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viernes, 4 de mayo de 2018

_- La campaña desatada contra Jeremy Corbyn ha reforzado el prestigio del líder laborista.

_- Tomas F. Ruiz

Soy periodista español y llevo siete años residiendo en el Reino Unido. He vivido dos elecciones generales y otras dos municipales, de forma que he sido testigo en primera línea del irresistible ascenso que el líder laborista Jeremy Corbyn ha experimentado en los últimos tres años y al que los sondeos otorgan un amplio margen en su victoria electoral del próximo 3 de mayo.

Desde mi punto de vista, esta ascensión es producto de la honestidad y consecuencia que marca su trayectoria política, con ideas muy claras y contundentes sobre lo que le espera al Reino Unido en un futuro inminente. Parte de su incontenible popularidad la debe Corbyn a la política de destrucción del estado de bienestar que han protagonizado los conservadores, que en los trece años que llevan en el poder han hundido hasta límites inadmisibles el sistema de welfair (bienestar social) de que tanto se enorgullecía el ciudadano británico.

Por otra parte, los tiempos en que el descerebrado primer ministro Tony Blair hundió hasta niveles vergonzosos el prestigio del partido laborista han pasado ya a la historia como un capítulo negro y deplorable del laborismo británico. Empeñado en apoyar la política de invasiones y crímenes contra el derecho internacional que lidera EEUU, Tony Blair dinamitó las bases ideológicas de izquierdas que quedaban en el partido. El laborismo británico ha necesitado más de quince años para remontarse y aparecer de nuevo como una digna y consecuente opción política de izquierdas.

Su elección como líder laborista
La elección de Jeremy Corbyn como líder laborista en el 2.015 significó un giro ideológico radical del partido hacia posiciones mucho más izquierdistas. La situación económica y política, en manos de un partido conservador cada vez más errático y pervertido, comenzó a revelarse como catastrófica con la dimisión de Cameron y la designación de Teresa May como primera ministra. La apisonadora que esta terrible mandataria puso en marcha para aplastar derechos y negar beneficios fue determinante para su hundimiento político.

Una tras otra, el gobierno conservador ha ido cavándose su propia fosa: la política de recortes en todo tipo de servicios públicos, la pérdida del valor adquisitivo del ciudadano medio, las funestas consecuencias de la corrupción económica generalizada, con el incendio de la torre Grenfell como modelo más representativo, las erráticas versiones de envenenamiento montadas para justificar su agresiva política contra Rusia… Y precisamente el partido laborista, con Corbyn a la cabeza, ha sido el más beneficiado por esta catastrófica política conservadora, que ha levantado una ola de irritación en toda la Gran Bretaña como no se veía desde tiempos de la “dama de hierro”.

La “osadía” de Jeremy Corbyn
Corbyn ha sabido aprovechar esta situación para lanzar su mensaje revolucionario: el de una sociedad socialista diseñada para que todos dispongan de suficientes recursos, una nación en la que el reparto de la riqueza sea más equitativo y justo.

Había que ser atrevido, -“brave” en el idioma anglosajón- para proponer un modelo socialista precisamente en el país donde, potenciado por el liberalismo de Adam Smith, nació el capitalismo hace ya más de tres siglos. En la Inglaterra del siglo XIX, explotando salvajemente a una mano de obra totalmente desprotegida, es donde se gestaron los grandes capitales que conforman la codiciosa economía moderna.

Esta atrevida definición de “socialista”, expuesta de una forma absolutamente sincera y que se nutre del incuestionable origen obrero de su partido laborista, ha supuesto un reclamo tan poderoso para el pueblo británico que el partido laborista ha vuelto a recuperar su perdido prestigio.

El mensaje de este hombre ya entrado en años, tan pragmático y premonitor del futuro británico como visionario y prudente en su camino hacia el socialismo, ha calado especialmente entre los jóvenes del Reino Unido.

La campaña anti Corbyn
Apenas intuyeron la amenaza que Corbyn suponía para su partido, los conservadores iniciaron su estrategia: había que descabezar cuanto antes a este desvergonzado político que se atrevía a cuestionar las raíces de la economía capitalista, acabar como fuera con el carisma político de este Oliver Cromwell del siglo XXI.

La campaña levantada para desprestigiar a Jeremy Corbyn es digna de una mente tan retorcida como inteligente. Contando con la complicidad de una buena parte de la prensa, esta campaña se inició hace ya más de un año.

Buscando en su pasado, le han reprochado sus relaciones internacionales con países no alineados con Occidente, la Rusia soviética entre otros; lo han tachado de provocador, lo han acusado de “bolchevique”… No contentos con ello, lo vincularon a la parodia del caso Skipal (los rusos envenenados en Salisbury), le reprocharon que se opusiera a las armas nucleares, especialmente a la utilización de los misiles Trident (con cuya compra y mantenimiento muchos lords han hecho muy rentables negocios), lo tacharon de cómplice cuando alegó el derecho internacional y se opuso a los bombardeos de Siria que Teresa May ejecutó atendiendo a los criminales intereses de EEUU… Incluso lo han acusado de antisemita, montando toda una maniobra dentro de su propio partido para socavar su prestigio. Desde algunas rotativas lo acusaron también de haber sido un espía al servicio del Kremlin.

Corbyn se limitó a seguir su camino, lento pero seguro, para concienciar a la sociedad británica de que destruir la política de bienestar social, privatizar los servicios públicos básicos y negar a la población obrera, especialmente a la inmigrante, sus derechos laborales básicos no debía consentirse.

A pesar de toda esta mediática y maquiavélica campaña, orquestada para hundir y denigrar su imagen pública, el líder laborista sigue subiendo en el ranking de popularidad, continúa recibiendo el apoyo electoral de sus compañeros de partido y se ha convertido ya en el virtual próximo primer ministro británico.

Unos piensan que es su edad la que le da esa clarividencia y le permite diseñar sin ningún escrúpulo una nueva Gran Bretaña donde los beneficios estén mejor repartidos; otros que es su trayectoria intachable de socialista moderado, al estilo del honorable profesor Enrique Tierno Galvan (alcalde de Madrid), la que le permite ir avanzando, lenta pero decididamente, hacia una nación británica cada vez más progresista y solidaria.

La campaña de desprestigio montada contra Jeremy Corbyn ha conseguido precisamente lo contrario de lo que pretendía: hoy el partido laborista está más fuerte que nunca gracias a este hombre que, a sus 69 años ha inyectado la savia joven que necesitaba su envejecida y extraviada formación política.

martes, 13 de marzo de 2018

Las pensiones

¿Peligra el futuro de las pensiones? Miren Etxezarreta, miembro del seminari Taifa, asegura en ‘AR’ que se trata de una campaña mediática promovida desde las instituciones. “Esta campaña parte del capital financiero y está apoyada por el Banco Mundial”, comenta. Además, Miren asegura que el problema demográfico no es una excusa para que las pensiones suban menos que los precios. “El Estado español ha crecido mucho desde 1977 tenemos más que el doble de la riqueza que había, pero no hay más del doble de viejos”, afirma.



Entrevista | Juan Torres, catedrático de Economía aplicada en la Universidad de Sevilla.

¿En qué consiste la reforma de las pensiones planteada ahora desde el gobierno del PP? ¿A quiénes afectará?
Esta reforma persigue exactamente lo mismo que todas las anteriores: disminuir su alcance y cuantía, hacer que la gente desconfíe cada día más en el sistema público a base de debilitarlo para que su ahorro (quienes tengan) se vaya yendo al sector privado e ir avanzando progresivamente hacia su privatización.

¿A qué objetivos crees que responde esta reforma? ¿Tiene alguna relación con los demás recortes del Gobierno central?
Reformas de este tipo se vienen haciendo en coyunturas de expansión. Por tanto, no están justificadas por la crisis. Es una mentira gigantesca afirmar que los gastos corrientes del estado ligados al bienestar social (educación, salud, pensiones, dependencia, etc.) son los que provocan la deuda. Los datos muestran que esos gastos corrientes han generado, por ejemplo desde 1989 una deuda que no llega ni al 15%. La diferencia hasta casi el 100% actual son los intereses financieros y la deuda suscrita para pagarlos.

¿Qué alternativas pueden plantearse para hacer más robusto el sistema público de pensiones?
Si se acepta que las pensiones públicas se financien con las cotizaciones sociales (también podrían financiarse mediante impuestos generales), para que el sistema tenga ingresos suficientes (como se ha demostrado en los años anteriores) basta con que haya un nivel de empleo aceptable y una distribución de la renta mínimamente equitativa. Otra mentira vergonzosa es hacer creer que la insostenibilidad del sistema de pensiones públicas deriva del aumento de nuestra esperanza de vida. Lo que de verdad lo puede hacer insostenible es el incremento continuado del paro y de la desigualdad entre salarios y rentas del capital.

¿Qué tipo de movimiento crees que necesitamos para frenar esta reforma e impulsar otras iniciativas alternativas?
La única posibilidad de frenar esta reforma y otras parecidas es que la población conozca sus razones y se enfrente decididamente a ellas, movilizándose en las calles y centros de trabajo y creando un sujeto político capaz de ganar elecciones y de poner en marcha otro tipo de políticas.

¿Hay una salida antineoliberal y anticapitalista a la crisis?
Para mí antineoliberal y anticapitalista es lo mismo porque creo que el neoliberalismo es simplemente el capitalismo de nuestra época. Y no es que haya una salida anticapitalista es que no puede haber otra. Las crisis son consustanciales al capitalismo. Basta conocer un poco la historia. Si se sale de esta (también la historia nos enseña que se sale de todas) vendrán otras. El capital le está dando salida a base de reforzar sus intereses y de dejar las cosas más o menos como estaban, salvo en cuanto a derechos laborales, lo que constituye la antesala de otras nuevas crisis. La alternativa es resolver esta crisis modificando las relaciones sociales, las formas de propiedad, el modo de producir y de consumir. Algo se ha avanzado en eso en algunos lugares pero a la vista está que no suficientemente. Ese es el reto.

Más sobre pensiones aquí:
http://www.juantorreslopez.com/?s=Pensiones&submit=Buscar+en+la+web

sábado, 3 de marzo de 2018

“Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, un destacado diseccionador de la sociedad del hiperconsumismo, explica en Barcelona sus críticas al “infierno de lo igual”.

Las Torres Gemelas, edificios iguales entre sí y que se reflejan mutuamente, un sistema cerrado en sí mismo, imponiendo lo igual y excluyendo lo distinto y que fueron objetivo de un atentado que abrió una brecha en el sistema global de lo igual. O la gente practicando binge watching (atracones de series), visualizando continuamente solo aquello que le gusta: de nuevo, proliferando lo igual, nunca lo distinto o el otro... Son dos de las potentes imágenes que utiliza el filósofo Byung-Chul Han (Seúl, 1959), uno de los más reconocidos diseccionadores de los males que aquejan a la sociedad hiperconsumista y neoliberal tras la caída del muro de Berlín. Libros como La sociedad del cansancio, Psicopolítica o La expulsión de lo distinto (en España, publicados por Herder) compendian su tupido discurso intelectual, que desarrolla siempre en red: todo lo conecta, como hace con sus manos muy abiertas, de dedos largos que se juntan mientras cimbrea una corta coleta en la cabeza.

