Mostrando entradas con la etiqueta feminismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta feminismo. Mostrar todas las entradas

lunes, 26 de noviembre de 2018

25N & Abolicionismo de la Prostitución. Los bulos sobre el abolicionismo

El feminismo ha elegido este 25-N la lucha contra la explotación sexual como una de las formas más brutales de violencia patriarcal.

Cuando hay un negocio de por medio parece que todo vale menos la vida, y menos, si se trata de una mujer

La prostitución genera 160.000 millones de euros en el mundo. Cinco millones por día en España, donde el 90% de quienes la ejercen es víctima de trata (Fundación Scelles). Somos el primer país de Europa en consumo de prostitución, el tercero del mundo tras Tailandia y Puerto Rico. En el 2010, la prostitución era el 0.35% del PIB (INE). Es decir, no olviden que detrás de este debate hay un sector que cuida por su dinero. Y cuando hay dinero, se ataca a lo que daña al negocio. Aquí, la abolición de la prostitución. Toca, pues, aclarar algunas frases que se repiten sin cesar y que no son verdad. “La abolición es prohibición”. Falso.

Persigue a puteros y proxenetas, no a la prostituta. Quien quiera trabajar como autónoma podrá hacerlo y tener derechos. Ahora existen sanciones a prostitutas por la ley mordaza aprobada por el Partido Popular, a la que se opuso, entre otros sectores, el abolicionista.

El proxenetismo es delito en España “El abolicionismo es moralista y no respeta derechos humanos de sindicación”. Falso. Respeta el derecho de asociación de quien ejerce libremente, pero la ley solo permite crear sindicatos a trabajadores por cuenta ajena. Si se trabaja por cuenta ajena es para un tercero, aquí, un proxeneta.

El proxenetismo es delito en España, luego el sindicato no puede materializarse, como ha confirmado hoy la Audiencia. No es moral, es ley y derechos humanos. Lo recoge la CEDAW y el Parlamento Europeo, que recuerda que trata y prostitución van juntas y son “violaciones de la dignidad humana contrarias a los principios de los derechos humanos, entre ellos la igualdad de género”. Y ojo, ningún trabajador tiene su cuerpo como medio de producción. “Las abolicionistas no escuchan a las prostitutas”. Falso. Sabemos qué dicen las que acuden a los medios pero también escuchamos a las mujeres prostituidas, las que no hablan hasta que salen de la explotación.

La Fiscalía, en su memoria anual, recuerda que la reforma del Código Penal del 2015 por el Partido Popular fue “ineficaz” para luchar contra la trata. Como la víctima debía demostrar su vulnerabilidad para que el otro sea considerado proxeneta, estos se frotaron las manos. La Fiscalía recuerda que “la mayoría de las mujeres apoya las versiones de los proxenetas por miedo a sufrir represalias en su persona o en sus familiares en los países de donde proceden, o bien por temor a ser deportadas”. Por lo tanto, si les ponen un micro delante, estas mujeres mentirán y dirán que ejercen por voluntad, pero porque son esclavas, tienen miedo y la ley no las protege.

Entretodos Publica una carta del lector Escribe un post para publicar en la edición impresa y en la web “El abolicionismo no es feminista porque daña a las mujeres”. Falso. Es feminista porque es lo único que garantiza la igualdad y combate la mentalidad de demanda de cuerpos en los hombres. El abolicionismo es lo más interseccional porque garantiza que las mujeres más vulnerables, las más pobres, las emigrantes o las trans tengan otras opciones lejos de la explotación. El abolicionismo es feminista porque toda la historia del feminismo lo ha sido y ataca al patriarcado en su raíz. España lo fue durante la República y fue el franquismo el que lo borró de la historia.

“El abolicionismo habla desde una posición de privilegio”. Falso. Hace poco, Silvia Federici analizaba cómo el capitalismo somete nuestros cuerpos pero decía que hablábamos “desde una posición de privilegio” si les negamos ser trabajadoras sexuales. Mi respuesta es que si tú no eres prostituta, pero le dices a ella que siga siendo explotada, hablas desde otra posición de privilegio, porque tú no eres la esclava. Con esa idea solo contribuyes a mantener los roles patriarcales. La prostitución es desigualdad, explotación, esclavitud...

“Solo piden abolir la prostitución, pero no otras instituciones”. Falso. Hace unos días, Angela Davis pedía abolir las cárceles, pero no la prostitución. Debería saber Davis que en España, primer país de Europa en demanda, la auténtica cárcel para muchas mujeres es la prostitución y que violan a mujeres negras en las fronteras antes de ser explotadas sexualmente aquí. Feministas como Mujeres Libres, en los años 30, ya pedían la abolición del matrimonio como institución. Es historia feminista. No es nuevo.

Las mentiras sobre el abolicionismo aumentarán. Sorprende, como dice el proxeneta del libro de Mabel Lozano, que hay a quienes ni siquiera hay que sobornar para que opinen como ellos. La prostitución no es empoderante, no es servicio, no es libertad. La prostitución es desigualdad, es proxenetismo, es explotación, es esclavitud, es patriarcado, es crimen, es muerte.

Cuando hay un negocio de por medio parece que todo vale menos la vida. Y menos, si se trata de una mujer. Como siempre.

Fuente:

https://www.elperiodico.com/es/opinion/20181121/bulos-sobre-abolicionismo-prostitucion-articulo-opinion-ana-i-bernal-trivino-7157960?utm_source=facebook&utm_medium=social

martes, 13 de noviembre de 2018

Mujeres & Memoria Histórica. Durante la dictadura hubo "'una manada' en cada pueblo" y "ninguna legislación protegía a las mujeres"

Francisca Bravo
https://www.eldiario.es

El curso 'Mujeres, memoria y justicia' trata de forma multidisciplinar la represión desde una perspectiva de género hasta ahora "poco investigada" "Las mujeres no tenían protección, tampoco dentro de sus familias y, además, siguen viviendo entre sus perpetradores, en los pueblos", explican desde la organización

Un trabajo de campo fue el punto de partida para Mujeres, Memoria y Justicia, un nuevo grupo de investigación de memoria histórica que comienza tras conocer la historia de mujeres "rapadas y violadas" en distintas localidades de Castilla-La Mancha. "Y por extensión, en todo el país. Por eso tomamos la decisión de tematizar la situación, y por eso nos ponemos en contacto con investigadoras de otras universidades y crear un centro que dedique únicamente a poner en valor este tipo de cuestiones", explica la presidenta del grupo, María Dolores Martín Consuegra.

Martín Consuegra señala que esta perspectiva no se ha tratado "ni desde los partidos políticos, ni desde las administraciones ni las asociaciones de memoria histórica". "No ha habido líneas de investigación suficientes, ni se ha tratado como debería haberse hecho", explica María Dolores, que recuerda que en su propio pueblo, Herencia, hubo mujeres violadas y ella nunca lo supo. "Yo desconocía que me había criado entre perpetradores y víctimas", reflexiona la investigadora.

A partir de una ponencia en septiembre de 2017, las profesionales comienzan a reunirse para crear este centro de investigación, que a partir de este 5 de noviembre celebran su primer curso denominado 'Mujeres, memoria y justicia. Entre el silencio y el olvido. Los crímenes de género durante el franquismo y su influencia actual", que se impartirá en la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla-La Mancha en Ciudad Real hasta el 8 de noviembre y cuenta con el apoyo del Instituto de la Mujer regional.

"El curso pretende otorgar conocimiento sobre la memoria de estas mujeres que, como ha ocurrido con muchos otros acontecimientos, ha sido secuestrada por la transición", explica María Dolores. En este sentido, los tres días se dedicarán a una perspectiva multidisciplinar para profundizar sobre la "represión sexual que sufrieron las mujeres" pero no sólo durante la dictadura, sino también a lo largo de la transición, y sin entrar en lo ocurrido durante la guerra civil. "Hemos descubierto que había una 'manada' en muchos pueblos durante la dictadura, y que no había ninguna legislación protectora ni ningún movimiento social que protegiera a las mujeres".

Igualmente recuerda que "hasta que la ONU establece el Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia y Ruanda no existe ninguna legislación que establezca como delito los crímenes sexuales". Esto ocurrió en 1998. "Las mujeres son rapadas hasta los años 50', pero las violaciones se prolongan hasta finales de los años 60'. También está la prostitución forzada por el hambre. Las mujeres no tenían protección, tampoco dentro de sus familias y, además, siguen viviendo entre sus perpetradores, en los pueblos".

La directora del Instituto de la Mujer, Araceli Martínez, participará en la inauguración del curso, que incluirá ponencias como 'Aportes desde la justicia transicional a la visibilización de los crímenes contra las mujeres', de la profesora Elena Laporta de la Universidad Carlos III de Madrid, o tratando también 'La eugenesia criminal de Vallejo Nájera y el trauma transmitido' de la profesora de psicología Esperanza Bosch, de la Universidad Islas Baleares.

Cuatro mujeres rapadas por los franquistas en Oropesa (Toledo) por ser familiares de republicanos / Fundación Pablo Iglesias

Cuatro mujeres rapadas por los franquistas en Oropesa (Toledo) por ser familiares de republicanos / Fundación Pablo Iglesias

Fuente: https://www.eldiario.es/clm/dictadura-manada-legislacion-protegia-mujeres_0_830117868.html

lunes, 22 de octubre de 2018

Por más feministas que seamos, la sororidad tiene un claro límite de clase



Hace poco Ana Botín, presidenta del Banco Santander, y miembro del consejo de administración de Coca-Cola se declaró públicamente feminista. La revista Forbes la ha reconocido hace poco como la novena mujer más poderosa del mundo y no es raro, el Santander es uno de los mayores bancos del mundo. Ana Patricia Botín-Sanz de Sautuola O'Shea forma parte de un saga familiar al frente de la entidad financiera, de una, podríamos decir, monarquía hereditaria, que inauguró su bisabuelo Emilio Botín I. Esta presidencia acabaría recayendo en su hijo, Emilio Botín II, que –adivinen– tuvo un hijo que también fue presidente y sí, también se llamaba Emilio Botín (III). Su hija, Ana Patricia, mujer “hecha a sí misma” no se llama Emilio, pero también acabó asumiendo el cargo y la fortuna que viene con el apellido de la familia que –dicen– es la más rica de España.

Ana Botín se ha declarado feminista y el Santander acaba de publicitar un nuevo fondo de inversión “por la igualdad de género”. El propósito es que si usted lectora ahorradora tiene unos dinerillos y quiere pintar el mundo de violeta puede invertir en este atractivo fondo que le genera beneficios y además financia empresas que “promueven” la igualdad de género. Porque como dice Ana Botín, “una proporción más alta de mujeres en puestos directivos, además de ser justo, es bueno para el negocio.”

Su feminismo, dice: “es un feminismo autosuficiente, en el que te puedes valer por ti misma. No requiere una organización colectiva… Por esa misma razón no es estrictamente político y, quizá por eso, es algo que a muchas profesionales como yo nos resulta atractivo de forma natural”. Esta es una perfecta definición del feminismo liberal: individualista –no hace falta organizarse, organizarse es de pobres que luchan, entre otras cosas, por sus condiciones laborales o contra el desmantelamiento del Estado del bienestar– y meritocrático, de esa extraña mezcla algo paradójica que sale del “valerse por sí misma” y ser heredera de una de las familias más poderosas de Europa.

