Todos conocemos a personas egoístas que solo miran por sí mismas. Esa preocupación obsesiva por el propio interés acaba dañando a los demás. Porque el egoísta piensa que lo suyo es suyo y que también debería ser suyo lo de los demás. “El egoísta es capaz de prender fuego a la casa del vecino para freírse un huevo”, dice Sir Francis Bacon. La metáfora me parece excelente porque para obtener un pequeño beneficio, el egoísta no duda en hacer un grave daño.
“El egoísmo es la tendencia, la actitud personal o el principio doctrinal que impulsa a una persona a optar por su interés propio con exclusión del interés de los demás”, se dice en el Diccionario razonado de vicios, pecados y enfermedades mentales”, de Jorge Vigil Rubio.
En la página 55 de la estupenda novela de Fernando Aramburu “Los vencejos” me he encontrado con esta significativa definición con la que el protagonista califica a dos miembros de su familia, Amalia, su mujer, y Raúl, su hijo: son “militantes del egoísmo”. Ser militante del egoísmo, pienso yo, no es lo mismo que ser egoísta, es mucho más. Es ser un acérrimo defensor de una sola causa. Y la causa es el propio individuo.
En un pueblo de la provincia de Córdoba hay una familia que tiene un peculiar apodo. Son los “To pa mí”. No sé cuál es el origen y la antigüedad del mote, pero describe muy bien la obsesiva pretensión de los miembros de la saga. Obsérvese que no dice “lo mío para mí”, sino “todo para mí”. Lo mío y lo de los demás. Lo mío y lo de los demás. Para los militantes del egoísmo el ombligo propio es el centro del universo.
Hay un egoísmo grupal. Pienso, por ejemplo, en familias como la que acabo de describir. Todo es para nosotros. A costa de quien sea y de lo que sea. Pienso también en una institución religiosa, deportiva o cultural. Todo para nosotros por encima de todo y de todos.
Cuando era estudiante, un profesor colocaba una máxima semana en le encerado. En una ocasión escribió lo siguiente: “Lo mejor y lo primero, para mi compañero”. Un espabilado compañero, cambió de lugar la coma. Y la frase quedó así: “Lo mejor y lo primero para mí, compañero”. Es un buen lema para los militantes del egoísmo.
Hoy me quiero centrar en los egoístas antisociales. Y voy a referirme a cinco grupos de forma especial. No son los únicos, claro está.
El primer grupo es el de los evasores fiscales. Personas que no tienen ningún remilgo en buscar su beneficio evadiendo impuestos a pesar del daño que causan al bien común. El perjuicio en la calidad de la educación, la sanidad, y demás servicios públicos es evidente. Pero, claro, ellos tienen satisfechas sus necesidades y sus caprichos. Lo tienen todo bien resuelto. Lo estamos viendo estos días con los llamados Papeles de Pandora. Qué tremendo escándalo. Políticos, escritores, cantantes, entrenadores, deportistas multimillonarios guardan sus fortunas en paraísos fiscales. ¿Para cuándo un control mundial sobre estos delitos? Cómo es posible que se pueda hacer impunemente esta trampa? ¿Cómo es posible que no haya acceso de la justicia a esos bancos que son reductos del delito? Es como si hubiese lugares en los que se pudiera asesinar impunemente, sin que la policía o la justicia pudiera acceder a ellos.
El segundo grupo es el de los narcotraficantes. Lo he pensado muchas veces. ¿Cómo puede buscarse el enriquecimiento egoísta a costa de la destrucción de la vida de muchos jóvenes, de tantas personas que van a consumir esas sustancias que se despachan como venenos a los consumidores? ¿Por qué no existe un mayor control sobre ese mercado destructor? Habrá personas que perderán la vida en el consumo, habrá familias que serán destruidas por completo, habrá zonas que convertirán en guetos malditos. Y todo por alimentar un enriquecimiento egoísta. No importa hacer escaleras que llevan a la riqueza con los cadáveres del prójimo.
El tercer grupo es el de los negacionistas. Se trata de personas que anteponen sus prejuicios, sus miedos, sus caprichos o sus veleidades al interés común. Es indiscutible la eficacia de las vacunas para frenar el contagio del virus. No podemos superar la pandemia sin la solidaridad. Pero estos militantes del egoísmo no hacen caso más que a su ego. Piensan de una manera y actúan de forma coherente con su interés, sin pensar en que dañan a los demás.
Forman el cuarto grupo de militantes del egoísmo las personas corruptas. Pienso especialmente en los políticos que, en una democracia, abusan de la confianza del pueblo que los elige. Los votantes les colocan en un puesto de responsabilidad para gestionar lo público y aprovechan la ocasión para burlarse de quienes les colocaron en ese puesto. No sirven al pueblo, se sirven de él para alimentar sus intereses. Decía Concepción Arenal que los grandes egoístas son el plantel de los grandes malvados.
El quinto grupo de militantes del egoísmo está integrado por los maltratadores. Su ego se alimenta del poder del patriarcado. Las mujeres son objetos que se manipulan y maltratan sin pudor. La violencia se descarga sin piedad sobre la víctima. Al maltratador solo le importa el daño que hace porque eso es lo que alimenta su miserable y cobarde poder. El ensañamiento puede llegar hasta causar la muerte de la victima. El yo del maltratador se acrecienta en la medida que destruye al tú que es la víctima.
Hay más grupos de militantes del egoísmo, como decía. Dejémoslo aquí para pensar en las soluciones. Una de carácter preventivo que es la que considero más importante.. Educar para la solidaridad es el mejor antídoto contra la proliferación del egoísmo. La empatía nos hace capaces de ponernos en el lugar del otro, de pensar en el otro, de procurar el bien del otro.
La educación emocional tiene en cuenta el desarrollo de habilidades sociales impregnadas de respeto a la dignidad del prójimo. La empatía no es solo un sentimiento de comprensión y aceptación del otro. Conlleva el compromiso de la acción. Dicen Ciaramicoli y Ketchman: “La empatía comienza con la comprensión pero, contrariamente a lo que mucha gente piensa, no termina allí. La persona empática no dice simplemente entiendo lo que estás sintiendo o pensando. Ese es solo el primer paso de un proceso largo y lleno de esfuerzo. Porque una vez que se tiene suficiente conocimiento y comprensión, la empatía requiere que nuestras ideas se transformen en acción”.
La escuela no tiene como objetivo que seamos buenos súbditos o buenos clientes. Tiene como tarea fundamental ayudarnos a ser buenos ciudadanos y ciudadanas. Freire decía que la educación no cambia el mundo, sino que forma a las personas que van a cambiar el mundo. Comparto la tesis de Nelson Mandela: la educación es el arma más poderosa para transformar el mundo.
En el año 2006, Barack Obama ofreció un discurso en el acto de graduación de la Universidad de Northwestern. En el mismo afirmó: “En este país se habla mucho sobre el déficit federal. Pero yo creo que deberíamos hablar más del déficit de empatía, de la habilidad de ponernos a nosotros mismos en los zapatos del otro, de ver el mundo a través de quienes son diferentes… El mundo no gira solo a tu alrededor”.
Tiene que haber una vigilancia extrema para que no se produzcan estos comportamientos que envilecen a la sociedad. Despreocuparse de estos hechos, no tratar de evitarlos, conduce a su proliferación. Cuando el clima moral se relaja, cada uno trata de aprovechar las ocasiones de obtener beneficios que conllevan el daño del prójimo.
La otra solución es de carácter coercitivo. Tiene que actuar la justicia con la necesaria contundencia cuando se descubren estos comportamientos egoístas, miserables, destructivos. No es la solución perfecta. Sin la primera que he planteado, se podría producir un mecanismo peligroso: que lo importante no sea evitar esos hechos sino evitar que sean detectados y castigados por la justicia.
El Adarve.
lunes, 1 de noviembre de 2021
Militantes del egoísmo
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domingo, 31 de octubre de 2021
_- Los trastornos que afectan al rendimiento escolar están infradiagnosticados: solo se detecta el 10% en la pública y el 30% en la concertada.
_- Un estudio del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona hace seguimiento durante 10 años a casi 7.000 alumnos entre 5 y 17 años y alerta de la necesidad de invertir más recursos en la detección del TDAH, la dislexia o la discalculia.
Los trastornos del neurodesarrollo que afectan al rendimiento académico ―TDAH (déficit de atención), dislexia, discalculia, disgrafía o dificultades de comunicación― están infradiagnosticados en el sistema educativo: solo se detectan el 10% de los casos en la escuela pública y el 30% en la concertada y privada. Por primera vez, un estudio en España, realizado por el servicio de psiquiatría de los hospitales Vall d’Hebron y Sant Joan de Déu (Barcelona), ha hecho seguimiento durante 10 años a casi 7.000 alumnos entre cinco y 17 años en 28 centros educativos de Cataluña para detectar y ofrecer tratamiento a los menores afectados. Según la muestra, el 18,3% de los estudiantes presenta algún tipo de trastorno ―según la clasificación internacional de la Asociación Americana de Psiquiatría, la prevalencia en la infancia se sitúa entre el 15% y el 20%―. De ellos, el 66% no habían sido diagnosticados antes de que comenzase el estudio.
¿Cuál es el origen de esa falta de detección? Miquel Casas, exjefe del servicio de psiquiatría del Vall d’Hebron y coautor del estudio Los factores psicobiológicos que influyen en el fracaso escolar, considera que se debe a la falta de recursos en los propios centros educativos y en los servicios de atención primaria de los centros de salud, en los que el único trastorno del neurodesarrollo que se trata es el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), para el que en muchas ocasiones se prescribe medicación. “Es muy común achacar el abandono escolar al perfil socioeconómico de las familias, pero hemos constatado que no se están diagnosticando estas alteraciones que, además, afectan a las relaciones sociales que mantienen esos niños, a su estado emocional, a su salud mental en la vida adulta e incluso a la pérdida del empleo”, explica Casas, que la semana pasada presentó los resultados de la investigación ante 40 docentes en un seminario organizado por la empresa tecnológica Qualite asy, entre otras.
Para realizar un diagnóstico, el proceso suele durar entre cuatro y seis horas. El equipo de psiquiatras y psicólogos de este programa repartió esas horas en tres días y valoró a los alumnos también en el aula, en el recreo, y analizó las interacciones con otros compañeros y con sus familias. “Estos trastornos multiplican por cinco la probabilidad de no ser competente en materias como matemáticas, lengua española y catalana o inglés”, señala Rosa Bosch, coordinadora del estudio y psicóloga del Sant Joan de Déu. Para conseguir que esas alteraciones tengan menos impacto, es importante, afirma Bosch, que se detecten y se traten antes de los 12 años. Una intervención temprana ha demostrado mejoras en el rendimiento académico, en el comportamiento y en la interacción social.
“Cuánto más pequeño es el niño, más plástico es el cerebro, y más fácil resulta introducir cambios. Uno de los problemas más graves de detectarlo ya en la adolescencia es que al trastorno de origen se suman problemas de autoestima o ansiedad”, añade. El hecho de que ese alumno haya interiorizado mensajes como que “no sirve para estudiar”, o que es “un vago” o “no se esfuerza” acaban dañando la imagen que tiene de sí mismo. “Un caso que se repite es el del alumno al que diferentes profesores le han dicho durante años que no cumple... cuando llega a los 14 o 15 años empieza a faltar al instituto”, cuenta.
Aunque en la última década en países como Estados Unidos se ha cuestionado si existe un sobrediagnóstico de TDAH entre menores de 18 años, el doctor Casas asegura que en España hasta ahora era una hipótesis que no se ha conseguido demostrar con datos. “Nuestro estudio ha analizado un volumen importante de escolares y por primera vez se ha comprobado que sucede lo contrario: el infradiagnóstico es patente”.
Terapia privada
Yolanda Rodríguez, de 48 años, tiene tres hijas y la mediana, que ahora tiene 17 años, entró en el programa a los nueve. “En el colegio me decían que era una niña vaga, que no quería hacer nada y que tenía un mal comportamiento. Mira que me moví para que la miraran y nadie detectó nada de forma oficial”, cuenta la madre, que es monitora de una escuela. Fueron los especialistas del Vall d’Hebron los que le diagnosticaron TDAH y dislexia. “Desde pequeña me di cuenta de que le costaba la memoria a corto plazo, por ejemplo olvidaba que la había mandado a por un vaso de agua, y luego era muy impulsiva, un viaje de coche con ella sin medicar era demasiado agitado para toda la familia”. Cristina, su hija, toma medicación desde los nueve. En el centro de salud la ven una vez al mes y le ofrecían consulta con un psicólogo una vez cada dos meses. “Es insuficiente. Pagamos unos 250 euros al mes por cuatro sesiones de terapia que le vienen muy bien para socializar, y otros 100 euros a una profesora particular que la ayuda con técnicas de estudio”. Ahora cursa una FP en técnico de atención a la dependencia.
“La psicopedagoga de su colegio, un público, la vio dos veces y nos dijo que podría tener dislexia, en ese momento y ante la falta de tratamiento acudimos a la privada”, relata. Otra de las conclusiones del estudio es que dentro del 6% de los niños que sí fueron diagnosticados oficialmente antes de participar en la investigación, la mayoría eran varones con problemas de conducta visibles y alumnos de la concertada y la privada. En el curso 2019-2020, el 67,1% de los 8,2 millones de alumnos de enseñanzas no universitarias se matricularon en centros públicos, el 25,5% en la concertada y el 7,4% en la privada.
“En las chicas pasa más desapercibido”, explica Rosa Bosch. De acuerdo con la información que Bosch y su equipo recopilaron, los equipos de asesoramiento psicopedagógico con los que cuentan los centros no disponen de efectivos suficientes para atender todos los casos y se dedican a los más graves. “En primaria acuden al colegio una vez por semana para hacer valoraciones y seguimiento, y la experta en pedagogía terapéutica y la logopeda que sí están no pueden atenderlos a todos”, zanja.
Bosch cree que al final el tratamiento depende del nivel socioeconómico de las familias. “Es como una ortodoncia, sin dinero no lo vas a poder hacer”. El colegio Pins del Vallès, en Sant Cugat del Vallés, con casi 500 alumnos, es uno de lo que ha participado en el proyecto. Su directora, Marta Aliart, lo confirma: “El equipo terapéutico se centra en los casos más evidentes y en el sector privado los precios son altos, la prueba cuesta unos 300 euros”. Aliart cuenta que en primero de primaria ya pueden aparecer sospechas cuando un niño se distrae con facilidad o muestra una conducta más disruptiva de lo habitual. “Es muy importante la comunicación entre el especialista y las maestras, ya que les dan pautas para trabajar de manera diferente”.
En el centro de neuropsicología Proyecto 3, en Madrid, el 90% de los niños que acuden están matriculados en la concertada o la privada. Nerea González, la coordinadora y una de las neuropsicólogas, certifica que cuando la detección del trastorno es temprana los resultados son visibles a corto plazo. “Hacemos ejercicios que persiguen que las conexiones neuronales funcionen de manera diferente, son entrenamientos en capacidades que les permiten mantener su atención durante más tiempo”. Los que llegan de secundaria suelen ser casos más complejos, con problemas de conducta y con conflictos familiares. “Suelen requerir más tiempo”, cuenta Nerea. Detrás de estos tratamientos hay un equipo de psicólogos, terapeutas ocupacionales, neuropsicólogos y logopedas.
https://elpais.com/educacion/2021-10-14/los-trastornos-que-afectan-al-rendimiento-escolar-estan-infradiagnosticados-solo-se-detecta-el-10-en-la-publica-y-el-30-en-la-concertada.html
Los trastornos del neurodesarrollo que afectan al rendimiento académico ―TDAH (déficit de atención), dislexia, discalculia, disgrafía o dificultades de comunicación― están infradiagnosticados en el sistema educativo: solo se detectan el 10% de los casos en la escuela pública y el 30% en la concertada y privada. Por primera vez, un estudio en España, realizado por el servicio de psiquiatría de los hospitales Vall d’Hebron y Sant Joan de Déu (Barcelona), ha hecho seguimiento durante 10 años a casi 7.000 alumnos entre cinco y 17 años en 28 centros educativos de Cataluña para detectar y ofrecer tratamiento a los menores afectados. Según la muestra, el 18,3% de los estudiantes presenta algún tipo de trastorno ―según la clasificación internacional de la Asociación Americana de Psiquiatría, la prevalencia en la infancia se sitúa entre el 15% y el 20%―. De ellos, el 66% no habían sido diagnosticados antes de que comenzase el estudio.
