martes, 7 de octubre de 2014

¿De dónde viene y qué hacer con la deuda?

Hay cuatro falsedades que se utilizan habitualmente para confundir a la población respecto a la deuda y para combatir a los movimientos y partidos progresistas.

La primera es que la deuda se origina porque la gente normal y corriente ha vivido por encima de sus posibilidades, lo que produce lógicamente un gran sentimiento de culpa y lleva a que la gente asuma que hay que pagarla sin rechistar.

La segunda es que la deuda pública se origina porque se realizan demasiados gastos sociales.

La tercera es que los gobiernos y los partidos de izquierda en general son los partidarios de aumentar siempre la deuda porque no ven peligro alguno en ello.

La cuarta es la acusación de que los partidos o movimientos progresistas o de izquierda no pagan la deuda y provocan así problemas económicos mucho mayores.

Veámosla una por una

Las familias no son responsables de la deuda

En 2008, las familias españolas solo eran responsables del 20% de la deuda total española (pública y privada). Además, y según el Banco de España, la mitad de las familias españolas no estaba endeudada en aquel año. En el caso del 40% de las familias más pobres de España, las tres cuartas partes de su deuda era la relativa a la vivienda, y si esta era alta no era por su gusto sino por el precio establecido por los bancos que le prestaban.

Por el contrario, el 57% del total de la deuda española lo originaron los bancos y las grandes empresas. En todo caso, pues, fueron estos quienes vivieron por encima de sus posibilidades y no la gente normal y corriente a quien se le ha pasado la factura.

La deuda no está originada por los gastos excesivos en bienestar

En 2008, la deuda pública solo representaba el 19% de la deuda total española Además, es evidente que la deuda pública no ha crecido en mayor medida cuando se ha ido consolidando el Estado de Bienestar en España sino precisamente cuando éste se ha debilitado como consecuencia de las crisis, tal y como viene sucediendo desde 2007. En ese año, España tenía uno de los porcentajes más bajos de deuda de toda la Unión Europea (36,3% del PIB, frente al 65,2% de Alemania, o el 64,2% de Francia o el 103,3% de Italia).

Por el contrario, la deuda se ha incrementado vertiginosamente cuando la crisis, la falta de actividad y las reformas fiscales favorables a los grupos de renta más alta y a las grandes empresas y bancos ha producido una gran caída en los ingresos públicos. A lo que hay que añadir la gran cantidad de dinero destinado a ayudar a la banca.

Y de una forma muy particular, la deuda se incrementa extraordinariamente desde que se estableció que los bancos centrales no pueden financiar a los gobiernos.

Desde entonces, los gastos extraordinarios o la caída en los ingresos que provocan a los gobiernos las crisis financieras o las circunstancias extraordinarias deben ser financiados por la banca privada a tipos de interés de mercado o incluso más altos por culpa de los especuladores.

Los datos son claros: si se quitan los gastos financieros dedicados al pago de intereses, la inmensa mayoría de los países que forman parte del euro (entre ellos España) registran superávit presupuestarios, salvo en algunos años excepcionales. O dicho de otro modo, si los gobiernos hubieran sido financiados por los bancos centrales a los mismos tipos con que tan generosamente financian ahora a los bancos privados, la deuda pública de los países sería mínima, casi insignificante.

Y aquí aprovecho para señalar otra mentira complementaria de los economistas liberales cuando dicen que, si eso fuese así, es decir, si los bancos centrales financiasen a los gobiernos, se produciría una inflación muy peligrosa.

Es otra falsedad porque para que esa financiación provocase inflación deben darse NECESARIAMENTE tres condiciones: que el dinero de los bancos centrales llegue a la economía (por eso el que ahora dan a los bancos no produce subida de precios), que cuando llegue a la economía se dedique al consumo (y no, como ocurre ahora en mayor medida, a reducir la deuda) y, además, que no aumente paralelamente la producción de bienes y servicios. Por tanto, si al mismo tiempo que los bancos centrales financian a los gobiernos aumenta de modo proporcional la producción de bienes y servicios (que es lo que se busca) no hay peligro alguno de inflación. Y la deuda pública apenas si existiría salvo que, lógicamente, otras circunstancias estén provocando crisis y ayudas extraordinarias a los grupos privilegiados constantemente.

Quien incrementa la deuda son los bancos y los gobiernos de derechas

También es falso que sean los gobiernos de izquierdas quienes crean más deuda.

No hay que olvidar nunca que crear deuda y aumentarla constantemente es el negocio de la banca. Por tanto son los banqueros quienes más que nadie están interesados en que aumente y quienes hacen todo lo posible para que los gobiernos tomen medidas que la provoquen (disminuyendo los ingresos de la gente o las empresas que no cuentan con financiación propia, promoviendo la venta de viviendas en lugar del alquiler, o simplemente corrompiendo a los gobiernos y políticos).

La historia muestra claramente que las etapas de mayor deuda están unidas a fases en las que los bancos han estado más desregulados y han tenido más libertad para hacer negocios y también que han sido con los gobiernos de derechas (Reagan, Bush, las dictaduras militares... o ahora Rajoy en España) con quienes se han alcanzado los niveles más altos de déficits o deuda de todos los tiempos en sus respectivos países.

Por el contrario, los gobiernos de izquierdas o progresistas, casi siempre y salvo alguna excepción, se han tenido que tragar esa deuda previamente acumulada: o han tenido que hacer mil equilibrios para pagarla (como la Venezuela bolivariana, por cierto) o, a pesar de hacer quitas o reestructuraciones que han beneficiado también a los acreedores, han tenido que asumir una gran parte de ella (como recientemente en Ecuador).

La deuda es impagable, no es que no se quiera pagar

Por último, es falso también que los movimientos o partidos progresistas, como Izquierda Unida o Podemos, digan caprichosamente que no pagarían la deuda si gobernasen. ¡Ojalá pudiera ser así y que la deuda desapareciera sin más de un día para otro!

Al respecto, a mí me parece que hay que ir por partes.

En primer lugar, los economistas más sensatos, sean del color que sean y hasta los que trabajan en organismos como el FMI, saben e incluso reconocen públicamente que la deuda que se ha acumulado en el mundo, en Europa o incluso (aunque en menor medida) en España es materialmente impagable (de hecho, si se quisiera pagar en este momento, no habría medios de pago suficientes para ello de tanto como ha crecido. Es imposible, por ejemplo, que una buena parte de las empresas españolas, como ha reconocido el FMI, genere en el futuro beneficios suficientes para poder acabar con su deuda.

Por tanto, la cuestión no radica en decir si se quiere pagar o no, sino en ser inteligentes y poner sobre la mesa soluciones que no sigan paralizando la actividad productiva, hundiendo a las economías y ¡generando más deuda! No tiene sentido empeñarse en hacer frente a un imposible en algo que no conviene a nadie salvo, claro está, a la banca que en 2013 se metió en el bolsillo solo en la Unión Europea y en concepto de intereses, 365.017 millones de euros en 2013 y 6,2 billones de euros desde 1995. Lo que hay que hacer es plantear es cómo salir del bucle infernal en el que estamos, por ejemplo, reestructurando un determinado porcentaje de la deuda para convertirla en perpetua a 100 años. Y, por supuesto, recurriendo a otras fuentes de financiación menos onerosas que las de la banca privada.

Otra cosa es, por otro lado, que una parte importante de la deuda fuese literalmente ilegítima u odiosa, es decir, el resultado de decisiones tomadas materialmente en contra de las decisiones o deseos de la ciudadanía. En cuyo caso, los pueblos tienen el derecho, después de que eso se demuestre con toda claridad, a repudiarla. Estados Unidos, sin ir más lejos, quizá sea el país que en mayor número de ocasiones o ha promovido o ha amparado o ha establecido el ejercicio de este derecho.

Si mañana nos viene un banco y nos reclama 10.000 euros no le decimos de entrada que no le vamos a pagar. Simplemente nos citamos inmediatamente y comprobamos el origen de esa deuda. Si es correcto y legítimo, no nos quedará más remedio que pagarlo, aunque su origen no nos complazca en absoluto.

Desgraciadamente, los gobiernos españoles de los últimos años han dilapidado recursos de todos los españoles. Una clase política corrupta ha tirado el dinero público para enriquecerse (aunque ni siquiera así se puede decir que esa sea la causa de nuestra deuda total), los bancos han pedido prestado cientos de miles de millones para hacer negocio financiando la especulación inmobiliaria que ahora no pueden devolver y se han hecho reformas encaminadas a permitir que los más ricos apenas paguen o que han destrozado nuestra capacidad de generar ingresos. Todo eso ha provocado una deuda gigantesca, aumentada por la manipulación en los mercados y por la existencia de instituciones europeas que se dedican a salvaguardar los intereses de unos países y de unos grupos sociales y financieros frente a los demás.

Ante ello no sirve hacerse ilusiones ni ser ingenuos. La traición de los partidos hasta ahora gobernantes la pagaremos cara y lo que cabe hacer no es creer que todo es fácil y que se le puede dar la vuelta a la situación en 24 horas. Hará falta mucha mano izquierda, mucha transparencia y democracia para que la gente sepa lo que ha pasado, mucha inteligencia para garantizar la estabilidad y que la situación no se vuelva peor de lo que hoy está, y fomentar un sentido muy amplio y generoso del patriotismo para reunir a una inmensa mayoría social que incorpore a la regeneración de España al mayor número posible de compatriotas. Y aún así, nos queda mucho sufrimiento por delante porque la estafa y el robo al pueblo han sido gigantescos.
Fuente: Juan Torres López, Publicado en Público.es el 26 de septiembre de 2014 - http://juantorreslopez.com/impertinencias/de-donde-viene-y-que-hacer-con-la-deuda/#more-6744

El ‘big data’: el trueque del siglo XXI

El big data es hacer una fotografía, viajar, buscar trabajo o conocer gente en la sociedad 2.0, es decir, la sociedad de la información y de las nuevas tecnologías. Así pues, nuestro día a día en esta reciente aristocracia se convierte en cantidades innumerables de datos, una virtualización en cifras. Este almacén se genera mediante nuestra interacción con las nuevas tecnologías a través de páginas web, redes sociales, tecnología biométrica, movimientos transaccionales, etcétera. Pero ¿qué sucede con todo este caos de información? Pues bien, mientras disfrutamos de esta sociedad y le concedemos sin aparente cuidado nuestra vida a las recientes tecnologías, las grandes empresas la utilizan como estrategia para competir con otras grandes empresas, y así las que no se unan a la corriente de indagar en nuestras hazañas perderán competitividad y conocimiento avanzado para su negocio. Nuestros datos son el producto que las sociedades corporativas, entendidas en términos comerciales, quieren y nosotros les damos, a cambio de simples regalos como una cuenta en Google con 15 GB de espacio de almacenamiento. En mi opinión, es una transacción muy rentable para cualquier compañía. Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, afirmó que “la era de la privacidad ha terminado” y que, a su entender, los datos por defecto deberían ser públicos. Así, deduzco que él nos da el poder de comunicarnos de forma más eficiente, pero que cada uno de nosotros le damos supremacía de subastar nuestra vida al mejor licitador.
— Montse Bonet Giné. Abogada especializada en la sociedad de la información y las nuevas tecnologías. Fuente: http://elpais.com/elpais/2014/10/03/opinion/1412357654_072047.html

domingo, 5 de octubre de 2014

Tortilla de patatas paso a paso.

