jueves, 27 de abril de 2023

_- LA PARADOJA OPPENHEIMER: una universidad útil no solo debe ser práctica.



La paradoja Oppenheimer 

Una universidad útil no solo debe ser práctica.

Hace décadas que la otrora cuna del pensamiento, la ciencia y la filosofía cayó en desgracia por falta de recursos y su reorientación hacia el utilitarismo. La democracia desinformada, la economía desigual y el empleo precario requieren el renacimiento de la que durante siglos fue una grandiosa institución.
El general Leslie Groves junto a Oppenheimer en el desarrollo del proyecto Manhattan (Circa 1944

_- Habiendo terminado la lectura de la reciente biografía del científico estadounidense Julius Robert Oppenheimer, escrita por Kai Bird y Martin J. Sherwin, hay dos cuestiones que quisiera resaltar sobre la trayectoria de este ser humano tan singular, y que casan con los argumentos que hemos ido exponiendo tanto sobre la responsabilidad que tiene la Universidad de formar ciudadanos críticos con ilusión por cambiar la realidad, como por que ella misma pueda defenderse de intromisiones indebidas que, a la larga, pueden ser catastróficas para el desarrollo de la humanidad.

Oppenheimer fue un físico teórico brillante que dirigió el proyecto colosal de investigación y fabricación de la bomba atómica en Los Álamos (EEUU), lo que culminaría con las detonaciones nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki (ambas en Japón). Desde su infancia fue identificado por sus familiares y profesores como un superdotado en toda la extensión y hondura de la palabra. Capaz de hablar alemán y holandés con soltura tras unos pocos meses de inmersión durante sus estancias investigadoras en estos países mientras desafiaba a sus maestros, muchos de ellos premios Nobel, y, con la misma facilidad, podía darse el lujo de aprender sánscrito para leer del original el poema hindú Bhagavad Guitá, o italiano para recitar de memoria a Dante.

A pesar de aquella polimatía excéntrica y, para algunos, maldita, resultó ser un profesor muy querido por sus alumnos y discípulos en las universidades en las que impartió docencia (Caltech, Chicago, Berkeley, Princeton), tanto por su exigencia académica como por su tolerancia y solidaridad para apoyar a los alumnos que tenían que esforzarse como un mortal común para seguir sus clases.

Oppie, como le apodaron sus amigos, creció yendo a la Escuela por la Cultura Ética de Nueva York, fundada por Felix Adler, un reformista liberal y defensor los derechos civiles de las minorías desde 1876. La visión deísta de Adler moldeó su mentalidad social: una en la que había que tomar posición y celebrar la acción y la responsabilidad hacia el mundo. Una en la que la voluntad individual para superarse y enfocarse en un propósito de justicia social pasó a ocupar la posición del ideal del Superyó en su inconsciente y que ya no le abandonaría en toda su vida. Esto le llevó a participar activamente en los esfuerzos de su país para acabar con Hitler. Pero, tras la caída de la bomba y el fin de la guerra, cuando quiso recuperar su autonomía política e intelectual apoyando la doctrina del desarme nuclear, pasó de héroe nacional a traidor, calumniado y acusado de comunista y judío taimado y antiamericano.

En la época de oro de la ciencia en la Universidad, sin darse cuenta de las consecuencias a largo plazo, esta fue secuestrada por la industria armamentística. Precisamente Bird y Sherwin cuantifican que el número de laboratorios privados que se abastecieron intensivamente de catedráticos e investigadores de las universidades estadounidenses pasó de solamente cuatro en 1890 a casi 2.000 al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Es verdad que este fenómeno tuvo lugar dentro de una coyuntura mundial extraordinaria, pero desde entonces la dependencia de la investigación y el I+D+I del sector universitario de EE. UU. con respecto a los intereses industriales y militares no ha dejado de persistir, poniendo en peligro la independencia de sus fines educativos y la diversidad de pensamiento que se fomenta dentro de sus facultades.

En nuestro futuro imaginado, y quizá ingenuo, la Universidad en Europa no perdería su autonomía, independencia, neutralidad y ecuanimidad para así no dejar de discernir cuando el plano ético de sus acciones quedara sustituido por los intereses de la economía o de otros supuestos como el nacionalismo, el totalitarismo, el racismo o el fascismo. Es cierto que no sería fácil conseguirlo, pero su estatuto moral debería balancearse entre, en uno de los extremos

(1) tomar decisiones ante cuestiones delicadas y actuar con audacia, evitando caer en un conservadurismo e inmovilismo infructuoso y regresivo, y 

(2) en el otro extremo, tomarse tiempo para reflexionar con diligencia sobre las razones por las que debe actuar en cada momento para estar segura de por qué hace lo que hace.

Ciertamente, como creía Oppenheimer, en la vida real tiene que haber espacio para ejercer las dos posibilidades, aunque una de ellas prime sobre la otra en determinados momentos de la historia. De cualquier forma, la Universidad del futuro deberá ser un lugar de valor y reflexión, una institución ética y bien equilibrada que brinde una formación integral a sus estudiantes y contribuya al desarrollo de la sociedad. Si hacemos bien las cosas, la Universidad europea será un faro de conocimiento y sabiduría para las futuras generaciones. O no será.

SOBRE LA FIRMA
Alberto González Pascual. Doctor en Ciencias de la Información y de Pensamiento Político, y profesor universitario. Responsable del programa de Transformación Cultural de ESADE. Director de Cultura, Desarrollo y Gestión del talento de PRISA. Su último libro es Los Nuevos Fascismos. Manipulando el resentimiento (Almuzara, 2022).

miércoles, 26 de abril de 2023

_- El premio Nobel Stiglitz asesorará a Sumar para su programa económico.

_- El prestigioso profesor de la Universidad de Columbia, de perfil progresista, colaboró en su día con Clinton y Rodríguez Zapatero.

Yolanda Díaz incorpora perfiles de reconocido prestigio internacional para reforzar las bases teóricas de su proyecto de cara a las próximas generales. Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, colaborará con Sumar, la plataforma que impulsa la vicepresidenta segunda del Gobierno y con la que busca ensanchar el espacio electoral a la izquierda del PSOE tras años de retroceso en las urnas. Según fuentes de la organización, el profesor de la Universidad de Columbia, asesor en su día de los presidentes Bill Clinton y José Luis Rodríguez Zapatero y ex economista jefe del Banco Mundial, participará en la revisión del documento final del grupo de trabajo de economía y modelo productivo en el proyecto de Díaz.

Stiglitz, de perfil progresista y quien ya hace años defendía que subir el salario mínimo “no daña el empleo”, participará de este modo en la última fase del programa del área coordinada por Rafael Muñoz de Bustillo, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Salamanca.

Hasta la fecha, un millar de expertos, repartidos en 35 grupos diferentes, se han encargado de dotar de contenido teórico a la plataforma que lidera la vicepresidenta y que pretende funcionar como un revulsivo para los ciudadanos más desencantados con la política en los últimos años. Su trabajo se ha desarrollado con cierta independencia —tal y como le reclamó en la presentación de las distintas áreas temáticas el pasado septiembre el analista Ignacio Sánchez -Cuenca, encargado del grupo de calidad democrática— y aislados de las peleas partidistas que han afectado al proceso estos meses. Aunque la labor está prácticamente terminada y Díaz ya oficializó el 2 de abril su intención de ser la candidata en los comicios previstos a final de año, el programa definitivo no ha trascendido aún y se presentará en los próximos días, según confirman fuentes de Sumar.

La colaboración de Stiglitz, con quien el entorno de la vicepresidenta había mantenido ya contactos, se cerró definitivamente esta semana durante una reunión celebrada en Nueva York, adonde Díaz se trasladó para intervenir el martes ante la Asamblea General de la ONU en la adopción de la primera resolución del organismo sobre economía social y solidaria, y encontrarse con el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres.

Además de Stiglitz, otros perfiles internacionales colaboran ya con Sumar. Es el caso de la italiana Francesca Bria, responsable del área de digitalización con derechos, que ha presidido el Italian National Innovation Fund y en 2021 fue nombrada consejera de la nueva Bauhaus Europea.

Otros economistas de la órbita de Díaz son el británico Guy Standing, quien ya participó en la elaboración del informe sobre precariedad laboral y salud mental del Ministerio de Trabajo, o la italoestadounidense Mariana Mazzucato, a la que la líder de Sumar suele citar en sus intervenciones públicas y con la que tenía previsto realizar un acto que finalmente se canceló por el viaje a EE UU. Oficialmente, ninguno de los dos está en los equipos de trabajo.

El programa de la plataforma, concebido como un “proyecto de país para la próxima década”, según defiende Díaz, se divide en áreas temáticas que van desde los cuidados, hasta la justicia, el modelo de Europa o el territorial. Los responsables de cada grupo son, en su mayoría, perfiles técnicos reconocidos en cada ámbito, pero no políticos.

En paralelo a su labor, el equipo de la vicepresidenta, dirigido por el jefe de gabinete, Josep Vendrell, inició a comienzo de año las negociaciones para conformar una coalición de hasta 15 partidos que sirva para desplegar Sumar por toda España en las generales. Aunque las conversaciones no se concretarán hasta después de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, Podemos marcó sus líneas rojas y decidió ausentarse del lanzamiento de la candidatura de Díaz hace tres semanas, por lo que ahora mismo, la presencia del partido fundado por Pablo Iglesias, quien la señaló como líder del espacio tras su marcha hace ya más de dos años, está en el aire.


MALO, FEO Y CARO. Comprar, tirar, sustituir: qué ha pasado para que los objetos que nos rodean sean cada vez de peor calidad.

El plan para hacernos adquirir cosas que no necesitamos hechas para durar menos de lo que deberían no es nuevo, nació hace un siglo. Hoy no solo triunfan objetos destinados a estropearse pronto, sino objetos que no funcionan desde el principio.

De Alfred P. Sloan, directivo de General Motors, suele decirse que fue el inventor del capitalismo de la caducidad. En la década de 1920, la venta de automóviles en Estados Unidos se acercaba al punto de saturación por primera vez en la historia. Los coches estaban dejando de venderse como rosquillas sobre ruedas. La clase media ya se había motorizado masivamente y la obrera aún no podía permitírselo.

Para esquivar una recesión inminente, Sloan y sus colegas lanzaron una idea que acabaría revolucionando no solo la industria automovilística, sino la economía en su conjunto: la obsolescencia dinámica. Se trataba de incitar a los consumidores a comprarse un vehículo nuevo cada pocos años, y para ello resultaba imprescindible convencerlos de que el que ya tenían se había transformado en una reliquia. El paso decisivo lo dieron los principales fabricantes muy pocos años después, autorizando la producción de autos de diseño más atractivo pero menor calidad mecánica y, en consecuencia, más susceptibles de averiarse y con una vida útil potencialmente más breve.

Recuperaban así una idea puesta en práctica 10 años antes por la asociación norteamericana de grandes fabricantes de bombillas de tungsteno, el llamado cártel Phoebus, que obligó a sus miembros a fabricar productos que no durasen más de 1.000 horas pese a que la tecnología disponible permitía superar sin problemas las 2.000. En palabras de Gary Cross, catedrático en Historia del Consumo en la Universidad de Pensilvania, “Sloan llevó la idea del cártel a sus últimas consecuencias convirtiendo una necesidad práctica de consumo en un hábito”.

