sábado, 24 de agosto de 2013

Las tres formas de morir de viejo. Enfermedades cardiovasculares, neurológicas y tumores son manifestaciones del mismo proceso

La prevención y los factores de riesgo son comunes a todas

Se juntan un cardiólogo, dos neurólogos, una oncóloga y un experto en envejecimiento y ocurre que se ponen de acuerdo. No es un chiste. En ciencia a veces se dan estos milagros, como se puso de manifiesto ayer en una sesión sobre envejecimiento en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC). La mezcla de especialistas no era casual. A partir de los 75 años, cánceres, enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas representan el 61% de las causas de fallecimiento de los españoles, según reflejan los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La idea que subyace es que el envejecimiento es, en sí mismo, una enfermedad, y que las otras son manifestaciones de una base común. Algo que geriatras y profanos sospechábamos hace tiempo.

Dirigió la sesión Valentín Fuster, director del CNIC; los neurólogos eran Samuel Gandy, descubridor del primer tratamiento contra el alzhéimer, y Vladímir Hachinski, presidente de la Federación Mundial de Neurología; la oncóloga, María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), y el experto en envejecimiento, otro miembro del CNIO, Vicente Andrés, quien ha estudiado la progeria, la enfermedad de envejecimiento prematuro.

Fuster, anfitrión del encuentro ante la Reina y el patronato de la Fundación Pro CNIC, en el que participa el grupo PRISA, editor de EL PAÍS, situó el debate entre dos parámetros: cuánto podemos llegar a vivir los humanos (y, sobre todo, cómo) y cuáles son las bases moleculares y genéticas del proceso del envejecimiento y de las enfermedades que lo culminan. “En una década, la supervivencia media de los estadounidenses se ha alargado seis años”, dijo Fuster. “En 2030 la edad media a la muerte será de 90 años, con una franja que va de los 76 a los 106”, señaló. El aumento de la supervivencia es una constante en los países ricos (y también en los demás, gracias al mayor control de las enfermedades transmisibles, las infecciosas). En España, por ejemplo, se ha pasado de una esperanza de vida al nacer de 80,9 años en el año 2006 a 82,1 en 2011, también según el INE.

El límite de supervivencia humana no está claro. Y si hay algo que odien los científicos es que les pidan que especulen. Así que poner un tope a este proceso es complicado. “Lo único que sabemos es que una mujer ha vivido hasta los 127 años y un hombre hasta los 116”, dijo Hachinski. Y eso demuestra que ese límite es posible y que puede aumentar. El reto es que sea en condiciones aceptables. Y que, además, se puede conseguir un envejecimiento saludable. Fuster puso el ejemplo de un paciente de 106 años que llegó a su consulta para pedirle que le ayudara a programar “sus actividades futuras”.

Porque no se trata de añadir años sin más a la vida (o a la agonía si las cosas vienen mal dadas). Si hay algo en lo que la mayoría de la humanidad está de acuerdo es en que quiere vivir lo más posible, pero con ciertas garantías de calidad. Y ahí es clave la capacidad intelectual. “Tenemos técnicas para hacer que el corazón dure. ¿Y el cerebro?”, preguntó Fuster. Hachinski fue tajante: “Va a ser mejor”. Aunque esto no será gratis. Para ello “hay que ejercitarlo”. “La mejor manera de conservar un órgano es usarlo, y si además lo protegemos…”.

Hay que reconocer que al llegar al asunto de la prevención —de todo, del envejecimiento en general y de cada enfermedad en particular— el debate amenaza siempre con desinflarse. A estas alturas, que alguien insista en que los factores de prevención cardiovascular son hacer ejercicio, dejar de fumar e ingerir menos calorías casi crea rechazo a base de repetirlo —como señaló Samuel Gandy—. Pero esta casi obviedad adquirió en la sesión un giro atractivo: no se trata solo de factores de prevención para las enfermedades cardiovasculares. Que preguntados Blasco y Gandy coincidan en su impacto en sus respectivos campos es una muestra de que, en el fondo, “las claves del envejecimiento y las enfermedades asociadas son muy pocas, y comunes”, como dice Hachinski.

La confirmación por parte de Blasco es contundente. De los reunidos, ella trabaja quizá con lo más recóndito: los telómeros que se encierran en el núcleo de las células, unidos inexorablemente al ADN. “Se trata de estructuras que protegen los extremos de los cromosomas”, explica la directora del CNIO. “En cada división celular se pierde una parte. Por eso podríamos decir que midiendo su longitud en los embriones se podría predecir lo que va a vivir una persona”, aclara. Y lo importante para el asunto del envejecimiento y su prevención es que “incluso hay marcadores moleculares que permiten reflejar a ese nivel los cambios de hábitos. Definitivamente, el estilo de vida se refleja en los telómeros”, indica. La investigadora es capaz incluso de cifrar el impacto de los factores de vida en lo que sucede con los telómeros. “El 20% es genético” —y, por tanto, ahí hay, de momento, poco que podamos hacer, podría haber añadido—. “Pero el otro 80% es ambiental”.

El propio trabajo de Blasco es una prueba de esta relación entre distintas enfermedades o procesos cuando llega el envejecimiento —“cuando las funciones celulares se deterioran”, como ella misma define—. La investigadora empezó estudiando los telómeros como parte del cáncer (a más largos en una célula oncológica, más fácil que prolifere, porque están más protegidas), pero sus últimos artículos ya hablan directamente de su incidencia en la supervivencia del individuo e incluso acaba de publicar un trabajo —en ratones, eso sí— en los que a base de protegerlos y alargarlos se han conseguido roedores más longevos.

La red de relaciones envejecimiento-enfermedades que los expertos empiezan a vislumbrar se va tupiendo con otros hallazgos. “Aparte de factores como el colesterol o el metabolismo, hemos descubierto que comparten un riesgo genético”, dice Samuel Gandy. Él empezó trabajando en alzhéimer, pero al estudiar sus factores genéticos se encontró con uno, el Apoe4, “que también está presente en las enfermedades coronarias”.

Vicente Andrés, director del laboratorio de Fisiopatología Molecular del CNIO, también tiene su granito que aportar. Al estudiar “la devastadora progeria, que acelera los procesos propios del envejecimiento en niños a partir de un año y medio de edad y hace que mueran de viejos a los 13”, halló una mutación en una proteína, la progerina. Y esta está presente también en los casos de envejecimiento de adultos, porque si algo define el proceso de ir adquiriendo edad es que, desde un punto de vista fisiológico, se pierde la capacidad para reparar ciertas células o mutaciones. “Lo que sabemos es que hay una serie de procesos comunes que son la esencia del envejecimiento, y que nos llevan por igual al cáncer, las enfermedades cardiovasculares o el alzhéimer”, afirma Andrés.

Pero unos científicos no lo serían si no quisieran ir más allá. Según vayan conociéndose más marcadores (predictores) biológicos, la idea será extender las pruebas para medirlos antes de que el envejecimiento comience. Al margen de convencionalismos, de una manera puramente biológica puede decirse que este empieza “cuando acaba el desarrollo”, dice Hachinski. Esto pondría la fecha del comienzo del declive alrededor de unos amenazadores 20 o 30 años, que es cuando el último de los órganos humanos acaba de formarse. Y este honor corresponde al cerebro. Este hallazgo, por cierto, tiene gran parte de su fundamento en un español, Santiago Ramón y Cajal, que descubrió que, en contra de los que se creía hasta entonces, el enjambre neuronal que lo forma no acaba de establecerse hasta pasada la adolescencia.

Visto con un punto de vista actual esto es lógico: ahora sabemos que el aprendizaje depende de las sinapsis (conexiones neuronales), y las necesidades sociales y biológicas han hecho que ese proceso se prolongue (por eso mismo cuesta tanto aprender idiomas de mayor, por ejemplo). De hecho, como recalcó Blasco, la renovación celular —no solo la de las neuronas— es continua. Cada 10 años los seres humanos somos seres completamente nuevos: todas nuestras células han sido sustituidas. Y ahí entran en acción las últimas estrellas de la biología: las células madre. Por eso, Blasco apunta otra posible definición de envejecimiento: el momento en que las mutaciones de las células madre las hace incapaces de cumplir su tarea regeneradora.

Hachinski cree que lo lógico es plantear que después del pleno desarrollo hasta el comienzo del envejecimiento hay un proceso de mantenimiento. Es el momento de hacer pruebas de detección precoz (de alzhéimer, de deterioro cognitivo, de longitud de telómeros, de hipertensión, colesterol, diabetes) algo clave para procurar el objetivo que se busca: que la fragilidad —la verdadera definición del envejecimiento, como acaba de afirmar la Sociedad Española de Geriatría—, llegue lo más tarde posible, dijo Fuster. La idea es que ante el final inevitable, el proceso de deterioro previo se retrase al máximo y que, además, dure lo mínimo. O lo que es lo mismo: dedicar el menor tiempo posible a morirse o estar mal. “El problema que veo son las pruebas de detección precoz, sobre todo por su coste”, añadió Fuster.

Gandy, quien arrima el ascua a su sardina, apunta a que en un futuro no muy lejano se podrían hacer pruebas de cribado para detectar el riesgo de alzhéimer. “Pero habrá que empezar por ensayos pequeños, o perderemos la credibilidad”, afirma. “Y tener cuidado con no confundirnos. Nos puede parecer que, por ejemplo, los problemas de sueño son causa del alzhéimer o el párkinson, cuando a lo mejor son su efecto”, dice. “Tenemos que desarrollar lo antes posible herramientas para identificar de manera temprana los condicionantes biológicos que van a llevar a la aparición de estas enfermedades”, añade Andrés.

Tanta prueba solo tendría sentido si sirve para que cambiemos nuestros hábitos, añade Fuster. Esto lleva de nuevo a la famosa trilogía de la prevención: alimentación saludable, no fumar y hacer ejercicio. “Lo importante es que, sea a los 70 o a los 80, nunca es tarde para cambiar”, resume el cardiólogo.

La jornada, por cierto, se llamaba Controversias sobre el envejecimiento. Fue un diagnóstico equivocado: lo único que no hubo fueron controversias.
Fuente: El País.

viernes, 23 de agosto de 2013

Despedida de una científica que está haciendo las maletas

Tras cinco años en España, con un contrato Ramón y Cajal, el desplome de la I+D impone de nuevo la emigración a Estados Unidos
AMAYA MORO-MARTÍN 19 AGO 2013

Estimado Sr. Presidente,

Aprovechando el periodo estival, y para minimizar los costes de mi próximo traslado trasatlántico, estoy haciendo limpieza de mi oficina en el CSIC y me gustaría devolverle algunos documentos que ya no voy a necesitar.

Adjunto le devuelvo el certificado oficial de haber superado positivamente la evaluación del Programa I3, el Programa de Incentivación de la Incorporación e Intensificación de la Actividad Investigadora. Agradezco el detalle del Ministerio de Economía y Competitividad pero, en el contexto actual de la investigación en España, no entiendo los conceptos “incentivación”, “incorporación” e “intensificación” (tampoco el de “actividad investigadora”, más allá de la basal). Gracias de todos modos por comunicarme que soy “apta” para investigar; del feedback de la comunidad científica uno no se puede fiar.

Así mismo le devuelvo la homologación española del título de doctor que obtuve en EEUU y la docena de documentos necesarios para su trámite. Todos los documentos vienen con la apostilla de la Haya y las consiguientes firmas del Gobernador del Estado, traducciones oficiales y copias compulsadas con las firmas del Cónsul español en Nueva York. Se incluyen las descripciones detalladas de todas las asignaturas cursadas, que resultaron de mucho interés tanto para el Gobernador como para el Cónsul. Afortunadamente España lidera la cruzada de las homologaciones. Fuera de nuestras fronteras cualquier título original vale, un verdadero escándalo.

