_- El escritor griego recrea el relato de 'La Ilíada' en el contexto de la ocupación nazi en su última novela, 'El asedio de Troya'
A sus 81 años, Theodor Kallifatides (Mololai, Grecia, 1938) es un hombre intelectualmente inquieto. Desde hace cuatro meses estudia español por una aplicación de móvil y ya lo habla correctísimamente. “Me encanta la lengua y la cultura española –comparte-. Leí a Cervantes cuando tenía 14 años, amo la poesía de Lorca, me gustan mucho Buñuel y Almodóvar. Y los bailes, también los bailes. Todo. Pero lo más importante para mí es la tradición del humanismo que encuentro aquí”, reflexiona.
Nada queda ya del bloqueo creativo que le llevó hace algunos años a escribir Otra vida por vivir en su idioma materno, el griego, sobre la situación actual de su país natal. De viaje en España para recoger el premio Cálamo por aquella historia, aprovecha para presentar también su última novela, El asedio de Troya (Galaxia Gutenberg). Una vuelta a La Ilíada de Homero en el contexto de la ocupación nazi a partir de la voz de una profesora griega que trata de distraer a sus alumnos de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Miles de años separan ambos acontecimientos pero el escritor, que utiliza sus propios recuerdos biográficos para construir su texto, traza un claro paralelismo entre ambos hechos trágicos para recordarnos que al final todos somos los mismos y que, como decía Homero, con las guerras todo acaba en lágrimas.
Con El asedio de Troya, Kallifatides, que llega además con el que será el título de su próxima novela bajo el hombro –Amor y morriña-, vuelve a escribir en sueco, la lengua que ha dado cuerpo a casi toda su producción literaria durante más de medio siglo desde que emigró hasta allí en 1964. Neila García ha sido la encargada de traducirlo al castellano.
Pregunta. Dice que no pretende reemplazar a Homero pero, ¿qué le llevó a escribir su propia versión de La Ilíada?
Respuesta. Quería demostrar que el alma del hombre es inmensa y que nosotros tenemos la posibilidad de tomar el camino del bien y del mal al mismo tiempo. Aquiles y Héctor son como el capitán alemán y la profesora, son los mismos humanos, el mismo tipo de existencia, con la diferencia de tres mil años. Pero también quería mostrar, como Homero dijo, que la guerra es la fuente de todas las lágrimas. Ahora tenemos muchos conflictos armados por el mundo. Todo el tiempo. Mientras nosotros hablamos hay alguien en algún sitio que vive en guerra.
P. ¿Cree que todos los problemas actuales se pueden explicar con los autores clásicos?
R. Todos, efectivamente. Porque no solo los autores son clásicos, también los problemas son clásicos. Son los mismos conflictos todo el tiempo. Y nosotros tenemos que ser racionales para entender qué ocurre y tenemos que pensar con un corazón que nos permita saber lo que piensan los demás. Eso es todo. Razón y corazón.
«En mi Ilíada las mujeres son mujeres. Mujeres con hijos, con amores, con todo. Como los hombres. No son solo héroes. También son esposos, padres o amigos»
P. Comenta que en nuestro tiempo no se nos estimula para hacer frente a una lectura exigente como la que exige La Ilíada, ¿por qué cree que nos resulta tan complejo?
R. Entender los textos clásicos exige una educación y una disciplina. No se puede leer a Homero como se lee una revista. La diferencia hoy es más grande que nunca. Nosotros no leemos, solo miramos, escuchamos a veces, pero no leemos. Así que tenía que escribir una redacción de Homero en prosa porque 480 páginas de poesía es “un poco” difícil. Al mismo tiempo tenía que cambiar un poco la historia. En La Ilíada las mujeres son vistas más o menos como símbolos, pero en mi Ilíada las mujeres son mujeres. Mujeres con hijos, con amores, con todo. Como los hombres. No son solo héroes. También son esposos, padres o amigos. Y espero que el resultado sea útil para que los jóvenes de hoy la lean. No he querido competir con Homero, solo he querido hacerla más conocida entre la gente joven y los lectores en general. Y también quería contar la historia de mi pueblo durante la invasión alemana.
P. ¿Pase lo que pase, como escribe, al final siempre muere una mujer?
R. La historia es la historia. La Ilíada comienza con una chica de 14 años que es asesinada y durante la guerra son siempre las mujeres y los niños quienes pagan el precio. Los héroes mueren pero reciben todas las ceremonias oficiales mientras las mujeres son violadas sin que nadie proteste ni le importe a nadie. Esta es la historia de la humanidad hasta ahora.
P. ¿Diría que la mujer hoy esta mucho mejor que entonces?
R. Yo creo que la mujer hoy tiene muchos derechos pero no creo que esté todo hecho todavía. Después de la guerra civil en Grecia las mujeres tenían que trabajar porque los hombres habían muerto. Había hombres, claro. Pero muchos volvieron sin brazos o sin poder ver… Y las mujeres tuvieron que hacer el trabajo propio y el de los hombres. Cuidar a la familia, los hijos y la economía. Todo junto. Con el paso del tiempo, la mujer en Grecia se ha vuelto muy, muy diferente. Por ejemplo hoy tenemos una mujer como presidenta por primera vez -Ekaterini Sakelaropulu-. Pero ha sido un largo camino.
P. ¿Es la necesidad de amar más fuerte que la de odiar?
R. Antígona dice: “He nacido para amar”. Yo digo lo mismo, nosotros existimos para amar, no para odiar o para destruir al otro.
P. Y, sin embargo, en la Ilíada y en la historia muchas tragedias vienen provocadas por las relaciones sentimentales, ¿no?
R. No es el amor en sí mismo lo que causa problemas sino otras cosas que surgen alrededor de ese amor. Por ejemplo, si yo quiero a alguien que se enamora de otro, y yo le mato, eso no tiene que ver con el amor claramente. Es más bien porque yo soy un ser humano muy limitado y muy pequeño. Si realmente la amara, querría que ella fuera feliz y que ame a la persona de la que se ha enamorado. San Pablo decía que el amor no sirve a su propia ley y yo opino igual que él. El amor no me da privilegios sobre otras personas, el amor es mi problema.
P. ¿Hemos aprendido algo de nuestra historia?
R. No, no. Probablemente tendremos que vivir un poco más, siglos y siglos, para entender algunas cosas. La venganza es estúpida pero es una tradición arraigada a pesar de que no sirve de nada, no llegas a ninguna parte con ella. Mira el conflicto entre Palestina e Israel. Cada año alguien dice que la guerra tiene que acabar y cada año, viene otro y lo mata. Este conflicto lleva ya 70 años, ¿por qué? No sé por qué. No entiendo por qué. Me pregunto y no sé. El fanatismo es un problema que no podemos ignorar pero que no somos capaces de entender. No entendemos cómo funciona su mente.
P. Hábleme de ese Amor y morriña al que ha dado título en español usted mismo, ¿no somos todos un poco extranjeros hoy?
R. Los problemas clásicos otra vez -se ríe-. La cuestión no es intentar solucionar estos problemas para siempre. No es posible. Pero al menos irnos acercando, conocerlos, entenderlos y así nos acercamos poco a poco a su solución. Es como el sentido de la vida. La idea no es encontrarlo sino buscarlo. Mientras estés buscando un sentido de la vida, tu vida tiene sentido. De alguna manera pienso que buscamos una respuesta que nos sirva para siempre y esta es una de las razones de la existencia del fanatismo. Queremos tener una respuesta definitiva ahora. El ser humano, sin embargo, es más ser humano cuando pregunta que cuando encuentra. Y siempre encontrará su respuesta pero hay que ser conscientes de que al pasar el tiempo se habrá transformado en otra. Esta es la única defensa que tenemos frente al fanatismo. Hacer preguntas y dudar.
P. Ha escrito más de cuarenta libros de ficción, ensayo y poesía, si echara la vista atrás, ¿qué consejo daría a alguien que esté empezando a escribir?
R. Que lo primero que tiene que hacer es preguntarse por qué quiere escribir. Porque quiere hacer una carrera, porque está enamorado de alguien que también escribe… ¿por qué? Porque escribir es algo a largo plazo, lo haces durante toda tu vida, por eso tienes que saber muy bien por qué. Y disciplinarte mucho. Tienes que aprender cómo escribir cada día. Hay que leer mucho. Algunas personas piensan que lo que lees puede influirte en lo que escribes pero la influencia de la ignorancia es aún mayor. Y finalmente hay que tratar de evitar todo aquello que es cosmético. Hay que saber qué se quiere decir. Lo puedes elaborar de una manera u otra pero primero hay que saber eso. Hablando de mí mismo, yo soy capaz de escribir en dos lenguas, el griego y el sueco, pero primero tengo que saber qué quiero decir antes de decidirme por una, de pensar cómo, porque si no tienes una idea completa no funciona ni en un idioma ni en otro.
P. Le devuelvo entonces la pregunta, y usted, ¿por qué quiso escribir?
R. Escribo desde que tenía 5 años. Escribir es mi vida. No tengo otra. El tiempo que nosotros vivimos me da siempre cosas sobre las que pensar y discutir. Mi modo de vivir es escribiendo. Otras personas viven jugando, trabajando, yo vivo escribiendo. Eso es todo.
https://elcultural.com/theodor-kallifatides-la-unica-defensa-frente-al-fanatismo-es-hacer-preguntas-y-dudar
lunes, 24 de agosto de 2020
domingo, 23 de agosto de 2020
GRANDES DISCURSOS DEL SIGLO XX. El alegato del líder indio en 1922 ante el tribunal que lo condenó por sedición. Cómo Gandhi encontró en la no violencia la mejor estrategia contra el Imperio Británico. Apaciguó los ánimos de una población dispuesta a una revuelta sangrienta
El Contexto
Perfecto conocedor de la ley y el derecho británicos tras haber estudiado en Londres y ejercer la abogacía durante más de dos décadas en la actual Sudáfrica, Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948) regresó a su país en 1915 reconocido ya como un destacado activista de los derechos sociales. No en vano, aquel humilde abogado de Porbandar, hijo de comerciantes, había logrado el reconocimiento de los miembros de la minoría india como ciudadanos de pleno derecho en los dominios británicos de la Unión Sudafricana mediante una estrategia que él mismo denominó satyagraha (apego a la verdad). Lo que no había conseguido la colaboración de la población india en el bando británico en las guerras bóer lo consiguió la apuesta por la desobediencia civil y pacífica a la ley que obligaba a todos los indios a registrarse en un censo específico.
En 1918 abanderó su primera gran causa en India: las masivas protestas pacíficas de los campesinos de las regiones de Champaran y Jeda, obligados a cultivar índigo para elaborar tinte y venderlo a bajo precio en lugar de cultivar alimentos.
El primer éxito del joven letrado indio fue el reconocimiento de los derechos civiles de la minoría india de la Unión Sudafricana
A esa primera causa pronto se sumaron otras. Como ya había pasado en Sudáfrica, pese a que más de un millón de soldados y trabajadores indios habían servido en Europa bajo la bandera de Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, sus reivindicaciones civiles sólo obtuvieron por respuesta la denominada ley Rowlatt, que en 1919 concedía a las autoridades británicas plenos poderes en casos considerados de emergencia y limitaba las libertades indias. La ley pronto desembocó en el primer episodio sangriento, la conocida masacre de Amritsar, en el Punyab. El 13 de abril de ese año, una muchedumbre de diverso credo –sijes, hinduistas y musulmanes– celebraban el Vaisakhi (Año Nuevo) y el comandante militar británico, Reginal Dyer, ordenó abrir fuego a discreción en lo que consideró una acción de disidencia. Murieron cerca de 400 personas y más de un millar resultaron heridas.
Gandhi llamó de nuevo a la desobediencia civil y al boicot a los productos y empresas de la metrópoli y viajó por todo el país para promulgar esa respuesta no violenta ante el poder colonial, por más que se dieron diversos episodios violentos. “Sin nuestro apoyo, ni 100.000 europeos podrán dominar a nuestros pueblos”, proclamó, invitando también a la población musulmana a sumarse a la protesta. En septiembre de 1920 propuso al Congreso Nacional Indio abogar por el autogobierno, preferiblemente dentro del Imperio Británico, pero fuera de él si fuese la voluntad popular. Asimismo rehusó la participación de la población india en el régimen de representación local que fijó la reforma Montagu-Chelmsford, con las que los británicos trataron de reconducir la situación. El partido de Gandhi no se presentó a los comicios y el secretario de Estado británico para India, Edwin Samuel Montagu, dimitió. La situación política volvió a enquistarse.
Tras la masacre de Amritsar, el activista llamó a la desobediencia civil generalizada y el boicot a las empresas de la metrópoli. En diciembre de 1921, el Congreso Nacional Indio designó a Gandhi autoridad suprema y el filósofo y poeta bengalí Rabindranath Tagore –premio Nobel de Literatura en 1913– lo bautizó como Mahatma (alma grande). El 10 de marzo de 1922 fue arrestado en Bombay y el 18 condenado por sedición a seis años de cárcel. Fue excarcelado dos años después y en 1928, cumplida su condena, lideró una nueva protesta de resistencia pacífica contra las autoridades británicas contra el impuesto de la sal, cuyo monopolio estaba en manos del Gobierno colonial. Un nuevo paso hacia la independencia india.
Con esta sucinta información de Reuters informó La Vanguardia de la condena a Gandhi (tercera columna)
Opinión del periodista Enrique Fajardo (Fabián Vidal) sobre la condena a Gandhi en La Vanguardia del 24 de marzo de 1922
EL DISCURSO
“La no violencia es el primer precepto de mi fe.Y es el último precepto de mi fe. Pese a ello, tenía que tomar una decisión; o bien me sometía a un sistema que en mi opinión había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara cuando entendiera la verdad que salía de mis labios. Sé que mi pueblo ha enloquecido en algunas ocasiones. Lo siento muchísimo; y por ello estoy aquí, para someterme no a un castigo menor, sino a un castigo en toda regla. No pido clemencia, no apelo a ninguna circunstancia atenuante.
”Así pues, estoy aquí para prestarme a cumplir la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que puede hacer, señoría, es, como diré a continuación en mi declaración, o bien dimitir de su cargo o infligirme la pena más dura si cree que el sistema y la ley que usted contribuye a aplicar es buena para el pueblo. No espero que se produzca esa clase de conversión. Sin embargo, puede que cuando haya acabado con mi declaración, usted se haya hecho una idea de lo que arde en mi pecho y que ha dado alas al más loco riesgo que un hombre en su sano juicio puede correr.
”Pocos son los habitantes de la ciudad conscientes de cómo las multitudes prácticamente desahuciadas por la hambruna de India se están consumiendo hasta la inexistencia. Pocos son conscientes de que su miserable bienestar es fruto de la comisión que reciben a cambio del trabajo realizado para el explotador extranjero, que los beneficios y la comisión se obtienen de las masas. Pocos se dan cuenta de que el Gobierno establecido por ley en la India británica sigue en vigencia gracias a esa explotación de las masas. No hay sofistería ni malabarismo con las cifras que sirva de explicación convincente para la obviedad, para los esqueletos que se ven a simple vista en muchas aldeas. No me cabe ninguna duda de que tanto Inglaterra como los habitantes de las ciudades indias tendrán que responder, si es que hay un Dios en las alturas, por este crimen contra la humanidad que tal vez no tenga precedentes en la historia.
La no violencia es el primer precepto de mi fe. Pese a ello, o bien me sometía a un sistema que había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara”
Mahatma Gandhi
”En este país, la misma ley se ha puesto al servicio del explotador extranjero. Mi experiencia en casos políticos en India me lleva a la conclusión de que en nueve de cada diez ocasiones los condenados eran totalmente inocentes. Su delito fue amar a su país. En los tribunales de India, en noventa y nueve casos de cada cien, a los indios se les ha negado la justicia en favor de los europeos.No se trata de una visión exagerada. Ésta ha sido la experiencia de casi todos los indios que han tenido algo que ver con esos casos. En mi opinión, la aplicación de la ley se ha prostituido por tanto de forma consciente o inconsciente en beneficio del explotador.
”La mayor desgracia es que los ingleses y sus socios indios de la Administración del país no saben que están involucrados en el delito que he intentado describir. Me siento satisfecho de que muchos funcionarios ingleses e indios crean sinceramente que aplican uno de los sistemas mejor ideados del mundo y que India avanza a un ritmo constante aunque lento. No saben que un sistema sutil aunque efectivo de terrorismo y un despliegue organizado de fuerza, por una parte, y la privación de todo poder de represalia o de autodefensa, por otra, han mutilado al pueblo y los ha hecho incurrir en el hábito de la simulación. Este horrible hábito se ha sumado a la ignorancia y al autoengaño de los administradores.
”El artículo 124-A en virtud del cual felizmente se me acusa sea tal vez el rey de los artículos políticos del Código Penal indio ideado para suprimir la libertad del ciudadano. El afecto no puede ser manipulado ni regulado por la ley. Si uno no siente afecto por una persona o cosa, debería ser libre para transmitir la total expresión de su desafecto siempre que no contemple ni fomente la violencia ni incite a ella. No obstante, el artículo en virtud del cual se nos acusa al señor Banker y a mí establece que el mero fomento del desafecto constituye un delito. He estudiado algunos casos juzgados por este artículo y sé que algunos de los más apreciados patriotas indios han sido condenados en virtud del mismo. Por lo tanto, considero un privilegio que se me acuse del mismo delito. He intentado por todos los medios comunicarles de la forma más breve posible la razón de mis desafectos.
Lo único que pueden hacer, señoría, es o bien dimitir de su cargo si siente que la justicia que debe administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa”
Mahatma Gandhi
”No siento animadversión personal por ningún administrador en concreto ni mucho menos puedo sentir desafecto por su majestad el rey. Sin embargo, considero una virtud sentir desafecto por un Gobierno que en su totalidad ha hecho más daño a India que cualquier sistema anterior. India es menos valerosa bajo el mandato británico de lo que había sido jamás. Con esta creencia, considero un pecado sentir afecto por el sistema. Y ha sido un precioso privilegio para mí poder escribir lo que he escrito en los diversos artículos presentados como pruebas en mi contra.
”En realidad creo que he prestado un servicio a India y a Inglaterra al demostrar que la desobediencia es la forma de abandonar el estado antinatural en el que ambas naciones viven. En mi modesta opinión, la desobediencia al mal es un deber tanto como lo es la obediencia al bien. No obstante, en el pasado, la desobediencia ha sido expresada, con deliberación, en forma de violencia contra el perpetrador del mal. Mi cometido es el de demostrar a mis compatriotas que la desobediencia violenta sólo multiplica el mal y, puesto que el mal sólo puede sobrevivir gracias a la violencia, negarse a apoyar al mal requiere el abandono incondicional de la violencia.
”La no violencia implica la sumisión voluntaria al castigo por la desobediencia al mal. Por tanto, estoy aquí para dar la bienvenida y someterme de buen grado al cumplimiento de la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que pueden hacer, señoría y señores asesores, es o bien dimitir de su cargo y así distanciarse del mal si sienten que la justicia que deben administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa si creen que el sistema y la ley que consienten en administrar es buena para las personas de este país y que mi actividad es, por tanto, perjudicial para el bien común.
https://www.lavanguardia.com/historiayvida/20191206/472018308412/gandhi-india-independencia-discurso-no-violencia-desobediencia-civil.html
Perfecto conocedor de la ley y el derecho británicos tras haber estudiado en Londres y ejercer la abogacía durante más de dos décadas en la actual Sudáfrica, Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948) regresó a su país en 1915 reconocido ya como un destacado activista de los derechos sociales. No en vano, aquel humilde abogado de Porbandar, hijo de comerciantes, había logrado el reconocimiento de los miembros de la minoría india como ciudadanos de pleno derecho en los dominios británicos de la Unión Sudafricana mediante una estrategia que él mismo denominó satyagraha (apego a la verdad). Lo que no había conseguido la colaboración de la población india en el bando británico en las guerras bóer lo consiguió la apuesta por la desobediencia civil y pacífica a la ley que obligaba a todos los indios a registrarse en un censo específico.
En 1918 abanderó su primera gran causa en India: las masivas protestas pacíficas de los campesinos de las regiones de Champaran y Jeda, obligados a cultivar índigo para elaborar tinte y venderlo a bajo precio en lugar de cultivar alimentos.
El primer éxito del joven letrado indio fue el reconocimiento de los derechos civiles de la minoría india de la Unión Sudafricana
A esa primera causa pronto se sumaron otras. Como ya había pasado en Sudáfrica, pese a que más de un millón de soldados y trabajadores indios habían servido en Europa bajo la bandera de Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, sus reivindicaciones civiles sólo obtuvieron por respuesta la denominada ley Rowlatt, que en 1919 concedía a las autoridades británicas plenos poderes en casos considerados de emergencia y limitaba las libertades indias. La ley pronto desembocó en el primer episodio sangriento, la conocida masacre de Amritsar, en el Punyab. El 13 de abril de ese año, una muchedumbre de diverso credo –sijes, hinduistas y musulmanes– celebraban el Vaisakhi (Año Nuevo) y el comandante militar británico, Reginal Dyer, ordenó abrir fuego a discreción en lo que consideró una acción de disidencia. Murieron cerca de 400 personas y más de un millar resultaron heridas.
