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martes, 10 de noviembre de 2020

_- El águila y las gallinas

_- Leonardo Boff, pensador brasileño, profesor de teología sistémica en la Universidad de Petrópolis y director de la editorial brasileña Vozes, escribió hace años (la traducción española es de septiembre de 1998) un pequeño libro titulado “El águila y la gallina. Una metáfora de la condición humana”.

El libro comienza de esta sugerente manera: “Érase una vez un político, también educador popular, llamado James Aggrey. Era natural de Gana, pequeño país del África Occidental. Hasta ahora, tal vez, un perfecto desconocido. Pero, en cierta ocasión contó una historia tan bonita que, con certeza, ya circuló por el mundo, llegando a ser su autor y su narración inolvidables”.

El contexto de la narración es el siguiente: a mediados de 1925, James había participado en una reunión en la que se abordaba el acuciante problema de la independencia de Gana, país que tiene 238.537 kilómetros cuadrados. Unos defendían la vía armada como el mejor medio para alcanzar la liberación de los colonizadores ingleses. Otros sostenían que era la organización política del pueblo la que podría conseguir los propósitos de independencia, como realmente sucedió bajo el liderazgo de Kwame N´Krumah, que recorría el país con el lema: “busca primero el reino político, y todo lo demás vendrá”. Algunos defendían la idea de que había que mantenerse bajo la protección de los ingleses. Los colonizadores predicaban desde los púlpitos, escribían en los libros y decían en los actos oficiales que los ganeses y los africanos en general eran seres inferiores, incultos y bárbaros y que solos nunca conseguirían el desarrollo que podrían alcanzar bajo el imperio británico. Como suele suceder, algunos habían hecho suyas las tesis de los opresores.

James Aggrey, fino educador, seguía atentamente todas las intervenciones. Escuchaba con sorpresa y rabia cómo algunos líderes apoyaban la causa de los ingleses. Hacían caso omiso de todas las quejas y renunciaban a los sueños de la liberación. Entonces pidió la palabra levantando la mano y, con calma y solemnidad, contó la siguiente historia:

Érase una vez un campesino que fue a la floresta para coger un pájaro y tenerlo encerrado en su casa. Consiguió una cría de águila y la puso en el gallinero con las gallinas. Comía la ración de maíz como todas las demás gallinas.

Pasados cinco años, este hombre recibió en su casa la visita de un naturalista. Al pasear por el jardín, entre las gallinas, el naturalista dijo:

– Ese pájaro de ahí no es una gallina. Es un águila.

– Cierto, dijo el campesino, es un águila. Pero yo la crié como gallina. Ya no es un águila. Se transformó en gallina como las demás, a pesar de las alas de casi tres metros de extensión

– No, insistió el naturalista. Es y será siempre un águila. Pues tiene un corazón de águila. Este corazón la hará volar un día en las alturas.

Entonces decidieron hacer una prueba. El naturalista tomó el águila, la levantó lo más alto que pudo y, desafiándola, dijo:

– Ya que eres de hecho un águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, entonces, extiende las alas y vuela.

El águila se posó sobre el brazo extendido del naturalista. Miraba distraídamente alrededor. Vio a las gallinas allí debajo, revolviendo los granos de maíz. Y saltó unto a ellas. El campesino comentó:

– Ya le dije se ha convertido en una gallina. Así ha vivido todo el tiempo.

– No, insistió el naturalista. Es un águila Y un águila será siempre un águila. Vamos a probar nuevamente mañana.
Al día siguiente, el naturalista subió con el águila al tejado de la casa. Y le susurró:

– ¡Águila, puesto que eres un águila, abre tus alas y vuela!

Pero, nuevamente, cuando el águila vio a las gallinas picoteando el grano allí abajo, saltó y se fue con ellas. El campesino sonrió y volvió a la carga:

– Yo ya se lo había dicho. ¡Se convirtió en gallina para siempre!

– No, respondió firmemente el naturalista. Es un águila, poseerá siempre un corazón de águila. Vamos a intentarlo una vez más. Mañana la haré volar.

Al día siguiente el naturalista y el campesino se levantaron muy temprano. Cogieron el águila, la llevaron fuera de la ciudad, lejos de la casa, lejos de las gallinas, en lo alto de la montaña. El sol naciente doraba las crestas elevadas. El naturalista levantó el águila y le ordenó:

– Águila, ya que eres águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, abre tus alas y vuela.

El águila miró alrededor. Temblaba como si experimentase una nueva vida. Pero no emprendió el vuelo. Entonces el naturalista la aseguró firmemente, en la dirección del sol, para que sus ojos pudiesen llenarse de la claridad solar y de la inmensidad del horizonte,.

En ese momento, ella abrió sus potentes alas, graznó con el típico kau-kau de las águilas y se irguió, soberana, sobre sí misma. Y comenzó a volar hacia lo alto, a volar cada vez con más velocidad y con más altura, más y más, hasta confundirse con el azul del firmamento.

Y James Aggrey terminó diciendo: Hermanos y hermanas compatriotas. Hubo personas que nos hicieron pensar como gallinas. Y muchos de nosotros pensamos que somos gallinas. Pero nosotros somos águilas. Por eso, compañeros y compañeras, abramos las alas y volemos. Volemos como las águilas. Jamás nos contentemos con los granos que nos arrojan a los pies para rebuscar en la tierra.

Gana fue el primer país del África subsahariana que accedió a la independencia. Kwame N´Krumah continuó como primer ministro, mientras se mantenía la representación de la corona británica a través de un gobernador general. Este cargo fue eliminado en 1960,cuando se optó por el sistema republicano.

La historia de James Aggrey es realmente espléndida. Fue contada en el momento oportuno en el que había que luchar por la liberación de un pueblo. También existe la liberación de los individuos: para el desarrollo de la realización humana hace falta el sentido de la autoestima, la capacidad de afrontar dificultades casi insuperables y la creatividad ante situaciones de opresión que amenazan el horizonte de la esperanza.

Estamos contantemente desafiados a liberar el águila que llevamos dentro. Ante situaciones de adversidad como la que tenemos con la pandemia, ante actuaciones políticas egoístas o irracionales, ante la dominación de los medios, ante la presión que ejerce sobre concepciones, actitudes y comportamientos la filosofía neoliberal, ante la crisis de valores, ante el esfuerzo de los monopolizadores del tener, el saber y el poder, ante la falta de miras solidarias… hemos de liberar al águila.

Todo ser humano tiene que realizar un proceso de personalización. Ese proceso está frenado por obstáculos diversos: el egoísmo, el pragmatismo, el consumismo, la dominación, el conformismo, el adoctrinamiento, la falta de valores, el engaño…

Y la piedra angular de la liberación personal y social radica en la educación. Como dice Emilio Lledó: “La educación entra en la historia humana cuando aparece en ella la lucha real o ideal por la libertad. Educar es abrir y desarrollar posibilidades, construir en cada individuo un espacio más amplio que el que ofrecen las respuestas inmediatas al cerco de los estímulos y las necesidades elementales”.

Educar es subir al águila que llevamos dentro a la parte más alta de la montaña del desarrollo integral para invitarla a que vuele en el firmamento mirando al sol de un mundo mejor.

martes, 5 de mayo de 2020

¿Son los padres y las madres (in)competentes para educar? La disciplina social solo es posible cuando existe, previamente, una responsabilidad personal.

En una de las bibliografías de María Montessori, Rita Kramer explica que se había puesto de moda, entre las mujeres del siglo XIX en Italia, el juego de encender y de apagar unas cerillas para matar el tiempo, mientras los niños estaban siendo cuidados por una niñera y el padre estaba ausente del hogar. Esa anécdota ilustra hasta qué punto no se veía la actividad educativa -por lo menos durante los primeros años del niño- como algo relevante. Educar era una tarea a la que se dedicaban principalmente los más vulnerables, a falta de otra alternativa. Montessori explica como era corriente escuchar en las familias burguesas decir al niño; “no te sientes en el suelo” o “no te sientes en el sofá”. Entonces el niño era un ciudadano que no tenía lugar en los espacios comunes de su propia casa. Se le decoraba de lazos y se le ataba inmóvil a una silla con su niñera para que no hiciera ruido y no molestara.

Si bien es cierto que en l’Émile, Rousseau había hablado en el siglo XVIII del niño como de un sujeto, no como un objeto, consideraba el Estado como su principal educador. Afirmaba que el Estado tiene un papel prioritario sobre el de los padres en el ámbito de la educación de los hijos, puesto que la educación de los niños no debe “abandonarse a los prejuicios de sus padres”. Quizás fue por exceso de coherencia consigo mismo que Rousseau abandonó a sus hijos en un orfanato. La idea rousseauniana de que los padres son incompetentes para poder educar a sus hijos y deben dejar que el Estado lo haga para ellos sigue hoy recibiendo atención, configurando muchas de las políticas educativas.

A inicios del siglo XX, se empiezan a multiplicar las teorías psicológicas respecto a la educación y se ponen de moda los parvularios para niños desde los 3 años. En los EE UU, Dewey tiene sus teorías encaminadas a resolver, desde el aula, la cuestión de la educación hacia la integración de los millones de inmigrantes que habían llegado a América después de la Primera Guerra mundial. En Europa, nace el movimiento de la Educación Nueva inspirado en gran parte en Rousseau. Las aulas de la Educación Nueva se convierten en laboratorios de psicología, y la psicología se convierte en el vestido de dignidad de la pedagogía. Surgen todo tipo de teorías educativas elaboradas por médicos o psicólogos, como Claparède, Decroly, Piaget, Montessori, que pueden dar de pensar a los padres que la educación es un asunto demasiado complicado para que ellos mismos puedan hacerse cargo. Los padres deben por tanto encargarlo a los especialistas, ya que ellos, sí saben.

Acabada la Segunda Guerra mundial, ante el horror de los campos de concentración, se rechaza enérgicamente la teoría de la eugenesia, se empieza a entender el poder de la educación y los Estados adoptan progresivamente la idea de cuidar a los colectivos desfavorecidos a través de políticas sociales y educativas, empezando desde la primera infancia. Como consecuencia de la Segunda Guerra mundial, los orfanatos de Europa están llenos. La OMS encarga entonces un informe a un psiquiatra llamado John Bowlby, sobre la consecuencia de una crianza sin madre sobre la salud mental de los niños en los orfanatos. En su informe, publicado en 1951, Bowlby hace hincapié en la importancia de la sensibilidad del principal cuidador para la creación de un vínculo de apego (de confianza) entre él y el niño. Nace entonces la teoría del apego, que revolucionará el ámbito de la psicología infantil.

En la década de los ochenta, el caldo es favorable a la aplicación de ciertas ideas neurocientíficas en el ámbito de la educación y la ciencia se convierte una vez más en el vestido de dignidad de la pedagogía bajo la etiqueta de la “educación basada en la neurociencia” (brain-based education). Esa situación da pie a las expresiones que hoy conocemos como: “todo se juega de 0 a 3 años” o “más y antes es mejor”. Y entonces se recomienda a los padres escolarizar a sus hijos cuanto antes, se pone el énfasis en la parte cognitiva de 0 a 3 años y se multiplican los métodos y los libros que hablan de la estimulación temprana. De nuevo, los padres tienen menos protagonismo, delegando la educación a parvularios especializados que usan métodos supuestamente basados en la neurociencia, pensando que ellos mismos no son lo suficientemente competentes para hacer ese trabajo. El apogeo de esa creencia es, en 1997, cuando Hilary Clinton, en un discurso dirigido a educadores en la Casa Blanca, dice: “En el momento en que la mayoría de los niños empiezan la escuela infantil, la arquitectura del cerebro está esencialmente construida.” Esa declaración levantó un tsunami de críticas por parte de neurólogos y neurobiólogos en todo EE UU, pues esa creencia es un “neuromito” (una mala interpretación de la literatura neurocientífica). El cerebro es plástico y puede modificarse a lo largo de toda la vida y el bombardeo temprano de información no necesariamente favorece el aprendizaje. Esos neuromitos dan una importancia excesiva a la estimulación cognitiva y restan importancia a la dimensión interpersonal en los primeros años, clave para el apego.

