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viernes, 16 de octubre de 2020

Proud Boys (Chicos orgullosos) son una organización neofascista, violenta y supremacista estadounidense, surgida en 2016

Proud Boys (Chicos orgullosos) son una organización neofascista, violenta y supremacista estadounidense, surgida en 2016. En el primer debate electoral con el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó: “Proud Boys, retrocedan y estén alerta” (los ataques terroristas de extrema derecha causaron 335 muertos en Estados Unidos entre 1994 y 2020, según el Center for Strategic International Studies).

En marzo de 2019 el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, promovió la conmemoración del golpe militar que derrocó –en 1964- al Gobierno democrático de Joao Goulart. La amenaza se extiende. Tras las elecciones regionales del pasado 21 de septiembre, el candidato del partido ultraderechista Hermanos de Italia accedió a la presidencia en la región de Las Marcas. En las municipales francesas de junio, Reagrupamiento Nacional (antiguo Frente Nacional) se hizo con la alcaldía de Perpiñán, ciudad de 120.000 habitantes. En las elecciones a los parlamentos de Sajonia y Brandemburgo –septiembre de 2019-, Alternativa para Alemania resultó el segundo partido más votado.

Para entender el crecimiento global del fascismo, el periodista e historiador Carles Senso ha publicado el libro Fascismo mainstream. Periodismo, conspiraciones, algoritmos y bots al servicio de la extrema derecha (Autoed., septiembre 2020). Concluye que el éxito actual de la extrema derecha se explica por factores como la avaricia capitalista, el desarraigo social, el proceso deshumanizador, la equidistancia, la falta de empatía, las mentiras o la crisis del periodismo. “El neofascismo no es un peligro para el capital”, afirma. La extrema derecha ha utilizado la tecnología digital y las redes sociales para conquistar el poder. Sobre el uso irreflexivo y acrítico de estas por parte de la izquierda, “hace falta más calle, más coordinación social y formación”, defiende Senso, autor de tres libros sobre la deportación de españoles a campos nazis. La entrevista en torno a su último ensayo se realizó por correo electrónico.

-¿Qué es el fascismo mainstream (tendencia mayoritaria)? ¿Cuáles son los rasgos principales?
El fascismo mainstream es una tendencia mundial mediante la cual la extrema derecha ha usado las nuevas posibilidades de las tecnologías digitales de la información para expandirse de forma desconocida, albergando espacios de poder inimaginables hace unos años, gracias a una mayor digestión ciudadana de sus planteamientos extremistas que basan su política en la exclusión de parte de la sociedad. Aceptando, eso sí, que la ideología de extrema derecha se expone fragmentada y nacionalizada, es decir, que cuenta con particularidades muy específicas en función del país en el que se desarrolla.

Sin embargo, les une las políticas de odio que favorecen un tipo de análisis social y una respuesta ante dicho examen que señala como enemigo del pueblo a las clases subalternas y a los grupos históricamente marginadas, a favor de una clase dirigente y de un sistema capitalista que nunca es puesto en cuestión. Eso y algunas intentonas de coordinación canalizadas por personajes como Bannon y su Movimiento o Internacional de la Nueva Derecha. El antiguo (aunque ahora renacido) antisemitismo se ve complementado con nuevos enemigos como son el Islam a nivel exterior y las comunidades LGTBI o feministas a nivel interno, por su supuesta voluntad de cargar contra la esencia intachable de la patria, observada ya como una nación intocable e irreductible.

-¿El neofascismo supone un repliegue identitario contra el efecto desestabilizador de la globalización?
Sí, ya que ha destruido las concepciones unitarias para favorecer una uniformización que diluye las particularidades, los fundamentos propios que justifican la exclusión. También lo hace, en el caso de Europa, la unificación continental, por lo que existía una voluntad primigenia de acabar con la unión y, posteriormente, de transformarla en una herramienta institucional más favorable al fortalecimiento de las particularidades nacionales a través de los Estados, sobre todo tras los éxitos electorales que han permitido crear un potente núcleo reaccionario en el Parlamento Europeo. El fascismo mainstream no se entiende sin la época de la posverdad, la crisis del periodismo, el desmembramiento de las redes sociales analógicas, la deslegitimación institucional o la avaricia capitalista de las plataformas tecnológicas.

-El libro recuerda los seguidores en Instagram de Trump (actualmente 22 millones), Bolsonaro (17,7 millones), Salvini (2,2 millones), Boris Johnson (1,2 millones) o Netanyahu (873.000). ¿Han sido las redes sociales una herramienta importante para que accedieran a los gobiernos?
Las emociones (alentadas con mayor facilidad en los extremos políticos) incitan a la acción mucho más que el raciocinio. “El odio motiva más que el amor”, pronunció el asesor político ultraderechista Roger Stone. Polarizando a la sociedad, las nuevas plataformas tecnológicas (redes sociales) consiguen más interacciones y, por tanto, más beneficios. La nueva política digitalizada que tanto atrae a las plataformas tecnológicas por su capacidad de crear beneficios económicos está basada en el conflicto. Es una guerra para conseguir la atención de los usuarios. Para obtener más réditos económicos Facebook, Google o Youtube necesitan enfrentar a la sociedad. Cabrearlos para hacerlos reaccionar.

Y la solución pasa por la creación de globos artificiales en los que la retroalimentación consigue activar un proceso de afianzamiento que lleva a las posiciones más radicales del espectro ideológico. De ahí que la extrema derecha (que a dicho proceso ha unido ingentes cantidades de dinero y la complicidad del mundo conservador) ha visto en las redes sociales un auténtico filón. Y las tecnológicas lo han observado en el fascismo mainstream, que ha sido bendecido por los medios de comunicación, otorgándoles el privilegio de marcar la agenda política gracias a sus soflamas mediáticas con un “producto” atractivo para las redes y la televisión por su capacidad de enfrentamiento. Antiinmigración, tradicionalismo, nativismo, euroescepticismo y antiislam en Europa; todo ello y un poco más de supremacismo y chovinismo occidental en Estados Unidos. La víctima, la salud de la sociedad.

-¿Tiene relación el ensayo con el caso de Cambridge Analytica, consultora que obtenía datos –sin autorización- sobre millones de usuarios de Facebook-, para desarrollar campañas como la de Trump en 2016 o a favor del Brexit?
Según expresó Brittany Kaiser, una de las responsables de la empresa: “Creo que en este momento es difícil pensar que la democracia está suficientemente protegida, que las elecciones son libres y justas. El uso de los datos personales ha cambiado las reglas del juego. Por su parte Christopher Wylie, el antiguo analista de datos, aduce: “Era un experimento tremendamente inmoral. Jugábamos con la psicología de toda una nación sin su consentimiento o conocimiento. Y no solo jugamos con la psicología de toda una nación, sino que lo hacíamos en un contexto de un proceso democrático”. Cambridge Analytica adquirió relevancia destacada gracias a los beneficios que reportó a las fuerzas de extrema derecha en el acceso a elementos de poder.

La información se consiguió a través de un test de personalidad que se difundió en Facebook. Contestaban preguntas a medida. De hecho, formulaban preguntas y respuestas de forma casi personalizada. Sabían dónde debían expandir el odio contra los extranjeros, dónde debían cargar contra el establishment o dónde fortalecer los mensajes contra la izquierda. La publicidad personalizada la complementaron con la elaboración de miles de noticias falsas que se expandieron como la espuma. La percepción de los votantes de los Estados Unidos de América cambió radicalmente, como también los que votaron en el Brexit. De forma artificial y por lo tanto sometiendo la libertad ciudadana. Se habla de prácticas similares en México, Malasia, Brasil, China o Australia. Y todo ello a través del robo de la información (de la identidad) de la ciudadanía y su puesta al servicio de la política sin escrúpulos.

-En Estados Unidos, los informativos del canal ultraconservador Fox News tienen una audiencia masiva. ¿Qué influencia tiene la televisión en la expansión planetaria del fascismo mainstream?
Donald Trump señaló a la prensa “discrepante” poco después de llegar al cargo, situándolos en el ojo del huracán de la ira de sus fanáticos seguidores. Llegó a tuitear “Los medios de las fake news no son mi enemigo, son el enemigo del pueblo americano”. La televisión es un espacio que, por la inmediatez, adolece de capacidad de análisis pormenorizados. Eso a nivel genérico. Es por ello que en ella un producto superfluo como Trump o cualquier dirigente del fascismo mainstream funciona tan bien. Son mensajes simples, directos, emocionales.

Según expuso Pierre Bourdieu en “Sobre la televisión”: “Este mundo lleno de guerras étnicas y de odios raciales, de violencia y de delincuencia, no es más que un entorno de amenazas incomprensible y preocupante ante el cual lo mejor que se puede hacer es retirarse y protegerse. Y, cuando va unida a expresiones de desprecio etnocéntrico o racista (como ocurre a menudo, particularmente en el caso de África o de los ‘barrios periféricos’), la evocación periodística del mundo no está hecha para movilizar y politizar; al contrario, sólo puede contribuir a aumentar los temores xenófobos, del mismo modo que la ilusión de que la delincuencia y la violencia no paran de crecer propicia las ansiedades y las fobias de quienes temen por su seguridad”.

¿Y en cuanto a la influencia, en términos generales, de los medios de comunicación?
Los medios, ante el auge del neofascismo, no pueden servir de altavoz para los mensajes de odio. Si pretenden jugar dicho papel para ganar viralidad, mejor que no cubran la actualidad política porque flaco favor hacen a la convivencia con la distribución masiva (y descontrolada) de posicionamientos que enfrentan y polarizan. Es lo que han conseguido programas televisivos de gran audiencia como los de Susana Griso o Ana Rosa Quintana que, buscando subir los índices, invitaron a dar su opinión a dirigentes de Vox cuando no contaban con representación parlamentaria (y por lo tanto no tenían la legitimidad del apoyo social) y además no para tratar temas eminentemente políticos, sino sucesos. Dicho periodismo es cómplice del ascenso de la extrema derecha por estar centrado en el beneficio económico y no en el fortalecimiento de la democracia.

-“Los movimientos de extrema derecha que se propagan por el mundo en el siglo XXI son fascismo. Con todas las comas que se quiera poner, pero sólo a nivel académico. En la calle, son fascismo”, escribes. ¿Se corre el riesgo de confundir partidos neonazis, como Amanecer Dorado en Grecia, con el gobierno nacionalista y ultracatólico de Polonia?
La caracterización o conceptualización debe servir para movilizar a las fuerzas opositoras, más que para homogeneizar o simplificar el elemento de análisis. La Historia es una confluencia inesperada de elementos que se encaminan hacia una dirección desconocida. Es clave entender el momento en su conjunto. Embadurnarse de la filosofía de dicho espacio temporal, comprender la cultura, la mentalidad de época. De cada lugar. Esta aseveración es clave también para saber diferenciar los diferentes neofascismos que se han desarrollado en el mundo del siglo veintiuno, con sus particularidades inigualables. El factor religioso en Brasil es esencial, por ejemplo, en el ascenso de Bolsonaro, con el innegable apoyo del lobby de las iglesias evangélicas. Nada se entendería sin él. Nuevos lazos de unión entre ciudadanos que, en anteriores elecciones, eligieron opciones políticas diferentes porque se dirigieron a las urnas movilizados por otros elementos en lucha. Seguramente la desigualdad social. Pero Brasil cambió y el ocupante del trono fue en este caso la consecuencia y no la causa.