“En la orwelliana 1984 esa sociedad era consciente  de que estaba siendo dominadahoy no tenemos ni esa consciencia de dominación”, alertó ayer en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona  (CCCB), donde el profesor formado y afincado en Alemania disertó sobre la expulsión de la diferencia. Y dio pie a conocer su particular cosmovisión, construida a partir de su tesis de que los individuos hoy se autoexplotan y sienten pavor hacia el otro, el diferente. Viviendo, así, en “el desierto, o el infierno, de lo igual”.

Autenticidad. Para Han, la gente se vende como auténtica porque “todos quieren ser distintos de los demás”, lo que fuerza a “producirse a uno mismo”. Y es imposible serlo hoy auténticamente porque “en esa voluntad de ser distinto prosigue lo igual”. Resultado: el sistema solo permite que se den “diferencias comercializables”.

Autoexplotación. Se ha pasado, en opinión del filósofo, “del deber de hacer” una cosa al “poder hacerla”. “Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede”, y si no se triunfa, es culpa suya. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado”. Y la consecuencia, peor: “Ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión”. Es “la alienación de uno mismo”, que en lo físico se traduce en anorexias o en sobreingestas de comida o de productos de consumo u ocio.

‘Big data’.“Los macrodatos hacen superfluo el pensamiento porque si todo es numerable, todo es igual... Estamos en pleno dataísmo: el hombre ya no es soberano de sí mismo sino que es resultado de una operación algorítmica que lo domina sin que lo perciba; lo vemos en China con la concesión de visados según los datos que maneja el Estado o en la técnica del reconocimiento facial”. ¿La revuelta pasaría por dejar de compartir datos o de estar en las redes sociales? “No podemos negarnos a facilitarlos: una sierra también puede cortar cabezas... Hay que ajustar el sistema: el ebook está hecho para que yo lea, no para que me lea a mí a través de algoritmos... ¿O es que el algoritmo hará ahora al hombre? En EE UU hemos visto la influencia de Facebook en las elecciones...  Necesitamos una carta digital que recupere la dignidad humana y pensar en una renta básica para las profesiones que devorarán las nuevas tecnologías”.

Comunicación. “Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se enlaza con lo igual; la comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos los sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la comunicación global y de los likes solo consiente a los que son más iguales a uno; ¡lo igual no duele!”.

Jardín. “Yo soy diferente; estoy envuelto de aparatos analógicos: tuve dos pianos de 400 kilos y durante tres años he cultivado un jardín secreto que me ha dado contacto con la realidad: colores, olores, sensaciones... Me ha permitido percatarme de la alteridad de la tierra: la tierra tenía peso, todo lo hacía con las manos; lo digital no pesa, no huele, no opone resistencia, pasas un dedo y ya está... Es la abolición de la realidad; mi próximo libro será ese: Elogio de la tierra. El jardín secreto. La tierra es más que dígitos y números.

Narcisismo. Sostiene Han que “ser observado hoy es un aspecto central de ser en el mundo”. El problema reside en que “el narcisista es ciego a la hora de ver al otro” y sin ese otro “uno no puede producir por sí mismo el sentimiento de autoestima”. El narcisismo habría llegado también a la que debería ser una panacea, el arte: “Ha degenerado en narcisismo, está al servicio del consumo, se pagan injustificadas burradas por él, es ya víctima del sistema; si fuera ajeno al mismo, sería una narrativa nueva, pero no lo es”.

Otros. Es la clave de sus reflexiones más recientes. “Cuanto más iguales son las personas, más aumenta la producción; esa es la lógica actual; el capital necesita que todos seamos iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no funcionaría si las personas fuéramos distintas”. Por ello propone “regresar al animal original, que no consume ni comunica desaforadamente; no tengo soluciones concretas, pero puede que al final el sistema implosione por sí mismo... En cualquier caso, vivimos en una época de conformismo radical: la universidad tiene clientes y solo crea trabajadores, no forma espiritualmente; el mundo está al límite de su capacidad; quizá así llegue un cortocircuito y recuperemos ese animal original”.

Refugiados. Han es muy claro: con el actual sistema neoliberal “no se siente temor, miedo o asco por los refugiados sino que son vistos como carga, con resentimiento o envidia”; la prueba es que luego el mundo occidental va a veranear a sus países.

Tiempo. Es necesaria una revolución en el uso del tiempo, sostiene el filósofo, profesor en Berlín. “La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer: necesitamos un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos de un tiempo de fiesta, que significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe confundirse con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo trabajado es tiempo perdido, no es tiempo para nosotros”.


EL “MONSTRUO” DE LA UE Y LA “BODA” CATALUÑA-ESPAÑA 

“Estamos en la Red, pero no escuchamos al otro, solo hacemos ruido”, dice Byung-Chul Han, que viaja lo justo y no hace turismo “para no participar del flujo de mercancías y personas”. También reclama una política nueva. Y la relaciona con Cataluña, tema cuya tensión rebaja bromeando:

“Si Puigdemont promete volver al animal original, me hago separatista”.

Y ya en lo político, lo enmarca en el contexto de la Unión Europea: “La UE no ha sido una unión de sentimientos sino comercial; es un monstruo burocrático fuera de toda lógica democrática; funciona a golpe de decretos...; en esta globalización abstracta se da un duelo entre el no lugar y la necesidad de ser de un lugar concreto; el especial está incómodo y genera desasosiego y estalla lo regional. Hegel decía que la verdad es la reconciliación entre lo general y lo particular y eso hoy es más difícil...”. Pero acude a su revolución temporal: “Las bodas forman parte de la recuperación del tiempo de fiesta: a ver si hay una entre Cataluña y España y se reconcilian”.

https://elpais.com/cultura/2018/02/07/actualidad/1517989873_086219.html?rel=lom

viernes, 23 de febrero de 2018

Henry Giroux: El neoliberalismo y el asedio a la educación superior




Desde hace varias décadas Henry Giroux viene denunciando el auge y despliegue de lo que hoy podemos denominar el autoritarismo del siglo XXI. La consumación de un proceso originado a partir de la reestructuración total del poder por parte de las élites norteamericanas, cuyo eje central y estratégico es el ataque directo sobre las instituciones fundamentales para la democracia y el control pleno sobre ellas.

En parte, este proyecto surge como respuesta a la ola democratizadora que afectó significativamente a mediados del siglo pasado los Estados Unidos. La amenaza que supuso esta fuerza democratizadora al poder y privilegios de los grupos hegemónicos empresariales, les hizo tomas consciencia de la urgente necesidad de transformar la política en una cuestión privada, que debía tener lugar al margen de los ciudadanos. Este es uno de los principales rasgos del nuevo autoritarismo; la conformación de un tipo de estado fundido y dominado completamente por el minoritario grupo empresarial dominante que concibe a sus propios ciudadanos como enemigos y ve con urgencia la necesidad de despolitizarlos, convirtiéndolos en meros consumidores, mediante la imposición de una propaganda que hace concentrar la atención sobre las cosas más superficiales. Lo que Chomsky ha llamado una “filosofía de la futilidad” (Chomsky, 2004, p.203).

En buena medida uno de los principales blancos de ataques han sido las universidades, las cuales tienen una enorme importancia, en tanto dispositivos culturales, en la configuración de los deseos, las identidades, el accionar de los sujetos y la creación de imaginarios. Henry Giroux, uno de los más destacados críticos culturales y representante de la pedagogía radical norteamericana, pone el acento a lo largo de su vasta obra, sobre el peligro que acecha a las universidades, y a la educación pública en general. El curso de los acontecimientos no ha hecho hasta ahora más que confirmar sus “predicciones”.

La actual etapa de capitalismo neoliberal se caracteriza por un constante ataque hacia la democracia, y consecuentemente hacia sus instituciones fundamentales (Giroux, 2015a, p. 16). Las raíces de este ataque tienen que ver con el peligro que la democracia le representa al poder. Hay que hacer notar que en una democracia verdadera la opinión pública tiene peso e incide directamente sobre las decisiones del gobierno. Por esta razón a los poderosos nunca les ha gustado la democracia pues implica restarles poder y ponerlo en manos de la población mayoritaria.

Hoy en día el poder de las corporaciones alcanza niveles apenas imaginables hace algunas décadas. Esto no es más que la culminación de un proceso que inició aproximadamente en la década de los 60 la cual estuvo marcada por un enorme activismo social y expansión democrática. Ello movió a las élites estadounidenses a poner en marcha un ambicioso plan para contener lo que llamaron un “exceso de democracia” (Giroux, 2006, p. 18). Ante la ausencia de propuestas alternativas definitorias de los conceptos básicos constitutivos de un discurso progresista, fue tomando fuerza creciente un discurso público cuyo pilar era la ausencia de ciudadanía crítica y un patriotismo despojado de las notas emancipatorias propias de la democracia. En la práctica, este discurso ha derivado en una serie de agresiones militares externas y en la militarización interna de la sociedad norteamericana (Giroux, 2006, p. 15). Mediante la amnesia total respecto del importante papel que históricamente ha jugado la lucha popular en la historia de la democracia, ha tenido lugar una deconstrucción de la noción de ciudadanía y, con ello, la subordinación de las libertades individuales a la seguridad nacional y el orden interno. Bajo este esquema las universidades, la prensa independiente y los movimientos sociales se conciben como un peligroso desafío a la autoridad gubernamental (Giroux, 2006, p. 18). Es fácil entender la necesidad imperiosa sentida por los dueños de la sociedad estadounidense para lanzar la ofensiva en contra de las instituciones fundamentales encargadas de limitar el sufrimiento de los más débiles. La crisis que vive actualmente la educación superior debe verse enmarcada en esta crisis mayor de la democracia (Giroux, 2015a, p. 16).

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Marlon Javier López es profesor de filosofía en la Universidad de El Salvador (UES)

sábado, 13 de enero de 2018

Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, 2001, y profesor de la U. de Columbia, NY: "No podemos confiar en el sector financiero, si no lo regulamos, engañarán, se aprovecharán de la gente".

"Podemos tiene un entendimiento de por qué las cosas han salido mal y un compromiso para tratar de mejorarlas, a diferencia de lo que se llama el populismo de derechas, que utiliza el descontento para crear regímenes autoritarios o para enriquecerse"

"Cuando la gente está peor de lo que estaba hace diez años, decirle que están recuperados es un disparate"

Los directivos: "Tienen que ser responsables financieramente. Si te portas mal, tus bonificaciones se recortan. Esto podría implicar, además, penas de cárcel"

Trump: "¿Qué hará falta para que sus partidarios se convenzan de que se han enamorado de alguien que no es la persona que creen que es?"

"Puede que sea necesario dejar el euro para salvar a Europa"


Entrevista al premio Nobel de economía publicada en '2034: El reto de imaginar el futuro', número 17 de la revista de eldiario.es.

Joseph Stiglitz (Gary, Indiana, 1943) abandonó su carrera en física para dedicarse a la economía. Su tesis ya trataba sobre la desigualdad y, tras toda una carrera dedicada a la economía (un Nobel incluido en 2001), la brecha entre pobres y ricos todavía no parece ofrecerle tregua. Fue consejero de Bill Clinton durante su presidencia y economista jefe del Banco Mundial hasta el año 2000. Tras años predicando contra los excesos del Fondo Monetario Internacional y la desregularización del sector financiero, como una Casandra de la ciencia económica en un mundo dominado por las tesis neoliberales, la crisis financiera le dio buena parte de razón. Desde su despacho en la Universidad de Columbia, recibe a eldiario.es para hablar de los nuevos movimientos de oposición a la globalización, la regularización de Silicon Valley, el futuro del euro, la irrupción de Trump, la lucha contra el cambio climático y un sector financiero al que, según advierte, debemos seguir vigilando de cerca.

