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lunes, 1 de enero de 2018

Un documental repasa los crímenes franquistas y pide justicia. En 'Lesa humanitat', una sucesión de afectados por los perjuicios del franquismo echan en falta que las autoridades hayan tomado cartas en el asunto.

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, se preguntaba el pasado 30 de noviembre por qué se le había cambiado el nombre a la calle de Pontevedra dedicada al almirante Salvador Moreno, participante en el golpe de Estado de 1936 y ministro de Marina durante los primeros años del franquismo.

De esta supuesta falta de conocimiento o del querer ignorar la ley de la memoria histórica, del silencio que lleva más de 80 años acompañando a buena parte de los crímenes del franquismo y de la necesidad de difundir esa realidad surge Lesa humanitat, el documental dirigido por Héctor Faver y narrado por el actor Eduard Fernández, que se puede ver en dos salas de cine a partir de hoy en Barcelona y del viernes, en Madrid.

Es una película coral con las voces de Soledad Luque, presidenta de la Asociación Todos los Niños Robados son También mis Niños; Carlos Slepoy, abogado impulsor de una jurisdicción universal que instruyó en Argentina la querella de las víctimas del franquismo; Emilio Silva, fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica; el jurista Baltasar Garzón y José María Chato Galante, preso y torturado durante la dictadura, entre otros. Todos ellas hilan un discurso común sobre las asignaturas pendientes que dejó el paso de la dictadura a la democracia, como los crímenes franquistas. “La Transición fue como si el aparato de Estado franquista pasase por un cristal como un rayo de sol, sin romperlo, sin manchar”, dice Chato Galante, que cifra en unos 140.000 los desaparecidos del franquismo.

Las mismas torturas
Este represaliado del franquismo recuerda que cuando estuvo en Argentina, en la tristemente famosa ESMA (Escuela Mecánica de la Armada), y alguno de los allí torturados le contaba sus experiencias, no podía más que rememorar las palizas y castigos que él recibía en España. Eran muy similares. Una razón más para sostener que la justicia debe ser universal, apunta.

La película repasa conocidos crímenes de lesa humanidad en el mundo, como los cometidos por los comunistas de los Jemeres Rojos en Camboya, y vincula, por ejemplo, el nazismo con el franquismo y las dictaduras latinoamericanas. Además, Soledad Luque sitúa el precedente del robo de recién nacidos en España a la práctica franquista de quitar los hijos a las madres republicanas encarceladas.

https://elpais.com/cultura/2017/12/18/actualidad/1513627148_355524.html

sábado, 16 de diciembre de 2017

Javier Bardem: "En cuanto tienes una opinión te nacen enemigos". “Los actores sabemos cómo se nos tilda cuando levantamos la voz”. La Academia de Cine organiza una jornada de cine y solidaridad, con Elena Anaya, Fernando León, Dani Rovira, Paco Arango o Mabel Lozano entre otros creadores

El cine influye y transforma. Desde el social hasta el más comercial, desde los documentales hasta los grandes taquillazos. “Lo que hay que hacer es usarlo”, contaban varios de los participantes en dos mesas redondas que la Academia de Cine ha organizado este lunes en torno al cine y la solidaridad, y en la que ha anunciado la creación del premio Cine, Ayuda y Solidaridad, que esta primera edición ha sido concedido a Pilar Bardem. Sendas reuniones de cineastas y de creadores de fundaciones que apuestan por el audiovisual como “una herramienta transformadora”, según una acertada definición de la actriz y documentalista Mabel Lozano, que ha centrado sus esfuerzos en dar voz a las víctimas de la trata de mujeres.

Entre los actores presentes, Dani Rovira, creador junto a la también actriz Clara Lago de la fundación Ochotumbao, apuntó en cambiar las maneras de involucrar a la gente: “Hoy, solidaridad y benéfico son palabras denostadas; la gente las escucha y cambia de conversación. Debemos enamorar al público para que se sumen a nuestra causa, porque nos toca ser referentes. Pocas veces la gente te convence de algo desde el enfado, sino desde la alegría, desde la energía positiva”. Una idea que también subrayó Elena Anaya, implicada en la lucha para cuidar el medioambiente: “Hay tiempo para lograr cambios”.