Botín no se declara a favor de las cuotas. Sin embargo, la ministra de Igualdad, Carmen Calvo está impulsando una norma que podría encajar perfectamente en este feminismo-Botín o feminismo liberal: imponer por ley cierta representación de mujeres en la dirección de las empresas. (Ese 30% del infierno, del que nos hablaba la feminista mexicana Raquel Gutiérrez). ¿Es esta una política feminista?

Cuotas en las direcciones empresariales

Hay un sentido común de politóloga que dice que las políticas de techo de cristal acaban generando más igualdad en las empresas porque las mujeres son más “sensibles” a la conciliación o a la promoción femenina. Rosa Luxemburgo se arrancaría los pelos de la cabeza con sus propias manos si oyese que las conquistas de las trabajadoras tienen que depender de la buena voluntad de las directivas y no de la organización y de la reclamación colectiva de derechos. Por no hablar de ejemplos como estas declaraciones –del 2014– de la entonces presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol, que dijo que prefería contratar “a mujeres menores de 25 y mayores de 45” para evitar embarazos. En fin, ni el feminismo, ni la conciencia social vienen con el género, mucho menos con el género de las empresarias.

Varias décadas de políticas de “discriminación positiva”, en EE.UU. –el término es de 1961– demuestran que estas han sido efectivas para aumentar la igualdad entre hombres y mujeres en las capas profesionales del 15% más alto. Para la gran mayoría de ingresos medios –60% de los trabajadores–, la brecha de género se ha reducido pero por abajo, por un descenso del salario y un empeoramiento las condiciones de trabajo de los hombres cuyas condiciones se van equiparando a las de las mujeres. En las posiciones más bajas, estas políticas apenas se han notado. ¿Quién reclama ser igual a un inmigrante varón en un invernadero de Almería?, por poner un ejemplo.

Por tanto, se da la paradoja de que a medida que se reduce desigualdad entre hombres y mujeres en el ámbito laboral, aumentan la desigualdad social y la precariedad en todos los ámbitos. Desde el feminismo, ¿qué queremos? ¿Estamos pidiendo igualdad en la precariedad o queremos arañar más beneficios al capital y redistribuir? Porque nos podemos encontrar que consigamos igualdad, en condiciones de existencia cada vez más degradadas o que igualdad en cuidados, signifique que ninguno, ni hombres ni mujeres puedan ocuparse de los suyos en condiciones.

En el feminismo también hay intereses distintos de clase, así como una disputa por utilizar el capital político y la legitimidad que de él se derivan. Por tanto, las políticas destinadas a romper los techos de cristal son políticas para el 1% porque solo afectan a una pequeña élite de mujeres. Muchas veces, los destinos de esas mismas mujeres –como en el caso de Botín– están estrechamente relacionados con la banca o el capitalismo financiero; es decir, con los intereses –bien materiales y reales– que hay detrás de las políticas de austeridad y de recortes de la Troika y con los más de 40.000 millones de todas que perdimos al rescatar a esos mismos bancos. El FMI –sorpresa– también está encabezado por una feminista.

A estas alturas ya sabemos que cuando se desmantela el Estado del bienestar las que salimos más perjudicadas somos las mujeres. En el sector público es donde se dan los empleos en mejores condiciones, pero también es el que proporciona apoyo material y prestaciones para ocuparse de las tareas de cuidados (excedencias laborales, subsidios, casas-refugio para mujeres maltratadas, cuidado de niños gratuito, etc.) que consiguen rebajar un poco la opresión que se produce en los hogares. Los sectores públicos vaciados y degradados por las mismas autoridades que esgrimen sus credenciales feministas están devolviendo las responsabilidades del trabajo reproductivo al hogar, es decir, a las mujeres.

El mantra del feminismo liberal

Como explica Susan Watkins (New Left Review 109), el empoderamiento de las mujeres es, desde hace mucho tiempo, un mantra del establishment global que ha sido impulsado por poderosos intereses empresariales. La Fundación Ford, sin ir más lejos, estuvo invirtiendo a partir de la década de 1970 hasta 200 millones de dólares anuales en financiar organizaciones feministas cuyas acciones eran compatibles con el reforzamiento del modelo empresarial. De hecho, Este feminismo del 1%, en realidad, es el que ha dado forma a las políticas oficiales del feminismo mundial durante los últimos veinte años. Como por ejemplo la concesión de microcréditos a las mujeres más pobres en lugares como India, que sentó las bases de la financiarización del Sur Global y endeudó a cientos de miles de mujeres.

“¿Por qué son tan decepcionantes los resultados de tanto esfuerzo y tan sesgados los beneficios hacia la clase media-alta? Las limitaciones del proyecto feminista global están inscritas en parte en su modelo estratégico: “incorporar a las mujeres a la corriente principal” del orden existente, sobre todo a los estratos empresariales y profesionales”, dice Susan Watkins. Esta autora, además, señala que unas de las principales contradicciones de este feminismo es que las reglas antidiscriminatorias nunca se han aplicado a la propiedad, donde las cuotas de género son impensables.

Entonces, frente a los intereses del feminismo liberal nos toca decir: las cuotas en los consejos de administración no son las políticas feministas que necesitamos. Política feminista es subir el salario mínimo, derogar las últimas reformas laborales, educación universal y gratuita de 0 a 3, más Estado del bienestar y, aunque haya debate, yo diría que la Renta Básica Universal porque las mujeres somos las más pobres y las más precarias. Estas –y muchas otras– son las medidas feministas que necesitamos, las que afectan a la mayoría de las mujeres y no al 1% y que además, están claramente confrontadas con los intereses de las del feminismo-Botín. Por más feministas que seamos, la sororidad tiene un claro límite de clase.

No, en muchas cosas, no estamos en el mismo bando. Como dice Bell Hooks, la sororidad, es poderosa pero seremos hermanas en la lucha únicamente si nos enfrentamos juntas a las formas en las que también las mujeres –aprovechando las desigualdades de clase, de raza o de identidad sexual– dominan y explotan a otras mujeres.

Sobre la autora: Nuria Alabao Es periodista y doctora en Antropología. Es miembro de la Fundación de los Comunes.

Fuente:
ttps://ctxt.es/es/20181017/Firmas/22362/feminismo-ana-botin-cuotas-igualdad-discriminacion-techo-de-cristal.htm#.W8m2BRYSySI.twitter

domingo, 16 de septiembre de 2018

Prostitución & Debate. La libertad de las prostitutas

CTXT

Sobre la regularización de la prostitución. Reflexiones sobre la postura en contra.


Algunas voces hablan de libertad a la hora de decidir sobre nuestros cuerpos. Normalmente esas voces se centran en hablar sobre nosotras en materia de prostitución, cosificación y pornografía. Muchas de esas voces jamás tendrán que usar sus cuerpos para pagarse un plato de comida. Especialmente porque muchas de esas voces provienen de hombres blancos, heteros y privilegiados.

No podemos hablar de libertad si existe un intercambio monetario de por medio. ¿Acaso existe libertad en gran parte de los trabajos precarios de este y otros países? No creo que alguien si pudiera elegir estaría currando en un McDonalds voluntariamente, como si de una ONG se tratara. ¡Me encanta el Mcflurry, no me importa trabajar 12 horas como un esclavo, yupi!

Es curioso que podamos verlo más claro y entenderlo cuando se trata de trabajos que compartimos hombres y mujeres y que no tienen que ver con los cuerpos femeninos como moneda de cambio. En los que puedes dar la vuelta a una hamburguesa sin necesidad de que nadie te viole –por muy esclavo que sea el trabajo-.

Ellas tienen libertad de elegir, dicen. Una mierda. Ellas prefieren follar a limpiar escaleras, dicen. Ellas, ellas, ellas. Ellas sólo tratan de salir adelante, como la mayor parte de las mujeres de este planeta. ¿Creen que quieren aguantar a cerdos que abusan de ellas en el mejor de los casos? Es que a algunas les gusta el sexo, dicen. Claro, el sexo le gusta a casi todo el mundo y no por ello tienes que sufrir explotación para disfrutarlo.

Es el oficio más antiguo del mundo, dicen otras voces. Claro, por eso precisamente vamos un poco tarde para abolirlo. También las guerras, la tortura, la esclavitud la muerte de miles de personas por hambre son antiguas como la vida misma y no por ello estamos a favor de regularlas.

Es que hay hombres que, pobrecillos, de otra forma nunca podrían follar y sería mucho peor. MUCHO PEOR. Para estas personas la prostitución existe para evitar posibles violaciones. En lugar de no educar en la violación, se da por sentado y ya que existe, vamos a hacer todo lo posible para que los pobres violadores no cometan ningún delito y se desahoguen con mujeres prostituidas. Porque en las mujeres, pobrecillas, las que no se comen un rosco, ¿a quién les importa? Ellas no dan beneficios si no son putas.

Algunas, dicen, están satisfechas con su trabajo. Ganan bastante dinero a cambio de prestar sus cuerpos. Pero esas pocas “privilegiadas” –alrededor de un 5% en nuestro país- dentro de un mercado de explotación a nivel mundial no hace más que dañar al resto de mujeres que no pueden decidir. Estas experiencias positivas no dejan de ser excepcionales, y de carácter individualista y neoliberal. Como a ellas les va bien, como supuestamente pueden elegir a sus clientes, el resto debe sufrir explotación, violencia y pobreza.

La realidad es que este negocio mueve diariamente cerca de 10 millones de euros en nuestro país, unos 3.500 millones al año, que representan un 0,35% del PIB. No es posible que hablemos de libertad cuando se trata de un mercado que mueve tantísimo dinero y en el que la mayor parte de las putas ejercen en contra de su voluntad. ¿Qué libertad es esa?

Es que ya que trabajan, tendrán que luchar por sus derechos y tener sanidad y cotizar. Este suele ser el argumento más escuchado de los y las regulacionistas. Ejemplos como el alemán o el holandés nos hablan de fracaso a la hora de legalizar la prostitución. Sin ir más lejos, la ley de 2002 de Alemania ha hecho que aumenten los grandes prostíbulos y prácticas como la ‘tarifa plana’ de sexo (sexo con varias personas a un precio fijo). Algo así como minutos ilimitados en el móvil. Eso es lo que valemos.

La prostitución no es una salida laboral para las mujeres libres, sino para las mujeres pobres, y regularla no es más que normalizar una opción precaria más en un mercado neoliberal en el que no existen derechos de ningún tipo. La libertad deja de existir en el momento en el que un hombre paga a cambio de un producto –mujer– para someterla y ejercer su poder sobre ella.

Un abuso sexual no se transforma en un empleo por el mero hecho de que se pague una cantidad de dinero. Normalizar la práctica de la prostitución no ayudará en absoluto a construir sociedades libres, igualitarias y por supuesto, feministas.

Fuente:
http://ctxt.es/es/20180815/Firmas/21260/Anita-Botwin-ser-feminazi-hoy-maltrato-violencia-machista-maternidad-justicia.htm

lunes, 3 de septiembre de 2018

_- Cuidados & Política feminista. Mujeres cuidadoras: entre la obligación y la satisfacción.

_- “Cuidar cuesta: costes y beneficios del cuidado."

 Cuidar es en el momento actual, el verbo más necesario frente al neoliberalismo patriarcal y la globalización inequitativa. Y, sin embargo, las sociedades actuales, como muchas del pasado, fragmentan el cuidado y lo asignan como condición natural a partir de las organizaciones sociales: la de género, la de clase, la étnica, la nacional y la regional-local.

