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jueves, 26 de marzo de 2015

Grecia pone en marcha un grupo de expertos para auditar su deuda

La comisión, coordinada por el politólogo Éric Toussaint, presentará su informe a finales de junio, coincidiendo con varios pagos al BCE.

La presidenta del Parlamento griego, Zoé Constandopulu, anunció este martes la creación de una comisión internacional de expertos que llevará a cabo una auditoría de la deuda pública y será coordinada por el politólogo belga Éric Toussaint.

Constandopulu destacó en rueda de prensa que Grecia debe realizar una auditoría de su deuda "para saber qué parte de esta deuda ha sido utilizada para el bien común y por tanto, es legal y debe ser pagada, y qué parte ha sido malgastada y, por tanto, es ilegal".

La presidenta del Parlamento señaló que la auditoría de la deuda "es un deber hacia las generaciones futuras, porque tendrán que pagar sin tener ninguna responsabilidad".

Éric Toussaint, portavoz del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, se preguntó si a la hora de firmar el primer y el segundo plan de rescate en Grecia se tomaron en cuenta "las disposiciones de la Constitución griega, del Tratado de Lisboa y de las constituciones de los estados miembros que prestaron 153.000 millones de euros a Grecia". El conocido politólogo consideró que los créditos para pagar contratos que se han demostrado que son fraudulentos, como los de la multinacional alemana Siemens, forman parte de lo que sería la deuda ilegal. Toussaint aseguró que la comisión de la auditoría tomará también en cuenta "los informes de la Comisión de los Derechos Humanos del Consejo de Europa sobre las consecuencias de los programas de rescate en materia de Derechos Humanos en Grecia".

La comisión de expertos empezará a trabajar a principios de abril y presentará su informe a finales de junio en una conferencia internacional sobre la deuda.

"Se trata de la primera comisión de auditoría de deuda que se forma en Europa", subrayó la eurodiputada de Syriza Sofía Sakorafa, quién será la encargada de comunicar a Bruselas las conclusiones de este análisis.

Sobre qué hará la comisión si una parte de la deuda es declarada ilegal, Constandopulu aseguró que las conclusiones serán puestas a disposición del "Parlamento, el Gobierno y la Justicia", que "harán su deber".

La presentación de las conclusiones de esta auditoría coincide, según explicó Constandopulu, con el pago, a principios de julio, de una serie de tramos al Banco Central Europeo. El principal argumento del Gobierno de Alexis Tsipras es que la deuda griega, tal y como es ahora, no es viable.
Fuente: http://www.publico.es/internacional/grecia-pone-marcha-grupo-expertos.html

jueves, 12 de marzo de 2015

Grecia, la deuda inútil La UE debe acabar la era de los recortes a ultranza e iniciar la del estímulo inversor

Una vez que el Gobierno de Grecia ha alcanzado un acuerdo político solo para cuatro meses con el Eurogrupo, aceptando básicamente las condiciones de este, es un buen momento para analizar la situación de ese país en el contexto europeo. El caso griego es el paradigma de la crisis. Cientos de miles de euros entregados a Grecia desde 2010 para evitar la caída de la banca acreedora europea, que valieron únicamente para refinanciar esa deuda privada y transmutarla en deuda pública en manos de los Gobiernos de la eurozona y del BCE. No sirvieron para sanear la economía griega. Entre otras cosas porque la inoperancia de los sucesivos Gobiernos helenos y las condiciones deflacionistas de los rescates, consistentes en deprimir el consumo, la hundieron aún más. Ha sido una deuda inútil.

Su contrapartida debió ser —y no lo fue— un programa de inversiones, al tiempo que de reformas internas en la Administración, contra la corrupción, y en el sistema fiscal —injusto e inservible— que padece Grecia, junto a un descenso en los abultados gastos en Defensa y la desaparición de los privilegios fiscales y salariales de la poderosa Iglesia ortodoxa. No hay más que ver la “lista de reformas” enviada al Eurogrupo por el Gobierno griego para comprender que está casi todo por hacer. Eso explica que el ministro de Finanzas, Varoufakis, renegase de la deuda considerándola una adicción, una droga. Eso es exactamente.

La pretensión del Gobierno griego era abolir el programa de rescate o asistencia financiera y sustituirlo por un préstamo puente que no condicionara su política económica. O sea, más deuda, aunque incondicional. El programa de rescate se impuso a Grecia porque no era capaz de financiarse en los mercados por sí misma, nadie le prestaba a intereses asumibles. Solo la Unión, naturalmente, y con condiciones, pero hasta hoy han sido demasiado duras para el pueblo griego e ineficaces para salir del hoyo.

Hay otras sendas que se podrían y deberían transitar. En el corto plazo, además de la liquidez monetaria que ha de aportar el BCE, el pueblo griego necesita respirar, recibir ayuda, ya prácticamente humanitaria. No creemos que sea imposible un plan europeo, acotado en el tiempo, dirigido a elevar el consumo y la calidad de vida de los griegos y de los europeos más necesitados, en materias como la salud o el derecho elemental —especialmente de niños y mayores— a la alimentación. Sin embargo, los problemas de fondo de Grecia van más allá. Sin resolverlos, un alivio momentáneo no sería sostenible, ni un tercer rescate clónico de los anteriores. Se requiere política y no otro diluvio de deuda solo para salir del paso. La enésima crisis griega está, efectivamente, más que nunca teñida de política, pues convive con una reciente decisión democrática de los electores, que habría de servir para que, con la participación del Banco Europeo de Inversiones y de la Comisión Europea, Grecia —a cambio de reformas estructurales— dispusiera, no de más deuda pasiva para tapar los vencimientos de cada día, sino de un programa inversor sólido que inyecte energía a su congelado sistema económico.

Ese programa debería insertarse en lo que es verdaderamente estratégico: un giro en la economía europea hacia la política que, con éxito, ha impulsado Obama en Estados Unidos. El último proyecto de presupuesto que ha presentado al Congreso es un ejemplo válido para Europa: subida de impuestos sobre el capital y las herencias a los más ricos, personas y sociedades —particularmente a las multinacionales que se escapan a los paraísos fiscales, algunos de ellos europeos—, inversiones en infraestructuras, ayudas a las clases medias.

Al lado de lo anterior, la UE debería abordar una renegociación de la deuda griega, a todas luces impagable en las actuales condiciones. Se pueden utilizar diversos mecanismos: mayores plazos, reducción de intereses y un objetivo de superávit primario más razonable que el vigente. Cuando se trata de los “grandes” la UE es siempre flexible, como acabamos de ver con los déficits de Francia e Italia. Lo que no pueden hacer ni Grecia ni la Unión es seguir con una política de ajuste hipócrita que solo ha hecho aumentar la deuda pública y no sacarnos del crecimiento plano, del desempleo crónico, de la deflación.

Cambiar esto es lo que realmente puede ayudar a Grecia y nos puede ayudar a los demás. ¿Qué podría hacer Tsipras al respecto? No ir de llanero solitario, o caer en la tentación de liderar radicalismos estériles. Esa inclinación no es sencilla de evitar, cuando Syriza prometió tanto. Pero no conduce a nada bueno. Solamente a dejarse seducir por un neonacionalismo o neosoberanismo aislacionista, incluidos amagos de cambios de alianzas, que llevaría de forma natural al antieuropeismo, igualmente estéril. Grecia haría bien en acercarse a fuerzas y Gobiernos progresistas, como los de Francia e Italia, para empujar a la Unión a acabar con la era de los recortes a ultranza, e iniciar la era del estímulo inversor, que solo se puede conseguir eficazmente desde Europa como algo que beneficie a todos, no solo a Grecia. La idea de las “soluciones en un solo país” ha pasado ya a la historia.

Diego López Garrido es diputado y presidente del Consejo de Asuntos Europeos de la Fundación Alternativas. Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/03/10/opinion/1426005028_278601.html

martes, 3 de marzo de 2015

Lo que ha conseguido Grecia. En el telón de fondo del drama griego hay una economía europea que, a pesar de las cifras positivas, todavía da la impresión de estar cayendo en una trampa deflacionista

La semana pasada, tras mucho teatro, el nuevo Gobierno de Grecia llegó a un acuerdo con sus acreedores. A principios de esta semana, los griegos aportaron algunos detalles sobre el modo en que pretenden cumplir las condiciones. Entonces, ¿qué tal ha ido?

Bueno, si hiciésemos caso de muchas de las noticias y artículos de opinión de los últimos días, pensaríamos que ha sido un desastre; que ha sido una "rendición" por parte de Syriza, la nueva coalición que gobierna en Atenas. Y parece que algunas facciones de la propia Syriza también lo creen así. Pero no es cierto. Por el contrario, Grecia ha salido bastante bien librada de las negociaciones, aunque las grandes batallas todavía están por venir. Y al salir bien parada, Grecia le ha hecho un favor al resto de Europa.

Para encontrarle sentido a lo que ha pasado, hay que entender que la controversia más importante tiene que ver con una sola cifra: la magnitud del superávit primario de Grecia, la diferencia entre los ingresos y los gastos públicos, sin contar los intereses sobre la deuda. El superávit primario mide los recursos que Grecia transfiere de hecho a sus acreedores. Todo lo demás, incluido el valor nocional de la deuda —que en este momento es una cifra más o menos arbitraria, que incide poco en la cantidad que se espera que pague Grecia— solo tiene importancia en la medida en que afecte al superávit primario que Grecia se ve obligada a asumir.

El hecho de que Grecia tenga un superávit —dada la crisis con proporciones de depresión en la que está sumida y el efecto de esa depresión sobre los ingresos— es un logro extraordinario, la consecuencia de unos sacrificios increíbles. No obstante, Syriza siempre ha dejado claro que tiene la intención de seguir acumulando un pequeño superávit primario. Si les molesta que las negociaciones no hayan dejado margen para una abolición completa de la austeridad, un giro hacia el estímulo fiscal keynesiano, es que no estaban prestando atención.

En realidad, la pregunta era si Grecia se vería obligada a imponer todavía más austeridad. El anterior Gobierno griego había accedido a aplicar un programa con el que el superávit primario se triplicaría durante los próximos años, lo que tendría un coste inmenso para la economía y los ciudadanos griegos.

¿Por qué aceptaría cualquier Gobierno algo así? Por miedo. En esencia, los sucesivos dirigentes de Grecia y otros países deudores no se han atrevido a cuestionar las desorbitadas exigencias de los acreedores, por miedo a ser castigados (a que los acreedores les dejasen sin financiación o, aún peor, hundiesen su sistema bancario si se mostraban reacios a unos recortes presupuestarios cada vez más drásticos).

Entonces, ¿se ha echado atrás el actual Gobierno griego y ha accedido a tratar de alcanzar esos superávits demoledores para la economía? No. De hecho, Grecia ha conseguido para este año una flexibilidad que no tenía, y la forma de referirse a los superávits futuros es poco clara. Igual podría significar algo que nada.

Y los acreedores no han cerrado el grifo. En vez de eso, han puesto a disposición de Grecia una financiación que le permita salir adelante durante los próximos meses. Por así decirlo, han atado a Grecia corto, y esto significa que la gran batalla sobre el futuro todavía no se ha librado. Pero el Gobierno griego no ha consentido que lo echen a patadas y esto es, por sí solo, una especie de victoria.

