lunes, 6 de marzo de 2023

‘Sobre la historia natural de la destrucción’: el incómodo recuerdo de los bombardeos aliados sobre Alemania.

guerra


El director ucranio Loznitsa lleva al cine el ensayo de W. G. Sebald sobre los ataques aéreos masivos contra la población civil alemana durante la Segunda Guerra Mundial.

Seiscientos mil civiles alemanes murieron víctimas de la batalla aérea de los aliados sobre el país durantela Segunda Guerra Mundial. Tres millones y medio de viviendas de ciudades como Dresde, Colonia y Hamburgo quedaron destruidas. Y Winston Churchill llegó a decir en un discurso: “La población civil alemana tiene una manera fácil de escapar de esta severidad: lo que deben hacer es dejar las ciudades donde llevan a cabo los trabajos de munición; abandonar su trabajo, salir al campo y mirar el fuego en sus casas desde la distancia”.

Sin embargo, como escribió W. G. Sebald en Sobre la historia natural de la destrucción, poco se reflexionó en Alemania en las décadas siguientes acerca de este drama, de los bombardeos conscientes y planificados contra la población civil, a causa de la posición sumamente precaria de quienes vivían en una sociedad desacreditada moralmente por completo. Un pueblo que había asesinado y maltratado hasta la muerte a seis millones de seres humanos no podía pedir cuentas a las potencias vencedoras de la lógica político-militar que dictó la destrucción de las ciudades alemanas.

El incómodo ensayo de investigación de Sebald (Wertach, Alemania, 1944-Norfolk, Reino Unido, 2001) sobre aquel ominoso silencio, publicado en 1999, encuentra ahora una singular traslación cinematográfica con un documental homónimo del ucranio Sergei Loznitsa (de estreno exclusivo en Filmin), compuesto a base de imágenes filmadas en su día de los bombardeos sobre Alemania durante la guerra, algunas de ellas inéditas, al tiempo que se medita sobre la destrucción masiva y el concepto de víctima. Ahora bien, no con la elocuencia de Sebald sino únicamente desde el silencio de las estampas reales, apenas punteadas por el sonido de las bombas y un par de discursos de Churchill y del mariscal británico Montgomery.

Loznitsa no juzga, solo muestra para que la memoria de aquellas devastadoras operaciones sea tan expresiva como las palabras de Sebald. Aunque, desde luego, la organización de ese material de archivo no deje lugar a demasiadas dudas: se está denunciando una masacre que, traída a nuestro mundo contemporáneo, encuentra particular reflejo en los bombardeos rusos de las ciudades ucranias, en los objetivos civiles como motor de destrucción en tantas contiendas actuales o recientes.

El siempre interesantísimo Loznitsa ha ido bifurcando su carrera en dos esencias. Las películas de ficción alrededor de tanto la sociedad de su tiempo como la del pasado, de los conflictos armados en su tierra desde la contienda mundial hasta el presente: En la niebla, La sumisa, Donbass. Y los documentales retrospectivos y analíticos, particularmente de metraje encontrado, en torno a las miserias físicas y morales, a los escombros de la Segunda Guerra Mundial y de la propia Ucrania de hoy: Austerlitz, Victory Day, State Funeral, Babi Yar. Context, Maidan. Sobre la historia natural de la destrucción, que pertenece obviamente a la segunda vertiente, se inicia con imágenes del supuesto paraíso que era la Alemania nazi. Estampas de la población civil en paz, cafés y terrazas atestadas de gente en una aparente libertad. Todo en un orden tan impoluto, incluso la fiesta, que estremece ir viendo en aquel idílico universo la simbología nazi adornando las calles, los retratos de Adolf Hitler en cualquier rincón de los interiores, el sello de la barbarie en forma de esvástica en el lomo y la cola del Hindenburgh, que sobrevuela el cielo de Berlín como icono propagandístico de un régimen todopoderoso.

Sin embargo, de ahí, a través de una cadencia elegante y casi mortuoria, sin voz en off ni declaraciones ni diálogos ni intertítulos explicativos, salvo las palabras citadas de Churchill y Montgomery, el director ucranio rompe aquella diabólica limpieza, aquella obligada (o no) sintonía social, con los estruendos de la guerra, sonorizados en posproducción para reconstruir la resonancia original. Unas imágenes aéreas que, en una de esas tenebrosas paradojas del cine y de la vida, resultan hipnóticas: el trágico espectáculo visual de los bombardeos nocturnos. Y, por supuesto, los efectos de aquel fuego, los físicos y, de soslayo, también los morales. El humo y el olor de la muerte. Todo ello punteado por una formidable banda sonora de Christiaan Verbeek, que además confluye con otra de las secuencias de la película que dice mucho más de lo que muestra. Un concierto de la Filarmónica de Berlín, interpretando fragmentos de Los maestros cantores de Núremberg, de Richard Wagner, y dirigida por Wilhelm Furtwängler, paradigmático personaje sobre el que el húngaro István Szabó compuso una fascinante película de inquietante cavilación moral acerca del papel de los artistas durante el nazismo: Taking Sides (Requiem por un imperio).

La ilegitimidad de los bombardeos masivos, aunque fueran en pos de una causa justa y de la defensa de unos valores democráticos y de libertad, está en la base de la película. Así como la conciencia moral resultante y las continuas desavenencias con la memoria. Dice Sebald en su ensayo que la creación en Alemania de “una nueva realidad sin historia orientó a la población exclusivamente hacia el futuro y la obligó a callar acerca de lo que había sucedido”. ¿Por dónde habría habido que comenzar entonces una historia natural de la destrucción? Quizá lo que Loznitsa nos viene a decir, siguiendo a Sebald, es que, aunque los bombardeos realmente pioneros de las ciudades y de la población civil se debieron a los alemanes (Gernika, Varsovia, Róterdam), aquella aniquilación de las ciudades germanas por parte de los aliados también representa una sombra reveladora de lo que fue aquella guerra y de lo que suponen todas las contiendas. Una cruel tormenta que nos invita posteriormente a mirar hacia delante, pero que, expuestos a la desintegración del recuerdo, nos está obligando a nuevas y terribles planificaciones de la destrucción.

Sobre la historia natural de la destrucción
Dirección: Sergei Loznitsa.
Género: documental. Alemania-Lituania-Países Bajos, 2022.
Duración: 112 minutos.
Estreno: 9 de diciembre.



domingo, 5 de marzo de 2023

El año en el que la palabra Paz desapareció del diccionario

«La guerra es la paz; la libertad es la esclavitud; la ignorancia es la fuerza»» (1984, George Orwell)

Lo que me parece más destacable de este último año de invasión de Ucrania y de guerra es que los responsables políticos de las grandes potencias hayan hecho suya una de las tres consignas que se encontraban escritas en la fachada del Ministerio de la Verdad de la novela 1984 de George Orwell: «La guerra es la paz».

No lo digo yo, ni lo digo retóricamente. En un reportaje publicado en Financial Times el pasado día 3 se decía que una gran parte del público alemán ha comenzado a comprender que «el pacifismo no siempre equivale a la paz«.

Lo mismo ha ocurrido cuando alguien tan increíblemente transustanciado en esta coyuntura como el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, decía a la opinión pública que la censura de medios de comunicación que no defienden su posición es la forma de garantizar la libertad de expresión, dando así por cierto que los que defienden la suya ni mienten, ni manipulan.

Como escribió Eduardo Galeano en Patas arriba, «el arte de engañar al prójimo, que los estafadores practican cazando incautos por las calles, llega a lo sublime cuando algunos políticos de éxito ejercitan su talento».

Incluso dejando a un lado que la invasión tuvo antecedentes que no es honesto olvidar (las provocaciones de Ucrania, la estrategia engañosa, agresiva y amenazadora de la OTAN, los actos terroristas previos…) y asumiendo al mismo tiempo que constituye un acto criminal injustificable, porque lo es cualquier violación de la integridad de un Estado soberano, lo cierto y lamentable es que las grandes potencias no han ofrecido otra alternativa como solución que la escalada militar. Y, además, que esta escalada no ha producido más efecto que el que cabía esperar: prolongación y endurecimiento de la guerra, sufrimiento en aumento y, eso sí, incremento del negocio armamentístico.

El ex primer ministro israelí Naftali Bennett lo reconoció hace unos días al desvelar que Estados Unidos y sus aliados occidentales “bloquearon” sus esfuerzos de mediación entre Rusia y Ucrania para poner fin a la guerra en marzo de 2022.

Los dirigentes de las potencias occidentales no han manifestado en ninguna ocasión que la negociación y el diálogo, la apuesta por la paz, sean el camino. Han asumido, por el contrario, la estrategia de Publio Flavio Vegecio: si quieres la paz, prepara la guerra. Una alternativa reaccionaria, mutuamente destructiva y falsa porque, como ha dicho con toda la razón Federico Mayor Zaragoza, lo que hay que preparar si se quiere la paz no es la guerra, sino la palabra.

La apuesta por la escalada militar por parte de Estados Unidos e Inglaterra es incluso comprensible. Dada su historia de doble moral, no engañan a nadie.

El Reino Unido ha planeado o ejecutado más de 40 intentos de destituir gobiernos extranjeros en 27 países desde el final de la Segunda Guerra Mundial, llevando a cabo intervenciones militares encubiertas o abiertas y asesinatos. Y Estados Unidos ha realizado 392 intervenciones militares desde su fundación en 1776, la mitad de ellas entre 1950 y 2019 y la cuarta parte una vez acabada la Guerra Fría.

Pero ¿cómo ha podido la Unión Europea dejarse llevar a una estrategia que hipoteca, quien sabe si para siempre, el anhelo de paz y seguridad que le dio origen y que descarga sobre ella sus mayores costes y perjuicios? ¿Cómo puede olvidar el pueblo alemán su compromiso del «Nunca más» y aceptar que su economía se militarice? ¿Cómo pueden aceptar los dirigentes europeos como buenos socios y aliados a quienes sabotean con un acto terrorista la infraestructura de su principal potencia? ¿Dónde está su dignidad cuando se ponen sin más al servicio de quienes no tuvieron pudor alguno a la hora de manifestar sus intenciones: «Que se joda la Unión Europea«, le dijo la secretaria de Estado adjunta de Estados Unidos para Asuntos Europeos, Victoria Nuland, al embajador de ese país en Ucrania, en febrero de 2014.

