jueves, 12 de noviembre de 2020

_- Entrevista al doctor Joan Benach. “Hay una mirada miope que culpa de los contagios a la responsabilidad individual, cuando el origen está en la pobreza”.

_- Hablamos con Joan Benach, investigador en salud pública en la Universidad Pompeu Fabra y director del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud- Employment Conditions Network, sobre el impacto de la pandemia en los grupos de población más vulnerables, las deficiencias del sistema de salud pública y el efecto del capitalismo y las actividades humanas en el surgimiento de pandemias.

¿Cuál es la situación y evolución actual de la pandemia? ¿Conocemos realmente todos sus efectos?
Realmente desconocemos cómo va a ser la evolución de la pandemia a corto y medio plazo. Es previsible que la situación empeore en invierno, pero realmente todo son especulaciones. Aún tenemos una visión superficial y muy incompleta de los cambios y efectos de la pandemia sobre la salud colectiva y las desigualdades de salud. A mediados de octubre, el número oficial global de muertes en el mundo sobrepasa el millón de personas, de las que oficialmente unas 34.000 habrían fallecido en España. Pero sabemos que hay un “exceso de mortalidad” (es decir, el número de muertes que habríamos esperado ver en condiciones ‘normales’ respecto a años previos) que ya se acerca a las 60.000 muertes (la situación parece mucho peor en países como Rusia, Perú o Ecuador). Esto no quiere decir que todas las muertes sean por covid-19 pero sí que muchas ocurren por el contexto social y sanitario que tiene lugar a su alrededor: enfermos diagnosticados y tratados tardíamente con enfermedades oncológicas, pulmonares, de salud mental u otras. A falta de disponer de una evaluación profunda, creo que hay tres temas importantes que hay que valorar: la debilidad de los sistemas de información y vigilancia epidemiológica y de salud pública existentes, que hace muy difícil la comparabilidad de los indicadores entre y dentro de los países; el uso partidista y poco transparente con que muchas instituciones y gobiernos utilizan los datos y los indicadores como muestra el caso de la Comunidad de Madrid por ejemplo; y la propia dificultad científica de comprender todos los impactos psicosociales y de salud (muertes, enfermedades, problemas crónicos, sufrimiento, etc), en grupos y lugares diferentes. Creo que tardaremos bastante en saber los efectos entrelazados de las múltiples olas sanitarias que se extienden y refuerzan mutuamente junto a los impactos económicos, laborales y sociales, en olas de corto y largo plazo. En todo caso, creo que por el momento sólo vemos la punta del iceberg de lo que está pasando.

¿Pero cree que se ha hecho frente de forma adecuada a las varias fases de la pandemia? ¿Ha quedado mucha gente atrás? ¿Se han cometido errores?
Se nos ha repetido que “nadie quedaría atrás” pero, hablando en general, ya que la actuación de las comunidades autónomas que son quienes tienen las competencias sanitarias ha sido diferente, hay que decir que mucha gente ya estaba atrás, y que no se han puesto suficientes herramientas, medios ni voluntad política para que esto pudiera cambiar. La primera fase de la pandemia se caracterizó por el desconcierto. Se sabía que podía ocurrir, lo había advertido mucha gente: científicos, instituciones, informes de la OMS, la CIA, el Pentágono, Bill Gates, Obama… Pero no se hizo caso. Se nos ha repetido que teníamos un sistema sanitario muy bueno y es cierto si lo comparamos con muchos países del mundo, pero es un sistema muy insuficiente para hacer frente a los problemas de salud de la gente y a una pandemia complicada como la que vivimos. Durante muchos años, las políticas neoliberales, la acción conjunta de gobiernos y empresas en favor de éstas, los recortes de la crisis del 2008, y otros factores precarizaron la sanidad pública (sobre todo la atención primaria y los servicios sociales), al tiempo que el peso se ponía cada vez más en los hospitales, las tecnologías y medicamentos, sin invertir en salud pública (vigilancia, prevención, planificación, educación, etc). Con la pandemia, no se ha planificado ni coordinado suficientemente, ha habido falta de previsión y capacidad de anticipación, ha faltado liderazgo y participación comunitaria, no se ha previsto el peor escenario, y no se ha invertido lo suficiente en sanidad y salud pública y servicios sociales. Ante esto, la solución “final”, con confinamientos que ayudan a frenar su expansión, y la restricción de actividades comerciales y cotidianas no pueden ser una alternativa a tener una salud pública con los medios adecuados para planificar, vigilar, educar, prevenir y actuar con diligencia y efectividad.

No se ha planificado ni coordinado suficientemente, ha habido falta de previsión y capacidad de anticipación, ha faltado liderazgo y participación comunitaria

En la segunda fase, el modelo de actuación tampoco ha sido bueno; pienso que se caracteriza por tener tres rasgos: la casi “ausencia” de la salud pública, la generación de segregacionismo y discriminación, y la “normalización” de una pandemia que ya es crónica. En cuanto a la salud pública, parece claro que no se ha priorizado suficiente en invertir recursos y conseguir un servicio suficientemente potente y eficaz de rastreadores, ni se han hecho suficientes tests, ni se han empleado los fondos necesarios para reforzar sustancialmente la atención primaria, los servicios sociales o las actuaciones de salud pública. Las huelgas y protestas son la prueba. En cambio, se ha optado por plantear restricciones de la actividad laboral, el consumo, o el ocio de forma reactiva y no demasiado efectiva, sin poner suficiente hincapié en la restricción de actividades interiores, la promoción de hacer el mayor número de actividades posibles controladas al aire libre, y la mejora del transporte público. Creo que podemos decir que no se ha planificado con tiempo ni se han previsto los peores escenarios, que no se ha hecho una campaña educativa comunitaria, pedagógica, con mensajes claros y masivos a la juventud y a las personas mayores, ni tampoco se ha realizado una campaña de intensa participación comunitaria. El segregacionismo tiene que ver con un control de la pandemia casi “militar”, para “derrotar” al virus en una “guerra” donde se pone el peso en los factores mencionados y la responsabilidad individual, a la espera de que haya una vacuna segura y efectiva. Los barrios obreros ya arrastraban todo tipo de problemas de segregación social y los peores indicadores socioeconómicos, pero en lugar de invertir masivamente en servicios sanitarios, sociales y educativos, llega la policía para realizar controles. El tercer punto es normalizar una pandemia ya crónica que recae sobre una sanidad pública colapsada crónicamente con unos profesionales agotados, precarizados… y contagiados. Cuando la población no puede acceder ni recibir los servicios sanitarios que necesita, se puede decir que el sistema está colapsado. No se puede contemporizar y “normalizar” una situación que mata, crea sufrimiento y desigualdades en tanta gente. Al dedicar los recursos disponibles para atender a los enfermos por la covid-19, no se pueden atender otros casos de enfermedades y problemas de salud. Por tanto, no podemos seguir con medidas “de quita y pon”, reaccionando reactivamente, hay que hacer de una vez por todas inversiones profundas en sanidad y salud pública y cambiar una situación pandémica que podría durar tiempo.

Los datos indican que las capas más empobrecidas de la población están más expuestas y que hay un mayor impacto del virus en los barrios trabajadores y de renta baja. ¿Podemos decir, por tanto, que el coronavirus distingue entre clases sociales? ¿Son también las pandemias un problema de desigualdad social y sanitaria?
Tampoco aquí tenemos una visión suficientemente precisa pero sí sabemos que el virus no afecta igual a toda la población y que hay grupos sociales muy desigualmente afectados por la pandemia. Por ejemplo, en la primera ola de la pandemia, alrededor del 70% de las muertes se produjeron en las residencias geriátricas. Durante muchos años no se invirtió en servicios públicos, se externalizaron residencias a empresas, aseguradoras y fondos especulativos que encontraron un mercado rentable para hacer negocio y parasitar sin control democrático al sector público. Con toda impunidad, precarizaron al personal, ahorraron en material básico y mantenimiento, redujeron la calidad de servicios y degradaron la atención y condiciones higiénicas y de alimentación. Otro caso son los trabajadores y trabajadoras “esenciales” (al principio llamados “héroes y heroínas”) de sectores productivos y cuidados precarizados y feminizados, que se localizan en los barrios obreros. La pandemia ha amplificado las desigualdades de salud ya existentes en unos barrios y grupos sociales con muchos problemas y necesidades previos. El discurso hegemónico de los medios de comunicación se centra en el virus, la biología, los mal llamados “estilos de vida” y la responsabilidad individual, y la atención médica especializada hospitalaria (sobre todo las UCI) y los tratamientos y vacunas para “resolver” biomédicamente el problema. Es una mirada miope, errónea y falsa, porque los factores decisivos que explican el origen y evolución de la pandemia y su impacto en forma de desigualdades son, en gran medida, los determinantes sociales de la salud como la precarización laboral, la pobreza, los problemas en la vivienda o las injusticias ambientales, entre otros, relacionados con las políticas públicas y la desigual distribución del poder. Así pues, las acciones de quienes tienen más poder y deciden las políticas son decisivas para salvar vidas o bien para matar desigualmente a la gente. Para reducir las desigualdades habría que hacer políticas radicales, profundas y sostenidas, como implantar una fiscalidad mucho más progresiva, reformar el modelo de Estado de bienestar en la sanidad y la salud pública, los servicios sociales y los cuidados, invertir en educación, reducir el tiempo de trabajo, incluir la renta básica universal, hacer una transición ecológica y energética rápida y muy profunda, y cambiar un sistema productivo, financiero, de consumo y cultural, que haga frente a la grave crisis sociosanitaria y ecosocial que enfrentamos.

En un artículo reciente señaló que hay que crear un Servicio Nacional de Salud en Catalunya. ¿Qué características debería tener? ¿Qué hacer para reforzar el sistema de salud pública de Catalunya?
El segregacionismo tiene que ver con un control de la pandemia casi “militar”, para “derrotar” al virus en una “guerra” donde se pone el peso en la responsabilidad individual

La salud colectiva no depende fundamentalmente –como a menudo se cree– de la biología y la genética, los estilos de vida y la atención sanitaria, sino de la política, las políticas públicas y los determinantes ecosociales de la salud. La salud de la gente depende también de la “salud pública”, la disciplina que tiene como objetivo prevenir la enfermedad, y proteger, promover y restaurar la salud de toda la población. Esto incluye, por ejemplo, mejorar la salud laboral y ambiental, construir una potente red de vigilancia epidemiológica, desarrollar la participación comunitaria, o planificar intervenciones a largo plazo para mejorar la salud y aumentar la equidad. Actualmente los recursos de la salud pública son ínfimos (menos del 2% del presupuesto de salud) y su visibilidad social es casi inexistente. Sabemos de la importancia de la salud pública, pero desgraciadamente esto no forma parte todavía del saber hegemónico de la mayoría de la gente, o incluso del de muchos profesionales sanitarios y los servicios sociales.

En cuanto a la sanidad, el modelo hegemónico no es el más efectivo, ni el más eficiente, ni el más equitativo, ni el más humano. Es un modelo biomédico y reduccionista que fragmenta el cuerpo y olvida la integralidad psico-bio-social humana. Un modelo que acentúa la biomedicina, los hospitales y servicios especializados, la tecnología y la utilización masiva de medicamentos, y que genera una investigación más centrada en publicar en revistas de alto impacto y buscar beneficios económicos que en la salud colectiva.

Necesitamos cambiar las prioridades de forma radical. Necesitamos un modelo sanitario público, de calidad y no precarizado, basado en la atención primaria, comunitaria y los servicios sociales, que potencie la fabricación pública de medicamentos y materiales sanitarios, y que potencie la investigación aplicada para resolver los problemas de salud reales que sufre la población. Un modelo desmedicalizador de la salud, que utilice de forma mesurada la tecnología, que trate a personas enfermas y no a enfermedades u órganos enfermos… y que sea participativo y democrático. Para hacer todo esto es imprescindible abrir un gran debate social cambiando la cultura de la salud, fortalecer las agencias de salud pública, desarrollar la legislación e invertir masivamente en sanidad pública, en servicios sociales y en salud pública. Todo esto quiere decir que es necesario crear un Servicio Nacional de Salud público, bien financiado, de calidad y democrático al servicio del pueblo. Y necesitamos también, no lo olvidemos, que este nuevo modelo esté en sintonía con la crisis de civilización en la que nos encontramos (de salud, cuidados, económica, ecológica y política) donde tendremos servicios con menos energías y recursos.

