Mostrando entradas con la etiqueta creatividad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta creatividad. Mostrar todas las entradas

jueves, 4 de febrero de 2016

Soñar despierto debería ser obligatorio (como la ortografía o la buena educación). La fantasía es esencial para el desarrollo personal y profesional. Una defensa de la vida en las nubes

A lo mejor es que, llegados a ese momento en el que las obligaciones laborales y familiares pesan como una losa, la mente deja de tener tiempo para tonterías. Para qué una persona hecha y derecha se va a poner a imaginar otros mundos, a fantasear… Faltaría más. ¿Sirve para algo? Para Juan Cruz González, psicólogo clínico y consultor, “la fantasía es una facultad mental que ayuda a imaginar lo inexistente, es capaz de dar forma sensible a nuevas ideas, alterar la realidad insatisfactoria. Más elaborada a través de la visualización de sueños lúcidos alcanzables, genera expectativas de futuro, motivación para ensayar, desarrollar estrategias y perseguir los sueños. Las personas más creativas que sueñan despiertas de vez en cuando, activan los procesos cerebrales que se asocian a la imaginación y la creatividad, lo que les permite hacer un uso más productivo de sus capacidades artísticas, innovar en sus profesiones o afrontar las situaciones de maneras distintas”.

La lotería no vale
Es difícil acotar esa barahúnda de conceptos que, en realidad, duermen juntos, se encuentran íntimamente ligados, unidos, por no decir que en ocasiones son lo mismo. Miguel Munárriz, periodista, poeta y cofundador de la agencia Dospassos, es tajante: “Una cosa es andarse el día imaginando otros mundos… y otra bien distinta es tener fantasía, imaginación y deseos que cada uno utiliza para gestionar mejor su vida. La expresión ‘hombre hecho y derecho’ me recuerda la línea con la que educaban a los niños de los años sesenta, más cerca de la de ‘los hombres no lloran’ o ‘quien bien te quiere te hará llorar’ con las que han desviado actitudes humanas hacia posiciones machistas y beligerantes. Paul Éluard no lo podía expresar mejor: ‘Hay otros mundos pero están en este”. Fantasear transforma, al menos, nuestro mundo. Así lo entiende Miguel Ángel Delgado, comisario, junto a María Santoyo, de la exposición Julio Verne. Los límites de la imaginación, en la Fundación Telefónica de Madrid: “Creo que el objetivo de querer transformar el mundo a través de la fantasía, entendido como lo que te rodea y sin irse a grandes cosas visionarias, es algo fundamental. No hacerlo iría en contra de la misma naturaleza del ser humano. Todo lo que tenemos bien real nació de la fantasía en un momento determinado”.

La fantasía juega un papel muy importante en las cabezas de los adultos. Pero, ¿puede llegar a ser peligroso tanto soñar despiertos? ¿Quién no desea que le toque la lotería y fantasea que hará con tanta pasta? O un desempleado, por ejemplo, que se imagina que una gran empresa le va a llamar y su vida va a cambiar. “La fantasía es inherente al ser humano, independientemente de la edad del individuo”, nos cuenta el escritor César Pérez Gellida, que acaba de publicar la novela Khimera (Suma, 2015). “Todos fantaseamos, imaginamos, creamos, proyectamos, ideamos y no creo que se puede etiquetar de bueno o malo, simplemente es una cualidad que algunos saben aprovechar positivamente y otros no. Bajo mi punto de vista soñar es, más que necesario, obligatorio. Los problemas llegan cuando esas expectativas no son alcanzables, o la persona se obsesiona con tocar el cielo con la punta de los dedos y suele terminar andando descalzo por el infierno”.

http://elpais.com/elpais/2016/01/19/buenavida/1453202690_562784.html

martes, 16 de junio de 2015

Por qué aburrirte es una de las mejores cosas que puedes hacer. El tedio puede ser una actividad placentera y beneficiosa

El psicólogo Rafael Santandreu  comienza a recibir por estas fechas a pacientes que tienen pánico a las vacaciones. Pasar un mes sin hacer nada es aterrador: muchos incluso han de tomar ansiolíticos. No es tan raro como parece. Peter Toohey recoge en  Boredom: A Lively History (Aburrimiento: una historia animada), una postal que recibió un mes de agosto: “He pasado unas vacaciones maravillosas. Llovió todo el tiempo. No tuve que llevar a los niños a la playa ni una sola vez. Pude acabar un montón de trabajo”.

“En nuestra sociedad hay fobia al aburrimiento”, explica a Verne Santandreu, autor de Las gafas de la felicidad. No exagera: el tiempo vacío asusta tanto que el 25% de las mujeres y el 66% de los hombres encerrados en una habitación durante 15 minutos prefiere darse una leve descarga eléctrica antes de no hacer nada, según recoge  Scientific American. Cualquier cosa vale con tal de matar el tiempo.

Como recoge Toohey en su libro, de entrada hay motivos para temer al aburrimiento. El tedio crónico está asociado con un mayor riesgo de “desarrollar ansiedad, depresión, adicción al alcohol o a las drogas, ataques de ira, comportamiento agresivo y carencia de habilidades interpersonales, además de unos resultados pobres en el trabajo y en la escuela”.

Encontramos un ejemplo de casi todo a la vez en Jack Torrance, el protagonista de El resplandor. Encerrado en un hotel todo el invierno con su familia, es incapaz de superar su alcoholismo y escribir su novela, y cae víctima de un aburrimiento que le lleva a las alucinaciones, a la ira y a abrir puertas con un hacha.

“No existe el exceso de aburrimiento -afirma Santandreu-. Existe una mala vivencia del aburrimiento”. El psicólogo lo compara a una superstición: si tienes miedo a que se te cruce un gato negro, lo pasarás mal cuando ocurra tal cosa, pero eso no significa que un gato negro de verdad provoque mala suerte.

El aburrimiento, igual que el pobre gato, no tiene nada de malo, según Santandreu: “Es muy importante recuperar el gozo de no hacer nada”. El tedio forma parte de “nuestra naturaleza, nos pone en un estado mental de calma y de felicidad y es un gran activador de grandes tareas”. Santandreu recuerda una cita de Blaise Pascal que les hubiera venido bien a Torrance y a los participantes en el estudio de las descargas eléctricas: “Todos los males de los hombres vienen de una sola cosa: de no saber quedarse tranquilos en una habitación”.

Tenemos que aprender a disfrutar de estos ratos en los que no hacemos nada o no hay nada que podamos hacer. Desde la infancia: “Los niños están sobreestimulados -explica Santandreu-. No saben aburrirse y esto puede provocar un aumento o un empeoramiento del trastorno por déficit de atención”. Santandreu incluso sugiere que en las escuelas los niños deberían dedicar tiempo a “no hacer nada, a mirar la pared durante una hora” para perder este miedo al hastío. De hecho, el propio psicólogo explica que el cuarto de hora que tiene libre entre paciente y paciente lo dedica “a mirar por la ventana”.

No hacer nada sirve de mucho. Toohey cita una encuesta en la que se afirma que el aburrimiento “puede contener un potencial de reflexión importante y puede ser un estímulo a la creatividad”. El aburrimiento nos permite soñar despiertos e imaginar soluciones y alternativas. Es “una oportunidad para el pensamiento y la reflexión o la relajación”. Lars Svendsen añade en Filosofía del tedio que el aburrimiento "presupone un momento de reflexión sobre uno mismo, de contemplación de la propia situación en el mundo”.

Santandreu va más allá: todo esto suena muy bien, pero si nos aburrimos sin obtener ninguna ventaja positiva a cambio, “¿cuál sería el problema? El objetivo de la vida no es producir constantemente mercancías tangibles o intangibles”. El psicólogo recomienda “recortar y ralentizar”. Es decir, “prescindir de tareas, de medios” y “hacer las cosas más despacio y prestando más atención”.

Santandreu relaciona la mala prensa que tiene el aburrimiento con la sociedad de consumo y del ocio, que quiere que siempre estemos “ocupados o haciendo cosas emocionantes”. En este sentido, Toohey recuerda que “el tiempo libre, para Adorno, está conducido por la misma comercialización que el tiempo de trabajo: el trabajo genera beneficios y el tiempo libre debe hacer lo mismo”.

Según Santandreu, internet es uno de los principales responsables de la ociofobia, por usar el término acuñado por el propio psicólogo: “Es un suministrador de información arrollador”. En muchos casos se trata de contenidos pensados para “durar poco tiempo, de un uso muy limitado”.

