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lunes, 13 de marzo de 2023

Sacré-Coeur, de símbolo de la represión de la Comuna de París a monumento histórico.

Francia concede la mayor protección patrimonial a la basílica y sus alrededores de un lugar asociado a la revolución de 1871


Es, junto a la torre Eiffel y la catedral de Notre-Dame, el monumento más conocido de París. El Sacré-Coeur —la basílica del Sagrado Corazón de Montmartre— se ve desde buena parte de la ciudad. Es, como la torre Eiffel, una referencia para orientarse y un icono turístico. Y algo más: un edificio que carga con una historia de luchas obreras y represión, la de la Comuna de París en 1871; una historia de enfrentamientos entre dos Francias —la laica y la ultramontana— que se ha apaciguado, pero que todavía suscita discusiones intensas.

La decisión por amplia mayoría en el Consejo de París —el Parlamento de la ciudad— de clasificar el Sacré-Coeur como “monumento histórico”, el 11 de octubre, cierra un capítulo en la historia. Ya pocos lo consideran ofensivo y nadie propone derrocarlo. Durante tiempo no fue así. Montmartre fue un lugar simbólico de la insurrección de 1871. Ahí se encontraban buena parte de los 277 cañones que las fuerzas gubernamentales intentaron recuperar el 18 de marzo, lo que desencadenó una ola de violencia y el establecimiento de un contrapoder en París, como cuenta el historiador Michel Winock en La fièvre hexagonale (La fiebre hexagonal).

Cuando, dos meses después, la Comuna fue sofocada a sangre y fuego, el proyecto de la nueva iglesia, finalmente consagrada en 1919, se convirtió el símbolo de la venganza de la Francia reaccionaria y católica contra la Francia obrera y revolucionaria. Es verdad que la idea del templo surgió antes de la Comuna, y su construcción comenzó después de la Comuna. Pero la intención, como consta en una inscripción con un texto de 1872 en el muro interior de la basílica, era diáfana: hacer “enmienda honorable” de los pecados de la ciudad y la nación, teniendo en cuenta “las desgracias que desolan Francia y las desgracias mayores que quizá la amenazan”.

El Sacré-Coeur representaba, para sus impulsores, “un edificio de redención y de expiación más que de reconciliación”, escribe el historiador Pierre Nora en el diario Libération. Para los comuneros encarcelados o exiliados y para los familiares de los ejecutados, era un recordatorio, difícil de esquivar para un paseante en muchos barrios de la capital, de quién había ganado y quién perdido, y de que París—la roja, la revoltosa— era una ciudad cristiana. Con el tiempo pasó a ser otras cosas para parisinos y turistas. Con sus torres bizantinas y su color blanco cremoso, el edificio diseñado por el arquitecto Paul Abadie encarnaba simplemente un monumento al mal gusto. Nora explica que el contrapunto republicano y progresista —no revolucionario, pero sí opuesto a las fuerzas de la reacción— sería la torre Eiffel, terminada en 1889.

Más adelante, el Sagrado Corazón de Montmartre se fusionaría con la identidad de la ciudad. Desde las películas a las postales, está inscrita en la identidad de París. Que una abrumadora mayoría del Consejo de París, dominado por la izquierda, votase a favor de conceder al Sacré-Coeur y sus alrededores la clasificación de monumento histórico, encaja con esta lógica. Hasta ahora, estaba “inscrito” como monumento, pero no “clasificado”, una categoría superior. “La voluntad de la alcaldesa de París [Anne Hidalgo] y de mí misma, como adjunta a la alcaldesa, ha sido defender la protección patrimonial de esta basílica, pero siendo muy conscientes del vínculo intrínseco, fuerte con la historia de la Comuna de París”, explica Karen Taïeb, responsable en el Ayuntamiento del patrimonio, la historia y la relación con los cultos. “Existe una historia memorial al lado de la historia arquitectónica del edificio: nuestra voluntad era que ambas historias perdurasen en diálogo y no borrando una u otra”.

Un dibujo de 1871 sobre los fusilamientos de la Comuna de París.
PHOTO 12 (UNIVERSAL IMAGES GROUP VIA GETTY)

La idea es clasificar como “monumento histórico” tanto la basílica como los jardines a sus pies, que llevan el nombre de Square Louise Michel, la llamada Virgen Roja, una de las figuras de la Comuna. París retrasó un año el reconocimiento del Sacré-Coeur para no coincidir con el 150 aniversario de la Comuna en 2021. “No se borra la historia, ni la memoria”, resume Taïeb, “sino que se reconoce, pura y simplemente, un carácter muy patrimonial del edificio”. La oposición, en París, ha venido de la izquierda. “No deja de ser un monumento edificado como una revancha contra la Comuna por los monárquicos y los católicos”, argumenta la comunista Raphaëlle Primet, presidenta de la comisión de Cultura y Patrimonio en el Consejo de París. “Simbólicamente, para nosotros no es posible estar a favor de esta clasificación. Es una afrenta a los comuneros”.

Si algo pervive de aquella revolución o guerra civil, es una mística de la revuelta urbana, que procede de la Revolución de 1789 y que se ha repetido desde Mayo del 68 a los chalecos amarillos. Como escribe Winock, al hacer balance de la Comuna: “El síndrome de la barricada permanecerá en el corazón de la vida política francesa, mucho tiempo después de que las barricadas hayan dejado de tener cualquier utilidad estratégica”. La asociación Amigas y Amigos de la Comuna de París, fundada en 1882 tras la amnistía y el regreso del exilio de los comuneros, mantiene viva la llama en un pequeño local en el barrio de la Butte-aux-Cailles, en el sur de París. La decisión del Consejo de París, para ellos, supone una nueva derrota, simbólica esta vez. “Es olvidar otra vez estas personas que lucharon por una vida mejor, estas personas que querían una república social”, dice Françoise Bazire, la secretaria general de la asociación. “La represión fue sanguinaria, terrible. Es hacerlos morir de nuevo. Moralmente, claro”.

“Lo encuentro horrible”
Cuando Bazire ve el Sacré-Coeur, los sentimientos que le provoca son más estéticos que ideológicos: “Lo encuentro horrible, más allá de la historia de la Comuna. Si por lo menos fuese bonito...”. Cuando se le plantea que la decisión, a fin de cuentas, la ha adoptado un Ayuntamiento de izquierdas, sonríe: “Un Ayuntamiento de izquierdas... ¿Qué es la izquierda?”. Sobre la posibilidad de deconstruirlo, dentro del movimiento para derrocar estatuas de personajes históricos que hoy se juzgan negativamente, zanja: “A este nivel, nosotros no haremos nada”. La diferencia es que el Sacré-Coeur no se juzga negativamente. Como máximo, ha sorprendido que todavía no tuviese esta consideración. La clasificación como “monumento histórico” apenas ha creado polémica.

El historiador Nora explica en Libération este consenso por tres motivos. El primero es que, ante todo, se trata de un lugar turístico más que político y religioso. El segundo, que incluso arquitectónicamente el monumento ha salido de su purgatorio y los historiadores del arte aprenden a apreciarlo. El tercer motivo para aceptar la monumentalización del Sacré Coeur es lo que Nora llama “la disminución progresiva del conflicto de las dos Francias, la católica y la laica”. Esta fractura no ha desaparecido del todo, pero hoy las divisiones más agudas son otras: entre la Francia de las ciudades y la del campo, o entre la Francia próspera y la de las banlieues multiculturales. La laicidad ya no choca tanto contra el Vaticano, como a finales del siglo XIX y principios del XX, como con el islamismo.

El Sacré-Coeur en Montmartre es una memoria fría que no agita los corazones: una memoria que, al contrario de las de la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial o la guerra de Argelia, ha dejado de doler.

domingo, 18 de septiembre de 2022

_- "Entrevista a Manuel Tuñón de Lara"


_- ["Residencia", Cáceres, 1980]

José María Lama

Con motivo de las I Jornadas de Historia de Extremadura, celebradas del 8 al 12 de marzo de 1979, visitó Cáceres el historiador Manuel Tuñón de Lara. Tres jóvenes universitarios (Felipe Traxeira, Miguel Ángel Teijeiro y José María Lama) le entrevistaron.

Al año siguiente, se publicó la entrevista en la revista universitaria cacereña "Residencia", que se hacía a ciclostil en la Residencia Universitaria "San José".
El texto, lleno de erratas e incluso de faltas ortográficas, no tiene más interés que recoger algunas opiniones de uno de los principales historiadores españoles del siglo XX.

Entrevista con Tuñon de Lara.

Manuel Tuñon de Lara nació en Madriden 1915. Es en la actualidad uno de los principales representantes de la historiografía española.

Licenciado en Derecho por la Universidad de Madrid, se traslada como exiliado a parismdonde obtiene el Diploma de Estudios Superiores de Derecho Constitucional (1947) y el de la Escuela de Altos Estudios,de Ciencias Históricos-económicas (1953). Actualmente es catedrático de Historia y Literatura españolas de la Universidad de Pau (Francia). "La España del siglo XIX" (1961) "La España del siglo XX" (1966), "Antonio machado, poeta del pueblo" (1967), El movimiento obrero en la Historia de España" (1972) "La segunda República" (1976)son nalgunos exponentes de su magnífica labor historiográfica.

Tuñón, según algún autor "símbolo de resistencia científica a toda una concepción de la historiografía caduca e imperial dominante en nuestro país durante décadas", ha logrado una visión coherente y estructurada de la historia reciente de España, consiguiendo sobreponer lo científico a los ideológico. Todo ello escrito en una prosa castellana fluída y contundenter.

Con motivo de las primeras Jornadas de Historia de Extremadura, celebradas en la R. U. "San José"del 8 al 12 de marzo del pasado año, un grupo de residentes (Felipe Texeira, Miguel Ángel Teijeiro y José María Lama) lo entrevistamos para nuestra revista "Residencia". Por diversas razones la entrevista no ha podido aparecer antes; no obstante, la talla del personaje echa por tierra cualquier acusación de falta de actualidad.

¿Cúal es la formación como historiador de Manuel Tuñón de lara?

Aunque yo empecé a esturiar dentro de la Universidad de Madrid, mi formación histórica ha sido fundamentalmente hecha en Francia, dentro de la Escuela de Annalesy bajo la dirección de Pierre Vilar. Claro que, anteriormente, yo ya había trabajado, siendo muy joven, con García Pelayoen la História Política.

-¿Qué significado tienen el exilio en su obra historiográfica?

Muy grande, desde la hora y punto en que yo estaba todavía vinculado a la história política.
Sin embargo el exilio en la parte profesional y cultural mía significa este encuentro con la Escuel de Annalesfrncesa a lo que llamamos hoy la Historia Globqal, que ya me lanza por el camino de la historia decididamente.

-¿Cuáles son los problemas más acuciantes que plantea la Historia Global a su juicio?

Plantea, entre otro, el conseguir su unidad, al de llegar a una fuerza de síntesis dentro de la extrema variedad que tiene, impidiendo que se rompa en pedazos. Ahora mismo se está efectuando un paso adelante con los que algunos historiadores como Jacques le Goff, llama la Nueva Historia. Nueva Historia en el sentido de investigar sobre actividades que hasta ahora han sido poco trabajadas, como la alimentación, las distracciones,el clima, etc., que por sí solos no significan mucho pero que hay que integra en la totalidad de la Histora Global, y he aquí el problema vivo de la integración.

-La influencia que Tuñón de Lara ha ejercido entre los estudiosos de la historia durante la última década es indudable. La Ciudad de Pau, de cuya Universidad es profesor y en la que ejerce tamnbién de director del seminario de Investigaciones Hispánica, se ha convertido en un espacio de centro de peregrinación de historiadores espeñolesque acuden a los Congresos de Historia (Coloquios de Pau) que se celebran durante unos días de abrildesde 1967, preguntado el profesor Tuñón por la importancia ejercida en la historiografia española por algunas de sus obras más conocidad, como "La España del siglo XIX" "La España del siglo XX" nos dijo:

Bueno, yo creo que ha sido principalmente lo que decía en "La España del siglo XIX" desbrozar un poco el camino, hacer unos planteamientos básicosy posibilitar en aquella época, que erqa muy difícil, que otros historiadores, más jóvenes la mayoría, fueran ya lanzándose también por ahí y profundizando las investigaciones. Yo creo, modestamente, que esto lo he conseguido dentro de la pleyade de jóvenes historiadores españoles de los decenios 60 y 70.

