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viernes, 14 de junio de 2013

Más propuestas de unidad ciudadana

El pasado 25 de mayo, el Consejo Político Federal de Izquierda Unida hizo público un comunicado ratificando su compromiso para alcanzar un amplio acuerdo político y social destinado a "aglutinar en la movilización y en las luchas a quienes apuestan por una salida social de la crisis, configurada de forma colectiva, un lugar de encuentro y coordinación, de quienes desarrollamos la misma lucha en diferentes planos". Convencida de que es el momento de "la rebelión democrática", IU apuesta en el documento por "derribar tabiques, buscar puntos de encuentro, resaltar lo que nos une, minimizar lo que nos separa para coordinar esfuerzos y sobre todo sumar energías, de forma que nos planteemos, no sólo hacer frente a las agresiones del capital, sino sobre todo, construir una alternativa de futuro que dé sentido a las luchas que hoy desarrollan miles de personas en todo el Estado, una Alternativa con vocación de llegar a la mayoría social".

En mi opinión es una buena propuesta política que muestra un modo generoso de acercase a los demás y que puede contribuir muy positivamente a dar la respuesta política efectiva que se precisa desde hace tanto tiempo para frenar la agresión que ahora realiza el Partido Popular.

Con ánimo de contribuir a esa iniciativa, se me ocurren algunas ideas que expreso con el simple deseo de evitar que se vuelva a ofrecer algo solo un poco diferente pero en esencia más de lo mismo que tenemos ahora.

Como digo, es muy valioso el ofrecimiento de Izquierda Unida pero al mismo tiempo creo que no se puede olvidar que mucha gente sigue viendo a esa fuerza política como una parte más, bien es cierto que distinta, del entramado partidario de la transición, de un modo viejo de hacer política. No se puede negar que IU ha estado siempre en posiciones alejadas de la que han mantenido los partidos mayoritarios, pero también lo es que sus continuas disensiones internas, casi siempre cerradas de modo traumático y poco ejemplar, los postulados arcaicos y dogmáticos que defiende una parte de su militancia, su incompleta apertura a las mujeres, ecologismos y otros movimientos alternativos, o la incoherencia de algunos de sus representantes en instituciones de gobierno o entidades financieras, no le ha permitido ser reconocida por la mayoría de la sociedad como una fuerza completamente diferente a las que, con mayor apoyo social, nos gobiernan. El limitado ascenso que le reconocen las encuestas creo que indican que por sí misma sigue siendo incapaz de constituir la nueva mayoría social a la que sus propios documentos aluden.

A pesar de ello, creo que a nadie cabe la menor duda de que IU es la fuerza primordial para generar una alternativa sólida a la actual situación y que si no es con su apoyo y presencia constante y directa será muy difícil que cuaje una alternativa capaz de poner fin al drama que estamos viviendo.

Algo parecido, aunque en sentido contrario, ocurre con tantos movimientos, organizaciones y asambleas que propugnan nuevas formas de acción política y representación y deliberación social. Están contribuyendo muy decisivamente a cambiar la manera de participar en la vida pública y de reaccionar ante las agresiones, pero por sí mismos son completamente incapaces de poner en pie un alternativa viable, eficaz, y capaz de echar abajo el entramado de corrupción y dominio oligárquico en el que estamos. Para ello se necesita mucha más diligencia y disciplina, mejor y más flexible organización, capacidad de operar en las instituciones y de tomar decisiones con rapidez y eficacia, determinación y no mero asambleísmo, tantas veces paralizante. Y, sobre todo, se precisa una voluntad decidida, que de momento no se ha expresado, al menos con claridad, de actuar como sujeto político y no solo como grupo de presión o referencia moral, por muy importante y necesario que esto sea.

Y a ambos polos les falta algo mucho más importante que las anteriores carencias: la capacidad efectiva de ir mucho más allá de ellos mismos, más lejos del mundo de IU o del que rodea y forman parte el 15-M, las mareas, las asambleas y movimientos diversos que últimamente se han puesto afortunadamente en marcha, y todos los cuales, eso sí, están desempeñando una tarea formidable y titánica para concienciar y movilizar a la población.

La mayoría social que se precisa no está solo en sus universos respectivos sino que hay que salir fuera de elllos. Está allí donde está una ciudadanía a la que aún no han llegado esos discursos, salvo en algunos, y por eso hemos de tomarlos como referenciales, como la lucha contra los desahucios, que han sabido centrar el eje de las luchas en valores o reivindicaciones de ciudadanía, y no en formulaciones abstractas y lejanas e incomprensibles para la mayoría de la gente corriente, o en posiciones ideológicas o lecturas históricas que ya solo comparte, para bien o para mal, una parte muy pequeña de la población.

Por eso, la primera tarea a abordar me parece que debería ser la de formular una propuesta conjunta de acción "traducida" a un lenguaje y a fórmulas políticas comprensibles y atractivas para quienes no forman parte de la cultura tradicional de la movilización social, expresada en el lenguaje de la mayoría de la población y no en la jerga de las vanguardias políticas de las izquierdas tradicionales.

¿Para cuándo un programa común de medidas de urgencia y a corto y medio plazo en el que se muestre con claridad el horizonte en positivo que se abre con quienes ofrecemos otro camino ante los problemas y las agresiones que la mayoría de la sociedad está sufriendo, un programa que se debate y difunda por todas las esquinas de España para que sea asumido y suscrito comprometidamente por todas las organizaciones, partidos, sindicatos, asociaciones, colectivos, o personas de cualquier tipo... ?

Hemos de ser conscientes, además, de que la gente no quiere contribuir a que se reproduzcan las viejas formas de hacer política y de representar a la población. Es posible que me equivoque pero yo creo que la gente desconfía ya demasiado de los partidos y de las organizaciones del viejo estilo. No digo que eso las obligue a desaparecer, ni mucho menos, pero tengo la seguridad de que quienes deseen apostar en firme por conformar nuevas mayorías sociales deben ofrecerse a la ciudadanía (y no limitarse a llamarla para que venga a ellos) como instrumentos novedosos y no como fines, y mostrar que están dispuestos a entender la vida política y actuar en ella de un modo distinto al hoy día predominante.

¿Por qué no negociar entre todos un nuevo Estatuto de la política y de la representación ciudadana que propicie una especie de nuevo contrato electoral y de representación con la ciudadanía, en el que se acuerde, por ejemplo, la revocabilidad de los mandatos y la forma para llevarla a cabo, los compromisos concretos de quienes resultasen elegidos en parlamentos, gobiernos o demás cargos institucionales, el papel de la deliberación social, las formas de generar y asegurar que se cumplan los mandatos desde abajo, los procesos de toma de decisiones bajo fórmulas de democracia directa, etc....?

Tenemos muy próxima ante nosotros una oportunidad histórica para demostrar que somos capaces de ofrecer a la sociedad todo eso, una nueva forma de ser y de hacer política, un compromiso diferente con la ciudadanía, una capacidad auténtica de transformar, un proyecto de verdadero cambio, de regeneración y de nuevos horizontes que es viable y posible de llevar a cabo. Me refiero a la próxima convocatoria de elecciones europeas en las que sería fundamental concurrir con una candidatura ciudadana plural, de base y de nuevo tipo, que no puede ser ni de una sigla ni de varias sino de la gente.

¿Por qué no avanzar ya hacia una candidatura que tenga como rostros los de quienes se han consolidado en estos últimos años como referentes de la lucha social y de la conciencia ciudadana, que no sea elaborada desde arriba como acuerdo entre direcciones sino desde abajo, mediante procedimientos (quizá elecciones primarias) que revelen las preferencias de las personas normales y corrientes y que hagan efectivo su mandato, para que ellas sean las dueñas de estos nuevos procesos y para que éstos sirvan, sobre todo, para empoderarlas cada vez más y se consiga así que quien decida a partir de ahora lo haga realmente en su nombre?

Espero que Izquierda Unida y las demás organizaciones implicadas en este reto estén a la altura, que innoven de verdad y que no sean conservadoras; y, al mismo tiempo, que también las personas "de abajo" estemos dispuestos a contribuir desde nuestras respectivas actividades y posiciones a que se haga realidad la nueva respuesta política que necesitamos, muy plural y abierta, transversal, generosa, radicalmente democrática y regeneradora, deliberativa pero contundente y eficaz, rigurosamente alternativa y transformadora, republicana, en el sentido más auténtico y amplio del término, y profundamente libre y ciudadana. La única capaz de acabar con las agresiones y los recortes que se ceban y hacen sufrir especialmente con las personas más desprotegidas y necesitadas de nuestra sociedad.

Si lo queremos hacer, vamos a poder hacerlo.
Juan Torres López. Público.es

miércoles, 5 de junio de 2013

Los avances del capitalismo

Hace treinta años la familia estadounidense Waltons, propietaria de los grandes almacenes Walmart, tenía una fortuna que era 61.992 veces mayor que el ingreso mediano en Estados Unidos. Actualmente lo es 1.157.827.

En estos años ha acumulado más dinero que las 48,8 millones de familias más pobres de aquel país
(Serge Halimi Tyranny of the one per cent)

Apuntes para una estrategia de cambio. Artículo de Vicenç Navarro

Apuntes para una estrategia de cambio

Este artículo subraya la necesidad y urgencia de que se establezca un movimiento popular de carácter político que, sin transformarse en un nuevo partido político, presione para un cambio profundo de las instituciones representativas españolas (incluyendo las autonómicas), para que pueda desarrollarse una democracia más completa, que permita el necesario mejoramiento del bienestar de la ciudadanía y evite la regresión democrática y el retraso social que está ocurriendo en España.

Como he indicado en varias ocasiones, estamos viendo el final de la Primera Transición de la dictadura a la democracia, Transición que se realizó con un enorme dominio de las fuerzas conservadoras (en realidad, ultraconservadoras) que controlaban los aparatos del Estado y la mayoría de los mayores medios de difusión y persuasión. Este dominio quedó reflejado en el sistema político que se estableció durante aquel proceso de Transición, el cual, aún cuando se define como democrático, se caracteriza por su escasísima sensibilidad y calidad democrática. Varios indicadores, entre otros muchos, reflejan tales limitaciones. Uno de ellos es el diseño y composición del Estado y sus políticas públicas, en las cuales las fuerzas conservadoras (de varios signos políticos) tienen gran protagonismo. Otro indicador de la baja calidad democrática es la ley electoral, la cual está profundamente sesgada en contra de amplios sectores de las izquierdas.

Esta situación ha generado un sistema representativo que es distante de la opinión popular, siendo esta última, por lo general, más progresista que las políticas públicas llevadas a cabo por la clase política gobernante. La distancia entre gobernantes y gobernados es enorme en España. La democracia en este sistema llamado representativo se limita a votar cada cuatro años dentro de un contexto sesgado en el que el voto útil y las leyes electorales reproducen un bipartidismo que se considera por la población gobernada como insuficiente y conservador, pues limita las posibilidades de participación en el proceso de decisión. Este conservadurismo explica el enorme retraso social de España (con uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la UE-15) y su inhabilidad de admitir que el Estado español es un Estado plurinacional. Estos grandes déficits democráticos se han acentuado con las crisis financieras y económicas actuales, donde las enormes limitaciones de la democracia española aparecen con toda intensidad. La crisis de legitimidad del sistema político hoy existente en España es enorme.

