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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Lo que no se dijo sobre Martin Luther King

A raíz del cincuenta aniversario de la Marcha de Washington, donde el Reverendo Martin Luther King dio su famoso discurso “Yo tengo un sueño” (I Have a Dream), se han escrito muchos reportajes, tanto en EEUU como en España, sobre aquella marcha y sobre Martin Luther King, refiriéndose a este último como una figura inspiracional que, actuando como la conciencia de la nación estadounidense, exigió a aquella sociedad el fin de la discriminación contra la población negra, de origen africano. Es difícil ver u oír aquel discurso sin conectar con su causa.

Ahora bien, esta imagen inspiracional de Martin Luther King se ha construido a costa de olvidar y hacer olvidar a otro Martin Luther King, el Martin Luther King real, que veía esta discriminación como resultado de unas relaciones de poder basadas en una explotación, no solo de raza, sino también de clase social. Se ha silenciado que Martin Luther King (a partir de ahora MLK) fue un socialista que, sin lugar a dudas, hubiera sido muy crítico con las sucesivas políticas, tanto domésticas como internacionales, llevadas a cabo durante todos estos años por los gobiernos federales, incluyendo la Administración Obama.

MLK estuvo en contra de la guerra del Vietnam, como hubiera estado en contra de las guerras de Irak y Afganistán, y no solo por su pacifismo, sino también por su antimilitarismo y antiimperialismo. Definió al gobierno de EEUU como “el máximo agente de violencia hoy en el mundo… gastándose más en los instrumentos de muerte y destrucción que en programas sociales vitales para las clases populares del país”. Era profundamente anticapitalista, como consta en su discurso de que “deberíamos denunciar a aquellos que se resisten a perder sus privilegios y placeres que vienen junto a los beneficios adquiridos de sus inversiones, extrayendo su riqueza a través de la explotación”.

Y en 1967 condenó con toda contundencia los tres diablos que –a su parecer- “caracterizaban al sistema de poder estadounidense, a saber, el racismo, la explotación económica y el militarismo”, acentuando que “las mismas fuerzas que consiguen enormes beneficios a través de las guerras son las responsables de la enorme pobreza en nuestro país” (todas estas notas proceden del excelente artículo de Michael Parenti “I Have a Dream, a Blurred Vision”, 29.08.13).

Y su último discurso, en apoyo de las reivindicaciones de los trabajadores de los servicios de saneamiento que estaban en huelga, concluyó con la famosa frase de que “la lucha central en EEUU es la lucha de clases”. Dos semanas más tarde fue asesinado, sin que nunca se haya aclarado tal hecho. Una persona fugitiva de la cárcel de Missouri, James Earl Ray, fue acusado de asesinarle. Fue detenido en el aeropuerto de Heathrow, en Londres, con gran cantidad de dinero en su posesión. Nunca se aclaró quién dio ese dinero.

MLK fue un socialista radical en sus análisis y en sus propuestas
Una cosa es que MLK fuera la conciencia de EEUU, exigiendo que no se discriminara a los negros, petición con un fuerte contenido moral al cual era difícil oponerse. Pero otra cosa muy distinta y amenazante para la estructura de poder era subrayar que el origen de la pobreza y discriminación (que incluye también a amplios sectores de la clase trabajadora blanca, además de la negra, pues la mayoría de pobres en EEUU son blancos) requiera un cambio revolucionario (por muy no violento que sea) de las estructuras capitalistas de aquel país. Y la elección del Presidente Obama prueba, precisamente, la certeza del diagnóstico de MLK. Hoy el Presidente de EEUU es un afroamericano, lo cual, no hay ninguna duda, es un gran adelanto. Pero la pobreza entre negros (y entre blancos) en EEUU no ha cambiado desde entonces.

De ahí la enorme hostilidad del establishment estadounidense, del cual la Policía Federal, FBI, fue un elemento clave, dirigida por una de las figuras más nefastas de la historia de EEUU, J. Edgar Hoover (definido por el famoso periodista Russell Baker, del New York Times, como un “tirano patético”) que había intentado convencer al Fiscal General del Estado Federal, Robert Kennedy, “de que el cerebro de los negros era un veinticinco por ciento más pequeño que el de los blancos”. Era cercano políticamente al senador segregacionista de Carolina del Sur, Strom Thurmond, e intentó por todos los medios desacreditar al movimiento antisegregacionista y a sus dirigentes, gran número de los cuales eran socialistas y comunistas. En realidad, fueron los sindicatos, y muy particularmente, el sindicato del automóvil, el UAW (United Automobile Workers) los que financiaron en gran parte tal marcha. Y a la izquierda de MLK en la marcha estaba Walter Reuther, su secretario general, socialista y blanco. Una tercera parte del cuarto de millón en la marcha de Washington eran blancos, gran número de ellos sindicalistas y miembros de partidos de izquierda. El eslogan de la marcha era “libertad, justicia y trabajo”. Y el organizador de la marcha, Asa Philip Randolph, era el sindicalista afroamericano más conocido en EEUU, dirigente del sindicato ferroviario (Paul Le Blanc, “Revolutionary Road, Partial Victory. The March on Washington for Jobs and Freedom”, Monthly Review, Sept 2013).

Y cuando el Presidente Kennedy, a instancias de Hoover, jefe del FBI, puso como condición para que él apoyara la marcha, que despidiera del liderazgo a aquellos radicales que estaban en puestos de dirección, MLK se negó. La presión de la calle era tal que el Presidente Kennedy decidió a última hora apoyar la marcha, recibiendo a MLK en la Casa Blanca. Y el obispo católico de Washington, Patrick O’Boyle, amenazó con no participar en la marcha a no ser que los discursos (que se habían distribuido con antelación) se moderaran.

Últimas observaciones. En 1986, el día del nacimiento de MLK fue declarado fiesta nacional cada año. Pero en esta captura de la imagen popular de MLK se ha transformado deliberadamente su mensaje y figura para reciclarlo como una figura inspiracional, conciencia del país, a favor de los derechos civiles de la población afroamericana (con especial hincapié en su poder de votar), olvidándose deliberadamente del MLK real, que pidió un cambio profundo, no solo en las relaciones de raza, sino también de clase social. De esto último ni se habla.

La historia se repite: las campañas de Jesse Jackson
Yo tuve la oportunidad de experimentar una situación parecida durante mi participación en la campaña electoral del Reverendo Jesse Jackson (que estaba con MLK cuando fue asesinado), en las primarias a las elecciones del candidato presidencial del Partido Demócrata. En respuesta a su invitación, fue senior advisor (asesor especial) en su campaña del 1984, y más tarde en la del 1988. En 1984, y en contra de mis consejos, se presentó como la voz de la minoría negra, exigiendo su incorporación a la sociedad americana. En aquella campaña, el establishment liberal estadounidense (cuyo mayor portavoz era y es The New York Times) escribió un editorial enormemente positivo acerca de su candidatura. La razón de que yo desaconsejara esta estrategia, sin embargo, era fácil de entender. Un representante de los intereses de una minoría difícilmente podría alcanzar el apoyo mayoritario de la población votante. Presentarse como el candidato de una minoría defendiendo primordialmente los intereses de tal minoría, no era la mejor manera de ganar el apoyo de la mayoría, para ser Presidente de los EEUU.

En 1988, sin embargo, no se presentó como la conciencia de EEUU o la voz de los negros, sino la voz de la clase trabajadora de EEUU. Y cuando los medios le preguntaron cómo él –negro- obtendría el voto del trabajador blanco, contestó: “haciéndole ver que tiene más en común con un obrero negro, por ser obrero, que con su patrón (boss) porque sea blanco”. Cuando se suman todos los colores (negro, blanco, amarillo, gris, etc.) la clase trabajadora de EEUU es la mayoría de la población. En un discurso de clase, movilizó las bases del Partido Demócrata (que están más a la izquierda que su dirección), y consiguió el 40% de todos los delegados en el congreso del Partido Demócrata. Nunca antes, ni después, las izquierdas en EEUU tuvieron tanto poder desde los años 50. Y The New York Times escribió un editorial muy negativo diciendo que Jesse Jackson, en caso de ser elegido, destruiría EEUU, es decir, su EEUU.

La lección de esta situación es clara. La estructura de poder deriva su enorme influencia de su poder de clase (así como género y raza). Y no permite que se toque ese poder, derivando las legítimas demandas de fin de discriminación de género y raza, reciclándolas (incluyendo elementos de tales grupos discriminados dentro de la estructura de poder) para poder adaptarlos a la estructura social dominante. Existe hoy un Presidente afroamericano y una clase media negra que no existían antes, lo cual es motivo de celebración. Pero el estándar de vida de la mayoría de negros y blancos (pertenecientes a la clase trabajadora) no ha mejorado durante todo este periodo. Así de claro.
Fuente: Vicenç Navarro. Público.es
Fuente: http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2013/09/03/lo-que-no-se-dijo-sobre-martin-luther-king/

sábado, 8 de junio de 2013

Vicenç Navarro. Las lecciones de la primera transición que la segunda debería evitar

Entrevista a Vicenç Navarro, Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra

Usted ha sido muy crítico de cómo se hizo la Transición.
Sí. He sido crítico de cómo se hizo la Transición y cómo se la definió. Ha habido un proyecto muy exitoso en España de presentar este proceso como un proceso consensuado por los herederos de los ganadores y de los perdedores de lo que se llama la Guerra Civil que, supuestamente en condiciones de igualdad, estableció un sistema democrático comparable con cualquiera existente en Europa Occidental. Se ha llegado incluso a definir el proceso como modélico.

Y usted está en desacuerdo.
Sí, en cada uno de estos supuestos las pruebas muestran que son insostenibles. En primer lugar, los herederos del lado ganador controlaban el Estado, todos sus aparatos, además de la gran mayoría de los medios de información y persuasión. Los herederos de los perdedores, por el contrario, acababan de salir de la clandestinidad, de las cárceles, o acababan de volver del exilio. Hablar de equilibrio de fuerzas o igualdad de oportunidades es francamente absurdo. Unos lo tenían prácticamente todo y los otros casi nada. Y el producto de aquel proceso dominado por los primeros refleja este desequilibrio. La democracia española es extraordinariamente limitada, muy poco representativa, con escasísimas posibilidades de participación ciudadana. El dominio conservador sobre las distintas ramas del Estado es casi absoluto. De ahí el enorme retraso social de España. Todavía hoy, España es el país de la UE-15, junto con Portugal, con el gasto público social por habitante más bajo. Y todavía se niega el carácter plurinacional del Estado español. Es un Estado pobre, de los que tienen menos ingresos, con escasa conciencia social y muy poco redistributivo, tal como se ha documentado cada dos años en los informes del Observatorio Social de España.

Y en sus propios escritos.
Sí, en Bienestar insuficiente, democracia Incompleta: sobre lo que no se habla en nuestro país y El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. En realidad, es imposible entender la enorme crisis en la que se encuentra España sin entender el dominio de las fuerzas conservadoras sobre el Estado, situación que ocurre también en los otros países en profunda crisis –Grecia, Portugal, Irlanda e Italia. En todos ellos, las fuerzas conservadoras –en realidad ultraconservadoras en el caso de Grecia, Portugal y España- han tenido una enorme influencia histórica sobre los aparatos del Estado.