El documento que guardo con más cariño, y que también le devuelvo en este envío, es el BOE que describe mi contrato bajo el programa Ramón y Cajal. Subrayado en amarillo encontrará el párrafo donde se detalla el compromiso explícito de, superadas las evaluaciones pertinentes, convocar una plaza con el perfil del investigador contratado. Fue ese párrafo el que me hizo poner fin a más de una década en EEUU. También le devuelvo otro BOE, el de la Ley de la Ciencia, que reafirma ese compromiso de estabilización laboral, introducido precisamente por su grupo parlamentario en el Senado. Le envío esos documentos en una bolsa hermética, son puro papel mojado.

Por el mismo conducto le envío las 700 páginas de certificados y documentos que tenía preparados para el día en que se convocara una plaza con mi perfil, algo que nunca ocurrió. Es la documentación requerida para acreditar la veracidad de mi currículum. Recopilar esa documentación fue una labor de investigación tremendamente gratificante. Sepa usted que en los muchos trabajos que he solicitado fuera de España la documentación requerida es algo más escueta, aproximadamente de 10 páginas: un plan de trabajo y un breve currículum, que no hay que justificar porque la comunidad científica opera con un código de honor. Si quiere un día se lo explico. Sepa usted también que nunca he podido presentarme a una oposición en una universidad española por no tener la acreditación de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación, acreditación que, por otro lado, sólo se consigue si uno tiene una vinculación previa con una universidad española. Es curioso que ni la Universidad de Princeton ni la Universidad de California en Berkeley, donde hice hace unos años sendas entrevistas de trabajo para plazas de profesor, echaran en falta dicha certificación de aptitud. Quizá la permeabilidad tenga algo que ver con la excelencia, ahora que estamos tan preocupados por los rankings internacionales.

También le devuelvo la carta que la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología tuvo el detalle de enviarme hace unas semanas a mi antigua dirección en la Universidad de Princeton. El objetivo de dicha misiva es realzar la “marca España” con un programa denominado “Ciencia Española en el Exterior”. Sepa usted que me trasladé a España hace cinco años y cuando emigre próximamente la ciencia que haga ya no será española, ni será gracias a España; seguiré haciendo ciencia a pesar de España. No se molesten en enviarme esa misma misiva a mi nuevo centro de trabajo en NASA. Ese esfuerzo ímprobo que han realizado ustedes para localizar a investigadores españoles en el extranjero, que ha llegado incluso a recopilar los viejos correos electrónicos de los que habíamos regresado hacía años, podrían canalizarlo en contactar con los investigadores que todavía están en España y cuya permanencia en el país pende de un hilo. Quizá sea interesante evaluar el alcance del problema, analizar las causas y diseñar una estrategia para buscar soluciones. ¿Cómo, que no sabe a qué problema me refiero? Al de la fuga de cerebros, esa realidad sangrante que su equipo describe como un “topicazo”. Les sugiero un nuevo eufemismo para su colección: inquietud laboral.

Ya se que tiene usted copia porque la dejamos en el Registro de Entrada, pero permítame enviarle de nuevo el CD con las 50.000 firmas de la primera Carta Abierta por la Ciencia y otro con las 80.000 firmas de la segunda. Y una sugerencia: en la verja del Ministerio de Economía y Competitividad, cuyas puertas cerraron a cal y canto el pasado 14 de junio ante la llegada de la mayor manifestación de investigadores en la historia de España, tenga usted disponible, por favor, un rollo de celo. Lo digo para que podamos pegar en la verja la siguiente carta abierta por la ciencia, como pasó con nuestra última carta. O ponga usted un corcho. Entiendo que ambas cosas, el celo y el corcho, excedan el presupuesto de la I+D(*) en España; nos apañamos con uno u otro.

También le devuelvo todas las afirmaciones que su equipo ha hecho de cómo España sigue apostando por la I+D(*). Deduzco que esa apuesta fue hecha en Eurovegas y perdimos. Le devuelvo esas afirmaciones con el mismo afecto con que las recibimos. En realidad usted personalmente no miente, porque no ha dicho nada, absolutamente nada al respecto. Pero aquí le envío los contactos de los 156 periodistas nacionales e internacionales con los que hasta ahora he tenido el placer de hablar sobre su política científica, por si algún día se decide a decirles algo sobre este asunto. Somos todo oídos.

En este abultado envío también le adjunto mi certificado de empadronamiento y dudo si devolverle o no el pasaporte de mi hija de nueve meses; tiene doble nacionalidad pero nuestro futuro en España es tan incierto que me pregunto si volverá a necesitar el pasaporte español. Ahí le van. Se los envío con un nudo en la garganta, el nudo doble de los que se enfrentan a la emigración por segunda vez.

Por último, y a cambio de todos estos documentos que le devuelvo, le pido tan sólo una cosa: devuélvame usted mi dignidad como investigadora, y en el mismo envío, si no le es mucha molestia, devuélvasela a toda la comunidad de investigadores en España, y no se olvide de los de humanidades.

Mariano, durante su legislatura la investigación en este país se está hundiendo irremediablemente hacia el abismo de la fosa de las Marianas. Y si bien es cierto que nuestros colegas científicos han descubierto que hay vida allá abajo, sepa usted que es bacteriana.

Un cordial saludo,

Una investigadora.

(*) P.S. I+D significaba Investigación y Desarrollo.
Amaya Moro-Martín es investigadora Ramón y Cajal del CSIC y promotora de la Plataforma Investigación Digna
Fuente: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/08/19/actualidad/1376935600_483731.html

miércoles, 21 de agosto de 2013

Merkel desata la polémica al visitar Dachau en plena campaña electoral. La canciller ha sido el primer jefe de Gobierno alemán en visitar el campo de concentración.

Primero el campo de concentración y, un cuarto de hora más tarde, un mitin electoral en una carpa cervecera. Angela Merkel ha sido la primera canciller federal de Alemania en visitar el campo de concentración nazi de Dachau, junto a la localidad del mismo nombre situada unos 20 kilómetros al noroeste de Múnich. Otra novedad de la cita ha sido su coincidencia con el último mes de campaña para las generales del 22 de septiembre, en las que Merkel se presenta a la reelección con la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Tras recordar a las víctimas y reunirse con supervivientes en el campo, la canciller ha hablado del Holocausto también en el acto festivo posterior. “No puede haber un contraste mayor”, ha asegurado. Ha recordado que “el campo de concentración también estaba entonces a cuatro pasos de Dachau; el que quería, podía ver y oír” lo que pasaba con sus presos: “por eso es importante que no vuelva a suceder, que no volvamos a mirar a otro lado”.

El padrino político y antecesor democristiano de Merkel en la Cancillería, Helmut Kohl, participó en actos festivos parecidos en Dachau en 1990, pero no visitó el recinto conmemorativo. Muchos políticos conservadores de la Unión Social Cristiana (CSU), partido hermano de la CSU en el land de Baviera, tuvieron durante décadas una relación tensa con el antiguo campo de concentración, donde murieron más de 40.000 personas entre judíos, presos políticos y otros represaliados del régimen nazi. Fue el primer campo de concentración que levantaron y se convirtió en uno de los más célebres tras la liberación de 1945. Hasta aproximadamente el cambio de siglo, los líderes locales de la CSU se distanciaron del museo, financiado con fondos del land a partir de 1965. Un político socialcristiano de Dachau llegó a proponer en los cincuenta la voladura de lo que quedaba de los edificios originales.

Tras recordar a las víctimas y reunirse con supervivientes , la canciller habló del Holocausto en un acto festivo posterior... Las críticas a la canciller por su visita a Dachau vienen ahora del centroizquierda. Renate Künast, líder de Los Verdes, critica lo que considera “una combinación inadmisible” de actos electorales y homenaje a las víctimas del Holocausto. Según ha reprochado Künast a Merkel en unas declaraciones al diario Leipziger Volkszeitung, “el que se toma en serio la memoria de semejante escenario del horror no hace una visita así en periodo electoral”. El historiador Wolfgang Benz, especialista en la época nazi, lamenta que la visita “se produzca tan tarde”. Para Benz, la ceremonia ha dado “la impresión de ser algo de paso”.

La presidenta de la Comunidad de Culto Israelita en Múnich y expresidenta del Consejo Central de los Judíos en Alemania, Charlotte Knobloch, defiende en cambió la decisión. Considera Knobloch “encomiable que la canciller aproveche una estancia en la región” para ver el complejo conmemorativo.

La visita de Merkel ha tenido lugar a las siete menos cuarto de la tarde, entre sendos actos electorales en las localidades de Erlangen y Dachau.

Dachau es el único campo de concentración que funcionó durante los 12 años de dictadura de Hitler. Sirvió de modelo para el sistema de exterminio organizado en la Alemania nazi. Se cree que su primer comandante, el general de la SS Theodor Eicke, tuvo la idea de decorar el portón de entrada con la inscripción infame “El trabajo os hará libres”. Merkel ha dicho que el acto ha respondido a una invitación de Max Mannheimer, judío superviviente de Theresienstadt, Auschwitz y Dachau. El pintor y escritor de 93 años ha considerado “un honor” que la canciller aceptara la cita. La ha recibido junto al presidente del Comité Internacional de Dachau, Pieter Dietz de Loos. Merkel ha depositado una corona de flores ante el monumento conmemorativo. La directora del centro, Gabriele Hammermann, y el propio Mannheimer la han guiado por varias salas de Dachau. Merkel ha hablado de su “sentimiento de vergüenza y conmoción”. “No se trata” ha admitido, “de una cita fácil”.

La visita a Dachau se encuadra en una tradición de los líderes democristianos alemanes, desde el primer canciller Konrad Adenauer hasta el presidente Richard von Weizsäcker, de protagonizar gestos de cercanía hacia Israel y los judíos en Alemania. Pero el rechazo que la visita puede provocar en los sectores más derechistas de la CSU y la CDU permite dudar de su valor como maniobra electoralista.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/20/actualidad/1376994487_181874.html?rel=rosEP

NOTA.
Hace unos años, 10, visité Munich y en su oficina de turismo me informaron de la posibilidad de, entre otras muchas, visitar el campo de concentración de Dachau, a unos 22 km de la ciudad. Para llegar debía tomar un tren y luego un autobús que desde la estación nos llevaba a las puertas del campo. Así lo hice y su visita fue una lección viva de memoria histórica y a la vez una reflexión sobre la humanidad y la capacidad de algunos seres humanos para infringir sufrimiento, como en tantas ocasiones nos cuenta la historia, a otros seres humanos utilizando el poder, la fuerza y la manipulación de las conciencias para imponer a los demás sus ideas. Fue una mañana, que no olvidaré, de toma de conciencia pero a la vez de tristeza por el sufrimiento y la falta de libertades allí impuestos. El lugar desprendía un aire lúgubre, penoso, plomizo, de impotencia ante las injusticias impuestas por el poder y los gobiernos, muy desagradable y de una profunda tristeza.

Hitler (1) fue investido Canciller el 30 de enero de 1933 e inmediatamente creó el primer campo de concentración para personas de izquierda y progresistas, Dachau, que abrió el 22 de marzo de 1933 con alemanes de izquierda, menos de 2 meses después de que lo nombrase canciller Hindenburg, aún sin que obtuviese la mayoría absoluta.