Se presenta la búsqueda de la vacuna como una gran esperanza, pero el sistema internacional de investigación biomédica y farmacéutica parece organizado al servicio de los intereses de los grandes laboratorios multinacionales internacionales. ¿Qué papel juegan las patentes farmacéuticas en la determinación de la orientación de la investigación? ¿Cree que habrá algún mecanismo que haga accesibles las vacunas y que puedan ser distribuidas a todo el mundo?
No soy un especialista en este campo, pero me parece que se ha creado una visión distorsionada sobre las vacunas que genera falsas impresiones y esperanzas. Aunque en pocos meses los avances en el conocimiento han sido muy grandes, creo que hay que tener mucha humildad en relación al virus y el desarrollo de vacunas. Lo primero es tener vacunas seguras sin (o con pocos) efectos nocivos para luego mirar su efectividad, pero, como ocurre en otros casos, ésta puede ser variable. La vacuna de la gripe tiene por ejemplo una efectividad baja, mientras que la del sarampión es barata y efectiva. Hoy no sabemos cuál será la efectividad de las vacunas de la covid-19, ni de hecho la conoceremos del todo hasta dentro meses, como tampoco sabemos si el nivel de inmunidad será suficiente para evitar nuevas reinfecciones. Esto quiere decir que, previsiblemente, las vacunas no permitirán acabar con la pandemia de forma inmediata tal y como lo presentan los medios de comunicación. Por lo tanto, debemos tener en cuenta la incertidumbre existente y las previsibles limitaciones de su efectividad.

Las acciones de quienes tienen más poder y deciden las políticas son decisivas para salvar vidas o bien para matar desigualmente a la gente

Creo que tenemos muchas preguntas sobre la mesa sin aún una respuesta clara. ¿Quién producirá la vacuna? ¿Quién la controlará? Una gran parte de la investigación biomédica se paga con fondos públicos, pero el control, producción y comercialización de la vacuna está en manos privadas. Para conseguir un modelo que favorezca al conjunto de la humanidad necesitaríamos medicamentos y vacunas de propiedad y gestión pública, con un elevado control democrático y comunitario. ¿Habrá patentes? ¿Se producirán vacunas genérica para que todas las personas puedan protegerse (seguramente de forma limitada)? ¿Qué harán los Estados? ¿Si no pueden comprar los medicamentos, producirán genéricos? ¿Aunque tengamos una vacuna efectiva, se distribuirá a toda la humanidad? ¿Cómo y quién lo hará? Esto puede ser un proceso que dure muchos meses sino años. Hay muchos factores sociales, económicos, técnicos y políticos que determinarán su distribución y su impacto. En definitiva, aunque tengamos vacunas seguras y efectivas, todo apunta a que no será la panacea que resuelva la situación que tenemos. A corto o largo plazo, como con cualquier otra pandemia anterior, resolveremos la situación. El problema será cuál será su coste social y sobre quién este recaerá.

¿La crisis actual de la pandemia del coronavirus es exclusivamente un problema de origen sanitario o bien hay otros elementos causales? ¿Cuáles son las condiciones económicas y ambientales específicas que han propiciado el surgimiento del virus y su expansión?
Los medios de comunicación ofrecen una visión demasiado superficial sobre la pandemia sin que casi nunca hablen de las causas sistémicas que la han generado. Siempre ha habido –y siempre habrá– pandemias en la historia humana, a veces con efectos espantosos, pero el aumento global de enfermedades infecciosas de los últimos decenios nos debería hacer pensar que las causas de la pandemia están ligadas al modelo económico y a la crisis eco-social que padecemos, que a la vez se asocian a la dinámica propia del capitalismo. Esto lo muestran los estudios científicos cuando los integramos con una visión crítica y transdisciplinar. Por ejemplo, el biólogo Rob Wallace explica que la aparición del virus está muy ligada a la alteración global de ecosistemas, la deforestación y pérdida de biodiversidad, el modelo agroindustrial, el tipo de producción ganadera y la búsqueda de rentabilidad al coste que sea ​​necesario por parte de las corporaciones multinacionales. Y el biólogo Fernando Valladares comenta que el mejor antídoto contra el riesgo de pandemias sería preservar la naturaleza y proteger la biodiversidad de los ecosistemas y la genética, recordándonos que interponer especies entre los patógenos y el ser humano es el mejor cortafuegos para protegernos. Si a esto le añadimos la rápida urbanización y crecimiento masivo del turismo y viajes en avión, y la mercantilización y debilidad de los sistemas de salud pública tenemos la “tormenta perfecta” para una o muchas pandemias. Detrás de todo esto encontramos el capitalismo y su consustancial lógica de acumulación, crecimiento económico, búsqueda de beneficios y desigualdad que choca con los límites biofísicos planetarios. En definitiva, las circunstancias en que las mutaciones víricas pueden amenazar la salud y la vida dependen de la sociedad y en definitiva en gran medida de una lógica capitalista extractiva y depredadora.

Aunque con el inicio de la pandemia se hablaba de un cambio de paradigma, parece que hemos vuelto a las mismas dinámicas económicas y ambientales de siempre. ¿Cree que realmente hemos aprendido algo de la pandemia?
Desgraciadamente no me parece que estemos aprendiendo demasiado. La pandemia ha mostrado nuestra fragilidad como individuos y como sociedad. En plena crisis, durante varios meses, nos hemos hecho un poco más conscientes de que sin el trabajo esencial de mucha gente trabajadora que siempre ha sido despreciada no podemos vivir. Y muchos han entendido –quizás por vez primera– que la sanidad pública y el trabajo de cuidados es fundamental. Sin embargo, las inercias económicas, políticas y culturales del mundo que vivimos hacen que cambiar no sea nada sencillo. Además, vivimos en un mundo tan rápido, con tantos impactos, que no nos queda ni tiempo para reflexionar, recordar y ser conscientes de las cosas. Durante esta pandemia han muerto millones de personas de hambre, han muerto millones de niños por enfermedades diarreicas … Se dice que hay que volver a la “normalidad” o una “nueva normalidad”. Pero la “normalidad” en el mundo es que dos terceras partes de la población sobrevive con menos de 5 dólares al día, que 2.500 millones de personas no tienen un hogar para vivir en condiciones, que beben agua potable contaminada, y que mucha gente respira, bebe y se alimenta con tóxicos que dañan la vida y la salud. Y la “normalidad” en Catalunya y España es que una de cada cuatro personas está en situación de riesgo de pobreza y exclusión, y más de la mitad de la población tiene dificultades para llegar a fin de mes. No nos podemos “adaptar” a esta realidad y volver a la normalidad. Me gusta repetir la conocida sentencia del filósofo hindú Jiddu Krishnamurti al decir: “No es signo de buena salud estar bien adaptados a una sociedad profundamente enferma”.

La pandemia ha sido una catástrofe y una ruptura general (ha modificado y detenido un poco el sistema productivo y el crecimiento económico que las élites buscan y necesitan como una droga) que ha cambiado la sociedad de arriba abajo, pero esto no quiere decir que ahora mismo exista la capacidad de cambiar el mundo a mejor. En todo caso, aunque no sea sencillo cambiar la situación actual, habrá que hacerlo, habrá que cambiar radicalmente mediante una lucha organizada, inteligente y persistente donde sepamos juntar muchas fuerzas locales y globales. Como dijo el filósofo coreano Byung-Chul Han, el virus por sí sólo no acabará con el capitalismo, ni tampoco lo hará con un neoliberalismo que infecta las mentes y destruye las vidas.

¿Qué retos claves de futuro nos plantea esta crisis de civilización a la que antes hacía referencia?
Los seres humanos no sólo necesitamos de la naturaleza, sino que “somos naturaleza”. El concebirnos como algo superior a la naturaleza se liga en buena parte a la crisis de civilización que padecemos. Cualquier acción que dañe nuestro entorno nos daña a nosotros, ya sean los químicos que introducimos en el medio ambiente, el aire contaminado que produce ocho millones de muertes anuales, o la destrucción de la biodiversidad. Desde un punto de vista global, es necesario comprender con la profundidad necesaria la crisis climática que ya está generando tantos y tantos problemas (olas de calor, subida del nivel del mar, contaminación del aire, macroincendios, etc.) que afectan la salud humana y animales, pero también hay que ser conscientes de la crisis ecológica en un sentido más amplio. Los países, las empresas y los grupos sociales ricos son los grandes responsables. O bien conseguimos reducir y cambiar el tipo de producción industrial masivo (aunque mejorando su eficiencia), al tiempo que cambian nuestras vidas cotidianas con menos consumo, la producción de bienes de consumo más esenciales y cercanos, y la creación de una economía solidaria y homeostática, que gaste mucha menos energía y adapte el metabolismo ecosocial los límites biofísicos de la Tierra, o no tendremos futuro. En 2019, por ejemplo, se sobrepasaron (la “extra-limitación”, overshooting en inglés) los límites biofísicos del planeta el 29 julio; 2020 con la pandemia y el frenazo económico esto se ha ralentizado un poco produciéndose en la tercera semana de agosto. Esto no es sostenible. Por poner un ejemplo, es como si talaras árboles de un bosque a mayor velocidad que la capacidad que tiene de regenerarse, y lo hacemos cada vez más aceleradamente y con una madera que va a las manos de unos pocos privilegiados. El capitalismo se multiplica constantemente como si fuera un virus. Funciona como una máquina imparable que se organiza con una estructura financiera y social alrededor del imperativo de la acumulación para tratar de conseguir un crecimiento permanente y acelerado del PIB en forma exponencial, con todo lo que ello conlleva de gasto energético, de materiales y recursos. Por muy de verde que pintemos la economía o las empresas, o por mucho que usemos palabras como ‘sostenibilidad’ o ‘resiliencia’, esto no puede continuar indefinidamente. Tendremos que decrecer selectivamente, por las buenas o por las malas, como explica muy bien el físico y divulgador de la crisis energética Antonio Turiel en su último libro Petrocalipsis. Más tarde o más temprano superaremos mal que bien el virus biológico, superaremos la pandemia, pero el virus de acumulación, crecimiento ilimitado y despojo en que se fundamenta el capitalismo está en guerra contra la humanidad y estás destruyendo la vida

Esta entrevista se publicó originalmente en catalán en el Diari de la Sanitat.

Fuente:

miércoles, 11 de noviembre de 2020

¿Niños altos o bajos? La clave está en la alimentación (y no solamente en los genes)

No es solo una cuestión genética: la alimentación deficiente en los niños de edad escolar puede contribuir a una diferencia promedio de 20 cm en la altura entre los individuos de diferentes países, según un nuevo análisis publicado en la prestigiosa revista The Lancet.

El informe reportó que en 2019, los jóvenes de 19 años más altos del mundo se encontraban en los Países Bajos (183,3 cm), mientras que los más bajos en Timor Oriental (160,1 cm).

Las adolescentes más altas de 19 años también son de los Países Bajos (170,4 cm), mientras que las de menor estatura se encuentran en Guatemala (150,9 cm).

El equipo de científicos analizó data de más 65 millones de niños y adolescentes entre 5 y 19 años recabada por más de 2000 estudios llevados a cabo entre 1985 y 2019.

Los investigadores enfatizan la importancia de monitorear los cambios en altura y peso de los niños en el mundo a lo largo del tiempo, ya que esto puede reflejar la calidad de los alimentos disponibles y qué tan saludable es el medioambiente para los jóvenes.