Pero usted es también crítico de la manera como se realizó. ¿Por qué?
La democracia fue la apertura del Estado dictatorial a las izquierdas, ocupando estas una posición subalterna. Las fuerzas conservadoras tenían un enorme temor a la movilización popular. En realidad, esta fue determinante en el fin de la dictadura. Franco murió en la cama, pero la dictadura murió en la calle. Desde 1974 a 1978, España fue el país con mayor agitación social. El movimiento obrero fue el eje de las movilizaciones. El número de días perdidos por huelgas fue el mayor de Europa Occidental. Como respuesta, el proyecto de las derechas era conseguir la desmovilización, lo cual requería trasladar el conflicto de la calle al Parlamento y al aparato del Estado donde las fuerzas conservadoras dominaban el proceso. De ahí el gran protagonismo que se dio en la reforma al papel de los partidos políticos y muy en especial a las direcciones de dichos partidos. Es más, las leyes electorales fueron diseñadas para marginar al Partido Comunista y promover un bipartidismo que favoreció el conservadurismo. Esta concentración de la vida política en el mundo parlamentario se hizo a costa de debilitar los movimientos sociales. En realidad, de estos solo los sindicatos mantuvieron una presencia notable, jugando un papel importante y muy positivo en la Transición.

Usted ha escrito que los defectos de la Transición que usted define como inmodélica están viéndose claramente en el momento de la crisis actual.
Exacto. Estamos viendo ahora las enormes insuficiencias de la democracia española.

Pero lo mismo está ocurriendo en otros países.
Sí, es cierto, pero en España -así como en Grecia y Portugal- con mucha mayor intensidad. Recuerde lo que le dije en referencia a los puntos comunes que tienen estos países con España, es decir, el enorme dominio conservador en sus Estados. Es en estos países dónde el ataque frontal al escasamente financiado Estado del Bienestar es más acentuado. Las políticas de recortes y las contrarreformas para debilitar al mundo del trabajo alcanzan su máxima expresión en estos países, incluyendo España.

¿Cuál ve, pues, usted, como el papel de los partidos políticos?
El de transmitir los mensajes y presiones derivados de los movimientos sociales que están sumamente activos hoy en España. Pero no deberían instrumentalizar o intentar liderar estos movimientos. Deberían también apoyar los cambios legislativos que permitieran desarrollar la extremadamente limitada forma de participación que tiene la ciudadanía en la democracia española, facilitando el desarrollo de formas directas de democracia, como referéndums, a nivel estatal, autonómico y local. Me permito sugerirle que lea mi artículo “Apuntes para una estrategia de cambio”, publicado en Público (16.05.13).
Societat.cat
Fuente: http://www.societat.cat/2013/05/31/vicenc-navarro-el-dominio-conservador-sobre-las-distintas-ramas-del-estado-es-casi-absoluto/

miércoles, 5 de junio de 2013

Apuntes para una estrategia de cambio. Artículo de Vicenç Navarro

Apuntes para una estrategia de cambio

Este artículo subraya la necesidad y urgencia de que se establezca un movimiento popular de carácter político que, sin transformarse en un nuevo partido político, presione para un cambio profundo de las instituciones representativas españolas (incluyendo las autonómicas), para que pueda desarrollarse una democracia más completa, que permita el necesario mejoramiento del bienestar de la ciudadanía y evite la regresión democrática y el retraso social que está ocurriendo en España.

Como he indicado en varias ocasiones, estamos viendo el final de la Primera Transición de la dictadura a la democracia, Transición que se realizó con un enorme dominio de las fuerzas conservadoras (en realidad, ultraconservadoras) que controlaban los aparatos del Estado y la mayoría de los mayores medios de difusión y persuasión. Este dominio quedó reflejado en el sistema político que se estableció durante aquel proceso de Transición, el cual, aún cuando se define como democrático, se caracteriza por su escasísima sensibilidad y calidad democrática. Varios indicadores, entre otros muchos, reflejan tales limitaciones. Uno de ellos es el diseño y composición del Estado y sus políticas públicas, en las cuales las fuerzas conservadoras (de varios signos políticos) tienen gran protagonismo. Otro indicador de la baja calidad democrática es la ley electoral, la cual está profundamente sesgada en contra de amplios sectores de las izquierdas.

Esta situación ha generado un sistema representativo que es distante de la opinión popular, siendo esta última, por lo general, más progresista que las políticas públicas llevadas a cabo por la clase política gobernante. La distancia entre gobernantes y gobernados es enorme en España. La democracia en este sistema llamado representativo se limita a votar cada cuatro años dentro de un contexto sesgado en el que el voto útil y las leyes electorales reproducen un bipartidismo que se considera por la población gobernada como insuficiente y conservador, pues limita las posibilidades de participación en el proceso de decisión. Este conservadurismo explica el enorme retraso social de España (con uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la UE-15) y su inhabilidad de admitir que el Estado español es un Estado plurinacional. Estos grandes déficits democráticos se han acentuado con las crisis financieras y económicas actuales, donde las enormes limitaciones de la democracia española aparecen con toda intensidad. La crisis de legitimidad del sistema político hoy existente en España es enorme.

¿Qué puede hacerse?

La mayor causa de esta crisis de legitimidad es la amplia percepción de que el Estado español (sea central o autonómico) no está realizando las políticas que la mayoría de la ciudadanía desea. De ahí el amplio apoyo al eslogan del 15-M de que “no nos representan”. ¿Qué puede hacerse ante esta realidad?

Una medida muy urgente es romper con el fatalismo que parece haberse adueñado de amplios sectores de la población de que no hay nada que pueda hacerse para cambiar tales políticas. El abusivo control de los medios de mayor difusión del país (controlados por la estructura del poder, y muy en especial del financiero) hace que el mensaje procedente del establishment de que “no hay alternativas”, esté calando en la percepción popular. A esta percepción está contribuyendo el mensaje extendido en algunos sectores de las izquierdas radicales de que, a no ser que todo el capitalismo desaparezca y se establezca el socialismo, no hay nada que hacer. Todo lo demás es, como decía una de estas voces, “humanizar el capitalismo”. Y puesto que no se ve que el capitalismo vaya a desaparecer pronto, el mensaje que se transmite es que no hay nada que, mientras tanto, se pueda hacer.

Lo peor de tal postura, sin embargo, es que no entiende como el cambio ocurre. Si el proyecto transformador es ir hacia un proyecto en el que cada persona reciba los recursos según su necesidad, y que éstos se financien según las habilidades y posibilidades de cada persona (lo que solía llamarse socialismo), entonces hay que darse cuenta de que el socialismo se construye y/o destruye cada día en el seno de las sociedades capitalistas. Cuando se crea o refuerza un servicio público de salud universal financiado progresivamente, por ejemplo, se está construyendo el socialismo. Cuando se privatiza su financiación, se está destruyendo. Pues bien, bajo este criterio, e independientemente de cómo se defina el proyecto, hay un enorme potencial de movilización. En realidad, varias encuestas han mostrado que la mayoría de la población en España está de acuerdo con tal principio.

De esta observación deriva la gran importancia de que las fuerzas progresistas utilicen un lenguaje y unos ejemplos de intervenciones públicas con las cuales las clases populares puedan identificarse. Y también es importante referirse a casos concretos dentro y fuera de España de experiencias exitosas (como múltiples ejemplos de cooperativismo, por ejemplo). Hay que mostrar que, en contra de lo que se nos dice, sí que hay alternativas en cada caso y en cada momento. Adoptar posturas totalizantes indicando que los cambios no son posibles a no ser que haya un cambio total del sistema (el fin del capitalismo) es paralizante. No es por casualidad que tales propuestas aparezcan entre intelectuales académicos que tienen sus necesidades inmediatas cubiertas. Las personas con necesidades exigen, con razón, que se les resuelva su problema, no en un futuro lejano, sino ahora. Y las izquierdas tienen que darles una solución ahora, y no sólo en el futuro.

La necesidad de un movimiento político

Hoy la sociedad civil está enormemente agitada. Pero las derechas continúan fuertes, y las izquierdas débiles. ¿Por qué? Una de las razones es la excesiva centralidad de la vida política en la lucha parlamentaria dentro de las instituciones del Estado donde dominan las fuerzas conservadoras. Se necesita que la riqueza de acciones reivindicativas se traduzca en un movimiento político, que no tiene porqué significar un nuevo partido político. En realidad, ya hay demasiados partidos políticos de izquierda. Las izquierdas están atomizadas en España. Lo que se necesita es una movilización de protesta y de promoción de propuestas factibles y reales para cada uno de los problemas que la ciudadanía presenta. La PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) es un ejemplo de ello. Hay que cambiar el centro de la actividad política, sin sustituirla. Es necesario crear la presión para que los partidos realicen lo que la ciudadanía desea, presión que debe ser continua y no limitarse a la esfera legislativa. El movimiento 15-M es un buen ejemplo de ello. Ha tenido un enorme impacto en cambiar la temática y narrativa política del país .

Este movimiento político debería ser la coalición de fuerzas y movimientos sociales, incluyendo también sindicatos e incluso miembros y simpatizantes de los partidos políticos (aún cuando éstos, los partidos políticos, no deberían ni instrumentalizar ni liderar tal movimiento político). Y la movilización debería crear un programa real, factible (que, por definición, la estructura de poder definirá como “utópico”, es decir, irrealizable), siendo responsabilidad de tal movimiento documentar y mostrar que sí, que es realizable. Por ejemplo, tiene que mostrarse que es factible, incluso hoy, en la situación actual, crear agencias públicas de crédito que lo ofrezcan a bajos intereses a las pequeñas y medianas empresas y a las familias, o que es factible garantizar la vivienda en un país con cuatro millones de viviendas vacías, y así un largo etcétera.

Este movimiento debería ser político, es decir, debería presionar para cambiar el sistema político (desde los aparatos del Estado hasta los propios partidos políticos) para hacerlo auténticamente democrático, con unas leyes electorales proporcionales, con una representatividad mayor y no única, complementada y en ocasiones sustituida por otras formas de democracia que incluyan desde referéndums vinculantes a fórums asamblearios de decisión. Y con cambios de los sistemas de información públicos y privados, condicionando la utilización de un recurso público (las ondas radiotelevisivas en el aire) a su diversidad ideológica, puesto que la escasez de tal diversidad es uno de los mayores problemas que tiene la democracia española.

Ni que decir tiene que existirá una enorme resistencia a estos cambios. Pero estos cambios son posibles. Y la propia experiencia española así lo muestra. El problema de la Primera Transición es que los partidos de izquierda abandonaron la movilización popular (en realidad, la desmovilizaron), adaptándose rápidamente a las instituciones del Estado dominadas por las fuerzas conservadoras. Pero hay que ser conscientes de que lo que forzó el fin de la dictadura fueron las movilizaciones populares, lideradas por el movimiento obrero. Y la estructura de poder favoreció su desmovilización dando excesivo protagonismo a los partidos, y dentro de ellos a las élites gobernantes de tales partidos. Esta Segunda Transición no debería caer en el mismo problema. Los partidos políticos son importantes y fundamentales en una democracia. Pero su función (muy acentuada en los partidos auténticamente democráticos y progresistas) es la de transmitir en el lenguaje legislativo lo que exija el movimiento político avalado por la participación popular, en lugar de ser instrumentos de poderes fácticos (tanto religiosos como financieros y económicos) que violan y corrompen el proceso democrático.