Estados Unidos ha jugado con inteligencia sus cartas desde hace años haciendo prácticamente inevitable que Rusia interviniese contra Ucrania porque su resultado sería lo que buscaba y necesita para fortalecerse en su enfrentamiento con China, el debilitamiento económico de Europa. La propia Angela Merkel lo ha reconocido al señalar que los acuerdos de Minsk sólo se proponían darle tiempo a Ucrania para que se armase frente a lo que se iba a producir. Lo mismo que hizo el francés Françcois Hollande al afirmar que el mérito de esos acuerdos fue «haber dado esta oportunidad (fortalecer su posición militar) al ejército ucraniano».

Lo que han logrado los dirigentes europeos al renunciar a la paz y el diálogo como estrategia y optar por la militarización de su política -además de contribuir a acrecentar el dolor de Ucrania y del pueblo ruso- es condenar a Europa a la dependencia económica, militar, tecnológica y energética de Estados Unidos. Quién sabe lo que podido influir más, si el chantaje personal, la incompetencia, o la presión y el poder de quienes sólo piensan en vender armas y en hacer negocio después reconstruyendo lo que previamente han destruido.

Paralelamente a todo ello se silencia y ridiculiza a quienes pensamos que es ilusorio creer que hoy día se puede vencer militarmente a una potencia nuclear sin provocar un holocausto y que no es verdad que la escalada militar sea la única posibilidad de revertir la situación. O que una cosa es reconocer que Rusia cometió un acto criminal invadiendo Ucrania y otra que esté obligada a soportar, al lado mismo de sus fronteras, una amenaza de agresión que ninguna otra nación con dignidad estaría dispuesta a consentir.

Ha pasado un año de lo peor, pero no del problema. Es imprescindible reclamar el alto el fuego y la puesta en marcha de acciones diplomáticas que permitan llegar a acuerdos que pongan fin al conflicto. No podemos rendirnos ante quienes se empeñan en acabar para siempre con la palabra y la práctica de la paz. Como dijo Erasmo de Rotterdam, la paz más desventajosa (más imperfecta, diría ahora mi recordado amigo Francisco Muñoz), es mejor que la guerra más justa.

Juan Torres López, https://juantorreslopez.com/el-ano-en-el-que-la-palabra-paz-desaparecio-del-diccionario/

¿Por qué los oligarcas engreídos rigen nuestro mundo?

Hace algunos años —creo que fue en 2015— recibí una lección rápida sobre lo fácil que es convertirse en una persona detestable. Era un orador invitado en una conferencia en São Paulo, Brasil, y mi vuelo de llegada se retrasó mucho. Los organizadores, preocupados de que no llegara a la hora de mi ponencia debido al tristemente célebre tráfico de la ciudad, hicieron arreglos para recogerme en el aeropuerto y llevarme directamente al techo del hotel en helicóptero.

Luego, cuando terminó la conferencia, había un automóvil esperando para llevarme de regreso al aeropuerto. Por un minuto me sorprendí pensando: “¿Qué? ¿Tengo que irme en coche?”.

Por cierto, en la vida real suelo desplazarme casi a todos lados en metro.

En fin, la lección que aprendí de mi momento de mezquindad fue que los privilegios corrompen y generan con mucha facilidad una sensación de que se tiene derecho a ellos. Y, con toda seguridad, parafraseando a lord Acton, los enormes privilegios corrompen enormemente, en parte porque los muy privilegiados por lo general están rodeados de personas que jamás se atreverían a decirles que se están comportando mal.

Por eso no me sorprende el espectáculo de autoinmolación de la reputación de Elon Musk. Fascinado, sin duda… ¿quién no está? Pero cuando un hombre inmensamente rico y acostumbrado no solo a obtener siempre lo que quiere, sino también a ser un ícono venerado, descubre que no solo está perdiendo su aura, sino que además se está convirtiendo en objeto de burlas masivas, por supuesto que reacciona fustigando de manera errática y, en el proceso, empeora aún más sus problemas.

La pregunta más interesante es por qué en la actualidad estamos regidos por ese tipo de personas. Claramente estamos viviendo en la era del oligarca engreído.

Como recientemente señaló Kevin Roose en el Times, Musk todavía tiene muchos admiradores en el mundo de la tecnología. No lo ven como alguien malcriado que hace pataletas, sino como alguien que entiende cómo se debe manejar el mundo, una ideología que el escritor John Ganz llama “bossism”, la creencia de que la gente poderosa no debería tener que dar explicaciones a la gente común y corriente, ni siquiera enfrentar sus críticas. Los adeptos de esa ideología obviamente tienen mucho poder, aun si ese poder todavía no protege a personas como Musk de ser abucheadas en público.

Pero ¿cómo es posible esto?

En realidad, no es una sorpresa que el progreso tecnológico y el creciente producto interno bruto no hayan creado una sociedad feliz e igualitaria. Desde que tengo memoria, tanto el análisis serio como la cultura popular han generado visiones pesimistas del futuro. Pero los críticos sociales, como John Kenneth Galbraith, y los escritores especulativos, como William Gibson, generalmente imaginaban distopías corporativistas que suprimían la individualidad, no sociedades dominadas por plutócratas ególatras y susceptibles que exhibían sus inseguridades a la vista del público.

Entonces, ¿qué sucedió?

Sin duda, parte de la respuesta es la gran concentración de la riqueza entre los más ricos. Antes del fiasco con Twitter, ya muchas personas comparaban a Elon Musk con Howard Hughes en el declive de sus últimos años. Sin embargo, la riqueza de Hughes, incluso calculada en dólares actuales, es trivial en comparación con la de Musk, aun tras la reciente caída de las acciones de Tesla. En términos más generales, los mejores cálculos disponibles afirman que la proporción de la riqueza total en manos del 0,00001 por ciento más rico hoy en día se ha multiplicado casi 10 veces con respecto a hace cuatro décadas. Además, es indudable que la inmensa riqueza de la superélite moderna ha generado mucho poder, incluido el poder de actuar como un niño malcriado.

Más allá de eso, muchos de los supermillonarios, que como clase solían ser en su mayoría reservados, ahora se han vuelto celebridades. El arquetipo del innovador que se enriquece mientras cambia el mundo no es nuevo; se remonta al menos hasta Thomas Edison. Pero las grandes fortunas construidas en el sector de la tecnología de la información convirtieron este relato en un culto en toda regla, repleto de tipos aspirantes a Steve Jobs o parecidos a él.

Sin duda, el culto al genio emprendedor ha jugado un papel importante en la debacle gradual de las criptomonedas. Sam Bankman-Fried de FTX no estaba vendiendo un producto real, ni tampoco se sabe que lo estén haciendo sus antiguos competidores que todavía no se han declarado en bancarrota: después de todo este tiempo, a nadie se le ha ocurrido un uso significativo en el mundo real para las criptomonedas que no sea lavado de dinero. Más bien, lo que Bankman-Fried vendía era una imagen: la del visionario con cabello desprolijo y vestimenta desaliñada que entiende el futuro como la gente normal no puede hacerlo.

Musk no está exactamente en la misma categoría. Sus compañías producen automóviles que en verdad se desplazan y cohetes que en verdad viajan. Pero las ventas y en especial el valor de mercado de sus empresas dependen, al menos en parte, de la fuerza de su marca personal, a la cual parece que no puede dejar de destrozar cada día.

Al final, Musk y Bankman-Fried podrían terminar haciendo un gran servicio público al empañar el mito del genio emprendedor, que tanto daño ha hecho. Pero, por ahora, las gracias de Musk en Twitter están degradando lo que se había convertido en un recurso útil, un lugar al que algunos de nosotros acudíamos para obtener información de personas que realmente sabían de lo que estaban hablando. Y parece cada vez más improbable que esta historia vaya a tener un final feliz.

¡Ah!, y si esta columna hace que me suspendan de Twitter —o si el sitio simplemente muere por la mala gestión—, pueden seguir en Mastodon algunas de las cosas en las que pienso, al igual que las opiniones de un número cada vez mayor de refugiados de Twitter.

Paul Krugman ha sido columnista de Opinión desde 2000 y también es profesor distinguido en el Centro de Graduados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Ganó el Premio Nobel de Ciencias Económicas en 2008 por su trabajo sobre comercio internacional y geografía económica. @PaulKrugman

https://www.nytimes.com/es/2022/12/22/espanol/opinion/elon-musk-twitter-sam-bankman-ftx.html

Un vínculo de gratitud y ternura

Acabo de leer un pequeño libro titulado “Cartas a mi maestro”. Se editó en España el último mes del año 2022. El libro recoge toda la correspondencia conocida entre Albert Camus y su maestro el señor Louis Germain. Incluye también el capítulo “La escuela” perteneciente a su novela inconclusa “El primer hombre”.

Camus, nacido en la Argelia francesa en 1913, murió trágicamente en Francia a causa de un accidente automovilístico. Tenía 46 años. Portador de un humanismo sin trampa ni cartón, creyó en el poder de la verdad. Razonó con el corazón pero no por ello dejo de cultivar una conciencia exigente. Rechazando todos los dogmas defendió la inocencia del hombre, la dignidad humana y un mundo solidario.

El día 16 de octubre de 1957, la Academia sueca anuncia la concesión del Premio Nobel de Literatura a Albert Camus por su obra “que ilumina con una seriedad penetrante los problemas planteados en nuestro tiempo a las conciencias humanas”. Es conocida la carta que le envía el escritor a su maestro después de recibir el importante galardón. El libro recoge esta maravillosa carta. Por si alguien no la conoce, la voy a reproducir íntegramente.