-¿Y en cuanto al auge de la extrema derecha en el estado español? ¿Difiere del modo en que se ha producido el ascenso en Italia, Hungría o Polonia?
El resurgir del lazo españolista, tradicionalista y conservador ha supuesto una respuesta al Procés catalán, la consolidación de un partido a la izquierda del PSOE y el avance del feminismo. Se ha canalizado a través de un nacionalismo que también representa una contestación a los procesos de globalización que desarraigaron a las comunidades occidentales durante décadas a través de un doble factor (contradictorio) como la homogeneización bajo los parámetros culturales de los Estados Unidos de América y la mezcolanza gracias a los contactos (tanto económicos como migratorios) con múltiples comunidades mundiales. Por su parte, en Italia, Hungría o Polonia, el factor de la migración es transversal, como se pudo observar con el rechazo, durante el mandato de Salvini al frente del ministerio, de los inmigrantes del barco Aquarius (que finalmente acogió España) y otras embarcaciones, situando al país transalpino como un ejemplo de deshumanización galopante. Evidentemente que cada movimiento de la extrema derecha cuenta con particularidades en cada país, pero suponen distintas caras de un elemento común poliédrico que coincide en su respuesta a los nuevos tiempos, con su apelación a los sentimientos primarios, las emociones y la irracionalidad a través de las identidades nacionales y religiosas. Mientras la segunda (la identificación basada en la fe) es mayormente un modelo vital bastante inamovible, el primero está sometido a interpretaciones, dada la flexibilidad de términos como nación, país o pueblo. Es por ello que dichos movimientos extremistas no dudan en moldear el “producto” en conflicto a la medida de sus intereses.

-¿Qué responsabilidad tiene la izquierda? Si tiene alguna, ¿cuáles son, a tu juicio, los principales errores?
Corría por las redes un diseño que exponía un claro “Tacha al facha”. Creó en un grupo anarquista de Facebook un amplio debate sobre si es conveniente o no plantar cara en el mundo digital a los múltiples perfiles que lanzan mensajes de odio y que provocan la polarización social. Algunos defendían la conveniencia al considerar que no se puede dejar en manos de los neofascistas una plataforma tan importante en la creación del relato en la actualidad, sobre todo entre los jóvenes. Sin embargo, dicho argumento queda en entredicho si se considera que dicha confrontación no se produce con personas con capacidad de reaccionar y cambiar de opinión, sino que chocan con bots automatizados para lanzar los mismos mensajes. De forma repetitiva y machacona. No hay debate. Como reflejo y analizo en el libro, hay partidos políticos subvencionando que se vuelquen camiones de mierda a través de las redes sociales para controlar el debate gracias al dominio del tema en discusión.

Ni que decir tiene que buena parte de las fuerzas progresistas han caído en el macabro juego, ayudando a amplificar mucho más (las redes sociales premian los contenidos con más interacción) los mensajes de odio escupidos contra migrantes pobres, mujeres, homosexuales o izquierdistas. Por Internet corría un meme en el que se veían a dos personas con un perro y ella decía: “Que bonito ¿Cómo se llama?”, a lo que contestaba el propietario: “Revolucionario de Facebook”. La chica insistía: “¿Puedo acariciarlo?” y el remataba: “Sí, claro, no hace nada”. Pues eso. Hace falta más calle, más coordinación social y más formación.

-¿Qué relación hay entre el crecimiento del fascismo a escala global con lo que calificas de “seres frustrados, hiperactivos e irreflexivos?
La identidad pública depende hoy más de la imagen que se traslada a través del ficticio mundo de las redes sociales que de la vida analógica. Las redes sociales permiten al individuo verse reflejado a modo de creación artística, no tal cómo es, sino cómo le gustaría ser. O más bien, cómo le gustaría que le viesen los demás. El comportamiento primigenio en dicha acción es la autocensura, la feroz crítica sobre una representación del yo que se cree débil. La búsqueda de la reciprocidad se inicia con la pretensión de la homogeneización para encauzar en el grupo, en la comunidad. Porque la identidad nace de la interacción. Es necesario el retorno. Pensamos que la irrelevancia social está vinculada a la falta de éxito.

El proceso reidentitario vivido en las últimas décadas como respuesta a la insensible globalización ha provocado una pretensión casi enfermiza por formar parte de algo. Pero dicho anhelo sólo responde al pavor que se experimenta cuando se piensa en la posibilidad de quedar socialmente expulsado. Es por eso que se siguen prácticas de moda para contar con argumentos en la integración en el colectivo. La última APP la observamos como una llave a la aceptación. Al reconocimiento de los otros. Las redes sociales permiten un mitin en el que cada persona presente puede subir al estrado y opinar. Es un baño de multitudes regado de la satisfacción del aplauso fácil y el elogio interesado. Vacío pero efectivo en el mecanismo de unir a los ya convencidos y fortalecer las razones de combate frente a los disidentes. Sugestión de masas sin salir de la comodidad de la cama.

-De nuevo la importancia de las redes sociales…
Las redes sociales permiten fortalecer permanentemente los vínculos afectivos con el simple objetivo de asegurar la existencia de los seres. El éxito social se mide en Likes. De forma artificial, se establecen vínculos que, a través de acciones de reconocimiento, se utilizan (sin que sirvan en el largo recorrido) para aliviar la incertidumbre de un tiempo fugaz y fragmentado. Al trasladarse las comunidades de afecto al teléfono móvil, apagarlo produce angustia. Perderlo, pavor. Sin el móvil, vuelve la soledad en una sociedad individualizada y sin bisagras. Un desamparo agravado por el anonimato en un tiempo en el que nada puede ser peor que ser un elemento insignificante diluido en la masa. Tu amigo en Facebook sustituye a tu vecino, pero el primero nunca tiene sal y mucho menos te ayuda cuando sufres un repentino soponcio al subir por la escalera. La ansiedad de la soledad, a la larga (cuando la reflexión pausada y compleja se impone) no desaparece con las comunidades imaginadas de protección creadas a nivel digital.

-¿Y respecto a la “crisis del periodismo”? ¿Qué casos concretos destacarías?
Se podrían citar miles, prácticamente coincidentes con cada redacción, emisora o plató. Todos los medios viven sus crisis en la actualidad porque las nuevas plataformas tecnológicas han eliminado las intermediaciones y la verdad vive una época de depresión, acechada por aquellos que se benefician cuando todo va mal. Por supuesto, en dicha crisis han tenido buena parte de culpa un sector del periodismo, que interpretó su aproximación a la política y los sectores económicos como magníficas oportunidades para configurarse una vida de lujo, como bien recoge David Jiménez en su libro sobre su paso por la dirección de El Mundo.

Ha habido periodistas y medios ganando mucho dinero gracias a vender el código deontológico. Cuando la tormenta perfecta ha acechado a la profesión, no ha existido red de seguridad porque la ciudadanía ya no ha estado para sostener a unos medios que se interpretan como parciales e interesados. Sólo las propuestas originales y sinceras se abren paso. Aquellas que basan su interpretación del periodismo en la búsqueda de la verdad, sin venderse al mejor postor. Esas que cuentan con el apoyo de la ciudadanía, que las sostiene con sus aportaciones porque a través de ellas obtienen información, no una cámara de eco para escuchar lo que quieren oír.

-Citas en el libro movimientos relevantes, aunque posiblemente poco conocidos por el gran público, como Generación Identitaria. ¿Podrías caracterizarlo?
Generación Identitaria es un nuevo intento de limpieza de cara a los viejos parámetros extremistas que se venían desarrollando. Originario de Francia, se ha expandido a más de veinte países y abogan por reafirmar la identidad patria, protagonizando ataques a migrantes, cadenas humanas contra refugiados o incluso fletando barcos para vilipendiar a las ONG que intentan salvar vidas en el Mediterráneo. Austria se ha definido en las últimas décadas como uno de los centros neurálgicos del neonazismo, con su cénit con el gobierno entre el joven conservador del Partido Popular, Sebastian Kurz, en coalición con la formación ultraderechista Partido de la Libertad, que duró más bien poco por el escándalo de corrupción que se desveló en una discoteca en Ibiza. Sin embargo, el país ha resultado la cuna de nuevos movimientos que han ayudado a vestir de Prada a los nuevos fascistas. Son los nazis hípsters.

Es el caso de Martin Sellner, líder de Generación Identitaria en el país, que ha conseguido situarse en el centro del debate político. Con indumentaria impropia del fascismo clásico y un modo de vida más “cercano” al ciudadano medio, Sellner y sus afines han logrado introducir mensajes de odio en la discrepancia política de Austria, lateralizando hacia la derecha la opción electoral. En los numerosos videos que durante meses ha estado subiendo a la plataforma Youtube, se ha acompañado de la influencer ultraderechista americana Brittany Pettibone, con gran capacidad para canalizar teorías de la conspiración. Sellner defendió su militancia neonazi pura durante su juventud porque defiende que “no había alternativa”. Un joven que mantuvo en su momento contacto con Brenton Tarrant, el neonazi que asesinó a más de cincuenta personas en varias mezquitas de Nueva Zelanda y que en los meses anteriores había financiado a los grupúsculos de la formación tanto en Francia como en Austria.

Generación Identitaria se creó en Francia en 2012 y desde entonces se ha expandido por decenas de países como Alemania, Italia o Reino Unido, con la propagación de las teorías del gran reemplazo. Se le han encontrado vinculaciones directas con las formaciones de extrema derecha clásicas y con actos violentos y terroristas.

-¿Es posible establecer una relación entre la extrema derecha y los programas económicos ultraliberales, como el que elevó a Bolsonaro a la presidencia de Brasil?
Como afirmaba Pauwels: “Para la Elite del Poder americana e internacional el neofascismo no es sin embargo una amenaza, sino más bien una bendición, porque impide un diagnóstico de las causas de los problemas socioeconómicos, diagnóstico que podría deteriorar los privilegios de que disfrutan dentro del sistema y que amenazan al sistema mismo (…) Hoy los neofascistas están esperando impacientes a que las Elites del Poder necesiten sus servicios, y no hay garantía de que su momento no llegue nunca. Si esto ocurre, la historia no sólo no tendría final, sino que se repetiría”. El proteccionismo comercial que proclaman los fascistas mainstream intenta revertir la deslocalización sufrida durante décadas pero sin llegar a cuestionar el neoliberalismo y el capitalismo financiero, con una protección de las élites empresariales.

-Por último, ¿puede el fascismo mainstream representar en algún caso una amenaza para el sistema?

El neofascismo no es un peligro para el capital. El modelo económico no es inherente al fascismo. Antes bien, el fascismo se caracteriza por una adaptación camaleónica a las circunstancias para perpetuarse en el poder. Modelo económico y fascismo se exponen como elementos plásticos y adaptables a las circunstancias. La extrema derecha nunca ha dudado en proteger los derechos de las élites empresariales y financieras y los privilegios de las clases más altas. Nunca han protestado por el hecho de que personas de nacionalidad ajena adquieran automáticamente el derecho a pedir el permiso de estancia o el de residencia en España cuando compran un piso de más de medio millón de euros. En 2019 se batió por séptimo año consecutivo la concesión de dichos visados dorados, según la terminología coloquial. Se concedieron 681, un 14% más que en 2018. El visado que soliciten, además, es de dos años renovables por periodos de cinco. China, Brasil, India o Rusia son los principales países de procedencia de los demandantes. Simplemente es un ejemplo.

Según el filósofo Augusto Klappenbach: “El mal se esconde. Y sus causas nunca se presentan como el resultado de decisiones tomadas por seres humanos de carne y hueso, sino como subproductos de una situación económica de la que nadie es responsable. Además de banal, el mal de hoy es impersonal. Y así como los ejecutivos diluyen su responsabilidad en otros, los poderes públicos justifican sus políticas en las exigencias de anónimos mercados y en instituciones que están fuera de sus competencias”.

lunes, 12 de octubre de 2020

_- “El éxito del fascismo se explica por la avaricia capitalista, el desarraigo, las mentiras y la equidistancia”.

_- Entrevista al periodista Carles Senso, autor del libro "Fascismo mainstream. Periodismo, conspiraciones, algoritmos y bots al servicio de la extrema derecha"-

Proud Boys (Chicos orgullosos) son una organización neofascista, violenta y supremacista estadounidense, surgida en 2016. En el primer debate electoral con el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó: “Proud Boys, retrocedan y estén alerta” (los ataques terroristas de extrema derecha causaron 335 muertos en Estados Unidos entre 1994 y 2020, según el Center for Strategic International Studies).

