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domingo, 29 de julio de 2012

El PP se desploma en un mes. Los ciudadanos dan la espalda a los dos grandes partidos. La ventaja de los populares se reduce a 5,3 puntos

El umbral del dolor, el punto a partir del cual un estímulo se convierte en insoportable, ha sido superado. El hachazo de la crisis ha hecho que los españoles hayan dado la espalda a los dos principales partidos y, sobre todo, que los votantes del PP se sumen al enorme malestar ciudadano por la reducción de prestaciones a los desempleados, los recortes a los funcionarios y la subida del IVA, entre otras medidas que provocan dolor entre los españoles.
 El barómetro de Metroscopia para EL PAÍS del mes de julio, el primero realizado tras la aprobación de esas medidas, muestra un desplome del PP, que pierde siete puntos en menos de un mes. Los populares volverían a ganar, pero con mayoría simple y una diferencia de solo 5,3 puntos, que en la anterior encuesta era de 13,9.
 Los populares tendrían el 30% de los votos, es decir, han perdido 14,6 puntos en solo ocho meses, todo un récord y un ritmo de caída sin precedentes en ningún otro Gobierno en España, según todas las empresas de encuestas. No obstante, el PSOE no termina de recoger votos por la precipitada caída del PP. Los socialistas, cuya actuación en la oposición es rechazada también, solo suben 1,6 puntos desde el anterior sondeo y siguen pagando por sus pecados en el Gobierno.
La encuesta mide el estado de desánimo de los españoles, molestos por los recortes y castigando a un Gobierno que ha incumplido casi todo su programa electoral, con una oposición que no termina de encontrar el punto justo entre la responsabilidad y el rechazo a las medidas impopulares. El clima es similar al que sufrió el PSOE en mayo de 2010, cuando los españoles penalizaron a José Luis Rodríguez Zapatero por quebrar su proyecto, forzado por las exigencias de la Unión Europea. Zapatero nunca se recuperó de aquella pérdida de credibilidad y confianza que ahora sufre Rajoy, con la diferencia de que este hachazo es mucho más profundo y las elecciones en las que compareció con un programa incumplido están más próximas. Además, vendió la idea de que solo con su llegada a La Moncloa habría una mejora de la situación, él era el bálsamo de todas las heridas y, ahora, ocho meses después, el panorama incluso empeora y se viene abajo la esperanza que generó hasta entre los que nunca le votarían. Se instala el desánimo.
 El desplome del PP viene, precisamente, de la desilusión de sus votantes, porque su fidelidad de voto se ha derrumbado, como si los ciudadanos no perdonaran el incumplimiento de promesas. Por primera vez en seis años, el PSOE tiene mayor fidelidad de voto; la del PP ha bajado 16 puntos en menos de un mes. Sus electores se han ido a la abstención (13 puntos más que el 20-N de 2011) y al voto en blanco, y se detecta hartazgo y desilusión con los dos grandes partidos... Ver más en El País.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Dar gato por liebre o el fin de la guerra civil y la traición de Casado

Mentiras y traiciones envuelven la historia de la sublevación del general Segismundo Casado en marzo de 1939, en contra del Gobierno de la República dirigido por el Dr. Juan Negrín. Engañó a los historiadores y “confirmó” los mitos esenciales de los vencedores.

En estos días tan tumultuosos políticamente el Ministerio de Defensa publica un libro cuya carencia se hacía sentir agudamente. Bajo la dirección y coordinación del catedrático Javier García Fernández aparece un grueso tomo titulado 25 militares de la República. Son biografías, escritas por otros tantos historiadores de primera fila, de una selección de generales o almirantes y jefes que permanecieron leales al Gobierno republicano en o después de la sublevación militar de 1936. Entre ellos figuran Aranguren, Asensio Torrado, Batet, Buiza, Casado, Cordón, Escobar, Gámir, Hernández Saravia, Hidalgo de Cisneros, Mangada, Martínez Cabrera, Menéndez, Miaja, Núñez de Prado, Pozas y Rojo. La lectura será imprescindible tras tantos años de desfiguración y desvirtuación de su papel en la guerra civil, acrecentadas en algunos casos por el malhadado  Diccionario Biográfico Español que en la nueva legislatura probablemente no tardará en distribuirse.

No se recupera el honor de todos los biografiados. Para uno al menos, y que el Diccionario ha tratado de salvar por todos los medios, la evidencia primaria documental de época lo hunde en las simas del embuste y de la traición. A muchos españoles de las generaciones más jóvenes su nombre no les dirá nada. Se trata del general Segismundo Casado, el hombre que el 5 de marzo de 1939 se levantó en armas contra una República a punto de colapsarse, que creó un sedicente Consejo Nacional de Defensa, que aglutinó en torno suyo a un pequeño arco de figuras de segundo o tercer nivel (salvo Miaja, el anciano socialista Julián Besteiro y el exsubsecretario de Gobernación y destacado miembro del PSOE Wenceslao Carrillo).

