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jueves, 2 de agosto de 2012

Gore Vidal muere a los 86 años

El escritor Gore Vidal murió a la edad de 86 años. Ícono nacional y autor de más de veinte noveles y cinco obras de teatro, Vidal fue uno de los cronistas más conocidos de la historia y la política de Estados Unidos. Dedicó su trabajo a hacer análisis y escribir de las injusticias de la sociedad estadounidense.
En una entrevista concedida en 2004 a Democracy Now!, Vidal habló sobre el papel de la democracia en Estados Unidos ya en la Constitución. Gore Vidal dijo: "La palabra 'democracia' no sólo no se menciona en la Constitución, sino que es algo que los padres fundadores odiaban. Esto es algo que en general no se sabe porque no debe saberse, pero es así. Escribí un librito sobre eso titulado "Inventing A Nation" [editado en español como “La invención de una nación”], que Yale publicó el año pasado. Nuestros fundadores les temían a dos cosas. Una era el gobierno del pueblo, que pensaban que sería un desorden. Y le temían a la tiranía, que habíamos padecido con el Rey Jorge III, y por eso querían una república, un lugar seguro para los hombres, hombres blancos con propiedades para hacer negocios. Esto no es lo ideal, pero es mejor que lo que tenemos. Entonces, aquí estamos llevándoles la democracia a los pobres afganos, pero la democracia real, por supuesto, sólo está en las cárceles, en las que nos hemos especializado en todas partes. Algo interesante que salió de todo este desorden es que ahora el mundo sabe cómo tratamos a los estadounidenses en las cárceles estadounidenses. Toda esa conducta, la humillación y la violencia y demás, eso es típico no tanto de las prisiones federales, sino de las prisiones estatales y municipales y los centros de detención. Esta es la nación de la tortura, y los que no estén de acuerdo conmigo, pueden escribir una carta indignada en este mismo momento, si es que en realidad pueden escribir. Siéntense y escriban una carta airada al Comandante en Jefe. Hagan que revise las cárceles". 

Amy Goodman: "Bueno, muchas gracias por estar con nosotros, Gore Vidal".
Gore Vidal: "Acabo de empezar [risas]". Amy Goodman Democracy Now!
Serie de entrevistas realizadas con Gore Vida haz click aquí

20 frases irreverentes de Gore Vidal, el crítico mordaz de Estados Unidos. Redacción BBC Mundo

Vidal y la política
 "Se supone que la democracia te da la impresión de que tienes opción, como entre analgésico X y analgésico Y. Pero los dos son sólo aspirina".

 "Cada cuatro años, la mitad de ingenuos que votan son animados a creer que si podemos elegir a un muy buen hombre o una muy buena mujer como presidente todo estará bien. Pero no lo estará".
 "Cincuenta por ciento de la gente no vota, y cincuenta por ciento no lee los periódicos. Espero que sea el mismo cincuenta por ciento".

 Vidal y Estados Unidos
"Estados Unidos fue fundado por la gente más brillante del país. Y no la hemos visto desde entonces".

 "Cualquier estadounidense que esté dispuesto a competir por la presidencia debería, por definición, ser descalificado automáticamente para siempre". Ver todo aquí.
Más sobre Gore Vidal aquí. Otro artículo aquí.

viernes, 6 de enero de 2012

Juan José Millás asegura que "el escritor honesto siempre escribe a ciegas". El autor de "Dos mujeres en Praga" descubre las costuras de la creación literaria en la UIMP. Los beneficios de la brevedad

¿Se puede aprender a escribir?

Esa vieja pregunta ha vuelto una vez más a llevarse al laboratorio de la experiencia en el taller que Juan José Millás dirige en el Palacio de la Magdalena, de Santander.

El autor de El jardín vacío, El desorden de tu nombre o La soledad era esto, entre otros títulos, columnista habitual de EL PAÍS y explorador de las relaciones entre literatura y vida en su programa de la cadena Ser (que luego traslada de forma sintética a Babelia), ha abandonado durante una semana su gabinete de escritor para entrar en contacto con un grupo de personas que quiere aventurarse en los caminos de la creación literaria. "Lo primero que hay que hacer en este taller es desaprender", comentó Millás en la rueda de prensa que ofreció ayer. "Desembarazarse de las ideas recibidas, de los clichés y tópicos, de esa noción tan resbaladiza de lo bonito", añadió.

No hay normas en el oficio de escribir.
"De lo que se trata es de aprender a agudizar el olfato", dijo Millás. La propia literatura es un misterio que no siempre es fácil de conquistar. En ese sentido, el escritor recordó un minúsculo texto del que se había servido hace un tiempo para escribir una columna. Se trataba de un papel arrugado encontrado a uno de los marineros que se hundieron en el Kursk, el submarino ruso que se fue a pique en agosto de 2000. "El agua nos llega ahora por los tobillos. Nos queda aire para unas pocas horas. Se acaba de apagar la luz. Escribo a ciegas". Ésas eran, más o menos, las últimas líneas de aquel breve relato que impactó a Millás por su eficacia literaria. "Un escritor honesto siempre escribe a ciegas", comentó después.

