lunes, 16 de diciembre de 2024

Museo del Premio Nobel: historias que cambian el mundo, objetos que guardan almas

Fuentes: Rebelión

La ciudad vieja de Estocolmo está rodeada por edificios antiguos, canales de agua, puentes, iglesias; y da la impresión que las piedras han memorizado el paso de los siglos. En este sector se encuentra una mansión, construida en el siglo XVIII, que respira historia y humanidad. Me refiero al Museo del Premio Nobel que se inauguró en el 2001 para conmemorar el centenario de los Premios Nobel. En su interior late la esencia de las mentes más lúcidas que han revolucionado el mundo con su creatividad. Y cada rincón está marcado por descubrimientos importantes en los diferentes campos de la ciencia, pero también por las célebres obras que han creado poetas y escritores. A lo largo y ancho del Museo se describen historias; por ejemplo, de Marie Curie, que descifró secretos de la materia entre radiaciones invisibles; de Albert Einstein, cuyo genio dibujó las curvas del espacio y del tiempo; de Martin Luther King, quien soñó con un mundo sin cadenas, y caminó hacia él con pasos firmes; o de Amartya Sen que fue testigo de una tremenda hambruna en la zona de Bengal, en donde murieron miles de personas.

Una de las salas más cautivadoras del Museo invita a reflexionar sobre la naturaleza de la creatividad. A través de cortometrajes que retratan a galardonados, se pregunta al visitante:

¿Es la creatividad un destello inherente al espíritu individual, o es el entorno social el verdadero motor de la creación?

Esta pregunta no busca respuestas definitivas, sino más bien encender la imaginación.

En un sector mágico y entrañable del Museo se exhiben objetos donados por los laureados. Son por decir, fragmentos de sus vidas. En un armario descansa un hipopótamo de madera que Mario Vargas Llosa solía acariciar entre líneas de inspiración. Los lentes del Dalai Lama parecen transmitir una visión de serenidad. La bicicleta de Amartya Sen está marcada por los caminos polvorientos de algunas aldeas en la India, etc. Cada objeto, por modesto que parezca, es un testigo silencioso del ingenio y del alma de su dueño. En otras palabras, la grandeza humana se alza, delicada y luminosa, como tesoro eterno reposando en vitrinas de cristal.

El techo del Museo, como un cielo estrellado, despliega un carrusel de fotografías de los laureados que se desliza lentamente sobre rieles. Es un desfile de mentes luminosas, una invitación a elevar la mirada y contemplar los rostros de los galardonados con el Premio Nobel que, como estrellas fugaces, han dejado una estela en nuestro mundo. La cafetería del Museo es un guiño al espíritu nómada de Alfred Nobel, quien frecuentaba cafés en Moscú, en París, en Estocolmo y en Viena. Entre el aroma cálido de una taza de café y el murmullo íntimo de una conversación, se teje un puente invisible hacia el pasado, como si cada sorbo y cada palabra fuesen hilos que nos enlazan con la eternidad. Podemos imaginar, entonces, a Alfred Nobel, el hombre de las contradicciones, sentado en la penumbra de su propia reflexión con una taza entre las manos, rodeado por el eco de sus invenciones. Quizás, entre fórmulas y explosiones de pólvora, hubo momentos de calma en el universo interior de Alfred Nobel, donde soñó con un legado que fuera más chispa de paz que estallido de guerra. Y así, entre el humo del café y el fulgor de sus pensamientos, se encendió la semilla de los premios que llevarían su nombre, una ofrenda para iluminar la nobleza del espíritu humano en lugar de sus sombras. Un detalle que no pasa desapercibido son las sillas de la cafetería, humildes guardianas de un secreto asombroso. Bajo sus asientos, como susurros atrapados en madera, descansan firmas y dedicatorias de quienes han sido tocados por el prestigio del galardón más ilustre del mundo. Esas palabras, pequeñas y discretas, parecen vibrar con una vida propia, como si fuesen versos arrancados del corazón, y materializados para que el presente los acaricie.

Este Museo es un santuario vivo y palpitante, y nos incita a transitar por sus senderos con los ojos llenos de asombro y el corazón abierto a la belleza del descubrimiento. Exposiciones, seminarios y actividades para niños y jóvenes animan a creer en un poder esencial: el cambio. Y, en consecuencia, se recuerda que todos llevamos dentro un relámpago de creatividad, y que con una actitud correcta, el mundo puede ser diferente. Dicho de otro modo, el Museo del Premio Nobel, es un espacio en el que palpita la energía de quienes han buscado, con sus inventos y contribuciones, mejorar el mundo.

En este planeta Tierra, las estrellas no iluminan con todo su resplandor. Titilan a medias como si su luz se quebrara en fragmentos de duda. Parecen murmurar un anuncio inquietante, un presagio de desorden que se desliza entre las sombras. Su parpadeo es el pulso de un mundo herido, esquizofrénico, cargado de guerras y esa incertidumbre que, se enreda en el alma como una espina, no deja ver el horizonte. Alfred Nobel, forjado entre la nitroglicerina y el estruendo, supo transformar la pólvora en poesía. Y la fuerza devastadora de la dinamita, en un canto de Paz; tan anhelado en nuestros tiempos.

domingo, 15 de diciembre de 2024

El Banco de España regala 12.000 millones a la banca y a la banca le parece mucho un impuesto por el que paga 1.695

Vuelvo a escribir sobre el mismo tema que comenté en un artículo del pasado mes de marzo y en otro de febrero de 2023 porque es fundamental que la gente sepa los regalos multimillonarios que el Banco de España y el Banco Central Europeo están haciendo a la banca privada con su dinero.

Lo hago de nuevo a partir de un artículo publicado en el diario económico Cinco Días por Carlos Arenillas, exvicepresidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, y Jorge Pérez, exjefe de regulación contable del Banco de España.

Estos economistas han estimado que el Banco de España ha pagado unos 12.000 millones de euros a los bancos españoles, entre septiembre de 2023 y 2024, en concepto de intereses por los depósitos que mantienen en el banco central. Una cantidad que explica las pérdidas de unos 8.000 millones de euros que registró el Banco de España y que supone una merma de ingresos de ese mismo montante para el Tesoro.

Por ese concepto y al conjunto de la banca privada europea, estos economistas estiman que el Banco Central Europeo ha pagado 125.000 millones de euros en el mismo periodo.

Estas cifras son escandalosas, al menos, por tres razones.

En primer lugar, por su magnitud: los pagos por intereses del BCE a la banca privada representan casi el 75 por ciento de todos los gastos que realiza la Unión Europea a lo largo del año. En España equivale más o menos a un mes de gasto público en pensiones, un mes y medio de gasto en sanidad o a dos meses y medio en educación.

En segundo lugar, es escandaloso que esas cifras se mantengan en secreto. Arenillas y Pérez han tenido que estimarlas porque el Banco de España se niega expresamente a proporcionar la cantidad exacta que paga a cada banco, a pesar de que se trata de dinero público y de que sus directivos no paran de reclamar transparencia, austeridad y eficacia a los gastos que realizan las demás instituciones del Estado.

En tercer lugar, porque, como expliqué en el artículo de marzo, no está justificado de ningún modo que los bancos centrales tengan que pagar esos intereses a la banca. Es un regalo, un subsidio que no responde a ninguna necesidad, sino tan solo a un privilegio. Antes de 1999 no existía esa remuneración en Europa (salvo en Alemania) y sólo desde 2008 comenzó a darse en Estados Unidos. Como ha mostrado, entre otros, Paul de Grauwe, para evitar ese dispendio cuando los tipos de interés están subiendo, el banco central puede aumentar la cantidad de dinero que los bancos han de mantener en reservas no remuneradas o vender los bonos que los bancos centrales acumulan para retirar dinero del sistema bancario.

Mientras se produce este escandaloso regalo a la banca con dinero público, mis colegas economistas que ponen el grito en el cielo cuando aumenta el gasto del Estado para dar ayudas mucho menos generosas a las personas o empresas más necesitadas mantienen silencio. Se callan cuando la banca española recibe un subsidio privilegiado del Banco de España de 12.000 millones de euros, mientras que sólo las cinco mayores entidades tuvieron un beneficio de más de 25.000 millones en 2023, y cuando, a pesar de ello, rechazan un impuesto extraordinario por el que sólo tuvieron que pagar 1.695 millones de euros.

O, mejor dicho, no se callan. Los del Banco de España afirman que ese impuesto puede penalizar el crédito y los de Fedea que “desincentiva el crecimiento” de los bancos» y tiene “repercusiones negativas sobre su eficiencia”. Son los que dicen que no hay dinero para el sistema de pensiones públicas, pero les parece bien darle a la banca sin justificación ninguna el equivalente a lo que más o menos se ha gastado en pensiones en el pasado mes de noviembre.

Pónganles ustedes el calificativo que deseen a la situación y a quienes la justifican y defienden.

Sobre el embargo a Cuba. Juan Torres López.

Fuentes: Ganas de escribir


El embargo que Estados Unidos ha impuesto por décadas sobre Cuba es un caso único. Por su duración y efectos, ha sido la medida más cruel e inhumana jamás tomada contra un pueblo en la historia.

Formalmente, EE.UU. justifica el embargo al juzgar que en la isla no hay democracia y que el Gobierno es enemigo del pueblo. Además, desde 1982, bajo la presidencia de Reagan considera a Cuba como un país «patrocinador del terrorismo».

Tanto el embargo como las sanciones no sólo son inhumanos sino injustos, y sin otro fundamento que el deseo de castigar a la población cubana porque el país eligió una vía de desarrollo que genera rechazo por razones ideológicas y de interés económico.

Estados Unidos no defiende ni busca instaurar la democracia

Incluso aceptando que en la isla no hay una democracia al estilo occidental, es una evidencia clamorosa que Cuba no es el único país del mundo en el que eso ocurre. Su Gobierno tampoco es el más cruel ni actúa en contra de los intereses de su pueblo, como se desprende de la actuación de Estados Unidos.