avier Bardem lleva años involucrado en acciones y producción de documentales para Médicos sin Fronteras y para dar voz al pueblo saharaui. Este lunes apuntó: “Los actores somos ciudadanos. Sabemos cómo se nos tilda a quienes levantamos la voz y se nos invita a estar en una esquina calladitos. Por suerte, cumplimos con nuestra obligación como ciudadanos”. Y sobre la fama, el actor incidió: “La popularidad al menos ayuda para que te cojan el teléfono, después tiene que hablar el documental. Nunca he antepuesto la popularidad a ser ciudadano. Es cierto que puedo tener más repercusión, a cambio sufres una crítica desmesurada. Bueno, pros y contras. En el momento en que tienes una opinión, te nacen enemigos. Hay que vivir con ello”. Y por eso, a veces te caen encima los clichés. Un ejemplo es Fernando León, cineasta consagrado en la ficción y en el documental: “Lucho contra la etiqueta [de cineasta social], pero fracaso. Haces películas para visibilizar, para concienciar, de acuerdo. Sin embargo, es necesario que la obra también surja de ti para que te satisfaga. Todo funciona con un mismo mecanismo, el de la empatía”. Peligroso mecanismo, como contó Lozano: “El daño que hizo Pretty Woman en la imagen de la prostitución. El audiovisual crea mitos dificilísimos de desmontar: la realidad es más sórdida”. Lo sabe bien Paco Arango, cuya segunda película como director, Lo que de verdad importa, destina todos sus beneficios a ONG: “Yo peco de comercial para llegar a todo el mundo”.

El cómico Manuel Burque, que además de sus trabajos habituales participa en Radio Gaga —un programa del canal 0 en Movistar que da voz a los invisibles—, habló de la posibilidad real de influir: “Como creadores, debemos de ser conscientes que por muy acotada que esté la película que vamos a hacer siempre se pueden incluir cambios. No tenemos obligación de ser responsables, pero si lo eres, hay muchas posibilidades de realizar cambios”. Y por eso subrayó: “En el humor ahora triunfa el cinismo. Pues os aviso, el cinismo está pasado de moda, el buenismo es el nuevo punk”. O como apuntaron Rovira y José Carnero, creador publicitario y fundador de la ONG Uno entre Cien Mil, dedicada a la leucemia infantil: “¿Cansa que un mismo actor apoye a siete causas? No es que canse, es que es necesario”. Puede que, volviendo a lo dicho por Bardem, Lozano apuntó a otras disciplinas: “El cine es un medio más empático, que por ejemplo, el fútbol”.

Junto a ellos participaron Paula Farias, expresidenta de Médicos sin fronteras; Javier Corcuera, director de documentales y fundador del festival de cine FISahara (que apuntó sobre la pujanza del cine: “Es un instrumento muy fuerte. Yo he hecho películas por solidaridad, y otras han generado solidaridad”), y Mónica Esteban, fundadora y presidenta de Juegaterapia. Todos los participantes han hablado de sus causas, de cómo la vida les ha llevado a ellas, y de cómo, a pesar de las trabas, hay que contar esas historias con protagonistas invisibles: “Si no, ¿quién lo haría?", resumió Fernando León.

https://elpais.com/elpais/2017/12/04/gente/1512414127_697313.html

jueves, 2 de noviembre de 2017

Ken Loach: La derecha trata a los pobres como si fuesen culpables de serlo

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El cineasta britanico Ken Loach, de 80 años, denunció que la derecha europea trata a los pobres como si fuesen culpables de serlo, durante la presentación comercial en Francia de su último filme, el premiado "I, Daniel Blake".
"Hay una tendencia de la derecha, por toda Europa, de tratar a las personas pobres como si fuesen culpables de serlo", manifestó el realizador en una entrevista difundida hoy por la radio "France Inter".

"I, Daniel Blake" ("Yo, Daniel Blake"), vencedor de la Palma de Oro del pasado Festival de Cannes, se estrena el 26 de octubre en las pantallas de Francia y su director aprovechó para relacionar la temática de la película con la actualidad política y social de Europa.

"El Gobierno incita al suicidio de los parados", denunció el veterano autor, en alusión de la diatriba de su protagonista, un enfermo del corazón de 59 años al que obligan a buscar empleo para no ser sancionado.

