viernes, 26 de agosto de 2022

_- Max Born, el físico cuántico que alertó al mundo sobre “la causa de todos los males”


_- Max Born 1882-1970

"Una de las grandes tristezas de mi vida es que no conocí a mi abuelo", dijo en una ocasión la actriz Olivia Newton-John.

"Cuando era una adolescente, mi mamá me decía: 'Tienes que ir a conocer a tu abuelo porque se está volviendo anciano' y yo contestaba: 'Estoy ocupada', y me arrepiento de eso", añadió la estrella británico-australiana que protagonizó "Grease" y que acaba de fallecer a los 73 años.

Ese abuelo que no conoció era el físico y matemático Max Born, uno de los científicos más importantes del siglo XX.

Si no logras precisar qué hizo, es quizás porque, a pesar de sus muchos logros, gran parte del trabajo de Born fue muy complejo.

Pero si su nombre en todo caso te suena familiar, tal vez sea porque está muy presente en la física, y además porque fue un gran amigo de Albert Einstein.

De esa amistad nos quedó como legado una fascinante colección de cartas que abarcan cuatro décadas y dos guerras mundiales.

"Mi madre (Irene) las tradujo (del alemán al inglés)", resaltó la cantante y actriz.

La cantante y actriz Olivia Newton-John era una de las nietas de Born, así como la música y académica Georgina Born y el actor Max Born (Fellini "Satiricón").

En su extensa correspondencia, discutieron desde la teoría cuántica y el papel de los científicos en un mundo tumultuoso hasta sus familias y la música que interpretarían juntos cuando se encontraran.

De hecho, fue en una de esas cartas -fechada 4 de diciembre de 1926- en las que Einstein escribió una de las frases más famosas de la historia de la ciencia:

"La mecánica cuántica es ciertamente imponente. Pero una voz interior me dice que aún no es real. La teoría dice mucho, pero en realidad no nos acerca al secreto del 'viejo'. Yo, en todo caso, estoy convencido de que dios no está jugando a los dados".

Einstein se rehusaba a aceptar la visión probabilística que favorecía esa teoría que describe cómo se comporta la materia que forma el pequeño universo de las partículas atómicas y subatómicas.

La incertidumbre que postulaba esa rama de la física -pensaba- en realidad revelaba la incapacidad de encontrar las variables con las que construir una teoría completa.

Su amigo Born, no obstante, era uno de los impulsores clave de la probabilística.

Para él, dios sí jugaba a los dados

 Los 29 asistentes a la famosa conferencia sobre electrones y fotones de los Institutos Internacionales Solvay de Física y Química de Bruselas en 1927. 17 eran actuales o futuros ganadores del Premio Nobel, entre ellos, Marie Curie, Albert Einstein y Max Born,. FUENTE DE LA IMAGEN,SCIENCE PHOTO LIBRARY

Convencido, siguió explorando el mundo infinitamente pequeño que esa revolucionaria y recién nacida ciencia buscaba comprender.

Así, sentó muchas de las bases de la física nuclear moderna.

A pesar de ello, e injustamente, subrayan los expertos, quedó opacado por luminarias como Werner Heisenberg, Paul Dirac, Erwin Schrodinger, Wolfgang Pauli y Niels Bohr.

Tanto así que la Fundación Nobel tardó en otorgarle el premio hasta 1954, 28 años después de que completó el trabajo por el que se lo concedieron.

Hay incluso quienes reclaman que aunque la razón por la finalmente lo reconocieron fue justa -una nueva forma de describir los fenómenos atómicos-, eso no era suficiente, pues consideran que Born debía compartir el título de padre de la mecánica cuántica con Niels Bohr.

Un puente
La vida de Born lo tornó en un puente entre tres siglos.

Nació en el seno de una familia judía en Breslau, reino de Prusia en ese entonces y hoy Breslavia en Polonia, en 1882, así que se formó en las tradiciones clásicas de la ciencia del siglo XIX.

A pesar de que, como tantos otros científicos judíos, tuvo que huir de los nazis, lo que lo privó de su doctorado y hasta su ciudadanía, en su hogar de adopción, Reino Unido, contribuyó al desarrollo de la ciencia del siglo XX.

Pero lo que preocupaba su mente eran las consecuencias de la ciencia moderna para el siglo XXI.

Born conversando con el rey Gustav Adolf VI., de Suecia en la ceremonia del Premio Nobel 1954.

Pensaba que ningún científico podía permanecer moralmente neutral frente a las consecuencias de su trabajo, sin importar cuán marfilada fuera su torre, por lo que le horrorizaban la gran cantidad de aplicaciones militares de la ciencia que había ayudado a desarrollar.

"La ciencia en nuestra época", escribió, "tiene funciones sociales, económicas y políticas, y por muy alejado que esté el propio trabajo de la aplicación técnica, es un eslabón en la cadena de acciones y decisiones que determinan el destino de la raza humana".

Ese destino, dijo, se encamina hacia una pesadilla porque "el intelecto distingue entre lo posible y lo imposible; la razón distingue entre lo sensato y lo insensato. Hasta lo posible puede carecer de sentido".

Que el científico que postuló que sólo se podía determinar la probabilidad de la posición de un electrón en el átomo en momento dado -arrojando las leyes de Newton por la borda y abriendo la puerta a la física atómica- se preocupara por esas cuestiones, no era extraño.

Born había seguido durante toda su vida un consejo que le dio su padre cuando joven: nunca te especialices.

Así que jamás dejó de estudiar música, arte, filosofía y literatura.

Todo eso alimentaba su pensamiento ético. 
Born con su esposa Hedwig
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
 
Hedwig, quien también se escribía con Einstein.

En uno de sus ensayos finales, escribió sobre lo que consideraba la única esperanza para la supervivencia de la humanidad. "Nuestra esperanza", dijo, "se basa en la unión de dos poderes espirituales: la conciencia moral de la inaceptabilidad de una guerra degenerada en el asesinato en masa de los indefensos y el conocimiento racional de la incompatibilidad de la guerra tecnológica con la supervivencia de los raza humana. "Si el hombre quería sobrevivir, debía renunciar a la agresión.

La incertitud necesaria
En 1944 Einstein le escribió en otra carta a Born:

"Nos hemos convertido en antípodas en relación a nuestras expectativas científicas. Tú crees en un Dios que juega a los dados, y yo, en la ley y el orden absolutos en un mundo que existe objetivamente, y el cual, de forma insensatamente especulativa, estoy tratando de comprender […].

"Ni siquiera el gran éxito inicial de la teoría cuántica me hace creer en un juego de dados fundamental, aunque soy consciente de que nuestros jóvenes colegas interpretan esto como un síntoma de vejez.

"Sin duda llegará el día en que veremos de quién fue la actitud instintiva correcta".

Pocos meses antes de que Einstein muriera, Born escribió: "Nos entendemos en asuntos personales. Nuestra diferencia de opinión sobre la mecánica cuántica es muy insignificante en comparación".

Además de dejar su huella en varios campos de la física, desde la relatividad hasta la física química, la óptica y la elasticidad, Born fue maestro de 9 físicos ganadores del Nobel, durante la "edad de oro de la física".

Al final, parece que Einstein fue el equivocado.

Ese juego de dados que conlleva una incertidumbre constante sigue pareciendo necesaria para comprender el mundo infinitamente pequeño.

Y, para Born, la incertidumbre era también clave para la vida en el mundo infinitamente más grande que el que exploró.

"Creo que ideas como certeza absoluta, exactitud absoluta, verdad final, etc. son productos de la imaginación que no deberían ser admisibles en ningún campo de la ciencia", declaró.

"Por otro lado, cualquier afirmación de probabilidad es correcta o incorrecta desde el punto de vista de la teoría en la que se basa.

"Este relajamiento del pensamiento me parece la mayor bendición que nos ha dado la ciencia moderna.

"Porque la creencia de que sólo hay una verdad, y que uno mismo está en posesión de la misma, es la raíz de todos los males del mundo". 

jueves, 25 de agosto de 2022

"Tiempo de magos": la década que obligó a preguntarse qué es ser humano (y las respuestas de 4 genios de la filosofía)

 

  El libro
Es cierto que no se debe juzgar un libro por su portada, pero en ocasiones hay títulos que te cautivan por alguna de varias razones.

En este caso, fue la intriga.

"Tiempo de magos" define inmediatamente en su subtítulo cuál es el período al que se refiere.

1919 - 1929, un fascinante paréntesis en la historia que empieza con muchos finales y termina con muchos principios.

Pero, ¿Cuál fue su magia?

1919
El más obvio de esos finales es el de una guerra que, a pesar de no ser de lejos la primera que había vivido Europa, provocó un horror singular que marcó un antes y un después.

La Primera Guerra Mundial fue uno de los conflictos más grandes y mortíferos de la historia.

"La llaman 'la Gran Guerra' con razón", señala, en conversación con BBC Mundo, el autor de la obra, el filósofo Wolfram Eilenberger.

"Fue la primera guerra completamente industrializada", apunta Eilenberger, al reflexionar sobre el enfrentamiento que finalizó el 11 de noviembre de 1918 tras cobrar la vida de unos 9 millones de combatientes y 7 millones de civiles, uno de los conflictos más mortíferos de la historia.

"Fue anónima. La idea de lo que significaba el heroísmo fue totalmente destruida por la manera en la que se tuvo que pelear y la forma de matar".

La gran pérdida
Para el derrotado mundo germanohablante, el cual habitaban los cuatro protagonistas de "Tiempo de magos", fue una catástrofe en más de un sentido.

Los tiempos de crisis son momentos para la filosofía. ("El filósofo", obra de Lyubov Sergeyevna Popova 1889-1924)

"Llevó a una crisis política, a una crisis económica, pero más que todo, a una crisis cultural, que puede ser descrita como el colapso de la narrativa predominante, aquella de la Ilustración, que aspiraba a la civilización del ser humano por medio de la cultura, la ciencia y la tecnología.

"En la matanza masiva de la Primera Guerra Mundial, ese ideal perdió credibilidad... era totalmente inverosímil.

"Cuando la gente regresó, no sólo había perdido la guerra sino también su visión del mundo", subraya el filósofo.

La magia
Ese final del concepto que se tenía de la realidad fue el principio de una gran década para la filosofía, pues el desmoronamiento de fundamentos que se creían sólidos suele dejar un vacío que se empieza a llenar de interrogantes en busca de una nueva verdad.

"Hay momentos en la vida en los que nos vemos obligados a hacernos las preguntas básicas y fundamentales y 1919, históricamente hablando, fue uno de esos momentos. Había una gran crisis política y cultural, y ese es un momento para la filosofía".

Pero, ¿hay espacio en la profundidad de ese abismo para la magia que conjura Eilenberger?

¿Cuál es el truco mágico de la filosofía?
"En cierto sentido, la magia no debería tener nada que ver con la filosofía, pues trata de engañar a la gente con trucos y los filósofos deben hacer lo contrario.

"Pero hay un tipo de magia cotidiana en la filosofía pues los filósofos describen el mundo que conocemos -o creemos conocer- de formas nuevas, así que hacen magia con palabras.

"Los filósofos que son los héroes en mi libro tienen la capacidad de hacer que nuestro mundo vuelva a ser extraño de maneras muy productivas. Ese es el tipo de magia que me parece buena cuando se trata de filosofía y literatura".