¿Cuál es el origen de esa falta de detección? Miquel Casas, exjefe del servicio de psiquiatría del Vall d’Hebron y coautor del estudio Los factores psicobiológicos que influyen en el fracaso escolar, considera que se debe a la falta de recursos en los propios centros educativos y en los servicios de atención primaria de los centros de salud, en los que el único trastorno del neurodesarrollo que se trata es el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), para el que en muchas ocasiones se prescribe medicación. “Es muy común achacar el abandono escolar al perfil socioeconómico de las familias, pero hemos constatado que no se están diagnosticando estas alteraciones que, además, afectan a las relaciones sociales que mantienen esos niños, a su estado emocional, a su salud mental en la vida adulta e incluso a la pérdida del empleo”, explica Casas, que la semana pasada presentó los resultados de la investigación ante 40 docentes en un seminario organizado por la empresa tecnológica Qualite asy, entre otras.
Para realizar un diagnóstico, el proceso suele durar entre cuatro y seis horas. El equipo de psiquiatras y psicólogos de este programa repartió esas horas en tres días y valoró a los alumnos también en el aula, en el recreo, y analizó las interacciones con otros compañeros y con sus familias. “Estos trastornos multiplican por cinco la probabilidad de no ser competente en materias como matemáticas, lengua española y catalana o inglés”, señala Rosa Bosch, coordinadora del estudio y psicóloga del Sant Joan de Déu. Para conseguir que esas alteraciones tengan menos impacto, es importante, afirma Bosch, que se detecten y se traten antes de los 12 años. Una intervención temprana ha demostrado mejoras en el rendimiento académico, en el comportamiento y en la interacción social.
“Cuánto más pequeño es el niño, más plástico es el cerebro, y más fácil resulta introducir cambios. Uno de los problemas más graves de detectarlo ya en la adolescencia es que al trastorno de origen se suman problemas de autoestima o ansiedad”, añade. El hecho de que ese alumno haya interiorizado mensajes como que “no sirve para estudiar”, o que es “un vago” o “no se esfuerza” acaban dañando la imagen que tiene de sí mismo. “Un caso que se repite es el del alumno al que diferentes profesores le han dicho durante años que no cumple... cuando llega a los 14 o 15 años empieza a faltar al instituto”, cuenta.
Aunque en la última década en países como Estados Unidos se ha cuestionado si existe un sobrediagnóstico de TDAH entre menores de 18 años, el doctor Casas asegura que en España hasta ahora era una hipótesis que no se ha conseguido demostrar con datos. “Nuestro estudio ha analizado un volumen importante de escolares y por primera vez se ha comprobado que sucede lo contrario: el infradiagnóstico es patente”.
Terapia privada
Yolanda Rodríguez, de 48 años, tiene tres hijas y la mediana, que ahora tiene 17 años, entró en el programa a los nueve. “En el colegio me decían que era una niña vaga, que no quería hacer nada y que tenía un mal comportamiento. Mira que me moví para que la miraran y nadie detectó nada de forma oficial”, cuenta la madre, que es monitora de una escuela. Fueron los especialistas del Vall d’Hebron los que le diagnosticaron TDAH y dislexia. “Desde pequeña me di cuenta de que le costaba la memoria a corto plazo, por ejemplo olvidaba que la había mandado a por un vaso de agua, y luego era muy impulsiva, un viaje de coche con ella sin medicar era demasiado agitado para toda la familia”. Cristina, su hija, toma medicación desde los nueve. En el centro de salud la ven una vez al mes y le ofrecían consulta con un psicólogo una vez cada dos meses. “Es insuficiente. Pagamos unos 250 euros al mes por cuatro sesiones de terapia que le vienen muy bien para socializar, y otros 100 euros a una profesora particular que la ayuda con técnicas de estudio”. Ahora cursa una FP en técnico de atención a la dependencia.
“La psicopedagoga de su colegio, un público, la vio dos veces y nos dijo que podría tener dislexia, en ese momento y ante la falta de tratamiento acudimos a la privada”, relata. Otra de las conclusiones del estudio es que dentro del 6% de los niños que sí fueron diagnosticados oficialmente antes de participar en la investigación, la mayoría eran varones con problemas de conducta visibles y alumnos de la concertada y la privada. En el curso 2019-2020, el 67,1% de los 8,2 millones de alumnos de enseñanzas no universitarias se matricularon en centros públicos, el 25,5% en la concertada y el 7,4% en la privada.
“En las chicas pasa más desapercibido”, explica Rosa Bosch. De acuerdo con la información que Bosch y su equipo recopilaron, los equipos de asesoramiento psicopedagógico con los que cuentan los centros no disponen de efectivos suficientes para atender todos los casos y se dedican a los más graves. “En primaria acuden al colegio una vez por semana para hacer valoraciones y seguimiento, y la experta en pedagogía terapéutica y la logopeda que sí están no pueden atenderlos a todos”, zanja.
Bosch cree que al final el tratamiento depende del nivel socioeconómico de las familias. “Es como una ortodoncia, sin dinero no lo vas a poder hacer”. El colegio Pins del Vallès, en Sant Cugat del Vallés, con casi 500 alumnos, es uno de lo que ha participado en el proyecto. Su directora, Marta Aliart, lo confirma: “El equipo terapéutico se centra en los casos más evidentes y en el sector privado los precios son altos, la prueba cuesta unos 300 euros”. Aliart cuenta que en primero de primaria ya pueden aparecer sospechas cuando un niño se distrae con facilidad o muestra una conducta más disruptiva de lo habitual. “Es muy importante la comunicación entre el especialista y las maestras, ya que les dan pautas para trabajar de manera diferente”.
En el centro de neuropsicología Proyecto 3, en Madrid, el 90% de los niños que acuden están matriculados en la concertada o la privada. Nerea González, la coordinadora y una de las neuropsicólogas, certifica que cuando la detección del trastorno es temprana los resultados son visibles a corto plazo. “Hacemos ejercicios que persiguen que las conexiones neuronales funcionen de manera diferente, son entrenamientos en capacidades que les permiten mantener su atención durante más tiempo”. Los que llegan de secundaria suelen ser casos más complejos, con problemas de conducta y con conflictos familiares. “Suelen requerir más tiempo”, cuenta Nerea. Detrás de estos tratamientos hay un equipo de psicólogos, terapeutas ocupacionales, neuropsicólogos y logopedas.
https://elpais.com/educacion/2021-10-14/los-trastornos-que-afectan-al-rendimiento-escolar-estan-infradiagnosticados-solo-se-detecta-el-10-en-la-publica-y-el-30-en-la-concertada.html
sábado, 30 de octubre de 2021
_- El papel desestabilizador del «oenegeísmo»
Mediante las ONG financiadas y patrocinadas por los países y organismos centrales del neoliberalismo se ataca al Estado incidiendo ideológicamente.
Un editorial del diario mexicano La Jornada – «ONG, vehículos de desinformación»-, puso nuevamente en debate el tema de las organizaciones no gubernamentales, insertadas en el imaginario colectivo por una intensa y agresiva campaña publicitaria por los medios hegemónico, como integrantes del llamado campo popular.
El editorial denuncia que varias ONG publicaron un comunicado conjunto en el cual sostienen que, de ser aprobada, la iniciativa de reforma eléctrica enviada por el gobierno al Congreso, afectaría los derechos humanos a la salud, a un medio ambiente sano y a la participación ciudadana, además de que se alejaría al país de cumplir sus metas nacionales de transición energética y acuerdos climáticos internacionales.
Falsedades, medias verdades destinadas a favorecer a las trasnacionales energéticas son las que muestran organizaciones locales e internacionales como la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA), el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda), el Centro de Energía Renovable y Calidad Ambiental (Cerca), el Colectivo Ecologista Jalisco, Colima 2030, Conexiones Climáticas, Greenpeace México e Iniciativa Climática de México (ICM).
Estas ONG repiten de manera acrítica y carente de fundamento los alegatos de las grandes corporaciones privadas del sector, los organismos cupulares del empresariado como la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) y el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y la oposición empresarial y política que rechaza el proyecto de reforma.
Con dolo y/o por desinformación, lo que se presenta como discurso ambientalista, de promoción de los derechos humanos y combate al cambio climático termina por servir a los intereses de perpetuación de negocios sucios a costa de los objetivos que dicen defender y en detrimento del patrimonio del país, dice el editorial.
Lo cierto es que las ONG en América Latina no sólo infiltran ideológicamente a los sectores populares (penetración desde abajo y adentro) con los cuales trabajan directamente en proyectos de autoayuda y desarrollo microempresarial, en escuelas, barrios, cooperativas, comunidades marginales, áreas rurales, fábricas etc..
También infiltran ideológicamente a los cuadros de organizaciones y a éstas, potencialmente calificadas para vigorizar al movimiento popular, darle formación político-ideológica y ser promotoras y acompañantes del cambio político-social.
Calma. No todas las ONG son iguales, hay algunas que cumplen con su trabajo y sí se pueden contar dentro del campo popular, pero nadie puede creer que sea humanitaria una organización financiada por George Soros, como Open Society, o por Bill & Melinda Gates, ¿no?
La actividad local, emblema de acción de las ONG, es una trampa ideológica, pues desarticula al movimiento popular mediante paradigmas falsos como el del “no poder” y también mediante la competitividad por recursos financieros.
Y trabaja paralelamente con el proyecto hegemónico, pues les permite a los regímenes neoliberales, las transnacionales y las entidades financieras internacionales dominar la política socioeconómica macro y canalizar la mayoría de los recursos del Estado como subsidios al capital exportador y al pago de la deuda externa. Lo hemos sufrido en toda América Latina (y ahora intentan, en la nueva ofensiva conservadora, que lo volvamos a sufrir): se ajusta el gasto fiscal, menos recursos para salud, educación y viviendas populares y más.
Desde los años 1980 las organizaciones no gubernamentales (ONG) se expandieron por todo el mundo abriendo un importante espacio político, cultural y socioeconómico, prácticamente en cada rincón del planeta. Se calcula que actualmente hay más de 10 millones de ONG en el planeta. En la India, por ejemplo, hay una ONG cada 600 personas.
Para lograr esto, los medios de comunicación globalizados destacan día a día su rol en la educación, la lucha contra la pobreza y el analfabetismo, la protección del medio ambiente, la promoción de libertades civiles, protección de los derechos humanos etc., pero ocultan su lado oscuro, señala Vicky Peláez. Hay aproximadamente unas 40.000 ONG subvencionadas por los gobiernos norteamericanos y europeos y que fueron creadas con el fin específico de ser instrumentos de los globalizadores de Washington y Bruselas.
Mediante las ONG financiadas y patrocinadas por los países y organismos centrales del neoliberalismo se ataca al Estado incidiendo ideológicamente sobre los sectores conflictivos que sufren las medidas de choque económico, el paquete de reformas estructurales encomendadas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial.
Pero también de las fundaciones occidentales, los partidos neoliberales y derechistas de Europa y EEUU, los think tanks de la ultraderecha libertaria, los clubes de los millonarios y los medios corporativos, que financian desde abajo a estas ONG.
Con la intervención de las ONG y de sus proyectos diseñados en los países centrales se desvincula al Estado –aún más- de sus compromisos con las mayorías populares. Las funciones del Estado son asumidas en forma empresarial por las ONG. La función social se transforma en función privada, ya que sus proyectos son “vendidos”.
Una de las características ideológicas de las ONG es la del voluntarismo privado, que tiene como fin socavar el sentido de lo público. Para destacar, asimismo, el mimetismo travesti de su lenguaje: poder popular, sociedad civil, lucha por al libertad de la opción sexual, libertad de expresión, igualdad de género, desarrollo sustentable, liderazgo de base. Todo muy “progre”.
Un poco de historia
La idea de crear organizaciones no gubernamentales que podrían ser utilizadas por los servicios de inteligencia para la creación de las redes sociales en África, Asia y América Latina con el propósito de promover los intereses estadounidenses y trasnacionales surgió a fines de la primera mitad del siglo 20, pero recién fue puesta en marcha en 1961, impulsada por el triunfo de la revolución cubana en 1959, cuando por una orden ejecutiva fue creada la Agencia de EEUU para el Desarrollo (Usaid).
El estadounidense William A. Douglas en Developing Democracy (1972) señalaba que la gente en los países en desarrollo son como unos “niños” que necesitaban “una tutela, reglamentación y el control del gobierno de EEUU”. Para él, el proceso de transformación global no podría ser realizado a través de los gobiernos, se necesitaba crear organizaciones de base en cada lugar del planeta bajo el control de las agencias especializadas estadounidenses.
Estas organizaciones de base tomaron en los años 1980 la forma de las organizaciones no gubernamentales que, bajo el control del Departamento de Estado, tenían que desestabilizar los gobiernos no afines a la política estadounidense a través de un trabajo sutil, encubriendo sus propósitos subversivos con unos programas reales como la lucha contra la pobreza extrema.
A la vez, fue precisamente la Usaid la que envió al famoso especialista norteamericano en tortura Dan Mitrione a Brasil en 1960-1967, a República Dominicana en 1965 y a Uruguay en 1969-1970. La Usaid participó también activamente en todos los golpes de Estado e intentos de golpes que tuvieron lugar en África, Asia y Latinoamérica desde 1961 hasta ahora, en estrecha colaboración con la CIA, el DIA (Servicio de Inteligencia Militar), el FBI, la DEA, la NSA (Agencia Nacional de Seguridad), etc. Mientras existían la Unión Soviética y el campo socialista, la Usaid junto con otras ONG como la Fundación Nacional para la Democracia (NED) hicieron todo lo posible para contener la influencia ideológica de la URSS, siendo misioneros ideológicos y operativos del imperio durante la Guerra Fría.
Con los llamados –por ellos–democracias limitadas, no se podía emplear los procedimientos de “choque social” (centros clandestinos de detención y desaparición, torturas, eliminación masiva de oponentes políticos) que se llevaron a cabo durante las dictaduras militares de la década anterior.
Estas organizaciones de “base” debían enarbolar una lucha sin cuartel expresa o enmascarada hacia toda idea de intervención del Estado, al son de las ideas del neoliberalismo, desde los centros y superestructuras hacia las áreas conflictivas, barrios, comunidades, asentamientos urbanos y rurales pobres.
La ideología antiestatista debía ser el motor de intervención dentro de las clases conflictivas, tendiente a producir un colchón social que descomprimiera el descontento de las mayorías populares y desarticulara el movimiento social y popular de clase.
Otro factor histórico ayudaría a la confusión del carácter político de las organizaciones no gubernamentales por parte de muchos sectores del campo popular y antiimperialista: el papel desempeñado por algunas de ellas en defensa de los derechos humanos durante las sangrientas dictaduras del Cono Sur y los años de represión con grado de genocidio y etnocidio en Centroamérica.
En este período, incluso desde la izquierda, eran vistas como parte integrante del campo progresista, pese a que sus denuncias de atentados a los derechos humanos jamás incluían a las violaciones perpetradas por EEUU o países de Europa (en sus invasiones a numerosos países), reafirmando concepciones colonialistas: superioridad moral de centro, primitivismo de la periferia, o se civilización desde el centro (EEUU y Europa) y barbarie desde la periferia.
Una de las tareas es formar miles de disidentes en los países que no siguen el rumbo trazado en Washington o Bruselas. La cuestión es organizar y financiar a los potenciales descontentos en los países y lavarles el cerebro a través de los medios de comunicación y las redes sociales.
Tres países del grupo BRICS, Rusia, India y China, promulgaron la ley de Registro de Agentes Extranjeros respecto de las ONG que reciben fondos desde el exterior. Si bien es similar a la que rige en EEUU desde 1938, Washington anunció “el fin de la democracia” en China y Rusia…
Para cumplir con estas tarea de desestabilización –en nombre de su democracia- las cuatro organizaciones de la NED –Free Trade Union Institute, Center for International Affairs, The National Democratic Institute for International Affairs-, como su subordinada ONG Freedom House, en coordinación con la Usaid, se dedican oficialmente a financiar y canalizar las fuerzas de las principales organizaciones afines de la sociedad civil en casi cien países.
Los profesionales de la solidaridad
Una década atrás, el diario El País de España dedicó una página entera al tema con el título “Profesionales de la solidaridad”, un sector que ocupaba ya entonces en España a 529.000 empleados remunerados (y mucho incauto mal remunerado). En el artículo se cita sin desparpajo el caso ejemplar de un dinámico economista, con larga experiencia como director de ventas de Procter & Gamble, que ha sido fichado por una ONG fundada por un magnate de la banca.
Cada vez son más concurridos los cursos y posgrados de especialización en ONG impartidos por escuelas de negocios, recordaba el diario español. Las ONG capitalistas actúan como un verdadero disolvente de la sociedad civil. Numerosos militantes y organizaciones populares han sido cooptados por las ONG.