Gandhi llamó de nuevo a la desobediencia civil y al boicot a los productos y empresas de la metrópoli y viajó por todo el país para promulgar esa respuesta no violenta ante el poder colonial, por más que se dieron diversos episodios violentos. “Sin nuestro apoyo, ni 100.000 europeos podrán dominar a nuestros pueblos”, proclamó, invitando también a la población musulmana a sumarse a la protesta. En septiembre de 1920 propuso al Congreso Nacional Indio abogar por el autogobierno, preferiblemente dentro del Imperio Británico, pero fuera de él si fuese la voluntad popular. Asimismo rehusó la participación de la población india en el régimen de representación local que fijó la reforma Montagu-Chelmsford, con las que los británicos trataron de reconducir la situación. El partido de Gandhi no se presentó a los comicios y el secretario de Estado británico para India, Edwin Samuel Montagu, dimitió. La situación política volvió a enquistarse.
Tras la masacre de Amritsar, el activista llamó a la desobediencia civil generalizada y el boicot a las empresas de la metrópoli. En diciembre de 1921, el Congreso Nacional Indio designó a Gandhi autoridad suprema y el filósofo y poeta bengalí Rabindranath Tagore –premio Nobel de Literatura en 1913– lo bautizó como Mahatma (alma grande). El 10 de marzo de 1922 fue arrestado en Bombay y el 18 condenado por sedición a seis años de cárcel. Fue excarcelado dos años después y en 1928, cumplida su condena, lideró una nueva protesta de resistencia pacífica contra las autoridades británicas contra el impuesto de la sal, cuyo monopolio estaba en manos del Gobierno colonial. Un nuevo paso hacia la independencia india.
Con esta sucinta información de Reuters informó La Vanguardia de la condena a Gandhi (tercera columna)
Opinión del periodista Enrique Fajardo (Fabián Vidal) sobre la condena a Gandhi en La Vanguardia del 24 de marzo de 1922
EL DISCURSO
“La no violencia es el primer precepto de mi fe.Y es el último precepto de mi fe. Pese a ello, tenía que tomar una decisión; o bien me sometía a un sistema que en mi opinión había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara cuando entendiera la verdad que salía de mis labios. Sé que mi pueblo ha enloquecido en algunas ocasiones. Lo siento muchísimo; y por ello estoy aquí, para someterme no a un castigo menor, sino a un castigo en toda regla. No pido clemencia, no apelo a ninguna circunstancia atenuante.
”Así pues, estoy aquí para prestarme a cumplir la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que puede hacer, señoría, es, como diré a continuación en mi declaración, o bien dimitir de su cargo o infligirme la pena más dura si cree que el sistema y la ley que usted contribuye a aplicar es buena para el pueblo. No espero que se produzca esa clase de conversión. Sin embargo, puede que cuando haya acabado con mi declaración, usted se haya hecho una idea de lo que arde en mi pecho y que ha dado alas al más loco riesgo que un hombre en su sano juicio puede correr.
”Pocos son los habitantes de la ciudad conscientes de cómo las multitudes prácticamente desahuciadas por la hambruna de India se están consumiendo hasta la inexistencia. Pocos son conscientes de que su miserable bienestar es fruto de la comisión que reciben a cambio del trabajo realizado para el explotador extranjero, que los beneficios y la comisión se obtienen de las masas. Pocos se dan cuenta de que el Gobierno establecido por ley en la India británica sigue en vigencia gracias a esa explotación de las masas. No hay sofistería ni malabarismo con las cifras que sirva de explicación convincente para la obviedad, para los esqueletos que se ven a simple vista en muchas aldeas. No me cabe ninguna duda de que tanto Inglaterra como los habitantes de las ciudades indias tendrán que responder, si es que hay un Dios en las alturas, por este crimen contra la humanidad que tal vez no tenga precedentes en la historia.
La no violencia es el primer precepto de mi fe. Pese a ello, o bien me sometía a un sistema que había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara”
Mahatma Gandhi
”En este país, la misma ley se ha puesto al servicio del explotador extranjero. Mi experiencia en casos políticos en India me lleva a la conclusión de que en nueve de cada diez ocasiones los condenados eran totalmente inocentes. Su delito fue amar a su país. En los tribunales de India, en noventa y nueve casos de cada cien, a los indios se les ha negado la justicia en favor de los europeos.No se trata de una visión exagerada. Ésta ha sido la experiencia de casi todos los indios que han tenido algo que ver con esos casos. En mi opinión, la aplicación de la ley se ha prostituido por tanto de forma consciente o inconsciente en beneficio del explotador.
”La mayor desgracia es que los ingleses y sus socios indios de la Administración del país no saben que están involucrados en el delito que he intentado describir. Me siento satisfecho de que muchos funcionarios ingleses e indios crean sinceramente que aplican uno de los sistemas mejor ideados del mundo y que India avanza a un ritmo constante aunque lento. No saben que un sistema sutil aunque efectivo de terrorismo y un despliegue organizado de fuerza, por una parte, y la privación de todo poder de represalia o de autodefensa, por otra, han mutilado al pueblo y los ha hecho incurrir en el hábito de la simulación. Este horrible hábito se ha sumado a la ignorancia y al autoengaño de los administradores.
”El artículo 124-A en virtud del cual felizmente se me acusa sea tal vez el rey de los artículos políticos del Código Penal indio ideado para suprimir la libertad del ciudadano. El afecto no puede ser manipulado ni regulado por la ley. Si uno no siente afecto por una persona o cosa, debería ser libre para transmitir la total expresión de su desafecto siempre que no contemple ni fomente la violencia ni incite a ella. No obstante, el artículo en virtud del cual se nos acusa al señor Banker y a mí establece que el mero fomento del desafecto constituye un delito. He estudiado algunos casos juzgados por este artículo y sé que algunos de los más apreciados patriotas indios han sido condenados en virtud del mismo. Por lo tanto, considero un privilegio que se me acuse del mismo delito. He intentado por todos los medios comunicarles de la forma más breve posible la razón de mis desafectos.
Lo único que pueden hacer, señoría, es o bien dimitir de su cargo si siente que la justicia que debe administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa”
Mahatma Gandhi
”No siento animadversión personal por ningún administrador en concreto ni mucho menos puedo sentir desafecto por su majestad el rey. Sin embargo, considero una virtud sentir desafecto por un Gobierno que en su totalidad ha hecho más daño a India que cualquier sistema anterior. India es menos valerosa bajo el mandato británico de lo que había sido jamás. Con esta creencia, considero un pecado sentir afecto por el sistema. Y ha sido un precioso privilegio para mí poder escribir lo que he escrito en los diversos artículos presentados como pruebas en mi contra.
”En realidad creo que he prestado un servicio a India y a Inglaterra al demostrar que la desobediencia es la forma de abandonar el estado antinatural en el que ambas naciones viven. En mi modesta opinión, la desobediencia al mal es un deber tanto como lo es la obediencia al bien. No obstante, en el pasado, la desobediencia ha sido expresada, con deliberación, en forma de violencia contra el perpetrador del mal. Mi cometido es el de demostrar a mis compatriotas que la desobediencia violenta sólo multiplica el mal y, puesto que el mal sólo puede sobrevivir gracias a la violencia, negarse a apoyar al mal requiere el abandono incondicional de la violencia.
”La no violencia implica la sumisión voluntaria al castigo por la desobediencia al mal. Por tanto, estoy aquí para dar la bienvenida y someterme de buen grado al cumplimiento de la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que pueden hacer, señoría y señores asesores, es o bien dimitir de su cargo y así distanciarse del mal si sienten que la justicia que deben administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa si creen que el sistema y la ley que consienten en administrar es buena para las personas de este país y que mi actividad es, por tanto, perjudicial para el bien común.
https://www.lavanguardia.com/historiayvida/20191206/472018308412/gandhi-india-independencia-discurso-no-violencia-desobediencia-civil.html
sábado, 22 de agosto de 2020
_- Así se decide la salud de nuestro cerebro antes y después de nacer.
_- Si la madre está muy estresada, el cortisol que produce pasará al bebé a través de la placenta.
Después de largos debates sobre si la aparición de enfermedades (incluidas las mentales) está condicionada por la genética o por el ambiente, ya no hay ninguna duda. Los dos factores están implicados e íntimamente relacionados.
Si aludimos a la enfermedad mental, obligatoriamente nos tenemos que referir al cerebro. Un órgano todavía bastante desconocido, que empieza a formarse en épocas tempranas de la gestación y cuyo desarrollo puede verse alterado por influencias de su ambiente intrauterino (hormonas, déficits de nutrientes, tóxicos…) y de las condiciones de vida maternas (su entorno más directo).
Qué es el estrés tóxico y cómo afecta el desarrollo cerebral de algunos niños y su salud cuando son adultos
En efecto, si la gestante sufre estrés intenso y continuado tendrá niveles elevados de cortisol, la hormona de respuesta al estrés, que atravesará la placenta.
Como consecuencia de estas altas concentraciones de cortisol, en el cerebro fetal se producirán cambios epigenéticos (modificaciones en las zonas del ADN correspondientes a determinados genes, sin alterar su secuencia) que reducirán los receptores encargados de facilitar la entrada del cortisol en el interior celular.
En consecuencia, los niveles de cortisol plasmático en el feto permanecerán también altos.
El estrés materno modifica el cerebro del feto
Estudios diversos apuntan a que los hijos de mujeres que han padecido intenso estrés en la gestación tienen una respuesta anómala al estrés.
La respuesta al estrés es anómala en niños y bebés que nacen de madres estresadas.
Se manifiesta, entre otras cosas, en una mayor reactividad del recién nacido tras la punción del talón, con una recuperación emocional más lenta.
Pero también en la reacción del lactante y del niño mayor ante situaciones estresantes, por ejemplo, tras la administración de una vacuna, tras el baño o tras la separación de los padres.
Por si había dudas, se han identificado cambios epigenéticos fetales vinculados al estrés materno en sangre de cordón de neonatos, y en otras muestras celulares en lactantes y niños mayores.
Para colmo, estudios con resonancia magnética muestran que el estrés y la ansiedad de la madre durante la gestación modifican estructuralmente el cerebro fetal.
Unas veces se ve afectada al área límbica, con aumento del volumen de la amígdala, es decir, la zona cerebral relacionada con el procesamiento y la memoria emocional principalmente de emociones negativas como el miedo y la ira.
Paralelamente, el estrés materno parece generar una disminución del hipocampo, región responsable de la memoria y del aprendizaje de sucesos afectivamente condicionados.
Respuesta exagerada ante el estrés
Otras modificaciones observadas han sido la disminución de materia gris de la corteza prefrontal, responsable de funciones ejecutivas como la toma de decisiones o la autorregulación de la conducta.
A lo que se suman cambios en la estructura de la sustancia blanca, que se encarga de conectar distintas zonas cerebrales entre sí.
El cerebro del bebé continúa desarrollándose después del nacimiento. Los cambios epigenéticos y estructurales producidos tendrán como efecto en la vida futura de estos niños unas respuestas exageradamente intensas ante las situaciones estresantes.
Incluso pueden aumentar la probabilidad de padecer problemas psíquicos, que se manifestarán como dificultades emocionales (introversión exagerada, dificultades en las relaciones sociales…) o de conducta (impulsividad, hiperactividad, agresividad…).
A la larga, todo ello puede conducir a un aumento de la conflictividad en el ámbito familiar, educativo y social. Incluso hay estudios que relacionan el alto estrés vivido en la gestación con un menor cociente intelectual, autismo y esquizofrenia en la descendencia.
La infancia es decisiva
Tras el nacimiento, el cerebro del niño continúa desarrollándose. En esta etapa depende tanto de su dotación genética como de la modulación que le ocasiona su experiencia.
Las experiencias adversas en la infancia pueden dar lugar a problemas de aprendizaje.
Y, de la misma manera que en la vida fetal le afectaba lo vivido a través de su madre, las experiencias adversas en los primeros años de la vida pueden activar de forma excesiva o prolongada los sistemas de respuesta al estrés.
Si eso sucede, se producen efectos dañinos en el aprendizaje, el comportamiento y la salud que arrastrará a lo largo de toda su vida.
Cómo la depresión durante el embarazo puede afectar a los bebés cuando crecen
¿Cuáles son esas experiencias adversas de la vida temprana que repercuten en la salud mental al crecer? Ni más ni menos que maltrato/negligencia, violencia en el hogar (madre víctima de violencia de género), enfermedad mental de los progenitores, pobreza, consumo de drogas por parte de los padres, así como el hecho de padecer una enfermedad grave.
Los niños que viven en la pobreza generalmente experimentan más adversidades, pues suelen enfrentarse a varios factores que condicionan el desarrollo cerebral.
El maltrato, la violencia en el hogar y la pobreza son algunos de los factores que inciden en la salud mental del niño. A saber: problemas nutricionales, exposición a tóxicos, peor salud materna prenatal, menor estimulación cognitiva de la familia (interacción lingüística), estrés de los padres y escasas habilidades parentales de crianza.
Las investigaciones que han profundizado en las consecuencias de las experiencias de la pobreza y el maltrato en los primeros años de la vida han demostrado que, al igual que ocurría en la vida fetal, en el cerebro infantil se producen cambios epigenéticos que conducen a mayor reactividad del cortisol al estrés.
En cuanto a los cambios estructurales del cerebro, se verían afectados:
a) la amígdala, que se hipertrofia e hiperactiva, lo que se traduce en ansiedad;
b) el hipocampo, que sufre disminución de tamaño por la pérdida de neuronas y de conexiones neuronales, provocando deterioro de la memoria, del control del estado de ánimo, y dificultades en el aprendizaje;
c) y la corteza prefrontal medial, relacionada con el control del lenguaje y los procesos cognitivos, incluidos el razonamiento y la planificación, que disminuye de volumen y actividad.
Para colmo, con las adversidades infantiles se deterioran las conexiones entre la corteza prefrontal y la amígdala, lo que se traduce en pérdida de control sobre la región límbica.
Garantizar el bienestar psíquico en la infancia Aunque quedan muchas preguntas por responder, los avances científicos no dejan lugar a dudas de la íntima dependencia entre el desarrollo cerebral en los primeros años de la vida y las circunstancias sociales en las que se crece.
Los cambios en el cerebro son reversibles, siempre y cuando cambien las circunstancias que rodean al niño.
Por esta razón, parece prioritario asegurar unas condiciones psicosociales básicas que garanticen que las mujeres vivan su embarazo en el mejor estado de bienestar psíquico.
Además, deberíamos procurar que los niños alcancen todo su potencial, promoviendo su bienestar y evitando que vivan en la pobreza y la violencia. Pero, sobre todo, teniendo como pilar básico el cuidado afectuoso de sus progenitores.
Para los niños que han vivido circunstancias difíciles desde los primeros años de su vida también hay esperanzas.
Tanto las modificaciones epigenéticas como los cambios estructurales cerebrales son reversibles debido a la "plasticidad" del cerebro.
Eso sí, solo se revierten si las condiciones externas se modifican. De ahí la gran responsabilidad social de poner medios para prevenir el daño o si no, al menos, intervenir para disminuirlo cuando ya esté presente.
*Mª Dolores Estévez González es pediatra y catedrática de Escuela Universitaria- Facultad de Ciencias de la Salud ULPGC, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España.
Este artículo se publicó en la revista The Conversation.
Si aludimos a la enfermedad mental, obligatoriamente nos tenemos que referir al cerebro. Un órgano todavía bastante desconocido, que empieza a formarse en épocas tempranas de la gestación y cuyo desarrollo puede verse alterado por influencias de su ambiente intrauterino (hormonas, déficits de nutrientes, tóxicos…) y de las condiciones de vida maternas (su entorno más directo).
Qué es el estrés tóxico y cómo afecta el desarrollo cerebral de algunos niños y su salud cuando son adultos
En efecto, si la gestante sufre estrés intenso y continuado tendrá niveles elevados de cortisol, la hormona de respuesta al estrés, que atravesará la placenta.
Como consecuencia de estas altas concentraciones de cortisol, en el cerebro fetal se producirán cambios epigenéticos (modificaciones en las zonas del ADN correspondientes a determinados genes, sin alterar su secuencia) que reducirán los receptores encargados de facilitar la entrada del cortisol en el interior celular.
En consecuencia, los niveles de cortisol plasmático en el feto permanecerán también altos.
El estrés materno modifica el cerebro del feto
Estudios diversos apuntan a que los hijos de mujeres que han padecido intenso estrés en la gestación tienen una respuesta anómala al estrés.
La respuesta al estrés es anómala en niños y bebés que nacen de madres estresadas.
Se manifiesta, entre otras cosas, en una mayor reactividad del recién nacido tras la punción del talón, con una recuperación emocional más lenta.
Pero también en la reacción del lactante y del niño mayor ante situaciones estresantes, por ejemplo, tras la administración de una vacuna, tras el baño o tras la separación de los padres.
Por si había dudas, se han identificado cambios epigenéticos fetales vinculados al estrés materno en sangre de cordón de neonatos, y en otras muestras celulares en lactantes y niños mayores.
Para colmo, estudios con resonancia magnética muestran que el estrés y la ansiedad de la madre durante la gestación modifican estructuralmente el cerebro fetal.
Unas veces se ve afectada al área límbica, con aumento del volumen de la amígdala, es decir, la zona cerebral relacionada con el procesamiento y la memoria emocional principalmente de emociones negativas como el miedo y la ira.
Paralelamente, el estrés materno parece generar una disminución del hipocampo, región responsable de la memoria y del aprendizaje de sucesos afectivamente condicionados.
Respuesta exagerada ante el estrés
Otras modificaciones observadas han sido la disminución de materia gris de la corteza prefrontal, responsable de funciones ejecutivas como la toma de decisiones o la autorregulación de la conducta.
A lo que se suman cambios en la estructura de la sustancia blanca, que se encarga de conectar distintas zonas cerebrales entre sí.
El cerebro del bebé continúa desarrollándose después del nacimiento. Los cambios epigenéticos y estructurales producidos tendrán como efecto en la vida futura de estos niños unas respuestas exageradamente intensas ante las situaciones estresantes.
Incluso pueden aumentar la probabilidad de padecer problemas psíquicos, que se manifestarán como dificultades emocionales (introversión exagerada, dificultades en las relaciones sociales…) o de conducta (impulsividad, hiperactividad, agresividad…).
A la larga, todo ello puede conducir a un aumento de la conflictividad en el ámbito familiar, educativo y social. Incluso hay estudios que relacionan el alto estrés vivido en la gestación con un menor cociente intelectual, autismo y esquizofrenia en la descendencia.
La infancia es decisiva
Tras el nacimiento, el cerebro del niño continúa desarrollándose. En esta etapa depende tanto de su dotación genética como de la modulación que le ocasiona su experiencia.
Las experiencias adversas en la infancia pueden dar lugar a problemas de aprendizaje.
Y, de la misma manera que en la vida fetal le afectaba lo vivido a través de su madre, las experiencias adversas en los primeros años de la vida pueden activar de forma excesiva o prolongada los sistemas de respuesta al estrés.
Si eso sucede, se producen efectos dañinos en el aprendizaje, el comportamiento y la salud que arrastrará a lo largo de toda su vida.
Cómo la depresión durante el embarazo puede afectar a los bebés cuando crecen
¿Cuáles son esas experiencias adversas de la vida temprana que repercuten en la salud mental al crecer? Ni más ni menos que maltrato/negligencia, violencia en el hogar (madre víctima de violencia de género), enfermedad mental de los progenitores, pobreza, consumo de drogas por parte de los padres, así como el hecho de padecer una enfermedad grave.
Los niños que viven en la pobreza generalmente experimentan más adversidades, pues suelen enfrentarse a varios factores que condicionan el desarrollo cerebral.
El maltrato, la violencia en el hogar y la pobreza son algunos de los factores que inciden en la salud mental del niño. A saber: problemas nutricionales, exposición a tóxicos, peor salud materna prenatal, menor estimulación cognitiva de la familia (interacción lingüística), estrés de los padres y escasas habilidades parentales de crianza.
Las investigaciones que han profundizado en las consecuencias de las experiencias de la pobreza y el maltrato en los primeros años de la vida han demostrado que, al igual que ocurría en la vida fetal, en el cerebro infantil se producen cambios epigenéticos que conducen a mayor reactividad del cortisol al estrés.
En cuanto a los cambios estructurales del cerebro, se verían afectados:
a) la amígdala, que se hipertrofia e hiperactiva, lo que se traduce en ansiedad;
b) el hipocampo, que sufre disminución de tamaño por la pérdida de neuronas y de conexiones neuronales, provocando deterioro de la memoria, del control del estado de ánimo, y dificultades en el aprendizaje;
c) y la corteza prefrontal medial, relacionada con el control del lenguaje y los procesos cognitivos, incluidos el razonamiento y la planificación, que disminuye de volumen y actividad.