...Seamos sinceros, tortillas de patatas buenas hay muy pocas. Al menos que a mí me gusten. Y que conste que respeto todas las opiniones. Abundan las resecas, apelmazadas y grasientas y las tortillas demasiado gruesas. ¿Mis favoritas? Sin duda las que siguen los pasos del eje A Coruña-Betanzos. Ese tipo de tortillas que comenzaron a elaborarse hace ya cien años en el mesón La Casilla de este pueblo coruñés y que hoy continúan bordando. Siguen su estela La Penela, el Bar Mama Manuela, Mesón Obo, y  El Manjar  en A Coruña. Y por supuesto, O Pote, y Casa Miranda en el propio Betanzos. En Madrid, La Penela y Sacha. Todas espléndidas.

La pasada primavera, Santiago Pedraza y su mujer Carmen inauguraron en Madrid Taberna Pedraza  un local que entre sus especialidades ofrece una soberbia tortilla que Carmen aprendió en el mesón O Pote “Elaboramos 30 tortillas diarias”, me comentaba ayer Santiago. "Consumimos cerca de 1.000 huevos a la semana. Huevos de la casa Coren gallega, entre dos y cuatro días después de la puesta, nunca grandes, con 58 gramos de peso como máximo procedentes de gallinas de corral y bajo contenido en albúmina”. ¡Qué barbaridad ¡ cuántos requisitos, pensé para mis adentros.

Capel1 ¿En qué se diferencian estas tortillas de otras españolas? Aparte de que no llevan cebolla, en muchos pequeños detalles. Traspasé la barra, me acerqué al rincón donde trabaja Carmen y seguí sus pasos. Las fotografías ilustran el proceso mejor que mis palabras.

1) Patatas. Por lo general en Galicia se emplean de la variedad kennebec, dicen que las mejores son de Coristanco en la comarca coruñesa de Bergantiños. En su lugar Carmen utiliza patatas agrias de arena de Chipiona (Cádiz). Las pela a mano, las lava, las corta a cuchillo en gruesos bastones y las corta con mandolina para obtener cuadraditos de 2/3 milímetros de grosor. Remojo en agua, escurrido y fritura en aceite de oliva a 180ºC. Las escurre cuanto están suavemente doradas.
2) Huevos. Emplea 4 unidades para 300 gramos de patatas. Batido suave con dos cucharas para no generar espuma. Al final añade cuatro pellizquitos de sal. “Se salan los huevos, nunca las patatas”, me advirtió Carmen.
3) Después mezcla los huevos y las patatas fritas en un bol con movimientos suaves.
4) El cuajado lo hace a fuego lento, dando hasta cuatro vueltas a la tortilla con intervalos de 30 segundos.

Carmen las deja muy jugosas, como es habitual en A Coruña y Betanzos. Tanto que al cortarlas fluye abundante huevo líquido entre las patatas. Una delicia. Fuente: El País. http://blogs.elpais.com/gastronotas-de-capel/2014/10/una-gran-tortilla-paso-a-paso.html


sábado, 4 de octubre de 2014

Entrevista a Miren Etxezarreta. “Con Marx entendí por qué hay pobres y ricos”

Adrià Porta Caballé
La Hiedra

En el Seminario de Economía Crítica Taifa están de celebración. Y no es para menos: cumplen 20 años de pensamiento crítico y resistencia a la ideología neoliberal. Hablamos con una de sus participantes más antiguas, Miren Etxezarreta, Catedrática Emérita de Economía Aplicada en la Universitat Autònoma de Barcelona. Con la vitalidad característica de quienes llevan toda una vida luchando, nos habla de la situación de la economía como disciplina, por qué es importante leer a Marx hoy y cómo ve el cambio social.

Dices que empezaste a estudiar economía porque siempre te preocupó que haya gente pobre y rica. Sin embargo, reconoces que después de 5 años de carrera no entendiste por qué. Muchos estudiantes de economía sienten aún hoy la misma frustración. ¿Cuál crees que es la situación de la economía como disciplina hoy en día?

El problema es que hay muchos estudiantes de economía que ni siquiera saben que hay distintas escuelas de pensamiento económico: clásica, marxista, keynesiana, feminista, ecologista, etc. Creen que han estudiado “Economía”, cuando a lo que se refieren en realidad es estrictamente al modelo neoliberal.

El caso del marxismo es paradigmático de como un modelo económico que por largo tiempo se ha considerado obsoleto, vuelve a ponerse sobre la mesa con la crisis financiera del 2008. ¿Qué crees que puede aportar hoy la lectura de Marx?

Para mí el descubrimiento del marxismo representó precisamente lo que eché en falta en mi educación universitaria. La lectura de Marx –que fue puramente teórica y autodidacta: yo no militaba en ningún partido por aquel entonces– me explicó porque hay pobres y ricos, esto es, la realidad de la economía. Aún hoy creo que es el paradigma que mejor explica la economía real. Indudablemente la sociedad actual no sigue las pautas de la del s. XIX, pero el método de análisis descrito por Marx se puede adaptar.

Obviamente hay una tesis fundamental, que es la teoría de la explotación, pero para mí lo más importante es la forma en la que te ayuda a mirar a la realidad. En este sentido, no es tan relevante esta o aquella tesis de Marx, sino la misma manera en que formula sus preguntas sobre la economía capitalista. El marxismo es sobre todo un método de análisis.

Dices que para ti el marxismo no significa repetir un dogma aprendido de memoria. ¿Qué añadirías hoy a los postulados clásicos de Marx?
Precisamente nosotras y nosotros ahora en Taifa intentamos ampliar la teoría de la explotación a esferas que no fueron extensivamente tratadas por Marx. Voy a poner dos ejemplos.
A través de John Bellamy Foster [p. ej. en La ecología de Marx: materialismo y naturaleza, 2000] nosotros creemos haber visto claramente como Marx asume el tema de la naturaleza dentro de su propio análisis económico. Pero la verdad es que no está tan explícito; por eso estamos haciendo un esfuerzo de comprensión de la cuestión de la ecología desde el punto de vista marxista de tal modo que, cuando hablemos de la teoría de la explotación, podamos incluir el tratamiento de la naturaleza.

Y después creemos que habría que añadir también el tema de la reproducción de la fuerza del trabajo. Recientemente tuve la oportunidad de charlar con Silvia Federicii sobre esto precisamente. Para mí uno de los elementos importantes de Calibán y la bruja (2004)ii es el haber permitido ampliar el alcance de la teoría de la explotación a un ámbito que hasta ahora había sido tratado casi exclusivamente por la economía feminista.

La pregunta es por tanto cómo integramos dentro la teoría del valor-trabajo el tratamiento de la naturaleza o de la reproducción de la fuerza de trabajo. Y esa es la tarea que creo que nos corresponde a quienes nos auto-denominamos marxistas. Yo no creo que Marx quisiera en ningún momento crear un catecismo ortodoxo…

Hablas siempre de cambiar la sociedad a partir de “microcosmos”. Siendo el Seminario de Economía Crítica Taifa evidentemente uno de estos microcosmos ¿qué función específica cumple dentro del cambio social?
Taifa tiene una doble pretensión. Por un lado, la autoformación: nosotros somos conscientes que sabemos muy poco y de que aún nos queda mucho por aprender. Así que intentamos en la medida de lo posible ampliar nuestros horizontes para entender este mundo cada vez más cambiante, siempre desde una perspectiva crítica. Por otro lado, después de 20 años también creemos que puede ser útil trasladar lo que nosotros vamos aprendiendo a los diferentes grupos de la izquierda transformadora que lo quieran.

Nuestra hipótesis parte de la base de que, dentro del cúmulo de organizaciones críticas que hay –a las que damos la bienvenida, no nos sobra ninguna– la formación está un poco débil y, especialmente, en el caso de la economía. En estos grupos suele predominar por lo general el activismo, pero falta formación. Y si no hay formación uno siempre está expuesto a que cualquier argumento le despiste. Por ejemplo, cuando nos repiten hasta la saciedad “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Por muy activista que alguien sea, si no ha estudiado aunque sea sumariamente el funcionamiento de la economía, le pueden dejar en la duda. En este sentido, nosotros ofrecemos modestamente nuestro conocimiento a la disposición de cualquier grupo interesado. Por esto tampoco formamos parte de ninguno, en Taifa somos muy celosos de nuestra independencia. Queremos estar a la disposición de todos. Dedicarnos a la formación, nuestra y de los demás.

Me recuerda aquello que dice Zizek de que a veces lo más revolucionario es pararse a pensar, para no cometer los errores que resultarían de un activismo impaciente e irreflexivo. Sí que es verdad que hay una relativa falta de formación, pero ¿por qué crees que esto se da especialmente en la economía en comparación con otras disciplinas?
Porque es antipática. Me ha pasado más de una vez que un oyente se sorprenda cuando digo que soy economista. Inmediatamente la pregunta es: ¿pero cómo puede ser que sea economista si le he entendido todo? Y este es el problema: hoy en día se presenta la economía como algo inalcanzable para la gente corriente, usando por ejemplo un vocabulario deliberadamente complicado. Lo que se consigue con esta estrategia es que la gente delegue las cuestiones de política económica –que nos afectan a todos– a una serie de “expertos”. De este modo se esconde lo que los debates económicos realmente son: diferencias ideológicas.