-Tuñón de Lara perteneció al Partido Comunista de España hasta los veinticinco años, momento en que abandonó toda actividad política.

¿Quiere esto decir que el historiador no debe estar comprometido políticamente, no debe ser militante de ningún partido?

-No, no forzosamente. Hay algunos historiadores comprometidos que parecen que marchan muy bien. De todas formas yo sigo siendo un historiador basado en la metodología marxista. Lo que ocurre es que yo pensé que si no me apartaba de la política iba a hacer muy poco, iba a rendir muy poco; me di cuenta que sería más util a mi pueeblo haciendo lo que ahora hago.

- Como historiador marxista ¿Cuál es su opinión de la Teoria de Sistema del estruturalismo, como intento superador del marxismo?

Como todos los intentos que han querido superar al marxismo,m considerando por marxismo algo que no lo es, me parece que no han dado resultado.
Creo que constituyen aportaciones, si se quiere fragmentarias, muy útiles, a veces indispensables. Son una buena metodología auxiliar. Se estudia sistemáticamente una cuyuntura política, un ciclo socio-político, un partido, un sindicato, etc. ¡Ah! ¡Ahora bien! teniendo cuidado de insertarlo en el entorno del país, de los conflictos socioeconómicos, de la lucha de clases, etc.

- Como ya se ha dicho la razón par la que se encontraba en Cáceres el profesor tuñón de Lara fue la celebración de las Primeras Jornadad de Historia de Extremadura, en las cuales participó como ponente de la época contemporánea.

¿Qué supone dentro de la historiografia española actual estas Primeras Jornadas de Historia de Extremadura?

Estoy muy contento ya que creo que el desarrollo de la historia regional es primordial para conocer profundamenrte toda la Historia de España en general.
Y esto no por los grandes tenores que vengan aquí, sino por todos los jóvenes que aportan su trabajo y su investigación. Estoy particularmente satisfecho de las aportaciones de los jóvenes historiqadores en estas Jornadas y creo que esto nos permite ser optimistas.

- La cuestión clave del desarrollo político de Extremadura está en la Economía.
¿Cree usted que la Autonomía va a desembocar en un nuevo caciquismoo, por el contrario, va a dar resultados?


Yo no sé si desembocará o nop en un nuevo caciquismo, lo que discrepo un poco es en que la auto nomía sea clave. Sigo creyendo, no sé si será porque yo soy viejo, que la cuestión clave de Extremadura es la que hemos discutido en estas Jornadas, la tierra. Alrededor de esta se situan las demás.

-Finalmente, ¿Podría hacer una valoración desde el punto de vista de investigación de la Universidad de Extremadura?
Lo poco o lo mucho que conozca usted de ella.

Bueno, ¡perdón por la inmodestia!, pero no conozco poco, en el sentido que estoy muy vinculado al profesor Las Heras. Hace un momento le decíqa, un poco en broma. al vicerretor Salla al rector, "el departamento de aquí es una emanación de este -señalándome a mi-, es una emanación de Pau", es decir que tengo una gran vinculación con el Departamento de Historia Comtemporánea de esta Universidad, el cual me parece muy interesante.

José María Lama. 


P.D. :

 El profesor Don Manuel Tuñón de Lara, fue profesor mio en la Universidad de Pau, durante el curso académico 1972-73. Disfruté de una beca por trabajar de auxiliar de lengua española en el LIceo  Theophile Gautier de Tarbes. En la asignatur Historia de España y América siglos XIX y XX. Solo puedo destqacar el gran nivel de sus clase y a la vez la sencillés de su sexplicaciones y lo completa que eran . sus clases constituian un disfrute del conocimiento científico sobre historia de Españqa. curiosa emnte era la epoca aún de la guerra de Vietnam y een la Universidad habia muchos alumnos norteamenricanos que se marchaban del paía para no se llevados a la guerra. La gran mayoria de ellos acudian a las clases del profesor Tuñosn y se impartian en el paraninfo pues en una clase normal no cabía tantos alumnos. Tambié quiero destacar su calidad humana y su empatia y bondad, sus clases eran una fiesta para el espiritu y el conocimento. No lo olvidaré nunca y me que dó para siempre su admiración por el conocimiento de la historia que en España habián supuesto todo menos historia, un serie de leyendas y mentiras de la que no se aprendía nada científico.

miércoles, 14 de julio de 2021

_- Jóvenes irresponsables y Hoy es el día nacional de Francia, la toma de la Bastilla.

_- Me produce indignación, rabia y pena ver en la televisión a esos grupos de jóvenes irresponsables bebiendo y bebiendo sin respetar la distancia exigida para evitar el contagio (en alguna cadena he oído hablar de “brotellones”).La estupidez de algunos y algunas a quienes los periodistas acercan el micrófono es asombrosa: “Yo no tengo miedo”, “Eso del virus es un cuento”, “Nos quieren asustar”, “Para eso somos jóvenes”, “Hay que divertirse”… El problema no es solo suyo, claro está. Si una persona joven decide despreciar la vida de forma imbécil haciendo botellón sin garantías de seguridad, está en su derecho. Pero no tiene derecho a poner en peligro a nadie. Sus padres y sus abuelos, que les dan el dinero para que se diviertan y que luego son contagiados por ellos, tienen pleno derecho a estar sanos y a que nadie les tenga que llevar contra su voluntad a la UCI o al cementerio.

Algunos jóvenes tienen una mezcla de inconsciencia y de irresponsabilidad que difícilmente se puede explicar. Es probable que muchos se sientan arrastrados por esa masa en la que decir o hacer algo razonable merece desprecio, en la que recordar que hay que protegerse del virus es motivo de expulsión. Hay que ser aceptado en el grupo al precio que sea. Probablemente cada uno se comportaría de otra manera en soledad, pero en grupo, hay que seguir las leyes no escritas de la manada.

También ha influido en ese relajamiento el hecho de que se haya autorizado, quizá prematuramente, a liberar del uso de mascarillas en el exterior (aunque se exija cuando no hay distancia). Algunos han confundido el “no hay mascarillas” con el “no hay virus”. Algunos tienden fácilmente a coger el rábano por las hojas.

Un tercer motivo es el efecto estampida. Después de haber estado sometidos a restricciones, el menor resquicio es utilizado como una ocasión de desmadre. Todos hemos sentido la angustia del largo confinamiento. Es comprensible que exista un deseo de romper las cadenas pero, vamos, ya tienen edad nuestros jóvenes para frenar ese impulso con racionalidad y con ética.

La docente y escritora Marta Marco Alario, jefa de estudios adjunta de un Instituto de Enseñanza Media al que pertenecían dos alumnos que hicieron el escandaloso viaje a Mallorca en el que se produjo un contagio masivo, ha escrito una carta llena de indignación y de tristeza en la que les dice a los jóvenes: “Os vais a Mallorca en busca del coronavirus después de que durante meses en el Instituto, nos hayamos dejado la vida para que no os contagiéis y no contagiéis a vuestras familias”.

Reproduzco algunos párrafos de esa carta que está llena de tristeza y decepción. Sería bueno que la leyesen muchos jóvenes y muchos padres y madres.

“Hasta donde pueda llegar mi testimonio desde este rinconcillo os contaré que este viaje lamentable no tiene nada que ver con el Instituto (y puedo afirmar que con ninguno)…

Han jugado a ser adultos viajando a kilómetros de sus hogares para, no nos engañemos, cogerse una cogorza detrás de otra lejos de padres/madres.

Recoge la noticia de prensa, sigue diciendo, que los estudiantes han dicho que no les obligaban a llevar mascarilla. ¿Perdón? ¿En serio? A estas alturas, ¿hay que obligar a futuros universitarios a llevar mascarilla?

A veces pienso que el ser humano está mejor confinado. Luego pienso que la mezquindad es minoritaria y me consuelo un poco. Pero poco, porque si algo he aprendido este año, con toda la información que manejo como jefa de estudios adjunta, como coordinadora Covid y como rara avis que no entiende otra forma de vida que en sociedad, capaz de anteponer su grupo o a otro miembro de este frente a sí misma como ente individual, es que hemos vuelto a fracasar por culpa del individualismo, del egoísmo y de un egocentrismo mal gestionado.

Suma y sigue. Esta jefa de estudios adjunta ...



5 cosas que quizás no sabes sobre la historia de la Bastilla y su toma, el evento que cambió a Europa para siempre. https://www.bbc.com/mundo/noticias-57749185

sábado, 9 de enero de 2021

_- Haití: la primera revolución social victoriosa trazó el camino de la independencia.

_- El 1 de enero de 1804 se proclamó la Independencia de Haití del sistema colonialista francés, marcando un precedente que Hispanoamérica no alcanzaría sino hasta dos décadas después. Haití fue el segundo país independiente del continente americano, después de Estados Unidos, que la había proclamado en 1776, pero el hecho tuvo un alcance social y político más profundo en la isla caribeña que en Norteamérica.

El surgimiento de Haití como Estado nación es un producto diáfano de un proceso de revolución social: la lucha por la libertad contra el modo de producción esclavista del sistema de plantaciones y contra toda forma de racismo.

Justamente por eso la historiografía liberal hispanoamericana ha procurado ignorar la independencia y la revolución haitiana porque lo que más han temido, desde entonces y hasta ahora, es que los sentimientos, las aspiraciones y los métodos que movieron a los sectores sociales más explotados, oprimidos y discriminados de la isla de Saint-Domingue se contagiaran a las clases populares del resto del continente.

En Haití la historia no puede ocultar que, la independencia y la creación del Estado nacional, son el fruto de la lucha de clases, el producto de una profunda revolución social contra el sistema esclavista. La independencia es una consecuencia, cuando queda demostrado que la metrópoli francesa no está dispuesta a tolerar las mínimas garantías democráticas para sus colonias, menos la libertad, la igualdad y la fraternidad que pregonaba.

En la historia hispanoamericana la lucha de clases también fue el motor del que deriva la independencia, pero la historiografía ha logrado ocultar el hecho detrás mitos nacionales, mitos que enmascaran los intereses y el papel jugado por las clases dominantes, deformando los acontecimientos.

El pueblo haitiano ha tenido que pagar una factura muy cara, que le impuso el mundo desde entonces hasta el presente, por haber sido verdadero faro de civilización, libertad, igualdad y fraternidad, y por haber demostrado cuán hipócritas sonaban esos mismos conceptos en boca de los políticos y los ilustrados franceses, salvo el caso muy excepcional de Robespierre, tal vez.

Por esa razón, en el siglo XXI, hay que cuestionar los alegatos disfrazados de republicanismo y laicismo de las élites gobernantes de Francia, para justificar sus políticas racistas y de dominación de pueblos musulmanes provenientes de sus excolonias. Hay que distinguir entra las palabras vacías o llenas de otro contenido, de los hechos concretos. Esa es una lección que deja la historia de Haití.

Independencia o la muerte
La proclama de Independencia de Haití, realizada por Jean Jacques Dessalines, no sólo fija los objetivos de la lucha por la libertad de los “indígenas de Haití” (como él identifica a su pueblo), sino que desnuda la hipocresía con que el Estado francés (los bárbaros, les llama) les mantuvo ilusionados con una igualdad y libertad que nunca hicieron realidad:

“Ciudadanos:
No es suficiente con haber expulsado de vuestro país a los bárbaros que lo han ensangrentado desde hace dos siglos; no es suficiente con haber frenado a las facciones siempre renacientes que os presentaban sucesivamente el fantasma de libertad que Francia exponía ante vuestros ojos. Se necesita un último acto de autoridad nacional: asegurar para siempre el imperio de la libertad en el país que nos vio nacer; arrebatar al gobierno inhumano, que mantiene desde hace tanto tiempo nuestros espíritus en la torpeza más humillante, toda esperanza de someternos. En fin, se debe vivir independiente o morir.

Independencia o la muerte… que estas palabras sagradas nos unan, y que ellas sean el signo de los combates y de nuestra reunión.

