El hambre aguda tiene sus fases. A partir de la tercera de cinco, la situación es grave: desde gente que no tiene acceso a alimentos, sufre desnutrición y tienen que deshacerse de sus medios de vida para comer, hasta la muerte por inanición. 135 millones de personas experimentaron esta inseguridad alimentaria extrema en 55 países en 2019, según un informe publicado este martes por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, elaborado junto con la FAO y Unicef, entre otros organismos internacionales. Y eso era antes de la pandemia, que amenaza con empeorar aún más su existencia, pero también la de los otros 183 millones de personas que estaban al borde del hambre aguda en 2019, advierten los autores. El PMA estima que la covid-19 podría casi duplicar la cifra, hasta 265 millones de bocas en la zona roja de la escasez, en 2020.
Los conflictos son los mayores causantes: 77 millones de personas pasan hambre por su culpa en 22 países. El cambio climático y las crisis económicas son los otros dos grandes motivos por los que 34 y 24 millones de personas respectivamente y de forma abrupta no tienen qué llevarse a la boca. "Aunque en la mayoría de los casos no hay una sola razón, generalmente es una combinación de todos estos choques juntos", matiza Arif Husain, economista jefe y director de investigación del PMA. En su opinión, no se conseguirá el objetivo de reducir el hambre a cero hasta que se resuelvan políticamente los conflictos. "Solo entonces podremos ver un mundo donde haya un verdadero progreso y la gente prospere", anota por teléfono.
Yemen, República Democrática del Congo y Afganistán son los países con mayor cantidad de población necesitada de ayuda para sobrevivir. El 32% de los hambrientos agudos del mundo (48,2 millones) viven allí. En cuarto lugar aparece Venezuela, del que no se tenía datos en ediciones anteriores de este estudio, con 9,3 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda. Por regiones, África vuelve a llevarse la peor parte: 73 millones de los 135 de hambrientos agudos viven en este continente. En este continente está el país con mayor proporción de su población en situación extrema. Es Sudán del Sur, la tormenta perfecta de las crisis humanitarias, donde el 63% de la población está en serio riesgo.
Cuanto más se rasca, más hambre se encuentra. Si en 2016, primer año en el que se realizó este estudio, había 108 millones de personas en emergencia alimentaria en 48 países; en 2019, ascendían a 135 millones en 53. Además de la intensificación de los conflictos y la mayor frecuencia de eventos climáticos adversos debido al cambio climático, la ampliación de territorios analizados y la disponibilidad de nuevos datos explican en parte el incremento, indica el propio documento. Sin embargo, si se compara la información de grupos de países analizados en distintos momentos, se observa un empeoramiento de las cifras. Así, 40 que sumaban 95 millones de personas en crisis alimentaria (o peor) en la primera edición del informe, hoy albergan a 116 millones.
África vuelve a llevarse la peor parte: 73 millones de los 135 de hambrientos agudos viven en este continente
Esta medición es específica para conocer cuánta población vive en emergencias humanitarias y se quedan sin comida, dependen de ayuda por sobrevivir y, aún recibiéndola, su supervivencia está en riesgo. La FAO publica cada año otro dato: el del hambre crónica. Según su último informe, El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, 821,6 millones de personas están subalimentadas, o lo que es lo mismo, una de cada nueve sufre de inseguridad alimentaria y se acuesta sin haber comido las calorías mínimas para su actividad diaria.
El efecto coronavirus
La del documento presentado este martes es la fotografía, ya obsoleta, del drama del hambre extremo en las guerras, en donde la violencia impera aun cuando no hay un conflicto declarado, en los lugares en los que la sequía no da tregua o allí donde cualquier turbulencia económica hace caer en la más extrema de las pobrezas a quienes ya eran pobres de solemnidad. Y entonces, llegó la pandemia. "La situación se agravará con el impacto del coronavirus porque afecta a la disponibilidad de alimentos, por ejemplo, si los campesinos tienen que estar confinados", apunta Francisco Rey, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).
Según las estimaciones del PMA al respecto, que no están recogidas en el informe, pero sí tienen sobre su mesa de trabajo, 265 millones de personas podrían sufrir inseguridad alimentaria extrema, perder sus medios de vida y necesitar ayuda urgente durante 2020. Son casi el doble que los casos reportados este año. Por eso, es fundamental que se prevenga que quienes no están tan mal ahora no caigan en una peor situación y que quienes ya están en la zona roja del hambre no vayan a peor, subraya Husain. Para muchos, hundirse más es perecer.
"La temporada de gripe, el invierno, va a llegar ahora al hemisferio sur, a África y América Latina. Allí, hay países con enormes cantidades de personas pobres y que no tienen una buena alimentación; y cuando no estás bien nutrido, tu sistema inmune es más débil", anota el economista jefe del PMA. "Y sus sistemas de salud son muy, muy precarios. Estamos hablando de países de 12 millones de personas con cuatro ventiladores o menos de 50 camas de UCI. Esta es la realidad de este mundo. Así que estamos realmente preocupados por esos lugares. Si no estamos preparados, ¿qué pasará allí?", añade sobre el posible avance de la pandemia por estas regiones donde, hasta la fecha, se registran menos casos que en el norte.
265 millones de personas podrían sufrir inseguridad alimentaria extrema, perder sus medios de vida y necesitar ayuda urgente durante 2020 debido a la pandemia, según el PMA
"Aproximadamente 30 millones de personas ya están en la situación límite de emergencia, en las fases cuatro y cinco del índice de inseguridad alimentaria. Están atrapadas en zonas de guerra. Hablo del noreste de Nigeria, Yemen, Siria, Burkina Faso... Si por alguna razón, los trabajadores humanitarios del Programa Mundial de Alimentos no pueden llegar a ellas, porque no tenemos suficientes fondos o la cadena de suministro no funciona, serán quienes paguen el precio porque ya están en una posición tan débil que no pueden ir a ninguna parte", explica el experto. "Morirán de hambre", lanza sin tiritas.
En este sentido, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, no solo ha reclamado fondos —1.900 millones de euros— a los donantes para hacer frente a la pandemia en las naciones más pobres, sino que hizo un llamamiento, a finales de marzo, a un alto el fuego "inmediato y global" con el objetivo de “crear corredores humanitarios, abrir las ventanas de la diplomacia y llevar esperanza a algunos de los lugares más vulnerables ante la covid-19”. Y enfatizó: "Al virus no le importa la nacionalidad o la etnia, la facción o la fe. Ataca a todos, de forma indiscriminada”. Parece que a algunos les ha llegado su mensaje o, al menos, su preocupación. "Hay en países donde han relajado las hostilidades", asegura Rey. Pero su experiencia le dice que este efecto positivo de la pandemia no durará mucho. "Lo normal es que los conflictos vuelvan a sus dinámicas".
La prioridad número dos, continúa Husain, debe ser asistir a las personas "antes de que tengan que vender sus activos productivos, es decir, las herramientas de su negocio, aquellas que usan en tiempos normales para ganar dinero", detalla. Cuando eso ocurre, cuando la ayuda no llega o lo hace tarde, a los pobres les lleva años recuperarlas y volver a la corriente económica, prosigue.
Lo tercero, "realmente importante", enfatiza el director económico del PMA, es que no se rompan las cadenas de suministros de alimentos. "Lo fundamental no es la producción, sino la disponibilidad acceso", agrega Rey, del IECAH. "Esta es realmente una situación sin precedentes. Nunca hemos estado aquí antes. Sí, ha habido crisis mundiales antes, pero las cadenas de suministro siempre funcionaron. Esta es la primera vez que las cadenas de suministro están bajo tal amenaza", subraya Husain. Hace falta trabajar coordinadamente y que no cunda el pánico.
Al otro lado del teléfono, Husain excusa su aparente pesimismo. Después de seis semanas confinado, así puede ser entendido su discurso, dice. Pero las proyecciones son poco halagüeñas. Por eso, el experto tiene un último pedido a la comunidad internacional. "No pongan prohibiciones a la exportación, ni subsidios a las importaciones. ¿Por qué? Porque casi siempre son contraproducentes. Y, francamente, matar de hambre a tu vecino nunca es una buena política".
https://elpais.com/elpais/2020/04/20/planeta_futuro/1587398709_025166.html
jueves, 23 de abril de 2020
135 millones de personas sufrían hambre aguda antes ya del coronavirus. Los conflictos, el cambio climático y las turbulencias económicas provocaron en 2019 un incremento de la población en situación de inseguridad alimentaria extrema y necesitada de ayuda para sobrevivir. En 2020, podrían ser el doble a causa de la pandemia
miércoles, 22 de abril de 2020
Síntomas más allá de la tos, la temperatura y los ahogos. Diarreas, urticarias, cefaleas, y otras manifestaciones del coronavirus deben controlarse para detectar los casos
Cuando se advierte a la población de que esté alerta ante los síntomas de que tiene coronavirus, se señalan unánimemente tres: tos, fiebre y problemas respiratorios. Pero no son los únicos, advierten profesionales de la atención primaria, que creen que hay que estar pendientes de ellos porque si no, ahora que llega un momento de controlar cómo evoluciona la pandemia, faltarán datos clave para decidir el ritmo y la extensión de la relajación del confinamiento.
“Empezamos a sospechar desde el principio que había otros síntomas”, dice Ricardo González, director del centro de salud de San Fermín (Madrid). Y cita las urticarias y la diarrea como otros dos posibles indicadores de la enfermedad que han visto con más frecuencia. “Cuando nos llega alguien así les mandamos a la zona de respiratorios [un área que han creado en los centros de salud para sospechosos de covid-19]”, añade, aunque admite que trabajan sin protocolos, por lo que van leyendo y contándose unos a otros.
Un editorial del viernes pasado de la revista British Medical Journal apuntaba en esta dirección. Y, aparte de la pérdida del gusto y el olfato (anosmia), que se detectó hace apenas un mes, añade problemas neurológicos, ictus, desorientación, dolores de cabeza, miocarditis, trombosis y problemas de la visión, entre otras, a estas manifestaciones.
La lista de indicaciones sospechosas de infección por coronavirus va creciendo según la experiencia de cada profesional. La presidenta de la Asociación de Enfermería Pediátrica, Isabel Morales, dice, por ejemplo, que sus compañeras de los ambulatorios le comentan la incidencia de diarreas, picores y sabañones en los niños.
“Todavía estamos aprendiendo cómo se comporta el virus”, dice el pediatra Aser García Rada. “Hace un mes se relacionó la anosmia con el virus; hace 15 días unos colegas advertían sobre la urticaria. El problema es que la extensión e intensidad de los síntomas es muy amplia. Ahora le decimos a la gente que si tiene tos, fiebre o disnea [dificultas de respiración] se quede en casa, pero hace una semana hemos dejado que vuelvan a trabajar personas que no saben identificar si su dolor de cabeza es por coronavirus, y eso es un peligro”, añade. La revista coincide: ignorar esas manifestaciones puede reactivar la cadena de transmisiones. “Ahora podemos ver en una casa que el padre tiene lo que llama el gripazo de su vida; la madre, dolor de cabeza y garganta, el hijo pequeño una bronquiolitis y el mayor una gastroenteritis de una semana”, dice el pediatra.
Por ello, el pediatra propone “tratar cualquier infección aguda como posible covid-19 hasta que la prueba lo descarte”. “El problema es que no las tenemos”, se queja el director de ambulatorio. Mientras tanto, detectar estos casos dependerá del ojo clínico de los profesionales.
https://elpais.com/sociedad/2020-04-19/sintomas-mas-alla-de-la-tos-la-temperatura-y-los-ahogos.html?rel=lom
“Empezamos a sospechar desde el principio que había otros síntomas”, dice Ricardo González, director del centro de salud de San Fermín (Madrid). Y cita las urticarias y la diarrea como otros dos posibles indicadores de la enfermedad que han visto con más frecuencia. “Cuando nos llega alguien así les mandamos a la zona de respiratorios [un área que han creado en los centros de salud para sospechosos de covid-19]”, añade, aunque admite que trabajan sin protocolos, por lo que van leyendo y contándose unos a otros.
Un editorial del viernes pasado de la revista British Medical Journal apuntaba en esta dirección. Y, aparte de la pérdida del gusto y el olfato (anosmia), que se detectó hace apenas un mes, añade problemas neurológicos, ictus, desorientación, dolores de cabeza, miocarditis, trombosis y problemas de la visión, entre otras, a estas manifestaciones.
La lista de indicaciones sospechosas de infección por coronavirus va creciendo según la experiencia de cada profesional. La presidenta de la Asociación de Enfermería Pediátrica, Isabel Morales, dice, por ejemplo, que sus compañeras de los ambulatorios le comentan la incidencia de diarreas, picores y sabañones en los niños.
“Todavía estamos aprendiendo cómo se comporta el virus”, dice el pediatra Aser García Rada. “Hace un mes se relacionó la anosmia con el virus; hace 15 días unos colegas advertían sobre la urticaria. El problema es que la extensión e intensidad de los síntomas es muy amplia. Ahora le decimos a la gente que si tiene tos, fiebre o disnea [dificultas de respiración] se quede en casa, pero hace una semana hemos dejado que vuelvan a trabajar personas que no saben identificar si su dolor de cabeza es por coronavirus, y eso es un peligro”, añade. La revista coincide: ignorar esas manifestaciones puede reactivar la cadena de transmisiones. “Ahora podemos ver en una casa que el padre tiene lo que llama el gripazo de su vida; la madre, dolor de cabeza y garganta, el hijo pequeño una bronquiolitis y el mayor una gastroenteritis de una semana”, dice el pediatra.
Por ello, el pediatra propone “tratar cualquier infección aguda como posible covid-19 hasta que la prueba lo descarte”. “El problema es que no las tenemos”, se queja el director de ambulatorio. Mientras tanto, detectar estos casos dependerá del ojo clínico de los profesionales.
https://elpais.com/sociedad/2020-04-19/sintomas-mas-alla-de-la-tos-la-temperatura-y-los-ahogos.html?rel=lom
Cómo gestionar los ataques de pánico. La repentina y efímera sensación de ansiedad, la falta de aliento y el miedo incapacitante pueden confundirse con los síntomas del coronavirus. Esto es lo que hay que hacer al respecto.
Estaba previsto que Anna Daniels, una mujer de 27 años que vivía en Chagrin Falls, Ohio, comenzará un nuevo trabajo como niñera el 30 de marzo, pero eso se suspendió indefinidamente debido a la pandemia de coronavirus. Ella ha estado desempleada desde finales de febrero. El prometido de la Sra. Daniels trabaja para el gobierno local y es considerado un empleado esencial, por lo que ha pasado sus días sola. Ha tenido un grave costo emocional.
"No puedo ir al gimnasio o socializar con mi familia. No puedo mantenerme sola. Es como si mi mundo se estuviera derrumbando ", dijo.
El 26 de marzo, la Sra. Daniels estaba en la cama viendo las noticias, cuando de repente su visión comenzó a ponerse borrosa. Su pecho se apretó y no podía respirar. "Pensé que tenía el coronavirus y podría morir de esto", dijo. "Fue una de las peores experiencias que he tenido en mi vida". Después de 20 minutos, sus síntomas disminuyeron y se dio cuenta de que había sufrido su primer ataque de pánico.
La pandemia de coronavirus está afectando a todo el mundo, y no es de extrañar que, como resultado, muchas personas puedan experimentar ataques de pánico por primera vez. Un ataque de pánico aparece repentinamente, trayendo consigo ansiedad, miedo o incomodidad de corta duración.
Es una activación de la respuesta fisiológica de "lucha o huida" del cuerpo, que se desencadena por una amenaza percibida, dijo el Dr. Paul Nestadt, codirector de la Clínica de Trastornos de Ansiedad Johns Hopkins. "Entonces, todas las cosas que tu cuerpo querría hacer si estás cerca de un tigre se activan en el momento equivocado", dijo.
Su corazón comienza a latir y bombear sangre para que sus músculos tengan el combustible para correr, luchar y salir del peligro, dijo la Dra. Lynn Bufka, directora principal de la Asociación Americana de Psicología. Sin embargo, la mayoría de las veces cuando las personas sufren un ataque de pánico, no responden a algo que requiere correr o pelear. "A veces pueden ser desencadenantes invisibles", dijo. Los ataques de pánico pueden ser aterradores. "Es la sensación que tienes cuando estás a punto de cruzar la calle y hay un autobús justo ahí", dijo.
Los ataques de pánico son bastante comunes incluso en circunstancias mucho menos graves. Un estudio en Arch Gen Psychiatry indicó que uno de cada cuatro estadounidenses tendrá al menos un ataque de pánico en algún momento de sus vidas. Pero el coronavirus parece estar causando que muchas personas sufran ataques de pánico en poco tiempo. "Hay un mayor nivel de estrés debido a toda esta incertidumbre", dijo el Dr. Bufka.
La Dra. Neha Vyas, doctora en medicina familiar de la Clínica Cleveland, dijo que había pasado la mayor parte de su tiempo en las últimas semanas tratando de controlar la ansiedad relacionada con la pandemia en los pacientes. Para empeorar las cosas, algunos de los síntomas de un ataque de pánico (endurecimiento del pecho y dificultades respiratorias) a menudo se confunden con los síntomas del coronavirus.
El Dr. Vyas dice que existen diferencias reveladoras entre los ataques de pánico y los síntomas del coronavirus. Los ataques de pánico aparecen repentinamente y generalmente duran solo de 15 a 20 minutos, mientras que los síntomas del coronavirus surgen en unos pocos días. Con el coronavirus, la dificultad para respirar suele ir acompañada de otros síntomas, como fiebre y tos, ninguno de los cuales está presente con un ataque de pánico.
"No hay un síntoma en particular que sea diagnóstico del coronavirus. Es un grupo de síntomas", dijo el Dr. Vyas.
Como resultado, es importante llamar a su proveedor de atención médica para que lo asesore, en lugar de dirigirse a una visita en persona, lo que pone en riesgo la exposición.
El Dr. Vyas señala que los síntomas de un ataque de pánico pueden ser similares a los de un ataque cardíaco. Entonces, si un paciente tiene ciertas afecciones (antecedentes cardíacos, presión arterial alta, sudoración excesiva o dolor en el brazo, el cuello y la espalda), eso puede ser motivo de mayor preocupación. Ella alentaría a los pacientes con factores de riesgo cardíaco que experimentan estos síntomas a buscar atención médica inmediata.
Lauren S. Hallion, profesora asistente en el departamento de psicología de la Universidad de Pittsburgh, es líder de un grupo recién formado de más de 100 investigadores y médicos llamados "PsychVsCovid", que está reuniendo recursos para manejar el virus. El grupo creó varias iniciativas de divulgación, incluida una para desarrollar un conjunto de pautas y recursos para pacientes y médicos para ayudar a distinguir entre los ataques de pánico y Covid-19, la enfermedad causada por el coronavirus.
"Para las personas sanas, un ataque de pánico no es peligroso", dijo. Pero ser capaz de identificar un ataque de pánico es útil porque incluso darse cuenta de que está teniendo uno puede ayudarlo a disiparse, dijo.
El Dr. Butka insta a quienes experimentan un ataque de pánico a practicar una respiración completa y constante para combatir la hiperventilación. El Dr. Nestadt dijo que ayuda a tranquilizarse a sí mismo que está seguro y que los sentimientos incómodos pasarán. Sugiere usar distracciones relajantes, como escuchar música. Una técnica llamada "5, 4, 3, 2, 1" es otro método de distracción: se detiene para notar cinco cosas que puede ver, cuatro cosas que puede tocar, tres cosas que puede escuchar, dos cosas que puede oler y una cosa que puede probar
El Dr. Vyas también recomienda hacer ejercicio, lo que puede aliviar la ansiedad.
Daniels dijo que estaba tratando de evitar futuros ataques de pánico al caminar seis millas para respirar aire fresco y estar cerca de la naturaleza. También ha vuelto al arte, un pasatiempo que persiguió en la escuela secundaria. "Me estoy centrando en actividades menores para tratar de planificar mi día, así que no me asusto y tengo algo que hacer".
Es difícil ver a un ser querido en apuros. Aún así, dijo el Dr. Nestadt, es importante no intervenir automáticamente. Primero, pregunte si la persona que experimenta el ataque quiere espacio o apoyo. Sobre todo, no le digas a la persona que "simplemente se calme", dijo el Dr. Butka. Reconozca su miedo, hágales saber que usted está allí para apoyarlos y ayudarlos a resolver problemas. La Sra. Daniels dijo que su prometido pudo calmarla sosteniéndole la cara, animándola a respirar y asegurándole que todo estaría bien y que lo tomaría un día a la vez.
Si los ataques de pánico interfieren con su funcionamiento diario, vale la pena considerar buscar tratamiento de un profesional.
Cuando busque ayuda mental profesional por primera vez, conéctese en línea o llame y solicite recomendaciones a su proveedor de atención primaria. El Dr. Nestadt sugiere consultar el sitio web de su aseguradora para obtener una lista de proveedores. Tenga en cuenta que no todos esos proveedores aceptarán nuevos pacientes, o algunos ya no aceptarán seguro. Pero es la mejor manera de encontrar un proveedor en su red de seguros.
Otra fuente es el sitio Find a Therapist de la Asociación de Ansiedad y Depresión de Estados Unidos, donde puede ingresar su dirección para encontrar proveedores verificados cerca de usted.
Durante un tiempo de órdenes de quedarse en casa, muchos proveedores aceptan ver a los pacientes virtualmente. Medicare ahora puede pagar por la atención brindada a través de telesalud que ocurre bajo una gama mucho más amplia de condiciones. Nuevamente, es importante consultar tanto con su proveedor de seguros como con su profesional de salud mental para determinar qué está cubierto.
"La tasa de ataques de pánico es un síntoma de ansiedad general", dijo el Dr. Nestadt. "Crecen en momentos de estrés". Él tiene la esperanza de que una vez que hagamos avances para controlar el virus, sentiremos menos ansiedad, dijo. "Y podríamos ver menos ataques de pánico también".
https://www.nytimes.com/2020/04/11/smarter-living/coronavirus-managing-panic-attacks.html?action=click&module=moreIn&pgtype=Article®ion=Footer&action=click&module=MoreInSection&pgtype=Article®ion=Footer&contentCollection=Smarter%20Living
"No puedo ir al gimnasio o socializar con mi familia. No puedo mantenerme sola. Es como si mi mundo se estuviera derrumbando ", dijo.