Por ello seria aconsejable que se establecieran asambleas en las que se denunciaran las enormes limitaciones de la democracia existente en España y en sus CCAA, con presentación de alternativas factibles y reales que, sin lugar a dudas, crearan una enorme resistencia, hostilidad y represión, como está ocurriendo ya. Pero los jóvenes de todas las edades tienen que ser conscientes de que son los herederos de las movilizaciones de las generaciones anteriores que consiguieron establecer y expandir los derechos políticos, sociales y laborales que ahora nos están sustrayendo.
Este movimiento debería ser muy amplio, abarcando un gran abanico de sensibilidades políticas y sociales, que tuviera como objetivo realizar una segunda Transición que nos llevara de una democracia tan incompleta y de un bienestar tan insuficiente como existe hoy en España a una democracia más desarrollada, que tuviera componentes de representatividad (basada en la proporcionalidad), así como componentes de democracia directa, como referéndums vinculantes (incluyendo derechos a decidir a nivel estatal central, autonómico y local), y formas asamblearias de decisión, expuestas a un amplio abanico de medios de información abierto a todas las sensibilidades. Tal democracia facilitaría la resolución de los enormes problemas sociales y económicos que la mayoría de la población experimenta, pues tales problemas –por difícil que parezca- son de fácil solución científica, aunque de imposible resolución dentro de las estructuras políticas hoy existentes. Así de claro.

martes, 14 de mayo de 2013

El dogma neoliberal ha causado y continúa causando tanto daño con la falaz idea de que el capital crea, por sí solo, riqueza.

Da pena ver a los incipientes historiadores (y filólogos) ir a protestar, contra las políticas neoliberales, cuando en las aulas universitarias, algunos con disfraz de científicos, les inoculan el pensamiento neoliberal, a través de las metodologías posmodernas, que les presentan a sus estudiantes como la última novedad. El profesor traiciona así al alumno, al presentar tales metodologías como desligadas de la política, cuando en realidad no es así.

Después del “boom” neoliberal en los 80 y 90, y dentro de una necesidad sistémico-capitalista por elevar la tasa global de ganancia, el capitalismo financiero tomó una fuerza sorprendente como la solución propuesta por los neoliberales ante tal problemática, bajo la falaz idea de que el capital crea, por sí solo, riqueza.

"Tal ideología, que ha alcanzado la categoría de dogma, ha dominado la sabiduría convencional de los establishments financieros (es decir, la banca, las compañías de seguros, los fondos de inversión de alto riesgo y otros instrumentos) que han influenciado en gran manera a las instituciones mediáticas y políticas del país. Tal influencia se ha realizado a través de fundaciones, instituciones, grupos académicos financiados por tales establishments, y economistas (con chaquetas llamativas o normales) promocionados en los mayores medios de mayor difusión del país. En realidad, la banca tiene una enorme influencia en la cultura académica económica (financiando congresos, trabajos de investigación económica -con claro contenido ideológico-, revistas económicas y un largo etcétera, siendo su influencia sobre el conocimiento económico semejante al que tiene la industria farmacéutica en el conocimiento médico). Y se encuentra por todas partes. Desde FEDEA a muchos departamentos de Economía Universitarios y Colegios de Economistas en este país. Todos ellos han estado reproduciendo el dogma neoliberal que ha causado y continúa causando tanto daño.

Y es muy fácil ver por qué han hecho tanto daño. Estas políticas neoliberales causaron las crisis y ahora dificultan la salida de ella. La desregulación financiera (característica del dogma neoliberal) fue la causa de la crisis bancaria causada por las actividades especulativas de la banca. Y las políticas fiscales regresivas aumentaron enormemente las desigualdades de renta y propiedad (con disminución de las rentas del trabajo), que facilitaron una pérdida de la capacidad adquisitiva de la población, causa de su enorme endeudamiento. Cuando este endeudamiento no pudo continuarse debido al estallido de la burbuja inmobiliaria, se creó un enorme problema de demanda, paralizando la economía y disminuyendo con ello los ingresos al Estado (ya insuficientes por la regresividad de la política fiscal), disparándose el déficit.

La política de reducir el déficit a base de recortes de gasto público empeoró y continúa empeorando la situación, pues en un momento de parálisis de la demanda doméstica en el sector privado, lo que se requiere es un estímulo económico a base de aumentar el gasto público, invirtiendo en áreas de creación de empleo. Si en lugar de hacer esto se recorta tal gasto, se está empeorando todavía más la situación. Esto lo saben los estudiantes de primer año de Políticas Económicas y Políticas Públicas que no hayan recibido ya un lavado de cerebro por los economistas neoliberales."
(Vincenç Navarro) — con Juán Mármol.

sábado, 11 de mayo de 2013

El gobierno alemán no hace lo que predica

Vicenç Navarro. Sistema Digital

Un mensaje que el gobierno Merkel enfatiza constantemente a favor de las políticas de austeridad que está imponiendo al resto de la Eurozona es que tales países deben aprender de las reformas realizadas en aquel país, que incluyeron medidas de austeridad que en lenguaje plano quiere decir recortes de gasto público, incluyendo el social, a fin de reducir el déficit y la deuda pública. En este mensaje se enfatiza que en el periodo que va de 2003 a 2005, el gobierno alemán tomó una serie de medidas de disciplina fiscal que explican el supuesto éxito de su modelo. Supuestamente, estas medidas se tomaron durante las reformas iniciadas por el canciller Gerhard Schröder (y presentadas al Parlamento alemán el 14 de marzo de 2003) y que determinaron, por cierto, la escisión del Partido Socialdemócrata y su muy marcado descenso en el proceso electoral. Estas políticas de supuesta disciplina fiscal fueron más tarde continuadas –según el gobierno Merkel- por la coalición gobernante del Partido Conservador Cristianodemócrata con el Partido Socialdemócrata.

Hasta aquí la versión del establishment alemán de por qué a Alemania le ha ido bien: tomó la medicina que necesitaba, y aún cuando fue amarga, le salvó de la crisis. De ahí que los otros países de la Eurozona, y muy en especial los supuestamente más despilfarradores, como los países periféricos o PIGS (Portugal, Irlanda, España y Grecia), tengan que hacer lo mismo, es decir, imponer la disciplina fiscal, recortando y recortando hasta alcanzar la reducción del déficit y de la deuda pública y así recuperar la famosa “confianza de los mercados financieros” (una de las frases más repetidas en el mensaje promovido por el gobierno alemán).

Esta versión de lo que ocurrió en Alemania se ha convertido en dogma y se reproduce constantemente en los medios de mayor difusión. Así, el pasado domingo 5 de mayo, en un artículo sobre la situación en Europa, publicado en El País (“La austeridad rompe el eje París-Berlín”), los corresponsales de tal diario en París (M. Mora, C. Pérez y J. Gómez) indicaban que “los recortes de Schröder salvaron a Alemania de la crisis en la que se encuentra Francia”, implicando que lo que el Presidente Hollande debería hacer es lo que, por lo visto, el canciller Schröder hizo con sus reformas, es decir, recortar y recortar gasto público. Y, por si fuera poco, en el mismo número, en una entrevista en El País al sociólogo alemán más conocido en España, el profesor Ulrich Beck (colaborador frecuente en sus páginas), este indicaba con tono de aprobación que “hay un consenso acerca de que el éxito alemán se debe a los recortes del canciller socialdemócrata Schröder. Se cree que ello funcionó en Alemania y tiene que ser bueno para todo el mundo” (“Alemania impone sus recetas con una plantilla moral”. El País 05.05.13).

La falsedad del dogma promovido por el gobierno alemán

El problema con esta interpretación del supuesto éxito del modelo alemán como consecuencia de la austeridad fiscal es que los datos señalan que no hubo ninguna medida de austeridad fiscal en las reformas del canciller Schröder. Dos economistas del Institute for the Study of Labor (IZA), Ulf Rinne y Klaus F. Zimmermann (“Is Germany the North Star of Labor Market Policy”) han mostrado con toda claridad y detalle que el déficit y la deuda pública aumentaron notablemente durante el mandato del gobierno socialdemócrata, crecimiento que continuó durante el gobierno Merkel. En realidad, la deuda pública subió durante el periodo 2000-2010, nada menos que un 40%, creciendo mucho más rápidamente que el PIB. ¿Dónde estaba la austeridad?

En realidad, Alemania no ha sido un país cuyos gobiernos se hayan caracterizado por su austeridad de gasto público. Antes al contrario, la gran expansión de tal gasto que ocurrió a raíz de la unión alemana, con la integración del Este de Alemania, y la expansión de la Alemania occidental en la oriental, estimuló su economía, e indirectamente, la economía europea. Y lo hizo a base de aumentar su déficit público, pasando de estar en superávit en 1989 (0,1% del PIB) a tener déficit público a partir de entonces cada año, alcanzando tal déficit un 3,4% del PIB en 1996. Y algo semejante ocurrió en los años del mandato de los cancilleres Schröder y Merkel.

¿De dónde saca, pues, el gobierno Merkel la autoridad moral de exigir a otros países lo que los sucesivos gobiernos alemanes no hicieron? ¿Y con qué autoridad moral el gobierno Merkel exige a Grecia (país que fue ocupado por la Alemania Nazi) que pague su deuda, en cantidades que le representarían un 40% del PIB, cuando tras su derrota se permitió a Alemania que no destinara más de un 5% de sus ingresos por las exportaciones a pagar su deuda a las potencias vencedoras? (Pedro Olalla en el blog Ganas de escribir de Juan Torres).

Lo que en realidad hizo el canciller Schröder fue redistribuir la riqueza generada con el aumento de la productividad hacia las rentas del capital a costa de las rentas del trabajo, creando un problema muy serio de insuficiente demanda doméstica que intentó paliar con un aumento de la deuda pública, posibilidad negada por el gobierno Merkel a los países PIGS. Es más, el gasto público regional y local aumentó mediante políticas públicas a las que Merkel se opone en otros países. Fue esta redistribución de las rentas a favor de las rentas del capital la que causó la gran rebelión de las bases socialdemócratas y la caída electoral en picado de este partido. Tales reformas (centradas en la reforma laboral) deterioraron en gran manera el mercado laboral. El bajo desempleo se debió a la reducción del tiempo de trabajo, medida presionada por los sindicatos, cuya implementación fue facilitada por el sistema de cogestión existente en Alemania. Continuar indicando que este bajo desempleo se debe a las políticas de austeridad es ignorar toda la evidencia que niega tal proposición.

domingo, 28 de abril de 2013

Más sobre el fraude en el pensamiento neoliberal

Vicenç Navarro. Sistema Digital

En un artículo reciente (“Fraude en el pensamiento económico dominante”. ‘El Plural’. 21.04.13) indiqué la enorme influencia que la Banca y otros componentes del capital financiero tienen en configurar la sabiduría convencional en el conocimiento económico (de una manera muy semejante a cómo la industria farmacéutica influencia la cultura médica), lo cual ocurre a partir, entre otras medidas, de la financiación de investigadores académicos en el área de economía, que promueven los puntos de vista e intereses de la Banca. Citaba, como ejemplo, los artículos de los economistas Reinhart y Rogoff, de la Universidad de Harvard (próximos ambos al capital financiero), en los que concluían que sus investigaciones mostraban claramente que el aumento de la deuda pública por encima del 90% del PIB creaba una recesión en un país, señalando así que la causa de la recesión que estamos viendo hoy a los dos lados del Atlántico era el resultado del excesivo gasto público, determinante del crecimiento de la deuda pública de estos países. Los recortes de gasto público en todos estos países responden a esta percepción de que la recesión está causada por el excesivo gasto público. Estos trabajos han sido la Biblia que ha guiado las políticas de austeridad. Los trabajos de Reinhart y Rogoff, sin embargo, están llenos de errores, cuando no manipulaciones que niegan la validez de sus conclusiones. Tres economistas de la Universidad de Massachusetts, Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin (“Does High Public Debt Consistently Stifle Economic Growth? A Critique of Reinhart and Rogoff”. Un resumen del artículo aparece en el Financial Times, “Why Reinhart and Rogoff are wrong about austerity”, 18.04.13), han documentado los múltiples errores de este estudio.

