martes, 31 de marzo de 2020

La revolución ‘maker’ llega a la educación.

El aprendizaje por proyectos y la tecnología acercan las disciplinas STEM a los estudiantes, a la vez que contribuyen a desarrollar las llamadas ‘habilidades blandas’

Aprender construyendo, en espacios informales, sociales y colaborativos, donde los roles tradicionales de profesores y alumnos se desdibujan y donde priman la creatividad, el intercambio de conocimientos y la motivación personal para crear e inventar de la mano de las nuevas tecnologías: es la cultura maker, heredera del movimiento Do It Yourself (“hazlo tú mismo”) y la cultura del garaje en Estados Unidos y vinculada a las disciplinas STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés). Desde su desembarco en el entorno educativo, se asocia a un aprendizaje práctico basado en los proyectos y el desarrollo de habilidades blandas como la curiosidad, el pensamiento crítico, la reflexión y el trabajo en equipo.

Ya sean de ciencia, mecánica, robótica o programación, los programas maker tienen en común la creación de productos de forma artesanal y comunitaria a través de la tecnología. Un entorno donde el énfasis se pone más en el proceso que en la acumulación de contenidos; en la colaboración más que en la competición; en la socialización del conocimiento por encima de la institucionalización del mismo. De su creciente protagonismo es, por ejemplo, testigo la feria SIMO Educación, que desde 2017 le dedica su espacio Maker. Todo para cambiar una realidad indiscutible: la del número de alumnos matriculados en España en este tipo de estudios, que ha ido descendiendo a lo largo de los últimos cursos. Y cuando no se puede cubrir la demanda del mercado, hay que buscar ese talento fuera.

“Es una herramienta fundamental, porque crea un ecosistema de aprendizaje muy enriquecedor. Todo el mundo está participando en el proceso creativo, y además compartes lo que haces con otras ciudades o escuelas... Es un sistema igualitario de aprendizaje permanente”, explica Lola González, directora de SIMO Educación, que sobre todo quiere destacar su carácter democratizador del aprendizaje: todos son creadores en potencia, y tan solo es necesario que se les dé la oportunidad de poner en práctica su idea, de compartirla en un espacio colaborativo y de poder, así, inspirar a todos los demás: “Tiene mucho que ver con la llamada “educación lenta”, en la que se prima el trabajo artesanal, la reflexión, el tocar y el hacer en espacios de solidaridad y colectividad... Y afortunadamente, se está aprendiendo ya no solo en las escuelas, sino también en espacios hasta ahora mucho más institucionalizados, como bibliotecas y museos”, añade.

‘Makers’ superiores
El ámbito universitario acoge cada vez más casos de cultura maker, como el laboratorio Fablab de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad Nebrija, acreditado por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) para educar, innovar e inventar a través de la tecnología y la fabricación digital. O la treintena de alumnos que, desde la Universidad Carlos III de Madrid, componen STAR (Student Team for Aerospace and Rocketry): provenientes de grados como Ingeniería Aeroespacial, Mecánica Industrial, Telecomunicaciones o Electrónica y Energía, impulsan desde el curso 2018-19 el diseño, desarrollo y fabricación de cohetes reutilizables, con el objetivo de promover las ciencias espaciales y aeronáuticas. Su próximo objetivo, para principios de verano, es abordar el récord universitario de altitud español, actualmente en propiedad de la Universidad Politécnica de Cataluña (1.930 metros), y elevarlo hasta los 4.000.

MÁS INFORMACIÓN
Innovación educativa para potenciar la ciencia y la tecnología en el aula

STAR es una iniciativa hecha por y para los estudiantes, donde el trabajo en equipo y el intercambio de conocimiento entre los distintos departamentos es fundamental. Al tratarse de un cohete íntegramente diseñado por un equipo de estudiantes, la dedicación constante es esencial: “Buscamos a gente con un cierto set de valores: autosuficiencia, compromiso por el equipo y una cierta motivación a poner de tu parte y ayudar a tus compañeros... A nivel técnico, vas a trabajar en algo para lo que la carrera no te prepara”, afirma Mario Hernández, el estudiante de 3º de Ingeniería Aeroespacial que dirige STAR.

Este esfuerzo coordinado se traduce también en innovación: “Gracias a Triditive [una empresa asturiana], vamos a ser los primeros en España en fabricar la tobera del motor con una impresora 3D, y también hemos desarrollado todo el sistema de aviónica del cohete”, revela Carlos Aguilar, un estudiante de 2º de Ingeniería de la Energía que se dedica al diseño y fabricación de un combustible sólido, dentro del departamento de Propulsión. “La gran mayoría del fuselaje se hace con fibra de carbono, y se está desarrollando una antena hecha con láminas de grafeno metidas dentro de las capas de fibra de carbono. Esta servirá para que, durante el lanzamiento, el cohete pueda transmitir los datos al centro de mando”.

Nada queda al azar en los departamentos de Aviónica, Fuselaje, Propulsión, Integración y Logística, Simulación, Software y Relaciones Públicas de STAR: no basta con que las piezas sean buenas por separado, “ya que también hay que trabajar para optimizar el conjunto”, esgrime Hernández. La elección de materiales para el fuselaje, por ejemplo, es sumamente importante, “porque cualquier giro que haga el cohete puede ocasionar que se rompa”. Y otro tanto puede decirse de la propulsión: “Los cohetes operan en condiciones extremas. Aparte del análisis teórico, hay áreas que requieren de un tratamiento experimental, como el combustible. No hay forma de predecir las propiedades de la combustión sin experimentar con él”. A largo plazo, el objetivo es proveer a los estudiantes con una plataforma de pruebas en microgravedad, para que puedan estudiar ideas relacionadas con la industria aeroespacial que de otra forma no podrían experimentar.

Tecnología accesible
El germen de la cultura maker, sin embargo, se planta en un nivel mucho más bajo del escalafón educativo, donde la tecnología hace también posible que esas nuevas ideas puedan concretarse más rápidamente. Pero esta ha de ser barata, accesible (como Arduino, por ejemplo) y abierta, para evitar que quede restringida a un espacio más elitista. “No se trata de programar grandes robots, sino de que el alumno, con sus manos, cree su propio robot o proyecto científico con material cotidiano que tiene a su alcance”, argumenta Ainhoa Marcos, responsable de Educación Pública de Microsoft en España. “Por ejemplo, podemos construir un telégrafo con un vaso de plástico, una pinza de la ropa, un imán, un hilo de cobre...”

De que la revolución maker no es un coto privado de los colegios privilegiados con más medios son prueba numerosos centros públicos de toda España. En el CEIP San Sebastián de Archidona (Málaga), llevan desde 2014 introduciendo proyectos de impresión 3D, robótica y programación para alumnos desde tercer ciclo de primaria, que en estos seis años les ha servido para construir jardines verticales, equipamientos de senderos, paneles interactivos, carcasas para el suero de niños hospitalizados o materiales para personas ciegas o con alguna discapacidad. El Centro del Profesorado de Lanzarote dispone de más de 50 itinerarios formativos para los docentes sobre robótica, diseño digital, producción audiovisual, impresión 3D o plotter de vinilos, y también imparte talleres para alumnos en los centros educativos, donde trabajan tecnologías relacionadas con el diseño de apps para Android, elaboración de videojuegos con Scratch, creación de realidad virtual, control de robot y drones, etcétera.

Por su parte, el IES Cardenal Cisneros, de Madrid, es un centro de innovación tecnológica con por lo menos un proyecto por cada nivel de ESO y Bachillerato, un espacio maker “directamente vinculado al servicio al prójimo. Los trabajos son vertebrados en torno al eje del servicio a la comunidad y gestionados por docentes que llevan años desarrollándolos”, cuenta Alberto González, profesor del centro y coordinador de un proyecto didáctico de ludificación con videojuegos abierto a quien quiera usarlo. “Llevo cuatro años desarrollando un videojuego basado en el desempeño y las competencias clave. Está ambientado en el año 2342, cuando el ser humano ya ha liquidado la naturaleza. Los estudiantes simulan una salida al campo y aprenden todo lo que pueden para evitar el desastroso futuro; hacen las aportaciones, las preguntas que lanza el juego y lo enriquecen con ideas, escenarios a visitar y experiencias a vivir dentro del juego”.

Ni edad, ni género 
Pero ¿a partir de qué edad puede uno convertirse en maker? Tan pronto como se quiera. Hay propuestas diseñadas para edades tan tempranas como los tres años, como las que sugiere Microsoft con Lego o Minecraft, que ayudan al aprendizaje de programación por bloques; mientras que las de Hacking STEM han sido diseñadas para ser implementadas desde segundo y tercer ciclo de Primaria y en Secundaria (sobre todo en la ESO): por ejemplo, construir un telégrafo o un sismógrafo puede hacerse desde tercero de Primaria hasta cuarto de la ESO, pero otros, como el medidor de impacto cerebral o la mano robótica, están recomendados para Secundaria: “Sin embargo, los proyectos son muy flexibles y pueden adaptarse, dependiendo del docente en cada caso y del nivel de competencia en el ámbito de la programación de cada centro o grupo de alumnos”, esgrime Marcos.

En Zaragoza, la Academia de Inventores de Edelvives e Innovart ofrece a futuros ingenieros, arquitectos o científicos un espacio maker con laboratorio científico, mecánico y electrónico, además de un aula de programación, desde los tres (los Baby Inventores) a los 18 años. “Les sembramos la necesidad de conocer cómo funciona el mundo que nos rodea y les enseñamos a usar las nuevas tecnologías para resolver problemas (…). Aunque nuestro enfoque sea multidisciplinar, es una realidad que cada uno de nuestros alumnos tiene habilidades diferentes”, explica Jorge Mata, uno de sus fundadores. “Por esta razón, es necesario fomentar el trabajo en equipo, ayudándose unos a otros para superar los retos con mayor éxito”. A su vez, bMaker propone desafíos adaptados a cada nivel para que los estudiantes encuentren su propia solución.

Entre los retos que quedan de cara al futuro, la necesidad de superar la brecha de género en las disciplinas STEM, tradicionalmente dominadas por los hombres. El movimiento maker debería favorecer su entrada “porque si en la escuela, desde pequeñas, están participando con sus compañeros en estos espacios, verán de forma mucho más natural el poder acceder a carreras de este tipo (…). Pueden ayudar mucho al empoderamiento y la visibilidad de la mujer en este ámbito”, dice González. Por su parte, Mario Hernández, del equipo STAR, reclama una mayor implicación de las universidades: “Las universidades españolas no apoyan a los estudiantes en proyectos como el nuestro de la manera en que sí lo hacen las americanas, donde en cada universidad hay al menos un equipo de cohetería. Yo creo que están perdiendo mucho, porque esto lleva el nombre de la universidad afuera”.

https://elpais.com/economia/2020/03/03/actualidad/1583234973_960025.html

lunes, 30 de marzo de 2020

Qué hay detrás del 'milagro' alemán frente al coronavirus

COVID-19
Durante los últimos días no son pocas las voces asombradas por la incidencia del coronavirus entre la población alemana, que registra cifras de fallecimiento muy bajas en relación a los casos confirmados.
Álvaro Piqueras
Álvaro Piqueras@alvaro_piqueras

MICHAEL KAPPELER AFP
En una de sus últimas comparecencias, Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, era cuestionado por el caso de Alemania, país que registra cifras de fallecimiento muy bajas en relación a los casos confirmados y que se ha convertido en el paradigma al que todos aspiran y queremos imitar.

"Va con retraso. Aquí se inició antes el incremento de casos. Esto obviamente no favorece al interpretación de la mortalidad entre ambos países", explicaba Fernando Simón que daba una de las claves que se maneja para explicar la diferencia: la edad media de los afectados en el país germánico es mucho menor que en España, donde se están produciendo brotes en residencias de ancianos, que son pacientes crónicos más frágiles.

Pero para entender definitivamente la situación hay que recurrir a algo que dijo el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, hace unos días: es fundamental realizar pruebas de detección del coronavirus para detener la pandemia. "No se puede combatir un incendio con los ojos vendados. No podemos detener esta pandemia si no sabemos quién está infectado", advertía el doctor etíope.

"Hay factores que pueden explicarlo"
Así pues, el denominado ‘milagro’ alemán tienen su explicación en la realización de test en una fase temprana de la epidemia y el bajo promedio de edad de los pacientes contagiados, que son dos posibles factores de la baja mortalidad específica en Alemania a causa del coronavirus.