Los “expertos” de las conferencias de donantes recomiendan que Haití debería fortalecer más el sector privado (más del 90% de su sistema educativo y sanitario ha caído en manos privadas), la transparencia y el buen gobierno. La ironía es que todo apunta a que las recetas deberían aplicárselas a sí mismas las opacas ONG, reluctantes a rendir cuentas a nadie, incluidos los gobiernos donantes.
Obviamente, durante varias décadas hasta hoy, las ayudas a Haití nunca llegaron a los haitianos: quedaron en manos de las ONG europeas y estadounidenses, y sus contratados, que lucran con el hambre de los caribeños.
Nota
*Muchos de los datos figuran en el libro El asesinato de la verdad, de Aram Aharonian, Ediciones Ciccus, 2017
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
viernes, 29 de octubre de 2021
_- Bocazas, mentirosos e irresponsables: ¡Vaya tropa!
_- Publicado en Público.es el 15 de octubre de 2021
Dice el diccionario de la Real Academia que un bocazas es la persona que habla más de lo que aconseja la discreción. Y que la discreción es la sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar; el don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad, reserva, prudencia y circunspección.
Siendo así, no creo exagerado afirmar que los líderes de la derecha española son unos bocazas. Y muy en particular, el secretario general del Partido Popular, Pablo Casado. Este último combina dos rasgos que, exagerados como en su caso, pueden dar lugar a defectos superlativos: hablar demasiado y, con mucha frecuencia, hacerlo de lo que no se sabe. En el caso de Casado, quizá porque tiene un grave déficit de formación como consecuencia de que el vértigo con el que cursó la carrera de Derecho no le permitió dedicar mucho tiempo al estudio.
A menudo, confunde la geografía y la cultura españolas, como al decir que iba a Gipuzkoa a visitar Getxo, que Melilla es la la «única ciudad española y europea en África» o que «en Baleares no habláis catalán», ni nadie el bable en Asturias
Su falta de tacto y de juicio en materia jurídica son bien conocidas. En una ocasión propuso que «la okupación ilegal de un inmueble pase de tener una sanción de falta a ser considerado delito, con penas previstas de prisión de 1 a 3 años». Algo inaudito porque, como le recordaron varios juristas por entonces, las faltas no existen desde 2015, la usurpación es considerada delito leve y el Código penal ya establece penas de prisión para las ocupaciones violentas.
También ha sido a veces imprudente e insensato por haber hablado más de la cuenta y mal sobre cuestiones económicas que obviamente desconoce. Hace unas semanas proponía la rebaja del IVA en Canarias, una comunidad autónoma donde no se aplica este impuesto; y en su primera campaña electoral propuso bajar el salario mínimo para negarlo enseguida, en cuanto su equipo de dio cuenta de la barbaridad que estaba proponiendo.
Y, como no podía ser menos, Casado es bocazas en materia de derechos y libertades. En mayo pasado declaró: «Los políticos no tenemos que intervenir en la vida de los demás. Yo no puedo decir: “la gente tiene que dejar de comer carne” o “comprar menos ropa”. Le tuvo que contestar el Presidente del Principado de Asturias: «Bien. ¿Y entonces por qué tenemos los políticos que prohibir que la gente se divorcie? ¿O prohibir que una persona se case con otra de su mismo sexo? ¿O prohibir que las personas puedan morir dignamente? ¿Por qué entonces el señor Casado se opone siempre a los derechos?»
En otra ocasiones, como suele pasar a todos los bocazas, a Pablo Casado le pueden la hipérbole y la desmesura, como cuando dijo en 2018 que «la hispanidad es la etapa mas brillante no de España sino del hombre». O cuando fue capaz de lanzar contra Pedro Sánchez los 37 insultos en 15 minutos que Adriana Lastra le contabilizó durante una intervención en la tribuna del Congreso (aquí). O cuando alcanzó la otra estratosférica marca de 21 improperios dedicados a Pedro Sánchez en menos de 10 minutos (aquí). Lo calificó de Ilegítimo, chantajeado, deslegitimado, mentiroso compulsivo, ridículo, adalid de la ruptura en España, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente, mediocre, okupa. Todo lo cual, dijo días después Casado, «no son descalificaciones, son descripciones» (aquí).
Prueba de que el secretario general del Partido Popular es un bocazas es que casi nunca es circunspecto y, sobre todo, que él mismo termina por reconocerlo, mal que le pese, como hizo después de haber llamado felón y traidor al presidente Pedro Sánchez (aquí)
En todo caso, está ya acreditado en muchas publicaciones que Pablo Casado es un mentiroso, a estas alturas quizá se podría añadir compulsivo, y yo mismo he demostrado que él personalmente y su partido lo son, especialmente, en materia económica. Por ejemplo, en estos tres artículos: Las mentiras y burradas económicas de Pablo Casado son incompatibles con la democracia, Pablo Casado y el Partido Popular también mienten a los españoles en materia económica y Las mentiras del PP sobre el impuesto de sucesiones.
No insistiré ahora, por tanto, en este segundo rasgo de la derecha española que hace política no solo difundiendo el top de las grandes mentiras económicas de nuestro tiempo, a las que he consagrado mi libro recién publicado por Ediciones Deusto, Econofakes, sino también (como se demuestra en los artículos que acabo de mencionar) todo tipo de datos falsos, cifras erróneas e información manipulada.
Ahora bien, el daño que provocan la bravuconería y la imprudencia propia de los bocazas y la mentira constante palidece ante el que produce la irresponsabilidad de la que hacen gala personajes como Casado o Sánchez Galán, por citar solo a dos de los más histriónicos de la agenda española de estos tiempos.
Ya está mal que Casado, en lugar de colaborar, viaje por Europa para criticar al gobierno, poniendo en peligro la recepción de recursos europeos o la llegada de inversiones extranjeras, como una forma más de lucha política sin cuartel, cuando se está jugando la recuperación de la mayor crisis de la historia reciente. Pero que lo haga a base de mentiras, de infundios y de insultos sin fundamento es una irresponsabilidad tan impresionante que cuesta trabajo calificar.
Lo que acaba de hacer hace unos días en una entrevista al diario El Mundo es un manifestación más de la maldad y del odio a media España de Pablo Casado. Una vez más demuestra que está dispuesto a enfrentarse a los problemas de España con la misma falta de escrúpulos con la que debió recoger un título universitario que cualquier profesor de Derecho sabe que es imposible obtener limpiamente en las circunstancias que el propio Casado ha confesado que lo consiguió.
Lo que ha dicho Casado en esa entrevista sobre la situación de la economía española («España se encamina a la quiebra, estamos abocados al rescate» y otras lindezas) es manifiestamente falso, no responde a la realidad en la que nos encontramos. Por no entrar en otras cuestiones, como la de liberalizar todo el suelo público, lo que volvería a provocar los tremendos problemas que trajo consigo la que llevó a cabo José María Aznar, otro mentiroso -por cierto- al servicio de los intereses económicos más poderosos y que malvendió propiedades de todos los españoles, colocando de paso a sus amigos, envuelto, eso sí, en gigantescas banderas y loas a la Patria.
Para descalificar a un gobierno que defiende intereses contrarios a los suyos, Casado y otros dirigentes del PP tienen que inventarse las cifras del paro (ocultando que estamos casi a la mitad del que se llegó a registrar con el último gobierno del PP), obviar los indicadores que normalmente se usan para conocer la confianza que otorgan los inversores en los mercados (la prima de riesgo está ahora casi 6,5 veces más baja que cuando gobernada Rajoy y está bajando en los últimos meses) o hacer una interpretación torticera del crecimiento innegable de la deuda pública. Y, sobre todo, obviando que, para bien o para mal, la economía española -como todas las europeas- está constantemente monitorizada, de modo que ese riesgo seguro del que sin fundamento advierte Casado sería detectado y denunciado mucho antes por las instituciones europeas e internacionales.
Hay que tener muy poca vergüenza y muy poco aprecio al conjunto de los españoles para decir lo que han dicho Casado, Galán y el resto de los dirigentes que siguen su estela de intoxicaciones e insultos. No atacan al gobierno de coalición ni a las izquierdas en general, sino a España en su conjunto y a toda su población, a las empresas y a las instituciones, sea quien sea quien las gobierne en este momento. Porque la verborrea y la descalificación farisaica, las denuncias a base de mentiras en Bruselas solo siembran incertidumbre, inseguridad y temor que retrae la inversión y la creación de riqueza. No destruyen al PSOE y a Unidas Podemos, destruyen a toda España, aunque a estas alturas está bien claro que la prefieren destrozada antes que legítimamente gobernada por quienes no pensamos como ellos ni defendemos sus intereses.
Lo que está haciendo Casado y algunos empresarios como Sánchez Galán responde a la misma estrategia que Franco reconoció que llevaría a cabo en una entrevista con el periodista Jay Allen (aquí):
– «Salvaré España del marxismo, cueste lo que cueste», dijo el dictador (…)»¿Eso significa que tendrá que matar a la mitad de España?». El general Franco sacudió la cabeza con sonrisa escéptica, pero dijo: “Repito, cueste lo que cueste».
Eso, exactamente eso, aunque ahora sin uniformes ni legionarios traídos de Marruecos, es lo que muestra Casado que está dispuesto a hacer la derecha que lidera con tal de complacer a sus dueños y señores, a los Sánchez Galán y compañía. La misma tropa de siempre.
Fuente: Juan Torres López.
Dice el diccionario de la Real Academia que un bocazas es la persona que habla más de lo que aconseja la discreción. Y que la discreción es la sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar; el don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad, reserva, prudencia y circunspección.
Siendo así, no creo exagerado afirmar que los líderes de la derecha española son unos bocazas. Y muy en particular, el secretario general del Partido Popular, Pablo Casado. Este último combina dos rasgos que, exagerados como en su caso, pueden dar lugar a defectos superlativos: hablar demasiado y, con mucha frecuencia, hacerlo de lo que no se sabe. En el caso de Casado, quizá porque tiene un grave déficit de formación como consecuencia de que el vértigo con el que cursó la carrera de Derecho no le permitió dedicar mucho tiempo al estudio.
A menudo, confunde la geografía y la cultura españolas, como al decir que iba a Gipuzkoa a visitar Getxo, que Melilla es la la «única ciudad española y europea en África» o que «en Baleares no habláis catalán», ni nadie el bable en Asturias
Su falta de tacto y de juicio en materia jurídica son bien conocidas. En una ocasión propuso que «la okupación ilegal de un inmueble pase de tener una sanción de falta a ser considerado delito, con penas previstas de prisión de 1 a 3 años». Algo inaudito porque, como le recordaron varios juristas por entonces, las faltas no existen desde 2015, la usurpación es considerada delito leve y el Código penal ya establece penas de prisión para las ocupaciones violentas.
También ha sido a veces imprudente e insensato por haber hablado más de la cuenta y mal sobre cuestiones económicas que obviamente desconoce. Hace unas semanas proponía la rebaja del IVA en Canarias, una comunidad autónoma donde no se aplica este impuesto; y en su primera campaña electoral propuso bajar el salario mínimo para negarlo enseguida, en cuanto su equipo de dio cuenta de la barbaridad que estaba proponiendo.
Y, como no podía ser menos, Casado es bocazas en materia de derechos y libertades. En mayo pasado declaró: «Los políticos no tenemos que intervenir en la vida de los demás. Yo no puedo decir: “la gente tiene que dejar de comer carne” o “comprar menos ropa”. Le tuvo que contestar el Presidente del Principado de Asturias: «Bien. ¿Y entonces por qué tenemos los políticos que prohibir que la gente se divorcie? ¿O prohibir que una persona se case con otra de su mismo sexo? ¿O prohibir que las personas puedan morir dignamente? ¿Por qué entonces el señor Casado se opone siempre a los derechos?»
En otra ocasiones, como suele pasar a todos los bocazas, a Pablo Casado le pueden la hipérbole y la desmesura, como cuando dijo en 2018 que «la hispanidad es la etapa mas brillante no de España sino del hombre». O cuando fue capaz de lanzar contra Pedro Sánchez los 37 insultos en 15 minutos que Adriana Lastra le contabilizó durante una intervención en la tribuna del Congreso (aquí). O cuando alcanzó la otra estratosférica marca de 21 improperios dedicados a Pedro Sánchez en menos de 10 minutos (aquí). Lo calificó de Ilegítimo, chantajeado, deslegitimado, mentiroso compulsivo, ridículo, adalid de la ruptura en España, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente, mediocre, okupa. Todo lo cual, dijo días después Casado, «no son descalificaciones, son descripciones» (aquí).
Prueba de que el secretario general del Partido Popular es un bocazas es que casi nunca es circunspecto y, sobre todo, que él mismo termina por reconocerlo, mal que le pese, como hizo después de haber llamado felón y traidor al presidente Pedro Sánchez (aquí)
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Una querencia por la exageración y el exabrupto que ha calado en algunos dirigentes empresariales, como el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán.
Este emula últimamente, e incluso a veces los supera, a los hooligans del PP y de Vox con declaraciones francamente desproporcionadas y carentes de la más mínima ponderación, buen juicio y sensatez. Hace unos días acusó al gobierno español de «intervencionismo terrorífico» por las medidas que se pensaba adoptar para controlar el precio de la luz. Unas medidas que no podían ser otras que las previstas en nuestras leyes o en las normas europeas (vivimos, aunque a veces no lo parezca, en un Estado de Derecho) y que objetivamente son mucho menos intervencionistas que las que, casi al mismo tiempo, anunciaba el gobierno francés: congelar directamente el precio del gas y la electricidad.
Mucho peor que ser bocazas es ser mentiroso y ahí Pablo Casado, aunque compitiendo, eso sí, muy igualadamente con Abascal, puede convertirse en el gran adalid de la derecha política y económica de España. Tiene realmente muy poco parangón entre nosotros, aunque es cierto que todavía está lejos de Trump, a quien The Washington Post contabilizó 30.573 mentiras o medias verdades en sus cuatro años de mandato.
Una cifra fabulosa la del ex presidente de Estados Unidos pero que podría estar al alcance de Casado a poco que su carrera política se alargue. El total de mentiras de Trump suponen una media de 3,5 a la hora y Casado ha batido ese promedio en varias ocasiones. Hace unos días, Infolibre le registró 13 mentiras en media hora (7,4 veces más de media que Trump); en su intervención durante el debate electoral de abril del 2019 se le contabilizaron 9 (aquí) y 14 en el debate de investidura de noviembre de ese mismo año (aquí).
Una querencia por la exageración y el exabrupto que ha calado en algunos dirigentes empresariales, como el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán.
Este emula últimamente, e incluso a veces los supera, a los hooligans del PP y de Vox con declaraciones francamente desproporcionadas y carentes de la más mínima ponderación, buen juicio y sensatez. Hace unos días acusó al gobierno español de «intervencionismo terrorífico» por las medidas que se pensaba adoptar para controlar el precio de la luz. Unas medidas que no podían ser otras que las previstas en nuestras leyes o en las normas europeas (vivimos, aunque a veces no lo parezca, en un Estado de Derecho) y que objetivamente son mucho menos intervencionistas que las que, casi al mismo tiempo, anunciaba el gobierno francés: congelar directamente el precio del gas y la electricidad.
Mucho peor que ser bocazas es ser mentiroso y ahí Pablo Casado, aunque compitiendo, eso sí, muy igualadamente con Abascal, puede convertirse en el gran adalid de la derecha política y económica de España. Tiene realmente muy poco parangón entre nosotros, aunque es cierto que todavía está lejos de Trump, a quien The Washington Post contabilizó 30.573 mentiras o medias verdades en sus cuatro años de mandato.
Una cifra fabulosa la del ex presidente de Estados Unidos pero que podría estar al alcance de Casado a poco que su carrera política se alargue. El total de mentiras de Trump suponen una media de 3,5 a la hora y Casado ha batido ese promedio en varias ocasiones. Hace unos días, Infolibre le registró 13 mentiras en media hora (7,4 veces más de media que Trump); en su intervención durante el debate electoral de abril del 2019 se le contabilizaron 9 (aquí) y 14 en el debate de investidura de noviembre de ese mismo año (aquí).
En todo caso, está ya acreditado en muchas publicaciones que Pablo Casado es un mentiroso, a estas alturas quizá se podría añadir compulsivo, y yo mismo he demostrado que él personalmente y su partido lo son, especialmente, en materia económica. Por ejemplo, en estos tres artículos: Las mentiras y burradas económicas de Pablo Casado son incompatibles con la democracia, Pablo Casado y el Partido Popular también mienten a los españoles en materia económica y Las mentiras del PP sobre el impuesto de sucesiones.