¿Qué puede hacerse?

La mayor causa de esta crisis de legitimidad es la amplia percepción de que el Estado español (sea central o autonómico) no está realizando las políticas que la mayoría de la ciudadanía desea. De ahí el amplio apoyo al eslogan del 15-M de que “no nos representan”. ¿Qué puede hacerse ante esta realidad?

Una medida muy urgente es romper con el fatalismo que parece haberse adueñado de amplios sectores de la población de que no hay nada que pueda hacerse para cambiar tales políticas. El abusivo control de los medios de mayor difusión del país (controlados por la estructura del poder, y muy en especial del financiero) hace que el mensaje procedente del establishment de que “no hay alternativas”, esté calando en la percepción popular. A esta percepción está contribuyendo el mensaje extendido en algunos sectores de las izquierdas radicales de que, a no ser que todo el capitalismo desaparezca y se establezca el socialismo, no hay nada que hacer. Todo lo demás es, como decía una de estas voces, “humanizar el capitalismo”. Y puesto que no se ve que el capitalismo vaya a desaparecer pronto, el mensaje que se transmite es que no hay nada que, mientras tanto, se pueda hacer.

Lo peor de tal postura, sin embargo, es que no entiende como el cambio ocurre. Si el proyecto transformador es ir hacia un proyecto en el que cada persona reciba los recursos según su necesidad, y que éstos se financien según las habilidades y posibilidades de cada persona (lo que solía llamarse socialismo), entonces hay que darse cuenta de que el socialismo se construye y/o destruye cada día en el seno de las sociedades capitalistas. Cuando se crea o refuerza un servicio público de salud universal financiado progresivamente, por ejemplo, se está construyendo el socialismo. Cuando se privatiza su financiación, se está destruyendo. Pues bien, bajo este criterio, e independientemente de cómo se defina el proyecto, hay un enorme potencial de movilización. En realidad, varias encuestas han mostrado que la mayoría de la población en España está de acuerdo con tal principio.

De esta observación deriva la gran importancia de que las fuerzas progresistas utilicen un lenguaje y unos ejemplos de intervenciones públicas con las cuales las clases populares puedan identificarse. Y también es importante referirse a casos concretos dentro y fuera de España de experiencias exitosas (como múltiples ejemplos de cooperativismo, por ejemplo). Hay que mostrar que, en contra de lo que se nos dice, sí que hay alternativas en cada caso y en cada momento. Adoptar posturas totalizantes indicando que los cambios no son posibles a no ser que haya un cambio total del sistema (el fin del capitalismo) es paralizante. No es por casualidad que tales propuestas aparezcan entre intelectuales académicos que tienen sus necesidades inmediatas cubiertas. Las personas con necesidades exigen, con razón, que se les resuelva su problema, no en un futuro lejano, sino ahora. Y las izquierdas tienen que darles una solución ahora, y no sólo en el futuro.

La necesidad de un movimiento político

Hoy la sociedad civil está enormemente agitada. Pero las derechas continúan fuertes, y las izquierdas débiles. ¿Por qué? Una de las razones es la excesiva centralidad de la vida política en la lucha parlamentaria dentro de las instituciones del Estado donde dominan las fuerzas conservadoras. Se necesita que la riqueza de acciones reivindicativas se traduzca en un movimiento político, que no tiene porqué significar un nuevo partido político. En realidad, ya hay demasiados partidos políticos de izquierda. Las izquierdas están atomizadas en España. Lo que se necesita es una movilización de protesta y de promoción de propuestas factibles y reales para cada uno de los problemas que la ciudadanía presenta. La PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) es un ejemplo de ello. Hay que cambiar el centro de la actividad política, sin sustituirla. Es necesario crear la presión para que los partidos realicen lo que la ciudadanía desea, presión que debe ser continua y no limitarse a la esfera legislativa. El movimiento 15-M es un buen ejemplo de ello. Ha tenido un enorme impacto en cambiar la temática y narrativa política del país .

Este movimiento político debería ser la coalición de fuerzas y movimientos sociales, incluyendo también sindicatos e incluso miembros y simpatizantes de los partidos políticos (aún cuando éstos, los partidos políticos, no deberían ni instrumentalizar ni liderar tal movimiento político). Y la movilización debería crear un programa real, factible (que, por definición, la estructura de poder definirá como “utópico”, es decir, irrealizable), siendo responsabilidad de tal movimiento documentar y mostrar que sí, que es realizable. Por ejemplo, tiene que mostrarse que es factible, incluso hoy, en la situación actual, crear agencias públicas de crédito que lo ofrezcan a bajos intereses a las pequeñas y medianas empresas y a las familias, o que es factible garantizar la vivienda en un país con cuatro millones de viviendas vacías, y así un largo etcétera.

Este movimiento debería ser político, es decir, debería presionar para cambiar el sistema político (desde los aparatos del Estado hasta los propios partidos políticos) para hacerlo auténticamente democrático, con unas leyes electorales proporcionales, con una representatividad mayor y no única, complementada y en ocasiones sustituida por otras formas de democracia que incluyan desde referéndums vinculantes a fórums asamblearios de decisión. Y con cambios de los sistemas de información públicos y privados, condicionando la utilización de un recurso público (las ondas radiotelevisivas en el aire) a su diversidad ideológica, puesto que la escasez de tal diversidad es uno de los mayores problemas que tiene la democracia española.

Ni que decir tiene que existirá una enorme resistencia a estos cambios. Pero estos cambios son posibles. Y la propia experiencia española así lo muestra. El problema de la Primera Transición es que los partidos de izquierda abandonaron la movilización popular (en realidad, la desmovilizaron), adaptándose rápidamente a las instituciones del Estado dominadas por las fuerzas conservadoras. Pero hay que ser conscientes de que lo que forzó el fin de la dictadura fueron las movilizaciones populares, lideradas por el movimiento obrero. Y la estructura de poder favoreció su desmovilización dando excesivo protagonismo a los partidos, y dentro de ellos a las élites gobernantes de tales partidos. Esta Segunda Transición no debería caer en el mismo problema. Los partidos políticos son importantes y fundamentales en una democracia. Pero su función (muy acentuada en los partidos auténticamente democráticos y progresistas) es la de transmitir en el lenguaje legislativo lo que exija el movimiento político avalado por la participación popular, en lugar de ser instrumentos de poderes fácticos (tanto religiosos como financieros y económicos) que violan y corrompen el proceso democrático.

Por ello seria aconsejable que se establecieran asambleas en las que se denunciaran las enormes limitaciones de la democracia existente en España y en sus CCAA, con presentación de alternativas factibles y reales que, sin lugar a dudas, crearan una enorme resistencia, hostilidad y represión, como está ocurriendo ya. Pero los jóvenes de todas las edades tienen que ser conscientes de que son los herederos de las movilizaciones de las generaciones anteriores que consiguieron establecer y expandir los derechos políticos, sociales y laborales que ahora nos están sustrayendo.
Este movimiento debería ser muy amplio, abarcando un gran abanico de sensibilidades políticas y sociales, que tuviera como objetivo realizar una segunda Transición que nos llevara de una democracia tan incompleta y de un bienestar tan insuficiente como existe hoy en España a una democracia más desarrollada, que tuviera componentes de representatividad (basada en la proporcionalidad), así como componentes de democracia directa, como referéndums vinculantes (incluyendo derechos a decidir a nivel estatal central, autonómico y local), y formas asamblearias de decisión, expuestas a un amplio abanico de medios de información abierto a todas las sensibilidades. Tal democracia facilitaría la resolución de los enormes problemas sociales y económicos que la mayoría de la población experimenta, pues tales problemas –por difícil que parezca- son de fácil solución científica, aunque de imposible resolución dentro de las estructuras políticas hoy existentes. Así de claro.

Juan Torres López: conferencia en el Insttuto Miguel Servet de Sevilla

lunes, 25 de marzo de 2013

_--Alemania contra Europa, artículo de Juan Torres López, censurado en El País.

_--“EL PAÍS ha retirado de su web el artículo “Alemania contra Europa”, firmado por Juan Torres López y publicado en su edición de Andalucía, porque contenía afirmaciones que este periódico considera inapropiadas. EL PAÍS lamenta que un error en las tareas de supervisión haya permitido la publicación del citado material. Las opiniones expresadas por Torres López solo representan al autor”

¿Habrá que explicarles lo que es un artículo de opinión?
Aquí reproduzco el artículo censurado, espero que Juan Torres me disculpe por haberme tomado la libertad de hacerlo. La negrilla es mía, para llamar la atención sobre aspectos que no interesa que la ciudadanía conozca, esos que el pensamiento único tacha de ”afirmaciones inapropiadas”. Ahí va:

“Es muy significativo que habitualmente se hable de “castigo” para referirse a las medidas que Merkel y sus ministros imponen a los países más afectados por la crisis.

Dicen a sus compatriotas que tienen que castigar nuestra irresponsabilidad para que nuestro despilfarro y nuestras deudas no los paguen ahora los alemanes. Pero el razonamiento es falso pues los irresponsables no han sido los pueblos a los que Merkel se empeña en castigar sino los bancos alemanes a quienes protege y los de otros países a los que prestaron, ellos sí con irresponsabilidad, para obtener ganancias multimillonarias.

Los grandes grupos económicos europeos consiguieron establecer un modelo de unión monetaria muy imperfecto y asimétrico que enseguida reprodujo y agrandó las desigualdades originales entre las economías que la integraban. Además, gracias a su enorme capacidad inversora y al gran poder de sus gobiernos las grandes compañías del norte lograron quedarse con gran cantidad de empresas e incluso sectores enteros de los países de la periferia, como España. Eso provocó grandes déficit comerciales en éstos últimos y superávit sobre todo en Alemania y en menor medida en otros países.

Paralelamente, las políticas de los sucesivos gobiernos alemanes concentraron aún más la renta en la cima de la pirámide social, lo que aumentó su ya alto nivel de ahorro. De 1998 a 2008 la riqueza del 10% más rico de Alemania pasó del 45% al 53% del total, la del 40% siguiente del 46% al 40% y la del 50% más pobre del 4% al 1%.

Esas circunstancias pusieron a disposición de los bancos alemanes ingentes cantidades de dinero. Pero en lugar de dedicarlo a mejorar el mercado interno alemán y la situación de los niveles de renta más bajos, lo usaron (unos 704.000 millones de euros hasta 2009, según el Banco Internacional de Pagos) para financiar la deuda de los bancos irlandeses, la burbuja inmobiliaria española, el endeudamiento de las empresas griegas o para especular, lo que hizo que la deuda privada en la periferia europea se disparase y que los bancos alemanes se cargaran de activos tóxicos (900.000 millones de euros en 2009).

