Mostrando entradas con la etiqueta poder. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta poder. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de noviembre de 2013

"Bancocracia": de la república de Venecia a Mario Draghi y Goldman Sachs

Éric Toussaint
CADTM

Traducido por Alberto Nadal
Desde el siglo XII hasta comienzos del siglo XIV, la Orden de los Templarios, presente en una gran parte de Europa, se convirtió en banquero de los poderosos. Contribuyó a financiar varias cruzadas. A comienzos del siglo XIV, se había convertido en la principal acreedora del rey de Francia Felipe el Hermoso. Frente al peso de una deuda que gravaba sus recursos, Felipe el Hermoso se libró de sus acreedores y, de la misma, de su deuda, demonizando la Orden de los Templarios, acusándola de múltiples crímenes [2] . La Orden fue prohibida, sus jefes ejecutados y sus bienes confiscados. La Orden de los Templarios carecía de un estado y de un territorio para hacer frente al rey de Francia. Su ejército (15.000 hombres, de ellos 1.500 caballeros), su patrimonio y sus créditos con los dirigentes no la protegieron de la potencia de un estado decidido a eliminar a su principal acreedor.

En la misma época (siglos XI-XIV), los banqueros venecianos financiaban también cruzadas y prestaban dinero a los poderosos de Europa, pero maniobraron mucho más hábilmente que la Orden de los Templarios. En Venecia, se apoderaron de la cabeza del estado dándole la forma de una república. Financiaron la transformación de Venecia, ciudad-estado, en un verdadero imperio que comprendía Chipre, Eubea (Negrepont) y Creta. Adoptaron una estrategia imparable para enriquecerse duraderamente y garantizar el reembolso de sus créditos: fueron ellos quienes decidieron endeudar al estado veneciano con los bancos que poseían. Los términos de los contratos de los préstamos fueron definidos por ellos puesto que eran a la vez propietarios de los bancos y dirigentes del estado.

Mientras Felipe el Hermoso tenía interés en librarse físicamente de sus acreedores para liberarse del peso de la deuda, el estado veneciano devolvía hasta la última moneda de la deuda a los banqueros. Éstos tuvieron por otra parte la idea de crear títulos de la deuda pública que podían circular de un banco a otro. Los mercados financieros comenzaban entonces a ponerse en pie [3] . Este tipo de préstamo es el precursor de la forma principal de endeudamiento de los estados tal como se conoce en el siglo XXI.

Siete siglos después del aplastamiento de la Orden de los Templarios por Felipe el Hermoso, hoy los banqueros de Europa, igual que sus predecesores venecianos o genoveses, no tienen manifiestamente que estar inquietos por los gobiernos actuales.

Los estados nacionales y el protoestado que es la Unión Europea de hoy son quizás más complejos y sofisticados que las repúblicas de Venecia (o de Génova) de los siglos XIII al XVI, pero son con igual crudeza los órganos de ejercicio del poder de la clase dominante, el 1% opuesto al 99%. Mario Draghi, antiguo responsable de Goldman Sachs en Europa, dirige el Banco Central Europeo. Los banqueros privados han colocado a sus representantes o a sus aliados en puestos clave en los gobiernos y las administraciones. Los miembros de la Comisión Europea están muy atentos a la defensa de los intereses de las finanzas privadas, y el trabajo de lobby que los bancos ejercen ante parlamentarios, reguladores y magistrados europeos es de una eficacia temible.

Que un puñado de grandes bancos capitalistas ocupe el primer plano estos últimos años, no debe ocultar el papel de las grandes empresas privadas de la industria y del comercio, que usan y abusan de su proximidad a las estructuras del estado de forma tan hábil como los banqueros. La interconexión y la imbricación inextricables entre los estados, los gobiernos, los bancos, las empresas industriales y comerciales, y los grandes grupos privados de comunicación constituyen, por otra parte, una de las características del capitalismo, tanto en su fase actual como en las precedentes.

Efectivamente, desde la victoria del capitalismo como modo de producción y como formación social dominante, el poder es ejercido por los representantes de los grandes grupos privados y sus aliados.

Desde un punto de vista histórico, la New Deal iniciada por el presidente F. Roosevelt en 1933 y los treinta años que siguieron a la II Guerra Mundial aparecen como un paréntesis durante el cual la clase dominante tuvo que hacer concesiones, ciertamente limitadas pero reales, a las clases populares. Los grandes patronos tuvieron que disimular un poco su dominio sobre el estado. Con el giro neoliberal emprendido a finales de los años 1970, abandonaron la discreción. Los años 80 ponen en un primer plano una clase dominante completamente desinhibida que asume y proclama con cinismo la carrera por la ganancia y la explotación generalizada de los pueblos y de la naturaleza. La fórmula, tristemente célebre, de Margaret Thatcher “There is no alternative” marca hasta hoy el paisaje político, económico y social, a través de los ataques violentos a los derechos y conquistas sociales. Mario Draghi, Angela Merkel, Silvio Berlusconi (gran patrón italiano), José Manuel Barroso, aparecen como figuras emblemáticas de la consecución del proyecto thatcheriano. La complicidad activa de los gobiernos socialistas (de Schröeder a Hollande, pasando por Tony Blair, Gordon Brown, Papandreu, Zapatero, Socrates, Letta, Di Rupo, y muchos otros) muestra hasta qué punto se insertaron en la lógica del sistema capitalista, hasta qué punto forman parte del sistema igual que Barack Obama del otro lado del Atlántico. Como afirmaba el multimillonario americano Warren Buffet, “es una guerra de clases, y es mi clase la que va ganando”.

El sistema de la deuda pública tal como funciona en el capitalismo constituye un mecanismo permanente de transferencia de riquezas producidas por el pueblo hacia la clase capitalista. Este mecanismo se ha reforzado con la crisis comenzada en 2007-2008, pues las pérdidas y las deudas de los bancos privados han sido transformadas en deudas públicas. A una gran escala, los gobiernos han socializado las pérdidas de los bancos a fin de permitirles continuar haciendo beneficios que redistribuyen a sus propietarios capitalistas.

Los gobiernos están directamente conchabados con los grandes bancos y ponen a su servicio los poderes y las arcas públicas. Hay un va y viene permanente entre los grandes bancos y los gobernantes. El número de ministros de finanzas y de economía, o de primeros ministros, que provienen directamente de los grandes bancos o que van a ellos cuando abandonan el gobierno no deja de aumentar desde 2008.

El oficio de la banca es demasiado serio para ser dejado en manos del sector privado, es necesario socializar el sector bancario (lo que implica su expropiación) y colocarlo bajo control ciudadano (de los asalariados de los bancos, de los clientes, de las asociaciones y de los representantes de los actores públicos locales), pues debe estar sometido a las reglas de un servicio público [4] y las rentas que su actividad genera deben ser utilizadas para el bien común.

La deuda pública contratada para salvar a los bancos es definitivamente ilegítima y debe ser repudiada. Una auditoría debe determinar las demás deudas ilegítimas y/o ilegales y permitir una movilización tal que una alternativa anticapitalista pueda tomar forma.

La socialización de los bancos y la anulación/repudio de las deudas ilegítimas deben inscribirse en un programa más amplio [5].

Como durante la república de Venecia, hoy en la Unión Europea y en la mayoría de los países más industrializados del planeta, el estado está en ósmosis con la gran banca privada y paga dócilmente la deuda pública. El no pago de la deuda ilegítima, la socialización de la banca así como otras medidas vitales serán el resultado de la irrupción del pueblo como actor de su propia historia. Se tratará de poner en pie un gobierno tan fiel a los oprimidos como los gobiernos de Merckel y Hollande lo son a las grandes empresas privadas. Tal gobierno del pueblo deberá hacer incursiones en la sacrosanta gran propiedad privada para desarrollar los bienes comunes a la vez que respeta los límites de la naturaleza. Ese gobierno deberá igualmente realizar una ruptura radical con el estado capitalista y erradicar todas las formas de opresión. Una auténtica revolución es necesaria.

Notas:
[1] Ver David Graeber, En deuda. Una historia alternativa de la economía, Editorial Ariel, Barcelona, 2012, 714 pp; Thomas Morel et François Ruffin, Vive la Banqueroute!, Paris, Fakir Editions, 2013.
[2] Fernand BRAUDEL, Civilisation matérielle, économie et capitalisme. XVe-XVIIIe siècle. Paris, Armand Collin, 1979; David Graeber, En deuda. Una historia alternativa de la economía, Editorial Ariel, Barcelona, 2012, 714 pp
[3] El sector bancario debería ser enteramente público con excepción de un sector cooperativo de pequeña talla con el que podría cohabitar y colaborar.
[4] Ver Damien Millet y Eric Toussaint, Europa, ¿qué programa de urgencia frente a la crisis? http://cadtm.org/Europa-Que-programa-de-urgencia . Ver también Thomas Coutrot, Patrick Saurin y Eric Toussaint. Anular la deuda o gravar al capital: ¿Por qué elegir? http://cadtm.org/Anular-la-deuda-o-gravar-al. Finalmente, ver ¿Qué hacer con la deuda y el euro?, http://cadtm.org/Que-hacer-con-la-deuda-y-el-euro publicado el 30 de abril de 2013.
Éric Toussaint, doctor en ciencias políticas, es presidente del CADTM Bélgica (Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, www.cadtm.org ) y miembro del consejo científico de ATTAC. Autor, entre otros libros, de Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, Icaria 2010; La Deuda o la Vida (junto a Damien Millet) Icaria, Barclona, 2011; La crisis global, El Viejo Topo, Barcelona, 2010;. La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos, Gakoa, 2002.
Fuente: http://cadtm.org/Francais

jueves, 26 de septiembre de 2013

Elecciones en Alemania. Resultados electorales, informaciones periodísticas y sesgadas conclusiones

Para Manuel Monleón Pradas

La termodinámica, el germanismo documentado y la lectura crítica y atenta de la obra filosófica de Manuel Sacristán suelen ser excelentes ingredientes para la reflexión política. Manuel Monleón Pradas está armado de todos estos ingredientes (y de más elementos críticos por supuesto). Los resultados son los esperables.
En él tomo pie para la siguiente nota. Sigo su propia estructura [1]:

HECHO: 
Elecciones alemanas de 2013.