¿A qué se debe entonces tanta información negativa? A decir verdad, la política fiscal no es el único problema. También había y hay debates sobre cosas como la privatización de los bienes públicos, respecto a la que Syriza ha acordado no revocar los pactos ya firmados, y la regulación del mercado laboral, donde parece que se mantendrán algunas de las “reformas estructurales” de la época de la austeridad. Syriza también ha accedido a castigar con dureza la evasión fiscal, aunque a mí se me escapa la razón por la que recaudar impuestos parece ser una derrota para un Gobierno de izquierdas.

Aun así, nada de lo que acaba de pasar justifica esa retórica del fracaso que se ha impuesto. De hecho, mi impresión es que estamos contemplando una infame alianza entre los escritores de izquierdas con expectativas poco realistas y la prensa empresarial, a la que le gusta la historia de la debacle griega porque eso es lo que se supone que les pasa a los deudores arrogantes. Pero no se ha producido ninguna debacle. Al menos de momento, Grecia parece haber puesto fin al ciclo de la austeridad cada vez más despiadada.

Y como he dicho, con ello, Grecia le ha hecho un favor al resto de Europa. Recuerden, en el telón de fondo del drama griego hay una economía europea que, a pesar de las cifras positivas que registra últimamente, todavía da la impresión de estar cayendo en una trampa deflacionista. Europa en su conjunto necesita desesperadamente acabar con la locura de la austeridad, y esta semana ha habido algunos indicios ligeramente positivos. En especial, que la Comisión Europea ha decidido no multar a Francia e Italia por sobrepasar sus objetivos de déficit.

Imponer estas multas habría sido demencial, dada la realidad del mercado; Francia puede adquirir préstamos a cinco años con un tipo de interés del 0,002 %. Así es, el 0,002 %. Pero hemos visto muchas locuras similares durante los últimos años. Y hay que preguntarse si la historia griega ha tenido algo que ver con este brote de sensatez.

Mientras tanto, el primer deudor real que se ha rebelado contra la austeridad ha empezado con buen pie, aunque nadie lo crea. ¿Cómo se dice en griego: “Tranquilos, y adelante”?
Fuente: Paul Krugman. El País.

viernes, 27 de febrero de 2015

Entrevista a James K. Galbraith, profesor de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas. "Observar en directo el Eurogrupo y su incompetente forma de hacer las cosas, fue para mí una verdadera revelación”

El economista James Galbraith ha pasado esta semana junto con el ministro griego de finanzas Yanis Varoufakis, incorporándose al equipo científico de la negociación griega. Fue entrevistado por Shawn Tully para la revista Fortune para compartir sus experiencias “desde dentro”.

¿Están los destinos de Grecia en manos de Angela Merkel? Uno de los más reconocidos economistas vivos, estrechamente vinculado al ministro griego de finanzas Yanis Varoufakis, dice que el obstáculo fundamental que se atravesaba en el camino del compromiso era la espectacular división registrada dentro del propio gobierno alemán, con una fracción que exigía la total adhesión de Grecia a los compromisos previos, y otra fracción, muy poderosa, que abogaba por el compromiso.
“Todo depende de Merkel”, nos dice James Galbraith, quien pasó siete días a mediados de febrero junto con Varoufakis en Bruselas y en Atenas.
“Hemos escuchado al ministro de finanzas de Merkel, con una actitud negativa, y al vicecanciller, que quería el diálogo. A quien no hemos escuchado es a la propia Merkel. Sabemos que no quiere hablar, salvo que sea estrictamente imprescindible. Son lo más duros que pueden, luego hacen una concesión en el último minuto, para no tener que hacer dos”.

Galbraith resumen con una cuestión el dilema de Merkel (y la mejor esperanza para llegar a un acuerdo):

“¿Quiere Merkel ser la persona que presida la desintegración de la Eurozona?”
Difícil resulta imaginar una pareja más disímil que la formada por Galbraith y Varoufakis. El primero es el hijo –educado en Harvard, Yale y Cambridge— del legendario economista John Kenneth Galbraith. Varoufakis es un agitador incendiario que viste gabardinas de piel y camisas azul brillante en sus reuniones con las estiradas élites europeas y cabalga motos de gran cilindrada para relajarse. Sin embargo, como colegas en la Universidad de Texas en Austin, no sólo llegaron a trabar una gran amistad personal, sino que se hicieron almas intelectualmente gemelas, coescribiendo en 2013 –junto con el economista británico Stuart Holland— un opúsculo sobre la solución de la crisis de la Eurozona en el que abogaban por reemplazar una buena parte de la deuda soberana de las naciones en problemas por unos bonos a bajo interés supergarantizados por el respaldo del BCE. [Véase el texto, traducido al castellano en SinPermiso: Modesta Proposición.] Es claro que las ideas de Galbraith ayudaron a moldear la controvertida campaña de Varoufakis para “poner fin” a la austeridad en Grecia y proteger el empleo público y las pensiones de los griegos.

Trabajando estos días codo con codo con Varoufakis, Galbraith ha tenido ocasión de ver “desde dentro” el caótico maniobreo del Eurogrupo que reunió a los ministros europeos de finanzas, celebrado el pasado 16 de febrero en Bruselas.

“Yo estuve con los equipos técnicos, entre el 11 y el 17 de febrero, incluida la reunión de Bruselas. Me encontraba en la sala de calderas acompañando al equipo de trabajo griego.”

En el cónclave del Eurogrupo, Pierre Moscovici el comisario de la UE para asuntos económicos y financieros, presentó a Varoufakis un borrador de comunicado que permitía a Grecia solicitar una extensión de su acuerdo de préstamo garantizándole tiempo para discutir un nuevo programa de crecimiento para Grecia. Como dijo Varoufakis en la conferencia de prensa luego de la reunión, él estaba listo para firmar el comunicado de Moscovici, al que alabó como un “documento espléndido” y una “verdadero punto de ruptura”.

Pero el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, estaba elaborando su propio documento:
“Yanis dijo: ‘Tengo un texto’. Y Dijesselbloem dijo: ‘No, el texto es este’.”
Galbraith y el equipo griego trataron entonces de combinar partes de los dos borradores, a fin de producir un documento aceptable para ambas partes:
“Me dediqué entonces, junto a otras personas, a combinar los dos borradores [el de Moscovici y el de Dijeselbloem] en busca de lograr un texto que pudiera ser suscrito. No tardamos más de media hora en hacerlo.”

Pero entonces, según el testimonio de Galbraith, el ministro alemán de finanzas Wolfgang Schäuble, cerró la reunión. “Dijo que ‘no’” a la elaboración de una declaración conjunta como preludio de un compromiso, asegura Galbraith.

Para Galbraith, la falta de coordinación del lado europeo resultaba estupefaciente:
“Yo soy un veterano del personal de expertos del Congreso estadounidense. Contemplar un cuerpo institucional oficial funcionando con tamaña desidia y de forma tan ad hoc, observar en directo el Eurogrupo y su incompetente forma de hacer las cosas, fue para mí una verdadera revelación”.

El 18 de febrero, Varoufakis presentó una solicitud formal de extensión del acuerdo de préstamo con el Eurogrupo. Una vez más, las divergentes respuestas dejaron asombrado a Galbraith:
“Jean-Claude Juncker [presidente de la Comisión Europea] sino que era un buen punto de partida”. Galbraith hace notar también que el vicecanciller alemán Sigmar Gabriel, dijo que la carta sobre la extensión del préstamo constituía “un punto de partida” para las negociaciones. Pero Schäuble desmintió a Gabriel, desdeñando la solicitud como “una posición insubstancial”.

“Se me pusieron los ojos chiribita con este espectáculo”, dice Galbraith. “¡Es Alemania! ¡El gobierno más poderosos de Europa!.”

Para Galbraith, las divisiones internas en Alemania, y entre las propias naciones, han dejado claro que los dirigentes europeos son malos negociadores:
“Cometieron el error de dejar claro ante Yanis que ellos estaban jugando un juego muy duro, pero sin jugarlo muy bien, si juzgamos la cosa desde el punto de vista de la pericia política más elemental.”

Galbraith rechaza enfáticamente la idea de que la posición griega fuera confusa:
“Yo creo que los europeos quieren pretender que es confusa, pero la confusión existe sólo en sus propias mentes, no en la posición griega.”

Para Varoufakis y Galbraith, el politiqueo mezquino se atraviesa en el camino de la sensatez económica:
“Los jugadores institucionales –el FMI, la Comisión Europea y el BCE— han sido constructivos. Pero los acreedores, los jugadores activos, son los ministros de finanzas, y estos están divididos y son hostiles”

El campo de los que se oponían radicalmente incluía a España, Portugal y Finlandia:
“Sus dirigentes políticos se enfrentan a procesos electorales y a una oposición creciente. Están aterrorizados ante la perspectiva de que sus respectivas oposiciones políticas saquen ventaja de la posición griega.”

Así pues, la supervivencia política en el cargo significa para ellos mucho más que la salvación de la Eurozona.

Para romper el impasse se precisará con toda probabilidad de la intervención del único dirigente lo suficientemente poderoso como para desbaratar estas maniobras de la politiquería: Angela Merkel.

En todo este tremendo lío, la admiración de Galbraith por su amigo Varoufakis no ha hecho más que crecer. Aun cuando muchos dicen que el heterodoxo armario ropero y las declaraciones provocativas de Varoufakis –observando, por ejemplo, que el acuerdo de reformas era el equivalente financiero de la tortura del “submarino”— generan la hostilidad del establishment financiero europeo, Galbraith dice, al contrario, que los ministros de finanzas deberían darle la bienvenida como ave rara que se atreve a decir la verdad y nada más que la verdad:
“Su honradez intelectual, su claridad mental, su erudición, son cosas completamente insólitas en los círculos europeos. Yo estoy seguro de que, cuando se enfrentan a él por vez primera, deben de experimentar una especie de shock.”

Como ejemplo de la honradez sin tacha de Varoufakis, cita la observación de su amigo, según la cual, entre todos aquellos con quienes ha venido negociando, Schäuble, su más duro antagonista, sería “el único en el que habría encontrado cierta substancia intelectual”.

Tras las deprimentes experiencias en Bruselas, Galbraith encontró en Atenas un ambiente exultante:
“Hace entre tres y seis meses, Atenas resultaba de todo punto deprimente. Ahora se ha operado un cambio radical de humor; el sentido del orgullo ha sido restaurado.”

Y nadie simboliza mejor ese nuevo optimismo que Varoufakis:
“Caminábamos juntos desde el Ministerio hasta el Parlamento. ¡Toda una experiencia! Gentes que iban en sus coches, bajaban ventanillas para estrecharle la mano, los conductores de autobuses paraban para saludarle, anda rodeado de chiquillos por las calles.”

Varoufakis se detuvo incluso cinco minutos para apoyar cálidamente, mano en codo, a una señora de la limpieza en busca de trabajo:
“Es una estrella tan popular como el propio Alexis Tsipras.”

¿Conseguirá Varoufakis mantener a Grecia en el euro, pero al precio de dejar caer el programa de crecimiento que llevó a este gobierno de izquierda al poder? Galbraith:
“Eso es imposible. Él va montado en su moto de gran cilindrada y es un buen conductor. Aceptó su cargo con rechinar de dientes. Lo que quería era poner en práctica sus ideas.”