La disciplina social solo es posible cuando existe, previamente, una disciplina y una responsabilidad personal.
Los neuromitos han llevado a la abdicación del ámbito familiar, a favor de la industria educativa del consejo empaquetado conformado por aquellos gurús, expertos, libros o productos que dictan a los padres exactamente lo que han de hacer para que sus hijos sean exitosos y felices, y sobre todo para que coman, duerman y obedezcan. Ese enfoque educativo conductista, caracterizado por el adultocentrismo, está orientado principalmente hacía la tranquilidad de los padres. La industria del consejo empaquetado, en búsqueda del “manual definitivo” de una crianza perfecta, enfoca la educación desde el punto de vista de los “cómo” y de los “qué” y aleja a los padres de los “para qué” y los “por qué”. Contribuye, de nuevo, a despojar a los padres de su papel como primeros educadores, entregando a sus hijos a la industria del juego “con botones y pilas” y despojándoles de la intuición parental y del sentido común que debería guiar toda acción educativa.

La teoría del apego fue inicialmente criticada por el feminismo, por culpar a la mujer trabajadora de todos los males de la infancia. Pero hoy sabemos que el apego del niño puede hacerse tanto con el padre como con la madre. El apego es el vínculo de confianza que se establece entre el niño y un principal cuidador disponible y capaz de atender a tiempo sus necesidades básicas durante los primeros años de vida. El niño con apego seguro es más confiado, descubridor y empático en sus relaciones interpersonales. Hoy, esa teoría es una de las más investigadas, reconocidas y establecidas en el ámbito de la psicología del desarrollo, se ha convertido en el enfoque por excelencia para entender el desarrollo del niño y está siendo utilizada como base y premisa de la mayoría de las investigaciones y políticas sociales y de educación infantil en gran parte de los países desarrollados.

Hacer creer a los padres que la híperestimulación durante los tres primeros años de vida es más importante que la atención afectiva y convencerles de la necesidad de una escolarización temprana ha contribuido a adormecer la conciencia de ser principales educadores y puesto en entredicho su vocación y su competencia educativa, generándoles agobio e inseguridad personal. Esas creencias han despojado a los padres de su rol, reduciéndoles a meros estimuladores y animadores de ludoteca que ni gozan, ni disfrutan de la belleza de su misión.

Esa creencia influyó, como es lógico, en la cuestión de la conciliación. Si los niños no necesitan a sus padres, entonces más vale delegar ese cuidado y escolarizarlos desde los 4 meses. Si el niño está mejor en el colegio, ¿para qué necesitamos una baja de maternidad o de paternidad más larga? Entonces los únicos argumentos que nos quedan son invocar el derecho de la mujer a tenerla, o la obligación del varón a cuidar de sus hijos para erradicar el machismo. Hoy sabemos que la rotación del principal cuidador es uno de los factores que interfiere en la creación del vínculo de apego. Pero preferimos prohibir la transferibilidad de las bajas, porque es más afín a nuestras mentalidades igualitaristas. En definitiva, las necesidades del niño, que deberían ser el principal protagonista de la cuestión, se relegan al segundo plano en un debate ideológico esencialmente adultocéntrico.

¿Qué es la sensibilidad? La sensibilidad (instinto maternal, paternal) es un mecanismo del que dispone la naturaleza para ayudarnos a tomar conciencia de nuestra responsabilidad como primeros educadores, para que seamos capaces de sintonizar con las necesidades reales de nuestros hijos. ¿Debería ser suficiente con el sentido del deber? Si, pero la naturaleza es generosa y nos facilita el trabajo. Sin embargo, no es suficiente tener ese regalo. Esa sensibilidad se desarrolla a base de pasar tiempo con nuestros hijos, dándonos cuenta de lo que necesitan para su buen desarrollo. En ese sentido el confinamiento ha sido y está siendo una oportunidad única para desarrollar esa sensibilidad maternal y paternal, para consolidar el vínculo de apego / de confianza con cada uno de ellos. En ese sentido, nuestra mirada es clave para transmitirles una actitud positiva y confiada hacía el mundo que nos rodea.

Por último, no iría mal recordar, en tiempos de des-confinamiento, que la disciplina y la responsabilidad social, tanto por parte de los padres como de los niños, no surge de “la nada”, ni de llenar la calle de personas uniformadas repartiendo multas, ni de las instrucciones del “BOE de cada día”. La disciplina social solo es posible cuando existe, previamente, una disciplina y una responsabilidad personal. Y la responsabilidad personal solo es posible cuando asumimos que la persona que actúa es competente, racional, consciente y libre de asumir las consecuencias de sus acciones. Montessori lo ilustraba con un hermoso ejemplo. Explicaba como era posible que un grupo de personas se queden en silencio ante un concierto. Nos recordaba que el silencio colectivo no es, o por lo menos no debería jamás de ser, el mero resultado de la imposición colectiva de una norma. En ese caso, la disciplina colectiva es la suma de la disciplina personal de cada uno de los que escucha en silencio. Es el resultado del que ha desarrollado la fortaleza personal y el autocontrol, del que entiende lo que acontece y tiene sensibilidad para apreciar la belleza y la armonía del sonido del conjunto de todos los instrumentos que se oyen en la pulcritud del silencio.

https://elpais.com/elpais/2020/04/26/mamas_papas/1587917046_474050.html?rel=listapoyo

domingo, 8 de marzo de 2020

Sobre el pañal, los castigos o el beso en la boca: diez dudas sobre la crianza que persiguen a los padres. Paciencia, mucho amor y estos trucos te ayudarán a educar a tu bebé. Toma nota.

CRISTINA BISBAL DELGADO
30 ENE 2020 -

 Hay dos cosas que no se olvidan de tener hijos. Una es el momento en el que ves la cara del bebé recién llegado al mundo, la otra es cómo los padres, suegros, tíos y hasta los dependientes del súper parecen competir por señalar "evidentes" fallos en la crianza. Por supuesto, siempre añaden consejos infalibles. Al final, lo único evidente es que comparten las mismas dudas que se repiten en todos los padres, y que han cometido tantos errores como cualquiera. No hay que menospreciar sus consejos pero, ¿por qué no darle voz a los expertos para resolver las dudas más comunes?

¿Es bueno dormir a los bebés en brazos?
 Sentir su pequeño cuerpo junto al tuyo, disfrutar de cómo se va dejando vencer por el sueño... Dormir a un bebé en brazos puede aportar una gran serenidad, tanto a la criatura como a sus padres, pero hay quien piensa que es una mala costumbre. Armando Bastida, enfermero pediátrico y coordinador de la web Criar con Sentido Común, asegura que no es malo si hablamos de bebés. "Dormir es desconectar del mundo y eso puede resultar peligroso para cualquier persona. Los adultos cerramos la puerta de casa con llave, los bebés necesitan olernos y sentirnos porque así es como se sienten seguros". Pedro Molino, tutor y encargado de padres de Infantil en la Universidad de Padres, tiene claro que a esa edad las caricias y el contacto de la piel son una necesidad, pero se puede ayudar a dormir sin necesidad de usar los brazos: "La ciencia nos ha demostrado que los bebés se desarrollan más cuando existe 'apego seguro', pero este apego no solo puede darse cuando les dormimos en nuestros brazos, sino también cuando les enseñamos a dormirse en su cunita, de forma tranquila, con pequeñas rutinas diarias, con palmaditas suaves, palabras cariñosas y susurros".

Si le dejo llorar, ¿le ayudo a ser independiente?
Pocas cosas producen tanta angustia como el penetrante llanto de un bebé. De hecho, se dice que es especialmente molesto porque eso favorece que los adultos atiendan la demanda. Sin embargo, hay personas que defienden que a los retoños les viene bien calmarse solos, incluso que es bueno para su desarrollo. ¿Es una crueldad o es positivo empezar a 'curtirse' en la cuna? Para Bastida, la respuesta es clara: "Por supuesto, cuando un bebé llora hay que atenderlo porque está pidiéndonos el apoyo, la solución, la calma que por sí mismo no es capaz de encontrar". Molino sugiere que le atendamos al instante, pero matiza que "no siempre es necesario tomarle en brazos. Sí acariciarle, susurrarle, hablarle, darle seguridad y ternura".

¿Cómo saber cuándo hay que quitarle el pañal?
"Pues aquí se viene sin pañal". Es una frase que, formulada de una u otra forma, todos los padres escuchan cuando visitan colegios en los que escolarizar a sus hijos con 3 años. Entonces comienzan los agobios y, lo que es peor, las comparaciones. Porque sí, hay niños para quienes este importante cambio es un paseo y otros que requieren un servicio extraordinario de lavandería. La clave para que el proceso sea fácil es tener paciencia y esperar al momento adecuado.

Lucía Galán Bertrand, autora del blog Lucía mi pediatra, explica que "quitar el pañal no solo depende de la edad sino también del nivel de desarrollo psicomotor del niño. La mayoría suelen conseguirlo alrededor de los dos años, pero hay niños que tardan más y eso no significa que tengan un problema. Tenemos que enseñar a nuestro hijo a reconocer las distintas partes de su cuerpo y lo que ocurre con ellas, por eso hay que familiarizarle con términos como pipí, caca, váter, orinal. Le ayudaremos a tener consciencia de sus necesidades, a identificar si tiene ganas de ir al baño. También es importante enseñarles la diferencia entre estar limpio y seco o sucio y mojado. Por supuesto, nunca hay que reñirle si se ha hecho pipí o caca encima sin avisar".

Quitarle el chupete es un drama... ¿Cómo lo hago?
Es una duda más importante de lo que parece, ya que hacerlo demasiado tarde puede acarrear problemas. En primer lugar, dejarle disfrutar del bendito instrumento demasiado tiempo puede interferir en el desarrollo dental, incluso provocar malformaciones. Por otra parte, cumplir el objetivo se complica considerablemente cuando los niños se encariñan demasiado con esta válvula de escape. A partir de los dos años habría que quitar el chupete sin falta, según opina Galán Bertrand: "En la revisión de los 15 meses les digo a los papás que intenten no sacar el chupete de casa. Aunque parezca mentira muchos niños se 'enganchan' a esas edades tardías. Y en la de los 18 meses ha llegado el momento de decirle adiós".

¿Es perjudicial besarles en la boca?
En muchas familias es habitual dar un beso en los labios a los niños, en lugar de en las mejillas. Es una forma más de manifestar cariño y, por mucho que las familias puedan tener posturas encontradas respecto a esta costumbre, no pasa de ser una decisión que debe tomar cada una. El único límite es el sentido común. "Ante catarros, mocos, toses o lesiones en labios, tipo herpes, lo evitaremos. Las razones son obvias, ¿no?", dice la pediatra Lucía Galán.

¿Es mejor llevarles a la guardería o dejarles en casa?
Aunque esta disyuntiva no existe para la mayoría de los padres que trabajan, todos le dan vueltas a la pregunta en algún momento, especialmente porque sufren cuando dejan a sus bebés en la guardería los primeros días del curso. Y con razón. Bastida asegura que "donde mejor atendido va a estar un bebé, un niño o niña, es en casa. Si además tenemos en cuenta que quien le cuida y educa es su madre o padre, no hay comparativa posible. Por otro lado, existe la creencia de que cuanto antes empiecen a aprender contenidos y antes socialicen, mejor, pero es peor".

