_- Dan Price recortó su salario en US$1 millón, hipotecó sus dos casas y renunció a sus acciones, al mismo tiempo que le subió el sueldo a sus empleados en 2015.
Dan Price está cansado de los multimillonarios que hacen obras de caridad y entregan donaciones a los más desposeídos.
Le molesta porque cree que es una buena excusa para no hacer lo que realmente "deberían hacer": pagar más impuestos y mejores sueldos.
Price es el fundador y director ejecutivo de Gravity Payments, una compañía que procesa pagos con tarjetas de crédito.
Se hizo conocido internacionalmente cuando en 2015 anunció que había decidido bajarse el salario en US$1 millón y subirles el sueldo a todos sus empleados.
Fue así como estableció un sueldo mínimo de US$70.000 al año para los 120 empleados de su empresa.
Y lo hizo por considerar que se trataba de un "imperativo moral" para reducir las diferencias salariales entre los jefes de una empresa y sus empleados.
Seis años después, Price cree que valió la pena.
Ahora está embarcado en lograr que se apruebe un impuesto a la riqueza por primera vez en la historia de Estados Unidos.
Su objetivo es lograr que la medida se implemente en el estado de Washington, aunque también está promoviendo la idea a nivel nacional.
"Una de las principales críticas que escucho de la gente es que los multimillonarios no necesitan pagar más impuestos porque hacen donaciones", le dice Price a BBC Mundo.
Y como cada vez que hacen una donación reciben una gran cobertura de prensa, agrega, eso ayuda a la construcción de una imagen pública que les favorece.
"En realidad, la cantidad que donan es una fracción de lo que pagarían si sus tasas impositivas estuvieran en línea con las de la clase trabajadora", explica Price.
"Los multimillonarios utilizan la estafa de la filantropía para evitar que se produzca un cambio sistémico", le dice Price a BBC Mundo.
"Los multimillonarios pagan la tasa impositiva más baja de cualquier grupo de ingresos a nivel nacional".
Por ejemplo, en el estado de Washington, "los más ricos pagan el 3% de sus ingresos en impuestos, mientras que los pobres pagan el 18%", apunta el empresario.
¿Es realmente útil cobrarles un impuesto a la riqueza a los multimillonarios? (y qué países lo hacen)
Aunque reconoce que los multimillonarios hacen obras de caridad por distintas razones, asegura que al final de cuentas las donaciones les benefician, dado que les permiten evitar hacer una contribución mucho mayor para resolver problemas sistémicos.
"Los multimillonarios utilizan la estafa de la filantropía para evitar que se produzca un cambio sistémico", argumenta Price.
"Por eso digo que la filantropía multimillonaria es una estafa de relaciones públicas".
"Millonarios patriotas"
Como él, hay otros grupos de empresarios e inversores de Wall Street que abogan por un alza de impuestos para los más ricos de Estados Unidos.
La más conocida es la organización "Millonarios Patriotas", que propone gravar la riqueza a partir de los US$1.000 millones.
"Estamos hablando de los más ricos, de unos pocos cientos de personas", explicó el presidente del grupo, Morris Pearl, en diálogo con BBC Mundo a comienzos de febrero.
Organizaciones como "Millonarios Patriotas" gravar la riqueza a partir de los US$1.000 millones.
Pearl es un exdirectivo de BlackRock (una de las mayores firmas de inversión del mundo) que ahora vive de la rentabilidad que le generan sus inversiones, tras una exitosa carrera en Wall Street.
Durante la pandemia su propia fortuna ha crecido aún más gracias a que los mercados bursátiles están en máximos históricos.
"Nuestro país se está desmoronando": el multimillonario estadounidense que pide que los más ricos paguen más impuestos
"Creo que tenemos que cambiar de dirección y que los más ricos paguen más impuestos que el ciudadano común que trabaja para poder vivir", sostiene Pearl.
Desincentivo a la inversión
Pero quienes se oponen a este tipo de propuestas argumentan que subir los impuestos es un desincentivo a la inversión.
Por lo tanto, un aumento tributario haría que muchos empresarios e inversores trasladen su dinero a otros países para conseguir una mayor rentabilidad.
De hecho, en diciembre de 2017 el gobierno de Donald Trump logró que se aprobara el mayor recorte de impuestos en más de tres décadas.
Quienes se oponen a crear un impuesto a la riqueza argumentan que desincentiva la inversión, daña el crecimiento económico y afecta la creación de empleos.
"Queremos una reforma de impuestos que favorezca el crecimiento, que favorezca los empleos", sostuvo el expresidente en aquella época.
Chris Edwards, director de Estudios de Políticas Tributarias del Instituto Cato en Estados Unidos, le dijo al programa Business Daily de la BBC que no es productivo aumentar la tributación a los más ricos con un impuesto a la riqueza.
"Ellos ya pagan impuestos altos", argumentó.
"La mayoría de sus activos están invertidos en negocios. Por ejemplo, Jeff Bezos de Amazon, genera crecimiento económico y miles de trabajos", dijo en una entrevista a comienzos de 2020.
"La mayor parte de la riqueza en EE.UU. es generada por la innovación de multimillonarios como Bezos o Gates, por gente que crea nuevos negocios que los hace ricos, pero que benefician a todos", apuntó.
La filantropía en medio de un "boom" de riqueza
Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y otros seis magnates tecnológicos ganaron US$360.000 millones durante la pandemia, según datos recopilados por el periódico The Washington Post, basados en el Índice de Multimillonarios de Bloomberg.
Las firmas tecnológicas tuvieron un año de altas rentabilidades. Tanto así que solo seis empresas tecnológicas -Apple, Facebook, Amazon, Netflix, Microsoft y Google- fueron responsables de más del 60% de las ganancias del índice S&P 500 en 2020, de acuerdo a Yardeni Research.
Jeff Bezos de Amazon, Tim Cook de Apple, Mark Zuckerberg de Facebook y Sundar Pichai de Google son las caras de las mayores empresas tecnológicas que durante la pandemia consiguieron enormes rentabilidades.
Es por eso que las fortunas de los magnates de un sector, dominado por pocos jugadores, se dispararon durante la pandemia de covid-19.
Según Megan Tompkins-Stange, profesora de Políticas Públicas de la Universidad de Michigan, Jeff Bezos, fundador de Amazon, donó US$150 millones, equivalente al 0,1% de las ganancias que acumuló durante la pandemia.
"Pequeños aumentos en los impuestos se ven mucho mejor que las pequeñas donaciones", escribió en su cuenta de Twitter.
Elon Musk habría donado un 0,004%, Zuckerberg un 0,36%, y Bill Gates un 7,3% de las rentas conseguidas durante la pandemia, de acuerdo al periódico estadounidense.
Sin embargo, las cifras varían sustancialmente dependiendo de cómo se hacen los cálculos y la fuente de información utilizada. Por otro lado, algunos millonarios hacen donaciones anónimas y muchos no están obligados a revelar los montos entregados.
A fines de diciembre, The Chronicle of Philanthropy publicó su ranking anual de las principales contribuciones caritativas de individuos y sus fundaciones en 2020.
Según The Chronicle of Philanthropy Jeff Bezos es el individuo que hizo la mayor donación filantrópica en 2020 con la creación de su propio fondo mediambiental "Bezos Earth Found".
El primer lugar lo ocupa Jeff Bezos con su donación de US$10.000 millones para la creación de su propio fondo mediambiental "Bezos Earth Found", dedicado a entregar aportes a organizaciones que combaten el cambio climático.
En la lista (organizada según el valor de los montos) vuelve a aparecer Bezos en el séptimo lugar por su donación a US$100 millones a la organización Feeding America.
También está en el ranking Mark Zuckerberg con dos donaciones entregadas a la misma organización: Center for Tech and Civic Life. La primera es de US$250 millones y la segunda de US$100 millones.
La lista también incluye a conocidos donantes como Phil Knight, cofundador de Nike. La publicación advierte que dos multimillonarios famosos en el mundo de las donaciones, MacKenzie Scott (exesposa de Jeff Bezos) y Jack Dorsey, director ejecutivo de Twitter, no aparecen en la lista porque sus contribuciones fueron divididas entre diferentes causas.
Calcula que sumando los distintos aportes, Scott contribuyó con cerca de US$4.000 millones y Dorsey con US$300 millones dirigidas a más de un centenar de organizaciones sin fines de lucro.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-56409627
sábado, 20 de marzo de 2021
viernes, 19 de marzo de 2021
150 años de la Comuna de París. De la Guerra Civil al 15M: los ecos de la Comuna de París que llegaron a España
Las reminiscencias del levantamiento francés impregnaron a una España que se dividió: el movimiento cantonalista, la persecución a La Internacional, la simbología compartida y las conmemoraciones de la revolución parisina fueron algunos de los hechos que llegaron del país fronterizo.
París era un hervidero de libertad y fervor patriótico. Aquella revolución del 18 de marzo de 1871 dio comienzo al primer gobierno de la clase obrera del mundo. Duraría poco, tan solo 60 días, el tiempo que trascurrió hasta que una implacable represión acabaría con la novedosa legislación vertebrada en torno al socialismo autogestionario.
La Comuna de París murió el 28 de mayo, y con ella los decretos que daban más poder al pueblo, entre otros: la obligación de las iglesias a acoger asambleas de vecinos, la laicidad del Estado, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, la autogestión de las fábricas abandonadas por los patrones y la abolición de los intereses de las deudas.
En España, la revolución fue ampliamente difundida por la cobertura que hicieron los periódicos de la época con sus diferentes líneas editoriales. «El arco político se dividió entre aquellos que la apoyaron y los que la denostaban, pero hay referencias explícitas de La Comuna hasta 1937», comenta Marie-Angèle Orobon, profesora en la Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3 (La Sorbona) y estudiosa del tema.
Una Francia en el calderero que acaba de salir de la guerra franco-prusiana se convirtió en la protagonista de la prensa española. «Los diarios republicanos españoles, muy importantes en aquella época, recalcaron en seguida la legitimidad de la reacción del pueblo ante lo que consideraban un ataque gubernamental, mientras que los medios monárquicos, liberales, conservadores e incluso carlistas denunciaron la anarquía y el desorden que reinaba en París», explica Orobon. En España, inmersa en su sexenio democrático, el republicanismo percibe a La Comuna como un modelo de nuevo orden social, llegándolo a tildar de «templo de la libertad, igualdad y fraternidad».
Las primeras consecuencias de la revolución parisina no se hacen esperar: «Los círculos internacionalistas son prudentes con el apoyo al levantamiento popular, pero el 2 de mayo, una fecha muy señalada al marcar el inicio de la resistencia antifrancesa, la sección madrileña de La Internacional organiza una velada de té fraternal en apoyo de La Comuna; un acto que terminó siendo reprimido», en los términos de Orobon.
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París era un hervidero de libertad y fervor patriótico. Aquella revolución del 18 de marzo de 1871 dio comienzo al primer gobierno de la clase obrera del mundo. Duraría poco, tan solo 60 días, el tiempo que trascurrió hasta que una implacable represión acabaría con la novedosa legislación vertebrada en torno al socialismo autogestionario.
La Comuna de París murió el 28 de mayo, y con ella los decretos que daban más poder al pueblo, entre otros: la obligación de las iglesias a acoger asambleas de vecinos, la laicidad del Estado, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, la autogestión de las fábricas abandonadas por los patrones y la abolición de los intereses de las deudas.
En España, la revolución fue ampliamente difundida por la cobertura que hicieron los periódicos de la época con sus diferentes líneas editoriales. «El arco político se dividió entre aquellos que la apoyaron y los que la denostaban, pero hay referencias explícitas de La Comuna hasta 1937», comenta Marie-Angèle Orobon, profesora en la Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3 (La Sorbona) y estudiosa del tema.
Una Francia en el calderero que acaba de salir de la guerra franco-prusiana se convirtió en la protagonista de la prensa española. «Los diarios republicanos españoles, muy importantes en aquella época, recalcaron en seguida la legitimidad de la reacción del pueblo ante lo que consideraban un ataque gubernamental, mientras que los medios monárquicos, liberales, conservadores e incluso carlistas denunciaron la anarquía y el desorden que reinaba en París», explica Orobon. En España, inmersa en su sexenio democrático, el republicanismo percibe a La Comuna como un modelo de nuevo orden social, llegándolo a tildar de «templo de la libertad, igualdad y fraternidad».
Las primeras consecuencias de la revolución parisina no se hacen esperar: «Los círculos internacionalistas son prudentes con el apoyo al levantamiento popular, pero el 2 de mayo, una fecha muy señalada al marcar el inicio de la resistencia antifrancesa, la sección madrileña de La Internacional organiza una velada de té fraternal en apoyo de La Comuna; un acto que terminó siendo reprimido», en los términos de Orobon.
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jueves, 18 de marzo de 2021
Albert Einstein: ¿quiénes fueron sus hijos y qué pasó con ellos?
"Creo que a Einstein le fue difícil sobrellevar el trastorno mental de su hijo", dice Ze'ev Rosenkranz, editor y subdirector de Einstein Papers Project.
Eduard o "Tete", como le decían cariñosamente, fue el hijo menor de Albert Einstein.
Aunque de niño tuvo problemas de salud, en parte relacionados con los pulmones, el trastorno mental se manifestaría en su adultez.
"Tuvo una vida muy trágica", le indica el experto a BBC Mundo.
Junto a su primera esposa, Mileva Maric, el físico tuvo dos hijos más.
El destino de la primera es un misterio que muchos han tratado de develar, mientras que el segundo se consagró por mérito propio.
"Lo que hacía a mi padre extraordinario, creo, era la tenacidad con la que se dedicaba a algunos problemas, aun luego de toparse con una solución errada. Siempre volvía a intentarlo, y una vez más", dijo Hans Albert, uno de ellos.
"Probablemente el único proyecto al que renunció fui yo. Trató de aconsejarme, pero pronto descubrió que yo era demasiado terco y que perdía su tiempo".
I
Lieserl, la primogénita. La primera hija de Einstein nació en 1902.
La física Mileva Maric y Einstein en una foto de 1905.
"En realidad no sabemos qué le pasó después de los dos años", señala Rosenkranz. "Se pierde en la historia".
Y eso ha generado especulaciones.
"Puede ser que la hayan dado en adopción o que haya fallecido. Simplemente no lo sabemos".
Rosenkranz ha sido fundamental en el desarrollo del Einstein Papers Project, una iniciativa del Instituto de Tecnología de California que ha reunido, traducido y publicado miles de documentos del Nobel alemán y que cuenta con el patrocinio de la Universidad de Princeton de Estados Unidos y la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Las cartas y los documentos del físico se han convertido en una fuente valiosísima para adentrarnos en su lado humano, para verlo con otra luz, una diferente a la del genio científico.
Y es precisamente su correspondencia la que nos confirma que Lieserl existió.
"¿Está sana? ¿Y llora convenientemente? ¿Cómo son sus ojos? ¿A cuál de nosotros se parece más? ¿Quién le da la leche? ¿Tiene hambre? Debe ser completamente calva. Todavía no la conozco y la quiero tanto", le escribió Einstein, desde Suiza, a Mileva.
Ella había dado a luz lejos de él, en Serbia.
El embarazo
Esos fragmentos de una carta de Einstein los reproduce Walter Isaacson en su magistral biografía Einstein, his life and universe ("Einstein, su vida y universo").
¿Pero por qué Milena abandonó Suiza para dar a luz en la casa de sus padres?
Para responder esa pregunta hay que trasladarse no sólo a la época, sino al hogar materno del joven Einstein.
"Su madre se opuso rotundamente a que se uniera a Mileva", le cuenta a BBC Mundo Hanoch Gutfreund, coautor del libro recientemente publicado: Einstein on Einstein: Autobiographical and Scientific Reflections (Einstein sobre Einstein: reflexiones autobiográficas y científicas).
Consideraba que con ella su hijo arruinaría su futuro.
"Incluso le advirtió que si quedaba embarazada iba a ser un desastre. En esos días, un embarazo antes del matrimonio era un escándalo gigante".
Lo cierto es que los dos estaban muy enamorados.
Se cree que la relación comenzó cuando él tenía 19 años y ella, 23.
Había sido su compañera en el Instituto Politécnico de Zúrich, donde la joven demostró su brillo como física y científica.
"Mi devoción hacia ti"
Sus cartas, indica Isaacson, no sólo reflejan sus sentimientos hacia ella, sino el rechazo de su madre a su intención de hacerla su esposa:
Eisntein y Mileva se enamoraron y decidieron casarse, pese a la oposición de los padres del físico.
"Mis padres lloran por mí casi como si me hubiera muerto. Una y otra vez se quejan de que yo mismo me he acarreado la desgracia por mi devoción hacia ti. Creen que no eres sana".
Pero siguió su corazón y durante el embarazo, a la distancia, le prometió que sería un buen esposo.
Pocas semanas antes del parto, Einstein se encontraba en Berna, entusiasmado por la posibilidad de conseguir un empleo en la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual.
Eso les daría estabilidad en una época en la que ofrecía clases privadas de matemáticas y física. "Una hora de prueba gratis", prometía en un anuncio de periódico.
Y en una carta le expresa optimismo frente a su futuro juntos, pero le revela una preocupación:
"El único problema que nos quedaría por resolver sería el de cómo tener a nuestra Lieserl con nosotros".
"No quisiera tener que renunciar a ella", le escribió.
Einstein sabía de la dificultad que representaba en su sociedad tener un "hijo ilegítimo" y más para alguien que buscaba convertirse en un respetado funcionario público.
El largo silencio
Parece que el físico y su hija no se llegaron a conocer. Mileva la tuvo que dejar con sus parientes en Serbia.
El Premio Nóbel guardó celosamente el secreto de su hija.
Isaacson asoma la posibilidad, a través de una "críptica insinuación", de que una amiga muy cercana a ella pudo haber sido quien asumió el cuidado de la niña.
Pero no hay certeza.
"Todo lo que sabemos sobre su hija es lo que se escribieron en sus cartas de amor", indica Gutfreund.
"Pero, en un momento determinado, no vuelve a ser mencionada" en las misivas que lograron trascender.
"Sobre ese misterio se han escrito libros, pero no hay nada concreto".
Y es que, de acuerdo con Rosenkranz, "hubo historiadores y periodistas que fueron a Serbia y trataron de encontrar sus rastros, buscaron documentos, registros, en archivos y repositorios, pero no tuvieron éxito".
El "año milagroso" de Einstein en el que escribió 5 estudios científicos que revolucionaron la física
"La última mención que se hace de ella es cuando tenía cerca de dos años, había contraído escarlatina. No sabemos si sobrevivió a eso", indica el experto.
Se trata de una enfermedad bacteriana, que para la época se consideraba muy grave, especialmente en niños tan pequeños.
Se cree que Einstein, quien murió en 1955, no le contó a nadie sobre su hija.
De hecho, el equipo de Einstein Papers Project solo se enteró de que la niña existió en 1986, cuando descubrió parte de su correspondencia con Mileva.
II
El hogar propio
Una vez Einstein se aseguró un trabajo estable en Berna, Mileva regresó y se casaron en 1903.
En 1904, nacería su segundo hijo, Hans Albert, y en 1910, nacería Eduard, cuando la familia vivía en Zúrich.
Casa en Berna FUENTE DE LA IMAGEN,ATHANASIOS GIOUMPASIS/GETTY IMAGES Pie de foto,
En esta casa en Berna, que se ha transformado en un museo, vivieron Einstein, Mileva y el pequeño Hans Albert.