(1) Hay que tomar distancia frente a las afirmaciones reiteradas desde la II G. M., sobre el apoyo del "pueblo alemán" a los nazis. Antes de que Hitler fuera nombrado canciller, el porcentaje más alto de votos que obtuvieron fue el 37%, aunque fueron muchos votos, estuvo muy lejos de una mayoría absoluta en elecciones libres. Un 63% de los que votaron no les dio el apoyo, y además, en las elecciones de noviembre de 1932, comenzaron a perder votos y todo parecía indicar que habían tocado techo. El nombramiento de Hitler no fue, por consiguiente, una consecuencia directa del apoyo de una mayoría del pueblo alemán, sino el resultado del pacto entre el movimiento de masas nazi y los grupos políticos conservadores, con los militares y los intereses de la aristocracia, industriales, banqueros, y los terratenientes a la cabeza, que querían la destrucción de la República de Weimar. Todos ellos maquinaron con Hindenburg, al que enviaron una carta pidiéndole su nombramiento, para quitarle el poder al Parlamento y transformar la democracia en una dictadura. El 30 de enero de 1933, Hitler fue investido canciller del Reich, porque Hindenburg así lo permitió; jefe de un Gobierno dominado por los conservadores y los nacionalistas, donde sólo entraron dos ministros nazis, aunque en puestos clave para controlar el orden público: Wilhelm Frick, ministro del interior y Hermann Göring ministro sin cartera se encargó de crear la policía política del régimen nazi, la Gestapo.

Parecía un gabinete presidencial más, como el de Brüning, Franz von Papen o Schleicher. Pero no era así. El hombre que estaba ahora en el poder tenía un partido de masas completamente subordinado a él y una violenta organización paramilitar que sumaba cientos de miles de hombres armados. Nunca había ocultado su objetivo de destruir la democracia y de perseguir a sus oponentes políticos. Cuando el anciano Hindenburg murió el 2 de agosto de 1934, a punto de cumplir 87 años, Hitler se convirtió en el führer absoluto combinando los poderes de canciller y presidente del Reich, ya no hubo más elecciones libres. La semilla iba a dar sus frutos: guerra, destrucción y exterminio racial. Lo dijo Hitler apenas tres años después de que Hindenburg le diera el poder: "Voy siguiendo, con la seguridad de un sonámbulo, el camino que trazó para mí la providencia". Ver más aquí.

Penelope Casas, divulgadora de la cocina española. La estadounidense de origen griego escribió varios libros sobre gastronomía mediterránea

Si la cocina española es reconocida en Estados Unidos, parte del mérito es de Penelope Casas. La escritora neoyorquina contribuyó en gran medida a divulgar los platos típicos de la gastronomía mediterránea con sus libros, que tuvieron un gran éxito de crítica y ventas en EE UU. Casas falleció el pasado 11 de agosto en Nueva York, víctima de una leucemia.

Nacida como Penelope Fexas en 1943, era hija de inmigrantes griegos en Nueva York. Sus estudios de Filología y Literatura Española en la universidad de Vassar le inculcaron un gran interés por las tradiciones y las costumbres españolas. En 1962 viajó a Madrid para realizar un curso en la Universidad Complutense y allí conoció al que sería su marido, el español Luis Casas, un joven estudiante de Medicina. Penelope regresó a España al año siguiente y se casó con Luis en 1964.

La joven pareja pasó sus primeros años juntos en España, una época en la que la estadounidense se enamoró de la gastronomía española, ya que su suegra era una cocinera vasca. La joven también se encandiló de los bares y tascas donde se servían las tapas que acompañaban a las bebidas.

En 1968 el matrimonio se trasladó a Estados Unidos para que Luis comenzase su especialización en cirugía. Penelope daba clases de español en colegios e institutos y tenía una curiosa afición: escribir cartas al director en The New York Times. “Escribía muy bien y por eso le publicaban los textos frecuentemente”, recuerda su marido. Una de esas cartas fue la que cambió la vida de Penelope. Sucedió a finales de los setenta, cuando se dirigió a Craig Clairborne, el famoso crítico gastronómico del periódico, para corregirle un dato. El periodista había escrito un artículo sobre cocina española y cometió el error de llamar “anguilas” a las angulas y además contaba mal la receta. La carta, muy educada y correcta, fue respondida por el crítico, pero este se negó a reconocer el fallo. Penelope, muy pacientemente, intercambió correspondencia con el periodista y le invitó a casa para que probase las verdaderas angulas cocinadas como en España. Clairborne se presentó con un fotógrafo y pocos días después publicó un extenso y entusiasta artículo que hablaba de la tortilla española, las perdices y, por supuesto, de las angulas, los manjares que había probado en el hogar de los Casas.


La cosa no acabó ahí, de hecho, solo fue el comienzo. Clairborne puso en contacto a Penelope con una editora amiga y esta le propuso escribir un libro sobre cocina española.  The foods and wines of Spain (Las comidas y los vinos de España). Fue todo un éxito del que se han publicado 12 ediciones. Continuó escribiendo y en 1985 salió a la luz Tapas: The little dishes of Spain (Tapas: Pequeños platos de España), un libro que desató la pasión por las tapas en Estados Unidos. Posteriormente escribió, Paella!: Spectacular Rice Dishes From Spain, La Cocina de Mama: The Great Home Cooking of Spain, Delicioso! The Regional Cooking of Spain, One Pot Spanish: More Than 80 Easy, Authentic Recipes y Discovering Spain: An Uncommon Guide.
 “Tuvo mucha suerte”, cuenta Luis Casas, “normalmente quien escribe un libro tiene que buscarse editores, aquí fue al revés”. Penelope Casas se dedicó en exclusiva a escribir y publicó su primer libro en 1982, Penelope Casas escribió siete libros en total, además de varios artículos en medios como The New York Times. Tras su primer obra, obtuvo el Premio Nacional de Gastronomía por parte del Gobierno español y también recibió la Medalla al Mérito Turístico.

martes, 20 de agosto de 2013

Eduardo Mendoza: guía por los libros que hay que leer. Los libros y las bicicletas son para el verano

Un selección de las obras que ama el autor hace convivir a los alumnos de la UIMP con escritores, sus vidas y su época
FLOR GRAGERA DE LEÓN Santander 15 AGO 2013

Las diversas propuestas de crear un canon en literatura han estado acompañadas de polémica. Las teorías literarias que cobraron fuerza a partir de los años sesenta en las universidades, sobre todo norteamericanas y británicas, miraban en otra dirección: realizaban una lectura política, social y multicultural de los libros y de la historia de la literatura, y apuntaron a obras que habían sido olvidadas por no venir de la mano (y de la mente) del hombre blanco occidental. ¿Quién establece un canon y qué nos dice esto sobre el poder y la autoridad? El feminismo, el marxismo, el postcolonialismo o los estudios culturales han buscado otro acervo literario. Pero la cuestión de ¿qué leer? ha seguido presente. Ahí está el ejemplo muy sonado de El canon occidental del profesor de la Universidad de Yale Harold Bloom (publicado en 1994), o la propuesta más reciente por parte de 57 expertos de 14 países que se reunieron para discutir  las cien obras de ficción y otras cien de no ficción las cien obras de ficción y otras cien de no ficción que deben llenar las bibliotecas de las casas.

Por favor, no paren de leer…

“Siempre me ha hecho muchísima gracia Pío Baroja que decía que era feo, bajito y encima tenía ese nombre… ¿Cómo iba a ligar?. Para mí fue como el primo con moto. Quería escribir como él”. “Dostoyevski era epiléptico, jugador y debía ser un poco borrachín… Colocó ‘Crimen y castigo’ por fascículos cuando a Tolstoi le llegó una crisis para continuar con ‘Guerra y paz’. ¡Así de patateros era el olimpo de los genios entonces!”. “Werther deriva de ‘wert’ que significa ‘valor’… Bueno, pasemos a otra cosa…”. “Acabé locamente enamorado de Lord Byron como le pasó a todas las mujeres y a algunos hombres de su época”. “Goethe fue mucho más listo que Werther y a los 85 años se casó con una chica de 25. Vamos, no da ninguna pena…”.

Eduardo Mendoza lo ha tenido claro para impartir su curso en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo Los libros que hay que leer, que ha transcurrido en el paraninfo en vez de en una de las aulas del palacio por el gran número de alumnos inscritos. No es ese hombre blanco occidental. “Debería haber matizado y que el título hubiera sido ‘algunos libros que hay que leer”. Ha llegado hasta aquí, afirmó en rueda de prensa, después de preguntarse a sí mismo para qué sirve la literatura: “Hay que ser muy modestos a la hora de responder, porque la mayoría de las respuestas que se dan son falsas, así que responderé las preguntas a medias…”. Esta semana ha recorrido de una manera muy poco canónica, entre hilarante y seria, ‘algunos’ de los libros y los autores que ama.

Pero escuchar a Mendoza hablar de literatura es mucho más: nada de sesudas cuestiones teóricas. El autor de La verdad sobre el caso Savolta, que marcó un antes y un después en la Transición, está en lo alto del escenario ante una mesa, cual dj afamado de la literatura, valga la comparación. Y habla de la vida de los autores así como de la época en la que escribieron como si fuera una secuencia de cine ante nuestros ojos. Bueno, más que eso: Miguel de Cervantes, Primo Levi, Jane Austen o Calderón de la Barca están allí de alguna forma en carne y hueso, con sus luces y con sus sombras.

En su clase titulada La realidad en su peor aspecto: Honoré de Balzac (Pierrette), Fiódor Dostoyevski (Recuerdos de la casa de los muertos), Pío Baroja (La busca) y Primo Levi (Si esto es un hombre), Mendoza quiso ser puntual: “Nos han dicho que salgamos del paraninfo a las seis en punto. No sé, quizá venga el ángel exterminador…”. El escritor arrancó con fuerza con una denuncia de cómo se enseña la literatura y el retrato que de ella se hace como “buena, una aspirina que mejora la humanidad. ¡Eso es falso!”. Esta crítica venía a cuento de cuatro obras literarias que han retratado las miserias, la bajeza y la sinrazón del género humano, y que admira por su ausencia de melodrama. En ellas se plasma, según Mendoza, una realidad poliédrica, en la que “no se culpa a la sociedad, que es lo de siempre”. Pashley Cycles - GUV'NOR from Artwoo on Vimeo.

Más bicicletas en Adeline.

Las víctimas pueden ser también malvadas, egoístas y mezquinas. Y visitar un escenario de horror como Auschwitz deja solo “el deseo de beber vodkas en Cracovia” por la mediocridad burocrática en la que actuaron los nazis. La ausencia de matices es un motivo por el que aborrece Los miserables de Víctor Hugo. “Me llevaron arrastrado a ver la película que es horrorosa y la música, muy mala. Salí del cine y me fui a tomar una cerveza a un bar. Fue un momento muy feliz. Después, volví a leer la novela y se me cayó el alma a los pies… ¡Es un plomo!”.

“Ha habido grandes criminales aficionados a los libros y a veces el refinamiento conduce a la crueldad… Los escritores no están siempre con los desvalidos o los buenos. Los libros no mejoran, cuentan”. Y también fomentan, continúa, prejuicios en todas las épocas. Otro ejemplo: “Hasta hace cuatro días, las mujeres en literatura eran representadas como tontilocas, volubles o brujas”.

De la realidad más oscura, Mendoza pasó en otra de sus clases a la luminosidad que ve en El Quijote, una novela que lo atrapó para siempre cuando cursaba PREU “porque hay siempre muy buen rollo. Solo Nabokov, que es un imbécil, dice que es un libro cruel ”. La enseñanza de la literatura retorna como un tema que pincela con energía las charlas del autor. “Siempre se ha interpretado ‘El Quijote’ como un libro infantil que se le da a los niños; es como entregarles una pistola cargada. Después no van a querer leer…”. Las lecturas teóricas de una de las obras cumbre de la literatura universal producen su rechazo: “A veces cae en manos de los hispanistas extranjeros y dicen unos disparates… Que si don Quijote era judío converso, que si era gay…”.