Si no van a la 'guarde', ¿cómo aprenden a socializar?
"Los niños menores de tres años apenas interactúan con otros niños, y la guardería es un invento reciente. Los niños han socializado siempre entre su familia y vecinos, con adultos y niños de distintas edades. Separarlos de la familia y la sociedad para ponerlos con otros siete bebés que no hablan no parece el mejor método para socializar a nadie", tranquiliza Carlos González. Bastida añade que "lo que necesitan en los primeros años es sentar las bases del mundo emocional y de la relación con las personas de confianza. Cuando eso esté construido es cuando tiene sentido empezar a relacionarse con otras personas y niños".

¿Obligarles a comer lo que no les gusta es inevitable?
Con algunos niños, el momento de las comidas es un auténtico drama del que nadie sale indemne. Pero la lucha libre no es el mejor método de cumplir el objetivo. Carlos Casabona, pediatra y autor del libro y la web Tú Eliges lo que Comes, comenta: "Hay que pactar con ellos qué platos les gustan, dentro de un conjunto de comidas saludables, para evitar estos problemas en casa. En el comedor escolar, evidentemente, como no hay opciones para elegir, si el niño tiene bastante hambre y la presentación del plato es la adecuada (a veces está frío o se sirve en bandejas de aluminio) será más fácil que lo acepte. Lo que nunca hay que hacer es obligarle a acabarlo o tan siquiera comenzarlo si es algo que detesta". Queda claro: educarles sí, obligarles, no.

"Si no les gusta la verdura, no hay que ofrecérsela de manera insistente diciendo que tiene vitaminas o que es importante para las defensas", dice Casabona. El método es mucho más sencillo: "Si el niño observa cada día que los padres comen verduras, a la larga lo verá normal y acabará comiéndolas, sobre todo si esto se hace desde los seis meses de vida". Los niños imitan lo que ven, tanto lo bueno como lo malo.

¿Es útil recurrir al castigo para "enderezarlos'?
Ante una mala acción o actitud es difícil no caer en la tentación del castigo ejemplar que, generalmente, es excesivo cuando lo contemplamos desde la distancia. No parece que sea una buena idea, a juzgar por los consejos de Alba Castellvi, socióloga, educadora, coach familiar y autora del libro Educar sin gritar: "Los niños deben aprender que lo que hacen tiene consecuencias, y los padres debemos dejar que se enfrenten a ellas. Debe haber consecuencias lógicas, no arbitrarias, que se desprendan de sus acciones. Por ejemplo, si tiran la comida al suelo, se acaba la comida. Si no piden bien las cosas, no se les dan". Por algo las orejas de burro y los brazos en cruz son una moda punitiva amortizada hace tiempo...

¿Y cómo se desactivan las rabietas?
Es una de las situaciones más incómodas: el niño se tira al suelo en medio del supermercado, gritando y pataleando porque no van a caer las galletas de dinosaurios, rodeado de padres que parecen no haber sufrido algo así nunca (¡mentira!). Es un pulso a la paciencia que parece fácil de ganar desde fuera pero complicadísimo cuando uno forma parte de la situación. No es que sea un consuelo, pero lo cierto es que se trata de una etapa por la que pasan todos los niños, "con especial intensidad, a partir de los dos años", según Pedro Molino. Cuidado, puede prolongarse. Conseguir que sea una etapa limitada en el tiempo depende, en gran parte, de la actitud de los padres.

Castellvi indica que "hay niños a los que un abrazo tierno y unas palabras de consuelo pueden ayudar a calmar la ira que sienten en un momento dado. Hay otros pequeños que necesitan un espacio y un tiempo para expresar su rabia. En este segundo caso, acabamos con las rabietas empleando dos estrategias. La primera, convertirlas en inútiles. La segunda, e igual de importante, no alimentarlas con nuestra atención".

https://elpais.com/elpais/2020/01/30/buenavida/1580395724_497501.html?rel=str_articulo#1582313763739

miércoles, 12 de septiembre de 2018

¿Los hijos aprenden mejor con premios o con castigos?

Me invade un auténtico pavor a medida que se acerca su hora de dormir: ‘Aquí vamos de nuevo’”.

Eso dijo un padre en nuestra oficina de terapia familiar para describir el espectáculo que montaba su hijo antes de irse a la cama. El niño enloquecía más y más conforme se acercaba su hora de dormir, ignoraba con necedad las instrucciones de sus padres y hacía una enorme rabieta con tan solo escuchar la palabra piyama. Los padres se sentían frustrados y desorientados.

La pregunta que nos hicieron es una que escuchamos muy a menudo: ¿debían ser severos y prohibirle ver sus dispositivos electrónicos cuando se comportaba así (castigos)? ¿O idear un sistema con calcomanías y premios para persuadirlo a comportarse bien (recompensas)?

Muchos padres crecieron con castigos y es comprensible que se valgan de ellos. Sin embargo, los castigos tienden a intensificar el conflicto y bloquear el aprendizaje. Provocan una reacción de lucha o huida, lo que significa que el pensamiento sofisticado del lóbulo frontal se nubla y se activan los mecanismos básicos de defensa. Los castigos nos llevan a rebelarnos, avergonzarnos o enojarnos, a reprimir nuestros sentimientos o idear cómo evitar que nos descubran. En este caso, la resistencia absoluta de quien tiene 4 años llegaría a su punto máximo.

Entonces las recompensas son la opción más positiva
No tan rápido. Las recompensas son más bien las gemelas engañosas de los castigos. Son atractivas para las familias (y es comprensible) porque pueden mantener a un niño bajo control temporalmente, pero el efecto puede desvanecerse o incluso ser contraproducente: “¿Cuánto me vas a dar?”, le dijo su hija a una clienta, según nos contó, cuando le pidió que ordenara su cuarto.

Los psicólogos han sugerido durante décadas que las recompensas pueden reducir nuestra motivación y gozo naturales. Por ejemplo, los niños a los que les gusta dibujar y, bajo condiciones experimentales, reciben una paga por hacerlo, dibujan menos que los que no reciben nada. Los niños a quienes premian por compartir lo hacen menos, etcétera. Esto es lo que los psicólogos denominan como “efecto de justificación excesiva”: la recompensa externa eclipsa la motivación interna del niño.

Las recompensas también han sido relacionadas con la disminución de la creatividad. En una serie clásica de estudios, se le dio a la gente un conjunto de materiales (una caja de tachuelas, una vela y un paquete de cerillos) y se le pidió que encontrara la manera de adherir la vela al muro. La solución requiere de un enfoque innovador, es decir, ver los materiales de una manera que no se relacione con sus propósitos (la caja utilizada como un portavelas). Las personas a las que se les dijo que recibirían una recompensa por resolver este dilema tardaron más en hacerlo, en promedio. Las recompensas limitan nuestro campo de visión. Nuestros cerebros dejan de cavilar con libertad. Dejamos de pensar profundamente y no vemos las posibilidades.

La idea general de los castigos y las recompensas está basada en suposiciones negativas acerca de los niños; que debemos controlarlos y moldearlos y que no tienen buenas intenciones. No obstante, podemos darle la vuelta a esa forma de pensar y ver a los niños como capaces y programados para ser empáticos, cooperar, trabajar en equipo y esforzarse. Esa perspectiva cambia, de manera poderosa, nuestra manera de hablar con los niños.

Las recompensas y los castigos son condicionales, pero el amor y la opinión positiva sobre nuestros hijos no deberían serlo. De hecho, cuando somos empáticos y realmente escuchamos a nuestros hijos, es más probable que ellos nos escuchen. Aquí compartimos nuestras sugerencias para cambiar la conversación y la conducta.

Buscar las causas, el trasfondo, el por qué.
Los niños no golpean a sus hermanos, ignoran a sus padres ni hacen berrinches en el supermercado solo porque sí. Cuando nos enfocamos en lo que realmente está sucediendo, nuestra ayuda es más significativa y duradera. Incluso solo intentar ver lo que hay en el fondo hace que los niños bajen un poco la guardia, estén más abiertos a escuchar límites y reglas y sean más creativos para resolver los problemas.

En lugar de decir: ¡Pórtate bien con tu amigo y comparte, o no podrás ver tele ni usar tu tableta más tarde!

Puedes decir: Hmm, todavía estás pensando si compartir tu nuevo juego para armar. Lo entiendo. Es difícil compartir al principio y te sientes un poco enojado. ¿Se te ocurre un plan para que puedan jugar con él juntos? Dime si necesitas ayuda.

El llanto, la resistencia y la agresión física podrían ser solo la punta del iceberg. Bajo la superficie puede haber hambre, falta de sueño, exceso de estímulos, sentimientos fuertes, cambios por una habilidad en desarrollo o la experiencia de un nuevo ambiente. Si piensas de esta forma, te conviertes en un compañero que lo guía, en vez de un adversario que lo controla.

Motivar en lugar de premiar
La motivación es muy buena, cuando tiene el mensaje subyacente de: “Confío en ti y de verdad creo que quieres cooperar y ayudar. Somos un equipo”. La diferencia entre esto y ofrecer recompensas cual carnadas es sutil pero muy poderosa.

En lugar de decir: Si limpias tu cuarto, podemos ir al parque. Así que más vale que lo hagas, o no hay parque.

Puedes decir: Cuando tu cuarto quede limpio, iremos al parque. Tengo muchas ganas de ir. Avísame si necesitas ayuda.

Ayudar en lugar de castigar
El concepto del castigo conlleva un mensaje de: “Necesito hacerte sufrir por lo que hiciste”. Muchos padres en realidad no quieren comunicar eso, pero tampoco quieren parecer permisivos. La buena noticia es que puedes mantener los límites y guiar a los niños sin castigarlos.

En lugar de decir: No te estás portando bien en la resbaladilla, entonces ya no vas a jugar. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?

Puedes decir: ¡Estás algo inquieto, ya me di cuenta! Te voy a bajar de esta resbaladilla porque no es seguro jugar así. Vamos a otro lugar para calmarnos.

En lugar de decir: Fuiste grosero conmigo y dijiste groserías. Eso es inaceptable. Te voy a quitar el teléfono.

Puedes decir: Vaya, estás muy molesto, lo puedo notar en tu voz. Para mí no está bien que uses esas palabras. Vamos a guardar tu teléfono por ahora para que puedas tener algo de espacio en tu mente para pensar. Cuando estés listo, platícame un poco más sobre lo que te molesta. Juntos veremos qué podemos hacer.

Despierta su interés por trabajar
Los humanos no son perezosos por naturaleza (no es un rasgo adaptativo) y los niños, en particular, no lo son. Nos gusta trabajar arduamente si nos sentimos parte de un equipo. Los niños pequeños quieren ser miembros competentes de la familia y les gusta ayudar si saben que su contribución es importante y no puro teatro. Deja que te ayuden de una forma real desde sus primeros años, en vez de asumir que necesitan algún otro tipo de distracción mientras tú haces todo.

Organiza una junta familiar para pensar en todas las tareas diarias que la familia necesita realizar. Pídele ideas a cada miembro de la familia. Haz una tabla para los niños (o deja que ellos la hagan) con un espacio para marcar cuando se hayan realizado las tareas.