"Con frecuencia se me pregunta por las razones de que haya una tasa de mortalidad baja en Alemania en comparación con otros países. En realidad no sabemos por qué es así pero creemos que hay factores que pueden explicarlo como la identificación de casos leves en una fase temprana y que muchos de los contagiados son personas jóvenes que presentan una mortalidad menor", dijo el presidente del Instituto Robert Koch (RKI), Lothar Wieler.

Y es que el promedio de edad de las personas contagiadas en Alemania es de 54 años, mientras que el promedio de edad de quienes han muerto es de 81 años. Wieler aseguró que, en todo caso, el relativo bajo número de muertos como consecuencia del coronavirus no se debe a que no se contabilicen todos los casos identificados. Sin embargo, el virólogo, como también precisó Fernando Simón, advirtió que todavía se está en una fase temprana de la epidemia y que el número de muertos en Alemania puede aumentar.

En Alemania, según las últimas cifras del RKI, hay 31.554 casos confirmados, lo que representa un aumento de 4.118 con respecto al día anterior y una incidencia de 38 contagios por cada 100.000 habitantes aunque en esto último hay muchas diferencias regionales. El número de muertos, según el RKI, es de 149.

https://as.com/deporteyvida/2020/03/25/portada/1585136208_372839.html?prm=ep-ob

BIZCOCHO DE MANZANA Y CANELA

La manzana y la canela son una combinación ganadora. La primera da jugosidad a este bizcocho, y la segunda, aroma. Las nueces ponen el punto crocante.

MIRIAM GARCÍA 31/12/2019 -


Si algo bueno tienen el otoño y el invierno es que son las temporadas en las que brilla una enorme cantidad de magnífico producto hortícola y frutícola, como las manzanas. Y pocas cosas huelen más a otoño que un buen bizcocho de manzana con canela: eso es así, no me discutáis.

En casa tengo un arbolito que año sí, año no, decide inundarnos de manzanas completamente ecológicas y asalvajadas (solemos hacerle caso omiso a la pobre criatura, pero más naturales que nuestras manzanas no hay nada). Así que me veo obligada a preparar muchas recetas con manzana a lo largo del otoño: no todo en mi vida es glamour y limusinas, también sufro cocinando y horneando.

Este bizcocho de manzana es relativamente sencillo y muy vistoso, gracias a esos hermosos pedazos de manzana a la vista. La manzana le aporta jugosidad, aroma y sabor, que completamos con un puñado de nueces que hacen buen papel casi en cualquier bizcocho. Para que los gajos de manzana queden razonablemente bonitos uso dos trucos:

Una vez pelada la manzana, bien entera o partida por la mitad y antes de cortar los gajos, le paso un estropajo de fibra verde nuevo y limpio para lijarla y quitarle las aristas que dejan los cortes. Quedan suaves y redonditas, si la manzana va a quedar visible en el dulce el resultado es fetén. Podéis obviarlo si os parece muy loco.

El volumen de la manzana, y de cualquier otra fruta, se reduce en el horneado porque en el proceso de cocción pierde mucho líquido por evaporación. Si antes de añadir manzanas a un dulce las precocinamos ligeramente en el microondas, tapaditas, solo hasta que empiecen a estar tiernas, conseguiremos que pierdan una parte del volumen antes de añadirlas al bizcocho, por lo que no se reducen tanto una vez dentro de la masa y no quedará tanto hueco entre esta y las manzanas. Este truquete es muy útil, por ejemplo, en tartas de manzana al estilo americano, con una tapa de masa tipo empanada.

El levado de este bizcocho se genera en parte gracias a que batimos la mantequilla con el azúcar para incorporar burbujitas de aire, y en parte por la levadura química, el Royal de toda la vida. Para batir bien la mantequilla, esta debe estar blanda -¡no derretida!-, que mantenga su forma pero que ceda al apretarla con un dedo (la mantequilla pomada es otra cosa, precisamente con la consistencia de una pomada). Otro consejo: si se te ha olvidado dejar la mantequilla a temperatura ambiente y quieres usarla ablandada, córtala en trozos en un bol y métela en el microondas de tres en tres segundos a máxima potencia, comprobando cada vez cómo va ablandándose. Si lo haces con tiento tendrás mantequilla ablandada en un plis, lista para cualquier dulce que la necesite.

Para que el bizcocho suba como es debido conviene que tanto la mantequilla, como ya he dicho, como el huevo, estén a temperatura ambiente. Si tienes más dudas sobre bizcochos, tienes una buena colección de ellas contestadas en nuestro artículo sobre cómo no convertir tu bizcocho en un ladrillo.

Dificultad

Solo la de montar debidamente el azúcar con la mantequilla, para lo que conviene usar un robot con pala o una batidora de varillas.

Ingredientes

85 g de mantequilla ablandada
150 g de azúcar
1 huevo a temperatura ambiente
225 g de harina
2 cucharaditas de impulsor químico (Royal)
1 pizca de sal
½ cdta. de nuez moscada molida
½ cdta. de canela molida
160 ml de leche
50 g de nueces picadas
2-3 manzanas reineta (o Granny Smith)
1 limón Azúcar glas para espolvorear

Elaboración

Calentar el horno a 180° para que esté a punto cuando terminemos de hacer la mezcla, es importante no meter la masa en un horno insuficientemente caliente.

Poner en un bol el azúcar y la mantequilla ablandada, batir con varillas (con robot o batidora eléctrica) a velocidad alta hasta que la mezcla esponje y se ponga blanquecina.

Agregar el huevo y batir durante un par de minutos, rebañando la mezcla de las paredes del bol para que se mezcle todo perfectamente.

Pasar la harina con el impulsor químico por un colador para tamizarla, junto con la canela. Agregar la nuez moscada y la sal.

Añadir la mezcla de sólidos y la leche a la mezcla de mantequilla, en un par de tandas alternando sólidos y leche, y mezclando cada vez. Agregar las nueces picadas y homogeneizar.

Preparar un molde -mejor de base desmontable-, untándolo con mantequilla y espolvoreándolo de harina. Verter la masa en el molde.

Pelar y descorazonar las manzanas. Cortar en gajos relativamente gruesos -unos ocho gajos por manzana-, como se ve en la foto, y rociarlos con el zumo de limón. Colocarlos sobre la masa, empujando un poco para que se introduzcan en ella.

Cocer el bizcocho en el horno unos 40-45 minutos. Probar que esté cocido introduciendo una brocheta en el centro; debe salir limpia. Si sale con restos de masa sin cocer, prolongar la cocción otros cinco o 10 minutos.

Sacar el bizcocho y dejar templar 10 minutos. Desmoldar con cuidado y pasar el bizcocho a una rejilla para que enfríe por completo. Espolvorear con azúcar glas, si se quiere, cuando esté frío.

https://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2019/12/09/receta/1575922409_396902.html?rel=str_articulo#1586275789594

El cachorro de leopardo con la mamá leona. Los científicos documentaron una rara, y muy linda, adopción entre especies en un parque nacional en India.



El cachorro de leopardo con la mamá leona

Los científicos documentaron una rara, y muy linda, adopción entre especies en un parque nacional en India.

CienciaFeb. 2748 comentarios Los leones y leopardos del Parque Nacional Gir, en Gujarat, India, normalmente no se llevan bien.

"Compiten entre sí" por el espacio y la comida, dijo Stotra Chakrabarti, un investigador postdoctoral en la Universidad de Minnesota que estudia el comportamiento animal. "Están en desacuerdo perpetuo".

Pero hace aproximadamente un año, una joven leona en el parque dejó a un lado esta enemistad. Ella adoptó un bebé leopardo.

El cachorro de 2 meses de edad, todas orejas peludas y ojos azules, era adorable, y la leona pasó semanas cuidando, alimentándolo y cuidándolo hasta que murió. Ella lo trataba como si fuera uno de sus dos hijos, que tenían aproximadamente la misma edad. Este fue un caso raro de adopción de especies cruzadas en la naturaleza, y el único ejemplo documentado que involucra animales que normalmente son competidores fuertes, dijo el Dr. Chakrabarti. Él y otros detallaron el caso la semana pasada en la revista de ecología Ecosphere.

Los autores del periódico, que también incluyeron un oficial de conservación y un guardaparque, vieron por primera vez a la abigarrada tripulación a fines de diciembre de 2018, pasando el rato cerca de un antílope nilgai recién muerto.

Inicialmente, pensaron que la asociación sería breve; una leona en el área de conservación de Ngorongoro en Tanzania había sido observada una vez cuidando un cachorro de leopardo, pero solo por un día antes de que los dos se separaran.

"Pero esto continuó", dijo el Dr. Chakrabarti.

Los investigadores observaron al bebé leopardo que vivía con los leones durante un mes y medio. Crédito ... Dheeraj Mittal Durante un mes y medio, el equipo observó a la madre león, sus dos cachorros y al leopardo deambular por el Parque Nacional Gir. "La leona lo cuidó como si fuera uno de los suyos", cuidándolo y compartiendo la carne que cazaba, dijo el Dr. Chakrabarti.

Sus nuevos hermanos también eran acogedores, jugaban con su nuevo amigo y ocasionalmente lo seguían por los árboles. En una foto, el leopardo se lanza sobre la cabeza de uno de sus hermanos adoptivos, que es casi el doble de su tamaño y claramente un buen deporte. "Parecían dos cachorros grandes y un pequeño runt de la camada", dijo el Dr. Chakrabarti.

Lleva casi siete años estudiando a los leones del parque. Esta asociación poco probable "fue sin duda el momento más" sorprendente "que encontré", dijo el Dr. Chakrabarti. Sus colegas investigadores con un proyecto de conservación de leones asiáticos en India, algunos que han estado observando a los grandes felinos durante décadas, "tampoco habían visto algo así", dijo.

A diferencia de sus contrapartes en África, los leones asiáticos viven en pequeños grupos segregados por sexo. Después de dar a luz, las leonas a menudo se separan del resto del orgullo durante unos meses para criar a sus crías por su cuenta. Si la familia improvisada hubiera interactuado más con otros leones adultos, el leopardo podría haber sido identificado como un impostor, dijo el Dr. Chakrabarti.

Pero nunca fueron probados de esta manera. Después de aproximadamente 45 días, el equipo de investigación encontró el cuerpo del cachorro de leopardo cerca de un abrevadero. Una necropsia de campo reveló que probablemente había muerto debido a una hernia femoral que tuvo desde su nacimiento.

"Hubiera sido fantástico ver, cuando el cachorro de leopardo creció, cómo serían las cosas", dijo el Dr. Chakrabarti. "Pero no sucedió"

La historia del cachorro de leopardo se unió a otros dos casos documentados de adopción entre especies en la naturaleza, cada uno lo suficientemente dulce como para un libro para niños, pero lo suficientemente extraño como para cautivar a los científicos. En 2004, un grupo de monos capuchinos acogió a un mono tití infantil. Y en 2014, una familia de delfines nariz de botella fomentó una ballena con cabeza de melón bebé, que aprendió a surfear y saltar como sus nuevos compañeros.

En los tres casos, una madre lactante trajo al nuevo bebé al redil, dijo Patrícia Izar, profesora asociada de la Universidad de São Paulo en Brasil y miembro del equipo que estudió la adopción del mono tití capuchino. Es posible que los cambios hormonales asociados con la maternidad "puedan facilitar el vínculo con un bebé extraño", dijo el Dr. Izar, que no participó en la nueva investigación.

Por desconcertante que fue esta adopción, también subraya las similitudes entre cachorros de diferentes especies felinas, dijo el Dr. Chakrabarti. Hasta que alcanzan la edad adulta, cuando surgen diferencias sociales, los leones y los leopardos juegan, maullan y piden leche de manera similar.

Para esta madre leona, estos puntos en común pueden haber anulado las características más parecidas a un leopardo del cachorro: su olor, tamaño y apariencia moteada.

"Simplemente se mezcló", dijo el Dr. Chakrabarti.

https://www.nytimes.com/2020/02/27/science/leopard-lion-adoption.html?algo=identity&fellback=false&imp_id=978811234&imp_id=808945066&action=click&module=Science%20%20Technology&pgtype=Homepage

domingo, 29 de marzo de 2020

Más allá del papel higiénico

Un tuit de Trump provoca el desabastecimiento de cloroquina en todo el planeta

Donald Trump la ha liado buena con la cloroquina. El otro día tuiteó que ese antiguo fármaco contra la malaria se iba a convertir en “una de las grandes revoluciones de la historia de la medicina”. Que el inquilino de la Casa Blanca se ocupe siquiera por un tuit de la historia de la medicina resulta encantador, pero ese único mensaje de una persona ignorante y titular de un nutrido currículum de irracionalidad y virulencia ha propagado una pandemia de desabastecimiento de ese fármaco que, por lo que sabemos por evidencias anecdóticas, ha llegado ya a las farmacias españolas. Así de angustioso es el poder de las redes sociales, el lado oscuro de la fuerza.