La sublevación casadista ha dado origen a discusiones sin cuento. También abrió inmensas heridas en las filas del exilio. Profundizó hasta límites infranqueables las divisiones entre socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos. Estuvo basada en una patraña de Casado y en una estrategia política de Franco.

La patraña consistió en acusar a Negrín de hacer el caldo gordo a los soviéticos y sus sicarios españoles y de prolongar la guerra sirviendo exclusivamente el interés de Stalin. De aquí la subpatraña que la sublevación se llevó a cabo para impedir que Negrín y los comunistas se hicieran con el control de los mandos de lo que quedaba de Ejército Popular.

La estrategia de Franco consistió en engañar a Casado haciéndole ver que una rendición inmediata no provocaría represalias entre los mandos militares que no hubieran cometido delitos de sangre. Lo que había detrás es fácil de identificar: Franco deseaba evitar cualquier evacuación de dirigentes políticos, militares y sindicales. Para ello necesitaba que alguien hundiera, desde dentro, las pequeñas posibilidades de resistencia. Así podría liquidar fácilmente la flor y nata republicana.

Casado se tragó el anzuelo. Engatusó a sus compañeros haciéndoles ver que no tendrían que temer demasiado de la victoria franquista y buscó aliados para su golpe en unidades próximas a Madrid. Las encontró en el Cuerpo de Ejército de Cipriano Mera, probado líder anarquista y políticamente analfabeto. Aprovechó el sordo rencor contra los comunistas y manipuló a la Agrupación Socialista Madrileña.

Franco terminó la guerra en beauté, gracias a una operación político-estratégica que le permitió copar a una inmensa cantidad de dirigentes republicanos. También a la masa combatiente. Todos formaban parte de aquella Anti-España cuya eliminación física, política y psíquica había constituido el alfa y el omega de la rebelión de 1936. Casado se escapó a Inglaterra tras una serie de proclamas preconizando la resistencia numantina si no se recibían condiciones satisfactorias de paz. No las obtuvo.

En Londres, Casado escribió unas autojustificativas y falaces memorias, nunca traducidas al español. El manuscrito lo entregó el 21 de julio. Era profundamente anticomunista pero no ponía en solfa a las democracias occidentales que tan poco habían hecho por la República. Hay que sospechar que alguna mano foránea le ayudó en su concepción. Como tras el final de la Segunda Guerra Mundial y en el comienzo de la guerra fría los servicios secretos británicos le hicieron algunas ofertas, es posible que en 1939 ya estuvieran a favor de una labor de intoxicación.

Se conserva el borrador de una carta a Franco que Casado agregó a una misiva fechada el 9 de marzo de 1940 y dirigida al duque de Alba, a la sazón embajador en Londres. No se sabe si este la remitió a su destinatario, pero en ella Casado dejó constancia de la decepción que le había producido el comportamiento de Franco. El motivo de la carta fue el fusilamiento del general Escobar por quien Casado debió de tener un gran respeto. Acusó al Caudillo/ Generalísimo/ Jefe del Estado de haber faltado a la palabra dada. Una terminología dura entre militares.

Casado trapicheó como pudo, con trabajitos en la BBC, uno de los lugares en que los servicios especiales británicos solían aparcar a personajes y personajillos que pudieran ser útiles. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, emigró a América Latina. Allí pasó más de 15 años, en parte tratando de volver a España. Cuando lo hizo, en septiembre de 1961, nadie le molestó, pero dos años más tarde se le ocurrió solicitar el reconocimiento de sus derechos pasivos y la máquina judicial militar se puso en movimiento. Se le trató con guante blanco hasta cierto punto, pero no obtuvo lo que quería.

Enfermo, encerrado en su piso madrileño durante años y años, fue apañándose con sus ahorros hasta que amenazaron con agotarse. Entonces entró en contacto con el Ministerio de (Des)Información. Se prometió un gran éxito económico de una nueva versión de sus memorias. El problema es que no se acordaba de los hechos de 1939. Tampoco podía ir a hemerotecas. No sabemos si desde el Ministerio, entonces regentado por Manuel Fraga Iribarne, alguien le echó una mano. Sí sabemos que le ayudó uno de los subordinados de Cipriano Mera, también anarquista, un tal Liberino González.

En consecuencia, la nueva versión acentuó hasta extremos delirantes la presunta conspiración comunista, la vesania de Negrín y la larga mano de Stalin sobre la República. Todo muy en consonancia con el furibundo anticomunismo anarquista y franquista y, en particular, las necesidades de la guerra fría. Ya se habían expresado en términos similares renegados comunistas tan caracterizados como Jesús Hernández, Enrique Castro Delgado y Valentín González, el Campesino. También los inevitables poumistas, a la cabeza de los cuales se situó Julián Gorkín.

