacionales. Sin la ayuda de Hitler y Mussolini a Franco, la insurrección militar hubiera fracasado. Sin el auxilio de la Unión Soviética y de las Brigadas Internacionales a la República española, Madrid habría caído en el otoño de 1936. Más importante todavía, la Política de No Intervención de Francia, Reino Unido y Estados Unidos provocó un desequilibrio en el acceso al armamento militar que acabó aniquilando las posibilidades de victoria del bando republicano. De hecho, la expresión "Guerra Civil española" siempre ha convivido con otras expresiones que son, en términos históricos, algo más precisas. Yo mismo, en el libro, combino varias expresiones: "conflicto español", "guerra en España", "guerra de España", etc.

Sin embargo, no soy partidario de abandonar completamente "Guerra Civil española". Hay que tener en cuenta que la denominación de este tipo de conflicto muchas veces se explica por factores políticos y de memoria colectiva que no se pueden desdeñar. Pensemos, por ejemplo, en la historia de México e Irlanda. El conflicto militar en México durante la segunda década del siglo XX tuvo mucho de guerra civil, aunque también hubo una importante intervención exterior por parte de Estados Unidos, que contribuyó a definir el resultado final. Si hablamos de Revolución Mexicana y no de Guerra Civil mexicana, se debe, en gran parte, a que, por diversos motivos, casi nadie reivindicó el legado de Victoriano Huerta tras el conflicto. El caso irlandés sería el opuesto.

La Guerra Civil irlandesa (1922-1923) no fue un asunto puramente irlandés. El apoyo militar del Reino Unido al bando ganador fue crucial. La guerra dejó escindida a la sociedad durante décadas. Dos de los principales partidos irlandeses actuales, el Fianna Fáil y el Fine Gael, provienen de este conflicto. Es la perduración del conflicto en la memoria colectiva la que explica, en gran parte, que se hable de una "Guerra Civil irlandesa".

En España, el conflicto todavía provoca, ocho décadas después, importantes escisiones políticas y sociales, con lo que no deja de ser comprensible que la expresión "Guerra Civil española" siga siendo la más popular. En cualquier caso, tampoco soy muy partidario de las batallas nominalistas. Creo que las expresiones "Guerra Civil española" y "Guerra de España" pueden convivir de forma parecida al uso alternativo que hoy se da a "Guerra de Siria" y "Guerra Civil siriana".

La prologuista, Aurora Bosch, escribe: "Por otro lado, en lo que resulta su aportación más original: qué papel jugó en la evolución de la política exterior estadounidense y en la política del Buen Vecino la repercusión de la guerra en Latinoamérica, especialmente en el cambio de postura hacia España desde otoño de 1937. Esta es la conexión americana y, sobre todo, mexicana de la que habla el autor". ¿Está bien visto? ¿Esta es la aportación más original de tu investigación?

Sin duda, como bien señala Aurora Bosch, este no es el primer libro sobre el papel de Estados Unidos en el conflicto español. Ella misma publicó un libro importante sobre la cuestión hace poco años, que se sumó a los existentes hasta el momento, entre los que cabría destacar los de Dominic Tierney y Richard P. Traina. La novedad de mi libro es, en efecto, su enfoque americanista, concretamente el énfasis que se da a la influencia que tuvo América Latina en la política de la Administración Roosevelt hacia la España en guerra. En aquellos años, cuando Estados Unidos estaba atravesando un gran debate de política exterior en el que se debatía si era mejor consolidar la hegemonía continental o asumir el liderazgo mundial, la guerra en España se juzgó a partir de sus posibles consecuencias en América Latina.

A partir del otoño de 1937, Estados Unidos empieza a dudar de la conveniencia de mantener el embargo de armas contra España. Estas dudas tienen que ver con lo que está pasando en América Latina. El autogolpe de Vargas en Brasil –con la creación del llamado Estado Novo brasileño, de indudables resonancias fascistas- hace pensar que las potencias fascistas europeas pretenden extender su influencia geopolítica en el Hemisferio Occidental. En este caso, si Franco gana en España, se cree que Berlín y Roma tendrán un nuevo aliado útil para provocar insurrecciones parecidas en las repúblicas hispanoamericanas, que, por razones obvias, mantienen unos lazos de afinidad cultural y lingüística que las hace más vulnerables a la influencia franquista. Desde entonces, Washington se planteará en numerosas ocasiones la necesidad de terminar con el embargo de armas contra España para evitar una victoria franquista.

Josep Fontana abre su introducción con estas palabras: "Solemos identificar a Franklin D. Roosevelt con el New Deal, esto es, con la política interior que salvó la paz social en los Estados Unidos en una época de crisis: pero su actuación en el campo de la política exterior fue tal vez más transcendente". Sé que hemos hablado de ello anteriormente pero déjame insistir. En este ámbito, en el de la política exterior, ¿estuvo Roosevelt a la altura de las circunstancias? ¿Lo estuvo en el caso español? Una cita con la que abres el libro, de Louis Fischer (de 1941), señala alguna crítica no menor. La de George Seldes, de 1970, es aún más rotunda: "fue Roosevelt, más que cualquier otro individuo, el responsable, a través del embargo de armas, de la destrucción de la República española. Probablemente fue el mayor error que cometió el presidente, uno de los más grandes errores de la historia".

En efecto, está es la clave del interés de este episodio histórico. Como bien dice Fontana, la política exterior de Roosevelt fue, como mínimo, tan trascendental como su política interior. Conviene recordar que, a finales de los años treinta, había una fuerte corriente de opinión en Estados Unidos, el llamado "aislacionismo", que era visceralmente contraria a la idea de reeditar la alianza con los dos grandes imperios democráticos del momento, Francia y Gran Bretaña. El mismo Roosevelt tuvo que gobernar en sus primeros años respetando los principales aspectos del programa aislacionista: no pidió el ingreso en Sociedad de Naciones, intentó no provocar excesivamente a Tokio y, en el ámbito europeo, combinó una actitud de aparente distancia ante el aumento de las tensiones intereuropeas con un apoyo indirecto a las políticas de París y Londres. Washington no se quería comprometer a una defensa militar del statu quo en Europa. Un ejemplo significativo de esta actitud fue la respuesta de Estados Unidos a la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi en marzo de 1938. Washington cerró la embajada en Viena para abrir un consulado general –una forma encubierta de reconocimiento diplomático– y trasladó a las autoridades de Berlín su principal preocupación: ¿Quién asumiría a partir de entonces la deuda del Estado austríaco?

Sin embargo, a finales de los años treinta, sobre todo después de los Acuerdos de Múnich de otoño de 1938, Roosevelt hizo un gran esfuerzo para reorientar la política exterior estadounidense hacia un mayor confrontación con las potencias del Eje. Para lograrlo, tuvo que hacer frente a una enorme oposición interna, una oposición ideológicamente diversa que iba más allá de los círculos conservadores. Hay una novela de Philip Roth, La conjura contra América, que retrata de una forma muy interesante y verosímil una hipótesis de escenario histórico contrafactual: ¿Qué hubiera pasado si Roosevelt hubiera perdido las elecciones de 1940 contra un candidato del movimiento aislacionista America First? Dada la popularidad del antisemitismo en los Estados Unidos de los treinta -en aquel entonces, las principales universidades privadas limitaban el acceso de estudiantes judíos-, no se puede descartar que Washington hubiera permanecido al margen de los intentos para derrotar al fascismo internacional.

Este cambio en la política exterior de Estados Unidos, esta tensión entre el internacionalismo liberal y el "aislacionismo continental" –continental en el sentido de que nadie proponía aislar a Estados Unidos del mundo, sino limitar sus objetivos geopolíticos al continente americano–, esta transición, decíamos, es lo que David S. Haglund llamó en su momento "la transformación del pensamiento estratégico estadounidense". En este proceso de cambio, la España en guerra jugaría un papel decisivo y trágico. Por un lado, fue el último episodio importante en el que Washington adoptó una actitud comprensiva hacia las demandas y los engaños de las potencias fascistas. Por el otro, gracias al ejemplo de España y a sus temidas consecuencias en los países de América Latina –principalmente, en México-, Roosevelt aprendió ciertas lecciones sobre lo que no debía volver a pasar y, sobre todo, encontró una línea argumentativa de síntesis para superar el aparente bloqueo del debate geopolítico del momento. Gracias a España, Roosevelt podía hacer pedagogía sobre lo que implicaba la amenaza fascista europea en América Latina. A partir de la potencial amenaza del surgimiento de nuevos "Francos" latinoamericanos dirigidos por Berlín y Roma, el problema ya no era elegir entre ser el líder de las Américas o una nueva potencia mundial. Según este nuevo escenario, lo que estaba en juego era la seguridad nacional. Si no se enfrentaba a las potencias fascistas en Europa, más pronto que tarde Estados Unidos tendría que defender su frontera de conflictos militares inspirados en el eficaz ejemplo español. Intervenir en Europa se convirtió en un requisito para la seguridad en las Américas.