En el caso del niño reacio a dormir, cuando los padres vieron lo que había detrás, lograron un gran avance. Resultó que su hijo estaba exhausto, así que prescindieron de algunas de sus actividades y se aseguraron de reservar un tiempo para que se relajara en las tardes. Cuando empezaba a alterarse, su mamá lo envolvía en su toalla de baño y le decía que era su burrito favorito. Ella admitió que para él era difícil cuando ella tenía que trabajar hasta tarde: “Tal vez te sientes triste porque no he estado contigo a la hora que tienes que irte a la cama en las últimas semanas. Yo sí me he sentido triste. Oye, ¿qué tal si leemos tu libro favorito esta noche?”. Hicieron una tabla para enlistar cada paso de su rutina y le pidieron su opinión. Con el tiempo, dejó de resistirse y el ambiente a la hora de irse a dormir pasó del pavor a una conexión y un goce verdaderos.

Sin importar lo irracional o difícil que parezca un momento, podemos responder de maneras que expresen: “Te veo. Estoy aquí para entenderte y ayudarte. Estoy de tu lado. Vamos a encontrar una solución juntos”.

Heather Turgeon es psicoterapeuta y coautora, junto a Julie Wright, del libro "Now Say This: The Right Words to Solve Every Parenting Dilemma".

https://www.nytimes.com/es/2018/08/24/ninos-castigos-recompensas-crianza/

miércoles, 8 de agosto de 2018

“La autoestima es clave para la inteligencia de tu hijo”

Alonso Puig defiende que “nunca hay que dar a nadie por perdido” porque en todo ser humano existe grandeza. Señala la importancia de los educadores para descubrir ese potencial, desarrollarlo y dar oportunidades. “Hay que vivir con pasión, con entusiasmo, con confianza en nuestras capacidades y entrenar el cerebro para conseguir nuestro objetivo”, afirma.

Mario Alonso Puig. Bueno, primero me voy a presentar. Algunos tal vez me conozcáis, otros no me conozcáis.

Soy Mario, Mario Alonso Puig. Mi trayectoria fundamentalmente está muy basada en la medicina, en la cirugía, veintiséis años en quirófanos en distintos países, y siempre muy marcada por el interés de como un médico puede verdaderamente conectar con otro ser humano y ayudarle a hacer frente a desafíos que a veces son francamente serios.

Mi formación fue una formación muy técnica, muy científica, que yo completé buscando qué podía hacer que, la comunicación, qué podía hacer que la conversación activara mecanismos en el cuerpo que favorecieran la curación.

Topé con una ciencia que estaba en sus orígenes, la psiconeuroinmunobiología, que estaba empezando a investigar esto, cómo la mente, a través del sistema nervioso y del sistema endocrino, pueda afectar nuestro sistema de defensa que es el sistema inmune. Aquello me llevó a profundizar en otros campos, el liderazgo, la comunicación y de alguna manera a tomar perspectiva sobre nuestra forma de tratarnos unos a otros, nuestra forma de hablar unos con otros, nuestra forma de entendernos a nosotros mismos, a los demás y al mundo, y si bien la medicina es una ciencia apasionante, el ser humano es la cuestión infinita, empiezas y nunca acabas.

Bueno, mi interés por la educación es mi interés por sacar del ser humano lo que verdaderamente tiene dentro. Yo no creo que ningún ser humano esté llamado a la mediocridad, no lo creo, realmente es que no lo creo, creo que todo ser humano está llamado a la grandeza, y la grandeza no la define la cultura. La grandeza es una cosa que la define nuestra propia naturaleza.

La palabra educación, en el fondo, quiere decir «sacar de dentro», es decir, no somos cubos vacíos que hay que llenar, si no fuegos que hay que encender. En este sentido, me gustaría contaros una historia que a mí personalmente me ha marcado mucho, he hablado en distintos foros sobre esta historia, porque señala lo que, para mí, es la diferencia entre profesores y maestros.

En 1951, en la ciudad de Detroit, nace un joven, un chico de color que pronto nota lo que es la pérdida, porque siendo jovencito el padre se va y se queda la madre, una mujer que no tenía estudios, una mujer que, bueno, se había dedicado a cuidar de sus hijos, y se ve con esta situación, con la situación de que tiene que sacar adelante una familia sin que en ese momento entrara ninguna ayuda económica, se dedica a limpiar apartamentos, a limpiar hospitales, etcétera, etcétera, y claro, cuando uno ha vivido en la ciudad de Detroit como he vivido yo, yo trabajé en un hospital que se llama Henry Ford en neurocirugía.

Cuando uno ha vivido en la ciudad de Detroit pues se da cuenta que Detroit es una ciudad apasionante, pero en ciertas épocas de la historia ha sido una ciudad bastante complicada. En los años cincuenta verdaderamente había un apartheid, una especie de apartheid, es decir, las personas de color se tenían que sentar en sitios distintos que las personas blancas, tenían que ir a baños diferentes, etcétera, etcétera, y claro, este chico era un chico de color, era un chico pobre y que pronto pues fue destacando, no por su talento, sino por lo que consideraban que era su estupidez, tampoco por su serenidad, sino más bien por su tendencia, su temperamento violento.

Cualquiera que hubiera tenido, digamos, una bola de cristal habría imaginado que este chico habría acabado, sin duda, en un penal en los Estados Unidos, si no muerto en un combate entre bandas enfrentadas. Pasaba sus ratos, se olvidaba de su triste condición viendo programas de televisión, hasta que un día su madre decidió que iban a ver menos televisión y se iban a dedicar más a leer libros, y les obligó a leer libros yendo a la biblioteca pública de Detroit, ya que ellos no tenían dinero para comprar libros, y el joven Ben, el joven Benjamin empezó a enamorarse de los libros.

Un buen día, llega al colegio, quiero que entendáis que en el colegio este niño tenía las peores notas, su performance (perfórmans) era francamente lamentable, las notas eran pésimas y lógicamente en poco tiempo sería expulsado del colegio. Pero había un profesor, el profesor de ciencias, que verdaderamente era un maestro, él creía que en todo ser humano hay grandeza, que en todo ser humano hay potencial, y que la misión de un maestro es ayudar a que ese potencial se despliegue y florezca, pero no conseguía que este chico, de alguna manera, respondiera a los distintos intentos que había hecho para que ganara confianza en sí mismo.

Un día, el maestro aparece con una piedra, una piedra muy rara, la levanta delante de la clase y pregunta: «¿Qué es esto?», se produce un silencio porque nadie sabe lo que es eso salvo una persona que ya os imagináis quien era, Benjamin, pero Benjamin era el tonto de la clase.

La primera pregunta es: ¿por qué lo sabía Benjamin?, Benjamin lo sabía porque en la biblioteca pública se había dedicado a leer libros de ciencia y por casualidad o sincronicidad, quien sabe, había encontrado libros sobre minerales y había una foto de esa piedra.

¿Pero vosotros pensáis que el tonto de la clase se atreve a hablar? No, porque tú mismo ya matas la respuesta antes de que nazca, es imposible, si no lo sabe el resto, tengo que estar equivocado aunque parezca que estoy en lo correcto.

Pero el profesor sostenía la roca: «¿De verdad que nadie sabe lo que es esta roca?», y, tímidamente, el joven Benjamin alzó la mano. Cuando una persona solo ve el performance (perfórmans) y solo enjuicia a los demás, es muy fácil decir: «Venga, Benjamin, ¿cómo lo vas a saber tú, si tú no sabes nada? Pero aquel profesor mantuvo un espíritu curioso, interesado, él sabía que en todo ser humano hay grandeza, la buscaba, la llamaba constantemente.

«¿Benjamin, tú lo sabes?»,
«Sí»,
«¿Qué es?»,
«Obsidiana»,
«Correcto», pero el profesor podría haber dicho: «Todo el mundo puede tener suerte en esta vida», podría haber dicho eso, no, porque él estaba buscando el hilo que te lleva a la madeja.

Dijo: «¿Sabes algo más de la obsidiana?», y vaya que si sabía el joven Benjamin, empezó a hablar sobre la obsidiana, las temperaturas elevadísimas, luego el frío cómo cristaliza la roca, etcétera, etcétera.

Lo que podría parecer una cosa sencilla, sin más importancia, banal, supuso un antes y un después en la vida de este chico porque este chico recuperó la confianza en sí mismo, creyó que era posible aprender, creyó en sí mismo, creyó que a pesar de su triste cuna, por decirlo de una manera, podría tener un brillante futuro.

Este chico pasó de ser el último de la clase a ser el mejor estudiante de su colegio, hizo realidad su más profundo sueño, que era absolutamente imposible, ser médico, se convirtió en el mejor neurocirujano infantil de la historia, el profesor Ben Carson.

Ben Carson en 1987 hizo una operación de separar a dos gemelos siameses unidos a nivel craneoencefálico. Todas las cirugías que se habían hecho hasta aquel momento para separar lo que se llama un craneopago, esta malformación craneoencefálicas, todas, los niños habían muerto en la mesa de quirófano. En esta operación, en 1987, intervinieron setenta profesionales de la medicina y duró veintidós horas, los dos niños salieron adelante, vivieron y estuvieron bien y sanos.

Él aplicó técnicas especiales de cirugía cardíaca a la neurocirugía, a nadie se le habían ocurrido. Entonces, lo que os quiero transmitir es esto, es un ejemplo de como en todo ser humano hay potencial, en todo ser humano hay grandeza, y tenemos, entiendo, que tener esta disposición a crear espacios de oportunidad para que esas personas puedan mostrar lo que en realidad siempre han tenido y siempre tendrán, pero que no todo el mundo mostrará si no ve ese espacio de oportunidad.

Mario Alonso Puig. Por favor.

María: Hola, Mario, soy María.

Mario Alonso Puig: María.

María: Como educadora, creo que la motivación es necesaria para el aprendizaje, y tú dices que hay seis motivaciones fundamentales para una persona, ¿podrías hablarnos de ellas?

Mario Alonso Puig: Sí, es una gran pregunta. La motivación es lo que nos mueve a la acción, y hay, efectivamente, seis motivaciones que además están presentes en las distintas culturas, es una mezcla de nuestra naturaleza y, también, el entorno cultural.

1. La primera es la motivación de estar en entornos seguros, de poder controlar lo que pasa, de saber que el suelo que pisamos es un suelo firme.

2. La segunda es una motivación de sentirnos reconocidos, sentirnos valorados, de tener un cierto estatus.

3. La tercera es de pertenecer al grupo, es decir, que lleguemos a un sitio y entendamos, sintamos que nos acogen, que no nos desprecian, que no nos marginan.

4. La cuarta motivación es una motivación al desafío, al reto. Si en la vida no hubiera retos, María, sería muy aburrida. Yo sé que, a veces, nos gusta mucho estar en la zona de confort, pero durante un tiempo, al cabo de un tiempo no hay quien lo aguante. Entonces, ese reto, ese desafío es una motivación importante.

5. La quinta motivación es la de crecer, mejorar y progresar, y la

6. sexta es la de contribuir al bienestar de otras personas, el tener una vida con propósitos. Lo más importante son las motivaciones fundamentales que nos mueven dentro de las seis.

Si una persona, toda su fuerza la lleva a la aventura, la lleva al descubrimiento, al reto y, sin embargo, no cuida un poco la motivación de la seguridad, pues, a lo mejor, se puede meter en aventuras insensatas, ¿no?

Entonces, hay un equilibrio natural que hace que las personas nos mantengamos, de alguna manera, en una línea razonable. Cuando alguna de ellas toma alguna preponderancia o una significancia demasiado grande, es cuando podemos tener ciertos problemas.

¿Te respondí, María?

María: Sí, gracias.

Mario Alonso Puig: A ti.

Leer todo aquí:
https://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/inteligencia-y-desarrollo-personal-mario-alonso-puig/

lunes, 6 de agosto de 2018

El poder del lenguaje para alcanzar el bienestar.