Hace 15 años escribió ‘El malestar de la globalización’. Hoy estamos presenciando nuevas olas de descontento: desde el Brexit hasta la victoria de Donald Trump pasando por el auge de los populismos nacionalistas en Europa.

¿Se ha convertido el statu quo económico en una fuente de resultados políticos inesperados cada vez más frecuentes?
La razón por la que los problemas del malestar con la globalización se han extendido del Sur hacia al Norte es que los acuerdos comerciales se realizaron realmente en función de los intereses corporativos, así que acabas teniendo perdedores tanto en el Norte como en el Sur. ¿Y quiénes fueron los ganadores? Las corporaciones. Ganaron porque bajaron los sueldos en el Norte y consiguieron sueldos más baratos en el Sur. Lograron todas la ganancias y, al debilitar el poder negociador de los trabajadores, les robaron dinero, ya sea en el Norte o en el Sur.

¿Cómo espera que sus críticas a la globalización evolucionen en el futuro? ¿Cuáles serán las nuevas fuentes del malestar?
Ya está incluso afectando a algunas corporaciones, porque algunas ganan y otras pierden. Pero en este caso tengo menos simpatía. Mi nuevo libro, que va a salir ahora, se llama ‘El malestar de la globalización revisitado, con el subtítulo: Antiglobalización en la era de Trump’, se centra en cómo estamos viendo los viejos descontentos en los países en desarrollo más los nuevos descontentos en los países desarrollados.

¿Me puede adelantar algo?
Básicamente, el rompecabezas es: ¿cómo es posible que la globalización sea mala para los países en vías de desarrollo y mala también para los países desarrollados? Y la respuesta es: porque la definieron las corporaciones para ellas mismas. Trump dice que los acuerdos comerciales como Nafta son los peores de todos los tiempos y que desfavorecen a Estados Unidos.

¿Cómo pueden perjudicar a Estados Unidos y también a los países en vías de desarrollo? Y: ¿Es posible que perjudiquen a Estados Unidos cuando fue Estados Unidos quien los dictó?
Mi respuesta es no, no es posible. Conseguimos lo que queríamos, pero era lo que las corporaciones querían, no lo que los trabajadores estadounidenses querían. Y Trump no lo arreglará porque representa a la plutocracia, a las corporaciones ricas. No está interesado en los trabajadores excepto para obtener votos. Si estuviera interesado en su bienestar, no habría propuesto un programa de seguro de salud que dejaría a 20 millones de personas sin seguro médico. No estaría proponiendo una reforma tributaria que daría todo el dinero a los más ricos. No está interesado en los trabajadores, excepto en la medida en que puede persuadirlos para que voten por él y darle más dinero.

Los movimientos de oposición son de naturaleza ideológica muy diversa, pero algunas voces los consideran el mismo tipo de respuesta contra las élites.

¿Es correcto equiparar a Podemos con Trump?
Son totalmente diferentes. El problema es que Trump está explotando este malestar. Y creo que Podemos tiene un entendimiento bastante sofisticado de por qué las cosas han salido mal y un compromiso para tratar de mejorarlas, a diferencia de lo que a menudo se llama el populismo de derechas, que utiliza el descontento para crear regímenes autoritarios o para enriquecerse. Está muy claro que Trump realmente no está preocupado por los estadounidenses comunes. Lo que ha hecho bien es persuadirlos de que se preocupa por ellos, de una forma deshonesta. Pero fue a esos lugares tan pobres, Kentucky y demás, a los que Hillary ni siquiera fue, y dijo: ‘Me preocupo por vosotros’. Pero era todo una farsa, porque ahora va y dice: ‘Voy a quitaros el seguro sanitario y voy a hacer que estéis peor’. Así que la pregunta ahora es: ¿se despertarán los estadounidenses o responderán al mensaje emocional, incluso cuando [Trump] les está robando? Y muchos demócratas están empezando a preocuparse porque, por malo que sea para esta gente, lo quieren (risas). Puede mentir, y no les molesta. ¿Qué hará falta para que sus partidarios se convenzan de que se han enamorado de alguien que no es la persona que creen que es?
Ha criticado que los acuerdos comerciales internacionales se firmen con estándares democráticos tan bajos y con tan poca transparencia.

¿Cuál sería una mejor manera de articularlos en el futuro?
Una mejor manera de llegar a acuerdos es obviamente que haya una mayor participación en la toma de decisiones: que trabajadores, ecologistas y otras personas con intereses en la sociedad participen en la negociación, en fijar los términos de referencia. Las disputas inversionista-Estado [cláusulas que permiten a compañías privadas pedir compensaciones si un país regula en contra de sus intereses] ilustran esto. Hay que tener principios claros y decir: 'mira, no tienes derecho a demandar por una regulación, eso depende del país. Solo puedes demandar por discriminación’.

¿Cómo podemos asegurar un futuro en el que los intereses económicos privados no pongan en compromiso la democracia?
Creo que la plena liberalización del mercado de capitales es particularmente peligrosa, especialmente para los países en vías de desarrollo, porque el capital entrando y saliendo a corto plazo es lo que más compromete a la democracia. En el caso de un país como Brasil, cuando a Wall Street no le gusta un candidato sacan su dinero, el tipo de cambio baja, la gente entra en pánico... puede tener un efecto muy grande el papel de los mercados financieros en la política. Para mí eso es al menos una pieza importante. En Estados Unidos el principal tema son las contribuciones a las campañas. El dinero está influyendo muy directamente en nuestra política.

¿Cuánto puede crecer la brecha entre los pobres y los ricos sin que haya conflictos sociales?
Tenemos la sensación de que cuando hay más desigualdad, puede haber más conflicto, pero también sabemos que las cosas son más complicadas. Hay personas que dicen que, de hecho, el conflicto no se produce cuando las cosas están mal de verdad, sino cuando están mejorando, pero no mejoran lo suficientemente deprisa; cuando se le da a la gente la sensación de que las cosas podrían ir mejor, sus aspiraciones cambian, pero se decepcionan. Eso puede dar lugar a problemas. Muchos de estos estudios se hicieron en el pasado y hoy es muy diferente. La gente puede ver lo que está pasando en el resto del mundo mucho más fácilmente y su sentido de lo que es posible es diferente. Ahora todo el mundo ve y se pregunta: ‘¿por qué están viviendo mejor que yo?’

El mensaje que estamos recibiendo en Europa o en España es que la economía se ha recuperado, aunque las mejoras pueden ser imperceptibles en el día a día de las personas normales.

¿Cómo podrá defenderse la ciudadanía de un gobierno que le dice que está bien cuando en realidad no lo está?
Creo que es muy peligroso que los políticos digan cosas que son inconsistentes con la percepción de la gente, porque eso conduce a la desconfianza en el gobierno y en las élites. Obama dijo que nos habíamos recuperado en 2009, en 2010, en 2011, cuando el 91% de todas las ganancias fueron al 1% [más rico] y el 99% no se recuperó. El efecto que eso tuvo fue un aumento de la desconfianza en el gobierno. Y contribuyó, creo yo, al triunfo de Trump. Dio la sensación de que el gobierno estaba mintiendo, porque la gente sabía que no estaba mejor y aún así se estaba diciendo que la recesión había terminado. Es extraordinariamente peligroso que los líderes políticos tergiversen lo que está sucediendo en las vidas de individuos ordinarios. En el caso de lo que está sucediendo en España y en Europa la pregunta es: ¿Estás en el punto en el que estabas? Y la respuesta es no. Cuando el desempleo de los jóvenes es del 40%, claramente hay grandes grupos de la población que no lo están pasando bien. Cuando la gente está peor de lo que estaba hace diez años, decirle que están recuperados es un disparate.

La tecnología, la robotización, biotecnología... todos estos campos contienen una promesa de desarrollo económico y progreso democrático.

¿Cómo se distribuirá esta nueva riqueza en el futuro?
Siempre existe este tema de cómo distribuir los beneficios de la globalización, de los avances tecnológicos. El principio general dice que, si la sociedad es más rica, todo el mundo podría estar mejor. Pero depende de la naturaleza del cambio tecnológico. Si es lo que llamamos innovación de ahorro de trabajo, entonces se reduce la demanda de mano de obra y los trabajadores pueden estar peor. Creo que es imperativo en este contexto que tengamos políticas gubernamentales activas involucradas en la redistribución y que nos aseguremos de que, a medida que nos hacemos más ricos, los beneficios se comparten, al menos en parte, entre todos los grupos de la sociedad.

Mientras hablamos, hay industrias que se están transformando de forma irreversible en Silicon Valley.

¿Estamos prestando suficiente atención a este nuevo centro de poder?
Mucho de lo que está pasando tiene que ver con cambios en industria de la publicidad o en una nueva industria de redes sociales. ¿Es tan importante? Es interesante, pero eso no es tan fundamental como otros aspectos de cómo vivimos. Hay que tener cuidado de no comprarle el bombo publicitario a Silicon Valley. Han exagerado su disrupción. Han transformado los taxis, pero parte de lo que están haciendo es arbitraje regulatorio [práctica mediante la cual las empresas capitalizan las lagunas legales para eludir regulación desfavorable]. Airbnb ha transformado el mercado de los hoteles, pero probablemente es porque evita pagar impuestos. Si lo regulamos adecuadamente, con impuestos, no creo que vaya a ser tan rompedor. Las ventajas de Airbnb serían más pequeñas una vez pagaran impuestos y estuvieran regulados. La gente probablemente preferiría ir a un hotel regular que a un Airbnb, aunque todavía sería una industria activa. Esas son dos industrias relativamente pequeñas hasta ahora. A largo plazo habrá grandes problemas con la inteligencia artificial y cómo la manejamos. Se trata de un problema mayor que se remonta a la cuestión de las innovaciones de ahorro de mano de obra, que reducen la demanda y, por lo tanto, bajan los salarios. Si nuestra economía es más rica, podemos imponer impuestos que hagan que estemos todos mejor. Estos son temas más políticos que económicos. La pregunta es: ¿cómo podemos asegurarnos de que los frutos de estos avances se compartan equitativamente? En la lógica de Trump, la lucha contra el cambio climático es incompatible con un buen desempeño económico.

¿Cuál es el argumento económico para reducir las emisiones de carbono?
Trump no sabe nada de economía, siempre ha hecho dinero con prácticas comerciales turbias, es el prototipo de la búsqueda de renta, de una persona que gana dinero aprovechándose de otras. No es un creador de riqueza, es un destructor de riqueza. No tiene autoridad para hablar de nada. Abordar el cambio climático crearía una economía más fuerte. Por ejemplo, Trump habla de la industria del carbón, pero se están creando más trabajos en los paneles solares que en el carbón. De hecho, hay más instaladores de paneles solares que mineros de carbón. Trump vive en el pasado. No sé si no piensa muy profundamente, si mira las estadísticas, si realmente ha pensado en ello, pero realmente creo que podemos tener una economía más fuerte tratando más efectivamente con el cambio climático.