No insistiré ahora, por tanto, en este segundo rasgo de la derecha española que hace política no solo difundiendo el top de las grandes mentiras económicas de nuestro tiempo, a las que he consagrado mi libro recién publicado por Ediciones Deusto, Econofakes, sino también (como se demuestra en los artículos que acabo de mencionar) todo tipo de datos falsos, cifras erróneas e información manipulada.
Ahora bien, el daño que provocan la bravuconería y la imprudencia propia de los bocazas y la mentira constante palidece ante el que produce la irresponsabilidad de la que hacen gala personajes como Casado o Sánchez Galán, por citar solo a dos de los más histriónicos de la agenda española de estos tiempos.
Ya está mal que Casado, en lugar de colaborar, viaje por Europa para criticar al gobierno, poniendo en peligro la recepción de recursos europeos o la llegada de inversiones extranjeras, como una forma más de lucha política sin cuartel, cuando se está jugando la recuperación de la mayor crisis de la historia reciente. Pero que lo haga a base de mentiras, de infundios y de insultos sin fundamento es una irresponsabilidad tan impresionante que cuesta trabajo calificar.
Lo que acaba de hacer hace unos días en una entrevista al diario El Mundo es un manifestación más de la maldad y del odio a media España de Pablo Casado. Una vez más demuestra que está dispuesto a enfrentarse a los problemas de España con la misma falta de escrúpulos con la que debió recoger un título universitario que cualquier profesor de Derecho sabe que es imposible obtener limpiamente en las circunstancias que el propio Casado ha confesado que lo consiguió.
Lo que ha dicho Casado en esa entrevista sobre la situación de la economía española («España se encamina a la quiebra, estamos abocados al rescate» y otras lindezas) es manifiestamente falso, no responde a la realidad en la que nos encontramos. Por no entrar en otras cuestiones, como la de liberalizar todo el suelo público, lo que volvería a provocar los tremendos problemas que trajo consigo la que llevó a cabo José María Aznar, otro mentiroso -por cierto- al servicio de los intereses económicos más poderosos y que malvendió propiedades de todos los españoles, colocando de paso a sus amigos, envuelto, eso sí, en gigantescas banderas y loas a la Patria.
Para descalificar a un gobierno que defiende intereses contrarios a los suyos, Casado y otros dirigentes del PP tienen que inventarse las cifras del paro (ocultando que estamos casi a la mitad del que se llegó a registrar con el último gobierno del PP), obviar los indicadores que normalmente se usan para conocer la confianza que otorgan los inversores en los mercados (la prima de riesgo está ahora casi 6,5 veces más baja que cuando gobernada Rajoy y está bajando en los últimos meses) o hacer una interpretación torticera del crecimiento innegable de la deuda pública. Y, sobre todo, obviando que, para bien o para mal, la economía española -como todas las europeas- está constantemente monitorizada, de modo que ese riesgo seguro del que sin fundamento advierte Casado sería detectado y denunciado mucho antes por las instituciones europeas e internacionales.
Hay que tener muy poca vergüenza y muy poco aprecio al conjunto de los españoles para decir lo que han dicho Casado, Galán y el resto de los dirigentes que siguen su estela de intoxicaciones e insultos. No atacan al gobierno de coalición ni a las izquierdas en general, sino a España en su conjunto y a toda su población, a las empresas y a las instituciones, sea quien sea quien las gobierne en este momento. Porque la verborrea y la descalificación farisaica, las denuncias a base de mentiras en Bruselas solo siembran incertidumbre, inseguridad y temor que retrae la inversión y la creación de riqueza. No destruyen al PSOE y a Unidas Podemos, destruyen a toda España, aunque a estas alturas está bien claro que la prefieren destrozada antes que legítimamente gobernada por quienes no pensamos como ellos ni defendemos sus intereses.
Lo que está haciendo Casado y algunos empresarios como Sánchez Galán responde a la misma estrategia que Franco reconoció que llevaría a cabo en una entrevista con el periodista Jay Allen (aquí):
– «Salvaré España del marxismo, cueste lo que cueste», dijo el dictador (…)»¿Eso significa que tendrá que matar a la mitad de España?». El general Franco sacudió la cabeza con sonrisa escéptica, pero dijo: “Repito, cueste lo que cueste».
Eso, exactamente eso, aunque ahora sin uniformes ni legionarios traídos de Marruecos, es lo que muestra Casado que está dispuesto a hacer la derecha que lidera con tal de complacer a sus dueños y señores, a los Sánchez Galán y compañía. La misma tropa de siempre.
Fuente: Juan Torres López.
jueves, 28 de octubre de 2021
HISTORIA. Gonzalo Pontón: “España ha sufrido las clases dirigentes más corruptas, reaccionarias e incompetentes de Europa”
El editor escribe una dura historia de los españoles desde el neolítico al coronavirus centrándose en “el 95% de la población, la que está bajo el pie de las élites”.
El veterano editor Gonzalo Pontón (Barcelona, 77 años) ha acabado literalmente enfermo tras redactar y publicar España. Historia de todos nosotros desde el neolítico hasta el coronavirus en el sello Pasado & Presente, que él mismo fundó con sus hijos. La culpa la tiene, seguramente, su reconstrucción del pasado partiendo del 95% de la población. “La historia tradicional solo habla de los reyes y los poderosos y sus epopeyas, las élites. A mí me interesaba la gente que está bajo el pie de esas clases dirigentes, su pathos”, explica.
Aunque el libro no es pesimista, al acabar sus documentadas 908 páginas es inevitable pensar que el de España es un problema irresoluble, si se repasa una historia marcada por prebendas y corruptelas, una ancestral mala organización territorial y un peor sistema educativo dejado en manos de una Iglesia poderosísima (”su desasosiego por el dinero es horroroso: bloqueó la creación de institutos públicos de enseñanza media hasta el extremo de que en 1956 solo quedaban en España 119, los mismos que en 1939″). Pero, sobre todo, porque “hemos sufrido las clases dirigentes más corruptas, reaccionarias e incompetentes de toda Europa; Rusia aparte, no creo que exista, en ese sentido, un pueblo más desgraciado en el continente que nosotros”, reflexiona el veterano editor y fundador del sello Crítica, tras el humo de un cigarrillo en el despacho de su casa, donde alberga algunos de los 449 títulos que referencia en su particular manual de una historia de España que bien podría ser un anexo de su elogiado La lucha por la desigualdad (2017, Premio Nacional de Ensayo). “Con este es imposible que gane nada porque muchos de los que mandan quedan fatal: he quemado todas las barcas”.
Reconquista y 1714, dos mitos desmitificados
Entre los muchos episodios a los que quita épica están la Reconquista cristiana y la carga simbólica catalana del asedio de Barcelona en 1714 por las tropas de Felipe V. “Lo importante de al-Ándalus es la pata africana de los árabes, que comportaba la llegada a la Península de oro del Sudán y que es el inicio de un incipiente capitalismo primitivo, vinculado por un lado a pagos por protección o, en el caso de los condes catalanes, a la venta de semiesclavos. Cuando esos equilibrios se rompen, empieza a caer todo, no hay otras razones”.
Más dura es la deconstrucción del “mito romántico” del 11 de septiembre catalán. “De los cerca de 40.000 habitantes de la ciudad, la defienden unos 5.000, de los cuales 4.000 son de la Coronela, la milicia que pagan los gremios. Es decir, defendiendo las murallas están los obreros, las mujeres y algún cura porque, mientras tanto, los mercaderes ricos negocian con las provisiones que traen de Mallorca en barcos que dejan en Castelldefels para especular con el precio, embarcaciones que acabarán en manos felipistas, con la consiguiente hambruna en la ciudad. Terminado el conflicto, familias pudientes como los Duran no tardarán ni semanas en ser ya proveedores de Felipe V…”, apunta. Y puestos a escoger un mito catalán que sirva de ariete contra Castilla, Pontón propone a Carlos I, quien, para hacerse con los servicios del genovés Andrea Doria, le regala la ruta catalana de comercio de esclavos del norte de África. “Eso sí dejó hundida a Cataluña durante más de un siglo”.
Vivir de las rentas
Un triste hilo conductor de la historia de España es, para Pontón, el compuesto por unas clases dirigentes “mezquinas y medrosas” que, ni en el campo ni en la ciudad, “han tenido necesidad alguna de invertir en tecnología o desarrollo porque han gozado de una mano de obra constante, abundante y barata; y porque su mentalidad ha sido vivir de rentas bajo la famosa premisa del ‘más vale poca renta y sin cuidado que muchos negocios sin complicaciones”.
La burguesía liberal del XIX “tampoco es la de la Revolución Francesa, también aspira a ser rentista: nunca entendieron la revolución industrial inglesa; nunca estas clases dirigentes han hecho inversiones industriales de futuro, pero tampoco lo han hecho en ciencia o educación…”, fija el historiador. “Todo se ha movido por pelotazos o a partir de estafar directamente al Estado, como el caso Matesa en pleno franquismo, en el marco de un Estado que ha pagado siempre por sus bonos los intereses más altos de Europa. ¿Para qué invertir si ya ingresas del erario por los juros o los vales reales?”.
Y la práctica viene de lejos: “El negocio de las Américas lo hará toda Europa menos nosotros; Carlos I y Felipe II vivirán del dinero que viene de Holanda y Carlos V acabará pagando intereses de capital al 50%...”. Ni coyunturas tan favorables como la neutralidad durante la I Guerra Mundial fueron aprovechadas porque “industrias como la textil no se desarrollaron estructuralmente, sino que se optó por hacer tres turnos de trabajo, subcontratar o tirar de economía sumergida. Finalizada la guerra, desaparecieron 6.000 empresas y la especulación en divisas acabó hundiendo hasta entidades financieras, como el Banco de Barcelona. Las clases populares no vieron nunca beneficio alguno cuando las bonanzas”. Su análisis de industrias mitificadas como la siderúrgica vasca y la textil catalana demuestra que se han sustentado en “un proteccionismo a ultranza del mercado interior y una represión policial de los obreros. El empresariado nunca ha querido arriesgar el capital, siempre ha esperado una coyuntura favorable que en las fases expansivas crea empleo y en las depresivas, lo destruye”, resume.
La situación ha ido a peor desde el último tercio del siglo XX, durante el cual, según Pontón, la economía española ha vivido “asistida desde el exterior por el capital extranjero, incapaz de generar una infraestructura sólida: se dice que no tuvimos un Plan Marshall, pero, desde un temprano 1949, Estados Unidos empieza a hacernos préstamos”. Esa ayuda económica será de 1.688 millones de dólares entre 1955 y 1964, casi 2.200 millones si se suman los 521 de apoyo militar. “El milagro español fue eso”, dice Pontón. Hasta 1973 hubo crecimientos anuales del 7,5%, junto a una pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores que venía desde 1959. Luego vinieron los beneficios fruto del ingreso en la Comunidad Económica Europea o la introducción del euro, pero “se sigue sin generar una estructura económica sólida, despilfarrando ese dinero en los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal de Sevilla en 1992 o la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia o un aeropuerto en Ciudad Real, sinsentidos como la línea férrea Santander-Sagunto de cuando la dictadura de Primo de Rivera”.
Una Transición rosa y un PSOE neoliberal
El manual de Pontón califica la República de 1931 de “burguesa: solo arregló las desigualdades mínimas que impedían instaurar una sociedad capitalista”; el mismo presidente Alcalá Zamora era “un señorito cordobés que obstaculizó la reforma agraria”. Pocos paños calientes usa al abordar la controvertida Transición: “Fue una reforma que conservará lo esencial de la arquitectura del régimen franquista, a la vez que buscará proteger la impunidad personal y asegurar la pervivencia del poder”, escribe. “Tuvo mucho de novela rosa, no se hizo limpieza de nada de la estructura franquista: ni de la judicatura ni de los estamentos policiales y militares, a los que se hicieron concesiones para que no dieran un golpe de Estado, que acabarían dando igualmente en 1981, con un papel ambiguo del rey Juan Carlos″.
También apunta una posible manipulación de los resultados del referéndum constitucional de 1978, que habría tenido una participación inferior a la que se dijo, especialmente en Barcelona y Zaragoza. “No hubo un gran entusiasmo con la Constitución, demostración de que un tanto por ciento de los españoles cree que no están concernidos por la política, que están fuera de ella, y eso deja una democracia débil, cuando justamente se necesita una participación más directa de ese 95% de la población para cambiar las cosas”.
Santiago Carrillo y Felipe González no quedan demasiado bien parados. Lo de Carrillo cree que “es más grave por la historia de muertos y represaliados que arrastraba el propio PCE”, si bien se mostró “muy inteligente” cuando controló la reacción de los militantes tras la matanza de los abogados laboralistas de Atocha (1977). “Ahí se ganó la legalización del partido”, reflexiona. González sale tan trastabillado del libro como su partido, un PSOE que entra en el Consejo de Estado de la dictadura de Primo de Rivera (1924); pacta con la derecha de Gil Robles un apoyo a una futura reinstauración monárquica si salía la opción en un plebiscito (1948), o cuando en la Transición maniobra con un Manuel Fraga que permite mítines del partido aun cuando no está legalizado… “Se entrevistaron; creo que Fraga quería que fueran juntos a las elecciones. Esto no lo escribo porque no tengo pruebas: solo publico lo que es demostrable”, dice, con rigor de historiador.
Entre lo demostrable apunta el dato de que el Gobierno del PSOE de González fue el más privatizador de la historia de España: “Traspasó el doble de las empresas públicas que privatizarían luego los gobiernos del PP; y lo peor: se inventó las contrataciones temporales en 1984, creando la división entre los trabajadores”, resume, reproduciendo un texto del secretario de Estado de Economía de la época, uno de los casi 140 documentos que, irrevocables, pespuntean el libro. Las liberalizaciones del mercado laboral “para tener más mano de obra barata” se radicalizaron en 1994 (PSOE) y en 1997 (PP). “No hay ninguna diferencia en las políticas económicas que aplicaron UCD, PSOE y PP. Ese es el resumen”, concluye.
El ‘procés’
Pontón zanja el procés catalán: “Artur Mas es un neoliberal que recortó más de 5.500 millones de euros en gasto público antes de que empezara Rajoy. Todo ha sido un teatrillo… Para los catalanes de a pie, ser independientes no tendría ventaja alguna porque perderían el refugio de la UE. Los bancos fueron los primeros en ver eso y sacaron sus sedes centrales de Cataluña”, señala. “Estamos, como país, contra la pared”, añade con preocupación.
Pontón maneja, en un estilo que recuerda al de su “maestro de vida y profesional” Josep Fontana, cifras muy recientes: “Casi 100.000 personas se van de España cada año buscando trabajo, la natalidad está estancada y se suicidan 10 personas de media al día”, enumera. El libro está dedicado a sus hijos, pero piensa en sus nietos: “Está escrito para los jóvenes, para que abran sus mentes y digan: ‘Eso no me lo volverán a hacer’, y se movilicen, en la línea de lo que significaron las asociaciones de vecinos en el franquismo”. Cree, firmemente, que “la solución a la mala política es la política, no la revolución”. Es un error esperar que el capitalismo se autodestruya: “No implosionará, sino que se convertirá en una cosa peor: la privatización total del Estado, dejará de existir como tal el Estado del bienestar, precisamente cuando más lo necesitamos”.
Y lanza: “España es hoy uno de los países con más desigualdad de la Unión Europea y esta se ha ido construyendo lentamente a lo largo de la historia. Pero son las decisiones políticas las que la generan, no las divinas; cambiar la actitud de los votantes no es una utopía”. Por eso, dice, se hizo en su momento editor y ahora lanza una tirada de 5.000 ejemplares de su nuevo libro. “Soy editor porque no quiero que la gente sea ignorante; he publicado 2.500 títulos en mi vida no para convencer a los convencidos. Mala cosa si esta España solo la leen los que piensan como yo”. Se conformaría con que, tras su lectura, cale el mensaje de que “igual las clases dirigentes españolas deberían pedirnos perdón”.
Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.
El País.
https://elpais.com/cultura/2021-10-21/gonzalo-ponton-espana-ha-sufrido-las-clases-dirigentes-mas-corruptas-reaccionarias-e-incompetentes-de-europa.html
El veterano editor Gonzalo Pontón (Barcelona, 77 años) ha acabado literalmente enfermo tras redactar y publicar España. Historia de todos nosotros desde el neolítico hasta el coronavirus en el sello Pasado & Presente, que él mismo fundó con sus hijos. La culpa la tiene, seguramente, su reconstrucción del pasado partiendo del 95% de la población. “La historia tradicional solo habla de los reyes y los poderosos y sus epopeyas, las élites. A mí me interesaba la gente que está bajo el pie de esas clases dirigentes, su pathos”, explica.