"Cuando mi madre estaba ocupada en la casa, mi padre dejaba de lado su trabajo y nos cuidaba durante horas, mientras nos balanceábamos sobre sus rodillas. Recuerdo que nos contaba historias y a menudo tocaba el violín en un esfuerzo por mantenernos callados", recordó Hans Albert, de acuerdo con Isaacson.
La niñez temprana de Eduard fue difícil, su salud era frágil y a menudo se enfermaba de gravedad.
"En una oportunidad, cuando tenía cuatro años estuvo postrado en la cama por siete semanas", cuentan Alice Calaprice, Daniel Kennefick y Robert Schulmann en An Einstein Encyclopedia.
En una ocasión, en 1917, cuando se le inflamaron los pulmones, Einstein le escribió a un amigo: "El estado de mi pequeño me deprime sobremanera".
Pese a ello, indican los autores, "se convirtió en un excelente estudiante y se interesó especialmente en las artes, en la composición de poesía y en tocar el piano".
De hecho, Eduard entablaba con su padre intensas discusiones sobre música y filosofía, lo cual -Einstein dijo- le demostraba que su hijo "se estaba devanando los sesos en torno a las cosas importantes en la vida".
El ocaso de un amor
A medida que el físico se adentraba cada vez más en su trabajo científico, la relación con Mileva se deterioraba dramáticamente.
Elsa y Einstein eran primos e iniciaron una relación cuando el físico estaba casado con Mileva.
Y, para empeorar la situación, empezó una relación amorosa con su prima, Elsa.
En 1914, la familia se había trasladado a Berlín. Pero, en julio, la amargura en el matrimonio, en gran parte por la actitud despreciativa de Einstein hacia Mileva, la empujó a regresar a Suiza con los niños.
Para 1919, el divorcio era inminente.
De acuerdo con Gutfreund, separarse de sus hijos fue muy difícil para él. Por eso, trató de que su relación con ambos se mantuviera fuerte.
"Era un padre muy cariñoso", señala Rosenkranz.
En los periodos en que la Primera Guerra Mundial se lo permitía, el físico los visitó; los llevaba de vacaciones y cuando "se hicieron lo suficientemente grandes, los invitaba a Berlín a pasar tiempo juntos".
Gran parte de lo que se conoce de la relación del físico con sus hijos es gracias a las decenas de cartas personales que lograron trascender el tiempo.
"Mantuvo una extensa correspondencia con ambos, especialmente con el menor, cuando era adolescente".
El intercambio con Eduard, dice el experto, era de un nivel intelectual muy alto y hasta se criticaban abiertamente por las posiciones que no compartían. Tenían un intercambio constante por escrito.
"Einstein disfrutaba mucho lo que le enviaba", no sólo por sus dotes para la escritura, sino por la profundidad de sus reflexiones.
En 1930, su padre le escribió: "La vida es como andar en bicicleta. Para mantener el equilibrio, debes seguir moviéndote".
La personalidad de Hans, cuenta el experto, era diferente, era más "bajado a la tierra".
"Se inclinaba por lo práctico, por los inventos, por lo técnico" y eso se reflejó en los juegos con su padre.
Años después, Einstein le escribiría no sólo acerca de su teoría y sus intentos por probarla, sino que le daría consejos para conseguir empleo.
El diagnóstico
El menor de los Einstein soñaba con ser psiquiatra y se interesó por las teorías de Sigmund Freud.
Einstein pasó los últimos años de su vida en Estados Unidos, lejos de su hijo Eduard, a quien no volvió a ver en muchos años.
Estudiaba medicina, cuando, en 1932, tuvo que ser hospitalizado en una clínica psiquiátrica en Suiza.
En 1933, con 22 años, se le diagnosticó esquizofrenia.
"Eso le dolió profundamente a Einstein", cuenta Gutfreund. "Al más refinado de mis hijos, al que realmente consideraba de mi propia naturaleza, le sobrevino una enfermedad mental incurable", escribiría tiempo después, según el diario The Guardian.
En 1933, ante la amenaza del ascenso del nazismo en Alemania, el científico fue presionado para abandonar el país y embarcarse hacia Estados Unidos.
"Poco antes de su partida" -cuentan Calaprice, Kennefick y Schulmann- "Einstein hizo lo que se convertiría en su última visita" al lugar donde se encontraba Eduard.
"Padre e hijo no se volverían a ver".
Un triste final
Si bien Mileva se encargó de su cuidado en el hogar, Eduard tuvo que pasar temporadas en un centro psiquiátrico, especialmente cuando los síntomas empeoraban y, en particular, cuando ella se enfermó gravemente.
A Einstein le gustaba tocarle el violín a sus hijos.
Tras su muerte, en 1948, se nombró un guardián legal (que Einstein pagaba) para que hiciera las gestiones correspondientes cuando era necesaria su internación.
"No creo que durante esos años haya habido correspondencia (entre padre e hijo)", indica Rosenkranz.
De acuerdo con Isaacson, a Eduard no se le permitía emigrar a Estados Unidos por ser un paciente con un trastorno mental.
Pasó sus últimos años confinado en una clínica psiquiátrica.
Murió de un accidente cerebrovascular en 1965, a los 55 años.
III
Hans Albert, un pionero
El segundo hijo de Einstein estudió Ingeniería Civil en la Escuela Politénica Federal de Zúrich.
La relación de Einstein y Hans Albert tuvo momentos de tensión. Aquí se les ve en 1927.
En una carta, de 1924, su padre no ocultaba su orgullo por los resultados de sus exámenes, que lo ubicaron de primero: "Mi Albert se ha convertido en un hombre capaz e íntegro".
Se graduó en 1926 y en 1936, obtuvo el título de doctor en Ciencias Técnicas.
"Su tesis doctoral (…) es el trabajo definitivo sobre el transporte de sedimentos aceptado por ingenieros y científicos de todo el mundo", señala una breve biografía de la Universidad de California.
En 1938 y por consejo de su padre, el ingeniero emigró a Estados Unidos y continuó con sus estudios sobre transporte de sedimentos.
En el libro Hans Albert Einstein: His Life as a Pioneering Engineer (Hans Albert Einstein: Su vida como ingeniero pionero), Robert Ettema y Cornelia Mutel se adentran en el "trabajo de un hombre y su búsqueda por comprender y desentrañar las complejidades de los ríos".
"La ecuación E=mc² de Albert Einstein le dio forma a todo el siglo XX": Christophe Galfard, discípulo de Stephen Hawking "Hans Albert desarrolló conocimientos teóricos y métodos prácticos que ayudaron a sentar las bases para nuestra comprensión actual de cómo el agua que fluye transporta los sedimentos", indican los autores.
En 1988, la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles (ASCE) creó el premio Hans Albert Einstein Award para reconocer las contribuciones en ese campo.
Simon Winchester, en su obra The End of The River, destaca el rol clave de Hans en la construcción de la "poderosa estructura" que mantiene bajo control el imponente río Mississippi.
El profesor admirado
A su llegada a Estados Unidos, Hans trabajó en la Estación Experimental Agrícola de Carolina del Sur y, posteriormente, en el Departamento de Agricultura.
Después se dedicaría a la enseñanza de la ingeniería hidráulica en la Universidad de California, Berkeley.
"Poseía la rara combinación de un científico investigador altamente competente, un magnífico ingeniero en ejercicio y un excelente maestro", señala esa casa de estudios.
"El profesor Einstein fue extremadamente generoso con su tiempo, ya sea en conferencias con sus muchos estudiantes de posgrado, enseñando por períodos breves en universidades extranjeras o asesorando a países de todo el mundo sobre soluciones a problemas críticos de sedimentación".
Y es que Hans ejerció "una gran influencia en el desarrollo científico de la hidráulica de los sedimentos" en otros países.
Por qué Einstein tuvo que esperar a que un eclipse confirmara su teoría de la relatividad En una carta que le envió a su hijo en 1954, Albert Einstein elogió que hubiese heredado "la característica principal de mi propio carácter: la capacidad de elevarse por encima de la mera existencia dedicándose persistentemente a lo mejor de su capacidad para lograr una meta impersonal".
De hecho, Ettema y Mutel reflexionan sobre cómo, pese a trabajar en diferentes campos de la ciencia, padre e hijo coincidieron "en una frontera científica".
"Esta circunstancia compartida enriqueció su relación".
Desacuerdos
Y es que la relación de Einstein con sus hijos tuvo altibajos y si bien en algunas cartas se mostraba cariñoso, en otras los criticaba y era frío.
Elsa y Einstein hicieron varios viajes juntos.
"Hubo periodos difíciles, pero también buenos, como sucede en todas las familias", señala Rosenkranz.
"Tuvo algunos conflictos con Hans Albert".
Por ejemplo, cuando el adolescente le contó que había decidido estudiar ingeniería, la reacción del físico fue de rechazo.
Años después, surgiría otro desencuentro: "Al principio, Einstein no aprobaba la mujer con la que se quería casar".
Y no era el único. Mileva también la objetaba.
Pero Hans los desafió y contrajo matrimonio en 1927 con la filóloga Frieda Knecht, quien era nueve años mayor que él.
"Einstein se reconcilió con la decisión de su hijo" y le dio la bienvenida a la nueva integrante de la familia, quien le dio tres nietos.
El eclipse que confirmó la teoría de la relatividad hace 100 años (y convirtió a Einstein en una celebridad) Aunque se visitaron y estaban en contacto, cuenta Gutfreund, la relación entre padre e hijo en Estados Unidos no era muy cercana, en parte por el elemento geográfico: Hans se encontraba en la costa oeste y Einstein en la costa este, en Princeton.
"Además, Einstein ya había formado su segunda familia", recuerda el experto.
El físico se había casado con Elsa y ambos vivían con las dos hijas que ella tuvo en un matrimonio anterior.
Hans, quien tras la muerte de Frieda se casó con la bioquímica Elizabeth Roboz, murió en 1973, después de sufrir un infarto. Tenía 69 años.
IV
Ser hijo de Albert Einstein
En una oportunidad, evoca Isaacson, Einstein le dijo a Mileva que "sus dos hijos eran la mejor parte de su vida interior, un legado que se mantendría después de que el reloj de su propio cuerpo se desgastara".
Ser hijo del hombre que cambió nuestra percepción del Universo debió haber tenido sus complejidades.
El mismo Eduard lo escribió: "A veces es difícil tener un padre tan importante porque uno se siente tan poco importante".
Cuando a Hans, quien nació un año antes de que su padre publicara la Teoría especial de la relatividad, le preguntaron qué se sentía ser el hijo de un científico tan famoso, respondió:
"Habría sido desesperante si no hubiera aprendido a reírme de la molestia, desde la infancia" y procedió a explicar lo que hacía a su padre como "extraordinario".
Einstein, el padre
Dependiendo de las fuentes que se consulten y de los fragmentos de cartas que se lean, se puede divisar una o varias imágenes de Albert Einstein como padre.
La biografía de Einstein escrita por Walter Isaacson es considerada una de las más completas. A través de sus páginas podemos conocer a los hijos del genio.
Pero aun así es difícil tener un retrato completo y claro.
Gutfreund, quien fue presidente de la Universidad Hebrea de Jerusalén, cuenta que cuando "la colección de sus documentos" llegó a esa institución, había unas 1.500 cartas privadas.
Margot, una de las hijas de Elsa había pedido que se dieran a conocer después de que transcurrieran 20 años de su muerte. Murió en 1986.
De acuerdo con el profesor emérito, esos documentos muestran a un Einstein "más cálido, más humano, más cariñoso" que el que había trascendido.
Aunque la relación con Mileva se había deteriorado, "se puede encontrar una correspondencia hermosa y muy interesante entre un padre amoroso y sus hijos".
Con los años, el físico reconoció la "devoción" de su primera esposa hacia sus hijos y lo bien que los había criado.
"No creo que se viera a sí mismo como un gran marido. Yo creo que él sintió que había hecho un mejor trabajo como padre, que como esposo", reflexiona Rosenkranz.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-55711651
Eduard o "Tete", como le decían cariñosamente, fue el hijo menor de Albert Einstein.
Aunque de niño tuvo problemas de salud, en parte relacionados con los pulmones, el trastorno mental se manifestaría en su adultez.
"Tuvo una vida muy trágica", le indica el experto a BBC Mundo.
Junto a su primera esposa, Mileva Maric, el físico tuvo dos hijos más.
El destino de la primera es un misterio que muchos han tratado de develar, mientras que el segundo se consagró por mérito propio.
"Lo que hacía a mi padre extraordinario, creo, era la tenacidad con la que se dedicaba a algunos problemas, aun luego de toparse con una solución errada. Siempre volvía a intentarlo, y una vez más", dijo Hans Albert, uno de ellos.
"Probablemente el único proyecto al que renunció fui yo. Trató de aconsejarme, pero pronto descubrió que yo era demasiado terco y que perdía su tiempo".
I
Lieserl, la primogénita. La primera hija de Einstein nació en 1902.
La física Mileva Maric y Einstein en una foto de 1905.
"En realidad no sabemos qué le pasó después de los dos años", señala Rosenkranz. "Se pierde en la historia".
Y eso ha generado especulaciones.
"Puede ser que la hayan dado en adopción o que haya fallecido. Simplemente no lo sabemos".
Rosenkranz ha sido fundamental en el desarrollo del Einstein Papers Project, una iniciativa del Instituto de Tecnología de California que ha reunido, traducido y publicado miles de documentos del Nobel alemán y que cuenta con el patrocinio de la Universidad de Princeton de Estados Unidos y la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Las cartas y los documentos del físico se han convertido en una fuente valiosísima para adentrarnos en su lado humano, para verlo con otra luz, una diferente a la del genio científico.
Y es precisamente su correspondencia la que nos confirma que Lieserl existió.
"¿Está sana? ¿Y llora convenientemente? ¿Cómo son sus ojos? ¿A cuál de nosotros se parece más? ¿Quién le da la leche? ¿Tiene hambre? Debe ser completamente calva. Todavía no la conozco y la quiero tanto", le escribió Einstein, desde Suiza, a Mileva.
Ella había dado a luz lejos de él, en Serbia.
El embarazo
Esos fragmentos de una carta de Einstein los reproduce Walter Isaacson en su magistral biografía Einstein, his life and universe ("Einstein, su vida y universo").
¿Pero por qué Milena abandonó Suiza para dar a luz en la casa de sus padres?
Para responder esa pregunta hay que trasladarse no sólo a la época, sino al hogar materno del joven Einstein.
"Su madre se opuso rotundamente a que se uniera a Mileva", le cuenta a BBC Mundo Hanoch Gutfreund, coautor del libro recientemente publicado: Einstein on Einstein: Autobiographical and Scientific Reflections (Einstein sobre Einstein: reflexiones autobiográficas y científicas).
Consideraba que con ella su hijo arruinaría su futuro.
"Incluso le advirtió que si quedaba embarazada iba a ser un desastre. En esos días, un embarazo antes del matrimonio era un escándalo gigante".
Lo cierto es que los dos estaban muy enamorados.
Se cree que la relación comenzó cuando él tenía 19 años y ella, 23.
Había sido su compañera en el Instituto Politécnico de Zúrich, donde la joven demostró su brillo como física y científica.
"Mi devoción hacia ti"
Sus cartas, indica Isaacson, no sólo reflejan sus sentimientos hacia ella, sino el rechazo de su madre a su intención de hacerla su esposa:
Eisntein y Mileva se enamoraron y decidieron casarse, pese a la oposición de los padres del físico.
"Mis padres lloran por mí casi como si me hubiera muerto. Una y otra vez se quejan de que yo mismo me he acarreado la desgracia por mi devoción hacia ti. Creen que no eres sana".
Pero siguió su corazón y durante el embarazo, a la distancia, le prometió que sería un buen esposo.
Pocas semanas antes del parto, Einstein se encontraba en Berna, entusiasmado por la posibilidad de conseguir un empleo en la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual.
Eso les daría estabilidad en una época en la que ofrecía clases privadas de matemáticas y física. "Una hora de prueba gratis", prometía en un anuncio de periódico.
Y en una carta le expresa optimismo frente a su futuro juntos, pero le revela una preocupación:
"El único problema que nos quedaría por resolver sería el de cómo tener a nuestra Lieserl con nosotros".
"No quisiera tener que renunciar a ella", le escribió.
Einstein sabía de la dificultad que representaba en su sociedad tener un "hijo ilegítimo" y más para alguien que buscaba convertirse en un respetado funcionario público.
El largo silencio
Parece que el físico y su hija no se llegaron a conocer. Mileva la tuvo que dejar con sus parientes en Serbia.
El Premio Nóbel guardó celosamente el secreto de su hija.
Isaacson asoma la posibilidad, a través de una "críptica insinuación", de que una amiga muy cercana a ella pudo haber sido quien asumió el cuidado de la niña.
Pero no hay certeza.
"Todo lo que sabemos sobre su hija es lo que se escribieron en sus cartas de amor", indica Gutfreund.
"Pero, en un momento determinado, no vuelve a ser mencionada" en las misivas que lograron trascender.
"Sobre ese misterio se han escrito libros, pero no hay nada concreto".
Y es que, de acuerdo con Rosenkranz, "hubo historiadores y periodistas que fueron a Serbia y trataron de encontrar sus rastros, buscaron documentos, registros, en archivos y repositorios, pero no tuvieron éxito".
El "año milagroso" de Einstein en el que escribió 5 estudios científicos que revolucionaron la física
"La última mención que se hace de ella es cuando tenía cerca de dos años, había contraído escarlatina. No sabemos si sobrevivió a eso", indica el experto.
Se trata de una enfermedad bacteriana, que para la época se consideraba muy grave, especialmente en niños tan pequeños.
Se cree que Einstein, quien murió en 1955, no le contó a nadie sobre su hija.
De hecho, el equipo de Einstein Papers Project solo se enteró de que la niña existió en 1986, cuando descubrió parte de su correspondencia con Mileva.
II
El hogar propio
Una vez Einstein se aseguró un trabajo estable en Berna, Mileva regresó y se casaron en 1903.
En 1904, nacería su segundo hijo, Hans Albert, y en 1910, nacería Eduard, cuando la familia vivía en Zúrich.
Casa en Berna FUENTE DE LA IMAGEN,ATHANASIOS GIOUMPASIS/GETTY IMAGES Pie de foto,
En esta casa en Berna, que se ha transformado en un museo, vivieron Einstein, Mileva y el pequeño Hans Albert.
"Cuando mi madre estaba ocupada en la casa, mi padre dejaba de lado su trabajo y nos cuidaba durante horas, mientras nos balanceábamos sobre sus rodillas. Recuerdo que nos contaba historias y a menudo tocaba el violín en un esfuerzo por mantenernos callados", recordó Hans Albert, de acuerdo con Isaacson.
La niñez temprana de Eduard fue difícil, su salud era frágil y a menudo se enfermaba de gravedad.
"En una oportunidad, cuando tenía cuatro años estuvo postrado en la cama por siete semanas", cuentan Alice Calaprice, Daniel Kennefick y Robert Schulmann en An Einstein Encyclopedia.
En una ocasión, en 1917, cuando se le inflamaron los pulmones, Einstein le escribió a un amigo: "El estado de mi pequeño me deprime sobremanera".
Pese a ello, indican los autores, "se convirtió en un excelente estudiante y se interesó especialmente en las artes, en la composición de poesía y en tocar el piano".
De hecho, Eduard entablaba con su padre intensas discusiones sobre música y filosofía, lo cual -Einstein dijo- le demostraba que su hijo "se estaba devanando los sesos en torno a las cosas importantes en la vida".