Internet no está solo: "La obsesión de nuestra cultura con fuentes externas de entretenimiento -la televisión, internet, los videojuegos- podría jugar un papel en el incremento del aburrimiento", escribía Anna Gosline en  Scienfic American. Eso sí, internet tiene la ventaja de la ubicuidad. Sacamos el móvil nada más llegar a la parada de autobús o buscamos algo que hacer con nuestra tablet mientras pasan las horas del domingo. Lo hacemos tan a menudo que Google incluso completa la búsqueda con referencias al aburrimiento cuando empezamos a preguntarle por cosas que podemos hacer.

viernes, 15 de mayo de 2015

Crear o innovar: ¿el arte contra la ciencia?

El mito atribuye la creatividad a los artistas y la innovación a los ingenieros e inventores. Pero el científico no es un esforzado peón ni un detective, también es un creador

Existen dos palabras que suenan como El Dorado que perseguían los conquistadores, dos palabras presentes, a pesar de que no se nombrasen, a lo largo de toda la historia de la humanidad, aunque haya sido en las últimas décadas cuando su presencia se ha manifestado con abrumadora intensidad; dos palabras sobre las que pivota una buena parte del mundo actual, en las que depositamos nuestras esperanzas de un futuro mejor y a las que nos esforzamos por adecuar nuestros sistemas educativos, empresas o negocios. Son creatividad e innovación. Se trata de términos polisémicos y no sólo eso, entrelazados: no hay innovación sin creatividad. De esos significados, entresaco los siguientes del Diccionario de la Real Academia Española: “Creatividad: Facultad de crear”; “Crear: 1. Producir algo de la nada. 2. Establecer, fundar, introducir por vez primera algo; hacerlo nacer o darle vida, en sentido figurado”; “Innovación: Creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado”.

Con más frecuencia de la deseada (al menos para quien escribe estas líneas) se habla de creatividad con relación a los artistas (escritores, músicos, pintores), mientras que la innovación se adjudica a ingenieros e inventores, con los científicos a caballo entre ambas categorías. Buen ejemplo, en este sentido, son dos libros recientemente publicados: El misterio de la creación artística (Ediciones Sequitur, 2015), del gran Stefan Zweig, y Los innovadores (Debate, 2014), de Walter Isaacson, periodista y celebrado autor de las biografías de Benjamin Franklin, Henry Kissinger (no traducidas al español), Albert Einstein y Steve Jobs (ambas en Debate).

Creatividad, un concepto caleidoscópico
“De todos los misterios del universo”, escribía Zweig, “ninguno más profundo que el de la creación. Nuestro espíritu humano es capaz de comprender cualquier desarrollo o transformación de la materia. Pero cada vez que surge algo que antes no había existido —cuando nace un niño o, de la noche a la mañana, germina una plantita entre grumos de tierra—, nos vence la sensación de que ha acontecido algo sobrenatural, de que ha estado obrando una fuerza sobrehumana, divina”. Y un poco más adelante, añadía: “A veces nos es dado asistir a ese milagro, y nos es dado en una esfera sola: en la del arte”. Para Zweig, vemos, el acto de crear es un atributo de los artistas, de los —son sus ejemplos— Rembrandt, Goya, Greco, Mozart, Beethoven, Shakespeare o Cervantes, pero “no estamos en condiciones de participar del acto creador artístico, sólo podemos tratar de reconstruirlo, exactamente como nuestros hombres de ciencia tratan de reconstruir, al cabo de miles y miles de años, unos mundos desapa­recidos y unos astros apagados”.

Ahí está, por fin aparece, el viejo mito, el consuelo, y la propaganda, sempiterna del “artista” frente al “científico”, convertido éste en una especie de esforzado y, en el fondo, parece, rutinario albañil, o detective, en la búsqueda de regularidades en los fenómenos que tienen lugar en el universo. No nos detengamos —es, seguramente, una metáfora poco afortunada— en los ejemplos del nacimiento de un niño o la germinación de una planta, hechos que la ciencia permite comprender a partir de leyes universales; pensemos únicamente en la idea del científico como un peón de la observación, metódica y desapasionada, eso sí, y de la identificación de conexiones y repeticiones en los fenómenos naturales. Quien piensa así, lo hace por ignorancia. La creatividad auténtica se da en los científicos al igual que en los artistas. Y como en ellos, aparece raramente. Escribir un libro, pintar un cuadro, componer una sinfonía no hace a uno necesariamente “creador”, lo mismo que sucede con un científico por el mero hecho de que éste practique su disciplina. Pero si pudiéramos comprender sus productos, sus creaciones, algo que exige educación, dominar una serie de conocimientos y técnicas especializadas, ¿podría negar alguien que el Albert Einstein de la teoría de la relatividad especial (1905) y, sobre todo, el de la relatividad general (1915) no fue un creador supremo? En ciencia, no conozco ningún momento creativo superior que el proceso que llevó a Einstein, entre 1907 y 1915, a producir, a crear, una teoría de la fuerza gravitacional que exige un marco geométrico en el que espacio y tiempo se funden en una unidad, el espacio-tiempo, cuya forma, variable, depende de su contenido energético-material.

¿Y qué decir del Isaac Newton que produjo (1687), basándose en una nueva matemática que él mismo inventó, el cálculo infinitesimal (de fluxiones en su terminología), una dinámica (teoría del movimiento) basada en tres leyes, y que acompañó, en lo que fue una Gran Unificación, la Primera Gran Unificación científica, de una ley de gravitación universal en la que la fuerza que hace caer un cuerpo hacia la superficie de la Tierra es la misma que la responsable del movimiento de los planetas? Los Rem­brandt, Goya, Greco, Mozart, Beethoven, Shakespeare o Cervantes de la ciencia existen, y se llaman —son algunos ejemplos, mis ejemplos canónicos— Einstein, Newton, Darwin, Aristóteles, Euclides, Arquímedes, Galois, Cantor, Galileo, Euler, Faraday, Maxwell, Kekulé, Turing, Gödel, Cajal, Páv­lov, Bohr, Ramanujan, Heisenberg, Schrödinger, Poincaré, Pasteur, Riemann, Watson, Crick, Mandelbrot o Feynman.

La creatividad como “misterio”
Zweig consideraba que el acto creativo constituye un misterio impenetrable, pero no está claro que sea así; en la era de la genómica, acaso resulte que la creatividad, y la innovación, se vean favorecidas —junto a circunstancias sociales, por supuesto— por alguna combinación de genes, una posibilidad a la que alude, en el caso de la innovación, Nicholas Wade en su reciente y controvertido Una herencia incómoda (Ariel, 2014). En cualquier caso, la creatividad no tiene por qué ser más misteriosa —sí menos frecuente— que “pensar”, “tener conciencia, y consciencia, de uno mismo”, actividades para las que las neurociencias tampoco tienen aún respuestas definitivas, no construcciones teóricas como, por ejemplo, puede ser la física cuántica para los fenómenos del microcosmos (y también para algunos más “macroscópicos”), o el modelo de la doble hélice del ADN para entender los mecanismos de la herencia. “¿Cómo es posible que cosas objetivas como las neuronas cerebrales produzcan experiencias subjetivas como el sentimiento de que ‘yo’ camino por la hierba? La neurociencia explica cada vez mejor cómo el cerebro discrimina colores, resuelve problemas y organiza acciones —pero el arduo problema persiste—. El mundo objetivo que nos rodea y las experiencias subjetivas de nuestro interior parecen ser de naturaleza distinta. Preguntarse de qué modo el uno produce las otras parece un sinsentido”, ha escrito Susan Blackmore (Las grandes preguntas de la ciencia, Harriet Swann. Crítica, 2011).

La creatividad científica
Me sorprende más la creatividad de que hizo gala Georg Cantor cuando, a finales del siglo XIX, dio origen a una nueva rama de la matemática, la de los números transfinitos (hay infinitos diferentes y es posible contarlos), que la que admiramos (con toda razón) en Cervantes, Shakespeare o Dante, independientemente de que algunos puedan agradecer más la de éstos que la de los científicos. Puedo imaginar más fácilmente cómo el conjunto de las experiencias, ideas, emociones que acumuló Cervantes a lo largo de su vida, su “sensibilidad”, produjo El Quijote que la que llevó a August Kekulé a pensar (1865) en la estructura del benceno como un anillo hexagonal con seis átomos de carbono interrelacionados y unidos a átomos de hidrógeno; no en vano el historiador de la química William Brock escribió (Historia de la química, Alianza Editorial) que “Kekulé transformó la química como después Picasso transformó el arte, permitiendo al espectador ver dentro y detrás de las cosas”.

Kekulé sostuvo que la idea del anillo de benceno le llegó mientras soñaba, una asociación no infrecuente en los actos creativos, y que podemos entender como la continuación, inconsciente, de la meditación consciente. Pero la creatividad es hija de muchas madres. Mozart y Beethoven ejemplifican magníficamente tal pluralidad de orígenes; citando de nuevo a Zweig: “Mientras que en el caso de Mozart tenemos la sensación de que el proceso creador es un estado bienaventurado, un cernirse y hallarse lejos del mundo, Beethoven debe de haber sufrido todos los dolores terrenales de un alumbramiento. Mozart juega con su arte como el viento con las hojas; Beethoven lucha con la música como Hércules con la hidra de las cien cabezas; y la obra de uno y otro produce la misma perfección”.