Los magos
Un sinónimo de mago es taumaturgo, que viene del griego thaumatourgós y significa 'que hace maravillas' o 'cosas asombrosas'.

Los taumaturgos que actuaron en ese escenario de entreguerras fueron Ludwig Wittgenstein, Walter Benjamin, Ernst Cassirer y Martin Heidegger, y son dignos de ese título pues "una vez que lees a cualquiera de los cuatro verás el mundo de otra manera".

Los magos. De izquierda a derecha: Martin Heidegger, Ernst Cassirer, Ludwig Wittgenstein y Walter Benjamin. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES 

Los magos. De izquierda a derecha: Martin Heidegger, Ernst Cassirer, Ludwig Wittgenstein y Walter Benjamin.

"Ellos lo transforman, lo convierten en algo distinto y hasta asombroso", asegura el escritor.

Y en ese momento era urgente que lo hicieran pues el mundo mismo estaba cambiando de una manera desconcertante, aunque también fascinante, y no sólo por los estragos de la guerra en el alma y la mente de la gente.

Sigmund Freud había expuesto una nueva teoría sobre lo que es la mente humana y hasta qué punto nuestros propios nos son asequibles; Albert Einstein había revolucionado el tiempo y el espacio, y los había descrito de una nueva forma; Friedrich Nietzsche había contado una historia totalmente distinta sobre lo que significaba ser un ser humano moral.

"Todo eso sacudió el sistema y dejó en evidencia que las cosas no podían continuar como antes, que había que buscar y encontrar un nuevo marco de referencia.

"Estos cuatro pensadores asumieron el reto de enfrentarse a esa la pregunta más básica y fundamental que un ser humano puede hacerse: qué es el hombre" (traducción al siglo XXI, por si te hace ruido: "qué es el ser humano").

Era la misma pregunta que se había hecho el influyente filósofo Immanuel Kant más de un siglo atrás, y su respuesta se había convertido en ese fundamento cosmovisivo que en 1919 estaba tambaleando. 

Immanuel Kant FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES 

Para Kant, el hombre es un ser que se hace preguntas que en última instancia no puede responder.

"Es un interrogante que usualmente surge ante la sensación de que nada tiene sentido, y Wittgenstein, Benjamin, Heidegger y Cassirer tuvieron que hacer acopio de todo su valor para asomarse a ese abismo de sinsentido absoluto y ver que no había nada.

"Las respuestas que usualmente se le daban a esa pregunta se habían vuelto vanas, así que tuvieron que reinventar un sentido, y se convirtieron en los padres fundadores de la filosofía contemporánea", explica Eilenberger.

1929
Davos, esa "La montaña mágica" en los Alpes suizos que inspiró al escritor alemán Thomas Mann, fue, en 1929, la sede de un encuentro que pasaría a la historia entre Heidegger y Cassirer. El tema fue precisamente esa tremenda pregunta: "Qué es el hombre".

El final de esa década de crisis, creatividad y cuestionamiento estaba próximo y durante ella "se habían podido ver, oler, palpar las tensiones y los peligros que se materializarían en la década siguiente".

Sin embargo, afirma Eilenberger, no era necesario que eso sucediera.

No tenía que ser así.

"Es muy importante que sepamos que no existe la necesidad histórica (aquello que naturalmente se deriva de la conexión interna del fenómeno social y, por lo tanto, obligatoriamente tiene lugar). Se tomaron malas decisiones pero la historia podría haber sido completamente distinta.

"La belleza de los años 20 es que fue una época tan rica culturalmente que no se puede reducir a preludio de una catástrofe: tenía la posibilidad de haber sido el preludio de algo absolutamente maravilloso".

Pero ni los filósofos ni los pensamientos son suficientes para evitar catástrofes.

"No es una casualidad que tres de estos cuatro filósofos -Wittgenstein, Benjamin y Cassirer fueran judíos. Y Heidegger (asociado al nazismo), cuya filosofía era muy amplia y rica, aunque peligrosa, es una muestra de que se puede ser un pensador grande, siendo un ser humano pequeño".

Esa pregunta, años después

Al final, pasó lo que pasó.

La Segunda Guerra Mundial trajo sus propios horrores y volvió a sacudir nuestra comprensión de qué es ser humano.

"Mi cultura -la cultura alemana- nunca se recuperó de la pérdida que significó la expulsión y el exterminio de los judíos", declara Eilenberger.

Entre 1941 y 1945, en toda la Europa ocupada, la Alemania nazi y sus colaboradores asesinaron sistemáticamente a unos seis millones de judíos, alrededor de dos tercios de la población judía de Europa.

En 1945, el italiano Primo Levi, un sobreviviente del Holocausto, se preguntó "Si esto es un hombre".

El relato fue escrito en respuesta a lo que Levi describió como una necesidad que, entre las víctimas de los campos de concentración, asumió "el carácter de un impulso inmediato y violento": contarle a los demás lo que había ocurrido.

Su intención fue "proporcionar documentación para un estudio sereno de algunos aspectos del alma humana".

Para Eilenberger, eso es filosofía.

"La filosofía es y puede ser en muchos casos literatura y a veces encontramos más filosofía en obras literarias -como las de Primo Levi u, hoy en día, el estadounidense David Foster Wallace- que en tratados de filosofía".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-49611347

miércoles, 24 de agosto de 2022

_- El asesinato de Jean Jaurès… y la guerra.

_- Juan Andrade 31/07/2022
CTXT 


La memoria del político francés se fue modificando en función de coyunturas, relaciones de fuerza o pugnas por su apropiación, pero diseñó en general una trayectoria ascendente

París. Rue Montmartre. 31 de julio de 1914. 21:40 horas. Café du Croissant. En la calle, un individuo saca un revolver y dispara a través de la ventana a uno de los comensales que están cenando en el interior. El torso del hombre se desploma sobre la mesa, ante el pánico y el estupor de sus compañeros. Acaban de asesinar a Jean Jaurès, uno de los dirigentes más carismáticos del socialismo francés, opositor militante a la guerra.

Las últimas horas de vida de Jaurès fueron de vértigo. Todavía pensaba que la guerra podía evitarse. Le empujaba un impulso ético, desatado por la intuición de la catástrofe que se avecinaba. Le inspiraba una idea: que la reacción en cadena conducente al abismo podía frenarse si se cortaba alguno de sus eslabones. Le animaba la confianza en la acción política como palanca de cambio, golpe de timón al curso inercial de los acontecimientos. Jaurès personificaba una forma de entender el socialismo a la baja en el conjunto de la Segunda Internacional. Un socialismo republicano de fuerte contenido ético, basado en una concepción abierta de los procesos históricos, donde estos, pese a sus poderosos automatismos, eran susceptibles de reorientarse por medio de una acción política que conjugara cálculo e ideales. Pero en la Internacional venía predominando el mecanicismo que los dirigentes del Partido Socialdemócrata Alemán habían reciclado de Karl Kautsky para la gestión del día a día. Maximalismo retórico y moderación práctica. La acción política como adaptación inteligente a una realidad aplastante que al final resolvería sus contradicciones (por mor de semejante adaptación) a favor de la causa del socialismo. La (pseudo)ciencia realista como coartada de la resignación o el beneficio inmediato1.

París, 30 de Julio. Un día antes de ser asesinado, Jaurès consigue reunirse con René Viviani, presidente del Consejo de Ministros. Le ruega que contenga a las tropas apostadas en la frontera con Alemania. Una leve escaramuza sería el detonante de una guerra entre los dos gigantes. Jaurès confía en que prospere la propuesta de mediación lanzada in extremis, aunque de manera poco creíble, por Inglaterra. Y sigue confiando en la capacidad de los trabajadores y de sus organizaciones para disuadir o desobedecer a los gobiernos, a pesar de las declaraciones belicistas o los síntomas de resignación que viene observando en sus dirigentes. Son las últimas bazas que le quedan: la apelación al sentido de conservación de los gobernantes y al internacionalismo de los trabajadores. Contaba con otras dos que se revelaron inútiles. Confiaba en que los intereses económicos compartidos por las burguesías alemana, francesas y británicas –en forma de inversiones conjuntas– pudiera imponerse a la perspectiva de negocio que la guerra abría para otras facciones de esas mismas burguesías. Confiaba también en que los mandatarios europeos frenasen la escalada por temor a que la guerra desencadenase al cabo del tiempo una revolución. Por encima del entusiasmo militar de reyes y ministros, sobrevolaba el fantasma de la Comuna de París, que había irrumpido en los estertores de la guerra franco-prusiana unas décadas atrás. De haber vivido pocos años más, Jaurès, tan hostil al belicismo del Zar Nicolás II, hubiera comprobado cómo en el pecado de la guerra llevó al final la penitencia de la revolución.

A primera hora de la mañana del día 31 Lucien Lévy-Bruhl, amigo íntimo de Jaurès, le informa de la movilización de tropas en Austria, por lo que no hay tiempo que perder. Trata de reunirse otra vez con el gobierno, pero en esta ocasión es rápidamente despachado por un subsecretario del Ministerio de Exteriores, que le advierte del peligro que corre. Jaurès no le presta atención. Se dirige a toda prisa a la redacción del L’Humanité, el órgano de expresión que los socialistas franceses habían fundado en 1904. Hay que hacer un último llamamiento. Piensa que solo una demostración de fuerza obrera y popular puede impedir ya la tragedia. Llega a la redacción a última hora de la tarde, donde le esperan sus colaboradores; pero elaborar un número especial de esa trascendencia llevará toda la noche, por lo que deciden salir a cenar.

En todo ese tiempo un joven ha seguido a Jaurès en su frenético periplo por París. Su nombre es Raoul Villain. Apenas tiene 29 años, estudia arqueología y pertenece a Liga de Jóvenes Amigos de Alsacia-Lorena. Jaurès nunca llegó a verle. Villain le disparó esa noche por la espalda. Villain pertenecía a una generación de jóvenes ultranacionalistas de clase media que vivía la perspectiva de la guerra con entusiasmo e identificaba como traidor a la patria a quien trataba de impedirla. Villain proyecta una imagen paralela a la de Jaurès, pero a la inversa. Como Jaurès, era un apasionado de la historia de Francia; pero si aquel la explicaba a partir de sus luchas sociales, este tenía una visión romántica del pasado de una comunidad imaginada a engrandecer o redimir. Como Jaurès, amaba a Francia; pero si este la amaba en sus posibilidades de hermanamiento con las naciones vecinas, el patriotismo de Villain se expresaba en hostilidad a las potencias que la amenazaban. Como Jaurès, también era un hombre de acción; pero si para Jaurès la acción era un medio racionalmente regulable para la conquista de ideales; para Villain la acción era la encarnación misma del ideal, y la violencia, la apoteosis excitante de la acción.