Así, son las mujeres quienes cuidan vitalmente a los otros (hombres, familias, hijas e hijos, parientes, comunidades, escolares, pacientes, personas enfermas y con necesidades especiales, al electorado, al medio ambiente y a diversos sujetos políticos y sus causas). Cuidan su desarrollo, su progreso, su bienestar, su vida y su muerte. De forma similar, mujeres y hombres campesinos cuidan la producción y la tierra y las y los obreros la producción y la industria, la burguesía cuida sus empresas y sus ganancias, el libre mercado y hasta la democracia exportada a países ignorantes.

La condición de cuidadoras gratifica a las mujeres afectiva y simbólicamente en un mundo gobernado por el dinero y la valoración económica del trabajo y por el poder político. Dinero, valor y poder son conculcados a las cuidadoras. Los poderes del cuidado, conceptualizados en conjunto como maternazgo, por estar asociados a la maternidad, no sirven a las mujeres para su desarrollo individual y moderno y tampoco pueden ser trasladados del ámbito familiar y doméstico al ámbito del poder político institucional.

La fórmula enajenante asocia a las mujeres cuidadoras otra clave política: el descuido para lograr el cuido. Es decir, el uso del tiempo principal de las mujeres, de sus mejores energías vitales, sean afectivas, eróticas, intelectuales o espirituales, y la inversión de sus bienes y recursos, cuyos principales destinatarios son los otros. Por eso, las mujeres desarrollamos una subjetividad alerta a las necesidades de los otros, de ahí la famosa solidaridad femenina y la abnegación relativa de las mujeres. Para completar el cuadro enajenante, la organización genérica hace que las mujeres estén políticamente subsumidas y subordinadas a los otros, y jerárquicamente en posición de inferioridad en relación a la supremacía de los otros sobre ellas.

Las transformaciones del siglo XX reforzaron para millones de mujeres en el mundo un sincretismo de género: cuidar a los otros a la manera tradicional y, a la vez, lograr su desarrollo individual para formar parte del mundo moderno, a través del éxito y la competencia. El resultado son millones de mujeres tradicionales-modernas a la vez. Mujeres Atrapadas en una relación inequitativa entre cuidar y desarrollarse. La cultura patriarcal que construye el sincretismo de género fomenta en las mujeres la satisfacción del deber de cuidar, convertido en deber ser ahistórico natural de las mujeres y, por tanto, deseo propio y, al mismo tiempo, la necesidad social y económica de participar en procesos educativos, laborales y políticos para sobrevivir en la sociedad patriarcal del capitalismo salvaje. Así, el deseo de las mujeres es contradictorio: lo configura tal sincretismo.

Los hombres contemporáneos no han cambiado lo suficiente como para modificar ni su relación con las mujeres, ni su posicionamiento en los espacios domésticos, laborales e institucionales. No consideran valioso cuidar porque, de acuerdo con el modelo predominante, significa descuidarse: Usar su tiempo en la relación cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con los otros. Dejar sus intereses, usar sus recursos subjetivos y bienes y dinero, en los otros y, no aceptan sobretodo dos cosas: dejar de ser el centro de su vida, ceder ese espacio a los otros y colocarse en posición subordinada frente a los otros. Todo ello porque en la organización social hegemónica cuidar es ser inferior. Algunas tendencias minoritarias se abren paso pero incluso hombres que se pronuncian por relaciones equitativas están más dispuestos a ser amables con las mujeres o sumarse al algunas de las causas políticas del feminismo, que a hacer política feminista.

El cuidado pues está en el centro de las contradicciones de género entre mujeres y hombres y, en la sociedad en la organización antagónica entre sus espacios. El cuidado como deber de género es uno de los mayores obstáculos en el camino a la igualdad por su inequidad. De ahí que, si queremos enfrentar el capitalismo salvaje y su patriarcalismo global, debemos romper con la naturalidad del cuidado por género, etnia, clase, nación o posición relativa en la globalización.

El feminismo del siglo XX ha realizado la crítica del modelo “superwoman” y ha denunciado la explotación de las mujeres a través del trabajo invisible y de la desvalorización de muchas de sus actividades, incluso del trabajo asalariado, de la relativa exclusión de la política y de la ampliación de una cultura misógina simbólica e imaginaria. Ha logrado llevar a la agenda de las necesidades sociales, la violencia contra las mujeres y ha realizado pequeñas modificaciones jurídicas y legislativas en el Estado.

Algunas corrientes contemporáneas ya no reiteran la desigualdad ni la violencia de género y, en cambio acuerdan con la igualdad entre mujeres y hombres y por un mundo equitativo.

Sin embargo, nos queda por desmontar el deber ser, el deber ser cuidadoras de las mujeres, la doble jornada y la doble vida resultante. Y eso significa realizar cambios profundas en la organización socioeconómica: en la división del trabajo, en la división de los espacios, en el monopolio masculino del dinero, los bienes económicos, y en la organización de la economía, de la sociedad y del Estado. El panorama se vuelve complejo si se traslada el análisis con perspectiva de género a las relaciones entre clases sociales y entre países, por ejemplo entre países del norte y del sur, entre los 21 y los otros, etcétera.

Se requieren a la vez, cambios profundos en las mentalidades. Es extraordinario observar cómo la mayoría de las mujeres, aún las escolarizadas y modernas, las políticas y participativas, las mujeres que generan ingresos o tienen poderes sociales diversos, aceptan como un destino, con sus modalidades, la superwomen– empresarial, indígena, migrante, trabajadora, obrera-.Con esa subjetividad de las mujeres subordinada a la organización social, a las instituciones como la familia, la iglesia y el Estado, y a los hombres, no estaremos en condiciones de desmontar la estructura sincrética de la condición de la mujer, imprescindible para eliminar las causas de la enajenación cuidadora y dar paso a las gratificaciones posibles del cuidado.

La vía imaginada por las feministas y las socialistas utópicas desde el siglo XIX y puesta en marcha parcialmente en algunas sociedades tanto capitalistas como socialistas y tanto en países del primer y del tercer mundo, ha sido la socialización de los cuidados, conceptualizada como la socialización del trabajo doméstico y de la transformación de algunas actividades domésticas, familiares y privadas en públicas. Haberlo hecho ha significado mejoría para la vida de las mujeres, liberación de tiempo para el desarrollo personal, la formación, el arte, el amor y las pasiones, la amistad, la política, el ocio, la diversión, el deporte y el autocuidado, incluso, una mejoría en la calidad de vida y en la autoestima. Es evidente el desarrollo social, cultural y político de las sociedades que así se han estructurado.

Una de las mayores pérdidas de las mujeres de los países que antes fueron socialistas y se han convertido de manera drástica al capitalismo en tiempos neoliberales ha sido la de el sustento social que significaba el Estado social para sus vidas. En la actualidad han vuelto a ser su responsabilidad un conjunto de actividades que la transformación socioeconómica ha tornado domésticas, privadas y femeninas. Y lo mismo está sucediendo aún en países capitalistas de alto y medio desarrollo en los cuales se ha adelgazado al Estado de una manera violatoria de los derechos sociales construidos con muchos esfuerzos en gran medida por los movimientos socialistas, obrero y feminista.

La alternativa feminista contemporánea que se abre paso en gran parte del mundo en el siglo XXI tiene sus ojos puestos en la crítica política de la globalización dominada por el neoliberalismo patriarcal de base capitalista depredadora. La opción que busca avanzar en el desarrollo de un nuevo paradigma histórico cuya base sea un tejido social y un modelo económico que sustente el bienestar de las mayorías, hoy excluidas, marginadas, expropiadas, explotadas y violentadas.

Pensamos que sólo una alternativa de este tipo será benéfica para la mayoría de las mujeres, sus otros próximos, sus comunidades y las regiones y los países en que viven.

Estas transformaciones de género están circunscritas e íntimamente ligadas a transformaciones equitativas de clase, étnicas y nacionales, enmarcadas en la construcción de naciones con derecho al desarrollo sustentable y en una globalización solidaria y democrática. De no articularse las transformaciones de género con estas últimas pueden observarse distorsiones significativas como las que se dan en la actualidad: mujeres dotadas de recursos y derechos de género que son ciudadanas de naciones hegemónicas, militaristas y depredadoras de otras naciones y pueblos donde habitan mujeres con las que se identifican en la construcción de sus derechos y oportunidades.

También hay hombres cuya identidad es la de ser avanzados, democráticos y progresistas que no consideran importante la emancipación de las mujeres. Estados que colocan a las mujeres entre los grupos vulnerables y no las miran como sujetos políticos. Países en los que, a través de las acciones afirmativas, por ejemplo las cuotas, todavía negociamos el grado de exclusión política de las mujeres, y se consideran democráticos. Mujeres que piensan que ya lograron todas las metas de transformación de género y no se percatan que “el género” es su categoría social y a ella pertenece la mayoría pobre y cuidadora del mundo: las mujeres.

Por eso, la otra dimensión de esta alternativa feminista es el empoderamiento de las mujeres como producto de la construcción de un nuevo paradigma histórico. El empoderamiento es el conjunto de cambios de las mujeres en pos de la eliminación de las causas de la opresión, tanto en la sociedad como, sobre todo, en sus propias vidas. Dichos cambios que abarcan desde la subjetividad y la conciencia, hasta el ingreso y la salud, la ciudadanía y los derechos humanos, generan poderes positivos, poderes personales y colectivos. Se trata de poderes vitales que permiten a las mujeres hacer uso de los bienes y recursos de la modernidad indispensables para el desarrollo personal y colectivo de género en el siglo XXI.

Todos esos poderes se originan en el acceso a oportunidades, a recursos y bienes que mejoran la calidad de vida de las mujeres, conducen al despliegue de sus libertades y se acompañan de la solidaridad social con las mujeres. La participación directa de las mujeres en la transformación de su mundo y de sus vidas es fundamental y conduce también a la construcción de un mayor poder político y cultural de las mujeres que crean vías democratizadoras para la convivencia social. El cuidado, ha dejado de ser para otros y se ha centrado en las mujeres mismas. La sociedad, en un compromiso inédito cuida a las mujeres, es decir, impulsa su desarrollo y acepta y protege su autonomía y sus libertades vitales. En ellas va incluida la libertad de elecciones vitales, de actividades, dedicación e identidad: Es el fin del cuidado como deber ser, como identidad.

En el siglo XXI ha de cambiar el sentido del cuidado. Hemos afirmado muchas veces que se trata de maternizar a la sociedad y desmaternizar a las mujeres. Pero ese cambio no significará casi nada si no se apoya en la transformación política más profunda: la eliminación de los poderes de dominio de los hombres sobre las mujeres y de la violencia de género, así como de la subordinación de las mujeres a los hombres y a las instituciones. Es decir, el empoderamiento de las mujeres es un mecanismo de equidad que debe acompañarse con la eliminación de la supremacía de género de los hombres, la construcción de la equidad social y la transformación democrática del Estado con perspectiva de género.

Para la mayor parte de las corrientes feministas contemporáneas la articulación de lo personal con lo social, lo local y lo global conforma la complejidad de nuestro esfuerzo.

La idea fuerza en torno al cuidado es la valoración de la dimensión empática y solidaria del cuidado que no conduce al descuido ni está articulado a la opresión.

