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sábado, 20 de junio de 2020

Constancia de la Mora

La forja de una rebelde. Nieta de Antonio Maura y educada en la alta sociedad, Constancia de la Mora (1906-1950) abrazó la causa republicana.
La Vanguardia - 28 de abril 2005



Escrita a los 33 años, su autobiografía constituye un emotivo testimonio de la época

Su vida como mujer separada, con una hija, y decidida a vivir por sí misma en la España de 1931, no fue fácil.
GABRIEL TORTELLA - 27/04/2005

Una clara mañana de marzo de 1931 una joven de la alta sociedad española se apeaba en la estación de Atocha de Madrid del tren que la traía de Málaga; acababa de separarse definitivamente de su marido, el malagueño Manuel Bolín y, a los 25 años, venía dispuesta a "empezar una nueva vida". Entonces se dio cuenta de que "España entera se disponía a hacer algo muy parecido". Éste es uno de los atractivos del libro autobiográfico de Constancia de la Mora Doble esplendor. La vida de esta mujer aristocrática, nacida en 1906, se enlaza estrechamente con la historia de España, y esta autobiografía constituye un documento elocuente sobre la historia de la mujer española en la primera mitad del XX.

Resulta sorprendente lo poco conocidos que este libro y su autora son en España; resulta sorprendente porque, al haber sido la autora protagonista destacada en el esfuerzo republicano durante la Guerra Civil, la segunda mitad del libro es un apasionante diario de la guerra vista por una observadora inteligente y comprometida desde, sucesivamente, Madrid, Alicante, Valencia y Barcelona, ciudades donde la autora vivió durante la contienda, llevada por los avatares del conflicto y por sus diversos cargos y misiones. Pero aún más sorprendente resulta por cuanto el libro es citado por autores anglosajones de la talla y difusión en España de Edward Malefakis, Gabriel Jackson, Burnett Bollotten o Hugh Thomas, y además porque el interés por la historia de la mujer, con especial atención a su papel en la Guerra Civil, ha aumentado tanto en los últimos años. Se añade a todo ello el aspecto autobiográfico, casi novelesco, del libro, cuya primera parte describe con lúcido detalle cómo una niña bien -pero que muy bien- del Madrid de la Restauración se convierte en una rebelde con simpatías republicanas, enfrentada a su familia y su anterior círculo íntimo, y se refugia en la amistad de intelectuales como Zenobia Camprubí y su marido, el poeta Juan Ramón Jiménez, y acaba divorciándose y casándose por lo civil con un oficial de aviación republicano.

El que el libro sea más conocido en el mundo anglosajón se debe sin duda a que su primera edición (1939) fue en lengua inglesa. Educada en Inglaterra, Constancia de la Mora hablaba y escribía el inglés casi como el español, y el libro fue compuesto como una llamada de auxilio además de como un testimonio. Es evidente que al redactarlo en Estados Unidos en el verano de 1939 su autora todavía albergaba alguna esperanza de que cambiaran las tornas en España, quizá por el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Cuando sus esperanzas se frustraron, Constancia de la Mora se estableció en México, donde escribió la versión española que se publicó en el país azteca. Luego se hicieron traducciones al francés, alemán e italiano, pero ya puede suponerse que apenas entraron en la España de Franco. En 1977 se hizo una edición española (Crítica), que se agotó pronto, pero que no se reeditó. Iba siendo ya hora de que este impresionante documento llegara en condiciones normales al lector español.

Constancia de la Mora Maura era hija primogénita de un rico ingeniero miembro de una conocida familia de financieros y empresarios. Su madre era hija de Antonio Maura, el gran político liberal-conservador de origen mallorquín, cuya figura presidía lejanamente la vida de toda la familia. Educada en la opulencia, se fue encontrando cada vez más incómoda por la mediocridad intelectual de su medio, por la rigidez y frialdad de las relaciones familiares, por la injusticia social que percibía en su alrededor y por el destino de señora de sociedad que su condición le imponía.Un matrimonio desacertado, al que se sintió empujada por la presión social, con un miembro de una familia de la buena sociedad malagueña (su ex cuñado, Luis Bolín, corresponsal en Londres, fue quien fletó el famoso Dragon Rapide que llevó a Franco de Canarias a Marruecos el 18 de julio de 1936), la colocó en la tesitura que he descrito en el primer párrafo de este artículo. Su vida como mujer separada, con una hija, y decidida a vivir por sí misma en aquella España de 1931, no fue fácil. Sentía una cierta afinidad con su tío Miguel Maura, que pasó de la cárcel al ministerio de la Gobernación con el primer gabinete republicano, pero eran de diferente generación y las preferencias políticas de ella mucho más radicales. Conoció a Ignacio Hidalgo de Cisneros y López de Montenegro, oficial aviador amigo de Ramón Franco y sublevado como él en Cuatro Vientos, perseguido por la Monarquía, exiliado y repatriado con la República. Se enamoraron y esperaron impacientemente a que se aprobara la Ley del Divorcio; fue sin duda una de las primeras mujeres en acogerse a ella en la historia de España.

Hidalgo de Cisneros, amigo también de Indalecio Prieto, era aristócrata como ella, aunque no rico, y con simpatías comunistas. Él tuvo cargos importantes en el ministerio de la Guerra durante la República; ella trabajaba en una boutique y hacía traducciones. Durante la guerra él fue el jefe de la aviación republicana y ella trabajó en la oficina de prensa del ministerio de Asuntos Exteriores, además de dirigir escuelas para huérfanos en Alicante. La última ciudad española en que vivió por varios meses fue Barcelona; su narración de la batalla del Ebro y de los feroces bombardeos de la ciudad que siguieron, en preparación del asalto final, son vívidos y estremecedores. También es impresionante su descripción del valor con que la población civil soportaba las bombas, hasta el punto de que cita un informe militar que concluía que "la guerra española ha demostrado que las poblaciones civiles no pueden desmoralizarse con la aviación", y aducía el caso de Barcelona como prueba. La retirada final hacia los Pirineos, los últimos días en Puigcerdà, las mezquindades de algunos políticos en esas horas desesperadas, son de una lectura apasionante aunque deprimente. Constancia e Ignacio se separaron al cruzar los Pirineos, probablemente para no verse más. Él volvía a España para contribuir a la defensa del último reducto republicano, el triángulo Madrid-Alicante-Valencia. Ella partió hacia Estados Unidos para recabar ayuda a la ya desahuciada causa de la República. En América trabó amistad con Eleanor Roosevelt y con Ernest Hemingway (a éste le conoció muy posiblemente en España, pero no le menciona), que la apreciaron y la ayudaron, pero ya era tarde. A los 33 años escribió esta impresionante autobiografía y a los 44 moría accidentalmente en Guatemala dejando atrás una verdadera y heroica odisea.

Alternativa al franquismo
Constancia de la Mora no nos dice claramente cuando se hizo comunista. Habla maravillas de la Unión Soviética, y allí envió a su hija en los años de la guerra. Su primo Jorge Semprún, que escribe el prólogo, le reprocha con cariño "la ceguera habitual del militante comunista". Esto resulta claro 75 años más tarde; leyendo a Constancia se comprende su elección. Uno de los temas del último tercio del libro es el de la traición de las democracias occidentales a la República, que abandonaron a la invasión de las tropas y armamento italianos y alemanes. En aquel momento, como ella reitera, la Unión Soviética fue el único país que apoyó militar y económicamente a la República; lo que ella no advirtió fue cómo Stalin retiró a las Brigadas Internacionales cuando preparaba ya el pacto Ribbentrop-Molotov, cómo se quedó con el oro del Banco de España que los republicanos cándidamente le confiaron, y cómo envió a menudo material de saldo y lo cobró, nunca mejor dicho, a precio de oro. Tantos españoles, entonces y más tarde, abrazaron la causa comunista como única alternativa seria al franquismo que su apasionamiento en medio de la contienda resulta más que comprensible.

La vida de Constancia de la Mora, como la de Aquiles, fue corta y gloriosa, aunque la inmensa mayoría en España la haya desconocido hasta ahora. Ya lo decían los romanos: nemo propheta in patria. Pero su vida y su libro, tan de principios del siglo XX, tienen una gran actualidad hoy. Realmente sí tuvo mucho de profetisa, de precursora; tuvo tanto, que seguir ignorándola sería un desdoro para los españoles de hoy.

martes, 14 de agosto de 2018

_- LA MATANZA DE BADAJOZ. UN AÑO MÁS CONTRA EL OLVIDO, VERDAD Y MEMORIA. El 14 de agosto, se cumplen 82 años del inicio de la matanza de Badajoz por la Columna de la Muerte, al mando del teniente coronel Yagüe.

_- sábado, 11 de agosto de 2018

Hoy, 14 de agosto, se cumplen 82 años del inicio de la matanza de Badajoz por la Columna de la Muerte, al mando del teniente coronel Yagüe, de infausta memoria. 82 años del día más nefasto de la reciente historia de Badajoz, a partir del cual comenzó un período de violencia criminal que se llevó por delante a miles de personas, y que marcó para siempre la vida de esta ciudad.

La masacre que se desarrolló en la ciudad de Badajoz, a partir del 14 de agosto de 1936, fue una de las primeras evidencias ante el mundo, de la política de exterminio del adversario, programado por los militares golpistas.

Es posible que Badajoz sea la ciudad española en que, en relación con su población, un mayor número de personas fueran asesinadas a consecuencia del golpe militar y de la masacre realizada tras su ocupación en agosto de 1936.

El cementerio de San Juan, y otros lugares de la ciudad, pertenecen a la historia silenciada y oculta de Badajoz. Allí fueron asesinadas muchas personas que pasaron luego a fosas comunes, muchos incinerados, abiertas en el interior de dicho cementerio, hechos de los que existe documentación gráfica, como son las imágenes captadas por el cámara periodista francés René Brut que dieron la vuelta al mundo. No hay Memoria sin lugares, ni lugares sin Memoria.

Uno de los estudios más exhaustivos y documentados sobre la matanza es el realizado por el historiador Francisco Espinosa, quien, en su libro "La columna de la muerte" (Editorial Crítica, 2003), documenta unos 1.400 asesinatos registrados en los libros del cementerio y del Registro Civil, pero constata que las personas asesinadas podrían ser más de 3.800, pues muchos nunca fueron registrados.

Como dice el citado historiador sobre la represión franquista: "Dos fueron los instrumentos de los que se sirvieron los golpistas para llevar a cabo el plan represivo: los bandos de guerra y los consejos de guerra sumarísimos de urgencia. Es sobradamente conocido el bando publicado por la Junta Militar el 28 de julio de 1936; sin embargo son totalmente desconocidos aquellos con los que se funcionó realmente a nivel local desde el primer momento. En la práctica los bandos de guerra pretendieron dar un barniz seudolegal a la gran matanza del 36. Luego miles de personas serían inscritas en los registros civiles con la causa de muerte: "Aplicación del Bando de Guerra". No obstante, lo que interesa destacar de esta etapa fue el altísimo número de personas que quedaron sin inscribir en el registro Personas de cuya muerte no ha quedado huella alguna: detenidas ilegalmente, asesinadas y enterradas por lo general en fosas anónimas abiertas en los cementerios, en el campo e incluso en fincas particulares. "El mapa de las fosas comunes se superpone a la España donde triunfó el golpe militar y se aplicó de inmediato el calculado plan de exterminio que los sublevados tenían previsto desde el principio".

"Respecto a la represión franquista cabe establecer tres etapas. La primera, la de la represión salvaje con los bandos de guerra, comprende desde el 17 de julio del 36 a febrero de 1937. La segunda, la de los consejos de guerra sumarísimos de urgencia, va de marzo de 1937 a los primeros meses de 1945. Podría parecer que el final de la guerra marca una separación pero realmente es lo mismo; quizás la disminución del ritmo represivo iniciado en el 36 se perciba a partir de 1943. Y la tercera sería la gran oleada represiva de fines de los cuarenta y de los años cincuenta, marcada por la eliminación de docenas de guerrilleros y de cientos de personas acusadas de servirles de apoyo".

