sábado, 9 de mayo de 2015

Hace 70 años la Unión Soviética derrotó al nazismo. Una hazaña histórica que cambió el mundo.

“Hermanos, hoy podemos decir: el alba viene,
ya podemos golpear la mesa con el puño
que sostuvo hasta ayer nuestra frente con lágrimas. (…)
Éste es el canto del día que nace y de la noche que termina”.
Pablo Neruda,
Canto a Stalingrado


Este 9 de mayo de 2015 se cumplen 70 años de la derrota final del ejército nazi, la temible Werhmacht. El hundimiento del III Reich se debió fundamentalmente a la resistencia, primero, y a la contraofensiva después del Ejército Rojo. Desde que en el 22 de junio de 1941 comenzó la invasión alemana hasta la decisiva victoria soviética en Stalingrado (febrero de 1943), la URSS luchó sola; ninguna coalición internacional le ayudó a defenderse. Por eso, sus ciudades fueron arrasadas, sus campos quemados, sus industrias destruidas y su población diezmada por las bombas. El balance de la Batalla de Stalingrado, la más sangrienta batalla terrestre de la historia y decisiva en el curso de la guerra, fue terrible: un millón cien mil muertos soviéticos. Después, vendría la Batalla de Kursk (verano del 43), el mayor combate de tanques jamás conocido. Y finalmente, la Batalla de Berlín donde los soldados soviéticos tuvieron que luchar contra las tropas de élite alemanas casa por casa y manzana por manzana, en el Metro inundado y hasta en el interior del Reichstag a oscuras hasta hacer ondear la bandera roja sobre este emblemático edificio, sede del parlamento. Treinta mil soviéticos perdieron allí la vida.

Tras 1418 días de guerra, el balance final de víctimas civiles y militares, hombres, mujeres y niños, que sufrió la Unión Soviética a consecuencia de la agresión nazi alcanzó la espantosa cifra de 27 millones de muertos. Con este inmenso tributo de vidas humanas y con el heroísmo de sus soldados se logró expulsar de la patria de Lenin a la Werhmacht y se rompió la columna vertebral del Ejército del Este, principio del fin del imperio hitleriano. Al mismo tiempo, se hizo posible la liberación de Europa con el golpe demoledor del Ejército Rojo que llevó su furia luchadora desde las estepas rusas al corazón mismo de la guarida del Führer en Berlín.

Por qué les molesta a algunos celebrar esta victoria histórica
La tragedia provocada en suelo europeo por el odio anticomunista y antisemita, así como por el expansionismo del III Reich (muchos países del continente, como Polonia, Grecia, Yugoslavia, Francia y Países Bajos, fueron invadidos), no puede olvidarse si no queremos que se repita. Una primera medida tomada por los ideólogos del revisionismo ha consistido en atenuar el infame rastro de destrucción del nazismo al tiempo que socavaban con toda clase de mentiras el apoyo popular al socialismo (eso mismo han hecho en España los falsificadores del pasado al negar la dictadura franquista y, en el colmo de la desvergüenza, culpar a la República de la Guerra Civil). Otras medidas similares han sido el silenciar los crímenes nazis en los grandes medios y la rehabilitación de antiguos militantes y dirigentes hitlerianos en el ejército y en la administración pública (algo que durante años vimos en la antigua RFA en contraste con la desaparecida RDA).

En contra de esa ocultación se manifestó en su día el mejor poeta alemán del siglo XX, Bertolt Brecht:

“¡Oh Alemania, pálida madre!
Entre los pueblos te sientas
cubierta de lodo.
Entre los pueblos marcados por la infamia
tú sobresales”.

Lo que se pretende encubrir con tales maniobras de distracción de la opinión pública europea y mundial no es otra cosa que la lógica interna del fascismo. Cuando el capitalismo se vio en peligro en su forma liberal, entonces parió de sus entrañas el monstruo del fascismo, primero en Italia con Mussolini (1922) y más tarde con Hitler (1933). Porque, en esencia, el fascismo no es otra cosa que Capitalismo+Militarismo. Eric Hobsbawm calificó oportunamente a los fascistas de (mercenarios) «revolucionarios de la contrarrevolución». Una contrarrevolución que era perjudicial para el pueblo y especialmente para los trabajadores, pero que ‒ como señalaba este historiador británico‒ fue muy rentable para el capitalismo por estas tres razones:
-Porque “eliminó o venció a la revolución social de izquierda”,
-Porque suprimió los sindicatos obreros que (eran los únicos que) limitaban el poder de la patronal,
-Y porque mediante la destrucción del movimiento obrero “contribuyó a garantizar a los capitalistas una respuesta muy favorable (para sus intereses y ganancias) a la Gran Depresión” (Historia del Siglo XX).

Los mismos que ignoran hoy la gran victoria soviética sobre el nazismo, antes ocultaron la revolución china, tergiversaron la derrota de los EEUU en Vietnam, agredieron y bloquearon a Cuba, asesinaron a Allende, y hoy calumnian a diario a los presidentes de Venezuela, Bolivia y Ecuador porque se han atrevido a defender la riqueza de sus pueblos del saqueo de las multinacionales.

La ayuda del franquismo a la agresión nazi
No puedo dejar de añadir una apostilla para hispanos. Es una obviedad, pero conviene repetirla: Franco y los generales golpistas no hubieran ganado la Guerra de España sin la decisiva ayuda militar de Hitler y Mussolini. La península Ibérica sirvió de campo de entrenamiento del ejército nazi, en especial de la aviación cuyos ataques a la población civil comenzaron a experimentarse aquí. Recordemos, por ejemplo, la destrucción de Guernica por la Legión Cóndor comandada por Wolfram von Richthofen, quien llegaría a ser Mariscal de Campo de la Luftwaffe durante la II Guerra Mundial.

En agradecimiento por la ayuda recibida y como testimonio de su compartido anticomunismo, el general Franco envió a Hitler la División Azul*, formada por 50.000 soldados. Algunos detalles de este cuerpo expedicionario fascista son muy reveladores. Se formó a toda prisa el 26 de junio de 1941, sólo unos días (4 días) después de la invasión nazi de la URSS, sus soldados juraron solemnemente “absoluta obediencia al jefe de las Fuerzas Armadas alemanas, Adolf Hitler, en la lucha contra el comunismo”, formaron la 250ª División de Infantería de la Wehrmacht cuyo uniforme y armamento usaron, y recibían doble sueldo (el correspondiente alemán y el de legionario español). Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco y entonces ministro del Interior y de Asuntos Exteriores (a quien en esta fotografía de procedencia alemana vemos junto a Franco y acompañando a los criminales de guerra nazi y dirigentes de las SS Karl Wolff, izq., y Heinrich Himler, centro) dictó sentencia el 24 de junio de 1941 desde el balcón de la sede de Falange en el número 44 de la madrileña calle de Alcalá:
“¡Rusia es culpable! El exterminio de Rusia es exigencia de la Historia y del porvenir de Europa”.

Tras las históricas victorias del Ejército Rojo en Stalingrado y Kursk en 1943, la División Azul volvió a casa derrotada dejando tras sí cerca de 5000 muertos en su ciega obediencia al Führer. Para vergüenza colectiva, todavía muchos pueblos y ciudades de España conservan su nombre en calles y plazas. Mientras, centenares de hombres y mujeres republicanos yacen sepultados en las cunetas por mantenerse leales a la II República y no haber apoyado al fascismo. Dicen los apologistas de la Transición que mejor así para no remover las heridas.

Dejemos hoy a un lado a los antiguos y nuevos encubridores del fascismo y honremos como se merecen a los viejos héroes anónimos que dejaron su vida defendiendo la libertad de la Unión Soviética y de Europa. ¡Feliz aniversario, amigos, compañeros y hermanos amantes de la paz y la libertad en el ancho mundo!
Andrés Martínez Lorca.

*Camarada invierno: Experiencia y memoria de la División Azul (1941-1945). Libro de Xosé Manoel Núñez Seixas Más, Tabúes de la Segunda Guerra mundial.

Paleoliberalismo

Ciudadanos vuelve a una concepción de hace un siglo: el Estado solo debe ocuparse de facilitar la acumulación de la riqueza comprando paz social lo más barato posible

Mientras Pablo Iglesias nos descubre a todos qué significa de verdad la socialdemocracia, igual que antes nos reveló qué era de verdad la democracia o toda la verdad sobre la Transición, Ciudadanos lleva ya dos entregas de su programa económico "calculado hasta el último euro". El entusiasmo desatado entre los medios españoles autoproclamados liberales resulta indescriptible. Por fin parecen haber encontrado ese proyecto riguroso e innovador que andaban buscando desde los tiempos de Franco.

Subido en esa euforia, hace poco el propio Albert Rivera escribía que pretendía "volver a poner de moda la libertad, la igualdad y la solidaridad". Loables propósitos que merecen tanta atención como respeto. Efectuemos la prueba del algodón sobre su programa para ver cómo se propone lograrlo.

Empecemos por donde debe arrancar el análisis de cualquier programa de gobierno: su propuesta fiscal. La fiscalidad que promete Ciudadanos incluye propósitos tan acertados como recuperar unos impuestos de sucesiones y patrimonio que merezcan tal nombre, o convertir la lucha contra el fraude en una verdadera prioridad. También acierta al situar en el punto de mira los oligopolios que vampirizan nuestros mercados desde las privatizaciones de los noventa.

Es una lástima que, en todo lo demás, suene tanto a lo mismo de siempre: bajar levemente los impuestos sobre la renta y el consumo para disimular las rebajas masivas a favor de las rentas del capital y los beneficios corporativos. Resulta inquietante que la bajada del tipo general del IVA se compense eliminando el tipo superreducido, que grava productos de consumo básico como la leche o el pan, mientras que el tipo de sociedades baja diez puntos sin compensación alguna.

Una gran corporación como Telefónica pagará lo mismo que esas pequeñas empresas a quienes subcontrata servicios a precios de miseria. Igual que una persona que gane 75.000 euros pagará lo mismo que una persona que ingrese poco más de 22.000.

En nombre de la igualdad, de entrada, se propone más desigualdad en el esfuerzo fiscal. Otro tanto puede sostenerse respecto a la propuesta de contrato único para el empleo. Nadie sabe realmente si va a generar más trabajo. Lo único que sabemos seguro es que la dualidad actual de nuestro mercado laboral se verá sustituida por una especie de "igualdad universal en la precarización".

El hecho de que la propuesta fiscal estuviera mal calculada y castigase fiscalmente, por ejemplo, a los solteros sin hijos que ingresasen menos de 20.000 euros solo representa una anécdota… O no, como diría Rajoy. Resulta curioso que este tipo de errores de cálculo siempre afectan a la rentas medias o bajas. Como los bancos, que siempre se equivocan a su favor.

