domingo, 4 de junio de 2023

_- NEUROCIENCIA. Matthew Cobb, zoólogo: “La esencia humana es la colaboración y es lo que nos ha dado nuestro poder”.

_- El científico británico reflexiona sobre lo poco que sabemos del cerebro humano y explica cómo las neuronas del estómago de la langosta pueden ayudar a comprender nuestra mente.

Matthew Cobb (Woolverstone, Reino Unido, 66 años) es zoólogo. Como hacen muchos otros científicos, trata de hacer abarcables problemas que no lo son dividiéndolos o buscando otros análogos, pero más asequibles. Este profesor de la Universidad de Mánchester estudia el sentido del olfato de gusanos que tienen 21 células en su nariz, para tratar de entender lo que pasa en la nuestra, que tiene cuatro millones.

Hace unos días impartió en Madrid, en la Universidad Autónoma, la VIII Conferencia Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno hablando de La idea del cerebro, un título que coincide con el de su último libro. En él, habla del pasado de la neurociencia, de los avances de las últimas décadas y de lo poco que sabemos sobre el órgano donde reside nuestra consciencia. Cobb, que también ha publicado un libro sobre la carrera para descifrar el código genético, pone aquella epopeya como ejemplo de la capacidad humana para enfrentarse con éxito a grandes enigmas haciendo las preguntas adecuadas y desarrollando las tecnologías necesarias.

Pregunta. En su libro habla de cómo los científicos emplean metáforas para hacer más comprensibles algunos problemas o como forma de inspiración. ¿Hay metáforas sobre el cerebro que están ya agotadas o que entorpecen el progreso?
Respuesta. Primero pensamos en que los ordenadores deberían ser como cerebros. Ahora, la metáfora es que el cerebro es un tipo de ordenador, algo que hasta cierto punto es cierto. Pero aunque conocemos los cálculos que están teniendo lugar en tu teléfono ahora mismo, porque sabemos cómo ha sido diseñado, conocemos muy poco la computación, a nivel celular, que explique cómo es un animal determinado. Por qué está decidiendo girar a la derecha o a la izquierda o moverse hacia la luz. La metáfora del ordenador puede ser útil, puede ayudarnos a entender lo que sucede en el cerebro, pero es probable que se esté agotando. Necesitamos pensar en lo que hace el cerebro en formas más orgánicas y no en formas digitales en un soporte de silicio. 
 Lo que enseña sobre el alma humana un cerebro agujereado

Los cerebros y los sistemas nerviosos no son digitales, son principalmente analógicos. No son como ninguna máquina que hayamos construido. Cuando estás cansado, no funcionas igual de bien. Tu ordenador sigue siempre igual mientras le dure la batería. Nosotros tenemos hormonas que cambian cómo funciona nuestro sistema nervioso… Así que la metáfora del ordenador puede ser útil para explicarle cosas al público, pero creo que ya no es una fuente de inspiración para los científicos.

P. ¿Nos estamos acercando, al menos un poco, a comprender el cerebro?
R. Hay una investigadora americana que se llama Eve Marder y que ha pasado toda su carrera estudiando a las langostas; pero no su cerebro, sino su estómago. Las langostas tienen un estómago con músculos que trituran la comida y tiene 30 neuronas que controlan las contracciones. Ella lo sabe todo sobre esas neuronas, sobre los genes que se expresan, las hormonas que les afectan... Lo sabe todo y aún así no puede explicar por qué las 30 neuronas solo producen esos dos ritmos y no puede hacer predicciones, empleando modelos informáticos, sobre lo que pasará en el sistema si elimina una de esas neuronas. Estamos en un estado de ignorancia completa sobre las redes neuronales reales, incluso sobre esas que ni siquiera están en el cerebro y que simplemente producen dos ritmos.

Tenemos guerras terribles, pero somos muy colaborativos y criábamos a los hijos en grupo
Al final del siglo XIX hubo una gran ola de duda que se extendió sobre toda la ciencia. La gente empezó a pensar que nunca entenderíamos nada en biología. Esto dio lugar al vitalismo, a la idea de que había fuerzas vitales para explicar el fenómeno de la vida. La respuesta de los científicos a partir de la década de 1920 fue tratar de reducir los problemas a explicaciones más fundamentales. Y así vieron que los genes no eran fuerzas. Al principio pensaron que estaban hechos de proteínas y luego vieron que estaban hechos de ADN. Luego entendieron la estructura del ADN y comprendieron cómo un gen podía producir una proteína y empezar a saber algo sobre cómo funciona la vida. Y eso se logró intentando reducir el problema a su aspecto más simple. Mi sensación es que el tipo de trabajo que Eve Marder está haciendo nos permitirá avanzar en esa dirección.

P. ¿Tenemos alguna idea sobre cuándo surge la consciencia en el proceso evolutivo, si existe en los animales y si su consciencia se parece o no a la nuestra?
R. Darwin estaba muy interesado en este problema de cómo surgía la consciencia y encontró una solución fácil. La forma del cerebro determina tu comportamiento y a eso le llamamos consciencia. Hay una relación entre la materia y el pensamiento y Darwin dijo: si eso es cierto, la selección natural, que nos da manos, que da a la jirafa un largo cuello, también va a cambiar la forma de tu cerebro y, con ella, tu comportamiento. Así se puede explicar por qué diferentes animales se comportan de formas distintas. Aunque era reticente, escribe también sobre evolución humana y publica El origen del hombre, porque su amigo Russell Wallace, que se había interesado mucho por el espiritismo, defendía que los humanos eran algo separado, que no estábamos sujetos a las mismas leyes, algo con lo que Darwin discrepaba.

En este libro hay una comparación de la estructura cerebral de todos los primates y Darwin observa que no hay una diferencia de tipo, sino que solo hay una diferencia de grado. La estructura es básicamente la misma, con ligeras diferencias en la organización, por ejemplo, en los gorilas; aunque si lo miras desde fuera, la apariencia es muy similar. Así se puede ver como una lentísima evolución ha producido cerebros diferentes y distintos comportamientos. Obviamente, hay cosas que yo puedo hacer y un gorila no, como hablar contigo.

Si preguntas al dueño de un perro te dirá sin dudar que es consciente, pero no se puede probar. Con un humano tampoco. Somos muy similares a nuestros parientes cercanos, pero tenemos diferentes ecologías. Los humanos son muy cooperativos. Tenemos guerras terribles, pero somos muy colaborativos y criábamos a los hijos en grupo, aunque no lo hagamos ahora. Es una forma de crianza que no vemos en los grandes simios. Además, estamos estrechamente relacionados genéticamente. Los estudios genéticos nos dicen que hace 70.000 años había unos 10.000 humanos. Algo muy malo que desconocemos pasó en África y vemos esa restricción de la variación genética, así que somos muy parecidos y la cooperación está inscrita en nuestra sociedad. Si miras los enfrentamientos de los chimpancés, son terribles, y tienen unos niveles de intimidación y violencia que, aunque exista en las sociedades humanas, no están en su esencia.

La esencia humana es la colaboración y es lo que nos ha dado nuestro poder. Los pulpos son muy inteligentes, tienen recuerdos y hacen cosas maravillosas, pero ¿quién manda? Nosotros. Los pulpos son solitarios, solo se unen para aparearse. No podríamos haber salido de África y llegar a colonizar el Ártico en solitario. Ningún otro animal lo ha conseguido, y esa inteligencia se ha desarrollado por nuestra ecología.

No sé si otros animales son conscientes, es difícil de probar. No sé si tú eres consciente. Asumimos que otras personas son conscientes, porque lo necesitamos para vivir. Y volviendo al gorila, si miras a uno es difícil no pensar que tiene unos sentimientos parecidos a los nuestros. Incluso los perros o los gatos. Si preguntas al dueño de un perro te dirá sin dudar que es consciente, pero no se puede probar. Con un humano tampoco.

P. ¿Crees que será posible volcar la mente en un soporte cibernético para conseguir la inmortalidad, como plantean algunos transhumanistas?
R. Esta idea está un poco anticuada, porque, aunque lo planteen en terminología tecnológica o neurocientífica moderna, se está pensando un poco como Descartes, que hay un cerebro conectado con un espíritu que es tu mente. Y es esa mente la que quieren poner en un dispositivo. Pero tienes 80.000 millones de neuronas, trillones de trillones de sinapsis y tus neuronas no son binarias, no sabemos como capturar lo que estás pensando ahora como si fuese el equivalente en un ordenador. En un ordenador hay chips que responden a la pantalla o al teclado, y en un ratón puede haber estructuras cerebrales que responden, por ejemplo, a los olores. Pero al cabo de unas semanas, esas neuronas cambian, y el animal sigue respondiendo a olores, pero las neuronas que lo permiten son diferentes. Tienes distintas neuronas representando el mismo estado que hace tres semanas. De momento esto solo se conoce en ratones, pero asumo que será similar en humanos. Sin embargo, en la máquina, eso está fijado, las mismas estructuras haciendo las mismas cosas.

P. La gente que está fascinada con las posibilidades de ChatGPT, y de la inteligencia artificial en general, ¿no puede estar cayendo en una trampa de nuestra teoría de la mente?
R. Totalmente. Eso le pasó a aquel ingeniero de Google que decidió que había hablado con una máquina consciente y fue a contarlo en la prensa. Luego le echaron, con razón. Se estaba engañando a sí mismo y para ti eres la persona más fácil de engañar. Dick Feynman decía que la esencia de la ciencia está en tener cuidado con no engañarte a ti mismo.

Con ChatGPT me he preocupado como profesor. Le di exámenes que hago a mis alumnos y no produce buenas respuestas, pero tampoco son horribles. Es posible que consiguiese algún aprobado en la universidad. Pero pensé que lo podemos evitar si hacemos preguntas más complicadas. Y también les he dado textos escritos por ChatGPT a mis alumnos y se dieron cuenta de que es un poco pobre; fueron críticos y supieron que las referencias al final del artículo eran todas inventadas. Esto es un reto, porque escribe cosas verosímiles que son falsas. Sobre estas tecnologías me preocupa la desinformación que pueden favorecer, más en política que en el mundo académico. Pero sobre la posibilidad de que ganen consciencia, creo que lo que tenemos ahora no tiene nada que ver con eso. Primero me tendrán que dar un sistema que prediga la forma de moverse de las larvas de mosca o que comprenda el estómago de una langosta.

sábado, 3 de junio de 2023

La ley de Benford: el enigma.

Los datos reales tienden a empezar por números pequeños. No así las noticias falsas.

En 2015, la científica de la computación Jennifer Golbeck, de la Universidad de Maryland, descubrió una red de bots rusos que operaba en Twitter, y lo hizo utilizando una enigmática herramienta matemática llamada ley de Benford. La científica de Maryland percibió que los indicadores básicos de las redes sociales, como el número de seguidores que tienen los seguidores de un usuario, obedecían la ley de Benford si se habían generado de manera espontánea, pero no si eran producto de una operación centralizada. Mirados bajo este prisma, los focos rusos de noticias falsas brillaban como una supernova en el oscuro universo virtual. La misma estrategia había desnudado antes manipulaciones y fraudes en la contabilidad de los países europeos, un pucherazo en las elecciones iraníes de 2009 y otros epítomes de la falsificación contemporánea.

¿Qué dice entonces esa ley de Benford que tanto escándalo destapa y tanto entuerto endereza? Tenemos que remontarnos a 1881, cuando murió Billy el Niño, nació Picasso, se fundaron La Vanguardia y el ABC y, entretanto, el astrónomo canadiense Simon Newcomb reparó en una anomalía persistente en las tablas de logaritmos, unos librillos que se usaban para hacer cálculos antes de que hubiese calculadoras. Las páginas iniciales de esos librillos, donde estaban los números que empezaban por uno o por dos, siempre estaban manoseadas y negruzcas, mientras que las páginas que empezaban por ocho o por nueve parecían nuevas como recién salidas de la imprenta.

Newcomb dedujo que los conjuntos de datos obtenidos de la naturaleza solían empezar por uno, algo menos por dos, menos aún por tres y así bajando hasta el nueve. El ingeniero estadounidense Frank Benford generalizó después la observación y acabó estampando su nombre en una ley de Benford que en realidad debería llamarse ley de Newcomb. Como dice el matemático Jack Murtagh, el caso es un ejemplo de la denominada ley de Stigler, que sostiene que los descubrimientos siempre reciben el nombre de cualquiera menos el descubridor, lo que a su vez es otro ejemplo de la ley de Stigler, que en realidad fue formulada por Robert Merton. Humor académico, no hagan caso.