El ocaso de un amor
A medida que el físico se adentraba cada vez más en su trabajo científico, la relación con Mileva se deterioraba dramáticamente.
Elsa y Einstein eran primos e iniciaron una relación cuando el físico estaba casado con Mileva.
Y, para empeorar la situación, empezó una relación amorosa con su prima, Elsa.
En 1914, la familia se había trasladado a Berlín. Pero, en julio, la amargura en el matrimonio, en gran parte por la actitud despreciativa de Einstein hacia Mileva, la empujó a regresar a Suiza con los niños.
Para 1919, el divorcio era inminente.
De acuerdo con Gutfreund, separarse de sus hijos fue muy difícil para él. Por eso, trató de que su relación con ambos se mantuviera fuerte.
"Era un padre muy cariñoso", señala Rosenkranz.
En los periodos en que la Primera Guerra Mundial se lo permitía, el físico los visitó; los llevaba de vacaciones y cuando "se hicieron lo suficientemente grandes, los invitaba a Berlín a pasar tiempo juntos".
Gran parte de lo que se conoce de la relación del físico con sus hijos es gracias a las decenas de cartas personales que lograron trascender el tiempo.
"Mantuvo una extensa correspondencia con ambos, especialmente con el menor, cuando era adolescente".
El intercambio con Eduard, dice el experto, era de un nivel intelectual muy alto y hasta se criticaban abiertamente por las posiciones que no compartían. Tenían un intercambio constante por escrito.
"Einstein disfrutaba mucho lo que le enviaba", no sólo por sus dotes para la escritura, sino por la profundidad de sus reflexiones.
En 1930, su padre le escribió: "La vida es como andar en bicicleta. Para mantener el equilibrio, debes seguir moviéndote".
La personalidad de Hans, cuenta el experto, era diferente, era más "bajado a la tierra".
"Se inclinaba por lo práctico, por los inventos, por lo técnico" y eso se reflejó en los juegos con su padre.
Años después, Einstein le escribiría no sólo acerca de su teoría y sus intentos por probarla, sino que le daría consejos para conseguir empleo.
El diagnóstico
El menor de los Einstein soñaba con ser psiquiatra y se interesó por las teorías de Sigmund Freud.
Einstein pasó los últimos años de su vida en Estados Unidos, lejos de su hijo Eduard, a quien no volvió a ver en muchos años.
Estudiaba medicina, cuando, en 1932, tuvo que ser hospitalizado en una clínica psiquiátrica en Suiza.
En 1933, con 22 años, se le diagnosticó esquizofrenia.
"Eso le dolió profundamente a Einstein", cuenta Gutfreund. "Al más refinado de mis hijos, al que realmente consideraba de mi propia naturaleza, le sobrevino una enfermedad mental incurable", escribiría tiempo después, según el diario The Guardian.
En 1933, ante la amenaza del ascenso del nazismo en Alemania, el científico fue presionado para abandonar el país y embarcarse hacia Estados Unidos.
"Poco antes de su partida" -cuentan Calaprice, Kennefick y Schulmann- "Einstein hizo lo que se convertiría en su última visita" al lugar donde se encontraba Eduard.
"Padre e hijo no se volverían a ver".
Un triste final
Si bien Mileva se encargó de su cuidado en el hogar, Eduard tuvo que pasar temporadas en un centro psiquiátrico, especialmente cuando los síntomas empeoraban y, en particular, cuando ella se enfermó gravemente.
A Einstein le gustaba tocarle el violín a sus hijos.
Tras su muerte, en 1948, se nombró un guardián legal (que Einstein pagaba) para que hiciera las gestiones correspondientes cuando era necesaria su internación.
"No creo que durante esos años haya habido correspondencia (entre padre e hijo)", indica Rosenkranz.
De acuerdo con Isaacson, a Eduard no se le permitía emigrar a Estados Unidos por ser un paciente con un trastorno mental.
Pasó sus últimos años confinado en una clínica psiquiátrica.
Murió de un accidente cerebrovascular en 1965, a los 55 años.
III
Hans Albert, un pionero
El segundo hijo de Einstein estudió Ingeniería Civil en la Escuela Politénica Federal de Zúrich.
La relación de Einstein y Hans Albert tuvo momentos de tensión. Aquí se les ve en 1927.
En una carta, de 1924, su padre no ocultaba su orgullo por los resultados de sus exámenes, que lo ubicaron de primero: "Mi Albert se ha convertido en un hombre capaz e íntegro".
Se graduó en 1926 y en 1936, obtuvo el título de doctor en Ciencias Técnicas.
"Su tesis doctoral (…) es el trabajo definitivo sobre el transporte de sedimentos aceptado por ingenieros y científicos de todo el mundo", señala una breve biografía de la Universidad de California.
En 1938 y por consejo de su padre, el ingeniero emigró a Estados Unidos y continuó con sus estudios sobre transporte de sedimentos.
En el libro Hans Albert Einstein: His Life as a Pioneering Engineer (Hans Albert Einstein: Su vida como ingeniero pionero), Robert Ettema y Cornelia Mutel se adentran en el "trabajo de un hombre y su búsqueda por comprender y desentrañar las complejidades de los ríos".
"La ecuación E=mc² de Albert Einstein le dio forma a todo el siglo XX": Christophe Galfard, discípulo de Stephen Hawking "Hans Albert desarrolló conocimientos teóricos y métodos prácticos que ayudaron a sentar las bases para nuestra comprensión actual de cómo el agua que fluye transporta los sedimentos", indican los autores.
En 1988, la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles (ASCE) creó el premio Hans Albert Einstein Award para reconocer las contribuciones en ese campo.
Simon Winchester, en su obra The End of The River, destaca el rol clave de Hans en la construcción de la "poderosa estructura" que mantiene bajo control el imponente río Mississippi.
El profesor admirado
A su llegada a Estados Unidos, Hans trabajó en la Estación Experimental Agrícola de Carolina del Sur y, posteriormente, en el Departamento de Agricultura.
Después se dedicaría a la enseñanza de la ingeniería hidráulica en la Universidad de California, Berkeley.
"Poseía la rara combinación de un científico investigador altamente competente, un magnífico ingeniero en ejercicio y un excelente maestro", señala esa casa de estudios.
"El profesor Einstein fue extremadamente generoso con su tiempo, ya sea en conferencias con sus muchos estudiantes de posgrado, enseñando por períodos breves en universidades extranjeras o asesorando a países de todo el mundo sobre soluciones a problemas críticos de sedimentación".
Y es que Hans ejerció "una gran influencia en el desarrollo científico de la hidráulica de los sedimentos" en otros países.
Por qué Einstein tuvo que esperar a que un eclipse confirmara su teoría de la relatividad En una carta que le envió a su hijo en 1954, Albert Einstein elogió que hubiese heredado "la característica principal de mi propio carácter: la capacidad de elevarse por encima de la mera existencia dedicándose persistentemente a lo mejor de su capacidad para lograr una meta impersonal".
De hecho, Ettema y Mutel reflexionan sobre cómo, pese a trabajar en diferentes campos de la ciencia, padre e hijo coincidieron "en una frontera científica".
"Esta circunstancia compartida enriqueció su relación".
Desacuerdos
Y es que la relación de Einstein con sus hijos tuvo altibajos y si bien en algunas cartas se mostraba cariñoso, en otras los criticaba y era frío.
Elsa y Einstein hicieron varios viajes juntos.
"Hubo periodos difíciles, pero también buenos, como sucede en todas las familias", señala Rosenkranz.
"Tuvo algunos conflictos con Hans Albert".
Por ejemplo, cuando el adolescente le contó que había decidido estudiar ingeniería, la reacción del físico fue de rechazo.
Años después, surgiría otro desencuentro: "Al principio, Einstein no aprobaba la mujer con la que se quería casar".
Y no era el único. Mileva también la objetaba.
Pero Hans los desafió y contrajo matrimonio en 1927 con la filóloga Frieda Knecht, quien era nueve años mayor que él.
"Einstein se reconcilió con la decisión de su hijo" y le dio la bienvenida a la nueva integrante de la familia, quien le dio tres nietos.
El eclipse que confirmó la teoría de la relatividad hace 100 años (y convirtió a Einstein en una celebridad) Aunque se visitaron y estaban en contacto, cuenta Gutfreund, la relación entre padre e hijo en Estados Unidos no era muy cercana, en parte por el elemento geográfico: Hans se encontraba en la costa oeste y Einstein en la costa este, en Princeton.
"Además, Einstein ya había formado su segunda familia", recuerda el experto.
El físico se había casado con Elsa y ambos vivían con las dos hijas que ella tuvo en un matrimonio anterior.
Hans, quien tras la muerte de Frieda se casó con la bioquímica Elizabeth Roboz, murió en 1973, después de sufrir un infarto. Tenía 69 años.
IV
Ser hijo de Albert Einstein
En una oportunidad, evoca Isaacson, Einstein le dijo a Mileva que "sus dos hijos eran la mejor parte de su vida interior, un legado que se mantendría después de que el reloj de su propio cuerpo se desgastara".
Ser hijo del hombre que cambió nuestra percepción del Universo debió haber tenido sus complejidades.
El mismo Eduard lo escribió: "A veces es difícil tener un padre tan importante porque uno se siente tan poco importante".
Cuando a Hans, quien nació un año antes de que su padre publicara la Teoría especial de la relatividad, le preguntaron qué se sentía ser el hijo de un científico tan famoso, respondió:
"Habría sido desesperante si no hubiera aprendido a reírme de la molestia, desde la infancia" y procedió a explicar lo que hacía a su padre como "extraordinario".
Einstein, el padre
Dependiendo de las fuentes que se consulten y de los fragmentos de cartas que se lean, se puede divisar una o varias imágenes de Albert Einstein como padre.
La biografía de Einstein escrita por Walter Isaacson es considerada una de las más completas. A través de sus páginas podemos conocer a los hijos del genio.
Pero aun así es difícil tener un retrato completo y claro.
Gutfreund, quien fue presidente de la Universidad Hebrea de Jerusalén, cuenta que cuando "la colección de sus documentos" llegó a esa institución, había unas 1.500 cartas privadas.
Margot, una de las hijas de Elsa había pedido que se dieran a conocer después de que transcurrieran 20 años de su muerte. Murió en 1986.
De acuerdo con el profesor emérito, esos documentos muestran a un Einstein "más cálido, más humano, más cariñoso" que el que había trascendido.
Aunque la relación con Mileva se había deteriorado, "se puede encontrar una correspondencia hermosa y muy interesante entre un padre amoroso y sus hijos".
Con los años, el físico reconoció la "devoción" de su primera esposa hacia sus hijos y lo bien que los había criado.
"No creo que se viera a sí mismo como un gran marido. Yo creo que él sintió que había hecho un mejor trabajo como padre, que como esposo", reflexiona Rosenkranz.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-55711651
miércoles, 17 de marzo de 2021
"En México podías ser libre. A ellos no les importaba de qué color fuera tu piel": la poco conocida historia de la ruta de escape de los esclavos estadounidenses hacia el sur
Para los esclavos estadounidenses México representó la libertad y la promesa de una vida mejor.
Entre 1821 y 1865, miles de afroestadounidenses esclavizados cruzaron el río Bravo para buscar un futuro distinto.
Sus historias y las de aquellos que les dieron una mano, sin embargo, permanecieron enterradas en el olvido hasta hace poco.
A diferencia de lo que ocurre con el llamado "ferrocarril subterráneo" -la red clandestina organizada por los abolicionistas en el siglo XIX para ayudar a los esclavos a escapar hacia los estados del norte del país y Canadá-, cuya historia se enseña a los estudiantes de bachillerato en EE.UU., la ruta hacia el sur ha permanecido ignorada a ambos lados del río Bravo.
"El concepto es el mismo que el del 'ferrocarril subterráneo' al norte, lo diferente es que en la ruta hacia México no existía una red tan organizada y no había tanta gente disponible para ayudar a los esclavos", dice Roseann Bacha-Garza, quien encabeza el programa de historia y arqueología comunitaria (CHAPS, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Texas Rio Grande Valley, a BBC Mundo.
Pese a todo, lo ocurrido en esta vía de escape no fue menor y distintos historiadores estiman que entre 5.000 y 10.000 esclavos lograron cruzar hacia México entre 1821 y 1865.
"En México podías ser libre"
La reconstrucción de este episodio de la historia entre México y Estados Unidos no ha sido fácil, en gran medida, por la falta de registros.
Los propietarios de haciendas publicaban en la prensa de la época avisos ofreciendo recompensa por la captura de los esclavos fugados.
"Las fugas eran clandestinas y había escuadrones contratados por los esclavistas para perseguir a las personas que huían hacia México, por lo que estas muchas veces querían mantenerse en el anonimato cuando cruzaban al lado mexicano", explica María Camila Díaz Casas, quien hizo su tesis doctoral sobre este tema en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México y ahora es profesora de la Universidad Javeriana de Colombia.
Pese a estas limitaciones, la historia sobre la existencia de la ruta hacia el sur se ha ido reconstruyendo gracias a los materiales dispersos de las comunidades locales, los registros de la prensa de la época -en cuyas páginas los esclavistas publicaban avisos ofreciendo recompensa a quien les ayudara a recapturar a los huidos- y los testimonios que pudieron recabarse en las décadas de 1930 y de 1940 de antiguos esclavos estadounidenses como parte del llamado Proyecto Federal de Escritores.
Uno de estos testimonios corresponde a Felix Haywood, quien residía en San Antonio (Texas) cuando fue entrevistado en 1941, a los 92 años de edad, y ofrece una idea clara de la visión que los antiguos esclavos aún conservaban de México.
"En ocasiones alguien llegaba y nos animaban a escapar hacia el norte para conseguir la libertad. Nosotros nos reíamos de ello. No había razón para huir hacia el norte, todo lo que teníamos que hacer era caminar, pero caminar hacia el sur, donde obtendríamos la libertad tan pronto cruzáramos el río Grande (río Bravo)", narra Haywood.
"En México podías ser libre. A ellos no les importaba de qué color fuera tu piel: negra, blanca, amarilla o azul. Cientos de esclavos huyeron hacia México y les fue bien. Supimos de ellos y que se hicieron mexicanos. Criaban a sus hijos para que hablaran sólo mexicano", agrega.
Felix Haywood, un antiguo esclavo que residía en Texas, contó cómo para ellos México representaba la libertad.
Bacha-Garza explica que muchos esclavos sabían cómo llegar a México porque parte de su trabajo era acompañar los cargamentos de algodón desde las plantaciones en Texas hasta los mercados en localidades como Brownsville o Matamoros.
"Esos esclavos conocían las rutas y cómo llegar al río. Se daban cuenta cuán fácil sería cruzar y conseguir la libertad en México", señala la historiadora.
Según el testimonio de Sallie Wroe, quien nació como esclava en una plantación cercana a Austin (Texas), eso fue lo que hizo su padre y tres de sus tíos cuando llegaron hasta el río Bravo conduciendo carretas cargadas de algodón, que el dueño de la hacienda iba a vender en Brownsville.
La antigua esclava Sallie Wroe contó cómo su padre y sus tíos huyeron a México flotando sobre pacas de algodón.
"Papi y los otros dejaron las carretas en la orilla del río, lanzaron una paca de algodón al río y los cuatro se montaron sobre ella, remando con palos a través del río hasta México. Eso fue durante la guerra. Papi regresó con nosotros después de la libertad y dijo que le había ido bien en México. Aprendió a hablar igual que ellos", contó a los investigadores del Proyecto Federal de Escritores.
Una ruta peligrosa
Aunque la mayor parte de los afroestadounidenses esclavizados que huyeron hacia México procedían de Texas, la idea de hallar la libertad al otro lado de la frontera sur viajó mucho más allá.
La historiadora estadounidense María Hammack ha encontrado historias de individuos que cruzaron el río Bravo procedentes de estados próximos como Luisiana y de otros más lejanos como Misisipi, Alabama y Carolina del Norte.
Bacha-Garza explica que aunque aquella frontera no estaba ni remotamente tan resguardada como la actual y que incluso el río podía cruzarse a caballo en unos pocos puntos.
De todas formas, era un recorrido difícil debido al clima excesivamente caliente durante gran parte del año, a la presencia abundante de animales peligrosos como serpientes y escorpiones, y a la falta de agua y de sombra para aliviarse del sol inclemente.
Mapa que muestra los estados de donde provenían los esclavos que cruzaron hasta México a través de Texas. Además, debían evitar los caminos principales y cuidarse de los cazarrecompensas que recorrían la zona en busca de esclavos fugitivos.
"Era muy difícil para ellos, pero estaban motivados por la libertad que podían conseguir en México y por el hecho de que México no iba a devolverlos a Estados Unidos. Ese era el tema principal", señala Bacha-Garza.
Apoyos en la ruta al sur
Los esclavos encontraron varios aliados en su camino hacia la libertad. Entre estos, los historiadores mencionan a inmigrantes alemanes que mostraron gran empatía por los fugitivos. En las décadas de 1830 y de 1840, los colonos germanos se convirtieron en una de las comunidades de migrantes más importantes de Texas.
Otro grupo de apoyo importante fueron los tejanos-mexicanos (aquellos que residían en Texas desde que ese territorio formaba parte de México), así como otros mexicanos que migraron a EE.UU. después para trabajar en las haciendas como peones.
"Muchos de estos peones mexicanos, sobre todo a partir de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, migran hacia Texas y empiezan a trabajar en los ranchos, coexistiendo con frecuencia con los esclavizados", indica Díaz Casas.
"Entonces, allí se empieza a crear también una serie de asociaciones entre mexicanos y esclavizados que la prensa de Texas denuncia con mucho terror y uno puede ver, por ejemplo, mucho avisos que ofrecen recompensa para recapturar a fugitivos que dicen que se fugaron con un mexicano o que fueron guiados por unos mexicanos, o que los mexicanos los instigaron a fugarse", agrega.
El rancho de los Jackson contaba con un muelle con acceso directo al río Bravo y también con una iglesia que todavía sigue en pie.
La Comisión de Historia de Texas ha reconocido el legado de Nathaniel Jackson y de su esposa Mathilda Hicks, incluyendo la ayuda que prestaban a los esclavos fugitivos.
La experta señala que esta asociación entre esclavizados y peones mexicanos derivó en la estigmatización de estos últimos. Considera que este puede ser un factor que ayudó al nacimiento de un sentimiento antimexicano en Texas.
Más allá de estos apoyos, las investigaciones de Roseann Bacha-Garza en la última década han logrado ayudar a identificar a personas que brindaron apoyo a esclavos en EE.UU. a huir hacia México.
Se trata de dos familias de raza mixta: los Jackson y los Webber, encabezadas por un marido blanco y una esposa negra -una esclava emancipada-, que se establecieron en la orilla estadounidense del río Bravo en la década de 1850, después del fin de la guerra entre México y Estados Unidos, que convirtió esa vía fluvial en la nueva delimitación entre ambos países.
"Ellos se trasladaron hasta la frontera y decidieron quedarse en el lado estadounidense y compraron tierras. Se asimilaron en la sociedad -que no era muy poblada- cambiando sus nombres y aprendiendo las costumbres y el idioma. Así, por ejemplo, John Ferdinand Webber se convirtió en Juan Fernando Webber y su hija Sarah Jane pasó a llamarse Juanita Webber. Ellos estaban muy felices de mezclarse con la comunidad", indica la experta.
