martes, 30 de abril de 2024

Kant, el sabio que nos hizo mejores ciudadanos.

Kant

El filósofo prusiano, autor de ‘Crítica de la razón pura’, cambió la forma de pensar de la gente e incitó a reflexionar por uno mismo, a cuestionarlo todo. En el tricentenario de su nacimiento, cuando reaparecen las figuras autoritarias y las guerras sangrientas, su ideario cosmopolita cobra sentido.

Fue un visionario que inauguró la modernidad. Cambió la forma de pensar de la gente, incitando a reflexionar por uno mismo y a cuestionarlo todo. Las ideas del filósofo que rechazó el dogma, que propugnó el uso de la libertad en responsabilidad y la idea de ciudadanía común están de vuelta ahora que se cumplen tres siglos de su nacimiento.

Vivimos un cierto regreso al pasado. Reaparecen la irracionalidad, el miedo, las teorías conspiranoicas, las sombrías figuras autoritarias y las guerras sangrientas. Ante ello, no hay recetas mágicas, pero podemos volver a escuchar a los que quisieron emanciparnos de fanatismos y actuar a la luz de un entendimiento común. Podemos volver a Kant.

MÁS INFORMACIÓN El Kant nuestro de cada día  

El autor de Crítica de la razón pura es uno de los filósofos más influyentes de todos los tiempos. Es citado, comentado y combatido —especialmente desde el posmodernismo—, incansablemente. De la idea de la educación universal y gratuita al principio de autonomía moral y personal, de Habermas a Hannah Arendt, pasando por Hegel, su obra lo impregna casi todo. “Seguro que Kant ha influido en usted aunque no lo haya leído”, advirtió Goethe.

El pensador que abrió un camino para que seamos mejores ciudadanos, nacido el 22 de abril de 1724 en Königsberg (hoy Kaliningrado, en Rusia), también impulsó el derecho internacional y el concepto de un gobierno organizado en una federación de estados, inspiradora de entidades como la ONU o la Unión Europea. Ahora, en el volátil contexto actual, sus ideas cosmopolitas y democráticas vuelven a cobrar sentido.

“Con lo que está ocurriendo ahora mismo en la guerra de Ucrania o lo que está haciendo Israel en Gaza, lo que escribió Kant no puede ser de más actualidad”, afirma Roberto R. Aramayo, profesor del Instituto de Filosofía del CSIC. Aramayo hace referencia a Sobre la paz perpetua, el ensayo de Kant publicado en 1795 que insta a la regulación de los conflictos, subrayando que ningún Estado debe inmiscuirse por la fuerza en el gobierno de otro o que, en caso de guerra, no deben llevarse a cabo actos que hagan imposible una paz futura. “En estos tiempos se ve a Kant más como un icono que como un referente, porque no nos va a ofrecer respuestas a nuestros problemas concretos, pero su obra nos sigue interpelando hoy mismo”, sostiene Aramayo, uno de los mayores conocedores de la obra del prusiano y autor de Kant: Entre la moral y la política (Alianza Editorial, 2018).

El llamado sabio de Königsberg no debe de ser santo de devoción entre las autoridades de Rusia, Israel o China. Alertó sobre la pasión por el poder, los posibles engaños de la “razones de Estado” y dejó escrito que “ninguna voluntad particular puede ser legisladora para una comunidad”. Norbert Bilbeny, catedrático de Ética de la Universidad de Barcelona y autor de El torbellino Kant. Vida, ideas y entorno del mayor filósofo de la razón (Ariel, 2024), apunta: “Aún no estamos en la Europa ni en el mundo cosmopolita y hospitalario que él concibió”.

Publicó Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio en los años 1781, 1787 y 1790, sucesivamente. En ellas, Kant propone una filosofía total, un sistema de conocimiento, moral y estético, respondiendo a tres preguntas clave: qué puedo saber, qué puedo hacer y qué debo esperar. En su primera Crítica suma las corrientes filosóficas anteriores, añade el eje del espacio y el tiempo, hace un reset y responde que al conocimiento se llega aunando el empirismo con el racionalismo, que dicho conocimiento está condicionado por el sujeto que quiere conocer y que hay cosas que no podemos saber; en la segunda describe una moral y una ética común a priori de todo, un juicio compartido que nos aleja de los prejuicios; y en la tercera revela el peso del arte en la representación del mundo.

“Era consciente de la maldad en el humano, y avisó de que la conciencia ética puede detenerla” Norbert Bilbeny, catedrático de Ética de la Universidad de Barcelona “Una idea guía toda la historia: la del derecho”, dijo el prusiano. Es “el derecho a tener derechos”, en interpretación del añorado filósofo Javier Muguerza. Desde la mesa de su despacho en su casa de Königsberg —bajo un retrato de Jean-Jacques Rousseau interpelándole desde la pared —, Kant dio un nuevo empuje a la Ilustración ampliándola hacia una revolución global. Armado con una peluca empolvada, una pluma y un tintero, El Demoledor, según palabras del escritor Thomas de Quincey, propone una “salida del hombre de su inmadurez autoincurrida” —así lo escribió Kant en su ensayo ¿Qué es la Ilustración?, de 1784—.

Le llamaban Manolito
Fue un hombre metódico, de familia humilde, influenciado por su madre, una lectora inquieta de recta conducta que le llamaba cariñosamente Manelchen (Manolito). “Un ateo ético”, en descripción de Aramayo, un pensador que vio con buenos ojos la guerra de Independencia americana y la Revolución Francesa, un trabajador solitario que se volvía sociable unas horas al día, cuando invitaba a grupos de amigos a comer, a beber vino y a conversar en su casa.

Vivió siempre soltero, dedicado a su proyecto de filosofía total. De estudiante se reveló como un portento, pero la muerte de su padre le obligó a dejar la universidad y mantener a sus hermanos. Estuvo casi una década alejado de los circuitos académicos, ejerciendo de preceptor de niños de familias ricas y de bibliotecario, hasta que retomó sus estudios gracias al apoyo económico de su tío zapatero.

También fue un profesor hipnótico para sus cada vez más numerosos alumnos, un intelectual que cada día a las cinco de la madrugada ya estaba leyendo y escribiendo. Durante años impartió más de 40 horas semanales de Metafísica, Geografía, Ética, Antropología, Pedagogía, Matemáticas, Latín o Mineralogía.

Recibió ofertas para trabajar en las universidades de Jena y Berlín, pero optó por no moverse de su ciudad, desde donde universalizó los ideales de Montesquieu, Rousseau y Voltaire, redibujando para siempre la dimensión colectiva de la política (aunque, víctima de su tiempo, legitimó la exclusión de las mujeres en dicha dimensión).

Fue un hipocondriaco de salud aceptable, un hombre que en sus paseos de la tarde respiraba solo por la nariz por miedo a constiparse y que, por tanto, no hablaba en caso de tener compañía. Un pensador longevo que, con los achaques de la edad, cuando se dio cuenta de que explicaba siempre las mismas historias optó por apuntárselas para no repetirlas. A sus casi 80 años, en una de esas comidas en su casa, confesó: “Señores, soy viejo, débil e infantil, y en consecuencia deben ustedes tratarme como a un niño”.

Contra el no future
En sus obras alude a un mundo en permanente construcción, alertando de que cuando se habla de la sociedad como es, en verdad se subraya lo que se ha hecho de ella. Contra las tentaciones del nihilismo y el no future, Kant insta a actuar como si el mundo tuviera un propósito, y este fuera digno y decente. En Kant, “trabajar y colaborar de forma comunitaria y tener las obligaciones morales claras conlleva una esperanza real en el futuro”, reflexiona Kate Moran, profesora de Filosofía de la Universidad de Brandeis y autora de Kant’s Ethics (la ética de Kant) (Cambridge University Press, 2022).

Kant ilumina: a pesar de las guerras y la violencia, en su ideario es razonable esperar que la humanidad avance y logre una paz duradera. Pero para conseguirlo es requisito desarrollar un Estado constitucional republicano que regule la libertad en común de la ciudadanía, que sea garante del acto de pensar por uno mismo, dejando “espacio a la libertad interna de actuar moralmente y bien”, apunta Margit Ruffing, doctora en Filosofía de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia.

Para Ruffing, la obra kantiana refleja que “el futuro llegará, y no hay ninguna razón sensata para no trabajar por un mundo mejor, sino muchas razones para hacerlo”. Pero Kant no era un optimista irredento: “Era consciente del conflicto y la maldad en el humano, y avisó de que solo el conocimiento y la conciencia ética pueden detenerlos”, advierte Bilbeny. El prusiano vendría a ser un pesimista con “un inquebrantable optimismo metodológico, basado en la esperanza moral de que nuestro perfeccionamiento puede transformar el futuro”, según Aramayo.

Pero no todo va a ser mañana. Para hoy mismo, el pensador de Königsberg ofrece herramientas para la convivencia cotidiana, como “la idea de ser generosos con los demás e implacables con nosotros mismos”, según escribió Muguerza, o de actuar como si de nosotros dependiera el curso del mundo. “Hay mucho que aprender de él: a tratarnos educadamente, prestar atención sincera a los demás, en el trabajo, en casa o en la calle”, apunta la profesora Moran. Son pequeñas reverberaciones que perfilan un mundo más humanizado. Entonces, no todo está perdido. Tras reencontrar la voz del filósofo, un poco a la manera de Nathy Peluso y C. Tangana, dan ganas de cantar “yo era ateo, pero ahora creo” (en Kant).

La dignidad de Mónica Oltra.

El archivo de la causa contra la exvicepresidenta valenciana debe hacer reflexionar sobre el uso de la justicia como herramienta política

Mónica Oltra ha sido exonerada en la causa judicial contra ella por la que tuvo que dimitir como vicepresidenta de la Comunidad Valenciana en junio de 2022. El juez de instrucción ha decretado el sobreseimiento provisional del caso en un contundente auto en el que, tras dos años de investigación, sostiene que “no existe un solo indicio” de que Oltra cometiera los delitos por los que fue imputada, y que las afirmaciones de la denuncia original son “insostenibles”.