El primer capítulo se titula: "La diplomacia norteamericana de entreguerras". ¿Quiénes fueron los máximos responsables? ¿Cuáles fueron sus finalidades más importantes en ese período? ¿Los diplomáticos eran, como señalas, políticos frustrados?

Los diplomáticos estadounidenses de los años veinte y treinta del siglo XX tenían algunas características especiales. Por un lado, como en la mayoría de países, la carrera diplomática era un feudo de las élites económicas. En el caso concreto de Estados Unidos, este hecho solía venir reforzado por las peculiaridades del sistema político norteamericano. Al fin y al cabo, aunque plagado de sesgos de clase y de raza, los Estados Unidos de la época no dejaban de ser un sistema bastante democrático, en el que los líderes parlamentarios tenían que pasar por la prueba del voto popular. Esto tenía el efecto de reforzar la tendencia a convertir el Departamento de Estado en un refugio de las élites. Los hijos de la clase alta, educados en las prestigiosas y exclusivas universidades del Ivy League de la Costa Este, pasaban por una dura y frustrante experiencia cuando intentaban hacer carrera política. Muchos de ellos no podían disimular su origen social de cuna dorada. Su aspecto y sus modales los hacían poco atractivos para la contienda electoral. Al fracasar en su intento de ser elegidos por las urnas, se refugiaban en la carrera diplomática como una forma alternativa y segura de hacer política sin tener que competir en la arena de la confrontación democrática.

Los años de entreguerras fueron años muy importantes en la historia de la diplomacia estadounidense. En esta época, se profesionalizó definitivamente la carrera diplomática, con lo que se aseguró que, independientemente de quien ganara las elecciones, la diplomacia norteamericana podía seguir unos consensos básicos que serían ejecutados por unos profesionales comprometidos y experimentados. Además, también fue un importante periodo de transición. Tras la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos era la primera potencia económica. Sin embargo, se mostraba reacia a asumir un liderazgo claro a nivel geopolítico. En vez de implicarse en Sociedad de Naciones y coordinarse con el resto de potencias vencedoras, la diplomacia norteamericana se concentró en la promoción de la inversión extranjera y del comercio internacional. Se creía que, para asegurar la prosperidad estadounidense y favorecer la causa de la paz mundial, las naciones debían estrechar sus vínculos comerciales. Según la llamada "teoría liberal de la paz", la mejor forma de evitar las guerras era bajando las tarifas arancelarias. A mayor comercio internacional, se decía, mayor amistad entre los gobiernos del mundo. Entre los máximos responsables de esta política, habría que señalar al republicano Henry L. Stimson (secretario de Estado con Hoover) y al demócrata Cordell Hull (el sucesor de Stimson en la Administración Roosevelt). Los dos, a pesar de numerosas diferencias, estaban comprometidos con la teoría liberal de la paz y con el combate a las tendencias aislacionistas en la sociedad y en el Congreso. El aspecto progresista de este modo de entender las relaciones internacionales era la apuesta por un mundo relativamente desarmado, en el que la competencia por la hegemonía mundial se definiría por la capacidad de penetración económica en el exterior, no por el tamaño de los ejércitos. Conviene recordar que, en el periodo de entreguerras, Estados Unidos tenía un ejército de tamaño reducido.

¿El anticomunismo impregnaba esa política? ¿Era importante el movimiento comunista norteamericano en esos momentos? ¿Antes de la caza de brujas y del intento, parcialmente conseguido, de destrucción de la izquierda estadounidense?

Sin duda. La política exterior norteamericana del periodo de entreguerras también se debe entender como una respuesta al desafío soviético. Incluso antes de finalizar la Primera Guerra Mundial, la Administración Wilson estaba muy condicionada por su voluntad de contener y aplastar el experimento bolchevique. Cuando los revolucionarios rusos recién llegados al poder denuncian los tratados secretos entre las potencias aliadas, Wilson responde con unos objetivos de guerra claros, los famosos 14 puntos (los cuales inspirarán, veinte años después, los 13 puntos del gobierno de Juan Negrín). Con el fin de la guerra, Wilson y los soviéticos se disputan también la bandera del derecho a la autodeterminación para ganarse la opinión pública mundial, tal y como ha señalado acertadamente el historiador Erez Manela. La promoción de la inversión extranjera y del comercio internacional en los años veinte también forma parte de la apuesta para reducir los riesgos de nuevas revoluciones en el mundo.

Al fracasar la intervención aliada en la Guerra Civil rusa, los Estados Unidos no dejan de intentar aislar a los soviéticos. En los años veinte, Washington tiende a interpretar cualquier desafío nacionalista en América Latina –por ejemplo, la revuelta de Sandino en Nicaragua- como el resultado de una maniobra encubierta de los soviéticos. El anticomunismo del Departamento de Estado queda reforzado por la llamada Ley Rogers de 1924, por la que, entre otras cosas, se crea una escuela diplomática en la que los alumnos reciben un fuerte adoctrinamiento anticomunista. Cuando Roosevelt llega a la presidencia en 1933, rompe parcialmente con la política seguida en los años veinte y reconoce diplomáticamente al gobierno de Moscú. El cambio está motivado por la conciencia de que los intentos de aislar a los soviéticos han fracasado –de hecho, los comunistas en el poder parecen más consolidados que nunca– y por la esperanza de que la apertura del mercado soviético podría ayudar a superar la crisis económica que sufre Estados Unidos. Sin embargo, muy pronto las relaciones entre ambos países vuelven a congelarse, principalmente por el disgusto que creó en Washington la presencia de delegados norteamericanos en el congreso de la Internacional Comunista en agosto de 1935 en Moscú y por la insistencia de la Administración Roosevelt en el cobro de las deudas contraídas por el régimen zarista.

El sentimiento anticomunista en Estados Unidos se debía, en parte, a una percepción exagerada de la fuerza real de los comunistas norteamericanos. Sin embargo, lo que sí estaba justificado era el pánico de las élites por la oleada de huelgas que vivió el país justo al finalizar la Primera Guerra Mundial. En 1919, un muy joven Franklin D. Roosevelt, en aquel tiempo subsecretario de la Marina con Wilson, llegó a proponer un servicio militar obligatorio permanente como medio para combatir la amenaza comunista. De hecho, aunque es muy famosa la caza de brujas encarnada por el senador McCarthy a principios de los años cincuenta, lo cierto es que la primera caza de brujas se dio en 1919, con las Redadas Palmer, que implicaron la deportación de cientos de extranjeros acusados de subversivos. Entonces el sentimiento anticomunista estaba parcialmente animado por un fuerte sentimiento xenófobo contra los inmigrantes europeos del Este y del Sur de Europa: en 1924 se aprobaría la primera gran ley de inmigración con cuotas restrictivas en función del origen nacional. Para el conservadurismo estadounidense, los comunistas también representaban una inquietante impugnación al sistema de dominación racial. El Partido Comunista de los Estados Unidos fue, de hecho, la primera organización política predominantemente blanca que otorgaba un carácter prioritario a la lucha contra la discriminación racial. Sobre los primeros años del Partido Comunista, es recomendable ver el retrato que se hace en la película Reds (1981) de Warren Beatty, basada en la vida del célebre periodista comunista John Reed.

A finales de los años treinta, el Partido Comunista logra llegar al cenit de su influencia en la sociedad norteamericana. En aquellos años, los comunistas alcanzan una notable influencia en el movimiento obrero, entre los estudiantes politizados y en amplios sectores intelectuales y artísticos. Es bien conocida la importancia que llegaron a tener entre los guionistas comunistas de Hollywood. La influencia de la izquierda norteamericana en el mundo de la cultura llegó a ser tan fuerte que, según el historiador Michael Denning, se necesitó una "guerra civil cultural" –así define Denning a la caza de brujas de McCarthy– para poder erradicarla de forma definitiva.