Los ministerios europeos de finanzas nunca han conocido nada igual a Varoufakis. Y Merkel tendrá que decidir en los próximos días si entrar en compromisos con alguien considerado tan radical y transgresor es realmente una opción para ella. Lo que anda en juego es el futuro del euro.
Shawn Tully. www.sinpermiso.info
James K. Galbraith es profesor de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas (Austin). Entre sus últimos libros, Inequality and Instability: A Study of the World Economy Just Before the Great Crisis (2012) y The End of Normal: The Great Crisis and the Future of Growth (2014). Es coautor con Yanis Varoufakis y Stuart Holland de la Modesta Proposición para la salida de la crisis de la Eurozona (2013).

Lo que no se dice sobre las negociaciones de Europa con la Grecia de Syriza

Las fuerzas conservadoras y neoliberales que gobiernan la gran mayoría de las instituciones políticas europeas (el Consejo Europeo, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Parlamento Europeo) desean con toda intensidad el fracaso del gobierno Syriza en Grecia, utilizando todos los medios para impedir que se terminen las políticas de austeridad, deseando mantener las políticas que han creado un enorme desastre social. De conseguir aplicar sus políticas alternativas, el gobierno Syriza en Grecia podría mostrar la gran falsedad, ineficacia e incluso maldad de las políticas impuestas a las clases populares de Grecia y de los otros países de la Eurozona, con la complicidad y apoyo proveídos por las élites conservadoras y neoliberales gobernantes en cada uno de estos países. Existe una alianza de clases a lo largo de la Eurozona en la que los instrumentos políticos de las clases dominantes están imponiendo unas políticas carentes de mandato popular que están causando un enorme drama humano que alcanza sus mayores dimensiones en Grecia, pero también en España, en Portugal y en Irlanda.

Es importante subrayar que los mayores defensores de las políticas de austeridad lideradas por el gobierno alemán han sido precisamente los gobiernos conservadores-neoliberales de estos países –como el gobierno PP en España- donde estas políticas han tenido un impacto devastador. Y como consecuencia de la enorme influencia de los mayores grupos económicos y financieros existentes en cada país, así como la que sus sectores sociales con mayor peso económico y social tienen sobre sus mayores medios de información y persuasión, hemos leído y/o visto un reportaje en tales medios enormemente sesgado en contra del gobierno Syriza en sus negociaciones con el Eurogrupo. Se ha referido al gobierno de Syriza constantemente como “poco serio”, “demagógico” (y una larga retahíla de insultos más) que, resultado de su supuesta inmadurez, han terminado con un gran fracaso. Tanto el director de La Razón, el Sr. Francisco Marhuenda, abogado del gobierno Rajoy, como el economista del PSOE, asesor del Sr. Zapatero y economista primero de El País, el Sr. José Carlos Díez, coincidieron en esta lectura promovida activamente por el establishment mediático del país.

Lo que no se publicó en España
En esta avalancha mediática, que ha alcanzado una de las máximas expresiones en España (uno de los países con menor diversidad ideológica en los medios) se han ocultado varios hechos, que muestran una realidad distinta, ocultada o ignorada por estos medios. Una consecuencia de lo ocurrido es el hecho mostrando con toda claridad el dominio del Eurogrupo y del BCE (y, en menor grado, de la Comisión Europea) por parte del gobierno alemán, un dominio, sin embargo, que no es equivalente a omnipotencia. El gobierno alemán ha aparecido claramente como el centro dominante de la vida económica, financiera y política de la Eurozona, con la clara sumisión de los otros gobiernos, incluidos los que se definen a sí mismos como socialdemócratas. La publicación por parte del gobierno griego de algunas de las declaraciones (en privado) de apoyo a sus propuestas por parte de representantes de estos gobiernos (como el italiano y el francés) contrastó con el comportamiento público de estos representantes, mostrando la incoherencia de tales partidos gobernantes. La estrategia del gobierno griego ha permitido definir los bandos en los que se configura Europa, esta Europa hoy poco representativa de las clases populares de los países de la Eurozona, y que está perdiendo la legitimidad y atracción que tuvo en su momento.

Ahora bien, es importante subrayar que, como dice Mark Weisbrott en un comunicado reciente (Press Release, Center for Economic Policy Research, Washington, 20.02.15) a pesar de esta hostilidad del establishment neoliberal europeo, el gobierno griego ha permanecido sereno, sin estridencias, presentando los datos que muestran el enorme daño de la políticas de austeridad en su pueblo, recurriendo en su argumentario a los valores que teóricamente Europa defiende como suyos, la democracia, el Estado del Bienestar y la justicia social, señalando la hipocresía de este establishment. Y, a pesar del enorme control de los medios –que alcanza dosis abusivas en España- la población europea ha podido captar la justicia de su causa, creando gran simpatía popular hacia los argumentos utilizados por Syriza, incluso por cierto, en Alemania, donde el porcentaje de la población alemana que deseaba expulsar a Grecia del euro ha pasado de ser mayoría a ser minoría. Ha sido este cambio que explica que incluso el Presidente de la Comisión reconociera en sus declaraciones que se ha hecho una gran injusticia al pueblo griego. Ello es un indicador del valor democrático y moral de las propuestas de Syriza, que han movilizado al pueblo griego en apoyo de su gobierno.

Las victorias de Syriza
Ha sido esta movilización popular, dentro y fuera de Grecia, lo que explica las divisiones del propio Eurogrupo que Syriza supo utilizar. Y consiguió grandes concesiones del Eurogrupo, ocultadas en la avalancha neoliberal mediática. Como señala James K. Galbraith (“Reading the Greek Deal Correctly”, Social Europe Journal), las concesiones (victorias de Syriza) incluyen:

1. El documento final separa la transferencia de fondos de las condiciones, aceptando algunas (que Syriza también consideraba justas) y rechazando otras. Es lo que en lenguaje mediático se refirió la aceptación del 70% de lo acordado con el gobierno griego anterior, y rechazo del 30%. Aceptación eran, por ejemplo, las medidas antifraude. Rechazo era la reducción de las pensiones y otras medidas que eran continuistas de las políticas de austeridad. En realidad, todas las medidas explícitas de austeridad que estaban en el documento firmado por el gobierno anterior fueron rechazadas, sustituidas por una ambigüedad (aceptada por la Comisión Europea) que permitía una flexibilidad de interpretación que no se permitía antes.

2. Se consiguió revertir la mayoría de medidas antisindicales que contribuyeron al deterioro del mercado laboral, aceptando el incremento del salario mínimo (retrasándose hasta septiembre su aplicación).

3. Se recuperó el concepto de soberanía, de manera que las políticas domésticas se asignaban al gobierno griego siempre y cuando fueran aprobadas por el marco definido por los límites de fiscalidad marcados por la Troika, redefinida como instituciones separadas, cuya autoridad quedaba delegada del Eurogrupo y de la Comisión y no como grupo de supervisores. Este cambio es más que semántico.

4. Una cesión clave fue que al gobierno griego no se le imponía el objetivo de alcanzar un 4,5% de superávit primario (lo cual le hubiera prohibido poder terminar con las políticas de austeridad), sin especificar un objetivo, permitiéndole que alcanzara el deseado por Syriza, el 1,5%.

5. Un mejoramiento del pago de la deuda, en los plazos y en los intereses, a desarrollar en posteriores negociaciones. En realidad, la negociación mayor es la venidera. Es cierto que no se consiguió la quita de parte de la deuda, pero no excluye la posibilidad de que se establezca una renegociación a nivel de Europa del problema de la deuda pública, que ha alcanzado unas dimensiones excesivas, consecuencia de los rescates bancarios que beneficiaron a unos pocos a costa de la mayoría de las clases populares.

En resumidas cuentas, Syriza ha iniciado un proceso de redefinición de Europa, con una enorme movilización popular en su país, en apoyo de esta redefinición. Y el gran pánico de la estructura de poder europea es de que el próximo paso en esta lucha se de en España. De ahí que las victorias de Syriza son también victorias de los pueblos de Europa. Estas victorias fueron las concesiones que detallo anteriormente.

Naturalmente que eran concesiones dentro de un marco que viene definido por su permanencia en el euro, gobernado por las derechas neoliberales y socioliberales. Pero Syriza escogió presentarse como defensor de Grecia y de Europa, intentando iniciar un proceso de transformación de esta Europa. Se podría criticar a Syriza por no haber tenido preparado un plan B, que hubiera sido la salida del euro. Pero esta crítica ignora que la mayoría del pueblo griego quiere permanecer en el euro. Puede que cambie y la lección didáctica a la cual me refería al principio del artículo sea un paso en la dirección de cambiar el deseo de permanencia. Pero el gran dato de las negociaciones es que, a pesar del enorme desequilibrio de fuerzas, la movilización de un pueblo en apoyo de las demandas justas de su gobierno puede conseguir victorias en un proceso en el cual solo hemos visto el inicio de una larga lucha, pues es ahora cuando la parte difícil comienza. Ceder y caer en un desánimo es lo que la reacción desea. Lo que ha ocurrido en Grecia muestra que cuando la población se mueve, se pueden ganar batallas. Y también muestra la falsedad de los argumentos utilizados por los gobiernos Zapatero y Rajoy (y Mas en Catalunya) de que no hay alternativas. Incluso en un caso extremo, como el de Grecia, con un gran desequilibrio de fuerzas, se pueden desarrollar otras propuestas.
Vicenç Navarro. Público.es
Vicenç Navarro es Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía Aplicada, Universidad de Barcelona
Fuente:
http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2015/02/25/lo-que-no-se-dice-sobre-las-negociaciones-con-syriza/

jueves, 19 de febrero de 2015

Mi gran deuda griega

Oigo en la tele que mi parte en la deuda griega, lo que ese bello país me debe como español, es de unos 1.000 euros. Puesto que me asignan ese papel de acreedor, quisiera sugerir cómo deseo que se me devuelva lo prestado. Ya anticipo que no tengo nociones de economía (¡afortunadamente!), pero creo que me sobra sensatez: todos hemos prestado cantidades semejantes a un hermano o a un amigo que lo necesitaba, o nos lo han prestado a nosotros. Cuando mi hermano está en semejante situación y le es imposible devolverme los 1.000 euros, no quiero que viva miserablemente ni le pido que se haga el haraquiri, tan solo que modere ciertos gastos (no en sustento, calefacción, ropa o material escolar) y que me entregue lo que pueda cuando pueda. Con el tiempo ni siquiera me acordaré de aquella deuda, y tan amigos. Pero también puedo ponérselo fácil recuperando lo prestado en forma de servicios: si mi hermano tiene un bar y me hace buen descuento en las consumiciones, podré recuperar poco a poco lo adeudado sin quebranto de lo mío y con estímulo de su medio de vida. 

Cuando era más ingenuo creía que la Unión Europea era una hermandad de naciones libres, unidas por los derechos sociales y la democracia, ese invento griego que cada día pervierten nuestros políticos. Como acreedor de esa miserable cantidad, exijo que se trate a Grecia como a mi hermano de sangre: ¿de verdad no es posible dejar que los griegos paguen poco a poco, sine die, y sin obligarlos a vivir en la miseria, o bien olvidar alguna vez parte de lo prestado, o dejar que nos hagan buenos precios por disfrutar de sus playas y monumentos como parte del reintegro de esa deuda? ¡Pues claro que se puede, Frau Merkel!—
 Segovia 14 FEB 2015.
P. D.: El préstamo no se ha hecho al pueblo griego, sino a los bancos griegos, como en España, para que no dejen de pagar los prestamos concedidos por los bancos alemanes, entre otros. Y todo ello sin consultarnos y responsabilizando al pueblo español de los pagos. ¿Es eso un ejercicio de democracia? ¿No hay responsables de esa deuda en Grecia y España?

jueves, 12 de febrero de 2015

Un relato griego sobre moralidad. Si Europa dice “no” a los votantes, está afirmando que la democracia no sirve para nada

Cuando la crisis del euro comenzó hace media década, los economistas keynesianos predijeron que la austeridad que se imponía a Grecia y a los demás países en crisis sería un fracaso. Predijeron que la austeridad ahogaría el crecimiento y aumentaría el desempleo —y que incluso fracasaría en su propósito de reducir la relación deuda-PIB—. Otros economistas, en la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, y en algunas universidades; hablaron de contracciones expansivas. Incluso el Fondo Monetario Internacional sostuvo que las contracciones, como por ejemplo los recortes en el gasto público, eran solamente eso, políticas contractivas.