Las palabras que utilizamos tienen la capacidad de transformar nuestra realidad. Ya lo decía el filósofo Ludwig Wittgenstein en 1921: "los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo"

Las palabras que utilizamos tienen la capacidad de transformar nuestra realidad. El lenguaje genera cambios en nuestro cerebro y modifica nuestra percepción del entorno que nos rodea.

El lenguaje va vinculado a las emociones. Nuestras palabras envían constantemente mensajes a nuestro cerebro. A nivel neurológico, el uso del lenguaje positivo genera cambios en el lóbulo parietal, la parte del celebro que determina la forma en la que nos vemos a nosotros mismos. Según los estudios de los neurocientíficos Andrew Newberg y Mark Robert Waldman, las palabras negativas hacen que liberemos cortisol, la hormona del estrés. Por lo cual, adoptar una actitud negativa y usar un lenguaje basado en expresiones como no puedo, fracaso o es imposible podría debilitar la salud física y mental de una persona.

Por el contrario, estudios como el famoso Informe Monja —que demostró que las monjas que usaban en su lenguaje más términos positivos vivían hasta diez años más—, nos muestran que expresar palabras positivas y escuchar lenguaje motivador en nuestro ambiente diario favorece nuestra salud. Somos las palabras que usamos.

Actualmente, son muchas las corrientes que utilizan técnicas asociadas al cambio del lenguaje para tratar diversos trastornos psicológicos. Ejemplo de ello son las terapias cognitivo-conductuales, que demuestran que el fomento de pensamientos positivos a través del lenguaje que usa el paciente mejora su estado mental.

Esta teoría tiene como objetivo sustituir las opiniones negativas de los pacientes sobre sí mismos y sobre lo que les rodea por otras más positivas. Estas técnicas han demostrado ser un tratamiento eficaz para trastornos como la depresión —aunque también para fobias, adicciones o ansiedad—, ya que la actividad de nuestra amígdala cerebral aumenta al percibir un futuro más próspero a través de palabras positivas. En muchas ocasiones, estas terapias han resultado ser igual de eficaces que los medicamentos.

Uno de los expertos actuales más reconocidos a nivel mundial, el citado neurocientífico Mark Waldman de la Universidad Loyola Marymount (Los Ángeles), asegura que el cerebro se vuelve más saludable cuando empezamos a usar "tres, cuatro o cinco expresiones positivas por cada una negativa". El lenguaje tiene una potente capacidad de cambiar nuestro mundo. Lo bueno es que, igual que un lenguaje pobre y derrotista nos influye negativamente, también funciona a la inversa.

La solución pasa por comenzar a adoptar una serie de técnicas sencillas y cotidianas, pero muy efectivas. Por ejemplo, usar todavía en lugar de un no radical. Todavía deja las puertas abiertas, plantea una esperanza, evoca una motivación. También debemos olvidarnos de los peros o, al menos, cambiarlos de lugar. No causa el mismo efecto decir: "has hecho un buen trabajo, pero me lo has entregado tarde" que "me lo has entregado tarde, pero has hecho un buen trabajo". Dejar lo malo para el final hace que el efecto negativo perdure, que ese pero anule lo anterior.

Los tiempos verbales también nos dan una gran oportunidad para cambiar nuestras emociones. Si en lugar del condicional usamos el futuro, cambiamos un escenario hipotético por uno cierto. No es lo mismo decir: “Si escribo un libro, sería sobre felicidad” que “Cuando escriba un libro será sobre felicidad”. En el condicional vive la duda, en el futuro la certeza.

Al mismo tiempo, palabras como fracaso, problema, imposible o culpa deben ser desterradas de nuestro lenguaje y sustituidas por construcciones más estimulantes como error, reto, desafío o responsabilidad. Estás últimas no solo nos empujan a crecer y nos abren más puertas, sino que además hacen que nos tratemos con más benevolencia.

Además, cambiar los ¿Y si no podemos,  no es posible ...? negativos por los ¿Y si lo hacemos... Y si sale bien,  y si lo intentamos, no perderemos nada ? positivos hace que entrenemos nuestra valentía y que pasemos de pensamientos que nos hunden a otros que nos impulsan.

Dicho de otra forma, tenemos que dejar de ponernos siempre en lo peor. La precaución es necesaria, pero distingamos entre la advertencia y la parálisis.

Los que triunfan no emplean un lenguaje decaído, sino que expresan un mensaje positivo, fuerte y convincente.

Las palabras no son inocuas: contienen la energía de su significado.
Cambiando tu lenguaje mejorarás tu imagen frente al resto, pues es nuestro vehículo para llegar al otro. Con tus palabras influyes emocionalmente en los demás; con un vocabulario estimulante, mejoras el ambiente que se crea a tu alrededor.

María Fernández es fundadora de Coaching & Media y autora de El pequeño libro que hará grande tu vida.

Fuente: https://retina.elpais.com/retina/2018/07/27/talento/1532701669_217047.html

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"Si cuidas las palabras, las palabras cuidarán de ti"

lunes, 30 de julio de 2018

Descargas eléctricas como ‘terapia’ escolar. Una juez avala el polémico método que utiliza un colegio de EE UU con el apoyo de los padres.

La“terapia de aversión” tiene como objetivo cambiar un comportamiento. Cuando se quiso sanarla homosexualidad, los doctores exponían a sus pacientes a imágenes excitantes para después aplicarles una descarga eléctrica. Así, la persona reprimía sus impulsos al asociarlos a la experiencia dolorosa. El Centro Educativo Juez Rotenberg (JRC) de Massachusetts castiga a sus alumnos con capacidades diferentes utilizando un tratamiento similar desde hace 30 años. Es el único que aplica este sistema en EE UU y en junio logró el respaldo de una juez para continuar su labor, pese al repudio de las organizaciones de defensa de los derechos de las personas con discapacidad y la Unión Americana por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés). Los padres de los alumnos celebraron la noticia: “Hemos intentado y continuaremos probando todo lo que está disponible para nuestros hijos”.

El centro defiende utilizar el tratamiento cuando los alumnos están en riesgo de hacerse daño a sí mismos o a otros. Sin embargo, Andre McCollins sabe que no es así. En 2012 se publicó un vídeo en el que se veía al joven autista enfadado porque no quería quitarse el abrigo en la sala. El castigo a su rebeldía fue someterlo durante siete horas a 31 descargas eléctricas mientras lo tenían amarrado boca abajo a una camilla y con un casco en la cabeza. Quedó catatónico durante un mes. “No tenía idea de que torturaban a los niños en la escuela”, reconoció la madre de McCollins en los tribunales tras demandar a la institución. Llegaron a un acuerdo por un monto que no fue revelado.

El tratamiento no funciona como una terapia de electrochoque. Los niños y adultos con trastornos emocionales y con discapacidades de aprendizaje tienen atado a las piernas y muñecas un dispositivo de descarga eléctrica gradual. El personal posee un control remoto en el que presionan un botón cuando quieren castigarlos, según cuenta The Washington Post, que visitó el centro en una oportunidad. Pueden enviar una descarga de hasta 45,5 miliamperios de electricidad, lo que produce un fuerte dolor e importantes contracciones musculares. Los efectos secundarios incluyen quemaduras, complicaciones cardiacas y estrés postraumático.

En 2014, una petición reunió 300.000 firmas para que la FDA, máxima autoridad sanitaria de EE UU, prohibiera usar estos dispositivos en tratamientos a personas con discapacidad. Tras dos años de investigaciones, la FDA informó que el JRC utilizaba el tratamiento aversivo en 50 alumnos y presentó formalmente su rechazo. El entonces director interino de la Oficina de Evaluación de Dispositivos sostuvo: "Estos artefactos son peligrosos y un riesgo para la salud pública, y creemos que no deberían usarse”. La FDA aprobó en 2016 un reglamento que los prohibe, pero aún no se implementa porque "continúan revisando los comentarios a su expediente".

Un momento clave para renovar las fuerzas de los detractores fue cuando el relator especial sobre la Tortura de la ONU denunció la práctica del centro en 2011: “Eso no es un tratamiento, es tortura”. La administración de Massachusetts intentó frenar al establecimiento en 2014, pero tras un largo proceso, el Juzgado Familiar del Condado de Bristol negó en junio la moción. “(El Estado) no pudo demostrar que exista un consenso profesional de que el tratamiento aversivo de nivel III utilizado en el centro no se ajusta al estándar de atención aceptado para tratar a las personas con discapacidades intelectuales y de desarrollo”, sentenció la juez Katherine Field. El Departamento de Salud de Massachusetts apeló la decisión y el establecimiento respondió a través de un comunicado: “Confiamos en que el tribunal tomó la decisión correcta conforme al testimonio de expertos y familiares y otras pruebas presentadas y estamos seguros de que la decisión se ratificará”.

Los padres de los alumnos han mostrado su “repudio” a las autoridades del Estado por “actuar de mala fe”, además de publicar una declaración en la que defendían el amor a sus hijos. Ahora, con la apelación como próxima batalla legal, esperan “con ansia” que el tribunal no cambie de opinión: “Nunca uno de estos supuestos defensores o activistas nos ofreció un tratamiento nuevo o mejor para nuestros hijos”.

https://elpais.com/internacional/2018/07/25/actualidad/1532554917_551061.html

domingo, 8 de julio de 2018

“Prepara a tu hijo para la vida, no la vida para tu hijo”

Tim Elmore

"Arriesgamos muy poco, rescatamos demasiado rápido, atacamos fácilmente, y recompensamos con demasiada facilidad"

Tim Elmore es un popular escritor norteamericano, formador y experto en la generación “milenial”. Es fundador de Growing Leaders, una organización sin fines de lucro con sede en Atlanta (EEUU), creada para desarrollar desde la educación las habilidades relacionadas con el liderazgo. Es autor de libros como “Generación Y: secretos para conectar con los jóvenes en la edad digital” o “Grandes errores que los padres pueden evitar”. En su obra “Haz crecer al líder que tu hijo lleva dentro” ("Nurturing the Leader Within Your Child”), Tim Elmore explica el desarrollo del liderazgo como una habilidad que puede potenciarse en todos los niños y jóvenes. Su propuesta, muy crítica con la sobreprotección y el excesivo control parental, puede resumirse en una de sus frases más conocidas: “Debemos preparar a los niños para el camino, en lugar del camino para los niños”.

Me llamo Tim Elmore y dirijo una organización sin ánimo de lucro, Growing Leaders o Creando Líderes. Trabajamos con escuelas, ONG, clubes deportivos, con los padres en casa… Cualquiera que trabaje con la nueva generación de niños, intentamos ayudarles a conectar mejor con esta generación, y también a equipar a esta generación. Esa es nuestra razón de ser.

Zuberoa Marcos. Cuando dices que quieres crear a los líderes del mañana, ¿a qué tipo de líder te refieres? "El mundo funciona con dos tipos de líderes: el líder nato y el líder circunstancial, que surge por una situación"

Tim Elmore. Es una gran pregunta, porque hay un montón de definiciones. Cuando decimos “líder”, nos referimos a alguien que sirve a la gente y resuelve problemas. Cuando me cruzo con un educador en un ascensor y hablo cinco minutos con ellos, les digo: “Solo queremos que se gradúen sabiendo resolver problemas y servir a la gente”. Y todos ellos me dicen: “Sí, eso quiero yo”. La lectura, la escritura y las matemáticas son necesarias, pero hace falta gente con habilidades para la vida, con la habilidad de relacionarse con la gente y liderar equipos, comunicarse bien, transmitir una visión… Trabajamos mucho internacionalmente, y una vez estábamos traduciendo un libro a otro idioma, y tradujeron mal la palabra “líder”.