“Querido señor Germain: Esperé que se apagara un poco el ruido que ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero, cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin su esperanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto.

No es que conceda demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generosos que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Le abrazo con todas mis fuerzas”. La carta está fechada el 19 de noviembre de 1957.

Unos días después, desde Argel, Louis Germain contesta a su antiguo alumno en una larga carta de cinco folios. Reproduzco algunos párrafos:

“Mi querido pequeño (es la expresión que utiliza en todas sus misivas): He recibido tu carta esta mañana y te aseguro que no la esperaba. Me consta que estás tan ocupado que no pensaba que pudieras sacar tiempo, sobre todo en los días que acabas de vivir, para escribirme, abrirme tan plenamente tu corazón y expresarme sentimientos de los que jamás he dudado.

Hemos vivido algunas angustias acerca de ti cuando la prensa anunció, en primer lugar, que se hablaba de concederte el Premio Nobel, pero que la presencia de otros candidatos hacía prever una lucha cuyo resultado era incierto. Que, por otra parte, uno de los candidatos (se refiere a Andre Malraux), que en una entrevista decías admirar, había buscado apoyos en América donde había escrito (yo digo, intrigado) para granjearse el apoyo a su candidatura… Finalmente quedamos aliviados: tú habías ganado limpiamente.

Tu carta nos ha conmovido profundamente, mi querido pequeño. Revela sentimientos que honran un alma humana. Mi emoción ha sido tanto mayor porque mis propios hijos jamás me han manifestado tanto cariño…

Más suerte he tenido en general con mis alumnos. Son numerosos los que me encuentro por la vida y me dicen haber conservado un buen recuerdo de mí, a pesar de mi severidad cuando era menester. La razón es muy sencilla: yo amaba a mis alumnos y, entre ellos, un poco más a los más desfavorecidos por la vida…”.

Louis Germain lo explica con meridiana claridad. La causa de esa respuesta agradecida de los alumnos es el amor que su maestro les profesa. Nunca falla. Especialmente con los más desfavorecidos.

La primera carta es de Louis Gemain y está fechada en París el 15 de octubre de 1945. “Mi querido pequeño: Me resulta fácil imaginar que mi carta te sorprenderá. Debes de preguntarte quién puede escribirte de esta forma y permitirse estas confianzas. Se trata de alguien que te quiere mucho y por quien estoy convencido de que tú también tienes afecto. ¿A que nunca adivinarías que soy el señor Germain, de Argel, tu antiguo maestro?…”.

En algunas cartas se hace referencia a otras que no se han encontrado. Existieron, puesto que se hace explícita referencia a ellas. El editor confiesa que algunas cartas no se han podido localizar.

En una carta escrita por Camus en 1947 le dice a su maestro: “Mi madre, que no sabe escribir, me encarga que le presente sus disculpas por no haberle dado las gracias al recibir sus hermosas flores. En el torbellino de sus preparativos (era un gran día para ella) creyó que esas flores se las había enviado yo”.

Increíble realidad: la madre de un premio Nobel de Literatura era analfabeta. Y Albert se lo cuenta con toda sinceridad y claridad a su maestro. La relación epistolar, como puede verse, va más allá de lo relacionado con la dimensión académica.

La correspondencia, inédita en su mayor parte, abarca un período de catorce años: de 1945 a 1959. Siete del maestro a su discípulo y trece del discípulo al profesor. La extensión de la mayoría de las cartas es corta. No todas las cartas abordan temas sublimes. Hay muchas cuestiones entrañablemente pedestres. En una carta le habla Louis a Albert de un curioso objeto: “tengo aquí un baúl sólido, de madera, cuyas dimensiones aproximadas son 0,37 x 0,40 x 0,80, herrajes hechos a mano, simples pero sólidos, Lo había pedido para la guerra. Y no lo necesito y no quiero volver a llevármelo a Argel. ¿Venderlo? No me interesa. Tal vez te resulte útil para guardar las ropitas de tus pequeños. Si te viene bien, te lo regalo”. Los pequeños son Catherine y Jean, los dos niños gemelos de Camus que en ese momento tenían menos de dos meses de edad.

En una carta enviada por Camus el 12 de febrero de 1950 le dice a su maestro con fina ironía: “A este respecto el alumno se permitirá reprocharle una frase a su buen maestro. Aquella en la que me dice que tengo otras cosas mejores que hacer que leer sus cartas. No tengo ni tendré jamás cosas mejores que hacer que leer lar cartas de aquel a quien le debo ser lo que soy, y a quien amo y respeto como al padre que no he conocido…”.

La relación de maestro y discípulo se amplía a las familias de ambos. Se cuentan las novedades (Camus padeció durante un tiempo la enfermedad de la tuberculosis y de su evolución va dando cuenta en las cartas), se intercambian saludos y se envían emotivos recuerdos.

En la última carta escrita por Camus, fechada el 20 de octubre de 1959, le dice a su maestro: “Debe de haber recibido ya el paquete de libros que me había pedido. Le devuelvo al mismo tiempo su giro. Para mí es un placer que me encargue libros y no quiero que los pague. Sabe muy bien que jamás podré reconocer lo que yo le debo. Vivo con esa deuda, contento de saberla inagotable, y más contento todavía cuando puedo tener algún detalle con usted”.

El género epistolar era muy socorrido en las relaciones de alumnos y profesores. Conservo con afecto la carta que dirigí a mis alumnos universitarios el primer año de docencia en la Complutense. Y conservo también las contestaciones de quienes decidieron responderme. Una de ellas. la carta del padre de una de mis alumnas, un eminente pedagogo llamado, ya fallecido. Carta que le he podido entregar a su hija, actualmente profesora de la Facultad de Educación de Alcalá de Henares. Quizá me ocupe algún día de esa carta y de las respuestas que suscitó.

Hoy ha desaparecido prácticamente el género epistolar como tradicionalmente era concebido. No se envían largas cartas por correo, escritas casi siempre a mano. Hoy existen formas de comunicación más rápidas y, habitualmente, mucho más cortas. Lo importante es crear y fortalecer esa relación de gratitud y afecto que nace de un compromiso intenso con el quehacer educativo y de una generosa y emocionada respuesta de quien ha recibido, a la vez, conocimientos y afecto. Porque en eso consiste la educación.

Miguel Ángel Santos Guerra,

sábado, 4 de marzo de 2023

Juan Torres López, "Mas difícil todavía". La subida de tipos enriquece a bancos y rentistas y empobrece a empresas y familia.

El economista granadino publica 'Más difícil todavía', una obra sobre las razones que han provocado la inflación y las amenazas que estas entrañan para la economía global

Torres considera que la inflación enquistada en el supermercado merece ser abordada por el Gobierno: "Ante la subida excepcional de los precios alimentarios, las medidas extraordinarias están justificadas"

El economista Juan Torres (Granada, 1954) se ha embarcado en la compleja tarea de explicar de un modo sencillo por qué los precios se han desbocado a nivel global como no se ha visto en décadas y por qué esto nos debe preocupar a medio plazo. En Más difícil todavía (2023, Deusto) expone cómo la inflación empezó a germinar antes de la invasión rusa de Ucrania y encuentra en sus raíces cinco problemas de magnitudes inéditas que podrían hacer colapsar la economía: el cambio climático, la especulación, las ineficiencias de la globalización, la deuda y la desigualdad. El problema, opina el economista, es que estos males no admiten un abordaje cortoplacista, lo que nos puede condenar a una crisis sistémica si persiste la voluntad de no alcanzar acuerdos entre diferentes.

Hace unas semanas, mientras su obra se imprimía, otro libro llegó a las librerías: Megamenazas, de Nouriel Roubini, del que infoLibre publicó un extracto. Este economista, apodado Doctor Catástrofe, alerta de un abanico de graves amenazas a las que se enfrenta el mundo que, en algunos aspectos, coinciden con las que denuncia Juan Torres. El granadino declara que nunca fue su intención que su libro, de talante sereno, didáctico y propositivo, recordara a una obra Roubini, que suelen ser apocalípticas. Pero admite cierto alivio al descubrir que no se ve predicando solo en el desierto.

Dice en su libro que las subidas de precios no empezaron tras la invasión de Ucrania, ¿cuáles son a su juicio las causas reales de la inflación?

Yo creo que es una evidencia que las subidas de precios empezaron en 2021. Los bancos centrales lo advirtieron también, pero lo concibieron como una cosa muy pasajera y que no iba a tener ninguna importancia. Se equivocaron bastante. Siguen tratando la inflación como si fuera un fenómeno de demanda. Hay bastante consenso en contra de lo que dicen los bancos centrales: la inflación se está produciendo por otra serie de factores, que tienen que ver más con la oferta. Tiene que ver con la pandemia, con el bloqueo de los canales de aprovisionamiento, con la falta de competencia de las empresas, con el poder de mercado de estas, con los costes asociados al cambio climático, con la especulación financiera…

¿Cree posible una regulación global que ponga coto a la especulación en los mercados de las materias primas, como el cereal, el maíz, el petróleo o el gas?

Después de 2010 y 2011, cuando hubo un pico de especulación brutal que hizo que el hambre se disparase en el mundo, el Gobierno de EEUU y la Comisión Europea decidieron que iban a actuar. Determinaron que era necesario que se frenara esa especulación. Desgraciadamente, se dejaron llevar, más en Europa que en EEUU, por el gran poder de los grupos de presión. Prácticamente no se tomó medida alguna. Y hay que tomarlas, sencillamente porque con las cosas del comer no se juega. Creo que la especulación con bienes esenciales, como los alimentos, debería de considerarse un crimen económico contra la humanidad.

La especulación con bienes esenciales, como los alimentos, debería de considerarse un crimen económico contra la humanidad

En relación a la alta inflación de los alimentos, Ione Belarra y Yolanda Díaz han pedido actuar sobre los precios de los productos básicos. El ministro de Agricultura, Luis Planas, criticó que eso convertiría en paganos a pequeños productores, agricultores y ganaderos. ¿Qué opina?