… 

Todo nos recuerda las crueldades de ese pueblo bárbaro…
Además víctimas durante catorce años de nuestra credulidad y de nuestra indulgencia; vencidos, no por los ejércitos franceses, sino por la vana elocuencia de las proclamaciones de sus agentes…

Comparada su crueldad con nuestra paciente moderación, su color con el nuestro, el ancho mar que nos separa, nuestro clima vengador, todo nos dice que ellos no son nuestros hermanos, que jamás lo serán, y que si encuentran un asilo entre nosotros serán los maquinadores de nuestros malestares y de nuestras divisiones.

Juramos al universo entero, a la posteridad, a nosotros mismos, renunciar para siempre a Francia, y morir antes que vivir bajo su dominación. Combatir hasta el último suspiro por la independencia de nuestro país” (Dessalines, 1804) .

El cruel sistema esclavista de plantaciones
No puede explicarse la independencia de Haití a partir de un mito nacional precedente porque era un país realmente nuevo en el siglo XVIII, constituido por migrantes franceses y migrantes esclavizados de África, donde eran cazados y encadenados para ser traídos a trabajar en las plantaciones, principalmente azucareras del norte se Saint-Domingue.

La parte occidental de la isla La Española, territorio hoy conocido como Haití, fue cedida por España a Francia mediante el Tratado de Ryswick de 1697. De manera que el Saint-Domingue, colonia francesa tenía poco más de un siglo al momento de la independencia en 1804. Durante ese siglo, Francia asignó a su parte de la isla la tarea de producir azúcar, fundamentalmente, índigo y tabaco. Esa producción organizada bajo el sistema de plantaciones se fundamentó en la explotación de trabajo esclavo.

El profesor Félix Morales, de la Universidad de Panamá, señala en su tesis de Maestría en Historia de América, que los esclavos eran considerados piezas sustituibles de la cadena de producción que, al morir o quedar imposibilitados de trabajar, eran sustituidos por otros importados directamente de África. Morales estima que entre 1764 y 1771 se importaron en promedio 10 a 15 mil esclavos por año; en 1786 llegaron a 28 mil; y a partir de 1887 se superaba la cifra de 40 mil esclavos anuales (Morales Torres, 2017) .

Morales cita una frase de Carlos Marx del primer tomo de El Capital en la que señala: “…en los países de importación de esclavos, es máxima de explotación de estos la de que el sistema más eficaz es el que consiste en estrujar al ganado humano (human cattle) la mayor masa de rendimiento posible en el menor tiempo. En los países tropicales, en los que las ganancias anuales igualan con frecuencia el capital global de las plantaciones, es precisamente donde en forma más despiadada se sacrifica la vida de los negros”.

Hacia 1789, cuando inicia la Revolución Francesa y paralelamente la Revolución Haitiana, la estructura poblacional y social era la siguiente: 30,000 colonos blancos, divididos entre propietarios de grandes y pequeñas plantaciones; 40,000 mulatos o affranchis, ubicados mayormente al sur de la isla, quienes ocupaban un rango intermedio, siendo libres y algunos de ellos propietarios de medianas y pequeñas explotaciones, algunas de las cuales usaban mano de obra esclava; 550,000 esclavos negros, en su mayoría asignados a las plantaciones del norte de la isla.

Para entender los vaivenes del proceso revolucionario en Haití, es conveniente captar dos particularidades: los colonos blancos eran mayoritariamente monárquicos y defensores del Antiguo Régimen, por eso chocaron en diversas ocasiones con las autoridades emanadas de la revolución, y desde París tuvieron que enviar militares para tener control sobre ellos y los propios haitianos; la división de la población racializada entre negros y mulatos, que expresaban clases distintas, también produjo conflictos entre ellos que derivaron en guerras civiles.

Toussaint Louverture, alma, cerebro y brazo de la revolución haitiana
El gran sociólogo haitiano Gerard Pierre Charles, describe con las siguientes palabras a quien llamarían “El Primero de los Negros” o el “Espartaco Negro”:

“Toussaint Bréda, esclavo doméstico de la casa Bréda, que hasta sus 50 años había sido un desconocido, tuvo acceso a los valores de la sociedad criolla, incluso a la filosofía del siglo de las luces, a partir de la lectura de los enciclopedistas. También tuvo acceso al arte de la política y de la guerra. Fue arrastrado, por el extraordinario dinamismo de la sociedad colonial, en plena mutación revolucionaria, a desempeñar un papel político y militar de primer orden. Bajo el nombre de Toussaint Louverture, asumió el liderazgo de 500 000 esclavos que se alzaron en rebelión a partir de 1791, impulsados por las ideas de libertad e igualdad de la revolución francesa. Venció a las tropas españolas y británicas que, en el marco de las rivalidades entre metrópolis, querían adueñarse de aquella próspera Colonia. Logró así restablecer la paz y la prosperidad en un territorio devastado por una década de guerra y luchas sociales.

De esta forma, por su talento político y militar, se impuso a las autoridades de la Francia revolucionaria que lo nombraron general de Francia y gobernador de la Colonia. En 180l, él proclamó su propia Constitución. A través de este acto, rompió con las reglas del Pacto Colonial, estableció relaciones diplomáticas con Inglaterra y Estados Unidos y otorgó a Saint Domingue un estatuto de autonomía” (Charles, s.f.) .

La suerte que le cupo a François Dominique Toussaint fue la de esclavo doméstico, lo que le permitió eludir la peor forma de explotación esclava en las plantaciones, lo que conllevaba al agotamiento físico y mental. De manera que, gracias a esa forma más “benigna” de esclavitud pudo acceder a la lectura y a una formación cultural que le estaba vedada a la mayoría.

En 1776, a los 33 años, edad madura para entonces pudo acceder a su emancipación como hombre libre, convirtiéndose él mismo en propietario agrícola que a su vez explotaba hasta 13 esclavos, uno de los cuales era J. J. Dessalines, quien proclamaría posteriormente la independencia de Haití (Lamrani, 2019) . Evidentemente su actitud como amo no fue severa como la de otros, lo que le permitió ponerse a la cabeza del movimiento antiesclavista y que, quienes como Dessalines habían trabajado para él, se convirtieran en sus lugartenientes.

Tan pronto estalló en París el proceso revolucionario, la literatura y la información sobre la misma llegó y tuvo sus repercusiones en Saint-Dominge. Uno de esos documentos que tuvo gran impacto entre los haitianos fue la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789.

El primer impacto en la isla sucedió el 28 de octubre de 1790, cuando 350 mulatos acudieron a la Asamblea de Puerto Príncipe a exigir iguales derechos, los cuales estaban encabezados por Vincent Ogé. Esta manifestación fue duramente reprimida por los colonos blancos, pagando con su vida Ogé y decenas de los participantes. Primera prueba de que los llamados “Derechos del Hombre” no valían para los hombres negros.

El estallido decisivo ocurrió el 14 de agosto de 1791, en el marco de una ceremonia religiosa en Bois Caiman, se produce una masiva sublevación de esclavos dirigida por Dutty Boukman, Geaorge Biassou y Jean F. Papillon. La rebelión destruyo decenas de plantaciones y asesinó a más de 2,000 blancos. A ellos se sumó Toussaint, primero como médico, y luego como ayudante de Biassou.

Pronto Toussaint destacó en el combate por su valentía e inteligencia, lo que le permitió desarrollar un sistema de ataque al enemigo por el que adquirió el sobrenombre con el que fue conocido “Loverture” – “La Apertura”.

A raíz de la ejecución de Luis XVI, el 21 de enero de 1793, España intervino en la guerra civil de Saint-Domingue, ofreciendo apoyo a los rebeldes, lo cual fue aceptado por Toussaint, quien se había convertido en la cabeza visible de la revolución. El 29 de agosto de 1793, Toussaint proclamó: “Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Santo Domingo. Trabajo para que existan. Únanse, hermanos, y combatan conmigo por la misma causa. Desarraiguen conmigo el árbol de la esclavitud” (Lamrani, 2019) .

Maximilien Robespierre, quien era miembro de la sociedad de los “Amigos de los Negros”, propuso y fue aprobado la abolición de la esclavitud en Francia y sus colonias, el 4 de febrero de 1794. “A partir del momento en que en uno de sus decretos, ustedes habrán pronunciado la palabra “esclavo”, habrán pronunciado a la vez su deshonor y el derrocamiento de su Constitución”, Robespierre(Lamrani, 2019) .

Otorgada la ciudadanía y la libertad mediante ese decreto a los esclavos de Haití, la república francesa envió al general Lavaux a negociar con Toussaint para que rompiera con España y se sumara al bando francés para lo cual se le otorgó el cargo de general. Toussaint aceptó, cambió a favor de la república, combatió a los españoles expulsándolos del lado francés de la isla y obligándolos a firmar un tratado de paz en 1795. Tres años más tarde repetiría el mismo éxito contra los invasores ingleses. Lo que le valió el nombramiento de gobernador de Saint-Domingue.

La perfidia de la Francia republicana
Había que socavar la autoridad del gran líder haitiano para reemplazarlo por un títere. Para lo cual el Directorio, en 1798, envió al general Hédouville para fomentar la división entre Toussaint, que controlaba el norte la isla, y el general André Rigaux, mulato y propietario de haciendas, que controlaba el sur. Produciéndose una guerra civil entre 1799 y 1800, hasta que finalmente Toussaint logró expulsar a Rigaux.

El 2 de julio de 1801, Toussaint y la Asamblea General de Saint-Domingue proclaman una constitución política en la que se establece un régimen autonómico, pero no la independencia de Francia.

Por el artículo tercero se declaró “No puede haber esclavos en este territorio”; el cuarto elimina cualquier discriminación de raza para acceder a un empleo; y quinto consagra la verdadera igualdad al declarar que “No hay otra distinción que las virtudes o talentos” (Lamrani, 2019) .

Pero Toussaint cometió el error de seguir confiando en la República francesa, y envió el texto de la constitución a Napoleón Bonaparte para obtener su aprobación. En vez de ello, lo que hizo Napoleón fue enviar a su cuñado el general Leclerc, con más de 20,000 soldados para aplastar el gobierno de Toussaint, el cual desembarcó en Cap el 29 de enero de 1802 exigiendo la rendición de la guarnición. Paralelamente, el 20 de mayo de 1802, el mismísimo Napoleón Bonaparte mediante decreto restauró la esclavitud.

Los militares franceses utilizaron contra Toussaint todos los métodos desarrollado por los imperios para someter a sus colonias: crímenes de lesa humanidad contra la población civil, sobornar a los subalternos para que algunos le traicionaran, y aparentemente cayeron en esa trampa Rigo, Petion y Dessalines inclusive. Napoleón llegó a enviar a los hijos de Toussaint, que estudiaban en Francia, con un supuesto mensaje halagador hacia su persona, a ver si lograba controlarlo.

Como Leclerc no podía asestar la derrota militar que quería, propuso a Toussaint un acuerdo de paz, mediado por una carta de Napoleón reconociendo los “servicios rendidos al pueblo francés” y proclamarlo entre “los más ilustres ciudadanos”, etc., y la promesa de no restaurar la esclavitud. Toussaint aceptó el acuerdo que incluía preservar a su estado mayor y retirarse a la población de Ennery.

Los militares franceses no cumplieron y empezaron a acosarlo hasta que, en junio de 1802, fue arrestado con toda su familia y deportado a Francia, donde permaneció bajo arresto hasta 7 de abril de 1803, cuando falleció. Tenía 60 años de edad.

Finalmente, la independencia
El cuñado de Napoleón, el general Leclerc pagó con su vida sus crímenes contra el pueblo haitiano, no a manos de ningún combatiente, sino gracias a la fiebre amarilla que lo mató en 1802 en isla Tortuga, Haití. Advirtiendo la traición de los franceses a sus compromisos y no deseando la vuelta atrás, tanto los negros como los mulatos, encabezados por J. J. Dessalines y Henri Christophe, unieron sus fuerzas en una reunión secreta conocida como “Convención de Arcahaie”, en mayo de 1803, se sublevaron, dando inicio a la Guerra de Independencia.

Tuvieron a su favor la guerra de Gran Bretaña contra Francia, lo que impidió a estos últimos enviar tropas a la isla. En octubre de 1803 Dessalines tomó Puerto Príncipe y el 19 de noviembre de ese año asestó la derrota a los franceses en la batalla de Vertiers, diez días después las tropas derrotadas abandonaron la isla.