En la ciencia, no conozco mejor análogo a un Mozart que el matemático indio Srinivasa Ramanujan (1887-1920). A pesar de haber recibido una instrucción bastante elemental, Ramanujan podía “ver”, que no demostrar, complejas relaciones matemáticas en la teoría de números, o soluciones de intrincadas ecuaciones. Su capacidad, su habilidad, como la de Mozart, nos enfrenta, con una claridad y violencia tan apabullante como desmoralizadora, al problema de cómo funciona el cerebro. Seguramente no es ... Seguir aquí en El País.

Guía básica para conocer la gran creatividad científica
Galileo Galilei, Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, ptolemaico y copernicano (1632; Alianza Editorial, 2011).
Lavoisier, Tratado elemental de química (1789; Crítica, 2007).
Charles Darwin, El origen de las especies (1859; Espasa, 2008).
Santiago Ramón y Cajal, Recuerdos de mi vida (1923; Crítica, 2006).
Alfred Wegener, El origen de los continentes y océanos (1915; Crítica, 2009).
Godfrey Hardy, Apología de un matemático (1940; Nivola, 1999).
Max Planck, Autobiografía científica (1948; Nivola, 2000).
Albert Einstein, Notas autobiográficas (1949; Alianza Editorial, 2003).
Erwin Schrödinger, ¿Qué es la vida? (1944; Tusquets, 1983).
James Watson, La doble hélice (Alianza, 2000).
Murray Gell-Mann, El quark y el jaguar (1994; Tusquets, 1995).
Benoît Mandelbrot, El fractalista (2012; Tusquets, 2014).

https://elpais.com/cultura/2018/06/17/actualidad/1529236079_289932.html?rel=lom

miércoles, 31 de diciembre de 2014

La educación exige emociones. El fenómeno es imparable. Los nuevos tiempos exigen desarrollar las capacidades innatas de los niños y cambiar las consignas académicas.

¿Estamos educando a las nuevas generaciones para vivir en un mundo que ya no existe? El sistema pedagógico parece haberse estancado en la era industrial en la que fue diseñado. La consigna respecto al colegio ha venido insistiendo en que hay que “estudiar mucho”, “sacar buenas notas” y, posteriormente, “obtener un título universitario”. Y eso es lo que muchos han procurado hacer. Se creyó que, una vez finalizada la etapa de estudiantes, habría un “empleo fijo” con un “salario estable”.

Pero dado que la realidad laboral ha cambiado, estas consignas académicas han dejado de ser válidas. De hecho, se han convertido en un obstáculo que limita las posibilidades profesionales. Y es que las escuelas públicas se crearon en el siglo XIX para convertir a campesinos analfabetos en obreros dóciles, adaptándolos a la función mecánica que iban a desempeñar en las fábricas. Tal como apunta el experto mundial en educación Ken Robinson, “los centros de enseñanza secundaria contemporáneos siguen teniendo muchos paralelismos con las cadenas de montaje, la división del trabajo y la producción en serie impulsadas por Frederick Taylor y Henry Ford”.

Si bien la fórmula pedagógica actual permite que los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, “la escuela mata nuestra creatividad”. A lo largo del proceso formativo, la gran mayoría pierde la conexión con esta facultad, marginando por completo el espíritu emprendedor. Y como consecuencia, se empiezan a seguir los dictados marcados por la mayoría, un ruido que impide escuchar la propia voz interior.

La voz de los adolescentes

“Desde muy pequeño tuve que interrumpir mi educación para empezar a ir a la escuela” Gabriel García Márquez

Cada vez más adolescentes sienten que el colegio no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida cotidiana. En vez de plantearles preguntas para que piensen por sí mismos, se limitan a darles respuestas pensadas por otros, tratando de que los alumnos amolden su pensamiento y su comportamiento al canon determinado por el orden social establecido.

Del mismo modo que la era industrial creó su propia escuela, la era del conocimiento emergente requiere de un nuevo tipo de colegio. Básicamente porque la educación industrial ha quedado desfasada. Sin embargo, actúa como un enfermo terminal que niega su propia enfermedad. Ahogada por la burocracia, la evolución del sistema educativo público llevará mucho tiempo en completarse. Según Robinson, “ahora mismo sigue estando compuesto por tres subsistemas principales:
-el plan de estudios (lo que el sistema escolar espera que el alumno aprenda),
-la pedagogía (el método mediante el cual el colegio ayuda a los estudiantes a hacerlo) y
-la evaluación, que vendría a ser el proceso de medir lo bien que lo están haciendo”.

La mayoría de los movimientos de reforma se centran en el plan de estudios y en la evaluación. Sin embargo, “la educación no necesita que la reformen, sino que la transformen”, concluye este experto. En vez de estandarizar la educación, en la era del conocimiento va a tender a personalizarse. Esencialmente porque uno de los objetivos es que los chavales descubran por sí mismos sus dones y cualidades individuales, así como lo que verdaderamente les apasiona.

En el marco de este nuevo paradigma educativo está emergiendo con fuerza la “educación emocional”. Se trata de un conjunto de enseñanzas, reflexiones, dinámicas, metodologías y herramientas de autoconocimiento diseñadas para potenciar la inteligencia emocional. Es decir, el proceso mental por medio del cual los niños y jóvenes puedan resolver sus problemas y conflictos emocionales por sí mismos, sin intermediarios de ningún tipo.

La base pedagógica de esta educación en auge está inspirada en el trabajo de grandes visionarios del siglo XX como Rudolf Steiner, María Montessori u Ovide Decroly. Todos ellos comparten la visión de que el ser humano nace con un potencial por desarrollar. Y que la función principal del educador es acompañar a los niños en su proceso de aprendizaje, evolución y madurez emocional. En esta misma línea se sitúan los programas de la educación lenta, libre y viva que están consolidándose como propuestas pedagógicas alternativas dentro del sistema. Eso sí, el gran referente del siglo XXI sigue siendo la escuela pública de Finlandia, país que lidera el ranking elaborado por el informe PISA.
¿Para qué sirve?

“Educar no consiste en llenar un vaso vacío, sino en encender un fuego latente” Lao Tsé

La educación emocional está comprometida con promover entre los jóvenes una serie de valores que permitan a los chavales descubrir su propio valor, pudiendo así aportar lo mejor de sí mismos al servicio de la sociedad. Entre estos destacan:

Autoconocimiento. Conocerse a uno mismo es el camino que conduce a saber cuáles son las limitaciones y potencialidades de cada uno, y permite convertirse en la mejor versión de uno mismo.

Responsabilidad. Cada uno de nosotros es la causa de su sufrimiento y de su felicidad. Asumir la responsabilidad de hacerse cargo de uno mismo en el plano emocional y económico es lo que permite alcanzar la madurez como seres humanos y realizar el propósito de vida que se persiga.

Autoestima. El mundo no se ve como es, sino como es cada uno de quienes lo observan. De ahí que amarse a uno mismo resulte fundamental para construir una percepción más sabia y objetiva de los demás y de la vida, nutriendo el corazón de confianza y valentía para seguir un propio camino.

Felicidad. La felicidad es la verdadera naturaleza del ser humano. No tiene nada que ver con lo que se tiene, con lo que se hace ni con lo que se consigue. Es un estado interno que florece de forma natural cuando se logra recuperar el contacto con la auténtica esencia de cada uno.

Amor. En la medida que se aprende a ser feliz por uno mismo, de forma natural se empieza a amar a los demás tal como son y a aceptar a la vida tal como es. Así, amar es sinónimo de tolerancia, respeto, compasión, amabilidad y, en definitiva, dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento y frente a cualquier situación.

Talento. Todos tenemos un potencial y un talento innato por desarrollar. El centro de la cuestión consiste en atrevernos a escuchar la voz interior, la cual, al ponerla en acción, se convierte en nuestra auténtica vocación. Es decir, aquellas cualidades, fortalezas, ­habilidades y capacidades que permiten emprender una profesión útil, creativa y con sentido.

Bien común. Las personas que han pasado por un profundo proceso de autoconocimiento se las reconoce porque orientan sus motivaciones, decisiones y acciones al bien común de la sociedad. Es decir, aquello que hace a uno mismo y que además hace bien al conjunto de la sociedad, tanto en la forma de ganar como de gastar dinero.

En vez de seguir condicionando y limitando la mente de las nuevas generaciones, algún día –a lo largo de esta era– los colegios harán algo revolucionario: educar. De forma natural, los niños se convertirán en jóvenes con autoestima y confianza en sí mismos. Y estos se volverán adultos conscientes, maduros, responsables y libres, con una noción muy clara de quiénes son y cuál es su propósito en la vida. El rediseño y la transformación del sistema educativo son, sin duda alguna, unos de los grandes desafíos contemporáneos. Que se hagan realidad depende de que padres y educadores se conviertan en el cambio que quieren ver en la educación.