Como líder de Compromís, Oltra fue consejera de Igualdad y Políticas Inclusivas y vicepresidenta del Gobierno de coalición valenciano —junto al PSV-PSOE y Unides Podem— desde 2015 hasta su dimisión. En 2019, su exmarido fue condenado por abusos sexuales a una menor de edad tutelada por la Comunidad. Al depender los centros de menores del departamento de Oltra, la oposición de PP y Vox decidió lanzar una campaña prospectiva en la que se afirmaba que como consejera había maniobrado para ocultar el delito. Ella dijo siempre que era una insidia. Vox ejerció la acusación popular. En 2022, el juez de instrucción pidió la imputación de la vicepresidenta y de 14 de sus colaboradores para poder investigar con garantías, a pesar de la falta de pruebas consistentes. En ese momento, la clase de sospechas que pesaban sobre ella hacían imposible el ejercicio de su cargo con la necesaria autoridad. Sin dejar de defender su inocencia y ante la presión general, de su partido y de sus socios de Gobierno, Oltra dimitió para no perjudicar a la Generalitat.

La política no es amable a corto plazo con quienes hacen lo correcto y ponen las instituciones por encima de sus ambiciones. Demetrio Madrid dimitió en 1986 como presidente de Castilla y León por una acusación que se demostró falsa. El PSOE no ha vuelto a gobernar allí. La ausencia de Oltra, principal valor político del espacio compartido por la izquierda y el nacionalismo valencianos que representa Compromís, obligó a la coalición a reconfigurar su liderazgo para las elecciones autonómicas de mayo de 2023. La coalición bajó 90.000 votos y dos diputados y fue imposible repetir la mayoría progresista. El PP se hizo con la Comunidad Valenciana en coalición con Vox, el mismo partido que, en un caso palmario de judicialización de la política, continuó en los tribunales la cacería contra Oltra ejerciendo de acusación particular con el indisimulado propósito de alargar las diligencias todo lo posible.

La reivindicación de Mónica Oltra debe hacer reflexionar a todos sobre el uso torticero de la justicia como herramienta política. A los partidos, sobre el estándar de responsabilidad exigible ante las sospechas de irregularidad, que ha de ser de igual nivel para todos. A los jueces, sobre quién responde ante errores de tanto calado y ante tan enormes divergencias entre una imputación gravísima y su demostrada ausencia de fundamentos, motivo ayer del contundente pero demorado archivo de la causa. El hiperactivo y caducado Consejo General del Poder Judicial quizás encuentre ocasión de ocuparse de ello. A los periodistas, a todos, reflexión sobre la obligación de detenerse y valorar las pruebas fehacientes ante una imputación judicial.

Al dimitir, Oltra sentó un importante precedente ético del que está muy necesitada nuestra vida política. Este periódico pidió entonces que diera un paso al lado hasta que se aclarara su situación procesal ante su imputación en un caso tan delicado. Desde la autoridad que le da haber sido exonerada, puede recuperar su carrera donde la dejó, algo que no deberían poder hacer quienes se aferran a sus cargos entre insultos. El día de su dimisión, afirmó que el caso era “una infamia judicial y mediática” que “pasará a la historia”. Se ha reivindicado palabra por palabra. Y se ha ganado en los juzgados el derecho a escribir ella misma cómo acaba esa historia.

¿Tomas muchos medicamentos? Quizá necesitas reducirlos. Consumir varios medicamentos aumenta el riesgo de efectos secundarios o complicaciones graves en los pacientes. Es importante saber cuándo pedir ayuda para disminuir la lista de fármacos.

An illustration of a pharmacist and an older man standing on top of a prescription pill bottle. A variety of pills are cascading around them.
Credit...Mikyung Lee
Se estima que alrededor de uno de cada cinco adultos de entre 40 y 79 años toma cinco o más medicamentos con receta, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos. Y, a mayor edad de los pacientes, es más probable que ingieran más fármacos.

Pero tomar muchas medicinas a la vez, lo que entre los expertos médicos se conoce como polifarmacia, aumenta el riesgo de que las personas experimenten efectos secundarios graves e interacciones farmacológicas, afirmó Nina Blachman, profesora asociada de medicina y geriatría de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York.

Los estudios demuestran que tomar varios medicamentos se asocia a un deterioro más rápido de la memoria en algunos pacientes con deterioro cognitivo leve, y a un mayor riesgo de caídas entre las personas con problemas de equilibrio o músculos debilitados. Y ciertas combinaciones de fármacos pueden provocar hemorragias excesivas, niveles peligrosamente bajos de azúcar en sangre u otras complicaciones graves que a diario ocasionan la hospitalización de cientos de adultos mayores.

Aunque los medicamentos pueden ser fundamentales para mejorar nuestra calidad de vida, es importante saber cuándo estamos tomando demasiados fármacos de manera innecesaria y cuándo debemos pedir ayuda para disminuir la lista de recetas.

Cómo se acumulan las recetas
A medida que las personas envejecen, desarrollan más problemas de salud como diabetes, cardiopatías, artritis e hipertensión, y “acaban tomando cada vez más medicamentos”, explicó Blachman. A muchos nunca se les retiran los fármacos que se les han recetado durante años, aunque ya no los necesiten o existan fórmulas más novedosas que puedan tratar varios síntomas de manera simultánea.

En ocasiones, los pacientes acuden a varios médicos y cada uno puede recetarles medicamentos distintos sin tener contacto entre sí.

A veces, los profesionales médicos pueden recetar fármacos para tratar los efectos secundarios de otra medicación, en lo que los doctores denominan como una “cascada de prescripciones”. Por ejemplo, las personas que toman ciertos analgésicos de venta libre llamados antiinflamatorios no esteroideos pueden experimentar un aumento de la tensión arterial, que los médicos pueden diagnosticar de manera errónea como una nueva dolencia y recetar bloqueadores de los canales de calcio como tratamiento. Pero, en algunas personas, estos fármacos para la tensión arterial pueden provocar hinchazón de tobillos, lo que puede hacer que les receten un diurético para reducir la acumulación de líquido en el organismo.

“Así que uno acaba persiguiendo los efectos secundarios de un medicamento tras otro”, afirmó Blachman.

Los pacientes mayores también podrían ser más propensos a desarrollar efectos secundarios nuevos o peores porque la función renal y hepática disminuye con la edad, lo que reduce la capacidad del organismo para filtrar algunos medicamentos, según dijo Barbara Farrell, científica del Instituto de Investigación Bruyere de Ottawa. Esto puede hacer que a los pacientes se les receten aún más medicamentos para tratar esos efectos secundarios.

Aunque la polifarmacia es más frecuente en las personas mayores, los adultos jóvenes e incluso los niños, sobre todo los que padecen enfermedades crónicas complicadas como epilepsia, trastornos del aprendizaje o problemas de salud mental, también pueden terminar en ciclos en los que ingieren muchos medicamentos.

Para complicar aún más las cosas, los farmacéuticos y los médicos no siempre saben cómo o cuándo ayudar a los pacientes para que dejen los fármacos de manera segura, explicó Farrell. Sin embargo, en los últimos años, tanto ella como otros expertos han impulsado la elaboración de más directrices sobre la reducción o interrupción de los fármacos recetados.

Cómo revisar la medicación y reducirla en la medida de lo posible
Lo ideal sería que médicos y farmacéuticos hicieran lo que se conoce como conciliación de la medicación cada vez que se acude a consulta con ellos, explicó Kuldip Patel, jefe de farmacia asociado del Hospital Universitario Duke de Carolina del Norte. Para eso, su equipo revisa la lista de medicamentos que toman los pacientes cada vez que ingresan al hospital o reciben el alta. Pero, Patel señaló que eso no siempre ocurre en todos los entornos médicos.

Los expertos sugieren pedirle a un médico de atención primaria o a un farmacéutico que realice una revisión completa de las medicinas recetadas al menos una vez al año. Muchas farmacias ofrecen este tipo de revisiones en el marco de programas gratuitos de gestión del tratamiento farmacológico. Haz una lista de tus medicamentos —incluidos los suplementos y los fármacos de venta libre—o toma todos los frascos de pastillas y llévalos a la cita, explicó Patel.

Pero quizá el mejor momento para hablar sobre el consumo de medicamentos con receta sea antes de empezar a tomar uno nuevo. Pregúntale a tu médico cosas como: “¿Estoy experimentando un síntoma que podría ser un efecto secundario de un medicamento que estoy tomando?” o “¿Puedo tratar de controlar este síntoma con cambios en mi estilo de vida?”.

Cuando necesites un medicamento, comprueba si puedes empezar con una dosis más baja, dijo Farrell. Recuérdale al doctor los medicamentos que estás tomando y pregúntale cómo interactuará el nuevo fármaco con ellos.

Por último, pregunta cuánto tiempo tendrás que tomar un medicamento y elabora un plan con tu médico para dejar de tomarlo si es necesario. Debes saber cómo es que te ayudará a dejar de tomar el medicamento, qué síntomas de abstinencia debes tener en cuenta y cómo asegurarte de que el problema que estaba tratando no reaparezca.

“Estas son preguntas que la gente debería hacerse incluso en la adolescencia o a los 20 años, cuando empiezan a tomar algunos de esos medicamentos”, afirmó Farrell. “Entonces, con suerte, algún día podremos evitar que la gente llegue al punto de tomar 25 medicamentos juntos”.

Knvul Sheikh es reportera del Times que cubre enfermedades crónicas e infecciosas y otros aspectos de la salud personal. Más de Knvul Sheikh

El centro de presiones de un modelo. por J. G. Langford, Nueva Zelanda (Aeromodeller annual)

¿Con qué frecuencia leemos en artículos de construcción e instrucciones de construcción de kits para modelos de vuelo libre?: “Antes del vuelo, equilibre el modelo en el punto mostrado y deslizamiento de prueba. Si el morro es pesado, coloque un poco de cartón debajo del borde de salida del estabilizador”. Ahora bien, este método de ajuste inicial es bien conocido por la mayoría de nosotros, pero para un gran número de personas no existe una clara conexión entre el punto de equilibrio (centro de gravedad) y la incidencia del estabilizador. El eslabón de conexión es, por supuesto, el centro de sustentación o, como se suele decir, el centro de presión.