La independencia definitiva sería proclamada unas semanas después, el 1 de enero de 1804. El gobierno francés tardaría varias décadas en reconocer su independencia lo que finalmente hizo exigiendo una indemnización para resarcir a los colonos blancos esclavistas que habían sido expropiados y expulsados de la isla.

Se había cumplido el vaticinio de Toussaint: “Al derrocarme, sólo se ha derrocado en Santo Domingo el tronco del árbol de la libertad de los negros; volverá a crecer porque sus raíces son profundas y numerosas”.

El apoyo de Haití a la independencia hispanoamericana
Haití independiente prestó apoyo consecuente a la lucha por la independencia hispanoamericana. El propio Francisco de Miranda durante su fallida expedición libertadora a Venezuela, recaló previamente en el puerto de Jacmel, en febrero de 1806, en donde recibió apoyo de Alexander Petion.

Posteriormente, en 1815, durante su exilio en Jamaica, Simón Bolívar le escribe a Petion pidiéndole apoyo, y este le recibe en enero de 1816, con cuya ayuda Bolívar dirigió la conocida Expedición de Los Cayos. En la que el apoyo incluyó la participación de hasta 1,000 haitianos para tomar el oriente de Venezuela.

Se dice que Petion entregó no solo armas, dinero y sodados a Bolívar, sino también la espada símbolo de la libertad de Haití, y que lo hizo con una condición:

“Pido a Usted, que cuando llegue a Venezuela, su primera orden sea la Declaración de los Derechos del Hombre y la libertad de los esclavos… y para que pueda cumplir con esa misión, le hace entrega del símbolo de la emancipación de Haití: es la "Espada Libertadora de Haití", la misma que empuñó durante la guerra contra los franceses, la que utilizó Miranda en sus dos fallidos intentos por libertar a su Patria, y la que en 1807 le permitió instaurar una República en el sur y oeste de Haití de la que fue nombrado presidente vitalicio…” (Morales Torres, 2017) .

Bolívar solo cumplió parcialmente este compromiso, pues decretó al llegar la libertad de los esclavos que se sumaran al Ejército Libertador, pero no de todos los esclavos. Aunque liberó a los esclavos de sus haciendas familiares, nunca se emitió un decreto general, seguramente para no confrontar a los latifundistas criollos. Hay controversia respecto a las razones por las cuales, diez años después, consumada la independencia hispanoamericana, Simón Bolívar no invitó al Congreso Anfictiónico de Panamá a la república de Haití.

La injusticia y la perfidia continúan
Así ha sido reiteradamente a lo largo de la historia, cada vez que fuerzas reaccionarias han vuelto a cortar el tronco de la libertad éste vuelve y crece, como predijo Toussaint. En 2004, el imperialismo norteamericano, con apoyo de las “democráticas” Francia y Canadá, con la participación del gobierno de la República Dominicana, que prestó su territorio, repitieron la perfidia fomentando un golpe de Estado contra el presidente Jean B. Aristide, al cual fuerzas de esos países secuestraron y deportaron hasta la República Centroafricana. Golpe sobre el que guardó silencio gran parte del llamado progresismo latinoamericano que, por el contrario, avaló la ocupación de la isla con tropas disfrazadas bajo la bandera de las Naciones Unidas (MINUSTAH), en las que colaboraron soldados de Brasil y Bolivia, entre otros.

El Estado nacional haitiano es formalmente independiente, pero el pueblo haitiano continúa su lucha por la libertad.

Bibliografía
Charles, G. P. (s.f.). Toussaint Louverture. Obtenido de Revista Mexicana de Política Exterior
Dessalines, J. J. (1 de Enero de 1804).DOCUMENTO LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DE HAITÍ (1804). Obtenido de Dialnet
Lamrani, S. (13 de Junio de 2019).Toussaint Louverture, la dignidad insurrecta. Obtenido de América Latina en Movimiento
Morales Torres, F. A. (2017). Haití : entre la revolución francesa y la revolución de esclavos (1791-1804) . Obtenido de SIBIUP
Olmedo Beluche sociólogo y analista político panameño, profesor de la Universidad de Panamá y militante del Partido Alternativa Popular.

Fuente:
www.sinpermiso.info, 2 de enero 2021

sábado, 21 de marzo de 2020

Los combatientes españoles de la Resistencia salen del olvido. La periodista Evelyn Mesquida publica 'Y ahora, volved a vuestras casas', una investigación sobre la importante aportación española a la Resistencia francesa

El nuevo libro de la periodista y escritora Evelyn Mesquida, Y ahora, volved a vuestras casas, es un relato con abundantes detalles, testimonios y documentos de la importante participación de españoles, exiliados republicanos, en la Resistencia francesa. Una historia bastante ignorada en España, pero que Francia también ha preferido, una y otra vez, olvidar o maquillar. “La historia ha sido durante años y años la de la Resistencia francesa y eso es mentira”, afirma Mesquida (Alicante, 1945) en una entrevista en París, la ciudad que llama su hogar desde hace media vida.

No es casualidad que la autora haya elegido como título de este nuevo libro, publicado por Ediciones B, una demoledora frase que profirió el general Charles de Gaulle. La pronunció tras la liberación de París en el verano de 1944. Pasó revista a los combatientes españoles durante su visita a Toulouse, capital del exilio español, en el marco de una gira por ciudades liberadas del país. Decirle que se volvieran por donde habían venido a combatientes exiliados que llevaban en guerra mucho más tiempo que los franceses [se incorporaron a la lucha contra los nazis después de haber combatido contra las tropas de Franco en la Guerra Civil española] y que sobre todo no tenían país al que regresar, “demuestra la sensibilidad de la época”, señala Mesquida.

“¿Es que no se da cuenta [De Gaulle] de que estos pobres hombres han estado en la miseria total y que vienen de otra guerra previa? No tienen 'casa' a la que volver”, subraya esta periodista española, que lleva muchos años dedicados a hurgar en una parte de la historia por la que Francia ha pasado ampliamente de largo: el importante papel de los republicanos españoles en la lucha contra la ocupación nazi y hasta en la liberación de París. Un hito, este, que cuenta en un libro anterior, La Nueve. Los españoles que liberaron París, cuyo material fue clave para que las autoridades francesas empezaran a reconocer el papel de este contingente español en la historia gala.

Ahí también comenzó su descubrimiento de la contribución, más amplia, de los españoles en la Resistencia. Y su desazón al darse cuenta del olvido en que habían caído todos esos hombres y mujeres desperdigados por toda Francia. “Cuando vi a todos esos hombres perdidos en cada rincón, que no se les mencionaba para nada, que no les dieron la Legión de Honor, ni se les ocurrió siquiera… Te van contando y te dices, esto no puede ser, qué vergüenza”, recuerda el momento en que empezó a barajar la idea de recopilar estas historias, a finales de la década de los años noventa. “Encima luego [los historiadores] dicen que solo eran un puñado de españoles, que no le dan importancia porque había muchos otros, pero poco a poco te vas dando cuenta de que eso era falso”, se indigna Mesquida.

Con Y ahora, volved a vuestras casas, la periodista española ha tratado de paliar esta laguna histórica. Mesquida repasa, mediante relatos de testigos, documentación y otros materiales contados y donados por familiares, las figuras de combatientes como Francisco Ponzán, “un personaje casi desconocido cuando es extraordinario, condecorado por los ingleses, los americanos y los franceses. Y completamente ignorado”, destaca. El aragonés, asesinado tras su detención en 1944 en circunstancias nunca aclaradas del todo, era líder del Grupo Ponzán, que logró sacar por tierra y por mar al menos a 1.700 perseguidos por los nazis, a los que acompañaban hasta las fronteras de Portugal o Gibraltar para que pudieran huir hacia Inglaterra.

También recupera entre otros la importante acción española en la conocida como la batalla de La Madeleine del 23 al 25 de agosto de 1944, cuando —ahora sí— un auténtico puñado de combatientes, una treintena de españoles, lograron frenar una columna alemana de más de mil soldados fuertemente armados que habían recibido órdenes de avanzar hacia el norte tras el desembarco aliado en Normandía. Al ver quiénes los habían derrotado, los dos máximos oficiales alemanes al mando tomaron su pistola y se suicidaron en el mismo lugar donde se habían rendido, incapaces, escribe Mesquida, de “aceptar la realidad de haber sido engañados y vencidos por un puñado de españoles harapientos”. ¿Cuántos españoles combatieron a lo largo de los años en la Resistencia francesa? Nadie lo sabe a ciencia cierta, subraya Mesquida, en lo que considera otra muestra de lo mucho que aún falta por averiguar de esta parte de la historia que, con este libro, resulta ahora un poco menos desconocida.

https://elpais.com/cultura/2020/02/27/babelia/1582819601_087062.html?rel=lom

sábado, 7 de marzo de 2020

¿Es una revolución impensable?

El neoliberalismo consiste en la ruptura de los consensos sociales de posguerra. No está dispuesto a negociar al respecto y eso no tiene una solución electoral. Solo la imaginación, la audacia y el sueño permiten tantear y anticipar lo que por definición es siempre inesperado.

La huelga francesa contra la involución que el Presidente Macron anima, ahora en el sistema de jubilación, languidece. Llevamos más de diez semanas de protestas y necesariamente la capacidad huelguística remite. Menos paros y menos gente en las manifestaciones sindicales. Pero, ¿cómo leer este hecho? Seguramente en el gobierno, en el Elíseo y en general en el ámbito de los dominadores, eso se lee con alivio. Recuerdan lo ocurrido con anteriores protestas, la Nuit debut o el movimiento contra la reforma (involución) laboral durante la presidencia de François Hollande, y deducen que también ahora la protesta se desinfla. ¿Derrota? ¿Resignación? No quisiera tomar los deseos por realidad, pero no creo que en el Elíseo tengan motivos para tranquilizarse. ¿Pasar página y seguir con lo suyo, concentrándose, por ejemplo, en las próximas e intrascendentes elecciones municipales, cuando da la impresión de que la olla sigue cociendo a fuego lento la sustancia del descontento?

Hay menos gente en la calle, sí, pero las encuestas confirman que la oposición a la involución del sistema de pensiones, uno de los pilares del consenso social elaborado en la posguerra, no disminuye, sino aumenta. Un 67% pide un referéndum sobre la cuestión y hasta el Consejo de Estado ha criticado, “la falsa promesa de un régimen (de pensiones) universal” que vende Macron. La inusitada violencia policial que centenares de miles de ciudadanos ha sufrido u observado en directo, ha acabado siendo tematizada hasta por los medios de comunicación del establishment, mayormente controlados por la oligarquía financiera y los superricos. Se discute que es más conveniente, si el lema habitual de “Todo el mundo detesta a la policía”, u otro del tipo, “¡compañero policía, únete!” (De hecho el gobierno ha pactado un régimen de pensiones especial para los policías, por si acaso).

El dato fundamental no es que haya menos gente en las manifestaciones sindicales, sino que desde 2014, la temperatura social no ha dejado de subir en Francia. La pregunta fundamental es si el enfado de base, latente o manifiesto, acabará explotando. Si la gente que está enojada dará un paso más para convertir lo latente y pasivo en una explosión social activa y enérgica. Los sindicatos, pensados para negociar, no sirven en una situación en la que el poder no tiene nada que negociar.

Es obvio que no hay marco de negociación. El neoliberalismo consiste precisamente en la ruptura de los consensos sociales de posguerra. Y eso no tiene una solución electoral. Solo se puede cambiar por la fuerza. Desde la campaña electoral francesa del 2017 tengo claro que en el mejor de los escenarios para un cambio político institucional adverso al neoliberalismo en Francia -la hipótesis de una victoria electoral del único candidato de izquierdas, Jean-Luc Melenchon, que rozó el 20% del voto en la primera vuelta en 2017- el asunto se habría saldado con un estrepitoso fracaso. Si Melenchon hubiera intentado cambiar cosas fundamentales, aplicando su programa de transformación social y ecológica, el poder financiero, nacional e internacional, y los medios de comunicación a su servicio le habrían organizado una presión total hasta tumbarlo o convertirlo en un nuevo Alexis Tsipras, es decir obligándole a hacer todo lo contrario de aquello para lo que se le votó y desembocando en una traición pura y simple en nombre del realismo y el pragmatismo.