En marzo de 2019 el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, promovió la conmemoración del golpe militar que derrocó –en 1964- al Gobierno democrático de Joao Goulart. La amenaza se extiende. Tras las elecciones regionales del pasado 21 de septiembre, el candidato del partido ultraderechista Hermanos de Italia accedió a la presidencia en la región de Las Marcas. En las municipales francesas de junio, Reagrupamiento Nacional (antiguo Frente Nacional) se hizo con la alcaldía de Perpiñán, ciudad de 120.000 habitantes. En las elecciones a los parlamentos de Sajonia y Brandemburgo –septiembre de 2019-, Alternativa para Alemania resultó el segundo partido más votado.

Para entender el crecimiento global del fascismo, el periodista e historiador Carles Senso ha publicado el libro Fascismo mainstream. Periodismo, conspiraciones, algoritmos y bots al servicio de la extrema derecha (Autoed., septiembre 2020). Concluye que el éxito actual de la extrema derecha se explica por factores como la avaricia capitalista, el desarraigo social, el proceso deshumanizador, la equidistancia, la falta de empatía, las mentiras o la crisis del periodismo. “El neofascismo no es un peligro para el capital”, afirma. La extrema derecha ha utilizado la tecnología digital y las redes sociales para conquistar el poder. Sobre el uso irreflexivo y acrítico de estas por parte de la izquierda, “hace falta más calle, más coordinación social y formación”, defiende Senso, autor de tres libros sobre la deportación de españoles a campos nazis. La entrevista en torno a su último ensayo se realizó por correo electrónico.

-¿Qué es el fascismo mainstream (tendencia mayoritaria)? ¿Cuáles son los rasgos principales?
El fascismo mainstream es una tendencia mundial mediante la cual la extrema derecha ha usado las nuevas posibilidades de las tecnologías digitales de la información para expandirse de forma desconocida, albergando espacios de poder inimaginables hace unos años, gracias a una mayor digestión ciudadana de sus planteamientos extremistas que basan su política en la exclusión de parte de la sociedad. Aceptando, eso sí, que la ideología de extrema derecha se expone fragmentada y nacionalizada, es decir, que cuenta con particularidades muy específicas en función del país en el que se desarrolla.

Sin embargo, les une las políticas de odio que favorecen un tipo de análisis social y una respuesta ante dicho examen que señala como enemigo del pueblo a las clases subalternas y a los grupos históricamente marginadas, a favor de una clase dirigente y de un sistema capitalista que nunca es puesto en cuestión. Eso y algunas intentonas de coordinación canalizadas por personajes como Bannon y su Movimiento o Internacional de la Nueva Derecha. El antiguo (aunque ahora renacido) antisemitismo se ve complementado con nuevos enemigos como son el Islam a nivel exterior y las comunidades LGTBI o feministas a nivel interno, por su supuesta voluntad de cargar contra la esencia intachable de la patria, observada ya como una nación intocable e irreductible.

-¿El neofascismo supone un repliegue identitario contra el efecto desestabilizador de la globalización?
Sí, ya que ha destruido las concepciones unitarias para favorecer una uniformización que diluye las particularidades, los fundamentos propios que justifican la exclusión. También lo hace, en el caso de Europa, la unificación continental, por lo que existía una voluntad primigenia de acabar con la unión y, posteriormente, de transformarla en una herramienta institucional más favorable al fortalecimiento de las particularidades nacionales a través de los Estados, sobre todo tras los éxitos electorales que han permitido crear un potente núcleo reaccionario en el Parlamento Europeo. El fascismo mainstream no se entiende sin la época de la posverdad, la crisis del periodismo, el desmembramiento de las redes sociales analógicas, la deslegitimación institucional o la avaricia capitalista de las plataformas tecnológicas.

-El libro recuerda los seguidores en Instagram de Trump (actualmente 22 millones), Bolsonaro (17,7 millones), Salvini (2,2 millones), Boris Johnson (1,2 millones) o Netanyahu (873.000). ¿Han sido las redes sociales una herramienta importante para que accedieran a los gobiernos?
Las emociones (alentadas con mayor facilidad en los extremos políticos) incitan a la acción mucho más que el raciocinio. “El odio motiva más que el amor”, pronunció el asesor político ultraderechista Roger Stone. Polarizando a la sociedad, las nuevas plataformas tecnológicas (redes sociales) consiguen más interacciones y, por tanto, más beneficios. La nueva política digitalizada que tanto atrae a las plataformas tecnológicas por su capacidad de crear beneficios económicos está basada en el conflicto. Es una guerra para conseguir la atención de los usuarios. Para obtener más réditos económicos Facebook, Google o Youtube necesitan enfrentar a la sociedad. Cabrearlos para hacerlos reaccionar.

Y la solución pasa por la creación de globos artificiales en los que la retroalimentación consigue activar un proceso de afianzamiento que lleva a las posiciones más radicales del espectro ideológico. De ahí que la extrema derecha (que a dicho proceso ha unido ingentes cantidades de dinero y la complicidad del mundo conservador) ha visto en las redes sociales un auténtico filón. Y las tecnológicas lo han observado en el fascismo mainstream, que ha sido bendecido por los medios de comunicación, otorgándoles el privilegio de marcar la agenda política gracias a sus soflamas mediáticas con un “producto” atractivo para las redes y la televisión por su capacidad de enfrentamiento. Antiinmigración, tradicionalismo, nativismo, euroescepticismo y antiislam en Europa; todo ello y un poco más de supremacismo y chovinismo occidental en Estados Unidos. La víctima, la salud de la sociedad.

-¿Tiene relación el ensayo con el caso de Cambridge Analytica, consultora que obtenía datos –sin autorización- sobre millones de usuarios de Facebook-, para desarrollar campañas como la de Trump en 2016 o a favor del Brexit?
Según expresó Brittany Kaiser, una de las responsables de la empresa: “Creo que en este momento es difícil pensar que la democracia está suficientemente protegida, que las elecciones son libres y justas. El uso de los datos personales ha cambiado las reglas del juego. Por su parte Christopher Wylie, el antiguo analista de datos, aduce: “Era un experimento tremendamente inmoral. Jugábamos con la psicología de toda una nación sin su consentimiento o conocimiento. Y no solo jugamos con la psicología de toda una nación, sino que lo hacíamos en un contexto de un proceso democrático”. Cambridge Analytica adquirió relevancia destacada gracias a los beneficios que reportó a las fuerzas de extrema derecha en el acceso a elementos de poder.

La información se consiguió a través de un test de personalidad que se difundió en Facebook. Contestaban preguntas a medida. De hecho, formulaban preguntas y respuestas de forma casi personalizada. Sabían dónde debían expandir el odio contra los extranjeros, dónde debían cargar contra el establishment o dónde fortalecer los mensajes contra la izquierda. La publicidad personalizada la complementaron con la elaboración de miles de noticias falsas que se expandieron como la espuma. La percepción de los votantes de los Estados Unidos de América cambió radicalmente, como también los que votaron en el Brexit. De forma artificial y por lo tanto sometiendo la libertad ciudadana. Se habla de prácticas similares en México, Malasia, Brasil, China o Australia. Y todo ello a través del robo de la información (de la identidad) de la ciudadanía y su puesta al servicio de la política sin escrúpulos.

-En Estados Unidos, los informativos del canal ultraconservador Fox News tienen una audiencia masiva. ¿Qué influencia tiene la televisión en la expansión planetaria del fascismo mainstream?
Donald Trump señaló a la prensa “discrepante” poco después de llegar al cargo, situándolos en el ojo del huracán de la ira de sus fanáticos seguidores. Llegó a tuitear “Los medios de las fake news no son mi enemigo, son el enemigo del pueblo americano”. La televisión es un espacio que, por la inmediatez, adolece de capacidad de análisis pormenorizados. Eso a nivel genérico. Es por ello que en ella un producto superfluo como Trump o cualquier dirigente del fascismo mainstream funciona tan bien. Son mensajes simples, directos, emocionales.

Según expuso Pierre Bourdieu en “Sobre la televisión”: “Este mundo lleno de guerras étnicas y de odios raciales, de violencia y de delincuencia, no es más que un entorno de amenazas incomprensible y preocupante ante el cual lo mejor que se puede hacer es retirarse y protegerse. Y, cuando va unida a expresiones de desprecio etnocéntrico o racista (como ocurre a menudo, particularmente en el caso de África o de los ‘barrios periféricos’), la evocación periodística del mundo no está hecha para movilizar y politizar; al contrario, sólo puede contribuir a aumentar los temores xenófobos, del mismo modo que la ilusión de que la delincuencia y la violencia no paran de crecer propicia las ansiedades y las fobias de quienes temen por su seguridad”.

¿Y en cuanto a la influencia, en términos generales, de los medios de comunicación?
Los medios, ante el auge del neofascismo, no pueden servir de altavoz para los mensajes de odio. Si pretenden jugar dicho papel para ganar viralidad, mejor que no cubran la actualidad política porque flaco favor hacen a la convivencia con la distribución masiva (y descontrolada) de posicionamientos que enfrentan y polarizan. Es lo que han conseguido programas televisivos de gran audiencia como los de Susana Griso o Ana Rosa Quintana que, buscando subir los índices, invitaron a dar su opinión a dirigentes de Vox cuando no contaban con representación parlamentaria (y por lo tanto no tenían la legitimidad del apoyo social) y además no para tratar temas eminentemente políticos, sino sucesos. Dicho periodismo es cómplice del ascenso de la extrema derecha por estar centrado en el beneficio económico y no en el fortalecimiento de la democracia.

-“Los movimientos de extrema derecha que se propagan por el mundo en el siglo XXI son fascismo. Con todas las comas que se quiera poner, pero sólo a nivel académico. En la calle, son fascismo”, escribes. ¿Se corre el riesgo de confundir partidos neonazis, como Amanecer Dorado en Grecia, con el gobierno nacionalista y ultracatólico de Polonia?
La caracterización o conceptualización debe servir para movilizar a las fuerzas opositoras, más que para homogeneizar o simplificar el elemento de análisis. La Historia es una confluencia inesperada de elementos que se encaminan hacia una dirección desconocida. Es clave entender el momento en su conjunto. Embadurnarse de la filosofía de dicho espacio temporal, comprender la cultura, la mentalidad de época. De cada lugar. Esta aseveración es clave también para saber diferenciar los diferentes neofascismos que se han desarrollado en el mundo del siglo veintiuno, con sus particularidades inigualables. El factor religioso en Brasil es esencial, por ejemplo, en el ascenso de Bolsonaro, con el innegable apoyo del lobby de las iglesias evangélicas. Nada se entendería sin él. Nuevos lazos de unión entre ciudadanos que, en anteriores elecciones, eligieron opciones políticas diferentes porque se dirigieron a las urnas movilizados por otros elementos en lucha. Seguramente la desigualdad social. Pero Brasil cambió y el ocupante del trono fue en este caso la consecuencia y no la causa.

-¿Y en cuanto al auge de la extrema derecha en el estado español? ¿Difiere del modo en que se ha producido el ascenso en Italia, Hungría o Polonia?
El resurgir del lazo españolista, tradicionalista y conservador ha supuesto una respuesta al Procés catalán, la consolidación de un partido a la izquierda del PSOE y el avance del feminismo. Se ha canalizado a través de un nacionalismo que también representa una contestación a los procesos de globalización que desarraigaron a las comunidades occidentales durante décadas a través de un doble factor (contradictorio) como la homogeneización bajo los parámetros culturales de los Estados Unidos de América y la mezcolanza gracias a los contactos (tanto económicos como migratorios) con múltiples comunidades mundiales.

