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martes, 19 de marzo de 2024

Rudolf Höss, el comandante a cargo de Auschwitz cuya vida familiar retrata la inquietante película “Zona de interés”

Rudolf Höss

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Rudolf Höss durante su juicio, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial.


Rudolf Höss se unió al Partido Nazi cuando tenía 21 años. Comenzó su carrera en los campos de concentración nazis a los 34, y a los 39 ya se había convertido en el comandante de Auschwitz.

En ese cargo, seguía las órdenes de Heinrich Himmler, uno de los hombres más poderosos de la Alemania nazi. Por encima de Himmler estaba Hitler.

En la atroz historia del Holocausto, Höss es recordado por su obediencia irrestricta a sus superiores y por ser un innovador que logró aumentar a dimensiones inimaginables la capacidad para matar personas en el campo de exterminio de Auschwitz.

A los 46 años, terminó ejecutado en la horca por sus crímenes en el mismo lugar que los cometió, Auschwitz.

“Zona de interés”, la película inspirada en su vida familiar durante la Segunda Guerra Mundial, se llevó este domingo el Oscar a la Mejor Película Internacional.

Dirigida por Jonathan Glazer, cautivó a la crítica por su mirada original sobre el Holocausto, una que pone el foco precisamente en la banal vida cotidiana de la familia de Höss, uno de los mayores victimarios.

La historia de la película transcurre casi enteramente en la agradable casa de la familia, que tiene un jardín amplio que la esposa de Rudolf dedica largas horas a cuidar y una piscina en la que juegan sus cinco hijos.

Un muro gris separa la casa del campo de exterminio y esconde de los ojos de la familia la tragedia de magnitudes escalofriantes que estaba ocurriendo en Auschwitz.

La película es de ficción. Está, de hecho, basada vagamente en una novela del escritor británico Martin Amis.

Pero, como delatan los nombres de los personajes, es también un intento de imaginar la normalidad de Rudolf Höss y su esposa Hedwig, los de la vida real, quienes efectivamente vivían en una amplia casa junto al campo de exterminio y disfrutaban de una cómoda vida mientras él tomaba algunas de las decisiones más atroces y brutales de la Historia.

El mismo Höss, durante los juicios de Núremberg, estimó el número de víctimas de Auschwitz entre 2,5 y 3 millones.

Fotograma de “Zona de interés”

Fotograma de “Zona de interés”

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La película es hablada en alemán, polaco y yidis, y representó a Reino Unido en los Oscar de este año.

El joven soldado
La vida personal y familiar de Höss se conoció por sus memorias, que se publicaron en español bajo el título de “Yo, el comandante de Auschwitz”.

Höss venía de una familia acomodada y muy católica. En sus memorias, cuenta que no tuvo amigos en la infancia, su padre lo crió con estricta disciplina militar y creció sintiéndose incapaz de expresar afecto.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, siendo aún un niño, convenció a su madre de dejarlo ser enfermero auxiliar de la Cruz Roja.

A pesar de que su padre lo había encaminado para ser sacerdote, Höss tenía otras ideas. “Quería ser soldado, y sobre todo no quería perderme esa guerra”, escribió en sus memorias

Con 16 años, lo consiguió. Se unió a un batallón y fue a pelear en el frente iraquí.

“Jamás volví a sentir un terror semejante al que se apoderó de mí en aquel momento”, escribió Höss sobre su primer combate. “Continué disparando, con mayor seguridad, tiro tras tiro, tal como me habían enseñado en el cuartel, sin pensar en el peligro”.

Cuando volvió de la guerra, se había quedado huérfano. Entonces, decidió unirse a los Fraikorps, ejércitos paramilitares y ultranacionalistas de soldados que, como Höss, habían ido a la guerra y se sentían incapaces de volver a la vida civil.

En sus memorias, recuerda crímenes que atestiguó en el conflicto que perduraba en los países bálticos después de la Primera Guerra Mundial.

“¡Cuántas veces tendría que presenciar el horrible espectáculo de casas quemadas y cuerpos carbonizados de mujeres y niños! Me parecía entonces que la locura destructiva de los hombres había alcanzado su paroxismo y que no podría ir más allá”, escribió sobre los letones en su autobiografía.


Rudolf Höss junto a otros dos oficiales de las SS en 1944.

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Höss, a la derecha, junto a otros dos oficiales de las SS en 1944.

Condenado a prisión

En 1922, Höss se afilió al Partido Nazi. Poco después, fue condenado a 10 años de prisión por participar en el asesinato a un maestro de escuela, al cual acusaba de haber traicionado a un soldado de su mismo bando. Pagó solo 4 gracias a una amnistía general.

En sus memorias, describe Höss: “Mis largos años de aislamiento en la celda de una prisión me ayudaron a comprender que sólo me atraía una cosa: llegar a tener una granja con la que alimentar y asegurar una existencia sana a una familia numerosa. Ese proyecto se convirtió en el objetivo de mi existencia”.

Al salir de la cárcel, buscó la manera de realizarlo. Trabajó en granjas en el nororiente alemán y se unió a la Liga Artaman, un movimiento de ultraderecha, que años después sería absorbido por el Partido Nazi, que abogaba por el regreso de los alemanes de “la decadencia de las ciudades” al “idilio rural”.

Allí conoció a Himmler, quien años después sería su jefe en el ejército alemán, y a su esposa, Hedwig, interpretada en “Zona de interés” por Sandra Hüller.

“La animaba el mismo ideal que a mí. En cuanto nos vimos supimos que estábamos hechos el uno para el otro”, expresó Höss sobre Hedwig en sus memorias.

En los campos de concentración

En 1934, Höss se unió a las SS, el ejército de Hitler.

Abandonó su sueño de vivir en una granja para ir a trabajar en los campos de concentración nazis, donde tuvo una carrera meteórica.

Trabajó por años en Dachau y Sachsenhausen, que en esa época albergaban principalmente a prisioneros políticos, hasta que en 1940, se le ordenó estudiar la posibilidad de construir un campo de concentración en Auschwitz. Dio su visto bueno y se convirtió en el comandante.

Heinrich Himmler inspeccionando la construcción de la tercera fase de Auschwitz

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Heinrich Himmler inspeccionando la construcción de la tercera fase de Auschwitz. A la derecha, Rudolf Höss.

En sus años en ese cargo, Höss fue el responsable de que Auschwitz pasara de ser un proyecto que llegaron a construir un puñado de soldados a ser una máquina de muerte.

Su política era simple: trabajo forzado y represión brutal.

“Cada preso debía servir a las necesidades de la guerra”, decía. Ese trabajo forzado era clave para cumplir con los encargos colosales que le hacían sus superiores, aún con pocos recursos.

Ante la puesta en marcha de las cámaras de gas en Auschwitz, Höss expresó sentirse “aliviado”. Dijo que el gaseamiento era preferible al fusilamiento, que “habría supuesto una carga demasiado pesada para los hombres de las SS”.

“Durante el último semestre de 1941 y el primero de 1942, se había dedicado a innovar: lejos de contentarse con seguir órdenes, tomó iniciativas para aumentar las capacidades de exterminio en Auschwitz”, explica el historiador británico Laurence Rees.

Auschwitz se escogió como centro de exterminio para los judíos, entre otras razones, por su capacidad para reducir cuerpos a cenizas, que llegó a ser de unos 2.000 por hora.

Su vida familiar

En esa época, la familia Höss vivió en lo que se conocía como la zona de interés de Auschwitz.

Se trataba de un área de 41 kilómetros cuadrados, administrada por las SS, que separaba el campo de exterminio de la mirada de testigos y forasteros.

Mientras en Alemania escaseaba la comida, los Höss llevaban una vida más que cómoda.

“Todos los deseos que expresaban mi mujer o mis hijos les eran concedidos”, expresó Höss en sus memorias.


Fotograma de “Zona de interés”

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Sandra Hüller, nominada al premio Oscar a la Mejor Actriz por “Anatomía de una caída”

Es esa vida apacible y bucólica, en la que el horror de lo que pasaba detrás del muro gris apenas se insinuaba, lo que decide retratar Glazer en su inquietante película.

Hay una escena, por ejemplo, en la Hedwig recibe un abrigo de piel que había sido robado a una víctima de Auschwitz. En otra, Rudolf, mientras se baña en el río con sus hijos, encuentra una mandíbula humana.

El horror no se ve nunca explícitamente, pero se cuela por las rendijas. Y, sobre todo, se hace presente a través del sonido.

“¿Es un grito o el silbato de un tren? ¿O es el bebé de la casa? Somos deliberadamente ambiguos”, le dijo Johnnie Burn, el ingeniero de sonido de “Zona de interés”, a BBC Culture.

“Hay una película que ves, y hay una película que escuchas”, expresó el director.

Sin embargo, ninguna de esas pistas de lo que pasaba a pocos metros de su casa inmutaba a la Hedwig que aparece en la película. Ella amaba la casa y la vida a las afueras de Auschwitz.

De hecho, el conflicto central de la película surge cuando Rudolf recibe un ascenso y le tiene que decir a su esposa que debe marcharse a Berlín.

Eso también ocurrió en la vida real, a finales de 1943. Y, como en la película, el resto de la familia se quedó a vivir en Auschwitz.

Lo que ya no se ve en la película es que Höss regresó a los pocos meses con el encargo de llevar a cabo la que se conoce como “Operación Höss”, que consistió en llevar a Auschwitz a más de 400.000 judíos húngaros en un lapso de dos meses. La inmensa mayoría fueron enviados inmediatamente a las cámaras de gas.

Después de la guerra

Rudolf Höss siendo extraditado luego de los juicios de Núremberg

Rudolf Höss siendo extraditado luego de los juicios de Núremberg

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Höss siendo extraditado luego de los juicios de Núremberg.

Al final de la guerra, la familia Höss se escondió en el norte de Alemania, con la esperanza de esperar hasta poder escapar a Sudamérica, pero no lo consiguieron.

Rudolf se ocultó en una granja y las autoridades tardaron un año en dar con su paradero. Lo delató su anillo de boda, que tenía grabados su nombre y el de Hedwig.