Webber estableció una relación con la esclava de un vecino, Sylvia Hector, con quien tuvo tres hijos antes de poder comprar su libertad en 1834.
"En total llegaron a tener 11 hijos y durante años vivieron bien en Austin (Texas), pero cuando creció la población en la zona también aumentó la animosidad hacia ellos por ser una pareja mixta con hijos mestizos. En 1851, las cosas se pusieron realmente feas para ellos y decidieron bajar hacia México y se establecieron en la frontera", afirma Bacha-Garza.
Nathaniel Jackson y su pareja, Matilda Hicks, viajaron en 1857 con sus hijos desde Alabama hasta el condado de Hidalgo en Texas, intentando huir de la intolerancia frente a las relaciones interraciales. La pareja llegó a tener 10 hijos.
El recorrido, de más de 1.600 kilómetros, lo hicieron en carretas cubiertas y en compañía de 11 afroestadounidenses libres.
Al igual que los Webber, los Jackson adquirieron tierras y establecieron una hacienda junto al río.
En 1853, el rancho de los Webber tenía acceso directo al río Bravo.
Bacha-Garza destaca que ambas familias se desplazaron hacia la frontera huyendo de la intolerancia racial y que las dos haciendas contaban con muelles con embarcaciones que podían usarse para cruzar el río Bravo en cualquier momento, algo que no solamente les permitía ayudar a escapar a los esclavos, sino que también les daba la seguridad de poder huir ellos en caso de necesidad.
Mapa que muestra la ubicación del rancho Webber y del rancho Jackson.
"Entre 1851 y 1865, estas familias dieron abrigo y comida a los esclavos que huían, los aceptaron en su comunidad y los ayudaron a cruzar el río para alcanzar su libertad, aunque algunas de estas personas decidieron no ir hasta México porque se sintieron bien acogidos en estas pequeñas comunidades junto al río y decidieron permanecer del lado estadounidense de la frontera, sabiendo que si venía algún cazarrecompensas siempre podían cruzar y quedarse ocultos del lado mexicano", señala Bacha-Garza.
Al otro lado del río Bravo
Pero ¿Qué pasó con las personas esclavizadas una vez que cruzaron la frontera?
La información que conocen los historiadores indica que entre los antiguos esclavos hubo quienes lograron sumarse a los puestos militares que existían en el norte del país y que en esa época intentaban aumentar sus fuerzas.
"Unirse al ejército mexicano era un forma que tenían los antiguos esclavos de permanecer seguros y contar con un apoyo para vivir, pues tenías alimento y techo asegurado. Puede que no pagaran mucho, pero era una forma de hallar alguna comodidad", precisa Bacha-Garza.
María Camila Díaz Casas señala que se conoce casos de antiguos esclavos estadounidenses que llegaron a convertirse en oficiales del ejército mexicano, aunque advierte que hubo experiencias muy diversas.
"Hubo personas que se instalaron en Tamaulipas y que se volvieron hacendados o dones, que es una designación de importancia política, económica y social. Lograron ser aceptados por la sociedad, vivir bien y tener un capital económico y social que en Estados Unidos les hubiera sido imposible, aunque hubieran sido libres", refiere.
La fuga de esclavos se produjo en una época de tensiones entre México y EE.UU.
"Paralelamente, hubo personas que terminaron trabajando como peones, que en México era prácticamente una forma de esclavitud", agrega.
Tanto entre los que tuvieron más suerte como entre aquellos que no, muchos terminaron regresando a Estados Unidos cuando la guerra civil terminó y la esclavitud fue abolida.
Esclavitud y cálculo político
La fama de tierra de libertad de México entre los esclavos afroestadounidenses se originó en la época en la que este país era una colonia de España. Esto no era del todo ajeno al cálculo político.
Según explica Díaz Casas, desde el siglo XVIII la Corona española comienza a dar refugio a los esclavos fugitivos de las potencias enemigas y a declararlos libres en sus territorios. Entonces, los esclavos de Luisiana intentaban fugarse a Texas para conseguir su libertad.
Al independizarse México en 1821, la esclavitud no es abolida, pero empieza a debilitarse.
Díaz Casas indica que entre 1824 y 1829 empieza a conmemorarse el Día de la Independencia con ceremonias en las que se libera a personas esclavizadas que eran compradas a sus propietarios o que eran donadas por estos para ser liberadas argumentando que se trataba de un asunto de valores patrióticos, por la libertad que había traído la independencia a la patria.
Pero mientras en el sur de México la esclavitud pierde fuelle, en el norte del país está creciendo, pues el gobierno del país -interesado en poblar y proteger la frontera norte- otorga autorizaciones para que colonos estadounidenses se asienten en Texas y puedan establecer una economía basada en la mano de obra esclava.
Esto genera tensiones cuando el presidente Vicente Guerrero declara la abolición de la esclavitud en México en 1829, pero bajo presiones de los colonos se ve forzado a los pocos meses a hacer una excepción para Texas.
La abolición de la esclavitud decretada por el presidente Vicente Guerrero tuvo que permitir una excepción para los colonos anglos de Texas.
El gobierno de Guerrero cae al poco tiempo y la abolición de la esclavitud es declarada inconstitucional en 1831. No obstante, las diferencias ante este tema entre los colonos y el gobierno central marcarán el inicio de la ruta hacia la pérdida de Texas como parte del territorio mexicano.
No será sino hasta 1837, después de la separación de Texas, cuando México elimine definitivamente la esclavitud.
La historia de los esclavos afroestadounidenses que huyeron a México se produjo en una época de tensiones territoriales con Estados Unidos.
Casas Díaz destaca que las autoridades mexicanas nunca aceptaron la devolución o extradición de los antiguos esclavos hacia Estados Unidos y que, en muchas ocasiones, le dieron protección a los fugitivos y no permitieron que los cazarrecompensas que cruzaban la frontera se los llevaran de vuelta.
Sin embargo, considera que estas políticas estaban enmarcadas en un contexto político concreto de definición de la frontera y de construcción de la nación y del Estado mexicano en un contexto de expansión territorial estadounidense.
En todo caso, según la experta, la fuga de esclavos de EE.UU. hacia México es un episodio fundamental en la historia entre ambos países.
"No podríamos comprender cómo se construyó la frontera si no sabemos qué pasó con estas poblaciones y si no entendemos que los esclavizados de origen africano fueron actores que también le dieron forma a esa frontera. Estas fugas estuvieron vinculadas con todos estos momentos tan importantes de la historia de México y Estados Unidos", concluye.
Entre 1821 y 1865, miles de afroestadounidenses esclavizados cruzaron el río Bravo para buscar un futuro distinto.
Sus historias y las de aquellos que les dieron una mano, sin embargo, permanecieron enterradas en el olvido hasta hace poco.
A diferencia de lo que ocurre con el llamado "ferrocarril subterráneo" -la red clandestina organizada por los abolicionistas en el siglo XIX para ayudar a los esclavos a escapar hacia los estados del norte del país y Canadá-, cuya historia se enseña a los estudiantes de bachillerato en EE.UU., la ruta hacia el sur ha permanecido ignorada a ambos lados del río Bravo.
"El concepto es el mismo que el del 'ferrocarril subterráneo' al norte, lo diferente es que en la ruta hacia México no existía una red tan organizada y no había tanta gente disponible para ayudar a los esclavos", dice Roseann Bacha-Garza, quien encabeza el programa de historia y arqueología comunitaria (CHAPS, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Texas Rio Grande Valley, a BBC Mundo.
Pese a todo, lo ocurrido en esta vía de escape no fue menor y distintos historiadores estiman que entre 5.000 y 10.000 esclavos lograron cruzar hacia México entre 1821 y 1865.
"En México podías ser libre"
La reconstrucción de este episodio de la historia entre México y Estados Unidos no ha sido fácil, en gran medida, por la falta de registros.
Los propietarios de haciendas publicaban en la prensa de la época avisos ofreciendo recompensa por la captura de los esclavos fugados.
"Las fugas eran clandestinas y había escuadrones contratados por los esclavistas para perseguir a las personas que huían hacia México, por lo que estas muchas veces querían mantenerse en el anonimato cuando cruzaban al lado mexicano", explica María Camila Díaz Casas, quien hizo su tesis doctoral sobre este tema en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México y ahora es profesora de la Universidad Javeriana de Colombia.
Pese a estas limitaciones, la historia sobre la existencia de la ruta hacia el sur se ha ido reconstruyendo gracias a los materiales dispersos de las comunidades locales, los registros de la prensa de la época -en cuyas páginas los esclavistas publicaban avisos ofreciendo recompensa a quien les ayudara a recapturar a los huidos- y los testimonios que pudieron recabarse en las décadas de 1930 y de 1940 de antiguos esclavos estadounidenses como parte del llamado Proyecto Federal de Escritores.
Uno de estos testimonios corresponde a Felix Haywood, quien residía en San Antonio (Texas) cuando fue entrevistado en 1941, a los 92 años de edad, y ofrece una idea clara de la visión que los antiguos esclavos aún conservaban de México.
"En ocasiones alguien llegaba y nos animaban a escapar hacia el norte para conseguir la libertad. Nosotros nos reíamos de ello. No había razón para huir hacia el norte, todo lo que teníamos que hacer era caminar, pero caminar hacia el sur, donde obtendríamos la libertad tan pronto cruzáramos el río Grande (río Bravo)", narra Haywood.
"En México podías ser libre. A ellos no les importaba de qué color fuera tu piel: negra, blanca, amarilla o azul. Cientos de esclavos huyeron hacia México y les fue bien. Supimos de ellos y que se hicieron mexicanos. Criaban a sus hijos para que hablaran sólo mexicano", agrega.
Felix Haywood, un antiguo esclavo que residía en Texas, contó cómo para ellos México representaba la libertad.
Bacha-Garza explica que muchos esclavos sabían cómo llegar a México porque parte de su trabajo era acompañar los cargamentos de algodón desde las plantaciones en Texas hasta los mercados en localidades como Brownsville o Matamoros.
"Esos esclavos conocían las rutas y cómo llegar al río. Se daban cuenta cuán fácil sería cruzar y conseguir la libertad en México", señala la historiadora.
Según el testimonio de Sallie Wroe, quien nació como esclava en una plantación cercana a Austin (Texas), eso fue lo que hizo su padre y tres de sus tíos cuando llegaron hasta el río Bravo conduciendo carretas cargadas de algodón, que el dueño de la hacienda iba a vender en Brownsville.
La antigua esclava Sallie Wroe contó cómo su padre y sus tíos huyeron a México flotando sobre pacas de algodón.
"Papi y los otros dejaron las carretas en la orilla del río, lanzaron una paca de algodón al río y los cuatro se montaron sobre ella, remando con palos a través del río hasta México. Eso fue durante la guerra. Papi regresó con nosotros después de la libertad y dijo que le había ido bien en México. Aprendió a hablar igual que ellos", contó a los investigadores del Proyecto Federal de Escritores.
Una ruta peligrosa
Aunque la mayor parte de los afroestadounidenses esclavizados que huyeron hacia México procedían de Texas, la idea de hallar la libertad al otro lado de la frontera sur viajó mucho más allá.
La historiadora estadounidense María Hammack ha encontrado historias de individuos que cruzaron el río Bravo procedentes de estados próximos como Luisiana y de otros más lejanos como Misisipi, Alabama y Carolina del Norte.
Bacha-Garza explica que aunque aquella frontera no estaba ni remotamente tan resguardada como la actual y que incluso el río podía cruzarse a caballo en unos pocos puntos.
De todas formas, era un recorrido difícil debido al clima excesivamente caliente durante gran parte del año, a la presencia abundante de animales peligrosos como serpientes y escorpiones, y a la falta de agua y de sombra para aliviarse del sol inclemente.
Mapa que muestra los estados de donde provenían los esclavos que cruzaron hasta México a través de Texas. Además, debían evitar los caminos principales y cuidarse de los cazarrecompensas que recorrían la zona en busca de esclavos fugitivos.
"Era muy difícil para ellos, pero estaban motivados por la libertad que podían conseguir en México y por el hecho de que México no iba a devolverlos a Estados Unidos. Ese era el tema principal", señala Bacha-Garza.
Apoyos en la ruta al sur
Los esclavos encontraron varios aliados en su camino hacia la libertad. Entre estos, los historiadores mencionan a inmigrantes alemanes que mostraron gran empatía por los fugitivos. En las décadas de 1830 y de 1840, los colonos germanos se convirtieron en una de las comunidades de migrantes más importantes de Texas.
Otro grupo de apoyo importante fueron los tejanos-mexicanos (aquellos que residían en Texas desde que ese territorio formaba parte de México), así como otros mexicanos que migraron a EE.UU. después para trabajar en las haciendas como peones.
"Muchos de estos peones mexicanos, sobre todo a partir de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, migran hacia Texas y empiezan a trabajar en los ranchos, coexistiendo con frecuencia con los esclavizados", indica Díaz Casas.
"Entonces, allí se empieza a crear también una serie de asociaciones entre mexicanos y esclavizados que la prensa de Texas denuncia con mucho terror y uno puede ver, por ejemplo, mucho avisos que ofrecen recompensa para recapturar a fugitivos que dicen que se fugaron con un mexicano o que fueron guiados por unos mexicanos, o que los mexicanos los instigaron a fugarse", agrega.
El rancho de los Jackson contaba con un muelle con acceso directo al río Bravo y también con una iglesia que todavía sigue en pie.
La Comisión de Historia de Texas ha reconocido el legado de Nathaniel Jackson y de su esposa Mathilda Hicks, incluyendo la ayuda que prestaban a los esclavos fugitivos.
La experta señala que esta asociación entre esclavizados y peones mexicanos derivó en la estigmatización de estos últimos. Considera que este puede ser un factor que ayudó al nacimiento de un sentimiento antimexicano en Texas.
Más allá de estos apoyos, las investigaciones de Roseann Bacha-Garza en la última década han logrado ayudar a identificar a personas que brindaron apoyo a esclavos en EE.UU. a huir hacia México.
Se trata de dos familias de raza mixta: los Jackson y los Webber, encabezadas por un marido blanco y una esposa negra -una esclava emancipada-, que se establecieron en la orilla estadounidense del río Bravo en la década de 1850, después del fin de la guerra entre México y Estados Unidos, que convirtió esa vía fluvial en la nueva delimitación entre ambos países.
"Ellos se trasladaron hasta la frontera y decidieron quedarse en el lado estadounidense y compraron tierras. Se asimilaron en la sociedad -que no era muy poblada- cambiando sus nombres y aprendiendo las costumbres y el idioma. Así, por ejemplo, John Ferdinand Webber se convirtió en Juan Fernando Webber y su hija Sarah Jane pasó a llamarse Juanita Webber. Ellos estaban muy felices de mezclarse con la comunidad", indica la experta.
Webber estableció una relación con la esclava de un vecino, Sylvia Hector, con quien tuvo tres hijos antes de poder comprar su libertad en 1834.
"En total llegaron a tener 11 hijos y durante años vivieron bien en Austin (Texas), pero cuando creció la población en la zona también aumentó la animosidad hacia ellos por ser una pareja mixta con hijos mestizos. En 1851, las cosas se pusieron realmente feas para ellos y decidieron bajar hacia México y se establecieron en la frontera", afirma Bacha-Garza.
Nathaniel Jackson y su pareja, Matilda Hicks, viajaron en 1857 con sus hijos desde Alabama hasta el condado de Hidalgo en Texas, intentando huir de la intolerancia frente a las relaciones interraciales. La pareja llegó a tener 10 hijos.
El recorrido, de más de 1.600 kilómetros, lo hicieron en carretas cubiertas y en compañía de 11 afroestadounidenses libres.
Al igual que los Webber, los Jackson adquirieron tierras y establecieron una hacienda junto al río.
En 1853, el rancho de los Webber tenía acceso directo al río Bravo.
Bacha-Garza destaca que ambas familias se desplazaron hacia la frontera huyendo de la intolerancia racial y que las dos haciendas contaban con muelles con embarcaciones que podían usarse para cruzar el río Bravo en cualquier momento, algo que no solamente les permitía ayudar a escapar a los esclavos, sino que también les daba la seguridad de poder huir ellos en caso de necesidad.
Mapa que muestra la ubicación del rancho Webber y del rancho Jackson.
"Entre 1851 y 1865, estas familias dieron abrigo y comida a los esclavos que huían, los aceptaron en su comunidad y los ayudaron a cruzar el río para alcanzar su libertad, aunque algunas de estas personas decidieron no ir hasta México porque se sintieron bien acogidos en estas pequeñas comunidades junto al río y decidieron permanecer del lado estadounidense de la frontera, sabiendo que si venía algún cazarrecompensas siempre podían cruzar y quedarse ocultos del lado mexicano", señala Bacha-Garza.
Al otro lado del río Bravo
Pero ¿Qué pasó con las personas esclavizadas una vez que cruzaron la frontera?
La información que conocen los historiadores indica que entre los antiguos esclavos hubo quienes lograron sumarse a los puestos militares que existían en el norte del país y que en esa época intentaban aumentar sus fuerzas.
"Unirse al ejército mexicano era un forma que tenían los antiguos esclavos de permanecer seguros y contar con un apoyo para vivir, pues tenías alimento y techo asegurado. Puede que no pagaran mucho, pero era una forma de hallar alguna comodidad", precisa Bacha-Garza.
María Camila Díaz Casas señala que se conoce casos de antiguos esclavos estadounidenses que llegaron a convertirse en oficiales del ejército mexicano, aunque advierte que hubo experiencias muy diversas.
"Hubo personas que se instalaron en Tamaulipas y que se volvieron hacendados o dones, que es una designación de importancia política, económica y social. Lograron ser aceptados por la sociedad, vivir bien y tener un capital económico y social que en Estados Unidos les hubiera sido imposible, aunque hubieran sido libres", refiere.
La fuga de esclavos se produjo en una época de tensiones entre México y EE.UU.
"Paralelamente, hubo personas que terminaron trabajando como peones, que en México era prácticamente una forma de esclavitud", agrega.
Tanto entre los que tuvieron más suerte como entre aquellos que no, muchos terminaron regresando a Estados Unidos cuando la guerra civil terminó y la esclavitud fue abolida.
Esclavitud y cálculo político
La fama de tierra de libertad de México entre los esclavos afroestadounidenses se originó en la época en la que este país era una colonia de España. Esto no era del todo ajeno al cálculo político.
Según explica Díaz Casas, desde el siglo XVIII la Corona española comienza a dar refugio a los esclavos fugitivos de las potencias enemigas y a declararlos libres en sus territorios. Entonces, los esclavos de Luisiana intentaban fugarse a Texas para conseguir su libertad.
Al independizarse México en 1821, la esclavitud no es abolida, pero empieza a debilitarse.
Díaz Casas indica que entre 1824 y 1829 empieza a conmemorarse el Día de la Independencia con ceremonias en las que se libera a personas esclavizadas que eran compradas a sus propietarios o que eran donadas por estos para ser liberadas argumentando que se trataba de un asunto de valores patrióticos, por la libertad que había traído la independencia a la patria.
Pero mientras en el sur de México la esclavitud pierde fuelle, en el norte del país está creciendo, pues el gobierno del país -interesado en poblar y proteger la frontera norte- otorga autorizaciones para que colonos estadounidenses se asienten en Texas y puedan establecer una economía basada en la mano de obra esclava.
Esto genera tensiones cuando el presidente Vicente Guerrero declara la abolición de la esclavitud en México en 1829, pero bajo presiones de los colonos se ve forzado a los pocos meses a hacer una excepción para Texas.