El 26 de marzo, la Sra. Daniels estaba en la cama viendo las noticias, cuando de repente su visión comenzó a ponerse borrosa. Su pecho se apretó y no podía respirar. "Pensé que tenía el coronavirus y podría morir de esto", dijo. "Fue una de las peores experiencias que he tenido en mi vida". Después de 20 minutos, sus síntomas disminuyeron y se dio cuenta de que había sufrido su primer ataque de pánico.
La pandemia de coronavirus está afectando a todo el mundo, y no es de extrañar que, como resultado, muchas personas puedan experimentar ataques de pánico por primera vez. Un ataque de pánico aparece repentinamente, trayendo consigo ansiedad, miedo o incomodidad de corta duración.
Es una activación de la respuesta fisiológica de "lucha o huida" del cuerpo, que se desencadena por una amenaza percibida, dijo el Dr. Paul Nestadt, codirector de la Clínica de Trastornos de Ansiedad Johns Hopkins. "Entonces, todas las cosas que tu cuerpo querría hacer si estás cerca de un tigre se activan en el momento equivocado", dijo.
Su corazón comienza a latir y bombear sangre para que sus músculos tengan el combustible para correr, luchar y salir del peligro, dijo la Dra. Lynn Bufka, directora principal de la Asociación Americana de Psicología. Sin embargo, la mayoría de las veces cuando las personas sufren un ataque de pánico, no responden a algo que requiere correr o pelear. "A veces pueden ser desencadenantes invisibles", dijo. Los ataques de pánico pueden ser aterradores. "Es la sensación que tienes cuando estás a punto de cruzar la calle y hay un autobús justo ahí", dijo.
Los ataques de pánico son bastante comunes incluso en circunstancias mucho menos graves. Un estudio en Arch Gen Psychiatry indicó que uno de cada cuatro estadounidenses tendrá al menos un ataque de pánico en algún momento de sus vidas. Pero el coronavirus parece estar causando que muchas personas sufran ataques de pánico en poco tiempo. "Hay un mayor nivel de estrés debido a toda esta incertidumbre", dijo el Dr. Bufka.
La Dra. Neha Vyas, doctora en medicina familiar de la Clínica Cleveland, dijo que había pasado la mayor parte de su tiempo en las últimas semanas tratando de controlar la ansiedad relacionada con la pandemia en los pacientes. Para empeorar las cosas, algunos de los síntomas de un ataque de pánico (endurecimiento del pecho y dificultades respiratorias) a menudo se confunden con los síntomas del coronavirus.
El Dr. Vyas dice que existen diferencias reveladoras entre los ataques de pánico y los síntomas del coronavirus. Los ataques de pánico aparecen repentinamente y generalmente duran solo de 15 a 20 minutos, mientras que los síntomas del coronavirus surgen en unos pocos días. Con el coronavirus, la dificultad para respirar suele ir acompañada de otros síntomas, como fiebre y tos, ninguno de los cuales está presente con un ataque de pánico.
"No hay un síntoma en particular que sea diagnóstico del coronavirus. Es un grupo de síntomas", dijo el Dr. Vyas.
Como resultado, es importante llamar a su proveedor de atención médica para que lo asesore, en lugar de dirigirse a una visita en persona, lo que pone en riesgo la exposición.
El Dr. Vyas señala que los síntomas de un ataque de pánico pueden ser similares a los de un ataque cardíaco. Entonces, si un paciente tiene ciertas afecciones (antecedentes cardíacos, presión arterial alta, sudoración excesiva o dolor en el brazo, el cuello y la espalda), eso puede ser motivo de mayor preocupación. Ella alentaría a los pacientes con factores de riesgo cardíaco que experimentan estos síntomas a buscar atención médica inmediata.
Lauren S. Hallion, profesora asistente en el departamento de psicología de la Universidad de Pittsburgh, es líder de un grupo recién formado de más de 100 investigadores y médicos llamados "PsychVsCovid", que está reuniendo recursos para manejar el virus. El grupo creó varias iniciativas de divulgación, incluida una para desarrollar un conjunto de pautas y recursos para pacientes y médicos para ayudar a distinguir entre los ataques de pánico y Covid-19, la enfermedad causada por el coronavirus.
"Para las personas sanas, un ataque de pánico no es peligroso", dijo. Pero ser capaz de identificar un ataque de pánico es útil porque incluso darse cuenta de que está teniendo uno puede ayudarlo a disiparse, dijo.
El Dr. Butka insta a quienes experimentan un ataque de pánico a practicar una respiración completa y constante para combatir la hiperventilación. El Dr. Nestadt dijo que ayuda a tranquilizarse a sí mismo que está seguro y que los sentimientos incómodos pasarán. Sugiere usar distracciones relajantes, como escuchar música. Una técnica llamada "5, 4, 3, 2, 1" es otro método de distracción: se detiene para notar cinco cosas que puede ver, cuatro cosas que puede tocar, tres cosas que puede escuchar, dos cosas que puede oler y una cosa que puede probar
El Dr. Vyas también recomienda hacer ejercicio, lo que puede aliviar la ansiedad.
Daniels dijo que estaba tratando de evitar futuros ataques de pánico al caminar seis millas para respirar aire fresco y estar cerca de la naturaleza. También ha vuelto al arte, un pasatiempo que persiguió en la escuela secundaria. "Me estoy centrando en actividades menores para tratar de planificar mi día, así que no me asusto y tengo algo que hacer".
Es difícil ver a un ser querido en apuros. Aún así, dijo el Dr. Nestadt, es importante no intervenir automáticamente. Primero, pregunte si la persona que experimenta el ataque quiere espacio o apoyo. Sobre todo, no le digas a la persona que "simplemente se calme", dijo el Dr. Butka. Reconozca su miedo, hágales saber que usted está allí para apoyarlos y ayudarlos a resolver problemas. La Sra. Daniels dijo que su prometido pudo calmarla sosteniéndole la cara, animándola a respirar y asegurándole que todo estaría bien y que lo tomaría un día a la vez.
Si los ataques de pánico interfieren con su funcionamiento diario, vale la pena considerar buscar tratamiento de un profesional.
Cuando busque ayuda mental profesional por primera vez, conéctese en línea o llame y solicite recomendaciones a su proveedor de atención primaria. El Dr. Nestadt sugiere consultar el sitio web de su aseguradora para obtener una lista de proveedores. Tenga en cuenta que no todos esos proveedores aceptarán nuevos pacientes, o algunos ya no aceptarán seguro. Pero es la mejor manera de encontrar un proveedor en su red de seguros.
Otra fuente es el sitio Find a Therapist de la Asociación de Ansiedad y Depresión de Estados Unidos, donde puede ingresar su dirección para encontrar proveedores verificados cerca de usted.
Durante un tiempo de órdenes de quedarse en casa, muchos proveedores aceptan ver a los pacientes virtualmente. Medicare ahora puede pagar por la atención brindada a través de telesalud que ocurre bajo una gama mucho más amplia de condiciones. Nuevamente, es importante consultar tanto con su proveedor de seguros como con su profesional de salud mental para determinar qué está cubierto.
"La tasa de ataques de pánico es un síntoma de ansiedad general", dijo el Dr. Nestadt. "Crecen en momentos de estrés". Él tiene la esperanza de que una vez que hagamos avances para controlar el virus, sentiremos menos ansiedad, dijo. "Y podríamos ver menos ataques de pánico también".
https://www.nytimes.com/2020/04/11/smarter-living/coronavirus-managing-panic-attacks.html?action=click&module=moreIn&pgtype=Article®ion=Footer&action=click&module=MoreInSection&pgtype=Article®ion=Footer&contentCollection=Smarter%20Living
martes, 21 de abril de 2020
_- Su suerte es nuestra suerte
_- Acabo de oír en televisión las emocionantes palabras del jefe de la oposición portuguesa Rui Rio, manifestando un apoyo cerrado e incondicional al gobierno de su país: “Señor primer ministro, cuente con la colaboración del PSD. Ayudaremos todo lo que nosotros podamos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte”. Me he sentido orgulloso de la oposición que tiene la sociedad del país hermano. Porque es imprescindible la unidad para salir de esta crisis.
Y me he preguntado por los partidos de oposición de mi país. Con pena. Con rabia. Tanto el PP como Vox están mostrando una actitud desleal y miserable. (Ciudadanos parece haber aprendido las importantes lecciones que le ha dado la historia). Estoy avergonzado de la oposición que tenemos. “La peor crisis gestionada por el peor presidente de la historia de España”, dice el PP. “Que dimita este gobierno ilegítimo”, dice Vox. ¿Eso es ayuda? ¿Eso es lealtad? ¿Eso es unidad? ¿Eso es patriotismo? “Proponen firmar unos nuevos Pactos de la Moncloa porque quieren mantener a Pedro Sánchez en el poder”, dice el PP. Ante la propuesta de esos pactos de reconstrucción, Vox dice no acudirá a la cita y que llevará al gobierno a los tribunales por si hubiera existido “dejación de responsabilidades, imprudencia grave o, en su caso, delitos dolosos”, tal y como anunciaba este lunes, en rueda de prensa, el falangista eurodiputado y portavoz del partido, Jorge Buxadé. ¿Eso es colaboración? ¿Eso es solidaridad? ¿Eso es arrimar el hombro?
Se dice que las catástrofes unen a los pueblos. Pues eso no pasa en el nuestro. Si se puede destruir al gobierno que tiene que salvarnos del desastre, mejor. Si se puede cuestionar lo que hace, mejor que mejor. Y para ello, vale todo. Desde el insulto agresivo al bulo más falaz. “Su suerte es nuestra desgracia y su desgracia es nuestra suerte”, viene a decir la oposición.
Cómo no reconocer que el gobierno ha cometido errores. Cómo no aceptar que podría haber hecho las cosas antes o de otro modo, que podría haber informado más y mejor, que podría haber contado más con la oposición, que debería haber repartido material de protección con más celeridad y eficacia… Pero no se puede ignorar que la incertidumbre es total y que estamos inmersos en una crisis única, impredecible y devastadora.
No es negativa la crítica que ayuda, que estimula, que corrige, que orienta, que hace mejorar. Pero esta operación de acoso y derribo, esta descalificación irracional, persistente y mentirosa es repugnante e inadmisible.
He leído un excelente artículo de mi compatriota leonés Julio Llamazares, publicado en El País el día 3 de abril. Está cargado de una lúcida ironía.
“Lo que uno no se explica es que, viviendo en un país con más de 46 millones de expertos en pandemias, hayamos llegado a esta situación. En un país en el que todo el mundo sabía lo que se nos avecinaba con días y hasta semanas de antelación, no se comprende que nadie advirtiera a las autoridades sanitarias para que tomaran las medidas oportunas para protegernos. Que la autoridades sanitarias no tengan ni idea de virus no nos justifica al resto (carpinteros, fontaneros, escritores, periodistas, abogados, ingenieros de caminos…) no haberlas tomado por nuestra cuenta.
Tampoco se comprende bien que, sabiendo como sabemos lo que hay que hacer a cada momento, no solo ante una pandemia sino ante cualquier problema, elijamos siempre para que lo hagan por nosotros a los más ineptos.
Da igual cuál sea el gobierno; siempre es el más incapaz, el más impresentable y el más torpe. La oposición, en cambio, siempre está más preparada; lo que no se comprende bien es por qué no la elegimos para gobernar. Debe de ser que la población vota siempre lo contrario de lo que querría…”.
He visto horrorizado la sesión parlamentaria en la que se ha aprobado la prórroga del estado de alarma. Las intervenciones de la oposición (me refiero, sobre todo, al PP y a Vox) han sido nauseabundas. ¿No se dan cuenta de que ahora hay que remar en la misma dirección? ¿No piensan que es la hora de arrimar el hombro y no de poner zancadillas? ¿No se dan cuenta de que su posición es un escándalo para el mundo?
¿Cómo puede Vox votar en contra del estado de alarma? De 54 votos en contra, 52 pertenecen a Vox. ¿Qué quieren? ¿Qué salgamos todos a la calle? Ellos, que tanto y tan virulentamente atacan, ¿no habrían decretado el estado de alarma? ¿O es que lo único que les anima es decir no a cualquier propuesta del gobierno? Acaba de decir una portavoz de Vox que el gobierno, como es partidario de la eutanasia, la está aplicando a los ancianos de una forma feroz. Increíble acusación. Una afirmación que no muestra cómo es aquel al que acusan sino cómo es quien la formula.
Estoy harto de ver tantos bulos, tantos chistes, tanta mala baba contra el gobierno de mi país que, con sus errores, evitables unos e inevitables otros, está intentado sacarnos de esta crisis: Sánchez dimisión, dicen unos, cárcel para los ministros y el presidente del gobierno, dicen otros. ¡Cuánto odio, cuánto sectarismo en las actitudes y en las opiniones! ¡En estos momentos en los que tenemos el agua al cuello! Pero, ¿qué país es este?, ¿qué patria es la mía?
Si el presidente del gobierno español hubiese dicho sobre el coronavirus lo que afirmó el primer ministro británico Boris Johnson (o Bolsonaro, o Trump, o López Obrador o tantos otros…) la oposición le habría crucificado o habría tenido que exiliarse.
Cuando se dice que solo podemos salir de la crisis estando unidos, cuando se pide lealtad hacia las demás fuerzas políticas, cuando se dice que hay que remar en la misma dirección, la oposición suscribe todas esas frases, pero debe entender que la dirección la tiene que marcar la derecha. Hay un pequeño inconveniente: que la ciudadanía no dijo eso. La ciudadanía dijo en las urnas quién tenía que marcar la dirección. ¿Lo entenderán algún día? ¿Estaremos todavía a tiempo?
Para la oposición, el gobierno no hace nada bien y, si alguna cosa hace bien, la hace tarde. Y si la hace bien y a tiempo, la hace para su mayor gloria y no en beneficio de los ciudadanos y ciudadanas “A usted solo le interesa el poder, a nosotros los españoles”, dice Pablo Casado con un cinismo insoportable. Por eso el PP no se presentará a las próximas elecciones ya que no quiere el poder. Y por eso Sánchez toma decisiones y hace todo lo que hace para los africanos o para los chicos. Los españoles no le importan un bledo. Qué barbaridad. Estoy profundamente escandalizado del comportamiento de la oposición.
Se dice que, cuando esto acabe, habrá que pedir cuentas de cómo se han hecho las cosas. Claro que si. De cómo actuó el gobierno. Pero también habrá que pedir cuentas por la actitud que ha tenido la oposición. Para la oposición el juicio empezó el primer día. Y nunca cesa. Es la hora de la unidad, es la hora de la acción, no del juicio.
He dicho en otras ocasiones y lugares que no me gusta el nombre “la oposición”. Me gusta más “la alternativa”. Porque, cuando se habla de oposición, se puede pensar que el deber es oponerse, sea a lo que sea. Y no. Porque no hay que oponerse a lo que se hace bien. Si se hablase de alternativa, se tendría que hacer hincapié en cómo se habría hecho en el pasado o cómo se haría en el futuro (de forma distinta y mejor que la de quien gobierna). Y los electores sabrán, en la próxima ocasión, por quién deben decantarse.
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/04/18/su-suerte-es-nuestra-suerte/
Y me he preguntado por los partidos de oposición de mi país. Con pena. Con rabia. Tanto el PP como Vox están mostrando una actitud desleal y miserable. (Ciudadanos parece haber aprendido las importantes lecciones que le ha dado la historia). Estoy avergonzado de la oposición que tenemos. “La peor crisis gestionada por el peor presidente de la historia de España”, dice el PP. “Que dimita este gobierno ilegítimo”, dice Vox. ¿Eso es ayuda? ¿Eso es lealtad? ¿Eso es unidad? ¿Eso es patriotismo? “Proponen firmar unos nuevos Pactos de la Moncloa porque quieren mantener a Pedro Sánchez en el poder”, dice el PP. Ante la propuesta de esos pactos de reconstrucción, Vox dice no acudirá a la cita y que llevará al gobierno a los tribunales por si hubiera existido “dejación de responsabilidades, imprudencia grave o, en su caso, delitos dolosos”, tal y como anunciaba este lunes, en rueda de prensa, el falangista eurodiputado y portavoz del partido, Jorge Buxadé. ¿Eso es colaboración? ¿Eso es solidaridad? ¿Eso es arrimar el hombro?
Se dice que las catástrofes unen a los pueblos. Pues eso no pasa en el nuestro. Si se puede destruir al gobierno que tiene que salvarnos del desastre, mejor. Si se puede cuestionar lo que hace, mejor que mejor. Y para ello, vale todo. Desde el insulto agresivo al bulo más falaz. “Su suerte es nuestra desgracia y su desgracia es nuestra suerte”, viene a decir la oposición.
Cómo no reconocer que el gobierno ha cometido errores. Cómo no aceptar que podría haber hecho las cosas antes o de otro modo, que podría haber informado más y mejor, que podría haber contado más con la oposición, que debería haber repartido material de protección con más celeridad y eficacia… Pero no se puede ignorar que la incertidumbre es total y que estamos inmersos en una crisis única, impredecible y devastadora.
No es negativa la crítica que ayuda, que estimula, que corrige, que orienta, que hace mejorar. Pero esta operación de acoso y derribo, esta descalificación irracional, persistente y mentirosa es repugnante e inadmisible.
He leído un excelente artículo de mi compatriota leonés Julio Llamazares, publicado en El País el día 3 de abril. Está cargado de una lúcida ironía.
“Lo que uno no se explica es que, viviendo en un país con más de 46 millones de expertos en pandemias, hayamos llegado a esta situación. En un país en el que todo el mundo sabía lo que se nos avecinaba con días y hasta semanas de antelación, no se comprende que nadie advirtiera a las autoridades sanitarias para que tomaran las medidas oportunas para protegernos. Que la autoridades sanitarias no tengan ni idea de virus no nos justifica al resto (carpinteros, fontaneros, escritores, periodistas, abogados, ingenieros de caminos…) no haberlas tomado por nuestra cuenta.
Tampoco se comprende bien que, sabiendo como sabemos lo que hay que hacer a cada momento, no solo ante una pandemia sino ante cualquier problema, elijamos siempre para que lo hagan por nosotros a los más ineptos.
Da igual cuál sea el gobierno; siempre es el más incapaz, el más impresentable y el más torpe. La oposición, en cambio, siempre está más preparada; lo que no se comprende bien es por qué no la elegimos para gobernar. Debe de ser que la población vota siempre lo contrario de lo que querría…”.
He visto horrorizado la sesión parlamentaria en la que se ha aprobado la prórroga del estado de alarma. Las intervenciones de la oposición (me refiero, sobre todo, al PP y a Vox) han sido nauseabundas. ¿No se dan cuenta de que ahora hay que remar en la misma dirección? ¿No piensan que es la hora de arrimar el hombro y no de poner zancadillas? ¿No se dan cuenta de que su posición es un escándalo para el mundo?
¿Cómo puede Vox votar en contra del estado de alarma? De 54 votos en contra, 52 pertenecen a Vox. ¿Qué quieren? ¿Qué salgamos todos a la calle? Ellos, que tanto y tan virulentamente atacan, ¿no habrían decretado el estado de alarma? ¿O es que lo único que les anima es decir no a cualquier propuesta del gobierno? Acaba de decir una portavoz de Vox que el gobierno, como es partidario de la eutanasia, la está aplicando a los ancianos de una forma feroz. Increíble acusación. Una afirmación que no muestra cómo es aquel al que acusan sino cómo es quien la formula.
Estoy harto de ver tantos bulos, tantos chistes, tanta mala baba contra el gobierno de mi país que, con sus errores, evitables unos e inevitables otros, está intentado sacarnos de esta crisis: Sánchez dimisión, dicen unos, cárcel para los ministros y el presidente del gobierno, dicen otros. ¡Cuánto odio, cuánto sectarismo en las actitudes y en las opiniones! ¡En estos momentos en los que tenemos el agua al cuello! Pero, ¿qué país es este?, ¿qué patria es la mía?
Si el presidente del gobierno español hubiese dicho sobre el coronavirus lo que afirmó el primer ministro británico Boris Johnson (o Bolsonaro, o Trump, o López Obrador o tantos otros…) la oposición le habría crucificado o habría tenido que exiliarse.
Cuando se dice que solo podemos salir de la crisis estando unidos, cuando se pide lealtad hacia las demás fuerzas políticas, cuando se dice que hay que remar en la misma dirección, la oposición suscribe todas esas frases, pero debe entender que la dirección la tiene que marcar la derecha. Hay un pequeño inconveniente: que la ciudadanía no dijo eso. La ciudadanía dijo en las urnas quién tenía que marcar la dirección. ¿Lo entenderán algún día? ¿Estaremos todavía a tiempo?
Para la oposición, el gobierno no hace nada bien y, si alguna cosa hace bien, la hace tarde. Y si la hace bien y a tiempo, la hace para su mayor gloria y no en beneficio de los ciudadanos y ciudadanas “A usted solo le interesa el poder, a nosotros los españoles”, dice Pablo Casado con un cinismo insoportable. Por eso el PP no se presentará a las próximas elecciones ya que no quiere el poder. Y por eso Sánchez toma decisiones y hace todo lo que hace para los africanos o para los chicos. Los españoles no le importan un bledo. Qué barbaridad. Estoy profundamente escandalizado del comportamiento de la oposición.
Se dice que, cuando esto acabe, habrá que pedir cuentas de cómo se han hecho las cosas. Claro que si. De cómo actuó el gobierno. Pero también habrá que pedir cuentas por la actitud que ha tenido la oposición. Para la oposición el juicio empezó el primer día. Y nunca cesa. Es la hora de la unidad, es la hora de la acción, no del juicio.
He dicho en otras ocasiones y lugares que no me gusta el nombre “la oposición”. Me gusta más “la alternativa”. Porque, cuando se habla de oposición, se puede pensar que el deber es oponerse, sea a lo que sea. Y no. Porque no hay que oponerse a lo que se hace bien. Si se hablase de alternativa, se tendría que hacer hincapié en cómo se habría hecho en el pasado o cómo se haría en el futuro (de forma distinta y mejor que la de quien gobierna). Y los electores sabrán, en la próxima ocasión, por quién deben decantarse.