Para colmo, con las adversidades infantiles se deterioran las conexiones entre la corteza prefrontal y la amígdala, lo que se traduce en pérdida de control sobre la región límbica.
Garantizar el bienestar psíquico en la infancia Aunque quedan muchas preguntas por responder, los avances científicos no dejan lugar a dudas de la íntima dependencia entre el desarrollo cerebral en los primeros años de la vida y las circunstancias sociales en las que se crece.
Los cambios en el cerebro son reversibles, siempre y cuando cambien las circunstancias que rodean al niño.
Por esta razón, parece prioritario asegurar unas condiciones psicosociales básicas que garanticen que las mujeres vivan su embarazo en el mejor estado de bienestar psíquico.
Además, deberíamos procurar que los niños alcancen todo su potencial, promoviendo su bienestar y evitando que vivan en la pobreza y la violencia. Pero, sobre todo, teniendo como pilar básico el cuidado afectuoso de sus progenitores.
Para los niños que han vivido circunstancias difíciles desde los primeros años de su vida también hay esperanzas.
Tanto las modificaciones epigenéticas como los cambios estructurales cerebrales son reversibles debido a la "plasticidad" del cerebro.
Eso sí, solo se revierten si las condiciones externas se modifican. De ahí la gran responsabilidad social de poner medios para prevenir el daño o si no, al menos, intervenir para disminuirlo cuando ya esté presente.
*Mª Dolores Estévez González es pediatra y catedrática de Escuela Universitaria- Facultad de Ciencias de la Salud ULPGC, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España.
Este artículo se publicó en la revista The Conversation.
viernes, 21 de agosto de 2020
Por qué juzgamos más duramente las decisiones de los pobres
Una serie de estudios realizados en Harvard destapa un prejuicio: la gente con menos recursos debería conformarse con menos, incluso si perjudica su salud o seguridad
“Para ustedes será basura, para esos padres no era basura. Cuando hablan de esa manera, no me ofenden a mí, les ofenden a ellos”. Cuando Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, defendió con estas palabras los menús de Telepizza para menores vulnerables, quizá el debate de fondo no era sobre la calidad de la comida. Porque los especialistas no tenían dudas. Un estudio de la Universidad de Harvard recién publicado señala que quizá el debate era, en realidad, sobre lo que consideramos aceptable para las familias pobres. ¿Está ese listón más abajo para la gente con menos recursos? Unas investigadoras de la universidad estadounidense quisieron responder esa pregunta y las conclusiones de su trabajo son reveladoras: “Tenemos un doble rasero preocupante”.
A través de 11 experimentos, las investigadoras muestran que las personas de bajos ingresos son juzgadas de manera más negativa por consumir los mismos artículos que otras con mayores ingresos, lo que añade una presión social extra a las restricciones materiales que ya sufren. Pero no es porque tengan menos para gastar, sino porque se considera que sus necesidades deberían ser más frugales. “Descartamos la explicación de que a las personas de mayores ingresos se les permite consumir socialmente más simplemente porque pueden pagar más; al contrario, observamos que a las personas de bajos ingresos se les permite socialmente consumir menos porque se supone que necesitan menos”, aclara Serena Hagerty, autora principal del trabajo. Según Hagerty, las necesidades básicas tienen que ser más básicas para los pobres.
“Una implicación de este doble rasero es que la gente parece más cómoda dirigiendo y limitando las decisiones de gasto de los pobres”
SERENA HAGERTY, UNIVERSIDAD DE HARVARD
En una de las pruebas, se presenta la historia de Joe a dos grupos distintos: para uno este personaje tiene bajos ingresos, para otro tiene buena renta. A Joe le tocan 200 dólares en una rifa, ¿está bien que los gaste en una televisión nueva? Si Joe tiene pocos ingresos, está mucho peor visto que si tiene una vida acomodada. Curiosamente, hay un grupo de control al que no se le dice nada sobre la situación económica de Joe. Para este grupo, es igual de permisible que el Joe neutro se compre la tele que para el grupo del Joe rico. Solo está mal visto para el pobre.
A medida que se profundiza en el estudio, publicado en PNAS, los experimentos se van complicando para perfilar mejor los mecanismos que juzgan a las personas según sus recursos. Por ejemplo, en otro se pregunta qué tarjeta regalo le regalarían al Joe pobre o al Joe rico, una de 100 dólares para comprar comida o una de 200 para una tele. El Joe pobre recibe sobre todo la tarjeta para comida mientras el Joe rico recibe la que permite comprar una tele, que supone el doble de dinero. De promedio, finalmente, se le regalan 125 dólares al Joe pobre y 152 al rico. Es decir, incluso cuando se trata de un regalo, quien tiene más merece más y quien tiene menos, obtiene un regalo inferior. Incluso si saben que Joe ha dicho expresamente que le gustaría una tele nueva, los participantes en el estudio le regalan mucho menos la tele al Joe pobre que al rico.
Se considera superfluo para una familia pobre que pretenda una casa cerca de un hospital o en un vecindario seguro, lo que implica que, con poca renta, incluso buscar seguridad se considera un capricho innecesario
“Una implicación de este doble rasero es que la gente parece más cómoda dirigiendo y limitando las decisiones de gasto de los pobres”, resume Hagerty. Este estudio es muy revelador en el contexto actual, como indican estas investigadoras, en el que se debate el desarrollo de rentas mínimas en países como España. “Una crítica potencial al ingreso mínimo vital puede ser que las personas de bajos ingresos gastarán el dinero en cosas equivocadas”, indica Hagerty sobre el caso español. “Sin embargo, es probable que este miedo esté influido en primer lugar por una visión limitada de qué productos se consideran necesarios para las personas de bajos ingresos”, apunta.
Es algo que queda claro en otros de sus experimentos, como en el que se muestran 20 objetos de consumo cotidiano que podría comprar una familia: periódicos, mobiliario, relojes, ordenadores, material deportivo, etcétera. En todos está peor visto que los compre una familia de ingresos menores, salvo en uno: los productos de higiene corporal. Con este mismo planteamiento, se proponen 20 criterios a tener en cuenta por una familia que busca una casa nueva: garaje, aire acondicionado, vecindario ruidoso, cercanía a zonas de ocio, etcétera. Todos están peor vistos si los considera una familia de poca renta, salvo dos: que la casa esté cerca del supermercado y del transporte público. Lo que es más revelador: se considera superfluo para una familia pobre que pretenda una casa cerca de un hospital o en un vecindario seguro, lo que implica que, con poca renta, incluso buscar seguridad se considera un capricho innecesario.
“Definimos las necesidades a partir de los recursos que tiene la gente, porque lo que definimos como necesario o superfluo cambia según los ingresos de la persona”, afirma el economista Luis Miller La seguridad como un lujo para familias sin recursos también aparece en otro de los experimentos del estudio, en el que se propone la compra de un coche con sistema de cámara trasera. Incluso cuando a la audiencia se le explica que es un extra importante para la seguridad del vehículo, se considera menos necesario para una familia de pocos recursos. Está mal visto que el pobre compre un objeto que para el rico es básico para su seguridad. De nuevo, no es que el pudiente se permita más, es que el vulnerable no merece tanto, incluso si está en juego su salud.
“La principal contribución de este estudio es que definimos las necesidades a partir de los recursos que tiene la gente, porque lo que definimos como necesario o superfluo cambia según los ingresos de la persona”, el economista Luis Miller, investigador del CSIC. Y añade: “Esto tiene implicaciones importantes sobre todo en el ámbito de lo que llamamos la trampa de la pobreza, ese círculo vicioso que niega los recursos necesarios para acceder a más recursos”. Cuando se critica a un sin techo o un refugiado por tener un smartphone se considera que es un capricho innecesario, aunque para todos sea una herramienta imprescindible para relacionarnos con nuestros familiares, empleadores o clientes. Sin este tipo de recursos, es imposible romper el círculo del que habla Miller: sin una casa, una ducha, un móvil, etcétera, es imposible conseguir un trabajo que permita salir de esa trampa de la pobreza.
“Existe esta idea de que si das ayudas a una familia, haces que trabajen menos. No solo no les hace más vagos, sino que les da un bienestar y una seguridad que les hace más productivos” .
ESTHER DUFLO, PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA
“Existe esta idea de que si das ayudas a una familia, haces que trabajen menos. Un proyecto de seguimiento estuvo analizándolo y no es así”, decía recientemente Esther Duflo, premio Nobel de Economía, “no solo no les hace más vagos, sino que les da un bienestar y una seguridad que les hace más productivos”. Todas las personas necesitan salir de la “visión de túnel” que imponen las carencias, esas penurias que impiden tomar decisiones sosegadas, como explicaban Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir en su libro Escasez (Fondo de Cultura Económica): “La escasez captura nuestra atención y esto nos proporciona un beneficio muy estrecho: tenemos un mejor desempeño al ocuparnos de las necesidades más apremiantes. Pero de manera más amplia, pagamos un costo: descuidamos otros asuntos y somos menos eficientes en el resto de nuestra cotidianeidad”. Regalarle una tele al Joe pobre quizá le proporciona el estímulo emocional que le permite amanecer con más ánimo por la mañana. O no. Pero por lo general pensamos que debería conformarse con lo que tiene y centrarse en comprar lo imprescindible para subsistir.
Miller cree que estos mecanismos se producen en España de una manera más matizada, porque aquí las encuestas muestran unas preferencias claras por la redistribución y no existe con tanto peso “la figura del libertario estadounidense, ese que dice que cada cual tiene lo que se merece”. Y añade: “Aquí esos mecanismos tienen más que ver con la necesidad de diferenciarnos del pobre”. Según explica Hagerty por email, la renta de los sujetos que participaron en el estudio no influía en sus opiniones: al margen de sus ingresos, todos reducían el círculo de las compras aceptables para el Joe pobre, incluso si ponían en riesgo su salud, como una sillita para niños en el coche, un barrio sin delincuencia o un acceso cercano a un centro de salud, que se ven casi como caprichos solo si se tienen pocos ingresos. “Que le demos menos margen de maniobra a las decisiones de los desfavorecidos económicamente parece expresar nociones más básicas de mérito y autonomía”, apunta la investigadora.
Volviendo al menú de Telepizza, Hagerty tiene una respuesta clara a la luz de su trabajo: “Esta visión parcial de la necesidad también puede explicar por qué se les dio comida basura a los niños de bajos ingresos [en Madrid], cuando la misma comida puede no ser adecuada para los niños de mayores ingresos”. Y apunta que sus hallazgos sugieren que en debates como ese en realidad se están haciendo dos preguntas distintas que tendrán dos respuestas sustancialmente diferentes: ¿es necesario el acceso a alimentos saludables? y ¿es necesario el acceso a alimentos saludables para las personas de bajos ingresos? “Esto debe tenerse en cuenta en el debate político: ¿cómo se realizan las preguntas relevantes en política y qué prejuicios implícitos pueden influir en sus respuestas?”.
https://elpais.com/ciencia/2020-07-02/por-que-juzgamos-mas-duramente-las-decisiones-los-pobres.html
“Para ustedes será basura, para esos padres no era basura. Cuando hablan de esa manera, no me ofenden a mí, les ofenden a ellos”. Cuando Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, defendió con estas palabras los menús de Telepizza para menores vulnerables, quizá el debate de fondo no era sobre la calidad de la comida. Porque los especialistas no tenían dudas. Un estudio de la Universidad de Harvard recién publicado señala que quizá el debate era, en realidad, sobre lo que consideramos aceptable para las familias pobres. ¿Está ese listón más abajo para la gente con menos recursos? Unas investigadoras de la universidad estadounidense quisieron responder esa pregunta y las conclusiones de su trabajo son reveladoras: “Tenemos un doble rasero preocupante”.
A través de 11 experimentos, las investigadoras muestran que las personas de bajos ingresos son juzgadas de manera más negativa por consumir los mismos artículos que otras con mayores ingresos, lo que añade una presión social extra a las restricciones materiales que ya sufren. Pero no es porque tengan menos para gastar, sino porque se considera que sus necesidades deberían ser más frugales. “Descartamos la explicación de que a las personas de mayores ingresos se les permite consumir socialmente más simplemente porque pueden pagar más; al contrario, observamos que a las personas de bajos ingresos se les permite socialmente consumir menos porque se supone que necesitan menos”, aclara Serena Hagerty, autora principal del trabajo. Según Hagerty, las necesidades básicas tienen que ser más básicas para los pobres.
“Una implicación de este doble rasero es que la gente parece más cómoda dirigiendo y limitando las decisiones de gasto de los pobres”
SERENA HAGERTY, UNIVERSIDAD DE HARVARD
En una de las pruebas, se presenta la historia de Joe a dos grupos distintos: para uno este personaje tiene bajos ingresos, para otro tiene buena renta. A Joe le tocan 200 dólares en una rifa, ¿está bien que los gaste en una televisión nueva? Si Joe tiene pocos ingresos, está mucho peor visto que si tiene una vida acomodada. Curiosamente, hay un grupo de control al que no se le dice nada sobre la situación económica de Joe. Para este grupo, es igual de permisible que el Joe neutro se compre la tele que para el grupo del Joe rico. Solo está mal visto para el pobre.
A medida que se profundiza en el estudio, publicado en PNAS, los experimentos se van complicando para perfilar mejor los mecanismos que juzgan a las personas según sus recursos. Por ejemplo, en otro se pregunta qué tarjeta regalo le regalarían al Joe pobre o al Joe rico, una de 100 dólares para comprar comida o una de 200 para una tele. El Joe pobre recibe sobre todo la tarjeta para comida mientras el Joe rico recibe la que permite comprar una tele, que supone el doble de dinero. De promedio, finalmente, se le regalan 125 dólares al Joe pobre y 152 al rico. Es decir, incluso cuando se trata de un regalo, quien tiene más merece más y quien tiene menos, obtiene un regalo inferior. Incluso si saben que Joe ha dicho expresamente que le gustaría una tele nueva, los participantes en el estudio le regalan mucho menos la tele al Joe pobre que al rico.
Se considera superfluo para una familia pobre que pretenda una casa cerca de un hospital o en un vecindario seguro, lo que implica que, con poca renta, incluso buscar seguridad se considera un capricho innecesario
“Una implicación de este doble rasero es que la gente parece más cómoda dirigiendo y limitando las decisiones de gasto de los pobres”, resume Hagerty. Este estudio es muy revelador en el contexto actual, como indican estas investigadoras, en el que se debate el desarrollo de rentas mínimas en países como España. “Una crítica potencial al ingreso mínimo vital puede ser que las personas de bajos ingresos gastarán el dinero en cosas equivocadas”, indica Hagerty sobre el caso español. “Sin embargo, es probable que este miedo esté influido en primer lugar por una visión limitada de qué productos se consideran necesarios para las personas de bajos ingresos”, apunta.
Es algo que queda claro en otros de sus experimentos, como en el que se muestran 20 objetos de consumo cotidiano que podría comprar una familia: periódicos, mobiliario, relojes, ordenadores, material deportivo, etcétera. En todos está peor visto que los compre una familia de ingresos menores, salvo en uno: los productos de higiene corporal. Con este mismo planteamiento, se proponen 20 criterios a tener en cuenta por una familia que busca una casa nueva: garaje, aire acondicionado, vecindario ruidoso, cercanía a zonas de ocio, etcétera. Todos están peor vistos si los considera una familia de poca renta, salvo dos: que la casa esté cerca del supermercado y del transporte público. Lo que es más revelador: se considera superfluo para una familia pobre que pretenda una casa cerca de un hospital o en un vecindario seguro, lo que implica que, con poca renta, incluso buscar seguridad se considera un capricho innecesario.
“Definimos las necesidades a partir de los recursos que tiene la gente, porque lo que definimos como necesario o superfluo cambia según los ingresos de la persona”, afirma el economista Luis Miller La seguridad como un lujo para familias sin recursos también aparece en otro de los experimentos del estudio, en el que se propone la compra de un coche con sistema de cámara trasera. Incluso cuando a la audiencia se le explica que es un extra importante para la seguridad del vehículo, se considera menos necesario para una familia de pocos recursos. Está mal visto que el pobre compre un objeto que para el rico es básico para su seguridad. De nuevo, no es que el pudiente se permita más, es que el vulnerable no merece tanto, incluso si está en juego su salud.
“La principal contribución de este estudio es que definimos las necesidades a partir de los recursos que tiene la gente, porque lo que definimos como necesario o superfluo cambia según los ingresos de la persona”, el economista Luis Miller, investigador del CSIC. Y añade: “Esto tiene implicaciones importantes sobre todo en el ámbito de lo que llamamos la trampa de la pobreza, ese círculo vicioso que niega los recursos necesarios para acceder a más recursos”. Cuando se critica a un sin techo o un refugiado por tener un smartphone se considera que es un capricho innecesario, aunque para todos sea una herramienta imprescindible para relacionarnos con nuestros familiares, empleadores o clientes. Sin este tipo de recursos, es imposible romper el círculo del que habla Miller: sin una casa, una ducha, un móvil, etcétera, es imposible conseguir un trabajo que permita salir de esa trampa de la pobreza.
“Existe esta idea de que si das ayudas a una familia, haces que trabajen menos. No solo no les hace más vagos, sino que les da un bienestar y una seguridad que les hace más productivos” .
ESTHER DUFLO, PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA
“Existe esta idea de que si das ayudas a una familia, haces que trabajen menos. Un proyecto de seguimiento estuvo analizándolo y no es así”, decía recientemente Esther Duflo, premio Nobel de Economía, “no solo no les hace más vagos, sino que les da un bienestar y una seguridad que les hace más productivos”. Todas las personas necesitan salir de la “visión de túnel” que imponen las carencias, esas penurias que impiden tomar decisiones sosegadas, como explicaban Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir en su libro Escasez (Fondo de Cultura Económica): “La escasez captura nuestra atención y esto nos proporciona un beneficio muy estrecho: tenemos un mejor desempeño al ocuparnos de las necesidades más apremiantes. Pero de manera más amplia, pagamos un costo: descuidamos otros asuntos y somos menos eficientes en el resto de nuestra cotidianeidad”. Regalarle una tele al Joe pobre quizá le proporciona el estímulo emocional que le permite amanecer con más ánimo por la mañana. O no. Pero por lo general pensamos que debería conformarse con lo que tiene y centrarse en comprar lo imprescindible para subsistir.
Miller cree que estos mecanismos se producen en España de una manera más matizada, porque aquí las encuestas muestran unas preferencias claras por la redistribución y no existe con tanto peso “la figura del libertario estadounidense, ese que dice que cada cual tiene lo que se merece”. Y añade: “Aquí esos mecanismos tienen más que ver con la necesidad de diferenciarnos del pobre”. Según explica Hagerty por email, la renta de los sujetos que participaron en el estudio no influía en sus opiniones: al margen de sus ingresos, todos reducían el círculo de las compras aceptables para el Joe pobre, incluso si ponían en riesgo su salud, como una sillita para niños en el coche, un barrio sin delincuencia o un acceso cercano a un centro de salud, que se ven casi como caprichos solo si se tienen pocos ingresos. “Que le demos menos margen de maniobra a las decisiones de los desfavorecidos económicamente parece expresar nociones más básicas de mérito y autonomía”, apunta la investigadora.
Volviendo al menú de Telepizza, Hagerty tiene una respuesta clara a la luz de su trabajo: “Esta visión parcial de la necesidad también puede explicar por qué se les dio comida basura a los niños de bajos ingresos [en Madrid], cuando la misma comida puede no ser adecuada para los niños de mayores ingresos”. Y apunta que sus hallazgos sugieren que en debates como ese en realidad se están haciendo dos preguntas distintas que tendrán dos respuestas sustancialmente diferentes: ¿es necesario el acceso a alimentos saludables? y ¿es necesario el acceso a alimentos saludables para las personas de bajos ingresos? “Esto debe tenerse en cuenta en el debate político: ¿cómo se realizan las preguntas relevantes en política y qué prejuicios implícitos pueden influir en sus respuestas?”.
https://elpais.com/ciencia/2020-07-02/por-que-juzgamos-mas-duramente-las-decisiones-los-pobres.html
Los ultrarricos que piden a sus gobiernos pagar más impuestos por la crisis de coronavirus
Entrar en el selecto segmento de los ultrarricos requiere contar con un patrimonio superior a los US$30 millones de dólares.
Participar en el aún más pequeño grupo de "Multimillonarios para la Humanidad" exige tener una visión distinta a la mayor parte de este colectivo.
Hasta 83 ultrarricos de distintos países (ya más de 1000) han firmado una carta en la que piden a sus gobiernos que les suban los impuestos para contribuir en la factura de los nuevos programas gubernamentales destinados a reactivar la economía tras la pandemia de covid-19.