Llévense uno ahora y vuelvan luego a por más
El concepto, rebautizado por los analistas como obsolescencia programada, explica en gran medida la historia del capitalismo de las últimas décadas. En 1960, Vance Packard ya explicaba que el principal pilar del sistema consistía en “vendernos la mayor cantidad posible de productos cada vez peores forzándonos incluso a incurrir en deudas insostenibles para mantenernos inmersos en la absurda y extenuante espiral de consumo”. En The Waste Makers (Los creadores de desperdicios), este pionero deploraba el advenimiento de “un capitalismo a crédito, sucio, feo y precario”.

A juzgar por lo que explicaba John Herman el 30 de enero en un incisivo artículo en The New York Magazine, esta lógica se está acelerando con la generalización del consumo electrónico. Hemos entrado en la era de la obsolescencia vertiginosa, caracterizada por la proliferación de productos que no solo caducan cada vez más deprisa, sino que con frecuencia resultan inadecuados para cumplir su función desde el minuto cero. Aspiradoras con una capacidad de succión tan limitada que a duras penas absorben el polvo, hornos que apenas calientan, martillos que no clavan clavos...

Vivimos inmersos en una constelación de objetos pensados para no durar y, en algunos casos, para ni siquiera funcionar como es debido. Herman lo ilustra con un ejemplo, el de la espátula comprada a través de Amazon. Una sencilla búsqueda de producto en la página del mayorista electrónico arroja “81 resultados ordenados de mejor a peor según un algoritmo que recoge y pondera las valoraciones de los propios usuarios”. Los perfiles de cada artículo en concreto incluyen “fotos perfectamente intercambiables entre sí, descripciones en lenguaje robótico, precios muy similares y marcas comerciales en su mayoría desconocidas”. El proceso de compra se ha convertido para el usuario en una especie de laberíntica cata ciega, porque esas evaluaciones demoscópicas (de cero a cinco estrellas) pensadas inicialmente para puntuar libros a duras penas distinguen una espátula de otra.

Al final, el comprador recibirá en casa una herramienta elemental, una lámina metálica con mango de plástico, que es probable que se rompa en cuanto intentemos rascar el arroz del fondo de una olla. ¿Por qué? Según Herman, porque las espátulas, casi todas las espátulas de hoy en día, están mucho peor diseñadas y fabricadas que las de hace 20 y no digamos 50 años. No han sido concebidas para rascar ollas con un mínimo de fiabilidad y solvencia, sino para ser vendidas a través de Amazon a un precio competitivo.

El país de los tuertos
Es más, que una espátula sea sensiblemente mejor que el resto ni siquiera resulta deseable en términos generales, porque la esencia del modelo estriba en que el consumidor pueda elegir entre centenares de opciones virtualmente idénticas, de manera que todas tengan una oportunidad. Empezando por, según Herman, “las que más inviertan en publicidad a través de los canales de Amazon”. La cata ciega no es una consecuencia indeseada del sistema. Es el sistema. Y quien habla de espátulas podría hacerlo sobre casi cualquier producto: resulta muy significativo que, según Consumers International, el porcentaje de electrodomésticos defectuosos pasó en casi 10 años, entre 2004 y 2013, del 3,5% al 8,5%. En una época en que se estaban registrando notables avances tecnológicos, eso no redundaba en la calidad de los productos. Más bien todo lo contrario.

Herman habla de Amazon por su carácter de plataforma disruptiva que ha transformado el comercio electrónico. Pero su análisis no pretende denunciar la presunta malevolencia corporativa de una compañía en concreto, sino identificar un nuevo estadio en la ya larga historia de la obsolescencia programada: la mierdificación (junkification). En otras palabras, la lógica perversa que explica que, de repente todo sea (y parezca) una mierda.

Myriam Robinson-Puche, redactora de la revista tecnológica Morning Brew, considera que el capitalismo de la caducidad hace un uso alterno de dos estrategias básicas: en los productos caros, da prioridad a la obsolescencia percibida (es decir, nos convence de que el automóvil que hemos adquirido, pese a funcionar aún de manera razonable, es una antigualla que debería avergonzarnos y que exige una sustitución inmediata) y la programada (el resto de los productos, simple y llanamente, deja de funcionar). Se trata de una “insidiosa conjura” que ha crecido exponencialmente en paralelo a la consolidación de nuevos canales de adquisición y la emergencia de nuevas necesidades de compra. Y resulta muy perceptible, en opinión de Robinson-Puche, en “la electrónica de consumo, el éxito de cuyas novedades ya no depende solo de la pulsión consumista de tecnófilos y esnobs, sino, cada vez más, de lo mucho que se está acortando la vida útil objetiva de la mayoría de los artículos”.

La analista ofrece una sencilla guía de resistencia ciudadana activa contra la conjura obsolescente y sus aliados: “No deje que le creen falsas necesidades. No consuma en caliente, medite y planifique. Siempre que sea posible, repare y reutilice”. En general, haga lo que esté en su mano para alargar la vida útil, percibida y objetiva, de sus objetos viejos, “porque lo más probable es que los nuevos sean objetivamente peores y le duren mucho menos”. Ya que está usted metido de bruces en un agujero, al menos hágase un favor y deje de cavar. Como decía el sociólogo Erich Fromm, “no me resigno a la idea de que la libertad consista en elegir entre cientos de marcas de cigarrillos distintos, tal vez empezaré a sentirme libre el día que deje de comprar cigarrillos”.

Consejos para no morder el anzuelo
Marta D. Riezu, escritora y periodista especializada en moda que ha abordado el tema de la calidad menguante en sus libros La moda justa y Agua y jabón, ambos editados por Anagrama, también cree que existe un cierto margen de resistencia para los consumidores: “Hay un asunto que me obsesiona, y es la educación en la calidad. Si has tenido la suerte de criarte en una casa donde todo era bello y útil, tu espíritu crece sensibilizado y atento al objeto bien hecho. Interiorizas que comprar siempre lo mejor que te puedas permitir es una inversión a largo plazo”.

La obsolescencia programada nos obliga a entrar en un ciclo sin fin de consumo y desperdicio, pero se plantean otras vías para salir del ciclo comprar-tirar-comprar

Por desgracia, no todo el mundo ha recibido en la infancia ese tipo de alfabetización que permite adoptar decisiones de consumo estratégicas: “La mayoría nos hemos criado en ambientes modestos o humildes, donde se compraba lo que se podía. Se era respetuoso y cuidadoso con las cosas, eso sí, porque se les tenía apego y eso alargaba su vida”. Sin embargo, no hay respeto ni cuidado que resista a la obsolescencia programada cuando esta se acelera. “Para defendernos, debemos educarnos, niños y adultos, en la buena compra”. De no hacerlo, estaremos condenados “a malgastar sin orden ni concierto y ser esclavos del marketing”.

A veces, en su opinión, “el simple hecho de exponerse a la calidad resulta educativo”. Riezu asegura que ha dedicado horas (“de un tiempo que no me sobra”) a frecuentar tiendas sin comprar nada, a observar, mirar etiquetas, comparar productos y luego investigar online. Su receta ganadora consiste en “tener curiosidad, autocontrol, paciencia y resignación: si no se puede y no resulta imprescindible, no se compra y punto”.

Riezu añade que la renuncia a comprar es también, con mucha frecuencia, un posicionamiento ético: “No compro una determinada marca porque sé lo que implica. La fast fashion [el equivalente a la fast food en el mundo de la moda, productos baratos y de calidad muy cuestionable] hizo que se tambaleasen las percepciones sobre valor, durabilidad o uso. El precio barato invita a derrochar sin mala conciencia”. “A falta de una regulación adecuada por parte de los gobiernos de las calidades y prácticas de producción, soy yo la que hace uso de su poder de decisión como consumidora”, dice la periodista. Robinson-Puche también se muestra partidaria de “ejercer el poder de compra”, premiando las buenas prácticas y castigando “las estrategias desaprensivas y mezquinas”. Uno de sus artículos al respecto tiene un título esclarecedor: Eso lo has hecho a propósito. Y las malas prácticas no pueden quedar impunes, por mucho que se remitan a una tradición centenaria como la que inauguró Alfred P. Sloan.

martes, 25 de abril de 2023

Democracia y manipulación de la opinión pública

La forma más adecuada para garantizar la estabilidad gubernamental ha sido, hasta ahora, la democracia controlada o democracia de baja intensidad.

Un sistema que consigue la estabilidad a través de la desinformación que promueven los medios de comunicación monopolizados, que se está revelando como más eficiente que las dictaduras.

Un estudio realizado por científicos con grupos de peces, cuyos resultados estiman pueden extrapolarse a las sociedades humanas, fue publicado en la revista Science en 2011, bajo el título Individuos desinformados promueven el consenso democrático en grupos animales (https://bit.ly/3SrWoqB).

La investigación concluye que para contrarrestar la influencia de una minoría obstinada, la presencia de individuos desinformados inhibe espontáneamente este proceso, devolviendo el control a la mayoría numérica.

El trabajo insiste en la importancia de lo que denomina las personas desinformadas en la toma de decisiones, cuyo resultado sería democrático porque sencillamente son mayoría.

En este punto, los científicos parecen influidos por el concepto de democracia de las clases dominantes, que la reducen al papel de la mayoría en la elección de sus representantes. El problema, en nuestras sociedades, es que esas mayorías son creadas por la manipulación de la información, tarea que recae en lo grandes medios de comunicación monopolizados por pequeños grupos de empresarios altamente concentrados.

Aunque el trabajo es bastante más extenso que los párrafos citados, que lo sintetizan, debe retenerse la importancia de la desinformación o, si se prefiere, de la confusión que son capaces de crear para distorsionar las percepciones de la población, empujada a apoyar a menudo opciones que van en contra de sus intereses. Pero también para paralizar su capacidad de reacción con un auténtico bombardeo, tarea que recae particularmente en los medios audiovisuales, sobre todo la televisión, el segmento de la comunicación más concentrado e impermeable al disenso.

Ejemplos abundan: desde la desinformación sobre las causas de la pandemia del covid-19, con sobreinformación sobre el murciélago en un mercado chino como causa, ocultando el comprobado papel de la deforestación para cultivos industriales, hasta las causas de la guerra en Ucrania. Rechazar la invasión de Rusia no debe ir de la mano de la negación de la existencia de un golpe de Estado en Kiev en 2014, ni el cierre de 217 medios en Ucrania durante el primer año de la guerra, mientras se acreditaron 12 mil periodistas locales y extranjeros para cubrirla, según informa Reporteros Sin Fronteras (https://bit.ly/3lZhhNm).

Tampoco se encuentran en los medios occidentales informes sobre el nazismo en Ucrania, ni acerca de la guerra de Arabia Saudita contra Yemen, con su corolario de muertes, hambrunas y desastre humanitario. No se considera invasión la presencia de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Siria, y así en muchos otros casos.

Ni qué hablar del sabotaje estadunidense al gasoducto Nordstream, Seymour Hersh, quien elaboró un pormenorizado informe sobre cómo fue destruido, será silenciado y vilipendiado, como acaba de asegurar Noam Chomsky (https://bit.ly/3m0xZME).

Lo cierto es que la desinformación juega un papel relevante en el sostenimiento del orden sistémico occidental, sector del mundo que controla los principales medios que llegan a la población. Como señala una reciente cobertura de El Salto: los mejores contenidos periodísticos pueden no tener ninguna consecuencia, porque el poder y los medios a su servicio los ignoran (https://bit.ly/3IHe0vc).

