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sábado, 29 de febrero de 2020

Mario Bunge: Discurso Doctorado «Honoris Causa» en la Universidad de Salamanca, 15 de mayo de 2003. Cómo criar y cómo matar la gallina de los huevos de oro

«Ante todo, agradezco al claustro de doctores salmantinos, así como al señor Rector y los señores Vicerrectores, el haber aceptado la propuesta de mi querido amigo, el Profesor Miguel Ángel Quintanilla, de honrarme con un doctorado honoris causa.

La Universidad de Salamanca ha sido una de las luminarias europeas durante ocho siglos. Suele olvidarse, injustamente, sus contribuciones a la cultura universal. Baste recordar que fue aquí donde Francisco de Vitoria echó las bases del derecho internacional, instrumento indispensable para la convivencia de los pueblos. Cada vez que se lo aplica, se rinde homenaje tácito a la Universidad salmantina, y cada vez que se lo viola se atenta contra la civilización moderna.

Me propongo defender dos tesis. La primera es que la investigación científica es la gallina de los huevos de oro. La segunda es que hay maneras de criarla, y otras tantas de matarla.

[1] La investigación básica es el motor de la cultura intelectual y la madre de la técnica

La investigación básica consiste en la búsqueda de la verdad independientemente de su posible uso práctico, el que acaso jamás llegue. Es la investigación que hacen los matemáticos, físicos, químicos, biólogos, científicos sociales y humanistas. Es sabido que la investigación básica alimenta a la técnica sin ser técnica, porque la técnica diseña medios para cambiar el mundo en lugar de estudiarlo.

El distintivo de la American Association for the Advancement of Science es un par de círculos concéntricos. El círculo central es dorado y simboliza la ciencia básica, mientras que el anillo que lo rodea es azul y simboliza la técnica. La idea es que la ciencia nutre a la técnica. Esta idea podría ampliarse, inscribiendo el círculo en un cuadrado que simbolice la cultura moderna.

En efecto, nuestra cultura, a diferencia de las demás, se caracteriza por su dependencia de la investigación básica. Si ésta se detuviera, ya por falta de vocaciones, ya por falta de fondos, ora por censura ideológica, ora por decreto, nuestra civilización se estancaría, y pronto decaería hasta convertirse en barbarie. Baste recordar lo que sucedió con la ciencia básica bajo el fascismo, y con la biología, la psicología y las ciencias sociales bajo el estalinismo.

Las mejoras, los avances menudos, la elaboración de ideas básicas, pueden planearse y encargarse. Los grandes inventos, como los grandes descubrimientos, no pueden planearse ni encargarse, porque son producto del ingenio estimulado por la curiosidad.

Es posible programar una máquina, pero es imposible programar un cerebro original. Lo que sí es posible es educar un cerebro receptivo e inquieto. Esto es lo que hace todo intelectual disciplinado: va esculpiendo su propio cerebro a medida que va aprendiendo y creando.

Puesto que la espontaneidad no es programable, hay que darle oportunidades antes que órdenes: hay que fomentar la curiosidad, y con ella la creatividad científica o artística sin esperar resultados inmediatos. La exigencia de resultados inmediatos garantiza la mediocridad y el desaliento, e incluso el fracaso.

Por ejemplo, ciertos gobiernos actuales pretenden hacer la guerra al terrorismo, sin entender que es imposible hacer la guerra a células secretas, y sin entender que los terroristas, como los cruzados, no lo son de nacimiento, sino que son productos de ciertas circunstancias y de una educación fanática.

El terrorismo, tanto el de abajo como el de arriba, no terminará si no se transforman esas circunstancias y si no se hace un esfuerzo por entender la psicología y la sociología del terrorista. Tanto en política como en medicina, más vale prevenir que curar. Y cuando se trata de curar hay que buscar y emplear remedios eficaces en lugar de grasa de culebra. Y eso requiere investigación seria antes que receta ideológica. A su vez, los resultados de la investigación se hacen esperar.

Siempre hay que esperar para cosechar frutos, sean comestibles, sean conceptuales. Por ejemplo, Apolonio describió las secciones cónicas unos 200 años a.C., pero nadie las usó con provecho hasta que Galileo empleó la parábola para describir la trayectoria de las balas, y Kepler la elipse para describir las trayectorias planetarias.

Las investigaciones desinteresadas de Ampère y Faraday no rindieron frutos prácticos sino cuando Henry inventó el motor eléctrico. Las ecuaciones de Maxwell y las mediciones de Hertz sólo sirvieron para entender el electromagnetismo, hasta que Marconi las usó para inventar la radio. Thomson, el descubridor del electrón, no pudo anticipar la industria electrónica. Rutherford, el padre de la física nuclear, nunca creyó que sus trabajos darían lugar a la ingeniería nuclear ni las plantas nucleares.

Otro ejemplo: los inventores de la física cuántica no soñaron que ella serviría para diseñar ordenadores y, con ellas, un nuevo sector de la industria. Crick y Watson no previeron la emergencia de poderosas firmas biotécnicas pocas décadas después de anunciar la estructura del ADN.

La unión de la ciencia con la técnica es tan íntima, que no se pueden mantener facultades de ingeniería al día sin el concurso de departamentos de matemática, física, química, biología y psicología. Por ejemplo,el bioingeniero que se ocupa de diseñar prótesis tiene que aprender bastante anatomía y fisiología humanas, y el experto en administración de empresas tiene que aprender bastante psicología, sociología y economía.

La historia de la ciencia y de la técnica sugieren algunas moralejas de interés para quienquiera que se interese en políticas culturales. He aquí tres de ellas.

Primera: Es deseable fomentar la ciencia básica, no sólo para enriquecer la cultura, sino también para nutrir la técnica, y con ella la economía y el gobierno.

Segunda: Puesto que el conocimiento humano es un sistema, en el que toda componente interactúa con otros constituyentes, es preciso fomentar todas las ramas de la cultural intelectual, así como promover la construcción de puentes entre ellas.

Tercera: La ciencia y la técnica no avanzan automáticamente, a despecho de las políticas culturales, sino que son muy sensibles a éstas. Por este motivo, hay que averiguar cuáles son sus estímulos y sus inhibidores. Empecemos por estos últimos.

[2] Los 7 enemigos de la investigación básica

Sugiero que los principales enemigos de la ciencia básica son los siguientes.

1. Mala enseñanza de la ciencia: autoritaria, datista, memorista, y tediosa.

2. Educadores y administradores miopes, que ignoran que no se puede descuidar ninguna rama importante del conocimiento, porque todas estas ramas interactúan entre sí, por lo cual las especialidades estrechas son efímeras.

3. Pragmatismo: creencia de que se puede conseguir huevos sin criar gallina. Los gobiernos norteamericanos más retrógrados recortaron los subsidios a la investigación en ciencias sociales, pero conservaron o aumentaron los subsidios a las ciencias naturales. Se estima que cerca de la mitad de los aumentos sensacionales de la productividad industrial norteamericana desde el fin de la segunda guerra mundial se deben a que los gastos en investigación básica ascienden al 3 % del producto interno bruto, o sea, varias veces lo que gasta España.

4. Neoliberalismo y el consiguiente debilitamiento de las organizaciones estatales, en particular las universidades nacionales. El ejemplo canadiense es elocuente: el gobierno conservador de la década del 80 decretó que los científicos tendrían que buscar fondos en el sector privado. Dado que no los encontraron, el resultado neto de esta política utilitarista es que los gastos por estudiante han disminuido en un 20%, en tanto que los gastos norteamericanos han aumentado en un 30% durante el mismo período. El gobierno liberal inició una rectificación de este curso desastroso, pero obró tarde e insuficientemente. Mientras tanto, centenares de investigadores emigraron, y miles de estudiantes desistieron de estudiar ciencias.

5. Oscurantismo tradicional: fundamentalismo religioso, ciencias ocultas, homeopatía, psicoanálisis, etc., y la censura ideológica concomitante. Por ejemplo, el gobierno actual de la India, comprometido con la religión hindú, ha promovido los estudios de astrología y de medicina védica. Otro ejemplo es la restricción a la investigación de las células totipotentes para complacer a unos teólogos retrógrados.

6. Oscurantismo posmoderno: “pensamiento débil”, retorismo, deconstruccionismo, existencialismo, y la filosofía femenina que considera la ciencia, y en general la racionalidad y la objetividad, como “falocéntricas”.

7. Constructivismo-relativismo en filosofía, sociología e historia de la ciencia, doctrina que niega la posibilidad de hallar verdades objetivas e imagina trampas políticas tras los teoremas más inocentes, con lo cual desanima la búsqueda de la verdad, lo que a su vez empobrece la cultura.

Dejemos ahora estas reflexiones y admoniciones pesimistas, y veamos qué puede hacerse para promover la búsqueda de la verdad por la verdad.

[3] Qué hacer para promover la investigación básica

Propongo que una manera de promover el avance del conocimiento básico es adoptar, elaborar y poner en práctica las medidas siguientes:

1. Enseñar más ciencia, y enseñarla mejor, en todos los niveles, así como montar museos y espectáculos científicos.

2. Aumentar los subsidios a la investigación básica, particularmente en los sectores más descuidados.

3. Ofrecer becas a estudiantes interesados en ramas descuidadas o emergentes de la ciencia básica, tales como matemática, física de líquidos, química teórica, neurociencia cognitiva, socio-economía, sociología política, economía del desarrollo, investigación operativa, sociolingüística, y filosofía exacta.

4. Reforzar la participación de investigadores en el diseño de políticas culturales y planes de enseñanza.

5. Aliviar a los investigadores de tareas administrativas.

6. Denunciar las imposturas intelectuales, tales como el “creacionismo científico”, las medicinas alternativas, y fomentar en cambio el pensamiento crítico, el debate racional y la divulgación científica.

7. Resistir el movimiento de privatización de las universidades. Las funciones específicas de la Universidad son producir y difundir conocimiento, no dinero; por consiguiente, la Universidad debe seguir siendo dirigida por académicos, no por empresarios ni por comisarios, así como las empresas deben seguir siendo dirigidas por empresarios, no por investigadores ni por comisarios.

Termino. De todos los sistemas que constituyen una sociedad, el cultural es el más vulnerable a los choques económicos y políticos. Por esto es el que hay que manejar con mayor cuidado y alimentar con mayor dedicación, sin esperar otros rendimientos inmediatos que su propio enriquecimiento

Dada la centralidad de la ciencia en la cultura y la economía modernas, es aconsejable adoptar la política del gobierno surcoreano. Cuando la economía surcoreana entró en crisis, hace pocos años, en lugar de recortar los subsidios a la investigación básica, el gobierno resolvió incrementarlos hasta alcanzar el 5% del PIB. El resultado está a la vista: la producción científica surcoreana sobrepasa hoy a la india, pese a que la ciencia india empezó un siglo antes que la coreana.

No es que el dinero genere ciencia, sino que sin él, la ciencia languidece. Quien quiera comer huevos, que alimente a su gallina. Y quien quiera preservar una buena tradición deberá enriquecerla, porque la permanencia sólo se consigue a fuerza de cambios».

Mario Augusto Bunge (Florida Oeste, Provincia de Buenos Aires, 21 de septiembre de 1919-Montreal, 24 de febrero de 2020) fue un filósofo, físico y epistemólogo argentino. Bunge se declaró como un filósofo realista, cientificista, materialista y sistemista; además de defensor del realismo científico y de la filosofía exacta (…) Expresó públicamente su postura contraria a las pseudociencias, entre las que incluyó al psicoanálisis, la praxeología, la homeopatía, la microeconomía neoclásica (u ortodoxa), entre otras. En términos económicos y políticos, Bunge proponía una defensa del «socialismo como cooperativismo», diferenciándolo de y haciendo fuertes críticas al socialismo de tipo soviético y al populismo. Ejerció docencia en filosofía en Argentina, Uruguay, México, EE.UU., Alemania, Dinamarca, Suiza y Australia. Ocupó también la Cátedra Frothingham de Lógica y Metafísica en la Universidad McGill, de Montreal, Canadá.

Fuente: https://conversacionsobrehistoria.info/2020/02/25/como-criar-y-como-matar-la-gallina-de-los-huevos-de-oro-mario-bunge-en-la-universidad-de-salamanca-2003/

sábado, 9 de noviembre de 2019

_- De cómo la ciencia ha cambiado nuestro sentido de identidad

__ Nathaniel Comfort
Nature

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Los avances biológicos han cambiado repetidamente la percepción que tenemos de nosotros mismos, escribe Nathaniel Comfort, en el tercer ensayo de una serie, en conmemoración del aniversario de Nature, sobre cómo los últimos 150 años han ido moldeando la ciencia actual.