"Se trata de una humillación calculada y organizada para mostrar que, si no trabajas o si estás enfermo, es tu culpa. Tu pobreza te la has labrado tú mismo. Si no tienes empleo, eres un paria", expuso.

Ken Loach, conocido por sus posturas de izquierda, volvió a elogiar al líder laborista británico, Jeremy Corbyn, y atacó al actual Ejecutivo de la conservadora Theresa May.

"La nueva primera ministra comienza citando a San Agustín y, después, se dedica a aniquilar a las personas", señaló Loach, quien consideró que este Gobierno británico "parece estar aún más a la derecha" que en el anterior de David Cameron.

https://www.efe.com/efe/espana/gente/ken-loach-la-derecha-trata-a-los-pobres-como-si-fuesen-culpables-de-serlo/10007-3068093

martes, 1 de agosto de 2017

¿Para qué sirve el cine? Lone Scherfig narra con inteligencia, matices, sensibilidad y gracia el rodaje de una película de propaganda en la Segunda Guerra Mundial.

... intento hacer grata la supervivencia mental viendo incansablemente en mi casa programas doble o triples o cuádruples de películas antiguas en blanco y negro. No es casual, las programo con mimo y tampoco pienso recurrir al psicoanálisis para que me lo explique. Veo sucesivamente París, bajos fondos, La evasión, Rocco y sus hermanos, Los viajes de Sullivan, Una mujer para dos, El bazar de las sorpresas, Berlín Occidente, Con faldas y a loco, El hombre que mató a Liberty Valance, El sueño eterno, La noche del cazador, Anatomía de un asesinato, Bola de fuego, Los sobornados, Plácido, Nazarín o La regla del juego. Y así voy a seguir. Arcadia en blanco y negro para todo el verano.

Al repasar la lista de estrenos de esta semana observo que una de ellas, titulada Su mejor historia, la dirige una señora danesa con cuyo cine he disfrutado antes. Se llama Lone Scherfig y es la autora de películas que me gustan bastante, como Wilbur se quiere suicidar e Italiano para principiantes y otra que me conmueve especialmente, que es An Education. Y su nueva entrega no me decepciona. El guion habla con sutileza de cosas variadas, los sentimientos que atan a la vida en tiempos difíciles, los destrozos que pueden ocurrir en el corazón y su progresiva cura, la solidaridad entre la gente cuando todo es guerra, derrota y miedo, el oficio de actor. Pero sobre todo, el gran interrogante es: ¿para que puede servir el cine?

El argumento principal se presta a discusiones. Un señor muy listo, un maestro sin escrúpulos de la manipulación emocional llamado Goebbels, sabía del enorme poder de la propaganda e impulsó hasta límites delirantes los presuntos valores de la raza aria y del nacionalsocialismo través de documentales, noticiarios y películas. Una virtuosa fabricando imágenes como Leni Riefenstahl fue la perfecta transmisora de esas siniestras apologías y loas. Vale, eran los malos utilizando el cine para sus depredadores intereses. En Su mejor historia el Ministerio de Información del gobierno británico durante los bombardeos de Londres en la Segunda Guerra Mundial ordena hacer una película que glorifique la supuesta hazaña real de dos hermanas gemelas que van en un barquito hasta Dunquerque para ayudar salvar a los acorralados soldados británicos. Esa película debe servir para exaltar el heroísmo, fomentar la solidaridad, donar emoción, felicidad, esperanza y alegría a los espectadores, convencerlos de que la justicia y la razón están de su parte. Vale, aquí son los buenos utilizando la propaganda para su causa. Volvemos al interrogante: ¿para que puede servir el cine en determinadas circunstancias?

Lone Scherfig narra con inteligencia, matices, sensibilidad y gracia el rodaje de esa trascendente película, la complicada labor de una guionista en un universo regido por hombres, una historia de amor muy bien contada. Es una compleja, pequeña, cálida, agridulce y bonita película, un pretexto razonable para volver a la sala oscura en época de sequía.