Es cierto que la OMS considera que merece la pena comprobar si la cloroquina, entre otros muchos fármacos, puede ayudar a los pacientes del coronavirus. Pero ya sabemos que Trump no es un político, sino un constructor metido a político, y el problema es que no sabe leer las comunicaciones de la OMS, ni escuchar a sus propios asesores científicos, que intentaron de forma denodada disuadirle de propagar ese mensaje. Cuando ya lo había hecho, el jefe de enfermedades infecciosas de los NIH (Institutos Nacionales de la Salud), Anthony Fauci –el homólogo de nuestro Fernando Simón— inventó un nuevo tipo de figura retórica al declarar: “El presidente hablaba de la esperanza”. Una brillante forma diplomática de decir que había metido la pata hasta el corvejón. Fauci es un buen científico, pero también uno de los principales asesores científicos de Trump. No puede hablar con claridad, solo emitir mensajes entre líneas.

El mugido de Trump se basa en un pequeñito estudio francés con 42 pacientes que, además, ha recibido críticas generalizadas de la comunidad científica. Charles Piller ha compilado algunas de ellas para la revista Science. El estadístico Darren Dahly, del University College de Cork, considera “una atrocidad” recomendar la cloroquina a la población partiendo de un ensayo tan minúsculo. “¡Es una completa locura!”, añade el especialista en resistencia a fármacos Gaetan Burgio, de la Universidad Nacional Australiana, muy crítico con el ensayo francés.

La OMS acaba de iniciar un estudio mucho mayor sobre la cloroquina, y estamos obligados a esperar a los resultados de ese ensayo antes de hacer ninguna recomendación a la población. El presidente de Estados Unidos es igual de torpe en una crisis pandémica que en el resto de su aparatosa política internacional. Algún día tendremos que estudiar cuál de esas dos torpezas hace más daño a nuestro precario ecosistema global. El desabastecimiento de cloroquina en las farmacias es un desastre. Los pacientes de enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide o el lupus la necesitan para paliar el dolor, y ya hay muertes en Nigeria atribuidas a la sobredosis del fármaco. Qué pesadez de Trump.

https://elpais.com/ciencia/2020-03-27/mas-alla-del-papel-higienico.html

Sobrevivieron a la gripe española, la depresión y el Holocausto. Dos mujeres extraordinarias, una 101 y la otra 95, vivieron lo peor del siglo XX. Tienen algunos consejos para ti.

Para la mayoría de nosotros, es casi imposible comprender la ferocidad y la regularidad con que la vida se volcó durante la primera mitad del siglo XX. La peste y el conflicto surgieron en una escala épica, una y otra vez. La pérdida y la restricción eran rutinarias; El desastre fue su propia temporada.

A los 101 años, Naomi Replansky, poeta y activista laboral, lo ha soportado todo. Nacida en el departamento de su familia en East 179th Street en el Bronx en mayo de 1918, su llegada al mundo coincidió con el inicio de la gripe española.

La gripe española, que cobró decenas de millones de vidas, muchos de ellos niños menores de 5 años, no fue una emergencia de salud pública aislada. La polio había sido designada epidemia en Nueva York en junio de 1916. Ese año, 2.000 personas murieron a causa de la enfermedad en la ciudad. De los que vivieron, muchos habrían tenido recuerdos demasiado vívidos de la erupción de la fiebre tifoidea que se apoderó de la ciudad nueve años antes.

Hasta que una vacuna contra la polio entró en uso en la década de 1950, se produjeron brotes en algún lugar del país casi todas las primaveras. Las reuniones públicas fueron canceladas regularmente; la gente adinerada de las grandes ciudades se fue al país. A principios de la década de 1920, la hermanita de Naomi se vio afectada, dejando una de sus piernas permanentemente paralizada.

Su madre había depositado la esperanza en las terapias acuáticas implementadas por Franklin Roosevelt en Warm Springs, Georgia, pero esa esperanza fue en vano.

"Fue un estímulo moral, un lugar alegre", me dijo Naomi recientemente, "pero no curativo".

Más tarde, cuando tenía 12 años, su hermano de 15 años desarrolló una mastoiditis. En ausencia de antibióticos para tratarlo, murió rápidamente de lo que es esencialmente una infección del oído.

El fin de semana pasado, mientras los neoyorquinos estaban absorbiendo la enormidad de la crisis actual, Naomi y su esposa de 95 años, Eva Kollisch, estaban en casa en su apartamento de una habitación en el Upper West Side, escuchando a Marian Anderson en vinilo. El álbum era "Espirituales" y fueron atendidos por uno de sus ayudantes habituales.

No estaban inquietos. "El encierro no me molesta", me escribió Naomi en un correo electrónico. "Mi marco inestable puede soportar más confinamiento".

Mary-Elizabeth Gifford Naomi y Eva fueron presentadas por Grace Paley en una lectura de su trabajo en la década de 1980. Ya habían pasado la mediana edad, mucho después de que las tragedias y las perturbaciones sociales de las décadas anteriores los hubieran tocado a cada uno con tanta intimidad. Cuando la catástrofe es secuencial, eventualmente entrena a sus sobrevivientes para saludar al terror con la serenidad de los iluminados.

Tanto Eva como Naomi experimentaron antisemitismo a una edad temprana. Eva, que creció en una familia de intelectuales judíos ricos fuera de Viena, recuerda haber sido golpeada por un grupo de niños por ser un "judío sucio" cuando tenía 6 años. Durante su infancia en el Bronx, Naomi estaba al tanto de la radio fascista transmisiones del padre Coughlin, que siempre emanaban de las ventanas abiertas de East Tremont durante el verano. Sus abuelos habían escapado de los pogromos en Rusia, llegando a Estados Unidos a principios de siglo cuando los hábitos de los inmigrantes, considerados inmundos e ignorantes, eran continuamente culpables de la propagación de la enfermedad.

El primero de los trastornos de Eva llegó con la guerra. Un año después de la anexión nazi de Austria, en 1939, huyó a través del Kindertransport, una serie de esfuerzos de rescate que colocaron a niños judíos en hogares británicos. Eva, que entonces tenía 13 años, viajó con sus hermanos primero en tren a los Países Bajos y luego en barco a Inglaterra.

"En el momento en que llegamos a Holanda, parecía tan maravilloso que había gente amable allí en la plataforma de la estación", dijo Eva una vez a un entrevistador para un proyecto feminista de historia oral. "Te dieron jugo de naranja y te sonrieron".

Al principio lo había pensado todo como una aventura. "Y luego, cuando estábamos en Inglaterra", dijo, "muy pronto me di cuenta de que estaba extremadamente sola". Eva y sus hermanos se dispersaron a diferentes hogares mientras sus padres se quedaron. En 1940, la familia escapó del Holocausto y se reunió en Estados Unidos, aterrizando en Staten Island.

Para entonces, los padres de Eva habían perdido todo, por lo que su madre trabajaba enseñando inglés a refugiados por 25 centavos por hora para ganar el dinero para convertirse en masajista. Su padre, que había sido un destacado arquitecto en Austria, vendía aspiradoras.

A lo largo de sus vidas, Naomi y Eva han exhibido una especie de valentía hábilmente alimentada por la desgracia. Después de graduarse de la escuela secundaria en Nueva York, Eva fue a Detroit a trabajar en una fábrica de automóviles.

"Suave y ágil, su trabajo consistía en saltar sobre las capuchas de Jeeps rodando por la línea y colocar los limpiaparabrisas", me dijo recientemente su nuera, Mary-Elizabeth Gifford. Por las noches, ella era una organizadora laboral para un grupo trotskista. Ella hizo autostop en todo el país.
Naomi se graduó de la escuela secundaria en el apogeo de la Depresión, en 1934. Durante años trabajó en oficinas, en líneas de montaje y como operadora de tornos antes de reunir los recursos para ir a U.C.L.A. Ella fue una de las primeras programadoras de computadoras; Su primera colección de poesía, publicada en 1952, fue nominada para un Premio Nacional del Libro. Mantuvo una estrecha amistad con Richard Wright y Bertolt Brecht, cuyo trabajo tradujo.

El sexismo y la homofobia hicieron sus inevitables intrusiones. La madre de Eva pensó que debería dirigir un hotel o un salón de belleza. Pero Eva era ferozmente ambiciosa por cierto tipo de vida urbana y cerebral. Finalmente se convirtió en profesora de literatura comparada en Sarah Lawrence. Ella se casó con dos hombres; ella tuvo un hijo con uno de ellos; ella era una amante de Susan Sontag.

Hasta la aparición del coronavirus, Eva y Naomi estaban fuera a menudo. La mayoría de los días daban largas caminatas. Estuvieron activos en una Sangha budista en el centro de meditación. Compraron en el mercado de granjeros y comieron almuerzos vegetarianos en Effy's en West 96th Street.
Se encuentran anhelando lo que se ha perdido más de lo que temen lo que pueda venir, y se preocupan más por su "generación", como dijo Naomi, que por ellos mismos, a pesar de que Naomi tuvo un ataque de neumonía hace seis años.
Como poeta, Naomi prefería el orden del formalismo. En la "Canción del anillo", ella usa un verso ligero para transmitir los ritmos de privación y satisfacción abruptamente cambiantes, la sensación de que la felicidad es en última instancia un reflejo humano tanto como una aspiración:
Cuando vivo de mano en mano
Desnudo en el mercado que estoy parado.
Cuando me paro y no me venden
Enciendo fuego contra el frío.
Cuando el frío no destruye
Salto de una emboscada en mi alegría. ...
Ginia Bellafante se ha desempeñado como reportera, crítica y, desde 2011, como columnista de la Gran Ciudad. Comenzó su carrera en The Times como crítica de moda, y también ha sido crítica de televisión. Anteriormente trabajó en la revista Time. @GiniaNYT

https://www.nytimes.com/2020/03/28/nyregion/naomi-replansky-eva-kollisch-coronavirus.html?algo=bandit-story-geo_desk_filter&fellback=false&imp_id=313940133&imp_id=976838918&action=click&module=editorsPicks&pgtype=Article&region=Footer

Entrevista al historiador Jacques Pauwels. “Descubrir la verdad histórica es una forma de liberación”

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

“Si no tenéis cuidado, los periódicos os harán odiar a las personas oprimidas y querer a quienes las oprimen”, afirmaba Malcom X. Esta idea se podría aplicar también a los manuales de historia. En efecto, en su último libro Les mythes de l’Histoire moderne [Los mitos de la historia moderna] el historiador Jacques Pauwels estudia algunos de los grandes acontecimientos que han marcado los dos últimos siglos. Analiza cómo las revoluciones han hecho avanzar el proceso democrático mientras que las guerras lo han detenido e incluso hecho retroceder. Llega a una conclusión demoledora: la historia convencional se ha escrito para criminalizar a quienes defendieron los derechos de la mayoría y elogiar a unos caudillos que nada tenían de democrático. ¿Por qué se manipula la historia de este modo, por qué hay que mirar detrás de la cortina de los mitos y cómo informarnos correctamente? Jacques Pauwels nos ofrece sus pequeños secretos.

Pregunta: En su libro examina diferentes mitos de la historia moderna. Hay uno, tenaz, que se repite cada año: las guerras mundiales fueron una lucha por la democracia y los soldados cayeron para que nosotros pudiéramos vivir libres. La realidad es un tanto diferente, ¿no?
Respuesta: De hecho, el hilo conductor que he seguido en el libro a través de todos los acontecimientos que analizo es la democratización progresiva de nuestra sociedad. La democracia que conocemos hoy está lejos de ser perfecta. Sería más justo hablar de oligarquía ya que el poder se concentra en manos de unos pocos privilegiados. Pero, aun así, ha habido avances. Este proceso democrático atraviesa la historia contemporánea, que ha estado marcada por guerras y revoluciones. He querido destacar la relación dialéctica entre ambas. En los medios de comunicación y en la historiografía convencional generalmente se nos presenta a los revolucionarios como personajes malos y peligrosos. Podemos pensar en Robespierre o Lenin. En cambio, se presenta como héroes a los grandes caudillos, como Napoleón o Churchill.