Varios factores favorecieron este crecimiento. Por un lado, la Gran Depresión sacudió fuertemente a la población trabajadora y supuso un serio desprestigio para la ideología capitalista. Además, la estrategia "frentepopulista" aprobada por la Internacional Comunista en 1935 encajaba muy bien con las necesidades y peculiaridades del movimiento progresista estadounidense. La defensa de las libertades democráticas y de la unidad contra el fascismo resultaban muy apropiadas para un país cuya identidad nacional estaba basada teóricamente en valores republicanos e ilustrados. En este contexto, el activismo a favor de la democracia española jugó un papel muy importante. Ya fuera en las colectas humanitarias para enviar comida y medicinas, en las campañas políticas para derogar el embargo impuesto por la Administración Roosevelt o en los esfuerzos por reclutar voluntarios para la Brigada Lincoln, los comunistas demostraron un gran compromiso y eficiencia militantes, lo que sin duda contribuyó a aumentar su prestigio entre la izquierda y romper con su anterior aislamiento sectario. También es muy importante tener en cuenta que la solidaridad con la España republicana les permitió ensayar una nueva forma de hacer política que iba más allá del mundo del trabajo. Los comunistas lograron implicar a los sectores de la clase media progresista a través del North American Committee to Aid Spanish Democracy (NACASD), una plataforma de asociaciones liderada por un obispo metodista, Francis J. McConnell. A través de la solidaridad con España, los comunistas pudieron demostrar que su nuevo compromiso con la defensa de la democracia parlamentaria no era meramente retórico. También pusieron en práctica su discurso antirracista. Aunque es un hecho poco conocido, lo cierto es que España ocupa un lugar relevante en la historia de las relaciones raciales de Estados Unidos. Fue en la Brigada Lincoln donde, por primera vez, oficiales afroamericanos tuvieron bajo sus órdenes a soldados blancos estadounidenses.

Hablas en el apartado final del nacimiento de los appeasement en Europa y en Estados Unidos. Te pregunto sobre ello a continuación. Un descanso para nosotros y para el lector.

De acuerdo. Descansemos.

Fuente: El Viejo Topo, noviembre de 2017

miércoles, 3 de enero de 2018

Franquismo o fascismo

Vicenç Navarro
Público.es


Hace ya años hubo un debate muy vivo e intenso en círculos politológicos en nuestro país sobre el tipo de régimen político que existía en España durante el periodo 1939-1978. Algunos politólogos, como el Sr. Juan Linz, de la Universidad de Yale (muy influyente en España, maestro de muchos de los profesores de Ciencias Políticas más conocidos en este país), sostenían que aquel régimen había sido un régimen autoritario, o lo que podría llamarse una dictadura a secas, sin más. Su misión era mantener el orden y la autoridad, siendo su dimensión represiva la más acentuada. Dirigida por un caudillo al que el régimen consideraba que tenía dotes casi sobrehumanas (“Caudillo por la gracia de Dios”, se decía en España para definir al Caudillo), tal tipo de Estado recibía el nombre de caudillista, siendo la forma de dictadura más común en América Latina, y que, según tales autores, incluía también la dictadura en España llamada franquista.

Esta visión de la dictadura fue la más común en el establishment político-mediático (es decir, la estructura de poder político y mediático) español, que la promovió extensamente no solo en sus medios de comunicación, sino también en las instituciones educativas del país. Parte del atractivo que esta visión tenía para dicho establishment era que estas dictaduras autoritarias iban debilitando su autoritarismo a medida que se desarrollaba la sociedad y aparecían unas clases sociales -como las clases medias- que, al añadir estabilidad al sistema político, hacían menos necesaria la represión, convirtiéndose más tarde en democracias, tal como el establishment político-mediático creyó que había ocurrido en España. Esta visión fue la preferida por los vencedores de la Guerra Civil, pues justificaba veladamente el golpe militar del 1936 y la dictadura que generó, ya que su autoritarismo era necesario para permitir el desarrollo del país, autoritarismo que fue diluyéndose con el paso del tiempo. De ahí la definición de aquel régimen como franquista, el término más utilizado en España para definir dicho régimen.

El régimen, sin embargo, fue mucho más que autoritario; fue también totalitario
La otra visión de aquel régimen creía que este fue mucho más que autoritario. Consideraba que fue totalitario, es decir, que intentó cambiar toda la sociedad creando un “nuevo hombre” (en aquel entonces la mujer no contaba mucho). Según el Sr. Juan Linz, los regímenes totalitarios eran aquellos que intentaban cambiar la sociedad a través de la imposición de una ideología totalizante (es decir, que afectaba todas las dimensiones del ser humano), como por ejemplo el comunismo, que utilizaba todos los instrumentos a su alcance (desde los educativos hasta los represores) para imponer sus valores. Este tipo de sociedades, decía Linz, eran incambiables, pues no tenían la capacidad de transformarse en democracias. Esta visión de las sociedades comunistas -como regímenes incambiables- fue utilizada durante muchos años por el gobierno federal de EEUU para justificar su gran tolerancia y apoyo a las dictaduras caudillistas latinoamericanas, y su hostilidad hacia las dictaduras comunistas.

Ni que decir tiene que el establishment político-mediático español nunca ha aceptado que el régimen que llamaba franquista fuera totalitario. Pero aquellos que vivimos y sufrimos aquel régimen, sin embargo, podemos dar testimonio de que el régimen dictatorial español fue enormemente represivo no solo físicamente y emocionalmente, sino también ideológicamente. El Estado controlaba todos los sistemas productores de valores, desde la educación hasta todos los medios de comunicación, con el objetivo no solo de mantener el orden y la autoridad, sino también y sobre todo de promover su ideología. Y tal ideología era totalizante en extremo, pues intervenía en todas las dimensiones del ser humano, desde el idioma que uno debía utilizar para comunicarse hasta la manera de realizar y conseguir el orgasmo. Es difícil encontrar una ideología más totalizante que la que existía durante la dictadura del general Franco.

¿Cuál era la ideología totalizante?
Y ahí es donde está el quid de la cuestión. ¿Cuál era la ideología de tal régimen? Naturalmente que aquellos que sostienen la teoría de que el régimen era meramente autoritario, sostienen también que no tenía ideología, lo cual contrasta con la experiencia de cualquier persona que haya sufrido aquel régimen. A mí, cuando era niño, en Barcelona, un policía franquista (se llamaban los grises) me pegó una bofetada por hablar catalán, mi lengua materna, gritándome “no hables como un perro, habla en cristiano”. Y la masturbación estaba prohibida. Si no se lo creen, pregúntenselo a sus abuelos (ver mi biografía personal “Una breve historia personal de nuestro país: biografía de Vicenç Navarro”, en  vnavarro.org, 26.09.17)

Varias eran las características de su ideología. Una era la sumisión del mundo del trabajo al mundo empresarial (que se benefició extensamente del tal régimen) a través de los sindicatos verticales. No se ha enfatizado suficientemente el clasismo elevado (dominio y reproducción de clase) como característica de aquel régimen dictatorial, lo cual es sorprendente pues un objetivo mayor del golpe militar que lo creó y enalteció en 1936 fue precisamente la defensa de los intereses y principios de la clase dominante (incluyendo las élites económicas y financieras del país) frente a los avances sociales que la II República había estado consiguiendo como resultado de las presiones realizadas por las clases populares.

Otra característica era la sumisión (en realidad, eliminación) de los nacionalismos periféricos (catalán, vasco y gallego) al nacionalismo españolista uninacional enraizado en la monarquía y su pasado imperial. Esta característica definió también aquel régimen cuyo enaltecimiento fue creado bajo el lema de defender la “unidad de España”, unidad que, por cierto, no había estado amenazada, difundiéndose bajo este lema, no la unidad de España sino la continuidad de un estado monárquico borbónico, jerárquico, radial (centrado en la capital del Reino, que tuvo poco que ver con el Madrid popular) y uninacional, que consideraba como “antiEspaña” a la visión plurinacional de España, poliédrica, no radial, con una convivencia consensuada y no forzada por el Ejército.

Estas características, clasismo y nacionalismo extremo, eran características de las ideologías totalizantes conocidas en el siglo XX como nazismo y fascismo, y que se presentaron claramente en el golpe militar del 1936 que no hubiera sido posible sin la ayuda del nazismo alemán y del fascismo italiano. Y así fue percibido por la mayoría de las instituciones internacionales, incluyendo las Naciones Unidas, lo cual explica que fuera de España no se utilice el término franquista para definir el régimen dictatorial español, sino el término fascista. Cuando el Sr. Samaranch fue en el año 1996 a EEUU a inaugurar los Juegos Olímpicos de Atlanta, el New York Times, en su nota biográfica, lo definió como “el delegado de deportes del régimen fascista español liderado por el general Franco”. No era su intento insultarle, pues el término con el que se definió aquel régimen en la mayoría de los medios de comunicación occidentales fue el de fascismo. En realidad, el único país en el que no se utiliza el término fascismo es España, y ello no es por casualidad, pues le conviene al establishment político-mediático presentarlo como un caudillismo, ya que una vez desaparecido el caudillo, la dictadura desapareció.