Tradición y subjetividad
Y si se escribe a ciegas, ¿qué sentido tiene un taller de creación literaria? La sesión de la mañana de ayer empezó puntual en el aula Santo Mauro. Enseguida, uno de los participantes leyó un breve relato que respondía a una consigna propuesta por el director: escribir sobre la cama de los padres. Luego todo el mundo se puso a hablar. ¿Por qué me gusta? ¿Por qué no me gusta? ¿Debería haberme gustado? "Hay que empezar por lo más sencillo, el gusto propio, y poco a poco ir conformando unos criterios de objetividad", explicaba Millás. Descubrir, por ejemplo, qué pertenece en el texto a la tradición recibida y qué a la subjetividad del que lo escribe. Si el relato está lleno de tópicos o si revela una mirada propia. Analizar la coherencia de los elementos que lo componen.

La textura de una página. A esa idea se remite con frecuencia Millás mientras se comentan los relatos escritos por los que participan en el taller. "Es necesario adquirir una distancia frente a la impresión inicial que nos produce un texto. Hay que levantar el vuelo para poder observar lo que se ha escrito a distancia de pájaro. Es entonces cuando se aprecia la textura de la página, y se puede valorar si la relación de los distintos elementos que la componen son adecuados o inadecuados", explica.

El trago de leer sus textos en público no lo llevan mal los que participan en este singular laboratorio. La consigna es que los autores no pueden justificarse. Hablan los demás. Y no se cortan un pelo. Cada cual tiene que argumentar sus opiniones. Hay relatos que recurren a palabras y a frases que ya se han ido desgastando por su uso. Y chirrían. La búsqueda de "lo literario" es un arma arrojadiza. "Hay que tener en cuenta", dice Millás, "que el lenguaje quiere manifestarse y que se sirve de nuestras manos para hacerlo. Pero lo que importa es encontrar la propia voz, no dejar que sea el lenguaje el que nos hable".

Contó Millás que en la tarde del primer día ni siquiera pararon para descansar porque la cuestión que trataban los tenía a todos atrapados. Lo que importa es aprender de los errores. De vez en cuando, el escritor da un poco de "teórica". "En un cuento es fundamental la estructura. Es un conjunto de elementos que dependen unos de otros. Si quitas uno, los demás lo padecen de inmediato. De lo que se trata es de ser conscientes de las costuras de un texto. De cómo casan sus distintas piezas. Si lo hacen de una forma burda o coherente". La primera obligación que Millás ha impuesto a los que participan en el taller es drástica: ser antiliterarios. Y lo justifica: "La idea que se tiene de lo literario suele ser nefasta".

Las cosas que nos rodean
Durante la mañana, y tal como van saliendo las cosas, Millás sugiere otra estratagema. Escribir de las cosas desde su periferia. "Los objetos que nos rodean dicen a menudo más de nosotros que nosotros mismos". Un poco después, y tras la discusión de otro de los relatos leídos, se llega a la conclusión de que sólo funciona si se le quita el primer folio y medio. La fórmula es empezar por lo práctico, y apoyarlo con un poco de teoría. Millás desarrolló ayer el concepto del punto de vista. O lo que es lo mismo: la distinción entre escritor y narrador. En los próximos días abordará otros asuntos. Contingencia y necesidad. Realidad y ficción. Reportaje periodístico y cuento. Y habrá otras propuestas prácticas: escribir un relato sobre el miedo, otro que tenga como protagonista un objeto y el último, un reportaje sobre el curso.

El caso es que si no se aprende a escribir, por lo menos se aprende a leer, decía uno de los participantes. "Con la escritura pasa como cuando uno naufraga", comentaba Millás. "Sólo sabe que está al comienzo de algo. Tiene el olfato y es de lo único que puede servirse para ponerse a nadar". El desafío es llegar a alguna parte.

Los beneficios de la brevedad
"Hace un tiempo, las columnas que escribo en el periódico tenía que dictarlas a una secretaria", contó ayer Millás en su taller del Palacio de la Magdalena. 'Normalmente me ajustaba, pero un día me sobraban cuatro líneas, así que tuve que cortar. Me quedé inquieto, por lo que volví a leer el texto que acababa de masacrar y descubrí que había mejorado. Se me ocurrió, entonces, hacer un ejercicio. Cortar otras cuatro líneas. Lo hice, y el texto mejoró todavía más. Así que liquidé otras cuatro. La columna menguada funcionaba mejor. Corté otras cuatro líneas y otras cuatro... Hasta darme cuenta de que aquella columna era de verdad buena cuando no tenía ninguna'. El humor de Millás está presente en el taller de Millás. Y uno de los asuntos que surgió ayer fue el de la eficacia de la brevedad. 'Cuando llegas a casa y abres el cajón de herramientas del escritor, siempre que coges un sustantivo lleva pegado al lado un adjetivo. Lo importante es darse cuenta. Y quitarlo de allí, cortarlo, pisotearlo. Intentar, en la medida de lo posible, que ese adjetivo no vuelva al cajón'. No es un mal paso para empezar.