Pero nada de esto penetra en el fondo de la cuestión. ¿A qué demonios se puede deber la ley de Benford? ¿Por qué los datos de un conjunto natural tienden a empezar por un número pequeño? Los matemáticos siguen debatiendo sobre este enigma desconcertante, pero Murtagh nos propone fijarnos en las progresiones exponenciales, que son muy comunes en los procesos naturales: una célula se divide en dos, que se dividen en cuatro, que se dividen en ocho, luego 16, 32, 64… Imaginemos una población de 100 conejos que se duplica una vez al año en promedio. Durante el primer año, mientras la población se va duplicando, tendremos 100 o ciento y pico conejos, luego las cifras que empiezan por uno dominarán todo el año. Durante el segundo año, sin embargo, la población tiene que ir aumentando de 200 a 400 conejos, luego las cifras que empiezan por dos y por tres se tienen que repartir el año, y ninguna de las dos alcanzará a las que empiezan por uno. El tercer año queda como ejercicio para casa.

Mentir bien siempre ha sido un arte y ahora es también una ciencia.

viernes, 2 de junio de 2023

Resultados de las elecciones. La izquierda se devora a sí misma. Ahora ¿qué?

Los resultados electorales del domingo pasado representan una derrota sin paliativos de las izquierdas que creo se pueden explicar por cuatro factores a tener muy en cuenta si se quiere que las generales recién convocadas de un vuelco y permitan renovar un gobierno progresista.

El primero de ellos es el acierto del PP.
Sus dirigentes se han limitado a asegurar la permanencia de su electorado tradicional y que el de Ciudadanos se fuera a su cesta de votos. Para ello, han centrado la campaña en un discurso muy elemental y conocido: Pedro Sánchez sólo ha buscado y busca mantenerse en el poder por cualquier medio, para ello se ha aliado con quienes desean destruir España y con los herederos de ETA en particular, y ha formado un gobierno dividido internamente que destruye España.

Gracias a ello, el Partido Popular ha obtenido 1,89 millones de votos municipales más que en 2019, es decir, no sólo los 1,69 millones que ha perdido Ciudadanos, sino otros 200.000 añadidos que habrá quitado a PSOE, o incluso a Vox, gracias a la radicalización de su discurso.

El segundo factor es que la estrategia del PSOE (centrar la campaña en Pedro Sánchez con relatos y propuestas de alcance nacional) no ha podido ser muy buena, pues ha obtenido 407.000 votos menos que en 2019.

Los dirigentes que han perdido alcaldías o que han recogido menos votos de los esperados coinciden en que eso explica su derrota. Pero no creo que eso sea achacable tan solo a la decisión de su líder.

El problema, a mi juicio, es que el PSOE está siendo en los últimos años un partido sin norte, sin proyecto y con una militancia y organización de base (su gran valor y la fuente de sus grandes éxitos electorales) desanimada, desmovilizada e incapaz de hacer política al lado de la gente.

El PSOE, como otros partidos de izquierdas, se ha convertido en una organización cesarista, en donde ya no hay apenas debate y en donde la estrategia se determina al margen de los órganos del Partido y, por supuesto, de la militancia. El partido socialista, como las izquierdas en general, lleva muchos años sin ser uña y carne de la gente de los barrios, sin vivir en el día a día sus problemas y sin construir de su mano la esperanza en un futuro diferente. Y eso se paga con paralización, lejanía y desafecto; y con menos votos.

Por añadidura, el PSOE sigue siendo lamentablemente incapaz de deshacerse de unos pocos oportunistas que suponen, sin embargo, un lastre insoportable para la inmensa mayoría comprometida y honesta de su militancia.

El tercer factor que a mi juicio explica los resultados electorales es la irresponsabilidad histórica de los dirigentes de las organizaciones a la izquierda del PSOE.

Es una irresponsabilidad la desunión con la que se ha acudido a estas elecciones municipales y autonómicas porque se sabía perfectamente que esa división iba a impedir que, en un número muy elevado de municipios y comunidades, la izquierda del PSOE fuese la tercera fuerza o que, directamente, se superase la barrera del 5% que la ley electoral establece para obtener concejalías.

Es una irresponsabilidad histórica porque la alternativa a los gobiernos de centro izquierda es una derecha que se radicaliza constantemente llevada de la mano de los grandes grupos financieros y empresariales que la financian y a quienes la democracia ya les viene grande porque sus negocios son cada día más incompatibles con la transparencia, la competencia, las preferencias ciudadanas y los derechos humanos.

Y lo más grave de esta irresponsabilidad es que no basta con acudir a las elecciones en las mismas candidaturas. Es necesario ir unidos que no es exactamente lo mismo. La experiencia ha mostrado hasta la saciedad que no basta con sumar siglas ni juntarse mientras unos ponen verdes a los otros. Y la realidad es que ni siquiera se han dado tregua en las elecciones.

¿A quién le gusta salir de copas o irse a cenar con una pareja que no para de discutir y se ataca constantemente? A nadie en su sano juicio, y eso mismo es lo que le pasa a la gente corriente cuando ve a las izquierdas dedicadas sin parar a criticarse y hacerse zancadillas, a pelearse y condenar a los demás sin descanso.

Cuesta decirlo, pero esa irresponsabilidad que ha implicado dejar en manos de la derecha cada día más extrema a cientos de municipios y casi todas las autonomías provocará el dolor de millones de personas, el sufrimiento y malestar de los españoles más desfavorecidos. No vale criticar tanto las maldades del capitalismo y luego actuar de modo que se facilite la llegada a los gobiernos de quien lo lleva a sus últimos extremos y con menos escrúpulos.

Finalmente, hay un factor, concomitante con los dos anteriores, que a mi juicio también explica la derrota de la izquierda y que es achacable (no estoy seguro de en qué proporción) a los socios que conforman el gobierno.

Como escribí hace tiempo, este último viene tomando medidas que protegen a la inmensa mayoría de los españoles y con las que estos manifiestan estar de acuerdo muy mayoritariamente en las encuestas. Sin embargo, los partidos que forman el gobierno no logran concitar suficiente apoyo electoral y más bien parece que actúan en contra de la mayoría de todos los españoles.

A mi juicio, la causa de esto es triple.
En primer lugar, el gobierno no ha gestionado bien la comunicación social para contrarrestar la desinformación y las mentiras constantes de los medios privados. Lo ha hecho mal porque en España se ha producido un caso posiblemente único en el mundo: en lugar de apostar por su democratización, el gobierno deja los medios públicos en manos de su oposición. Algo que se puede comprobar fácilmente viendo sus contenidos informativos y el tipo de opinión mayoritaria que difunden. Y, además, porque al mismo tiempo no crea ni despliega un sistema de mediación social (la organización y militancia de los partidos) alternativo al que sostienen los capitales privados. El resultado es que el relato dominante desvirtúa y falsea la información y hace que la población actúe verdaderamente a ciegas.

En segundo lugar, el gobierno se ha dejado llevar y no ha dejado de meterse continuamente en charcos y de hacer un ruido con asuntos de segundo orden, echando por alto sus logros más transversales, importantes y valiosos. Y, digámoslo claro de una vez, porque ha tenido una agenda legislativa al servicio de intereses o planteamientos periféricos y minoritarios claramente contrarios al sentir común de la mayoría de los españoles. Si este gobierno ha roto al movimiento feminista o está haciendo que se abran varios frentes en su seno, o que sus socios se den la espalda en asuntos fundamentales ¿cómo se puede esperar que se mantenga unida en torno a él la mayoría de la población? En particular, el gobierno ha dado giros para la gente incomprensibles (como ante Marruecos), ha elaborado leyes sobre principios para la mayoría social inasumibles, como la ley trans o el cambio de penas del Código Penal, o se ha empeñado en hacer creer que para garantizar la gobernabilidad de España hay que someterse a la voluntad de quienes afirman que esta «le importa un comino». O todo eso se explica bien, o se produce un roto electoral irresoluble.

En tercer lugar, yo creo que la gente corriente no puede entender que unos socios del gobierno digan cosas tan fuertes sobre los demás y sigan ocupando ministerios, que se muestren las desavenencias en público y no se sea capaz de arreglarlas en los despachos.

Cuando todo esto ocurre y, al mismo tiempo, se quiere que la situación nacional condicione el voto municipal o autonómico, es lógico que los resultados sean nefastos.

Ahora qué la reacción del presidente del Gobierno no se ha hecho esperar, convocar inmediatamente elecciones.
La decisión es sorprendente por varias razones.

En primer lugar, porque -aunque la decisión corresponde al Presidente del Gobierno- parece lógico que hubiera valorado los resultados y consultado la estrategia con su Ejecutiva. No es la mejor forma de desprenderse del cesarismo que tanto daño hace a la izquierda; más bien lo agudiza.

En segundo lugar, parece una falta de respeto a la normalidad institucional que se haga coincidir la constitución de ayuntamientos y parlamentos y gobiernos autonómicos con nuevas elecciones. 

En tercer lugar, produce un efecto de imprevisibles consecuencias en el funcionamiento de la presidencia europea. No es fácil entender que se haya dado lugar a que esta se desarrolle con un gobierno en funciones. Y, finalmente, porque la decisión de convocar elecciones cuando el adversario está más fuerte y pletórico parece políticamente incomprensible. Como también lo es que se renuncie a medio año de puesta en valor de lo realizado a lo largo de la anterior legislatura. A primera vista, la decisión del Presidente Sánchez parece que equivale a un sálvese quien pueda, a un salir corriendo de la quema sin apenas recoger los papeles. Y eso, si no lleva consigo la renuncia a volver a presentarse.

¿Podrán tener las elecciones del 23 de julio un resultado diferente a las de ayer domingo?
Quizá eso pueda ser posible pero, desde luego, no actuando de cualquier forma.
Obviamente no hay tiempo para hacer planteamiento de medio o largo plazo.
El Partido socialista tiene muchos años a su espalda, está curtido en mil batallas y si algo tiene su actual secretario general es determinación y coraje. No sería la primera batalla dada por perdida de antemano que termina ganando. En unas semanas veremos si su partido ha podido recomponerse instantáneamente, algo que sólo será posible si prevalecen la unidad y la movilización de su militancia.

A su izquierda las cosas son más difíciles que nunca. No hay tiempo sino para presentar candidaturas de unidad que no sean, otra vez, el resultado de un mero acuerdo desde arriba. La única posibilidad de que la izquierda del PSOE recupere electorado (a su vez, quizá la única de que haya un nuevo gobierno progresista) es que, liderada por Yolanda Díaz, actúe con inteligencia y generosidad y presente candidaturas unitarias, de amplio liderazgo social, que reflejen el compromiso, la inteligencia colectiva y la lucha por la defensa de los intereses de las mayorías sociales, atractivas, un espejo donde se refleje lo mejor de nuestra sociedad.

Y, por supuesto, que se haga una campaña en la que se dé prioridad a lo que une a las izquierdas, en la que se coopere y no se divida.

Es imprescindible tener presente, ahora más que nunca, que una estrategia política nunca puede llegar a ser mayoritaria si se centra en planteamientos, intereses o identidades periféricos. Si la izquierda quiere ser la columna vertebral de la transformación social debe basar su discurso en lo que afecta y preocupa a las mayorías, en el sentido común de la gente y en planteamiento transversales. Una cosa es reconocer y defender los derechos de las periferias y otra confundirse con ellos.

Las izquierdas no pueden renunciar a vertebrar a España ni avergonzarse de que ese ha de ser su principal objetivo. Deben ofrecer un proyecto de interés nacional, única forma de enfrentarse al nacionalismo español y a los periféricos que polarizan sin cesar la actividad política y degeneran la vida social.

3 falacias que te pueden engañar (y cómo evitar caer en la trampa)

Todos cometemos errores: si contaste cuánta gente hay en un lugar y me dices que 10 cuando son 11, sencillamente te equivocaste. Pero si argumentas que hay cuadrados redondos, eso ya es otra cosa.