La falacia que el término “dictadura franquista” oculta
Pero la realidad actual muestra el error de tal definición, pues muchos de los elementos de aquella ideología dominante durante la dictadura aparecen también hoy en la cultura dominante de este país, incluyendo el clasismo y el nacionalismo extremo uninacional.

Referente al clasismo, hay que recordar que muchas de las grandes empresas del Ibex 35 proceden del franquismo, como bien ha documentado Rubén Juste. Y su gran poder –junto con el de la Gran Patronal- explica este poder no sólo en lo económico sino también en lo político y mediático, ejerciendo una influencia sobre el estado que implica que los salarios continúan siendo de los más bajos de la Unión Europea de los Quince (UE-15), que el porcentaje de las rentas del trabajo sobre la totalidad de las rentas nacionales sea de los más bajas de la UE-15 (mientras que el porcentaje de las rentas del capital sean de las más elevadas); que los ingresos públicos del estado sean de los más bajos de la UE-15 y que el gasto público social en los servicios públicos como sanidad, educación, escuelas de infancia, vivienda social, servicios asistenciales, en las transferencias sea de los más bajos en tal comunidad europea (ver mi libro El subdesarrollo social de España: causas y consecuencias, editorial Anagrama, 2006).

Elementos de continuidad dentro del Estado
Es sorprendente también ver la continuidad en las élites dirigentes del estado (desde el jefe de Estado a ministros y dirigentes estatales). Gran cantidad de funcionarios del Estado dictatorial y sus descendientes han ocupado y continúan ocupando puestos de gran responsabilidad. En realidad, los herederos de los vencedores de la Guerra Civil son muchos más en las cúspides del poder estatal, que no los herederos de los vencidos. La gran resistencia a corregir la tergiversación de la historia de España que continúa enseñándose en las escuelas tanto públicas como privadas es las comunidades históricamente dominadas por los primeros, la oposición a legislar la impunidad de los crímenes del franquismo, la intolerancia cuando no apoyo a monumentos al fascismo (como el Valle de los Caídos), la relación privilegiada del estado con la Iglesia, el enorme conservadurismo de la administración pública, la gran corrupción, la utilización de los aparatos del estado para fines partidistas, y muchos otros hechos, son indicadores de la continuación de la ideología mal llamada franquista.

El enorme énfasis en el “respeto a la ley y al orden” (en España, que es uno de los países de la UE-15 que tiene más policías por 100.000 habitantes y menos adultos trabajando en sanidad y educación) que existe en España, y el excesivo poder de la clase empresarial, (síntomas del clasismo heredado de la dictadura anterior), conseguido a costa del escaso poder del mundo sindical (que se traduce también en el escaso desarrollo de la cogestión en las empresas), y su movilización centrada en la bandera y el himno borbónico del lado vencedor, consideradas como los símbolos nacionales, son claro ejemplo de la legitimación de la ideología de aquel régimen. Ni que decir tiene que la forma y el contexto de tales características han ido variando sustancialmente. Pero estos cambios no ha significado su eliminación como indiqué en un artículo reciente, señalando que no ha habido una desnazificación o desfasticización de España como ocurrió en otros países que tuvieron regímenes parecidos como Alemania, Italia y la Francia de Vichy (ver en Público 21 de noviembre de 2017, “Franco no ha muerto”).

Ni que decir tiene que el Estado español y la sociedad española en la que tal estado ha estado ubicado ha cambiado muchísimo durante los casi cuarenta años que han pasado desde el fin de la dictadura. Y mucho bueno ha ocurrido en el reconocimiento de los derechos laborales y sociales, en el mejoramiento de las instituciones políticas y en la sensibilidad de la administración pública. Ahora bien, estos cambios, por muy significativos que hayan sido, no han alterado elementos clave y definitorios del estado anterior, que han continuado reproduciéndose en los aparatos del estado y en muchas de las políticas públicas aprobadas y desarrolladas por tal estado que son resultado de la continuidad de lo que se llama “cultura franquista” que tiene claros componentes de las características que definieron la ideología dominante del régimen dictatorial. Sin ello, no se explica que, por ejemplo, como consecuencia del clasismo extremo (cuyas formas de expresión han variado, pero que mantienen un gran dominio de los propietarios y gestores del mundo empresarial en la vida política del país), España continúe teniendo, cuarenta años después del fin de la dictadura, unos de los salarios y uno de los gastos públicos sociales más bajos de la UE-15. Lo que se llama continuación de la cultura franquista se refleja también con clara represión hacia ideologías distintas a la promovida por el Estado y su constitución en los grandes sectores de los aparatos del Estado como los aparatos policiales y judiciales del Estado central.

El continuismo de esta ideología uninacional y autoritaria en el comportamiento judicial en el caso de los presos políticos actuales
Prueba de lo dicho anteriormente es comparar el enjuiciamiento del ex Presidente Puigdemont en las cortes belgas con las cortes españolas. Independientemente de la valoración y opinión que uno tenga del comportamiento del gobierno Junts pel Sí y su estrategia para alcanzar la independencia, conocida en Catalunya como el “procés”, (y que yo he sido muy crítico en este artículo “Los independentistas son también responsables de la enorme crisis en Catalunya”, Público, 8 de diciembre de 2017). Cualquier lector objetivo puede comparar la dureza y extremismo del sistema judicial español hacia el ex Presidente Puigdemont con el sistema judicial belga. La petición del sistema judicial español de que se detuviera al Presidente Puigdemont y a sus consejeros por los supuestos delitos de rebelión y sedición que la juez de la Audiencia Nacional, la Sra. Carmen Lamela, había dictado fueron prácticamente desautorizados al considerar tales acusaciones exageradas e infundadas, entendiendo solo que los acusados habrían desobedecido, cuya pena no implicaba prisión. El temor a que el tribunal belga reafirmara esta conclusión, asustó al juez del Tribunal Supremo, el Sr. Pablo Llarena, y determinó que eliminara y borrara la petición de extradición pues sabía que el tribunal belga mostraría el carácter claramente político y represivo de la justicia española, clara herencia de la cultura que en España se continúa llamando franquista. No podía haberse mostrado de una manera más clara.

Vicenç Navarro es catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas en la Universitat Pompeu Fabra

Fuente: http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2017/12/15/franquismo-o-fascismo-2/

Reino de España: Un año negativo para la Sanidad Pública. Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. 29/12/2017.

Cuando finaliza el año es un buen momento para hacer un balance, de lo que ha pasado para la Sanidad Pública durante el mismo, y los datos no son nada halagüeños. Señalamos solo las cuestiones mas destacadas.

A nivel del Gobierno se continúa con la política ya conocida de recortes y privatizaciones, expresada en el techo de gasto que impone Hacienda a las CCAA y que hace que los presupuestos de estas no hayan recuperado los niveles de 2009 (350 millones € menos en total), a lo que hay que sumar los recortes en administraciones locales, seguridad social y administración central, situándose en total más de 1.000 millones € por debajo del de 2009. A ello debe de añadirse la intención declarada del Gobierno de seguir reduciendo el gasto sanitario en relación al PIB en lugar de aprovechar la mejora en la situación económica para recuperar lo recortado, y la continua postergación de un nuevo modelo de financiación autonómica.

Por otro lado el gasto farmacéutico sigue subiendo (tanto en recetas que tiene un aumento del 2,89% interanual a octubre de 2017; como el hospitalario con un crecimiento del 6,5% interanual a septiembre de 2017), disminuyendo los fondos disponibles para la atención sanitaria, y ello a pesar de que tenemos un elevado gasto farmacéutico (18% sobre gasto sanitario frente al 15% del promedio de la OCDE). Situación esta que es más comprometida debido al acuerdo entre el Ministerio de Sanidad y Farmaindustriaque le garantiza un crecimiento del gasto en medicamentos equivalente al del PIB, en un momento en que como se ha señalado el gasto sanitario público crece por debajo de este aumento del PIB con lo que disminuye su peso respecto al mismo. Ello supone un escenario de empeoramiento de la sostenibilidad del sistema sanitario a costa de incrementar los beneficios empresariales de la industria farmacéutica.

Desde el Ministerio de Sanidad se continua la política de privatizaciones más o menos silenciosas, y de la gestión de la ministra poco puede decirse fuera de su desastrosa participación en la política catalana, y del hecho de que ha confirmado los pronósticos más negativos sobre su incapacidad y/o desinterés para hacerse cargo de la Sanidad del país.