Que el asesinato de Jaurès terminó siendo una política de Estado lo pone de manifiesto el hecho de que Villain saliese absuelto por un tribunal

Con el asesinato de Jaurès desapareció una traba para la guerra. Pero su asesinato puede verse en sí mismo como un acto de guerra. Los disparos de Villain expresan la incontinencia de un joven que quiere ir a la guerra, y que no solo se lanza a despejar los obstáculos que la demoran, sino que la practica ya en las calles de París. Con el asesinato de Jaurès no solo se despeja un obstáculo en el camino al frente, sino que Villain lleva el frente a la retaguardia para acabar con el enemigo interior, que en toda guerra –según su lógica dicotómica, extrema y paranoica– trabaja a sueldo del enemigo o sirve ingenuamente a sus intereses. El asesinato de Jaurès fue la anticipación –concentrada en una de sus figuras carismáticas– de la guerra que el Estado declaró a los partidarios de ponerla fin. Esa guerra interna se libró por medio de recorte de libertades, censura, represión de manifestantes, penas de prisión y ejecuciones, por medio de la declaración de un “estado de guerra”, que es también una declaración de fronteras adentro. Que el asesinato de Jaurès terminó siendo una política de Estado lo pone de manifiesto el hecho de que Villain –que no fue juzgado hasta después del armisticio, en 1919– saliese absuelto por un tribunal, y el hecho de que en el juicio se adujese que, de no haber sido asesinado, Francia no habría ganado nunca la guerra. Con ese juicio el Estado se exoneraba de la represión perpetrada contra los opositores a la guerra, y, exaltando la victoria, justificaba las vidas que había costado. La República se ensañó con la memoria de Jaurès hasta el punto de que su familia tuvo que hacerse cargo de las costas del juicio2.

¿Cómo reaccionó la izquierda ante el asesinato de Jean Jaurès? Lejos de funcionar como un revulsivo para que los dirigentes socialistas se opusieran a la guerra, a muchos intimidó y para otros supuso un alivio. El miedo empujó a los primeros a una suerte de fatalismo bélico. El eco de los disparos sobre Jaurès silenció la voz de una conciencia de décadas de pacifismo que seguía clamando sobre cualquier socialista seducido por los tambores de guerra. Cuatro días después del asesinato de Jaurès, los diputados de la SFIO votaban a favor de los créditos de Guerra. Ese mismo día la mayoría de los diputados del SPD hacía lo propio en el Reichstag.

Los dirigentes de los principales partidos de la Internacional Socialista respaldaron los créditos de guerra por un complejo conjunto de factores, que respondían a la presión ambiental, pero también a ideales propios y cálculos estratégicos. Con frecuencia, las razones se han remitido al clima de fervor nacionalista que se vivió aquel verano de 1914, una presión ambiental envolvente y penetrante, intimidatoria y seductora. El virus chauvinista los habría contagiado al cogerlos además con las defensas internacionalistas bajas. Abundan al respecto los testimonios de fervor nacionalista en los dirigentes socialdemócratas, a veces expresados en estado bruto, generalmente refinados con el argumento de la defensa de la patria ante un ataque exterior previo. “Nuestro deber es defender la independencia e integridad de nuestra pacífica y republicana Francia si esta es atacada”, afirmaba el 2 de agosto Louis Dubreuilh. Los argumentos defensivos evolucionaron rápido hacia la apuesta por las ofensivas disuasorias. Al cabo del tiempo, el principio de defensa nacional sirvió para justificar la responsabilidad que la propia nación hubiera podido tener en el desencadenamiento de la tragedia. “Incluso si el gobierno alemán hubiera sido el responsable de la catástrofe (…), estaríamos en la obligación de defender a nuestro país y de salvar todo aquello digno de ser salvado”, llegó a decir Wolfgang Heine, portavoz del ala conservadora del SPD3. La dignidad de lo salvable se refería a los sistemas políticos de los respectivos países, tanto más defendibles en contraste con los sistemas políticos de los países enemigos. Los laboristas británicos y los socialistas franceses apelaban al valor de sus respectivos sistemas parlamentarios frente al autoritarismo de las potencias centrales. El problema es que los socialdemócratas alemanes utilizaban idéntico argumento frente al despotismo y la autocracia zarista. “Nuestro pueblo y su futura libertad tienen mucho, si no todo, que perder de una victoria del despotismo ruso”, había señalado Hugo Haase, cuando después de votar por primera vez en contra de los créditos de guerra cedió a la disciplina de voto impuesta por el SPD4.

En un ejercicio de contorsión absoluto, la industria moderna se había especializado en la producción en serie de muerte, en la producción de nada

Los dirigentes socialistas que respaldaron la guerra lo hicieron también por miedo y en medio de dudas. Dudaban de que una oposición contundente tuviera respaldo en medio de aquel clima belicista que invadía a la gente corriente, pero sobre todo dudaban de que pudiera tener una réplica equivalente en los países vecinos. Los socialdemócratas alemanes temían que la convocatoria de una huelga general contra la guerra en Alemania no fuera acompañada de otra homóloga en Francia… y viceversa. A diferencia de la Primera Internacional, la Segunda era en la práctica una yuxtaposición de partidos nacionales sin apenas capacidad para coordinarlos ni instancias decisorias que los trascendiesen. Otra razón tuvo que ver con el temor a la represión del Estado, ya de por sí dura en tiempos de paz. Sobre los socialdemócratas alemanes pesaba el recuerdo del paternalismo autoritario de Bismarck, que en función de los estados sociales de ánimo regulaba el grifo de la represión, llegando a mantenerlos en la ilegalidad durante una década. Los dirigentes del SPD temían que, en caso de oponerse a la guerra, el Estado se volvería en contra de ellos con la brutalidad que en un “estado de guerra” permitiría el recorte de libertades y derechos fundamentales.

Si por un lado les empujó el miedo, por otro les animó la perspectiva de beneficio inmediato, una combinación explosiva. Los dirigentes socialdemócratas pensaron que la lealtad a sus gobiernos tendría recompensa: que, garantizando el orden público y la disciplina laboral, el Estado les pagaría con la ampliación de derechos y reformas sociales. Nadie movilizó este argumento con tanta contundencia como el dirigente del SPD Ludwig Frank: “En lugar de una huelga general estamos haciendo una guerra por el sufragio en Prusia”5. Los revolucionarios vieron en negativo la guerra como una oportunidad para azuzar la revolución. Los reformistas vieron la guerra en positivo como una oportunidad para ampliar las reformas. Lo dirigentes socialistas aprovecharon la guerra para levantar el veto que existían sobre ellos de cara a acceder al gobierno y ser reconocidos por fin como una verdadera e influyente fuerza nacional. Así fue como Jules Guesde (otrora marxista ortodoxo enfrentado al malogrado Jaurès) consiguió entrar junto a Marcel Sembat en el gobierno de la República de Francia el 28 de agosto de 1914. O como unos meses más tarde entraron en el gobierno de concentración británico varios miembros del Partido Laborista.

La revolución se alimentó de la guerra porque la guerra debilitó al poder y armó al pueblo

Cabe preguntarse si los dirigentes socialistas no atisbaron la catástrofe que se venía encima. Se ha planteado que, al igual que muchos gobernantes de la época, pensaban que se trataría de una guerra de resolución rápida y que no disponían de elementos de juicio para prever que enseguida se enquistaría en un equilibrio catastrófico. Se trata de un tópico que, como muchos tópicos, encierra una verdad que oculta otra mayor6. Desde hacía tiempo, había advertencias (y conciencia social) de la destrucción que provocaría la producción industrial y los avances tecnológicos aplicados al armamento, aunque es verdad que la producción y las innovaciones se aceleraron durante la contienda para alcanzar cotas destructivas muy superiores. Por otra parte, la dimensión de la catástrofe que podía deducirse sobrepasaba los esquemas asimilativos que suele proporcionar la experiencia vivencial o histórica. Pero para pensar por encima de la experiencia inmediata o recurrente (y obrar conforme a principios ético-políticos) se habían construido precisamente los partidos obreros. Los automatismos intelectuales, el realismo estrecho, el espíritu de época, al afán de normalización, el miedo a las represalias y el espejismo del beneficio inmediato invalidaron para tal fin a sus principales dirigentes.

Efectivamente, de 1914 a 1918 los centros industriales no pararon de producir en serie mercancías incendiarias y fungibles. Hasta los soldados, con sus uniformes y numeraciones, parecían producidos en serie. A través de la moderna red de carreteras y ferrocarriles armas y soldados llegaban a las trincheras, nuevas necrofronteras entre Estados, fosas abisales en las que se volatilizaron toneladas de metal y carne. En un ejercicio de contorsión absoluto, la industria moderna se había especializado en la producción en serie de muerte, en la producción de nada. Luego se propagó la carestía en la retaguardia, se intensificaron las jornadas de trabajo y en lugar de la recompensa del sufragio universal en Prusia se impuso la dictadura encubierta del Káiser Guillermo II y el General Ludendorff, a quien años después, en 1923, veremos en el putsch de la cervecería de Múnich de la mano de Adolf Hitler, entonces cabo entusiasta en el frente occidental. En la Gran Guerra se fue incubando el huevo de la serpiente nazi. La autoridad de los dirigentes socialdemócratas se erosionó a medida que los costes humanos y económicos de la guerra se incrementaron, y su presencia en las instituciones del Estado y en los organismos laborales, lejos de compensarlos o reducirlos, ni siquiera sirvió para redistribuirlos socialmente. La pérdida de autoridad tuvo una dimensión moral, pero arraigó en las profundas transformaciones materiales que trajo la guerra, que se llevó al frente a muchos trabajadores sindicados y promovió la entrada en masa en las grandes industrias de una generación de trabajadores jóvenes (sobre todo trabajadoras) más enérgica y no sujeta a las viejas disciplinas sindicales.

Para Trotski, Jaurès era la anticipación del hombre nuevo que surgiría tras la revolución, pero al mismo tiempo era un hombre del pasado que no servía para el presente

Con esta nueva generación entroncó la izquierda minoritaria que se había opuesto a la Guerra desde el principio, apelando a una tradición interrumpida. El movimiento obrero se había forjado en una larga experiencia antimilitarista, porque eran sobre todo obreros quienes ponía su cuerpo como carne de cañón en las guerras coloniales, quienes soportaban con su trabajo el coste de los ejércitos y quienes luego los sufrían cuando el gobierno los movilizaba como fuerzas de orden público contra las huelgas. El antimilitarismo se expresaba en la consigna “guerra a la guerra”, una fórmula que apelaba en términos metafóricos a la desobediencia civil y a la resistencia activa frente a los llamamientos a filas. Aquella consigna fue rescatada entre otras muchas por Rosa Luxemburgo en 19147. Por eso fue encarcelada durante la guerra y luego brutalmente asesinada en la postguerra por los Freikorps, que no solo pretendían acabar con la revolución, sino restaurar su masculinidad herida simulando sobre la población civil de su retaguardia la victoria que no habían obtenido en el frente. Los había traído de las trincheras al corazón de Berlín Gustav Noske, un líder del SPD fascinado desde joven con las cuestiones militares8.

En aquel tiempo extremo, la consigna “guerra a la guerra” pasó de su sentido metafórico a su sentido literal. La mutación la sistematizó Lenin en 1915 en su escrito el El socialismo y la Guerra. Se trataba de explotar el malestar social para convertir esa guerra imperialista entre Estados en una guerra civil entre clases, en una revolución9. La revolución sería la guerra que acabaría con las guerras para siempre. La perspectiva de la revolución se abrió entre el frío, el hambre y la indignación de Petrogrado, y entre los soldados rusos que vieron en ella una vía de supervivencia ante una muerte inminente, de ajusticiamiento de los responsables de la carnicería y una alternativa, en última instancia, a su repetición. La revolución se propagó en la desesperación de las trincheras, en el hermanamiento social de los cuarteles y en el desorden de la retirada. La revolución se alimentó de la guerra porque la guerra debilitó al poder y armó al pueblo. Y, sin perjuicio de su propia lógica y sus idearios de violencia, la revolución reprodujo también la brutalidad aprendida en los frentes.