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Coronavirus: por qué Portugal tiene un número de fallecidos 32 veces menor que su vecino España (y el inusual papel de su clase política)
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Confinad a los presos en su propia casa
Con la venia, nuestras conciencias estarán más tranquilas si ellos no corren un mayor peligro de morir entre rejas
Oriol Junqueras, Iñaki Urdangarin y Rodrigo Rato deberían dormir estos días en sus domicilios. ¿Qué tienen los tres, y sus amigos, en común? Aunque no les guste verse mezclados en un mismo artículo —pues contemplan, con razón, sus trayectorias como contradictorias— están juntos en la realidad. Al menos porque cumplen, por razones muy distintas, largas penas de prisión en nuestras cárceles.
Y porque comparten otras realidades. Una es que las causas de sus condenas son graves, pero no hasta límites irreconducibles. No son delitos de sangre como un asesinato, o violaciones y similares crímenes de violencia sexual especialmente repugnantes: quiebras, en suma, de la legalidad, de un perfil que pondría a sus conciudadanos ante un peligro inminente y gravísimo, con alarma social. Otra es que disfrutaban hasta ahora de permisos específicos para trabajos o acción social en el exterior, y el confinamiento por el coronavirus los ha abortado, agravando su penalidad, al vedarles las salidas periódicas de la cárcel.
Con el agravante del mayor peligro de contagio que se experimenta en prisión, y pues, la rebaja en la calidad, alcance e intensidad de su derecho a la vida e integridad física. En cuanto confinados, todos vivimos peor, pero ellos, súbita y doblemente peor. Así lo ha subrayado la OMS, al pedir a los Gobiernos “alternativas a la prisión ante el efecto del Covid-19 en las cárceles”.
Las medidas de excarcelación —ya temporales, ya definitivas— no son extemporáneas ni extrañas en países de muy distinta arquitectura liberal. Por razones de salud pública, para evitar la propagación del virus y para proteger a los presos, la República Federal de Alemania suspendió el 14 de marzo, durante cuatro meses, las penas de prisión por multas impagadas. Por idénticos motivos, el rey de Marruecos, Mohamed VI, acaba de indultar, enviándolos a casa, a 5.654 presidiarios. En este caso se han seleccionado según “criterios humanos” y “objetivos” como “su edad, salud precaria, duración de la pena y buena conducta”, según el Ministerio de Justicia (L’ Economiste, 5 de abril).
Todos los presos españoles citados más arriba, y muchos otros, comparten el criterio clave de la buena conducta, sin el cual no habrían disfrutado de permisos. Y ya no alarman a nadie sereno, no pueden destruir ninguna prueba, no es muy verosímil que reiteren sus acciones pasadas, ni nada probable que se fuguen. Y con la venia, nuestras conciencias estarán más tranquilas si ellos no corren un mayor peligro de morir entre rejas.
https://elpais.com/elpais/2020/04/12/opinion/1586694355_800115.html
P. D.: Totalmente de acuerdo, para todos los presos que no hayan cometido delitos que pusieran en peligro la vida o la salud e integridad de las personas. y de forma temporal para aquellos con largas condenas. El sistema carcelario no debe ser un instrumento de venganza, sino de justicia y reeducación.
Oriol Junqueras, Iñaki Urdangarin y Rodrigo Rato deberían dormir estos días en sus domicilios. ¿Qué tienen los tres, y sus amigos, en común? Aunque no les guste verse mezclados en un mismo artículo —pues contemplan, con razón, sus trayectorias como contradictorias— están juntos en la realidad. Al menos porque cumplen, por razones muy distintas, largas penas de prisión en nuestras cárceles.
Y porque comparten otras realidades. Una es que las causas de sus condenas son graves, pero no hasta límites irreconducibles. No son delitos de sangre como un asesinato, o violaciones y similares crímenes de violencia sexual especialmente repugnantes: quiebras, en suma, de la legalidad, de un perfil que pondría a sus conciudadanos ante un peligro inminente y gravísimo, con alarma social. Otra es que disfrutaban hasta ahora de permisos específicos para trabajos o acción social en el exterior, y el confinamiento por el coronavirus los ha abortado, agravando su penalidad, al vedarles las salidas periódicas de la cárcel.
Con el agravante del mayor peligro de contagio que se experimenta en prisión, y pues, la rebaja en la calidad, alcance e intensidad de su derecho a la vida e integridad física. En cuanto confinados, todos vivimos peor, pero ellos, súbita y doblemente peor. Así lo ha subrayado la OMS, al pedir a los Gobiernos “alternativas a la prisión ante el efecto del Covid-19 en las cárceles”.
Las medidas de excarcelación —ya temporales, ya definitivas— no son extemporáneas ni extrañas en países de muy distinta arquitectura liberal. Por razones de salud pública, para evitar la propagación del virus y para proteger a los presos, la República Federal de Alemania suspendió el 14 de marzo, durante cuatro meses, las penas de prisión por multas impagadas. Por idénticos motivos, el rey de Marruecos, Mohamed VI, acaba de indultar, enviándolos a casa, a 5.654 presidiarios. En este caso se han seleccionado según “criterios humanos” y “objetivos” como “su edad, salud precaria, duración de la pena y buena conducta”, según el Ministerio de Justicia (L’ Economiste, 5 de abril).
Todos los presos españoles citados más arriba, y muchos otros, comparten el criterio clave de la buena conducta, sin el cual no habrían disfrutado de permisos. Y ya no alarman a nadie sereno, no pueden destruir ninguna prueba, no es muy verosímil que reiteren sus acciones pasadas, ni nada probable que se fuguen. Y con la venia, nuestras conciencias estarán más tranquilas si ellos no corren un mayor peligro de morir entre rejas.
https://elpais.com/elpais/2020/04/12/opinion/1586694355_800115.html
P. D.: Totalmente de acuerdo, para todos los presos que no hayan cometido delitos que pusieran en peligro la vida o la salud e integridad de las personas. y de forma temporal para aquellos con largas condenas. El sistema carcelario no debe ser un instrumento de venganza, sino de justicia y reeducación.
“Habrá que atender la salud mental de la gente en todos los sitios: trabajo, colegios, centros sociales...”
La directora de Salud Mental de la OMS, Dévora Kestel, equipara el daño psicológico de la población al que acontece en catástrofes y guerras
La psicóloga Dévora Kestel (Bahía Blanca, Argentina, 1964) comenzó a colaborar con la Organización Mundial de la Salud en el conflicto de Kosovo. Ahora, como directora de Salud Mental del organismo, se conecta desde su casa de Ginebra con todo el mundo. Propugna como respuesta a esta crisis la extensión de la atención de salud mental en todos los círculos sociales.
Pregunta. ¿A qué riesgo psicológico está sometida la población en esta crisis?
Respuesta. Existe el miedo de enfermarse, de morir, de perder seres queridos y los medios de vida. Se suman cuestiones de exclusión social, de separación, de aislamiento. Y, está la ansiedad, la impotencia y la incertidumbre de lo que va a venir en el futuro.
P. ¿Quiénes son los más vulnerables?
R. Los enfermos y los que han perdido a seres queridos. Pero también los sanitarios, con una enorme carga de trabajo, seguramente agotados, y eso tiene un impacto en su salud mental. En muchos casos son víctimas de discriminación o de estigma. Están aumentando los casos de violencia contra la mujer, contra los niños, lo que también tiene su impacto psicológico, y luego los ancianos y personas con problemas de salud mental, que pueden estar afectadas por el aislamiento, pero también por la falta de acceso a psicoterapia o medicamentos. Los enfermos crónicos que ven sus cuidados en riesgo... Cada uno de estos grupos y la sociedad en general está siendo afectada en su salud mental. Por lo que está sucediendo, es un impacto masivo de miedo, de ansiedad, de preocupación, de estrés.
P. ¿Qué peculiaridades tiene esta crisis en comparación con otras conocidas como guerras, catástrofes o ataques terroristas?
R. Entra en el corazón de países desarrollados e impacta duramente. Y ha llegado a ser global. Afecta a todos, ricos y pobres. El ébola estaba en África. El SARS en algunos lugares de Asia. Les pasaba siempre a los otros, en otro lugar. Ahora somos todos. Yo creo que esta es la gran diferencia. Vamos a aprender de esto. Además, hay incertidumbre sobre el futuro, no sabemos ni si en dos semanas vamos a volver a trabajar o cómo, ni si vamos a tener trabajo.
P. ¿En qué se parece a una catástrofe?
R. Desde la perspectiva de la salud mental y el apoyo psicosocial necesario, el tipo de impacto es el mismo porque es el individuo el que va a reaccionar a eso que está pasando. En las emergencias, guerras o catástrofes una de cada cinco personas va a estar afectada por un trastorno mental, ansiedad, depresión o patologías severas. Y eso es lo mismo hoy. No cambia. Pero ahora es masivo y eso nos tiene que preocupar para poder responder. Uno de cada cinco ya es muchísimo, muchísimo, y muchos más pueden estar afectados por angustia, estrés, pero eso no llega a ser clasificado como una enfermedad mental. Es más o menos el doble de lo que puede pasar en situaciones normales.
P. ¿Qué va a causar más daño, el impacto sanitario o el económico?
R. Ambos nos van a afectar. Es una lucha compartida la de proteger las vidas y proteger los medios de vida. En condiciones normales, el desempleo se vincula con una salud mental empobrecida. O sea, que eso va a tener impacto en la salud mental.
P. ¿Qué deben hacer las autoridades para paliar el daño en salud mental de los ciudadanos?
R. Preparar y fortalecer la respuesta. Es importante adaptar los recursos existentes, coordinarse con otros sectores. Una de las cosas que venimos promoviendo como organización es que los servicios de salud mental estén descentralizados. En este momento más que nunca eso es importante. Deben adaptar su capacidad de respuesta para que la comunidad acceda a esos servicios. Y los Gobiernos van a tener que promover eso en espacios de trabajo, de protección social, de salud, y en la educación.
P. ¿Va a colapsar el sistema?
R. No. Venimos trabajando en diferentes países en que el personal de salud básica, de escuelas y otros espacios sociales, sepa de salud mental para apoyar en cierto nivel de problemática. Hay ejemplos con base científica, por ejemplo en Zimbabue. Un proyecto muy conocido es el Banco de la Amistad, lo desarrolló el único psiquiatra de la localidad, que no daba abasto. Hizo una formación corta a abuelas que se sientan en el banco y dan consejos basados en una psicoterapia intensa, breve. No están reemplazando al psiquiatra, están haciéndose cargo de una problemática que no hace falta que llegue al psiquiatra. Ahora se va a tener que hacer más énfasis en las respuestas de este tipo, justamente para no llegar a colapsar el sistema. Estamos ultimando una app que podría resultar de gran ayuda.
https://elpais.com/sociedad/2020-04-19/habra-que-atender-la-salud-mental-de-la-gente-en-todos-los-sitios-trabajo-colegios-centros-sociales.html
La psicóloga Dévora Kestel (Bahía Blanca, Argentina, 1964) comenzó a colaborar con la Organización Mundial de la Salud en el conflicto de Kosovo. Ahora, como directora de Salud Mental del organismo, se conecta desde su casa de Ginebra con todo el mundo. Propugna como respuesta a esta crisis la extensión de la atención de salud mental en todos los círculos sociales.
Pregunta. ¿A qué riesgo psicológico está sometida la población en esta crisis?
Respuesta. Existe el miedo de enfermarse, de morir, de perder seres queridos y los medios de vida. Se suman cuestiones de exclusión social, de separación, de aislamiento. Y, está la ansiedad, la impotencia y la incertidumbre de lo que va a venir en el futuro.
P. ¿Quiénes son los más vulnerables?
R. Los enfermos y los que han perdido a seres queridos. Pero también los sanitarios, con una enorme carga de trabajo, seguramente agotados, y eso tiene un impacto en su salud mental. En muchos casos son víctimas de discriminación o de estigma. Están aumentando los casos de violencia contra la mujer, contra los niños, lo que también tiene su impacto psicológico, y luego los ancianos y personas con problemas de salud mental, que pueden estar afectadas por el aislamiento, pero también por la falta de acceso a psicoterapia o medicamentos. Los enfermos crónicos que ven sus cuidados en riesgo... Cada uno de estos grupos y la sociedad en general está siendo afectada en su salud mental. Por lo que está sucediendo, es un impacto masivo de miedo, de ansiedad, de preocupación, de estrés.
P. ¿Qué peculiaridades tiene esta crisis en comparación con otras conocidas como guerras, catástrofes o ataques terroristas?
R. Entra en el corazón de países desarrollados e impacta duramente. Y ha llegado a ser global. Afecta a todos, ricos y pobres. El ébola estaba en África. El SARS en algunos lugares de Asia. Les pasaba siempre a los otros, en otro lugar. Ahora somos todos. Yo creo que esta es la gran diferencia. Vamos a aprender de esto. Además, hay incertidumbre sobre el futuro, no sabemos ni si en dos semanas vamos a volver a trabajar o cómo, ni si vamos a tener trabajo.
P. ¿En qué se parece a una catástrofe?
R. Desde la perspectiva de la salud mental y el apoyo psicosocial necesario, el tipo de impacto es el mismo porque es el individuo el que va a reaccionar a eso que está pasando. En las emergencias, guerras o catástrofes una de cada cinco personas va a estar afectada por un trastorno mental, ansiedad, depresión o patologías severas. Y eso es lo mismo hoy. No cambia. Pero ahora es masivo y eso nos tiene que preocupar para poder responder. Uno de cada cinco ya es muchísimo, muchísimo, y muchos más pueden estar afectados por angustia, estrés, pero eso no llega a ser clasificado como una enfermedad mental. Es más o menos el doble de lo que puede pasar en situaciones normales.
P. ¿Qué va a causar más daño, el impacto sanitario o el económico?
R. Ambos nos van a afectar. Es una lucha compartida la de proteger las vidas y proteger los medios de vida. En condiciones normales, el desempleo se vincula con una salud mental empobrecida. O sea, que eso va a tener impacto en la salud mental.
P. ¿Qué deben hacer las autoridades para paliar el daño en salud mental de los ciudadanos?
R. Preparar y fortalecer la respuesta. Es importante adaptar los recursos existentes, coordinarse con otros sectores. Una de las cosas que venimos promoviendo como organización es que los servicios de salud mental estén descentralizados. En este momento más que nunca eso es importante. Deben adaptar su capacidad de respuesta para que la comunidad acceda a esos servicios. Y los Gobiernos van a tener que promover eso en espacios de trabajo, de protección social, de salud, y en la educación.
P. ¿Va a colapsar el sistema?
R. No. Venimos trabajando en diferentes países en que el personal de salud básica, de escuelas y otros espacios sociales, sepa de salud mental para apoyar en cierto nivel de problemática. Hay ejemplos con base científica, por ejemplo en Zimbabue. Un proyecto muy conocido es el Banco de la Amistad, lo desarrolló el único psiquiatra de la localidad, que no daba abasto. Hizo una formación corta a abuelas que se sientan en el banco y dan consejos basados en una psicoterapia intensa, breve. No están reemplazando al psiquiatra, están haciéndose cargo de una problemática que no hace falta que llegue al psiquiatra. Ahora se va a tener que hacer más énfasis en las respuestas de este tipo, justamente para no llegar a colapsar el sistema. Estamos ultimando una app que podría resultar de gran ayuda.
https://elpais.com/sociedad/2020-04-19/habra-que-atender-la-salud-mental-de-la-gente-en-todos-los-sitios-trabajo-colegios-centros-sociales.html
lunes, 20 de abril de 2020
_- El dilema del diablo. Quién puede elegir entre las víctimas del virus y las de todos los demás dramas que afligen a la humanidad.
_- JAVIER SAMPEDRO
11 ABR 2020 -
La Iniciativa Global para la Erradicación de la Polio (GPEI), un proyecto internacional lanzado en 1988, suspendió el 24 de marzo su campaña de vacunación, como una medida para frenar la propagación del coronavirus. Esperan reanudarla después del verano, incluso en poblaciones de África donde la propia vacuna ha causado focos locales de polio. Los números globales demuestran que la vacuna funciona en la mayoría de los casos, pero el 100% de eficacia no existe en biología. Gracias a esa variabilidad seguimos aquí después de 4.000 millones de años. Parafraseando a los ecologistas, piensa global, llora local.
Los asesores científicos de la GPEI calculan que el parón de la campaña de vacunación elevará el número de niños que quedarán paralizados de por vida por la polio, o incluso por la vacuna de la polio, y que algunos países que ya se han declarado libres del virus se volverán a contagiar. Y la polio es solo un ejemplo de las vacunaciones que se han suspendido en África y en los países en desarrollo. Solo dos días después del cerrojazo de la GPEI llegó el de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendando la suspensión de todas las campañas masivas de vacunación. Otra vez el dilema del diablo, elegir entre muertes presentes y discapacidades futuras. Estos días no resulta fácil meterse en el pellejo de un responsable sanitario, pese a la aparente incompetencia de algunos políticos para entenderlo.
La periodista Leslie Roberts documenta en Science que millones de niños se han visto privados ya de sus vacunas de polio, sarampión, papiloma, fiebre amarilla, cólera y meningitis. Hablan de 14 millones, pero es una estimación a la baja, seguramente muy a la baja. En Afganistán y Pakistán el virus de la polio ya estaba resurgiendo antes del parón coronavírico, y la eliminación de las campañas vacunales solo puede empeorar las cosas. Los brotes africanos debidos a la propia vacuna se están escapando de control, y solo el mantenimiento de las campañas —por muy paradójico que resulte— puede refrenarlos y ayudar a la gente afectada.
Según los CDC de Atlanta (centros de control de enfermedades estadounidenses, una referencia mundial), 23 países han suspendido sus campañas contra el sarampión, y otros 16 se lo están pensando. El sarampión puede parecerle una broma al lector occidental, pero en los países en desarrollo mata a entre el 3% y el 6% de los infectados, entre tres y seis veces más que el coronavirus. La mayoría de esas víctimas, al revés de lo que ocurre con el coronavirus, son niños malnutridos.
La vida nos enfrenta a decisiones duras media docena de veces al día. Pero pocas veces nos arroja a la cara una como esta. Una pandemia tan grave como la actual nos está obligando a elegir entre las víctimas del virus y las de todos los demás dramas que afligen a gran parte de la población mundial. El dilema del diablo.
11 ABR 2020 -
La Iniciativa Global para la Erradicación de la Polio (GPEI), un proyecto internacional lanzado en 1988, suspendió el 24 de marzo su campaña de vacunación, como una medida para frenar la propagación del coronavirus. Esperan reanudarla después del verano, incluso en poblaciones de África donde la propia vacuna ha causado focos locales de polio. Los números globales demuestran que la vacuna funciona en la mayoría de los casos, pero el 100% de eficacia no existe en biología. Gracias a esa variabilidad seguimos aquí después de 4.000 millones de años. Parafraseando a los ecologistas, piensa global, llora local.
Los asesores científicos de la GPEI calculan que el parón de la campaña de vacunación elevará el número de niños que quedarán paralizados de por vida por la polio, o incluso por la vacuna de la polio, y que algunos países que ya se han declarado libres del virus se volverán a contagiar. Y la polio es solo un ejemplo de las vacunaciones que se han suspendido en África y en los países en desarrollo. Solo dos días después del cerrojazo de la GPEI llegó el de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendando la suspensión de todas las campañas masivas de vacunación. Otra vez el dilema del diablo, elegir entre muertes presentes y discapacidades futuras. Estos días no resulta fácil meterse en el pellejo de un responsable sanitario, pese a la aparente incompetencia de algunos políticos para entenderlo.
La periodista Leslie Roberts documenta en Science que millones de niños se han visto privados ya de sus vacunas de polio, sarampión, papiloma, fiebre amarilla, cólera y meningitis. Hablan de 14 millones, pero es una estimación a la baja, seguramente muy a la baja. En Afganistán y Pakistán el virus de la polio ya estaba resurgiendo antes del parón coronavírico, y la eliminación de las campañas vacunales solo puede empeorar las cosas. Los brotes africanos debidos a la propia vacuna se están escapando de control, y solo el mantenimiento de las campañas —por muy paradójico que resulte— puede refrenarlos y ayudar a la gente afectada.
Según los CDC de Atlanta (centros de control de enfermedades estadounidenses, una referencia mundial), 23 países han suspendido sus campañas contra el sarampión, y otros 16 se lo están pensando. El sarampión puede parecerle una broma al lector occidental, pero en los países en desarrollo mata a entre el 3% y el 6% de los infectados, entre tres y seis veces más que el coronavirus. La mayoría de esas víctimas, al revés de lo que ocurre con el coronavirus, son niños malnutridos.
La vida nos enfrenta a decisiones duras media docena de veces al día. Pero pocas veces nos arroja a la cara una como esta. Una pandemia tan grave como la actual nos está obligando a elegir entre las víctimas del virus y las de todos los demás dramas que afligen a gran parte de la población mundial. El dilema del diablo.
Un mundo sin Bill y Melinda. Trump dice que interrumpirá su ayuda financiera a la OMS y la Fundación Gates compensará más de la mitad de ese agujero.
La política ficción, o historia alternativa, es un género minoritario pero poderoso. Recuerdo una novela de los primeros noventa, Fatherland, del periodista británico Robert Harris, que planteaba un mundo de gran realismo cuya única premisa ficticia era que Hitler hubiera ganado la guerra. Es una de las experiencias más turbadoras y desoladoras que he tenido como lector, y no la releería ni por un millón de libras esterlinas. ¿Qué habría pasado si los mejores cerebros científicos del mundo se hubieran apuntado a la Alemania nazi en lugar de salir pitando de allí? Que la bomba atómica habría acabado en manos de Hitler. ¿Y qué si una operación estadounidense de rescate a la República española hubiera llegado a buen fin? Pues que Franco habría perdido la guerra y España se habría ahorrado la miseria corrupta y sanguinaria de cuarenta años de paz, y habría conservado a la mayor parte de su talento cultural, político y científico. Política ficción. Y ahora preguntémonos cómo sería un mundo sin Bill y Melinda Gates.
Trump sostiene que el doctor Tedros ha gestionado fatal la pandemia, lo que sería un buen debate si no lo planteara justo el que la ha gestionado peor, y justo ninguneando los criterios de la OMS Empecemos por la realidad antes de plantearnos esa historia alternativa. Fiel a su pasado de empresario del ladrillo, Donald Trump ha lanzado toda su obesa maquinaria contra la Organización Mundial de la Salud (OMS) y en particular contra su jefe, Tedros Adhanom Ghebreyesus, microbiólogo y antiguo ministro de Salud de Etiopía. El estridente inquilino de la Casa Blanca ha encontrado ahí un filón, un enemigo al que abatir, un tipo de raza dudosa al que imputar todos los males que lastiman a su querida America first, America first, America first, esquivando así las evidentes responsabilidades que él tiene en la crisis de su propio país.