Nosotros casi ya no necesitábamos de pruebas adicionales. La austeridad había fallado de manera repetitiva: desde cuando se la usó hace ya bastante tiempo atrás durante la administración del presidente estadounidense Herbert Hoover —en dicha ocasión, la austeridad convirtió un desplome del mercado bursátil en la Gran Depresión— hasta cuando se la impuso en la forma de “programas” del FMI implementados en Asia Oriental y en América Latina durante las últimas décadas. Y, a pesar de todo, cuando Grecia se metió en problemas, de nuevo se intentó usarla.

En su gran mayoría, Grecia siguió las medidas dictadas por la troika (la Comisión Europea, el BCE y el FMI): convirtió un déficit presupuestario primario en un superávit primario. Sin embargo y de manera previsible la contracción del gasto público ha sido devastadora: 25% de desempleo, una caída del 22% en el PIB desde el año 2009, y un aumento del 35% en la relación deuda-PIB. Y ahora, con la abrumadora victoria en las elecciones de Syriza, el partido anti-austeridad, los votantes griegos han declarado que se hartaron de la situación.

Entonces, ¿qué se debe hacer? En primer lugar, seamos claros: se podría culpar a Grecia por sus problemas si fuese el único país donde la medicina de la troika hubiese sido un completo y triste fracaso. Sin embargo, España tenía un superávit y un ratio bajo de deuda antes de la crisis y también acabó en una depresión. No es tan necesaria una reforma estructural dentro de Grecia y España, en comparación con lo necesaria que sí es una reforma estructural en el diseño de la eurozona y un replanteamiento de los fundamentos de los marcos de políticas que han llevado al mal desempeño de la unión monetaria.

Grecia también nos ha recordado una vez más la magnitud de la necesidad que tiene el mundo de contar con un marco de reestructuración de la deuda. La deuda excesiva no causó solamente la crisis del año 2008, sino que también causó la crisis del Este de Asia en la década de 1990 y la crisis de América Latina en la década de 1980. En la actualidad, continúa causando sufrimientos indecibles en EE UU, donde millones de propietarios de viviendas han perdido sus hogares y, en la actualidad, la deuda amenaza a millones más de personas en Polonia y en otros lugares a consecuencia de que dichas personas pactaron préstamos en francos suizos.

Si se toma en cuenta la cantidad de angustia que provoca la deuda excesiva, uno podría preguntarse por qué las personas y los países se han puesto, repetidamente, en dicha situación. Al fin de cuentas, esas deudas son contratos —es decir, son acuerdos voluntarios—, así que los acreedores son tan responsables de dichas deudas como lo son los deudores. De hecho, podría decirse que los acreedores son aún más responsables: por lo general, estos acreedores son instituciones financieras sofisticadas, mientras que los prestatarios con frecuencia están en mucha menor sintonía con las vicisitudes del mercado y los riesgos asociados a los diferentes acuerdos contractuales. De hecho, sabemos que los bancos estadounidenses en realidad se aprovechaban de sus prestatarios, usufructuando su falta de sofisticación financiera.

Cada país (avanzado) se ha dado cuenta de que para hacer funcionar el capitalismo se requiere otorgar a las personas un nuevo comienzo. Las prisiones de deudores del siglo XIX fueron un fracaso —por inhumanas y porque realmente no ayudaban a garantizar el pago. Lo que sí ayudó fue brindar mejores incentivos para que realicen buenos créditos. Esto se logró al hacer que los acreedores fuesen más responsables de las consecuencias de sus decisiones.

A nivel internacional, todavía no hemos creado un proceso ordenado para otorgar a los países un nuevo comienzo. Incluso desde antes de la crisis de 2008, las Naciones Unidas, con el apoyo de casi todos los países en desarrollo y emergentes, ha estado tratando de crear un marco de este tipo. Pero EE UU se ha opuesto rotundamente; tal vez quiere volver a instituir las prisiones de deudores para encarcelar a las autoridades de los países excesivamente endeudados (si es así, puede que se estén desocupando espacios en la base de Guantánamo). La idea de restablecer las prisiones de deudores puede parecer descabellada, pero va en sintonía con las actuales ideas sobre riesgo moral y responsabilidad. Existe el temor de que si a Grecia se le permite reestructurar su deuda, dicho país simplemente se meterá nuevamente en problemas, al igual que ocurrirá con otros.

Dichos temores son un disparate. ¿Alguien en su sano juicio cree que algún país estaría dispuesto a atravesar voluntariamente lo que Grecia ha tenido que atravesar, sólo con el objetivo de conseguir ventajas de sus acreedores? Si existiese un riesgo moral, dicho riesgo estaría relacionado a los prestamistas —sobre todo a aquellos en el sector privado— quienes han sido rescatados en repetidas ocasiones. Si Europa ha permitido que estas deudas se desplacen desde el sector privado al sector público —un patrón bien establecido durante el último medio siglo— es Europa, no Grecia, la que debe soportar las consecuencias. De hecho, la difícil situación actual de Grecia, incluyéndose el enorme aumento del ratio de deuda, se debe en gran parte a los programas mal guiados que la troika ha impuesto a este país.

Por lo tanto, lo que es “inmoral” no es la reestructuración de la deuda, sino la ausencia de dicha reestructuración. No hay nada particularmente especial en lo que se refiere a los dilemas que Grecia enfrenta hoy en día; muchos países han estado en la misma posición. Lo que hace que los problemas de Grecia sean más difícil de abordar es la estructura de la eurozona: la unión monetaria implica que los Estados miembros no pueden devaluar su moneda con el objetivo de salir de sus problemas; sin embargo, el mínimo de solidaridad europea que debe acompañar a esta pérdida de flexibilidad en cuanto a la aplicación de políticas simplemente no está presente.

Hace 70 años, al final de la Segunda Mundial, los Aliados reconocieron que ellos debían brindar un nuevo comienzo a Alemania. Entendieron que el ascenso de Hitler tuvo mucho que ver con el desempleo (no con la inflación) que sobrevino a consecuencia de que a finales de la Primera Guerra Mundial se impuso más deuda sobre los hombros de Alemania. Los Aliados no tomaron en cuenta la estupidez asociada a la acumulación de dichas deudas, ni tampoco hablaron sobre los costos que Alemania había impuesto sobre los hombros de los demás. En cambio, no sólo perdonaron las deudas; en los hechos, los Aliados proporcionaron ayuda, y las tropas Aliadas estacionadas en Alemania proporcionaron un estímulo fiscal adicional.

Cuando las empresas entran en quiebra, un canje de deuda por acciones es una solución justa y eficiente. El enfoque análogo para Grecia es convertir sus bonos actuales en bonos vinculados con el PIB. Si a Grecia le va bien, sus acreedores recibirán más del dinero que invirtieron; si no le va bien, recibirán menos. Ambas partes tendrían un incentivo poderoso para aplicar políticas que favorezcan el crecimiento.

Rara vez las elecciones democráticas dan un mensaje tan claro como el que se dio en Grecia. Si Europa le dice no a la demanda de los votantes griegos en cuanto a un cambio de rumbo, está diciendo que la democracia no es de importancia, al menos cuando se trata de asuntos económicos. ¿Por qué simplemente no se anula la democracia, tal como lo hizo Terranova de forma efectiva cuando entró en suspensión de pagos antes de la Segunda Guerra Mundial?

Se tiene la esperanza de que prevalezcan quienes entienden de asuntos económicos relacionados con la deuda y la austeridad, y que también lo hagan aquellos quienes creen en la democracia y los valores humanos. Aún está por verse si serán ellos quienes prevalecerán.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, es profesor universitario en la Universidad de Columbia.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/02/06/actualidad/1423218521_538836.html

miércoles, 11 de febrero de 2015

Cambiar ‘hombres de negro’ por historiadores. Lo importante no es calcular la deuda, sino las fuerzas que se desencadenan sin nadie pretenderlo

Filósofos e historiadores aconsejan vivamente abandonar la idea de que hay algo liberador en las experiencias extremas, la creencia de que esas situaciones permiten ver la auténtica realidad o verdad. Olvídense, advierte, preocupado, Slavoj Zizek: esa idea lo que suele llevar dentro es el terror.

Así que hagamos caso a filósofos e historiadores y pensemos cómo alejar a Europa de situaciones extremas, cómo impedir que nuestros técnicos, expertos y economistas vuelvan a calcular mal y a lanzarnos alegremente a esas auténticas verdades que tanto les satisfacen. No es posible renegociar deudas, no entra en nuestros cálculos. Quizás, pero lo realmente importante no es eso, sino si esos expertos son capaces de calcular bien lo que son las dinámicas políticas o si están en las nubes numéricas y no saben nada de cómo se complica la historia, de cómo los movimientos producen fuerzas, de la facilidad con la que se malinterpreta lo que el otro piensa y el conjunto de fuerzas que se desencadena sin que nadie lo espere. De lo fácil, y lo estúpido, que es malinterpretar la dinámica griega y pensar que basta con asustarles un poco. De lo torpe y peligroso que puede resultar hacer caso a los presuntuosos técnicos que creen que no pasaría nada si Grecia saliera del euro, porque ahora sí que es perfectamente posible evitar el contagio a otros países.

Un estudio publicado este año en Estados Unidos demuestra que hasta fines de los setenta las menciones a historiadores y a economistas en los medios de comunicación americanos estaban más o menos empatadas. Incluso se sacaban a relucir citas de psicólogos, sociólogos, antropólogos y demógrafos. Pero en los años ochenta del siglo pasado las cosas empezaron a torcerse y para 2011 las diferencias eran ya abismales. Los economistas barrían y los pobres historiadores casi desaparecían.

Afortunadamente, en los últimos tiempos parece que algunos economistas empiezan a fijarse en los historiadores. Lo hace Thomas Piketty, pero también Kenneth Rogoff, que es catedrático de Economía y de Políticas Públicas en la Universidad de Harvard. Rogoff está empeñado en pedir un plan B para Grecia, una idea que parece sacada de los libros de historia de entreguerras. Rogoff, en un artículo publicado en Project Syndicate, insiste en que no se puede ignorar el significado de la victoria de Syriza y mucho menos olvidar que Estados Unidos creyó que no pasaba nada por dejar que cayera Bear Stearns y pocos meses después tenía entre manos la segunda Gran Depresión.