Es falso que la gran potencia estadounidense sancione a Cuba porque su intención sea defender la democracia. Así lo demuestra un hecho perfecta y ampliamente contrastado durante más de un siglo: Washington ha apoyado y apoya, protege y financia a muchos regímenes políticos sin democracia en todo el mundo, y ha ayudado directa o indirectamente con docenas de golpes de Estado para acabar con ella en todos los continentes.

Investigaciones académicas demuestran que, sólo desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín, Estados Unidos ha buscado derrocar gobiernos en varias ocasiones. Según un informe de la Universidad Carnegie Mellon, entre 1946 y 2000 hubo 81 operaciones de influencia electoral, tanto abiertas como encubiertas de Estados Unidos. Y en la mayoría de intervenciones el resultado fue la promoción de dictaduras.

Sólo el golpe que Washington indujo y apoyó activamente en Guatemala, en 1954, causó la muerte o desaparición de 200.000 personas. Allí, como en otras ocasiones en las que intervino, fueron sus fuerzas militares las que cometieron la mayoría de las atrocidades.

Por otro lado, de los 24 golpes de Estado militares que se dieron en todo el mundo de 2009 a 2023, la mitad no han recibido una condena formal del Gobierno de EE.UU.

Guste o no oírlo, Estados Unidos ha sido y sigue siendo el país que en más ocasiones ha derrocado o ayudado a derrocar regímenes políticos democráticos.

Estados Unidos ha organizado y financiado a grupos terroristas

Incluir a Cuba entre los países que promueven el terrorismo es, sencillamente, una maldad que incluso algunos dirigentes estadounidenses han negado. El propio presidente Barack Obama en 2015 dejó de considerar a Cuba “Estado promotor del terrorismo”. Según señaló Ben Rhodes, exviceconsejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, por una sencilla razón: «En pocas palabras, Cuba no es un Estado patrocinador del terrorismo».

La acusación de Estados Unidos contra Cuba acerca de promover el terrorismo es especialmente malintencionada e injusta viniendo precisamente de esa potencia. Ha sido documentado que la Casa Blanca financió, protegió y alentó a un gran número de grupos y organizaciones terroristas en diversos países que incluyen, entre ellos, el DAESH (también conocido como ISIS), Al-Qaeda, Boko Haram en Nigeria y Al Shabab en Somalia.

Por no hablar del apoyo a actos terroristas aislados que sus propios documentos desclasificados han puesto de manifiesto. Las propias instituciones de Estados Unidos han reconocido su apoyo o haber estado involucradas en intentos de asesinato o asesinatos cometidos contra líderes políticos extranjeros.

¿Quién es, de verdad, enemigo de su pueblo?

Finalmente, el Gobierno de Estados Unidos acusa al de Cuba de ser enemigo de su pueblo y de maltratarlo. Lo cierto es, sin embargo, que en muchos territorios y grupos de población estadounidenses hay niveles de malestar peores que en Cuba. Así, según los datos que proporciona la CIA, la mortalidad infantil estimada para 2024 en Estados Unidos es de 5,1 infantes por cada 1.000, y de 4 en la isla, a pesar de las difíciles condiciones que impone el embargo.

Según la misma fuente, la población de ambos países tiene la misma esperanza de vida (80,9 en Estados Unidos y 80,1 en Cuba, pese a la enorme diferencia de recursos. Ambos indicadores son bastante mejores en la isla que en un buen número de estados o territorios de Estados Unidos. A los dirigentes de EE.UU. se les debería caer la cara de vergüenza cuando la Cuba injusta e inhumanamente empobrecida les aventaja en estos indicadores, según los datos de Naciones Unidas o el Banco Mundial.

Este bloqueo y los cientos de sanciones adicionales no sólo minan la economía cubana y le impiden obtener ingresos, o incluso recibir pagos a través del sistema financiero. Suponen un ataque directo a la salud de la población puesto que implican que Cuba no pueda adquirir medicinas y otros recursos sanitarios básicos, como ocurrió incluso en medio de la pandemia de la COVID-19. Además, por supuesto, de otros productos esenciales para su economía, como semillas, fertilizantes o tecnología.

Es cierto que la situación económica, social, educativa, sanitaria y, en general, las condiciones de vida en Cuba están muy deteriorada. Pero ¿sería lo mismo sin las sanciones y el bloqueo? También es una evidencia que, a pesar del enorme costo y las dificultades que las medidas han implicado desde 1960, las condiciones de vida de los cubanos son mejores que las imperantes en otros muchos países incluso más ricos.

Matar de hambre es un crimen de lesa humanidad

El embargo a Cuba y las sanciones que se le imponen deberían considerarse un crimen de lesa humanidad porque su intención y efectos son los que definen a este tipo de delitos internacionales: causar grandes sufrimientos o atentar gravemente contra la integridad de las víctimas. Y eso es justamente lo que reconocía Estados Unidos que buscaba con el embargo en un memorándum del subsecretario adjunto de Estado para Asuntos Interamericanos fechado el 6 de abril de 1960: «Negar dinero y suministros a Cuba, reducir los salarios monetarios y reales, provocar hambre, desesperación y derrocamiento del Gobierno».

Quienes más injusticias y crímenes cometen son hoy los que imponen las normas. Vivimos en el mundo del revés. Es hora de acabar con esto.

Publicado en trtespanol.com en diciembre de 2024 
Fuente: 



sábado, 14 de diciembre de 2024

La banalidad del mal, 50 años después .

El nazi Adolf Eichmann, en la prisión de Teggart (Israel), en un descanso de su proceso. 1961.
El nazi Adolf Eichmann, en la prisión de Teggart (Israel), en un descanso de su proceso. 1961.
Una película sobre Hannah Arendt reconstruye una polémica de hace medio siglo Su crónica del juicio en Jerusalén contra el jerarca nazi Adolf Eichmann provocó controversias.

Una de las grandes polémicas intelectuales del siglo XX cumplirá pronto 50 años. El 16 de febrero de 1963 la revista The New Yorker dedicó 73 páginas a una crónica del juicio que había condenado a muerte en Jerusalén al teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, encargado del transporte a los campos de concentración y exterminio. El texto era la primera de cinco entregas y lo firmaba Hannah Arendt, la pensadora alemana de origen judío que en 1951 había entrado en la historia de la filosofía con Los orígenes del totalitarismo.

La aparición del reportaje desencadenó una tempestad de acusaciones ancladas en dos puntos. Por un lado, el papel que los líderes judíos habrían jugado en la elaboración de las listas de deportados. Por otro, la idea de que Eichmann no era un ser demoniaco sino un diligente funcionario, lector de Kant, alérgico a la violencia y empeñado en cumplir las órdenes, un ser banal al que la irreflexión “le predispuso a convertirse en el mayor criminal de su tiempo”. Informe sobre la banalidad del mal fue precisamente el subtítulo que la politóloga puso a su crónica cuando, meses después, se convirtió en el libro Eichmann en Jerusalén. Existe Traducción española de Carlos Ribalta en Lumen y Debolsillo y Taurus ha publicado una versión reducida en su colección Great Ideas. Es todo un síntoma que Hannah Arendt (Hannover, 1906-Nueva York, 1975) sea la única mujer estudiada individualmente por Nigel Warburton en Una pequeña historia de la filosofía, recién publicada por Galaxia Gutenberg en traducción de Aleix Montoto. También lo es que el capítulo que le dedica esté centrado en el libro de 1963.



Casi medio siglo después, la polémica en torno a aquella obra sirve también de columna vertebral a la película de Margarethe von Trotta Hannah Arendt, que no tiene prevista fecha de estreno en España, pese a haber obtenido la Espiga de Plata en la última Seminci (Semana de Cine de Valladolid). Si Von Trotta fue musa de Fassbinder, la musa de Von Trotta es Barbara Sukova, impecable en el papel de la filósofa. La Hannah Arendt de Von Trotta arranca con el secuestro de Eichmann a cargo de los servicios secretos israelíes en Argentina, donde vivía de incógnito, y recurre a imágenes de archivo para reconstruir el juicio y al flashback para apuntar la relación de Arendt con Martin Heidegger, su maestro y amante antes de que este mostrara su apoyo al partido nazi y ella tuviera que huir a Francia para asentarse definitivamente en Nueva York. “Fuimos expulsados de Alemania porque éramos judíos. Pero apenas cruzamos la frontera francesa, nos convirtieron en boches”, escribió. “Aparentemente nadie quiere saber que la historia contemporánea ha creado una nueva clase de seres humanos: la clase de los que son confinados en campos de concentración por sus enemigos y en campos de internamiento por sus amigos”.
Hannah Arendt, en los años 60.
Hannah Arendt, en los años 60

En el número 370 de Riverside Drive transcurre la mayor parte del metraje de una una película de ideas en la que el trabajo de los actores matiza lo abstracto de algunas discusiones. Junto a la propia Sukova-Arendt, brillan los encargados de interpretar a su segundo marido —Heinrich Blücher (Axel Milberg)—, a su gran amiga y defensora —la novelista Mary McCarthy (Janet McTeer)— o a su gran amigo y luego detractor Hans Jonas (Ulrich Noethen), condiscípulo de la pensadora en los cursos de Heidegger. “No diga mi nombre en la misma frase que el de ese nazi”, dice él en el filme.

“La imagen que habían creado era la de un ‘mal libro’; ahora han de probar que fue escrito por una ‘mala persona”, escribió Hannah Arendt al recordar las acusaciones que recibió. Algunos insinuaron que su informe nacía del odio a su propia condición de judía. No todos fueron tan sutiles: “¿Es nazi Hannah Arendt?”, se titulaba una carta colectiva publicada por Le Nouvel Observateur. La polémica es ya historia. No en vano, Von Trotta ha contado con la colaboración de los archivos sobre el Holocausto de Steven Spielberg, la Universidad de Jerusalén y la Organización Sionista Mundial.