En líneas generales, en 2019, encontraron que los niños y jóvenes del centro y noroeste de Europa (Países Bajos y Montenegro) eran los más altos del mundo.

Mientras que los jóvenes de 19 años en promedio más bajos vivían en sur y sureste asiático, América latina y África Oriental. 
Otros datos relevantes del informe:

En promedio, los jóvenes de 19 años de Laos tenía la misma altura (162,8 cm) que los niños de 13 años en los Países Bajos. A los 19 años, las jóvenes de Guatemala, Bangladesh, Nepal y Timor Oriental tenían la misma altura promedio que las niñas holandesas de 11 años (152 cm).

Las mejoras más importantes en la atura promedio de niños en los últimos 35 años se han visto en China y Corea del Sur. Pero en muchos países de África Subsahariana, la altura promedio no ha cambiado o se ha reducido desde 1985.

Peso
El estudio también analizó el índice de masa corporal (IMC), una medida que ayuda a determinar si una persona tiene un peso saludable en relación a su altura.

Los investigadores descubrieron que las adolescentes mayores con el IMC más alto vivían en las Islas del Pacífico, Medio Oriente, Estados Unidos y Nueva Zelanda.

Mientras que los jóvenes de 19 años con el IMC más bajo viven países del sur de Asia como India y Bangladesh.

Los científicos estiman que, en términos amplios, la diferencia entre los países con niveles más altos y más bajos de IMC es de 25 kilos.

En algunos países, los niños alcanzaba un IMC saludable a los 5 años, pero tenían altas probabilidades de volverse obesos para cuando alcanzaban los 19 años.

Si bien los investigadores reconocen que la genética tiene un papel importante en la altura y el peso de cada niño en particular, dicen que cuando se trata de la salud de poblaciones enteras, la nutrición y el medioambiente son clave.

También argumentan que las políticas de nutrición global se centran básicamente en los niños menos de 5 años, pero su estudio muestra que se debe poner más atención a los patrones de crecimiento de niños de más edad.

Beneficios a largo plazo Andrea Rodríguez Martínez, investigadora el Imperial College en Londres y una de las líderes el estudio, señala que un peso y una altura sana en la niñez y adolescencia tienen beneficios para la salud a largo plazo.

Una dieta saludable es fundamental para un crecimiento sano.

"Nuestros hallazgos deberían motivar (la implementación) de políticas que aumenten la disponibilidad y reduzcan los costos de los alimentos nutritivos, ya que esto ayudará a los niños a crecer en altura sin ganar exceso de peso".

En opinión de Alan Dangour, investigador de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, se trata de un análisis único y poderoso.

"Por primera vez, un análisis global se centra en el crecimiento de niños en edad escolar y adolescentes, e identifica que los gobiernos alrededor del mundo no están haciendo lo suficiente para asegurarse de que los niños entren en la edad adulta con buena salud".

martes, 10 de noviembre de 2020

_- El águila y las gallinas

_- Leonardo Boff, pensador brasileño, profesor de teología sistémica en la Universidad de Petrópolis y director de la editorial brasileña Vozes, escribió hace años (la traducción española es de septiembre de 1998) un pequeño libro titulado “El águila y la gallina. Una metáfora de la condición humana”.

El libro comienza de esta sugerente manera: “Érase una vez un político, también educador popular, llamado James Aggrey. Era natural de Gana, pequeño país del África Occidental. Hasta ahora, tal vez, un perfecto desconocido. Pero, en cierta ocasión contó una historia tan bonita que, con certeza, ya circuló por el mundo, llegando a ser su autor y su narración inolvidables”.

El contexto de la narración es el siguiente: a mediados de 1925, James había participado en una reunión en la que se abordaba el acuciante problema de la independencia de Gana, país que tiene 238.537 kilómetros cuadrados. Unos defendían la vía armada como el mejor medio para alcanzar la liberación de los colonizadores ingleses. Otros sostenían que era la organización política del pueblo la que podría conseguir los propósitos de independencia, como realmente sucedió bajo el liderazgo de Kwame N´Krumah, que recorría el país con el lema: “busca primero el reino político, y todo lo demás vendrá”. Algunos defendían la idea de que había que mantenerse bajo la protección de los ingleses. Los colonizadores predicaban desde los púlpitos, escribían en los libros y decían en los actos oficiales que los ganeses y los africanos en general eran seres inferiores, incultos y bárbaros y que solos nunca conseguirían el desarrollo que podrían alcanzar bajo el imperio británico. Como suele suceder, algunos habían hecho suyas las tesis de los opresores.

James Aggrey, fino educador, seguía atentamente todas las intervenciones. Escuchaba con sorpresa y rabia cómo algunos líderes apoyaban la causa de los ingleses. Hacían caso omiso de todas las quejas y renunciaban a los sueños de la liberación. Entonces pidió la palabra levantando la mano y, con calma y solemnidad, contó la siguiente historia:

Érase una vez un campesino que fue a la floresta para coger un pájaro y tenerlo encerrado en su casa. Consiguió una cría de águila y la puso en el gallinero con las gallinas. Comía la ración de maíz como todas las demás gallinas.

Pasados cinco años, este hombre recibió en su casa la visita de un naturalista. Al pasear por el jardín, entre las gallinas, el naturalista dijo:

– Ese pájaro de ahí no es una gallina. Es un águila.

– Cierto, dijo el campesino, es un águila. Pero yo la crié como gallina. Ya no es un águila. Se transformó en gallina como las demás, a pesar de las alas de casi tres metros de extensión

– No, insistió el naturalista. Es y será siempre un águila. Pues tiene un corazón de águila. Este corazón la hará volar un día en las alturas.

Entonces decidieron hacer una prueba. El naturalista tomó el águila, la levantó lo más alto que pudo y, desafiándola, dijo:

– Ya que eres de hecho un águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, entonces, extiende las alas y vuela.

El águila se posó sobre el brazo extendido del naturalista. Miraba distraídamente alrededor. Vio a las gallinas allí debajo, revolviendo los granos de maíz. Y saltó unto a ellas. El campesino comentó:

– Ya le dije se ha convertido en una gallina. Así ha vivido todo el tiempo.

– No, insistió el naturalista. Es un águila Y un águila será siempre un águila. Vamos a probar nuevamente mañana.
Al día siguiente, el naturalista subió con el águila al tejado de la casa. Y le susurró:

– ¡Águila, puesto que eres un águila, abre tus alas y vuela!

Pero, nuevamente, cuando el águila vio a las gallinas picoteando el grano allí abajo, saltó y se fue con ellas. El campesino sonrió y volvió a la carga:

– Yo ya se lo había dicho. ¡Se convirtió en gallina para siempre!

– No, respondió firmemente el naturalista. Es un águila, poseerá siempre un corazón de águila. Vamos a intentarlo una vez más. Mañana la haré volar.

Al día siguiente el naturalista y el campesino se levantaron muy temprano. Cogieron el águila, la llevaron fuera de la ciudad, lejos de la casa, lejos de las gallinas, en lo alto de la montaña. El sol naciente doraba las crestas elevadas. El naturalista levantó el águila y le ordenó:

– Águila, ya que eres águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, abre tus alas y vuela.

El águila miró alrededor. Temblaba como si experimentase una nueva vida. Pero no emprendió el vuelo. Entonces el naturalista la aseguró firmemente, en la dirección del sol, para que sus ojos pudiesen llenarse de la claridad solar y de la inmensidad del horizonte,.

En ese momento, ella abrió sus potentes alas, graznó con el típico kau-kau de las águilas y se irguió, soberana, sobre sí misma. Y comenzó a volar hacia lo alto, a volar cada vez con más velocidad y con más altura, más y más, hasta confundirse con el azul del firmamento.

Y James Aggrey terminó diciendo: Hermanos y hermanas compatriotas. Hubo personas que nos hicieron pensar como gallinas. Y muchos de nosotros pensamos que somos gallinas. Pero nosotros somos águilas. Por eso, compañeros y compañeras, abramos las alas y volemos. Volemos como las águilas. Jamás nos contentemos con los granos que nos arrojan a los pies para rebuscar en la tierra.

Gana fue el primer país del África subsahariana que accedió a la independencia. Kwame N´Krumah continuó como primer ministro, mientras se mantenía la representación de la corona británica a través de un gobernador general. Este cargo fue eliminado en 1960,cuando se optó por el sistema republicano.

La historia de James Aggrey es realmente espléndida. Fue contada en el momento oportuno en el que había que luchar por la liberación de un pueblo. También existe la liberación de los individuos: para el desarrollo de la realización humana hace falta el sentido de la autoestima, la capacidad de afrontar dificultades casi insuperables y la creatividad ante situaciones de opresión que amenazan el horizonte de la esperanza.

Estamos contantemente desafiados a liberar el águila que llevamos dentro. Ante situaciones de adversidad como la que tenemos con la pandemia, ante actuaciones políticas egoístas o irracionales, ante la dominación de los medios, ante la presión que ejerce sobre concepciones, actitudes y comportamientos la filosofía neoliberal, ante la crisis de valores, ante el esfuerzo de los monopolizadores del tener, el saber y el poder, ante la falta de miras solidarias… hemos de liberar al águila.

Todo ser humano tiene que realizar un proceso de personalización. Ese proceso está frenado por obstáculos diversos: el egoísmo, el pragmatismo, el consumismo, la dominación, el conformismo, el adoctrinamiento, la falta de valores, el engaño…

Y la piedra angular de la liberación personal y social radica en la educación. Como dice Emilio Lledó: “La educación entra en la historia humana cuando aparece en ella la lucha real o ideal por la libertad. Educar es abrir y desarrollar posibilidades, construir en cada individuo un espacio más amplio que el que ofrecen las respuestas inmediatas al cerco de los estímulos y las necesidades elementales”.

Educar es subir al águila que llevamos dentro a la parte más alta de la montaña del desarrollo integral para invitarla a que vuele en el firmamento mirando al sol de un mundo mejor.

lunes, 9 de noviembre de 2020

_- El problema no es Donald Trump

_- Hace cuatro años escribí en este periódico, (La Opinión de Málaga) a petición de su Director, un artículo sobre la elección de Donald J. Trump a la Presidencia de los Estados Unidos. Después de cuatro años de mandato, el artículo cobra mayor fuerza. Porque resulta increíble, a mi juicio, que más de 65 millones de votantes, hayan apoyado ahora con su voto una gestión tan calamitosa (más de 22000 mentiras según el Washington Post, desprecio por la lucha contra el cambio climático, enriquecimiento ilícito, pésima actuación ante la pandemia, prepotencia a raudales, defraudación a la Hacienda Pública, paralización de la reforma sanitaria de Obama, olvido de los desfavorecidos, dureza en el trato a los inmigrantes, abuso de poder, instalación de un estilo chabacano en la Casa Blanca…). Resulta increíble que, después de esos cuatro años de mandato, hayan tenido lugar unas elecciones reñidas, ajustadas en sus resultados. Pensé que el candidato demócrata, fuera el que fuera, se llevaría la victoria de calle. Y no ha sido así. ¿Cómo es posible?

La reacción del candidato republicano proclamando su victoria en la noche electoral antes de que se hubiera terminado el recuento, su afirmación de que no abandonará la Casa Blanca de forma pacífica, su acusación sin prueba alguna de “gran fraude a la nación” cuando ve que su adversario gana terreno, su insistencia en que se detenga el recuento de votos, la agitación de sus seguidores…, dejan al descubierto la catadura moral del todavía Presidente. El apellido de Trump (estuve no hace mucho en su impresionante torre de Nueva York) me lleva de forma inevitable al adjetivo ”tramposo”. Voy a hacer lo que nunca he hecho. Voy a reproducir aquel artículo porque tiene hoy una mayor vigencia, ya que los millones de votantes de Trump apoyan ahora no solo promesas electorales (muchas no cumplidas, por cierto) sino políticas y formas de actuación detestables. Esto decía hace cuatro años. Ahora lo subrayan los hechos.