Buena parte de la clase obrera, agotada por la guerra, no quería adherirse a una revolución que entrañara la vuelta a las armas

¿Cómo vio esta nueva generación de revolucionarios a Jean Jaurès? La mejor respuesta a esta pregunta está en el panegírico que Trotski le dedicó tres años después de su asesinato, un texto emocionado en el que marcaba distancias, si acaso no una ruptura, al menos temporal. Evocando las veces que coincidió con él, Trotski lo describía como una persona “de complexión poderosa, espíritu enérgico, temperamento genial, trabajador infatigable, orador de maravilloso verbo”. Consideraba a Jaurès el representante de lo mejor de una época, pero de una época extinta, un idealista capaz de grandes éxitos “si la idea se correspondía con el carácter de la época”, pero “el primero en las catástrofes” en caso contrario. Por eso había muerto, por no entender que ya no era el tiempo del pacifismo, sino el de la revolución, el de la “guerra a la guerra” en su sentido literal. Una frase ambigua aparecía en el escrito: “Los grandes hombres saben desaparecer a tiempo”. Iba seguida de otra aparentemente contradictoria que definía a Jaurès como “el prototipo del hombre superior que nacerá de los sufrimientos y las caídas, de las esperanzas y la lucha”. Para Trotski, Jaurès era la anticipación del hombre nuevo que surgiría tras la revolución, pero al mismo tiempo era un hombre del pasado que no servía para el presente de la revolución por encarnar los ideales del socialismo antes de tiempo. Las consecuencias que se coligen del razonamiento de Trotski son tremendas, anticipan el belicismo del futuro jefe del Ejército Rojo y una concepción nueva del tiempo histórico. La revolución necesitaba ser, en cierto sentido, una negación de la sociedad socialista que se pretendía construir y del hombre socialista que debía habitarla. Era el momento de la negación de la negación, una de las leyes de la dialéctica revolucionaria. En la revolución no se podía obrar con los valores que debían regir en la sociedad socialista, sino por medio de una negación instrumental que permitiera afirmarlos en el futuro. Jaurès era anacrónico por pionero, obsoleto por prematuro. El homo revolucionario debía ser en cierto sentido una negación del homosocialista, del hombre nuevo del socialismo. En su escrito Trotski se despedía temporalmente de Jaurès, cifrando en ese tiempo futuro por construir el momento de reconciliación con ese pasado anticipador que ahora había que dejar atrás.

El fascismo recreaba la guerra en la política, ofreciendo en sus desfiles y concentraciones paramilitares una experiencia simulada de rebeldía e intensidad vital

Pero ese futuro nunca llegó. El tiempo de enlace se prolongó sine die, la excepcionalidad autoritaria terminó cronificándose en el Estado soviético, la violencia pasajera se hizo hábito permanente en virtud de su propia intensidad en los años terribles de la guerra civil rusa, cuando las oleadas revolucionarias de los años 20, lejos de acudir en auxilio de los bolcheviques, fueron aplastadas en el resto de Europa. El malestar por la guerra creó condiciones de posibilidad para los levantamientos revolucionarios, pero también marcó sus límites. Buena parte de la clase obrera, agotada por la guerra, no quería adherirse a una revolución que entrañara la vuelta a las armas. Y la revolución, entendida como asalto armado al Estado, se reveló inútil incluso allí donde, sacudidos sus cimientos por la guerra, el Estado no era un gigante con pies de barro, sino un leviatán asentado en una densa sociedad civil. A pensar esa nueva encrucijada dedicó sus años en las cárceles del fascismo Antonio Gramsci. A partir de entonces, la revolución habría que entenderla como un proceso complejo de construcción de hegemonía, que conjugara la lenta elaboración de consensos en la sociedad civil y las instituciones con momentos de oportunidad en los que imponer saltos mayores. A lo primero lo llamó “guerra de posiciones” y a lo segundo “guerra de movimientos”, dos nociones recicladas del léxico de la Gran Guerra10. El nuevo ideario comunista revalorizaba la democracia en su sentido profundo y devolvía las nociones bélicas al terreno de la metáfora.

Las consecuencias de la Gran Guerra fueron apocalípticas. Se estima que murieron alrededor de diez millones de soldados y otros tantos quedaron heridos en cuerpo y alma. Cicatrices y mutilaciones dejaron marcas visibles. La crueldad y destrucción de la guerra moderna desbordaron las categorías cognitivas y éticas de muchos combatientes, colapsando su capacidad de asimilación anímica. Sobre las sociedades agotadas de Europa se propagó una de las epidemias más mortales de la historia, la mal llamada gripe española, que la guerra centrifugó a su ocaso con el trasiego y la desmovilización de los ejércitos masa. La economía europea quedó estructuralmente tocada. Pese a algunos periodos de crecimiento, las crisis coyunturales enlazaron con la gran depresión de los años treinta. Las secuelas directas de la guerra y los “tratados de paz” impuestos por la fuerza delinearon el mapa de una “Europa negra”, inestablemente configurada, tensionada en torno a multitud de ejes fronterizos, nacionales, étnicos, culturales y políticos, que fueron fuente permanente de conflictos. Enlazaron, a su vez, con la nueva conflagración mundial en 1939, apoteosis de una “guerra civil europea” de 30 años11.

El fascismo trazó el puente directo entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. La guerra fue su matriz y su destino. El fascismo ofrecía una explicación tan falaz como paliativa a la derrota o “la victoria mutilada”: los mitos respectivos de “la puñalada por la espalda” y el desprecio internacional. El fascismo recreaba la guerra en la política, ofreciendo en sus desfiles y concentraciones paramilitares una experiencia simulada de rebeldía, comunidad e intensidad vital. Proponía la traslación de la lógica castrense a la gestión del Estado: la supuesta eficacia de la unidad de mando y la jerarquía frente al intelectualismo y la corrupción de los políticos. Cifró en una nueva guerra la oportunidad del desquite y la gloria, hasta la ruina total. El fascismo llegó al poder gracias, entre otras cosas, a la sintonía y a los pactos con las élites sociales y las derechas conservadoras, que lo infravaloraron y vieron en él una fuerza de choque contra el fantasma de la revolución y contra una realidad más tangible, las políticas democráticas con igualdad social. Para contener al fascismo una vez se desbocó, lo dejaron campar a sus anchas por Europa12. Ambas cosas explican el infame error de cálculo que fue la política de no intervención en la Guerra Civil española.

Parece que en Villain buscó el placer o la normalidad que requieren del anonimato y la paz, pero los testimonios sugieren que vivió atormentado por el crimen

La experiencia de la Guerra del 14 fue metabolizada de maneras muy distintas. La guerra empujó a algunos excombatientes y trabajadoras a la revolución, concebida como el procedimiento con el que poner fin a las lógicas de interés que la habían provocado. Otros la idealizaron y echaron de menos, tratando de recrearla en la acción política y llevando la política a las puertas de una nueva guerra. Pero otros muchos sintieron un deseo irrefrenable de vida, después de tantos años de penuria y de proximidad a la muerte. Se entregaron al deseo, transgrediendo en términos vitalistas las convenciones morales que la guerra y su necrofilia habían sacudido. Fueron los felices o locos años veinte, romantizados en las crónicas periodísticas y revisiones cinematográficas, porque el desfogue compensatorio malvivió con la escasez y el trauma, y la evasión placentera no siempre aplacó los pensamientos obsesivos y las pesadillas de los antiguos soldados. Muchos ni siquiera regresaron del todo a casa. Volvieron sus cuerpos espectrales, pero su personalidad y su mente quedaron atrapados en el horror de las trincheras. Pese a las heridas físicas y morales, la mayoría de excombatientes y de trabajadoras manifestaron una obstinada voluntad de normalidad. Querían dejar atrás esa terrible experiencia y que no volviera a repetirse. Deseaban retomar sus vidas, por pobres que fueran, o construir una nueva sin mayores pretensiones, vivir en paz. Las penurias, la desigualdad social, las tensiones y crisis de una postguerra irresuelta apenas ofrecieron oportunidades para ello.

Sorprendentemente Raoul Villain buscó estas dos últimas salidas a su tormentoso pasado. Cuando cambió para mal la percepción de la Gran Guerra y de sus responsables en Francia, Villain desapareció del mapa. Años después se le situó en la isla de Ibiza, destino entonces de bohemios, utopistas y gente deseosa de dejar atrás una vida convencional o estigmatizada. Tal vez allí coincidiera con Walter Benjamin, el genial filósofo que acudía a la isla a pasear por la naturaleza, experimentar con alguna droga y escribir en su cuaderno sobre estética y política revolucionaria, el mismo que en septiembre de 1940 llegó a Portbou huyendo del nazismo, donde se quitó la vida para no caer en manos de los nuevos entusiastas de la guerra. Parece que en Ibiza Villain buscó el placer o la normalidad que requieren del anonimato y la paz, pero los testimonios sugieren que vivió atormentado por el crimen o las consecuencias del crimen que cometió, o aterrorizado por la fuerza que cobraron los herederos políticos de Jaurès.

Ibiza. 14 de septiembre de 1936. España está en guerra. Un grupo de generales se ha sublevado contra el gobierno de la República, y el fracaso del golpe ha devenido en Guerra Civil. Cuentan con el respaldo de Hitler y Mussolini, y con la inhibición de las democracias europeas. Tras el intento fallido por recuperar para la República la isla de Mallorca, un grupo de milicianos arriba a la cala de Sant Vicent de Ibiza. Allí se encuentran una casa habitada por un hombre extranjero. Después de cruzar unas breves y acaloradas palabras disparan contra él y lo dejan muerto. Lo más probable es que no supieran quién era y pensaran que se trataba de un espía que trabajaba para los sublevados. Tal vez identificaran en su casa o en él mismo algún rasgo de afinidad con el enemigo, suficiente para asesinarlo en ese clima atroz. Hay quien plantea que quizá conocieran su identidad y obraran a conciencia. El hombre es Raoul Villain. Acaba de sucumbir a la cadena de acontecimientos catastróficos que contribuyó a activar 23 años atrás. Su cadáver permanece varios días abandonado, y su memoria apagada durante décadas13.

En 1924 trasladaron sus cenizas al Panteón de París, donde yacen las grandes figuras con las que el Estado ha querido identificar a la nación

Por el contrario, la figura de Jaurès se revalorizó a medida que la experiencia de la Gran Guerra fue reinterpretada en Francia como un cataclismo. La memoria de Jaurès se fue modificando en función de coyunturas, relaciones de fuerza o pugnas por su apropiación, pero diseñó en general una trayectoria ascendente. En 1924 trasladaron sus cenizas al Panteón de París, donde yacen las grandes figuras con las que el Estado ha querido identificar a la nación. Las imágenes de su entrada en el Panteón siguen cargadas de significados. Expresan una exhibición de fuerza obrera, la adhesión suscitada entre las clases populares, el intento de mitigar la culpa por el escarnio que sufrió en vida, la disputa entre socialistas y comunistas por su legado. Localidades gobernadas por las izquierdas pusieron el nombre de Jaurès a calles, plazas y estaciones de metro por toda Francia. A mediados de los cincuenta se creó un museo en su ciudad natal, Castres. Luego Jaurès se convirtió en un icono para las generaciones militantes del 68, que buscaban una tercera vía entre la “acomodación socialdemócrata” y el “autoritarismo estalinista”. Con esas melodías sesentayochistas, Jacques Brel compuso en 1977 la canción Pourquoi ont-ils tué Jaurès? François Mitterrand ensalzó su figura para sacudirse el estigma reformista que pesaba sobre el socialismo francés y cementar el pacto de gobierno con el PCF en 1981. En 1992, en plena resaca de la Primera Guerra del Golfo, el Partido Socialista Francés puso el nombre de Jaurès a su centro de estudios. En 2014, en el centenario de su muerte, los políticos franceses, de la derecha a la izquierda, rindieron tributo a Jaurès, con el primer ministro Manuel Valls y el presidente François Hollande a la cabeza, que realizó una ofrenda floral en el Café du Croissant. En todos los países europeos, también en España, se multiplicaron los artículos y elogios a su figura.