Fuente: El País semanal. http://elpais.com/elpais/2014/12/12/eps/1418401341_900515.html

viernes, 7 de marzo de 2014

18 cosas que las personas altamente creativas no hacen igual que el resto

La creatividad funciona de una forma misteriosa y a menudo paradójica. El pensamiento creativo es una característica estable, que define algunas personalidades, pero que también puede cambiar dependiendo de la situación y del contexto. A veces, la inspiración y las ideas vienen sin más, y luego, cuando más las necesitamos, no aparecen; el pensamiento creativo requiere un conocimiento complejo, si bien es completamente independiente del proceso de pensamiento.

La neurociencia ofrece una imagen muy compleja de la creatividad. Según plantean los científicos, la creatividad no es tan simple como la división entre las regiones derecha e izquierda del cerebro (la teoría dice que el hemisferio cerebral izquierdo es racional y analítico, mientras que el derecho es creativo y emocional). De hecho, se piensa que la creatividad implica numerosos procesos cognitivos, vías neuronales y emociones; aún no disponemos de una panorámica completa que explique cómo funciona una mente imaginativa.

Psicológicamente hablando, los tipos de personalidad creativa son difíciles de determinar, sobre todo porque son complejos, paradójicos y tienden a evitar el hábito o la rutina. No se trata de generalizar el estereotipo del "artista torturado", pero sí es verdad que los artistas suelen tener una personalidad compleja. Las investigaciones sugieren que la creatividad implica la unión de una multitud de rasgos, comportamientos e influencias sociales en una misma persona.

"Es cierto que a la gente creativa le resulta difícil conocerse a sí misma, puesto que el yo creativo es más complejo que el yo no creativo", informa Scott Barry Kaufman, psicólogo de la Universidad de Nueva York que ha pasado varios años investigando sobre la creatividad. "Las cosas que sobresalen más son las paradojas del yo creativo… Las personas con mucha imaginación tienen una mente más caótica".

Aunque no existe la definición exacta de la "típica" persona creativa, hay algunos rasgos y actitudes que caracterizan a las personas altamente creativas.

Estas son 18 cosas que las diferencian del resto.

1. Sueñan despiertos
A pesar de lo que sus profesores les dijeran, las personas creativas saben que soñar despiertos no es, en absoluto, una pérdida de tiempo.

Según Scott Barry Kaufman y la psicóloga Rebecca L. Mcmillan, ambos autores del artículo Ode To Positive Constructive Daydreaming [Oda a lo positivo y constructivo de soñar despierto], dejar que la mente merodee libremente puede contribuir al proceso de "incubación creativa". Por supuesto, muchos de nosotros sabemos por experiencia que las mejores ideas se nos ocurren de repente, cuando tenemos la mente en las nubes.

Aunque nos puede parecer que soñar despierto es una actividad sin sentido, un estudio de 2012 sugiere que, en realidad, dicho proceso va ligado a un estado cerebral muy dinámico y exigente, pues conlleva conexiones y percepciones en relación con nuestra habilidad para captar la información frente a las distracciones. También se ha descubierto que soñar despierto activa los mismos procesos cerebrales que se asocian a la imaginación y la creatividad.

2. Lo observan todo
Las personas creativas se comen el mundo; ven posibilidades en cualquier lugar y están constantemente recopilando información que pueda servir para la expresión creativa. Como solía decir Henry James, "nada se pierde" en la mente de un escritor.

La escritora Joan Didion siempre llevaba encima un cuaderno en el que anotaba cualquier observación sobre la gente y los acontecimientos con el fin de entender mejor las complejidades y contradicciones de su propia mente:
"Por muy diligentemente que anotemos lo que vemos a nuestro alrededor, el común denominador de todo lo que vemos es siempre, de forma transparente y desvergonzada, el implacable 'yo'", escribió Didion en su ensayo "Sobre tener un cuaderno de notas". "Estamos hablando de algo privado, de fragmentos de la cadena mental que son demasiado cortos para usarlos, de un ensamblaje indiscriminado y errático que solo reviste significado para quien lo lleva a cabo".

3. Elaboran sus propios horarios de trabajo a su medida
Muchos grandes artistas afirman que cuando mejor hacen su trabajo es o por la mañana temprano o a altas horas de la noche. Vladimir Nabokov empezaba a escribir inmediatamente después de levantarse, a las 6 o a las 7 de la mañana; Frank Lloyd Wright decía que se había acostumbrado a levantarse a las 3 o a las 4 de la mañana, ponerse a trabajar durante unas horas, y luego volverse a acostar. Independientemente de cuál sea su horario, los individuos altamente creativos suelen saber en qué momento del día su mente está más activa, y en función de esto, organizan sus días.

4. Se reservan unos momentos de soledad
"Para estar más abiertos a la creatividad, tenemos que ser capaces de usar nuestra soledad de forma constructiva. Debemos superar el miedo a estar solos", escribió el psicólogo existencialista estadounidense Rollo May.

Con frecuencia, se describe a los artistas como personas solitarias. Aunque no siempre se cumple, la soledad puede ser una de las claves para llevar a cabo obras maestras. Para Kaufman, podemos volver a relacionar esta idea con el hecho de soñar despiertos; tenemos que concedernos momentos de soledad y, simplemente, dejar volar nuestras mentes.

"Tienes que contactar con tu yo interior para poder expresar tus pensamientos más internos", explica. "Es difícil encontrar esa voz creativa si no mantienes ningún contacto con tu interior ni reflexionas sobre ti mismo".

5. Saben aprovechar los problemas que les plantea la vida
Muchas de las historias míticas y de las canciones de todas las épocas han sido inspiradas por un drama o por un desamor; lo bueno de estos retos es que al final han servido como catalizador para crear arte. Los investigadores que estudian el crecimiento post-traumático, un ámbito de la psicología en auge, sostienen que mucha gente es capaz de emplear las dificultades y los traumas que sufrieron de pequeños para aumentar sustancialmente su creatividad. En concreto, se ha descubierto que los traumas pueden contribuir a que la gente desarrolle las áreas encargadas de las relaciones interpersonales, de la espiritualidad, el aprecio por la vida, la fuerza personal y, lo que es más importante para la creatividad, la capacidad de exprimir al máximo las posibilidades que te ofrece la vida.

"Mucha gente es capaz de utilizar esto como la gasolina que necesitan para descubrir una perspectiva diferente de la realidad", afirma Kaufman. "En algún momento de su vida, se ha desmontado la visión que tenían del mundo como un lugar seguro [...], haciéndoles salir a la periferia a ver las cosas de una forma diferente, renovada; es esto lo que conduce a la creatividad".

6. Buscan nuevas experiencias
A la gente creativa le encanta lanzarse a probar nuevas experiencias, sensaciones y estados mentales. Esta apertura y amplitud de miras suele activar de manera significativa la creatividad.

"Estar abierto a nuevas experiencias te lleva, la mayoría de las veces, a obtener logros creativos", asegura Kaufman. "Esta idea presenta muchas facetas diferentes, pero todas relacionadas entre sí: la curiosidad intelectual, la búsqueda de sensaciones, el no tener miedo a mostrar tus emociones ni tu fantasía. Lo que une a todas estas características es el camino hacia la exploración cognitiva y conductual del mundo, tanto interno como externo".

7. Se caen y vuelven a levantarse
La resiliencia prácticamente es un prerrequisito para el éxito creativo, afirma Kaufman. El trabajo creativo a menudo se describe como un proceso de fallos repetidos hasta acabar encontrando algo que encaja y que funciona. Las personas creativas, al menos las que tienen éxito, aprenden a no tomarse demasiado a pecho los errores.

"La gente creativa fracasa, y los que son buenos de verdad fracasan más de una vez", escribió Steven Kotler, colaborador de Forbes, en una pieza sobre el genio creativo de Einstein.

8. Plantean grandes preguntas
La gente creativa es insaciablemente curiosa; normalmente, optan por cuestionar cualquier aspecto de la vida, e incluso cuando envejecen mantienen su sentido de la curiosidad. Ya sea mediante una conversación intensa o mediante una reflexión en solitario, las personas creativas observan el mundo a su alrededor y quieren saber por qué, y cómo, funcionan las cosas.

9. Observan a las personas
Son observadores por naturaleza y tienen curiosidad por la vida de los demás; a las personas creativas les suele gustar observar a la gente, y a menudo extraen algunas de sus mejores ideas de ahí.

"[Marcel] Proust pasó la mayor parte de su vida observando a la gente, anotó sus observaciones, y las reflejó en sus libros", explica Kaufman. "Para muchos escritores, observar la vida de la gente es muy importante… Son buenos observadores de la naturaleza humana".

