El comedor escolar tiene un gran potencial para mejorar la salud y otros aspectos del desarrollo de la infancia y la adolescencia, pero en España el servicio está lejos de los modelos europeos más avanzados. Y, con precios en la escuela pública que oscilan entre más los 4,25 y los nueve euros al día ―ayudas aparte―, según los territorios, deja fuera a muchos de los chavales que más lo necesitan, advierte Sara Ayllón, investigadora y profesora de Economía de la Universidad de Girona. Nacida hace 51 años en Gironella (Barcelona), especializada en pobreza infantil y comedores escolares, materias sobre las que debatirá este martes con otros expertos europeos en una jornada organizada por el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil, enmarcada en la presidencia Española del Consejo de la Unión Europea, y que tendrá lugar en San Sebastián, Ayllón celebra el anuncio, realizado por Pedro Sánchez durante su investidura, de que el Ejecutivo inyectará fondos en la nueva legislatura a un servicio público cuya competencia ha sido tradicionalmente autonómica. Aunque también se muestra cauta hasta conocer el alcance del anuncio.
Pregunta. ¿Considera que el comedor escolar en España tiene muchos problemas?
Respuesta. Sí. Uno de ellos es que las ayudas dependen muchísimo de la comunidad autónoma e incluso de la provincia o el municipio donde vive el alumnado. Y esto genera enormes desigualdades. En algunas partes se considera un derecho subjetivo; si reúnes las condiciones recibes las ayudas. Pero en otras es de concurrencia competitiva, y podrías no recibir la ayuda incluso cumpliendo los requisitos porque el presupuesto se ha agotado. El principal problema es que hay familias que, pese a estar por debajo del umbral de pobreza, no reciben la beca porque los límites de ingresos para recibirlas son todavía más bajos. En España, el umbral de pobreza en un hogar con dos adultos y dos niños está fijado en unos ingresos de 21.100 euros anuales. Y el porcentaje de niños que se encuentran en pobreza es del 28% (lo que supone un total de 2,2 millones de niños y adolescentes). Somos el tercer país de la Unión Europea con mayor porcentaje, por detrás solo de Bulgaria y Rumanía.
P. ¿A que atribuye que España ocupe una posición tan mala?
R. Entre las causas está que tenemos una falta de transferencias económicas directas a las familias con niños a cargo. Está muy bien documentada la relación entre ayudas directas a las familias y menor pobreza infantil. El puzle de ayudas que tenemos en España a distintos niveles, estatal, autonómico, de diputaciones y municipios es extraordinariamente complicado para una familia vulnerable. Quienes trabajan en servicios sociales cuentan que muchas veces en estos hogares no tienen la capacidad o los conocimientos para hacer el proceso administrativo que requieren muchas de las ayudas. Cuando una familia vulnerable está buscando la manera de poder pagar el alquiler a final de mes, tiene más dificultades en acordarse de que esta semana es la fecha límite para solicitar la beca comedor.
P. ¿Cuántos niños y niñas en situación de pobreza no reciben la beca del comedor? Algunos estudios apuntan que rondan el millón.
R. Son muchos, desde luego, pero la falta de datos hace que no dispongamos de una cifra fiable.
P. ¿Cómo es el comedor escolar en España comparado con su entorno?
R. Estamos muy por detrás de los más avanzados. En Finlandia, por ejemplo, el comedor es universal y gratuito, y lleva implementado desde 1943. Todos los niños cuyas familias así lo deciden usan el servicio en primaria y secundaria. Alumnos y profesores se sientan juntos a la mesa a comer y a conversar. Y forma parte del currículo escolar. No es un servicio que se añade a la escuela. Es parte de la escuela. En España, en cambio, existen ayudas, pero el modelo general es de pago. Y las familias de rentas medias y rentas altas son las que más lo usan. Los de familias vulnerables, en cambio, lo usan menos, especialmente si no tienen la beca, lo cual no tiene ningún sentido. Este debería ser un servicio que pudieran aprovechar todos los niños, y especialmente los de familias de rentas bajas que son los que más lo necesitan. De esta forma evitaríamos, además, otras desigualdades que se producen en el espacio del mediodía, no solo por las actividades y extraescolares que tienen lugar entonces, sino porque también es un espacio para hacer amistades, desarrollar las llamadas soft skills, las habilidades sociales o de desarrollo interpersonal.
La profesora Sara Ayllón en una calle de Gironella, (Barcelona).
R. Sí, allí donde hay más jornada continua suele haber menos cobertura y uso del comedor. Se ve muy claro en secundaria, una etapa en la que la jornada continua está generalizada en la educación pública. Cuando los estudiantes pasan de la primaria a la ESO pierden un servicio que a esa edad es muy importante, especialmente para los de familias vulnerables.
P. ¿Tiene el comedor escolar un efecto en el rendimiento educativo?
R. La mayor parte de la literatura científica que existe es de Estados Unidos, que tiene un sistema un poco diferente del nuestro, y no hay un consenso sobre el impacto de los programas del comedor escolar en algunas dimensiones del desarrollo de los niños. En el caso del rendimiento académico hay artículos que determinan un impacto causal positivo del programa de becas comedor en el rendimiento escolar. Pero otros no. En ningún caso se ven efectos negativos, pero algunos no hallan tampoco efectos positivos. Y lo mismo sucede con otras cuestiones, como el efecto del servicio en el comportamiento del alumnado. Necesitamos mucha más investigación. Incluso en los efectos en la salud, porque aunque bastantes artículos reflejan efectos positivos en la nutrición, el consumo de vitaminas, de proteínas, la reducción de la obesidad, así como beneficios a lo largo de la vida, como una mejor salud en la edad adulta, también hay algunos trabajos que lo asocian por ejemplo a un aumento del riesgo de obesidad. Es posible que dependa del tipo de programa concreto, y el tipo de comida que reciben en ellos los niños, porque en Estados Unidos hay programas muy distintos.
P. ¿Qué es lo más urgente?
R. Aumentar la cobertura de las becas comedor, facilitar el proceso de solicitud y asegurarnos de que todos los niños en situación de pobreza tengan esta comida diaria de forma completamente gratuita. El 6% de los menores vive en hogares donde no se pueden permitir una comida de carne, pescado o un equivalente vegetariano (en proteínas) cada dos días. Y tener que pagar un porcentaje del comedor escolar hace que parte de las familias renuncie al servicio. Me han explicado casos como el de una familia de tres niños a los que la ayuda cubría el 70% del precio. Tenían que complementar el 30%, pero no podían, de forma que terminaban renunciando a la ayuda y comiendo en casa no sabemos qué.
P. ¿No se deberían dar las ayudas de oficio?
R. En España hay algunos experimentos donde se está haciendo. Y en Estados Unidos hay programas en los que si más del 40% del alumnado de una escuela recibe la beca comedor, se hace universal para todo el centro. Debemos ir ganando cobertura y fijar la mirada en llegar a un comedor universal y gratuito como ya tienen cinco países de la UE, Finlandia, Suecia, Estonia, Letonia y Lituania.
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