Apoye horizontalmente el ala sobre los dedos. El equilibrio sólo ocurrirá en un punto, cuando los dedos se coloquen debajo del centro de gravedad del modelo. Mover los dedos se nota notablemente en cualquier dirección y un extremo u otro del modelo caerá.

El dedo puede compararse con el centro de presión de nuestras superficies de sustentación y esta posición ocurre longitudinalmente en nuestro modelo, donde hay una concentración aerodinámica de las fuerzas de sustentación de las superficies combinadas del ala y el plano de cola.

La mayoría de los modelos están diseñados para planear con la actitud de su fuselaje dentro de unos pocos grados en cualquier dirección de la horizontal, y para hacerlo es obvio, a partir de nuestro ejemplo del modelo, que una disposición de fuerza con el C.P. verticalmente, o casi verticalmente en línea con el C.G. Deberá mantener esta actitud en el planeo. La disposición ideal, utilizada en aviones pilotados, es tener el C.P. nominalmente por encima del C.G., pero esta configuración es demasiado "al filo de la navaja" para los modelos a menos que tengamos algún método de control de elevación para volver a ajustar la máquina de los frecuentes cambios de actitud. Para nuestro propósito es necesario contar con el C.G. ligeramente por delante del C.P. para que en caso de perturbación o pérdida de velocidad, el modelo tenderá a bajar el morro y a picar ligeramente para recuperar una actitud estable. Esto es muy esencial al pasar del vuelo motorizado al vuelo planeado, cuando el empuje desaparece y la velocidad disminuye repentinamente y el modelo normalmente se detendría sin algún método incorporado para aumentar la velocidad y la sustentación.

Ahora bien, al igual que el C.G., el término C.P. se utiliza a menudo de forma vaga para definir el primer plano y posición trasera del punto de elevación de una superficie, o una combinación de superficies. En realidad, por supuesto, se puede definir como un punto exacto, y suponiendo que nuestras áreas de elevación estén dispuestas simétricamente con respecto a nuestra línea central delantera y trasera, es obvio que también estará en esta línea central. Este punto se llama punto neutral (Fig. 2).
 
Si un modelo tiene un ala deformada, la sustentación en un lado excederá la sustentación en el otro, con lo que el punto neutro se desplazará hacia el lado que dé mayor sustentación. Podemos ver aquí nuevamente a nuestro viejo amigo desequilibrado, y es este desplazamiento el que hace que el modelo se ladee.

En el caso de un ala rectangular simple de, digamos, perfil Clark Y, el C.P. se encuentra aproximadamente a un tercio del borde de ataque cuando el ala tiene un ángulo de ataque de 4°. Si el ángulo de ataque aumenta el C.P. avanza, y cuando disminuye (alta velocidad) el C.P. avanza hacia atrás. Esta característica es, en cierto modo, desafortunada para nosotros, ya que, si nuestro modelo estuviera volando con el morro hacia arriba y parcialmente calado, nada podría ser mejor para él que un movimiento brusco hacia atrás del punto de sustentación detrás del C.G. restaurarlo a una actitud nivelada. Sin embargo, ocurre lo contrario, lo que tiende a empeorar aún más las cosas. Sin embargo, en la práctica, el momento de elevación de nuestro avión de cola normalmente es suficiente para amortiguar lo peor de estos cambios en los ángulos de ataque.

Hasta hace poco se consideraba que la única función de un plano de cola debería ser estabilizar el modelo contra perturbaciones hacia adelante y hacia atrás. Por lo tanto, el plano de cola tenía una sección aerodinámica simétrica y estaba preparado para volar en un ángulo de ataque de 0°, sin dar sustentación. En otras palabras, simplemente mantuvo el plano principal "en el surco" en, digamos, el cuarto ataque. Si observa los planos de planeadores antiguos, verá en la mayoría de los casos que el punto de equilibrio está aproximadamente a un tercio del borde de ataque del ala principal, ya que el ala principal era normalmente la única superficie de elevación.

Sin embargo, los tiempos han cambiado y ahora nuestro estabilizador también se eleva con frecuencia esto significa que el C.P. es ahora una fuerza resultante del ala y la cola, y cuanto con más elevación esté diseñada la cola, más se moverá hacia atrás la reacción total. Así, en términos generales, cuanto más grande es el plano de cola, más atrás irá el C.P. y, por tanto, el C.G. Esto es particularmente notable en diseños de duración de potencia con planos de cola grandes donde el C.P. puede estar entre el 50 y el 100 % del borde de ataque del ala (Fig. 4).

Lo que debemos recordar es que aunque el punto de equilibrio de un diseño pueda parecer muy lejano, el C.P. siempre está un poco más atrás todavía.

Ahora podemos ver que si hemos construido nuestro modelo según un plan probado con las incidencias de cola y ala correctas, y el equilibrio del modelo donde se indica, debería resultar un buen planeo que muestre que nuestro C.G. y C.P. están en sus lugares correctos. Sin embargo, normalmente se han introducido ligeras imprecisiones en nuestra configuración de incidencia, dándonos un C.P. demasiado adelantado o retrasado con respecto a nuestro C.G. Si un modelo muestra una tendencia a estancarse al planear, nuestro C.P. está demasiado adelantado y, para traerlo hacia atrás, aumentamos la sustentación en el plano de cola aumentando la incidencia del borde de ataque. Hay que destacar que este método sólo se puede utilizar para eliminar pequeñas imprecisiones. Si estamos acostumbrados a los extremos reduciremos o aumentaremos el ángulo de ataque de nuestra ala de la que depende la mayor parte de nuestra sustentación, hasta el punto en que funciona con relaciones de sustentación/resistencia muy ineficientes e induce características de estabilidad desagradables. Por lo tanto, si su modelo necesita variar hasta un punto donde las incidencias ala-cola difieren mucho de 2 a 4, siempre mueva su C.G. posición primero mediante ajustes de peso o lastre.

En conclusión, a menos que comprenda completamente lo que está buscando, nunca se sienta tentado a alterar la estabilidad de planeo que tanto le costó ganar para solucionar los problemas de tracción, los ajustes de la línea de empuje con su motor se encargarán de la mayoría de estos problemas.

lunes, 29 de abril de 2024

De aquellos fascistas estos nacionalistas.

Quienes abrazaban el fascismo no tenían reparos en imponer su tiranía a otros, no creían en la paz, sino en la victoria, y aborrecían la democracia. Que no nos extrañe lo que hagan hoy algunos de sus herederos políticos, como Modi o Netanyahu

En 1928, Abba Ahimeir, un periodista del periódico Doar Hayom, editado en Palestina por el movimiento sionista revisionista, publicó un artículo llamado Sobre la llegada de nuestro Duce. Se refería a la visita inminente de Zeev Jabotinsky, líder indiscutible del sionismo de derechas. El artículo apareció en su columna habitual en ese rotativo titulada Del cuaderno de un fascista. Cuatro años después, este mismo periodista fue arrestado por interrumpir una conferencia en la Universidad Hebrea de Jerusalén. En el juicio que siguió, su abogado defensor, en respuesta al discurso del fiscal comparando la acción de su representado con los disturbios causados por los nazis en Alemania, dijo: “Los comentarios sobre los nazis van demasiado lejos. Si no fuese por el antisemitismo de Hitler, no nos opondríamos a su ideología. Hitler salvó a Alemania”. Hay muchos más ejemplos de la admiración por el fascismo —empezando por el propio Jabotinsky, un declarado entusiasta de Benito Mussolini— entre la derecha sionista de antes de la Segunda Guerra Mundial. Esta fascinante historia la cuenta (en inglés) el excelente libro del israelí Tom Segev El séptimo millón: los israelíes y el Holocausto.

Hoy tendemos a mirar al fascismo como un fenómeno de, sobre todo, Europa, felizmente derrotado por las armas en 1945. Es una lectura tan optimista como eurocéntrica y autocompasiva. El fascismo fue un movimiento político con orígenes europeos, y fue en este continente donde cometió sus peores crímenes. Fue también un movimiento imperialista. Como lo veían los fascistas, lo que ellos hiciesen en África, los Balcanes o en el Este de Europa no era sino una versión tardía, pero igualmente justificable, de lo que otros europeos habían hecho antes en todo el mundo. Hitler, por ejemplo, admiraba la conquista del Oeste americano y la práctica eliminación de los nativos. También tenía en mente como modelo administrativo para su imperio futuro el de los británicos en la India, esto es: una pequeña élite extractora controlando las vidas de millones de personas. En vez de indios, eso sí, sus vasallos e inferiores raciales serían los eslavos. Esto se sabe bastante bien, lo que ya no se tiene siempre tan presente es que dentro de los imperios europeos hubo movimientos independentistas de corte fascista, y que sus herederos políticos gobiernan hoy, como lo hacen los de Mussolini en Italia —y quizás pronto los de Philippe Pétain en Francia—, naciones ya libres.

Volviendo a Palestina, la relación entre el sionismo y el Imperio británico fue muy complicada. Ya desde la Primera Guerra Mundial el sector mayoritario de aquel, de corte más o menos socialista, se alineó con este. El sector derechista, también llamado revisionista, tuvo en cambio una actitud muy beligerante. Quería manos libres para colonizar el territorio, desalojar a los árabes y quitarse de encima el control de Londres. Este antiimperialismo fascista adoptó el terrorismo como estrategia política. Mientras que la milicia armada oficial del sionismo, la Haganá, colaboró con los británicos en reprimir la gran revuelta árabe-palestina de 1936-1939 y en la Segunda Guerra Mundial, las mucho más pequeñas milicias fascistas como el Irgún, fundada por Jabotinsky, y Lehi se enfrentarían a ellos. Dos líderes revisionistas y futuros primeros ministros de Israel, Menachem Beguín e Isaac Shamir, estuvieron en busca y captura por sus acciones armadas. No era para menos. En 1946, el Irgún voló el hotel King David de Jerusalén, sede de la Administración colonial británica, matando a 91 personas. En 1947 su cruel ahorcamiento de dos sargentos previamente secuestrados provocó la histeria entre la opinión pública británica y el último pogromo antisemita en ese país, en Mánchester. Un año después el Irgún masacraría a unos cien civiles árabes en el poblado de Deir Yassim.