Los flujos de inmigración podrían ser la solución a las amenazas demográficas que enfrentan los países occidentales: tasas bajas de fecundidad, envejecimiento de la población, preferencias en el empleo. ¿Cómo podría esta narrativa ganar fuerza en el momento antiinmigrante de Trump en EEUU y el de los refugiados en la UE?

En Occidente y el Norte tenemos que ver como nuestra responsabilidad parte de la migración. Hemos sido el principal contribuyente al calentamiento global y el calentamiento global está contribuyendo a la desertificación en el Sahel y creando una gran cantidad de refugiados económicos que, combinado con nuestros subsidios al algodón, están deprimiendo el nivel de su vida y dañándolos. Hemos tenido un efecto muy negativo en muchas poblaciones, así que tenemos la responsabilidad moral de ayudarles a resolver el problema que contribuimos a crear. Desde la perspectiva estadounidense, somos una sociedad que fue creada por los inmigrantes. Me parece intolerable decir que los inmigrantes son un problema, estamos donde estamos por los inmigrantes. La retórica anti-inmigrante es muy peculiar, porque Trump no estaría aquí si su familia no hubiera emigrado. Las únicas personas que tienen legitimidad para quejarse son los indios americanos a quienes los inmigrantes dañaron, y a quienes se les robó su tierra. Pero eso no es de lo que Trump está hablando.

¿Qué medidas cree que podrían ser lo suficientemente disuasivas para evitar que los bancos y el sector financiero vuelvan a causar el daño que ya hemos vivido?
Primero, debemos saber que no podemos confiar en ellos, que engañarán, que se aprovecharán de la gente. La idea de que pueden autorregularse es absurda, es un oxímoron. Tiene que haber regulaciones. Y tenemos que supervisarlos con mucho cuidado.
Segundo, no es lo mismo responsabilizar a los individuos que a las corporaciones. Los bancos tuvieron que pagar decenas de miles de millones de dólares, pero los directores ejecutivos se marcharon con su dinero en efectivo. Y no son las corporaciones las que hacen las cosas, son los individuos. Nuestro nivel de rendición de cuentas se ha reducido.
Tercero, [los CEOs] necesitan ser responsables financieramente. Si te portas mal, tus bonificaciones se recortan y tu salario debe ser provisional. Si te portas mal, pagas. Esto podría implicar más que responsabilidad financiera, prisión también. Son crímenes de cuello blanco: estaban robando dinero a otras personas de una forma u otra y no hemos hecho lo suficiente. Llegamos muy lejos en la eliminación de la responsabilidad individual y tenemos que traerla de vuelta.

El neoliberalismo o el "fundamentalismo del libre mercado", como usted le ha llamado, ha dominado las instituciones económicas internacionales desde hace décadas, pero ha fallado a los ciudadanos y ha costado a la sociedad mucho dolor. Como ideología económica, sin embargo, sigue siendo dominante.

¿Por qué el neoliberalismo sigue siendo dominante y hasta cuándo?
Es una ideología que sirve a ciertos intereses que son muy influyentes. Tienes a personas de la comunidad financiera articulando una visión de la economía, tal y como la ven. Una parte de ella es ignorante, otra es interesada y otra está cegada por un problema de percepción: a ellos les va bien con el neoliberalismo y, por lo tanto, a todo el mundo le va bien. Creo que están empezando a entender que no es tan genial. Estoy esperanzado de que muchas personas del 1% están genuinamente preocupadas, están diciendo: ‘El sistema está roto, y tenemos que arreglarlo’. Mi verdadera preocupación es cómo la gente llega a entender qué no está funcionando bien. Está la historia de Trump, incipiente, una especie de populismo neoliberal: plutócratas tratando de aprovechar los fracasos para poder hacer aún más dinero. Cuentan una historia sobre los extranjeros, sobre haber sido robados... y ha engañado a un gran número de estadounidenses. Y lo mismo en Europa: Le Pen en Francia o muchas personas en España que creen que la austeridad ha funcionado y que la economía se está recuperando. Pero tengo que ser optimista: la democracia funcionará, la mayoría de la gente entenderá que este tipo de populismo trumpista no funciona, que la austeridad no está funcionando y tendrán una mente más abierta hacia políticas que puedan funcionar.

¿También en la Eurozona?
En el caso de Europa hay un aspecto que lo dificulta y es que las manos de los países europeos que son parte del euro están atadas por él. Y el resultado es que te encuentras a los partidos de centroizquierda proeuropeos defendiendo el euro. Pero domina Alemania y su austeridad. Esto ha debilitado al centroizquierda, que sería la fuente de crítica natural a este tipo de populismo neoliberal. Es un gran problema para Europa.

Usted ha defendido que la salida del euro podría tener sentido para algunos países, a modo de “divorcio amigable”.

Podrían irse, pero creo que sería mejor si consiguieran que Europa se reformara. Por ahora, Alemania ha demostrado una reticencia notable a hacer reformas, pero tal vez diga: ‘Si seguimos esta dirección, vamos a desmoronarnos, vamos a estancarnos, vamos a tener movimientos populistas trumpistas, es demasiado peligroso para el futuro’. Se trata de un juicio político sobre si Alemania podrá ser persuadida por el peligro real de la prolongación de su política.

¿Por qué estamos tan apegados al Euro?
Entiendo el caso de Grecia y también el de España. Son países que estaban en la periferia, que tuvieron gobiernos fascistas, así que quieren estar atados al proyecto europeo y han malinterpretado el euro: en vez de verlo como un medio para un fin, lo han visto como un fin en sí mismo. Yo diría: puede que sea necesario dejar el euro para salvar Europa. Han confundido estos trozos de papel con la identidad europea. Y no termino de entender por qué.

http://www.eldiario.es/sociedad/Joseph-Stiglitz-financiero-regulamos-aprovecharan_0_723728182.html

sábado, 8 de julio de 2017

_- Gestación Subrogada & España neoliberal. Gestación subrogada: no es solidaridad, es mercado

_- Miguel Pasquau Liaño
http://ctxt.es

La semana pasada el partido conservador Ciudadanos presentó una iniciativa parlamentaria para sacar una ley a favor de la gestación subrogada. El autor, magistrado y profesor de derecho, nos desvela la verdadera cara de esta propuesta parlamentaria.
El Roto
La iniciativa de Ciudadanos consagraría una explotación económica del cuerpo de las mujeres pobres. De ahí a la venta de riñones, cabello, piel, córnea en un mercado regulado, entre personas vivas, hay sólo un pequeño paso

La proposición de ley presentada por Ciudadanos sobre la denominada gestación subrogada (o gestación por cuenta ajena) dice de sí misma, en su espantosamente redactada exposición de motivos, que se propone regular un derecho a la gestación subrogada, y sus condiciones de ejercicio, y que esas condiciones se sujetarán a los principios de libertad, igualdad, dignidad, ausencia de ánimo de lucro y la más intensa solidaridad entre personas libres e iguales. Retengamos esta última expresión: “La más intensa solidaridad entre personas libres e iguales”.

Todo parece indicar, al leer esta exposición de motivos, que Ciudadanos quiere habilitar una nueva forma de voluntariado: la de legiones de mujeres dispuestas a prestar su cuerpo desinteresadamente a personas a las que no conocen, a fin de que puedan satisfacer su deseo de maternidad o paternidad sin pasar, respectivamente, por el parto o por el coito. Quizás también cuenta Ciudadanos con que, igual que hay campañas de donación de sangre, las habrá para el alistamiento en el Registro Nacional de Gestación por Subrogación. Todo por altruismo: “Sea solidaria, ofrézcase como mujer gestante”. ¿Alguien puede creer que una mujer se alistará en un Registro como candidata a ser elegida por varones o parejas desconocidas para soportar un embarazo y parir por cuenta ajena, por una razón que no sea ganar dinero? ¿Es serio que se diga en la exposición de motivos que se trata de regular una actividad de “intensa solidaridad”? “Es el mercado, idiota”, me parece estar oyendo responder.

Leí y oí que Ciudadanos publicitó su iniciativa destacando que su proposición de ley descartaba toda posibilidad de mercantilización del cuerpo de la mujer, porque sólo se admitía el contrato cuando no hubiera ánimo de lucro. Se trataba, según Ciudadanos, de un instrumento para hacer posible un derecho, en el ámbito de relaciones de solidaridad. Imaginé, entonces, que lo que se contemplaba en su ley sería la posibilidad de que una mujer prestase su cuerpo a una hermana o a una amiga íntima que no pudiera soportar con éxito un embarazo. Me parecía difícil una regulación en esos términos que impidiera la expansión de esta práctica fuera del círculo de personas cercanas entre las que sí pudiera ser imaginable una motivación altruista de solidaridad, similar a la que concurre en casos de donación entre vivos de órganos no vitales (como, por ejemplo, un riñón).

Pero me hice con el texto de la proposición de ley y, al margen de otros aspectos técnicos que ahora no interesan, encontré que la exposición de motivos de la ley, y las declaraciones de los defensores de la misma, son publicidad engañosa, porque lo que se regula es un contrato civil en virtud del cual una mujer presta un servicio corporal a cambio de un precio. En efecto, lo primero que sorprende es que la ley prohíbe el contrato entre personas consanguíneas, que es entre las que puede resultar más natural una motivación altruista. “La mujer gestante no podrá tener vínculos de consanguinidad con el o los progenitores subrogantes”, dice el artículo 4.3.

En realidad, la ley prevé un sistema de selección por los progenitores de la mujer gestante de entre una lista de candidatas desconocidas, inscritas en un Registro. Es de imaginar que los progenitores acudirán al Registro y allí se les mostrarán fotografías y datos personales de una lista de candidatas, y que a partir de ahí se establecerá una negociación con la mujer elegida a fin de formalizar finalmente el contrato a satisfacción de ambas partes. Esa negociación, sin duda alguna, versará, principalmente, sobre el precio a percibir por la mujer gestante. La proposición de ley no utiliza el término “precio”, sino que emplea la expresión “compensación económica resarcitoria”.

Pero si consideramos que dicha compensación ha de ser fijada por negociación en el contrato, y analizamos sus partidas o componentes, comprobamos que tal expresión es un subterfugio, porque no se trata de la indemnización de un daño o de la compensación de un gasto, sino de una remuneración económica por un servicio según precios de mercado. Veamos por qué. El primero de los componentes de la compensación es “cubrir los gastos estrictamente derivados de las molestias físicas”. Es claro que no se refiere a medicamentos o tratamientos para paliar esas molestias, sino a una cantidad de dinero igual a aquella en que la mujer gestante valora que “merece la pena” sufrir esas molestias del embarazo y del parto. Es decir, un precio por el alquiler del útero.

Como en todo precio, los progenitores no darán más que aquello en lo que valoran su deseo de tener un hijo, y la gestante no pedirá menos que aquello en lo que valora el “servicio” corporal que va a prestar. ¿Es, o no, un precio? ¿No está claro que la motivación de la mujer gestante se encontrará justamente en la cantidad que se fije en el contrato? Con dicha compensación no se persigue que la mujer gestante no se empobrezca por gastos propios, sino que obtenga un dinero a cambio de su servicio. Se trata, pues, de un arrendamiento de servicios remunerado y oneroso. Es más, si la candidata elegida exige una cantidad mayor que la que los progenitores están dispuestos a ofrecer, nada les impedirá volver al Registro de mujeres gestantes e intentar la negociación con otra candidata. Pero es que además la compensación incluirá “el lucro cesante” inherente a la gestación.