De otro de los desafíos de los que habló Millás fue de 'encontrar el tono'. "A veces no sabes lo que pasa con una novela, y es que no has dado con el punto de vista adecuado. Puede ocurrir, como me ocurrió en Visión del ahogado, que estés presentando a unos personajes como hermanos cuando en realidad son un matrimonio sin hijos".

Juan José Millás reivindica el valor de la escritura como forma de cambiar el mundo
El escritor Juan José Millás reivindicó ayer en San Sebastián el valor de la palabra escrita como medio para modificar la realidad. "La lectura y la buena relación con la escritura", dijo el autor valenciano, "pueden cambiar el mundo". Millás inauguró unas jornadas sobre el proceso de creación literaria que organiza Donostia Kultura como clausura de los talleres que se desarrollan en las casas de cultura de San Sebastián a lo largo de todo el año.

El escritor impartió un taller sobre el cuento
MARIBEL MARÍN San Sebastián 10 JUN 1998

Juan José Millás, premio Nadal de 1990 por su novela La soledad era esto, llegó a la capital guipuzcoana con el ánimo de enseñar, pero también de aprender de la reunión que mantuvo con los cerca de 70 alumnos de los talleres durante cuatro horas. Y es que el escritor está convencido de que para convertir estos cónclaves en reuniones fructíferas es imprescindible situarse en una perspectiva de ingenuidad. "El profesor que se presenta ante una clase pensando que él es el depositario del saber, convencido de que va a verter ese saber en los alumnos como quien vierte el agua de una jarra en un vaso, no tiene la posibilidad de aprender nada. Y quien no aprende nada", dijo desde la modestia, "no está capacitado para enseñar". Esta afirmación nace fruto de la experiencia del escritor en actividades como la de ayer. "En encuentros como éste he aprendido que no existen reglas externas y que siempre hay alguien capaz de mirar algo de un modo que todavía nadie ha visto".

Por eso, el escritor valenciano, autor de obras como Cerbero son las sombras, El desorden de tu nombre, Volver a casa o Tonto, muerto, bastardo e invisible, quiere ser cada día más ingenuo y conservar esta capacidad intacta a lo largo de los años, porque supone, a su juicio, "una de las pocas conquistas morales que uno puede realizar". "Más ingenuo que ayer" "Mi planteamiento radica", dijo antes de la reunión literaria, "en ver si hoy consigo ser más ingenuo que ayer, pero menos que mañana, porque eso me permitirá ver al rey desnudo cuando va desnudo [en referencia al cuento de Andersen] y no como dice el Ministerio de Interior o de Cultura cómo debo ver al rey".

El escritor abogó por promocionar una lectura, pero sobre todo desde una visión crítica. No en vano considera la palabra como un medio inmejorable para modificar la realidad. "La lectura y la buena relación con la escritura", destacó, "pueden cambiar el mundo. De hecho, todos somos hijos y herederos de los modelos amorosos de relación sentimental que ha creado la literatura a lo largo de los siglos". Millás profundizó en la relación del mundo con la escritura e invitó a sus interlocutores a plantearse la hipótesis de la desaparición de mitos literarios como El Quijote, Anna Karenina o Madame Bovary. Y se respondió él mismo: "Seríamos completamente distintos, porque nuestros modelos de comportamiento proceden en gran parte de la literatura". Su firme convicción de la importancia de la palabra le llevó a resaltar el valor de las bibliotecas "que están recuperando el sentido que nunca debieron perder". Millás recordó que durante algunos años estos centros se han erigido en espacios para acoger sólo a estudiantes de instituto. Sin embargo, desde su experiencia, el escritor aprecia una recuperación de su sentido inicial.

"Hoy se alzan cada vez más en centros de referencia. La gente no sólo estudia o va a buscar o a devolver un libro; se van creando también grupos de intereses que trabajan sobre la palabra y crean por ejemplo sus propias revistas". Precisamente Millás trabajó ayer sobre los cuentos escritos por los alumnos de los talleres durante todo el año en bibliotecas o casas de cultura. Participó desde una posición "militante", porque "éstas son las cosas que merece la pena apoyar".

Juan José Millás explica los tránsitos entre lo real y lo irreal en su literatura
MARTA NIETO 03/06/2000

El escritor recoge el Premio de la Crítica en la Feria del Libro bilbaína
"La escritura es una prótesis con la que yo llego a dónde no llego con el cuerpo. Aunque a veces uno tiene la sensación de que el verdadero cuerpo es la escritura y uno no es más que la prótesis". Así se expresaba ayer Juan José Millás (Valencia, 1946), quien acudió a Bilbao a recoger el Premio de la Crítica y a presentar su último libro, Cuerpo y prótesis, una recopilación de artículos y reportajes. El escritor aprovechó para intentar explicar cómo es su tránsito entre lo real y lo irreal.