Fue el primer nazi de alto rango en confesar los crímenes de Auschwitz, y fue condenado a morir en la horca.

Las investigaciones de historiadores y psicólogos para entender la psique de los líderes del horror del Holocausto han apuntado a que Höss era un nazi convencido y sobre todo extremadamente obediente.

Después de la guerra, mostró signos de arrepentimiento.

“Ahora me doy cuenta de que todo ese encarnizamiento mío no podían contribuir en nada a la victoria alemana. Pero, en esa época, estaba firmemente convencido de que acabaríamos ganando la guerra y no quería permitirme el menor traspié ni el menor desfallecimiento”, expresó en sus memorias que escribió mientras esperaba la pena capital.

El psiquiatra estadounidense Leon Goldensohn dijo que, durante los juicios de Núremberg, Rudolf Höss le respondió en tercera persona pero refiriéndose a sí mismo: “Ahora él se da cuenta de que no era bueno. Después de la rendición, llegó a la conclusión de que el exterminio de los judíos no era como le habían dicho y que hoy se siente tan culpable como todos los demás”.

En una entrevista con The Guardian, el director de “Zona de interés”, Jonathan Glazer, expresó que su intención con la película no era tanto hacer una historia de nazis como una sobre la naturaleza humana.

Al poner el foco en la vida familiar de los Höss, “quería desmontar la idea de que son anomalías, casi sobrenaturales”. “Quería humanizarlos”, dijo Glazer en otra entrevista con el New York Times.

“Para mí, no es una película sobre el pasado. Trata sobre el ahora, y sobre nosotros y nuestra similitud con los perpetradores, no nuestra similitud con las víctimas”, agregó.



martes, 29 de agosto de 2023

Carta durante el nazismo. Testificando la Verdad

Estas líneas fueron escritas por la Dra. Eva Reichmann a “ES”

1 en una carta fechada el 10 de diciembre de 1958. 

 2 Reichmann, entonces Director de Investigación de la Biblioteca Wiener de Londres, se refería a un relato de más de 40 páginas de un testigo presencial que ES había proporcionado a la Biblioteca y que fue recopilado por la colega de Reichmann, Elisabeth (“Li”) Zadek, en octubre de 1958. 

El informe de ES fue presentado como parte de los ambiciosos esfuerzos de la Biblioteca Wiener para recopilar relatos de testigos presenciales del período del Holocausto a mediados de la década de 1950, un iniciativa que resultó en la recopilación de más de 1.300 informes escritos en siete idiomas diferentes. 

Estos informes ahora han formado la base de un nuevo recurso digital que está produciendo la Biblioteca de Wiener, Testificando la Verdad, al que actualmente se puede acceder en la Sala de Lectura de la Biblioteca y, en un futuro próximo, estará disponible en línea. 

Con el apoyo de la Conferencia sobre Reclamaciones Materiales Judías contra Alemania (Claims Conference), el proyecto comenzó en Londres, desde donde Reichmann dirigió un pequeño equipo de al menos cuatro o cinco miembros del personal remunerados y voluntarios adicionales para recopilar informes de los supervivientes. 

Los entrevistadores estuvieron ubicados por toda Europa y trabajaron en localizar, contactar y persuadir a los entrevistados potenciales para que participaran en el proyecto. Su estrategia fue algo desordenada al principio, pero con el tiempo se desarrolló de manera más sistemática. El proyecto comenzó a mediados de la década de 1950 y continuó hasta mediados de la década de 1960, avanzando en una dirección concéntrica y centrífuga: comenzaron cerca de Londres y gradualmente se extendieron más y más a medida que se ampliaba la red de entrevistadores y entrevistados. 

Los informes generalmente no fueron elaborados por los propios sobrevivientes, sino que se desarrollaron a través de conversaciones con los entrevistadores de la Biblioteca. 

Posteriormente, el borrador del informe se presentaba al superviviente para garantizar que fuera una representación precisa de su relato, verificación que a menudo dio lugar a una extensa correspondencia con Reichmann y sus colegas, así como a una firma del entrevistado para confirmar que el relato había sido sido registrado con precisión. 

Sin embargo, hasta donde pueden concluir las investigaciones actuales, no existe ningún registro de las preguntas o tipos de preguntas formuladas a los sobrevivientes ni hay ningún audio disponible de los diálogos entre los sobrevivientes y sus interlocutores. 

Como bien ha señalado Madeline White, los relatos deben considerarse informes altamente mediatizados, elaborados en conjunto en la mayoría de los casos tanto por el entrevistador como por el entrevistado, en lugar de “testimonios” directos palabra por palabra en el sentido contemporáneo de la palabra. 

3 Aunque la colección de informes de testigos presenciales de la Biblioteca Wiener es un registro escrito y los diálogos de las entrevistas no se han conservado, la colección en su conjunto exhibe características y desafíos de interpretación similares a los del testimonio audiovisual del Holocausto, que han sido identificados por Noah Shenker en su estudio Reframing Holocaust Testimony. . 

Al igual que el testimonio audiovisual, los informes de los testigos presenciales de la Biblioteca también “surgieron de una práctica arraigada individual e institucionalmente enmarcada por una amplia gama de objetivos…”

Shenker ha señalado, además, que los testimonios son “moldeados por intervenciones institucionales y técnicas en el momento de su grabación, [y] también se moldean a medida que migran a través de diversas plataformas de medios y a medida que los archiveros desarrollan nuevas formas de preservación digital”.

4 Los intentos de estudio de Shenker para encontrar las “voces institucionales” inextricablemente involucradas en la creación de testimonios de sobrevivientes, y examina las formas en que las prioridades institucionales y las políticas de memoria han estado en conflicto potencial con la agencia de los sobrevivientes en su producción. 

El relato de ES es un ejemplo notable de la colección de la Biblioteca para considerar hasta qué punto algunas de las conclusiones de Shenker podrían aplicarse a los “testimonios” escritos. En su contenido relativamente extenso, el relato de ES demuestra cómo la persecución sufrida por los judíos y otras personas durante el período del Holocausto causó una ruptura irreparable en la vida familiar. El relato describe la desgarradora trayectoria de ella y su familia como familia judía húngara en Fiume, separada por la ocupación y la deportación, y parcialmente destruida por el genocidio. También es uno de los pocos ejemplos entre los relatos de la Biblioteca en el que se registran las reflexiones del superviviente sobre el significado de su experiencia. 

Debido a que el archivo institucional de la Biblioteca Wiener contiene importante correspondencia contextual relacionada con el proyecto de testimonios de testigos presenciales, incluido el relato de ES, este informe en particular demuestra la tensión potencial entre la agencia de los sobrevivientes y las prioridades institucionales, dejando al descubierto algunas de las capas de mediación involucradas en el proyecto de la Biblioteca. 

Finalmente, este breve estudio de caso plantea preguntas adicionales sobre la mediación por parte de instituciones que registran testimonios y el uso continuo de los informes como registros digitales, particularmente mientras la Biblioteca y otras instituciones se esfuerzan por hacer que los testimonios sean más accesibles en línea. 

El relato de “ES”: información histórica clave 
El relato de ES sigue las pautas de formato de los informes de la colección de relatos de testigos presenciales antiguos de la Biblioteca Wiener.

5 Su informe, escrito en alemán, incluye una portada elaborada por el personal de la biblioteca que describe (en inglés ) los siguientes elementos: el título del informe: “Kanada”, el número de índice de serie proporcionado por la Biblioteca: P.III.h (Auschwitz) No. 997, la extensión del informe en páginas: 41, cuando el informe fue registrado: octubre de 1958, por quién: Miss E Zadek, y cuándo ingresó a la colección: marzo de 1959. 

La portada también incluye los contornos del camino de persecución de ES y hace referencia a palabras clave identificadas por el personal de la biblioteca con fines de referencia cruzada. Estos reflejan intereses institucionales e incluyen nombres personales (tanto de ayudantes como de colaboradores), ubicaciones geográficas, nombres de campamentos y guetos, grupos de personas, nacionalidades y otros términos. También hay una sección de “referencias adicionales” que indica al investigador secciones dentro del informe de potencial interés particular (aquí “No judíos ayudando a judíos”, “Dr. Mengele”, los nombres de pila de Blockaelteste y su hermana, y un italiano colaborador y ayudante llamado “Silvano Guerrini.” Firma y fecha de Helen Hirsch, página 5 Solicitud de asistencia IRO, AS, 1949. Archivos CM/1 originarios de Italia, 3.2.1.2. Archivo digital del Servicio Internacional de Seguimiento, Biblioteca Wiener, 80491723. AS era la hija menor de ES. 

En sus 41 páginas, el relato detalla los movimientos de la familia, que incluía a ES y su marido, que se había quedado ciego, sus dos hijas, MS y AS, y los padres de ES, desde su casa en el disputado ciudad de Fiume (Rijeka en croata). A pesar de vivir bajo el régimen fascista en Fiume, ES enfatizó en su informe que ella y su familia no experimentaron antisemitismo en Italia hasta septiembre de 1943, cuando la Alemania nazi ocupó la zona. Con esta dura realidad, la familia partió hacia Venecia, luego a Florencia y luego a Prato, tratando de escapar de las redadas. La familia se separó y ES, sus padres y su marido se trasladaron a Sesto Fiorentino, donde encontraron un respiro temporal al esconderse, hasta que la madre superiora de una parroquia católica local los denunció. 

Sus hijas y su madre se quedaron en la zona de Florencia. ES, su marido y su padre fueron arrestados y enviados a Fossoli, luego trasladados a Auschwitz-Birkenau. Aquí fue separada de su marido y de su padre y los vio por última vez. ES fue seleccionado para realizar trabajos forzados en el llamado comando Kanada, clasificando ropa, bienes, alimentos y otras pertenencias que los deportados traían al campo. Con el tiempo, ES fue trasladada a Zschopau, cerca de Chemnitz, donde la obligaron a trabajar para la Deutsche Kraftwerk Union, después de lo cual la enviaron en un transporte de evacuación en tren, “los ocho días más horribles de [su] deportación”, al Gueto de Theresienstadt. Después de cinco o seis semanas en Theresienstadt, fue liberada y enviada primero a Praga para recuperarse y luego a campos para desplazados en Kaisersteinbrueck, cerca de Viena y Marburg. Regresó a Fiume, donde supo que ...