Mejor que sean políticos versados en historia quienes negocien tanto en Grecia como en la Unión Europea. Tiene razón Alexis Tsipras en negarse a negociar con la troika y en pedir hablar directamente con los jefes de Gobierno (algo que, por lo que parece, iba a suceder de todas formas porque el FMI ya no tiene tantas ganas de protagonismo europeo). La troika (técnicos del FMI, BCE y Comisión Europea), con sus hombres de negro, ha actuado, escribe Der Spiegel, como una especie de barrera entre las decisiones de la Unión Europea y los efectos, demoledores, de esas políticas. Mejor que hablen directamente personas que valoren la importancia de no colocar a nadie ante experiencias extremas y que sepan a qué se refiere Yanis Varufakis, el ministro griego de Finanzas, cuando recuerda que cuando regresa a su casa, tras las rondas de fracasadas negociaciones, se encuentra con un partido nazi que es la tercera fuerza política en su país.

Rogoff comprende que también hay que saber calcular la fuerza de las razones y de la intransigencia de los alemanes, pero, tomando en cuenta todo, le parece más sensato preparar un plan B que incluya concesiones para la parte más débil. Y los más débiles, como es evidente, son los griegos. Lamentablemente, no parecen vislumbrarse, por el momento, las alternativas. Más bien centellea en el aire el látigo del Banco Central Europeo, con un Mario Draghi que, a la hora de la verdad, parece dispuesto a demostrar a Alemania, en la espalda de Atenas, que su decisión de comprar bonos soberanos no es un símbolo de ablandamiento. ¿Y qué mejor demostración que golpear duro a los atenienses?
 8 FEB 2015 
http://elpais.com/elpais/2015/02/06/opinion/1423240352_721637.html

lunes, 9 de febrero de 2015

La esperanza griega. Fecha límite, coacción y ultimatums significa que Europa ha tomado la decisión de impedir un debate real y dinamitar las conversaciones desde un principio.

Hace 54 años, en su discurso inaugural como presidente, el presidente John F. Kennedy declaró: "No negociemos nunca partiendo del miedo. Pero no tengamos nunca miedo de negociar". No eran las frases más elevadas de aquel breve discurso, pero estaban entre las más importantes. Pues le mostraban a la Unión Soviética, de forma deliberada e inequívoca, que podría concluirse la Guerra Fría sin llegar a una conflagración y que el mundo no tiene que vivir siempre entre bravuconerías y amenazas ni bajo la sombra de la guerra nuclear.

Hoy se enfrenta Europa a negociaciones sobre la deuda y la depresión. Por un lado estará el joven gobierno de Grecia. Del otro, los poderes financieros de Europa y del mundo. Hoy, como entonces, no puede esquivarse la cuestión del miedo.

Los poderes europeos se guardan tres bazas para cuando empiecen las negociaciones. En primer lugar, Grecia tiene deudas que vencen este año y que no puede pagar. En segundo lugar, los bancos griegos dependen de la provisión urgente de liquidez del Banco Central Europeo, que se les podría retirar. En tercer lugar, la flexibilización cuantitativa le otorga al BCE una manera nueva de aislar al resto de Europa de las agonías de Grecia. Si Europa quisiera, estas bazas pueden utilizarse para aplicar una política de amenazas, con el fin de mantener la austeridad, los desahucios y la penuria de Grecia.

Se huelen las amenazas. El diario The Daily Telegraph resumió la reunión de ministros de finanzas de la UE el 26 de enero: "La eurozona ha descartado el perdón de la deuda a Grecia y ha advertido de que su nuevo gobierno de coalición antiausteridad debe cumplir todos los acuerdos del pasado…" El portavoz del gobierno alemán, Steffen Seibert, declaró ante los oligarcas de Davos que Grecia debe "tomar medidas para que continúe la recuperación económica". Y eso significa "respetar sus compromisos anteriores y que el nuevo gobierno quede vinculado por los logros de la reforma". O, como dijo el ministro alemán de Finanzas en diciembre pasado: "Unas nuevas elecciones no cambian nada".

Para los griegos, estos comentarios deben de ser una broma cruel: ¿Qué recuperación económica? ¿Qué logros? Si las elecciones no cambian nada, ¿para qué molestarse en celebrarlas? Y, por supuesto, la premisa de que han de "respetar sus compromisos anteriores" no es más que terquedad dogmática. Lo que Syriza puso de manifiesto, sobre todo, es lo incontestable de que tienen que cambiar esas fracasadas medidas políticas.

El primer ministro británico, David Cameron, resumió el punto de vista griego con velada ironía británica: "Lo que las elecciones griegas mostrarán también es que hay algunas señales de aviso en la economía global, eurozona incluida". Bueno, sí. Cuando fracasan las medidas políticas, entra en declive la economía. Los griegos no son los únicos en contemplar al fracaso delante de sus ojos.

Tal como informaba el Telegraph, hay dos cuestiones: los acuerdos y la deuda. Respecto a la primera, Grecia propone hoy recuperar el rumbo de su destino. Se ha probado el experimento de control de la Troika. Y conocemos los resultados. Se promulgarán nuevas medidas políticas destinadas a ayudar a los indigentes y a los más vulnerables, a estabilizar la economía y a fomentar la recuperación. El pasado historial de Grecia no es bueno, eso no lo discute nadie. Pero el severo diktat que vino a continuación ha sido un desastre.

La cuestión detrás de la quita es solo parcialmente una cuestión de recursos. La alternativa de "prolongar y fingir" resulta, al fin y al cabo, una forma de transferencia fiscal. El problema estriba en que la práctica amontona deuda sobre deuda, y esta es la palanca que mantiene al país tutelado, siempre en situación de mendigar. Una quita es el medio de volver a la autonomía de la política. La forma y las condiciones precisas son, en parte, aquello de lo que trata la negociación.

Unas conversaciones con pronta fecha límite, coacción y ultimatums probablemente significaría que Europa ha tomado la decisión de impedir un debate real y dinamitar las conversaciones desde un principio. Si la decisión es ésa, entonces el peso de la Historia caerá sobre quienes la tomaron, incluyendo el caos que pueda derivarse de ello.

¿Qué capacidad de maniobra tiene Grecia? Evidentemente, no mucha; las armas pesadas están del otro lado. Pero hay algo. El primer ministro Tsipras y su equipo pueden presentar su defensa de la razón sin amenazas de ninguna clase. En ese caso, el gesto correcto y moral por la otra parte consistiría en desechar sus tres bazas y, por encima de todo, dejar espacio fiscal y garantizar la estabilidad financiera griega mientras se llevan a cabo las conversaciones.

Si es esto lo que ocurre, pueden seguir adelante las negociaciones formales. Sobre esta cuestión, los comentarios de la canciller Merkel han sido de lo más suaves. Posiblemente entienda que las opciones determinarán –muy pronto– el futuro de Europa.

En esta situación valen las dos partes del pronunciamiento de Kennedy, bosquejado, por cierto, para él por mi padre. No se debe forzar a que Grecia negocie con miedo. Y Europa, por su parte, no debe tener miedo a negociar, con tranquilidad, sin bravatas ni amenazas, de buena fe.
James K. Galbraith
Social Europe Journal
James K. Galbraith es profesor de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas (Austin). Entre sus últimos libros, Inequality and Instability: A Study of the World Economy Just Before the Great Crisis (2012) y The End of Normal: The Great Crisis and the Future of Growth (2014). Es coautor con Yanis Varoufakis y Stuart Holland de la Modesta Proposición para la salida de la crisis de la Eurozona.
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7707

lunes, 2 de febrero de 2015

Grecia pone a prueba a Europa. Para poder hacer lo correcto, el continente debe dejar de sustituir análisis por moralización

En los cinco años que han transcurrido desde que empezó la crisis del euro, la lucidez ha escaseado considerablemente. Pero esa falta de claridad tiene que acabar ya. Los últimos acontecimientos de Grecia suponen un desafío crucial para Europa: ¿es capaz de dejar atrás los mitos y la moralización, y afrontar la realidad de una forma que respete los valores esenciales del continente? En caso contrario, todo el proyecto europeo -el intento de consolidar la paz y la democracia mediante una prosperidad compartida- sufrirá un golpe terrible, tal vez mortal.

Hablemos primero de esos mitos: mucha gente parece creer que los préstamos que Atenas ha recibido desde que estalló la crisis han servido para financiar el gasto griego.

La realidad, sin embargo, es que la inmensa mayoría del dinero prestado a Grecia se ha utilizado simplemente para pagar los intereses y el principal de la deuda. De hecho, a lo largo de los dos últimos años, una cantidad superior al total enviado a Grecia se ha reciclado de esta manera: el Gobierno griego obtiene más ingresos que lo que gasta en cosas que no son intereses, y entrega los fondos adicionales a sus acreedores.

O, por simplificar las cosas un poco más de la cuenta, se podría pensar que la política europea supone un rescate económico no para Grecia, sino para los bancos de los países acreedores, y que el Gobierno griego simplemente actúa como intermediario (mientras que a los ciudadanos griegos, que han visto caer en picado su nivel de vida, se les exige que hagan aún más sacrificios para que ellos también puedan aportar fondos a ese rescate).

Una manera de ver las exigencias del recién elegido Gobierno griego es que este quiere que se reduzca la cuantía de esa aportación. Nadie habla de que Grecia gaste más de lo que ingresa; lo único que se discute es la posibilidad de gastar menos en intereses y más en cosas como la sanidad y las ayudas a los indigentes. Y al hacerlo, la consecuencia añadida sería que se reduciría enormemente la tasa de paro griega, del 25 %.

¿Pero no tiene Grecia la obligación de pagar las deudas que su propio Gobierno decidió contraer? Ahí es donde entra en juego la moralización.

Es cierto que Grecia (o, para ser más exacto, el Gobierno de centroderecha que gobernó el país entre 2004 y 2009) tomó prestadas de manera voluntaria unas sumas enormes de dinero. Sin embargo, también es verdad que los bancos de Alemania y del resto del mundo le prestaron a Grecia todo ese dinero de manera voluntaria. En condiciones normales, sería de esperar que las dos partes responsables de ese error de juicio pagasen por él. Pero las entidades crediticias privadas han sido, en gran medida, rescatadas (a pesar del “recorte” de sus demandas en 2012). Mientras tanto, se espera que Grecia siga pagando.

Ahora bien, la verdad es que nadie cree que Grecia pueda pagar todo lo que debe. De modo que ¿por qué no admitir esa realidad y reducir los pagos hasta un nivel que no imponga a los ciudadanos un sufrimiento eterno? ¿Acaso el objetivo es que Grecia sirva de ejemplo para otros prestatarios? Si es así, ¿cómo se compatibiliza eso con los valores de la que, supuestamente, es una comunidad de países democráticos y soberanos?

La pregunta sobre los valores cobra aún más fuerza cuando se tiene en cuenta la razón por la que los acreedores de Grecia siguen teniendo poder. Si se tratase solo de un problema de financiación pública, Grecia podría declararse en quiebra sin más; no se le concederían más préstamos, pero también dejaría de pagar las deudas que ahora tiene y su liquidez mejoraría claramente.

El problema de Grecia, sin embargo, es la fragilidad de sus bancos, que actualmente (como los bancos de toda la eurozona) tienen acceso al crédito del Banco Central Europeo. Si se cierra ese crédito, el sistema bancario griego probablemente se vendría abajo en medio del pánico bancario. Por tanto, mientras siga en el euro, Grecia necesita de la buena voluntad del banco central, que a su vez depende de la actitud de Alemania y otros países acreedores.