Creo que, ante la subida excepcional de los precios de los productos básicos alimentarios, las medidas extraordinarias están perfectamente justificadas. Pero hay que hacerlo con inteligencia, con bisturí de precisión. En los mercados no conviene entrar como un elefante en una cacharrería, porque se puede producir más daño del que se quiere evitar. Evidentemente, las cadenas de distribución son bien conocidas en España y en otros países. Sabemos dónde está el incremento extraordinario de márgenes y hay que actuar de manera que los paganos no sean los productores en origen. El ministro de Agricultura sabe mejor que nadie que esos productores son los que tradicionalmente han estado más afectados por el poder de mercado de las grandes empresas. Ese poder de mercado ahora se ha orientado a los consumidores. Ni una, ni otra se debería permitir.

A falta de constatar los beneficios obtenidos en 2022 por algunas de estas empresas, ¿consideraría usted un impuesto extraordinario a las grandes distribuidoras, como Mercadona, Carrefour o Lidl?

Creo que los impuestos son una expresión de que los seres humanos somos capaces de guiarnos por impulsos éticos y por la corresponsabilidad. Si en una situación en la que la inmensa mayoría de la sociedad está sufriendo y hay una pequeña parte que está teniendo beneficios extraordinarios a costa de esa inmensa mayoría, yo creo que es de justicia elemental que esta minoría contribuya en mayor medida de lo normal a distribuir el daño y los beneficios. Es un imperativo ético de nuestro tiempo.

Es incomprensible que las autoridades no se den cuenta del cáncer que supone mantener a la banca bajo los privilegios que se le han concedido

Los bancos, por un lado, han trasladado inmediatamente la subida de tipos de interés a las hipotecas, pero sin embargo, lo están trasladando lentamente a los depósitos, remunerando muy poco a los ahorradores. ¿Esta práctica sería otro síntoma del poder de mercado concentrado que usted menciona?

La actuación de las entidades financieras es una expresión paradigmática de privilegio y de poder de mercado, y del daño que este hace en la economía. Ese privilegio, que se traduce en ganancias extraordinarias, se hace a costa de cargar, a veces de manera insoportable, a las empresas, que crean riqueza y que crean empleo. Y a las familias, que en lugar de consumir en bienes y servicios que alimentan las ventas de las empresas, se tienen que dedicar a pagar gastos financieros que van directamente a los beneficios de los bancos. Es un comportamiento de rentista, contrario al progreso y a la lógica que debiera gobernar las relaciones económicas. La banca, como se ha evidenciado en las crisis financieras de los últimos decenios, se ha convertido en la principal fuente de inestabilidad económica y malestar social. Es incomprensible que las autoridades económicas no se den cuenta del cáncer que supone mantener a la banca bajo las prerrogativas y los privilegios que se le han concedido.

Ahora que menciona a las autoridades económicas, ¿qué cree que deben hacer los responsables de competencia, como la CNMC, ante la presencia de estos oligopolios?

Cualquier persona que haya conocido mínimamente cómo funciona la gestión de los asuntos públicos sabe perfectamente la gran influencia que tienen los grupos de presión que generan las grandes empresas. Todas las grandes compañías tienen gabinetes que se dedican a elaborar las leyes que les interesa que los gobiernos lleven a los parlamentos. Lo dijo hasta el ministro Soria: “Las eléctricas vienen a mi despacho con los decretos hechos”. A veces resulta imposible gobernar para llevar a cabo lo que se desea hacer. Es un problema más político que económico, que se refuerza además porque tienen una red de poder que incluye periodistas, políticos y magistrados. Gobiernos que tratan de doblarles mínimamente el pulso acaban saliendo impotentes. Creo que es el gran problema de nuestro tiempo.

¿Qué espera de la ley de vivienda?
El problema de la vivienda en España es una desgracia. Parece mentira que siendo tan relativamente fácil que se pudiera conjugar el negocio con la satisfacción de las necesidades sociales, se haya optado por una manera tan clara durante decenios por la mercantilización ilimitada del suelo y la vivienda. Esperaría que haya unas leyes de vivienda en España que facilitaran el aumento del número de viviendas sociales, el acceso de la gente joven, que se cree una situación de mercado que permita que bajen los precios del alquiler... Que los fondos buitres desaparecieran por completo del mercado de la vivienda, porque no tienen nada que hacer ahí. Es una presencia indeseable. Esperaría que el sector público, de la mano del sector privado, antepusiera los intereses generales a los intereses financieros. El resultado hasta ahora es contrario al sentido común: se han construido millones de viviendas sin que estas satisfagan la demanda social. Es la prueba evidente de que lo que se ha hecho no ha funcionado.

Lo que no funciona es dejar que la oferta de vivienda crezca sin más orientación que construir lo que va a acabar adquiriendo un fondo que va a especular

¿Ve con buenos ojos lo que ha hecho Canadá, al restringir la compra de viviendas por parte de extranjeros? ¿O prefiere otras medidas, como las de Austria, que se centra en disponer de una gran oferta de vivienda pública de alquiler?

Creo que hay que combinar, no creo que haya por qué optar por una. En el caso español, el problema de la vivienda es complejo y habría que actuar por varias vías. No es algo que se pueda resolver para un día para otro. Lo principal es establecer qué tipo de demanda se debe satisfacer con prioridad y llegar a acuerdos con el capital privado para que eso se pueda conseguir. Lo que se ha visto que no funciona es dejar que la oferta crezca sin estrategia, sin más orientación que construir vivienda que va a acabar adquiriendo fondos que lo que hacen es especular con ella.

Le preguntaba por su opinión también por la tensión que este tema ha generado entre los socios de Gobierno. Usted, que participó en la elaboración del primer programa económico de Podemos, en 2014, ¿qué piensa de las posturas que defienden hoy?

Yo hice una propuesta, pero luego no seguí muy de cerca lo que pasó. Creo que es normal, bueno y lógico que haya diferentes sensibilidades en el Gobierno de coalición. Quizás lo que me preocupa es que se manifiesten estas diferencias de manera tan poco cordial. La impresión que se traslada es de desavenencias. El debate debe hacerse dentro. Mostrar diariamente de un modo tan cansino las desavenencias yo creo que hace daño. Creo que estas diferentes sensibilidades buscan lo mejor para resolver los problemas, pero hay que ponerse de acuerdo sabiendo que hay que ceder.

Me preocupa que los socios del Gobierno manifiesten sus diferencias de una manera tan poco cordial

Usted prevé en su libro una serie de riesgos que podrían hacer colapsar la economía, como los costes del cambio climático o la creciente deuda de los Estados, ¿qué recomendación haría al Gobierno en medidas a largo plazo?

Las medidas a largo plazo por definición es muy difícil que las pueda llevar solo un Gobierno. Es impensable que se mantenga un mismo tipo de Gobierno a largo plazo. Para abordar un futuro que veo complicadísimo, haría un llamamiento a la necesidad de llegar a acuerdos de Estado básicos. Más allá de las diferencias ideológicas, que no van a desaparecer, más allá de los intereses de clase, que tampoco van a desaparecer, ¡a nadie le interesa que el barco se hunda! Mi impresión es que hay algunos sectores que no les importa que el barco se hunda, con tal de sacar su interés adelante. ¡Me parece aberrante! No parece que vaya a ser posible llegar a acuerdos, el entendimiento se ha desechado de la política española. Cuando uno ve que hay políticos españoles que van a Bruselas a criticar a España, ¡eso no ocurre en ningún sitio!

Usted carga en su libro contra los “destrozos generalizados” que causan las políticas de austeridad. Europa está saliendo de las crisis sanitaria y energética de un modo diferente, mediante partidas récord de gasto e inversión… ¿cree que esto podría generar un problema de deuda el día de mañana?

El crecimiento de la deuda, no solo de la pública, mucho más de la privada, ya es un problema. Lo es en las condiciones en las que funcionan las economías. La deuda es el negocio de la banca privada, es el negocio de los más poderosos del mundo. Para ganar dinero de una manera absolutamente irresponsable, se está creando una bola de deuda que es verdaderamente una amenaza brutal. Como es sabido, con menos volumen de deuda, ha habido problemas muy grandes a lo largo de la historia. Una de las grandes necesidades que se plantean hoy es que se aborde lo que está generando innecesariamente la deuda. Empresas y familias que están viendo cómo aumenta su deuda porque los bancos tienen que ganar cada vez más dinero. ¿Dónde está escrito eso? ¿Cómo vas a poner palos a las ruedas de empresas que crean riqueza y empleo a base de crearle deuda artificialmente? Creo que es uno de los grandes retos que tenemos por delante.

La economía, dice usted, se ha vuelto vertiginosa y nos trae una crisis detrás de otra. El título de su obra hace referencia a cómo estas crisis cada vez son más complejas… Sin embargo, usted cierra el libro con una declaración de intenciones: “Hay alternativas”. ¿Es usted optimista?

Bueno, soy optimista por naturaleza y por profesión. Estudio la realidad que tengo a mi alrededor y compruebo que la humanidad es capaz de salir adelante. Y que somos capaces de mejorar la vida de los seres humanos, de resolver los conflictos de maneras pacíficas, de crear riqueza, de avanzar en la justicia… La prueba es que comparemos situaciones de ahora con las de decenios o centurias anteriores. Sin perjuicio de observar al mismo tiempo que ese cambio ni es perfecto, ni suficiente, ni definitivo. Pero es evidente que los seres humanos somos capaces de cambiarnos a nosotros mismos y a nuestros entornos. Con dificultad. Con pasos atrás. Con errores… Yo soy optimista por naturaleza porque elijo serlo. Otra cosa es, como decía Saramago, que “no es que yo sea pesimista, es que el mundo es pésimo” [ríe]. 

FORMACIÓN. Así es el camino que lleva a poder estudiar en Cambridge.