Entonces, ¿por la fuerza? Pero ¿Quién está dispuesto en nuestras sociedades modernas, donde casi todo el mundo tiene algo que perder, a dar la cara, a arriesgarse a ser detenido, encarcelado y juzgado por violar la ley que defiende el orden establecido y sus instituciones cuya violencia es extrema cuando se plantea su cuestionamiento? ¿Quien no teme la violencia? Yo, desde luego no estoy dispuesto a tomar por asalto una comisaría, pongamos por caso. Tengo mucho que perder y nunca lo haría. ¿Nunca? Hombre, si a mi lado hubieran 100.000 personas unidas en ese propósito, ya no sería una cuestión personal. Ni siquiera sería un negocio arriesgado. Así fue como se tomaron por asalto las comisarías de la odiada y corrupta policía en El Cairo, aunque luego el asunto acabara como el rosario de la aurora.

La conciencia de la debilidad es lo que fundamenta el miedo, pero ¿qué pasa cuando el enfado estalla, se hace masivo y hegemónico y el orden establecido se hunde como un castillo de naipes. Como recuerda Frederic Lordon, mencionando muchos de estos ejemplos, solo la revuelta general vence el miedo, cuando las instituciones dejan de ser sacralizadas. En definitiva, ¿es una revolución impensable? ¿Es imaginable un cambio social fundamental en la estructura de poder y en la organización de la sociedad, impuesto por la fuerza de una mayoría convencida de que no hay solución institucional posible para los acuciantes problemas que padece? ¿Es deseable?

En cuanto a pensamiento aun vivimos en la época retro de François Furet en la que la Revolución es igual a terror y a matriz de la dictadura, pero en el run-run de su descontento y ante la evidencia de que no hay negociación posible ni salida electoral que ponga fin a la involución en curso, es lógico que toda esa ideología se replantee. Y eso está ocurriendo en Francia. ¿Es significativo? Habrá que ver.

Recuerdo en ese contexto una entrevista mantenida en 2016 con el historiador francés Pierre Serna, del Instituto de Historia de la Revolución Francesa (IHRF) de la Sorbonne. Había entonces en París una petición de historiadores para darle una calle a Robespierre, figura demonizada. La derecha se negaba. El Incorruptible fue quien puso los derechos sociales en el centro del escenario. Introdujo en la Constitución de 1793, la más democrática, el invento de la pensión de jubilación, la seguridad social, los subsidios para las familias de más de tres hijos, las casas de educación para las madres solteras o el derecho al trabajo contra las condiciones más degradantes. Se opuso a las colonias y el esclavismo. Está claro por qué se le adjudicó, en solitario, los muertos del terror y la dictadura: “para tapar lo social”, decía Serna.

El profesor tenía una idea muy innovadora de la Revolución Francesa como algo inscrito en un largo proceso aun inacabado y que forma parte de un conglomerado atlántico-universal, en el que Francia es inseparable de Estados Unidos y de Haití. “Toda revolución es una guerra de independencia, el periodo moderno es tanto la historia de una Revolución permanente como de construcción de los Estados”. Y es, sobre todo, un “proceso de descolonización” en marcha, inacabado, abierto y con futuro, decía.

Aunque hoy se tienda a hablar de “revolución” con cierta ligereza, designando como tal meros golpes de estado, operaciones de cambios de régimen propiciadas por las potencias, o movimientos de protesta civil más o menos importantes, la Revolución sigue ahí, agazapada y siempre inesperada por definición. La idea de que los dos siglos y medio de revolución iniciados por la Revolución Inglesa (1642-1689) concluyen en los años 1970 con el fin de la era industrial, es errónea y eurocéntrica, sostenía Serna. Las revoluciones empiezan en la periferia, como ahora en lugares como Túnez, precisan que la gente salga a la calle y que en un momento dado las fuerzas del orden, los militares, se cambien de bando. Tanto en Estados Unidos, como muestra la cuestión negra, como en Francia donde, “se ha roto el nexo entre República y democracia”, la revolución está “inacabada”, decía.

“Las materias primas, el extractivismo, se han convertido en el esclavo del Siglo XXI”, afirmaba este profesor, adelantando algo que hoy suscriben muchos adolescentes cada viernes. Cuando en febrero de 1794 se dijo que no se quería más esclavismo, se proclamó una locura desde el punto de vista de cómo se ganaba el dinero, de cómo se consumía el algodón, el café y el azúcar sobre la desestructuración de la India y la masacre de América Latina y los esclavos. La puesta en cuestión del esclavismo, como hoy del extractivismo, determina una nueva manera de funcionar. La revolución es la imposición de un nuevo sentido común que revienta la base del viejo orden.

Si la ley de las revoluciones del XVIII, revoluciones que nacen en la periferia que van al centro (del imperio colonial a la metrópoli, de la provincia francesa a París), se traduce hoy, el vector de Túnez debería apuntar hacia el nuevo centro mundial desplazado hacia oriente: hacia China, con su enorme clase obrera. ¿Una China con una demografía anciana, en el papel de revolucionaria? Por qué no: La revolución es lo impensable por definición, ¿Quién imaginaba la abolición de la monarquía en 1789, o aún más, la abolición de la esclavitud, motor de la economía-mundo, por los diputados en 1794?

Pensar lo impensable supone abrirse a escenarios como el de una población vieja radicalizada en Europa por el deterioro/abolición de las pensiones actualmente en curso. Es el momento de los yayoflautas: “Viejos bien conservados por los progresos de la ciencia, ¿se dejarán desposeer, o se sumarán a los jóvenes estigmatizados y sin futuro de la periferia urbana?”, se preguntaba Serna. ¿Una revolución europea contra la UE neoliberal sin que exista pueblo europeo? “Tampoco existía el pueblo francés en 1789. Lo inventaron”, decía Serna. Solo la imaginación, la audacia y el sueño permiten tantear y anticipar lo que por definición es siempre inesperado.

(Publicado en Ctxt)

https://rafaelpoch.com/2020/02/20/es-una-revolucion-impensable/

martes, 15 de octubre de 2019

El destierro eterno del ‘generalísimo’ francés. A diferencia de lo ocurrido en España, los restos del mariscal Pétain, líder de la Francia colaboracionista con los nazis, reposan en el cementerio de una minúscula isla.

A él le habría gustado que le enterrasen en la necrópolis de Douaumont, donde reposan los soldados muertos en la batalla de Verdún. O habría podido acabar en los Inválidos de París, cerca de Napoleón o de Foch, héroe, como él, de la Primera Guerra Mundial. Pero los restos de Philippe Pétain están enterrados a centenares de kilómetros de los monumentos a los caídos y de todos los honores.

“Philippe Pétain. Mariscal de Francia”, reza la inscripción en una tumba blanca junto al muro del cementerio de Port-Joinville, capital de la Île d’Yeu, una pequeña isla de 4.500 habitantes a 30 minutos en ferri de la costa francesa.

El mariscal Pétain —el comandante que en la Gran Guerra disfrutó como ningún otro de la admiración de los franceses, y que años más tarde encabezó el régimen colaboracionista con la Alemania nazi— acabó sus días en este pedazo de tierra en el Atlántico. Tras la liberación de Francia, fue condenado a muerte por “alta traición” e “inteligencia con el enemigo”, pero el general De Gaulle le conmutó la pena. Después de un paso breve por una fortaleza de los Pirineos, se le trasladó a la isla de Yeu, lejos de todo y de todos. Encarcelado en un fuerte militar, pasó aquí sus seis últimos años. Su esposa, Annie Pétain, conocida como la Mariscala, vivía en el Hôtel des Voyageurs, junto al puerto. Cuando se acercaba la hora final, le trasladaron a una casa de Port-Joinville, cerca de la iglesia. Murió el 23 de julio de 1951. Tenía 96 años.

Pequeño museo
“Me acuerdo bien de la Mariscala yendo a la iglesia. Y la veíamos subiendo por la calle cuando iba a ver al mariscal a la ciudadela”, dice Marie-Louise Nolleau, que tenía 12 años cuando los Pétain llegaron a la isla. El mariscal, en la ciudadela de Pierre-Levée. La Mariscala, en el hotel que regentaban quienes serían los suegros de la mujer, la familia Nolleau. El marido de Marie-Louise Nolleau convivió durante aquellos años con Madame la Maréchale. “Me contaba que era una mujer dura, estricta”, recuerda. Y, mientras tanto, muestra el minúsculo museo dedicado a la memoria de Pétain, situado en la casa de sus suegros, donde Annie Pétain residió. Allí está la cama donde murió el mariscal, así como todo tipo de objetos, desde sellos hasta cartas manuscritas. Y una caja de naranjas —vieja y vacía, con una bandera rojigualda— que Franco envió a Pétain. “Gracias por esta evocación del destino del mariscal Pétain. ¡Muchas gracias! ¡Viva nuestro mariscal!”, ha escrito alguien en el libro de visitas. Y otro: “Gracias por haber sabido conservar los testimonios de una vida extraordinaria de un hombre cuyo recuerdo sigue persiguiendo Francia y la República”.

La isla de Yeu, el minúsculo museo que parece una capilla pétainista, la tumba imponente pero sobria y sin adornos oficiales podrían ser una metáfora del lugar que Pétain ocupa hoy en la historia. Un personaje maldito que representa los momentos más oscuros del siglo XX, incluido su papel en la deportación de los judíos, y, al mismo tiempo, un personaje idolatrado en los años veinte y treinta por su papel en la victoria de 1918 ante los alemanes.

“Su nombre está ligado al traumatismo de la Segunda Guerra Mundial, es sinónimo de la Francia que colaboró con los nazis”, explica la historiadora Bénédicte Vergez-Chaignon, autora de la biografía de referencia sobre Pétain. “Sigue siendo difícil evocar su papel en la Primera Guerra Mundial sin que parezca que se le excusa por lo que hizo en la segunda”.

Desde el mismo momento en que Pétain fue enterrado, empezó el debate sobre los restos. El presidente François Mitterrand, que en su juventud había sido funcionario en el régimen de Vichy y fue condecorado por Pétain, enviaba flores cada año. En el centenario del final de la Gran Guerra, el actual presidente, Emmanuel Macron suscitó una polémica cuando afirmó: “El mariscal Pétain fue un gran soldado, es una realidad. La vida política, como la naturaleza humana, a veces es más compleja”.

El otoño se ha instalado en la Île d’Yeu, la lluvia y la mala mar refuerzan la sensación de encontrarse en una burbuja remota, pese a que la travesía no supera la media hora. La pesca, el turismo y la construcción son el motor económico. En temporada baja, Port-Joinville marcha a medio gas. En el cementerio nada indica que ahí yace Pétain. La tumba es un engorro para una isla donde pocos se identifican con el mariscal: la extrema derecha recoge peores resultados que en el resto del país. En ocasiones es objeto de vandalismo. Los visitantes son escasos. Cada 23 de julio hay una conmemoración. Los fieles envejecen, cada año son menos.