Finalmente resaltar las dos sentencias del Tribunal Constitucional anulando (por motivos competenciales) las legislaciones del País Vasco y Valencia que permitían la ampliación de la atención sanitaria a los inmigrantes no regularizados saltándose el RDL 16/20112 que nos retrotrae a un escenario de desatención de este grupo de población. De nuevo se evidencian las contradicciones de las políticas del PP que ha recurrido estas normativas pero las de otras CCAA que tenían efectos similares.

El único hecho positivo reseñable es el compromiso de la Comunidad Valenciana de revertir el Hospital de Alzira a la gestión pública.

Desgraciadamente el 'procés' ha encubierto los problemas de la salud y del sistema sanitario, que siguen siendo muy importantes tal y como se comprueba diariamente, por ejemplo con la epidemia de gripe que ha vuelto a saturar las urgencias hospitalarias y, un año mas, al parecer, con su habitual llegada en invierno, ha cogido totalmente desprevenidas a las “autoridades sanitarias”.

Necesitamos otra política sanitaria, cuando menos una financiación suficiente, controlar el gasto farmacéutico, recuperar lo recortado y acabar con las privatizaciones. Habrá que seguir trabajando en 2018 para conseguirlo.

Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública federación de asociaciones de profesionales relacionados con la sanidad (médicos, enfermeras, auxiliares, administrativos, psicólogos, trabajadores sociales, gestores, economistas, etc.), interesados en la defensa y la mejora del sistema sanitario público. Es una organización, apartidista aunque no neutral, ya que nos declaramos a favor de un sistema sanitario público, universal y redistributivo, que garantice el acceso a una atención de salud de calidad en condiciones de igualdad.

Fuente: http://www.fadsp.org/index.php/sample-sites/notas-de-prensa/1586-2017-un-ano-negativo-para-la-sanidad-publica

martes, 2 de enero de 2018

_- La muestra sobre Auschwitz reivindica el deber de recordar. La mayor exposición sobre el campo nazi se inaugura en Madrid

_- Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz y premio Nobel de La Paz, mantenía que el Holocausto no se podía describir a través de la ficción, que solo era posible transmitir lo que ocurrió a través de los testimonios de los que estuvieron allí. La exposición sobre Auschwitz, que se abre hoy al público en Madrid, parte de ese principio para tratar de recrear toda la dimensión del horror del exterminio de los judíos de Europa.

Bajo el título; Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos, la muestra ofrece 2.500 metros cuadrados de muestra que se recorren en una hora media (como mínimo). Se trata de la mayor exposición que se ha organizado nunca en el extranjero sobre el campo de concentración y exterminio que los nazis construyeron en la Polonia ocupada entre 1940 y 1945 y en el que murieron 1,1 millones de personas, lo que le convierte en el mayor centro de asesinato de la historia.

Organizada por Musealia, una pequeña empresa con sede en San Sebastián, la muestra se puede ver hasta junio en la sala Arte Canal antes de recorrer diferentes ciudades del mundo en siete años. Ofrece unas mil piezas procedentes, en su mayoría, del Museo Estatal Auschwitz Birkenau, que gestiona el antiguo campo de exterminio alemán situado hoy en la ciudad polaca de Oswiecim. También han participado los museos del Holocausto de Jerusalén —el Yad Vashem— y de Washington, entre otras instituciones.

Incluso para los que conocen Auschwitz-Birkenau, la exposición es una experiencia sobrecogedora y difícilmente olvidable. Además de objetos originales que reflejan el horror de lo que ocurrió allí —el zapato rojo de una víctima, una alambrada, un látigo, un traje a rayas de los presos, maletas de los deportados que desconocían su suerte inminente, las botas de un oficial nazi— ofrece un discurso narrativo que nos demuestra cómo fue posible construir la espiral del odio que desembocó en la barbarie nazi.

La mesa de Mengele
Luego describe el funcionamiento de la máquina de asesinato masivo de Auschwitz, basada en la crueldad y la anulación de la humanidad, pero también en la mentira para engañar a aquellos que eran conducidos a las cámaras de gas. Entre las piezas más impresionantes están un vagón y un segmento de un barracón de madera. La pieza más atroz es la mesa de operaciones que probablemente usó el doctor Josef Mengele, el sádico médico nazi que realizó experimentos con seres humanos.

La exposición no habla solo del pasado, sino del presente, no solo de lo que ocurrió, sino de lo que puede ocurrir. De hecho, cuando se anunció su apertura, los organizadores se enfrentaron a decenas de mensajes de odio y antisemitas en las redes sociales.

En la presentación, el director del Museo Auschwitz Birkenau, Piotr M. A. Cywinski, señaló:
“Ahora estamos viviendo con una presencia creciente del racismo, de la xenofobia, del antisemitismo en nuestra vida cotidiana, con grupos de neonazis multiplicándose.
El recuerdo no es solo una manera de ver el pasado. Es una forma de ver el presente e imaginar el futuro. Eso nos obliga a recordar y tener responsabilidad”.

https://elpais.com/cultura/2017/11/30/actualidad/1512070781_890141.html


Más sobre la Historia y la importancia de su enseñanza aquí en este blog 

lunes, 1 de enero de 2018

_- El sistema educativo español es incapaz de reenganchar a los alumnos que suspenden curso tras curso.

_- Unicef denuncia que la educación inclusiva en España no es eficaz, que el sistema segrega a estos alumnos y que este colectivo no se siente apoyado por los docentes

"Cuando empecé a suspender y repetir cursos en el instituto nadie me preguntó qué me estaba pasando", relata una estudiante con problemas para sacarse la ESO

La tasa española de abandono escolar temprano duplica la de la UE y el porcentaje de alumnos repetidores triplica la media de la OCDE

La tasa española de Abandono Escolar Temprano (AET) duplica a la de la Unión Europea y el porcentaje de alumnos de nuestro país que repiten algún curso es tres veces mayor que la media de la OCDE. El sistema educativo español tiene un problema para combatir la exclusión educativa y reenganchar a los estudiantes que van encadenando asignaturas suspensas: Unicef ha advertido recientemente que los programas de enseñanza inclusiva no están siendo "eficaces".

"Cuando comencé a suspender y repetir ningún profesor se sentó conmigo. En el instituto nadie me ayudó a organizarme, ni me preguntaron qué me estaba pasando", cuenta Salma. A esta joven de 20 años, residente en el barrio madrileño de Carabanchel, nunca le había quedado una asignatura pendiente, hasta que llegó a tercero de la ESO. En ese momento se encontró una barrera tanto emocional como educativa que no supo abordar.

Al comenzar el curso notó el cambio de contenido del currículum educativo, empezó a tener problemas para estudiar y de repente se desenganchó. "Me empezaron a costar las asignaturas, al principio era una, luego se convirtieron en dos, tres, cuatro... Al no pillar el truco, me dejé llevar por los compañeros", relata.

Así entró en una dinámica que hasta entonces había sido desconocida para ella: ya no le importaba suspender asignaturas. La conexión que durante el colegio en Primaria tuvo con los docentes, había desaparecido. Ya no quería ser la alumna favorita de la profesora, ya no le hacía ilusión sacar buenas notas y que le mandasen a por tizas cuando había que reponer las de la pizarra. Comenzó tercero "sin hacer nada" y así también lo terminó, arrastrada "por el cachondeo" que se respiraba en clase.

"Era habitual que los profesores nos dijesen: 'Si no venís a atender, dormíos un rato'. Esa ha sido la frase que más he escuchado en todo el instituto". Aunque no solía ser una alumna absentista, se pasaba las clases "mirando al techo". El relato de Salma es muy parecido al de los jóvenes en riesgo de abandono escolar entrevistados por Unicef para elaborar un análisis sobre los factores de la exclusión educativa en España.

Grupos de repetidores
Algunos explican que sus problemas en clase comenzaron en Secundaria, cuando pasaron del colegio al instituto. Yurena tuvo esa sensación cuando comenzó Secundaria Obligatoria. Suspendió primero y en vez de repetir, empezó junto a varios compañeros un programa de diversificación curricular que les dejaba sacarse el graduado y hacer una Formación Profesional.

"En clase decíamos que allí nos metían a los que no sabían qué hacer con nosotros, solo había un profesor que consiguió motivarnos, nos daba jardinería", cuenta. A los 16 años abandonó, se quedó embarazada con una gestación compleja. Dos años después se reenganchó a un centro adultos y en junio, con 21 años, ha conseguido el graduado escolar.