La realidad es diferente. En efecto, defiendo la idea de que el proceso democrático ha avanzado sobre todo gracias a las revoluciones y que la guerra ha sido una forma de detener e incluso de hacer retroceder la democracia. Para llegar a esta conclusión he estudiado varios grandes acontecimientos de la historia moderna, desde la Revolución francesa a las dos Guerras Mundiales, pasando por la Revolución rusa. Y sistemáticamente me he planteado la siguiente pregunta a modo de balance: ¿estos acontecimientos han hecho avanzar o retroceder la causa de la democracia? En general han sido las revoluciones las que ha hecho avanzar esta causa. Quienes no tenían interés en una verdadera democracia trataron de detener este proceso y lo hicieron sobre todo por medio de la guerra.

P: ¿Algunos ejemplos?
R: Cuando se nos habla de la Revolución francesa, pensamos en la guillotina, en la sangre derramada, en la violencia, etc. Es cierto que hubo terror en la Revolución, pero también hubo un terror de los contrarrevolucionarios, un “terror banco”. Lo mismo ocurrió durante la Revolución rusa. Pero no hay que olvidar que la Revolución francesa hizo mucho por la democracia. Por ejemplo, fue con Robespierre cuando se instituyó el sufragio universal, el derecho al voto para todos, que hoy se considera uno de los pilares de nuestra democracia. Igualmente, la Revolución francesa en su fase más radical, bajo Robespierre, abolió la esclavitud en 1794. Fue un avance enorme para la democracia en aquel momento porque millones de personas recuperaban cierta forma de libertad. En aquel momento Estados Unidos, que ya se presentaba como un campeón de la libertad, no había pensado ni por un momento en abolir la esclavitud.

P: Sin embargo, se considera que la fecha en que se abolió la esclavitud es 1848…
R: Exacto. La esclavitud se había abolido bajo Robespierre, pero Napoleón la volvió a instaurar. Después de la Revolución francesa también se arrinconó la idea del sufragio universal y se sustituyó por el sufragio censitario: solo podían votar quienes tenían dinero. Además, Napoleón emprendió muchas guerras. Hubo que esperar de nuevo a una erupción revolucionaria en 1848 para que el sufragio universal se instaurara definitivamente y la esclavitud fuera abolida para siempre. Pero, ¿qué recordamos hoy? Se elogia a Napoleón en los manuales de historia y hay estatuas de él por todas partes. En cambio, la idea de dedicar una calle o una plaza a Robespierre provoca regularmente polémicas en París.

P: Últimamente se oye hablar a menudo de fake news, pero con su libro vemos que, a fin de cuentas, no es nada nuevo y que la historia está repleta de fake news.
R: A menudo se cree que nuestra historiografía es una ciencia neutra y objetiva. No lo es. Nuestra historiografía está plagada de mitos. En la mitología griega siempre había una pequeña parte de verdad histórica. Por ejemplo, la odisea de Ulises aborda los primeros grandes viajes hacia Italia y la explotación del Mediterráneo. En el mito se oculta una pequeña parte de verdad histórica. Hoy ocurre lo contrario, ¡en la historia tal como se enseña y se presenta en los medios de comunicación se ocultan muchos mitos!

P: ¿Qué interés tiene manipular así la historia?
R: La historia de los dos últimos siglos ha estado marcada por luchas a favor y en contra del proceso democrático. No hay que creer que todos los grandes personajes que ilustran los manuales de historia eran fervientes defensores de la democracia. La reina Victoria, por ejemplo, la detestaba. Para los monarcas lo ideal era el absolutismo de Luis XIV. Todo el poder se concentraba en sus manos. Lo mismo ocurre con los empresarios, ellos también detestaban la democracia. Desde el punto de vista demográfico la élite solo representa una minoría muy pequeña, por eso nunca le ha gustado el sufragio universal, porque en esas condiciones no tenía ninguna posibilidad de ganar elecciones. Así que luchó contra el proceso democrático e incluso buscó cómo hacerlo retroceder.

P: ¿Cómo logran las pequeñas minorías en el poder bloquear los intereses de la mayoría?
R: Siempre hay esa relación dialéctica entre guerra y revolución. Ya hemos visto que el proceso democrático conoció unos avances muy importantes en 1848. Pero después, como destaco en mi libro La Grande Guerre des classes [La Gran Guerra de clases], la Primera Guerra Mundial fue una vasta operación a la vez contrarrevolucionaria y antidemocrática. En efecto, en tiempos de guerra algunos jefes dan órdenes y todos los demás deben obedecer. Durante la guerra no hay democracia. En Bélgica, por ejemplo, en cuanto estalló la Primera Guerra Mundial los parlamentarios ya no tuvieron nada más que decir, el rey Alberto era quien tenía todos los poderes. En Francia Clemenceau resultó ser un verdadero dictador y lo mismo ocurrió en Inglaterra con Lloyd George o en Alemania con Ludendorff.

Cuando afirmo que la guerra pone fuera de juego a la democracia no hablo solo de democracia política, sino también de democracia social. Las revoluciones y los movimientos de protesta permitieron conquistas importantes, como los servicios sociales, la limitación de las horas de trabajo, las vacaciones y las pensiones para los obreros o incluso la prohibición del trabajo infantil. En cuanto estalló la guerra se suprimieron muchas ventajas sociales o se dejaron en suspenso. Ya no se permitía hacer huelga, los obreros tenían que trabajar más y ganar menos, había que sacrificarse por la patria porque el país estaba en guerra. Los grandes capitalistas se aprovecharon de la guerra para neutralizar a los sindicatos y a los movimientos obreros que cada vez les parecían más amenazantes. Además, ganaron mucho dinero con la guerra, no solo gracias a los encargos de material de guerra, un negocio muy rentable, sino también porque podía pagar salarios más bajos. Por eso demuestro en el libro que si hoy en nuestros países tenemos más democracia que en los siglos pasados es gracias a los revolucionarios y no gracias a los grandes caudillos.

P: Sin embargo, algunos avances democráticos se obtuvieron con gobiernos que no eran particularmente revolucionarios.
R: Se concedieron cuando las élites tenían miedo de la revolución. Así, muchas reformas democráticas se introdujeron desde arriba después de la Primera Guerra Mundial. En Bélgica, por ejemplo, se introdujo el sufragio universal y la jornada de ocho horas. En Francia, los Países Bajos, Inglaterra e incluso en Suiza hubo reformas similares. No era en absoluto una forma de agradecer al pueblo sus esfuerzos, sino que las élites occidentales temían verdaderamente las revoluciones al estilo de la rusa. El objetivo de esas reformas era apaciguar al pueblo.

P: ¿Por qué es importante saber qué pasó realmente?
R: ¿Qué importancia tiene la historia en general? Es una buena pregunta. Muchas personas piensan que no es importante, están más preocupadas por lo que pasa hoy, cuando no están simplemente absortas por la necesidad de ganarse la vida. El pasado, pasado está. Pero la historia, la verdadera, la que no cuenta mitos, es muy importante. Una sociedad que no conoce su historia es como una persona que ha perdido la memoria. La historia nos ayuda a entender dónde estamos hoy y por qué estamos ahí, por qué tenemos cierto grado de democracia que, sin ser perfecto, es más mayor que hace cien años. Así pues, hay que conocer la historia para entender el presente. Y hay que entender el presente para poder avanzar hacia el futuro, lo que no es posible sin conocer todas estas luchas democráticas y antidemocráticas.

P: ¿Qué aconsejaría para informarse correctamente sobre la historia?
R: ¡Leer mi libro, por supuesto! (Risas) También hay que estudiar la historia, interesarse por ella, pero con ojo crítico. Hay que poder mirar tras la cortina de los mitos, buscar a los historiadores y los libros que tratan de hacerlo. Hay muchos. Estoy lejos de ser el único. Cuando estudiaba en Bélgica y después en Canadá yo mismo fui tomando conciencia poco a poco de que todo lo que me contaban podía no ser verdad. Cuando estudiaba en Canadá en la década de 1970 descubrí que había una corriente de historiadores en Estados Unidos llamados revisionistas. No tenían nada que ver con quienes niegan el Holocausto. Eran historiadores críticos gracias a los cuales aprendí por primera vez, por ejemplo, que el objetivo del bombardeo de Hiroshima no era detener la guerra, sino intimidar a Stalin. Estaba impactado, investigué el asunto y descubrí que era totalmente cierto.
Lo mismo ocurría con lo que se afirmaba de que Gran Bretaña había declarado la guerra a Alemania en 1914 para proteger a la pequeña Bélgica. No fue así, los británicos entraron en guerra para apoderase del petróleo de Mesopotamia, un territorio que pertenecía al Imperio otomano, aliado del Reich alemán. Pero en los manuales de historia nunca se habla de ello. Afortunadamente, existen libros que se centran en ese tipo de problemas y entonces los acontecimientos nos resultan más claros. Una vez que se comprende eso, también se comprende por qué todavía hoy se libran guerras como la de Irak. Por el petróleo, por supuesto.

P: Tanto en los manuales de historia como en los medios de comunicación las cuestiones económicas suelen brillar por su ausencia.
R: En efecto, la mayoría de los historiadores evitan hablar de los intereses económicos que estaban en juego en las guerras. Nos dan todo tipo de información, sobre todo acerca de las batallas, pero al actuar así no explican nada sobre las razones de los conflictos. Descubrir la verdad histórica, empezar a entender verdaderamente lo que ha ocurrido, es una especie de liberación. Por lo tanto, es muy importante estudiar historia con una mirada crítica.

P: Finalmente, cuando se ve cómo las revoluciones y las guerras han empujado o detenido el proceso democrático, ¿no constituyen las relaciones de clase un buen enfoque para entender la historia?¿No explican también estas relaciones por qué se manipula la historia?
R: Es verdad. La mayoría de la gente, la masa del pueblo quiere la democracia. A quien no le interesa es a la pequeña minoría en el poder porque sabe que una verdadera democracia implicaría perder sus privilegios. Si la mayoría tuviera verdaderamente el poder, ¿aceptaría que 26 personas posean tanta riqueza como la mitad más pobre del planeta? Quienes tienen el poder y las riquezas luchan para conservarlos, luchan contra la democracia, aunque al mismo tiempo simulan que les gusta. Después de la Primera Guerra Mundial muchos partidos conservadores que representaban a la aristocracia y a los ricos empresarios empezaron a utilizar apelaciones como “partido popular”, en absoluto popular en el sentido de tener al pueblo detrás y querer darle el poder. En realidad querían animar al pueblo a apoyar su forma de actuar. Por consiguiente, la pequeña minoría que posee las riquezas lucha por conservar sus privilegios y se puede permitir escribir la historia, sobre todo a través del control que ejerce sobre los medios de comunicación.

P: Por lo tanto, ¿la lucha de clases es, efectivamente, el motor de la historia?
R: Siempre lo ha sido, es cierto, aunque no gusta hablar de ello, se prefiere hablar de los belgas o los franceses contra los alemanes, de guerras contra naciones, aunque la realidad es mucho más compleja.

(1) “If you’re not careful, the newspapers will have you hating the people who are being oppressed, and loving the people who are doing the oppressing” (N. de la t.).

Fuente: https://www.investigaction.net/fr/jacques-pauwels-decouvrir-la-verite-historique-est-une-forme-de-liberation/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

sábado, 28 de marzo de 2020

Viaje al interior del cuerpo humano con Bill Bryson. El autor de 'Breve historia de casi todo' habla en su casa de Londres de su nuevo libro, 'El cuerpo humano', un viaje al continente más cercano y fascinante de todos

Bill Bryson afirma que pese a su conexión con Gran Bretaña siempre se ha sentido estadounidense. “Estoy en una extraña posición porque tengo también pasaporte británico y mi esposa es británica, más de la mitad de mi vida está aquí, pero creo que siempre seré extranjero y no me molesta”. ¿El Brexit? “ha sido una decepción muy grande. He mis cuarenta años aquí he visto cómo el país se hacía mucho mejor y en eso ha tenido mucho que ver la Unión Europea. Encerrarse ahora es una pena, y un error”.

¿Diría que la curiosidad es su mayor virtud? “Sí, me gano la vida gracias a ella. Es lo que te mantiene vivo. Y me parece una de las características principales de la especie humana”.

Todo se acaba (incluso esta entrevista) y el último capítulo de El cuerpo humano está dedicado a la muerte. “La principal causa de muerte de nuestra época es el estilo de vida”, reflexionas Bryson en su peculiar estilo. “Por qué no somos capaces de seguirnos regenerando infinitamente es algo no solo que nos parece injusto sino que no comprendemos. El caso es que cada día mueren 160.000 personas y 60 millones al año”. Con esa más bien poco animosa consideración y el detalle de que nuestras cenizas pesan cinco kilos, Bryson dice adiós, no sin antes recomendar un paseo por el cercano cementerio de Brompton. Parecería algo luctuoso, pero cuando uno sigue su consejo no solo se encuentra con que es un lugar evocador y lleno de historia, lleno de cuervos y ardillas y tumbas notables, sino que está muy cerca del estadio del Chelsea. Un metafórico recuerdo de cómo el esplendor y el crepúsculo, la gloria y el polvo, se dan la mano en nuestros cuerpos.