Trump sostiene que el doctor Tedros ha gestionado fatal la pandemia, lo que sería un buen debate si no lo planteara justo el que la ha gestionado peor, y justo ninguneando los criterios de la OMS, como no hace más que repetirle su heroico asesor científico Anthony Fauci. Tal vez para apoyar su farol, Trump anuncia que va a interrumpir su ayuda financiera a la OMS, que supone unos 400 y pico millones de dólares anuales, tal vez un 15% del presupuesto global de la organización médica de Naciones Unidas. Un buen mordisco a lo más parecido a una autoridad mundial que tenemos en esta pandemia, y que tendremos en las próximas. No hablemos ya del sarampión, la malaria, el ébola y la polio, cuyas campañas de vacunación dependen casi por entero de la OMS en África y los países en desarrollo.
La Fundación Bill y Melinda Gates ha anunciado de inmediato que compensará más de la mitad de ese agujero con 250 millones de dólares para proyectos, lo que resolverá la crisis financiera de la OMS junto a las previsibles aportaciones de otras corporaciones privadas, y tal vez de los Gobiernos. Es muy de agradecer, pero ¿cómo sería un mundo en el que no existieran Bill y Melinda? Pensadlo.
https://elpais.com/ciencia/2020-04-17/un-mundo-sin-bill-y-melinda.html
Trump sostiene que el doctor Tedros ha gestionado fatal la pandemia, lo que sería un buen debate si no lo planteara justo el que la ha gestionado peor, y justo ninguneando los criterios de la OMS Empecemos por la realidad antes de plantearnos esa historia alternativa. Fiel a su pasado de empresario del ladrillo, Donald Trump ha lanzado toda su obesa maquinaria contra la Organización Mundial de la Salud (OMS) y en particular contra su jefe, Tedros Adhanom Ghebreyesus, microbiólogo y antiguo ministro de Salud de Etiopía. El estridente inquilino de la Casa Blanca ha encontrado ahí un filón, un enemigo al que abatir, un tipo de raza dudosa al que imputar todos los males que lastiman a su querida America first, America first, America first, esquivando así las evidentes responsabilidades que él tiene en la crisis de su propio país.
Trump sostiene que el doctor Tedros ha gestionado fatal la pandemia, lo que sería un buen debate si no lo planteara justo el que la ha gestionado peor, y justo ninguneando los criterios de la OMS, como no hace más que repetirle su heroico asesor científico Anthony Fauci. Tal vez para apoyar su farol, Trump anuncia que va a interrumpir su ayuda financiera a la OMS, que supone unos 400 y pico millones de dólares anuales, tal vez un 15% del presupuesto global de la organización médica de Naciones Unidas. Un buen mordisco a lo más parecido a una autoridad mundial que tenemos en esta pandemia, y que tendremos en las próximas. No hablemos ya del sarampión, la malaria, el ébola y la polio, cuyas campañas de vacunación dependen casi por entero de la OMS en África y los países en desarrollo.
La Fundación Bill y Melinda Gates ha anunciado de inmediato que compensará más de la mitad de ese agujero con 250 millones de dólares para proyectos, lo que resolverá la crisis financiera de la OMS junto a las previsibles aportaciones de otras corporaciones privadas, y tal vez de los Gobiernos. Es muy de agradecer, pero ¿cómo sería un mundo en el que no existieran Bill y Melinda? Pensadlo.
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domingo, 19 de abril de 2020
Pedro el sepulturero o a quien insulta Vox
Cada día está más claro que tenemos un partido en el Congreso que desprecia expresa y públicamente el principio de soberanía del pueblo español.
El día que Macarena Olona llamó sepulturero a Pedro Sánchez durante el pleno del Congreso que debatía la prórroga del estado de alarma, me derrumbé. Aquel insulto me hizo sentir vergüenza, impotencia y cierta humillación. Al principio no entendí mis sentimientos, dado que no soy precisamente una cheerleader de la gestión de Sánchez en esta crisis. Sin embargo, confieso que nunca antes me había sentido tan cerca de ningún presidente del Gobierno de mi país como ese día. Pensé entonces que mi disgusto podía deberse a las circunstancias extremas que nos rodean, pero según avanzan los días y los insultos, comprendo que la razón no era emocional sino estrictamente política. La señora Macarena Olona nos insultó a todos cuando habló de “Pedro el sepulturero”. Me llamó sepulturera a mí. Y también a todos y cada uno de los españoles. Y lo hizo con una bandera de España en la boca en pleno Congreso de los Diputados y en la peor crisis que ha vivido este país en los últimos cuarenta años.
“Sepulturero”, “Pedro el sepulturero”.
Este insulto de Vox, uno de tantos, no expresaba un desacuerdo con el Gobierno ni siquiera una hostilidad personal hacia Pedro Sánchez. El día que Olona escupió esa palabra en el Congreso —y aquí el lugar es importante—, no hizo otra cosa que expresar el profundo desprecio que siente Vox por los representantes de la soberanía nacional. Olona no pretendía manifestar su oposición intelectual respecto de la gestión de la crisis, ni siquiera su antipatía genuina hacia Sánchez. Vox va un paso más allá en sus insultos porque no respeta a los representantes elegidos por el pueblo español ni termina de aceptar que es en nosotros, en todos los ciudadanos, donde reside la soberanía. Por eso no puede ocultar su profundo desprecio hacia el presidente del Gobierno. Si por ellos fuera, los líderes serían elegidos por aclamación y de ahí nace su íntima necesidad de humillar, no criticar ni corregir, al actual presidente. No es casual que para despreciar a Sánchez, Olona eligiera ensalzar una vez más a Franco. “Se empeñó en desenterrar a un muerto y hoy entierra a miles”, dijo. Y lo dijo porque ese muerto no era uno cualquiera, sino un caudillo capaz de llegar al poder mediante un golpe de Estado, mientras que “Pedro el sepulturero” jamás rozará esta altura política. No olviden que Sánchez ha sido elegido por el principio de soberanía del pueblo español que sostiene nuestra Constitución y que Vox desprecia.
No digo que Vox se lleve mal con la democracia como procedimiento administrativo, pero el hecho es que es un partido caudillista y que si bien ha conseguido entrar en el juego democrático y superar sus filtros, es manifiestamente incapaz de no expresar cada vez más claro y más alto su profundo desprecio por la idea misma de soberanía del pueblo español. ¿Cómo expresa este desprecio? Con insultos y humillaciones contra Pedro Sánchez en tanto que producto de nuestra soberanía. Para que me entiendan, los votantes de Vox destetan a Pablo Iglesias de manera genuina, lo mismo que los votantes de Podemos detestan a Santiago Abascal. En ambos casos se trata de un desagrado personal incluso íntimo, no de un desprecio institucional. En cambio, Vox desprecia a Pedro Sánchez como producto de la soberanía del pueblo español ergo Vox me desprecia también a mí (y a todos los españoles) cuando dice que Pedro Sánchez es un sepulturero.
Otro ejemplo.
Si mañana me encuentro por la calle con un antiguo profesor de mi facultad y le digo a gritos que es un deshecho intelectual y que ha plagiado su tesis, estaré expresando un desacuerdo personal o una opinión con mayor o menor acierto. Pero si insulto a ese mismo profesor mientras da clase en la Universidad y le acuso públicamente de plagio en sus investigaciones, entonces estaré insultando también a la Universidad que lo cobija. Y si además me pongo una bandera de la Universidad en la boca antes de escupir sobre ella, entonces estaré cometiendo un acto de rebelión.
“Negligencia criminal”, “ocultar imágenes de los muertos”, “eutanasia feroz”, “gobierno social-comunista”, “Pedro el sepulturero”... Los insultos de Vox han sido tan graves que el PSOE ha denunciado al partido ante la Fiscalía por delitos de injurias, calumnias y odio. Entre ellos se cuenta, por ejemplo, el montaje que hicieron sobre una foto de la Gran Vía vacía para presentarla repleta de ataúdes con la bandera de España. Una falsificación que no contaba siquiera con el consentimiento del autor de la imagen, que exigió su retirada. Sin embargo, todos estos insultos no son un mero asunto delictivo sino sedicioso. Y como tal se deben afrontar, dentro de toda su gravedad y con todos los mecanismos legales al servicio de los ciudadanos, de nuestras instituciones y de nuestro país.
El discurso de odio de Vox se ha consentido porque se ha entendido como una expresión de su oposición hacia la izquierda. Sin embargo, cada día está más claro que tenemos un partido en el Congreso que desprecia expresa y públicamente el principio de soberanía del pueblo español. Es decir, tenemos un partido anticonstitucional en el Congreso. Ojalá el virus no oculte esta otra desgracia. Pues ya hemos aprendido que es decisivo tomar medidas antes que de que se extienda el brote.
https://elpais.com/elpais/2020/04/17/opinion/1587132318_857749.html
El día que Macarena Olona llamó sepulturero a Pedro Sánchez durante el pleno del Congreso que debatía la prórroga del estado de alarma, me derrumbé. Aquel insulto me hizo sentir vergüenza, impotencia y cierta humillación. Al principio no entendí mis sentimientos, dado que no soy precisamente una cheerleader de la gestión de Sánchez en esta crisis. Sin embargo, confieso que nunca antes me había sentido tan cerca de ningún presidente del Gobierno de mi país como ese día. Pensé entonces que mi disgusto podía deberse a las circunstancias extremas que nos rodean, pero según avanzan los días y los insultos, comprendo que la razón no era emocional sino estrictamente política. La señora Macarena Olona nos insultó a todos cuando habló de “Pedro el sepulturero”. Me llamó sepulturera a mí. Y también a todos y cada uno de los españoles. Y lo hizo con una bandera de España en la boca en pleno Congreso de los Diputados y en la peor crisis que ha vivido este país en los últimos cuarenta años.
“Sepulturero”, “Pedro el sepulturero”.
Este insulto de Vox, uno de tantos, no expresaba un desacuerdo con el Gobierno ni siquiera una hostilidad personal hacia Pedro Sánchez. El día que Olona escupió esa palabra en el Congreso —y aquí el lugar es importante—, no hizo otra cosa que expresar el profundo desprecio que siente Vox por los representantes de la soberanía nacional. Olona no pretendía manifestar su oposición intelectual respecto de la gestión de la crisis, ni siquiera su antipatía genuina hacia Sánchez. Vox va un paso más allá en sus insultos porque no respeta a los representantes elegidos por el pueblo español ni termina de aceptar que es en nosotros, en todos los ciudadanos, donde reside la soberanía. Por eso no puede ocultar su profundo desprecio hacia el presidente del Gobierno. Si por ellos fuera, los líderes serían elegidos por aclamación y de ahí nace su íntima necesidad de humillar, no criticar ni corregir, al actual presidente. No es casual que para despreciar a Sánchez, Olona eligiera ensalzar una vez más a Franco. “Se empeñó en desenterrar a un muerto y hoy entierra a miles”, dijo. Y lo dijo porque ese muerto no era uno cualquiera, sino un caudillo capaz de llegar al poder mediante un golpe de Estado, mientras que “Pedro el sepulturero” jamás rozará esta altura política. No olviden que Sánchez ha sido elegido por el principio de soberanía del pueblo español que sostiene nuestra Constitución y que Vox desprecia.
No digo que Vox se lleve mal con la democracia como procedimiento administrativo, pero el hecho es que es un partido caudillista y que si bien ha conseguido entrar en el juego democrático y superar sus filtros, es manifiestamente incapaz de no expresar cada vez más claro y más alto su profundo desprecio por la idea misma de soberanía del pueblo español. ¿Cómo expresa este desprecio? Con insultos y humillaciones contra Pedro Sánchez en tanto que producto de nuestra soberanía. Para que me entiendan, los votantes de Vox destetan a Pablo Iglesias de manera genuina, lo mismo que los votantes de Podemos detestan a Santiago Abascal. En ambos casos se trata de un desagrado personal incluso íntimo, no de un desprecio institucional. En cambio, Vox desprecia a Pedro Sánchez como producto de la soberanía del pueblo español ergo Vox me desprecia también a mí (y a todos los españoles) cuando dice que Pedro Sánchez es un sepulturero.
Otro ejemplo.
Si mañana me encuentro por la calle con un antiguo profesor de mi facultad y le digo a gritos que es un deshecho intelectual y que ha plagiado su tesis, estaré expresando un desacuerdo personal o una opinión con mayor o menor acierto. Pero si insulto a ese mismo profesor mientras da clase en la Universidad y le acuso públicamente de plagio en sus investigaciones, entonces estaré insultando también a la Universidad que lo cobija. Y si además me pongo una bandera de la Universidad en la boca antes de escupir sobre ella, entonces estaré cometiendo un acto de rebelión.
“Negligencia criminal”, “ocultar imágenes de los muertos”, “eutanasia feroz”, “gobierno social-comunista”, “Pedro el sepulturero”... Los insultos de Vox han sido tan graves que el PSOE ha denunciado al partido ante la Fiscalía por delitos de injurias, calumnias y odio. Entre ellos se cuenta, por ejemplo, el montaje que hicieron sobre una foto de la Gran Vía vacía para presentarla repleta de ataúdes con la bandera de España. Una falsificación que no contaba siquiera con el consentimiento del autor de la imagen, que exigió su retirada. Sin embargo, todos estos insultos no son un mero asunto delictivo sino sedicioso. Y como tal se deben afrontar, dentro de toda su gravedad y con todos los mecanismos legales al servicio de los ciudadanos, de nuestras instituciones y de nuestro país.
El discurso de odio de Vox se ha consentido porque se ha entendido como una expresión de su oposición hacia la izquierda. Sin embargo, cada día está más claro que tenemos un partido en el Congreso que desprecia expresa y públicamente el principio de soberanía del pueblo español. Es decir, tenemos un partido anticonstitucional en el Congreso. Ojalá el virus no oculte esta otra desgracia. Pues ya hemos aprendido que es decisivo tomar medidas antes que de que se extienda el brote.
https://elpais.com/elpais/2020/04/17/opinion/1587132318_857749.html
“Por primera vez nadie espera que las soluciones vengan de Estados Unidos”.
(ENTREVISTA EN El Diario.es)
Rafael Poch ha sido corresponsal de La Vanguardia y colabora con Ctxt
Foto, Boris Svartzman
El inicio de la crisis del coronavirus en China fue descrita por algunos medios como “el Chernobyl chino”, sugiriendo el inicio de la decadencia de la potencia asiática. Un par de meses después, parece todo lo contrario…
Hay que ser muy prudentes, porque de este virus nos falta mucha información, pero de momento el Chernobyl no es tanto chino como americano. Hace unas semanas, cuando el principal foco era Europa, escribí que el siguiente problema gordo podía ser el de Estados Unidos, y eso es lo que tenemos ahora. En Estados Unidos se están confirmando las cosas más locas que se pensaban sobre ellos, como que es un país que pone el dinero por delante de la gente, que es incapaz de cesar sus sanciones que la crisis convierten en aun más criminales, o que tienen unos responsables políticos absolutamente disparatados, como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que tiene una población de ancianos muy abultada y que no ha hecho prácticamente nada, o el de Georgia, Brian Kemp. Y eso por no hablar del principal incompetente y negacionista que está en la Casa Blanca, lo que no le impide ofrecer mil millones a una empresa alemana para hacerse con la exclusiva de posibles remedios.… Y mientras eso pasa en Estados Unidos, en China parece que de momento están saliendo. La actitud exterior china no solo no ha sido negacionista sino que ha dado información muy fluida a la OMS y ha hecho una labor de ayuda extraordinaria brindando a los demás un tiempo que no todos han sabido aprovechar para prepararse. Esta es una crisis en la que por primera vez nadie espera que las soluciones vengan de Estados Unidos, y parece que algunas incluso van a venir de China.
¿Por qué cree que se no se espera que las soluciones vengan de EE.UU? ¿Muestra una decadencia del país como potencia única o es por otras razones?
La crisis ha puesto en evidencia una situación que ya teníamos, que es una tendencia a cierto relevo de potencias. No en el sentido de que China vaya a ser la próxima superpotencia hegemónica, no está claro que China quiera ser eso, pero sí en el sentido de que el vector que ya conocíamos de que la potencia estadounidense se iba relativizando mientras la china se iba aumentando. Esta pandemia nos ha ofrecido una fotografía de eso. Y todo aquello que barruntábamos, de repente, lo vemos.
Antes sugería que quizás China no quiere ser esa potencia a la que parece estar llamada a convertirse. ¿Por qué?
Por tradición secular, China ha sido un país y una cultura introspectiva, más bien cerrada en sí misma. No ha sido una potencia expansiva. Sí, ha tenido cierta expansión imperial en su inmediato entorno, pero no ha sido un imperio de comercio de gran distancia ni nada de eso, como fueron las potencias europeas. Y el motivo podría ser la gran fragilidad interna que siempre ha tenido China, un país en el que siempre han coincidido las sequías con las inundaciones y, en fin, que siempre ha tenido enormes problemas de gobernabilidad interna. También cierta idea de superioridad y autosuficiencia, de “nuestra civilización como la más perfecta por lo que hay que concentrarse en defenderse de los bárbaros”, lo que la Muralla China representa.
Pero todo esto puede ser música celestial si lo cotejamos con los imperativos de la globalización, cuando hablamos de una potencia industrial y de exportación, que necesita materias primas para funcionar, y eso cambia mucho las cosas. Desde el momento que eres la fábrica del mundo tienes que abandonar esa introspección y necesitas proyección exterior.
En Europa se ha instalado cierta idea fatalista de que, si vamos a competir con China, hace falta que demos un giro tecnocrático. ¿Es así?
Antes hablábamos de Chernobyl. En estos momentos Europa está en la UCI, clarísimamente. También ha ofrecido una fotografía en esta crisis de todas las miserias e insuficiencias que la Unión Europea demostró durante la crisis del 2008. El egoísmo de Alemania, la incapacidad de hacer una política solidaria dentro de un esquema diseñado como una autopista de la globalización neoliberal. Eso es muy difícil de transformar porque los tratados que regulan los principios neoliberales de la UE son inamovibles y están blindados contra el cambio, lo que agudiza la crisis interna.
Una crisis que parece recurrente entre el norte y el sur europeo.
En el caso de Alemania las posiciones han sido espectaculares, en una de las últimas reuniones, la del 26 de marzo, ante una presión considerable en pro de medidas solidarias, Merkel realizó una maniobra indecente. En manos de los cinco presidentes de las instituiciones de la UE (Consejo, Parlamento, Comisión, BCE y Eurogrupo) la posición de países como Francia, España e Italia en favor de los llamados coronabonos parecía ineludible, así que hizo que la decisión se tomara en el Eurogrupo donde los adversarios de esa política tenían más peso, con Holanda y Alemania en primer lugar. Este truco de Merkel lo explicaba el indecente Der Spiegel el dia 27. Este tipo de recursos ahora cada vez huelen más y son los que llevan a la UE a la UCI. La Comisión Europea, entre 2011 y 2018, exigió en 63 ocasiones a los países miembros que recortaran sus gastos en sanidad o privatizaran ámbitos enteros de su sistema público de sanidad. La contabilidad es de Martin Schirdewan, coopresidente del grupo de la Izquierda unitaria europea. Esto es muy difícil de olvidar…
Así como en la crisis pasada no parecía tan factible, en la actual crisis se habla en voz alta de la posibilidad de una ruptura de la UE. ¿Cree que es posible?
Creo que estamos hablando de cosas que en cierta manera ya han sucedido. Siempre pongo el ejemplo de la Sociedad de Naciones (1919), la antecesora de la ONU. Fue un acontecimiento histórico, por primera vez las naciones del mundo intentaban ponerse en común, conscientes de que debían tratar problemas generales. La práctica demostró que no pintaba nada, fue impotente ante las catástrofes del periodo de entreguerras y no digamos en la génesis de la Segunda Guerra Mundial, así que se acabó disolviendo en 1946 sin que nadie lo notara. Pero luego se creó la ONU. ¿Por qué? Porque la necesidad de una coordinación entre estados para un gobernanza mundial existía, permanecía y se incrementaba trasla experiencia de la guerra mundial. Pues yo creo que con la UE pasará lo mismo, no sirve para nada, está complicando las cosas con el corsé del euro y de sus irreformables tratados germánicos de cemento armado, nos ha quitado soberanía y democracia, es imposible de cambiar con el actual esquema pero, al mismo tiempo, la necesidad de una integración entre las naciones de Europa es por todos reconocida y fundamental.
¿Las democracias liberales están peor preparadas para afrontar una crisis como la del coronavirus o no tiene nada que ver con sistema político?
La pregunta es: ¿Para vencer al coronavirus tenemos que ser un régimen autoritario de partido único o mandar a centenares de miles de uigures a campos de reeducación? Pues creo que es una idea disparatada. Porque de momento, insisto en el “de momento”, quien lo ha hecho bien no es solo China sino Asia Oriental en general. Y ahí tenemos regímenes políticos muy diferentes: Japón, Taiwan, Corea del Sur… Y en China ha habido medidas de tipo autoritario (cuando el autoritarismo era necesario) pero también otras que simplemente tienen que ver con el buen gobierno y con anteponer la sanidad pública y los intereses de la población a la economía. Eso ha ocurrido bajo diferentes métodos. Ahora, sí que es necesaria cierta disciplina cívica y cierto regreso a una gobernanza estatal efectiva, cosas que en occidente se han perdido en beneficio de la gobernanza empresarial.
Uno de los debates es sobre las medidas de protección a la salud en contraposición con el impacto económico que podían generar. Y se le pueden sumar también los derechos. ¿Cree que en Europa se ha resuelto bien esta cuestión?
Respecto a las libertades, en condiciones de pandemia la solidaridad pasa por el distanciamiento social. Parece contradictorio, pero no, es absolutamente claro. El confinamiento por tanto no solo no es autoritario sino que es altruista y solidario. Ahora bien, el dilema entre la economía y la salud no es ninguna tontería. El actual parón va a provocar un colapso mayor. Otra cosa es que el capitalismo siempre prime la economía en detrimento de la población. Pero en una posición 100% humanista, atenta a los intereses de la población, la pregunta continúa siendo válida: ¿Hasta qué punto este confinamiento llevado más allá de lo razonable no se puede volver contra nosotros? Estamos ante sociedades de clase y los de abajo son los que más van a sufrir. El dilema este es muy serio, independientemente de que Trump, Bolsonaro o Merkel, a otro nivel, le hayan dado una respuesta asquerosa desde el principio.