Es evidente que la democracia no existe en los medios. Ese control casi absoluto ha conseguido algo que décadas atrás parecía imposible: erradicar el conflicto de la percepción del público. Los más brutales crímenes pueden pasar desapercibidos si los medios se empeñan en ello.

Cuando este control mediático se desborda, porque la realidad resulta demasiado evidente, como en Perú en los últimos 70 días, ahí está la policía, el golpe de Estado permanente, para reventar las protestas.

A mi modo de ver, esta realidad tiene dos consecuencias mayores.

La primera es que no tiene mucho sentido luchar por la opinión pública, ni competir con los medios del sistema, algo que los pueblos que luchan nunca conseguirán. Se trata de crear medios propios, sin duda, pero no para competir por la opinión de las mayorías, sino para consolidar nuestro campo, a los pueblos en movimiento y a todos y todas aquellas que los acompañan. No es algo menor.

La segunda es la convicción de que no existe algo llamado democracia, si es que alguna vez existió. Desde el momento en que las opiniones y las voluntades de las personas son moldeadas y manipuladas por gigantescas maquinarias que escapan a cualquier control que no sea el de las clases dominantes, entrar en el juego electoral no tiene futuro.

Construir abajo y a la izquierda, parece el único camino emancipatorio posible.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2023/02/24/opinion/017a1pol

lunes, 24 de abril de 2023

El reverso tenebroso de la lectura: jerarcas nazis, filósofos parlantes y fétidos lodos.

Existe un extraño consenso en que leer libros es una actividad intrínsecamente positiva y apta para todos los públicos, una unanimidad que resulta sospechosa. Para algunos autores, las cosas no están tan claras

Hay cosas impepinables: que la sonrisa de un niño no tiene precio, que el agua de Madrid es excelente y, sobre todo, que leer es bueno. Son tiempos raros en los que muchos ponen en cuestión hasta la esfericidad de la Tierra, pero casi nadie es tan audaz como para poner en cuestión las bondades de la lectura. Sobre todo, entre los que leen.

La llegada del Día del Libro y la celebración de Sant Jordi es una buena ocasión para reflexionar sobre su buena fama. Hasta el oráculo de nuestro tiempo, ChatGPT, está de acuerdo: “Sí, leer puede ser tan bueno como se dice. La lectura tiene muchos beneficios para nuestra salud mental y emocional, así como para nuestro desarrollo intelectual”, explica la inteligencia artificial. Pero veamos qué opinan los humanos, sobre todo aquellos que han escrito recientemente ensayos que tratan sobre los libros y la lectura: libros autorreferenciales, metalibros. ¿Es leer tan bueno?

“El humanismo siempre ha creído, un tanto ingenuamente, que la lectura es el instrumento humanizador por antonomasia, el que nos hace más empáticos y bondadosos, más inteligentes y racionales, pero la historia se empeña en demostrarnos que eso no es así, que los usos que se han hecho de la lectura pueden ser tan perversos como benévolos”, explica Joaquín Rodríguez, autor de los ensayos La furia de la lectura (Tusquets) y Lectocracia: una utopía cívica (Gedisa).

No en vano, muchos de los jerarcas nazis, perpetradores de masacres inhumanas, eran refinados lectores, y no pocos poetas han sido necesarios para mantener vivas las llamas de las guerras. Los dictadores, según explica Rodríguez, entienden perfectamente el valor de los libros, “por eso prohíben la mayoría y permiten solamente aquel o aquellos que garanticen la asimilación y acatamiento de un credo y una consigna. Se lucha siempre por la imposición de un libro único y de una única lectura legítima de ese libro”. En algunos de sus capítulos este autor muestra cómo regímenes totalitarios, dictatoriales, eclesiásticos, etcétera, han utilizado la lectura para sus propios fines. Y, sobre todo, sugiere que reflexionemos sobre cómo leemos, y también sobre por qué no leen los que no leen, que, contra el dogma extendido, también es cosa muy respetable. “No hay nada digno o respetable de manera intrínseca en el acto de leer en sí”, confirma Mikita Brottman en Contra la lectura (Blackie Books).

Los fétidos lodos de la lectura
La lectura, tampoco nos pongamos tan tremendos, puede ser una actividad edificante y maravillosa, y lo es casi siempre. Sus ventajas son innumerables: entretiene, pone a hervir la imaginación, nos permite entrar en las mentes de los que vivieron hace cientos de años. Transmite el conocimiento, alienta el espíritu crítico, enriquece el lenguaje, estimula la empatía. Te hace vivir muchas vidas en una, comprender el mundo de manera algo más nítida, pensar y sentir. Además, es barata y aporta cierta distinción (cada vez menos).

Pero a pesar de todas estas ventajas, la ciudadanía no parece ser tan adicta a la lectura como a otros vicios. Es que la lectura requiere atención y esfuerzo. En su libro Sobre el arte de leer. Diez tesis sobre la educación y la lectura (Plataforma Editorial), el pedagogo Gregorio Luri explica cómo, si bien el habla es una habilidad natural, que adquirimos sin querer, como absorbida del entorno, la lectura no es tan natural. No hemos nacido con una predisposición, aprendemos con mucho esfuerzo y luego cuesta otro tanto ejercitarla: leer es un arte. Rodríguez coincide en que ese carácter adquirido hace fútiles las campañas de fomento de la lectura basadas en la publicidad de ciertas mejoras intangibles, sobre todo ahora que la oferta cultural está fragmentada y es tan abrumadora. “La unanimidad en torno a la bondad de la lectura puede resultar hasta sospechosa”, dice Luri, “lo peor que podemos hacer es convertir la lectura en un ejercicio beato. Depende de qué leas: hay libros malísimos”.

Cuenta el pedagogo la anécdota en la que Jorge Luis Borges visitó Barcelona y Luri fue a su charla “como si fuera un semidiós”. El maestro argentino, aficionado a picotear de la Enciclopedia Britannica, dijo: “No se preocupen, ni todos los libros están hechos para ustedes, ni ustedes están hechos para todos los libros”. Qué alivio. Hay libros, además, que se han considerado poco recomendables por inmorales y perniciosos. Así lo hacía el maestro jesuita del siglo XVII Francesco Sacchini en Sobre el provecho y los peligros de la lectura (Prensas de la Universidad de Zaragoza): “En modo alguno es necesaria para un joven la lectura de libros tan terribles para la virtud, que es absolutamente perniciosa, sencillamente ignominiosa para un hombre cristiano”. Se refería, entre otros, a los “fétidos lodos” de Catulo, Tibulo y Propercio, de Juvenal y Plauto.

La lectura no ha sido siempre publicitada como un bien universal y supremo. Entre los filósofos de la Antigua Grecia, como se ve en algún diálogo de Platón (como el Fedro), la lectura y la escritura eran fuente de controversia: se veían como una traición a la virtuosa tradición oral que generaba y transmitía el conocimiento a través del teatro o de la charla (tal y como dialogaba Sócrates con sus conciudadanos, que luego lo mataron). No servían para alcanzar una sabiduría completa. En ocasiones hay quien ha considerado la lectura como una actividad demasiado abstracta y absorbente que aleja de la acción real y hasta Alonso Quijano se convirtió en Don Quijote porque “del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro”, expuesto a demasiadas novelas de caballería.

William Morris, pionero del movimiento Arts & Crafts británico, y a la sazón escritor y editor, desdeñaba el papel de la lectura a la hora de crear una utopía socialista: quizás era mejor aprender de los otros humanos, en juiciosa fraternidad, que aprender de los libros. También hay libros objetivamente malvados: en la realidad, así se considera el Mein Kampf, de Adolf Hitler; en la ficción, el lovecraftiano Necronomicón, escrito por el árabe loco Adbul Al-Hazred, que expone al que lo lee a horrores cósmicos inenarrables.

El libro mágico y el aprendiz de brujo
“Lo cierto es que es difícil encontrarle defectos a la lectura… pero, podríamos pensar, algo malo tendrá si todo el mundo la bendice”, opina el filósofo Fernando Castro, autor de A pie de página. Placeres en el desierto de la lectura (La Caja Books), donde traza una pequeña autobiografía como lector voraz y practicante del “citacionismo”, la pasión por la cita, por la nota a pie de página, como una forma de rendir honores a las fuentes y ser transparente en cuanto a la obtención de la información. “Algunos me dicen que es por pedantería, algo de eso también hay”, bromea. En cuanto a la lectura, “es como el amor al campo: todo el mundo la alaba, pero no tantos la practican”, dice, y recuerda aquella imagen, sospechosa y legendaria, en la que Marilyn Monroe posaba con un ejemplar del Ulises de James Joyce. Según el último Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España, elaborado por la Federación de Gremios de Editores con datos de 2022, un 35,2% de la población no lee nunca o casi nunca. Se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío.

“Para mí el mayor problema que surge en torno a la lectura es la lectura obligatoria: le tengo poco cariño a algunos de los libros que me obligaron a leer de niño. Por ejemplo, El Quijote, con el que tengo una relación de amor-odio”, dice Castro. Borges, una vez más, decía que la lectura obligatoria es una contradicción en los términos. Pero, ojo, si uno lee por placer, uno de los máximos placeres que existen, puede dar incluso en el vicio de la bibliofrenia, la obsesión patológica por los libros, que tampoco es muy recomendable y puede llevar hasta la muerte, como recoge Joaquín Rodríguez en otro de sus libros, Bibliofrenia (Melusina).

Coinciden varios expertos, como Luri y Castro, en que existe una ausencia en la reivindicación de la lectura: la reivindicación, también, de la escritura y de la retórica. Existe una conexión entre leer bien y hablar y escribir bien, y aunque es habitual que nos conminen a leer con fruición, no tanto a que escribamos o hablemos con cierta pericia y devoción. De hecho, la calidad de la expresión oral se ha deteriorado en el espacio público, basten como ejemplo el Congreso de los Diputados o las tertulias televisivas. Por otro lado, es posible que la comunicación en internet, a través de Twitch o YouTube, haga que las nuevas generaciones pongan un poco más de cuidado en expresarse con corrección, más allá de los tradicionales cursos y libros sobre cómo hablar en público.

Hay un relato que se repite de forma similar en diferentes tradiciones del mundo: un libro mágico, normalmente custodiado por un sabio, cae en manos de un no iniciado (un aprendiz, un criado, una niña) que convoca por error a un genio maligno, con todas sus consecuencias no deseadas. Lo relata Emma Smith en su libro Magia portátil. Una historia alternativa de los libros y sus lectores (Ariel): el folclorista Stith Thompson lo ha encontrado (catalogado como “libro mágico invoca genio”) en diferentes lenguas europeas, de Islandia a Lituania. “El cuento refleja un temor generalizado según el cual los libros, en malas manos, son poderosos y peligrosos”, escribe Smith.

El relato diferencia entre el que sabe manejar el libro y el que no sabe, ese que, si algún día aprende, obtendrá un estatus que ahora no tiene. El libro, visto así, no es tanto democratizador o inocente propagador de la cultura como “potencial agente disruptivo de las jerarquías sociales”. Según Smith, los libros, para bien o para mal, tienen capacidad de acción en el mundo real. Es un punto de vista que, al principio, sembraba Rodríguez, y en el que insiste: “Necesitamos comprender que la lectura es intrínsecamente ambivalente, que se ofrece para lo mejor y para lo peor, y que solamente insistiendo en su dimensión cívica y política, podemos desambiguar su sentido y su orientación”.