Fuera del cine, el interés por la obra de Hannah Arendt no ha parado de crecer. Amén de sus obras filosóficas, solo en España hay disponibles tres biografías suyas y parte de su correspondencia. A ellas acaba de sumarse La batalla de las cerezas. Mi historia de amor con Hannah Arendt (Paidós. Traducción de Alicia Valero), que recoge los apuntes que su primer marido, Günther Anders, tomó cuando eran una pareja de recién casados que discutía a Leibniz en una habitación subalquilada de Drewitz. Siempre pegada a un cigarrillo, “profunda, insolente, alegre, mandona, melancólica, danzarina”, así retrata Anders a la mujer con la que se casó en 1929 y de la que se divorció en 1937. En 1940 ella se casó con Blücher. Ese año fue recluida en el campo de internamiento de Gurs, en el sur de Francia. Allí vivió sus mayores crisis, pero mantuvo la lucidez suficiente para desobedecer la orden que obligaba a los judíos a registrarse en una prefectura. Había aprendido a desconfiar de la policía francesa, decía, leyendo novelas de Simenon. Hannah Arendt se convirtió en apátrida, pero salvó la vida. Aquel registro se convirtió para muchos en el pasaporte hacia los campos de exterminio. A ellos fueron deportados, entre otros, parte de los 6.000 judíos que habían sido transitoriamente enviados a Gurs por un puntilloso funcionario llamado Adolf Eichmann.

Pasto de controversia

JUAN GÓMEZ
Por grandes que sean sus méritos, la vida de buena parte de los grandes filósofos parece casi tan poco cinematográfica como sus obras.

Margarethe von Trotta, antigua colaboradora de Fassbinder, ha elegido el libro más controvertido y el más célebre de Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, porque tiene acción, intrigas y una considerable carga polémica que interesará a cualquier curioso.

La película estrenada este mes cuenta la condena a muerte del criminal nazi Adolf Eichmann, oficial de las SS y funcionario del Holocausto, vista por Arendt, alemana y judía. En 1961, la pensadora fue enviada por la revista The New Yorker a cubrir la primera parte del juicio contra él en Jerusalén. Arendt, que era ya una intelectual de renombre, buscó una explicación para la formidable maldad de los actos de Eichmann, a los que asoció la inopinada cualidad de "banales". Ya el subtítulo de su libro, Un informe sobre la banalidad del mal, cayó como una bomba entre los intelectuales alemanes y entre los pensadores judíos de todo el mundo. Von Trotta cuenta la génesis de la obra en un biopic no apto para exfumadores recientes.

La "banalidad del mal" es hoy lugar común. Se entiende que Eichmann, aquel tipo gris, calvo y míope tan alejado de un Sigfrido wagneriano, se convirtió en asesino de masas por encargo, no por vocación. La Hannah Arendt de Von Trotta, interpretada con fría destreza por Barbara Sukova, se pasa media película intentando que su tesis no sea, a su vez, banalizada. En conversaciones privadas de la Nueva York elegante de los sesenta o en aulas universitarias y siempre —siempre— con un pitillo entre los dedos, la pensadora de Hannover defiende que "las mayores maldades son las cometidas por un don nadie". Como tituló Der Spiegel en una crítica, la Arendt de Sukowa "se tumba, fuma, piensa" con una "credibilidad que permite seguir la película con gusto y atención hasta el final". El estreno del filme ha provocado un revuelo considerable en Alemania, donde las tesis de Arendt son aún pasto de controversia. Un crítico del diario berlinés Die Tageszeitung afea al guion que pusiera en boca de Arendt que "Eichmann era incapaz de pensar", cosa que nunca dijo y que suena a disculpa. También el descafeinado flashback que muestra la historia de amor entre Arendt y su profesor de Friburgo Martin Heidegger. El nazismo militante del a la sazón rector universitario queda diluido en lo que el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung califica de "sólida panorámica […] que renuncia a presentar a una pensadora […] tan controvertida como lo fue en vida".

Javier Rodríguez Marcos

https://elpais.com/cultura/2013/01/28/actualidad/1359401307_892113.html

viernes, 13 de diciembre de 2024

La niña de 11 años que fue rescatada tras pasar 3 días a la deriva en el Mediterráneo con un salvavidas improvisado en la cintura

Rescatistas con una botella de agua y mantas intentaron calentar a la niña.

Fuente de la imagen,Compass Collective

Pie de foto,
Los rescatistas con una botella de agua y mantas intentaron calentar a la niña.
Los rescatistas iban a atender una emergencia cuando oyeron una voz pidiendo ayuda en medio de un Mediterráneo oscuro como la noche. 

Al mirar hacia las aguas encontraron a una niña solitaria que flotaba en el mar.

"La niña de 11 años, originaria de Sierra Leona, había estado flotando en el agua durante tres días con dos chalecos salvavidas improvisados hechos con cámaras de neumáticos llenas de aire y un chaleco salvavidas simple", dijo en un comunicado Compass Collective, la ONG cuyos activistas realizaron el rescate este miércoles cerca de la costa de Lampedusa, en Italia.

La menor, cuyo nombre no ha sido divulgado, llevaba los neumáticos puestos alrededor de su cintura.

Al ser hallada contó a los rescatistas que el bote de metal en el que estaba se había hundido en cuestión de segundos debido a una fuerte tormenta y que ella, y otras dos personas, estuvieron juntas en el agua por un tiempo, pero luego perdieron el contacto.

En la embarcación, que había zarpado de la localidad de Sfax (Túnez), había unas 45 personas, incluyendo un hermano de la menor.

"Suponemos que ella es la única superviviente del naufragio y que las otras 44 personas se ahogaron", afirmó Compass Collective, que colabora en misiones de rescate de migrantes en el Mediterráneo.

Un golpe de suerte
La niña migrante tenía un chaleco salvavidas sencillo y dos flotadores improvisados alrededor de su cintura.
La niña migrante tenía un chaleco salvavidas sencillo y dos flotadores improvisados alrededor de su cintura.

Fuente de la imagen,Compass Collective


Pie de foto,
La niña migrante tenía un chaleco salvavidas sencillo y dos flotadores improvisados alrededor de su cintura. Matthias Wiedenlübbert, el capitán del barco que rescató a la menor, describió lo ocurrido como un golpe de suerte.

"Fue una coincidencia increíble que escucháramos la voz de la niña a pesar de que el motor estaba en marcha", dijo en un comunicado.

Tras el hallazgo, la tripulación estuvo rastreando el área intentando encontrar a otros sobrevivientes, pero no hubo resultados positivos.

"Después de la tormenta que duró varios días con olas de 2,5 metros de altura, ya no había esperanza", dijo Wiedenlübbert.

En el momento de ser rescatada, la menor había pasado días sin comer ni tomar agua y sufría de hipotermia.

Tras su rescate fue trasladada hasta Lampedusa, donde fue atendida por los médicos y se mostró capaz de caminar y hablar.

Luego de su rescate, barcos de la guardia costera y de la policía de Italia estuvieron buscando este miércoles en la zona donde ocurrió el naufragio intentando hallar más sobrevivientes.

La Organización Internacional para las Migraciones afirma que 30.955 migrantes han muerto o han desaparecido al intentar cruzar el Mediterráneo desde que esa organización comenzó a registrar las cifras hace diez años.

Miles también han logrado hacer este peligroso cruce. Solamente este año más de 63.000 migrantes han llegado a Italia, según los datos publicados por la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR.

Sin embargo, las cifras han disminuido, en parte debido a las políticas de línea dura del gobierno italiano de derechas de la primera ministra Giorgia Meloni.


IGNACIO ELLACURÍA. El martirio de Ignacio Ellacuría y los jesuitas de El Salvador: “Eliminaron un liderazgo moral, político e intelectual”.

Procesión para conmemorar el 35º aniversario del asesinato del sacerdote jesuita Ignacio Ellacuria en San Salvador, El Salvador, el 16 de noviembre de 2024.
Procesión para conmemorar el 35º aniversario del asesinato del sacerdote jesuita Ignacio Ellacuria en San Salvador, El Salvador, el 16 de noviembre de 2024.

La continuación del juicio contra los acusados por la masacre de los sacerdotes y dos mujeres en 1989 revive la figura de un religioso que apostó por la paz y la reconciliación de un país destruido por la guerra.

El activista Benjamín Cuéllar considera al sacerdote jesuita Ignacio Ellacuría como un “apóstol”. Cuéllar fue director del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (Idhuca) que impulsó en la justicia salvadoreña el caso para juzgar a los autores materiales e intelectuales de la masacre de cinco sacerdotes españoles, un salvadoreño y dos mujeres ocurrida el 16 de noviembre de 1989 en el campus de la universidad. Cuéllar conoce muy bien los detalles de este proceso en el que comenzó a trabajar en 1992 y lamenta que hasta ahora no se haya logrado imponer la verdad sobre aquel hecho fatídico y que las víctimas no tengan justicia. Un juzgado de San Salvador abrió la pasada semana un proceso contra 11 señalados, entre ellos el expresidente Alfredo Cristiani, tres exmilitares y un exdiputado, de ser lo autores intelectuales del crimen, pero el activista no tiene confianza en que la justicia salvadoreña, controlada por el actual presidente Nayib Bukele, tenga un compromiso real en el caso. La continuidad de este juicio, sin embargo, revive la imagen de un teólogo y sus colegas comprometidos con la paz y la reconciliación de un país destruido por la guerra. “Debería decirse que con Ellacuría pasó un apóstol de Jesucristo por El Salvador”, afirma Cuéllar. “Fue un férreo promotor y defensor de la salida negociada al conflicto”, agrega.

Un conflicto que dejó más de 70.000 muertos, el 80% de ellos civiles, y que se extendió de 1979 a 1992. Fueron años terribles, cuando el ejército salvadoreño combatió a las guerrillas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) que querían imponer un nuevo régimen de carácter socialista. Los sectores económicos más poderosos del pequeño país centroamericano temían perder sus privilegios y había un consenso entre las influyentes familias de la nación por erradicar a la guerrilla. La guerra civil dejó hechos que horrorizaron al mundo, como el asesinato del arzobispo Óscar Arnulfo Romero el 24 de marzo de 1980 cuando oficiaba una misa en una capilla de la capital salvadoreña, un atentado perpetrado por un grupo de extrema derecha, o la masacre de misioneras estadounidenses en diciembre de ese mismo año, que según un informe de la OEA, “fueron brutalmente asesinadas y halladas con señales de vejaciones y torturas”.