Como era predecible, el establishment neoliberal que apoya las políticas de austeridad se ha movilizado inmediatamente para defender los trabajos de Reinhart y Rogoff, minimizando los errores y negando que hubiera manipulaciones, trivializando a sus críticos, indicando que, en realidad, no existían los errores que se les atribuía. Un ejemplo de esto aparece en el artículo reciente en ‘El País’ (“La teoría del exceso de deuda pierde un asalto”. 21.04.13), que resume el debate que se ha creado a raíz de las críticas de Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin al trabajo de Reinhart y Rogoff. Y para evaluar los méritos de dicha crítica, ‘El País’ pregunta las opiniones del economista Jesús Fernández-Villaverde, presentado, sin más, como Catedrático de Economía de la Universidad de Pensilvania en EEUU. Dicho economista indica que “el único error” en el trabajo de Reinhart-Rogoff es uno de cálculo, cosa relativamente menor y que no altera el resultado del estudio.

Lo que el artículo no cita es que este economista, conocido por su orientación ultraliberal, es Director de Cátedra, Fedea, es decir, patrocinado por Fedea, la fundación financiada por los mayores Bancos en España que han enfatizado, como lo ha hecho toda la banca, la necesidad de llevar a cabo las políticas de austeridad, información que debería haberse facilitado por parte de ‘El País’. Imagínese el lector que apareciera un trabajo de un investigador que mostrara que una medicina promovida como sumamente eficaz por un laboratorio farmacéutico (vendida como milagrosa en la cura del cáncer) es, en realidad, no solo ineficaz, sino incluso tóxica para los enfermos. Naturalmente que se originaría un debate inmediatamente. Y que luego, como parte de este debate, un diario importante del país le preguntara a otro investigador sobre la opinión acerca del trabajo que cuestionó la eficacia del fármaco y que este indicara que la crítica carece de validez, sin indicar que el investigador que niega validez de la crítica del fármaco milagroso está financiado por el que lo produce. Pues bien, esto es lo que está ocurriendo no solo en este caso, sino en muchísimos otros. Constantemente se presenta en los medios a “gurús” económicos defendiendo, por ejemplo, la privatización de las pensiones o el alargamiento de la edad para recibir las pensiones públicas, sin que se indique que muchos de estos “gurús” están asesorando y/o reciben fondos de las compañías de seguros y/o de la banca, que se beneficiarían de estas intervenciones públicas.

EL ERROR DE REINHART Y ROGOFF NO ES MENOR
Andrew Watt, en su artículo “A Brief Social Science Methodology Primer – Renowned Harvard Economists Please Take Note” en ‘Social Europe Journal’, explica con detalle el problema metodológico existente en los trabajos de Reinhart y Rogoff, que es un problema mayor, mucho mayor que el de utilizar un código erróneo. Es, por cierto, un error que es bastante común en los estudios econométricos donde se utiliza un gran número de variables en series temporales y que incluyen en su muestra un limitado número de países. El número reducido de países estudiados hace que grandes variaciones en un país puedan afectar de una manera muy significativa al resultado. El otro problema es que se deducen erróneamente relaciones, en las correlaciones entre las variables, que son altamente cuestionables. De ahí que el mejor método de análisis sea el estudio histórico y político de cada caso (cosa que Reinhart y Rogoff no hacen), permitiendo una mayor comprensión de cada país. Así, la recesión del año 1951 en Nueva Zelanda tiene poco que ver con el aumento de la deuda pública, y mucho con la mayor huelga de los trabajadores que aquel país haya tenido, que paralizó la economía durante 151 días. Y como este caso, existen muchos otros.

Una última observación. El hecho de que Reinhart y Rogoff tuvieran tanta influencia no se debía a su trabajo en sí, sino a la función de su trabajo. No hay plena conciencia de que la visibilidad mediática de un economista depende primordialmente de su utilidad para los intereses económicos a los cuales sirve, que tienen gran influencia en los medios. Y esta gran influencia, que alcanza niveles de dominio, les ofrece una gran impunidad para promover posturas que científicamente carecen de credibilidad. Lo vemos diariamente en España (incluyendo Catalunya), donde la necesidad de las políticas de austeridad ha sido promovida activamente, pese a que la evidencia científica (y la propia realidad que nos rodea) muestra claramente que están profundamente equivocadas. No solo son ineficaces, sino que son tremendamente dañinas: han estado dañando enormemente a las clases populares. Y es ahí donde los ideólogos neoliberales, incluyendo a Reinhart y Rogoff y a Fedea, y los medios que las han promovido tienen una enorme responsabilidad. Su trabajo, al servicio del capital financiero, ha contribuido en gran medida a un gran dolor, todo ello para gloria del capital financiero, cuyas rentas han alcanzado unos niveles nunca antes conocidos. Así de claro. Todo lo que está pasando podría haberse evitado fácilmente, como unos pocos indicamos. Los problemas presentados como económicos son políticos, es decir, dependen del poder que determina la configuración final de las políticas públicas.

sábado, 27 de abril de 2013

Alternativas para crear empleo y conseguir crédito

Vicenç Navarro. Sistema Digital

Una explicación generalizada del hecho de que el Banco Central Europeo (BCE) no ayude directamente a los Estados (comprándoles bonos públicos, por ejemplo, para reducir los intereses de su deuda) es que el Banco Central tiene prohibido hacerlo. La lectura del Tratado que estableció las funciones de las distintas instituciones de la Unión Europea (‘The Treaty of the Functioning of the European Union’), sin embargo, no permite tal interpretación del porque el BCE no ayuda a los Estados. En realidad, tal Tratado así lo permite. Los artículos 3 y 127 de tal Tratado indican explícitamente que, siempre y cuando se cumpla con el objetivo de garantizar la estabilidad de los precios (por debajo del 2% del incremento promedio anual) el BCE tiene la obligación d contribuir a las políticas económicas de la Unión Europea, incluyendo el crecimiento económico, el pleno empleo, la cohesión social y territorial y la solidaridad entre los Estados miembros. El mandato no puede ser más claro.

Tal mandato, sin embargo, ha estado olvidado. Ni el anterior Presidente del BCE, el señor Trichet, ni el actual, el señor Draghi, han dado mucha importancia a este mandato, al revés, por cierto, de la postura adoptada por el gobernador del Banco Central Estadounidense, el Federal Reserve Board (FRB), el señor Ben S. Bernanke, el cual ha enfatizado que un objetivo central de tal Banco es estimular la economía y reducir el desempleo, declaración que sería impensable que hubieran hecho los Presidentes del BCE, fueran éstos los anteriores, o fuera el actual. En realidad, el FRB ha publicado una serie de gráficos que son enormemente ilustrativos. Ha analizado desde 1948 la evolución del déficit federal y la tasa de desempleo en EEUU, mostrando que han seguido una evolución paralela. A menor desempleo, menor déficit del Estado federal. Durante todos estos años, y durante todos los ciclos económicos, los gráficos muestran que, cuando el desempleo baja, el déficit público (como porcentaje del PIB) baja. Y cuando el desempleo sube, el déficit público aumenta. De ahí que el FRB indique que para la reducción del déficit público es esencial que se cree empleo. Como resultado de ello, se están recuperando las políticas para alcanzar el pleno empleo que las administraciones federales anteriores habían aparcado. La evidencia científica acumulada en la literatura económica muestra claramente que la mejor manera de reducir el déficit público es alcanzar el pleno empleo.

Se ha iniciado así todo un debate en EEUU que, en cierta manera, se asemeja a los debates que ocurrieron a principios del siglo XX, y que generaron el establecimiento del New Deal, el programa económico-social desarrollado por la Administración Roosevelt, que terminó con la Gran Depresión. Y lo que es importante subrayar es que el debate se centra, no sólo en estimular la economía, sino en ‘cómo estimularla’. En este debate de ahora, el estímulo económico se ve como un objetivo para alcanzar el pleno empleo. Se considera que no es suficiente con estimular la economía. Ésta puede ir creciendo sin crear empleo, lo cual no resuelve el problema mayor, que es la falta de empleo. De ahí que muchos autores concluyan que las propuestas de reducir impuestos, como medida de estímulo de la economía, no resolverán el problema. Es mejor aumentar los impuestos (sin necesariamente afectar a los impuestos de la gran mayoría de la población) y con los fondos públicos así obtenidos, facilitar la creación de empleo a partir de intervenciones e inversiones públicas.

En un periodo en que la producción de empleo en el sector privado es insuficiente, se necesita que el sector público cree empleo, bien directamente, bien indirectamente. Tal empleo debe financiarse mediante el aumento de los ingresos al Estado, cuyo descenso ha sido causado, en parte, por las excesivas ventajas fiscales y fraude fiscal de las rentas más superiores, que son las que se han beneficiado más de las políticas fiscales regresivas que se han ido desarrollando durante los años que precedieron la crisis, antes de que la crisis se iniciara. Según el FRB, si las rentas del capital se gravaran al mismo nivel que las rentas del trabajo, los ingresos al Estado federal de EEUU aumentarían un 8%

TAMPOCO ES CIERTO QUE EL BCE NO PODRÍA PEDIR PRESTADO DINERO A LOS ESTADOS

Si bien es cierto que el Banco Central Europeo no está autorizado a prestar a los Estados miembros, sí que puede prestarlo a los organismos públicos de crédito (tal como señala el artículo 21.3 del Estatuto del Sistema Europeo de Bancos Centrales). El BCE podría prestar al 0,01% a cualquier banco público del Estado nacional y/o agencia pública de crédito (el ICO, por ejemplo) que podrían a su vez prestar al propio Estado dinero al 0,02%. Esto tendría un enorme impacto en las cuentas del Estado español y de sus CCAA. Así, el colectivo llamado ‘Roosevelt 2012’ (en honor a la política crediticia pública del Presidente Roosevelt) ha mostrado que el Estado español se habría ahorrado 26.000 millones de euros al año, dinero suficiente –según tal colectivo- para crear un millón de puestos de trabajo. Tal colectivo, basado en Aragón, también ha mostrado que tal medida habría ahorrado a la Comunidad Autónoma de Aragón 982 millones de euros, cifra a la que llegan descontando de los 1.232 millones de euros que tal CCAA ha pagado en intereses de su deuda (desde el año 2002), el dinero que se hubiera pagado en intereses a la banca o agencia de crédito público, cuyos intereses habrían sido el 1% (en realidad los intereses del BCE son del 0,75%).

El BCE podría (y debería) haberles prestado este dinero a estos intereses. En realidad, el BCE es, en teoría, un Banco público, en el cual el Estado español tiene el 8% de su capital. Si tal BCE hubiera prestado a los bancos públicos al 1%, éstos podrían haberlo prestado al mismo interés, tanto al Estado como a las familias y empresarios, permitiendo un enorme ahorro, pues ahora pagan un promedio del 6% asegurando así los beneficios de la comunidad bancaria privada. ¿Por qué el Estado español (central y autonómico) no lo hace?

sábado, 6 de abril de 2013

La relación imperial del establishment alemán

Hoy el establishment alemán (los centros financieros y las grandes empresas dedicadas a la exportación junto a su instrumento político, bien representado por el gobierno Merkel) domina el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Junto con el Fondo Monetario Internacional, este establishment dicta e impone a los países periféricos de la Eurozona una serie de políticas públicas que están dañando el nivel de vida y bienestar social de las clases populares de tales países.

Tales políticas incluyen (1) recortes muy sustanciales de la protección social de tales países (con reducciones muy notables de las transferencias y servicios públicos del Estado del Bienestar) y otras intervenciones públicas que están deteriorando la infraestructura física y social del país, y (2) reformas laborales encaminadas a reducir los salarios de la población trabajadora. Las primeras políticas públicas se están imponiendo bajo el argumento de que hay que reducir el déficit y la deuda pública de tales países a fin de recuperar la confianza de los mercados financieros, y así los Estados puedan conseguir dinero prestado de los bancos. El segundo tipo de políticas públicas —la desregulación del mercado de trabajo— se fuerza sobre los países indicando que tal disminución de los salarios es necesaria para hacer a las empresas más competitivas y facilitar así las exportaciones, que serán las actividades económicas que sacarán a los países (incluyendo España y sus CCAA) de la profunda recesión en la que se encuentran.