“El que haya una persona (un personaje) como Donald Trump no es un problema para una sociedad. No. No es un problema inquietante para un país ni para el mundo el hecho de que haya un individuo xenófobo, racista, machista, zafio, autoritario, descortés, grosero, mentiroso, violento… El problema es que ese individuo pueda convertirse en candidato a la presidencia del país más poderoso del mundo y que, posteriormente haya sido elegido como el 45º Presidente de su historia.

El problema es, pues, que este personaje insolente y provocador haya sido elegido por millones de votantes entusiastas. Le han votado mujeres a pesar de que han aparecido testimonios más que evidentes de su machismo y de su grosería. ¿Cómo es posible ese inusitado fervor tras los carteles “Women for Trump”? Sería más oportuno enarbolar una pancarta con estos lemas: “Mi opresor tiene razón”. “Mi verdugo es maravilloso”. “Mi maltratador es admirable”. La actriz Susan Sarandon, que lo apoya, ha dicho que ella no vota con la vagina. Pues con la cabeza creo que tampoco. ¿Qué les pasa a las mujeres americanas que no quieren que haya por primera vez una mujer en la presidencia de su país? ¿No sería un avance respecto a ese maldito androcentrismo que causa tantos daños?

Le han votado mexicanos a los que ha despreciado de forma insistente y vergonzosa. Le han votado inmigrantes a los que ha tratado de delincuentes. Le han votado negros a los que ha maltratado verbalmente. Y le han votado a él. Digo esto porque el voto no se le ha dado al Partido Republicano sino a su persona y figura. A los valores que él defiende y representa. Para echarse a temblar.

¿Cómo puede obtener un solo voto un candidato que dice que, aunque matase a alguien de un tiro en la Quinta Avenida, sería igualmente apoyado? ¿Cómo puede tener un solo voto alguien que dice que no aceptará los resultados si no es él el ganador? ¿Cómo puede ser votado alguien que afirma que las mujeres se dejan arrastrar a gusto por el fango a manos del hombre que tiene fama, dinero y poder? ¿Qué tipo de democracia defiende? ¿Qué tipo de sociedad desea? ¿En qué tipo de valores cree?

Todas estas inquietudes desembocan en una preocupación que, siempre que tiene lugar un fenómeno de este tipo, se me presenta en forma de pregunta acuciante: ¿para qué les ha servido la escuela a los votantes de Donald Trump? ¿Cómo razonan, cómo argumentan, como analizan la realidad, cómo se comprometen con ella?

En el año 2001 escribió Philippe Perrenoud un artículo titulado “L´école ne sert à rien” (La escuela no sirve para nada”). Confieso que cuando leí el título me quedé noqueado. Según esa afirmación habría tirado mi vida por las alcantarillas de la historia. Desde los 19 años he trabajado en la escuela.

El artículo apareció en “La Tribune de Genève”. Es tan breve como contundente. En él dice que de los doce dignatarios nazis que decidieron construir las cámaras de exterminio, más de la mitad tenía un doctorado. De donde se deduce que un alto nivel de instrucción tiene muy poco que ver con el orden de la ética. Y en él hace referencia el sociólogo suizo a los electores y electoras del país americano. Traduzco del francés:

“Los acontecimientos recientes demuestran de manera dramática que se puede tomar a los ciudadanos por imbéciles y tener todas las posibilidades de ser aclamado en las elecciones. Y así el 90% de los americanos mantienen a un presidente (se refiere a George Bush) del que la historia dirá, a buen seguro que ha profundizado la fractura entre el Norte y el Sur, entre el cristianismo y el islam, entre los ricos y los desheredados. La escalada del terror es escondida por los aplausos del pueblo, de modo que la condena del terrorismo impide percibir sus causas profundas y la parte de responsabilidad de los Estados Unidos. Ben Laden no es más que un síntoma de un mundo injusto, que la política de los países ricos reproducen. Para qué le ha servido la escuela a los americanos si la emoción y el nacionalismo atrofian el juicio de las personas instruidas?”.

La escuela tiene, a su juicio, dos finalidades Primera: desarrollar la solidaridad y el respeto al otro sin los cuales no se puede vivir juntos ni construir un orden mundial equitativo. Y segunda: construir las herramientas para hacer el mundo inteligible y ayudar a comprender las causas y las consecuencias de la acción, tanto individual como colectiva. Por eso concluye: “el sistema educativo está lejos de alcanzar sus objetivos fundamentales”.

Algo falla, pues. O la escuela no ha cumplido bien su misión o los escolares han traicionado lo que han aprendido durante todos los años de escolaridad.

Sé que puede parecer petulante creer que quien no piensa como tú está peor formado. Pero es que, en este caso, el candidato era tan esperpéntico, tan bruto, tan desconsiderado, tan despótico, tan caprichoso, tan demagógico, tan machista, tan ególatra, tan violento, tan agresivo… que cuesta entender las razones que hay detrás del voto.

Insisto, el problema no es Donald Trump. El problema es la enorme masa de votantes de Donald Trump. Apareció como un payaso en un circo y se ha convertido en el tigre del circo que ha devorado los valores de respeto, igualdad, justicia, solidaridad, apertura y libertad que son la esencia de la democracia. Donald Trump, Presidente. Que Dios nos ampare”.

Hasta aquí el artículo de hace cuatro años. Ahora añado algunas peguntas más que inquietantes: ¿qué le hace falta a algunos votantes para rechazar a un candidato?, ¿qué tiene que decir y qué tiene que hacer o dejar de hacer para ver que es un peligro público?, ¿cómo explicar la euforia de los votantes de Donald Trump y su rechazo a los resultados que dan como ganador a su adversario?, ¿cómo justificar ese mal perder del que están haciendo gala?

Tengo tres explicaciones, que se han fortalecido en estos cuatro años: falta de educación, falta de educación y falta de educación. En el sentido más profundo de la palabra.


domingo, 8 de noviembre de 2020

Contar lo innumerable

Entre guerras de números, se escuchan más los duelos por las cifras que el duelo por las víctimas. La tragedia, bajo toneladas de estadísticas, corre el peligro de convertirse en un gran tabú oculto tras un telón de miedo

Resuena en nuestros oídos, una y otra vez, la letanía de cifras: cada día engullimos la cotidiana ración de estadísticas. Las tablas —sus dientes serrados con picos y valles, sus números desnudos— abruman la mirada y ocultan los rostros. El aluvión de cómputos enfría la tragedia o, peor aún, celebra desoladores avances medidos en porcentajes, en exitosos descensos, cuando solo se registran 100 o 40 o 20 fallecimientos. ¿Cuántos son pocos muertos? ¿Cuántos son demasiados?

En la literatura de nuestros antepasados, palpita un sentimiento muy diferente hacia el duelo. La Ilíada se detiene con emoción y temblor ante cada muerte. Cuando un guerrero cae desplomado, encuentra siempre en Homero un homenaje, una pausa apesadumbrada. Nadie desaparece, por minúsculo que sea su papel en la epopeya, sin que se pronuncie su nombre, sin que se diga, al menos, que era amado, sin que una voz recuerde sus talentos y esperanzas. Un joven que posee el don de la adivinación no ha sabido anticipar su propia agonía, un día de primavera, ante las murallas de Troya. Aquel admirado jinete nunca volverá a galopar a lomos del caballo que, ansioso, aguarda su regreso a casa. Una niña espera a su padre, veterano combatiente, ignorando que ya no lo abrazará más. En el fragor de la tragedia, el viejo poeta sabe que cada muerte es única porque cada vida es irreemplazable. Homero jamás ofrece cifras de las bajas en combate: relata con aliento conmovedor la pequeña historia de cada pérdida, condensa en una frase el fugaz destello de su singularidad. En lugar de sumar, llora.

Nuestros abarrotados y asépticos cementerios no dejan espacio para ese tributo. Los modernos epitafios apenas permiten unos números: fecha de nacimiento, fecha de defunción. Un resumen frío, apenas unas iniciales. En cambio, las tumbas de los antiguos cuentan historias. Como recoge Mònica Miró en Perennia, recopilación de los más bellos poemas epigráficos latinos, la lápida de un adolescente romano habla así: “He vivido tan bien como he podido. Te animo a bromear y divertirte; aquí, en el otro mundo, la severidad es extrema”. De un maestro de escuela, la inscripción funeraria rememora: “Fue respetuoso con sus alumnos, a nadie negó nada ni perjudicó a ninguno. Vivió sin miedo”.

Entre guerras de números, se escuchan más los duelos por las cifras que el duelo por las víctimas. La tragedia, bajo toneladas de estadísticas, corre el peligro de convertirse en un gran tabú oculto tras un telón de miedo. Como sabían nuestros antepasados, la tristeza reclama sus narrativas: “contar” no significa solo llevar la cuenta, sino también relatar una historia. En La Celestina, una de nuestras obras clásicas, el afligido Pleberio descubre la muerte de su hija y clama su incomparable dolor: “¿Quién me podrá cubrir la gran falta que tú me haces? ¿Quién acompañará mi desacompañada morada? Ninguno perdió lo que yo el día de hoy. Ayúdame a llorar”.

El duelo es llanto, pero también relato. Somos seres esculpidos de tiempo, de lenguaje y de memoria. Evitamos que el olvido borre a nuestros seres queridos si buscamos palabras únicas para evocarlos. Si salvamos los recuerdos, si escribimos, si hablamos de ellos a los niños. Cuando el futuro ya no es lo que era, podemos aprender del pasado y, frente al silencio o al mero recuento, volver a elegir la elegía. En el hilo de las historias, nuestros muertos seguirán contándonos sus vidas.

Irene Vallejo es escritora.  

sábado, 7 de noviembre de 2020

Comparecencia parlamentaria sobre educación

El día 22 del pasado septiembre viví una singular experiencia en el Parlamento de Andalucía. Fui invitado a comparecer ante el Grupo de Educación del Parlamento para dirigirme a los representantes de los partidos políticos que integran dicho grupo.

En la carta de invitación se nos decía que “el día 14 de noviembre de 2019 el Pleno del Parlamento de Andalucía acordó la creación de un Grupo de Trabajo, actualmente constituido en el seno de la Comisión de Educación y Deporte del Parlamento de Andalucía que tiene como objeto la consecución de un Pacto Social por la Educación en Andalucía”.

Se nos explicaba a los comparecientes que deberíamos dirigirnos al grupo durante 20 minutos. Luego seguiría un turno de preguntas de los miembros del Grupo que lo deseasen. A mí me gusta hablar de intervenciones más que de preguntas. Por dos motivos. En primer lugar porque si solo se trata de preguntas se da por supuesto que quienes escuchan solo tienen preguntas y el que habla solo tiene respuestas. Y no es cierto. En segundo lugar, porque quienes levantan la mano pueden hacer propuestas, poner ejemplos, ampliar lo expuesto, discrepar de lo dicho, expresar sentimientos. Como sucedió. También hubo preguntas. Pero hubo más riqueza en la parte que compartimos sobre la exposición.

Me gustaron algunas cosas de la experiencia y, otras, no tanto. Me gustó que los políticos (representantes del PP, de Adelante Andalucía, de Vox y de Ciudadanos, más el Presidente del Grupo) se preocupasen por esta relevante cuestión de la sociedad que es la educación, (para mí la más importante de todas). Les vi atentos, escuchando intensamente, tomando notas e interviniendo con aportaciones diversas en la segunda parte de la actividad. Procuré, dada lo hora y el amenazador cansancio, ya que comencé cerca de las dos de la tarde, hacer mi intervención rica y amena. El primer mandamiento de cualquier orador debería ser el siguiente: “No aburrirás ni a Dios sobre todas las cosas”. Está claro que si quienes escuchan se aburren, desconectarán por muy interesantes que sean los contenidos que se expresen.

Me gustó que invitasen, como es mi caso, a personas de distinto signo político que el del gobierno de la Autonomía. Creo que es necesario contrastar opiniones y conocer perspectivas diferentes a las que inspiran el gobierno de turno.