Ya para acabar, desde que empezó la crisis, se ha podido observar un cambio generacional dentro de la movilización política. Con tu experiencia en la lucha ¿qué consejo darías a la gente joven que justo empezamos a tomar conciencia?
Mira, cuando yo era joven estaba claro lo que un comunista tenía que hacer: afiliarse a un partido, hacer la revolución y llegar al poder. Hoy es diferente: el movimiento 15M, las Mareas o la PAH son ejemplos clarísimos. Ante la situación actual yo diría que es fundamental crear ámbitos de autonomía. Espacios alejados del poder institucional donde la gente pueda auto-organizarse fuera del marco capitalista y demostrar en la práctica que hay otras formas posibles de vivir y actuar.

http://seminaritaifa.org/2014/09/17/con-marx-entendi-por-que-hay-pobres-y-ricos-miren-etxezarreta/
http://lahiedra.info/entrevista-miren-etxezarreta/

viernes, 3 de octubre de 2014

Las personas atendidas por Cáritas pasan de 1,9 a 2,5 millones

Los fondos públicos que recibe la organización son los más bajos de los últimos cinco años
La Confederación ha ayudado en total a cinco millones de personas de 40 países

La pobreza se perpetúa en España. Cáritas registró en 2013 el mayor aumento del número de personas atendidas desde el inicio de la crisis. 2,5 millones de ciudadanos en riesgo de exclusión social, 600.000 más que en 2012, buscaron su ayuda. Esa cifra representa un 31% de aumento en un año frente al 24,6% del año 2008. En la organización apuntan a dos tipos de hogares como los especialmente vulnerables: las familias numerosas y las madres solteras. La crisis económica “se está cebando con los hogares con más miembros o con personas dependientes”, explicó Sebastián Mora, el secretario general de Cáritas en la presentación de la Memoria Anual de 2013 que elabora la organización.

Griselys, dominicana de 28 años, encabeza una de esas familias monoparentales que menciona Cáritas en su informe. Desde hace cuatro meses, cuando su marido ingresó en prisión, mantiene sola a sus tres hijos, de tres, cinco y siete años. Lo logra a través de las ayudas sociales. Ayer mismo Griselys recibió 70 euros de Cáritas para comprar cuadernos y lapiceros para sus hijos. “También voy a la organización a pedir una bolsa de alimentos, pero hay que hacer cola desde las 5.00 de la mañana, y hay días en los que no hay comida para todos porque no dan abasto”. Gabriela Jorquera, coordinadora de la Red Europea de la Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en Madrid, valora el aumento reportado por Cáritas como “muy significativo, ya que es una de las organizaciones más grandes de España”. Jorquera también habla de las familias monoparentales como colectivo golpeado fuertemente por la crisis. “Siempre tienen más riesgo de pobreza porque solo cuentan con un sueldo para vivir, pero en el caso de las mujeres es más grave porque su salario suele ser más bajo”.

Francisco Lorenzo, coordinador del equipo de estudios de Cáritas, constata este cambio de perfil de las personas que acuden a la organización. “Cada vez hay más familias numerosas entre los atendidos, además de un aumento en el número de españoles”. En 2007 la crisis económica “golpeaba especialmente a los inmigrantes”, recuerda Lorenzo, pero en los últimos años el porcentaje se ha igualado. Entre ese año y 2008, el número de atendidos por Cáritas aumentó un 71,1%.

La organización ha percibido también un cambio en el número de problemáticas por las que acude la gente. Mientras hace años se ayudaba a la población por temas relacionados con pérdida de empleo, y todas las consecuencias que eso conlleva, ya sea el pago del alquiler, la alimentación y demás necesidades básicas, este último año también se ha hecho frente a una falta de medios sanitarios, como la dispensación de medicamentos. Ana de la Calle, directora del centro social de Villaverde (Madrid), cuenta que no solo reparten alimentos. “Este año hemos visto cómo las familias nos piden hasta vacunas”. De la Calle se refiere a algunas de las que han retirado de la Seguridad Social como “la de la meningitis”. “A la vuelta del verano hemos notado una gran afluencia de gente, sobre todo de familias con hijos porque uno puede comer cualquier cosa, pero cuando no tienes para darles a tus hijos…”, lamenta esta trabajadora social. El comedor que ella atiende tiene capacidad para 200 plazas al día, pero no logran mermar la lista de espera.

El director de Acción Social de Acción Contra el Hambre, Luis González, trabaja diariamente con desempleados de larga duración. “Nos hemos encontrado con que la vulnerabilidad de este colectivo ha aumentado muchísimo”. Precisamente Acción Contra el Hambre está preparando un informe sobre la situación nutricional de estas familias. “No se puede decir que la desnutrición esté directamente relacionada con los procesos de exclusión social, pero sí la inseguridad alimentaria”. González recuerda que tanto personas mayores como núcleos familiares se han visto obligados a modificar su dieta.

De lunes a viernes Griselys y sus tres hijos acuden a un comedor social de Villaverde y viven —“sobreviven”, aclara ella— en un piso del Ivima, que la mujer logra pagar con los 532 euros de la Renta Mínima de Inserción (RMI) que le entrega la Comunidad de Madrid desde hace tres meses. Pero Griselys se muerde siempre las uñas contando los días que le quedan para llegar a fin de mes. “Días antes de llegar al 30 de septiembre ya estaba molestando a una vecina para que me dejase un litro de leche o algo para darles a los niños por las noches”.

En la Memoria de Cáritas también hay lugar para los datos positivos. El número de voluntarios que han acudido a la organización en los últimos cinco años ha aumentado un 30%, lo que se traduce en 18.000 personas solidarias más. La organización también ha informado de que ha atendido a 2,5 millones de personas en otros 40 países. En cuanto al dinero destinado a los colectivos que atienden, se encuentran las personas mayores para las que se reservan 28,5 millones de euros; familia e infancia con 22,8 millones, personas sin hogar con 21 millones e Inmigrantes con 4,7 millones.

La organización ha podido dar cobertura a las necesidades de las personas que han acudido a ella gracias a los fondos privados (el 75 % del total), ya que los públicos que se han invertido son los más bajos de los últimos cinco años. Mientras que en 2009 la financiación pública superaba los 87 millones de euros, en 2013 apenas llega a los 73 millones. Evolución totalmente opuesta a las donaciones de particulares que han aumentado 25 millones de euros en el último año, llegando a los 218.290.147 euros.
Fuente: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/09/29/actualidad/1411989045_795090.html

Extrema situación de pobreza
La verdad es que este es un país singular, parece no interesar a nadie hablar de la situación de extrema pobreza que existe en España, ya son una de cada cuatro personas, hemos llegado a los 2.500.000 hogares sin recursos y somos el quinto país de Europa donde más ha crecido la desigualdad. Nos guste o no, esta es la realidad. Comienza a ser habitual ver diariamente un nuevo caso de corrupción, mientras todos contemplamos impotentes e indignados cómo esos corruptos se enriquecen a nuestra costa, al tiempo que la pobreza en España aumenta un 30%, según el último informe de Cáritas, situación que amenaza con una fractura social si no se remedia pronto. Mientras tanto, los políticos parecen mirar hacia otro lado, pues en estos últimos meses se habla de todo menos de esta grave situación. ¿Acaso el Gobierno no considera este un asunto de extrema importancia?
Menos mal que en este país contamos con la valiosa colaboración de Cáritas y la inestimable ayuda de todos los voluntarios y donantes, porque, si no fuera por ellos, ¡pobres de nosotros!
 Benidorm, Alicante 2 OCT 2014

jueves, 2 de octubre de 2014

¿En qué países es mejor ser anciano?

Fred acaba de cumplir 70 años en Noruega y Zaina hace poco celebró sus 61 en Tanzania. Aunque sus edades sean similares, sus vidas no lo son.
Él espera vivir hasta los 85 años: habita en un país donde la salud y el transporte están subsidiados y además posee una pensión estatal y otra de la compañía privada en la que solía trabajar.
Zaina, en cambio, no tiene ninguna esperanza de recibir una pensión y posee una expectativa de vida que no supera los 75 años.
Sus casos le ponen rostro al Global AgeWatch Index, el ranking publicado este miércoles por la organización británica HelpAge, que mide el bienestar de los ancianos en cuatro áreas: seguridad salarial, salud, capacidades personales y ambiente social favorable.

Personas mayores
La publicación del informe coincide con la conmemoración del día internacional de las personas mayores.
El estudio refleja los datos de 96 países que representan el 91% de las personas mayores de 60 años en todo el mundo.
Uno de los puntos más destacados es el hecho de que América Latina registró los cambios más llamativos en comparación con las cifras de 2013, sobre todo en lo que se refiere a seguridad salarial.

El mejor vs. el peor
El país del mundo donde los ancianos viven mejor es Noruega, seguido por Suecia, que fue el líder en 2013.
En el tercer puesto se ubica Canadá, seguido por Suiza y Alemania. Holanda ocupa la sexta posición y Estados Unidos la octava.

Señores mayores
Las pensiones ayudan a que los ancianos se mantengan activos y sean autosuficientes por más tiempo.
Todos los países del top 10, con la excepción de Japón (9), se ubican en Europa Occidental, América del Norte y Australasia.
Un alto Producto Interno Bruto (PIB) per capita, sistemas de pensiones de amplia cobertura, buenos servicios de salud y ambientes sociales favorables, son algunas de las cualidades de los primeros 20 países de la lista.
Mientras, en el otro extremo, Afganistán es el país que ofrece las peores condiciones para los ancianos.
Muy cerca están Mozambique (95), Tanzania (92) y Uganda (89).

¿Y en América Latina?
Chile fue país latinoamericano en obtener el mejor puesto: el número 22.
A esa nación le sigue Uruguay (23), Panamá (24), Costa Rica (26), Argentina (31) y Ecuador (33).
En el nivel intermedio se ubica Bolivia (51), Colombia (52), Nicaragua (54), El Salvador (57) y Brasil (58).
Venezuela (76) fue el país latinoamericano en obtener la posición menos favorable, mientras que Honduras se ubicó muy cerca, en el puesto 75.

Pareja de ancianos
Se espera que en 2050, la cantidad de personas mayores de 60 años, aumente a 21%.
El informe pone especial atención a las pensiones y cómo ellas pueden contribuir a que la gente permanezca activa y sea autosuficiente por más tiempo.
México (30) y Perú (42) son citados como ejemplos de países en los que ha aumentado considerablemente el número de pensionados con resultados positivos.
Sin embargo, una de las conclusiones del estudio es que solo la mitad de la población mundial aspira a recibir una pensión básica en la vejez, por lo que urge a los gobiernos a actuar más rápido para extender las coberturas mientras la cantidad de ancianos aumenta.