Tales políticas se realizan con el apoyo de los establishments financieros, empresariales, políticos y mediáticos que gobiernan tales países periféricos (incluyendo España), pues, excusándose en la necesidad de mantenerse en Europa (presentando su permanencia en el euro como garantía de su pertenencia) imponen tales políticas. Consiguen con ello lo que siempre han deseado: debilitar al mundo del trabajo, a fin de optimizar sus intereses financieros y económicos. En todos estos países las rentas del capital están subiendo a costa del descenso de las rentas del trabajo. La evidencia de ello es clara, robusta y contundente. Entre 2009 y 2012, la parte del PIB que corresponde a la compensación de los trabajadores ha perdido peso. En España, este porcentaje ha pasado de ser el 50% al 46% (es decir, una disminución del 4% del PIB), en Grecia e Irlanda también se ha reducido el 4% del PIB y en Portugal el 3%. Lo que se llamaba antes la lucha de clases continúa desarrollándose en tales países con la ayuda del establishment alemán, que domina el establishment europeo.

¿Por qué se realizan tales políticas?
El hecho de que tales políticas se impongan a la población (en ninguno de tales países existe un mandato popular para que se lleven a cabo) se debe a que tales políticas benefician, además de a los establishments de los países periféricos, al establishment alemán, y muy en particular a la banca y a las compañías exportadoras alemanas. Los famosos rescates bancarios y las supuestas “ayudas financieras” a los Estados de los países periféricos es básicamente ayuda a los bancos alemanes (entre otros bancos europeos) como bien han reconocido economistas asesores al Gobierno Merkel como Jürgen Donges, en sus declaraciones de apoyo a las supuestas ayudas a España, aprobadas en el Parlamento alemán (Las responsabilidades del ‘establishment’ alemán en la crisis española, Público, 07.02.13).

Otro ejemplo del impacto diferencial de tales políticas ha sido el establecimiento del euro que ha beneficiado primordialmente al establishment alemán. Como he detallado en mis trabajos, el BCE no es un banco central. Es un lobby de la banca y muy en particular de la banca alemana. Ni que decir tiene que tal institución también está sujeta a otros intereses además de los alemanes, lo cual explica, en ocasiones, las tensiones entre el Bundesbank (el Banco Central Alemán) y el BCE. Pero, sigue, en general, las directrices del gobierno alemán, el cual sintetiza los intereses del establishment alemán. Y tal BCE está jugando un papel clave en imponer tales políticas. Su propia existencia, proveyendo préstamos a intereses muy bajos a la banca (pero no a los Estados), para que estos compren a intereses desmesurados la deuda pública de los Estados periféricos ha sido la causa del enorme endeudamiento de tales Estados. Tal crecimiento de la burbuja de la deuda pública está destruyendo (con los recortes de gasto público) el ya escasamente financiado Estado del Bienestar de los países periféricos de la Eurozona, destrucción que se hace para pagar a la banca alemana los intereses de tal deuda (además de debilitar el mundo del trabajo, lo cual explica el apoyo de tales políticas por parte del mundo empresarial exportador en tales países).

Y todo ello se presenta, realiza e impone, en teoría, para defender el euro y la pertenencia a Europa de tales países. La “alarma” de que el euro está en peligro es el justificante de tales políticas. Pero el euro nunca ha estado en peligro. Antes al contrario está sobrevalorado, perjudicando enormemente a las economías de los países periféricos. En realidad, las enormes desigualdades existentes entre el centro y la periferia de la Eurozona favorecen al primero y perjudican a los segundos. Existe un flujo de capitales de la periferia al centro que los países periféricos no pueden revertir. Es la descapitalización de tales países, impuesta por el establishment alemán, que es el primer beneficiario de tal sistema. Los bancos y los Estados de la periferia tienen una gran escasez de capital mientras que los bancos como Deutsche Bank y los bancos alemanes más importantes así como el Estado alemán tienen dinero de sobras.

Como el establishment alemán domina la Eurozona
Esta es la relación imperial que se genera y reproduce sin ningún tipo de intervención militar. De ahí que no pueda hablarse del IV Reich. Pero las relaciones de dominio económico, político e incluso mediático existen. Le sorprenderá al lector que incluya también el mediático. Dos ejemplos recientes de este dominio mediático han aparecido recientemente: uno es el veto a un artículo de Juan Torres en El País de Andalucía. Juan Torres publicó un excelente artículo (Alemania contra Europa, 24.03.13) alertando del dominio alemán haciendo una reflexión muy acertada de los paralelismos existentes con épocas anteriores. Tal artículo fue retirado de la web de El País donde inicialmente se publicó, debido a presiones mediáticas y políticas alemanas sobre El País. El establishment alemán no quiere que se hable del pasado relacionándolo con el presente.

Otro caso reciente prueba lo que digo: en un artículo reciente publicado el Público (Las responsabilidades del ‘establishment’ alemán en la crisis española, 07.02.13), señalaba yo que la influencia del establishment alemán en España es una constante en la historia de nuestro país. Señalaba que el gobierno alemán configuraba en gran medida las políticas del gobierno español que estaban dañando el bienestar de la población española. Pero añadía que el establishment alemán tenía una gran responsabilidad en la génesis de la crisis en España pues fue el gobierno alemán, bajo Hitler, el que jugó un papel determinante de la victoria del General Franco, impidiendo las reformas tan necesarias para modernizar el país, realizadas por la II República. No es por casualidad que los países como Grecia, Portugal y España, que están en una situación desesperante sean países que han sido dominados por fuerzas ultraconservadoras en la mayoría de su historia. Y en España, el establishment alemán jugó un papel clave en la victoria de tales fuerzas, frenando las reformas (iniciadas por la II República) del sistema productivo y de su economía, que han sido difíciles de aplicar debido a la enorme influencia que las ultraderechas tienen en España, que ahora utilizan “la crisis del euro” para continuar manteniendo sus privilegios.

Pues bien, una revista alemana (Kulturaustausch) tradujo tal artículo, eliminando toda referencia al pasado. Desaparecía la complicidad del establishment alemán en el establecimiento del fascismo español y en el mantenimiento de unas estructuras que mantuvieron España en el subdesarrollo económico, social y político por más de cuarenta años.

Una última observación: en Alemania (y en España) hay clases sociales.
El lector notará que a lo largo de este artículo hablo del establishment alemán, más que de Alemania. Y ello se debe a la necesidad de no confundir el establishment gobernante en un país con el propio país, una confusión que el establishment alienta y favorece pero que no corresponde a la realidad. En Alemania, como en España, hay clases sociales con intereses distintos que están en conflicto —como ahora— con gran frecuencia. Una de las “víctimas” del establishment alemán es la propia clase trabajadora alemana que es la que sufre en primera mano las reformas Schröder-Merkel. El crecimiento de la productividad alemana ha beneficiado predominantemente a las rentas del capital, no a las del trabajo, cuyos salarios han permanecido estancados por la mayoría del tiempo desde el establecimiento del euro.

Y es a esta clase trabajadora alemana a la cual va dirigida la desinformación producida por los medios de mayor difusión alemanes (incluyendo los llamados serios y responsables) que presentan la situación de los países periféricos como resultado de la pereza y escasa productividad de sus trabajadores, de su excesiva protección social, y otras falsedades, atribuyéndose el rechazo popular en estos países a tales imposiciones de políticas de austeridad a características culturales y étnicas que producen un populismo, poco maduro, como lo definía el Spiegel hace unos días. El racismo y el estereotipo étnico son una constante en la cultura hegemónica alemana.
Vicenç Navarro. Público
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/6765/la-relacion-imperial-del-establishment-aleman/

lunes, 28 de enero de 2013

El conflicto (antes guerra) civil no ha terminado

La historia de España durante el siglo XX (y que continúa en el siglo XXI) es el conflicto constante entre, por un lado, los establishments financieros, centrados en la banca, y los empresariales, centrados en la gran patronal (asistidos por el Estado dominado por las fuerzas conservadoras –que incluyen las fuerzas armadas y el sistema judicial y policial- y por la jerarquía de la Iglesia Católica, y apoyados por la mayoría del establishment mediático) y por el otro lado, las clases populares que intentan conseguir el bienestar social y calidad de vida que consideran que se merecen y cuyo desarrollo entra inevitablemente en conflicto con los privilegios de aquellos establishments. Este conflicto marcó el siglo XX y continúa ahora en el siglo XXI.

El máximo desarrollo de tal conflicto en el siglo pasado apareció cuando, en respuesta a las políticas reformistas altamente populares llevadas a cabo por un gobierno democrático, hubo un golpe militar que impuso una de las dictaduras más represivas de las que hayan existido en la Europa Occidental (según el profesor Malefakis, experto del fascismo europeo en la Universidad de Columbia, por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil). Tal dictadura se estableció para defender los intereses de aquellos establishments financieros y empresariales dominantes en la historia de nuestro país.

La resistencia popular hizo quebrar aquella dictadura en los años setenta del siglo pasado. Desde 1974 a 1978 España fue el país con la mayor agitación social de Europa. De ahí que, aun cuando el dictador Franco murió en la cama, la dictadura terminó en la calle. Las movilizaciones sociales (lideradas por el movimiento obrero), aunque determinantes para acabar con aquella dictadura, no fueron suficientemente fuertes para romper con la estructura de poder que controlaba el Estado. Y un punto importante para explicar aquella insuficiencia fue que los partidos políticos de izquierda acababan de salir de la clandestinidad, con muchos de sus dirigentes en las cárceles o en el exilio.

El desequilibrio de fuerzas en aquel proceso de Transición fue enorme.
Las derechas controlaban el aparato del Estado, además del poder financiero y gran empresarial, gozando de una gran influencia en los medios, mientras que las izquierdas políticas estaban saliendo de una dictadura que les había reprimido brutalmente. El famoso “consenso” de la Transición al que las derechas (y algunas voces de izquierda) se refieren constantemente para justificar la perpetuación de su poder en las instituciones del Estado, asume una aceptación por parte de las izquierdas de un acuerdo muy desigual que fue aceptado en aquel momento, resultado de que se percibía que era la única salida posible. La Constitución Española refleja este desequilibrio. No se reconoce en ella ni la universalidad de los derechos sociales (como la sanidad) ni tampoco se reconoce la plurinacionalidad del Estado español. Éstos son indicadores del enorme poder que las derechas tuvieron en la mal llamada Transición “modélica” y que han marcado los más de treinta años de una democracia caracterizada por sus grandes insuficiencias.

La corrección del déficit social
Ni que decir tiene que el periodo democrático ha visto enormes cambios entre los cuales destaca el establecimiento del Estado del Bienestar, proceso liderado por las izquierdas. El establecimiento del Sistema Nacional de Salud, en 1986, es un ejemplo de ello. Y aunque no garantizaba la universalidad de los servicios sanitarios, es decir, unos derechos extensivos a toda la población española, sí que los extendía a la gran mayoría de la población. Otro indicador fue el notable crecimiento del gasto público social por habitante (que cubre desde las pensiones y otras transferencias públicas a los servicios públicos del Estado del Bienestar como sanidad, educación, y servicios sociales, entre otros) corrigiéndose parte del enorme déficit social que la España democrática había heredado de la dictadura. El año que el dictador murió España tenía el gasto público social más bajo de los países que más tarde pasarían a ser la UE-15. En 1975 el gasto social representaba en España solo el 15% del PIB, mientras que el promedio del resto de los países de la posterior UE-15, era del 22% del PIB.