En un sistema comunista también habría este dilema, ¿no?
Claro. Por eso hay que buscar un balance. Pero es muy difícil porque esta pandemia, sin ser históricamente nueva, es novedosa porque hace tantos años que no ocurría algo así, y nunca en una sociedad tan moderna, que estamos en terreno desconocido.
Rusia ha apostado por unas medidas mucho más blandas que China o el sur de Europa en relación con el coronavirus. Parece que se ha alineado más con los países negacionistas. ¿Por qué cree que ha sido así?
Hay un punto de misterio en la respuesta rusa a esta pandemia, aún no está claro si es que han tenido suerte, si han acertado mucho en las medidas preventivas, o si han sido de una incompetencia increíble. O podría ser una combinación de todas estas. En primer lugar, las características de la sociedad rusa dan ventajas: hay menos sociabilidad que en España o Italia, tienen un espacio físico enorme, las redes viarias son menos fluidas, hay mucho comercio con China, pero es sobre todo de petróleo y gas… todo esto ayuda a que el impacto sea menor. Además Rusia cerró ya en enero la frontera con China, y desde febrero los pasajeros a Moscú eran controlados por equipos médicos, y a quien daba fiebre se le confinaba en casa. Todo eso ocurrió.
Más allá de lo que dice el Gobierno de Putin, entonces, ¿la clave es que Rusia apostó por la prevención?
Sobre todo fueron medidas muy prontas, ya desde enero. A partir de ahí, la vida en Moscú ha continuado con menos cambios que aquí hasta hace bien poco. Pero tienen pocos casos y por eso, a la pregunta de si se falsea la información, pues es totalmente plausible. Yo sostengo que en este tipo de crisis la estadística se convierte en un recurso de Estado: cada uno cuenta los muertos como quiere. Y eso es aplicable tanto a China como a Rusia, a Estados Unidos, Alemania o España.
Hay quien sostiene que la crisis del coronavirus puede generar un giro hacia posiciones más solidarias o de defensa de los servicios públicos. ¿Lo ve de forma tan optimista?
Yo lo que veo claro es que las cosas van a cambiar. Pero, ¿En qué línea? Esta es la cuestión. ¿Hay oportunidades para un cambio negativo o positivo? ¿Puede acabar esto en una guerra? Por qué no. ¿Puede acabar en una revuelta social o en un despertar social contra el neoliberalismo? Pues también, puede ser. Ahora bien, también es posible una utopía de estas orwellianas, con más control social, a partir de los precedentes liberticidas creados por la emergencia. Recordemos la nueva y desastrosa ola imperalista abierta por el 11-S neoyorkino: la “guerra contra el terror”, es decir millones de muertos, Guantánamo y la NSA en nuestro teléfono móvil y nuestro ordenador. Mucho depende de la capacidad y exigencia de las sociedades para cambiar las cosas. Yo creo que el futuro está bastante abierto y tenemos que reconocer que simplemente no sabemos qué va a pasar. Hay condiciones para el desastre y también para un cambio socioeconómico que encare los retos del siglo (clima, recursos de destrucción masiva y desigualdad), pero no habrá “vuelta a la normalidad” porque ha sido esta normalidad la que ha creado el problema.
(Publicada en Diario.es y ampliada)
Rafael Poch ha sido corresponsal de La Vanguardia y colabora con Ctxt
Foto, Boris Svartzman
El inicio de la crisis del coronavirus en China fue descrita por algunos medios como “el Chernobyl chino”, sugiriendo el inicio de la decadencia de la potencia asiática. Un par de meses después, parece todo lo contrario…
Hay que ser muy prudentes, porque de este virus nos falta mucha información, pero de momento el Chernobyl no es tanto chino como americano. Hace unas semanas, cuando el principal foco era Europa, escribí que el siguiente problema gordo podía ser el de Estados Unidos, y eso es lo que tenemos ahora. En Estados Unidos se están confirmando las cosas más locas que se pensaban sobre ellos, como que es un país que pone el dinero por delante de la gente, que es incapaz de cesar sus sanciones que la crisis convierten en aun más criminales, o que tienen unos responsables políticos absolutamente disparatados, como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que tiene una población de ancianos muy abultada y que no ha hecho prácticamente nada, o el de Georgia, Brian Kemp. Y eso por no hablar del principal incompetente y negacionista que está en la Casa Blanca, lo que no le impide ofrecer mil millones a una empresa alemana para hacerse con la exclusiva de posibles remedios.… Y mientras eso pasa en Estados Unidos, en China parece que de momento están saliendo. La actitud exterior china no solo no ha sido negacionista sino que ha dado información muy fluida a la OMS y ha hecho una labor de ayuda extraordinaria brindando a los demás un tiempo que no todos han sabido aprovechar para prepararse. Esta es una crisis en la que por primera vez nadie espera que las soluciones vengan de Estados Unidos, y parece que algunas incluso van a venir de China.
¿Por qué cree que se no se espera que las soluciones vengan de EE.UU? ¿Muestra una decadencia del país como potencia única o es por otras razones?
La crisis ha puesto en evidencia una situación que ya teníamos, que es una tendencia a cierto relevo de potencias. No en el sentido de que China vaya a ser la próxima superpotencia hegemónica, no está claro que China quiera ser eso, pero sí en el sentido de que el vector que ya conocíamos de que la potencia estadounidense se iba relativizando mientras la china se iba aumentando. Esta pandemia nos ha ofrecido una fotografía de eso. Y todo aquello que barruntábamos, de repente, lo vemos.
Antes sugería que quizás China no quiere ser esa potencia a la que parece estar llamada a convertirse. ¿Por qué?
Por tradición secular, China ha sido un país y una cultura introspectiva, más bien cerrada en sí misma. No ha sido una potencia expansiva. Sí, ha tenido cierta expansión imperial en su inmediato entorno, pero no ha sido un imperio de comercio de gran distancia ni nada de eso, como fueron las potencias europeas. Y el motivo podría ser la gran fragilidad interna que siempre ha tenido China, un país en el que siempre han coincidido las sequías con las inundaciones y, en fin, que siempre ha tenido enormes problemas de gobernabilidad interna. También cierta idea de superioridad y autosuficiencia, de “nuestra civilización como la más perfecta por lo que hay que concentrarse en defenderse de los bárbaros”, lo que la Muralla China representa.
Pero todo esto puede ser música celestial si lo cotejamos con los imperativos de la globalización, cuando hablamos de una potencia industrial y de exportación, que necesita materias primas para funcionar, y eso cambia mucho las cosas. Desde el momento que eres la fábrica del mundo tienes que abandonar esa introspección y necesitas proyección exterior.
En Europa se ha instalado cierta idea fatalista de que, si vamos a competir con China, hace falta que demos un giro tecnocrático. ¿Es así?
Antes hablábamos de Chernobyl. En estos momentos Europa está en la UCI, clarísimamente. También ha ofrecido una fotografía en esta crisis de todas las miserias e insuficiencias que la Unión Europea demostró durante la crisis del 2008. El egoísmo de Alemania, la incapacidad de hacer una política solidaria dentro de un esquema diseñado como una autopista de la globalización neoliberal. Eso es muy difícil de transformar porque los tratados que regulan los principios neoliberales de la UE son inamovibles y están blindados contra el cambio, lo que agudiza la crisis interna.
Una crisis que parece recurrente entre el norte y el sur europeo.
En el caso de Alemania las posiciones han sido espectaculares, en una de las últimas reuniones, la del 26 de marzo, ante una presión considerable en pro de medidas solidarias, Merkel realizó una maniobra indecente. En manos de los cinco presidentes de las instituiciones de la UE (Consejo, Parlamento, Comisión, BCE y Eurogrupo) la posición de países como Francia, España e Italia en favor de los llamados coronabonos parecía ineludible, así que hizo que la decisión se tomara en el Eurogrupo donde los adversarios de esa política tenían más peso, con Holanda y Alemania en primer lugar. Este truco de Merkel lo explicaba el indecente Der Spiegel el dia 27. Este tipo de recursos ahora cada vez huelen más y son los que llevan a la UE a la UCI. La Comisión Europea, entre 2011 y 2018, exigió en 63 ocasiones a los países miembros que recortaran sus gastos en sanidad o privatizaran ámbitos enteros de su sistema público de sanidad. La contabilidad es de Martin Schirdewan, coopresidente del grupo de la Izquierda unitaria europea. Esto es muy difícil de olvidar…
Así como en la crisis pasada no parecía tan factible, en la actual crisis se habla en voz alta de la posibilidad de una ruptura de la UE. ¿Cree que es posible?
Creo que estamos hablando de cosas que en cierta manera ya han sucedido. Siempre pongo el ejemplo de la Sociedad de Naciones (1919), la antecesora de la ONU. Fue un acontecimiento histórico, por primera vez las naciones del mundo intentaban ponerse en común, conscientes de que debían tratar problemas generales. La práctica demostró que no pintaba nada, fue impotente ante las catástrofes del periodo de entreguerras y no digamos en la génesis de la Segunda Guerra Mundial, así que se acabó disolviendo en 1946 sin que nadie lo notara. Pero luego se creó la ONU. ¿Por qué? Porque la necesidad de una coordinación entre estados para un gobernanza mundial existía, permanecía y se incrementaba trasla experiencia de la guerra mundial. Pues yo creo que con la UE pasará lo mismo, no sirve para nada, está complicando las cosas con el corsé del euro y de sus irreformables tratados germánicos de cemento armado, nos ha quitado soberanía y democracia, es imposible de cambiar con el actual esquema pero, al mismo tiempo, la necesidad de una integración entre las naciones de Europa es por todos reconocida y fundamental.
¿Las democracias liberales están peor preparadas para afrontar una crisis como la del coronavirus o no tiene nada que ver con sistema político?
La pregunta es: ¿Para vencer al coronavirus tenemos que ser un régimen autoritario de partido único o mandar a centenares de miles de uigures a campos de reeducación? Pues creo que es una idea disparatada. Porque de momento, insisto en el “de momento”, quien lo ha hecho bien no es solo China sino Asia Oriental en general. Y ahí tenemos regímenes políticos muy diferentes: Japón, Taiwan, Corea del Sur… Y en China ha habido medidas de tipo autoritario (cuando el autoritarismo era necesario) pero también otras que simplemente tienen que ver con el buen gobierno y con anteponer la sanidad pública y los intereses de la población a la economía. Eso ha ocurrido bajo diferentes métodos. Ahora, sí que es necesaria cierta disciplina cívica y cierto regreso a una gobernanza estatal efectiva, cosas que en occidente se han perdido en beneficio de la gobernanza empresarial.
Uno de los debates es sobre las medidas de protección a la salud en contraposición con el impacto económico que podían generar. Y se le pueden sumar también los derechos. ¿Cree que en Europa se ha resuelto bien esta cuestión?
Respecto a las libertades, en condiciones de pandemia la solidaridad pasa por el distanciamiento social. Parece contradictorio, pero no, es absolutamente claro. El confinamiento por tanto no solo no es autoritario sino que es altruista y solidario. Ahora bien, el dilema entre la economía y la salud no es ninguna tontería. El actual parón va a provocar un colapso mayor. Otra cosa es que el capitalismo siempre prime la economía en detrimento de la población. Pero en una posición 100% humanista, atenta a los intereses de la población, la pregunta continúa siendo válida: ¿Hasta qué punto este confinamiento llevado más allá de lo razonable no se puede volver contra nosotros? Estamos ante sociedades de clase y los de abajo son los que más van a sufrir. El dilema este es muy serio, independientemente de que Trump, Bolsonaro o Merkel, a otro nivel, le hayan dado una respuesta asquerosa desde el principio.
En un sistema comunista también habría este dilema, ¿no?
Claro. Por eso hay que buscar un balance. Pero es muy difícil porque esta pandemia, sin ser históricamente nueva, es novedosa porque hace tantos años que no ocurría algo así, y nunca en una sociedad tan moderna, que estamos en terreno desconocido.
Rusia ha apostado por unas medidas mucho más blandas que China o el sur de Europa en relación con el coronavirus. Parece que se ha alineado más con los países negacionistas. ¿Por qué cree que ha sido así?
Hay un punto de misterio en la respuesta rusa a esta pandemia, aún no está claro si es que han tenido suerte, si han acertado mucho en las medidas preventivas, o si han sido de una incompetencia increíble. O podría ser una combinación de todas estas. En primer lugar, las características de la sociedad rusa dan ventajas: hay menos sociabilidad que en España o Italia, tienen un espacio físico enorme, las redes viarias son menos fluidas, hay mucho comercio con China, pero es sobre todo de petróleo y gas… todo esto ayuda a que el impacto sea menor. Además Rusia cerró ya en enero la frontera con China, y desde febrero los pasajeros a Moscú eran controlados por equipos médicos, y a quien daba fiebre se le confinaba en casa. Todo eso ocurrió.
Más allá de lo que dice el Gobierno de Putin, entonces, ¿la clave es que Rusia apostó por la prevención?
Sobre todo fueron medidas muy prontas, ya desde enero. A partir de ahí, la vida en Moscú ha continuado con menos cambios que aquí hasta hace bien poco. Pero tienen pocos casos y por eso, a la pregunta de si se falsea la información, pues es totalmente plausible. Yo sostengo que en este tipo de crisis la estadística se convierte en un recurso de Estado: cada uno cuenta los muertos como quiere. Y eso es aplicable tanto a China como a Rusia, a Estados Unidos, Alemania o España.
Hay quien sostiene que la crisis del coronavirus puede generar un giro hacia posiciones más solidarias o de defensa de los servicios públicos. ¿Lo ve de forma tan optimista?
Yo lo que veo claro es que las cosas van a cambiar. Pero, ¿En qué línea? Esta es la cuestión. ¿Hay oportunidades para un cambio negativo o positivo? ¿Puede acabar esto en una guerra? Por qué no. ¿Puede acabar en una revuelta social o en un despertar social contra el neoliberalismo? Pues también, puede ser. Ahora bien, también es posible una utopía de estas orwellianas, con más control social, a partir de los precedentes liberticidas creados por la emergencia. Recordemos la nueva y desastrosa ola imperalista abierta por el 11-S neoyorkino: la “guerra contra el terror”, es decir millones de muertos, Guantánamo y la NSA en nuestro teléfono móvil y nuestro ordenador. Mucho depende de la capacidad y exigencia de las sociedades para cambiar las cosas. Yo creo que el futuro está bastante abierto y tenemos que reconocer que simplemente no sabemos qué va a pasar. Hay condiciones para el desastre y también para un cambio socioeconómico que encare los retos del siglo (clima, recursos de destrucción masiva y desigualdad), pero no habrá “vuelta a la normalidad” porque ha sido esta normalidad la que ha creado el problema.
(Publicada en Diario.es y ampliada)
Entrevista a la exmagistrada Eva Joly “Si Assange es extraditado, es el fin del estado de derecho en Occidente”
La abogada, exmagistrada y europarlamentaria hasta el 2019, Eva Joly, habla de la situación de Assange y denuncia torturas y violanciones de derechos humanos por parte de Estados Unidos.
Assange se hizo famoso al divulgar abusos irrefutables cometidos durante la invasión y la guerra de EE.UU. en Irak y en Afganistán -dos guerras libradas a raíz de mentiras- incluyendo la publicación en abril de 2010 del video Collateral murder en el que se ve a dos reporteros de Reuters y a varios civiles recibiendo disparos desde un helicóptero estadounidense Apache. El mismo año, WikiLeaks, organización de la que es fundador y portavoz, publicó cientos de miles de documentos militares y diplomáticos, evidenciando especialmente crímenes de guerra y torturas cometidos por el ejército estadounidense.
Para protegerse de la acción judicial de los Estados Unidos ocultada por una orden de arresto sueca por cargos de violación que siempre ha negado, Julian Assange pasó siete años recluido en la embajada ecuatoriana en Londres, donde se refugió en junio de 2012. La CIA espiaba todos sus movimientos, los de sus familiares y defensores dentro de la embajada a través de la empresa de seguridad UC Global. El 11 de abril de 2019, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno puso fin al derecho de asilo de Assange, quien fue inmediatamente arrestado por la policía británica y que, desde entonces, ha estado detenido en la prisión de alta seguridad de Belmarsh. Acusado de espionaje y otros 17 cargos, si la justicia británica acepta la solicitud de extradición a los Estados Unidos, Julian Assange corre el riesgo de ser condenado a 175 años de prisión, al final de un juicio fuera de lo común que comenzó el 24 de febrero.
Exmagistrada, Eva Joly se dio a conocer durante su carrera investigando casos político-financieros como el caso Elf (empresa petrolera francesa acusada de corrupción), que llevó a unas treinta condenas, incluyendo la del CEO Loïk Le Floch-Prigent. Miembro del Parlamento Europeo por el partido francés Europe Ecologie-Les Verts entre 2009 y 2019, es abogada miembro del Colegio de Abogados de París.
Usted conoce a Julian Assange desde hace tiempo, cuando trabajaba en Islandia con este joven informático en el proyecto de convertir Islandia en un paraíso para el periodismo y la protección de la información. Durante la velada de solidaridad para apoyar Julian Assange realizada en París el pasado 21 de febrero, usted hizo referencia a un avión con agentes del FBI que aterrizó en Islandia en 2011 bajo el pretexto de un inminente ataque informático contra el gobierno. ¿Puede contarnos más?
El FBI estaba siguiendo a Julian Assange, sus agentes sabían que él estaba en Islandia y desembarcaron. Se habían puesto en contacto con el Ministro del Interior Ögmundur Jónasson, diciéndole que el sistema informático del gobierno islandés estaba en peligro y que el FBI proponía su ayuda. Pero Ögmundur Jónasson comprendió la maniobra y se negó. Esto pasó desapercibido, pero su testimonio aún está disponible en Internet. El hecho de que Julian Assange estuviera bajo vigilancia y que los Estados Unidos querían atraparle pronto es un hecho comprobado.
¿Cuál es la situación de Chelsea Manning, condenada por la divulgación del vídeo Collateral Murder publicado por WikiLeaks?
Podemos ver que los autores del crimen de guerra que aparecen en este vídeo no han sido procesados y sin embargo son fácilmente identificables. Al contrario, la denunciante que mostró este crimen de guerra es buscada. Chelsea Manning ha sido arrestada y procesada. Se la condena por irrumpir en un sistema informático y difundir información confidencial. Fue condenada a 35 años de prisión, y luego fue liberada por el perdón presidencial de Barack Obama el último día de su presidencia, cuando ya había cumplido siete años de su sentencia. Paradójicamente, sigue detenida*, después de haber sido condenada en repetidas ocasiones por ofensa al tribunal (“attempt of Court”), porque se negó a testificar ante el gran jurado contra Assange. Esto demuestra que Julian Assange no tendría un juicio justo en los Estados Unidos, que es una de las condiciones para aceptar la extradición, ya que el país solicitado, en este caso el Reino Unido, debe tener la certeza de que el juicio será justo.
Edward Fitzgerald, abogado de Julian Assange, dijo que el primer día del juicio, que se inició en Londres el 24 de febrero, su cliente fue desnudado y registrado dos veces, esposado 11 veces y encerrado cinco veces en diferentes celdas de detención. Durante su juicio, Julian Assange no se sentaba con sus abogados como de costumbre, pero fue confinado en la parte de atrás de la sala del tribunal, encerrado en una jaula de vidrio a prueba de balas. Estas condiciones penalizan al acusado y parecen injustas ya que le impiden seguir los debates, pero no parecen molestar a la magistrada, Vanessa Baraitser. ¿Este dispositivo sin precedentes cumple con la ley?
Aquí vemos que los británicos no tratan a Assange con normalidad, porque fue condenado primero a 50 semanas por incumplimiento de la control judicial en 2012, cuando fue objeto de una solicitud de extradición sueca. Se le había dejado en libertad obligándole a fichar. Julian Assange comprendió que sería extraditado a Suecia, se convenció de que era una maniobra para entregarlo a los Estados Unidos y se refugió en la embajada ecuatoriana en Londres, donde se le concedió asilo consular. Se quedó allí durante siete años. Cuando Lenín Moreno, el Presidente de Ecuador dio por terminado el asilo en 2017, la policía lo sacó de la embajada de manera muy violenta. Fue llevado a la prisión de Belmarsh, una prisión de alta seguridad. Sin embargo, Julian Assange es un periodista multipremiado, no es un terrorista. Además, sabemos que la orden de arresto detrás de la solicitud de extradición sueca tenía una base legal muy débil. Sabemos que fue un caso de manipulación. Condenaron a Julian Assange casi al máximo de la sentencia por incumplimiento del control judicial, a 50 semanas, siendo el máximo 52, y le hicieron cumplir su condena entre aquellos que hacen estallar bombas y matan a civiles. Esta es una señal enviada por el Reino Unido, una decisión indigna de la justicia inglesa. Es evidente que la administración penitenciaria tiene instrucciones de que cumpla su condena y su siguiente detención preventiva en las peores condiciones posibles.
En prisión, fue puesto en aislamiento, y cuando terminó de cumplir su sentencia, fue puesto en prisión preventiva, a la espera del juicio que se está llevando a cabo ahora. El confinamiento solitario terminó solamente dos o tres semanas antes del juicio. También hubo movimientos de prisioneros que simpatizaron y pidieron que se le liberara del aislamiento. Todo esto es anormal. El lugar de Julian Assange no está en una prisión de alta seguridad. La situación política es mala para Assange. Sabemos que fue torturado y humillado, y el relator de la ONU que le evaluó ha visto el impacto de la tortura en su persona.
En la vista judicial, cuando sus abogados pidieron que se permitiera a su cliente sentarse al lado de ellos, la presidenta se negó. La fiscalía, en representación del Estado, apoyó la solicitud de los abogados justificando el carácter habitual de tal práctica. A pesar de todo, la presidenta se opuso. Esta situación es anormal. Según los textos, es el Westminster Magistrates Court el que se tiene que pronunciar, pero la vista judicial de Assange tiene lugar en el Belmarsh Magistrates Court. Con el fin de cumplir con la ley, el personal de Westminster y los jueces fueron trasladados para que no tuvieran que transferir a Julian Assange.