En el mundo, según el informe, hay un total de 868 millones de personas mayores de 60 años, cerca del 12% de la población global.
Para 2050, está previsto que aumente a 21%.
Fuente: BBC.

¿Quién ayuda al Tercer Mundo?

Con la muerte en Madrid del médico y misionero de la Orden de San Juan de Dios Manuel García Viejo (Q.E.P.D) se elevan a dos los muertos europeos —ambos españoles— por el virus del ébola. Estas muertes, otros contagiados europeos y estadounidenses y, sobre todo, las previsiones sobre una posible expansión de la enfermedad en EE UU han movido al presidente Obama a reclamar públicamente más medios para luchar contra la enfermedad, detectada en 1976, y que ha provocado, según anunció la OMS el pasado día 22, el contagio de unas 5.843 personas, y alrededor de 2.804 fallecidos. Contrasta la rapidez con la que el mundo occidental parece dispuesto a enfrentarse al ébola al sentirse amenazado, frente a la desidia con la que contempla el hecho de que, según los mismos expertos de la OMS, se produzcan al año 2.000 millones de casos de diarrea que producen la muerte de 1,5 millones de niños menores de cinco años (uno cada tres minutos).

¿Cómo es posible tal hecho? La respuesta parece sencilla: la diarrea no supone ningún peligro para nuestro Primer Mundo. Ante estos datos, tan solo una pregunta: ¿dónde quedó el famoso 0,7% de los presupuestos como ayuda a los países subdesarrollados?
Fuente: El País. Tomás Díez Vivas.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Allen France: “Convertimos problemas cotidianos en trastornos mentales”. Catedrático emérito de la Universidad de Duke, dirigió la considerada 'biblia' de los psiquiatras

Allen Frances (Nueva York, 1942) dirigió durante años el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM), en el que se definen y describen las diferentes patologías mentales. Este manual, considerado la biblia de los psiquiatras, es revisado periódicamente para adaptarlo a los avances del conocimiento científico. El doctor Frances dirigió el equipo que redactó el DSM IV, a la que siguió una quinta revisión que amplió considerablemente el número de entidades patológicas. En su libro ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel, 2014) hace autocrítica y cuestiona que el considerado como principal referente académico de la psiquiatría colabore en la creciente medicalización de la vida.

Pregunta. En el libro entona un mea culpa, pero aún es más duro con el trabajo de sus colegas en el DSM V. ¿Por qué?
Respuesta. Nosotros fuimos muy conservadores y solo introdujimos dos de los 94 nuevos trastornos mentales que se habían sugerido. Al acabar, nos felicitamos, convencidos de que habíamos hecho un buen trabajo. Pero el DSM IV resultó ser un dique demasiado endeble para frenar el empuje agresivo y diabólicamente astuto de las empresas farmacéuticas para introducir nuevas entidades patológicas. No supimos anticiparnos al poder de las farmacéuticas para hacer creer a médicos, padres y pacientes que el trastorno psiquiátrico es algo muy común y de fácil solución. El resultado ha sido una inflación diagnóstica que produce mucho daño, especialmente en psiquiatría infantil. Ahora, la ampliación de síndromes y patologías en el DSM V va a convertir la actual inflación diagnóstica en hiperinflación.

P. ¿Todos vamos a ser considerados enfermos mentales?
R. Algo así. Hace seis años coincidí con amigos y colegas que habían participado en la última revisión y les vi tan entusiasmados que no pude por menos que recurrir a la ironía: habéis ampliado tanto la lista de patologías, les dije, que yo mismo me reconozco en muchos de esos trastornos. Con frecuencia me olvido de las cosas, de modo que seguramente tengo una predemencia; de cuando en cuando como mucho, así que probablemente tengo el síndrome del comedor compulsivo, y puesto que al morir mi mujer, la tristeza me duró más de una semana y aún me duele, debo haber caído en una depresión. Es absurdo. Hemos creado un sistema diagnóstico que convierte problemas cotidianos y normales de la vida en trastornos mentales.

P. Con la colaboración de la industria farmacéutica...
R. Por supuesto. Gracias a que se les permitió hacer publicidad de sus productos, las farmacéuticas están engañando al público haciendo creer que los problemas se resuelven con píldoras. Pero no es así. Los fármacos son necesarios y muy útiles en trastornos mentales severos y persistentes, que provocan una gran discapacidad. Pero no ayudan en los problemas cotidianos, más bien al contrario: el exceso de medicación causa más daños que beneficios. No existe el tratamiento mágico contra el malestar.

P. ¿Qué propone para frenar esta tendencia?
R. Controlar mejor a la industria y educar de nuevo a los médicos y a la sociedad, que acepta de forma muy acrítica las facilidades que se le ofrecen para medicarse, lo que está provocando además la aparición de un mercado clandestino de fármacos psiquiátricos muy peligroso. En mi país, el 30% de los estudiantes universitarios y el 10% de los de secundaria compran fármacos en el mercado ilegal. Hay un tipo de narcóticos que crean mucha adicción y pueden dar lugar a casos de sobredosis y muerte. En estos momentos hay ya más muertes por abuso de medicamentos que por consumo de drogas.

P. En 2009, un estudio realizado en Holanda encontró que el 34% de los niños de entre 5 y 15 años eran tratados de hiperactividad y déficit de atención. ¿Es creíble que uno de cada tres niños sea hiperactivo?
R. Claro que no. La incidencia real está en torno al 2%-3% de la población infantil y sin embargo, en EE UU están diagnosticados como tal el 11% de los niños y en el caso de los adolescentes varones, el 20%, y la mitad son tratados con fármacos. Otro dato sorprendente: entre los niños en tratamiento, hay más de 10.000 que tienen ¡menos de tres años! Eso es algo salvaje, despiadado. Los mejores expertos, aquellos que honestamente han ayudado a definir la patología, están horrorizados. Se ha perdido el control.

P. ¿Y hay tanto síndrome de Asperger como indican las estadísticas sobre tratamientos psiquiátricos?
R. Ese fue uno de los dos nuevos trastornos que incorporamos en el DSM IV y al poco tiempo el diagnóstico de autismo se triplicó. Lo mismo ocurrió con la hiperactividad. Nosotros calculamos que con los nuevos criterios, los diagnósticos aumentarían en un 15%, pero se produjo un cambio brusco a partir de 1997, cuando las farmacéuticas lanzaron al mercado fármacos nuevos y muy caros y además pudieron hacer publicidad. El diagnóstico se multiplicó por 40.

P. La influencia de las farmacéuticas es evidente, pero un psiquiatra difícilmente prescribirá psicoestimulantes a un niño sin unos padres angustiados que corren a su consulta porque el profesor les ha dicho que el niño no progresa adecuadamente, y temen que pierda oportunidades de competir en la vida. ¿Hasta qué punto influyen estos factores culturales?
R. Sobre esto he de decir tres cosas. Primero, no hay evidencia a largo plazo de que la medicación contribuya a mejorar los resultados escolares. A corto plazo, puede calmar al niño, incluso ayudar a que se centre mejor en sus tareas. Pero a largo plazo no ha demostrado esos beneficios. Segundo: estamos haciendo un experimento a gran escala con estos niños, porque no sabemos qué efectos adversos pueden tener con el tiempo esos fármacos. Igual que no se nos ocurre recetar testosterona a un niño para que rinda más en el fútbol, tampoco tiene sentido tratar de mejorar el rendimiento escolar con fármacos. Tercero: tenemos que aceptar que hay diferencias entre los niños y que no todos caben en un molde de normalidad que cada vez hacemos más estrecho. Es muy importante que los padres protejan a sus hijos, pero del exceso de medicación.

P. ¿En la medicalización de la vida, no influye también la cultura hedonista que busca el bienestar a cualquier precio?
R. Los seres humanos somos criaturas muy resilientes. Hemos sobrevivido millones de años gracias a esta capacidad para afrontar la adversidad y sobreponernos a ella. Ahora mismo, en Irak o en Siria, la vida puede ser un infierno. Y sin embargo, la gente lucha por sobrevivir. Si vivimos inmersos en una cultura que echa mano de las pastillas ante cualquier problema, se reducirá nuestra capacidad de afrontar el estrés y también la seguridad en nosotros mismos. Si este comportamiento se generaliza, la sociedad entera se debilitará frente a la adversidad. Además, cuando tratamos un proceso banal como si fuera una enfermedad, disminuimos la dignidad de quienes verdaderamente la sufren.

P. Y ser etiquetado como alguien que sufre un trastorno mental, ¿no tiene también consecuencias?
R. Muchas, y de hecho cada semana recibo correos de padres cuyos hijos han sido diagnosticados de un trastorno mental y están desesperados por el perjuicio que les causa la etiqueta. Es muy fácil hacer un diagnóstico erróneo, pero muy difícil revertir los daños que ello conlleva. Tanto en lo social como por los efectos adversos que puede tener el tratamiento. Afortunadamente, está creciendo una corriente crítica con estas prácticas. El próximo paso es concienciar a la gente de que demasiada medicina es mala para la salud.

P. No va a ser fácil…
Leer todo en El País.

La necesidad de medicar
José M. Rubio-Lorente Nueva York, EE UU. 1 OCT 2014.  Carta a El País
Me gustaría dar una opinión profesional en respuesta al doctor Frances sobre la entrevista publicada recientemente en la que habla de la “medicalización” de los problemas cotidianos de la vida. La decisión de “medicar” síntomas como la ansiedad o depresión relacionadas con las dificultades de la vida debe responder a dos preguntas: ¿interfieren lo suficientemente con la vida de la persona como para necesitar ayuda? Así lo reconoce DSM-5. El hecho de que tengan que ver con estresores vitales no los hacen menos síntomas, siempre que interfieran persistentemente con la vida del individuo. En tal caso: ¿existe alguna intervención apropiada para tal diagnóstico? La ciencia demuestra contundentemente la eficacia de ciertos tratamientos para ciertos problemas, pero desafortunadamente la eficacia es cuestionable en otros casos. Como en los trastornos adaptativos o de personalidad, donde dificultades de la vida pueden resultar en síntomas prominentes. Aquí es cuestionable medicar, pero no por falta de necesidad, sino de eficacia.