Ilustración de Señor Salme
En el icónico frontispicio de Evidence as to Man’s Place in Nature [Evidencias sobre el lugar que ocupa el hombre en la naturaleza] de Thomas Henry Huxley (1863), esqueletos de primates caminan a través de la página, presumiblemente hacia el futuro: “Gibón, orang, chimpancé, gorila, hombre”. Pruebas recientes de anatomía y paleontología habían situado el lugar de los humanos en la escala natural de forma científicamente irrefutable. Vamos inequívocamente en compañía de los animales, aunque encabecemos la fila.

Atribuido a Paul D. Stewart/SPL
Nicolás Copérnico nos había desplazado del centro del universo; ahora Charles Darwin nos desplazaba del centro del mundo vivo. Independientemente de cómo se tomara uno esta degradación (Huxley no estaba preocupado; Darwin sí), no había duda del mensaje más amplio de Huxley respecto a que la ciencia por sí sola puede responder a lo que él llamaba la “pregunta de las preguntas”: “El lugar del hombre en la naturaleza y sus relaciones con el universo de cosas”.

La pregunta de Huxley ocupó un lugar destacado en los primeros números de la revista Nature. Ingenioso y provocativo, el “Bulldog de Darwin” era uno de los ensayistas más solicitados de la época. Norman Lockyer, editor-fundador de la revista, se anotó un buen tanto cuando persuadió a su amigo para que se convirtiera en colaborador habitual. Y Huxley reconocía una tribuna en cuanto la veía. Dio el salto y utilizó las páginas de Nature para defender el darwinismo y la utilidad pública de la ciencia.

Fue en el séptimo número, el 16 de diciembre de 1869, cuando Huxley propuso un esquema para lo que llamó “darwinismo práctico”, que nosotros llamamos eugenesia. Convencido de que el dominio continuo del Imperio británico iba a depender del carácter “emprendedor enérgico” inglés, meditó respecto a la selección de una actitud dinámica entre los británicosi. Reconociendo que la ley, por no mencionar la ética, podría interferir, escribió: “Es posible influir, indirectamente, en el carácter y la prosperidad de nuestros descendientes”. Francis Galton -primo de Darwin y un planeta exterior al sistema solar de Huxley- estaba ya escribiendo sobre ideas similares y llegaría a ser conocido como el padre de la eugenesia. Entonces, cuando apareció esta revista, la idea de “mejorar” la herencia humana estaba en la mente de muchas personas, sobre todo como una potente herramienta del imperio.

La visión radiante de Huxley –sobre un progreso y triunfo humanos infinitos, propiciados por la marcha inexorable de la ciencia- incorpora un problema con los llamados valores de la Ilustración. El precepto de que la sociedad debería basarse en la razón, los hechos y las verdades universales ha sido un tema rector de los tiempos modernos. Lo que en muchos sentidos es algo espléndido (últimamente he visto suficiente gobernanza sin evidencias como para toda una vida). Sin embargo, la navaja de Occam tiene un doble filo. Los valores de la Ilustración se han adaptado a creencias chirriantemente discordantes, como que todos los hombres son creados iguales, que habría que decapitar a los aristócratas y que puede venderse a las personas como esclavos.

Quiero sugerir que muchos de los peores capítulos de esta historia son el resultado del cientifismo: la ideología de que la ciencia es la única forma válida de comprender el mundo y resolver los problemas sociales. Donde la ciencia ha expandido y liberado a menudo nuestro sentido de identidad, el cientifismo lo ha limitado.

A lo largo de los últimos 150 años, podemos ver que tanto la ciencia como el cientifismo moldean la identidad humana de muchas maneras. La psicología del desarrollo se centró en el intelecto, lo que llevó a la transformación del CI (coeficiente intelectual) de una herramienta educativa en un arma de control social. La inmunología redefinió el “yo” en términos del “no-yo”. La teoría de la información proporcionó nuevas metáforas que reformulaban la identidad como algo que reside en un texto o en un esquema eléctrico. Más recientemente, los estudios celulares y moleculares han relajado las fronteras del yo. La tecnología reproductiva, la ingeniería genética y la biología sintética han hecho que la naturaleza humana sea más maleable; la epigenética y la microbiología complican las nociones de individualidad y autonomía; y la biotecnología y la tecnología de la información sugieren un mundo donde el yo está repartido, disperso, atomizado.

Las identidades individuales, arraigadas en la biología, tal vez nunca hayan jugado un papel más importante en la vida social, incluso cuando sus límites y parámetros se vuelven cada vez más difusos.

Diseños sobre la inteligencia
“Es preciso introducir métodos de precisión científica en todo el trabajo educativo para llevar a todas partes el buen sentido y la luz”, escribió el psicólogo francés Alfred Binet en 1907 (traducción al inglés publicada en 1914ii). Una década antes, Binet y Théodore Simon desarrollaron una serie de pruebas para escolares franceses para medir lo que llamaron la “edad mental”. Si la edad mental de un niño fuera inferior a su edad cronológica, podría recibir ayuda adicional para ponerse al día. El psicólogo alemán William Stern llevó la ratio de la edad mental a la cronológica, que dio lo que llamó coeficiente intelectual y, en teoría, podían hacerse comparaciones a través de los grupos. Mientras tanto, Charles Spearman, estadístico británico y eugenista de la escuela de Galton, encontró una correlación entre el rendimiento de un niño en diferentes pruebas. Para explicar las correlaciones, teorizó una cualidad innata, fija y subyacente que llamó “g” para la “inteligencia general”. Luego, el psicólogo estadounidense Henry Goddard, con el eugenista Charles Davenport susurrando en su oído, afirmó que un coeficiente intelectual bajo era un rasgo mendeliano simple. Por lo tanto, paso a paso científico, el coeficiente intelectual se convirtió de una medida del rendimiento pasado de un niño determinado en un indicador del rendimiento futuro de cualquier niño.

El cociente intelectual se convirtió en una medida no de lo que haces, sino de quién eres: una puntuación para el valor inherente de uno como persona. Durante la Era Progresista, los eugenistas se obsesionaron con la inteligencia baja, creyendo que era la raíz del crimen, la pobreza, la promiscuidad y la enfermedad. Cuando Adolf Hitler expandió la eugenesia a grupos étnicos y culturales enteros, decenas de miles de personas en todo el mundo habían sido ya arrancadas del acervo génico, esterilizadas, institucionalizadas, o ambas cosas.

Yo no
Los inmunólogos adoptaron otro enfoque. Localizaron la identidad en el cuerpo, definiéndola en términos relacionales más que absolutos: el yo y el no-yo. El rechazo al injerto de tejido, las alergias y las reacciones autoinmunes podrían entenderse no como una guerra sino como una crisis de identidad. Se trataba de un terreno bastante filosófico. De hecho, el historiador Warwick Anderson ha sugerido queiii en inmunología, el pensamiento biológico y social han estado “mezclándose promiscuamente en un entorno tropical común bajo las palmeras”.

El Platón inmunológico fue el inmunólogo australiano Frank MacFarlane Burnet. El diseño de Burnet de la inmunología como la ciencia del yo fue una respuesta directa a su lectura del filósofo Alfred North Whitehead. Ojo por ojo, los teóricos sociales desde Jacques Derrida hasta Bruno Latour y Donna Haraway se han apoyado en las imágenes y conceptos inmunológicos al teorizar el yo en la sociedad. El hecho es que el pensamiento científico y el social están profundamente implicados, reverberantes, co-construidos. No puedes entender completamente el uno sin el otro.

Más tarde, Burnet se sintió atraído por las nuevas metáforas tomadas de la cibernética y la teoría de la información. “Está en el espíritu de los tiempos”, escribió en 1954iv, creer que pronto habría “una ‘teoría de las comunicaciones’ del organismo vivo”. De hecho, la hubo. En el mismo período, los biólogos moleculares se enamoraron también de las metáforas de la información. Después de la solución de 1953 de la doble hélice del ADN, cuando el problema del código genético tomó forma, los biólogos moleculares encontraron que las analogías con la información, el texto y la comunicación eran irresistibles, tomando prestadas palabras como “transcripción”, “traducción”, “mensajeros”, “transferencias” y “señalización”. El genoma "se deletrea" en un "alfabeto" de cuatro letras, y casi siempre se discute como texto, ya sea un libro, un manual o una lista de partes. No por coincidencia estos campos crecieron junto con la informática y la industria informática.

El yo de la posguerra se convirtió en una cifra que había que decodificar. Las secuencias del ADN podrían ser digitalizadas. Sus mensajes podrían, al menos en teoría, ser interceptados, decodificados y programados. Pronto se hizo difícil no pensar en la naturaleza humana en términos de información. En la década de 1960, se empezó a conocer el ADN como el “secreto de la vida”.

Muchos yoes
A finales de los años sesenta y setenta, los críticos (incluidos varios científicos) se preocuparon cada vez más de que la nueva biología pudiera alterar lo que significa ser humano. Los problemas éticos y sociales planteados eran “demasiado importantes para dejarlos exclusivamente en manos de las comunidades científica y médica”, escribió James Watson (famoso por sus aportaciones sobre el ADN que más tarde cayó en la infamia) en 1971.

En 1978, Patrick Steptoe y Robert Edwards tuvieron éxito con la fertilización humana in vitro, lo que llevó al nacimiento de Louise Brown, la primera “bebé probeta”. En 1996, la clonación humana parecía estar a la vuelta de la esquina tras la clonación de una oveja que Ian Wilmut y su equipo llamaron Dolly.

La clonación y la ingeniería genética impulsaron mucha búsqueda del alma pero poco encuentro del alma. Durante mucho tiempo ha habido algo terrible y fascinante en la idea de fabricar una persona, quizás no exactamente una persona. ¿Tendrían los individuos clonados los mismos derechos que los nacidos naturalmente? ¿Se deshumanizaría de alguna manera a un bebé concebido o diseñado para ser donante de tejidos? ¿Tenemos derecho a alterar los genes de los no nacidos? O, como han argumentado los provocadores, ¿tenemos la obligación de hacerlo? El reciente desarrollo de potentes herramientas de modificación de los genes, como CRISPR, solo ha hecho que sea más urgente una participación amplia en esa toma de decisiones.

Macaco sometido a un trasplante de hígado de cerdo en China en 2013 Foto: VCG/Getty

Los argumentos, tanto a favor como en contra, en torno a la ingeniería humana se apoyan a menudo en una comprensión demasiado determinista de la identidad genética. El cientifismo puede ir en ambas direcciones. Un profundo reduccionismo localizó la naturaleza humana dentro del núcleo celular. En 1902, el médico inglés Archibald Garrod escribióv sobre una “individualidad química” basada genéticamente. En la década de 1990, cuando los primeros tsunamis de datos de secuencias genómicas comenzaron a bañar las costas de la ciencia básica, se hizo evidente que la variación genética humana era mucho más extensa de lo que habíamos pensado. Garrod se ha convertido en un tótem de la edad del genoma.

A finales de siglo, los visionarios habían comenzado a promocionar la llegada de la “medicina personalizada” basada en tu genoma. No más “tallas únicas”, decía el eslogan. En cambio, el diagnóstico y la terapia se adaptarían a ti, es decir, a tu ADN. Después del Proyecto del Genoma Humano, el coste de la secuenciación del ADN cayó en picado, haciendo que “tu genoma forme parte” de la cultura de masas.

Hoy en día, las universidades con tecnología avanzada ofrecen perfiles de genoma a todos los estudiantes que ingresan en primer curso. Las firmas de moda pretenden usar tu genoma para componer listas de vinos personalizadas, suplementos nutricionales, cremas para la piel, batidos o bálsamo labial. La secuencia se ha convertido en el yo. Como dice en el kit de prueba del ADN de la compañía de secuencias 23andMe, “Bienvenido a ti mismo”.

Los límites se difuminan
Pero tú no eres todo tú, ni mucho menos. El modelo de ADN como cianotipo está desactualizado, es casi pintoresco. Para los principiantes, todas las células en un cuerpo no tienen los mismos cromosomas. Las mujeres cisgénero son mosaicos: la inactivación aleatoria de un cromosoma X en cada célula significa que la mitad de las células de una mujer expresan la X de su madre y la otra mitad la de su padre. Las madres también son quimeras, gracias al intercambio de células con un feto a través de la placenta.

El quimerismo puede cruzar también el límite de la especie. Se han producido embriones chimpancés-humanos en el laboratorio, y los investigadores están trabajando de forma ardua para tratar de desarrollar órganos humanos inmuno-tolerantes en cerdos. Los genes, las proteínas y los microorganismos fluyen continuamente entre casi cualquier forma de vida que viva una junto a otra. John Lennon tenía razón: “Yo soy él como tú eres él como tú eres yo y somos todos a la vez”.