El euro se hizo a costa del Estado del Bienestar 
La corrección del déficit social fue interrumpida, sin embargo, como consecuencia de la manera como se, ... Vicenc Navarro en Público. Seguir leyendo el artículo aquí.

domingo, 27 de enero de 2013

Teorías económicas sobre la crisis y reportaje de la BBC sobre la realidad española

Las dos grandes teorías existentes para explicar el porqué de la crisis actual son, una, la que la atribuye a una gran expansión del crédito bancario que ha causado un gran endeudamiento de las poblaciones a los dos lados del Atlántico Norte. Esta teoría está ampliamente extendida en los círculos conservadores y neoliberales europeos (aunque también se presenta entre opciones políticas de centroizquierda) y domina el pensamiento económico que gobierna la Unión Europea. La otra teoría es la que considera que tal endeudamiento se debe a la disminución de la capacidad adquisitiva de la población. Esta teoría es la que prevalece entre las izquierdas y entre los movimientos sociales como los sindicatos, tanto europeos como norteamericanos.

La primera interpretación está basada primordialmente en las teorías de Friedrich von Hayek y la escuela austríaca de economía. Asume que la causa de la crisis radica en los bajos intereses bancarios, por un lado, y la supuestamente excesiva impresión de moneda por parte de los Bancos Centrales, por el otro. Según esta teoría, tales medidas facilitaron la expansión del sector financiero y su involucración en actividades nuevas, incluso de tipo especulativo. En España, se calcula que su entrada en el euro, y la fácil accesibilidad al crédito que ello conllevó, creó la burbuja inmobiliaria que, al posteriormente explotar, creó la enorme crisis del crédito que ahora estamos viviendo. Que la burbuja inmobiliaria explotara se debió al colapso de crédito internacional iniciado en EEUU, cuando el año 2007 el Banco Central Estadounidense (el Federal Reserve Board) aumentó bruscamente los intereses bancarios a un 5,25%, a fin de reducir el excesivo crédito que se había permitido expandir más de lo que se consideraba aconsejable. De esta interpretación de los hechos surgen todas las series de intervenciones públicas encaminadas a “rescatar” a los bancos que estaban a punto de colapsarse debido a su excesiva oferta de crédito. Todas las reformas bancarias, tanto en España como en la Unión Europea, se están realizando en respuesta a esta interpretación de la crisis actual. De esta manera, la función de los bancos centrales (tales como el Federal Reserve Board o el Banco Central Europeo) se expandió para incluir, además de estabilizar los precios (controlar la inflación), estabilizar al sistema financiero.

El problema con esta teoría es que la enorme ayuda a la banca y al sistema financiero por parte de los Estados, ayuda que se está haciendo a costa de imponer una enorme austeridad a la población, no está recuperando a las economías deprimidas que no acaban de salir de su profunda recesión. El caso español es un claro ejemplo de ello.

La teoría alternativa a la dominante
Y es ahí donde aparece la otra teoría. Ésta atribuye la crisis a la enorme concentración de las rentas, resultado de la desigual distribución de la riqueza que se ha ido creando durante los últimos treinta años, resultado de la llamada “revolución neoliberal” iniciada por el Presidente Reagan en EEUU y la Sra. Margaret Thatcher en Gran Bretaña. En el conflicto capital-trabajo, el primero ganó a costa del segundo. Los beneficios empresariales de las grandes empresas se incrementaron exponencialmente a costa de que las rentas del trabajo se mantuvieran constantes o incluso disminuyeran, y ello como consecuencia de las políticas neoliberales encaminadas a debilitar al mundo del trabajo. Las sucesivas reformas laborales en la Unión Europea y el desmantelamiento de la protección social y del Estado del bienestar tenían y continúan teniendo como objetivo el debilitamiento del mundo del trabajo. Este debilitamiento fue el que forzó a la gran mayoría de la población (que obtiene sus rentas del trabajo) a que se tuvieran que endeudar en dimensiones no conocidas anteriormente. Fue este endeudamiento el que explica el gran crecimiento del sistema bancario. No es el sistema bancario el que origina el endeudamiento sino es al revés, es decir, es la necesidad de endeudamiento la que origina el gran crecimiento del sistema bancario. Ni que decir tiene, que la disminución de los intereses bancarios (que ocurrió en los países del Sur de la eurozona al establecerse el euro) favoreció tal endeudamiento. Pero la causa mayor de tal endeudamiento fue la necesidad de endeudarse, resultado de la limitada capacidad adquisitiva, hecho todavía más acentuado por la inflación de los precios de la vivienda, resultado de la actividad especulativa del complejo bancario-industria inmobiliaria.

Es más, la escasez de demanda es la que frena el crecimiento económico, creándose la necesidad de abrirse nuevas vías para la acumulación de capital. La falta de oportunidades en el sector productivo de la economía, resultado de la escasez de la demanda, lleva al crecimiento de las actividades especulativas tales como las citadas inversiones inmobiliarias. La escasa capacidad adquisitiva de la mayoría de la población es la que determina una baja demanda que origina la necesidad de que la inversión financiera adquiriera dimensiones especulativas, origen de la crisis financiera. Todo ello explica que, a no ser que se estimule el crecimiento mediante el aumento de la demanda, hoy paralizada, no habrá recuperación. En realidad, el sector privado está ya paralizado desde hace tiempo. Y los recortes del sector público, que es el único que podría ahora estimularlo, están empeorando todavía más la situación económica. A no ser que ello se cambie no habrá recuperación posible, por muchas reformas bancarias que tengan lugar. En realidad, sería mejor para conseguir la recuperación económica gastar el dinero invertido en tales reformas en ayudar, no a los bancos, sino a las personas afectadas por la crisis.

Estimular la demanda, sin embargo, no es suficiente para crear empleo
Una última observación. El aumento de la demanda es un paso necesario pero no suficiente para resolver el mayor problema económico y social hoy existente a los dos lados del Atlántico Norte, que es el elevado desempleo. Y esto es lo que muchos keynesianos olvidan. Fue el mismo Keynes el que subrayó la necesidad de tener como máximo objetivo en la política económica conseguir el pleno empleo y que ello debiera conseguirse –según él- mediante “trabajo público” (“public works”). Keynes aclaró que el pleno empleo no se conseguiría exclusivamente por la vía del estímulo de la demanda en la economía privada. Indicó que la intervención pública era necesaria, entendiendo como trabajo público, no sólo obras públicas, sino también servicios públicos, área esta última de especial importancia en España debido al escaso desarrollo de los servicios públicos del Estado del Bienestar (sólo una persona adulta de cada diez trabaja en los servicios públicos del Estado del Bienestar, tales como sanidad, educación, servicios sociales, escuelas de infancia y servicios domiciliarios, entre otros), siendo uno de los porcentajes más bajos de la UE-15. En Suecia, es uno de cada cuatro.

Esta observación adquiere especial importancia a raíz del posicionamiento neoliberal que considera como medidas eficaces para estimular la economía la reducción de los impuestos (a fin de estimular la demanda, incrementando la capacidad adquisitiva de la población) y la reducción de los intereses bancarios, argumento este último que se utiliza para justificar las políticas de austeridad y rectitud fiscal). Tales medidas son dramáticamente insuficientes, como bien mostraron los “estímulos” del gobierno Zapatero que dio gran énfasis a los recortes de impuestos. La imagen ampliamente extendida de que la creación de empleo la liderará el sector privado es profundamente errónea. Y la evidencia de ello es abrumadora. La recuperación económica, así como el alcanzar pleno empleo, se puede obtener sólo a base de un compromiso público de creación de empleo. Keynes así lo indicó cuando acentuó que por muchos incentivos que el mundo empresarial tenga, su objetivo no es crear empleo, aunque el empleo pueda o deba crearse en la economía privada. Los beneficios que el empresariado obtenga no garantizan que éste los utilice para crear empleo, pues tiene muchas otras alternativas a su alcance. De ahí que sea responsabilidad pública, no sólo facilitar la creación de empleo en el sector privado, sino también crear puestos de trabajo a través de inversión pública en obras o servicios públicos. Así lo indicó Keynes cuando, analizando el elevado desempleo creado por la Gran Depresión, escribió que “la única manera de … prevenir el elevado desempleo del periodo 1892-5 … radicaba en que el sector público … financiara trabajo en servicios públicos”, precisamente lo opuesto a lo que se está haciendo ahora (la cita de Keynes procede del artículo de Alan Nasser “What Keynes really prescribed”, en CounterPunch Nov 1-15,2012, Vol 19 No 19, pp1-3). En realidad, aunque Keynes presentó la solución, fue Kalecki quien enfatizó más en el carácter político del desempleo y del pleno empleo. Fue Kalecki el que, como Marx había hecho antes, indicó que el desempleo es una variable política más que económica. Y la realidad también muestra este hecho. En general, en los países donde el mundo del trabajo es fuerte, el desempleo es bajo. Donde el mundo del trabajo es débil, el desempleo es muy alto. España es un caso claro de ello. El porcentaje de la población ocupada es bajo, el desempleo es alto, los salarios son bajos, el gasto público social es también bajo, y la protección social es muy baja.
Así de claro.
Vicenc Navarro. Artículo publicado en Sistema Digital vnavarro.org

sábado, 5 de enero de 2013

La situación de la clase trabajadora en España

El Instituto de Política Económica (The Economic Policy Institute) de EEUU es uno de los centros de análisis económicos más rigurosos existentes en aquel país. Sus informes tienen gran impacto en el establishment político del gobierno federal. Y sus trabajos tienen gran resonancia en los mayores medios de información estadounidenses. Publica cada dos años el informe The State of Working America, en el que analiza la situación de la población trabajadora en EEUU. Es, sin lugar a dudas, el estudio más elaborado y detallado del mercado laboral así como de las condiciones del trabajo en EEUU.

Incluye también datos internacionales que permiten comparar la situación de la población trabajadora, no sólo en EEUU, sino también en los países de la UE-15 así como en Canadá, en Australia, en Japón, en Noruega y en Suiza, países todos ellos de semejante nivel de desarrollo económico que EEUU. Sería de desear que tal informe se tradujera al español pues tiene gran cantidad de información relevante para España. Es hoy en día el estudio más detallado que existe de la situación laboral y social de la población empleada en aquellos países, incluida España, y muy en particular de sus clases trabajadoras, permitiendo comparaciones de gran interés.

Muestra por ejemplo que los salarios bajos (la decila inferior de la población empleada) en España son más bajos (un 79%) que los salarios más bajos de EEUU, que es a su vez, uno de los países analizados donde los salarios bajos son más bajos. La decila inferior de la población empleada tiene un salario promedio que es el 47% del salario medio en EEUU. En España es el 60%.

Esta es una de las causas de que pobreza relativa (que es la mitad de la renta media del país) sea, tanto en EEUU como en España, de las más altas (14% en España, 15,7% en EEUU) de aquellos países. La situación es incluso peor entre los infantes. La pobreza infantil es un 23,1% en EEUU y 17,1% en España, siendo estos dos países los que muestran mayor pobreza infantil. El hecho de que la pobreza sea mayor en EEUU que en España a pesar de que los salarios más bajos sean más bajos en España que en EEUU se debe, en gran parte, a que hay más personas empleadas en EEUU que en España, y ello se debe, también, en parte, a que el empleo público (empleo financiado con fondos públicos) es mayor en EEUU que en España, dato que sorprenderá a mucha gente en España, donde la sabiduría convencional económica, de talante liberal, está sistemáticamente equivocada y cree que el empleo público en nuestro país está sobredimensionado. El Estado federal de EEUU, es uno de los empleadores públicos más importante de aquellos países, resultado de la enorme extensión de sus fuerzas armadas y también de la gran extensión de la población reclusa. Si tales sectores de la población empleada no estuvieran empleados, el desempleo en EEUU sería mucho más elevado que el hoy existente (7,7%).