Por su parte, en Italia, Hungría o Polonia, el factor de la migración es transversal, como se pudo observar con el rechazo, durante el mandato de Salvini al frente del ministerio, de los inmigrantes del barco Aquarius (que finalmente acogió España) y otras embarcaciones, situando al país transalpino como un ejemplo de deshumanización galopante. Evidentemente que cada movimiento de la extrema derecha cuenta con particularidades en cada país, pero suponen distintas caras de un elemento común poliédrico que coincide en su respuesta a los nuevos tiempos, con su apelación a los sentimientos primarios, las emociones y la irracionalidad a través de las identidades nacionales y religiosas. Mientras la segunda (la identificación basada en la fe) es mayormente un modelo vital bastante inamovible, el primero está sometido a interpretaciones, dada la flexibilidad de términos como nación, país o pueblo. Es por ello que dichos movimientos extremistas no dudan en moldear el “producto” en conflicto a la medida de sus intereses.

-¿Qué responsabilidad tiene la izquierda? Si tiene alguna, ¿cuáles son, a tu juicio, los principales errores?
Corría por las redes un diseño que exponía un claro “Tacha al facha”. Creó en un grupo anarquista de Facebook un amplio debate sobre si es conveniente o no plantar cara en el mundo digital a los múltiples perfiles que lanzan mensajes de odio y que provocan la polarización social. Algunos defendían la conveniencia al considerar que no se puede dejar en manos de los neofascistas una plataforma tan importante en la creación del relato en la actualidad, sobre todo entre los jóvenes. Sin embargo, dicho argumento queda en entredicho si se considera que dicha confrontación no se produce con personas con capacidad de reaccionar y cambiar de opinión, sino que chocan con bots automatizados para lanzar los mismos mensajes. De forma repetitiva y machacona. No hay debate. Como reflejo y analizo en el libro, hay partidos políticos subvencionando que se vuelquen camiones de mierda a través de las redes sociales para controlar el debate gracias al dominio del tema en discusión.

Ni que decir tiene que buena parte de las fuerzas progresistas han caído en el macabro juego, ayudando a amplificar mucho más (las redes sociales premian los contenidos con más interacción) los mensajes de odio escupidos contra migrantes pobres, mujeres, homosexuales o izquierdistas. Por Internet corría un meme en el que se veían a dos personas con un perro y ella decía: “Que bonito ¿Cómo se llama?”, a lo que contestaba el propietario: “Revolucionario de Facebook”. La chica insistía: “¿Puedo acariciarlo?” y el remataba: “Sí, claro, no hace nada”. Pues eso. Hace falta más calle, más coordinación social y más formación.

-¿Qué relación hay entre el crecimiento del fascismo a escala global con lo que calificas de “seres frustrados, hiperactivos e irreflexivos?
La identidad pública depende hoy más de la imagen que se traslada a través del ficticio mundo de las redes sociales que de la vida analógica. Las redes sociales permiten al individuo verse reflejado a modo de creación artística, no tal cómo es, sino cómo le gustaría ser. O más bien, cómo le gustaría que le viesen los demás. El comportamiento primigenio en dicha acción es la autocensura, la feroz crítica sobre una representación del yo que se cree débil. La búsqueda de la reciprocidad se inicia con la pretensión de la homogeneización para encauzar en el grupo, en la comunidad. Porque la identidad nace de la interacción. Es necesario el retorno. Pensamos que la irrelevancia social está vinculada a la falta de éxito.

El proceso reidentitario vivido en las últimas décadas como respuesta a la insensible globalización ha provocado una pretensión casi enfermiza por formar parte de algo. Pero dicho anhelo sólo responde al pavor que se experimenta cuando se piensa en la posibilidad de quedar socialmente expulsado. Es por eso que se siguen prácticas de moda para contar con argumentos en la integración en el colectivo. La última APP la observamos como una llave a la aceptación. Al reconocimiento de los otros. Las redes sociales permiten un mitin en el que cada persona presente puede subir al estrado y opinar. Es un baño de multitudes regado de la satisfacción del aplauso fácil y el elogio interesado. Vacío pero efectivo en el mecanismo de unir a los ya convencidos y fortalecer las razones de combate frente a los disidentes. Sugestión de masas sin salir de la comodidad de la cama.

-De nuevo la importancia de las redes sociales…
Las redes sociales permiten fortalecer permanentemente los vínculos afectivos con el simple objetivo de asegurar la existencia de los seres. El éxito social se mide en Likes. De forma artificial, se establecen vínculos que, a través de acciones de reconocimiento, se utilizan (sin que sirvan en el largo recorrido) para aliviar la incertidumbre de un tiempo fugaz y fragmentado. Al trasladarse las comunidades de afecto al teléfono móvil, apagarlo produce angustia. Perderlo, pavor. Sin el móvil, vuelve la soledad en una sociedad individualizada y sin bisagras. Un desamparo agravado por el anonimato en un tiempo en el que nada puede ser peor que ser un elemento insignificante diluido en la masa. Tu amigo en Facebook sustituye a tu vecino, pero el primero nunca tiene sal y mucho menos te ayuda cuando sufres un repentino soponcio al subir por la escalera. La ansiedad de la soledad, a la larga (cuando la reflexión pausada y compleja se impone) no desaparece con las comunidades imaginadas de protección creadas a nivel digital.

-¿Y respecto a la “crisis del periodismo”? ¿Qué casos concretos destacarías?
Se podrían citar miles, prácticamente coincidentes con cada redacción, emisora o plató. Todos los medios viven sus crisis en la actualidad porque las nuevas plataformas tecnológicas han eliminado las intermediaciones y la verdad vive una época de depresión, acechada por aquellos que se benefician cuando todo va mal. Por supuesto, en dicha crisis han tenido buena parte de culpa un sector del periodismo, que interpretó su aproximación a la política y los sectores económicos como magníficas oportunidades para configurarse una vida de lujo, como bien recoge David Jiménez en su libro sobre su paso por la dirección de El Mundo.

Ha habido periodistas y medios ganando mucho dinero gracias a vender el código deontológico. Cuando la tormenta perfecta ha acechado a la profesión, no ha existido red de seguridad porque la ciudadanía ya no ha estado para sostener a unos medios que se interpretan como parciales e interesados. Sólo las propuestas originales y sinceras se abren paso. Aquellas que basan su interpretación del periodismo en la búsqueda de la verdad, sin venderse al mejor postor. Esas que cuentan con el apoyo de la ciudadanía, que las sostiene con sus aportaciones porque a través de ellas obtienen información, no una cámara de eco para escuchar lo que quieren oír.

-Citas en el libro movimientos relevantes, aunque posiblemente poco conocidos por el gran público, como Generación Identitaria. ¿Podrías caracterizarlo?
Generación Identitaria es un nuevo intento de limpieza de cara a los viejos parámetros extremistas que se venían desarrollando. Originario de Francia, se ha expandido a más de veinte países y abogan por reafirmar la identidad patria, protagonizando ataques a migrantes, cadenas humanas contra refugiados o incluso fletando barcos para vilipendiar a las ONG que intentan salvar vidas en el Mediterráneo. Austria se ha definido en las últimas décadas como uno de los centros neurálgicos del neonazismo, con su cénit con el gobierno entre el joven conservador del Partido Popular, Sebastian Kurz, en coalición con la formación ultraderechista Partido de la Libertad, que duró más bien poco por el escándalo de corrupción que se desveló en una discoteca en Ibiza. Sin embargo, el país ha resultado la cuna de nuevos movimientos que han ayudado a vestir de Prada a los nuevos fascistas. Son los nazis hípsters.

Es el caso de Martin Sellner, líder de Generación Identitaria en el país, que ha conseguido situarse en el centro del debate político. Con indumentaria impropia del fascismo clásico y un modo de vida más “cercano” al ciudadano medio, Sellner y sus afines han logrado introducir mensajes de odio en la discrepancia política de Austria, lateralizando hacia la derecha la opción electoral. En los numerosos videos que durante meses ha estado subiendo a la plataforma Youtube, se ha acompañado de la influencer ultraderechista americana Brittany Pettibone, con gran capacidad para canalizar teorías de la conspiración. Sellner defendió su militancia neonazi pura durante su juventud porque defiende que “no había alternativa”. Un joven que mantuvo en su momento contacto con Brenton Tarrant, el neonazi que asesinó a más de cincuenta personas en varias mezquitas de Nueva Zelanda y que en los meses anteriores había financiado a los grupúsculos de la formación tanto en Francia como en Austria.

Generación Identitaria se creó en Francia en 2012 y desde entonces se ha expandido por decenas de países como Alemania, Italia o Reino Unido, con la propagación de las teorías del gran reemplazo. Se le han encontrado vinculaciones directas con las formaciones de extrema derecha clásicas y con actos violentos y terroristas.

-¿Es posible establecer una relación entre la extrema derecha y los programas económicos ultraliberales, como el que elevó a Bolsonaro a la presidencia de Brasil?
Como afirmaba Pauwels: “Para la Elite del Poder americana e internacional el neofascismo no es sin embargo una amenaza, sino más bien una bendición, porque impide un diagnóstico de las causas de los problemas socioeconómicos, diagnóstico que podría deteriorar los privilegios de que disfrutan dentro del sistema y que amenazan al sistema mismo (…) Hoy los neofascistas están esperando impacientes a que las Elites del Poder necesiten sus servicios, y no hay garantía de que su momento no llegue nunca. Si esto ocurre, la historia no sólo no tendría final, sino que se repetiría”. El proteccionismo comercial que proclaman los fascistas mainstream intenta revertir la deslocalización sufrida durante décadas pero sin llegar a cuestionar el neoliberalismo y el capitalismo financiero, con una protección de las élites empresariales.

-Por último, ¿puede el fascismo mainstream representar en algún caso una amenaza para el sistema?
El neofascismo no es un peligro para el capital. El modelo económico no es inherente al fascismo. Antes bien, el fascismo se caracteriza por una adaptación camaleónica a las circunstancias para perpetuarse en el poder. Modelo económico y fascismo se exponen como elementos plásticos y adaptables a las circunstancias. La extrema derecha nunca ha dudado en proteger los derechos de las élites empresariales y financieras y los privilegios de las clases más altas. Nunca han protestado por el hecho de que personas de nacionalidad ajena adquieran automáticamente el derecho a pedir el permiso de estancia o el de residencia en España cuando compran un piso de más de medio millón de euros. En 2019 se batió por séptimo año consecutivo la concesión de dichos visados dorados, según la terminología coloquial. Se concedieron 681, un 14% más que en 2018. El visado que soliciten, además, es de dos años renovables por periodos de cinco. China, Brasil, India o Rusia son los principales países de procedencia de los demandantes. Simplemente es un ejemplo.

Según el filósofo Augusto Klappenbach: “El mal se esconde. Y sus causas nunca se presentan como el resultado de decisiones tomadas por seres humanos de carne y hueso, sino como subproductos de una situación económica de la que nadie es responsable. Además de banal, el mal de hoy es impersonal. Y así como los ejecutivos diluyen su responsabilidad en otros, los poderes públicos justifican sus políticas en las exigencias de anónimos mercados y en instituciones que están fuera de sus competencias”.


sábado, 10 de octubre de 2020

_- FEDERICO FINCHELSTEIN | HISTORIADOR. “Franco ocupa un lugar jerárquico entre los mentirosos de la historia del fascismo”

_- El historiador argentino Federico Finchelstein expone en su nuevo libro, "Una breve historia de las mentiras fascistas", cómo los extremistas de ultraderecha creen (?) en sus propios embustes

Joseph Goebbels, el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de Hitler, dejó constancia en sus diarios personales de su orgullo por “cómo los medios de comunicación alemanes comentaban lo buenos que eran sus artículos”. La anécdota ilustra, según el historiador argentino Federico Finchelstein (45 años, Buenos Aires), una de las características del fascismo: “Los fascistas creen en sus propias mentiras” (?). “Goebbels controlaba los periódicos y es interesante que, en sus diarios, que no fueron escritos para el público, terminara creyéndose la propia mentira del aparato propagandístico que él mismo creó”, señala Finchelstein, autor de A brief history of fascist lies (Una breve historia de las mentiras fascistas, University of California Press, 2020), que en unos meses publicará en España la editorial Taurus. Es el mismo uso de la mentira que, según el experto en ideologías extremistas, hacen los presidentes de Brasil y Estados Unidos, Jair Bolsonaro y Donald Trump, a los que considera “posfascistas”. Al igual que a los líderes de Vox, a quienes describe como herederos del dictador Francisco Franco.