La tasa de Abandono Escolar Temprano incluye a aquellos jóvenes entre 18 y 24 años que no obtienen la ESO o que una vez finalizada no continúan con sus estudios. En España, este colectivo supone el 20% frente al 11% de la media de la Unión Europea. Por su parte, el 31% de los jóvenes han repetido algún curso, una cifra elevada si se compara con la media de los países de la OCDE, el 11%, según datos del 2015 del informe PISA.

Tras repetir curso dos veces en tres años, y con la mayoría de edad recién cumplida, Salma "hizo click". Vio que sus amigos ya habían salido del instituto y que ella seguía en Secundaria. "Me puse las pilas y me saqué 20 asignaturas en junio. Las que arrrastraba de tercero y cuarto completo", responde. Así consiguió reengancharse al sistema educativa y sacarse dos años después un grado de Formación Profesional de administración.

El responsable de Educación de esta organización, Ignacio Guadix, asegura que tras los recortes que ha ido sufriendo la inversión en enseñanza durante la crisis, en las clases se ha establecido "un canon de normalidad" en el que "la diferencia no tiene cabida". Por su parte, Rebeca Seijo, trabajadora social de YMCA, una organización a la que acudía Selma, que cuenta con centros que ofrecen refuerzo escolar a familias en riesgo de exclusión, alude a que los apoyos no están adaptados al perfil de los jóvenes, ni al porcentaje de alumnos con necesidades, se basan en las ratios.

"Se está retrasando el aprendizaje no solo de esas personas, también del resto de la clase, porque los docentes se vuelcan en que toda la clase intente mantener el ritmo. En cuanto uno se desengancha, se queda apartado", apunta Seijo.

Unicef destaca que los niños y adolescentes que sufren estas consecuencias pertenecen a familias de un bajo estatus socioeconómico y cultural, así como aquellos que pertenecen a ciertas minorías étnicas o grupos migrados, "muchos se quedan atrás o directamente fuera del sistema educativo", apuntan en el informe.

"El porcentaje de alumnos que no aspiran a seguir estudios secundarios postobligatorios y cuyos padres no tienen ninguna titulación es casi del 40%. Para sus contemporáneos con padres con estudios universitarios superiores, poco más de un 5%", recuerdan.

El sistema segrega a estos alumnos
En el análisis, explican que las políticas y programas educativos tienden a "agrupar y segregar" al alumnado por motivos conductuales o de "nivel educativo". Guadix incide en las presiones académicas a las que hacen frente los docentes, "con entornos saturados" en los que tienen que conseguir buenos resultados en las pruebas periódicas promovidas por la administración que sirven para elabora ránkings educativos.

Estas dos jóvenes encontraron la motivación para seguir estudiando en recursos educativos a los que iban por las tardes y gestionados por entidades sociales. En estos espacios intentan no centrarse solo en la enseñanza teórica y personalizar un poco más el refuerzo que les aportan.

Seijo explica que los jóvenes pasan de un ambiente muy controlado como el colegio, a otro, el instituto, en el que no se trabajan los asuntos emocionales. "El profesor de Matemática es licenciado en ese tema, tiene un Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP), se ha sacado una oposición y ya está. Puede dar muy bien clase pero no tiene herramientas para trabajar la relación con un adolescente", explica esta trabajadora social.

"Cuando llegué a YMCA y les conté la primera vez que había repetido me dijeron lo mismo que mi madre. Es como una familia, ellos se daban cuenta de que iba a suspender, trataban de subirme el autoestima y animarme a esforzarme", explica Salma. Una vez que terminó la Secundaria, también fue en este recurso donde le explicaron las posibilidades que tenía para estudiar, si no quería cursar Bachillerato.

Yurena explica que en AMEJHOR, una entidad social centrada en la atención a menores y jóvenes del distrito de Hortaleza (Madrid), encontró un espacio en el que podía exponer sus problemas y recibía apoyo para seguir estudiando. "Hay gente muy cercana que me conoce desde que soy una niña y con los que tengo más confianza que con profesores del instituto", reseña.

Solicitan aumentar la inversión educativa
La falta de recursos para acompañar a los jóvenes que ya han cumplido los 16 años, es otro de los problemas que ha identificado Unicef. Guadix asegura que "no hay institución que les quiera acompañar". "Si no se les estimula durante el aprendizaje, la posibilidad de encontrar empleo son escasos", cuenta el responsable de Educación de la organización.

Desde Unicef proponen cuatro medidas para combatir la exclusión educativa. Apuestan por

1. incrementar la inversión educativa;
2. diseñar un sistema educativo flexible y diversificado
3. que les permitan reincorporarse y continuar la formación y
4. mejorar el acompañamiento de las transiciones educativas.

http://www.eldiario.es/sociedad/exclusion_educativa-sistema_educativo-abandono_escolar_0_689431809.html

Un documental repasa los crímenes franquistas y pide justicia. En 'Lesa humanitat', una sucesión de afectados por los perjuicios del franquismo echan en falta que las autoridades hayan tomado cartas en el asunto.

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, se preguntaba el pasado 30 de noviembre por qué se le había cambiado el nombre a la calle de Pontevedra dedicada al almirante Salvador Moreno, participante en el golpe de Estado de 1936 y ministro de Marina durante los primeros años del franquismo.

De esta supuesta falta de conocimiento o del querer ignorar la ley de la memoria histórica, del silencio que lleva más de 80 años acompañando a buena parte de los crímenes del franquismo y de la necesidad de difundir esa realidad surge Lesa humanitat, el documental dirigido por Héctor Faver y narrado por el actor Eduard Fernández, que se puede ver en dos salas de cine a partir de hoy en Barcelona y del viernes, en Madrid.

Es una película coral con las voces de Soledad Luque, presidenta de la Asociación Todos los Niños Robados son También mis Niños; Carlos Slepoy, abogado impulsor de una jurisdicción universal que instruyó en Argentina la querella de las víctimas del franquismo; Emilio Silva, fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica; el jurista Baltasar Garzón y José María Chato Galante, preso y torturado durante la dictadura, entre otros. Todos ellas hilan un discurso común sobre las asignaturas pendientes que dejó el paso de la dictadura a la democracia, como los crímenes franquistas. “La Transición fue como si el aparato de Estado franquista pasase por un cristal como un rayo de sol, sin romperlo, sin manchar”, dice Chato Galante, que cifra en unos 140.000 los desaparecidos del franquismo.

Las mismas torturas
Este represaliado del franquismo recuerda que cuando estuvo en Argentina, en la tristemente famosa ESMA (Escuela Mecánica de la Armada), y alguno de los allí torturados le contaba sus experiencias, no podía más que rememorar las palizas y castigos que él recibía en España. Eran muy similares. Una razón más para sostener que la justicia debe ser universal, apunta.

La película repasa conocidos crímenes de lesa humanidad en el mundo, como los cometidos por los comunistas de los Jemeres Rojos en Camboya, y vincula, por ejemplo, el nazismo con el franquismo y las dictaduras latinoamericanas. Además, Soledad Luque sitúa el precedente del robo de recién nacidos en España a la práctica franquista de quitar los hijos a las madres republicanas encarceladas.

https://elpais.com/cultura/2017/12/18/actualidad/1513627148_355524.html

_- Reino de España: Diez años de fracaso de la ley de Memoria Histórica

_- Si hay un hecho que demuestra el fracaso de la llamada Ley de Memoria Histórica es que hoy, cuando se cumplen diez años de su entrada en vigor, el único partido que se niega a modificarla es el que manifestó una oposición frontal y beligerante a su aprobación. El PP, que acusaba en 2007 al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de reabrir heridas y de enfrentar a los españoles con esta iniciativa legislativa, se siente ahora tan cómodo con la Ley que no ha necesitado ni derogarla.

El propio presidente Rajoy se vanagloria públicamente de la estrategia que le ha permitido convertir en papel mojado sus 22 artículos y 11 disposiciones: "Para la Ley de Memoria Histórica la asignación presupuestaria en todos nuestros presupuestos ha sido cero. La media es cero. Fue cero todos los años. Cero".

Los juristas coinciden, no obstante, en que el problema de esta ley va más allá de la falta de voluntad política del gobierno de turno. El magistrado emérito del Tribunal Supremo, José Antonio Martín Pallín, explica a eldiario.es que "la redacción era ambigua y poco clara, pero sobre todo no resolvía el problema de fondo. Ya en el preámbulo se hablaba de reconciliación, de la utilización de métodos violentos para implantar regímenes totalitarios… pero no se culminaba la argumentación. Se hablaba de reconciliación sin querer admitir que lo que se produjo en nuestro país fue un asesinato masivo. Franco, Mola y Queipo de Llano, los tres principales cabecillas de la rebelión, dijeron, hasta por escrito, que su objetivo era exterminar a los disidentes, exterminar a quienes no pensaban como ellos. Hasta que no se admita eso, hasta que no se condene firmemente lo ocurrido y no se recuperen los valores constitucionales republicanos, este país tiene un problema".