Al estallar la crisis se resintieron gravemente pero consiguieron que su insolvencia, en lugar de manifestarse como el resultado de su gran imprudencia e irresponsabilidad (a la que nunca se refiere Merkel), se presentara como el resultado del despilfarro y de la deuda pública de los países donde estaban los bancos a quienes habían prestado. Los alemanes retiraron rápidamente su dinero de estos países, pero la deuda quedaba en los balances de los bancos deudores. Merkel se erigió en la defensora de los banqueros alemanes y para ayudarles puso en marcha dos estrategias. Una, los rescates, que vendieron como si estuvieran dirigidos a salvar a los países, pero que en realidad consisten en darle a los gobiernos dinero en préstamos que pagan los pueblos para traspasarlo a los bancos nacionales para que éstos se recuperen cuanto antes y paguen enseguida a los alemanes. Otra, impedir que el BCE cortase de raíz los ataques especulativos contra la deuda de la periferia para que al subir las primas de riesgo de los demás bajara el coste con que se financia Alemania.

Merkel, como Hitler, ha declarado la guerra al resto de Europa, ahora para garantizarse su espacio vital económico. Nos castiga para proteger a sus grandes empresas y bancos y también para ocultar ante su electorado la vergüenza de un modelo que ha hecho que el nivel de pobreza en su país sea el más alto de los últimos 20 años, que el 25% de sus empleados gane menos de 9,15 euros/hora, o que a la mitad de su población le corresponda, como he dicho, un miserable 1% de toda la riqueza nacional.

La tragedia es la enorme connivencia entre los intereses financieros paneuropeos que dominan a nuestros gobiernos, y que estos, en lugar de defendernos con patriotismo y dignidad, nos traicionen para actuar como meras comparsas de Merkel.".
Fuente: http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/51401-alemania-contra-europa-el-art%C3%ADculo-de-juan-torres-censurado.html


Mira en el minuto 7:30 a Compay con Martirio. Se desliza el cursor hasta que vemos el minuto indicado. También aconsejamos a partir del minuto 23 a Omara Portuondo. Y a partir de los minutos 13 y 29 baila una pareja magníficamente.

viernes, 22 de febrero de 2013

El gran engaño.

Juan Torres – Consejo Científico de ATTAC España

La deuda pública europea comienza a ser gigantesca: 10,9 billones de euros en la Unión y 8,5 billones en la eurozona, al acabar el tercer trimestre del pasado año. Para hacerle frente se han impuesto planes de austeridad que provocan un gran sufrimiento social, la pérdida acelerada de derechos e incluso el ascenso de partidos neonazis.

En 2012 el paro aumentó en dos millones de personas en toda Europa, el desempleo de alta duración ha pasado de ser el 33% del total en 2009 al 42,5% el pasado año, el número de personas en riesgo de pobreza aumenta sin cesar, y también la mortalidad, los suicidios y otros indicadores del malestar causados por los recortes de gasto social.

Para colmo, se trata de un sufrimiento en vano porque la austeridad empeora la situación económica (la zona euro está de nuevo en recesión) e incluso resulta ineficaz para frenar el crecimiento de la deuda. Algo natural y previsible porque va en contra del sentido más elemental de las cosas y de lo que enseña la teoría económica básica: cuando falta demanda hay que aumentar el gasto, y lo que conviene hacer cuando se está endeudado es generar ingresos para pagar la deuda y no bloquear las fuentes que pueden proporcionarlos.

Para poder justificar una respuesta tan torpe, solo explicada por una impresionante ceguera ideológica y por lo bien que viene a los bancos privados seguir prestando a los Gobiernos, se hace comulgar con ruedas de molino a la ciudadanía europea.

Se nos repite hasta la saciedad que hay que recortar porque los Gobiernos son unos manirrotos que gastan demasiado en servicios públicos. Y a base de pregonar que hay demasiados funcionarios, que las comunidades autónomas despilfarran o que los investigadores, maestros y profesores trabajamos poco y que sobramos la mitad, la gente termina por creérselo, entre otras cosas, porque los medios de comunicación (incluidos los públicos) apenas dan cabida a las voces disidentes que podrían mostrar que la causa de los males de Europa es otra muy distinta.

Así es. Los hechos son claros. En 2011 (último año disponible en la estadística oficial europea), los 17 países de la eurozona pagaron un total de 286.238 millones de euros en intereses, el 3% de su PIB.

Si no hubieran tenido que hacer frente a esta factura tan abultada (que desde 1995 suma un total de 5,48 billones de euros), ningún país europeo habría tenido que hacer recortes significativos, ni habría vuelto a la recesión por su culpa. El Gobierno español, por ejemplo, ha previsto recortes por valor de 39.000 millones de euros en 2013, y al mismo tiempo ha presupuestado 38.589,55 millones para pagar intereses. Lo comido por lo servido.

Esto se podría haber evitado simplemente haciendo que el Banco Central Europeo actuase como un auténtico banco central, prestando directamente a los Gobiernos y no a los bancos privados para que estos hagan el negocio del milenio financiándolos.

De nuevo el caso español es bien claro. Si los saldos presupuestarios negativos del sector público desde 1989 se hubieran financiado al 1% por un banco central auténtico, nuestra deuda soberana sería ahora de algo menos del 15% del PIB y no de casi el 90% que vamos a superar este año. Por tanto, es completamente falso afirmar que tenemos mucha deuda pública porque tengamos demasiado gasto público corriente. Los cierto es todo lo contrario: estamos por debajo del gasto público y social que nuestros socios más avanzados realizan para ayudar a que sus empresas sean más competitivas que las nuestras y creen más empleo, y para disfrutar de más bienestar que nosotros. Lo que no quita, por supuesto, que haya que gastar mejor y sin la corrupción que han generado y de la que se benefician, precisamente, los mismos que han promovido el sistema institucional que genera la deuda por intereses.

Los países europeos tienen una losa tremenda sobre sus espaldas. Pero es un gran engaño decir que proviene de un exceso de sector público o de bienestar social y que, por tanto, es ahí donde hay que recortar. Es la consecuencia del privilegio inaudito e injustificado de la banca privada, y es eso con lo que hay que acabar si queremos quitárnosla de encima. Artículo publicado en El País

viernes, 15 de febrero de 2013

¿Qué está pasando en España?

Cada vez más gente, dentro y fuera de nuestro país, se pregunta sorprendida qué está sucediendo aquí, y es natural. Hemos pasado de crear más empleo que nadie en Europa a tener casi seis millones de parados, de nadar en la abundancia a una recesión aguda, de tener superávit presupuestario a una deuda galopante, y de alardear de sistema financiero a tener que rescatarlo por la puerta de atrás. Y, además de todo ello, de una alternancia política más o menos ordenada entre dos partidos a una desafección creciente que amenaza con poner a ambos a los pies de los caballos en las próximas elecciones, por culpa de su traición al electorado y por su constante vinculación con casos vergonzosos de corrupción.

Es muy ingenuo creer que todo ello es solo el efecto de una crisis financiera importada. Es mucho más: los partidos que gobiernan se pasan por el arco del triunfo las promesas electorales, los principios que consagra la Constitución son papel mojado, la Jefatura de Estado se ve envuelta en escándalos más propios de rufianes que de monarcas, la gente no confía en los jueces, la policía apalea a los que protestan por la corrupción y protege a quienes defienden a los corruptos, los banqueros se forran con el dinero de las familias humildes que pierden sus viviendas y se llenan los bolsillos del dinero público que sus voceros niegan a quienes ellos han arruinado. Se encarcela a ladrones de tres al cuarto y se indulta a los financieros y delincuentes de cuello blanco.

No vivimos una crisis puntual o de alternancia. Lo que a mi juicio está ocurriendo es que se viene abajo sin remedio el edificio de la transición postfranquista.

En contra de lo que se quiere hacer creer, la dictadura no fue solo un gobierno de un militar algo autoritario sino un régimen de terror en el que los grupos oligárquicos que dominaban las finanzas y los grandes capitales usaban el poder político para obtener beneficios extraordinarios. Un sistema que permitió hacerse ricos, muy ricos, a quienes lograban estar cerca del poder, afianzando lo que más tarde se ha llamado el capitalismo de amiguetes. Lógicamente, todos esos grupos procuraron que la muerte del dictador solo fuese, en todo caso, el fin de un régimen político y no el del entramado económico y financiero constituido en los años de dictadura.

Por eso no fue fácil el equilibrio entre las clases dominantes y las que luchaban por la democracia y la libertad. Ni los grupos oligárquicos procedentes del franquismo estaban en condiciones de imponer sus condiciones (aunque lo intentaron tratando de dejar fuera de la nueva institucionalidad al PCE y a otros grupos a la izquierda del PSOE) ni las clases trabajadoras tenían poder suficiente como para lograr una democratización efectiva de los aparatos del Estado y, por tanto, la auténtica ruptura con el fascismo. Pero la influencia alemana y estadounidense, la actitud acomodaticia del PSOE, el temor reverencial de la clase política procedente del franquismo a los nuevos tiempos que llegaban y el papel casi arbitral concedido a los nacionalismos de derechas periféricos para anular el contrapeso de la izquierda más transformadora que hubiera podido ser decisivo, lograron cuadrar el círculo.

El sistema ha funcionado así durante años, sin perjuicio de sufrir las tensiones lógicas y los vaivenes derivados no solo de la tensión entre los principales partidos sino también de la que igualmente existe entre las diferentes corrientes internas de cada uno de ellos.

Pero la aparente estabilidad política institucional no ha podido evitar que poco a poco hayan ido apareciendo innumerables vías de agua que iban demoliendo sigilosamente el edificio. El incremento de la desigualdad, la pérdida de peso del gasto social, el debilitamiento de la ya de por sí frágil estructura democrática de las instituciones de representación, de gobierno y de control, una serie ininterrumpida de escándalos derivados del reparto del botín en que en tantas veces se ha convertido la acción de gobierno, el bienestar insuficiente y la democracia incompleta, en expresión del profesor Vicenç Navarro, han terminado por minar el afecto de la ciudadanía a los dos grandes partidos.

La traición del anterior gobierno socialista a sus principios, al deseo de sus electores y militantes y su incapacidad no ya para resolver la crisis sino para mostrar la mínima credibilidad que requiere la acción de gobierno comenzaron a colmar el vaso. Y más tarde, casi las mismas razones, aunque quizá ahora de modo aún más acelerado, llevan al Partido Popular a una situación de desafección igualmente generalizada en medio de un escándalo político casi sin precedentes.

Lo que está pasando en España es simplemente que ese edificio se viene abajo.
No puede mantenerse ya sin dejar al descubierto los intereses que realmente hay detrás de él y la servidumbre y putrefacción tan gigantesca que afecta a gran parte de los dirigentes que nos gobiernan, alternándose cada cierto tiempo y mostrando uno detrás de otro, ante una población cada vez más asqueada, su continua vinculación con casos de corrupción.

Lo singular es que al caerse el edificio hipoteca también a otros partidos, que es verdad que han sido en gran medida ajenos al negocio que han tenido entre manos los dos grandes y los nacionalistas gobernantes en Cataluña y País Vasco, pero que, quieran o no, transitan por la misma vía que ellos. Por eso ni UPyD ni incluso Izquierda Unida registran un incremento en la estimación de voto que pueda considerarse decisivo a la hora de generar, en el marco institucional actual, una nueva gobernabilidad.