Al parecer tampoco debe inquietarnos que los agujeros entre ingresos y gastos que implica la propuesta de Ciudadanos, más de doce mil millones, se pagarán otra vez con una de las grandes leyendas urbanas de la política española: suprimir las diputaciones y fusionar municipios. En España, desde hace veinte años, hasta el cáncer puede curarse suprimiendo las diputaciones y fusionando municipios.

El llamado "complemento salarial" propuesto por el partido de Rivera no deja de sonar a otra vuelta de tuerca sobre cuanto ya está haciendo el PP: pagar por trabajar. Aquellos salarios que los empresarios rebajen deberemos asumirlos todos sufragando bonificaciones fiscales y un complemento para las rentas más bajas. Ya sabemos cuál acostumbra a ser el resultado de este tipo de subvenciones: más precariedad y rebaja inmediata de los salarios por las mismas razones que las subvenciones al alquiler disparan los precios: los empresarios tenderán a incluir el complemento en el cálculo del salario.

Si Albert Rivera entiende que denegar el acceso a la sanidad a los inmigrantes sin papeles equivale a volver a poner de moda la solidaridad, lo confieso, me declaro completamente pasado de moda y out.

Lejos de estimular la crítica y la renovación, la crisis y el fracaso de sus recetas parece haber empujado a la ortodoxia economía a una especie de retorno al pasado. La vuelta a una especie de paleoliberalismo en estado aún más puro. Reciclaje de ideas que nunca han funcionado y se vuelven a presentar como si no hubiera pasado ni hubiéramos aprendido nada durante los últimos cincuenta años de políticas públicas y Estado de bienestar. Vuelta a una concepción de hace un siglo: el Estado solo debe ocuparse de facilitar la acumulación de la riqueza comprando paz social lo más barato posible.
Antón Losada.
http://www.eldiario.es/zonacritica/Paleoliberalismo_6_381521853.html

viernes, 8 de mayo de 2015

“La socialdemocracia será eclipsada por fuerzas más radicales". OWEN JONES | ENSAYISTA, UNA DE LAS VOCES MÁS INFLUYENTES DE LA IZQUIERDA BRITÁNICA.

El autor publica un estudio sobre la historia de Reino Unido tras la II Guerra Mundial


Un ‘chacal rebuznante’, según Fox News. Socialista. Columnista del Guardian”. Así se define Owen Jones (Sheffield, Inglaterra, 1984) en su perfil de Twitter. En 2011, con solo 27 años, publicó un libro —Chavs, la demonización de la clase obrera que se convirtió en un fenómeno editorial y a su autor, en una de las voces más influyentes de la izquierda británica. Su nuevo ensayo,  El establishment (Seix Barral)es un estudio de la historia política de Reino Unido después de la II Guerra Mundial, a través del grupo de poder que la domina, desafiando a la democracia desde arriba y unido por el objetivo común de mantener un sistema que Jones considera nefasto y perverso. Recibe a EL PAÍS en un café del norte de Londres, a pocas semanas de unas elecciones cruciales para el futuro de su país y, afirma, para el de la propia izquierda en Europa.

Pregunta. Augura que las generaciones futuras mirarán atrás y contemplarán con asombro y desprecio cómo se organiza hoy la sociedad británica. ¿Tan grave es?
Respuesta. Es injusta e insostenible. Tenemos una sociedad en la que la riqueza de los mil que más tienen se ha duplicado durante los cinco años de una de las mayores crisis económicas que ha sufrido este país, mientras un millón de personas tienen que recurrir a los bancos de alimentos. Es una sociedad perversa.

P. ¿La culpa es del establishment?
R. Hubo mucha resistencia a la democracia en este país por el miedo de los de arriba a que, si todo el mundo podía votar, habría una redistribución de la riqueza y el poder. Era cierto: la democracia conlleva una redistribución. Pero en los últimos 30 años ha habido un intento de recuperar el poder y la riqueza perdidas. Y eso es el establishment. Un colectivo unido por intereses económicos, mentalidades y conjeturas comunes.

P. ¿Una conspiración?
R. No. Una unión de intereses que colisionan con la democracia. Es la amenaza a la democracia desde arriba. Este establishment exhibe un triunfalismo sin precedentes. Cree que ha derrotado a todos sus enemigos. La manera en que funciona la sociedad parece inevitable.

P. ¿Estamos resignados a su poder?
R. El establishment depende de un sentimiento de resignación. Es como el tiempo: puedes protestar porque llueve pero no puedes hacer nada. Pero las encuestas revelan que la opinión de la mayoría de los votantes entra en colisión con el establishment. La mayoría apoya la renacionalización de los trenes y de la energía, quieren más impuestos para los ricos, más derechos de los trabajadores. En temas económicos se identifican más con la izquierda. Pero ha cuajado un sentimiento de que no hay alternativa.

P. Ha ayudado, sostiene usted, un redireccionamiento del enfado.
R. A los trabajadores que cobran sueldos miserables se les dice que no es con sus jefes con quien deben enfadarse sino con los parados que viven lujosamente o con el inmigrante que les quita sus recursos. El establishment le dice a la gente: te han robado, pero no te enfades por el hecho de que te hayan robado, sino por que a tu vecino le han robado menos.

P. Predican el libre mercado pero, según usted, dependen del Estado más que ningún otro colectivo. ¿En qué sentido?
R. Esa es la ironía. El sector financiero no fue rescatado por el dogma del libre mercado, sino por el Estado. Es socialismo para los ricos y capitalismo para los pobres.

P. ¿Se puede combatir a ese establishment desde la política?
R. El debate político está hoy en los matices y no en los contrastes radicales. El final de la Guerra Fría fue el final de la historia, en palabras de Fukuyama. La izquierda como visión de la sociedad colapsó. El nuevo laborismo fue un producto del fracaso. Asumió los presupuestos del thatcherismo, igual que los Gobiernos conservadores de los años cincuenta aceptaron los del laborismo de posguerra. En 2008 la presunción de la izquierda, o de lo que restaba de ella, fue que el neoliberalismo había quedado desacreditado, así que emergería una alternativa. Pero eso no pasó. Milton Friedman dijo que los cambios se consiguen a través de una crisis, pero depende de las ideas que haya en el aire. Y la izquierda no tenía muchas ideas en 2008. Por eso la derecha mantuvo su hegemonía intelectual.

P. ¿Cómo ve usted al laborismo hoy?
R. La gente tiende a olvidar dónde estaba el nuevo laborismo. ¡Era tan abiertamente neoliberal! Ha cambiado bastante, aunque no se acerque ni de lejos a donde llegaría yo. Y lo ha hecho porque la ciudadanía desde diferentes foros lo ha reclamado. Frederick Douglass dijo que el poder no concede nada sin una demanda. Si hay presión desde abajo puede cambiar.

P. ¿Qué espera de ellos?
R. Su misión original era ser la voz de los trabajadores. Y estos han sufrido la mayor caída en sus ingresos desde la época victoriana. La mayor parte de la gente que está en la pobreza trabaja. Se levanta por la mañana para ganarse su pobreza. El laborismo debe preguntarse por qué vivimos en una sociedad que sirve a los poderosos en lugar de a los verdaderos generadores de riqueza. La riqueza la creamos todos: los trabajadores, el Estado, el profesor, el médico, los limpiadores. Debe estar mejor distribuida.

P. ¿En qué consiste la revolución democrática que usted propone?
R. La democracia está amenazada por los poderosos y debemos volver a conquistar la soberanía de la gente.

P. ¿La casta de Podemos es lo mismo que su establishment?
R. Supongo que sí. Para ellos es un poder al que no se le puede exigir responsabilidades, corrupto legal y moralmente, cuyo comportamiento colisiona con los intereses de la mayoría de la sociedad. España demuestra que, cuando la gente lo pasa mal, no es inevitable que la beneficiada sea la derecha populista. Es una lección para todos nosotros. No tiene por qué haber una política del miedo: es posible una política de la esperanza. La política de la esperanza dice que la injusticia es temporal y puede superarse.

P. Usted se define como socialista. Podemos, en cambio, parece haber renunciado a esa dialéctica de derecha e izquierda.
R. Lo entiendo. Creo que solo intentan comunicar sus ideas en una sociedad donde la izquierda ha sufrido enormes calamidades y derrotas políticas.

P. ¿Podría triunfar un movimiento así si se define como de izquierdas?
R. Yo soy socialista. Creo que la retórica de derecha e izquierda sigue siendo válida. Pero es la gente ya politizada la que piensa en términos de derecha o izquierda, los que vivimos en la burbuja política. La mayoría piensa en términos de vivienda, empleo, servicios, salarios, hijos. Y hay que afrontar esas preocupaciones de una manera convincente. Quien quiera cambiar la sociedad debe mirar dónde hay un movimiento con éxito y ver qué han hecho bien, y qué ha hecho mal la izquierda tradicional.

P. ¿Es esta incapaz de proporcionar el cambio que usted busca?
R. Grecia y España demuestran que, si la socialdemocracia ataca a su propia base, no puede confiar en la lealtad de esta porque encontrará alternativas. Si el laborismo llega al poder y ataca a sus seguidores, atravesará su propia pasokificación y eso podría abrir el camino a fuerzas como Podemos o Syriza. Vivimos en una era en la que la socialdemocracia puede ser eclipsada por fuerzas más radicales. Tras la Guerra Fría, eso no estaba en el guion. En la era de la austeridad, el proyecto de la socialdemocracia está en una crisis profunda y será eclipsado por fuerzas más radicales.

P. ¿Toda era, incluida esta, vive en la ilusión de que es permanente?
R. El búho de Minerva solo emprende el vuelo con la llegada del ocaso, decía Hegel. Creo que estamos ante el ocaso de esta era. La transición a una nueva será muy difícil, pero sucederá. Cuando el neoliberalismo tuvo su auge, que aquí fue con el thatcherismo, la izquierda era triunfalista. Creían que Thatcher no iba a durar. Mis padres lo creían. No se dieron cuenta de que asistían a la construcción de una nueva era. Las enseñanzas de nuestros antecesores, que desafiaron viejos órdenes y ganaron, deberían darnos esperanza y dar miedo a los poderosos. Demuestran que todo orden caerá y será sustituido. Lo importante es qué lo sustituye. Yo quiero una sociedad construida para la gente trabajadora, creadora de riqueza, no para una élite. Una sociedad donde la democracia alcance. Esa sociedad será construida algún día y esta, también, pasará.
Fuente: El País.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/29/actualidad/1430322387_133893.html

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jueves, 7 de mayo de 2015

¿Qué está pasando en Baltimore y otros centros urbanos en EEUU?