... Scherfig defiende que la comedia es algo "sensitivo", que no se enseña. "La tiene que sentir en la piel, no puedes reducirla a gestos fáciles. Por eso me preocupaba que encajaran bien esos momentos. A mí, en los momentos más tristes, me apetece hacer comedia". Puede que los actuales momentos no sean tristes, pero sí oscuros, en los que triunfa la posverdad y la mentira -si no son lo mismo-. Y Su mejor historia ahonda en la propaganda de hace 75 años. "Hay diferencias", responde la danesa entre risas. "Como le dicen a Catrin en la película, ellos mostraban una historia auténtica retocada con optimismo. Al menos, en la semilla había verdad". Y prosigue: "Necesitaban un empujón de ánimo, y aun así mantuvieron cierto realismo. Creo que entonces nació ese estilo realista y social que ha seguido hasta nuestros días con Ken Loach". Sobre verdades y posverdades, también tiene su opinión: "Cuando la película se estrenó en Sundance coincidió con el juramento del cargo de Donald Trump. En la película hablamos de la responsabilidad que tienes cuando dominas los medios de comunicación. Eso lo liga con la actualidad. Es curioso: te estás años preparando un filme y de repente en su estreno la actualidad coincide con la trama. Lo digo por Trump y por el ángulo feminista. Coincidencias". Otra: el auténtico edificio del Ministerio de Información británico, recién construido cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, inspiró a George Orwell 1984. "Es bueno que la gente recuerde que toda película, incluidas las superproducciones de Hollywood, tiene siempre un trasfondo político".

La directora danesa volverá a rodar en inglés: su siguiente proyecto se desarrolla en Estados Unidos. "Se titula Secrets from the Russian Tea Room, y se centra en la gente sin hogar en Nueva York. Y por fin vuelvo a dirigir un guion mío". Sí, está abierta a cambios.

https://cultura.elpais.com/cultura/2017/07/12/actualidad/1499868735_223530.html

jueves, 29 de junio de 2017

Costa Gravas. “El buen cine se fundamenta en las emociones de la vida” El director ha recibido el premio de honor Luis Buñuel del Festival de Huesca.

El miércoles por la noche, Konstantinos Gavras (Loutra-Iraias, 1933), más conocido como  Costa-Gavras, recibió uno de los dos premios de honor del Festival de Huesca, junto a Álex de la Iglesia. El francogriego posee una carrera impecable, una colección de títulos como Desaparecido, Z, Amén, Estado de sitio, La caja de música...“Mis películas, y en general todas las películas, no son ni pueden ser un discurso político o académico, ni una lección, sino un espectáculo. Ahora bien, todas ellas hablan de la sociedad y de sus problemas, y a final eso las hace un poco políticas”, cuenta por teléfono en su estupendo castellano desde Huesca.

El nombre del premio recibido, Luis Buñuel, lleva a Costa-Gavras a hablar de su pasión por el cineasta español: “Es un grande del cine mundial. Yo estudié en la escuela algunos de sus trabajos y más tarde vi toda su filmografía en Francia. Me interesan mucho las mexicanas”. ¿Puede que porque sean filmes con un mayor trasfondo social, más cercanos al estilo de Costa-Gavras? “Sí, puede, aunque algunas las hizo para sobrevivir [remata en risas]”. Felicitado por su galardón, recuerda: “El pequeño Konstantinos estaría asombrado al recibir algo con el nombre de ese creador. Aunque creo que aún fue mejor el tiempo que pude pasar con él, un domingo en México mientras yo rodaba Desaparecido, gracias a su director de fotografía,  Gabriel Figueroa. Fue muy emocionante”.

Su defensa de su impecabilidad curricular le llevó a rechazar la dirección de la adaptación de El padrino: “El libro de  Mario Puzo era muy malo; Francis Ford Coppola supo sacar de ahí una obra maestra”. Desde El capital (2012) no ha hecho cine, lo que no quiere decir que esté mano sobre mano; dirige la Cinemateca Francesa —es su segundo mandato, ya la presidió en los ochenta— y así mantiene una visión muy fresca del cine actual: “Hay cosas muy interesantes, como la universalización del medio. A cambio, las nuevas compañías como Netflix parecen quererlo todo, solo les preocupa... ¿cómo se dice? [pregunta a alguien a su lado en francés]. Eso, la cuenta de resultados”.