En un acto rápido y cálido en la carpa situada junto a las casetas de la Feria, Millás quiso hablar un poco de la frontera entre "lo que creemos real y lo que pensamos imaginario". "La intención que late en muchas de mis novelas es pasar la raya entre lo real y lo irreal", aseguró. Antes se había dado una vuelta por el certamen, donde varias personas le reconocieron y acudieron a que les firmase alguna de sus obras. "Éste lo acabo de comprar, todavía tiene el precio, pero me he leído todas", se excusaba una admiradora."Tuve muchas dudas con esta novela", dijo Millás refiriéndose al libro por el que le entregaron el Premio de la Crítica: No mires debajo de la cama (Editorial Alfaguara). "Fue el editor quien me animó a publicarla. Me parecía una novela muy rara". El autor la justificó afirmando:

"Todos estamos más determinados por lo que hemos imaginado que por lo que nos ha ocurrido". Una verdad que a Millás le parece irrebatible: "Esto es así", sentenció. Y luego explicó a la concurrencia: "En nuestra infancia fue mucho más real el monstruo de debajo de la cama que el profesor de matemáticas, que era un monstruo. La gente hoy sigue matándose por algo tan irreal como Dios".
En un torrente imparable de elocuencia, de entradas y salidas del mundo imaginario al real, Millás fluyó de la novela a Cuerpo y prótesis (El País-Aguilar). "Es una selección de artículos y reportajes que no están pegados a una actualidad que los haría incomprensibles ahora. Yo los he bautizado como articuentos, un género que me gusta practicar cada día más".

El crítico literario José Fernández de la Sota, presente ayer en el acto, señaló que "Millás es uno de los grandes prosistas en castellano, un estilista magnífico y, por el mismo precio, un humorista, en el sentido en el que lo era Franz Kafka".

Con ese fino sentido del humor, el escritor habló ayer de la palabra "cuerpo". "Desde que el hombre es hombre no ha cesado de intentar construir su doble. Por eso tuvo tanto éxito la película Blade runner, porque por fin se conseguía una réplica. No hay nada más parecido a un cuerpo que una frase. El adverbio, por ejemplo, es su hígado, que nivela sustancias que ayudan a la digestión del verbo". Y la escritura, ésa que Millás no sabe si surge a través de él o utiliza su cuerpo como instrumento.

domingo, 23 de octubre de 2011

Discurso de Leonard Cohen al recibir el Premio Principe de Asturias

Leonard Cohen en TVE
Federico García Lorca. Biografía.Otra reseña biográfica, del Instituto Cervantes. Romances y Poemas.
Guitarras flamencas Conde hermanos, de C/ Arrieta, 4 Madrid. España / Tlfno: (0034) 91 541 8738 / Fax (0034) 91 542 58 55 / e-mail:fconde.guitarras@felipeconde.es