Al analizar los datos de estos diez años se comprueba que el principal logro de la Ley ha sido conceder la nacionalidad española a los hijos y nietos del exilio. Gracias a esta medida, cerca de 340.000 descendientes de exiliados republicanos y combatientes de las Brigadas Internacionales han pasado a disponer de un pasaporte español, sin tener por ello que renunciar a la nacionalidad que ostentaran en ese momento. A partir de este único éxito, el resto de medidas se cuentan por fracasos o por tareas inconclusas.

Entre las segundas debemos incluir, en primer lugar, la erradicación de los símbolos franquistas. En los primeros años de aplicación de la Ley, todavía bajo Gobierno socialista, se retiraron más de 3.000 vestigios de la dictadura. El ritmo se ralentizó con la llegada de Rajoy a la Moncloa y pasó a depender, en buena medida, de la voluntad y el color político de ayuntamientos y comunidades autónomas.

Calles, colegios, escudos...
A día de hoy la ley no ha impedido que decenas de ciudades y pueblos conserven calles, escudos y otros monumentos dedicados a destacados miembros de la dictadura. Si nos fijamos únicamente en los nombres de los colegios públicos, según el recuento realizado por eldiario.es, todavía hay más de 80 centros educativos que homenajean a figuras destacadas, y muchas veces sanguinarias, del franquismo.

La ley es tan interpretable que se han dado en estos años situaciones tan kafkianas como que dos juzgados dicten sentencias absolutamente contradictorias: mientras que el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León permitió al pueblo de San Leonardo de Yagüe conservar su denominación en recuerdo del tristemente célebre Carnicero de Badajoz, un juzgado de Badajoz obligó al municipio de Guadiana del Caudillo a retirar de su nombre la referencia al dictador (aunque el Ayuntamiento sigue sin dar cumplimiento a la sentencia).

La bienintencionada creación del Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca también se ha quedado a medio camino. El archivo que debía reunir todos los fondos documentales relacionados con la Guerra de España y la posterior dictadura carece de los mínimos medios materiales y humanos para realizar eficazmente su trabajo. Diez años después de su creación, los investigadores no solo deben esperar más de seis meses para recibir las copias de los documentos que solicitan en Salamanca, sino que tienen que seguir peregrinando por decenas de archivos militares y civiles en los que se encuentra desperdigada la documentación relacionada con la represión franquista.

Lleno de fracasos
Martín Pallín cree que uno de los grandes puntos negros de la Ley es que haya permitido que las sentencias dictadas por los tribunales franquistas no hayan sido anuladas: "La Ley habla de ilegitimidad, no de nulidad. Es cierto que cualquier chico en la Facultad de Derecho interpretaría que una sentencia dictada por un tribunal ilegítimo es radicalmente nula, pero este país… digamos que es un poco extraño en cuanto a la interpretación de la ley".

El magistrado emérito se extiende: "Por eso el Tribunal Supremo interpretó que no son nulas de pleno derecho. Eso choca con todo lo ocurrido en Alemania e Italia donde no se discute que las sentencias dictadas bajo los regímenes de Mussolini y de Hitler son radicalmente nulas".

Pallín cree que, además de a Italia y Alemania, España debería mirar hacia Argentina: "Allí derogaron parlamentariamente las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida que amparaban a los golpistas y a los asesinos. En estos momentos ya hay más de 300 represores en la cárcel. Aquí no propugno unas condenas como esas porque los responsables no viven y no tendría sentido, pero sí es necesaria una ruptura clara y rotunda con la dictadura como la que se ha hecho en Argentina".

En el debe de la ley también hay que anotar con tinta roja su absoluta ineficacia para avanzar en la apertura de las fosas comunes en que siguen yaciendo más de 100.000 demócratas asesinados por el franquismo. Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), explica la raíz del problema en un artículo publicado en este diario: "La Ley hablaba de que las instituciones tenían que facilitar la búsqueda de desaparecidos, algo contrario a los derechos humanos porque en una democracia no deben facilitarse, sino que deben garantizarse".

Este importante matiz ha hecho que la búsqueda, exhumación e identificación de las víctimas dependa principalmente de los propios familiares y de las asociaciones memorialistas. Miles de hijos de los asesinados se han ido muriendo de viejos, en estos diez años, sin ver cumplido el deseo de recuperar los restos de sus seres queridos.

"Otro de los fracasos –añade Martín Pallín– es la situación del Valle de los Caídos. No saben qué hacer con él". Este problema, según las asociaciones memorialistas, lo creó el propio Gobierno socialista de Zapatero: "Ellos fueron los primeros en incumplir la ley –mantiene Emilio Silva–. Solo al final de la legislatura encargaron un informe sobre el Valle que presentaron poco antes de las elecciones.Estaba diseñado para dejarle la patata caliente al PP y luego poder echarle en cara que no lo llevaba a cabo".

Sea como fuere, la realidad es que 42 años después de la muerte del dictador, su cuerpo y el del fundador del partido fascista español siguen ocupando el lugar de honor en un monumento de diseño y arquitectura fascista en el que se exalta la dictadura. Junto a Franco y a José Antonio yacen miles de combatientes franquistas y un número indeterminado de republicanos que fueron trasladados desde fosas comunes sin el conocimiento ni, obviamente, el consentimiento de sus familiares. Unos familiares a los que se les sigue negando la posibilidad de recuperar los restos de sus seres queridos.

Otro de los puntos que marcaba la Ley y que ha sido incumplido es el de crear un censo de edificaciones y obras realizadas por los prisioneros políticos. En este punto, como en otros, solo el empuje de algunas comunidades autónomas ha permitido avanzar en el reconocimiento de los cientos de miles de esclavos esclavos que explotó el franquismo. La ARMH también recuerda que el texto, en vigor desde hace diez años, ignora otros aspectos fundamentales de la dictadura como fue el papel de la Iglesia, la represión de las mujeres, el robo de bebés, el expolio de los bienes de familias republicanas o la persecución de gais y lesbianas.

Un futuro incierto
El propio PSOE, que lideró la aprobación de la ley, cree que ha llegado el momento de la autocrítica y de la reforma. Odón Elorza reconoce a eldiario.es que "el texto tenía lagunas importantes, cuestiones sin abordar. Vamos con mucho retraso y asumimos nuestra parte de responsabilidad". Los socialistas han presentado una proposición de ley en el Congreso que va mucho más allá del texto aprobado en su día por Zapatero.

En ella sí contemplan, entre otras medidas, la nulidad de las sentencias franquistas, que sea el Estado el que asuma las exhumaciones o la creación de una Comisión de la Verdad. "Nosotros vamos en serio y no nos va a temblar el pulso a la hora de aprobar estas medidas. Otras direcciones políticas del PSOE no creyeron en la conveniencia de pisar el acelerador a fondo, nosotros sí. Ya no hay marcha atrás", afirma Elorza.

El propio diputado socialista es consciente de que su partido tiene en este tema un importante problema de credibilidad. Unidos Podemos y ERC recuerdan que el PSOE tuvo tiempo de aplicar todas estas iniciativas cuando gobernaba y temen que el equipo que lidera Pedro Sánchez acabe reculando como ya hizo Zapatero. Lo mismo creen las asociaciones memorialistas. Emilio Silva recuerda que "poco antes de que Zapatero ganara las elecciones, su número dos, Jesús Caldera, pidió una partida de un millón de euros para hacer pruebas de ADN y así identificar a los desaparecidos de las fosas. Cuando llegaron al Gobierno se olvidaron del tema. El PSOE dice una cosa cuando está en la oposición y la contraria cuando gobierna. Preferimos que se garanticen los derechos humanos cuando se tiene el poder de firma en el Boletín Oficial del Estado".

Como jurista, Martín Pallín no entra en esta disputa y prefiere centrarse en la filosofía que, a su juicio, debe impregnar una futura ley que pretenda paliar los defectos y cubrir las enormes lagunas de la actual: "La ley tiene que partir de una idea clara: el golpe de Estado no puede pervivir, ni ser justificado, ni comprendido, ni alabado por nadie, especialmente por ningún grupo político, sin que ello suponga caer en la ilegalidad".