La gran matanza
El periodista portugués Mário Neves fue uno de los testigos de primera mano de los sucesos de Badajoz, en las crónicas que remitió al Diário de Lisboa, algunas de las cuales fueron censuradas por el gobierno de António de Oliveira Salazar, claramente favorable al bando franquista. Neves regresó a Lisboa horrorizado por el espectáculo del que había sido testigo, y se juró no volver jamás a Badajoz, pero lo hizo en 1982, para recorrer los lugares donde presenció estos hechos en un documental para televisión, fragmento del cual puede verse en esta entrada:

Mario Neves, periodista de DIARIO DE LISBOA, Testigo de la matanza

René Brut, a su regreso a Paris

Reseñas:
En la Portada del Diário de Lisboa del sábado 15 de agosto de 1936, el titular decía: "Badajoz ha sido entregada a los legionarios y regulares marroquíes.". "Escenas de horror y desolación en la ciudad conquistada por los rebeldes." La crónica la firma Mário Neves e incluye la entrevista con Juan Yagüe, donde le informa y no le desmiente que ya hubiera unos 2.000 fusilados.

"Durante toda la jornada, se produjeron asesinatos por las calles de la ciudad, sobre todo a cargo de legionarios marroquiés. El mismo día 14, Yagüe ordenó el confinamiento de todos los prisioneros -la mayoría civiles- en la plaza de toros".

Según artículos publicados por los corresponsales de Le Populaire, Le Temps, Le Figaro, Paris-Soir, Diário de Lisboa y Chicago Tribune se produjeron ejecuciones en masa en varios lugares de la ciudad, y las calles aparecían sembradas de cadáveres.

El 15 de agosto, el enviado de Le Temps, Jacques Berthet, enviaba su crónica:

"...alrededor de mil doscientas personas han sido fusiladas (…) Hemos visto las aceras de la Comandancia Militar empapadas de sangre (…) Los arrestos y las ejecuciones en masa continúan en la Plaza de Toros. Las calles de la ciudad están acribilladas de balas, cubiertas de vidrios, de tejas y de cadáveres abandonados. Sólo en la calle de San Juan hay trescientos cuerpos (…)".

El 18 de agosto, Le Populaire publicaba:

«Elvas, 17 de agosto. Durante toda la tarde de ayer y toda la mañana de hoy continúan las ejecuciones en masa en Badajoz. Se estima que el número de personas ejecutadas sobrepasa ya los mil quinientos. Entre las víctimas excepcionales figuran varios oficiales que defendieron la ciudad contra la entrada de los rebeldes: el coronel Cantero, el comandante Alonso, el capitán Almendro, el teniente Vega y un cierto número de suboficiales y soldados. Al mismo tiempo, y por decenas, han sido fusilados los civiles cerca de las arenas».

El martes 18 de agosto, el Premio Nobel de Literatura francés François Mauriac, publicó en primera plana de Le Figaro un artículo sobre los sucesos de Badajoz que conmocionó a Europa. El 30 de agosto apareció en el Chicago Tribune el famoso artículo de Jay Allen, en el que narró con gran crudeza los terribles sucesos de la ciudad.

Otro testigo de la matanza
Dentro de programado plan de exterminio del adversario politico, los golpistas que tomaron la ciudad, asesinaron a tres de los alcaldes durante la República que la ciudad había tenido.

Vaya aquí un recuerdo y algunos datos de estos tres alcaldes de Badajoz injustamente asesinados por la barbarie fascista, en aquel verano de 1936:

F. Eladio López Alegría. Republicano. Concejal hasta el 14 de Agosto de 1936. Abogado, Fiscal y Corredor de Comercio, Secretario de la Cámara Urbana. Primer alcalde de la II República. Presidente de los Jurados Mixtos Agrarios. Presidente comisión para la reforma agraria en Badajoz. Fue asesinado el 16 de Septiembre de 1936, en las tapias del cementerio.

Juan Antonio Rodríguez Machín. Republicano. (Acción Republicana). Tercer alcalde tras Rodrigo Almada. Concejal hasta el 14 de Agosto de 1936. Fue asesinado el 20 de Agosto de 1936. Natural de Orellana la Vieja. Vecino de Badajoz. 53 años. Soltero.

Sinforiano Madroñero Madroñero. Socialista. Alcalde en dos etapas. Era el alcalde de la ciudad el 14 Agosto de 1936. Natural de Santi-Spiritu. Vecino de Badajoz. 34 años. Soltero. Fue asesinado el 20 de Agosto de 1936, tras ser devuelto por las autoridades portuguesas tras su marcha al país vecino, donde sin respetar el Derecho internacional humanitario y de asilo, fue entregado sin procedimiento alguno y sin garantías jurídicas de clase alguna, por la policía política salazarista a elementos golpistas franquistas de Badajoz.

IN MEMORIAM. Para todos los asesinados y desaparecidos en Badajoz, en aquellos tristes días que sucedieron a aquel nefasto 14 de agosto. Verdad, justicia y reparación.
Publicado por ARMHEX en 0:02

https://armhex.blogspot.com/2018/08/la-matanza-de-badajoz-un-ano-mas-contra.html

"Tal día como hoy Federico Garcia Lorca, moría de muerte natural por fusilamiento a manos de unos que no eran ni buenos ni malos, solo españoles. Y que lógicamente, hoy día podrían sentirse molestos si sacamos a Lorca de la cuneta a donde lo tiraron -(Y que aún hoy, más de 82 años después, desconocemos su lugar exacto)- porque eso es reabrir heridas." @gerardotc gerardo tecé

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viernes, 27 de julio de 2018

80 años de la batalla del Ebro, la última gran ofensiva republicana.



La fallida operación relámpago del ejército leal para recuperar territorio a los sublevados al sur del río derivó en un frente estancado en el que en 114 días de combates murieron 20.000 personas y hubo otros tantos prisioneros y 70.000 heridos.

“La batalla del Ebro, como la de Belchite o la de Teruel, se encuentran entre las batallas míticas de la guerra civil, por la ferocidad con la que se combatió y por el volumen de tropas que intervinieron, aunque realmente apenas tuvieron trascendencia más allá del desgaste humano y militar que supusieron”, explica el historiador José María Maldonado.

El próximo 25 de julio se cumple el octogésimo aniversario de la última gran ofensiva del ejército republicano, en la que, en una operación inspirada por el presidente del Gobierno, Juan Negrín, y planificada por el general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor, las tropas leales cruzaron el Ebro hacia el sur por las provincias de Zaragoza y Tarragona, donde se encontraba estabilizado el frente, para adentrarse en el territorio de los sublevados, centrados entonces en la ofensiva hacia Valencia desde Teruel, el llamado frente de Levante, y comenzar a recuperar terreno.

La operación, diseñada como una ofensiva relámpago, comenzó bien para el ejército republicano. Los sublevados se tragaron los señuelos planeados por Rojo (era una de sus especialidades) en la zona del delta, que hacían pensar que la ofensiva iba a comenzar por allí, y pudieron avanzar varios kilómetros tras iniciar los movimientos por las localidades zaragozanas de Mequinenza y Fayón.

Sin embargo, pronto cambiarían las cosas: Franco desactiva el frente de Levante y traslada las tropas al Ebro, reforzadas por otras llegadas de Madrid, con lo que, en una zona montañosa, el avance se estabiliza. De hecho, los republicanos ni siquiera pudieron llegar a Alcañiz, situado a menos de 30 kilómetros del río en línea recta y uno de los objetivos declarados de la ofensiva.

La estabilización del frente, de unos 70 kilómetros de longitud y cuyos últimos reductos resistieron hasta el 16 de noviembre, dio lugar a una sangrienta batalla de 114 días en la que murieron cerca de 20.000 combatientes y hubo otros tantos prisioneros, además de 70.000 heridos. Los republicanos habían cometido el error de atacar dejando el río a sus espaldas, lo que tenía bastante de autoencerrona. Y los sublevados lo aprovecharon para machacarlos con el notable apoyo de las aviaciones alemana e italiana y su superioridad en artillería.

Los motivos estratégicos de la ofensiva
¿Por qué apostaron el Gobierno y el Estado Mayor republicanos por una ofensiva de este tipo, con escasas posibilidades reales de salir adelante dada la diferencia de fuerzas? Nunca estuvo claro del todo, aunque Maldonado apunta una hipótesis: “La guerra civil estaba decidida desde marzo, cuando el ejército de Franco se impuso en el frente de Aragón, llegó a Vinaroz a primeros de abril y partió en dos la España republicana. Sin embargo, Negrín estaba convencido de que pronto iba a estallar la guerra mundial a intentaba resistir” con la esperanza de que, en ese caso, llegara el apoyo de las democracias occidentales.

El ejército franquista optó por una batalla de desgaste que, en cualquier caso, perjudicaba más a los republicanos que a sus fuerzas. “La batalla fueron unos kilómetros”, señala Maldonado, aunque la ferocidad de los combates, con episodios como los de Gandesa, que intentó tomar sin éxito la misma XV Brigada Internacional que unos meses antes había resistido allí para cubrir la retirada de republicana ante el avance de los sublevados, resultó despiadada.

Rojo y Negrín optaron por lanzar el frente del Ebro ante la desconcertante estrategia de Franco, que en abril, tras tomar Lleida y Vinaroz, frenó los avances hacia Barcelona y Valencia para hacerlo a finales de ese mes en dirección a la última de estas ciudades.

Esa ofensiva, no obstante, topó con la resistencia de la línea de fortificaciones XYZ en las inmediaciones de Sagunto. Barcelona caería el 26 de enero de 1939, cuando todavía no habían transcurrido dos meses y medio desde que finalizó la batalla del Ebro, lo que provocó el éxodo de medio millón de republicanos hacia Francia.

Una cúpula militar de peso político
“Franco optó por enviar allí al grueso de sus fuerzas, pero la guerra ya estaba decidida y el desgaste perjudicaba en mayor medida a los republicanos que a sus tropas”, apunta Maldonado.

La batalla del Ebro, el último episodio bélico en el que participaron las Brigadas Internacionales, supuso la movilización de la ‘quinta del biberón’, jóvenes de 17 y 18 años movilizados en la zona republicana, principalmente en Catalunya. La inexperiencia de la tropa siempre ha sido incluida por los historiadores entre los motivos del fracaso de la operación.

En cualquier caso, Maldonado destaca el peso político que el Gobierno de Negrín intentó dar a la ofensiva del Ebro, en la que participaron varios de los jefes militares más políticos de su ejército, como Enrique Líster, Valentín González ‘El campesino’ o Antonio Beltrán ‘El Esquinazau’. *

@e_bayona 

Fuente:
https://www.publico.es/politica/batalla-ebro-80-anos-batalla-ebro-ultima-gran-ofensiva-republicana.html

*.Manuel Tagüeña, fue el Comandante más joven que dirigió el XV Cuerpo de Ejercito, en la batalla del Ebro. El primero que lo cruzó y el último que se retiró. Después dio clases en la academia militar de Moscú sobre organizar y planificar retiradas.

sábado, 14 de abril de 2018

¡Por la III República española, contra las falsas repúblicas que nos dividen y distancian!

Salvador López Arnal

Rebelión

Para Federico García Lorca (1898-1936), el poeta republicano asesinado por el fascismo a los 38 años. In memoriam et ad honorem.

Para Carlos Jiménez Villarejo, un jurista machadiano de la cabeza a los pies, de la mente al corazón.

Para Mario Gaviria (1938-2018), del que tanto aprendimos. In memoriam et ad honorem.