Incluso en términos estrictamente científicos, “tú” eres más que el contenido de tus cromosomas. El cuerpo humano contiene al menos tantas células no humanas (principalmente bacterias, arqueas y hongos) como humanasvi. Decenas de miles de especies microbianas se apiñan y empujan sobre y a través del cuerpo, con profundos efectos sobre la digestión, el aspecto, la resistencia a las enfermedades, la visión y el estado de ánimo. Sin ellos, no te sientes como si fueras tú; de hecho, no eres realmente tú. El ser biológico ha sido reformulado como un grupo de comunidades, todas ellas comunicadas entre sí.

Estas también retozan promiscuamente debajo de las palmeras. Los científicos descubrieron que podían usar el microbioma de una persona para identificar a su pareja sexual en el 86% de las vecesvii. Hallaron que las comunidades con mayor similitud en parejas que conviven están en los pies. El microbioma del muslo, por el contrario, está más estrechamente relacionado con su sexo biológico que con la identidad de su pareja.

Se puede entender que una parte del cuerpo, un pozo negro, un vagón de metro, un aula, -cualquier lugar con una comunidad característica- tienen una identidad genética. En dicha comunidad, la información genética pasa dentro y entre los organismos individuales a través del sexo, la depredación, la infección y la transferencia horizontal de genes. En el último año, los estudios han demostrado que las comunidades de microbios simbióticos en los mejillones de aguas profundas se aíslan genéticamente con el tiempo, como las especies. En los hongos, los genes llamados Spok (asesino de esporas) fluyen y refluyen y se recombinan a través de las especies mediante un “impulso meiótico”, una especie de botón genómico de avance rápido que permite que se produzca un cambio genético hereditario lo suficientemente veloz como para responder a un entorno que cambia rápidamente. El genoma, como dijo la genetista Barbara McClintock hace mucho tiempo, es un órgano sensible de la célula.

La epigenética disuelve aún más los límites del yo. Los mensajes codificados en el ADN se pueden modificar de muchas maneras: mezclando y combinando módulos de ADN, seleccionando u ocultando bits para que no puedan leerse, o cambiando el mensaje una vez leído, modificando su significado en la traslación. El ADN se enseñó una vez como un texto sagrado transmitido fielmente de generación en generación. Ahora, cada vez más evidencias apuntan al genoma nuclear como algo más que una bolsa de sugerencias, frases turísticas, sílabas y galimatías que usas y modificas según sea necesario. El genoma parece ahora menos la sede del yo y más un juego de herramientas para modelar ese yo. Entonces, ¿quién está haciendo la configuración?

El yo repartido
Los implantes cerebrales, las interfaces hombre-máquina y otros dispositivos neurotécnicos extienden el yo al dominio del “universo de las cosas”. La compañía Neuralink de Elon Musk en San Francisco, California, intenta hacer que la interfaz perfecta de la mente y la máquina -ese tropo de la ciencia ficción- sea una realidad (virtual). La inteligencia natural y la inteligencia artificial se juntan ya; no es descabellado que de alguna manera, algún día, se fusionen.

¿Puede el yo llegar no simplemente a ampliarse sino a distribuirse? El escritor y exeditor de Nature, Philip Ball, permitió a los investigadores tomar muestras de las células de su piel, convertirlas nuevamente en células-madre (con el potencial de convertirse en cualquier órgano) y luego cultivarlas en un “mini-cerebro”, tejido neural en una placa que desarrolló patrones de disparo eléctricos típicos de las regiones del cerebro. Otros productos básicos de ciencia ficción, como cultivar cerebros enteros en placas de Petri o cultivar órganos humanos en animales de granja, aún están muy lejos, pero se están realizando esfuerzos activos para lograrlos.

Control del yo
Sin embargo, hay una mosca de la fruta en la pomada. La mayoría de estas nociones de identidad del Siglo de las Luces y los escenarios dominantes de ciencia ficción del futuro post-humano han sido desarrollados por hombres con educación universitaria que no estaban discapacitados y que provenían de las clases medias y altas de las naciones ricas del norte global. Sus ideas reflejan no solo los hallazgos, sino también los valores de quienes han dominado durante demasiado tiempo el sistema científico: positivista, reduccionista y centrado en dominar la naturaleza. Quienes controlan los medios de producción de secuencias son quienes escriben la historia.

Eso ha comenzado a cambiar. Aunque queda mucho camino por recorrer, una mayor atención a la equidad, la inclusión y la diversidad ha moldeado ya profundamente el pensamiento sobre la enfermedad, la salud y lo que significa ser humano. Es importante que Henrietta Lacks, cuyas células tumorales se usan en laboratorios de todo el mundo, cultivadas y distribuidas sin su consentimiento, fuera una mujer pobre afroamericana. Su historia ha estimulado innumerables conversaciones sobre desigualdades y prejuicios en la biomedicina, y ha cambiado las prácticas en el mayor financiador biomédico de Estados Unidos: el National Institute of Health.

Considerando la genealogía genómica desde una perspectiva afroamericana, la socióloga Alondra Nelson ha revelado esfuerzos complejos y cargados de emociones para recuperar las historias familiares perdidas en el pasaje del medio. En la comunidad nativa americana, la creación de una identidad nativa genética fue una coproducción de la ciencia occidental y la cultura indígena, como demostró la historiadora Kim TallBear. Las concepciones de etnicidad basadas en el ADN están lejos de no ser problemáticas. Pero el impulso de hacer que las tecnologías del yo sean más accesibles, más democráticas –que tengan más que ver con la autodeterminación y menos sobre el control social- es, en su base, liberador.

En ninguna parte se ve esto más claro que en las personas que viven con discapacidades y que utilizan tecnologías de asistencia. Podrían ganar o recuperar modos de percepción, podrían comunicarse y expresarse de nuevas maneras y ganar nuevas relaciones en el universo de las cosas.

La artista Lisa Park juega con estas ideas. Ella usa tecnologías de biorretroalimentación y sensores derivados de la neurociencia para crear lo que ella llama representaciones audiovisuales del yo. Un árbol de luz que florece y deslumbra mientras los espectadores se dan la mano; piscinas de agua que resuenan armónicamente en respuesta a las ondas de electroencefalograma de Park; una “orquesta” de músicos androides que usan sensores cardíacos y cerebrales hacen una música inquietantemente bella al reaccionar e interactuar de diferentes maneras cuando Park, la directora de la orquesta, les indica que se quiten las vendas de los ojos, se miren, se hagan guiños, rían, se toquen o se besen. Sin embargo, incluso este sentido artístico, subjetivo e interactivo del yo está ligado a una identidad limitada por la biología.

Desde la Ilustración, hemos tendido a definir la identidad humana y el valor en términos de los valores de la ciencia misma, como si solo ellos pudieran decirnos quiénes somos. Esa es una noción extraña y estrecha de miras. Frente al colonialismo, la esclavitud, las epidemias de opioides, la degradación ambiental y el cambio climático, la idea de que la ciencia y la tecnología occidentales son las únicas fuentes confiables de autoconocimiento no puede sostenerse ya. Esto no significa poner toda la miseria humana a los pies de la ciencia, ni mucho menos. El problema es el cientificismo. Definir el yo solo en términos biológicos tiende a oscurecer otras formas de identidad, como el rol laboral o social de uno. Quizás la respuesta a la “pregunta de preguntas” de Huxley no sea, después de todo, un número.

Referencias:
i H. [Huxley, T. H.] Nature 1, 183–184 (1869).

ii Binet, A. & Simon, T. Mentally Defective Children (Arnold, 1914).

iii Anderson, W. Isis 105 , 606–616 (2014).

iv Burnet, M. Sci. Am. 191 , 74–78 (1954).

v Garrod, A. E. Lancet 160 , 1616–1620 (1902).
vi Sender, R., Fuchs, S. & Milo, R. Cell 164 , 337–340 (2016).

vii Ross, A. A., Doxey, A. C. & Neufeld, J. D. mSystems 2 , e00043-17 (2017).

Nathaniel Comfort es profesor de Historia de la Medicina en la Universidad Johns Hopkins, Baltimore, Maryland.

Fuente: https://www.nature.com/articles/d41586-019-03014-4

(Nature, núm 574, pág. 167-170, 2019)

miércoles, 23 de octubre de 2019

ENTREVISTA Gonzalo Pontón: “Los intelectuales catalanes han sido muy cobardes” El creador de los sellos Crítica y Pasado & Presente es investido doctor 'honoris causa' por la Universidad Pompeu Fabra

Suele ir directo a la bibliografía, busca lo que llama “títulos vertebradores” de la materia y si no aparecen o están desfasados, decide no incorporar ese libro a su catálogo. Es uno de los infalibles trucos con los que Gonzalo Pontón (Barcelona, 1944), creador de sellos como Crítica y Pasado & Presente y autor de La lucha por la desigualdad,* se ha convertido, tras 55 años de labor, en el editor más emblemático de ensayo e historia de España desde la Transición. “Un referente en la difusión del pensamiento histórico, político, humanístico, literario y científico de máxima categoría intelectual”, según la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, que hoy le inviste por ello doctor honoris causa.

El editor barcelonés Gonzalo Pontón.

Pregunta Llegó a la industria del libro muy precoz, con 14 años.

Respuesta. Estaba como enloquecido con la lectura: me escapaba de clase para ir a leer a casa; mi padre, cubano, emigró a España con, no sé por qué, una de las maletas cargada de libros, del que aún recuerdo El fin de una raza, de Pereda; luego, en casa de un amigo vi que trabajaba con galeradas, y me cedió algunas: ¡cobrar por leer: pagaban a 50 céntimos!; luego pasó a Ariel y yo entré ahí en 1964 como aprendiz de corrector.

De Manuel Sacristán aprendí lo que es la responsabilidad intelectual: le vi pasarse dos días consultando para saber si mercado debía traducirlo por concurrencia o competencia

P. Y en 1973 ya era su director editorial.

R. Ariel era un intento de reconectar intelectualmente con la República. Alexandre Argullós, uno de sus fundadores, necesitaba un ayudante: con los autores se mantenía una gran correspondencia; yo me acabé encargando también de gestionar las traducciones y así conocí a dos colaboradores capitales en mi vida: Manuel Sacristán y Josep Fontana. De Sacristán aprendí lo que es la responsabilidad intelectual: le vi pasarse dos días consultando para saber si mercado debía traducirlo por concurrencia o competencia.

P. En ese periodo, coincidiría con la gauche divine…

Las élites no quieren compartir el control del conocimiento real; el sistema capitalista conspira contra el conocimiento y, en consecuencia, contra la igualdad

R. Siempre menosprecié a la gauche divine, incluida la editorial; me provocaban dolor de estómago: su mundo no tenía nada que ver con el mío; nunca me he dedicado a las relaciones públicas... Cuando muchos de aquellos editores llegaban a sus despachos a media mañana tras intensas noches en Bocaccio, yo hacía tres horas que estaba en el mío: mis jornadas siempre han sido de 14 y 15 horas...

P. También acabó haciendo libros muy distintos de los suyos.

R. A pesar de que la edición ha ido a peor desde entonces, siempre he pensado que los libros hacen una labor en España que la universidad, ni la franquista ni la democrática, ha hecho: que el conocimiento traspase sus paredes y la cultura llegue a la gente: nunca he hecho libros solo para la tribu académica; ese fue el planteamiento de Crítica desde el primer día, cuando la fundé en 1976, con ayuda de Juan Grijalbo.

P. ¿No han cambiado las cosas?

Para ser editor de no ficción hace falta conocimiento: de ahí que me rodeara de gente como Sacristán, Josep Fontana, Jordi Nadal, Francisco Rico…

R. Nada. En el XVIII, los grandes editores intelectuales tiraban entre 1.500 y 2.000 ejemplares; 300 años después, desde Pasado & Presente hacemos los mismos. Es inquietante que esta élite lectora no crezca; no es democrático lo que pasa con el conocimiento en España. Que la gente se escandalice por lo que dicen los de Vox de las Trece Rosas republicanas… Somos ignorantes, es como decir que la Tierra es plana: he publicado al menos 20 libros donde se ha explicado…

P. ¿Dónde está el problema, pues?

Siempre he pensado que si una editorial gana dinero, ese dinero ha de ser para reinvertir en ella y no para que juegue con él el amo del capital

R. En que vivimos en un mundo en el que las élites no quieren compartir el control del conocimiento real; el sistema capitalista conspira contra el conocimiento y, en consecuencia, contra la igualdad; y no nos engañemos: sí, estamos ante la generación más titulada, pero no es la más preparada. Si a ello se añade que al ser humano le da pereza pensar… En ese sentido, como editor he fracasado.

