jueves, 18 de noviembre de 2021

_- "No sabemos muy bien cómo la desigualdad se nos mete en los huesos y hace nuestra vida en común peor, pero tenemos la certeza de que es así"

 

  César Rendueles es un filósofo y sociólogo español. Es profesor en la Universidad Complutense de Madrid, España. 

 El filósofo y sociólogo español César Rendueles ha decidido arremeter contra un concepto que suele despertar simpatía: la igualdad de oportunidades.

Tan es así que Rendueles le ha dedicado un libro a criticar esa idea, que a su juicio tiende a preservar o incluso aumentar la desigualdad social.

"El problema de la igualdad de oportunidades es que es una reformulación de la meritocracia, que es siempre una forma de justificar los privilegios de las élites", explica Rendueles, que se define de izquierda, en una entrevista con BBC Mundo.

Lo que sigue es una síntesis del diálogo con este profesor de la Universidad Complutense de Madrid, cuyo más reciente libro es "Contra la igualdad de oportunidades: Un panfleto igualitarista" y que participa del Hay Festival Arequipa 2021. _______________________________________________________________________________

En su libro subraya que la igualdad es "una de las bases de nuestra vida en común". ¿Cómo es eso?

Sabemos que la falta de igualdad es la causa de una enorme cantidad de problemas sociales. Es algo que intuíamos pero que en las dos últimas décadas las investigaciones científicas han demostrado con muchísima precisión.

Las sociedades más desiguales —no aquellas en las que hay más pobreza en general— tienen menos esperanza de vida, más enfermedades mentales, delincuencia, problemas de abusos de estupefacientes, violencia escolar…

No sabemos muy bien cómo pasa, cómo la desigualdad se nos mete debajo de la piel en los huesos y hace nuestra vida en común peor, pero tenemos la certeza de que es así.

¿Cuán antiguo es el concepto de igualdad social?

La igualdad social ha sido la pauta generalizada de las sociedades humanas durante la mayor parte del tiempo que el Homo sapiens lleva sobre la Tierra.

La igualdad social en distintos grados, pero a unos niveles que hoy nos parecerían prácticamente revolucionarios, ha dominado las sociedades de cazadores y recolectores hasta la revolución neolítica.

Es en ese momento, hace unos 10.000 años, cuando empieza a aumentar paulatinamente la desigualdad. Y no ha dejado de crecer.

Los niveles estratosféricos de desigualdad económica que conocemos hoy no tienen parangón a lo largo de la historia. 

Según Rendueles, la desigualdad comenzó a aumentar paulatinamente a partir de la revolución neolítica.

;¿Y de dónde viene la idea de competencia, de ganadores y perdedores entre nosotros?

La meritocracia, la idea de que quienes tienen privilegios los tienen porque lo merecen y que eso es el fruto de una sana competición que ha colocado a cada cual en su lugar, es el ideal que han difundido las clases altas desde hace cientos, tal vez miles de años.

Lo novedoso de nuestro tiempo es que esa ideología meritocrática ya no es exclusiva de pequeños grupos sociales de élite, sino que se ha difundido al conjunto de la población.

En aquellas sociedades en que se ha dado un mayor crecimiento del mercado y de la desigualdad, más cree la gente en la meritocracia. Es curioso: un mecanismo de compensación ideológica, si se quiere decir así.

Desde una lógica de capitalismo liberal dirán que es a través del mayor esfuerzo o capacidad individual que se logra el progreso colectivo, y por lo tanto no está mal que alguien quiera ser exitoso y como consecuencia de eso gane más que otros. ¿Qué responde?

Que en esa afirmación, que parece de sentido común, en realidad hay dos afirmaciones mezcladas que no tienen nada que ver entre sí.

La primera es que el esfuerzo es importante. Estoy completamente de acuerdo y además hay que promocionar el esfuerzo de aquellos que tienen ciertos talentos escasos. Pero eso si se quiere es una defensa de la movilidad social horizontal.

Otra cosa completamente diferente es que haga falta premiar con ciertos beneficios económicos y mayor prestigio a ciertas ocupaciones frente a otras. Eso implica una visión caricaturesca de la gente con más talento.

Es como si pensáramos que los médicos o ingenieros fueran una especie de niños malcriados a los cuales hay que estar sobornando permanentemente para que cumplan con su obligación.

La realidad es que la gente tiende a cumplir con sus obligaciones cuando siente que su trabajo está bien valorado, es importante y tiene sentido. Y eso ocurre con todas las ocupaciones, no sólo con las más prestigiosas.

Durante la pandemia hemos visto que la valoración social de qué se considera importante muchas veces está equivocada. 

Damos prestigio o dinero a ocupaciones que socialmente son muy poco importantes o incluso negativas, como la especulación financiera. En cambio, ocupaciones vitales para el funcionamiento de la sociedad las infravaloramos o pagamos mal.

Era más importante la limpieza de los hospitales que la publicidad, por ejemplo.

Vimos también que gente con ocupaciones poco prestigiosas y mal pagadas se toman muy en serio esas labores, incluso arriesgando su vida.

Los transportistas, cajeros de supermercados o limpiadores de hospitales arriesgan su vida.

Distintos liberales también argumentan que el igualitarismo tiende a igualar hacia abajo, que nivelar las diferencias económicas quita estímulo a la búsqueda de superación individual. ¿No es así?

A veces sí es así, por supuesto. Esa es una de las prevenciones que tenía el propio Marx contra ciertas formas de socialismo. Hay un párrafo muy bonito de Marx en el que alerta de esta igualación hacia abajo de los talentos.

Pero lo cierto es que la competencia también hace eso muy a menudo: desperdicia una enorme cantidad de talento.

A veces pienso que lo peor de la desigualdad no es tanto los lujos repugnantes que proporcionamos a una pequeña élite, sino la cantidad de esfuerzo que se desperdicia por abajo.

Es algo que vemos muy bien en el ámbito del deporte: queremos que haya competencia, pero sabemos lo enormemente nociva que es la competencia extrema, cuando todos los esfuerzos deportivos están diseñados como si fueran un embudo para generar una pequeña élite de superatletas. Ese proceso impide que el deporte sea disfrutado por millones de personas. 

El filósofo Rendueles compara el reparto de oportunidades con el síndrome embudo que se genera en el deporte, con una competencia extrema que puede resultar nociva. 

¿Por qué ha decidido poner el punto central de su crítica en el concepto de igualdad de oportunidades?

Porque la igualdad de oportunidades es un lema que suena bien. ¿Quién va a estar en contra? De hecho, es un modelo irrenunciable en muchos procesos competitivos, como por ejemplo cuando tenemos que seleccionar para una beca o un puesto en la administración.

Pero cuando se difunde como único modelo de igualdad social esconde una trampa: supone renunciar a la igualdad real.

Porque lo que nos ofrece la igualdad de oportunidades es la promesa de que cada cual recibirá lo que se merece en función de sus méritos. Eso en primer lugar sabemos que es falso, que tanto el sistema educativo como el mercado de trabajo actual reproducen y amplían las desigualdades.

En segundo lugar, el igualitarismo profundo asociado a las tradiciones democráticas no es dar a cada cual lo que se merece, sino dar a cada uno lo que necesita para desarrollarse como persona.

El igualitarismo profundo democrático no es una especie de control antidoping antes de la competición social. Al revés, consiste en limitar los efectos más nocivos de esa competición.

El problema de la igualdad de oportunidades es que es una reformulación de la meritocracia, que es siempre una forma de justificar los privilegios de las élites.

Usted habla de una "igualdad real". Pero el concepto de igualdad de oportunidades surge de la premisa de que los humanos somos naturalmente desiguales y por lo tanto es necesario ajustar el punto de partida para que haya una competencia justa. ¿Qué hay de malo en eso?

No hay nada de malo allí donde creamos que deba haber competencia para regular nuestra vida común.

La cuestión es si queremos que la competencia domine nuestra vida social, convertir nuestras sociedades en una especie de partido de fútbol en el que sólo pueda haber ganadores y perdedores, desde la educación o cultura, al campo laboral. 

"Claro que no somos iguales al nacer. Precisamente por eso necesitamos una intervención política constante para generar igualdad, no como punto de partida sino de llegada". 

Yo tenía una profesora de griego en educación secundaria que no dejaba que nadie suspendiera. No porque regalara el aprobado sino porque repetía los exámenes tantas veces como hiciera falta hasta que conseguías aprobar. Nadie se quedaba atrás, con lagunas educativas. No todos sacaban la misma nota, pero todos acababan sabiendo lo que tenían que saber.

¿Qué pasa si decidimos que sólo en algunos ámbitos de nuestra vida social debería haber ganadores y perdedores? Que, por ejemplo, en el ámbito de la vivienda no debería haberlos y todos deberíamos tener una vivienda digna. O que en el ámbito de la alimentación no debería haber gente que come con lujos obscenos y gente que no tiene para comer.

Claro que no somos iguales al nacer. Precisamente por eso necesitamos una intervención política constante para generar igualdad, no como punto de partida sino de llegada.

América Latina es considerada la región más desigual del mundo, donde el 10% más rico concentra una porción de ingresos mayor que en otras regiones. ¿Qué ejemplo debería seguir para paliar estas diferencias?

Sabemos razonablemente bien cómo reducir esas diferencias extremas, porque es algo que ya ha ocurrido.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en muchos países se produjeron unas reducciones brutales de las desigualdades sociales en un plazo muy breve y además sin generar grandes fracturas sociales.

Uno de los elementos básicos de esos procesos es una transformación profunda de los impuestos: básicamente obligar a las grandes empresas a que empiecen a pagar impuestos. Lo mismo con las grandes fortunas. 

América Latina es considerada la región más desigual del mundo. 

Durante los años '50 se generalizaron en muchos países de Occidente —no en la Unión Soviética, ni sólo en países gobernados por la izquierda— tasas fiscales superiores al 90% para las rentas más elevadas.

Eso significa que a partir de cierto nivel de renta, que hoy vendría a ser aproximadamente de US$300.000, de cada dólar adicional el Estado se quedaba con 90 centavos.

Sin esa transformación fiscal no se pueden financiar los programas educativos, la sanidad pública ni los programas de viviendas.

Y para que eso ocurra también necesitamos recuperar la soberanía económica: no se pueden poner esas tasas fiscales si las empresas y las grandes fortunas pueden traicionar el país donde estaban asentadas y huir a paraísos fiscales.

Podría decirse que a menudo la derecha ha sacrificado la igualdad en nombre de la libertad económica, pero también la izquierda suele descuidar la libertad en busca de la igualdad. ¿Es posible lograr un equilibrio perfecto entre ambas?

Claro que no es posible encontrar un equilibrio perfecto entre igualdad y libertad. Son conceptos en tensión. Pero también es cierto que mantienen una relación tan compleja que tienden a confundirse.

La libertad, si no se dan ciertos niveles mínimos de igualdad, es pura ficción. Pero al mismo tiempo la igualdad sin libertad es el imperio de la mediocridad, de la homogeneidad. ¿Quién querría vivir en una sociedad así?

Tiendo a pensar que la igualdad es un valor mucho más transversal políticamente de lo que a veces creemos.