Desde un punto de vista teórico, yo no soy marxista, no lo he sido nunca, es muy posible que no lo sea jamás. Mi pensamiento no ha seguido la ruta que desciende de Hegel a Carlos Marx. Tal vez porque soy demasiado romántico, por el influjo, acaso de una educación demasiado idealista, me falta simpatía por la ideal central del marxismo, me resisto a creer que el factor económico, cuya enorme importancia no desconozco, sea el más esencial de la vida humana y el gran motor de la historia. Veo, sin embargo, con entera claridad, que el socialismo, en cuanto supone una manera de convivencia humana basada en el trabajo, en la igualdad de los medios concedidos a todos para realizarlo, y en la abolición de los privilegios de clase, es una etapa inexcusable en el camino de la justicia; veo claramente que es ésa la gran experiencia humana de nuestros días, a la que todos de algún modo debemos contribuir.
Antonio Machado (1º de mayo de 1937)



Para nosotros, la cultura ni proviene de energía que se degrada al propagarse ni es caudal que se aminore al repartirse; su defensa, obra será de actividad generosa que lleva implícita las dos más hondas paradojas de la ética: solo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da.
Antonio Machado (1937)


España, por fortuna, la España leal a la nuestra gloriosa República, cuantos combaten la invasión extranjera, sin miedo a lo abrumador de la fuerza bruta, habrán salvado, con el honor de la Europa occidental, la razón de nuestra continuidad en la Historia.
Antonio Machado (1939)

Porque la República solo puede llegar de las manos populares: tiende a olvidarse que la II República española representó, en la Europa que veía agitarse el monstruo fascista de otra racionalidad capitalista, una esperanza en la capacidad de resistencia de la honradez y la decencia democráticas; simbolizó la confianza, aunque fuera derrotada, en el valor de la resistencia a la barbarie, el aliento antifascista; pero también las certezas depositadas en un horizonte que quería restaurar la dimensión humana donde pudiese vivirse de otra forma.
Higinio Polo (2018)

Por último, y no menos sino más importante, que igual que a mucha gente le interesó destacar, a mucha más, parece haberle importado también con una constancia igual de admirable durante todo el tiempo de la historia humana, mantener la igualdad y el que ‘nadie sea más que nadie.
Víctor M. Fernández Martínez (2007)

Al poeta, a nuestro poeta, siempre ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar, le hubiera complacido la reflexión con la que Víctor M. Fernández Martínez cierra Prehistoria. El largo camino de la Humanidad [1]. También, por supuesto , las consideraciones republicano-democráticas de Higinio Polo. Las suyas, las palabras del autor de Juan de Mairena, del poeta que conversaba con el hombre que siempre iba con él, también siempre en nuestra memoria. En la de todos, en la de todas (y aunque no se aproximara bien, ese 1º de mayo de 1937, no es eso, no es eso, a la que llama, sin serlo, idea central del marxismo).

Una reflexión del profesor José Luis Martín Ramos, sobre una arista esencial de la política internacional que nos preocupa a todos en tiempos bélicos que pueden ser aún más bélicos:

Macron dice que tiene pruebas del ataque de Al Assad con armas químicas; Teresa May dice que también; Merkel no se arriesga tanto y dice que probablemente fue así. De Trump no hace falta hablar. Hasta el editorial de La Vanguardia ya cae en la tentación de hablar del "cada vez más evidente nuevo ataque con armas químicas", en el que el "nuevo" no es inocente y revalida anteriores ataques de los que también se dijo que habían pruebas… que nunca han sido mostradas de manera irrefutable. Ahora no lo son de ninguna manera. Toda la prueba son una curiosas imágenes con niños limpiados a manguerazos o con máscaras impuestas sobre la cara, que no demuestran absolutamente nada, y la información que procede de la organización "Cascos blancos", una ONG islamista financiada por los gobiernos de la OTAN. Repito que ni siquiera el Observatorio Sirio de DD.HH. de Londres -nada imparcial- se ha atrevido a convalidar. Y se afirma que ya hay pruebas cuando todavía no se ha hecho la encuesta sobre el terreno de la organización Internacional para la Prohibición de Armas Químicas, que ya ha llegado a Damasco y que la hará, sin que el gobierno sirio lo haya impedido.

Extraño, muy extraño. Claro que nuestras sospechas podrían ser fruto de esa inveterada costumbre de los rojos recalcitrantes de caer en la tentación de la teoría del complot (por cierto, ¿por qué Tomás Alcoverro no ha hablado en su artículo de La V de “El complot”, convicto y en gran parte confeso, del trío de las Azores, fabricando "pruebas" y mostrándolas impúdicamente al mundo para justificar el mal que está en el origen del embrollo actual: la invasión y destrucción de Irak como estado unificado?). Podrían ser fruto de nuestros prejuicios… si no fuera porque en la misma LV, que editorializa con la ligereza que lo hace, su corresponsal de Estambul nos informa que ayer el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Jim Mattis, "reconocía que no tenía pruebas, más allá de lo que había visto y leído en las redes sociales". ¿Increíble? Y Mattis no ha dimitido, ni ha sido obligado a dimitir por desmentir a Trump, Macron, May, Merkel.

Si Mattis no tiene pruebas y todo lo que sabe es por las redes sociales y esto no es un montaje que baje Dios y lo vea.

El tema de hoy, sin más preámbulos.
Nos lo enseñó Brecht a propósito de Galileo: “Se impone tanta verdad en la medida en que nosotros la impongamos; la victoria de la razón sólo puede ser la victoria de los que razonan”. Razonemos, pues, digamos y luchemos por la verdad (y tengamos muy en cuenta la advertencia de Martin Luther King: “Lo que dices puede ayudarte a conseguir una beca de una fundación, pero no te hará entrar en el Reino de la Verdad”), y recordemos también las sabias palabras del cante del maestro Fosforito: “Ni toda el agua del río ni toda el agua del mar podrán apagar el fuego de un corazón encendido”. Y el nuestro, nuestro corazón, es hoy, 14 de abril, un corazón encendido. No alimentaremos sin embargo ningún mito encubridor, ninguna falsedad histórica interesada, ni olvidaremos momentos oscuros, negros, criminales incluso, durante aquellos años llenos de esperanza y esperancismo pero también de reacción: la derecha no cesó de acechar desde el primer momento. Pero, eso sí, pensaremos (y sentiremos) lo que significó y significa para nosotros, para la historia de nuestro país (pensada y sentida desde abajo, desde los más desfavorecidos) aquella República democrática de trabajadores y trabajadoras de toda clase, que se organizaba en Régimen de libertad y justicia y renunciaba a la guerra como instrumento de política nacional. Aquella República que representó una verdadera y real esperanza de transformación, de cambio, de avance social, de equidad, de justicia, de solidaridad, de libertad real, para millones y millones de ciudadanos-trabajadores, de obreros y campesinos pobres (muy pobres) de nuestro país. Aquella República que hizo huir a los Borbones. La misma que -¡por fin!- posibilitó que las mujeres pudieran ejercer su voto (adelantándonos de mucho a otras “naciones civilizadas”). Aquella República que permitió que niños y niñas de clases empobrecidas, que apenas nunca antes habían podido ir a la escuela

(Philipon de La Madeleine, una especie de Bravo Murillo del siglo XVIII: “No hay arma más peligrosa que el conocimiento en manos del pueblo al que hay que engañar para que no rompa sus cadenas”), poblaran sus aulas. Aquella República que logró extraer de mucha gente, y no solo de gente proletaria, su mejor yo-nosotros, su mejor ser y estar en comunidad libre, fraternal y equitativa.

La misma República que dio pasos gigantescos en los avances autonómicos de las nacionalidades españolas y en la consideración de sus lenguas y que afirmaba en su Constitución que el Estado español carecía de religión oficial. La misma República de trabajadores que supo a qué atenerse en asuntos de reforma agraria (Miguel Hernández -¡Josefina, Josefina, Josefina!-:

“Andaluces de Jaén, /
aceituneros altivos,/
decidme en el alma, quién,/
quién levantó los olivos,/
andaluces de Jaen”),

consciente de la temible y probable reacción de los terratenientes y de sus grupos de acción.

Pensaremos también en el triunfo del Frente Popular, objeto hoy de revisión por parte de historiadores, criticados y refutados, entre otros, por el profesor José Luis Martín Ramos.

Recordaremos los nombres de Manuel Azaña, de Juan Negrín, de Joan Comorera, de Buenaventura Durriti (“A nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante”), de José Díaz, y de tantos otros. También los de Federica Montseny, de La Pasionaria, de Clara Campoamor, de María Teresa León, de María Zambrano (“Lo que hoy he sido, y soy, es republicana”), de Rosa Chacel. No olvidaremos tampoco los nombres de Salvador Seguí, Joan Salvat Papasseit ("Vosaltres no sabeu que és guardar fusta al moll!”), Salvador Espriu, Mercè Rodoreda y Bartomeu Rosselló-Pòrcel. Recordemos con tristeza e indignidad la bajeza moral de los que se levantaron en armas contra la democracia republicana (León Felipe: “La verdad es que, cuando Franco, ese sapo iscariote y ladrón, con su gran escuadrón de cardenales y banqueros, se atrevió a decir que la guerra de España era una “cruzada religiosa“ y que Dios estaba con ellos… al poeta le entraron unas ganas irrefrenables de blasfemar”).

Recordaremos, con deseos de justicia pero no de venganza, sus incontables y casi inenarrables prácticas criminales (Víctor Pardo Lancina: “Hay historias que sobrepasan lo imaginable como la del alcalde de la localidad de Loporzano, Rafael Montori Ara, de 39 años, padre de cuatro hijas, encarcelado en Huesca desde el primer momento tras la sublevación. El 12 de agosto, cuando su hija Presentación, de 15 años, le llevó a la cárcel la fiambrera con la comida le devolvieron la cesta con la cabeza cortada de su padre. Presentación enloqueció, enfermó gravemente y murió muy joven. Esa cabeza fue expuesta en la plaza más céntrica de Huesca para escarmiento y amenaza de toda la población”). No habita nuestro olvido en el heroísmo -palabra ajustada- de millones y millones de ciudadanos-trabajadores resistentes, muchos de ellos antepasados nuestros, culpables, se les dijo, infundio sobre indignidad, de “rebelión militar” por defender la Constitución y legalidad republicanas, para ser luego condenados a muerte, fusilados y arrojados al estiércol. Sentiremos de nuevo y haremos nuestro el “recuérdalo tú y recuérdalo a otros” del poeta sevillano de los placeres prohibidos. Volveremos a homenajear en nuestras almas a los brigadistas internacionales (¡y a las brigadistas!), a aquellos luchadores imprescindibles nunca olvidados. Pensaremos en su antifascismo, en su entrega, en su generosidad, en muchas de sus vidas arrebatadas por ladrones de vidas hace mil siglos

(“Gracias, Compañero, gracias/
Por el ejemplo. Gracias porque me dices/
Que el hombre es libre/
Nada importa que tan pocos lo sean: /
Uno, uno tan sólo basta/
Como testigo irrefutable/
De toda la nobleza humana”).

Pensaremos en ellos y también en nuestros muertos, en nuestros desaparecidos, en nuestros torturados, en nuestros vejados, en nuestros asesinados, en las mujeres del pueblo que resistieron lo indecible, plantando cara en circunstancias que ni siquiera somos capaces de imaginar y sin que apenas nadie hable de ellas una vez muertas. Recordaremos los bombardeos de la aviación fascista italiana y los de la Legión Cóndor alemana. Pensaremos en la Operación Rügen, en Gernika, en Barcelona, en Madrid

 (Octavio Paz: “Madrid, 1937,/
en la Plaza del Ángel las mujeres/
cosían y cantaban con sus hijos,/
después sonó la alarma y hubo gritos,/
casas arrodilladas en el polvo,/
torres hendidas, frentes esculpidas/
y el huracán de los motores, fijo:/
los dos se desnudaron y se amaron/
por defender nuestra porción eterna...”)

y en tantas otras ciudades y pueblos. Pensaremos en las gentes de las que provenimos, en sus luchas, en sus trabajos, en el “pagaron con su vida la lucha por la dignidad”. Somos ellos, nos han hecho. No lo olvidaremos. Recordemos los nombres de nuestros poetas, de los poetas de todos. Pensaremos en Antonio Machado, en León Felipe

(“Y he visto:/
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,/
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,/
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,/
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,/
y que el miedo del hombre…/
ha inventado todos los cuentos...” ), en el poeta asesinado

(“... porque queremos el pan nuestro de cada día, /
flor de aliso y perenne ternura desgranada, /
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra/
que da sus frutos para todos”)

y en tantos otros… y otras que a veces no recordamos suficientemente. Tampoco habita nuestro olvido sobre las puñaladas por la espalda que algunos dieron a la II República. Recordaremos las cínicas políticas de las “democracias occidentales”, la hipocresía antihumanista de la no intervención, y la decisiva solidaridad de los pueblos de la Unión Soviética y de México y de otros lugares y países del mundo.