Por su parte, Shamir, dirigente de Lehi, incluso durante la Guerra Mundial buscó una alianza con Alemania e Italia. Entre sus hazañas se incluyen el asesinato en El Cairo del ministro residente británico, Lord Moyne, en 1944; la coparticipación en la matanza de Deir Yassim; y la muerte en 1948 de Folke Bernadotte, mediador para Palestina de las Naciones Unidas. Del movimiento revisionista unificado surgiría el partido Likud, que ganó las elecciones generales de 1977 que permitirían a Beguín primero y luego a Shamir gobernar Israel. Este es el partido de Benjamín Netanyahu. Además de la supervivencia política personal, su acción de gobierno ha tenido dos objetivos básicos: asentar a más colonos israelíes en Cisjordania y Jerusalén, y evitar el nacimiento de un Estado palestino.

Israel no es ni mucho menos el único país antes colonizado que ahora está gobernado por un partido creado por antiguos fascistas. En Occidente tenemos la visión de la lucha pacífica de Mohandas Gandhi y Pandit Nehru como la de la historia de la liberación de la India, pero en esta narrativa placentera olvida el papel de los ultraderechistas antimperiales como Subhash Chandra Bosse, un antiguo líder del Congreso Nacional Indio. Antiguo procomunista convertido luego al fascismo, Bosse vivió la Segunda Guerra Mundial entre Roma, Berlín (por donde estuvo también el palestino, rabioso antisemita y reclutador de musulmanes para las SS, Gran Muftí de Jerusalén, Amín al-Husayni; instigador, entre otras, de la matanza de judíos de Hebrón en 1929) y Tokio. En 1943, usando a prisioneros de guerra indios, Bosse creó en Birmania un ejército de liberación para invadir el subcontinente junto a los japoneses. Fracasó, pero desde su muerte en 1945 es considerado por muchos indios como el principal patriota de la lucha por la independencia de su país.

También se ignora a menudo que los orígenes del partido gobernarte hoy en la India, el Bharatiya Janata, y su primer ministro, Narendra Modi, están en la milicia ultraderechista y antimusulmana RSS (Organización Nacional Voluntaria), creada en 1925 y que desde el principio imitó las fórmulas y los rituales fascistas. Fue uno de sus militantes quien en 1948 asesinó al “traidor” Gandhi. En 2002, cuando Modi era ministro principal de Gujarat, permitió, y fue acusado de fomentar, los disturbios interétnicos que causaron la muerte a entre mil y dos mil personas, en su mayoría musulmanas. Este hecho propulsó su figura a nivel nacional entre los sectores más duros partidarios de la Hindutva, la ideología del supremacismo hindú.

Los fascistas y pronazis de los años veinte y treinta tuvieron que reinventarse después de 1945. Como Francisco Franco entendió muy bien, la nueva capa de respetabilidad sería ahora el anticomunismo, pero también la protección de la religión y la identidad nacional supuestamente amenazadas. En Europa, el continente americano y Sudáfrica esto se tradujo en un discurso de defensa de la civilización cristiana occidental (un invento de la propaganda de Joseph Goebbels cuando los nazis veían la guerra perdida); en Israel, en la preservación de un Estado judío étnicamente excluyente; y, en el caso de la recién descolonizada India, del hinduismo frente a la amenaza del islam. Los antiguos fascistas lucharon por la independencia de sus países, pero no por la de todos los países; abogaban por la libertad de sus pueblos, pero no tenían reparos en imponer su tiranía a otros; no creían en la paz, sino en la victoria; eran ultranacionalistas, no humanistas, y aborrecían la democracia. Que no nos extrañe lo que hagan hoy sus herederos políticos.

Antonio Cazorla Sánchez es catedrático de Historia Contemporánea de Europa en la Trent University, Canadá.

Soy vegano, pero a veces ‘peco’ con la carne. ¿Qué le está pasando al veganismo? El movimiento que quiere proteger a los animales se debate entre una postura estricta en su lucha ética por reducir el consumo de estos o incorporar a quienes comen sobre todo vegetales pero, de vez en cuando ingieren queso o carne

 

Veganismo

Vivimos tiempos de expansión vegana. Estamos rodeados por sustitutos de la leche, champús, dónuts y tacos libres de grasas animales. Kentucky Fried Chicken, la famosa cadena estadounidense de comida rápida que vende pollo rebozado, ha lanzado este mes de enero su versión vegana, que consiste en una mezcla de hongos con 11 tipos de hierbas y especias en una receta “secreta”, como las de la mayoría de las cadenas alimenticias, todas en la pelea por dar con ese delicioso sabor cárnico aunque libre de seres vivos. Sin embargo, algo no cuadra: veganos y vegetarianos no representan más de un 2,4% de la población española y los demás países occidentales no se alejan mucho de esta cifra. ¿A qué responde este descuadre y qué es lo que está pasando?

Ser vegano es más que un reto. Vivimos en una sociedad que la psicóloga social estadounidense Melanie Joy bautizó como cárnica: un mundo donde la carne se da por descontada, donde la inmensa mayoría de los menús la incluyen. Además, se da la circunstancia de que a los humanos no nos gusta distinguirnos: solemos seguir el comportamiento de nuestro grupo social, como afirmó al describirnos el psicólogo social canadiense Steven Pinker. En este contexto, decidir dejar de consumir productos cárnicos y remar a contracorriente puede llegar a ser muy duro. La reconocida filósofa estadounidense Martha Nussbaum, que recientemente ha publicado Justicia para los animales (Paidós, 2023) —un libro que dedica a las ballenas y a su hija Rachel, abogada animalista fallecida en 2019 por una infección tras recibir un trasplante—, escribe en el libro que consume carne de pescado porque cree que los peces no elaboran planes vitales, y matarlos indoloramente, si han vivido en libertad, no es algo reprochable. “Me inquieta menos hacer esto que consumir 70 gramos de proteína diaria para mantenerme sana a mi edad [73 años]. (…) Es algo sobre lo que me cuestiono y con lo que no estoy satisfecha, pero es el punto en el que estoy”.

Lo cierto es que una elevada cantidad de personas —un 63% en 2016, según la red de investigadores veganos Faunalytics— se sienten incómodas al pedir un menú aparte del resto o señalándose como el especialito del clan al llevar táper propio a los encuentros familiares. Sin olvidar el dolor que causa tener que rechazar esas galletas llenas de mantequilla que comías de niño y que tu abuela te vuelve a ofrecer y todo el resto de platos sabrosos a los que te has acostumbrado. El resultado de estas complicaciones es que un altísimo porcentaje de personas que empiezan una dieta vegetariana o vegana acaban abandonándola. El activismo tiene sus límites. Hace una década, Faunalytics encuestó nada menos que a 11.500 consumidores de EE UU y Canadá que iniciaban una dieta vegana (no ingieren productos procedentes de los animales) o vegetariana (al estilo de los primeros, pero sí consumen leche, huevos o miel) y descubrió que, a los seis meses, el 84% de ellos habían renunciado a su compromiso.

“El veganismo es el reflejo de una lucha ética. No entiendo que no vean que comer queso no es ser vegano” Estela Díaz Carmona, experta en consumo

Si en 1980 el impulso principal de los consumidores veganos era el deseo de no infligir dolor a otras especies, en 2023 las motivaciones que lideran son la salud propia y la preocupación por el medio ambiente. Y esto, para algunos activistas, tiene muchas implicaciones. “La diferencia es que unos son altruistas y los otros lo son mucho menos”, dice Nuria Almirón, activista catalana, investigadora y profesora de Departamento de Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra. “Los últimos generan una ética muy débil. Ayudar a los demás es lo que te da fortaleza interna. Muchas personas creen que dan el paso por una preocupación genuina por el medio ambiente, que lo hacen por el planeta, pero en realidad lo hacen porque les asusta mucho pensar que todo esto, y nuestras vidas, va a acabar. Hay un componente centrado en ti mismo. La alarma ya no se debe a que nos cargamos a los osos polares, está entrando un componente de egocentrismo. Centrado en tu propia persona”. Almirón además menciona otro factor que dificulta el veganismo: la fuerza del lobby del sector cárnico, al que define como “especialista en laminar nuestra compasión”. Usan “la táctica del miedo” con informes “dirigidos” que hablan sobre salud en el sentido “que les interesa”, y de este modo nos ponen en estado de alerta y nos restan capacidad de raciocinio, sostiene.

Estela Díaz Carmona, abogada y profesora de Gestión Empresarial en la Universidad Pontificia de Comillas, es vegana desde la adolescencia. Cuando empezó a interesarse por el veganismo se empapó de las obras de filósofos como el australiano Peter Singer, autor del rompedor Liberación animal (1975), o de Tom Regan (En defensa de los derechos de los animales, 1983). Intentaba entender los porqués de nuestra tendencia al especismo, que discrimina a los animales por considerarlos especies inferiores a nosotros. Más tarde, llevada por su activismo, decidió dedicarse a estudiar nuestro consumo. Y comprobó algo que la dejó muy incómoda: “Me encontré con consumidores que afirmaban: ‘Soy vegano, pero a veces como queso’. Y eso es ‘como’, ¡lo siento, pero eso no es ser vegano!”. Antes, dice Díaz Carmona, los activistas se empapaban de los fundamentos del veganismo. Ahora palpa mucha más “confusión”. “El veganismo es la manifestación en la dieta de una lucha ética. Es un movimiento político-moral y se supone que formamos parte de esta corriente. No entiendo qué es lo que hace que algunas personas no entiendan que eso no es ser vegano”.