La abolición de la esclavitud decretada por el presidente Vicente Guerrero tuvo que permitir una excepción para los colonos anglos de Texas.
El gobierno de Guerrero cae al poco tiempo y la abolición de la esclavitud es declarada inconstitucional en 1831. No obstante, las diferencias ante este tema entre los colonos y el gobierno central marcarán el inicio de la ruta hacia la pérdida de Texas como parte del territorio mexicano.
No será sino hasta 1837, después de la separación de Texas, cuando México elimine definitivamente la esclavitud.
La historia de los esclavos afroestadounidenses que huyeron a México se produjo en una época de tensiones territoriales con Estados Unidos.
Casas Díaz destaca que las autoridades mexicanas nunca aceptaron la devolución o extradición de los antiguos esclavos hacia Estados Unidos y que, en muchas ocasiones, le dieron protección a los fugitivos y no permitieron que los cazarrecompensas que cruzaban la frontera se los llevaran de vuelta.
Sin embargo, considera que estas políticas estaban enmarcadas en un contexto político concreto de definición de la frontera y de construcción de la nación y del Estado mexicano en un contexto de expansión territorial estadounidense.
En todo caso, según la experta, la fuga de esclavos de EE.UU. hacia México es un episodio fundamental en la historia entre ambos países.
"No podríamos comprender cómo se construyó la frontera si no sabemos qué pasó con estas poblaciones y si no entendemos que los esclavizados de origen africano fueron actores que también le dieron forma a esa frontera. Estas fugas estuvieron vinculadas con todos estos momentos tan importantes de la historia de México y Estados Unidos", concluye.
martes, 16 de marzo de 2021
_- Inventario.
_- INVENTARIO, Por Jacques Prévert.
Una piedra
dos casas
tres ruinas
cuatro sepultureros
un jardín
flores
una rata de albañal
una docena de ostras un limón un pan
un rayo de sol
un escenario marino
seis músicos
una puerta con felpudo
un señor condecorado con la legión de honor
otra rata de albañal
un escultor que esculpe Napoleones
la flor que se llama caléndula
dos enamorados en un gran lecho
un recaudador de impuesto una silla tres pavos
un eclesiástico un forúnculo
una avispa
un riñón flotante
una caballeriza para caballos de carrera un hijo indigno dos frailes dominicos tres langostas un traspuntín
dos rameras un tío Cipriano
una Mater Dolorosa tres padres chochos dos cabras del señor Seguin
un tacón Luis XV
una butaca Luis XVI
un aparador Enrique II dos aparadores Enrique III tres aparadores Enrique IV
un cajón suelto
un ovillo de hilo dos horquillas un señor de edad
una Victoria de Samotracia un contador dos ayudantes de contador un hombre de mundo dos cirujanos tres vegetarianos
un caníbal
una expedición colonial un cabalo entero una media pinta de buena sangre una mosca tsé-tsé
una langosta a la americana un jardín a la francesa
dos patatas a la inglesa
un par de impertinentes un lacayo un huérfano un pulmón de acero
un día de gloria
una semana de bondad
un mes de María
un año terrible
un minuto de silencio
un segundo de descuido
y...
cinco o seis ratas de albañal
un niño que llega llorando a la escuela
un niño que sale riendo de la escuela
una hormiga
dos pedernales
diecisiete elefantes un juez de instrucción en vacaciones sentado en una silla plegadiza
un paisaje con mucha hierba verde
una vaca
un toro
dos bellos amores tres grandes armonios un ternero a la Marengo
un sol de Austerlitz
un sifón de agua de Seltz
un vino blanco con limón
un Pulgarcito un gran perdón un calvario de piedra una escala de cuerda
dos hermas latinas tres dimensiones doce apóstoles mil y una noches treinta y
dos posiciones seis partes del mundo cinco puntos cardinales diez años
de buenos y leales servicios siete pecados capitales dos dedos de la mano diez gotas antes de cada comida treinta días de arresto quince de
ellos en el calabozo cinco minutos de entreacto
y...
muchas ratas de albañal
Una piedra
dos casas
tres ruinas
cuatro sepultureros
un jardín
flores
una rata de albañal
una docena de ostras un limón un pan
un rayo de sol
un escenario marino
seis músicos
una puerta con felpudo
un señor condecorado con la legión de honor
otra rata de albañal
un escultor que esculpe Napoleones
la flor que se llama caléndula
dos enamorados en un gran lecho
un recaudador de impuesto una silla tres pavos
un eclesiástico un forúnculo
una avispa
un riñón flotante
una caballeriza para caballos de carrera un hijo indigno dos frailes dominicos tres langostas un traspuntín
dos rameras un tío Cipriano
una Mater Dolorosa tres padres chochos dos cabras del señor Seguin
un tacón Luis XV
una butaca Luis XVI
un aparador Enrique II dos aparadores Enrique III tres aparadores Enrique IV
un cajón suelto
un ovillo de hilo dos horquillas un señor de edad
una Victoria de Samotracia un contador dos ayudantes de contador un hombre de mundo dos cirujanos tres vegetarianos
un caníbal
una expedición colonial un cabalo entero una media pinta de buena sangre una mosca tsé-tsé
una langosta a la americana un jardín a la francesa
dos patatas a la inglesa
un par de impertinentes un lacayo un huérfano un pulmón de acero
un día de gloria
una semana de bondad
un mes de María
un año terrible
un minuto de silencio
un segundo de descuido
y...
cinco o seis ratas de albañal
un niño que llega llorando a la escuela
un niño que sale riendo de la escuela
una hormiga
dos pedernales
diecisiete elefantes un juez de instrucción en vacaciones sentado en una silla plegadiza
un paisaje con mucha hierba verde
una vaca
un toro
dos bellos amores tres grandes armonios un ternero a la Marengo
un sol de Austerlitz
un sifón de agua de Seltz
un vino blanco con limón
un Pulgarcito un gran perdón un calvario de piedra una escala de cuerda
dos hermas latinas tres dimensiones doce apóstoles mil y una noches treinta y
dos posiciones seis partes del mundo cinco puntos cardinales diez años
de buenos y leales servicios siete pecados capitales dos dedos de la mano diez gotas antes de cada comida treinta días de arresto quince de
ellos en el calabozo cinco minutos de entreacto
y...
muchas ratas de albañal
lunes, 15 de marzo de 2021
La revolución interminable de la Comuna de París. Se cumplen 150 años de una revuelta, todavía objeto de debates y publicaciones, que cambió la historia en solo 72 jornadas
El gran investigador francés de las revoluciones, François Furet, escribió sobre la Comuna de París: “Ningún acontecimiento de la historia reciente de Francia, o de toda su historia, ha provocado un interés tan exagerado en relación con su brevedad”. Fueron solo 72 jornadas, desde el 18 de marzo hasta el 28 de mayo de 1871, cuando los últimos focos de resistencia de los communards fueron aniquilados, en medio de una represión salvaje. Sin embargo, su eco resuena hasta nuestros días. La conmemoración de los 150 años de aquella revolución sobre la que Marx escribió que trató de “asaltar los cielos” no ha estado exenta de polémicas, pero tampoco de novedades literarias y actos oficiales.
Un ejemplo de que la Comuna se mantiene muy viva en la conciencia colectiva francesa es que un libro de 1.400 páginas, titulado La Commune de Paris 1871: Les acteurs, l’événement, les lieux, coordinado por el historiador Michel Cordillot, se agotó en apenas unas semanas, convertido en un insospechado éxito de ventas. “Su relevancia en la historia de Francia es enorme”, explica el investigador estadounidense John Merriman, autor de Masacre. Vida y muerte en la Comuna de París (Siglo XXI) y profesor de la Universidad de Yale. “Sin embargo, resulta interesante que en París, más allá del Muro de los Federados, en el cementerio del Père-Lachaise, prácticamente no haya recuerdos de la Comuna”, señala en una conversación por videoconferencia.
El Muro de los Federados es el lugar donde 147 communards fueron fusilados al final de la llamada Semana sangrienta, cuando las tropas del presidente Adolphe Thiers asesinaron a miles de ciudadanos acusados de haber apoyado la revolución. “La importancia de la represión no es solo por el número de muertos, todavía objeto de debate [algunos historiadores hablan de 6.000, otros elevan la cifra hasta los 30.000]”, sostiene Merriman. “Es relevante porque muchas personas fueron asesinadas solo por el hecho de existir. En mi libro cuento la historia de un obrero detenido por las tropas de Thiers. Le piden que enseñe las manos y cuando comprueban que pertenecen a un trabajador manual, le fusilan allí mismo. Y se conocen muchos casos parecidos”.
Año tras año, aquel paredón centra los homenajes a la Comuna, que en este aniversario se ampliarán a otros lugares de la capital, con 50 eventos y exposiciones organizados por el Ayuntamiento de París, gobernado por la socialista Anne Hidalgo. La oposición ha criticado este despliegue, acusando al consistorio de instrumentalizar la conmemoración por motivos electoralistas. La Comuna tiene, indudablemente, una enorme carga simbólica para la izquierda, pero con el paso de los años el debate ha ido derivando desde la política a la academia. De hecho, en noviembre de 2016 la Asamblea Nacional adoptó una resolución para rehabilitar a las víctimas de la Semana Sangrienta, en la que además consideraba necesario “conocer y difundir mejor los valores republicanos defendidos por los participantes en la Comuna”.
Sin embargo, el edificio más visible de la Comuna, que paradójicamente fue erigido por el régimen que sofocó brutalmente la revolución, no ha sido todavía catalogado monumento nacional por falta de consenso político. Se trata de ese pastelón color merengue que desgraciadamente se ve desde casi todo París: el Sacré Coeur. Pese a ser uno de los edificios icónicos de la capital, no es monumento nacional. El debate sobre su catalogación estaba previsto para este año, pero ha sido aplazado hasta 2022 para tratar de llegar a un acuerdo. “La historia de la Comuna, asociada durante mucho tiempo a una interpretación decididamente militante, se ha renovado en Francia en los últimos años”, explica la historiadora Laure Gaudineau, profesora en la Universidad París Norte y autora, entre otros ensayos, de La Commune expliquée en images. “Sin embargo, los recientes enfrentamientos en el Ayuntamiento de París entre la oposición y la mayoría han demostrado la rápida reactivación de estas memorias enfrentadas. El tema parece menos controvertido, pero quizás eso sea solo en la superficie. Aunque tampoco debemos exagerar la importancia de estas controversias
La Comuna de París estalló el 18 de marzo de 1871, tras la derrota francesa ante Prusia. La capital había padecido, bajo el asedio alemán, una hambruna tremenda, además de constantes bombardeos. Cuando las tropas francesas se rindieron, el pueblo tomó el poder. El 26 de marzo se celebraron elecciones, por las que se eligió un gobierno popular. Su símbolo fue una bandera roja, que inspiró la insignia del movimiento comunista. El 21 de mayo las tropas gubernamentales entraron en París desde Versalles y lanzaron una represión salvaje. Los communards cometieron también crueldades, como el fusilamiento de sacerdotes y prisioneros, y quemaron muchos edificios públicos cuando se supieron derrotados. Como ocurriría pocos años más tarde con el caso Dreyfuss, la Comuna dividió a la sociedad y a los intelectuales franceses. Curiosamente, uno de los críticos más encendidos del movimiento revolucionario fue Émile Zola, quien luego se convertiría en un símbolo de la lucha por la libertad.
Los communards decretaron el control de precios de la comida, expropiaron bienes, entregaron empresas a sus trabajadores… Merriman sostiene que uno de sus anclajes más rotundos con la Francia actual es la reivindicación de la lucha contra la exclusión social: “Se ha hablado de la Comuna como la venganza de los expulsados, de los pobres echados del centro de París por los planes del barón Haussmann y la construcción de los grandes bulevares. Fueron obligados por un decreto imperial de 1852 a abandonar sus casas por una indemnización ridícula. Ahora se habla mucho del desafío de la integración al que se enfrenta Francia, y eso empezó en la Comuna”.
Otro perdurable legado de la Comuna fue su combate por la igualdad entre sexos: hasta entonces ninguna revolución había puesto de una forma tan clara a las mujeres en el centro de la lucha. Estuvieron en las barricadas y en los comités, en el frente y en la política. Junto al escritor y político Jules Vallès, el símbolo máximo de la revolución fue la anarquista Louise Michel, una luchadora que se salvó de la represión, aunque no del exilio. Es raro que haya una manifestación reivindicativa en Francia en la que no aparezca una pancarta con su rostro. De hecho, dio en 2020 el nombre a un barco de rescate de migrantes en el Mediterráneo, financiado por Bansky.
Sobre aquellas mujeres se abatió una leyenda negra: se convirtieron en las “petroleras”, acusadas de haber prendido fuego a los edificios públicos. Sin embargo, no existe ninguna prueba de que participasen más que los hombres en aquel aquelarre. Como explica Godineau: “En una época en la que las mujeres estaban relegadas a la esfera privada, los contrarios a la Comuna denunciaron violentamente su presencia en este movimiento. Las petroleras son una consecuencia de aquello y por eso son representas como unas mujeres ‘desnaturalizadas’. Aunque se trata de una leyenda, la palabra petrolera ha pasado incluso a la lengua francesa para designar a una mujer progresista y reivindicativa”.
Libros para una revolución
Desde su final, la Comuna produjo una enorme bibliografía, sobre todo testimonial. De hecho, una obra que, en 2006, recogía todos los libros sobre aquella revolución ocupaba 600 páginas y tenía 5.000 entradas. Entre los primeros testimonios, destaca el de Prosper Olivier Lissagaray, uno de los dirigentes del movimiento, titulado Historia de la Comuna de París 1871, que acaba de editar Capitán Swing. Lissagaray logró escapar a Londres, como otros dirigentes communards, y allí mantuvo una larga relación con Eleanor Marx, hija de Karl Marx, un gran admirador de la Comuna.
El libro de Merriman sobre la Comuna, Masacre, es el último publicado en castellano sobre la revolución, aunque este verano se editó una novela policiaca ambientada en aquellas semanas, Bajo las llamas (Reservoir Books), de Hervé Le Corre. Pese a ser uno de los primeros grandes acontecimientos fotografiados, junto a la Guerra de Secesión estadounidense, es recordada también por el cuadro de Maximilien Luce, Une rue de Paris en mai 1871, que muestra la represión versallesca, y por dos litografías del impresionista Édouard Manet, también centradas en la violencia política. El gran relato de la Comuna es un tebeo de Jacques Tardi, basado en un libro de Jean Vautrin, El grito del pueblo (Norma Editorial), que refleja lo ocurrido con toda la precisión obsesiva del dibujante francés.
domingo, 14 de marzo de 2021
Enseñar a pensar (La historia del barómetro y el estudiante de física Niels Bohr)
foto de Niels Bohr
Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota: Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leo la pregunta del examen y decía: "Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro".
El estudiante había respondido: "Lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de sus de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.
Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física. Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contesto que tenia muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excuse por interrumpirle y le rogué que continuara.
En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: "Coge el barometro y déjalo caer al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronómetro. Después se aplica la formula altura = 0,5 por g por T al cuadrado. Y así obtenemos la altura del edificio". En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dió la nota más alta.
Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Sí, contestó; éste es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando en la pared la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Éste es un método muy directo. Por supuesto, si lo que quieres es un procedimiento más sofisticado, puedes atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Dado que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la velocidad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad, al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su período de precesión. En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, siguió, la mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo.
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares). Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios sus profesores habían intentado enseñarle a pensar. El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica. Al margen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia, es que LE HABÍAN ENSEÑADO A PENSAR.
Por cierto, para los escépticos: esta historia es absolutamente verídica.
Como todas las historias de esta sección, esta anécdota, enviada por Angelines Prieto, es anónima y muy posiblemente apócrifa, en especial si nos fijamos en esa última línea que defiende la "absoluta veracidad" de la historia pero nos oculta la fuente y la identidad del narrador.Pero, hecha esta salvedad, tampoco importa demasiado: aunque sea pura ficción, su defensa del pensamiento original sigue siendo interesante.
**
Gustavo Mendoza nos informa que la historia tiene autor: se trata de Alexander Calandra. El texto original se puede leer en
http://philosophy.lander.edu/intro/introbook2.1/x874.html, y en él, aparte de otros cambios y añadidos, no aparecen citados los afamados físicos del texto "anónimo".
sábado, 13 de marzo de 2021
75º ANIVERSARIO DEL FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL ¿Qué estamos olvidando en la celebración del fin de la Segunda Guerra Mundial? El historiador británico Keith Lowe invita a reflexionar sobre la manera de recordar la Segunda Guerra Mundial y alerta sobre el carácter divisivo de las últimas conmemoraciones
Celebración en Londres 1945.
Entre los numerosos actos anulados esta primavera debido a la pandemia de coronavirus, hay uno que destaca.
El 75º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, que se conmemora este mes de mayo, iba a ser un acontecimiento verdaderamente internacional. En Berlín habían declarado el 8 de mayo como fiesta nacional y estaba prevista una gran celebración. En Londres iba a haber tres días de festividades, que incluían un desfile de veteranos de guerra por el Mall. En todo el continente se habían planeado miles de fiestas callejeras, conciertos, festivales y servicios religiosos conmemorativos. Casi todo esto ha quedado suprimido.
Para los veteranos y los supervivientes de la guerra, esta habría sido quizá la última oportunidad de participar en una gran celebración de este tipo. El próximo aniversario redondo del Día de la Victoria no se producirá hasta 2025, una fecha en la que ya muy pocos de ellos seguirán estando con nosotros.
Sin embargo, por tristes que sean todas esas cancelaciones, quizá ahora podamos aprovechar para reflexionar sobre nuestra manera de recordar la Segunda Guerra Mundial. En los últimos años, las conmemoraciones se han vuelto divisivas y dañinas.
El año pasado, en la conmemoración del Día-D en Portsmouth, hubo que levantar un muro de acero alrededor del espacio reservado a los actos, porque a los organizadores les preocupaba que fueran activistas a manifestarse contra Donald Trump. A Vladimir Putin ni le invitaron, y la reacción de las autoridades rusas ante el desprecio fue decir que, de todas formas, el Día D no era digno de conmemoración, porque, a esas alturas de la guerra, los héroes rusos ya habían ganado todas las batallas verdaderamente importantes.
También en otras partes de Europa ha habido tensiones similares que han empañado las celebraciones. El pasado mes de enero, el presidente polaco, Andrzej Duda, desistió de acudir a Jerusalén, a una ceremonia en recuerdo del Holocausto. Le enfadó saber que Putin iba a pronunciar un discurso pero a él no le habían concedido el mismo honor. Putin replicó boicoteando una ceremonia equivalente en Polonia, para conmemorar el 75º aniversario de la liberación de Auschwitz.
El 75º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, que se conmemora este mes de mayo, iba a ser un acontecimiento verdaderamente internacional. En Berlín habían declarado el 8 de mayo como fiesta nacional y estaba prevista una gran celebración. En Londres iba a haber tres días de festividades, que incluían un desfile de veteranos de guerra por el Mall. En todo el continente se habían planeado miles de fiestas callejeras, conciertos, festivales y servicios religiosos conmemorativos. Casi todo esto ha quedado suprimido.
Para los veteranos y los supervivientes de la guerra, esta habría sido quizá la última oportunidad de participar en una gran celebración de este tipo. El próximo aniversario redondo del Día de la Victoria no se producirá hasta 2025, una fecha en la que ya muy pocos de ellos seguirán estando con nosotros.