Las falacias, en lógica, son razonamientos erróneos que tienen la apariencia de solidez.

Son afirmaciones sin fundamento que a menudo se entregan con tal convicción que las hace parecer como si fueran hechos probados, y pueden adquirir una vida propia cuando se popularizan y se convierten en parte de un credo.

No sólo son incorrectas sino que, usadas a sabiendas, son deshonestas.

De hecho, falacia proviene del latín fallacia, por engaño, así que técnicamente significa una falla en un argumento que lo hace engañoso.

Lo bueno es que una vez detectadas invalidan el argumento.

El filósofo Aristóteles, quien hizo el primer estudio sistemático conocido de las falacias en su De Sophisticis Elenchis (Refutaciones sofísticas), pensaba que era necesario conocerlas para armarnos contra los errores más seductores, y describió 13 tipos.

Hoy en día, los filósofos tienen listas de cientos de falacias con nombre propio.

Escogimos tres para que estés alerta. Todas ellas tienen que ver con políticos, que a menudo se valen de falacias para justificar lo injustificable o para salir de apuros.

La falacia si-por-whisky  
Esta falacia debe su nombre a un discurso considerado como uno de los más astutos en la historia de la política estadounidense.

Pasó a la historia como el "discurso del whisky", y fue pronunciado en 1952 por Noah S. Sweat, un joven legislador de Mississippi, EE.UU., que más tarde fue juez y profesor universitario.

Los legisladores habían estado debatiendo si finalmente se debía levantar la ley seca y de eso habló Sweat a pesar de que, según empezó diciendo, "no tenía la intención de discutir este tema controvertido en este momento en particular".

Lo hizo, afirmó, por que no quería que pensaran que rehuía la controversia: "Por el contrario, tomaré una posición sobre cualquier tema en cualquier momento, independientemente de cuán controvertido sea".

Lo gracioso es que hizo todo lo contrario y de una manera tan magistral que le dio el nombre a esta falacia.

Aquí va el discurso (resumido):

"Me han preguntado qué siento respecto al whisky (...):

"Si por 'whisky' te refieres al brebaje del diablo, el azote del veneno, el monstruo sangriento que contamina la inocencia, destrona la razón, destruye el hogar, crea miseria y pobreza, sí, literalmente toma el pan de la boca de los niños pequeños; si te refieres a la bebida maligna que derroca al hombre y la mujer cristianos del pináculo de la vida recta y llena de gracia al abismo sin fondo de la degradación (...), entonces ciertamente estoy en contra.

"Pero si por 'whisky' te refieres al aceite de la conversación, el vino filosófico (...); la bebida que permite a un hombre magnificar su gozo y su felicidad y olvidar, aunque sólo sea por un momento, las grandes tragedias, los dolores y las tristezas de la vida (...), cuya venta vierte en nuestras tesorerías incontables millones de dólares, que se utilizan para cuidar tiernamente a nuestros pequeños niños lisiados (...), entonces ciertamente estoy a favor".

Terminó declarando: "Esta es mi posición. No me apartaré de ella. No me comprometeré".  Para ser justos, aclaró algunas cosas, pero no precisamente su posición.

Y esa es una táctica común en la política: dar una respuesta a una pregunta que depende de las opiniones del interrogador y utiliza palabras con fuertes connotaciones.

Es una falacia que parece apoyar ambos lados de un problema, y se utiliza para ocultar la falta de una posición o para esquivar preguntas difíciles.

La falacia de McNamara
Otro político, otra falacia.

En este caso, se trata de Robert McNamara, el secretario de Defensa de EE.UU. de 1961 a 1968.

Durante la Segunda Guerra Mundial, McNamara sirvió en el Departamento de Control Estadístico del ejército de EE.UU., donde aplicó una metodología estadística rigurosa a la planificación y ejecución de misiones de bombardeo aéreo, logrando una mejora espectacular en la eficiencia.

Después de la guerra, fue reclutado por Ford Motor Corporation que estaba perdiendo dinero. Con sus habilidades de análisis estadístico racional, McNamara logró mejoras dramáticas.

Cuando llegó al Pentágono, aplicó el mismo riguroso análisis sistémico que le había funcionado tan bien.

A medida que se intensificaba el conflicto en Vietnam, creyó que mientras las bajas del Viet Cong excedieran el número de muertos estadounidenses, la guerra finalmente se ganaría, así que los estadounidenses básicamente se dedicaron a contar cadáveres.  "Las cosas que puedes contar, debes contarlas; la pérdida de la vida es una de ellas", escribió en su libro "En retrospectiva: la tragedia y lecciones de Vietnam".

Pero esta vez estaba trágicamente equivocado. Él mismo admitiría más tarde que el énfasis excesivo en una sola métrica cruda simplificó en exceso las complejidades del conflicto.

Como dice la máxima:
No todo lo que se puede contar cuenta. No todo lo que cuenta se puede contar.

Y algo que no podía contar era la osadía de "movimientos populares altamente motivados".

Su nombre quedó vinculado inextricablemente con el fracaso estadounidense en Vietnam.

En 1972, el sociólogo Daniel Yankelovich acuñó la frase "La falacia de McNamara":

"El primer paso es medir cualquier cosa que se pueda medir fácilmente. Esto está bien hasta cierto punto.

"El segundo paso es descartar lo que no se puede medir fácilmente o darle un valor cuantitativo arbitrario. Esto es artificial y engañoso.

"El tercer paso es suponer que lo que no se puede medir fácilmente en realidad no es importante. Esto es ceguera.

"El cuarto paso es decir que lo que no se puede medir fácilmente en realidad no existe. Esto es suicidio".  Contar sirve, pero no lo es todo.

La falacia de McNamara es una de las trampas más peligrosas pues se ha usado para guiar decisiones políticas en campos tan vitales como la salud y la educación.

Pero que el riesgo exista no quiere decir que se deben abandonar las mediciones y métricas cuantitativas; la cuantificación es una herramienta analítica valiosa.

Lo que hay que tener en cuenta, como señaló el estadístico W. Edwards Deming, es que "nada se vuelve más importante sólo porque se puede medir. Se vuelve más medible, eso es todo".

La clave es recordar que medir no es entender, que la realidad es multidimensional y que lo cualitativo es tan valioso como lo cuantitativo.

La falacia del político
La última de nuestras falacias no es tan conocida pero probablemente te has topado con ella brotando de labios de un político o de tu jefe.

Tiene un origen gracioso: fue identificada en la serie "Yes, Prime Minister" (Sí, Primer Ministro) de la BBC, una comedia que seguía las batallas entre un primer ministro y su secretario de gabinete.

Aunque obviamente ficticia, retrataba tan bien lo que ocurría en los corredores del poder que varios políticos británicos han dicho que parecía más bien un documental.

Escena de "Sí, Primer Ministro". 
 La serie "Sí, Ministro" se emitió entre 1980 y 1984; su continuación, "Sí, Primer Ministro", entre 1986 y 1988.

La falacia del político fue expuesta en un episodio de 1988 y desde entonces ha hecho eco en el Parlamento británico, en los medios internacionales y toda suerte de análisis y discusiones.

Su modelo es: "Debemos hacer algo, esto es algo, por lo tanto debemos hacer esto".

Conocida también como el silogismo del político, es una falacia lógica, similar a concluir, tras afirmar que algunos estadounidenses son ricos y que algunos pobres son estadounidenses, que algunos pobres son ricos.

A pesar del absurdo, es usada para pretender que se tiene una solución a un problema, sin importar cuán ineficaz o hasta dañina sea.

En tiempos de crisis económicas, por ejemplo, no es raro que se anuncien cortes de impuestos que no mitigan el sufrimiento de los más afectados, ni abordan los factores subyacentes de la emergencia ni determinan cómo prevenir futuras crisis.

Sin embargo, suenan bien y, cuando se trata de política, eso a menudo es equivalente al éxito.

jueves, 1 de junio de 2023

_- “Ser casero conlleva una responsabilidad social. Es algo que puede generar mucho sufrimiento a la gente”.

_- El periodista Sergio C. Fanjul desgrana en ‘La España invisible’ las causas de la pobreza y la desigualdad extremas en España y analiza el porqué del fin de la conciencia de clase obrera.

Ya cuando Sergio C. Fanjul (Oviedo, 42 años) era solo un niño que jugaba por las calles de su ciudad natal le resultaba especialmente incomprensible que hubiese gente pidiendo limosna. “¿Por qué unos tienen que hacer eso y otros no?”, se preguntaba. Ahora que, tras la pandemia, las cifras de gente en riesgo de exclusión grave en nuestro país son las más altas de Europa este periodista de EL PAÍS (licenciado en astrofísica) se ha propuesto contestar a aquella pregunta en La España invisible (Arpa), un ensayo en el que analiza las causas de la pobreza y desigualdad extremas. Y entre otras muchas cosas, con su trabajo ha descubierto por qué en su infancia aquella imagen le resultaba tan dolorosa: “A los niños la desigualdad no les parece lógica. La idea de la pobreza como algo inevitable se va legitimando a través de los años pero las personas nacen con resistencias naturales a estar contentas con eso”.

Pregunta. Ha hablado durante meses con gente que vive en la calle y con organizaciones que se dedican a ayudar y acoger a estas personas. ¿Qué ha aprendido de esa forma de vida que cree que todo el mundo debería saber?
Respuesta. Todo el mundo debería saber que vivir en la calle no es estar tirado a la bartola, tocándose las narices. Que, como me explicó Pedro Cabrera, uno de los sociólogos con más conocimiento sobre este tema en España, también hay que hacer méritos para vivir en la calle y que es muy complicado. Las personas sin hogar tienen que enfrentarse cada día, por ejemplo, a vivir sin un baño que no solo comporta que no te puedas asear ni tener cierta intimidad, sino que tampoco puedas hacer tus necesidades cuando quieras. Luego está el reto diario de “buscar el chupano”, que es encontrar un sitio ni muy oculto ni muy expuesto, para que no te molesten ni molestes pero a la vez que seas visible, para que si te atacan alguien lo vea y no te pase como a aquella señora a la que unos chicos quemaron en un cajero de Barcelona sin que nadie la socorriera.

P. Usted acaba de ser padre. ¿Se puede entrenar la empatía en los niños?
R. Yo tengo la sensación de que la paternidad en sí misma te hace más empático. Antes de ser padre me decían: “Cuando tengas un hijo, todos los niños serán el tuyo”. Y es un poco verdad. Ahora cada vez que veo a un niño desgraciado pienso: “Esa podría ser Candela”. Cuando ella nació mucha gente me preguntó si la iba criar en el barrio en el que vivía, Lavapiés, que aunque tiene una comunidad de padres muy unida no está especialmente diseñado para los niños; pero allí, cuando crezca, verá muchas realidades que no vería en otros sitios: para empezar, gente de otras culturas, de otros países y por otro lado, también problemas sociales como el sinhogarismo o la droga. Eso no me parece negativo. Al contrario. Tengo un amigo que es profesor en un colegio de élite y muchos de sus alumnos no han estado en contacto con personas pobres, personas sin hogar, ni siquiera con personas homosexuales. Creo que ahí está la clave de que a alguna gente le resulte tan complicado empatizar. Y por eso la segregación urbana también es un problema.

P. De hecho habla de cómo las ciudades ahora se diseñan para expulsar a los pobres. ¿Diría que Madrid es una ciudad con un urbanismo aporófobo?
R. Decididamente sí. En realidad es vecinófoba, porque no se lo pone fácil a ningún ciudadano que quiera sombra, agua, asientos, pocos ruidos, poca contaminación y por ende, es peor aún para las personas sin hogar, que son las que más se exponen a la arquitectura hostil: las superficies llenas de pinchos para que no te tumbes, las superficies inclinadas para lo mismo, los bancos antipobres, con brazos que impiden que se pueda dormir en ellos, y también el hostigamiento de la policía municipal, que es muy común. Es verdad que en las grandes ciudades hay comedores sociales y por tanto más oportunidades de conseguir alimento y por eso mucha gente pobre se junta en los centros urbanos.