P. Pero ha vendido más de 60.000 biografías del Conde Duque de Olivares de Elliott, ha convertido la Historia de España de Pierre Vilar, los diarios de Azaña o la Historia del tiempo de Stephen Hawking, cuyos derechos adquirió por solo 20.000 dólares, en best-sellers. Ha tenido buena nariz: Fontana, Antony Beevor, El florido pensil…

R. El olfato es para la narrativa, no para el ensayo; si eres analfabeto puedes ser un editor literario, como lo fueron Juan Grijalbo, Juan Salvat o Lara padre, que se guiaban por elementos externos al libro: la actualidad, el sexo, la última polémica, lo más vendido en otro país; pero para serlo de no ficción hace falta conocimiento: de ahí que me rodeara de gente como Sacristán, Fontana, Jordi Nadal, Francisco Rico…

P. La leyenda dice que rechazó para Crítica la biografía de Franco de Paul Preston porque no le gustó y la desvió a otro sello del grupo, Grijalbo…

Muchos se llaman editores, pero son solo capitalistas del producto libro

R. No es cierto: la regalé para ayudar a Grijalbo, donde hacía muy poco había aterrizado como editor Daniel Fernández. En cualquier caso, he sido un editor muy duro: cuando mando, soy despótico.

P. ¿Algún modelo de editor?

R. Javier Pradera; es el que más me ha fascinado: era muy inteligente, conocía perfectamente la cadena del libro; inspirándome en él creé Ariel Quincenal, libros a 50 pesetas para gente que quería leer y no tenía dinero: en 1968 vendíamos 15.000 ejemplares.

P. Allí donde ha ido, Ariel, Crítica, Pasado & Presente, le han seguido sus autores. ¿Cómo ha logrado fidelizarlos?

R. Me he implicado mucho siempre en su labor, he tejido complicidades; muchos de sus originales eran temas muy interesantes, pero no lo sabían comunicar y yo les he ayudado; y luego he tenido mucha paciencia, nunca les he presionado: quería que quedaran satisfechos de su trabajo, independientemente de lo que habíamos firmado en el contrato.

P. En noviembre de 1998 abandonó Grijalbo-Mondadori por diferencias con sus directivos y salió de Planeta en 2009 con una jubilación forzosa y sin su sello Crítica. Usted mismo se ha definido como “un tipo molesto”…

R. Mi amigo editor André Schiffrin hablaba del mercado como la nueva censura, pero ese mercado es el de toda la vida. La edición es un negocio capitalista como cualquier otro y se ha de saber jugar dentro del sistema y yo he jugado y he hecho ganar muchos millones a mis amos con sus editoriales; soy un muy buen CEO: Crítica, con sus 2.500 títulos, nunca perdió dinero, como tampoco lo pierden los 100 que ya he publicado en Pasado & Presente; pero también siempre he pensado que si una editorial gana dinero, ese dinero ha de ser para reinvertir en ella y no para que juegue con él el amo del capital; he tratado de robarles dividendos para hacer más libros; por eso soy un tipo incómodo para ellos; no tengo su cultura empresarial, el gen depredador que se ha de tener para ser directivo de Planeta, por ejemplo… Mucha de esa gente se llaman editores, pero son solo capitalistas del producto libro.

P. Un producto libro que compite y sueña, a la vez, con plataformas audiovisuales…

R. Netflix es el nuevo panem et circenses, el juguete de moda para distraer a la gente, la última zanahoria de la televisión, que se ha quedado con la clientela que tenía antes la religión.

P. Como editor, ¿cómo valora la bibliografía que ha generado el procés?

R. Poco título de calado. Por un lado, los intelectuales catalanes son muy cobardes, debían haber denunciado desde el primer momento la maniobra de CiU para aprovecharse, desde el eje nacionalista, de las justas protestas de la gente por su situación económica; tenían que haber desenmascarado a Artur Mas, monaguillo de Jordi Pujol, y a sus cooptados Puigdemont y Torra.

P. ¿Y desde el otro lado del Ebro?

R. La actitud de la política española ha sido tremendamente idiota; España, sociológicamente, es de derechas, aún tiene una mentalidad de mayorazgo y manos muertas, un punto reaccionaria… En ese contexto conjunto, la infantilización que vemos de la enseñanza está en línea con la voluntad de manipular a las.masas, imbuirlas de porquería con los mass-media. A bajar el listón de la universidad lo han llamado democratizarla; en fin...

P. ¿Qué libro suyo lamenta que haya tenido menos éxito?

R. Sin duda, el de De Sainte-Croix, La lucha de clases en el mundo griego antiguo. Lo edité en 1988: ahí ya explicaba todo lo que pasa hoy; vendí poquísimos y a saber en qué almacén debe de estar pudriéndose; dinero y esfuerzo que no han servido para nada.

https://elpais.com/cultura/2019/10/21/actualidad/1571674947_587735.html 

* la desigualdad es como un monstruo de 7 cabezas, aparece una y otra vez de forma sorprendente, por muy atento que se esté, siempre reaparece y con mil y una justificaciones. Por ejemplo ahora en la secundaria ( y ya también en Primaria) el bilingüismo es un factor utilísimo para introducir la desigualdad, eso si, con toda clase de justificaciones,... y cuela, hasta cuando?.

Si estamos ante una enseñanza obligatoria, y el bilingüismo es útil y mejora los resultados, se debería aplicar a todo el alumnado y si acaso más aún a aquellos que van peor, ¿por qué no se hace?. Por el contrario, se utiliza para de una forma sutil, romper la igualdad y marginar más al alumno con dificultades!!! Podríamos poner muchos más ejemplos, con minorías étnicas, emigrantes, alumnos con dificultades, etc.

El libro es muy, muy interesante.

lunes, 17 de junio de 2019

_- Ella también. Rosa Montero

_- Einstein obligó a firmar a su primera esposa un contrato humillante. Quemó sus cartas y jamás mencionó la aportación que hizo a su trabajo


LA LECTURA de la reciente novela de Nativel Preciado, El Nobel y la corista, en donde hace un genial retrato del Einstein mujeriego, me ha hecho recordar la perturbadora historia de Mileva Marić, la física y matemática serbia que fue la primera esposa del científico. Mileva y Einstein se conocieron en 1896 en el Instituto Politécnico de Zúrich, del que eran alumnos. Ella tenía 21 años; él, 17. Fue un amor a primera vista. Mileva había mostrado desde niña tanto talento que su padre decidió darle la mejor educación. Para comprender hasta qué punto esta actitud era rompedora, baste decir que el padre tuvo que pedir un permiso especial para que su hija pudiera estudiar Física y Matemáticas, dos carreras solo para varones. Era un mundo que les negaba todo a las mujeres.

Mileva y Albert empezaron a vivir y trabajar juntos, pese a la furibunda oposición de la madre de él. Que su amado la defendiera frente a su propia madre debió de crear en la joven un sentimiento de gratitud inacabable. Y así, cuando el profesor Weber admitió a Mileva para el doctorado, después de haber rechazado a Albert porque no le consideraba preparado, ella supeditó su aceptación a la inclusión de Einstein. Mileva, mejor matemática que él, revisaba los errores de su amante; sus correcciones abundan en los apuntes de Albert:
“Ella resuelve mis problemas matemáticos”.
A la joven le obsesionaba encontrar un fundamento matemático para la transformación de la materia en energía; compartió con Albert esta fascinación (las cartas se conservan) y a Einstein le pareció interesante la idea de su pareja. En 1900 terminaron un primer artículo sobre la capilaridad; era un trabajo conjunto (“le di una copia [al profesor Jung] de nuestro artículo”, escribió Einstein), aunque solo lo firmó él. ¿Por qué? Porque una firma de mujer desacreditaba el trabajo. Porque Mileva quería que Einstein triunfara para que se casara con ella (él había dicho que hasta que no pudiera mantenerla económicamente no lo haría). Por la patológica gratitud, dependencia psicológica y enfermiza humildad que el machismo inocula.

Y entonces comenzó, insidiosamente, la desgracia. En 1901, Mileva fue a Serbia a dar a luz secretamente a una niña de la que no volvió a saberse nada: quizá acabara en un orfanato. Poco después Einstein consiguió un empleo como perito en la Oficina de Patentes de Berna y, ya con un sueldo, se casaron. Según varios testimonios, mientras Albert trabajaba sus ocho horas al día, Mileva escribía postulados que luego debatía con él por las noches. Además cuidaba de la casa y del primer hijo, Hans Albert. “Seré muy feliz (…) cuando concluyamos victoriosamente nuestro trabajo sobre el movimiento relativo” (carta de Einstein a Mileva). En 1905 aparecieron en los Anales de la Física los tres (5)  cruciales artículos de Einstein firmados solo por él, aunque hay un testimonio escrito del director de los Anales, el físico Joffe, diciendo que vio los textos con la firma de Einstein-Marić.

Y la desgracia engordó. Tuvieron un segundo hijo, aquejado de esquizofrenia; Einstein se hizo famoso, se enamoró de su prima, quiso dejar a Mileva y ella se aferró enfermizamente a él. Comenzó entonces (hasta la separación en 1914) un maltrato psicológico atroz; hay un contrato que Einstein obligó a firmar a su mujer, un texto humillante de esclavitud. Pero siendo ese contrato aberrante, aún me parece peor lo que el Nobel hizo con el legado de Mileva: quemó sus cartas, no mencionó jamás su aportación, solo la citó en una línea de su autobiografía. Los agentes de Einstein intentaron borrar todo rastro de Marić; se apropiaron sin permiso de cartas de la familia y las hicieron desaparecer. También desapareció la tesis doctoral que Mileva presentó en 1901 en la Politécnica y que, según testimonios, consistía en el desarrollo de la teoría de la relatividad. No estoy diciendo que Einstein no fuera un gran científico: digo que ella también lo era. Pero él se empeñó en borrarla, y lo consiguió hasta 1986, cuando, tras la muerte de su hijo Hans Albert, se encontró una caja llena de cartas que tuvieron grandes repercusiones científicas. Pese a ello, Mileva sigue aplastada bajo el rutilante mito de Einstein. Así de mezquinas y de trágicas son las consecuencias del sexismo.

A LECTURA de la reciente novela de Nativel Preciado, El Nobel y la corista, en donde hace un genial retrato del Einstein mujeriego, me ha hecho recordar la perturbadora historia de Mileva Marić, la física y matemática serbia que fue la primera esposa del científico. Mileva y Einstein se conocieron en 1896 en el Instituto Politécnico de Zúrich, del que eran alumnos. Ella tenía 21 años; él, 17. Fue un amor a primera vista. Mileva había mostrado desde niña tanto talento que su padre decidió darle la mejor educación. Para comprender hasta qué punto esta actitud era rompedora, baste decir que el padre tuvo que pedir un permiso especial para que su hija pudiera estudiar Física y Matemáticas, dos carreras solo para varones. Era un mundo que les negaba todo a las mujeres.

Mileva y Albert empezaron a vivir y trabajar juntos, pese a la furibunda oposición de la madre de él. Que su amado la defendiera frente a su propia madre debió de crear en la joven un sentimiento de gratitud inacabable. Y así, cuando el profesor Weber admitió a Mileva para el doctorado, después de haber rechazado a Albert porque no le consideraba preparado, ella supeditó su aceptación a la inclusión de Einstein. Mileva, mejor matemática que él, revisaba los errores de su amante; sus correcciones abundan en los apuntes de Albert: “Ella resuelve mis problemas matemáticos”. A la joven le obsesionaba encontrar un fundamento matemático para la transformación de la materia en energía; compartió con Albert esta fascinación (las cartas se conservan) y a Einstein le pareció interesante la idea de su pareja. En 1900 terminaron un primer artículo sobre la capilaridad; era un trabajo conjunto (“le di una copia [al profesor Jung] de nuestro artículo”, escribió Einstein), aunque solo lo firmó él. ¿Por qué? Porque una firma de mujer desacreditaba el trabajo. Porque Mileva quería que Einstein triunfara para que se casara con ella (él había dicho que hasta que no pudiera mantenerla económicamente no lo haría). Por la patológica gratitud, dependencia psicológica y enfermiza humildad que el machismo inocula.

Y entonces comenzó, insidiosamente, la desgracia. En 1901, Mileva fue a Serbia a dar a luz secretamente a una niña de la que no volvió a saberse nada: quizá acabara en un orfanato. Poco después Einstein consiguió un empleo como perito en la Oficina de Patentes de Berna y, ya con un sueldo, se casaron. Según varios testimonios, mientras Albert trabajaba sus ocho horas al día * (10 horas 6 días a la semana y sin vacaciones, olvidamos o borran nuestra historia, las luchas y muertes que costaron conseguir las 8 horas, 1919 por primera vez en España en algunas fábricas de armas del estado), Mileva escribía postulados que luego debatía con él por las noches. Además cuidaba de la casa y del primer hijo, Hans Albert. “Seré muy feliz (…) cuando concluyamos victoriosamente nuestro trabajo sobre el movimiento relativo” (carta de Einstein a Mileva). En 1905 aparecieron en los Anales de la Física los tres cruciales artículos de Einstein firmados solo por él, aunque hay un testimonio escrito del director de los Anales, el físico Joffe, diciendo que vio los textos con la firma de Einstein-Marić.