Pero piensen en la forma en que eso influye en la negociación de la deuda. ¿De verdad está Alemania dispuesta a decirle a otra democracia europea comunitaria: “Paga, o destruiremos tu sistema bancario”?

Y piensen en lo que pasaría si el nuevo Gobierno griego —que, después de todo, ha sido elegido por prometer que va a acabar con la austeridad— no diese su brazo a torcer. Es muy probable que ese camino condujese a una salida forzada de Grecia del euro, con consecuencias económicas y políticas que podrían ser desastrosas para Europa en su conjunto.

Desde un punto de vista objetivo, resolver esta situación no debería ser difícil. Aunque nadie lo sepa, el hecho es que Grecia ha avanzado mucho en la recuperación de su competitividad; los sueldos y los costes han caído en picado, de modo que, en estos momentos, la austeridad es el principal lastre que tiene la economía. Así que lo que hace falta es sencillo: dejar que Grecia tenga unos superávits más pequeños, pero aun así positivos, lo cual mitigaría el sufrimiento griego y permitiría al nuevo Gobierno proclamar su éxito, con lo que se aplacarían las fuerzas antidemocráticas que aguardan entre bastidores. Entretanto, el coste para los contribuyentes de los países acreedores —que nunca van a recuperar el importe total de la deuda— sería mínimo.

Sin embargo, para poder hacer lo correcto sería necesario que otros europeos, los alemanes en concreto, se olvidasen de los mitos egoístas y dejasen de sustituir el análisis por la moralización.

¿Podrán hacerlo? Pronto lo veremos.
Paul Krugman es premio Nobel de Economía y profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/01/30/actualidad/1422644469_751276.html

sábado, 31 de enero de 2015

El triunfo de Syriza. Primeras reflexiones.

El triunfo de Syriza es, por lo pronto, una gran victoria de la libertad, de la democracia republicana, del sentido común económico y de la dignidad nacional del pueblo griego. Un triunfo frente al miedo esgrimido como único argumento por las amalgamadas fuerzas de la sinrazón económica, el despotismo político corrupto, la prepotencia neocolonial, la xenofobia recrecida y el extremismo antisocial más descarado.

Y es, enseguida, una gran esperanza para todos los pueblos de Europa, muy particularmente de la Europa mediterránea. El cumplimiento mínimo del programa electoral de Syriza exige una renegociación con las autoridades de la UE –y con el BCE— de los términos de su "rescate". Lo que –todo el mundo se percata— no puede sino poner en causa el núcleo mismo de la locura austeritaria procíclica desplegada hasta ahora por esas mismas autoridades y que ha puesto al conjunto de la Unión Europea al borde de la desintegración. La emocionante alocución de Tsipras en la noche de la victoria electoral ha sido un gran discurso de afirmación de la dignidad nacional del pueblo griego, pero también de enfática afirmación de la fraternidad internacionalista. Desde el simbólico Propileo –el lugar de las grandes movilizaciones populares—, ante un masivo público preso de una justificada euforia y rebosante de banderas tricolores republicanas españolas, Bella Ciaos y otros grandes símbolos de la izquierda antifascista internacional, y muy consciente él mismo de las esperanzas que su gran victoria abre a todos los pueblos de Europa, el ya primer ministro griego habló también en calidad de jefe de toda la izquierda democrática continental. Hoy, en efecto, se abre la posibilidad de una época económica y política nueva en el continente.

La victoria de Syriza viene a certificar también –o eso puede empezar a aventurarse ya— una nueva época "ideológica". Para bien y para mal, una nueva época de inclemente dictadura de los hechos objetivos, brutos y desnudos, consiguiente al pinchazo de la enorme burbuja de fantasías ideológicas, eufemismos y "significantes vacíos" de fieros domadores académico-mediáticos de caracoles. En una especie de fuga hacia adelante idealmente negadora de realidades tan palmarias como desagradables, el ilusorio burbujeo de las "modernidades líquidas", las "economías del conocimiento", las "globalizaciones", los "populismos", los "neoliberalismos", las "sociedades de la información", las "biopolíticas", los "postmaterialismos", las "terceras vías", las metafísicas "potencias constituyentes" o las "grandes moderaciones" fue hinchándose en las dos o tres últimas décadas en paralelo al muy real burbujeo financiero del realísimo capitalismo remundializado, contrarreformado, cleptocrático y neorrentista de nuestro tiempo. Los apologéticos soñadores, a derecha e izquierda, de la pesadilla de una nueva Belle Epoque decimonónica "posmoderna" van despertando sobresaltados en medio de la terrible realidad de unos nuevos años 30 del siglo XX: enormes bolsas de pobreza, enorme desigualdad social, creciente polarización social, ominosa destrucción salarial, crecimiento del racismo, la xenofobia, los fundamentalismos religiosos y los pseudonacionalismos étnicos, imperio de la geopolítica descarnada, y –pésimo augurio— patética desorientación de las parlanchinas "elites" políticas e intelectuales tradicionales (a las que les falta ahora hasta la vergüenza torera de Ortega para admitir galanamente que "lo que pasa es que no sabemos lo que pasa".)

Pinchadas, una tras otra, todas las burbujas, lo que se adivina ahora en Europa es esto: con la creciente polarización social inducida por el hundimiento de la economía política que lo hizo posible y vividero, asistimos al colosal hundimiento del sistema de partidos políticos que expresaba políticamente las realidades sociales del capitalismo reformado de posguerra. En el Sur como en el Norte europeos, está seriamente amenazado aquel duopolio de dos grandes partidos de masas (Volksparteien) que competían electoralmente por el "centro". Queda por ver en qué parará ese terremoto del hasta hace poco considerado inamovible duopolio de la representación política. Símbolo donde los haya de su crisis irreversible: Grecia; ayer: nada menos que el actual presidente de la Internacional Socialista, el hasta hace cuatro años todopoderoso señor Papandreu, es ahora el inane capitoste de un grupúsculo extraparlamentario.

Syriza llega al gobierno en una coyuntura relativamente favorable. Cuando resulta evidente para casi todo el mundo –tertulianos y gacetilleros obnubilados aparte— el fracaso de las políticas económicas europeas de consolidación fiscal. Muy pocos días después de que el presidente del BCE, el señor Draghi, haya tenido que salir a la desesperada, a destiempo y con la ridícula "pistolita de agua" de la flexibilización cuantitativa, como ha dicho el gran economista Varoufakis –muy probablemente la principal autoridad intelectual del próximo gobierno de Tsipras—, a tratar de sofocar en solitario, y censurado por las autoridades monetarias alemanas, el pavoroso incendio de la deflación europea.

También resulta ese triunfo muy oportuno en un país, cuyo combativo movimiento obrero y popular, después de 30 huelgas generales –¡que se dice pronto!— y de innumerables marchas y manifestaciones callejeras, comenzaba a dar síntomas evidentes de cansancio y desmoralización. Hay que esperar que el triunfo electoral de Syriza, un partido dotado de gran capilaridad social y notable fuerza sindical organizada, constituido –y madurado— él mismo por la compleja unión de más de una decena de heteróclitos grupos, formaciones y partidos de izquierda, centroizquierda y extrema izquierda, contribuirá también a revigorizar y a dar un nuevo soplo de moral a los movimientos sociales griegos, tanto en su acreditada vertiente de protesta y contestación, cuanto –¡rasgo interesantísimo de la actual experiencia griega!— en su vertiente de cotidiana defensa y afirmación autoorganizada del bienestar y la economía política populares.

Pero también es verdad que Syriza se dispone desde hoy a tomar las riendas del país en pésimas condiciones para un gobierno de izquierdas radicales e insumisas.

Tendrá que hacer frente a un verdadero infierno social heredado de las políticas económicas de la derecha y del PASOK, y empezar a paliar sus efectos más terribles en todos los ámbitos desde el primer momento.

Y también desde el primer momento, tendrá que hacer frente a unas autoridades europeas que oscilarán entre el realismo económico más elemental, que aconseja hacer borrón y cuenta nueva del Memorándum y comenzar a renegociar la quita de la deuda griega –la amenaza de expulsar a Grecia de la Eurozona es un farol de todo punto increíble—, y el temor político a que las mínimas concesiones en esa negociación generen un efecto de entusiasta contagio en todos los países deudores de la periferia europea, y que el ejemplo de Syriza comience a generalizarse, poniendo abrupto fin al económicamente suicida federalismo fiscal autoritario de la actual Unión Europea y acelerando la crisis de los sistemas políticos duopólicos dominantes.

Mención aparte merece el que con toda probabilidad será el principal negociador de Syriza en Francfort, Bruselas y Washington, el amigo y colaborador de SP Yanis Varoufakis, un filomarxista postkeynesiano que goza de gran y merecida reputación académica internacional –también como experto en asuntos europeos— y que es probablemente una de las cabezas política y económicamente más lúcidas de la izquierda mundial. En los peores momentos de la República de Weimar, otro gran economista marxista tuvo que enfrentarse a tareas de gobierno en circunstancias que guardan sorprendentes analogías con la Grecia actual. En la era de la hiperinflación desbocada (1923), fue, en efecto, el competentísimo ministro de finanzas marxista Rudolf Hilferding quien, a diferencia del liberal Schumpeter (ministro de finanzas en Viena), logró encarar el problema y concebir con espectacular –y mal recordado— éxito la brillante idea de yugular la espiral hiperinflacionaria alemana introduciendo aquel "marco-renta" fiduciario que permitió luego la renegociación de la deuda de Weimar con París, Londres y Wall Street. Pero después del crash financiero mundial de 1929, en la siguiente crisis seria (1932), que no fue de hiperinflación, sino todo lo contrario, de deflación, Hilferding fracasó trágicamente. No llegó a comprender el terrible significado de una espiral deflacionaria en la vida económica. Guiado seguramente por prejuicios doctrinales "marxistas" tradicionales, se opuso tenazmente, desde la dirección del Partido Socialdemócrata alemán, al plan del economista jefe de los sindicatos obreros alemanes, Woitinsky, de revivir la agonizante economía alemana con un "programa de coyuntura" consistente en inversiones públicas masivas y enérgicas políticas sociales. Ese plan sindical in extremis –que contaba incluso con el apoyo de una parte del Estado Mayor alemán— fue la última oportunidad de que gozó la República de Weimar para evitar el golpe de Estado de Hitler y Hindenburg en enero de 1933. El gran Hilferding nunca más se recobró de esa aciaga responsabilidad. En lo que hace al protokeynesiano Woitinsky, terminó sus días en el exilio norteamericano como uno de los principales arquitectos del New Deal roosveltiano. Yanis Varoufakis, que no es precisamente un ideólogo doctrinario, y que acaba de presentarse como un científico que discute y delibera como científico, y no como un vulgar politicastro ergotizante, tendrá ahora ante sí una tarea que es relevante también desde el punto de vista de la historia de las ideas económicas: demostrar que un filomarxista postkeynesiano puede enfrentarse con éxito a los demonios de la deflación. Y tal vez el primer paso en esa tarea pase por recordar a las autoridades alemanas –y a toda Europa— que la República de Weimar no cayó por la hiperinflación de 1923, sino, precisamente, por la espiral deflacionaria que no supo dominar en 1932-33.