De ahí la contribución de las feministas: primero, al visibilizar y valorar el aporte del cuidado de las mujeres al desarrollo y el bienestar de los otros; segundo, con la propuesta del reparto equitativo del cuidado en la comunidad, en particular entre mujeres y hombres, y entre sociedad y Estado. Y, tercero, la resignificación del contenido del cuidado como el conjunto de actividades y el uso de recursos para lograr que la vida de cada persona, de cada mujer, esté basada en la vigencia de sus derechos humanos. En primer término, el derecho a la vida en primera persona.

Foto: Marcela Lagarde (Antropóloga Feminista)

Fuente:

http://mujerdelmediterraneo.heroinas.net/2012/10/mujeres-cuidadoras-entre-la-obligacion.html?m=1

sábado, 18 de agosto de 2018

Venganza judicial. Lidia Falcón

La sentencia dictada por el juez Manuel Piñar contra Juana Rivas ha mostrado, una vez más, cómo el poder patriarcal tiene su arma más eficaz en la judicatura. Esa sentencia no sólo se ha dictado porque, según relata, él no crea que Juana ha sufrido violencia de género, sino fundamentalmente para vengarse de la desobediencia de una mujer que se ha atrevido a enfrentarse a las sacrosantas resoluciones judiciales, y que llegó, en el colmo de su soberbia, a desaparecer durante el largo espacio de tiempo de un mes, en el que ni las fuerzas de seguridad pudieron dar con ella.

La venganza se ha cumplido, aunque el juez no lo expresa de tal manera. Redacta una sentencia en la que las pruebas aportadas por la defensa no tienen ninguna presencia. Ni la condena por violencia de género en 2009 que le acarreó a Francesco Arturi, el marido, perder la custodia del hijo mayor Gabriel, ni la nueva denuncia presentada en Granada hace dos años que no ha sido tramitada nunca, aparecen mencionadas en la sentencia. Simplemente el juez se limita a afirmar que los hechos alegados por Rivas “son inexistentes”, “no son creíbles” y “responden a una estrategia para conseguir la guardia y custodia de sus hijos “explotando el argumento del maltrato”.

El caso de Juana le ha servido a Piñar para volver a aplicar su convicción de que las mujeres son mentirosas, astutas y abusan de los hombres. Como en el caso de una sentencia que dictó en 2011, por la que condena a una mujer por denuncia falsa. En ella Piñar se explaya contra la fiscalía y contra la propia ley integral contra la violencia de género. Mientras la fiscalía pedía la absolución, el juez acabó condenando a la mujer a año y medio de cárcel por denuncia falsa y presentación de falsos testigos. Afirmó que la mujer actuó de mala fe y sabiendo que lo que denunciaba no era cierto, con el propósito de “inferir un mal a su exmarido amparándose en el rigor tuitivo de la legislación de protección de violencia de género“. Esta frase puede leerse casi textualmente ahora en la sentencia de Rivas.

En la sentencia, Piñar llega incluso a relacionar lo que considera como “excesivo celo ideológico de proteger a la mujer” con “el principio de oportunidad que legislaciones autoritarias atribuían a fiscales” que estaban “al servicio de Hitler o Stalin”.

Obsesionado con lo que denomina el rigor tuitivo de la legislación de protección de violencia de género“, frase que repite en diversas sentencias desde 1999, Piñar no solo manifiesta su misoginia sino que tiene la satisfacción de poder cumplir su ansia vengativa con el poder que le concede nuestra Constitución.

Y ciertamente hay que defender y mantener la independencia del poder judicial, que ya hemos sufrido bastante cuando estaba sometido al poder político, pero la ciudadanía debería exigir también que hubiera un control eficaz sobre las personas que van a sentarse en el estrado de la magistratura y a disponer de la vida, la felicidad y los bienes de los justiciables.

He repetido que la Escuela del Poder Judicial es la Escuela del machismo. Allí, a los recién llegados de las oposiciones cuya dureza y exigencias corresponden únicamente a las que se celebraban en el Imperio Chino, y por tanto obsesionados con conocer todos los vericuetos de la ley y repetirlos como mecaninfos, se les explica que las mujeres presentan denuncias falsas de maltrato y es preciso investigarlas antes de proceder a admitirlas.

El examen psicológico no es más que un test propio de un libro de autoayuda. Insertos en el sistema patriarcal para el que les ha preparado la escuela, la familia, la enseñanza religiosa, los medios de comunicación, la organización social, aquellos y aquellas que se preparan para jueces llevan a tan excelsa actividad el bagaje que señala a la mujer como la causante de todos los males del hombre y de la familia, a tenor de lo que predicaban los Padres de la Iglesia.

Si a ello agregamos, ¡y cómo no hacerlo!, la nefasta tradición de prepotencia, alejamiento e indiferencia por las necesidades humanas a que el sistema franquista les troqueló y nos acostumbró a los sufridos ciudadanos, la judicatura de nuestro país se está ganando la peor fama de las instituciones. En ella no entraron las reformas que incompletas pero definitivas se hicieron en el poder político y el militar.

Pero no podremos avanzar en construir una democracia creíble, no voy a decir feminista, mientras la judicatura no haga las reformas imprescindibles para estar al servicio de la ciudadanía a la que se debe.

Y mientras no aprenda que las mujeres también somos ciudadanas y no esclavas.

https://blogs.publico.es/lidia-falcon/2018/07/29/venganza-judicial/

domingo, 12 de agosto de 2018

_- “El movimiento feminista en Estados Unidos está dominado por ideales burgueses blancos". Entrevista a Elaine Brown.


_- Maria Colera Intxausti
www.investigaction.net


Elaine Brown presidió el Partido de las Panteras Negras entre 1974 y 1977. Es autora de la autobiografía Una cata de poder. Historia de una mujer negra (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2015) y actualmente se dedica a la lucha contra el complejo penitenciario industrial de EEUU.

Foto actual de Elaine Brown

Dices que «nuestro objetivo era lograr la liberación de los negros, no la igualdad ante la ley, la que suponía aceptar el sistema tal cual era».

¿Cómo valoras, en este sentido, el movimiento Black Lives Matter?
Bueno, en primer lugar preguntaría ¿qué es esto? ¿es un movimiento? No me suena que sea un movimiento. Voy haciendo esta pregunta en todas partes y esta gente se enfada mucho conmigo, pero a mí me da ya que no están haciendo nada. No puedo entender cómo se les puede decir movimiento. ¿Qué nos hace pensar que este hashtag haya evolucionado hasta convertirse en un movimiento? Pero es que a pesar de que se pudiera calificar como iniciativa organizada, ¿qué hacen? ¿Cuál es su objetivo? La mayoría de la gente de BLM apoyó a Hillary Clinton. ¿Cómo puedes ser negro y apoyar a Hillary Clinton?

Empezaron como una iniciativa para denunciar la brutalidad policial, y no era más que eso. Después evolucionaron con lemas como «Manos arriba, no dispares». Qué pensamiento más revolucionario, ¿eh? Veo que no dicen nada sobre cuestiones relacionadas con cambios fundamentales, ni que tengan una agenda ni que hagan ninguna acción en este sentido.

En la misma línea, ¿qué piensas sobre el feminismo liberal?
El movimiento feminista en Estados Unidos está dominado por ideales burgueses blancos. Te hablan de derechos reproductivos, pero sin recordar que la tan honorable Margaret Sanger, quien nos dio la planificación familiar, era realmente una eugenicista, partidaria de eliminar ciertas poblaciones, y que las primeras clínicas de interrupción del embarazo las abrieron precisamente en Harlem.

Por otra parte, cuando hablan de romper el techo de cristal, lo que quieren decir realmente es que quieren participar en el ámbito empresarial y que quieren igualdad para oprimir en igualdad de condiciones, entre otras a otras mujeres.

Igualmente, en este movimiento no encontrarás prácticamente a ninguna mujer negra o latina. En la práctica, se trata de un movimiento de mujeres blancas, y así ha sido en la primera ola, en la segunda y en la tercera.

En cualquier caso, ¿no crees que sí existen unos derechos por los que tenemos que luchar las mujeres trabajadoras?
Claro, esto no quiere decir que no considere que sí hay determinadas cuestiones que afectan de manera específica a las mujeres pobres y las mujeres negras y latinas, y que no crea que estas cuestiones deben abordarse como problemas de las mujeres. Las mujeres negras son el colectivo más pobre del mundo y en el África subsahariana, por ejemplo, las mujeres negras son aún más pobres que los hombres. Pero nadie habla de estas mujeres, al igual que en EEUU nadie habla de las mujeres pobres que se dedican a cuidar a sus hijos.

Así pues, vemos como muchas feministas lo que hacen es imponer su estilo de vida y sus valores burgueses, ya que consideran que son los correctos y que ellas deben definir qué es lo que queremos y necesitamos. Esto se refleja claramente en la Reforma de la Asistencia Social aprobada por Bill Clinton, la cual básicamente criminalizaba las mujeres pobres. La gente votó a favor porque pensaban que sólo afectaría a las mujeres negras. Pero resulta que la mayoría de las personas que viven de la asistencia social son mujeres blancas, debido a su mayor peso demográfico.

Con esta reforma, Clinton impuso una agenda neoliberal a un nivel que George Bush no podría haber hecho y consideró que uno de los problemas que tenía la comunidad negra era el gran número de madres solteras. Fueron individualizando el problema, ocultando el componente racista, machista, etc., y decidieron dejar sin ayudas sociales a todo de mujeres, sin que ninguna organización feminista se le opusiera. La consecuencia de esta criminalización de las mujeres ha sido empujarlas a hacer cosas desesperadas para poder ocuparse de sus hijos, así como acentuar aún más su pobreza y la de sus hijos. Y ¿dónde están las feministas ante esto? Pues la mayoría de sus organizaciones están centradas en cuestiones LGBTQ, lo cual me parece perfecto, porque a todas nos preocupa que cualquier grupo sea oprimido. El problema es que con ellas esto se convierte en una cuestión de estilo de vida.

Creo que lo fundamental es que volvemos a las cuestiones esenciales que nos preocupan a las mujeres. ¿Nos preocupa la igualdad con los hombres? Pues, yo no quiero ser igual a un hombre que es un general que se dedica a matar gente en Afganistán, por ejemplo. Pero sí me preocupa que mi capacidad de vivir se vea afectada por el hecho de ser una mujer. Me preocupa no tener dinero o no poder cuidar a mis hijos, por el hecho de ser mujer. Las mujeres negras ganan menos que las mujeres blancas, y éstas menos que los hombres. Esto es clave, y no se habla de ello, como tampoco se habla de las mujeres sin hogar, de las mujeres que están en prisión … Estas feministas se limitan a hablar de derechos reproductivos y de romper el techo de cristal …

¿Qué opinas de la iniciativa #MeToo?
El movimiento #MeToo se ha transformado en una especie de aventura, en un evento de Hollywood en el que ves a actrices protestando porque no les pagaron lo mismo que a otros hombres, por lo que en lugar de recibir dos millones de dólares, sólo recibieron uno. Y, mientras tanto, no han dicho ni media palabra sobre las mujeres normales y corrientes de la calle que luchan cada día para salir adelante. Esto es lo que está dominando el discurso incluso alrededor de la violación. Y es que si Harvey Weinstein ha tenido tanta repercusión, es porque todas las mujeres que violó eran blancas. Lo mismo ocurre con Bill Cosby y con O. J. Simpson. Este último, si en vez de a una mujer blanca hubiera matado una negra, nunca habría sido imputado. Está claro que la vida de las mujeres blancas es mucho más importante que la de las mujeres negras.