“Con una lógica semejante a la de la propaganda fascista, Trump mintió sobre el coronavirus y terminó contagiado”, explica Finchelstein, como muestra de hasta qué punto los fascistas asumen sus propios embustes como verdades. El hecho de que “Trump admitiera la realidad empírica” de que el SARS-CoV-2 se transmite por el aire, “no significa que el caudillo no crea en sus propias mentiras”. “Ha estado dispuesto a sacrificar su propia salud personal porque Trump se negó, casi siempre, a usar una máscara para protegerse en público”, al igual que Bolsonaro, que se ha referido a la enfermedad que ha provocado la pandemia como la gripecinha, recuerda el historiador en conversación telefónica con EL PAÍS. Pero el líder brasileño, al igual que Trump, enfermó de gripecinha.

Federico Finchelstien.
“La verdad para el fascismo es una verdad absoluta, no demostrable, entendida como una cuestión de fe”, desarrolla el autor a lo largo de una Breve historia de las mentiras fascistas, un complemento de su libro anterior, Del fascismo al populismo en la historia (Taurus, 2019). En el fascismo, y también el posfascismo, “el líder es un dios y del líder emana la verdad”. Una verdad que no puede ser cuestionada, porque “solo los hechos (y mentiras) prescritas por el líder podían ser aceptadas como la verdad”.

Y “entre los grandes mentirosos de la historia del fascismo, Francisco Franco ocupa un lugar lamentable, casi jerárquico”, considera Finchelstein, que define al dictador español como un “hito de la mentira fascista”. “Después de asesinar a una parte importante de la oposición y de haber obligado al exilio a otros tantos, Franco convocó un referéndum en 1947 para confirmarle como jefe del Estado de España vitalicio”, continúa. Franco “argumentó que esas dudosas elecciones habían sido extremadamente libres y bienvenidas, es decir, su mentira fue que la dictadura y la libertad eran compatibles. “Es el mismo personaje que va a decir que el bombardeo de Guernica fue orquestado por los comunistas”, apuntala el historiador.

Y la historia se vuelve a repetir. Los populistas entendieron que “el fascismo se había vuelto tóxico” y abandonaron rasgos básicos fascistas como el racismo y la xenofobia, tal y como hicieron [el argentino Juan Domingo] Perón o [el italiano Silvio] Berlusconi, que no es que no fueran racistas pero el racismo no constituía el eje básico de su política”, asegura Finchelstein. En cambio, “Trump ganó las elecciones con una estrategia que hasta ese momento no se había mostrado como exitosa para llegar al poder, una campaña con una declaración racista contra los mexicanos, a los que acusó de ser violadores, algo que sería inconcebible para un Perón”. Si los populistas, buscaban legitimarse desde la democracia, los fascistas —y los posfascistas—“promueven el caos y el desorden en las instituciones que lideran”, constata el historiador argentino, que cree que los posfacistas han desandado “la democratización que había implicado el primer populismo para volver a situaciones que se parecen más al fascismo”.

¿Y cómo se combaten mentiras que son presentadas como verdades absolutas? A través del periodismo independiente, “que ofrece a los ciudadanos la posibilidad de pensar con los hechos. Para aquellos que “solo escuchan las mentiras de los líderes”, la realidad les hará, aunque quizá tarde, darse cuenta de su error. Y concluye Finchelstein: “Cuando Franco prometía una gran España, pero en España la gente se moría de hambre, algunos dejaban de creer en sus mentiras”.

jueves, 24 de septiembre de 2020

_- 75 años de la derrota del fascismo

_- Hace 75 años, en mayo de 1945, el Estado Mayor Hitleriano firmó la rendición de Alemania en la II Guerra Mundial. Cuando cayó el telón de la escena, el fascismo había sido derrotado, pero la lucha dejó una dolorosa estela de muerte y de sangre. Más de 50 millones de personas ofrendaron su vida por esa causa, centenares de ciudades, y millares de aldeas, fueron arrasadas por los ejércitos en marcha; pueblos enteros desaparecieron, y se destrozaron fronteras. La guerra fue un precio muy alto que el mundo debió pagar para librarse de la tiranía y de la esclavitud.

EL OSCURO ANTECEDENTE
En realidad los sucesos que se desencadenaron en Europa a partir de 1939, tuvieron un antecedente definido: la I Guerra mundial, librada entre 1914 y 1918, que dejó un continente destruido y mutilado. Esa guerra, originalmente fue ideada por las grandes corporaciones financieras como un modo de hacer frente a la aguda crisis que afectaba la estabilidad del sistema de dominación capitalista. Forjar una economía de guerra, que alentara la instalación de fábricas de armas, produjera ingentes cantidades de artefactos de ese orden, diera empleo al gran número de desocupados que pululaban en todos los países y reflotara la economía a partir de la comercialización de productos bélicos; pareció ser -entre 1912 y 1914- el modo de enfrentar una crisis que corroía las bases mismas de la sociedad de entonces. Para ejecutar esa política, se dio inicio a la Primera Gran Guerra.

Ocurrió, sin embargo, que estas previsiones no se cumplieron. Los pueblos no hicieron suya a causa de la guerra, aunque esta vinera envuelta en fina papelería de patriotismo. Como en otras circunstancias, en ésta, la Patria fue sólo un pretexto para enfrentar a unos contra otros; pero los trabajadores de distintos países percibieron que eso no era así. Que los obreros franceses nada tenían contra los obreros alemanes; y que los obreros alemanes no tenían por qué ver en los obreros franceses, a sus adversarios históricos. En todo caso, unos y otros debían ajustar las cuentas con sus propias burguesías, las de cada país, responsables de la crisis que se vivía en cada territorio y beneficiarias directas de la explotación inicua que ejercían contra sus pueblos.

Los que se dieron cuenta de esa realidad, levantaron estandartes de paz, pero no fueron “pacifistas”. Enarbolaron la consigna de “¡Guerra a la guerra!” y llamaron a los pueblos a voltear los fusiles disparando no contra sus hermanos de otros países, sino contra los explotadores que tenían al frente. Fue esa, una lucha revolucionaria que estalló como una luz cuando los cañones del Crucero Autora alumbraron el nacimiento de la Revolución Rusa.

Después de los sucesos de Petrogrado y Moscú, surgió en el mundo una verdadera Ola Revolucionaria –“La Ola Revolucionaria de los años 20”, se le llamaría-. En distintos confines del planeta, pero sobre todo en Europa, estallaron diversos procesos revolucionarios de corte socialista. Finlandia, Hungría, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia y Alemania; fueron escenario de los principales episodios de esos años. Para enfrentarlos, las grandes corporaciones construyeron su propio parapeto: el fascismo.

EL SURGIMIENTO DEL FASCISMO
El fascismo fue ideado como una barrera contra la insurgencia del proletariado. Ante la fuerza de la clase obrera. Las corporaciones construyeron la fuerza de la burguesía. Y para hacerle efectiva, se valieron de los segmentos más pauperizados en la sociedad capitalista: el Lumpen del proletariado. Así forjaron una herramienta de masas y la pusieron bajo la égida de aventureros sin principios que hicieron del terror su manera de administrar el Poder.

Años más tarde, Jorge Dimitrov definiría al fascismo como “la dictadura terrorista de los grandes monopolios, con apoyo de masas” Y llamaría a todos los pueblos a cerrar filas contra ese enemigo, que era ya el enemigo principal de la humanidad.

Derrotada la Ola Revolucionaria de los años 20, en el mundo asomaron dos poderes: La Rusia Soviética que construía el socialismo; y el régimen fascista que asumiría la defensa de los intereses de los Monopolios.

El fascismo optaría, desde un inicio, por una política belicista. No sólo habló de la guerra interna contra los trabajadores en cada país, sino también de una guerra de conquista y expansión, que se desarrollaría en el tiempo, y que buscaría convertir a los Estados Fascistas en los conductores de la humanidad.

En la idea de sus jerarcas, el fascismo llegó para quedarse. Adolfo Hitler, diría después, que construirían “un milenio de dominio Pardo”

DE LA ITALIA FASCISTA A LA ALEMANA NAZI
El fascismo se originó en Europa central. Cuando en Hungría fue aplastada en sangre la República de los Concejos liderada por Bela Kun; el almirante Horty apareció a la cabeza de un régimen siniestro. En Bulgaria ocurrió un fenómeno parecido. Depuesto el gobierno progresista de la Unión Agraria, de Alesxander Stamboliinski, el general Tshankov se hizo del Poder con métodos siniestros. Pero fue en Italia donde el fascismo logró su principal victoria. En octubre de 1922, la Marcha Sobre Roma, ejecutada por las huestes del fascismo, permitió que el rey Victor Manuel entregara la Jefatura del Estado al “Ducce”, Benito Mussolini para instaurar el régimen fascista.

Mussolini, en el Poder, no dio tregua a los trabajadores. Socialista converso, radical y chovinista, desplegó una violenta ofensiva contra los sindicatos a los que consideró “responsables” de la crisis italiana. Contra ellos, forjó la alianza de los grandes industriales con los segmentos emergentes de la sociedad – el lumpen del proletariado- Con ella, concibió la idea de construir un “Estado Nuevo”, el Estado Corporativo Fascista.

El ejemplo fue seguido poco después en Portugal por Oliveira Salazar, quien, en 1925, se hizo del Poder en Lisboa con las mismas banderas. Y luego en Alemania, con el ascenso de Adolfo Hitler, a partir del 31 de enero de 1933.

Con Hitler en el Poder, las grandes corporaciones consideraron salvado su régimen de dominación. El líder Nazi se entendió, rápidamente con los segmentos más altos de la gran burguesía alemana y enfiló sus baterías contra el socialismo. Para ese efecto emprendió dos tareas: aplastar al proletariado alemán y extender sus dominios conquistando Europa. Su objetivo era ser fuerte para enfrentar a Rusia, y aplastar al Socialismo.

De eso, fueron conscientes los gobiernos de Europa Occidental y de los Estados Unidos. Por eso, su tarea fue esperar el desarrollo de los acontecimientos.

Cuando en 1939 en España cayó la Republica y se impuso el régimen fascista de Francisco Franco, la Alemania Nazi consideró cumplida la primera etapa de sus planes bélicos. Había logrado, en efecto, consolidar su fuerza y crear las condiciones para extender su dominio sobre el continente europeo y aún más. Italia, incursionó en Africa, ocupando Etiopia y Libia, y la Alemania Nazi haría lo propio en el norte africano más tarde. Ambas potencia, además, tenderían sus lazos hacia el Japón, entendiéndose con las camarillas guerreristas niponas sin obstáculo alguno.

En 1939, Alemania invadió Polonia, y en 1940 se apoderó de Francia e instauró allí un régimen fantoche. Tenía todo, entonces para atacar a la URSS. Y lo hizo a partir del 22 de junio de 1941

LA RESISTENCIA SOVIETICA
La “Operación Barba Roja” –el ataque a la URSS-fue prevista para una ejecución rápida. En los planes hitlerianos estaba el desmoronar al régimen soviético en tres meses, y acabar con el socialismo. Por eso, enfiló sus ejércitos en tres direcciones: Moscú, Leningrado –la antigua Petrogrado- y Stalingrado, al ciudad del Volga.