Costa-Gavras se siente europeo. Hace años se declaraba indignado con la situación política y social en la UE. Hoy defiende que existen atisbos de optimismo. “Desde la misma UE empieza a salir un mensaje de cambio, son conscientes de que las instituciones y sus mecanismos necesitan mejorar. Y en Francia ya se ha notado con la elección de nuestro joven presidente, Emmanuel Macron. Él está realizando declaraciones en un sentido muy acertado: o cambia Europa o desaparece. La idea original de unión era extraordinaria, y políticos como José Manuel Durão Barroso —el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker es un poco mejor, pero tampoco...— casi acaban con ella. No son los horizontes que necesita la actual Europa. Hay que impulsar una Europa unida en lo político, lo cultural y lo educativo”. Es decir, que es optimista. “Escuchando lo que últimamente se dice, sí. Aunque si los gobernantes se dejan llevar por las pequeñas problemáticas... entonces no”.

Costa-Gavras nunca ha olvidado que él fue un inmigrante, y que, señala, “cualquier europeo tiene un abuelo de otra región o de otro país”, con lo que sigue con atención las noticias sobre los refugiados y el avance del integrismo islámico: “No creo que haya un apoyo a ese terrorismo, pero sí es cierto que crece su caldo de cultivo y que no hay voces generales desde la comunidad islámica europea que pidan parar eso. Es un peligro considerable porque es impredecible”.

Cuando se estrenó en España su último trabajo en 2012, El capital, sobre la corrupción y los manejos del poder, aún no habíamos vivido la explosión diaria de noticias sobre el lodo de putrefacción político-económica en el que chapoteamos. Costa-Gavras se echa a reír: “No es solo un problema español, sino de la sociedad actual. Porque el dinero hoy no es ideología, sino religión. La sociedad actual se mueve con un solo faro, la economía, y por tanto empuja a la gente al individualismo”.

¿No se ha perdido la fuerza moral en los nuevos cineastas que tenía la generación de Costa-Gavras? “La respuesta es compleja, prefiero quedarme en que cada uno hace lo que puede”. Y a continuación advierte que no cree en generaciones: “El cine es ante todo personal, luego nacional y finalmente europeo. Cierto, la Unión Europea debería de apoyar mucho más a que cada país ayude a su cine. Otra cosa es si muchas naciones quieren que haya un cine nacional, como un museo nacional... El cine son imágenes que viajan, aunque imágenes aferradas a una identidad, que suele ser la nacional. Luego, si los filmes son buenos alcanzan a espectadores de otros territorios. Hoy no sé muy bien qué pasará por la cabeza de los jóvenes espectadores con esas películas estadounidenses basadas solo en efectos especiales. La industria ha cambiado, olvida que el buen cine se fundamenta en las emociones de la vida”.

Desde 2012, Costa-Gavras no ha rodado: “Dediqué un año y medio a escribir un libro, y posteriormente estuve pensando varios proyectos. Ahora por fin he encontrado las condiciones adecuadas para dirigir mi siguiente película”. ¿Y sobre qué irá? “Es actual. No puedo contar más”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/06/15/actualidad/1497553041_050759.html



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miércoles, 31 de mayo de 2017

Entrevista a Bertrand Tavernier. En defensa del cine “La derecha y algunos ignorantes de la izquierda quieren terminar con el cine”

El cineasta firma una apasionada declaración de amor por el cine francés en Las películas de mi vida, una "autobiografía visual" testimonio de su admiración, con la que, además, denuncia la amnesia cinematográfica y la obligación social y política de defender el cine

No es un milagro. Es puro y contagioso amor por el cine. Después de ver las más de tres horas de Las películas de mi vida, de Bertrand Tavernier, lo único que de verdad quieres en ese momento, en la oscuridad de la sala de cine, es más cine, quieres ver las 94 películas que este gigante del cine francés ha mencionado en esta apasionante "autobiografía visual". “Es un testimonio de mi reconocimiento, de mi admiración, de mi respeto”, dice el cineasta, que propone en su película un excitante viaje personal por el cine francés desde los años 30 hasta los 70, en que él mismo se convirtió en director.

Estrenada en Cannes, la película que inauguró después Zabaltegi en el Festival de San Sebastián, es una de las declaraciones de amor por el cine más emocionantes de los últimos tiempos. Gemela de las que ha hecho Martin Scorsese en A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies (Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano) e Il mio viaggio in Italia (Mi viaje a Italia), la película es, además, un elocuente documento de defensa del cine, en un momento en que “los políticos de derechas y algunos ignorantes de la izquierda quieren terminar con él”.