Vicenç Navarro
Público.es

Para explicar la agitación social que está ocurriendo en EEUU (siendo los hechos acecidos en Baltimore el último ejemplo de ello), la mayoría de los medios de información en España, se ha centrado en el tema racial, presentando dicha agitación como un caso más de conflicto racial entre blancos y negros. Tal énfasis en el tema racial es importante pero, sin embargo, insuficiente para entender lo que está ocurriendo en EEUU. En Baltimore, la mayoría del establishment político –incluyendo la alcaldesa y el Consejo Municipal- y la mayoría de policías son de raza negra. Y, sin embargo, la gente que está protestando -la mayoría también de raza negra- lo hace frente y en oposición a este establishment y a esta policía. Veamos los datos.

En primer lugar, es cierto que la raza juega un papel clave en la vida política, cultural y social de aquel país. Es una variable –la raza- que configura predominantemente dos países: el EEUU blanco y el EEUU negro. Según una encuesta publicada recientemente en el Washington Post (citada en “Race, Hope and Organizing in the Rust Belt”, Z Commentaries, 28.04.15), el 75% de los estadounidenses de raza blanca no tiene en su red de amigos a ninguna persona negra (o asiática o hispana), un porcentaje idéntico, por cierto, al que indican los estadounidenses de raza negra en cuanto a tener amigos blancos. Para valorar estos datos es importante saber que los negros en EEUU pasan nueve veces más tiempo con blancos que estos con negros (“pasan” incluye relaciones de trabajo, en el comercio o de ocio). Estos datos muestran claramente que hay dos Estados Unidos, el blanco y el negro, con una difícil relación entre ellos.

Ahora bien, esta manera de ver EEUU (que es la mayoritaria en los medios) es insuficiente, pues no incluye otra variable que debería considerarse, y que es la clase social de unos y otros. Y aquí quisiera aclarar que, en contra de lo que indica la sabiduría convencional en aquel país (que es la producida y promocionada por la estructura de poder de EEUU), que niega la existencia de clases sociales (reduciendo la estructura social a “ricos”, “clase media” y “pobres”, poniendo a la gran mayoría de la población en la categoría clase media), EEUU tiene una estructura social muy semejante a la de cualquier país europeo, es decir, tiene una clase capitalista (a la que se conoce en EEUU como Corporate Class), una pequeña burguesía, una clase media y una clase trabajadora (que es, tanto objetiva como subjetivamente, la mayoría de la población, tanto negra como blanca. Así es como se define la mayoría de la población de ambas razas cuando se les pregunta por su pertenencia a la “clase alta”, “clase media” o “clase trabajadora”).

El gran deterioro del bienestar de la clase trabajadora blanca y, sobre todo, negra
Lo que hemos estado viendo en estos años de crisis y supuesta recuperación en EEUU es también lo que veremos (en realidad, ya lo estamos viendo) en la Unión Europea, incluyendo en España. Y no es ni más ni menos que una enorme polarización de las rentas (con un enorme crecimiento de las rentas del capital a costa de un enorme decrecimiento de las rentas del trabajo, es decir, de la mayoría de la población). Jack Rasmus, uno de los economistas más interesantes hoy en EEUU, acaba de publicar unos datos sobre la evolución de las rentas del capital y las rentas del trabajo durante la llamada Recuperación, que son impactantes y abrumadores (“USA: How the Rich Get Richer”). El promedio de las rentas familiares que derivan sus rentas del trabajo (es decir, de los salarios) ha ido bajando y bajando desde el año 2009 cuando, en teoría, la economía estadounidense inició su recuperación. Este descenso ha sido particularmente acentuado entre los 100 millones de familias trabajadoras, que han visto cómo se reducía, además de su estabilidad laboral (aumentando su precariedad), su trabajo, consecuencia de que se han estado destruyendo puestos de trabajo, lo que ha determinado que el porcentaje de la población ocupada (tasa de ocupación) haya bajado. La gran mayoría de la población negra (conocida como afroamericana) pertenece a los sectores con menor nivel salarial entre la población ocupada, habiendo sido particularmente afectada por este declive tan notable del mundo del trabajo. Barrios de clase trabajadora negra, cuya población trabajaba en la manufactura y la construcción (como ocurre en muchos barrios obreros negros en Baltimore), hoy están enormemente deteriorados. Es más, la Ley de Derechos Civiles, que prohíbe la discriminación de raza, paradójicamente, ha contribuido más a este deterioro, pues ha facilitado que las familias negras pertenecientes a la pequeña burguesía y a la clase media de renta media alta hayan abandonado los barrios donde estaban ubicados antes (y donde convivían con la clase trabajadora), desplazándose a los suburbios donde las clases más pudientes están ubicadas. Donde antes había suburbios blancos, ahora hay suburbios blancos y suburbios negros. Como consecuencia, los barrios tradicionalmente negros son más uniformes en cuanto a su clase social: la mayoría es clase trabajadora ocupada y, sobre todo, desocupada.

Por otra parte, las rentas del capital se han disparado. El 1% de las familias, las más pudientes, que derivan sus rentas del capital, han aumentado sus ingresos de una manera casi obscena por su cantidad. Estas rentas derivan en gran parte del enorme incremento de los beneficios empresariales, habiéndose incrementado 3.7 billones de dólares (trillones en EEUU) durante los años de crisis. Estos beneficios son de las empresas que producen bienes y servicios, y se han conseguido a base de la disminución de los salarios y de lo que llaman aumento de productividad, que ha significado un enorme incremento de la tasa de explotación, y que ha incluido una gran destrucción de puestos de trabajo y la sustitución de buenos salarios por bajos salarios. De nuevo, las familias negras han sido las más afectadas, pero no han sido las únicas.

Pero a estos 3.7 billones se debe añadir otro billón de dólares (trillón en EEUU) que procede de las rentas derivadas de la actividad financiera, cuya rentabilidad se ha disparado debido a la enorme especulación con los productos financieros. Los super-ricos, que obtienen beneficios como consecuencia de una enorme explotación del mundo del trabajo, no invierten en actividades que puedan crear empleo, sino en actividades especulativas, alcanzando un total de ingresos de 4.7 billones, que están arruinando el país y el bienestar de la mayoría de la población.

El problema no es solo el 1%, como dice el Occupy Wall Street Movement
Naturalmente que este 1% requiere para mantener su enorme dominio en la sociedad, tanto sobre el Estado como sobre la sociedad civil, incluyendo los medios de comunicación, de otro 10 ó 15% de la población (pequeña burguesía y clase media de renta alta), que juega un papel clave en la reproducción del poder de ese 1%. Y este es el grupo más beneficiado por la ley antidiscriminatoria, consecuencia de lo cual hoy tiene su sector de raza negra. El Presidente Obama, que era un abogado, más tarde senador, y ahora Presidente, es un claro ejemplo de ello. Esta clase media profesional de renta alta tiene intereses de clase comunes con sus homólogos de raza blanca. Hoy, la estructura de poder político en la ciudad de Baltimore es de raza negra y la mayoría de la policía es también de raza negra, así como lo son la alcaldesa y el jefe de la policía. Y la policía es percibida en estos barrios obreros negros como una institución de represión, lo que explica las tensiones frecuentes en estos barrios, donde la criminalidad es la respuesta individual, antisocial e incívica del joven negro que no ve ningún otro futuro. Vean la excelente serie “The Wire”, y entenderán mejor lo que pasa en estos barrios.

Este artículo no puede terminar aquí, pues hay también cambios que permiten un atisbo de esperanza. En realidad, la crítica que puede hacerse a “The Wire” es que transmite una sensación extremadamente pesimista, pues aquellos barrios de Baltimore fueron también los que iniciaron el movimiento –que se extendió al resto de EEUU- para el salario decente, categoría distinta y superior al salario mínimo, exigiendo a las autoridades públicas que en sus contratos incluyeran salarios decentes. Lucharon y ganaron. Y lo hicieron aliándose con trabajadores blancos, siguiendo la filosofía política de la Rainbow Coalition, iniciada y liderada por Jesse Jackson (el discípulo predilecto de Martin Luther King), que consistió en establecer alianzas entre todos los grupos sociales, razas y etnias que consiguieron una movilización sin precedentes en EEUU (causa de que el candidato Jesse Jackson ganara el 40% de los delegados al Congreso del Partido Demócrata en 1984). Fui asesor de Jesse Jackson en aquellos años y pude ver con mis propios ojos lo que puede ocurrir en EEUU cuando los distintos componentes raciales y étnicos del mundo del trabajo se alían. Y lo que ocurrió con la campaña del salario decente es un ejemplo de ello. En este aspecto, el racismo es el mayor obstáculo para que dicha alianza se establezca. Pero la agitación social y racial que ocurre hoy en los centros urbanos de EEUU muestra también los límites de las políticas representativas simbólicas, que llevaban a la conclusión de que elegir a un Presidente negro beneficiaría a la población negra, o que la posible elección de una Presidenta beneficiará a las mujeres. Sin desmerecer la importancia de los símbolos, la realidad muestra que estas políticas son dramáticamente insuficientes. Necesarias, pero, repito, muy insuficientes, puesto que la realidad muestra que la mayoría de la clase trabajadora negra no se ha beneficiado necesariamente de haber tenido un Presidente negro. Sin desmerecer algunas de las políticas sociales progresistas de la Administración Obama, el hecho es que la situación del mercado de trabajo se ha deteriorado de una manera muy marcada durante la crisis, incluyendo los años de gobierno del Presidente Obama, y las desigualdades sociales y de renta se han disparado, como consecuencia de tal deterioro. Es más, los rescates bancarios, que han favorecido claramente a las altamente concentras rentas del capital financiero, han disparado todavía más tales desigualdades, habiendo generado una protesta generalizada que ha llevado a una situación conflictiva que ha abierto toda una serie de interrogantes.

Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University.
Fuente: http://www.caffereggio.net/2015/04/30/que-esta-pasando-en-baltimore-y-otros-centros-urbanos-en-eeuu-de-vicenc-navarro-en-publico/

miércoles, 6 de mayo de 2015

Inês Etienne Romeu, única superviviente de la Casa de la Muerte

Compañera de guerrilla de Dilma Rousseff, sufrió prisión y prolongada tortura durante la dictadura brasileña

Inês Etienne Romeu murió el pasado lunes a los 72 años en su casa de Niterói, en la región metropolitana de Río de Janeiro. La exguerrillera fue la única superviviente de uno de los principales centros de tortura de la dictadura brasileña (1964-1985).