EL FALLIDO COMANDO QUE TRATÓ DE LLEVAR LOS RESTOS A VERDÚN
Hubert Massol, presidente de la Asociación para la defensa del mariscal Pétain, fue protagonista en la noche del 18 al 19 de febrero de 1973 de un episodio rocambolesco: el intento de cumplir la voluntad de Pétain y trasladarlo a Douaumont, junto a Verdún, en el este de Francia. “Un día nos dijimos que había que hacer algo y montamos un pequeño comando. Yo lo dirigí”, recuerda Massol por teléfono. Eran cinco personas. Viajaron en camioneta y en ferri hasta la isla de Yeu. Abrieron la tumba, sacaron el ataúd y lo cargaron en la camioneta. De camino a Verdún, y antes de llegar a París, escucharon en la radio la noticia del secuestro de los restos de Pétain, y por prudencia decidieron esconderlo en un garaje de las afueras de París. Pero la policía localizó a Massol, que les acabó indicando donde estaba escondido el ataúd. “Me di cuenta de que no había salida: no podíamos dejar a Pétain ahí”, explica. Pasó una noche en el calabozo, nada más. No volvió a intentar la operación. Los pétainistas siempre observaron con envidia el Valle de los Caídos, que Massol ha visitado varias veces. Hoy, ante las noticias del anunciado traslado de Franco a un pequeño cementerio en El Pardo, lo tiene claro: “Me parece escandaloso”.

https://elpais.com/politica/2019/10/12/actualidad/1570899646_559645.html

miércoles, 13 de febrero de 2019

Mali, la guerre

Mali, la guerre n’a rien réglé

Traversant la Méditerranée au péril de leur vie, les migrants africains défient l’Union européenne dans ses valeurs proclamées. Ils fuient la misère, mais aussi l’insécurité qui gagne l’ensemble du Sahel en dépit de l’émergence de coopérations militaires régionales. Au Mali, où se profile l’élection présidentielle fin juillet, l’effondrement de l’État fait le jeu des groupes djihadistes.

par Rémi Carayol
Le Monde diplomatique Au Mali, la guerre n’a rien réglé↑

Fred Dufour. — Habitant de Mopti à son domicile, muni d’une machette en cas d’attaque de groupes islamistes maliens, janvier 2013 © Fred Dufour / AFP
La nuit venue à Konna, près de Mopti, au centre du Mali, des dizaines d’hommes vêtus d’un gilet jaune et d’un pantalon multipoche se retrouvent devant la maison des jeunes. Ils se répartissent en groupes de huit ou neuf, s’arment d’un bâton, d’un coupe-coupe, se distribuent des talkies-walkies, puis se séparent pour patrouiller à moto dans les rues ensablées de la ville jusqu’à l’aube. Près de cinq cents volontaires, jeunes pour la plupart, forment la « brigade ». Le groupe s’est mis en tête de sécuriser la ville, que les gendarmes ont abandonnée il y a neuf mois et que l’armée, stationnée à cinquante kilomètres, ne visite qu’en de rares occasions. Sa crainte : une attaque de bandits armés qui grouillent dans la région.

La brigade est née de la frustration des habitants, impuissants devant la recrudescence des vols et des assassinats et irrités par l’inaction des forces de l’ordre, bien avant que la gendarmerie ne soit désertée. « Le 23 mars 2016, un marabout a été tué en plein centre-ville. Le lendemain, c’est un commerçant qui a été assassiné dans sa boutique, explique M. Yaya Traoré, l’un des dirigeants de la brigade, également premier adjoint au maire de la commune. Les gendarmes n’ont rien fait. C’est à ce moment-là qu’on a décidé de prendre les choses en main. »

M. Traoré assure que l’initiative porte ses fruits : « Quand ils attrapent un voleur, nos hommes l’amènent à notre quartier général de la maison des jeunes, et, le lendemain, on l’envoie à la justice, où on lui dit de ne plus revenir. » « Les voleurs ont compris le message, pense-t-il. Ils se font plus rares. » Les combattants islamistes aussi. « Ils ont peur de nous, donc ils ne viennent pas », assure-t-il. Selon lui, c’est grâce à la brigade que les trois écoles de Konna accueillent toujours les enfants. Ce que l’on ne peut pas dire des villages voisins, où les établissements ont été fermés les uns après les autres sous la pression des djihadistes.

Depuis la bataille de Konna (du 10 au 17 janvier 2013), qui marqua le début de l’intervention française au Mali (opération « Serval »), cette cité de quinze mille habitants située sur l’axe reliant Bamako à Gao devait être un symbole du renouveau de l’État malien. Elle ne fait qu’illustrer sa faillite. Les voitures calcinées jonchent toujours ses rues. Les bâtiments détruits par les bombes françaises sont restés en l’état.

Après la reconquête du Nord, menée par la France, les forces armées maliennes et une coalition d’armées africaines, les habitants pensaient en avoir fini avec les groupes djihadistes.

Et le spectre d’une dislocation du pays semblait écarté. Largement élu à la tête du pays en août 2013, M. Ibrahim Boubacar Keïta (surnommé « IBK ») leur avait promis le retour d’un État fort. Cinq ans plus tard, alors qu’il se présente pour un second mandat à l’élection présidentielle du 29 juillet, rien ne dit que le scrutin pourra se tenir sur l’ensemble du territoire : il dirige un pays en lambeaux.
Certes, les principales villes du Nord (Gao, Tombouctou, Kidal, Tessalit) ont été reprises aux groupes armés touaregs et aux groupes djihadistes qui les contrôlaient depuis 2012 ; la Mission multidimensionnelle intégrée des Nations unies pour la stabilisation du Mali (Minusma) quadrille le terrain ; un accord de paix a été signé à Bamako en juin 2015 entre le Mali et la Coordination des mouvements de l’Azawad, qui regroupe les rebelles touaregs et arabes du nord du pays (1) ; des gouverneurs ont été nommés dans les régions ; et l’armée malienne se relève petit à petit. Mais ces avancées se révèlent théoriques, à l’image de l’accord de paix, qui n’est toujours pas appliqué. Un temps désorganisés, les groupes armés islamistes se sont reconstitués. En mars 2017, Al-Qaida au Maghreb islamique (AQMI), Ansar Dine, la katiba Macina et la katiba Al-Mourabitoune ont annoncé leur fusion au sein du Jamaat Nosrat Al-Islam Wal-Mouslimin (Groupe de soutien à l’islam et aux musulmans, GSIM). Ce mouvement armé dirigé par un Touareg malien, M. Iyad Ag Ghali, harcèle quotidiennement civils et militaires.

Un immense territoire livré à lui-même
Si l’armée malienne dispose de bases à Tombouctou et à Gao, elle n’est toujours pas revenue à Kidal, et de nombreuses zones du Nord restent hors de sa portée. L’État est encore un mirage pour beaucoup de Maliens. Selon l’Organisation des Nations unies (ONU), moins d’un fonctionnaire sur trois affectés dans le Nord occupait son poste en décembre 2017. Le nombre d’agents déployés a même diminué l’année dernière — ce qui nourrit l’inquiétude de M. António Guterres, le secrétaire général de l’ONU : « Il faut à tout prix éviter l’effondrement du centre du Mali, il faut à tout prix [y] rétablir la sécurité et la normalité », a-t-il insisté lors d’une visite sur place, le 30 mai 2018.

L’insécurité gagne du terrain. L’épicentre des violences ne se situe plus à Kidal ou à Tombouctou, mais dans les cercles les plus enclavés des régions de Mopti et de Ségou, plus au sud. En 2017, l’ONU a recensé 63 attaques des groupes qualifiés de « terroristes » contre les forces armées malienne, française et onusienne, dont une majorité dans la région de Mopti. Durant le premier trimestre 2018, la Minusma a comptabilisé 85 événements «majeurs violents» ayant provoqué la mort d’au moins 180 civils dans le centre du pays.

Le centre du Mali est un immense territoire livré à lui-même. « Mopti-Sévaré, ça va. Mais, dès qu’on en sort, on est en danger », constate, amer, M. Oumar Bathily, ancien maire de Mopti. Une digue, qui traverse des marais inondés durant la saison des pluies, relie ces deux villes distantes d’une dizaine de kilomètres, seul îlot de stabilité dans la zone. Mopti, magnifique cité posée au confluent du fleuve Niger et du Bani, a perdu son lustre d’antan. La « Venise du Mali » accueillait des milliers de touristes chaque année ; on n’en voit plus guère. Sous le soleil brûlant du mois de mars, le port d’où partaient des croisières en direction de Tombouctou, au nord, est désert. Quelques femmes font la lessive sous l’œil de piroguiers apathiques, condamnés au chômage. Tout près de là, à l’hôtel Kanaga, qui donne sur le fleuve, les employés attendent. « Quatre-vingts chambres, sept suites, zéro client. La situation est catastrophique, déplore M. Amassome Dolo, le directeur. Les autres hôtels ont fermé. Nous, on tient parce qu’on a un groupe derrière nous. » Après la reconquête du Nord en 2013, M. Dolo espérait que l’activité reprendrait. Mais les choses n’ont fait qu’empirer. « Plus personne ne va à Tombouctou, au pays des Dogons ou à Djenné. Trop dangereux. Mais, au moins, les gens pourraient venir ici. Mopti ne risque pas d’être attaqué. » Ce qui reste à démontrer : les djihadistes se trouvent tout près, dit-on, de l’autre côté du fleuve asséché, que l’on peut traverser à gué.

Sévaré, qui abrite un aéroport stratégique, paraît plus sûr. Ce village est devenu l’un des lieux les mieux protégés du Mali, avec une présence renforcée de l’armée malienne, un poste de commandement et une force d’intervention rapide de quatre cents hommes de la Minusma, ainsi que le quartier général du G5 Sahel (lire « Une coopération régionale pour s’émanciper de la France »). Les hôtels regorgent d’hommes en treillis, de « consultants » aux gros bras et de diplomates de passage. La seule agence de voyages possédant un bureau est Echo Flight, le service de l’Union européenne qui gère les convois aériens dans les zones de guerre. La plupart des immeubles sont loués aux forces militaires et transformés en bunkers. « Les commerçants et les propriétaires se frottent les mains. On vit d’une économie de crise. Mais tous ceux qui sont en dehors de la ville sont abandonnés », constate M. Bathily.

L’irruption de la guerre dans cette région du centre du pays a surpris nombre de Maliens. C’était il y a un peu plus de trois ans. Le 5 janvier 2015, des hommes à moto portant haut le drapeau noir du djihad attaquent le camp militaire de Nampala et tuent onze soldats. Puis s’emparent durant quelques heures de la ville, située tout près de la frontière mauritanienne. L’histoire de Nampala que raconte son maire, M. Sékou Bah, un pharmacien élu en 2016, symbolise l’abandon dans lequel avait été laissée la région pendant des années. « En 2012, quand les djihadistes ont pris le contrôle du Nord, ils ne sont pas venus ici, mais l’État n’y était pas non plus, dit-il. Les fonctionnaires avaient déserté leurs postes. En 2013, lors de la reconquête française, l’armée malienne est revenue. Mais, quand les vols de bœufs se sont multipliés, nous avons en vain demandé l’aide des militaires. Certains éleveurs ont décidé de s’armer pour se défendre. La situation s’est calmée ensuite. Après l’attaque du 5 janvier, l’armée et les fonctionnaires ont fui à nouveau. » Depuis, le moindre conflit villageois se règle à coups de fusil.

Brigandage ou règlements de comptes
Après la reprise de Nampala, d’autres villes ont été attaquées, des fonctionnaires tués, des élus menacés. Durant les premiers mois, l’État n’a pas réagi, incapable de donner un nom aux assaillants. Dans le Macina, région inondée en saison des pluies, on les appelle simplement « les hommes à moto ». Eux-mêmes se présentent comme « les hommes de la brousse » (yimbé laddé en fulfulde, la langue peule). Certains, éparpillés en divers campements, se réclament de M. Hamadoun Koufa, le chef de la katiba Macina, et disent vouloir imposer la charia. « Ils sont à peine quelques centaines, dispersés, précise un officier de l’armée malienne. Ils se cachent dans les forêts, se font passer pour des bergers, s’infiltrent dans les villages. Leur motivation n’est pas religieuse. » D’autres affirment défendre les éleveurs peuls face aux exactions de l’armée ou des communautés sédentaires. Mais les revendications politiques cachent parfois des motivations moins avouables : brigandage ou règlements de comptes sur fond de rivalités communautaires.
Tout est flou dans ce Centre qui est longtemps resté obscur, tant pour le colonisateur français que pour l’administrateur malien, après l’indépendance, en 1960. « Cette région ne s’est jamais rebellée, elle a donc été ignorée, contrairement au Nord, qui a capté toute l’attention, explique un diplomate européen en poste à Bamako. Ce que l’on sait, c’est que l’on ne peut pas parler d’un seul conflit dans le Centre, mais d’une multitude de microconflits sur lesquels le terrorisme est venu se greffer. » Au XIXe siècle, la région de Mopti était « l’eldorado » du pays, selon les mots d’Adam Thiam, journaliste malien. « C’était une région très prospère grâce à son agriculture. Aux premières années de l’indépendance, on en parlait comme du poumon économique du pays. Elle représentait plus de 30 % de ses recettes d’exportation. Puis les vagues de sécheresse des années 1970 ont lourdement frappé l’économie régionale. En 1985, la zone a été classée en insécurité alimentaire. Et, dès 1986, un rapport évoquait le risque d’une rébellion si les pouvoirs publics ne faisaient rien. »

Les politiques de développement de l’agriculture sédentaire, décidées à Bamako par ce que Thiam appelle « le pouvoir mandingue », méprisant à l’égard des nomades, et accompagnées d’une colonisation des terres, ont bouleversé les équilibres locaux, déjà fragiles, entre éleveurs (pour la plupart des Peuls ou des Touaregs), cultivateurs (des Bambaras ou des Dogons) et pêcheurs (des Bozos). Depuis des décennies, ceux-ci se soumettaient à des codes et à des maîtres (du pâturage, des eaux, de la terre) afin de coexister, parfois difficilement, sur une terre fertile et disputée. Les conflits récurrents, parfois violents, étaient rapidement réglés par les notables locaux. Mais, au fil des ans, l’État a démantelé cette cohabitation ancestrale au nom de la modernisation. Les hiérarchies ont été bouleversées. En 1995, avant même que l’insécurité ne se développe dans le Nord, la région de Mopti était déjà la plus pauvre du Mali. Il y a trois ans, elle affichait les taux les plus faibles en matière d’électrification des ménages (7,1 %, contre 22,9 % de moyenne nationale) ou de scolarisation (41,9 % dans le premier cycle, contre 72,3 %) (2).