Es decir, lo que la mujer deja de ganar por estar embarazada. Y recordemos que no se trata de una indemnización a calcular por un juez, en función del trabajo preexistente de la mujer o sus oportunidades laborales, sino que es una cuantía que las partes han de pactar en el contrato. Lo llamarán “lucro cesante”, pero será un precio que por lo general se aproximará a un salario digno durante el periodo de gestación. En definitiva, para la mujer gestante en paro se tratará de una oportunidad de obtener ingresos durante un tiempo, y fácil es concluir que esa será la motivación por la que se apunte en el Registro de mujeres gestantes. Lo más irritante de la iniciativa de Ciudadanos es su hipocresía. No creo que se trate de ingenuidad. La exposición de motivos y las explicaciones públicas hablan de altruismo y de un inexplicable “derecho” de las mujeres de “gestar” para otros (por cuenta ajena), cuando en realidad se trata de la renuncia anticipada e irrevocable a la maternidad del hijo que dé a luz.

Y hablan también de la “más intensa solidaridad entre personas libres e iguales”, cuando en realidad se trata de poner en contacto una oferta (del cuerpo) y una demanda (con dinero). Los efectos de una improbable aprobación de esa ley serían la creación de un mercado en el que unos pondrían el dinero y otras pondrían su cuerpo a cambio del dinero que necesitan. Y no un dinero oculto, negro, pagado por debajo de la mesa, sino un precio fijado en el contrato, sólo que con un nombre falso: “Compensación económica resarcitoria”. No es exagerado, pues, decir que esta iniciativa consagraría una explotación económica del cuerpo de las mujeres pobres. De ahí a la venta de riñones, cabello, piel, córnea en un mercado regulado, entre personas vivas, hay sólo un pequeño paso.

Tiene razón Albert Rivera: frente a este fenómeno (es decir, frente a los riesgos de comercialización del cuerpo de la mujer) la respuesta, en efecto, no ha de ser “cerrar los ojos”. Claro que no, lo que hay que hacer es abrirlos bien y estar vigilantes para impedirlo, y que no cuelen trampas como la de esta proposición de ley. Es una buena noticia que el resto de fuerzas políticas, aunque por razones no idénticas, le hayan cerrado el paso. Quizás hay un tercer actor en este drama.

Quizás existen clínicas especializadas en implantación de embriones en úteros de mujeres que estén esperando esta ley para “abrir mercados” con suculentas ganancias. Nada les impedirá hacerlo. Pero, en España, la mujer implantada seguirá siendo la madre del nasciturus. Si esto retrae las expectativas de ese negocio en ciernes, qué le vamos a hacer.

Fuente:
http://ctxt.es/es/20170628/Firmas/13629/ctxt-pasquau-gestacion-subrogada-vientres-alquiler-ciudadanos.htm#.WVbWQBP6T2Q.facebook

Sobre el autor: Miguel Pasquau Liaño (Úbeda, 1959) es magistrado, profesor de Derecho y novelista. Jurista de oficio y escritor por afición, ha firmado más de un centenar de artículos de prensa y es autor del blog "Es peligroso asomarse". http://www.migueldeesponera.blogspot.com/

sábado, 17 de junio de 2017

“Tanto vendes tanto vales”, el Libro Blanco de la CEOE sobre educación.


La puesta en escena de la presentación del Libro Blanco de los Empresarios Españoles “La educación importa” es el fiel reflejo de la estrecha relación y fiel servidumbre del poder político (Ministro de Educación) al poder empresarial (Presidente de la CEOE). Y sus contenidos no son más que la reclamación explícita, de algo que ya es real desde hace tiempo en España: la subordinación del sistema educativo a los intereses empresariales. Este Libro Blanco no es ninguna novedad, más bien es un discurso repetido desde el Foro Mundial de la Educación celebrado en Dakar en el año 2000, incorporado en Europa a partir de la agenda de Lisboa (ET 2010 y ET 2020) y apoyado por organismos gubernamentales (OCDE, BM, OEI, CEPAL), sobre la importancia de la educación como elemento central para la transformación hacia una sociedad más competitiva y con una mayor producción económica.

Expertos, predicadores o mercaderes, que actúan como representantes de los valores de la globalización y de la política mundial en educación, asumen, desde la racionalidad técnica, que la única opción en un sistema capitalista financiero es la deriva de la educación a los objetivos de las empresas y a la gestión tecnocrática de los sistemas educativos. Elaboran discursos que, aunque tienen una poderosa influencia en la institucionalización de estructuras y prácticas globales, ni todos los organismos lo plantean de manera idéntica, ni todos los países los asumen de la misma forma y esperamos que cada vez tengan más resistencias.

Aumentar el nivel educativo de los estudiantes no producirá mejores empleos, ni mejores salarios, ni será por sí mismo beneficioso para la economía y la sociedad en su conjunto, sin que existan modificaciones sustanciales en el sistema productivo. En España contamos con una tasa de sobre-cualificación formativa, respecto a la estructura de un mercado laboral que también hace que haya mucha demanda de empleos poco cualificados y menos empleos para las personas formadas, como nos indica en su último informe “Save The Children”.

La educación no está ni debe estar al servicio de las empresas, sino de la sociedad en su conjunto y de las necesidades de la población y del planeta. La cúpula empresarial trata de que confundamos “sus deseos” con las necesidades de la ciudadanía, y sus beneficios con el objetivo de la vida del ser humano. Podríamos imaginar lo que hubiera sucedido con la formación de nuestros jóvenes, si en el momento de la ‘burbuja’ inmobiliaria, los planes de estudio hubieran priorizado perfiles profesionales orientados a la construcción, la arquitectura, el interiorismo, o el saneamiento.

Las ideas básicas que plantea la CEOE y que forman parte de esta agenda global son:

1) Estandarización de la educación con la reducción de contenidos a competencias básicas y específicas para el mundo laboral. El currículo y los conocimientos serán siempre una estrategia de empleo, crecimiento e inversión (mercantilista). Reducidos, por tanto, a saberes instrumentales y aplicados que dejan atrás el acervo cultural y conducen a lo que se está denominando la “nueva cultura del capitalismo”, que se caracterizan por el corto-placismo y la lógica de la demanda, construyendo un déficit de sentido que deja en la incertidumbre a la educación.

2) Reducción de la complejidad educativa a aquello que se puede medir con pruebas externas e internacionales, con el añadido del neocolonialismo cultural que suponen las evaluaciones internacionales. En política educativa el lenguaje ha sido colonizado por el discurso económico y por una racionalidad tecnocrática que se ha construido en torno al poder de los datos y las grandes comparaciones, que se han convertido en una auténtica religión. La tecnologización del discurso forma parte de la ingeniería del cambio social unido a las reformas educativas en las últimas décadas.

3) Incorporación de mecanismos de gestión empresarial en la organización y funcionamiento de los centros educativos, que redundan en una financiación eficiente y en la privatización del sistema educativo. Los procesos de gestión educativa (descentralización, autonomía, evaluación e información) transfirieron mayor poder a la demanda, para dar mayor capacidad a los actores locales, las familias y la definición de la oferta educativa. Pero la experiencia ha demostrado que es necesario distinguir entre demanda y necesidad. La demanda está desigualmente distribuida y los requerimientos de un grupo social rápidamente se transforman en necesidad.

La apuesta empresarial de la CEOE por ampliar y reforzar la financiación pública de la enseñanza privada, a través de los conciertos educativos que suponen un ingente negocio educativo, el cheque escolar en el primer ciclo de educación infantil y la desgravación fiscal en las etapas obligatorias, es consecuencia de que la educación ya no se considera un ascensor social, y la lógica competitiva del mercado combina con los deseos de ambientes familiares y religiosos que pugnan por el individualismo y la elección de centros.

Estas políticas educativas de privatización, segmentación social e inequidad del derecho a la educación hacen que España ocupe un puesto muy bajo en el índice de inclusión social según PISA 2015 (la antepenúltima posición de los países de la OCDE en Europa y la quinta por la cola de toda la OCDE), índice que refleja la escasa pluralidad y diversidad de nuestras escuelas y el rápido incremento de la segregación desde el año 2009.

El resto de medidas que proponen aseguran que son, por supuesto, evidencias y no apuestas ideológicas de la CEOE, algo que, según ellos, hay que desechar en un pacto educativo. Pero está claro que todas ellas reflejan la ideología de este sector empresarial que exige: el protagonismo del empresariado en la gobernanza ejecutiva de la formación para el ejercicio de una profesión, la ampliación de la educación para el emprendimiento en el currículo escolar, que haya más ingenieros y menos filósofas, la promoción de la excelencia y de los colegios de élite para unos pocos, la selección de centro educativo por el cliente y la re-centralización del sistema educativo, puesto que según la patronal hay que controlar tanta autonomía de las Comunidades.

La tesis central que se viene a concluir es que no sólo se está en un proceso privatizador a escala mundial abriendo la educación a los mercados y rompiendo la concepción de la educación como un derecho social que ha de ser protegido por el Estado, sino que se está adecuando la misma educación a los principios y prácticas del mercado. Lo sorprendente es que esta dinámica neoliberal se ha configurado como “sentido común” tan poderoso que ha sido capaz incluso de redefinir los límites de la discusión. Ya no se discute si la educación ha de servir para reproducir el sistema o para emancipar, sino que se plantea cómo hacer más eficaz y eficiente el sistema educativo al servicio de la empresa y del mercado, cómo “volver a lo básico” (el lema de las tres “ies” de la política educativa, que proclamaba el empresario y político italiano neoconservador Silvio Berlusconi: “Inglese, Internet, Impresa”); ya no se plantea como servicio público al servicio de la ciudadanía, sino como producto que las personas consumidoras han de elegir en un nuevo mercado de la formación…

No somos máquinas para sus fábricas, ni mano de obra para complacer sus deseos de seguir aumentando sus ganancias, ni el sistema educativo está para generarles más beneficios. Es hora ya de que empecemos a invertir el discurso y a volver a las prioridades sociales y humanas que deben construir el sistema educativo.

Carmen Rodríguez, Enrique J. Díez, Rodrigo, J. García y Julio Rogero son miembros del Foro de Sevilla

https://porotrapoliticaeducativa.org/por-otra-politica-educativa/

lunes, 27 de febrero de 2017

Conversación entre Luis García Montero y Juan Torres. Con motivo de la publicación del libro, Economía para no dejarse engañar por los economistas

Luis García Montero y Juan Torres se encuentran en el improbable terreno común entre poesía y economía con el nuevo libro del segundo como pretexto. Los granadinos se preguntan sobre la representación del mundo que construye el neoliberalismo, la mercantilización del ser humano y el olvido de los cuidados


Si uno se pregunta cuál es el opuesto de la poesía, sería posible que se respondiera "la economía". La asociación de esta ciencia social con lo inhumano, lo frío, e incluso lo despiadado se ha agudizado con los duros años de la crisis y el panorama que esta deja. Pero ni el poeta Luis García Montero (Granada, 1958) ni el economista Juan Torres (Granada, 1954) lo tienen tan claro. Con el libro Economía para no dejarse engañar por los economistas, firmado por el segundo, como pretexto, deciden encontrarse en un no tan improbable terreno común.