Y la desgracia engordó. Tuvieron un segundo hijo, aquejado de esquizofrenia; Einstein se hizo famoso, se enamoró de su prima, quiso dejar a Mileva y ella se aferró enfermizamente a él. Comenzó entonces (hasta la separación en 1914) un maltrato psicológico atroz; hay un contrato que Einstein obligó a firmar a su mujer, un texto humillante de esclavitud. Pero siendo ese contrato aberrante, aún me parece peor lo que el Nobel hizo con el legado de Mileva: quemó sus cartas, no mencionó jamás su aportación, solo la citó en una línea de su autobiografía. Los agentes de Einstein intentaron borrar todo rastro de Marić; se apropiaron sin permiso de cartas de la familia y las hicieron desaparecer. También desapareció la tesis doctoral que Mileva presentó en 1901 en la Politécnica y que, según testimonios, consistía en el desarrollo de la teoría de la relatividad. No estoy diciendo que Einstein no fuera un gran científico: digo que ella también lo era. Pero él se empeñó en borrarla, y lo consiguió hasta 1986, cuando, tras la muerte de su hijo Hans Albert, se encontró una caja llena de cartas que tuvieron grandes repercusiones científicas. Pese a ello, Mileva sigue aplastada bajo el rutilante mito de Einstein. Así de mezquinas y de trágicas son las consecuencias del sexismo.

https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=1197417193044529487#editor/target=post;postID=2850497986454802561

*En esa fecha en la Oficina de Patentes Suizas, se trabajaba 10 horas al día, 6 días a la semana. Y se podían considerar privilegiados, trabajar 12 horas era muy normal, y de sol a sol en el campo, con trabajo nocturno también para niños y mujeres incluso embarazadas, sin vacaciones. Qué fácilmente olvidamos la historia del movimiento obrero. El 1 de mayo se instituyó para pedir las 8 horas de trabajo y costó muchas luchas y muertes. Y sospecho que el olvido no es algo casual, la derecha niega el progreso humano y no solo lo niega sino que trabaja y conspira para volver atrás, a los tiempos de la esclavitud y servidumbre. Ello lo convierten en el llamado sentido común y la cultura hegemónica o dominante, "siempre ha sido así". No es el caso con Rosa Montero, pero se ha dado como normal las 8 horas... En un tiempo que no lo era. Hasta 1919, después de grandes huelgas, no comenzó a trabajarse 8 horas en España, en las fábricas militares como la Fábrica de Artillería de Sevilla (donde mi abuelo paterno Francisco Peña fue maestro), La Pirotecnia Militar de Sevilla (donde mi abuelo materno, José Vela Gutiérrez, fue maestro) o la Fábrica Militar de Armas de Trubia en Asturias (donde fue maestro mi tío abuelo José Peña Gordo).

Más, https://elpais.com/elpais/2019/06/21/eps/1561117075_895780.html

domingo, 24 de febrero de 2019

El Escaramujo. Canción que sirve para una clase de filosofía o de ciencias.

¿Por qué la tierra es mi casa?
¿Por qué la noche es oscura?
¿Por qué la luna es blancura
que engorda como adelgaza?
¿Por qué una estrella se enlaza
con otra, como un dibujo?
Y ¿por qué el escaramujo
es de la rosa y del mar?
Yo vivo de preguntar:
saber no puede ser lujo.
Yo vivo de preguntar:
saber no puede ser lujo.

El agua hirviente en puchero
suelta un ánima que sube
a disolverse en la nube
que luego será aguacero.
Niño soy tan preguntero,
tan comilón del acervo,
que marchito si le pierdo
una contesta a mi pecho.
Si saber no es un derecho,
seguro será un izquierdo.
Si saber no es un derecho,
seguro será un izquierdo.

Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.
Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.

Soy aria, endecha, tonada,
soy Mahoma, soy Lao-Tsé,
soy Jesucristo y Yahvéh,
soy la serpiente emplumada,
soy la pupila asombrada
que descubre como apunta,
soy todo lo que se junta
para vivir y soñar:
soy el destino del mar:
soy un niño que pregunta.
soy el destino del mar:
soy un niño que pregunta.

Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.
Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.
Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.
Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.

¿Por qué la tierra es mi casa?
¿Por qué la noche es oscura?
¿Por qué la luna es blancura
que engorda como adelgaza?
¿Por qué una estrella se enlaza
con otra, como un dibujo?
Y ¿por qué el escaramujo
es de la rosa y el mar?
Yo vivo para preguntar:
saber no puede ser lujo.
Yo vivo para preguntar:
saber no puede ser lujo.

Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.
...


jueves, 10 de enero de 2019

Reseña de La circulación de la sangre. La revolucionaria idea de William Harvey, de Thomas Wright William Harvey, una idea esencial en la historia de la ciencia



Algunos datos del autor, lamentablemente bastante desconocido entre nosotros: Thomas Wright (TW) es un historiador, profesor y escritor inglés que colaboró como investigador asistente de Peter Ackroyd. Con este libro sobre William Harvey (WH), se hizo acreedor al Wellcome Trust Book Prize 2012 (la edición original es de 2011) que reconoce a los mejores trabajos de ficción y no ficción sobre temas de salud y medicina.

La estructura del libro: Prefacio. Prólogo. Primera parte: “Levantarse del fondo” (siete capítulos). Segunda parte: “Poner la cabeza en las estrellas” (ocho capítulos). Bibliografía. Agradecimientos. Indice analítico. Destaco el XII: “Publicación y recepción (1628-década de 1650). “Creían que había perdido el juicio”. Con siete ensayos intercalados además, tres de ellos en el capítulo XI. El ensayo IV es excelente: “Francis Bacon, experimento y empirismo”. También el III: “Breve historia de la vivisección”. Se aprende mucha filosofía con el sexto de estos ensayos. Está dedicado al papel de los círculos perfectos en ciencia y filosofía.

El autor expone las fuentes que ha usado al final de cada capítulo y evita, todo lo que puede (y puede mucho) el tormento lector de las notas a pie de páginas extensas y numerosas.

Libro absolutamente recomendable, aunque no sólo, para personas interesadas en la historia de la ciencia y en la historia de las ideas, no presenta dificultades científicas insalvables para el lector medio. Como el que suscribe.

Unos datos básicos sobre el biografiado (que extraigo de la contraportada y de las presentaciones): WH es una figura imprescindible, aunque algo olvidada, para comprender el desarrollo de la ciencia. Demolió las ideas anatómicas preservadas desde el Imperio romano y se enfrentó a la ortodoxia intelectual de su época, como pasa con tantos otros revolucionarios científicos (WH no fue, en absoluto, un ciudadano revolucionario; más bien lo contrario: fue un ardiente monárquico muy fiel a su rey). Lo interesante de su caso, también en otros, es que sus descubrimientos, hipótesis y conjeturas, su comprobación del movimiento de la sangre y el funcionamiento del corazón tuvo una enorme repercusión en campos tan alejados y disímiles como la literatura y la política. Su teoría, sin exageración, fue tan revolucionaria en sus días como lo fue la teoría de la gravitación universal de Newton o la teoría de la evolución de las especies de Darwin. El autor, TW, consigue recrear el ambiente cultural, filosófico y científico del Renacimiento inglés, época del origen y triunfo de las innovadoras ideas de Harvey.

Un ejemplo de estas “extrañas” relaciones entre ciencia y política.

Harvey no disfrazó el tratado en el que publicó su descubrimiento de propaganda monárquica. No esperaba con ello recibir la bendición de Carlos I y el patrocinio, la licencia y la bendición para publicar su obra. Estaba también enunciando su sincera y profunda convicción de que el “corazón era tan importante para el cuerpo político como lo era el rey para la nación”.

No sólo eso: el órgano y el monarca funcionaban de la misma manera y “había entre ellos una correspondencia perfecta; en cierto sentido eran lo mismo” (p. 235). En borradores que escribió sobre el movimiento de los animales, WH describió el nuevo corazón, su nuevo corazón, como el “general y gobernante” que rige todo el cuerpo. Como, la metáfora política es significativa, “un rey, la primera y más alta autoridad del Estado”. Corazón humano (=, equivalente a) rey inglés por tanto.

Carlos I, por su parte, compartía con su médico la visión de la proximidad entre fisiología y política, consanguinidad incluso. Cuando Harvey llevó ante su presencia, nos cuenta el autor, “al joven noble con el corazón expuesto, el monarca consideró el órgano palpitante desde una perspectiva fisiológica. Sin embargo, de inmediato pasó con toda naturalidad a la política”. El microcosmos ofrecía una moraleja evidente para el cuerpo político. Con las palabras del monarca: “Desearía poder recibir los pensamientos del corazón de algunos de mis nobles así como he visto vuestro corazón”.

De hecho, Harvey (que no se cortaba ni un pelo cuando hablaba y criticaba a los nuevos teóricos de la filosofía mecanicista, los cartesianos; los llamaba mierderos) pensaba que se podía aprender del corazón observando la posición y la función del rey dentro de la nación”.

No solo eso. También estaba convencido en otro orden de cosas que conocer el movimiento del agua fluvial podía ayudarlo a entender el flujo de la sangre en el cuerpo. El enlace entre microcosmos y macrocosmos. Como en el caso de da Vinci que diseñó experimentos en ríos intentando arrojar la luz sobre el movimiento de la sangre.

La muerte de WH, casi 80 años, está hermosamente descrita en la página 315.

Así, pues, si pueden no se lo pierdan. Estamos ante un libro -muy bien escrito por cierto y magníficamente editado- que une, mejor que bien, cosa nada fácil por cierto, las perspectivas externas e internas en un asunto central de la historia de las ideas y de la ciencia.

Cuánta razón tenía Francisco Fernández Buey cuando señalaba que un medio que permitía la disolución de las barreras que separaban dos ámbitos culturales supuestamente alejados, facilitando de este modo la irrupción de una cultura, la tercera cultura, que uniese armoniosamente, humanidades, arte, política y ciencias, era, precisamente, la historia de la ciencia, sobre todo en sus momentos más decisivos. El libro que comentamos es un ejemplo de ello.

Como los breviarios del FCE son difíciles de ver y localizar conviene citar otros libros publicados en la misma colección: Peter Brian Medawar, Historia de un rábano pensante: autobiografía; Ahmed Zewail,Viaje a través del tiempo. Senderos hacia el Premio Nobel; Salvador Edward Luria, Autobiografía de un hombre de ciencia. En la misma colección también: Jean Hamburger, El diario de William Harvey. Biografía.

Ciudad de México, Breviarios del FCE, 2017, 344 páginas, traducción de Virginia Aguirre Muñoz.

sábado, 3 de noviembre de 2018

_- Un interesante y deslumbrante viaje científico.

_- Una hermosa y curiosa cita de Richard Dawkins abre el libro. Da pistas.

La situación en que nos encontramos según el autor: “Nos encontramos en medio de una revolución. Es una revolución científica basada en nuestro conocimiento del ADN, el material hereditario de la vida. Utilizando las herramientas de la biología molecular, exploramos y sondeamos el mundo que nos rodea de una forma que era inimaginable hace tan sólo unas décadas”. Es natural, señala, contemplar la biotecnología en el siglo XXI con una mezcla “inquietante de asombro y temor”.

No es un libro fácil pero no se lo pierdan. Avancen poco a poco, tomando notas si les es posible. Si tienen algún amigo puesto en asuntos de biología molecular y en historia de su disciplina, mejor que mejor. Les será útil consultarle algunas tesis y explicaciones. Si no, no pasen pena. Aunque les pase como a mí, que habré sacado en limpio el 30% aproximadamente, este 30 es mucho 30.

El glosario, demasiado sucinto en mi opinión, les puede ser de utilidad si dudan del significado de algunos conceptos (son muchos los que maneja el autor como es razonable, no queda otra).

Del autor: miembro del Canadian Institute for Advanced Research y del consejo editorial de revistas como Current Biology o BMC Biology y editor adjunto de la revista Genome Biology and Evolution John Archibald [JA] es profesor del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Dalhousie University, Halifax, Nueva Escocia, Canadá, y ha sido profesor visitante de la Universidad de Cambridge.