Lorsque la guerre éclate dans le Nord, cette région livrée à elle-même est encore plus négligée. Et quand l’État revient en 2013, il fait comme si rien ne s’était passé. Au « pas d’État » succède un « mal État ». L’armée, notamment, ne fait pas dans la dentelle. Son retour dans la région s’accompagne d’exactions contre des populations locales, ce qui « creuse un peu plus le déficit de confiance entre les populations, en particulier des Peuls, et les forces de sécurité », souligne l’organisation non gouvernementale International Crisis Group. Plusieurs associations dénoncent des atteintes graves aux droits humains.

L’armée et le gouvernement sont désormais accusés de jouer sur les rivalités entre communautés pour gagner la « guerre contre le terrorisme ». Dans un rapport publié en avril, le Centre Simon Skjodt pour la prévention des génocides évoque même la possibilité que ces conflits intercommunautaires aboutissent à des « atrocités de masse (3) ». Plusieurs personnalités proches du président Keïta ou de l’état-major sont soupçonnées d’avoir armé des milices dozos (chasseurs traditionnels) dans le Centre pour traquer les djihadistes. En mars 2018, près de trente personnes ont été tuées en pays dogon au cours de heurts opposant des Peuls à des Dogons rassemblés dans un groupe d’autodéfense équipé d’armes de guerre. Beaucoup pensent, y compris au sein de la Minusma, que celles-ci viennent des stocks de l’armée. Des villages peuls ont été incendiés, des hommes ont été tués, du bétail a été volé. En représailles, des villages dogons ont été attaqués. Dans le cercle de Koro, les heurts sont quotidiens. « C’est un cercle vicieux de la vengeance qui prend une tournure ethnique, déplore un élu local. Le problème du djihadisme est venu se superposer à de vieux conflits résiduels. »

Les écoles dites « françaises » sont ciblées
Nommé en décembre 2017, le premier ministre Soumeylou Boubèye Maïga choisit Mopti pour premier déplacement officiel. Il y annonce un plan de développement et le retour de l’État malien. Pour rassurer la population, une vaste offensive mobilise près de trois mille soldats dans les zones les plus reculées des régions de Mopti et de Ségou. Ancien ambassadeur du Mali en Guinée-Équatoriale, le général Ismaïla Cissé dénonce cependant des erreurs de jugement : « Pour les militaires, tous les Peuls sont des djihadistes. C’est un amalgame dangereux. » De même, interdire la circulation des deux-roues au prétexte que les islamistes se déplacent à moto ne peut, selon lui, qu’envenimer la situation. « Dans ces contrées, tout le monde se déplace à deux-roues ! Les interdire revient à interdire les déplacements des pasteurs et des commerçants. Beaucoup de foires ne fonctionneront plus si on ne revient pas sur cette interdiction. Si l’État tue l’économie, les honnêtes gens vont se tourner vers les djihadistes. » Une étude menée auprès de soixante-trois jeunes ex-recrues de ceux-ci révèle que, dans la plupart des cas, l’engagement n’est « pas l’aboutissement d’un processus d’endoctrinement religieux », mais est « guidé par le besoin de protéger leur famille, leur communauté et leurs activités génératrices de revenus » (4).

Le vide laissé par l’administration favorise les progrès des mouvements extrémistes. L’association Delta Survie, sise à Sévaré, qui œuvre pour l’éducation dans les zones les plus risquées du centre du Mali, le constate au quotidien. « Il devient de plus en plus difficile de se déplacer, déplore son président, M. Ibrahima Sankaré. Les djihadistes sont dans tous les villages, et ce sont eux qui administrent. Ils lèvent des impôts, disent la justice, interdisent aux femmes de se laver dans la nature ou de sortir sans le voile. Ils prohibent les manifestations de baptême ou de mariage. Ils s’attaquent aux griots. » Et ça prend ! « Entre obliger leurs femmes à porter le voile intégral ou perdre leur troupeau, les pasteurs ont vite choisi », résume-t-il. Car les djihadistes ont apporté aux éleveurs une forme d’ordre et de sécurité que l’État ne leur assurait pas. M. Sankaré témoigne aussi de ses démarches pendant des années pour inciter l’administration à prendre en compte les réalités nomades. Son association a lancé des écoles mobiles qui suivent les éleveurs au gré de leurs déplacements. « J’ai obtenu des financements étrangers, pas de l’État malien. En 2012, on en comptait une centaine. Il n’en reste plus que cinq... »

Les écoles dites « françaises » sont particulièrement ciblées. Selon l’ONU, en mars 2018, 715 d’entre elles étaient fermées en raison de l’insécurité. Près de 215 000 enfants étaient privés de scolarité. Chaque jour, M. Daouda Doumbia, directeur adjoint de l’académie d’enseignement de Mopti, accueille des enseignants au chômage technique, qui ont fui les menaces. Certains sont affectés ailleurs. La plupart se mettent à l’abri. C’est le cas d’Ibrahim, qui vit à Sévaré chez sa famille depuis que l’école qu’il dirigeait a fermé. Un jour de novembre, dix bandits sont arrivés à moto, armés de kalachnikovs. « Ils ont regroupé les élèves dans la cour et ont tiré en l’air. Les enfants étaient terrorisés, ils pleuraient. Ils ont pris toutes nos affaires, tiré sur les fenêtres et ont dit : “Si nous revenons et que nous vous trouvons ici, ça va mal tourner.” » L’école se trouve à quelques dizaines de mètres de la route qu’empruntent chaque jour des convois militaires...

Regain d’insécurité au Mali
Cécile Marin aperçu
Au fur et à mesure que leur influence s’étend, les groupes djihadistes cherchent à saper la légitimité de l’État en s’en prenant à ceux qui le représentent, tout en proposant, par la force ou la séduction, une solution de rechange. Ainsi promeuvent-ils les écoles coraniques lorsqu’ils imposent la fermeture d’une école publique. Ou s’en prennent-ils aux fonctionnaires jugés corrompus. L’un des principaux coups d’éclat des hommes de la katiba Macina fut le rapt, en novembre 2017, du président du tribunal de Niono, une ville située à une heure de route de Ségou.

« Avant, explique Adam Thiam, un fonctionnaire, un juge par exemple, se faisait nommer dans le Centre dans le but de s’enrichir. C’est une zone où les conflits locaux sont très nombreux. Il y a eu une inflation de procès. Pour les gagner, il fallait payer. » Or, dans les zones qu’ils contrôlent, les djihadistes s’attachent à rendre une justice que beaucoup trouvent, sinon équilibrée, du moins honnête et surtout gratuite. « De plus en plus de gens se tournent vers eux, et non plus vers l’État, pour régler leurs conflits », constate M. Sékou Bah, le maire de Nampala. Certains parlent même de la justice des djihadistes comme d’une « cour d’appel »...

À Bamako, cette évolution inquiète bien plus que la guerre qui sévit toujours dans le Nord. D’abord parce que « le Centre, c’est le ciment de notre pays », explique M. Ali Nouhoum Diallo, ancien président de l’Assemblée nationale devenu porte-parole officieux de la communauté peule du Mali. Ensuite, et peut-être surtout, parce que ce qui se passe dans cette région relève moins d’une guerre pour le pouvoir que d’une « révolte sociale » face à une administration jugée prévaricatrice, qui témoigne des failles abyssales de l’État malien. Le 20 juin dernier, le ministre de la défense a dû reconnaître l’implication des forces armées maliennes et ouvrir une enquête après la mort de vingt-cinq personnes à Nantaka et Kobaka, dans la région de Mopti. « Nous ne sommes pas en train de rebâtir nos forces armées pour en faire une armée qui serait ignorante du droit humanitaire des conflits. Ce serait un recul fabuleux », a concédé le président Keïta (5).

« Le président n’a plus aucune légitimité »
« Le président n’a plus aucune légitimité, assure, sans mâcher ses mots, M. Cheick Oumar Diarrah, éphémère ministre de la réconciliation nationale et du développement des régions du nord en 2013. Le pouvoir politique n’a pas pris la mesure de la crise de 2012. » Cet ancien diplomate, qui fut un proche conseiller de M. Keïta, estime qu’il aurait fallu « inventer un contrat social ». « Nous sommes en présence de populations qui rejettent l’injustice et l’absence de solidarité. C’est facile de les appeler “djihadistes”, cela nous dispense de réfléchir à ce qu’elles sont vraiment et au mal qui gangrène notre pays. » Selon M. Diarrah, le mélange de bureaucratie et d’affairisme, apparu lors de la démocratisation politique au début des années 1990, qui a connu son paroxysme sous la présidence de M. Amadou Toumani Touré (2002-2012), perdure.

Dans ce contexte, organiser des élections relève du théâtre politique. L’opposition s’en inquiète d’autant plus que les scrutins locaux, qui devaient se tenir en décembre 2017, puis en avril 2018, ont été renvoyés aux calendes grecques. « Comment peut-on prétendre organiser une élection dans un pays dont on ne contrôle pas la moitié du territoire ?, s’interroge l’opposant marxiste Oumar Mariko. Le gouvernement a informé que, dans la région de Kidal, ce seraient les rebelles qui assureraient la sécurité du scrutin. N’est-ce pas la preuve de son échec ? »

Rémi Carayol
Journaliste.

(1) Lire Daniel Bertrand, «Conjurer la fragmentation au Mali», Le Monde diplomatique, juillet 2015.

(2) « Enquête modulaire et permanente auprès des ménages », Institut national de la statistique du Mali, Bamako, août 2014.

(3) « Régions en danger. Prévention d’atrocités de masse au Mali » (PDF), rapport d’alerte précoce par pays, Centre Simon Skjodt pour la prévention des génocides, Washington, DC, avril 2018.

(4) « Enseignements africains sur le terrorisme », Institut d’études et de sécurité, 18 septembre 2017.

(5) Agence France-Presse, 20 juin 2018.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Un semáforo francés en ámbar

Si en Francia no pasa nada, entonces no pasará nada fundamental de signo liberador y progresista a medio plazo en Europa.

El sábado 300.000 personas expresaron su activa protesta organizando más de 2000 bloqueos de carreteras y peajes en toda Francia. Hay que seguir de cerca este fenómeno de los chalecos amarillos, movimiento auto(des)organizado a través de las redes sociales, popular e imprevisible. La jornada del sábado continuó el domingo y más allá. Ahora el movimiento llama a bloquear París el sábado 24… Todo esto pone muy nervioso al establishment mediático y político europeo.

El ministro del interior francés, Christophe Castaner constató, el martes, la “degeneración total de una protesta que en general mantuvo el sábado buena conducta”. “Asistimos a una radicalización con reivindicaciones que ya no son coherentes, que van en todas direcciones”, ha dicho. La CGT, el sindicato francés menos manso, se ha desmarcado pero hasta tres de cada cuatro franceses han expresado según las encuestas su apoyo a esta manifestación en la que se escuchan llamadas a la dimisión del “presidente de los ricos”.