P. ¿Y a esa línea de gestión aporófoba la llamaría simplemente “maldad”?
R. No creo que la gente que diseña las ciudades de esta forma lo haga pensando en dañar a los pobres. Simplemente, los pobres están fuera de la lógica del mercado y de la economía actual. No aportan, no compran ni venden. Las ciudades ahora no están pensadas para nuestro propio cuidado, sino para la producción y el consumo.

P. Cuenta usted en el libro que el proceso por el que alguna gente de la parte baja de la clase media se despeña hacia la pobreza y decide tirar la toalla se denomina “desafiliación”. ¿Cuáles son los puntos de inflexión que llevan a una persona a dejar de intentar estar en el sistema?
R. Está muy estudiado que para acabar en una situación de sinhogarismo y pobreza extrema tiene que haber una concatenación de causas. Por ejemplo, uno puede perder el trabajo pero si tiene una red familiar o una casa en propiedad, puede aguantar y no caer en la calle. Pero si de repente uno se divorcia, no tiene familia, es alcohólico y pierde el trabajo, entonces, no hay red. Pero mucho ojo, porque también hay gente pobre que tiene casa y esa es la que más me costó encontrar porque no vas a un centro de día y los encuentras ahí. Esos pobres no están en albergues, no están en la calle. Son tus vecinos o los vecinos de los barrios más pobres y hacen una vida supuestamente normal, pero se alimentan mal, no pueden pagar las facturas y acumulan todas esas pobrezas a las que se pone nombre, de la energética a la infantil, y que constituyen la pobreza en sí misma.

P. Tras la pandemia han aparecido los llamados “nuevos pobres”, gente que estaba en el extremo bajo de la clase media que ha acabado descarrilando silenciosamente.
R. Sí, y que es curioso, pero se examinan como si fueran mejores que los “pobres de siempre” porque son víctimas de una injusticia: estas eran gentes de bien, eran gente productiva, eran gente que tenía un negocio, no eran vagos ni maleantes, pero por la mala suerte de la macroeconomía, pues de repente se van a pique. Son vistos mejor que cualquier otro pobre que tenga adicciones o que esté en la calle tirado con una raigambre de años.

P. Dice usted en el libro que tener un trabajo ya no significa necesariamente no ser pobre.
R. El fenómeno de los trabajadores pobres ha sido común en Estados Unidos pero en España es nuevo. Gente que tiene varios empleos y aún así no le llega para vivir. Por el contrario, está toda esa gente rica que defiende que lo es por meritocracia. Me parece mucho más honesta la gente rica que dice “soy rentista y por eso tengo dinero”. No tengo un problema con ellos, sino con el sistema. Si alguien ha heredado muchos pisos, pues mejor para él. Eso sí, que le crujan a impuestos. Quien posee pisos, inmuebles o terrenos tiene una responsabilidad social. No es una cosa como otra cualquiera: son cosas que generan mucho sufrimiento en la vida de la gente y no pueden basarse solo en la rentabilidad.

P. ¿Y cómo se educa al casero en la empatía?
R. Pues como cuando me preguntabas por los niños, creo que de nuevo es una cuestión de visibilidad. En parte por eso yo escribí este libro, para que la gente vea que la gente sufre mucho por la ideología que domina el mundo. Es como el tema de la sociedad low cost [bajo coste]: siempre que algo es low cost se está pagando con el sufrimiento de alguien.

P. ¿No es ingenuo pensar que la conciencia de la desgracia ajena despierta conciencias? La gente sigue pidiendo a Glovo, a pesar de que todo el mundo conoce la terrible precariedad de sus trabajadores.
R. Es muy curioso porque el CEO del Glovo es un chico con una pinta adorable. Antes los empresarios se presentaban con una chistera y un puro, parecían seres malvados. Ahora son chavales muy jóvenes, con pinta muy amable, a los que ves incapaces de hacer algo malo. Se produce una enorme disonancia cognitiva entre su imagen y el sufrimiento que crean.

P. En dos décadas en España la cantidad de gente que se considera de clase obrera ha pasado del 50 al 16 por ciento. ¿Por qué cree que ha pasado eso?
R. La clase obrera ha dejado de ser algo deseable. Nunca lo fue, pero antes había un orgullo de pertenecer a ella: aunque fuera la clase más desfavorecida, estaba preñada del futuro. Iba a hacer la revolución, se organizaba, tenía sus formas de resistencia, sus redes sociales, sus sindicatos, sus economatos, sus barrios. Al desaparecer ese orgullo, ya no tiene ese poder transformador, ya no es algo de lo que puedas estar orgulloso. Ahora, gracias a la cultura del esfuerzo y el emprendimiento, la gente en vez de pensar “soy clase obrera y estoy orgulloso”, piensa: “Soy pobre, pero algún día podré avanzar”. Estamos en un régimen de trabajo posfordista donde ya no hay grandes factorías y el trabajo se ha atomizado en pequeñas empresas, en autónomos. Cada uno va a lo suyo y los sindicatos están muy preocupados porque se han perdido esos lazos.

P. ¿Quizá sea un pensamiento anticuado por parte de los sindicatos? Hay minorías muy oprimidas que han conseguido unirse gracias a lo remoto y a las redes sociales.
R. No creo que sea imposible lograr una nueva organización a través de las redes sociales, de Internet o de las videollamadas. El fin de la conciencia de clase no solo tiene que ver con el fin de los grandes centros de trabajo, sino también con la ideología imperante.

P. ¿Y es necesario tener conciencia de clase para acabar con la pobreza?
R. Las nuevas luchas para acabar con las injusticias no tienen que pasar necesariamente por tener conciencia de clase obrera pero sí por la conciencia de los problemas.

miércoles, 31 de mayo de 2023

Elecciones. De necesidad, virtud.

Tras el batacazo de Unidas Podemos, no había posibilidad alguna de recomposición entre los socios para seguir gobernando durante seis meses. La disolución anticipada y convocatoria de elecciones no era una opción para Pedro Sánchez, sino una necesidad

El avance electoral de la derecha se está produciendo en casi todos los países europeos. El caso más reciente, el de las elecciones generales de Grecia, ha sido el más llamativo por su intensidad, que desconcertó a todo el mundo. Pero no ha sido el único. España y Portugal se habían mantenido hasta el momento fuera de esa tendencia. Pero, por lo que a España se refiere, está claro que ya no es así. El resultado de las elecciones municipales y autonómicas de este 28M ha dejado claro el viraje hacia la derecha en el conjunto del país.

Ante la constatación de dicho viraje el presidente del Gobierno ha decidido disolver las Cortes Generales y convocar nuevas elecciones para el 23 de julio. El adelanto electoral que parecía inimaginable hace unos días se ha convertido en un imperativo para Sánchez tras el 28M. Se había quedado sin margen de maniobra.

La razón es clara. El desgaste de la coalición en el interior del Gobierno se había hecho muy visible desde la llamada ley del sólo sí es sí. Y no había dejado de ir a más. En este contexto las elecciones del 28M se convertían en una suerte de “condición suspensiva” para la continuidad del Gobierno de coalición. Condición suspensiva con la posibilidad de convertirse en “condición resolutoria”, que es lo que ha ocurrido. Tras el batacazo de Unidas Podemos, no había posibilidad alguna de recomposición entre los socios para seguir gobernando durante seis meses. La disolución anticipada y convocatoria de elecciones no era una opción para Pedro Sánchez, sino una necesidad.

El Gobierno de coalición ha pasado por momentos muy difíciles, pero ha sido un Gobierno de coalición. Ahí está su ejecutoria, una de las mejores de todos los Gobiernos desde la entrada en vigor de la Constitución. Y en las circunstancias más difíciles.

A partir de la noche del 28M el Gobierno de coalición había pasado a convertirse en una “ficción” carente de cualquier credibilidad. El coste de mantenerlo era muy superior al de darlo por acabado y que cada palo aguante su vela en el proceso electoral.

La convocatoria anticipada tiene una doble finalidad:

Provocar una muy alta participación. El 23 de julio es el partido de vuelta en el que se decide el resultado final. El 28M ha sido el partido de ida, en el que PP y Vox han obtenido una buena renta. Pero, por la forma misma en que se han disputado estas elecciones, como la primera vuelta de las generales, como un plebiscito sobre Pedro Sánchez, el carácter de “partido de vuelta” del 23J ya está encima de la mesa. Es una prima evidente para que la ciudadanía acuda a votar.

Y obligar a la izquierda a la izquierda del PSOE a tomar una decisión en diez días. No queda tiempo para marear la perdiz. O cierre de filas en diez días o salga el sol por Antequera, que incluye la posibilidad, por no decir probabilidad, de que algún partido acabe siendo extraparlamentario. Cuanto menos tiempo se tenga para tomar la decisión, mejor. Para los que tienen que tomarla. Y para el PSOE.

La decisión del presidente del Gobierno es un ejemplo de libro de hacer de necesidad, virtud. El 23J lo tiene muy difícil, pero el 10 de diciembre lo habría tenido imposible.

Como un dardo.

El escritor puede disparar contra la ignominia que le rodea o apuntar alto para que alcance solo cierto grado de belleza cruzando el espacio incontaminado.

Son aproximadamente 325 palabras, que equivalen a unos 1.880 caracteres con espacios. El escritor elabora con ellas un artículo como el herrero templa un dardo en el yunque después de calentar el hierro en la fragua. Cada dedo es un pequeño martillo sobre el yunque del teclado. Mientras golpea el hierro incandescente para darle una forma muy aguda, el escritor piensa que ese dardo hecho solo de palabras puede salir del arco disparado en varias direcciones. El escritor puede mandarlo hacia los dulces valles de la infancia donde permanecen todavía intactos los nidos de pájaros, los tebeos amarillos en un armario, la caja de los gusanos de seda en el desván, los aromas de la despensa y las primeras lágrimas. El artículo envuelto en una nostalgia lírica se perderá en la nada. El escritor martillea con los dedos otras palabras. En el yunque del teclado brotan ahora los nombres de Botticelli y Simonetta Vespucci, de Antonello de Mesina que pintó a una Virgen que se parecía a Pier Angeli o tal vez de Dante y Beatriz ya viejos paseando por la orilla del Arno. El escritor los lleva en su memoria desde aquella primavera cuando fue por primera vez a Florencia.

Ahora trata de cargar el dardo con historias de navegaciones, de ciudades lejanas, de amores perdidos, de tantos libros leídos, de tantos viajes y regresos, de éxitos y fracasos. Mientras el escritor golpea las palabras sobre el yunque no olvida toda la basura política y moral que existe a su alrededor y por un momento se propone usar ese dardo como un arma ofensiva solo para salvarse. El trabajo ha terminado. El dardo está ya tenso en el arco. Esta vez son exactamente 324 palabras que, como siempre, sirven para luchar o soñar, la eterna cuestión. El escritor puede disparar el dardo contra la ignominia que le rodea o apuntar alto para que alcance solo cierto grado de belleza cruzando el espacio incontaminado.

https://elpais.com/opinion/2023-04-30/como-un-dardo.html. Manuel Vicent

Equidistancia que erosiona la memoria democrática

Por Victorino Mayoral Cortés | 01/05/2023 |

Fuentes: Nueva Tribuna

En el momento de afrontar la integración de la memoria democrática como una parte significativa del currículo escolar, se ha de tener muy en cuenta la situación, retos y perspectiva de la democracia misma, en su faceta actual como modo de vida y sistema de gobierno representativo, también en España.

En nuestro caso se advierten algunos de esos riesgos, provocados por una derecha conservadora que todavía no ha superado su transición a la militancia democrática normalizada en el occidente europeo y se manifiesta incapaz de desprenderse de sus antiguos vínculos con el franquismo político y sociológico. Que reclama el monopolio del “constitucionalismo”, pero en un alarde permanente de incoherencia se ha opuesto sistemáticamente a incorporar la Educación para la Ciudadanía Democrática en el sistema educativo español, y recientemente ha prometido derogar la Ley de la Memoria Democrática, cuya finalidad reside en la reivindicación y defensa de los valores democráticos y los derechos y libertades fundamentales a lo largo de la historia contemporánea de España y su lógica incorporación al currículo escolar de un Estado democrático.