Ha habido momentos en los que tanto la izquierda como la derecha compartían ciertos valores de igualdad que hoy parecen casi revolucionarios. Nadie decía estar en contra de la igualdad. Y en parte creo que eso sigue vigente.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

_- Degradación progresiva. Javier Pérez Royo

_- A medida que nos hemos ido alejando del momento constituyente originario sin hacer uso de la reforma de la Constitución, se ha ido degradando el "principio de legitimidad" y, como consecuencia de ello, también el procedimiento de renovación de los magistrados del TC

— Enrique Arnaldo evita hablar sobre los pinchazos de Lezo y Concepción Espejel niega ser cercana al PP
Javier Pérez Royo


La Justicia Constitucional es tributaria de la reforma de la Constitución. La reforma es la condición sine qua non para que la Justicia Constitucional pueda incorporarse a la ordenación constitucional del Estado. Cuando el Tribunal Constitucional (TC) declara anticonstitucional una ley, lo único que está haciendo es decir que el legislador ha reformado la Constitución sin seguir el procedimiento de reforma previsto para ello. Toda declaración de anticonstitucionalidad material es, en consecuencia, una declaración de anticonstitucionalidad formal. El precepto que se declara anticonstitucional no lo hubiera sido, si el legislador hubiera seguido el procedimiento de reforma de la Constitución para aprobarlo. Porque no lo ha seguido es por lo que el precepto es declarado anticonstitucional. Esto es lo que dicen todas las sentencias que declaran la anticonstitucionalidad de una ley.

Tanto la reforma como la Justicia Constitucional son instrumentos para la protección del "principio de legitimidad democrática", en el que descansa todo el edificio constitucional. Porque el Estado Constitucional es el resultado de la combinación de un "principio de legitimidad", que reside única y exclusivamente en la Constitución, y un "principio de legalidad", que está presente en todas las demás normas que integran el ordenamiento jurídico del Estado.

El "principio de legalidad" se renueva permanentemente en todos los niveles presentes en la fórmula constitucional del Gobierno. Siempre están presentes las Cortes Generales o los Parlamentos de las Comunidades Autónomas o las Corporaciones municipales que van dictando las normas necesarias para hacer frente a los problemas con los que la sociedad tiene que enfrentarse. La ley del Estado o de la Comunidad Autónoma o la Ordenanza municipal siempre puede ser renovada o derogada y sustituida por otra. Lo mismo ocurre con los Decretos de los Gobiernos o con las Órdenes ministeriales y así sucesivamente. Es una operación incesante.

El "principio de legitimidad" por el contrario, únicamente puede renovarse a través del o de los procedimientos de reforma previstos en la Constitución. Cualquier renovación que se haga de otra manera, lo vulnera, es decir, es anticonstitucional.

Para evitar que esto ocurra, es para lo que se incorpora la Justicia Constitucional a la fórmula de gobierno. Se trata de evitar que la mayoría parlamentaria pueda erosionar o incluso subvertir el principio de legitimidad del que únicamente la Constitución es portadora.

Dicho de otra manera, el TC no está para renovar el principio de legitimidad constituyente, sino para evitar que se pueda renovar dicho principio de manera distinta a como está previsto en la Constitución.

Para renovar el principio de legitimidad del que es portadora la Constitución y en el que descansa el principio de legalidad, es decir, todo el ordenamiento jurídico del Estado, es necesario activar el o los procedimientos de reforma previstos en la Constitución.

A diferencia de la Justicia Constitucional, que es puramente negativa, la reforma de la Constitución es, además, positiva, renovadora del principio de legitimidad. Es simultáneamente límite para el legislador ordinario y vehículo para que la voluntad constituyente originaria se renueve. Esta función de renovación de la voluntad constituyente originaria es privativa de ella.

La reforma es la única institución que posibilita la renovación de la voluntad constituyente originaria de una manera jurídicamente ordenada. Por eso, también se la define como potestad constituyente constituida. Es constituyente en la medida en que afecta a la voluntad constituyente originaria. Es constituida, en la medida en que está jurídicamente ordenada en el propio texto constitucional.

Para evitar la petrificación del principio de legitimidad en el que descansa el Estado Constitucional democrático es necesario hacer uso de la reforma de la Constitución. La reforma no es una opción, sino una necesidad. No hay Estado democráticamente constituido que pueda sobrevivir sin hacer uso de la Reforma de la Constitución. La evidencia empírica de que se dispone es abrumadora. El "principio de legitimidad" en el que descansa el Estado y su ordenamiento jurídico se va difuminando a medida que se aleja el momento constituyente originario. Puede acabar resultando irreconocible para la mayoría de la población.

Esto es lo que está ocurriendo con el sistema político constitucionalizado en 1978. La legitimidad constituyente originaria sigue exactamente igual que el 29 de diciembre en que la Constitución entró en vigor. A pesar del tiempo transcurrido, no se ha considerado que dicha legitimidad tenía que ser renovada. No sustituida, sino perfeccionada, teniendo en cuenta que la del 78 venía de cuarenta años de una Dictadura anticonstitucional y antidemocrática y que ahora nos encontramos con más de cuarenta años de trayectoria democrática, que ha hecho de España un país sensiblemente distinto al que era a finales de los setenta del siglo pasado.

Para la renovación del principio de legitimidad el constituyente exigió una mayoría de tres quintos en el Congreso de los Diputados y en Senado. La misma mayoría que se exige para la renovación de los Magistrados del Tribunal Constitucional. Es la forma en la que el constituyente subrayó el vínculo que existe entre ambas.

A medida que nos hemos ido alejando del momento constituyente originario sin hacer uso de la reforma de la Constitución, se ha ido degradando el "principio de legitimidad" y, como consecuencia de ello, también el procedimiento de renovación de los magistrados del Tribunal Constitucional. En cada renovación se da un paso más en el proceso de degradación.

Así hemos llegado a esta última, en la que uno de los candidatos propuestos se ha visto obligado a recurrir al principio de "presunción de inocencia" para defender su candidatura. De un magistrado del Tribunal Constitucional cabe esperar algo más que el que no se pueda demostrar que es un delincuente.

Mientras la Reforma de la Constitución continúe bloqueada, la renovación de los órganos constitucionales para los que se exige la misma mayoría de tres quintos en ambas Cámaras continuará degradándose. Seguirá siendo un problema sin solución.

martes, 16 de noviembre de 2021

Jaspers, Heidegger, Arendt… y Gertrud Mayer. Reseña de El informe Jaspers, de José Ignacio Nájera, Pre-Textos, Ajuntament de València, 2020, 177 páginas

Recomendable, muy recomendable. Tanto para personas interesadas en uno de los grandes temas de la filosofía del siglo XX (Heidegger, el nazismo, Jaspers, Arendt) como para las personas distanciadas del tema. Nájera muestra su profundo conocimiento del asunto, incluso de libros de profunda metafísica y difícil lectura (yo nunca lo he conseguido) como Sein und Zeit (Ser y tiempo).

El informe Jaspers se lee como una novela, como una buena novela. Es eso: una excelente y documentada novela filosófica (que da juego para una futura obra de teatro de interés asegurado, o incluso para una “serie filosófica”), por contenido y por forma, que se abre con una cita de Jaspers: “Uno cree tener un suelo, pero lo que ha ocurrido es que ha ido a parar a un callejón sin salida”.

Jaspers recordemos fue el autor de un informe (negativo) sobre Heidegger, escrito en la Navidad de 1945, solicitado por el profesor Max Oehler (fallecido en marzo de 1946), uno de los miembros de la comisión de depuración política de la Universidad de Friburgo.

Son tres, cuatro más bien, los principales dramatis personae de esta novela, apta para todos los públicos (incluidos lectores/as no propiamente filosóficos): Heidegger, Jaspers y Arendt. También Gertrud Mayer, la esposa de Jaspers, de origen judío. La trama esencial: las turbulentas relaciones entre dos grandes de filosofía como Heidegger y Jaspers, con la presencia en determinados momentos de Arendt, alumna de ambas.

Una breve noticia sobre el autor: José Ignacio Nájera (Xauen (Marruecos), 1951) reside en Murcia desde los años ochenta del pasado siglo. Doctor en filosofía, ha ejercido como profesor de filosofía de secundaria. Entre sus novelas: Olvídate de Alcibíades, Hermanos mayores y El enfermo epistemológico (Premio Novela Pío de Baroja). Entre sus ensayos: Caminos de otoño y El universo malogrado. En 2020 ganó el Premio de Narrativa Vicente Blasco Ibáñez con este libro, con El informe Jaspers.

Componen el informe dos cartas (ficción) de Jaspers escritas desde Basilea, el 23 de febrero de 1963 (cuando Jaspers cumplía 80 años) y el 15 de marzo de 1965, una adenda de Gertrud Mayer y una nota bibliográfica.

En la nota bibliográfica, Nájera nos advierte que no obstante la ficcionalidad del relato (¡leemos una novela!), además de los epistolarios cruzados entre Heidegger, Jaspers, Arendt y Elfride Heidegger, y los diversos escritos autobiográficos de Jaspers y sus notas sobre Heidegger, la narración está en deuda con la obra historiográfica de autores como Hugo Ott, Jean Pierre y Emmanuel Faye, Ernst Nolte, Rüdiger Safranski, Víctor Farías, Áxel Xolocotzi, Otto Pögeller, Dominique Janicaud. En mi opinión, para penetrar más en Ser y tiempo y en las características político-ideológicas del filosofar de Heidegger, le hubiera sido útil al autor consultar también una obra decisiva sobre el filósofo : Heidegger: nazismo y política del Ser, de Nicolás González Varela:

Selecciono para incitar a la lectura de este “informe filosófico”:

1. “En abril del 27 recibí del editor de Heidegger un ejemplar de Ser y tiempo. Desenvolví el paquete con emoción, tanta que lo rasgué de mala manera. La fiera, por fin completa, estaba frente a mi vista. Sus entrañas las ocupaban cerca de cuatrocientas cincuenta páginas. Y ya sabía, por los pliegos ojeados previamente, que me encontraba ante una especie de inmenso jeroglífico. Al mismo tiempo que sentía admiración, y cierta envidia, sabía que tenía entre mis manos algo intranquilizador. Ser y tiempo es un libro que se ama y se odia, un libro que se desea y se detesta. Un libro que se abandona una y otra vez, y al que se vuelve con igual frecuencia. Es una obra diabólica por lo que trastorna y por lo que promete” (p. 27).

2. “La niebla de ignorancia que me envolvía con respecto a las simpatías nacionalsocialistas de Heidegger se empezaría a deshacer más deprisa con su nombramiento de rector [Universidad de Friburgo] en abril de ese mismo año, concretamente el 21 y con el ingreso en el partido… Heidegger parecía ser que estaba profundamente convencido de que la única salida era la fascista, ya que incluso venía votándola desde no se sabía cuándo. ¿Por qué Heidegger se mostró cauto conmigo en sus declaraciones? No lo sé. Quizá porque no me oyó decir nada a favor de lo que a él lo seducía. Es posible. Quizá porque yo estaba casado con Gertrud, que era judía. Es posible. ¿Por eso me pidió en una de aquellas últimas visitas a nuestra casa que fuese discreto con respecto a su publicidad? Puede ser. Tal vez los Jaspers ya pudiésemos ser una pequeña impedimenta para sus proyectos” (pp. 43-44).