En cualquier caso, tengo que decir que sí soy feminista. ¿Cómo no lo debería ser, si soy una mujer ?! Estoy oprimida como mujer, como negra y como pobre. Es cierto que tengo mis necesidades básicas satisfechas y una vida digna, pero no tengo control sobre las cosas que afectan a mi vida como mujer, como negra y como ser humano.

Y ¿cuál era la postura del Partido de las Panteras negras en cuanto al feminismo?
El Partido adoptó una posición muy clara en relación con el movimiento de liberación de las mujeres: consideró aquella lucha como propia, como también lo era la lucha por la liberación gay, y lo hizo no sólo en términos retóricos, sino que actuamos en consecuencia. Nosotros entendíamos la liberación de las mujeres como la conquista de la libertad para definir su destino sin que éste estuviera definido en función de la dependencia económica hacia los hombres. Las feministas blancas solían decir que una mujer sin un hombre es como un pez sin una bicicleta, pero el verdadero problema es que si no tienes un hombre o no tienes dinero, no te puedes valer por ti misma. En todo caso, la mayoría de mujeres que conozco tienen suficiente dinero para sobrevivir y no necesitan ningún marido para tener un lugar donde vivir y pueden cuidarse de sí mismas, de manera que no tolerarán ningún abuso por parte de un hombre. Por eso sé que esta cuestión social es en realidad una cuestión económica.

Has dicho que los negros sólo se pueden liberar a través de un cambio radical del sistema.
Ahora que parece haber una reacción generalizada contra los derechos de las personas negras y latinas, de las mujeres, de los migrantes, etc., ¿cuál debería ser el camino a seguir? Y ¿cuál es la probabilidad de que las cosas cambien?
Bueno, debemos partir de la constatación de que vivimos en un sistema de explotación económica. Igualmente, cuando hablamos de inmigración en Estados Unidos hay que empezar por el principio, y es que EEUU fueron fundados a partir de la colonización inglesa de Virginia que tuvo lugar mediante la aniquilación de las treinta tribus indias que vivían allí. Una vez conquistado el territorio comenzaron a cultivar tabaco y algodón, para venderlo a la metrópoli, pero para ello necesitaban mano de obra. Como no podían esclavizar a los nativos, que preferían dejarse morir que someterse y, además, al estar en su propio territorio se podían organizar y rebelarse, decidieron capturar a africanos, meterlos en barcos y enviarlos, por millones, en EEUU. Esto se hizo durante 250 años. Y es que, como bien dijo Marx, sin el algodón, y sin los esclavos que lo cultivaban, la revolución industrial no hubiera sido posible.

El mismo sistema sigue vigente y si alguien cree que se puede lograr la reforma de la política migratoria o de la política penitenciaria mientras este sistema sigue intacto es que realmente no quiere hacer nada al respecto. Sólo quiere hablar, pero no de verdad. Intento convencer de ello a los jóvenes con los que trabajo cada día, y los animo a resucitar el Partido de las Panteras Negras, les digo que ya les diré qué hacer. ¿Lo han hecho? No. Porque tienen miedo, porque son perezosos y quieren vivir cómodos. Quieren una pequeña beca para ir a la universidad, tener su cochecito, poder pagar su factura de teléfono, salir a cenar siempre que quieran …

Como decía Marx debemos ser despiadadamente críticos y analizar cuáles son las condiciones reales en las que vivimos y trabajar a partir de estas y no según como nos gustaría que fueran. Esto no significa, sin embargo, que no tenga esperanza eterna, porque creo que la gente siempre termina eligiendo la vida por encima de la muerte, aunque sólo sea porque se ven afectados por esta elección, no necesariamente porque sean seres morales. La gente tiene un interés personal en seguir viva. Y aunque no sean conscientes, su vida depende de la mía, y viceversa. En cualquier caso, quienes somos marxistas leninistas sabemos que si mantienes la gente oprimida, acabarán degollándote, así que lo que más les conviene es asegurarse de que todos tengan alimentos y vivienda, y atención médica y educación, y el resto de cosas que necesitamos, y luego construir una sociedad interconectada y solidaria.

Esto es en lo que tengo esperanza. Que la gente se de cuenta de que somos dependientes, interdependientes, y parte del mismo planeta, y que tendremos que encontrar maneras para que todos vivamos una vida digna, porque, de lo contrario, la vida de todas estará en peligro. Y no digo que esto ocurra durante mi vida, pero que sí ocurrirá, ya que no nos queda otra.

A diferencia de otros movimientos políticos, las Panteras Negras le dieron mucha importancia al lumpen proletariado, de donde provenía gran parte de la militancia, que considerábamos que «era el sector más motivado en EEUU para liderar la revolución».

El partido decidió formar y politizar estas personas. ¿Cómo hicieron para «transformar la rabia del gueto en acción revolucionaria»?
Durante los últimos veinte años he estado trabajando con gente que está en la cárcel o que ha salido de la cárcel. En mi opinión, representan el mismo grupo de gente que tenía el mayor potencial para convertirse en la vanguardia revolucionaria. No digo que las masas no deban implicarse en algún momento, pero todo el resto de la gente está conectada al sistema: tienen un trabajo, o quieren una. Estos otros, en cambio, no quieren un trabajo, y lo sabemos porque se han dedicado a vender drogas, o robar cosas, etc. y no tienen vínculos con el sistema. No les gusta el sistema, no les gusta la policía, han tomado riesgos en su vida, y tienen un mayor potencial que una persona acomodada que va a trabajar cada día y que, al salir del trabajo, vuelve a casa, mira la televisión y se va de vacaciones a Disneylandia.

Por otra parte, creo que Marx se equivocó al considerar el lumpen proletariado como la escoria de la Tierra, porque él valoraba la clase obrera y quien tenía valor eran las personas que trabajaban. Bueno, quien vende drogas en una esquina dieciocho horas al día también trabaja, pero esta es otra historia. Lo que quiero decir es que no consideró que los esclavos fueran una clase única en EEUU compuesta sólo por personas negras. Era una clase obrera, a la que no se le pagaba un salario. Y esta situación continúa hoy en día. La mayoría de los negros, a pesar de tener un trabajo, tienen que hacer otras cosas para completar su sueldo, ya que no ganan suficiente ni para formar parte del grueso del proletariado. Y otra cuestión sumamente importante es que a los negros nos dejaron fuera de los sindicatos. La historia de los sindicatos industriales de Estados Unidos es vergonzosa en este sentido.

Entonces, sigo pensando lo mismo, porque los hechos no han cambiado. Los negros seguimos siendo pobres, seguimos fuera del sistema, no tenemos trabajos de verdad, no tenemos nada de dinero, no tenemos relación con el sistema. Y en la parte baja de todo esto se encuentran las personas que han sido encarceladas.

EEUU es el país con la población penitenciaria más numerosa del mundo, con 2.120.000 prisioneros. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?
El crecimiento tanto en el número de personas encarceladas como en la duración es un fenómeno relativamente nuevo, y es consecuencia de una ley aprobada por Bill Clinton en 1994 para perseguir a los reincidentes.

Entre 1994 y 2004 el número de presos en Estados Unidos se duplicó, y casi la mitad de todos los presos son negros, aunque sólo representan el 13% de la población total. Pero no es que haya una política dirigida directamente a meter los negros en la cárcel. No es eso. Lo que pasa es que hay una especie de funcionamiento automático vigente desde 1865, cuando se crearon los departamentos de sheriffs con la función de cazar esclavos fugitivos. Vemos, pues, que la cuestión de los negros está presente desde el inicio en EEUU.

Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores y uno de los autores de la Declaración de Independencia, articuló perfectamente esta mentalidad en un libro suyo, titulado “Notes on the state of Virginia”. En este libro explica que el motivo por el que no ha incluido los negros en su proyecto de emancipación basado en la idea de que “todos los hombres son creados iguales”, es porque, según indica, los negros son seres inferiormente dotados a los blancos, tanto mentalmente como físicamente, tienen un color desagradable y huelen mal, además de ser perezosos, etc. Según Jefferson, los negros ni siquiera llegan a la categoría de seres humanos, por lo que está legitimado esclavizarlos. Esta ha sido la ideología dominante en EEUU desde 1710.

¿Nos puedes explicar cómo opera el complejo industrial penitenciario?
Los presos producen muchas cosas, pero el valor de los presos no reside tanto en eso, sino en todo el dinero que tanto ellos como los estados gastan. En prisión tienen de todo: llamadas telefónicas, videollamadas, comida, ropa … Se puede comprar de todo, pero mucho más caro que en la calle. Por otra parte, el estado de California, por ejemplo, gasta 70.000 dólares al año por cada preso.

También está el trabajo gratuito que los presos hacen, fabricando muebles, arreglando jardines, limpiando autopistas …. Y todo esto lo hacen gratis, o prácticamente gratis. El complejo industrial penitenciario es como el complejo industrial militar, pero con presos. Mucha gente cree que este concepto tiene que ver con las prisiones privadas, pero no es así. La mayoría de prisiones son públicas, propiedad del Estado, y hay mucha gente que trabaja. Sólo en California hay más de cien mil funcionarios de prisiones, con sus sindicatos, que luchan para asegurar que sus afiliados no se queden sin trabajo. Y ¿cuál es la principal mercancía que tienen? Los presos. No quieren que se dejen de llenar las cárceles. Todo el mundo está ganando dinero a costa de los presos, que eran pobres cuando entraron y lo serán cuando salgan.

¿Han hecho cosas terribles? Absolutamente. Algunos de ellos. No todos. Yo ni siquiera utilizo los términos inocente o culpable. Porque la mayoría de los presos lo están por delitos económicos, como atracar una tienda. Y ¿por qué lo hacen? Pues, porque tenemos grandes disparidades económicas en nuestro país. Vemos, por tanto, que todo está tan interconectado que casi no se puede separar. Y los negros son la mejor carne de cañón para meter en la cárcel. ¿Quien dirá algo por ellos? Nadie. No tenemos dinero ni para sufragar demandas legales. Y a todo esto también se le añade el racismo.

Elaine Brown dirigió el Black Panther Party de 1974 a 1977

En 2014 fundaste Oakland and the World Enterprises, una iniciativa para crear empresas gestionadas por ex-presos. ¿En qué consiste este proyecto?
Uno de los aspectos de nuestra continua opresión como negros en Estados Unidos es que cuando alguien sale de la cárcel no puede conseguir trabajo, ya que es necesario presentar un formulario de antecedentes penales, que los empleadores utilizan para negarse a contratar ex-presos. Y, realmente, se quedan sin alternativas. En California, por ejemplo, al salir de prisión te dan 200 dólares para comenzar tu vida de nuevo. Y si no tienes a nadie que te ayude, que te ofrezca un lugar donde vivir, con 200 dólares no haces nada, y vas a tener que prostituirte, vender drogas y hacer algo ilegal, que probablemente te lleve de nuevo a prisión. Ante esta situación, junto con un cargo electo negro decidimos hacer algo para reducir la reincidencia, y pensamos que la única forma de conseguirlo era que estas personas tuvieran sus propios ingresos. Así pues, compramos un terreno en Oakland, creamos una asociación sin ánimo de lucro llamada Oakland and the World Enterprises, y ahora queremos poner en marcha empresas con fines de lucro y de propiedad cooperativa para los ex-presos y otras poblaciones vulnerables y marginadas . En otras palabras, negros pobres.