Me gustó que la sesión se retransmitiese en directo y se grabase para el público. De hecho, he recibido comentarios sobre la mía que me llegaron de personas que no habían asistido y que la pudieron ver posteriormente.

No me gustó que la elección del contenido dependiese únicamente del criterio de compareciente y no de un plan lógico elaborado previamente. Un plan que contemplase de forma rigurosa, secuencial y organizada el conjunto de cuestiones más relevantes para el fin que se busca. Al no ser así, como sucedió esa mañana, el colega que me precedió eligió como núcleo temático una investigación que había realizado sobre el Covid.19. Inmediatamente yo abordé una cuestión de carácter más genérico. Ignoro qué tema trabajó quien actuó a continuación. Ni los miembros del grupo lo sabían antes de empezar la intervención ya que nadie de la organización nos preguntó cuál era la cuestión elegida. Es decir, la secuencia de intervenciones no estaba marcada por la lógica sino por la iniciativa de cada uno de los comparecientes, de manera aislada.

No me gustó que faltase el representante de una fuerza política tan importante como el PSOE. Imagino que la causa de la ausencia estaría más que justificada, pero podría haber sido sustituido por un compañero de partido. Sé que podrá presenciar las intervenciones, pero su contribución resultaba indispensable en el debate.

No me gustó la presión del tiempo aunque, por suerte, de hecho, fue superado ampliamente en las dos intervenciones (la mía y la anterior) que presencié. Media hora es un tiempo excesivamente corto para abordar cualquier cuestión de envergadura en el campo de la educación.

Elegí la primera cuestión de las que se nos sugerían: ¿Cómo debe ser el alumnado al salir de nuestro sistema educativo? Centré mi intervención en dos asuntos cruciales respecto a la pregunta. Cómo debe ser el alumnado y qué hace falta, en primerísimo lugar, para alcanzarlo.

No puedo resumir aquí el contenido de mi intervención. Solo diré que la finalidad fundamental del sistema educativo es que, al terminar, hayan aprendido a pensar y a convivir. Que, al finalizar, hayan aprendido a ser ciudadanos, no súbditos respecto al poder ni clientes para el mercado. Porque si el conocimiento que se adquiere en las escuelas sirviera para dominar, explotar y engañar mejor al prójimo, más nos valdría cerrarlas. En cuando al segundo punto, defendí la idea de que la mejor forma de conseguirlo era seleccionar, formar y favorecer un buen desarrollo profesional de los docentes. Más que el presupuesto, más que la estructura, más que la legislación, más que el curriculum, la piedra angular de la calidad es el profesorado

Tuve muy en cuenta para la elección y el tratamiento del tema (ya que se me daba a elegir) la finalidad y el cometido de la constitución del Grupo. ¿Cuál es? La elaboración de un Pacto Social por la educación. Quise hacer hincapié en las cuestiones que permiten alcanzar ese Pacto Social. Es decir, hablé de las cuestiones esenciales en las que todos y todas podemos estar de acuerdo.

Considero necesario alcanzar un Pacto Social por la educación. Es decir, sentar las bases para que no dependa todo del color político del partido que gobierna. Para que no se sucedan las leyes, de manera que la última desmonte todo lo que han pretendido las anteriores.

“En la carta de invitación se nos decía: “Asimismo, resulta de interés para el Grupo de Trabajo contar con cualquier escrito o documentación que pueda servir para ampliar, completar o precisar el contenido de su intervención en loa comparecencia”. Por este motivo, hice entrega a los miembros del Grupo de un ejemplar de la 6ª edición de mi libro “La escuela que aprende”.

Los convocados como comparecientes éramos profesionales con experiencia y (que yo sepa) personas que están trabajando en primera fila de la acción. Pero eché de menos a maestros y maestras en ejercicio, alumnos y alumnas que viven de cerca la vicisitudes de la acción. Precisamente por eso terminé la intervención citando las últimas palabras del libro de Ezequiel Valen (2020) titulado “Crítica a la escuela media. Reflexiones de un recién egresado”, que debería ser de lectura obligatoria. Así termina la introducción el jovencísimo autor: “He aquí mi propósito: otorgarle al campo científico una perspectiva inédita e inaudita: la voz de un alumno. Infancia significa etimológicamente el que no habla, aquel que no tiene voz. El lenguaje otorga poder sobre las cosas; apropiárnoslo es fundamental para que la libertad sea una condición para y no un resultado de. Las reformas podrían consultar a aquellos que las padecen; la pregunta y la escucha son las vías para una virtual restitución de la voz”.

Si se trataba de reflexionar sobre cómo debería ser el alumnado al salir del sistema educativo, ¿qué mejor que escuchar las palabras de alguien que ha escrito un libro sobre su experiencia al finalizar su paso por el sistema? Por eso dejé a Ezequiel Vasen poner el punto final. Más bien unos puntos suspensivos.

Más:

Juan Miguel Ramírez Ramírez dice:
4 octubre, 2020 a las 12:45
Muchísimas gracias, querido amigo y maestro.

Me ha encantado verte ante el Grupo de trabajo del Parlamento andaluz. Ojalá se sienten las bases para un pacto educativo donde se dejen de lado los intereses políticos y se centren en las personas.

¡Muchas “felicidaddes”!

Con tu permiso, comparto el enlace (tú comienzas en el siguiente punto: 3 horas, 25 minutos y algunos segundos, tras la cual he visto también las intervenciones de los parlamentarios):


Recomiendo tu comparecencia a quienes disfrutan aprendiendo de tu sabiduría. 

Muchas gracias, una vez MÁS.

viernes, 6 de noviembre de 2020

_- Cómo puedes aprender a ser optimista y qué beneficios trae para tu salud

_- Las mujeres que ven el lado positivo de la vida tienen menos riesgo de padecer algunas enfermedades potencialmente mortales.

Esa es la conclusión de un nuevo estudio de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
La investigación, que involucró a más de 70.000 mujeres, determinó que las optimistas tienen menos posibilidades de padecer cánceres letales, enfermedades coronarias, y pulmonares, y sufrir derrames cuando son mayores.

Si leer esto ya te está deprimiendo porque tú no eres una de esas personas que se despierta con una sonrisa en el rostro, no te desesperes: los investigadores de Harvard creen que el optimismo es una actitud que todos podemos aprender.

De hecho, "estudios sugieren que el 25% del optimismo puede ser de origen genético o heredado, lo cual significa que hasta un 75% puede ser modificable", señaló Eric Kim, codirector de esta investigación publicada en la revista American Journal of Epidemiology.

Pasos simples y prácticos
En parte el beneficio se debe a que los optimistas eligen un estilo de vida más saludable, pero el optimismo en sí mismo tiene una influencia positiva, dice el estudio.

Según explicó Kim, de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard, hay varias estrategias que la gente puede poner en práctica para incrementar sus niveles de optimismo:

Pensar cómo "tu mejor versión de ti mismo" se vería en situaciones vinculadas a la familia, a pareja o el trabajo. Por ejemplo, imagina cómo te sentirías en una situación futura en la oficina si trabajaste mucho y lograste alcanzar una meta que te propusiste.
Escribe tres cosas por las que estás agradecido todos los días. Prueba por una semana y mira cómo te sientes.
Lleva un registro durante dos semanas de las cosas que haces por otra gente.

Otras sugerencias de Kim son tomar un curso de conciencia plena (lo que se conoce más comúnmente como Mindfulness).

Recomendaciones varias
Chade-Meng Tan, expionero de Google, ingeniero y autor del libro "Busca en tu interior", recomienda tres pasos para mejorar nuestra actitud frente a la vida y alcanzar la felicidad que coinciden bastante con las recomedaciones del experto de Harvard.

1. En primer lugar sugiere la meditación, Anota por dos semanas las cosas que haces por los demás, dice Kim.

2. En segunda instancia, recomienda registrar los momentos alegres del día. Según Meng, tendemos a aferrarnos a las cosas malas que nos ocurren, mientras que las experiencias buenas se esfuman con más facilidad.

Por eso, al hacer un esfuerzo por reconocer los buenos momentos, aumentamos las probabilidades de hacer un balance positivo y concluir que fue un día feliz.

3. Y el tercer paso consiste en desearles felicidad a los demás.

Según Meng, los pensamientos altruistas nos benefician porque dar nos proporciona una gran alegría, incluso más que recibir.

Otras recomendaciones incluyen enfocarnos en el momento presente, usar un lenguaje positivo y aceptar que no todo es perfecto.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Pablo Casado se dispone a arruinar a miles de empresas españolas y los empresarios callan: tiene explicación.


El líder del Partido Popular y sus eurodiputados llevan varias semanas presionando en Bruselas para tratar de evitar que la Unión Europea conceda a España las ayudas acordadas para combatir la crisis provocada por la pandemia.

Imaginemos por un momento que tuvieran éxito y que dejaran de llegar o llegaran menos de los 140.000 millones que podríamos recibir. ¿Quién saldría perjudicado?

Llevadas por sus prejuicios ideológicos, muchas personas de derechas creerán que perderían Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, sus ministros y los españoles de izquierdas y que eso justifica la acción de Pablo Casado y de los eurodiputados populares que hacen presión contra España en Bruselas. Pero eso no es así. Si todo o parte de ese dinero no llega a España quienes iban a dejar de tener ingresos multimillonarios serían los empresarios españoles y, en consecuencia, docenas de miles de trabajadores que estarían condenados a irse al paro. Todos ellos -empresarios y trabajadores- de ideologías muy distintas.

El éxito de la estrategia de Pablo Casado y el Partido Popular en Europa no iba a arruinar solamente a las empresas de izquierdas y a los trabajadores progresistas. No; serían todos las empresarios sin apenas distinción los que perderían y todos los españoles en general -sea cual fuera su ideología- quienes saldrían perjudicados.

Es inevitable, entonces, hacerse dos preguntas: ¿por qué hace eso Pablo Casado?, ¿qué busca arruinando a miles de empresas? y, sobre todo, ¿cómo es posible que callen los empresarios cuando un líder político está tomando decisiones que si le salen bien los arruinaría?

La respuesta a la primera pregunta es sencilla: Pablo Casado y el Partido Popular no buscan el bien de España en general, ni el de los empresarios españoles ni el de los españoles. Sólo persiguen hundir la economía arruinando a miles de empresas pensando que los votantes culparán al Gobierno del desastre y que así podrá volver a gobernar el Partido Popular con el resto de la derecha. El líder de la derecha española está dispuesto a destruir a España con tal de impedir que gobiernen quienes no piensan como él o no tienen sus mismos intereses. Es materialmente imposible que haya otra explicación.

La segunda pregunta tiene otra respuesta igual de fácil.

El dinero que llega de Europa lo recibe formalmente el Gobierno, pero este no lo guarda en una alcancía, ni solo lo envía a los bolsillos de sus afines. Pero, incluso si lo repartiese mal (lo que no sería ni mucho menos deseable), el dinero procedente de Europa que se gaste en España va finalmente a las empresas españolas, por una vía o por otra. Un euro que el Estado gasta es siempre un euro que ingresa o bien una empresa que se lo gasta en otra empresa o en sus trabajadores que también lo gastan en empresas, o bien un empleado público o un pensionista o cualquier otra persona que al final lo gasta en los bienes o servicios que les venden las empresas o que lleva a los bancos que pueden utilizarlo para financiar a quien necesite euros para gastar, generando más ingresos, o para producir y vender y volver a generarlos. Por una vía o por otra, el euro que gasta el Estado siempre va a las empresas.

Por tanto, no es posible creer que la totalidad de los empresarios españoles sean tontos de remate y que les de igual dejar de recibir, por una vía o por otra, todos o una parte de los 140.000 millones de ayudas europeas que puede recibir España. Pero, entonces, ¿por qué aceptan sin rechistar la estrategia de Pablo Casado que les va a costar tantísimo dinero e incluso, a muchos de ellos, que tengan que cerrar sus empresas para siempre?