3. “El espaldarazo que inicialmente Heidegger le proporcionó al nazismo sólo se lo podía dar él. Nadie era como el filósofo del ser y por eso tantos y tantos estuvieron a la escucha de sus discursos de apoyo. Y nada más acabar la guerra, ¿Qué tuvimos?, ¿una confesión de culpabilidad?, ¿una muestra de arrepentimiento? No, nada de eso, sólo falsas y taimadas excusas. Heidegger seguía actuando de igual modo tanto en la victoria como en la derrota, con una coherencia siempre al servicio de su interés” (p. 83).

4. “Por lo demás, hace muy poco -todavía está muy fresco- se ha producido la enésima arremetida pública y filosófica contra su pensamiento. Esta vez de la mano de Theodor Adorno. Este pensador, que hace mucho tiempo que está muy alejado de Heidegger, lo ha tachado de miope y arcaico presocrático. Bien, parece una tremenda e insultante andanada y así lo creerán muchos. Seguro que ellos no saben que Heidegger suscribiría para sí con gusto lo de “arcaico” y “presocrático”. Y con respecto a la miopía tampoco habría sido mal recibida, habida cuenta de lo virtuosa que resulta para ver mejor desde cerca” (p. 165).

Como no hay misterio, como no hay rompecabezas que resolver, me resisto a finalizar esta reseña sin dejar constancia de las palabras de Gertrud Mayer con las que Nájera cierra su novela: “Nuestra llamada excelente cultura no nos ha servido para nada; aún más, sirve de contraste patético de nuestra extrema barbarie. La que hemos expandido por Europa. Cierto es que no todos hemos estado en el mismo bando. Así es. Ellos dos estuvieron en partes distintas. Y digo “estuvieron” cuando uno de ellos dos, mi marido ya no está. El otro sigue viviendo en su Alemania, donde a día de hoy es cada vez más loado gracias a que las cosas se van olvidando. Nosotros, sin embargo, decidimos un buen día irnos porque no podíamos soportar tanta voluntad de desmemoria. Por mis lecturas de filosofía, bien sé que el profesor Heidegger abundó en la idea de que la voluntad de verdad consistía en buscar el desvelamiento. En hacer que lo velado salga de su oscuro estado. Pues bien, en su nota de duelo [un telegrama fechado el 2 de marzo de 1969: “Con respeto y dolor en el recuerdo de años lejanos, Martin Heidegger”] únicamente apela al recuerdo de los años lejanos. Sólo espero que algún día salgan a la luz los años postreros para ser desvelados y, ojalá, rechazados”. Esa ha sido en gran parte la tarea del autor en esta novela.

PS: Como se recuerda, Manuel Sacristán escribió su tesis doctoral sobre Las gnoseológicas de Heidegger (1959; reeditada en 1995 con prólogo de Francisco Fernández Buey) y estuvo muy interesado en la obra de Karl Jaspers. Lo reseñó para Laye y escribió sobre él en su artículo sobre la filosofía de la posguerra hasta 1959.

Fuente: El Viejo Topo, octubre de 2021.

lunes, 15 de noviembre de 2021

_- La Gran Renuncia al empleo (malo)

_- Publicado en Público.es el 15 de octubre de 2021

Un nuevo fantasma recorre el mundo, el fantasma de la renuncia de millones de trabajadores a seguir trabajando en las condiciones en las que estaban antes del confinamiento.


Los datos son indiscutibles.
En Estados Unidos, el informe de la Secretaría de Trabajo de hace un par de semanas señala que 4,3 millones de personas habían renunciado a sus empleos en agosto. Eso ha hecho que ya pase de 10 millones el número de empleos vacantes en todo el país, a pesar de que hay casi 8,5 millones de personas desempleadas.

En los 38 países que forman parte de la OCDE hay 20 millones de personas menos empleadas que antes del confinamiento y 14 millones ya han dejado de considerarse activas porque ni tienen empleo ni lo buscan. Y, en comparación con 2019, hay 3 millones más de jóvenes sin empleo, ni educación ni formación.

En China, Vietnam y otros países asiáticos también ocurre lo mismo, pues millones de personas que habían vuelto a sus aldeas cuando se produjo el confinamiento no han vuelto a sus empresas. Y en Europa, leemos diariamente noticias sobre la «escasez» de personas para ocupar puestos de trabajo en muchos sectores económicos.

En Alemania se calcula que hay unos 400.000 empleos vacantes, en Francia 300.000 y en España casi 120.000, un 88% de ellos en el sector servicios.

Las causas de este fenómeno global son variadas y no todas ellas se quieren poner sobre la mesa porque el fenómeno supone una especie de enmienda a la totalidad de lo que ha venido pasando en los mercados laborales y en la economía en general durante los últimos 40 años.

Quien quiera engañarse puede creer que el problema se debe a que hay desajustes temporales entre la oferta y la demanda de trabajo. Puede haberlos, sin duda, pero no los suficientes como para explicar toda la magnitud del problema.

Lo curioso, además, es que los mismos economistas liberales que defienden esta tesis (para no tener que enfrentarse a lo que voy a señalar inmediatamente) actúan con bastante incoherencia. Cuando hay paro dicen que se trata tan solo de un exceso de oferta que se resuelve automáticamente en el mercado laboral a poco que bajen los salarios. Pero, ahora que hay escasez de oferta, no dicen que suban los salarios para evitar el desequilibrio. Una muestra más del fraude intelectual y del engaño que hay detrás de las teorías liberales sobre la naturaleza del desempleo y su solución.

La realidad es que el modelo laboral del neoliberalismo ha generalizado no solo los salarios más bajos con la excusa permanente de que eso era imprescindible para crear empleo.

Al bajar la masa salarial han disminuido las ventas de las empresas y eso ha hecho que se genere menos actividad y empleo. Así se ha creado un ejército de parados que ha permitido que los salarios no suban y que las condiciones de trabajo empeoren sin cesar, en beneficio de las grandes empresas (no de todas, porque una gran parte se ve perjudicada por la caída de ventas y actividad que he señalado).

Eso explica que en los últimos años de dominio neoliberal se hayan generalizado condiciones de trabajo extenuantes en donde han florecido la ansiedad, el estrés, el agotamiento, el miedo, la frustración y la renuncia creciente a la vida familiar, la crianza y el bienestar en el más amplio sentido. Muy particularmente, en algunos sectores, grupos sociales o en el caso de las mujeres.

Durante los años 60 y 70 del siglo pasado la rotación en los empleos era alta. Quien se pudiera encontrar insatisfecho con su puesto de trabajo podía cambiar con la seguridad de encontrar otro, más o menos en las mismas condiciones. En los últimos 40 años, por el contrario, los trabajadores no han tenido apenas posibilidad de rotar, sencillamente, porque las posibilidades de encontrar algo mejor eran mínimas. Con sindicatos debilitados, con la negociación colectiva en entredicho y, sobre todo, con ese ejército de millones de personas necesitadas de emplearse allí donde fuese, se ha podido establecer un modelo laboral en el que o se aceptaba lo que ofrecía la empresa, o se perdía el empleo: en la cola había cientos de personas dispuestas a aceptar cualquier condición de trabajo. De ahí los falsos autónomos, los contratos sin horas determinadas, las horas extraordinarias no pagadas y el incumplimiento generalizado de las leyes laborales.

El confinamiento ha transformado la situación, tal y como lo ha descrito muy claramente la profesora de Harvard Tsedal Neeley, en un interesante libro publicado el pasado mes de abril (Remote Work Revolution: Succeeding From Anywhere): «Hemos cambiado. El trabajo ha cambiado. La forma en que pensamos sobre el tiempo y el espacio ha cambiado (…).

Las encuestas que se están realizando en muchos países muestran claramente que la pandemia ha abierto los ojos a millones de trabajadores en todo el mundo que ahora rechazan la situación laboral anterior y se replantean su vida y, en especial, las condiciones de trabajo. Un informe reciente de McKinsey & Co. afirma que una de cada cuatro mujeres en Estados Unidos está pensando en cambiar de empleo o en dejar la actividad laboral debido al Covid-19.

En España, la mayoría de las grandes empresas, con mayor poder de negociación y sobre los mercados, han aprovechado la pandemia para intensificar las jornadas de trabajo y bajar salarios (a veces, hasta un 30% para los mismos puestos de trabajo que se contrataban antes del confinamiento) y el salario medio ha sufrido, no solo en España, una caída sin precedentes.

Por todo esto, es una ingenuidad y un error descomunal creer que lo que se está produciendo es una escasez de trabajo. Como escribía hace unos días Robert Reich, Secretario de Trabajo con Clinton (aquí), no es escasez de trabajo sino de salarios dignos, es escasez de cuidado de niños, de licencias por enfermedad pagadas y escasez de atención médica.

Es cierto que Reich se refiere a Estados Unidos y que en otros países, como el nuestro, aún no se está produciendo este fenómeno con la misma magnitud o por las mismas razones. Pero, donde allí se dice escasez de licencias por enfermedad pagadas o de atención médica, pongamos aquí jornadas interminables, salario de miseria y falta de estímulos y autonomía personal.

Lo cierto es que, por primera vez en esas últimas décadas, los trabajadores de todo el mundo se están dando cuenta del poder que tienen frente a una gran clase empresarial que ha querido quedarse con todo, a costa de destruir la economía en su conjunto. Como dice Reich en el artículo que he citado, «se podría decir que los trabajadores han declarado una huelga general nacional no oficial hasta que obtengan mejores salarios y mejores condiciones laborales».

No va a haber más remedio que negociar, aceptar que las relaciones laborales deben mantener un imprescindible equilibrio y devolver derechos, salarios y condiciones de empleo dignos a las clases trabajadoras si no se quiere que la economía internacional entre en una nueva crisis de una magnitud y gravedad sin precedentes. Aunque no soy optimista. Se han acostumbrado a ganar tanto con toda facilidad que no será fácil que renuncien ni a uno solo de sus privilegios.

Web de Juan Torres López https://juantorreslopez.com/la-gran-renuncia-al-empleo-malo/

domingo, 14 de noviembre de 2021

"Cuando uno comprende mejor el núcleo de su vida puede revertirlo en actuaciones concretas"

                    

El filósofo Josep María Esquirol es, según su propia filosofía, un resistente, alguien que propone un pensamiento a contrapelo, opuesto a la dirección que a muchos nos parece que toma el mundo.

En una época en que la tecnología y la ciencia prometen llevar al humano más allá de sí mismo, Esquirol (1963, Sant Joan de Mediona, Barcelona, España) apuesta por explotar primero todo el humano que tenemos dentro, frenar ciertas aspiraciones transhumanistas, mirarnos al interior y acentuar rasgos de nuestra condición para fortalecernos.

Esquirol practica lo que él acuña filosofía de la proximidad.