En pocas semanas, en efecto, las tropas germanas llegaron a 30 kilómetros de la Plaza Roja, el corazón de la capital soviética, pero no lograron avanzar más. Encontraron la más firme resistencia del pueblo y del Ejército Rojo. Ella asomó desde el inicio del conflicto y se confirmó con las más elevadas expresiones del heroísmo. Rusia peleó con todo en la guerra y pudo detener, en una primera etapa, el avance del enemigo en las puertas de Moscú, en las cercanías de Leningrado y en las afueras de Stalingrado. Ninguno de estos baluartes, cayeron en manos del ejército hitleriano.

La historia ha recogido el legendario heroísmo del pueblo soviético y la fuerza de su ejército. Cuando el 7 de octubre del 41 las tropas nazis se disponían a tomar Moscú, Stalin salió a la calle para alentar a su pueblo, y demostrarle que estaba dispuesto a la batalla. Ese fue un gesto decisivo. Moscú repelió a los agresores.

Leningrado resistió un cerco de casi 900 días. Solo se podía ingresa a la ciudad por el extremo ártico, la región del Lago Lagoda, pero ellos resultaba absolutamente insuficiente para abastecer la urbe. Más de un millón de personas murió por hambre en la cuna de la Revolución de Octubre, pero Leningrado no se rindió. Aún se conserva en el principal hotel de la ciudad, la tarjeta que hizo el alto mando alemán convocando allí una recepción -el 7 de noviembre de 1943- para celebrar la caída de la ciudad.

La batalla de Stalingrado fue la más grandes epopeya militar del siglo XX. Se inició en octubre de 1942 y concluyó el 2 de febrero de 1943 con la capitulación del ejército alemán conducido por el mariscal Paulos. Miles de soldados germanos debieron rendirse ante la imposibilidad de conseguir la victoria. Stalingrado fue defendida casa a casa, campo a campo, piedra a piedra, hombre a hombres. Fue esa la batalla decisiva en la guerra; pero no fue la última. Luego vendría la batalla del Arco de Kurts y después la liberación –una a una- de todas las ciudades de Rusia y Ucrania tomadas por asalto por las tropas nazis. El papel del ejército, y de los guerrilleros soviéticos, fue legendario.

EL OCASO DE LOS DIOSES
Prácticamente desde inicios del 45 el Ejército Soviético, ya vencedor, liberaba varios países de Europa del Este y apuntaba hacia Berlín.

Luego de Stalingrado, la guerra había tomado un nuevo giro. Las potencias capitalistas de occidente vieron muy lejana la victoria de Alemania sobre Rusia y -aunque lentamente- resolvieron participar en el conflicto enfrentando el Poder Nazi. Eso explica el Desembarco de Normandía, el 6 de junio del 44, y las operaciones del ejército norteamericano en la península italiana, partiendo de Sicilia. Ya entonces, la derrota germana estaba consumada.

El régimen Nazi, sin embargo, estaba dispuesto a combatir hasta el fin, y no dejar piedra sobre piedra en suelo europeo. Eran muy fuertes los intereses que representaba e incubaba –hasta el fin- la idea de hacer “una paz por separado” -con occidente- para revertir el curso de la guerra en Europa Oriental.

Ese fue el sentido de las “negociaciones secretas” impulsadas por Allen Dulles dese Ginebra, y celebradas con representantes de diversos jerarcas nazis que buscaban su propia salvación a cambio de una paz concertada con las potencias occidentales. Era ya, el “ocaso de los dioses” como se auguraba en las óperas de Richard Wagner.

LA CAIDA DEL FASCISMO
El último periodo de la guerra, fue muy ilustrativo. En Roma, el 25 de julio del 43, el Gran Consejo Fascista resolvió deponer a Mussolini y devolver el Poder al Rey Víctor Manuel, quien designó como nuevo Jefe del Gobierno al general Badoglio quien se propuso terminar la guerra. El Ducce fue detenido y confinado en los Alpes; pero el 12 de septiembre de ese año fue espectacularmente liberado por un Comando Alemán enviado por Hitler para esa misión. En enero del 44, desde el norte de Italia, Mussolini proclamo la “República Social” que tuvo una vida efímera. Poco más tarde, en abril del 45, Mussolini fue capturado por la Guerrilla Garilbaldina, cuando huía protegido por una columna germana, rumbo a la frontera Suiza. El 28 de ese mes fue fusilado y con sus colaboradores más inmediatos, colgado boca abajo en una plaza importante de Milán.

Hitler, finalmente, correría una suerte similar. Frenético y virtualmente enloquecido, resolvió “resistir hasta el fin” lanzando a la muerte a soldados niños de 12 y 15 años que integraban los “escalones infantiles de los SS”, la jungvolk. Fueron ellos -más algunos millares de soldados- los que libraron la batalla de Berlín que virtualmente terminó con la muerte de Fuhrer, el lunes 30 de abril a las 3.15 de la tarde en el Bunker de la Cancillería Nazi. Poca después, en horas de la noche. La bandera roja fue izada por el soldado Egorov en el Parlamento Alemán, el Reischtag, confirmando la derrota de la Alemania Nazi.

Los primeros días de mayo del 45 fueron tensos, y no exentos de violencia. Hubo focos de resistencia, gradualmente apagados y negociaciones en la sombra. Las potencias occidentales querían que Alemania negociara la paz con ellos, reconociendo a Estados Unidos y a Inglaterra como las “potencias vencedoras”; pero este operativo, también fracasó.

Por eso, el 9 de Mayo -hace 75 años- finalmente, se firmó y el gobierno alemán capituló ante el Alto Mando Militar Soviético.

No fue ése, sin embargo, el final de la guerra. En Estados Unidos, en abril de ese año, murió el presidente Roosevelt –hombre de paz- y asumió el gobierno Harry Truman -hombre de guerra- Este dispuso, el 6 y el 9 de agosto el lanzamiento de bombas (atómicas) sobre Hiroshima y Nagasaki a fin de intimar la rendición de Japón, que ocurrió en forma inmediata. Este ataque a ciudades indefensas y en las que perecieron millares de civiles inermes, bien puede considerarse un crimen de Lesa Humanidad.

DESPUÉS DE LA GUERRA
Después de la guerra el mundo pudo haber sido reconstruido en un clima de paz y de cooperación entre los Estados. Pero eso, no ocurrió. Las grandes corporaciones volvieron a temer “la expansión del socialismo”. Winston Churchill, en 1947 –el discurso de Fulton- proclamó la necesidad de alzar “una cortina de hierro” para impedir “la expansión del comunismo”. Fue ese el inicio de la llamada “guerra fría”, que se “calentó” después con la Guerra de Corea y más tarde con la Guerra de Vietnam.

Aunque en el camino la URSS desapareció, los ideales del socialismo perviven en nuestro tiempo. Los pueblos, con enorme esfuerzo y sacrificio, levantan sus banderas solidarias.

Hoy, en el siglo XXI el mundo conoce de nuevas convulsiones. Las Grandes Corporaciones llevan la guerra al Medio Oriente en busca de Gas y de Petroleo. Y a África, en procura de ricos minerales. Pero buscan parapetarse en América Latina, a la que buscan someter al dominio de los grandes monopolios.

El destino de la humanidad está en juego. Aunque el fascismo fue derrotado; su huella aún subsiste. Asoman vestigios del fascismo en distintos paíse, y ellos ponen en riesgo la paz y el porvenir de los pueblos.

Julius Fucik, un destacado periodista antifascista, nos exhortó a estar atentos ante la amenaza constante del fascismo, antes de ser ejecutado en Praga el 8 de septiembre de 1944, “Hombres. Yo os amé, Velad!”. Y sí, hay que estar atentos siempre.

https://rebelion.org/75-anos-de-la-derrota-del-fascismo/

viernes, 21 de agosto de 2020

Por qué juzgamos más duramente las decisiones de los pobres

Una serie de estudios realizados en Harvard destapa un prejuicio: la gente con menos recursos debería conformarse con menos, incluso si perjudica su salud o seguridad

“Para ustedes será basura, para esos padres no era basura. Cuando hablan de esa manera, no me ofenden a mí, les ofenden a ellos”. Cuando Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, defendió con estas palabras los menús de Telepizza para menores vulnerables, quizá el debate de fondo no era sobre la calidad de la comida. Porque los especialistas no tenían dudas. Un estudio de la Universidad de Harvard recién publicado señala que quizá el debate era, en realidad, sobre lo que consideramos aceptable para las familias pobres. ¿Está ese listón más abajo para la gente con menos recursos? Unas investigadoras de la universidad estadounidense quisieron responder esa pregunta y las conclusiones de su trabajo son reveladoras: “Tenemos un doble rasero preocupante”.

A través de 11 experimentos, las investigadoras muestran que las personas de bajos ingresos son juzgadas de manera más negativa por consumir los mismos artículos que otras con mayores ingresos, lo que añade una presión social extra a las restricciones materiales que ya sufren. Pero no es porque tengan menos para gastar, sino porque se considera que sus necesidades deberían ser más frugales. “Descartamos la explicación de que a las personas de mayores ingresos se les permite consumir socialmente más simplemente porque pueden pagar más; al contrario, observamos que a las personas de bajos ingresos se les permite socialmente consumir menos porque se supone que necesitan menos”, aclara Serena Hagerty, autora principal del trabajo. Según Hagerty, las necesidades básicas tienen que ser más básicas para los pobres.

“Una implicación de este doble rasero es que la gente parece más cómoda dirigiendo y limitando las decisiones de gasto de los pobres”
SERENA HAGERTY, UNIVERSIDAD DE HARVARD

En una de las pruebas, se presenta la historia de Joe a dos grupos distintos: para uno este personaje tiene bajos ingresos, para otro tiene buena renta. A Joe le tocan 200 dólares en una rifa, ¿está bien que los gaste en una televisión nueva? Si Joe tiene pocos ingresos, está mucho peor visto que si tiene una vida acomodada. Curiosamente, hay un grupo de control al que no se le dice nada sobre la situación económica de Joe. Para este grupo, es igual de permisible que el Joe neutro se compre la tele que para el grupo del Joe rico. Solo está mal visto para el pobre.

A medida que se profundiza en el estudio, publicado en PNAS, los experimentos se van complicando para perfilar mejor los mecanismos que juzgan a las personas según sus recursos. Por ejemplo, en otro se pregunta qué tarjeta regalo le regalarían al Joe pobre o al Joe rico, una de 100 dólares para comprar comida o una de 200 para una tele. El Joe pobre recibe sobre todo la tarjeta para comida mientras el Joe rico recibe la que permite comprar una tele, que supone el doble de dinero. De promedio, finalmente, se le regalan 125 dólares al Joe pobre y 152 al rico. Es decir, incluso cuando se trata de un regalo, quien tiene más merece más y quien tiene menos, obtiene un regalo inferior. Incluso si saben que Joe ha dicho expresamente que le gustaría una tele nueva, los participantes en el estudio le regalan mucho menos la tele al Joe pobre que al rico.

Se considera superfluo para una familia pobre que pretenda una casa cerca de un hospital o en un vecindario seguro, lo que implica que, con poca renta, incluso buscar seguridad se considera un capricho innecesario

“Una implicación de este doble rasero es que la gente parece más cómoda dirigiendo y limitando las decisiones de gasto de los pobres”, resume Hagerty. Este estudio es muy revelador en el contexto actual, como indican estas investigadoras, en el que se debate el desarrollo de rentas mínimas en países como España. “Una crítica potencial al ingreso mínimo vital puede ser que las personas de bajos ingresos gastarán el dinero en cosas equivocadas”, indica Hagerty sobre el caso español. “Sin embargo, es probable que este miedo esté influido en primer lugar por una visión limitada de qué productos se consideran necesarios para las personas de bajos ingresos”, apunta.