Como escribió en 1986 H.R. Southworth en su obra El mito de la cruzada de Franco, «durante cuarenta años, los españoles fueron obligados a tragarse una falsa historia de su país, y los efectos secundarios de una dieta tan asquerosa difícilmente pueden desaparecer en pocos meses». Así ha ocurrido, no en pocos meses, pero ni siquiera en pocos años han desaparecido en la enseñanza de nuestra Historia curricular los efectos prolongados de la memoria franquista, cuyo rastro aún puede seguirse a través de las carencias que hasta la fecha ha tenido la enseñanza de nuestra historia y memoria democrática. Inaceptables neutralismos y equidistancias, viejos tópicos heredados del régimen antidemocrático, hábitos debidos a la pereza y la comodidad, temores prolongados por difusas amenazas o rechazos. Deficiencias a las que la incorporación de la memoria al currículo escolar debe poner pronto remedio. De tal modo que en el futuro no salgan de nuestras escuelas generaciones enteras de alumnos que ignoren hechos fundamentales y graves que han marcado nuestra existencia como nación, como la dictadura, la guerra, el exilio…O que carezcan de un conocimiento de los hechos históricos basado en un análisis crítico y valorativo de su significado que favorezca el desarrollo de una conciencia y valores de ciudadanía activa.

Inaceptables equidistancias, como la de aquel que habló de «la guerra de los abuelos”, que han favorecido un trato equiparado de la historia y la memoria de un sistema democrático, como fue la II República y su contrario en términos políticos absolutos que la destruyó. Una dictadura que como dejó escrito Santos Juliá tuvo la violencia ejercida por el Estado y la política de terror como «elemento constitutivo del propio régimen franquista un pilar básico del ordenamiento jurídico-político durante todas las fases por las que pasó la dictadura”, incluida la fase de gobierno de los tecnócratas del Opus y la de lavado de cara de los ”25 años de paz”.

Algunos confundieron deliberadamente amnistía con amnesia y reconciliación con blanqueo de los horrores de una férrea dictadura. Los promotores de la amnesia y de la ocultación o equiparación de ese pasado de represión de libertades y dictadura han mediatizado todo lo que han podido el modo de enseñar la historia contemporánea de España, ocultando o desvaneciendo una parte importante de nuestra memoria democrática. De ahí han derivado las limitaciones y carencias de una memoria democrática frágil e incompleta, toleradas durante una larga etapa desde la Transición, y el tardío reconocimiento de sus fundamentos históricos, de las antiguas raíces democráticas de sus instituciones y declaraciones de derechos por parte del vigente sistema democrático español. Hasta que la aprobación de la Ley de Memoria Histórica por las Cortes en 2007 produjo un giro decisivo y el inicio de un proceso más ambicioso que culminó con la aprobación de la Ley de Memoria Democrática de 19 de octubre de 2022.

Llegados a este punto es preciso considerar con el rigor que merece, la preocupante cuestión que suscita la práctica de la equidistancia, la neutralidad y la equiparación, como comportamiento de una parte no desdeñable del profesorado en el momento de abordar cuestiones relevantes de la memoria democrática ya integradas en el currículo oficial.

Entre las conclusiones del proyecto de investigación realizado en 2021 sobre la incorporación de la memoria democrática al currículo escolar, realizado por un amplio equipo de la Fundación Cives, señalamos una evidencia extraída del análisis de los libros de texto y de la práctica extendida entre segmentos del profesorado: la existencia de una tendencia a omitir los temas “conflictivos” en el aula, así como la abundancia de expresiones sobre responsabilidades compartidas en la represión, síntomas todos ellos de excesos de neutralismo, equidistancia y escasa implicación. Cuyas consecuencias serían la transmisión al alumnado de un mensaje equívoco, conforme al cual los acontecimientos violentos y represivos del pasado reciente son un aspecto más de la historia de España, sin que fuesen aprovechados para aprender de los errores del pasado, y promover así su no repetición.

En cualquier caso, como recogimos en la conclusión XIII de nuestra investigación, es evidente que no se puede dejar el tratamiento de cuestiones tan fundamentales a expensas de la buena disposición de los profesionales de la enseñanza, a su implicación personal en función de sus particulares ideologías o creencias, a su actitud favorable o desfavorable respecto a la memoria democrática curricular, ni a las incomodidades que el ejercicio docente, inspirado en la pertinente deontología profesional, puedan acarrearle en sus relaciones con el equipo directivo, las familias y el alumnado.

No se puede aceptar en este, ni en otros aspectos de la docencia, PIM parental de ninguna especie, ni pretendidas objeciones de conciencia a la recepción de las enseñanzas regladas, una vez garantizada su legalidad y legitimidad conforme a las normas del Estado de Derecho establecido en la Constitución.

El profesorado que imparte sus enseñanzas en el sistema educativo de un Estado democrático debe tener claros al menos los siguientes principios básicos:

1º- Su ejercicio profesional como enseñante está amparado por la libertad de cátedra, como derecho establecido por nuestra Constitución para garantizar la transmisión objetiva del saber y no las meras opiniones personales.

2º- El Estado al que sirven está en el deber de promocionar la educación en principios, valores y contenidos cívicos democráticos.

3º- La educación para ciudadanía democrática, en la que ha de integrarse la memoria democrática curricular, no es, por tanto, adoctrinamiento.

4º- La memoria democrática curricular se rige también por los principios de verdad, justicia, reparación a las victimas y el deber de no repetición de las graves violaciones de derechos del pasado. Ello requiere del profesor objetividad y no equidistancia, ni ambigüedad ni indiferencia. Y exclusión de todo partidismo sectario en cualquiera de sus manifestaciones.

Gracias a estas leyes y a las normas dictadas para la reforma educativa por la LOMLOE y los reales decretos sobre mínimos curriculares, el sistema educativo ha abierto finalmente sus puertas para la normalización y generalización de la existencia de una memoria democrática que formará parte del currículo de las asignaturas de Historia que se imparten en bachillerato y educación secundaria obligatoria, y en la de educación de valores cívicos y éticos, sin olvidar su incorporación igualmente en la Enseñanza Primaria. Mediante ellas el alumnado podrá adquirir la competencia ciudadana, muy unida al conocimiento de la historia de la democracia en España y los derechos de ciudadanía conquistados gracias a sus graduales avances, haciendo expresamente énfasis en la igualdad entre hombres y mujeres.

Victorino Mayoral Cortés es presidente de la Fundación Cives- 

martes, 30 de mayo de 2023

Hipatia de Alejandría, la ‘pop star’ de la Antigüedad que resiste al olvido.

La filósofa, matemática y astrónoma fue asesinada en tiempos de negros dogmas. Pero su estela de libertad sigue viva.

A veces la muerte es un símbolo que sobrevive al mar del tiempo. Centenares de años después de su asesinato a instancias del obispo Cirilo, Hipatia —intelectual de estilo renacentista que defendió la separación de poderes entre Iglesia y Estado— pervive asociada a la lucha por el compromiso y la libertad, y leer o escuchar su nombre es habitual en proyectos científicos, en escuelas, clubes de lectura, en institutos, calles o cafés.

Su figura fue invocada por Voltaire, Edward Gibbon o Bertrand Russell. Sobre su vida se han hecho documentales y películas como Ágora, de Alejandro Amenábar. En su popularísima serie de televisión Cosmos, Carl Sagan trató la muerte de Hipatia así: “En el año 415, cuando iba a trabajar, cayó en manos de una turba fanática de feligreses de Cirilo. La arrancaron del carruaje, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. Sus restos fueron quemados, sus obras destruidas”.

Los años vuelan, pero el recuerdo de la alejandrina regresa una y otra vez. Es una especie de pop star de la Antigüedad que se adapta a cada época y sobrevive al paso de los siglos. En estos momentos está en marcha Hypatia I, una misión de dos semanas liderada por científicas catalanas en la Estación de Investigación del Desierto de Marte, en Utah, donde han probado, entre otras cosas, un protocolo de comunicaciones con la Tierra. Cada 15 de marzo se celebra el Día de Hipatia para impulsar la investigación científica femenina, y la rapera Gata Cattana —que cantaba aquello de “Yo no camelo perfumes de Nina Ricci, soy más de libros de la Silvia Federici”— nombraba a Hipatia como una de las muchas “hijas de Eva buscando una luz”. Y son muchos más los que siguen recordándola: a finales de 2022 se reeditó la novela Hypatia, de Charles Kingsley (Legare Street Press); en Morir por las ideas. La peligrosa vida de los filósofos (Anagrama, 2022), el ensayista Costica Bradatan reflexiona sobre su brutal muerte, y también la de otros filósofos como Sócrates o Giordano Bruno.

La pregunta es: ¿hay alguien hoy —como Hipatia hace siglos— dispuesto a morir por defender sus ideas?

“Los filósofos viven al borde del abismo, porque la mayoría de las personas buscan respuesta en la religión, no en la filosofía”, reflexiona Bradatan. Para el autor rumano, la pensadora alejandrina vivió la filosofía como una especie de religión secular y su asesinato —como antes la muerte de Sócrates— representa el nacimiento y la consolidación de la filosofía, una especie de fundación a partir de actos sacrificiales. “Son muertes violentas de carácter público, que tienen cierta conexión con la idea de los mártires”, apunta en conversación telefónica.

“Siendo consciente de la posibilidad de asesinato, hacía lo que fuera necesario por sus principios”
Silvia Ronchey, filóloga

Bradatan, que describe la muerte como “un escándalo metafísico”, recoge en su libro una reflexión de Pasolini según la cual la muerte es el editor, el que traduce nuestra vida, porque cuando la estamos viviendo es intraducible y esta carece de significado. Si esto es así, la muerte de Hipatia —filósofa neoplatónica, matemática, astrónoma y docente, devenida después símbolo de la Ilustración, el Romanticismo, el protestantismo, el cientificismo o el feminismo— representa la lucha de la razón frente al fanatismo, un combate por el que dio la vida.

Una pensadora libre
Hipatia sabía que su posición abierta ante la creciente cerrazón cristiana podía ser un peligro. “Era muy consciente de la posibilidad de asesinato, pero también muy valiente. En nombre de sus principios, era capaz de hacer lo que fuera necesario”, apunta Silvia Ronchey, una de las mayores expertas en la figura de la pensadora alejandrina.

Para esta investigadora italiana, la de Hipatia no fue una muerte religiosa, sino una muerte política. “Murió por la libertad de pensamiento, por enfrentarse al fundamentalismo. Fue su posición moderada lo que hizo que la asesinaran”. Su instigador fue el obispo Cirilo, y aunque en la historiografía católica se habla de tumulto callejero, Ronchey revela que en realidad no fue así: “No era un tema de paganos contra cristianos. Hipatia tenía muchos estudiantes cristianos y no era una radical pagana. Probablemente incluso enseñaba cómo mediar con la nueva religión”, explica. Pero Hipatia defendía la separación de poderes entre Iglesia y Estado, mientras que Cirilo ansiaba concentrar todo el poder político. Tras su muerte, en su ciudad se produjo un importante éxodo de intelectuales y filósofos, que huyeron a Atenas en busca de seguridad.

Más allá del contexto histórico, el enfrentamiento entre la duda y el dogma, entre la apertura de miras y el fanatismo es un drama originario arquetípico. Sigue siendo “un conflicto eterno, que todavía no ha acabado, por el que muchos se juegan la vida, como podemos comprobar en Ucrania o por lo que sucede con las mujeres en Irán”, reflexiona esta experta en Bizancio. Por eso, Hipatia es “una figura muy contemporánea, una especie de campeona para la gente que sufre todo tipo de injusticias”, asegura.

¿Un peligro público?
Clelia Martínez Maza, catedrática de Historia Antigua de la Universidad de Málaga, destaca de Hipatia su papel protagonista en la escena intelectual y política del momento, un papel vedado entonces a cualquier mujer, incluyendo a las de la élite o la aristocracia. Su vida y su proceder “era algo muy extraño, observado con recelo. Como si fuera un peligro público”, explica Martínez, subrayando que en aquel tiempo las mujeres no tenían ningún tipo de independencia ni capacidad de acción: “Podía haber mujeres más preparadas que otras, pero su destino era cuidar bien del hogar, los hijos y el marido”.