Leonard Cohen compuso la música y la letra, adaptación en inglés, basándose en el poema “Pequeño vals vienés” de Federico García Lorca,
(after Lorca)
Now in Vienna there’s ten pretty women
There’s a shoulder where Death comes to cry
There’s a lobby with nine hundred windows
There’s a tree where the doves go to die
There’s a piece that was torn from the morning
And it hangs in the Gallery of Frost
Ay, Ay, Ay, Ay
Take this waltz, take this waltz
Take this waltz with the clamp on it’s jaws
Oh I want you, I want you, I want you
On a chair with a dead magazine
In the cave at the tip of the lily
In some hallways where love’s never been
On a bed where the moon
has been sweating
In a cry filled with footsteps and sand
Ay, Ay, Ay, Ay
Take this waltz, take this waltz
Take it’s broken waist in your hand
This waltz, this waltz, this waltz, this waltz
With it’s very own breath of brandy and Death
Dragging it’s tail in the sea
There’s a concert hall in Vienna
Where your mouth had a thousand reviews
There’s a bar where the boys have stopped talking
They’ve been sentenced to death by the blues
Ah, but who is it climbs to your picture
With a garland of freshly cut tears?
Ay, Ay, Ay, Ay
Take this waltz, take this waltz
Take this waltz it’s been dying for years
There’s an attic where children are playing
Where I’ve got to lie down with you soon
In a dream of Hungarian lanterns
In the mist of some sweet afternoon
And I’ll see what you’ve chained to your sorrow
All your sheep and your lilies of snow
Ay, Ay, Ay, Ay
Take this waltz, take this waltz
With it’s ‘I’ll never forget you, you know!’
This waltz, this waltz, this waltz, this waltz …
And I’ll dance with you in Vienna
I’ll be wearing a river’s disguise
The hyacinth wild on my shoulder,
My mouth on the dew of your thighs
And I’ll bury my soul in a scrapbook,
With the photographs there, and the moss
And I’ll yield to the flood of your beauty
My cheap violin and my cross
And you’ll carry me down on your dancing
To the pools that you lift on your wrist
Oh my love, Oh my love
Take this waltz, take this waltz
It’s yours now. It’s all that there is
(basado en Lorca)
Ahora en Viena hay diez preciosas mujeres.
Hay un hombro sobre el que la muerte llora.
Hay un hall de entrada con novecientas ventanas.
Hay un árbol, al que las palomas van a morir.
Hay un trozo que fue separado de la mańana.
Y está colgado en la Galería del Hielo.
Ay, Ay, Ay, Ay
Toma este vals, toma este vals.
Toma este vals con la mordaza de sus mandíbulas.
Oh te quiero, te quiero, te quiero.
En una silla con una revista muerta.
En una cueva, con el trozo de un lirio.
En algunos pasillos donde el amor
nunca ha estado.
En una cama donde la Luna ha sudado.
En un sollozo lleno de pisadas y arena.
Ay, Ay, Ay, Ay
Toma este vals, toma este vals.
Toma su cintura rota en tu mano.
Este vals, este vals, este vals, este vals.
Con su aliento a brandy y a muerte.
Arrastrando su sobra hacia el mar.
Hay una sala de conciertos en Viena
Donde tu boca fue mil veces comentada.
Hay un bar donde los chicos han dejado de hablar,
condenados a muerte por el blues.
Ah, pero ¿quién se sube a tu imagen
con una guirnalda de lágrimas recién cortadas?
Ay, Ay, Ay, Ay
Toma este vals, toma este vals.
Toma este vals que ha estado muriendo durante años.
Hay un ático donde los niños están jugando.
¿Dónde tendré que acostarme contigo?
En un sueño de linternas húngaras
entre la niebla de una dulce tarde.
Y veré lo que has encadenado a tu desdicha
Todas tus ovejas y tus lirios de nieve.
Ay, Ay, Ay, Ay
Toma este vals, toma este vals.
Con su “yo nunca te olvidaré, ya sabes”.
Este vals, este vals, este vals, este vals…
Y bailaré contigo en Viena
Llevaré un disfraz de río.
El jacinto silvestre en mi hombro.
Mi boca en el rocío de tus muslos.
Y enterraré mi alma en un libro de recuerdos,
con las fotografías allí y el moho.
Y me rendiré ante la inundación de tu belleza.
Mi violín barato y mi cruz.
Y tú me llevarás hacia abajo con tu baile,
a las piscinas que levantas en tu muñeca.
Oh mi amor, oh mi amor.
Toma este vals, toma este vals.
Es tuyo ahora. Es todo lo que hay.

domingo, 17 de octubre de 2010

John le Carré: Desenmascarando a los traidores

John le Carré, el ex espía británico que se convirtió en autor de novelas de espionaje, le ha dedicado duras palabras a Tony Blair.

A más de siete años de la invasión de Iraq, el ex primer ministro británico, que ahora no ocupa ningún cargo y se encuentra de gira por el mundo promocionando sus memorias políticas, se suele enfrentar a graves protestas durante la firma de ejemplares de su libro.

Cuando estuve en Londres recientemente, John le Carré me dijo: “No puedo entender que Blair tenga una vida pública y tal vez un futuro político aún. Me parece que un político cualquiera que haya llevado a su país a la guerra utilizando pretextos falsos ha cometido el máximo pecado. Creo que una guerra, en la que nos negamos a aceptar el número de personas que hemos matado, es una guerra de la que deberíamos estar avergonzados. Siempre hay que tener cuidado con eso. No hablo como un profeta, supongo que simplemente hablo como un ciudadano enojado. Pienso que es cierto que hemos causado daños irreparables en Medio Oriente y creo que vamos a tener que pagar por ello por largo tiempo.”

Estábamos sentados en un estudio de televisión en una de las orillas del Támesis, con vista a dos de sus antiguos lugares de trabajo: el MI5, el Servicio de Seguridad Interior, y el MI6, el Servicio Secreto de Inteligencia británico, que opera a nivel internacional (equivalentes al FBI y la CIA de Estados Unidos). John le Carré es el seudónimo bajo el que escribe David Cornwell, que fue espía desde finales de la década de 1950 hasta principios de la de 1960. Comenzó a escribir novelas y tuvo que elegir un seudónimo debido a su trabajo como espía. Tenía su base en Alemania cuando en 1961 vio cómo se elevaba el Muro de Berlín, lo que lo motivó a escribir su tercera novela: “El espía que surgió del frío”, que luego se convirtió en un best-seller en todo el mundo.

... los personajes de las novelas de le Carré son sujetos desolados, involucrados en actos de engaños deshonestos y violencia deliberada. Con la atención del mundo puesta en el Muro de Berlín y la crisis de los misiles en Cuba, le Carré cautivó al público del mundo entero al mostrar la cruda realidad del espía en el frente de batalla de la Guerra Fría.Cuando la Guerra Fría llegó a su fin, le Carré continuó su prolífica carrera de escritor, fue cambiando el foco de su escritura acercándose cada vez más a temas como las desigualdades de la globalización, el poder corporativo multinacional sin restricciones y la frecuente confluencia de los intereses corporativos y las actividades de los servicios nacionales de espionaje.