Es algo que queda claro en otros de sus experimentos, como en el que se muestran 20 objetos de consumo cotidiano que podría comprar una familia: periódicos, mobiliario, relojes, ordenadores, material deportivo, etcétera. En todos está peor visto que los compre una familia de ingresos menores, salvo en uno: los productos de higiene corporal. Con este mismo planteamiento, se proponen 20 criterios a tener en cuenta por una familia que busca una casa nueva: garaje, aire acondicionado, vecindario ruidoso, cercanía a zonas de ocio, etcétera. Todos están peor vistos si los considera una familia de poca renta, salvo dos: que la casa esté cerca del supermercado y del transporte público. Lo que es más revelador: se considera superfluo para una familia pobre que pretenda una casa cerca de un hospital o en un vecindario seguro, lo que implica que, con poca renta, incluso buscar seguridad se considera un capricho innecesario.

“Definimos las necesidades a partir de los recursos que tiene la gente, porque lo que definimos como necesario o superfluo cambia según los ingresos de la persona”, afirma el economista Luis Miller La seguridad como un lujo para familias sin recursos también aparece en otro de los experimentos del estudio, en el que se propone la compra de un coche con sistema de cámara trasera. Incluso cuando a la audiencia se le explica que es un extra importante para la seguridad del vehículo, se considera menos necesario para una familia de pocos recursos. Está mal visto que el pobre compre un objeto que para el rico es básico para su seguridad. De nuevo, no es que el pudiente se permita más, es que el vulnerable no merece tanto, incluso si está en juego su salud.

“La principal contribución de este estudio es que definimos las necesidades a partir de los recursos que tiene la gente, porque lo que definimos como necesario o superfluo cambia según los ingresos de la persona”, el economista Luis Miller, investigador del CSIC. Y añade: “Esto tiene implicaciones importantes sobre todo en el ámbito de lo que llamamos la trampa de la pobreza, ese círculo vicioso que niega los recursos necesarios para acceder a más recursos”. Cuando se critica a un sin techo o un refugiado por tener un smartphone se considera que es un capricho innecesario, aunque para todos sea una herramienta imprescindible para relacionarnos con nuestros familiares, empleadores o clientes. Sin este tipo de recursos, es imposible romper el círculo del que habla Miller: sin una casa, una ducha, un móvil, etcétera, es imposible conseguir un trabajo que permita salir de esa trampa de la pobreza.

“Existe esta idea de que si das ayudas a una familia, haces que trabajen menos. No solo no les hace más vagos, sino que les da un bienestar y una seguridad que les hace más productivos” .
ESTHER DUFLO, PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA

“Existe esta idea de que si das ayudas a una familia, haces que trabajen menos. Un proyecto de seguimiento estuvo analizándolo y no es así”, decía recientemente Esther Duflo, premio Nobel de Economía, “no solo no les hace más vagos, sino que les da un bienestar y una seguridad que les hace más productivos”. Todas las personas necesitan salir de la “visión de túnel” que imponen las carencias, esas penurias que impiden tomar decisiones sosegadas, como explicaban Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir en su libro Escasez (Fondo de Cultura Económica): “La escasez captura nuestra atención y esto nos proporciona un beneficio muy estrecho: tenemos un mejor desempeño al ocuparnos de las necesidades más apremiantes. Pero de manera más amplia, pagamos un costo: descuidamos otros asuntos y somos menos eficientes en el resto de nuestra cotidianeidad”. Regalarle una tele al Joe pobre quizá le proporciona el estímulo emocional que le permite amanecer con más ánimo por la mañana. O no. Pero por lo general pensamos que debería conformarse con lo que tiene y centrarse en comprar lo imprescindible para subsistir.

Miller cree que estos mecanismos se producen en España de una manera más matizada, porque aquí las encuestas muestran unas preferencias claras por la redistribución y no existe con tanto peso “la figura del libertario estadounidense, ese que dice que cada cual tiene lo que se merece”. Y añade: “Aquí esos mecanismos tienen más que ver con la necesidad de diferenciarnos del pobre”. Según explica Hagerty por email, la renta de los sujetos que participaron en el estudio no influía en sus opiniones: al margen de sus ingresos, todos reducían el círculo de las compras aceptables para el Joe pobre, incluso si ponían en riesgo su salud, como una sillita para niños en el coche, un barrio sin delincuencia o un acceso cercano a un centro de salud, que se ven casi como caprichos solo si se tienen pocos ingresos. “Que le demos menos margen de maniobra a las decisiones de los desfavorecidos económicamente parece expresar nociones más básicas de mérito y autonomía”, apunta la investigadora.

Volviendo al menú de Telepizza, Hagerty tiene una respuesta clara a la luz de su trabajo: “Esta visión parcial de la necesidad también puede explicar por qué se les dio comida basura a los niños de bajos ingresos [en Madrid], cuando la misma comida puede no ser adecuada para los niños de mayores ingresos”. Y apunta que sus hallazgos sugieren que en debates como ese en realidad se están haciendo dos preguntas distintas que tendrán dos respuestas sustancialmente diferentes: ¿es necesario el acceso a alimentos saludables? y ¿es necesario el acceso a alimentos saludables para las personas de bajos ingresos? “Esto debe tenerse en cuenta en el debate político: ¿cómo se realizan las preguntas relevantes en política y qué prejuicios implícitos pueden influir en sus respuestas?”.

https://elpais.com/ciencia/2020-07-02/por-que-juzgamos-mas-duramente-las-decisiones-los-pobres.html

lunes, 6 de abril de 2020

Visnja Pavelic, la hija del genocida: medio siglo recluida en su piso de Madrid

La anciana Visnja veneraba la figura de su padre, Ante Pavelic, bajo cuyo régimen auspiciado por Hitler fueron asesinadas en Croacia más de 300.000 personas y quien falleció en 1959 en la España de Franco, que le dio cobijo con la máxima discreción. Antes de morir, ella nos abrió las puertas de su casa en Madrid. Y allí no encontramos culpa. Solo encontramos odio. Odio enquistado.

La hija del genocida vivía sola en un piso de Madrid que siempre estaba en penumbra. Solía tener las persianas de la sala a medio bajar y las cortinas cerradas. La anciana pasaba día tras día enclaustrada —así durante años, durante décadas, durante medio siglo— trabajando maniáticamente en el archivo de su padre, acumulado en un cuarto lleno de torres de carpetas ajadas. El silencio solo se alteraba por la tarde, cuando se sentaba a descansar en el sofá y ponía su tocadiscos para escuchar una ópera de Verdi o la voz de su barítono favorito, Gino Bechi.

Visnja Pavelic, fallecida en 2015, era la hija predilecta de Ante Pavelic, el dictador croata acogido por Franco que murió en la capital de España en 1959. Un fascista bajo cuyo mandato, auspiciado por la Alemania nazi, se persiguió desde 1941 hasta 1945 a serbios, judíos, gitanos y opositores; se operaron campos de exterminio y fueron asesinados más de 300.000 civiles, según las estadísticas del Museo del Holocausto de Estados Unidos. “Fue un régimen monstruoso y él era su líder. Para mí está al mismo nivel que Hitler”, dice Hrvoje Klasic, historiador de la Universidad de Zagreb. Ese hombre pasó sus dos últimos años de vida como un viejecito apacible dando paseos por Madrid. En una de las fotografías inéditas de la época que su hija cedió a El País ­Semanal aparece en la Puerta del Sol vestido con sobriedad, de oscuro, con sombrero y un largo gabán negro. Su rostro ha envejecido mucho, los músculos de su cara se han aflojado y su gesto es inofensivo; no frío, apretado y caudillesco como en sus retratos de los años cuarenta. Además, se había dejado crecer el bigote. Conservaba, eso sí, dos de sus rasgos más característicos: sus grandes y espesas cejas y sus enormes orejas, cuyos lóbulos le colgaban como bistecs. Al morir, con 70 años, la agencia Cifra comunicó de forma escueta que fue enterrado en Madrid en el cementerio de San Isidro “durante una ceremonia fúnebre dentro de la más estricta intimidad” y se limitó a decir: “El doctor Ante Pavelic fue jefe del Estado croata durante la II Guerra Mundial”. El diario Abc situó su breve necrológica al final de una página bajo un apartado de Ecos de Sociedad en el que se daba noticia de una boda, una petición de mano y unos juegos florales infantiles.

Hitler y Pavelic en 1944.
Hitler y Pavelic en 1944. CORDON PRESS —

¿Quiere usted un pedacito de chocolate?
La hija del genocida era una mujer seria pero amable, educada y siempre trataba de usted. Me recibió varias veces en su casa en sus últimos años de vida. Parecía que le agradaba tener compañía y hablar de la historia de su padre, aunque no quería que se publicase nada de aquellos encuentros hasta unos años después de su muerte. Cuando se terminaban las conversaciones y me despedía, me acompañaba hasta la puerta, pequeña y jorobada, repitiendo en su español de sintaxis ortopédica, correoso acento eslavo y dejes argentinos retenidos de su primera fase de exilio:

—Pero de todo esto antes de mi muerte nada, eh, nada.

Vivía obsesionada con la discreción. No quería que se hablase de ella ni que le hiciesen fotografías, y vigilaba con un celo patológico la tumba de su padre. “Iba con una sillita de tijera, se sentaba y se pasaba las tardes protegiendo su sepultura”, recordaba hace tres años Almudena Moreno, gerente de San Isidro. Como temía que los serbios fuesen a profanar su tumba, le colocó una lápida muy pesada y pidió al cementerio que no se diesen señas a extraños de dónde estaba enterrado. “Transmitía pánico”, contaba Moreno. “Yo le decía: ‘Usted tranquila, que a España no van a venir a buscarlo”. Su desasosiego se extendía hacia la posteridad y dejó hecho un trámite ante el Ministerio de Justicia prohibiendo que en un futuro los restos de su padre pudieran ser exhumados. Visnja Pavelic murió el día de Navidad de 2015, a los 92 años. Fue incinerada, y sus cenizas fueron depositadas con su padre, su madre y su hermano en San Isidro, donde continúan hasta la fecha.

Los cuatro vivieron juntos en Madrid dos años, desde que llegaron en 1957 hasta que murió el patriarca. A Visnja le encantaba la fotografía y le gustaba que se retratasen en sus excursiones. En una de ellas posan en Santa Pola, al borde del Mediterráneo. Visnja sonríe relajada. Velimir, su hermano, tiene una expresión formal, afable. María, su madre, lleva gafas de sol y su rictus luce algo contraído. Su marido está de perfil. Bajo el ala del sombrero asoma la mirada dura de antaño. La austeridad de la familia contrasta con la sospecha de que el sátrapa huyó de Croacia con una fortuna robada a sus víctimas y a su Estado. En el libro Croatia Under Ante Pavelic (2014), el historiador Robert B. McCormick apunta que Pavelic pudo desviar millones a Suiza durante la guerra y menciona un informe de la CIA según el cual en los últimos compases del conflicto, viendo desmoronarse a su protector Hitler y con vistas a su propia huida, mandó a Austria 12 cajas llenas de oro y joyas. Eso habría sucedido 14 años antes de otra de las fotografías de su hija, en la que los cuatro están sentados como domingueros a la sombra de unos pinos, con su Volkswagen Escarabajo aparcado al borde de la carretera. Visnja no recordaba con seguridad dónde la habían tomado, pero creía que pudo ser durante la última salida que hicieron con su padre en 1959, una visita al Valle de los Caídos, recién inaugurado. A Pavelic, con su inseparable sombrero, se le ve débil, con los hombros vencidos y una mirada lejana. Recuerda a Vito Corleone en El Padrino, exangüe, antes de morir.

El mafioso siciliano de la ficción y el tirano croata fallecieron igual, de viejos y por las secuelas de atentados —tiempo después—. A Corleone lo tirotearon mientras compraba naranjas en un puesto callejero de Nueva York. A Pavelic le dispararon varias balas cuando llegaba a su casa a las afueras de Buenos Aires, en 1957. “Entró de pie y dijo: ‘Me han dado”, rememoraba su hija. No se sabe quién intentó asesinarlo. Se ha especulado con que fueron pistoleros enviados por Tito, el dictador de la Yugoslavia comunista. Visnja lo negaba —“Los serbios pedían su extradición, lo querían vivo”— y sostenía que habían sido compatriotas suyos para hacerse con el control del exilio croata.