En la persona está la responsabilidad de afrontar con todos los recursos disponibles las frustraciones y dificultades de la vida. Pero en nosotros los médicos está la de una aplicación responsable de la medicina basada en la ciencia y la ética.

martes, 30 de septiembre de 2014

Holanda, culto a la bici Icono, medio de transporte y objeto de deseo. Los Países Bajos, donde hay más bicis que personas, celebran en 2014 el año de la bicicleta. Proponemos un recorrido a golpe de pedal

Holanda está celebrando en 2014 el año de la bicicleta. Y aunque allí todas las mañanas son una fiesta del pedal, la efeméride es la excusa perfecta para subirse al sillín y recorrer un país con más bicicletas (18 millones) que habitantes (16,7 millones). Con más de 100.000 kilómetros habilitados, comenzó a apostar por las bicis en la década de los setenta. “Actualmente Holanda no se entiende sin ellas”, dice Aletta Koster, directora de la Embajada Ciclista de Holanda (www.dutchcycling.nl), un curioso organismo oficial creado para extender la doctrina del pedal por el mundo.

Ámsterdam
Aterrizamos en Schiphol, el aeropuerto de la capital holandesa, en cuyas instalaciones nos cruzamos con una elegante bicicleta de madera, la Boughbike, diseñada por Jan Gunneweg. La usan los trabajadores del aeropuerto dentro del plan de movilidad interno. Inspirados por esta imagen de bienvenida, al llegar al centro nos alquilamos una bici en cualquier esquina y comenzamos la ruta. Lo primero que sorprende es el número de ciclistas: unos van a trabajar, otros llevan colgadas las bolsas de la compra, los papás transportan a sus hijos camino del colegio sentados en sillitas o remolques para varios, hay muchas señoras mayores pedaleando (esto último, indicativo de ciudad amigable para las bicis o bikefriendly)... Los coches no pitan a los ciclistas y los peatones están acostumbrados al ajetreo. Hay semáforos específicos para bicis en la mayoría de los cruces. Bienvenidos a un modelo con futuro: una ciudad donde el 38% de los habitantes elige la bici a diario (otro 28% el coche, y otro 34% camina o usa el transporte público). Ámsterdam tiene más de 400 kilómetros de carriles bicis, una vía ideal para descubrir los canales, declarados patrimonio mundial por la Unesco; el año pasado se celebraron los 400 años de la construcción del denominado canal ring, que circunvala la ciudad. Para profundizar en este alarde de ingeniería se puede visitar el museo Het Grachtenhuis (http://hetgrachtenhuis.nl), dedicado a estas prodigiosas vías de comunicación acuática (hay aparcamientos para bicis en este y en todos los principales museos). Y para no perderse por los canales, la guía City Cycling Amsterdam (4 euros), de la editorial Thames & Hudson (www.thamesandhudson.com), incluye los más variados itinerarios a pedales.

Siguiendo el curso del agua se llega al famoso Barrio Rojo. Tras aparcar la bici, cruzar alguno de sus angostos callejones y echar un vistazo a los escaparates donde se exhiben mujeres semidesnudas dedicadas a la prostitución, parada en Begijnhof (www.begijnhofamsterdam.nl), un inesperado y tranquilo patio que sorprende en medio de esta tumultuosa zona. Era el jardín de un antiguo convento de viudas y solteras que, sin haber hecho votos monásticos, se encomendaban a Dios. Está muy cerca del Amsterdam Museum (www.amsterdammuseum.nl), donde se cuenta la historia de la ciudad.

“No hay una manera más antiholandesa de llegar”, repicaban los tabloides neerlandeses el pasado marzo. Hablaban de la visita a la capital que realizó Barack Obama. En su primera parada, el presidente bloqueó con su coche el acceso al carril bici que cruza los bajos del RijksMuseum (www.rijksmuseum.nl/es). Unos metros por debajo de La noche de ronda de Rembrandt, de La Lechera de Vermeer o de los verdes de Veronese, se puede ir en bici al amparo de arcos neogóticos; casi como si se circulase a través de una catedral. “Pedalear por este pasaje te provoca una sensación muy especial. Cuando lo cruzo pienso: vivo en Amsterdam y esto es genial”, cuenta Gerrit Faber, representante de la Unión Ciclista Holandesa (Fietserbond; www.fietsersbond.nl). El museo, fundado a principios del siglo XIX y que se instaló en su actual sede en 1895, reabrió sus puertas el pasado abril tras una década cerrado. Durante este tiempo se realizó una colosal reforma a cargo del estudio de arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz, que tuvieron que modificar su proyecto original para mantener el paso ciclista que cruza la institución. En los jardines, accesibles de manera gratuita, se puede disfrutar de una exposición de esculturas de Alexander Calder.

Pero no solo las bicicletas son omnipresentes en Ámsterdam: las tiendas dedicadas a ellas también aparecen en cualquier rincón. Van Moof (http://vanmoof.com) es una de ellas. Aquí te tunean la bicicleta instalando la denominada rueda holandesa, un invento neerlandés que convierte una bici normal en eléctrica. También tienen sillines, complementos o luces. “Aquí estamos acostumbrados a que en cada barrio haya, como mínimo, una tienda dedicada a las dos ruedas”, cuenta Julius Brenninkmeijer, uno de los fundadores de Fietsklik (www.fietsklik.com). En su tienda, en la cuidada zona de Oude Waal, además de distribuir un transportín de diseño ideado por ellos, venden gadgets. Es solo una muestra de los artilugios que se pueden encontrar en las tiendas de esta ciudad. No muy lejos —en bicicleta nada está lejos en Ámsterdam— aparece Berry (http://berryamsterdam.nl), un coqueto café con todo tipo de leches (soja, avena…), zumos y smoothies para recuperar fuerzas y donde reciben con esta simpática frase: “I love you berry much”.

A pesar de que las bicis forman parte de la vida cotidiana de los Países Bajos, la apropiación que los modernos han realizado de ellas no pasa desapercibida. FietsKantine (www.defietskantine), literalmente la cantina de las bicicletas, es el epítome de lo hipster. Tienda, cafetería y barbería, este espacio concentra los tres elementos más identificativos del movimiento. El responsable de este concentrado, Luuk de Leeuw, estaba harto de su trabajo como consultor y tomó la iniciativa. “Quería dedicarme a un negocio donde pudiera hacer algo con las manos”, dice. Y lo primero que le pasó por la cabeza fueron las bicis. Normal. Ámsterdam es la mejor ciudad del mundo para pedalear. No lo dicen los neerlandeses sino sus vecinos de Copenhague a través del Copenhagenize Index, un índice que, anualmente, valora 150 ciudades y decide cuáles son las más bikefriendlys (Copenhague es la segunda; Utrecht la tercera, y Sevilla, la mejor posicionada de España, ocupa la cuarta posición). Las únicas valoraciones negativas que obtiene Ámsterdam están relacionadas con los problemas de saturación de velocípedos que tiene el centro histórico, que puede impactar a los que no estén muy acostumbrados a moverse en un mar de bicicletas. A pesar de ello, la circulación es muy relajada. En cualquier caso, si el gentío abruma, siempre se puede pedalear hasta De Ceuvel (http://deceuvel.nl), una antigua zona industrial reconvertida, a través de la arquitectura y los proyectos sostenibles, en un vivero para emprendedores. Además de tomar un café en su restaurante, se puede realizar una visita guiada en la que explican el proyecto...
Fuente: Viajes de El País. 
Bicis de madera, http://www.boughbikes.com/

lunes, 29 de septiembre de 2014

¿Cómo aprendemos?

José Saramago vuelve a hablar a los lectores. Se publica la novela inacabada ‘Alabardas’ sobre la violencia y el negocio de armas. En el libro participan Saviano y Günter Grass

 Saviano escribe sobre 'Alabardas'

Con el mar de Lanzarote, a su izquierda, y el jardín de su casa, delante, asomados en dos ventanas, José Saramago empezó a escribir la novela que dejó inacabada y que verá la luz el 1 de octubre: Alabardas (Alfaguara). La escribió en uno de los salones de su casa, en un sillón color teja rodeado de tonos verdes donde nunca antes había escrito ningún libro. Donde para un tema como el de la industria del armamento y el tráfico de armas continuó la exploración de dos rutas literarias: más depuración en lo escrito y más sentido del humor e ironía.

El Nobel portugués (Azinhaga, 1922-Tías, Lanzarote, 2010) relata sobre el negocio armamentístico, sí, pero también le habla al lector, lo interpela, le cuenta una historia y en ella le pregunta por su posición y responsabilidad moral ante esa situación. O, como dice el poeta y ensayista Fernando Gómez Aguilera, “hurga en su conciencia, para incomodar, intranquilizar y depositar en el ámbito personal el desafío de la regeneración: la eventualidad, si bien escéptica, de encarrilar la alternativa de un mundo más humano”.

Todo empezó a tomar cuerpo el 15 de agosto de 2009, tras la publicación de Caín, con la primera nota de trabajo: “Es posible, quien sabe, que quizá pueda escribir otro libro. Una antigua preocupación (por qué nunca se ha producido una huelga en una fábrica de armas)”. Alcanzó a escribir tres capítulos que dejó en su ordenador, con copias impresas en una carpeta roja sobre el escritorio. Y en otro documento de word esbozado parte de la historia protagonizada por Artur Paz Semedo que “trabaja desde hace casi veinte años en el servicio de facturación de armamento ligero y municiones de una histórica fábrica de armas”. Un hombre separado de su mujer, “no porque él lo hubiese querido, sino por decisión de ella, que, por ser convencida militante pacifista, acabó no pudiendo soportar ni un día más sentirse ligada por los lazos de la obligada convivencia doméstica”.

Pura coherencia.
Pura pregunta que Saramago lanza en una palabra de diez letras: Coherencia. Y de ahí en adelante más. Una historia de esas que encadenan al mundo gobiernos, empresas y ciudadanos, y que nace de otra pregunta: ¿vendió la empresa donde trabaja Artur Paz Semedo armas a los fascistas de la Guerra Civil española?

Eso es Alabarda, cuyo nombre completo sería “Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas”, título extraído de la tragicomedia Exortaçao da Guerra, del dramaturgo Gil Vicente. Una novela en la que el escritor no solo cambió de lugar a la hora de escribir y ahondó en otros registros, sino que debido a su enfermedad alteró su rutina creativa y lo hizo cada vez que pudo. En otros tiempos, recuerda Pilar del Río, su viuda, “dedicaba la mañana a la correspondencia, escribir artículos de prensa o conferencias; mientras, en las tardes, escribía novelas. Pero últimamente tiempo el tiempo le apretaba y ya no tenía horas. ‘El tiempo aprieta’, decía”.