Qué es el "electroma", la red bioeléctrica del cuerpo humano que los científicos apenas comienzan a investigar (y cómo puede revolucionar el tratamiento del cáncer y de las heridas)

El cuerpo humano está lleno de átomos con carga eléctrica (iones) que circulan por nuestras células generando una corriente.

En las últimas décadas, muchas de las investigaciones científicas que buscaban develar cómo funciona el cuerpo humano se enfocaron en estudiar tres sistemas clave: el genoma, el proteoma y el microbioma.

El primero es la secuencia de ADN que posee cada organismo y que contiene toda su información genética. El segundo, el conjunto de proteínas que fabrican los genes, que son los "ladrillos esenciales" de la vida. Y el tercero es el ecosistema de microorganismos que viven en el cuerpo y son determinantes para la salud.

Ahora está empezando a crecer el interés en otro sistema que es fundamental para la vida, no solo humana sino también de plantas y animales: la red bioeléctrica que hace funcionar a todo organismo, y que algunos científicos han empezado a llamar el "electroma".

"Así como las señales eléctricas sustentan las redes de comunicación del mundo, estamos descubriendo que hacen lo mismo en nuestros cuerpos: la bioelectricidad es la forma en que nuestras células se comunican entre sí", explicó en un reciente artículo en el sitio Nesta la divulgadora científica Sally Adee, una experta en este campo, y autora del libro "Somos eléctricos", que saldrá en febrero.

Según Adee -a quien algunos atribuyen haber acuñado el neologismo "electroma"- "es difícil exagerar cuán total y absolutamente todos tus movimientos, percepciones y pensamientos, y los míos, están controlados por la electricidad".

Entender el electroma es clave, señala, porque interviniendo en el proceso bioeléctrico del cuerpo podemos "arreglarlo cuando algo sale mal, ya sea por trauma, defectos de nacimiento o cáncer".

Cómo funciona
Mustafa Djamgoz, profesor emérito en Biología del Cáncer del Imperial College de Londres, es uno de los primeros científicos que está aplicando la bioelectricidad para tratar esta enfermedad.

Djamgoz, quien también enseña Neurobiología en esa prestigiosa universidad británica, estudia los procesos bioeléctricos del cuerpo desde hace décadas y desde 2019 es el coeditor en jefe de "Bioelectricity", la única revista científica dedicada a este campo.

Pero antes de entender cómo usa la bioelectricidad para tratar el cáncer, BBC Mundo le pidió que explicara qué es y cómo se genera esta corriente en nuestro interior.

"Todos los elementos que tenemos en nuestro cuerpo, por ejemplo, el sodio, el potasio, el calcio, el magnesio y el zinc, atraviesan una reacción química que hace que se separen sus átomos, formando lo que se conoce como iones, que son partículas con carga eléctrica", detalla.

Los iones circulan por nuestras células, generando una corriente eléctrica.

"Los fluidos de nuestro cuerpo están llenos de estos iones. Los de carga opuesta se atraen, los que tiene la misma carga se rechazan. Y al circular por nuestro cuerpo generan una corriente".

El experto aclara que se trata de una corriente de muy baja potencia: apenas 70 milivoltios (una pila AA común tiene 1.500 milivoltios, compara).

Pero la bioelectricidad del cuerpo es esencial para su funcionamiento -dice- ya que es a través de estas señales eléctricas que las distintas partes del cuerpo se comunican.

Ley fundamental
Djamgoz destaca que la red bioeléctrica del cuerpo funciona bajo los mismos principios fundamentales que aplican a todo circuito eléctrico, incluida la ley de Ohm (que establece que el voltaje es equivalente a la corriente multiplicada por la resistencia).

La gran diferencia es que mientras la electricidad tradicional se mueve a lo largo del núcleo conductor dentro de un cable, la bioelectricidad es generada por iones que fluyen a través de la membrana celular (la cubierta).

Dado que la membrana es como un sello, para penetrar en la célula los iones deben atravesar una especie de compuerta: unas proteínas llamadas "canales iónicos", que están incrustados en la membrana.

Cuando fluyen por estos canales se produce la conducción eléctrica.

Al experto le resulta paradójico que el sistema bioeléctrico haya sido mucho menos estudiado que otros que gobiernan el cuerpo, por ejemplo, el genoma, ya que es mucho menos difícil de entender.

"Tenemos 22.000 genes y cada persona tiene una composición genética diferente, es por eso que tenemos medicina personalizada. Pero en la bioelectricidad hay una sola ley fundamental, que aplica para todos", afirma.

También resalta que todas las células y tejidos de nuestro cuerpo -las neuronas, nervios, músculos, cartílagos, intestino, etc- utilizan el mismo proceso para comunicarse.

"Cuando pensamos en las propiedades eléctricas del cuerpo lo primero en lo que pensamos es el cerebro, el corazón y los músculos, pero la realidad es que incluso los microbios en nuestro intestino, el sistema inmunológico y las células cancerígenas generan señales eléctricas", dice.

"La bioelectricidad realmente es una de las fuerzas o mecanismos más fundamentales de la naturaleza", afirma.

El experto en cáncer y neurobiología del Imperial College de Londres, Mustafa Djamgoz, es uno de los pioneros en el uso de la bioelectricidad para tratar enfermedades.

Cáncer
Volviendo a cómo Djamgoz aplica la bioelectricidad para frenar el avance del cáncer, el revolucionario tratamiento que está desarrollando tiene que ver con la forma en que se transmiten las señales eléctricas dentro del cuerpo.

Como ya mencionamos, para entrar y salir de células, los iones -o átomos con carga eléctrica- utilizan canales iónicos, unas proteínas que están en las membranas de las células. Funcionan como compuertas: cuando se abren, el ion puede pasar.

En el caso del cáncer, que es básicamente una enfermedad que ocurre cuando las células crecen y se propagan de forma descontrolada, estos canales iónicos juegan un papel fundamental -explica- ya que "son las que controlan la proliferación y migración de células".

Gracias a investigaciones que comenzó en la década de 1990 el experto y su equipo descubrieron un dato revelador: que las células cancerígenas se tornan agresivas -es decir, que tienden a multiplicarse y propagarse- cuando son "eléctricamente excitables".

"Las células cancerígenas generan un zumbido de actividad eléctrica y esto las hace hiperactivas", explica.

El dato -señala- es muy importante, porque "el problema con el cáncer no es tener un tumor. Puedes vivir con un tumor, siempre y cuando sea local. El problema grande es cuando el cáncer se propaga, un proceso que llamamos metástasis".

El científico descubrió que la clave para frenar ese crecimiento hiperactivo era cerrar las compuertas eléctricas de esas células. Es decir, bloquear los canales iónicos, más específicamente los canales de iones de sodio, que son los responsables de provocar la "excitación electrónica" que promueve el crecimiento del cáncer.

Utilizando fármacos para bloquear esos canales logró frenar la proliferación y propagación de células cancerígenas en animales. Su próximo desafío es realizar pruebas en seres humanos, un proceso mucho más complejo.

Las células cancerígenas se propagan cuando son "eléctricamente excitables".

Sin embargo, sostiene que ya tiene indicios de que la técnica también podría funcionar en personas.

A finales de 2022, William Brackenbury, experto en ciencias biomédicas en la Universidad de York, en Reino Unido, y exestudiante de doctorado de Djamgoz, publicó los resultados de un estudio epidemiológico que analizó información de 53.000 pacientes de cáncer (de tres tipos: mama, próstata y colon).

Unos 150 de esos pacientes también tenían angina crónica, una enfermedad coronaria que se trata usando un medicamento llamado ranolazina, que bloquea los canales de iones de sodio en las condiciones de bajo oxígeno que también se produce en los tumores que crecen.

El trabajo mostró que esas personas que tomaban el bloqueador sobrevivían en promedio un 60% más tiempo que el resto de los pacientes de cáncer que no estaban tomando ese fármaco.

"Los medicamentos como la ranolazina pueden convertir los cánceres agresivos en un estado benigno, es decir, no metastásico, permitiendo a los pacientes vivir con el cáncer de forma crónica, como la diabetes. Esto también elimina los efectos secundarios tóxicos e indeseables de tratamientos como la quimioterapia", señala el experto del Imperial College.

Djamgoz ya patentó su tratamiento contra el cáncer usando un bloqueador de canales de iones de sodio en varios países incluyendo Reino Unido, Japón, Canadá, Australia y Estados Unidos.

Otros usos médicos
Pero la bioelectricidad no solo tiene potencial para la cura del cáncer.

Esa misma "excitación electrónica" que hace que las células cancerígenas se multipliquen, puede ser usada para un fin positivo: curar heridas.

Como explica Adee, se descubrió que las células de la piel "generan un campo eléctrico cuando se lesionan".

"La corriente de la herida llama al tejido circundante, atrayendo ayudantes como agentes curativos, macrófagos para limpiar el desorden y células reparadoras de tejido de colágeno llamadas fibroblastos", señala.

Las heridas generan un campo eléctrico para ayudar a su sanación.

En 2012, el científico Richard Nuccitelli logró medir la corriente eléctrica de heridas y halló que esta aumenta cuando está la lesión, disminuye a medida que la herida sana y vuelve a ser indetectable cuando se completa la curación.

También descubrió que las personas cuya corriente de lesión era débil sanaban más lentamente que las personas cuya corriente de lesión era "más fuerte" y que la fuerza de la corriente de la herida disminuye con la edad, emitiendo una señal que es solo la mitad de fuerte en los mayores de 65 años que en los menores de 25 años, cuenta la experta en su artículo.

Este hallazgo ha llevado a algunos científicos a intentar estimular la electricidad natural del cuerpo para acelerar la sanación de heridas.

Dos estudios publicados en la última década sobre el tratamiento de una de las heridas más difíciles de sanar, las escaras, que afectan especialmente a las personas que están postradas en una cama, mostraron que la estimulación eléctrica "casi duplicó su tasa de curación", cuenta Adee, citando los trabajos de Koel y Hoghton en 2014 y Girgis y Duarte en 2018.

La divulgadora científica señala que incluso hay evidencias de que la misma técnica puede acelerar la curación de huesos fracturados.

¿Por qué no se usa?
Pero la gran pregunta es: si ya hay investigaciones que muestran que la bioelectricidad del cuerpo puede ser alterada para ayudar a curarnos ¿por qué los médicos no están aplicando estas técnicas?

Djamgoz dice que los principales motivos son tres.

"Primero, que la profesión médica es muy conservadora. Toma mucho tiempo para que las ideas cambien. Si tomas, por ejemplo, el caso del cáncer: aún lo tratamos usando quimioterapia, radioterapia y técnicas y métodos de tratamiento que tienen más de 50 años", afirma.

Parte de este conservatismo tiene que ver con el hecho de que "estamos lidiando con la vida humana" -dice- y hay temor a cometer errores.

La quimioterapia se empezó a usar para tratar el cáncer después de la Segunda Guerra Mundial.

Pero en la práctica, cuando alguien quiere probar "algo que está fuera de lo convencional, la reacción instintiva es oponerse".

"Uno de los motivos por lo que no hay más personas tomando riesgos es que no hay financiamiento. Las personas quieren ir a lo seguro", señala.

Un segundo factor por el que falta inversión en este campo es comercial, dice.

"Las grandes empresas farmacéuticas que desarrollan medicamentos caros no necesariamente quieren este tipo de medicación, que es barata".

El tercer y último motivo que enumera el profesor Djamgoz es más curioso: para usar la bioelectricidad hay que entender un poco de física y "el médico o biólogo promedio le tiene miedo" a esta disciplina científica, asegura.