31 de julio de 2022. ¿Cómo se mirará, si es que se mira, este año de guerra la figura de Jaurès en el aniversario de su asesinato?

martes, 23 de agosto de 2022

_- Qué son las "habilidades blandas" y por qué cada vez más compañías se fijan en ellas al contratar



_- Para hacer tu trabajo efectivamente, necesitas lo que se denomina como 'habilidades duras': el conocimiento técnico y conocimientos específicos sobre el área de la que eres responsable.

Pero en un mundo laboral siempre cambiante, las "habilidades blandas" menos promocionadas pueden ser igual de importantes, si no más cruciales.

Estas habilidades son más matizadas, incluso de bajo perfil: piensa en las características y comportamientos personales que hacen a un líder fuerte o un buen miembro del equipo.

Especialmente en medio de la normalización del trabajo remoto, donde la colaboración y las formas de innovar han cambiado, las empresas están comenzando a darse cuenta de la importancia de estos intangibles al construir equipos diversos y exitosos.

Como resultado, los empleadores están considerando cada vez más las habilidades sociales de un candidato tanto como su experiencia y especialidades técnicas explícitas, dicen los expertos.

Algunas de estas habilidades blandas pueden ser innatas: hay rasgos de personalidad que hacen que alguien sea un buen comunicador natural o un pensador analítico.

Quienes no cuentan con ellas, pueden desarrollarlas y perfeccionarlas, así como aprender a mostrarlas.

Y eso, dicen los expertos, es algo que todos deberíamos estar haciendo.

¿Qué son?
No existe una lista definitiva de habilidades blandas, pero el término se refiere esencialmente a habilidades más allá de las técnicas.

La confianza con cierto software, por ejemplo, es una habilidad dura; saber cómo analizar diferentes paquetes de software para descubrir qué debería usar una empresa requiere pensamiento crítico: una habilidad blanda.

Cada vez se valora más no sólo qué sabes hacer sino cómo te comportas al hacerlo.

Otra área importante de habilidades blandas es la comunicación.

La comunicación efectiva con colegas, clientes y la gerencia requiere destreza e inteligencia emocional. La empatía, el trabajo en equipo y la compasión también son habilidades que caen bajo ese mismo paraguas.

El término 'habilidades blandas' en sí mismo es sólo jerga, dice Eric Frazer, autor de "The Psychology of Top Talent" y profesor asistente de psicología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale.

"Desde el punto de vista de la ciencia del comportamiento, realmente se refiere a una serie de mentalidades y comportamientos.

"Algunos ejemplos de mentalidades de habilidades blandas pueden ser alguien que aprende continuamente o alguien que es muy resiliente. Muchos comportamientos (pensamiento crítico, escucha activa, resolución imaginativa de problemas, por nombrar algunos) también son habilidades interpersonales".

Las mismas habilidades que le permiten a los trabajadores operar con éxito dentro de la jerarquía de la empresa y llegar a la cima también generan relaciones interpersonales exitosas.

En esencia, continúa, el término no es más que otra forma de decir 'habilidades interpersonales'.

"Se trata del sentido de identidad de una persona y de cómo se relaciona con otras".

Muchas habilidades blandas son muy prácticas, como la eficiencia, la priorización, la organización y la gestión del tiempo, todas características que se están volviendo cada vez más críticas para los trabajadores remotos e híbridos.

"Las personas que tienen un alto desempeño tienen la disciplina para estructurar su día y ser altamente efectivas dentro de un marco de tiempo establecido", dice Frazer.

Y las habilidades blandas no sólo son útiles en el trabajo, generalmente son invaluables.

Un cambio notable
 A medida que muchas de las partes altamente técnicas del trabajo se automatizan cada vez más o se reemplazan por herramientas tecnológicas, las empresas buscan empleados que puedan resolver problemas, hacer malabarismos con mayores responsabilidades y trabajar bien con los demás.

La actual escasez de mano de obra también hace que las organizaciones se centren en la longevidad: los empleados que tienen las habilidades interpersonales y la inteligencia emocional para llegar a puestos de liderazgo ofrecen mucho más valor.

Además, las habilidades blandas se han vuelto aún más importantes en el panorama laboral pospandémico y en gran parte remoto.

Por ejemplo: la comunicación tiende a ser mucho más matizada y compleja cuando los trabajadores no se ven cara a cara con sus colegas. La adaptabilidad también es una habilidad blanda, y los últimos dos años han requerido mucho de ella.

Como resultado, los empleadores buscan activamente candidatos que tengan estos intangibles.

Las habilidades blandas se valoraron con la pandemia.

En una revisión de 2021 de más de 80 millones de ofertas de trabajo en 22 sectores industriales, la organización educativa sin fines de lucro America Succeeds descubrió que casi dos tercios de los puestos incluían habilidades blandas entre sus calificaciones.

Y en todas las ofertas de trabajo, de las 10 habilidades más demandadas, 7 eran 'blandas', incluidas la comunicación, la resolución de problemas y la planificación.

El mismo informe mostró que ciertos tipos de puestos priorizan aún más las habilidades blandas: eran las calificaciones más deseadas para el 91% de los puestos de gestión, el 86% de los puestos de operaciones comerciales y el 81% de los puestos de ingeniería, un hecho que puede sorprender, ya que es un campo generalmente considerado altamente técnico.

"Cuando observamos la fuerza laboral de hoy", dice Frazer, "definitivamente ha habido un cambio hacia exigir más de que lo que yo llamaría 'conocimiento tácito' y 'habilidades tácitas'... lo que significa que eres bueno en lo que haces, es decir, si eres ingeniero, se espera que seas bueno codificando o diseñando o si trabajas en finanzas, en análisis de datos numéricos".

El cambio, dice, es que "hay una comprensión más profunda de que las personas viene primero, antes que el desempeño".

No quiere decir que las habilidades técnicas hayan quedado en el olvido, agrega, pero las empresas se han dado cuenta cada vez más de que enfatizar las habilidades interpersonales que mantienen unidas a las organizaciones es lo que "genera grandes resultados".

El sitio de trabajo global Monster's The Future of Work 2021: Global Hiring Outlook reveló que las habilidades blandas como la colaboración, la confiabilidad y la flexibilidad se encuentran entre las habilidades que los empleadores más aprecian en los trabajadores.

Sin embargo, los ejecutivos informan que tienen dificultades para encontrar candidatos que tengan conjuntos de habilidades blandas bien desarrolladas, y que las hayan tenido durante años.

Parte de eso, dice Frazer, es que habilidades como la imaginación y la flexibilidad son difíciles de cuantificar.

"Los inventarios y los cuestionarios realmente no capturan estos atributos con gran precisión", dice. Y los candidatos no necesariamente resaltan esas habilidades en sus CV o páginas de LinkedIn, aunque tal vez, agrega, deberían hacerlo.

Articulando tu mentalidad
Este creciente énfasis en las habilidades blandas puede desconcertar a algunos trabajadores, especialmente a aquellos que no son buenos comunicadores por naturaleza o "líderes natos", como dice Frazer.

Pero agrega que estas son habilidades que se pueden aprender.

"Quienes quieren mejorar en sus trabajos, o ser mejores empleados, o tener un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida personal, entienden y aprecian el valor de afinar constantemente estas mentalidades y comportamientos".

Tendemos a ser conscientes de nuestras fortalezas, pero para perfeccionar las habilidades interpersonales hay que comenzar por solicitar comentarios para identificar debilidades y puntos ciegos.

Mejorarlos puede significar forzarte a salir de tu zona de confort. Si deseas mejorar tu pensamiento imaginativo o la resolución de problemas, por ejemplo, intenta participar en sesiones de lluvia de ideas con los creativos de la empresa.

La inteligencia emocional también se puede aumentar desarrollando la conciencia social, aprendiendo a regular tus sentimientos y siendo empático.

Además de mejorar las perspectivas laborales, eso tiene beneficios adicionales: las investigaciones muestran que las personas con una inteligencia emocional alta tienen menos probabilidades de experimentar estrés y ansiedad.

Los gerentes de contratación en busca de estos intangibles, por su lado, pueden adaptar sus preguntas de la entrevista para poder descubrir el conjunto de habilidades blandas de un candidato, con preguntas como "dame un ejemplo de una época en la que fuiste resiliente en tu vida profesional" o "cuéntame una historia que resalte tu mentalidad abierta", dice Frazer.

Para prepararse mejor para situaciones como estas, los candidatos deben identificar sus habilidades blandas más fuertes de antemano y estar listos para demostrarlas, agrega.<br />

Las habilidades técnicas y la experiencia en su CV siempre serán importantes, pero no suficientes: tienes que convencer a los reclutadores de que posees las habilidades más blandas que te ayudarán a tener éxito. 

 
Las 10 habilidades que más valoran las empresas según Li   kedin, https://www.bbc.com/mundo/noticias-46913563 1947f

lunes, 22 de agosto de 2022

El terremoto de Lisboa de 1755, el desastre que cambió la historia y enfrentó a la Inquisición con Rousseau, Voltaire y Kant

Terremoto en Lisboa, pintura de Joao Glama (1708-1792), 1755. Portugal, siglo XVIII.

"Nunca se vio una mañana más hermosa que la del 1 de noviembre", escribió el reverendo Charles Davy en 1755, uno de los muchos extranjeros que vivían en Lisboa.

 "Era una metrópoli, la capital de un imperio colonial mundial que se extendía a África -con Angola, Mozambique y Cabo Verde-, Asia -con Goa y Macao- y, por supuesto, a América Latina, con Brasil", señaló Vic Echegoyen, autora de la novela histórica "Resurrecta".

"Portugal era un reino muy, muy rico gracias a las riquezas de esas colonias", agregó la escritora en conversación con BBC Reel.

"Lisboa era un espectáculo muy llamativo para quienes la visitaban por primera vez", le dijo a BBC Witness Edward Paice, autor de "La ira de Dios: el gran terremoto de Lisboa".

"Había monasterios tremendos y palacios a gran escala. Su arquitectura había sido fuertemente influenciada por el este y también por la arquitectura islámica".

"El sol brillaba en todo su esplendor", siguió relatando el reverendo Davy.

"Toda la faz del cielo estaba perfectamente serena y clara; y no había la menor señal de advertencia de ese evento que se avecinaba, que ha convertido a esta ciudad, una vez floreciente, opulenta y populosa, en un escenario del mayor horror y desolación".

Fue uno de los desastres naturales más mortíferos que el mundo haya visto jamás.

Decenas de miles de personas murieron. Lisboa fue destruida, pero de las cenizas surgió algo increíble: una nueva forma de pensar y una nueva ciencia.