Están convencidos de que vivir disfrutando de grandes sumas de dinero y la seguridad que esto aporta sin contribuir a la sociedad "está mal".
"Hoy, nosotros, los millonarios y multimillonarios que suscribimos esta misiva les pedimos a nuestros gobiernos que nos aumenten los impuestos. Inmediatamente. Sustancialmente. Permanentemente", escribieron en una carta abierta.
"Los más ricos en Chile ganan como los más ricos de Alemania y los más pobres como en Mongolia"
"Tenemos mucho dinero"
"No estamos conduciendo las ambulancias que llevan a los enfermos a los hospitales. Ni reabasteciendo los estantes de los supermercados ni haciendo delivery de comida de puerta a puerta", dicen, haciendo referencia a las actividades que han estado en la primera línea durante la fase de confinamiento.
"Pero sí tenemos dinero, mucho. Dinero que ahora se necesita desesperadamente", escriben.
"Tenemos una enorme deuda con las personas que trabajan en la primera línea de esta batalla global. La mayoría de los trabajadores esenciales están muy mal pagados para la responsabilidad que tienen".
El documento lleva la firma de distintas personalidades, entre las que se incluye la heredera de Walt Disney Co., Abigail Disney, el ex director gerente de BlackRock Inc., Morris Pearl, y el empresario danés-iraní Djaffar Shalchi.
Abigail Disney dijo una vez que de joven se avergonzaba de su fortuna.
También el guionista y director británico Richard Curtis y el cofundador de la marca de helados Ben & Jerry, Jerry Greenfield aparecen en la lista de los firmantes.
En su carta, los ultrarricos "explican que el impacto de la crisis actual se sentirá durante décadas y podría empujar a otros 500 millones de personas a la pobreza. Esto, dicen, es un problema que no se puede resolver con la caridad, por generosa que sea", cuenta Theo Leggett, corresponsal de Negocios de la BBC.
"Por lo tanto, los impuestos sobre los ultrarricos deberían aumentarse de forma permanente para ayudar a pagar los sistemas de salud, las escuelas y la seguridad", añade.
"Buena idea"
Para Arun Advani, profesor de la Universidad de Warwick, Reino Unido, un impuesto al patrimonio, como el que proponen los ultra ricos es "muy buena idea".
"La pandemia de covid-19 ha expuesto deficiencias en nuestros servicios públicos después de una década de recortes en términos reales, lo que significa que rara vez ha habido un momento más urgente u oportuno para pensar en grande sobre los impuestos", le dijo a BBC Mundo.
Jeff Bezos, propietario de Amazon, es junto a Bill Gates uno de los hombres más ricos del mundo. A la espera del G-20
Esta petición se produce antes de la reunión este fin de semana de ministros de Finanzas del G-20, el grupo de países que representan el 85% de la economía mundial.
A medida que los países se esfuerzan por responder al impacto económico de la pandemia global, muchos ya han puesto la atención en los sistemas impositivos.
En Reino Unido, el grupo de expertos del Instituto de Estudios Fiscales dijo que los impuestos más altos son inevitables para una gran parte de la sociedad, no solo para los súperricos.
Y a principios de este mes, el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, indicó que su gobierno evalúa si introducir impuestos más altos.
Rusia también analiza mayores gravámenes.
Por su parte, Arabia Saudita ya ha aumentado el IVA para compensar los efectos económicos de la pandemia y la caída en los precios del petróleo.
Pero el reclamo de un sistema fiscal más justo no es nuevo.
Varios de los firmantes pertenecen también al grupo de "Millonarios Patrióticos", unos 200 ultrarricos que ya antes de la pandemia pedían que les subieran los impuestos.
Bloomberg recogía declaraciones de algunos miembros en las que afirmaban sentirse "culpables" de ser tan ricos y reconocían haber tenido muchas ventajas en la vida al nacer directamente en una familia adinerada.
Subir el impuesto a la fortuna o patrimonio de los más ricos por una sola vez, como una especie de "tasa solidaria" frente a la pandemia, es una de las propuestas que se han oído.
Varias críticas
Otros, como Karen Seal Stewart, reconocen haber sacado ventaja de su profundo conocimiento de "las leyes fiscales extremadamente favorables".
"Casi todos los que tienen una cantidad significativa de riqueza en Estados Unidos se han beneficiado al menos en cierto nivel del trato preferencial que nuestro código tributario le da a los ricos".
Quienes critican a estos ultrarricos apuntan precisamente a que durante años han aprovechado las favorables condiciones para su fortuna, aunque ahora pidan algo distinto.
Además, dicen, nadie les impide pagar más impuestos de forma voluntaria.
"Hay entre 10 y 12 millones de millonarios en este país y solo somos 200, ¿qué diferencia podemos hacer?", dijo Seal Stewart en una entrevista a principios de este año.
"Creo que la pandemia ha llevado a las personas a ver cuánto dependen del Estado, por lo que existe una verdadera disposición a pagar más. Pero obviamente es difícil saberlo", sentencia el profesor Advani.
Participar en el aún más pequeño grupo de "Multimillonarios para la Humanidad" exige tener una visión distinta a la mayor parte de este colectivo.
Hasta 83 ultrarricos de distintos países (ya más de 1000) han firmado una carta en la que piden a sus gobiernos que les suban los impuestos para contribuir en la factura de los nuevos programas gubernamentales destinados a reactivar la economía tras la pandemia de covid-19.
Están convencidos de que vivir disfrutando de grandes sumas de dinero y la seguridad que esto aporta sin contribuir a la sociedad "está mal".
"Hoy, nosotros, los millonarios y multimillonarios que suscribimos esta misiva les pedimos a nuestros gobiernos que nos aumenten los impuestos. Inmediatamente. Sustancialmente. Permanentemente", escribieron en una carta abierta.
"Los más ricos en Chile ganan como los más ricos de Alemania y los más pobres como en Mongolia"
"Tenemos mucho dinero"
"No estamos conduciendo las ambulancias que llevan a los enfermos a los hospitales. Ni reabasteciendo los estantes de los supermercados ni haciendo delivery de comida de puerta a puerta", dicen, haciendo referencia a las actividades que han estado en la primera línea durante la fase de confinamiento.
"Pero sí tenemos dinero, mucho. Dinero que ahora se necesita desesperadamente", escriben.
"Tenemos una enorme deuda con las personas que trabajan en la primera línea de esta batalla global. La mayoría de los trabajadores esenciales están muy mal pagados para la responsabilidad que tienen".
El documento lleva la firma de distintas personalidades, entre las que se incluye la heredera de Walt Disney Co., Abigail Disney, el ex director gerente de BlackRock Inc., Morris Pearl, y el empresario danés-iraní Djaffar Shalchi.
Abigail Disney dijo una vez que de joven se avergonzaba de su fortuna.
También el guionista y director británico Richard Curtis y el cofundador de la marca de helados Ben & Jerry, Jerry Greenfield aparecen en la lista de los firmantes.
En su carta, los ultrarricos "explican que el impacto de la crisis actual se sentirá durante décadas y podría empujar a otros 500 millones de personas a la pobreza. Esto, dicen, es un problema que no se puede resolver con la caridad, por generosa que sea", cuenta Theo Leggett, corresponsal de Negocios de la BBC.
"Por lo tanto, los impuestos sobre los ultrarricos deberían aumentarse de forma permanente para ayudar a pagar los sistemas de salud, las escuelas y la seguridad", añade.
"Buena idea"
Para Arun Advani, profesor de la Universidad de Warwick, Reino Unido, un impuesto al patrimonio, como el que proponen los ultra ricos es "muy buena idea".
"La pandemia de covid-19 ha expuesto deficiencias en nuestros servicios públicos después de una década de recortes en términos reales, lo que significa que rara vez ha habido un momento más urgente u oportuno para pensar en grande sobre los impuestos", le dijo a BBC Mundo.
Jeff Bezos, propietario de Amazon, es junto a Bill Gates uno de los hombres más ricos del mundo. A la espera del G-20
Esta petición se produce antes de la reunión este fin de semana de ministros de Finanzas del G-20, el grupo de países que representan el 85% de la economía mundial.
A medida que los países se esfuerzan por responder al impacto económico de la pandemia global, muchos ya han puesto la atención en los sistemas impositivos.
En Reino Unido, el grupo de expertos del Instituto de Estudios Fiscales dijo que los impuestos más altos son inevitables para una gran parte de la sociedad, no solo para los súperricos.
Y a principios de este mes, el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, indicó que su gobierno evalúa si introducir impuestos más altos.
Rusia también analiza mayores gravámenes.
Por su parte, Arabia Saudita ya ha aumentado el IVA para compensar los efectos económicos de la pandemia y la caída en los precios del petróleo.
Pero el reclamo de un sistema fiscal más justo no es nuevo.
Varios de los firmantes pertenecen también al grupo de "Millonarios Patrióticos", unos 200 ultrarricos que ya antes de la pandemia pedían que les subieran los impuestos.
Bloomberg recogía declaraciones de algunos miembros en las que afirmaban sentirse "culpables" de ser tan ricos y reconocían haber tenido muchas ventajas en la vida al nacer directamente en una familia adinerada.
Subir el impuesto a la fortuna o patrimonio de los más ricos por una sola vez, como una especie de "tasa solidaria" frente a la pandemia, es una de las propuestas que se han oído.
Varias críticas
Otros, como Karen Seal Stewart, reconocen haber sacado ventaja de su profundo conocimiento de "las leyes fiscales extremadamente favorables".
"Casi todos los que tienen una cantidad significativa de riqueza en Estados Unidos se han beneficiado al menos en cierto nivel del trato preferencial que nuestro código tributario le da a los ricos".
Quienes critican a estos ultrarricos apuntan precisamente a que durante años han aprovechado las favorables condiciones para su fortuna, aunque ahora pidan algo distinto.
Además, dicen, nadie les impide pagar más impuestos de forma voluntaria.
"Hay entre 10 y 12 millones de millonarios en este país y solo somos 200, ¿qué diferencia podemos hacer?", dijo Seal Stewart en una entrevista a principios de este año.
"Creo que la pandemia ha llevado a las personas a ver cuánto dependen del Estado, por lo que existe una verdadera disposición a pagar más. Pero obviamente es difícil saberlo", sentencia el profesor Advani.
jueves, 20 de agosto de 2020
_- El juego importa más que nunca
_- El primer fin de semana de cuarentena, mis hijas tomaron tiza para la acera, hicieron una tabla de rayuela en el patio de nuestro edificio y pasaron más de una hora en el ventoso clima de marzo saltando de alegría, con el pelo al viento. En los últimos meses, se han subido a rocas y alrededor de vallas irregulares en parques abandonados; construyeron hospitales para sus enfermas muñecas American Girl, Blaire y Nanea, que fueron abatidas por una misteriosa enfermedad que las mantuvo en cama durante semanas; y arrojó muchas piedras a un lago.
No importa cuál sea la situación o cuán lejos estemos de su vida normal, mis hijos juegan. Y de eso se trata esta colección de historias: cómo juegan los niños y por qué es importante.
Drop us a line here.
Lea la serie completa aquí.
Los juegos que juegan los niños no son tonterías: están llenos de significado cultural; ayudan a los niños (y coyotes y gorilas) a desarrollar empatía; fomentan la resiliencia; ayudan al desarrollo motor; y ayudan a los niños a superar sus sentimientos en torno a eventos inquietantes, como una pandemia global, productivamente.
El juego incluso se usa como terapia para los niños que han vivido un trauma monstruoso, porque puede ayudar a los niños a regular su ansiedad, darles una sensación de control sobre sus vidas y, en última instancia, ayudarlos a sentirse seguros.
Esperamos que estas historias sobre el juego lo sorprendan y deleiten con nuevos detalles sobre una parte fundamental de la vida de sus hijos, y le informen sobre la forma en que los niños juegan ahora. Pero también esperamos que le recuerden que incluso en los momentos más difíciles, nuestros hijos son capaces de una alegría sin límites, y que su imaginación fértil proporciona consuelo cuando nuestro mundo adulto se queda corto.
Pequeñas victorias
La crianza de los hijos puede ser una rutina. Celebremos las pequeñas victorias.
Me senté por un segundo en la cama de mi hijo de 3 años. Sin previo aviso, me trajo mi libro y dijo: "¡Mamá, lees, yo juego!" ¡Me relajé y leí mi libro mientras él jugaba solo en su habitación! - Gabby Hernández, McAllen, Texas.
NYT
No importa cuál sea la situación o cuán lejos estemos de su vida normal, mis hijos juegan. Y de eso se trata esta colección de historias: cómo juegan los niños y por qué es importante.
Drop us a line here.
Lea la serie completa aquí.
Los juegos que juegan los niños no son tonterías: están llenos de significado cultural; ayudan a los niños (y coyotes y gorilas) a desarrollar empatía; fomentan la resiliencia; ayudan al desarrollo motor; y ayudan a los niños a superar sus sentimientos en torno a eventos inquietantes, como una pandemia global, productivamente.
El juego incluso se usa como terapia para los niños que han vivido un trauma monstruoso, porque puede ayudar a los niños a regular su ansiedad, darles una sensación de control sobre sus vidas y, en última instancia, ayudarlos a sentirse seguros.
Esperamos que estas historias sobre el juego lo sorprendan y deleiten con nuevos detalles sobre una parte fundamental de la vida de sus hijos, y le informen sobre la forma en que los niños juegan ahora. Pero también esperamos que le recuerden que incluso en los momentos más difíciles, nuestros hijos son capaces de una alegría sin límites, y que su imaginación fértil proporciona consuelo cuando nuestro mundo adulto se queda corto.
Pequeñas victorias
La crianza de los hijos puede ser una rutina. Celebremos las pequeñas victorias.
Me senté por un segundo en la cama de mi hijo de 3 años. Sin previo aviso, me trajo mi libro y dijo: "¡Mamá, lees, yo juego!" ¡Me relajé y leí mi libro mientras él jugaba solo en su habitación! - Gabby Hernández, McAllen, Texas.
NYT
miércoles, 19 de agosto de 2020
Síntomas del covid-19
Los síntomas notificados por personas con COVID-19 varían desde aquellos que presentan síntomas leves hasta quienes se enferman gravemente. Los síntomas pueden aparecer 2 a 14 días después de la exposición al virus. Las personas con estos síntomas podrían tener COVID-19:
Fiebre o escalofríos
Tos
Dificultad para respirar (sentir que le falta el aire)
Fatiga
Dolores musculares y corporales
Dolor de cabeza
Pérdida reciente del olfato o el gusto
Dolor de garganta
Congestión o moqueo
Náuseas o vómitos
Diarrea
Esta lista no incluye todos los síntomas posibles.
Los CDC seguirán actualizando esta lista a medida que aprendamos más acerca del COVID-19.
Fiebre o escalofríos
Tos
Dificultad para respirar (sentir que le falta el aire)
Fatiga
Dolores musculares y corporales
Dolor de cabeza
Pérdida reciente del olfato o el gusto
Dolor de garganta
Congestión o moqueo
Náuseas o vómitos
Diarrea
Esta lista no incluye todos los síntomas posibles.
Los CDC seguirán actualizando esta lista a medida que aprendamos más acerca del COVID-19.
La carta abierta contra cancel culture trata de asfixiar la libertad de expresión, no de protegerla
Fuentes: jonathan-cook.net
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Las críticas de cancel culture (1) en realidad están dirigidas a apuntalar el discurso que refuerza el statu quo.
Una carta abierta publicada por la revista Harper’s, firmada por 150 escritores prominentes y figuras públicas, ha centrado la atención en los peligros de la corriente denominada cancel culture.
La carta reúne una cuestionable alianza de genuinos izquierdistas como Noam Chomsky y Matt Karp, centristas como JK Rowling e Ian Buruma y neoconservadores como David Frum y Bari Weiss, todos en defensa de la libertad de expresión.
Aunque la carta no usa explícitamente el término cancel culture, es claramente lo que se entiende en la queja sobre un clima cultural «asfixiante» que impone la “conformidad ideológica» y debilita las «normas de debate abierto y la tolerancia de las diferencias».
Es fácil estar de acuerdo con el argumento generalizado de la carta en favor de la tolerancia y el debate libre y justo. Pero la realidad es que muchos de los que firmaron son completamente hipócritas, que han demostrado exactamente cero compromiso con la libertad de expresión, ya sea en sus palabras o en sus actos.
Además la intención de muchos de ellos al firmar la carta es lo contrario de su objetivo declarado: quieren asfixiar la libertad de expresión, no protegerla.
Para comprender lo que realmente está sucediendo con esta carta, primero debemos analizar los motivos en lugar de la sustancia de la carta.
Un nuevo antiliberalismo
Cancel culture comenzó como la vergüenza, a menudo en las redes sociales, de las personas que se decía que habían dicho cosas ofensivas. Pero en los últimos tiempos se ha vuelto en ocasiones más tangible, como señala la carta, con personas despedidas o a quienes se les niega la oportunidad de hablar en un lugar público o publicar su trabajo.
La carta denuncia este tipo supuestamente nuevo de antiliberalismo:
“Mantenemos el valor vigoroso e incluso cáustico del contradiscurso en todos los sectores. Pero ahora es demasiado común escuchar llamados a represalias rápidas y severas en respuesta a las transgresiones percibidas del habla y el pensamiento… Se despide a los editores por artículos controvertidos, se retiran libros por presunta falta de autenticidad, se prohíbe a los periodistas escribir sobre ciertos temas, se investiga a los profesores por citar determinados trabajos literarios en las aulas… El resultado es que se estrechan constantemente los límites de lo que se puede decir sin la amenaza de represalias. Ya estamos pagando el precio con más miedo por parte de los escritores, artistas y periodistas que temen por sus medios de vida si se apartan del consenso o incluso por si se considera que carecen de celo suficiente en su cometido».
Engañosa política de identidad
La variedad de firmantes es en realidad más preocupante que tranquilizadora. Si viviéramos en un mundo más justo, algunos de los que firman, como Frum -un exredactor de discursos del presidente George W. Bush- y Anne-Marie Slaughter -exfuncionaria del Departamento de Estado de los Estados Unidos- enfrentarían un juicio ante la Corte Penal Internacional de La Haya por sus roles en la promoción de «intervenciones» en Irak y Libia respectivamente. No son precisamente campeones de la libertad de expresión.
Es evidente que las diversas personas han firmado la carta por razones muy diferentes.
Chomsky firmó porque ha sido un defensor constante y permanente del derecho a la libertad de expresión, incluso para aquellos con opiniones atroces como la negación del Holocausto.
Frum, quien acuñó el término «eje del mal» y racionalizó la invasión de Irak, y Weiss, un columnista del New York Times, firmaron porque encontraron que sus vidas eran más difíciles. Es cierto que es fácil para ellos dominar las plataformas en los medios corporativos al tiempo que abogan por guerras criminales en el extranjero y no han pagado ningún precio de cuando sus análisis y predicciones han resultado tonterías muy peligrosas. Pero ahora están sintiendo la reacción violenta en los campus universitarios y las redes sociales.
Mientras tanto centristas como Buruma y Rowling han descubierto que cada vez es más difícil navegar por el complicado terreno de la política de identidad sin tropezar. El daño a la reputación puede tener serias consecuencias.
Buruma perdió su trabajo como editor de New York Review of Books hace dos años después de que publicó y defendió un artículo que violaba el nuevo espíritu del movimiento #MeToo. Y Rowling cometió el error de pensar que sus seguidores estarían tan fascinados por sus puntos de vista tradicionales sobre temas transgénero como lo están por sus libros de Harry Potter.
Fake news y “troles rusos”
Pero el hecho de que todos estos escritores e intelectuales estén de acuerdo en que hay que pagar un precio en el nuevo y más sensible clima cultural no implica que todos estén igualmente interesados en proteger el derecho a ser controversial o franco.
Chomsky, alto y claro, defiende la libertad de expresión para todos, porque entiende correctamente que los poderosos están demasiado interesados en encontrar justificaciones para silenciar a aquellos que desafían su poder. Las élites protegen la libertad de expresión solo en la medida en que sirve a sus intereses para dominar el espacio público.
Si los de la izquierda progresista no defienden los derechos de expresión de todos, incluso de sus oponentes políticos, pronto cualquier restricción se volverá contra ellos. El establishment siempre tolerará el discurso de odio de un Trump o un Bolsonaro sobre el discurso de justicia de un Sanders o un Corbyn.
Por el contrario la mayoría del resto de los que firmaron, los derechistas y los centristas, están interesados en la libertad de expresión para ellos y para quienes gustan de ellos. Les importa proteger la libertad de expresión solo en la medida en que les permita continuar dominando el espacio público con sus puntos de vista, algo a lo que estaban demasiado acostumbrados hasta hace unos años, antes de que las redes sociales comenzaran a nivelar un poco el campo de juego.
El centro y la derecha han estado luchando desde entonces con afirmaciones de que cualquiera que desafíe seriamente el statu quo neoliberal en casa y el neoconservador en el extranjero está promoviendo fake news o es un «trol ruso». Esta actualización de la acusación de «antiamericano» encarna cancel culture en su peor aspecto.