La conclusión es obvia. No hay solución posible dentro del espacio político que marcaron los pactos de la transición. Ya no es posible disimular por más tiempo que no fue un diseño modélico, como tantas veces se ha querido hacer ver, sino un reparto de poder e influencia que a la postre dejaba las manos libres a los grandes grupos empresariales y financieros y cuyo gran poder político ha hecho estallar, ¡oh paradoja!, el propio sistema que los privilegiaba. La avaricia de los mismos banqueros que para salvar sus privilegios monitorizaron el diseño del régimen de la transición lo han hecho saltar por los aires al generar, en su beneficio, una burbuja insostenible y una deuda desbocada.

La estrategia ahora teledirigida contra Mariano Rajoy y su equipo es la toma de posiciones de una buena parte de estos últimos grupos que ya no se sienten convenientemente representados por ellos. Si el PSOE tuvo que oír que "no nos representan" de la boca del 15-M, Rajoy escucha ahora lo mismo, aunque no solo desde las calles sino también desde grupos que posiblemente nunca pensó que iban a defenestrarle.

Cualquier intento de darle solución a los problemas de España manteniendo la actual institucionalidad, creyendo de nuevo que el PP y el PSOE se lo van a guisar y comer todo, es infructuoso -como empiezan a mostrar las encuestas-, y solo puede conseguir retardar la salida a la crisis multipolar en la que estamos.

Cualesquiera que sean las medidas que hubiera que tomar para resolver de verdad los problemas que en este momento tiene España hay una cosa fuera de duda: necesitan el apoyo de una gran mayoría social, del 60 o 70 por ciento de la sociedad para ponerlas en marcha. Y para ello no basta con que un partido tenga mayoría absoluta. Una y otra cosa, como está demostrando el PP, son muy distintas.

Y si el apoyo que se necesita para tomar esas medidas y para que éstas sean efectivas es tan grande, en estos momentos es imposible que las adopten exclusivamente el PP y el PSOE. O incluso éstos dos con el apoyo de otros grupos minoritarios o de los nacionalismos periféricos.

Para que cualquier tipo de medida pueda tener semejante apoyo, debe responder a principios éticos y políticos transversales, comunes a personas de un espectro social muy amplio, que respondan a intereses de muchos grupos sociales. No pueden ser definidas, por tanto, en términos de derechas e izquierdas, porque ninguno de éstos es capaz de unir en torno a sí a una mayoría social tan grande como la que se precisa. Y si ese tipo de mayoría social no se puede conformar mirando a derecha o a izquierda, solo se puede constituir contemplando el arriba y el abajo. Solo esto es lo que permite unir hoy día a la inmensa mayoría de la sociedad en torno a una serie de valores, de principios y medidas que me atrevo a decir que se asumen de forma generalizada, que han pisoteado, sobre todo en sus últimos años de hegemonía, el PP y el PSOE, y que ya ni siquiera los garantiza la actual Constitución: la lucha transparente contra la corrupción, la democracia real, el ejercicio efectivo de la libertad y de los derechos sociales que no solo no se conquistan sino que comienzan a perderse uno tras otro.

La única salida que tiene España es articular una nueva mayoría social y moral. Es la hora de poner sobre la mesa propuestas concretas para una nueva gobernabilidad y para afrontar con decisión los problemas económicos porque éstos van a empezar a pasar pronto una factura quizá impagable. Fuente: Juan Torres López. Público.es

jueves, 17 de enero de 2013

Causas estructurales y respuestas alternativas a la crisis

Es empresa de los caballeros andantes, decía don Quijote, "deshacer entuertos y socorrer y acudir a los miserables" e imaginó al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad. Sí, al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como en el que actualmente vivimos.
JUAN GOYTISOLO

Para poder dar respuestas eficaces a las crisis entiendo que es fundamental partir de un diagnóstico lo más acertado posible de sus causas, no solo de las más inmediatas sino de las estructurales, es decir, de las que tienen relación con los procesos socioeconómicos más profundos, con las variables enraizadas en lo más hondo de las relaciones económicas y que, precisamente por eso, suelen quedar más ocultas al análisis que se necesita para poner en marcha las soluciones políticas.

En mi opinión, y como he tratado de demostrar en otros trabajos [1] , lo que viene siendo habitual en el tipo de análisis dominante sobre la crisis es que se pase por alto una serie de circunstancias que a mi juicio son precisamente las determinantes de lo que ha ocurrido y, por tanto, fundamentales para poder acertar con el tratamiento que realmente permita superar sus efectos más negativos para la inmensa mayoría de la población.

Por ello, me gustaría dedicar mi intervención a señalar diez aspectos que me parecen esenciales en relación con los problemas que viene sufriendo la economía española en el contexto de la crisis internacional en el que nos desenvolvemos.

1. La actual crisis no es la crisis, como generalmente nos referimos a la crisis. En realidad es una crisis más, de otras muchas, y eso me parece que es muy importante que lo tengamos en cuenta.

El hecho de que desde los años setenta hasta aquí haya habido alrededor de 130 crisis, perturbaciones graves o situaciones de stress financiero refleja que esta en la que estamos forma parte de una etapa en la que la inestabilidad financiera es casi un estado habitual. Algo particularmente relevante si se compara con lo sucedido en los treinta años anteriores en los que prácticamente no hubo crisis financieras de ningún tipo.

El hecho de que fases temporales tan extensas tengas propiedades y manifestaciones financieras tan diferentes obliga a considerar las circunstancias en que cada una de ellas se desarrolló porque éstas no pueden ser ajenas al hecho de que o no se produzcan crisis financieras o que se multipliquen como auténticas pandemias.

Como acaba de poner de relieve Alan M. Taylor en un trabajo reciente [2] , las diferencias entre el periodo comprendido entre 1945 y mediados de los años setenta y entre éstos años y la actualidad son muy significativas y si las ponemos de relieve podremos deducir, por tanto, cuáles son las circunstancias que están asociadas a la multiplicación de las crisis financieras o incluso a su propia existencia.

En el primer periodo hubo una gran disciplina del sector bancario, control de los movimientos de capital, estricta regulación doméstica, bajo crecimiento del crédito, muy poca innovación financiera y, asociado a todo ello, mayor ahorro, alta inversión y tasas de crecimiento de la actividad económica más elevadas. Justo lo contrario de lo que ha ocurrido desde los años setenta a la actualidad, cuando se ha relajado la disciplina en grado extremo, cuando hay plena libertad de movimientos de capital, una innovación financiera constante orientada a la especulación y, como consecuencia de ello, una derivación permanente del ahorro hacia la esfera de las finanzas puramente especulativas que desfavorecen el crecimiento de la actividad productiva.

Por tanto, sabemos que esta crisis no es una excepción ni un hecho aislado sino una manifestación más de los males que produce un determinado régimen financiero bajo la desregulación y liberalización. Y, en consecuencia, sabemos, pues, que es esto mismo lo que se debería evitar si queremos que las crisis dejen de producirse.

2. Si bien esta crisis es un episodio más de la pandemia que sufrimos desde los años setenta, sí es cierto, sin embargo, que es especialmente destacable y singular por su magnitud y extensión, rasgos que no creo que sea necesario documentar ahora pues son bien sabidos los efectos tan dramáticos que ha tenido sobre el conjunto de la economía mundial.

En realidad, esta mayor dimensión es la consecuencia de que se exacerban día a día dos grandes circunstancias que están en la base de la crisis y a las que a menudo no se concede el lugar principal que tienen. La primera es el extraordinario incremento de la desigualdad que, desde cualquier punto de vista que se considere, alcanza hoy día los niveles más altos desde la Gran Depresión [3] . La segunda es el desorbitado aumento de la deuda asociada a la expansión de la actividad especulativa y a la innovación financiera constantemente alimentada por la banca [4] .

La desigualdad es el motor que alimenta y da fuerza a los flujos de capital especulativo que desestabilizan constantemente los mercados y que, al mismo tiempo, debilitan la actividad productiva. Por eso, como ha señalado, es la variable clave sobre la que habría que actuar para poder cambiar de rumbo a la economía internacional y, más concretamente, para poder erradicar la dinámica de crisis recurrentes en la que se inserta la que estamos viviendo.

Por su lado, el incremento de la deuda se ha convertido ya en una bomba de relojería que no solo ha dado a esta crisis la dimensión tan extraordinaria que ha alcanzado, sino que amenaza con detonar en otros ámbitos (deuda soberana, crisis alimentaria, quiebras bancarias de momento disimuladas con artimañas contables, creación constante de burbujas...) produciendo nuevos episodios de crisis.

Y en este sentido no se puede olvidar que el origen de este incremento constante de la deuda no es otro que el privilegio de creación de dinero que tiene la banca privada gracias al sistema de reservas fraccionarias, de modo que sin limitar o ponerle fin será inevitable que sigamos sufriendo nuevos episodios de crisis, o que la salida de la actual sea prácticamente imposible si entendemos por salir de ella el alejar con seguridad un nuevo ramalazo de perturbaciones financieras.

3. Como ya he anticipado, las circunstancias que actuaron como detonador directo de la actual crisis (la difusión de hipotecas sub prime y la posterior quiebra del sistema bancario que suscribió y difundió sus derivados) es el resultado de la desregulación, de la falta de disciplina y de vigilancia por parte de los supervisores, de la complicidad de ciertos poderes públicos con los intereses de la banca privada internacional, o del fundamentalismo con que se ha gestionado la política financiera [5] . Por tanto, resultará también imposible salir de la crisis y evitar otras próximas, sucesivas e incluso lógicamente de mayor envergadura, si no se establece un nuevo tipo de regulación financiera, mucho más severa, disciplinada, represiva y autónoma respecto a los intereses privados, tanto de los bancos, grandes fondos de inversión y empresas multinacionales como de las agencias de calificación y, en general, de los grandes polos de poder económico que en los últimos treinta y cinco años se han erigido en las referencias que establecen lo que se puede hacer o no en los mercados financieros.

La falta de pasos decisivos en este campo, dadas las servidumbres indisimuladas de los gobiernos respecto a los grandes poderes financieros, impiden que se recobre el sistema financiero mundial, de modo que existiendo una abundancia impresionante de capital financiero no hay financiación, sin embargo, para las empresas y la actividad productiva, porque los recursos se derivan constantemente hacia la especulación, lo que materialmente impide la recuperación y la salida de la crisis.

Las reformas financieras que se han propuesto han sido tímidas y apenas si se han llevado a la práctica porque se han dilatado tanto los plazos y las exigencias que, en la práctica, no han tenido efecto alguno de cara a resolver los problemas de financiación que aún siguen padeciendo las economías.

4. Las políticas que los gobiernos han tomado frente a la crisis han sido insuficientes, inicialmente, y en algún caso, como especialmente en Europa, totalmente contrarias a lo que puede permitir que se recupere el ingreso, la actividad y el empleo.

La política de salvar a la banca considerando que los bancos afectados eran demasiado grandes para caer ha provocado un gasto ingente de recursos, una mayor concentración financiera y a la postre, como acabo de señalar, que ni siquiera se haya resuelto el problema bancario que dio lugar a la crisis. En su lugar, la inmensa mayoría de los bancos siguen siendo bancos verdaderamente zombies, cuya verdadera situación solo se disimula gracias a estratagemas y mentiras contables consentidas por los gobiernos en beneficio en su único beneficio.