En cualquier caso, la victoria de Syriza trae consigo varias lecciones sobre la forma de construir hegemonía social, política y espiritual en los martirizados estados de la periferia deudora de la Unión Europea. Sitúa, por lo pronto, con realismo el escenario del enfrentamiento político entre las oligarquías cleptocráticas rentistas y las clases trabajadoras y populares en todo el continente: no hay atajos en el cambio de la correlación de fuerzas en la Unión Europea. Y muestra, claro está, la viabilidad de una salida por la izquierda en esta peligrosa crisis. Una salida que pasa por la reafirmación de la soberanía y de la dignidad nacional de los distintos pueblos de Europa en el marco de la fraternidad internacionalista: por construir un proyecto democrático europeo capaz no solo de resistir, sino también de negociar y de torcer el pulso a las instituciones de la Troika que exigen inútiles sacrificios económicos, sociales y humanos en el altar del "neoliberalismo". La izquierda griega necesitará desesperadamente, más que nunca, que no se la deje sola. Que nos solidaricemos con ella en todos y cada uno de los pasos de las difíciles negociaciones que aguardan en los próximos meses en Francfort, en Bruselas y en Washington. Que hagamos retroceder decisivamente a la derecha neoliberal en cada uno de los estados miembros, empezando por el Reino de España, alterando de la forma políticamente más efectiva la actual relación de fuerzas: con gobiernos de izquierdas como el de Syriza. En definitiva, la consigna y la responsabilidad de las izquierdas europeas, su obligación internacionalista, es clara: construir una, dos, tres, muchas Syrizas, capaces de abrir una nueva etapa política en Europa. Antoni Domènech · G. Buster · Daniel Raventós.
Antoni Domènech es el Editor general de SinPermiso. Gustavo Búster y Daniel Raventós son miembros del Consejo de Redacción de SinPermiso.

jueves, 29 de enero de 2015

Varoufakis se dirige al público alemano-parlante. Entrevista con el más que probable negociador del gobierno de Syriza con la Troika, Yanis Varoufakis · · ·

Johanna Jaufer entrevistó para la cadena pública austriaca ORF al economista Yanis Varoufakis, quien con toda probabilidad dirigirá las negociaciones del nuevo gobierno de la izquierda radical griega Syriza con la Troika.


Lleva usted ahora tres semanas como político profesional…
Dos semanas.

¿Se lo ha tenido usted que pensar mucho? En su blog escribió también que la cosa le daba pánico.
Fue una decisión grave. Por lo pronto, porque yo entraba en política para realizar una tarea que siempre pensé que había que llevar a cabo, y se me ofrecía la oportunidad de poner manos a la obra. Tiene que ver con las negociaciones entre Grecia y la Unión Europea, en caso de victoria de Syriza: se trata de un proyecto y de una perspectiva extremadamente difíciles. Por otra parte, yo soy un académico, soy un ciudadano, un ciudadano activo, de modo que estoy habituado a un tipo de diálogo en el que de lo que se trata es de que yo aprenda realmente de usted y usted de mí: tendremos desacuerdos, pero a través de esos desacuerdos, se enriquecerán nuestros respectivos puntos de vista.

No se trata de que uno se imponga al otro…
Exacto. Pero en la política es peor: cada parte trata de destruir a la otra parte –ante el público—, y eso es algo que me resulta de todo punto ajeno, algo para lo que de ninguna forma estoy dispuesto a servir.

¿Y qué pasa con su trabajo en la universidad? ¿Lo deja en suspenso?
Sí, en efecto. He dejado la Universidad de Texas. Mantengo mi cátedra en la Universidad de Atenas –sin paga—, y espero que no pase mucho tiempo antes de regresar.

¿Estaría usted dispuesto a permanecer en un gobierno por más tiempo?
No. No deseo hacer carrera política. Idealmente, lo que querría es que otro lo hiciera, y que lo hiciera mejor que yo. Sólo que esta era una única para hacer algo que no se habría podido hacer de otro modo. No soy un profeta, de manera que no puedo decirle a usted dónde estaré yo en dos, tres, cinco o diez años. Pero si lo que me pregunta ahora, lo óptimo para mí sería que nuestro gobierno tuviera éxito en la renegociación de un acuerdo con Europa que hiciera sostenible a Grecia, y que luego otras gentes, ya sabe… el poder debe ser rotativo, nadie debería engolosinarse con él.

Algo que salido varias veces en Alemania y en Austria es el asunto de las reparaciones, porque Alemania se escaqueó de pagar reparaciones propiamente dichas luego de la II Guerra Mundial. En su opinión, ¿por qué pasó eso? ¿Quizá porque alegaron que Alemania se hallaba dividida, y esperaban a una reunificación? ¿O es más bien que los norteamericanos alegaron que necesitaban una Alemania capaz de albergar sus bases militares, lo que dejaba colgados a los reclamantes? ¿O fue una combinación de ambas cosas?

Fue una combinación. En los 40, los Aliados habían decidido convertir de nuevo a Alemania en un país campesino. Se propusieron desmantelar 700 plantas industriales, y fueron los norteamericanos quienes frenaron ese plan. De modo que, sí, destruyeron 700, pero luego cambiaron de idea. Cambiaron por razones que tienen que ver con el modo en que los EEUU estaban diseñando el capitalismo global: necesitaban una moneda fuerte en Europa y una moneda fuerte en Asia (que terminaron siendo el marco alemán y el yen japonés), y todo el proyecto de la unión europea se construyó en torno a ese plan. A nosotros nos gusta pensar en Europa que la Unión Europea fue nuestra propia creación. No lo fue. Fue un diseño norteamericano que luego nosotros adoptamos y que, por supuesto, era congruente con lo que deseábamos, con nuestras aspiraciones. Parte de ese diseño entrañaba estimular la economía alemana, sacarla de la depresión, sacarla del pozo en que se encontraba en los 40, y un componente importante de cualquier intento de revitalizar una economía pasa por aliviar su deuda, por una quita importante de deuda, por la condonación de deuda. Así, en 1953 se organizó la Conferencia de la Deuda Londres, de la que resultó una salvaje quita de la deuda alemana en perjuicio de muchas naciones, Grecia entre ellas. Pero Grecia es un caso especial, porque Alemania había contraído con ella una deuda que no tenía con ninguna otra nación: en 1943, la Kommandatur aquí, en Atenas, impuso al Banco de Grecia un acuerdo por el cual este banco imprimiría un montón de dracmas –dracmas de guerra— y lo suministraría a las autoridades alemanas para que éstas pudieran comprar material, financiar sus esfuerzos de guerra y acumular bienes agrícolas para la Wehrmacht, etc. Lo interesante es que las autoridades alemanas firmaron un contrato: dejaron por escrito la suma del dinero que tomaban a préstamo. Prometieron pagar intereses. Fue, así pues, un préstamo formal. Los documentos existen todavía y se hallan en poder del Banco (Central) de Grecia. Nada parecido ocurrió con ningún otro país. Así que esto es como una deuda oficial, como en un bono, contraída con Grecia en tiempo de guerra por el estado nazi alemán.

¿Podría usted poner cifras precisas?
Cifras precisas. Ni que decir tiene, la dificultad está en traducir esa moneda de guerra, que llegó muy pronto a ser absolutamente inflacionaria a causa de la cantidad de dracmas impresas. Las autoridades alemanas, al aceptar ese préstamo del Banco de Grecia y hacer compras, devaluaron la moneda, lo que tuvo enormes costes sociales secundarios en toda Grecia. Es muy difícil computar exactamente a cuánto se traduce ese préstamo en términos actuales, cómo compone el interés, cómo conviertes, como calculas el coste de la hiperinflación causada… Mi punto de vista es que somos socios; deberíamos dejar de moralizar, deberíamos dejar de apuntarnos mutuamente con el dedo. La teoría económica bíblica –“ojo por ojo, diente por diente”— deja a todo el mundo ciego y desdentado. Deberíamos, simplemente, sentarnos con el mismo espíritu con que los EEUU se sentaron en 1953, sin plantear cuestiones como: “¿merecen castigo los alemanes?”, “¿es culpa o es pecado?”. Ya sé que en alemán los dos conceptos –“culpa” y “deuda”— se expresan con la misma palabra (Schuld), antónima de crédito. Deberíamos limitarnos a plantear esta simple cuestión: ¿cómo podemos volver a hacer sostenible la economía social griega de modo tal, que se minimicen para el alemán medio, para el austriaco medio, para el europeo medio los costes de la crisis griega.

¿Por qué mucha gente de la Europa septentrional no se temió que los recortes de derechos laborales de los 90 podrían ser présago del mismo tipo de cosas que ahora están ocurriendo aquí (en Grecia)?
Creo que todo es culpa de Esopo. Suya es la fábula de la hormiga y la cigarra: la hormiga trabaja duro, no disfruta de la vida, guarda dinero (o valor), mientras que la cigarra se limita a holgazanear al sol, a cantar y a no hacer nada, y luego viene el invierno y pone a cada quien en su sitio. Es una buena fábula: desgraciadamente, en Europa predomina la extrañísima idea de que todas la cigarras viven en el Sur y todas las hormigas, en el Norte. Cuando, en realidad, lo que tienes son hormigas y cigarras por doquiera. Lo que ocurrió antes de la crisis –es mi revisión de la fábula de Esopo— es que las cigarras del Norte y las cigarras del Sur, banqueros del Norte y banqueros del Sur, pongamos por caso, se aliaron para crear una burbuja, una burbuja financiera que los enriqueció enormemente, permitiéndoles cantar y holgazanear al sol, mientras que las hormigas del Norte y del Sur trabajaban, en condiciones cada vez más difíciles, incluso en los buenos tiempos: lograr que las cuentas cuadraran en 2003, en 2004, no resultó nada fácil para las hormigas del Norte y del Sur; y luego, cuando la burbuja que las cigarras del Norte y las cigarras del Sur habían creado estalló, las cigarras del Norte y del Sur se pusieron de acuerdo y decidieron que la culpa la tenían las hormigas del Norte y las hormigas del Sur. La mejor forma de hacer eso era enfrentar a las hormigas del Norte con las hormigas del Sur, contándoles que en el Sur sólo vivían cigarras. Así, la Unión Europa comenzó a fragmentarse, y el alemán medio odia al griego medio, el griego medio odia al alemán medio. No tardará el alemán medio en odiar al alemán medio, y el griego medio en odiar al griego medio.

Eso ya ha empezado, ¿no?
Sí, ya se ve. Y es exactamente lo que ocurrió en los años 30, y Karl Marx estaba completamente equivocado cuando dijo que la historia se repite como farsa. Aquí la historia se repite, simplemente.
En lo tocante a la decisión del Sr. Draghi de inundar el mercado con billones de euros, he visto que usted ha dicho que eso es como servirse de una pistolita de agua en un incendio forestal.
Yo creo que el Sr. Draghi tiene buenas intenciones. Quiere mantener unida la Eurozona, y es muy competente. Hace lo que puede, dadas las restricciones que tiene. No tengo la menor duda –aunque él jamás lo admitirá— de que entiende cabalmente que lo que está haciendo es demasiado poco y demasiado tarde: una pistolita de agua ante un gran incendio forestal. Pero él cree que hasta una pistolita de agua es mejor que nada. Si se ha declarado un incendio, él preferiría servirse de un cañón de agua, y habría preferido comenzar a usarlo antes, pero no le estaba permitido porque en Europa tenemos una Carta del BCE que lo ata de pies y manos y lo echa al cuadrilátero a luchar contra el monstruo de la deflación, lo que es muy injusto para el BCE. Y así será mientras Europa no comprenda lo que resulta imperiosamente necesario desde el punto de vista económico para sostener una unión monetaria, mientras no termine de entender por qué se dan toda esta fragmentación y la creciente renacionalización de todo, incluida ahora la flexibilización cuantitativa del señor Draghi (el 80% de las compras de bonos las realizarán los Bancos Centrales nacionales, como si éstos existieran separadamente del BCE). Porque esa fragmentación y esa renacionalización es exactamente lo opuesto a lo que deberíamos estar haciendo, que es ir de la mano, consolidar.
¿Cómo se formaron los EEUU? Pues porque cada vez que tenían una crisis –la Guerra Civil, la Gran Depresión— avanzaban en su unión. Nosotros decimos que estamos haciendo eso con las “uniones bancarias”, con los “Mecanismos Europeos de Estabilización”, pero no es verdad. Creamos una unión bancaria que no es una unión bancaria, es una desunión bancaria, y la llamamos, al modo orwelliano, “unión bancaria”. Europa, así pues, no ha aprendido las lecciones de la historia , y mientras no cambiemos de rumbo, es harto improbable que consigamos mantener el conjunto de la unión.