REFLEXIONES CORPORALES

“No es fácil imaginar de qué modo el vello de las axilas puede enriquecer la existencia humana”.

 “Lo más sorprendente del cerebro es cuán innecesario resulta. Para sobrevivir en la Tierra no necesitamos saber escribir música o ser capaces de filosofar”.

 “El mentón es exclusivo de los humanos y nadie sabe por qué lo tenemos”.

 “El corazón no tiene tiempo para distracciones”.

 “Las jirafas a veces tienen vesícula biliar y a veces no”.

 “Los riñones procesan cada día 180 litros de agua, el equivalente a una bañera llena a rebosar”.

 “La muerte es inconfundible. Las personas vivas parecen vivas, y más aún por dentro que por fuera”.

“Se ignora qué hace exactamente por nosotros el bostezo”.

“La mayor parte de la mejor tecnología que existe en la Tierra está dentro de nosotros”.

“Lo cierto es que el sexo no es necesario y muchos organismos han renunciado a él”.

“La próstata produce el líquido seminal del hombre durante la edad adulta y una gran ansiedad en sus últimos años”.

“En realidad, es bastante difícil suicidarse. Estamos diseñados para no morir”.

“Piense en cuántos pares de zapatos ha usado en toda su vida y empezará a hacerse una idea de la durabilidad de su cartílago”.

“Los espermatozoides son los astronautas de la biología humana, las únicas células diseñadas para abandonar el cuerpo y explorar otros mundos”.

“La placenta es el órgano peor comprendido del cuerpo humano”.

“Nada hay en nuestra vida más necesario y peor recibido que el dolor”.

“Correr es lo único que hacemos superlativamente bien”.

“Morir es lo último que desea hacer nuestro cuerpo”.

“La comida permanece en el interior de las mujeres casi un día entero más que en los hombres”.

“El cáncer no es más que nuestro propio cuerpo haciendo todo lo posible por matarnos. Es un suicidio sin nuestro permiso”.

“Dormir es lo más misterioso que hacemos”.

“Fue bonito mientras duró, ¿no?”.

https://elpais.com/cultura/2020/03/06/babelia/1583509569_055792.html

viernes, 27 de marzo de 2020

La verdad sobre el microbioma

No hagas caso a los chamanes. Lo peor no es que quieran robarte la cartera. Lo peor es que no tienen ni idea de lo que hablan

Busco microbioma en Bing y me salen vídeos italianos, por alguna razón. Philippe Langella nos ilustra sobre el microbioma intestinal de los “sujetos ancianos”, mientras Luca Masucci diserta acerca de la seguridad de los trasplantes de heces. “Microbioma y medicina veterinaria”, añade Antonio Gasbarrini sin reparar en que Franco Vicariotto ya había dado un pelotazo histórico con su vídeo “microbioma y la mujer”. La búsqueda en Google mejora un poco las cosas, pero no demasiado. Otras webs de Muy interesante, Efe Salud y el Instituto Roche nos terminan de sembrar en el hipocampo el virus cerebral (meme, en la nomenclatura de Richard Dawkins) de que el microbioma, la colección de mil especies de bacterias, virus y hongos que llevamos en el intestino y otras partes blandas, es la causa de todos los males y por tanto la solución a todos ellos. La presión de la industria alimentaria es fuerte y los sabiondos proliferan como setas de cardo en nuestra sociedad crédula e intoxicada por las redes. Mal asunto.

Y mira que la investigación del microbioma es bien activa e interesante. Los científicos dedicados a ello aspiran a descubrir si existe un microbioma saludable y cómo estimular su composición de bacterias en las personas que no tienen la suerte de llevarlo puesto de nacimiento en las tripas. Gracias a eso sabemos que el cáncer, el autismo y las enfermedades autoinmunes, que van desde la esclerosis múltiple hasta la artritis reumatoide, tienen relación con el microbioma. ¿No sería fantástico que pudiéramos tratar esas afecciones sin más que modificar la dieta? Sin duda. Sería fantástico, pero en sentido literal, porque no estamos aún en condiciones de recomendar una dieta que estimule un microbioma saludable. No hagas caso a los chamanes. Lo peor no es que quieran robarte la cartera. Lo peor es que no tienen ni idea de lo que hablan.

Peter Turnbaugh, microbiólogo de la Universidad de California en San Francisco, es uno de los responsables de la mala fama que han adquirido las carnes rojas y procesadas. Los resultados de su laboratorio indican que, en ratones, comer carne reduce las bacterias que metabolizan la fibra y promueve la enfermedad inflamatoria intestinal. Pero él mismo reconoce que sus estudios son insuficientes y extremos en las dosis de carne que consumen los animales. “¿Refleja eso lo que ocurre en la gente que sigue unas dietas más típicas?”, se pregunta. La respuesta es que no lo sabemos. Turnbaugh piensa que estos datos son valiosos para los científicos y que algún día pueden conducir a un remedio farmacológico. Pero no estamos ni de lejos en condiciones de recomendar ninguna dieta que mejore el microbioma de la población.

Hay otro asunto que merece la pena comentar. El mes pasado, Nature publicó una colección de artículos sobre el microbioma y sus efectos en la salud humana. El trabajo fue financiado por Danone y, de hecho, Patrick Veiga, Silvia Miret y Liliana Jiménez, de Danone Nutricia Research en Palaiseau, Francia, colaron en el paquete un artículo titulado “Danone: el microbioma y la probiótica, 100 años de historia compartida”. Los editores de Nature se han visto compelidos a aclarar: “Nos complace reconocer el apoyo financiero de Danone; como siempre, Nature es la única responsable de todo el contenido editorial”.

Como siempre.

jueves, 26 de marzo de 2020

Capitalismo militarizado, esclavismo y exterminio.

Por Alejandro Andreassi Cieri | 29/02/2020 | Opinión

Fuentes: Conversaciones sobre la Historia

La organización del trabajo es un aspecto clave para comprender el funcionamiento de las sociedades antiguas y modernas, los principios y valores con que se rigen y los objetivos que persiguen. Ese carácter de clave interpretativa lo es por varios motivos:

1. El trabajo humano ha existido a lo largo de la historia de la especie humana, pero en cada fase o época ha adquirido por su carácter jurídico y/o técnico, un carácter específico que ha señalado y definido a la sociedad y a la época correspondiente. No es lo mismo hablar de trabajo esclavo, servil o libre, porque, aunque las tareas que se realizarán con cada uno de ellos fueran similares, la distinta connotación normativa y axiológica los señala como radicalmente diferentes. La forma en que se ha objetivado el trabajo ha caracterizado -obviamente junto a otras pautas simbólicas- las diferentes épocas de la historia humana.

2. Especialmente en las sociedades modernas el trabajo es un factor trascendental en el proceso de socialización definitiva de los seres humanos, una socialización que comienza en el ámbito familiar y se complementa en el escolar formativo y culmina con la incorporación al ámbito laboral. Por lo tanto, se comporta como un elemento de integración y cohesión social.

3. En el proceso de trabajo se verifica la naturaleza más íntima de ese momento civilizatorio al que damos el nombre de capitalismo. Es la piedra fundamental en la que se basa el sistema capitalista, donde se asegura su reproducción y donde se realiza el primum movens del capitalismo: la generación de plusvalía en base a la explotación del trabajo humano asalariado por el capital.

Este libro que aquí resumo tiene como objeto el estudio del trabajo y su organización en los fascismos italiano y alemán. La hipótesis principal del mismo plantea que en el fascismo además de intensificarse la explotación del trabajo humano tal como se produce bajo el capitalismo, la relaciones laborales, que designan el lugar en que cada trabajador se sitúa en el proceso de trabajo así como las condiciones en que lo realiza, son el medio para integrar o excluir a los trabajadores en la comunidad nacional, llegando a una restauración del esclavismo y al exterminio por medio del trabajo como formas extremas de exclusión y de refuerzo de la identidad racial de la sociedad fascista. Ello va a ocurrir en el fascismo alemán, con la utilización como esclavos a los prisioneros de los campos de concentración, así como la consumación del genocidio judío, gitano y de prisioneros políticos mediante el recurso a trabajos forzados hasta la extenuación (recordar la siniestra escalera de la muerte de Mauthausen donde fueron asesinados tantos republicanos españoles). Pero también el fascismo italiano recurrió al trabajo esclavo durante la ocupación de Etiopía, creando una clara segregación de la población autóctona condenada a la servidumbre por el ocupante italiano.


Escalera de la muerte en las canteras del campo de Mauthausen (imagen: deportados.es)

Este enfoque era la consecuencia de un principio ideológico común a los fascismos: la convicción de la desigualdad radical, de base biológica, de los seres humanos. Frente a las ideas procedentes de la Ilustración y la Revolución francesa que proclamaban la igualdad de todos los miembros de la especie humana, sin distinciones raciales ni de ningún tipo, el fascismo consideraba lo contrario y erigía esa desigualdad como principio de organización social. Simultáneamente con esa afirmación se conectaba otro núcleo fundamental de la ideología del fascismo: su negación radical de la democracia. Como la desigualdad era la condición normal de la esencia humana los fascistas deducían que la democracia era antinatural ya que esta se basa en la igualdad política de todos los miembros de la sociedad, el equi-poder de cada ciudadano, o sea la capacidad de autonomía y participación equitativa en la toma de decisiones, que colectivamente se expresa como soberanía popular.

Los fascistas consideraban que la capacidad para trabajar y la calidad del trabajo que podía realizar cualquier persona era algo predeterminado, innato, vinculado a las características raciales de cada individuo, que de este modo se transformaban en un componente de la “naturaleza” humana, en rasgos esenciales, y no en el resultado del conjunto de prácticas y de ideas generadas en el proceso de producción cultural y de devenir histórico. Las características jerárquicas de la organización del trabajo bajo el capitalismo se transformaban según la perspectiva fascista en las condiciones naturales -biológicamente determinadas- de la organización de las relaciones de producción y del proceso de trabajo.

Exposición organizada por el Deutsche Arbeitsfront en 1938 (imagen: Bundersarchiv)

Los movimientos fascistas surgen en Italia y Alemania inmediatamente después del fin de la Primera Guerra Mundial, y por lo tanto han sido considerados producto de la misma. Sin embargo, los elementos seminales de su ideología se conformaron mucho antes, en el último tercio del siglo XIX, acompañando la Segunda Revolución industrial con la entrada en juego de los mayores avances de las ciencias naturales y de la tecnología derivada de ellas. La guerra jugó el papel de catalizador de esas tendencias previas. Me limitaré al examen de una de ellas, tal como lo hace el libro que ahora resumo, y que es producto tanto de esa Segunda Revolución Industrial como de la lucha de clases entre capital y trabajo desarrollada a lo largo del siglo anterior. Me refiero a la llamada Organización Científica del Trabajo (OCT) especialmente en su forma inicial: la metodología y objetivos propuestos por el taylorismo (ya que su impulsor fue el ingeniero norteamericano Frederick Winslow Taylor).

El objetivo declarado por Taylor al proponer su método era el de conseguir algo que había sido perseguido por los empresarios desde el inicio de la industrialización, y que consistía en la subordinación total del trabajo al capital con el objetivo de aumentar significativamente la productividad del trabajo asalariado eliminando cualquier posibilidad de resistencia obrera, para lo cual era necesario sustraer la más mínima parcela de control del proceso de trabajo, que había sido uno de las más importantes recursos de los obreros más cualificados, herederos de las técnicas y métodos del artesanado, para negociar sus condiciones de trabajo y de salario a lo largo del siglo XIX. Para conseguir esa sumisión del trabajo al capital, Taylor proponía que debía someterse al trabajador a una serie de rutinas diseñadas por la dirección de la empresa, y esas rutinas debían basarse en la investigación y determinación “científica” de los movimientos y tiempos que debía emplear cada trabajador en el desempeño de la tarea encomendada. Era una propuesta que transformaba al trabajador en un ente heterónomo sometido a las indicaciones de gerentes, ingenieros y capataces, y por lo tanto completaba el proceso de alienación y deshumanización de la tarea que se incubaba desde los orígenes del capitalismo. Se trataba de separar no sólo física sino mentalmente las tareas de diseño y dirección de las de ejecución del proceso de trabajo, las primeras reservadas a los puestos más altos de la jerarquía empresarial, y los últimos al conjunto de trabajadores asalariados, y todo ello con la legitimación que creía otorgaba una presunta “fundamentación científica”.