Los primeros planes de estímulo permitieron evitar una verdadera debacle pero finalizaron antes de tiempo, consumieron menos recursos de los necesarios y los aplicaron a actividades que simplemente lograron mantener cierto nivel de empleo pero sin ser capaces de modificar la lógica o el modelo productivo, de combatir la desigualdad o de proporcionar las bases para un nuevo uso más equilibrado y sostenible de los recursos.

Para colmo, el contumaz fundamentalismo con que se están aplicando en Europa las llamadas políticas de austeridad (realmente, solo encaminadas a que Alemania pueda asegurar la mayor cantidad posible de retornos en la deuda que los bancos de la periferia tienen con los suyos) está provocando una nueva recesión en el seno de la Unión Monetaria, algo inevitable cuando a todos los países de la eurozona se les impone una estrategia deflacionista que mengua los ingresos de todos ello y, por tanto, su capacidad de contribuir al sostenimiento cooperativo de los demás mercados, que es la base que puede hacer exitosa una zona monetaria auténtica.

Sin un cambio radical de orientación, sin poner en marcha un autentico plan de estímulo de las economías, basado no solo en la acumulación de mayor cantidad de recursos sino en el cambio del modelo productivo imperante en la UE y en el seno de sus naciones integrantes, será igualmente imposible modificar la tónica nuevamente recesiva en la que nos encontramos y encaminarnos a una salida efectiva de la crisis.

5. A los problemas de caída de la actividad y desempleo que produjeron en casi todo el mundo la falta de financiación a empresas y consumidores y la caída subsiguiente de la demanda, se siguió en la mayoría de los países otro igualmente grave provocado por el incremento vertiginoso de la deuda soberana de los estados, como consecuencia, al mismo tiempo, de la caída de los ingresos públicos y del aumento del gasto público.

Pero hay que tener en cuenta que los problemas de prima de riesgo que algunos países, como España, están sufriendo no tienen que ver tanto con la magnitud de la deuda (la de España sería aún llevadera incluso con el volumen que tiene en estos momentos) sino con la presión especulativa que hizo subir artificialmente los intereses con los que se ha financiado.

Y, sobre todo, hay que considerar otras dos circunstancias que igualmente se están soslayando a la hora de hacer frente a este problema de deuda.

La primera, que el problema principal no radica en la deuda pública sino en la privada, que es la que realmente resulta impagable, no ya en las condiciones de falta de actividad e ingreso actuales sino en las que previsiblemente se darán en el futuro. ...

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Artículo de Juan Torres López.

domingo, 30 de diciembre de 2012

A la patronal se le ve el plumero

La detención del anterior presidente de la patronal española, acusado ahora de blanqueo de dinero, alzamiento de bienes e insolvencia punible y tras una larga serie de escándalos empresariales protagonizados incluso bajo su mandato, es un buen motivo para reflexionar sobre el papel que los empresarios y sus dirigentes patronales desempeñan en nuestra sociedad. En cualquiera que sea el sistema económico con el que uno se identifique (capitalismo, socialismo, comunismo...) la empresa tiene una función esencial. Entendida como la organización que se dedica a la producción de bienes y servicios no tiene sustituto posible en la inmensa mayor parte de los casos que conocemos, bien sea poniéndolos a disposición del mercado, del estado, de la colectividad por cualquier otro medio, o de alguna autoridad central. Es verdad que no es la única forma de obtenerlos pero sí que resulta prácticamente insustituible a poco que los procesos de producción se hagan algo complejos. Sin embargo, la ignorancia y el papanatismo ideológico que tanto abundan han generado una confusión muy habitual que ha hecho que la empresa, y por ende la figura del empresario (o empresaria, porque creo que cuando se habla de empresas es cada vez más necesario subrayar el papel de las mujeres) sea muy mal comprendida y mucho peor apreciada. Tantos los izquierdistas de salón como los defensores fundamentalistas del capitalismo suelen identificar erróneamente a los empresarios con los capitalistas y más concretamente con el tipo de capitalismo que impera en cada época o en cada economía. Un error manifiesto porque es obvio que puede haber empresas en donde la propiedad no sea la privada o incluso empresas puramente capitalistas en donde los valores o la forma de gestión de los recursos predominantes no esté guiada exclusivamente por la avaricia o el afán de lucro. Una confusión aciaga y que tiene mucha más trascendencia de la que pudiera parecer cuando la difunden personas de gran influencia pública. Para crear riqueza y empleo y para proporcionar ingresos y satisfacción a los seres humanos son imprescindibles las empresas y puede ocurrir que nada de eso se consiga en la medida necesaria si unos las rechazan porque ven en ellas a su enemigo capitalista y si, al mismo tiempo, otros entienden que lo único que hay que hacer para fomentarlas es fortalecer el capitalismo y, en particular, un tipo de empresa capitalista (jerárquica, social y ambientalmente irresponsable, empobrecedora, o ineficiente por muy rentable que sea) con el que es muy difícil que la inmensa mayoría de la sociedad se sienta identificada. Lo primero le pasa a muchos sindicalistas y líderes políticos de izquierdas, que no se dan cuenta de que entre los empresarios (por ejemplo los que ahora están realmente al borde del abismo por culpa de los bancos y de las grandes empresas) pueden tener a muchos aliados, o que si se dedicaran a promover la creación de empresas de otro tipo (cooperativas, sociedades laborales, autogestionadas, etc.) avanzarían mucho más aceleradamente hacia la sociedad alternativa a la que aspiran. Lo segundo es lo que creo que le viene pasando a la patronal española en los últimos años. Ha estado y está dominada por personas cuya trayectoria no ha sido precisamente la que podría servir a la sociedad como referencia de la excelencia, el riesgo y el buen hacer productivo de un empresario ejemplar. Y no me refiero solo a sus presidentes sino a los más de 35.000 liberados (por cierto, casi 8,5 veces más de los que tienen los sindicatos) que mantienen las diferentes organizaciones patronales. El caso de Gerardo Díaz Ferrán es una muestra paradigmática de ello. Es decir, de que la patronal española refleja a un tipo carpetovetónico de empresario que tiene muy poco que ver con el que de verdad crea riqueza y con el que sería necesario promover para lograr que en nuestro país nos liberásemos alguna vez de la mentalidad dependiente y del terrible "¡que inventen ellos!". Ferrán y tantos otros empresarios instalados en la cúpula del poder empresarial, son en realidad buscadores de rentas que defienden el mercado cuando hablan ante los micrófonos pero que solo saben ganar dinero aliándose con la clase política más corrupta y que solo compiten a la hora de dar comisiones. Son los que piden austeridad a los demás pero que inflan las cuentas del Estado cuando se quedan con contratos públicos gracias a los políticos a los que han comprado. Son los que dicen que los servicios públicos son insostenibles mientras se llevan a espuertas el dinero que han ganado a costa de su militancia política a paraísos fiscales para no pagar impuestos. Los líderes de la patronal que no tienen en la boca propuestas distintas a reducir salarios, como Díaz Ferrán, son en realidad enterradores de empresas y no verdaderos líderes empresariales. Con tal de sacarle las castañas del fuego a las grandes compañías de quienes reciben votos, favores y dinero a mansalva, vienen defendiendo políticas económicas que han arruinado a miles de pequeños y medianos empresarios que son los que realmente crean empleo porque la desigualdad a la que dan lugar arruina sus mercados y destruye sus clientelas. ¿Cuándo hemos oído a un dirigente empresarial español reclamar a sus colegas que hay que investigar más, que hay que ser creativos y producir con calidad, que la asunción del riesgo y la innovación es lo que distingue a una buena empresa y no el número de pelotazos conseguido o el número de despidos, y que no basta con bajar sueldos para ser competitivos? Los dirigentes de la patronal española están continuamente diciendo que tiene que haber más empresarios y critican que los jóvenes no quieran serlo. Yo estoy completamente de acuerdo con esa demanda aunque entiendo perfectamente por qué no hay más empresarios y empresarias en España. De hecho, lo hablo a menudo con los jóvenes a quienes enseño en la universidad o con los que trato en otros lugares. A mi juicio hay dos grandes problemas que lo impiden. El primero es que no hay capital suficiente. Los dirigentes de la patronal olvidan a menudo que para que haya empresarios no basta con que existan herederos. Es imprescindible que haya dinero, aunque no sea lo único que hace triunfar un proyecto empresarial, y eso no es lo que se consigue precisamente con las políticas que defienden. Pero también otro tipo de capital muy importante: social, cultural, relacional, también buena educación, formación adecuada, ingenio en el ambiente social. Y resulta que la política que viene defendiendo la patronal española destruye este capital. Se dedica solo a privilegiar el que ya dispone una ínfima parte de la población o a financiar medios de comunicación y centros de estudio como negocio que adocenan, desmotivan y maleducan. Y, como en estos últimos años, a proporcionar dinero fácil a base de especular y de estafarse unos a otros. El segundo problema es también determinante. Mientras que los líderes de la patronal se presenten a la sociedad como cancerberos de la derecha, como escuderos de los proyectos políticos más reaccionarios y conservadores, o mientras sean simples delincuentes, como en el caso de Ferrán, mientras a los líderes de la patronal se les vea tanto el plumero político ¿cómo vamos a pedir que haya más empresarios entre todo tipo de jóvenes o entre personas honestas de todas las tendencias? Juan Torres López. Público.es

Un año de mentiras, de paro y desahucios

No ha tenido que pasar mucho tiempo para que el gobierno de Mariano Rajoy muestre una vez más que el Partido Popular, como ya ocurriera con Aznar, no sabe llegar al poder o mantenerse en él sin mentir constantemente. Lo hizo cuando Rajoy propugnaba medidas en la oposición para criticar a Zapatero que sabía perfectamente que no podría cumplir cuando gobernase. Y no ha dejado de mentir desde que ha llegado a la Moncloa para ocultar los verdaderos motivos de lo que está haciendo.

Como demostramos Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo en nuestro libro Lo que España necesita. Una réplica con propuestas alternativas a la política de recortes del PP (Editorial Deusto, 2012), Rajoy se ha tragado todas sus antiguas propuestas y críticas. En lugar de hacer lo que decía que haría, ha subido impuestos, ha recortado pensiones y servicios públicos esenciales, y lejos de aplicar lo que él llamaba la política "que Dios manda", no ha hecho otra que la que le han mandado hacer los mismos de siempre.

Además, Rajoy y sus ministros han mentido constantemente cuando llamaban de una manera a lo que es otra, y cuando decían perseguir objetivos que es imposible alcanzar con las medidas que ponían en marcha. Han dejado escapar a los evasores fiscales diciendo que luchan contra el fraude y llamando gravamen de activos ocultos a una vergonzosa amnistía fiscal, han subido impuestos diciendo que lo que establecían era un "recargo temporal de la solidaridad", aumentaron el IVA diciendo que no se trataba de subirlo sino de "cambiar la ponderación de los impuestos para favorecer el crecimiento", o imponen copagos diciendo que se trata de aumentar la corresponsabilidad.