INFORMACIÓN (noticieros, tertulianos):
“extraordinario triunfo de la Merkel, no habrá cambios en la política europea, los liberales se quedan fuera del parlamento, los Verdes bajan”. Eso es todo, señala MMP, apenas se da otra información sobre lo sucedido. Ilustraciones: “El rodillo que cambió Alemania”. “La líder política recibe el mandato de un país que respalda su pragmatismo”. “El triunfo de la canciller cambia el mapa político alemán”. “El Gobierno español celebra la arrolladora victoria conservadora”. “’No hay motivo para cambiar nuestra política’, dice la líder sobre la austeridad”.[2]

REALIDAD:
La suma de los escaños parlamentarios de Verdes, SPD y La Izquierda tiene la mayoría absoluta: 63 + 192 + 64 = 319, frente a los 311 de CDU/CSU. Ningún medio, señala MMP, “considera que haya que informar ni de que existe Die Linke, ni de que la mayoría absoluta pertenece a fuerzas que se oponen a la política de Merkel”.

Para situarnos un poco más:
Resultados de las elecciones de 2009:
votantes: 43.357.542, participación: 70,8% (-8,9%); CDU/CSU: 14.655.004 votos (-11,9%) 33,8%; SPD: 9.988.843 (-38,3%) 23%; FDP: 6.313.023 (+35,8%) 14,6%; Die Linke: 5.153.884 (+25,1%), 11,9%; Die Grünen: 4.641.197 (+20,9%) 10,7%. (Todas estas fuerzas con representación parlamentaria sumaban el 94% de los votos emitidos).

En 2013, aparte de lo conseguido por Piratas 2,2%, AiD 4,7% y FDP 4,8% (ahora una fuerza extraparlamentaria), los resultados han sido los siguientes: CDU/CSU: 41,5%; SPD: 25,7%; Die Linke: 8,6%, Die Grünen: 8,4% (el total de votos de estas fuerzas parlamentarias, las únicas en el actual Bundestag, sería 84,2%; sumando los votos de los Piratas, la FDP y AiD, 10,7%, alcanzarían casi el 95% de los votos emitidos.

Si en 2009, los votos de CDU/CSU y FDP sumaban 48,4%, en 2013 suman 46,3% (sin olvidar desde luego el porcentaje de votos de AiD).

HIPÓTESIS:
La realidad, apunta MMP, “colisiona con la interpretación de la derecha (se ha confirmado ‘nuestras’ políticas, léase las de Merkel), y con el interés de la socialdemocracia en ocultar el secuestro de la soberanía popular, de la “democracia”, que consiste en vetar a “La Izquierda” ¡porque en su seno están los ex-comunistas!”. Hay que recordar, prosigue, que en la RFA hay aún, vigentes, “leyes que discriminan a antiguos funcionarios de la DDR (maestros, médicos,...) bajo el concepto de ‘cercanía al estado’” (de la ex República Democrática Alemana). Por lo demás, añade, la prohibición, ¡de 1956!, ¡hace más de medio siglo!, sobre el KPD, el Partido Comunista alemán, sigue vigente.

RESULTADO:
Patente secuestro de la soberanía popular. Manifiesta ocultación mediática de la misma. “Dónde está nuestra democracia”, pregunta MMP.

Erich Fried, un poeta muy apreciado por Manuel Monleón Pradas, Jorge Riechmann y Francisco Fernández Buey, hizo la misma pregunta hace varias décadas “En la capital”:

“¿Quién manda aquí?”
pregunté
Me dijeron:
“El pueblo naturalmente”

Dije yo:
“Naturalmente el pueblo
pero, ¿quién
manda realmente?”

Notas:
[1] Comunicación personal 24 de septiembre de 2013.
[2] Titulares de El País, edición 24 de septiembre de 2013, páginas 2-5.

martes, 25 de junio de 2013

No son los políticos los que gobiernan el mundo

“Não são os políticos os que governam o mundo. Os lugares de poder, alem de serem supranacionais, multinacionais, são invisíveis.” [Entrevista de Clara Ferreira Alves a José Saramago, Expresso, Lisboa, 7 de agosto de 1993]

Viernes, 24 de Mayo 2013
[Não escrevo] por amor, mas por desassossego. Escrevo porque não gosto do mundo em que vivo. [“Saramago: Yo no escribo por amor, sino por desasosiego”, El Día, Tenerife, 15 de janeiro de 2003. Notícia de la Agencia EFE]


in O Caderno 2, 31 de julio de 2009
En el centenario de Álvaro Cunhal
Não foi o santo que alguns louvavam nem o demónio que outros aborreciam, foi, ainda que não simplesmente, um homem. Chamou-se Álvaro Cunhal e o seu nome foi, durante anos, para muitos portugueses, sinónimo de uma certa esperança. Encarnou convicções a que guardou inabalável fidelidade, foi testemunha e agente dos tempos em que elas prosperaram, assistiu ao declínio dos conceitos, à dissolução dos juízos, à perversão das práticas. As memórias pessoais que se recusou a escrever talvez nos ajudassem a compreender melhor os fundamentos da raquítica árvore a cuja sombra se recolhem hoje os portugueses a ingerir os palavrosos farnéis com que julgam alimentar o espírito. Não leremos as memórias de Álvaro Cunhal e com essa falta teremos de nos conformar. E também não leremos o que, olhando desde este tempo em que estamos o tempo que passou, seria provavelmente o mais instrutivo de todos os documentos que poderiam sair da sua inteligência e das suas finas mãos de artista: uma reflexão sobre a grandeza e decadência dos impérios, incluindo aqueles que construímos dentro de nós próprios, essas armações de ideias que nos mantêm o corpo levantado e que todos os dias nos pedem contas, mesmo quando nos negamos a prestá-las. Como se tivesse fechado uma porta e aberto outra, o ideólogo tornou-se autor de romances, o dirigente político retirado passou a guardar silêncio sobre os destinos possíveis e prováveis do partido de que havia sido, por muitos anos, contínua e quase única referência. Quer no plano nacional quer no plano internacional, não duvido de que tenham sido de amargura as horas que Álvaro Cunhal viveu ainda. Não foi o único, e ele o sabia. Algumas vezes o militante que sou não esteve de acordo com o secretário-geral que ele era, e disse-lho. A esta distância, porém, já tudo parece esfumar-se, até as razões com que, sem resultados que se vissem, nos pretendíamos convencer um ao outro. O mundo seguiu o seu caminho e deixou-nos para trás. Envelhecer é não ser preciso. Ainda precisávamos de Cunhal quando ele se retirou. Agora é demasiado tarde. O que não con- seguimos é iludir esta espécie de sentimento de orfan-dade que nos toma quando nele pensamos. Quando nele penso. E compreendo, garanto que compreendo, o que um dia Graham Greene disse a Eduardo Lourenço: «O meu sonho, no que toca a Portugal, seria conhecer Álvaro Cunhal». O grande escritor britânico deu voz ao que tantos sentiam. Entende-se que lhe sintamos a falta. in O Caderno 2, 31 de julio de 2009
Fuente: Cuaderno de Saramago.

domingo, 28 de abril de 2013

Thomas Herndon. El estudiante que salvó al mundo de la austeridad. Un alumno de doctorado de 28 años desmontó el informe de dos economistas de Harvard

Las políticas de recortes del gasto se basan en este estudio erróneo.

Cuando la deuda de un país supera el 90% del PIB, el crecimiento de la economía es inviable. El aserto, nacido de dos cerebros de Harvard y sobre el que se asientan las políticas de austeridad que están a punto de dinamitar los pilares del Estado de bienestar en medio mundo, ha resultado tan falaz como las armas de destrucción masiva que sirvieron para justificar la invasión de Irak.

“Es exagerado hacer la comparación, pero acepto la analogía porque es cierto que se están adoptando políticas a partir de premisas que son falsas”. Quien habla es Thomas Herndon, el estudiante de 28 años que, en su camino para sacarse un doctorado en Economía en la Universidad de Massachusetts, ha desenmascarado la mentira macroeconómica más significativa de los últimos años, y sobre la que EE UU y Europa se han apoyado en su campaña por la austeridad fiscal y el recorte drástico del gasto.

Herndon cuenta que se frotaba los ojos al cruzar los datos de su trabajo ordinario de carrera con los del hipercitado informe de los profesores de la prestigiosa Universidad de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff. Los errores eran básicos. De hecho, al principio pensó que el equivocado era él. No podía ser que dos reputadas eminencias hubieran podido pasar por alto cosas así.

El estudio que está en el centro de la controversia global lo publicaron Reinhart y Rogoff en la American Economic Review en 2010. Ahí defienden cómo el crecimiento cae de golpe cuando la deuda pública de un país supera el 90% del PIB. Reinhart, nacida en La Habana (Cuba) hace 57 años, fue economista jefa durante tres años del difunto Bear Stearns, la primera víctima de la crisis financiera. Eso fue en los años 1980, antes de ocupar varios cargos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde llegó a ser la número dos en el departamento de investigación antes de llegar a Harvard. Rogoff, de 60 años, fue su jefe en el FMI, donde tuvo un sonado encontronazo con Joseph Stiglitz a cuenta de la crítica que el premio Nobel hizo de esa institución en su libro El malestar en la globalización (2002).

No fueron pocos los políticos que echaron mano del trabajo para defender que se pase la podadora al gasto para volver a la senda de un crecimiento sano y robusto. Entre ellos, Paul Ryan, el candidato republicano a la vicepresidencia de EE UU. También el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y el expresidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet. Ninguno cuestionó la metodología del trabajo, ni sus datos, como hizo el joven Herndon.

“Estaba convencido desde el principio de que algo iba realmente mal con el estudio. Y cuando me llegaron los datos [los autores le mandaron las tablas de Excel que utilizaron, a petición del estudiante], se confirmaron mis sospechas”, relata Herndon. El joven estudiante, criado en Austin (Texas), de padre texano y madre de Hong Kong, al que le gusta tocar el bajo, le pasó las tablas a su novia, Kyla Walters. Ella tiene un doctorado en Sociología y gracias a su trabajo de investigación está muy acostumbrada a cruzar números. “No creo que te estés equivocando”, le respondió.

El siguiente paso fue acudir a Michael Ash y Robert Pollin, dos de sus profesores, que ahora le cubren las espaldas, pero que en un primer momento se mostraron más bien incrédulos. Lo que no logró anticipar Herndon, ni tampoco Ash y Pollin, es lo que venía a continuación. Hay economistas que les han llamado para emprender con ellos una batalla contra la idea de que el alto endeudamiento frena el crecimiento.