La estructura del libro: Agradecimientos y nota al lector (el autor explica en este apartado cuando cristalizó la idea del libro). Introducción 1. La vida tal y como la conocemos. 2. Revoluciones en biología. 3. Las semillas de la simbiosis. 4. Los soberanos moleculares de los Reinos de la vida. 5. Las bacterias se convierten en organelas: una visión desde dentro. 6. La célula compleja: cuándo, quién, dónde y cómo. 7. Evolución verde, revolución verde. 8. Regreso al futuro. 9. Epílogo. Postfacio. Glosario. Notas. Indice.

Margulis es una de las estrellas de la exposición y un país hermano, Portugal, tiene un papel importante. “Francisco Carrapiço y Ricardo Santos me proporcionaron puntos de vista muy interesantes sobre la naturaleza de la ciencia y sobre las carreras de numerosos científicos, en particular las de Constantin Mereschkowsky y Lynn Margulis” (p. 15).

La temática: el autor explica el papel crucial de la simbiosis, y de su forma más más asombrosa, la endosimbiosis, en el surgimiento del nuevo punto de vista revolucionario (en el sentido kuhniano: de cambio conceptual “revolucionario”, de cambio de paradigma) sobre la historia de la vida que la biología molecular está sacando poco a poco (si bien aceleradamente) a la luz. La endosimbiosis es una forma de simbiosis en la que dos células viven juntas en la naturaleza, una dentro de la otra. El organismo que vive en el interior del otro se conoce como un “endosimbionte”.

Conviene recordar las palabras de cierre del libro (p. 213): “Mucho de lo queremos saber de la transición de procariota a eucariota pertenece todavía al reino de la especulación. ¿Qué fue primero: la mitocondria o características eucarióticas básicas como la habilidad para ingerir presas? ¿Tuvo algo que ver la fagocitosis con la forma en que el progenitor bacteriano de la mitocrondria acabó en el interior de una célula anfitriona arqueal?”

No lo sabemos. La eucariogénesis sigue siendo una un enigma, un gran enigma científico. Pero, señala JA, resulta apasionante saber que quedan muchas cosas por descubrir. “La exploración de la biosfera microbiana ha puesto al descubierto nuevos linajes con nuevas características que nos impelen a hacer balance de los hechos y a reconsiderar lo que creemos saber sobre la evolución de la vida compleja”.

La ciencia, concluye JA, está trabajando como debe. “Para que nunca dejemos de admirarnos”.

No se olviden del epílogo. Un relato interesante (aunque discutible y muy optimista) de la reunión científica de febrero de 1975 (otra, anterior a ésta, tuvo lugar en 1973), en Asilomar, en Monterrey, California. Les recuerdo lo discutido en esa célebre discusión: “Los principales objetivos de la Conferencia de Asilomar, como llegó a ser conocida la citada reunión, era evaluar los potenciales riesgos biológicos de la investigación sobre el ADN recombinante y decidir si la moratoria que se habían impuesto los científicos tenía que ser permanente. Fue, según todos los indicios, un acontecimiento intenso y estresante. Hubo más preguntas que respuestas. Al final, se tomó la decisión de levantar la moratoria...” (p. 207). Para el autor, nació entonces la industria de la biotecnología.

Excelente índice y buen glosario (pero muy resumido, como les decía, en mi opinión), no se pierdan, no se salten las notas. Algunas son referencias bibliográficas que podemos obviar; otras no, tienen valor en mí mismas. Mucho valor. Mi preferida (la 26, del capítulo 3, p. 223): “A finales de la década de 1980 Margulis obtuvo una beca que le permitiría ahondar en las tempranas investigaciones de los “simbiogenetistas” rusos. Pero ella no hablaba ni leía ruso y, “para su sorpresa y alivio”, descubrió que una historiadora de la ciencia rusa llama Liya Nikolaevna Khakhina ya había escrito con autoridad sobre el tema. Margulis propició la traducción del ruso al inglés del libro de Khakhina de 1979 (véase Margulis, L y McMenanm, M. 1992. Introducción del editor, en Khakhina, Concepts of Symbiogenesis). Margulis y sus colegas hicieron otro tanto en el año 2010 con un libro publicado en Rusia en 1924 [sic, pocos años después de la revolución] por Boris Kozo-Polyanski (1890-1957) (Kozo-Polyanski, B, 1924. Symbiogensis: A New Principle of Evolution. Traducción de Fet, V Harvard University Press). Margulis tuvo conocimiento de la existencia de Kozo-Polyansky en el Congreso Internacional de Botánica celebrado en Leningrado en 1975; a ella y a su colega norteamericano Peter H. Raven les entregaron una traducción parcial del libro de Kozo-Polyansky hecha por el famoso (y entonces contrariado) botánico ruso Armen Takhajatan (1910-2009): “Tomen, lean esto” dijo, regañándoles. “Ustedes, los americanos, creen que toda la ciencia tiene que ser inglesa o alemana…¡Koyo-Polyanski publicó sus mismas ideas muchos antes que ustedes hubieran nacido!”. Ni más ni menos. En todo el rostro (con perdón) y con toda la razón histórico-científica del mundo.

La traducción, como es marca de la casa Buridán, es de Josep Sarret. ¿Cómo consigue seleccionar con tanto acierto, y traducir tanto y tan bien? Un misterio un verdadero misterio. Un enigma. No tengo ninguna conjetura de interés. Manifiesto, eso sí, mi sorpresa por este laborar ininterrumpida, casi imposible. Sorpresa y mi mayor agradecimiento. Fue profesor mío hace 42 años, en la Facultad de Filosofía de la UB. Nos habló de Nietzsche.

Fuente: El Viejo Topo, n.º 369, octubre de 2018

miércoles, 5 de septiembre de 2018

El caballo de Troya de la lucha contra los antivacunas. Respuesta al artículo Tres mil niños sin vacunar (por decisión familiar) en la modernísima Barcelona.





Respuesta al artículo   Tres mil niños sin vacunar (por decisión familiar) en la modernísima Barcelona  de Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal.


Ya sabemos que las palabras las carga el diablo. No es lo mismo la palabra libertad en boca de Rivera que de Durruti. La misma palabra, una esconde que es un tipo de libertad sin igualdad, la otra es la libertad universal, donde sin igualdad no hay libertad. Esto toda persona de izquierdas lo sabe. Lo mismo pasa con la palabra “progreso”, que tiene connotaciones mucho más agradables. Progreso nos huele a mejora. Menos gente “progresista” tiene en cuenta que el progreso, cuando se refiere a la ciencia y la tecnología, lleva implícito otro concepto, el de crecimiento. Y ahí ya no hay tanto consenso. ¿Debemos crecer eternamente, o tenemos que apostar por el decrecimiento?

¿Y qué tiene que ver eso con el debate sobre las vacunas? La medicina se apoya, entre otras cosas, en los saberes y tecnologías que la ciencia produce. Durante las últimas décadas, con la tecnociencia, la medicina no sólo se apoya, sino que es dirigida y manipulada por aquella. Un “nuevo” concepto surge, iatrogenia. El mal causado por la práctica médica. Así, las vacunas, como tecnología que son, no están libres de este mal.

Decir que las vacunas son uno de los avances tecnológicos más importantes para las clases populares es una perogrullada. Pero, como la defensa de la libertad, la defensa de las vacunas puede esconder intenciones, que si no se explicitan, terminan yendo en contra de las clases populares. Contradictorio ¿verdad?

En el artículo de Eduard y Salvador se argumenta que la sinrazón de los antivacunas en Cataluña, y en concreto Barcelona, son un peligro a combatir. No son santo de mi devoción aquellos que dicen que no quieren vacunar a sus hijos. Pero cuando aparece algún caso de personas enfermas por infecciones con vacunas y se orquesta la típica campaña ¡ay los antivacunas! a mí se me frunce el ceño. De hecho, la primera crítica que le hago a este artículo es que no dice que son varios los motivos por los que un infante no es vacunado:

Sus padres son antivacunas. Rechazan inmunizar por cuestiones religiosas, filosóficas, políticas, etc. Sus padres tienen duda vacunal. No se niegan a vacunar, pero tienen dudas sobre la seguridad/eficacia de algunas. Así que a lo mejor deciden no vacunar del sarampión, por ejemplo.

La familia es “pobre”. Aunque las vacunas obligatorias sean gratuitas, el acceso a los sistemas de salud para los recordatorios es a menudo complicado entre los expulsados del sistema.

Los niños con alguna enfermedad crónica o transitoria cuyo sistema inmunológico no va a responder, o lo va a hacer de manera perjudicial. No decir esto, es decir muchas otras cosas.

Ya entrando en las especificidades del artículo:

"Gracias a la vacunación (inmunización) generalizada de los niños, la difteria ahora es poco común en muchas partes del mundo."

En España, y el resto del mundo realmente, debido a la privatización de buena parte del sistema de salud (el diseño, la producción, distribución, imposición de precios de los medicamentos), no existe una vacuna única contra la difteria. La vacuna de la difteria NO inmuniza frente a la bacteria Corynebacterium diphtheria, sino contra su toxina, la que causa la enfermedad. Por eso no produce inmunidad de rebaño y sigue habiendo portadores asintomáticos. Eso es un peligro, porque como decía no tenemos anti toxina en España, y podrán existir casos en los que se dé un brote. Por eso varios países del este tienen lista la antitoxina que es curativa.

Además, no existe en España una vacuna única, sencilla, contra la toxina que causa la difteria, sino que por culpa del entramado tecnosanitario hay una triple (Difteria, tétanos y tos ferina). Esto es un problema de salud pública porque:

- La vacuna contra la toxina pierde eficacia.

- La vacuna contra la tos ferina puede tener efectos secundarios, no todo el mundo se puede vacunar.

El niño de Olot no murió por los antivacunas sino por la falta de suero, de anti toxina. Ese niño puede que no se hubiera muerto en Rusia, porque allí sí lo tienen.

Eso tampoco se dice en el texto.

No es cierto lo que el artículo afirma:
"Como hemos comentado, hemos vivido recientemente un caso trágico de difteria en Cataluña, una “mort petita [una muerte pequeña]” que muestra que aunque el porcentaje de personas no vacunadas no sea muy elevado, si el grupo está muy concentrado en un área determinada, puede representar un grave peligro para ellos mismos y, también, para la comunidad en general."

El resto del párrafo es también incorrecto. Un solo portador sano es suficiente para hacer que una persona no vacunada o con una vacuna inefectiva se enferme. En el artículo no se menciona que la vacuna es contra la toxina y que por tanto los niños que por cualquier motivo no pueden vacunarse, o los ancianos que hayan perdido la inmunidad, están expuestos a la enfermedad. Es más, ninguna de las enfermedades de la triple (Tdap) tiene protección de grupo (o de rebaño). La del tétanos porque no es contagiosa, la de la Tos ferina porque tiene poca memoria, y la de la difteria porque no protege de la infección sino de la toxina, existiendo portadores sanos.

Entonces no entiendo, viniendo de una persona tan comprometida como Eduardo Rodríguez, que se obvie algo tan importante: la vacuna de la difteria no se mejora, al contrario, se empeora al hacerla triple, porque la comercializa Glaxo, y no quieren invertir en una mejor, "con esa les vale".

Y no entiendo tampoco por qué se habla de las vacunas en general, otro error conceptual (¡y político!).

Y ¿por qué pasa esto? Pues porque no se mejoran las vacunas. Porque no hay flexibilidad en su aplicación (vacunas simples, anti toxina, etc.) ¡Porque los intereses económicos priman sobre los derechos sanitarios! Es justo y necesario criticar a aquellas familias que de manera intransigente se niegan a vacunar a sus hijos, los atiborran de comida basura, les hacen fumar, etc. Pero no se puede utilizar el doble rasero, si no, estaremos acompañando el discurso autoritario cientifista tan en boga últimamente. Es fundamental que desenmascaremos dos cosas:

1- el autoritarismo que hay detrás de los que quieren que todo el mundo vacune a sus hijos sin rechistar. El mundillo escéptico es aterrador.

2- existen muchos motivos (y cada vez más) por los que desconfiar de la medicina en general y de los médicos en particular. ¿Hace falta una lista? Así que la gente tiene toda la razón y el derecho a desconfiar en la mal llamada "ciencia médica". Eso no existe, la medicina no es una ciencia, y es propio de la arrogancia de la profesión y del cientifismo darle ese calificativo. La medicina “puede” basarse en la evidencia, en las ciencias (biología, fisiología, farmacología, etc.) pero como tal es una práctica humana que busca (debería buscar) la mejora del bienestar humano. La filosofía, la ética, ciertas creencias del paciente, etc. son imprescindibles para la “cura”.

En España los antivacunas son anecdóticos, la tasa vacunacional es total. Siendo en Cataluña la más baja, está entre el 93,9 y el 95,3. No hay un problema de antivacunas.