A pesar de tales intervenciones públicas, el hecho es que la pobreza de EEUU es, junto con la de España, de las más elevadas hoy en aquel grupo de países, y ello se debe, además de la pobreza de los salarios en ambos países, a la escasa capacidad redistributiva de sus Estados. Así en EEUU, el 27% de la población sería pobre sino interviniera el Estado federal y estatal (equivalente este último al autonómico en España). Una vez este Estado interviene, la pobreza baja a un 17,3%, es decir un bajón de 9,7 puntos. En España, tal reducción es algo mayor. Debido a la intervención del Estado, la pobreza baja 13,2 puntos, siendo una de las reducciones más limitadas y más bajas, junto a la de EEUU, entre los países estudiados. Como punto de comparación, el Estado francés reduce la pobreza 25,4 puntos, Alemania 23,6 puntos, Finlandia 22,1 puntos, y así un larga lista. El Estado redistribuye muy poco tanto en EEUU como en España. De ahí que sean los países más desiguales dentro del grupo de países analizados.

El Estado estadounidense y el Estado español se caracterizan por, además de ser poco redistributivos, tener escasa sensibilidad social. Sus gastos públicos sociales como porcentaje del PIB (22% España, 18% EEUU) son de los más bajos de la lista de Estados analizados. Francia y Suecia, por el otro lado, son los Estados que tienen mayores salarios y mayor impacto redistributivo de sus Estados, así como mayor gasto público social.

La situación se está empeorando
Hoy, la situación de la clase trabajadora española se está empeorando resultado de las políticas iniciadas por el gobierno Zapatero y acentuadas mucho más por el gobierno Rajoy, y que incluyen unas reformas laborales que tienen como objetivo la reducción de los salarios y unas políticas de austeridad que están recortando el gasto público social, incrementando incluso más su regresividad y escasa vocación redistributiva. Tales políticas se están promoviendo para aumentar la “competitividad” de la economía española y poder estimular las exportaciones que supuestamente sacarán a España de la crisis.

Tal argumento, ampliamente aceptado también por la sabiduría convencional económica neoliberal, olvida que durante estos años de crisis las exportaciones españolas han ido aumentando a la vez que los salarios han ido bajando sin que ello haya repercutido en reavivar y estimular la economía. Y ello como consecuencia de que la recesión existente en España se debe precisamente a la escasa capacidad adquisitiva de la población (resultado de la bajada de los salarios) y a la reducción del gasto público (que contribuye al descenso de la necesaria demanda). La sabiduría convencional que siempre reproduce la visión de los grupos poderosos (tanto en las esferas económicas y financieras, como en las culturales y mediáticas) que dominan la vida política y mediática del país, está profundamente equivocada. Vicenç Navarro. Fuente: Público.es
Vicenç Navarro. Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

martes, 18 de diciembre de 2012

Las causas reales de las políticas de austeridad

En un artículo reciente indiqué que las medidas que se están tomando para racionalizar el sistema financiero en la Unión Europea no están teniendo un impacto en la resolución de la Gran Recesión que la Unión Europea está experimentando (“¿Qué está ocurriendo en la Eurozona?, Sistema 30.11.12).

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía española descenderá un 1,5% del PIB, la italiana un 2,3%, la portuguesa un 3%, la griega un 5,2%, la británica un 0,6%, la alemana un 0,9% y la francesa un 0,1%. Para el promedio de la Unión Europea, las predicciones de crecimiento económico son nulas, como señala la Comisión Europea. En realidad, se calcula que el descenso de la economía europea será de un 0,4% de su PIB. Un mal presente y un futuro peor. Las reformas financieras parecen no estar mejorando la situación. Antes al contrario, muchas de las medidas que se están tomando para mejorar el sistema financiero, están empeorando, en lugar de mejorando, la situación económica. El énfasis del Banco Central Europeo (BCE) y de la Comisión Europea en continuar las políticas de austeridad es un claro ejemplo de ello. Se argumenta que la disciplina fiscal (reducir el déficit público de los Estados) es clave para recuperar la confianza de los mercados financieros. De ahí que, como consecuencia, se están realizando más y más recortes en las transferencias y en los servicios públicos del Estado del Bienestar.

La inmensa mayoría de trabajos científicos creíbles muestran el profundo error de tales políticas. En realidad, tales políticas de austeridad han sido las responsables de que se vaya cayendo más y más en esta Gran Recesión. Y la causa de que ello sea así no es nada difícil de entender. El gran descenso de las rentas del trabajo en la mayoría de países del mundo occidental (y muy en especial Norteamérica y Europa occidental) ha creado un enorme problema de escasez de demanda, que aún cuando fue paliada, en parte, debido al enorme endeudamiento de la población (endeudamiento que benefició a la banca), ha llegado a un límite que ha paralizado el crecimiento económico. Pero la disminución de las rentas del trabajo se ha hecho a costa del enorme crecimiento de las rentas del capital y de su concentración en unos sectores de la población enormemente minoritarios (el famoso 1% del Occupy Wall Street Movement). Nos encontramos así con la aparente paradoja que vemos, junto a un enorme crecimiento de la cantidad de dinero existente en manos de unos pocos, una gran escasez de dinero para que la mayoría de la población pueda pagar los bienes y servicios que necesita para mantener su nivel de vida. En realidad, la pobreza está alcanzando dimensiones epidémicas, alcanzando grupos y clases sociales que se habían siempre considerado inmunes a tal escasez de recursos.

Lo que debería hacerse y no se hace

Parecería que lo más lógico es que se repartiera la enorme concentración de dinero para que se transfiriera a la población en general permitiéndoles que compren y atiendan a sus necesidades, recuperándose así la economía. La solución a esta recesión es extraordinariamente fácil de diseñar, si el conocimiento científico fuera el que motivara las decisiones políticas. De nuevo, toda la evidencia científica creíble existente señala que tal concentración de las rentas está dificultando la resolución de la crisis. Y la manera de corregir la concentración es la redistribución de tal dinero. Sólo en EEUU, el dinero acumulado (por la élite económica) durante estos años de crisis es de 2 trillones (americanos) de dólares. No hay, pues, falta de dinero. Su redistribución hacia las clases populares resolvería rápidamente el problema de falta de demanda en EEUU.

Que ello no se haga se debe al enorme poder que tiene este 1% de la población en cada país y las alianzas que se establecen entre ellos en varios países. Los argumentos que constantemente se dan, incluso por autores de izquierda, para explicar porqué no se hace tal redistribución y se estimule la demanda, es que los economistas que dirigen o aconsejan estas políticas de austeridad son incompetentes o ignorantes, argumentos que no son creíbles. Otro argumento que se ha utilizado es que tales economistas están imbuidos de una ideología, la ideología neoliberal que practican y promueven con una fe mancada de base empírica que la sustente. Pero tal argumento ignora que la fe siempre se reproduce porque beneficia a los que la promueven y sustentan. Hay intereses muy poderosos –para los cuales tales economistas trabajan- que apoyan la austeridad. Uno de ellos es el capital financiero, pues la expansión económica, que resultaría de las políticas redistributivas, afectaría la inflación. Y el enemigo número uno de la banca es siempre la inflación. Si el lector tiene 100 euros y la inflación anual es de un 10%, al final del año, su billete de 100 euros únicamente tiene un valor de 90 euros en comparación con los iniciales. Y la banca tiene billones de euros. Eso significa que ligeras variaciones de la inflación pueden tener impactos sumamente negativos para el capital financiero. De ahí que las políticas de austeridad que se están imponiendo en la Eurozona (y utilizo la expresión imponiendo porque en ninguno de los países donde tales políticas se han llevado a cabo éstas estuvieron en los programas electorales de los partidos gobernantes), y que están dañando el bienestar de la mayoría de la población, hayan sido las escogidas por el sistema de gobierno del euro (el Banco Central Europeo y también la Comisión Europea), enormemente influenciado por el capital financiero europeo (y muy en especial el alemán). Estas políticas han sido muy exitosas para tal capital financiero. La inflación en el promedio de la Eurozona ha sido alrededor del 2% por año, el objetivo que se diseñó cuando se estableció el euro (en noviembre fue el 2,2%).

Otras causas de las políticas de austeridad

Pero hay otra razón por la cual se continúan las políticas de austeridad. Y es que la enorme cantidad de dinero que se está utilizando por parte de la banca en prácticas especulativas tiene también sus elevados riesgos, como la banca es bien consciente. De ahí que lo que desea es buscar nuevas áreas de inversión que no sean especulativas, tales como la Seguridad Social y los servicios públicos del Estado del Bienestar. Se necesitan, pues, medidas de austeridad que empobrezcan las transferencias públicas (como las pensiones) y los servicios (como sanidad o educación), y que estimulen su privatización. Ello ofrece nuevas posibilidades para la banca y para las compañías de seguro de realizar amplios beneficios en actividades menos arriesgadas que las especulativas. Esta es la explicación de las medidas de austeridad. Y si no se lo cree, mire quien se está beneficiando de las privatizaciones de la sanidad en Catalunya, la Comunidad Autonómica de Madrid, donde tales políticas de privatización han sido más acentuadas. Entre muchos intereses financieros, existen inversiones de alto riesgo, compañías de seguro, consultorías afines al capital financiero y un largo etcétera. Es la “americanización de la sanidad”, es decir, la extensión del modelo sanitario estadounidense gestionado por las compañías financieras con afán de lucro, que han determinado el sistema sanitario más caro, más ineficiente y más impopular de los sistemas sanitarios existentes. En EEUU el sector sanitario es un campo de expansión del capital financiero. Y este es el objetivo de las políticas de austeridad en Europa (ver mi libro Medicine under Capitalism para analizar las consecuencias de este sistema de financiación de la sanidad).

Otra causa de la persistencia de tales políticas de austeridad es que está debilitando al mundo del trabajo y a los sindicatos. El caso español es un caso claro. Por primera vez en época democrática, las rentas del capital superan a las rentas del trabajo. Y la enorme influencia del capital financiero junto con la patronal, en el estamento político gobernante, hace y explica que, a pesar del descenso de la demanda y del escaso crecimiento económico, las rentas del capital continúen creciendo, ayudados por unas políticas fiscales que garantizan sus amplios beneficios (ver mi artículo “El “expolio” social del que no se habla. Público. 06.12.12). La alianza del capital con el Estado garantiza la prioridad de unas políticas que, mientras benefician a una minoría de la población, dañan enormemente el bienestar de la mayoría.

No es sólo el 1%

Cuando escribo una minoría no me refiero sólo al 1% al cual el movimiento Occupy Wall Street hace referencia. Este 1% (los propietarios y controladores del gran c apital) tiene un poder decisivo y determinante. En realidad, su porcentaje sobre la población, tanto en EEUU como en España, es mucho menor que el 1%. Pero este grupo controla los medios que configuran lo que uno de los analistas más agudos de las sociedades capitalistas, Gramsci, definió como hegemonía ideológica, que incluye desde las escuelas y las academias hasta los medios de información y persuasión, y que determinan la sabiduría convencional del país, que incluso hoy, tras tanto dolor y daño causado en la población, continúa dominando: el neoliberalismo. Toda una batería de fundaciones, centros de estudios o proyectos de investigación, están financiados por el capital, y muy en particular por el capital financiero. Los mayores bancos del país tienen centros de estudios, organizan conferencias, financian diarios y revistas llamadas científicas, donde el dogma se reproduce y se promueve a través de amplias cajas de resonancia, medios radiofónicos o televisivos, o prensa escrita, a su vez endeudada y dócil a tales poderes. El 1% para poder mandar necesita el aparato ideológico que lo sustente, Y de ahí que, a pesar del daño que tales políticas están causando, se continúen promoviendo.
Vicenç Navarro. Público.es

domingo, 11 de noviembre de 2012

Vicenc Navarro y Juan Torres López, hablan en una entrevista de la 2 de tve, sobre la llamada crisis económica y la publicación de su último libro.