Pero hasta ahora ni un solo dirigente político se ha puesto en contacto con el trío para conocer su teoría. Aun así, el estudiante señala que el trabajo “está empezando a marcar la diferencia en los círculos de decisión política”. Cita, por ejemplo, el blog de John Taylor. El reputado economista por Stanford asegura que el error puesto en evidencia por el joven influyó en la decisión de los ministros de Finanzas del G-20 para omitir en su comunicado de la semana pasada una referencia al nivel de endeudamiento.

En el origen del fiasco está un encargo convencional de los profesores. Pidieron a los alumnos que emularan resultados estadísticos de estudios ya publicados. Él eligió el estudio de Reinhart y Rogoff porque, “aunque era poco atractivo”, le pareció oportuno vistas las dificultades que tienen Europa y EE UU para salir del agujero de la recesión y del impacto de las políticas que se están adoptando en los países.

Los profesores de Harvard ahora cuestionados le facilitaron en enero todo el material que necesitaba para descifrar el estudio y le dieron libertad para publicar lo que quisiera. “Vi el error muy rápido”, dice Herndon. A comienzos de abril, Reinhart y Rogoff admitieron que habían cometido algunos fallos a la hora de codificar las cifras. Pero siguen defendiendo su metodología e insisten en que existe una clara correlación entre alto endeudamiento y lento crecimiento. “Este lamentable desliz no afecta al mensaje central”, dicen en una nota.

Herndon, que habla siempre en plural, admite que criticar el trabajo de los dos profesores de Harvard “es lo más fácil” y no cree que hubiera una intencionalidad cuando omitieron ciertos datos, como el hecho de que Australia, Canadá y Nueva Zelanda crecieran en periodos de alto endeudamiento, o se equivocaran en alguna suma al introducir mal las órdenes en la celdilla de Excel. Pero está convencido también de que la teoría no puede replicarse, porque está mal planteada. Y apoya que se adopten políticas de estímulo para salir de la recesión. “La austeridad es contraproducente, crea sufrimiento”.

El joven no se declara ni conservador ni liberal; dice que no le gustan las etiquetas. Pero sí parece tener muy claro que “es falso decir que el alto endeudamiento es malo”. Por eso cree que lo que deben hacer los dirigentes es ver las circunstancias específicas en las que la deuda puede ser efectiva en un escenario de recesión. Su prioridad ahora, comenta, es terminar el segundo semestre y recopilar ideas para su tesis final.

De momento se está dedicando con sus profesores a publicar los primeros hallazgos para después seguir desarrollando el trabajo a lo largo del verano, integrando mejoras estadísticas. Y entre clase y clase busca tiempo para conceder entrevistas e incluso acercarse a Nueva York para verse con Stephen Colbert, el conductor del programa satírico The Colbert report. Colbert le dedicó esta semana dos espacios a su trabajo, lo que muestra hasta qué punto está caliente el debate. En el primero se dedicó a mofarse de los profesores de Harvard y de los que se apoyaron en su estudio para aventurar “una nueva crisis económica alimentada por la deuda”. “¿Sabes que has enfadado a mucha gente en el campo de la austeridad, importantes y muy poderosos?”, le preguntó después. “La Universidad me cuida mucho”, le respondió. Herndon admite no estar preparado para la avalancha mediática. “Ni siquiera tenía una buena foto”, comenta. Y las siglas con las que los tres autores firman el trabajo, HAP, tomada de la inicial de sus apellidos, ha inspirado ya una expresión entre los estudiantes: “To get happed”, que alguien te señale los errores...
Seguir en El País.

sábado, 27 de abril de 2013

Rajoy cumple. Este Gobierno, en lo productivo y creativo, es vano, desértico, inobservante

Después de año y medio en el poder, existe la falsa idea establecida de que este Gobierno solo es competente a la hora de incumplir. Su programa, sus promesas, su palabra. Se le acusa de mentir, incluso en las sagradas cifras del déficit. La sensación extendida es la de que cuando no calla, miente. Pero todavía más temibles son sus silencios. En la historia, el silencio popular suele ser el preludio de un estallido social. En la España de hoy, este silencio rumiante anticipa el amotinamiento del Gobierno contra el pueblo. El de Rajoy es un silencio ultrasónico y panóptico que empieza a causar tanta inquietud como Aznar leyendo con gafas de sol en la nueva biblioteca Bush. Es verdad, lo reconocen los propios votantes conservadores en las encuestas. Este Gobierno, en lo productivo y creativo, es vano, desértico, inobservante. Pero eso es coherente con la doctrina. Responde a la mutación del liberalismo en un extraño futurismo híbrido, el maoísmo thatcherista o viceversa, que tanto encandila a nuestra comandante Zi Chuang Cospedal. Lo importante no es la sociedad ni el Estado. Lo importante es quién tiene el poder. El decisionismo. Es el momento ahora de hablar de la otra cara del Gobierno y hacerle justicia. Este Gobierno incumplidor está cumpliendo. Y lo hace con eficacia entusiasta, sin complejos. Cumple con una jerarquía religiosa estancada en Fray Vélez, el autor de El preservativo de la fe, cumple con una caverna instalada en Donoso Cortés, autor del Discurso de la dictadura, cumple con los ricos amnistiados por su patriótica repugnancia a los impuestos, cumple legalizando las construcciones ilegales en la costa, y abriendo paso a la definitiva destrucción paisajista del litoral español. Hay que ser ecuánimes. Aquí se cumple. Escribe John Berger en Fama y soledad de Picasso: “España es un país atado a un potro de tormento histórico”. Y ahí estamos, cumpliendo. El País, Manuel Rivas.

sábado, 6 de abril de 2013

La relación imperial del establishment alemán

Hoy el establishment alemán (los centros financieros y las grandes empresas dedicadas a la exportación junto a su instrumento político, bien representado por el gobierno Merkel) domina el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Junto con el Fondo Monetario Internacional, este establishment dicta e impone a los países periféricos de la Eurozona una serie de políticas públicas que están dañando el nivel de vida y bienestar social de las clases populares de tales países.

Tales políticas incluyen (1) recortes muy sustanciales de la protección social de tales países (con reducciones muy notables de las transferencias y servicios públicos del Estado del Bienestar) y otras intervenciones públicas que están deteriorando la infraestructura física y social del país, y (2) reformas laborales encaminadas a reducir los salarios de la población trabajadora. Las primeras políticas públicas se están imponiendo bajo el argumento de que hay que reducir el déficit y la deuda pública de tales países a fin de recuperar la confianza de los mercados financieros, y así los Estados puedan conseguir dinero prestado de los bancos. El segundo tipo de políticas públicas —la desregulación del mercado de trabajo— se fuerza sobre los países indicando que tal disminución de los salarios es necesaria para hacer a las empresas más competitivas y facilitar así las exportaciones, que serán las actividades económicas que sacarán a los países (incluyendo España y sus CCAA) de la profunda recesión en la que se encuentran.

Tales políticas se realizan con el apoyo de los establishments financieros, empresariales, políticos y mediáticos que gobiernan tales países periféricos (incluyendo España), pues, excusándose en la necesidad de mantenerse en Europa (presentando su permanencia en el euro como garantía de su pertenencia) imponen tales políticas. Consiguen con ello lo que siempre han deseado: debilitar al mundo del trabajo, a fin de optimizar sus intereses financieros y económicos. En todos estos países las rentas del capital están subiendo a costa del descenso de las rentas del trabajo. La evidencia de ello es clara, robusta y contundente. Entre 2009 y 2012, la parte del PIB que corresponde a la compensación de los trabajadores ha perdido peso. En España, este porcentaje ha pasado de ser el 50% al 46% (es decir, una disminución del 4% del PIB), en Grecia e Irlanda también se ha reducido el 4% del PIB y en Portugal el 3%. Lo que se llamaba antes la lucha de clases continúa desarrollándose en tales países con la ayuda del establishment alemán, que domina el establishment europeo.

¿Por qué se realizan tales políticas?
El hecho de que tales políticas se impongan a la población (en ninguno de tales países existe un mandato popular para que se lleven a cabo) se debe a que tales políticas benefician, además de a los establishments de los países periféricos, al establishment alemán, y muy en particular a la banca y a las compañías exportadoras alemanas. Los famosos rescates bancarios y las supuestas “ayudas financieras” a los Estados de los países periféricos es básicamente ayuda a los bancos alemanes (entre otros bancos europeos) como bien han reconocido economistas asesores al Gobierno Merkel como Jürgen Donges, en sus declaraciones de apoyo a las supuestas ayudas a España, aprobadas en el Parlamento alemán (Las responsabilidades del ‘establishment’ alemán en la crisis española, Público, 07.02.13).

Otro ejemplo del impacto diferencial de tales políticas ha sido el establecimiento del euro que ha beneficiado primordialmente al establishment alemán. Como he detallado en mis trabajos, el BCE no es un banco central. Es un lobby de la banca y muy en particular de la banca alemana. Ni que decir tiene que tal institución también está sujeta a otros intereses además de los alemanes, lo cual explica, en ocasiones, las tensiones entre el Bundesbank (el Banco Central Alemán) y el BCE. Pero, sigue, en general, las directrices del gobierno alemán, el cual sintetiza los intereses del establishment alemán. Y tal BCE está jugando un papel clave en imponer tales políticas. Su propia existencia, proveyendo préstamos a intereses muy bajos a la banca (pero no a los Estados), para que estos compren a intereses desmesurados la deuda pública de los Estados periféricos ha sido la causa del enorme endeudamiento de tales Estados. Tal crecimiento de la burbuja de la deuda pública está destruyendo (con los recortes de gasto público) el ya escasamente financiado Estado del Bienestar de los países periféricos de la Eurozona, destrucción que se hace para pagar a la banca alemana los intereses de tal deuda (además de debilitar el mundo del trabajo, lo cual explica el apoyo de tales políticas por parte del mundo empresarial exportador en tales países).

Y todo ello se presenta, realiza e impone, en teoría, para defender el euro y la pertenencia a Europa de tales países. La “alarma” de que el euro está en peligro es el justificante de tales políticas. Pero el euro nunca ha estado en peligro. Antes al contrario está sobrevalorado, perjudicando enormemente a las economías de los países periféricos. En realidad, las enormes desigualdades existentes entre el centro y la periferia de la Eurozona favorecen al primero y perjudican a los segundos. Existe un flujo de capitales de la periferia al centro que los países periféricos no pueden revertir. Es la descapitalización de tales países, impuesta por el establishment alemán, que es el primer beneficiario de tal sistema. Los bancos y los Estados de la periferia tienen una gran escasez de capital mientras que los bancos como Deutsche Bank y los bancos alemanes más importantes así como el Estado alemán tienen dinero de sobras.