Sus dos hijas y su madre habían sobrevivido en Florencia y la estaban buscando. Las tres generaciones de mujeres se reunieron después de la guerra. Vea la visualización en pantalla completa del “Mapa del camino de persecución de la familia”: Neatline (un complemento de Omeka) hizo posible mapear la trayectoria de persecución de la familia. 

El relato de ES es vívido y desgarrador, particularmente de su trabajo en el comando de Canadá, con sus descripciones gráficas de las tensas negociaciones entre diferentes grupos nacionales de prisioneros, así como descripciones de las relaciones sexuales entre prisioneros, muchos de los cuales intercambiaban comida y buscaban medios para sobreviven a las condiciones del campamento complementando sus escasas dietas. 

ES también hizo una observación convincente sobre el nombre “Kanada”, cuyos orígenes no han sido completamente aclarados en la literatura sobre Auschwitz. Ella señala: “La pregunta sigue siendo por qué se llamó 'Kanada'. Creo que su nombre original era 'Kanaan' (la tierra de la leche y la miel) y luego los SS, que no estaban muy versados en la Biblia, lo rebautizaron como 'Kanada'”. Al igual que otros relatos de la Biblioteca Wiener (lo que sugiere que este enfoque era potencialmente una pregunta común a los entrevistados), describió algunos casos de ayuda, incluso de un guardia de las SS. Examinó las divisiones nacionales entre los judíos internados, incluso después de su traslado a Zschopau. Su informe termina con una conmovedora reflexión sobre su propia agenda personal al explicar el motivo de su supervivencia, que es una inclusión algo poco común en la colección de testimonios de la Biblioteca. En una sección final separada titulada “Por qué sobreviví – Cómo lo veo” ha concluido que su deseo de seguir viva, su persistente sentimiento de responsabilidad hacia sus hijas y su madre (esta última supone que esperaba el regreso de su hija sana, pero no de su anciano marido o de su yerno ciego), y su experiencia práctica y su intento de permanecer lo más limpia físicamente posible durante su deportación contribuyeron a su supervivencia. Observó desafiante que una vez que se introdujeron las leyes raciales en Italia, una mujer no judía había proclamado que “Todos los judíos tendrán que morir”, a lo que ella respondió: “¡Que me condenen si lo hago!”. Agencia de sobrevivientes y prioridades institucionales Firma y fecha de Helen Hirsch, página 5 Extracto de la portada de “Kanada”, P.III.h (Auschwitz), no. 997 con anotaciones manuscritas. Colecciones WL. Quizás tan convincente como el contenido histórico del informe en sí, la creación del informe y su adquisición para la Biblioteca atestiguan aún más la percepción que ES tenía de su propia agenda mientras intentaba mantener cierto control sobre la vida futura de la narrativa que ella misma tenía. había compilado con Li Zadek (aunque, nuevamente, no hay documentación sobre el diálogo entre los dos – sólo algunos esbozos, como se sugiere a continuación). Como lo demuestra la correspondencia con el personal de la biblioteca, la concepción que ES tenía de su propio papel en la creación del relato y el control de su contenido no siempre iba de la mano con las prioridades institucionales, que se centraban principalmente en reunir material para avanzar en la investigación. Las anotaciones manuscritas en la copia del informe de 1958, así como la correspondencia con ES almacenada en el archivo institucional de la Biblioteca Wiener, revelan las múltiples capas de mediación involucradas en la producción de este informe, un proceso que probablemente más investigaciones revelarán que es aplicable a otros. Las anotaciones en el informe de octubre de 1958 incluyen correcciones de algunos errores gramaticales en alemán, adiciones aclaratorias adicionales, incluida, por ejemplo, la anotación del número de recluso asignado a ES en Auschwitz, así como una nota manuscrita en la portada indicando que el informe debe mantenerse “estrictamente confidencial: en su lugar, consulte la copia revisada”. Es de suponer que es a esta versión del informe a la que se refirió ES al responder a la carta de Eva Reichmann del 10 de diciembre de 1958 antes mencionada con una carta propia unos años más tarde. ES comienza su carta del 5 de febrero de 1962 con una observación mordaz de que cree que Reichmann “se sorprenderá” al leer esta carta, tal vez porque habían pasado varios años desde que ella presentó el informe, pero probablemente también por la naturaleza de su solicitud. Después de haber tenido múltiples conversaciones con conocidos que le habían preguntado sobre sus experiencias durante el Holocausto, se propuso reelaborar y revisar el relato que había enviado a la Biblioteca porque notó varios “defectos” en la versión que le habían enviado, a pesar de haber trabajado con Li Zadek para corregirlos y revisarlos. Ella estaba disgustada por la falta de atención por parte de su interlocutor, pero recomendó a Reichmann ser discreto en sus conversaciones con Zadek sobre estas deficiencias, ya que Zadek la había ayudado con otros asuntos personales en ese momento. ES enfatizó la necesidad de una revisión porque “cuando le conté mi historia a la señorita Zadek, lo único que salió de mi boca fue lo que había pasado y lo que había estado sufriendo, lo que había estado sufriendo durante años en silencio. 

6 ES solicitó además la devolución del informe original, incluidas las copias que se habían enviado a Yad Vashem (en ese momento, la Biblioteca trabajaba en cooperación con Yad Vashem, que canalizó los fondos de la Conferencia de Reclamaciones a la Biblioteca para la producción e indexación de los informes a cambio de copias de los informes para la colección de Yad Vashem). Después de que la biblioteca le devolviera su cuenta original, explicó ES, ella a su vez volvería a enviar la versión revisada. Sin embargo, cuando la carta de E llegó a la Biblioteca, Eva Reichmann ya no ocupaba el puesto de Directora de Investigación. Una carta de fecha 6 de marzo de 1962 de C.C. Aronsfeld, entonces directora interina de la biblioteca, confirma el retraso en la recepción de su carta e indica que el proceso de retractación no fue tan sencillo como ES esperaba. Aronsfeld notó que había una copia en la Biblioteca y dos en Yad Vashem, a quienes tendría que escribir directamente para solicitar esas copias. Aronsfeld aseguró a ES que su informe sería excluido de cualquier publicación e intentó convencerla de que el informe original debería mantenerse en el archivo para fines internos, ya que contenía información que estaba excluida de la segunda versión que había presentado. (Presumiblemente, ES ya había enviado la versión editada a la Biblioteca en ese momento). Aronsfeld también señaló que la versión revisada no contiene su firma, lo cual fue problemático para la Biblioteca. ES respondió inmediatamente desde Berna el 12 de marzo de 1962, señalando su “sorpresa” y su “decepción” con la posición de la Biblioteca, aunque admitió que se olvidó de firmar la versión revisada. ES

Admitió que, además de permitir que se mantuvieran algunos aspectos personales del testimonio que ella había deseado que no se incluyeran en el expediente, también añadió información importante que, en su opinión, la señorita Zadek había omitido en la presentación original. Solicitó que le devolvieran una copia de la segunda versión para poder volver a enviarla con su firma. La correspondencia final registrada entre ES y el personal de la Biblioteca es una respuesta algo concisa de Aronsfeld el 19 de marzo de 1962, indicando que había adjuntado el manuscrito original así como la segunda versión, que ES debería firmar y devolver a la Biblioteca. El registro de correspondencia se cierra en este punto. Mayor mediación y ética del acceso Como se señaló anteriormente, la colección de los primeros relatos de testigos oculares recopilados por Reichmann y su equipo de la Biblioteca Wiener, incluido el informe de ES, ha formado un cuerpo de material que sirve como base para un nuevo recurso digital para investigadores. , 

Testificando la verdad, actualmente sólo accesible parcialmente desde las instalaciones de la Biblioteca en Londres. La creación de este recurso encaja con los esfuerzos recientes de la Biblioteca para revisar sus procesos digitales y su prioridad de hacer que más colecciones sean accesibles a investigadores fuera de Londres. Por ello, muchos de los informes han sido traducidos al inglés, digitalizados, catalogados en su totalidad y preservados digitalmente. La Biblioteca tiene la intención de publicar la colección en línea para que sea accesible a los investigadores, aunque actualmente se están investigando y considerando cuidadosamente una serie de cuestiones relacionadas con la privacidad y la propiedad intelectual antes de continuar. En el proceso de desarrollo de la nueva versión digital, la Biblioteca ha llevado a cabo un esfuerzo de colaboración colectiva para identificar a aquellos que fueron entrevistados o a sus descendientes, y se han realizado y continúan otras investigaciones para garantizar el cumplimiento de las normas de protección de datos y derechos de autor, así como de consideraciones éticas. Estos esfuerzos se están documentando plenamente y, cuando sea posible, en el futuro podrán formar parte del registro documental de la creación de este “nuevo” archivo.

7 Como han sugerido Shenker y otros autores, este tipo de información es vital para comprender las formas en que las “voces institucionales” ayudan a crear colecciones de testimonios y, por lo tanto, informan nuestra interpretación de estos testimonios. Shenker ha señalado que, en lugar de relegar “los momentos que capturan un sentido del trabajo dialógico y mutuo involucrado en el testimonio” a la periferia del proceso de archivo, esta mediación debe reconocerse a través del desarrollo de una “alfabetización testimonial”.