La chispa ha sido la subida de los impuestos a los carburantes. Eso ha llevado a declarar a una ex ministra socialista de medio ambiente, Delphine Batho, típica representante de la izquierda-caviar, que la protesta es una, “acción de solidaridad con el lobby petrolero”. Pero tras la fiscalidad al diesel se esconde una clara cuestión de clase, una injusticia fiscal que grava a la gente del extrarradio, la más encadenada al uso del coche para ir al trabajo, o que trabaja con él (transportistas, agricultores), dibujando toda la geografía de la Francia periférica de las zonas rurales y los extrarradios urbanos. Hay en su protesta un agravio comparativo hacia el trato fiscal que reciben los ricos, con la eliminación del impuesto a las grandes fortunas, y una indignación y hartazgo con las despreciativas declaraciones del Júpiter Macron que cada mes evidencia su mentalidad elitista. Es esta fractura de clase la que asusta: desorganizada, radical e imprevisible.

De repente, como se lee en la prensa alemana, se advierte el peligro provocado por lo que antes se consideraba éxito y victoria: el descabezamiento y la integración de las organizaciones sindicales que todavía defendían intereses de clase. La paradoja del resultado de décadas de políticas encaminadas a descafeinar a los sindicatos es que desemboca en una preocupación ante el peligro que supone la ausencia de interlocutores (sindicales) corruptos con los que negociar cabreos como este.

En unos momentos en los que por toda Europa surgen populismos de signo conservador o reaccionario con los que la derecha capitaliza y canaliza los ríos de descontento y sufrimiento social suscitados por la crisis, hay que estar atento a cualquier manifestación de un movimiento que huele a algo de clase, aunque acabe en agua de borrajas. Si en Europa llegara a formarse algo parecido a un bloque popular-ciudadano antiburgués bien podría ser a partir de este tipo de chispas. Con la actual configuración capitalista de los espacios y geografías, el precio del carburante desempeña un papel no muy diferente al del pan en los motines de antaño. Afortunadamente, tras no pocos titubeos, la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon se ha dado cuenta de eso y ha expresado su apoyo a esta protesta. Y el lugar es Francia.

Hace tiempo que modestamente sostengo que si en Francia no pasa nada, es decir que si lo que queda de la mayor tradición social y republicana del continente se demuestra incapaz de reaccionar a esta crisis que incrementa la desigualdad social y arrasa con derechos costosamente adquiridos, entonces no pasará nada fundamental de signo liberador y progresista a medio plazo en esta parte del mundo.

Lo último de Macron es aplicar la directiva europea de reducir las pensiones en un país en el que apenas hay jubilados pobres, como es el caso de Alemania donde ese cepillado se hizo hace años. Macrón expresó la semana pasada todo el delirio narcisista que acompaña al “europeísmo” establecido al decir en Berlín que Europa y el eje franco-alemán tienen, “la responsabilidad de que el mundo no se deslice hacia el caos y sea acompañado en el camino de la paz”. La simple realidad es que es la acción de ese eje, que en Francia se vive crecientemente como mera subordinación a Alemania, la que está creando el caos en la propia Unión Europea con una política neoliberal que excita todo aquello que disuelve y desintegra al “europeísmo”.

(P.S. La visita de Macron a Berlín, en la que obtuvo apoyos a su propuesta de ejército europeo, incluyó ofrenda floral en la Neue Wache, el templete de la avenida Unter den Linden. En tiempos de la RDA, la Alemania comunista, aquello era un memorial a las “víctimas del fascismo y el militarismo”. En los años noventa, tras la reunificación, el memorial fue remodelado a las “victimas de la guerra y la tiranía”, concepto éste último que abraza tanto al nazismo como al comunismo. La remodelación regresó así a la línea de la doctrina establecida por los ex nazis que gobernaron la Alemania occidental en la posguerra y que buscaban su redención en la guerra fría bajo el manto general del “totalitarismo”. La unificación conceptual presentaba al comunismo y al estalinismo como hermanos gemelos del nazismo y el fascismo, ignorando la diferencia ideológica fundamental; que no puede haber un “buen” nazismo, contrario a todo planteamiento humanista, pero sí un “buen” socialismo que desarrolle ideales humanistas radicalmente antagónicos con el antihumanismo estalinista. Hoy el templete incluye una placa que menciona entre las víctimas de la tiranía a los alemanes expulsados de sus hogares en Europa central y oriental tras la derrota de 1945 y a los represaliados por el régimen de Alemania Oriental. Una nueva historia nacional a la carta para unos nuevos tiempos).

(Publicado en Ctxt)

https://rafaelpoch.com/2018/11/21/un-semaforo-frances-en-ambar/

miércoles, 26 de septiembre de 2018

La gran traición a Checoslovaquia


El Pacto de Münich, para resolver el problema checo, como ningún otro demostraría las falencias y las debilidades de la política anglo-francesa. Se dio hace 80 años, luego de que Alemania se anexara a Austria. Checoslovaquia, Estado multinacional que surgió como consecuencia de la desintegración del Imperio Austro-Húngaro, luego de la Primera Guerra Mundial, tenía garantizada su existencia por el Pacto de Asistencia Mutua, firmado en 1925 entre Francia y Checoslovaquia. Por otra parte, existía el Tratado Checo-Soviético, según el cual, en el caso de una agresión a Checoslovaquia, la URSS se comprometía a pelear contra el agresor si Francia cumplía con el Pacto de Asistencia Mutua. El 28 de abril de 1938, Gran Bretaña se comprometió a luchar junto a Francia en el caso de una guerra contra Alemania. Los Sudetes era una región montañosa de Checoslovaquia, fronteriza con Alemania, que Hitler reclamaba para sí por estar poblada en algunos sectores mayoritariamente por alemanes. En esta zona se encontraban las principales fortificaciones militares checoslovacas, por lo que Checoslovaquia quedaría totalmente desprotegida si perdía este estratégico territorio. Inglaterra y Francia, que no querían cumplir con sus compromisos, presionaban al gobierno checo para que, con respecto a los Sudetes, diera a Hitler todas las prerrogativas posibles. Se produjo, entonces, la siguiente situación ridícula: Konrad Helein, Führer de los alemanes de los Sudetes, exigía concesiones al borde de lo imposible al Presidente de Checoslovaquia, Edvard Beneš, que cedía por presiones anglo-francesas, entonces, Henlein, por indicaciones de Hitler, exigía más todavía.

En julio de 1938 arribó a Londres el capitán Wiedemann, enviado especial de Hitler. Informó al gobierno inglés que el Führer estaba iracundo y que, de no resolverse el problema de los Sudetes, habría consecuencias desastrosas. A lo que Lord Halifax, Canciller del Reino Unido, le respondió: “Trasmítale a él que espero vivir hasta el momento en que se realice la meta fundamental de todos mis esfuerzos: Ver a Hitler con el rey inglés juntos en el balcón del palacio de Buckingham”.

El 13 de septiembre de 1938, Chamberlain, Primer Ministro de Gran Bretaña, voló a entrevistarse con Hitler en su residencia del Berchtesgaden para “lograr un acuerdo anglo-alemán” que resolviera el problema checo. Le explicaba al rey de Inglaterra que se proponía plantear a Hitler que Alemania e Inglaterra debían ser “los pilares de la paz en Europa y los baluartes contra el comunismo”. Luego de tres horas de conversación, Chamberlain aceptó el traslado de los Sudetes a Alemania. Le pidió a Hitler tiempo para consultar con su gabinete y con París, a los que sostuvo que con la entrega de los Sudetes a Alemania se lograría el deseado arreglo con el Füher y “se podría amortiguar las dificultades existentes y también alcanzar acuerdos en otros problemas”. Francia e Inglaterra tomaron en cuenta al gobierno de Praga sólo para recomendarle que cediera a Alemania aquellas partes de los Sudetes donde vivían más del 50% de alemanes y que anulara los pactos de Checoslavaquia con Francia y la URSS; a cambio de todo eso, se comprometían a garantizar las nuevas fronteras. La respuesta debía ser inmediata, ya que Chamberlain debía encontrarse con Hitler el 22 de septiembre.

El Presidente Beneš, preguntó a la Unión Soviética si estaba dispuesta a ayudar a su país en el caso en que Francia no lo hiciera y si tendría el respaldo de Moscú en la Liga de Naciones en el caso en que Checoslovaquia solicitara ayuda a ese organismo. Al día siguiente, Beneš recibió la contestación afirmativa de ambas preguntas. Con este apoyo, Beneš rechazó la propuesta de Chamberlain. Inglaterra y Francia montaron en cólera y le presentaron un ultimátum a Beneš: “Si los checos se agrupan con los rusos, la guerra podría transformarse en una cruzada contra los bolcheviques. Entonces a los gobiernos de Inglaterra y Francia les sería muy difícil quedar al margen”. Los checos aceptaron el ultimátum la mañana del 21 de septiembre.

Hitler le exigió a Chamberlain, en la ciudad alemana de Godesberg, que antes del 28 de septiembre los Sudetes debían formar parte del Tercer Reich y, a pedido de Chamberlain, alargó el plazo hasta el 1 de octubre. Lord Halifax fue el encargado de entregar el memorándum a Jan Masaryk, el Embajador de Checoslovaquia. Se produjo el siguiente diálogo, Lord Halifax: “Ni el Primer Ministro inglés ni yo queremos darle consejo alguno con respecto al memorándum. Pero piénselo bien antes de responder negativamente a él. El Primer Ministro está persuadido de que Hitler sólo quiere los Sudetes, si lo consigue no reclamará nada más”; Masaryk: “¿Y usted cree eso?”; Lord Halifax: “Yo no le he dicho que el Primer Ministro esté convencido de eso”; Masaryk: “Si ni usted ni el Primer Ministro quieren darnos ningún consejo sobre el memorándum, entonces, ¿cuál es el papel del Primer Ministro?”; Lord Halifax: “El de correo y nada más”; Masaryk: “Debo entender que el Primer Ministro se ha convertido en recadero del asesino y salteador, Hitler”; Lord Halifax, un poco turbado: “Pues, si le parece, sí”.

Chamberlain envió a Beneš un mensaje en el que insistía que Praga debía cesar toda resistencia. La tarde de ese mismo día pronunció un discurso en el que sostuvo: “Qué horrible, qué increíble es que tengamos que abrir trincheras, ponernos máscaras antigás por la querella de un lejano país, de cuyo pueblo no sabemos nada”. Por noche, Alemania propuso la realización de una conferencia de cuatro potencias: Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. No fue tomada en cuenta la URSS, tampoco Checoslovaquia, que en esta conferencia perdió la quinta parte de su territorio, la cuarta parte de su población y la mitad de su industria pesada.

Chamberlain aceptó asistir a Münich el 28 de septiembre. A la delegación checa, que esperaba impaciente fuera del lugar de la reunión, se le comunicó verbalmente el destino nefasto de su país. Sus delegados reclamaron indignados por lo monstruoso, criminal y absurdo de la resolución, a lo que se les contestó: “¡Es inútil discutir! Está decidido”. En Münich se dieron los primeros pasos para la firma de una alianza entre Inglaterra y Alemania. El objetivo lo descubre el historiador conservador inglés Sir Wheeler Bennet: “Existía la oculta esperanza de que la agresión alemana, si se la lograba encauzar hacia el Este, consumiría sus fuerzas en las estepas rusas, en una lucha que agotaría a ambas partes beligerantes”.

Chamberlain regresó a Londres. Blandía con mucho orgullo un papel que, según dijo, “aseguraba la paz por una generación”. Para reafirmar sus palabras citó la frase de Henrique IV, de Shakespeare: “De la ortiga de los peligros sacaremos las flores de la salvación”. El periódico Izvestia de Moscú le recordó al día siguiente la réplica que sigue a la misma frase: “La empresa que has cometido es peligrosa, los amigos que me has enumerado son inseguros, y el mismo momento ha sido mal escogido. Toda tu conspiración es demasiado liviana como para pesar más que dificultades graves”.

El drama de Münich tiene su epílogo. El 15 de marzo de 1939, las tropas alemanas entraron a Praga ante la impotente mirada de Inglaterra y Francia, los “garantes” que no movieron un dedo para prestar la mínima ayuda a Checoslovaquia; política que hasta ahora no ha cambiado y sigue favoreciendo al agresor.

Actualmente estos dos países, y otros aliados, se suman a las agresiones imperiales que se llevan a cabo a lo largo de todo el planeta.