10. Se arriesgan
Una parte del trabajo creativo implica correr riesgos; muchas personas creativas disfrutan del riesgo en diversos aspectos de su vida.

"Existe una conexión profunda y significativa entre el riesgo y la creatividad, aunque a menudo se pase por alto", escribió Steven Kotler en Forbes. "La creatividad es el acto de fabricar algo de la nada. Requiere hacer públicas las apuestas mejor posicionadas en tu imaginación. No es un trabajo para los tímidos. Perder el tiempo, empañar tu reputación y no gastar demasiado bien el dinero son algunas de las consecuencias negativas que puede tener la creatividad".

11. Consideran que todo en la vida es una oportunidad para la expresión propia
Nietzsche creía que la vida y el mundo deberían considerarse obras de arte. Las personas creativas tienden a ver el mundo de esta manera, y a buscar constantemente cualquier oportunidad de autoexpresión en la vida diaria.

"La expresión creativa es la expresión de uno mismo", afirma Kaufman. "La creatividad no es otra cosa que la expresión individual de tus necesidades, de tus deseos y de tu naturaleza única".

12. Siguen sus pasiones verdaderas
La gente creativa suele tener una motivación intrínseca; esto es, una persona creativa está motivada a actuar desde sus más internos deseos, en lugar de buscar el reconocimiento o las recompensas externas. Muchos psicólogos han demostrado que la gente creativa obtiene su energía de las actividades que le plantean desafíos, lo cual es una muestra de la motivación interna. Las investigaciones sugieren que solo con pensar en los motivos intrínsecos que te mueven a hacer algo se puede activar la creatividad.

"Los mejores creadores deciden implicarse con pasión en cuestiones complejas y arriesgadas que les proporcionan un importante sentido del poder por la capacidad de utilizar su talento", escriben M.A. Collins y T.M. Amabile en The Handbook of Creativity.

13. Salen de sus propias mentes
Kaufman señala que otro objetivo de soñar despierto es ayudarnos a salir de nuestra perspectiva limitada y explorar otras formas de pensamiento, que pueden ser una baza importante para el trabajo creativo.

"Soñar despierto nos permite evadirnos del presente", explica Kaufman. "La misma red cerebral asociada con la imaginación está vinculada a la teoría de la mente; esta nos permite imaginar lo que está pensando alguien o fantasear sobre cómo será nuestro “yo” futuro".

Otras investigaciones también señalan que inducir la "distancia psicológica" (es decir, pensar desde la perspectiva de otra persona o reflexionar sobre una cuestión como si fuera irreal o desconocida) puede activar el pensamiento creativo.

14. Pierden la noción del tiempo
Las personas creativas pueden pensar que cuando están escribiendo, bailando, pintando o expresándose, entran "en la zona", lo que se conoce como estado de flujo, que puede ayudarlos a crear a su máximo nivel de expresión. Dicho flujo es un estado mental en que un individuo va más allá de su pensamiento consciente para alcanzar un estado superior de concentración y calma sin esfuerzo. Cuando alguien alcanza este estado es prácticamente inmune a cualquier presión o distracción, sea interna o externa, que pueda entorpecer su actividad.

Entras en esa zona cuando realizas una actividad con la que disfrutas y que se te da bien, pero que a la vez te plantea retos; es lo que define a un buen proyecto creativo.

"[Las personas creativas] han descubierto su pasión, pero también han desarrollado su capacidad para entrar en el estado de flujo", asegura Kaufman. "Este estado mental requiere una conexión entre tus habilidades y la tarea que has emprendido".

15. Se rodean de belleza
Las personas creativas suelen tener un gusto excelente y, por ello, disfrutan de la belleza y se rodean de ella.

Un estudio publicado recientemente en la revista Psychology of Aesthetics, Creativity, and the Arts reveló que los músicos (incluidos los miembros de una orquesta, los maestros de música y los solistas) muestran una alta sensibilidad e inclinación hacia la belleza artística.

16. Saben unir los puntos
Si hay algo que distinga a las personas altamente creativas del resto es la capacidad de ver oportunidades donde otros no las ven. Muchos artistas y escritores importantes han afirmado que la creatividad se basa en la capacidad de unir los puntos, algo que los demás probablemente nunca se habían planteado.

En palabras de Steve Jobs: "La creatividad simplemente consiste en conectar las cosas. Cuando le preguntas a las personas creativas cómo han hecho algo, se sienten un poco culpables porque en realidad no han creado nada, sino que se han limitado a ver algo. Tras un tiempo, les resulta obvio, pues han sido capaces de conectar las experiencias que habían tenido y de sintetizar cosas nuevas".

17. Les gustan los cambios radicales
La diversidad de experiencias es crucial para la creatividad, afirma Kaufman. A las personas creativas les encanta alterar las cosas, tener nuevas experiencias y evitar que su vida se convierta en algo monótono y mundano.

"La gente creativa tiene experiencias más diversas; la rutina es lo que mata esta diversidad de experiencias", explica Kaufman.

18. Encuentran tiempo para la meditación
Las personas creativas entienden el valor de la concentración mental, pues su trabajo depende de ella. Muchos artistas, emprendedores, escritores y otros trabajadores creativos, como David Lynch, consideran la meditación como una herramienta para conectar con su estado mental más creativo.

La ciencia respalda la idea de que la meditación realmente puede activar el poder de la mente de muchas formas. Un estudio realizado en 2012 por un equipo holandés señala que algunas técnicas de meditación promueven el pensamiento creativo. Las prácticas de meditación pueden ir ligadas a una mejora de la memoria y de la concentración, a un mayor bienestar emocional, a una disminución del estrés y de la ansiedad, y a una mayor claridad mental; todo esto puede fomentar la capacidad de pensamiento creativo.
Fuente: huffingtonpost

martes, 18 de febrero de 2014

Esos curiosos bajitos


Una niña de 6 años en clase de dibujo, que no solía prestar atención, atrajo el interés de la profesora al verla inmersa en su tarea. La profesora le pregunta "¿Qué estás dibujando?", la niña contesta "Estoy dibujando a Dios", a lo que la profesora responde "Pero nadie sabe cómo es Dios", y la niña sentencia "Lo van a saber en un minuto". Es una de las anécdotas que Ken Robinson, uno de los mayores expertos en educación y creatividad, cuenta en su intervención en TED. Con mucho sentido del humor, reivindica la necesidad de respetar la creatividad de los niños y apostar por un sistema educativo que prepare a las personas para un futuro incierto. Los motores de nuestra sociedad actual son los servicios y la información y éstos requieren ideas y creatividad. Sin embargo, es curioso cómo a pesar del cambio, lo que fomenta nuestro sistema educativo y social es lo mismo que lo que se perseguía en la pasada sociedad industrial.

Como apunta Robinson cuando somos niños tenemos un instinto natural hacia la curiosidad y disfrutamos haciendo las cosas simplemente por el hecho de hacerlas, sin pensar en el objetivo. Los adultos rediseñamos lo que tienen que aprender y cómo lo tienen que hacer, favoreciendo que ese instinto tan puro se vaya apagando. ¿No se adaptaría mejor a un futuro incierto la forma natural que tienen los niños de relacionarse con el mundo? ¿No sería enriquecedor conservar la forma en la que ellos conectan con el entorno? Veamos lo que los niños hacen con completa naturalidad y que los adultos llevamos en nuestro ADN. Sencillamente, podemos despertarlo.

¡Son artistas!: El gran pintor Pablo Picasso pensaba que todos los niños nacen artistas. Tienen una facilidad asombrosa para crear, para ser genuinos, perciben la belleza de las cosas cotidianas y la plasman mediante el arte. Las disciplinas artísticas conectan con nuestra parte interior y se relacionan con la expresión de sentimientos. En 2007 El País publicó un reportaje llamado El niño que vivía en Paul Klee que cuenta como parte de la riqueza de este genial artista residía en conservar una mirada infantil hacia el mundo.

Hacen lo que les gusta: La forma que tienen de respetar sus intereses les lleva a hacer lo que de verdad les gusta, por lo que el disfrute es aún mayor. En el colegio se divierten practicando deporte, descubriendo su facilidad para la pintura o su buen oído musical. Pero muy pronto los adultos empezamos a dar más importancia a lo buenos o malos que son en matemáticas, las ciencias o la lengua y con ello les condicionamos para que consideren qué es lo importante. Abandonan la idea de ser pianista, cantante, pintor…porque no es algo que les vaya a facilitar un buen trabajo y comienzan a asociar el triunfo con capacidades técnicas. A medida que vamos creciendo nos vemos haciendo cosas que se esperan de nosotros o lo que creemos que se espera, posponiendo frecuentemente actividades, hobbies…que nos reportan satisfacción… Y es paradójico, muchos padres les dicen a sus hijos qué deben estudiar, cuando los expertos en educación aseguran que nuestros jóvenes ocuparán profesiones que aun no existen.