Recordaremos a Norman Bethune, a César Vallejo, la “España en el corazón” de Pablo Neruda

(“Chacales que el chacal rechazaría,/
piedras que el cardo seco mordería escupiendo, /
víboras que las víboras odiaran!/
Frente a vosotros he visto la sangre /
de España levantarse/para ahogaros en una sola ola /
de orgullo y de cuchillos!”).

Pensaremos con emoción en el Winnipeg y en los amigos chilenos, Salvador Allende entre ellos (“La historia es nuestra y la hacen los pueblos”), en los que fueron a recibir a nuestros refugiados republicanos. Pensaremos también en los exiliados (estos sí, de verdad) y en las duras condiciones de su exilio. Recordaremos Argelès-sur-Mer (Argelers) y yo pensaré en Eduard Rodríguez Farré (y también en Álvaro Iglesias Barriga, el abuelo paterno de mi esposa-compañera). También en los presos políticos (también estos de verdad), y en las gentes que se confiaron por no haber participado en actos violentos y fueron asesinados en tiempos de posguerra (que fueron propiamente de guerra), durante diez o quince años, en Barcelona, por ejemplo, en el Camp de la Bota, sin ningún miramiento, sin piedad, sin ninguna compasión (José Arnal, no Josep Arnau, por ejemplo). Recordaremos, admirados, a aquellos luchadores antifascistas que siguieron combatiendo el fascismo en Europa, que liberaron París, prisioneros algunos de ellos en campos de concentración y exterminio donde tantos y tantos perdieron sus vidas. Pensaremos en Montserrat Roig y en otras escritores que nos hicieron conscientes de ello. Recordaremos el Movimiento Democrático de Mujeres, como recordamos también a las Mujeres Libres.

Rechazaremos infundios -que duelen en lo más hondo- como la falsa afirmación de una guerra española contra Cataluña. Recordaremos toda las personas, todos las compañeras y compañeros que lucharon, casi desde el primer momento, en una España llena de falangistas, tradicionalistas, militares fascistas y aguiluchos, en todos los que dedicaron tiempo, esfuerzo e incluso su vida con el objetivo de traer de nuevo una República federal de trabajadores a nuestro país. Una República para todos, una República que nos uniese en nuestras diversas diversidades. Recordaremos, conviene hacerlo para no equivocarnos, los días de la abdicación del Borbón corrupto y como aquí, en Barcelona, en la plaza de Cataluña y de los indignados, mientras unos hablábamos de la III República, otros (ERC y grupos de Revolta global) hablaban de República catalana, sin relación alguna con el sentimiento republicano que irrumpió en muchos lugares de España (a pesar de la dura represión borbónica sufrida). Un sentimiento, una tradición, que nada tiene que ver con falsas repúblicas de opereta que nos rompen por la mitad y aspiran a levantar muros entre nosotros y nuestros hermanos, mientras dicen, publicitan y cuentan que esas, las suyas, son finalidades democráticas y revolucionarias (Higinio Polo: “esa “república” teatral y falsaria que proclamaron lo único que ha hecho ha sido dañar a la reivindicación de la República, favorecer a la monarquía, poner dificultades a la imprescindible y necesaria III República española”).

No en nuestro nombre, no en nombre de una tradición que ellos, los que ahora se dicen republicanos, apenas han cultivado mientras otros, que ellos nunca han considerado (ni incluso en actos conjuntos), hemos intentado llenar calles y plazas en este día, tan nuestro, recordando lo que es parte de nuestra historia común, de la historia de todos. También de ellos aunque quieren arrojarla a la cuneta de la historia cuando afirman, sin matices ni miramientos, que España -el estado español dicen en su lenguaje ofensivo- siempre ha sido un país de fachas, carcas y corruptos, no como su país, que quieren para ellos y en exclusiva, más culto, más moderno, más democrático, más justo, más de todo. Nos han contado todos los cuentos y no queremos más cuentos falsarios. No queremos ser piedras de ninguna iglesia ni de ningún palacio ni de ningún centro de poder. Solo guijarros humildes de carreteras. No padecemos verbo (logo) fobia ni gefidrofobia. No tenemos miedo a las palabras ni a transitar por los puentes de nuestros caminos, que queremos compartir, pero no estamos dispuestos a hablar de cualquier forma, insultando a veces, distinguiendo entre los que vivimos más acá del Ebro, dicen sin saber lo que dicen, de los que viven más allá, los que han llamado murcianos o xarnegos cuando ha venido a nuestra tierra a desempeñar, la mayor parte de las veces, los trabajos más duros, los más ingratos, los menos considerados, los peor remunerados. Los trabajos de los que nunca hablan. No están en su mundo.

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sábado, 1 de julio de 2017

El exilio español de la A a la Z. Un grupo de investigadores publica un monumental diccionario en el que han trabajado durante veinte años y que rescata a los escritores desterrados tras la Guerra Civil.

El “viento sucio de la Historia”, como decía Salinas, los arrojó al otro lado del mundo. Tenían la maleta detrás de la puerta, no compraban muebles en sus casas de desterrados porque eso sería renunciar al regreso a España cuando muriera Franco. Pero Franco no se moría. Y ellos comenzaron a habitar en los cementerios del exilio.

¿Qué fue de los desterrados españoles? ¿Dónde se guarda su memoria? Un grupo de investigadores lleva veinte años trabajando en una obra que es un monumento a esa memoria olvidada y que ahora sale a la luz. El Diccionario Biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, publicado por la editorial sevillana Renacimiento, es la propuesta para viajar por esos recuerdos del exilio intelectual, el atlas de los mapas del destierro. Casi 1.500 entradas que se adentran en la vida y la obra de 1.191 autores españoles que tuvieron que huir de España tras la Guerra Civil.

El libro, que se presentará hoy en el Ayuntamiento de Sevilla con el respaldo del Centro de Estudios Históricos de Andalucía aprovechando el Día de la Memoria, es un trabajo colectivo del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL), adscrito a la Universitat Autònoma de Barcelona. Un total de 102 investigadores que participan en un ambicioso proyecto editorial del que ya han salido interesantes trabajos de rescate de la obra perdida de estos escritores.

Deuda moral
El grupo GEXEL se creó en 1993 para reconstruir la memoria cultural del exilio republicano de 1939. Era un proyecto de intención académica pero que también tenía implicaciones éticas y políticas al considerar que España tenía que saldar una deuda moral con “aquellos españoles que pagaron con el destierro forzoso su fidelidad a la legalidad democrática republicana”, según argumentaban en el manifiesto de creación.

La mayor parte del exilio intelectual no ha sido incorporado de forma natural al patrimonio español. Salvo el caso de los desterrados de primera fila como Luis Cernuda, Rafael Alberti, María Zambrano, Pedro Salinas o Francisco Ayala, el resto vive aún en el exilio puesto que es imposible encontrar sus libros en España, así en el franquismo como en la democracia. “Las obras que mencionamos en el capítulo de Creación debieran ser obras presentes en el catálogo de la Biblioteca Nacional de Madrid a disposición de cualquier lector. Son parte de nuestro patrimonio literario e intelectual, sin cuyo conocimiento nunca estará completa la historia de la cultura”, asegura Manuel Aznar Soler, catedrático de Literatura Española Contemporánea de la Universitat Autònoma de Barcelona, director del GEXEL y coordinador del libro junto al profesor José Ramón López García. “La recuperación de esta biblioteca del exilio y de la historia de nuestro exilio republicano de 1939 debería haber sido un tema prioritario de la política cultural de Estado y sigue siendo una asignatura pendiente”, añade.

Cada entrada del diccionario es un viaje en el tiempo hacia esas biografías del exilio y también un recorrido por la España del destierro, la que crearon los exiliados, como tantas veces relató Max Aub. En México DF se reunían en cafés como el Papillón, en la antigua calle Madero, que les recordaba la Carrera de San Jerónimo de Madrid, o el Ambassadeurs del Paseo de la Reforma que les evocaba el restaurante Lhardy. Con Francisco Ayala se viaja a Buenos Aires: allí frecuentaban los cafés de la Avenida de Mayo, que era como la calle de Alcalá trasplantada al otro lado del mundo.

En los mapas del exilio que ahora se descubren con este diccionario surgen otras ciudades-refugio para aquella España peregrina como París, Toulouse, La Habana, Nueva York, Montevideo o Londres. En Inglaterra, el autor malagueño Salazar Chapela, que llamaban el “tío de Londres”, recibía en La Bretagne, un restaurante en South Kensington y luego se iba a la sala de pintura española de la National Gallery. Así veían pasar el tiempo y la Historia de la que ya no formaban parte.

“Si terrible es el olvido de los exiliados, aún lo ha sido más para las mujeres. En este diccionario aparecen historias sorprendentes como la de Victoria Kent, la política republicana, escondida en un pequeño apartamento con nombre falso en el París de los nazis y cuyo sufrimiento relató en el libro Cuatro años en París; la historia de la poeta Concha Méndez, o de María Lejárraga, que había sido esposa de Gregorio Martínez Sierra y desde el exilio tuvo que reivindicar la autoría de los textos que firmó con el nombre de él.

Algunos de aquellos exiliados se adaptaron sin problemas, o sobrevivieron pero jamás lograron adaptarse, otros idealizaron España hasta confundir sus recuerdos y la realidad, otros murieron antes de regresar a un país que ya no era el que recordaban como subrayó desolado Max Aub en La gallina ciega.

Hay momentos especialmente trágicos al repasar las entradas biográficas de los exiliados que nunca lograron adaptarse como Pedro Garfias al que solían ver platicar con fantasmas en las tabernas de México. Garfias es uno de los símbolos derrotados del exilio con su cátedra de cantinas y emérito del pulque. El poeta se bebió la vida dejando sus versos abandonados en servilletas de las tabernas. Parecía el más alegre, pero fue el que nunca asumió la derrota. Este diccionario cuenta su historia y la de más de un millar de aquellos expulsados a los que al morir, como decía el verso de Juan Rejano, “les hallaron España en el pecho”.

EDITORIALES PARA LA SUBSISTENCIA
Este diccionario revisa, supera y amplía la obra mítica que en 1976 editó Taurus y que dirigió José Luis Abellán: El exilio español de 1939, en la que participaron autores desterrados como Manuel Andújar, Aurora de Albornoz, Tuñón de Lara o Juan Marichal. Abordaba el exilio desde la literatura, el teatro, el cine, la ciencia o el pensamiento. Y trataba un elemento fundamental en el que también incide el diccionario: la importancia de las revistas y las editoriales en los países de acogida, fundamentales para la subsistencia con el encargo de traducciones, correcciones, ilustraciones... Es el caso del Fondo de Cultura Económica de México o la bonaerense Losada.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/06/13/actualidad/1497374517_678085.html?rel=lom

viernes, 12 de mayo de 2017

_--Unas notas de réplica a Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa (Segunda parte) ¿Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular?

_--José Luis Martín Ramos

El segundo supuesto vuelco en la investigación – antecedente directo del tercero y fundamental que se refiere a las elecciones y su escrutinio – es el que sostiene, bajo un título algo peliculero,“cuatro días de febrero”, un desbordamiento general de las instituciones por la izquierda frentepopulista y particularmente la obrera, que operó desde la misma tarde-noche del 16 de febrero en forma de manifestaciones, motines en las cárceles y diversas formas de “intimidación” –palabra clave y repetida de manera recurrente en la exposición de ATV-; desbordamiento que llevó al abandono precipitado del gobierno por parte de Portela y al asimismo precipitado – y se sugiere que injustificado – acceso del Frente Popular al poder, lo que validó el artero objetivo de aquellos desbordamientos de masas y propició por un lado la celebración de las elecciones pendientes todavía en un clima de coerción de la izquierda y por otro los definitivos falseamientos de los escrutinios.