El impacto de esta propuesta anti-obrera que pretendía resolver definitivamente a favor del capital el resultado de la lucha de clases repercutió incluso en la dinámica bélica donde la optimización de procedimientos y la aceleración de ritmos de trabajo se aplicó a las operaciones militares para aumentar la potencia mortífera del armamento, ya de por sí con un poder destructivo sin precedentes, y que además permitía alargando el alcance y la potencia destructiva “desvincular; al ejecutor de la acción bélica de los resultados de la misma, por ejemplo con la utilización de armas químicas (gases venenosos), la ametralladora o la artillería pesada; un resultado similar a la alienación completa que sufría el obrero taylorizado -obligado a realizar tareas estandarizadas que él no controlaba y cuyos resultados finales ignoraba. Además, la guerra con ese despliegue tecnológico que la transformó en la primera masacre industrializada de la historia produjo como resultado la deshumanización definitiva de una actividad de por sí anti humana como es una guerra. Esa omnipotencia destructiva y al mismo exculpatoria del agente ejecutor inauguraría en la post guerra una militarización y brutalización de la política de la que harían gala los fascismos. Por lo tanto, vemos aquí la conjunción de eventos ideológicos y axiológicos creando el contexto cultural fértil al desarrollo fascista. A ello cabe agregar la pulsación modernizadora tanto del fascismo italiano como del alemán y su preferencia por la ciencia y la tecnología más avanzadas ya que estaban convencidos que sus respectivos programas para recuperar el estatuto de grandes potencias y sus planes de expansión imperial exigían no solo una industria avanzada sino también el respaldo tecno-científico necesario para alcanzar tales objetivos.

El único ingrediente que faltaba para cerrar completar el contexto favorable al desarrollo de los fascismos era el de la crisis en su dimensión no sólo económica sino también política. En Italia se va producir en la inmediata postguerra con la llegada de Mussolini al poder en octubre de 1922, mientras que en Alemania la crisis de 1929 sería la que acabaría favoreciendo la llegada de Hitler al poder en enero de 1933. La crisis de postguerra en Alemania va a ser superada por la República de Weimar, pero el inicio de la Gran Depresión en 1929 va a ser demoledor para la democracia alemana, ya que el empresariado junto a las fuerzas de la derecha y extrema derecha van a optar por una solución autoritaria para afrontar la crisis, facilitando el nombramiento de Hitler como canciller, con la aquiescencia del presidente Hindenburg.


Hitler durante una recepción con grandes empresarios (en primer término, Gustav Krupp) (imagen: Ullstein Bild Dtl.- Getty Images)

La llegada de los nazis al poder va a significar la destrucción de las organizaciones tanto políticas como sindicales del movimiento obrero alemán, cumpliendo con ello con una de las exigencias prioritarias del capital alemán. El empresariado quería volver a las condiciones de producción anteriores a 1918 y exigía eliminar todo el sistema de protección colectiva de los derechos laborales establecidos por la legislación de la República de Weimar, restableciendo la autoridad absoluta e incontestable del empresario sobre sus trabajadores

La formalización legal de la restitución del poder empresarial sobre los trabajadores va a ser la sanción por la dictadura nazi de la ley de organización del trabajo nacional de 20 de junio de 1934 (Gesetz zur Ordnung der nationalen Arbeit – AOG), confeccionada con la colaboración de los representantes del gran capital. La autoridad absoluta del empresario sobre sus empleados se restablecía mediante la figura del Betriebsführer (líder de empresa) reproduciendo a nivel de la economía la misma estructura jerárquica y autoritaria que los nazis impulsaban para reorganizar la sociedad alemana. La ley representaba los intereses generales del empresariado y los grupos conservadores alemanes y no sólo la ideología nazi, especialmente en la preocupación por eliminar al movimiento obrero, restaurar la disciplina laboral bajo la indiscutible autoridad de los patronos y alcanzar de este modo la máxima potencia productiva, así como la mayor eficiencia, situando de este modo a la empresa capitalista como el corazón del orden social. La ley otorgaba al empresario o director del establecimiento la totalidad del poder de dirección, organización, gestión, decisión y evaluación (Betriebsführer), mientras que sus empleados, el conjunto de la fuerza de trabajo, constituían el séquito (Gefolgschaft) que debía seguir fielmente las directrices de aquel, estableciendo –sin lugar a dudas- que se trataba de una relación fuertemente jerárquica en la que la fuerza de trabajo quedaba incondicionalmente subordinada al poder del patrono.

Simultáneamente los nazis esperaban que los trabajadores aceptasen esa posición subalterna a perpetuidad, ya que la eficacia que esperaban obtener mediante una dirección centralizada y vertical de las empresas aumentaría su productividad y por lo tanto la riqueza total, lo que permitiría a las mismas recompensar a sus trabajadores con adecuados salarios y servicios sociales provistos por las compañías, aumentando así la cohesión de la comunidad de empresa (Betriebsgemeinschaft)[1], que era concebida desde el punto de vista utilitario también como una comunidad de rendimiento o Leistungsgemeinschaft. Esta reorganización de las relaciones laborales era considerada por el fascismo alemán también como una condición sine qua non para recuperar el estatus de gran potencia y sus planes de hegemonía europea y expansión imperial. Ello explica la difusión de los métodos de la OCT en la economía alemana, que además de garantizar, como hemos visto, la anulación de la capacidad obrera de resistencia ante las imposiciones patronales permitía sustituir la negociación colectiva con la regulación de la relación obrero-patronal según resultados, según la eficiencia y productividad individual de cada trabajador.

Organigrama del DAF representando la organización jerarquizada del trabajo (imagen: Wikimedia Commons)

En Italia va a suceder lo mismo. Mussolini va a subordinar los sindicatos italianos a la patronal, primero mediante el llamado Pacto del Palazzo Vidoni, de octubre de 1925, donde quedó muy en claro que la autoridad dentro de la empresa era detentada por el empresario, sin ningún tipo de compensación o control por parte de sus empleados. En ese pacto la patronal lograba alejar a los sindicatos de cualquier interferencia en la gestión de las empresas, a cambio del otorgamiento a los sindicatos fascistas de la exclusiva representación de los trabajadores y la capacidad de firmar convenios; ya que se liquidaban definitivamente las comisiones internas (vestigio de las movilizaciones de del bienio rojo), Esa cuestión quedó refrendada en la “constitución” laboral, la Carta del Lavoro, sancionada al año siguiente, en donde se reconocía explícitamente (art. VII) la autoridad exclusiva del empresario en la conducción de la actividad económica, a la cual debía subordinarse sin reparos el conjunto de trabajadores, y a la empresa privada “como el instrumento más eficaz y útil para los intereses nacionales”. Ese pacto significó a su vez el otorgamiento a la Confindustria de la representación oficial del empresariado como bloque único en el proyecto corporativo, al tiempo que se confirmaba y reconocía por parte de la cúpula fascista la indiscutible y exclusiva autoridad del empresario en la dirección de su establecimiento.[2]


Anuncio de la proclamación de la Carta del Lavoro en la Piazza del Popolo de Roma (1927)(Wikimedia Commons)

Pero antes de alcanzarse este resultado en Italia, la colaboración entre clases que quería consolidar el fascismo, hubieron de superarse varios conflictos. El sindicalismo fascista intentaba sustituir al sindicalismo socialista, comunista y cristiano en su papel de interlocutores de los empresarios. Estos, que habían apoyado el ascenso fascista con la expectativa de que acabaran con el movimiento obrero y se restaurara la disciplina productiva, no iban a tolerar que surgiera un nuevo poder sindical, aunque fuera patrocinado por la dictadura. Pero en atención a la búsqueda de la colaboración de clases en una relación que exigía que los trabajadores aceptaran de buen grado una posición subalterna respecto a los patronos, implicó que no se pudiera impedir que las organizaciones sindicales fascistas conservaran una cierta iniciativa y se vieran obligadas a realizar acciones en defensa de reivindicaciones laborales, aunque siempre dentro de límites estrictos que no podían poner ni en cuestión la autoridad patronal dentro de la empresa, ni generar exigencias o expectativas obreras que trastocaran o complicaran los objetivos macroeconómicos.[3] Luego de una serie de huelgas entre febrero y marzo de 1925, especialmente en el sector de la metalurgia, que fueron prácticamente autorizadas por Mussolini y el Gran Consejo con el fin de enviar un mensaje a los patronos para que recordaran que la dictadura fascista era el árbitro que garantizaba la paz laboral que aquellos necesitaban, las huelgas acabaron con un discreto aumento salarial y los sindicatos fascistas se retiraron rápidamente del conflicto (la FIOM dirigida en condiciones de clandestinidad por los socialistas, intentó continuarlas), pero un mes después el Gran Consejo Fascista prohibió las huelgas considerándolas “acto de guerra”, que con la ley de abril de 1926 quedarían definitivamente proscritas, junto a los lock-outs.


Giuseppe Volpi di Misurata, presidente de Confindustria y ministro de Hacienda, en 1938 (archivo histórico de las Fondazione Fiera Milano)

Alcanzada esta situación en ambas dictaduras fascistas, donde la derrota del movimiento obrero en ambos países era total, era el momento de completar la instauración de los procedimientos recomendados por la OCT. Ya se habían experimentado en las empresas durante la República de Weimar, pero habían recibido el rechazo de las organizaciones sindicales, y en Italia no se introdujeron antes de la instauración de la dictadura fascista, siendo la FIAT la primera empresa en aplicar estos métodos de “racionalización” del trabajo. La OCT era claramente funcional no sólo con las exigencias de productividad del fascismo sino también con la concepción de verticalidad y jerarquía en la organización de la sociedad, donde cada empresa era una “micro sociedad”, una réplica de la comunidad nacional.[4]

De este modo las grandes corporaciones industriales inspiraban la remodelación de la organización social. En la opinión de dirigentes e intelectuales fascistas los grandes colosos empresariales cuyo desarrollo, que consideraban estimulados por la Gran Guerra, ofrecían tanto un modelo militar de organización jerárquica como el mejor ejemplo de la capacidad productiva, eran vistos como un pilar importante de la fuerza política del estado y por lo tanto en su capacidad militar. A su vez un régimen productivista debía reunir las características de una “nación en guerra”, un régimen de colaboración entre todas las clases sociales en un orden basado en la autoridad de las jerarquías naturales.[5] La OCT aseguraba, según consideraban Taylor y sus epígonos, la eficiencia y el aumento de la producción hasta niveles no conocidos previamente. Por ello los fascismos imponían la “razón productivista”, a la que consideraban el argumento fundamental para la recuperación de Alemania e Italia como grandes potencias con las que satisfacer sus objetivos imperiales.

Falta comentar una última característica de la organización del trabajo en los fascismos, y se trata del esclavismo, del empleo de mano de obra forzada en la producción. Tanto la dictadura hitleriana como la mussoliniana recurrieron al trabajo esclavo. El fascismo italiano lo hizo tanto en Somalia como en Etiopía, sometiendo a trabajos forzados a la población autóctona, y que en ese momento estaban prohibidos por los tratados internacionales. La Italia mussoliniana estableció un verdadero apartheid en sus colonias con la prohibición de matrimonio o relaciones sexuales entre población autóctona e italianos, así como de la separación espacial y comercial y de servicios entre los mismos en ciudades y pueblos, por lo tanto, haciendo del racismo también un recurso para la organización del trabajo servil que era “justificado” en función de las barreras raciales establecidas. A partir de 1940 también sometió a los italianos de cultura judía a trabajos forzados como consecuencia de la persecución racial iniciada con las leyes antisemitas de 1938.


Un grupo de personas procedentes de la Unión Soviética deportados a Alemania como trabajadores forzados a su llegada a Meinerzhagen, Sauerland, el 29 de abril de 1944. Fuente: Stadtarchiv Meinerzhagen. https://www.bpb.de/izpb/239456/zwangsarbeiterinnen-und-zwangsarbeiter

Pero el empleo masivo de trabajo esclavo, no sólo en Alemania sino en las zonas de ocupación es un aspecto singular de la barbarie nazi. En primer término, cabe decir respecto a esta cuestión que en el caso del fascismo alemán la utilización de trabajadores forzados se vinculó no sólo a objetivos de producción relacionados con las necesidades bélicas sino también con el genocidio. La utilización de trabajadores esclavos por los nazis respondió a necesidades de mano de obra requerida por el esfuerzo bélico, pero también fue una respuesta ante la misma dictada por el racismo y el darwinismo social que constituían núcleos centrales de su ideología. La magnitud del esclavismo era tal que en 1944 los trabajadores extranjeros representaban el 21 por ciento de la fuerza total de trabajo empleada en la industria.