Viven el momento presente: Los niños viven de manera natural el día a día sin saber lo que pasará mañana. Saborean el aquí y el ahora, son auténticos. No reflexionan las emociones, simplemente las expresan como cuando se separan de su madre y lloran. Lógicamente, el proceso de socialización nos exige ir aprendiendo a controlar ciertas expresiones, sin embargo, el riesgo que corremos en dicho proceso es desconectarnos de nuestras auténticas necesidades.

Imaginan y crean: Los niños tienen una capacidad extraordinaria para hacer de una piedra un tesoro y de un lápiz una varita mágica. Las investigaciones de Vigotsky, una de las personas más influyentes en la psicología del desarrollo, destacan la capacidad de los niños para combinar elementos y crear algo nuevo, sin que sea una repetición de cosas vistas u oídas. Según él, esta facilidad de combinar lo antiguo con lo nuevo sienta las bases de la creación, la cual es absolutamente necesaria en nuestras empresas y en nuestra vida.

¡Arriesgan! Si no saben hacer algo… ¡lo intentan! Y si la frustración no les vence, pueden intentarlo una y otra vez hasta conseguirlo. Las ideas más originales nacen de no tener miedo a caer en el error y ellos no ven un muro en las posibles equivocaciones o en las consecuencias de las mismas.

Se mueven: La mayoría de los niños son inquietos, ágiles, dinámicos…y esa sobredosis de activación que a veces nos resulta molesta, es la mismo que echamos en falta cuando enferman. Ese dinamismo les hace estar llenos de vida. Robinson critica como ahora algunos niños son diagnosticados de un trastorno por déficit de atención cuando quizá lo único que pasa es que su interés está lejos de lo que consideramos adecuado.

Y sobre todo…son curiosos y alimentan su curiosidad: Su naturaleza les lleva a buscar, preguntar, en definitiva, querer saber. Aprenden entre ellos, copian a los modelos que tienen a su alrededor; y para hacerlo observan y escuchan con atención. Son aprendices naturales y la curiosidad es el motor de los logros.

Debemos fomentar un sistema que abogue por el aprendizaje social y emocional, que estimule la creatividad, la pasión, la energía y el conocimiento de los talentos personales porque es la única manera de afrontar los nuevos retos como sociedad y como personas. Así pues, aprendamos de los niños y despertemos esa parte auténtica de nosotros mismos, que nos hace sentirnos libres, creativos y, por supuesto, más felices.


Vigotsky, L.S. (1986). La imaginación y el arte en la infancia (9ªed.). Madrid: Akal

Conferencia de Ken Robinson en TED y REDES Fuente: El País.

domingo, 19 de enero de 2014

Israel Ruiz, vicepresidente del MIT, considera clave el talento, y tomar decisiones difíciles

“Las apuestas arriesgadas definen el futuro y permiten hacerlo nuestro”

Es uno de los impulsores de edX, la plataforma 'online' que revoluciona la educación tradicional

Hace dos años consiguió la nacionalidad estadounidense y no se plantea regresar a España

En el Instituto Tecnológico de Massachusetts las ideas hallan un ecosistema ideal para crecer


Desde uno de esos lugares donde se diseña el futuro hay un español que quiere cambiar el mundo. Israel Ruiz (Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1971) tiene en sus manos esa arma que tantos reconocen como poderosa pero que no muchos saben manejar: la educación. La educación desde la innovación. Como vicepresidente ejecutivo y tesorero del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) supervisa un presupuesto de 2.100 millones de euros anuales, pero sobre todo gestiona una abrumadora concentración de talento.

En solo 12 años, Ruiz ha llegado a la cúspide de una de las instituciones más prestigiosas y vanguardistas del mundo, convirtiéndose en su número dos, administrador y gestor: es, en definitiva, el alcalde del MIT, una ciudad de 30.000 personas. Cuando los terroristas del maratón de Boston asesinaron a un policía en el mismo campus del MIT, fue también el encargado de activar todo el dispositivo de emergencia, coordinar las comunicaciones y organizar la colaboración con la policía de la ciudad.

A pesar de su trayectoria y de ser el español con mayores posibilidades de impacto en la educación y la innovación a nivel global, Israel Ruiz es casi un desconocido en su país. Un campeón oculto, utilizando la terminología que se aplica a esas empresas exitosas y discretas que saben aprovechar sus oportunidades, pero resultan invisibles para el gran público. Poco le preocupa esto, y, sin embargo, sus ambiciones son enormes.

Democratizar la educación mundialmente ya suena grande, y así define la esencia de ese proyecto que puede dar un vuelco a cómo aprendemos, dónde y con quién lo hacemos. La educación digital se presenta como la última de las grandes disrupciones. Ruiz forma parte del pequeño equipo que lidera edX, la plataforma sin ánimo de lucro que surge del histórico acuerdo entre Harvard y el MIT para impulsar en Internet cursos gratuitos de nivel universitario.

La tecnología cambió la música, la fotografía, la edición de libros; cambiaron los medios, o la manufactura de industrias como el acero, y ahora le llega el turno a la educación. Donde algunos ven riesgos y problemas, otros ven oportunidades. Es la misma filosofía vital que en su último año en la Politécnica de Cataluña, antes de graduarse como ingeniero industrial, le llevó a trabajar a Nissan en busca de la “vida real” que la universidad no le ofrecía; la que le llevó a escuchar a su mentor y jefe para volar, viajar, mejorar su inglés, trabajar en Hewlett Packard y buscar, en 1999, oportunidades en ese lugar mítico para científicos, ingenieros y emprendedores que es el MIT. Allí cursó un máster y se especializó en finanzas y estrategia aplicada a empresas de tecnología. Su plan era quedarse cinco años. Pero no le iban a dejar escapar. En un ecosistema donde prima la meritocracia, a este ingeniero del barrio de Santa Eulalia le han dado mucho poder. Y, de paso, la nacionalidad estadounidense.

¿Se fue para no volver?
Mi proyecto profesional está en Estados Unidos y solo volvería por algo de impacto, con una visión internacional. Un proyecto con un nivel de escala que no veo. Y ambición. En español, esta palabra está mal vista, pero España, aun siendo un país pequeño, no tiene por qué tener ideas pequeñas, puede tenerlas ambiciosas, de futuro. Son ideas que cuestan, y aquí –la entrevista se realizó el pasado 2 de enero en Barcelona– te dicen cosas como "es una americanada”, como soñar demasiado. Soñando igual no llegas donde quieres, pero te lleva a un sitio mejor. Esto lo veo tan difícil que creo que puedo ayudar más desde donde estoy, y el impacto que tengo y las posibilidades de ejecución se magnifican en una proporción desmesurada en una región como Massachusetts. La gente buena puede tener su sitio en todas las partes del mundo, pero el nivel de escala allí es mucho mayor. Replicarlo no voy a poder hacerlo nunca, y volver, ni me lo planteo.

Se deja escapar mucho talento, más aún en época de crisis. ¿Cómo ve desde la distancia lo que está ocurriendo en España?
Hay gente con mucho talento, y una de las cosas que más valoro, aunque parezca que voy a contracorriente, es que la gente se vaya. Lo mejor que le puede pasar a España es que se entienda que hay gente muy buena. Hasta ahora, la imagen de país no existe. Se define por tres o cuatro cosas que son estereotipos. Este talento, que hasta ahora estaba cautivo, sale por las necesidades y son nuestros mejores embajadores. Ha existido una formación educativa que permite ese movimiento. El factor negativo es que el entorno no les ha ayudado aquí. Cuando miro lo que pasa en Boston y la vecina Cambridge, es increíble la concentración de talento internacional en esa región, que puedas hablar con gente en la misma sintonía, que permite que tus ideas fructifiquen, pasar de una etapa de indecisión a otra, porque la creación y la innovación necesitan unas fases, y allí se acelera por el entorno. Aquí el entorno está en algunos sitios, pero es un microcosmos.

¿Y cómo hacemos para combinar esa necesidad de talento fresco, inmediato, con la importancia de que la gente viaje, se forme, vea mundo?
Solo nos fijamos en la fuga de talentos hacia fuera y no hablamos de la importación de talentos hacia dentro. Ese es un factor clave en la competitividad española. Hasta que ese flujo sea igual o mayor que el flujo exterior, España no competirá bien. Si aquí no se dan las oportunidades de hacer cosas, se van a ir. Pero eso no es tan grave como que estemos conectados. Tener un programa para mantener conectada a esa gente con España. Es una inversión mínima. Las conexiones son internacionales, y si va pasando el tiempo, se pierden. Debemos decidir en qué vamos a ser competitivos internacionalmente y no se puede competir en el mundo global solo con el talento español. Lo que hay que hacer es crear la estructura de soporte y de conexión disciplinar, una conexión intelectual... Leer todo aquí en El País.