Como el establishment alemán domina la Eurozona
Esta es la relación imperial que se genera y reproduce sin ningún tipo de intervención militar. De ahí que no pueda hablarse del IV Reich. Pero las relaciones de dominio económico, político e incluso mediático existen. Le sorprenderá al lector que incluya también el mediático. Dos ejemplos recientes de este dominio mediático han aparecido recientemente: uno es el veto a un artículo de Juan Torres en El País de Andalucía. Juan Torres publicó un excelente artículo (Alemania contra Europa, 24.03.13) alertando del dominio alemán haciendo una reflexión muy acertada de los paralelismos existentes con épocas anteriores. Tal artículo fue retirado de la web de El País donde inicialmente se publicó, debido a presiones mediáticas y políticas alemanas sobre El País. El establishment alemán no quiere que se hable del pasado relacionándolo con el presente.

Otro caso reciente prueba lo que digo: en un artículo reciente publicado el Público (Las responsabilidades del ‘establishment’ alemán en la crisis española, 07.02.13), señalaba yo que la influencia del establishment alemán en España es una constante en la historia de nuestro país. Señalaba que el gobierno alemán configuraba en gran medida las políticas del gobierno español que estaban dañando el bienestar de la población española. Pero añadía que el establishment alemán tenía una gran responsabilidad en la génesis de la crisis en España pues fue el gobierno alemán, bajo Hitler, el que jugó un papel determinante de la victoria del General Franco, impidiendo las reformas tan necesarias para modernizar el país, realizadas por la II República. No es por casualidad que los países como Grecia, Portugal y España, que están en una situación desesperante sean países que han sido dominados por fuerzas ultraconservadoras en la mayoría de su historia. Y en España, el establishment alemán jugó un papel clave en la victoria de tales fuerzas, frenando las reformas (iniciadas por la II República) del sistema productivo y de su economía, que han sido difíciles de aplicar debido a la enorme influencia que las ultraderechas tienen en España, que ahora utilizan “la crisis del euro” para continuar manteniendo sus privilegios.

Pues bien, una revista alemana (Kulturaustausch) tradujo tal artículo, eliminando toda referencia al pasado. Desaparecía la complicidad del establishment alemán en el establecimiento del fascismo español y en el mantenimiento de unas estructuras que mantuvieron España en el subdesarrollo económico, social y político por más de cuarenta años.

Una última observación: en Alemania (y en España) hay clases sociales.
El lector notará que a lo largo de este artículo hablo del establishment alemán, más que de Alemania. Y ello se debe a la necesidad de no confundir el establishment gobernante en un país con el propio país, una confusión que el establishment alienta y favorece pero que no corresponde a la realidad. En Alemania, como en España, hay clases sociales con intereses distintos que están en conflicto —como ahora— con gran frecuencia. Una de las “víctimas” del establishment alemán es la propia clase trabajadora alemana que es la que sufre en primera mano las reformas Schröder-Merkel. El crecimiento de la productividad alemana ha beneficiado predominantemente a las rentas del capital, no a las del trabajo, cuyos salarios han permanecido estancados por la mayoría del tiempo desde el establecimiento del euro.

Y es a esta clase trabajadora alemana a la cual va dirigida la desinformación producida por los medios de mayor difusión alemanes (incluyendo los llamados serios y responsables) que presentan la situación de los países periféricos como resultado de la pereza y escasa productividad de sus trabajadores, de su excesiva protección social, y otras falsedades, atribuyéndose el rechazo popular en estos países a tales imposiciones de políticas de austeridad a características culturales y étnicas que producen un populismo, poco maduro, como lo definía el Spiegel hace unos días. El racismo y el estereotipo étnico son una constante en la cultura hegemónica alemana.
Vicenç Navarro. Público
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/6765/la-relacion-imperial-del-establishment-aleman/

sábado, 9 de marzo de 2013

Entrevista con el diputado de la Izquierda Plural Joan Coscubiela "La desaparición de las cajas es un deseo de la banca con el apoyo entusiasta de Fernández Ordóñez"

Qué Hacemos/Eldiario.es

Referente del sindicalismo catalán durante años, diputado de la Izquierda Plural desde las últimas elecciones, Joan Coscubiela participó en la Subcomisión del Congreso sobre transparencia de productos financieros e hipotecarios por la que desfilaron los principales responsables del sector financiero en los últimos años.

Estuvo también presente en la comparecencia de Mario Draghi en el Parlamento, cuyo formato a puerta cerrada denunció y rompió tuiteando y grabándola en vídeo.

Hablamos con él sobre el control del sector financiero, a raíz de la publicación de Qué hacemos con el poder de crear dinero. La Subcomisión sobre transparencia de productos financieros, de la que forma parte, ¿ha servido para algo? ¿Qué balance hace de la misma?

Ha servido para poner en evidencia que con mayoría absoluta, si el PP no colabora, el Congreso no puede ejercer sus funciones de control del Gobierno. En todo caso, han aparecido indicios evidentes de las causas profundas de la “estafa” de las preferentes. Y de cómo el Gobierno Zapatero no supo reaccionar a tiempo y el Gobierno Rajoy ha renunciado a hacerlo.

¿No es paradójico que una subcomisión sobre transparencia se celebre a puerta cerrada?
No está justificado que las sesiones se celebren a puerta cerrada. Son esperpénticas, un debate bipartidista en canal cerrado que solo ven los púgiles.

¿Cómo valora que el exgobernador del Banco de España diga que el caso de Bankia no estaba bajo su control, como ha hecho Fernández Ordóñez en la Audiencia Nacional?
Es la evidencia de que ni Caruana [el anterior gobernador] ni Fernández Ordóñez desempeñaron con diligencia su función de supervisores.

¿Hasta dónde llega la responsabilidad del Banco de España en todo lo sucedido en el sector financiero? ¿Miró para otro lado o no le dejaron actuar?
Es una combinación de incompetencia provocada por la sustitución de la economía por la ideología y la sumisión a los poderes financieros. La incompetencia viene provocada por la obsesión “teológica” en identificar el mercado de trabajo como el problema y la reforma laboral como la solución. Pero además está la opción de la desregulación y la sumisión al poder financiero.

¿Qué valoración hace de todo el asunto Bankia, desde su fusión hasta hoy?
Es un cúmulo de despropósitos y de negligencias. Desde la asunción desmesurada de riesgos, hasta la fusión y posterior salida a Bolsa. Desencadenadas entre otros factores por la obsesión del PP de mantener controladas las cajas.

¿Cómo valora lo sucedido con las cajas de ahorro?
No todas las cajas han evolucionado igual. Un factor determinante ha sido la radical transformación en la práctica de su función social, sin que hayan existido mecanismos de control, de contrapeso. La desaparición del modelo de cajas es el objetivo deseado por los bancos desde hace tres décadas, con el apoyo entusiasta de Fernández Ordóñez. La irresponsable gestión de algunas ha brindado en bandeja esta oportunidad de desaparición de unas y de transformación de su naturaleza en el resto.

¿Se ha perdido la oportunidad de crear una banca pública?
La oportunidad existe aún, pero voluntad política no hay. Con el agravante de la contradicción que supone justificar las ayudas públicas a la banca en base a la trascendencia pública de la función financiera, y a continuación no aceptar que exista una parte del sistema de mayoría publica. Si el sector financiero no puede soportar que se le apliquen las leyes el mercado, no debería regularse exclusivamente por las leyes del mercado. En esta como en otras cosas se detecta la hegemonía ideológica de la derecha y la falta de ideas propias en determinadas esferas de la izquierda. La reestructuración bancaria resultará en mayor concentración financiera.

¿Habrá controles suficientes sobre un poder tan enorme?
Uno de los peores efectos colaterales de esta crisis del sistema financiero será la configuración de un oligopolio que debilitará los derechos de los ciudadanos y la función del regulador y el supervisor. Sobre todo, con los espacios de nadie que puede provocar la entrada en funcionamiento del supervisor europeo. Se deberían evitar las zonas opacas a la regulación y supervisión.

Visto el papel jugado por el Banco de España, ¿estaremos más tranquilos si es el BCE quien vigila el sector financiero español?
Otra de las evidencias de la crisis es la barbaridad política que supone el estatus de “independencia” del BCE. Un organismo “irresponsable” no debe responder ante ninguna institución democrática, lo que lo convierte en presa fácil del control ademocratico de los mercados.

La reciente visita de Mario Draghi al Congreso, el formato en que se realizó, ¿qué mensaje transmiten?
La comparecencia de Draghi puso de manifiesto hasta qué niveles de esperpento puede llegar la condición de organismo “independiente” el BCE. Total para no decir nada. Como si de lo que se tratara era de hacer evidente la posición de superioridad sobre la ciudadanía. Han presentado una querella contra el exgobernador del Banco de España por permitir que Alfredo Sáenz siga en el Santander.

¿Cómo influye la anulación del indulto en su querella?
Hemos presentado la querella por prevaricación. El Tribunal Supremo con su sentencia nos ha dado indirectamente la razón. Sáenz no puede ejercer sus funciones de directivo del Santander. La propuesta del Gobierno de reformar las normas para permitir que continúe ejerciendo, confirma que los gobiernos de Zapatero y Rajoy no tienen ninguna independencia en relación al poder financiero.

Para continuar el debate, más análisis y propuestas en Qué hacemos.
Fuente: http://www.eldiario.es/quehacemos/Coscubiela_bancos_cajas_BCE_Banco_de_Espana_6_106799321.html

miércoles, 31 de octubre de 2012

Lenguaje y poder. El agente doble de nuestro descontento

Belén Gopegui
Minerva

Belén Gopegui es una de las voces más sólidas e innovadoras de la narrativa española reciente. Desde su primera novela, La escala de los mapas (1993), su escritura se ha caracterizado por una negativa tajante a acomodarse en los territorios literarios más transitados. En ese sentido, ha indagado en las posibilidades de transformación política emancipadora como un terreno fructífero para la experimentación literaria. Su novela La conquista del aire fue llevada al cine con el título de Las razones de mis amigos, y la propia Gopegui ha sido guionista de las películas La suerte dormida, junto con Ángeles González-Sinde, y El principio de Arquímedes. Reproducimos a continuación la conferencia de Belén Gopegui en el Festival Eñe –donde intervino adoptando el papel ficticio de un escritor llamado Jaime Puertonuevo.