Luis García Montero. Aunque sea raro, he leído tu libro con ojos de poeta. Quizás sea que me interesa como poeta acercarme a la realidad, quizá sea que como ciudadano me gustaría que los números de los economistas no olviden la parte de poesía, de vínculo con el corazón humano, que tienen sus cuentas. Quizá es también que me ha llamado la atención el título de tu libro. Siempre digo que el trabajo de un poeta es preguntarse qué estamos diciendo cuando decimos "soy yo". En tu libro ha advertido una pregunta latente: ¿Qué digo cuando digo "soy economista"? ¿Es así?

Juan Torres. Creo que sí. Tengo la impresión de que cada vez es más necesario aclarar qué se es realmente cuando alguien dice "soy economista". Si lo dice un médico parece claro que se refiere a alguien que va a tratar de curarte, lo pueda conseguir o no. Y lo mismo pasa por lo general con la mayoría de las profesiones, desde la de un bombero a un ingeniero electrónico... Pero un economista puede hacerte un roto, un descosido o un buen zurzido y lo cierto es que la gente no suele saber de antemano lo que le va a ocurrir cuando un economista le dice lo que se debe hacer. Lo que he tratado de hacer es proporcionar los elementos de juicio que permiten que la gente sepa qué puede resolverle o qué puede estroperarle de su vida un economista cuando le habla.

L.G.M. Quizá por eso hay algunas palabras que son decisivas. La mirada de los seres humanos es siempre una cuestión de palabras. ¿Es la palabra depende una de las más importantes de tu libro?

J. T. Sin duda. Es lo primero que les digo a mis alumnos. Prácticamente cualquier pregunta que nos hagamos en materia económica tiene como respuesta, debe tener como respuesta, el depende . Porque, efectivamente, las respuestas dependen de cómo queramos que se resuelva la consecuencia distributiva que lleva consigo cada una de las posibles. Y también porque casi con toda seguridad dependan de las hipótesis de partida que asumamos (que no son indiferentes a lo anterior, lógicamente).

L. G. M. Preguntarse qué digo cuando digo "soy yo", supone una puesta en duda de las esencias, los dogmas y las leyes objetivas en todo lo que tiene que ver con la historia. La subjetividad se produce. He repetido muchas veces como poeta, al indagar en la raíz de los sentimientos, una frase de Carlos Marx : "La producción no produce un objeto como sujeto, sino un sujeto para el objeto". Tú citas esa frase en tu libro. ¿La economía produce una manera determinada de subjetividad o de cultura? ¿Los economistas neoliberales son conscientes de eso y buscan la extensión de una determinada cultura?

J. T. Estoy seguro de que es así. No puede serlo de otro modo. ¿Cómo no va a producir una subjetividad determinada o una cultura el hecho de que una parte de nuestras vidas, y por tanto nuestra vida como tal, se haya convertido en una mercancía? Los neoliberales lo sabían y por eso Margaret Thatcher decía con toda sabiduría que lo importante no es la economía, lo prioritario —decía— es cambiar el corazón, el alma. No se puede entender lo que está pasando en los últimos cuarenta años, las políticas neoliberales, sin entender el cambio cultural y de subjetividad, civilizatorio, antropológico, que se ha conseguido impulsar e imponer.

L. G. M. La cultura de una economía de mercado rotunda, sin límites éticos, tiende a la mercantilización del todo. ¿Acabamos los seres humanos convertidos en una mercancía? ¿Podemos llegar a autoconcebirnos como mercancía?

J. T. La primera pregunta tiene como respuesta un sí claro. Pero tengo dudas sobre la segunda pregunta. ¿Nos autoconcebimos como mercancía? Ya no lo sé con seguridad. Creo que se produce una especie de distorsión cognitiva sobre nuestra propia expresión humana. ¿Cómo nos vemos, o cómo han conseguido que nos veamos? No sé contestar con seguridad. Sí creo que han logrado que nos "ensimismemos" (no sé si esta palabra existe), que nos veamos como átomos, como individuos ("No hay sociedad, hay individuos", de nuevo Tatcher), que no seamos capaces de percibir que lo que nos sucede le sucede también a quien tenemos a nuestro lado, justo para que no nos unamos, para que no descubramos que sufrimos problemas comunes, para que no busquemos al otro o a la otra y para que no necesitemos su presencia y su contacto, su ayuda. Nos han convencido de que no tenemos empleo porque no tenemos empleabilidad, porque no hemos invertido lo suficiente en nosotros mismos... y no porque hay determinadas políticas que lo provocan y que, por tanto, son las que hay que cambiar, no actuando individualmente sino colectivamente. Por eso el neoliberalismo es, sobre todo, soledad, diferencia, silencio, incomunicación.

L. G. M. ¿Y el tiempo? Tengo la impresión de que vivimos en un tiempo de usar y tirar. Se pierde la memoria, se practica el olvido, se exalta el instante, triunfan los sentimientos adánicos, los líderes se presentan como los únicos inventores de un mundo nuevo, se pierde el compromiso con el futuro sostenible del mundo. ¿Es posible mercantilizar el concepto del tiempo hasta convertirlo en un objeto de usar y tirar?

J. T. Acabo de publicar un artículo sobre este asunto en el que recuerdo la tesis de la sociedad del espectáculo de Guy Debord . Nos han convertido la existencia en un espectáculo que en realidad es una relación social enajenada que nos lleva a vivir en un estado de falsedad sin réplica y sin futuro posible, en un constante presente. El tiempo, como transcurso sobre el que los seres humanos podemos actuar para transformar las condiciones de nuestra existencia ha desparecido.

L. G. M. Considero que la literatura es uno de los mayores refugios contra la mercantilización del ser humano y de la ideo del tiempo. La dimensión narrativa, la poesía como memoria, mantiene el peso de la historia en nuestra conciencia. Eso está relacionado también con el peso de la ética y de la compasión a la hora de comprender que el otro no es un objeto de usar y tirar. ¿Te ha ayudado la literatura en tu trabajo? ¿Forman parte de tu formación como economista las lecturas de novelas, libros de poemas, el gusto por el teatro o el cine?

J. T. La literatura también se ha mercantilizado y nos llevaría lejos el debate de si ha sido para bien o para mal. Pero llevas razón en que, con independencia de ello, la narración, la memoria que se escribe o se canta, el testimonio de la vida sentida que es la literatura es una fuente, también, de conocimiento, o una referencia inexcusable para que éste sea auténtico, lo que equivale a decir, creo yo, humano. Yo, desgraciadamente para mí, no he podido ser un buen lector de literatura porque he tenido que leer mucha información profesional y, además, dedicarle tiempo a escribir. Pero, al menos, siempre me ha gustado dejar testimonio precisamente de que la literatura es un refugio, por utilizar tu término que me parece tan apropiado. En mi manual de economía ( Economía Política, Pirámide, 2015) que es donde posiblemente he plasmado mejor lo que sé (que es poco) cada capítulo comienza con una cita literaria, de Mutis , Ana María Matute, Luis Sepúlveda, Joseph Conrad, Cervantes, Neruda ... Vienen tan a propósito de los farragosos asuntos económicos de los que trato que algunas personas me han asegurado que yo me inventaba las citas, de tan ajustadas como resultan. Pero no es verdad, son completamente fieles, literales. El capítulo en el que explico cómo es la actividad económica, cómo funciona la distribución y qué problemas provoca, lo empiezo con un párrafo de La torre vigía en el que Ana María Matute habla del reparto de los muslos y alones entre muchachos que "opinaban de muy distinta manera sobre la equidad requerida en estos casos y por tal motivo sus divergencias subían rápidamente de tono y llegaban a límites peligrosos". Y el último capítulo, dedicado a las políticas económicas contemporáneas, comienza con una cita de La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza : "Cada uno puede sustentar la teoría económica que más le plazca, dijo, pero lo que hay que hacer es lo que hay que hacer". No lo dice el economista, es la vida plasmada en las novelas o en la poesía.

L. G. M. De aquí paso a la importancia de los cuidados. Kenzaburo Oé me hizo meditar sobre la relación entre la literatura y los cuidados. Tuvo un hijo con una deficiencia grave y aprendió a cuidar mucho las palabras para entenderse con él. Eso marcó su literatura. Una de las mejores reivindicaciones de la economía alternativa, que está muy presente en tu libro, es la de valorar los cuidados, ese sostén social que no se cuantifica en el PIB. Me interesa este aspecto por una doble cuestión. La desconsideración de los cuidados es uno de los motivos principales de la desigualdad. Y además, pienso que deberíamos ser capaces de fundar un discurso basado no en la ley del más fuerte, sino en el reconocimiento de nuestras debilidades como seres humanos y sujetos sociales. ¿Es posible una economía del amor?

J. T. Si la economía es, como yo creo que debe ser, la del oikos, la que nos proporciona el sustento y la que nos permite ser más o menos felices, no puede ser otra que una economía del amor. Vivimos, por el contrario, en una economía de la muerte, lo dice el propio papa Francisco : la economía liberal mata. Se crea escasez o desempleo de modo artificial, premeditado. El capitalismo fabrica el sufrimiento y necesitamos vivir del amor.

L. G. M . Los poetas utilizaron la metáfora durante mucho tiempo como una operación de audacia para crear un mundo estético abstracto, separado del mundo real. Cada vez me identifico más con un posible camino de vuelta, con la búsqueda de metáforas que ayuden a mirar la realidad de carne y hueso que late bajo las realidades virtuales. ¿Eso es posible en la economía? Sin llegar al trueque primitivo o al simple valor de uso, ¿es posible acercar la economía a lo real, a la producción real de riqueza, limitando el campo infinito de las especulaciones abstractas? En cualquier caso, recuerdo contigo los versos de Machado : "sólo el necio / confunde valor y precio".

J. T. Es una interesante idea. Tus palabras me hacen preguntarme si el modelo de competencia perfecta, por ejemplo, no es sino una simple metáfora concebida justamente para separarnos del mundo real. La economía convencional es efectivamente una especie de cuento: no es real el homo oeconomicus , ni el mercado de competencia perfecta (en el que la información es perfecta y gratuita para todos los que intervienen en él), los indicadores al uso sólo reflejan una parte de la vida económica, la mayoría de los economistas no aspiran a reflejar la realidad en sus modelos... Sin embargo, se abre paso una concepción de la economía que yo creo que precisamente se caracteriza por tratar de situarse en la epidermis de los seres humanos por decirlo de alguna manera, en su piel, alrededor de los problemas que sufren. Cada vez cuesta menos entender que la economía es lo que tiene que garantizar la vida, el bienestar de la gente, la felicidad.

L. G. M. En las ideas dominantes sobre la poesía, las modas tecnocráticas han intentado imponer algunos descréditos: el descrédito de los sentimientos, el descrédito de la política, el descrédito de la voluntad de comunicación y diálogo con los lectores. No sé si eso afecta también a la economía. ¿Hay intereses en hacernos olvidar que la economía es un discurso político, en el que deben tenerse en cuenta los sentimientos humanos y la opinión de la ciudadanía?