Su propuesta está recogida en volúmenes como "La resistencia íntima: Ensayo de una filosofía de la proximidad" (Acantilado, 2015) y su más reciente "Humano, más humano: Una antropología de la herida infinita" (Acantilado, 2021).

Como parte de nuestra cobertura del Hay Festival de Arequipa 2021, BBC Mundo conversó con Esquirol sobre su propuesta filosófica.

¿En qué consiste la filosofía de la proximidad y cómo se diferencia de otras filosofías?

Procuro no utilizar demasiadas etiquetas ni conceptos simplistas que aparentemente sitúan las cosas, pero en realidad no te dejan pensar demasiado bien.

Intento buscar un adjetivo que describa mi manera de hacer filosofía, el tipo de camino y pensamiento que procuro andar.

Me pareció que la palabra proximidad era adecuada.

Primero porque intento hacer una filosofía en donde la abstracción nunca se desconecte de lo concreto.

Es lo que en la filosofía contemporánea se ha llamado el mundo de la vida, de las experiencias fundamentales.

Y en cierto modo, la palabra proximidad recoge eso.

Quiero siempre que los verbos sean más radicales que los sustantivos. Y aunque hable de proximidad, en realidad lo que cuenta es el verbo que está detrás.

¿Y cuál es el verbo que está detrás? El hecho de aproximarse. A las cosas, a las situaciones, y sobre todo, a los demás.

Convertir al otro en el prójimo, acercarse a él. 

Además de defender una "filosofía sin lujos", Esquirol también apuesta por profundizar más en lo humano que llevamos dentro ante ciertas tendencias transhumanistas.

¿Tiene que ver esto con el hecho de que defiendas una filosofía sin lujos?

Cuando hablo de filosofía sin lujos, me refiero básicamente a que el pensamiento filosófico es una propuesta que explica, dice cosas y defiende cosas.

Sin embargo, no pretende explicarlo todo, no es una teoría omniabarcadora u omniexplicativa. No pretende dar un sentido global y reconoce sus límites.

Por eso hablo de filosofías sin lujos, modesta.

¿Y hay alguna forma de aplicar esto en nuestro beneficio?

En eso soy prudente y procuro no elaborar recetas fáciles que podrían resultar un poco forzadas.

Al final en cada ámbito profesional o de la vida lo que cuenta es la experiencia de cada cual.

Lo que pretendo entonces es acentuar algunos rasgos de nuestra condición humana para poder fortalecer y alimentar la vida de las personas.

Pero no creo que sea propio de la filosofía estar dando recetas de pasos a seguir.

Solo intento profundizar en comprender y ayudar a que los demás participen de esta comprensión.

Cuando uno comprende mejor el núcleo de su vida puede revertirlo en actuaciones concretas. 

El último libro de Esquirol se titula "Humano, más humano: Una antropología de la herida infinita".

Como parte de esta filosofía, rechazas de cierto modo algunas corrientes que piden ir más allá de lo humano porque te parece que no hemos terminado de explotar lo humano en sí. ¿Podrías explicarlo?

Hay aspectos cotidianos de la vida de las personas que no por ser cotidianos son superficiales. Todo lo contrario, tienen mucha profundidad.

En mi filosofía intento recuperar la fuerza y riqueza de la vida cotidiana frente a ciertos planteamientos teñidos de un romanticismo superficial, que exalta lo extraordinario y las aventuras más especiales.

Una especie de caricatura de romanticismo que no creo que le hace bien a las personas. En este sentido quiero recuperar la hondura de lo cotidiano.

Vivimos bajo una serie de discursos ideológicos que nos piden superarnos como humanos.

Se habla de todo lo que conseguiremos con las innovaciones tecnológicas y demás, pero opino que estas ideas transhumanistas nos desvían de lo más fundamental, que es profundizar todavía más en lo mejor que tenemos como humanos.

Tenemos todavía mucho terreno por recorrer.

Hay algo muy valioso de lo humano que tiene que ver con la sensibilidad, la fraternidad, que sin ninguna duda, desde el punto de vista social y colectivo, no hemos profundizado lo que deberíamos.

¿En qué momento crees que el humano ha empezado a menospreciar la cotidianidad?

Es difícil hacer este tipo de diagnósticos culturales e históricos.

Me parece que, sin que esto sea muy riguroso, hay dos elementos que han intervenido en la huida de lo sencillo, que por cierto no tiene por qué ser banal, porque lo sencillo también puede ser muy profundo.

Uno de ellos, como decía antes, es una herencia romántica algo deteriorada, un romanticismo de segunda categoría que ha derivado en la superficialidad.

El otro elemento tiene que ver con el pensamiento contemporáneo y el existencialismo.

No me refiero al existencialismo de autores como Sartre, sino de una cierta herencia también bastante superficial y pobre, que a veces ha tomado la forma de un lenguaje de autoayuda y que insiste en que la vida es decisión, un proyecto, una expansión.

Este tipo de lenguaje también ha ayudado a dejar de lado esta sencillez de la vida cotidiana en favor de proyectos extraordinarios y decisiones extraordinarias que han constituido nuestras vidas. 

¿Es por eso que te parece más importante construir más mundo en lugar de más futuro?

Obviamente no hay ningún problema en hablar de futuro ni en preparar cosas para el día de mañana.

Pero sí que es cierto es que hay un tipo de discurso de prepararse para el futuro que tiene un carácter un poco fatalista.

Cuando la gente dice que hemos de prepararnos para el futuro, estamos entendiendo el futuro como algo que viene y respecto a lo cual tú tienes que prepararte.

En este sentido me pareció mucho más plástico que en lugar de construir el futuro, deberíamos hacer que el mundo sea todavía más mundo, más habitable, más bello, más justo.

¿Confías en que profundizar más en lo humano y construir más mundo sean posibles con tanto estímulo externo, tanta distracción, con la velocidad que a veces parece que se mueve el mundo?

Soy consciente de que este planteamiento va a contracorriente. Sé que el contexto del mundo occidental tiene en este momento otra orientación y respira otra cosa.

Pero hay que resistir.

Que algo sea a contracorriente, a contrapelo, no significa que no tenga sentido o valor.

No sé que va a ocurrir en el futuro y nadie lo sabe.

Por eso deposito confianza en las cosas que tienen sentido, en profundizar la cotidianidad, en mi caso, en lo que respecta a mi valor como docente y escritor.

¿Eso supone para ti ser un buen resistente?

El buen resistente es una persona que sabe apreciar lo que vale la pena y que se esfuerza por ello aunque la civilización y la sociedad del momento no lo potencie.

El resistente siempre se mueve en un tipo de marginalidad que puede terminar siendo muy fecunda.

El resistente, precisamente, confía en ser fecundo a pesar de esa marginalidad.

Este artículo es parte del Hay Festival Arequipa digital, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza del 1 al 7 de noviembre de 2021. 

sábado, 13 de noviembre de 2021

Entrevista a Juan Torres López «Se hace creer que la economía es una ciencia exacta lo mismo que el cura hacía creer que quien hablaba era Dios»

La economía no es una ciencia exacta y la oferta y la demanda no es ningún tipo de ley, por mucho que se repita o te cuenten el caso de las dos vacas o el de los países que comercian con telas y patatas. El propio Adam Smith hablaba de la “Divina providencia”, o sea Dios, antes de rebautizarla como “la mano invisible”. O sea que la economía dominante en la actualidad fue antes religión que ciencia, pero se convirtió en algo así como un dogma de fe científico que no puede ser renegado a riesgo de ser tachado de loco. Era necesario convertir aquellas ideas que defendían al capital y al libre comercio en leyes sagradas, aunque fueran mentira. Y ese ha sido el principal cometido de varias corrientes económicas desde hace cerca de un siglo, pasando por el There is no alternative de Thatcher hasta los vídeos demonizando los impuestos del Rubius. Y, repito, la verdad es lo de menos cuando está en juego la hegemonía económica y cultural o la propiedad y acumulación de riqueza de los de arriba.

Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla y es común ver columnas de análisis suyas en medios de comunicación en las que se dedica precisamente a desmentir y desmontar las falacias y los mantras liberales. En su último libro, Econofakes: Las 10 grandes mentiras económicas de nuestro tiempo y cómo condicionan nuestra vida (Deusto, 2021), el economista ha decidido usar un lenguaje y estructura sencilla para poder llegar a más gente, usando una pedagogía que, según él, “la izquierda ha olvidado”, al centrarse en “dirigirse a su tribu”. En unos tiempos en los que un tuit puede llegar a más gente que un paper académico y que los relatos económicos entre la izquierda y la derecha vuelven a estar en disputa tras esta nueva crisis, Torres charla con El Salto sobre esa pedagogía, la guerra cultural en lo económico y la posverdad económica que dirige nuestras vidas.

En el prólogo anuncias que has escrito este libro con un lenguaje y de una forma más sencilla que tus anteriores publicaciones para que llegue a más gente. Últimamente vemos como los economistas mainstream han simplificado cada vez más su mensaje. Ya no escriben papers, sino que hacen tuits cada vez más simplones y casi absurdos, pero que calan muy bien. 

¿Está fallando la izquierda a la hora de simplificar su mensaje en materia económica?
Es normal que falle porque el mensaje es más complejo. Decir, por ejemplo, “es necesario que bajen los salarios para crear empleo” puede parecer que sea de una lógica aplastante. En un tuit se dice muy claramente, pero explicar que eso es falso lleva más tiempo y requiere de un pensamiento más complejo. Por lo que en cierta medida es normal. Ahora sí, el esfuerzo hay que hacerlo. Y creo que lo que le pasa a la izquierda es que está muy habituada a hablarle a sus propias tribus, a quien ya está convencido. En ese sentido, la derecha ha sido mucho más valiente. Está ocurriendo lo que dijo Anthony Giddens en los años 80: “La derecha se ha hecho revolucionaria y la izquierda conservadora”. En el campo de la comunicación, también está ocurriendo.

Además ahora vemos que la extrema derecha está enarbolando un discurso antiglobalización, que incluso imita a muchas de las proclamas del movimiento antiglobalizador de la izquierda. 

¿Está esa izquierda perdiendo también posiciones en lugares que eran normalmente suyos?
La extrema derecha se hace, como es lógico, con muchas banderas que lógicamente deberían ser las banderas de la izquierda. Los intereses nacionales, la idea de que hay valores colectivos, la defensa de la gente que padece más sufrimiento e incluso, me atrevería a decir, que aunque parcialmente entendida, también la interpretación de la fraternidad. Cuando veías en Grecia que los que iban a repartir comida eran los nazis, pues te dabas cuenta que posiblemente esa tarea de abrazo, de protección, de cercanía y de cuidados es algo que ha perdido la izquierda. Los primeros movimientos sociales consistían no solamente en defender los derechos laborales, sino en acompañar a la gente y en sentirse parte de ellas. La fraternidad es un valor republicano que la izquierda ha olvidado. Ha hecho suya la libertad, la igualdad, pero la fraternidad parece que no va con ellos.

Bueno, la libertad también es un término que está acaparando la derecha.