8 Volver a los desafíos de leer el informe de ES en particular: la biblioteca parece conservar una copia original de la versión editada por ES, en la que agregó información a mano que, enfatizó, Li Zadek había omitido. Sin embargo, no está firmado, por lo que es posible que la versión firmada nunca haya sido devuelta (o conservada). Como se señaló anteriormente, ES indicó que su informe era “estrictamente confidencial” y que en su lugar debería usarse la versión revisada, pero esta es la única copia que se encuentra en la colección de la Biblioteca, incluidas las partes que han sido tachadas, explicadas o subrayadas. presumiblemente por su propia mano. Esta versión ha sido digitalizada y traducida, pero como se ha marcado como confidencial, como ocurre con una docena de otras cuentas, el acceso al informe está restringido. En consecuencia, he anonimizado mis propias referencias al informe, con la esperanza de defender el deseo de privacidad del autor, pero también reconozco el “trabajo compartido” (en palabras de Bolkosky y Greenspan

9 que probablemente produjo el importante contenido histórico del informe y que se visualiza en parte en el mapa de arriba, aquello a lo que sin duda Reichmann se refirió en sus comentarios sobre el “significado histórico más allá de lo personal”. Curiosamente, la correspondencia con ES sobre la “vida futura” de su narrativa de hecho devuelve la discusión a lo “personal”: los elementos que quería eliminar, en su opinión, reflejaban opiniones personales problemáticas que tenía en el momento de ser entrevistada. “Ha ayudado a garantizar que sus experiencias se guarden ahora en un archivo y se conserven para la posteridad. De este modo han recibido un significado histórico más allá de lo personal”. Dra. Eva Reichmann a “ES”, 1958 Finalmente, el caso de ES es un ejemplo ilustrativo que respalda cómo se pueden leer e interpretar los testimonios teniendo en cuenta las prioridades institucionales en el momento en que fueron recopilados, así como cuando se digitalizan y difunden. , como ha demostrado hábilmente Shenker. El hecho de que se haya elaborado una portada que incluye indexación, referencias de palabras clave y una secuencia numérica para el informe de ES sugiere que el objetivo de la Biblioteca de recopilar recuerdos de los sobrevivientes “para la posteridad” puede haber pesado más que las intenciones de ES al proporcionar el informe; después de todo, fue adquirido. e indexados dentro de la colección. El hecho de que Aronsfeld haya enfatizado la necesidad de conservar información que la propia ES deseaba que se omitiera indica aún más las prioridades de la época. Del mismo modo, las prioridades actuales de la Biblioteca continúan dando forma a su decisión de digitalizar, mediar más y hacer accesibles informes como el de ES para un mayor acceso a la investigación, mientras intenta equilibrar esto con las solicitudes de confidencialidad y privacidad de los individuos.

10 La exploración de este relato como un caso El estudio para obtener una mayor comprensión de la historia de esta colección plantea preguntas adicionales: ¿Cómo hacemos que la información personal de los testimonios y relatos de testigos oculares esté disponible para la investigación, la educación y la conmemoración respetando al mismo tiempo los deseos e intenciones de los sobrevivientes (o más generalmente, los donantes de material personal)? a archivos)? ¿Cómo pueden los archivos hacer que sus propias “voces institucionales”, sus prioridades y su papel en la creación de colecciones sean más accesibles y centrales en el registro archivístico para los investigadores a medida que interpretan diferentes colecciones de testimonios? ¿Y qué pasa con la posibilidad de una lectura atenta y una “lectura a contracorriente” (en palabras de Jeffrey Shandler)? 

11 de un testimonio cuando están “fuera de contexto” o quedan huérfanos de la colección original a la que fueron adquiridos o si se desprenden de colecciones afines (en este caso, el archivo institucional de la Biblioteca)? Nuestro agradecimiento a Wolfgang Schellenbacher por su ayuda con la visualización de datos, a Ben Barkow por la revisión del borrador y a Leah Sidebotham y Toby Simpson. Notas La autora del informe del testigo ocular en este estudio de caso ha sido anonimizada de acuerdo con sus deseos de confidencialidad, lo cual es en parte un tema de discusión en esta publicación de blog. 

↩ Biblioteca de Viena, Archivo de la Biblioteca de Viena, Correspondencia con ES, 3000/9/1/1370. 

↩ Royal Holloway, candidata al doctorado de la Universidad de Londres, Madeline White, se enfrenta a la definición de testimonio y su aplicación a los relatos de los testigos presenciales de la Biblioteca Wiener en su tesis, que se presentó como “Contextualización de la metodología de la historia oral: un estudio de caso de las colecciones de testimonios del Holocausto de la Biblioteca Wiener”. ”, Research Workshop: Holocaust Testimony, Royal Holloway, Universidad de Londres y Wiener Library, 7 de diciembre de 2018. Para una discusión más detallada sobre los límites del término “testimonio” al describir diálogos entre “entrevistador” y “entrevistado”, ver Henry Greenspan y Sidney Bolkosky, “¿Cuándo una entrevista es una entrevista? Notas de Listening to Holocaust Survivors”, Poetics Today 27, no. 2 (verano de 2006): 431-449. 

↩ Noah Shenker, Reformulación del testimonio del Holocausto (Bloomington: Indiana University Press, 2015), 1-2. 
 
↩ Biblioteca Wiener, P.III.h (Auschwitz) No. 997. 

↩ Biblioteca Wiener, Archivo de la Biblioteca Wiener, Correspondencia con ES, 3000/9/1/1370.  

↩ Nuestro agradecimiento a Toby Simpson, ex director de Digital (ahora director de desarrollo) de la biblioteca, y a Leah Sidebotham, directora de activos digitales de la biblioteca, por su útil discusión sobre estos temas. 

↩ Shenker, 151. 

↩ Greenspan y Bolkosky, 439. 

↩ Sara S. Hodson, “Archivos en la Web: Desbloqueo de colecciones mientras se protege la privacidad”, Primer lunes 11, no. 8 (agosto de 2006). https://journals.uic.edu/ojs/index.php/fm/article/view/1389/1307 (consultado el 13 de abril de 2019). Agradecemos a Leah Sidebotham por esta referencia. 

↩ Jeffrey Shandler, “Sobrevivientes del Holocausto en la lista de Schindler; o leer un archivo digital a contrapelo”, American Literature 85, no 4 (2013). Véase también Shandler, Holocaust Memory in the Digital Age (Stanford: Stanford University Press, 2017). 


lunes, 31 de enero de 2022

_- Nazismo. Holocausto. Annette Cabelli: “A las jovencitas les quitaban todos los órganos que podían en el campo de concentración”

_- Una superviviente del holocausto de origen sefardí relata las atrocidades que vivió bajo el horror nazi.

Annette Cabelli bajó del tren y vio cómo unos soldados cogieron del brazo a unos niños gemelos y los apartaron del resto del grupo. "Se los llevan para hacer experimentos", le dijeron. Cabelli tenía 17 años y acababa de llegar al campo de concentración nazi de Auschwitz (Polonia), en 1942. Unas semanas antes, en Salónica, la ciudad griega donde nació, las SS (la policía política del régimen nazi) se llevaron a uno de sus hermanos. “Vinieron los alemanes al gueto con perros y vestidos de negro a por todos. No supimos más de él”, narra la nonagenaria pausadamente en español ladino, su lengua materna. Ahora, a punto de cumplir 94 años, recuerda en el Centro Sefarad-Israel de Madrid la barbarie de Auschwitz, las atrocidades que soportó en tres campos de concentración y el antisemitismo que atravesó toda su vida.

"Cuando vivía en Grecia, los judíos éramos como de segunda clase. No podíamos ir a la escuela con el resto de niños. Eso sí, cuando estalló la guerra en 1940 contra Italia nos llamaron para ir a luchar", relata. Creció en una comunidad sefardí con su madre y dos hermanos mayores. Su padre murió cuando ella tenía cinco años. Cuando Italia pidió ayuda a Alemania, el ejército de Adolf Hitler ocupó el país. "Vinieron las SS con perros, nos empezaron a pegar a todos y nos pidieron el nombre", dice. Tiempo después, fue trasladada forzosamente junto con su madre a Polonia.

Como a tantos miles, la marcaron cuando llegó al campo: un tatuaje en el antebrazo con el número 4065 con un triángulo debajo. Su madre fue asesinada al poco de llegar. "¿Ves el humo de aquella chimenea? Pues allí está tu mamá", cuenta que le dijo un guardia al que le preguntó. De sus padres solo conserva una fotografía, una medalla que una vecina le entregó cuando regresó tras la guerra y la promesa de visitar algún día España. "Éramos sefardíes. Para mi familia, era la tierra de la que fuimos expulsados hacía siglos", explica.

En Auschwitz, su primer trabajo fue limpiar las cubas de excrementos del hospital para presos políticos polacos. "Las polacas que estaban allí me daban patatas y me querían mucho. No me llamaban judía, sino La Griega, narra. Allí pasó varios meses hasta que se contagió de tifus y la trasladaron a un bloque para enfermos. Recuerda ver cómo se llevaban a la gente a las cámaras de gas y a los hornos. Según cuenta, la capo (mujer que trabajaba para los nazis como guardiana) le confesó: "Como te vas a morir de tifus, no te voy a dejar ir para que te maten". Pero sobrevivió.

Josef Mengele, el médico y oficial de las SS conocido como El Ángel de la Muerte, también forma parte de los recuerdos de la protagonista. Mengele se paseaba, relata, junto con otros doctores "sin diploma" y seleccionaba a pacientes entre los prisioneros para experimentar con ellos. "A las jovencitas se las llevaban y les quitaban todos los órganos que podían. Luego las enviaban a trabajar. Pero no podían y una semana después se morían", asegura. Los prisioneros de los campos nazis vestían uniformes de rayas haraposos con los que difícilmente podían combatir el frío. Desayunaban café aguado y se alimentaban a base de sopa y pan. "Nos sacaban de la cama a las siete de la mañana y a las ocho venían para contarnos. Eso era la muerte. Cuando hay menos 13 grados no puedes más".

La marcha de la muerte
Auschwitz fue liberado por el ejército soviético el 27 de enero de 1945. No obstante, días antes y ante el miedo de ser capturados, los nazis trasladaron forzosamente a unos 60.000 prisioneros a otros campos de concentración. A esta huida se la conoce como "las marchas de la muerte". Cabelli caminó sin descanso hasta la frontera alemana. Durante el viaje a pie vio cómo miles de compañeros perecían a su lado. Tuvo que pasar por dos campos más: Ravensbrück y Malchow (a 90 y 70 kilómetros de Berlín, Alemania, respectivamente), antes de ser liberada el 2 de mayo de 1945. "Anduvimos por la nieve. Sin pan. Pasamos la frontera sin dormir. Si no caminabas venía la SS, te tiraba al suelo y te disparaba. Más del 50% de los deportados murieron", asevera.