Aunque el libro no es pesimista, al acabar sus documentadas 908 páginas es inevitable pensar que el de España es un problema irresoluble, si se repasa una historia marcada por prebendas y corruptelas, una ancestral mala organización territorial y un peor sistema educativo dejado en manos de una Iglesia poderosísima (”su desasosiego por el dinero es horroroso: bloqueó la creación de institutos públicos de enseñanza media hasta el extremo de que en 1956 solo quedaban en España 119, los mismos que en 1939″). Pero, sobre todo, porque “hemos sufrido las clases dirigentes más corruptas, reaccionarias e incompetentes de toda Europa; Rusia aparte, no creo que exista, en ese sentido, un pueblo más desgraciado en el continente que nosotros”, reflexiona el veterano editor y fundador del sello Crítica, tras el humo de un cigarrillo en el despacho de su casa, donde alberga algunos de los 449 títulos que referencia en su particular manual de una historia de España que bien podría ser un anexo de su elogiado La lucha por la desigualdad (2017, Premio Nacional de Ensayo). “Con este es imposible que gane nada porque muchos de los que mandan quedan fatal: he quemado todas las barcas”.
Reconquista y 1714, dos mitos desmitificados
Entre los muchos episodios a los que quita épica están la Reconquista cristiana y la carga simbólica catalana del asedio de Barcelona en 1714 por las tropas de Felipe V. “Lo importante de al-Ándalus es la pata africana de los árabes, que comportaba la llegada a la Península de oro del Sudán y que es el inicio de un incipiente capitalismo primitivo, vinculado por un lado a pagos por protección o, en el caso de los condes catalanes, a la venta de semiesclavos. Cuando esos equilibrios se rompen, empieza a caer todo, no hay otras razones”.
Más dura es la deconstrucción del “mito romántico” del 11 de septiembre catalán. “De los cerca de 40.000 habitantes de la ciudad, la defienden unos 5.000, de los cuales 4.000 son de la Coronela, la milicia que pagan los gremios. Es decir, defendiendo las murallas están los obreros, las mujeres y algún cura porque, mientras tanto, los mercaderes ricos negocian con las provisiones que traen de Mallorca en barcos que dejan en Castelldefels para especular con el precio, embarcaciones que acabarán en manos felipistas, con la consiguiente hambruna en la ciudad. Terminado el conflicto, familias pudientes como los Duran no tardarán ni semanas en ser ya proveedores de Felipe V…”, apunta. Y puestos a escoger un mito catalán que sirva de ariete contra Castilla, Pontón propone a Carlos I, quien, para hacerse con los servicios del genovés Andrea Doria, le regala la ruta catalana de comercio de esclavos del norte de África. “Eso sí dejó hundida a Cataluña durante más de un siglo”.
Vivir de las rentas
Un triste hilo conductor de la historia de España es, para Pontón, el compuesto por unas clases dirigentes “mezquinas y medrosas” que, ni en el campo ni en la ciudad, “han tenido necesidad alguna de invertir en tecnología o desarrollo porque han gozado de una mano de obra constante, abundante y barata; y porque su mentalidad ha sido vivir de rentas bajo la famosa premisa del ‘más vale poca renta y sin cuidado que muchos negocios sin complicaciones”.
La burguesía liberal del XIX “tampoco es la de la Revolución Francesa, también aspira a ser rentista: nunca entendieron la revolución industrial inglesa; nunca estas clases dirigentes han hecho inversiones industriales de futuro, pero tampoco lo han hecho en ciencia o educación…”, fija el historiador. “Todo se ha movido por pelotazos o a partir de estafar directamente al Estado, como el caso Matesa en pleno franquismo, en el marco de un Estado que ha pagado siempre por sus bonos los intereses más altos de Europa. ¿Para qué invertir si ya ingresas del erario por los juros o los vales reales?”.
Y la práctica viene de lejos: “El negocio de las Américas lo hará toda Europa menos nosotros; Carlos I y Felipe II vivirán del dinero que viene de Holanda y Carlos V acabará pagando intereses de capital al 50%...”. Ni coyunturas tan favorables como la neutralidad durante la I Guerra Mundial fueron aprovechadas porque “industrias como la textil no se desarrollaron estructuralmente, sino que se optó por hacer tres turnos de trabajo, subcontratar o tirar de economía sumergida. Finalizada la guerra, desaparecieron 6.000 empresas y la especulación en divisas acabó hundiendo hasta entidades financieras, como el Banco de Barcelona. Las clases populares no vieron nunca beneficio alguno cuando las bonanzas”. Su análisis de industrias mitificadas como la siderúrgica vasca y la textil catalana demuestra que se han sustentado en “un proteccionismo a ultranza del mercado interior y una represión policial de los obreros. El empresariado nunca ha querido arriesgar el capital, siempre ha esperado una coyuntura favorable que en las fases expansivas crea empleo y en las depresivas, lo destruye”, resume.
La situación ha ido a peor desde el último tercio del siglo XX, durante el cual, según Pontón, la economía española ha vivido “asistida desde el exterior por el capital extranjero, incapaz de generar una infraestructura sólida: se dice que no tuvimos un Plan Marshall, pero, desde un temprano 1949, Estados Unidos empieza a hacernos préstamos”. Esa ayuda económica será de 1.688 millones de dólares entre 1955 y 1964, casi 2.200 millones si se suman los 521 de apoyo militar. “El milagro español fue eso”, dice Pontón. Hasta 1973 hubo crecimientos anuales del 7,5%, junto a una pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores que venía desde 1959. Luego vinieron los beneficios fruto del ingreso en la Comunidad Económica Europea o la introducción del euro, pero “se sigue sin generar una estructura económica sólida, despilfarrando ese dinero en los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal de Sevilla en 1992 o la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia o un aeropuerto en Ciudad Real, sinsentidos como la línea férrea Santander-Sagunto de cuando la dictadura de Primo de Rivera”.
Una Transición rosa y un PSOE neoliberal
El manual de Pontón califica la República de 1931 de “burguesa: solo arregló las desigualdades mínimas que impedían instaurar una sociedad capitalista”; el mismo presidente Alcalá Zamora era “un señorito cordobés que obstaculizó la reforma agraria”. Pocos paños calientes usa al abordar la controvertida Transición: “Fue una reforma que conservará lo esencial de la arquitectura del régimen franquista, a la vez que buscará proteger la impunidad personal y asegurar la pervivencia del poder”, escribe. “Tuvo mucho de novela rosa, no se hizo limpieza de nada de la estructura franquista: ni de la judicatura ni de los estamentos policiales y militares, a los que se hicieron concesiones para que no dieran un golpe de Estado, que acabarían dando igualmente en 1981, con un papel ambiguo del rey Juan Carlos″.
También apunta una posible manipulación de los resultados del referéndum constitucional de 1978, que habría tenido una participación inferior a la que se dijo, especialmente en Barcelona y Zaragoza. “No hubo un gran entusiasmo con la Constitución, demostración de que un tanto por ciento de los españoles cree que no están concernidos por la política, que están fuera de ella, y eso deja una democracia débil, cuando justamente se necesita una participación más directa de ese 95% de la población para cambiar las cosas”.
Santiago Carrillo y Felipe González no quedan demasiado bien parados. Lo de Carrillo cree que “es más grave por la historia de muertos y represaliados que arrastraba el propio PCE”, si bien se mostró “muy inteligente” cuando controló la reacción de los militantes tras la matanza de los abogados laboralistas de Atocha (1977). “Ahí se ganó la legalización del partido”, reflexiona. González sale tan trastabillado del libro como su partido, un PSOE que entra en el Consejo de Estado de la dictadura de Primo de Rivera (1924); pacta con la derecha de Gil Robles un apoyo a una futura reinstauración monárquica si salía la opción en un plebiscito (1948), o cuando en la Transición maniobra con un Manuel Fraga que permite mítines del partido aun cuando no está legalizado… “Se entrevistaron; creo que Fraga quería que fueran juntos a las elecciones. Esto no lo escribo porque no tengo pruebas: solo publico lo que es demostrable”, dice, con rigor de historiador.
Entre lo demostrable apunta el dato de que el Gobierno del PSOE de González fue el más privatizador de la historia de España: “Traspasó el doble de las empresas públicas que privatizarían luego los gobiernos del PP; y lo peor: se inventó las contrataciones temporales en 1984, creando la división entre los trabajadores”, resume, reproduciendo un texto del secretario de Estado de Economía de la época, uno de los casi 140 documentos que, irrevocables, pespuntean el libro. Las liberalizaciones del mercado laboral “para tener más mano de obra barata” se radicalizaron en 1994 (PSOE) y en 1997 (PP). “No hay ninguna diferencia en las políticas económicas que aplicaron UCD, PSOE y PP. Ese es el resumen”, concluye.
El ‘procés’
Pontón zanja el procés catalán: “Artur Mas es un neoliberal que recortó más de 5.500 millones de euros en gasto público antes de que empezara Rajoy. Todo ha sido un teatrillo… Para los catalanes de a pie, ser independientes no tendría ventaja alguna porque perderían el refugio de la UE. Los bancos fueron los primeros en ver eso y sacaron sus sedes centrales de Cataluña”, señala. “Estamos, como país, contra la pared”, añade con preocupación.
Pontón maneja, en un estilo que recuerda al de su “maestro de vida y profesional” Josep Fontana, cifras muy recientes: “Casi 100.000 personas se van de España cada año buscando trabajo, la natalidad está estancada y se suicidan 10 personas de media al día”, enumera. El libro está dedicado a sus hijos, pero piensa en sus nietos: “Está escrito para los jóvenes, para que abran sus mentes y digan: ‘Eso no me lo volverán a hacer’, y se movilicen, en la línea de lo que significaron las asociaciones de vecinos en el franquismo”. Cree, firmemente, que “la solución a la mala política es la política, no la revolución”. Es un error esperar que el capitalismo se autodestruya: “No implosionará, sino que se convertirá en una cosa peor: la privatización total del Estado, dejará de existir como tal el Estado del bienestar, precisamente cuando más lo necesitamos”.
Y lanza: “España es hoy uno de los países con más desigualdad de la Unión Europea y esta se ha ido construyendo lentamente a lo largo de la historia. Pero son las decisiones políticas las que la generan, no las divinas; cambiar la actitud de los votantes no es una utopía”. Por eso, dice, se hizo en su momento editor y ahora lanza una tirada de 5.000 ejemplares de su nuevo libro. “Soy editor porque no quiero que la gente sea ignorante; he publicado 2.500 títulos en mi vida no para convencer a los convencidos. Mala cosa si esta España solo la leen los que piensan como yo”. Se conformaría con que, tras su lectura, cale el mensaje de que “igual las clases dirigentes españolas deberían pedirnos perdón”.
Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.
El País.
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miércoles, 27 de octubre de 2021
PREMIADA POR EL ECSR. La mejor tesis del año es de este nazareno y muestra por qué la meritocracia no funciona
El sevillano Carlos Gil Hernández ha sido reconocido por el ECSR por un trabajo en el que expone por qué a los malos estudiantes de las clases altas nunca les va mal
Carlos Gil Hernández quería ser periodista, pero terminó de sociólogo. Nunca se lo habría planteado si no fuese porque, mientras cursaba Periodismo en la Universidad de Sevilla, las plazas para la asignatura de Fotoperiodismo se acabaron. La alternativa era Técnicas de Investigación Social, que impartía Ildefonso Marqués, uno de los grandes expertos españoles en clases sociales y movilidad. “Es una buena muestra de cómo el azar o las circunstancias que tú no eliges influyen en tu vida y tus decisiones”, explica década y media después Gil. “Creemos demasiado en otorgar responsabilidades individuales a nuestras elecciones”. Esa es la obsesión que ha movido a Gil en su investigación como sociólogo: la de intentar sacar a la luz los mecanismos invisibles de la sociedad. El ECSR (European Consortium for Sociological Research) acaba de premiar su tesis doctoral como la mejor del año: su título, ‘Cracking Meritocracy from the Starting Gate: Social Inequality in Skill Formation and School Choice’. El título hace referencia a los cajones de salida de las carreras de caballos: “Es una metáfora para explicar que en la carrera por el estatus socioeconómico, las clases aventajadas salen con unos cuantos metros de ventaja ya antes de nacer”.
"En una sociedad ideal, los hijos de la élite podrían bajar de clase, pero no ocurre" “Mi tesis trata de responder a la siguiente pregunta: ¿Cómo las familias de estatus socioeconómico alto evitan que sus hijos desciendan en la escalera social, aunque tengan una habilidad académica baja?”, explica Gil desde su casa en Dos Hermanas. Es una pregunta que lleva haciéndose décadas la sociología de la estratificación social. Si tan importante fuese el rendimiento académico, las habilidades y el esfuerzo (que solemos pensar que se trata de una decisión individual, meramente voluntaria), ¿por qué los estudiantes de clases más altas que rinden peor o se esfuerzan menos terminan notándolo menos que las bajas en su rendimiento y su estatus posterior, como han comprobado anteriores estudios? En primer lugar, explica el nazareno, las desigualdades ya surgen en los primeros años de vida. “La investigación muestra que las familias de clase social más alta consiguen realizar más inversiones culturales y económicas en la educación de sus hijos gracias a sus recursos, lo que da pie a que desarrollen esas habilidades que los profesores luego consideran mérito académico”. Incluso el esfuerzo, que suele considerarse una elección personal, se transmite culturalmente de manera distinta entre padres e hijos según su nivel socioeconómico.
Pero ¿Qué pasa con los niños de las clases aventajadas que no sacan buenas notas o no son muy hábiles cuando se hacen mayores? Una de las investigaciones realizadas por Gil con las encuestas en colegios alemanes muestra que no mucho. Claramente, menos que con los de clases más bajas. “El mecanismo que explica que sigan adelante son las aspiraciones de los padres, que quieren que lleguen como poco a su mismo estatus socioeconómico”, explica. “Si son hijos de profesionales liberales o ‘managers’, todo lo que no sea llegar a la universidad es un fracaso”. ¿Qué hacen, entonces? “Empujan”.
Pero ¿Qué pasa con los niños de las clases aventajadas que no sacan buenas notas o no son muy hábiles cuando se hacen mayores? Una de las investigaciones realizadas por Gil con las encuestas en colegios alemanes muestra que no mucho. Claramente, menos que con los de clases más bajas. “El mecanismo que explica que sigan adelante son las aspiraciones de los padres, que quieren que lleguen como poco a su mismo estatus socioeconómico”, explica. “Si son hijos de profesionales liberales o ‘managers’, todo lo que no sea llegar a la universidad es un fracaso”. ¿Qué hacen, entonces? “Empujan”.
La mayor desigualdad a la hora de acceder al Bachillerato o la universidad se concentra en los estudiantes con menor capacidad académica, y ahí es donde se activan otros mecanismos. “El cambio de escuela a otros centros donde los padres tengan más influencia, las tutorías privadas o simplemente matricularlos en un centro privado donde no les pidan nota”. Gil, además, comprobó cómo los profesores tienden a poner notas más altas a los estudiantes de clases más altas que sacan las mismas notas en PISA (un examen estandarizado y anónimo) y que se esfuerzan en clase al mismo nivel que alumnos más desaventajados: “Niños iguales en todo y con un nivel de competencias bajo a los que se les evalúa mejor si vienen de clases altas”.
"La socialdemocracia ha aceptado desde los noventa esa concepción del mérito"
Malas noticias para la meritocracia, porque estas observaciones muestran que la promesa de que cada cual obtendría un lugar en la sociedad acorde a sus habilidades no se cumple. “En una sociedad perfecta, los hijos de los que están en la cúspide social tendrían la posibilidad de bajar si no valen, pero eso nunca pasa”, añade Gil.
La batalla meritocrática
Podría parecer que durante los últimos años se ha producido una reacción frente a los discursos de la meritocracia, con libros como ‘La tiranía del mérito’, del Premio Príncipe de Asturias Michael J. Sandel. Sin embargo, el término 'meritocracia' es cada vez más popular, recuerda Gil. Jonathan Mijs mostró en un trabajo cómo la creencia en la meritocracia en las sociedades desarrolladas ha aumentado en las últimas décadas, especialmente desde los años noventa, y a pesar de que en ese mismo periodo de tiempo la desigualdad económica también se ha disparado. España es uno de los casos más agudos.