Todo comenzó en la cama de una clínica de los Alpes, donde el pequeño Bertrand Tavernier se curaba de tuberculosis. Allí vio Dernier atout, un divertido policíaco con el que debutó Jacques Becker en 1942, y allí empezó su emocionante viaje por el cine. Jean Renoir, Melville, Marcel Carné, Godard, Truffaut, Bresson, Louis Malle, Jean Vigo, Claude Sautet, Jacques Demy, Julien Duvivier… Y el inmenso actor Jean Gabin.

Hay mucho Jean Gabin en esta película…
Jean Gabin es Francia. Es el símbolo del compromiso con Francia. Hizo muchas películas muy buenas. Eso nunca es una coincidencia. Es importante saber que el gobierno de Vichy le hizo muy buenas ofertas para que se quedara durante la guerra, pero él decidió irse a EE.UU. y solo volvió para ponerse del lado de la Francia Libre de De Gaulle. Jean Gabin es uno de los que más me ha impresionado en el cine. Además, su francés era realmente extraordinario.

¿Por qué ha hecho esta película?
Por agradecimiento a los cineastas que forman parte de mi vida, porque quiero que todo el mundo tenga el mismo amor que tengo yo por estas películas. Por la humanidad, la emoción, la exigencia… Dos o tres veces hablo en la película de mis ‘shocks’. Todas las películas que nos encantan son un shock. Y haciendo este trabajo, descubrimiento tras descubrimiento he ido encontrando otras películas, a veces de un modo demasiado pintoresco, que también me han encantado. La mayoría las descubrí en cines de barrio. Veía una de Melville y solo pensaba que quería ver más películas de ese director.

¿Las películas de mi vida es también una forma de llamar la atención sobre la obligación de defender el cine?
Hay que defender como sea el cine y también su industria que, por cierto, crea muchos puestos de trabajo. Pero los movimientos políticos de derechas y algunos ignorantes de izquierda quieren terminar con él. Me alegro muchísimo de que la gente del cine en Francia se haya preocupado por la política, porque así es cómo estamos evitando que se carguen el cine.

Usted preside el Instituto Lumière, que se dedica a la conservación, ¿cuánto hay en su película de esa necesidad de conservar el cine?
Mucho, es un grave problema en el mundo. Aunque Francia empezó pronto a comprar películas para salvarlas. Es muy muy importante el trabajo que hace Martin Scorsese en The Film Fundation.

Inevitable hablar de las dos películas de Scorsese sobre el cine de EE.UU. y el italiano. Admiraba y admiro mucho lo que hizo, ¡alguien que dedica su tiempo a hacer una película sobre el cine de EE.UU. y otra sobre el cine italiano! Reconozco que me emocionó más lo que hizo del cine italiano. Y yo hacía mucho que tenía ganas de hablar del cine francés, por eso este testimonio de mi reconocimiento.

¿Sentir admiración hacia el trabajo de otros influye en el trabajo propio?
Mucho. Yo quería rendir de una manera muy espontánea mi admiración. Diría, además, que si tienes facilidad para admirar lo de otros, creces mucho y no pierdes el tiempo mirándote a ti mismo, que es lo que hacen muchos en el cine. Y la admiración puede tener múltiples caras.

Usted, que fue jefe de prensa de la Nouvelle Vague, no la menciona en la película. ¿No le parece importante en la historia del cine francés?
No era un movimiento, no tenían nada en común. No compartían, como Renoir, René Clair, Marcel Cané… el realismo poético. Nouvelle Vague no quiere decir nada, cada uno de ellos tenía una sensibilidad distinta. Lo único es que rodaban con cámara ligera, rápida. No quiero hablar de la Nouvelle Vague, lo que me interesa es el genio de Godard, el talento de Truffaut, de Agnès Varda… La Nouvelle Vague parece lo más importante del cine francés, pero eso es solo por ignorancia y por esa tendencia fanática de la crítica. Yo amo el cine, no le pongo etiquetas. Eso no quiere decir que no tenga espíritu crítico, que, por cierto, empieza a ser muy raro en este mundo de ‘las cifras de recaudación’. Cahiers du Cinema, que es una revista muy importante, hizo mucho daño al cine anterior a los años cincuenta. Dictaban sentencia.