Matricularse en una de las mejores universidades del mundo no solo es cuestión de dinero. El proceso es extremadamente competitivo y la excelencia académica es clave

Prestigio, historia, excelencia y exclusividad: así podría definirse a la Universidad de Cambridge, que con más de 800 años de antigüedad (y 121 premios Nobel) se sitúa de manera constante entre los mejores centros de educación superior del mundo. Cruzar sus puertas como estudiante es todo un reto, pero también un logro en sí mismo: de los aproximadamente 22.000 alumnos que solicitaron matricularse este curso, solo 3.600 (algo más del 16 %) obtuvieron una plaza que, una vez egresados, abrirá muchas puertas. De la proyección internacional de esta institución, cuarta mejor universidad del mundo según el Academic Ranking of World Universities de Shanghái, es buena muestra el hecho de que uno de cada cinco estudiantes de primer curso son internacionales, y que entre sus más de 20.000 alumnos hay representantes de 140 países.

Uno de ellos es el francés Matteo Amar, estudiante de Matemáticas en Cambridge y exalumno de la British School of Barcelona (BSB). En su trayectoria hacia la universidad británica, Amar obtuvo la calificación más alta de Europa en Matemáticas en los exámenes finales de Bachillerato A Levels (según el currículo británico) certificada por Pearson Edexcel. “El proceso de solicitud es bastante largo e incluye una carta de presentación, un examen de entrada y una entrevista. Pero el trabajo real se hace antes de postularte, porque tienes que construir tu currículum alrededor de lo que le gusta a Cambridge”, afirma. “Yo, por ejemplo, decidí aplicar cuando estaba en tercero de la ESO, y desde entonces empecé a leer libros de Matemáticas y a participar en competiciones, para enseñarles de manera tangible que de verdad me gustan y que soy un apasionado”. Su recorrido académico lo atestigua: hizo el Bachillerato en cuarto de la ESO y después continuó especializándose durante los dos años siguientes.

Prepararse para una universidad como Cambridge, Oxford o cualquiera de las pertenecientes a la famosa Ivy League norteamericana es, efectivamente, todo un proceso que empieza a cultivarse desde muchos años antes, y en el que aspectos como la educación bilingüe juegan un papel fundamental: “La educación bilingüe hace que tu cerebro funcione de manera diferente, y facilita que los alumnos estén abiertos a nuevas ideas, puntos de vista y modos de ver el mundo”, sostiene James Petrie, director de Secundaria y Bachillerato en BSB. Allí los alumnos tienen, además, la oportunidad de desarrollar habilidades como el liderazgo, la organización, la curiosidad, la imaginación o la reflexión, y a partir de los 15 años reciben orientación personalizada sobre los posibles estudios superiores y los procesos de selección de algunas de las principales universidades.

Un proceso largo y competitivo
Matricularse en un grado de la Universidad de Cambridge es un proceso que, técnicamente, empieza en UCAS, el portal de acceso a las universidades del Reino Unido. Allí, los candidatos rellenan una solicitud que incluye una carta de motivación y el expediente académico de los dos últimos años (en el caso de España, el correspondiente al Bachillerato), y escogen hasta cinco universidades distintas. Es importante tener en cuenta que universidades como Cambridge y Oxford requieren que las solicitudes se envíen más temprano que para las demás (en el mes de octubre en vez de enero). “Cambridge no tiene un sistema o proceso aparte, pero sí tiene pasos adicionales, ya que la mayoría de grados requieren pasar por un examen de acceso específico y al menos una entrevista. Algunos grados son muy competitivos y el test sirve de filtro para decidir cuáles de ellos pasarán a la fase de la entrevista”, explica Sam Twells, gerente de admisiones para Europa de la institución inglesa.

Una de las principales características del sistema de UCAS es que no se prioriza ninguna de las universidades elegidas por el alumno, y que estas tampoco saben a qué otras instituciones está optando cada candidato. Todas ellas reciben la solicitud y deben evaluarla de acuerdo a sus propios méritos, sin sopesar ningún factor externo. Después, tanto Cambridge como Oxford exigen la realización de una prueba de admisión que se lleva a cabo internacionalmente gracias a una red de centros autorizados repartidos por todo el mundo: “Se trata de exámenes específicos para el grado que el candidato querría estudiar, y están diseñados para evaluar las habilidades, aptitudes y conocimiento que nosotros consideramos que un estudiante de primer año debería poseer”, argumenta Twells. La puntuación máxima varía en cada caso: en Ingeniería, por ejemplo, el máximo en la primera sección del test es 18 puntos, y los candidatos de la Unión Europea deberían de obtener al menos un 7 para ser tenidos en cuenta. Una puntuación que no parece excesiva, pero que resulta engañosa: los mejores estudiantes no suelen obtener más de un 9 sobre 18.

Entre un 70 y un 80 % de los candidatos que se examinen pasarán a la fase de entrevistas. Y si el grado en cuestión carece de examen de acceso, será la propia solicitud de UCAS la que actúa como un primer filtro. La carta de motivación (personal statement) es la presentación del alumno ante la universidad y, como tal, resulta fundamental: “Uno de los aspectos más valiosos del personal statement es el conocer sus aspiraciones académicas en un sentido amplio. Esperamos ver pruebas de que el estudiante ha ido más allá del currículum de su centro educativo; que ha explorado áreas de su interés y temas que quiere estudiar en la universidad. Y eso puede suceder por medio de lecturas adicionales, olimpiadas académicas, competiciones de ensayos, asistir a exposiciones en un museo, a una proyección cinematográfica o incluso suscribirse a algún podcast o ver determinadas series documentales”, recuerda Twells.

Un proceso que Claudia De Greef, estudiante de cuarto de Medicina en Cambridge y exalumna de BSB, siguió al pie de la letra: tras superar con éxito el examen de admisión (en su caso, el Biomedical Admission Test, BMAT), se sometió a tres entrevistas con cinco profesores diferentes: “El BMAT estaba compuesto de tres secciones: una evaluaba las habilidades cognitivas, otra el conocimiento científico y la última era un ensayo. Y en las entrevistas, me hacían preguntas complejas en las que tenía que explicar mi proceso de pensamiento para llegar a una conclusión”, cuenta.

La excelencia de las universidades ‘top’
Oxford, Cambridge, Harvard, MIT, Brown... ¿Por qué hay ciertas universidades que año tras año copan las más altas posiciones en la mayoría de rankings universitarios mundiales? Para Juan Juliá, vicepresidente adjunto de CRUE Universidades Españolas, el motivo principal radica en que se trata de universidades “que desarrollan una importante y destacada labor académica, especialmente si nos fijamos en su producción científica. Esto les da una gran notoriedad y proyección internacional y contribuye a una muy merecida reputación”. El modelo académico de Cambridge, además, potencia el estudio independiente y la atención personalizada de los alumnos en tutorías que reúnen a un grupo reducido de alumnos varias veces por semana.

“Como estudiante de Humanidades, la mayor parte de mi trabajo consiste en escribir ensayos de entre 1.500 y 2.000 palabras, para los que primero tengo que leer extensamente sobre el tema, investigar y agrupar ideas”, describe Jude Petrie, alumno de Historia y Ciencias Políticas en Cambridge. “Las horas presenciales se limitan a un par de ponencias a la semana y 12 sesiones de supervisión intensivas durante las ocho semanas que dura el trimestre (…), en las que comentamos en profundidad las ideas para los ensayos y recibimos un feedback general sobre el progreso de estos”. Su calificación en la asignatura de Política en el examen de Bachillerato A Levels fue también la más alta de Europa.

Ese prestigio duradero del que gozan instituciones como Cambridge y Oxford se explica, para Twells, por el largo periodo histórico en el que ambas fueron las dos únicas universidades de Inglaterra, lo que les permitió acaparar financiación y atraer a gran parte de los académicos y eruditos. Adquirieron así una reputación que sigue sirviendo de imán para atraer las mentes más brillantes, un aspecto “que también se debe a la existencia de un sistema que permite acoger a estudiantes y docentes de todo el mundo, y que les hace sentirse bien acerca de la idea de venir a Cambridge a estudiar o enseñar. Y una gran parte de la culpa de eso la tiene el sistema de colleges”, argumenta Twells. “Son como microcosmos dentro de la universidad, un crisol que consigue atraer ideas y debates alrededor de muchas disciplinas, temas de interés y áreas de investigación diferentes. Y el hecho de que sean comunidades pequeñas las convierte en entornos más acogedores para estudiantes y docentes”, añade.

Juliá, por su parte, llama la atención sobre un hecho nada banal: hablamos, en este caso, de universidades que cuentan con un nivel de recursos que está a años luz del que disponen las instituciones académicas españolas, y que les permite jugar con ventaja a la hora de atraer talento y desarrollar una intensa y relevante producción científica en infraestructuras de primer nivel. “[Estas universidades] cuentan con presupuestos que se mueven entre los 2.000 y 4.000 millones de euros anuales, cuando las universidades españolas mejor dotadas se mueven entre los 300 y 400 millones de euros; es decir, entre cinco y 10 veces menos”, recuerda. También influye positivamente el contar con un marco legislativo mucho más flexible y un entorno científico tecnológico mucho más desarrollado.

Destacar estos elementos es, para Juliá, poner también el foco sobre los aspectos que deberían mejorarse para que la universidad española pueda ser verdaderamente competitiva en estos entornos internacionales: más presupuesto; un marco regulador que permita captar más talento; infraestructuras más desarrolladas; estrategias de acción internacional “y también una mayor autonomía que, unida a una buena rendición de cuentas, propicie una gobernanza más ágil y eficaz”. Algo que, apunta, no se conseguiría solo con un aumento presupuestario, sino que haría falta una mayor implicación del tejido productivo en la I+D, donde España presenta el mayor diferencial de gasto en relación al resto de países de la OCDE.