Es sabido que un recurso literario habitual es que el inicio de un libro o de un capítulo constituya en sí mismo un impacto que atraiga y, al propio tiempo, oriente al lector. ¿Cuál es ese mensaje de inicio? Pues que ya “en las horas previas se hizo evidente que no todos iban a aceptar una posible derrota. El Socialista anticipaba en su editorial el mismo 16 que “en un juego sucio, como el que se plantea ahora, jugamos tan solo a ganar” (pág. 275) y tanto el diario socialista como el republicano, El Heraldo, ponían en guardia ante los posibles pucherazos que produciría un control tan generalizado de los municipios por “gestoras monárquicas”. Deducir de todo eso que socialistas y republicanos se disponían ya a desconocer el resultado si les era adverso y a deducir de ello alguna acción contra los resultados electorales efectivos es una absoluta grosería de interpretación. ¿Es que no todos iban a ganar? El Socialista y El Heraldo simplemente estaban llamando a la participación e incluso a la vigilancia. Sólo una amplia participación les podía dar la victoria y la invocación de la vigilancia no era injustificada; con las elecciones municipales sin hacer – estaban pendientes desde 1934 – una gran cantidad de municipios, sobre todo en la España rural, estaban en manos de gestoras nombradas primero por el gobierno radical-cedista y luego por Portela, quien en una última maniobra – que todo el mundo interpretó que tenía objetivos de posible interferencia electoral- removió todos los gobiernos civiles y los delegados gubernativos. A la derecha no le preocupaba tanto esa cuestión porque estaba absolutamente convencida de su victoria, que pregonaban como cierta en su prensa antes de las elecciones. ¿Podrían considerar eso ATV también una incitación al desconocimiento del resultado si no se cumplía tal previsión?

El sectarismo de ATV les impide analizar, en términos históricos, el peso de las percepciones en la movilización de unos y la desmovilización de otros. Y sobre todo les lleva a ver en la movilización del frentepopular siempre una amenaza a la democracia, una manifestación de una mera ambición de poder y de los instintos bárbaros de las turbas. ¿No había razones para esa actitud de movilización? De sobras, y entre ellas la amenaza del golpismo que pendía sobre la república democrática, que se reactivó en diciembre de 1935 con la imprudente – cuando menos, por no decir otra cosa – iniciativa frustrada de Gil Robles; ya volveremos sobre ello al considerar las presiones militares sobre Portela. No voy a discutir que se produjeron incidentes, episodios de violencia en una situación de desconcierto por el comportamiento de Portela, pero hacer de eso el fantasma de una casi insurrección general, que habría justificado la declaración, asimismo general, del estado de guerra y otras medidas de “autoridad” más que probablemente, enturbiando una jornada electoral, que fue aceptable según las condiciones y comportamientos de la época – no solo en España, en Europa – es absolutamente desproporcionado. Sin embargo esa desproporción es imprescindible en el relato de ATV porque crea un clima de pre-asalto al poder de las masas populares, que en aquel momento no existió de ninguna manera. Ese relato de ATV no es tan novedoso, tiene sus antecedentes en bibliografía anterior; desde las memorias de Gil Robles, en la que la secuencia del desbordamiento de las masas a Portela es también clave para la consideración de la para él irregular – y no justificada – formación del gobierno de Frente Popular hasta el “Dictamen de la Comisión sobre ilegitimidad de poderes actuantes el 18 de julio de 1936” elaborado por el régimen franquista, que ATV dicen no compartir, pero que incluso utilizan como prueba documental válida, sin más (lo veremos más adelante).

La jornada electoral del 16 fue, salvo excepciones –por graves que localmente fueran– aceptable. Aunque ATV no pueden ahorrarse un nuevo juicio de intención al afirmar que si resultó así fue por el extraordinario despliegue de las fuerzas de seguridad….que si no; ignorando que el Frente Popular y sus organizaciones llamaron a una votación tranquila. El Frente Popular, las izquierdas están siempre bajo sospecha en el trabajo de ATV; el resto, solo en alguna ocasión, siempre que no afecte a Gil Robles. Que tras conocerse la victoria en Madrid, que nadie discutió, y en Cataluña, también indiscutible, y la probabilidad de que fuera el Frente Popular el que mayor opciones tenía de ganar, se produjera una concentración en Puerta del Sol no tiene la significación subversiva que le atribuyen ATV ¿por qué solo han de tener significación subversivas las manifestaciones? sino de celebración, incluso por el tradicional lugar de celebración que se producen; incluso, como reconocen los autores, el Comité del Frente Popular desautorizó una octavilla anónima que sugería convertir la celebración en protesta. ATV se empeñan en sugerir que eran mucho más que celebraciones y en que se produjo “un goteo constante de episodios con distintos niveles de gravedad”, que justificarían en su opinión las gestiones – presiones, digo yo –de Gil Robles, de Franco, de Fanjul y de Goded para tomar decisiones extraordinarias, rozando lo extremo

“Más que incidentes” es el subtítulo en el que ATV juegan a desacreditar la imagen de normalidad mayoritaria durante la jornada electoral. Lo que luego describen no son otra cosa que incidentes, por más que exageren su trascendencia prejuzgando que “sin bien no fueron generalizadas, si es cierto que la reiteración indica una violencia latente significativa”. Pero, ¿de qué están hablando? De diversos episodios dispersos, en Andalucía, Galicia, Asturias, País Vasco, Aragón, la mayor parte de signo menor por muy lamentables que fueran – como las coacciones a grupos de monjas para que no pudieran ir a votar -, las peleas entre simpatizantes, el apedreamiento de un candidato de la derecha y algunos con consecuencias mayores, al aparecer las navajas, las pistolas, o las fuerzas de orden público. ATV citan una treintena de incidentes concretos, de los que una docena larga se produjeron en Galicia, y sin concretar “muertos y heridos de diferente consideración” en las provincias de Córdoba, Guipúzcoa, Navarra, Oviedo, Salamanca, Santander, Sevilla, Toledo y Zaragoza, de los que solo concretan media docena de ellos, los que tuvieron consecuencia de muerte, por lo que hemos de suponer que el resto fueron de carácter tan menor que ni siquiera ATV han considerado oportuno señalarlos. Eso no describe un cuadro de nada que sea “más que incidentes”, por más que los que produjeran muertes resultaran irremediables.

Por otra parte, la responsabilidad de los incidentes más graves, los irreversibles por la pérdida de vidas humanas correspondió a…las derechas: de los 10 muertos reconocidos, citan 8 casos, de ellos las víctimas fueron de izquierdas, a manos de falangistas, papistas o cedistas y en un caso de la guardia civil, por un muerto cedista y otro cuya filiación política no se da. La proporción es tan elocuente de que la violencia grave partió más de un bando que de otro, que extraña que ATV, que señalan tantos detalles, no hayan hecho ningún comentario sobre éste. Sí, en cambio, se permiten comentarios increíbles, para exculpar las agresiones perpetradas por elementos derechistas: en Antas de Ulloa, los papistas malhirieron a tiros a un presidente de mesa y a un “portelista”, y como quiera que no pueden negar que fue así se ven obligados a añadir “Pero no es menos cierto que, antes de los disparos, se había entablado una fuerte discusión”, en la que al representante cedista, que se quejaba ante la mesa de irregularidades supuestas “se le propinó un fuerte golpe”. El comentario es absurdo, en casi todos los enfrentamientos, excepto los atentados que sufrieron militantes de izquierda – a un vendedor de prensa los falangistas le obligaron a beber gasolina – hubo primero alguna fuerte discusión, que fue a más porque alguien tenía pistola o navaja; y que un fuerte golpe pueda poner pero a un asesinato es un comentario poco medido, si no indecente.

Esta peculiar exposición de sucesos sirve a ATV para desacreditar la versión del gobierno de que la jornada fue tranquila y sobre todo para, tras reconocer que “no puede decirse que la violencia primara”, concluir que “todo ello fue un mal augurio y anticipó los desórdenes que comenzaron a propagarse durante la tarde y noche del 16 de febrero”. No digo, pero digo. Establecen así una relación de continuidad absolutamente insostenible. Lo cierto es que el grueso de las elecciones tuvo un transcurso normal y su resultado ya anticipó una victoria – ajustada, pero victoria - del Frente Popular de la que sólo quedaba por conocer si llegaría a mayoría absoluta y las dimensiones de ésta si se producía. El recuento de las elecciones del 16 habría de ser algo largo y accidentado y la gestión informativa que el gobierno Portela hizo del mismo resultó muy poco acertada; dominada como estaba por el conocimiento del estrepitoso fracaso del Partido del Centro organizado por Portela bajo el padrinazgo de Alcalá Zamora. A pesar de ello, en ningún momento se invirtió de manera clara la tendencia, por más que el Gobierno Portela intentó reducir el impacto inmediato – acaso para aguar la celebración en marcha de las izquierdas e intentar frenarla – manteniendo por algunas horas le expectativa de un triunfo, no de las derechas, sino de la problemática suma de las derechas y el centro (dicho sea de paso, ATV recurren más de una vez en sumar las fuerzas centristas a la de las poco avenidas de la derecha; es improcedente, no significaban políticamente lo mismo ni mucho menos y en todo caso el portelismo estaba más cercano de las izquierdas que de las derechas en muchas de las circunscripciones).

En la madrugada del 17, gracias al voto de las grandes ciudades, el Frente Popular iba por delante y en la mañana del 17, en el Consejo de Ministros Portela anunció que éste ya podría estar contando – con el recuento en marcha – con 193 diputados y ese es el dato que vale y no las informaciones o intoxicaciones que ATV citan del embajador portugués que atribuía la victoria al “Bloque de derechas” o de Ferández Almagro que dijo que le había dicho Portela (pág. 362); utilizar estas dos manifestaciones como documentación firme, frente a la del Consejo de Ministros es ridículo. Como ATV reconocen “los escrutinios del 17 solo eran terminantes en que el Frente Popular iba por delante en el escrutinio y en que sus adversarios sólo podían encomendarse, para ganarle, a los votos de los distritos rurales aún por ganar” (pág. 363); el primer “solo” sobra, desde luego, pero no pueden evitar trufar los irremediables reconocimientos de la realidad con fórmulas adversativas. Siguiendo a ATV, los datos ya definitivos, en la tarde del 17 de febrero – los que correspondían a las circunscripciones en las que el ganador aventajaba claramente a sus competidores y estaba por encima del 40% para llevarse los escaños por mayoría- , al atardecer del 17 el Frente Popular ya tenía en su poder 65 escaños, mientras que “la CEDA y sus aliados” quedaban en 51 y el Partido del Centro no tenía ninguna. Otra manifestación clara de cuál era la tendencia. En la mañana del 18 la situación se mantenía con una ampliación de resultados definitivos: 198 escaños para el Frente Popular y 161 para “sus adversarios”, pero ha de notarse que ATV están sumando contra el Frente Popular todo lo que no era Frente Popular.

El 19, cuando se producirá el cambio del gobierno, en el cuarto de aquellos días de febrero, Martínez Barrio y Azaña, y Alcalá Zamora lo aceptaba – desde luego a regañadientes – consideraban que el Frente Popular tenía 217, a 20 de la mayoría absoluta (no de una cincuentena, como de vez en cuando se insinúa en el libro). Azaña se quejó de tener que asumir el gobierno sin saber cuál era su mayoría definitiva, pero no rechazó formar gobierno – ATV citan la queja, pero no consideran el valor de la aceptación – porque a pesar de todo, lo que había quedado claro a lo largo de esos días es que la formación ganadora era el Frente Popular, que podría llegar a la mayoría absoluta o que tenía margen de negociación con otras formaciones políticas – entre ellas el Partido Nacionalista Vasco – para revalidar su gobierno en las nuevas Cortes cuando se constituyeran. Y que la CEDA y Renovación Española, que no tenían acordado ningún programa de gobierno y cuya alianza era fundamentalmente negativa (contra la “revolución”, que nadie que fuera significativo proponía en ese momento) no estaban en condiciones de formar un gobierno que pudiera tener el apoyo final de la cámara; y pero todavía era peor que llegasen a formar un gobierno, que necesariamente habría significado el cierre de la república democrática, como proclamaba con la boca grande Calvo Sotelo, y aceptaban con boca pequeña en la CEDA. Volveremos a la cuestión del resultado final y la mayoría absoluta.