Cabelli decidió trasladarse a París para comenzar a vivir el resto de una vida que, hacía poco más de dos años, pensaba que había perdido. Aunque el Holocausto le ha marcado cada día, no pierde la sonrisa. Ahora, dedica parte de su tiempo a contar su historia por los colegios y universidades. Hace dos años recibió la nacionalidad española, aunque para ella no deja de ser un reconocimiento simbólico. "Soy sefardí y, por lo tanto, nací española antes que todos vosotros", dice entre risas mientras apunta con su bastón a los periodistas.

https://elpais.com/sociedad/2019/03/21/actualidad/1553189586_236325.html#?rel=lom

lunes, 30 de noviembre de 2020

_- El otro Núremberg

_- Paralelamente a los famosos juicios, se celebraron otros menos conocidos: los tres juicios a los empresarios que financiaron el nacionalsocialismo, colaboraron con el régimen y se beneficiaron de él.

Tal día como hoy, hace 75 años, comenzaba en la ciudad de Núremberg el proceso judicial en el Tribunal Militar Internacional (TMI) contra 24 dirigentes de la Alemania nazi. Como este viernes se encargarán de recordar los principales medios de comunicación, este juicio contribuyó enormemente al desarrollo del derecho internacional, en particular en los campos de los derechos humanos y el derecho militar, en la tipificación y persecución de los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, y en el concepto de guerra de agresión, considerada “no solo un crimen internacional, sino el crimen internacional supremo, que difiere de todos los demás crímenes de guerra en que contiene en sí el mal acumulado de todos”. El juicio de Núremberg estableció también los fundamentos de la Corte Penal Internacional (CPI), una iniciativa de Naciones Unidas –una organización surgida asimismo de las cenizas del conflicto– que se formalizaría finalmente en 2002. “Núremberg” es hoy sinónimo de un macro-proceso judicial contra una élite política que ha cometido graves crímenes de guerra y contra la humanidad.

Casi un año después de que se iniciase el proceso, los días 30 de septiembre y 1 de octubre, se leía la sentencia que condenaba a los acusados de planificar, iniciar y librar guerras de agresión, así como de otros crímenes contra la paz, de participar en crímenes de guerra y en crímenes contra la humanidad. Doce de los acusados fueron condenados a pena de muerte, aunque únicamente se llevaron a cabo diez, ya que que el responsable la Luftwaffe, Hermann Göring, se suicidó el día anterior a su ejecución, y el secretario privado de Adolf Hitler, Martin Bormann, fue condenado in absentia (los Aliados desconocían que Bormann se había suicidado mientras trataba de escapar del Berlín sitiado por las tropas soviéticas y que su cadáver había sido enterrado cerca de la estación central). A ninguno de los acusados con rango militar durante el conflicto (Wilhelm Keitel, Alfred Jödl y Göring) se les concedió el derecho a ser ejecutados por un pelotón de fusilamiento, según la costumbre castrense, sino por la horca, es decir, como criminales. Tras fotografiar a los cadáveres como prueba de su muerte con el fin de impedir que surgiese la leyenda de que habían escapado y seguían con vida, sus restos fueron incinerados y arrojados al río Isar.

El arquitecto Albert Speer, que había ocupado varios cargos oficiales durante el nazismo, y el líder de las Juventudes Hitlerianas, Baldur von Schirach, fueron condenados a 20 años de prisión, el diplomático Konstantin von Neurath, a 15 años, y el almirante Karl Dönitz, presidente del llamado “Gobierno de Flensburgo” entre el 30 de abril y el 23 de mayo de 1945, a 10 años. Otros tres acusados fueron condenados a cadena perpetua: el comandante de la Marina, Erich Raeder, el último ministro de Economía del Tercer Reich, Walther Funk, y la mano derecha de Hitler, Rudolf Hess. Como los dos primeros fueron liberados en 1955 y 1957 respectivamente por motivos de salud, Hess se convirtió en el único y último recluso de la prisión de Spandau en Berlín. Durante años, los neonazis intentaron convertir en banderín de enganche las peticiones de liberación de Hess, quien se ahorcó el 17 de agosto de 1987, a los 93 años, con el cable de una lámpara, aprovechando un descuido de los vigilantes. La prisión de Spandau fue demolida poco después para evitar su uso propagandístico por parte del movimiento neonazi, que, a pesar de todo, organizó en los años siguientes marchas anuales a la tumba de Hess en Wunsiedel (Baviera), hasta que la parroquia decidió no renovar la concesión de la parcela y, en 2011, y con el consentimiento de la familia, sus restos fueron incinerados y arrojados al mar.

Sólo tres de los acusados en aquel juicio fueron absueltos, con el voto en contra del juez soviético, Iona Nikítchenko: Hans Fritzsche, uno de los principales responsables de la propaganda nazi (posteriormente condenado a ocho años de prisión); Franz von Papen, vicecanciller alemán entre enero de 1933 y agosto de 1934; y Hjalmar Schacht, ministro de Economía entre agosto de 1934 y noviembre de 1937, y de quien el fiscal estadounidense, Robert H. Jackson, dijo famosamente que “su superioridad [intelectual] respecto a la mediocridad del común de los nazis no es su excusa; es su condena”. El industrial Gustav Krupp no pudo ser juzgado por su avanzado estado de edad y su manifiesta senilidad, aunque no se le retiraron los cargos que se le imputaban. Robert Ley, responsable del Frente Alemán del Trabajo, tampoco pudo ser juzgado, ya que se suicidó en su celda el 24 de octubre de 1945. Ley, uno de los hombres que había disfrutado de un tren de vida por todo lo alto durante el nazismo, terminó ahorcándose con una toalla anudada en torno a la cañería del inodoro.

Los “juicios subsiguientes”
Menos conocidos, sin embargo, son los doce de los llamados “juicios subsiguientes”, que las autoridades estadounidenses –no el TMI, aunque se celebraron en la misma sala– llevaron a cabo en Núremberg, en la zona de ocupación asignada a los Estados Unidos. Entre éstos se incluyen “el juicio de los doctores”, en el que se procesó a 23 médicos que experimentaron con reclusos de los campos de concentración y facilitaron los programas de exterminio del régimen, o “el juicio de los jueces”, en el que se sentó en el banquillo de los acusados a 16 magistrados, fiscales, juristas y abogados que contribuyeron a diseñar la arquitectura legal del nazismo y la implementaron. También se juzgó al alto mando militar, a 24 oficiales de los Einsatzgruppen (los escuadrones de la muerte de las SS en Europa oriental y la Unión Soviética) o a 12 generales responsables de la campaña en los Balcanes, entre otros. Aún menos conocidos todavía, y aún menos recordados por los medios de comunicación por motivos que se señalarán más adelante, son los tres juicios a los empresarios que financiaron el nacionalsocialismo, colaboraron con el régimen y se beneficiaron de él.

El primero de esos tres juicios fue contra el industrial Friedrich Flick y los administradores de sus empresas (19 de abril – 22 de diciembre de 1947) por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, entre ellos el saqueo y espolio de los territorios ocupados, tanto en el Este como en el Oeste, la apropiación de bienes ajenos mediante el proceso de “arianización” de la economía alemana, el uso de trabajo esclavo en las minas y fábricas del grupo, y la pertenencia al Partido Nacional-Socialista del Trabajo Alemán (NSDAP) y las SS del propio Flick. Este empresario fue uno de los participantes de la reunión secreta con Hitler del 20 de febrero de 1933 en Berlín, en la que el dinero fluyó a las cajas del partido después de comprometerse el líder del NSDAP a respetar la propiedad privada a cambio de aplastar a los marxistas. El propio Flick contribuyó con una generosa donación anual de 100.000 marcos. En correspondencia, las empresas de Flick fueron de las mayores beneficiarias del Tercer Reich: de 1933 a 1943 su capital pasó de 225 a 953 millones de marcos. No lo hizo, como se ha adelantado, con métodos legítimos: en 1944 la mitad de los 130.000 empleados del consorcio eran trabajadores esclavos o internos de los campos de concentración a quienes se encerraba en barracones sin camas, sin proporcionarles apenas comida y brutalmente golpeados por los guardias con regularidad. Se calcula que más de 10.000 de ellos perecieron por las pésimas condiciones a las que fueron forzados a trabajar.

Flick –quien desde 1944, ante el avance de las tropas aliadas, había ordenado reunir todas las facturas que acreditaban la financiación de partidos durante la República de Weimar para destruirlas y no dejar ninguna prueba– fue condenado a siete años de prisión, pero a pesar de cumplir íntegramente su condena, su fortuna quedó prácticamente intacta. En 1955, por ejemplo, contaba con un centenar de empresas que le reportaban unas ganancias de 88 millones de marcos. Ello le permitió convertirse en el hombre más rico de Alemania occidental, en el mayor accionista de Daimler-Benz y contar asimismo con participaciones en importantes empresas químicas y siderúrgicas como Feldmühle, Dynamit Nobel, Buderus y Krauss-Maffei. Flick recibió además la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania en 1963, y en Kreuztal (Renania del Norte-Westfalia) un instituto llevó su nombre hasta 2008. También se le dedicaron estadios en Rosenberg (Baviera) –el nombre no se modificó hasta 2012, después de una agria polémica– y calles en varios municipios, de las que todavía sobreviven cuatro: en Maxhütte-Haidhof y Schwandorf (Baviera), en Teublitz (Alto Palatinado) y en Burbach (Renania del Norte-Westfalia).

Del ‘Zyklon B’ a la Talidomida
El siguiente “juicio subsiguiente” concerniente a los financiadores del nazismo fue contra los responsables de IG Farben (14 de agosto – 30 de julio de 1948), a quienes se acusó de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, entre ellos: colaborar en la planificación y los preparativos para la agresión militar así como su desenvolvimiento, empleo de trabajo esclavo –la compañía contaba con instalaciones adyacentes al campo de concentración de Auschwitz– y experimentos humanos, y pertenencia a organización criminal. Las pruebas utilizadas en el proceso procedieron de los documentos incautados por la división financiera bajo el mando del general Dwight Eisenhower en la sede de la compañía en Frankfurt am Main, en abril de 1945.