¿Se les puede impugnar por ello o por las condiciones injustas en las que se lleva a cabo el juicio?
Sí, se trata a Assange como a un terrorista. Se le negó el uso de sus gafas durante seis meses, lo que, junto con el aislamiento, constituye un maltrato.
Si los tribunales británicos acuerdan extraditarle a Estados Unidos después de este juicio, ¿se podría enfrentar Julian Assange a la pena de muerte por espionaje?
Hay una regla fundamental: No se extradita a un país que practique la pena de muerte a menos que se tengan garantías de que no se requerirá ni se impondrá la pena de muerte.
Pero tampoco se extradita por delitos políticos…
Ciertamente. Hace ya más de un siglo que no se extraditan a los prisioneros políticos. De lo contrario, se imagina Usted, habríamos extraditado a los chilenos que huían de Pinochet, a los kurdos que huían de Turquía, y así sucesivamente. El mundo está lleno de conflictos y refugiados políticos que se sienten seguros porque si obtienen un visado, saben que no pueden ser extraditados. Es cierto que en este juicio, la fiscalía está tratando de demostrar que, aunque los delitos de los que se acusa a Assange son políticos, él podría ser extraditado.
¿No se podría impedir la extradición gracias al artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos que protege la libertad de expresión?
Todo esto debería proteger a este periodista multipremiado, pero vemos que no le protege, lo que nos hace temer lo peor para el futuro. El FBI ha estado siguiendo este caso durante mucho tiempo. Julian Assange también ha estado bajo vigilancia de una empresa española que trabajaba para la CIA mientras beneficiaba de asilo político en la embajada de Ecuador en Londres. Si Julian Assange es extraditado, es el fin del Estado de Derecho en Occidente tal y como lo hemos construido durante casi un siglo. En nombre de la lucha contra el terrorismo estamos renunciando a muchas libertades porque creemos que la seguridad es un valor superior. No hemos entendido que de hecho vamos a sacrificar las libertades sin tener seguridad. Este juicio arroja una cruda luz sobre lo que está sucediendo.
En cuanto a los cargos de violación contra Julian Assange, el tribunal sueco retiró los cargos debido a la falta de pruebas. ¿Le sorprende esta retirada de los cargos?
Tuvo un coste muy alto para Julian Assange. También sabemos que el fiscal sueco estaba dispuesto a terminar la investigación antes, pero que fue alentado a mantener la investigación abierta por el fiscal inglés, el Crown Prosecution Service [La fiscalía de la Corona encargada de decidir sobre los enjuiciamientos en Inglaterra y Gales]. Tenemos pruebas de ello. También tenemos rastros de la participación del FBI en el caso, pero la fiscal sueca, Marianne Ny, ha destruido los correos electrónicos que admite haber recibido del FBI.
Usted criticó el silencio de los medios de comunicación después de que unos 60 médicos internacionales intentaran alertar al mundo sobre el estado físico y psicológico de la salud de Julian Assange en noviembre, cuando consideraban seriamente que podría “morir en prisión”. Un silencio por parte de una prensa que se ha beneficiado de las revelaciones brindadas por Julian Assange y su equipo sobre los abusos y crímenes de guerra cometidos por los aliados en Iraq y Afganistán. Y que hizo un uso abundante de las mismas. ¿Cómo explica tal cambio de actitud por parte de los medios?
Por supuesto. The Guardian, el New York Times y Aftenposten 1/ han ganado prestigiosos premios por su trabajo con documentos de WikiLeaks. Tiene que entender que fue la manipulación de la CIA y el FBI lo que causó este cambio de opinión. La cuestión ya no era lo que Julian Assange había sido capaz de probar, pero si había violado o no.
Precisamente, ¿cómo se puede demandar a Assange por sus publicaciones, y al mismo tiempo dejar a salvo los medios de comunicación que se beneficiaron de ellas y divulgaron su contenido? ¿No actuaron estos medios, de la misma manera que WikiLeaks, difundiendo información transmitida por un tercero?
En Estados Unidos, los periodistas estadounidenses gozan de la protección de la Primera Enmienda. Este fue el caso con los Pentagone papers, donde el DOJ (Departamento de Justicia) trató de procesar por espionaje al denunciante Daniel Ellsberg que los publicó. El Tribunal Supremo sostuvo que sólo había utilizado la libertad de expresión y que beneficiaba de la Primera Enmienda de la Constitución. Por lo tanto, sabemos que los ciudadanos de los Estados Unidos están protegidos por esta enmienda. Los periodistas extranjeros, por otro lado, no lo son. Por lo tanto, Julian Assange en los Estados Unidos no podría invocar la Primera Enmienda y, lógicamente, existiría el riesgo de que los periodistas europeos fueran procesados.
Nils Melzer, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Tortura, dice: “No se trata sólo de proteger a Assange, sino de evitar un precedente que podría sellar el destino de la democracia occidental.” ¿Se va a convertir a Julian Assange en un mártir como ejemplo?
Si permitimos la extradición de Julian Assange, estamos admitiendo la supremacía de facto de la ley de EE.UU. sobre la nuestra. En Europa, sin embargo, no está prohibido publicar información verdadera de interés general, los periodistas están protegidos por el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Por lo tanto, lo que Julian Assange publicó no puede describirse como espionaje en el Reino Unido ni en ningún otro lugar de Europa. Julian Assange no puede ser extraditado por doble incriminación y porque no tendría un juicio justo en los Estados Unidos. Estas son dos razones más que suficientes para oponerse a su extradición.
Entrevista realizada en marzo de 2020.
Notas:
* Chelsea Manning fue liberada el 12 de marzo de 2020 después de un intento de suicidio el día anterior. Las sanciones financieras establecidas para obligarla a testificar sobre WikiLeaks y su fundador Julian Assange siguen vigentes y tendrá que pagar 256.000 dolares en multas.
1/ Periódico conservador de Noruega.
https://www.elsaltodiario.com/libertad-informacion/eva-joly-julian-assange-extraditado-fin-estado-de-derecho-occidente
Assange se hizo famoso al divulgar abusos irrefutables cometidos durante la invasión y la guerra de EE.UU. en Irak y en Afganistán -dos guerras libradas a raíz de mentiras- incluyendo la publicación en abril de 2010 del video Collateral murder en el que se ve a dos reporteros de Reuters y a varios civiles recibiendo disparos desde un helicóptero estadounidense Apache. El mismo año, WikiLeaks, organización de la que es fundador y portavoz, publicó cientos de miles de documentos militares y diplomáticos, evidenciando especialmente crímenes de guerra y torturas cometidos por el ejército estadounidense.
Para protegerse de la acción judicial de los Estados Unidos ocultada por una orden de arresto sueca por cargos de violación que siempre ha negado, Julian Assange pasó siete años recluido en la embajada ecuatoriana en Londres, donde se refugió en junio de 2012. La CIA espiaba todos sus movimientos, los de sus familiares y defensores dentro de la embajada a través de la empresa de seguridad UC Global. El 11 de abril de 2019, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno puso fin al derecho de asilo de Assange, quien fue inmediatamente arrestado por la policía británica y que, desde entonces, ha estado detenido en la prisión de alta seguridad de Belmarsh. Acusado de espionaje y otros 17 cargos, si la justicia británica acepta la solicitud de extradición a los Estados Unidos, Julian Assange corre el riesgo de ser condenado a 175 años de prisión, al final de un juicio fuera de lo común que comenzó el 24 de febrero.
Exmagistrada, Eva Joly se dio a conocer durante su carrera investigando casos político-financieros como el caso Elf (empresa petrolera francesa acusada de corrupción), que llevó a unas treinta condenas, incluyendo la del CEO Loïk Le Floch-Prigent. Miembro del Parlamento Europeo por el partido francés Europe Ecologie-Les Verts entre 2009 y 2019, es abogada miembro del Colegio de Abogados de París.
Usted conoce a Julian Assange desde hace tiempo, cuando trabajaba en Islandia con este joven informático en el proyecto de convertir Islandia en un paraíso para el periodismo y la protección de la información. Durante la velada de solidaridad para apoyar Julian Assange realizada en París el pasado 21 de febrero, usted hizo referencia a un avión con agentes del FBI que aterrizó en Islandia en 2011 bajo el pretexto de un inminente ataque informático contra el gobierno. ¿Puede contarnos más?
El FBI estaba siguiendo a Julian Assange, sus agentes sabían que él estaba en Islandia y desembarcaron. Se habían puesto en contacto con el Ministro del Interior Ögmundur Jónasson, diciéndole que el sistema informático del gobierno islandés estaba en peligro y que el FBI proponía su ayuda. Pero Ögmundur Jónasson comprendió la maniobra y se negó. Esto pasó desapercibido, pero su testimonio aún está disponible en Internet. El hecho de que Julian Assange estuviera bajo vigilancia y que los Estados Unidos querían atraparle pronto es un hecho comprobado.
¿Cuál es la situación de Chelsea Manning, condenada por la divulgación del vídeo Collateral Murder publicado por WikiLeaks?
Podemos ver que los autores del crimen de guerra que aparecen en este vídeo no han sido procesados y sin embargo son fácilmente identificables. Al contrario, la denunciante que mostró este crimen de guerra es buscada. Chelsea Manning ha sido arrestada y procesada. Se la condena por irrumpir en un sistema informático y difundir información confidencial. Fue condenada a 35 años de prisión, y luego fue liberada por el perdón presidencial de Barack Obama el último día de su presidencia, cuando ya había cumplido siete años de su sentencia. Paradójicamente, sigue detenida*, después de haber sido condenada en repetidas ocasiones por ofensa al tribunal (“attempt of Court”), porque se negó a testificar ante el gran jurado contra Assange. Esto demuestra que Julian Assange no tendría un juicio justo en los Estados Unidos, que es una de las condiciones para aceptar la extradición, ya que el país solicitado, en este caso el Reino Unido, debe tener la certeza de que el juicio será justo.
Edward Fitzgerald, abogado de Julian Assange, dijo que el primer día del juicio, que se inició en Londres el 24 de febrero, su cliente fue desnudado y registrado dos veces, esposado 11 veces y encerrado cinco veces en diferentes celdas de detención. Durante su juicio, Julian Assange no se sentaba con sus abogados como de costumbre, pero fue confinado en la parte de atrás de la sala del tribunal, encerrado en una jaula de vidrio a prueba de balas. Estas condiciones penalizan al acusado y parecen injustas ya que le impiden seguir los debates, pero no parecen molestar a la magistrada, Vanessa Baraitser. ¿Este dispositivo sin precedentes cumple con la ley?
Aquí vemos que los británicos no tratan a Assange con normalidad, porque fue condenado primero a 50 semanas por incumplimiento de la control judicial en 2012, cuando fue objeto de una solicitud de extradición sueca. Se le había dejado en libertad obligándole a fichar. Julian Assange comprendió que sería extraditado a Suecia, se convenció de que era una maniobra para entregarlo a los Estados Unidos y se refugió en la embajada ecuatoriana en Londres, donde se le concedió asilo consular. Se quedó allí durante siete años. Cuando Lenín Moreno, el Presidente de Ecuador dio por terminado el asilo en 2017, la policía lo sacó de la embajada de manera muy violenta. Fue llevado a la prisión de Belmarsh, una prisión de alta seguridad. Sin embargo, Julian Assange es un periodista multipremiado, no es un terrorista. Además, sabemos que la orden de arresto detrás de la solicitud de extradición sueca tenía una base legal muy débil. Sabemos que fue un caso de manipulación. Condenaron a Julian Assange casi al máximo de la sentencia por incumplimiento del control judicial, a 50 semanas, siendo el máximo 52, y le hicieron cumplir su condena entre aquellos que hacen estallar bombas y matan a civiles. Esta es una señal enviada por el Reino Unido, una decisión indigna de la justicia inglesa. Es evidente que la administración penitenciaria tiene instrucciones de que cumpla su condena y su siguiente detención preventiva en las peores condiciones posibles.
En prisión, fue puesto en aislamiento, y cuando terminó de cumplir su sentencia, fue puesto en prisión preventiva, a la espera del juicio que se está llevando a cabo ahora. El confinamiento solitario terminó solamente dos o tres semanas antes del juicio. También hubo movimientos de prisioneros que simpatizaron y pidieron que se le liberara del aislamiento. Todo esto es anormal. El lugar de Julian Assange no está en una prisión de alta seguridad. La situación política es mala para Assange. Sabemos que fue torturado y humillado, y el relator de la ONU que le evaluó ha visto el impacto de la tortura en su persona.
En la vista judicial, cuando sus abogados pidieron que se permitiera a su cliente sentarse al lado de ellos, la presidenta se negó. La fiscalía, en representación del Estado, apoyó la solicitud de los abogados justificando el carácter habitual de tal práctica. A pesar de todo, la presidenta se opuso. Esta situación es anormal. Según los textos, es el Westminster Magistrates Court el que se tiene que pronunciar, pero la vista judicial de Assange tiene lugar en el Belmarsh Magistrates Court. Con el fin de cumplir con la ley, el personal de Westminster y los jueces fueron trasladados para que no tuvieran que transferir a Julian Assange.
¿Se les puede impugnar por ello o por las condiciones injustas en las que se lleva a cabo el juicio?
Sí, se trata a Assange como a un terrorista. Se le negó el uso de sus gafas durante seis meses, lo que, junto con el aislamiento, constituye un maltrato.
Si los tribunales británicos acuerdan extraditarle a Estados Unidos después de este juicio, ¿se podría enfrentar Julian Assange a la pena de muerte por espionaje?
Hay una regla fundamental: No se extradita a un país que practique la pena de muerte a menos que se tengan garantías de que no se requerirá ni se impondrá la pena de muerte.
Pero tampoco se extradita por delitos políticos…
Ciertamente. Hace ya más de un siglo que no se extraditan a los prisioneros políticos. De lo contrario, se imagina Usted, habríamos extraditado a los chilenos que huían de Pinochet, a los kurdos que huían de Turquía, y así sucesivamente. El mundo está lleno de conflictos y refugiados políticos que se sienten seguros porque si obtienen un visado, saben que no pueden ser extraditados. Es cierto que en este juicio, la fiscalía está tratando de demostrar que, aunque los delitos de los que se acusa a Assange son políticos, él podría ser extraditado.
¿No se podría impedir la extradición gracias al artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos que protege la libertad de expresión?
Todo esto debería proteger a este periodista multipremiado, pero vemos que no le protege, lo que nos hace temer lo peor para el futuro. El FBI ha estado siguiendo este caso durante mucho tiempo. Julian Assange también ha estado bajo vigilancia de una empresa española que trabajaba para la CIA mientras beneficiaba de asilo político en la embajada de Ecuador en Londres. Si Julian Assange es extraditado, es el fin del Estado de Derecho en Occidente tal y como lo hemos construido durante casi un siglo. En nombre de la lucha contra el terrorismo estamos renunciando a muchas libertades porque creemos que la seguridad es un valor superior. No hemos entendido que de hecho vamos a sacrificar las libertades sin tener seguridad. Este juicio arroja una cruda luz sobre lo que está sucediendo.
En cuanto a los cargos de violación contra Julian Assange, el tribunal sueco retiró los cargos debido a la falta de pruebas. ¿Le sorprende esta retirada de los cargos?
Tuvo un coste muy alto para Julian Assange. También sabemos que el fiscal sueco estaba dispuesto a terminar la investigación antes, pero que fue alentado a mantener la investigación abierta por el fiscal inglés, el Crown Prosecution Service [La fiscalía de la Corona encargada de decidir sobre los enjuiciamientos en Inglaterra y Gales]. Tenemos pruebas de ello. También tenemos rastros de la participación del FBI en el caso, pero la fiscal sueca, Marianne Ny, ha destruido los correos electrónicos que admite haber recibido del FBI.
Usted criticó el silencio de los medios de comunicación después de que unos 60 médicos internacionales intentaran alertar al mundo sobre el estado físico y psicológico de la salud de Julian Assange en noviembre, cuando consideraban seriamente que podría “morir en prisión”. Un silencio por parte de una prensa que se ha beneficiado de las revelaciones brindadas por Julian Assange y su equipo sobre los abusos y crímenes de guerra cometidos por los aliados en Iraq y Afganistán. Y que hizo un uso abundante de las mismas. ¿Cómo explica tal cambio de actitud por parte de los medios?
Por supuesto. The Guardian, el New York Times y Aftenposten 1/ han ganado prestigiosos premios por su trabajo con documentos de WikiLeaks. Tiene que entender que fue la manipulación de la CIA y el FBI lo que causó este cambio de opinión. La cuestión ya no era lo que Julian Assange había sido capaz de probar, pero si había violado o no.
Precisamente, ¿cómo se puede demandar a Assange por sus publicaciones, y al mismo tiempo dejar a salvo los medios de comunicación que se beneficiaron de ellas y divulgaron su contenido? ¿No actuaron estos medios, de la misma manera que WikiLeaks, difundiendo información transmitida por un tercero?
En Estados Unidos, los periodistas estadounidenses gozan de la protección de la Primera Enmienda. Este fue el caso con los Pentagone papers, donde el DOJ (Departamento de Justicia) trató de procesar por espionaje al denunciante Daniel Ellsberg que los publicó. El Tribunal Supremo sostuvo que sólo había utilizado la libertad de expresión y que beneficiaba de la Primera Enmienda de la Constitución. Por lo tanto, sabemos que los ciudadanos de los Estados Unidos están protegidos por esta enmienda. Los periodistas extranjeros, por otro lado, no lo son. Por lo tanto, Julian Assange en los Estados Unidos no podría invocar la Primera Enmienda y, lógicamente, existiría el riesgo de que los periodistas europeos fueran procesados.
Nils Melzer, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Tortura, dice: “No se trata sólo de proteger a Assange, sino de evitar un precedente que podría sellar el destino de la democracia occidental.” ¿Se va a convertir a Julian Assange en un mártir como ejemplo?
Si permitimos la extradición de Julian Assange, estamos admitiendo la supremacía de facto de la ley de EE.UU. sobre la nuestra. En Europa, sin embargo, no está prohibido publicar información verdadera de interés general, los periodistas están protegidos por el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Por lo tanto, lo que Julian Assange publicó no puede describirse como espionaje en el Reino Unido ni en ningún otro lugar de Europa. Julian Assange no puede ser extraditado por doble incriminación y porque no tendría un juicio justo en los Estados Unidos. Estas son dos razones más que suficientes para oponerse a su extradición.
Entrevista realizada en marzo de 2020.
Notas:
* Chelsea Manning fue liberada el 12 de marzo de 2020 después de un intento de suicidio el día anterior. Las sanciones financieras establecidas para obligarla a testificar sobre WikiLeaks y su fundador Julian Assange siguen vigentes y tendrá que pagar 256.000 dolares en multas.
1/ Periódico conservador de Noruega.
https://www.elsaltodiario.com/libertad-informacion/eva-joly-julian-assange-extraditado-fin-estado-de-derecho-occidente
sábado, 18 de abril de 2020
Edgar Morin: “Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar fraternidad entre los pueblos”
El filósofo francés reflexiona a sus 98 años sobre los efectos de la epidemia de coronavirus y alerta contra los peligros del darwinismo social y la destrucción del tejido público en sanidad y educación
"La unificación técnico-económica del mundo que trajo el capitalismo agresivo en los años noventa ha generado una enorme paradoja que la emergencia del coronavirus ha hecho ahora visible para todos: esta interdependencia entre los países, en lugar de favorecer un real progreso en la conciencia y en la comprensión de los pueblos, ha desatado formas de egoísmo y de ultranacionalismo. El virus ha desenmascarado esta ausencia de una auténtica conciencia planetaria de la humanidad”. Edgar Morin habla con su habitual pasión por Skype. Él, como millones de europeos, se encuentra confinado en su casa del sur de Francia, en Montpellier, con su esposa.
Está considerado como uno de los filósofos contemporáneos más brillantes; a los 98 años (el 8 de julio cumplirá 99) Morin lee, escribe, escucha música y mantiene contacto con amigos y parientes. Sus ganas de vivir demuestran con fuerza el drama de un azote que está aniquilando a miles de ancianos y de enfermos con patologías previas. “Sé bien —dice con tono irónico— que podría ser la víctima por excelencia del coronavirus. A mi edad, sin embargo, la muerte está siempre al acecho. Por lo tanto es mejor pensar en la vida y reflexionar sobre lo que pasa”.
Pregunta. La mundialización de la que habla ha creado un gran mercado global que, a través de la tecnología más avanzada, ha reducido considerablemente las distancias entre continentes. Pero esta reducción de las distancias no ha favorecido un diálogo entre los pueblos. Al contrario, ha fomentado el relanzamiento del cierre identitario en sí mismo, alimentando un peligroso soberanismo.
Respuesta. Vivimos en un gran mercado planetario que no ha sabido suscitar sentimientos de fraternidad entre los países. Ha creado, de hecho, un miedo generalizado al futuro. Y la pandemia del coronavirus ha iluminado esta contradicción haciéndola aún más evidente. Me hace pensar en la gran crisis económica de los años treinta, en la que varios países europeos, Alemania e Italia sobre todo, abrazaron el ultranacionalismo. Y, pese a que falte la voluntad hegemónica de los nazis, hoy me parece indiscutible este cierre en sí mismos. El desarrollo económico-capitalístico, entonces, ha desatado los grandes problemas que afectan nuestro planeta: el deterioro de la biosfera, la crisis general de la democracia, el aumento de las desigualdades y de las injusticias, la proliferación de los armamentos, los nuevos autoritarismos demagógicos (con Estados Unidos y Brasil a la cabeza). Por eso, hoy es necesario favorecer la construcción de una conciencia planetaria bajo su base humanitaria: incentivar la cooperación entre los países con el objetivo principal de hacer crecer los sentimientos de solidaridad y fraternidad entre los pueblos.