El catedrático de Ciencias Políticas de Barcelona Vicenç Navarro y el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, Juan Torres, acaban de publicar el libro: “Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero”.

Y los profesores aportan datos: La burbuja inmobiliaria española se produjo porque la banca privada se aprovechó de ese endeudamiento, y en esa banca destaca (en el estado español) la banca alemana que colocó en los años de la burbuja inmobiliaria 200 mil millones de euros. La banca alemana alimentó la especulación en España. El banco alemán tiene gran influencia en el BCE y por tanto defiende sus intereses. Dice Navarro que el Banco Central Europeo no es un Banco Central público, sino que actúa como el lobby de la banca privada. No compra deuda pública. Presta dinero al 1% a la privada y la privada lo vende a un 6%. Por eso los profesores Navarro y Torres hablan de una deuda ilegítima.

Juan Torres señala que si desde 1989 el BCE hubiera financiado directamente la deuda, hoy la deuda sería del 14% del PIB, la banca privada presionó para que ganar dinero como intermediario a costa la deuda, y en estos momento la deuda es el 90% del PIB español. No es cierto que la deuda sea pública sea el resultado del despilfarro, del tópico “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ni de los gastos en la sanidad y educación. El problema es el fraude fiscal y los intereses de la deuda. En su libro los profesores Navarro y Torres defienden que la banca y las grandes fortunas son los amos del mundo. Y apuntan como hecho clave la fusión de la banca comercial y la banca de inversión. EN USA había una ley que separaba las 2 actividades. Con Clinton se abolió esa ley. La banca tomó el ahorro en lugar de darlo a actividades productivas, lo dio a actividades especulativas, creció una bola de dinero.

De 1945 a 1970 casi no hubo crisis financiera, porque había controles de capitales, había supervisores. A partir de los años 70 y 80 del siglo XX desaparecen los controles y ha habido más de 100 crisis financieras distintas.
vídeo de la entrevista en la 2 de rtve.

jueves, 1 de noviembre de 2012

La estafa de la deuda pública

Según el pensamiento dominante en los establishments financieros, políticos y mediáticos que configuran la sabiduría convencional en el conocimiento económico, la deuda del Estado español (aproximad amente un 90% del PIB) se debe al excesivo gasto público realizado en el país durante los años de bonanza en los que se despilfarró el dinero público. Y para confirmar tal aseveración se citan casos como el del AVE, que en muchas partes de España apenas tiene pasajeros, o las carreteras que no llevan a ninguna parte y muchos otros ejemplos de derroche de dinero público que –según la sabiduría convencional- nos han llevado a la crisis actual. Un indicador de tal crisis es la elevada prima de riesgo que el Estado español tiene que pagar para poder conseguir dinero de la banca, pues ésta (conocida como los mercados financieros) está dejando de tener la confianza en la capacidad del Estado en poder pagar los intereses de su deuda pública. De ahí la necesidad de recortar gasto público a fin de disminuir el déficit y la deuda pública y recuperar así la famosa “confianza de los mercados”, la frase más utilizada en la narrativa oficial de los gobiernos español y catalán para justificar sus recortes presupuestarios.

La gran estafa
El crecimiento de la deuda pública, sin embargo, tiene muy poco que ver con la supuesta exuberancia del gasto público. En realidad, el gasto y empleo público español, incluyendo el catalán, son los más bajos de la UE-15. Sólo un adulto de ca da diez trabaja en el sector público en España (en Catalunya no se llega ni a este ratio). En Suecia, es uno de cada cuatro. La hipertrofia del sector público, que según el dogma neoliberal dominante está ahogando la economía española, es una de las falsedades más notorias que se transmite con mayor frecuencia en los mayores medios de información. Los datos, fácilmente accesibles, muestran precisamente lo contrario. El Estado en España (y en Catalunya) es uno de los más pobres de la Unión Europea de los Quince, UE-15. Ahora bien, los economistas de FEDEA, los gurús mediáticos –como Xavier Sala i Martín y otros- continuarán, contra toda la evidencia existente, subrayando que la raíz del problema que tiene España, incluyendo Catalunya, es su excesivo gasto público, que –según ellos- ha generado el gran crecimiento de su deuda pública.

La causa real del crecimiento de la deuda
La causa más importante (y más silenciada por los medios) de la elevada deuda pública en España ha sido el dominio de la banca –y muy en especial de la banca alemana- y de las fuerzas neoliberales que ésta promueve en el diseño del euro y su sistema de gobierno. Veamos los datos. Tales fuerzas establecieron un Banco Central que no era un Banco Central, sino que era un enorme lobby de la banca. Lo que hace un Banco Central en un país es imprimir dinero y con este dinero compra deuda pública a su Estado, de manera que si los intereses de sus bonos se disparan porque el Estado tiene dificultad para venderlos, el Banco Central entra y compra muchos bonos, con lo cual los intereses bajan. El Banco Central está ahí para defender a su Estado frente a la especulación de los mercados financieros. En contra de lo que se dice y de lo que se escribe, los intereses de la deuda los decide un Banco Central, no los mercados financieros.

Ahora bien, cuando se estableció el euro, el Estado español perdió tal capacidad de imprimir dinero y comprar deuda pública. Se delegó tal autoridad al Banco Central Europeo, que sigue imprimiendo dinero pero no para prestarlo al Estado español (la compra de deuda pública, en la práctica, es un préstamo al Estado), sino para prestarlo a la banca privada a unos intereses bajísimos (menos de un 1%). Y es esta banca privada la que compra deuda pública a unos intereses elevadísimos (un 6% o un 7% en el caso español o italiano). Es un negocio redondo para la banca. El chanchullo del año. La banca, incluyendo la banca alemana, se ha forrado de dinero durante todos estos años. Nunca les había ido tan bien. Chupaban la sangre (los altos intereses de la deuda pública) al Estado, y cuando éste parecía que iba a desmayarse o morir, entonces (y sólo entonces), el Banco Central Europeo le prestaba dinero al Estado, es decir, le compraba deuda pública para que continuara viviendo, a fin de que la banca privada, como sanguijuela, pudiera continuar chupándole la sangre (es decir, su dinero).

Este entramado, en el que el BCE da dinero a la banca privada a unos intereses bajísimos, se justifica con el argumento de que así se garantiza el crédito necesario para las familias y para las empresas medianas y pequeñas (que crean la mayoría de puestos de trabajo). Pero el crédito ni está ni se le espera. En realidad, a pesar de que el BCE ha dado desde diciembre de 2011 más de un billón de euros (sí, un billón de euros) a la banca privada (la mitad de este billón fue a la banca privada española e italiana), el crédito continúa escaso, pues la banca tenía otras inversiones (como comprar deuda pública) mucho más rentables que la de ofrecer crédito.

Cualquier persona normal y corriente se preguntará, ¿por qué el BCE no prestó este dinero a los Estados de la Eurozona en lugar de prestarlo a la banca para poder financiarse sin necesidad de pagar unos intereses tan elevados a la banca privada? Por extraño que parezca, nadie en la estructura de poder que gobierna la Eurozona se planteó, hasta hace muy poco, esta pregunta. Y ello, como resultado de estar imbuidos en el dogma neoliberal, que es la ideología promovida por el capital financiero, es decir, por la banca (además de las compañías de seguro, fondos de alto riesgo y un largo etcétera).

Si el BCE hubiera prestado el dinero al Estado español, en lugar de éste tener que pedirlo a la banca privada, el Estado hubiera ahorrado muchísimo dinero. El Estado, en lugar de pagar unos intereses al 6%, hubiera pagado al 1% (como pagan los bancos para obtener dinero del BCE), ahorrándose muchísimo, pero muchísimo dinero, sin que hubiera aparecido el problema de la deuda pública, y sin que se hubiera necesitado hacer ningún recorte de gasto público. Hoy, uno de cada cuatro euros que el Estado se gasta va para pagar su deuda pública, predominantemente a los bancos. Si hubiera recibido dinero directamente del BCE no habría habido ninguna necesidad de hacer recortes.

El economista Eduardo Garzón ha calculado (en su artículo “Situación de las arcas públicas si el estado español no pagara intereses de deuda pública”) lo que el Estado español tendría como deuda pública (desde 1989 a 2011) si hubiera tenido un Banco Central que le hubiera prestado dinero al 1% de interés, sin tener que recurrir a la banca privada pagando los elevadísimos intereses que ha pagado. Pues bien, la deuda pública sería hoy un 14% del PIB (sí, ha leído bien, un 14%) en lugar de un 90%. Este es el enorme coste al Estado español de haber tenido el sistema de gobernanza del euro tal como ahora existe, sistema de gobernanza que se diseñó para optimizar los intereses de la banca a costa de los intereses de la población y de su Estado. Hoy España, incluyendo Catalunya, no tendría los problemas que tiene si hubiera tenido un Banco Central propio digno de su nombre, o hubiera tenido un Banco Central Europeo que hubiera sido un Banco Central.

Las injusticias del sistema actual
El sistema de gobierno del euro es, además de sumamente ineficiente, profundamente injusto, pues está originando un proceso redistributivo enormemente regresivo en el que la gran mayoría de la población está pagando con impuestos el pago de los intereses de la deuda pública del Estado, y con ello está transfiriendo a los súper ricos (que compran los bonos a través de los bancos) dinero para pagarles lo que el Estado les debe al haber comprado deuda pública. Esta transferencia de dinero se realiza también a nivel de la Eurozona, de manera que los países que tienen que pagar intereses de la deuda más altos (los países del Sur) los pagan a los bancos del Norte (que han invertido cantidades muy significativas de su capital en comprar deuda pública de tales países que generan unos intereses exuberantes, alcanzando unos beneficios estratosféricos). Alemania tiene 200.000 millones de euros en tal tipo de inversiones en España. En realidad, los famosos 100.000 millones de euros que la Unión Europea puso al alcance de España para “salvar sus bancos” era, en realidad, dinero (aprobado por el Parlamento Alemán) para salvar a los bancos alemanes (tal como han reconocido varios economistas asesores del gobierno alemán) que estaban con el agua al cuello debido a la deuda pública y privada española, ya que tenían pánico a que no les pudieran pagar. Será el pueblo español el que pagará los 40.000 millones que el Estado ha pedido para pagar tal deuda, situación que es profundamente injusta. Si después de leer este artículo usted, lector, no está indignado, es señal de que, o bien es usted parte del problema o es que no me he explicado bien. En este caso, le aconsejo lea el libro de Juan Torres y yo, Los Amos del Mundo. Las armas del terrorismo financiero donde expandimos lo que brevemente presento en este artículo. Pero créame que hay causas para estar más que indignado. Hoy se está desmantelando el escasamente financiado Estado del bienestar en España, incluyendo en Catalunya, para que los bancos puedan comprar su deuda pública, la cual consiguieron diseñando un sistema en que sus beneficios, que afectan a un sector superminoritario (lo que los indignados estadounidenses Occupy Wall Street movement llaman el 1%) se realice a costa de la miseria de todos los demás. Así de claro. Léase el libro y lo verá.

Vicenç Navarro. Público.es
Fuente: http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2012/10/30/la-estafa-de-la-deuda-publica/
Foto del autor, alrededores de la Nava de Santiago. Badajoz.