Alcanzó a Saramago ese tiempo, y lo escrito en esa premura se ve ahora en 149 páginas. Una edición especial que incluye los apuntes del autor, un artículo de Roberto Saviano, un texto de Gómez Aguilera y todo embellecido con los dibujos de Günter Grass… lobos rabiosos y asustados, sombras fantasmales, piernas y brazos en marcha militar, sembradíos de armas, cuervos, cuervos…

Imágenes que acompañan un libro, como escribe Saviano, “de páginas que son un criptograma del murmullo continuo de las misteriosas revelaciones que recibimos. Como un manual de traducción de sonidos, percepciones e indignaciones. En Artur las revelaciones que he visto son las de todos los hombres y mujeres que se han defendido de la idiotez al darse cuenta de haber comprendido los dos caminos que existen: quedarse aquí, soportando la vida, charlando con ironía, tratando de acumular algo de dinero y familia y poco más, o bien otra cosa”.

Cuatro años después de muerto, Alabardas se publica con los sentimientos encontrados de Pilar del Río. Desde el principio tuvo claro que lo editaría: “El lector tiene derecho a conocer aquello que le ocupaba al autor que admiraba y por qué se había preocupado tanto. Más en un hombre como Saramago que estaba entre la vida y la muerte trabajando”. Incluso así, cuando podía, escribía dos hojas diarias, en la impresora hacía dos copias, una para su carpeta roja y otra para su mujer, y al día siguiente matizaba o corregía. Lo sorprendente, cuenta Del Río, eran la bonhomía y la ligereza y el humor que quería transmitir un hombre muy enfermo que no sabía si podía acabar el libro. Una novela que será presentada el 2 de octubre en Lisboa con varios actos especiales: por la mañana habrá una visita con los medios a la Fábrica de Braço de Prata, antigua Fábrica de Armas y hoy día Centro Cultural; por la tarde (17 horas) en el Teatro Nacional D. Maria II se dará una rueda de prensa con Baltasar Garzón, Roberto Saviano y António Sampaio da Nóvoa.

Es el diálogo continuado de José Saramago con los lectores en esta Alabardas que escribió en un sitio inédito para él, con ordenador, en su sillón color teja y frente a la mejor obra de la casa, según él: dos ventanas: una con vista al mar y la isla de Fuerteventura y la otra con los árboles del jardín que plantaron juntos.
Fuente: El País.

Pilar del Río: "Le faltaron unos meses para acabar la novela"
“Es una obra de madurez, con una gran ironía y en donde introduce nuevas técnicas narrativas”. Así juzga Pilar del Río la última obra de José Saramago. Pero la compañera del escritor y directora de la fundación del mismo nombre en Lisboa va más allá de la crítica literaria. “José vivía obsesionado por dos grandes ideas, el poder y su responsabilidad, y la barbarie de las guerras y la violencia. De la primera idea surgió Caín. No podía entender cómo el libro sagrado de los cristianos comenzaba con un fratricidio. Alabardas... nace de su segunda obsesión”.

“Esta novela es una idea recurrente desde que oyó que durante la Guerra Civil española se encontró una bomba con un mensaje en portugués en su interior: “Esta bomba no reventará”. Un ser anónimo, una persona, pese a trabajar en una armería, hace todo lo que está en su mano para evitar la violencia. Ese es el mensaje que José quería transmitir. La indiferencia en la que vivimos mientras dedicamos a la industria del armamento más dinero que a la educación o la sanidad. No es una novela sobre la guerra, es una novela sobre la lucha personal. Un canto al activismo individual para cambiar lo establecido, lo que damos por invariable, consciente o inconscientemente desde que nacemos”.

Pilar del Río cuenta que Saramago tenía en su cabeza la novela. “La escribió a continuación de Caín. En su casa de Lanzarote la desarrollaba pese a su debilidad y sus dolores, pero sin parar, porque decía que no quería perder el tiempo, que le iba a faltar. Le faltaron solo unos meses”.

domingo, 28 de septiembre de 2014

La pluma fotográfica de Kapuscinski. La Virreina acoge las imágenes con las que el periodista polaco documentó la caída de la URSS

Por fortuna –la misma diosa que le dio el don de aplicar al periodismo lo mejor del realismo mágico literario— Ryszard Kapuscinski no sabía dibujar. Y aquel niño de una pobre aldea cercana a Varsovia en plena segunda guerra mundial no imaginaba pues cómo retener y dar eternidad a todo lo extraordinario que ocurría a su alrededor. Con los años, y el dinero de un colega del periódico, compró una rudimentaria cámara soviética, una Zorka (mala copia de una Leica alemana). La fotografía iba a mitigar su angustia ancestral y se convertiría en otra ventana desde la que documentar y entender el mundo. Con los años de oficio conservó unas 10.000 instantáneas, una ínfima parte de las que pudo salvar de dos grandes depredadores de negativos: las extremas condiciones tropicales de sus viajes por Asia, África y América Latina y las confiscaciones en fronteras y frentes bélicos.

Entre 1989 y 1991, el mejor reportero polaco del pasado siglo decidió analizar in situ la descomposición final del imperio soviético. Marca de la casa, quería reflejar esa crisis “no desde un único punto de vista sino en toda su enorme dimensión geográfica y cultural”. En una de sus ya míticas fases documentales, Kapuscinski (1932-2007) invirtió la lectura de 57 libros (desde informes económicos a Guerra y paz, para captar el alma rusa) y recorrió de punta a punta las repúblicas soviéticas: hizo 60.000 kilómetros. En ese proceso que daría lugar a uno de sus mejores libros de reportajes, El imperio, entraban, claro, las fotos; inéditas, conservó diversos centenares, una demasiado corta pero demostrativa selección de las cuales conforman la muestra Ryszard Kapuscinski, L’ocàs de l’imperi, que desde hoy y hasta el 23 de noviembre puede visitarse en  La Virreina-Centre de l’Imatge, de Barcelona.

Roland Barthes consideraba que toda buena fotografía es aquella que contiene un punctum, propiedad misteriosa proporcionada por un detalle que lleva a quien la contempla a la reflexión. Kapuscinski, lector del semiólogo francés, aplica esa teoría en cada una de las 36 instantáneas de las 50 que acogió en 2010 la exposición inicial en Varsovia. Fiel a su primer maestro y prestamista, el fotógrafo Janusz Zarzycki --que consideraba que todo fotorreportaje debe tener presencia del ser humano y que fotografiar era encontrarse frente a él cara a cara y salir vencedor de ello--, hay gente, multitudes y muchos primeros planos en las instantáneas en blanco y negro de Kapuscinski. El reportero suele estar cerca de lo fotografiado, fruto también de su credo periodístico: “Para tener derecho a explicar se tiene que tener un conocimiento directo, físico, emotivo, olfativo, sin filtros, de lo que se habla”, defendía. Por eso ese primer plano de dos mujeres en una misma manifestación en Moscú en 1990 ó 1991; el punctum está en sus cabezas: una, la de piel tersa y cuidada, lleva un gorro de astracán; la otra, de tez surcada por una pobreza inclemente, un modestísimo pañuelo atado de manera burda. Está también una mísera comida colectiva improvisada en 1990 en una calle de una región de Azerbayán donde los niños recuerdan, por contexto e indumentaria, a los de la España de los años 40. O la ridícula (por desvalida) y apretujada formación de soldados rusos que en Moscú contemplará (absurdo impedirlo) el paso de una manifestación de 300.000 personas de la oposición democrática que se acerca.

Es un muy buen fotógrafo Kapuscinsi, pero aun es mejor reportero. En las imágenes está la obsesión infantil, que se traduce en combinar instantánea estética con detalle periodístico: “Comunismo para los comunistas y para el pueblo, ¡vida!”, reza el cartel del joven de cazadora tejana al que casi no se ve el rostro de tan atrás que tira el cuello para mirar al cielo. Tras el golpe de estado frustrado de 1991, un soldado y un militar de alta graduación acompañan un cosaco y un pope sosteniendo un retrato del último zar de Rusia. En Ucrania, en 1991, de una en aparente simple imagen de un conjunto escultórico del que sobresale un Lenin gigante, dos pequeñas pintadas del pedestal le dan todo el sentido: “Fin del leninismo”; “¿Dónde están nuestras casas, hospitales y escuelas?”.
Fuente: El País.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Javier Marías también rechazaría el Premio Cervantes. El autor habla del aborto, la Posguerra o la Transición en la presentación de 'Así empieza lo malo'

No faltó humor en la presentación de Así empieza lo malo, la novela número catorce en el universo literario de Javier Marías (Madrid, 1951). En el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el autor ha hablado de la inesperada chispa que descubrió en Rajoy ayer, de cómo Gallardón, desjusticiado, tal vez busque justicia por su cuenta y de que la gente hoy en día, así en general, "está loca". Pero una de sus sonrisas más genuinas la esbozó cuando llegó la pregunta de si "perdonaría" que le concedieran el premio Cervantes, que se falla en noviembre: "No. Cuando rechacé el Premio Nacional de Narrativa [por Los enamoramientos] ya dije que no aceptaría ningún galardón, ni invitación del Gobierno. ¿Quién paga el Cervantes? Pues ya tiene su respuesta".

También se adelantó a las chanzas que se quieran hacer si su nueva obra no gusta: "Desde la primera página uno descubre que en vez de Así empieza lo malo debiera titularse Así empieza lo peor. Como es facilón, prefiero hacer el chiste yo". Pero no es su novela precisamente una comedia. En realidad es una prolongación más de esa "gran novela" en temas y a veces hasta en personajes que lleva escribiendo desde que debutó a los 19 años con Los dominios del lobo.

En Así empieza lo malo traza un triángulo entre un matrimonio en podredumbre —el de Beatriz Noguera y Eduardo Muriel, cineasta español con parche, como John Ford— y ese personaje testigo de intimidades que tanto explota la literatura. Marías carga al voyeur con el peso de los años, porque la acción que recuerda sucede en la España del 81, antes (y no es baladí para la historia) de que se permita el divorcio, pero el personaje se encuentra en la España del aquí y ahora. "Esta es una novela de personajes. De la vida privada. Como se dice en la obra, cuenta una historia tenue, de las que muchas veces no salen del ámbito íntimo".