La respuesta, como digo, es sencilla. Si hacen eso es porque en España hay un grupo de grandes empresas que imponen sus intereses y sus estrategias al resto y esos intereses y estrategias no pasan por maximizar los ingresos de todo el empresariado sino los suyos.

Las grandes empresas españolas que dominan el mapa empresarial español no buscan mercados donde competir para obtener sus beneficios, como dicen los economistas, periodistas y políticos que tienen a sus servicio para difundir el falso discurso de liberalismo. No buscan la innovación, ni la excelencia, ni creen en las virtudes de la competencia y de la libertad de empresa como fuente de sus ganancias, ni organizan sus estrategias para ser más eficaces y eficientes y así imponerse a sus rivales. No; las grandes empresas españolas se han acostumbrado a obtener sus beneficios como regalías y favores procedentes del poder político. Son grandes, poderosas, extraordinariamente rentables, dominadoras y omnipresentes en la vida social y política española porque hace decenios que han capturado todas las redes del Estado, de sus instituciones y del poder político para ponerlas a su servicio y no serían nada sin ellos. Y, lo que es peor, su gran ineficiencia, su conservadurismo gerencial y su aversión a la competencia les obliga a quererlo todo, no una parte del poder político, sino todos los mecanismos de toma de decisión y ejecución sin excepción.

El gran empresariado español está fundido con la política, no sabe funcionar ni obtener beneficios sin disponer del Boletín Oficial del Estado. Lo mismo que necesita contables, conserjes, juristas, administrativos, economistas, jefes de personal… para poner en marcha día a día sus negocios, necesita parlamentarios, expresidentes y exministros, abogados del Estado, inspectores de hacienda, directivos del Banco de España, jueces, consejeros autonómicos y ministros para obtener ganancias. Y de esa fusión nació hace ya muchos años la oligarquía (ese es su nombre) que domina la economía, la política, los medios de comunicación y a España en su conjunto.

Por eso los grandes empresarios callan cuando Pablo Casado se dispone a arruinar a España con el único propósito de volver a poner el poder político a su disposición. Para ese empresariado oligopolista y oligárquico el prerrequisito para que su negocios sigan siendo rentables es que haya una clase política gobernante dispuesta a seguir poniendo la administración pública a su servicio.

Eso es lo que explica que la presencia en la política española de algunas corrientes socialistas de izquierdas o de Podemos se haya contemplado y combatido con tantísimo miedo y esa es la razón auténtica de la guerra tan vergonzosa y antidemocrática que el gran empresariado español está financiando para evitar que salgan adelante y haya la más mínima posibilidad de que en España se haga una política que pueda limitar su influencia y atentar contra sus intereses para beneficiar al conjunto del empresariado y de los españoles.

Mientras tanto y lo curioso es que la inmensa mayoría de los empresarios españoles, los pequeños y medianos, los individuales que no tienen ese poder ni se benefician realmente de lo que hace esa oligarquía, se dejan llevar y, en lugar de poner por delante sus intereses, hacen suyos los de las grandes empresas, de esas que tardan meses en pagarle, que les imponen condiciones comerciales draconianas, que les quitan sus clientes y que promueven políticas que disminuyen los ingresos generales y, por tanto, las ventas que podrían realizar. En lugar de tener intereses propios y de defenderlos, la pequeña, la mediana y la microempresa española se deja llevar por los intereses de quienes le chupan la sangre día a día, los de sus rivales. Miles de pequeños y medianos empresarios españoles, sin otra alternativa, se dejan seducir por el gran empresariado que en realidad los consume y llevados de su conservadurismo ideológico piensan que los políticos de derechas también van a estar a su servicio cuando, en realidad, sólo van a trabajar para quien les paga, las grandes y más poderosas empresas que lo dominan todo en su exclusivo beneficio.

La desgracia es que las izquierdas no parece que se den cuenta de la importancia que tiene hacer un discurso y una política que llegue más allá de sus propios votantes tradicionales y de sus incondicionales. Una desgracia porque hoy día no se pueden desarrollar políticas progresistas sin grandes alianzas, entre ellas, la del pequeño y mediano empresariado y los empresarios individuales que necesitan, tanto o más que sus propios trabajadores, nuevas políticas que incrementen el ingreso de todos y no sólo las prebendas y beneficios de las grandes empresas dependientes y usurpadoras del poder político. Algo que las izquierdas no están consiguiendo: unas veces porque no saben, otras porque fracasan y, en ocasiones, porque traicionan sus compromisos e ideales.

Fuente:

miércoles, 4 de noviembre de 2020

_- Por qué Estados Unidos tiene niveles de pobreza altos pese a los miles de millones que invierte en combatirla. BBC

_- Es una de las grandes paradojas de nuestros tiempos: Estados Unidos, el país más rico del mundo, tiene algunos de los peores índices de pobreza entre las naciones desarrolladas.

Más de medio siglo después de que el presidente Lyndon B. Johnson declarara una "guerra incondicional contra la pobreza", EE.UU. aún tiene que descubrir cómo ganarla.

Desde esa declaración de 1964, este país tuvo logros asombrosos como aterrizar en la Luna o engendrar internet, pero apenas ha podido bajar su tasa de pobreza a alrededor de 12% desde el 19% de aquel entonces.

Esto significa que cerca de 40 millones de estadounidenses viven debajo de la línea oficial de pobreza.

De hecho, pese a ser la nación del mundo más golpeada por el covid-19 y a haber registrado este año sus mayores niveles de desempleo desde la Gran Depresión de 1930, EE.UU. evitó hasta ahora un aumento de la pobreza gracias a una expansión histórica de los subsidios gubernamentales, según un estudio.

Aún desde antes de esta crisis el país destinaba anualmente miles de millones de dólares a sus programas contra la pobreza, más que el equivalente al PIB de algunos países latinoamericanos.

"Eso es lo irónico: una cosa sería si fuéramos un país pobre y realmente no pudiéramos hacer mucho al respecto. Pero tenemos los recursos", dice Mark Rank, un profesor de la Universidad de Washington en St. Louis, considerado uno de los mayores expertos en pobreza en EE.UU., a BBC Mundo.

La cuestión entonces es por qué pasa esto en la gran potencia global.

"Un fracaso individual"
Hay dos razones clave detrás de la pobreza en EE.UU., según los investigadores. Uno está asociado a la forma de encarar el asunto. El otro es económico.

En primer lugar, EE.UU. carece de una red firme de protección social o de un sistema de apoyo a los ingresos de las personas como tienen otros países, por ejemplo con prestaciones por hijos a cargo.

En Estados Unidos 40 millones de personas viven por debajo de la línea oficial de pobreza.

Los programas de bienestar social que EE.UU. implementó en las últimas décadas, como los cupones de alimentos o el seguro de desempleo, le permitieron reducir algunos puntos su tasa de pobreza, pero son considerados limitados.

Para explicar esto suelen señalarse factores de tipo cultural.
"Tendemos a ver la pobreza en EE.UU. como un fracaso individual, es decir, que las personas no trabajan lo suficiente, están tomando malas decisiones, no tienen suficientes habilidades y ese tipo de cosas. Por lo tanto, depende de ti levantarte", señala Rank.

"El resultado es que realmente no hacemos mucho en términos de política social para sacar a la gente de la pobreza", agrega.

A esto se suman las diferencias raciales: las minorías aquí sufren el problema de una forma desproporcionada.

Mientras que 11% de los niños blancos en EE.UU. viven en la pobreza, esa tasa llega a 32% para los niños negros y a 26% para los niños latinos, concluyó el Centro de Datos Kids Count en base a estadísticas de la oficina del censo.

"La pobreza a menudo se considera un problema para los no blancos y eso también reduce la voluntad de ayudar a los demás", dice Rank.

"Hay estudios que muestran que en países más homogéneos en términos de raza y etnia hay una red de seguridad más robusta, porque las personas ven a otros como parecidos a ellos y es más probable que estén dispuestas a ayudar", agrega.

Mayor desigualdad
Por otro, los expertos apuntan a un factor económico: el deterioro del mercado laboral de EE.UU. para los trabajadores de menores salarios, que son cerca de 40% del total y han sufrido pérdidas en sus ingresos reales en las últimas décadas .

Esto es atribuido a diversos motivos, desde la desindustrialización y el debilitamiento de los sindicatos, hasta las transformaciones tecnológicas.

Quienes perciben salarios más bajos en EE.UU. enfrentan crecientes dificultades en las últimas décadas.
Así, la desigualdad de ingresos y riqueza en EE.UU. aumentó y es mayor que en casi cualquier otro país desarrollado, según el Consejo en Relaciones Exteriores, un centro de análisis en Washington.

Christopher Wimer, codirector del Centro sobre Pobreza y Política Social en la Universidad de Columbia, sostiene que en EE.UU. "las oportunidades en el mercado laboral tienden a ir a personas con títulos universitarios y que se han beneficiado del crecimiento económico".

"Y gran parte de ese crecimiento económico no se ha compartido hacia abajo de la escala de ingresos o educativa", dice Wimer a BBC Mundo.

"Una elección política"
EE.UU. tuvo avances sociales en las últimas décadas como mayores niveles de educación o calificación de sus trabajadores en general, y una baja de la mortalidad infantil.

Además, los especialistas advierten que la tasa oficial de pobreza de EE.UU. se basa sólo en los ingresos en efectivo, sin contar ayudas gubernamentales como créditos tributarios, cupones de alimentos o asistencia de vivienda para familias de bajos recursos.
 El sector financiero es uno de los que se ha beneficiado de la expansión económica de Estados Unidos en las últimas décadas.

Un estudio reciente realizado por Wimer y otros investigadores de Columbia proyectó que, sin la ayuda de emergencia aprobada ante la pandemia de coronavirus, la tasa de pobreza en el país habría saltado del 12,5% previo a la crisis al 16,3%.

Pero esos beneficios, que han incluido cheques semanales de US$600 a millones de trabajadores afectados por la pandemia, expiran a fin de mes. Y, con los casos de covid-19 en aumento, su continuidad depende de un acuerdo entre el Congreso y la Casa Blanca.

Distintos expertos han advertido desde antes de la pandemia que el país acepta niveles de pobreza demasiado altos.

"EE.UU. es uno de los países más ricos, poderosos y tecnológicamente innovadores del mundo; pero ni su riqueza ni su poder ni su tecnología se están aprovechando para abordar la situación en la que 40 millones de personas continúan viviendo en la pobreza", indicó a fines de 2017 el entonces relator especial de la ONU para extrema pobreza y derechos humanos, Philip Alston. 
Pese a tener empleos muchas familias necesitan de los cupones de alimentación para llegar a fin de mes.

Entre otras cosas, Alston señaló que EE.UU. tenía la mayor mortalidad infantil en el mundo desarrollado, que la expectativa de vida de sus ciudadanos era menor y menos saludable que en otras democracias ricas.

Y también que su pobreza y desigualdad estaban entre las peores del club de países ricos OCDE, y su tasa de encarcelamiento entre las mayores del mundo.

"Al final del día", sostuvo, "particularmente en un país rico como EE.UU., la persistencia de la pobreza extrema es una elección política hecha por aquellos en el poder".

Luke Shaefer, director de la iniciativa Soluciones de Pobreza en la Universidad de Michigan, aboga por políticas más simples en EE.UU. y con un enfoque más universal. 

 Los expertos creen que muchos de los recursos que EE.UU. invierte en pobreza no van a quienes más los necesitan.

Un estudio realizado por él y otros expertos de la universidad indicó que EE.UU. invierte US$278.000 millones por año en programas gubernamentales antipobreza, sin contar los gastos en salud.

Si se suman los programas de atención médica para los pobres como Medicaid, la inversión anual alcanza a US$857.000 millones, es decir, más que los PIB combinados de Argentina y Chile.

"Muchos de estos dólares realmente no están destinados a los muy pobres", advierte Shaefer.

Las elecciones de noviembre quizá ofrezcan a EE.UU. una nueva oportunidad para repensar cómo mejorar ese gasto.