A propósito de los planes de SYRIZA para revitalizar la industria en Grecia, Theodoros Paraskevopoulos ha dicho que se trata también de recuperar las dimensiones del sector farmacéutico en Grecia, porque tiene una buena base. ¿Cómo es eso?
¡Yo que sé! Por alguna razón, tenemos buenas empresas farmacéuticas que tiene sólidas exportaciones. Necesitamos ayudarlas y necesitamos crear industrias así en otros sectores también.

¿Por ejemplo?
Yo creo que tenemos excelentes programadores informáticos e ingenieros de software, así que deberíamos hacer algo parecido a lo que ha hecho Israel. Crear una red de pequeñas empresas emergentes orientadas internacionalmente a la exportación. Si algunas de ellas terminan compradas por Google, etc., no es una mala cosa. Es el tipo de cosas que deberíamos ensayar y apoyar, si podemos.

Si lo ponemos en términos de que atraer a Grecia a inversores extranjeros, ¿hay alguna idea parecida a asociaciones público-privado, algo que en los países de la Europa septentrional ha conocido muchos problemas en el pasado?

Yo no soy partidario de las empresas público-privadas. Allí donde se han ensayado esas asociaciones, siempre han terminado por drenar recursos del estado sin producir ningún valor añadido significativo. Normalmente, han sido ejercicios de recorte de costes, y al final, sin el menor efecto de desarrollo. A lo que yo creo que debemos tender es al desarrollo de activos públicos ya existentes sin venderlos –ahora mismo estamos liquidando y malvendiendo simplemente para recaudar ingresos—, de modo que el dinero del sector privado, los fondos de inversiones, pueda venir y contribuir al desarrollo de un modo mutuamente beneficioso. Es un tipo de emprendimiento público-privado, pero no al estilo que se ensayó en Gran Bretaña y en otros sitios.

Volviendo a la discusión del memorando: ¿entre qué factores cree usted que está atrapada la Sra. Merkel?
Yo creo que Alemania se halla dividida. Los intereses del la banca en Francfort no son los mismos que los de la banca mediana, lo mismo que los intereses de la pequeña y mediana empresa en la Alemania central no son los mismos que los de la Siemens y la Volkswagen, etc. Es muy distinto tener tu capacidad productiva exclusivamente localizada en Alemania, como las empresas pequeñas y medianas, o estar embarcado en la globalización y tener fábricas en China y en México. Y la Sra. Merkel es una política astuta que se percata –o cree percatarse— de que no hay un consenso entre esos intereses encontrados respecto de lo que hay que hacer con el euro, con nuestro Banco Central, con la periferia, etc. La Sra. Merkel, simplemente, no moverá pieza hasta que haya un consenso que le garantice la supervivencia política.

Pero ese consenso no es posible.
Bueno, mire usted, por ejemplo, lo que pasó en 2012 con el anuncio unilateral por parte del Sr. Draghi de las Operaciones Monetarias sobre Títulos (OMT announcement), o ayer mismo, con la Flexibilización Cuantitativa. Verá que, cuando empiezan a oírse voces que dicen: “ojo, muchachos, que la deflación nos está matando, hay que hacer algo”, entonces la Sra. Merkel puede servirse de esas voces para decir: “apoyaré al Sr. Draghi, hagáis lo que hagáis”. Así pues, no es un consenso-consenso, pero ella está calibrando las movedizas placas tectónicas bajo sus pies. Y el modo en que lo hace es muy astuto. Lo que yo la invitaría es a pensar en su legado más allá de la mera supervivencia, y me gustaría que considerara la posibilidad de que en 10, 20, 100 años, Europa pudiera hablar no sólo de un plan Marshall que salvó a Alemania, sino también de un plan Merkel que salvó al Euro.

Yanis Varoufakis es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7687

lunes, 26 de enero de 2015

"El verdadero peligro para Europa es la hipocresía de Juncker y Merkel". Entrevista a Thomas Piketty

Recoge las declaraciones del economista francés el periodista Eugenio Occorsio, del diario italiano La Repubblica: "Con un gobierno de izquierda puede arrancar de Grecia una revolución democrática: ayudará a revisar la austeridad que ahoga a la Unión dedicando menos recursos a pagar la deuda pública y más al desarrollo"

"No comprendo porque las llamadas cancillerías europeas están tan aterrorizadas con la probable victoria de Syriza en Grecia. O mejor, lo comprendo, pero es hora de desmontar sus hipocresías". Thomas Piketty, que enseña en la Ecole d'Économie parisina, "el economista más acreditado de 2014", tal como lo ha definido el Financial Times, baja a la arena con toda su garra con un editorial publicado ayer por el diario Libération. "En Europa hace falta una revolución democrática" ha escrito, y lo repite fuerte y claro al teléfono desde el aeropuerto de París, a punto de embarcarse para Nueva York, la ciudad que lanzó su "El capital en el siglo XXI" como libro del año gracias al respaldo del premio Nobel Paul Krugman.

Profesor, Tsipras se ha abierto camino, sin embargo, abanderando el estandarte de la salida del euro...
Sí, pero ahora ha suavizado mucho sus posiciones. Se ha revelado, por el contrario, como un líder fuertemente europeísta, una postura que se asentará posteriormente si, como es probable, tiene que formar un gobierno de coalición, a la vista de que según los sondeos no tendrá más del 28% y, por tanto, 138 escaños, 12 menos de lo necesario para obtener mayoría. Como sabe, los aliados más probables son Potami, el partido de centro-izquierda recién formado, y la otra fuerza de izquierda democrática, Dimar, que les garantizarán otro 8-10%. Desde luego, Syriza hará valer sus posiciones en Europa, pero eso no será un mal, al contrario.

Algo sucederá, en resumen. Pero ¿estamos seguros de que no será algo rompedor?
Mire, consideremos la situación con realismo. La tensión en Europa ha llegado a un punto tal que, de un modo u otro, estallará en el curso de 2015. Y son tres las alternativas: una nueva crisis financiera tremenda, la afirmación de las fuerzas de derecha que forman una coalición de la que se están poniendo las bases, centrada en el Frente Nacional en Francia y que incluye a la Lega Nord de ustedes y acaso a los 5 Stelle, o bien una sacudida política que venga de la izquierda: Syriza, los españoles de Podemos, el Partito Democratico italiano, lo que queda de los socialistas, por fin aliados y operativos.
Usted, ¿qué solución elige?
-Yo, la tercera.

La famosa "revolución democrática", en suma. ¿Cuáles deberían ser sus primeras acciones?
Dos puntos.
Primero, la revisión total de la actual política basada en la austeridad que está ahogando cualquier posibilidad de recuperación en Europa, empezando por el sur de la eurozona. Y esta revisión tiene que prever como primerísima cosa una renegociación de la deuda pública, una ampliación de los plazos y, eventualmente, condonaciones de verdad de algunas partes. Es posible, se lo aseguro.
¿Se han preguntado porque Norteamérica va viento en popa, como la Europa que está fuera del euro, como Gran Bretaña?
Pero ¿por qué Italia debe destinar el 6% de su PIB a pagar los intereses y sólo un 1% a la mejora de sus escuelas y universidades?
Una política centrada solamente en la reducción de la deuda resulta destructiva para la eurozona. Segundo punto: una centralización en las instituciones europeas de políticas de base para el desarrollo común a partir de la fiscal y, a lo mejor, reorientar esta última gravando más las mayores rentas personales e industriales. En esos asuntos fundamentales se debe votar por mayoría y ya no por unanimidad, y vigilar después que todos se ajusten. Una mayor centralidad vale también en otros frentes, a semejanza de lo que se está empezando a hacer con los bancos. Sólo así se podrá homogeneizar la economía y desbloquear la fragmentación de 18 políticas monetarias con 18 tipos de interés, 19 desde el principio de enero con Lituania, expuesta al azote de la especulación. No darse cuenta de ello resulta miope y, lo que es peor, profundamente hipócrita".

Las "hipocresías europeas" de las que hablaba al inicio: ¿a qué se refiere, más concretamente?
Vayamos por orden. El más hipócrita es Jean-Claude Juncker, el hombre al cual se ha entregado, de modo inconsciente, la Comisión Europea después de que haya llevado durante veinte años a Luxemburgo a una sistemática depredación de los beneficios industriales del resto de Europa. Ahora pretende hacerse el duro y dar un giro, todo con un plan de 300.000 millones que sin embargo sólo se financia para 21, y dentro de estos 21 la mayor parte son fondos europeos ya en vía de distribución. Habla de "efecto palanca" sin darse cuenta siquiera de qué está hablando. En el segundo puesto se sitúa Alemania, que finge haberse olvidado de la maxicondonación de sus deudas tras la II Guerra Mundial, que bajaron de golpe del 200 al 30% del PIB, lo que le permitió financiar la reconstrucción y el irresistible crecimiento de los años siguientes. ¿Adónde habría llegado si se hubiera visto obligada a reducir fatigosamente su deuda a golpe del 1 o 2 % anual, como se está obligando a hacer al sur de Europa? El tercer puesto en esta bochornosa clasificación de hipocresías le corresponde a Francia, que ahora se rebela ante la rigidez alemana, pero que estuvo en primera fila prestando apoyo a Alemania cuando se impuso la política de austeridad y pareció igualmente decidida cuando con el Fiscal Compact del 2012 se condenó a las economías más débiles a reembolsar sus deudas hasta el último euro, pese a la devastadora crisis de 2010-2011. Así que si se desenmascaran y aíslan estas hipocresías, se podrá reanudar el desarrollo europeo en el año que está a punto de comenzar. Y Syriza dará menos miedo.

Thomas Piketty (1971) es director de estudios de la EHESS (École des Hautes Études en Sciences Sociales) y profesor asociado de la Escuela de Economía de París, además de autor de reciente y fulgurante celebridad por su libro El capital en el siglo XXI (Fondo de Cultura Económica, 2014).

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7677

domingo, 25 de enero de 2015

Syriza gana las elecciones griegas.


El partido de izquierda liderado por Tsipras vence las elecciones con un 35,9% de los votos, ocho puntos por encima de Nueva Democracia, del primer ministro Samarás. Los neonazis de Aurora Dorada se convierten en la tercera fuerza. Tsipras asegura ante sus votantes que Grecia "deja atrás la austeridad del desastre, el miedo y cinco años de dolor". Fuente: El País.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/25/actualidad/1422185411_230504.html