Al mismo tiempo, han seguido utilizando una retórica falsa para disimular ante la gente normal y corriente la naturaleza real de lo que vienen haciendo. Han seguido afirmando que eran solo las cajas de ahorros las que tenían problemas para así hundirlas definitivamente y poder entregarles en bandeja a los bancos el mercado que habían ocupado en los últimos años; han proyectado reformas financieras diciendo siempre que las hacían para que volviese a fluir el crédito, cuando era evidente que así no se iba a conseguir porque solo se estaba tratando de proteger aún más a las grandes entidades. Han creado un llamado banco malo pero no para regenerar el sector inmobiliario y poder impulsar otra política de vivienda, sino también para que los contribuyentes paguemos la irresponsable política crediticia de los bancos. Y, por supuesto, han hecho todo ello sin mostrarle claramente a la ciudadanía la factura tremenda que han supuesto todas esas ayudas a los privilegiados. Han hecho una reforma laboral solo para dar más poder al gran empresariado diciendo que se hacía porque así se crearía empleo, cuando era imposible que eso se pudiese conseguir de ese modo, como perfectamente han demostrado los hechos que tratan de silenciar.

El gobierno de Rajoy se empeña en sostener la gran mentira que supone afirmar que realiza una política de austeridad que puede llevar a resolver el problema de la deuda y generar más actividad cuando la realidad es que así solo se consigue debilitar los servicios públicos para facilitar más tarde su privatización. Nada se va a ahorrar con esos recortes. Sabemos a ciencia cierta que provocarán una subsiguiente caída de la actividad que disminuirá aún más los ingresos y que, cuando se privaticen, los servicios serán más caros no solo para los usuarios sino para las administraciones públicas, tal y como ya ha ocurrido en otros países. Ni tampoco se va a conseguir que disminuya la deuda desmantelando las fuentes de generación de ingresos, no ya a medio y largo plazo sino incluso a corto, porque la deuda sube como la espuma por la suma ingente de intereses que van a la banca privada y por la caída de ingresos, y no solo porque haya más gastos corrientes.

En este año de continuas políticas de recortes constantes no solo se han cercenando derechos sociales y personales. Con ellas, a Rajoy le cabe el triste mérito de haber llevado a España a ser la sociedad más desigual de la eurozona, demostrando así que el resultado efectivo de sus políticas no es otro que devolver a los grupos oligárquicos los pocos privilegios conseguidos en el franquismo que habían perdido en la etapa democrática.

Con el incremento tan extraordinario de la desigualdad que se viene produciendo va de la mano una caída en el ingreso y en el consumo de la inmensa mayoría de la sociedad que produce también el debilitamiento constante de la demanda y el mercado interno que alimentan a las pequeñas y medianas empresas que son las que crean la inmensa mayoría del empleo en España. La terrible tragedia es que el gobierno ayuda con docenas de miles de millones de euros a los bancos y grandes empresas que destruyen empleo mientras que destruye las bases para que lo puedan crear las más cercanas al terreno productivo. Ver para creer: el gobierno de extrema derecha de Rajoy y la gran patronal, de la mano a la hora de promover reformas y políticas de austeridad, se han convertido en los grandes destructores de empresas y de capacidad de crear empleo.

Si el gobierno de Rajoy no cambia urgentemente de políticas en la línea que hemos propuestos en otros textos, el paro llegará a niveles desorbitados en los próximos meses y la economía, lejos de recuperarse como dicen sus ministros sin el más mínimo fundamento, se hundirá cada vez más.

Es verdad que la táctica de meter la cabeza debajo del suelo y de engañar a tirios y troyanos de Rajoy al menos ha dado como resultado positivo que España no haya sido intervenida completamente y que solo se haya producido la menos mala vinculada al rescate de la banca. Pero es muy difícil creer que eso será suficiente y que bastará con que Rajoy se siga limitando a dar el esquinazo a Europa, sin enfrentarse decididamente a las imposiciones alemanas que crean más problemas que los que resuelven.

Hace falta más inteligencia y más patriotismo para resolver los problemas económicos que tenemos sobre la mesa. Y muchas menos mentiras, además de mucha más solidaridad y sensibilidad hacia los que sufren en mayor medida los daños de la crisis.

El Partido Popular y el gobierno de Rajoy lleva un año haciendo frente a la crisis con el grito de guerra que una diputada indiscreta proclamó sin disimulo: "¡que se jodan!". Y el momento en el que estamos es el de decidir si creemos que esta es una forma efectiva y ética de salir del agujero en donde estamos o si queremos acabar ya con la traición y la torpeza de nuestros gobernantes.

España tiene que plantearse otros asuntos de fondo de los que el gobierno de Rajoy no quiere oír ni hablar,. Es preciso poner sobre la mesa que no se puede seguir pagando una deuda que es un negocio ilegítimo de una minoría, que hay que acordar otro modo de repartir los costes y los beneficios que se han generado en nuestra economía, y que hay que tener una actitud muy diferente ante el drama que ha ocasionado la conducta irresponsable de los banqueros. Juan Torres. http://juantorreslopez.com/
Fuente: http://juantorreslopez.com/impertinencias/un-ano-de-mentiras-de-paro-y-desahucios/

lunes, 19 de noviembre de 2012

¡Aquel Tratado de Maastricht!

Es curioso que solo muy poca gente se acuerde ahora del Tratado de Maastricht, cuando es en él donde se encuentra el origen de los problemas que tiene ahora la Unión Europea. A base de muchas mentiras se está haciendo creer a la gente que lo que le sucede a los países que sufren las mayores perturbaciones es que han realizado mucho gasto público social y que eso ha aumentado hasta niveles insoportables el peso de la deuda pública, de donde deducen la exigencia de llevar a cabo políticas de austeridad basadas en el recorte de derechos y prestaciones sociales. La realidad es otra bien distinta: lo que verdaderamente ha hecho que crezca la deuda pública (además del impacto más reciente de la crisis financiera internacional y la subsiguiente caída en los ingresos públicos) no ha sido el incremento del gasto público primario (es decir, el asociado a gastos corrientes o de inversión), sino el dedicado a pagar intereses y la deuda que ha ido siendo necesaria para afrontar la deuda anterior.

Se calcula que los Estados europeos vienen pagando a la Banca privada unos 350.000 millones de euros cada año en concepto de intereses desde que dejaron de ser financiados por sus antiguos Bancos centrales y después por el Banco Central Europeo (Jacques Holbecq y Philippe Derudder, La dette publique, une affaire rentable: A qui profite le systéme?’, Ed. Yves Michel, París, 2009). Esa es, pues, la verdadera losa que ahora lastra a las economías europeas y no en el peso insoportable, como quieren hacer creer, del Estado de Bienestar. No podemos cansarnos de repetir que si los saldos primarios que ha ido teniendo el Estado español desde 1989 se hubieran financiado a un interés del 1% por un Banco central (como es lógico que hubiera sido) el peso de la deuda pública española sería ahora del 14% del PIB y no el 87% actual (Eduardo Garzón Espinosa. Situación de las arcas públicas si el estado español no pagara intereses de deuda pública: http://eduardogarzon.net/?p=328 ). Esa es la demostración palpable de que son los intereses financieros y no el gasto social el verdadero origen de la deuda, que se quiere combatir a base de recortar derechos y democracia.

Y se olvida ahora que fue el artículo 104 del Tratado de Maastricht el que consagró esa prohibición de que los Bancos centrales financiaran a los gobiernos. Una condición completamente absurda desde el punto de vista económico y financiero, que solo beneficia a la Banca privada, que así ha podido hacer un negocio de dimensiones auténticamente astronómicas: es fácil calcular que gracias a ello los Bancos europeos habrán recibido graciosamente alrededor de unos siete billones de euros desde que se ratificó el Tratado de Maastricht en concepto de intereses. Un dinero, además, que en lugar de haberse dedicado a financiar preferentemente el desarrollo productivo europeo ha sido el que ha alimentado la especulación financiera, la formación de burbujas que al estallar se han llevado por delante a economías enteras y las cuentas multimillonarias que los Bancos europeos mantienen en los paraísos fiscales o que dedican a financiar todo tipo de crímenes y delitos, el tráfico de armas, de personas, de droga o la corrupción política.

Para que eso fuese posible, el Tratado también estableció otra medida igualmente carente de fundamento científico: la independencia de los Bancos centrales que, en realidad, simplemente ha sido el procedimiento que permite que actúen con total libertad al servicio de la Banca privada. Prueba de ello es que la gestión de los Bancos centrales desde que son independientes ha sido la menos exitosa de toda su historia, pues en esta época es cuando se ha producido el mayor número de crisis financieras y los episodios más graves de inestabilidad monetaria. Aunque, eso sí, la mayor distribución de renta a favor de los poderosos gracias a la política de tipos de interés y al manejo de la cantidad de dinero circulante.

Con tal de favorecer a la Banca privada, el Tratado de Maastricht es el responsable original de que los Estados europeos estén maniatados a la hora de hacer política económica, cuyo éxito se basa inexcusablemente en la coordinación constante entre sus diferentes responsables y entre sus diferentes manifestaciones e instrumentos. Y de ahí, desde Maastricht, que sean tan impotentes para controlar lo que ahora se nos está viviendo encima.

También fue ese Tratado el que por primera vez estableció reglas igualmente absurdas de convergencia nominal, que el tiempo se ha encargado de demostrar que eran completamente inútiles para conseguir el equilibrio y la armonía que precisa una unión monetaria para funcionar correctamente y sin generar más problemas que los que resuelve. O las de estabilidad presupuestaria, tan infundadas e injustificadas desde el punto de vista científico, que han sido incumplidas en unas 140 ocasiones por los diferentes Estados. Y cuya perversión se demuestra simplemente preguntándonos en qué situación se encontrarían hoy día los países, ahora más avanzados del mundo, si hubieran estado sometidos a esas normas de estabilidad presupuestaria desde hace 100 o 150 años.

Pero el Tratado de Maastricht no solo fue decisivo por la introducción de estas ataduras económicas y privilegios que condenaron a los pueblos de Europa y a sus diferentes naciones a la situación en la que ahora nos encontramos, sino que igualmente lo fue por la forma tan antidemocrática en la que se ratificó, soslayando el debate social sobre este tipo de aspectos esenciales, o mejor dicho, ocultando a los ciudadanos sus consecuencias, e incluso haciendo trampas a la hora de aprobarlo.

Maastricht fue, por eso, la primera y más clara alerta de que los constructores y beneficiarios de la Europa neoliberal que allí se ponía en marcha no necesitaban democracia, sino todo lo contrario y que, por tanto, con el Tratado comenzaba su desmantelamiento real.

El lado positivo de Maastricht es que demuestra el origen ilegítimo que ha tenido la deuda que injustamente se hace recaer sobre los pueblos europeos. Y, por lo tanto, la primera razón para auditarla en toda Europa y repudiarla cuanto antes. Juan Torres López. Sistema Digital

domingo, 11 de noviembre de 2012

Vicenc Navarro y Juan Torres López, hablan en una entrevista de la 2 de tve, sobre la llamada crisis económica y la publicación de su último libro.