La experiencia nos enseña que todas las graves crisis pueden incrementar fenómenos de cierre y de angustia: la caza al infractor o la necesidad de un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el migrante
P. Intentemos analizar esta contradicción en una escala reducida, tomando en consideración el microcosmos de las relaciones personales. La incursión del virus ha puesto en crisis la ideología de fondo que ha dominado las campañas electorales en estos últimos años: eslóganes como “America First”, “La France d’abord”, “Prima gli italiani”, “Brasil acima du tudo” han ofrecido una imagen insular de la humanidad, en la que cada invididuo parecer ser una isla separada de las otras (utilizando la bonita metáfora de una meditación de John Donne). En cambio, la pandemia ha mostrado que la humanidad es un único continente y que los seres humanos están ligados profundamente los unos a los otros. Nunca como en este momento de aislamiento (lejos de los afectos, de los amigos, de la vida comunitaria) estamos tomando conciencia de la necesidad del otro. “Yo me quedo en casa” significa no solo protegernos a nosotros mismos sino también a los otros individuos con los que formamos nuestra comunidad.
R. Así es. La emergencia del virus y las medidas que nos obligan a quedarnos en casa han terminado por estimular nuestro sentimiento de fraternidad. En Francia, por ejemplo, cada noche tenemos una cita en nuestras ventanas para aplaudir a nuestro médicos y al personal hospitalario que, en primera línea, asiste a los enfermos. Me he emocionado, la semana pasada, cuando he visto en televisión, en Nápoles y en otras ciudades italianas, a las personas asomarse a los balcones para cantar juntas el himno nacional o para bailar al ritmo de las canciones populares. Pero está también la otra cara de la moneda. La experiencia nos enseña que todas las graves crisis pueden incrementar fenómenos de cierre y de angustia: la caza al infractor o la de necesidad un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el migrante. Las crisis pueden favorecer la imaginación creativa (como ocurrió con el New Deal) o provocar regresión.
P. ¿Alude también a la Europa que frente a la emergencia sanitaria ha revelado, una vez más, su incapacidad de programar estrategias comunes y solidarias?
R. Por supuesto. La pseudo Europa de los banqueros y de los tecnócratas ha masacrado en estas décadas los auténticos ideales europeos, cancelando cada impulso hacia la construcción de una conciencia unitaria. Cada país está gestionando la pandemia de manera independiente, sin una verdadera coordinación. Esperemos que de esta crisis pueda resurgir un espíritu comunitario capaz de superar los errores del pasado: desde la gestión de la emergencia de los migrantes hasta el predominio de las razones financieras sobre las humanas, desde la ausencia de una política internacional europea a la incapacidad de legislar en la materia fiscal.
P. ¿Cual ha sido su reacción frente al primer discurso de Boris Johnson, al despiadado cinismo con el que ha invitado a los ciudadanos británicos a prepararse a los miles de muertos que el coronavirus provocaría y a aceptar los principios del darwinismo social (la supresión de los más débiles)?
R. Un ejemplo claro de cómo la razón económica es más importante y más fuerte que la humanitaria: la ganancia vale mucho más que las ingentes pérdidas de seres humanos que la epidemia puede infligir. Al fin y al cabo, el sacrificio de los más frágiles (de las personas ancianas y de los enfermos) es funcional a una lógica de la selección natural. Como ocurre en el mundo del mercado, el que no aguanta la competencia es destinado a sucumbir. Crear una sociedad auténticamente humana significa oponerse a toda costa a este darwinismo social.
P. El presidente Macron ha utilizado la metáfora de la guerra para hablar de la pandemia. ¿Cuáles son las afinidades y las diferencias entre un verdadero conflicto armado y lo que estamos viviendo?
R. Yo, que he vivido la guerra, conozco bien los mecanismos. Primero, me parece evidente una diversidad: en guerra, las medidas de confinamiento y toque de queda son impuestas por el enemigo; ahora en cambio es el Estado el que lo impone contra el enemigo. La segunda reflexión tiene que ver con la naturaleza del adversario: en una guerra es visible, ahora es invisible. También para aquellos como yo, que han participado en la resistencia, la analogía podría funcionar igualmente: para los partisanos la Gestapo era como un virus, porque se metia en cualquier lado, porque todo lo que estaba alrededor de nosotros habría podido tener oído para informar y denunciar. Ahora no sé si este periodo de confinamiento durará el tiempo suficiente para provocar restricciones que podrían recordar el racionamiento de la comida y los comercios ocultos del mercado negro. Pienso, y espero, que no. De todos modos, no creo que utilizar la metáfora de la guerra pueda ser más útil para comprender esta resistencia a la epidemia. La pseudo Europa de los tecnócratas ha masacrado los ideales del proyecto
P. A propósito de la solidaridad humana: ¿no le parece que los científicos en este momento están promocionando una colaboración internacional para buscar la derrota del virus? ¿La llegada de médicos chinos y cubanos en el norte de Italia no es una señal de esperanza?
R. Esto es indiscutiblemente positivo. La red planetaria de investigadores testifica un esfuerzo hacia un bien común universal que cruza las fronteras nacionales, los idiomas, el color de la piel. Pero no se deben infravalorar los fenómenos de cohesión nacional: estar, lo recordaba antes, alrededor de los operadores sanitarios que trabajan en los hospitales. Muchos, sin embargo, son dejados fuera de estas nuevas formas de agregación solidaria: personas solas, ancianos y familias pobres no conectadas a la Red, sin contar a los que viven en la calle porque no tienen una casa. Si este régimen durara por un periodo largo, ¿cómo seguiríamos cultivando la relaciones humanas y cómo conseguiríamos tolerar las privaciones?
P. Me gustaría que abordáramos otra vez el tema de la ciencia. Después del desastre de la Segunda Guerra Mundial, las primeras relaciones entre Israel y Alemania se produjeron a través de los científicos. El año pasado, mientras visitaba el Cern de Ginebra con Fabiola Gianotti, vi alrededor de una mesa investigadores que procedían de países en conflicto entre ellos. ¿No piensa que la investigación científica de base, la que no espera ganar nada, pueda contribuir a promocionar en esta emergencia de la pandemia un espíritu de fraternidad universal?
R. Claro que sí. La ciencia puede desempeñar un papel importante, pero no decisivo. Puede activar un diálogo entre los trabajadores de diferentes países que en este momento trabajan para crear una vacuna y producir fármacos eficaces. Pero no se debe olvidar que la ciencia es siempre ambivalente. En el pasado, muchos investigadores han trabajado al servicio del poder y de la guerra. Dicho esto, yo confío mucho en esos científicos creativos y llenos de imaginación que ciertamente sabrán promocionar y defender una investigacion cientifica solida y al servicio de la humanidad. La red planetaria de investigadores testifica un esfuerzo hacia un bien común universal que cruza las fronteras nacionales, los idiomas, el color de la piel
P. Entra las emergencias que la epidemia ha evidenciado está sobre todo la sanitaria. En algunos países europeos, los Gobiernos han debilitado progresivamente los hospitales con sustanciales recortes de recursos. La escasez de médicos, enfermeros, camas y equipamientos han mostrado una sanidad pública enferma.
R. No hay duda de que la sanidad tenga que ser pública y universal. En Europa, en las últimas décadas, hemos sido víctimas de las directivas neoliberales que han insistido en una reducción de los servicios públicos en general. Programar la gestión de los hospitales como si fueran empresas significa concebir los pacientes como mercancía incluida en un ciclo productivo. Esto es otro ejemplo de cómo una visión puramente financiera pueda producir desastres bajo el punto de vista humano y sanitario.
P. La sanidad y la educación constituyen los dos pilares de la dignidad humana (el derecho a la vida y el derecho al conocimiento) y las bases del desarrollo económico de un país. El sistema educativo también ha sufrido recortes terribles en estas décadas.
R. La sanidad y la educación, bajo este punto estoy de acuerdo con lo que ha escrito en sus libros, no pueden ser gestionados por una lógica empresarial. Los hospitales o las escuelas y las universidades no pueden generar ganancia económica (¡no deberían vender productos a los clientes que los compran!), pero deben pensar en el bienestar de los ciudadanos y en formar, como decía Montaigne, “teste ben fatte”. Se debe reencontrar el espíritu del servicio público que en estas décadas ha sido fuertemente reducido. La epidemia, con las restricciones que ha generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración
P. Ahora, con las escuelas y las universidades cerradas, se hace necesario recurrir a la enseñanza a distancia para mantener vivas las relaciones entre profesores y estudiantes.
R. Gracias a la tecnología se puede conseguir no romper el hilo de la comunicación. También la televisión en Francia se está organizando para ofrecer programas a los estudiantes de los institutos. Pero la cuestión, como bien sabe, es de fondo: en diferentes libros míos he puesto en evidencia los límites de nuestro sistema de enseñanza. Pienso que no se adaptó a la complejidad que vivimos desde el punto de vista personal, económico y social. Tenemos una conciencia dividida en compartimentos estancos, incapaz de ofrecer perspectivas unitarias e inadecuada para enfrentar de manera concreta los problemas del presente. Nuestros estudiantes no aprenden a medirse con los grandes desafíos existenciales, tampoco con la complejidad y la incertidumbre de una realidad en constante mutación. Me parece importante prepararse para entender las interconexiones: cómo una crisis sanitaria puede provocar una crisis económica que, a su vez, produce una crisis social y, por último, existencial.
P. Algunos decanos y algunos profesores han considerado la experiencia de la pandemia como una ocasión para relanzar la enseñanza telemática. Pienso que es necesario recordar que ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un alumno. ¿Así no se corre el riesgo de denigrar la importancia esencial de las clases en las aulas y del encuentro humano entre profesor y estudiante?
R. Se debe distinguir la excepcionalidad impuesta por el virus de las condiciones normales. Ahora no tenemos elección. Pero conservar el contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental. Solo un profesor que enseña con pasión puede influir realmente en la vida de sus estudiantes. El papel de la enseñanza es sobre todo el de problematizar, a través de un método basado en preguntas y respuestas capaz de estimular el espíritu crítico y autocrítico de los alumnos. Desde la infancia, los estudiantes tienen que dejar rienda suelta a su curiosidad, cultivando la reflexión crítica. Enseñar es una misión, como la que están cumpliendo ahora los médicos: se trata, en cualquier caso, de ocuparse de vidas humanas, de personas, de futuros ciudadanos. Ahora no tenemos elección. Pero conservar el contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental
P. El virus ha conseguido hacer explotar también los límites de la rapidez. El confinamiento en nuestras casas nos ha ayudado a redescubrir la importancia de la lentitud para reflexionar, para entender, para cultivar los afectos.
R. Me parece indiscutible. La epidemia, con las restricciones que ha generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración. Yo mismo he notado un fuerte cambio en mi ritmo cotidiano: ya no es cronometrado y jalonado como lo era antes. Cuando dejé París para vivir en Montpellier ya noté un notable cambio en el desarrollo de mis jornadas. Ahora, con mayor conciencia, me estoy (nos estamos) reapropiando del tiempo. Bergson había entendido bien la diferencia entre el tiempo vivido (el interior) y el tiempo cronometrado (el exterior). Reconquistar el tiempo interior es un desafío político, pero también ético y existencial.
P. Precisamente ahora nos damos cuenta de que leer libros, escuchar música, admirar obras de arte es la manera mejor de cultivar nuestra humanidad.
R. Sin duda. El confinamiento está haciendo que nos demos cuenta de la importancia de la cultura. Una ocasión —a través de estos saberes que nuestra sociedad ha llamado injustamente “inútiles” porque no producen ganancias— para comprender los límites del consumismo y de la carrera sin pausa hacia el dinero y el poder. Habremos aprendido algo en estos tiempos de pandemia si sabemos redescubrir y cultivar los auténticos valores de la vida: el amor, la amistad, la fraternidad, la solidaridad. Valores esenciales que conocemos desde siempre y que desde siempre, desafortunadamente, terminamos por olvidar.
https://elpais.com/cultura/2020-04-11/edgar-morin-vivimos-en-un-mercado-planetario-que-no-ha-sabido-suscitar-fraternidad-entre-los-pueblos.html
"La unificación técnico-económica del mundo que trajo el capitalismo agresivo en los años noventa ha generado una enorme paradoja que la emergencia del coronavirus ha hecho ahora visible para todos: esta interdependencia entre los países, en lugar de favorecer un real progreso en la conciencia y en la comprensión de los pueblos, ha desatado formas de egoísmo y de ultranacionalismo. El virus ha desenmascarado esta ausencia de una auténtica conciencia planetaria de la humanidad”. Edgar Morin habla con su habitual pasión por Skype. Él, como millones de europeos, se encuentra confinado en su casa del sur de Francia, en Montpellier, con su esposa.
Está considerado como uno de los filósofos contemporáneos más brillantes; a los 98 años (el 8 de julio cumplirá 99) Morin lee, escribe, escucha música y mantiene contacto con amigos y parientes. Sus ganas de vivir demuestran con fuerza el drama de un azote que está aniquilando a miles de ancianos y de enfermos con patologías previas. “Sé bien —dice con tono irónico— que podría ser la víctima por excelencia del coronavirus. A mi edad, sin embargo, la muerte está siempre al acecho. Por lo tanto es mejor pensar en la vida y reflexionar sobre lo que pasa”.
Pregunta. La mundialización de la que habla ha creado un gran mercado global que, a través de la tecnología más avanzada, ha reducido considerablemente las distancias entre continentes. Pero esta reducción de las distancias no ha favorecido un diálogo entre los pueblos. Al contrario, ha fomentado el relanzamiento del cierre identitario en sí mismo, alimentando un peligroso soberanismo.
Respuesta. Vivimos en un gran mercado planetario que no ha sabido suscitar sentimientos de fraternidad entre los países. Ha creado, de hecho, un miedo generalizado al futuro. Y la pandemia del coronavirus ha iluminado esta contradicción haciéndola aún más evidente. Me hace pensar en la gran crisis económica de los años treinta, en la que varios países europeos, Alemania e Italia sobre todo, abrazaron el ultranacionalismo. Y, pese a que falte la voluntad hegemónica de los nazis, hoy me parece indiscutible este cierre en sí mismos. El desarrollo económico-capitalístico, entonces, ha desatado los grandes problemas que afectan nuestro planeta: el deterioro de la biosfera, la crisis general de la democracia, el aumento de las desigualdades y de las injusticias, la proliferación de los armamentos, los nuevos autoritarismos demagógicos (con Estados Unidos y Brasil a la cabeza). Por eso, hoy es necesario favorecer la construcción de una conciencia planetaria bajo su base humanitaria: incentivar la cooperación entre los países con el objetivo principal de hacer crecer los sentimientos de solidaridad y fraternidad entre los pueblos.
La experiencia nos enseña que todas las graves crisis pueden incrementar fenómenos de cierre y de angustia: la caza al infractor o la necesidad de un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el migrante
P. Intentemos analizar esta contradicción en una escala reducida, tomando en consideración el microcosmos de las relaciones personales. La incursión del virus ha puesto en crisis la ideología de fondo que ha dominado las campañas electorales en estos últimos años: eslóganes como “America First”, “La France d’abord”, “Prima gli italiani”, “Brasil acima du tudo” han ofrecido una imagen insular de la humanidad, en la que cada invididuo parecer ser una isla separada de las otras (utilizando la bonita metáfora de una meditación de John Donne). En cambio, la pandemia ha mostrado que la humanidad es un único continente y que los seres humanos están ligados profundamente los unos a los otros. Nunca como en este momento de aislamiento (lejos de los afectos, de los amigos, de la vida comunitaria) estamos tomando conciencia de la necesidad del otro. “Yo me quedo en casa” significa no solo protegernos a nosotros mismos sino también a los otros individuos con los que formamos nuestra comunidad.
R. Así es. La emergencia del virus y las medidas que nos obligan a quedarnos en casa han terminado por estimular nuestro sentimiento de fraternidad. En Francia, por ejemplo, cada noche tenemos una cita en nuestras ventanas para aplaudir a nuestro médicos y al personal hospitalario que, en primera línea, asiste a los enfermos. Me he emocionado, la semana pasada, cuando he visto en televisión, en Nápoles y en otras ciudades italianas, a las personas asomarse a los balcones para cantar juntas el himno nacional o para bailar al ritmo de las canciones populares. Pero está también la otra cara de la moneda. La experiencia nos enseña que todas las graves crisis pueden incrementar fenómenos de cierre y de angustia: la caza al infractor o la de necesidad un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el migrante. Las crisis pueden favorecer la imaginación creativa (como ocurrió con el New Deal) o provocar regresión.
P. ¿Alude también a la Europa que frente a la emergencia sanitaria ha revelado, una vez más, su incapacidad de programar estrategias comunes y solidarias?
R. Por supuesto. La pseudo Europa de los banqueros y de los tecnócratas ha masacrado en estas décadas los auténticos ideales europeos, cancelando cada impulso hacia la construcción de una conciencia unitaria. Cada país está gestionando la pandemia de manera independiente, sin una verdadera coordinación. Esperemos que de esta crisis pueda resurgir un espíritu comunitario capaz de superar los errores del pasado: desde la gestión de la emergencia de los migrantes hasta el predominio de las razones financieras sobre las humanas, desde la ausencia de una política internacional europea a la incapacidad de legislar en la materia fiscal.
P. ¿Cual ha sido su reacción frente al primer discurso de Boris Johnson, al despiadado cinismo con el que ha invitado a los ciudadanos británicos a prepararse a los miles de muertos que el coronavirus provocaría y a aceptar los principios del darwinismo social (la supresión de los más débiles)?
R. Un ejemplo claro de cómo la razón económica es más importante y más fuerte que la humanitaria: la ganancia vale mucho más que las ingentes pérdidas de seres humanos que la epidemia puede infligir. Al fin y al cabo, el sacrificio de los más frágiles (de las personas ancianas y de los enfermos) es funcional a una lógica de la selección natural. Como ocurre en el mundo del mercado, el que no aguanta la competencia es destinado a sucumbir. Crear una sociedad auténticamente humana significa oponerse a toda costa a este darwinismo social.
P. El presidente Macron ha utilizado la metáfora de la guerra para hablar de la pandemia. ¿Cuáles son las afinidades y las diferencias entre un verdadero conflicto armado y lo que estamos viviendo?
R. Yo, que he vivido la guerra, conozco bien los mecanismos. Primero, me parece evidente una diversidad: en guerra, las medidas de confinamiento y toque de queda son impuestas por el enemigo; ahora en cambio es el Estado el que lo impone contra el enemigo. La segunda reflexión tiene que ver con la naturaleza del adversario: en una guerra es visible, ahora es invisible. También para aquellos como yo, que han participado en la resistencia, la analogía podría funcionar igualmente: para los partisanos la Gestapo era como un virus, porque se metia en cualquier lado, porque todo lo que estaba alrededor de nosotros habría podido tener oído para informar y denunciar. Ahora no sé si este periodo de confinamiento durará el tiempo suficiente para provocar restricciones que podrían recordar el racionamiento de la comida y los comercios ocultos del mercado negro. Pienso, y espero, que no. De todos modos, no creo que utilizar la metáfora de la guerra pueda ser más útil para comprender esta resistencia a la epidemia. La pseudo Europa de los tecnócratas ha masacrado los ideales del proyecto
P. A propósito de la solidaridad humana: ¿no le parece que los científicos en este momento están promocionando una colaboración internacional para buscar la derrota del virus? ¿La llegada de médicos chinos y cubanos en el norte de Italia no es una señal de esperanza?
R. Esto es indiscutiblemente positivo. La red planetaria de investigadores testifica un esfuerzo hacia un bien común universal que cruza las fronteras nacionales, los idiomas, el color de la piel. Pero no se deben infravalorar los fenómenos de cohesión nacional: estar, lo recordaba antes, alrededor de los operadores sanitarios que trabajan en los hospitales. Muchos, sin embargo, son dejados fuera de estas nuevas formas de agregación solidaria: personas solas, ancianos y familias pobres no conectadas a la Red, sin contar a los que viven en la calle porque no tienen una casa. Si este régimen durara por un periodo largo, ¿cómo seguiríamos cultivando la relaciones humanas y cómo conseguiríamos tolerar las privaciones?
P. Me gustaría que abordáramos otra vez el tema de la ciencia. Después del desastre de la Segunda Guerra Mundial, las primeras relaciones entre Israel y Alemania se produjeron a través de los científicos. El año pasado, mientras visitaba el Cern de Ginebra con Fabiola Gianotti, vi alrededor de una mesa investigadores que procedían de países en conflicto entre ellos. ¿No piensa que la investigación científica de base, la que no espera ganar nada, pueda contribuir a promocionar en esta emergencia de la pandemia un espíritu de fraternidad universal?
R. Claro que sí. La ciencia puede desempeñar un papel importante, pero no decisivo. Puede activar un diálogo entre los trabajadores de diferentes países que en este momento trabajan para crear una vacuna y producir fármacos eficaces. Pero no se debe olvidar que la ciencia es siempre ambivalente. En el pasado, muchos investigadores han trabajado al servicio del poder y de la guerra. Dicho esto, yo confío mucho en esos científicos creativos y llenos de imaginación que ciertamente sabrán promocionar y defender una investigacion cientifica solida y al servicio de la humanidad. La red planetaria de investigadores testifica un esfuerzo hacia un bien común universal que cruza las fronteras nacionales, los idiomas, el color de la piel
P. Entra las emergencias que la epidemia ha evidenciado está sobre todo la sanitaria. En algunos países europeos, los Gobiernos han debilitado progresivamente los hospitales con sustanciales recortes de recursos. La escasez de médicos, enfermeros, camas y equipamientos han mostrado una sanidad pública enferma.
R. No hay duda de que la sanidad tenga que ser pública y universal. En Europa, en las últimas décadas, hemos sido víctimas de las directivas neoliberales que han insistido en una reducción de los servicios públicos en general. Programar la gestión de los hospitales como si fueran empresas significa concebir los pacientes como mercancía incluida en un ciclo productivo. Esto es otro ejemplo de cómo una visión puramente financiera pueda producir desastres bajo el punto de vista humano y sanitario.
P. La sanidad y la educación constituyen los dos pilares de la dignidad humana (el derecho a la vida y el derecho al conocimiento) y las bases del desarrollo económico de un país. El sistema educativo también ha sufrido recortes terribles en estas décadas.
R. La sanidad y la educación, bajo este punto estoy de acuerdo con lo que ha escrito en sus libros, no pueden ser gestionados por una lógica empresarial. Los hospitales o las escuelas y las universidades no pueden generar ganancia económica (¡no deberían vender productos a los clientes que los compran!), pero deben pensar en el bienestar de los ciudadanos y en formar, como decía Montaigne, “teste ben fatte”. Se debe reencontrar el espíritu del servicio público que en estas décadas ha sido fuertemente reducido. La epidemia, con las restricciones que ha generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración
P. Ahora, con las escuelas y las universidades cerradas, se hace necesario recurrir a la enseñanza a distancia para mantener vivas las relaciones entre profesores y estudiantes.