La consultora española Lantern, especializada en estrategia en la alimentación, decidió en 2016 empezar a estudiar a este grupo de la población. Por ahora han presentado cuatro informes. En el de 2021, concluían que había “un tsunami” de consumidores veggies. Su encuesta —realizada a entre 1.000 y 1.200 personas— tiene una trampita, un recurso que les permite hablar de esta “ola”: en la etiqueta veggie incluyen a veganos (0,7% de la población española; unas 276.000 personas), vegetarianos (1,7%; 670.000) y, aquí está el truco, flexitarianos, quienes consumen muchos más vegetales y legumbres, pero que también comen carne, incluso carnes rojas, entre dos y cuatro veces al mes (9%; unos 3,5 millones de personas). Sumando todas estas categorías, los consumidores veggies suman cerca de 4,5 millones de personas. Esta tendencia está bastante extendida en el mundo occidental: en Estados Unidos, por ejemplo, se estima que el 15% de la población es flexitariana. “Si solo habláramos de veganos y vegetarianos estaríamos refiriéndonos a un grupo de la población demasiado nicho”, resume Jaime Martín, director de la consultora.
Una marcha probienestar animal en Londres, el 26 de agosto de 2023. Una marcha probienestar animal en Londres, el 26 de agosto de 2023. 
El grupo de la población más aficionado a lo veggie, subraya Martín, son los jóvenes de entre 18 y 25 años: un 16% de ellos lo son, cuando para el resto de la población el dato es del 11,4%. Pero el consultor también recalca que los jóvenes tienen un comportamiento “bipolar”. “Se da, además, el efecto contrario: hay entre los jóvenes más supercarnívoros, aquellos que consideran la carne parte de su cultura y de su identidad”

En el seno del veganismo, los efectos de estos comportamientos tan humanos han suscitado un acalorado debate: ¿debemos mantenernos firmes en nuestra convicción de que el veganismo es el compromiso de no consumir jamás productos de origen animal o debemos abrir los brazos a aquellos consumidores que estando interesados en reducir su consumo de productos animales no logran cumplir su objetivo?

Al comprobar la elevada tasa de abandono del veganismo, la activista canadiense Jo Anderson, directora de Investigación de Faunalytics, animó a los activistas a aparcar un puritanismo que, en su opinión, aboca a los aspirantes a sentirse fracasados si cometen un error en lugar de llevarlos a sentir orgullo y motivación por un comportamiento 95% vegano. “El enfoque absolutista es a menudo parte de la explicación de que quienes prueban a hacerse veganos vuelvan a comer productos animales”, dijo entonces.

El grupo de la población más aficionado a lo veggie son los jóvenes, aunque también hay más supercarnívoros entre ellos En 2017, el activista y estratega belga Tobias Leenaert publicó Hacia un futuro vegano (2018, Plaza y Valdés), obra que supuso un choque para muchos activistas veganos, que consideraron a Leenaert “un traidor”, en sus propias palabras. Su mensaje es que, en una sociedad como la nuestra, lo conveniente es tener un enfoque más “pragmático” e implementar un concepto de veganismo menos estricto. Es decir, hacer un poco la vista gorda porque, si el objetivo final es reducir el daño que infligimos a los animales, hay más opciones de alcanzarlo si muchísimas personas reducen su consumo de carne que si una diminuta proporción de personas corta por completo su consumo de animales.

El activista flamenco es partidario de aceptar a esa aspirante a vegana que afirma estar enganchada al delicioso queso fundido que lleva esa pizza que tanto le gusta. A comer con gusto la lasaña que esa aspirante a vegana ha cocinado por error con pasta con huevo. A no criticar a ese amigo vegano que come sushi una vez al año porque empezó a hacerlo de niño con su tío y no quiere dejar de hacerlo. “Es fácil filosofar y decir verdades sobre los derechos de los animales, pero ensuciarte las manos y hacer lo correcto en el momento oportuno para que la situación cambie de verdad es mucho más complicado”, escribe Leenaert en el libro. “Ese es el arte del activismo de gran repercusión”.

Ganaremos más si muchos bajan su consumo de carne que si una diminuta proporción lo corta del todo, señala Tobias Leenaert, activista La psicóloga social Melanie Joy, artífice del concepto carnismo, publicó en 2010 (en 2013 en su edición en español) Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas, de Plaza y Valdés, que este año ha sido reeditado para conmemorar el décimo aniversario de un libro publicado en 23 idiomas que ha vendido 10.000 ejemplares en su edición en español. En este, la activista vegana examina las claves psicológicas que hacen posible que adoremos a los perros, gatos o caballos, pero nos comamos a los cerdos, vacas o gallinas. Joy ve una gran diferencia entre las personas que son 100% veganas y las que lo son al 99%, y es que las últimas no lidian con su identidad. “Nuestra mente es carnista, no podemos olvidarlo. Esta cultura dominante está hecha para predominar, y el veganismo es un desafío a la dieta habitual”, subraya. “A los veganos, que son quienes le llevan la contraria, se los considera emocionales, problemáticos, sentimentales, prepotentes… Y todas estas etiquetas pueden ser muy duras de gestionar”. Directora de la organización Beyond Carnism (Más allá del carnismo), Joy enumera algunas de las trabas que encuentran los consumidores veganos: la accesibilidad económica, pues muchos productos cárnicos “están subvencionados”, y la imposibilidad en muchas zonas (especialmente en EE UU) de comprar vegetales frescos a una distancia razonable.
 
Vacas para consumo en Iowa, Estados Unidos, en octubre de 2023. Vacas para consumo en Iowa, Estados Unidos, en octubre de 2023. GETTY IMAGES

A la psicóloga social no le preocupa que haya gente que se describa como vegana y siga ingiriendo carne. Cree que lo hacen pocos y que el uso de las palabras ayuda a las causas. “¿Por qué hay tan gente feminista? En los años setenta se usaba esta palabra con orgullo. Pero hubo una reacción en contra y el feminismo se volvió una palabra sucia, y todavía a veces luchamos contra esa mirada contraria. Al principio, queer era una palabra negativa, pero luego ha sido acogida. Las lenguas son muy importantes”.

Ed Winters es un joven vegano británico que en su libro Esto es propaganda vegana (Capitán Swing, 2023) cuenta que en la adolescencia fue un feliz y entregado consumidor de Kentucky Fried Chicken. Hasta que vio un documental que le removió, como a tantos jóvenes activistas veganos, y empezó a ver las piezas rebozadas que ingería como lo que eran: trozos de gallinas despiezadas.

“A los veganos se los considera emocionales, problemáticos, prepotentes... Y estas etiquetas pueden ser duras de gestionar” Melanie Joy, psicóloga social

Winters le pone un pero a la extensión de la aceptación del veganismo: cree que conforme algo crece, especialmente cuando se trata de una ideología o un sistema de creencias, se diluye. “El consumo de carne tiene distintos impactos: en nuestra salud, la ética, en la justicia ambiental… Al tener tantos significados puede ser muchas cosas para distintas personas. Creo que es bueno que se use la palabra vegano y que se vea como algo normal, pero la palabra puede perder su auténtico significado. Y aunque no creo que hayamos llegado al punto de la preocupación, sí estamos en un momento en el que para muchos vegano no es necesariamente lo que debe ser, que es ‘quiero ayudar a los animales y al hacerlo reduzco mi impacto en la Tierra con mis decisiones alimenticias”, dice por videoconferencia.

Según Winters, la clave de ser más benévolo con los consumidores que reducen su consumo de carne sin lograr ser 100% veganos es que se logra que aumente la aceptación del veganismo. Incluso si estos consumidores no consideran que esta sea la respuesta necesaria para lograr un cambio en nuestro comportamiento, cree que sí estarían entendiendo que tiene que darse un cambio para que vivamos en un mundo más ético, además de sostenible. “Cuando la gente se dé cuenta de que tiene que haber un cambio es más fácil que concluyan que quizá ese cambio necesario sea el veganismo”.

En Gante (Bélgica), los jueves son el día vegetariano, convirtiéndola en algo así como la ciudad vegana de Europa

“Es más importante que todos los productos sean etiquetados como veganos de manera correcta que etiquetar a las personas”, aporta Carrie P. Freeman, profesora del Comunicación de la Universidad de Georgia en Atlanta, y vegana. En un mundo “imperfecto” como el nuestro, no se puede ser un vegano ideal, señala. Pero podemos intentar evitar la explotación animal de la mejor forma a nuestro alcance, ser responsables ambientalmente y desear que nuestras comunidades y gobiernos faciliten y hagan accesibles estas prácticas éticas. “En mi campus hubo un movimiento pidiendo que el 50% del menú fuera vegetariano, pero, por desgracia, no prosperó. Hoy en día te ofrecen un único plato vegetariano en el menú. Hace falta un compromiso global generalizado o más extendido”. Freeman señala la iniciativa Default-Veg (vegano por defecto), que busca estrategias para que haya un cambio en nuestra dieta que logre que las plantas sean la base de nuestra alimentación.

La mirada del estratega Tobias Leenaert, que a algunos activistas le resultará insoportable, logró algo inaudito: que el Gobierno belga participara en la financiación de un proyecto en la ciudad de Gante, donde desde 2009 los jueves son el día vegetariano, convirtiéndola en algo así como la ciudad vegana de Europa (su portal de turismo explota este reclamo). Todos los restaurantes de la ciudad se comportan ese día como los activistas veganos querrían que fuera la cotidianidad y ofrecen menús 100% libres de carne. Recientemente, los colegios públicos de la ciudad se han sumado a la iniciativa y el cuarto día de la semana los menores solo optan a un menú compuesto de verduras, cereales y legumbres. Según Leenaert, su éxito responde a algo que vio claro desde los principios de su activismo: hay que tener en cuenta el efecto que nuestro comportamiento provoca en los demás. Cuanto más se presente el veganismo como algo realizable y divertido, en lugar de como algo estricto y complicado, más gente se atreverá a sumarse, sostiene. “Y si alguien se encuentra con dificultades para seguir esta dieta, pues que haga una excepción”, dice por videoconferencia desde la ciudad belga. “Si permitimos las excepciones, la gente querrá intentarlo. Es así de sencillo”.

domingo, 28 de abril de 2024

¿Existe un orden correcto para comer los alimentos?

Uno de los recientes consejos de salud muy popular en internet es la “secuenciación de nutrientes”. Preguntamos a los expertos si tienen algún beneficio.

P: He oído que lo mejor para la salud es comer la ensalada antes de cenar. Pero si voy a comer verduras a pesar de todo, ¿realmente importa el orden?