Como ejemplo el Sarampión. En Navarra se dio un “brote” en 2017 ¡con 34 casos! Los hooligans clamaron contra los anti vacunas. La realidad es que el 40% de esos afectados habían sido vacunados correctamente. El 60% restante había sido vacunado una vez o ninguna. El sesgo se ve cuando no dividen esa estadística. Socialmente es muy importante diferenciar aquel niño que no ha sido vacunado nunca o que se vacunó una vez y no se hizo el recordatorio. ¿por qué? ¿Dónde estaba el sistema de salud? ¿En qué condiciones socioculturales está sus padres? ¿Son realmente anti-vacunas, o solo pobres?

O sea, que el problema está en la vacuna, en su efectividad y en el acceso de la población a los pediatras en particular y a los sistemas de salud en general.

¡Y la confianza! ¿Cómo podemos confiar en los pediatras si sus asociaciones profesionales cobran millones de € de aquellos que enferman a nuestros hijos ? ¿Si tienen unos conflictos de intereses vergonzosos?

Cómo vamos a fiarnos de los sistemas de salud del Tamiflú, los fármacos del Alzheimer o el dietilestibestrol .

Además los autores hablan de “Enfermedades muy prevalentes han sido prácticamente eliminadas … en los países en los que se aplican estas medidas. El tifus, el cólera, la tuberculosis, la malaria y tantas otras son algunos de los ejemplos que pueden citarse. ¡El cólera! ¿De verdad nos van a hacer creer que ha sido la vacuna “de existencias limitadas” y que “requiere de grandes medios logísticas”? Es la justicia social la que puede eliminar el cólera, y no medicamentos para pijos viajeros.

Es importante que en el debate sobre las vacunas no nos unamos al poco ético y menos efectivo discurso coercitivo, que es el que mueve al grupo principal de escépticos y divulgadores patrios. El estruendo no es el mismo que por ejemplo con padres fumadores, cuyos hijos tienen problemas de salud en cierto modo mayores que los no vacunados en una sociedad con plena penetrancia vacunal. ¿Teniendo en cuenta que el 25% de las madres fuman, tendríamos que penarlas? Eso no se plantea, pero sí con las vacunas. ¿Por qué? Pues porque el “movimiento provacunas” del que hablo lleva en el tuétano la idea de “progreso” de la tecnociencia. Nada debe parar los resultados de la tecnociencia, ¡nada! Y eso a su vez, lleva implícito un autoritarismo de aspecto liberal (en lo económico) muy peligroso.

Por ello creo que el artículo y lo que plantea son un profundo error, distrae de lo fundamental, necesitamos otra medicina, menos “tecnificada”, más humana y que genere más confianza.

martes, 4 de septiembre de 2018

Tres mil niños sin vacunar (por decisión familiar) en la modernísima Barcelona. El 1,5 % de los niños barceloneses no están vacunados y los motivos nada tienen que ver con indicaciones médicas.



Este artículo ha sido respondido críticamente aquí

Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal

¡Estamos hartos de tanta ciencia! ¡Nos sobra ciencia! ¡Pasamos de tanto conocimiento tecnificado en manos de corporaciones y farmacéuticas! ¿Y el pensamiento alternativo? ¿Dónde van a parar nuestras intuiciones, nuestros sentimientos más profundos? ¿Y los intereses de las corporaciones farmacéuticas? Veamos, veamos. El asunto de las vacunas suele ayudar para distinguir el trigo de la paja, el saber contrastado del disparate (envuelto a veces con ropajes izquierdistas radicales). No olvidemos los efectos de estas decisiones en la comunidad. La reciente información. Tomamos pie en un artículo de Jessica Mouzo Quintáns [JMQ] del pasado 20 de julio [1]. “Barcelona detecta unos 3.000 niños no vacunados por decisión familiar”. El movimiento antivacunas, señala JMQ, cuenta con varios cientos de familias en la ciudad de Barcelona. La última Encuesta de Salud “ha cuantificado la presencia de este fenómeno en la capital catalana y, aunque es muy minoritario, existe: el 1,5% de los niños barceloneses -unos 3.000, según el Ayuntamiento- no están vacunados y los motivos nada tienen que ver con indicaciones médicas”.

¿Con qué motivos entonces? Los de siempre, los de otras momentos de los movimientos antivacunas. Ahora prevalecen estos: “Las familias alegan cuestiones religiosas o ideológicas y, sobre todo, que no lo ven necesario o les preocupa la seguridad de las vacunas”.

La comisionada de Salud del Ayuntamiento barcelonés, Gemma Tarafa, “ha hecho un llamamiento a la calma y ha asegurado que el 96,5% de los niños están vacunados”. La inmunidad de grupo está garantizada… por los vacunados y, punto decisivo, para todos, también para los no vacunados. “Esto significa que, pese a haber un determinado número de personas no inmunizadas y, por tanto, expuestas a una serie de enfermedades infecciosas, la población está protegida contra estas infecciones porque hay una masa crítica muy amplia que sí se ha inmunizado contra esos patógenos”

Sin embargo, prosigue JMQ con razón, no hay un riesgo cero (recuerda que en 2015 falleció por difteria en Olot un menor no vacunado por decisión familiar, de la madre en este caso). Tarafa señaló que no hay que bajar la guardia; desde luego que no. "Es importante decir que esos niños que no se vacunan no tienen problemas porque hay un porcentaje inmenso de niños que sí lo hacen”. El Ayuntamiento potenciará el plan de vacunación de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) que, entre otras medidas, enviará una carta a las familias de los recién nacidos para recordarles los beneficios de la vacunación. La comisionada ha apostado por "hacer más pedagogía y explicar mejor" los beneficios de la vacunación.

JMQ da un dato a tener muy en cuenta. La implantación del calendario vacunal en Cataluña ha conseguido reducir en un 96% -¡ 96%- la incidencia de enfermedades vacunables en los últimos 30 años. La comunidad ha pasado de registrar 36.740 casos durante 1984 (cuatro años después de la introducción del calendario en España ) a 1.506 en 2014, 35.234 menos .

Con el ánimo de aportar nuestro granito de arena a esta nueva campaña de concienciación, seleccionamos algunos apartados de un libro que hace tres años publicamos en la editorial El Viejo Topo [2]:

1. ¿Para qué son efectivas las vacunas?

Las vacunas son efectivas para prevenir las enfermedades infecciosas aunque no todas las enfermedades infecciosas, como ya hemos indicado, tienen vacunas. Que se obtengan vacunas depende en gran medida del tipo de microorganismos que se quiera combatir.

Hay que destacar, insistimos en este punto, que, fundamentalmente, gracias a las vacunas se han podido eliminar una serie de enfermedades que eran gravísimas hasta hace pocos años. Un médico joven, en nuestro país, no ha visto morir a la gente de difteria, ni de tos ferina, ni de fiebres de Malta, ni de poliomielitis, ni de toda una serie de afecciones que era muy corrientes en los años cincuenta, sesenta o incluso setenta del pasado siglo en España y también, claro está, en muchos otros países.

¿Qué ha resultado decisivo en medicina en épocas recientes? Solemos pensar en los medicamentos. Pero, como también hemos señalado anteriormente, lo más eficaz que ha existido hasta el momento en medicina han sido las vacunaciones, las medidas higiénicas y la mejora de las condiciones de vida. Todo ello ha sido esencial para mejorar fuertemente la salud pública y para aumentar la expectativa de vida de los ciudadanos de muchos lugares del mundo (no de todos desgraciadamente). Enfermedades muy prevalentes han sido prácticamente eliminadas (o ubicadas en posiciones mucho más secundarias) en los países en los que se aplican estas medidas. El tifus, el cólera, la tuberculosis, la malaria y tantas otras son algunos de los ejemplos que pueden citarse. Aunque por supuesto no hay que olvidar, el tema es decisivo social y humanamente, que algunas de estas enfermedades están rebrotando en la actual situación de degradación de las condiciones de vida y los derechos laborales de los sectores más desfavorecidos de nuestras sociedades y por las políticas públicas privatizadoras que algunos gobiernos impulsan, junto con la absolutamente inadmisible marginación o prohibición, cuando es el caso, de atención sanitaria a ciudadanos migrantes.

En nuestro país había malaria todavía en los años 50 del pasado siglo. En el delta de Ebro, en los arrozales del Guadalquivir, en muchos territorios. Eliminando el vector transmisor, el mosquito Anopheles, se eliminó la propia enfermedad. Fue el maldecido DDT lo que permitió eliminar la malaria y lo que también permitió acabar con el tifus exantemático [3]. De esta enfermedad hubo una gran epidemia en España en los años 40.

Las medidas de higiene son medidas preventivas, necesarias sin ninguna duda. Pero desde un marco general, más constante, ha sido la vacunación el procedimiento que ha permitido eliminar todo un conjunto de enfermedades que hoy, prácticamente, sólo pueden verse en libros de patología, y en letra pequeña, en todos aquellos países que tienen medios y sobre todo, volvemos a insistir, voluntad política para aplicar las correspondientes medidas.

2. ¿Es peligrosa la difteria?

La difteria es una infección aguda causada por una bacteria denominada Corynebacterium diphtheriae. Se propaga de persona a persona a través de las gotitas respiratorias, como las que se producen con la tos o los estornudos, de una persona infectada o de alguien que porte la bacteria pero que no tenga ningún síntoma. También por lesiones de la piel así como por leche contaminada y fómites.

La bacteria infecta generalmente la nariz y la garganta. Los síntomas se presentan de 1 a 7 días después del contagio. La infección de garganta produce una pseudomembrana o cubierta de color gris-verdoso, dura y fibrosa que puede obstruir las vías respiratorias. El enfermo presenta dolor faríngeo, disfagia, nauseas, vómitos, cefalea y fiebre alta. Es característico la presencia de ganglios dolorosos en la parte anterior del cuello y, a veces, un gran edema conocido como “cuello de búfalo”. El paciente se encuentra muy debilitado y con aspecto de padecer una grave enfermedad. La alteración respiratoria puede ser muy grave y conducir a la muerte si no se trata a tiempo.

Una vez que se produce la infección, la bacteria genera sustancias peligrosas llamadas toxinas, que se diseminan a través del torrente sanguíneo a otros órganos, como el corazón y el cerebro, y causan daños importantes que a partir de cierto momento son irreversibles y causan también la muerte.

Gracias a la vacunación (inmunización) generalizada de los niños, la difteria ahora es poco común en muchas partes del mundo. En España, hasta el verano de 2015, hacía 30 años, no se había dado ningún caso. En los años 80 del pasado siglo se había alcanzado, gracias a la vacunación, la inmunización de prácticamente toda la población.

Los factores de riesgo para la difteria son, entre otros: ambientes de hacinamiento, higiene deficiente y, sobre todo, la falta de vacunación. Esta última ha conseguido que la difteria disminuya radicalmente en términos globales, sin embargo en algunos países pobres la enfermedad sigue siendo endémica. Cuando se abandona la vacunación por empeoramiento de las condiciones de vida, se detecta un incremento de casos muy importante. En los países de la antigua Unión Soviética, a partir del desmembramiento de 1991 y la introducción del llamado “libre mercado”, se observó un importante incremento de los casos de difteria que afectó especialmente –tal como señalan Soriano García y Fernández Roblas- a personas mayores de 15 años con un pico en 1995 (más de 50.000 casos) y con una mortalidad del 2-20% según los territorios.

Una vez diagnosticada la difteria, el tratamiento con antibióticos y, en su caso, con la antitoxina diftérica debe empezar de inmediato. A partir de cierto punto es irreversible.

La difteria puede ser leve o grave. Algunas personas pueden no tener síntomas o ser simplemente transmisoras, mientras que en otras la enfermedad puede empeorar lentamente (un ejemplo más del poliformismo humano del que hemos hablado. La recuperación de la enfermedad es lenta. La complicación más común es la inflamación del músculo cardíaco (miocarditis). El sistema nervioso puede verse afectado en forma grave y frecuente, lo que puede ocasionar parálisis temporal.

La forma más efectiva de control ante la difteria es mantener el más alto nivel de vacunación en la comunidad. Otros métodos de control incluyen el pronto tratamiento de casos y mantener un programa de vigilancia epidemiológica. Cualquiera que tenga contacto con una persona con difteria debería ser examinada en busca de la bacteria y tratada con antibióticos. En España, y en la mayoría de países, la difteria está en la lista de enfermedades de declaración obligatoria.