Tim Elmore. Utilizaron el término “poder”, decían que era “alguien que tiene poder”. Nosotros creemos que el poder surge a menudo del liderazgo, se gana influencia. Pero empieza con la disposición de servir a la gente y resolver problemas. Y cuando haces eso, normalmente te ganas el derecho de influir sobre otras personas.

Zuberoa Marcos. Entonces, ¿cuáles dirías que son las características de un líder?

Tim Elmore. Tienen una visión del futuro. Tienen en mente la imagen de un mañana mejor. Y, de algún modo, han esbozado los pasos a seguir para hacer realidad esa imagen. Pueden ayudar a otros a comprender que si hiciéramos estas tres cosas, podríamos conseguirlo. La mayoría no llega a esbozar los pasos, y dicen: “Sí, me gusta esa visión, ¿cómo la hacemos realidad?”. Y la mayoría no sabe cómo.

Tim Elmore. Yo creo que un líder, por naturaleza, debe tener don de gentes. Se me hace difícil separar el buen liderazgo de las buenas habilidades sociales. Tenemos que crear una generación que tenga don de gentes. Eso es muy difícil si estoy con el móvil todo el rato. Así que hay que desconectarlos. Hay que desconectarlos para que adquieran inteligencia emocional.

Tim Elmore. Y yo diría, por último, que deben ser valientes por naturaleza. Yo creo que la diferencia entre un líder y un director, y ambos son necesarios, es que el líder hace cosas que requieren valentía. Los líderes son los primeros. De hecho, cuando describo a los alumnos qué es un líder, a menudo les digo lo siguiente: “Si no estás dispuesto a hacer lo que pides a los demás, ni empieces. Tienes que hacerlo tú antes de pedírselo a nadie más”. Sé que suena casi como un cliché y una obviedad, pero hay muchos líderes que muchas órdenes pero no están dispuestos a hacer lo que piden a los demás que hagan.

Zuberoa Marcos. Hay otro cliché muy extendido: si los líderes nacen o se hacen.
Tim Elmore. Sí. Zuberoa Marcos. Respecto a este tipo de liderazgo que tú has descrito, ¿puede cualquiera ser uno de esos líderes o hace falta alguna cualidad específica?

Tim Elmore. Sí, buena pregunta. Yo creo que todo el mundo necesita una formación, hasta el líder innato. Porque si soy un líder innato, es que tengo una personalidad decidida, estoy motivado… Quizás tenga déficit de atención, no sé, pero tengo mucha energía. Pero aun así necesito formarme con otros, necesito aprender a ser paciente cuando el equipo va más despacio de lo que a mí me gustaría. Así que la formación es necesaria para ambos, pero yo siempre digo lo siguiente: Yo creo que en el mundo hay dos tipos de líderes, y todos nosotros pertenecemos a una de las dos categorías.

Tim Elmore. Podemos ser un líder nato o un líder circunstancial. Los líderes natos son los que lideran porque es su hábito. Son líderes naturales. Son los niños que cuando salen al patio se hacen con el control del equipo de fútbol. Son líderes naturales. Pero esos son solo el diez o quince por ciento de la población. El otro ochenta y cinco o noventa por ciento de nosotros son los que yo llamo “líderes circunstanciales”.

Tim Elmore. Esos son los que dirían: “Yo no me considero un gran líder, pero si estoy en la situación apropiada, una que sintonice con quien soy, con mis pasiones, mis puntos fuertes, mis talentos… Justo en ese lugar, sería muy bueno”. Todos hemos visto a chavales en la escuela o la universidad que son muy callados y tímidos. Y en cuanto los pones en una mesa de mezclas o en otro lugar: “¡Madre mía, ¡qué talento! ¿Qué le ha pasado?”.Lo que pasa es que ha encontrado su situación. Yo creo que una de las tareas de los padres, educadores y empresarios es ayudar a esta nueva generación a encontrar su situación. Y en cuanto lo hagamos, yo creo que todos nosotros tenemos el liderazgo dentro. Quizás no para dirigir una gran empresa, o para ser el presidente de un país, pero hay un lugar donde pueden sacarlo.

Tim Elmore. Sí, muy buena pregunta. No se solucionará de un día para otro. La mayoría de profesores del sistema adoran a los niños, a sus alumnos, a sus colegas, pero se dan cuenta de que el sistema está roto. Yo sugeriría una prueba piloto. Todas las clases no pueden cambiar a la vez, pero ¿y si cogiéramos una clase y dijéramos: “Experimentemos con esta clase. Probemos la metacognición, el aprendizaje épico, un aprendizaje basado en proyectos”? Todo eso de lo que hemos hablado. Y veamos cómo va. Si va bien, y seguro que así será, entonces captará la atención de los demás: “Madre mía, ¿cómo lo hacéis? Las notas están subiendo, los alumnos se involucran, los problemas de disciplina están disminuyendo, los alumnos se gradúan, todo lo que evaluamos”.

Tim Elmore. Entonces, tendremos una baza para decir: “¿Y si hacemos que el resto de la escuela sea también así?”. Pero lo que me argumentan siempre los profesores es: “Mira todo el material que hay que dar, tengo que soltarles el rollo”. Mi respuesta es que no hace falta ser épico todos los días. A lo mejor una o dos veces a la semana. Lo suficiente para que los alumnos digan: “No sé qué va a pasar hoy, pero yo no me lo pierdo”. ¿Comprendes?

Sí. Tim Elmore. La creatividad e innovación justas. Anhelan estar con el adulto que tiene ganas de compartir, escuchar y aprender con ellos.

Zuberoa Marcos . Tim, cambiando un poco de tema, sé que tú has trabajado mucho con los padres también… Tim Elmore. Así es. Zuberoa Marcos. Ayudándoles a comprender a sus hijos, a relacionarse con ellos… Me gustaría hablar también sobre el papel de los padres en su educación.

Tim Elmore. No soy experto en criar hijos. Relacionado con lo que hemos hablado sobre educación, escribí un libro titulado, Salirse del mapa en inglés, Márching off de map, pero también he escrito un par de libros para padres. El último ha sido Doce errores graves que los padres pueden evitar. Cuando veo el panorama de los padres en la actualidad, veo una generación de padres que se esfuerzan en hacerlo bien. Para muchos, su hijo es su máxima prioridad. Es algo muy frecuente. Así que están sobre ellos como un helicóptero, un quitanieves o algo así.

Tim Elmore . Los errores más graves que cometemos, por accidente, y son los siguientes: Arriesgamos muy poco, ayudamos muy rápido, elogiamos con mucha facilidad y premiamos a la más mínima. Ahora te explico a qué me refiero. Arriesgamos muy poco: Yo creo que esta es una generación en la que la seguridad es tan prioritaria que no queremos que nuestros hijos asuman ningún riesgo. Pero ¿no crees que asumiendo riesgos se crece? Si me hago un rasguño, me levanto y vuelvo a intentarlo. Vuelvo a subirme en la bici e intento montarla de nuevo. Esas son cosas normales, pero nos preocupamos mucho por su seguridad. A veces me da la impresión de que su edad biológica es normal, pero la emocional es menor, porque nunca se les ha permitido fracasar, que es cuando se aprende.

Tim Elmore. Rescatamos muy rápido, muy relacionado con lo anterior. Los padres siempre están rescatando a sus hijos, van a negociar la nota de su hijo, hablan con el profesor, y a veces incluso negocian con el profesor de la universidad. Tenemos que dejar de rescatar tanto y dejar que nuestros hijos crezcan y negocien por ellos mismos.

Tim Elmore. Los elogios: vivimos en una época en la que queremos que nuestros hijos tengan buena autoestima. Yo también, soy padre y es lo que quiero. Pero la autoestima no se construye solo elogiándolos, deben conseguir algo. Hace falta el elogio y el logro. Tenemos que dejarles hacer lo que tengan que hacer. Y en vez de decirles que son fantásticos por meter un tenedor en el lavavajillas, tenemos que darles las gracias por hacerlo, y reservar nuestros elogios para aquellas cosas en las que realmente destaquen.

Tim Elmore. Y los premios. No sé qué opinarás tú, pero lo que pasa en nuestro país es que le damos trofeos a todo el mundo solo por jugar, por hacer acto de presencia. Insisto, yo creo que tenemos que premiar adecuadamente, yo estoy a favor. Pero los niños piensan: “Esto no significa nada si me lo das solo por hacer acto de presencia”. Y luego piensan: “Con ir al trabajo basta, no tengo que hacer nada, mi jefe me premiará”. Pero no funciona así.

Tim Elmore. Así que yo le digo a los padres: “Colaborad con la escuela y con los profesores para aseguraros de que obtenéis buenos hombres y mujeres al final del camino”. Mi frase favorita es la siguiente: “Debemos preparar a los niños para el camino, no el camino para los niños”.

Zuberoa Marcos . Ya te había oído decir eso. Tim Elmore . Sí, así es. “El mejor aprendizaje ocurre cuando alguien dice: 'Creo en ti', después de decir: 'Aquí hay un problema, soluciónalo'”

Zuberoa Marcos. ¿Qué pueden hacer ellos en casa? A lo mejor… Sé que tú eres padre. Yo aún no soy madre, pero tú sí eres padre. ¿Qué cosas específicas has puesto en práctica con tu hija?

Tim Elmore. Vale, de acuerdo. Te diré un par de cosas. Recuerdo que cuando mis dos hijos eran muy pequeños, ocho y doce años, hablábamos con ellos durante la cena sobre habilidades sociales. Pero les entraba por un oído y les salía por otro. Para ellos

Me gustaría hablar también sobre el papel de los padres en su educación.

Tim Elmore. No soy experto en criar hijos. Relacionado con lo que hemos hablado sobre educación, escribí un libro titulado, Salirse del mapa en inglés, Márching off de map, pero también he escrito un par de libros para padres. El último ha sido Doce errores graves que los padres pueden evitar. Cuando veo el panorama de los padres en la actualidad, veo una generación de padres que se esfuerzan en hacerlo bien. Para muchos, su hijo es su máxima prioridad. Es algo muy frecuente. Así que están sobre ellos como un helicóptero, un quitanieves o algo así.

Tim Elmore . Los errores más graves que cometemos, por accidente, y son los siguientes: Arriesgamos muy poco, ayudamos muy rápido, elogiamos con mucha facilidad y premiamos a la más mínima. Ahora te explico a qué me refiero. Arriesgamos muy poco: Yo creo que esta es una generación en la que la seguridad es tan prioritaria que no queremos que nuestros hijos asuman ningún riesgo. Pero ¿no crees que asumiendo riesgos se crece? Si me hago un rasguño, me levanto y vuelvo a intentarlo. Vuelvo a subirme en la bici e intento montarla de nuevo. Esas son cosas normales, pero nos preocupamos mucho por su seguridad. A veces me da la impresión de que su edad biológica es normal, pero la emocional es menor, porque nunca se les ha permitido fracasar, que es cuando se aprende.

Tim Elmore. Rescatamos muy rápido, muy relacionado con lo anterior. Los padres siempre están rescatando a sus hijos, van a negociar la nota de su hijo, hablan con el profesor, y a veces incluso negocian con el profesor de la universidad. Tenemos que dejar de rescatar tanto y dejar que nuestros hijos crezcan y negocien por ellos mismos.