Responsabilidad de las redes sociales
En otras palabras, aparte del caso de algunos progresistas, la carta es simplemente una súplica especial: un retorno al statu quo. Y por esa razón, como veremos, Chomsky podría haber sido mejor aconsejado y no haber agregado su nombre por mucho que esté de acuerdo con los vagos sentimientos del discurso de la carta, aparentemente a favor de la libertad.
Lo sorprendente de una proporción significativa de los que firmaron es su autoidentificación como fervientes partidarios de Israel. Y como los críticos de Israel saben muy bien, los defensores de Israel han estado en la vanguardia de cancel culture desde mucho antes de que se acuñase el término.
Durante décadas los activistas proisraelíes han tratado de silenciar a cualquiera que critique seriamente a este pequeño Estado altamente militarizado, patrocinado por las potencias coloniales, que se implantó en una región rica en recursos naturales, como el petróleo, necesarios para lubricar la economía global y a un costo terrible para su población nativa palestina.
Nada debería alentarnos a creer que los entusiastas defensores de Israel entre los que firman la carta ahora han visto el error de sus caminos. Su nueva preocupación por la libertad de expresión es simplemente evidencia de que han comenzado a sufrir la cancel culture que siempre han promovido en relación con Israel.
Ellos han perdido el control de cancel culture debido a dos desarrollos recientes: un rápido crecimiento en las políticas de identidad entre liberales e izquierdistas y una nueva demanda popular de «responsabilidades» generada por el auge de las redes sociales.
Cancelar las críticas a Israel
De hecho, a pesar de sus declaraciones de preocupación, la evidencia sugiere que algunos de los que firmaron la carta han intensificado su propia contribución para utilizar cancel culture en relación con Israel en lugar de cuestionarla.
Eso no es sorprendente. La necesidad de contrarrestar las críticas a Israel se ha vuelto más apremiante a medida que claramente Israel se ha convertido en un Estado paria. Israel se ha negado a mantener conversaciones de paz con los palestinos y ha intensificado sus esfuerzos para realizar llevar a cabo sus planes de siempre de anexar franjas de Cisjordania en violación del derecho internacional.
En lugar de permitir el «vigoroso y cáustico contradiscurso de todos los sectores» en Israel, los partidarios del Estado israelí han preferido las tácticas de aquellos identificados en la carta como enemigos de la libertad de expresión: «respuesta rápida y severa a las transgresiones del habla y el pensamiento».
Pregunten a Jeremy Corbyn, el exlíder del Partido Laborista que fue injuriado, junto con sus partidarios, como antisemita, una de las peores manchas imaginables por varias personas en la lista de Harper’s, incluidos Rowling y Weiss. Tales reclamos fueron promovidos a pesar de que sus críticos no pudieron presentar evidencia real de un problema de antisemitismo en el Partido Laborista.
Del mismo modo piensen en el tratamiento a los activistas solidarios palestinos que apoyan el boicot a Israel (BDS) inspirado en el que ayudó a impulsar a los líderes de Sudáfrica a renunciar al apartheid. Los activistas del BDS también han sido calificados de antisemitas y Weiss nuevamente ha sido el principal detractor.
Los incidentes resaltados en la carta de Harper’s en la que supuestamente las personas han sido excluidas son triviales en comparación con la cancelación de un partido político importante y de un movimiento que se solidariza con un pueblo que ha estado oprimido durante décadas.
Y sin embargo, ¿cuántos de estos guerreros de la libertad de expresión han denunciado el hecho de que los izquierdistas, incluidos muchos antisionistas judíos, han sido tachados de antisemitas para evitar que participen en debates sobre el comportamiento de Israel y sus abusos de los derechos de los palestinos?
¿Cuántos de ellos han denunciado la imposición de una nueva definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto que ha ido ganando terreno rápidamente en los países occidentales?
Esa definición está diseñada para silenciar a una gran parte de la izquierda al priorizar las críticas a la seguridad de Israel antes que el que los judíos sean vilipendiados y atacados, algo que incluso el abogado que escribió la definición ha lamentado.
¿Por qué nada de esta cancel culture ha provocado una carta abierta a Harper’s de estos defensores de la libertad de expresión?
Espada de doble filo
La verdad es que muchos de los que firmaron la carta no defienden la libertad de expresión, sino su derecho a seguir dominando la plaza pública y su derecho a hacerlo sin asumir responsabilidades.
Bari Weiss antes de conseguir un trabajo en el Wall Street Journal y luego en el New York Times pasó sus años estudiantiles tratando de expulsar a los profesores musulmanes de su universidad y “cancelarlos” debido a sus críticas a Israel. Y lo hizo explícitamente bajo la bandera de la «libertad académica», alegando que los estudiantes pro-Israel se sentían intimidados en las aulas.
La Unión de Libertades Civiles de Nueva York concluyó que era Weiss, no los profesores, la verdadera amenaza para la libertad académica. No fue un pecado de juventud, en un libro del año pasado Weiss citó sus esfuerzos para librar a la universidad de Columbia de estos profesores como una experiencia formativa en la que todavía se basa.
Weiss y muchos de los otros enumerados en la carta están enojados porque las herramientas retóricas que usaron durante tanto tiempo para asfixiar la libertad de expresión de los demás ahora se han vuelto contra ellos. Aquellos que vivieron durante tanto tiempo con la espada de la política de identidad en Israel, por ejemplo, están preocupados de que su reputación pueda morir por esa misma espada en cuestiones de raza, sexo y género.
Preocupación narcisista
Para comprender cómo cancel culture es fundamental para la cosmovisión de muchos de estos escritores e intelectuales, y cuán ciegos están de su propia complicidad en esa cultura, consideren el caso de Jonathan Freedland, columnista del periódico británico supuestamente liberal de izquierda Guardian. Aunque Freedland no se encuentra entre los que firman la carta está muy alineado con los firmantes centristas y, por supuesto, apoyó la carta en un artículo publicado en The Guardian.
Freedland, debemos señalar, lideró la campaña cancel culture contra el Partido Laborista mencionada anteriormente. Fue una de las figuras claves en la comunidad judía de Gran Bretaña que dio vida a las manchas de antisemitismo contra Corbyn y sus partidarios.
Pero tengan en cuenta este breve clip. En él se puede escuchar como cruje la voz de Freedland mientras explica que él mismo ha sido víctima de cancel culture: confiesa que ha sufrido abusos verbales y emocionales a manos de los apologistas más extremistas de Israel, aquellos que son aún más incondicionalmente pro-Israel que él.
Dice que le han llamado kapo, el término para los colaboradores judíos en los campos de concentración nazis, y sonderkommando, los judíos que eliminaron los cuerpos de otros judíos muertos en las cámaras de gas. Admite que ese abuso «se introduce bajo la piel» y «duele tremendamente».
Y, sin embargo, a pesar del dolor personal que ha experimentado por ser acusado injustamente, de ser cancelado por una sección de su propia comunidad, Freedland ha estado a la vanguardia de la campaña para denostar a los críticos de Israel, incluidos los judíos antisionistas, tachándolos de antisemitas sobre la más débil de las evidencias.
Es completamente inconsciente de la naturaleza destructiva de cancel culture a menos que se la apliquen a él. Su preocupación es puramente narcisista. Y lo mismo ocurre con la mayoría de los que firmaron la carta
Conduciendo un monólogo
El concepto principal de la carta es la pretensión de que el «antiliberalismo» es un fenómeno nuevo, que la libertad de expresión está bajo amenaza y que cancel culture solo se vio en el momento en que se le dio nombre.
Eso es simplemente una tontería. Cualquier persona mayor de 35 años puede recordar fácilmente una época en la que los periódicos y los sitios web no tenían una sección de replicas, cuando los blogs eran pocos y raramente leídos y cuando no había redes sociales en las que desafiar o responsabilizar a «la flor y nata».
Escritores y columnistas como los que firmaron la carta pudieron soltar monólogos en los que revelaron sus opiniones al resto de nosotros como si fueran Moisés bajando las tablas de la cima de la montaña.
En aquellos días nadie notó la cultura de cancelación, o no se permitía hablar de ella. Y eso se debió a que solo aquellos que tenían opiniones satisfactorias alguna vez encontraron una plataforma de medios desde la cual presentar esas opiniones.
Antes de la revolución digital si se discrepaba del estrecho consenso impuesto por los propietarios multimillonarios de los medios corporativos, todo lo que se podía hacer era imprimir un primitivo boletín propio y enviarlo por correo a un puñado de personas que habían oído hablar de usted.
Esa fue la verdadera cultura de cancelación. Y la prueba está en el hecho de que muchos de esos escritores anteriormente oscuros descubrieron rápidamente que podían acumular decenas de miles de seguidores, sin la ayuda de los medios corporativos tradicionales, cuando tenían acceso a blogs y redes sociales.
Silenciar a la izquierda
Lo que nos lleva al aspecto más preocupante de la carta abierta en Harper’s. Al amparo de los llamados a la tolerancia, dada la credibilidad por el nombre de Chomsky, una proporción de los firmantes en realidad quiere restringir la libertad de expresión de un sector de la población, precisamente la parte influenciada por Chomsky.
No están en contra de la gran cancel culture de la que se han beneficiado durante tanto tiempo. Están en contra de la pequeña cultura de cancelación, el nuevo entorno mediático más caótico y más democrático del que disfrutamos actualmente, en el que se les exige por primera vez que respondan por sus puntos de vista en una variedad de temas, incluido Israel.
Así como Weiss intentó que despidieran a los profesores bajo el reclamo de libertad académica, muchos de estos escritores y figuras públicas están usando la bandera de la libertad de expresión para desacreditar el discurso que no les gusta, el que expone el vacío de sus propias posiciones.
Sus críticas a la cancel culture se refieren realmente a priorizar el discurso «responsable», definido como el discurso compartido por los centristas y el derecho que respalda el statu quo. Quieren regresar a una época en que la izquierda progresista, aquellos que buscan alterar un consenso fabricado, que desafían las presuntas verdades de la ortodoxia neoliberal y neoconservadora, no tenían una voz real.
Los nuevos ataques a la cultura de cancelación se hacen eco de los ataques contra los partidarios de Bernie Sanders, que fueron enmarcados como Bernie Bros, la acusación sin pruebas de que atrajo a una chusma de hombres agresivos que odiaban a las mujeres y que silenciosamente intentaban intimidar a otros en las redes sociales.
Del mismo modo que esta afirmación se usó para desacreditar las políticas de Sanders, el centro y la derecha ahora quieren desacreditar a la izquierda de manera más general insinuando que, sin restricciones, ellos también intimidarán silenciosamente a todos los demás a través de su cancel culture.
Si esta conclusión no parece convincente, consideren que el presidente Donald Trump podría haber agregado fácilmente su nombre a la carta junto al de Chomsky. Trump utilizó su reciente discurso del Día de la Independencia en el monte Rushmore para expresar puntos similares a los de la carta de Harper’s. Al menos fue explícito al equiparar cancel culture con lo que llamó «fascismo de extrema izquierda»:
“Una de las armas políticas [de la izquierda] es cancel culture, expulsar a las personas de sus trabajos, avergonzar a los disidentes y exigir la sumisión total de cualquiera que no esté de acuerdo. Esta es la definición misma de totalitarismo… Este ataque a nuestra libertad, nuestra magnífica libertad, debe detenerse, y se detendrá muy rápidamente”.
Trump, con toda su vulgaridad, deja claro lo que oculta la carta de Harper’s con toda su elegancia cultural. Los ataques a la nueva cancel culture son simplemente otro frente, junto con las supuestas preocupaciones sobre fake news y «troles rusos», en los esfuerzos del establishment para limitar el discurso de la izquierda.
Atención redirigida
Esto no es para negar que haya noticias falsas en las redes sociales o que haya troles, algunos incluso rusos. Más bien es señalar que nuestra atención está siendo redirigida y nuestras preocupaciones manipuladas por una agenda política.
A pesar de la forma en que se ha presentado en los medios corporativos, las fake news en las redes sociales han sido principalmente un problema de la derecha. Y los peores ejemplos de fake news, y los más influyentes, no se encuentran en las redes sociales, sino en las portadas del Wall Street Journal y el New York Times.
¿Qué noticias auténticamente falsas en Facebook ha rivalizado con las mentiras que justifican la invasión de Irak en 2003 que a sabiendas fueron vendidas por una élite política y sus taquígrafos en los medios corporativos? Esas mentiras condujeron directamente a más de un millón de muertos iraquíes, convirtieron a millones más en refugiados, destruyeron un país entero y alimentaron un nuevo tipo de extremismo islámico nihilista cuyos efectos todavía estamos sintiendo.
La mayoría de las peores mentiras del período actual, aquellas que han oscurecido o justificado la interferencia de Estados Unidos en Siria y Venezuela, han racionalizado los crímenes de guerra contra Irán o han aprobado el encarcelamiento permanente de Julian Assange por exponer crímenes de guerra, solo pueden entenderse dando la espalda a los medios corporativos y buscando expertos que rara vez pueden encontrar una plataforma fuera de las redes sociales.
Algoritmos cambiados
Digo esto como alguien que tiene preocupaciones sobre el enfoque de moda en la política de identidad en lugar de la clase de política. Lo digo también como alguien que rechaza todas las formas de cancel culture, ya sea la antigua cultura de cancelación «liberal» que nos impone una política de «consenso» estrecha (la ventana de Overton) o la nueva cultura de cancelación de «izquierda» que con demasiada frecuencia prefiere centrarse en objetivos culturales fáciles como Rowling en vez de la corrupción estructural de los sistemas políticos occidentales.
Pero aquellos que están impresionados por la carta simplemente porque el nombre de Chomsky está en ella deben tener cuidado. Así como las fake news han proporcionado el pretexto para que Google y las plataformas de redes sociales cambien sus algoritmos para disuadir a los izquierdistas de las búsquedas y enlaces, así como el «antisemitismo» se ha redefinido para demonizar a la izquierda, también la supuesta amenaza de cancel culture será explotada para silenciar a la izquierda.
Proteger a Bari Weiss y JK Rowling de una «mafia» de izquierdas que se abalanza, una mafia que reclama el derecho a desafiar sus puntos de vista sobre Israel o cuestiones trans, se convertirá en el nuevo grito de guerra del establishment para la acción contra los «irresponsables» o el «discurso intimidante».
Los izquierdistas progresistas que se unen a estas llamadas por irritación con el enfoque actual en las políticas de identidad, porque temen ser etiquetados como antisemitas o porque erróneamente asumen que el problema realmente es sobre la libertad de expresión, rápidamente descubrirán que son los objetivos principales.
Al defender la libertad de expresión terminarán siendo ellos mismos silenciados.
ACTUALIZACIÓN:
No criticamos a Chomsky, aunque sea de forma tangencial y respetuosa, al menos no desde una perspectiva de izquierda, sin esperar un torbellino de oposición. Pero un tema que sigue siendo planteado en mis redes sociales en su defensa es simplemente malinterpretado, así que quiero abordarlo rápidamente. Aquí está uno de mis seguidores expresando el punto sucintamente:
«Los sentimientos en la carta se basan o caen en sus propios méritos, no en los personajes o las historias de algunos de los signatarios, ni en sus planes futuros».
El problema, como estoy seguro de que Chomsky explicaría en cualquier otro contexto, es que esta carta falla no solo por las otras personas que la firmaron, sino también por su mérito. Y eso es porque, como expliqué anteriormente, ignora las formas más opresivas y más establecidas de cancel culture y Chomsky debió haber sido el primero en darse cuenta.
Destacar la pequeña cancel culture, mientras se ignora la cultura de cancelación mucho más grande respaldada por el establishment, distorsiona nuestra comprensión de lo que está en juego y quién ejerce el poder.
Inconscientemente Chomsky solo ayudó a un grupo de títeres, del establishment en su mayoría, a distorsionar nuestras percepciones de problemas de libertad de expresión para que nos pusiéramos de su lado y contra nosotros mismos. No hay forma de que pueda ser algo bueno.
ACTUALIZACIÓN 2:
Todavía hay personas que se resisten a la idea de que perjudicó a la izquierda que Chomsky firmara esta carta. Y en lugar de abordar sus puntos individualmente, permítanme probar otra forma de explicar mi argumento:
¿Por qué Chomsky no ha firmado una carta respaldando el furor por las fake news, a pesar de que hay muchas en las redes sociales? ¿Por qué no ha respaldado la narrativa de Bernie Bros, aunque sin duda hay algunos partidarios de Sanders que intimidan en las redes sociales? ¿Por qué no ha apoyado la campaña alegando que el partido laborista tiene un problema de antisemitismo, a pesar de que hay algunos antisemitas en el partido laborista (como los hay en todas partes)?
No se ha unido a ninguna de esas campañas por una razón muy obvia, porque entiende cómo funciona el poder y que a la izquierda se la golpea desde arriba, no desde abajo. Ciertamente no anima a los que están arriba mientras golpean.
Chomsky entiende este principio demasiado bien porque aquí lo expone en relación con Irán:
“Supongamos que critico a Irán. ¿Qué impacto tiene eso? El único impacto que tiene es fortalecer a aquellos que quieren llevar a cabo políticas, como los bombardeos, con las que no estoy de acuerdo”.
No debería haberse unido a esta campaña exactamente por la misma razón por la que no se ha unido a los que critican a Irán, porque su apoyo se utilizaría para fines nefastos. Cometió un error. Es falible.
Tampoco se trata de que la izquierda se autoflagele. Realmente Chomsky no debería ser el problema. El problema debería ser que un grupo de centristas y derechistas utilizaron esa carta para tratar de reforzar una narrativa diseñada para dañar a la izquierda y sentar las bases para frenar aún más su acceso a las redes sociales. Pero debido a que Chomsky firmó la carta ahora muchos más izquierdistas están comprando esa narrativa, una narración destinada a dañarlos. Es por eso que el papel de Chomsky no puede ser ignorado, ni su error pasado por alto.
ACTUALIZACIÓN 3:
No había previsto cuántas formas podría encontrar la gente de la izquierda para justificar esta carta.
Aquí está el último razonamiento. Aparentemente la carta establece un punto de referencia importante que puede usarse en el futuro para proteger la libertad de expresión de la izquierda cuando se nos amenaza con la cancel culture, como, por ejemplo, con las manchas de antisemitismo que se usaron contra los judíos antisionistas y otros críticos de Israel en el Partido Laborista británico.
No debería ser necesario señalar cuán ingenuo es este argumento que ignora por completo cómo funciona el poder en nuestras sociedades, quién decide qué significan las palabras y cómo se aplican los principios. Esta carta no ayudará a la izquierda porque la cancel culture está siendo enmarcada por esta carta, por Trump, por los medios, como un problema de «locura de la izquierda». Es una nueva iteración del discurso «políticamente correcto enloquecido» y se utilizará exactamente de la misma manera.
No ayudará a Steven Salaita, despedido de un trabajo universitario porque criticó el asesinato de civiles por parte de Israel en Gaza, o a Chris Williamson, expulsado de su puesto de parlamentario laborista por defender el historial antirracista del Partido.
El furor de cancel culture no está interesado en el hecho de que fueran «cancelados». Peor aún, este pánico moral pone de cabeza la idea de cancelar, son Salaita y Williamson los acusados y declarados culpables de cancelar a Israel y a los judíos.
Los partidarios de Israel continuarán ganando esta batalla afirmando que las críticas a Israel «cancelan» el país («lo borran del mapa»), «cancelan» a la población judía de Israel («la arrojan al mar») y «cancelan» a los judíos en general («niegan un componente central de la identidad judía moderna»).
Una mayor conciencia de la cancel culture no habría salvado a Corbyn de las acusaciones de antisemitismo porque el tipo de cultura de cancelación que manchó a Corbyn nunca se definirá como «cancelación».
Para cualquiera que desee ver cómo funciona esto en la práctica observe al columnista de The Guardian Owen Jones ceder, como lo ha hecho tantas veces, a la dinámica de poder del discurso de cancel culture en esta entrevista en Sky News. De hecho estoy de acuerdo con casi todo lo que Jones dice en este clip, aparte de unirse una vez más a la caza de brujas contra los antisionistas del laborismo. Él no ve esa caza de brujas como cancel culture y tampoco nadie más con una gran plataforma como la suya para proteger la libertad de expresión.
(1) La cancel culture o “cultura de la cancelación” designa el extendido fenómeno de retirar el apoyo moral, financiero, digital y social a personas o entidades mediáticas consideradas inaceptables, generalmente como consecuencia de determinados comentarios o acciones o por transgredir ciertas expectativas. Se define como «una llamada a boicotear a alguien- generalmente una celebridad- que comparte una opinión cuestionable o impopular en las redes sociales. El término cancel culture o cancelling comenzó a utilizarse en 2015 y ganó popularidad en 2018. En el universo mediático de internet es la cancelación por asfixia, acoso y derribo de cualquier persona, idea, acto, pensamiento u obra de arte, literaria o filosófica en nombre de una corriente hegemónica que defiende ideas o colectivos que se consideran injustamente atacados en el momento actual y en el pasado, del más remoto al más cercano.