El horror
Plaza del Comercio antes del terremoto de 1755, representada en azulejos en la embajada de Italia, siglo XVIII.

Era el Día de Todos los Santos y, a eso de las 9:30 de la mañana, muchos de los piadosos residentes de la ciudad estaban en las iglesias.

De repente, se empezó a oír lo que varios testigos presenciales, incluido el reverendo Davy, creyeron era el traqueteo de muchos carruajes.

"Pronto me desengañé, ya que descubrí que se debía a un tipo de ruido extraño y espantoso bajo tierra, parecido al estruendo lejano y hueco de un trueno".

Lo que los sacudía era un megaterremoto que se sintió en gran parte de Europa occidental y la costa noroeste de África.

"Sigue siendo uno de los más grandes sismos jamás registrados. Hubo tres temblores en total y el segundo fue sin duda el más grande. Posteriormente se ha evaluado entre 8,5 y 9 en la escala de Richter", precisó Paice.

Los sobrevivientes del primer temblor buscaron seguridad en una enorme plaza abierta junto al río Tajo, entre ellos el señor Braddick, un comerciante inglés.

"Allí encontré una prodigiosa concurrencia de personas de ambos sexos y de todos los rangos y condiciones, entre los cuales observé algunos de los principales cánones de la iglesia patriarcal con sus túnicas púrpuras y rojizas, varios sacerdotes que habían huido del altar con sus vestiduras sacras en medio de su misa de celebración, señoras medio vestidas y otras sin zapatos... todos de rodillas con los terrores de la muerte en sus semblantes, gritando incesantemente '¡misericordiam meo Deus!'.

"En medio de la devoción, vino el segundo gran sacudón y completó la ruina de aquellos edificios que ya habían sido muy destrozados".

Más horror estaba por venir: el terremoto desató un tsunami en el Atlántico que luego se abrió camino río arriba.

El terremoto fue seguido por un maremoto y un incendio. Las réplicas se sintieron muchas semanas después.

"Entró con espuma, rugiendo y se precipitó hacia la orilla con tal energía que corrimos de inmediato para salvar nuestras vidas tan rápido como pudimos", escribió el reverendo Davy.

"Quizás piense que este lúgubre suceso termina aquí pero, ¡qué va! los horrores del 1 de noviembre son suficientes para llenar un volumen.

"Apenas oscureció, toda la ciudad pareció resplandecer, con una luz tan brillante que se podía leer en ella. Se podría decir sin exageración, que había incendios en al menos cien lugares a la vez y así continuó durante seis días, sin interrupción".

Para la celebración religiosa, se habían encendido todas las velas de las iglesias y catedrales, que al caerse multiplicaron sus llamas.

"No hay palabras para expresar el horror", escribió otro testigo. "Tal situación no es fácil de imaginar por los que no la han sentido, ni de describir por los que la han sentido.

"Dios quiera que nunca llegues a tener una idea precisa de ella, pues sólo se puede tener mediante la experiencia".

Nueva forma de pensar
La noticia del desastre en una ciudad tan importante como Lisboa se extendió rápidamente.

"Fue la primera catástrofe mediática mundial que atrajo la atención de todas las gacetas, periódicos y viajeros de toda Europa", señaló Echegoyen.

Y despertó mucho más que alarma.
Las replicas del terremoto agitaron el pensamiento de la época.

La Iglesia y sus seguidores buscaron culpables.
"Pasado el terremoto que había destruido las tres cuartas partes de Lisboa, el mas eficaz medio que se le ocurrió a los sabios del país para precaver una total ruina, fue la fiesta de un soberbio auto de fe, habiendo decidido la universidad de Coïmbra que el espectáculo de unas cuantas personas quemadas a fuego lento con toda solemnidad es infalible secreto para impedir los temblores de Tierra", escribiría Voltaire en su controvertido cuento filosófico "Cándido" (1759).

Mientras la Inquisición hacía lo suyo, las grandes mentes de la época, muchas de las cuales empezaban a mirar el mundo de una manera nueva, aquellos que ahora asociamos con la Era de la Ilustración, reflexionaban.

Emanuel Kant publicó tres textos separados sobre el desastre, convirtiéndose en uno de los primeros pensadores en intentar explicar los terremotos por causas naturales, en lugar de sobrenaturales.

Y Voltaire y Jean-Jacques Rousseau tuvieron un famoso intercambio de ideas.

La catástrofe había desafiado el optimismo de la era de la Ilustración articulado por el polimata alemán Gottfried Leibniz y el poeta inglés Alexander Pope, quienes resolvieron el problema tradicional del mal al afirmar que la bondad de Dios había asegurado la de la Creación en general, lo que implicaba que cualquier apariencia del mal era sólo eso, apariencia, producto de la incapacidad de los humanos para comprender su función dentro del todo.

"La filosofía dominante dictaba que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, que incluso en estos desastres había una providencia divina, que dios estaba trabajando en algún plan y que no era nuestro lugar cuestionar", explicó Paice.

"Voltaire ya era crítico de la interpretación teológica de la naturaleza, y muchas de sus obras ironisaban esa idea de que Dios gobernaba de alguna forma todos los asuntos humanos", le dijo a BBC Reel el historiador André Canhoto Costa.

Y, agregó Paice, pocas semanas después del terremoto, "en su 'Poema sobre el desastre de Lisboa' disparó la primera salva en lo que iba a ser uno de los principales debates filosóficos de la historia, cuestionando al Dios que podía ver cualquier bien en algo tan horrible como lo ocurrido".

"¿Dirán ustedes, al ver ese montón de víctimas: '¿Se ha vengado Dios; su muerte paga sus crímenes?'

¿Qué crimen, qué culpa cometieron esos niños, sobre el seno materno aplastados y sangrientos?

¿Tuvo Lisboa, que ya no es, más vicios que Londres, que París, en los deleites hundidas?

Lisboa queda hecha trizas, y en París se baila"

Líneas de 'Poema sobre el desastre de Lisboa' de Voltaire

El terremoto que destruyó Lisboa sacudió más que el suelo para Voltaire: socavó el esfuerzo de justificar el sufrimiento por referencia a algún bien más amplio, abriendo la posibilidad de que algún sufrimiento inmerecido pudiera ser atribuido a Dios.

Rousseau rechazó la idea y le respondió con una extensa carta en la que argumentó -entre otras cosas- que la fuente del sufrimiento de los lisboetas no era Dios sino sus propias acciones, como la forma en la que habían construido la ciudad y las motivaciones sociales de los residentes.

Alegó que un hecho físico moralmente neutro se vivía como un desastre, por la susceptibilidad autocreada que producía la forma de habitar ese lugar.

"La naturaleza no construyó allí 20.000 casas de seis a siete pisos, (...) si los habitantes de esta gran ciudad hubieran vivido menos hacinados, con mayor igualdad y modestia, los estragos del terremoto hubieran sido menores, o quizá inexistentes".

Por otro lado, observa, incluso después de que el temblor inicial reveló el peligro, la gente se negó a tomar las medidas apropiadas.

"¿Cuántos desdichados perecieron por querer rescatar uno sus vestidos, otros sus papeles, otros su dinero?", preguntó Rousseau, insinuando que eso reflejaba sus valores, mostrando que preferían mantener su posición social más que sus vidas.

Y así, mientras el debate avanzaba, la ciencia iba emergiendo como una mejor manera de explicar el mundo y la forma en que funcionaba.

"La reforma protestante ya había tenido lugar pero de alguna manera mantuvo intacta línea entre el hombre y la naturaleza. El terremoto contribuyó para que se diera un corte más violento", subrayó Costa.

"El terremoto de Lisboa desencadenó toda una serie de acontecimientos, como cuando lanzas una piedra en un estanque y las ondas se hacen más anchas y fuertes y afectan a todo a su alrededor", aseguró Echegoyen.

"La era de librepensamiento, de cuestionamiento del poder todopoderoso de la Iglesia y de los reyes ya se estaba gestando, pero creo que ese día la humanidad comenzó a despertar y que en esa fecha realmente nació la época moderna".

Una nueva ciencia
"Ahora se considera un hito importante en el frente científico y filosófico", dijo Paice.

"Fue el terremoto más investigado de la historia. Tenemos un inmenso banco de relatos de primera mano del evento y de estos científicos comenzaron a analizar lo que había sucedido sin mencionar a dios".

"Uno podría decir que el 1° de noviembre de 1755 es la fecha de nacimiento de la sismología y hoy en día es estudiada en base a ese evento", le dijo a BBC Reel Maria João Marques, del Centro de terremotos de Lisboa.

Y es al marqués de Pombal a quien muchos atribuyen el nacimiento de esa nueva escuela de Ciencias.

Era la mano derecha del rey y se le encargó la reconstrucción de la ciudad de Lisboa.

"Envió cuestionarios a cada parroquia para preguntar cosas como ¿Cuánto tiempo tembló la tierra? ¿Con qué fuerza? ¿Qué daños causó? ¿Cuántas personas murieron? ¿Notó alguna señal extraña antes del terremoto?", relató Echegoyen.

"Con su equipo recopilaron y analizaron las respuestas, y compilaron una especie de folleto sobre todas las coincidencias en todas partes hasta que comenzó a surgir un patrón que se convirtió en la base de la ciencia sismológica tal como la conocemos hoy".

La reconstrucción de Lisboa fue impulsada por la ciencia.
Tratando de minimizar muertes en catástrofes futuras, apoyar las labores de evacuación y extinción de incendios, y el marqués de Pombal se aseguró de que las tortuosas calles estrechas que fueran reemplazadas por amplias avenidas, y de que los espacios fueran grandes y ventilados.

Además, se utilizaron métodos de ingeniería innovadores con estructuras de madera flexible en las paredes de los edificios para que "temblaran pero no cayeran".

Para probar esa y otras medidas antisísmicas, hicieron que tropas marcharan alrededor de las edificaciones para simular temblores, llevando al nacimiento de la ingeniería sísmica.


https://www.bbc.com/mundo/noticias-62382265

domingo, 21 de agosto de 2022

FORMACIÓN. Estas son las tendencias pedagógicas que pisan fuerte tras la pandemia.

De la educación dual e híbrida al papel de los ‘influencers’ educativos y una mayor autonomía en el aprendizaje, el informe ‘Innovating Pedagogy 2022′ destaca los enfoques más emergentes 

Hay quien piensa que la educación híbrida y online es solamente para gente mayor. Pero si algo ha demostrado la pandemia en el entorno educativo, es que aquellas instituciones con un proceso de digitalización más avanzado son las que mejor y más rápidamente se adaptaron al confinamiento, primero, y a las restricciones que vinieron después. Un cambio que se hará notar de cara al futuro: “Los docentes y centros que aprendieron de lo sucedido serán los que, probablemente en un par de años, estén mucho mejor posicionados por su actitud innovadora y el tipo de educación que ofrecerán a sus estudiantes”, explica Albert Sangrà, catedrático de Educación de la UOC e investigador del grupo Edul@b. El informe Innovating Pedagogy 2022, publicado por la Open University británica en colaboración con Sangrà y otros expertos de la UOC, presenta 10 enfoques pedagógicos emergentes que han salido reforzados de la pandemia.