Para los nazis los prisioneros en sus campos de concentración y exterminio, tanto las víctimas de la represión en Alemania a partir de 1933, opositores políticos (comunistas, socialdemócratas, anarquistas, pacifistas), los considerados “racialmente alógenos” (alemanes de cultura judía y gitana, principalmente) y los considerados “asociales” (todos aquellos ciudadanos que no se adecuaban al modelo de comportamiento exigido por la dictadura[6]), así como los cautivos procedentes de los países ocupados así como los prisioneros de guerra era “material consumible”, cuerpos humanos a disposición del régimen nazi para cumplir sus objetivos, pero al mismo tiempo, especialmente en el caso de judíos y gitanos, planificaban y aplicaban el trabajo forzado realizado en las condiciones inhumanas inimaginables uno de los métodos de su exterminio, que fundamentaban en sus propias convicciones social-darwinistas al considerar que de este modo forzarían una especie de “selección natural” durante al cual los primeros en caer serían los más débiles. Sus convicciones racistas les inducían a establecer una especie de clasificación jerárquica en la cual los judíos, gitanos y soviéticos ocupaban el escalón inferior, respecto a los demás prisioneros. Antes que en los campos se había comenzado con esa utilización de trabajo esclavo en los guetos donde habían recluido a los judíos que iban deportando desde toda la Europa ocupada, donde la distribución de los escasos comestibles disponibles dentro del gueto eran distribuidos desigualmente diferenciándose entre población “productiva” e “improductiva”, por lo tanto se utilizaba el trabajo de los cautivos como fuente de producción y como un medio de “seleccionar” en la población sometida a los que podían continuar siendo explotados y los que debían ser exterminados. Cuando comenzaron las deportaciones masivas a los campos de exterminio mantuvieron la clasificación de las víctimas en función de su carácter “productivo” o “improductivo”, enviando primero a los campos de la muerte a estos últimos mientras que se les extraía a los primeros hasta la última gota de su rendimiento laboral.[7]


Prisioneros judíos trabajan en una fábrica de IG Farben dependiente del campo de Auschwitz (imagen: holocaustresearchproject.org

Pero no se trató sólo de la explotación el trabajo esclavo mediante la aplicación de la fuerza bruta, sino que esta se combinó con las fórmulas más ortodoxas de la OCT, como métodos que podían aumentar el rendimiento de los trabajadores forzados. Los trabajadores alemanes más cualificados fueron destinados a los trabajos de supervisión de los obreros no cualificados, y de los trabajadores forzados en general, en aquellas empresas donde se habían aplicado métodos de OCT, con lo cual se fragmentó y se impidió la solidaridad intra-clase que podrían haber surgido en circunstancias normales, por la diferente condición jurídica de cada grupo de trabajadores. Las relaciones y condiciones políticas a las que se vieron sometidos unos y otros crearon las barreras suficientes para que los mecanismos de cohesión no funcionaran salvo en contados casos individuales. No sólo se trataba de la fundamental diferencia entre trabajadores libres y esclavos, sino de las jerarquías anexas a estas condiciones. Por ejemplo, como las que establecían que un trabajador judío o un prisionero de guerra ruso obviamente no podía desempeñar tareas de supervisión y estaban destinados a la escala más baja de la jerarquía laboral independientemente de su calificación previa.


La insignia P identificaba al grupo especialmente discriminado de trabajadores polacos. Fuente: DHM, Berlin, A 93/18 (Deutsches Historisches Museum). https://www.bundesarchiv.de/zwangsarbeit/geschichte/auslaendisch/polen/index.html

Los proyectos de explotación de mano de obra esclava comenzaron a formularse entre 1937 y 1939, debido a la gran absorción de mano de obra disponible en la industria armamentística y complementaria durante la ejecución de las diferentes fases del Plan Cuatrienal. Sin embargo el impulso que generalizó la utilización de trabajo esclavo, forzado tanto de los prisioneros de los campos de concentración como de prisioneros de guerra o civiles obligados a trabajar para Alemania en los territorios ocupados, fue la transformación de la Blitzkrieg en guerra total y prolongada entre 1941 y 1942. Todos los autores coinciden en señalar que el motivo fue la exacerbación de esa escasez de mano de obra multiplicada no sólo por las exigencias de hombres por el ejército a medida que se ampliaban y prolongaban las operaciones militares, sino también por las exigencias de la producción de guerra que crecía en paralelo con las actividades militares. Las primeras empresas que adoptaron tal iniciativa fueron las pertenecientes al área estatal o coparticipadas por el estado, como la Volkswagen, perteneciente al DAF y dirigida por Ferdinand Porsche; la fábrica de aviones Heinkel, la empresa Steyr – Daimler – Puch, dirigida por Georg Meindl –especialista en economía y ciencia política y miembro de las SS. Pero rápidamente se unieron empresas privadas de la importancia de la IG Farben, Mercedes Benz y Henschel, que pasaron a constituir casos paradigmáticos de la moderna industria capitalista que combinaba técnicas avanzadas de fabricación con la utilización de mano de obra esclava. Puede afirmarse con rotundidad que en su gran mayoría –las escasas excepciones confirman la regla- los empresarios no fueron obligados por el estado a utilizar trabajo esclavo, sino que su utilización respondió a la iniciativa de los hombres de negocios y dirigentes industriales, a medida que la guerra dificultaba el empleo de trabajadores libres. Vale la pena reproducir estas dos declaraciones, la primera de Robert Antelme, miembro de la resistencia francesa y deportado a los campos de Buchenwald y Dachau; y del un un ejecutivo de la fábrica de motores de aviación de Daimler-Benz, las que evocan a un mercado de esclavos:

… nos han reunido delante de la iglesia, y unos civiles han venido a buscar a los que eran capaces de trabajar en la fábrica. Hemos visto aparecer bajo los uniformes a rayas a un tornero, a un dibujante, a un electricista, etc. Después de haber seleccionado a todos los especialistas, los civiles han buscado a otros tipos que pudieran hacer trabajos en la fábrica. Para ello han pasado por delante de los que quedaban. Han mirado nuestros hombros, también nuestras cabezas. Los hombros no bastaban, había que tener una cabeza, tal vez una mirada digna de los hombros. Permanecían un momento delante de cada uno. Nos dejábamos mirar. Si lo que veía le gustaba, el civil decía: Komm! El tipo salía de la fila e iba a reunirse con el grupo de los especialistas. Algunas veces el civil se partía de risa ante un compañero y lo señalaba con el dedo a otro civil. El compañero no se movía. Daba risa, pero no gustaba. Los SS se mantenían alejados. Habían traído la carga, pero no seleccionaban, eran los civiles los que seleccionaban. Cuando un compañero contestaba al oír grita su oficio: tornero, el civil aprobaba con la cabeza satisfecho, y se volvía hacia el SS señalando al tipo con el dedo. Ante el civil el SS no entendía de inmediato; él había traído su carga; no había pensado que pudiese contener torneros [….] A los que tenían que trabajar en la fábrica se los aislaba de los demás. Los civiles se ocupaban de ellos con los capos que anotaban sus nombres. Los dos SS los habían abandonado y habían vuelto hacia nosotros, los que quedábamos y no sabíamos hacer nada. Liberados de los civiles que habían hecho una discriminación de valores entre nosotros con la conciencia tranquila, los SS recuperaban a sus verdaderos presos, aquéllos acerca de los cuales no se habían equivocado. Campesinos, empleados, estudiantes, camareros, etc. No sabíamos hacer nada; como los caballos, trabajaríamos afuera acarreando vigas, tablones, construyendo los barracones en los que el kommando se instalaría más tarde. La elección que acababa de producirse era muy importante. Los que iban a trabajar en la fábrica se librarían en parte del frío y de la lluvia. Para los del zaun-kommando, kommando de los tablones, el cautiverio no sería el mismo. Por eso, los que iban a trabajar afuera no iban a dejar nunca de perseguir el sueño de entrar en la fábrica. [8]

Observo a los judíos de acuerdo a su condición física. Generalmente escojo los más jóvenes, porque pienso que serán los más aptos física y mentalmente para nuestro trabajo con las máquinas […] Inevitablemente los separo de sus familias. Se suceden escenas desgarradoras […] Los judíos llevan con ellos sus pertenencias. Los hombres de las SS están provistos de bastones de madera y golpean con ellos a los judíos. [9]

Por ello los empresarios, enfrentados con la necesidad de utilizar mano de obra esclava no dudaron en hacerlo, aportando a las autoridades del régimen y especialmente a las SS, responsables del aprovisionamiento de trabajadores, las soluciones tanto de seguridad como las medidas técnicas y de organización del trabajo que permitieran un adecuado rendimiento de esa fuerza de trabajo, al tiempo que supieron extraer enormes beneficios de su explotación. [10]


Trabajadores extranjeros en BMW en Allach, alrededor de 1943. Todos los trabajadores extranjeros empleados en la fabricación de motores de aviación estaban obligados a utilizar un rótulo que indicaba de donde procedían. Los prisioneros de guerra soviéticos debían portar un rótulo con la abreviatura “SU”. Fuente: BMW Group Archiv http://www.ausstellung-zwangsarbeit.org/arbeit-bei-bmw.html

El gran salto hacia el uso habitual y masivo de trabajo forzado se produjo tras la asunción por Albert Speer de las responsabilidades como ministro de Armamentos, en 1942. Pocos días después de su designación se aprobaron los decretos que establecían el reclutamiento obligatorio de trabajadores en los territorios ocupados del este lo que daría, junto con la utilización de los prisioneros de los campos de concentración, esa dimensión enorme al uso de trabajo esclavo en la industria alemana, constituyendo un hecho sin precedentes en las modernas sociedades industriales. El modelo impulsado y generalizado por Speer se basó en la experiencia anticipada por las grandes empresas, acordando con las SS las cuotas de trabajadores forzados necesarios y la instalación de las fábricas junto o en el perímetro de los campos de concentración. El compromiso mostrado por gerentes y técnicos en la explotación de mano de obra esclava no estuvo sólo marcada por la inmediata necesidad de fuerza de trabajo provocada por las insaciables exigencias de la producción bélica, sino que se erigía como un proyecto sistemático y de largo alcance para su aplicación en la posguerra y en tareas civiles.[11] Pero en lo inmediato el factor más importante fue el propio desarrollo de las hostilidades, especialmente cuando entre finales de 1941 y comienzos de 1942 comenzó la reacción del Ejército Rojo y los primeros reveses alemanes en la URSS, lo que exigía un refuerzo de los contingentes llamados a filas para cubrir esas bajas.[12] Para otros autores también fue determinante la intención de evitar el empleo masivo de mujeres para sustituir a los hombres que debían marchar al frente.[13] Todo ello hizo apremiante el utilizar a los internos en los campos de concentración creando una dependencia mutua entre Speer y la administración de la industria armamentistas y las SS, quienes se encargaban de proveer la fuerza de trabajo forzada.



Después de la ejecución, los trabajadores forzados son llevados frente a la horca, Michelsneukirchen (Baviera), 18 de abril de 1941. Se ordenó a los hombres y mujeres polacas que trabajaban en la zona que se presentaran en el lugar de la ejecución. Un oficial de la Gestapo les informó sobre la consecuencias de violar las regulaciones alemanas Fuente: Sammlung Vernon Schmidt, Veteran der 90. Inf. Div., U.S. Army http://www.ausstellung-zwangsarbeit.org/arbeit-bei-bmw.html

Notas:
[1] Entre sus antecedentes inmediatos deben contarse documentos como el Wirtschaftspolitische Grundanschauungen und Ziele der NSDAP (Principios básicos y objetivos económicos del NSDAP) elaborado en marzo de 1931, distribuido como documento interno de discusión e información sobre la línea en economía política nazi, ver Avraham Barkai, Nazi Economics: Ideology, Theory, and Policy, Oxford, Berg, 1990, pp. 34-38.