Como recoge el protocolo del proceso, IG Farben suministró a la Wehrmacht caucho sintético, gasolina, nitrógeno, metales ligeros y, a través de sus filiales, explosivos. Poseía, además, un 42’5% de las acciones de Degesch, la empresa de pesticidas que fabricó el ‘Zyklon B’. Como es notorio, este insecticida se utilizó para ejecutar a los prisioneros en las cámaras de gas de los campos de Majdanek, Mauthausen, Dachau, Buchenwald y Auschwitz. El comandante de este último, Rudolf Höss, explicaría en su juicio que autorizó el uso de ‘Zyklon B’ tras la recomendación de un subordinado suyo, el Hauptsturmführer Karl Fritzsch, quien lo había empleado antes con prisioneros de guerra soviéticos a finales de agosto de 1941.

El ‘Zyklon B’ era adquirido a través de los distribuidores Heli y Tesch & Stabenow (Testa)–que llegó a ofrecer cursos en Riga y Sachsenhausen a los miembros de las SS para instruirlos en su manejo seguro–, y en ocasiones directamente a los fabricantes. Se calcula que sólo Auschwitz recibió 23’8 toneladas de ‘Zyklon B’, únicamente seis de las cuales se utilizaron para lo que había sido originalmente pensado: fumigar plantas. El presidente de Testa e inventor del ‘Zyklon B’, Bruno Emil Tesch, fue juzgado dos años antes por un tribunal militar británico en Hamburgo (1-8 marzo de 1946), que falló que Tesch conocía el destino del gas y, en consecuencia, lo condenó a la pena de muerte. Tesch fue ejecutado en la prisión de Hameln el 16 de mayo de 1946 junto con el vicepresidente de Testa, Karl Weinbacher.

No corrieron sin embargo la misma suerte los 23 procesados en el juicio contra IG Farben, la mayoría de ellos condenados a penas de prisión de uno a ocho años en la cárcel de Landsberg (Baviera), que no siempre cumplieron íntegramente. A pesar de haber sido condenados como criminales de guerra, varios se reintegraron en la vida económica de la República Federal Alemana (RFA) como miembros de los consejos de administración de empresas químicas y farmacéuticas. Uno de ellos, el químico Otto Ambrose, llegó incluso a ser asesor del canciller Konrad Adenauer y trabajó para la farmacéutica Grünenthal, en la que participó en el desarrollo de la Talidomida (comercializada en Alemania occidental como Contergan), un medicamento que se publicitaba como remedio contra la ansiedad y la náusea durante el embarazo y que provocó 10.000 nacimientos con malformaciones y miles de abortos no deseados. Otro de los condenados, Heinrich Bütefisch, recibió la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania en marzo de 1964 por su trabajo en la junta directiva de Ruhrchemie AG, pero cuando se hizo público su pasado nacionalsocialista se le retiró el galardón.

Pocos apellidos alemanes sean posiblemente tan conocidos como el de Krupp, cuya historia como proveedor de armas se remonta a la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), en la que suministró a todos los bandos combatientes. Las empresas Krupp fueron el objeto del tercero de los “juicios subsiguientes” (8 de diciembre de 1947 – 31 de julio de 1948) relacionados con el capital que financió al nazismo. Como se encargó de recordar el fiscal Robert H. Jackson en su acusación, “cuatro generaciones de la familia Krupp han poseído y operado las grandes factorías de armamento y municiones que han sido la principal fuente de suministros de guerra de Alemania. Durante más de 130 años, esta familia ha sido el foco, el símbolo y el beneficiario de las fuerzas más siniestras implicadas en la amenaza a la paz en Europa”. La participación de la empresa en el régimen nazi era innegable: Krupp suministró generosamente a la Wehrmacht desde tanques hasta cruceros y submarinos pasando por cañones de artillería y munición. El aprecio por los nazis hacia su patrocinador era tal que en un discurso a las Juventudes Hitlerianas Hitler llegó a afirmar que “el joven alemán del futuro debe ser delgado y ágil, veloz como un lebrel, curtido como el cuero y duro como el acero de Krupp.”

El material de guerra de Krupp era fabricado por 100.000 trabajadores esclavos, entre ellos más de 23.000 prisioneros de guerra –principalmente en su factoría en Essen (Renania del Norte-Westfalia)– y 4.978 internos de los campos de concentración de Auschwitz y en Wroclaw (en alemán: Breslau), invariablemente en condiciones inhumanas: largas jornadas de trabajo, alojamiento inadecuado y expuesto a los bombardeos (en violación del Tratado de La Haya), malnutrición, falta de asistencia médica y brutalidad por parte de los guardias. En su declaración ante el tribunal, el Dr. Wilhelm Jäger, uno de los médicos de la empresa que fue enviado a supervisar las condiciones de los campos, relató en su testimonio que “las condiciones sanitarias eran atroces: en Krämerplatz [donde trabajaban 2.000 prisioneros de guerra soviéticos y franceses] solo había 10 cuartos de baño de niños para 1.200 reclusos… Los excrementos cubrían el suelo de estos baños por completo. Los tártaros y kirguises eran los que más sufrían: caían como moscas [a causa del] alojamiento, la mala calidad de la insuficiente comida, el exceso de trabajo y la falta de descanso… Miles de moscas, insectos y otros parásitos torturaban a los internos de estos campos”. En Nöggerathstrasse se llegó a hacer dormir a los prisioneros de guerra franceses durante seis meses “en jaulas para perros”: cinco reclusos dormían en cada jaula, “en la que tenían que entrar a cuatro patas”. Los hijos de las trabajadoras forzadas secuestradas en Europa del Este se alojaban en barracones para niños en condiciones no muy diferentes a las descritas y muchos de ellos murieron por la mala alimentación y falta de asistencia médica. El presidente, Alfried Krupp, respondió a todos los informes de Jäger con indiferencia.

Por todo ello, doce directivos de Krupp, incluyendo a su presidente desde 1943, Alfried Krupp von Bohlen y Halbach, fueron sentados en el banquillo de los acusados por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. Sólo uno de los acusados, Karl Heinrich Pfirsch, responsable de ventas de la empresa, fue absuelto: el resto fueron condenados a penas de prisión de entre tres y doce años de prisión, y a Alfried Krupp se le impuso además la venta de sus posesiones. Como en los casos de Flick e IG Farben, el tribunal rechazó los argumentos de la defensa de que los acusados no hicieron más que “cumplir órdenes” y de que actuaron por “necesidad”, asegurando que se habían visto obligados a alcanzar las cuotas de producción impuestas por el gobierno alemán y que, para conseguirlo, era necesario hacer uso de la fuerza de trabajo proporcionada por el Estado porque no había otra disponible, y que, de haberla rechazado, ello hubiera acarreado consecuencias para los empresarios y sus administradores. De igual modo, se desestimó el argumento de la defensa de que el tribunal estaba aplicando una “justicia de vencedores”, así como que las leyes que se les acusaba infringir no estaban vigentes en el lugar y el momento de las acciones realizadas (nullum crimen, nulla poena sine praevia lege).

Sin embargo, el alto comisario de EE UU para la RFA, John J. McCloy, convencido de la necesidad de restaurar la capacidad industrial de Alemania occidental frente a una emergente URSS, decidió entre 1951 y 1952 reducir las penas de la mayoría de los acusados. El propio Alfried Krupp fue amnistiado el 31 de enero de 1951 y se le restituyeron sus propiedades en la RFA, que en la zona de ocupación soviética (a partir de 1949 la República Democrática Alemana) habían sido ya expropiadas. El terreno para la amnistía lo habían preparado antes las cámaras de comercio, las organizaciones empresariales y los medios de comunicación conservadores, que habían puesto en marcha una intensa campaña de relaciones públicas para relativizar las acciones de Krupp durante el nazismo. Cabe decir que lograron su cometido con creces, ya que Krupp se convirtió como es sabido en una de las empresas más importantes de posguerra. En 1999 se fusionó con Thyssen AG, cuyo presidente en el período de entreguerras, Fritz Thyssen, también financió generosamente al nacionalsocialismo hasta 1933, cuando su relación con el régimen comenzó a deteriorarse. Thyssen, que abandonó Alemania en 1939 y en 1940 publicaría en Francia una biografía titulada Yo financié la ascensión de Hitler, llegaría a ser internado tras su detención en el régimen de Vichy y extradición a Alemania en varios campos de concentración, aunque siempre recibió un trato de favor por su condición social.

“Lo hicieron voluntariamente”
En el juicio contra IG Farben, el fiscal presentó como prueba núm. 58 el siguiente fragmento del interrogatorio a Göring:
P. ¿Habría contemplado Alemania su vasto programa de agresión si no hubiesen contado con el pleno apoyo de los industriales durante todo el tiempo?
R. Los industriales son alemanes. Tenían que apoyar a su país.
P. ¿Les forzaron a hacerlo o lo hicieron voluntariamente?
R. Lo hicieron voluntariamente, pero de haberse negado, el Estado habría dado un paso al frente.
P. ¿Piensa que el Estado habría sido lo suficientemente fuerte para forzar a la gran industria a ir a la guerra si ésta no quería la guerra?
R. Cuando llegó el momento de ir a la guerra, todas las industrias nos siguieron sin problemas de conciencia.