Fuente: https://www.jonathan-cook.net/blog/2020-07-09/letter-cancel-culture-free-speech/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Las críticas de cancel culture (1) en realidad están dirigidas a apuntalar el discurso que refuerza el statu quo.
Una carta abierta publicada por la revista Harper’s, firmada por 150 escritores prominentes y figuras públicas, ha centrado la atención en los peligros de la corriente denominada cancel culture.
La carta reúne una cuestionable alianza de genuinos izquierdistas como Noam Chomsky y Matt Karp, centristas como JK Rowling e Ian Buruma y neoconservadores como David Frum y Bari Weiss, todos en defensa de la libertad de expresión.
Aunque la carta no usa explícitamente el término cancel culture, es claramente lo que se entiende en la queja sobre un clima cultural «asfixiante» que impone la “conformidad ideológica» y debilita las «normas de debate abierto y la tolerancia de las diferencias».
Es fácil estar de acuerdo con el argumento generalizado de la carta en favor de la tolerancia y el debate libre y justo. Pero la realidad es que muchos de los que firmaron son completamente hipócritas, que han demostrado exactamente cero compromiso con la libertad de expresión, ya sea en sus palabras o en sus actos.
Además la intención de muchos de ellos al firmar la carta es lo contrario de su objetivo declarado: quieren asfixiar la libertad de expresión, no protegerla.
Para comprender lo que realmente está sucediendo con esta carta, primero debemos analizar los motivos en lugar de la sustancia de la carta.
Un nuevo antiliberalismo
Cancel culture comenzó como la vergüenza, a menudo en las redes sociales, de las personas que se decía que habían dicho cosas ofensivas. Pero en los últimos tiempos se ha vuelto en ocasiones más tangible, como señala la carta, con personas despedidas o a quienes se les niega la oportunidad de hablar en un lugar público o publicar su trabajo.
La carta denuncia este tipo supuestamente nuevo de antiliberalismo:
“Mantenemos el valor vigoroso e incluso cáustico del contradiscurso en todos los sectores. Pero ahora es demasiado común escuchar llamados a represalias rápidas y severas en respuesta a las transgresiones percibidas del habla y el pensamiento… Se despide a los editores por artículos controvertidos, se retiran libros por presunta falta de autenticidad, se prohíbe a los periodistas escribir sobre ciertos temas, se investiga a los profesores por citar determinados trabajos literarios en las aulas… El resultado es que se estrechan constantemente los límites de lo que se puede decir sin la amenaza de represalias. Ya estamos pagando el precio con más miedo por parte de los escritores, artistas y periodistas que temen por sus medios de vida si se apartan del consenso o incluso por si se considera que carecen de celo suficiente en su cometido».
Engañosa política de identidad
La variedad de firmantes es en realidad más preocupante que tranquilizadora. Si viviéramos en un mundo más justo, algunos de los que firman, como Frum -un exredactor de discursos del presidente George W. Bush- y Anne-Marie Slaughter -exfuncionaria del Departamento de Estado de los Estados Unidos- enfrentarían un juicio ante la Corte Penal Internacional de La Haya por sus roles en la promoción de «intervenciones» en Irak y Libia respectivamente. No son precisamente campeones de la libertad de expresión.
Es evidente que las diversas personas han firmado la carta por razones muy diferentes.
Chomsky firmó porque ha sido un defensor constante y permanente del derecho a la libertad de expresión, incluso para aquellos con opiniones atroces como la negación del Holocausto.
Frum, quien acuñó el término «eje del mal» y racionalizó la invasión de Irak, y Weiss, un columnista del New York Times, firmaron porque encontraron que sus vidas eran más difíciles. Es cierto que es fácil para ellos dominar las plataformas en los medios corporativos al tiempo que abogan por guerras criminales en el extranjero y no han pagado ningún precio de cuando sus análisis y predicciones han resultado tonterías muy peligrosas. Pero ahora están sintiendo la reacción violenta en los campus universitarios y las redes sociales.
Mientras tanto centristas como Buruma y Rowling han descubierto que cada vez es más difícil navegar por el complicado terreno de la política de identidad sin tropezar. El daño a la reputación puede tener serias consecuencias.
Buruma perdió su trabajo como editor de New York Review of Books hace dos años después de que publicó y defendió un artículo que violaba el nuevo espíritu del movimiento #MeToo. Y Rowling cometió el error de pensar que sus seguidores estarían tan fascinados por sus puntos de vista tradicionales sobre temas transgénero como lo están por sus libros de Harry Potter.
Fake news y “troles rusos”
Pero el hecho de que todos estos escritores e intelectuales estén de acuerdo en que hay que pagar un precio en el nuevo y más sensible clima cultural no implica que todos estén igualmente interesados en proteger el derecho a ser controversial o franco.
Chomsky, alto y claro, defiende la libertad de expresión para todos, porque entiende correctamente que los poderosos están demasiado interesados en encontrar justificaciones para silenciar a aquellos que desafían su poder. Las élites protegen la libertad de expresión solo en la medida en que sirve a sus intereses para dominar el espacio público.
Si los de la izquierda progresista no defienden los derechos de expresión de todos, incluso de sus oponentes políticos, pronto cualquier restricción se volverá contra ellos. El establishment siempre tolerará el discurso de odio de un Trump o un Bolsonaro sobre el discurso de justicia de un Sanders o un Corbyn.
Por el contrario la mayoría del resto de los que firmaron, los derechistas y los centristas, están interesados en la libertad de expresión para ellos y para quienes gustan de ellos. Les importa proteger la libertad de expresión solo en la medida en que les permita continuar dominando el espacio público con sus puntos de vista, algo a lo que estaban demasiado acostumbrados hasta hace unos años, antes de que las redes sociales comenzaran a nivelar un poco el campo de juego.
El centro y la derecha han estado luchando desde entonces con afirmaciones de que cualquiera que desafíe seriamente el statu quo neoliberal en casa y el neoconservador en el extranjero está promoviendo fake news o es un «trol ruso». Esta actualización de la acusación de «antiamericano» encarna cancel culture en su peor aspecto.
Responsabilidad de las redes sociales
En otras palabras, aparte del caso de algunos progresistas, la carta es simplemente una súplica especial: un retorno al statu quo. Y por esa razón, como veremos, Chomsky podría haber sido mejor aconsejado y no haber agregado su nombre por mucho que esté de acuerdo con los vagos sentimientos del discurso de la carta, aparentemente a favor de la libertad.
Lo sorprendente de una proporción significativa de los que firmaron es su autoidentificación como fervientes partidarios de Israel. Y como los críticos de Israel saben muy bien, los defensores de Israel han estado en la vanguardia de cancel culture desde mucho antes de que se acuñase el término.
Durante décadas los activistas proisraelíes han tratado de silenciar a cualquiera que critique seriamente a este pequeño Estado altamente militarizado, patrocinado por las potencias coloniales, que se implantó en una región rica en recursos naturales, como el petróleo, necesarios para lubricar la economía global y a un costo terrible para su población nativa palestina.
Nada debería alentarnos a creer que los entusiastas defensores de Israel entre los que firman la carta ahora han visto el error de sus caminos. Su nueva preocupación por la libertad de expresión es simplemente evidencia de que han comenzado a sufrir la cancel culture que siempre han promovido en relación con Israel.
Ellos han perdido el control de cancel culture debido a dos desarrollos recientes: un rápido crecimiento en las políticas de identidad entre liberales e izquierdistas y una nueva demanda popular de «responsabilidades» generada por el auge de las redes sociales.
Cancelar las críticas a Israel
De hecho, a pesar de sus declaraciones de preocupación, la evidencia sugiere que algunos de los que firmaron la carta han intensificado su propia contribución para utilizar cancel culture en relación con Israel en lugar de cuestionarla.
Eso no es sorprendente. La necesidad de contrarrestar las críticas a Israel se ha vuelto más apremiante a medida que claramente Israel se ha convertido en un Estado paria. Israel se ha negado a mantener conversaciones de paz con los palestinos y ha intensificado sus esfuerzos para realizar llevar a cabo sus planes de siempre de anexar franjas de Cisjordania en violación del derecho internacional.
En lugar de permitir el «vigoroso y cáustico contradiscurso de todos los sectores» en Israel, los partidarios del Estado israelí han preferido las tácticas de aquellos identificados en la carta como enemigos de la libertad de expresión: «respuesta rápida y severa a las transgresiones del habla y el pensamiento».
Pregunten a Jeremy Corbyn, el exlíder del Partido Laborista que fue injuriado, junto con sus partidarios, como antisemita, una de las peores manchas imaginables por varias personas en la lista de Harper’s, incluidos Rowling y Weiss. Tales reclamos fueron promovidos a pesar de que sus críticos no pudieron presentar evidencia real de un problema de antisemitismo en el Partido Laborista.
Del mismo modo piensen en el tratamiento a los activistas solidarios palestinos que apoyan el boicot a Israel (BDS) inspirado en el que ayudó a impulsar a los líderes de Sudáfrica a renunciar al apartheid. Los activistas del BDS también han sido calificados de antisemitas y Weiss nuevamente ha sido el principal detractor.
Los incidentes resaltados en la carta de Harper’s en la que supuestamente las personas han sido excluidas son triviales en comparación con la cancelación de un partido político importante y de un movimiento que se solidariza con un pueblo que ha estado oprimido durante décadas.
Y sin embargo, ¿cuántos de estos guerreros de la libertad de expresión han denunciado el hecho de que los izquierdistas, incluidos muchos antisionistas judíos, han sido tachados de antisemitas para evitar que participen en debates sobre el comportamiento de Israel y sus abusos de los derechos de los palestinos?
¿Cuántos de ellos han denunciado la imposición de una nueva definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto que ha ido ganando terreno rápidamente en los países occidentales?
Esa definición está diseñada para silenciar a una gran parte de la izquierda al priorizar las críticas a la seguridad de Israel antes que el que los judíos sean vilipendiados y atacados, algo que incluso el abogado que escribió la definición ha lamentado.
¿Por qué nada de esta cancel culture ha provocado una carta abierta a Harper’s de estos defensores de la libertad de expresión?
Espada de doble filo
La verdad es que muchos de los que firmaron la carta no defienden la libertad de expresión, sino su derecho a seguir dominando la plaza pública y su derecho a hacerlo sin asumir responsabilidades.
Bari Weiss antes de conseguir un trabajo en el Wall Street Journal y luego en el New York Times pasó sus años estudiantiles tratando de expulsar a los profesores musulmanes de su universidad y “cancelarlos” debido a sus críticas a Israel. Y lo hizo explícitamente bajo la bandera de la «libertad académica», alegando que los estudiantes pro-Israel se sentían intimidados en las aulas.
La Unión de Libertades Civiles de Nueva York concluyó que era Weiss, no los profesores, la verdadera amenaza para la libertad académica. No fue un pecado de juventud, en un libro del año pasado Weiss citó sus esfuerzos para librar a la universidad de Columbia de estos profesores como una experiencia formativa en la que todavía se basa.
Weiss y muchos de los otros enumerados en la carta están enojados porque las herramientas retóricas que usaron durante tanto tiempo para asfixiar la libertad de expresión de los demás ahora se han vuelto contra ellos. Aquellos que vivieron durante tanto tiempo con la espada de la política de identidad en Israel, por ejemplo, están preocupados de que su reputación pueda morir por esa misma espada en cuestiones de raza, sexo y género.
Preocupación narcisista
Para comprender cómo cancel culture es fundamental para la cosmovisión de muchos de estos escritores e intelectuales, y cuán ciegos están de su propia complicidad en esa cultura, consideren el caso de Jonathan Freedland, columnista del periódico británico supuestamente liberal de izquierda Guardian. Aunque Freedland no se encuentra entre los que firman la carta está muy alineado con los firmantes centristas y, por supuesto, apoyó la carta en un artículo publicado en The Guardian.
Freedland, debemos señalar, lideró la campaña cancel culture contra el Partido Laborista mencionada anteriormente. Fue una de las figuras claves en la comunidad judía de Gran Bretaña que dio vida a las manchas de antisemitismo contra Corbyn y sus partidarios.
Pero tengan en cuenta este breve clip. En él se puede escuchar como cruje la voz de Freedland mientras explica que él mismo ha sido víctima de cancel culture: confiesa que ha sufrido abusos verbales y emocionales a manos de los apologistas más extremistas de Israel, aquellos que son aún más incondicionalmente pro-Israel que él.
Dice que le han llamado kapo, el término para los colaboradores judíos en los campos de concentración nazis, y sonderkommando, los judíos que eliminaron los cuerpos de otros judíos muertos en las cámaras de gas. Admite que ese abuso «se introduce bajo la piel» y «duele tremendamente».
Y, sin embargo, a pesar del dolor personal que ha experimentado por ser acusado injustamente, de ser cancelado por una sección de su propia comunidad, Freedland ha estado a la vanguardia de la campaña para denostar a los críticos de Israel, incluidos los judíos antisionistas, tachándolos de antisemitas sobre la más débil de las evidencias.
Es completamente inconsciente de la naturaleza destructiva de cancel culture a menos que se la apliquen a él. Su preocupación es puramente narcisista. Y lo mismo ocurre con la mayoría de los que firmaron la carta
Conduciendo un monólogo
El concepto principal de la carta es la pretensión de que el «antiliberalismo» es un fenómeno nuevo, que la libertad de expresión está bajo amenaza y que cancel culture solo se vio en el momento en que se le dio nombre.
Eso es simplemente una tontería. Cualquier persona mayor de 35 años puede recordar fácilmente una época en la que los periódicos y los sitios web no tenían una sección de replicas, cuando los blogs eran pocos y raramente leídos y cuando no había redes sociales en las que desafiar o responsabilizar a «la flor y nata».
Escritores y columnistas como los que firmaron la carta pudieron soltar monólogos en los que revelaron sus opiniones al resto de nosotros como si fueran Moisés bajando las tablas de la cima de la montaña.
En aquellos días nadie notó la cultura de cancelación, o no se permitía hablar de ella. Y eso se debió a que solo aquellos que tenían opiniones satisfactorias alguna vez encontraron una plataforma de medios desde la cual presentar esas opiniones.
Antes de la revolución digital si se discrepaba del estrecho consenso impuesto por los propietarios multimillonarios de los medios corporativos, todo lo que se podía hacer era imprimir un primitivo boletín propio y enviarlo por correo a un puñado de personas que habían oído hablar de usted.
Esa fue la verdadera cultura de cancelación. Y la prueba está en el hecho de que muchos de esos escritores anteriormente oscuros descubrieron rápidamente que podían acumular decenas de miles de seguidores, sin la ayuda de los medios corporativos tradicionales, cuando tenían acceso a blogs y redes sociales.
Silenciar a la izquierda
Lo que nos lleva al aspecto más preocupante de la carta abierta en Harper’s. Al amparo de los llamados a la tolerancia, dada la credibilidad por el nombre de Chomsky, una proporción de los firmantes en realidad quiere restringir la libertad de expresión de un sector de la población, precisamente la parte influenciada por Chomsky.
No están en contra de la gran cancel culture de la que se han beneficiado durante tanto tiempo. Están en contra de la pequeña cultura de cancelación, el nuevo entorno mediático más caótico y más democrático del que disfrutamos actualmente, en el que se les exige por primera vez que respondan por sus puntos de vista en una variedad de temas, incluido Israel.
Así como Weiss intentó que despidieran a los profesores bajo el reclamo de libertad académica, muchos de estos escritores y figuras públicas están usando la bandera de la libertad de expresión para desacreditar el discurso que no les gusta, el que expone el vacío de sus propias posiciones.
Sus críticas a la cancel culture se refieren realmente a priorizar el discurso «responsable», definido como el discurso compartido por los centristas y el derecho que respalda el statu quo. Quieren regresar a una época en que la izquierda progresista, aquellos que buscan alterar un consenso fabricado, que desafían las presuntas verdades de la ortodoxia neoliberal y neoconservadora, no tenían una voz real.
Los nuevos ataques a la cultura de cancelación se hacen eco de los ataques contra los partidarios de Bernie Sanders, que fueron enmarcados como Bernie Bros, la acusación sin pruebas de que atrajo a una chusma de hombres agresivos que odiaban a las mujeres y que silenciosamente intentaban intimidar a otros en las redes sociales.
Del mismo modo que esta afirmación se usó para desacreditar las políticas de Sanders, el centro y la derecha ahora quieren desacreditar a la izquierda de manera más general insinuando que, sin restricciones, ellos también intimidarán silenciosamente a todos los demás a través de su cancel culture.
Si esta conclusión no parece convincente, consideren que el presidente Donald Trump podría haber agregado fácilmente su nombre a la carta junto al de Chomsky. Trump utilizó su reciente discurso del Día de la Independencia en el monte Rushmore para expresar puntos similares a los de la carta de Harper’s. Al menos fue explícito al equiparar cancel culture con lo que llamó «fascismo de extrema izquierda»:
“Una de las armas políticas [de la izquierda] es cancel culture, expulsar a las personas de sus trabajos, avergonzar a los disidentes y exigir la sumisión total de cualquiera que no esté de acuerdo. Esta es la definición misma de totalitarismo… Este ataque a nuestra libertad, nuestra magnífica libertad, debe detenerse, y se detendrá muy rápidamente”.
Trump, con toda su vulgaridad, deja claro lo que oculta la carta de Harper’s con toda su elegancia cultural. Los ataques a la nueva cancel culture son simplemente otro frente, junto con las supuestas preocupaciones sobre fake news y «troles rusos», en los esfuerzos del establishment para limitar el discurso de la izquierda.
Atención redirigida
Esto no es para negar que haya noticias falsas en las redes sociales o que haya troles, algunos incluso rusos. Más bien es señalar que nuestra atención está siendo redirigida y nuestras preocupaciones manipuladas por una agenda política.
A pesar de la forma en que se ha presentado en los medios corporativos, las fake news en las redes sociales han sido principalmente un problema de la derecha. Y los peores ejemplos de fake news, y los más influyentes, no se encuentran en las redes sociales, sino en las portadas del Wall Street Journal y el New York Times.
¿Qué noticias auténticamente falsas en Facebook ha rivalizado con las mentiras que justifican la invasión de Irak en 2003 que a sabiendas fueron vendidas por una élite política y sus taquígrafos en los medios corporativos? Esas mentiras condujeron directamente a más de un millón de muertos iraquíes, convirtieron a millones más en refugiados, destruyeron un país entero y alimentaron un nuevo tipo de extremismo islámico nihilista cuyos efectos todavía estamos sintiendo.
La mayoría de las peores mentiras del período actual, aquellas que han oscurecido o justificado la interferencia de Estados Unidos en Siria y Venezuela, han racionalizado los crímenes de guerra contra Irán o han aprobado el encarcelamiento permanente de Julian Assange por exponer crímenes de guerra, solo pueden entenderse dando la espalda a los medios corporativos y buscando expertos que rara vez pueden encontrar una plataforma fuera de las redes sociales.
Algoritmos cambiados
Digo esto como alguien que tiene preocupaciones sobre el enfoque de moda en la política de identidad en lugar de la clase de política. Lo digo también como alguien que rechaza todas las formas de cancel culture, ya sea la antigua cultura de cancelación «liberal» que nos impone una política de «consenso» estrecha (la ventana de Overton) o la nueva cultura de cancelación de «izquierda» que con demasiada frecuencia prefiere centrarse en objetivos culturales fáciles como Rowling en vez de la corrupción estructural de los sistemas políticos occidentales.
Pero aquellos que están impresionados por la carta simplemente porque el nombre de Chomsky está en ella deben tener cuidado. Así como las fake news han proporcionado el pretexto para que Google y las plataformas de redes sociales cambien sus algoritmos para disuadir a los izquierdistas de las búsquedas y enlaces, así como el «antisemitismo» se ha redefinido para demonizar a la izquierda, también la supuesta amenaza de cancel culture será explotada para silenciar a la izquierda.
Proteger a Bari Weiss y JK Rowling de una «mafia» de izquierdas que se abalanza, una mafia que reclama el derecho a desafiar sus puntos de vista sobre Israel o cuestiones trans, se convertirá en el nuevo grito de guerra del establishment para la acción contra los «irresponsables» o el «discurso intimidante».
Los izquierdistas progresistas que se unen a estas llamadas por irritación con el enfoque actual en las políticas de identidad, porque temen ser etiquetados como antisemitas o porque erróneamente asumen que el problema realmente es sobre la libertad de expresión, rápidamente descubrirán que son los objetivos principales.
Al defender la libertad de expresión terminarán siendo ellos mismos silenciados.