La memoria salvadoreña también guarda la conocida como masacre de El Mozote, considerada como la peor matanza militar en América, y perpetuada a manos de militares del Batallón Atlácatl del Ejército salvadoreño, muchos de ellos formados en la Escuela de las Américas. Fueron asesinadas al menos 986 personas (552 niños y 434 adultos, entre ellos 12 mujeres embarazadas) en una sangría que se extendió del 10 al 12 de diciembre de 1981. Y junto a ellas se guarda en la historia del horror el asesinato de los jesuitas de la UCA. Los hechos ocurrieron la madrugada del 16 de noviembre de 1989, cuando un grupo de élite del Batallón Atlácatl irrumpió en el campus de la universidad y mató a tiros a los seis sacerdotes jesuitas: los españoles Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno, y el salvadoreño Joaquín López. Esa noche también asesinaron a la esposa e hija del jardinero de la universidad, Elba y Celina Ramos.

La crueldad del Ejército había sido tal que Cuéllar recuerda que en Estados Unidos, que por décadas mantuvo una estrategia para evitar la expansión del comunismo en lo que sus políticos más conservadores consideraban el “patio trasero de Washington”, comenzaron a alzarse voces para terminar con aquella sangría. “Hubo un senador estadounidense que dijo que le daba vergüenza estar financiando a un Ejército que cometía ese tipo de atrocidades”, comenta Cuéllar. “La guerra ya era repudiada desde todas las partes del mundo”, agrega el activista, cuya prima, Patricia Emilie Cuéllar Sandoval, su papá y la trabajadora doméstica fueron desaparecidos durante el conflicto, un caso que logró una sentencia en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

En ese contexto de horror, la figura del teológo Ellacuría, entonces rector de la UCA, destaca como actor importante para encontrar una salida negociada a la guerra y declarar la paz en el país centroamericano. El también filósofo era un defensor de la Teología de la Liberación que predicaba el principio cristiano de la opción preferencial por los pobres. Era una rama del catolicismo que despertaba desconfianza en sectores políticos y económicos conservadores de América Latina, porque la relacionaban con corrientes de izquierdas que querían imponer sistemas de carácter socialista en la región. “Al ser un férreo defensor de la salida negociada del conflicto, lo ubicaban como ideólogo del FMLN y también por sus aportes importantísimos a favor de las mayorías populares, la implementación de los derechos humanos, que no se vieran como simples tratados o textos, sino que se aplicaran de igual manera a una minoría privilegiada y a los sectores populares. Todo eso a partir de la realidad salvadoreña que él vivió”, explica Cuéllar en entrevista telefónica desde San Salvador.

Paolo Lüers es un columnista de temas políticos, testigo y sobreviviente de la tragedia salvadoreña. Vive en México y ha publicado Doble Cara: Guerra, paz y guerra, obra en la que relata sus vivencias personales como reportero cubriendo la guerra civil y, después, durante 12 años como guerrillero, tras unirse a la filas del FMLN. Explica que su trabajo en la organización guerrillera estaba relacionado con la comunicación, dentro del llamado Sistema Radio Venceremos, que incluía producción cinematográfica y difusión internacional. Lüers estaba en Nueva York aquel fatídico día de noviembre como parte de su trabajo de divulgación y recuerda el impacto que le generó la noticia de la masacre de 1989. “Para mí y para la gente con quienes estaba en contacto permanente fue horrible”, dice Lüers. “La de Ellacuría era una pérdida muy fuerte y sentida tanto para el FMLN como para el presidente Alfredo Cristiani, porque Ellacuría era el puente en las negociaciones de paz. Tenía siempre un contacto abierto y de confianza con ambas partes. La dirigencia del Frente tenía discusiones muy abiertas con él. Confiaban en que podían decirle cosas que él no revelaría en público. Todos necesitaban mucho de ese contacto”, afirma el periodista.

Lüers relata en entrevista telefónica que, cuando se supo que la guerrilla organizaba una ofensiva contra San Salvador en noviembre de 1989, como un golpe certero contra el Ejército, Ellacuría hizo varias gestiones con el Frente para convencerlos de que no la llevaran a cabo. “Se venía venir, todo mundo especulaba al respecto, pero alguien como Ellacuría tenía información directa de que se estaba planificando y de que iba a pasar pronto. Él no estaba de acuerdo. Su recomendación era que no la hicieran, porque tenía miedo de que el proceso de paz se iba a fregar de una vez por todas, pero el Frente le respondió que lo harían de cualquier manera, porque el golpe aumentaría las posibilidades de la paz, se iba a demostrar claramente que el Ejército no ganaría la guerra y que la única opción para el Gobierno era buscar de verdad una salida negociada y hacer las concesiones necesarias”, recuerda.

Lüers relata que Ellacuría fue con esa información a hablar con el presidente Cristiani y le informó que las negociaciones no se iban a romper de parte del FMLN. “Eso era sumamente importante para que nadie pensara que la paz era imposible y se apostara todo a la guerra”, explica. Luego ocurrió la matanza y Lüers recuerda lo que pensó en Nueva York: “Se cagaron en todo. Era gravísimo. Además, era un hombre que generaba mucho respeto y cariño. Tratamos de hacer todo lo posible para que eso no tuviera el efecto deseado. Dijimos primero que nosotros no fuimos. Y no señalamos a Cristiani, si no al Estado Mayor del Ejército”, narra. Tras la masacre, las negociaciones continuaron y el 4 de abril de 1990 el Gobierno salvadoreño y el FMLN firmaron en Ginebra un primer compromiso para buscar una salida al conflicto armado, bajo el seguimiento de las Naciones Unidas.

Desde entonces, el camino por hallar justicia para los sacerdotes y las dos mujeres asesinadas ha sido largo y tortuoso. La justicia salvadoreña ha procesado por este crimen al excoronel Guillermo Benavides, condenado a 30 años de prisión, mientras que la justicia española condenó en 2020 a 130 años de cárcel al excoronel Inocente Orlando Montano. La Fiscalía española lo acusó de participar en el diseño y ejecución del plan para acabar con las víctimas. La pasada semana un juez de San Salvador ordenó someter a juicio a 11 acusados de ser los autores intelectuales de aquel crimen, entre ellos el expresidente Alfredo Cristiani, los exmilitares Joaquín Cerna, Juan Rafael Bustillo y Juan Orlando Zepeda, el exdiputado Rodolfo Parker y otras seis personas.

Tanto Cuéllar como Lüers dudan de que Cristiani conocieran sobre la matanza, porque le interesaba el rol que jugaba el teológo Ellacuría en aquellas negociaciones. “La conclusión política, teórica, lógica es que no podía haber interés de Cristiani en matarlo, porque era un fuerte golpe para él”, afirma. “Había una fracción dentro de la Fuerza Armada que quería sabotear la negociación de la paz y decidió hacerlo matando a Ellacuría. Cuando mucha gente desde la izquierda dijo que Cristiani ordenó el asesinato, pensé que era absurdo, porque no correspondía a la relación, al triángulo que existía entre el Frente, Ignacio y el presidente”, asegura. Cuéllar recuerda que en su acusación señalaban a seis altos funcionarios del Ejército por la autoría intelectual del crimen y al presidente Cristiani por encubrimiento y omisión, por ser parte del aparato del poder. “Tenía la posibilidad de evitar ese delito”, explica. “Hay quienes dicen de que él dio la orden, pero con todo lo que conozco del caso durante este tiempo estoy convecidísimo de que Cristiani no la dio”, afirma.

Aunque Cuéllar y Lüers esperan que se establezca la verdad y haya justicia para las víctimas de la masacre en un proceso judicial esperado durante décadas, no confían en el actual sistema de justicia salvadoreño, fuertemente influenciado por el control que el presidente Bukele tiene del aparato estatal. “Era una decisión esperada, pero ahora lo que quiero es que no se manipule la justicia”, dice Cuéllar. “No se puede tener ninguna confianza en el sistema judicial de El Salvador, cero. Y en específico en el juez escogido para eso, Arroldo Córdoba Solís, que es candidato a la Corte de Cuentas y a lo mejor busca con esto ganar los puntos para que lo elijan, pero es un juez sometido totalmente a instrucciones políticas y que actúa en las audiencias sin tomar en cuenta las mínimas reglas”, afirma Lüers. A pesar de estas críticas, es el turno de la justicia salvadoreña para avanzar en un caso que es una herida abierta en ese país centroamericano. “Eliminaron un liderazgo moral, político e intelectual”, asegura el periodista Lüers.

jueves, 12 de diciembre de 2024

Paul Krugman. Mi última columna: la esperanza en una era de resentimiento 10 de diciembre de 2024

A view of an American flag at the Washington Monument.
Credit...
Will Matsuda para The New York Time.

Esta es mi última columna para The New York Times, donde empecé a publicar mis opiniones en enero de 2000. Me retiro del Times, no del mundo, así que seguiré expresando mis opiniones en otros lugares. Pero me parece una buena ocasión para reflexionar sobre lo que ha cambiado en estos últimos 25 años.

Lo que me sorprende, echando la vista atrás, es lo optimistas que eran entonces muchas personas, tanto aquí como en gran parte del mundo occidental, y hasta qué punto ese optimismo ha sido sustituido por ira y resentimiento. Y no me refiero solo a los miembros de la clase trabajadora que se sienten traicionados por las élites; algunas de las personas más enojadas y resentidas de Estados Unidos en estos momentos —personas que parece muy probable que tengan mucha influencia con el gobierno de Trump entrante— son multimillonarios que no se sienten suficientemente admirados.