Texto leído por el presentador: Buenos días.
Me corresponde presentarles al escritor Jaime Puertonuevo. Discípulo de Clifford Geertz, convencido de que la cultura no es más que el conjunto de relatos que nos contamos sobre nosotros mismos, hoy le tenemos aquí en su doble condición de escritor y de profesor de estudios culturales. Desde hace dos años, Puertonuevo imparte un curso de doctorado en la Unknown University que ha alcanzado gran predicamento: «Saber sobre el no decir». «Todos», ha escrito Puertonuevo, «parecen saber acerca de lo que las personas dicen o cómo lo hacen, pero yo sé que nos están cercando. Los que callan. Y aunque me moleste reconocer que el genérico a veces es insuficiente, admitamos que dentro de ese ‘los’ habita un ‘las’ de dimensiones inquietantes». Creado en 2001 por Belén Gopegui, Jaime Puertonuevo es autor de un ensayo, algunas obras de netart y metaversos, dos piezas dramáticas y las novelas La escala de tu mapa, Tocar esa canción, La conquista del viento, Lo verdadero, El lado ardiente de tu cara, El hijo de Ana Karenina, Deseo de ser ella, todos ellos publicados en una misma editorial catalana, así como de su novela más reciente, Acceso indebido, con la que indebidamente entró en la red de la editorial internacional Mondadori. Los suplementos le adoran, es un habitual de las listas de libros más vendidos, ha obtenido numerosos premios comerciales, ha rebasado la cifra mágica de los cien mil seguidores en Twitter, por lo que bien puede calificarse su trayectoria, tal como figura en el programa, de éxito más que relativo. Les dejo ya con sus palabras.

Buenos días.
Gracias al Festival Eñe por acogerme, gracias al presentador por sus palabras. Ustedes se preguntarán por qué desde la situación privilegiada en que me encuentro he querido adentrarme en una materia con tan poco brillo: el no-decir. Verán, no siempre estuve en donde estoy ahora. Mis quince años fueron un calvario de granos y rencor social. La clase media me quedaba muy lejos, un cierto don para la palabra y el razonamiento lógico fue lo único que me permitió alejarme de mi entorno mediante becas y premios extraordinarios. De manera que aun siendo un varón, cuando a los dieciséis años leí Las amistades peligrosas, no pude por menos de agradecer a la marquesa de Merteuil que me ofreciera un programa de acción, y seguí sus consejos punto por punto, ¿los recuerdan?: «Mientras que se me creía aturdido o distraído, yo, escuchando, la verdad, muy poco los discursos que se me dirigían, ponía gran cuidado en oír los que se me querían ocultar. Obligado muchas veces a esconder los objetos de mi atención a los ojos de los que me rodeaban, probé a guiar los míos según mi voluntad. (...) Animado con este primer triunfo, procuré reglar del mismo modo los diferentes movimientos de mi semblante. Si tenía algún pesar, estudiaba la manera de darme un aire de serenidad y aun de alegría (...) No contento con no dejar adivinar mis ideas, me divertía en presentarme bajo diversas formas; seguro de mis ademanes, ponía cuidado en mis palabras. (...) Sólo yo sabía mi modo de pensar, y no manifestaba sino el que me era útil. (...) Profundizando en mi corazón, he estudiado el de los demás. He visto que no hay nadie que no tenga un secreto que no quiere que se sepa» [1].

Fui, pues, el agente doble de nuestro descontento o, cuando menos, del mío propio. Me encontré entre quienes, careciendo de poder, no aceptan la sumisión y, sabiendo que el desequilibrio de las fuerzas en contienda les hará perder la batalla en campo abierto, se emboscan o se infiltran y esperan pero, he aquí el dato fundamental, sin dar a entender que están esperando.

Ahora no diría que tengo poder sino una más que moderada capacidad de influencia en asuntos, debo admitir, triviales, pongamos qué escritor será traducido, gracias a mi recomendación, al alemán, o incluso al inglés, o a ese idioma soñado por los escritores, ¡el sueco!, y me basta con chasquear los dedos para ser invitado a la radio o la televisión. ¿Pero eso es poder? No, no me engaño, aunque soy un escritor de éxito más que relativo, un tropiezo, una enemistad, un cambio en el signo de los tiempos y seré víctima del escarnio o aún peor, caeré en el olvido: mis creaciones, tanto como los chismes que hago circular, seguirían colgados en la red pero nadie los repetiría. Porque mantener la ventaja es cansado y no he acumulado el capital suficiente que me permita sentarme a ver crecer las rentas. Venía desde muy abajo, llegué a lo alto en un momento en que la industria editorial entraba en crisis.

¿Cómo empezó mi interés por el no-decir? Recuerdo que hace años, con motivo de la publicación en Holanda de uno de mis libros, me presentaron a quien entonces llamaban la gran dama de las letras neerlandesas: Hella Hasse. Reconozco que apenas le presté atención. Sin embargo, años después, me enteré casualmente de que esa autora, hoy muerta, había escrito la correspondencia imposible entre la marquesa de Merteuil, tuerta, picada de viruela, refugiada en Holanda, y una erudita del presente. La novela no ha sido traducida a ninguna de las lenguas que domino, de manera que nunca llegué a saber qué se decían esas dos mujeres. Pero encuentro en Hasse mi propio interés hacia la segunda fase de la vida de la Marquesa, la que comienza fuera del libro después de que el autor, obligado por la moral de su tiempo, cargue las tintas en el desenlace y la convierta en ladrona, con parche en el ojo, picada de viruela.

Para las pocas personas que no tengan presente la novela de Laclos ni las versiones cinematográficas, me estoy refiriendo a un libro donde el combate de poder e ingenio entre dos seductores y manipuladores, la marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont, termina con la muerte física en un duelo del Vizconde finalmente arrepentido, y con la muerte social de la Marquesa: arruinada, despreciada por su entorno y despojada de su belleza por la viruela: «La enfermedad le ha sacado lo de dentro hacia fuera y ahora su alma está en su cara», dice en la novela alguien hablando de ella [2]. Amigo escritor, ¿realmente pudiste caer tan bajo? Siempre he pensado que en realidad no caíste, ese final tan redondo, tan moral, tan simétrico, tan por debajo de tu genio fue un exceso en el que no creías. Echaste a la Marquesa a las fieras para que dejaran de temerla y con ese gesto le diste la libertad, evitándole una derrota mayor: pues su huida con robo nos permite deducir que, a diferencia de Valmont, ella no lamenta, ni pide perdón ni se arrepiente.

A quien vaya a decirme que Laclos fue un jacobino, que fue comisario del poder ejecutivo en el estado mayor de su ciudad, que murió siendo general del ejército revolucionario, le responderé que lo sé. Y en la misma medida sé que con sus amistades peligrosas Laclos disparaba contra la aristocracia. La Marquesa no es su aliada. La Marquesa y el Vizconde son sus enemigos, y sin embargo, a veces el juego es más amplio. A veces un enemigo es un aliado porque la batalla es una guerra y el enemigo inmediato no importa tanto como el adversario último que habremos de vencer. Laclos salvó a la Marquesa aun condenándola, Laclos le dio las armas y el futuro.

Como la Marquesa, yo también manipulo, soy un simulador. No me encuentro entre esos escritores llamados de raza o que escriben con las tripas, expresiones ambas que se me antojan grotescas. Como la Marquesa yo seduzco a mi público, les doy ni siquiera lo que quieren oír sino lo que creen que quieren oír. No soy, desde luego, el único, pero al menos no me comporto como muchos otros colegas que se han protegido pactando, aceptando los encargos y prebendas de la clase privilegiada de donde provenían o a la que se esfuerzan por llegar a pertenecer. Yo he ido por libre, y no por creerme más de izquierdas que ellos, menos vendido. Lo he hecho por orgullo. Porque, como la Marquesa, a esos que pretenden controlarme les digo: «¿querer que yo me haya afanado tanto para no recoger el fruto? ¿que habiendo adquirido tanta superioridad con mi duro trabajo consienta en arrastrarme entre la imprudencia y la timidez? (...) No Vizconde, jamás». Como la Marquesa, yo también he contraído deudas económicas para mantener mi juego y no dispongo de una herencia que pueda subsanarlas. Dependo de mi éxito, no tengo plaza en la universidad sino un contrato de profesor asociado que pueden rescindir en cualquier momento. Es, por tanto, mi situación de más que relativa vulnerabilidad la que me lleva a interesarme por el silencio de los callados, pues soy muy consciente de que necesito un plan B.

Lo que primero llama mi atención no es lo que los callados no dicen, sino el revuelo, la inquietud que genera su no hablar. Sabrán ustedes que al año siguiente de publicar su novela, el creador de la Marquesa –¿o acaso fue la Marquesa quien te creó a ti, admirado Laclos?– realiza un gesto retórico perfecto. La Academia de su ciudad había propuesto un concurso de ensayos con la pregunta: «¿Cuáles serían los mejores medios de perfeccionar la educación de las mujeres?» Laclos responde en apenas tres páginas: no hay ningún medio puesto que «donde hay esclavitud no puede haber educación» [3]. Como bien advierte mi colega Julio Seoane, no es que el escritor diga no a la cuestión propuesta: «simplemente», y este es el gesto, «se niega a responderla» [4]. La reacción dominante a su ensayo no fue, sin embargo, comprender, casi diríamos, oír esa negativa, sino juzgar que el texto no había sido desarrollado hasta el final. No quisieron oír su admonición y, por supuesto, no aceptaron la imposibilidad de educar a los esclavos, a las mujeres. Pues admitir que el otro pueda no poder hablar, tanto como admitir que el otro pueda no poder ser educado, significa admitir que existe una amenaza de la que desconocemos su descripción y nombre.

Igual que la Marquesa, también yo leo a mis enemigos y, como Laclos, leo a los generales. Dice el general Evergisto de Vergara: «Sin una amenaza, es difícil diseñar una estrategia militar. La particular especie de cada amenaza define la naturaleza del conflicto que deberá estarse preparado para enfrentar» [5]. Así pues, mientras los instalados se pertrechan con escudos anti-algo, yo, que no tengo capital ni aliados fiables y que, por tanto, más que instalado me encuentro a la pata coja sobre un suelo inseguro y agitado, yo, que conozco mi debilidad, tengo buenos motivos para no confiarme ni mirar hacia otro lado cuando alguien calla e incluso cuando alguien no puede hablar.