El catedrático de Ciencias Políticas de Barcelona Vicenç Navarro y el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, Juan Torres, acaban de publicar el libro: “Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero”.

Y los profesores aportan datos: La burbuja inmobiliaria española se produjo porque la banca privada se aprovechó de ese endeudamiento, y en esa banca destaca (en el estado español) la banca alemana que colocó en los años de la burbuja inmobiliaria 200 mil millones de euros. La banca alemana alimentó la especulación en España. El banco alemán tiene gran influencia en el BCE y por tanto defiende sus intereses. Dice Navarro que el Banco Central Europeo no es un Banco Central público, sino que actúa como el lobby de la banca privada. No compra deuda pública. Presta dinero al 1% a la privada y la privada lo vende a un 6%. Por eso los profesores Navarro y Torres hablan de una deuda ilegítima.

Juan Torres señala que si desde 1989 el BCE hubiera financiado directamente la deuda, hoy la deuda sería del 14% del PIB, la banca privada presionó para que ganar dinero como intermediario a costa la deuda, y en estos momento la deuda es el 90% del PIB español. No es cierto que la deuda sea pública sea el resultado del despilfarro, del tópico “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ni de los gastos en la sanidad y educación. El problema es el fraude fiscal y los intereses de la deuda. En su libro los profesores Navarro y Torres defienden que la banca y las grandes fortunas son los amos del mundo. Y apuntan como hecho clave la fusión de la banca comercial y la banca de inversión. EN USA había una ley que separaba las 2 actividades. Con Clinton se abolió esa ley. La banca tomó el ahorro en lugar de darlo a actividades productivas, lo dio a actividades especulativas, creció una bola de dinero.

De 1945 a 1970 casi no hubo crisis financiera, porque había controles de capitales, había supervisores. A partir de los años 70 y 80 del siglo XX desaparecen los controles y ha habido más de 100 crisis financieras distintas.
vídeo de la entrevista en la 2 de rtve.

jueves, 25 de octubre de 2012

Hay alternativas al rescate

A la vista de como se está presentando la situación económica en la inmensa mayoría de los medios de comunicación y de la falta de pluralidad que hay en tertulias, informativos y demás fuentes de opinión, es natural que la mayoría de la gente piense que el llamado rescate es inevitable.

El razonamiento con el que están vendiendo su inevitabilidad es elemental: el Estado español ha acumulado una deuda muy grande, los mercados no confían en su capacidad de pago y por eso le imponen unos tipos de interés muy elevados que antes o después harán imposible que España haga frente al vencimiento de los pagos. Por eso no hay más remedio que acudir a un "rescate" en forma de un préstamo o crédito con el que el Estado enjugue sus pagos inminentes y pueda garantizar los venideros.

A pesar de su aparente evidencia, el razonamiento hace aguas por varias partes. Sobre todo, porque la alternativa a la presión de los mercados a cuenta de nuestra deuda no es únicamente que el Estado se cargue con una aún mayor y a cambio de imponerle condiciones draconianas que van a hundir nuestra economía durante años.

Desde luego había otras alternativas antes de que la situación llegase a la degradación actual, como hemos puesto de manifiesto en otros trabajos, y particularmente en el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España , y a las que no me voy a referir en este momento.

Pero también las hay ahora, ya en situación de emergencia.
Para bajar la prima de riesgo no hace falta rescate alguno sino simplemente que el Banco Central Europeo se comporte como una auténtica autoridad monetaria y evite que las presiones especulativas la eleven con el único propósito de obtener beneficios. Ni el nivel de deuda pública española cuando comenzaron las presiones ni incluso el actual (cercano al 90% pero mucho más bajo que el de otros países) justifica por sí mismo la presión de los mercados. Esos niveles (ahora, no lo olvidemos, más altos por la inacción del BCE) están todavía dentro de los que pueden asumirse sin demasiadas complicaciones a poco que se recupere la actividad y el ingreso, que es lo que están impidiendo, precisamente, las políticas europeas y la posición que mantiene el BCE.

Lo que ocurre es que los dirigentes del Banco Central Europeo no actúan para evitar que siga subiendo la prima de riesgo española porque no busca resolver la inestabilidad que eso provoca sobre el euro. Lo que está haciendo en realidad es actuar como manager de los intereses de la banca privada europea que solo trata de asegurarse el cobro de la deuda privada que con ella tienen los bancos de la periferia, y concretamente los españoles.

La presión que sufre España es la excusa que sirve para imponer un rescate que en realidad no es el rescate de España para que haga frente a su deuda soberana, sino para que financie la deuda que los bancos privados tienen con los alemanes y franceses ( 139.191 y 115.261 millones, respectivamente, a comienzos de 2012, que representan el casi el 45% de los 571.519 millones de dólares que deben).

Si de verdad quisiéramos "rescatar" a la economía española lo que se debería hacer no es imponerle una losa de deuda aún mayor, más recortes en el gasto público que se requiere para que las empresas puedan crear empleos y los ciudadanos vivir dignamente, y, en definitiva, frenar aún más la actividad económica que se necesita para crear ingresos, empleo y proporcionar bienestar social.

Lo que habría que hacer serían otras cosas: recuperar inmediatamente la demanda y hacer que las empresas y consumidores dispongan también de inmediato de la financiación que necesitan. Y además, como ya he explicado en otros textos, avanzar para que la actividad que se recupere sea de nuevo tipo, vertebradora y sostenible y que no reproduzca los males que provocaron la situación en la que estamos.

Esos tres objetivos (demanda suficiente, financiación adecuada y cambio de modelo) se podrían conseguir incluso en el muy corto plazo si en lugar de dejarnos llevar por el fundamentalismo neoliberal que nos invade nos dedicásemos a innovar y a concretar las diferentes propuestas alternativas que muchos economistas, personal o colectivamente, están ofreciendo.

Como una muestra más de que estas alternativas al rescate existen, de que son viables y de su efecto mucho más positivo para la economía y la sociedad española, quisiera referirme brevemente a la que acaba de divulgar Antonio Quero, alto funcionario europeo y militante socialista, con muy amplia experiencia política y de gestión (se puede ver con detalle en Bases para un Acuerdo Nacional para la salida de la crisis y la defensa de la soberanía económica).

En resumidas cuentas, su propuesta se basa cuatro ejes principales.

En primer lugar la creación de 3 millones de empleos y 2,5 millones de puestos de formación para jóvenes, principalmente poniendo en marcha un innovador sistema de anticipo subvencionado de contrataciones a las empresas, nuevos sistemas de rotación-sustitución, un fondo de inversiones para la creación y expansión de empresas y planes de eficiencia energética y de empleo juvenil.

En segundo lugar, un estímulo inmediato de la demanda incrementando la renta disponible familiar mediante la rebaja temporal de hipotecas y alquileres al 20% de la renta de las familias con ingresos menores a 3.000 euros mensuales. Una medida que inmediatamente permitiría incrementar la demanda agregada en 48.750 millones en tres años.

En tercer lugar, la generación de 75.000 millones de euros anuales de recursos públicos adicionales mediante una reforma del modelo bancario actual consistente básicamente en separar, por un lado, la captación de depósitos y, por oto, la concesión del crédito. Para ello se crearía inmediatamente una Central de Depósitos que garantizaría la integridad del sistema y haría innecesario cualquier tipo de rescate y que permitiría que inmediatamente comenzase a fluir el crédito a empresas y familias así como financiar sin problemas la deuda del Estado.

Finalmente, se propone blindar la inversión en educación y en I+D+i porque constituye la base imprescindible para mejorar el futuro de nuestra economía y el progreso de nuestra sociedad.

Si a todo ello se añade una reforma fiscal en la línea de la que proponen los técnicos del Ministerio de Hacienda, que permitiría obtener 63.000 millones de euros adicionales al año, el Estado y el conjunto de nuestras empresas y consumidores podrían ir generando de modo inmediato ingresos suficientes para salir de la situación en la que estamos sin necesidad de un rescate traumático, injusto y claramente contrario a los intereses nacionales.

La cuestión es clara: no se aplican medidas alternativas no porque no las haya sino porque se quiere utilizar el rescate para beneficiar a los grupos sociales privilegiados y no al conjunto de la sociedad. Juan Torres López. Sistema Digital

miércoles, 1 de agosto de 2012

Draghi debería ser procesado

Los medios de comunicación han festejado que una sola frase de Draghi (“Haré lo que sea necesario para salvar el euro, y será suficiente”) haya bastado para salvarnos, deteniendo la acelerada subida de la prima de riesgo española.Lo muestran como un todopoderoso dios monetario capaz de paralizar de un solo golpe la furia de los especuladores, la “irresponsabilidad” de los mercados que el Ministro de Economía denunciaba días atrás, cuando sus ataques encarecían la venta de nuestra deuda hasta niveles prohibitivos.
 Y lo es. Es el titular de un poder nuevo, pero de un poder no democrático y que, como este mismo caso demuestra claramente, no se ejerce en beneficio de los pueblos sino infligiéndole un sacrifico tan inhumano como innecesario y cruel. Por eso me parece que lo noticioso no debería ser la acción todopoderosa de Draghi sino que no haya comparecido para explicar por qué no la llevó a cabo antes. Si el Banco Central Europeo, como a nadie le cabe ya la menor duda y como acaba de ser de nuevo demostrado, puede evitar tan fácilmente el sobrecoste artificial que los mercados imponen a nuestra deuda, lo que tendríamos que preguntarnos es la razón del retraso en la acción salvadora, las causas de una omisión tan flagrante del deber de protección y auxilio económico que las instituciones tienen respecto a las economías y a los pueblos que las han creado.
No se trata de un hecho baladí. De una semana a otra se suceden subastas que al ir encareciéndose aumentan en miles de millones de euros la factura que pagan los estados, y si el Banco Central Europeo no hace nada, pudiéndolo hacer, para que no sea más elevada de lo necesario, lo que está provocando es un daño terrible a las naciones, a las personas y a las empresas concretas, a sus patrimonios y a su capacidad de creación de riqueza y empleo. Un daño, además, que se hace solamente en aras de permitir que los inversores se enriquezcan todavía más simplemente apostando en un casino en donde se juega a costa del bienestar y la paz de las naciones.
No es la primera vez que Draghi se ve inmerso en acciones de este tipo, que ocasionan un daño tan evidente y grave a las economías. Fue directivo de Goldman Sachs e inevitablemente corresponsable, si no responsable directo, de los engaños que el todopoderoso banco urdió en Grecia, y parece que también en Italia, para hacer negocio manipulando sus cifras de déficit. Y su presencia está vinculada igualmente a escándalos (que terminaron también beneficiando a Goldman) relacionados con la privatización de empresas públicas en Italia. Sabe bien lo que significa utilizar recursos públicos para beneficiar a los intereses privados.
Pero en este caso estamos hablando de algo mucho peor y más grave... Seguir aquí, Juan Torres López. Público.