Sin embargo, por tristes que sean todas esas cancelaciones, quizá ahora podamos aprovechar para reflexionar sobre nuestra manera de recordar la Segunda Guerra Mundial. En los últimos años, las conmemoraciones se han vuelto divisivas y dañinas.
El año pasado, en la conmemoración del Día-D en Portsmouth, hubo que levantar un muro de acero alrededor del espacio reservado a los actos, porque a los organizadores les preocupaba que fueran activistas a manifestarse contra Donald Trump. A Vladimir Putin ni le invitaron, y la reacción de las autoridades rusas ante el desprecio fue decir que, de todas formas, el Día D no era digno de conmemoración, porque, a esas alturas de la guerra, los héroes rusos ya habían ganado todas las batallas verdaderamente importantes.
También en otras partes de Europa ha habido tensiones similares que han empañado las celebraciones. El pasado mes de enero, el presidente polaco, Andrzej Duda, desistió de acudir a Jerusalén, a una ceremonia en recuerdo del Holocausto. Le enfadó saber que Putin iba a pronunciar un discurso pero a él no le habían concedido el mismo honor. Putin replicó boicoteando una ceremonia equivalente en Polonia, para conmemorar el 75º aniversario de la liberación de Auschwitz.
Celebración del Día de la Victoria en los Campos Elíseos de París. GETTY IMAGES
Muchos grupos de víctimas también han empezado a hacer el boicot a este tipo de ceremonias. En Croacia, los serbios, judíos y gitanos se niegan desde hace varios años a asistir a las conmemoraciones del Holocausto, en señal de protesta por el ascenso de la extrema derecha croata. En Hungría y Austria, los grupos judíos hicieron lo mismo en 2014 y 2018, alegando que los populistas de sus respectivos países estaban utilizando las ceremonias para sus propios fines.
El Parlamento Europeo está ya tan preocupado por hechos así que, el pasado septiembre, aprobó una resolución extraordinaria sobre los actos en recuerdo de la guerra. En ella condenaba la tendencia creciente en toda Europa a glorificar a los fascistas, los comunistas y sus numerosos colaboradores en tiempos de guerra. Ahora bien, mientras que responsabilizaba en concreto a las autoridades rusas, el texto no mencionaba a ninguno de los Estados miembros de la UE que han hecho lo mismo.
En semejante atmósfera, no celebrar nada este mes de mayo tal vez no sea mala idea. El Día de la Victoria, confinados en nuestros hogares, quizá deberíamos aprovechar para examinar qué es exactamente lo que estamos recordando y —también muy importante— qué estamos olvidando.
En Gran Bretaña, hoy en día, vemos la guerra como una sencilla batalla entre el bien absoluto y el mal absoluto. Hemos dejado de valorar las difíciles decisiones morales que tuvimos que tomar en el proceso, especialmente en relación con las campañas de bombardeos o nuestro abandono del Este de Europa en 1945.
No todos nuestros veteranos de guerra fueron santos y héroes, como ellos mismos reconocen antes que nadie. El año pasado, durante la conmemoración del Día D, el veterano de guerra británico Harry Bellinge aseguró a un periodista de la BBC que gran parte de lo que se recuerda hoy es, en realidad, “pura palabrería”. “No me den las gracias, y no digan que soy un héroe”, insistió. “Todos los héroes están muertos”.
El veterano estadounidense Leonard Creo estaba de acuerdo. Cuando le entrevisté en Navidades, justo antes de que falleciera, me dijo que las conmemoraciones no le interesaban, porque el culto al heroísmo de la Segunda Guerra Mundial le parecía absurdo. “Vemos una adulación creciente cada día que pasa, porque cada vez somos menos”, explicó. “Pronto sabrán quién es el último. Y entonces le atribuirán todo a un solo tipo que quizá fue cocinero, o administrativo, o lo que fuera”.
Festejos en Nueva York el 8 de mayo de 1945. GETTY IMAGES
En la Europa continental existe también el culto al mártir. En el continente murieron al menos 35 millones de personas, y los recuerdos de la matanza siguen suscitando fuertes sentimientos en todas partes. Pero, también en este caso, no todas las víctimas fueron completamente puras.
Grecia sufrió terriblemente bajo la ocupación alemana. Pero muchos murieron a manos de sus propios compatriotas en la salvaje guerra civil que estalló después.
En Francia, 1944-1945 no fue solo un año de liberación, sino también un periodo de rapado de cabezas y venganza contra los colaboracionistas.
Uno de los países que más sufrió en la guerra fue Ucrania, con uno de cada cinco habitantes muerto. Los partisanos ucranianos ejercieron una resistencia heroica contra los nazis y contra los soviets, pero también llevaron a cabo una campaña asesina contra las minorías polacas y judías. ¿Debemos considerarlos héroes, mártires o monstruos?(1)
Quienes sobrevivieron a 1945 recuerdan la complejidad moral de aquella época. Su generación sabía que la guerra no era algo glorioso, sino algo terrible de lo que ninguna nación salió con sus principios intactos. Ese fue el motivo por el que, a partir de ese año, nuestros abuelos apartaran sus discrepancias para fundar todo un abanico de instituciones mundiales, entre ellas Naciones Unidas y la Unión Europea. Una de esas instituciones —la Organización Mundial de la Salud, creada en 1948— está hoy en primera línea de la lucha contra el coronavirus.
Los próximos meses estarán probablemente entre los más difíciles de los últimos 75 años. Nuestros líderes nacionales ya están comparando la situación actual con la última guerra mundial. Quizá ha llegado el momento de que sigan el ejemplo de nuestros abuelos y aprendan a trabajar unidos una vez más.
Si somos capaces de superar esta crisis con dignidad y cooperación —y, cosa fundamental, sin revivir los viejos resentimientos—, entonces es posible que también nosotros tengamos algo que merezca la pena contar a nuestros nietos.
Keith Lowe es autor de Continente Salvaje: Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Su nuevo libro, Prisoners of History, se publicará en julio. @KeithLoweAuthor.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
https://elpais.com/cultura/2020/05/07/babelia/1588862273_511285.html (1). Lo que no se debe es englobar a todos los ucranios responsabilizándolos por igual a los resistentes nazis como a los que asesinaron a judíos o polacos y colaboraron activamente con los ocupantes nazis. Hay una obligación de diferenciar y distinguir, nunca todos son iguales.
Muchos grupos de víctimas también han empezado a hacer el boicot a este tipo de ceremonias. En Croacia, los serbios, judíos y gitanos se niegan desde hace varios años a asistir a las conmemoraciones del Holocausto, en señal de protesta por el ascenso de la extrema derecha croata. En Hungría y Austria, los grupos judíos hicieron lo mismo en 2014 y 2018, alegando que los populistas de sus respectivos países estaban utilizando las ceremonias para sus propios fines.
El Parlamento Europeo está ya tan preocupado por hechos así que, el pasado septiembre, aprobó una resolución extraordinaria sobre los actos en recuerdo de la guerra. En ella condenaba la tendencia creciente en toda Europa a glorificar a los fascistas, los comunistas y sus numerosos colaboradores en tiempos de guerra. Ahora bien, mientras que responsabilizaba en concreto a las autoridades rusas, el texto no mencionaba a ninguno de los Estados miembros de la UE que han hecho lo mismo.
En semejante atmósfera, no celebrar nada este mes de mayo tal vez no sea mala idea. El Día de la Victoria, confinados en nuestros hogares, quizá deberíamos aprovechar para examinar qué es exactamente lo que estamos recordando y —también muy importante— qué estamos olvidando.
En Gran Bretaña, hoy en día, vemos la guerra como una sencilla batalla entre el bien absoluto y el mal absoluto. Hemos dejado de valorar las difíciles decisiones morales que tuvimos que tomar en el proceso, especialmente en relación con las campañas de bombardeos o nuestro abandono del Este de Europa en 1945.
No todos nuestros veteranos de guerra fueron santos y héroes, como ellos mismos reconocen antes que nadie. El año pasado, durante la conmemoración del Día D, el veterano de guerra británico Harry Bellinge aseguró a un periodista de la BBC que gran parte de lo que se recuerda hoy es, en realidad, “pura palabrería”. “No me den las gracias, y no digan que soy un héroe”, insistió. “Todos los héroes están muertos”.
El veterano estadounidense Leonard Creo estaba de acuerdo. Cuando le entrevisté en Navidades, justo antes de que falleciera, me dijo que las conmemoraciones no le interesaban, porque el culto al heroísmo de la Segunda Guerra Mundial le parecía absurdo. “Vemos una adulación creciente cada día que pasa, porque cada vez somos menos”, explicó. “Pronto sabrán quién es el último. Y entonces le atribuirán todo a un solo tipo que quizá fue cocinero, o administrativo, o lo que fuera”.
Festejos en Nueva York el 8 de mayo de 1945. GETTY IMAGES
En la Europa continental existe también el culto al mártir. En el continente murieron al menos 35 millones de personas, y los recuerdos de la matanza siguen suscitando fuertes sentimientos en todas partes. Pero, también en este caso, no todas las víctimas fueron completamente puras.
Grecia sufrió terriblemente bajo la ocupación alemana. Pero muchos murieron a manos de sus propios compatriotas en la salvaje guerra civil que estalló después.
En Francia, 1944-1945 no fue solo un año de liberación, sino también un periodo de rapado de cabezas y venganza contra los colaboracionistas.
Uno de los países que más sufrió en la guerra fue Ucrania, con uno de cada cinco habitantes muerto. Los partisanos ucranianos ejercieron una resistencia heroica contra los nazis y contra los soviets, pero también llevaron a cabo una campaña asesina contra las minorías polacas y judías. ¿Debemos considerarlos héroes, mártires o monstruos?(1)
Quienes sobrevivieron a 1945 recuerdan la complejidad moral de aquella época. Su generación sabía que la guerra no era algo glorioso, sino algo terrible de lo que ninguna nación salió con sus principios intactos. Ese fue el motivo por el que, a partir de ese año, nuestros abuelos apartaran sus discrepancias para fundar todo un abanico de instituciones mundiales, entre ellas Naciones Unidas y la Unión Europea. Una de esas instituciones —la Organización Mundial de la Salud, creada en 1948— está hoy en primera línea de la lucha contra el coronavirus.
Los próximos meses estarán probablemente entre los más difíciles de los últimos 75 años. Nuestros líderes nacionales ya están comparando la situación actual con la última guerra mundial. Quizá ha llegado el momento de que sigan el ejemplo de nuestros abuelos y aprendan a trabajar unidos una vez más.
Si somos capaces de superar esta crisis con dignidad y cooperación —y, cosa fundamental, sin revivir los viejos resentimientos—, entonces es posible que también nosotros tengamos algo que merezca la pena contar a nuestros nietos.
Keith Lowe es autor de Continente Salvaje: Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Su nuevo libro, Prisoners of History, se publicará en julio. @KeithLoweAuthor.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
https://elpais.com/cultura/2020/05/07/babelia/1588862273_511285.html (1). Lo que no se debe es englobar a todos los ucranios responsabilizándolos por igual a los resistentes nazis como a los que asesinaron a judíos o polacos y colaboraron activamente con los ocupantes nazis. Hay una obligación de diferenciar y distinguir, nunca todos son iguales.
viernes, 12 de marzo de 2021
_- Reseña de Historia secreta de la bomba atómica, de Peter Watson, Barcelona: Crítica 2020, traducción de Amado Diéguez Rodríguez. Secretos desvelados.
_- Lo básico de esta nota: si tienen algún interés por lo sucedido en Los Álamos, seguramente el proyecto político-científico-militar más importante y decisivo de nuestra historia, no se pierdan este ensayo novelado.
Su tema: la historia secreta de la fabricación de la bomba atómica. Su estructura: prólogo, primera parte: “De incógnito. Klaus Fuchs y Niels Bohr” (un capítulo), segunda parte: “Sobreestimar a los alemanes” (quince capítulos), tercera parte: “Vidas paralelas. Klaus Fuchs y Niels Bohr” (ocho capítulos), cuarta parte: “Subestimar a los rusos” (dos capítulos), agradecimientos, notas e índice analítico. Una de las tesis centrales de Watson: “tanto los estadounidenses como los franceses, los alemanes y los británicos cometieron una serie de errores cruciales y contaron una larga serie de mentiras con el resultado de que el mundo entró dando traspiés, o directamente metiendo la pata en la era nuclear, cuando, para colmo, era del todo innecesario” (p. 15).
Historia secreta de la bomba atómica: Cómo se llegó a construir un arma que no se necesitaba eBook: Watson, Peter, Diéguez Rodríguez, Amado: Amazon.es: Tienda Kindle
Peter Watson, autor muy prolífico, trece libros en su haber hasta este momento (Ideas. Historia intelectual de la Humanidad, La gran divergencia, La edad de la nada, Convergencias,…) es historiador y periodista. Se nota. Su Historia secreta… es una excelente historia (periodística) de la ciencia escrita desde una perspectiva marcadamente política, una historia que puede leerse (seguramente esa ha sido la pretensión del autor) casi como una novela policiaca. Si la coges, no la dejas. Te atrapa. Sarah Robey lo expresó así en una reseña publicada en Nature: “Obra meticulosa y con una narrativa que atrapa al lector, bien documentada y en la que diplomacia, ciencia y biografías se dan la mano para contarnos un momento histórico que aún necesitaba que le arrojaran luz”.
Acertado juicio a pesar de las palabras iniciales que abren el ensayo generan alguna zozobra: “Es posible que en toda la historia de la humanidad ninguna idea haya tenido consecuencias más inmediatas y trascendentales que el célebre descubrimiento de Albert Einstein de que E = mc2, esto es, que la materia y la energía son, básicamente, aspectos distintos de un mismo fenómeno. Einstein publicó su teoría de la energía nuclear en mayo de 1905 y la estuvo puliendo y perfeccionando -con ayuda- hasta que en 1917, en mitad de la primera guerra mundial, quedó perfilada del todo. Veintiocho años después -es decir, al cabo de una sola generación-, el 6 y el 9 de agosto de 1945, la destrucción de Hiroshima y Nagasaki con sendas bombas atómicas pondría fin a la segunda guerra mundial». Llamar ‘teoría de la energía nuclear’ a la teoría de la relatividad restringida (la de 1917, es la teoría general) es tan tendencioso como la afirmación ‘la estuvo puliendo y perfeccionando’. El salto científico y tecnológico de lo que pasó en esos años hasta el lanzamiento de las bombas en Hiroshima y Nagasaki parece irrelevante. Exagerando un poco, Watson parece sugerir que Einstein acabó con la segunda guerra mundial con el bagaje de su teoría de 1917. La famosísima ecuación que cita abre la puerta a la existencia y posible uso de una energía nueva y descomunal. Pero, sabido es, que ese camino no lo transitó Einstein (que se dedicó a la cosmología y no a la física cuántica, salvo en el caso del efecto fotoeléctrico de 1905). Hay mucha ciencia y mucha tecnología absolutamente no einsteinianas entre la ecuación de marras (sabiamente comentada y matizada por Álvaro de Rújula) y la bomba atómica.
Sería descortés por mi parte que les revelara (spoiler lo llaman ahora) detalles de la trama atómico-militar descrita por Watson. Sólo les puedo copiar las palabras (algo inexactas) que pueden leer en al contraportada: “Peter Watson, el gran historiador intelectual del siglo XX, nos muestra cómo surgió, y cómo fue desechada por los científicos, la idea de construir un arma nuclear y cómo un pequeño grupo de conspiradores, asentados en el poder, tomó por su cuenta, tal como lo revelan los documento desclasificados en estos últimos años, la decisión de construir y emplear la bomba atómica, que nadie quería realmente y que no era necesaria, contra lo que se dice, para acabar la segunda guerra mundial. El libro de Watson, escrito con su habitual garra narrativa, no solo desvela un pasado desconocido sino que ilumina un presente sujeto todavía a la amenaza nuclear”. No es exacto que toda la comunidad científica rechazara la idea de la construcción de un arma nuclear; tampoco lo es que nadie la quisiera realmente. Watson refuta ambas afirmaciones. Añado: la gran mayoría de las observaciones que se han hecho desde posiciones críticas sobre el proyecto Manhattan no andaban desencaminadas, en absoluto. Se quedaron cortas en muchos aspectos.
Algunos comentarios complementarios (me dejo mucho en el tintero) para incrementar su interés:
1. Todo lo que se ha dicho sobre la grandeza científica y, remarco, política-diplomática de Niels Bohr se ha quedado corto. Un científico concernido que vio mucho más allá que otros en esta historia.
2. Si recuerdan el encuentro Bohr-Heisenberg y la obra de teatro Copenhague de Michael Frayn, la aproximación y la reconstrucción crítica de Watson no les decepcionará.
3. Werner Heisenberg, no solo fue uno de los grandes científicos del siglo XX sino probablemente entre los tres más grandes (Nobel en 1932, a los 31 años) y uno de los grandes físicos-filósofos, comentó años después que si en 1939 un puñado de físicos se hubiera negado a seguir investigando la posibilidad de fabricar armas nucleares, los políticos no habrían podido seguir adelante y la carrera atómica se habría truncado. No está claro que esa afirmación contrafáctica no fuera una forma de autojustificarse (contra el descomunal ego teoricista de Heisenberg, Pauli comentó en una ocasión que “no resultaba difícil imaginar a Heisenberg declarando: “Yo soy capaz de pintar tan bien como Tiziano. Mirad: [un rectángulo, el marco de un cuadro, en blanco]. ¡Sólo faltan los detalles técnicos!”, p. 119).
4. Watson señala que las últimas investigaciones demuestran también que la decisión final de usar la bomba estuvo finalmente en mano de un número reducido de personas. Algunas de ellas se esforzaron por ocultar sus verdaderos motivos. En público defendían lo que tocaba defender (y que fue ampliamente publicitado en revistas con fuerte penetración cultural popular como Reader’s Digest): el lanzamiento de las bombas se había hecho para salvar la vida de muchos norteamericanos y japoneses. Pero no fue eso.
5. Todo lo que han pensado del militarismo y ceguera política del general Leslie Groves, el responsable militar del Proyecto, estaba en lo cierto o se quedaba corto. Sin asomo de autocrítica y sosteniendo barbaridades muchos años después de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki.
6. Sin olvidar ni pretender justificar desde luego la criminal política represiva del estalinismo, no fue Stalin el malo-malísimo de esta película. Watson lo muestra por activa y por pasiva, y cita una afirmación del líder soviético que sigue siendo verdadera en nuestro hoy: “No es fácil pensar en las armas atómicas sin pensar al mismo en el fin del mundo”.
7. Klaus Fuchs es, con diferencia, el científico concernido más interesante de toda esta historia, a la altura de Bohr. Merecería nuestro máximo reconocimiento. Está en el corazón de esta historia donde “se encuentran dos personas, Niels Bohr y Klaus Fuchs, que, cada uno desde un punto de partida muy distinto, anticiparon que la bomba amenazaría con cambiar el mundo de la posguerra [¡y no para bien!] y no se quedaron de brazos cruzados. Uno no consiguió nada, pero el otro sí” (p. 15).
8. Tampoco Szilárd es un personaje menor en la narración de Watson.
No pasen por alto las notas. Hay apuntes y reflexiones interesantes en ellas, todas ellas ubicadas (erróneamente en mi opinión; mejor hubiera sido después de cada capítulo) al final del libro.
El índice analítico es magnífico, extraordinario, de enorme utilidad. A imitarlo.