Decidí que debía empezar por el principio. Para estudiar los relatos que nos contamos a nosotros mismos pregunté por el relato del silencio de quien no puede hablar. Desde diversos lugares me remitieron al mismo artículo de Gayatri Spivak, publicado por vez primera en 1988: «¿Puede hablar el subalterno?». Descubrí que, como en el caso de Laclos, lo interesante no era sólo la respuesta a la pregunta contenida en el artículo sino, en esta ocasión, el gesto retórico de hacerla y, una vez más, el revuelo, la inquietud generada por la osadía de sugerir un no.

Spivak ha reinterpretado en varias ocasiones el sentido de su texto, señalando que estaba dirigido en última instancia a plantear la cuestión de lo que más tarde ella ha llamado educación estética y que, aventurándonos un tanto, sería algo parecido a la formación del sujeto a través de sus deseos y no sólo de sus necesidades. En cualquier caso, en su texto Spivak aborda la ceremonia india en la cual las mujeres viudas debían arrojarse a la pira del esposo muerto. Habla de cómo los británicos quisieron acabar con esa ceremonia y lo hicieron legalmente pero no fueron capaces de hacerlo efectivamente. No lo fueron porque ni ellos ni tampoco los indios nativos que afirmaban que las mujeres querían morir, supieron, intentaron, quisieron dialogar con el sujeto subalterno. Y, por lo tanto, no supieron, intentaron, quisieron contribuir a la construcción de una imaginación entrenada en representarse el conocimiento de una vida donde inmolarse no es necesario.

Su texto tuvo multitud de respuestas. Ha habido excepciones, como el caso de un artículo que a su vez, en relación a las elecciones en Nicaragua de 1990, se atrevía a trasladar la duda al terreno colectivo preguntándose quién vota por el subalterno. Sin embargo, la gran mayoría fueron textos destinados a cuestionar tanto su afirmación: «el subalterno no puede hablar», como incluso la pertinencia de la pregunta.

Junto al ejemplo de las viudas, Spivak tomó para su artículo el de una joven india de dieciséis o diecisiete años, Bhubaneswari Bhaduri, que en 1926 se colgó del modesto apartamento de su padre en el norte de Calcuta. «Los motivos que la llevaron a eso fueron un misterio» –relata Spivak– «pues, como Bhubaneswari tenía la menstruación en aquellos momentos, estaba claro que no se trataba de un caso de embarazo ilícito. Nueve años después se descubrió que era miembro de uno de los muchos grupos relacionados con la lucha armada por la independencia de la India. De hecho se le había asignado un asesinato político. Incapaz de afrontarlo y consciente de la necesidad práctica de hacerlo se suicidó» [6]. Sin embargo, cuando décadas más tarde, Spivak preguntó a las descendientes de esa familia la causa de la muerte de Bhubaneswari, le dijeron: parece que fue un caso de amor ilícito. Fue ese fracaso de comunicación, según ha contado Spivak, la inutilidad del gesto deliberado de la joven aguardando unos días para darse la muerte, lo que la llevó a enunciar su negativa: el subalterno no puede hablar. Es obvio que la frase de Spivak no era un mandato, sino una descripción y al mismo tiempo un lamento.

Pero nadie quiere oírlo, incluso Spivak ha llegado a calificar su frase de inapropiada o poco recomendable.

Una de las vías para refutar a Spivak ha sido acudir al origen social de Bhubaneswari y de las viudas, afirmando que en ningún caso eran «verdaderos» subalternos. Bhubaneswari era una mujer de clase media con acceso, si bien clandestino, al movimiento burgués por la independencia, y la mayoría de las viudas que se ofrecían para la autoinmolación debían pertenecer a cierta casta. Además, colmando el vaso de la paradoja, se le dice a Spivak que al fin y al cabo ella sí ha sido capaz de leer a Bhubaneswari, luego Bhubaneswari, bien que tarde, ha hablado. Con dureza, Spivak replica: «El desciframiento de una incógnita, muchos años después, por parte de otro en una institución académica no debe ser demasiado rápidamente identificado con el hablar del subalterno» [7].

Quiero recoger de Spivak el valor de preguntarse y llegar a plantear que hay silencios irrecuperables en un mundo donde la mayoría pensante, ilustrada y alterna, quiere que los subalternos hablen, que las mujeres puedan ser educadas, que todo fluya. Una vez recogido, me voy a permitir no preocuparme demasiado sobre la condición pura de subalternidad y pensar solamente en quienes no pueden hablar porque ocupan la parte en desventaja, el lugar de aquel que no ha elegido las reglas del juego en una relación de poder. En mi pregunta conviven los subalternos con quienes ya han iniciado su «largo camino hacia la hegemonía» pero su palabra se demora cincuenta años en ser oída, o veinte, o cinco, o aún no ha sido escuchada: ¿Qué pasa con el silencio de esas vidas? ¿La parte en desventaja puede siempre hablar?

No, no siempre puede. Y a mí me interesa su silencio porque no soy tímido ni imprudente y no quiero dilapidarlo sino ponderar su utilidad. No poder hablar es, desde luego, distinto de no hablar. ¿Quién no ha hecho cosas a la chita callando? Dicen que Jane Austen «se alegraba de que chirriase un gozne antes que alguien entrara» [8] en la habitación donde escribía, porque así le daba tiempo a esconder el manuscrito de Orgullo y Prejuicio o a taparlo con papel secante. También Garfio se alegraba del sonido del tic-tac del reloj que se había tragado el cocodrilo y sabía que en el momento en que el reloj se parase, cuando ya no pudiera hablar, su perseguidor daría con él. Más miedo que el gozne que chirría da el silencio del perseguidor. Es una estratagema con ventajas evidentes. ¿Y en el caso del perseguido?

Conocerán ustedes la advertencia de Amelia Valcárcel: «No tener poder corrompe también, y a menudo más deprisa» [9]. Repliquemos, no obstante, que son dos clases distintas de corrupción. La segunda, la de quien no tiene poder, ha sido descrita así por Adrienne Rich: «La debilidad puede conducir a la lasitud, a la autonegación, a la culpa y la depresión», pero a continuación la poeta estadounidense añade: «también puede generar ansiedad patológica y astucia y un estado permanente de alerta y observación práctica del opresor» [10]. La Marquesa lo sabía. La necesidad unívoca de conocer al que nos domina es muy diferente de la conveniencia, biunívoca, de conocer al enemigo. Quien está en el poder a veces la olvida, entonces, ah error, cree que cuando callan «están como ausentes y nos oyen desde lejos y nuestra voz no las toca» [11]. Otras veces el poderoso no lo olvida y encarga estudios, si bien no es fácil que el conocimiento mercenario posea la astucia que genera la ansiedad patológica, y que, por ejemplo, a lo largo de la historia de la intimidad se ha traducido en el constante preguntar con aprensión, con rabia: «¿En qué piensas?».

«Este es el lenguaje del opresor / y sin embargo lo necesito para hablarte» [12], ha escrito también Adrienne Rich. Hablan, sí, parece que los callados hablan en el lenguaje del opresor pero no sabemos en qué lenguaje guardan silencio. Y yo, ¿por qué les digo todo esto? ¿Acaso temo la amenaza de los débiles? ¿Acaso soy o creo ser uno de ellos? ¿Cuál es mi posición?

En junio de 1938, Virginia Woolf escribe: «Como mujer, no tengo país; como mujer no quiero país; como mujer mi país es el mundo entero» [13]. En 1984, 46 años más tarde, Adrienne Rich ha seguido avanzando por ese camino hasta llegar a estas palabras: «Dejando a un lado las lealtades tribales, y aunque los Estados nacionales sean ahora simplemente pretextos utilizados por los conglomerados multinacionales para servir a sus intereses, necesito entender la manera en que un lugar en el mapa es también un lugar en la historia dentro del cual como mujer, como judía, como lesbiana, como feminista, he sido creada e intento crear» [14]. Woolf comienza más cerca de la Ilustración, de la confianza en un lugar común, una razón común si bien admitiendo que esa razón ha estado fracturada, que ha dejado fuera, cuando menos, a media humanidad. Pese a todo Woolf parece creer en la posibilidad de un lenguaje común, en el cual importarían más las palabras dichas que quién las dice. «El principio de la Ilustración», Hegel, «es la soberanía de la razón, la exclusión de toda autoridad» [15]. Rich cuestiona que la autoridad sea sólo la visible, y se acerca a Alicia y a Zanco Panco:
«–Cuando yo uso una palabra –insistió Zanco Panco con un tono de voz más bien desdeñoso– quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.
–La cuestión –insistió Alicia– es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
–La cuestión –zanjó Zanco Panco– es saber quién es el que manda..., eso es todo» [16].

¿Puede haber un lenguaje sin contexto? ¿Existe una esencia en el lenguaje que nos permita, tal como se suman números sin sumar cosas, sumar palabras sin decir de dónde vienen, sin saber de dónde vienen? ¿Es posible imaginar un colectivo de individuos sin contar la clase, raza, nación, cultura, tradición, la posición?

¿Si no fuera posible estaríamos condenados a movernos entre la fragmentación, esto es, la división, y un esencialismo de trazo grueso que anule las diferencias? ¿Pero acaso no pueden establecerse alianzas que contemplen las diferencias? ¿No es distinto lo distinto de lo contradictorio?

Digamos que es un peligro ignorar la posición y digamos entonces que para seguir hablando, para que ustedes me oigan, necesitan saber más de mí. Tal vez mi clase social, mi raza, mi género, mi país, etcétera, pero también, por ejemplo, por qué un escritor no canta. «El arte» –dijo Tolstoi– «es un medio de fraternidad entre las personas que las une en un mismo sentimiento y, por lo tanto, es indispensable para (...) su progreso en el camino de la dicha» [17]. Avanzar en ese camino no requiere una ópera ni una novela, ni siquiera una película. Bastaría con una canción.

Ahí lo tienen, la expresión de una vida razonable como si estuviera muy cerca, a la vuelta de la esquina. Pero yo no canto, dispongo sólo de un lenguaje sin música ni timbre para mis ficciones y tengo que citar a Rich una vez más: «El lenguaje es poder y (...) si la mayoría silenciosa encontrara la liberación del lenguaje, no se contentaría con perpetuar las condiciones que la han traicionado» [18].