ACTUALIZACIÓN:
No criticamos a Chomsky, aunque sea de forma tangencial y respetuosa, al menos no desde una perspectiva de izquierda, sin esperar un torbellino de oposición. Pero un tema que sigue siendo planteado en mis redes sociales en su defensa es simplemente malinterpretado, así que quiero abordarlo rápidamente. Aquí está uno de mis seguidores expresando el punto sucintamente:
«Los sentimientos en la carta se basan o caen en sus propios méritos, no en los personajes o las historias de algunos de los signatarios, ni en sus planes futuros».
El problema, como estoy seguro de que Chomsky explicaría en cualquier otro contexto, es que esta carta falla no solo por las otras personas que la firmaron, sino también por su mérito. Y eso es porque, como expliqué anteriormente, ignora las formas más opresivas y más establecidas de cancel culture y Chomsky debió haber sido el primero en darse cuenta.
Destacar la pequeña cancel culture, mientras se ignora la cultura de cancelación mucho más grande respaldada por el establishment, distorsiona nuestra comprensión de lo que está en juego y quién ejerce el poder.
Inconscientemente Chomsky solo ayudó a un grupo de títeres, del establishment en su mayoría, a distorsionar nuestras percepciones de problemas de libertad de expresión para que nos pusiéramos de su lado y contra nosotros mismos. No hay forma de que pueda ser algo bueno.
ACTUALIZACIÓN 2:
Todavía hay personas que se resisten a la idea de que perjudicó a la izquierda que Chomsky firmara esta carta. Y en lugar de abordar sus puntos individualmente, permítanme probar otra forma de explicar mi argumento:
¿Por qué Chomsky no ha firmado una carta respaldando el furor por las fake news, a pesar de que hay muchas en las redes sociales? ¿Por qué no ha respaldado la narrativa de Bernie Bros, aunque sin duda hay algunos partidarios de Sanders que intimidan en las redes sociales? ¿Por qué no ha apoyado la campaña alegando que el partido laborista tiene un problema de antisemitismo, a pesar de que hay algunos antisemitas en el partido laborista (como los hay en todas partes)?
No se ha unido a ninguna de esas campañas por una razón muy obvia, porque entiende cómo funciona el poder y que a la izquierda se la golpea desde arriba, no desde abajo. Ciertamente no anima a los que están arriba mientras golpean.
Chomsky entiende este principio demasiado bien porque aquí lo expone en relación con Irán:
“Supongamos que critico a Irán. ¿Qué impacto tiene eso? El único impacto que tiene es fortalecer a aquellos que quieren llevar a cabo políticas, como los bombardeos, con las que no estoy de acuerdo”.
No debería haberse unido a esta campaña exactamente por la misma razón por la que no se ha unido a los que critican a Irán, porque su apoyo se utilizaría para fines nefastos. Cometió un error. Es falible.
Tampoco se trata de que la izquierda se autoflagele. Realmente Chomsky no debería ser el problema. El problema debería ser que un grupo de centristas y derechistas utilizaron esa carta para tratar de reforzar una narrativa diseñada para dañar a la izquierda y sentar las bases para frenar aún más su acceso a las redes sociales. Pero debido a que Chomsky firmó la carta ahora muchos más izquierdistas están comprando esa narrativa, una narración destinada a dañarlos. Es por eso que el papel de Chomsky no puede ser ignorado, ni su error pasado por alto.
ACTUALIZACIÓN 3:
No había previsto cuántas formas podría encontrar la gente de la izquierda para justificar esta carta.
Aquí está el último razonamiento. Aparentemente la carta establece un punto de referencia importante que puede usarse en el futuro para proteger la libertad de expresión de la izquierda cuando se nos amenaza con la cancel culture, como, por ejemplo, con las manchas de antisemitismo que se usaron contra los judíos antisionistas y otros críticos de Israel en el Partido Laborista británico.
No debería ser necesario señalar cuán ingenuo es este argumento que ignora por completo cómo funciona el poder en nuestras sociedades, quién decide qué significan las palabras y cómo se aplican los principios. Esta carta no ayudará a la izquierda porque la cancel culture está siendo enmarcada por esta carta, por Trump, por los medios, como un problema de «locura de la izquierda». Es una nueva iteración del discurso «políticamente correcto enloquecido» y se utilizará exactamente de la misma manera.
No ayudará a Steven Salaita, despedido de un trabajo universitario porque criticó el asesinato de civiles por parte de Israel en Gaza, o a Chris Williamson, expulsado de su puesto de parlamentario laborista por defender el historial antirracista del Partido.
El furor de cancel culture no está interesado en el hecho de que fueran «cancelados». Peor aún, este pánico moral pone de cabeza la idea de cancelar, son Salaita y Williamson los acusados y declarados culpables de cancelar a Israel y a los judíos.
Los partidarios de Israel continuarán ganando esta batalla afirmando que las críticas a Israel «cancelan» el país («lo borran del mapa»), «cancelan» a la población judía de Israel («la arrojan al mar») y «cancelan» a los judíos en general («niegan un componente central de la identidad judía moderna»).
Una mayor conciencia de la cancel culture no habría salvado a Corbyn de las acusaciones de antisemitismo porque el tipo de cultura de cancelación que manchó a Corbyn nunca se definirá como «cancelación».
Para cualquiera que desee ver cómo funciona esto en la práctica observe al columnista de The Guardian Owen Jones ceder, como lo ha hecho tantas veces, a la dinámica de poder del discurso de cancel culture en esta entrevista en Sky News. De hecho estoy de acuerdo con casi todo lo que Jones dice en este clip, aparte de unirse una vez más a la caza de brujas contra los antisionistas del laborismo. Él no ve esa caza de brujas como cancel culture y tampoco nadie más con una gran plataforma como la suya para proteger la libertad de expresión.
(1) La cancel culture o “cultura de la cancelación” designa el extendido fenómeno de retirar el apoyo moral, financiero, digital y social a personas o entidades mediáticas consideradas inaceptables, generalmente como consecuencia de determinados comentarios o acciones o por transgredir ciertas expectativas. Se define como «una llamada a boicotear a alguien- generalmente una celebridad- que comparte una opinión cuestionable o impopular en las redes sociales. El término cancel culture o cancelling comenzó a utilizarse en 2015 y ganó popularidad en 2018. En el universo mediático de internet es la cancelación por asfixia, acoso y derribo de cualquier persona, idea, acto, pensamiento u obra de arte, literaria o filosófica en nombre de una corriente hegemónica que defiende ideas o colectivos que se consideran injustamente atacados en el momento actual y en el pasado, del más remoto al más cercano.
Fuente: https://www.jonathan-cook.net/blog/2020-07-09/letter-cancel-culture-free-speech/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.
lunes, 17 de agosto de 2020
_- Las hijas de Marx
_- El 31 de marzo de 1898, Eleanor subió a su habitación, se tomó una dosis de ácido prúsico y se acostó.
"Querido, muy pronto habrá terminado todo. Mi última palabra para ti es la misma que he dicho durante todos estos largos y tristes años, amor", decía una nota que había dejado.
Tras la muerte de Karl Marx, su hija menor se había enamorado perdidamente de un científico y revolucionario llamado Edward Aveling.
Mantuvieron una relación durante más de 10 años, pero en el verano previo a su muerte, Aveling la había abandonado por una joven actriz con quien se casó.
Esa traición fue un golpe durísimo.
"El 31 de marzo de 1898, regresó a la casa de Eleanor en Sydenham, probablemente para intentar extorsionarla por dinero o amenazarla con exponer la verdad sobre el hijo 'secreto' de (Karl) Marx", contó Faith Evans, traductora de The Daughters of Karl Marx: Family Correspondence 1866-98 ("Las hijas de Karl Marx: Correspondencia familiar 1866-1898"), en un artículo de The Independent.
Se cree que cuando Aveling salió del lugar, Eleanor decidió terminar con su vida.
Pese a que es imposible determinar con precisión qué ocurrió ese jueves en esa casa londinense, trascendió que Eleanor le había pedido a su empleada que fuera a la farmacia con un papel dentro de un sobre.
"Por favor, entregar al portador cloroformo y una cantidad pequeña de ácido prúsico para perro", decía la orden, según relata Rachel Holmes en su libro Eleanor Marx: A life ("Eleanor Marx: Una vida").
La prescripción tenía las iniciales "EA" y una tarjeta del Dr. Aveling.
La empleada regresó con un paquete y se lo entregó a Eleanor, quien tenía 43 años.
Laura, la del medio
El 25 de noviembre de 1911, la segunda hija de Karl Marx, Laura, salió a dar un paseo por París con su esposo Paul Lafargue.
Laura tradujo buena parte del trabajo de su padre al francés.
"Van al cine, se compran un dulce en una pastelería, caminan y cuando regresan a su casa, se suicidan", le cuenta a BBC Mundo Juan Manuel Aragüés, profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de Zaragoza.
"Habían planificado al milímetro su decisión de suicidarse".
Incluso, como narra el periodista de BBC Mundo Lioman Lima, "antes de entrar en su habitación, Paul y Laura dejaron comida y agua para varios días para su perro, Nino".
Llevaban casados más de 40 años y se cree que la decisión de acabar con sus vidas la habían tomado mucho tiempo antes, al parecer, por el temor a una vejez limitante.
Sus vidas, especialmente la de Laura, habían quedado dramáticamente marcadas por la muerte de sus tres hijos, quienes fallecieron siendo muy pequeños.
"Uno puede entender desde una perspectiva abstracta las estadísticas de la mortalidad infantil en el siglo XIX, pero cuando te concentras en familias o parejas de manera individual, es cuando realmente te das cuenta de la escala del problema. Cuán devastador podía ser perder a los hijos tan pequeños", reflexiona en conversación con BBC Mundo David Leopold, profesor asociado de Teoría Política de la Universidad de Oxford.
Laura tenía 66 años y su esposo, 69, cuando le dejaron su suerte al ácido de cianuro.
"Estando sano de cuerpo y espíritu, me quito la vida antes de que la despiadada vejez, que me ha arrebatado los placeres y las alegrías uno tras otro, y que me ha estado despojando de mis fuerzas físicas e intelectuales, pueda paralizar mi energía y quebrar mi voluntad, haciéndome una carga para mí y los demás", decía uno de los fragmentos de la nota que dejó Lafargue.
Su muerte, señala Aragüés, generó una enorme convulsión en el movimiento obrero, porque eran dos de sus referentes.
Su entierro en París se convirtió en una manifestación política a la que asistieron figuras como Vladimir Lenin.
Jenny, la mayor
De niña, la salud de Jenny o Jennychen, como la llamaban, era un poco frágil.
Jenny falleció en Francia en 1883; dos meses después su padre moriría en Londres. Esta imagen es de 1866. Nació en 1844 y se casó con el activista francés Charles Longuet en 1872.
Como sus padres, la pareja enfrentó problemas financieros, pero con el tiempo logró estabilizarse.
La vida de Jenny fue golpeada por la enfermedad y la muerte de dos de sus seis hijos cuando eran pequeños.
De acuerdo con Saul Padover, autor del libro Karl Marx: An Intimate Biography ("Karl Marx: una biografía íntima"), en septiembre de 1882 Jenny dio a luz a su única hija.
Cuatro meses después, a la edad de 38 años, moriría de cáncer de vejiga en Francia, donde se había radicado con su familia.
Karl Marx se encontraba muy enfermo en Londres y no pudo viajar para el funeral. Dos meses después, el gran filósofo del comunismo también fallecería.
Su estado de salud era delicado y había empeorado con la muerte, en diciembre de 1881, de su gran referente: su esposa. Un año después, perdería a su hija.
El efecto fue devastador: "Gente que lo conoció dijo que ahí fue cuando perdió el deseo de vivir", reflexiona Leopold.
Algunos autores, como Gareth Stedman Jones, profesor de Historia de las Ideas en la Universidad Queen Mary, creen que Jenny llegó a ser "la hija favorita de Marx".
Tiempos difíciles Marx y Jenny tuvieron siete hijos, pero solo Jenny, Laura y Eleanor llegaron a la edad adulta.
Jenny von Westphalen estuvo casada con Marx durante 38 años y fue clave para su obra.
"Si tuviese que empezar de nuevo, (Marx) declaró, hubiese elegido la misma vida de un revolucionario, pero no se hubiese casado: su esposa sufrió demasiado y le angustiaba que sus hijas se expusieran a la misma suerte", escribió Victor G. Kiernan, quien fue profesor emérito de Historia de la Universidad de Edimburgo, en un artículo sobre las hermanas publicado en 1982 en la revista London Review of Books.
"Había mala salud en la familia", señaló el destacado historiador británico. Dos de las hijas sufrían de insomnio, "entre otras dolencias".
Hubo un período en el que los Marx vivieron en una pobreza angustiante.
El profesor Aragüés recuerda que en Londres, cuando murió uno de los hijos, la familia no tenía dinero para comprar el ataúd.
"Jenny, desesperada, le pide a un vecino francés dinero prestado para poder enterrar a su hijo", indica el docente.
Marx era consciente, explica el académico español, de que con su decisión de dedicarse a la filosofía y al servicio de un movimiento político, había arrastrado a Jenny a una situación muy dura.
"Los cambios de domicilio eran una constante. Jenny nace en París en momentos muy difíciles para la familia porque poco tiempo después son expulsados".
"Laura nace en Bruselas, donde son perseguidos por la policía. De hecho, Marx tiene que empeñar el abrigo para tener algo de dinero", recuerda el experto.
"Un padre devoto"
Pero, después de esos años tan arduos, las circunstancias financieras de la familia mejoraron gracias, en gran parte, al amigo y camarada político de Marx, el filósofo Federico Engels, quien los ayudó económicamente.
La esposa de Marx fue parte de una prominente familia de la aristocracia alemana (entonces Prusia)
"Tenemos pocos reportes de cómo era la vida doméstica, pero la impresión que dejan es que Marx fue un padre devoto y muy cercano a sus hijas", señala Leopold, quien es autor de The Young Karl Marx ("El joven Karl Marx").
"Hay testimonios de gente que visitaba la casa y recordaba a sus hijas jugando al caballito con él".
"Hay un contraste entre su infancia y su vida familiar feliz y la trágica dimensión de sus vidas adultas", reflexiona.
De acuerdo con el experto, la vida de los Marx fue más convencional de lo que uno podría pensar: "Marx no era un bohemio".
Pese a sus visiones políticas, sus hijas tuvieron una crianza burguesa: había lecciones de piano, canto, francés, italiano, dibujo.
Marx y Jenny querían que sus hijas fuesen independientes financieramente y cultas.
La devoción, dice Leopold, era mutua: de los padres hacia las hijas y de ellas hacia sus padres y eso se haría evidente con el transcurrir de los años.
La empresa colectiva de Marx
Esa devoción llevó a que se estableciera una especie de "sociedad" en la que todos estaban involucrados en el proceso de producción teórica, reflexiona el profesor Aragüés.
El ambiente familiar ayudó a que Marx se dedicara a su pensamiento filosófico y a materializar su obra. "El nombre que aparece en la obra es el de Karl Marx pero no hay ninguna duda del papel importante que desempeñan las cuatro mujeres que están alrededor de él en ese proceso", indica.
"Su esposa parecía ser la única capaz de entender la endiablada letra de Marx".
Con mucha paciencia Jenny pasaba a limpio muchos de sus manuscritos. Pero también fue una escritora y pensadora política con mérito propio.
Sus hijas desempeñaron la labor de acopio de información y de traducción de sus obras, que escribió principalmente en alemán.
"Era como una empresa colectiva. Eran conscientes de que había un trabajo teórico y político que hacer y ellas lo desempeñaban", señala el docente.
"Pero no se trata de un papel secundario de apoyar al padre, sino que en las tres encontramos una dimensión propia".
Desde el periodismo
A la hija mayor, Jenny, le preocupaba lo que estaba sucediendo en Irlanda, no solo por la crisis económica que afectaba a miles de familias de la clase trabajadora sino por la tensión nacionalista que crecía contra el dominio británico.
Charles Longuet fue un líder socialista francés que se casó con la hija mayor de Marx, Jenny. Escribió varios artículos periodísticos para denunciar el maltrato a los prisioneros políticos irlandeses por parte de las fuerzas británicas, señala Leopold.
También publicó textos en la prensa socialista y apoyó a los refugiados que eran perseguidos tras la Comuna de París que buscaban protección en Inglaterra, indica el profesor.
Y es que Londres y, como lo cuenta Aragüés, la casa de Marx se habían convertido en un centro de peregrinación de revolucionarios de todo el mundo.
La Comuna de París fue un movimiento revolucionario que gobernó la ciudad por dos meses en 1871 y el esposo de Jenny había sido una de sus figuras destacadas.
El compromiso revolucionario
Laura no solo fue clave para traducir el trabajo de su padre al francés.
Laura y su esposo están enterrados en el cementerio Père-Lachaise de París. Su esposo, Lafargue, quien había nacido en Cuba, también fue un líder revolucionario en el alzamiento francés.
De acuerdo con Aragüés, Laura tuvo un vínculo muy estrecho con la Comuna de París.
La pareja vivía en Burdeos, cuando, en abril de 1871, el esposo decidió irse a París.
En mayo, estallaría la Comuna y Lafargue "se queda para participar en el movimiento revolucionario".
Laura le envió una carta a sus hermanas en la que les dijo:
“En cuanto a Paul no sé qué pensar. Claramente cuando se fue no tenía la intención de estar tanto tiempo fuera pero es posible que no pueda volver, aunque lo desee, o tal vez la visión de las barricadas le haya tentado a seguir allí para luchar. No debería sorprenderme y no me importaría porque si yo estuviera allí con él podría luchar también”.
Tras leer el fragmento, Aragüés añade: "Su compromiso político era impresionante y acababa de tener un niño".
Cuando la comuna fue derrotada, Lafargue salió huyendo y se llevó a su familia a los Pirineos.
"Tras recibir información de que iban a ser arrestados, pasan a España. Pero allí lo detienen por unos meses", cuenta el académico.
Cuando fue liberado, se fueron unos meses a Madrid, donde desempeñan un rol clave en la creación del Partido Socialista Obrero Español.
"El hijo muere y es enterrado en Madrid", cuenta el profesor.
Las ideas
Jones, quien es autor de Karl Marx: Greatness and Illusion ("Karl Marx: Ilusión y grandeza"), le dice a BBC Mundo que las ideas políticas de Laura eran más cercanas a las de Marx.
El mismo Engels estaba impresionado.
Federico Engels mantuvo una relación muy cercana con las hijas de Marx, incluso después de la muerte del padre.
"Contamos con correspondencia, tras la muerte de Marx, que se escribieron ella, su esposo y Engels y es muy claro a partir de esas cartas que no es una mera espectadora del activismo político, ella es una participante activa del movimiento", indica Leopold.
De hecho, para Engels, Lafargue "no era de fiar", en cambio, "vio que el juicio político de Laura era mucho más superior que el de su esposo".
"Laura escribe sobre los acontecimientos políticos contemporáneos y su involucramiento con el movimiento socialista es muy serio y significativo", explica el profesor de la Universidad de Oxford.
Una pionera del feminismo
La hija menor de Marx, Eleanor, había sufrido años de mentiras y promesas falsas de Aveling, quien le habló de matrimonio e hijos.
Eleanor Marx fue muy activa en el movimiento obrero no solo británico sino que buscaba su internacionalización.
"Ha habido una gran especulación: ¿fue suicidio o fue un asesinato? Sea cual sea el caso, Edward Aveling desempeñó el papel de su abusador", reflexionaron Harrison Fluss y Sam Miller en The Legacy of Eleanor Marx ("El legado de Eleanor Marx"), artículo publicado en la revista Jacobin.
"Eleanor Marx no debe ser definida por su muerte, ni debe ser reducida al abuso que sufrió. Debe ser recordada y celebrada como la mujer radical que era: una pionera del feminismo marxista", señalaron los autores.
En eso sí hay consenso: Eleanor, o Tussy, como la llamaban desde niña, llegó a convertirse en una líder social que trabajó para establecer los primeros sindicatos de mujeres.
"Ella entendía lo que sucedía en los sindicatos y se preguntaba: ¿cómo están participando las mujeres?", le dijo Holmes al programa de la BBC Free Thinking.
Una ilustración de Gennaro Amato en la que se observa a Eleanor en una movilización de trabajadores en mayo de 1890.
Se concentró en entender cómo la estructura económica estaba construida sobre una división de roles en la que los salarios bajos eran para las mujeres, explicó la autora.
Abogó por el cuidado de los hijos de las madres trabajadoras y por la educación obligatoria y no hablaba de reformas, sino de cambios estructurales.
No solo promovió los derechos de las mujeres en el ámbito laboral, sino que puso en la agenda pública temas de salud que las afectaban.
De acuerdo con Holmes, también luchó para que hubiese un reconocimiento internacional de la unidad entre los trabajadores.
Una de las consignas que defendió fue la implementación de las jornadas de 8 horas diarias para los trabajadores en Reino Unido y en Europa.
Eleanor salía a las calles, hablaba con los trabajadores para entender sus preocupaciones y participaba como oradora en movilizaciones.