"Hay casi como un prejuicio... dicen 'Dios mío, esto es física, no lo entiendo'".

Adee cita un estudio de 2019 realizado por la Universidad Goethe de Alemania y la Universidad de Nueva México en EE.UU. que "encontró que la idea de que la electricidad es relevante en biología todavía es demasiado novedosa y contraria a la intuición para una amplia aceptación".

"Incluso cuando los médicos han oído hablar de esto, no saben cómo usarlo", señala.

Dos de los científicos que participaron en ese estudio, que analizó los motivos por los que pocos cirujanos ortopédicos utilizan la estimulación eléctrica para curar fracturas -"a pesar de que funciona tan bien"-, coincidieron con el profesor del Imperial College sobre los primeros dos puntos.

Pero la experta rusa en medicina regenerativa Liudmila Leppik y el cirujano plástico y especialista en ortopedia estadounidense-argentino John Barker dijeron a BBC Mundo que no creían que la falta de conocimiento de los médicos sobre Física sea uno de los problemas.

El problema no son los médicos sino la ausencia de pautas de tratamiento claras y herramientas estandarizadas que se puedan utilizar fácilmente, halló el estudio.

"Yo no creo que ninguno de nosotros, los doctores, entendamos profundamente los mecanismos de cómo funcionan cualquiera de las drogas que les damos a los pacientes, y sin embargo los administramos todos los días", afirmó Barker, quien trabajó por décadas con la estimulación eléctrica y hoy está retirado.

Por su parte, Leppik opinó que "el médico y biólogo promedio estudió Física en la universidad y creo que entiende los conceptos básicos de la electricidad. Pero también entienden lo poco que saben sobre las reacciones celulares a la electricidad".

En ese sentido, el trabajo en el que colaboraron ambos mostró que no existen pautas claras que especifiquen cómo utilizar la electricidad en un consultorio o una mesa de operaciones.

Ni siquiera está claro si se debe usar corriente continua o alterna, cuánto tiempo se debe aplicar y qué tan fuerte debe ser.

Otro factor fundamental que mostró el estudio es que aún no existen herramientas estandarizadas que los médicos pueden usar con sus pacientes.

"Cuestión de tiempo"
A pesar de estas limitaciones, los expertos coinciden sobre el enorme potencial que tiene el campo de la bioelectricidad.

"Es uno de los principales desarrollos que están por suceder. Es solo cuestión de tiempo", predice Djamgoz, quien señala que la financiación para esta área científica está aumentando.

Barker, en tanto, advierte que, aunque el potencial es indudable, la ciencia no suele crecer de forma lineal.

"La electricidad sirve para curar. Punto. Hay muchas investigaciones que lo prueban. Pero hace 40 o 50 años también sabíamos que los autos electrónicos tenían muchas ventajas, y sin embargo tuvo que llegar el loco de Elon Musk, que se jugó invirtiendo en esa industria, para cambiar el stato quo", observa.

Experto cree que el interés por usar la electricidad para usos médicos seguramente crecerá ahora que "está explotando el campo de la microelectrónica".

"No tengo dudas de que será un gran avance. Solo falta que desarrollan un dispositivo fácil de usar".

domingo, 23 de abril de 2023

Fagocitosis de los innovadores

Existe en las instituciones, no solo en las educativas aunque especialmente en ellas, un mecanismo al que me gusta denominar fagocitosis de los innovadores. El lector me dirá si lo ha detectado en la micropolítica de la organización en la que trabaja. Y también podrá pensar si se encuentra entre los verdugos o entre las víctimas.

Tomo la metáfora de la biología. La fagocitosis es un proceso por el cual ciertas células y organismos unicelulares capturan y digieren partículas extrañas. Una célula utiliza su membrana plasmática para engullir una partícula. El fagocito rodea y destruye las bacterias y elimina sustancias extrañas. El término proviene del griego phagein, comer y kytos, ‘célula’.

En las organizaciones hay individuos que engullen, que fagocitan, a quienes consideran personas nocivas para su tranquilidad. Los profesores innovadores hacen propuestas y tienen actitudes que dejan en evidencia a quien no quiere hacer nada. Para defenderse de la exigencia no pueden demostrar que la propuesta innovadora es mala o inútil. Resulta más fácil fagocitar a quien hace la propuesta.

Para destruir a los innovadores utilizan diversos cuchillos que tienen buen filo y resultan muy prácticos para acabar con el riesgo que supone la invitación al trabajo, al compromiso y a la ilusión.

Primer cuchillo: “tiene problemas afectivos”. El innovador (me refiero a hombres y a mujeres) no es que sea un buen profesional y por eso permanece mucho tiempo en la escuela. No. Es que está soltero, no tiene hijos o se está separando y no quiere llegar a su casa. Es una persona rara. El que fagocita le dice al innovador: todos somos raros, menos tú y yo. Incluso tú eres un poco raro.

Segundo cuchillo: “lo que quiere es sobresalir”. Como la propuesta de innovación no se va a pagar, como no se va a acreditar, el fagocitador atribuye al innovador motivos espurios: quiere adular a la inspección o a la dirección, quiere destacar, pretende llamar la atención, eso es lo que le gusta.

Tercer cuchillo: “es de Podemos”. El proceso de etiquetado es el mismo en todas las organizaciones aunque las etiquetas son distintas. En cada contexto funcionan unas u otras. Delo que se trata es de colgarle una que le desacredite.

Cuarto cuchillo: “es un joven (o un viejo) iluso”. Este cuchillo tiene dos filos. Me preocupa más el que pretende matar a los innovadores veteranos. Porque esos jóvenes fagocitadores me resultan patéticos. Ya están quemados y no han visto todavía el fuego. Me hace pensar en acusaciones inquietantes: ¿qué hacéis en la Facultad que salen jóvenes maestros con 22 años y parecería que tienen 122?

Quinto cuchillo: “quiere que le hagan un monumento en el patio”. O que le pongan su nombre a una calle o, como dicen en Argentina, que le den la tiza de oro. El móvil de la propuesta no es la innovación o el bien de los alumnos y de las alumnas sino la vanagloria.

Sexto cuchillo: “eso ya lo hicimos hace muchos años y no valió para nada”. Se invoca la experiencia con ánimo destructivo. Se dice que aquella iniciativa no solo no sirvió para nada sino que fue el origen de un serio conflicto que tardó años en resolverse. Mejor no hacer nada.

Séptimo cuchillo: “ese quiere heredar la escuela”. Acusan al innovador de ambicioso y de fatuo. En definitiva, eso que pretende conseguir no es posible alcanzarlo porque nadie se lo va a agradecer.

Y así podríamos seguir. He llegado a describir más de veinte cuchillos para eliminar a los innovadores, pata arrinconarlos, para desprestigiarlos, para no hacerles caso.

Comprendo que es un grave problema sufrir ataques por querer hacer mejor las cosas, por pretender transformar la realidad. No es que no le apoyen y le reconozcan el mérito al innovador, es que se lo hacen pagar caro. Le sucede al innovador lo que le pasó en la guerra a aquel soldado que cavó una trinchera tan larga que le declararon desertor.

En la cultura de las organizaciones se produce un hecho complementario al de la fagocitosis, que es el de elección de prototipos. Los fagocitadores se convierten en modelos porque no tienen problemas afectivos, no son de Podemos, no son jóvenes (o viejos) ilusos, no pretenden que les hagan un monumento en el patio, no quieren repetir una experiencia fracasada y no quieren heredar la escuela.

Creo que trae cuenta ser un docente innovador por una sencilla razón: va a ser más feliz, va a disfrutar más en la tarea.

Algunas veces me preguntan: ¿qué hacemos con los fagocitadores?, ¿los matamos nosotros? (Metafóricamente, se entiende), No hay que matar a nadie, hay que invitarles a participar en la fiesta del compromiso, del esfuerzo y de la innovación. Y en caso de que no se dejen seducir, siempre se puede seguir el consejo de Voltaire: no hay mayor venganza sobre nuestros enemigos que la de que nos vean felices.

Voy a contar una historia que muestra los intríngulis de este proceso

En una cartería de Valencia los carteros están repartiendo la correspondencia por sectores, bloques, calles y pisos. De pronto, uno de los carteros dice:

– Atención, compañeros, ¿qué hacemos con esta carta?
– ¿Por qué, le preguntan?
– Es que tiene una dirección sorprendente
– ¿Qué dirección es esa?
– La dirección dice: San Antonio de Padua. El cielo.
Uno de ellos pregunta:
¿Tiene remite?

Sí, aquí figura un nombre con sus apellidos y una dirección. Seguro que se trata de un niño que le escribe a San Antonio. Vamos a abrir la carta, a leerla y a contestar a ese niño. Le daremos una sorpresa y se pondrá muy contento.

El cartero abre la carta, la lee y descubre que quien escribe no es un niño, sino un adulto, que le dice a San Antonio que es un trabajador desempleado y que tiene un hijo enfermo. Necesita con urgencia que le mande cien euros porque tiene que comprarle unas medicinas y no tiene dinero ni otra forma de conseguirlo.

El cartero, que es una buena persona, dice que cien euros es una cantidad grande para uno solo pero que, como son muchos, les propone dejar una pequeña cantidad. El la recogerá y la enviará en un sobre a la dirección que figura en el remite.

Cuando acaba el trabajo ve que los compañeros han dejado setenta euros, él mira en su cartera y ve que tiene diez euros. Setenta y diez ochenta. Como el autor de la carta pide el dinero con urgencia, decide no esperar. Mete el dinero en un sobre, escribe la dirección que figura en el remite y, sin ningún comentario, le manda la carta al remitente.

Pasan dos meses y otro cartero lee en un sobre la dirección de marras: San Antonio de Padua. El cielo. Algunos no se acuerdan ya de la historia, pero alguien sugiere que va a ser aquel trabajador que al que enviaron el dinero. Y con seguridad les dará las gracias. Abren la carta. Y leen en voz alta:

Querido San Antonio: ya sabía yo que no me ibas a fallar. Te quiero dar las gracias por el dinero que me has mandado y que me permitió comprar las medicinas para mi hijo que, por cierto, se ha curado. Pero te voy a dar un consejo: cuando mandes dinero a tus devotos no se te ocurra volver a mandarlo a través de las oficinas de correos porque los muy ladrones me han robado veinte euros de los que tú me mandaste

El Adarve.

sábado, 22 de abril de 2023

_- ¿Qué libros de Gabriel García Márquez hay que leer?

_- Invitamos a los lectores hispanohablantes a ampliar nuestra lista de recomendaciones.

En esta nota reciente compartí mis libros favoritos del Nobel colombiano —entre ellos Crónica de una muerte anunciada, que me cautivó cuando lo leí en la escuela—; la belleza y el atractivo de la obra de García Márquez es la variedad de narrativas y estilos que ofrece.

¿Prefieres la mordaz crítica de la burocracia y la corrupción política de El coronel no tiene quien le escriba, basada en su abuelo? ¿O tal vez tu estilo es más afín a su Relato de un náufrago, una crónica de supervivencia escrita desde la perspectiva de un marinero varado en el Caribe? Sea lo que sea, queremos saber qué título añadirías a la lista y para qué tipo de lector o estado de ánimo lo recomendarías.