Nacida en 1942 en Pouso Alegre, Minas Gerais (sureste de Brasil), Romeu formó parte de la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares, organización de extrema izquierda que secuestró al embajador suizo en Río de Janeiro de la que también formó parte la presidenta Dilma Rousseff. La militante fue detenida en mayo de 1971 en São Paulo y trasladada a la conocida como Casa de la Muerte de Petrópolis, municipio cercano a Río de Janeiro, no sin resistencia de su parte: llegó a tirarse delante de un autobús cuando la trasladaban de una ciudad a otra.

Quien entraba en la casa de Petrópolis no salía vivo. “Claro que dábamos sustos, y el susto siempre era la muerte. La casa era para eso”, reconoció el teniente coronel Paulo Malhães ante la Comisión de la Verdad, que investigó los crímenes de la dictadura. Allí perdieron la vida una veintena de personas. Solo Romeu sobrevivió. Pero los 96 días de torturas, violaciones y vejaciones la marcaron para siempre. "Estaba destrozada, enferma, reducida a un gusano, obedecía como una autómata", contó después. Durante el secuestro intentó suicidarse otras dos veces. Consiguió salir al fingir que aceptaba convertirse en informante de sus captores.

En noviembre de 1971, la justicia hizo oficial su detención y la condenó a cadena perpetua. Fue la última presa política del régimen militar en ser liberada, con la ley de amnistía de 1979.

Las notas que tomó Romeu al salir de la Casa de la Muerte, todavía en plena dictadura, ayudaron a identificar a nueve militantes izquierdistas asesinados en el mismo centro. La exguerrillera hizo un registro detalladísimo y presentó las notas al Colegio de Abogados de Brasil en 1979. Sabía hasta el número de teléfono de la vivienda adonde la llevaron “con los ojos vendados” porque escuchó a uno de los torturadores responder al teléfono. Identificó a un médico que ayudaba a los torturadores, Amílcar Lobo, y al propietario de la casa: “Visitaba el lugar y tenía relaciones cordiales con sus ocupantes. Es extranjero, posiblemente alemán. Tiene un perro danés cuyo nombre es Kill. Aunque no participe personalmente de las actividades y atrocidades cometidas allí, tiene pleno conocimiento de ellas”.

En 2003, a los 61 años, Etienne Romeu sufrió un misterioso percance. Un carpintero acudió a su casa para hacer unos arreglos. Una limpiadora la descubrió al día siguiente en el suelo, herida en la cabeza. La policía lo calificó de accidente doméstico, pero otro informe médico aseguraba que había “señales de traumatismo craneal debido a múltiples golpes”. El sospechoso nunca ha sido identificado, y desde entonces ella tuvo dificultades para hablar y moverse.

En 2009 recibió el premio a los Derechos Humanos de Brasil en la categoría de Derecho a la Memoria y la Verdad. El entonces presidente del Gobierno, Lula da Silva, le dijo: “Mi querida Inés, solo quería decirle una cosa: valió la pena cada gesto que hicieron, cada descarga eléctrica que recibieron, cada golpe”.

En marzo del año pasado, Romeu declaró ante la Comisión de la Verdad, que en diciembre publicó un escalofriante documento según el cual 434 personas murieron o desaparecieron durante la dictadura. Después de la audiencia pública en la que Etienne Romeu habló de ahogamientos, descargas eléctricas y violaciones sistemáticas, el público le dio una ovación cerrada y su hermana Celina declaró : “Tu historia es de heroísmo, no tienes más qué temer. Has vencido”.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/29/actualidad/1430337262_432499.html

martes, 5 de mayo de 2015

Las maniobras del PP para quedarse con los votos de los ancianos ingresados en geriátricos

El PSdeG-PSOE aporta pruebas en vídeo ante la Junta Electoral para demostrar que el PP capta voluntades en geriátricos y utiliza toda una red de contactos para teledirigir el voto

Es una vieja práctica conocida desde anteriores campañas electorales. El Partido Popular, no pocas veces con la ayuda de las monjas que regentan las residencias de ancianos, pone a pleno rendimiento toda la maquinaria electoral para trasladar votantes de la tercera edad en taxi o en autobús, voto en mano, hasta pie de urna, o facilitar notarios “de los nuestros” en las casas de ancianos impedidos para que voten por correo. Al PP, por supuesto.

Ante casos similares ocurridos en las recientes elecciones al Parlamento Europeo, como denunciaron los partidos de la oposición en Valencia, los socialistas temen que los malos datos que las encuestas auguran al PP en los comicios de mayo hayan provocado una orden general desde Génova a toda su militancia para acarrear “por todos los medios” ese voto cautivo.

Este lunes, los socialistas de Amoeiro (Ourense) presentaron una denuncia ante la Junta Electoral por un posible delito electoral cometido por el PP de Amoeiro. Para ello han aportado dos vídeos, grabados por el candidato socialista Rafael Rodríguez Villarino. En el primero de ellos, la administradora de una residencia de ancianos cuenta cómo tres trabajadoras del Ayuntamiento (dos auxiliares de ayuda en el hogar y una administrativa), que a su vez se presentan en las listas del PP, le recomendaban que facilitara el voto por correo de los ancianos a su cargo, con el fin de orientar su voto. Y todo ello, en precampaña.

Parece que de casta le viene al galgo. El candidato a esa alcaldía por el PP está colocado de asesor del hijo de José Luis Baltar, el expresidente de la Diputación de Ourense, aquel al que llamaban “el cacique bueno”, condenado hace unos meses por un juez a nueve años de inhabilitación por enchufar a dedo a 104 personas en la Diputación ourensana en al año 2010. El candidato de Amoeiro es “asesor” (¿) de Baltar hijo, quien salía con su padre en anteriores campañas electorales cantando aquello tan bonito y melodioso: “Si no eres del PP, jodeté; si no eres del PP, te vuelves a joder”. Baltar padre tocaba el trombón. El hijo, el heredero del cargo, al que hoy asesora el candidato del PP de Amoeiro, aporreaba un voluminoso bombo con el entusiasmo de un niño grande...
Eldiario.es

Hambre oculta tras el milagro británico. Los recortes en el Estado de bienestar han disparado el uso de bancos de alimentos en esta legislatura

Sobre este meandro que dibuja el Támesis en el centro de Londres, conviven a codazos las dos narrativas sobre la economía británica que se enfrentan en estas elecciones. Canary Wharf y Tower Hamlets. El lujo y el hambre. La pujanza de una economía que crea empleo y deja atrás la recesión a un ritmo de crecimiento del 2,8% anual, y su miserable reverso. La caprichosa lógica del urbanismo de la capital quiso que estos rascacielos se levantaran precisamente en Tower Hamlets, el barrio con más hambre infantil del país, donde más de la mitad de los niños vive por debajo del umbral de la pobreza.

Ocho de la mañana. Ejecutivos trajeados circulan por las aceras de Canary Wharf, el centro financiero que ha superado a la City como el mayor empleador de banqueros de Europa. Los habitantes de los rascacielos cobran 95.000 libras (unos 133.000 euros) de media al año. Los de abajo, 11.400. No es fácil mantener a una familia en Londres con eso.

A la sombra de los rascacielos, entre las viviendas sociales, los voluntarios del banco de alimentos de Tower Hamlets ordenan la comida en cajas. Este centro abrió en 2010, al mismo tiempo que David Cameron llegaba al 10 de Downing Street, para atender a lo que su directora, Amy Kimbangi, llama “el hambre escondida”. “Desde 2010 la demanda de este servicio aumenta cada año”, explica. “Hemos pasado de alimentar a cuatro o cinco familias cada semana a 35. Es gente que paga sus alquileres, tiene trabajo, pero no es capaz de llevar comida a sus mesas. Londres es una ciudad extraordinariamente cara, y vivir con el salario mínimo aquí es prácticamente imposible”.

El banco de alimentos de Tower Hamlets pertenece al Trussell Trust, el mayor conglomerado de dispensación de comida de emergencia de Reino Unido. En 2009 apenas contaba con 29 bancos de alimentos y hoy agrupa a 445. Esta semana ha publicado los datos actualizados de su actividad. En los últimos 12 meses distribuyó 1,1 millones de lotes de comida de emergencia, cada uno suficiente para alimentar a una familia durante tres días. Son casi 200.000 más que en el ejercicio pasado, 27 veces más que hace cinco años.

A estos datos habría que sumar los de otros centenares de bancos de alimentos independientes que operan por todo el país. Colectivos de médicos hablan de un auténtico problema de salud pública.

Son los profesionales de la sanidad y los asistentes sociales quienes identifican a las personas necesitadas y les entregan un vale para acudir al banco de alimentos. El 44% de los usuarios de los bancos de Trussell Trust acude por problemas con las ayudas públicas. Las políticas de austeridad han afectado a la seguridad social británica, uno de los pilares del Estado de bienestar construido por los Gobiernos laboristas de la posguerra. Las ayudas llegaron a funcionar como un complemento en el presupuesto de las familias, que permitía a las empresas mantener su productividad pagando unos sueldos medios que están entre los más bajos de toda Europa. Los recortes en el sistema han quebrado el delicado equilibrio.

Eso es lo que concluye un estudio de noviembre del año pasado, encargado por la Iglesia de Inglaterra, Trussell Trust y Oxfam, que relacionaba directamente los recortes en el sistema de la seguridad social con el aumento en el uso de bancos de alimentos. El informe, el más exhaustivo realizado hasta la fecha, solicitaba cambios urgentes en el “complicado, remoto y en ocasiones intimidatorio” sistema, para evitar que la gente caiga en la pobreza. El Gobierno desautorizó el estudio al considerarlo “no concluyente”.

La mañana de Matti Letsie empieza en la puerta de atrás de un hipermercado. Es su rutina desde que el año pasado abrió el banco de alimentos independiente Connect 25 en Newcastle, al norte del país. Aquí recoge las provisiones que el establecimiento les dona. “Es comida que, de otra manera, acabaría en la basura”, explica.

Con la furgoneta cargada, regresa al local junto a la iglesia King’s Castle que le sirve de almacén. “Empecé a trabajar en asistencia social en 2008”, explica. “El uso de bancos de alimentos entonces era marginal, pero ahora cada vez más gente los usa. Creo que, de la misma manera que el Gobierno trata de arreglar la deuda y llevar al país a una buena situación financiera, debe buscar un equilibrio. Tienen que mirar cómo afectan las cosas que hacen al hombre corriente. Hay gente que vive muy por debajo del modo de vida humano”.