La primera parte de este artículo puede verse en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225669
José Luis Martín Ramos (Barcelona 1948) es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, especializado en la historia del movimiento obrero.

martes, 25 de abril de 2017

Cruzada (?) contra la República

«Todavía rodaba hacia Cartagena el coche en el que Alfonso XIII se dirigía al destierro, cuando, sustrayéndose al clamor popular que se elevaba por calles y plazas, campos y ciudades, los hombres más impacientes, que veían escapárseles el poder político de las manos, pensaban ya en la necesidad de una contrarrevolución que se opusiera a las decisiones expresadas por el sufragio universal», escribe Manuel Tuñón de Lara (Historia 16, Extra III de junio de 1977). El cardenal Segura llegó a insinuar la conveniencia de derrocar al gobierno mediante la lucha armada.

La tarde del 14 de abril, representantes de las «grandes familias» se reunieron en casa de Guadalhorce, ex-ministro de la Dictadura y directivo de Unión Monárquica (Calvo Sotelo, Ramiro de Maeztu y José Antonio Primo de Rivera entre otros), porque «algo hay que hacer», para impedir que la República tenga una vida en paz y derrocarla. Luca de Tena, el conde de Gamazo, Urquijo, Gabriel Maura y el duque de Hornachuelos, obtienen la autorización de constituir un Circulo Monárquico (quienes provocaron los acontecimientos del 10 mayo de 1931) y alquilar un piso en la calle de Alcalá. Junto a la aristocracia, financieros, militares, políticos del antiguo régimen y representantes de los grupos fascistas, cuyas acciones violentas ya se dejaban notar por Madrid.

La jerarquía eclesiástica, que no había visto con simpatía el cambio de régimen, no podía faltar a esta fiesta. El primado Cardenal Segura, se lanzó a elogiar a la monarquía y al rey, amenazando a la República. No se trataba de monarquía o república y aceptar o no la nueva legalidad, sino de crear Acción Nacional (AN), para la propaganda y actuación política, bajo el lema de «Religión, Familia, Orden, Trabajo y Propiedad». El Vaticano ordenó que los católicos apoyaran a la coalición decididamente. En AN coexistían quienes, como Gil Robles, optaban por la vía legal, la contrarrevolución desde dentro y quienes, como Goicoechea y el conde de Vallellano, preferían la vía violenta y la asociación para conquistar el poder.

En Valladolid, de la mano de Onésimo Redondo, surgieron las «Juntas Castellanas de Acción Hispánica», que se fusionarían después con el grupo de Ledesma en Madrid, creando las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista). Falange Española, de ideología fascista y nacionalsindicalista, se fundó el 29 de octubre de 1933, por José Antonio, primogénito del dictador Miguel Primo de Rivera, quien ya había actuado contra la Primera República. Como capitán general de Madrid, disolvió el Gobierno en 1874, tras el golpe de Estado de Martínez Campos en Sagunto.

El 9 de diciembre de 1931 se aprobó la Constitución y como jefe del Estado se eligió a Alcalá Zamora. El Gobierno, con base parlamentaria republicana de izquierda, con colaboración socialista, estuvo presidido por Manuel Azaña. Desde un principio se vio la necesidad de aprobar una ley para la reforma agraria, que contó con la drástica oposición de la derecha, dándose una aparente contradicción. La «Unión Económica», declaraba en sus bases: «El fundamento básico de la riqueza nacional lo constituyen sus producciones agrícola, forestal y ganadera». La Falange hablaban siempre del agro y no de la industria y Onésimo quería salvar a España desde la rural Castilla. En defensa de sus privilegios ancestrales se opusieron a toda reforma novedosa.

La derecha sentía la nostalgia de la «dialéctica de los sables» y la de los puños y de las pistolas (discurso de José Antonio Primo de Rivera, en el acto de fundación de Falange Española. Teatro de la Comedia de Madrid). Prefería la violencia a los debates en el Parlamento. Había quienes estimaban que un buen golpe de Estado valía más que millones de votos. Los partidarios de la acción violenta se reagrupaban y España se encontró ante una serie de conspiraciones militares.

El 8 de agosto de 1932, un número determinado de militares se reunieron para organizar la «Sanjurgada». Sanjurjo se encarga de Sevilla, Vareta de Cádiz, Ponte de Valladolid y Sainz de Lerin de Navarra. El bando militar del general decía: «Queda declarado el estado de guerra en toda la región andaluza, con las consecuencias que dicho estado lleva consigo. Como Capitán General de Andalucía, asumo el mando concentrado en mi autoridad de todos los poderes. Así como Dios me permitió llevar al Ejército español a la Victoria en los campos africanos, ahorrando el derramamiento de sangre moza, confío en que también hoy me será permitido, con mi actitud, llevar la tranquilidad a muchos hogares humildes, y la paz a todos los Espíritus. ¡Viva España Única e inmortal!»

En Madrid, el general Fernández Pérez sacó a la calle las fuerzas de la remonta y los regimientos acantonados en Alcalá. En el plan de los conspiradores se preveía que las columnas del sur y del norte caerían sobre Madrid. Con el pueblo al margen, ocurrió lo que tenía que ocurrir: un fracasó estrepitoso al fallar los conspiradores. Sanjurjo y sus correligionarios fueron detenidos a las seis de la mañana en la barrida Isla Chica de Huelva, por una pareja de guardias civiles, que reconoció al general, que huía vestido de paisano. Precisamente ahora, el Gobierno del PP, ha enterrado al general golpista en Melilla, con honores militares y en secreto.

En las elecciones de noviembre de 1933, pacíficos y violentos de la derecha se unieron en un solo frente para obtener mayor número de diputados. La izquierda se presentó fragmentada, dando comienzo una nueva etapa que, momentáneamente, separaría más a las dos corrientes de derecha. La CEDA y sus amigos declararan su «acatamiento leal al Poder público» y se abrió un período de apoyo condicionado a los gobiernos de centro-derecha de Lerroux y Samper. La extrema derecha, mientras tanto, continuó preparándose para tomar el poder mediante un golpe de fuerza.

Mussolini recibió al general Barrera, a Goicoechea y a los carlistas Olazábal y Lizarza. Firmaron un acuerdo según el cual Italia ayudaría a monárquicos y tradicionalistas a derribar el régimen republicano y sustituirlo por una regencia que prepararía la instauración de la monarquía corporativa y orgánica. El acuerdo preveía la entrega a la ultraderecha española de 20.000 fusiles, 20.000 granadas, 200 ametralladoras y un millón y medio de pesetas. Desde entonces, jóvenes tradicionalistas fueron enviados a Italia para instruirse en el manejo de las armas.

Calvo Sotelo abrigaba la idea de reunir a la extrema derecha en un bloque nacional en defensa de la patria. Primo de Rivera va a Alemania y celebra una «larga entrevista con Hitler» y vuelve entusiasmado. En aquel invierno se había constituido la Unión Militar Española, que, aunque sin militares de máxima graduación, mantiene contacto con los generales Goded y Mola. La UME mantenía posiciones de extrema derecha.

El talante agresivo de las escuadras de Falange se generaliza. Asaltan la Casa del Pueblo de Cuatro Caminos, el Fomento de las Artes de Madrid y una exposición en el Ateneo. Es asesinada la joven socialista Juanita Rico y el joven comunista Joaquín de Grado, cuyo entierro constituyó una demostración impresionante de obreros y de jóvenes. Se decía que los socialistas preparaban la revolución, cuando lo que preparaban era la defensa de la legitimidad republicana, frente al asalto fascista, como había ocurrido en Italia y Alemania. El «búnker» mientras tanto se preparaba para la guerra.

Febrero de 1936 significó para la derecha el fracaso de la «vía legal», con fuertes críticas a Gil Robles. La extrema derecha preconizó desde un principio el empleo de la violencia y la utilizó en cuanto le fue posible sin apoyarse en un movimiento de masas. Se trataba de organizaciones totalitarias, con programas totalitarios, en constante relación con el extranjero, del que recibían ayuda financiera. Se sirvieron de la religión como doctrina, y predicaban el derecho a la sublevación, que llegó el 18 de julio.

El 16 de febrero de 1936, el Frente Popular ganó las elecciones, que serían las últimas que se celebrarían durante la Segunda República. El Frente Popular constituía una nueva fórmula de alianza de las fuerzas de la izquierda, tras las derrotas sufridas en Europa y la llegada de Hitler al poder.

La derecha reaccionaria, financiera y terrateniente, parte del ejército, el fascismo y la iglesia Católica se pusieron en contra del pueblo y en contra de la República, que pretendía dignificar la historia. La sin razón no tenía otro argumento y fuerza que la negación de la democracia.

@caval100 Otros artículos sobre la República en este mes de Abril:

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La República es posible

viernes, 14 de octubre de 2016

Los mineros que intentaron defender a la II República del golpe franquista reciben sepultura digna 80 años después


La Marea

Los restos de nueve miembros de la columna minera de Huelva y cinco víctimas más de la represión halladas en otra fosa descansan ya en un mausoleo en el cementerio de Camas (Sevilla)

Lo último que ha hecho en su vida Lida Salgado ha sido dar una muestra de ADN para identificar el cuerpo de su padre, Francisco, asesinado en una emboscada en su intento por reprimir la sublevación franquista en 1936 en La Pañoleta, a las puertas de Sevilla. Este jueves, en una cajita de madera marrón, fue enterrado en un mausoleo en el cementerio de Camas junto con los restos de ocho miembros de la columna minera de Huelva y cinco víctimas más de la represión halladas en otra fosa. Suena Song of the birds, de Pau Casals, interpretada por una chelista. Un avión atraviesa el cielo. Francisco Salgado Mariano, Domingo Pavón Fernández, José Palma Pedrero, Cayetano Muñoz Maestre, Domingo Pachón y un desconocido, y otro, y otro, y otro y otro más. Uno a uno son introducidos en el panteón. “Los que dieron su vida en defensa de la libertad, la democracia y la república”, reza una placa presidida por un algarrobo, el árbol que quitó el hambre a muchos de ellos en otros tiempos. Todas las cajitas descansan ya dentro. Tras arrojar varias palas de arena, dos operarios cierran el hueco con mezcla. Ahora suena el himno de Riego. Y alguien grita un ¡Viva la República!

Lida no puede escucharlo. No ha podido verlo. Murió con 84 años hace sólo cuatro meses, el pasado mayo. Su padre y las demás víctimas han recibido supultura digna con 80 años de retraso. Lo cuenta entre lágrimas Nieves, la hija de Lida, la nieta de Francisco, a las puertas del Ayuntamiento, poco antes de comenzar el cortejo fúnebre. “Gracias a todos los que habéis hecho posible este momento, porque por mucho que hubiéramos golpeado puertas desde el otro lado del Océano o enviado emails, como hicimos, no lo hubiéramos conseguido”, dijo desde el atril del salón de actos del consistorio Pilar Comendeiro, sobrina de José Palma Pedrero. Ella, que reside en Buenos Aires (Argentina), conoció la historia de su tío por casualidad, al encontrar en internet el libro del historiador Francisco Espinosa La Justicia de Queipo. Luego contactó con el coordinador de todoslosnombres.org , Cecilio Gordillo, también presente en el acto. Y tras momentos esperanzadores y otros no tanto, este jueves, por fin, ha podido cerrar ese capítulo que tanto le dolía. En primera fila, junto al alcalde del pueblo, Rafael Recio (PSOE), escucha Nelly Bravo, otra sobrina de José, que ha venido a despedirse de su tío desde Nueva Jersey.