Es un consejo de salud muy popular en internet: come tus alimentos en el orden “correcto” —primero las verduras, después las proteínas y las grasas, y por último los carbohidratos— y reducirás significativamente el pico de azúcar en sangre, lo que puede disminuir los antojos, la fatiga y los riesgos para la salud como la diabetes tipo 2, dicen sus defensores.

Investigaciones anteriores sobre este tema, a veces conocido como secuenciación de nutrientes o comidas, han llegado a la conclusión de que puede ser beneficioso para el nivel de azúcar en sangre, sobre todo para las personas con diabetes tipo 2 o prediabetes.

Para todos los demás, no es tan sencillo, dijo Alpana Shukla, médico e investigadora de Weill Cornell Medicine, en Nueva York, que ha estudiado el orden de las comidas. Aunque hay algunas razones para considerar la posibilidad de intentarlo, dijo.

¿Qué indica la investigación?
Los estudios existentes sobre los beneficios de la secuenciación de comidas son pequeños, pero los resultados son consistentes, dicen los expertos.

En una revisión de 2023 de 11 estudios, por ejemplo, los investigadores concluyeron que las personas que guardaban los alimentos ricos en carbohidratos para el final de una comida, después de las verduras y las proteínas, tenían niveles de azúcar en la sangre significativamente más bajos que cuando los consumían primero.

En un estudio realizado en 2019 con 15 personas con prediabetes, Shukla y sus colegas pidieron a los participantes que consumieran una comida de pollo sin piel a la parrilla, ensalada y pan ciabatta en tres órdenes diferentes en tres días distintos: primero el pan, seguido 10 minutos después por el pollo y la ensalada; primero el pollo y la ensalada, seguidos del pan; y primero la ensalada, seguida del pollo y el pan.

Los investigadores midieron los niveles de azúcar en sangre de los participantes justo antes de comer y cada 30 minutos durante tres horas después de cada comida. Descubrieron que cuando los participantes comían el pollo y la ensalada antes que el pan, los picos de azúcar en sangre eran un 46 por ciento más bajos que cuando comían primero el pan.

Los investigadores no están del todo seguros de a qué se debe esto. Una teoría es que comer primero las grasas, fibra y proteínas retrasa el vaciado del estómago, lo que podría ralentizar la absorción de los azúcares de los carbohidratos en el torrente sanguíneo, dijo Shukla.

Barbara Eichorst, vicepresidenta de programas de atención a la salud de la Asociación Estadounidense de Diabetes, dijo que tiene sentido que las personas con diabetes tipo 2 o prediabetes consuman primero las verduras y proteínas durante las comidas, ya que, a diferencia de los carbohidratos, las verduras y las proteínas no se convierten rápidamente en azúcar y provocan picos elevados de glucosa en sangre.

En el caso quienes tienen diabetes tipo 2, algunas investigaciones limitadas incluso dan a entender que este efecto reductor de la glucemia podría ser comparable al de ciertos medicamentos para la diabetes, según Nicola Guess, dietista clínica e investigadora de la Universidad de Oxford. Aunque es necesario seguir investigando sobre el tema.

¿Debería comer así todo el mundo?
Las investigaciones también han demostrado que ingerir carbohidratos al final de la comida puede reducir los picos de azúcar en sangre en personas que no padecen diabetes. Pero los expertos dijeron que las personas sanas no suelen necesitar controlar su glucemia de este modo.

Según Vijaya Surampudi, endocrinóloga de UCLA Health, un organismo que funcione correctamente normalizará los niveles de azúcar en sangre horas después de comer.

No obstante, dado que las proteínas, las grasas y las verduras ricas en fibra tardan más en digerirse que los carbohidratos simples, dejar los carbohidratos para el final puede ayudar a sentirse saciado durante más tiempo, dijo Domenico Tricò, profesor adjunto de medicina interna de la Universidad de Pisa, Italia, que estudia el orden de los alimentos.

Las investigaciones también sugieren que comer así puede estimular al intestino a producir más cantidad de una hormona de la saciedad llamada péptido 1 similar al glucagón, o GLP-1. (El medicamento para la diabetes Ozempic está diseñado para imitar esta hormona).

“El GLP-1 ralentiza la digestión e indica al cerebro que no se tiene hambre”, explicó Surampudi. Sin embargo, algunos expertos afirman que no está claro si los pequeños aumentos de esta hormona debidos únicamente a la secuenciación de las comidas (en comparación con el gran aumento que se obtendría con un fármaco como Ozempic) representarían una gran diferencia en el grado de saciedad.

Si tiendes a sentirte perezoso después de las comidas, Shukla y Surampudi dijeron que podría ser útil comer primero las verduras o las proteínas.

Algunas investigaciones también sugieren que reservar los carbohidratos para el final de la comida puede hacer que sea más probable que te llenes de verduras y proteínas y comas menos carbohidratos simples, que suelen tener menos nutrientes y más calorías, dijo Shukla.

La conclusión, según los expertos, es que aunque la secuenciación de las comidas es una de las muchas estrategias de alimentación saludable, no es algo que deba preocuparnos. Las tendencias dietéticas de este tipo a veces provocan ansiedad, lo que puede conducir a una alimentación desordenada.

“Si te resulta fácil, hazlo”, dijo Tricò. Pero si no, opta por alimentos de alta calidad que te gusten. Comer verduras en cada comida es más importante que fijarse demasiado en el orden de los alimentos, dijo Guess.

Joan Baez revela lo que nadie sabía sobre su vida: “Fue devastador contarlo, pero ahora estoy en paz”

La veterana cantante destapa en un documental que sufrió abusos de su padre, que empezó con terapias con 16 años o que estuvo enganchada a los ansiolíticos. “Tengo más de 80 años y quiero dejar algo sincero”, dice a este periódico. 
Joan Baez, fotografiada en Los Ángeles en 1969.
Joan Baez, fotografiada en Los Ángeles en 1969.
Joan Baez asegura que sufrió abusos por parte de su padre cuando ella era una niña. A Joan Baez la llamaban “mexicana idiota” en el colegio. Joan Baez empezó a ir a terapia con 16 años. Joan Baez estuvo ocho años enganchada a los ansiolíticos. Joan Baez salió horrorizada de su noviazgo con Bob Dylan. Joan Baez tenía una relación con su hermana Mimi, también cantante, basada en el poder y los celos. Joan Baez tuvo una pareja mujer durante dos años. Joan Baez padeció Trastorno de Identidad Disociativo, neurosis y ataques de pánico durante décadas.


Joan Baez (Nueva York, 83 años) sonríe desde su casa de Los Ángeles en una charla por vídeo con este periódico cuando se le pregunta por qué ha decidido abrirse en canal y contar al mundo todo esto que solo sus íntimos (si acaso) conocían. “¿Sabes? Tengo más de 80 años y quería dejar algo sincero. Di las llaves de mi intimidad a Karen [O’Connor, cineasta] y ya no había vuelta atrás. Si quería cambiar algo desesperadamente ya había tomado la decisión y no podía volver atrás”. La cantante habla del documental Joan Baez I Am Noise, un palpitante recorrido por su vida donde la activista se desangra viajando a las oquedades de su alma. La cinta, de casi dos horas, se estrena en el BCN Film Fest el 23 de abril y en salas desde el 26 del mismo mes.

Bob Dylan and Joan Baez Bob Dylan y Joan Baez en Londres, en abril de 1965. MIRRORPIX (MIRRORPIX VIA GETTY IMAGES)

Baez habla sentada en el salón de su hogar, donde se ven cuadros y una chimenea. Lleva gafas, el pelo corto y blanco y exhibe un semblante apacible con momentos en los que estalla la carcajada y otros en los que se pone a cantar en español, aunque ella no lo hable. Se nota que se ha quitado un peso de encima contando su historia más recóndita. “Cuando estuvo terminado el documental lo vi unas 10 veces y no sentí nada. Entonces me di cuenta de que lo veía protegiéndome, porque hay demasiada tristeza y confesión. Entonces, un día, me relajé, cociné unas palomitas y me senté a verlo. Fue devastador, pero ahora estoy en paz”.

Aparte de las crudas confesiones, el documental traza una panorámica de la gigantesca figura cultural de Baez, con una carrera que abarca seis décadas y que la convirtieron en la gran dama del folk social y en figura relevante de la contracultura de los sesenta. Fue ella la primera que dio una oportunidad a Bob Dylan. Sin su olfato para detectar el talento del creador de Blowin’ In The Wind, es muy posible que Dylan hubiese tardado más en explotar. “Estaba en el Gerde’s Folk City, en Nueva York. De pronto, apareció en el escenario un chico andrajoso a más no poder y empezó a soltar sus letras. Me dejó petrificada. Su talento me embriagaba como una droga. Yo le llevaba a los conciertos, le invitaba a subir y la gente le abucheaba. Yo les decía: ‘Por favor, escúchenle’. No tardaron mucho en cambiar de opinión”, cuenta. Formaron un dúo arrebatadoramente atractivo. “Él necesitaba una madre, alguien que le bañara y le cantara canciones. Y yo necesitaba cuidar a alguien”, cuenta. Tuvieron una relación que acabó cuando Dylan, ya subido al éxito, llegó a Londres en 1965 y ella lo acompañó. “Creo que lo que le pasó a Bobby cuando se hizo famoso fue que pasó página y se alejó de todo el mundo. Fue un cambio muy brusco”, cuenta en el documental. Y añade: “Tanta droga y tanta virilidad no iban conmigo. Ellos estaban en otra dimensión, yo era la rarita del folk que los acompañaba. No pintaba nada allí. Fue horrible”.

Baez se hizo famosa de la noche a la mañana. En 1959, con 18 años, actuó en el Netwport Folk Festival y todo cambió. “Por la razón que fuera, tenía la voz adecuada en el momento adecuado. Y eso me catapultó a la estratosfera”, señala. Mucho antes, su padre, Albert Baez (un relevante físico mexicano, coinventor del microscopio de rayos X), había inculcado a Joan y a sus dos hermanas una conciencia social. “Mi padre nos llevaba a muchos lugares para que viéramos que todos éramos iguales. Nos hacía reflexionar sobre la brecha entre ricos y pobres”. Su madre, escocesa, era una recalcitrante pacifista. Ese fue el germen de la Baez comprometida. Los cinco formaban una familia de cuáqueros.