Claro, porque gran parte de la izquierda ha renunciado a ello. Por ejemplo, la izquierda ha renunciado a los derechos humanos, que los consideraba una reivindicación burguesa. La democracia ha sido una conquista histórica que pareciera que la izquierda no iba con ella. Cuando los derechos humanos y la democracia son los mejores escudos, por muy débiles que estén, de las clases más desfavorecidas.

Estamos presenciando una guerra ahora mismo dentro del Gobierno de coalición. Vemos como una ministra de un partido, que lleva la palabra obrero y socialista en su nombre, está en contra de la derogación de la reforma laboral. 

¿Es Calviño una muestra de que la economía es política y de que el relato liberal se ha hecho con la socialdemocracia?
La economía es política con cualquiera. Eso por una parte. Y en este caso, el PSOE reproduce lo que ha ocurrido en su seno desde que se fundó, hace 142 años. En el socialismo español conviven dos o tres almas distintas. Una de socialismo incluso radical, muy de izquierdas, otra de un socialismo más centrado y una tercera alma de liberal socialismo más a la derecha que, lógicamente, levanta la cresta cuando otras corrientes intentan poner en marcha procesos de transformación más avanzada. Y esto ha ocurrido siempre, en la República, durante el franquismo y durante el gobierno de Felipe González. El PSOE no engaña a nadie porque se sabe de sobra que eso es así y que en su seno conviven esas corrientes.

Pero darle el Ministerio de Economía a esa corriente es muy significativo.

Eso es una correlación de poder y fuerzas dentro del propio partido. Si en el PSOE la corriente más a la izquierda tuvieran más peso, el Ministerio de Economía estaría en manos de gente más de izquierdas. Entonces lo que creo que está sucediendo ahora es que Calviño, que representa a ese sector socialista más a la derecha y, sobre todo, una ortodoxia económica concedida para defender intereses de las grandes empresas, pues reacciona incluso frente a los que en su propio partido defienden una reforma laboral más avanzada.

Empezamos a tener datos para comparar cómo es salir de una crisis con austeridad y cómo es salir con presupuestos expansivos. 

¿Caerá ese mito o econofake de que la austeridad es buena?
La austeridad precisamente es otro de los conceptos que la derecha ha arrebatado a la izquierda, desde donde siempre se había defendido el concepto de austeridad como significado de mesura, de respeto a las necesidades o de evitar el gasto innecesario. Lo que hemos llamado ahora austeridad, que es una restricción del gasto público cuando el gasto privado estaba cayendo, es una barbaridad que ha beneficiado a las grandes empresas y a los bancos. Es una demostración palpable de que eso que se decía de que “hay que recortar gastos para que no aumente más la deuda” lo que ha conseguido es que aumente más la deuda, que es el negocio de los bancos. El discurso de la austeridad era combustible para el negocio bancario.

Desde el punto de vista de la política económica, la austeridad es un absurdo. Porque el gasto público es un motor de la economía. ¿Hay que poner el motor siempre a pleno rendimiento? Pues no, el motor se pone en el rendimiento que precisa el recorrido que está haciendo el móvil. Si tú estás bajando una cuesta, pues no tiene sentido poner el motor a pleno rendimiento. Pero si estás subiendo una cuesta y el resto de motores ves que no tiran, pues entonces tienes que apretar. Cuando el gasto privado no tira de la economía, cuando las exportaciones no tiran de la economía, cuando el consumo de las familias no tira de la economía, entonces o tira el gasto público o la economía se viene abajo.

El gasto público puede jugar ese papel porque se puede financiar mediante los bancos centrales sin coste ninguno. El problema que está ocurriendo es que en los últimos decenios nos encontramos que el gasto público se financia de manera privada, que es innecesariamente costoso. Algo que se hizo, una vez más, para promover el negocio bancario, pero que es una auténtica barbaridad.

Pero más allá de la teoría, ¿crees que las instituciones europeas y los gobiernos nacionales van a dar carpetazo a la austeridad o veremos a la Comisión Europea dentro de dos o tres años diciendo que se debe cumplir el Pacto de Estabilidad y Crecimiento?

Pues ahí va a haber un pulso. Lo primero que tendremos que ver es qué gobierno sale en Alemania y quién va a estar en su Ministerio de Hacienda y Economía, porque eso será muy determinante. Yo no soy muy optimista. Ya hay muchos países que están reclamando que se recorte el gasto expansivo. Un gasto expansivo que no debería ser un fin per se, sino que debería usarse para cambiar el modelo productivo en Europa. Para mí la desgracia no sería que se frene el gasto, para mí sería que sigamos con el mismo modelo que tiene Europa y que trae los problemas que estamos viendo ahora. Ahí tampoco soy muy optimista. Si se dan las dos circunstancias, pues tendremos muchos problemas. Porque puede que estemos entrando en una crisis que sea incluso peor que la que hemos vivido.

Aunque ha habido austeridad en lo fiscal, la política monetaria sí que ha sido expansiva a base de inyectar dinero e inyectar dinero desde que en 2012 Draghi dijo aquello de “haré lo que sea necesario para salvar al euro”. La inflación no había llegado hasta ahora y los liberales han tardado poco en decir que es por culpa de esa inyección de dinero.

Los liberales no saben lo que dicen con tal de justificar sus ideas falsas. La inyección del dinero que han hecho los gobiernos más poderosos en los últimos años ha sido brutal y no ha habido inflación. Cualquier persona decente y cualquier observador honesto sabe que la subida que estamos viendo ahora en los precios no es por el aumento en la demanda. Dos días después de que tengamos el nivel de inflación más alto de los últimos 29 años, leemos que el consumo privado ha caído el 0,5%. Por lo que eso que dicen los liberales, si hay alguno que osa decirlo, es una majadería sin fundamento teórico.

En este momento están subiendo los precios en algunos casos por cierta presión de la demanda después de la pandemia, que yo creo que ya ha pasado, pero sobre todo el motivo es porque hay un bloqueo de la oferta y un problema coyuntural ahora mismo de unos precios de energía. Pero la inyección de dinero no tiene nada que ver en la inflación. Para que la inyección de dinero que hacen los bancos centrales genere una subida de precios, primero tiene que llegar a los bancos, que estos concedan créditos y los que los reciben se dediquen a gastar y que haya más demanda que oferta. Nada de eso ha ocurrido porque el dinero que han inyectado los bancos centrales fundamentalmente se ha quedado en los bancos.

La crisis ecológica es otro de esos temas que, aunque parezca una locura, sigue siendo rebatida. En el gas, por ejemplo, he visto incluso a gente de izquierdas defendiendo el uso del gas aunque venga de fraking y los liberales están aprovechando estos episodios de turbulencias en el mercado energético para seguir cargando contra la crisis climática, negando las consecuencias de esa crisis.

Por poder se puede negar hasta que la tierra es redonda. Lo que parece que está claro, científicamente hablando, es que el planeta está sometido a una tensión insoportable e insostenible como consecuencia de variables diversas y complejas, que casi todas tienen en común que se hace un uso de recursos limitados como si fueran ilimitados. Porque la única lógica que se usa con los recursos naturales es la lógica del beneficio y no la lógica de la conservación. Entonces la consecuencia es la que es y no puede ser otra.

Yo suelo bromear con que soy licenciado en capitalismo, porque fue lo único que me enseñaron en la universidad. 

¿Qué análisis haces del mundo académico y qué se puede hacer?
La universidad es una institución que es más antigua que los Estados. Entonces ya tenemos una buena idea de qué es la universidad. Es un aparato que sirve para que la sociedad se reproduzca y para que se reproduzca las relaciones de poder que hay en la sociedad. Lo que pasa es que la universidad tiene muchos espacios y hay espacios de libertad. Cuando esos espacios de libertad se desarrollan más de la cuenta, suelen ser sometidos a castigo. Cuando en Estados Unidos se desarrollaba el pensamiento neoliberal, a principios de los 80, los economistas de izquierda fueron expulsados literalmente de las universidades, como ocurrió en Harvard, por ejemplo. Entonces la universidad deja de ser un espacio de libertad. Es natural, por lo tanto, que una disciplina tan importante para el poder establecido como es la economía esté sometida a control y esté diseñada para conservar esos intereses.

Yo lo primero que veo cada día al entrar en mi facultad de Economía es el Banco Santander, y eso no es casualidad. Además no solo lo veo ahí, es que están organizando reuniones de asesores. Las grandes empresas crean cátedras, financian, etc. y eso se traduce en una investigación dirigida y en un conocimiento servil. En el campo de la economía se produce lo que Galbraith llamaba “el fraude inocente”, que en muchas ocasiones no es inocente, porque es un fraude orquestado y consentido por quien defrauda intelectualmente. Galbraith decía que, en muchas ocasiones, los profesores habían estudiado una cosa, la reproduces para acreditarse y para hacer carrera académica, ya que tienen que reproducir lo mismo, y entonces se van consolidando ideas como las que yo desmonto en mi libro. Se da pie a lo que ocurre actualmente, que se enseñan cosas en las aulas que se ha demostrado matemáticamente hace 80 o 90 años que son inciertas.

Y por bajar un poco más en la escala de edad de la gente a la que le llega el mensaje, ¿Qué hacemos con los youtubers que llegan a millones de personas muy jóvenes con discursos antiimpuestos?

Pues podemos hacer una cosa que es muy antigua que se llama pedagogía, se llama diálogo y se llama comunicación. Y que a la izquierda se le ha olvidado yo creo que porque todavía predomina en la izquierda, no sé si consciente o subconscientemente, la idea de que los cambios sociales son mecánicos, como se estudiaban en aquellos libros que han alumbrado las generaciones de intelectuales de izquierdas que todavía están coleando por aquí. Se piensa que una cosa lleva a la otra y que es una mecánica, que viene solo y que nos trae las transformaciones, y eso es un error. Creo que la izquierda tiene un déficit de pedagogía y de comunicación impresionante. La izquierda no se dirige a más allá de sus tribus y no tiene conciencia de que hay que hablar a la sociedad en su conjunto y no tiene tampoco sentido de la militancia comunicativa.

Recuerdo dar charlas y ponencias con Viçenc Navarro y al final siempre alguien preguntaba eso de ‘¿y yo qué puedo hacer?’. Y Viçenc, que es mucho menos vergonzoso que yo, les preguntaba que cuántas de las 200 o 300 personas que habían venido se habían comprado y leído los libros de Viçenc y míos. Solo levantaban la mano diez. En cambio yo veo que uno de estos ultraliberales publican un libro y decenas de jóvenes van a sus presentaciones y se compran el libro. Le leí un tuit a mi editor que decía que los economistas que más venden son los ultraliberales. Eso no es un problema de esos economistas, sino de que la gente de izquierda no se compra libros porque parece que ya tienen sus ideas.

Por otro lado, en España los medios de comunicación de izquierdas no tienen apoyo ni suscriptores. Parece que tenemos la idea de que todo tiene que ser gratis, como si a los periodistas de izquierdas les dejaran gratis la electricidad o el alquiler. Hay partidos de izquierdas que tienen millones de votos, o sea que si esa gente estuviera difundiendo el pensamiento y los datos que damos los economistas, que son abrumadores, si esos millones de votantes compraran los medios que los publican, los estudiaran y los difundieran, pues otro gallo cantaría. Pero por generación espontanea no nace el convencimiento de la gente, sobre todo cuando hay otros que lo están haciendo.