Pero Así empieza lo malo también tiene una "posible" lectura política. Muy relacionada con dos períodos clave del siglo XX español: la Transición y la Posguerra. Marías defiende la primera, aunque luego se haya "torcido" y reconociendo lo difícil de asumir la amnistía total para el régimen franquista: "No hay nada perfecto, pero tengan en cuenta que llevamos 40 años con un país normal —con elecciones, con partidos políticos— cuando la normalidad en España se contaba por trienios". De la segunda dice cosas más duras en su novela. Página 46: "Algunos individuos notables que habían apoyado a Franco [...] comenzaron a fraguarse biografías ilusorias, a presumir de demócratas desde la época ateniense y a proclamar que su antifranquismo venía de antiguo, cuando no de siempre". Un poco más adelante, en la página 50, una advertencia desde el pasado al presente de ese cineasta tuerto y larguirucho que prefiere pensar tumbado en el suelo: "Tardará en olvidarse cómo somos o cómo podemos ser, y además con facilidad, basta una cerilla".

Que haya púas en ciertos pasajes no quiere decir que Marías se haya puesto la toga de juez. Porque para el escritor madrileño la "moralina" en los temas es lo que el "adorno" a la prosa: "Es ridículo que en el siglo XXI un escritor se dedique a dar lecciones, tomar partido o algo que se le parezca". Eso sí, bromear no le molesta, como con las declaraciones del presidente Rajoy ayer tras el gran fiasco de su legislatura, la reforma fallida de la ley del aborto: "Por una vez me han parecido chistosas. Una de las razones que adujo para esta retirada fue: 'Hombre es que no se puede tener una ley que un nuevo Gobierno vaya a cambiar al día siguiente de ganar las elecciones'. Pues hombre para eso cambie la de educación, la de tasas judiciales...".
Fuente: El País.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Los antiguos Erasmus tienen un 23% menos de desempleo. Bruselas atribuye mejores perspectivas laborales a los europeos que han disfrutado la beca

Las becas Erasmus favorecen la inserción laboral de los europeos. La Comisión Europea ha presentado esta mañana un estudio sobre el impacto de estas becas, una de las principales señas de identidad de la Unión Europea, en el futuro laboral y personal de quienes las disfrutan. Los alumnos Erasmus tienen un 23% menos de tasa de paro cinco años después de graduarse y sus probabilidades de sufrir desempleo de larga duración (superior a 12 meses) representan la mitad que en el resto de los estudiantes.

El trabajo, basado en casi 80.000 respuestas y con entrevistas directas a alumnos, profesores y empresarios en ocho países europeos  -entre ellos España-, arroja los primeros datos concretos sobre los beneficios de este programa. “El mensaje es claro: si estudias o te formas en el extranjero, tienes más probabilidades de mejorar tus perspectivas de empleo", ha explicado la comisaria europea de Educación,  Androulla Vassiliouque lleva cada año al 5% de los europeos a estudiar fuera de su país (más de 250.000 en el curso 2011-2012).
Fuente: El País.
Foto: bicis de madera.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Solo los locos y los economistas creen en el crecimiento sin fin. Cuarta Conferencia Internacional sobre Decrecimiento para la Sostenibilidad Ecológica y la Equidad Social


A partir de la segunda mitad del siglo XX, el crecimiento económico se transformó en un objetivo evidente de las políticas públicas y el producto interno bruto pasó a ser el índice más importante para medir la actividad económica.

Esta fue la premisa subyacente de la Cuarta Conferencia Internacional sobre Decrecimiento para la Sostenibilidad Ecológica y la Equidad Social, celebrada en la ciudad alemana de Leipzig este mes, que hizo un balance del movimiento del “decrecimiento”, cuyo objetivo es desacreditar el dogma del crecimiento y abogar por un replanteamiento fundamental de los conceptos y las prácticas económicas convencionales.

Muchos seguidores del movimiento, que argumentan que “toda persona que piense que el crecimiento puede continuar indefinidamente o está loca o es economista”, basan su filosofía en un libro de 1972, “Los límites del crecimiento”, de Donella Meadows y otros autores, que analiza los resultados de una simulación por computadora de un crecimiento económico y demográfico exponencial, con recursos finitos.

La conferencia de Leipzig fue la cuarta de su tipo, después de París (2008), Barcelona (2010) y Venecia (2012), pero la mayor de todas, con unos 3.000 participantes. Se organizaron cientos de talleres, debates y películas o presentaciones de científicos, investigadores, activistas y miembros de organizaciones no gubernamentales que se reunieron para discutir el decrecimiento económico, la sostenibilidad y las iniciativas ambientales.

El reconocido economista ecuatoriano Alberto Acosta, quien fuera presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Ecuador en el bienio de 2007-2008, dijo a los participantes que en China, que se presenta como un caso próspero de crecimiento económico, 75 por ciento de esa expansión beneficia solo a 10 por ciento de la población, mientras que los enormes centros urbanos chinos están tan contaminados que incluso el gobierno quiere construir ciudades ecológicas.

Acosta, quien desarrolló la iniciativa Yasuní-ITT, un plan para renunciar a la explotación petrolera en el Parque Nacional Yasuní, argumenta que el “extractivismo” es una de las prácticas más dañinas vinculadas al capitalismo tardío, ya que se extraen cada vez más recursos naturales no renovables de la tierra y se pierden para siempre, a la vez que producen enormes cantidades de emisiones nocivas.

Para contrarrestar el extractivismo, Acosta aboga por el “buen vivir”, que se basa en el “sumak kawsay” o vida plena de los pueblos quechuas andinos, una manera de vivir basada en la comunidad, con equilibrio ecológico y sensibilidad cultural.

Para el griego Giorgos Kallis, un investigador ambiental y profesor de la Universidad de Barcelona, ​​el decrecimiento tiene que proporcionar espacio para la acción crítica y para reconfigurar el desarrollo desde abajo, en el intento de dedicarle menos tiempo a la economía capitalista y más a la economía de cuidados.

Cuando se le preguntó si el concepto de decrecimiento no era demasiado radical o incómodo, Kallis dijo: “Sí, tal vez el decrecimiento no caiga bien, pero ese es precisamente el punto, que no caiga bien. Es hora de hacer que este mensaje sea relevante”.

La activista social y escritora canadiense Naomi Klein, conocida principalmente por su libro “No logo: el poder de las marcas”, que para muchos se convirtió en un manifiesto del movimiento contra la globalización empresarial, estuvo presente en la conferencia por Skype para decirles a los participantes que el cambio radical en la política y el paisaje físico es la única posibilidad real de escapar al desastre.

Las estrategias reformistas no bastan, advirtió Klein.
Uno de los principales defensores del movimiento del decrecimiento es el holandés Francois Schneider, uno de los primeros activistas que lo impulsaron con un recorrido en burro de un año por Francia, en 2006. Schneider también fundó la asociación académica Investigación y Decrecimiento.

“El cambio sistémico implica a segmentos enteros de la sociedad”, dijo Schneider a IPS. “No se trata solo de una pequeña parte y tampoco esperamos que una decisión del Parlamento Europeo lo cambie todo. El diálogo es la clave. Y presentando muchas propuestas diferentes”, añadió.

Tomando el ejemplo del transporte y la movilidad explicó que es inútil encarar la transformación de este elemento en forma aislada porque “el transporte está vinculado a la energía y la publicidad está ligada a la industria del automóvil”.

Vijay Pratap, activista indio del movimiento juvenil socialista y miembro de Diálogos del Sur de Asia sobre la Democracia Ecológica, reclamó la inclusión de las mayorías marginadas en el movimiento por el decrecimiento. “Salvo que iniciemos los procesos para que puedan convertirse en líderes de su propia liberación, no podrá existir una sociedad postcrecimiento real”, advirtió.

Aunque quedó satisfecho con lo que consideró un enfoque muy igualitario y democrático de la organización de la conferencia, Pratap señaló que se debería asegurar la inclusión de “aquellos que no hablan inglés, no saben navegar las redes sociales por Internet y no tienen acceso a los organismos donantes filantrópicos internacionales”.

Según Pratap, que participó como organizador en el encuentro del Foro Social Mundial en Bombay en 2004, esa fue una gran lección aprendida en esa ocasión.

Lucía Ortiz, directora del programa de Amigos de la Tierra Internacional y activa en los movimientos sociales de Brasil, no tuvo pelos en la lengua cuando proclamó en Leipzig que “el decrecimiento es la bala para desmantelar la ideología del crecimiento”.

La próxima conferencia, que tendrá lugar en 2016, tendrá mucho más éxito que la de este año, aseguró Kallis.

Al comentar sobre el incremento de la participación de París en 2008, cuando asistieron unos pocos cientos de personas, a los 3.000 de Leipzig este año, bromeó: “A este ritmo, dentro de 20 años, vamos a tener a todo el mundo en la conferencia.”
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2014/09/solo-los-locos-y-los-economistas-creen-en-el-crecimiento-sin-fin/
Holanda, culto a la bici.
Bicis de madera, aquí.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

El valor del saber. En nuestra sociedad el conocimiento se ha industrializado de manera acelerada. Es un bien más

La idea de que vivimos en una sociedad del conocimiento se ha convertido en un lugar común. El saber y la formación, se dice, son los principales recursos, y quien invierta en formación estará invirtiendo en el futuro. A primera vista parecería que se cumple así el sueño de una sociedad formada. Una segunda mirada es más bien decepcionante: mucho de lo que se presenta como “sociedad del conocimiento” no deja de ser un gesto retórico que tiene menos que ver con la idea de formación que con intereses políticos y económicos inmediatos. Uno tiene incluso la impresión de que en la sociedad del conocimiento precisamente lo que no tiene ningún valor propio es el conocimiento, en la medida en que el saber es definido de acuerdo con criterios, expectativas, aplicaciones y valoraciones externas.

Se dice que la sociedad del conocimiento ha sustituido a la sociedad industrial, pero da la impresión de que, al contrario, es el saber el que se ha industrializado de manera acelerada y se piensa la producción, transmisión, almacenamiento y aplicación del saber como si se tratara de un bien más. De hecho el lenguaje es muy delator: nos hablan de transferir la investigación en tecnologías, es decir, en zonas de rentabilidad económica.