Según sus padres, Gabito llegó a este mundo cubierto de aceite de hígado de bacalao, con dos cerebros y la memoria de un elefante. Nació en Aracataca, Colombia, en 1927, aunque siempre insistió que fue en 1928, como un guiño a la historia colombiana: ese fue el año de la terrible masacre cometida contra varios trabajadores de las plantaciones de banano en su amada costa caribeña. Ese episodio, dijo alguna vez, quizás fue su primer recuerdo.

Así empieza la mitología de Gabriel García Márquez, el mago del realismo mágico, un premio Nobel que combinó la verdad con la ficción para abarcar la inmensa realidad de la vida en América Latina. La vastedad de sus trabajos era igual de universal. Su obra —al menos 24 libros, incluyendo novelas, recopilaciones de cuentos y piezas de no ficción— abarca casi todos los generos, desde potentes novelas policiales, así como romances hasta comentarios políticos y ficción histórica. Si estás vivo, en sus libros hay algo para ti.

Sin embargo, la atracción principal es su ficción. En un artículo publicado después de su muerte, la crítica de The New York Times, Michiko Kakutani, describió el universo de García Márquez como “un sueño febril donde el amor, el sufrimiento y la redención giran sin parar alrededor de sí mismos en una cinta de Moebius”. Al describir la condición humana como si fuera un evangelio, García Márquez destilaba sabiduría cósmica en una sola línea con un movimiento rápido de su muñeca. Casi toda su ficción tuvo raíces en su experiencia personal —a su madre le gustaba recalcar que estaba escrita en código y ella tenía la llave— y extrajo temas recurrentes de su obsesión por el amor, la memoria, el poder absoluto y la búsqueda de una identidad colectiva.

Su vida no estuvo libre de controversias. Su amistad con Fidel Castro desencadenó la ira del FBI y facciones de la izquierda desconfiaron de sus intenciones. El autor peruano Mario Vargas Llosa, eterno rival literario que alguna vez fue su amigo, le pegó un puñetazo por meter sus narices —y quizás algo más— en su crisis matrimonial. Para la década de los noventa, García Márquez ya no estaba a salvo en su propio país, y recorría las calles de Colombia en un Lancia Thema con ventanas blindadas y un chasis a prueba de bombas. Eventualmente se fue a la Ciudad de México, donde murió en 2014.

Sin embargo, sigue siendo una presencia gigantesca en la literatura latinoamericana, sirviendo como una prueba de fuego en la región: las nuevas generaciones de escritores le rinden homenaje o se rebelan contra su influencia. Sus libros se venden tan bien que incluso las copias piratas siguen circulando ampliamente, difundiendo su característico ingenio y humor, irónico y terrenal, con márgenes desiguales y textos emborronados.

¿Estás listo? Es hora de entrar al laberinto.
Quiero empezar con su mayor obra
Respeto tu ambición. Gabo también lo haría. Solo hay una respuesta correcta y es Cien años de soledad (1967). El autor siempre tuvo grandes planes para esa novela que toca los temas principales que desarrollaría en el resto de su obra. Es una historia de su ciudad natal, en la costa colombiana, y del Caribe, donde los españoles fueron derrotados por primera vez y donde empezó el proyecto de Latinoamérica. Es Gabriel García Márquez en su esencia.

La novela cuenta la historia de la mítica familia Buendía, liderada por José Arcadio Buendía, y del pueblo de Macondo, una alegoría al lugar de nacimiento de García Márquez y a Latinoamérica en general. El libro, publicado en vísperas de una época de terror y represión en América del Sur, es una parábola inequívoca del imperialismo: tiene catástrofes naturales, guerras civiles y plagas de insomnio. Macondo sobrevive a un desastre tras otro —incluida una versión ficcionalizada de la masacre de las bananeras en 1928— hasta que el poblado finalmente es arrasado por un huracán, como lo profetizaba un manuscrito descifrado por el último descendiente de los Buendía.

A García Márquez le tomó 18 meses escribir Cien años de soledad, pero pasó casi dos décadas rumiando la historia en su cabeza. Mientras leía las pruebas de su novela La hojarasca, una aproximación temprana a Macondo y sus personajes, le dijo a su hermano: “Esto es bueno, pero yo voy a escribir una vaina que se va a leer más que El Quijote”. No estaba tan equivocado.

Florentino Ariza también.
Es la década de los treinta. Han pasado cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días desde que el amor de su vida, la bella Fermina Daza, lo rechazó por un doctor adinerado. Pero cuando su rival, Juvenal Urbino, muere de una súbita y absurda manera (tratando de perseguir a un loro en un árbol de mango), Florentino vuelve a retomar su pasión.

Así empieza El amor en los tiempos del cólera (1985), una novela en la que, como el novelista Thomas Pynchon escribió en su reseña para El Times, “el voto eterno del corazón se enfrenta con los términos limitados del mundo”. Nos trasladamos a fines del siglo XIX, al comienzo de un brote de cólera que invadirá esta ciudad caribeña ficticia durante el próximo medio siglo. En el camino, somos testigos del cortejo y el amor floreciente entre Florentino y Fermina, que se desenvuelve a través de cartas y telegramas, hasta que el padre de ella lo finaliza abruptamente al comprometerla con el irresistible doctor Juvenal Urbino. Como un poeta condenado a la búsqueda eterna del amor, Florentino espera su momento, mientras trabaja como operador de telégrafo y se enreda en 622 “amores continuados” mientras reserva su fidelidad para su único y verdadero amor.

García Márquez se inspiró en su hogar. Su padre, Gabriel Eligio García, era un seductor experto con fluidez en poesía y canciones de amor, que cortejó a Luisa Santiaga durante su tiempo libre en la oficina pública de telégrafos, para gran molestia de su familia. Es como si García Márquez le diera la vuelta a la historia de sus padres en su cabeza y simplemente la contara desde allí.

La selección de Doce cuentos peregrinos (1992) sirve como una sala de juegos y una especie de apéndice de la obra de García Márquez. Una clarividente usurpa lentamente la propiedad de una distinguida familia vienesa vendiéndoles los sueños que ella les interpreta. Una pareja caribeña pobre se apiada de su depuesto presidente cuando lo encuentran viviendo en la miseria y el exilio en París. Una mujer es admitida por error en un sanatorio cuando su auto se avería en el desierto de Los Monegros, en España, y su esposo, un mago en apuros, la abandona allí en represalia por una infidelidad imaginaria. Hay bromas astrológicas e insultos brutales: tener un Sol en Piscis o un signo ascendente no es excusa para la estupidez, se nos dice; en Nápoles, hasta Dios se va de vacaciones en agosto; y un grupo de turistas ingleses se describe como “uno solo muchas veces repetido en una galería de espejos”.

Todos estos relatos siguen a latinoamericanos en Europa, animados por la preocupación de García Márquez por la historia, la identidad y el destino de su región.

Creo que podría tener una maldición
¿Te sientes perdido? ¿Tu vida está en ruinas? Puedes leer El general en su laberinto (1989), un relato de ficción sobre Simón Bolívar, el político y revolucionario conocido como el “Libertador” de Sudamérica. Bolívar, debilitado por la enfermedad y rechazado por el gobierno que ayudó a crear, se embarca en un último viaje por el río Magdalena, donde hace un balance de su vida mientras vuelve a visitar los campos de batalla de las glorias pasadas y las traiciones. La corona española ha sido vencida, pero la Sudamérica unificada que anhelaba se dividía por intrigas y celos, asesinatos y golpes de Estado.

“El destino de la idea bolivariana de la integración parece cada vez más sembrado de dudas, salvo en las artes y las letras”, recalcó García Márquez en un discurso de 1995. Esta novela histórica es un lamento por el pasado de su continente a través de los ojos de su primer soñador desilusionado. El epígrafe del libro, tomado de una carta del Libertador de 1823, lo resume así: “Parece que el demonio dirige las cosas de mi vida”.

Todos en el pueblo de Sucre sabían que Santiago Nasar, el protagonista de Crónica de una muerte anunciada (1981), iba a ser asesinado en la mañana de la llegada del obispo, excepto el propio Nasar. Sus asesinos, los gemelos Vicario, se lo habían dicho a todo el mundo y afirmaban que lo iban a matar por arruinar el matrimonio de su hermana con un hombre de dinero. Veinte años después, el narrador, un sucedáneo del propio García Márquez, regresa a su ciudad natal para reconstruir el asesinato. Entrevista tras entrevista, lo que al principio parece ser un misterio se convierte en una historia de clase, intriga y movilidad social en un pueblo pequeño que finalmente acusa a toda la comunidad.

¿Qué es lo más raro que escribió?
Hay muchas posibles respuestas para esta pregunta. Mi favorita, sin embargo, es Memoria de mis putas tristes (2004), su última novela.

Para marcar el comienzo de su cumpleaños noventa, un hombre hace una visita de rutina a su burdel favorito, pero con una petición especial: quiere celebrar el hito con una virgen. Para eso, elige a una niña de 14 años. La diferencia de edad es ciertamente desconcertante —“No me importa cambiar pañales”, bromea con la madame— y probablemente única en las novelas de García Márquez. Sin embargo, en vez de consumar la transacción, la niña se derrumba en la cama, exhausta por cuidar a sus hermanos y trabajar en una fábrica de botones. Se enamora de la noche a la mañana y se despierta con una revelación trascendental: la vida no es efímera como el río siempre cambiante de Heráclito, “sino una ocasión única de voltearse en la parrilla y seguir asándose del otro costado por noventa años más”. La naturaleza mojigata y cíclica de la vida, representada aquí una última y excitada vez por García Márquez.

Cuéntame más de su trabajo de no ficción
García Márquez se fogueó trabajando en salas de redacción en todo el continente americano y como corresponsal en Europa, Estados Unidos y otros lugares. Publicó libros notables de no ficción, incluido un relato de suspenso de una serie de secuestros en la era de Pablo Escobar en Colombia, pero El escándalo del siglo (2019), una colección póstuma de sus artículos publicados entre 1950 y 1984, ofrece una muestra más diversa de su obra. La antología —no todas las piezas son estrictamente de no ficción— abarcan desde los primeros despachos que hizo para varios medios cuando tenía 20 años hasta las columnas que escribió para El País cuando era un novelista de éxito. La antología incluye un colorido informe sobre la idolatría en el pueblo de La Sierpe en la Colombia rural, una crónica surrealista de una sequía en Caracas, y su breve y espontáneo encuentro con Ernest Hemingway cuando tenía 28 años y vivía en París.

Quiero explorar los rincones de su mente
¿Listo para sumergirte en su mente? García Márquez escribió una autobiografía de sus primeros años, y Gerald Martin también compiló una biografía ejemplar en 2008. Pero si lees detenidamente, El otoño del patriarca (1975), un paisaje onírico de un tirano novelesco, verás que funciona como una biografía alternativa, aunque más metafísica.

Lo que le falta a la novela en la trama lo compensa con detalles grotescos y despiadados, narrando la historia de un dictador anciano que aterroriza a un país caribeño anónimo. Un amigo sospechoso de traición es asado y servido en un banquete. Los miembros del círculo íntimo del dictador son ametrallados después de que finge su propia muerte. En un momento, le vende el mar Caribe a los Estados Unidos, que lo reparte y lo envía poco a poco a Arizona. Todo lo que queda atrás es un cráter gigante.