Otro ejemplo, es que hay clubs liberales en toda España, pero yo no conozco que se hayan difundido ese tipo de cosas en la izquierda. Y no se trata de adoctrinar, pero sí de facilitar el debate. No hace falta un club fanático para que suscriban tus ideas, sino para hacer debate. Eso no lo hace la gente de izquierda.

¿Llegará un día que dejemos de ver la economía como una ciencia exacta? ¿Cómo la deberíamos ver?
La economía, decía Keynes, es una ciencia moral. La economía es política porque los problemas económicos no tienen soluciones técnicas, sino políticas. Esta frase tampoco es mía, la dijo Enrique Fuentes Quintana, que tampoco es que sea una persona sospechosa, cuando era vicepresidente del Gobierno en una comparecencia en televisión. No existe economía que no sea política. No existe una ciencia exacta ni lo va a ser nunca. Las decisiones sobre la vida económica implican juicios distributivos, que son juicios que requieren un pronunciamiento ético sobre lo que nos parece mejor o peor. Por lo tanto la economía es lo que es, pero se hace creer que la economía es una ciencia exacta lo mismo que el cura hacía creer que quien hablaba era Dios, para que nadie le pusiera en duda lo que se decía desde el púlpito. Con la economía es exactamente igual.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/economia/juan-torres-lopez-se-hace-creer-economia-ciencia-exacta-mismo-cura-quien-hablaba-dios

viernes, 12 de noviembre de 2021

_- 3 consejos para "burlar" los algoritmos que te seleccionan cuando buscas trabajo

_- A veces no son tus habilidades o tu experiencia las que pueden llevarte a conseguir un empleo cuando te postulas a un puesto de trabajo por el que están compitiendo cientos de candidatos.

Al menos no en la primera etapa de selección.

Las firmas que tienen que lidiar con complejos procesos de selección han delegado esa labor a sistemas de inteligencia artificial que escanean tu currículum y deciden si quedas eliminado o sigues en el proceso.

Son software de contratación predictiva que aplican ciertos criterios predeterminados de manera automática, según las características del puesto de trabajo.

Estas herramientas conocidas como ATS (Applicant Tracking System) funcionan sobre la base de palabras clave que define cada compañía de acuerdo al perfil del candidato que buscan y otros mecanismos de descarte.

Aunque hay diferentes tipos de ATS, en general operan de manera bastante similar.

"Buscan una mayor eficiencia en el procesamiento de datos", le dice a BBC Mundo Hong Qu, director de investigación y académico de la Universidad de Stanford.

Estos sistemas les permiten a las firmas ahorrar tiempo y dinero.

Pero también les pueden jugar en contra cuando el algoritmo, por sus limitaciones, decide eliminar a buenos candidatos o cuando desarrolla sesgos basados en la repetición de patrones, agrega Qu.

Estos son algunos consejos para ganar a los algoritmos.

1-Usar palabras clave
Los algoritmos buscan palabras clave relacionadas con categorías como habilidades, experiencia, resultados o educación, y las ponderan de acuerdo con los requisitos del empleo.

Pero, según los parámetros que le haya entregado la empresa, puede incluir otros filtros más específicos.

Para utilizar las palabras clave, el primer paso es comparar tu currículum con la descripción de la oferta laboral.

De hecho, puedes repetir términos y expresiones contenidas en dicha oferta, adaptándolas a tu perfil.

A fin de cuentas, el algoritmo va a escanear en busca de aquellos atributos.

"Cuando incluyas palabras clave en tu currículum, trata de usar siempre el mismo lenguaje que se menciona en la descripción del trabajo", escribió Liz Guarneros, asesora laboral en LinkedIn.

También aconseja utilizar estas palabras en el contexto adecuado y no rellenar espacios con ellas solo para que las identifique la máquina.

"Si bien esto puede ayudarte a superar el filtro inicial y sus algoritmos, no funcionará a tu favor cuando llegues a un reclutador", apunta.

2-Incluir logros con resultados cuantificables
"Es muy importante ser específico", dice el profesor Ku.

Por ejemplo, nombrar los programas computacionales que manejas, en vez de escribir que tienes "experiencia en análisis de datos", sin dar detalles.

Los expertos aconsejan enfocarse en logros a través de ejemplos concretos, evitando una simple enumeración de responsabilidades.

En vez de decir: "Responsable de la supervisión de la estrategia de ventas. Las ventas aumentaron significativamente", es mejor decir: "Dirigí un equipo de 10 personas encargado de supervisar la estrategia de ventas. Las ventas aumentaron un 20% en seis meses".

Para que tu currículum tenga un mayor impacto frente a los algoritmos, es preciso indagar qué está buscando la compañía y cómo habitualmente mide los resultados.

"Investiga cómo esa empresa mide el éxito. Averigua cuáles son las métricas de éxito", señala Ku.

No todas las firmas evalúan de la misma manera el desempeño laboral.

En ese sentido, la investigación previa es clave. Tienes que decirle al algoritmo lo que "quiere escuchar".

Otro elemento importante, agrega, es que incluyas en el currículum algo que te distinga del resto.

Imagina qué cosas tendrán en común quienes están postulando al empleo y luego piensa qué elemento diferenciador puedes ofrecer.

3-Utiliza un formato simple
Muchas personas fallan en el reclutamiento por algo muy simple: la legibilidad de su currículum.

Para que el algoritmo no te elimine, es esencial que el formato de tu currículum sea simple y "descifrable" por el sistema.

¿Es justo que una computadora rechace o apruebe tu solicitud de empleo?

En algunos sistemas ATS los currículums en formato PDF no funcionan.

Evita usar cualquier formato complicado. Cuanto más simple, mejor. Es decir, suele ser recomendable utilizar el formato Word.

Evita escribir tu currículum en dos columnas. Usa el formato estándar para que la máquina lea todo de corrido.

No incluyas fotos, gráficos o tablas. Deja de lado cualquier estilo creativo o muy sofisticado. Aunque te parezca aburrido, opta por un formato minimalista, sin distracciones, fácil de leer.

Utiliza títulos convencionales para dividir la información. Elige la manera tradicional, como por ejemplo, "Experiencia Laboral" o "Educación".

Y siempre escribe la experiencia laboral en orden cronológico inverso.

Talento perdido
El estudio de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard "Trabajadores ocultos: talento sin utilizar", publicado en septiembre, señala que los algoritmos dejan fuera del proceso de reclutamiento a millones de trabajadores, algunos de los cuales podrían ser adecuados.

Por ejemplo, hay casos de hospitales en EE.UU. donde un algoritmo buscó que el postulante tuviese la habilidad de hacer "programación computacional", cuando en realidad, la descripción del trabajo requería que el profesional ingresara los datos de un paciente en el computador.

O también está el caso de un software que buscaba experiencia en "atención al cliente", cuando la empresa requería reparadores de líneas de transmisión eléctrica.

Otros inconvenientes detectados por la investigación apuntan a que los algoritmos rechazan o dan una baja puntuación a las personas que tienen espacios en blanco o lagunas en su experiencia laboral.

El problema es que a veces se debe a un embarazo o al cambio de casa de una ciudad a otra. Son circunstancias extraordinarias que la máquina solo interpretará como un "vacío".

Debido a problemas como éstos, hay desarrolladores de software que han estado buscando maneras de mejorar los algoritmos.

Incluso algunas empresas del sector tecnológico han eliminado el requisito de tener un título profesional para algunos puestos si el candidato cumple con el perfil que se busca.

El sesgo de los algoritmos
Desde otra perspectiva, los softwares pueden estar menos sesgados que los evaluadores humanos porque pueden programarse para ignorar características como la edad, el sexo y la raza.

Pero también puede ocurrir al revés.

"La inteligencia artificial también funciona con sesgos porque los algoritmos están entrenados para trabajar según patrones de éxito que se repiten en el tiempo", explica Hong Qu.

"Los algoritmos amplifican los patrones del pasado y en ese proceso pueden discriminar por raza, género o edad", explica el creador de AI Blindspot, un sistema que ayuda a los desarrolladores de software a reconocer sesgos que pueden afectar la toma de decisiones.

Por ejemplo, si en el pasado el 90% de los seleccionados para un empleo fueron de raza blanca, agrega, el algoritmo repetirá ese patrón por la manera en que funciona el aprendizaje de las máquinas.

O el algoritmo puede aprender por sí mismo a dar prioridad a candidatos que asistieron a las mismas universidades.

Pese a esas dificultades, los sistemas de inteligencia artificial siguen desarrollándose velozmente para ajustarse cada vez más a lo que buscan las empresas.

Lo que aconsejan los expertos es que, aunque los procesos sean largos y extenuantes, no hay que rendirse.

Y hay que tener en cuenta que si no has logrado pasar el primer filtro de selección, eso no implica que no seas un buen candidato.

Quizás con unos buenos ajustes a tu currículum, se abran nuevas posibilidades.

jueves, 11 de noviembre de 2021

_- Qué es la lectura profunda y cómo afecta (para bien) a tu cerebro

                         


"Sin libros, no seríamos humanos como lo somos", le dice a BBC Ideas la biblioterapeuta Ella Berthoud.

Si bien eso es cierto, "no hay nada menos natural que la lectura", precisa la neurocientífica Marianne Wolf.

"La alfabetización es uno de los más grandes inventos de la especie humana", que no sólo es útil sino tan poderoso que transforma nuestras mentes y aún más: "la lectura literalmente cambia el cerebro", afirma Wolf.

Los beneficios son extraordinarios pero estamos en riesgo de perder algunos de ellos. ¿Por qué?

Pregúntate: ¿prestaste atención a todo lo anterior o lo leíste por encima, buscando información rápidamente o quizás "un gancho" que te lleve a leer un poco más?

Sinceramente, ¿cuán a menudo haces lo último?

A pesar de que hoy en día estamos leyendo más palabras que nunca -se calcula que un promedio de alrededor de 100.000 al día- la mayoría se leen en ráfagas cortas en las pantallas, y "por encima".

Eso preocupa a expertos, pues transformar nueva información en conocimiento consolidado en los circuitos del cerebro requiere múltiples conexiones con las habilidades de razonamiento abstracto, cada una de las cuales requiere un tipo de tiempo y atención que a menudo falta en la lectura digital.

Todo lo cual nos deja con la misma pregunta que hizo el poeta TS Eliot: "¿Dónde está el conocimiento en nuestra información? ¿Dónde está la sabiduría en nuestro conocimiento?".

Volvamos al cerebro.

Físicamente venimos equipados para hablar, pero no para leer.

A diferencia del lenguaje oral, la visión o la cognición, no existe un programa genético para aprender a leer.

Si un niño, en cualquier lugar del mundo, está en un entorno hablante, su lenguaje, naturalmente, se activará. Eso no ocurre con la lectura, pues implica la adquisición de un código simbólico completo, tanto visual como verbal.

Por ser un invento relativamente reciente -"es un parpadeo en nuestro reloj evolutivo: tiene apenas 6.000 años", apunta Wolf-, aún no lo hemos formateado.