Quizás una de las más conocidas de sus últimas novelas sea “El jardinero fiel”, que trata de una compañía farmacéutica que utiliza, sin su consentimiento, a personas de Kenya para realizar peligrosas pruebas de una droga experimental que en ocasiones pueden resultar mortales. Le Carré explica: “Las cosas que se hacen en nombre del accionista son, desde mi punto de vista, tan escalofriantes como las cosas que se hacen, permitanme decirlo, en nombre de Dios.” Como muchas de sus novelas, “El jardinero fiel” tuvo su versión cinematográfica y se convirtió en una película muy popular, protagonizada por Ralph Fiennes y Rachel Weisz.Le Carré ha escrito con frecuencia acerca de África: “Es donde he visto a la globalización en funcionamiento. Es un panorama bastante feo. Es una fantasía de reunión de directorio. Lo que significa en verdad es la explotación de mano de obra muy barata, y con frecuencia también el desastre ecológico que lleva consigo, la creación de mega ciudades y el fin de la cultura agraria y tribal.”

Su último libro (el vigésimo segundo), publicado esta semana, se llama “Un traidor como los nuestros.” Se trata de una ficción sobre un conjunto de banqueros londinenses y sus protectores en el parlamento que se confabulan con la mafia rusa para apuntalar la resquebrajada economía mundial por medio del lavado de cientos de miles de millones de dólares provenientes de ganancias criminales. En 2003, antes de la invasión a Iraq, le Carré participó de las manifestaciones contra la guerra junto a, según cifras estimativas, más de un millón de personas: “Nos detuvimos. Estábamos muy juntos y con la mirada puesta en Downing Street, donde está la residencia del Primer Ministro. Parecía que nadie iba a decir nada, pero la voluntad del pueblo se hizo oír en una especie de grito salvaje. Traté de imaginarme lo que debe haber sido para Blair estar sentado dentro de ese edificio y oír aquel sonido. Era como un grito inmenso, como esos que surgen de un partido de fútbol o algo así, donde en realidad no se verbaliza nada, como si fuera un sonido animal. Creo que siempre se recordará de él que nos llevó a la guerra, como percibe mucha gente, a fuerza de mentiras.”

Le Carré me dijo que no comprará el libro de Blair pero que tiene algunas preguntas para hacerle: “¿Vio alguna vez lo que ocurre cuando una granada cae en una escuela? ¿Realmente sabe lo que hace cuando ordena emplear la estrategia de ‘impacto e intimidación’? ¿Está preparado para ponerse de rodillas al lado de un soldado que está muriendo y explicarle por qué fue a la guerra de Iraq?”

Le Carré resumió lo que considera el problema central de los poderes mundiales, especialmente del poder británico y estadounidense: “Las víctimas nunca olvidan. Los vencedores sí. Olvidan muy rápido.” Por eso, a los 80 años, John le Carré continúa escribiendo, captando el interés de los lectores en su búsqueda de lo que él llama “la gran verdad.” (Amy Goodman. Democracy Now!) (Fotos de blog oficial y de El País)

sábado, 13 de marzo de 2010

Miguel Delibes

Un hombre de verdad
Fue un escritor sorprendente y extraordinario porque su literatura, en un mundo en buena parte fantasmagórico y oscuro, era una mano tendida hacia las cosas, hacia la vida EMILIO LLEDÓ

Confieso que evoco con mucho dolor mis recuerdos. Son tantos que en una situación como esta, no sé cómo seleccionarlos, qué decir. Tuvimos la suerte de conocer personalmente a Miguel Delibes cuando en 1962, después de muchos años en Alemania, vinimos Montse y yo, con nuestro primer hijo Alberto, de Heidelberg a Valladolid. Habíamos conseguido cátedras de Instituto en la ciudad castellana y esa posibilidad de juntar nuestros puestos de funcionarios de la enseñanza publica en la misma ciudad, nos animó, entre otras razones digamos más idealistas, a dar el nada fácil paso. Nunca nos arrepentimos. Los tres años en Valladolid fueron una época de felicidad, por muy duro que fuera, en aquellos tiempos, cambiar la orilla del Neckar por la del Pisuerga. Dos personas inolvidables, Julio Valdeón, que he tenido que recordar también en su reciente muerte y, ahora Miguel Delibes, simbolizan, ya en la memoria, ese prodigio humano de la amistad.

Conocíamos la obra de Delibes y admirábamos al sorprendente y extraordinario escritor. Sorprendente y extraordinario porque su literatura, en un mundo en buena parte fantasmagórico y oscuro, era una mano que nos mostraba la realidad, una mano tendida hacia las cosas, hacia la vida. Me gustaría que al hacer resucitar estos recuerdos frente a este paisaje de tristeza, las pocas palabras con las que tengo que expresarlo hicieran latir aquellas realidades, paradójicamente ideales, que aprendimos con él: la amistad, la memoria, las palabras.