¿Cuánto cuesta estudiar en Cambridge?
El Brexit ha tenido también un impacto negativo en la vida de los alumnos comunitarios que desean estudiar en universidades de Reino Unido, ya que ahora son considerados estudiantes internacionales y han de afrontar una carga económica más elevada que, en cualquier caso, incluye tres partes: la propia matrícula de los estudios que se cursen; la cuota que le pagan al college donde estén radicados; y los gastos básicos que se tengan.

Así, el coste de las matrículas para 2023 fluctuará entre los 27.700 euros de un numeroso conjunto de grados, como los relacionados con Humanidades o Economía, y los casi 72.400 de los estudios de Medicina y Veterinaria. A eso habrá que añadir los gastos básicos (que, aunque dependen del estilo de vida, se estiman en no menos de 13.500 euros al año) y las cuotas de los colleges, que se sitúan en torno a otros 11.000. En total, entre 52.000 y 97.000 euros anuales.

¿Hay becas disponibles? Sí, aunque no numerosas, como explica Twells: “En Cambridge tenemos un número bastante limitado de becas y de apoyo financiero para estudiantes internacionales de grado, que se ofrecen en dos niveles: primero, a nivel de universidad, y a través del Cambridge Trust, tenemos unas 30 becas parciales que cubren 11.000 euros cada año de los gastos de matrícula. Y luego hay también un pequeño número de becas que ofrecen determinados colleges” para las que recomienda consultar la página web de cada uno de ellos (Cambridge tiene 31 diferentes).

La importancia de los ‘rankings’
Los rankings mundiales más reconocidos, como los de Times Higher Education, QS o Shanghái, constituyen un importante elemento de referencia que contribuye cada vez más a mejorar la visibilidad y reputación de las universidades que figuran en ellos. Es importante resaltar, no obstante, que estos se basan principalmente en la producción y notoriedad científica que posee cada universidad (especialmente el de Shanghái), y que, aunque algunos de ellos incluyen opiniones de expertos, empleadores y estudiantes, “no resultan plenamente fiables a la hora de evaluar la excelencia académica global, y menos en algunos aspectos como la calidad de su función docente, el grado de compromiso social (…) o su contribución al bienestar social y la igualdad de oportunidades”, advierte Juliá. A este respecto, llama la atención observar que el 40 % de los estudiantes de Oxford (y el 28 % de los de Cambridge) provienen de la educación privada, cuando solo el 7 % de los alumnos en Reino Unido se forma en este tipo de centros.

En España, el U-ranking, que elabora el IVIE en colaboración con la Fundación BBVA, analiza más de 3.500 grados universitarios y evalúa las universidades españolas a partir de una veintena de indicadores que incluyen los resultados de investigación, docencia e innovación.

viernes, 3 de marzo de 2023

¿Qué es un cuerpo bello? Henri Matisse nos ayuda a entenderlo

A cutout collage of blue paper representing the figure of a woman by the French artist Henri Matisse.

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A cutout collage of blue paper representing the figure of a woman by the French artist Henri Matisse.


En una ocasión inolvidable, sentí mi corporeidad cuando me atravesé la mejilla izquierda con los dientes. Era patinador profesional, y estaba entrenando para clasificarme para los X Games. Bajaba patinando una larga pendiente, me resbalé con algún charco y acabé haciendo el Superman a tres metros de altura, hasta que me di de cabeza contra la lateral de una rampa de patinaje. Fui a urgencias, me suturaron la herida y volví a la competencia. Cuando me veo la cicatriz en el cristal de un escaparate o en un espejo, o me la noto con la lengua desde dentro, no la experimento como el lugar de un traumatismo o una desfiguración. Recuerdo la alegría y la emoción de volar en el aire.

Sin duda, esto me sitúa en una minoría. Para la mayoría, un cuerpo bello es un cuerpo sano, y los placeres de tratar bien el cuerpo —los masajes, la limpieza, la hidratación, el descanso— se consideran fines en sí mismos, puras fuentes de calma, seguridad en uno mismo, amor y alegría.

Sin embargo, la felicidad que podemos obtener de mantener lo que se considera generalmente un cuerpo sano o bello tiene sus límites: si tienes la suerte de vivir una larga vida, tu cuerpo se estropeará. Y no es solo la edad la que hace de las suyas con nuestro cuerpo. Una enfermedad, un accidente o una discapacidad puede acabar rápidamente con esa fuente corporal de felicidad. ¿Y entonces qué?

Como profesor de filosofía, exploro las preguntas importantes de la vida con mis alumnos —la mayoría de ellos, jóvenes cuyo concepto del mundo tiende a estar más conformado por las redes sociales y los mensajes corporativos que por un puntual curso de filosofía— y una de las que retomo con frecuencia es: ¿cómo podemos entender el potencial y el poder estético del cuerpo en toda su amplitud?

Suelo hablarles de Henri Matisse.
Alrededor de 1940, cuando Matisse, el revolucionario pintor francés, tenía 71 años, sus médicos le detectaron una obstrucción intestinal (a causa de una hernia que había padecido de niño) y un tumor en el colon potencialmente canceroso. Asumieron que su enfermedad era mortal, pero pusieron sus esperanzas en una operación arriesgada. Funcionó, y le dio 13 años más de vida.

Sin embargo, esos años fueron muy distintos a los 71 anteriores. Tras la operación, su movilidad quedó bastante reducida, y pasó mucho tiempo en la cama. Sufría fiebres, agotamiento y los efectos secundarios de varios medicamentos. Todo esto hacía que pintar fuese casi imposible. A estas dificultades físicas se les unieron sus dudas sobre la dirección de su arte. Al sentir que ya había ido todo lo lejos que podía en la pintura, Matisse descubrió que todo en su vida era una pregunta abierta.

En esa época —mucho antes de que las ideas progresistas sobre la discapacidad fuesen aceptadas de manera generalizada—, quizá lo esperable habría sido que Matisse viera su nueva enfermedad como una especie de tragedia, como una razón para rendirse. No lo hizo. Por el contrario, su pérdida lo transformó. “Mi terrible operación me ha rejuvenecido completamente y me ha vuelto filósofo. Me había preparado tanto para irme de esta vida que me parece vivir una segunda existencia”.

Matisse se transformó a sí mismo al transformar su trabajo y pasarse al collage. Asistido por sus ayudantes, aplicaba pintura al papel, y después recortaba y disponía las piezas para producir obras muy variadas: desde las pequeñas hasta las casi gigantes, y desde las abstractas y las simbólicas hasta las figurativas. Matisse las llamaba “gouaches découpées”, o “guaches recortados”, por el tipo de pintura que utilizaba. Las consideraba la culminación de su vida artística: “Solo lo que he creado después de la enfermedad constituye mi verdadero yo: libre, liberado”. Las nuevas limitaciones de su cuerpo se convirtieron en una oportunidad para la renovación. Con pintura, tijeras y papel, dibujó, esculpió y construyó un nuevo yo.

Aquí tenemos una lección sobre qué significa cuidar el cuerpo, habitar el que tenemos, y no solo con aceptación y amor, como bien se nos recomienda a menudo. Es una lección aprendida cuando vivimos a través de nuestro cuerpo como vehículos de belleza, como conductos a la participación de lo estético. Es una lección aprendida cuando inducimos una apertura estética radical a nuestro cuerpo, a lo que este puede hacer y producir a medida que el tiempo y el azar obran en nosotros una inevitable transformación.

De nuestro cuerpo emana mucho de lo que somos: a través de nuestra voz, la compostura, la vestimenta, los tatuajes, los piercings, la indumentaria, el maquillaje, el peinado, el calzado, las gafas, las canciones, los libros, los trucos de patinaje y las cicatrices. Así es como nos comunicamos y nos proyectamos al mundo, en, dentro y con otros cuerpos bellos.

Hace poco añadí una nueva cicatriz a mi colección, justo debajo de la que tengo en la mejilla. Mientras mi hijo pequeño estaba en la unidad de cuidados intensivos a causa de una fiebre misteriosa, obtuve los resultados de una imagen por resonancia magnética que tuve que hacerme por una vieja lesión en el cuello (a consecuencia del patinaje). Revelaron que mis amígdalas linguales habían experimentado un gran crecimiento asimétrico, lo que era un síntoma de un linfoma. Me operaron de urgencia para extirpar un bulto de carne del tamaño de una ciruela que estaba obstruyendo la mayor parte de mis vías respiratorias. Fui más tarde al oncólogo y me dio los resultados. Lo había causado una infección bacteriana grave, y no hay señales de cáncer, solo una cicatriz incipiente y un dolor de garganta terrible.

Aquí estoy, convaleciente, dolorido, bajo la extraña y agradecida luz de saber que estaré bien (y también nuestro hijo). No podré volar arriba y abajo en las rampas, o en el aire, pero, como Matisse, cantaré a través de la cicatriz. Recogeré a mis hijos. Cocinaré para mis amigos. Ayudaré a mis alumnos a maravillarse ante las complejidades de la filosofía. Escribiré sobre este bello cuerpo.

Nick Riggle es profesor adjunto de Filosofía en la Universidad de San Diego y escritor. Su libro más reciente es This Beauty: A Philosophy of Being Alive, del cual se ha adaptado este ensayo.

https://www.nytimes.com/es/2022/12/28/espanol/opinion/cuerpo-belleza.html

jueves, 2 de marzo de 2023

OÍDO COCINA. Bogotá, la casa de comidas que por 14 euros da de comer a obreros e intelectuales. Desde hace casi seis décadas el local madrileño sigue manteniendo su estilo familiar, con una cocina casera que huye de modas

Desde hace casi seis décadas el local madrileño sigue manteniendo su estilo familiar, con una cocina casera que huye de modas
Flan de huevo casero del restaurante Bogotá, en Madrid.
Flan de huevo casero del restaurante Bogotá, en Madrid.
Es la hora de comer y en la calle espera al menos una decena de personas para entrar. Se pide la vez. Y paciencia. A mediodía, a la entrada de Bogotá siempre hay clientes aguardando: vecinos de la zona, obreros, profesionales de oficina, artistas, galeristas o escritores. Todos buscan lo mismo: el imbatible menú del día que por 14 euros ofrece esta casa de comidas madrileña, ubicada en la frontera del barrio de Chueca y de Las Salesas.