Carlos Hernández Periodista, escritor y experto en comunicación empresarial y política; autor del libro "Los últimos españoles de Mauthausen". Comenzó su andadura profesional en Antena 3 TV como cronista parlamentario y, posteriormente, como corresponsal de guerra en Kosovo, Palestina, Afganistán e Iraq. Premio Víctor de la Serna al mejor periodista de 2003, concedido por la APM y el Ortega y Gasset de periodismo otorgado a los enviados especiales a Irak.

Fuente:
http://www.eldiario.es/sociedad/simbolos-financiacion-acabado-desmemoria-historica_0_723028328.html

domingo, 31 de diciembre de 2017

1917-2017. El porvenir de la revolución

Las revoluciones son momentos 
de arrebatadora inspiración de la historia. 
(León Trotsky)

Para conmemorar el centenario de la revolución rusa de 1917 hemos seguido mes a mes los acontecimientos que sucedieron y analizando los diversos problemas políticos que tuvo que afrontar el movimiento revolucionario. La revolución rusa sigue siendo motivo de un gran interés, se han publicado innumerables libros, se han escrito miles de artículos, convocado actos, debates y congresos, porque es uno de los acontecimientos que ha marcado la historia contemporánea y continúa siendo una fuente de lecciones para quienes quieren transformar el mundo. Este aniversario ha servido también para repensar la actualidad de la revolución. En los ataques contra la revolución de 1917 se ha hecho un coctel imbebible entre la situación actual en Rusia, la degeneración estalinista o que toda la evolución histórica estaba ya en las ideas y práctica de Lenin y Trotsky, con el declarado fin de negar que sea posible un cambio social y político, un cambio de contenido revolucionario. Hemos intentado lo contrario: las causas de la revolución están dentro del sistema capitalista, ni son un sueño ni las inventamos.

La revolución se enfrentó a tareas inmensas, nada estaba escrito por anticipado. Sobre la base de las anteriores experiencias, sobre todo la Comuna de París de 1871 y la revolución rusa de 1905, los revolucionarios rusos tuvieron que emprender un camino hasta entonces nunca explorado: construir el socialismo sobre las ruinas de una larga guerra imperialista y una posterior intervención militar de los ejércitos imperialistas en la Rusia de los soviets. Hay que tener muy presente estos hechos para poder entender las posteriores dificultades del proceso revolucionario. Los capitalistas utilizaron toda la resistencia posible antes de ser derrotados. Lo más importante para ellos era mantener sus propiedades y beneficios, lo de menos todos los sufrimientos que pudieran causar al pueblo. Esa es la eterna lucha de clases de los capitalistas, aún hoy. Si la guerra imperialista entre 1914-1917 causó en Rusia más de 2 millones de muertos y unos 5 millones de personas heridas, la llamada guerra civil entre 1918-1923 causó alrededor de 9 millones de muertos. La producción industrial era en 1921 el 31% de la de 1913 y solo el 21% en la industria pesada. En ese mismo año, la extensión de tierra cultivada era sólo el 62% de la de 1913. Dejaron un país arrasado sobre el que hubo que empezar a construir la nueva sociedad. Trotsky escribiría en su autobiografía Mi vida: “Entonces no podía preverse si habíamos de seguir en el poder o íbamos a ser arrollados pero lo que desde luego era indispensable, cualesquiera que fuesen las eventualidades del mañana, era poner la mayor claridad posible en las experiencias revolucionarias de la humanidad. Más tarde o más temprano, vendrían otros y seguirían avanzando sobre los jalones que nosotros dejásemos puestos. Tal era la preocupación de los trabajos legislativos en todo el primer período”.

En pocos años el proyecto de construcción socialista demostró su superioridad sobre el capitalismo, tanto en el terreno del desarrollo industrial y agrícola como en el de los derechos y libertades, participación en el ejercicio del poder, reconocimiento de derechos de las mujeres, ambiciosos planes contra el analfabetismo, desarrollo de la cultura y las artes, etc. La previsión de los revolucionarios rusos contaba con el éxito de la revolución en los países más desarrollados para poder avanzar en la vía del socialismo y, sin embargo, la revolución en Europa no triunfó. Rosa Luxemburg escribió acertadamente: "En Rusia, el problema solo podía plantearse. No se puede resolver en Rusia, solo se puede resolver a nivel internacional". Sobre el fondo de una revolución aislada en un país destruido y atrasado fue surgiendo una burocracia que se impuso sobre las conquistas de la revolución y a la que Stalin representó. La victoria de la burocracia estalinista representó la degeneración política y social definitiva de las conquistas socialistas. Citando al poeta ruso Óssip Mandelstam, “lo que podría haber sido un amanecer se convierte en un ocaso”. La movilización popular y una sociedad colapsada económicamente acabó con el poder burocrático en 1989. Los procesos sociales no se desarrollan sobre una línea recta, se aceleran o se enlentecen, avanzan o retroceden. La revolución francesa acabó con la monarquía y la nobleza, pero años después se reinstauró la monarquía y fue necesaria otra revolución para volver a instaurar la república. Es evidente que el camino hacia el socialismo será mucho más complejo de lo que nos habíamos imaginado, pero no hay ninguna duda de que son las revoluciones quienes modifican el mundo y permiten que la humanidad avance en la mejora de sus condiciones de vida y en sus derechos.

[Muchos balances y artículos de reflexión se han escrito en este centenario, de todos ellos recomiendo la lectura del escrito por Adolfo Gily y publicado en Sin Permiso
http://www.sinpermiso.info/textos/los-destinos-de-una-revolucion]

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La sociedad del descenso

Todo el mundo sabe lo que está ocurriendo en España con las pensiones (pierden poder adquisitivo), la dependencia (no llegan las ayudas a miles y miles de afectados) o el seguro de desempleo (apenas lo cobra poco más de la mitad de los parados). También se conoce el continuo deterioro de la sanidad pública (listas de espera, situación de las instalaciones, personal escaso y agotado), etcétera. En este contexto, la oficina de estadísticas de la Unión Europea (UE) nos da la puntilla: en 2016 ha bajado la presión fiscal (el indicador que mide la proporción que supone la recaudación de impuestos respecto al Producto Interior Bruto) respecto a la de un año antes (34,1% del PIB frente al 34,5% de 2015), y se queda siete puntos por debajo de la media de la eurozona.

¿Cómo es posible tal desequilibrio en la política de nuestro país, contradictoria además con las campanudas declaraciones que todos los días hacen los principales dirigentes y ministros del partido gobernante? La tercera pata de esta situación, que se podría calificar por una vez con el tópico de kafkiana, también la proporciona Eurostat: el gasto social en España está por debajo de la media europea (24,7% del PIB frente al 29%) y por debajo, por ejemplo, del porcentaje de gasto social de dos países intervenidos por la troika en los años de la Gran Recesión, como son Grecia y Portugal. En este caso los datos son de 2015, último año del que se disponen estadísticas europeas. En ese porcentaje se incluye el dinero invertido en pensiones, desempleo, prestaciones familiares y para la infancia, exclusión social y dependencia.

Hace tiempo que la retórica del PP (ya que no la realidad) trata de convencer a la ciudadanía de que se trata de un partido compasivo con los débiles, que no está entre sus objetivos debilitar el welfare y que los recortes en los servicios sociales desde el año 2008 correspondían a una situación de emergencia y no a motivos ideológicos. No siempre fue así. Hace unos años, en un libro titulado Libertad y solidaridad, José María Aznar hacia la siguiente reflexión textual: “Sólo aspiran a un resurgimiento del Estado de Bienestar quienes siguen deseando ese modelo dirigista. ¿Merece entonces la pena hablar del Estado de Bienestar? Es necesario hacerlo porque hay algo incuestionable: el Estado de Bienestar es incompatible con la sociedad actual. Tenemos que tenerlo muy claro: el Estado de Bienestar se ha hundido sólo por su propia ineficiencia y anacronismo. Al llegar a este punto es difícil evitar una sugerencia electoralista: ¿qué encubre el debate apropiado y mantenido por los socialistas sobre el Estado de Bienestar? Un complejo de inferioridad”.

A la vista de los datos y de la coyuntura en la que se encuentran los capítulos citados de la protección social se podría concluir que el aznarismo es más profundo en el PP de lo que se dice. Está encubierto. Y en cualquier caso, por hache o por b, España se encuentra comprendido en esa "sociedad del descenso" de la que habla el analista alemán Oliver Nachtwey (Paidós Editorial). Un país deforme. https://elpais.com/economia/2017/12/17/actualidad/1513526313_091464.html