Conocíamos, como digo, algunos libros de Delibes, pero la persona, la personalidad de Miguel era tan luminosa y sugestiva como su obra. Se me inunda la memoria de anécdotas, de momentos que han quedado en ese profundo hueco del pasado y que, sin embargo, jamás se esfumarán en el olvido. Creo que mientras palpite el tiempo en el fondo de nuestro corazón vive en él la vida de aquellos que hemos perdido y que nunca podremos dejar de querer. Una modesta, hermosa, melancólica y alegre forma de humana inmortalidad.

No quisiera cortar estas líneas que se inundan de recuerdos sin mencionar algo que no tiene tanto que ver con su persona sino con su obra. Aunque si bien se mira lo que hacemos y sobre todo, lo que hablamos o escribimos es siempre lo que somos. Porque de su pluma surgía esos personajes maravillosos, creados por unos ojos brillantes de bondad -la maldad oscurece la mirada-, de compasión, -que quiere decir "sentir con el otro"- y de inagotable ternura.

Delibes no es sólo el gran escritor de Castilla, el creador de un universo vivo, palpitante de realidad, sino el autor también de El hereje, uno de los grandes libros de la cultura española. Un libro en el que ya no se miraban los senderos de aquellos campos que recorría, de aquellos personajes con los que conversaba, sino de otros campos y otros personajes de sus sueños y, sobre todo, de la memoria histórica en que los soñaba. Creo que, en cierto sentido, ese libro es una especie de ajuste de cuentas con el país en el que su autor vivía: el país de la degeneración mental, de la hipocresía, de la falsedad. Un libro que es preciso conocer porque, en el espejo de sus páginas, podemos encontrar algunos de nuestros peores defectos y alguna de nuestras esperanzadas, maltratadas, hostigadas, virtudes. La historia es efectivamente, "maestra de la vida" y su magisterio no deber cesar nunca. El escritor de Castilla planteó en su obra una valerosa, clara simbología en la que se hacían transparentes los verdaderos problemas de una sociedad frente a la que, indefensamente, luchaba la "libertad de conciencia", que Cervantes pone en boca del maltratado Ricote.

Miguel Delibes pertenece a la casta de los hombres de verdad. No deja de ser un consuelo ante tantos personajillos vacíos y ambiciosos que, a veces, pretenden confundirse con ellos. Pero no pueden. (Emilio Lledó es filósofo y escritor)
Más aquí.

lunes, 20 de julio de 2009

Fallece el escritor Frank McCourt a los 78 años


En 1997 recibió el Premio Pulitzer por la novela Las cenizas de Ángela.

El escritor y profesor, del que hablamos el 7 de julio en este blog, Frank McCourt, ganador de un Premio Pulitzer en 1997 por Las cenizas de Ángela (Angela's Ashes), falleció ayer a los 78 años de edad, informa el diario estadounidense The New York Times.

Según el diario Los Angeles Times, su hermano Malachy ha confirmado que el escritor ha fallecido en la clínica para enfermos terminales donde se hallaba ingresado a causa de una meningitis que contrajo hace dos semanas. Además, el autor de origen irlandés estaba siendo tratado de un melanoma, el cáncer de piel más grave.

Nacido en Nueva York en 1930, McCourt pasó una difícil infancia en Irlanda, de donde era su familia, experiencia que le sirvió de inspiración para su novela más conocida Las cenizas de Ángela, publicada en 1996, cuando el escritor tenía más de 60 años de edad y tras 30 años del ejercicio de la docencia en un colegio.
En 2005 llegó El profesor (Teacher Man), obra en la que McCourt cuenta sus inicios en la enseñanza y los retos que suponía ser un profesor de instituto inexperto en Nueva York.

(Agencias y el País, NYT, LAT)

martes, 7 de julio de 2009

El profesor Frank McCourt

Frank McCourt nació en Estados Unidos, pero pasó su juventud en Irlanda, ya que la Gran Depresión obligó a sus padres –inmigrantes irlandeses– a regresar a su tierra natal cuando él tenía poco más de 3 años. La familia se instaló en Limerick, en medio de la pobreza más absoluta. Sin embargo, a los 19 años, Frank regresó solo a Nueva York con un objetivo: tener una educación, ir a la universidad. Compaginó sus clases con todo tipo de trabajos y, por fin, en 1957 se licenció y empezó a ejercer como profesor de Creación Literaria en diversos institutos neoyorquinos. Con la jubilación llegó el final de la carrera docente y el inicio de la literaria. Con 66 años publicó su primera obra, “Las cenizas de Ángela”. Esta autobiografía se convirtió en un “best-seller” (lleva vendidos más de 20 millones de ejemplares y se ha traducido a más de 20 idiomas), ganó el Pulitzer y fue llevada al cine.