Pusimos en marcha la iniciativa y ahora tenemos un huerto urbano y creamos un banco de alimentos, al que la gente venía a las 4:00 de la mañana a hacer cola, ya que estamos en una comunidad extremadamente pobre. Ahora queremos construir vivienda asequible, pero según nuestros criterios, es decir, que la asequibilidad se defina en función de las posibilidades de cada persona, y no de la media de la zona o de criterios similares. Y también tenemos algunos pisos reservados a personas que no tienen nada de dinero.

La idea es que esta iniciativa se extienda a otras ciudades, en Detroit, en Filadelfia …, por lo que a nadie se le niegue el acceso a la vivienda o al empleo por el hecho de haber sido encarcelado. El modelo que usamos es el de una cooperativa de trabajo asociado, pero como algunos esto les suena demasiado comunista y se ponen nerviosos, les digo que se trata de empresas la propiedad de las cuales es cooperativa. Es lo mismo. Los trabajadores son los dueños, los dueños son los trabajadores, pero se benefician de manera colectiva, y es que dijimos que los beneficios no tenían nada de malo per se, lo que está mal es la explotación.

Fuente:
https://www.investigaction.net/es/elaine-brown-el-movimiento-feminista-en-estados-unidos-esta-dominado-por-ideales-burgueses-blancos/

lunes, 6 de agosto de 2018

Ana de Miguel: "Los hombres de izquierdas no pueden estar a favor de la prostitución y los vientres de alquiler"

Laura Martínez
www.eldiario.es

La filósofa feminista, discípula de Celia Amorós, participó en el foro de pensamiento Avivament y ofrece una lectura con perspectiva de los filósofos clásicos.

"Los hombres de izquierdas no pueden estar a favor de la prostitución y de los vientres de alquiler si defienden un mundo en el que todo no se puede comprar y vender". Así respondía Ana de Miguel a la primera pregunta posterior a su intervención en el foro de pensamiento Avivament de este viernes en Valencia y de un plumazo recordaba que el feminismo, si no cuestiona las estructuras de poder, sirve de poco.

Ana de Miguel no necesita presentación. Pero, para los recién llegados, un resumen: filósofa y feminista consagrada, discípula de Amelia Valcárcel y Celia Amorós, profesora de Filosofía Moral y Política en la Universidad Rey Juan Carlos, ha escrito la bibliografía básica para hacer una introducción al feminismo radical. Entre su obra destaca Como leer a John Stuart Mill, Alejandra Kollontai y Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Junto a la valenciana Celia Amorós, ha editado los tres volúmenes de Teoría feminista. De la Ilustración a la globalización, una actualización de la historia del pensamiento feminista.

Considera que en el feminismo la teoría es crucial, que ayuda a ver un sistema casi invisible. Y, tomando esta lección de sus maestras, que la mirada se construye, que el conocimiento es crucial. "En España hemos tenido maestras que nos hicieron darnos cuenta -a las feministas militantes- de la importancia del conocimiento", narraba la filósofa.

Basta leer el título de sus libros para saber cuál es la perspectiva de De Miguel. Un feminismo sin medias tintas, abolicionista y que busca la emancipación de la mujer cortando los problemas de raíz. "No transformaremos la sociedad si nos quedamos en la condena. Hay que conocer las causas para erradicar la violencia", exponía ante un auditorio repleto de mujeres -y algún hombre- atentas. Para la filósofa, estos deberían preguntarse cómo históricamente "nos han hecho eso a las mujeres". Y por "eso" se refería a las prácticas de dominación patriarcal.

Ana de Miguel plantea que el patriarcado no nace en las religiones monoteistas, ni en la modernidad, ni en el medievo. Sus orígenes se remontan a los anteriores de la filosofía, ya que, por ejemplo, Aristóteles ya organizó su pensamiento viciado, reduciendo a las mujeres a simples "vasijas" con las que concebir.

Así, pasando por San Agustín y Nietzsche, hace un repaso por las principales aportaciones a la filosofía, para llegar a concluir que "los grandes filósofos han engendrado la desigualdad" y se debe "hacer un ajuste de cuentas con esta filosofía" en las aulas. La académica no se refiere a dejar de impartir estos autores, si no a explicar a los alumnos "que hay dos verdades: una para los hombres y otra para las mujeres", en referencia al planteamiento de su papel en el mundo que hacen los autores.

Sobre esta idea de la doble verdad ha escrito bastante las últimas semanas, especialmente después del 8M, donde destaca la presencia masculina. "Nuestra sociedad enseña que tenemos que ser iguales, los chicos vienen a las manifestaciones, pero luego aprenden que la mujer es un ser que debe hacer su vida más agradable -dice citando a Russeau- y eso lo aprenden con lo relacionado con el sexo. Saben que no pueden pegar y humillar a una mujer, que no pueden llamarla guarra, puta o zorra, y en el porno eso es lo más flojo que encuentran", relata de Miguel.

Además, considera, la prostitución indica que no deben poner límites al deseo; "pueden encontrar mujeres de todas las razas, con todos los rasgos y a todos los precios... Solo hay que traer un poco de dinero en el bolsillo", explicaba indignada. Y esto, concluía, "es consecuencia del neoliberalismo más destructor" en una sociedad en la que todo se puede comprar y vender. Hasta las personas. Sobre las reivindicaciones del cuerpo y la mercantilización de algunas corrientes feministas, la filósofa tiene claro que no hay que caer en esa trampa.

Las feministas desde los años sesenta "lucharon por dejar de ser un cuerpo y ahora otras vienen con teorías del cuerpo no normativo, que no hace falta ya ni que pienses para ser transgresora", ironizaba. "No es cuestión de cuerpos, somos personas (...) hemos pasado del 'mi cuerpo es mío' a 'es mi mercancía", lamentaba.

Por último, retomaba el tema de la libertad sexual como excusa para defender la prostitución y hacer de cortina de humo respecto a problemas como la precariedad laboral y la inseguridad económica. "Nos hacen pensar que la libertad es la sexual, acostarte con quien quieras y hacer una orgía, nadie cree ya que la libre elección sea por ejemplo ver en qué trabajo te sientes más realizado". En lugar de eso, "tenemos a chicas discutiendo ver si es bueno para el feminismo o no ir con minifalda".

Fuente:

https://www.eldiario.es/cv/femilenial/Ana-Miguel_6_779782026.html

sábado, 21 de julio de 2018

Cuerpo & Vientres de alquiler. Amelia Valcárcel: «No puedes decir mi cuerpo es mío y quedarte con el de otra persona».

Aiende Jimenez
https://www.diariovasco.com

Afirma que no existe «ningún resquicio en el feminismo por el que podamos prestar el mínimo apoyo al alquiler de vientres».

Su conferencia no dejó indiferente al público -mayoritariamente femenino- que asistió ayer al curso '¿Gestación subrogada o vientres de alquiler? Los límites de la mercantilización de los cuerpos de las mujeres' que Emakunde organizó en Donostia. La filósofa y escritora feminista Amelia Valcárcel argumentó su posición en contra y negó que tenga ninguna justificación en el feminismo.

- ¿Gestación subrogada o vientre de alquiler?
- La gestación subrogada es un eufemismo. Se trata del alquiler de personas para que te den criaturas. Por tanto no es una práctica de natalidad, ni médica. Es una vía para obtener algo que se desea, en este caso un bebé. Todos los argumentos que buscan dar legitimidad social a este fenómeno se basan en la división cuerpo-mente, y lo que tenemos es un cuerpo que ha favorecido la existencia de otro, pero no la afiliación del mismo. Esa madre es madre solo del cuerpo, y ni si quiera de todo él, porque la intención de dar vida a otra persona ni siquiera es suya.

«Lo más repugnante es que se utilice la libertad para intentar avalar semejante asunto»

- En su exposición ha hecho referencia en varias ocasiones a la exclavitud. ¿Considera esta práctica una forma de esclavizar a las mujeres?
- A lo largo de toda su historia la humanidad ha admitido ciertas prácticas a las que ha renunciado por muchas razones, y antes de admitir cualquier otra tiene que ser muy cuidadosa, no sea que se reproduzcan partes que ya se ha decidido que no estamos dispuestos a admitir como humanos a día de hoy. Nuestra humanidad ha comprado niños sin parar. Antiguamente había esclavas que solo se dedicaban a reproducirse, porque era un buen negocio, y eso no tiene nada de nuevo. Lo nuevo es prohibir que eso ocurra.

- Usted es feminista. Sin embargo la mayoría de las voces del feminismo son partidarias de la legalización de la gestación subrogada.
- Esta práctica conlleva una negación de la individualidad de los sujetos mujeres, una negación de la relación de filiación que es una de las más importantes y el regreso a dualismos ancestrales que negamos en cualquier otra situación. ¿Deberíamos como feministas admitirlo? Teniendo en cuenta que venimos de una tradición que trata de incorporar el sujeto femenino y que de otra parte es abolicionista y redentorista, no tenemos un solo resquicio por el cual podamos prestar el menor apoyo a este tipo de asunto.

- Hay quienes defienden la libertad de las mujeres para decidir sobre sus actos, el mensaje de 'mi cuerpo es mío'.
- 'Mi cuerpo es mío' es un eslogan, afortunado por cierto, pero no es un fundamento de derecho. No puedes decir mi cuerpo es mío para quedarte con el de otra persona. Lo más terrible que ocurre en este submundo que muchas personas quieren crear es querer utilizar el más hermoso de los nombres, que es el de la libertad, para avalar semejante asunto. Eso es lo más repugnante.

- ¿Y si una mujer decide gestar un bebé para otra persona por decisión propia?
- No conozco ningún caso, pero me daría igual, porque muchas prácticas abusivas son consentidas.

«La mayor parte de las prácticas violentas se dan sin violencia y con apariencia de contrato»

- ¿Esta práctica lo es?
- ¿Se le puede pedir a una mujer que geste y para a una criatura, y decirle que no es suya y que se la entregue a otro por dinero o por nada? La mayor parte de las prácticas violentas se dan sin violencia explícita y bajo la apariencia de contrato, y es algo que ha ocurrido en todas las sociedades en el pasado.

- ¿Qué opina de que se esté planteando su regulación?
- Ya está regulado, está prohibido.
- Matizo, su legalización.
- Es evidente que no existe ni un solo fundamento para aceptar algo así. Ni uno. Como no los hay, el fundamento que se utiliza es a futuro. Esto es, por el superior interés del menor, se admite todo lo que ha habido antes de que este nazca.

- Para las parejas homosexuales es la única forma de cumplir el deseo de tener un hijo, aparte de la adopción.
- Pero deseo no significa derecho, porque sino tendríamos que asociar un derecho a cualquier deseo, y algunos deseos son de ineficaz cumplimiento y otros no están suficientemente justificados.

Fuente:

https://www.diariovasco.com/gipuzkoa/amelia-valcarcel-filosofa-20180713021012-ntvo.html

martes, 15 de mayo de 2018

Feminismo & ¿Justicia? ¿Puede la justicia ser feminista?


www.publico.es



La sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra que absuelve a los miembros de “La Manada” de violación, tipificando el acto delictivo como un abuso sexual, constituye un indulto repugnante revelador de la íntima relación entre patriarcado e (in) justicia.