Es difícil transmitir lo bien que se sentían la mayoría de los estadounidenses en 1999 y principios de 2000. Las encuestas mostraban un nivel de satisfacción con la dirección del país que hoy parece surrealista. Mi sensación de lo que ocurrió en las elecciones de 2000 fue que muchos estadounidenses daban por sentadas la paz y la prosperidad, por lo que votaron al tipo que parecía más divertido para pasar el rato. También en Europa las cosas parecían ir bien. En particular, la introducción del euro en 1999 fue ampliamente aclamada como un paso hacia una integración política y económica más estrecha, hacia unos Estados Unidos de Europa, por así decirlo. Algunos de nosotros, los desagradables estadounidenses, teníamos dudas, pero al principio no eran muy compartidas.

Por supuesto, no todo eran cachorritos y arcoíris. Por ejemplo, durante los años de Clinton ya había en Estados Unidos un buen número de teorías conspirativas del tipo proto-QAnon e incluso casos de terrorismo doméstico. Hubo crisis financieras en Asia, que algunos de nosotros vimos como un presagio potencial de lo que estaba por venir; publiqué un libro en 1999 titulado El retorno de la economía de la depresión, en el que argumentaba que cosas similares podrían ocurrir aquí; publiqué una edición revisada una década después, cuando ocurrieron. Aun así, la gente se sentía bastante bien respecto al futuro cuando empecé a escribir para este periódico.

¿Por qué este optimismo se agrió?
Tal y como yo lo veo, hemos sufrido un colapso de la confianza en las élites: el público ya no tiene fe en que las personas que dirigen las cosas sepan lo que hacen, o en que podamos suponer que son honestas.

No siempre fue así. En 2002 y 2003, quienes sosteníamos que la invasión de Irak era fundamentalmente fraudulenta recibimos muchas críticas de quienes se negaban a creer que un presidente estadounidense pudiera hacer algo así.

¿Quién diría eso ahora?
De otra manera, la crisis financiera de 2008 minó cualquier fe que el público tuviera en que los gobiernos sabían cómo gestionar las economías. El euro como moneda sobrevivió a la crisis europea que alcanzó su punto álgido en 2012, que llevó el desempleo en algunos países a niveles de la Gran Depresión, pero la confianza en los eurócratas —y la creencia en un futuro europeo brillante— no.

No solo los gobiernos han perdido la confianza de los ciudadanos. Es asombroso echar la vista atrás y ver cuánto más favorablemente se veía a los bancos antes de la crisis financiera.

Y no hace tanto tiempo que los multimillonarios de la tecnología eran ampliamente admirados en todo el espectro político, al grado de que algunos alcanzaron el estatus de héroes populares. Pero ahora ellos y algunos de sus productos se enfrentan a la desilusión y a cosas peores; Australia incluso ha prohibido el uso de las redes sociales a los menores de 16 años.

Lo que me lleva de nuevo a mi argumento de que algunas de las personas más resentidas de Estados Unidos en estos momentos parecen ser multimillonarios enojados.

Ya hemos visto esto antes. Tras la crisis financiera de 2008, que se atribuyó ampliamente (y con razón) en parte a los tejemanejes financieros, cabía esperar que los antiguos Amos del Universo mostraran un poco de arrepentimiento, quizá incluso gratitud por haber sido rescatados. Lo que obtuvimos en su lugar fue la “ira contra Obama”, la furia contra el 44.º presidente por sugerir siquiera que Wall Street podría haber tenido parte de culpa en el desastre.

Estos días se ha debatido mucho sobre el giro a la derecha de algunos multimillonarios de la tecnología, desde Elon Musk hacia abajo. Yo diría que no deberíamos darle demasiadas vueltas y sobre todo no deberíamos tratar de decir que esto es de algún modo culpa de los liberales políticamente correctos. Básicamente, se reduce a la mezquindad de los plutócratas, quienes solían disfrutar de la aprobación pública y ahora descubren que todo el dinero del mundo no puede comprar el amor.

Así pues, ¿hay alguna forma de salir del sombrío lugar en el que nos encontramos?
Lo que yo creo es que, aunque el resentimiento puede llevar al poder a gente mala, a largo plazo no puede mantenerla en él. En algún momento, el público se dará cuenta de que la mayoría de los políticos que despotrican contra las élites en realidad son élites en todos los sentidos importantes, y empezará a pedirles cuentas por no cumplir sus promesas. Y en ese momento el público estará dispuesto a escuchar a quien no intente argumentar desde la autoridad, no haga falsas promesas, sino que intente decir la verdad lo mejor que pueda.

Puede que nunca recuperemos el tipo de fe en nuestros dirigentes —la creencia en que las personas en el poder suelen decir la verdad y saben lo que hacen— que solíamos tener. Tampoco deberíamos. Pero si nos enfrentamos a la caquistocracia —el gobierno de los peores— que está surgiendo en estos momentos, puede que con el tiempo encontremos el camino de vuelta a un mundo mejor.

Paul Krugman se despide como columnista de ‘The New York Times’ después de 25 años.

Paul Krugman
El economista Paul Krugman, en 2020 en Madrid.

Premio Nobel de Economía en 2008 deja el rotativo en vísperas de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, con un texto titulado ‘Mi última columna: encontrar esperanza en una era de resentimiento’.

Premio Nobel de Economía en 2008, profesor en las universidades más prestigiosas del mundo, escritor y comentarista, Paul Krugman se despide después de casi 25 años como columnista de The New York Times, una tribuna desde la cual ha arremetido contra las políticas de austeridad (“es una idea realmente mala en una economía deprimida”, escribía en 2019), ha deliberado sobre la actualidad y la teoría económica y ha sacado el látigo contra la clase política. Economista de corte progresista, crítico acérrimo de Donald Trump —tituló una de sus opiniones Donald Trump y su equipo de imbéciles— y de George W. Bush —tanto en política económica como exterior; condenó severamente la guerra en Irak—, también ha censurado más de una decisión de la Administración de Barack Obama. Se va justo a la víspera de la vuelta de Trump a la Casa Blanca, un timing que parece ir más allá de la coincidencia, anunciándolo en un artículo publicado en el rotativo estadounidense y titulado Mi última columna: encontrar esperanza en una era de resentimiento.

Al igual que empezó a escribir en el periódico neoyorquino el 2 de enero de 2000 con una reflexión “sobre la economía mundial”, dice adiós con otra: “Parece una buena oportunidad para reflexionar sobre lo que ha sucedido cambiado en estos últimos 25 años”. El estilo es siempre el mismo —directo, pese a la complejidad de las materias tratadas, y parco en adjetivos—, pero el tono ha dado un viraje radical: la ilusión que sentía al inicio del nuevo siglo ha sido desplazada por la desesperanza. Todo el texto está impregnado de desánimo hacia la clase dirigente y la sociedad. “Lo que me sorprende, mirando hacia atrás, es cuán optimistas eran muchas personas, tanto aquí como en la mayoría del mundo occidental, en aquel entonces, y la medida en que ese optimismo ha sido reemplazado por la ira y el resentimiento”, escribe el economista, cuyos artículos se han publicado cada semana en el suplemento económico de EL PAÍS, Negocios.

“No me refiero solo a los miembros de la clase trabajadora que se siente traicionada por las élites, algunas de las personas más enfadadas y resentidas de Estados Unidos en este momento: gente que parece muy probable que tenga mucha influencia en la Administración entrante de Trump son multimillonarios que no se sienten lo suficientemente admirados”, continúa el también ganador del Premio Princesa de Asturias. “Es difícil expresar lo bien que se sentía la mayoría de los estadounidenses en 1999 y principios de 2000. Las encuestas mostraron un nivel de satisfacción con la dirección del país que parece surrealista comparada con los estándares actuales. Mi sensación de lo que ocurrió en las elecciones de 2000 [ganadas por George W. Bush] fue que muchos estadounidenses dieron por sentado la paz y la prosperidad, por lo que votaron por el tipo que parecía más divertido para pasar el rato”.

Pese a que no todo entonces fuera de color rosa, había esperanza en el futuro. Ahora, predomina el resentimiento, alimentado por un colapso de la confianza en las élites, sean los gobernantes, los bancos o las grades tecnológicas y sus dueños millonarios. “El rencor puede poner a personas malas en el poder, pero a la larga no puede mantenerlas allí. En algún momento el público se dará cuenta de que la mayoría de los políticos que critican las élites en realidad son élites (...) y empezarán a pedirles responsabilidades por no cumplir con sus promesas”, escribe. Mientras tanto, deja una esperanza, al menos para sus lectores: “Me retiro de The Times, no del mundo, así que seguiré expresando mis visiones en otros lugares”.


miércoles, 11 de diciembre de 2024

PSICOLOGÍA. Puedes cambiar de repente el argumento de tu existencia, no estás obligado a ser siempre el mismo.

Una ruptura, una alteración importante en los hábitos, como dejar la bebida o el tabaco... hay varias formas de reinventar quiénes somos, como han hecho varios personajes célebres a lo largo de la historia

“Nunca me pregunté lo que significaba la libertad hasta el día en que abracé a Stalin”, así empieza la autobiografía Libre, de la albanesa Lea Ypi. Su protagonista es una niña de Tirana que ve cómo el régimen comunista en el que ha crecido y creído se viene abajo en 1990.

La decapitación de la estatua de Stalin, a la que ella abrazaba, encarna un mundo que ha dejado de existir. A partir de aquí habrá distintos puntos de giro en la vida de Lea, que acabará como profesora de Teoría Política en la London School of Economics. En este caso, los acontecimientos abruptos de la historia propiciarán un cambio de argumento vital para esta escritora, así como para millones de habitantes del este de Europa. En muchos otros casos, sin embargo, es la persona quien decide emprender un cambio radical, movida por algún descubrimiento exterior o interior. Este fue repetidas veces el caso de Limónov, cuya biografía escribió Emmanuel Carrère, con un biopic estrenado en el pasado Festival de Cannes.