"Hay gente a la izquierda y la derecha que dice que este enfoque no está funcionando para nosotros, tenemos que hacer algunas cosas de manera diferente, necesitamos simplificar", dice.

"Tengo alguna esperanza de que podamos progresar".


Parece que China si ha tenido éxito en su lucha contra la pobreza, leer aquí, https://verdecoloresperanza.blogspot.com/2020/12/una-china-sin-pobreza-extrema.html

martes, 3 de noviembre de 2020

"No rechazamos a los extranjeros si son turistas, cantantes o deportistas de fama, los rechazamos si son pobres"

Aversión hacia los desfavorecidos. 



La escritora y filósofa, Adela Cortina (Valencia, 1947) tiene entre sus muchos logros haber aportado al español un término que la Real Academia de la Lengua adoptó para definir el odio a los indigentes, la aversión hacia los desfavorecidos.

Y es precisamente esa palabra, "Aporofobia, el rechazo al pobre", la que da título al último libro de esta destacada doctora honoris causa por numerosas universidades, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España (fue la primera mujer en formar parte de esa institución), catedrática emérita de Ética en la Universidad de Valencia y directora de la fundación Étnor.

BBC Mundo conversó con ella en el marco del Hay Festival Arequipa, donde participa en estos días dentro de las conversaciones que marcan el 75 aniversario de la editorial Paidós.

Usted acuñó hace más de 20 años ya el término "aporofobia", reconocido por la Real Academia de la Lengua y recogido en su diccionario. ¿Qué significa? ¿Cómo surgió? ¿De dónde procede etimológicamente?

El término "aporofobia" procede de dos vocablos griegos: "áporos", el pobre, el desvalido, y "fobéo", temer, prevenirse, odiar, rechazar.

De la misma manera que "xenofobia" significa "aversión al extranjero", la aporofobia es la aversión al pobre por el hecho de serlo.

Y la palabra surgió de la manera más sencilla, al percibir que en realidad no rechazamos a los extranjeros si son turistas, cantantes o deportistas de fama, los rechazamos si son pobres, si son inmigrantes, mendigos, indigentes, aunque sean los de la propia familia.

De la misma manera que "xenofobia" significa "aversión al extranjero", la aporofobia es la aversión al pobre por el hecho de serlo.

¿Por qué es importante que exista una palabra para nombrar el odio a los indigentes?

Porque las personas necesitamos poner nombres a las cosas para reconocer que existen e identificarlas; más aún si son fenómenos sociales, no físicos, que no pueden señalarse con el dedo.

Poner nombre al rechazo al pobre permite visibilizar esa patología social, indagar sus causas y decidir si estamos de acuerdo en que siga creciendo o si estamos dispuestos a desactivarla porque nos parece inadmisible.

¿Es la aporofobia un fenómeno sobre todo de nuestros tiempos, en los que el éxito y el dinero son concebidos por muchos como valores supremos?

Por desgracia, la aporofobia ha existido siempre, está en la entraña de los seres humanos, es una tendencia universal.

Lo que ocurre es que unas formas de vida y unas organizaciones políticas y económicas potencian más el rechazo al pobre que otras.

Si en nuestras sociedades el éxito, el dinero, la fama y el aplauso son los valores supremos, es prácticamente imposible conseguir que las gentes traten a todas las personas por igual, que les reconozcan como sus iguales.

Los inmigrantes y los refugiados son mal acogidos en todos los países, incluso algunos partidos políticos ganan votos cuando prometen cerrarles las puertas.

¿Cómo se manifiesta la aporofobia en la sociedad? ¿Puede darnos algunos ejemplos?

Por supuesto. Los inmigrantes y los refugiados son mal acogidos en todos los países, incluso algunos partidos políticos ganan votos cuando prometen cerrarles las puertas.

Tratamos con mucho cuidado a las personas que pueden hacernos favores, ayudarnos a encontrar un empleo, ganar unas elecciones, apoyarnos para conseguir un premio, y abandonamos a las que no pueden darnos nada de eso.

La sabiduría popular dice que hay que intercambiar favores en refranes como "hoy por ti, mañana por mí", y los padres suelen aconsejar a sus hijos que se acerquen a los niños mejor situados.

El acoso escolar es un ejemplo de aporofobia, como también el abandono que sufren en las poblaciones las víctimas del terrorismo de proximidad.

¿De dónde nace la aversión y el miedo a los pobres, de qué se nutre la aporofobia? ¿Es algo biológico, neuronal, o se trata de algo cultural?

Por decirlo con una palabra muy hermosa y muy adecuada, es biocultural.

La evolución de nuestro cerebro y de nuestra especie es a la vez biológica y cultural, ambas dimensiones están entreveradas, se influyen recíprocamente.

En el caso de la aporofobia hay una base biológica, una tendencia a poner entre paréntesis a los que no interesan, que puede reforzarse mediante la cultura o desactivarse, cultivando otras tendencias, como la simpatía o la compasión.

Adela Cortina
Cortina es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España (fue la primera mujer en formar parte de esa institución).

Usted sostiene que la aporofobia es universal y que todos los seres humanos somos aporófobos. ¿En qué basa esa afirmación?
En el hecho de que la antropología evolutiva muestra que los seres humanos son animales reciprocadores, están dispuestos a dar a otros, pero con tal de recibir algo a cambio, sea de la persona a la que han dado, sea de otra en su lugar.

Este mecanismo ha recibido el nombre de "reciprocidad indirecta" y es la base biocultural de nuestras sociedades contractualistas, tanto políticas como económicas.

Estamos dispuestos a cumplir con nuestros deberes si el Estado protege nuestros derechos, estamos dispuestos a cumplir nuestros contratos si los demás también lo hacen.

Pero cuando hay personas que parece que no pueden darnos nada interesante a cambio, las excluimos de este juego de dar y recibir. Esos son los pobres, los excluidos.

Las religiones han predicado tradicionalmente a favor de los pobres. El catolicismo asegura, por ejemplo que de ellos será el reino de los cielos, y el papa Francisco está constantemente mostrando su apoyo a los pobres. ¿La crisis de las religiones guarda relación con la aporofobia?
Más que de crisis de religiones yo hablaría de que, salvo excepciones, vivimos en sociedades postseculares.

En ellas el poder político y el religioso no están unidos, lo cual es excelente, porque entonces el pluralismo es un hecho, pero las religiones no han desaparecido, sino que siguen siendo una fuente de vida y de sentido para muchas personas y para muchos grupos sociales.

Incluso sus valores, junto con otros, se encuentran en la raíz de los valores de la ética cívica de esos países.

En cuanto al cristianismo, efectivamente apuesta por todos los seres humanos y por el cuidado de la naturaleza, pero por eso mismo, en un mundo en que hay ricos y pobres hace una opción preferencial por los pobres, exigiendo que se les empodere para que puedan salir de la pobreza.

El mensaje del papa Francisco es expresión de lo que se ha llamado la Carta del Reino, las bienaventuranzas del Sermón del Monte, y así lo recoge su reciente encíclica 'Fratelli tutti'.

Cortina cree que la aporofobia es universal y que todos los seres humanos somos aporófobos.
La pandemia de coronavirus, y la crisis económica que esta ha desencadenado, ¿pueden hacer aumentar la aporofobia?
Por una parte sí, porque cuando las personas nos encontramos en situaciones de incertidumbre y miedo tendemos a cerrarnos sobre nosotras mismas.

Pero, por otra parte, justo lo que está demostrando la pandemia es que es la solidaridad la que ha salvado vidas y evitado mayores sufrimientos.

Ha demostrado que somos interdependientes, no independientes, que el apoyo mutuo es el que nos salva. Y esta fuerza de la solidaridad y la compasión es la que hay que cultivar como el mejor aprendizaje de la pandemia.

¿Cree que el rechazo a los pobres se encuentra detrás de la ola de xenofobia que en los últimos años ha azotado a Estados Unidos y a Europa? Y si es así, ¿por qué?
Porque cuando las situaciones políticas y económicas son malas se buscan chivos expiatorios y los extranjeros pobres son víctimas propiciatorias.

Cerrarles las puertas, asegurar que son un peligro y defender a los de dentro frente a los de fuera es la táctica de los supremacistas. Pero sobre todo frente a los que son pobres.

¿Considera que Donald Trump padece de aporofobia? ¿Es posible que buena parte de su éxito político resida precisamente en su aporofobia?
Efectivamente, así lo creo, y lo más triste es que eso le genera votos. No es un personaje extravagante y perturbado, sino que sabe perfectamente que muchas personas consienten con él y por eso refuerza su aporofobia.

Veremos qué ocurre en la elección y ojalá que la estrategia no le dé buen resultado. Pero lo peor es que Trump no está sólo. 
La aporofobia existe y no sólo es una cuestión económica, sino el rechazo de los peor situados en cada situación.

En cada uno de nuestros países el supremacismo nacionalista rechaza a los peor situados y esa táctica les da votos. En el siglo XXI debemos revertir esa tendencia.

En realidad la hace imposible. La aporofobia atenta contra la democracia porque atenta contra la igual dignidad de todas las personas, excluye a los pobres, a los que parece que no pueden intercambiar nada.

Es radicalmente excluyente cuando la democracia debe ser incluyente.

¿Y qué daños provoca la aporofobia a quien padece esta patología social? ¿Somos conscientes de que somos aporófobos?
No lo somos. Por eso es preciso hablar de esa patología en la esfera de la opinión pública y tratar de averiguar en qué medida la aporofobia está entrañada en nuestras vidas.
Afortunadamente, hay grupos trabajando en esta dirección, jóvenes que hacen sus trabajos de Fin de Grado, de Fin de Máster y proyectos de investigación sobre la aporofobia.

¿La aporofobia se manifiesta también entre países? ¿Los estados más ricos muestran aversión hacia los más pobres? Y dentro de los países pobres, ¿también existe aporofobia o ésta se da más en los países ricos?
Por supuesto, los países buscan la ayuda de los más poderosos y esto explica, por ejemplo, que se aproximen a China, olvidando que no quiere hablar de Derechos Humanos.
Y en el seno de cada país, creo que en todos existe también la tendencia a alejarse de los peor situados, a tratarlos como leprosos en el sentido bíblico de la palabra.

¿Cómo se puede combatir la aporofobia?
Tomando conciencia de que existe y de que no sólo es una cuestión económica, sino el rechazo de los peor situados en cada situación.
Creo que se combate construyendo instituciones basadas en el igual valor de las personas, y educando en el respeto a la dignidad de todas ellas, y no sólo de palabra, sino mostrando en la vida cotidiana que nos sabemos y nos sentimos igualmente dignos.



lunes, 2 de noviembre de 2020

El proyecto que les dio US$7.500 a personas sin hogar (y sus resultados "hermosamente sorprendentes")

José Carlos Cueto. BBC News Mundo
Persona sin hogar en Vancouver, Canadá. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES,
50 personas sin hogar recibieron casi 8.000 dólares en Canadá como parte de un experimento.

¿Qué pasaría si se entregaran miles de dólares a personas sin hogar?
A esa pregunta quisieron responder unos investigadores en Canadá.

Y para ello llevaron a cabo un proyecto en el que seleccionaron 115 participantes y a 50 de ellos entregaron US$7.500 en una sola transferencia.

El objetivo era averiguar qué hacían con el dinero durante un año de seguimiento.

Lo que sucedió tras completarse esta prueba piloto sorprendió a sus creadores, la fundación benéfica Foundations for Social Change con sede en Vancouver, Canadá.

Los resultados fueron "hermosamente sorprendentes", dijo a la prensa canadiense Claire Williams, directora ejecutiva de la organización.

Los investigadores apuntan que este tipo de iniciativas "están demostrando ser poderosas y transformadoras".

Persona en Madrid, España, con una pancarta pidiendo renta básica universal suficiente.

En varias partes del mundo se están llevando a cabos experimentos sobre programas de renta básica.