Otro de los estudios de Mijs señala que, paradójicamente, en los países con mayores desigualdades se tiende a creer aún más en la meritocracia. “Es curiosa esa distorsión cognitiva”, valora Gil. “La tesis es que las clases altas y las trabajadoras están tan lejos en términos de ingresos que ni siquiera son conscientes del nivel de desigualdad, y creen que es mucho más fácil llegar arriba”. Aunque algunas de las medidas tomadas por el Gobierno de izquierdas PSOE-Unidas Podemos sí cuestionen la idea actual de meritocracia, valora Gil, la mayor parte de la socialdemocracia “ha aceptado desde los noventa esa concepción del mérito y de la igualdad de oportunidades”. En esa época tuvo lugar el proceso que provocó que el número de universitarios en España se multiplicase entre los sesenta y los noventa. Y a pesar de que el acceso a la educación no ha cambiado, sí lo ha hecho la movilidad social. “El ascensor de bajada no funciona y el de subida se ha parado un poco, porque España es un país con menos empleos de alta cualificación, y si no se crean empleos de alta cualificación en cantidad ingente, es un juego de suma cero desde una perspectiva intergeneracional”, explica el sociólogo. “Si los hijos de los que están arriban no bajan y no se crean puestos arriba, los que están abajo tendrán complicado subir. Los puestos de las élites son limitados y, si no bajan ni aunque tengan una habilidad y un mérito bajo, la movilidad social no funciona. Es el melón que hay que abrir”.
La batalla meritocrática
Podría parecer que durante los últimos años se ha producido una reacción frente a los discursos de la meritocracia, con libros como ‘La tiranía del mérito’, del Premio Príncipe de Asturias Michael J. Sandel. Sin embargo, el término 'meritocracia' es cada vez más popular, recuerda Gil. Jonathan Mijs mostró en un trabajo cómo la creencia en la meritocracia en las sociedades desarrolladas ha aumentado en las últimas décadas, especialmente desde los años noventa, y a pesar de que en ese mismo periodo de tiempo la desigualdad económica también se ha disparado. España es uno de los casos más agudos.
Otro de los estudios de Mijs señala que, paradójicamente, en los países con mayores desigualdades se tiende a creer aún más en la meritocracia. “Es curiosa esa distorsión cognitiva”, valora Gil. “La tesis es que las clases altas y las trabajadoras están tan lejos en términos de ingresos que ni siquiera son conscientes del nivel de desigualdad, y creen que es mucho más fácil llegar arriba”. Aunque algunas de las medidas tomadas por el Gobierno de izquierdas PSOE-Unidas Podemos sí cuestionen la idea actual de meritocracia, valora Gil, la mayor parte de la socialdemocracia “ha aceptado desde los noventa esa concepción del mérito y de la igualdad de oportunidades”. En esa época tuvo lugar el proceso que provocó que el número de universitarios en España se multiplicase entre los sesenta y los noventa. Y a pesar de que el acceso a la educación no ha cambiado, sí lo ha hecho la movilidad social. “El ascensor de bajada no funciona y el de subida se ha parado un poco, porque España es un país con menos empleos de alta cualificación, y si no se crean empleos de alta cualificación en cantidad ingente, es un juego de suma cero desde una perspectiva intergeneracional”, explica el sociólogo. “Si los hijos de los que están arriban no bajan y no se crean puestos arriba, los que están abajo tendrán complicado subir. Los puestos de las élites son limitados y, si no bajan ni aunque tengan una habilidad y un mérito bajo, la movilidad social no funciona. Es el melón que hay que abrir”.
"La biología es más importante en las clases altas porque pueden explotar su potencial genético"
El propio investigador es uno de los ejemplos de esa movilidad social que se ha ralentizado. Criado en una familia de auxiliares administrativos, ha sido el primero en cursar un doctorado. Fue la dificultad de desarrollar el trabajo que más le interesaba, “un periodismo más sesudo y de profundidad”, lo que le terminó llevando a la universidad y la investigación sociológica. “Eso me metió el gusanillo de la investigación en sociología y decidí hacer el máster en Investigación de la Pompeu Fabra y otro máster de Sociología en Tillburg (Holanda). A partir de ahí, echo la solicitud para la beca del Instituto Universitario de Florencia y tengo la suerte de que me cojan para hacer el doctorado”. Desde junio, trabaja para la Comisión Europea como investigador social.
¿Genes o ambiente?
Gil considera que hay unos cuantos factores para que su trabajo haya sido premiado. Uno suena modesto: un sesgo de selección que impide que haya tenido que competir con otras tesis que “seguro que también eran mejores”. Pero también “una reflexión teórica muy larga, que es algo que la sociología cuantitativa empírica ha dejado de lado en los últimos años, defendiendo una idea como es la del mérito que tiene implicaciones políticas muy potentes”. También su multidisciplinariedad, desde la formación de capital humano en la economía hasta la sociología de la estratificación social, los mecanismos de compensación, las teorías de la reproducción cultural de Pierre Bourdieu, la psicología del desarrollo, ‘behavioral genetics’ y la epidemiología. Pero hay algo que puede llamar la atención del lector: la utilización de los estudios de gemelos como diseño causal. A lo largo de todo el siglo XX, los estudios con gemelos univitelinos y bivitelinos se han utilizado en la genética conductual para intentar adivinar qué comportamientos son heredados genéticamente y cuáles son producto del ambiente. Pero Gil lo utiliza de manera un tanto distinta, para quitarse los factores genéticos de en medio y centrarse en lo ambiental. Por eso no resulta fácil responder de manera definitiva y concluyente a la pregunta de ‘nature versus nurture’, es decir, naturaleza versus crianza.
“Esa dicotomía que establecemos a la hora de valorar hasta dónde llega el mérito y las circunstancias personales en el estatus es una herramienta útil para los académicos o para establecer debates más filosóficos, pero la práctica es mucho más compleja y es una pregunta que nunca se va a poder resolver, porque hay mucha interacción entre genes y ambiente”, responde el investigador.
¿Genes o ambiente?
Gil considera que hay unos cuantos factores para que su trabajo haya sido premiado. Uno suena modesto: un sesgo de selección que impide que haya tenido que competir con otras tesis que “seguro que también eran mejores”. Pero también “una reflexión teórica muy larga, que es algo que la sociología cuantitativa empírica ha dejado de lado en los últimos años, defendiendo una idea como es la del mérito que tiene implicaciones políticas muy potentes”. También su multidisciplinariedad, desde la formación de capital humano en la economía hasta la sociología de la estratificación social, los mecanismos de compensación, las teorías de la reproducción cultural de Pierre Bourdieu, la psicología del desarrollo, ‘behavioral genetics’ y la epidemiología. Pero hay algo que puede llamar la atención del lector: la utilización de los estudios de gemelos como diseño causal. A lo largo de todo el siglo XX, los estudios con gemelos univitelinos y bivitelinos se han utilizado en la genética conductual para intentar adivinar qué comportamientos son heredados genéticamente y cuáles son producto del ambiente. Pero Gil lo utiliza de manera un tanto distinta, para quitarse los factores genéticos de en medio y centrarse en lo ambiental. Por eso no resulta fácil responder de manera definitiva y concluyente a la pregunta de ‘nature versus nurture’, es decir, naturaleza versus crianza.
“Esa dicotomía que establecemos a la hora de valorar hasta dónde llega el mérito y las circunstancias personales en el estatus es una herramienta útil para los académicos o para establecer debates más filosóficos, pero la práctica es mucho más compleja y es una pregunta que nunca se va a poder resolver, porque hay mucha interacción entre genes y ambiente”, responde el investigador.
Cada vez aparecen herramientas más complejas que permiten trazar el genoma de millones de personas y comprobar qué variantes genéticas están relacionadas con distintos rasgos o enfermedades, pero la sociología prefiere buscar explicaciones del ambiente o culturales. “Por motivos obvios: nazismo, eugenesia, etc.”. Sin embargo, Gil cita otras investigaciones que han encontrado algo interesante relacionado con la biología: en las familias más aventajadas, la biología es más importante a la hora de explicar las diferencias de estatus socioeconómico que en las de nivel más bajo. “La hipótesis es que tienen más recursos para explorar su potencial genético”, concluye. No es tan fácil separar lo biológico de lo ambiental, no es tan sencillo entender por qué la sociedad funciona como funciona. En ello está Gil.
Fuente: El Confidencial.
* Las opiniones expresadas por el entrevistado Carlos Gil son de exclusiva responsabilidad personal, corresponden con su trabajo previo como investigador predoctoral en el Instituto Universitario Europeo, y no reflejan los puntos de vista de su actual empleador, la Comisión Europea.
En qué se equivocan los progresistas: el timo de la meritocracia. Michael J. Sandel
El mito de la meritocracia y a quién beneficia que sigamos creyendo en él. Héctor G. Barnés
En qué se equivocan los progresistas: el timo de la meritocracia. Michael J. Sandel
El mito de la meritocracia y a quién beneficia que sigamos creyendo en él. Héctor G. Barnés
martes, 26 de octubre de 2021
Cadáveres psicológicos
Miguel Ángel Santos Guerra
Desde el año 1994, el 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. El lema de este año es el siguiente: “Atención de salud mental para todos: hagámosla realidad”. Para todos y todas, claro. El lema es una llamada necesaria y urgente a pasar de las reflexiones y de las lamentaciones a la acción. Hay que concentrarla atención mundial en la identificación, tratamiento y prevención de los trastornos emocionalesy de conducta.
El objetivo que persigue la celebración, es el de recordar que la salud de cada individuo es la sólida base para la construcción de vidas plenas y satisfactorias. Esto tiene una estricta correlación con la definición de “salud”(1946) propuesta por la OMS, que la considera como un “estado de completo bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Así, se establecen estrechos vínculos entre la salud física y la salud mental, entendiendo que son pilares fundamentales para el bienestar.
La pandemia de la Covid-19 ha tenido un gran impacto en la salud mental de las personas. Algunos grupos, como los trabajadores de la salud y otros trabajadores de primera línea, los estudiantes, las personas que viven solas, las personas mayores y las que tienen afecciones mentales preexistentes, se han visto especialmente afectadas. Y los servicios de atención para los trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias se han visto interrumpidos en unos momentos y desbordados en otros.
Sabemos que todo lo relacionado con la salud mental constituye todavía un tabú, aunque se esté resquebrajando. Todavía no decimos con la misma tranquilidad que un hijo va al podólogo que al psicólogo o al psiquiatra. Ni los profesionales de una y otra rama médica gozan del mismo estatus social. Hay cierta sospecha sobre el hecho de que el profesional de la salud mental padece alguna tara psicológica, como muestran algunas bromas maliciosas. De este tipo:
Le pregunta un psiquiatra al nuevo paciente:
¿Qué problema tiene usted?
Doctor, creo que tengo doble personalidad.
Pues siéntese, que vamos a hablar tranquilamente los cuatro…
Absorbidos por los efectos de la Covid-19 sobre la salud corporal, nos hemos olvidado de que también existe otro tipo de salud y de muerte. Yo hablo de cadáveres psicológicos. Digo de ellos que se diferencian de los físicos en que no huelen, se mueven, hablan, andan y hasta se ríen.
Me preocupa especialmente la salud mental de los jóvenes. He leído hace muy poco que cada año se producen en el mundo 46.000 muertes de jóvenes por suicidio. El suicido es la cuarta causa de muerte de jóvenes entre 15 y 19 años. Cifras probablemente rebajadas, dadas las concepciones vergonzantes que existen sobre esta cuestión en la mayoría de países del mundo.¿Qué es lo que hace que un joven, que se está abriendo a la vida, decida quitársela?
En el programa del Intermedio del lunes, día 11 de octubre, la reportera Andrea Ropero hizo una excelente entrevista a Claudia Fajarnés, una joven de 23 años que padece una anorexia nerviosa desde que tenia 15. Ocho años de infierno.
Hablaba la entrevistada, desde Oxford, de las dificultades económicas para ser atendida, de las interminables esperas, de los ingresos en centros especializados carísimos, de las recaídas, de la presión social.Pedía que estos problemas dejen de ser tabú y aconsejaba a quienes padecen la enfermedad que pidan ayuda y que la sociedad ofrezca apoyo y medios, ya que se trata de enfermedades de larga duración.
La ansiedad social y el trastorno de la conducta alimentaria son dos patologías que se han agravado durante el confinamiento en el que muchos jóvenes han sufrido en silencio problemas de salud mental. “Todo el día encerrada en casa, tenía pensamientos que no eran buenos”, decía una joven hace unos días en la televisión.
Uno de cada siete adolescentes en todo el mundo tiene problemas de salud mental diagnosticados. El 58,3 % de los españoles y españolas de entre 15 y 24 años dice sentirse “a menudo” ansioso, nervioso y preocupado y el 36 % “a veces”, según reveló Unicef esta semana en un informe.
Acudir a un psicólogo en el sistema público es una de las mayores demandas de todos estos jóvenes que piden que no se les aísle y denuncian la falta de recursos. Según datos de 2018, en España hay solo 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes, tres veces menos que la media europea. “En España va al psicólogo solo quien puede”, dice a EFE Patricia Jiménez, quien explica que una sesión en la capital española puede costar desde 50 a 120 euros.
A la falta de profesionales en el sistema público, se suma el precio para poder acceder a un tratamiento adecuado y continuo, por lo que muchos pacientes solo acuden a la sanidad pública para tratar ataques puntuales con fármacos. “Yo lo recibo todo el tratamiento privado, a la pública solo he ido cuando he tenido picos de ansiedad, la gente que conozco que ha ido la han atendido cada mes y una terapia si no es semanal deber ser como mucho quincenal; en un mes te puede pasar de todo y tu cabeza tener ese sufrimiento”, afirma una paciente.
Las atenciones hospitalarias por autolesiones, que algunos adolescentes se infligen como vía de escape de una situación de desbordamiento emocional, se han disparado en los últimos años, un fenómeno que ya se había incrementado antes de la pandemia y que la Covid-19 ha agravado. Estudios publicados en los últimos diez años centrados en Cataluña indican que un 11,4% de los jóvenes se ha autolesionado al menos una vez en su vida, y en Europa se habla de una prevalencia del 27,6%.
Se viene observando una tendencia alcista, previa a la pandemia, de jóvenes que llegan a urgencias con autolesiones. En el periodo de 2014 al 2017 ya seprodujo un aumento del 21% de las consultas en urgencias pediátricas por este motivo y entre 2019 y 2021, el incremento pasó a ser de “casi el doble”.
Las psicosis y las neurosis encuentran terreno abonado en los jóvenes durante una pandemia que no acaba nunca. Le oí a un profesor de psicología esta ingeniosa aclaración sobre la diferencia entre psicosis y neurosis: el psicótico no sabe que dos y dos son cuatro; el neurótico sabe que dos y dos son cuatro, pero le da rabia.
¿Quién puede decir que goza de una inmejorable salud mental? ¿Quién puede asegurar que siempre la tendrá? Hace tiempo leí en un cartel: “Todos somos raros menos tú y yo; incluso tú eres un poco raro”.
Parece que los jóvenes de hoy tienen una vida fácil, cómoda y divertida. Yo no lo creo así. Pienso que viven en un contexto hostil y en una cultura cargada de insolidaridad, individualismo, egoísmo, competitividad, hipertrofia de la imagen y relativismo moral. Un contexto adverso para crecer de forma sana.
Hace años, en mi cultura rural, un joven de 15 años constituía el pilar fundamental de la familia. Eso sucedió con mi padre. Sobre sus espaldas recayó el peso del mantenimiento de la familia paterna. Un joven de nuestros días se siente un parásito hasta los 35 años. Ni encuentra trabajo, ni puede independizarse, ni puede hacer un proyecto de vida, ni puede pensar en la importancia que tiene su persona y su trabajo para la familia y para la sociedad.
No es fácil cultivar el autoconcepto y la autoestima en una sociedad que presenta tramposamente modelos a través de las redes y los medios de comunicación. Jóvenes de belleza imposible de alcanzar, empresarios de éxito insuperable, deportistas multimillonarios de estatus inaccesible, cantantes de éxito inalcanzable ¿Qué les espera a ellos en el mejor de los casos? Muchos años de estudio, muchos esfuerzos permanentes, dificultad extrema para alcanzar trabajo (el paro juvenil en España supera el cuarenta por ciento). En una etapa en la que se necesita psicológicamente valer para algo y para alguien, el joven no encuentra una ocupación después de muchos años de esfuerzo…
Detrás de este fenómeno, a menudo poco comprendido por la sociedad, hay diferentes variables, como entornos familiares, de escuela o amistades,la presión de las redes sociales, una sociedad con cambios rápidos y una elevada exigencia con los menores, desde muy pequeños.
La educación emocional, en la familia y en la escuela, es la mejor prevención de enfermedades mentales y el mejor camino para conseguir la salud emocional.
Desde el año 1994, el 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. El lema de este año es el siguiente: “Atención de salud mental para todos: hagámosla realidad”. Para todos y todas, claro. El lema es una llamada necesaria y urgente a pasar de las reflexiones y de las lamentaciones a la acción. Hay que concentrarla atención mundial en la identificación, tratamiento y prevención de los trastornos emocionalesy de conducta.