García Márquez se refirió a este libro como un “poema sobre la soledad del poder” y también lo calificó como su mejor novela. Es amorfa, decadente, lírica, y se inspira en una multitud de innumerables dictadores de América Latina y más allá. Es posible que también haya liberado algunos de sus demonios personales. “Soy el patriarca”, le dijo una vez a Martin. “Si no entiendes eso… ¿cómo vas a ser mi biógrafo?”.

https://www.nytimes.com/es/2023/04/10/espanol/obras-esenciales-garcia-marquez.html

Países Bajos abrirá al público el archivo con los datos personales de los investigados por colaborar con los nazis.

Los hijos de colaboracionistas temen que la publicación en internet de información sensible, prevista para 2025, reabra heridas. 

Unas 300.000 personas estuvieron bajo sospecha o fueron juzgadas después de la II Guerra Mundial.

Los datos personales de unos 300.000 holandeses que fueron investigados o juzgados después de la II Guerra Mundial por su colaboración con los nazis estarán disponibles en internet para todos los ciudadanos que quieran consultarlos. El proyecto se denomina Oorlog voor de Rechter (La guerra ante los tribunales) y se hará accesible al público a partir de 2025. El proceso de digitalización ha sido anunciado este jueves por el Archivo Nacional de Países Bajos, y los expedientes abarcan desde casos de delación y traición al luchar junto con el ejército alemán en el frente oriental, a la afiliación al Movimiento Nacional Socialista de Países Bajos (NSB), partido fascista y el único legal durante la ocupación. Hasta ahora, los ficheros se han podido consultar con limitaciones para proteger a los implicados vivos, pero el periodo de protección de datos personales expira dentro de dos años, cuando se calcula que ya habrán fallecido los posibles afectados. Los descendientes de los colaboracionistas, en especial sus hijos, temen que la publicación de información sensible sobre sus familias reabra las heridas de la marginación que denuncian haber padecido, por culpa del pasado de sus padres.

El archivo digitalizado, con un acceso más amplio a los datos, incluirá expedientes sobre casos de sospechas infundadas y absoluciones. Su apertura aportará una visión más completa a la realidad social durante la contienda. Además, los parientes de las víctimas podrán averiguar información que tal vez desconozcan. De los 107.000 judíos deportados desde Países Bajos a los campos de concentración, solo regresaron 5.000.

La documentación sobre los procesos al colaboracionismo holandés forma parte del Archivo Central de la Jurisdicción Especial (CABR, en sus siglas neerlandesas). Durante la II Guerra Mundial, Países Bajos tenía 8,5 millones de habitantes, según las estadísticas. Tanto los que acabaron siendo juzgados a partir de 1945 ―cerca de un 20% de los 300.000 investigados― como los que nunca llegaron ante los jueces, figuran en ese archivo. Casi 1.900 personas fueron condenadas a penas de 10 o más años de cárcel. Los documentos sobre todas estas vidas, con fotos, diarios, declaraciones de testigos o solicitudes de indultos, ocupan hoy casi cuatro kilómetros del archivo. En total, se dictaron 154 penas de muerte y hubo 39 ejecuciones. Aunque las investigaciones se prolongaron hasta 1951, la mayoría de los detenidos por hechos leves salieron libres a partir de finales de 1945.

“Hay interés por nuestra parte en saber qué pasó. Las 150.000 personas internadas [durante las investigaciones] sufrieron abusos, falta de comida y trabajos forzados”, afirma en una conversación telefónica Jeroen Saris, presidente de la fundación de voluntarios que agrupa desde 1981 a los descendientes de los colaboracionistas (Stichting Werkgroup Herkenning, en neerlandés). “Muchos ni siquiera eran culpables, o bien la falta cometida no revestía tanta gravedad. Fueron castigados duramente, y ahora se podrán investigar mejor los hechos. La apertura del archivo es una obligación legal pasados 75 años, y es en interés de todos conocer el verdadero relato de la guerra”, continúa.

El proyecto de digitalización cuenta con un comité ético y para Saris “es preciso buscar un equilibrio en la salvaguarda de la privacidad, con algunos datos que tal vez deban ser protegidos; hay tiempo hasta 2025 para ver cómo hacerlo”. La fundación que representa calcula que unos 100.000 holandeses se afiliaron al partido NSB y cerca de 25.000 lucharon en las filas alemanas. Sus hijos, en particular, buscan un reconocimiento oficial por la marginación padecida en la propia sociedad holandesa por el colaboracionismo de sus progenitores. Pero en estos momentos, no hay consenso político para debatir este capítulo del pasado.

El Gobierno pasó la guerra en el exilio, en el Reino Unido, y la reina Guillermina ordenó que los tribunales especiales investigaran y juzgasen, en su caso, todos los casos dudosos. Lo que siguió tras la liberación de Países Bajos fue “una operación a gran escala, con arrestos en todo el país, y un criterio muy estricto para lo que se consideraba colaboración”, dice al teléfono Anne-Marieke Samson, portavoz del Archivo Nacional. Cuando se evidenció que mucha gente había tenido algo que ver con el opresor alemán, se buscaron los casos más graves: “Por ejemplo, haber tenido un carné del NSB no bastaba para ser llevado a juicio. Era necesario que el titular hubiese hecho algo reprobable o flagrante”.

Los ficheros no solo contienen los nombres de los sospechosos y de sus víctimas, sino también de familiares o vecinos de los detenidos. “El archivo no es un papel en blanco y negro sobre la sentencia de los jueces. Ofrece muchos matices y comprensión de lo ocurrido en la guerra. A partir de las declaraciones de los testigos, veremos si los miembros del partido NSB estaban aislados en sus propios círculos o bien integrados en la sociedad”, señala el historiador Kees Ribbens, especializado en la cultura de la memoria de la II Guerra Mundial.

En opinión de Ribbens, la percepción holandesa de la contienda ha variado con el tiempo. “En 1946, se pensaba que fuimos un país de héroes y que muchos ciudadanos formaron parte de la resistencia. Ahora comprendemos que solo una parte de la población se sumó a los resistentes, y que hubo otros que colaboraron con los ocupantes germanos. Al abrir el archivo al público, veremos qué pasó con la gente corriente, con las víctimas. Veremos cómo fue la guerra, y los investigadores podrán abordar el pasado de forma más estructurada”. Si bien otros países, como Bélgica o Francia, guardan documentos de esta índole, el historiador cree que es la primera vez que se realiza una digitalización de los mismos a la escala que lo va a hacer Países Bajos.

Para consultar los datos del archivo será preciso introducir una palabra clave en el sistema: el apellido de la persona buscada, una calle, una batalla, un suceso local. “Utilizaremos también la inteligencia artificial para combinar datos, porque en cada expediente hay información sobre otras personas. De modo que no solo puede interesar a los descendientes de los sospechosos: puede aportar nueva información a los de las víctimas. Es posible que estas historias tampoco se hayan contado del todo entre la comunidad judía holandesa, y podrán saber qué ocurrió con los suyos”, indica la portavoz del Archivo Nacional. Desde la institución aclaran que las restricciones actuales de privacidad quedarán sin efecto en 2025: “Se considera que ya no habrá protagonistas con vida, pero no se publicará el dosier de los que sí vivieran”.

Junto con el Archivo Nacional colaboran en el proyecto el Instituto sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio (NIOD), la organización Netwerk Oorlogsbronnen, para la documentación de la guerra, y el Instituto Huygens de Historia de Países Bajos. La digitalización concluirá en 2027, y Samson calcula que para entonces se habrán hecho 32 millones de escaneos de notas. La financiación corre a cargo de los ministerios de Educación y Cultura, Sanidad, y Justicia.

viernes, 21 de abril de 2023

Bruce Willis: qué es la demencia frontotemporal que le diagnosticaron al actor estadounidense

El actor Bruce Willis tiene demencia frontotemporal, anunció su familia este jueves en las redes sociales.

En un comunicado en Instagram, los familiares del intérprete de 67 años dijeron que era un "alivio tener finalmente un diagnóstico claro".

Expresaron su "más profunda gratitud por la increíble efusión de amor".

"Hoy no existen tratamientos para la enfermedad, una realidad que esperamos pueda cambiar en los próximos años", dice el comunicado.

Trastorno cerebral
La demencia frontotemporal es un término genérico que engloba un grupo de trastornos cerebrales que afectan a los lóbulos frontal y temporal del cerebro, de acuerdo con información publicada por la Clínica Mayo de EE.UU.

Se calcula que es la causa de aproximadamente entre 10% y 20% de los casos de demencia.

Los signos y síntomas varían en función de la parte del cerebro afectada.

Según la Universidad de Navarra, en España, la demencia frontotemporal se caracteriza por los cambios en la personalidad, conductas inapropiadas en público, impulsividad, apatía, pérdida de empatía, comportamientos repetitivos o compulsivos y cambios en la dieta.

La demencia frontotemporal suele comenzar entre los 40 y los 65 años, pero puede diagnosticarse erróneamente como un problema psiquiátrico o como la enfermedad de alzhéimer.

Afasia: primer diagnóstico 
El año pasado, la familia de Bruce Willis había emitido un comunicado en el que anunciaban que el actor se retiraría de la actuación después de haber sido diagnosticado con afasia.

Aunque los síntomas de esta enfermedad son variados, en términos generales es un trastorno cognitivo que impide a una persona comprender de manera correcta el lenguaje. Quienes la sufren pueden tener dificultad para hablar, escribir o leer.

El actor Bruce Willis ha participado en decenas de filmes desde la década de 1980.

Su familia dijo el año pasado que Willis dejaría de actuar, ya que su afasia estaba afectando sus habilidades cognitivas.

En la nueva declaración de este jueves aseguran que esperan que la atención de los medios cree conciencia sobre la condición del actor.

"Bruce siempre creyó en usar su voz en el mundo para ayudar a otros y crear conciencia sobre temas importantes tanto en público como en privado".

"Sabemos en nuestros corazones que, si pudiera hoy, querría responder atrayendo la atención global y una conexión con aquellos que también están lidiando con esta enfermedad debilitante y cómo afecta a tantas personas y sus familias".

La declaración fue firmada por miembros de la familia de Willis, incluida su esposa Emma Heming, con quien tiene dos hijas, y su exesposa Demi Moore y sus tres hijas.

El actor se convirtió en un nombre familiar en las décadas de 1980 y 1990 después de protagonizar películas taquilleras como la de la serie Die Hard, "El sexto sentido", "Armagedón" y Pulp Fiction.

También ha sido nominado a cinco Globos de Oro -ganando uno por la serie Moonlighting- y también a tres Emmys, de los que ganó dos.

_- Cepillarse los dientes tres veces al día para mejorar la salud mental.

_- Nuevos estudios relacionan la inflamación en la boca con enfermedades como la diabetes, la depresión o los ictus

“Cuando hablas con los médicos, y te explican lo que estudian en la carrera de Medicina, te dicen que el aparato digestivo para ellos empieza una vez ha terminado la boca”. Elena Figuero, profesora de odontología de la Universidad Complutense de Madrid, cuenta que la separación de la salud dental del resto de la medicina comienza en la universidad, un error que profesionales como ella tratan de subsanar estudiando los vínculos entre la salud de la boca y la del resto del cuerpo. Con relaciones más o menos intensas, ya se han encontrado más de 50 enfermedades que pueden estar causadas o verse agravadas por la enfermedad periodontal.

La enfermedad periodontal, distinta de las caries, comienzan afectando a las encías, con lo que se conoce como gingivitis. Si no se trata, la gingivitis puede derivar en una periodontitis, dañar el hueso y provocar incluso la caída de los dientes. “Estas enfermedades se producen por un desequilibrio entre las bacterias del paciente y la respuesta inmune, que hace que exista una cantidad excesiva de bacterias patógenas. Estas pueden llegar al torrente sanguíneo y producir una bacteriemia, y generar una respuesta inflamatoria excesiva con efectos sistémicos”, apunta Figuero.