El canon que Eduardo Mendoza ha tratado, lecturas como Werther de Goethe que “ayudan a las cuestiones prácticas de la vida, como buscar pareja”, (en este caso se refleja lo que no hay que hacer), ha sido incompleto como la enseñanza que él afirma que ofrecen los libros y esta crónica. La Biblia, Sófocles, Borges, Shakespeare, Kafka, Voltaire, Melville, Chandler, Achebe, García Márquez… “Nada revolucionario”, matizó desde su perspectiva humilde. Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/15/actualidad/1376578481_181798.html

Gramsci y el Marx desconocido

Gramsci y el Marx desconocido (V) Nicolás González Varela Rebelión “Se trata de ‘usar’ a Gramsci, no sólo de citarlo.” (Raúl Mordenti) “El progreso de la Técnica y de la Ciencia es en la sociedad capitalista el progreso en el arte de estrujar sudor.” (Vladimir Illich Ulianov, “Lenin”, 1913) “La selección de un nuevo tipo de obrero posibilita, mediante la racionalización tayloriana de los movimientos, una producción relativa y absolutamente mayor que antes, con la misma fuerza de trabajo.” (Antonio Gramsci, 1931) Americanismo: ¿crítica radical al Stalinismo?: la atención intensa y prolongada de Gramsci sobre la temática del Americanismo solo puede ser comprendida desde su intento de volver al Marx auténtico y recuperado. La genial fórmula gramsciana puede ser esquematizada de la siguiente manera: Taylorismus+Fordismus=Americanismo. Gramsci destaca, sobre la vulgarización economicista y tosca del Dia-Mat, de nuevo la primacía lógica de la producción en el Capitalismo. La Kritik marxiana de la economía política (burguesa), hay que recordarlo, es un doble mandoble: consistía, por una parte, en la consecuente aplicación de la Teoría del Valor-Trabajo al desarrollo capitalista sobre la base de las categorías económicas fetichistas dadas; y, por otra parte, en el desenmascaramiento de esas categorías poniendo de manifiesto su carácter de meras “relaciones de clase y explotación” (en absoluto neutrales) peculiares de un modo de producción determinado, el burgués. La injusticia se concentra en el núcleo de las relaciones de producción y allí se define, desde allí se despliega. Pero Gramsci no solo habla de América (EE.UU.) o de Europa, no solo intenta aplicar las herramientas de la Kritik de Marx a la táctica y estrategia del Partido Comunista italiano, a los problemas del desarrollo capitalista italiano, sino simultáneamente observa negativamente los desarrollos de construcción del Socialismo en Rusia. Paradójicamente, los mecanismos de contratendencia del Capital (que ignoran per definitionem el elemento humano), como el Taylorismo, llegaban importados acríticamente al mismo país de los Soviets, en esas fechas ya bajo el régimen político stalinista maduro. Frederick Winslow Taylor y sus colegas, pioneros en la organización científica del trabajo, mostraron al Capital la forma de reducir el propio trabajo a un control tan estricto y sistemático que, supuestamente, la disciplina del trabajador ya no sería un problema. Se podía anular el carácter revolucionario de la doble valencia de la fuerza-trabajo. Afirmaron incluso una suerte de “revolución mental” (de conciencia) implícita en su reorganización del trabajo que sentaría toda una época de Pax burguesa (se reduciría cero la intensidad de los desafíos en la producción) y al mismo tiempo, en consonancia, un creciente aumento de la riqueza nacional. El aspecto decisivo del Taylorismo, en palabras del propio Taylor, fue descrito como “la acumulación deliberada por parte de los empresarios de la gran cantidad de conocimientos tradicionales, que en el pasado estaban en la cabeza de los trabajadores y en sus cualificaciones físicas y destreza, que habían adquirido durante años de experiencia.” [1] Se socavaba el poder del proletariado artesanal, basado en la superioridad de sus conocimientos sobre su trabajo en relación con el patrón, y se estableció un dualismo entre los artesanos que manejaban las máquinas y un continuo de obreros descualificados controlados por un enjambre de capataces y supervisores. Hubo tres grandes consecuencias para los trabajadores: la primer es el divorcio de los sistemas técnicos y sociales de control de la fábrica; la segunda es que cuanto más racionalizada estaba la empresa, mayor era el caos y la precariedad de la vida del proletariado (desaparecían los privilegios artesanales: valor de la cualificación progresiva, estabilidad de empleo, normas del sindicato de oficio, tarifas estándares); y la tercera que el poder oligopolista de la nueva empresa proporcionaba a ésta una nueva capacidad para administrar los precios (valor de cambio) basándose en el plan capitalista a largo plazo. La contratendencia del capital segmento dentro de la fábrica al proletariado, generó dos tipos de reacciones obreras, dos morfologías en la lucha de clases, que a menudo tendieron a fundirse o cruzarse: una procedía de los amenazados artesanos (generalmente en cuestiones de gerenciamiento de la producción) y la otra de los nuevos peones descualificados y operarios fordistas (generalmente huelgas salariales puras, el salario se transformaba en una variable independiente). Como Gramsci señalaría en sus Quaderni “se crea un tipo nuevo de obrero, monopolizado mediante salarios altos”. Taylor fue la vanguardia articulada y consciente de los esfuerzos contratendenciales de la burguesía más avanzada, tanto que a mediados de los 1920’s los elementos esenciales de sus propuestas habían sido acogidos favorablemente en casi todas las industrias. El kit básico de estos elementos eran tan sencillos, contrarrevolucionarios como profundos: 1) la planificación y organización centralizada de las sucesivas fases de fabricación; 2) el análisis sistemático de cada operación productiva; 3) la instrucción y supervisión minuciosa de cada trabajador en la realización de su tarea concreta; 4) política salarial cuidadosamente pensada para inducir al obrero a hacer lo que se le decía y ordenaba. [2] Todas estas medidas contratendenciales minaron la autonomía tradicional de la figura obrera del artesano, destruyeron para siempre el sindicalismo basado en oficios, removió la vieja composición de clase e inauguró un nuevo ciclo de luchas en el cual los nuevos obreros-masa deberían crear nuevas formas de confrontación y subversión. Lenin “taylorizado”: el inefable Bujarín, incuestionable gran timonel del Marxismo vulgarizado en la época, acompañado política y administrativamente en las sombras por Stalin, decía sin tapujos ya en 1923 que “debemos adicionar el Americanismo al Marxismo”; Stalin en 1924 ya celebraba la tecnología y el Management del Americanismo (con su disciplina laboral y su división del trabajo) como un punto cardinal en el nuevo Dia-Mat que se estaba codificando. Stalin, ingenioso con los slogans, lo definía como: “el impulso revolucionario ruso más la eficiencia americana”, nada menos que este híbrido ideológico sería “la esencia del Leninismo en el trabajo del Partido y del Estado”; [3] ya en 1932, hablando del élan vital de todo bolchevique, Stalin exigía su adecuada mezcla con el espíritu práctico americano, llegando a sostener que “tradición en la industria y en la praxis productiva (de EE.UU.) tienen algo más de democratismo, lo que no se puede decir de los viejos países capitalistas de Europa, donde el espíritu señorial de la aristocracia feudal sigue viva.” Y eso que Stalin no conocía los EEUU y no leía en inglés. El Taylorismo incluso había sido traducido a la jerga burocrática, se le denominaba pomposamente como Nauchnaiia organizatsiia truda , o sea: “Organización Científica del Trabajo”, popularmente conocida como NOT. Coherente con su amor por el Americanismo sans phrase, Stalin inauguró una planta de automóviles y camiones Ford en 1929 (importándose planificadores, técnicos y administradores); [4] hasta el viejo anticomunista y antisemita recalcitrante de Henry Ford cambió su postura desconfiada y reaccionaria frente a la URSS. [5] Trotsky afirmaba que la palabra más popular entre el campesinado de la NEP era sin dudas la palabra “Ford”. Muchas fábricas soviéticas fueron construidas por diseñadores e ingenieros norteamericanos. El futuro sistema de explotación “taylorista-stajanovista” del Stalinismo ya había nacido. Incluso en la misma URSS se estableció oficialmente la idea que Henry Ford y sus ideas complementaban de manera perfecta los aportes de Karl Marx. [6] Entre la superestructura naciente del régimen stalinista y el establecimiento de una contratendencia capitalista en la economía se desarrolló un nexo vital y necesario y aparentemente contra natura. Y el consentimiento, gran hallazgo del Gramsci ordinenovista, tesis fundamental que mantuvo hasta el final de su vida, comienza precisamente en la producción, en la fábrica. Pero: ¿qué tenía que decir sobre el Taylorismo el mismo Lenin? Lenin ya había entrevisto la importancia de esta nueva contratendencia para el nuevo ciclo de acumulación del capital, habiendo criticado al Taylorismo tan temprano como en 1913 en un artículo titulado “El sistema científico de explotación”; [7] nuevamente escribió contra el nuevo régimen en 1914 en otro artículo: “ “El sistema Taylor: esclavización del Hombre por la Máquina”. [8] En el primero de ellos reconoce, como lo hará Gramsci más tarde, que el Capitalismo norteamericano está “ a la cabeza de todos”, por lo tanto el Americanismo se presenta modelo ideal para las burguesías europeas en cuanto a “los últimos métodos de explotación del obrero”. El Taylorismus es definido por Lenin como un sistema de extraccción racional que consiste en “exprimir al obrero hasta extraerle el triple de trabajo en una jornada de la misma duración que antes”, se agotan “despiadadamente sus fuerzas, se succiona con triplicada velocidad cada gota de la energía nerviosa y muscular del esclavo asalariado. ¿Qué el obrero morirá antes? ¡Hay muchos esperando en los portones de la fábrica!”. Lenin parafraseaba el libro original de Taylor y deducía sus consecuencias en la lucha de clases: “el capitalista reduce sus gastos a menos de la mitad. Sus ganancias crecen. ¡La burguesía, entusiasmada, no se cansa de ensalzar a Taylor!”