El secreto no es otro que la dedicación y no desviarse del camino trazado hace casi seis décadas. El restaurante se inauguró en mayo de 1964 en el local que anteriormente había acogido un conocido restaurante vasco, Eskerrik Asko. Lo abrió un matrimonio, Dolores Santos y Valeriano Núñez, que en los años sesenta formó parte de la ola de inmigración que llegó a Madrid, ella procedente de Galicia y él de Sanabria (Zamora) en busca de una vida mejor. Eran otros tiempos, en los que, a pesar del esfuerzo, una familia podía comenzar de cero en el centro de la ciudad, montar un negocio y sobrevivir. Hoy es todo mucho más complicado, debido al elevado precio de los alquileres de los locales y la irrupción de grandes grupos de restauración y de fondos de inversión ávidos por conseguir pingües beneficios al calor del esplendoroso momento que vive la hostelería, al menos en la capital. Ahí siguen, en pie, al lado de locales, que abren y cierran al ritmo de modas y tendencias.

Durante 40 años, los fundadores estuvieron al frente del negocio hasta que en 2005, con la jubilación de por medio, dieron el relevo a la siguiente generación. Fue entonces cuando se hizo cargo del restaurante uno de los dos hijos, Julio Núñez, fallecido en 2021, que acometió una importante reforma para adaptar el establecimiento a las nuevas normativas y a los nuevos tiempos, pero sin perder la esencia de lo que debe ser una casa de comidas. Un sitio agradable, sin distracciones, donde lo importante es lo que se sirve en el plato. Y eso no ha cambiado.

En la carta se mantiene la mayoría de las recetas de siempre, esas que devuelven la memoria al hogar familiar. Infalibles son los platos de cuchara, como la sopa castellana o de pescado (9 euros), el potaje de garbanzos (8,50 euros), el caldo gallego (8,50 euros) o el salmorejo (8,50 euros). Obligadas son las albóndigas de ternera (10,50 euros), con una carne rosada y jugosa que acompañan con unas patatas fritas chips caseras, que siempre resultan escasas, las berenjenas rebozadas (8 euros), los callos a la madrileña (12,50 euros), un jugoso escalope de ternera con un rebozado crujiente (13,5 euros) el rabo de toro (18,5 euros).

Las verduras naturales también tienen hueco: alcachofas salteadas con jamón (9 euros, solo en temporada), un panaché de verduras (9,50 euros) o el pisto casero con huevo frito (8,50 euros). En pescados ofrecen distintas versiones de la merluza: el cogote a la plancha (19 euros), a la vasca (19,50 euros), a la romana o el pescado a la plancha (18 euros). Los postres también son de casa, sin florituras: flan de huevo (5 euros), arroz con leche (5 euros), natillas (5 euros) o tarta de zanahoria (6,50 euros). La carta de vinos es breve, con etiquetas convencionales a precios moderados. A diario y a mediodía, además del menú de 14 euros, que incluye tres platos, pan y bebidas, ofrecen uno especial, por 16,50 euros. En el horario nocturno solo hay carta.

El relevo de la casa lo ha tomado ahora el otro hermano, José Núñez, que se ocupa de todas las tareas administrativas y de las compras, además de echar una mano en el servicio cuando hay alguna baja de personal. Sobre la fórmula, lo tiene claro: “No hay mucho secreto. Creo que tenemos una oferta sencilla basada en ingredientes naturales y de calidad con recetas que se hacen de la misma manera desde hace muchos años. Lo más importante es el grupo de personas que llevan muchos años y que están muy implicados en hacer que cada día salga todo lo mejor posible”. El servicio es otra de sus bazas: la atención es cálida y muy ágil. Se nota que hay oficio y ganas de agradar al comensal.

Del hermano ausente queda, además de su impronta, la decoración y su afición a la fotografía. En ello ha tenido mucho que ver la galerista Juana de Aizpuru, clienta habitual, que ha prestado alguna de las obras que cuelgan de las paredes. También frecuentan la casa fotógrafos como Alberto García-Alix o Chema Madoz. Del primero son algunas de las imágenes que adornan la sala. Y si alguien se detiene a observar la bella fotografía que ocupa la pared de la entrada, al fondo a la derecha, en la que aparece una mujer sentada en una roca, rodeada de agua y mirando al horizonte, es el Lago de Sanabria y pertenece a la serie Paraíso, de Carmela García. Un claro homenaje al padre, a los orígenes.

BOGOTÁ
Dirección: Calle Belén, 20. Madrid
Teléfono: 913 081 247
Web: bogotarestaurante.es

"Mañana no disparen, nosotros no dispararemos": la tregua por Navidad entre soldados de la Primera Guerra Mundial que se "firmó" con regalos y fútbol







Comandantes alemanes y británicos reunidos en una zona conocida como la tierra de nadie en la navidad de 1914.

FUENTE DE LA IMAGEN,MIRRORPIX VIA GETTY IMAGES

Pie de foto,

Oficiales alemanes y británicos reunidos en una zona conocida como la tierra de nadie en la navidad de 1914.

Lo que sucedió en esa Navidad de 1914 fue único, "maravilloso y extraño al mismo tiempo", como lo describió un soldado alemán que vivió lo ocurrido.

Hacia pocos meses había estallado la Primera Guerra Mundial y alemanes, franceses y británicos combatían en los frentes de Bélgica y Francia.

Pero algo increíble sucedió en algunos puntos del frente occidental, en una zona conocida como la tierra de nadie.

"Estábamos en el frente de batalla, a unos 270 metros de los alemanes y en la Nochebuena habíamos estado cantando villancicos y los alemanes también", contó años después el soldado británico Marmaduke Walkinton.

"Nos estuvimos gritando cosas, algunas eran insultos, pero la mayoría de las veces eran bromas".

"Y un alemán dijo: 'Mañana no disparen, nosotros no dispararemos'".

El testimonio de Walkinton forma parte de un video, del Museo Imperial de la Guerra de Reino Unido (Imperial War Museum, IWM), titulado: The Christmas Truce: What really happened in the trenchs in 1914? (La Tregua de Navidad: ¿Qué sucedió realmente en las trincheras en 1914?).

Esa organización, que posee una extraordinaria colección de cartas, fotos, diarios, periódicos, testimonios de esos días, se ha dedicado a investigar qué pasó durante esa tregua navideña.

Con ayuda del historiador Alan Wakefield, director de la sección del museo dedicada a la Primera Guerra Mundial y a los inicios del siglo XX, nos adentramos en esta historia en la que un grupo de soldados no solo bajó las armas espontáneamente, sino que intercambió regalos con sus enemigos y hasta hubo quienes jugaron fútbol.

Los días previos
Miles de soldados, de varias unidades del frente occidental, participaron en ese cese informal de hostilidades.

Soldados británicos y alemanes durante la tregua no oficial de 1914. FUENTE DE LA IMAGEN, WINDMILL BOOKS/UNIVERSAL  IMAGES GROUP/GETTY

Soldados británicos y alemanes durante la tregua no oficial de 1914.

Aunque esa tregua no oficial también involucró a algunos soldados franceses y belgas, se dio principalmente entre británicos y alemanes.

En los Campos Flandes (Bélgica) estaban los soldados que protagonizarían el histórico encuentro.

Se encontraban en un área que era propensa a las inundaciones. "El clima, los combates y la construcción de trincheras habían destruido el sistema de drenaje", cuenta Wakefield.

Había llovido mucho, estaba neblinoso, hacía frío. "Mantener y vivir en las trincheras se había vuelto muy difícil para ambos bandos".

Así que en esa zona, durante diciembre, la intensidad de los enfrentamientos disminuyó.

Se dieron una especie de treguas ad hoc en las que los soldados salieron de las trincheras para hacerles reparaciones y evitar que se inundaran o para permitir que llegaran los equipos que traían los suministros de alimentos.

Pero también, en algunos casos, el cese de hostilidades se acordaba velozmente para recoger y enterrar a los soldados caídos.

"Nadie se disparó entre sí".
Poco a poco se crearon las condiciones para que una tregua a pequeña escala se pudiera dar para Navidad en esa zona.

Fraternidad
El 24 de diciembre, hizo mucho frío y lo que estaba mojado pasó a estar congelado.

Una tarjeta en alemán que evoca el cese de hostilidades de 1914. FUENTE DE LA IMAGEN, FOTOTECA GILARDI/GETTY IMAGES

Una tarjeta de saludo navideño en alemán que evoca el cese de hostilidades de 1914.

"En Nochebuena, los alemanes empezaron a celebrar la Navidad. Los británicos vieron luces (de velas) y pequeños árboles arriba de las trincheras de los alemanes y pensaron que quizás les estaban preparando una trampa", cuenta el historiador.

Pero de lo que se trataba era de un intento de hacer decoraciones navideñas en medio de la crueldad de la guerra.

Los británicos escucharon a los alemanes cantar villancicos y los alemanes oyeron los Christmas carols.

Mientras unos cantaron Stille Nacht, los otros hicieron lo propio con Silent Night (Noche de paz).

"Todo en tono amistoso y aunque no se podían ver entre sí, fueron construyendo una atmósfera fraterna en las horas previas a la Navidad".

En la mañana (del 25 de diciembre), los alemanes principalmente fueron los que empezaron a salir de las trincheras y se desplazaron por la tierra de nadie. Unos se acercaron a las trincheras de los británicos y los llamaban.

Y aunque algunas unidades británicas estaban confundidas con lo que estaba pasando, en otras, los soldados también comenzaron a dejar sus trincheras para encontrarse con los alemanes.

Ya eran cientos de soldados de ambos bandos que caminaban por el lugar y que empezaron a hablar, sin armas, y a estrecharse las manos.

Muchos se devolvían a sus trincheras y regresaban con productos. Los británicos, por ejemplo, les dieron chocolates, carne enlatada, pasteles, whisky, a los alemanes y estos les ofrecieron cigarrillos, salchichas, galletas, brandy.