Cuentan que no empezó a escribirla hasta que su madre murió porque ella “no quería que el mundo supiera lo pobres que fuimos”, ha comentado en alguna ocasión. En 1999 publicó “Lo es”, donde narra su aventura vital tras volver a Nueva York. Por B. Begin

“Ser padre es definitivamente más difícil”, palabra del profesor McCourt. “Cuando tuve a mi hija Maggie en mi primer matrimonio, con 39 años, me di cuenta de lo que era. Mientras eres profesor puedes tener encontronazos con tus estudiantes, pero igual que vienen se van... Tus hijos, sin embargo, van a estar día y noche contigo, y por más bien que te portes con ellos, sabes que cuando se hagan adolescentes serán como un dolor en el culo (risas)”. A veces padre, a veces sargento, y a veces bufón, payaso, crítico, rabino o último asidero. Todos esos papeles caben, según McCourt, en la dura piel de un profesor... “Porque en una clase de treinta o cuarenta chavales, siempre hay alguien dispuesto a convertirse en la peste. La “oveja negra” se suele sentar en la última fila, para reclinar su silla contra la pared y hacerte ver así su impostura... Pero hay que hacer lo posible por no caer en su juego, recordarle quién tiene la sartén por el mango, aunque mostrándole al mismo tiempo cierta empatía. Con el tiempo y con la práctica te haces respetar, sin necesidad de imponerte de una manera autoritaria o excesivamente paternalista”.

En el Mundo le hicieron una entrevista y algunas respuestas que me llamaron la atención fueron:

P. ¿Hablamos de la reforma educativa, la eterna asignatura pendiente?
R. La mejor reforma educativa sería deshacernos de los políticos. ¿Acaso les dicen a los médicos "agarra así el bisturí y corta por aquí"? Pues eso es lo que hacen con los profesores. Nos dicen: "Esto es lo que debéis hacer y si no, no os damos el dinero". Mi idea de la educación es enseñar a los niños a pensar críticamente y por ellos mismos. Si los chavales piensan sólo en los exámenes y las notas, actúan por miedo, y así no hay manera de pensar independientemente. Es la misma estrategia de la religión.

P. ¿Qué consejo le daría a un profesor novato?
R. Las cosas funcionan en clase cuando disfrutas con lo que estás haciendo; si los chavales descubren que no te apasiona lo que haces, eres profesor muerto. Mi libro no sólo ha despertado vocaciones de profesor, también ha desanimado a muchos otros que se lo estaban pensando.

P. ¿Y qué me dice de lo mal pagada y valorada que está la profesión?
R. ¡Ah, la mala reputación del profesor! Tenemos que hacer algo para darle una imagen sexy a nuestra profesión, y necesitamos sobre todo un notable aumento de sueldo. No es justo que cobremos menos que los bomberos o los policías y que no tengamos para vivir con nuestra misérrima pensión. No es de extrañar que el 50% de los profesores arrojen la toalla a los cuatro años. Arrastramos la mala fama del pasado y no se valora nuestro esfuerzo. No es sólo el tiempo, es la energía que le dedicas. Imagínese lo que pueden desgastarle a uno 12.000 estudiantes en 30 años.

¿Cree en Dios?
No, no sé si existe Dios. ¿Cómo lo voy a saber? Nadie sabe nada, es todo un misterio. Nací ignorante, aprendí unas pocas cosas y moriré ignorante. ¿Cómo puede alguien tener la certeza de a dónde vamos después de muertos, si es que vamos a alguna parte?

Usted nació en Brooklyn, pero a los 4 años se lo llevaron a Limerick (Irlanda) y allí vivió en un callejón infecto. ¿Qué siente ahora cuando ve el milagro irlandés?
No creo en los milagros, aunque el cambio es como para frotarse los ojos. En Limerick ya no hay niños harapientos y descalzos por las calles; ahora los niños están a dieta porque se están volviendo obesos... Pero aún subsiste la pobreza, como ocurre aquí. No tienes más que cruzar unas manzanas y llegar al Harlem hispano. Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres...

¿Cree usted en el mito de América como "la tierra de las oportunidades"?
Sí, es una de las pocas cosas en las que sigo creyendo. En este país puedes llegar donde quieras si eres ambicioso. Yo nunca habría podido haber pasado por la universidad si me hubiera quedado en Irlanda. Allí me hice hombre cuando empecé a trabajar a los 14 años como repartidor de telegramas.

¿Y cómo fue lo de hacerse profesor?
No quería trabajar para una compañía, obedeciendo órdenes todo el día. Quería hacer algo significativo, que diera sentido a mi vida y pudiera, tal vez, tocar las vidas de otros.

Antes de contarnos cómo fue su primer día de profesor, díganos cómo fue su último día como estudiante...
Me consideré el hombre más feliz del mundo cuando dejé la escuela. Tenía 13 años y no veía llegar el momento. Todos odiábamos a los profesores: eran duros, crueles, malvados... Nos educaban en el miedo.
(Tomado de El Mundo y el blog Aula 21 de Muñoz de la Peña, Si quieres leer toda la entrevista Clik en el titular)