R. Gracias a la tecnología se puede conseguir no romper el hilo de la comunicación. También la televisión en Francia se está organizando para ofrecer programas a los estudiantes de los institutos. Pero la cuestión, como bien sabe, es de fondo: en diferentes libros míos he puesto en evidencia los límites de nuestro sistema de enseñanza. Pienso que no se adaptó a la complejidad que vivimos desde el punto de vista personal, económico y social. Tenemos una conciencia dividida en compartimentos estancos, incapaz de ofrecer perspectivas unitarias e inadecuada para enfrentar de manera concreta los problemas del presente. Nuestros estudiantes no aprenden a medirse con los grandes desafíos existenciales, tampoco con la complejidad y la incertidumbre de una realidad en constante mutación. Me parece importante prepararse para entender las interconexiones: cómo una crisis sanitaria puede provocar una crisis económica que, a su vez, produce una crisis social y, por último, existencial.
P. Algunos decanos y algunos profesores han considerado la experiencia de la pandemia como una ocasión para relanzar la enseñanza telemática. Pienso que es necesario recordar que ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un alumno. ¿Así no se corre el riesgo de denigrar la importancia esencial de las clases en las aulas y del encuentro humano entre profesor y estudiante?
R. Se debe distinguir la excepcionalidad impuesta por el virus de las condiciones normales. Ahora no tenemos elección. Pero conservar el contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental. Solo un profesor que enseña con pasión puede influir realmente en la vida de sus estudiantes. El papel de la enseñanza es sobre todo el de problematizar, a través de un método basado en preguntas y respuestas capaz de estimular el espíritu crítico y autocrítico de los alumnos. Desde la infancia, los estudiantes tienen que dejar rienda suelta a su curiosidad, cultivando la reflexión crítica. Enseñar es una misión, como la que están cumpliendo ahora los médicos: se trata, en cualquier caso, de ocuparse de vidas humanas, de personas, de futuros ciudadanos. Ahora no tenemos elección. Pero conservar el contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental
P. El virus ha conseguido hacer explotar también los límites de la rapidez. El confinamiento en nuestras casas nos ha ayudado a redescubrir la importancia de la lentitud para reflexionar, para entender, para cultivar los afectos.
R. Me parece indiscutible. La epidemia, con las restricciones que ha generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración. Yo mismo he notado un fuerte cambio en mi ritmo cotidiano: ya no es cronometrado y jalonado como lo era antes. Cuando dejé París para vivir en Montpellier ya noté un notable cambio en el desarrollo de mis jornadas. Ahora, con mayor conciencia, me estoy (nos estamos) reapropiando del tiempo. Bergson había entendido bien la diferencia entre el tiempo vivido (el interior) y el tiempo cronometrado (el exterior). Reconquistar el tiempo interior es un desafío político, pero también ético y existencial.
P. Precisamente ahora nos damos cuenta de que leer libros, escuchar música, admirar obras de arte es la manera mejor de cultivar nuestra humanidad.
R. Sin duda. El confinamiento está haciendo que nos demos cuenta de la importancia de la cultura. Una ocasión —a través de estos saberes que nuestra sociedad ha llamado injustamente “inútiles” porque no producen ganancias— para comprender los límites del consumismo y de la carrera sin pausa hacia el dinero y el poder. Habremos aprendido algo en estos tiempos de pandemia si sabemos redescubrir y cultivar los auténticos valores de la vida: el amor, la amistad, la fraternidad, la solidaridad. Valores esenciales que conocemos desde siempre y que desde siempre, desafortunadamente, terminamos por olvidar.
https://elpais.com/cultura/2020-04-11/edgar-morin-vivimos-en-un-mercado-planetario-que-no-ha-sabido-suscitar-fraternidad-entre-los-pueblos.html
Cómo aprovechar al máximo esas latas de sardinas. El consejo de Alison Roman para comer estos pequeños peces especialmente deliciosos: agregue muchas hierbas y algo de cebolla, un poco de aceite de oliva y cantidades de limón.
Durante las últimas tres semanas más o menos, he estado colocando una gran cantidad de P.C.C. (Preguntas de cocina en cuarentena), y aunque estoy trabajando horas extras en "redes sociales" tratando de responderlas, pensé que también sería útil comenzar a usar esta columna para responder las preguntas más frecuentes.
Entonces, aquí va: Sí, puede usar cebolla roja en lugar de chalotes en la mayoría de las recetas. No, no creo que necesites remojar los frijoles. Y sí, puedo decirte algunas cosas que hacer con las sardinas.
Las sardinas enlatadas realmente están teniendo un momento, lo cual es genial porque no solo son una fuente deliciosa, estable y sostenible de proteínas y Omega-3, sino que encontrar pescado fresco en este momento es un desafío. Entonces ves las sardinas enlatadas, compras las sardinas enlatadas. ¿Ahora que?
Primero, quiero que sepas en qué te estás metiendo. A diferencia de las anchoas (sigue siendo mi corazón), las sardinas tienen una textura mucho más carnosa (no tan carnosa como el atún, pero cercana) y un sabor más intenso (me atrevo a decir, más pescado). Me gustan las cosas intensas, así que eso no me molesta. De hecho, me gusta! Pero si te encuentras entre el aversión al sabor a mariscos, es posible que nunca te encanten las sardinas, ni siquiera ahora.
De manera similar al atún, vienen empacados en agua de manantial o en aceite que a veces tiene sabor a limón o pimientos, e incluso ahumados. Al igual que mi agua con gas, siempre prefiero sin sabor y prefiero el agua de manantial en vez de aceite. En casi todos los casos, se retiran las cabezas, dejando intactas las espinas y las colas: como ambas. Los huesos son muy delicados, pero en realidad me gusta su textura. Además, alguien en NPR me dijo que contienen mucho calcio.
Independientemente de cómo los va a consumir, para mí, a veces es solo de la lata en galletas con mucha mantequilla, con un plato de encurtidos y mostazas, hay algunas buenas reglas sobre cómo disfrutarlas mejor. Las sardinas, peces pequeños muy aceitosos, realmente aman mucho ácido. Es difícil batir el jugo de limón fresco exprimido sobre ellos, pero un vinagre (vino blanco, vino de arroz o blanco destilado) también es bueno. Para darle una idea de cuánto usar, a menudo los uso en mi elección de ácido, casi como si los estuviera tratando como escabeche.
A pesar de su descripción rica y grasienta, las sardinas también, tal vez en contra de la intuición, aman más grasas, lo que ayuda a suavizar su sabor, por lo que no debe ahorrar el aceite de oliva (es decir, cuando crea que ha agregado suficiente, agregue un poco más ) O considere comerlos con mayonesa, alioli, mantequilla blanda o huevos con mermelada. Esto debería ser evidente, pero también les encantan muchas hierbas frescas y cebollas, cebolletas o cebolletas en rodajas finas.
Si no está seguro de estar listo para comprometerse con un plato lleno de sardinas, lo entiendo. (Para la mayoría, es mejor alejarse que saltar). Son bastante fáciles de comer junto a los platos que ya está preparando, tomando pequeños bocados aquí y allá. Me encanta abrir una lata y mordisquearlas junto a un plato grande de papas cerosas, hervidas, machacadas y mezcladas con mucho jugo de limón, hierbas frescas (lo que sea que puedas tener, realmente, pero sí, eneldo), cebolletas, primavera cebollas o cebolletas, y mucho, mucho apio. (Estoy obsesionado con el apio, y quiero que compartas mi entusiasmo.) La receta aquí se publicó originalmente en mi segundo libro de cocina, "Nothing Fancy", pero me pareció correcto extraerla ahora que está hecha de ingredientes muy básicos y es una de mis formas favoritas de comer y presentar a otros la magia de las sardinas.
Algunas ideas para las sardinas
Extienda una pizca de mantequilla ablandada o alioli sobre pan, tostadas o galletas saladas. Cubra con sardinas, cebollas crudas con jugo de limón y cualquier hierba fresca que tenga a mano. Exprimir con más limón o un poco de vinagre, y espolvorear con sal escamosa y pimienta molida. Coma con la cara abierta o cubra con otro pedazo de pan para un sándwich.
Calienta unas cucharadas de aceite de oliva en una sartén grande y tuesta los ajos hasta que estén dorados. Agregue una pizca de hojuelas de pimiento rojo, la ralladura de un limón (o pique finamente medio limón, sin semillas) y agréguelo), un poco de pasta al dente como espagueti y unas salpicaduras de agua para cocinar la pasta. Sazone con sal y pimienta, y revuelva para cubrir con el aceite de ajo. Agregue algunos filetes de sardina y revuelva para cubrir, dejando que se desmoronen ligeramente, pero manteniendo intactos los trozos grandes. Termine con otro buen exprimido de limón o un poco de vinagre (o pasas empapadas en vinagre, si es una persona con pasas de uva), y un puñado de perejil o cebollín picado.
Coloque unas pocas sardinas en el fondo de un plato o tazón y cubra con una gran cantidad de vegetales afeitados como hinojo o rábano y vestidos de manera asertiva, preferiblemente verdes picantes, un puñado de aceitunas trituradas o alcaparras y un huevo a la mitad. Queso feta u otro que le guste.
Retírelos de la lata y aliñe con salsa de soja, vinagre de vino de arroz o vinagre blanco destilado, un chile fresco o en escabeche finamente picado o una pizca de hojuelas de pimiento rojo. Coma sobre un plato de arroz tibio con pepinos en rodajas finas.
Y para beber … El sabor operativo de este plato no son las papas, ni el apio ni el eneldo. Son las sardinas, o las anchoas, o el pescado enlatado que estás usando. Su delicia picante y aceitosa requiere una de dos posibilidades: puede elegir un vino que acompañe cómodamente el plato sin chocar, un rosado, por ejemplo, ya sea de Francia, España, Estados Unidos o en cualquier otro lugar. Idealmente, será seco y crujiente, ofreciendo un refresco fresco sin interferir. La otra opción es un jerez fino, y si te gusta el jerez, este es el emparejamiento más dinámico. El jerez y el pescado se mejorarán sinérgicamente entre sí, demostrando una vez más que cuando se sirve pescado enlatado, haga lo que hacen los españoles. ERIC ASIMOV NYT
https://www.nytimes.com/2020/04/14/dining/sardines-recipes-coronavirus.html?algo=top_conversion&fellback=false&imp_id=189411620&imp_id=94535133&action=click&module=trending&pgtype=Article®ion=Footer
Entonces, aquí va: Sí, puede usar cebolla roja en lugar de chalotes en la mayoría de las recetas. No, no creo que necesites remojar los frijoles. Y sí, puedo decirte algunas cosas que hacer con las sardinas.
Las sardinas enlatadas realmente están teniendo un momento, lo cual es genial porque no solo son una fuente deliciosa, estable y sostenible de proteínas y Omega-3, sino que encontrar pescado fresco en este momento es un desafío. Entonces ves las sardinas enlatadas, compras las sardinas enlatadas. ¿Ahora que?
Primero, quiero que sepas en qué te estás metiendo. A diferencia de las anchoas (sigue siendo mi corazón), las sardinas tienen una textura mucho más carnosa (no tan carnosa como el atún, pero cercana) y un sabor más intenso (me atrevo a decir, más pescado). Me gustan las cosas intensas, así que eso no me molesta. De hecho, me gusta! Pero si te encuentras entre el aversión al sabor a mariscos, es posible que nunca te encanten las sardinas, ni siquiera ahora.
De manera similar al atún, vienen empacados en agua de manantial o en aceite que a veces tiene sabor a limón o pimientos, e incluso ahumados. Al igual que mi agua con gas, siempre prefiero sin sabor y prefiero el agua de manantial en vez de aceite. En casi todos los casos, se retiran las cabezas, dejando intactas las espinas y las colas: como ambas. Los huesos son muy delicados, pero en realidad me gusta su textura. Además, alguien en NPR me dijo que contienen mucho calcio.
Independientemente de cómo los va a consumir, para mí, a veces es solo de la lata en galletas con mucha mantequilla, con un plato de encurtidos y mostazas, hay algunas buenas reglas sobre cómo disfrutarlas mejor. Las sardinas, peces pequeños muy aceitosos, realmente aman mucho ácido. Es difícil batir el jugo de limón fresco exprimido sobre ellos, pero un vinagre (vino blanco, vino de arroz o blanco destilado) también es bueno. Para darle una idea de cuánto usar, a menudo los uso en mi elección de ácido, casi como si los estuviera tratando como escabeche.
A pesar de su descripción rica y grasienta, las sardinas también, tal vez en contra de la intuición, aman más grasas, lo que ayuda a suavizar su sabor, por lo que no debe ahorrar el aceite de oliva (es decir, cuando crea que ha agregado suficiente, agregue un poco más ) O considere comerlos con mayonesa, alioli, mantequilla blanda o huevos con mermelada. Esto debería ser evidente, pero también les encantan muchas hierbas frescas y cebollas, cebolletas o cebolletas en rodajas finas.
Si no está seguro de estar listo para comprometerse con un plato lleno de sardinas, lo entiendo. (Para la mayoría, es mejor alejarse que saltar). Son bastante fáciles de comer junto a los platos que ya está preparando, tomando pequeños bocados aquí y allá. Me encanta abrir una lata y mordisquearlas junto a un plato grande de papas cerosas, hervidas, machacadas y mezcladas con mucho jugo de limón, hierbas frescas (lo que sea que puedas tener, realmente, pero sí, eneldo), cebolletas, primavera cebollas o cebolletas, y mucho, mucho apio. (Estoy obsesionado con el apio, y quiero que compartas mi entusiasmo.) La receta aquí se publicó originalmente en mi segundo libro de cocina, "Nothing Fancy", pero me pareció correcto extraerla ahora que está hecha de ingredientes muy básicos y es una de mis formas favoritas de comer y presentar a otros la magia de las sardinas.
Algunas ideas para las sardinas
Extienda una pizca de mantequilla ablandada o alioli sobre pan, tostadas o galletas saladas. Cubra con sardinas, cebollas crudas con jugo de limón y cualquier hierba fresca que tenga a mano. Exprimir con más limón o un poco de vinagre, y espolvorear con sal escamosa y pimienta molida. Coma con la cara abierta o cubra con otro pedazo de pan para un sándwich.
Calienta unas cucharadas de aceite de oliva en una sartén grande y tuesta los ajos hasta que estén dorados. Agregue una pizca de hojuelas de pimiento rojo, la ralladura de un limón (o pique finamente medio limón, sin semillas) y agréguelo), un poco de pasta al dente como espagueti y unas salpicaduras de agua para cocinar la pasta. Sazone con sal y pimienta, y revuelva para cubrir con el aceite de ajo. Agregue algunos filetes de sardina y revuelva para cubrir, dejando que se desmoronen ligeramente, pero manteniendo intactos los trozos grandes. Termine con otro buen exprimido de limón o un poco de vinagre (o pasas empapadas en vinagre, si es una persona con pasas de uva), y un puñado de perejil o cebollín picado.
Coloque unas pocas sardinas en el fondo de un plato o tazón y cubra con una gran cantidad de vegetales afeitados como hinojo o rábano y vestidos de manera asertiva, preferiblemente verdes picantes, un puñado de aceitunas trituradas o alcaparras y un huevo a la mitad. Queso feta u otro que le guste.
Retírelos de la lata y aliñe con salsa de soja, vinagre de vino de arroz o vinagre blanco destilado, un chile fresco o en escabeche finamente picado o una pizca de hojuelas de pimiento rojo. Coma sobre un plato de arroz tibio con pepinos en rodajas finas.
Y para beber … El sabor operativo de este plato no son las papas, ni el apio ni el eneldo. Son las sardinas, o las anchoas, o el pescado enlatado que estás usando. Su delicia picante y aceitosa requiere una de dos posibilidades: puede elegir un vino que acompañe cómodamente el plato sin chocar, un rosado, por ejemplo, ya sea de Francia, España, Estados Unidos o en cualquier otro lugar. Idealmente, será seco y crujiente, ofreciendo un refresco fresco sin interferir. La otra opción es un jerez fino, y si te gusta el jerez, este es el emparejamiento más dinámico. El jerez y el pescado se mejorarán sinérgicamente entre sí, demostrando una vez más que cuando se sirve pescado enlatado, haga lo que hacen los españoles. ERIC ASIMOV NYT
https://www.nytimes.com/2020/04/14/dining/sardines-recipes-coronavirus.html?algo=top_conversion&fellback=false&imp_id=189411620&imp_id=94535133&action=click&module=trending&pgtype=Article®ion=Footer
Otra política es posible
Las ocurrencias de cuatro asesores de comunicación no deben marcar la agenda de la gobernanza de este país
Ayer tenía un atasco de trabajo y, como suelo hacer en esas ocasiones, me puse a ver la comparecencia del ministro Illa en la Comisión de Sanidad del Congreso. Es lo que yo llamo el efecto corrida de toros. Lo descubrí de chaval. Cuando tenía un examen inminente, era capaz de cualquier cosa con tal de no prepararlo, incluso de ver una corrida de toros en la tele, que para mí es el epítome del aburrimiento nacional. Como ahora no dan corridas, ayer me conformé con ver la comisión parlamentaria de Sanidad. Y os lo confieso espontáneamente, me quedé de piedra por su alto nivel de discusión política. Yo había llegado a creer que eso no existía en nuestros tiempos pandémicos, pero debo reconocer que estaba equivocado.
“Mi escepticismo político perdió puntos ayer. Esa es la clase de debate que necesitamos”
En la media hora o tres cuartos que seguí el acto, pude escuchar los argumentos de las portavoces del nacionalismo vasco y catalán, y también de Ciudadanos y alguno más. Sus críticas al ministro de Sanidad eran solventes, coherentes y sensatas, y así lo reconoció el propio Illa. Allí no se discutió sobre las esencias nacionales, sino de lo que las comunidades autónomas podían aportar a la gestión de la pandemia, desde los grandes institutos científicos que albergan hasta la última mascarilla que podrían fabricar. El debate fue sobre la necesidad de test masivos, las curvas epidemiológicas y el grado de confinamiento que se debería adoptar en cada situación. Es verdad que luego salió el portavoz de Vox a hacer su numerito, pero incluso él parecía algo avergonzado por tener que largar la matraca habitual. Fundamentalismos aparte, el tono del debate fue francamente estimulante. Mi escepticismo político perdió puntos ayer. Esa es la clase de debate que necesitamos.
Sé que soy un pelmazo con esto, pero es que creo sinceramente que nuestra obsesión con la facción más abyecta de la politiquería nos está cegando frente al verdadero servicio que la política real puede hacer a nuestra sociedad, que es enorme. Las ocurrencias de cuatro asesores de comunicación no deben marcar la agenda de la gobernanza de este país. Lo que piensen Vox o la FAES de Aznar nos debería dar exactamente igual. Eso no son más que estrategias baratas para colarnos como principios lo que no son más que intereses particulares inconfesables. Otra política es posible, y la vimos este jueves en una humilde comisión de Sanidad que debería convertirse en un modelo de comportamiento.
Ojalá hubiera más políticos como Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. El martes pasado dirigió un argumentario a su partido, donde denuncia que Donald Trump ha desmantelado la infraestructura antipandémica, ignorado las advertencias de la OMS y de sus propios asesores, propalado que la pandemia era un bulo y, pese a todo, ha eludido asumir responsabilidades políticas por ello. Eso no son insultos, sino críticas juiciosas. Aprendamos.
https://elpais.com/ciencia/2020-04-16/otra-politica-es-posible.html
Ayer tenía un atasco de trabajo y, como suelo hacer en esas ocasiones, me puse a ver la comparecencia del ministro Illa en la Comisión de Sanidad del Congreso. Es lo que yo llamo el efecto corrida de toros. Lo descubrí de chaval. Cuando tenía un examen inminente, era capaz de cualquier cosa con tal de no prepararlo, incluso de ver una corrida de toros en la tele, que para mí es el epítome del aburrimiento nacional. Como ahora no dan corridas, ayer me conformé con ver la comisión parlamentaria de Sanidad. Y os lo confieso espontáneamente, me quedé de piedra por su alto nivel de discusión política. Yo había llegado a creer que eso no existía en nuestros tiempos pandémicos, pero debo reconocer que estaba equivocado.
“Mi escepticismo político perdió puntos ayer. Esa es la clase de debate que necesitamos”
En la media hora o tres cuartos que seguí el acto, pude escuchar los argumentos de las portavoces del nacionalismo vasco y catalán, y también de Ciudadanos y alguno más. Sus críticas al ministro de Sanidad eran solventes, coherentes y sensatas, y así lo reconoció el propio Illa. Allí no se discutió sobre las esencias nacionales, sino de lo que las comunidades autónomas podían aportar a la gestión de la pandemia, desde los grandes institutos científicos que albergan hasta la última mascarilla que podrían fabricar. El debate fue sobre la necesidad de test masivos, las curvas epidemiológicas y el grado de confinamiento que se debería adoptar en cada situación. Es verdad que luego salió el portavoz de Vox a hacer su numerito, pero incluso él parecía algo avergonzado por tener que largar la matraca habitual. Fundamentalismos aparte, el tono del debate fue francamente estimulante. Mi escepticismo político perdió puntos ayer. Esa es la clase de debate que necesitamos.
Sé que soy un pelmazo con esto, pero es que creo sinceramente que nuestra obsesión con la facción más abyecta de la politiquería nos está cegando frente al verdadero servicio que la política real puede hacer a nuestra sociedad, que es enorme. Las ocurrencias de cuatro asesores de comunicación no deben marcar la agenda de la gobernanza de este país. Lo que piensen Vox o la FAES de Aznar nos debería dar exactamente igual. Eso no son más que estrategias baratas para colarnos como principios lo que no son más que intereses particulares inconfesables. Otra política es posible, y la vimos este jueves en una humilde comisión de Sanidad que debería convertirse en un modelo de comportamiento.
Ojalá hubiera más políticos como Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. El martes pasado dirigió un argumentario a su partido, donde denuncia que Donald Trump ha desmantelado la infraestructura antipandémica, ignorado las advertencias de la OMS y de sus propios asesores, propalado que la pandemia era un bulo y, pese a todo, ha eludido asumir responsabilidades políticas por ello. Eso no son insultos, sino críticas juiciosas. Aprendamos.
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