¿Cuáles son los cimientos del innovador? ver aquí en El País. Fuente: El País Semanal.

jueves, 3 de octubre de 2013

La alta literatura es gimnasia para el cerebro

La escritura literaria estimula las áreas cerebrales implicadas en la emoción social y la empatía
La novela popular y el ensayo no lo hacen

El trabajo que Science publica este jueves hace diana en el epicentro de la más profunda cuestión en la estética literaria. ¿Por qué El código Da Vinci de Dan Brown puntúa menos que El americano impasible de Graham Greene en ese concurso para ascender al parnaso? ¿En qué sentido es Arturo Pérez Reverte menos literario que Javier Marías? ¿Por qué discutieron Carlos Ruiz Zafón y Antonio Muñoz Molina? Pues bien, he aquí una respuesta: mirad al cerebro. Leer ficción literaria recluta las áreas cerebrales implicadas en la emoción social: las que distinguen una sonrisa sincera de una falsa, detectan si alguien se siente incómodo o evalúan las necesidades emocionales de familiares y amigos. La ficción popular (como las novelas de espías o de amor y lujo) no lo hace, y la estantería de no ficción tampoco lo consigue.

Las lecturas literarias también son únicas en que estimulan la teoría de la mente, la facultad de ponerse en la piel del otro. La razón, según publican en Science los científicos de la Nueva Escuela de Investigación Social en Nueva York, es que la alta literatura nos obliga a expandir nuestro conocimiento de las vidas de otros, y a percibir el mundo desde varios puntos de vista simultáneos.

Los resultados de los científicos de Nueva York ofrecen, seguramente por primera vez en la historia de la crítica literaria, un criterio objetivo para cuantificar “el valor de las artes y la literatura”, como dice su institución. La Nueva Escuela de Investigación Social se fundó en 1919 con el espíritu de promover la libertad académica, la tolerancia y la experimentación. Publicar una investigación en Science es seguramente una culminación de ese programa. Su trabajo muestra que “leer ficción literaria estimula un conjunto de capacidades y procesos de pensamiento fundamentales para las relaciones sociales complejas, y para las sociedades funcionales”.

El psicólogo Emanuele Castano y su estudiante de doctorado David Comer Kidd han consultado a críticos e historiadores de la literatura para dividir el espectro continuo y diverso de la expresión literaria en solo tres categorías: ficción literaria, ficción popular y no-ficción.

Los voluntarios —siempre los hay en las investigaciones de psicología experimental, y suelen ser estudiantes de psicología sedientos de créditos— leyeron textos de esos tres géneros y se sometieron a todo tipo de mediciones perpetradas por Kidd y Castano. Los psicólogos estaban interesados sobre todo en su teoría de la mente, la habilidad de adivinar los pensamientos de otros, sus intenciones y emociones más ocultas. Este ejercicio de adivinación es algo que todos practicamos continuamente, de un modo más o menos consciente, pero unas personas lo hacen mejor que otras.

Una de estas pruebas es leer la mente en los ojos. Los participantes miran a fotografías de actores en blanco y negro y tienen que adivinar la emoción que están expresando. ¿Fácil? Pues seguro que hay alguien que lo hace mejor que usted. Otra prueba se llama el test de Yoni, y trata de medir a la vez las habilidades de percepción cognitiva y emocional de los voluntarios. “Hemos usado diversas medidas de la teoría de la mente”, dicen Kidd y Castano, “para asegurarnos de que los efectos que vemos no son específicos de un tipo de medida, y acumular evidencias convergentes para nuestra hipótesis”.

En los cinco tipos de experimento, los psicólogos de Nueva York han comprobado que los voluntarios que fueron asignados (al azar) a leer los textos más literarios puntuaron más alto en las medidas de la teoría de la mente que los que leyeron ficción popular o ensayo. Estos dos últimos géneros, por cierto, puntuaron igual de mal en esas pruebas.

“A diferencia de la ficción popular”, concluyen los autores, “la ficción literaria requiere una implicación intelectual y un pensamiento creativo de sus lectores”. Así que ya lo saben: lean bien, queridos lectores.
Fuente: El País.

viernes, 5 de abril de 2013

Cinco formas de aumentar la creatividad


 De pronto, un momento de inspiración. Comprendemos, vemos una conexión, una solución, una causa. ¿Pero qué sucede en el cerebro cuando surge una nueva idea? ¿Es la creatividad un proceso al azar o puede ser alimentada?

La ciencia cuenta ahora con nuevas herramientas que permiten literalmente "ver" qué sucede en el cerebro antes de la inspiración.

En un programa de la serie televisiva Horizon, la BBC habló con expertos que exploran los procesos neurológicos previos al momento "eureka".

Y su trabajo sugiere cinco vías para aumentar la creatividad.

Hacer cosas en forma diferentes
Si uno busca respuestas innovadoras para un problema, hacer algo tan simple como cambiar la rutina puede ayudar a encontrar la solución. Cambiar pan por cereal en el desayuno o intentar una nueva ruta para llegar trabajo son algunas opciones.

La psicóloga Simone Ritter, de la Universidad Radboud Nijmegen en Holanda, realizó experimentos de innovación con sus estudiantes. En uno de ellos, el estudiante se coloca un casco y lentes especiales que le permiten interactuar con un mundo virtual.

Pero esta nueva realidad no obedece a los principios de la física. Los objetos se elevan al caerse de una mesa y se ven cada más pequeños al acercarnos. Tras navegar algunos momentos por este mundo desconocido, los estudiantes logran mejores resultados en pruebas de creatividad.

La Dra Ritter también pide a los estudiantes, por ejemplo, que preparen un tradicional sándwich holandés, de pan con mantequilla y grajeas de chocolate, pero no en el orden usual.

Preparar un sándwich en un orden inusual puede ayudar, según la Dra Ritter.

En lugar de untar una rebanada de pan y verter grajeas sobre la misma, ¿por qué no poner las grajeas en el plato primero y luego frotar en ellas el pan enmantecado?

Ejercicios de este tipo producen mejores resultados en tests de creatividad, asegura Ritter, quien recomienda experiencias nuevas. La investigadora misma experimenta por primera vez en el programa de la BBC ser copiloto de un planeador, una aeronave que se desplaza sólo por fuerzas aerodinámicas y carece de motor.

Cambiar la rutina puede ofrecernos una perspectiva refrescante y resultar en nuevas conexiones neuronales que se traducen en ideas originales, según Ritter.

Disminuir las distracciones
Reducir las distracciones parece ser importante en el camino hacia una epifanía.

Cortar el ruido exterior puede ayudar a "ver" soluciones.

Roald Dahl, el prolífico autor de cuentos británico, no permitía casi visitas al cobertizo en su jardín donde creaba sus historias. Y el escritor estadounidense Jonathan Franzen escribió su novela "Las Correcciones" (2001) usando tapones para los oídos y una venda en los ojos.

Los neurólogos creen que el momento de la inspiración ocurre en el hemisferio derecho del cerebro, en un área cercana a la parte frontal que se denomina giro temporal superior. Algunos estudios indican un aumento significativo de ondas gama desde esta zona cuando surge una idea.

Pero justo antes de que ello suceda se registra en la parte posterior del cerebro un incremento de ondas alfa, las ondas asociadas con el relajamiento, explica el profesor John Kounios, de la Universidad Drexel, en Filadelfia, Pensilvania (Estados Unidos).

El investigador explicó que captamos información permanentemente, pero las ondas alfa le permiten al cerebro tomarse una pequeña pausa, algo similar a lo que ocurre cuando cerramos momentáneamente los ojos al pestañear.

Ese "pestañeo" en el tráfico de información permite que una conexión tenue salga a la superficie como una nueva idea. "Cuando le preguntamos a alguien una pregunta difícil, es común que miren a la distancia o bajen la mirada por un instante. Miran a cualquier lado pero no a nuestro rostro que los distrae", señala Kounios.

Si nuestra atención se dirige "hacia adentro" es más probable que podamos resolver un problema en un destello de inspiración, según el científico.

Trabajar en tareas mundanas
Otra actividad que puede ayudar a la creatividad es trabajar momentáneamente en tareas que requieran concentración mínima.

Darwin caminaba todos los días por el sendero cercano a Down House, su casa en las afueras de Londres.

El profesor Jonathan Schooler de la Universidad de California, Santa Barbara, planteó tests de creatividad a tres voluntarios. Luego de buscar soluciones, cada voluntario "descansó" con una tarea diferente: no hacer nada, hacer algo difícil, o cumplir una tarea rutinaria como ordenar cubos por colores, que no requiere demasiada concentración. La tercera opción es la que llevó a mejores resultados al reanudar posteriormente los tests de creatividad. Durante esa tarea rutinaria el inconsciente parece seguir un proceso de "recombinación" que lleva a nuevas soluciones.