Hipatia era una mujer que hablaba y opinaba en un mundo de hombres. Era también una excelente docente, “reconocida públicamente a pesar de vivir en una estructura patriarcal, pero una cosa son estructuras que permiten cierta libertad de acción y otra cosa es retarlas”, según Martínez. Fue también una importante figura intermediaria entre las fuerzas vivas religiosas —entre judíos, cristianos, paganos— y pudo ejercer también ese papel porque personificaba el espíritu de consenso.

Queda claro que Hipatia vivió en un pliegue del tiempo especialmente movido, el de la decadencia del Imperio Romano y las luchas internas que la provocaron. Alejandría era entonces la gran metrópoli mediterránea, un lugar de peregrinación para filósofos y pensadores del mundo. Una polis con cierto parecido a la Atenas del siglo V a. C., donde los políticos solían visitar a los filósofos influyentes para recibir consejos sobre cuestiones de Estado.

Pero a partir del año 400 d. C. Alejandría se fue convirtiendo en un lugar cada vez más dividido, donde el nuevo orden reclamaba que los templos paganos debían reconvertirse en iglesias o ser destruidos. Esas tensiones quedaron ejemplificadas en la relación entre el prefecto pagano Orestes y el arzobispo cristiano Cirilo: mientras el primero se mantuvo fiel a su paganismo y cultivó una estrecha relación con Hipatia, Cirilo quiso borrar toda sombra de paganismo de la ciudad y culpó a la filósofa de la negativa del prefecto a someterse a la “verdadera” fe. Fue en ese contexto tan volátil donde Hipatia murió asesinada. En tiempos de negros dogmas, era un enemigo a batir. Pero, paradójicamente, ella fue la que venció, porque su estela de libertad sigue viva.

lunes, 29 de mayo de 2023

Juan Torres López, entrevista sobre la situacón económica mundial.

Entrevista en RNE al catedrático de economía Juan Torres López, sobre la situación económica mundial 

 https://juantorreslopez.com/entrevista-en-radio-nacional-sobre-la-situacion-economica-internacional-y-nacional/

‘Antes del antiimperialismo’, un excelente ejemplo de alta investigación histórica.

Si bien no se enmarca dentro del género, el último libro ganador del Anagrama de Ensayo, obra de Josep M. Fradera, sí es un excelente ejemplo de alta investigación.

Debo confesar al lector que cuando se publicó en la prensa que el ganador del prestigioso Premio Anagrama de Ensayo de 2022 era el historiador Josep M. Fradera, me quedé muy sorprendido e intrigado. He seguido de cerca su trayectoria investigadora en los últimos 40 años: desde Indústria i mercat y Cultura nacional en una sociedad dividida, sin olvidar una preciosa monografía sobre Balmes, hasta los dos volúmenes de la monumental La nación imperial. Derechos, representación y ciudadanía en los imperios de Gran Bretaña, Francia, España y Estados Unidos (1750-1918), publicada en 2015. Con él he mantenido innumerables conversaciones, siempre fascinantes, sobre historia. Nunca me pareció proclive al ensayismo. Decidí esperar a que viera la luz el libro para leerlo y salir de dudas.

Puedo ya confirmar que Antes del antiimperialismo. Genealogía y límites de una tradición humanitaria, una obra excelente, no es un ensayo, excepto que le otorguemos a esta modalidad literaria un sentido tan amplio que integre a todo aquello que no sea novela, cuento, poesía y teatro. Cierto es que vivimos en una época de fronteras genéricas muy permeables y las redefiniciones están a la orden del día. Sin embargo, lo único que convierte al libro en cuestión en un ensayo es, en puridad, el hecho de haber ganado un premio de ensayo. Rápidamente me vino a la memoria otro libro extraordinario, Autobiografía de Federico Sánchez, de Jorge Semprún, un texto algo inclasificable, pero que no era fácilmente definible como novela —en especial en el momento de su aparición, distinto al de colapso de lo supuestamente ficcional de las últimas décadas— si no fuera por haber sido galardonado con el Premio Planeta de novela en la edición de 1977 y por integrar la palabra “novela” en el subtítulo. El universo de los premios literarios no deja de darnos sorpresas. En cualquier caso, si las sorpresas han de ser de este tipo —sea Semprún, sea Fradera—, bienvenidas sean y que más y más sorpresas nos dé la vida.

En este nuevo libro, Fradera continúa profundizando en un proyecto, que le ha ocupado en los últimos cinco lustros, sobre los imperios contemporáneos y que tiene en el ya citado La nación imperial, en versiones ligeramente disímiles española e inglesa, su obra cumbre. La cronología arranca aquí también en la segunda mitad del siglo XVIII y llega a su final con la I Guerra Mundial, aunque el autor en sus conclusiones reflexione sobre la totalidad del novecientos. El antiimperialismo, tal como lo entendemos en la actualidad, es un fenómeno del siglo XX, no anterior a la etapa de entreguerras. Aunque en el largo siglo XIX se usara el término, no poseía el mismo significado. Existe, en este sentido, un antiimperialismo antes del antiimperialismo, como bien reza el título de la obra, en contextos imperiales distintos.

No aparecieron inicialmente horizontes alternativos, ni en las metrópolis ni en los mundos coloniales; eran aspiraciones dirigidas a la reforma, no a la destrucción imperial. Como apunta Fradera, el antiimperialismo retórico de aquel entonces resultaba, en el fondo, imperialista en la práctica. En Antes del antiimperialismo se abordan las múltiples propuestas humanitarias y de reforma y moralización imperial en un par de imperios liberal-democráticos, Gran Bretaña y Francia, aunque con no pocas referencias a Estados Unidos y España. Estamos ante un libro inteligente, denso, erudito. Cultura y sociedad, política y economía se dan la mano. Acompañan el texto casi un centenar de páginas de notas bibliográficas y 60 de bibliografía, con más de siete centenares de títulos, en su mayoría anglosajones. Una obra, a fin de cuentas, de alta investigación histórica.

El abolicionismo movilizó por vez primera de manera masiva a las mujeres de los grupos privilegiados y educados Empieza el recorrido propuesto por el abolicionismo antiesclavista, la primera crítica explícita a los abusos de la trata de personas en los grandes imperios. A pesar de que la esclavitud se aboliera formalmente en 1833 en el Reino Unido y en 1848 en Francia —mucho más tarde en Estados Unidos y España, y en Brasil, en 1888—, los intentos de subvertir estas disposiciones no fueron pocos y otras formas compulsivas de trabajo campesino continuaron o fueron renovadas, en especial en el oriente británico. El abolicionismo movilizó por vez primera de manera masiva a mujeres de los grupos privilegiados y educados. Los cuáqueros iban a tener un destacado papel. Las acciones y actitudes abolicionistas fueron prolongadas, en ocasiones con los mismos actores o sagas (Wilberforce, Buxton, Clark­son, Schoelcher, por ejemplo), por las que impugnaban el mal trato dispensado a los aborígenes o indígenas. Y, asimismo, las que se rebelaban contra la aplicación de criterios raciales a las condiciones de vida y trabajo.

Fradera dedica un capítulo, el tercero, a la crítica económica de los imperios —en especial al libro de Hobson, de 1902—; el cuarto, al panafricanismo, y el siguiente, al influyente First Universal Races Congress de 1911, que califica como el punto álgido del humanismo reformista anterior al antiimperialismo novecentista. En los albores de la nueva centuria, los logros de la tradición crítica y humanitarista estaban muy por debajo de sus expectativas de moralización y reforma imperiales. Explotación, extinción y hambre, sostiene el autor, evidenciaban un fracaso. El persistente descontento, junto con los cambios en el mundo del imperialismo, en especial desde las posiciones fijadas por las principales potencias en el Berlín de 1885, se encuentran en la base del salto cualitativo que dio lugar al antiimperialismo tal como lo conocemos todavía en nuestros días. Fradera nos lo explica detalladamente en un grandísimo libro.

domingo, 28 de mayo de 2023

La biografía definitiva de Robert Oppenheimer, el padre de la bomba atómica.

‘Prometeo americano’ recopila 30 años de investigaciones sobre el auge y caída del científico que puso su talento al servicio del arma definitiva.

Hay varios aspirantes al incómodo título de padre de la bomba atómica. Se le puede adjudicar a Albert Einstein, que al escribir en 1905 la ecuación más famosa de la historia, E=mc2, reveló al mundo que una pequeña cantidad de materia (m) se puede transformar en una enorme cantidad de energía (E) al multiplicarse por el cuadrado de la velocidad de la luz (c2), que es un número gigantesco. O se le puede atribuir a Leo Szilárd, el excéntrico físico húngaro que en 1939 visitó a Einstein en Long Island y le convenció de que los nazis podían hacerse con las abundantes reservas de uranio del Congo Belga. O tal vez a Alexander Sachs, el economista de Lehman Brothers que percibió de inmediato que, si era posible diseñar un arma con el poder destructivo que predecían aquellos físicos, Estados Unidos debía construirla. Y desde luego al presidente Franklin Delano Roosevelt, que se tomó en serio todo lo anterior y financió el proyecto Manhattan para crear aquel artefacto mortífero.

Pero todos ellos palidecen frente a Robert Oppenheimer, el jefe científico del proyecto Manhattan, su demiurgo y su inspiración, el imán que atrajo al mejor talento de la física de la época y lo puso al servicio del más espantoso de los fines militares, el arma definitiva, el vector llamado a cambiar la historia del siglo XX. Su biografía de referencia, Prometeo americano; el triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer, de Kai Bird y Martin Sherwin, llega a las librerías españolas muy bien editado por Debate, y en un momento muy oportuno. Christopher Nolan estrenará en junio su película Oppenheimer, basada por entero en este libro, así que es un buen momento para leerlo.

Prometeo americano es una obra monumental. Tanto el columnista Bird como el historiador Sherwin son especialistas en el desarrollo del armamento nuclear, y estuvieron treinta años investigando toda fuente de carne o papel relacionada con Oppenheimer. Se publicó en inglés en 2005 y obtuvo el premio Pulitzer al año siguiente. Sherwin murió en 2021. La edición española mide 859 páginas e incluye dos cuadernillos de fotos dignos de mirarse con parsimonia. Porque esta no es solo la historia de un científico jefe de científicos en un remoto laboratorio de alto secreto de Los Álamos, Nuevo México, sino también la de un chaval hijo de emigrantes judíos en la Nueva York de principios del siglo XX, de su ascenso como héroe americano y de su bajada a los infiernos del macartismo.

El apodo de Prometeo encaja bien con Oppenheimer. No solo porque ese titán de la mitología griega robó el fuego a los dioses y se lo entregó a los hombres —esta es la parte más obvia de la analogía nuclear—, sino también porque Zeus se agarró tal berrinche por ese acto de traición que hizo clavar a Prometeo al monte Cáucaso para que un águila le comiera el hígado de forma repetitiva y cruel. Pese a que el artefacto creado en Los Álamos bajo su dirección había resuelto la II Guerra Mundial a favor de su país, y de la manera que más podía satisfacer a los halcones de Washington, fue el propio Partido Republicano el que empezó a desconfiar del físico en los años cincuenta y acabó por destruir su vida y su reputación en nombre de la recién nacida guerra fría.

Oppenheimer había vivido de joven la Gran Depresión de 1929 y el auge del fascismo en Europa —estudió Física Cuántica en Alemania en los años veinte— y se enroló en movimientos sociales de Nueva York donde había comunistas y otros simpatizantes de izquierdas que luchaban contra la discriminación racial y la desigualdad económica. Más tarde, ya después de Hiroshima y Nagasaki, y como muchos otros científicos que habían estado bajo su dirección en Los Álamos, se convirtió en un activista contra la proliferación nuclear. Cuando los republicanos accedieron al Gobierno en 1953, los militares y estrategas que defendían el uso masivo de bombas atómicas se hicieron con un asiento en la Casa Blanca, y pronto dirigieron su punto de mira hacia Oppenheimer, el héroe científico de la guerra y la voz más incómoda que se obstinaba en alzarse contra su estrategia. Eso fue el final de su imagen pública y de su influencia intelectual. Zeus no perdona.

Los autores citan al novelista neoyorquino Edgar Doctorow, que escribió en 1986: “No nos hemos quitado la bomba de la cabeza desde 1945. Primero fue el armamento, después la diplomacia. Ahora es la economía. ¿Cómo podemos suponer que algo tan poderoso, tan monstruoso, no va a conformar después de cuarenta años nuestra identidad? El gran gólem que hemos construido contra nuestros enemigos es nuestra cultura, la cultura de la bomba: su lógica, su fe, su visión”. Una visión que no acaba de disiparse en nuestros días, y que acaso no lo haga nunca.