Este ruso obsesionado por la fama se crió en Ucrania, hijo de un oficial soviético. En su adolescencia decide ser un delincuente callejero hasta que, en un giro inesperado, se le ocurre que tiene que ser poeta. Para ello se hace amante de una mujer judía que reúne en su casa a los literatos de su ciudad. Está con ella para poder ser él quien abra la puerta a estos escritores a los que quiere parecerse. En su camino de trepa, se mudará a Moscú para poder codearse con escritores mucho más importantes. No contento con esto, acaba emigrando a Nueva York, donde hará de mayordomo de un millonario, además de ofrecer su cuerpo a hombres desconocidos. En 1982 se instala en París con una modelo y artista rusa. En la capital francesa empezará a ser conocido como escritor, aunque su vida sufrirá aún muchos vuelcos disparatados, como su participación en la guerra de los Balcanes o su regreso a Rusia, donde funda un partido que es prohibido y acaba en la cárcel, acusado de tentativa de golpe de Estado. Entre barrotes se convierte en místico y, una vez liberado, ejerce una osada oposición a Putin.

Si no fuera porque sabemos que es real, tacharíamos esta historia de inverosímil. Quizás nos parece así porque estamos acostumbrados a contemplar existencias que siguen caminos trillados. No obstante, si se miran de cerca, en todas las vidas hay momentos en los que todo cambia y el argumento de las cosas se vuelve imprevisible. En una novela, el punto de giro tiene lugar cuando la acción normal se ha agotado y se necesita un cambio de rasante para despertar al lector. Lo mismo sucede en las historias que se desarrollan fuera de los libros. La llamada “crisis de la mediana edad”, por ejemplo, se produce en personas que, tras haber alcanzado la estabilidad, necesitan agitar su mundo cotidiano para volver a sentirse vivas.

Sin embargo, ese no es el único momento de nuestra trayectoria en el que puede haber un punto de giro. De hecho, a lo largo de la vida tomaremos distintas decisiones cruciales que nos llevarán a vivir un capítulo nuevo. El psicólogo Antoni Bolinches calcula que, en la mayoría de las personas, hay siete u ocho determinaciones de este calado a lo largo de su andadura por el mundo.

Algunos ejemplos comunes:
  • El inicio o la ruptura de una relación de pareja que transforma completamente los planes de vida. La muerte de un cónyuge.
  • Un cambio radical en nuestra orientación profesional, a veces asumiendo grandes riesgos financieros.
  • Una alteración importante en los hábitos, como dejar la bebida o el tabaco —algo que puede llegar a salvar nuestra vida—, o bien volverse vegetariano.
Podríamos poner muchos ejemplos más. Por definición, las decisiones cruciales son aquellas que marcan un antes y un después, es decir, que transforman nuestro día a día de forma relevante. Y, cuando no nos obligan las circunstancias, sabremos que nuestro argumento necesita un giro si nos sentimos mortalmente aburridos, o bien hemos descubierto una pasión por la que merece la pena apostarlo todo. Nada está escrito.

Como decía el orientalista y divulgador Alan Watts: “No tienes la obligación de ser la misma persona que eras hace cinco minutos”.

Las cinco vidas de Kim Ki-duk

Antes de fallecer a los 59 años por covid, el director de cine surcoreano se reinventó una y otra vez:

  • Agricultor. Nacido en 1960, empezó a estudiar para dedicarse al campo, pero a los 17 años cambió de idea.
  • Obrero. Kim Ki-duk decidió trabajar en una fábrica para tener autonomía financiera. Pero se cansó de ello.
  • Militar. Tres años después se alistaba en la Infantería de Marina, donde llegó a ser suboficial.
  • Pintor. A los 25 años se instala en París como pintor.
  • Cineasta. En París decide ser director de cine. Regresa a Corea, donde acaba rodando obras como Hierro 3.
Francesc Miralles es escritor y periodista experto en psicología

martes, 10 de diciembre de 2024

El coche eléctrico, una alternativa ilusoria

Fuentes: Viento sur {Imagen: Screenshot]

En los últimos años, con el objetivo declarado de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), en particular de dióxido de carbono (CO2), y de superar las limitaciones de los biocarburantes, nuestros gobiernos y fabricantes de automóviles han insistido en la necesidad de desarrollar coches eléctricos.

Con ello nos referimos al automóvil personal propulsado por un motor eléctrico, alimentado a su vez por una batería de acumuladores. En junio de 2023, la Unión Europea (UE) decretó la prohibición de vender coches con motor de combustión interna a partir de 2035, y ya se ofrecen importantes incentivos a quien compre un coche eléctrico.

Empecemos por señalar que el coche eléctrico es una idea antigua. En los primeros años de la industria automovilística, a finales del siglo XIX y principios del XX, el coche eléctrico fue un serio competidor del motor de combustión interna. El primer coche que alcanzó una velocidad de 100 km/h en 1899 fue un coche eléctrico, el Jamais Contente, fabricado por el belga Camille Jénatzy, pero en una distancia muy corta. Y en la década de 1900, el motor eléctrico equipó tranvías, taxis y vehículos de correos en muchas ciudades europeas y norteamericanas, empezando a sustituir a los vehículos tirados por caballos. Sin embargo, el coche de combustión se impuso rápidamente porque demostró ser más autónomo, ligero y robusto, aunque sin tener en cuenta sus niveles de ruido y contaminación. En su mayor parte, los términos de la alternativa siguen siendo los mismos hoy en día.

Tener en cuenta todo el ciclo vital

Además de que su uso directo (conducción) no emite CO2 y no contribuye al efecto invernadero, podemos felicitarnos por la mayor eficiencia energética del motor eléctrico frente al de combustión interna (0,85 frente a 0,4) 1. También está la posibilidad de utilizar parte de la energía gastada al frenar para recargar la batería (frenado regenerativo).

Sin embargo, esta valoración positiva del coche eléctrico, que es la habitual, es engañosa, porque se centra exclusivamente en la fase de uso del vehículo. En realidad, la evaluación de su impacto ecológico global en comparación con el de un vehículo de combustión debe basarse en un análisis de su ciclo vital (ACV), que tenga en cuenta todas las fases de la vida del vehículo, desde la extracción de las materias primas necesarias para su fabricación hasta su reciclado (o no) al final de su vida útil. Disponemos de dos análisis de este tipo, uno encargado por la Agence de la transition écologique-Ademe (Canaguier et al., 2013), el otro por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA, 2018).

El primero compara el impacto ecológico, en diferentes aspectos, de tres tipos (gasolina, diésel, eléctrico) de vehículos capaces de transportar hasta cuatro o cinco personas, en trayectos de menos de 80 km al día, durante diez años, para un total de 150.000 km. La comparación se basa en las siguientes condiciones: todos los vehículos (incluidas las baterías) se fabrican (ensamblan) y utilizan en Francia o en Europa; los vehículos eléctricos están equipados únicamente con baterías de iones de litio (compuestas de litio, manganeso y cobalto) o de litio-hierro-fosfato; la duración de las baterías es idéntica a la del vehículo; sólo se recargan en modo normal y no en modo acelerado. Partiendo de estas hipótesis, favorables al vehículo eléctrico, la comparación conduce a los siguientes resultados:

– “(…) el consumo de energía primaria de un vehículo eléctrico es inferior al de un vehículo de combustión de gasolina durante todo su ciclo de vida y ligeramente superior al de un vehículo de combustión diésel” (Canaguier et al., 2013: 9).

– En términos de emisiones de gases de efecto invernadero, el balance es en principio más favorable para los vehículos eléctricos que para los vehículos de combustión interna. Sin embargo, la diferencia varía significativamente en función de la combinación de electricidad utilizada para alimentar el vehículo eléctrico. Por ejemplo, una mezcla baja en carbono como la francesa (110g CO2e/kWh en 2012) significa que un vehículo eléctrico emite sólo 9 toneladas de CO2e a lo largo de todo su ciclo de vida, mientras que una mezcla alta en carbono como la alemana (623g CO2e/kWh en 2012) significa que emite 20 toneladas de CO2e, es decir, apenas menos que un vehículo diésel (22 toneladas), pero mucho menos que un vehículo de gasolina (27,5 toneladas) (Id.: 13). Sin embargo, hay que asegurarse de que el primero de estos vehículos eléctricos recorra al menos 80.000 km a lo largo de su ciclo de vida para que tenga alguna ventaja sobre los vehículos con motor de combustión (Id.: 14).

– Por otra parte, sea cual sea el mix eléctrico, los vehículos eléctricos tienen un potencial de acidificación de la baja atmósfera (por liberación de óxidos de azufre, óxidos de nitrógeno, amoníaco, ácido clorhídrico y ácido fluorhídrico), responsable de la lluvia ácida, mucho mayor que los vehículos de combustión. Estas emisiones se deben a la producción de electricidad y, sobre todo, a la fabricación de baterías, especialmente durante la extracción de los metales utilizados en su composición (Id.: 18).

– Los vehículos eléctricos sólo tienen una ligera ventaja en cuanto al potencial de eutrofización de las aguas (principalmente por la emisión de óxidos de nitrógeno) si se producen y se alimentan con una combinación energética baja en carbono. En caso contrario, pierde esta ventaja frente al vehículo de gasolina (debido a la extracción de los metales necesarios para fabricar la batería), aunque sigue siendo menos contaminante en este aspecto que los vehículos diésel (Id.: 20).

– Por último, los vehículos eléctricos tienen un menor potencial de creación de ozono troposférico (debido a las emisiones de compuestos orgánicos volátiles) que los vehículos con motor de combustión. Pero la diferencia es pequeña en relación con los vehículos de gasolina, y mucho mayor en relación con los vehículos diésel (Id.: 22).