"Si están atascados, tómense un descanso. Eso permite que los procesos inconscientes sigan activos. Pero no se queden simplemente allí sin hacer nada, salgan a caminar o tomen un ducha o dedíquense un momento a la jardinería", aconseja Schooler.

Gregor Mendel, considerado el padre de la genética, pasó años contando y observando pacientemente los guisantes que cruzó para descifrar los principios de la transmisión hereditaria.

No tener miedo de improvisar o arriesgarse
El Dr Limb pide a jazzistas que toquen un miniteclado mientras están en un tomógrafo.

El científico Charles Limb de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, Estados Unidos, asegura que todas las personas son creativas aún cuando a veces no se den cuenta de ello.

"Si la gente piensa en su comportamiento diario, verá que es en gran medida improvisado, ya que no planeamos segundo a segundo qué vamos a hacer", señala el investigador.

Además de otorrinolaringólogo, Limb es un músico amante del jazz y ha venido utilizando esa pasión en sus investigaciones, pidiendo por ejemplo, a conocidos artistas que improvisen en un pequeño teclado mientras se encuentran en un tomógrafo para estudiar su cerebro.

Limb señala que los músicos de jazz, los dibujantes de historietas y los raperos, todos acostumbrados a improvisar, experimentan cambios en la corteza prefrontal del cerebro en momentos creativos.

"En estos músicos constatamos una especie de suspensión temporal en esa corteza prefrontal", señala el investigador.

En estas profesiones es menos probable que las personas sientan que deben monitorear su comportamiento y por ello acaban tomando más riesgos.

Dejar que la mente divague

Charles Darwin estaba leyendo el ensayo de Thomas Maltus sobre el crecimiento de la población cuando cristalizó su teoría de la selección natural, según relatos.

Y Arquímedes, el científico griego a quien se atribuye el uso del término "eureka", supuestamente lo usó cuando descubrió, mientras tomaba un baño, el principio para determinar el volumen de un objeto de forma irregular.

La inspiración para las notas de papel autoadhesivas Post It le llegó a Arthur Fry cuando buscaba una forma de marcar las páginas de su libro de himnos durante un servicio religioso. Fry se dio cuenta de que podía usar una sustancia adhesiva inventada por su colega Spencer Silver para crear notas autoadhesivas.

El Dr Rex Jung, de la Universidad de Nuevo México en Estados Unidos, ha observado que durante un proceso creativo se producen cambios en los lóbulos frontales. Cuanto menos actividad exista en esa zona, más probable es que surja una idea original.

La materia blanca está formada por más de 150.000 kilómetros de conexiones.

Y Jung asegura que es posible desencadenar temporalmente ese estado cerebral meditando o saliendo a correr.

El investigador señala que lo importante es qué sucede con la materia blanca del cerebro, el intrincado sistema de fibras, parte del sistema nervioso central, formado por más de 150.000 kilómetros de conexiones.

Aunque el momento en que se prende la lamparita parece instantáneo, puede ser que la idea haya estado dando vueltas en nuestro inconsciente durante algún tiempo antes de que seamos conscientes de ella.

De acuerdo al trabajo del Dr Jung, los cerebros más inventivos están menos organizados, de forma que el tráfico neuronal desciende y eso crea la oportunidad para que se produzcan conexiones más inusuales.

El Test del ladrillo

Una de las pruebas más tradicionales es la creada por el psicólogo estadounidense J. P. Guilford. Su test de usos alternativos para objetos comunes mide el llamado pensamiento divergente. ¿Cuántos usos alternativos de un ladrillo podemos sugerir? ¿instrumento para mantener una puerta abierta? ¿aprietapapeles? ¿pesa para musculación? Fuente: BBC

Contenido relacionado



Más en El País. http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/04/05/actualidad/1365175865_448281.html

Más en el NYT, 2010. Artículo de Patricia Cohen. http://www.nytimes.com/2010/05/08/books/08creative.html?pagewanted=all&_r=0



Images from brain research conducted by the Mind Research Network. While intelligence and skill are associated with the fast and efficient firing of neurons in the brain, subjects who tested high in creativity had thinner white matter and connecting axons that slow nerve traffic. In these images, the green tracks show the white matter being analyzed. The yellow and red spots show where creativity corresponds with slower nerve traffic. The blue areas show where "openness to experience," associated with creativity, corresponds with slower nerve traffic.

Imágenes de la investigación sobre el cerebro realizado por la Red de Investigación de la Mente. Mientras que la inteligencia y la habilidad están asociados con la conexión rápida y eficiente de las neuronas en el cerebro, los sujetos que dieron alto en la creatividad tenían más delgada la materia blanca y los axones del nervio de conexión que el tráfico lento. En estas imágenes, las pistas verdes muestran la materia blanca que se analiza. Las manchas amarillas y rojas muestran donde la creatividad se corresponde con el tráfico más lento en los nervios. Las áreas azules muestran donde la "apertura a la experiencia", asociada con la creatividad, se corresponde con el tráfico más lento del nervio.

martes, 24 de julio de 2012

La creatividad de los adolescentes

“Luis, si vivieses en Estados Unidos te habrían dado un millón de dólares”. Esa frase es una cantinela en la vida de Luis Iván Cuende. A los 12 años creó una distribución Linux para Asturias, Asturix, que se han instalado 30.000 usuarios en 20 países. Un éxito empresarial que no corresponde con su presupuesto o su reconocimiento social y mediático. “Se nos margina por la edad. Ninguna Administración se ha interesado por mi sistema que es gratuito, no he conocido a ningún político, cuando buscaba financiación se reían…”, cuenta. El premio a mejor hacker adolescente de Europa 2011, otorgado en el concurso de programación HackNow, le hizo subir enteros como profesional y ahora junto al murciano Alberto Elías de Ayala, de 16, busca inversores para su empresa Holalabs. Les separan 1.000 kilómetros, pero no la ilusión de lanzar un nuevo escritorio o posicionar su proyecto Incubator. Este canaliza en la Red cinco proyectos de jóvenes ambiciosos, enfrascados en crear un Twitter para vídeos o un competidor de Google.
 Ellos no son el futuro sino el presente. “El futuro pertenece a las sociedades que faciliten el despliegue de la capacidad emprendedora de los ciudadanos —aquellas que defienden y fomentan la libertad— porque alumbrarán las nuevas empresas que convertirán los problemas actuales en oportunidades para mejorar la calidad del sistema productivo”, afirman el economista Ángel Pes y el filósofo Norbert Bilbeny en Emprender con responsabilidad (Lid).
 “Entre mis compañeros hay mucho talento, pero están dormidos. Les animo, pero les puede el miedo o les aburre”, lamenta Cuende. En vacaciones no se despega del ordenador y durante el curso saca seis horas diarias para sus proyectos. Con su pantalón corto y su camiseta azul, se diluye en la masa. Pero no es uno más. Es un inspirational speaker. Piensa que no es positivo que se fuerce a la gente a ser emprendedora, pero que se frena la originalidad en las escuelas. “Con los años se gana experiencia y se pierde creatividad”.
 Se entiende, pues, que este pequeño Bill Gates autodidacta, al que ayudan una veintena de personas, se sienta un incomprendido, aunque reconfortado tras compartir días con 240 estudiantes del bachillerato internacional (BI). Una conferencia de futuros emprendedores de más de 30 países que se ha celebrado en la IE University de Segovia. Su objetivo: que estos chicos aprendiesen herramientas para levantar empresas sociales que sirvan de vehículo para cambiar lo que les rodea. La imagen opuesta a los denigrados ni-nis. Potenciar esta creatividad es tarea de Max Oliva, cofundador de HubMadrid, un espacio de trabajo que comparten emprendedores empeñados en mejorar el mundo”. “Hay 4.000 millones de personas que viven con dos o cuatro dólares al día y pagan más por productos y servicios que, además, son de peor calidad. Dar un 0,6% del PIB en ayuda al desarrollo es caridad. Hay que apostar por poner en valor real su budget (presupuesto) y no olvidar su dignidad”, resalta el cofundador la cooperativa de educación Teamlab.
 Oliva coordina en la IE los talleres de Design Thinking, el mismo proceso de creación al que se enfrentan los diseñadores para desarrollar productos o servicios. El primer paso es descubrir las necesidades del usuario. Después, generar ideas tangibles que den solución. Luego se crea un storyboard, en el que se relata su vida y la estrategia a seguir. Y, finalmente, un vídeo. Así, para afrontar la integración de las minorías en un instituto de California, los adolescentes del BI decidieron organizar una fiesta con eventos deportivos en el que cada uno mostraba su cultura. Un festejo sufragado con la venta de camisetas y de entradas... Leer más en el País.