La furgoneta aparca junto a una casa compartida por 11 exreclusos que tratan de rehacer su vida. Es el caso de John, que cumplió cinco años por robo. Al salir de la cárcel le entregaron 30 libras y una cama en esta casa. Pero le cuesta despegar. “Salí de prisión hace seis meses”, explica. “No recibes ayudas inmediatamente, así que no tienes dinero para sobrevivir. Los bancos de alimentos han sido una bendición. Si no fuera por ellos, básicamente, me habría muerto de hambre”.

http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/24/actualidad/1429900297_849087.html

Un país, dos caras
La economía británica creció un 2,8% en 2014, más que la de ningún otro país del G7. La tasa de paro está por debajo del 6%. Solo Portugal y Grecia, entre los 15 miembros iniciales de la UE, tienen sueldos medios más bajos que Reino Unido. El Gobierno de Cameron ha convertido en su prioridad reducir el déficit (5,4% del PIB en 2014) a base de recortar el gasto público.

Los bancos de alimentos de Trussell Trust (445 repartidos por todo el país, frente a 29 en 2009) distribuyeron en los últimos 12 meses 1.084.604 paquetes de ayuda alimentaria, un 19% más que el ejercicio pasado y 27 veces más que hace cinco años. 2,3 millones de niños en Reino Unido están clasificados en la pobreza relativa: viven en hogares con ingresos más bajos que el 60% de la media nacional.

lunes, 4 de mayo de 2015

Buena gente que camina. Andar puede ser un gesto revolucionario. Lo recuerda la ensayista Rebecca Solnit en 'Wanderlust'.

Crucé las avenidas mezclándome con inevitables flâneurs, vagabundos y turistas, con hombres sospechosos por su solo andar improductivo, sin rumbo ni destino; con mujeres que llevan siglos disputando su derecho a caminar sin ser tomadas por prostitutas ni acosadas ni violadas. Cruzando nuevos barrios amurallados y urbanizaciones planificadas contra el caminante, vimos tras las cristaleras de los gimnasios a los Sísifos de cinta mecánica (ese invento perverso que, recuerda Solnit, nació en una cárcel).

Juntos, sin dejar de caminar por las páginas de Wanderlust, nos unimos a quienes venían marchando desde lejos, desde muy lejos: revolucionarios y amotinados que un día echaron a andar y aún resisten, caminantes por la paz o los derechos que cruzan países, obreros, ecologistas, peregrinos, zapatistas, marchas civiles que corren una inacabada carrera de relevos hasta nuestras últimas marchas de la dignidad que prolongan el caminar como un acto político, una forma de desobediencia civil.

Junto a Solnit he caminado varias jornadas, siguiendo sus pasos, sus derivas y rodeos, sus momentos en que se detiene a mirar algo, incluso una nimiedad; las veces en que aprieta el paso y a fuerza de abarcar todos los aspectos posibles del tema nos fatiga, nos marea, nos aburre incluso, sin que podamos dejar de andar, porque caminar, leer, pensar, caminar, tiene un efecto euforizante, nos resitúa en la tierra, libera el cerebro y recupera el cuerpo frente a la incorporeidad creciente de nuestras vidas, nos vincula a quienes andan a nuestro lado, nos hace libres al buscar espacios libres y tiempo libre para recorrerlos.

No se pierdan esta marcha, este libro. Sigan andando.

Wanderlust. Una historia del caminar. Rebecca Solnit. Traducción de Andrés Anwandter. Capitán Swing. Madrid, 2015. 472 páginas. 22 euros.

domingo, 3 de mayo de 2015

40 años de la caída de Saigón. Con la toma de la capital de Vietnam del Sur, se cerró un conflicto de tres décadas.

Michael Herr, el reportero estadounidense que revolucionó el periodismo de guerra con sus despachos desde Vietnam, escribió: "Hace mucho que allí no había un país, solo una guerra". La caída de Saigón, el 30 de abril de 1975, representó el final de un prolongado conflicto –tres décadas– que costó millones de muertos y causó gigantescos daños en un país sobre el que cayeron cuatro millones de toneladas de bombas y 75 millones de litros de un herbicida, el agente naranja, que causó todo tipo de enfermedades y deformaciones (las secuelas siguen afectando a miles de niños). La guerra empezó al final de la colonización francesa en 1946, con la división entre Vietnam del Sur y del Vietnam del Norte, y acabó hace 40 años, cuando el Vietcong -la guerrilla comunista del Vietnam del Norte- tomó Saigón.

Pese a los acuerdos de París de 1973, el conflicto continuó hasta la primavera de 1975, cuando las tropas del Vietcong tomaron Vietnam del Sur. La caída de Saigón, que se convirtió en Ho Chi Minh City, será recordaba siempre por la caótica evacuación de las embajadas con helicópteros. La ciudad está ya muy tocada por la guerra. Así la describe Herr en Despachos de guerra durante la ofensiva del Tet, en 1968: “Una ciudad desolada cuyas largas avenidas contenían únicamente deshechos, papeles arrastrados por el viento, montoncitos diferenciados de excremento humano y flores muertas y los armazones de los fuegos artificiales ya quemados del Nuevo Año Lunar”.

Otro periodista que cubrió el conflicto, el gran reportero Manu Leguineche, escribió: “Al cruzar por las calles de Saigón se me agolpaban en la cabeza los recuerdos de una década que ahora tocaba a su fin en medio de un vergonzoso repliegue de las fuerzas sudistas. Saigón había sido para mí la Disneylandia de los 20 años”. El gran reportero español, fallecido en 2014, describe una ciudad surrealista, con un viejo cartel en francés en su hotel en el que se ruega silencio a la hora de la siesta y un restaurante vasco Aterbea, con camareros vestidos de pelotaris. Hoy, la ciudad rebosa energía, negocios, afán de crecimiento económico.

La guerra de Indochina entre Francia y la entonces guerrilla nacionalista del Vietminh terminó en 1954, con el desastre francés en la batalla de Dien Bien Phu. Casi de manera inmediata comenzó primero un conflicto civil, que luego se convirtió, con la paulatina entrada de los estadounidenses, en la guerra de Vietnam. “Era imposible encontrar dos personas que estuvieran de acuerdo en cuándo empezó”, escribe Michael Herr. Cuando, en julio de 1964, se produjo el incidente del golfo de Tonkim —un supuesto ataque del Vietcong contra la patrulla estadounidense Maddox—, la presencia de EE UU ya era muy fuerte.

Oficialmente, como relata Leguineche en su libro La guerra de todos nosotros, la primera baja mortal norteamericana se produjo el 22 de diciembre de 1961, a 40 kilómetros de la capital. Se llamaba James Thomas Davis y tenía 28 años. Cuando cayó Saigón, EE UU había perdido 58.000 soldados –la mayoría de reemplazo, pues entonces existía el servicio militar– y 303.704 heridos. Millones de civiles habían muerto.

El conflicto de Vietnam fue la primera guerra televisada, durante la que el conflicto entró en el cuarto de estar de los estadounidenses. También está asociada a una serie de imágenes que forman parte de la historia del siglo XX: la instantánea de Eddie Adams, de AP, en la que el jefe de la policía de Saigón, el general Loan, dispara en la cabeza a un guerrillero del Vietcong durante la ofensiva del Tet y la fotografía de Nick Ut de Kim Phuc, la niña que corría desnuda, con sus ropas devoradas por las llamas del Napalm, en la carretera número 1, cerca de Trang Bang, el 8 de junio de 1972.

Las fotografías de los soldados destrozados física y moralmente por el combate durante la batalla de Hué de Philip Jones Philips y Don McCullin provocaron también una profunda huella en la sociedad estadounidense. En sus memorias, McCullin escribe aquella batalla de la ofensiva del Tet: “En los días peores, creo que nadie esperaba salir vivo de ahí”. Michael Herr habla de soldados que llevaban escrito en el casco: "¿Por qué yo?". Los marines se habían inventado una canción titulada: “Tenemos que salir vivos de aquí aunque sea lo último que hagamos en la vida”.

La investigación de Seymour M. Hersh sobre la matanza de My Lai, el asesinato de decenas de civiles en una aldea vietnamita por soldados de EE UU en marzo de 1968, también supuso un mazazo para la estrategia bélica de Washington. Tuvieron que pasar otros siete años desde aquella ofensiva que cambió el curso de la guerra —aunque la perdió el Vietcong, demostró su enorme poder de combate— para que el último helicóptero despegase desde el techo de la embajada de EE UU en Saigón, hace ahora 40 años, y acabase la guerra interminable.

Más sobre la caída de Saigón: Artículo de Jean Bricmont, profesor de Física en la U. de Lovaina y autor de El Imperialismo Humanitario: El uso de los derechos humanos para vender la guerra.
 https://docs.google.com/document/d/1U4qvHwAw9niVir_A44YMrelYK9PKl04ZE-K4hqf7DHM/edit?usp=sharing

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Los comunistas. Berthold Brecht y Giorgy von Lukács como ejemplos

Pepé Gutiérrez-Álvarez
Rebelión

Hay un momento en el documental sobre los niños del franquismo, de Montse Armengol, en la que la responsable de ellos en los primeros tiempos del franquismo, se ve agobiada por los datos que se le están planteando por lo que decide pasar al ataque. No puede negar lo que le cuentan, pero tiene una defensa: el comunismo era peor, mucho peor. Por supuesto, el comunismo era el Stalin del treinta, pero ellos ya lo describían así desde Octubre de 1917. Esto que en su momento expresaba la opinión de la extrema derecha, se ha convertido en una ley de bronce de los medios en los que, por citar únicamente un par de ejemplos, dos personajes de la talla de Berthold Brecht (1898-1956) y Giorgy von Lukács (1885-1971), han pasado a ser poco menos que “comisarios” del Koba, sin más derecho que el que le puedan otorgar las revistas minoritarias. Un buen ejemplo de esta actitud la representó sin complejos César Antonio Molina, y lo hizo en un lejano artículo titulado El KGB de la cultura 1/ firmado por (director del Instituto Cervantes). Uno se podría creer que el autor hablaría de los responsables “culturales” de este siniestro departamento, pero me encuentro que con motivos de sus respectivos aniversarios, el autor juzga a dos de los mayores intelectuales del siglo XX, Berthold Brecht (1898-1956) y Giorgy von Lukács (1885-1971).

De entrada, con este título, todo lo que dice el autor queda –irremisiblemente- ligado al terror estaliniano, incluso cuando el propio autor detalla que tanto uno, como otro, escaparon por los pelos de su represión. La reducción se cumple con otro requisito básico: Molina no da un paso fuera de la historia del estalinismo, de tal manera que uno y otro quedan encerrados en el estigma de la KGB. Se trata de una metodología muy en consonancia con las ya practicadas por los expertos de la casa, en unas prácticas ya consagradas por la famosa (y se nos quiere convencer que definitiva) obra de François Furet, El pasado de una ilusión 2/ . Es una técnica con la que se vacían cómodamente los océanos de sangre provocados, no ya por los fascismos (como el nuestro al que se nos indica miremos sin ira), sino por las democracias mejor homologadas 3/, se llena de estalinismo las biografías de unos autores comunistas de larga y compleja trayectoria. Una trayectoria en la que los momentos de complicidades puntuales con el estalinismo hacen olvidar tanto sus repulsas como la amplitud de sus aportaciones.