Así pues, considerado a lo largo de todo el ciclo de vida, el balance ecológico del coche eléctrico en comparación con el de los vehículos de motor de combustión parece mucho menos favorable de lo que podría parecer a primera vista. Esta conclusión ha sido confirmada e incluso reforzada por un estudio publicado por la Agencia Europea de la Energía 2. La comparación entre los dos tipos de vehículos se basa en los supuestos de una distancia total recorrida de 150.000 km y una vida útil idéntica para el vehículo eléctrico y su batería, siendo esta última una batería de litio-níquel-cobalto-manganeso (AEMA, 2018: 6). Sobre esta base, llega a los siguientes resultados:

– En cuanto a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el balance es claramente desfavorable para los vehículos eléctricos en relación con los de combustión durante las fases de producción de las materias primas y de los propios vehículos, debido a que estas fases consumen más energía en el caso de los primeros que en el de los segundos, en particular durante la extracción y el procesamiento de las materias primas y la producción de las baterías; sobre todo cuando esta última tiene lugar en Estados cuyo mix energético es rico en carbono, típicamente China, Corea del Sur y Japón (Id.: 24-25). Sin embargo, estas emisiones adicionales pueden compensarse con creces durante la fase de uso del vehículo. Pero la medida en que esto ocurre depende esencialmente de la combinación de electricidad que alimenta la batería. Si la electricidad es producida por el mix eléctrico medio de la UE, un vehículo eléctrico emitirá entre un 17% y un 21% y entre un 26% y un 30% menos de GEI que un vehículo diésel y un vehículo de gasolina, respectivamente; pero si es producida por centrales térmicas de carbón, emitirá la mayor parte de los GEI; mientras que si la electricidad procede únicamente de la energía eólica, las emisiones de un vehículo eléctrico podrían ser un 90% inferiores a las de un vehículo con motor de combustión (Id.: 57-58).

– En lo que respecta a la contaminación atmosférica en los centros urbanos, la comparación es obviamente favorable al vehículo eléctrico, aunque su uso no esté exento de emisiones de óxidos de nitrógeno y partículas (debido a la fricción entre los neumáticos y la superficie de la carretera, sobre todo al frenar). Pero también existe el doble impacto de la mayor contaminación provocada por el mayor consumo de electricidad, tanto en las fases de producción del vehículo como en la recarga de las baterías, si el mix eléctrico está basado en el carbono y las centrales térmicas no están suficientemente alejadas de las zonas urbanas (Id.: 59).

– La comparación también es favorable al vehículo eléctrico en lo que respecta a la contaminación acústica, al menos en las zonas urbanas donde la velocidad de los vehículos es baja. Sin embargo, en cuanto las velocidades superan los 25 o 30 km/h, como suele ocurrir en carreteras y autopistas, es la fricción entre los neumáticos y la superficie de la carretera la que se convierte en la principal fuente de ruido, y la ventaja del vehículo eléctrico tiende a desaparecer.

– Por otro lado, en todos los demás aspectos, el vehículo eléctrico es mucho más tóxico para el ser humano que el vehículo de combustión interna. Esto se debe a que el primero utiliza mucho más cobre y níquel que el segundo. Las emisiones tóxicas vinculadas a estos metales se concentran en las fases de extracción y transformación. También en este caso, cuanto más intensivo en carbono sea el mix eléctrico, mayor será la probabilidad de que se vean agravadas por las emisiones procedentes de la extracción del carbón (Id.: 58).

– Y estos son los mismos factores que empeoran el balance del vehículo eléctrico con respecto al de combustión en cuanto a su toxicidad para el medio ambiente en general, en particular en términos de contaminación del suelo (acidificación) y del agua (acidificación y eutrofización), debido a las emisiones de dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y partículas (Id.: 59-60). Y, en cada caso, el principal factor de contaminación se encuentra en el corazón del vehículo eléctrico, la batería, lo que se ve agravado por la concentración de la producción de baterías en China (Id.: 26-27).

En resumen:

Todo sucede, pues, como si el pacto implícito del coche eléctrico fuera el siguiente: para esperar una reducción de las emisiones de CO2, que se basa a su vez en una serie de hipótesis frágiles -coches pequeños, mayor duración de las baterías, uso generalizado de las energías renovables-, así como una reducción de la contaminación y del ruido en las ciudades, hay que generar otra contaminación, en otra parte (Izoard, 2020a).

Los dos estudios anteriores convergen en la misma conclusión: el equilibrio ecológico del coche eléctrico se ve socavado por su fuerte dependencia del mix eléctrico que rige su producción y su uso y, más aún, por su avidez de metales, en particular los utilizados en sus baterías. La extracción de estos minerales es una de las actividades más desastrosas desde el punto de vista ecológico, mientras que su transformación es muy intensiva en energía. Para mejorar el mix eléctrico, sus partidarios apuestan esencialmente por el desarrollo de las energías renovables y de la energía nuclear (es el caso, sobre todo en Francia, de esta última). Pero las limitaciones de las primeras son bien conocidas 3, mientras que los peligros de la segunda no necesitan presentación.

La cara oculta de la electricidad: los metales

Por otra parte, no existe una alternativa real cuando se trata de metales. Además de acero o plástico para el armazón y cobre para las conexiones entre los distintos elementos, la producción de baterías requiere plomo, litio, níquel, cobalto y manganeso (además de grafito), en cantidades variables según el tipo de batería. Pero todos estos metales presentan graves inconvenientes. La extracción de sus minerales va muy a menudo en detrimento de los ecosistemas y de sus poblaciones vivas, humanas y no humanas, sobre todo en las formaciones periféricas; requiere grandes cantidades de agua 4, en regiones que a menudo ya carecen de ella, y es fuente de una grave contaminación de las aguas, los suelos y la atmósfera; efectos poco documentados y, por tanto, poco tenidos en cuenta por los análisis de su ciclo vital. A esto se añaden las grandes cantidades de agua necesarias para refinar las baterías a partir de los minerales, que también están contaminados por los productos químicos utilizados en esta operación, y que agravan el estrés hídrico al que a menudo están sometidas las regiones donde se extraen estos minerales.

La batería también añade un peso considerable al vehículo: su masa media es de 177 kg para un coche pequeño, 253 kg para un coche mediano, 393 kg para un coche grande y 553 kg para un coche de lujo (AEMA, 2018: 20). Para compensar en parte este aumento de peso, los fabricantes de automóviles se ven obligados a incorporar mucho más aluminio (pero también compuestos de carbono y plásticos) en los demás componentes del vehículo (motor, bastidor, ruedas, carrocería, etc.):

Mientras que el [vehículo] turismo medio de la Unión Europea ya contiene 179 kg de aluminio, ¡el SUV eléctrico Audi e-tron contiene 804 kg! Y, sin embargo, la producción de aluminio consume tres veces más energía que la del acero y es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero (CO2 y perfluorocarbonos) (Izoard, 2020b).

Además, es una fuente de contaminación del suelo y del agua por los residuos generados por la transformación de la bauxita (el famoso lodo rojo), que contienen altas concentraciones de sosa.

Pero un vehículo eléctrico también consume mucho cobre, que es el mejor conductor de la electricidad: de media, hay cuatro veces más cobre en un vehículo eléctrico que en un vehículo con motor de combustión (AEMA, 2018: 14). La extracción de cobre en sí es especialmente contaminante, porque los minerales de cobre suelen contener también elementos tóxicos como arsénico, plomo y cadmio. Es más, el contenido de cobre de los minerales tiende a disminuir como consecuencia de la extracción intensiva a la que han sido sometidos en el pasado, lo que obliga a aumentar constantemente la masa de minerales que hay que extraer para obtener una cantidad determinada de cobre, con el consiguiente aumento de la contaminación y del consumo de energía (a menudo de origen fósil). Cualquier auge de los vehículos eléctricos no haría sino amplificar (empeorar) todo este proceso. Tanto más cuanto que supondría la instalación de una red de estaciones de recarga públicas a lo largo de carreteras y autopistas, lo que implicaría miles de kilómetros de cable de cobre, gran parte del cual tendría que ser enterrado, y que también tendría sin duda un impacto medioambiental muy fuerte. Un factor que no se ha tenido en cuenta en los dos estudios anteriores.

En última instancia, el uso intensivo de todos estos metales por parte de la motorización eléctrica plantea otros dos problemas que no se abordaron en los estudios anteriores, pero sí en dos estudios encargados por el Banco Mundial (World Bank Group y EGPS, 2017) y la Agencia Internacional de la Energía (AIE, 2021). En primer lugar, la disponibilidad de estos metales en la cantidad y calidad necesarias. Ambos estudios han elaborado proyecciones que dan una idea del reto que representaría el desarrollo a gran escala de los vehículos eléctricos en términos de estos metales. Suponiendo que el calentamiento global se limite a 2º C, en línea con los compromisos adquiridos en el marco del Acuerdo de París en 2015, el estudio encargado por el Banco Mundial estima que el desarrollo para 2030 de una flota mundial de unos 140 millones de vehículos eléctricos, según un escenario medio, haría saltar en más de un 1.000% la demanda mundial de aluminio, cobalto, hierro, litio, manganeso, níquel y plomo (de nuevo, no se menciona el cobre), necesarios para construir dichos vehículos, en comparación con el crecimiento actual de esta demanda (Grupo del Banco Mundial y EGPS, 2017: 16-18). Desde la misma perspectiva del cumplimiento del Acuerdo de París (el Escenario de Desarrollo Sostenible), el estudio realizado por la Agencia Internacional de la Energía predice que los minerales necesarios para los vehículos eléctricos y el almacenamiento de las baterías multiplicarán por lo menos por treinta la demanda de aquí a 2040:

El litio es el que más crece, con un aumento de la demanda de más de 40 veces para 2040 en el Escenario de Desarrollo Sostenible, seguido del grafito, el cobalto y el níquel (alrededor de 20 a 25 veces). La expansión de las redes eléctricas hace que la demanda de cobre para el cableado eléctrico se duplique con creces en el mismo periodo (AIE, 2021: 8).

Es evidente que la oferta no podría seguir el ritmo de semejante explosión de la demanda, como teme este estudio: “La perspectiva de un rápido aumento de la demanda de minerales críticos -muy por encima de lo observado anteriormente en la mayoría de los casos- plantea enormes interrogantes sobre la disponibilidad y la fiabilidad del suministro” (Id.: 11). En primer lugar, se toparía con los límites de la capacidad de producción actualmente instalada (desde la extracción hasta el refinado), que sólo podrían superar inversiones colosales 5, antes de enfrentarse rápidamente a los límites (tanto cuantitativos 6 como cualitativos) de las reservas de determinados minerales: la caída del porcentaje de metal en el mineral, que inversiones similares (en prospección y en apertura de nuevos yacimientos de extracción) no bastarían para superar, todo lo cual conduciría necesariamente a un aumento continuo del precio de esos metales 7, que sería además caótico (compuesto de picos seguidos de hundimientos, como en todos los mercados de materias primas), lo que disuadiría de seguir invirtiendo, poniendo así un tercer límite a la realización del escenario ideal (en realidad utópico) anterior.