Watson abre con unas palabras de J. Robert Oppenheimer que explican el comportamiento, la hybris (pensemos por ejemplo, en la actitud de Feynman el día del lanzamiento y en sus reflexiones posteriores), de una buena parte de la comunidad científica, engañada por las autoridades militares y políticas, congregada en Los Álamos: “Cuando te encuentras con algo técnicamente factible, sigues adelante. Luego ya entras en debates, pero solo cuando técnicamente el experimento ha dado sus frutos. Eso es lo que ocurrió con la bomba atómica”.
Un libro a releer, apto para seminarios y para discusiones sobre epistemología y política de la ciencia. Sobre este punto por ejemplo: “En el verano de 1942, los Aliados no tenían ninguna necesidad de embarcarse en la fabricación del arma nuclear, no si el motivo principal para hacerlo era contrarrestar la amenaza nazi, porque, en ese terreno, los nazis no representaban ninguna amenaza”. Pero, en realidad, no fueron los nazis, ya vencidos, ni los japoneses los destinatarios de la bomba.
Fuente: El Viejo Topo, enero de 2021
Por Salvador López Arnal.
Historia secreta de la bomba atómica: Cómo se llegó a construir un arma que no se necesitaba eBook: Watson, Peter, Diéguez Rodríguez, Amado: Amazon.es: Tienda Kindle
Peter Watson, autor muy prolífico, trece libros en su haber hasta este momento (Ideas. Historia intelectual de la Humanidad, La gran divergencia, La edad de la nada, Convergencias,…) es historiador y periodista. Se nota. Su Historia secreta… es una excelente historia (periodística) de la ciencia escrita desde una perspectiva marcadamente política, una historia que puede leerse (seguramente esa ha sido la pretensión del autor) casi como una novela policiaca. Si la coges, no la dejas. Te atrapa. Sarah Robey lo expresó así en una reseña publicada en Nature: “Obra meticulosa y con una narrativa que atrapa al lector, bien documentada y en la que diplomacia, ciencia y biografías se dan la mano para contarnos un momento histórico que aún necesitaba que le arrojaran luz”.
Acertado juicio a pesar de las palabras iniciales que abren el ensayo generan alguna zozobra: “Es posible que en toda la historia de la humanidad ninguna idea haya tenido consecuencias más inmediatas y trascendentales que el célebre descubrimiento de Albert Einstein de que E = mc2, esto es, que la materia y la energía son, básicamente, aspectos distintos de un mismo fenómeno. Einstein publicó su teoría de la energía nuclear en mayo de 1905 y la estuvo puliendo y perfeccionando -con ayuda- hasta que en 1917, en mitad de la primera guerra mundial, quedó perfilada del todo. Veintiocho años después -es decir, al cabo de una sola generación-, el 6 y el 9 de agosto de 1945, la destrucción de Hiroshima y Nagasaki con sendas bombas atómicas pondría fin a la segunda guerra mundial». Llamar ‘teoría de la energía nuclear’ a la teoría de la relatividad restringida (la de 1917, es la teoría general) es tan tendencioso como la afirmación ‘la estuvo puliendo y perfeccionando’. El salto científico y tecnológico de lo que pasó en esos años hasta el lanzamiento de las bombas en Hiroshima y Nagasaki parece irrelevante. Exagerando un poco, Watson parece sugerir que Einstein acabó con la segunda guerra mundial con el bagaje de su teoría de 1917. La famosísima ecuación que cita abre la puerta a la existencia y posible uso de una energía nueva y descomunal. Pero, sabido es, que ese camino no lo transitó Einstein (que se dedicó a la cosmología y no a la física cuántica, salvo en el caso del efecto fotoeléctrico de 1905). Hay mucha ciencia y mucha tecnología absolutamente no einsteinianas entre la ecuación de marras (sabiamente comentada y matizada por Álvaro de Rújula) y la bomba atómica.
Sería descortés por mi parte que les revelara (spoiler lo llaman ahora) detalles de la trama atómico-militar descrita por Watson. Sólo les puedo copiar las palabras (algo inexactas) que pueden leer en al contraportada: “Peter Watson, el gran historiador intelectual del siglo XX, nos muestra cómo surgió, y cómo fue desechada por los científicos, la idea de construir un arma nuclear y cómo un pequeño grupo de conspiradores, asentados en el poder, tomó por su cuenta, tal como lo revelan los documento desclasificados en estos últimos años, la decisión de construir y emplear la bomba atómica, que nadie quería realmente y que no era necesaria, contra lo que se dice, para acabar la segunda guerra mundial. El libro de Watson, escrito con su habitual garra narrativa, no solo desvela un pasado desconocido sino que ilumina un presente sujeto todavía a la amenaza nuclear”. No es exacto que toda la comunidad científica rechazara la idea de la construcción de un arma nuclear; tampoco lo es que nadie la quisiera realmente. Watson refuta ambas afirmaciones. Añado: la gran mayoría de las observaciones que se han hecho desde posiciones críticas sobre el proyecto Manhattan no andaban desencaminadas, en absoluto. Se quedaron cortas en muchos aspectos.
Algunos comentarios complementarios (me dejo mucho en el tintero) para incrementar su interés:
1. Todo lo que se ha dicho sobre la grandeza científica y, remarco, política-diplomática de Niels Bohr se ha quedado corto. Un científico concernido que vio mucho más allá que otros en esta historia.
2. Si recuerdan el encuentro Bohr-Heisenberg y la obra de teatro Copenhague de Michael Frayn, la aproximación y la reconstrucción crítica de Watson no les decepcionará.
3. Werner Heisenberg, no solo fue uno de los grandes científicos del siglo XX sino probablemente entre los tres más grandes (Nobel en 1932, a los 31 años) y uno de los grandes físicos-filósofos, comentó años después que si en 1939 un puñado de físicos se hubiera negado a seguir investigando la posibilidad de fabricar armas nucleares, los políticos no habrían podido seguir adelante y la carrera atómica se habría truncado. No está claro que esa afirmación contrafáctica no fuera una forma de autojustificarse (contra el descomunal ego teoricista de Heisenberg, Pauli comentó en una ocasión que “no resultaba difícil imaginar a Heisenberg declarando: “Yo soy capaz de pintar tan bien como Tiziano. Mirad: [un rectángulo, el marco de un cuadro, en blanco]. ¡Sólo faltan los detalles técnicos!”, p. 119).
4. Watson señala que las últimas investigaciones demuestran también que la decisión final de usar la bomba estuvo finalmente en mano de un número reducido de personas. Algunas de ellas se esforzaron por ocultar sus verdaderos motivos. En público defendían lo que tocaba defender (y que fue ampliamente publicitado en revistas con fuerte penetración cultural popular como Reader’s Digest): el lanzamiento de las bombas se había hecho para salvar la vida de muchos norteamericanos y japoneses. Pero no fue eso.
5. Todo lo que han pensado del militarismo y ceguera política del general Leslie Groves, el responsable militar del Proyecto, estaba en lo cierto o se quedaba corto. Sin asomo de autocrítica y sosteniendo barbaridades muchos años después de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki.
6. Sin olvidar ni pretender justificar desde luego la criminal política represiva del estalinismo, no fue Stalin el malo-malísimo de esta película. Watson lo muestra por activa y por pasiva, y cita una afirmación del líder soviético que sigue siendo verdadera en nuestro hoy: “No es fácil pensar en las armas atómicas sin pensar al mismo en el fin del mundo”.
7. Klaus Fuchs es, con diferencia, el científico concernido más interesante de toda esta historia, a la altura de Bohr. Merecería nuestro máximo reconocimiento. Está en el corazón de esta historia donde “se encuentran dos personas, Niels Bohr y Klaus Fuchs, que, cada uno desde un punto de partida muy distinto, anticiparon que la bomba amenazaría con cambiar el mundo de la posguerra [¡y no para bien!] y no se quedaron de brazos cruzados. Uno no consiguió nada, pero el otro sí” (p. 15).
8. Tampoco Szilárd es un personaje menor en la narración de Watson.
No pasen por alto las notas. Hay apuntes y reflexiones interesantes en ellas, todas ellas ubicadas (erróneamente en mi opinión; mejor hubiera sido después de cada capítulo) al final del libro.
El índice analítico es magnífico, extraordinario, de enorme utilidad. A imitarlo.
Watson abre con unas palabras de J. Robert Oppenheimer que explican el comportamiento, la hybris (pensemos por ejemplo, en la actitud de Feynman el día del lanzamiento y en sus reflexiones posteriores), de una buena parte de la comunidad científica, engañada por las autoridades militares y políticas, congregada en Los Álamos: “Cuando te encuentras con algo técnicamente factible, sigues adelante. Luego ya entras en debates, pero solo cuando técnicamente el experimento ha dado sus frutos. Eso es lo que ocurrió con la bomba atómica”.
Un libro a releer, apto para seminarios y para discusiones sobre epistemología y política de la ciencia. Sobre este punto por ejemplo: “En el verano de 1942, los Aliados no tenían ninguna necesidad de embarcarse en la fabricación del arma nuclear, no si el motivo principal para hacerlo era contrarrestar la amenaza nazi, porque, en ese terreno, los nazis no representaban ninguna amenaza”. Pero, en realidad, no fueron los nazis, ya vencidos, ni los japoneses los destinatarios de la bomba.
Fuente: El Viejo Topo, enero de 2021
Por Salvador López Arnal.
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jueves, 11 de marzo de 2021
Las Misiones Pedagógicas o cómo transmitir la cultura de la ciudad sin colonizar los pueblos.
El catedrático de Teoría e Historia de la Educación en la UNED y secretario de Estado de Educación Alejandro Tiana publica "Las misiones pedagógicas. Educación popular en la Segunda República"
Una tarea de justicia social. Un avance como nunca antes dado en España. Un acercamiento a los pueblos por parte de urbanitas convertidos en meros emisarios de ese mundo que crecía ante las torcidas y trabajadas espaldas del mundo rural. Así es como describe Alejandro Tiana lo que supusieron las Misiones Pedagógicas, cuya andadura se programó al inicio de la Segunda República y que tuvo el final más abrupto posible: un golpe de Estado que echó por tierra este ejercicio educativo y cultural.
Tras él, la dictadura franquista, que hizo todo lo posible por enterrar la experiencia que llevó títeres, representaciones teatrales clásicas, bibliotecas y cursos de formación para el profesorado a decenas de localidades españolas. Con ello, el exilio, encarcelamiento, fusilamiento o depuración de muchos de los misioneros e impulsores del proyecto.
Las misiones pedagógicas. Educación popular en la Segunda República es el título ahora reeditado por Catarata dentro de su colección Relecturas. En la publicación, Tiana recupera la historia de un proyecto tan innovador como necesario que, en cierta forma, ya se venía fraguando desde finales del siglo XIX dada la imperiosa necesidad de alfabetización y culturización de los habitantes rurales. Las Misiones recogen la esencia de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), bien aprehendida y materializada en Manuel Bartolomé Cossío, sucesor de Francisco Giner de los Ríos al frente de la entidad.
“Los promotores de la iniciativa estaban convencidos de que era un riesgo para el desarrollo del país que el campo español, las zonas más alejadas de la ciudad, no tuvieran un desarrollo educativo y cultural importante”, aclara el autor, catedrático de Teoría e Historia de la Educación en la UNED.
El impulso que supuso el advenimiento republicano y su apuesta por la cultura se conjugaron en las Misiones. Su labor cultural se ejemplarizó en diversas actividades que la mayor parte de los habitantes de los pueblos acogían con goce y admiración. El Museo Circulante, con réplicas de las obras pictóricas más emblemáticas de España, el Teatro y Coro del Pueblo, elenco que representaba y cantaba allí por donde pasaba, pero también el cine y los títeres del Retablo de fantoches, son ejemplos que dibujan el método seguido por el Gobierno republicano para acercar la cultura a los pueblos. De la educación formal a la informal, a la popular.
Y pese a que esos ejemplos pueden ser los más llamativos, la actividad más importante de las Misiones Pedagógicas fue la creación y dotación de bibliotecas, tanto en términos de recursos económicos dedicados como de alcance territorial, defiende Tiana. La lectura como motor de cambio, al fin y al cabo. Con todo y con eso, la ilusión que supuso la proclamación de la República en diferentes sectores de la sociedad impulsó que hasta 700 misioneros participaran en la iniciativa durante los cinco años que existió, desde la primera misión a Ayllón (Segovia) en diciembre de 1931 hasta las que se desarrollaban el 18 de julio de 1936.
El autor de la publicación, que también es secretario de Estado de Educación en el Ministerio de Educación y Formación Profesional, resume los motivos de las misiones: por un lado, sensibilizar culturalmente a la España más profunda, pero también llevar los valores republicanos a la España tradicionalista y rural que era esquiva al republicanismo. Para conseguirlo, se puso en marcha todo un equipo de expertos, no solo relacionados con el ámbito cultural, sino también con el pedagógico.
La Comisión Central del Patronato de las Misiones estaba compuesta, entre otros, por Antonio Machado y Pedro Salinas. Ellos y sus compañeros tenían una única meta: “Sugerir, despertar, responder”, tal y como explicita Tiana en el libro en referencia a lo que buscaban producir entre los habitantes de los pueblos. Un objetivo que se centró en la lectura, motivándola, enviando a cada biblioteca unos 100 volúmenes con encuadernación sólida para facilitar su conservación, integrando en su gestión al maestro o maestra del lugar…
Foto: Retablo de Fantoches de las Misiones Pedagógicas en la localidad coruñesa de Malpica el 20 de octubre de 1933. DOMINIO PÚBLICO
Una tarea de justicia social. Un avance como nunca antes dado en España. Un acercamiento a los pueblos por parte de urbanitas convertidos en meros emisarios de ese mundo que crecía ante las torcidas y trabajadas espaldas del mundo rural. Así es como describe Alejandro Tiana lo que supusieron las Misiones Pedagógicas, cuya andadura se programó al inicio de la Segunda República y que tuvo el final más abrupto posible: un golpe de Estado que echó por tierra este ejercicio educativo y cultural.
Tras él, la dictadura franquista, que hizo todo lo posible por enterrar la experiencia que llevó títeres, representaciones teatrales clásicas, bibliotecas y cursos de formación para el profesorado a decenas de localidades españolas. Con ello, el exilio, encarcelamiento, fusilamiento o depuración de muchos de los misioneros e impulsores del proyecto.
Las misiones pedagógicas. Educación popular en la Segunda República es el título ahora reeditado por Catarata dentro de su colección Relecturas. En la publicación, Tiana recupera la historia de un proyecto tan innovador como necesario que, en cierta forma, ya se venía fraguando desde finales del siglo XIX dada la imperiosa necesidad de alfabetización y culturización de los habitantes rurales. Las Misiones recogen la esencia de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), bien aprehendida y materializada en Manuel Bartolomé Cossío, sucesor de Francisco Giner de los Ríos al frente de la entidad.
“Los promotores de la iniciativa estaban convencidos de que era un riesgo para el desarrollo del país que el campo español, las zonas más alejadas de la ciudad, no tuvieran un desarrollo educativo y cultural importante”, aclara el autor, catedrático de Teoría e Historia de la Educación en la UNED.
El impulso que supuso el advenimiento republicano y su apuesta por la cultura se conjugaron en las Misiones. Su labor cultural se ejemplarizó en diversas actividades que la mayor parte de los habitantes de los pueblos acogían con goce y admiración. El Museo Circulante, con réplicas de las obras pictóricas más emblemáticas de España, el Teatro y Coro del Pueblo, elenco que representaba y cantaba allí por donde pasaba, pero también el cine y los títeres del Retablo de fantoches, son ejemplos que dibujan el método seguido por el Gobierno republicano para acercar la cultura a los pueblos. De la educación formal a la informal, a la popular.
Y pese a que esos ejemplos pueden ser los más llamativos, la actividad más importante de las Misiones Pedagógicas fue la creación y dotación de bibliotecas, tanto en términos de recursos económicos dedicados como de alcance territorial, defiende Tiana. La lectura como motor de cambio, al fin y al cabo. Con todo y con eso, la ilusión que supuso la proclamación de la República en diferentes sectores de la sociedad impulsó que hasta 700 misioneros participaran en la iniciativa durante los cinco años que existió, desde la primera misión a Ayllón (Segovia) en diciembre de 1931 hasta las que se desarrollaban el 18 de julio de 1936.
El autor de la publicación, que también es secretario de Estado de Educación en el Ministerio de Educación y Formación Profesional, resume los motivos de las misiones: por un lado, sensibilizar culturalmente a la España más profunda, pero también llevar los valores republicanos a la España tradicionalista y rural que era esquiva al republicanismo. Para conseguirlo, se puso en marcha todo un equipo de expertos, no solo relacionados con el ámbito cultural, sino también con el pedagógico.
La Comisión Central del Patronato de las Misiones estaba compuesta, entre otros, por Antonio Machado y Pedro Salinas. Ellos y sus compañeros tenían una única meta: “Sugerir, despertar, responder”, tal y como explicita Tiana en el libro en referencia a lo que buscaban producir entre los habitantes de los pueblos. Un objetivo que se centró en la lectura, motivándola, enviando a cada biblioteca unos 100 volúmenes con encuadernación sólida para facilitar su conservación, integrando en su gestión al maestro o maestra del lugar…
Aunque los números jamás estarán a la altura de lo vivido durante aquellos años en lugares tan dispares, sí que proporcionan cierta información para comprender lo que supuso la iniciativa. Se pusieron en marcha un total de 188 misiones en más de 900 localidades; el Teatro y Coro del Pueblo realizó 147 viajes, visitando más de 220 municipios; El Museo Circulante se expuso en 176 pueblos; y el servicio de música actuó en otros 73 (sin contar 1935 y 1936, ya que no hay datos al respecto). Además, entre 1932 y 1934 se llevaron a cabo 12 cursos para maestros. En total, 1.300 localidades disfrutaron de la presencia de las Misiones Pedagógicas, un número que casi alcanza los siete millares teniendo en cuenta las 5.522 poblaciones que recibieron bibliotecas por parte del Patronato.
Muchos de estos logros fueron fruto de la solidaridad, pues los misioneros no percibían honorarios por su trabajo. “Hay que verlo desde la perspectiva histórica. Era un tiempo de recursos escasos, hacía poco que se había producido la gran depresión y las limitaciones presupuestarias eran importantes. De todas formas, si hubieran sido algo mantenido durante más tiempo no hubieran sido viables de ese modo”, explica Tiana. Él mismo recalca personalidades que trabajaron en pro de la culturización del campo mediante las Misiones, como Luis Cernuda, Matilde Moliner (hermana de María Moliner), María Zambrano y Alejandro Casona.
“También hubo otros muchos colaboradores importantes procedentes del mundo pedagógico, como maestros, profesores y figuras que colaboraban asiduamente, como los inspectores. Después, el franquismo les condenó al silencio y poco menos que al olvido”, relata el autor. La guerra y la represión que se dio durante y después hizo que mucha documentación se perdiera o no se archivara adecuadamente, por lo que faltan muchos testimonios que podrían aportar información sobre las Misiones, sobre todo en lo referente a 1935 y 1936. “Cuando los sublevados entraban en una localidad arrasaban con lo que podían. Cosas que podrían estar en los ayuntamientos o en otros lugares distinguidos simplemente las quemaron o destruyeron”, apostilla el catedrático de la UNED.