Joan Baez El escritor James Baldwin, Joan Baez y el activista James Forman, en la marcha de Selma a Montgomery (Alabama) de 1965, que pidió la Ley del Voto para los negros.

Ya muy popular, Baez estuvo en todas. El documental muestra imágenes de ella en manifestaciones junto a Martin Luther King, en protestas contra la guerra de Vietnam, llevando de la mano a la escuela a niños negros mientras miembros del Ku Klux Klan les intimidaban ocultos en sus capirotes… Hay momentos emocionantes, como cuando madres negras, segregadas y pobres, abrazan a una joven Baez por derrochar tanto coraje en su defensa. Mientras, la cantante lidiaba con sus problemas psicológicos. Cuando una adolescente Joan acudió al primer psicólogo, este les advirtió a los padres: “Su hija carga con numerosos problemas emocionales, sensación de insuficiencia, complejo de inferioridad. Los síntomas podrían deberse a un trastorno psicológico y emocional”.

“Estábamos todos demasiado locos como para hablar de salud mental”, reflexiona hoy la artista. “Eran los 60, con una combinación loca de cosas: Vietnam, el servicio militar obligatorio, la lucha por los derechos civiles… Lo bueno es que si eras músico estabas todo el día ocupado. No tenías tiempo para otras cosas”. Habla durante I am noise de su “eterna condena”: pagar por disfrutar. “Sabía que después de disfrutar de un buen momento, iba a venirme abajo. Y así en un bucle infinito”. Aunque muy atenuado, afirma que todavía perdura.

La acogedora y potente voz de Baez conformó la banda sonora de las marchas y manifestaciones en los sesenta de la lucha por los derechos civiles con canciones tradicionales como We Shall Overcome, Oh, Freedom o All My Trials. También con versiones de temas de Dylan, como A Hard Rain’s A-Gonna Fall, When the Ship Comes In o Blowin’ In The Wind. Reconoce que el activismo pasó a ser una adicción. Se sentía mal cuando no tenía ninguna causa que defender. Y entonces la guerra de Vietnam terminó. Y ahora qué. Liberada de ese peso, en 1975 publicó un álbum no político, el que está valorado como su mejor trabajo, Diamonds and Rust. La canción que da título al disco ofrece una disección poética, unas veces cruel, otras romántica, de su relación con Dylan.

Baez confiesa hoy que ha hecho las paces con Dylan “espiritualmente”, ya que “hace décadas” que no tienen contacto. “No estoy molesta. Tuve lo mejor de él. Nos dio mucho con sus canciones. Cuando sentí que lo malo se había derretido, le escribí una carta. Le dije: ‘Gracias por los años sesenta, qué canciones escribiste. Gracias por nuestra relación. Lo único que siento ahora es gratitud”, cuenta. Todavía está esperando una respuesta. Ella es cuatro meses mayor que él.

Cuando la artista dice que para realizar el documental dio las llaves de su intimidad se puede interpretar de forma literal. Baez guarda en un cuarto de su casa cientos de recuerdos, entre ellos las casetes con las grabaciones en voz de las sesiones de terapia de toda la familia. Con 50 años, la cantante se sometió a una sesión de hipnosis para rescatar sus recuerdos. Lo hizo en parte empujada por su hermana Mimi, que le desveló que había sufrido abusos por parte del padre. En 1991, Baez escribió una brutal carta a sus padres, que desvela en el documental: “Queridos papa y mamá. Ha llegado la hora de contaros la verdad, que me he negado a deciros hasta ahora...”. Entonces acusa a su progenitor de haber abusado de ella. Albert, el padre, se defendió: “Hay muchos casos de psiquiatras que ayudan a recordar a sus pacientes cosas que no ocurrieron. Se llama síndrome de la mentira falsa”. Y Baez responde en el documental: “Nunca estás segura del todo, pero así es el proceso de recuperación. No puedes saber lo que pasó exactamente. Pero tengo dos dedos de frente y sé que ciertas cosas pasaron de verdad, otras solo a medias, y otras son conjeturas. Pero, aunque el 20% fuera real, fue suficiente para causar los estragos que causó. Solo que no tengo pruebas”.

Joan Baez y Jimi Hendrix Joan Baez y Jimi Hendrix charlan en los camerinos de un concierto en Nueva York en 1968 que se celebró para recaudar dinero para auxiliar a los refugiados de la guerra civil Biafra-Nigeria. BETTMANN (BETTMANN ARCHIVE)

La artista cuenta hoy con un rostro que proyecta bondad, que ha perdonado a su padre. “Fue difícil y me llevó tiempo, pero sí, le perdoné. Recuerdo llevarle a pasear en una silla de ruedas cuando él ya tenía más de 90 años [murió en 2007 con 94 años]. A mí no me gustan los musicales, pero a él mucho, así que me acordé de uno, paré la silla y se lo canté. Le dije: ‘Esto es lo mejor que puedo hacer ahora mismo’. Tengo una carta de él enmarcada que me escribió en esa época, cuando era muy mayor. Dice: ‘Me levanta el ánimo cuando te veo’. Esas cosas bonitas no las decía cuando era joven, pero de mayor las dijo”. De la foto familiar de cinco miembros (los padres y las tres hijas) solo queda ella.

Responde con humor a cómo consiguió librarse de su adicción de ocho años a los ansiolíticos: “Bueno, en realidad el responsable de que lo dejara fue el presidente Carter. Prohibió esas pastillas maravillosas y ya no las podía conseguir en ningún sitio, así que las dejé”.

Joan Baez Joan Baez se retiró de las giras en 2019. Desde entonces solo se ha subido a un escenario para tocar una o dos canciones en conciertos benéficos. Esta foto pertenece al último, el 26 de febrero pasado en el Carnegie Hall de Nueva York, por el Tibet. NOAM GALAI (GETTY IMAGES FOR TIBET HOUSE US)

Ella, que luchó tanto por las injusticias, asiste hoy pesarosa a la peligrosa deriva mundial: “Creo que nadie podría haber escrito un mejor guion sobre el ascenso del nuevo fascismo. Nunca pudimos imaginar que ese idiota de Trump, aupado por unos seguidores que deben ser aún más estúpidos que él, llegara al poder. Yo lo llamo avalancha maligna e intento evitarla encontrando mi lugar. Una de las cosas principales para mí es estar en paz en el lugar donde vivo. Me refiero al tema del calentamiento global. Miro por la ventana y veo y escucho a los pájaros. Oh, dos tercios de los pájaros ya no están. Si dejo que eso me rompa el corazón, me quedo inmóvil y no puedo seguir. Así que salgo al campo, me siento y trato de escuchar al único pájaro. No espero a todo el coro. Es solo uno, pero muy hermoso”.

Baez se retiró de las grandes giras en 2019, precisamente en España, Madrid, en un concierto delicioso en el Teatro Real donde la acompañó a la percusión su único hijo, Gabriel Harris (54 años), fruto de su matrimonio con el activista David Harris, fallecido en 2023. “No echo de menos las giras. Hice muchas y es agotador. Desde entonces solo he subido al escenario alguna vez para tocar una o dos canciones. Suficiente”. Se levanta temprano, hace la cama, practica gimnasia (luce muy en forma), medita, desayuna los huevos frescos que le dan sus propias gallinas y se pone a trabajar en un libro de poesía que publicará pronto. Y baila. Le encanta pasear sola por el campo, con su perro. Se pone en los auriculares a los Gipsy Kings y baila. Hasta que aparezca el único pájaro cantor.

El día que García Márquez me escribió en Cartagena su lista de clásicos imprescindibles de la literatura

Gabriel García Márquez

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,El Premio Nobel de Literatura de 1982 junto a la lista que le escribió a Hernando en 1995.
  • Author,
Desde hace casi 30 años, guardo en mi casa una lista de obras clásicas que Gabriel García Márquez me escribió, de puño y letra, una tarde de abril de 1995.

La historia de cómo llegué a tenerla se la he contado innumerables veces a mi familia y a mis amigos.

Es una anécdota que muestra tanto mi absoluta ignorancia como el carisma, la generosidad y la sencillez del único escritor colombiano que ha ganado el Premio Nobel de Literatura.

Parte con una pregunta, termina con la lista e incluye un delicioso helado.

El helado

“Cachaco de mierda, se nota en tus ojos que te encantaría comerte otra copa de helado, pero no eres capaz de aceptarlo”, me desafió con una mezcla de cariño y picardía Gabriel García Márquez.

Y tenía razón. No solo era delicioso, sino que además -según me contó- era el helado que todos los años le enviaba de regalo de cumpleaños Fidel Castro. Venía desde la famosa heladería Coppelia de La Habana, la favorita de quien, para mi incredulidad, era mi anfitrión.

La primera copa me la había ofrecido unos minutos antes, luego de abrir con cierta ceremoniosidad el congelador, mientras yo hacía cuentas mentales: el gran cartón blanco llevaba más de un mes guardado. García Márquez cumplía el 6 de marzo y esa tarde era 8 de abril.

Aún no podía creer mi suerte. Estaba almorzando con uno de los hombres que más admiraba, y su esposa Mercedes Barcha, en el comedor de la cocina del apartamento que tenían en Cartagena en el edificio que la gente llamaba La Máquina de Escribir.

Y, mientras como buen narrador me contaba sabrosos detalles del original ritual que mantenía con Castro, me estaba compartiendo el que para él era el mejor helado del mundo.

La lista escrita por García Márquez en 1995. 

La lista escrita por García Márquez en 1955 "de los clásicos imprescindibles".

Obvio que a mí también me pareció inigualable. Era de vainilla y excepcionalmente cremoso, y me moría de ganas de seguir comiendo todas las copas que me ofreciera.

Pero fui educado como un “cachaco”, como le dicen en la Costa Caribe a quienes nacimos en Bogotá, y a los “cachacos” nos enseñan a no manifestar mucho nuestros gustos, a no decir todo lo que pensamos y a que una copa de helado es más que suficiente y no se acepta una segunda. Pero esa tarde cedí, más que encantado.