La súbita crisis sanitaria de 2020 hizo que las instituciones educativas reaccionaran, en su mayoría, como buenamente pudieron: es lo que Sangrà recuerda como la fase del “sálvese quien pueda”, de buscar una solución que permitiera no interrumpir la educación al nivel que fuera y de poner en marcha todos los mecanismos posibles de supervivencia. Después vino una fase intermedia, “en la que nadie estaba del todo satisfecho, porque olvidaban en cierta forma que las medidas aplicadas eran provisionales, tomadas con poco fundamento y como soluciones de emergencia”, y una tercera fase en la que se entiende que la pandemia ha quedado atrás. El problema, señala, es que hasta aquí se ha llegado con el propósito de volver a la normalidad de antes, sin aprender nada de la pandemia y haciendo como que estos dos años no hubieran existido.

Los más de dos años transcurridos han servido no solo para potenciar la transformación digital de las instituciones, sino para fortalecer la educación en línea, que bien implementada ha servido para influir en los enfoques pedagógicos de la enseñanza y el aprendizaje en entornos presenciales. “Muchas personas se han dado cuenta de que el tiempo de aprendizaje no siempre coincide con el tiempo de instrucción”, esgrime Sangrà. “Es decir, que no se aprende solo cuando tienes a un docente delante, sino que a veces sucede en otros momentos, con lo que efectivamente expandes el tiempo que tienes para aprender, y probablemente lo utilizas de maneras distintas”. Un contexto en el que han cobrado especial relevancia metodologías como la del aula invertida, en la que el tiempo que profesores y alumnos pasan juntos se aprovecha para aclarar dudas, debatir y realizar actividades colaborativas, mientras que los alumnos deben visionar (o leer) el contenido por su cuenta con anterioridad a la clase presencial. La tecnología abre ciertamente el abanico de posibilidades, de manera que un profesor puede grabar un vídeo corto y mandárselo a un alumno para aclarar una duda o trabajar un reportaje como material añadido y colgarla en la plataforma virtual del centro.

La educación híbrida, con margen de mejora
Metodologías como esta del aula invertida pertenecen a los modelos híbridos que tanta relevancia han cobrado a partir de la pandemia, y que combinan el aprendizaje presencial y online. Un enfoque que, sin embargo, tiene aún mucho margen de mejora. “Si te fijas, los modelos híbridos siempre parten de una visión presencial: yo doy mi clase presencial y luego gano unos grados de flexibilidad añadiendo algo en línea, de manera que esta parte es secundaria”, explica Sangrà. “Yo creo que el 80 % de quien dice que aplica el aula invertida, por ejemplo, en realidad lo hace mal. La propuesta que yo hago en ese sentido es la de lanzar un modelo híbrido desde lo online. Es decir, vamos a diseñar un curso o materia 100 % en línea, y también 100 % presencial”, desgrana. “Y luego vamos a buscar puentes que nos permitan transitar de un modelo a otro de manera fluida, de manera que yo pueda cambiar una actividad presencial por otra en internet en el momento que quiera y sin previo aviso, porque mis alumnos están preparados para ambas”.

La mayor dificultad, claro, está en la planificación, porque poner este modelo en marcha requiere de una inversión de tiempo mucho mayor. Un aspecto en el que, añade Sangrà, la educación online tiene mucho que aportar, ya que esta exige tener todo completamente planificado (materiales, recursos y acciones del profesorado) antes de comenzar a impartir la materia.

Otra de las tendencias pedagógicas que ha ganado en importancia es la referente a los escenarios de aprendizaje dual, que unen bajo un mismo paraguas el aprendizaje en el aula con la capacitación práctica en la industria. Una estrategia que bebe fundamentalmente de los modelos duales de la Formación Profesional, y que puede implementarse también en el ámbito de la educación superior, “donde podríamos desarrollar el mismo sistema utilizando mecanismos de simulación en línea. Así, podríamos experimentar en el entorno virtual de la propia industria en la que estoy trabajando, gracias al apoyo de las tecnologías”, señala el académico de la UOC.

“Los socios de la industria se han quejado muchas veces de que la enseñanza en el aula no se alinea lo suficiente con las necesidades prácticas de las empresas. Para solucionarlo, los docentes han de actualizar sus conocimientos sobre los procesos de producción, procedimientos y tecnologías de la industria”, señala el informe Innovating Pedagogy 2022. Las empresas, por su parte, deben poder ofrecer el tiempo y los recursos necesarios para proponer actividades prácticas reales en el aula, e invertir más en crear estructuras de apoyo a las universidades y otros centros educativos.

Tendencias pedagógicas a seguir
El citado informe de Open University y UOC señala, además de los aspectos mencionados, otra serie de tendencias pedagógicas que han salido reforzadas de la pandemia. Enfoques relacionados con, por ejemplo, la pedagogía de la autonomía, que ha adquirido notoriedad en los últimos dos años y que se basa en la idea de que los estudiantes tomen las riendas de su propio aprendizaje, en lugar de adoptar un rol de recipientes pasivos de la enseñanza, mientras que los docentes actúan como facilitadores; o la educación dirigida por influencers, profesores que se dedican a compartir contenidos por medio de vídeos y que cada vez tienen más peso en las decisiones de los estudiantes respecto a qué, dónde y de quién aprender. “Tú no puedes delimitar en tu aula la forma que tienen tus alumnos de aprender. Muchos de esos vídeos pueden ser usados como un recurso más a la hora de planificar una materia, pero el problema es que no existen filtros sobre la formación de quien habla”, reflexiona Sangrà.

El resto de pedagogías destacadas por el estudio, hasta un total de 10, tienen a juicio de los expertos el potencial de introducir cambios significativos en la práctica educativa. Son estas:

Pedagogías ligadas a las microcredenciales.
Se relacionan con una búsqueda permanente de cursos que formen (y acrediten) a los trabajadores en las nuevas habilidades que demanda el mercado laboral.

Las pedagogías del hogar se refieren a las prácticas informales de enseñanza y aprendizaje que se dan en el hogar. La comprensión, por parte de los profesores, del conocimiento presente en casa puede ser una herramienta efectiva para seleccionar lecturas culturalmente relevantes para sus estudiantes, que a su vez potencien las estrategias de lectura crítica de los alumnos.

Educación del bienestar. Los estudiantes sufren presión sobre su salud mental en todo el mundo, e incorporar esta práctica de forma institucional beneficia a todos.

Pedagogía del malestar. Se refiere a un proceso de autoexamen que sirve para que los alumnos cuestionen de una manera crítica sus sistemas de pensamiento como la opresión, el racismo o la injusticia social; un proceso que puede provocar una amplia gama de emociones, incluida la del malestar.

Caminar y hablar. Se analiza el efecto sobre el aprendizaje del movimiento y la conversación. Cuando los alumnos de los estudios online quedan para caminar y hablan de lo que estudian, se fomenta el pensamiento creativo y se rompe la soledad que a veces experimentan.

Grupos de visionado. Gracias al uso cada vez más generalizado de internet, personas de todo el mundo pueden participar simultáneamente en sesiones en línea viendo un mismo vídeo o una misma presentación.

sábado, 20 de agosto de 2022

_- La corriente económica dominante, como pseudociencia, nos lleva al abismo

_- Todos los economistas pertenecientes a la corriente dominante muestran un comportamiento gregario, difícil de erradicar.

Los economistas de la corriente dominante se han convertido en un serio problema para la sociedad. 
Algunas de sus propuestas, ideas, recetas o recomendaciones de política económica muestran un grado de psicopatía difícil de encontrar en otras profesiones. Ello viene a colación de ciertos tweets que el otrora economista del Fondo Monetario Internacional, Olivier Blanchard, el mismo que en mayo de 2008 nos aseguraba que la macroeconomía global se encontraba en el mejor de los mundos posibles. Ahora vuelve a la carga y nos ofrece su receta para luchar contra la inflación actual, aumentar el desempleo. No me sorprende. En un artículo previo, La ortodoxia, responsable de la inflación, generará un desempleo masivo, ya avisamos de lo que iban a hacer, agravarían la inflación que ellos han generado con un aumento deliberado del desempleo masivo. Será la obra póstuma de unos sádicos.

Permítanme refrescarles que decían esos tweets, publicados por el mismo Blanchard el 22 de julio. El hilo, abro comillas, decía lo siguiente: “Una reflexión sobre la lucha contra la inflación:

1. Cuando la inflación proviene de un sobrecalentamiento, convencer a los trabajadores de que la economía tiene que ralentizarse, y que el desempleo tiene que aumentar para controlar la inflación, es difícil, pero al menos se puede explicar la lógica.

2. Cuando la inflación proviene de un aumento de los precios de las materias primas y la energía, convencer a los trabajadores de que el desempleo tiene que aumentar para controlar la inflación, es aún más difícil. “¿Por qué debería perder mi trabajo porque Putin invadió Ucrania?”

3. Esto hace que el trabajo y la estrategia de comunicación de los bancos centrales sea muy difícil.”


La ortodoxia, además de inflación, generará desempleo
No digan ustedes que no les avisé. Los neoclásicos, además de la inflación, pretenden generar desempleo. El lote completo. No se puede ser más inútil. No previeron la Gran Recesión, obra y gracia de la mayor deuda privada de la historia, alrededor de distintas burbujas. Y ahora, esto, inflación y desempleo, resultado de sus recomendaciones. Pero ahí siguen todos ellos, ocupando puestos de responsabilidad en diferentes organismos multilaterales, asesorando a diferentes gobiernos, ocupando platós de televisión, asistiendo a distintas tertulias radiofónicas, permitiendo que la financiarización campe a sus anchas y arruine a millones de familias.

La receta es mucho más sencilla: vuelvan a regular los mercados derivados de materias primas; terminen con el sistema marginalista de fijación de precios de la electricidad; vayan a saco a por los beneficios puros derivados del aumento de poder de mercado en los distintos sectores económicos; troceen empresas y bancos que hayan acumulado un poder de mercado excesivo; protejan los derechos humanos que describe la carta fundacional de la ONU de las sucias manos de la financiarización… Y un consejo final, por favor, déjennos en paz.

La pregunta que me hago una y otra vez es ¿por qué todas estas soluciones sencillas y aplicables fueron, son, y serán ignoradas?, ¿por qué siempre todo pasa por aplicar un daño innecesario a la ciudadanía? Si fuera por incompetencia, que lo es, ya se habría producido un cambio de políticas. Pero la razón es otra: por instinto de clase y de protección de la élite dominante. Y para ello necesitan la cooperación de una tecnocracia económica bien remunerada, pero absolutamente inoperante, la cual hace que el sistema parezca hasta bueno y saludable.

La economía, en su estado actual, es una pseudociencia 
Estamos inmersos en una profunda crisis de visión del pensamiento económico moderno. Ya en 1995, Robert Heilbroner y su pupilo William Milberg publicaron un libro con un título muy sugerente, que nos avisaba de lo que venía, “The Crisis of Vision in Modern Economic Thought”. La crisis en cuestión era consecuencia de la ausencia de una visión, de un conjunto de aquellos conceptos políticos y sociales compartidos, de los que depende, en última instancia, la economía. A la decadencia de la perspectiva económica le han seguido diversas tendencias cuyo denominador común era una impecable elegancia a la hora de exponer los términos, acompañada de una absoluta inoperancia en su aplicación práctica. Y de aquellos barros, estos lodos.