Lo cierto es que tampoco tuvieron problemas de conciencia antes de la guerra: sin las donaciones de los industriales —a quien Hitler había cortejado abiertamente desde 1926-1927 presentando a su partido como dique de contención del bolchevismo—, el NSDAP no hubiera podido desembolsar por ejemplo los 805.864 marcos que costó la compra y renovación del Palacio Barlow de Múnich, donde el partido estableció su sede. Después de la ya mencionada reunión secreta del 20 de febrero de 1933, los “capitanes de industria” donaron tres millones de marcos —más de dos millones de los cuales se ingresaron en un fondo fiduciaro ad hoc creado por Schacht— para financiar a la ultraderecha. Los porcentajes son significativos: el 25% se destinó al Frente Negro-Blanco-Rojo, la coalición liderada por Franz von Papen, y el 75% restante al NSDAP. Según Martin Blank, uno de los testimonios de aquella reunión, aquel mismo día los representantes de la industria siderometalúrgica se comprometieron a donar un millón de marcos, mientras que el fabricante de maquinaria Wolfgang Reuter prometió entregar 100.000 marcos, la misma suma que dio Siemens. En el fondo de Schacht aparecen Osram, que donó 40.000 marcos (27 de febrero), Telefunken, con unos 35.000 (27 de febrero), IG Farben, con unos 400.000 marcos (28 de febrero), o AEG, con 60.000 (3 de marzo), por señalar sólo las compañías más conocidas de la lista, en la que también figuraban empresas mineras y de fabricación de maquinaria.

No sólo fue la industria: el acuerdo entre Papen y Hitler para hacerse con la cancillería se fraguó en la casa de un banquero, Kurt Freiherr von Schröder, en Colonia, con la mediación una vez más de Schacht. En su declaración en el juicio de Núremberg, Schröder narró cómo “antes de dar este paso, conmigo hablaron una serie de caballeros de la economía y me informé en general de cómo la economía quería establecer una cooperación entre ambos.” “Los mayoría de los esfuerzos de los hombres de la economía se dirigían”, continuaba Schröder en su declaración, “a ver la llegada al poder de un líder fuerte en Alemania que construyese un gobierno que permaneciese en el poder por un largo período tiempo”. Cuando “el NSDAP sufrió el 6 de noviembre su primer revés en las urnas y alcanzó con él su techo electoral, el apoyo de la economía alemana se hizo especialmente apremiante”. De acuerdo con el testimonio de Schröder, “existía un interés común en la economía en el miedo del bolchevismo y la esperanza de que los nacionalsocialistas, una vez en el poder, estableciesen una política consistente y sólidos fundamentos económicos en Alemania”.

Quizá la mayoría de industriales y banqueros viese a los nazis como parte de la constelación de fuerzas conservadoras que habían de impedir el ascenso del movimiento obrero organizado que suponían tanto el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) como el Partido Comunista de Alemania (KPD) y sus sindicatos. Carl von Ossietzky escribió en Die Weltbühne cómo el magnate de los medios de comunicación Alfred Hugenberg no quería “dejar libre a su golem, Hitler.” “Cuando ya no lo necesite más”, creía Ossietzky, “le cortará el grifo de la financiación y el movimiento nacionalsocialista desaparecerá tan misteriosamente como estos últimos dos años misteriosamente ha crecido”. Años después el dramaturgo Heiner Müller compararía a los nazis con un perro rabioso atado a una correa que finalmente se aflojó demasiado. Sea como fuere, como escribe Antoni Domènech en El eclipse de la fraternidad (Crítica, 2004; Akal, 2019), “lo que el propio [fiscal estadounidense] Telford Taylor llamó ‘guerra civil fría’ desencadenada en EE UU contra los ‘comunistas rooseveltianos’ contribuyó decisivamente a que las condenas judiciales a la oligarquía industrial y financiera alemana quedaran en nada”, entre otras razones, “gracias a la enorme presión de la derecha empresarial y política norteamericana que consideró –no sin un punto de razón– que procesar a los Flick, a los Krupp y compañía era tanto, según expresó en su día el luego tristemente célebre senador McCarthy, ‘como procesar a los Ford y a los Rockefeller’”.

No se produjo una caída de los dioses: el capital sin el que el nazismo no hubiera sido posible fue restituido en su lugar, considerado como un ‘mal necesario’ para hacer de Alemania occidental un muro de contención contra la expansión del comunismo soviético, a pesar de que ello suponía una violación del apartado B.12 del Acuerdo de Potsdam de 1945, según el cual “en el plazo más breve posible la vida económica alemana ha de descentralizarse con el objetivo de destruir la desproporcionada concentración existente del poder económico, representada especialmente por los carteles, corporaciones, trusts y otras asociaciones monopolistas”.

La URSS defendió en todo momento el establecimiento de un castigo ejemplar e inequívoco a los criminales de guerra nazis: sobre ellos tenía que caer todo el peso de la ley, sin concesiones. Esta manera de proceder tenía como fin impedir que su memoria pudiese ser rehabilitada y asestar a un mismo tiempo un golpe definitivo al capital que había posibilitado el peor conflicto de la historia de la humanidad. Buena parte del resto de los Aliados, en cambio, temía que el juicio a los notables de la vida económica alemana se convirtiese en una poderosa herramienta propagandística para los soviéticos. Como seguramente se refleje en los medios de comunicación estos días, hubo un Núremberg que ha llegado a ser muy conocido por el público y otro que no, y que, además, quedó incompleto. Ángel Ferrero es miembro del comité de redacción de Sin Permiso

Fuente:

sábado, 7 de marzo de 2020

_- Auschwitz, el Papa y “la memoria como deber”

_- En la entrada anterior (aquí) critiqué el silencio de buena parte del progresismo argentino con respecto al amparo que dieron el Estado y los gobiernos argentinos a criminales de guerra nazi. En esta nota trato otra forma de este hipócrita silencio: el referido a lo que hizo el Vaticano en los 1930 y 1940. El disparador de este recordatorio es la reciente declaración del papa Francisco: “Ante esta enorme tragedia, esta atrocidad (se refiere al genocidio, a Auscwitz), no es admisible la indiferencia y es un deber la memoria”.

Pues bien, el deber de la memoria “bien entendido” debe incluir lo que hizo el Vaticano frente a los nazis y sus crímenes. Una cuestión sobre la que “el mayor líder moral mundial” (palabras del presidente Fernández referidas a Francisco) no parece darnos muchas pistas. A los efectos entonces de proporcionar a los lectores elementos de juicio, en lo que sigue transcribo pasajes del libro de John Cornwell El Papa de Hitler. La verdadera historia de Pío XII (Espaebook.com, 2014); a lo que agrego luego un texto de Antoni Domenech.

Recordemos que Eugenio Pacelli, (1876-1958) fue nuncio en Alemania entre 1917 y 1929, en 1930 fue nombrado cardenal secretario de Estado (del Vaticano), y en 1939 sucedió a Pío XI en el papado, como Pío XII. En 2009 Benedicto XVI lo nombró “venerable”. Hasta el día de hoy el Vaticano no abrió los archivos referidos a su papado; se ha anunciado que se abrirán en marzo de este año.

El concordato de 1933
Siendo cardenal secretario de Estado, Pacelli firmó, en 1933, un concordato con la Alemania hitleriana. Escribe Cornwell: “El tratado autorizaba al papado a imponer el nuevo Código (de Derecho Canónico) a los católicos alemanes, y garantizaba privilegios a las escuelas católicas y al clero. A cambio, la Iglesia católica alemana, su partido político parlamentario y sus cientos y cientos de asociaciones y periódicos se comprometieron ‘voluntariamente’, impulsados por Pacelli, a no inmiscuirse en la actividad política y social”. Cornwell señala que esta abdicación del catolicismo alemán en 1933, negociada e impuesta desde el Vaticano por Pacelli, con el respaldo de Pío XI, permitió que el nazismo pudiera asentarse sin encontrar oposición de la más poderosa comunidad católica del mundo. En la reunión de gabinete del 14 de julio Hitler afirmó que el concordato había creado una atmósfera de confianza que sería “de especial trascendencia en la urgente lucha contra la judería internacional”. Cornwell observa que “la sensación de que el Vaticano respaldaba al nazismo contribuyó en Alemania y en el extranjero a sellar el destino de Europa”.

La tradición del antisemitismo católico
Cornwell contextualiza el Concordato de 1933 en la larga tradición antisemita de la Iglesia católica. Una tradición que indujo a los dignatarios de la Iglesia católica “a mirar hacia otro lado cuando en Alemania se desató el antisemitismo nazi”. Como botón de muestra del discurso imperante en la Iglesia, cita “Civilta Cattolica” cuando afirmaba (1890-1) que los judíos habían instigado con astucia la Revolución francesa, y que desde entonces “iban ocupando posiciones claves en la mayoría de las economías europeas con el objetivo de controlarlas y establecer ‘virulentas campañas contra la cristiandad’. Los judíos constituían una raza maldita; eran ‘un pueblo holgazán, que no trabaja ni produce nada, que vive del sudor de los demás”. Por eso se pedía “la segregación de la comunidad judía del resto de la población”. Este texto aparecía en la principal revista de los jesuitas, gozaba de la protección papal, y era parte del alimento espiritual del futuro Pío XII. “Tales prejuicios contribuían a la expansión de las teorías racistas que culminarían con el furioso asalto a la razón y el holocausto judío por parte de los nazis en la segunda guerra mundial”.

Entre las ideas establecidas destacamos la que decía que los judíos eran responsables de sus propias desdichas (por “obstinación”, esto es, por negarse a la conversión. En cuanto a la segregación, en la misma Roma, bajo gobierno papal, existió durante largo tiempo un gueto judío. Lo dispuso el papa Paulo IV en 1555, y se abolió recién en 1870, cuando fueron derrotados los Estados Pontificios. Los judíos estaban obligados a vivir en el gueto, y no podían ser titulares de propiedad alguna.

Enfatizamos que si bien el catolicismo no había desarrollado la idea de perseguir a los judíos sobre la base de la ideología racista hitleriana, “aparecía ligado al nacionalismo de derechas, corporativismo y fascismo, que practicaba el antisemitismo por motivos raciales” (Cornwell).

Aplastar movimientos liberadores y al socialismo
Un aspecto que destaca Cornwell es que si bien la Iglesia católica discrepaba en muchos puntos con los nazis, tenía como prioridad la lucha contra el socialismo y los movimientos democráticos. Escribe: “por mucho que le disgustara (a Pacelli) el explícito racismo de los nacionalsocialistas, temía mucho más al comunismo y a lo que en el Vaticano comenzó a denominarse el triángulo rojo: la Rusia soviética, México y España”. La amenaza del comunismo, pero también de democracias (burguesas) más o menos avanzadas, era considerada mucho más grave que la nazi. Por eso el Vaticano se opuso a cualquier alianza de católicos con socialistas para enfrentar al nazismo.