Preguntado por qué se puede aprender a día de hoy de esta experiencia que popularizó el conocimiento científico y la lectura en las zonas más alejadas de las grandes urbes, Tiana responde: “Las Misiones Pedagógicas nos enseñan que se pueden organizar sistemas de desarrollo educativo y cultural en las zonas que lo necesiten pero sin ánimo de colonización. Las Misiones siempre procuraron ser muy respetuosas con el lugar al que iban, porque no se trasladaban a llevarles la cultura de la ciudad, sino a acercársela para que todos pudieran aprender juntos y que el mundo rural también se sintiera orgulloso de su cultura propia”.
“Esa voluntad de acercarse al otro que está en una peor situación, pero sin ánimo de redimirles, sino darles la posibilidad del conocimiento… Ese espíritu es muy interesante, más allá de la experiencia concreta”, puntualiza el escritor. Por otra parte, los misioneros eran conocedores de los grandes problemas que asolaban el mundo rural en España. Antonio Sánchez Barbudo explicitó que “ninguno de los misioneros confundíamos nunca ‘la utopía cultural’ con ‘la justicia social’. Veíamos la pobreza, el atraso, las injusticias, y todo ello nos afectaba mucho, aunque podíamos hacer poco o nada para remediarlo. Estábamos convencidos de la necesidad de radicales reformas. (…) antes que nada en el terreno económico”.
Sea como fuere, y superando los debates que suscitaron en el Congreso de los Diputados sobre su adecuación y utilidad, las Misiones Pedagógicas fueron eso, un acto de justicia social, un valor que no entiende de tiempos ni productividad y que así quedó reflejado en aquellos intensos años en los que miles de personas disfrutaron por primera vez en su vida, por ejemplo, de un gramófono o de una proyección de cine.
Muchos de estos logros fueron fruto de la solidaridad, pues los misioneros no percibían honorarios por su trabajo. “Hay que verlo desde la perspectiva histórica. Era un tiempo de recursos escasos, hacía poco que se había producido la gran depresión y las limitaciones presupuestarias eran importantes. De todas formas, si hubieran sido algo mantenido durante más tiempo no hubieran sido viables de ese modo”, explica Tiana. Él mismo recalca personalidades que trabajaron en pro de la culturización del campo mediante las Misiones, como Luis Cernuda, Matilde Moliner (hermana de María Moliner), María Zambrano y Alejandro Casona.
“También hubo otros muchos colaboradores importantes procedentes del mundo pedagógico, como maestros, profesores y figuras que colaboraban asiduamente, como los inspectores. Después, el franquismo les condenó al silencio y poco menos que al olvido”, relata el autor. La guerra y la represión que se dio durante y después hizo que mucha documentación se perdiera o no se archivara adecuadamente, por lo que faltan muchos testimonios que podrían aportar información sobre las Misiones, sobre todo en lo referente a 1935 y 1936. “Cuando los sublevados entraban en una localidad arrasaban con lo que podían. Cosas que podrían estar en los ayuntamientos o en otros lugares distinguidos simplemente las quemaron o destruyeron”, apostilla el catedrático de la UNED.
Preguntado por qué se puede aprender a día de hoy de esta experiencia que popularizó el conocimiento científico y la lectura en las zonas más alejadas de las grandes urbes, Tiana responde: “Las Misiones Pedagógicas nos enseñan que se pueden organizar sistemas de desarrollo educativo y cultural en las zonas que lo necesiten pero sin ánimo de colonización. Las Misiones siempre procuraron ser muy respetuosas con el lugar al que iban, porque no se trasladaban a llevarles la cultura de la ciudad, sino a acercársela para que todos pudieran aprender juntos y que el mundo rural también se sintiera orgulloso de su cultura propia”.
“Esa voluntad de acercarse al otro que está en una peor situación, pero sin ánimo de redimirles, sino darles la posibilidad del conocimiento… Ese espíritu es muy interesante, más allá de la experiencia concreta”, puntualiza el escritor. Por otra parte, los misioneros eran conocedores de los grandes problemas que asolaban el mundo rural en España. Antonio Sánchez Barbudo explicitó que “ninguno de los misioneros confundíamos nunca ‘la utopía cultural’ con ‘la justicia social’. Veíamos la pobreza, el atraso, las injusticias, y todo ello nos afectaba mucho, aunque podíamos hacer poco o nada para remediarlo. Estábamos convencidos de la necesidad de radicales reformas. (…) antes que nada en el terreno económico”.
Sea como fuere, y superando los debates que suscitaron en el Congreso de los Diputados sobre su adecuación y utilidad, las Misiones Pedagógicas fueron eso, un acto de justicia social, un valor que no entiende de tiempos ni productividad y que así quedó reflejado en aquellos intensos años en los que miles de personas disfrutaron por primera vez en su vida, por ejemplo, de un gramófono o de una proyección de cine.
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miércoles, 10 de marzo de 2021
_- Cómo escribir una carta de agradecimiento. ¿Le preocupa un amigo o un ser querido que puede estar sintiendo la depresión del invierno? Intente escribirles una carta de agradecimiento.
_- Crédito ... Rose Wong
Por Gina Hamadey
Si está buscando hacer que alguien, incluso usted mismo, se sienta mejor durante el duro invierno de la pandemia, considere escribir una carta de agradecimiento. Puede pensar en ello como una nota de agradecimiento un poco más larga y significativa, pero en lugar de agradecer un regalo físico, está dando las gracias por algo que se hizo o dijo.
Hay dos excelentes razones para escribir una carta de agradecimiento: te hará sentir realmente bien y hará que el destinatario se sienta genial. Entre las investigaciones que muestran los beneficios de escribir cartas se encuentra un estudio dirigido por la Universidad de Indiana y publicado en 2016 en la revista Psychotherapy Research y dirigido por la Universidad de Indiana, que evaluó si la escritura de gratitud ayuda a las personas que buscan psicoterapia. Los científicos asignaron al azar a los 293 participantes a tres grupos: los que reciben psicoterapia, los que reciben psicoterapia y participan en la escritura expresiva, o los que reciben psicoterapia y participan en la escritura de cartas de gratitud. Incluso en el estudio pequeño, los participantes del grupo de gratitud informaron una salud mental significativamente mejor que los otros dos grupos, incluso tres meses después de que finalizó el ensayo.
En el extremo de recepción, abrir una carta de agradecimiento se siente incluso mejor de lo que imagina. Amit Kumar, científico social de la Universidad de Texas en Austin, estudia las reacciones de los destinatarios de las cartas de agradecimiento.
"No es que haga que algunas personas se sientan bien y algunas personas se sientan simplemente bien y otras se sientan un poco raras", dijo sobre los hallazgos de su investigación. "Casi todo el mundo dice que se siente realmente, realmente genial".
La principal barrera para expresar gratitud en una carta sentimental, dijo, es la incomodidad percibida. “Parte de la razón por la que hicimos esta investigación, al menos la esperanza, es que alentaremos a la gente a hacer esto con más frecuencia”, dijo Kumar. "Si sabe por la investigación empírica que en realidad no es tan incómodo como cree, y que significará mucho para la persona, tal vez eso pueda ayudarlo a superar ese obstáculo".
Entonces, si estaba esperando el momento adecuado para comenzar a expresar completamente su amor y gratitud, tal vez ese momento sea ahora. He aquí cómo empezar.
Determina el destinatario.
El primer paso es decidir a quién escribir, tal vez un mentor profesional, un familiar que lo apoye o un amigo querido.
Cuando Chris Schembra, autor del libro "Gratitud y pasta: La salsa secreta para la conexión humana", imparte talleres virtuales de gratitud para ejecutivos a través de su empresa, 7:47, comienza con esta pregunta: "Si pudiera dar crédito o gracias a una persona en tu vida a la que no le das suficiente crédito o no le agradeces, ¿quién sería? "Las respuestas varían, dijo; los ejecutivos han mencionado a un exjefe, un maestro de quinto grado y un extraño que salvó una vida.
Nancy Davis Kho, quien en 2019 publicó "The Thank-You Project", un libro sobre su año en el que escribió 50 cartas de agradecimiento, ofrece este ejercicio: "Rápidamente, piense en las cinco personas a las que desea abrazar primero después de la cuarentena". Luego escriba sus nombres, dijo, porque "incluso llevar esa lista es un recordatorio de que no está solo".
Decida su método de escritura de cartas y obtenga sus suministros, como material de oficina o tarjetas de notas.
Las cartas escritas a mano son el estándar de oro porque su escritura es una extensión de usted. Es personal y táctil. Y no permita que la caligrafía desordenada sea un impedimento: nadie espera caligrafía. Pero no hay nada de malo con las letras mecanografiadas; La Sra. Davis Kho prefiere mecanografiar y luego imprimir el suyo. De cualquier manera, el punto es crear un artefacto físico que la persona primero disfrute como sorpresa en el buzón y luego pueda guardarlo como recuerdo.
Piense en su destinatario.
Una vez que haya decidido a quién escribir, piense en esa persona y su papel en su vida. No necesita dedicar mucho tiempo, pero elimine cualquier distracción y concéntrese en algunos de sus recuerdos más preciados de esta persona. Piense en cómo se conocieron, qué ha hecho el destinatario por usted a qué precio, qué dijo la persona que nunca ha olvidado o las formas en que ha aplicado sus consejos en su vida. Anote algunas viñetas o incluso un breve esquema si lo desea, pero no piense demasiado ni se deje atrapar por la planificación. Una carta de agradecimiento no tiene por qué resumir toda su relación ni cubrir todo lo que esta persona significa para usted. Puedes dar las gracias por una sola cosa.
Siéntate y escribe.
Si se siente más cómodo, puede comenzar la carta detallando una razón para comunicarse. La Sra. Davis Kho comenzó sus cartas explicando que era un año de cumpleaños importante para ella y que estaba escribiendo a personas que habían marcado una diferencia en su vida. Se podría decir que se inspiró en este artículo. O puede guardar sus razones para escribir cartas para sí mismo y simplemente comenzar con "gracias".
Piense en su lluvia de ideas y, utilizando detalles evocadores, dígale a la persona por qué está agradecido. Esas podrían ser las palabras exactas que recuerdas que dijo esta persona y dónde estabas cuando las dijo. Agrega cómo te hizo sentir, entonces y ahora. El destinatario puede recordar el evento o el favor al que te refieres, pero la persona probablemente no sepa cómo te hizo sentir (¿Agradecido, probablemente, pero también, quizás, alegre? ¿Seguro? ¿Aliviado? ¿Inspirado?)... Se necesita un poco de valentía, pero escribir con sinceridad y desde el corazón convierte una nota cortés en un recuerdo significativo.
Escribe con tu estilo.
No se preocupe por la elaboración de cada oración así. Estás tratando de entender el significado de las palabras. Si puede, intente escribir como habla. Imagina que la persona está hablando por teléfono: ¿Qué dirías?
Es posible que se vea atrapado en la selección exacta de qué decir. Pero el Sr. Kumar sugirió que recuerde que su destinatario no analizará su elección de palabras.
“Simplemente leen lo que tienes que decir y piensan: 'Esto es realmente bueno'”, dijo. "No están pensando, 'Bueno, ¿cómo podría haber sido mejor?'"
En lugar de escribir una carta tradicional, siéntase libre de escribir una lista con viñetas más informal. A un mentor profesional, podría decirle algo como: "He estado mirando hacia atrás en las etapas de mi carrera y pensando en las personas que tuvieron un impacto. Estás en lo alto de la lista. Aquí hay cinco ocasiones en las que sus consejos marcaron la diferencia ".
Terminar fuerte.
Termine con gratitud y un cumplido. ¿Qué dice este favor o evento sobre la persona? ¿Es indicativo de su generosidad o amabilidad? Dígalo explícitamente. Con el último "gracias", tal vez podría agregar un deseo para el futuro: encontrarse en ese museo que ambos aman o regresar a la ciudad donde se conocieron.
Guarde copias.
Así como su destinatario podría quedarse con la carta, usted también puede hacerlo. Toma una foto o escanea la carta antes de enviarla. La Sra. Davis Kho ha impreso todas sus letras mecanografiadas y las ha encuadernado en un libro. "Cuando me siento mal, el libro me recuerda que he hecho un buen trabajo seleccionando personas", dijo, "y que hay personas ocultas a la vista que mejoran nuestras vidas".
Por Gina Hamadey
Si está buscando hacer que alguien, incluso usted mismo, se sienta mejor durante el duro invierno de la pandemia, considere escribir una carta de agradecimiento. Puede pensar en ello como una nota de agradecimiento un poco más larga y significativa, pero en lugar de agradecer un regalo físico, está dando las gracias por algo que se hizo o dijo.
Hay dos excelentes razones para escribir una carta de agradecimiento: te hará sentir realmente bien y hará que el destinatario se sienta genial. Entre las investigaciones que muestran los beneficios de escribir cartas se encuentra un estudio dirigido por la Universidad de Indiana y publicado en 2016 en la revista Psychotherapy Research y dirigido por la Universidad de Indiana, que evaluó si la escritura de gratitud ayuda a las personas que buscan psicoterapia. Los científicos asignaron al azar a los 293 participantes a tres grupos: los que reciben psicoterapia, los que reciben psicoterapia y participan en la escritura expresiva, o los que reciben psicoterapia y participan en la escritura de cartas de gratitud. Incluso en el estudio pequeño, los participantes del grupo de gratitud informaron una salud mental significativamente mejor que los otros dos grupos, incluso tres meses después de que finalizó el ensayo.
En el extremo de recepción, abrir una carta de agradecimiento se siente incluso mejor de lo que imagina. Amit Kumar, científico social de la Universidad de Texas en Austin, estudia las reacciones de los destinatarios de las cartas de agradecimiento.
"No es que haga que algunas personas se sientan bien y algunas personas se sientan simplemente bien y otras se sientan un poco raras", dijo sobre los hallazgos de su investigación. "Casi todo el mundo dice que se siente realmente, realmente genial".
La principal barrera para expresar gratitud en una carta sentimental, dijo, es la incomodidad percibida. “Parte de la razón por la que hicimos esta investigación, al menos la esperanza, es que alentaremos a la gente a hacer esto con más frecuencia”, dijo Kumar. "Si sabe por la investigación empírica que en realidad no es tan incómodo como cree, y que significará mucho para la persona, tal vez eso pueda ayudarlo a superar ese obstáculo".
Entonces, si estaba esperando el momento adecuado para comenzar a expresar completamente su amor y gratitud, tal vez ese momento sea ahora. He aquí cómo empezar.
Determina el destinatario.
El primer paso es decidir a quién escribir, tal vez un mentor profesional, un familiar que lo apoye o un amigo querido.
Cuando Chris Schembra, autor del libro "Gratitud y pasta: La salsa secreta para la conexión humana", imparte talleres virtuales de gratitud para ejecutivos a través de su empresa, 7:47, comienza con esta pregunta: "Si pudiera dar crédito o gracias a una persona en tu vida a la que no le das suficiente crédito o no le agradeces, ¿quién sería? "Las respuestas varían, dijo; los ejecutivos han mencionado a un exjefe, un maestro de quinto grado y un extraño que salvó una vida.
Nancy Davis Kho, quien en 2019 publicó "The Thank-You Project", un libro sobre su año en el que escribió 50 cartas de agradecimiento, ofrece este ejercicio: "Rápidamente, piense en las cinco personas a las que desea abrazar primero después de la cuarentena". Luego escriba sus nombres, dijo, porque "incluso llevar esa lista es un recordatorio de que no está solo".
Decida su método de escritura de cartas y obtenga sus suministros, como material de oficina o tarjetas de notas.
Las cartas escritas a mano son el estándar de oro porque su escritura es una extensión de usted. Es personal y táctil. Y no permita que la caligrafía desordenada sea un impedimento: nadie espera caligrafía. Pero no hay nada de malo con las letras mecanografiadas; La Sra. Davis Kho prefiere mecanografiar y luego imprimir el suyo. De cualquier manera, el punto es crear un artefacto físico que la persona primero disfrute como sorpresa en el buzón y luego pueda guardarlo como recuerdo.
Piense en su destinatario.
Una vez que haya decidido a quién escribir, piense en esa persona y su papel en su vida. No necesita dedicar mucho tiempo, pero elimine cualquier distracción y concéntrese en algunos de sus recuerdos más preciados de esta persona. Piense en cómo se conocieron, qué ha hecho el destinatario por usted a qué precio, qué dijo la persona que nunca ha olvidado o las formas en que ha aplicado sus consejos en su vida. Anote algunas viñetas o incluso un breve esquema si lo desea, pero no piense demasiado ni se deje atrapar por la planificación. Una carta de agradecimiento no tiene por qué resumir toda su relación ni cubrir todo lo que esta persona significa para usted. Puedes dar las gracias por una sola cosa.
Siéntate y escribe.
Si se siente más cómodo, puede comenzar la carta detallando una razón para comunicarse. La Sra. Davis Kho comenzó sus cartas explicando que era un año de cumpleaños importante para ella y que estaba escribiendo a personas que habían marcado una diferencia en su vida. Se podría decir que se inspiró en este artículo. O puede guardar sus razones para escribir cartas para sí mismo y simplemente comenzar con "gracias".
Piense en su lluvia de ideas y, utilizando detalles evocadores, dígale a la persona por qué está agradecido. Esas podrían ser las palabras exactas que recuerdas que dijo esta persona y dónde estabas cuando las dijo. Agrega cómo te hizo sentir, entonces y ahora. El destinatario puede recordar el evento o el favor al que te refieres, pero la persona probablemente no sepa cómo te hizo sentir (¿Agradecido, probablemente, pero también, quizás, alegre? ¿Seguro? ¿Aliviado? ¿Inspirado?)... Se necesita un poco de valentía, pero escribir con sinceridad y desde el corazón convierte una nota cortés en un recuerdo significativo.
Escribe con tu estilo.
No se preocupe por la elaboración de cada oración así. Estás tratando de entender el significado de las palabras. Si puede, intente escribir como habla. Imagina que la persona está hablando por teléfono: ¿Qué dirías?
Es posible que se vea atrapado en la selección exacta de qué decir. Pero el Sr. Kumar sugirió que recuerde que su destinatario no analizará su elección de palabras.
“Simplemente leen lo que tienes que decir y piensan: 'Esto es realmente bueno'”, dijo. "No están pensando, 'Bueno, ¿cómo podría haber sido mejor?'"
En lugar de escribir una carta tradicional, siéntase libre de escribir una lista con viñetas más informal. A un mentor profesional, podría decirle algo como: "He estado mirando hacia atrás en las etapas de mi carrera y pensando en las personas que tuvieron un impacto. Estás en lo alto de la lista. Aquí hay cinco ocasiones en las que sus consejos marcaron la diferencia ".
Terminar fuerte.
Termine con gratitud y un cumplido. ¿Qué dice este favor o evento sobre la persona? ¿Es indicativo de su generosidad o amabilidad? Dígalo explícitamente. Con el último "gracias", tal vez podría agregar un deseo para el futuro: encontrarse en ese museo que ambos aman o regresar a la ciudad donde se conocieron.
Guarde copias.
Así como su destinatario podría quedarse con la carta, usted también puede hacerlo. Toma una foto o escanea la carta antes de enviarla. La Sra. Davis Kho ha impreso todas sus letras mecanografiadas y las ha encuadernado en un libro. "Cuando me siento mal, el libro me recuerda que he hecho un buen trabajo seleccionando personas", dijo, "y que hay personas ocultas a la vista que mejoran nuestras vidas".
A version of this article appears in print on Feb. 28, 2021, Section D, Page 8 of the NYT
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