. Conclusión de Lenin: “Máxima explotación según todas las reglas de la Ciencia…”. Al año siguiente volvió sobre la candente cuestión, al parecer por las señales de introducción en el gran industria rusa del Taylorismo. Lenin enfoca su análisis desde el punto de vista de las contratendencias del Capital tal como las entendía Marx en los momentos de crisis y la Ley del valor-trabajo: “la competencia, que se agudiza en forma especial en épocas de crisis… obliga a inventar constantemente infinidad de nuevos medios para reducir el costo de producción. Pero la dominación del Capital convierte esos medios en instrumento para una mayor explotación de los obreros. Uno de esos medios es el sistema Taylor.” El Taylorismo no solo rediseña los métodos de trabajo strictu senso sino a los mismos medios de producción, incluso la misma fábrica se remodela de arriba abajo, ajustándose a esta nueva “aceleración productiva”. Lenin señala que “todos estos colosales perfeccionamientos se introducen en detrimento del obrero, pues conducen a mayor opresión y explotación de éste, y con ello limitan la distribución racional y sensata del trabajo dentro de la fábrica”. El fin del sistema científico de trabajo es claro para Lenin: “el Capital organiza y regula el trabajo dentro de la fábrica con el fin de aumentar la explotación de los obreros, de multiplicar sus ganancias. Pero en el conjunto de la producción social sigue reinando y creciendo el caos que conduce a la crisis…” Lenin en este sentido no clama en el desierto ni esta a contracorriente: era la opinión generalizada en las alas izquierdas de la Socialdemocracia europea anterior a 1914 que el Taylorismo era “la más moderna y despiadada forma de explotación capitalista” inventada hasta el momento. [9] En 1916, en su exilio en Suiza, Lenin tuvo la oportunidad de leer una traducción del libro de Taylor, Shop Management, libros sobre el sistema taylorista y de varios artículos de sus colaboradores (como Frank Gilbreth); Lenin tomará numerosas notas sobre el sistema taylorista, modificando algunas de sus opiniones anteriores. [10] El Taylorismo en una situación de crisis terminal y quiebra económica como el de la posguerra rusa post-1917, el output industrial era un tercio del de 1913, podía resultar útil en algunos de sus elementos bajo hegemonía socialista para la acumulación primitiva. Las opiniones de Lenin “taylorizado” se verán reflejadas, por ejemplo, en “Las Tareas inmediatas del poder soviético”, del 24 de mayo de 1918, donde señala en el apartado “El aumento de la productividad del trabajo” que “en toda revolución socialista, una vez resuelto el problema de la conquista del poder por el proletariado y en la medida en que se va cumpliendo en lo fundamental la tarea de expropiar a los expropiadores y aplastar su resistencia, va colocándose necesariamente en primer plano una tarea cardinal: la de crear un tipo de sociedad superior a la del capitalismo, es decir, la tarea de aumentar la productividad del trabajo y, en relación con esto (y para esto), dar al trabajo una organización superior”, para subrayar a continuación que “que el proceso de formación de las nuevas bases de la disciplina laboral sea muy largo… la vanguardia mas consciente del proletariado de Rusia se ha planteado ya la tarea de fortalecer la disciplina en el trabajo… se debe poner a la orden del día la aplicación practica y el ensayo de la remuneración por unidad de trabajo realizado el aprovechamiento de lo mucho que hay de científico y progresista en el sistema Taylor.” Sin sonrojarse, anticipando los resultados a los que llegaría en 1921 el asesor taylorista de Trotsky, Keelly, Lenin afirma que “el ruso es un mal trabajador comparado con los de las naciones adelantadas”, por lo que “la tarea que el Poder soviético debe plantear con toda amplitud al pueblo es la de aprender a trabajar. La ultima palabra el capitalismo en este terreno -el sistema Taylor-, al igual que todos los progresos del capitalismo, reúne toda la refinada ferocidad de la explotación burguesa y varias conquistas científicas de sumo valor concernientes al estudio de los movimientos mecánicos durante el trabajo, la supresión de movimientos superfluos y torpes, la adopción de los métodos de trabajo mas racionales, la implantación de los sistemas óptimos de contabilidad y control, etc.” No solo se queda allí, sino anunciando el reinado de Gastev, propone “organizar en Rusia el estudio y la enseñanza del sistema Taylor, su experimentación y adaptación sistemáticas.” ¿Y si hay resistencias obreras al sistema taylorista-fordista? Lenin afirma que es un parche momentáneo hasta el establecimiento en la conciencia de la emulación socialista: “Al mismo tiempo, y con el propósito de elevar la productividad del trabajo, hay que tener presentes las peculiaridades del periodo de transición del capitalismo al socialismo que reclaman, por un lado, el establecimiento de las bases de la organización socialista de la emulación y, por otro, la aplicación de medidas coercitivas para que la consigna de la dictadura del proletariado no quede empañada por una blandenguería del poder proletario en la practica.” [11] Para el Lenin de 1918 el Taylorismo, “propiamente aplicado e inteligentemente aplicado” por la clase obrera misma, muy importante pre-condición que estará ausente en el futuro, aumentaría la eficiencia del trabajo, haciendo crecer el profit que ahora iría a la acumulación socialista. En un discurso ante el primer Congreso del Consejo Superior de Economía Nacional , el Sovnarkhozy , propuso un grado más: endurecimiento de la disciplina laboral y la introducción del pago por piezas (pieces rates) basado en el rendimiento individual, una noción de gestión científica taylorista que no había encontrado amplio apoyo entre los dirigentes sindicales y en la fracción anti-taylorista del partido. Además se complementó con la creación de la figura gerencial del director de fábrica, los futuros “gerentes rojos”, menoscabando y paralizando el control obrero en la producción que se había extendido espontáneamente a lo largo de 1917 y 1918. [12] Mucho antes León Trotsky se había transformado en uno de los nuevos “conversos” acríticos al Taylorismo como fórmula mágica para recuperar la productividad, sin detenerse en los detalles y las salvaguardas de Lenin; en un fecha tan temprana como mayo de 1919 había contactado con un discípulo de Taylor, un ingeniero y consultor industrial, personaje muy peculiar llamado Royal Keely, al que contrató para aplicar el nuevo método en la URSS. La ortodoxia de Taylor consistía en dos momentos diferenciados, ordenados en secuencias obligatorias e irreversibles, dos caras de la misma moneda: el primero de observación y estudio de las condiciones laborales, del tiempo de trabajo autóctono que descubría los métodos y las herramientas adecuadas, así como el estilo laboral rutinario del obrero promedio. Los trabajos debían ser estudiados, los movimientos analizados y medidos en tiempo (incluso con cinematógrafo), y las experiencias de los trabajadores en el lugar de trabajo (interrupciones, retrasos, pausas involuntarias, períodos de descanso) desconstruidas y disecadas. De aquí se deducía una performance standard local y regional, basada en el análisis del tiempo de trabajo real, en lugar del tradicional método intuitivo de cuánto se espera que produzcan los obreros. Los incentivos, el pago por cumplir el plan de pago por pieza, no comenzaba hasta que no se hubiera establecido científicamente esta performance standard objetiva. Keely pasó dos largos años in situ estudiando las fábricas rusas, la cultura laboral y los métodos de trabajo autóctonos. En su informe final a Trotsky documentó que el 50% del tiempo de trabajo productivo en la industria rusa se perdía por la ética artesanal, holgazanería y simulación, una cifra astronómica, que excedía todos los cálculos promedios de Taylor para la industria norteamericana. [13] Taylor había denunciado la economía moral de los trabajadores artesanos, su código ético de conducta laboral, calificándola como “Soldiering” (restricción a la producción eficiente). El problema de cómo aumentar la productividad de la mano de obra, las campañas de “racionalización” y las controversias a que daban lugar (acusaciones de Taylorismo y Fordismo, repulsa al trabajo a destajo y resistencia a la creación de una burocracia paralela a una aristocracia obrera) fueron corrientes desde los primeros días de la URSS. Lenin, obligado por la rampante crisis de hambre de 1921, a la que se le sumó una serie de explosivas insurrecciones campesinas (Ucrania, Tambov, Urales, Siberia), huelgas fabriles en las principales ciudades (incluidas Petrogrado y Moscú), coronadas por la rebelión de Kronstadt, enterró definitivamente el Comunismo de Guerra y a un aislado partido bolchevique encerrado en las grandes ciudades. [14] En medio de una ola de arrestos masivos y la implantación de la Ley marcial, el partido bolchevique implanta la NEP como única salida improvisada al desastre. No es casualidad que en plena NEP, en 1922, se produzca la fundación del Instituto Central del Trabajo dirigido por Goltsman y Gastev, el “Taylor ruso”, dedicado al estudio del Taylorismo, llamado “NOT” por su traducción como “Nauchnaya Organizatsiya Truda”. La oposición de izquierda anti-taylorista formó como respuesta crítica un contragrupo dirigido por Kerzhentsev que también usaba irónicamente las simbólicas iniciales NOT [15] ; no es casualidad que al mismo tiempo que se reforzaba la implantación del Taylorismo en 1922, surgieran dos grupos de oposición de inspiración obrera como respuesta: “La Verdad Obrera” de Bagdánov y el “Grupo de Trabajadores” de Miasnikov, que denominaban sarcásticamente a la NEP como “Nueva Explotación del Proletariado”. Entre sus simpatizantes se encontraba David Riazanov, sindicalista, especialista y editor de las obras completas de Marx. [16] Lenin muere en 1924, Trotsky jamás abandonó su entusiasmo por el Taylorismo (y por la militarización de la fuerza de trabajo in toto) incluso hasta poco antes de su forzoso exilio. Pero la paradoja es que el Taylorismo, al que Lenin calificaba como un nuevo grado de sofisticación de la “esclavitud capitalista”, al que pretendía introducir con cautela y salvaguardas como “educador de trabajadores” bajo control obrero, en realidad un nueva vuelta de tuerca en la contratendencia del Capital, se implantaba ahora acríticamente en la Patria del Proletariado, al mismo tiempo que se consolidaba la superestructura del régimen stalinista. Destajo en la Patria del Socialismo : La lucha sucesoria en torno a la dirección del Partido Bolchevique como sabemos la ganó la dupla Bujarin-Stalin. La NEP instaurada por Lenin había revigorizado, con su reinstalación de mecanismos capitalistas, la suspensión de la colectivización agraria y la propiedad estatal de los sectores pesados de la industria, a la economía soviética, que para 1926 ya había recuperado los niveles de 1913. La productividad industrial también había mejorado notablemente. Pero no había solución al alto paro industrial y al juvenil, y se había producido un desfasaje entre el crecimiento de la productividad y el crecimiento de la fuerza de trabajo industrial. La insurgencia obrera no cedía a pesar de las medidas disciplinarias, lo métodos draconianos y la represión. [17] Gramsci reconocería que el “intento progresista” de implantar el Americanismo y el Fordismo “sea iniciado por una u otra fuerza social no carece de consecuencias fundamentales: las fuerzas subalternas, que deberían ser 'manipuladas’ y ‘racionalizadas’ según los nuevos fines, resisten necesariamente.” El debate dentro del partido bolchevique venía de lejos: Gramsci precisamente señala que “este desequilibrio entre teoría y práctica (en los bolcheviques sobre la cuestión del Americanismo)… ya se había manifestado anteriormente, en 1921.”, es decir en el agrio debate sobre el rol de los sindicatos en el Xº Congreso del partido bolchevique. Pero el debate venía de más atrás todavía. Efectivamente ya a mediados de 1918, después de la crisis de Brest-Litovsk, se colocó en el centro del debate soviético el problema de la productividad, la disciplina laboral y medidas draconianas para reglar la producción, eliminación del control obrero (el 68% de todas las fábricas de Rusia estaban controladas por comités, y en el 100% en aquellas con más de doscientos trabajadores) estableciéndose una polémica regulación del trabajo donde se introducía el gerente, la cuota por pieza (idea taylorista) y el trabajo a destajo. La oposición de izquierda bolchevique criticó estas medidas, las citas son del propio Lenin en su polémica de 1918, que definían esta política laboral oficial como “destinada a implantar la disciplina entre los obreros bajo la insignia de la ‘autodisciplina’, a la introducción del servicio laboral para los obreros… al trabajo a destajo, el hecho de alargar el día de trabajo, etc.”, y argumentaba que “la introducción de la disciplina laboral junto con la restauración de la dirección capitalista en la producción… amenaza con esclavizar a la clase obrera y excita el descontento, no solamente en las capas atrasadas, sino en la vanguardia del proletariado.”; se afirmaba en la prensa de la oposición (socialrevolucionaria y menchevique de izquierda, cuya libertad de expresión tuvo efímera vida) que “bajo la bandera de la restauración de las fuerzas productivas, se está intentando abolir la jornada de ocho horas e introducir el trabajo a destajo y el Taylorismo.” Lo que estaba en cuestión era el mismo concepto del Taylorismo, la diferencias salarial, la burda copia de la división del trabajo capitalista y hacer de nuevo al obrero un apéndice de la máquina y el cronómetro. ¿Era éste el Hombre Nuevo? ¿Lenin tachaba con el codo lo que había escrito en El Estado y la Revolución? El resultado fue una ola de protestas obreras, choques armados y huelgas parciales a lo largo de la primavera de 1918 en las principales regiones industriales que concluyeron con la huelga general del 2 de julio. La vanguardia de los trabajadores la conformaban trabajadores de armamento y de locomotoras, que habían sido un apoyo vital a los bolcheviques en octubre de 1917. [18] La resistencia obrera a la nueva “racionalización” taylor-fordista y la respuesta represiva continuaron a lo largo de 1919. [19] Entre las consignas más comunes, se encontraba precisamente la de devolver el dominio en la fábrica y el Management de la producción a los comités de obreros y en especial contra los altos salarios de funcionarios del partido, directores de fábrica (los odiados glavki’s), especialistas y técnicos. [20] La tensión no se resolvió, aunque se apaciguó con una mezcla del palo y la zanahoria: una amplia represión (que incluyó ejecuciones sumarias) [21] acompañó la instauración de la NEP, aumentos salariales en las escalas inferiores y la lenta desmilitarización del servicio laboral. Se amenazaba con la expulsión del partido a quienes se solidarizaran con cualquier huelguista. [22] El enemigo elemental del trabajador industrial ruso era el Taylorismo “rusificado” a base de bajos salarios (cuando la política salarial de Ford eran precisamente los altos salarios), la explotación extensiva y el desempleo producto de la “racionalización” capitalista de la fábrica. El peor de los mundos posibles para un obrero. Entre julio y septiembre de 1923 estalla una nueva oleada de huelgas con la primera huelga de masas que se tiene noticia desde octubre de 1917, en la industria pesada en Karkhov y Sormovo, movimiento espontáneo y desorganizado que el propio Stalin calificó como “una ola de intranquilidad y de huelgas que ha barrido en agosto algunas regiones de la República”. [23] Gramsci fue testigo directo de la resistencia obrera desde abajo: estaría en Moscú, uno de los epicentros de la protesta, [24] desde mayo de 1992 hasta diciembre de 1923, además Moscú era el centro nacional de la Oposición de Izquierda que publicitaba y apoyaba en muchos casos a los huelguistas. Se había llegado a tal extremo que constituía un grave riesgo para el régimen soviético implantar a rajatabla la política laboral de reorganización taylorista y racionalización industrial. El proletariado se encontraba en una situación de revuelta y fermento pre-revolucionario. El futuro para el obrero industrial parecía negro: más trabajo a destajo, sueldos en descenso y la amenaza automática de castigo o desempleo. [25] El nuevo Moloch se llamaba ahora “acumulación socialista”. [26] Se dejó para un etapa futura la cuestión laboral, la profundización de la productividad, la racionalización extrema y la culminación del Taylorismo. En 1925 la oposición de izquierda, que se hacía eco del creciente descontento proletario a diferencia de su actitud en 1923, enumeró seis características respecto a la situación de la clase obrera en la URSS que eran más propias de un régimen de capitalismo de estado que de un sistema de transición al Socialismo: 1) pago de jornales por trabajo a destajo (viejo recurso del Capital) y sistemas tayloristas de pago por pieza; 2) relación de dominación entre gerentes y obreros; 3) grandes masas de desempleados (ejército industrial de reserva clásico); 4) métodos de contratación y despido de trabajadores; 5) frecuencia de conflictos industriales; 6) uso general de las horas extraordinarias (abandono de la jornada de ocho horas). [27] Stalin abogó en esas fechas no por revisar el sistema laboral en crisis sino por una dura campaña “que terminase con el absentismo en las fábricas y talleres, para elevar la productividad de la mano de obra y para fortalecer la disciplina laboral en nuestras empresas”. En la primavera de 1925 es el momento de la insurgencia obrera: se produjeron nuevamente grandes huelgas inéditas por fuera de los sindicatos oficiales, de los órganos del partido bolchevique, de las agencias económicas en la región industrial de Ivanovo-Vosnesenk, síntomas de una lucha aún mayor que abarcaba ya uno de cada seis sindicatos estatales. Ivanovo (que había encabezado la huelga más extensa de la clase obrera contra el régimen de Kerenski), [28] megacentro textil ruso, vive una serie creciente de movilizaciones, huelgas de hambre, huelgas de brazos caídos, ralentización del trabajo, radicalización de las asambleas de fábrica, sabotajes en la producción, ataques a los managers tayloristas de las fábricas (llamados “industriales rojos” en la jerga de clase), atentados contra las autoridades locales, y la creación de una amplia literatura política subversiva. En todos los pronunciamientos del partido y de los sindicatos se machacaba sobre la supuesta necesidad de aumentar la producción y se insistía en que era primordial que la mano de obra trabajara con más intensidad y con más eficacia con la aplicación del Taylorismo y el Fordismo. En 1926 se produjo la última huelga obrera que pudo aparecer de manera positiva y sin censura en la prensa soviética, de aquí en más en la URSS no existiría por decreto el fenómeno denominado “huelga” en ningún medio informativo. [29] La NEP queda oficialmente liquidada en 1928, Stalin decide la colectivización forzosa y al mismo tiempo acelerar la implantación del Taylorismo saltándose la fase previa de estudio de los tiempos de trabajo indispensable para el mismo Taylor. Mientras en 1926 el 60% de los trabajadores estaban bajo un sistema de pago por pieza y métodos tayloristas rusificados, en 1931 ya eran el 75% del total. [30] El sistema de explotación laboral bajo el Stalinismo se componía de esta manera, en su madurez, de Taylorismo rusificado, Stakhanovismo y una minoría de “trabajadores de choque” (los llamados udarniks ) que supuestamente anticipaban la futura ética socialista. Además Stalin pretende introducir elementos de planificación totalmente ausentes hasta el momento, copiando las posturas de Trotsky que criticó en la lucha fraccional de 1923, en el primer Plan Quinquenal, recurriendo a otra herramienta taylorista: el diagrama de Gantt. [31] El presidente del Consejo Supremo de Economía Nacional de la URSS (VSNKH, o Vesenkah), G. K. Ordjonikidzé, invitó personalmente a uno de los popularizadores de la teoría de Gantt en EEUU, el ingeniero emigrado ruso Walter N. Poliakov (que había aplicado la técnica en la fabricación de locomotoras), quién estuvo en la URSS entre 1929 y 1931. Gracias a la actividad de Poliakov por primera vez el Taylorismo, unido al gerenciamiento del aparato burocrático y la vigilancia policial sobre los trabajadores, reinaba en todos los rincones de la URSS. La respuesta instintiva de los trabajadores rusos fue de fiera resistencia al Taylorismo, iniciada en el sector textil, clave en el Primer Plan Quinquenal (1928-1932) para generar los surplus necesarios para el desarrollo de la industria pesada. La rama textil será de manera experimental uno de los primeros sectores industriales en aplicar a rajatabla los métodos de Taylor “rusificados”, el pago por pieza y el trabajo a destajo. La reacción obrera no se hizo esperar nuevamente y una nueva ola de insurgencia obrera surgió en los núcleos industriales: en el climax, abril de 1932, más de 20.000 obreros textiles se declararon en abierta huelga, declarando las condiciones de trabajo “explotadoras” y “coercitivas”. [32] En 1930 ya habían comenzado las purgas de Stalin por “sabotaje industrial” que diezmaron al partido taylorista, pero es en 1937 (con el fracaso del segundo Plan quinquenal) en que se produce la gran purga: se acusa a un “Centro antisoviético de reserva” (sic) de “una intensa actividad saboteadora extremadamente perjudicial para nuestra economía”, se obliga a los directores de fábrica (los “gerentes rojos”), administrativos, ingenieros y técnicos, planificadores, el alma del Taylorismo soviético, a autoculparse de sabotaje industrial, espionaje y terrorismo. Se suceden desapariciones, ejecuciones, exilios forzados y el suicidio de Ordjonikidzé, cabeza del Gosplan y comisario popular de la Industria Pesada, el que había invitado a Poliakov y logrado adaptar el Taylorismo a las condiciones rusas. El sino del Scientific Management en la URSS no podía ser más siniestro: otro símbolo del Taylorismo radical, Gastev, sería detenido en 1939 y ejecutado por orden de Stalin en 1941. [33] El llamado “Segundo proceso de Moscú” se iniciará el 23 de enero de 1937, a los acusados (“agentes nipo-germano-trotskistas”) que lleguen a los tribunales, se los acusa de hacer estallar las minas, incendiar fábricas químicas, ralentizar la producción industrial, descarrilar trenes, fabricar productos defectuosos, envenenar el trigo, bloquear el pago por piezas de los obreros para irritarlos y llevarlos a la huelga… “Catástrofes” del Socialismo en un solo país, reales y comprobables, consecuencia del desastre en la planificación stalinista, en la falta de calificación laboral, en la corrupción de la Nomenklatura, la mala alimentación de la fuerza de trabajo, la superexplotación y el trabajo forzado de presos, [34] la falta de respeto por la higiene y las normas de seguridad y por la pésima aplicación de más avanzado sistema de explotación inventado por el Capital. Se había aplicado lo peor del Taylorismo, y se había dejado de lado su “lado bueno”: el estudio científico y objetivo de las características locales del trabajo, la gratificación del obrero-masa y la comunidad de intereses entre patrón-obrero generado por los altos salarios. De todas maneras, el Americanismo era una amarga e irreversible realidad en la URSS, resistida y combatida desde abajo, y pocos se hacían la pregunta elemental (entre ellos Gramsci) si era compatible el Taylorismo-Fordismo con una economía de transición al Socialismo. No solo Gramsci lo había notado en su viaje los cambios profundos que afectaban al país de los Soviets. Cuando el gran escritor austriaco Joseph Roth viaje entre 1926 y 1927 a la URSS, como un bolchevique más o menos convencido, ya bajo el dominio del régimen de Stalin, escribirá sorprendido que el país se encuentra en un proceso de total “americanización”, señalando que se busca, con el Taylorismo, “una Técnica de producción perfecta” y masiva, no importando el coste social, como si la Tecnología fuera un elemento neutro, pero lo que no pueden comprender los dirigente soviéticos es que “una consecuencia de estas aspiraciones es que, inconscientemente, se adaptan al espíritu de América”. [35] El teórico marxista Walter Benjamin, en la misma época que Roth residiendo en Moscú, reconocía que el régimen “trata de suspender en el interior la actividad del comunismo militante, empeñándose en lograr una paz social a plazo fijo, a ‘despolitizar’ la vida burguesa en la medida de lo posible… intentando suprimir la dinámica del proceso revolucionario dentro de la vida estatal”, y que el “Capitalismo de Estado” (así le denominaba Benjamin) implantaba la idea que la Técnica “es lo sagrado: no hay nada que se tome más en serio que la Técnica; la metamorfosis era obvia: el sistema apuntaba a “la transformación del trabajo revolucionario en trabajo técnico,”, trabajar con intensidad la última versión de la Técnica burguesa (Taylorismo, Fordismo) era en la naciente ideología stalinista “revolucionario”. [36] Del otro lado de Europa, el escritor portugués Fernando Pessoa, un inteligente conservador revolucionario, criticaba la importación acrítica en el Bolchevismo ruso de la “industrialización à la Americana”; [37] y no es de extrañar que el filósofo reaccionario Martin Heidegger, ya en 1935, igualara sin más a la URSS y su Capitalismo de Estado con Amerika, afirmando que se sostenían sobre el mismo principio metafísico, “ese furor funesto por la Técnica desencadenada” norteamericana; en 1938 afirmaba que el Bolchevismo en su variante stalinista (para Heidegger era simplemente “Marx aplicado”) no es más que un artículo injertado, una mercadería exportada de la América fordista al Ost eslavo-asiático, y con ella se introduce de contrabando a Asia su Machenschaft, el “Maquinismo”, la aplicación sucesiva de Taylorismo y Fordismo; en 1942, ya en plena guerra total en el Este, ante la avalancha infinita de material y hombres con que se enfrentaba el IIIº Reich en el Este, Heidegger concluirá que “el Bolchevismo no es más que una variación del Americanismo”. [38] Seguramente Gramsci cambiaría el término “Bolchevismo” por el más certero de “Stalinismo”. Lo cierto es que las reflexiones gramscianas sobre el “Americanismo”, la gran innovación contratendencial del Capitalismo que Marx no había visto y que Lenin no ha podido preveer en sus consecuencias a mediano plazo, se vuelven complejas y productivas a la sombra de su retorno al Marx auténtico. Y la recuperación-retorno de Gramsci sobre el Marx rehabilitado, es simultáneamente una critica in pectore al proceso de regresión que se vivía en la URSS, que Gramsci podía haberlo comprobado in situ en su estadía en 1922-1923. No era ningún espejismo: hacia 1935 la mayoría de los trabajadores soviéticos producían bajo el sistema taylorista “rusificado”, y finalmente al Taylorismo toscamente importado por Gastev (copiado en su lado exclusivamente de explotación intensiva) se le unió el mecanismo auténticamente stalinista de Stakhanov (la explotación extensiva, la eliminación práctica de la jornada de ocho horas) [39] . La fórmula perversa del Capitalismo de Estado estaba completa. Gramsci, más allá de Lenin: El Americanismo era un contragolpe doble: para contrarrestar eficientemente la caída tendencial de la ganancia y al mismo tiempo bloquear el desafío en la producción del obrero artesano del siglo XIX modificando la composición de clase. Era una recomposición burguesa. La hegemonía, tanto en Lenin como en Gramsci, nace de la fábrica. A Gramsci en la prisión no se le escapa la dimensión profunda, gracias a su recuperación del Marx auténtico y su propia formación “ordinenuovista”, de esta ruptura epocal que denomina “histórica”. Declara, a contrariis del Stalinismo, que “la Ley tendencial de la disminución de la tasa de beneficio estaría, pues, en la base del ‘Americanismo’”; el nuevo obrero-masa del Fordismo, el “gorila amaestrado” como le denominaba Taylor (y que Gramsci recuerda en varios pasajes de los Quaderni) se configura desde la idea-fuerza taylorista: “desarrollar al máximo en el hombre trabajador la parte maquinal, destruir el viejo nexo psico-físico del trabajo profesional calificado que exigía una cierta participación de la inteligencia, de la iniciativa, de la fantasía del trabajador, para reducir las operaciones de producción al aspecto físico únicamente.” Las contratendencias del Capital no son nuevas, señala Gramsci, y todas buscan “crear, con una rapidez inaudita y con una conciencia de los fines nunca antes vista en la Historia, un nuevo tipo de trabajador y de hombre.” Y no solo eso: se dará “una selección forzada y una parte de la vieja clase trabajadora será implacablemente eliminada del mundo de la producción y del mundo tout court.” [40] La eliminación no solo es física sino además ideológica: el Taylorismo anuncia un nuevo nivel inédito en la lucha de clases. Interesante que Gramsci discrepe con el “militar-taylorista” Trotsky (y por elevación con el “ultrataylorista” Stalin) sobre este punto en particular, afirmando que dar la supremacía a la industria y a los métodos industriales americanos, “acelerar en métodos coercitivos la disciplina y el orden en la producción, de adecuar los hábitos a las necesidades del trabajo”, sin las condiciones materiales de EE.UU., “habría desembocado inexorablemente en una forma de ‘Bonapartismo’…”, las soluciones propuestas por Trotsky “eran erróneas, aunque sus preocupaciones eran justas… el modelo militar se había convertido en un prejuicio funesto, los ejércitos de trabajo fracasaron.” El Americanismo no podía simplemente ser importado y adoptado sin más, ya que en él se encuentran indisolublemente unidos “modos de vida” (reproducidos por el mismo estado) con los nuevos métodos de trabajo. Como para Gramsci el consentimiento comienza en la producción, la hegemonía se construye desde la fábrica (“L’egemonia nasce dalla Fabbrica”), la reproducción y ampliación del Americanismo a toda la sociedad se transforma lentamente en una función del estado (funzione di Stato), en “ideología estatal” (ideologia statale), en parte de su reproducción ampliada, ya que una vez establecida, para que la clase dominante pueda ejercerla a voluntad no se necesita más que “una cantidad mínima de intermediarios profesionales de la política y de la ideología.” El Taylorismo para Gramsci no es otra cosa que “una coacción sobre las masas trabajadoras para conformarlas a las necesidades de la nueva industria”, y subraya, con un eco inconfundible en lo que sucede en la URSS, que “la adaptación a los nuevos métodos de trabajo no puede producirse sólo por coerción: el aparato de coerción necesario para obtener tal resultado costaría ciertamente más que los altos salarios.” [41] Tampoco Gramsci tiene dudas de la esencia oculta del Americanismo: “La ley de la Tendencia Decreciente descubierta por Marx estaría, pues, en la base del Americanismo, o sea: del ritmo acelerado en el progreso de los métodos de trabajo y de producción y de modificación del tipo de obrero (tipo di operaio).” [42] Es el teorema de primera aproximación de Marx, así le llama Gramsci a la Ley marxiana, [43] el que nos permite entender críticamente al Taylorismo y al Fordismo, que en suma simplemente son “un intento de superar esta primera aproximación” marxista. Como mecanismo de contratendencia “la industria Ford exige una discriminación, una calificación, en sus obreros que las otras industrias todavía no exigen, un tipo de calificación de nuevo género, una forma de consumo de fuerza de trabajo y una cantidad de fuerza consumida en el mismo tiempo medio que son más gravosas y más extenuantes que en otras partes”, [44] por lo que Gramsci duda incluso de la autodenominación ideológica burguesa de “racional” y “científico” de un método sofisticado de explotación, y mirando la experiencia soviética se pregunta “si el tipo de industria y de organización del trabajo y de la producción propio de Ford es 'racional’, esto es, si puede y debe generalizarse o si por el contrario se trata de un fenómeno morboso que hay que combatir con la fuerza sindical y con la legislación.” Si la respuesta es que es racional (más progresivo que su anterior figura, el obrero artesano) y debe generalizarse, tal como se hizo en la URSS, y se intenta en Europa, Gramsci señala que “no puede suceder únicamente con la ‘coerción’, sino sólo con una combinación de coerción (autodisciplina) y de persuasión, también bajo la forma de altos salarios, o sea de posibilidades de mejor nivel de vida, o quizá, más exactamente, de posibilidades de realizar el nivel de vida adecuado a los nuevos modos de producción y de trabajo”. Precisamente lo contrario de su implantación acrítica en la URSS. El Americanismo importado mecánicamente ignora que éste “exige un ambiente determinado, una estructura social determinada (o la voluntad decisiva de crearla) y un determinado tipo de estado. El estado es el Estado Liberal”, con lo que Gramsci establece la conexión en la Kritik entre Economía-Política, ya que el Taylorismo no es sino la otra cara de la forma-estado basada en la lógica de la “libre iniciativa y del individualismo económico que conduce con sus propios medios, como ‘sociedad civil’, por su propio desarrollo histórico, al régimen de concentración industrial”. Pero tanto en la URSS (como en la Italia fascista) faltan los elementos básicos de este ambiente capitalista determinado. Gramsci no duda en definir que “toda la ideología fordiana de los altos salarios es un fenómeno derivado de una necesidad objetiva (necessità obbiettiva) de la industria moderna que ha alcanzado un determinado grado de desarrollo y no un fenómeno primario (lo que sin embargo no exime del estudio de la importancia y las repercusiones que la ideología puede tener por su cuenta).” La fantasía burguesa que el nuevo obrero-masa del Taylorismo sea finalmente un mero “gorila amaestrado” entre relaciones de producción racionalizadas representa en realidad, como lo demuestra su despliegue conflictivo en Europa y en la misma URSS, “un límite en una cierta dirección” [45] . La respuesta al tema de la productividad creciente y a la velocidad en la cadena de producción era una cuestión determinada únicamente por la capacidad de resistencia de los trabajadores, no existía ningún kantiano “imperativo técnico”. La recomposición de clase del obrero artesanal al obrero-masa, auténtica revolución pasiva, abría para Gramsci una nueva etapa en la morfología de la lucha de clases, no su fin. No es un momento absoluto, no es el Fin de la Historia, ya que aunque puede mantener en pie una opresión y una determinada hegemonía, no puede impedir que ella sola pueda sostenerse sin el ejercicio de un permanente trabajo de control en la fábrica. Las nuevas tareas políticas a las que nos enfrentamos con el Americanismo son el generar una anti-revolución pasiva. (Continuará) Notas [1] Taylor, Frederick, W.; “Testimony”, en: Scientific Management. Comprising Shop Management. The Principles of Scientifica Management. Testimony before the special House Comitee; Harper & Row, New York, 1947, p. 49. [2] Taylor, Frederick W.; “Shop Management”, en: Transactions of the American Society of Mechanical Engineers, Nº 24, 1903, pp. 1337-1456. [3] Stalin, I.; Sochineniia, VI, pp. 187–8, abril-mayo de 1924 (en ruso). [4] La historia de la introducción del “Americanismo” en la URSS de Bujarin y Stalin en la obra de Thomas P. Hughes: American Genesis: A Century of Invention and Technological Enthusiasm, 1870-1970, capítulo “Lenin, Taylor and Ford”, University of Chicago Press, Chicago, 2004, p. 250 y ss. [5] Véase: Watts, Steven; The People's Tycoon: Henry Ford and the American Century; Random House, New York, 2009, p. 345 y ss. [6] La tesis, aparecida en forma de artículo en 1927 con el título “Marx y Ford”, pertenecía al abanderado de la introducción del Taylorismo capitalista en la URSS, el “trabajador-poeta” y ultra-taylorista Aleksei Gastev, apoyado por Lenin y Trotsky en sus inicios, fue ejecutado por orden de Stalin en 1939. Véase el trabajo de Mark R. Beissinger: Scientific Management, Socialist Discipline and Soviet Power; I. B. Tauris, London, 1988. Gastev en su exilio político en Francia había trabajado en la fábrica Renault, que había introducido el Taylorismo en la línea de producción con gran resistencia obrera. [7] En: Pravda, Nº 60, 13 de marzo de 1913, con el pseudónimo “W.”; en español: Lenin; “Un sistema ‘científico’ de máxima explotación”; en: Obras Completas; Tomo