La Universidad está sufriendo una enorme presión de funcionalización económica inmediata, lo que se pone de manifiesto en esa alianza ideológica entre las cantidades y la pedagogía, en virtud de la cual todo es resuelto en magnitudes contables y dispuesto para su utilidad mercantil gracias a una genérica capacitación pedagógica. Para comprender este proceso basta con reflexionar sobre la significación que tienen algunos procedimientos en marcha: la acreditación está todavía muy condicionada por el peso de las cantidades; los nuevos créditos ECTS están pensados a la medida de las normas industriales; la euforia del PowerPoint sirve para prescindir de las conexiones lógicas; el impulso del trabajo en equipo funciona como procedimiento para favorecer la homogeneización y disuadir de la creatividad individual; los rankings son un producto de la mentalidad del management aplicada a la enseñanza…

Lo que todo esto revela es que no estamos hablando tanto de formación como de un tipo de saber que es tratado como una materia prima y que convierte a los estudiantes en algo disponible para el mercado de trabajo. El saber y la formación no son ningún fin en sí, sino un medio para los mercados emergentes, la cualificación de los puestos de trabajo, la movilidad de los servicios y el crecimiento de la economía. No es extraño que el lenguaje de los valores inmateriales adopte la forma del capital: como capital humano, social o relacional. Toda capacidad humana se convierte en una capacidad de la que se puede hacer un balance. De ahí la dificultad a la que se enfrentan aquellas materias en las que se ejercita una forma de pensamiento que no tiene relación inmediata con una praxis, como las lenguas clásicas, las matemáticas, el arte, la música, la filosofía… Domina el modelo de la empleabilidad y la competitividad. Como nos advierten reiteradamente, en un mundo que cambia velozmente, en el que se modifican las competencias, habilidades y contenidos exigidos, la “falta de formación” (lo dicen con otras palabras, pero es esto) se convierte en una virtud que permite al sujeto, con flexibilidad, rapidez y sin cargas, ponerse a disposición de las exigencias del mercado.

Ahora bien el “hombre flexible”, que está dispuesto a aprender toda su vida, que pone sus habilidades cognitivas a disposición de los mercados frenéticos es una caricatura de la formación humana. Sin capacidad sintética, sin sentido ni interpretación, un saber así no es más que piezas prefabricadas (módulos y créditos), que se pueden poner a disposición de casi cualquier cosa y se olvidan. De un saber fragmentado y universalmente disponible no se sigue ningún ideal de formación ni de sentido crítico.

Todo esto revela un profundo desconcierto acerca de lo que significa el saber y de su utilidad social última. El saber es más que información con utilidad inmediata; es una forma de apropiación del mundo: conocimiento, comprensión y juicio. Sin reelaboración y apropiación subjetiva en términos de comprensión, la mayor parte de las informaciones se quedan como algo meramente exterior. A diferencia de la información, que es interpretación de datos en orden a la acción, el saber es una interpretación de datos en orden a describir su relación causal y su consistencia interna. Los datos y conceptos sólo se convierten en saber cuando pueden ser vinculados de acuerdo con criterios lógicos y consistentes que constituyan una totalidad con sentido. El saber existe únicamente allí donde algo es explicado o comprendido. Saber significa siempre poder dar una respuesta a la pregunta acerca del qué y el porqué.

El valor del saber que la Universidad está obligada a representar no es el del almacenamiento, la competencia o la utilidad inmediata. Cuando sostenemos que la Universidad es un espacio en el que hay docencia e investigación no estamos aludiendo a dos actividades que deban realizarse al mismo tiempo sino a la naturaleza del saber que se cultiva en la Universidad; que uno enseña lo que investiga e investiga lo que enseña quiere decir que nos interesa aquella dimensión del saber que lo tiene como algo provisional, revisable, discutible, sujeto a crítica; de alguna manera nos dedicamos a enseñar lo que no sabemos. Para el saber asegurado están otras academias de noble oficio.

La Universidad es el lugar de la problematización del saber, donde el saber es continuamente revisado y convertido en objeto de reflexión. Este tipo de saber no se puede producir donde no hay una cierta libertad frente a la utilidad, el imperativo de la relevancia para la praxis, la cercanía social, la actualidad. El saber en este sentido se escapa de los modelos estandarizables y reproducibles; remite siempre a una creatividad que no se puede institucionalizar en procedimientos que la aseguren. Y esto es precisamente lo que está en juego: la consideración del saber como una mercancía o como algo que tiene valor en sí mismo, como mera pericia que se transmite o como juicio crítico que cada uno (cada sujeto, cada generación) debe adquirir.  6 SEP 2014 -
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/09/04/babelia/1409839711_470047.html

martes, 23 de septiembre de 2014

La democracia del siglo XXI. Con reglas de juego correctas podríamos restaurar un crecimiento rápido y compartido

La recepción en Estados Unidos, y en otras economías avanzadas, del reciente libro de Thomas Piketty (El Capital en el Siglo XXI) da testimonio de la cada vez mayor preocupación sobre la creciente desigualdad. El libro de Piketty refuerza aún más la colección ya abrumadora de pruebas sobre la vertiginosa subida de la proporción de ingresos y riqueza en la parte más alta de la distribución del ingreso y la riqueza.

El libro de Piketty, además, ofrece una perspectiva diferente sobre los 30 o más años posteriores a la Gran Depresión y a la Segunda Guerra Mundial: ve a este período como una anomalía histórica, tal vez causada por la inusual cohesión social que los eventos catastróficos pueden estimular. En dicha época de rápido crecimiento económico, la prosperidad fue ampliamente compartida, y todos los grupos avanzaron; sin embargo, aquellos grupos en la parte inferior vieron mayores ganancias porcentuales.

Piketty también arroja nueva luz sobre las “reformas” que promocionaron Ronald Reagan y Margaret Thatcher en la década de los ochenta como potenciadoras del crecimiento del cual todos se beneficiarían. De manera posterior a dichas reformas sobrevino un crecimiento más lento y una mayor inestabilidad a nivel mundial, y además, el crecimiento que sí aconteció benefició en su gran mayoría a aquellos en la parte superior de la distribución.

Pero el trabajo de Piketty va más allá: plantea problemas fundamentales tanto sobre la teoría económica como sobre el futuro del capitalismo. Piketty documenta un gran incremento en el ratio riqueza/producción. En la teoría estándar, tales incrementos estarían asociados con una caída en el rendimiento del capital y un aumento en los salarios. Sin embargo, hoy en día el rendimiento del capital no parece haber disminuido, a pesar de que los salarios sí disminuyeron. (En Estados Unidos, por ejemplo, los salarios medios han disminuido alrededor de un 7% en las últimas cuatro décadas).

La explicación más obvia es que el incremento en la riqueza medida no corresponde a un incremento en el capital productivo —y los datos parecen ser consistentes con esta interpretación—. Gran parte del incremento en la riqueza provino de un incremento en el valor de los inmuebles. Antes de la crisis financiera de 2008, se pudo evidenciar en muchos países la presencia de una burbuja inmobiliaria; incluso hasta ahora, puede no se haya “corregido” dicha situación de manera completa. El aumento en el valor también puede representar la competencia entre los ricos por bienes que denotan una “posición” —una casa en la playa o un apartamento en la Quinta Avenida de la ciudad de Nueva York—.

A veces, un aumento en la riqueza financiera medida corresponde a casi nada más que un simple desplazamiento desde la riqueza “no medida” hacia esa riqueza medida —y estos desplazamientos pueden, en los hechos, reflejar un deterioro en el desempeño de la economía en general—. Si aumenta el poder monopólico o las empresas (como, por ejemplo, los bancos) desarrollan mejores métodos para la explotación de los consumidores comunes, ello se mostrará como mayores ganancias y, cuando dichas ganancias se capitalizan, se mostrarán como un aumento en la riqueza financiera.

No obstante, cuando lo anteriormente detallado sucede, el bienestar social y la eficiencia económica por supuesto que caen, incluso de manera simultánea a un aumento oficial en la riqueza medida. Nosotros simplemente no tomamos en cuenta la disminución correspondiente al valor del capital humano —es decir, no tomamos en cuenta la disminución de la riqueza de los trabajadores—.

Por otra parte, si los bancos tienen éxito en el uso de su influencia política para socializar las pérdidas y retener más y más del total de sus ganancias mal habidas, la riqueza medida en el sector financiero aumenta. No medimos la disminución correspondiente a la riqueza de quienes pagan impuestos. Del mismo modo, si las corporaciones convencen a los gobiernos para que estos paguen más de lo debido por sus productos (tal como las grandes compañías farmacéuticas pudieron lograrlo), o si las corporaciones obtienen acceso a recursos públicos a precios por debajo de los precios del mercado (tal como las empresas mineras pudieron lograrlo), aumenta la riqueza financiera medida, a pesar de que existe una disminución en la riqueza de los ciudadanos comunes.

Lo que hemos estado observando —estancamiento de los salarios e incremento en la desigualdad, incluso a medida que la riqueza aumenta— no refleja el funcionamiento de una economía de mercado que se considera como normal, sino que refleja lo que yo denomino como “capitalismo sucedáneo” (en inglés ersatz capitalism). El problema puede que no sea cómo los mercados deberían funcionar o cómo dichos mercados funcionan en los hechos, pero puede que el problema se ubique en nuestro sistema político, el mismo no ha logrado garantizar que los mercados sean competitivos; y además, dicho sistema político ha diseñado reglas que sustentan mercados distorsionados en los que las corporaciones y los ricos pueden (y por desgracia sí lo hacen) explotar a todos los demás.

Los mercados, por supuesto, no existen en un espacio vacío. Tienen que haber reglas del juego, y éstas son establecidas a través de procesos políticos. Los altos niveles de desigualdad económica en países como Estados Unidos y, cada vez más en países que han seguido el modelo económico de dicho país, conducen a la desigualdad política. En un sistema como el que se describe, las oportunidades para el progreso económico se tornan, a su vez, en desiguales, y consecuentemente refuerzan los bajos niveles de movilidad social.

Por lo tanto, el pronóstico de Piketty sobre niveles aún más altos de desigualdad no refleja las inexorables leyes de la economía. Simples cambios —incluyendo la aplicación de niveles más altos de impuestos a las ganancias de capital y las herencias, un mayor gasto para ampliar el acceso a la educación, la aplicación rigurosa de las leyes antimonopolio, reformas a la gobernanza corporativa que contengan los salarios de los ejecutivos, y regulaciones financieras que frenen la capacidad de los bancos para explotar al resto de la sociedad— reducirían la desigualdad y aumentarían la igualdad de oportunidades de manera muy notable.

Si logramos tener las reglas de juego correctas, podríamos incluso ser capaces de restaurar el crecimiento económico rápido y compartido que caracterizaba a las sociedades de clase media de la mitad del siglo XX. La principal interrogante a la que nos enfrentamos hoy en día realmente no es un cuestionamiento sobre el capital en el siglo XXI. Es una pregunta sobre la democracia en el siglo XXI.

Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro más reciente, en coautoría con Bruce Greenwald, es Creating a Learning Society: A New Approach to Growth, Development, and Social Progress.
Fuente: El País.
Thomas PikettyPágina Web oficial de Piketty