En ese mismo salón, hace cinco años, el alcalde se comprometió ante la prensa a buscar sus restos en el viejo cementerio -hoy un parque de educación vial-. Cinco años después son homenajeados por el propio ayuntamiento. “De muchos no conocemos sus nombres ni sus apellidos, pero seguro que los han buscado y llorado. Su memoria ha sido recuperada”, afirmó la concejala de Cultura, Participación Ciudadana y Fiestas Mayores, Eva Pérez. “Esto es un asunto de Estado”, insistió después José Esteban Garrido, de la Asociación Memoria, Libertad y Cultura Democrática, que ha participado también en la búsqueda, subvencionada por el Ayuntamiento -22.000 euros- y la Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía -12.000-. “Aún recuerdo cuando Pilar y Nelly me pidieron que los buscáramos”, cuenta visiblemente emocionado Javier Giráldez, entonces asesor y hoy director del departamento autonómico.

Los cuerpos fueron localizados en octubre de 2014 en ataúdes. El arqueólogo que dirigió la exhumación, Andrés Fernández, atribuye esta singular situación a que los funcionarios continuaron trabajando de la misma forma que venían haciendo hasta que los falangistas tomaron el pueblo: “Trataron a estos mineros como a cualquier persona que moría: el forense hizo la autopsia y encargaron los ataúdes al carpintero, por los que pagaron, como refleja la documentación, 180 pesetas”. Los cuerpos fueron localizados en el lugar señalado en las actas de enterramiento, en una fosa de siete metros de largo por dos de ancho, sobre la derecha del paseo central mirando al norte. Sobre ella, fueron enterrados posteriormente niños y neonatos.

Un año antes, en una primera intervención, no se halló rastro de ellos, aunque sí fueron localizadas las pruebas de otro horror de la represión: cinco cuerpos con signos de violencia, que no han sido identificados. Según la investigación de Francisco Espinosa, de los hombres que formaron parte de la columna minera, 25 murieron en el momento y 68 fueron fusilados tras un consejo de guerra, la mayoría enterrados supuestamente en el cementerio de Sevilla. La Junta tiene previsto iniciar otra exhumación en Camas para intentar localizar a algunos de ellos. “En este caso teníamos documentación. Pero quedan muchos casos en los que es complicado encontrarlos”, señaló Pilar Comendeiro.

Bien lo sabe Manuel Domínguez, que durante el paseo fúnebre desde el Ayuntamiento al cementerio -que obligó a cortar incluso una salida a la Autovía de la Plata- recordaba el caso de su abuelo, Manuel Vázquez Leal, un hombre de Paterna del Campo (Huelva) al que asesinaron en aplicación del bando de guerra en 1936 y al que la propia justicia de la época, a diferencia de tantos y tantos desaparecidos que siguen sin ser muertos oficiales, se encargó de registrar como fallecido. Según explica, la comisión provincial de incautación de bienes pidió su partida de defunción. Durante el trámite, tanto la Guardia Civil como el juez de paz y los testigos certificaron por escrito al juez de instrucción de La Palma del Condado que Manuel había sido ejecutado en aplicación del bando de guerra. Sin embargo, el juez consideró que esta causa de la muerte tan evidente no podía ponerse y volvió a pedir a la Guardia Civil, al juez de paz y a los testigos nuevos testimonios pero con una advertencia: “Omita la frase de haberles sido aplicado el bando de guerra. Simplemente emplear las palabras de que fueron muertos o que fallecieron en choque con las fuerzas del Ejército Español”. Se refería también al caso del concuñado de Manuel, al que le incautaron un burro. Y el juez de paz, los mismos testigos y la Guardia Civil cambiaron su declaración: “De los datos que obran en este puesto, los muertos hallaron la muerte en lucha con las fuerzas nacionales el 6 de septiembre de 1936″, señala la Guardia Civil en un escrito. Su nieto, al encontrar todos estos documentos, emprendió un lucha para que en la partida de defunción de su abuelo pusiera que fue fusilado. “Pero todavía no lo he conseguido”, dice mientras los féretros de los mineros avanzan. Una señora, a la altura de una juguetería, se persigna. Otra, a la altura de un bazar, susurra: “Lo que hay que ver”. Lo que no pudo ver Lida y lo que sus familiares, hoy, consideran un acto de reconocimiento y justicia. “Si alguien nos dice que iba a pasar eso, no lo creemos”, cuenta su nieta. También Lida.

Fuente:
http://www.lamarea.com/2016/09/30/los-mineros-intentaron-reprimir-golpe-reciben-sepultura-digna-80-anos-despues/

martes, 11 de octubre de 2016

_--Rescatan del olvido a las mujeres brigadistas de la Guerra Civil Española

Fotografía de la historiadora y periodista austríaca Renée Lugschitz, facilitada por ella misma, autora del libro; Luchadoras en España. Mujeres extranjeras en la Guerra Civil Española; Que rescata del olvido la experiencia de cientos de voluntarias foráneas en las Brigadas internacionales.
_--"Fotografía de la historiadora y periodista austríaca Renée Lugschitz, facilitada por ella misma, autora del libro; Luchadoras en España. Mujeres extranjeras en la Guerra Civil Española; Que rescata del olvido la experiencia de cientos de voluntarias foráneas en las Brigadas internacionales."

Mucho se ha escrito sobre las Brigadas Internacionales que combatieron en la Guerra Civil española (1936-39) pero muy poco sobre las mujeres brigadistas. Una historiadora austríaca llena ahora ese vacío con un libro sobre las combatientes extranjeras que lucharon del lado de la República.

Más de 35.000 voluntarios procedentes de unos 50 países llegaron a España para luchar contra la sublevación militar que encabezaría el general Francisco Franco, entre ellos había también cientos de mujeres, pero se sabe tan poco de ellas que se desconoce incluso cuántas eran.

"He documentado la existencia de 400 mujeres, pero diría que hubo unas 600 o quizá 700", explica Renée Lugschitz, que ha dedicado unos quince años a su libro "Luchadoras en España. Mujeres extranjeras en la Guerra Civil Española".

Alrededor de un tercio de los brigadistas murió en España, en los principales frentes de la contienda: Madrid, Guadalajara, Brunete, Teruel y el Ebro, se desmovilizaron a finales de 1938 y muchos sufrieron persecución política al volver a sus países.

Un gran número acabó en campos de concentración en Francia, pero también los hubo que terminaron en las cárceles comunistas tras la II Guerra Mundial, algo que recoge también el libro.

Ese destino lo padecieron tanto hombres como mujeres, para Lugschitz es fundamental desterrar estereotipos como que tuvieran "un rol secundario, como ayudantes de los hombres" porque "tuvieron un papel activo fundamental", muchas veces en primera línea.

"Las mujeres aparecen muy poco, y cuando aparecen lo hacen como acompañantes de sus esposos, o como 'ángeles' que curan enfermos", lamenta la historiadora, que vive gran parte del año en la localidad alicantina de Benissa.

"La mayor parte llegaron solas" y viajaron a España por su "compromiso político", un activismo por el que ya muchas sufrieron persecución en sus países de origen, especialmente allí donde existían regímenes fascistas en el periodo de entreguerras.

El perfil medio de estas voluntarias era el de jóvenes idealistas, bien formadas y muchas de ellas procedentes de familias judías de entornos urbanos. Algunas incluso dejaron a sus hijos para participar en las Brigadas.

Por encima de su origen, luchar en España era para ellas tratar de contener la primera acometida en un conflicto general contra el fascismo. Estaban convencidas de que en España se dirimía el destino de Europa dentro de una batalla mayor, sostiene la historiadora.

Su libro consta de una introducción general sobre la situación de España en la época, el papel de las brigadas internacionales, la labor de las mujeres durante la guerra y finalmente, once perfiles de voluntarias de diversa procedencia.

Allí se pueden leer las historias de enfermeras, traductoras, periodistas, doctoras, e incluso, el de la única mujer extranjera que estuvo al frente de un batallón republicano: la argentina Mika Etchebéhère (1902-1999), conocida como "La Capitana".

Cuando murió su marido Hipólito en el frente en agosto de 1936, ella asumió su mando al frente de una columna del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), una formación antiestalinista.

"Las mujeres luchando en el frente es algo de principio de la guerra, hasta la creación de las brigadas internacionales", precisa.

También se ofrece un retrato de la alemana Gerda Taro la primera fotoperiodista que murió en un frente, en la batalla de Brunete (Madrid), a los 26 años, aplastada de forma accidental por las cadenas de un carro de combate republicano.

El libro de Lugschitz obtuvo la pasada semana un "premio de Reconocimiento" en los galardones austríacos Bruno Kreisky al mejor libro político del año, que contó este año entre los distinguidos al Nobel de medicina estadounidense Eric Kandel y al de Literatura húngaro Imre Kertész.

Para poder documentar su obra, en los últimos tres lustros ha trabajado en archivos de Viena, Nueva York, Londres y España.

La historiadora considera que en los últimos años se ha producido un avance en el estudio de las brigadistas en la contienda civil gracias a que las mujeres han asumido la tarea de escribir sobre ese capítulo del pasado.

Y por el lado de la memoria histórica en España, considera que aún queda mucho camino por recorrer.

"Aún me sorprende cuando hablo con algunos amigos españoles lo poco que saben sobre la Guerra Civil. La mayoría todavía tiene el reflejo de bloquear el tema. Es también algo que separó a las familias, quizá se necesite un par de generaciones" para superar esa situación, indica.

En los pasados años, asegura, "hubo una corta etapa en la que existió voluntad política para trabajar el pasado y reconocer a las víctimas de la guerra civil y la represión posterior, pero esa fase ha acabado".

"No creo que haya ningún interés ahora por parte del actual Gobierno" en trabajar ese aspecto, concluye la historiadora austríaca.

http://economia.elpais.com/economia/2013/06/15/agencias/1371288215_437899.html

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Recuerdos de Carmen Parga. Esos jóvenes vivieron la II República como una excitación jubilosa, pero todo lo arruinó la gran carnicería de la guerra.

ANTONIO MUÑOZ MOLINA

 Uno nunca sabe donde va a encontrarse con las grandes lecturas, las voces inesperadas que suenan a veces con una extraña realidad en las páginas impresas. Tuve que ir a México, a la feria del libro de Guadalajara, para encontrar una voz española que desconocía, la de Carmen Parga, que murió en 2004, con casi noventa años, después de una vida a la vez común y prodigiosa, una de esas vidas arrebatadas por la fuerza centrífuga de los exilios y las guerras que sin embargo preservan como un germen indestructible de sensatez y serenidad. En Guadalajara alguien me habló de la situación penosa del Ateneo Español de México, y cuando me dijo que su presidenta se llamaba Carmen Tagüeña le pregunté si no sería hija del teniente coronel Manuel Tagüeña, uno de los héroes del Ejército republicano durante la Guerra Civil. La coincidencia avivó la conversación. Yo conocía las memorias de Tagüeña, Testimonio de dos guerras, uno de esos relatos en primera persona fundamentales para conocer desde dentro los años que van desde la llegada de la II República en España hasta lo más tenebroso de la Guerra fría, el tránsito de una vida desde la ilusión juvenil de la libertad política y la justicia social hasta el sombrío desengaño en la Unión Soviética de Stalin y en las dictaduras que se llamaron sin sarcasmo “democracias populares”.

Cuando empezó la guerra en España, Manuel Tagüeña, a los 23 años, era un doctor en Matemáticas y Física. En el verano del 36 ya mandaba patrullas de milicianos en la Sierra de Madrid. Su valentía personal destacaba tanto como su sentido de la disciplina y de la estrategia. Dos años más tarde, ascendido a teniente coronel, tuvo a su cargo un cuerpo de Ejército en la batalla del Ebro. Militó en la Juventud Socialista Unificada y luego en el Partido Comunista. En sus memorias el relato pormenorizado de las operaciones de la guerra tiene un poderoso pulso narrativo y al mismo tiempo está despojado de sectarismo ideológico. Tagüeña escribía en México, en 1969, sabiéndose ya muy enfermo, con la seguridad de que el libro solo se publicaría después de su muerte, resuelto a contar la verdad de lo que había vivido y también a que su testimonio no pudiera ser manipulado por la dictadura franquista. Su experiencia en la Unión Soviética, en Yugoslavia y en Checoslovaquia lo habían desengañado del comunismo, pero el desengaño, en lugar de convertirlo en un reaccionario, había acentuado su sentido de la justicia y del valor de las libertades civiles y la soberanía personal. Su curiosidad, su entereza, su voluntad de aprender, asombran tanto como su determinación de no cerrar los ojos ni rendirse al infortunio. Aprendió ruso, francés, inglés, serbocroata, checo. Fue profesor con apenas 30 años en la academia militar Frunze, de Moscú, y asesor del Ejército yugoslavo. Hizo entera la carrera de Medicina en Checoslovaquia. Llegó a México con su familia en 1955, después de trámites y esperas de pesadilla para que le permitieran irse de la Europa comunista, y se ganó la vida en un laboratorio farmacéutico.