J. T. Hace tiempo que eso ocurrió. La economía era Economia Política y pasó a ser Economics, un término que de traducirse correctamente debería ser "lo económico", es decir, un mundo neutro, abstracto, aislado, en donde hay seres que en son meros agentes maximizadores, homo oeconomucis pero no homo sapiens , individuos que se limitan a elegir... y, por supuesto, donde no está la política entendida como el espacio común, ni el poder, ni la sociedad, ni los otros. Claro que interesa que eso sea así. La batalla más importante que tenemos por delante es hacer ver a la gente que las cuestiones económicas se resuelven mediante decisiones políticas y que, por tanto, debemos tomarla entre todos. O, dicho de otro modo, lograr que la democracia alcance también a las cuestiones económicas. El camino en el que estamos, sin embargo, es el contrario: para evitarlo lo que están haciendo es justamente desmantelarla.

L. G. M. Creo que el primer ámbito de compromiso de un ciudadano es su oficio. Este libro tuyo es un ejemplo de que comprometerse socialmente es darle un valor social a nuestros oficios. ¿Es tan importante saber estar como saber levantarse de una silla o saber bajarse a tiempo de una embarcación trucada? ¿El ser cívico es una decisión sobre el estar?

J. T. Yo me salí del barco hace tiempo. He escrito, creo que literalmente hablando, cientos, igual miles de páginas sobre la crisis económica, he analizado lo que ha pasado en la economía mundial y en la española en los últimos decenios, lo que he escrito lo han leído docenas de miles de personas y creo haber influido en lo que ha pasado a mi alrededor con ese pensamiento (tengo en mi despacho la foto de jóvenes del 15M manifestándose levantando en sus manos mi libro Hay alternativas ) pero nada de eso tiene el más mínimo valor (¿o tendría que decir precio?) en el ámbito académico. Desde el punto de vista de los parámetros que se usan para valorar la productividad y la excelencia académicas lo que yo hago y escribo no sirve absolutamente para nada. Si fuese un joven empezando la carrera universitaria no tendría futuro ninguno. Yo me bajé del barco porque no me interesa escribir para que nadie me lea y porque creo que, aunque no me valoren nada lo que hago, es más, aunque me penalicen por hacerlo, tiene utilidad social. Por hacer lo que hago tengo que dar más horas de clase (como si eso fuese un castigo), no puedo estar en los tribunales que seleccionan a los catedráticos y dentro de poco seré un marginado en la carrera académica. Pero me compensa hacer estas otras cosas. Para mí, estar aquí donde estoy y hacer esto que hago es un imperativo moral. Y además disfruto haciéndolo.

L. G. M. Y unas preguntas finales. Después de leer tu libro, de recordar la situación miserable del mundo, la acumulación de riquezas en manos de una minoría, ¿por qué nos dejamos manipular políticamente? ¿Cómo se comulga con tantas ruedas de molino? ¿Es posible unir los sueños de la poesía a una actitud política que permita tomar decisiones económicas al servicio de las mayorías? ¿Es posible que lo poético deje de ser una algarabía utópica en manos de solitarios, iluminados o profetas? ¿Es posible una poética de lo real?

J. T. Desde el momento mismo en que me lo estás preguntando y hablamos de esto ya lo estamos haciendo posible. ¿Cómo se podría haber acabado con la esclavitud sin los primeros esclavos que, ateridos de miedo, no hacían nada más que pensar, tirados en su jergón y sin ni siquiera abrir sus ojos, que ellos no querían ser esclavos? Quizá no hicieron nada más que eso, llorar en silencio sin atreverse a decir en voz alta ni a nadie lo que pensaban. Pero ahí estaba el germen de todo lo que vino después. Quienes dominan el mundo dedican mucho tiempo, recursos y atención a lograr que esa dominación se mantenga. Es normal que consigan que se comulgue con ruedas de molino. Y creo que lo consiguen porque en el otro lado no hay una conciencia semejante de que hay que convertirse en motores del cambio.

* Luis García Montero es poeta y profesor de Literatura. Su último libro, Un lector llamado Federico García Lorca (Taurus, 2016).

Fuente: http://www.infolibre.es/noticias/los_diablos_azules/2017/02/17/conversacion_entre_luis_garcia_montero_juan_torres_61267_1821.html

martes, 21 de febrero de 2017

¿Gestación subrogada? ¿Vientres de alquiler? & neoliberalismo. Explotación reproductiva


TribunaFeminista



Cada vez se esta oyendo más los conceptos de vientres de alquiler, gestación subrogada. La autora, con brillantez pedagógica, nos aclara lo que es está detrás de estos términos y de esta práctica cada vez más interesada en ser normalizada y regularizada: un pensamiento y práctica neoliberal de la vida.

El tema parece estar en boca de todo el mundo. Los medios sociales se llenan de artículos de opinión. Los principales partidos empiezan, con mayor o menor timidez, a mojarse ahora que no les queda otra. ¿Regulación, sí o no?.

Gestación subrogada, vientres de alquiler
Quienes están a favor lo llaman gestación subrogada, que suena más agradable, aunque al fin y al cabo alude al hecho de que se trata de un negocio jurídico y no de una técnica de reproducción asistida, como aseguran con vehemencia. Quienes están en contra muchas veces se refieren a ello como vientres de alquiler.

Como feminista me duele este término, vientre de alquiler, porque además de ser peyorativo hacia las mujeres gestantes y de obviar el hecho de que el objeto de transacción no es ni más ni menos que un bebé, resulta del todo impreciso.

No se alquilan vientres, sino mujeres enteras: sus cuerpos, sus sentimientos, sus experiencias, su tiempo. Sí, seamos claras. Las mujeres se convierten en posesiones de las personas contratantes (y de las empresas intermediarias, si se da el caso), quienes tienen derechos de propiedad sobre ellas a lo largo de todo el embarazo. Esta lucrativa rama de la industria de la tecnología reproductiva es, digámoslo de una vez, violencia contra las mujeres. Por eso me niego a llamarlo otra cosa que explotación reproductiva.

Manipulación de la realidad
Mediante una vergonzosa manipulación de la realidad, las personas que abanderan la causa de la regulación no ofrecen argumentos racionales sino que elaboran toda una mística de las emociones —su maravillosa gestante a la que siempre querrán, su precioso bebé, su sueño de formar una familia— aludiendo, por si fuera poco, a una pretendida libertad de las mujeres para hacer lo que les plazca con su cuerpo.

Una libertad individual que quiere situarse por encima del bien común, una libertad individual que decide lo que hace con una tercera persona, el bebé. Que la parte de la derecha más aferrada al neoliberalismo que a Dios se muestre a favor no es ninguna sorpresa.

Que sectores de la izquierda también sean partidarios ha sido más difícil de digerir. Pero como grafitearon por toda Bolivia las Mujeres Creando: “lo más parecido a un machista de derechas es un machista de izquierdas”. No obstante, lo realmente devastador ha sido encontrarse con compañeras feministas posicionándose a favor de regular que los cuerpos de las mujeres y de las niñas y niños nacidos salgan al mercado.

Libertad individual; desigualdad social y de género.
Libertad no era esto, hermanas. Libertad era disfrutar de nuestra sexualidad, perseguir nuestros sueños, gozar de la vida, mandar a la mierda los cánones de belleza, relacionarnos entre nosotras con sororidad, celebrar la diversidad, avanzar sin obstáculos, poder caminar en la noche oscura, ni sumisas, ni devotas…

En este infame patriarcado parece que no nos queda otra que ser una más en “la larga estirpe de vendidas” de la que hablaba Cherríe Moraga, mujeres que traicionan a mujeres en pos de ese individualismo que olvida que todo lo bueno que hay en nuestras vidas se lo debemos a las que lucharon por todas. Desde una posición feminista y anticapitalista, es imposible tolerar la regulación de la explotación reproductiva, que coloca a las mujeres con menos recursos en una situación de precariedad anímica y física mientras que las (blancas) más privilegiadas pueden dedicarse a trabajos más satisfactorios.

Es del todo imposible el altruismo en un sistema social, económico y político como el nuestro, caracterizado por un desequilibrio de poder en el que la venta de la capacidad sexual o reproductiva puede ser cuestión de supervivencia para muchas mujeres. Un feminismo coherente debe ser impugnador de un sistema capitalista que potencia las libertades individuales antes que las colectivas, que pone precio a la vida y que siempre encuentra nuevas formas de beneficiarse de la desigualdad.

Fuente:
 http://www.tribunafeminista.org/2017/02/explotacion-reproductiva/

sábado, 7 de enero de 2017

La extrema derecha es hija de la globalización

eldiario.es



Pensemos la globalización como si fuera un juego.
Cada jugador comienza con una determinada dotación de recursos y termina con otra distinta, y por lo tanto durante la partida puede haber ganadores y perdedores. Nos vamos a concentrar en tres jugadores. Por un lado está el jugador llamado «trabajador urbano chino», que comienza con 5 euros. A otro jugador le llamaremos «superrico mundial» y comenzará el juego con 100 euros. Y al tercer jugador le llamaremos «clases populares occidentales», y comenzará con 10 euros. Al cabo de veinte años finaliza el juego y se hace recuento. Ahora el «trabajador urbano chino» tiene 9 euros, lo que no está nada mal porque es un 80% más de lo que tenía de partida. Sin embargo, el «superrico» ha ganado mucho más y tiene ahora 165 euros, pero eso significa «sólo» un crecimiento del 65% sobre sus recursos iniciales. Finalmente, el jugador «clase media occidental» tiene ahora 10 euros, esto es, lo mismo que al comienzo.

Los datos de este juego no han sido inventados sino que forman parte del último trabajo de Branko Milanovic, especialista en desigualdad económica e investigador principal de ese área en las Naciones Unidas y el Banco Mundial. En efecto, lo que este trabajo proporciona es información empírica a favor de una hipótesis con la que trabajábamos desde hace décadas. A saber, que la globalización ha producido ganadores y perdedores que se distribuyen a lo largo del mundo del siguiente modo.
Marine Le Pen, del Frente Nacional francés y Geert Wilders, del Partido para la Libertad de Holanda, también de extrema derecha
Por un lado, aunque los superricos son una minoría (el 5% más rico) pero son los que más se han beneficiado en términos absolutos del proceso (de cada 100 dólares de nuevos ingresos entre 1988 y 2008 se han llevado 44). Los superricos están fundamentalmente en Estados Unidos, pero también en Europa Occidental, Japón y Oceanía. Milanovic los llama plutócratas globales. En el gráfico de más abajo ocupan el punto «C».

Por otro lado, lo que podríamos llamar las «clases medias asiáticas» son las principales ganadoras del juego en términos relativos. Como partían con recursos muy pequeños, las ganancias que han tenido –en torno al 12% del total de los nuevos ingresos absolutos- han supuesto un crecimiento relativo del 80%. Estas personas se sitúan en el centro de la distribución de ingresos de sus países, que es sobre todo China pero también India, Tailandia, Vietnam e Indonesia. Naturalmente «clase media» significa una cosa distinta a lo que significa en Occidente, pero gráficamente podríamos identificarla con las capas urbanas de China. En el gráfico son el punto «A».