Varias de las injusticias contra las que luchan las mujeres se derivan de un patriarcalismo que permea el sistema jurídico, directamente implicado en la reproducción de la dominación masculina y la cultura patriarcal. ¿No es violación que cinco hombres penetren forzadamente a una joven? ¿Qué tipo de mentalidad es la de un juez que solo aprecia en el vídeo de la agresión "actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo"? Se trata de una sentencia propia de una justicia miope más preocupada por las reacciones de la víctima ("ni dolor ni asco, era excitación sexual") que por la conducta de los agresores.

La justicia en general y la justicia de género en particular se hallan de nuevo en entredicho en España, una justicia que no ve probada la violencia que requiere la violación, pero que sí ve probada la violencia en la organización de un referéndum pacífico. Lo grave es que no estamos ante un hecho aislado, como ponen de manifiesto otros casos recientes que destilan patriarcalismo jurídico. Me referiré a dos. El primero es el caso de las feministas encausadas de Palma, condenadas a un año de cárcel por interrumpir en 2014 con una protesta pacífica una liturgia religiosa celebrada en la parroquia de Sant Miquel.

La movilización se enmarcaba en un acto de protesta contra la reforma de la ley del aborto que preparaba el por entonces ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón. Las activistas protestaban por la influencia que la Iglesia católica tuvo en la reforma Gallardón. En 2016, la sentencia de la Audiencia Provincial de Palma las consideró autoras de un delito penal contra la libertad religiosa. Ese mismo año, el Juzgado de lo Penal número 6 de Madrid condenaba a la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, a una multa de 4.320 euros por un delito contra los sentimientos religiosos por una protesta en 2011 en la capilla del campus de Somosaguas de la Universidad Complutense de Madrid, del que posteriormente fue absuelta.

El segundo caso es el de la apertura de juicio oral a la activista feminista Nina Parrón, Consejera de Igualdad del Consell Insular de Mallorca. Parrón se enfrenta a un supuesto delito de injurias y calumnias con publicidad contra Jorge Skibinsky, presidente de la Asociación de Padres de Familias Separados de Baleares, quien, en una carta publicada en julio de 2016 en un rotativo local, negaba que el asesinato de Xue Sandra por parte de su expareja fuera una “acción machista”, sino que se trataba de un “crimen pasional” motivado por la “incapacidad del agresor de aceptar que su pareja iba a dejarle”.

Parrón denunció el caso ante la Fiscalía, que archivó la denuncia. A su salida declaró ante los medios de comunicación que las palabras de Skibinsky podían ser constitutivas de un posible delito de apología de la violencia machista. Skibinsky interpuso una querella criminal contra Parrón por calumnias e injurias con publicidad, alegando que las declaraciones habían generado un “clima de tensión” y una “animadversión injusta” contra él. El Juzgado de Instrucción número 8 de Palma impuso recientemente a Parrón una fianza civil de 30.000 euros a la espera de que se celebre el juicio oral.

¿Cómo es posible que quien defiende desde las instituciones públicas los derechos de las mujeres pueda llegar a ser condenada a raíz de una querella de quien reduce un problema estructural como la violencia de género a un episodio de obsesión y enajenación personal?.

El caso de Nina Parrón recuerda a la justicia invertida de la que habla Lewis Carroll en Alicia a través del espejo, que primero sentencia y después juzga. Ambos casos tienen un denominador común: la denuncia de alguna forma de violencia contra las mujeres, pero también ambos presentan contenidos perturbadores para la libertad de expresión, en estado crítico en España tras sentencias como las de Valtonyc, Pablo Hasel, César Strawberry, Cassandra Vera, el caso de los titiriteros, el secuestro del libro Fariña sobre el narcotráfico gallego y la retirada de la obra “Presos políticos” de Arco.

El caso de Parrón es un suma y sigue: representa una mordaza del patriarcado que limita la libertad de expresión, a la par que un aviso para que las feministas anden con pies de plomo y abanderen sus convicciones de forma silenciosa. Sin embargo, conviene situar el retroceso actual de la libertad de expresión en España en el contexto más amplio de la escalada represiva diseñada para silenciar los movimientos sociales, sobre todo a raíz de las movilizaciones que surgieron del 15M, cuya respuesta institucional fue la aprobación de Ley de Seguridad Ciudadana (más conocida como Ley Mordaza) por el Gobierno de Rajoy en 2015.

Las políticas de austeridad que la Unión Europea y el Gobierno español adoptaron en respuesta a la crisis forman parte de una misma estrategia neoliberal y conservadora que criminaliza el activismo social y limita la libertad de expresión. Se trata de una estrategia que combina austeridad y represión para garantizar los beneficios del capital financiero mediante las crisis que genera.

En este contexto, urge reformular la pregunta que se hacía Boaventura de Sousa (“¿puede el derecho ser emancipador?”) de este modo: ¿puede el sistema de justicia ser un instrumento de lucha emancipadora de las mujeres? ¿Puede el derecho dejar de ser un producto de la cultura machista y sexista hegemónica al servicio de la dominación patriarcal que trata a las mujeres como el “segundo sexo”, según la conocida expresión de Simone de Beauvoir?.

Cabe cuestionar de raíz la teoría jurídica, poniendo en tela de juicio los presupuestos e intereses que asume, así como poner en jaque el modo en el que el derecho se aplica, todavía por medio de instituciones que, aunque contemplen las demandas de las mujeres, siguen estando moldeadas por la ideología patriarcal.

Necesitamos un derecho articulado con los conocimientos y los movimientos feministas: ¿por qué en las Facultades de Derecho de las universidades públicas no hay asignaturas de jurisprudencia feminista y sí de Derecho eclesiástico del Estado?.

Un derecho con más acciones de sensibilización, formación y sobre todo de movilización de los juristas comprometidos con el cambio social progresista.

Los platos en equilibrio de la balanza de Temis, la diosa de la justicia en la mitología griega, indican que no hay diferencias entre las personas cuando se juzgan sus aciertos y errores. Desgraciadamente, los hijos del patriarcado han desequilibrado una vez más los platos de la justicia a su favor.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/25670/puede-la-justicia-ser-feminista/

miércoles, 9 de mayo de 2018

Feminismo & Marxismo, Marxismo y feminismo: una perspectiva histórica.

Catherine Andrews

http://www.letraslibres.com

La autora nos hace un breve repaso sociohistórico del feminismo desde sus claves teóricas y como muchas de estas se han alimentando de la teoría marxista.

Siempre me ha fascinado la historia de Olive Schreiner, autora de uno de los textos clásicos feministas del siglo XX (Woman and labour, 1911). Schreiner nació en 1855 en una misión metodista de Cabo del Este (actualmente, República de Sudáfrica). Fue la novena de doce hermanos. Su padre, Gottlob Schreiner, era un clérigo alemán; y su madre, Rebecca Lyndall, hija de un ministro protestante inglés.

En la década de 1880 Olive vivió en Escocia y luego en Londres, donde se hizo amiga de la hija menor de Karl Marx, Eleanor, y de otras mujeres socialistas en el club londinense Nueva Mujer. En ese periodo empezó a investigar sobre lo que llamaría más tarde “el problema del trabajo femenil”; es decir, la cuestión de la idoneidad de las mujeres para trabajar fuera de la casa, muy debatida entre la intelectualidad europea del momento.

Concluyó dicha tarea en 1899 cuando, tras el matrimonio y la muerte de su única hija, se encontró de nuevo en Sudáfrica. Obligada a refugiarse en su casa de manera repentina durante la guerra de los bóeres, tuvo que abandonar el manuscrito terminado. Ocho meses más tarde, cuando un amigo fue por el texto, descubrió que la casa de Schreiner había sido saqueada y quemada, y con ella, su libro. Profundamente decepcionada por la pérdida de veinte años de trabajo, Schreiner decidió reescribirlo. Pero la guerra, y luego su mala salud, le impidieron reconstruir el texto en su totalidad.

Al final, optó por reelaborar solo los últimos capítulos, que fueron publicados en 1911. Cuento la historia de Schreiner en calidad de alegoría por el tema de este ensayo: la relación entre el pensamiento marxista y el feminista del siglo XIX a la actualidad. La historia de su libro ejemplifica de manera excelente esta relación intelectual; su existencia accidentada y llena de violencia simboliza la forma en que el trabajo intelectual de las mujeres se realiza en un mundo aún diseñado para los hombres. El marxismo y los marxistas no han sido siempre los más entusiastas partidarios de la causa feminista. Desde el siglo XIX intentaron marcar una división entre las propuestas igualitarias del “feminismo burgués” y las ideas socialistas dirigidas a desmantelar el capitalismo.

El fin de este, argumentaban, terminaría con la explotación de la burguesía sobre la clase obrera y liberaría a hombres y mujeres por igual. En La ideología alemana (escrita en 1846, pero publicada por primera vez en 1932), Marx y Engels plantearon que la primera división del trabajo derivaba del hecho de que la mujer se embarazaba y se dedicaba a cuidar a sus hijos. Desde su punto de vista, era una división “natural” de las tareas masculinas y femeninas. Engels retomó esta idea más tarde en El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado (1884).

En este texto, argumentó que, en el periodo precapitalista, la familia era parte de una comunidad productiva en la que la propiedad se compartía entre todos sus miembros:

La división del trabajo es en absoluto espontánea: solo existe entre los dos sexos. El hombre va a la guerra, se dedica a la caza y a la pesca, procura las materias primas para el alimento y produce los objetos necesarios para dicho propósito. La mujer cuida de la casa, prepara la comida y hace los vestidos; guisa, hila y cose. Cada uno es el amo en su dominio: el hombre en la selva, la mujer en la casa. Cada uno es el propietario de los instrumentos que elabora y usa: el hombre de sus armas, de sus pertrechos de caza y pesca; la mujer, de sus trebejos caseros. La economía doméstica es comunista, común para varias y a menudo para muchas familias. [El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado, Akal, 2017.]

La transición hacia el capitalismo implicó, de acuerdo con el análisis de Engels, la esclavitud de la mujer, pues la introducción de la propiedad privada y el intercambio de trabajo masculino por dinero en el espacio público modificaron también la relación en el ámbito doméstico. Dice Engels:

La misma causa que había asegurado a la mujer su anterior supremacía en la casa –su ocupación exclusiva en las labores domésticas– aseguraba ahora la preponderancia del hombre en el hogar: el trabajo doméstico de la mujer perdía ahora su importancia comparado con el trabajo productivo del hombre; este trabajo lo era todo; aquel, un accesorio insignificante. [Las cursivas son mías.]

En otras palabras, se interpretaba la explotación sufrida por la mujer a manos capitalistas como una extensión de la infligida a su marido. Ella contribuía a la producción de plusvalía mediante el cuidado de su marido y la procreación de la fuerza de trabajo. Asimismo, se le consideraba como el elemento burgués en la familia, en virtud de su papel como consumidora del salario del esposo. Para conseguir su libertad primero tendría que incorporarse al mercado como fuerza laboral, pues de esta manera podría reclamar la parte correspondiente de los frutos de su trabajo.

Engels subrayaba que “la emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando esta puede participar en gran escala, en escala social, en la producción y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante”. Por consiguiente, el fin socialista debería ser crear las condiciones necesarias para permitir el trabajo de la mujer fuera de la casa, pero no librarla de la responsabilidad “natural” de su sexo.

La interpretación socialista del origen de la subyugación femenil resultó sumamente importante para las mujeres trabajadoras y socialistas. Desde el siglo XIX, se repite para rebatir los argumentos en contra de la presencia de la mujer en el campo laboral, y para exigir de los patrones salarios igualitarios y mejores condiciones de trabajo para las mujeres. Hasta la actualidad es el motor de buena parte de la acción sindicalista entre mujeres.