El objetivo que persigue la celebración, es el de recordar que la salud de cada individuo es la sólida base para la construcción de vidas plenas y satisfactorias. Esto tiene una estricta correlación con la definición de “salud”(1946) propuesta por la OMS, que la considera como un “estado de completo bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Así, se establecen estrechos vínculos entre la salud física y la salud mental, entendiendo que son pilares fundamentales para el bienestar.
La pandemia de la Covid-19 ha tenido un gran impacto en la salud mental de las personas. Algunos grupos, como los trabajadores de la salud y otros trabajadores de primera línea, los estudiantes, las personas que viven solas, las personas mayores y las que tienen afecciones mentales preexistentes, se han visto especialmente afectadas. Y los servicios de atención para los trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias se han visto interrumpidos en unos momentos y desbordados en otros.
Sabemos que todo lo relacionado con la salud mental constituye todavía un tabú, aunque se esté resquebrajando. Todavía no decimos con la misma tranquilidad que un hijo va al podólogo que al psicólogo o al psiquiatra. Ni los profesionales de una y otra rama médica gozan del mismo estatus social. Hay cierta sospecha sobre el hecho de que el profesional de la salud mental padece alguna tara psicológica, como muestran algunas bromas maliciosas. De este tipo:
Le pregunta un psiquiatra al nuevo paciente:
¿Qué problema tiene usted?
Doctor, creo que tengo doble personalidad.
Pues siéntese, que vamos a hablar tranquilamente los cuatro…
Absorbidos por los efectos de la Covid-19 sobre la salud corporal, nos hemos olvidado de que también existe otro tipo de salud y de muerte. Yo hablo de cadáveres psicológicos. Digo de ellos que se diferencian de los físicos en que no huelen, se mueven, hablan, andan y hasta se ríen.
Me preocupa especialmente la salud mental de los jóvenes. He leído hace muy poco que cada año se producen en el mundo 46.000 muertes de jóvenes por suicidio. El suicido es la cuarta causa de muerte de jóvenes entre 15 y 19 años. Cifras probablemente rebajadas, dadas las concepciones vergonzantes que existen sobre esta cuestión en la mayoría de países del mundo.¿Qué es lo que hace que un joven, que se está abriendo a la vida, decida quitársela?
En el programa del Intermedio del lunes, día 11 de octubre, la reportera Andrea Ropero hizo una excelente entrevista a Claudia Fajarnés, una joven de 23 años que padece una anorexia nerviosa desde que tenia 15. Ocho años de infierno.
Hablaba la entrevistada, desde Oxford, de las dificultades económicas para ser atendida, de las interminables esperas, de los ingresos en centros especializados carísimos, de las recaídas, de la presión social.Pedía que estos problemas dejen de ser tabú y aconsejaba a quienes padecen la enfermedad que pidan ayuda y que la sociedad ofrezca apoyo y medios, ya que se trata de enfermedades de larga duración.
La ansiedad social y el trastorno de la conducta alimentaria son dos patologías que se han agravado durante el confinamiento en el que muchos jóvenes han sufrido en silencio problemas de salud mental. “Todo el día encerrada en casa, tenía pensamientos que no eran buenos”, decía una joven hace unos días en la televisión.
Uno de cada siete adolescentes en todo el mundo tiene problemas de salud mental diagnosticados. El 58,3 % de los españoles y españolas de entre 15 y 24 años dice sentirse “a menudo” ansioso, nervioso y preocupado y el 36 % “a veces”, según reveló Unicef esta semana en un informe.
Acudir a un psicólogo en el sistema público es una de las mayores demandas de todos estos jóvenes que piden que no se les aísle y denuncian la falta de recursos. Según datos de 2018, en España hay solo 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes, tres veces menos que la media europea. “En España va al psicólogo solo quien puede”, dice a EFE Patricia Jiménez, quien explica que una sesión en la capital española puede costar desde 50 a 120 euros.
A la falta de profesionales en el sistema público, se suma el precio para poder acceder a un tratamiento adecuado y continuo, por lo que muchos pacientes solo acuden a la sanidad pública para tratar ataques puntuales con fármacos. “Yo lo recibo todo el tratamiento privado, a la pública solo he ido cuando he tenido picos de ansiedad, la gente que conozco que ha ido la han atendido cada mes y una terapia si no es semanal deber ser como mucho quincenal; en un mes te puede pasar de todo y tu cabeza tener ese sufrimiento”, afirma una paciente.
Las atenciones hospitalarias por autolesiones, que algunos adolescentes se infligen como vía de escape de una situación de desbordamiento emocional, se han disparado en los últimos años, un fenómeno que ya se había incrementado antes de la pandemia y que la Covid-19 ha agravado. Estudios publicados en los últimos diez años centrados en Cataluña indican que un 11,4% de los jóvenes se ha autolesionado al menos una vez en su vida, y en Europa se habla de una prevalencia del 27,6%.
Se viene observando una tendencia alcista, previa a la pandemia, de jóvenes que llegan a urgencias con autolesiones. En el periodo de 2014 al 2017 ya seprodujo un aumento del 21% de las consultas en urgencias pediátricas por este motivo y entre 2019 y 2021, el incremento pasó a ser de “casi el doble”.
Las psicosis y las neurosis encuentran terreno abonado en los jóvenes durante una pandemia que no acaba nunca. Le oí a un profesor de psicología esta ingeniosa aclaración sobre la diferencia entre psicosis y neurosis: el psicótico no sabe que dos y dos son cuatro; el neurótico sabe que dos y dos son cuatro, pero le da rabia.
¿Quién puede decir que goza de una inmejorable salud mental? ¿Quién puede asegurar que siempre la tendrá? Hace tiempo leí en un cartel: “Todos somos raros menos tú y yo; incluso tú eres un poco raro”.
Parece que los jóvenes de hoy tienen una vida fácil, cómoda y divertida. Yo no lo creo así. Pienso que viven en un contexto hostil y en una cultura cargada de insolidaridad, individualismo, egoísmo, competitividad, hipertrofia de la imagen y relativismo moral. Un contexto adverso para crecer de forma sana.
Hace años, en mi cultura rural, un joven de 15 años constituía el pilar fundamental de la familia. Eso sucedió con mi padre. Sobre sus espaldas recayó el peso del mantenimiento de la familia paterna. Un joven de nuestros días se siente un parásito hasta los 35 años. Ni encuentra trabajo, ni puede independizarse, ni puede hacer un proyecto de vida, ni puede pensar en la importancia que tiene su persona y su trabajo para la familia y para la sociedad.
No es fácil cultivar el autoconcepto y la autoestima en una sociedad que presenta tramposamente modelos a través de las redes y los medios de comunicación. Jóvenes de belleza imposible de alcanzar, empresarios de éxito insuperable, deportistas multimillonarios de estatus inaccesible, cantantes de éxito inalcanzable ¿Qué les espera a ellos en el mejor de los casos? Muchos años de estudio, muchos esfuerzos permanentes, dificultad extrema para alcanzar trabajo (el paro juvenil en España supera el cuarenta por ciento). En una etapa en la que se necesita psicológicamente valer para algo y para alguien, el joven no encuentra una ocupación después de muchos años de esfuerzo…
Detrás de este fenómeno, a menudo poco comprendido por la sociedad, hay diferentes variables, como entornos familiares, de escuela o amistades,la presión de las redes sociales, una sociedad con cambios rápidos y una elevada exigencia con los menores, desde muy pequeños.
La educación emocional, en la familia y en la escuela, es la mejor prevención de enfermedades mentales y el mejor camino para conseguir la salud emocional.
lunes, 25 de octubre de 2021
_- “Los tratamientos contra el cáncer eran como intentar arreglar un televisor con un martillo”
El oncólogo William Kaelin, ganador del Nobel de Medicina, confía en que descubrimientos inminentes cambiarán por completo la lucha contra los tumores
El médico William Kaelin no quería ganar el Nobel de Medicina. Su esposa, la reputada oncóloga Carolyn Scerbo, había vaticinado que él acabaría siendo galardonado. Juntos se divertían pensando en cómo transformaría sus vidas el premio sueco, que convierte a sus ganadores en semidioses en el imaginario colectivo. En 2015, ella murió por un cáncer cerebral letal a los 54 años. Kaelin, sin su “mejor amiga, alma gemela y compañera de vida”, deseó un año tras otro no recibir la llamada de Estocolmo. Ya no quería ganarlo, pero estaba en todas las quinielas. El médico, un neoyorquino de 63 años, había ayudado a descubrir el mecanismo por el que las células detectan el oxígeno disponible y se adaptan a él, un hallazgo que ha abierto la puerta a nuevos tratamientos contra su gran enemigo, el cáncer, y también contra la anemia. El 7 de octubre de 2019, sonó su teléfono en plena noche. Acababa de ganar el Nobel de Medicina.
Kaelin, de la Escuela de Medicina de Harvard, responde a las preguntas de EL PAÍS desde su casa de Boston, antes de participar por videoconferencia en una reunión con jóvenes científicos en el Instituto de Salud Global de Barcelona, dentro de la Iniciativa Inspiración Premio Nobel, apoyada por la Fundación AstraZeneca. “Espero que descubramos algo en los próximos 10 años que cambie por completo la lucha contra el cáncer”, afirma Kaelin. Él está en primera línea para lograrlo.
Pregunta. Uno de sus profesores en la universidad le dijo que usted no tenía futuro en la ciencia.
Respuesta. Sí, ya falleció. Estuve en el laboratorio equivocado, con el profesor equivocado y con el proyecto equivocado. Pero yo era un chico de casi 20 años y me creí la crítica. Solo tras hablar más tarde con otros científicos me di cuenta de que quizá el problema no era yo.
P. Cuando era joven, usted pensaba que la biología era “terriblemente aburrida”.
R. Sí, no soy el único. He leído las biografías de muchos biólogos de mi generación y muchos de ellos, como yo, pensaron que la biología era muy aburrida, porque era muy descriptiva, como coleccionar sellos. En las décadas de 1960 y 1970 había que memorizar un montón de nombres de plantas y animales, pero nos faltaban herramientas para llevar a cabo experimentos explicativos. Cuando estás en el instituto, lo más importante que puedes aprender es a pensar con claridad, de manera lógica y rigurosa. Si lo aprendes estudiando biología, maravilloso, pero también lo puedes lograr en otras disciplinas. Puedes reinventarte varias veces por el camino, pero tienes que aprender a pensar.
Puedes reinventarte varias veces por el camino, pero tienes que aprender a pensar
P. Usted nació en 1957, el año del lanzamiento del satélite soviético Sputnik, y llegó a ir a los desfiles de bienvenida a los astronautas estadounidenses que llegaron a la Luna en 1969. ¿Cree que los niños de hoy tienen suficientes héroes científicos?
R. Cuando Barack Obama era presidente, dijo que necesitábamos otro momento Sputnik. Y supe perfectamente lo que quería decir: ese momento en el que la imaginación de las personas se expande y aparecen nuevas posibilidades. Yo me beneficié del interés en la ciencia y en la ingeniería en los años sesenta, impulsado por la carrera espacial y la Guerra Fría. Creo que, al menos en EE UU, y me temo que en otras partes del mundo, los políticos a veces perturban el funcionamiento de la ciencia y cuestionan las motivaciones de los científicos si no les gustan sus conclusiones. Ahí está por ejemplo el cambio climático. Hay gente que, por intereses políticos o económicos, pone en duda las motivaciones de los científicos. A mí esto me preocupa, porque confunde a los jóvenes.
P. Cuando su esposa murió por un cáncer cerebral, usted pidió a los asistentes al funeral que no llevasen flores, sino que hicieran donaciones para la investigación del cáncer. ¿Hace falta más dinero?
R. Disponer de más dinero y recursos solo puede ayudar. Cuanto más inviertas en ciencia, más conocimiento generarás y más progresarás en el tratamiento de las enfermedades. Pero no es solo una cuestión de dinero, importa todo el ecosistema: hay que celebrar la ciencia y tener un sistema educativo potente. Una vez que cumples estas condiciones, cuanto más recursos tengas, mejor. A veces no financiamos suficientemente la ciencia.
Cuanto más dinero inviertas en ciencia, más progresarás en el tratamiento de las enfermedades
P. Ahora que comprendemos mejor los sensores de oxígeno en las células, ¿qué? ¿Qué fármacos podemos tener a corto plazo?
R. Ya tenemos unos nuevos fármacos que, al tomarlos, engañan al cuerpo para que piense que no está recibiendo suficiente oxígeno y responda, por ejemplo, formando más glóbulos rojos. Uno de estos fármacos, el roxadustat, en el que yo he estado implicado, ha sido autorizado recientemente en Europa como tratamiento contra la anemia. Ahora sabemos que el cáncer a menudo secuestra el sistema, cogiendo las riendas de los sensores de oxígeno, para engañar al cuerpo y que abastezca al tumor de sangre. Hay nuevos fármacos, como los llamados inhibidores de HIF-2, que son muy prometedores en ciertos tipos de cáncer. El primero de estos fármacos fue aprobado en agosto para el tratamiento de la enfermedad de Von Hippel-Lindau, una afección rara que causa cáncer, pero me sorprendería mucho si no se aprueban también para otros tumores, incluido el de riñón.
P. En su discurso del Nobel afirmó que, en realidad, sus descubrimientos arrancan con un estudio del médico británico Edward Treacher Collins de 1894 [sobre el extraño crecimiento de vasos sanguíneos en los ojos de dos hermanos]. La ciencia a veces es muy lenta. ¿Cómo se puede ir más rápido?
R. Hubo un punto de inflexión en el año 2000, con la publicación del primer borrador del genoma humano. Algún día echaremos la vista atrás y diremos que aquello fue el Big Bang, porque está acelerando radicalmente el progreso en las ciencias biomédicas. Estamos en una época dorada. No es casualidad que hiciera falta tanto tiempo para descifrar lo que Treacher Collins había descrito. Es que, sencillamente, no teníamos las herramientas. Ahora todo va mucho más rápido.
P. ¿Cómo era el tratamiento del cáncer en los años ochenta?
R. Se basaba sobre todo en fármacos que se habían descubierto al ver su capacidad para matar o inhibir las células cancerosas en placas de laboratorio. Pero no había un conocimiento real de los entresijos moleculares de estos tumores. No sabíamos qué genes estaban alterados. Era como intentar arreglar un televisor con un martillo. Ahora podemos desarrollar fármacos realmente dirigidos a estos mecanismos moleculares, en vez de depender de fármacos que matan indiscriminadamente células cancerosas y células normales.
En 10 o 20 años podemos ver nuevos enfoques que ahora ni imaginamos
P. Quizá en un futuro cercano, en 10 o 20 años, analizaremos la etapa actual y pensaremos que también estábamos arreglando la televisión con un martillo.
R. Creo que las cosas cambiaron en el año 2000. A riesgo de usar otra analogía, creo que estamos intentando arreglar un coche y en el año 2000 al menos fuimos capaces por primera vez de abrir el capó y ver el motor. Ese fue el punto de inflexión.
P. ¿Cómo imagina la lucha contra el cáncer en 10 o 20 años?
R. Hay una gran diferencia entre la ciencia y la ingeniería. Cuando [el presidente estadounidense John Fitzgerald] Kennedy dijo que íbamos a poner un hombre en la Luna en una década, fue porque poner un hombre en la Luna era sobre todo un problema de ingeniería. Los principios científicos necesarios ya se conocían en 1960, así que se podía calcular razonadamente que en 10 años sería posible. En ciencia hay una impredecibilidad mucho mayor. De repente, aprendes algo que cambia por completo tu forma de pensar y aparecen oportunidades que no podías ni imaginar. Yo siempre soy un poco reacio a predecir cómo será el tratamiento del cáncer en una década o dos, porque me decepcionaría si todas mis predicciones son correctas. Espero que descubramos algo en los próximos 10 años que cambie por completo la lucha contra el cáncer. Dicho esto, necesitamos avanzar hacia esta medicina de precisión, en vez de las viejas quimioterapias que eran bastante rudimentarias. Muchos fármacos de precisión se utilizan actualmente como único tratamiento, pero tenemos que combinarlos, porque sabemos que ese es el camino para curar el cáncer y para evitar que aparezcan resistencias. Un fármaco puede matar las células cancerosas, mientras que otro activa el sistema inmune para que sea más efectivo contra el cáncer. También me puedo imaginar nuevas maneras de corregir genes defectuosos implicados en el cáncer. En 10 o 20 años podemos ver nuevos enfoques que ahora ni imaginamos.
domingo, 24 de octubre de 2021
_- Endogamia: la pandemia de la Universidad española
_- Por Susana Vega González | 19/10/2021 | Conocimiento Libre
Fuentes: huffingtonpost.es
No son pocos los casos de candidatos que se quedaron fuera de un proceso selectivo porque la plaza ya estaba pre-adjudicada a un favorito.