“Los focos inflamatorios crónicos, aunque sean de baja intensidad, como la enfermedad periodontal, pueden producir alteraciones que hacen más permeable la barrera hematoencefálica, que protege al cerebro de elementos peligrosos”, afirma Juan Carlos Leza, coordinador de grupo del CIBERSAM (Centro de Salud Biomédica en Red del Instituto de Salud Carlos III de salud mental) dedicado a explorar las bases biológicas de la enfermedad mental. “La inflamación es una respuesta necesaria, como el estrés, pero cuando hay una inflamación continua, de baja intensidad, puede incrementarse el riesgo de problemas como los accidentes cerebrovasculares”, añade Leza. “No se ha probado una relación causal entre tener una disbiosis intestinal o una alteración de la boca y tener esquizofrenia o sufrir un ictus, pero se ha visto que las personas que tienen estos problemas tienen más inflamaciones, también en la boca”, puntualiza. Leza colabora con Figuero en el estudio de la relación entre enfermedad periodontal y depresión, por el momento en ratones.

La semana pasada, en la conferencia internacional de 2023 de la Asociación Americana del Ictus, se presentó uno de estos trabajos. En el estudio, se siguió a más de 40.000 adultos sin antecedentes de ictus registrados en el Biobanco del Reino Unido entre 2014 y 2021. Por un lado, se buscaron 105 variantes genéticas que predisponen a las caries o a la pérdida de dientes y se evaluó la relación entre esos factores y la mala salud dental y la salud del cerebro, que se examinó con resonancias magnéticas. El análisis concluyó que las personas propensas a la caries o a las que les faltaban dientes tenían una mayor carga de enfermedad cerebrovascular silenciosa y también más señales de daño microestructural en el cerebro.

Aunque se están empezando a ver las relaciones entre la salud de la boca y la salud mental, con mayor riesgo de depresión o alzhéimer en las personas con periodontitis, hay algunas dolencias en las que la relación se ha demostrado con claridad. “En diabetes se ha visto que tratar la periodontitis tiene tanto efecto como mandar un segundo antidiabético oral, de tal manera que es posible evitar que el paciente tenga que tomar ese segundo fármaco”, explica Figuero. “Aún no hemos llegado ahí, pero nos gustaría ver si, en pacientes con depresión y periodontitis, les mejoran los parámetros de la enfermedad mental cuando les tratamos [la boca]”, añade.

El descubrimiento de estas relaciones entre la salud oral y la del resto del organismo es parte de un camino de reunificación del tratamiento médico para superar los éxitos que dio a la medicina moderna la especialización por órganos o sistemas fisiológicos. El mejor conocimiento del sistema inmune y su relación con las bacterias que pueblan el organismo parece un camino para mejorar el tratamiento de muchas dolencias, entre ellas, las mentales, particularmente incomprendidas. “La idea es tratar al paciente como un todo”, resume la investigadora de la Universidad Complutense.

Por ahora, sin embargo, pese a algunos avances recientes, el tratamiento de la salud de la boca ha estado prácticamente olvidado por la cobertura pública. “Desde las sociedades científicas o las universidades, intentamos que se incluya entre los servicios de atención primaria, pero de momento esos esfuerzos están siendo infructuosos y no se ha conseguido avanzar mucho en ese campo”, afirma Figuero, que, pese a que ahora se tenga que financiar del propio bolsillo, plantea que una revisión anual para vigilar el riesgo de periodontitis es más barato que tratar la enfermedad cuando ya está avanzada.

Las evidencias sobre la importancia de cuidarse la boca se acumulan y, además de las revisiones periódicas, hay algunas medidas sencillas que pueden servir para mantener sanos los dientes y el cerebro. La fundamental: Un cepillado con una pasta fluorada para evitar la caries después de las comidas y algún tipo de higiene interdental, con hilo o cepillos específicos, para limpiar entre dientes, porque los cepillos solo alcanzan las superficies, una vez al día. Cuidarse los dientes, concluye Figuero, “no solo prolonga la esperanza de vida, sino que alarga la calidad de vida, porque vas a masticar mejor e incluso vas a tener mejor estética”.

https://elpais.com/salud-y-bienestar/2023-02-15/cepillarse-los-dientes-tres-veces-al-dia-para-mejorar-la-salud-mental.html#?rel=lom

jueves, 20 de abril de 2023

DIVORCIO. Rocío López, terapeuta: “Muchas parejas se mantienen juntas por los niños, lo que es cargarles con la responsabilidad de ser hijos pegamento”

La también periodista publica ‘Separada’, un manual coescrito con Miguel Ángel Corrales, su marido y pedagogo, para ayudar a padres y madres en proceso de separación a gestionar la situación sin perder de vista lo primordial: las necesidades de los menores que dependen de ellos Los niños y adolescentes no requieren que sus padres sean pareja, sino que sus necesidades afectivas y emocionales estén cubiertas.

Según datos del INE, durante el año 2021 se produjeron en España 90.582 casos de nulidad, separación y divorcio (un 13,2% más que en 2020). En casi uno de cada dos casos había hijos menores de por medio; hijos que, en muchas ocasiones, acaban atrapados en el conflicto desatado entre sus progenitores. “Solemos cuidar muchos los inicios de las relaciones, muy poquito los procesos y nada los finales. Y el final es tan importante como el inicio, puesto que va a marcar las bases de una nueva etapa como familia”, asegura Rocío López de la Chica (Sevilla, 36 años), terapeuta Gestalt —terapia que integra las conductas, sentimientos y pensamientos del paciente—, periodista y con un máster en Educación Emocional.

De su propia experiencia profesional parte Separada: un acto de amor hacia ti y tus peques (Destino), un libro coescrito junto a su actual pareja, el pedagogo Miguel Ángel Corrales. Con él también comparte el proyecto Creada, a través del cual ayudan a padres y madres en proceso de separación a gestionar la situación sin perder de vista lo primordial: las necesidades de los hijos.

PREGUNTA. En las páginas de Separada defienden que cuando una pareja con hijos se rompe, la familia no se rompe, sino que cambia de molde.
RESPUESTA. Los padres podemos dejar de ser pareja, pero la responsabilidad paternal va a permanecer de por vida. Por eso nosotros creemos que la familia es algo que debemos cuidar, porque el vínculo va a permanecer siempre al haber unos hijos en común. Otra cosa es cómo va a ser ese vínculo, si fuerte o débil, pero nunca va a dejar de existir.

P. Dicen que se sienten más cómodos con el concepto de trasformación familiar que con el de separación, ¿el divorcio sigue estigmatizado?
R. Por desgracia sí. Las cifras de separaciones no dejan de aumentar, pero no podemos olvidar la corta historia de vida que tiene el divorcio legal en España. Hasta el año 1981 era algo ilegal. Partiendo de esa base, a nivel social e ideológico todavía entendemos que la familia, si no está formada por un papá, una mamá y unos hijos, no es tan válida. Todos queremos llegar a ese ideal de familia; y todo lo que esté por debajo de eso se considera en cierto modo un fracaso. Por eso, una de las mayores resistencias a la hora de afrontar una separación con hijos es ese duelo por la familia ideal y estándar que ya no vamos a ser.

P. ¿Ese ideal hace que muchas parejas mantengan su relación pese a todo?
R. Arrastramos la idea de que hay que aguantar por los hijos, creyéndonos que los hijos lo que necesitan es una convivencia perenne con sus padres. Pero nosotros defendemos que no sea a costa de la salud mental. Muchas veces se mantienen parejas que están juntas, pero no unidas; y se mantienen juntas por los niños, lo que es cargar a estos con la responsabilidad de ser hijos pegamento. Al final lo que los hijos aprenden es que una relación amorosa es eso. Tenemos que ser un modelo para nuestros hijos. No se trata de mantener una relación de pareja a toda costa, ni de separarnos haciendo una apología de la separación, sino de entender que lo que daña y lo que beneficia no es el molde de la relación, sino la gestión de la misma. Al fin y al cabo, nuestros hijos nos necesitan felices, no conviviendo a toda costa; y no requieren que seamos pareja, requieren que sus necesidades afectivas y emocionales sean cubiertas, seamos o no pareja.

Rocío López de la Chica, terapeuta Gestalt, periodista y máster en Educación Emocional.

R. L. P. ¿Pueden acabar siendo los hijos unas víctimas perfectas de estos procesos de separación?
R. Por desgracia sí. La forma tradicional de separación suele ser muy beligerante y los niños no son tenidos en cuenta e, incluso, muchas veces son utilizados como moneda de cambio.

P. Del caso Shakira y Piqué entonces ni hablamos.
R. (Risas) Ahí me falta mucha información, pero sí que hay algo por lo que nosotros abogamos y es no hablar mal del otro progenitor delante de nuestros hijos, porque esa persona ocupa un lugar sagrado en su corazón. Es muy importante que distingamos el rol que ocupa la otra persona como hombre o mujer del rol que ocupa como padre o madre. Para nuestras criaturas somos su dios y su diosa, incluso en la adolescencia, así que es fundamental que respetemos ese lugar sagrado que la otra persona ocupa en la vida de nuestros hijos.

P. Además de hablar mal del otro, ¿cuáles son los errores más habituales que suelen cometer madres y padres al divorciarse en relación con sus hijos?
R. Otro de los errores habituales es el de entrar en la comparación y en la competición con el otro para ser mejor madre o padre. Entrar en esa competición es perdernos, es desconectarnos de nuestros hijos. En la medida en la que entramos a mirar qué hace o no la otra parte, dejamos de mirar a los niños, ponemos la atención fuera. Y es muy importante que en este proceso se tengan en cuenta las necesidades de los hijos para que este cambio que genera mucha inseguridad en ellos lo puedan vivir de una forma ordenada, integrando lo que están viviendo como cualquier otro cambio de su vida.

P. Rafa Guerrero explica en el prólogo que, aunque la separación no sea la muerte de la familia sino una transformación, los niños necesitan un periodo de duelo para aceptar la nueva realidad. ¿Qué dirían que es fundamental cuidar de cara a los hijos en ese periodo de duelo?
R. Lo primero y más importante es cuidar la necesidad de pertenencia. Es la primera necesidad básica que se pone al descubierto cuando dejamos de ser pareja, porque “si papá y mamá, que son mi estructura, dejan de ser pareja, ¿dónde quedo yo?”. Y “si mis padres no se quieren como hasta ahora, ¿yo qué tengo que hacer, elegir entre ellos?”. Eso es lo primero que hay que cuidar, hacerles saber desde lo que decimos,y desde cómo actuamos, que dejamos de ser pareja, pero que siempre seremos una familia. Y la siguiente necesidad es la de sentirse vistos. Por eso es muy importante no entrar en la batalla de egos, porque entonces se quedan huérfanos emocionalmente en el proceso y la adaptación no la pueden lograr.

P. ¿De las separaciones, se sale?
R. (Risas) Se sale e, incluso, muchas veces son una oportunidad para una vida mejor. Si hacemos una separación consciente, esta va inevitablemente unida a un crecimiento personal. Y una separación consciente no tiene por qué darse con los dos progenitores disponibles. La mayoría de las veces ocurre sin que uno de los dos esté disponible para ella. Pero sí, hay vida más allá de la separación y muchas veces es una vida con mucha más luz.