Los autores compilaron para este libro miles de documentos en archivos de medio mundo, estudiaron todos los escritos de Oppenheimer, hablaron con sus familiares, sus colegas, sus amigos, sus jefes militares y sus contactos políticos. También revisaron los miles de páginas que el FBI reunió sobre él a lo largo de un cuarto de siglo de vigilancia persistente y no siempre justificable. A falta de ver la película de Nolan, y mientras un nuevo Shakespeare no dedique una tragedia al padre de la bomba atómica, la biografía de Bird y Sherwin es lo mejor que tenemos para asomarnos a ese abismo inconcebible.

sábado, 27 de mayo de 2023

Un deseo no es un derecho

El extraordinario caso de la actriz española Ana Obregón ha puesto sobre el tapete el fenómeno de la gestación subrogada (un eufemismo, tramposo como lo son todos), también conocido como vientre de alquiler, expresión que describe con mayor precisión el hecho al que se refiere.

Al parecer, su hijo Alejandro Lequio Obregón, una semana antes de morir, dejó un testamento ológrafo en el que manifestaba su voluntad de convertirse en padre, a través de la donación de semen y la colaboración de una mujer que prestase su óvulo y su vientre para la gestación.

La argucia de viajar a un país en el que es legal la gestación subrogada tendría fácil solución si no existiese la posibilidad de inscribir a la nueva criatura en un país que la prohíbe. Una vez más, hecha la ley, hecha la trampa. Una cosa es la legalidad y otra, a veces muy diferente, es la ética del proceder humano.

Como en España está prohibida la gestación subrogada, la actriz acudió a Miami, primero para firmar el contrato mediante el pago de una importante cantidad (he leído que Ana Obregón pagó 170000 euros, aunque no toda la cantidad sería para la mujer gestante) y luego para recoger a la niña a la que ha puesto los nombres de Ana Sandra y los apellidos Lequio Obregón. Esta niña es nieta biológica de Ana ya que el embrión gestado se ha fecundado con esperma de su hijo, fallecido de cáncer a la edad de veinticinco años y, a la vez, hija por el contrato firmado por la actriz con la madre gestante.

He leído mucho, para escribir este artículo. He conocido los argumentos de algunas feministas clásicas (Amelia Valcárcel, por ejemplo, reconocida filósofa y escritora) sobre su postura contraria a la gestación subrogada. Dice Amelia que no hay ni un solo resquicio argumental que, desde el pensamiento feminista, justifique esta práctica. Con sus palabras textuales: “Todos los argumentos que buscan dar legitimidad social a este fenómeno se basan en la división cuerpo-mente, y lo que tenemos es un cuerpo que ha favorecido la existencia de otro, pero no la afiliación del mismo. Esa madre es madre solo del cuerpo, y ni si quiera de todo él, porque la intención de dar vida a otra persona ni siquiera es suya”.

He leído también, aunque sin mucho detenimiento el libro inconcluso que dejó escrito Alex Lequio y que ha completado su madre Ana Obregón. El idilio de amor materno filial entre este hijo único fallecido y su madre, coronado por el dramático fallecimiento, no justifica, a mi juicio, la iniciativa del encargo. Una vez más hay que recordar que el fin no justifica éticamente los medios.

Hay en el caso cuestiones legales, éticas, económicas, psicológicas y sociales. No todo lo que técnicamente se puede hacer es legal y ético hacerlo. Por otra parte, todo tiene consecuencias para las personas interesadas y para la sociedad en general. Hay prácticas más racionales que otras. Hay prácticas más éticas que otras.

No hay que desdeñar las dimensiones publicitarias del caso. La niña ya ha sido portada de varias revistas. Y lo será en el futuro. Ya se habla del bautizo de la niña, antes del regreso de ambas a España. También ha sido portada de revistas, curiosamente, la madre gestante. Todo es negocio.

En esta historia existen cuestiones decisivas relacionadas con, al menos, seis personas: el donante, la que contrata, la gestante, el marido de la gestante, la niña y el abuelo a la fuerza. Y al hilo de la historia se han involucrado los medios de comunicación y la sociedad entera. Durante unos días ha sido el tema de conversación de toda la ciudadanía.

Cuando crezca esa niña, ¿qué pensará de su popularidad? Le tendrán que contar la verdad. Habrá que explicarle que su padre estaba muerto antes de que ella naciera y que su madre biológica la gestó en un país remoto por un puñado de dinero.

La también actriz española Anabel Alonso ha dicho que se trata de una niña comprada y vendida. Comprada a la madre gestante y vendida a la revista Hola en la que ha aparecido a los pocos días de nacer.

¿Cuáles son los motivos que llevan a una mujer a la decisión de buscar a otra mujer para que geste a una criatura? En el caso de Ana Obregón ella ha dicho que fue una promesa que le hizo a su hijo, pero también que de esa forma ya nunca estaría sola y que a través de la niña podría abrazar a su hijo. Creo que debemos tener hijos para hacerlos felices, no para que ellos nos hagan felices a nosotros. Un hijo no está para hacer felices a los padres sino para que los padres le hagan feliz.

En España es ilegal practicar la gestación subrogada. No faltan argumentos. El cuerpo de la mujer no se comprar ni alquilar. De ahí la decisión de Ana Obregón de viajar a un país donde es legal.

Existe también en este caso el problema de la edad de la que ha de convertirse en su madre. Ana Obregón tiene 68 años. En el caso de la adopción no se pueden tener más de 45. Se entiende que una edad tardía hace, por la ley de la vida, que esa criatura se quede huérfana demasiado pronto y que la persona de edad pueda no estar en condiciones de relacionarse con la niña (y luego con la adolescente) de una forma satisfactoria. El abismo generacional es difícil de saltar.

¿Cómo no plantear el problema de que la mujer que acepta la gestación y pasa nueve meses con el feto dentro de su cuerpo, prescinda luego de su presencia y de su cuidado? Lo ha firmado, sí. Lo ha querido hacer así. Pero, ¿esa voluntariedad es plena cuando está tan mediatizada por la necesidad?

Creo que la mejor solución para una persona o una pareja (del tipo que sea) que quiere tener un hijo es la adopción. Hay muchos niños necesitados de amor y de cuidado. Por eso sería deseable que los trámites de la adopción no fuesen tan largos y tan complejos.

¿Qué pasa en el caso de que haya un embarazo en cuya evolución se detecta una deformación o una discapacidad y la persona que ha hecho la demanda no quiere que siga adelante? ¿Tiene la obligación la madre gestante de abortar?

Creo que hacen falta muchos estudios sobre este proceso, sobre las repercusiones psicológicas de todas las personas que intervienen en él, especialmente de la mujer gestante, el bebé traído a este mundo y la persona que lo ha contratado.

No cabe la menor duda de que se trata de una transacción comercial que cosifica al bebé, que se convierte en una mercancía. La gestación subrogada es otra forma de dominación y de explotación de la mujer. Si la madre gestante no tuviera necesidad de dinero, no se produciría el hecho en la inmensa mayoría de los casos. Está claro que se trata de una explotación del cuerpo de la mujer. Hay quien plantea como aceptable la gestación altruista, es decir en la que no haya compensación económica. Estoy seguro de que, de ser así, disminuiría el fenómeno porque está muy claro que la inmensa mayoría de las mujeres gestantes han asumido esa tarea por la necesidad económica que están sufriendo. Pero, de todos modos, la naturaleza del fenómeno sería la misma: habría entonces un alquiler gratuito del vientre. ¿Cambia algo esencial ese condicionante? Creo que no.

No se puede hacer todo lo que se desea en nombre de la libertad. Creo que ni la mujer gestante ni la proponente (o el proponente) pueden comerciar con el bebé que se concibe, se gesta y al que se da a luz.

Con palabras de Amelia Valcárcel: ‘Mi cuerpo es mío’ es un eslogan, afortunado por cierto, pero no es un fundamento de derecho. No puedes decir mi cuerpo es mío para quedarte con el de otra persona. Lo más terrible que ocurre en este submundo que muchas personas quieren crear es querer utilizar el más hermoso de los nombres, que es el de la libertad, para avalar semejante asunto. Eso es lo más repugnante”. 

El Adarve.

viernes, 26 de mayo de 2023

Elecciones el 28 de mayo. «Si no sirve para nada y todos son iguales, ¿para qué voy a votar?»

He oído la expresión con la que titulo este artículo docenas de veces, pero nunca en boca de alguien rico o con ideas de derechas. No digo que no haya ricos que digan eso, sino que a quien yo oigo decir que no vale la pena ir a votar es a gente que vive al día o malvive o que no es de derechas.

Los datos estadísticos indican claramente que no es una simple percepción mía, subjetiva. En mi tierra, Andalucía, la abstención en los barrios más pobres fue unos quince puntos más alta que la media en las últimas elecciones autonómicas y unos treinta por encima de la registrada en los barrios más ricos. En algunas mesas electorales de barrios pobres, la abstención fue del 90%. Si se toma el conjunto nacional, las diferencias son aún mayores, en los territorios y barrios más pobres puede haber el doble de abstención que en los más ricos.

¿Acaso son los pobres más listos y se dan cuenta de que votar no sirve para nada, mientras que los ricos son más ingenuos y votan en mayor proporción, a pesar de su inutilidad?

No parece que vayan por ahí las cosas. La evidencia histórica demuestra que el disfrute de cualquiera de nuestros derechos, políticos, laborales, ciudadanos… depende de quién gobierne. Se adelanta cuando gobiernan unos y se atrasa cuando lo hacen otros. Los gobiernos no son neutrales.

Poner a unos partidos u otros en los gobiernos sirve para que se reconozcan o no derechos como el del divorcio, el aborto, la negociación colectiva, el salario mínimo, o para que se disfrute en mayor o menor medida de la libertad de expresión, del derecho a la vivienda, a pensiones dignas o a la salud universal, entre otros.

Quien dispone de buena información, sabe qué le interesa y tiene influencia y poder (directamente o por delegación) está siempre interesado en que llegue al gobierno quien crea que más le conviene. Es decir, no renunciará nunca a votar. Sólo quien no es consciente de en qué medida tan grande le afecta que gobiernen unos u otros, renunciará al poder que le proporciona el voto. Un poder, desde luego, que no lo puede todo por sí solo pero que sí es una condición sine qua non, sin el que es imposible que se puedan defender los intereses propios en nuestras sociedades.

Eso explica que haya quien esté interesado en transmitir a quien está menos informado la idea de que votar no vale para nada, tratando de desmotivar su voto y haciendo que, justamente los más desheredados, quienes más necesitarían llevar a los gobiernos a quien pudiera defenderlos, sean justamente los que menos voten.


Por otro lado, también oigo muchas veces decir que no vale la pena votar a quienes se precian de saber muy bien lo que pasa, de estar bien informados y de no dejarse engañar: «son todos iguales», suelen decir.
Pero ¿son todos iguales, realmente?

Entre personas más a la izquierda suele oírse que el PSOE es igual que el PP, que Felipe González era de derechas, Zapatero un traidor y Sánchez un vendido a Estados Unidos.

No se puede negar que, en multitud de ocasiones, el PSOE ha tomado medidas idénticas a las que adopta la derecha, que votan juntos muchísimas iniciativas y que se a menudo se ponen de acuerdo para frenar otras que vienen de su izquierda. Eso es innegable, pero ¿son lo mismo?

Si Felipe González era de derechas, ¿cómo es posible que la derecha política, económica, mediática y religiosa se movilizara como se movilizó para atacarle y exigir que dejara el gobierno, al margen del resultado de las urnas? ¿O es que ya no nos acordamos lo que hacía la derecha y el PP en concreto cuando González presidía el gobierno?