He aquí un dilema contundente: perpetuar o no las condiciones que nos han traicionado. Oigamos, por ejemplo, la respuesta de Patti Smith a la pregunta por el género: «Yo no limito mis ideas sobre mí misma al género, siempre he peleado contra eso, en Horses se dice: sé ‘agénero’, porque yo no pienso en mí como una cantante femenina, o una artista femenina. Mucha gente considera que es un punto de vista fuerte, feminista, decir que eres fémina, y para mí eso te limita, tú no dices ‘pintor masculino’, no dices Picasso era un pintor blanco masculino, es Picasso, es un artista. Así que a mí realmente no me gusta confinarme en un género» [19]. Patti Smith, una de las personas que más se ha rebelado contra las imposiciones del género femenino, acepta sin embargo una categoría tradicionalmente masculina, y en cualquier caso «superior», artista, que le permite escabullirse. ¿Lo hace porque necesita escabullirse? No parece que lo necesite. Quizá sólo finge aceptar esa categoría. Quizá sus declaraciones son su manera de no responder. El género es una lata, una carga, ha declarado en otra ocasión.

Habrá quien piense que Patti Smith abandona, perpetúa condiciones injustas al no aceptar seguir luchando desde su posición de mujer que sabe que el género es una carga. Por no aceptar, ni siquiera acepta el abstracto país de las mujeres de Virginia Woolf, sino uno más reducido aunque igual de abstracto, el país de los artistas. Habrá, sí, quien hubiera entendido mejor una respuesta elusiva desde abajo, no soy una cantante femenina sino una criatura viva, que a veces canta. Y habrá quien, por el contrario, considere que ante una pregunta que no quiere ser respondida, que no merece serlo, el silencio puede aparecer bajo la forma de la simulación. El perseguido finge no huir, el perseguido finge no ser el blanco mientras espera y trama.

Una vez vi una película sobre Julio César muy poco fiel a los datos históricos conocidos, sin embargo no es Julio César quien me importa ahora ni los hechos comprobables sino la peripecia de un personaje secundario. Un preceptor que Julio César había encontrado en Asia para su hija. El preceptor era como de la familia, además de culto y sabio. Hasta que un día de desórdenes y enfrentamientos con los esclavos, le detienen y le llevan a prisión. La hija de César pide a su padre que le busque. Cuando al fin le encuentran, César y su hija hacen que el centurión que custodia a los esclavos abra la puerta de la celda donde se amontonan para liberar al preceptor y que regrese al hogar del amo. Aaah, pero el preceptor elige quedarse. Ellos, dice, mostrando con un gesto a los otros esclavos, son los míos, a ellos pertenezco.

Es este sentido de pertenencia lo que se le pide a alguien en la batalla y no que remontándose a una pertenencia distinta, abstracta, termine sin embargo abandonando a quienes quedan detrás de las rejas. Tal actitud sería la descrita por Rich al hablar de la mujer que cree haber triunfado en soledad: «El poder arrebatado a una gran mayoría de mujeres se ofrece a unas pocas para que parezca que cualquier mujer ‘verdaderamente cualificada’ es capaz de acceder al liderazgo, el reconocimiento y la recompensa; es decir, que prevalece de hecho la justicia basada en el mérito. Se incita a la mujer cuota» –o al esclavo cuota, valdría decir– «a que se perciba digna de ello y excepcionalmente dotada, diferente de la mayoría de las mujeres» [20]. No olvidemos, sin embargo, que tampoco los gestos son abstractos, ocurren en el tiempo y hay que decidirlo todo, no sólo con quién sino cuándo empieza la batalla frontal y cuándo hay que luchar sin dar a conocer nuestras lealtades, recopilando información, estando callado, y cuándo hay que decir a quién se pertenece.

Supongamos que ustedes me preguntan ahora a quién pertenezco. ¿Soy esclavo o dueño? Quizá recuerden, de la reciente precuela de El Planeta de los simios, El origen del Planeta de los simios, una escena parecida a la del preceptor de la hija de César. El protagonista, un simio muy inteligente, ha sido recluido con sus iguales. Sus dueños humanos acuden a rescatarle de la gran jaula. Como el preceptor de la hija de César, el simio duda, mira la cadena que sus amos, no obstante ser amabilísimos, traen para él, y rechaza la supuesta libertad. El simio se queda entre los suyos. Luego, a lo largo de la película, logrará junto a ellos una libertad real, sin amos, para toda su especie. En cuanto a mí: ¿soy simio o soy humano? Un esclavo, a diferencia de la lucha entre especies que narra El planeta de los simios, pertenece a la misma especie que su dueño. Los géneros, las razas, la explotación, se producen en el seno de la misma especie. Aun a riesgo de contrariar a una parte inteligente y admirable del discurso posmoderno, les diré que esas condiciones, sexo, raza, clase, género, nacionalidad, me interesan mucho menos en sí mismas que en cuanto signos de una posición. Son las posiciones de opresión o preeminencia, de dominio o explotación, las que quiero transformar.

Empezando por la mía. ¿Domino o soy dominado? Supongamos que contesto que tengo mis dudas, y mis deudas. Han oído que soy un escritor de éxito más que relativo pero, ¿qué es lo que no les han dicho? Mi exquisito presentador no les ha dicho hace cuánto tiempo ocurrió ese éxito. En cuanto a mí, les dije que tenía deudas, pero supongamos que callé que soy un hombre arruinado. Que he perdido mi capital como a tantos les está sucediendo en estos días. Y con mi capital, estoy perdiendo la propiedad de mi casa. Aunque parece que poseo medios de producción, un ordenador y un poco de electricidad y las palabras, no es exacto. Necesito poner mi imaginación al servicio de una editorial que se haga cargo de ella durante varios años. Y puede que ni así consiga un salario, ya les dije que la industria editorial está en crisis. Tal vez si cuelgo mis novelas en la red suene la flauta, pero no va a sonar. Los cien mil seguidores –por cierto, hace meses que van cuesta abajo y diría que en picado– no comprarán mi libro si sólo yo se lo sugiero. Con respecto a mis clases, supongamos que les digo que los recortes presupuestarios han repercutido en algunas materias, entre ellas la mía. En efecto, hace dos meses que dejé de ser un profesor.

Mi voz ha cambiado ahora, lo sé. Suena un poco más débil, se diría incluso que imploro comprensión, y sonaría mucho más débil aún si no hubiera utilizado el supongamos, si les hubiera ofrecido la certidumbre de mi ruina. Esto es lo que yo llamo la pistola invisible del lenguaje. La pistola la tomo de David Mamet, y lo invisible de Alicia. Mamet: «El drama no tiene por qué afectar necesariamente el comportamiento de las personas. Existe un artefacto fantástico y enormemente efectivo que transforma la actitud de las personas y hace que vean el mundo desde otra perspectiva. Se llama pistola» [21]. A nadie se le oculta la función del contexto en el habla; si digo ese sonido, ustedes saben que para comprender de qué sonido hablo deben conocer en qué lugar me encontraba cuando lo dije. Pero, y aquí viene Alicia, la comprensión de ustedes depende también de que ustedes sepan si mando. Si poseo algún tipo de poder que afecte o pueda afectar a su actitud y a la perspectiva con la que ven el mundo. Porque, si no lo poseo, podría por ejemplo ocurrir que su indiferencia hacia mis palabras fuera tan alta que jamás reparasen en que estoy hablando de sonido, que ni siquiera lo oyeran y que, caso de oírlo al azar, no tuvieran interés en precisar a qué sonido en concreto me refiero.

Supongamos que no sólo les confieso que estoy arruinado. Supongamos que les digo que yo, como César, tengo una hija. Tengo una hija y esperaba, lo admito, comprar su igualdad, equilibrar el desequilibrio que aún existe con dinero. «La igualdad formal ha traído la igualdad real, los tiempos han cambiado, hay mujeres que gozan de ventajas sin número y nos oprimen valiéndose de su doble situación de víctimas y no víctimas, bla, bla, bla». Yo he dicho todas esas frases. Vivo en el siglo XXI y cuando leo el tercer ensayo de Laclos, «De las mujeres y de su educación» –no aquel en donde negaba que pudiera darse educación en la esclavitud, sino el que escribió doce años después, siendo ya él padre de una adolescente y pensando, al parecer, en ella–, me aterra convenir con el propósito de palabras escritas hace dos siglos. Palabras dirigidas a que la joven que desee instruirse adquiera también, cito: «un espíritu lo suficientemente bueno como para no mostrar sus conocimientos más que a sus amigos más íntimos y de manera confidencial, por decirlo así». En mi propia actualización hoy significaría: disimula, juega, embóscate.

¿Cuál es mi posición ahora? ¿Puedo definirme dejando fuera a quien me continúa, a quien es mi reproducción? «El capitalismo –escribe Silvia Federici– ha creado formas de esclavitud más brutales e insidiosas, en la medida en que inserta en el cuerpo del proletariado divisiones profundas que sirven para intensificar y ocultar la explotación. Y debido, en gran parte, a estas divisiones impuestas –especialmente la división entre hombres y mujeres– la acumulación capitalista continúa devastando la vida en cada rincón del planeta» [22]. ¿Un padre libre que ve cómo a su hijo le hacen esclavo, defenderá el sistema que le da la libertad aun a costa de quitársela a su hijo? Hemos visto que muchas veces sí, pero no siempre. «Puedes ser lo que realmente quisieras ser, es una verdad a medias», otra vez Rich [23]. «Tenemos que ser muy claras respecto a la parte del camino que falta por recorrer, en vez de susurrar el temible mensaje subliminal: ‘no vayas demasiado lejos’. Es preciso explicar a la niña desde muy temprano las dificultades concretas que deben enfrentar las mujeres hasta imaginar "lo que quieren ser"».

De acuerdo, de acuerdo. Debí haber explicado eso a mi hija. No debí haberla abandonado en la oscuridad respecto a «las expectativas y los estereotipos, las promesas falsas y la falta de fe que la aguardan». Debí haberle hablado, incluso, de algún sujeto que al oír esta reflexión me espetará que hace decenas de años que existen los colegios mixtos, como si la educación se limitara a unos cursos reglados, como si acaso él mismo, subalterno y dominado, hubiera acertado a desarrollar unas facultades que no ha deliberado ni puede poner en práctica, como si temiera la potencia que contiene la no-educación precisamente en una sociedad que pretende estar educando sólo porque reparte conocimientos dóciles y envasados. Debí, pues, haberme ocupado de convertir el silencio de mi hija en bomba de relojería. Pero no lo hice y ahora me ocupo de hablar de los silencios.