Todavía hoy lo recuerdo como uno de mis almuerzos favoritos, al que paradójicamente fui invitado por mi vergonzosa reticencia a los clásicos de la literatura.

La pregunta

Todo había comenzado unas semanas antes cuando mi jefe y primer mentor periodístico, Mauricio Vargas Linares, me dijo que yo representaría a la revista Semana en el primer taller de la Fundación Gabo, que por ese entonces se llamaba Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, o FNPI, y que había sido fundada por García Márquez unos meses antes con el objetivo de mejorar la formación de los periodistas hispanohablantes.

Yo había visto a García Márquez alguna vez cuando visitaba el semanario. Nunca habíamos hablado, pero siempre era particularmente cariñoso con quienes apenas estábamos empezando a entender el oficio de periodistas.

Nunca olvidaré que en unos de los almuerzos pomposos que organizaba de vez en cuando el dueño de la revista, García Márquez llegó, y pese a que le tenían reservada una silla en la mesa principal junto a los ministros y celebridades, observó que había espacio en la mesa más lejana, la que estaba ocupada por los más jóvenes de la redacción, y dijo mientras señalaba con la mano hacia donde estábamos “gracias, pero yo me siento allá con los reporteros”.

Hernando Álvarez FUENTE DE LA IMAGEN,HERNANDO ÁLVAREZ Pie de foto,

Hernando Álvarez comenzó su carrera periodística en la revista Semana en su Colombia natal.

El taller de la FNPI era sobre crónica periodística y la periodista mexicana Alma Guillermoprieto sería la maestra.

Yo acababa de cumplir 23 años, y trataba de aprender todo lo que podía del selecto grupo de curtidos periodistas que producían el influyente semanario en la que trabajaba, pero no sabía inglés, no tenía ni la más remota idea de qué era la revista The New Yorker, ni mucho menos quién era ella.

Tampoco había oído hablar del “Diario del año de la peste”, de Daniel Defoe, el libro que teníamos que leer antes de llegar a Cartagena, un relato novelado de la peste que asoló Londres y sus alrededores entre 1664 y 1666 y que, como supe luego, García Márquez consideraba uno de los grandes reportajes de la historia.

En esa semana del taller, Alma Guillermoprieto me enseñó que el profesionalismo no tiene ínfulas, que la rigurosidad no es negociable y que a los grandes temas es mejor enfrentarlos con historias particulares, como ella había hecho en las 13 cartas desde América Latina publicadas originalmente en inglés en The New Yorker, y recopiladas en el libro “Al pie de un volcán te escribo”, que acababa de ser traducido al español en esa época.

García Márquez era más que consciente de la admiración y adulación que despertaba en los diez jóvenes periodistas que habíamos sido seleccionados para el taller, pero hizo lo posible para bajarle la temperatura emocional y el formalismo a las sesiones.

Nos trató como si nos conociera de toda la vida y no creo exagerar que un observador desprevenido bien podría haber dicho que él era el más emocionado de todos.

Participantes del primer taller de periodismo de la Fundación Gabo en 1995. 

Participantes del primer taller de periodismo de la Fundación Gabo en 1995.

FUENTE DE LA IMAGEN,HERNANDO ÁLVAREZ

Pie de foto,
Los participantes del primer taller de periodismo de la Fundación Gabo en 1995. Hernando Álvarez es el primero en cuclillas de izquierda a derecha. También en cuclillas, junto al de la camisa verde aparece Juan Carlos Pérez, hoy editor en BBC Mundo. Para conmemorar el final del taller, nos invitó a cenar el viernes en La Vitrola, por ese entonces el restaurante en el que se reunía la gran bohemia cartagenera, y escenario de noches y conversaciones legendarias entre él mismo, y los artistas Alejandro Obregón y Enrique Grau, por mencionar solo a algunos.

Yo pasé buena parte de la noche pensando cuál sería el momento perfecto para confesarle a García Márquez que los clásicos de la literatura me aburrían terriblemente y que por más que intentaba meterme en ellos me producían un tedio asombroso. Quería preguntarle si realmente tenía que leérmelos todos para mejorar mi oficio de periodista.

Pero cómo carajos iba a ser capaz de aceptar mi ligereza intelectual ante él.

Mientras peleaba mentalmente con mis inseguridades, y de fondo sonaban platos, copas y una música ensordecedora, apareció él para despedirse de todos los alumnos.

-Maestro una cosa más, le dije afanoso mientras me levantaba de mi asiento y trataba de hacerme paso hacia él.

Me alzó las cejas y con ello sentí que me dio permiso de seguir.

-Es que quería preguntarle sobre los clásicos de la literatura y qué debo hacer para poder leérmelos.

-¿Hasta cuándo te quedas en Cartagena?, me preguntó.

-Decidí aprovechar el fin de semana para quedarme a parrandear, le dije.

-Muy bien, llámame mañana.

-Pero no tengo su teléfono…

-650143, me dictó…

En una de las tantas pendejadas que hice de joven, decidí tratar de memorizar el número sin escribirlo.

Pero qué te pasa reportero - me dijo sonriente mientras me ofrecía su estilógrafo-. Anótalo en un papel que se te va a olvidar y te vas a arrepentir el resto de tu vida.

La lista

Esa noche dormí poco. Cada 20 minutos revisaba si ya era una hora civilizada para llamar. Cuando por fin el reloj marcó las nueve de la mañana me animé a marcar los números anotados.

-Merce, ¿tenemos planes de almuerzo?, le preguntó el escritor a su esposa interrumpiendo brevemente nuestra conversación.

-Ok, le voy a decir a Álvarez que venga entonces, agregó.

Tan pronto acepté su oferta llamé angustiado a mi jefe.

-¿Qué hago? ¿Qué llevo? ¿Cómo me visto?

-No sea pendejo, nada que lleve ni haga lo va a impresionar. No piense en eso, vaya y sea usted, no pretenda ser nadie diferente y disfrute el almuerzo, me recomendó con sabiduría.

Decidí entonces ponerme la camiseta y los jeans de siempre y esperar ansioso a que llegara el mediodía para poder caminar hacia el apartamento de la cita.

Almorzamos pescado frito, patacón y arroz con coco, y después de las copas de helado por fin me atreví a hablar.

-Maestro, tengo que confesarle que me aburro tremendamente con los clásicos y que no he logrado leerme ninguno.

Me dijo que en su juventud él también había visto los clásicos con desdén hasta que un mentor le dijo alguna vez que nunca llegaría a ser un gran escritor si no conocía los clásicos griegos.

Me contó que cuando los descubrió se enamoró de ellos. Me habló de su obsesión por Edipo y cómo siempre lo sedujo la historia de un hombre que quiso investigar quién había matado a su padre para llegar a la trágica conclusión de que él mismo había sido el asesino.

Estudio en la casa de Hernando Álvarez

Estudio en la casa de Hernando Álvarez

FUENTE DE LA IMAGEN,HERNANDO ÁLVAREZ

Pie de foto,
La lista enmarcada ha tenido un lugar destacado en las casas y apartamentos en los que ha vivido Hernando desde hace casi 30 años. Me pidió que hiciera un esfuerzo para sobrepasar el tedio que me generaba el lenguaje antiguo y me concentrara en las fabulosas historias que contaban.

-Y si tuviera que hacer una lista de los clásicos imprescindibles ¿cuáles entrarían?, le pregunté.

-Hagamos la lista, me dijo emocionado mientras abría con rapidez su libreta de reportero y con un plumón de tinta negra empezó a escribir el listado que ilustra esta historia y que trascribo a continuación tal y como la escribió él:

1. La biblia
2. La mil y una noches
2a. Platón y Aristóteles
3. Odisea
3a Los filósofos ilustres. Diógenes Laercio
4. Sófocles: Edipo
5. Los doce Césares (Suetonio)
6. Plutarco
7. La divina comedia (infierno)
8. Horacio (Poesía)
9. El mio cid (Romances)
10. El Amadis de Gaula
11. Quijote
12. Poesía: Siglo de Oro español
13. Gargantua y Pantagruel
14. Paraíso Perdido – Milton
15. Cronistas de Indias
16. –

Eso es lo que tengo.

Hasta el día de hoy me arrepiento del gran error que cometí al no haber tomado notas sobre lo que me decía de cada obra mientras la iba escribiendo. No me acuerdo de por qué usó 2a y 3a, por ejemplo. ¿Cuál era la lógica de esa subdivisión? Tampoco de por qué el número 16 quedó vacío.

Soy consciente de que esta lista que decidí compartir finalmente hoy cuando se conmemoran los diez años de su muerte, hubiera sido más útil si tuviera observaciones más precisas sobre por qué incluyó cada obra.

Quizás por ello siempre me había dado cierto pudor compartirla.

Pero hace poco, cuando vi la emoción que suscitó en una amiga bibliófila cuando la vio colgada en una de las paredes de mi casa, pensé que por más errores periodísticos que tenga esta historia que les estoy contando, algún valor anecdótico tendría para quienes la puedan conocer.

Gabriel García Márquez en Cartagena en los años 1990. 

Gabriel García Márquez en Cartagena en los años 1990.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

Gabriel García Márquez en Cartagena en los años 1990. 

También me acordé de la gran frase que dijo el propio García Márquez cuando publicó sus memorias: “La vida no es lo que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

De la lista he leído con los años algunas crónicas de Indias, Edipo, La Odisea, pasajes de la Biblia, la Divina Comedia, las Mil y Una Noches, y algún que otro poema del Siglo de Oro.

Pero quiero creer que el autor de ese canon maravilloso e improvisado no se hubiera disgustado conmigo por no haberle dado el debido respeto a cada una de sus recomendaciones.

Eso pienso, como consuelo, cuando recuerdo otro consejo que me dio esa inolvidable tarde de abril, cuando en otra vergonzosa confesión le admití que aún no había podido leer el Quijote:

-Lo que te recomiendo es que dejes el libro encima del inodoro, así cada vez que te sientes ahí lees un poco.