Parece que sufrimos una especie de amnesia histórica del cine, ¿usted qué opina?
Lo mismo. Y la amnesia no es una cualidad. No se puede reducir la historia del cine a unos años, olvidando, por ejemplo, el cine de la ocupación en Francia. Es como decir que el cine español nace con Almodóvar, ¿y todo lo de antes? Saura, por ejemplo. ¡Esos cineastas consiguieron sobrevivir con Franco! Sin embargo, hay directores en España que tratan de demostrar que no existieron las películas anteriores. A partir del momento en que aceptamos la dictadura de la facilidad descarrilamos. En Francia pasa un poco igual. Y en EE.UU., aunque no pasa con Scorsese, Coppola, Robert Altman, herederos de Howard Hawks, Lubitsch, Preminger, John Ford… Podríamos acordarnos un poco más de ellos, valdría la pena.

Usted ha aprendido mucho del pasado del cine francés…
Del pasado siempre se aprende algo, pero hay que intentar no quedarse en él. Me enferma la nostalgia. Las películas francesas de la primera mitad del siglo XX hablaban de cosas de mucha actualidad hoy, de los inmigrantes, de los trabajadores, de la guerra, la ecología… Luego en la segunda mitad, el cine francés se olvidó de los obreros. Si el cine se olvida de la clase obrera empiezan a ganar terreno los ultraderechistas. La memoria es fundamental y es una cosa que te exige tiempo y el tiempo es lo que hace que dejemos a un lado lo superficial y lo estúpido. Hay que olvidarse de lo estúpido y curar heridas.

¿Siente que en Francia hay respeto por el cine?
Hay una buena parte de productores que no quieren que haga la segunda parte de la película, a partir de los años 70, y, sin embargo, es una de las que mejor se ha vendido en el extranjero, en todos los países. Esta se ha hecho gracias a Pathé y Gaumont, que no son cualquiera. Pero constantemente escucho a los productores decir que este tema no le interesa al público. Lo mismo he escuchado en otros momentos de mi carrera de la Guerra del 14, de la escuela y la educación, de la policía… En efecto, creo que muchas instituciones que deberían luchar para proteger la memoria del cine, no lo hacen. Pero, en general, hoy no se lucha mucho por nada, ni por la televisión pública, ni por la escuela, ni por la sanidad, ni por la cultura…

La opción ha sido hacer una serie para televisión.
Sí. Son ocho capítulos de una hora. No habrá segunda parte de la película porque no encuentro el dinero, pero sí hay dinero para la serie de televisión.

@begonapina

Fuente: http://www.publico.es/culturas/bertrand-tavernier-derecha-y-ignorantes.html

lunes, 29 de mayo de 2017

Cine. Una película diferente. La mano invisible: un incómodo espejo.

Cuarto Poder

- Hay que levantar los ojos y desafiar a un modelo social profundamente injusto. Para desmantelar la dominación hay que dignificar el trabajo y a los trabajadores.

- La película presenta los trabajos y oficios como un parque temático del capitalismo y a los trabajadores como una especie en extinción.

Imagen de un momento de La mano invislible/ El Sur films

Hace ya muchos años en el periódico de la izquierda italiana El Proletario se abría con una profecía: “El capital lo es todo y el trabajo nada. ¿Qué será del capital? Nada. ¿Qué será del trabajo? Todo”. Hoy, esto no se atrevería a afirmarlo ni la izquierda más radical y motivada. Más bien al contrario, nos hemos retrotraído medio siglo atrás. De esto es de lo que habla la película La mano invisible, una metáfora brutal sobre el trabajo en los tiempos actuales.

Basándose en la valiente e innovadora novela de Isaac Rosa, la película de David Macián ha hecho posible llevar a lenguaje cinematográfico una novela muy difícil. Funcionando en régimen de cooperativa y de crowdfunding, con unos actores muy verosímiles, consigue un producto sólido y brillante. Al final de la proyección las ganas de aplaudir se te quitan por el golpe en el estómago.