En las memorias de Tagüeña hay una presencia discreta y asidua de su mujer, Carmen Parga. Los dos pertenecen a esa generación que retrata mejor que nadie Max Aub en La calle de Valverde: hombres y mujeres que eran muy jóvenes en las vísperas prometedoras de la II República y que vivieron ese tiempo como una excitación jubilosa que no era solo política, porque tenía el impulso de la irrupción personal en la edad adulta, el de las promesas prácticas que ya estaban cumpliéndose y las expectativas racionales o utópicas que quedarían igualmente arruinadas por la gran carnicería y la destrucción de la guerra, y luego del régimen vengativo de los vencedores. Carmen Parga, en la República, a los veinte años, es una de esas muchachas que aparecen en los anuncios de las revistas ilustradas o en las páginas deportivas en huecograbado de los periódicos: delgada, con el pelo muy corto y la raya a un lado, vestida unas veces para ir a la universidad o al trabajo en una oficina y otras para practicar un deporte. Carmen Parga, como Manuel Tagüeña, como los amigos reales y los personajes inventados de Max Aub, tiene la buena suerte biográfica, más acentuada todavía en las mujeres, de ser joven en un tiempo en el que se abren posibilidades políticas y educativas que no habían existido antes. Tagüeña disfruta las ventajas del gran salto en la enseñanza y en la investigación científica que había iniciado Ramón y Cajal y que sostenían sus discípulos. Carmen Parga, a los 20 años justos, pertenece al primer grupo de estudiantes, mujeres en su mayoría, que inaugura el edificio de Filosofía y Letras en la Ciudad Universitaria de Madrid.

Dice Henry James que todos los futuros son crueles. El de los jóvenes de esa generación fue inaudito. Estudiaron con los mejores maestros que ha tenido nunca el conocimiento humanista y científico en España. Disfrutaron de los primeros grandes logros modernos de la cultura popular, el cine sonoro, la radio, los bailes con música de jazz, las piscinas públicas, los deportes. Vivieron por primera vez la posibilidad de una relación igualitaria entre hombres y mujeres, en la vida privada y en el activismo político. Todo ocurrió a una velocidad de la que es difícil darse cuenta: en la primavera de 1939 Carmen Parga y Manuel Tagüeña son dos refugiados que han logrado escapar al cautiverio indigno en los campos de concentración franceses y viajan en un carguero por el golfo de Finlandia, camino de Leningrado.

Pero ahora el libro de memorias que sigo no es el del marido, sino el de la esposa. A los ochenta años, en México, viuda desde hacía mucho y ya jubilada de sus tareas como profesora, Carmen Parga siente la necesidad de consignar por escrito lo que ha contado muchas veces en voz alta a los amigos que le preguntaban por los mundos ya lejanos que ella había conocido. Se lo ha propuesto de vez en cuando, y siempre lo ha postergado. Pero le da remordimiento pensar que algunas de las personas que le pedían que escribiera ya han muerto. Y ahora, urgida por el tiempo, comprende que debe hacerlo, antes que sea tarde, antes de que la desmemoria y la muerte borren sin rastro todo lo que ella ha conocido, lo que han visto sus ojos, la belleza de los ideales y la lucidez de los desengaños necesarios, la exaltación liberadora en el Madrid de la República y el veneno lento del terror en el Moscú de Stalin, el miedo y la alegría de dar a luz a una hija sana y vigorosa en un invierno soviético de guerra y de fríos polares. Antes que sea tarde, llamó Carmen Parga a sus memorias cuando se decidió por fin a escribirlas. Leerlas al mismo tiempo que las de Manuel Tagüeña es un ejercicio de restitución de una memoria civil verdadera, no banalizada ni simplificada. Y también una lección tan necesaria hoy como hace un siglo: sin libertad de conciencia y de expresión, sin ejercicio de la crítica y de los controles democráticos, sin respeto a lo singular y a lo minoritario, los ideales más seductores de igualdad y justicia acaban en tiranías monstruosas.

Testimonio de dos guerras. Manuel Tagüeña Lacorte. Planeta, 2005. 750 páginas. 29 euros.
Antes que sea tarde. Carmen Parga. Compañía Literaria, 2002. 182 páginas. 6 euros.
Fuente:
https://elpais.com/cultura/2015/12/22/babelia/1450798626_431333.html


martes, 16 de junio de 2015

Dios entra en las leyes, las casas y las escuelas. Julián Casanova repasa en este extracto, relata el desmantelamiento del laicismo republicano por parte del franquismo

Julián Casanova revisita en su nuevo libro la Guerra Civil Española. En este extracto, el historiador relata cómo el franquismo se apresuró, aún en plena contienda bélica, a dinamitar el laicismo republicano. La revitalización religiosa acabó con el divorcio y el matrimonio civil e impuso el crucifijo en todos los órdenes de la vida

La fusión entre la tradición católica y el ideario fascista tenía como vínculo común la destrucción de las políticas y de las bases sociales y culturales de la República. Antes de que apareciera en escena Francisco Franco como generalísimo y caudillo de los militares rebeldes, la Junta de Defensa Nacional de Burgos ordenó, el 4 de septiembre de 1936, "la destrucción de cuantas obras de matiz socialista o comunista se hallen en bibliotecas ambulantes y escuelas" y la supresión de la "coeducación", de la enseñanza de niñas y niños juntos en las escuelas, uno de los caballos de batalla de la jerarquía eclesiástica y de los católicos contra la política educativa republicana.

La revitalización religiosa llegó hasta el último rincón de las tierras en poder de los militares sublevados, con el cambio de calles, la restauración del culto público, el restablecimiento de la enseñanza religiosa y la "reposición" de los crucifijos en las escuelas. El "regreso" de los crucifijos a las escuelas, que habían sido retirados de ellas durante los años republicanos, adquirió una especial carga simbólica, con los niños como testigos. Alcaldes y sacerdotes dirigieron en la mayoría de los casos las ceremonias, mientras que los obispos solían aportar el discurso.

En la primera reunión del primer Gobierno de Franco, el jueves 3 de febrero de 1938, se decidió "revisar" toda la legislación laica de la Segunda República, y así, a golpe de decreto derogatorio, se anularon los matrimonios civiles (marzo de 1938) y cayó una ley tras otra, desde la Ley de Divorcio (agosto de 1938) hasta la de Confesiones y Congregaciones Religiosas (febrero de 1939), aquella ley de junio de 1933 que había marcado el punto álgido de desencuentro entre la Iglesia católica y la República.

La "renovación" legal fue tan rápida que solo unos meses después, el último día de junio de 1938, José María Yanguas Messía hacía balance de la "catolicidad" de su Gobierno en el discurso de presentación de credenciales como embajador ante la Santa Sede: "Ha devuelto ya el crucifijo y la enseñanza religiosa a las escuelas, ha derogado la Ley del Matrimonio Civil, ha suspendido el divorcio, ha restaurado ante la ley civil la Compañía de Jesús, ha reconocido en letras oficiales la personalidad de la Iglesia católica como sociedad perfecta, la santidad de las festividades religiosas y ha llevado al Fuero del Trabajo una concepción auténticamente católica y española".

Agradecida y feliz estaba la Iglesia católica ante tanta obra reparadora por parte del Gobierno. En primer lugar, con el "gloriosísimo Caudillo", a quien se le consideraba sin ninguna duda el "hombre providencial, elegido por Dios para levantar España", según rezaba el Catecismo patriótico español que el dominico Ignacio G. Menéndez Reigada publicó en Salamanca en 1937, anticipo del rosario de catecismos que iban a publicarse en los primeros años de la posguerra.

España volvía a ser católica, una, grande y libre, pero para consolidar eso había que meter "a Dios y sus cosas en todo", en las leyes, en la casa y en las instituciones. Y había que arrojar a los "falsos ídolos intelectuales", expurgar las bibliotecas, pedía Enrique Pla y Deniel, obispo de Salamanca, en su carta pastoral de mayo de 1938, "sobre todo las populares y aun escolares y pedagógicas, en las cuales tanta mercancía averiada y venenosa se había introducido en los últimos años".

La Iglesia pedía todo eso y mucho más a los gobernantes, a cambio del apoyo prestado a la sublevación, de la bendición de la violencia emprendida contra republicanos y revolucionarios. La "reconstrucción espiritual" pasaba sobre todo por las escuelas. "Se acabó el desdén por nuestra historia", decía Pedro Sainz Rodríguez, monárquico fascistizado, ministro de Educación en el primer Gobierno de Franco, en una circular a la Inspección de Primera Enseñanza que envió a comienzos de marzo de 1938. Y unos meses después, desde el mismo Ministerio, se marcaba el camino a seguir en la reorganización de la enseñanza pública en Barcelona, cuando cayera conquistada por las tropas de Franco: "Debe llevarse a las escuelas crucifijos, retratos del jefe del Estado, banderas nacionales y algunos letreros breves con emblemas y leyendas sintéticas, que den la idea a los niños de que se forma un nuevo Estado español y un concepto de patria que hasta ahora se desconocía".

No todo era religión, sin embargo, en la retaguardia franquista. Y para escapar del viejo concepto de caridad y beneficencia y plasmar los sueños de "justicia social" falangistas, la lucha en plena guerra contra "el hambre, el frío y la miseria", nació en octubre de 1936 Auxilio de Invierno, convertida en Delegación Nacional de Auxilio Social en mayo de 1937. Fue la obra de Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Onésimo Redondo, y de Javier Martínez de Bedoya, un antiguo amigo de estudios de Onésimo, quien, tras pasar una temporada en la Alemania nazi, volvió a España en junio de 1936 y en otoño de ese mismo año le propuso a Sanz Bachiller, que era en ese momento jefa provincial de la Sección Femenina de Valladolid, crear algo similar a la Winterhilfe nazi para recoger donativos y repartir comida y ropa de abrigo entre los más necesitados. En menos de un año, lo convirtieron "en una institución al servicio de la política demográfica del nuevo Estado franquista", defendiendo la maternidad, con la puesta en marcha de una obra de protección a la madre y al niño: "Necesitamos madres fuertes y prolíficas, que nos den hijos sanos y abundantes con que llevar a cabo los deseos de imperio de la juventud que ha muerto en la guerra".

La formación de ese nuevo Estado y del nuevo concepto de patria destrozó las conquistas y aspiraciones políticas de intelectuales, profesionales y sectores de la Administración que habían desarrollado una cultura política común marcada por el republicanismo, el radicalismo democrático, el anticlericalismo y, en algunos casos, el mesianismo hacia las clases trabajadoras. Maestros, médicos, funcionarios y profesores de universidad eran perseguidos por haber desarrollado una labor "perturbadora". El castigo, en forma de asesinato, alcanzó a los rectores de algunas universidades. Famosos fueron los casos de Leopoldo García-Alas, hijo del escritor Leopoldo Alas Clarín, jurista y político republicano, profesor y rector de la Universidad de Oviedo, fusilado en febrero de 1937. Y Salvador Vila Hernández, rector de la Universidad de Granada, notable arabista, discípulo de Miguel de Unamuno, fusilado en octubre de 1936 en Víznar, en el mismo lugar que había caído asesinado dos meses antes el poeta Federico García Lorca.
Crítica edita España partida en dos. Breve historia de la Guerra Civil española, de Julián Casanova, el 12 de febrero.