Al terminar la guerra, en 1945, Pavelic se escapó a Italia, donde se escondió en un monasterio jesuita. “Nunca nadie lo ha sabido. Solo nosotros, ¡ja!”, me dijo, muy complacida. En 1948, con el nombre falso de Antonio Serdar, embarcó en Génova hacia Argentina, siguiendo la ruta clandestina conocida como ratline por la que se fueron a Latinoamérica nazis como Adolf Eichmann, Klaus Barbie o Josef Mengele. La familia Pavelic se asentó en Buenos Aires con permiso del Gobierno de Perón y pasó allí una década. Pavelic montó una empresa de construcción. También tuvo un telar y una granja. “Teníamos gallinas”, me dijo Visnja. “Yo recogía los huevos por la mañana”.
Visnja Pavelic, con un joven croata, ante la tumba de su padre en el cementerio de San Isidro, Madrid.
Visnja Pavelic, con un joven croata, ante la tumba de su padre en el cementerio de San Isidro, Madrid. ARCHIVO VISNJA PAVELIC

Durante las entrevistas se sentaba en el sofá del salón debajo de un retrato a carboncillo de su padre, repeinado, hosco, con chaqueta blanca de mariscal.

—¿Usted no cree que sea culpable de nada?

—No, en absoluto.

En nuestros primeros encuentros solía levantarse cada poco a rebuscar documentos con los que trataba de demostrar que su padre no había sido el hombre abyecto que fue. Se perdía por el pasillo de casa, entraba en su despacho y se empezaba a escuchar un tremolar de papeles ansioso. Al cabo de dos o tres años, la osteoporosis la fue lisiando y se incorporaba menos, al final muy a duras penas y con ayuda de un andador. Entonces su recorrido por el pasillo era lento e iba acompañado de un ruidoso traqueteo, pero la mujer era más tenaz que la propia osteoporosis y alcanzaba sus legajos y volvía con ellos y volvía a repetir lo mismo de siempre.

—Es todo mentira. Todo lo que dicen de mi padre es mentira. Todo, todo.

El Estado Independiente de Croacia, instalado por los nazis después de su invasión de Yugoslavia en 1941 y dirigido por Pavelic hasta 1945, tenía como objetivo lograr una nación pura en lo étnico y en lo religioso, netamente croata y católica. En su mayor campo de concentración, Jasenovac, fueron asesinadas al menos 83.145 personas según datos oficiales; entre ellos, 47.627 serbios, 16.173 romaníes y 13.116 judíos; 20.101 del total eran niños menores de 14 años. Los ustasha —rebeldes en croata; como se conocía a los soldados de Pavelic— mataban con una ferocidad que impactaba incluso a sus aliados nazis. En el libro Ustasa (1998), el historiador Srdja Trifkovic pone en boca del general Von Glaise-Horstenau, representante militar del Führer en Croacia, que la “revolución” de Pavelic había sido “con mucho la más sangrienta y horrible” de todas las que había visto. “En la infame Jasenovac”, escribe Robert McCormick, “miles de hombres, mujeres y niños fueron masacrados con balas, hachas, martillos y con cualquier otra herramienta al alcance”. El apetito asesino de los ustasha solo era comparable, dice, “al de los miembros de las SS más maniacos del III Reich”. El relato 44 meses en Jasenovac (2016), del superviviente Egon Berger, es una suma de detalles atroces: “El eco de alaridos horripilantes atravesaba el cuarto mientras Milos rajaba su cuerpo de arriba abajo, para luego cortarle el cuello”, “Uno de los ustasha, un niño de 12 años, sacó su cuchillo y le cortó las orejas al sacerdote”, “Mientras los alemanes envenenaban a sus víctimas y luego las quemaban, los us­tasha arrojaban a humanos vivos al fuego”, “El cementerio apestaba en los días más cálidos porque los cadáveres estaban enterrados en tumbas muy poco profundas. En ese mismo campo, donde fueron enterrados nuestros amigos y familiares, los ustasha habían plantado tomates”.
Ante Pavelic, de sombrero, paseando por la Puerta del Sol de Madrid.
Ante Pavelic, de sombrero, paseando por la Puerta del Sol de Madrid. ARCHIVO VISNJA PAVELIC

 —Lo de Jasenovac es todo una exageración —me dijo la anciana—. Era un campo de trabajo, y había pobreza, pero tenían médicos, sus propios dirigentes, todo lo que querían. Eso no era ­Auschwitz, ¿comprende? Estaban todos vivos y tranquilos.

De todas las salvajadas atribuidas a su padre, le irritaba especialmente una anécdota relatada por el periodista Curzio Malaparte en su libro Kaputt. Malaparte, que tendía a aliñar sus crónicas con literatura, describe una entrevista con Pavelic en su despacho en la que el caudillo, en traje militar y con botas de montar, tenía una cesta de mimbre sobre el escritorio. La tapa estaba medio abierta. Siempre según su relato, Malaparte pensó que eran moluscos frescos y le preguntó si eran ostras de Dalmacia. “Ante Pavelic levantó la tapa del cesto, sacó un puñado de viscosas y gelatinosas ostras y, lanzándome una de sus sonrisas llenas de bondad y cansancio, dijo: ‘Es un regalo de mis fieles ustasha: veinte kilos de ojos humanos”.

—¡Ja! —exclamó ella—. ¡Increíble lo que dice este hombre! Todo falso, es todo falso.

Sobre la mesa de la sala tenía un libro titulado La industria del Holocausto y los tres diarios que compraba cada mañana, EL PAÍS, El Mundo y Abc. Insistía en que su padre no había sido “ni nazi ni fascista”, sino un nacionalista que luchó “por la liberación de Croacia del yugo serbio”. No mostraba ni el más remoto sentimiento de culpa.

No parecía cínica. Parecía ciega.

Esa fue una actitud repetida entre los descendientes de jerarcas nazis. En su libro Hijos de nazis (2016), Tania Crasnianski pone ejemplos: “En el caso de los hijos, las defensas mentales son, en efecto, muy fuertes. Gudrun Himmler siempre se caracterizó por su total falta de perspectiva frente a la figura paterna”. Como Gudrun, “Edda Göring sentía un amor inalterable por su padre y se negaba a ver en él a uno de los iniciadores de la Shoah”. Edda, como Visnja, “vivió atrincherada en una pequeña vivienda de Múnich y el apartamento era un museo a la gloria de ese hombre”. Wolf Rüdiger Hess siempre idealizó a su padre y “nunca dejó de considerarlo un mensajero de la paz”.

Desde los tiempos de Buenos Aires, Visnja se convirtió en la persona de confianza de su padre. Después del atentado, organizó en secreto su salida hacia España. Desde Madrid, un cura croata le comunicó que el canciller español Fernando María Castiella había dado luz verde a la llegada de Pavelic con una condición: “Pídales solo una cosa, padre: discreción”. En Madrid alquilaron un apartamento junto al Retiro. Ella salía a diario con su padre a dar paseos por el parque. Organizaba sus papeles y los contactos con la diáspora del sátrapa exánime. En la última fotografía que se hicieron, el viejo, sentado, tiene la mirada ausente y una mano apoyada con delicadeza en la sien. Su hija, de negro mortuorio, mira de pie a la cámara, dura como un pedernal.

Cuando él murió, se quedaron solos María, Visnja y Velimir. En 1961 se mudaron al piso en propiedad en el que pasarían el resto de sus vidas. María, la madre, cocinaba, cosía y se ocupaba de la casa. Murió en 1984. Velimir tocaba el violín y se pasaba horas encerrado leyendo libros de filosofía e historia política, escribiendo aforismos y encadenando un cigarrillo detrás de otro. Murió de un cáncer de pulmón en 1998. La casa estaba en la zona de Concha Espina, cerca del Santiago Bernabéu. Visnja recordaba que los fines de semana se oían desde la sala los goles del Real Madrid, pero nunca tuvieron la curiosidad de recorrer los 10 minutos que los separaban del estadio para ver a Di Stéfano, Amancio o Butragueño.

Se mantenían, decía, gracias a los derechos de los escritos de su padre —entre otros, Errores y horrores, un ensayo anticomunista que citaba con reverencia— y de las contribuciones que hacían a la familia Pavelic las organizaciones del exilio desde países como Canadá o Australia. Visnja quedó como heredera simbólica de su padre, y el sepulcro de San Isidro, como un santuario para nostálgicos ustasha. Durante la guerra de los Balcanes, los milicianos croatas cantaban con las armas en la mano al volver del frente: “En Madrid hay una tumba de oro y en ella descansa Pavelic, caudillo de todos los croatas. Levántate, Pavelic, por ti moriremos todos”. Cada vez que jugaba en España un equipo de fútbol croata, los hinchas radicales, e incluso los futbolistas, visitaban el cementerio y la buscaban a ella para presentarle sus respetos. En otra fotografía de su archivo personal aparece junto a la tumba acompañada por un joven ataviado con un traje tradicional croata. En aquella señora de gafas y pelo blanco, menuda como un pajarito, latía todavía una ultranacionalista que expresaba un odio genocida hacia los serbios: “Son creados criminales. No hay un serbio que no sea criminal. ¡No han hecho otra cosa más que matar! Nada más. Matar es cosa genética en ellos, y nosotros lo único que hemos hecho es defendernos”, me dijo.(*)

La última vez que la vi le costaba mucho moverse. Llevaba al cuello un botón de emergencias para personas de la tercera edad. Ya apenas se comunicaba en persona con nadie, aparte de su empleada de la limpieza y de una sobrina que vivía en Ontinyent, Valencia, y a veces iba a visitarla. Contactada por personas interpuestas, su sobrina no quiso participar en este reportaje, y cuando nos desplazamos a Ontinyent para tratar de hablar con ella, el Ayuntamiento de este municipio de ambiente manso y soleado nos informó de que no seguía empadronada allí.

En aquella última visita, la anciana me contó que un investigador croata se había llevado de su casa tres baúles llenos de documentación sobre Pavelic para enterrarlos en algún lugar de Croacia.

—¿Por qué enterrarlos? —le pregunté.

—Para que esté todo seguro —respondió—. Debajo de tierra estará todo seguro, seguro.

A continuación me entregó la última fotografía de su padre.

El cuerpo del dictador en el hospital Alemán de Madrid, tendido en bata en una cama con un ramo de flores sobre las piernas. En su quijada, en sus pómulos, en su nariz se marca la rigidez de la muerte, y permanecen ahí esas ominosas cejas negras, aquellas enormes orejas. Sobre el cabecero de la cama había un crucifijo, y a los lados, dos tétricos cirios con la llama encendida. Por la ventana, con las cortinas abiertas, entra una luz enferma de invierno que ilumina su cadáver.

—Fue muy difícil ser hija de este hombre —dijo Visnja Pavelic—. Muy difícil.

https://elpais.com/elpais/2020/03/17/eps/1584471192_157479.html

* Esto de reflejar fielmente lo que ella dice, al parecer por "respeto" a la libertad de expresión, de estos personajes que no respetaron no ya la opinión, sino la vida, y su maldad llegó a los peores crímenes y torturas, es no solo una ignominia, sino una muestra de falta de justicia y profesionalidad.

Como el que oye a uno que afirma, está lloviendo y a otro que dice lo contrario, y publica las dos afirmaciones como ejemplo de "neutralidad". Con lo fácil que sería comprobarlo y constatar la verdad.

El periodista muestra un "respeto" por estos personajes que ellos claramente no merecen. El fue un asesino genocida y criminal y ella una colaboradora de su huida, ocultamiento y evasión ante la justicia que no merecía. 

La Iglesia tampoco ha dado ejemplo, ni de amor y respeto por la justicia, ni de bondad al procurarle la protección, ocultación y evasión a semejante criminal genocida.