Domenech sobre la relación del Vaticano con nazis y fascistas
En El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista (Madrid, Akal, 2019), de Antoni Domenech, leemos:

“El 8 de junio de 1933 (solo un mes y seis días después de que todos los dirigentes socialdemócratas y comunistas, y todos los cuadros sindicales que quedaban en Alemania fueran arrestados y recluidos por las SS y las SA en campos de concentración… aprobados ya, por supuesto, los primeros decretos antisemitas y de ‘arianización’ de la pequeña empresa; atraídas la prensa y la radio privadas a la voraz órbita del Ministerio de Propaganda del doctor Goebbels), en una pastoral conjunta de todos los obispos de las diócesis católicas alemanas, se declaraba solemnemente:

‘Nuestra época se caracteriza, además, por un superior amor a la patria y al pueblo, por una profunda afirmación de la autoridad y de la exigencia irrefrenable de que los individuos y corporaciones se integren en el organismo del Estado. Para ello arranca del principio básico del derecho natural, según el cual ninguna entidad colectiva puede prosperar sin autoridad, y únicamente la voluntariosa inserción en el pueblo y la sumisión obediente a la dirección legítima pueden garantizar la recuperación de la fuerza y grandezas populares… Justamente en el seno de nuestra Santa Iglesia católica el valor y el significado de la autoridad cobran muy especial vigencia, a la vez que han conducido a esa solidez maciza, sin fisuras, y a esa victoriosa capacidad de resistencia que incluso nuestros adversarios admiran. Por eso a nosotros, católicos, no nos resulta difícil hacer honor a esta nueva y fuerte reafirmación de la autoridad en la vida política alemana y someternos a ella con aquella disposición voluntariosa que no es solo una virtud natural, sino también una virtud sobrenatural, por cuanto que en toda autoridad buscamos el reflejo del poder divino y descubrimos una participación en la eterna autoridad de Dios” (pp. 465-6).

Pocas veces ha quedado tan nítidamente definido el rol profundamente conservador y retrógrado de la religión en un texto emanado de la propia religión’. En este punto recordemos también (lo menciona Cornwell) que cuando, en 1945, se conoció la muerte de Hitler, el cardenal arzobispo de Berlín ordenó a los párrocos de su arquidiocesis celebrar un Requiem en memoria del Führer y los miembros de la Werhmacht “que han caído por nuestra patria alemana”.

Domenech también señala que el papa Pío XI decía que Mussolini era el hombre “que la Providencia nos ha enviado”. Que el cardenal Vannutelli, decano del Sacro Colegio, consideró al Duce “el elegido para salvar a la nación y devolverle la felicidad”. Que cuando las tropas de Mussolini estaban devastando a Etiopía, en 1936, el arzobispo de Milán las bendijo diciendo que “la bandera italiana lleva en triunfo la cruz de Cristo”. Naturalmente, la Iglesia católica también apoyó el levantamiento franquista contra la República española; Pío XII otorgó a Franco la mayor condecoración vaticana, la Suprema Orden de Cristo. Domenech también describe el rol brutalmente reaccionario del gobierno presidido por monseñor Ignaz Seipel (del partido Socialcristiano) en Austria. Seipel protegía y apoyaba a la Heimwehr, los escuadrones de tipo fascista, empeñados en atacar y destruir al movimiento obrero socialdemócrata.

Avances del nazismo y silencio del Vaticano
Cornwell constata que, a pesar de que clérigos y muchos católicos alemanes, fueron hostigados y perseguidos por los nazis, el Vaticano se mantuvo en silencio. En 1935 Hitler hizo aprobar las leyes racistas de Nuremberg, que definían la ciudadanía alemana y preparaban la vía para caracterizar el estatus judío en términos de parentesco. No hubo palabra por parte de Pacelli o el Vaticano. Ante las agresiones de los nazis a los católicos, el Vaticano publicó un documento, “Con candente preocupación”, en el que, a pesar de las quejas, no había condena del antisemitismo, ni siquiera en relación a los judíos convertidos al catolicismo. El documento fue prohibido por los nazis, pero el Vaticano no cambió su postura. También se mantuvo en silencio cuando “la noche de los cristales”, el ataque generalizado a los judíos, ocurrido el 9 de noviembre de 1938.

Croacia y el Vaticano
Un capítulo particular merece la actitud del Vaticano, y de la Iglesia católica, frente a las atrocidades cometidas por los ustachi -nacionalistas croatas- en Croacia, entre 1941 y 1945. Bajo la protección del Tercer Reich, los nacionalistas crearon un Estado croata independiente. Escribe Cornwell: “Fue una auténtica campaña de ‘limpieza étnica’… un intento de crear una Croacia católica ‘pura’ mediante conversiones forzosas, deportaciones y exterminios masivos”. Fueron víctimas dos millones de serbios ortodoxos y “un número no menor de judíos, gitanos y comunistas”. El arzobispo de Zagreb, Aloysius Stepinac apoyó al régimen (fue beatificado por Juan Pablo II en 1998, y hoy se discute su canonización). Sacerdotes franciscanos participaron activamente en las masacres. El papa Pío XII tenía información completa de lo que estaba ocurriendo, pero siguió apoyando al régimen ustachi, ya que “el peor enemigo es el bolchevismo”.

La “solución final” y el Vaticano
Leemos en el libro de Cornwell: “Cuando Pío XII comenzó a recibir información fiable acerca de la Solución Final, en la primavera de 1942, reaccionó situándose a la espera de una ocasión que le fuera propicia… Dudó hasta el 24 de diciembre cuando se refirió, al final de una larga alocución radiofónica con motivo de la Navidad, a los ‘cientos de miles que sin haber cometido ninguna falta, a veces solo a causa de su nacionalidad o raza, se ven marcados para la muerte o la extinción gradual’. Esta fue la más larga expresión con que protestó contra la Solución Final…”.

Más adelante, escribe Cornwell: “No se trata únicamente de una afirmación misérrima. El abismo entre la enormidad de la liquidación del pueblo judío y esas evasivas palabras es chocante… Había reducido los millones de condenados a ‘cientos de miles’ y excluido la palabra judío, con la restricción ‘a veces solo a causa…'”. Más abajo cita a Guenter Lewy: “Finalmente uno se inclina a concluir que el Papa y sus consejeros, influidos por una larga tradición antisemita, tan aceptada en círculos vaticanos, no contemplaban la suerte adversa de los judíos con una sensación de urgencia e indignación moral”.

También Cornwell: “Aunque públicamente repudió las teorías racistas en la segunda mitad de la década de los treinta, Pacelli se negó a apoyar las protestas del episcopado católico alemán contra el antisemitismo. Tampoco hizo ningún intento de obstaculizar el proceso de colaboración del clero católico en la certificación racial para identificar a los judíos, lo que proporcionó a los nazis informaciones esenciales para su persecución”.

Testimonio
Cuando ocurrió la redada y deportación, en 1943, por parte de los nazis de los judíos del gueto de Roma, el Vaticano tampoco alzó la voz. Cornwell recoge el testimonio de Settimia Spizzichino, la única mujer judía romana que sobrevivió a la deportación. Decía: “Volví de Auschwitz por mis propios medios. Había perdido a mi madre, dos hermanas, una sobrina y un hermano. Pío XII podía habernos prevenido acerca de lo que se avecinaba. Podíamos haber huido de Roma y habernos unido a los partisanos. Fue un instrumento en manos de los alemanes. Todo aquello ocurrió ante las mismísimas narices del Papa. Pero se trataba de un Papa antisemita, un Papa pro alemán. No asumió ni un solo riesgo. Y cuando dicen que el Papa es como Jesucristo, no dicen la verdad. No salvó un solo niño”.

El pasillo Vaticano
A lo que dice Cornwell agreguemos que al terminar la guerra miles de nazis relacionados con el Holocausto, escaparon hacia América o Medio Oriente. La vía más elegida fue el llamado Pasillo Vaticano, una red articulada de instituciones religiosas de Milán y Roma, que les daba protección, les proveía de papeles y los ayudaba a llegar a Génova, donde embarcaban. El jefe de la red era monseñor Montini, segundo en la jerarquía del Vaticano, quien después fue Pablo VI. En 2014 el Vaticano declaró beato a Montini. En 2018 fue canonizado por Francisco.

Para terminar:
Cuando Francisco visitó Auschwitz se preguntó cómo “el hombre creado a semejanza de Dios fue capaz de esto”. Una pregunta que suena bastante hipócrita a la vista de lo que históricamente hicieron el Vaticano y la Iglesia católica. Tengamos presente que, según la doctrina católica, los papas han sido declarados -desde 1870- “infalibles” en cuestiones de moral y de fe. Una infalibilidad que sería efecto “de una especial asistencia que Dios haría al pontífice romano cuando este se propone definir como definitivamente revelada una determinada doctrina”. ¿Qué fue entonces de esta infalibilidad del “vicario de Dios en la Tierra” frente a los horrores de los Auschwitz? ¿No tienen limites para el engaño, la falsificación y la hipocresía?

En cualquier caso, esta es la institución e ideología que reivindican y potencian los que van a postrarse ante “la más importante guía moral de la humanidad”. Hay en esto, por supuesto, un profundo interés de clase: mantener y reforzar la sujeción de los explotados y oprimidos, en beneficio de los poderosos. El engaño, la mentira sobre lo ocurrido, y la apelación a la “trascendencia divina” tienen ese inocultable contenido social y político. Y para eso, los papas son realmente “infalibles”.

rolandoastarita.com

P.D.: Hoy en día el Papa Francisco está dando muestras de estar muy lejos de esos comportamientos. Y su cercanía a los pobres y refugiados, le han creado oposición por parte de algunos miembros de la Iglesia.

Deseamos que las esperanzas que ha suscitado el Papa no se vean defraudadas por el bien del planeta, de todos los hombres de buena voluntad y de la Iglesia.