Casado no quedó muy contento con el resultado, una indicación tal vez de que la nueva versión no era únicamente de su propia pluma, pero no tenía escapatoria. Enfermo y sin dinero, se sometió. Cuando se almuerza con el diablo conviene manejar una larga cuchara. Casado no la tuvo. Jugó con los hechos, engañó a historiadores, “confirmó” los mitos esenciales de los vencedores, encubrió la gran operación político-estratégica de Franco, fue corresponsable de la hecatombe final republicana y, como buen traidor, hizo todo lo posible por desfigurar sus huellas en la historia. Un historiador anglo-norteamericano, Burnett Bolloten, le creyó y sentó escuela. Sus colegas pro y neo-franquistas se frotaron de gusto las manos durante años.

Al final, si se encuentra la evidencia primaria relevante de época, los hechos del pasado quedan iluminados bajo nueva luz.

La pregunta es: ¿por qué ha habido durante tanto tiempo un segmento de la literatura que ha hecho caso a la versión de Casado, que siempre fue en sí inverosímil? La respuesta se encuentra, a nuestro entender, en la conjunción entre las necesidades ontológicas del franquismo, su dependencia de una mitología ad hoc y la ideología de la guerra fría.
De Ángel Viñas, El País 10-12-2011. Seguir la lectura aquí.

Leer más sobre el tema aquí.

Gabriel Jackson. 2008. JUAN NEGRÍN. Médico, socialista y jefe del Gobierno de la II Républica española. Edt. Crítica.

Enrique Moradiellos. Negrín. Biografía de la figura más difamada de la España del siglo XX. Barcelona: Península, 2006.

Búsqueda de libros aquí.

viernes, 23 de julio de 2010

Juego limpio

No recuerdo que en ninguna de las legislaturas anteriores se produjera una contradicción de tanta magnitud entre las previsiones que se formularon por los partidos políticos en los programas electorales con los que concurrieron ante los ciudadanos para pedir su confianza para gobernar y lo que ha ocurrido con posterioridad. Ninguno de los partidos contempló un crecimiento del PIB que no girara en torno al 3%, décima arriba décima abajo, en lugar del descenso superior al 3% que se ha producido y, en consecuencia, ninguno contempló el brutal crecimiento del paro, la elevación de la tasa de morosidad y todos los demás males a los que nos estamos teniendo que enfrentar.

Esta es, en mi opinión, la mayor singularidad, desde una perspectiva política, de la crisis por la que estamos atravesando. Crisis de una magnitud similar a esta las hemos vivido en España desde la transición. El estancamiento con una inflación del 30% a finales de los setenta llegó a poner en cuestión la posibilidad misma de que se pudiera aprobar la Constitución y, posteriormente, hemos llegado a tener tasas de paro superiores a las que ahora mismo tenemos con una población activa mucho menor y con una tasa de cobertura de los desempleados muy inferior.
Lo que diferencia a esta crisis de las anteriores es que nadie la previó y, en consecuencia, nos ha llegado sin que estuviéramos preparados para hacerle frente. Estábamos preparados para todo lo contrario. De ahí que se haya tenido que dar un viraje de 180 grados en la política económica y que se hayan tenido que adoptar medidas que jamás se había pensado que se tendrían que adoptar.

Obviamente, ello ha conducido a que el partido que está en el Gobierno tenga que hacer una política que no solo no coincide sino que puede llegar a estar en contradicción con el programa con que compareció ante los electores y con base en el cual se hizo la investidura. No solamente ha ocurrido en España y en Andalucía, pero le ha ocurrido al PSOE y al PSOE-A. Hay un punto de verdad, en consecuencia, en la argumentación del PP de que el PSOE no tiene un mandato electoral para hacer lo que está haciendo.

Nada habría que objetar a esa posición del PP si, al mismo tiempo, estuviera dispuesto a dirigirse a los ciudadanos a fin de explicarles en qué medida se ha producido el desajuste entre lo que ellos mismos previeron en su programa electoral y lo que posteriormente ha sucedido y, sobre todo, qué es lo que proponen para hacer frente a esta crisis sobrevenida, a fin de que el cuerpo electoral pudiera vislumbrar que si el Gobierno no sabe qué hacer, al menos sí hay una alternativa que tiene una política clara para sacar al país de la situación en que se encuentra.

Si la crisis es de la magnitud que es y si la desorientación del Gobierno es la que el PP dice que es, la alternativa de Gobierno debería hacer visible a los ciudadanos que ellos sí disponen de una política coherente para el país y para Andalucía y que son capaces de articularla y presentarla en sede parlamentaria a fin de que pueda ser discutida...

Una mínima exigencia de juego limpio debería conducir a que el PP presentara una moción de censura,... Independientemente de que la moción triunfara o no, es obvio que todos estaríamos mucho más tranquilos al saber que, en poco tiempo, tendríamos garantizada la salida de la crisis, el crecimiento del PIB, el descenso del paro y todo lo demás...
Leer todo el artículo de Javier Pérez Royo aquí.