Tim Elmore. Los elogios: vivimos en una época en la que queremos que nuestros hijos tengan buena autoestima. Yo también, soy padre y es lo que quiero. Pero la autoestima no se construye solo elogiándolos, deben conseguir algo. Hace falta el elogio y el logro. Tenemos que dejarles hacer lo que tengan que hacer. Y en vez de decirles que son fantásticos por meter un tenedor en el lavavajillas, tenemos que darles las gracias por hacerlo, y reservar nuestros elogios para aquellas cosas en las que realmente destaquen.

Tim Elmore. Y los premios. No sé qué opinarás tú, pero lo que pasa en nuestro país es que le damos trofeos a todo el mundo solo por jugar, por hacer acto de presencia. Insisto, yo creo que tenemos que premiar adecuadamente, yo estoy a favor. Pero los niños piensan: “Esto no significa nada si me lo das solo por hacer acto de presencia”. Y luego piensan: “Con ir al trabajo basta, no tengo que hacer nada, mi jefe me premiará”. Pero no funciona así.

Tim Elmore. Así que yo le digo a los padres: “Colaborad con la escuela y con los profesores para aseguraros de que obtenéis buenos hombres y mujeres al final del camino”. Mi frase favorita es la siguiente: “Debemos preparar a los niños para el camino, no el camino para los niños”.

Zuberoa Marcos . Ya te había oído decir eso. Tim Elmore . Sí, así es. “El mejor aprendizaje ocurre cuando alguien dice: 'Creo en ti', después de decir: 'Aquí hay un problema, soluciónalo'”

Zuberoa Marcos. ¿Qué pueden hacer ellos en casa? A lo mejor… Sé que tú eres padre. Yo aún no soy madre, pero tú sí eres padre. ¿Qué cosas específicas has puesto en práctica con tu hija?

Tim Elmore. Vale, de acuerdo. Te diré un par de cosas. Recuerdo que cuando mis dos hijos eran muy pequeños, ocho y doce años, hablábamos con ellos durante la cena sobre habilidades sociales. Pero les entraba por un oído y les salía por otro. Para ellos era: “Bla, bla, bla”. Así que se nos ocurrió hacerlo épico. Mi mujer y yo decidimos dar una fiesta en casa para nuestros amigos adultos. Y pedimos a nuestros hijos que organizaran la fiesta. Al principio pensaban: “Madre mía, menuda chorrada”. Pero luego pensaron: “Venga, hay que hacerlo”. Aprendieron a abrir la puerta e invitar a pasar al señor Jones: “¿Me permite su abrigo? ¿Conoce a la señora Smith? ¿Le apetece un té helado?”. Empezaron a desarrollar habilidades sociales. Y la charla llegó luego: experiencia primero, debate después.

Tim Elmore. Esa fiesta fue una experiencia que les llevó al aprendizaje. También les hacía ver las noticias y elegir un problema que saliera y decir: “Si de mí dependiera, ¿cómo lo resolvería?”. Eso iniciaba una conversación real en vez de un mero “saca la basura” o algo parecido.

Tim Elmore. Probablemente, la mejor decisión que mi mujer y yo tomamos como padres fue en el decimotercer año de la vida de nuestros hijos. Bethany es la primogénita, Jonathan vino cuatro años después. Me senté con mi hija Bethany cuando tenía trece años y estaba a punto de entrar en la pubertad, y le dije: “Bethany, esta noche quiero crear contigo una experiencia de rito de paso”. Muchos países lo hacen en todo el mundo.

Tim Elmore. Le dije: “Esta noche, tú y yo vamos a elegir a seis mujeres que serán tus mentoras por un día durante el próximo año. Mujeres que te inspiran, mujeres que tu madre considere buenos modelos a seguir”. Elegimos mujeres porque ella es mujer. Con mi hijo Jonathan elegimos hombres. En tan solo unos minutos, mi hija tenía seis mujeres increíbles que le gustaría conocer. Algunas eran del barrio, algunas de la iglesia, algunas de nuestros lugares de trabajo.

Tim Elmore. Al día siguiente, llamé a estas seis mujeres y les dije: “Puede que suene un poco raro, pero ¿serías mentora por un día para nuestra hija Bethany el próximo año? Elige un día de los próximos trescientos sesenta y cinco. Lo único que te pido es que la dejes observarte durante ese día. Que te acompañe. Si vas a trabajar, llévatela. Si te quedas en casa, pues en casa. Lo único que queremos es que te vea vivir tu vida, porque admiramos mucho la vida que llevas”. Y les dije: “Lo único que te pido es que le des un consejo vital a nuestra hija Bethany. Un consejo que te hubiera gustado que te dieran a ti a los trece años pero nadie te dio nunca”.

Todas las mujeres aceptaron, y fue una experiencia increíble. No puedo expresar lo emocional y poderoso que fue. Te pondré un pequeño ejemplo: Sarah fue la primera mujer. Se llevó a Bethany por sorpresa una mañana. Iba a pasar el día en el hospital. Sarah es enfermera y trabaja en la sala de maternidad del hospital. Así que se llevó a Bethany a la sala de maternidad, y estuvo ayudando a mujeres a dar a luz, de nueve a tres. Fue una locura. Vio de todo: cesáreas, partos naturales… De todo.

Tim Elmore. Cuando llegaron las tres, Sarah la sacó de la sala de maternidad y se la llevó a otra sala del hospital donde daba una clase para madres solteras. Bethany se sentó junto a otras chicas adolescentes que estaban embarazadas, aunque no quisieran estarlo. Al final del día, ¿sabes cuál fue el consejo vital que Sarah le dio a nuestra hija Bethany? Fue la abstinencia: espera hasta el matrimonio, al hombre adecuado, en vez de acostarte con todo el mundo. ¿Te imaginas

Tim Elmore. Así que todas y cada una de estas mujeres le dieron una experiencia. Una tenía que volar hasta Nueva York, otra hizo otra cosa… Una se la llevó a Atlanta donde estuvieron trabajando con familias desfavorecidas, familias desamparadas. Les dieron comida y mantas. Pero todas y cada una de las mujeres tenían un consejo que queríamos que tuviera un impacto en su vida. Y no era nada que no le hubiéramos dicho antes, pero alguien estaba ejemplificando esos valores. Vi cómo mi hija cambió ese año, gracias a unas mentoras adultas que influyeron en su vida. Pasado el año, invitamos a casa a las seis mujeres. Bethany les hizo la cena. Y el clímax del año entero fue cuando todos entramos en la sala de estar de nuestra casa, Bethany hizo que todas las mujeres se sentaran en círculo. Y no era más que una niña pequeña. Se sentó en una silla en mitad de la sala y, una por una, las miró a todas a los ojos y les leyó una carta que les había escrito. Que había escrito solo para ellas: “Querida Sarah, esto es lo que he aprendido de ti, así ha cambiado mi vida. Gracias”. “Querida Sandra” o “Querida Betsy, esto es lo que he aprendido de ti, así ha cambiado mi vida. Gracias”.

Tim Elmore. Imagínate lo emocional que fue para todos aquella noche, hablando y compartiendo. Al final, empecé a hablar del rito y de cómo esto debe ser un hito para que las niñas se conviertan en mujeres y los niños se conviertan en hombres. Pero no pude acabar, estaba llorando como una Magdalena.

Tim Elmore. Pero no hizo falta decirlo en voz alta, todas estas mujeres tenían intuición y sabían muy bien de qué iba aquello. Se sentaron en el suelo, y mirando a nuestra hija desde abajo empezaron a elogiarla y le dieron su bendición. “Bethany, yo creo en ti. Un día serás una gran líder, puedo verlo”. “Bethany, un día serás una esposa estupenda si eliges serlo. Y una madre estupenda, si eliges serlo”.

Tim Elmore. En ese momento la vimos crecer. Emocional, intelectual, espiritualmente. Y fue gracias a las voces de vecinas, amigas, compañeras que influyeron en su vida y le dijeron aquello que creíamos que alguien debía decirle.

Zuberoa Marcos. Me encanta esa idea. Porque cuando yo veo a mis amigos que son padres, les suele costar mucho. “Probemos más aprendizajes basados en proyectos y experiencias vitales”

Tim Elmore. Sí. Zuberoa Marcos. Es decir, todos quieren que sus hijos sean independientes, responsables y resolutivos, pero les cuesta mucho… Recuerdo que hace un par de semanas una amiga me dijo: “A mi hija se le dan mal las mates. Pero las mates son muy importantes para el mundo que estamos construyendo, este mundo de conocimiento e innovación. ¿Qué puedo hacer?”.

Zuberoa Marcos. Eso lo veo muy a menudo: padres que no quieren presionar demasiado a sus hijos. ¿Cómo podemos lidiar con esto?

Tim Elmore. Dos cositas antes. Primero: usa la expresión “de momento”. “Se te dan mal las mates, de momento”. “Se te da mal la ortografía, de momento”. “Se te da mal… de momento”. Carol Dweck, de la Universidad de Stanford dice que es su expresión favorita porque te predispone al crecimiento. Te permite crecer. Lo segundo que yo sugeriría es lo siguiente: Mi mujer y yo no éramos los mejores “mentores” para las mates, la ortografía y demás, pero si encontrábamos a otro alumno tres o cuatro años mayor, que fuera “guay”, mis hijos querían estar con el chico guay.

Jonathan tuvo un tutor de matemáticas unos cuatro años mayor que él. Les encantó. Ambas partes ganaban, él le daba clase a mi hijo y le encantaba enseñar a un chaval más joven. Y mi hijo estaba encantado de estar con alguien guay y le prestaba atención. Esa puede ser una estrategia concreta que los padres pueden emplear.

Zuberoa Marcos. ¿Cómo han influido estas experiencias que ha tenido esta joven generación en su percepción de lo que significa tener un trabajo a pesar de la situación del mercado laboral? ¿Cómo pueden los empresarios acoger y formar a esta generación?

Tim Elmore. Muy buena pregunta. Casi todos en la generación Z se ven como emprendedores. Aunque no lo sean, así es como se ven. “Voy a montar algo estupendo y hacerme millonario”. Tienen esa mentalidad de crear, de innovar, de construir. A la hora de empezar en un trabajo tradicional, debemos tener en cuenta que esa es su mentalidad: quieren innovar. En segundo lugar, me encanta la idea que Jack Welch popularizó veinticinco años atrás. Lo llamaba “mentoría inversa”. Es cuando un joven licenciado consigue su primer empleo, pero en vez de tener un mentor de cincuenta años encima que le diga: “Esto es lo que debes saber de esta empresa”, se hace en ambos sentidos.

Tim Elmore. El de cincuenta años tiene que decir: “Así hacemos las cosas aquí, debes saber esto, pero yo quiero aprender de ti. ¿Qué utilidad puede tener esa app tuya para el márquetin de la empresa? ¿Cómo podemos utilizar Snapchat?”. ¿Vale? Esto dignifica a ambas generaciones. Crea lazos entre ambas generaciones. Y yo creo que nos hace mejores y nos prepara para el mañana. Estoy convencido de que la generación Z aporta una intuición innata de hacia dónde va el mundo que nosotros no tenemos. Bueno, no me refiero a ti, sino a mí. Yo no sé adónde va el mundo. Pero yo creo que alguien de veintidós años sabe hacia dónde va. Entiende Uber, entiende Airbnb. ¿Sabes lo que digo? Necesitamos una mentoría inversa en la que estemos tan dispuestos a escuchar como a hablar con esta nueva generación.

Zuberoa Marcos. Me gustaría que compartieras una idea o un mensaje que creas importante. A mí me ha parecido muy poderosa esa frase que has dicho: “Preparemos a los niños para el camino, sea cual sea el camino, en vez de hacerlo al revés”. ¿Era así? Tim Elmore. Sí, así es. Sí. Zuberoa Marcos. Pero puedes elegir lo que tú quieras.