¿La derecha habría tomado las medidas de avance social que se tomaron en los gobiernos socialistas? ¿No fue precisamente la derecha quien recurría constantemente las medidas más progresistas que tomaban? Ni siquiera en materia económica o fiscal, generalmente en manos de socialistas más liberales, se puede decir con objetividad que los gobiernos del PSOE hayan hecho lo mismo que han hecho los del PP. Mucho menos, y por muy conservadora que haya podido ser en estos campos, en materia sanitaria, educativa, laboral o de derechos de ciudadanía. ¿Y acaso el PSOE manipula, incumple la Constitución y boicotea las instituciones para protegerse y mantener sus privilegios, tal y como está haciendo ahora el PP?

¿Lo que dicen los dirigentes socialistas, ni siquiera sus «barones» más conservadores, es lo mismo que dicen Ayuso o Aznar? ¿Es acaso lo mismo lo que proponen en materia económica, social o de derechos en general el PSOE, Izquierda Unida y Podemos? ¿Seguro que estos últimos dicen y hacen lo mismo que PP o Vox?

¿Son iguales el PP, un partido con multitud de dirigentes y cargos públicos condenados por corrupción y financiación ilegal, que Podemos, en más de veinte ocasiones absuelto de acusaciones de esto último o con causas simplemente archivadas?

Es verdad que ha habido casos de corrupción incluso en Izquierda Unida y supongo que en Podemos, pero ¿en la misma proporción? Es muy fácil poner los nombres y los números sobre la mesa y comprobar que no es así, de ninguna manera. Incluso en el caso del PSOE, donde los ha habido en mayor número, la realidad es incomparable con la del PP. Ninguno de sus presidentes o gobiernos ha batido el récord de Aznar: de sus catorce ministros, doce resultaron imputados, implicados en tramas o en escándalos de sobresueldos y alguno incluso encarcelado. Y eso por no hablar de quién se hace rico y quién no en la política.

¿Son la misma cosa los partidos que defienden o no condenan la dictadura franquista y su legado y quienes la sufrieron?

Los partidos y los políticos no son lo mismo. Es una evidencia que unos proponen leyes y medidas que otros recurren o derogan; a unos los financian gratis los bancos y grandes empresas y otros renuncian incluso a préstamos bancarios; y es fácil comprobar que la beligerancia, la exigencia y la crítica que hacen los medios de comunicación a unos partidos y otros no son las mismas en los mismos supuestos. Ni tampoco la difusión que dan a sus propuestas o escándalos.

Solo quien vea el mundo en blanco y negro, es decir, como no es en realidad, puede decir que PSOE, PP, Vox, Izquierda Unida o Podemos son lo mismo y que sus dirigentes se comportan de la misma forma.

Es verdad que cualquier persona de esas que no suelen ir a votar porque piensan que no vale la pena y que todos son lo mismo podrían tener otras razones para no hacerlo. La democracia de partidos es muy imperfecta y los partidos son una fuente constante de frustración porque incumplen promesas, hacen en muchas ocasiones lo contrario de lo que dicen y se olvidan a menudo de quien los vota. Pero, incluso así, se pierde mucho más no votando que yendo a votar a pesar de todo ello.

De hecho, esa idea de inutilidad y de rechazo, esa visión en negativo de la política se siembra a propósito porque se busca la abstención de quienes, por su situación económica, más necesitan gobiernos de izquierdas. La polarización, la zafiedad, la divulgación constante de bulos y mentiras… se promueven para eso. Aunque tampoco podemos engañarnos. Desgraciadamente, son los propios partidos de izquierdas (unos más que otros, también es verdad) quienes dan pie a que su electorado se abstenga en tan gran medida. Primero, porque no tienen una estrategia específica de acercamiento a la población que los necesita y se comportan como aparatos ajenos a la gente normal y corriente. Segundo, porque generan ellos mismos el desafecto y la lejanía cuando se empeñan en magnificar con malas formas las diferencias y los encontronazos entre sí, en lugar de subrayar lo que los une y la cooperación. Y, sobre todo, porque no se empeñan en poner en pie espacios de participación, organización y movilización que proporcionen poder real a la ciudadanía, sin el cual no se pueden llevar a cabo desde los gobiernos sus promesas más decisivas.

El próximo domingo tenemos una nueva oportunidad de mostrar si nos dejamos engañar una vez más o no; si nos dejamos llevar por el desaliento y el negativismo que tan sutilmente propagan la derecha y sus medios de comunicación, o si vamos a votar por quien, más o menos imperfectamente, sabemos que son los únicos que pueden defender los intereses de la que gente que menos tiene.


_- Hospitales y residencias como negocio financiero: más muertes y más gasto innecesario

_- La derecha española se empeña en hablar de ETA en campaña electoral, como si siguiera poniendo bombas, para que no se hable de los auténticos problemas de España. Por ejemplo, de lo que está pasando y va a pasar en los hospitales y las residencias de mayores en los que se está dejando que penetren cada día más los fondos de inversión llamados en inglés «private equity«.

Estos últimos son capitales que adquieren paquetes mayoritarios de empresas para hacerse con su control con el fin de venderlas en un plazo de entre cinco y diez años. Para ello, se recurre casi siempre al mismo procedimiento: se impone una nueva estrategia de dirección orientada a aumentar los ingresos y recortar al máximo los costes; se endeuda a la empresa, muchas veces con el propio fondo y con el solo objetivo de repartir dividendos más elevados; y se venden sus activos (edificios, locales, instalaciones…) incluso también al fondo, el cual cobra luego por alquilarlos a la empresa.

Lo característico de esta inversión es esa forma de gestión orientada a conseguir el máximo beneficio a corto plazo y, sobre todo, que está orientada a venderla en un plazo de tiempo muy corto. Es decir, no se invierte para consolidar una empresa y desarrollar aún más su actividad, sino para «ensillarlas con montañas de deuda y luego exprimirlas como si fueran naranjas”, en palabras de Bill Pascrell, presidente del Subcomité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes sobre Supervisión de Estados Unidos.

En su inicio, esta inversión se realizaba sobre todo tipo de empresas (fue la causante, por ejemplo, de la quiebra de la conocida tienda de juguetes ToysRUs) pero últimamente se están centrando en el sector de la salud y los cuidados, de modo que sus efectos son mucho más relevantes social y personalmente.

Aunque la presencia de estos fondos es relativamente reciente y su actividad es muy opaca, ya se dispone de multitud de investigaciones académicas, parlamentarias o de organizaciones profesionales que proporcionan evidencias abrumadoras sobre las consecuencias que tienen sobre la gestión de las empresas que capturan y, sobre todo, sobre la salud y las condiciones de vida de las personas.

Voy a resumir brevemente lo que sabemos que ha ocurrido en otros países para hacernos una idea de lo que va a pasar en España cuando se consolide la tendencia que ya ha comenzado a darse.

En el caso de las residencias, se puede decir, en general, que las que son propiedad de estos fondos generan peores resultados por «anteponer las ganancias a las personas», tal y como dice una Hoja Informativa de la Presidencia de Estados Unidos.

La American Medical Association descubrió que las personas que están en residencias propiedad de estos fondos tienen más probabilidades de acudir a urgencias o de ser hospitalizas por causas que podrían haber sido evitadas con una mejor atención. Y, sin embargo, que estas residencias salen más caras que el resto. Prácticamente lo mismo descubrió otro estudio de la Universidad de Pensilvania.

Un documento de trabajo de diversos académicos publicado en el National Bureau Of Economic Research en 2021 mostró que la gestión de este tipo de capital aumentó la probabilidad de muerte durante la estancia y los 90 días siguientes en un 10% y la prescripción de medicamentos antipsicóticos en un 50%; disminuyó las horas de personal de enfermería de primera línea y la movilidad de los residentes, y el gasto de los contribuyentes por residente en un 11%.

Otro estudio demostró que la tasa de infección por COVID-19 y la tasa de mortalidad de los hogares de personas mayores en residencias propiedad de estos fondos fue entre un 30 % y un 40 %, respectivamente, más elevada que en el conjunto de las residencias en Estados Unidos.

Un informe del Instituto Veblen ha demostrado que «la toma de control de grupos de residencias de ancianos va acompañada de reorganizaciones y arreglos financieros, que parecen sobre todo destinados a preparar una reventa rápida y no a establecer un modelo económico viable diseñado para el largo plazo»

En relación con la gestión de hospitales completos o de servicios concretos, las evidencias también son abrumadoras:

– La American Medical Association ha demostrado que los pacientes pagaron más cuando los servicios que se proporcionan están controlados por este tipo de capitales o que los médicos atendieron a más pacientes, lo que indica utilización innecesaria de servicios para aumentar los ingresos. Se ha comprobado que esto último ocurre incluso en el caso de la odontología infantil financiarizada, un servicio en el que en Estados Unidos se han detectado prácticas sin anestesia para incrementar beneficios, o que se califica a nacimientos normales como de emergencia para cobrar más.

– Para aumentar beneficios se reduce la oferta de servicios con menos margen y eso ha hecho, en concreto, que los private equity hayan cerrado hospitales rurales en Estados Unidos); se recorta personal; y se sustituyen a profesionales médicos por otros de menor formación, lo cual se ha demostrado que incrementa el gasto y la probabilidad de tener que volver a ser tratados.

– En los hospitales y servicios gestionados por estos fondos hubo mayor escasez de medios como mascarillas, ventiladores en la pandemia.

– Una investigación de la Universidad de Berkeley muestra que estos capitales ni siquiera mejoran la medicina privada suministrada por el mercado puesto que «amplifican y aceleran la concentración y las prácticas anticompetitivas». Y concluye que «este negocio es fundamentalmente incompatible con un sistema de salud estable y competitivo que sirva a los pacientes y promueva la salud y el bienestar de la población».

– En Estados Unidos, las llamadas «facturas sorpresa» que suponen gastos imprevistos y fraudulentos asociadas a los servicios de salud propiedad de estos fondos se han extendido tanto que hasta el presidente Trump dijo que estaba decidido a terminar con ellas.

– En multitud de casos se ha comprobado que estos servicios están asociados a comportamientos fraudulentos. Sólo para hacer frente a reclamaciones por presentación de facturas al gobierno estos fondos han gastado 500 millones de dólares desde 2013.

– Una fuente tan poco sospechosa de radicalismo como la revista Forbes asociaba a estos fondos con «recortes draconianos para apoyar al personal y/o intercambiar médicos por otros profesionales menos costosos como enfermeras», «presionar a los médicos para que brinden más atención médica (a menudo innecesaria)»; o «aumentar los precios sabiendo que las aseguradoras no tendrán más remedio que aceptar».

Es normal que la adquisición de hospitales completos, residencias o servicios concretos por este tipo de capitales tenga efectos como los que acabo de señalar (entre otros que es imposible señalar en un texto limitado como este). Se trata de inversiones que, como he dicho, no se llevan a cabo para consolidar la actividad en la que se invierte, sino para obtener altísimos beneficios al venderlas al poco tiempo y, mientras tanto, utilizando el control de la gestión para extraer todo tipo de rentas de la empresa adquirida. Es un procedimiento destructor de empresas, pues las deja exhaustas, endeudadas y con cargas inasumibles a medio y largo plazo y por ello muchas de ellas terminan quebrando. Pero, lógicamente, todo esto es mucho peor cuando lo que adquieren estos capitales son servicios sanitarios y de cuidados, hospitales o residencias de mayores. Como dice un amplio estudio realizado por Public Citizen también en Estados Unidos sobre su actividad en estos campos, de lo que estamos hablando es de «la diferencia entre la vida y la muerte».

Es un proceso que en España ha comenzado a darse y que va a extenderse cada día más, tal y como han mostrado, entre otros, el libro de Manuel Rico ¡Vergüenza! El escándalo de las residencias, o los artículos de Juan Pedro Velázquez-Gaztelu, El gran negocio de las residencias, y los aparecidos en Infolibre.

Por eso es muy urgente que se abra en nuestro país un debate amplio y riguroso y que se exija al gobierno central y a los autonómicos que legislen al respecto; al menos, como se ha comprometido a hacer para frenar los efectos que he mencionado, alguien tan poco sospechoso como el presidente Biden en Estados Unidos. Entre otras cosas, porque los inmensos beneficios que obtienen estos fondos a costa de suministrar peores servicios, de obligarnos a gastar más y provocando muertes innecesarias los pueden conseguir gracias a la opacidad de sus operaciones, a los privilegios fiscales de los que gozan y, en resumidas cuentas, porque, para colmo, se les está ayudando a que hagan todo eso con dinero público.