"Empezó de una manera simple, para marcar cuántos vasos de vino u ovejas teníamos. Y con el nacimiento de los sistemas alfabéticos, comenzamos a tener un medio eficiente para recordar y almacenar el conocimiento".

"La lectura es un conjunto adquirido de habilidades que literalmente cambia el cerebro"

"Lo que hace es explotar un principio de diseño en el cerebro humano, que le permite hacer nuevas conexiones entre regiones visuales, regiones del lenguaje, regiones para el pensamiento y la emoción".

Todos tenemos que crear circuitos nuevos.
Esta transformación, subraya la neurocientífica, "comienza de nuevo en cada nuevo lector. No existe dentro de nuestra cabeza. Cada persona que aprende a leer tiene que crear un nuevo circuito en su cerebro".

Y eso, abre las puertas a un mundo nuevo. Mágicamente
"La lectura aporta tres poderes mágicos: creatividad, inteligencia y empatía", le dijo a BBC Ideas Cressida Cowell, escritora de literatura infantil y autora de la serie "Cómo entrenar a tu dragón".

"Leer por el gusto de hacerlo es uno de los dos factores clave en el éxito económico posterior de un niño. Es más probable que no termines en prisión, que votes, que seas dueño de tu propia casa...".

Además, "leer una gran historia es mucho más que entretenimiento", asegura la biblioterapeuta Ella Berthoud. 

Para calmar los ánimos.
"La lectura en realidad tiene muchos beneficios terapéuticos.

"Tu cerebro entra en un estado meditativo, un proceso físico que ralentiza los latidos del corazón, te calma, y reduce la ansiedad", afirma Berthoud, para quien, por ejemplo, el remedio para la "claustrofobia, rabia, agotamiento" es la novela de Nikos Kazantzakis "Zorba el griego".

La biblioterapia, el arte de prescribir ficción para curar las dolencias de la vida, fue reconocida en el Diccionario Médico Ilustrado de la editorial Dorland's en 1941.

Su práctica se remonta la menos a la Antigua Grecia, época en la que se colocaban notas en las puertas de las bibliotecas, advirtiendo a los lectores que estaban a punto de entrar en un lugar de curación del alma.

En el siglo XIX, psiquiatras y enfermeras le recetaban a sus pacientes toda clase de libros, desde la Biblia, pasando por literatura de viajes, hasta textos en lenguas antiguas.

Varios estudios en el siglo XX y XXI han comprobado que la lectura agudiza el pensamiento analítico, lo que nos permite discernir mejor los patrones, una herramienta muy útil ante conductas desconcertantes de otros y de nosotros mismos.

La ficción en particular puede hacerte socialmente más hábil y empático. Y aunque no prometen una transformación total en siete sencillos pasos, las novelas te pueden informar y motivar, los relatos breves consolar y ayudar a reflexionar y está demostrado que leer poesía estimula partes del cerebro relacionadas con la memoria.

Sumergirse en una novela es perderse, pero cuando volvemos a la realidad traemos con nosotros aquello que nos inspiró nuestro personaje favorito.

Sin embargo, muchos de estos beneficios dependen de un estado conocido como "lectura profunda".

Profundamente
"Cuando leemos a nivel superficial, sólo estamos obteniendo la información. Cuando leemos profundamente, estamos usando mucho más de nuestra corteza cerebral", explica Wolf.

"La lectura profunda significa que hacemos analogías, hacemos inferencias, lo que nos permite ser seres humanos verdaderamente críticos, analíticos, empáticos".

 Cuando pasamos de decodificar a leer, el cerebro traza otra ruta.

En su libro "Proust y el Calamar. Historia y Ciencia del Cerebro Lector" -cuyo título en español es "Cómo aprendimos a leer"-, la experta en neurobiología de la lectura explica como "en cierto momento, cuando un niño pasa de decodificar a leer fluidamente un texto, la ruta de las señales a través de su cerebro cambia.

"En vez de recorrer una ruta dorsal (...), la lectura comienza a moverse a través de una más rápida y eficiente ruta ventral...

"Puesto que el tiempo empleado y el gasto de energía cerebral son menores, un lector fluido será capaz de integrar más de sus sentimientos y pensamientos en su propia experiencia. Es lo mismo pero no es igual.

Para Chris Meade, autor transmedia, esto último no es problema: "Pensamos en el libro como la obra, pero el libro es sólo un mecanismo de entrega".

La narrativa transmedia es un tipo de relato en el que la historia se despliega a través de múltiples medios y plataformas de comunicación -apps, e-books, juegos, comics, blogs, etc.-, y en la cual los consumidores pueden asumir un rol activo en el proceso de expansión.

"Los nuevos medios le están dando voz a una nueva generación de escritores. Impide que tengamos estemos condicionados a pensar que sólo hay un tipo de 'escritura buena' y en realidad le permite a las personas simplemente hablar y compartir historias y experiencias", opina Natalie A. Carter, cofundadora del extraordinariamente exitoso Black Girls Book Club.

"No importa el medio, no importa cómo lo consigas, lo que importa es la historia", dice la otra cofundadora Melissa Cummings-Quarry.

"La novela está evolucionando. Hay todo tipo de libros increíbles que se están escribiendo deliberadamente para ser leídos en los teléfonos", señala Berthoud. 

"El libro tal vez da la ilusión de que esto es todo. Nunca lo ha sido, es una forma de entrar en un proceso de pensamiento", afirma Meade.

Sin embargo, la lectura digital puede tener un costo para el cerebro del lector.

Desafortunadamente
"Reunimos a académicos y científicos de más de 30 países, para investigar sobre el impacto de la digitalización en la lectura", le contó a BBC Ideas Anne Mangen, presidenta de E-READ.

E-READ, o Evolución de la lectura en la era de la digitalización, es un organismo cuyo objetivo es mejorar la comprensión científica de las implicaciones de la digitalización.

Es parte del Programa Internacional de Cooperación Europea en el Campo de la Investigación Científica y Técnica (COST), que considera la lectura como un "asunto de urgente preocupación".


"Las investigaciones muestran que la cantidad de tiempo que se dedica a leer textos de formato largo está disminuyendo y, debido a la digitalización, la lectura se está volviendo más intermitente y fragmentada", algo que podría "tener un impacto negativo en los aspectos cognitivos y emocionales de la lectura", explica COST. 

"Descubrimos que hay, lo que se llama una inferioridad en la pantalla", reveló Mangen.

"Hay muchas cosas que se pueden leer igualmente bien en su teléfono inteligente, actualizaciones de noticias más cortas, pero con algo que es cognitivo o emocionalmente desafiante, leer en una pantalla conduce a una comprensión de lectura más pobre que leer en papel".

"La realidad es que no es sólo qué o cuánto leemos, sino cómo leemos lo que es realmente importante", señala Wolf.

"El volumen mismo está teniendo efectos negativos porque para absorber tanto, hay una propensión a leer por encima. El cerebro lector tiene un circuito plástico. El circuito reflejará las características del medio con el que lee. Las características de lo digital se van a ver reflejadas en el circuito".

En otras palabras, así como al aprender a leer de la manera tradicional el cerebro se formatea y graba los itinerarios de la razón y los caminos a la emoción, al aprender a leer de la manera en la que lo hacemos en los medidos digitales, el cerebro trazará rutas distintas y, si dejamos de un lado la lectura profunda, borrará las anteriores si es que existían 

 Hay que proteger lo que la lectura profunda logró hacer en el cerebro. Si no entrenamos esas habilidades, eventualmente podemos perder la capacidad de comprender contenido más complejo, y también tal vez de involucrarnos e imaginar", advierte Mangen. Entonces, ¿Qué podría deparar el futuro para los libros y para el cerebro lector? Eventualmente La imaginación humana es algo fantástico, somos muy flexibles. Encontramos formas de hacer lo que queremos con la tecnología disponible", opina Meade. Según Carter, el futuro traerá "muchas más colecciones de cuentos, y creo que veremos muchos más libros más cortos".

La escritora Cowell ya ha sentido el cambio: "He modificado la forma en que escribo, porque la capacidad de atención de los niños se ha acortado. Los libros tienen capítulos cortos y son increíblemente visuales... brillantes, como las golosinas".

Para la neurocientífica Maryanne Wolf, "así como las personas pueden ser bilingües y trilingües, mi esperanza es que desarrollemos un cerebro bialfabetista.

"Podemos disciplinarnos para elegir el medio que mejor se adapte a lo que estamos leyendo y así no perder el extraordinario don que la lectura le ha dado a nuestra especie".
 

 * Este artículo está basado en el video "What does reading on screens do to our brains?" de BBC Ideas y The Open University 



Y aquí, 

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Cómo el estilo de vida de los ricos está acelerando el cambio climático

En 2018, Stefan Gössling y su equipo pasaron meses rastreando los perfiles de las redes sociales de algunas de las celebridades más ricas, desde Paris Hilton hasta Oprah Winfrey. El profesor de turismo de la Universidad de Linnaeus, en Suecia, estaba buscando pruebas de cuánto volaban.

La respuesta fue: mucho.

Bill Gates, uno de los defensores del medio ambiente más destacados del mundo, realizó 59 vuelos en 2017, según los cálculos de Gössling, cubriendo una distancia de alrededor de 343.500 km. Gates viajó más de ocho veces por todo el mundo, generando más de 1.600 toneladas de gases de efecto invernadero (lo cual es equivalente a las emisiones anuales promedio de 105 estadounidenses).

El objetivo de Gössling era tratar de descubrir los niveles de consumo individual de los megarricos, cuyos estilos de vida a menudo están envueltos en secreto. Su investigación coincidió con un creciente movimiento ambiental, encabezado por Greta Thunberg, que puso de relieve la responsabilidad personal. Volar, una de las formas de consumo más intensivas en carbono, se convirtió en un símbolo de esta nueva responsabilidad.

"Cuanto mayor sea su huella de carbono, mayor será su deber moral", escribió Thunberg en The Guardian en 2019.

En las últimas décadas se ha puesto el foco sobre la desigualdad global. Desde la crisis financiera de 2008 hasta la pandemia y los impactos cada vez más severos del cambio climático, los eventos disruptivos tienden a golpear a los más pobres primero y con mayor dureza.

Pero en los debates sobre cómo resolver la desigualdad, a menudo se pasa por alto el consumo excesivo.

Una élite contaminante
"Cada unidad sobrepasada significa que alguien tiene que ceder [algo]", dice Lewis Akenji, director gerente de Hot or Cool Institute, un grupo de expertos con sede en Berlín. Como resultado, las enormes huellas de carbono de la sociedad más rica afianzan la desigualdad y amenazan la capacidad del mundo para evitar un cambio climático catastrófico.

Las estadísticas son alarmantes. El 10% más rico del mundo fue responsable de alrededor de la mitad de las emisiones globales en 2015, según un informe de 2020 de Oxfam y el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo. El 1% más rico fue responsable del 15% de las emisiones, casi el doble que el 50% más pobre del mundo, que fue responsable de solo el 7% y sentirá la peor parte de los impactos climáticos a pesar de tener la menor responsabilidad por causarlos.