Tim Elmore. Bueno, esa frase me encanta, ya lo sabes. Puede que esto suene muy elemental, pero creo que es donde comienza nuestro liderazgo como adultos. Susan Peters dijo una vez: “Los niños tiene más posibilidades de crecer si sus padres han crecido primero”. Lo que eso quiere decir es que no esperes que maduren si tú eres una madre inmadura. Si te pasas todo el día en Facebook… Muchos niños de nuestro grupo nos dicen: “Nunca hablo con mi madre, se pasa el día en Facebook o en Instagram”. ¿Cómo esperamos crirarlos bien si nosotros hacemos lo mismo por lo que les regañamos? Debemos asegurarnos de ser un modelo a seguir. ¿Puedo acabar con una historia?

Zuberoa Marcos. Claro. “Uno de los trabajos de padres y educadores es ayudar a la próxima generación a encontrar su lugar de liderazgo”

Tim Elmore. Es una de mis historias favoritas relacionadas con este principio: “Hazlo tú antes de pedirles a ellos que lo hagan”, viene de Mahatma Gandhi allá por los años 40. Él estaba en la India liderando aquella revolución pacífica, y una mujer fue a verle un día. La acompañaba una niña pequeña. Y le dijo: “Gandhi, mi hija come muchas chuches, come mucho azúcar. Dile que deje de comer tanto azúcar”.

Tim Elmore. Gandhi se quedó pensando y dijo: “No, vuelve en dos semanas”. “¿Por qué? ¡Díselo ahora!”. “No, vuelve en dos semanas”. “De acuerdo”, y se fue. Dos semanas después volvió con su hija y le dijo: “¿Se lo dirás ahora?”. Y esta vez Gandhi se agachó, la miró a los ojos y le dijo: “Deja de comer tanto azúcar”. Ella dijo: “Vale”, y se fue. Entonces la madre dijo: “¿Por qué no se lo dijiste hace dos semanas?”. Y, muy sabiamente, Gandhi le respondió: “Porque hace dos semanas yo había comido mucho azúcar”.

Lo que quería decir era: “No quiero dar lecciones sin aplicarme yo el cuento”. Creo que los profesores, los empresarios y los padres debemos aplicarnos el cuento. Si nos enfadamos con ellos, mirémonos antes al espejo y digamos: “¿Estoy siendo un buen ejemplo para ellos?”.

Tim Elmore. Gracias, Tim. Muchas gracias. Tim Elmore. Ha sido un placer.

 https://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/prepara-a-tu-hijo-para-la-vida-no-la-vida-para-tu-hijo-tim-elmore/

sábado, 7 de julio de 2018

“Son los profesores quienes están impulsando la innovación, pero les pedimos demasiado”. El psicólogo Alfredo Hernando ha recorrido el mundo en busca de colegios con proyectos novedosos. “La idea de que la escuela necesita cambiar ha calado con mucha fuerza en la sociedad”, asegura.

Hay una pregunta que a Alfredo Hernando (Aranda de Duero, Burgos, 1981) le hacen constantemente: ¿y tú, a qué colegio llevarías a tus hijos? Quizás tenga que ver el hecho de que en 2013 este psicólogo e investigador se lanzara a recorrer el mundo en busca de algo muy concreto: escuelas innovadoras. Durante dos años, su afán por seguir las pistas de casos de éxito en la educación le llevó a Colombia, Perú, Chile, Brasil, Ghana, Indonesia, Japón, Finlandia… para después recopilar sus experiencias en un libro, Viaje a la escuela del siglo XXI. Una “guía para exploradores” que resume sus ideas sobre cómo se debe trabajar la innovación educativa. La clave, dice, está en detectar colegios que estén desarrollando experiencias novedosas y entender por qué funcionan. “La idea de que la escuela necesita cambiar ha calado con mucha fuerza en la sociedad. El siguiente paso es definir qué funciona y para qué”, asegura Hernando en esta entrevista, que tuvo lugar a finales de junio en el marco de la segunda edición del encuentro #Realinfluencers, organizado por la start-up educativa Blinklearning.

Pregunta. Cuando hablamos de innovación educativa, ¿de qué estamos hablando?
Respuesta. Hablamos del éxito de todos y cada uno de los alumnos, sin importar sus necesidades. Se trata de buscar la combinación de elementos del proyecto educativo de un centro que haga posible el éxito de todos sus alumnos. Pero es muy importante no perder el norte. Innovar no significa tener como foco primario el aprendizaje basado en proyectos, o el modelo de un ordenador para cada niño, o evaluar con menos exámenes, o más o menos deberes… Esas son decisiones secundarias que se toman en el momento en el que un equipo de profesores, en un colegio, decide cómo puede conseguir que todos sus alumnos desarrollen un proyecto vital completo. Fuera de eso, creo que todo lo demás son fuegos de artificio.

P. ¿Qué es entonces un colegio innovador?
R. Hay tres focos para entenderlo
Primero debe ser un caso de éxito: sus alumnos deben llegar al éxito, entendido más allá de lo académico. 
Segundo, ese caso de éxito se debe poder replicar, de forma que otra escuela se pueda llevar a un contexto semejante lo que ese centro innovador ha hecho; que pueda copiarlo o adaptarlo para llegar al éxito con sus propios alumnos. 
Hay una tercera idea, que es la necesidad de documentar este proceso. Necesitamos que sea un concepto claro para que las familias lo entiendan.

P. ¿Quién está liderando el proceso de la innovación educativa en España?
R. En España estamos asistiendo a una primavera de innovación educativa. Un florecer, inimaginable hace 10 años, de experiencias de innovación. Y es muy paradójico porque estas experiencias están protagonizadas por los docentes, no por las administraciones públicas. Son los profesores los que están empujando y arrastrando con sus ganas y con su trabajo. Pero hacen falta las instituciones. Las administración y las consejerías de Educación tienen que tomar el liderazgo.

P. ¿Cómo medimos la innovación?
R. La evidencia de todo este proceso son los estudiantes, la prueba última es saber si hemos conseguido mejorar su vida. Y para eso necesitamos herramientas. Ahora medimos muy bien las competencia lingüística o las matemáticas… pero hay otras competencias muy importantes, como la autonomía e iniciativa personal de los alumnos o el cómo aprender a aprender, para las que necesitamos un marco y herramientas. Eso está por hacer y ahí entran las administraciones públicas, que tienen que sentar las bases para medir esto. De todas formas, hay muchas medidas que se pueden tomar sin necesidad de tener un pacto nacional. Por eso mi enfoque no es trabajar con sistemas, sino encontrar escuelas innovadoras. No se trata de mirar a Finlandia o a Corea del Sur, el enfoque de los sistemas no aporta practicidad ni a las familias ni a los colegios. Y, además, creo que las escuelas en los entornos de mayor necesidad tienen las probabilidades de crear experiencias más innovadoras; es la forma de tener más posibilidades para que sus alumnos alcancen el éxito.

P. ¿Se puede entonces innovar sin grandes recursos?
R. Sí, pero cuando se produce un cambio se necesita tiempo y personal para invertir en ello, y si no hay recursos suficientes eso va a repercutir en la inversión de tiempo y dedicación de los profesores. Es un balance complejo porque hay entremezclados procesos tanto de innovación como de crecimiento personal de los docentes. Y hablamos de cambiar el colegio según seguimos yendo al centro; no cerramos, nos formamos y luego volvemos a abrir. El mensaje de los recursos es complicado porque es verdad que hay muy buenas experiencias de innovación en países con menos recursos, por ejemplo en Latinoamérica. Pero al mismo tiempo la falta de recursos no puede consumir a los principales actores del cambio, que son los profesores y los equipos directivos.

P. ¿Innovar es un camino y cada centro debe encontrar el suyo? ¿O hay una fórmula que se pueda aplicar a todos?
R. Hemos superado ya esa fase en la que decíamos que había una solución para transformar cualquier escuela. Ese es un mensaje peligroso. Lo que sí hay son escenarios que aparecen con mucha frecuencia y que engloban varias metodologías. No inventan nada nuevo, sino que combinan elementos presentes en todas las escuelas de una forma novedosa y que mejora los resultados. Por ejemplo, todos los colegios tienen aulas cuadradas y pasillos. Pero hay alguien que decide hacer una combinación de horarios y de trabajo en esos pasillos de tal manera que, de repente, se transforman en un makerspace. Es el mismo pasillo y son los mismos recursos que tienen todas las escuelas públicas, pero un centro ha hecho una combinación novedosa que les funciona.

P. ¿Puede existir el riesgo de que tanta carrera por la innovación se convierta en aplicar moda tras moda sin base de investigación?
R. Eso sería terrible. Para poder demostrar que estás haciendo innovación y que estás mejorando el proyecto vital de tus alumnos tienes que ser capaz de saber cómo funcionan esas medidas. Y ahí no les podemos pedir a los docentes que hagan todo, no podemos pedirles que sean los responsables de saber cómo está funcionando la innovación y que también se encarguen de crear herramientas para analizar cómo se está transformando la escuela. Esas son medidas de la administración pública. Y sí, al final el cambio y la mejora de una escuela es el cambio y el crecimiento de su claustro de profesores, pero ponemos mucho peso sobre los docentes.

P. ¿Cuál es el papel de los padres? Reciben críticas por los dos extremos: o porque se implican demasiado o porque no tienen opinión sobre estos temas.
R. Hay tres variables que explican el éxito del proyecto vital de un niño o una niña: 
su entorno (es decir, el barrio), 
su familia y 
su escuela. 
El barrio se puede trabajar, pero no está tanto en nuestras manos. La mejor combinación posible entre las otras dos variables es que las familias sean capaces de entender, informarse y comprender el proyecto educativo del colegio; y, si les gusta, de participar en ese proyecto. Aquí hay una doble comunicación: entre la familia, que debe sentir que se puede comunicar y que tiene que aprender lo que significa este cambio en la escuela, y los colegios, que de repente tienen que aprender a comunicarse con los padres.

P. Cualquier cambio que se haga en la educación tiene consecuencias profundas y a largo plazo. ¿Entiendes las reticencias que surgen cuando se habla de repensar los deberes, los horarios, los exámenes…?
R. Ahora mismo hay un debate muy potente. 
Por un lado están los apocalípticos, que creen que la innovación pertenece al show de la educación y que significa hacer lo que ya estamos haciendo, pero con otro nombre. 
Y por otro lado están los integrados, que son los que entienden que el significado de innovar es crecer, con equipos de profesores que buscan ese crecimiento integrando distintas metodologías para transformar la escuela.

DIFERENCIAS ENTRE COMUNIDADES
En esa “primavera de la innovación” en España de la que habla Alfredo Hernando, la educación pública juega un papel fundamental. Pero el experto advierte de las diferencias entre comunidades autónomas, no solo en resultados (algo que viene certificando el informe PISA, que retrata una brecha entre el norte y el sur) sino también en las herramientas de las que los colegios disponen para innovar. “Hay una gran diferencia en la red pública en España que es muy significativa y de la que no se habla mucho”, señala Hernando. “Las posibilidades de las escuelas son muy distintas según cuál sea su comunidad”. Hernando señala como ejemplo esperanzador la iniciativa de varias regiones, como Aragón y Castilla y León, de crear centros de formación para docentes. “Son un nuevo actor que está despertando. Se están convirtiendo en detectores de buenos docentes, profesores que empujan el cambio. Los atraen al centro de formación y ahí es cuando empiezan a pasar cosas alrededor”.

https://elpais.com/economia/2018/06/29/actualidad/1530267834_541816.html?rel=lom