Finalmente, a lo que llamamos «clases populares occidentales» son aquellos sectores que son más ricos que los asiáticos que acabamos de describir pero que se encuentran en los estratos más pobres de sus propios países, que son fundamentalmente los de Europa Occidental, Norte América, Oceanía y Japón. Son los que no han ganado nada con la globalización y, de hecho, son sus víctimas porque han sido golpeados por procesos de desindustrialización, el incremento de la competencia económica internacional y un mercado de trabajo global que hace aún menos competitivos a los trabajadores no cualificados. En el gráfico son el punto «B».
GRÁFICO 1 TRIBUNA ALBERTO GARZÓN
Lo anterior es una foto de la distribución de ingresos a nivel mundial, y como tal tiene sus limitaciones. El trabajo completo de Milanovic proporciona mucha más información útil para entender qué está significando la globalización en términos de desigualdad de ingresos y, en cierto sentido, las transformaciones en la estructura de clase. Lo que me interesa resaltar ahora es que lo apuntado aquí conforma el terreno material en el que se mueve la batalla política, por decirlo así. Esto es, sería imposible entender fenómenos como Donald Trump, Le Pen, el crecimiento de la extrema derecha en el norte de Europa, el 15-M o las movilizaciones sociales en Europa del Sur sin atender a estas transformaciones. Igualmente, sin comprender estos cambios es imposible plantear estrategias políticas correctas o adecuadas para la izquierda.

Lo que estamos diciendo es que las clases populares de Europa son parte de las grandes perdedoras de la globalización y que, por eso mismo, buscan, a veces de forma consciente y otras de forma intuitiva, proyectos políticos de protección ante la expansión de la pobreza, inseguridad, precariedad e incertidumbre.

A finales del año 2014 un estudio del Pew Research Center
mostró lo debilitada que estaba la confianza en el libre mercado en Europa del Sur. A la pregunta de si el libre mercado era mejor para la gente, en el mundo occidental respondían afirmativamente el 63% (frente al 30% que respondían negativamente). Pero en España sólo el 45% estaba de acuerdo con la afirmación (el 51% en contra), veintidós puntos menos que en 2007. En Grecia el porcentaje fue del 47% (50% en contra), Italia el 57% (31% en contra), Francia 60% (39% en contra) y en Japón el 47% (51% en contra). Estos datos contrastan con los de los países ganadores de la globalización, como los llamados países emergentes. Por ejemplo, en Vietnam el 95% estaba de acuerdo con que el libre mercado era mejor (frente al 3% que contestaba negativamente), y en China ese porcentaje era del 76% (frente a un 18%). En suma, estos datos abundan en la percepción subjetiva que tienen las poblaciones de diferentes países sobre la globalización. Y es natural, por lo visto más arriba, que los ganadores materiales de la globalización apuesten por más libre mercado mientras que los perdedores materiales de la globalización dejen de confiar en la mano invisible a nivel mundial.

Para la izquierda, esto que acabamos de describir es fundamental. En la teoría marxista del siglo XIX se asumía que bajo el capitalismo se daría un proceso permanente de proletarización, es decir, de conversión de las clases medias en proletariado. Esto provocaría, según las interpretaciones más deterministas, que la inmensa mayoría de la población, ahora convertida en proletaria, viera con claridad su antagonismo con la clase explotadora y, por lo tanto, que se sumara a la revolución socialista. El conocido paso de la clase-en-sí-misma hacia la clase-para-sí-misma. Sin embargo, aquel esquema no encajaba bien en una sociedad en la que iban surgiendo estratos sociales asalariados que no eran proletarios de cuello azul sino «estratos intermedios», o en la que incluso iban emergiendo asalariados y proletarios cada vez mejor remunerados y que se alejaban de las capas más pobres de la sociedad. Si a ello le sumamos un enfoque mundial, en el que los trabajadores pobres de los países ricos son más ricos que los trabajadores ricos de los países más pobres, las cosas se complican. En todo caso no es objeto de este artículo profundizar en esta cuestión particular. Sí, en cambio, preguntarnos por qué en occidente, en donde sí se ha dado cierto proceso de empobrecimiento relativo y absoluto de grandes sectores sociales, la respuesta política tiende a articularse por la extrema-derecha y no por la izquierda.

Si analizamos el proyecto que ofrece la extrema derecha, por ejemplo Le Pen o Trump, encontraremos un patrón común ciertamente general: la promesa de protección material a las víctimas de la globalización y la crisis. Lo singular es que se dirige únicamente a los sectores «nacionales», pues el discurso va acompañado de valores y principios profundamente racistas y nacionalistas, que enfrentan a los pobres en función de su identidad étnica. Y han conseguido calar especialmente en los sectores más empobrecidos y menos cualificados de sus sociedades.

El siguiente gráfico, por ejemplo, refleja el perfil socioeconómico de los votantes de cada partido que se presentó a las elecciones presidenciales francesas de 2002. El eje horizontal describe la actitud económica (más izquierda significa más intervención estatal, más derecha significa más liberalismo) y el eje vertical describe la actitud cultural (más arriba significa mayor tolerancia cultural y más abajo significa menos tolerancia cultural). Como se puede observar, el Frente Nacional (FN) era profundamente hostil al multiculturalismo (que es una característica del ultranacionalismo) pero ambiguo en lo económico. Esto último es algo común a los nuevos partidos de la extrema derecha europea, que no encajan en el tradicional trade off entre Estado y mercado (no son ni liberales ni socialistas) porque defienden una suerte de capitalismo nacional. Esto consiste básicamente en combinar liberalismo paternalista interior y proteccionismo exterior, siempre desde el punto de vista de una población nativa que está siendo atacada desde fuera (de ahí el dominante euroescepticismo). No es cierto, por lo tanto, que la extrema derecha sea neoliberal, y de hecho es habitual encontrar en sus discursos alusiones a la «justicia social», o a lo social en general, siempre referenciadas únicamente para los nacionales.
GRÁFICO 2 TRIBUNA ALBERTO GARZÓN
Lo que me parece relevante es observar cómo la condición socioeconómica sugiere diferencias notables en ambas actitudes. Por ejemplo, los menos tolerantes son los trabajadores sin cualificación y los agricultores, pero tampoco destacan por su tolerancia los trabajadores cualificados y los autoempleados. Por el contrario, los más tolerantes son los directivos, los profesionales técnicos y los profesionales de la industria sociocultural. Más significativa es aún la actitud según cualificación educativa. Como se puede observar, en la línea discontinua, cuanto mayor cualificación educativa formal más propensión hacia la tolerancia cultural (y liberalismo) y cuanto menos cualificación educativa formal mayor propensión hacia la intolerancia cultural (y proteccionismo). El trabajo y el gráfico es de Simon Bornschier en Kriesi, H. (ed) (2008): West european politics in the age of globalization, y cabe anotar que en los años siguientes a 2002, y especialmente tras el inicio de la crisis de 2008, el Frente Nacional subrayó aún más en su perfil antiliberal y proteccionista. En suma, parece que existe una relación entre la intolerancia cultural y la mayor exposición a la competencia económica internacional, lo que parece razonable: es más fácil ser racista cuando ves tu puesto de trabajo peligrar por culpa de «otro», el «diferente».

Hay que recordar que la globalización tiene entre sus víctimas a los trabajadores con menos cualificación formal, debido entre otras cosas a la fuerte competencia internacional que se ha dado en el mercado laboral mundial y que ha hecho muy poco competitivos a los trabajadores sin cualificación. Dicho de otro modo, el nivel de cualificación formal se ha convertido en una gran división política en las últimas décadas porque es una variable que tiende a determinar si estás en el lado de los perdedores o de los ganadores de la globalización.

En definitiva, lo que planteo aquí es que efectivamente la extrema derecha ha conseguido llegar a las víctimas de la globalización a través de proyectos políticos que implican promesas de protección construidas mediante discursos que llevan a guerras entre pobres (entre los de muy abajo y los de abajo de una sociedad). En política un espacio político no ocupado por un actor será ocupado, tarde o temprano, por otro. Esto es insistir en una obviedad: la extrema derecha ha llegado a las clases populares porque la izquierda anticapitalista no lo ha hecho.

España y Portugal son, en gran medida, excepciones
a lo que está sucediendo con la extrema derecha en Europa. Pienso que aquí la izquierda sí ha sido capaz de construir una suerte de cortafuegos a la extrema-derecha, fundamentalmente a través del 15-M y las movilizaciones sociales. Existen otras hipótesis, por supuesto. Hace unos días Íñigo Errejón afirmaba que «donde no hay fuerzas de izquierda capaces de levantar una idea de patria diferente lo capitaliza Le Pen, Orban o el FPO en Austria». Pero esto, sencillamente, no es cierto. Ni el 15-M ni las movilizaciones sociales previas hicieron alusión directa o indirecta al concepto de patria, y no es fácil determinar qué peso ha tenido ese eje discursivo de Podemos en los años siguientes. Sin embargo, parece más probable que los proyectos de denuncia y promesa/esperanza de protección ofrecidos por el 15-M y otras movilizaciones hayan sido mucho más determinantes. Al fin y al cabo, el concepto de patria es complejo porque intuitivamente –que no necesariamente- abunda en la división étnica. Me explico.

El capitalismo siempre ha lanzado a competir a todos contra todos,
y esto que ocurre ahora no es una novedad. Los socialistas del siglo XIX lo sabían y por eso entendieron muy bien que una cosa era la clase, entendida como situación objetiva dentro de las relaciones de producción, y otra la formación de clase, que era la forma en la que esas mismas personas se organizaban colectivamente (como sindicatos y partidos). Una de las razones por las que se organizaban colectivamente era porque así se neutralizaba la competición entre ellos mismos. Por decirlo bruscamente, mediante la organización colectiva se construía conciencia de clase. Y el discurso que lo mediaba era un discurso sobre aquello que compartían como colectivo, como clase: su papel antagonista con las clases explotadoras. Así fueron surgiendo los sindicatos y los partidos socialistas del siglo XIX. Por eso también es tan importante la organización en nuestro tiempo, porque sirve para construir un «nosotros» que evite guerras entre pobres. Pero si uno pretende que el «nosotros» sea inclusivo, sumando a inmigrantes, los discursos han de construirse sobre elementos comunes y no sobre diferencias. Y el concepto de «patria» no permite construir con facilidad un «nosotros» que sume a nativos e inmigrantes, porque además de las connotaciones históricas específicas del concepto en nuestro país, los propios inmigrantes ya tienen su patria y probablemente no quieren renunciar a ella. Parece una aventura complicada, y arriesgada en la medida en que fortalece discursos de la diferencia que pueden ser reapropiados por la derecha. Más sensato parece centrar los «discursos que organizan» directamente en la precariedad, el desempleo, lo social en general o incluso en identidades colectivas como «trabajadores», «clases populares» o «pueblos» que son elementos que compartimos nativos e inmigrantes.

Realismo ante los riesgos
Sin embargo, no sería excesivamente optimista y plantearía tanto los riesgos como las oportunidades de esta situación. Por un lado, en España la extrema derecha no existe porque gran parte de su espacio lo ocupa el Partido Popular (que no es una derecha asimilable a la derecha europea cristiana, con una tradición más democrática y menos autoritaria).

Y, por otro lado, porque la izquierda aún no ha conseguido llegar al conjunto de las clases populares y, lo más preocupante, a los más afectados por la crisis. Esa es nuestra tarea y, de hecho, el objetivo político que nos hemos marcado en Izquierda Unida. Ser pueblo, estar en el conflicto, canalizar demandas sociales, construir organización inclusiva y defender proyectos ético-políticos serios y factibles.

Fuente original:
http://www.eldiario.es/tribunaabierta/extrema-derecha-hija-globalizacion_6_594650534.html