El origen de la familia
La teoría de Marx y Engels acerca de los orígenes de la familia y el capitalismo también ha servido de distintas maneras para el desarrollo del pensamiento feminista fuera del socialismo.

La versión del comunismo primitivo de Engels, según la cual las mujeres y los hombres compartían el trabajo en condiciones de igualdad, inspiró a Olive Schreiner para elaborar una crítica incisiva a los argumentos científicos de su época que postulaban la inferioridad física e intelectual de las mujeres. Para Schreiner la historia de la relegación de la mujer al espacio privado era una tragedia, pero también una inspiración para el futuro.

Si bien dedica sus primeros capítulos a describir cómo las transformaciones de la sociedad del “estado primitivo” a “la civilización” decimonónica habían “robado a las mujeres su dominio antiguo de la labor productiva y social” para convertirlas en una especie “parasítica” del hombre, no pretendía adjudicar este cambio a la supuesta debilidad de la mujer. Al contrario, buscaba resaltar la fuerza femenil, sus contribuciones al progreso de la sociedad y su espíritu indomable:

Mientras que el hombre cazaba, o batallaba con el enemigo [...], trabajábamos la tierra. Arábamos el campo, cosechábamos el grano, organizábamos las casas, hilábamos y cosíamos la ropa, hacíamos las ollas y pintábamos los primeros dibujos, lo que representaba el primer arte doméstico de la humanidad; estudiábamos las propiedades y usos de las plantas, y nuestras mujeres fueron las primeras médicos de la raza, como sus primeras sacerdotisas y profetas. [Woman and labour, T. Fisher Unwin, 1911.]

Antes de Simone de Beauvoir, Schreiner apuntó que no había nada natural en la división de labores entre hombres y mujeres: entre los animales, las hembras no eran más débiles que los machos y había casos en que ambos sexos compartían la tarea de la crianza. De hecho, para Schreiner, la mujer debería considerarse como el sexo más fuerte, pues su “trabajo era más laborioso e interminable que el del hombre”.

El varón “salvaje” tenía tiempo para descansar “en el sol” comiendo y bebiendo “lo producido por nuestras manos”, mientras que la mujer, incluso “cuando traía un niño en el vientre”, seguía trabajando sin quejarse. Ni siquiera aceptaba el argumento de que el rol masculino de soldado o guerrero ilustraba la inferioridad de las mujeres, pues “incluso en términos de la muerte [...] hay mucha más probabilidad de que la mujer promedio muera en el parto a que el hombre promedio muera en el campo de batalla”.

El libro de Schreiner, por ende, era un llamado a las mujeres a no aceptar su estatus subordinado. Debían de inspirarse en el heroísmo de sus congéneres del pasado que “nunca fueron compradas ni vendidas [...] que no conocían el miedo, ni temían la muerte, pero quienes vivían grandes vidas y tenían grandes esperanzas”. La salvación de la mujer consistía en volver a realizar trabajo productivo y socialmente útil; y, dado que “nada del presente ni del pasado” sugería que había “relación entre las capacidades intelectuales y la función sexual”, no existía cargo al que no pudieran aspirar:

De la silla del juez al escaño del legislador; de la sala del estadista a la oficina del comerciante; del laboratorio del químico a la torre del astrónomo; no hay puesto [...] en el que no aspiremos a meternos: y no hay puerta cerrada que no intentemos abrir; y no hay fruto en el jardín del conocimiento que no vayamos a comer.

La lucha de clases
Las grandes esperanzas de Schreiner y sus compañeras de la primera ola feminista de que la sociedad industrializada ofreciera a las mujeres oportunidades de igualdad mediante el empleo asalariado no se habían cumplido para la década de 1960. Ni siquiera en los países comunistas, donde el número de mujeres trabajadoras era mayor que en los capitalistas. Las mujeres, al parecer, no eran oprimidas solo por su “irrelevancia” económica.

Había que buscar otra explicación para su situación subordinada. El análisis marxista de nuevo resultó muy útil para el pensamiento feminista. No obstante, la inspiración ya no fue Engels y El origen de la familia, sino la teoría de la lucha de clases y su función como motor de la historia. Las feministas del baby boom estadounidense interpretaron su lucha en términos revolucionarios y crearon una narrativa en que las mujeres se describieron como “una clase” oprimida por “la supremacía masculina”, o bien, por lo que llamarían “el patriarcado”. En palabras del famoso manifiesto de las Redstockings (Medias Rojas) de 1969:

La supremacía masculina es la más antigua y la más básica forma de dominación. Todas las demás formas de explotación y opresión (racismo, capitalismo, imperialismo, etc.) son extensiones de la supremacía masculina: los hombres dominan a las mujeres y unos pocos hombres dominan lo restante. Todas las estructuras del poder a través de la historia son dominadas por los hombres y orientadas hacia los hombres. Los hombres controlan todas las instituciones políticas, económicas y culturales, y mantienen ese control mediante la fuerza física. Ellos usan el poder para mantener a las mujeres en una posición inferior. Todos los hombres se benefician económica, sexual y psicológicamente de la supremacía masculina. Todos los hombres oprimen a las mujeres.

En este feminismo radical (adjetivo que deriva de la insistencia en identificar la raíz de la opresión femenina), la mujer no fungía como el elemento burgués de la pareja, como insinuaba Engels. El elemento burgués era el hombre, y el fin del feminismo radical no era otro que “desarrollar la conciencia de clase femenina” con el fin de promover la destrucción del sistema de explotación clasista. Según el análisis radical, la supremacía de la clase masculina se apoya en la violencia física y sexual. Adrienne Rich argumentó en 1980, por ejemplo, que el fundamento del poder masculino reside en el rechazo a que las mujeres desarrollen su propia sexualidad.

En el patriarcado, la mujer se define a partir del servicio sexual que proporciona al hombre, y nunca en función de sus propios deseos. La familia y la heterosexualidad, por consiguiente, no son fenómenos naturales, sino políticos. Las instituciones gubernativas del patriarcado inculcan y reproducen las relaciones de clase. Para Rich, “ante la ausencia de elección [en su sexualidad] [...], las mujeres no tendrán el poder colectivo para determinar el significado ni la posición que podría tener la sexualidad en sus vidas” [“Compulsory heterosexuality and lesbian existence” en Signs, vol. 5, núm. 4, 1980].

La interseccionalidad
El llamado del feminismo radical para que las mujeres adquirieran conciencia de su clase y lucharan por su liberación encontró eco principalmente entre mujeres blancas de clase media en Europa y Estados Unidos. Para otras comunidades femeninas, el discurso de que todos los hombres se beneficiaban de la supremacía masculina no correspondía del todo con sus realidades. Si bien la propuesta de analizar las relaciones entre hombres y mujeres como una lucha entre clases encontró una recepción favorable entre feministas socialistas, como Zillah Eisenstein y Patricia Connelly, no por ello renunciaron a la tesis marxista de la explotación económica en el capitalismo.

Más bien, incorporaron el feminismo radical en sus argumentos. Eisenstein, por ejemplo, planteó “la teoría de un patriarcado capitalista” que postulaba la existencia del patriarcado previa al capitalismo y sugirió que había “una dependencia mutua entre la estructura de clase capitalista y la supremacía masculina”. Afirmaba que el socialismo y el feminismo radical obligaban a estudiar la opresión como si las mujeres ocuparan solamente el espacio privado y los hombres, el público; es decir, se analizaba “el trabajo doméstico o el trabajo asalariado; [...] la familia o la economía; [...] la división sexual del trabajo o las relaciones de clase en el capitalismo”.

La teoría del patriarcado capitalista, en cambio, permitía a las feministas socialistas reconocer que las mujeres existían en ambas esferas y participaban activamente en ellas. Para las feministas negras, las tesis de la supremacía masculina y del patriarcado capitalista no constituían una explicación coherente acerca de la situación de la mujer. Las retóricas socialista y feminista radical no incluían referencias a la opresión racista, que consideraban como una explotación derivativa.

Las socialistas consideraban a esta como producto del capitalismo y las feministas radicales, como resultado del patriarcado. Para las feministas negras de Estados Unidos y las del entonces llamado tercer mundo, era necesario analizar el racismo también como parte medular de la lucha de clases. Como explicaron las integrantes del Colectivo de Río Combahee, un grupo de mujeres negras lesbianas estadounidenses, en su manifiesto de 1977:

Reconocemos que la liberación de toda la gente oprimida requiere la destrucción de los sistemas político-económicos del capitalismo y del imperialismo, tanto como el del patriarcado. Somos socialistas porque creemos que el trabajo se tiene que organizar para el beneficio colectivo de los que hacen el trabajo y crean los productos, y no para el provecho de los patrones. Los recursos materiales tienen que ser distribuidos igualmente entre todos los que crean estos recursos. No estamos convencidas, sin embargo, de que una revolución socialista que no sea también una revolución feminista y antirracista nos garantizará nuestra liberación. [...] Necesitamos verbalizar la situación de clase real de las personas que no son simplemente trabajadores sin raza, sin sexo, pero para quienes las opresiones raciales y sexuales son determinantes en sus vidas laborales/económicas. Aunque compartimos un acuerdo esencial con la teoría de Marx en cuanto se refiere a las relaciones económicas específicas que él analizó, sabemos que su análisis tiene que extenderse más para que nosotras comprendamos nuestra específica situación económica como negras.

Desde la academia, feministas negras como Angela Y. Davis (Women, race and class, 1981) y bell hooks (Ain’t I a woman? Black women and feminism, 1981) retomaron estos argumentos para elaborar una historia del capitalismo e imperialismo en Estados Unidos que subrayaba el peso de esa triple explotación experimentada por las mujeres negras. En 1991, la socióloga Patricia Hill Collins acuñó el término “matriz de dominación” (matrix of domination) para explicar cómo diferentes mujeres lidiaban con dichas opresiones.

Actualmente el feminismo identifica este análisis como “interseccional”. La nomenclatura deriva del trabajo de la jurista Kimberlé Crenshaw quien, siguiendo las tradiciones del feminismo negro, critica la legislación antidiscriminatoria de Estados Unidos por no contemplar la “intersección” de dos o más discriminaciones en una sola queja.

La nueva terminología feminista ya no se refiere únicamente a la opresión resultante de las diferencias sexuales, sino también a la que emana del género.

No obstante, el feminismo interseccional tiene dos corrientes principales: la materialista, que postula que el género es el nombre que se asigna a las relaciones jerárquicas de poder entre la clase masculina y la femenina; y la liberal (y posmoderna), que entiende el género, al igual que la clase y la raza, como formas de “identidad”. Las rupturas y los desacuerdos en la discusión feminista actual solo se pueden entender si se reconoce esta distinción.

En suma, el marxismo y el feminismo tienen una historia compartida de largo aliento. Las feministas de distintas índoles, socialista o no, han adoptado y adaptado los argumentos de Marx y Engels para promover la liberación de la mujer. Hasta la expresión feminista en boga –interseccionalidad– tiene ascendencia marxista.

El planteamiento común es que quieren liberar a la mujer de sus múltiples opresiones ya. No desean esperar a que la revolución o ningún otro movimiento masculino otorgue la justicia que merecen.

Fuente: http://www.letraslibres.com/mexico/revista/marxismo-y-feminismo-una-perspectiva-historica