miércoles, 25 de julio de 2012

Nos hunden la incompetencia y la mentira

España está en situación límite. Tal y como desean los grandes centros del poder oligárquico europeo, la subida de los tipos a los que se coloca nuestra deuda hará imposible su financiación y así se justificará la intervención global que vienen buscando. El Banco Central Europeo está haciendo el trabajo sucio desde hace meses, dejando que los especuladores se ensañen sin hacer nada para evitarlo, pero no se puede decir que sea el único responsable.
 La verdad es que nuestros gobernantes son igualmente culpables de la situación extrema en la que nos encontramos porque vienen tomando desde hace meses una serie de medidas erróneas que era inevitable que nos llevaran al desastre, como hemos ido anticipando con total precisión los economistas críticos.
 Venimos diciendo que permanecer en el euro sin unión fiscal (auténtica y no solo como un directorio que imponga disciplina presupuestaria), sin que exista un fondo europeo de rescate de los bancos (porque su situación patrimonial no puede resolverse con estrategias nacionales sino con una europea) y sin que el Banco Central Europeo actúe como un verdadero banco central que financie a los estados a bajo coste y que acabe con los especuladores para que la crisis de liquidez no se convierta artificial e innecesariamente en una de solvencia, era y es un suicidio económico, como ya estamos comprobando.
   Hemos dicho por activa y por pasiva que dedicar miles millones a la banca sin conocer exactamente su auténtica situación patrimonial no resolvería nada, como seguimos comprobando después de varias reformas e inyecciones de liquidez.
 También advertimos que optar por la política de fusiones de cajas, que era la estrategia que deseaban los bancos grandes para quedarse finalmente con su mercado, era una barbaridad que solo iba a dejar cadáveres muy costosos en el camino y solo más privilegios para quienes han provocado la situación financiera lamentable en la que nos encontramos, como también hemos podido comprobar ya. Hemos demostrado que la experiencia y la evidencia empírica indican que las políticas de recortes de gasto en fases de crisis son una aberración que ni sirven para salir de ella ni para financiar mejor la deuda, como también se ha comprobado ya.
 Y hemos puesto de manifiesto que, además de ser tremendamente injustos, los recortes de derechos sociales son innecesarios (porque hay otras vías para obtener los recursos que se necesitan) y que crean una situación de emergencia social y de insostenibilidad que solo va a traer conflictos y perturbaciones ciudadanas muy graves, como estamos empezando a vivir.
 Estamos, pues, donde estamos porque nuestros gobernantes han sido unos auténticos incompetentes. No tienen un plan de actuación previsto (como demuestra la improvisación constante), no saben lo que quieren o deben hacer (como indican las constantes idas y venidas), y no tienen la más mínima idea del efecto de las medidas que toman, como pone de manifiesto el que no acierten ni en una sola de sus previsiones.
 Pero, además, los gobernantes del PP son unos mentirosos compulsivos (como Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo hemos demostrado en nuestro libro Lo que España necesita), unos trileros que se creen que pueden engañar a los mercados y a las autoridades europeas a base de hacer las mismas trampas que hacen a su electorado y a todos los españoles. Lo que naturalmente tiene un efecto desastroso sobre las apuestas especulativas de los mercados que les ganan constantemente la partida, como muestra el alza acelerada de la prima de riesgo desde que gobierna Rajoy.
 El gobierno del PP no ha sabido defender los intereses de España en Europa y los ha traicionado al renunciar a enfrentarse a las imposiciones constantes de sus centros de poder. Sus dirigentes creyeron estúpidamente que su sola presencia en el Ejecutivo sería suficiente para dar la vuelta a la situación (“Que caiga España que ya la levantaremos nosotros”, decía Montoro en 2010) y en lugar de sincerarse con la ciudadanía se dedican a justificar su estrepitoso fracaso con el recurso a la herencia de Zapatero, un discurso que ya es sencillamente infame cuando día a día se comprueba que los ayuntamientos o comunidades autónomas en peor situación son las que el PP ha gobernado.
 No pasa un día sin que nos llevemos un sobresalto o contemplemos una señal más de su incompetencia: ayer, la prima de riesgo volvía a desbocarse (como Vicenç Navarro y yo habíamos advertido que iba a suceder después del rescate bancario de junio, que Rajoy y el Rey decían que arreglaba nuestro problema financiero). Y el mismo Ministro de Economía que está constantemente actuando para ganarse la confianza de los mercados denunciaba ayer su “irracionalidad”, como si fuera un extremista antisistema cualquiera.
Hay que exigir que no sigan mintiendo más. Es imprescindible poner fin al engaño electoral y a la incompetencia que nos lleva al desastre. España debe y puede hacerse fuerte. En ninguna ley natural está escrito que el destino de nuestro pueblo tenga que ser el doblegarse a las imposiciones de poderes financieros extranjeros o soportar en silencio los destrozos de un gobierno que traiciona los intereses nacionales. Como también venimos demostrando los economistas alternativos, los técnicos de Hacienda, los movimientos y organizaciones sociales…,
hay medidas de otro tipo y un horizonte diferente que nos permite resolver de otro modo nuestros problemas económicos, aunque es cierto que para ponerlos en marcha se necesita voluntad política y más fuerza social...
 Renunciando a ser libres (como ha reconocido Rajoy en el Congreso) y gobernando en contra de las preferencias de la mayoría de la población, en contra de lo prometido en su programa electoral y a base de decretos, el PP ha suspendido de facto la democracia en España. Y los españoles demócratas de todas las sensibilidades y tendencias tenemos el derecho y la obligación de recuperarla, por dignidad y para evitar la ruina que produce tanta mentira e incompetencia. Juan Torres López. Público, Fuente: http://blogs.publico.es/juantorres/2012/07/24/nos-hunden-la-incompetencia-y-la-mentira/

miércoles, 11 de julio de 2012

Se ríen de España y de los españoles

Leer las páginas económicas o incluso solo las portadas de los medios se está convirtiendo en un ejercicio de puro masoquismo: no hay manera de disimular el ridículo que está haciendo España.
Hace un mes que se aprobó el rescate de la banca española que según Rajoy resolvía el problema de nuestra economía y que mereció una surrealista felicitación del Rey Juan Carlos. En este tiempo ha habido cumbres y varias reuniones de los ministros de Economía pero hasta el momento no se han fijado ni las condiciones concretas, ni qué cantidad exacta se precisa, ni cuándo comenzará a ser efectivo. Se hacen declaraciones contradictorias diciendo un día blanco y otro negro pero siempre se insiste en lo mismo: hay que seguir rebajando gastos y derechos y reduciendo los ingresos de los trabajadores. Lo que era la solución resulta que lo ha empeorado todo y nadie, sin embargo, da cuenta de ello.
Se han reído de nosotros. El objetivo es salvar a la banca alemana, que es lo que de verdad les interesa, pero quieren hacerlo con las máximas garantías y eso obliga a que el rescate sea uno definitivo, directamente sobre la economía española y con la garantía directa del Estado. El de los 100.000 millones para los bancos no era sino una salva porque resulta infumable: nadie puede entender que si es a los bancos a quien hay que rescatar se haga responsable de ello a los ciudadanos en su conjunto. Por eso, para provocar el grande, están dejando que nos precipitemos al abismo, no porque la cuantía de nuestra deuda pública sea excesiva, como dicen, sino porque nos atan de pies y manos y nos empujan ante los inversores. Simplemente haciendo lo que está haciendo el Banco Central Europeo, nada de lo que haría un banco central auténtico, bastará para que seamos intervenidos en poco tiempo y para que nuestra economía sea puesta bajo control directo y permanente de los acreedores alemanes. Queda muy poco tiempo para que las comunidades autónomas se declaren sin liquidez y para que el propio Estado, con tipos en los mercados superiores al 7% u 8%, se reconozca incapaz de hacer frente a sus compromisos de pago. Esa es la secuencia inevitable que producen las medidas que se están tomando.
Si lo que quisieran de verdad fuese salvar a nuestra economía y al euro no harían lo que están haciendo ni nos seguirían obligando a tomar medidas que van a hundir más la demanda, la generación de ingresos, o incluso la posibilidad de que paguemos la deuda que dicen querer que paguemos. Si desearan realmente frenar la presión de los mercados bastaría que el Banco Central Europeo fuese lo que no es, y que se adoptara una estrategia de creación de actividad y empleo para toda Europa en el marco de un pacto global de rentas, pero es que no buscan eso. Quieren que la prima de riesgo siga subiendo para extorsionar más fácilmente y acelerar lo que revestirán como una situación de emergencia que no admita retóricas. Se ríen de nosotros porque lo que van buscando es someter a nuestra economía y no salvarla en un marco de cooperación y unión europeas. 
La última tomadura de pelo de quienes se pasan todo el día diciendo que hay que respetar a los mercados y dejarlos que actúen con plena libertad ha sido salvar una vez más la cara de los bancos permitiendo valorar sus activos a precios “razonables” en el marco de una agencia inmobiliaria sui generis, como ya adelantamos que harían en nuestro libro Lo que España necesita. Es decir, que una vez más se pasan por el forro lo que establecen libremente los mercados que tanto dicen respetar: si el precio razonable no es el que fijan los mercados ¿para qué puñetas sirven? Se ríen de nosotros porque una vez más nos están robando delante de nuestra mismos ojos. 
En España es nuestro propio gobierno quien se ríe de nosotros engañándonos sin piedad.
El Ministro de Economía alaba sin descanso a las autoridades europeas, agradece sus propuestas razonables y jura y perjura que haremos todo lo que sea necesario para contentar a los mercados, porque es lo que más nos conviene. Pero, justo al mismo tiempo, el de Asuntos Exteriores suplica al Banco Central Europeo (donde hemos perdido la influencia que teníamos, aunque tampoco podamos decir que la hayamos utilizado precisamente a nuestro favor) para que intervenga contra los mercados y ponga formes a los especuladores. Un alarde de discurso coherente y de sincera estrategia compartida. El Ministro de Hacienda, que ya ocupa la cartera por segunda vez, reconoce que ha de subir el IVA porque es un incompetente que no sabe hacer que todos paguen lo que tiene que pagar y Cospedal se consolida como la mayor y más desvergonzada demagoga del reino. Ahora carga contra la función pública sin caer en lo que ella tendría que ser la primera en recordar: que en España hay menos trabajadores públicos en relación con la población activa total que en la media de los Quince, que se gasta menos en retribuirlos, que nuestro sector público es bastante más reducido que el de los países más avanzados y competitivos de nuestro entorno, y que esos seres despreciables a los que se refiere y a los que ya está poniendo en la calle son los maestros o los médicos de los hijos de familias que no pueden pagarse servicios privados, por cierto, casi siempre de peor calidad que los públicos a pesar de que disponen de más recursos y de que no asumen todas sus cargas. Y olvidando, sobre todo, que la función pública con la que quieren acabar fue la mejor e imprescindible solución para evitar que las oligarquías de los partidos (de las que ella forma parte) se hicieran dueñas del Estado en perjuicio de la mayoría de la población. 
Pobre España y pobre pueblo español, tan silencioso y obediente. Vibra de patriotismo cuando gana La Roja pero enmudece cuando le roba una potencia extranjera o cuando su gobierno le miente y le traiciona. Juan Torres López. Público.es (Foto; puente Vasco de Gama. Lisboa. Portugal)