Y también fue una colaboradora muy cercana de su padre.
Aunque ella, como sus hermanas, adoraba a Marx, llegó a sentir que haberse quedado con él y haberse dedicado a ayudarlo con su obra se había convertido en una especie de carga en su juventud, reflexiona Jones.
Las parejas
Tanto Marx como su esposa tenían caracteres fuertes y quizás una muestra de ello es la actitud que asumieron frente a las parejas que sus hijas escogieron.
Paul Lafargue fue periodista, escritor político y revolucionario nacido en Cuba. Fue el autor del ensayo: "El derecho a la pereza".
"Marx no quería que sus hijas fueran pobres, deseaba que tuvieran matrimonios felices", cuenta Leopold.
Jones dice que ninguno de los dos padres aprobaron a Longuet ni a Lafargue como compañeros de Jenny y Laura respectivamente.
"Lafargue era más cercano en su ideas políticas a Marx, aunque el mismo Marx se quejó y dijo que si eso era ser marxista, él no era marxista", indica el autor.
Aragüés recuerda que a Lafargue, Marx "le recriminó su forma de hablar y sus ciertos aires burgueses".
En lo político, Longuet se volvió más moderado y apuntaba a la socialdemocracia. En la vida familiar, se cree que no fue un compañero ejemplar.
"El esposo de Jenny era un esposo convencional para la época, con las connotaciones negativas que eso implica", reflexiona Leopold.
De acuerdo con Emma Griffin, historiadora en la Universidad de East Anglia, Jenny y Laura se casaron con "hombres muy similares, que tenían la ambición de ser escritores, creadores, de dejar una marca en el mundo".
Pero que, la mayor parte del tiempo, no eran una fuente confiable para sostener a las familias, señaló en el programa de la BBC.
A Marx y a su esposa les costó aún más aceptar a Prosper-Olivier Lissagaray, un revolucionario francés del que la hija menor se había enamorado cuando era una adolescente.
"No está clara la hostilidad hacia Lissagaray, pero se sabe que era 20 años mayor que Eleanor", señala Jones.
Sin embargo, se cree que terminaron cediendo y fue Eleanor quien decidió no continuar con la relación.
El legado de las Marx
Jenny, Laura y Eleanor fueron fundamentales para la difusión de las ideas de su padre.
Marx fue enterrado en el cementerio de Highgate en Londres. "Las hijas de Marx tienen un perfil propio, evidentemente ensombrecido por la enorme figura del padre pero no se puede desdeñar en absoluto el papel que desempeñan tanto en el ámbito práctico, como en la dimensión creadora", señala el profesor Aragüés.
"Más allá de los trágicos finales, lo que hay que subrayar son las vidas de tres mujeres tremendamente interesantes, con ideas muy claras, con un compromiso social y político muy potente. Más allá de la penuria con la que pudieron haber vivido sacaron partido de un momento histórico muy importante".
"Son vidas duras truncadas por la enfermedad, el desengaño, la pérdida de hijos, pero al mismo tiempo con la luz de su enorme valía teórica y práctica y pueden ser colocadas sin ninguna duda en la historia del siglo XIX como un referente del pensamiento protagonizado por mujeres".
De hecho, reflexiona el profesor español, acompañar a uno de los filósofos y teóricos políticos más relevantes de la historia y ser una parte muy importante de su trabajo, "creo que no ha sido suficientemente resaltado". BBC.
"Querido, muy pronto habrá terminado todo. Mi última palabra para ti es la misma que he dicho durante todos estos largos y tristes años, amor", decía una nota que había dejado.
Tras la muerte de Karl Marx, su hija menor se había enamorado perdidamente de un científico y revolucionario llamado Edward Aveling.
Mantuvieron una relación durante más de 10 años, pero en el verano previo a su muerte, Aveling la había abandonado por una joven actriz con quien se casó.
Esa traición fue un golpe durísimo.
"El 31 de marzo de 1898, regresó a la casa de Eleanor en Sydenham, probablemente para intentar extorsionarla por dinero o amenazarla con exponer la verdad sobre el hijo 'secreto' de (Karl) Marx", contó Faith Evans, traductora de The Daughters of Karl Marx: Family Correspondence 1866-98 ("Las hijas de Karl Marx: Correspondencia familiar 1866-1898"), en un artículo de The Independent.
Se cree que cuando Aveling salió del lugar, Eleanor decidió terminar con su vida.
Pese a que es imposible determinar con precisión qué ocurrió ese jueves en esa casa londinense, trascendió que Eleanor le había pedido a su empleada que fuera a la farmacia con un papel dentro de un sobre.
"Por favor, entregar al portador cloroformo y una cantidad pequeña de ácido prúsico para perro", decía la orden, según relata Rachel Holmes en su libro Eleanor Marx: A life ("Eleanor Marx: Una vida").
La prescripción tenía las iniciales "EA" y una tarjeta del Dr. Aveling.
La empleada regresó con un paquete y se lo entregó a Eleanor, quien tenía 43 años.
Laura, la del medio
El 25 de noviembre de 1911, la segunda hija de Karl Marx, Laura, salió a dar un paseo por París con su esposo Paul Lafargue.
Laura tradujo buena parte del trabajo de su padre al francés.
"Van al cine, se compran un dulce en una pastelería, caminan y cuando regresan a su casa, se suicidan", le cuenta a BBC Mundo Juan Manuel Aragüés, profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de Zaragoza.
"Habían planificado al milímetro su decisión de suicidarse".
Incluso, como narra el periodista de BBC Mundo Lioman Lima, "antes de entrar en su habitación, Paul y Laura dejaron comida y agua para varios días para su perro, Nino".
Llevaban casados más de 40 años y se cree que la decisión de acabar con sus vidas la habían tomado mucho tiempo antes, al parecer, por el temor a una vejez limitante.
Sus vidas, especialmente la de Laura, habían quedado dramáticamente marcadas por la muerte de sus tres hijos, quienes fallecieron siendo muy pequeños.
"Uno puede entender desde una perspectiva abstracta las estadísticas de la mortalidad infantil en el siglo XIX, pero cuando te concentras en familias o parejas de manera individual, es cuando realmente te das cuenta de la escala del problema. Cuán devastador podía ser perder a los hijos tan pequeños", reflexiona en conversación con BBC Mundo David Leopold, profesor asociado de Teoría Política de la Universidad de Oxford.
Laura tenía 66 años y su esposo, 69, cuando le dejaron su suerte al ácido de cianuro.
"Estando sano de cuerpo y espíritu, me quito la vida antes de que la despiadada vejez, que me ha arrebatado los placeres y las alegrías uno tras otro, y que me ha estado despojando de mis fuerzas físicas e intelectuales, pueda paralizar mi energía y quebrar mi voluntad, haciéndome una carga para mí y los demás", decía uno de los fragmentos de la nota que dejó Lafargue.
Su muerte, señala Aragüés, generó una enorme convulsión en el movimiento obrero, porque eran dos de sus referentes.
Su entierro en París se convirtió en una manifestación política a la que asistieron figuras como Vladimir Lenin.
Jenny, la mayor
De niña, la salud de Jenny o Jennychen, como la llamaban, era un poco frágil.
Jenny falleció en Francia en 1883; dos meses después su padre moriría en Londres. Esta imagen es de 1866. Nació en 1844 y se casó con el activista francés Charles Longuet en 1872.
Como sus padres, la pareja enfrentó problemas financieros, pero con el tiempo logró estabilizarse.
La vida de Jenny fue golpeada por la enfermedad y la muerte de dos de sus seis hijos cuando eran pequeños.
De acuerdo con Saul Padover, autor del libro Karl Marx: An Intimate Biography ("Karl Marx: una biografía íntima"), en septiembre de 1882 Jenny dio a luz a su única hija.
Cuatro meses después, a la edad de 38 años, moriría de cáncer de vejiga en Francia, donde se había radicado con su familia.
Karl Marx se encontraba muy enfermo en Londres y no pudo viajar para el funeral. Dos meses después, el gran filósofo del comunismo también fallecería.
Su estado de salud era delicado y había empeorado con la muerte, en diciembre de 1881, de su gran referente: su esposa. Un año después, perdería a su hija.
El efecto fue devastador: "Gente que lo conoció dijo que ahí fue cuando perdió el deseo de vivir", reflexiona Leopold.
Algunos autores, como Gareth Stedman Jones, profesor de Historia de las Ideas en la Universidad Queen Mary, creen que Jenny llegó a ser "la hija favorita de Marx".
Tiempos difíciles Marx y Jenny tuvieron siete hijos, pero solo Jenny, Laura y Eleanor llegaron a la edad adulta.
Jenny von Westphalen estuvo casada con Marx durante 38 años y fue clave para su obra.
"Si tuviese que empezar de nuevo, (Marx) declaró, hubiese elegido la misma vida de un revolucionario, pero no se hubiese casado: su esposa sufrió demasiado y le angustiaba que sus hijas se expusieran a la misma suerte", escribió Victor G. Kiernan, quien fue profesor emérito de Historia de la Universidad de Edimburgo, en un artículo sobre las hermanas publicado en 1982 en la revista London Review of Books.
"Había mala salud en la familia", señaló el destacado historiador británico. Dos de las hijas sufrían de insomnio, "entre otras dolencias".
Hubo un período en el que los Marx vivieron en una pobreza angustiante.
El profesor Aragüés recuerda que en Londres, cuando murió uno de los hijos, la familia no tenía dinero para comprar el ataúd.
"Jenny, desesperada, le pide a un vecino francés dinero prestado para poder enterrar a su hijo", indica el docente.
Marx era consciente, explica el académico español, de que con su decisión de dedicarse a la filosofía y al servicio de un movimiento político, había arrastrado a Jenny a una situación muy dura.
"Los cambios de domicilio eran una constante. Jenny nace en París en momentos muy difíciles para la familia porque poco tiempo después son expulsados".
"Laura nace en Bruselas, donde son perseguidos por la policía. De hecho, Marx tiene que empeñar el abrigo para tener algo de dinero", recuerda el experto.
"Un padre devoto"
Pero, después de esos años tan arduos, las circunstancias financieras de la familia mejoraron gracias, en gran parte, al amigo y camarada político de Marx, el filósofo Federico Engels, quien los ayudó económicamente.
La esposa de Marx fue parte de una prominente familia de la aristocracia alemana (entonces Prusia)
"Tenemos pocos reportes de cómo era la vida doméstica, pero la impresión que dejan es que Marx fue un padre devoto y muy cercano a sus hijas", señala Leopold, quien es autor de The Young Karl Marx ("El joven Karl Marx").
"Hay testimonios de gente que visitaba la casa y recordaba a sus hijas jugando al caballito con él".
"Hay un contraste entre su infancia y su vida familiar feliz y la trágica dimensión de sus vidas adultas", reflexiona.
De acuerdo con el experto, la vida de los Marx fue más convencional de lo que uno podría pensar: "Marx no era un bohemio".
Pese a sus visiones políticas, sus hijas tuvieron una crianza burguesa: había lecciones de piano, canto, francés, italiano, dibujo.
Marx y Jenny querían que sus hijas fuesen independientes financieramente y cultas.
La devoción, dice Leopold, era mutua: de los padres hacia las hijas y de ellas hacia sus padres y eso se haría evidente con el transcurrir de los años.
La empresa colectiva de Marx
Esa devoción llevó a que se estableciera una especie de "sociedad" en la que todos estaban involucrados en el proceso de producción teórica, reflexiona el profesor Aragüés.
El ambiente familiar ayudó a que Marx se dedicara a su pensamiento filosófico y a materializar su obra. "El nombre que aparece en la obra es el de Karl Marx pero no hay ninguna duda del papel importante que desempeñan las cuatro mujeres que están alrededor de él en ese proceso", indica.
"Su esposa parecía ser la única capaz de entender la endiablada letra de Marx".
Con mucha paciencia Jenny pasaba a limpio muchos de sus manuscritos. Pero también fue una escritora y pensadora política con mérito propio.
Sus hijas desempeñaron la labor de acopio de información y de traducción de sus obras, que escribió principalmente en alemán.
"Era como una empresa colectiva. Eran conscientes de que había un trabajo teórico y político que hacer y ellas lo desempeñaban", señala el docente.
"Pero no se trata de un papel secundario de apoyar al padre, sino que en las tres encontramos una dimensión propia".
Desde el periodismo
A la hija mayor, Jenny, le preocupaba lo que estaba sucediendo en Irlanda, no solo por la crisis económica que afectaba a miles de familias de la clase trabajadora sino por la tensión nacionalista que crecía contra el dominio británico.
Charles Longuet fue un líder socialista francés que se casó con la hija mayor de Marx, Jenny. Escribió varios artículos periodísticos para denunciar el maltrato a los prisioneros políticos irlandeses por parte de las fuerzas británicas, señala Leopold.
También publicó textos en la prensa socialista y apoyó a los refugiados que eran perseguidos tras la Comuna de París que buscaban protección en Inglaterra, indica el profesor.
Y es que Londres y, como lo cuenta Aragüés, la casa de Marx se habían convertido en un centro de peregrinación de revolucionarios de todo el mundo.
La Comuna de París fue un movimiento revolucionario que gobernó la ciudad por dos meses en 1871 y el esposo de Jenny había sido una de sus figuras destacadas.
El compromiso revolucionario
Laura no solo fue clave para traducir el trabajo de su padre al francés.
Laura y su esposo están enterrados en el cementerio Père-Lachaise de París. Su esposo, Lafargue, quien había nacido en Cuba, también fue un líder revolucionario en el alzamiento francés.
De acuerdo con Aragüés, Laura tuvo un vínculo muy estrecho con la Comuna de París.
La pareja vivía en Burdeos, cuando, en abril de 1871, el esposo decidió irse a París.
En mayo, estallaría la Comuna y Lafargue "se queda para participar en el movimiento revolucionario".
Laura le envió una carta a sus hermanas en la que les dijo:
“En cuanto a Paul no sé qué pensar. Claramente cuando se fue no tenía la intención de estar tanto tiempo fuera pero es posible que no pueda volver, aunque lo desee, o tal vez la visión de las barricadas le haya tentado a seguir allí para luchar. No debería sorprenderme y no me importaría porque si yo estuviera allí con él podría luchar también”.
Tras leer el fragmento, Aragüés añade: "Su compromiso político era impresionante y acababa de tener un niño".
Cuando la comuna fue derrotada, Lafargue salió huyendo y se llevó a su familia a los Pirineos.
"Tras recibir información de que iban a ser arrestados, pasan a España. Pero allí lo detienen por unos meses", cuenta el académico.
Cuando fue liberado, se fueron unos meses a Madrid, donde desempeñan un rol clave en la creación del Partido Socialista Obrero Español.
"El hijo muere y es enterrado en Madrid", cuenta el profesor.
Las ideas
Jones, quien es autor de Karl Marx: Greatness and Illusion ("Karl Marx: Ilusión y grandeza"), le dice a BBC Mundo que las ideas políticas de Laura eran más cercanas a las de Marx.
El mismo Engels estaba impresionado.
Federico Engels mantuvo una relación muy cercana con las hijas de Marx, incluso después de la muerte del padre.
"Contamos con correspondencia, tras la muerte de Marx, que se escribieron ella, su esposo y Engels y es muy claro a partir de esas cartas que no es una mera espectadora del activismo político, ella es una participante activa del movimiento", indica Leopold.
De hecho, para Engels, Lafargue "no era de fiar", en cambio, "vio que el juicio político de Laura era mucho más superior que el de su esposo".
"Laura escribe sobre los acontecimientos políticos contemporáneos y su involucramiento con el movimiento socialista es muy serio y significativo", explica el profesor de la Universidad de Oxford.
Una pionera del feminismo
La hija menor de Marx, Eleanor, había sufrido años de mentiras y promesas falsas de Aveling, quien le habló de matrimonio e hijos.
Eleanor Marx fue muy activa en el movimiento obrero no solo británico sino que buscaba su internacionalización.
"Ha habido una gran especulación: ¿fue suicidio o fue un asesinato? Sea cual sea el caso, Edward Aveling desempeñó el papel de su abusador", reflexionaron Harrison Fluss y Sam Miller en The Legacy of Eleanor Marx ("El legado de Eleanor Marx"), artículo publicado en la revista Jacobin.
"Eleanor Marx no debe ser definida por su muerte, ni debe ser reducida al abuso que sufrió. Debe ser recordada y celebrada como la mujer radical que era: una pionera del feminismo marxista", señalaron los autores.
En eso sí hay consenso: Eleanor, o Tussy, como la llamaban desde niña, llegó a convertirse en una líder social que trabajó para establecer los primeros sindicatos de mujeres.
"Ella entendía lo que sucedía en los sindicatos y se preguntaba: ¿cómo están participando las mujeres?", le dijo Holmes al programa de la BBC Free Thinking.
Una ilustración de Gennaro Amato en la que se observa a Eleanor en una movilización de trabajadores en mayo de 1890.
Se concentró en entender cómo la estructura económica estaba construida sobre una división de roles en la que los salarios bajos eran para las mujeres, explicó la autora.
Abogó por el cuidado de los hijos de las madres trabajadoras y por la educación obligatoria y no hablaba de reformas, sino de cambios estructurales.
No solo promovió los derechos de las mujeres en el ámbito laboral, sino que puso en la agenda pública temas de salud que las afectaban.
De acuerdo con Holmes, también luchó para que hubiese un reconocimiento internacional de la unidad entre los trabajadores.
Una de las consignas que defendió fue la implementación de las jornadas de 8 horas diarias para los trabajadores en Reino Unido y en Europa.
Eleanor salía a las calles, hablaba con los trabajadores para entender sus preocupaciones y participaba como oradora en movilizaciones.
Y también fue una colaboradora muy cercana de su padre.
Aunque ella, como sus hermanas, adoraba a Marx, llegó a sentir que haberse quedado con él y haberse dedicado a ayudarlo con su obra se había convertido en una especie de carga en su juventud, reflexiona Jones.
Las parejas
Tanto Marx como su esposa tenían caracteres fuertes y quizás una muestra de ello es la actitud que asumieron frente a las parejas que sus hijas escogieron.
Paul Lafargue fue periodista, escritor político y revolucionario nacido en Cuba. Fue el autor del ensayo: "El derecho a la pereza".
"Marx no quería que sus hijas fueran pobres, deseaba que tuvieran matrimonios felices", cuenta Leopold.
Jones dice que ninguno de los dos padres aprobaron a Longuet ni a Lafargue como compañeros de Jenny y Laura respectivamente.
"Lafargue era más cercano en su ideas políticas a Marx, aunque el mismo Marx se quejó y dijo que si eso era ser marxista, él no era marxista", indica el autor.
Aragüés recuerda que a Lafargue, Marx "le recriminó su forma de hablar y sus ciertos aires burgueses".
En lo político, Longuet se volvió más moderado y apuntaba a la socialdemocracia. En la vida familiar, se cree que no fue un compañero ejemplar.
"El esposo de Jenny era un esposo convencional para la época, con las connotaciones negativas que eso implica", reflexiona Leopold.
De acuerdo con Emma Griffin, historiadora en la Universidad de East Anglia, Jenny y Laura se casaron con "hombres muy similares, que tenían la ambición de ser escritores, creadores, de dejar una marca en el mundo".
Pero que, la mayor parte del tiempo, no eran una fuente confiable para sostener a las familias, señaló en el programa de la BBC.
A Marx y a su esposa les costó aún más aceptar a Prosper-Olivier Lissagaray, un revolucionario francés del que la hija menor se había enamorado cuando era una adolescente.
"No está clara la hostilidad hacia Lissagaray, pero se sabe que era 20 años mayor que Eleanor", señala Jones.
Sin embargo, se cree que terminaron cediendo y fue Eleanor quien decidió no continuar con la relación.
El legado de las Marx
Jenny, Laura y Eleanor fueron fundamentales para la difusión de las ideas de su padre.
Marx fue enterrado en el cementerio de Highgate en Londres. "Las hijas de Marx tienen un perfil propio, evidentemente ensombrecido por la enorme figura del padre pero no se puede desdeñar en absoluto el papel que desempeñan tanto en el ámbito práctico, como en la dimensión creadora", señala el profesor Aragüés.
"Más allá de los trágicos finales, lo que hay que subrayar son las vidas de tres mujeres tremendamente interesantes, con ideas muy claras, con un compromiso social y político muy potente. Más allá de la penuria con la que pudieron haber vivido sacaron partido de un momento histórico muy importante".
"Son vidas duras truncadas por la enfermedad, el desengaño, la pérdida de hijos, pero al mismo tiempo con la luz de su enorme valía teórica y práctica y pueden ser colocadas sin ninguna duda en la historia del siglo XIX como un referente del pensamiento protagonizado por mujeres".
De hecho, reflexiona el profesor español, acompañar a uno de los filósofos y teóricos políticos más relevantes de la historia y ser una parte muy importante de su trabajo, "creo que no ha sido suficientemente resaltado". BBC.
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