XIX, Akal, Madrid, 1977, pp. 195-196. [8] En: Put Pravdy Nº 35, 13 de marzo de 1914, con el pseudónimo “M. M.”; en español: Lenin; “El sistema Taylor: esclavización del Hombre por la Máquina”; en: Obras Completas; Tomo XXI, Akal, Madrid, 1977, pp. 52-54. Este texto recién se descubrió en 1959 entre los materiales en el Archivo Histórico Central del Estado, en el que la policía zarista reunía las confiscaciones a las agrupaciones políticas. [9] Véase: Traub, R.; “Lenin and Taylor: the fate of ‘scientific management’ in the (early) Soviet Union”, en: Telos, Vol. 37, 1978, pp. 82-92. [10] Sobre Lenin en su exilio político en Suiza: Kudriavtsev, A. S.; Las direcciones de Lenín en Ginebra, Editorial Progreso, Moscú, 1977. [11] Lenin, V. I.; Obras; Tomo VIII, Progreso, Moscú, 1973, p. 45 y ss. [12] El primer Congreso del Sovnarkhozy se realizó entre el 26 de mayo y el 4 de junio de 1918, reflejando las preocupaciones por el liderazgo bolchevique entre los trabajadores y el campesinado, la política de nacionalizaciones; se componía de 252 delegados de importantes instituciones soviéticas (VSNKh, Sovnarkom, sindicatos, cooperativas de trabajadores, etc.); la tesis “taylorista” de Lenin (que dejaban de lado el programa bolchevique), defendidas por Miliutin, se enfrentaron a las del ala izquierda, defendidas por Osinski (pseudónimo de Valerián Obolenski), ganando por mayoría la primera (veinticinco a favor, siete en contra, trece abstenciones) contra la posición “antitaylorista” (nueve a favor; doce abstenciones); el alto número de abstenciones, incluso con la presencia magnética de Lenin a favor de una de las tesis, nos habla del desconcierto ideológico en el núcleo bolchevique. [13] Hughes, T. P. ; American Genesis: A Century of Invention and Technological Enthusiasm, 1870-1970, Viking, New York, 1989, p. 257 y ss. El informe tuvo su efecto disciplinario inmediato: la “simulación laboral” fue castigada en la URSS con duras penas a partir de 1921. Keely fue detenido sin cargos en la URSS cuando intentó salir hacia los EEUU, acusado de espía pasó dos años en un Gulag; finalmente dejó la URSS por presiones diplomáticas y escribió en varias revistas americanas las condiciones laborales desastrosas de la URSS, la explotación a destajo, la falta de alimentos, las carencias de repuestos industriales, la censura generalizada y el poder de la policía secreta. [14] Véase: Malle, Silvana; The Economic Organization of War Communism 1918-1921; Cambridge University Press, Cambridge, 2002; Lee, Stephen, J.; Lenin and Revolutionary Russia; Routledge, London, 2003, cap 7 “The Bolshevik Regime 1918-1924”, p. 96 y ss.; Avrich, Paul; Kronstadt 1921; Proyección, Buenos Aires, 1973; Getzler, Israel; Kronstadt 1917-1921: The Fate of a Soviet Democracy; Cambridge University Press, Cambridge, 2002; sobre la rebelión de Tambov, la Antonovshchina: Singleton, Seth; “The Tambov Revolt, 1920-1921”; en: Slavic Review 25:3 (September 1966): pp. 497-512; Singleton cita un informe de la CHEKA que contabiliza 118 levantamientos campesinos solamente entre enero y febrero de 1921, p. 499. [15] Una ironía, ya que not en ruso significa literalmente “echar el bofe”, es decir: esforzarse o trabajar demasiado en hacer una cosa. [16] Véase: Avrich, Paul; “Bolshevik Opposition to Lenin: G. T. Miasnikov and the Workers' Group”, en: Russia Review; Vol. 43, 1984; pp. 1-29. Gavril Miasnikov fue juzgado en 1927, exiliado, escapó a Francia, donde trabajó en diversas fábricas, en 1945 fue llevado por la NKVD a la URSS y ejecutado el 16 de noviembre; su figura será rehabilitada en 2004. Sobre Riazanov nos permitimos remitir a nuestro esbozo biográfico: “David Riazanov: Humanista, Editor de Marx, Disidente rojo”, de 2013. [17] Sobre el periódo de luchas obreras después despues de la muerte de Lenin, en plena lucha por el control del partido, véase el trabajo de Vladimir Brovkin: Rusia after Lenin. Politics, Culture and Society, 1921–1929 , Routlegde, London and New York, 1998, especialmente el capítulo 8, “The proletariat against the vanguard”, p. 173 y ss. [18] Véase: William G. Rosenberg, “Russian Labor and Bolshevik Power After October”; en: Slavic Review, 1985, 44, no. 2, pp. 213-238; [19] Véase: Brovkin, Vladimir; “Workers' Unrest and the Bolsheviks' Response in 1919”; en: Slavic Review, Volume 49, Issue 3 (Autumn, 1990), pp. 350-373. En EEUU sucedió lo mismo durante la re-organización taylorista-fordista de la producción entre 1900 y 1920, por lo que hay que señalar que los líderes bolcheviques “filotayloristas” tenían una imagen muy distorsionada y benévola del éxito civilizatorio del Americanismo; las oleadas de huelgas entre 1910 y 1913 y entre 1916 y 1922 resistiendo a la introducción del cronómetro y al pago según rendimiento siguen siendo sin precedentes en la historia de la clase obrera norteamericana. [20] Véase: Rosenberg , W. G.; “ Workers and Workers ’ Control in the Russian Revolution ”, History Workshop, Vol. 5 (1978), pp. 89-97. [21] Por ejemplo en la represión de la huelga en la gran fábrica de Putilov en Petrogrado, véase: Leggett, George; The Cheka: Lenin's political police: the All-Russian Extraordinary Commission for combating Counter-revolution and Sabotage, December 1917 to February 1922; Clarendon Press, Oxford, 1981, p. 313 y ss. [22] Por ejemplo: las cifras oficiales hablan en 1924 de 267 huelgas (99 en empresas del estado); una media que se mantenía desde 1922; véase: Carr, E. H.; El Socialismo en un solo país 1924-1926, I; Alianza Universidad, Madrid, 1974, p. 404 y ss.; las luchas generalmente se planteaban entre un Bloc de tres, una triple alianza de gerentes (glavki) de fábrica, partido y sindicatos contra la clase obrera industrial. [23] El jefe de la OGPU Yagoda informaba perosnalmente a Stalin que existía “un fuerte deterioro de la situación en la industria y el colapso de la producción en numerosas ramas”, situación acompañada por “el pago atrasado de los salarios, fuerte aumento de los precios, y sueldos bajos para los trabajadores.”; las estadísticas señalan que en julio de 1923 más de 100 empresas se encontraban en huelga; en agosto ya eran 140 con más de 80.000 trabajadores; véase: “GPU Deputy Chair Yagoda, To: Comrade Stalin’s Secretariat, Comrade Mekhlis, Kratkii Obzor Politekonomicheskogo polozheniya respubliki” (1 July-15 September, 1923), RTsKhIDNI, Doc. 177. [24] En Moscú durante 1922, año en el que Gramsci llegó a la ciudad, el número promedio de huelgas alcanzó la cifra de quince por mes, y las manifestaciones callejeras de descontento fueron ese año de setenta; véase: “Politsostoyanie goroda Moskvy i Moskovskoi gubernii” (November-December 1922), RTsKhIDNI, Doc. 176, pp. 1–5. [25] Si los trabajadores amenazaban con una huelga para llamar la atención sobre sus reclamos, se les acusaba de romper la disciplina sindical, se les castigaba dándoles la baja del sindicato, lo que significaba el despido automático de la fábrica y la imposibilidad de conseguir un nuevo trabajo. En caso de huelga la policía política, la CHEKA o la OGPU, intervenía al instante, deteniendo a cabecillas e instigadores, utilizando la fuerza sin contemplaciones. [26] Termino popularizado por Trotsky. Por ejemplo Trotsky justificaba no solo la depresión salarial y la racionalización taylorista de la industria sino incluso el despido de trabajadores “sobrantes” como un aporte necesario a la sagrada acumulación primitiva del Socialismo, como lo hizo en duodécimo congreso del Partido Bolchevique en abril de 1923. [27] Carr, E. H.; El Socialismo en un solo país 1924-1926, I; Alianza Universidad, Madrid, 1974, p. 411. [28] Sobre la vanguardia obrera en Ivanovo a lo largo de 1917: Koenker, Diane P./ Rosenberg, William G.: Strikes and Revolution in Russia, 1917; Princeton University Press, New Jersey, 1989, pp.292–298; también : Mandel, Daniel: “October in the Ivanovo-Kineshma Industrial Region,”; en: Revolution in Russia: Reassessments of 1917, ed. Edith Regain Frankel, Jonathan Frankel, and Baruch Knei-Paz; Cambridge University Press, England, 1992, pp. 157–187. [29] Por ejemplo, Pravda a partir de noviembre de 1923 se limitará a reflejar y repetir la voz oficial del comité central o del Politburo. [30] Las cifras en: Polakov, W.N.; “Myths and realities about Soviet Russia”, en: Harvard Business Review, Vol. 11, 1932, pp. 1-13. [31] Derivado del nombre de su creador, Henry Laurence Gantt; discípulo de Taylor, siendo colaborador el estudio de una mejor organización del trabajo industrial. Sus investigaciones se centraron en el control y planificación de las operaciones productivas mediante uso de técnicas gráficas, entre ellas el llamado carta o diagrama de Gantt, popular en toda actividad que indique planificación en el tiempo de trabajo. [32] Véase: Rossman, Jeffrey, J.; Worker Resistence under Stalinism. Class and Revolution on the Shop Floor, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, and London, 2005, p. 6 y ss. Sobre la “cuestión obrera” bajo el Stalinismo, véase el notable trabajo de la “obrerista” Rita Di Leo: Operai e fabbrica in Unione Sovietica; De Donato, Bari, 1973, que analiza el descontento laboral, el resentimiento de clase y los problemas de gestión de la fábrica a indirectamente través de cartas de trabajadores a la prensa oficial. [33] Véase: Chanvier, J.-M. ; “URSS: l’ère du ‘management’ ou les nouvelles formes d’organisation du travail”; en: Les Temps Modernes, Vol. 31, 1975, pp. 203-9. [34] Se estima que para 1938 alrededor de 9 millones de personas fueron asignadas por las autoridades del Gulag a trabajar a destajo en la industria soviética; véase: Blackwell, W.L.; The Industrialization of Russia, Crowell, New York, 1970, p. 114. Los campos de trabajo forzado de la URSS se crearon en abril de 1919 para los delincuentes, administrados por la CHEKA, que evolucionaron rápidamente para contener a todos enemigos genéricos del regimen, identificando el trabajo penitenciario de castigo con las formas más penosas de trabajo necesario social. Véase: Gregory, Paul R. (Ed.); The Economics of Forced Labour: The Soviet Gulag; Hoover Institut Press, Stanford, 2004; y Davies, R.W.: “The Economics of Forced Labor: The Soviet Gulag”; en: Journal of Cold War Studies 9 (1): 2007, pp. 165–167. [35] Joseph Roth trabajó de cronista en la URSS para el diario Frankfurter Zeitung; esta crónica se titula significativamente “XI. Rusia va hacia América” (25 de noviembre de 1926); en español: Viaje a Rusia; Editorial Minúscula, Barcelona, 2008, p. 91. [36] Benjamin, Walter; Diario de Moscú; Taurus, Madrid, 1988, p. 90 y ss. [37] Pessoa, Fernando: Política y Profecía. Escritos Políticos: 1910-1935; Montesinos, Mataró, 2013, p. 212. [38] Sucesivamente en las obras de Heidegger: 1) Einführung in die Metaphysik; 2) Die Geschichte des Seyns. I) Die Geschichte des Seyns (1938-1940); II) KOINON. Aus der Geschichte des Seyns (1939-1940), y 3) Das Ereignis (1941-1942). [39] Alexei A. Stakhanov, trabajador minero de origen humilde, encarnación prototípica en el Stalinismo de las iniciativas “desde abajo” para aumentar la productividad y complementar al Taylorismo rusificado; véase: Bedeian, A.G./ Phillips, C.R.: “Scientific management and Stakhanovism in the Soviet Union: a historical perspective”; en: International Journal of Social Economics, Vol. 17, 1990, pp. 28-35. [40] En: Quaderno 4 , XIII, #52, “Americanismo y Fordismo”. [41] Ibídem . [42] En: Q7; #34, apartado que lleva el título de: “Caduta tendenziale del saggio del profitto”. [43] Gramsci califica la Ley sobre la tendencia decreciente de la tasa de ganancia enunciada por Marx en Das Kapital de “teorema di prima approssimazione”. [44] En: Quaderno 22 , V, #13, “Los altos salarios”. [45] En: Q 4 ,# 49 ; # 76 .