César Antonio Molina se despacha sobre todo con Lukács sobre el que expone su cara más oscura. Una parte oscura que no se puede desligar de la propia “pata de palo” del autor de Historia y conciencia de clase, pero tampoco de los abismos abiertos por una época en la que convergieron tres grandes desastres: el “crack” financiero y político de las democracias liberales, el ascenso del nazi-fascismo, así como la inusitada contrarrevolución burocrática en la URSS. Sin embargo, por más que sus partes oscuras fueran de dominio común (se solía bromear con sus “autocríticas” y con sus “excomuniones”), lo cierto es que a nadie se le ocurría negar el valor de su obra por mayores que fuesen sus pecados (¿se imagina alguien que algo así se pueda hacer con Ortega y Gasset?), tanto fue así que los años sesenta-setenta, se editaron entre España y América Latina casi la práctica totalidad de su obra, sobre todo en Grijalbo en las traducciones de Manuel Sacristán y Gustau Muñoz, amén de numerosos estudios 4/. Eso sí, en los ochenta casi desapareció, y para encontrarlo había que ir a las librerías de segunda mano. Una anécdota harto sintomática de este cambio lo observaba alguien (que no recuerdo) que contaba que había escuchado el siguiente comentario en las puertas del Liceo después del “tejerazo”: “¡Y ahora que no nos vengan con el Lukács!”

Pero eso fue lo que ocurrió con “todo” el marxismo (y demás corrientes “subversivas”), aunque era difícil llegar a creer que se llegaría a los extremos actuales 5/.

Lukács conoció una intensa vida como filósofo, como crítico literario y (entre 1919 y 1929) como uno de los dirigentes del movimiento comunista húngaro a lo largo de varias décadas. Autor de numerosas obras, sus primeras publicaciones aparecieron en 1902, ultimó sus Prolegómenos a una antología social unos setenta años después, poco antes de su muerte. También dejó esbozada una última obra: sus memorias, originariamente tituladas Pensamiento vivido. Con anterioridad a la revolución de Octubre, Lukács se hallaba comprometido con un sistema objetivo idealista, influido por Platón, Kant, Hegel y Kierkegaard (Lukács fue el primero en volver a sacar a la luz la obra de este último, hacia 1908).

Conocida es su amistad con Georg Simmel, Max Weber y Ernst Bloch, pasó mucho tiempo en Alemania, escribiendo al final muchas de sus obras en alemán. En Hungría, durante la Primera Guerra Mundial fue el líder intelectual del “Círculo del Domingo”, junto Frigyes Antal, Béla Balázs, Béla Fogarasi, Arnold Hauser, Karl Mannheim, Karl Polány, Wilhelm Szilasi, Charles de Tolnay, Eugene Varga 6/ entre otros. Entre todos organizaron la “Escuela Libre de Ciencias del Espíritu” en la que participaban también Bartók y Kodály. Sus obras principales durante esa época fueron: El alma y las formas, 1910; Historia del desarrollo del drama moderno, 1911; Cultura estética, 1913; Teoría de la novela, 1916, y la Filosofía del arte de Heidelberg. En esta época comenzó a escribir su célebre obra la Estética de Heidelberg, empezada en 1912, abandonada en 1918 y publicada póstumamente 7/.

Aunque el canon histórico neoliberal tiene poco menos que prohibido hablar de la “Gran Guerra” (Enrique Krauze la achaca a una cosa llamada “nacionalismos”), el caso es que significó un desastre humanitario de alcance hasta entonces desconocido, y colocó al borde del abismo a países como Rusia y Hungría, provocando una auténtica reacción crítica en la que se inscribe la evolución de Lukács hacia el marxismo (cuando él habla del odio que incubó contra la burguesía se está refiriendo a esta “página en blanco” en la historia del imperialismo. En 1918 se afilió al partido comunista. Durante los meses de la Comuna húngara, en 1919, un acontecimiento que Molina restringe a un único comentario (lamentó que se había derramado “demasiada poca sangre burguesa”), que cita por lo tanto, totalmente descontextualizado. Durante la revolución fue ministro (comisario del Pueblo) de Educación y Cultura, designando a varios de sus amigos y colaboradores (Antal, Bartók, Kodály, Mannheim, Varga y otros) para importantes puestos político-culturales 8/. Cuando triunfó la contrarrevolución, comenzó un exilio que no concluyó hasta 1945, año en que regresó tan sólo para hacer un trabajo clandestino de partido, desafiando la sentencia de muerte que contra él pronunciaron los jueces de Horthy. Un detalle que dice algo de su compromiso militante.

La amplitud del compromiso marxista de Lukács no se puede reducir a unas cuantas pinceladas sectarias –que las hubo-, y para ofrecer, aunque sea una idea muy apretada, cabe referirse cuanto menos a cinco fases diferenciadas:

Una primera que va desde 1919 a 1929, período en el que Lukács aparece ligado a la internacional Comunista, cuando ésta aparecía como un instrumento a favor de la revolución, o sea a una época en que el ideal revolucionario estaba plenamente vivo. En este tiempo, Lukács fue uno de los líderes del Partido Comunista húngaro, Lukács se vio profundamente inmerso en la lucha política cotidiana viciada por las confrontaciones internas entre facciones, constantemente atacadas por el aparato creado entorno a Béla Kun (el líder de la República de los Conejos Obreros que después de trabajar para Stalin en el Komintern, murió a mano de su policía). Muchos de sus escritos se referían a cuestiones políticas y de agitación, ya la elaboración de una estrategia política viable que culminó en las Tesis sobre Blum, tesis sobre la que valdría la pena un buen debate.

Escritas en 1928, y propugnando perspectivas bastante semejantes a las propuestas del VII Congreso de la Internacional, y que siete años más tarde fueron adaptadas a las exigencias de la política exterior estaliniana con el nombre de Frente Popular» (adoptadas como política oficial de la Komintern siete años después), pero que en pleno período de “socialfascismo” (ya se sabe, el fascismo y la socialdemocracia eran “hermanos gemelos” según Stalin), y fueron tachadas como “liquidacionistas” y como “medio socialdemócratas” 9/. Sus principales escritos teóricos de este periodo fueron recopilados en tres volúmenes: Historia y conciencia de clase (1923); Lenin. La coherencia de un pensamiento (1924), y Escritos políticos, 1919-1929. De ellos, Historia y conciencia de clase, máxima expresión de su trama consejista-izquierdista 10/, acabaría siendo condenado por la Komintern de la época post estalinista a través de Bujarin, Zinóviev y otros, ejerció una enorme influencia desde Korsch hasta Benjamin y Merleau-Ponty, y desde Goldmann hasta Marcuse y el movimiento estudiantil de finales de la década de 1960, y el propio Lukács lo evoca con cierta nostalgia en las Conversaciones 11/ .

Un segundo, abarca desde 1930 hasta su regreso a Hungría (1945). Obligado a abandonar las actividades políticas debido a la “desviación” que representaban sus Tesis sobre Blum, Lukács escribió principalmente ensayos de crítica literaria así como dos obras teóricas fundamentales: La novela histórica (1937), y una de sus obras maestras, El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista (1938). Sus estudios literarios fueron reunidos bastantes años más tarde en diversos volúmenes como los titulados Materiales sobre realismo; Goethe y su época, y Thomas Mann. En el orden teórico, esta fase estuvo marcada por una modificación de sus primeras ideas sobre la “reflexión” y por el rechazo de la “identidad sujeto-objeto”, concepto que había defendido en Historia y conciencia de clase, y que en gran medida son deudores de la publicación de los Manuscritos económico-filosóficos y los Grundrisse de Marx, sin olvidar los Cuadernos filosóficos en los que Lenin daba cuenta de sus lecturas de Hegel (un texto capital también en la evolución del pensamiento de Henri Lefevre). Encarcelado en la URSS en 1941 durante un breve período, fue puesto en libertad gracias a la intervención de Dimitrov, quien compartía algunos de sus puntos de vista, aunque –claro está- sin expresarlos.

Luego, entre la última fase de la II Guerra Mundial (1943), y los inicios de la “democracia popular” húngara (1949), reapareció el Lukács más militante, y se vio profundamente envuelto en la actividad cultural y política, primero clandestina, luego legal, publicando muchos ensayos literarios, y fundó y presidió la publicación cultural mensual Forum. En 1949 fue violentamente atacado por los ideólogos oficialistas del PC húngaro (Rudas, Horvath y Revai), a causa de las ideas expresadas en sus obras Literatura y democracia y Por una nueva cultura húngara, que recogían y ampliaban las Tesis sobre Blum.

Estos ataques (que se amplificaron con los provenientes de la URSS a través de Fadeev y otros intelectuales oficialistas) denunciaban en buena medida la completa estalinización de la cultura y política húngaras, y obligaron a Lukács a abandonar sus estudios filosóficos. Hay una cuarta fase que coincide con la ebullición intelectual que culminará con la revolución húngara de Octubre de 1956, y durante la cual, Lukács emprendió varias obras fundamentales de síntesis, dos de las cuales fueron completadas en ese período: El asalto de la razón y La particularidad como categoría estética. Cuando acababa de escribir El significado del realismo contemporáneo, pasó a ocupar el cargo de ministro de Cultura en el breve gobierno de Imre Nagy, y cuando entraron los tanques rusos, en Budapest fue deportado junto con otros miembros del gobierno a Rumania, regresando a Budapest en el verano de 1957. Esta extensa disidencia (que a veces trataba de justificar con sus debidas genuflexiones), no son suficientes para que el avezado César Antonio Molina reduzca la caracterización de Lukács a “idólatra” de Stalin.

En su última fase (1957-1971), Lukács se distingue por su esfuerzo en culminar dos síntesis muy densas: un nuevo trabajo sobre estética: La naturaleza específica de la estética (1962), así como una antología social, Hacia una antología del ser social (1971), en la que incluyen tres apartados muy importantes sobre Hegel, Marx y Trabajo que se publicarán sucesivamente después de su muerte. Recuerdo que cuando ésta tuvo lugar, todas las revistas y diarios ajenos al régimen le dedicaron una atención menor que la que ofrecieron sobre Bertrand Russell, muerto un poco antes (1970).