Imaginemos que una universidad española rechaza a un candidato en un concurso u oposición por el mero hecho de ser mujer. Ahora imaginemos que el rechazo es motivado por su orientación sexual. ¿Qué ocurriría? ¿Qué repercusión tendría ese hecho? Con toda seguridad se produciría una clamorosa condena y reivindicación desde diversos ámbitos: político, social, gubernamental, sindical, etc. La repercusión y reprobación global sería enorme.
Imaginemos ahora que una universidad española rechaza a un candidato por el mero hecho de no ser amigo o discípulo o pariente de determinada persona. Es decir, el rechazo no se produce en este caso ni por género ni por orientación sexual del candidato sino por sus contactos y amistades o relaciones. ¿Qué ocurriría? ¿Habría la misma condena y reivindicaciones? ¿Tendría la misma repercusión que los supuestos anteriores?
Según el diccionario de la Real Academia Española, la “actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo o institución” se denomina “endogamia”. Y este es uno de los mayores males de la universidad española en general. No son pocos los casos de candidatos que se quedaron fuera de un proceso selectivo para plazas de docente-investigador universitario porque la plaza ya estaba pre-adjudicada a un candidato favorito, y favorecido por lazos de amistad o parentesco o similares. Y no son pocos los casos aparecidos en prensa y otros medios. Cuando esto ocurre, los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad en el acceso al empleo público—así como el derecho a un evaluador imparcial― quedan arrinconados y se elige al candidato no por ser el mejor sino por ser el más amigo o el más pariente, aunque haya otros candidatos mejores.
Fuentes: huffingtonpost.es
No son pocos los casos de candidatos que se quedaron fuera de un proceso selectivo porque la plaza ya estaba pre-adjudicada a un favorito.
Imaginemos que una universidad española rechaza a un candidato en un concurso u oposición por el mero hecho de ser mujer. Ahora imaginemos que el rechazo es motivado por su orientación sexual. ¿Qué ocurriría? ¿Qué repercusión tendría ese hecho? Con toda seguridad se produciría una clamorosa condena y reivindicación desde diversos ámbitos: político, social, gubernamental, sindical, etc. La repercusión y reprobación global sería enorme.
Imaginemos ahora que una universidad española rechaza a un candidato por el mero hecho de no ser amigo o discípulo o pariente de determinada persona. Es decir, el rechazo no se produce en este caso ni por género ni por orientación sexual del candidato sino por sus contactos y amistades o relaciones. ¿Qué ocurriría? ¿Habría la misma condena y reivindicaciones? ¿Tendría la misma repercusión que los supuestos anteriores?
Según el diccionario de la Real Academia Española, la “actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo o institución” se denomina “endogamia”. Y este es uno de los mayores males de la universidad española en general. No son pocos los casos de candidatos que se quedaron fuera de un proceso selectivo para plazas de docente-investigador universitario porque la plaza ya estaba pre-adjudicada a un candidato favorito, y favorecido por lazos de amistad o parentesco o similares. Y no son pocos los casos aparecidos en prensa y otros medios. Cuando esto ocurre, los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad en el acceso al empleo público—así como el derecho a un evaluador imparcial― quedan arrinconados y se elige al candidato no por ser el mejor sino por ser el más amigo o el más pariente, aunque haya otros candidatos mejores.
Este fenómeno discurre por muchas de nuestras universidades sin que haya un clamor social, ni sindical, sin que se ponga el grito en el cielo por parte de las autoridades universitarias ni desde el ámbito político ni gubernamental. Hay una especie de normalización de la endogamia (=rechazo) y una suerte de aceptación encubierta que hace que en casos de rechazo de este tipo, no se ponga el grito en el cielo sino que las víctimas han de gritar solas, sabiendo que muchas veces el suyo es un grito en el desierto.
La palabra clave es el “rechazo” que, en el caso de la endogamia, se implementa generalmente mediante mala praxis, amaños de plazas y un despliegue de recursos reprobables que aseguran la plaza a un determinado candidato. En ocasiones se ve cierta confusión respecto al concepto de endogamia. Que un doctor trabaje en la misma universidad donde se doctoró nada tiene que ver con endogamia, si ese doctor logró su plaza en juego limpio, transparente y respetando los dictados constitucionales. Solo faltaba que a un candidato que resulte ser el mejor y de mejor currículum se le rechazara por haberse doctorado en esa universidad. (Hacer tal cosa sería un error y de ningún modo evitaría los amaños de plazas, pues la picaresca en este sentido es bien conocida en algunos casos reales en nuestro país).
Las consecuencias del fenómeno endogámico son varias y van en diversas direcciones:
1) Al no contratar al mejor candidato sino al más amigo, la calidad docente e investigadora merma y se tiende no a la excelencia sino a la mediocridad.
2) Los estudiantes padecen esa menor calidad en sus docentes, que sería más elevada si se contrataran a los mejores candidatos.
3) El gasto de dinero público que se produce en batallas judiciales por parte de las universidades enrocadas en defender lo indefendible (cuando se producen irregularidades en la adjudicación de plazas), lo pagan los contribuyentes con sus impuestos.
4) La salud mental de los docentes e investigadores que son víctimas de este fenómeno es otra consecuencia, especialmente silenciada, de la que no se habla. Ansiedad, angustia, estrés, depresión y otras dolencias son padecidas en silencio por las víctimas, mientras la rueda de un sistema lastrado continúa.
¿Dónde está la ética y los valores?
La palabra clave es el “rechazo” que, en el caso de la endogamia, se implementa generalmente mediante mala praxis, amaños de plazas y un despliegue de recursos reprobables que aseguran la plaza a un determinado candidato. En ocasiones se ve cierta confusión respecto al concepto de endogamia. Que un doctor trabaje en la misma universidad donde se doctoró nada tiene que ver con endogamia, si ese doctor logró su plaza en juego limpio, transparente y respetando los dictados constitucionales. Solo faltaba que a un candidato que resulte ser el mejor y de mejor currículum se le rechazara por haberse doctorado en esa universidad. (Hacer tal cosa sería un error y de ningún modo evitaría los amaños de plazas, pues la picaresca en este sentido es bien conocida en algunos casos reales en nuestro país).
Las consecuencias del fenómeno endogámico son varias y van en diversas direcciones:
1) Al no contratar al mejor candidato sino al más amigo, la calidad docente e investigadora merma y se tiende no a la excelencia sino a la mediocridad.
2) Los estudiantes padecen esa menor calidad en sus docentes, que sería más elevada si se contrataran a los mejores candidatos.
3) El gasto de dinero público que se produce en batallas judiciales por parte de las universidades enrocadas en defender lo indefendible (cuando se producen irregularidades en la adjudicación de plazas), lo pagan los contribuyentes con sus impuestos.
4) La salud mental de los docentes e investigadores que son víctimas de este fenómeno es otra consecuencia, especialmente silenciada, de la que no se habla. Ansiedad, angustia, estrés, depresión y otras dolencias son padecidas en silencio por las víctimas, mientras la rueda de un sistema lastrado continúa.
¿Dónde está la ética y los valores?
Se habla mucho de un solo valor, el de la igualdad de género, y se implementan asignaturas con la coletilla “perspectiva de género” mientras se obvian totalmente otros valores fundamentales. Parece como si valores como la ética y la justicia no fueran importantes. Cultivemos la igualdad de género pero olvidémonos de la igualdad en el acceso al empleo público, olvidémonos de cultivar la ética, la justicia.
Este no es el camino. No lo es. Alguien concienciado en igualdad de género pero carente de ética, de principios, y del sentido de la justicia no es precisamente un ejemplo a seguir. ¿Se pueden cambiar las cosas en la universidad española en lo tocante a la endogamia y la mala praxis asociada? Por supuesto que sí. Pero falta voluntad, no solo por parte de la clase política sino por parte de las propias autoridades universitarias. Tal vez falta valentía para defender lo éticamente correcto. ¿Para cuándo materias con “perspectiva de ética”? Disertar desde tribunas universitarias sobre un solo valor y olvidarse del resto de valores, siendo en algunos casos consentidor, partícipe y cómplice de procesos endogámicos antagónicos a la excelencia académica y humana, es no ver el bosque. Es volar bajo, por el peso del lastre. Ese no es el camino. Ni ese es el espejo en el que deberían mirarse los jóvenes de nuestra sociedad.
Este no es el camino. No lo es. Alguien concienciado en igualdad de género pero carente de ética, de principios, y del sentido de la justicia no es precisamente un ejemplo a seguir. ¿Se pueden cambiar las cosas en la universidad española en lo tocante a la endogamia y la mala praxis asociada? Por supuesto que sí. Pero falta voluntad, no solo por parte de la clase política sino por parte de las propias autoridades universitarias. Tal vez falta valentía para defender lo éticamente correcto. ¿Para cuándo materias con “perspectiva de ética”? Disertar desde tribunas universitarias sobre un solo valor y olvidarse del resto de valores, siendo en algunos casos consentidor, partícipe y cómplice de procesos endogámicos antagónicos a la excelencia académica y humana, es no ver el bosque. Es volar bajo, por el peso del lastre. Ese no es el camino. Ni ese es el espejo en el que deberían mirarse los jóvenes de nuestra sociedad.
Fuente: https://www.huffingtonpost.es/entry/endogamia-la-pandemia-de-la-universidad_es_616945cde4b0931431fbf9e1?ujgc
* Susana Vega González es filóloga y profesora de la Universidad de Oviedo.
Etiquetas:
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sábado, 23 de octubre de 2021
_- Lo principal y lo accesorio en el caso del diputado Alberto Rodríguez.
_- La pena principal quedaría cumplida en el momento en que se hiciera el ingreso de los 450 euros y, en consecuencia, una vez extinguida la pena principal quedaría extinguida también la pena accesoria
— El caso inédito de Alberto Rodríguez pone a prueba la ley electoral y desata un lío político en el Congreso
La pena de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo es una pena EXCLUSIVAMENTE accesoria. Nadie puede ser condenado exclusivamente a la pena de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo. La pena de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo exige como presupuesto la condena por un delito principal a la que se anuda dicha pena accesoria.
Va de suyo que entre la pena principal y la pena accesoria hay una relación de dependencia. La pena accesoria no puede proyectarse nunca más allá del cumplimiento de la pena principal. En consecuencia, el cumplimiento de la pena principal conlleva el de la pena accesoria.
Viene a cuento esta introducción del oficio dirigido por el presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo (TS) a la presidenta del Congreso de los Diputados para que le "informe sobre la fecha de inicio de cumplimiento de la pena de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo" por parte del diputado del Grupo Parlamentario de Unidas-Podemos Alberto Rodríguez.
Como el lector sin duda sabe, Alberto Rodríguez fue condenado por el TS por haber dado una patada en la rodilla a un miembro de la Policía Nacional en 2014 en el curso de una manifestación contra la Ley Wert. El TS le impuso como pena principal 45 días de privación de libertad sustituibles por el pago de una multa de 450 euros y, como pena accesoria, la inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo.
En la redacción actual del Código Penal la sustitución de la privación de libertad de 45 días por el pago de una multa no es potestativa, sino obligatoria. El TS no podía imponer el ingreso en prisión al diputado canario durante 45 días, sino que tenía que sustituir la pena privativa de libertad por la multa.
Quiere decirse, pues, que la pena principal quedaría cumplida en el momento en que se hiciera el ingreso de los 450 euros y que, en consecuencia, una vez extinguida la pena principal quedaría extinguida también la pena accesoria.
Desconozco si Alberto Rodríguez ha pagado o no la multa. Pero si la ha pagado y ha acreditado dicho pago ante la Presidencia del Congreso de los Diputados, bastará con que la Presidenta comunique esta circunstancia al Presidente de la Sala Segunda del TS para dar cumplimiento al requerimiento que le ha dirigido.
Con la pena principal impuesta por el TS Alberto Rodríguez no ha estado privado de libertad ni un solo minuto. Y no lo ha estado porque el legislador así lo ha dispuesto taxativamente, privando al juez o tribunal de la discrecionalidad para optar por la privación de libertad o la multa. El legislador no ha querido que, en ningún caso, el juez o tribunal pudiera ordenar el ingreso en prisión de un ciudadano durante 45 días. La condena principal expresada en este caso en días de privación de libertad es simplemente una regla de cálculo para determinar el importe de la multa. El juez o tribunal no impone en este caso una pena privativa de libertad, sino una sanción económica que tiene que ser calculada con la unidad de medida que supone el importe asignado a un día de privación de libertad.
Formalmente el TS ha impuesto una pena privativa de libertad. Materialmente ha impuesto una multa para cuyo cálculo se ha servido del importe asignado a un día de privación de libertad como unidad de cuenta. No podía hacerlo de otra manera, ya que tiene que respetar el principio de interdicción de la arbitrariedad del artículo 9.3 de la Constitución, que no le permite fijar a su libre arbitrio la regla de cálculo para la imposición de la multa. El importe de la multa, que es la pena principal, tiene que estar fijado de una manera objetiva y razonable. Para ello hay que contar con una unidad de cuenta indiscutida. Eso es lo que supone el día de privación de libertad.
Con el pago de la multa queda extinguida la pena principal y, con ello, también la accesoria. Javier Pérez Royo.
— El caso inédito de Alberto Rodríguez pone a prueba la ley electoral y desata un lío político en el Congreso
La pena de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo es una pena EXCLUSIVAMENTE accesoria. Nadie puede ser condenado exclusivamente a la pena de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo. La pena de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo exige como presupuesto la condena por un delito principal a la que se anuda dicha pena accesoria.
Va de suyo que entre la pena principal y la pena accesoria hay una relación de dependencia. La pena accesoria no puede proyectarse nunca más allá del cumplimiento de la pena principal. En consecuencia, el cumplimiento de la pena principal conlleva el de la pena accesoria.
Viene a cuento esta introducción del oficio dirigido por el presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo (TS) a la presidenta del Congreso de los Diputados para que le "informe sobre la fecha de inicio de cumplimiento de la pena de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo" por parte del diputado del Grupo Parlamentario de Unidas-Podemos Alberto Rodríguez.
Como el lector sin duda sabe, Alberto Rodríguez fue condenado por el TS por haber dado una patada en la rodilla a un miembro de la Policía Nacional en 2014 en el curso de una manifestación contra la Ley Wert. El TS le impuso como pena principal 45 días de privación de libertad sustituibles por el pago de una multa de 450 euros y, como pena accesoria, la inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo.
En la redacción actual del Código Penal la sustitución de la privación de libertad de 45 días por el pago de una multa no es potestativa, sino obligatoria. El TS no podía imponer el ingreso en prisión al diputado canario durante 45 días, sino que tenía que sustituir la pena privativa de libertad por la multa.
Quiere decirse, pues, que la pena principal quedaría cumplida en el momento en que se hiciera el ingreso de los 450 euros y que, en consecuencia, una vez extinguida la pena principal quedaría extinguida también la pena accesoria.
Desconozco si Alberto Rodríguez ha pagado o no la multa. Pero si la ha pagado y ha acreditado dicho pago ante la Presidencia del Congreso de los Diputados, bastará con que la Presidenta comunique esta circunstancia al Presidente de la Sala Segunda del TS para dar cumplimiento al requerimiento que le ha dirigido.
Con la pena principal impuesta por el TS Alberto Rodríguez no ha estado privado de libertad ni un solo minuto. Y no lo ha estado porque el legislador así lo ha dispuesto taxativamente, privando al juez o tribunal de la discrecionalidad para optar por la privación de libertad o la multa. El legislador no ha querido que, en ningún caso, el juez o tribunal pudiera ordenar el ingreso en prisión de un ciudadano durante 45 días. La condena principal expresada en este caso en días de privación de libertad es simplemente una regla de cálculo para determinar el importe de la multa. El juez o tribunal no impone en este caso una pena privativa de libertad, sino una sanción económica que tiene que ser calculada con la unidad de medida que supone el importe asignado a un día de privación de libertad.
Formalmente el TS ha impuesto una pena privativa de libertad. Materialmente ha impuesto una multa para cuyo cálculo se ha servido del importe asignado a un día de privación de libertad como unidad de cuenta. No podía hacerlo de otra manera, ya que tiene que respetar el principio de interdicción de la arbitrariedad del artículo 9.3 de la Constitución, que no le permite fijar a su libre arbitrio la regla de cálculo para la imposición de la multa. El importe de la multa, que es la pena principal, tiene que estar fijado de una manera objetiva y razonable. Para ello hay que contar con una unidad de cuenta indiscutida. Eso es lo que supone el día de privación de libertad.
Con el pago de la multa queda extinguida la pena principal y, con ello, también la accesoria. Javier Pérez Royo.
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