[2] Mussolini apoyaba directamente a la dirección de la Confindustria al afirmar que “dentro de la fábrica debe existir únicamente la jerarquía directiva; por consiguiente, no cabe hablar siquiera de síndicos”, citado por Roland Sarti, Fascismo y burguesía industrial. Italia 1919-1940, Barcelona, Editorial Fontanella, 1973, p. 107. Ver también, Giovanni Contini, “Enterprise management and employer organisation in Italy. Fiat, public enterprise and Confindustria 1922-1990”, op. cit., pp. 204-205.

[3] Mussolini se decantó claramente a favor de los empresarios cuando el debate sobre los fiduciarios o síndicos de fábrica, a los que aquellos se oponían porque consideraban que podían ejercer funciones de control sobre su gestión, manifestando que “dentro de la fábrica debe existir únicamente la jerarquía directiva; por consiguiente, no cabe hablar siquiera de síndicos”, citado por Roland Sarti, Fascismo y burguesía industrial. Italia 1919-1940, Barcelona, Editorial Fontanella, 1973, p. 107.

[4] Diggins, John P., «Flirtation with Fascism: American Pragmatic Liberals and Mussolini’s Italy”, The American Historical Review, Volume 71, Issue 2, Jan. 1966, p. 487.

[5] Zeev Sternhell, El nacimiento de la ideología fascista, Madrid, Siglo XXI, 1994, p. 13-14.

[6] La persecución de los considerados holgazanes y gandules [Arbeitsscheue – Bummelanten], o sea poco dispuestos a adecuarse a la disciplina laboral que exigía el nacionalsocialismo, implicó desde el comienzo de la dictadura un aspecto claramente vinculado a los mecanismos de exclusión y selección social que formaban uno de los núcleos duros del proyecto de ingeniería social nazi. Pero se intensificó cuando la recuperación de los niveles de empleo produjo una escasez relativa de la fuerza de trabajo disponible y hubo que movilizar las últimas reservas asequibles. Por lo tanto podemos fijar que fue a partir de 1936, momento en que Hitler decidió la puesta en marcha del Plan Cuatrienal que debía asegurar la supremacía militar de Alemania, en que se intensificó la persecución de estos “asociales” y su reclusión en campos de trabajo donde, bajo la vigilancia de las SS, debían realizar trabajos forzados, calculándose que en 1937-38, aproximadamente 15.000 “asociales” o “refractarios al trabajo” fueron encerrados en el campo de concentración de Buchenwald.

[7] Götz Aly, Susanne Heim, Architects of Annihilation. Auschwitz and the Logic of Destruction, London, Weidenfeld & Nicholson, 2002, pp. 186-214.

[8] Robert Antelme, La especie humana, Madrid, Arena Libros, 2001, pp. 41-42.

[9] Citado por Bernard P. Bellon, Mercedes in Peace and War. German Automobile Workers, 1903-1945, New York – Oxford, Columbia University Press, 1990, pp. 245-246.

[10] Franz Neumann, Behemoth. Pensamiento y acción en el nacionalsocialismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1943, pp. 294-308. Neumann denomina la economía alemana en el momento de la guerra como “capitalismo monopólico totalitario” o sea “una economía capitalista privada, que regimenta un estado totalitario”.

[11] Michael T. Allen, The Business of Genocide. The SS, Slave Labor, and the Concentration Camps, Chapel Hill – London, The University of North Carolina Press, 2002, pp. 175-176.

[12] En la Daimler-Benz la utilización de mano de obra procedente de los campos de concentración comenzó en algunas plantas en el verano de 1940, después de la derrota de Francia, y plenamente en enero de 1941, convirtiéndose esta práctica, como afirma Neil Gregor en “…un elemento central de su política laboral”, Daimler Benz in the Third Reich, New Haven and London, Yale University Press, 1998, p. 176.

[13] Ulrich Herbert, Hitler’s Foreign Workers…, op. cit., p. 384; aunque su afirmación no sería compartida por otros que consideran, como hemos visto que la fuerza de trabajo femenina en Alemania durante la guerra llegó a ser superior a la de otros países beligerantes, lo que restaría fuerza a ese argumento para explicar el reclutamiento de mano de obra forzada, cfr. Eve Rosenhaft, Rosenhaft, Eve, “Women in Modern Germany”, Gordon Martel (ed.), Modern Germany Reconsidered, 1870-1945, London – New York, Routledge, 1992 y R.J. Overy, War and Economy in the Third Reich, Oxford, Clarendon Press, 1994.

Resumen de “Arbeit macht Frei”. El trabajo y su organización en el fascismo (Alemania e Italia), Mataró, El Viejo Topo – FIM, 2004.

Alejandro Andreassi Cieri

Alejandro Andreassi Cieri, Profesor jubilado del Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat Autònoma de Barcelona

Ilustraciones: Conversación sobre la Historia y el autor.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Aplausos al anochecer

Me emocioné profundamente mientras aplaudía con Lourdes y Carla desde el balcón de nuestra casa a los profesionales de la sanidad. Se oían en la oscuridad muchos aplausos desde las ventanas de las viviendas, iluminadas al anochecer. Lo haremos cada día. A las ocho de la tarde. No hay que cansarse de dar las gracias. Dice Jean de la Bruyère que “solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de la gratitud”.

Era emocionante escuchar a muchos ciudadanos y ciudadanas aplaudir al unísono agradeciendo a los sanitarios del país su trabajo, su esfuerzo y su riesgo. Personas de izquierdas y de derechas, creyentes y agnósticas, ricas y pobres, inmigrantes y autóctonas, hombres y mujeres, patronos y obreros… Todas y todos a una aplaudiendo. Porque al virus solo le podemos vencer unidos. Porque el virus ataca de forma indiscriminada. Es muy democrático el coronavirus. Afecta por igual a ministros que a pordioseros, a catedráticos que a analfabetos, a personas progresistas y retrógradas…

He trabajado durante muchos años con profesionales de la salud. En lo poquito que sé, que es cómo formar mejores profesionales. Sé de su competencia científica y de su cercanía emocional a los pacientes. Ahora les toca estar en el frente de la batalla sanitaria, allí donde llega la mayor necesidad de atención médica y de ayuda psicológica. Con escasez de medios, con el temor de que el sistema se colapse. Y, sobre todo, con el riesgo de contagio a pesar de todas las prevenciones.

Me imagino lo que será para cada uno de ellos acudir cada mañana al puesto de trabajo, inundados de noticias, cargados de demandas, como testigos de la angustia y del dolor y como responsables de las mejores respuestas.

Ese gesto de agradecimiento hacia quienes están en la primera línea de fuego sanitario es digno de encomio. Se trata de reconocer su profesionalidad, su valentía, su espíritu de sacrifico, sus conocimientos puestos al servicio de la ciudadanía.

Alguien tuvo que tener la idea. Una persona, probablemente anónima, o varias en distintos lugares. No se sabe casi nunca cómo, cuándo y dónde salta la chispa. Pero es magnífico que alguien haya pensado en ello, que alguien haya hecho la propuesta. Y que la haya hecho pública, que la haya compartido.

Muchas personas, después, se han hecho eco de esa idea y la han difundido a través de las redes y de los medios de comunicación. Y se ha propagado con más velocidad que el coronavirus.

A través de ventanas, balcones, azoteas y terrazas de las casas salen los aplausos como bandadas de palomas mensajeras que llevarán a estos y a estas profesionales la gratitud, la admiración y el afecto del pueblo. Son el ejército de salvación de la humanidad. Médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, administrativos y administrativas, camilleros y camilleras, personal de limpieza… También los sanitarios que investigan y que luego difunden e informan.

He visto cómo, desde la puerta de algunos Hospitales y Centros de Salud, pequeños grupos de personal sanitario devuelven a la ciudadanía los aplausos expresando su reconocimiento con las palmas de sus manos. Hermoso diálogo de reconocimiento mutuo.

(Ha circulado el simpático mensaje de un anónimo ciudadano que decía lo impresionado que estaba con sus vecinos ya que le habían aplaudido con fuerza cuando salió a echar la basura por la noche. “No sabía que era tan querido y admirado”, decía asombrado).

No hay mal que por bien no venga. La crisis nos está haciendo descubrir que un celador es más importante que un futbolista, que una enfermera es más necesaria que un multimillonario y que un médico es más decisivo que un general de división.

Descubrimos también lo importante que es la ciencia y la investigación. Clamamos todos ahora por la vacuna, pero sabemos que no se puede comprar con millones una que no existe.

Caemos en la cuenta de lo importante que es la salud de cada un, no solo la nuestra y que acaso tengamos invertida la escala de valores.

El pasado 14 de marzo, escribió al respecto Edna Rueda Abrahams, escritora y psiquiatra colombiana, en el Diario de San Andrés y Providencia un hermoso artículo titulado “Empatía viral”. Dice:

“Y así un día se llenó el mundo con la nefasta promesa de un apocalipsis viral y de pronto las fronteras que se defendieron con guerras se quebraron con motitas de saliva, hubo equidad en el contagio que se repartía igual para ricos y pobres, las potencias que se sentían infalibles vieron cómo se puede caer ante un beso, ante un abrazo.

Y nos dimos cuenta de lo que era y no importante, entonces una enfermera se volvió más indispensable que un futbolista, y un hospital se hizo más urgente que un misil. Se apagaron luces en estadios, se detuvieron los conciertos, los rodajes de las películas, las misas y los encuentros masivos y entonces en el mundo hubo tiempo para la reflexión a solas y para esperar en casa que lleguen todos y para reunirse frente a fogatas, mesas, mecedoras, hamacas y contar cuentos que estuvieron a punto de ser olvidados.

Tres gotitas de mocos en el aire, nos han puesto a cuidar ancianos, a valorar la ciencia por encima de la economía, nos ha dicho que no solo los indigentes traen pestes, que nuestra pirámide de valores estaba invertida, que la vida siempre fue primero y que las otras cosas eran accesorios.

No hay un lugar seguro, en la mente de todos nos caben todos y empezamos a desearle el bien al vecino, necesitamos que se mantenga seguro, necesitamos que no se enferme, que viva mucho, que sea feliz y junto a una paranoia hervida en desinfectante nos damos cuenta de que, si yo tengo agua y el de más allá no, mi vida está en riesgo.

Volvimos a ser la aldea, la solidaridad se tiñe de miedo y a riesgo de perdernos en el aislamiento, existe una sola alternativa: ser mejores juntos.

Si todo sale bien, todo cambiará para siempre. Las miradas serán nuestro saludo y reservaremos el beso solo para quien ya tenga nuestro corazón, cuando todos los mapas se tiñan de rojo con la presencia del que corona, las fronteras no serán necesarias y el tránsito de quienes vienen a dar esperanzas será bien recibido bajo cualquier idioma y debajo de cualquier color de piel, dejará de importar si no entendía tu forma de vida, si tu fe no era la mía, bastará que te anime a extender tu mano cuando nadie más lo quiera hacer.

Puede ser, solo es una posibilidad, que este virus nos haga más humanos y de un diluvio atroz surja un pacto nuevo, con una rama de olivo desde donde empezará de cero”.

El camino que puede hacernos salir de la crisis es la solidaridad. Téngase en cuenta que la cuestión fundamental no pasa porque cada uno se libre del contagio sino de que cada uno no se convierta en un arma mortífera para otros ciudadanos y ciudadanas, más vulnerables. Lo que nos salvará a cada uno es la preocupación por la salud de los otros.

El partido se juega en el campo de la sanidad. Por eso aplaudimos a los profesionales. Ellos y ellas nos guían y nos cuidan. Son ellos y ellas quienes están diciendo que nos quedemos en casa, que les ayudemos así a detener el contagio.

Cristina Marín, una de las adjuntas de Cirugía General del Hospital Universitario de la Princesa de Madrid ha pedido que escribamos cartas a los enfermos que están sumidos en una dolorosa soledad, ya que reciben una sola visita al día de un médico y no pueden ver a familiares y amigos. Magnífica idea. Hay que dirigir la carta a esta dirección: cartas.venceremos.covid19@gmail.com. Ahora mismo me pongo a la tarea, Un enfermo tendrá mi carta.

Los profesionales de la salud nos piden cosas tan importantes como sencillas: que nos quedemos en casa, que nos lavemos las manos, que dirijamos el estornudo al antebrazo, que mantengamos la distancia de al menos un metro, que procuremos estar informados. Hagámoslo en bien de todos.

Ahora pedimos algo más sencillo. A los ocho de la tarde, abramos nuestras ventanas, balcones, azoteas y terrazas y unámonos al coro unánime de la sociedad que da las gracias a quienes están salvándonos de la catástrofe. Son nuestros héroes cotidianos. Nuestras heroínas. Aplaudamos hasta que nos duelan las manos.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/03/21/aplausos-al-anochecer/