Tras una despiadada selección de personal, se reúnen en una nave de un polígonos industrial diferentes trabajadores: albañil, carnicero, teleoperadora, costurera, mecánico, camarero, informático… Hacen un trabajo inútil, contemplado por el público. Estas personas son juguetes rotos de esta sociedad, por la crisis, el paro, el fracaso escolar, la inmigración, las derrotas… Muestran sus emociones, sus miedos y sus anhelos. Somos nosotros.

Uno de los aciertos que tiene la película es que nos zarandea y nos obliga a reflexionar. Tras su proyección en la apertura de la XV Muestra de Cine y Trabajo del Ateneo Primero de Mayo se produjo un interesante debate entre director y público en el que participé. Al hilo de la película querría hacer alguna reflexión.

La película presenta los trabajos y oficios como un parque temático del capitalismo, a los trabajadores como una especie en extinción. Algo que recuerda lo que quisieron hacer los nazis con los judíos cuando proyectaban crear en el barrio judío de Praga un museo exótico de una raza extinguida: dejar una muestra, después de aplicar la “solución final” para eliminarlos.

Los neoliberales vienen insistiendo en el fin de la historia y en la desaparición de la clase obrera. Y si nos descuidamos tendrán razón en una cosa: su desaparición como motor de cambio, como fuerza de progreso, como palanca de emancipación social. Pero la clase obrera nunca desaparecerá como sujeto sometido a explotación. Por mucha robotización que se implante, por mucha financiarización de la economía, seguirán siendo necesarios los trabajadores para crear todo lo útil y bello que se produce en el mundo y como generadores de plusvalía. La parábola de la película es que, aunque el trabajo sea improductivo, convertido en espectáculo o performance, el capital siempre podrá sacarle rentabilidad, que es de lo que se trata.

Compartí el visionado de la película con un compañero de @cocacolaenlucha que veía reflejada en ella la situación que viven en la fábrica de Fuenlabrada. No dejaba de repetir entre dientes: “¿Pero por qué no se organizan?”. Y esta es la clave. Él sabe bien qué pasa cuando te hacen acoso laboral, cuando la empresa intenta que te sientas un inútil. Es la guerra psicológica contra los trabajadores. Frente a la dignidad de un trabajo bien hecho, les ofrecen el vacío laboral. No hay tarea, aunque estés en la fábrica, aunque hayas ganado la sentencia que obliga a la readmisión.

Lo único que te queda, entonces, es establecer complicidades con los compañeros, organizarte y luchar. Es lo único que da sentido a las cosas, es lo que impide que salga lo peor de cada uno: el individualismo, la insolidaridad, el sálvese quien pueda. Y que se recuperen los valores de la clase obrera de siempre: conciencia, ayuda mutua, empatía con los demás, determinación de dar la pelea y de ir en serio.

Ahora corren malos tiempos para los trabajadores, para ese precariado creado por sucesivas reformas laborales. Los sindicatos están debilitados e, incluso, desprestigiados, ante los nuevos colectivos. Por ello, no hay más remedio que apostar por la regeneración de las instituciones obreras a través de una mayor horizontalidad y participación de la gente; trenzando alianzas con los movimientos sociales y la izquierda política, porque solos no pueden plantar cara a un sistema depredador en todos los órdenes.

Para hacer frente al capital hay que redescubrir la utilidad de los sindicatos, de la solidaridad, de la organización y de la conciencia obrera. En ello debemos de empeñarnos. Espera un largo camino, pero cualquier viaje se puede hacer cuando hay movimientos y personas que quieren emprenderlo y tienen la firme determinación de luchar, de no ser sumisos. La manera de superar la enfermedad es no interiorizar la derrota.

Hay que comprender las nuevas realidades del mundo del trabajo. No son tiempos de titanes reivindicativos de mono azul y manos encallecidas, sino de un pueblo de hombres y mujeres vestidos de mil maneras, muchas veces con un título en el bolsillo, trabajando precariamente y pugnando por sobrevivir. Hay que levantar los ojos y desafiar a un modelo social profundamente injusto. Para desmantelar la dominación hay que dignificar el trabajo y a los trabajadores. Porque, no se nos olvide: cuando algo no se hace respetar acaba siendo despreciado.
PD: La película se sigue proyectando en los cines Princesa de Madrid. No se la pierdan.

Fuente:
https://www.cuartopoder.es/cultura/2017/05/22/la-mano-invisible-un-incomodo-espejo/