Como es sabido, las mayores aportaciones del marxismo de Lukács tuvieron un alcance muy amplio, desde la estética y la crítica literaria hasta la filosofía, la sociología y la política. En el ámbito de las ideas estéticas, además de las numerosas obras en las que creó toda una escuela sobre el realismo, ofrecida a través de una postura enérgicamente “tradicionalista” que le llevaba por igual a rechazar a Kafka, Joyce o Brecht, produjo no obstante, una de las síntesis más completas y fundamentales de la teoría marxista del arte y la literatura, un material sobre el cual otros discípulos rectificaron y ampliaron sus partes más estrechas. Resulta curioso que Molina le atribuye un rechazo del “realismo social” de Gorki –al que incluyó entre los clásicos que más admiraba-, al tiempo que otorga al autor de Los bajos fondos el “invento” del “realismo social” (“con permiso de Stalin), cuando Gorki lo único que hizo fue no oponerse; aunque sobre esto también habría que hablar ya que por la misma época aceptó tener una entrevista –clandestina- con Trotsky, que si no tuvo lugar, no fue por él.

Como filósofo, Lukács emerge como una de las figuras principales del marxismo occidental, tal como dejaría constancia Perry Anderson en su conocido trabajo. Lukács fue un constante defensor de la causa de la dialéctica contra diversas formas de irracionalismo, de materialismo mecanicista y de dogmatismo, ajustando criterios que, por más que resulten claramente discutibles, conforman un legado cultural de primera magnitud. Lukács elaboró desde su subyugante Historia y conciencia de clase, una teoría de la alienación y de la reificación, y lo hizo bastante antes de la tardía publicación de las importantes obras de Marx sobre el tema, y que tanto contribuyeron a liberar el marxismo de los corsés en lo que lo habían encerrado la vieja socialdemocracia y el estalinismo. Esto por no hablar de una monumental y aún poco comprendida ontología social, escrita entre sus 75 y sus 85 años, un tiempo en el que se puede hablar de un cierto Lukács “olímpico”, o sea liberado de sus obligaciones partidarias estrechas, y ya claramente opuesto a todo lo que oliera a estalinismo. En cuanto al apartado de la sociología, conviene recordar su teoría de la conciencia de clase la que tuvo un mayor impacto, influyendo fuertemente en la “sociología del conocimiento”, tan cara a la Escuela de Francfort así como es escuelas más recientes. En el terreno de la política, el abanico de sus ideas y aportaciones requieren una importante contextualización ya que sus implicaciones estalinianas –sus bochornosas autocríticas, su insoportable actuación durante los “Procesos de Moscú”, todo para separar el niño de un agua a veces, especialmente ensuciada.

Aunque, tal como decimos más arriba, Molina es mucho más denigratorio con Lukács que con Brecht, no por ello lo libera de este encuadramiento.

El mismo hecho de reconocer que “Brecht nunca tuvo demasiado entusiasmo por Stalin, y añade que “veía muy poca diferencia entre el estalinismo y el fascismo”. Detalle que extrae de sus diarios: “así lo dejó escrito, aunque no lo manifestó públicamente en su momento, como si hubiera sido necesario”. Esto sin olvidar el reconocimiento que “por sí misma” ha obtenido su obra poética y su teatro, sobre la que puede decir con toda solemnidad que ha superado la prueba del tiempo, y que ha ganado su espacio entre los grandes clásicos. Tampoco se sabe que fuese funcionario de ningún Estado. Empero, todo esto no le libera de su pertenencia a la KGB de la Cultura. Brecht participa en una misma trama “comunista”, tan tiñosa que al parecer lo mancha todo.

Aquí por lo tanto no valen los relativismos –tan habituales cuando se habla de antiguos franquistas- por más que en Brecht se da una notable ambivalencia, con todas sus matizaciones, no era otra cosa lo sucedía con Lukács. De poco le vale el “detalle” que el comunismo de Brecht siempre estuvo con los de abajo. Como ya decíamos al hablar de Lukács, el director del Instituto, hace desaparecer la historia del capitalismo, y ni entra ni sale sobre un período histórico que fue agudamente definido por Víctor Serge “medianoche del siglo” 12/ .

Brecht es –popularmente hablando- una valor mucho más sólido que Lukács. Su obra ha sido constantemente representada desde que allá por la mitad de los años veinte, la dictadura permitió en 1966 que se estrenara (en el Poliorama) una versión aligerada de La ópera de los cuatro reales, en realidad una adaptación al servicio del entonces popular “pibe” Luis Aguilé, que hacía de “Maki Navaja” y cantaba la famosa canción de Kurt Weil. Luego siguieron las concienzudas adaptaciones de Ricard Salvat, ¡además, en catalán!, supongo que porque se pensaba que El círculo de tiza o La buena persona de Sezuán, eran cosas de élites (las mismas que debían leer al Lukács), aunque la verdad fue que el Teatro Griego de Montjuich se ponía a tope. Se puede afirmar que Brecht fue uno de los arietes culturales del antifranquismo 13/ , pero como un buen clásico actual, nunca se dejó de representar con mayor o menor asiduidad, y por lo mismo se publicaron trabajos sobre él, editoriales, revistas y diarios, en tanto que Lukács permanecía relegado a una minoría especializada que guardaba las ediciones de mejores tiempos.

De momento, Brecht ha seguido siendo bastante respetado, hasta el mismísimo Mario Vargas Llosa le dedicó una de sus tribunas dominicales con elogios (envenenados) en El País titulada Distanciando a Brecht (15-02-1998), en la que se hacía eco del vasto alcance que el centenario del autor de Madre Coraje estaba teniendo en Berlín, detalla algunas de las actividades, la lista de películas en las que de alguna manera participó (aunque no ofrece más precisiones, por ejemplo su colaboración con el ciclo antifascista de Fritz Lang en Hollywood que, además, de su “compromiso” y de su “sermón marxista” ocupan una página de oro en la historia del cine, ofrece algún detalle involuntariamente cómico como cuando dice “siento una profunda antipatía moral hacia el personaje”. Han leído bien, moral. No está mal para el genio que acababa de hacer sus ditirambos a la señora Thatcher que no retiró cuando la famosa dama salvó a Pinochet de los tribunales “sectarios” con jueces que colaboraban, ¡con Amnistía Internacional! No mucho tiempo antes, Vargas Llosa había dedicado otra de sus tribunas a glosar la justificación de los historiadores neocons de Hiroshima y Nagasaki.

Pero quizás sea un buen momento para recordar, aunque sean cuatro cosas, sobre Bertold Brecht (Augsburgo, 10-02-1898, Berlín, 14-08-1956), que fue dramaturgo, poeta y teórico del teatro así como guionista de cine. Comenzó su carrera literaria como un impetuoso y original “poeta maldito” enamorado de la potencia de lo norteamericano, de autores como Jack London, Frank Norris y Upton Sinclair, admiración que se expresa en obras como Del pobre B.B., Baal, En la jungla de las ciudades. Éste es también un tiempo en el que el joven Brecht procuraba rescatar la escena alemana de los excesos sentimentales y expresionistas.

Las consecuencias de la crisis económica que conmovió la República de Weimar (y a sus financieros que comenzaron a buscar “un salvador”), afectó profundamente a Brecht. Una situación que le llevó a adoptar, hacia 1928, su resolución de forjar el “teatro de la era científica”. Se trataba de conseguir una representación “distanciada” mediante argumentos, decorados, actuación y dirección sin crispaciones. Que fuesen interesantes y a la vez didácticas. En ellas se presentarían los dilemas de la sociedad moderna, un mundo ante el cual el individuo aislado se halla impotente. “Uno es ninguno”, es el tema sobre el que gira la temática de un Hombre por hombre, una frase que se tendrían que repetir los ilusos que creen que porque crean que lo propio es “que cada cual cuide de su culo”, van a impedir que le den de todas las formas, laboralmente hablando. Solamente nuevas modalidades de pensamiento, organización y productividad que responda a otro tema primordial: “Cuando el hombre ayuda al hombre” (que preside La pieza didáctica de Baden) pueden rehumanizar una existencia que el ciego egoísmo capitalista (de “todos contra todos”) ha convertido en bárbara.

En vez de preocuparse en ganar dinero, aquel escéptico y erudito Brecht completó esta visión moral mediante un estudio de primera mano de la obra de Marx y, en cierta medida, de la de Lenin. Ocurrió que mientras se dedicaba a los estudios preliminares de su obra Santa Juana de los mataderos, Brecht se entregó a la lectura de El Capital, pasión que le ayudó a situar en un plano extremadamente riguroso sus propias intuiciones. Fue por entonces cuando comentó a uno de sus numerosos colaboradores (E. Hauptmann), que “tenía que sabérselo todo” (octubre de 1926). Veinte años después se disponía a adaptar el Manifiesto Comunista a la “versificación altamente respetable de De rerum natura de Lucrecio, revistiéndolo de algo semejante a la artificiosidad de la condición burguesa”.

Se puede decir que el marxismo de Brecht fue conformado, en parte, por las demandas cientifistas del entonces pujante PC Alemán (el más importante fuera del PCUS) y, en parte, también por los mentores intelectuales a los que aceptó como amigos y colegas suyos. En especial Fritz Sternberg, Karl Korsch y Walter Benjamin, tres de los mayores marxistas alemanes desde las muertes de Rosa Luxemburgo y Frank Merhing 14/ , por cierto, todo ellos inequívocamente antiestalinistas. Por esta época, Brecht rechazó la línea dialéctica propuesta por Theodor Adorno como no plumpe (materialista) y ofreció una aguda sátira del grupo de la Escuela de Francfort, a los que presentó como intelectuales cortesanos de la era burguesa (Tui-Roman, Turandot). Igualmente Brecht rechazó las teorías de Giorgy Lukács sobre el “realismo literario”, que consideró como no dialéctica y tendente a suprimir la imaginación y productividad de los lectores (así los expresó en Anchura y variedad del modo de escritura realista). Molina anota justamente “su aversión hacia el poder literario-político ejercido por Lukács desde Moscú. Brecht hablaba de un realismo más inteligente, productivo y permanente”. Otra cosas es que la pata coja de Lukács invalide su obra.

La vida de Brecht en Moscú puso a prueba su idealismo, entre cosas porque muchos comunistas alemanes ilustres como Heinz Neumann, desaparecieron. Eso sin olvidar pensadores y artistas afines a él, como su amigo Sergei Tretyakov o el director V. Meyerhold, fueron exterminados. En vida de Brecht sólo se representó La ópera de los cuatro reales. En realidad, al exiliarse de Alemania el día en que Hitler accedió al poder, Brecht esperaba alcanzar al fin el éxito en los escenarios de Broadway, pero ni se congració con los inversores ni persuadió a la izquierda norteamericana de que tenia una importante mercancía que ofrecer. Se habría forrado escribiendo en el Wall Street Journal una tribuna dominical ajustando las cuentas a los que se oponían a la “democracia” en nombre de lo trabajadores y el socialismo.