También del mío. Tal vez si desde muy pronto me identifiqué con la Marquesa, tal vez si me interesan los idiomas de quien ha sido sojuzgado, es porque hay una clase de feminidad que quiero habitar. Quizá si al nacer no me hubieran puesto un nombre de hombre ni de mujer y me hubiesen dejado crecer indeterminado en relación al género, yo hubiera finalmente rechazado las características que a los hombres se nos suponen. ¿Pero habría elegido entonces aquellas que no quiero que le impongan a mi hija? No, habría arrojado lejos las expectativas, habría construido mi propia suma de características.

¿Qué le ha pasado a mi voz? ¿Qué le está pasando? ¿Pueden ustedes oír cómo se adelgaza? ¿Pueden imaginar hasta qué punto se adelgazaría, y de qué modo crecería en cambio mi silencio, si yo les dijera que no soy un profesor ni el padre de una hija sino una escritora ligeramente harta de la condescendencia? ¿O qué pasaría si les dijera que yo soy Andreas Pum? ¿Le conocen? Procede de la novela de Joseph Roth La rebelión, es un tullido de guerra que al principio acepta su situación, se siente orgulloso de haber dado su pierna por su patria, acepta el organillo con que le recompensan para que mendigue por la calle con licencia. Pero su destino se va truncando y un día, mientras se muere, no dice, ni siquiera puede llegar a decir, sino que sueña que dice estas palabras: «De mi devota humildad he despertado a la roja y rebelde obstinación» [24].

¿Cuál es, cuál puede ser el lugar para esa obstinación? Las calles se llenan de gente, no lo llaman obstinación, lo llaman indignación, tal vez se le parece. Yo sigo pensando en el saber sobre el no decir, nombrado por Josefina Ludmer en su artículo «Las tretas del débil»: «Decir que no se sabe, no saber decir, no decir que se sabe, saber sobre el no decir» [25]. Ludmer aplica esta serie a su análisis de la conocida «Respuesta de Sor Juana Inés de la Cruz a Sor Filotea», siendo sor Filotea en realidad el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz. Ludmer resume así los recursos a que debe acudir quien se opone mediante la palabra y desde una posición de subordinación, que sería la mía si no fuera porque describirla significaría aceptar que hoy hay un lenguaje posible para la descripción. Y ya no lo acepto. «También Satán termina vencido, lo que no limita su carrera» [26], dijo Malraux hablando de la marquesa de Merteuil. No hay vencidos, no hay débiles, no hay voz sino una posición en movimiento. Andreas Pum con su pata de palo y la Marquesa picada de viruela somos yo. Estamos al otro lado, tenemos nuestro propio sonido que es muy distinto de la palabra pura y neutral inexistente.

Por eso, mientras se siguen escribiendo artículos, publicando libros, creando cátedras y disciplinas, mientras se ganan espacios y se recuperan vidas, mientras se entra en las pantallas y se derriban los estereotipos en los relatos, en los deseos, mientras no se entra y en las dificultades se ataca primero a los que nada tienen, a veces ni su cuerpo, mientras se traga saliva y llueven golpes, mientras se cae y se vuelve a empezar, mientras se habla, mientras se finge que se habla, lo que no se dice es un rumor creciente, y no hay partida, y no hay batalla sino una lucha desigual y un lenguaje entregado al mejor postor, alterno y dominante.

Por eso no hay reglas del juego, ni convención, ni acuerdo sino sólo sospecha. Por eso, «para que tú nos oigas como queremos que nos oigas» hemos parado el reloj y aceitado los goznes: no hay tic-tac del perseguido, no hay aviso, todo es arma.

Notas:
1. Pierre-Ambroise Choderlos de Laclos, Las amistades peligrosas, traducción de Gabriel Ferrater, Barcelona, Mondadori, 2008. Fragmentos de la carta LVXXXI con el género alterado, pp. 200-211.
2. Ibíd. p. 453.
3. Pierre-Ambroise Choderlos de Laclos, La educación de las mujeres y otros ensayos, Madrid, Siglo XXI, 2010, edición de Julio Seoane Pinilla, p. 38.
4. Ibíd. p. 16.
5. Evergisto de Vergara: «Sin riesgos, amenazas ni hipótesis», Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires, septiembre de 2011.
6. Gayatri Chakravorty Spivak, ¿Pueden hablar los subalternos?, traducción y edición crítica de Manuel Asensi Pérez, Barcelona, MACBA, 2009, p.120.
7. Ibíd. p. 123
8. Virginia Woolf, Un cuarto propio, traducción de Jorge Luis Borges, Barcelona, Júcar, 1991, p. 95.
9. Amelia Valcárcel, Sexo y filosofía. Sobre mujer y poder, Barcelona, Anthropos, 1991, p. 137.
10. Adrienne Rich, Nacemos de mujer, traducción de Ana Becciu, Madrid, Cátedra, 1996, p. 115.
11. Pablo Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Poema 15: «Me gustas cuando callas».
12. Adrienne Rich, Poemas (1963-2000), edición y traducción de María Soledad Sánchez Gómez, Madrid, Renacimiento, 2002, p. 67.
13. Virginia Woolf, Tres Guineas, traducción de Andrés Bosch, Barcelona, Lumen, 1999, p. 73.
14. Adrienne Rich, Sangre, pan y poesía, edición y traducción de María Soledad Sánchez Gómez, Barcelona, Icaria, 2001, p. 207.
15. Friedrich Hegel, Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, traducción de José Gaos, Madrid, Revista de Occidente, 1974, p. 604.
16. Lewis Carrol, Alicia en el País de las Maravillas, traducción de Jaime de Ojeda Eiseley, Madrid, Alianza, 1973, p. 116.
17. León Tolstoi, ¿Qué es el arte?, traducción de Malte Beguiristain, Barcelona, Península, 1992, p. 17.
18. Adrienne Rich, Sobre mentiras, secretos y silencios, traducción de María Soledad Sánchez Gómez, Madrid, Horas y Horas, 2011. Capítulo «Enseñar a estudiantes por libre».
19. «Patti Smith about the gender question», Cologne 2002:
http://www.youtube.com/watch?v=TSW4ONnQfJE
20. Adrienne Rich, Sangre, pan y poesía, edición y traducción de María Soledad Sánchez Gómez, Barcelona, Icaria, 2001, p. 27.
21. David Mamet, Los tres usos del cuchillo, traducción de María Fadella Martí, Barcelona, Alba, 2001, p 43.
22. Silvia Federici, Calibán y la bruja, traducción de Verónica Hendel y Leopoldo Sebastián Touza, Madrid, Traficantes de Sueños, 2010, p. 90.
23. Adrienne Rich, Nacemos de mujer, op. cit., p. 355
24. Joseph Roth, La rebelión, traducción de Feliú Formosa, Barcelona, El Acantilado, 2008, p. 147.
25. Josefina Ludmer, La sartén por el mango, Puerto Rico, El Huracán, 1985.
26. André Malraux, prólogo a Las amistades peligrosas, Barcelona, Tusquets, 1989, p.13.
Fuente: http://www.revistaminerva.com/articulo.php?id=533#artnotes

domingo, 2 de septiembre de 2012

La ocupación del lenguaje


La derecha no solo disfruta de un poder político y económico indiscutible sino que también busca la hegemonía cultural. Para hacerlo, procura desacreditar el progresismo valiéndose muchas veces de su discurso


 Actualmente la derecha acapara un inmenso poder político y económico. Pero además de imponer en toda su radicalidad el modelo neoliberal, trata de operar un cambio de mentalidades que lo normalice y con ello ejercer la hegemonía cultural mediante el control de las representaciones colectivas. Este proyecto se sustenta en una campaña sistemática de autolegitimación y descrédito de los argumentos progresistas, en coordinación con la derecha mediática mayoritaria, cuyas estrategias discursivas fundamentales son:

 La creación y propagación de conceptos.
Propias o prestadas, las nuevas nociones trazan un mapa de la vida pública, sus actores y sus conflictos: competitividad, moderación salarial, dar confianza a los mercados, privilegios (para denominar derechos), copago. Se exponen como verdades incuestionables pero su sentido y alcance nunca se explicitan, pues parecen lograr mayor eficacia práctico-política cuanto menor es su precisión semántica. Por ejemplo, “libertad” asume un significado muy cercano a “seguridad”. El eslogan de la BESCAM en Madrid lo ejemplifica: “Invertir en seguridad garantiza tu libertad”. Como en la “neolengua” de Orwell, las nuevas nociones son a menudo “negroblancos”, inversiones del significado común de los vocablos. El “Plan de Garantía de los Servicios Sociales Básicos” es el programa de recortes del gobierno de Castilla-La Mancha. El “proceso de regularización de activos ocultos” de Montoro es una amnistía fiscal.

 Klemperer narra que la población alemana no hizo suyo el lenguaje de los nazis a través de sus tediosas peroratas, sino por medio de expresiones repetidas de modo acrítico en los contextos de la vida cotidiana. Las palabras de los actuales líderes de la derecha no son menos letárgicas. Sus muletillas (“no se puede gastar lo que no se tiene”; la sanidad “gratuita” es insostenible; solo nosotros tenemos “sentido común”) contrarían cualquier prueba de verdad o validez normativa: el capitalismo financiero se basa en el crédito, o sea, en “gastar más de lo que se tiene”; la sanidad pública no es gratuita, sino financiada colectivamente; y es una inversión ideológica y un dislate suponer que cabe sentido común en el hecho de reclamarlo como propio y exclusivo, es decir, como no común. Pero por su simpleza, su fuerte arraigo en la doxa y su apariencia no ideológica, tales expresiones consiguen adhesión.

 La usurpación de la terminología del oponente.
Nadie es dueño del lenguaje, pero las expresiones se adscriben legítimamente a tradiciones, relatos e identidades políticas determinadas. Al usurpar los términos de la izquierda, la derecha neutraliza y a la vez rentabiliza su sentido contestatario. Esperanza Aguirre afirma que las políticas de los sindicatos “son anticuadas, reaccionarias y antisociales”. Palabras como “cambio” o “reformas”, antes vinculadas a proyectos progresistas, disfrazan ahora contrarreformas. Rajoy dijo en la conmemoración oficial de la Constitución de 1812: “Los gaditanos nos enseñaron que en tiempo de crisis no solo hay que hacer reformas, sino que también hay que tener valentía para hacerlas”. Sustentándose en la reputación de espacios y tiempos institucionales, los actuales recortes se invisten del valor simbólico de reformas históricas... Seguir leyendo aquí.
(GONZALO ABRIL / MARÍA JOSÉ SÁNCHEZ LEYVA / RAFAEL R. TRANCHE, en El País, 1 SEP 2012.) (The Family, verano en Galicia)