En los últimos años se han llevado a cabo experimentos parecidos en distintas regiones del mundo. Y es que gobiernos y economistas intentan discernir la efectividad de una renta básica, sobre todo en personas desempleadas, sin hogar y en riesgo de pobreza.

Pero dicha estrategia no está exenta de voces expertas críticas que dudan de su utilidad.

¿En qué consistió el proyecto?
La iniciativa fue llamada New Leaf y seleccionó a 115 participantes de la provincia canadiense de Columbia Británica.

Los criterios para la elección incluyeron factores como la edad, el tiempo que llevaban sin hogar y que no tuvieran algún problema de salud mental o de adicción a sustancias como el alcohol, por ejemplo.

Los participantes fueron divididos en cuatro grupos distintos para probar la efectividad de la iniciativa.

A los 115 se les dividió en grupos de cuatro donde a unos se les ofrecía el dinero o se les brindaba asesoramiento para desarrollar nuevas habilidades profesionales.

En total, 50 personas recibieron los US$7.500.

"Este proyecto piloto se condujo como una prueba controlada aleatoria y fue objetivo, riguroso y sin basarse en ningún tipo de ideología", aseguró Claire Williams a BBC Mundo.

Los resultados del experimento sorprendieron a sus investigadores.

"De nuestro grupo original de 115 participantes, unos pocos fueron monitorizados por dos años, y los resultados fueron consistentes con los datos que obtuvimos tras el primer año de seguimiento a todos", cuenta Williams.

Tras esos primeros 12 meses en que se monitorizaron las actividades de todos los participantes, los resultados, como dijo Williams, fueron realmente "sorprendentes".

Resultados
Como promedio, el estudio determinó que la mayoría de participantes que recibieron el dinero se mudaron rápidamente a viviendas estables y redujeron el número de días que pasaron sin techo.

Además, financieramente tomaron "sabias decisiones", ahorrando dinero y aumentando el gasto en alimentos, ropa y renta y reduciendo un 39% el gasto en alcohol.

"Existe un concepto erróneo de que las personas pobres gastan el dinero que reciben en alcohol, cigarros y drogas", apunta el estudio.

"Existe un concepto erróneo de que las personas pobres gastan el dinero que reciben en alcohol, cigarros y drogas".

Los que no recibieron el dinero, por otra parte, incrementaron las noches sin hogar de 64% a un 78% y su nivel de ahorro apenas evolucionó.

Sin embargo, el efectivo entregado tuvo muy poco beneficio personal en el 15% de casos -entre 5 y 10 participantes-.

"Algunos de estos individuos dieron el dinero a familiares y amigos. Al igual que en otros experimentos, el éxito no se dará en el 100% de los casos", dice Williams.

La investigadora confirmó que el objetivo de la organización es poder evaluar el impacto de esta iniciativa durante un tiempo mayor de seguimiento y organizar experimentos más amplios

La creación de una renta básica universal provoca debates entre gobiernos y economistas. En la foto, el político estadounidense Andrew Yang como rostro de un billete de 1.000 dólares. Yang ha apoyado la creación de una renta básica universal en sus campañas.

Recientemente, Finlandia dio a conocer los resultados de su experimento de ofrecer una renta básica a personas desempleadas.

Las lecciones del experimento de Finlandia de otorgar a los desempleados una renta básica (y que cobra vigencia por la pandemia) El estudio concluyó que si bien no incentivaba de forma significativa la búsqueda de empleo, sí mejoraba el bienestar mental de los beneficiados.

Ahora, con la crisis desatada por la pandemia, el debate sobre la efectividad de este tipo de iniciativas ha cobrado aún más relevancia.

Alemania, por ejemplo, ha comenzado recientemente un estudio piloto en el que entregará 1.200 euros mensuales (US$1.400) a 120 ciudadanos durante tres años.

Finlandia fue en el primer país europeo en poner a prueba la idea de un ingreso mínimo incondicional. En la foto, la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin.

Pero algunos economistas cuestionan la eficacia y viabilidad de los ingresos básicos universales por su potencial impacto en los sistemas fiscales y programas de bienestar social.

Un reporte de 2017 del American Enterprise Institute, un think tank estadounidense, calculó los efectos que tendría en la economía de ese país la implementación de un ingreso básico universal para toda la población.

El análisis concluyó que, de llevarse a cabo, "ocurriría un aumento de obligaciones fiscales" que podría conllevar a la derogación de programas de bienestar en la seguridad social y asistencia sanitaria.

Son algunos de los riesgos que, sin embargo, Williams considera que hay que asumir.

"Frecuentemente, los gobiernos son lentos para cambiar políticas sociales. Nosotros creemos que es necesario encontrar nuevas soluciones que ayuden a erradicar problemas sociales. Confiamos en que se incrementen los fondos para programas que intentan nuevas ideas audaces y así evaluar su impacto", dijo.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Viena resiste como bastión socialdemócrata

La victoria del SPÖ en la capital austriaca demuestra que el electorado recompensa las políticas sociales cuando van en serio. Los resultados, sin embargo, se celebran con cautela y no son extrapolables al resto del país, y aún menos a Europa.

La socialdemocracia, que no puede presumir últimamente de muchos éxitos electorales en Europa, pudo hacerlo el domingo pasado con una aplastante victoria del Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ) en las elecciones a la alcaldía de Viena, en las que se impuso con un 42%, 2’4 puntos más que en los comicios de 2015. La capital de Austria se confirma así como un bastión inexpugnable de los socialdemócratas, que gobiernan la ciudad de manera ininterrumpida desde 1945. No hace falta investigar demasiado para descubrir los motivos que han llevado al candidato del SPÖ, Michael Ludwig, a ganar estas elecciones: una política de vivienda pública con décadas a sus espaldas, apreciada por la ciudadanía y reconocida internacionalmente, un transporte público con precios asequibles y una planificación urbanística que ha convertido Viena en una de las ciudades con mejor calidad de vida en toda Europa.

El otro aspecto destacado de las elecciones en Viena ha sido la fuerte caída de la ultraderecha representada por el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), que obtuvo un 807%: un desplome de más de 23 puntos respecto a 2015. El FPÖ ha acusado que su expresidente, Heinz-Christian Strache, se presentase a estas elecciones con un partido propio, Team Strache, después de la expulsión de su antigua formación. Strache, que consiguió algunos de los mejores resultados para el FPÖ y llevó el partido al gobierno en 2017 en una controvertida coalición con el Partido Popular Austríaco (ÖVP), también ha sido responsable de su debacle al verse salpicado por un caso de corrupción, conocido como el ‘asunto Ibiza’, que llevó a la ruptura del gobierno y la convocatoria de elecciones anticipadas. Strache, que confiaba en ganar un escaño gracias a su base en la capital y desplegando la retórica populista que le había favorecido en el pasado, se quedó finalmente fuera al obtener solamente un 4’32%. De la división de la ultraderecha –de haberse presentado bajo una sola marca electoral hubiera conseguido un 12% de los votos–, que también se vio afectada por la desmovilización de sus votantes (el diario Der Standard calculaba que más de 100.000 de quienes escogieron el FPÖ en las últimas elecciones optaron por abstenerse en éstas), se aprovechó sobretodo el ÖVP, que subió más de nueve puntos y quedó segundo con el 18’47% de los votos.

Interesantemente, según Der Standard, buena parte de los votos ganados por los socialdemócratas procede del FPÖ, demostrando así que las política sociales vencen al populismo ultraderechista cuando van en serio. “Ludwig tiene una base electoral sobre todo allí donde los votantes oscilan entre los socialdemócratas y la ultraderecha, y no en los círculos intelectuales rojiverdes”, escribía el corresponsal en Viena del tageszeitung, Ralf Leonhard, que recordaba que “con un ÖVP reforzado, no obstante, ha surgido un nuevo enemigo que utilizará todos los flancos disponibles para atacar.” El SPÖ puede escoger cómodamente ahora gobernar con los conservadores, Los Verdes (12’21%) –la opción más lógica, ya que forma coalición con ellos desde 2010– o los liberales de NEOS (6’92%), los porcentajes de voto de los cuales prácticamente no han experimentado variaciones respecto a hace cinco años (+0’37 y +0’76%, respectivamente) a pesar de la participación de los primeros en el gobierno actual.

Por detrás de Team Strache e igualmente sin representación quedaron el satírico Partido de la Cerveza (Bierpartei), con un 2’05%, y LINKS –la coalición de izquierdas formada por el Partido Comunista de Austria (KPÖ) y la plataforma Wien Anders (Otra Viena), de la que forman parte el Partido Pirata, ecologistas independientes y activistas de izquierdas sin afiliación política–, con un 2’02%, incapaz de competir con el SPÖ en la capital.

Una victoria celebrada con cautela
Como apuntaba Leonhard en el tageszeitung, el SPÖ ganó en todos los barrios excepto en el centro (donde se concentran las administraciones) y Hietzing y Floridsdorf, dos barrios suburbiales, donde ganó el ÖVP, y tampoco lo hizo en Josefstadt, Neubau y Währing, tres barrios céntricos que han experimentado en los últimos años un proceso de gentrificación y donde Los Verdes son primera fuerza. Allí donde ha ganado el SPÖ, el segundo lugar se lo han disputado el ÖVP y Los Verdes, menos en el barrio de Simmering, donde esta posición la ocupa el FPÖ.

Asimismo, conviene recordar que por su estructura social, y en este caso posiblemente también por el peso histórico de los socialdemócratas en Viena, los resultados de la capital no son extrapolables al conjunto de Austria. Como se apresuró a señalar el politólogo Peter Filzmaier a ORF (la radiotelevisión pública austriaca) la noche electoral, conviene dudar que los socialdemócratas puedan beneficiarse a nivel nacional de la victoria de su partido en Viena, donde las políticas del gobierno de la ciudad y el carisma del candidato han tenido un papel destacado. Lo mismo vale para el hundimiento de la ultraderecha, los resultados de la cual algunos pueden sentirse tentados a extrapolar incluso al conjunto de la Unión Europea: aunque todas las encuestas señalan, en efecto, el declive del FPÖ, arrastrado por los escándalos de corrupción y la búsqueda de una nueva estrategia después de la caída en desgracia de Strache, su voto en Viena, más que menguar significativamente, se ha redistribuido entres dos fuerzas y una parte que ha ido directamente a la abstención. Hay que tener también en cuenta que la participación en estas elecciones ha bajado, pasando del 75% de 2015 al 62% de este año, que se traduce, a pesar de la subida porcentual del SPÖ en una pérdida de votos absolutos por parte de los socialdemócratas.

En una de las últimas encuestas de intención de voto, realizada entre el 14 y el 16 de septiembre, consistente con la tendencia que mostraban las anteriores, el ÖVP encabezaba las preferencias de los votantes con un 42%, seguido por el SPÖ, que, con un 19%, seguiría en caída libre registrando sus peores resultados históricos, y Los Verdes y el FPÖ, con el mismo porcentaje (12%), y NEOS (9%). Incluso Team Strache conseguiría entre en el parlamento por los pelos, con un 5% de los votos, aunque después del fiasco de las elecciones en Viena su figura queda cuestionada y su continuidad en política es una incógnita. De mantener estos porcentajes, el actual canciller austriaco, el conservador Sebastian Kurz, tendría plena libertad para formar la coalición de gobierno que más se adapte al sentimiento del momento: desde una continuación de la actual coalición con Los Verdes hasta una coalición con la ultraderecha pasando por una reedición de la histórica Gran Coalición con el SPÖ. Meses atrás, el presidente del Partido Popular Europeo (PPE), el bávaro Manfred Weber, ya calificó la coalición entre conservadores y verdes como un “modelo de futuro” y en la propia Alemania también Los Verdes han apostado por poner rumbo en dirección a este tipo de acuerdo con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de cara a las elecciones que se celebrarán en octubre de 2021.

Àngel Ferrero Periodista, es miembro del comité de redacción de Sin Permiso.

Fuente:
Catarsi, 13 de octubre de 2020