Otro problema es que los ricos se "comen" el "presupuesto de carbono" restante (que es la cantidad de gas de efecto invernadero máximo para mantenernos dentro de los 1,5° C de calentamiento).

"No le están dejando campo al 50% más pobre que necesitan aumentar sus emisiones para realmente satisfacer sus necesidades", dice Emily Ghosh, científica del personal del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo.

Dario Kenner, autor de "Carbon Inequality: The Role of the Richest in Climate Change", acuñó el término "élite contaminante" para describir a los más ricos de la sociedad que invierten mucho en combustibles fósiles, además de tener un fuerte impacto climático por su estilo de vida. Tal como están las cosas, la mayoría de las personas en los países ricos consumen de formas que están acelerando la catástrofe climática. Cuando se tienen en cuenta las emisiones de los bienes importados, la persona promedio en Reino Unido emite 8,5 toneladas de carbono al año, según el Instituto Hot or Cool, una cifra que se eleva a 14,2 toneladas en Canadá, el país con mayores emisiones entre los encuestados por el instituto.

Para mantenerse dentro de los 1,5° C del calentamiento, estas cifras deben reducirse drásticamente a 0,7 toneladas por persona para 2050.

¿Cuánto depende de cada uno?
El consumo personal es un tema espinoso. Puede convertirse rápidamente en un debate trillado sobre si abordar el cambio climático depende de acciones individuales o cambios sistémicos de gobiernos y corporaciones. "Esta es una falsa dicotomía", dice Akenji. "Los estilos de vida no existen en el vacío, los estilos de vida están moldeados por el contexto".

Las personas viven sus vidas dentro de los sistemas políticos y económicos que existen. La mayoría insostenibles. Pero, sin abordar los estilos de vida de los más ricos y contaminantes de nuestras sociedades, y el poder que tienen, no podremos abordar el cambio climático. "Las personas ricas marcan el tono de consumo al que todos aspiran. Ahí es donde están los efectos tóxicos", agrega Halina Szejnwald Brown, profesora emérita de ciencias y políticas ambientales en la Universidad de Clark en Estados Unidos. Tengamos en cuenta la aviación. "Tan pronto como vuelas, perteneces a una élite mundial", dice Gössling. Más del 90% de las personas nunca han volado y solo el 1% de la población mundial es responsable del 50% de las emisiones de los vuelos.

Desde la élite empresarial que recorre el mundo hasta las celebridades que han hecho de los viajes parte de sus marcas personales, su comportamiento ha ayudado a que un estilo de vida con alto contenido de carbono sea aspiracional y deseable, dice Gössling. Los carros estilo SUV que transportan presidentes, líderes empresariales y celebridades, y cada vez más familias de clase media en las ciudades, también se han convertido en un símbolo de estatus a pesar de su impacto ambiental. Los SUV, que representaron el 42% de las ventas mundiales de automóviles en 2019, fueron el único sector que registró un aumento de las emisiones en 2020. El aumento de personas que compraron SUV el año pasado anuló efectivamente las ganancias climáticas de los automóviles eléctricos. Los hogares más grandes son otro foco rojo de consumo. "Las opciones de vivienda significan prestigio y estatus social", escriben Kimberly Nicholas, científica de sostenibilidad de la Universidad de Lund, y sus coautores en un estudio reciente sobre el papel de las personas ricas en impulsar el cambio climático.

En Europa, casi el 11% de las emisiones de la vivienda provienen del 1% de mayores emisores, quienes poseen muchas casas y muy grandes.

Primeros cambios notorios
Sin embargo, en los últimos años las normas sociales han comenzado a cambiar. En Suecia, el activismo de Thunberg ayudó a inspirar el flygskam (la palabra sueca para "vergüenza de vuelo"), un concepto que llevó a la gente a preguntarse cuánto deberían volar. El movimiento se relacionó con una caída del 4% en la cantidad de personas que vuelan desde los aeropuertos de Suecia en 2018, una bajada poco común en un momento en que el número de pasajeros a nivel mundial estaba aumentando. La pandemia de covid-19, que redujo drásticamente los viajes de negocios, demostró que las videollamadas pueden reemplazar a las reuniones en persona. Una encuesta de Bloomberg encontró que el 84% de las empresas planea gastar menos en viajes de trabajo después de una pandemia.

La gente también ha comenzado a considerar el impacto de sus dietas, lo que ha provocado un auge de las empresas cárnicas y lácteas de origen vegetal. "Eso no proviene de un edicto o un requisito de política gubernamental", dice Peter Newell, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Sussex. "Eso es que las empresas ven dónde está cambiando el mercado". 

Pero estos cambios son demasiado graduales para la emergencia en la que nos encontramos, dice Kenner. "Estamos pasando por puntos de inflexión climáticos y las especies se están extinguiendo". El tema es la velocidad, y para eso es necesaria la acción del gobierno, sostiene. Los impuestos específicos sobre los comportamientos insostenibles, como los vuelos frecuentes y el consumo excesivo de carne, podrían ayudar a que las personas adopten comportamientos bajos en carbono más rápidamente, dice Newell, especialmente si existe un vínculo directo entre castigar el comportamiento contaminante y las inversiones que benefician a muchos. Por ejemplo, los ingresos de un impuesto a los viajeros frecuentes podrían invertirse en un sistema de transporte público más barato o incluso gratuito, y el dinero de un "impuesto a las mansiones" podría destinarse al aislamiento de las casas, lo que reduciría los niveles de pobreza energética. El problema, sin embargo, es si los más ricos pueden simplemente absorber estos costos y continuar como antes.

Una idea más radical es una asignación de carbono personal (PCA), en la que a los individuos se les fija una cantidad de carbono igualitaria y negociable a gastar. Si la gente quiere emitir más, debe comprar las asignaciones no deseadas de otros. Se han explorado versiones de un PCA en Irlanda, Francia y California. En 2018, el gobierno de Reino Unido analizó su viabilidad, pero concluyó que un PCA sería demasiado caro, difícil de administrar y poco probable que fuera aceptado socialmente. Pero en el contexto de una emergencia climática y una pandemia, que ha obligado a las personas a aceptar restricciones individuales en nombre del beneficio colectivo, puede ser una política que valga la pena reconsiderar, según un análisis reciente. Un PCA es atractivo en un nivel, dice Newell, "porque deja muy claro cuáles son nuestros derechos per cápita". Pero, agrega, "es una versión extrema de individualizar la responsabilidad". Podría acabar penalizando injustamente a las personas que, por ejemplo, viven en zonas con pocas opciones de transporte público. Otra idea de política que está ganando popularidad es la "selección de opciones" (choice editing en inglés), en la que los gobiernos restringen la entrada al mercado de productos intensivos en carbono, como jets privados o megayates. La idea es que las opciones bajas en carbono, muchas de las cuales ya existen, llenarán el vacío.

La selección de opciones puede parecer radical, pero no es nueva, dice Akenji. El gobierno de Reino Unido, por ejemplo, la usa por motivos de seguridad pública para prohibir la venta de armas o automóviles sin cinturones de seguridad. "Deshacer los comportamientos insostenibles es mucho más difícil que evitar que los productos insostenibles lleguen al mercado", concluyó un informe de abril sobre el cambio de comportamiento en coautoría de Newell.

Un riesgo político
Pero incluso cuando se acaba el tiempo para abordar el cambio climático, muchos gobiernos se resisten a las políticas de cambio de comportamiento por temor a que sean políticamente tóxicas para los votantes y desagradables para los ricos.

El control que los más ricos tienen sobre los gobiernos a través del cabildeo y las cuantiosas donaciones les da una gran influencia para diluir la acción climática y dar forma a las opciones disponibles para todos, dice Kenner. "Existe este otro futuro, este futuro alternativo, que se niega a diario", insiste.

Para todas las políticas que apuntan al comportamiento de los consumidores, en última instancia, es muy difícil reducir las emisiones si la infraestructura no está disponible para que las personas tengan vidas bajas en carbono. "Hay mucho que hacer para construir una sociedad más sostenible y va más allá de la mera reducción de jets privados y yates de lujo", dice Ghosh. 

Algunos gobiernos están haciendo grandes cambios. El gobierno galés ha suspendido la inversión en la construcción de nuevas carreteras para cumplir con los objetivos de emisiones, Países Bajos ha propuesto reducir el número de ganado en un 30% para reducir la contaminación y los ayuntamientos en ciudades de Reino Unido como Norwich y Exeter han comenzado a construir viviendas sociales energéticamente eficientes. Otros se han centrado en el papel de la publicidad en el impulso del consumo insostenible. "La gente trata de marcar su lugar en la sociedad distinguiéndose de los que están por debajo de ellos", dice Brown, y la publicidad "construye toda su industria sobre esta inseguridad".

En 2021, Ámsterdam prohibió los anuncios de productos intensivos en emisiones, incluidos los SUV y los vuelos baratos de corto recorrido, siguiendo los pasos de ciudades como São Paulo y Chennai, que han prohibido o limitado estrictamente la publicidad en vallas publicitarias ."Pero esto realmente no es suficiente", dice Akenji.

El ritmo es muy lento y el mundo se está quedando sin tiempo. Los gobiernos necesitan reformar la infraestructura, dice, poniendo la sostenibilidad en el centro de la política.

Eso significa crear redes de transporte público rápidas, extensas y asequibles; descarbonizar la electricidad; construir viviendas más densas y bien aisladas; prohibir el uso de automóviles a gasolina, y considerando medidas como una semana laboral de cuatro días.

Los gobiernos y los ricos, con su enorme papel de influir en las normas sociales, también pueden ayudar a cambiar la narrativa de que la acción climática tiene que ver con la pérdida de la libertad personal y la calidad de vida.

"Lo triste de esto es que las cosas que han demostrado ser más sostenibles para el medio ambiente casi siempre son mejores para nuestro propio bienestar y cohesión social", dice Akenji.

Comer menos carne tiene beneficios para la salud. Tener menos SUV y automóviles a gasolina aumenta la calidad del aire y reduce las muertes por contaminación del aire. Y una semana laboral de cuatro días podría permitir un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida, más tiempo en familia y menos costos de cuidado infantil para los padres. "Nadie se levanta por la mañana y dice: 'Voy a arruinar el medio ambiente'", dice Akenji.

Las personas consumen por muchas razones: para satisfacer sus necesidades, para mostrar afecto, para sentirse bien o porque se sienten presionadas por la publicidad o las expectativas sociales. Muy pocas personas cuestionan realmente su consumo, dice Brown. "Estas son preguntas bastante profundas: '¿Quién soy yo y qué necesito para tener una buena vida?' Quiero decir, ¿Cuántas personas quieren sentarse y hacer esa pregunta? "Las acciones individuales no serán suficientes para abordar el cambio climático, dice Akenji, y la culpa y la vergüenza no ayudarán. Pero las elecciones y las acciones sí importan.

"Creo que todos deberíamos convertirnos en activistas políticos de una forma u otra", agrega. "Lo que vamos a hacer es ir tras nuestros gobiernos de manera deliberada y decisiva y pedirles que cumplan con sus compromisos".

Puedes leer esta nota publicada originalmente en inglés en BBC Future.