La introducción de la vacuna antidiftérica implicó una fortísima disminución de la incidencia de esta enfermedad, hasta prácticamente su desaparición en muy pocos años. Podemos observarlo claramente en la siguiente figura, en la que se muestra la curva de mortalidad por 100.000 habitantes en Nueva York e Inglaterra y Gales. Antes de 1930 en Nueva York morían alrededor de 40 personas por cada 100.000 habitantes; a partir de 1930, cuando se había alcanzado una inmunización del 50% de los niños, la mortalidad disminuyó rapidísimamente hasta situarse en alrededor de 0,1 por 100.000 en 1940 (la escala de la ordenada de la gráfica es logarítmica). De forma similar, en Inglaterra y Gales la mortalidad por difteria de cerca de 60 por 100.000 antes en 1940, el año en que se alcanzó por primera vez una vacunación del 50% de los niños, disminuyó al 0.01 por 100.000 en la década de los 50. Como comentó Sir McFalarne Burnett, unas 20.000 personas dejaron de morir anualmente.

¿Desde cuándo se vacuna en España contra la difteria? Aunque la se inició en 1945, las campañas masivas de vacunación combinada comenzaron en 1965 mediante dos campañas anuales, junto a la vacunación antipoliomielítica oral, destinadas a los niños que tenían entre tres meses y tres años. En 1967 se decidió añadir una tercera dosis.

¿Está la población española correctamente inmunizada contra ella? En torno al 95% de los niños están correctamente protegidos. La incidencia (no la mortalidad) media anual de difteria en España era de casi 1.000 casos por 100.000 habitantes en 1941. A partir de entonces, gracias a las campañas de vacunación, los casos se fueron reduciendo. En 1987 se registró el último caso. El de Olot de mediados de 2015 fue el primero desde entonces.

Según la OMS, más del 83% de los niños de todo el mundo están correctamente vacunados, lo que salva anualmente unas 2,5 millones de vidas. En 1943, se dieron un millón de casos de difteria y 50.000 muertes solo en Europa. En cambio, en 2013, hubo 3.300 muertes en todo el mundo.

3. ¿Quiénes formaron parte de los primeros movimientos antivacunas?

En Inglaterra, ya desde la época de Jenner, siempre ha existido en determinados sectores sociales una reacción contraria a las vacunas. Fueron muy reacios a la novedad inicialmente. No sólo en Inglaterra sino en el mundo anglosajón en general. En Estados Unidos, ya en el siglo XX, también han sido importantes los movimientos antivacunación. Muchos de los grupos opositores que han surgido en España en estas últimas décadas tienen sus orígenes en movimientos anglosajones, en grupos afines de Estados Unidos e Inglaterra. Suele ir por épocas. En los años ochenta del pasado siglo también hubo en nuestro país grupos de personas partidarias de no vacunarse.

Así, pues, de entrada, nuestro asunto fue controvertido y, precisamente, en el país donde nació el concepto fue donde nació también la oposición a la vacunación. Las revistas generales inglesas de la época, Punch [5] por ejemplo, estaban llenas de dibujos satíricos contra la “teoría” de la vacunación de Jenner. En algunos de esos dibujos se ven personas a las que les salen cuernos de vacas. Empero, ya hemos hablado de ello, uno de los colectivos que vio más rápidamente su efectividad y que fueron, a un tiempo, grandes difusores de la vacunación, fueron los científicos españoles de aquellos años.

Curiosamente, algunas décadas antes de Jenner el príncipe heredero británico fue “vacunado” según un método turco traído por el embajador de Gran Bretaña en el Imperio Otomano. Por supuesto: antes de inmunizar al príncipe, como medida empírica de seguridad, se “vacunó” a los criados de la corte. Las desigualdades sociales también irrumpieron en el ámbito de la vacunación.

Suele afirmarse que las personas, familias y asociaciones que mantienen posiciones críticas frente a la vacunación se ubican, en general, en posiciones progresistas de izquierda. No es así o, cuanto menos, no siempre es así. Michelle Bachmann, la que fuera aspirante a la candidatura del partido republicano a la presidencia de los EEUU en 2012, es contraria a la vacunación. Realiza un tenaz proselitismo en estos temas y de progresista -en el buen sentido de la palabra y del concepto- tiene bien poco. Es partidaria del creacionismo o del diseño inteligente y de su enseñanza, en pie de igualdad, con el darwinismo (o incluso en posición preferente) en las escuelas e institutos públicos y privados. Gran parte de la derecha conservadora y reaccionaria de EEUU, como es sabido, mantiene estas posiciones.

Sorprende que grupos críticos de la vacunación se consideren en nuestro país progresistas, entendiendo por “progresista” un ciudadano partidario de la racionalidad científica y defensor del bienestar público, la justicia social y el avance del conocimiento. La no vacunación no abona ni está relacionada con ningún sendero que nos aproxime a estas deseables finalidades.

4. ¿Cómo defienden su posición las personas contrarias a las vacunas y a la vacunación?

Las razones son variadas, no son unánimes ni homogéneas.

En el mundo anglosajón, el pensamiento antivacunas suele alimentarse de la incorrecta creencia de que la vacunación no es natural, que es un proceso artificial, y que hay que dejar que las enfermedades infecciosas sigan su curso espontáneo. Hay que defenderse de ellas siempre de manera natural. Admitamos ese criterio por un momento. Si obráramos así, pondríamos en peligro -morirían de hecho- a millones de personas en todo el mundo.

Vacunando, dicen otros colectivos (otro de los argumentos “críticos” esgrimidos), no seleccionamos y estamos haciendo más débil a la población. La consideración es errónea, además de merecer calificativos morales y filosóficos más contundentes. Por más epidemias que haya sufrido la población humana nunca se ha hecho resistente a la peste, a la viruela o a la gripe de forma natural. En toda epidemia siempre hay gente que muere y hay gente que no; cualquiera que lea literatura médica puede comprobarlo.

Desde un punto de vista estrictamente científico, desde el marco conceptual en el que se mueve la ciencia médica, no hay ninguna razón admisible contra la vacunación. Podemos analizar con más detalle el tema riesgo-beneficio al que antes aludíamos. Es evidente que, en general, todo tiene un riesgo y un beneficio. Aquí, en el caso de la vacunación, el balance sobre riesgos y beneficios no ofrece discusión: son indudables sus beneficios.

Cuando uno de nosotros [ERF] hacía medicina en urgencias, algunos niños se morían de ahogo y había que hacerles una traqueotomía cuando tenían difteria. Los niños que tenían tos ferina se pasaban meses con enormes sufrimientos. No sólo eso. Estaban también las epidemias de tifus (los tifus eran entonces muy corrientes). Todo eso, afortunadamente, ha desaparecido en la práctica de la medicina actual. La vacunación ha sido, pocos médicos podrían negarlo, el arma más potente que hemos tenido para prevenir enfermedades, sobre todo entre los sectores más pobres de población que no han tenido acceso a condiciones sanitarias adecuadas, tanto en los países ricos (con grandes desigualdades sociales) como en los países pobres o empobrecidos. Sin ninguna duda, sin que exista ni puede existir alguna incertidumbre en este asunto.

Las vacunas son, por otra parte, más efectivas que los medicamentos. Desde que existen los antibióticos, una difteria, una tosferina, puede tratarse con ellos, pero es muchísimo más efectivo tener a la población vacunada. Hemos conseguido de este modo que prácticamente no tengamos ningún caso de las enfermedades señaladas.

La argumentación que esgrimen los grupos que están en contra de la vacunación no tiene nada que ver, a pesar de retóricas engañosas, con una explicación rigurosa y precisa que tenga fundamento científico o que parta o acepte la lógica de la metodología científica. Puede responder en algunos casos, no afirmamos siempre, a motivaciones emocionales, religiosas, etc. Entre los testigos de Jehová por ejemplo, aunque se deje libertad a sus miembros para vacunarse, existen grupos que no se vacunan.

Hay colectivos que sostienen incluso que las vacunas son una abominación, una práctica diabólica. Con este tipo de consideraciones nos ayudamos poco. Su lejanía de cualquier marco de saber sólido y documentado es más que evidente.

Por lo general, cualquier medicamento puede tener más reacciones negativas que las vacunas. Cuando tomamos un analgésico, un antibiótico o un antiepiléptico podemos tener potencialmente una frecuencia mayor de reacciones adversas. En el caso de los medicamentos acostumbran a ser de alrededor un 5% del conjunto de tratamientos; en el de las vacunas estamos hablando de reacciones leves por diez mil o incluso por 100.000 vacunaciones.

Que algunas familias no vacunen a sus hijos puede tener repercusiones negativas en el conjunto de la sociedad. Por debajo de cierta proporción de población vacunada, como hemos comentado, la incidencia de determinadas enfermedades infecciosas aumenta entre la fracción de población no vacunada. Esto se constató muy bien en 2011. En el primer cuatrimestre se incrementó entre 5 y 10 veces la incidencia de varias patologías infecciosas -especialmente tos ferina, etc-, debido a la opción de no vacunarse de determinadas franjas de población.

Como hemos comentado, hemos vivido recientemente un caso trágico de difteria en Cataluña, una “mort petita [una muerte pequeña]” que muestra que aunque el porcentaje de personas no vacunadas no sea muy elevado, si el grupo está muy concentrado en un área determinada, puede representar un grave peligro para ellos mismos y, también, para la comunidad en general.

¿Por qué entonces hay personas que no se vacunan y no enferman? La respuesta está relacionada con una ecuación matemática, con unos algoritmos que los epidemiólogos establecen con gran precisión. Cuando la cantidad de personas vacunadas contra una enfermedad alcanza una cifra determinada, que variará según el tipo de epidemia y el vector que la transmite, el éxito y la protección pueden alcanzarse. Así se observa claramente en la figura de la curva de mortalidad de la difteria que hemos mostrado anteriormente. Cuando se inmunizó a un 50% de los niños (tanto en Nueva York como años después en Inglaterra y Gales) cayó abruptamente la mortalidad por esta afección. A partir de un determinado nivel (que es variable) de población vacunada el riesgo de infección es prácticamente nulo.

Los grupos contrarios a la vacunación también arguyen en ocasiones que este tipo de enfermedades desaparecen solas, que la población se inmuniza de forma natural. No tiene ningún fundamente esa afirmación. La epidemiología muestra las oscilaciones periódicas de incidencia y la persistencia de las enfermedades infecciosas, cómo desaparecen en las poblaciones vacunadas y cómo persisten en aquellas que no lo han sido.

Hay más argumentos, muchos más. No queremos agotar a los lectores.

Abríamos el libro del Topo con esta cita de Paul de Kruif:

El día 1 de febrero de 1894, Roux, el del tórax estrecho, cara de halcón y gorro negro, entraba en la sala de diftéricos del hospital de niños llevando frascos de su suero ambarino y milagroso. En el despacho del Instituto de la calle Dutot, con un brillo en los ojos que hacía olvidar a sus deudos que estaba condenado a muerte, permanecía sentado un hombre paralítico que quería saber, antes de morir, si uno de sus discípulos había conseguido extirpar otra plaga; era Pasteur, en espera de noticias de Roux. Y en todo París, los padres y las madres de los niños atacados rezaban para que Roux se diese prisa, conociendo ya las curas maravillosas del doctor Behring, que al decir de las gentes casi resucitaba a los niños, y Roux se imaginaba a todas aquellas personas elevando hacia él sus manos implorantes.

Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal Rebelión

Este artículo ha sido respondido críticamente aquí.

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No es necesario que recemos ni que elevemos nuestras manos implorantes. Basta con que cumplamos nuestros deberes cívicos más elementales y pensemos en la comunidad. No es justo beneficiarnos del buen hacer de otros, un buen hacer que compense nuestro muy mal hacer sin causas ni razones justificadas e informadas.

Notas:

1) El País-Cat, 20 de julio de 2018, p. 1. https://elpais.com/ccaa/2018/07/19/catalunya/1531995619_384425.html

2 ) Eduard Rodríguez Farré y SLA, Vacunas, ¿sí o no? Preguntas (y respuestas) más frecuentes , Vilassar de mar (Barcelona), El Viejo Topo, 2015.

3) De exantema, una erupción de color rojizo que va precedida o acompañada de calentura, producida por un germen transmitido por el piojo corporal.

4) Un fómite es cualquier objeto carente de vida o sustancia que es capaz de transportar organismos infecciosos –bacterias, virus, hongos, parásitos- desde un individuo a otro. Células de la piel, pelo, vestiduras y sábanas son fuentes de contaminación en hospitales. Los fómites están asociados con las infecciones relacionadas con la atención de salud (iaas, por sus siglas), las antiguamente conocidas como infecciones intrahospitalarias.

5) Revista británica de humor y sátira publicada entre 1841 y 1992 y, posteriormente, de 1996 a 2002. Fue fundada el 17 de julio de 1841 por Henry Mayhew y el grabador Ebenezer Landells.