Todos los economistas pertenecientes a la corriente dominante muestran un comportamiento gregario, difícil de erradicar. Sin embargo, hay excepciones, y por lo tanto cierta esperanza. Una de ellas es el que fuera premio Nobel de economía, Paul Romer, y que en su momento dio un paso adelante, abandonando el lugar tenebroso de la ortodoxia. La economía, en el momento actual, representada por la corriente dominante no deja de ser una pseudo-ciencia. En The Trouble with Macroeconomics, Romer entona un mea culpa, y nos obsequia con un resumen que no tiene desperdicio. “Durante más de tres décadas, la macroeconomía ha ido hacia atrás. El tratamiento de la identificación ahora no es más creíble que a principios de la década de 1970, pero escapa al desafío porque es mucho más opaco. Los teóricos de la macroeconomía descartan los meros hechos fingiendo una ignorancia obtusa sobre afirmaciones tan simples como “una política monetaria estricta puede causar una recesión”. Sus modelos atribuyen las fluctuaciones de las variables agregadas a fuerzas causales imaginarias en las que no influye la acción de ninguna persona. El paralelismo con la teoría de las cuerdas de la física apunta a un modo de fracaso general de la ciencia que se desencadena cuando el respeto a los líderes de gran prestigio se convierte en una deferencia a la autoridad que desplaza los hechos objetivos de su posición como determinante último de la verdad científica (pensamiento gregario)”. Y ahí seguimos.

Juan Laborda. @JuanLabordah

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/analisis/juan-laborda-corriente-economica-dominante-como-pseudociencia-lleva-abismo

viernes, 19 de agosto de 2022

Qué es el Síndrome de Ulises y cómo afecta a los migrantes

Quien migra suele pasar por varios duelos, pero ciertas condiciones pueden dar lugar al síndrome de Ulises. 

 "No debiera arrancarse a la gente de su tierra o país, no a la fuerza", decía el poeta argentino Juan Gelman.

Sin embargo, en el mundo hay alrededor de 281 millones de migrantes internacionales (el 3,6 % de la población), según los datos de 2020 de la ONU.

Hay quienes emigran porque así lo desean, pero también quienes se ven obligados a ello. A finales de 2019, las personas desplazadas a la fuerza eran más de 79,5 millones según ACNUR.

Sea algo elegido o no, los migrantes, con las raíces a miles de kilómetros, puede que nos sintamos como decía Gelman: como una "planta monstruosa". Y habrá circunstancias en nuestra llegada a destino que suavizarán esa condición o la empeorarán.

Y esto, sin duda, puede repercutir en nuestra salud mental.

En la frontera entre la salud mental y el trastorno
El psiquiatra español Joseba Achotegui trabaja con temas relacionados con migración en la Asociación Mundial de Psiquiatría, de la que es secretario. A partir de 2002 empezó a ver que algo cambiaba. "Se cerraron las fronteras, empezaron políticas más duras contra la migración, la gente dejó de tener acceso a papeles, había una enorme lucha por la supervivencia", cuenta a BBC Mundo.

Y esto se reflejó en cómo acudían los pacientes a su consulta: "Estaban indefensos, asustados, sin poder salir adelante".

En concreto, vio que muchos migrantes que viven situaciones difíciles presentaban "un cuadro reactivo de estrés muy intenso, crónico y múltiple".

Achotegui le puso nombre: Síndrome de Ulises.

Aclara el psiquiatra que esto no es una patología, ya que "el estrés y el duelo son cosas normales en la vida", pero sí remarca la peculiaridad del síndrome que deja al migrante, de nuevo, en la frontera. Pero esta vez entre la salud mental y el trastorno.

Duelo migratorio vs. síndrome de Ulises
Normalmente asociamos la palabra "duelo" al sentimiento tras las muerte de un ser querido. Los psicólogos lo relacionan con cualquier pérdida que tenga el ser humano, como dejar un trabajo, la separación de una pareja o cambios en nuestro cuerpo.

"Cada vez que experimentamos un pérdida, tenemos que acostumbrarnos a vivir sin eso que teníamos y adaptarnos a la nueva situación. Es decir, hay que elaborar un duelo", explica la psicóloga experta en duelo migratorio Celia Arroyo.

Así, el duelo migratorio está asociado a este gran cambio en la vida de una persona. Pero tiene características que lo hacen especial, ya que es un duelo "parcial, recurrente y múltiple".

Se puede sufrir duelo por el habla, las costumbres... O por el paisaje.

Parcial porque no es una pérdida total como ocurre con la muerte de alguien; recurrente porque con cualquier viaje, comunicación con el país o echar un simple vistazo a una fotografía en instagram puede reabrirse; y múltiple porque no es solo una cosa la que se pierde, sino muchas.

Joseba Achotegui agrupó estas pérdidas en 7 categorías. La más evidente suele ser la pérdida de la familia y los seres queridos. También está la pérdida de estatus social, algo que, dice Arroyo, suele pasar por la condición de migrante pero si, además, "el país de origen es xenófobo, supone una gran adversidad".

Otro duelo que el migrante pasa es el de la pérdida de la tierra. Por ejemplo, extrañar un paisaje montañoso o los días llenos de sol.

Se suma el duelo del idioma, que será más fuerte en la medida en que se migre a un país con otra lengua. Puede ser una verdadera barrera para, por ejemplo, hacer un trámite burocrático y mandar un simple correo electrónico.

Por último, está la pérdida de los códigos culturales, que puede significar algo tan sencillo como no tener con quién "echar un pie" y bailar salsa o con quien compartir un mate.

Y, asociado a esto, y como último duelo, está la pérdida de contacto con el grupo de pertenencia, con aquellos con quien podemos hablar en los mismos códigos, que entenderán nuestros modismos y forma de ver la vida.

El síndrome de Ulises es cuando, además de tener que pasar estos siete duelos normales para un migrante, se hace en condiciones difíciles, explica Achotegui.

Hay varios detonantes que pueden estresar a una persona en el país de acogida.

Cuáles son los detonantes
"Cuando hay dificultades o se rechaza a la persona en la sociedad de acogida puede darse este síndrome", explica Guillermo Fauce, profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid y presidente de Psicología sin Fronteras.

No es lo mismo llegar a un país nuevo con un trabajo ya estable que sin nada en firme; tener o no un techo y comida asegurados, entrar ya con visa o con un estatus legal por definir. Tener o no ciertas condiciones suma puntos y estrés.

"El rechazo que puede tener más impacto es no tener papeles o no poder acceder a determinados recursos", dice el psicólogo.

A su vez, Achotegui explica que esta situación hace que los migrantes no puedan salir adelante y genera tensión y problemas de supervivencia, otro detonante más.

Al coctel puede sumarse el no tener personas a nuestro alrededor que nos brinden apoyo, no solo material (donde vivir, comer, dormir), sino también emocional. "Muchos migrantes sufren situaciones de soledad, están aislados", remarca Achotegui.

Fauce señala que también hay un apoyo simbólico que, de no darse, es otro detonante más. Se trata de que el entorno del migrante entienda y reconozca su condición, "que está pasando por un situación complicada, transitando muchos duelos y que se le permita un periodo de transición en la sociedad de acogida".

Los expertos recomiendan hacer lazos con nuestra comunidad pero también con la sociedad de acogida.

A veces puede pensarse que "lo peor" ha pasado tras cruzar una frontera en malas condiciones, pero, en el país de acogida, la sensación de indefensión, de estar sin derechos y los posibles abusos laborales y sexuales pueden dar lugar a un cuarto detonante: el miedo.

Los expertos consultados añaden que esta situación de vulnerabilidad que puede dar lugar al síndrome de Ulises se hace mayor cuando se es mujer.

Qué nos puede pasar y cuándo estar alerta
Los síntomas pueden ser los mismos, dice Achotegui, que podemos tener cuando pasamos una mala época: dormimos mal, nos cuesta relajarnos, dolores musculares o de cabeza, enfado, nerviosismo, tristeza.

Fauce señala que, por un lado, se puede entrar en una suerte de estado depresivo y de tristeza, de encerrarnos en nosotros mismos y, por otro, estar hiperactivos y ansiosos, algo que al final nos va a quitar energía.

Esto puede hacer que el síndrome de Ulises se confunda con otras enfermedades mentales como depresión o estrés postraumático y que trate de medicalizarse.

Pero, en este caso, cuando se solucionan los obstáculos que dieron lugar al síndrome (hay trabajo, cierta estabilidad, menos estrés, etc,), desaparece.

"Si se sigue adelante, se consigue trabajo y hay una cierta estabilidad pero sigue habiendo síntomas, ahí hay algo más que evaluar y hay que intervenir de otra manera, porque puede que haya otra cosa ya del plano psiquiátrico, como un cuadro depresivo", sostiene Achotegui.

Hacer ejercicio y juntarse con la comunidad de origen pueden ayudar a bajar el estrés.

Así, cuando el malestar se convierte en permanente o impide que hagamos nuestra vida, hay que prender las alarmas. Otras muestras de alarma que señala Fauce son si aparecen ataques de ira, nuestras relaciones personales se ven afectadas o "se cogen atajos, como consumir drogas, alcohol, hay gastos desmesurados o se hacen deportes de riesgo".

Qué hacer y qué no hacer
"Es fundamental crear una red de apoyo social, estar en contacto con otros inmigrantes y compartir vivencias", señala Celia Arroyo. Para esto es bueno buscar migrantes de nuestra nacionalidad o grupos de apoyo específicos donde vivamos.

Al respecto, Achotegui dice que esto hace que haya "menos riesgo de trastorno mental", pero quedarse muy anclado con nuestra comunidad puede hacer que se prospere menos. "Si no te metes en la sociedad de acogida, costará progresar. Es un equilibrio".

Al final se trata de mantener "la raíz" con agua, pero no olvidarnos de nuestras hojas, del lugar donde reciben el sol.

También recomienda Achotegui hacer ejercicio y actividades que bajen el estrés.

Fauce remarca que "los cortes radicales no funcionan, ni las decisiones drásticas" ya sea respecto al país de origen o al de acogida y a las relaciones creadas en ambos.

Arroyo señala que, aunque es complicado dar un tiempo preciso, si tres meses después de haber conseguido una estabilidad el sufrimiento que sentimos no ha disminuido, es buen momento para pedir ayuda psicológica.

Qué pueden hacer los demás
La sociedad de acogida juega un papel importante, pero quien no ha vivido esta situación puede que no entienda qué implica el duelo migratorio ni el estrés sostenido que deriva en el síndrome de Ulises. Esto puede hacer que no sepamos cómo ayudar, qué decir o hacer.

Celia Arroyo recomienda que el entorno permita a quien esté esta situación que se exprese libremente y pueda hablar de qué le pasa y cómo se siente.

"Es importante no minimizar su sufrimiento ni generar falsas esperanzas" ante un futuro que es incierto cuando, por ejemplo, hay una visa o un trabajo que no llega.

Como en cualquier duelo, hay que evitar frases del estilo "ya se te pasará", "no es para tanto", "eso son miedos tuyos" o "todo saldrá bien".

Achotegui sugiere ni compadecer ni victimizar: "Hay que acercarse con respeto, incluso con cierta admiración. El migrante es una persona fuerte, alguien que está yendo hacia adelante".

A la vez, es importante respetar su cultura, mentalidad y cosmovisión.

Si nos cuesta conectar emocionalmente con alguien en esta situación, Fauce recuerda que todos hemos sufrido alguna pérdida y que es un buen ejercicio conectar con la emoción que tuvimos para empatizar con el migrante. Y pensar que, como escribió la uruguaya Cristina Peri Rossi, emigrar, partir al fin, es siempre partirse en dos.