También intercambiaron botones de sus uniformes y periódicos y compartieron regalos que les habían enviado sus familias.

Descubrir al enemigo
"Fue realmente una oportunidad para tratar de olvidar la guerra por una tarde", dice Wakefield.

Ilustración de soldados durante la tregua FUENTE DE LA IMAGEN, HULTON ARCHIVE/GETTY IMAGES

"Tregua navideña en las trincheras". Así se titula esta ilustración del artista Gilbert Holliday, que la hizo sobre la base del testimonio de un soldado que presenció lo ocurrido.

"Es importante recordar que en el combate de trincheras, tienes que tener tu cabeza abajo, por lo que difícilmente logras ver a tu enemigo".

"Muchos soldados combatían a un rival que no podían ver. Esta tregua fue, de hecho, una oportunidad para ver a su enemigo cara a cara, para descubrir con quién realmente se estaban enfrentando".

Y el idioma no fue un obstáculo.

"De hecho, varios soldados alemanes hablaban inglés muy bien porque antes de la guerra habían vivido en Reino Unido".

Y es que hubo un número grande de alemanes radicados en Inglaterra, especialmente en Londres.

Pero, con la inminencia de la guerra, tuvieron que regresar y unirse al ejército alemán.

"Hay testimonios en los que soldados británicos decían que algunos alemanes les contaban que habían sido barberos, mesoneros, trabajadores de hoteles, en Londres. Uno incluso dijo que esperaba volver pronto".

Y es que cuando comenzó el conflicto, muchos creyeron que para Navidad estaría terminado.

La Tregua de Navidad varió a lo largo del frente de batalla.

En otras partes, no brotó esa fraternidad. De hecho, indica el video del IWM, muchos soldados en otras secciones no creían que hubiese habido semejante cese de hostilidades.

Y apareció un balón
"Compartimos cigarrillos, golosinas, con los alemanes y de algún lugar, de alguna manera, el fútbol apareció. No fue que formáramos un equipo, de ninguna manera se trató de un partido entre equipos. Todos estábamos jugando", contó, en el video del IWM, Ernie William, que formó parte de un regimiento británico.

"El balón vino de su lado, no del nuestro".

Él mismo tuvo la oportunidad de chutar. "Yo era bastante bueno, tenía 19 años".

Artículo de prensa FUENTE DE LA IMAGEN,  GILLINGHAM/RICHARD RAYNER/PA

Un artículo de prensa de 1914 en el que se reporta que hubo fútbol durante el cese de hostilidades espontáneo de la navidad.

Wakefield advierte que hay muy poca evidencia directa de que se haya jugado fútbol durante la Tregua de Navidad.

"Sin embargo, hay cartas y relatos de alemanes que estuvieron cerca de un pueblo en Bélgica y de soldados británicos en otro lugar de Bélgica, que dicen que jugaron fútbol".

"Obviamente estos relatos han ido saliendo a la luz en diferentes momentos. Pero es una buena evidencia de que el tema del fútbol realmente sucedió".

En un relato de soldados alemanes se dijo que habían jugado un partido de fútbol contra los escoceses y que habían ganado 3-2.

Tres cartas de soldados británicos hacen referencia a un juego completamente abierto, no un partido propiamente organizado, en el que decenas de soldados de ambos bandos corrían para tener la oportunidad de patear el balón.

Estatua de un soldado británico y un alemán dándose la mano. FUENTE DE LA IMAGEN, ARTERRA/UNIVERSAL IMAGES GROUP VIA GETTY IMAGES

Estatua de Andrew Edwards que representa a un soldado británico y un alemán durante la Tregua de Navidad en Bélgica. En otros países europeos, hay estatuas como esta.

También hay testimonios de otros soldados británicos que participaron en la tregua aludiendo al hecho de que los partidos de fútbol estaban al menos planeados, pero no fueron posibles debido a la falta de una pelota, problemas en el terreno o porque los oficiales no dieron permiso.

"En realidad se llevaron a cabo muy pocos juegos entre británicos y alemanes. No obstante, hubo bastantes partidos entre británicos, detrás de sus trincheras, al aire libre, pero hay menos pruebas de partidos entre alemanes y británicos".

"Obviamente, esto podría cambiar, la historia cambia todo el tiempo cuando salen a la luz cartas y diarios (personales) que se desconocían, pero en este momento, si observas la evidencia, es bastante limitada, por lo que la cantidad de soldados que jugaron fútbol en la Tregua de Navidad fue muy pequeña".

"Probablemente unos 200 soldados pudieron haber participado en un partido de fútbol. Por el momento, tenemos evidencia sólida de que hubo dos juegos".

En la prensa
Las noticias de la tregua no tardaron en regarse.

Carta FUENTE DE LA IMAGEN, BONHAMS/PA

Esta es una carta de un soldado británico que escribió sobre la Tregua de Navidad de 1914.

En enero, ya habían fotos (tomadas por los mismos soldados) y fragmentos de cartas que habían enviado a sus familiares, circulando en los periódicos.

"A inicios de enero de 1915, los periódicos de repente empezaron a imprimir estas cartas y, al principio, hubo una cierta cuota de incredulidad, pero con el tiempo también comenzaron a aparecer fotos y la evidencia se había vuelto muy clara, no era un mito", señala el historiador Anthony Richards, autor del libro Wartime Christmas, en el vídeo del IWM.

"Los medios de la época amaron (la historia). Hubo mucha discusión en los periódicos sobre si eso había sido algo bueno o malo".

"De cierta manera fue como una maravillosa foto instantánea de la Navidad de 1914 cuando las actitudes eran un poco ingenuas porque la guerra acababa de comenzar".

"Nunca ha sucedido algo como la Tregua de Navidad y con el tiempo no solo se ha visto como una anormalidad, pero también como un mito, al punto de que hay gente que, de hecho, duda que haya pasado, incluso hasta el día de hoy".

De acuerdo con Richards, la forma como la tregua se cubrió en la prensa alemana fue muy similar a la británica, pero cambió en los años 20 y 30, cuando hubo una variación de la narrativa porque se quiso hacer énfasis en el "soldado alemán como un héroe peleando en una guerra noble".

El final
La Tregua de Navidad no terminó de repente. Según Wakefield, llegó a su fin en diferentes momentos en las distintas áreas que participaron.

Carta FUENTE DE LA IMAGEN, JOE GIDDENS/PA WIRE

Una carta escrita por el general Walter Congreve a su esposa en la que le contaba sobre la Tregua de Navidad de 1914.

"Los oficiales superiores de ambos lados tenían reacciones mixtas hacia lo que estaba ocurriendo".

"Algunos de ellos pensaron que si permitían que continuara el espíritu de lucha de los ejércitos desaparecería. Los soldados verían que el enemigo no es realmente el enemigo y eso haría que la guerra se detuviera".

"Pero otros altos mandos creían que la tregua era muy útil porque permitía reconstruir las trincheras y enterrar a los muertos. En algunas áreas de la tierra de nadie había muchos cadáveres".

Lo cierto es que llegaron las órdenes de los mandos superiores: había que reiniciar la guerra, la artillería, las armas, tenían que volver a ponerse en funcionamiento, se le debía disparar a los enemigos que trataran de salir de sus trincheras.

En el terreno, las directrices se cumplieron, pero a otro ritmo: las unidades que participaron en la tregua procuraron darse tiempo entre sí para poder irse.

"Cuando una unidad nueva, que no había estado involucrada en la tregua, venía, la guerra empezaba".

Wakefield recuerda el caso de un oficial británico que había recibido la orden de bombardear una granja que los soldados alemanes usaban para abastecerse de alimentos.

El militar, que había sido parte del alto el fuego, pensó que se les debía avisar a los alemanes sobre el ataque que ocurriría la mañana siguiente.

"Enviaron a un soldado para asegurarse de que no hubiesen alemanes en la granja cuando bombardearan".

El historiador explica que la guerra sí se reanudó, pero en algunas partes con bastante lentitud.

"Habían hecho amigos en la Navidad y no querían dispararles".

El 26 de diciembre en partes del frente el ruido de la guerra volvió a ser el protagonista.

El regreso a la guerra
Para los soldados que participaron -dice Wakefield- la Tregua de Navidad fue una oportunidad para "salir" de la guerra por dos, tres días, sin combatir, sin tener que vivir en las condiciones inhumanas de una trinchera.

Muchos de ellos, de hecho, jamás habían estado lejos de sus familias en Navidad.

Otra escultura de Andy Edwards para conmemorar la tregua navideña. Esta se encuentra en Liverpool. FUENTE DE LA IMAGEN,RUMEANA JAHANGIR/BBC

Otra escultura de Andy Edwards para conmemorar la tregua navideña. Esta se encuentra en Liverpool.

"También sentían mucha curiosidad por ver quiénes eran sus enemigos".

Y en esa Navidad, se dieron cuenta que eran jóvenes y hombres como ellos, varios muy mayores.

"Sin embargo, esos soldados (de ambos bandos) todavía pensaban que tenían que ganar la guerra. Así que no hubo reparos para volver al combate después de la tregua".

Según Richards, "la Tregua de Navidad fue única y nada similar volvió a suceder a esa escala, y las razones varían".

Inmediatamente después, los comandos superiores de ambos lados se aseguraron de que no se volvieran a dar ceses de hostilidades como ese.

"Pero, a largo plazo, la razón por la que treguas como esta no volvieran a pasar es porque la guerra cambió la forma en que se combatía".

"A medida que la guerra avanzaba, se impuso un método más centralizado de comando. Los que estaban en el frente eran forzados a atacar constantemente, con artillería y morteros de trincheras".

Además, dice el historiador, el conflicto "tomó un giro más cruel", con la introducción de gases y el aumento de las víctimas civiles.

Y, como reflexiona Wakefield, la brutalidad de la guerra pudo influir en que menos soldados realmente quisieran conocer al enemigo.