Se ha escrito que sus años en Santa Mónica y Nueva York (1941-1947) alentaron un cierto “oportunismo” en su método sin aumentar, a no ser marginalmente, la accesibilidad de su obra. Sobre este pasaje existen multitud de anécdotas, y contaré solo una. Al día siguiente de que Douglas Sirk comprara un libro suyo en una librería de viejos, recibió la visita de un policía del FBI para interrogarle. No “escogió la libertad” y regresó a Europa para poner en práctica sus obras y métodos con su propia compañía, el Berlín Ensemble (dirigido por su mujer, la gran actriz Helene Weigel); sus giras aportaron la definitiva praxis teatral de la década de los cincuenta en Francia, Gran Bretaña, Italia y Polonia.

A su manera, Brecht intentó ser el Marx del teatro poscapitalista, postsubjetivista. Las propuestas que desarrolló para explicar su sistema -la noción de teatro “épico” (más tarde “dialéctico”) y las técnicas de “distanciamiento” en cuanto a actuación, dirección y obra literaria- son de lectura indispensable en la estética moderna, y el concepto brechtiano está plenamente incorporado a la jerga teatral más extensa. El dramaturgo era más científico y objetivo, mientras que el ensayista estaba más preocupado por la ética y la moral. Molina tiene razón cuando escribe que “el autor de Galileo Galilei pensaba que la ciencia y la cultura debían servir a las causas sociales de los más desfavorecidos sin intermediarios”, y el hecho es que la obra de Brecht se ha representado entre los trabajadores, en los pueblos, en los lugares más improbables.

Molina dice que admira a Brecht, y destaca que “obras como La madre, Santa Juana de los mataderos, Las medidas tomadas, Madre Coraje, La resistible ascensión de Arturo Ui, El círculo de tiza caucasiano y Galileo Galilei poseen una fecundidad innata que enseñan objetividad dialéctica a la vez que atraen a la audiencia y entretienen”, pero esto tampoco modifica su veredicto. Precisa “que el autor del poema Yo, el superviviente, dio como seguro que nunca hubiera sobrevivido a Stalin de haberse refugiado allí y no en Estados Unidos”, lo cual es cierto. Pero esa no es la cuestión, no se trata de establecer comparaciones al margen de las condiciones históricas. Brecht sabía bastante más cosas de las que dijo, Isaac Deutscher sugiere que era como su Galileo, alguien que no tiene más remedio que adecuar su opinión a las imposiciones de la Inquisición, pero que sabe que con el tiempo, todo está obligado a cambiar.

Para reforzar sus acusaciones, Molina cita un encuentro entre Lukács y Stephen Spender, el poeta inglés que horrorizado por la actitud del liberalismo ante el nazismo y ante Franco, se hizo comunista para luego arrepentirse. En el momento representaba a la UNESCO en un congreso internacional. La compañera de Lukács, Gertrud le preguntó por qué ya no era comunista. Spender contestó: "Porque estoy en contra de los campos de concentración". Aunque no lo hizo, Gertrud le podría haber respondido: “a) los comunistas fueron las primeras víctimas de dichos campos; b) los más avanzados estuvieron entre los primeros en denunciarlos; c) si era por estar en contra de los campos de concentración, la derecha y el capitalismo los empleó a gran escala antes y después (Weyler en Cuba; los británicos en Sudáfrica; Horthy en Hungría, etc).

El asunto no era pues la denuncia de dichos campos (que ya fueron hecha por Trotsky, Serge, y otros en los años treinta; los “trotskistas” los conocieron y murieron luchando en ellos, tanto fue así que casi no quedó nadie para contarlo), el asunto era que Spender utilizaba los campos rusos para mirar hacia otro lado delante de los “Gulags”, empezando por los del Imperio Británico que por la época exterminaba a millares de kenianos para “salvarlos” del “terrorismo” del Mau-Mau, y los ejemplos se podrían multiplicar. Por ejemplo, alguien sabe que el célebre mariscal Montgomery era un firme partidario del sistema de “apartheid” en Sudáfrica.

Molina podría también haber recordado que Spender, después de haber servido para la CIA, apoyó las campañas de Bertrand Russell contra la guerra del Vietnam, uno de los mejores ejemplos sobre cuantas atrocidades se pueden perpetrar en nombre de la democracia y la libertad. Pero eso se encuentra en una parte de la historia que él no quiere mirar.

Los social liberales tiraron por la borda del “final de la historia” todas las tradiciones anticapitalistas, justamente cuando más falta hacían.

Notas.

1 / El País (17-10-06),

2/ A mi juicio, la crítica más aguda de Furet fue la efectuada por Daniel Bensaïs (por ejemplo en www.espacioalternativo.org)

3/ El método del “libro negro” que inspira el actual anticomunismo comprende un “libro blanco” sobre el capitalismo y el imperialismo. Un buena síntesis crítica de este último se puede encontrar en AA.VV, El libro negro del capitalismo (Txalaparta, Tafalla, 2001).

4/ A mi entender, los estudios más completos sobre Lukács son los de Michael Löwy, especialmente Por una sociología de los intelectuales revolucionarios: Ia evolución política de Lukács, 1909-1929 (Trad. de María Dolores de la Peña. México: Siglo XXI, 1978); así como los textos incluidos en El marxismo olvidado que editó Fontamara (1978), editorial que también dio a conocer la famosa biografía escrita por István Mészáros, El pensamiento y la obra de Georg Lukács (1981). También está la edición de G.H. R. Parkinson, Georg Lukács. El hombre, su obra, sus ideas (Grijalbo, Barcelona, 1973).

5/ En su artículo, Molina concluye agrupando todas las requisitorias adversas a Lukács –de Balázs, Bloch y Jaspers-, como si no hubiera otras, como si estas se pudieran aislar, como si se trataran de sentencias, media un abismo. Pero, ¿qué otra cosa se puede esperar de alguien que reduce una trayectoria como la aquí –someramente- descrita como la de un intelectual de la KGB?. Después de la evolución de Jon Juaristi -desde “simpa” de la LKI hasta la FAES-, parece que el cargo obliga a dejar patente el anticomunismo.

6/ Desde una óptica marxista, anotemos que Bálzas es el autor de La burocracia celeste (Barral, Barcelona, 1974), Arnold Hauser es el reconocido autor de la monumental Historia social del arte y la literatura (Guadarrama, Madrid, 1969), y que Eugene Vargas, después de haber servido durante muchos años como “cerebro” económico de Stalin, se descolgó con un vibrante Testamento (Icaria, Barcelona, 1977), cuyo mensaje básico será: “Realizar el comunismo no es únicamente desarrollar las fuerzas productivas. El comunismo es ante todo el triunfo total del espíritu democrático socialista y de la iniciativa cívica libre de las masas, fundada en la autogestión de los trabajadores en todos los dominios de la vida”.

7/ Después de iniciar edición de las Obras Completas de Lukács en la experta y esmerada traducción de Manolo Sacristán, Grijalbo interrumpió el proyecto y poco después los volumen aparecidos aparecían en los lotes de las rebajas, entre ellos la Estética que en los años sesenta-setenta era “el no va más” de la cultura marxista.

8/ Me remito a mis trabajos sobre la revolución húngara de 1956 (que constan con un apartado sobre 1919), uno aparecido en la revista de El Viejo Topo y otro en la Web de la Fundación Andreu Nin.

9/ Se suele considerar que dichas “Tesis” suponen un adelanto de las propuestas del Frente Popular, pero esto es muy discutible ya que invierten el punto cardinal de estas; para "Blum" no se trata de supeditar el bloque democrático a la hegemonía política de la burguesía "liberal" para una alternativa "democrática", por el contrario, lo que pretende es que la clase obrera asuma este papel en la lucha democrática contra el fascismo y las dictaduras de derechas pero para avanzar el socialismo mediante una línea de ruptura. Este planteamiento tiene a nuestro juicio más connotaciones con las posiciones del último Gramsci y con las de la Oposición de izquierda, antes que con las que darán lugar a los desastres de Francia y España (1936-1939).

10/ Tanto Historia... como el Lenin, fueron material de primer orden en los primeros años de la LCR española, entre otras cosas, justificaba fehacientemente la teoría de la ofensiva, la idea de que la acción ejemplar podía acelerar la conciencia de las masas... Una de las bromas  sobre Lukács con Holz, Kofler y Wolfgang Abendroth de entonces era preguntar a un “tovarich” si tenía “el Lukács de Lenin”, la mayoría caían.

11/ Aparte de la biografía de Henri Arvon (Fontanella, 1967), y del ensayo de Juan Ramón Recalde (del que nadie ha vuelto a hablar), el trabajo introductorio más importante que se publicó en la España franquista sobre Lukács fueron las Conversaciones de Lukács con  Holz, Kofler y Wolfgang Abendroth , aparecidas tempranamente en Alianza de bolsillo, y por lo tanto asequible a cualquiera.

12/ Víctor Serge se refería a la confluencia de horrores, de un lado la crisis social abierta con el “crack” del 29, de otro el ascenso del nazi-fascismo, y de otro el estalinismo que estaba liquidando todos los vestigios de bolchevismo en la URSS. Fue publicado por Ayuso, Madrid, y no sé que se haya reeditado. Alguien me contó que en realidad pertenecía a Walter Benjamín, pero no he encontrado el lugar.

13/ En una de las “Travesías” que Antonio Muñoz Molina publicaba en El País, se detuvo en lo que llamó “Otoño Brecht” (27-09-1995), como muestra de su camino de arrepentimiento. Decía que 20 años atrás Brecht había sido como una moda de otoño, “una figura obligatoria de culto” (¿quién obligaba, el Estado?), y descubría que detrás de la mitología había un “didactismo que no ofende ya por lo burdo o lo simple, sino por lo falso”. La falsedad radicaba obviamente en el análisis marxista de Brecht que, por citar un ejemplo, consideraba la República de Weimar como un “Estado bárbaro y corrupto de la oligarquía”, cuando en realidad se trataba de “un régimen democrático”. O sea (¡toma del frasco Carrasco!) Molina defendía la democracia contra Brecht. Cualquier historia seria le enseñaría que la democracia en Europa es una conquista del movimiento obrero (con los comunistas en primera línea), que la oligarquía se “cargó” literalmente la República de Weimar apostando por los nazis... Brecht defendía las libertades y la justicia social, palabras que Muñoz Molina gusta de citar. Pero si algún día luchó por estas cosas, ya ha mostrado debidamente su constricción.

14/ Fritz Sternberg fue el autor de una Historia del bolchevismo amén de un especialista en historia antigua cada vez más reconocido, Karl Korsch uno de los teóricos marxistas más preparados de su tiempo, fue muy editado en los años setenta, y durante la guerra española se identificó especialmente con el anarcosindicalismo, en cuanto a Walter Benjamin...