Y el reciclado de los vehículos al final de su vida útil sólo ofrece modestas perspectivas para paliar estas limitaciones. Ciertamente, existen planes para utilizar baterías usadas (pero todavía funcionales) para suavizar la entrada intermitente de energías renovables como parte del despliegue de redes inteligentes, lo que reduciría la demanda de los metales necesarios para este fin. Sin embargo, una vez en desuso, el reciclado de sus componentes metálicos (que implica procesos que a su vez son intensivos en energía y contaminantes) difícilmente podría cubrir más de alrededor del 10% de la demanda en 2040, a menos que se produzca un avance tecnológico entretanto (AIE, 2021: 15-16).

En segundo lugar, los minerales que contienen todos estos metales preciosos se encuentran principalmente en formaciones periféricas o semiperiféricas. Las principales reservas de minerales de aluminio se encuentran, por orden decreciente de importancia, en Guinea, Australia, Brasil, Vietnam y Jamaica; las de cobalto, en la República Democrática del Congo (RDC) y Australia; las de cobre, en Chile, Australia y Perú; litio en Chile, China, Argentina y Australia; manganeso en Sudáfrica, Ucrania y Australia; y níquel en Australia, Nueva Caledonia, Cuba, Indonesia y Sudáfrica (Grupo del Banco Mundial y EGPS, 2017: 31, 35, 37, 43, 45, 48). Es más, su localización está mucho más concentrada que la de los combustibles fósiles: la RDC, un Estado asolado por constantes disturbios políticos desde hace décadas, concentra por sí sola dos tercios de las reservas de cobalto; los tres principales productores de minerales de cobre concentran casi la mitad; los tres principales productores de minerales de litio, más de cuatro quintos; y los tres principales productores de níquel, más de la mitad (AIE, 2021: 13). La concentración es aún mayor en el refinado de estos metales, donde China ocupa una posición dominante, con entre un tercio y dos tercios del total (Ibid.).

En su propia novlangue, el Banco Mundial ve una oportunidad de desarrollo sostenible para estas formaciones:

“Es importante que los países en desarrollo estén mejor situados para decidir cómo aprovechar el futuro mercado de materias primas que cumpla los objetivos climáticos y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) relacionados” (Id.: xiii).

Sin embargo, lo más probable es que, mal situados como están en su mayor parte en la actual división internacional del trabajo y en el sistema mundial de Estados (aparte de Sudáfrica, Australia, Brasil y China), sean en cambio los Estados centrales los que sigan decidiendo su destino: estos últimos, ansiosos por asegurarse el aprovisionamiento de estos metales preciosos, no dejarán de reforzar su dominio imperialista sobre los primeros o de transformarlos en campo de batalla de su rivalidad interimperialista (que se avivará con la concentración de las reservas, la extracción y el refinado), al tiempo que crearán las condiciones para una nueva ronda de enfrentamientos entre los partidarios del extractivismo pintado de verde y los defensores de la preservación de los ecosistemas y las poblaciones a los que amenazará directamente.

Acabar con la locura del tráfico automovilístico

Para superar las limitaciones asociadas al elevado consumo de metales de los vehículos eléctricos, en particular los contenidos en la batería, algunos apuestan por la alternativa que ofrece la motorización eléctrica de pila de combustible, como la pila de combustible de hidrógeno

8. Pero se trata de una alternativa falsa. Por una parte, como el dihidrógeno es muy escaso en la naturaleza, hay que producirlo, y los procesos de producción son muy contaminantes, ya se trate del reformado de hidrocarburos (que produce CO2) o de la electrólisis del agua, cuya huella de carbono depende del mix eléctrico que utilice. Además, la pila de hidrógeno incorpora metales preciosos como el platino, que es muy caro. Luego está el coste de instalar la red de distribución del dihidrógeno y todos los peligros que presenta, ya que se inflama fácilmente al entrar en contacto con el aire: ¿hace falta recordar lo que le ocurrió al zepelín Hindenburg en 1937?

Y todo ello para permitir que continúe la locura ecológica y social de cientos de millones de vehículos de motor, que atascan y contaminan los espacios urbanos y desfiguran los paisajes rurales. Ya sea de combustión interna o eléctrico, el movimiento de un coche genera contaminación atmosférica debido a las partículas finas y los microplásticos provocados por el desgaste de neumáticos, frenos, firmes, etc., que se incrementa en el caso de los coches eléctricos debido a su mayor masa. Desfigura el paisaje con sus carreteras, autopistas, aparcamientos, etc., que consumen muchos materiales

9. Es una fuente de contaminación lumínica, etc. Mientras que el futuro debería pasar por reducir la movilidad, que a menudo es forzada y no voluntaria, lo que exige cambios drásticos en la urbanización y la ordenación del territorio; y por utilizar formas alternativas de movilidad: a pie, en bicicleta, en coche compartido, en transporte público, etc., lo que requiere cambios no menos drásticos en la forma en que pasamos nuestro tiempo.

Referencias:

Baldeschi Laetitia, Cohen Juliette y Drut Bastien (2023) Turbulescences dans l’économie mondiale. Transition énergétique, bouleversements démographiques, raréfaction des ressources, Louvain-la-Neuve, De Boeck Supérieur.

Canaguier Benjamin et al.(2013) «Elaboration selon les principes des ACV des bilans énergétiques, des émissions de gaz à effet de serre et des autres impacts environnementaux induits par l’ensemble des filières de véhicules électriques et de véhicules thermiques, VP de segment B (citadine polyvalente) et VUL à l’horizon 2012 et 2020». Resumen del informe final, Ademe, Angers.

AEMA (Agencia Europea de Medio Ambiente) (2018), Electric vehicles from life cycle and circular economy perspectives. TERM 2018: Transport and Environment Reporting Mechanism (TERM) report, Informe AEMA n°13/218, Copenhague.

AIE (2021) The Role of Critical Minerals in Clean Energy Transitions, París, Agencia Internacional de la Energía.

Hache Emmanuel y Roche Candice (2024) «Métaux de la transition: limites planétaires, dépendances géopolitiques», Raison présente, n°230.

Izoard Cecilia (2020a), «Non, la voiture électrique n’est pas écologique», Reporterre, 1/09/2020.

Izoard Cecilia (2020b) «La voiture électrique cause une énorme pollution minière», Reporterre, 2/09/2029.

Magalhães Nelo (2024) «L’autoroute et le marchand de sable», Le Monde diplomatique, abril de 2024.

Pitron Guillaume (2023) La guerre des métaux rares. La face cachée de la transition énergétique et numérique, París: Les liens qui libèrent.

Grupo del Banco Mundial y EGPS (Extractives Global Programmatic Support) (2017), The Growing Role of Minerals and Metals for a Low Carbon Future, Washington, Banco Mundial.

Texto original: Al’Encontre

Traducción: viento sur

Notas:

1. La eficiencia es la relación entre la energía consumida por un motor y la energía que produce.

2. Este estudio amplía el análisis del ciclo de vida adoptando también el punto de vista más amplio de la economía circular, al considerar en particular la posibilidad de reciclar (o no) los componentes de los vehículos o de darles una segunda vida. A este respecto, sin embargo, se centra principalmente en las perspectivas de mejora del balance de los vehículos eléctricos, dejando de lado la comparación con los vehículos con motor de combustión.

3. Véase El espejismo de las energías “renovables”

4. Se necesitan 2.200 m3 de agua para producir una tonelada de litio (Baldeschi, Cohen y Drut, 2023: 56).

5. Sólo para satisfacer la demanda de baterías para vehículos eléctricos de aquí a 2035, será necesario poner en funcionamiento 400 nuevas minas en todo el mundo (97 de grafito natural, 74 de litio y 72 de níquel)» (Pitron, 2023: 246). Dado que se tarda una media de 16,5 años en poner en marcha una nueva mina, el proyecto ya está comprometido.

6. “A escala mundial, el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) estima las reservas de bauxita en 2024 en 22.000 millones de toneladas, las de cobalto en 11 millones de toneladas, las de litio en 28 millones de toneladas y las de tierras raras en 110 millones de toneladas. Con los niveles de consumo actuales, la relación entre reservas y producción es de 56 años, 48 años, 156 años y 314 años, respectivamente, cifras que han variado poco a largo plazo” (Hache y Roche, 2024: 81). Pero esto sin tener en cuenta que la propia naturaleza del productivismo capitalista es aumentar constantemente el nivel de consumo.

7. Un estudio del FMI concluía que “(…) en un escenario en el que se hicieran todos los esfuerzos posibles para lograr la neutralidad del carbono en 2050, los precios del litio, el cobalto y el níquel se multiplicarían por 2 o 3 en relación con los niveles medios de 2020, y los precios del cobre aumentarían un 60%” (Baldeschi, Cohen y Drut, 2023: 49-50).

8. En una pila normal, la tensión eléctrica se genera mediante una reacción química redox entre metales. En una pila de combustible de hidrógeno, se genera por la oxidación del dihidrógeno (que sirve de combustible) unida a la reducción del dioxígeno contenido en el aire, generando no sólo una corriente eléctrica, sino también calor y vapor de agua

9. “En 2020, 100 m de autopista significan hasta 20.000 m3 de tierra movida y 3.000 toneladas de arena y grava para una plataforma de 34 m de anchura media y un derecho de paso total de 100 m, es decir, una superficie de 1 ha” (Magalhães, 2024).

Alain Bihr (Francia, 1950). Sociólogo, especialista del movimiento obrero y del pensamiento socialista. Ha sido profesor de las universidades de Haute-Alsace y de Franche-Comté. Es miembro del laboratorio de sociología y antropología de la Universidad del Franco Condado, Francia.

Fuente: