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jueves, 4 de enero de 2018

Entrevista a Andreu Espasa sobre Estados Unidos en la Guerra Civil española (I) “La novedad de mi libro es el énfasis que se da a la influencia de América Latina en la política de Roosevelt hacia la España en guerra”

El Viejo Topo


Con numerosas publicaciones en The International History Review, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea, L’Avenç, mientras tanto y www.rebelión. org, Andreu Espasa de la Fuente es doctor en Historia Comparada, Política y Social por la Universitat Autònoma de Barcelona y miembro del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Nos centramos en esta conversación en su última publicación (Los libros de la Catarata, Barcelona, 2017), con prólogo de Aurora Bosch e introducción de Josep Fontana.

***

Felicidades por el libro. Me centro en él en esta entrevista y aviso al lector/a que me voy a dejar mil novecientas diez preguntas en el tintero. No queda otra. Déjame explicar su estructura: prólogo, presentación, siete capítulos, un epílogo y bibliografía. 616 notas a pie de página, 11 páginas, a doble columna de bibliografía, ¿cuántos años de trabajo te ha costado este ensayo sobre Estados Unidos en la Guerra Civil española?

En primer lugar, muchas gracias por el interés y poder darme la oportunidad de poder hablar contigo sobre el libro. Esta obra es el producto de una larga investigación, que empezó en 2010 con el inicio de la tesis doctoral. Incluyendo varios intervalos de tiempo en los que no podía dedicarme a tiempo completo, me ha costado unos seis o siete años de trabajo. A parte del gran trabajo de investigación, debo confesar que también he invertido mucho esfuerzo en encontrar un estilo de redacción fluido y transparente. Ojalá lo note el lector.

Lo nota, se nota, yo mismo lo he notado. ¿De dónde y por qué tu interés por este tema?

En 2007, con los primeros indicios de la crisis, empecé a investigar sobre el presidente Roosevelt y su programa de reformas políticas y sociales, el llamado New Deal, las bases sobre las que se fundó la versión norteamericana del Estado del Bienestar. Los paralelismos entre la Gran Depresión de los años treinta y la Gran Recesión actual atraparon mi interés. En aquellos tiempos, escribí un breve trabajo sobre los intelectuales cercanos al Frente Popular estadounidense de la época, concretamente sobre Lewis Corey, Arthur Rosenberg y Max Lerner. Lo que en aquel momento me pareció más interesante eran sus propuestas para forjar alianzas antifascistas entre el movimiento obrero y la clase media progresista.

También me pareció interesante estudiar las dificultades específicas del "frentepopulismo" en Estados Unidos. La tradición política norteamericana tiene particularidades muy importantes. La más notable es la ausencia de un gran partido obrerista de raíces marxistas. Ante esta situación algo complicada, la izquierda norteamericana de la época tuvo que apoyar de forma externa al gobierno de Franklin D. Roosevelt, alguien que, por su trayectoria, muy difícilmente podría ser considerado de izquierdas. Sin embargo, como se sabe, la Administración Roosevelt se destacó por implantar reformas sociales profundas, que, con el tiempo, se han convertido en conquistas legislativas populares que ni cuarenta años de hegemonía neoliberal han logrado borrar del todo.

En política exterior, a Roosevelt se le identifica, con razón, como el presidente que lideró la contribución norteamericana a la derrota del fascismo internacional. En cualquier caso, como no podía ser de otra manera, el periodo "rooseveliano" tuvo sus claroscuros. Entre estos, sin duda, destaca su posición ante el conflicto español. Al impedir la venta de armas estadounidenses a la España republicana, la Administración Roosevelt tuvo que saltarse sus propias leyes de neutralidad y los principios básicos del derecho internacional. ¿Cómo era posible que el presidente más progresista del siglo XX estadounidense hubiera contribuido de una forma tan notoria al asesinato de la democracia en España? Esta pregunta guió los inicios de mi investigación.

¿Debemos seguir utilizando la expresión "Guerra civil española"? ¿Fue realmente una guerra civil?

Creo que todo el mundo está de acuerdo en que el conflicto fue, en muchos sentidos, una guerra civil. El problema es que no fue únicamente una guerra civil. Por eso la expresión "Guerra Civil española" es problemática, porque parece eclipsar la importancia de la dimensión internacional del conflicto. Aunque los motivos que provocaron el inicio de la guerra fueron eminentemente nacionales, la duración y el desenlace solo se pueden entender por los factores internacionales. Sin la ayuda de Hitler y Mussolini a Franco, la insurrección militar hubiera fracasado. Sin el auxilio de la Unión Soviética y de las Brigadas Internacionales a la República española, Madrid habría caído en el otoño de 1936. Más importante todavía, la Política de No Intervención de Francia, Reino Unido y Estados Unidos provocó un desequilibrio en el acceso al armamento militar que acabó aniquilando las posibilidades de victoria del bando republicano. De hecho, la expresión "Guerra Civil española" siempre ha convivido con otras expresiones que son, en términos históricos, algo más precisas. Yo mismo, en el libro, combino varias expresiones: "conflicto español", "guerra en España", "guerra de España", etc.

Sin embargo, no soy partidario de abandonar completamente "Guerra Civil española". Hay que tener en cuenta que la denominación de este tipo de conflicto muchas veces se explica por factores políticos y de memoria colectiva que no se pueden desdeñar. Pensemos, por ejemplo, en la historia de México e Irlanda. El conflicto militar en México durante la segunda década del siglo XX tuvo mucho de guerra civil, aunque también hubo una importante intervención exterior por parte de Estados Unidos, que contribuyó a definir el resultado final. Si hablamos de Revolución Mexicana y no de Guerra Civil mexicana, se debe, en gran parte, a que, por diversos motivos, casi nadie reivindicó el legado de Victoriano Huerta tras el conflicto. El caso irlandés sería el opuesto.

La Guerra Civil irlandesa (1922-1923) no fue un asunto puramente irlandés. El apoyo militar del Reino Unido al bando ganador fue crucial. La guerra dejó escindida a la sociedad durante décadas. Dos de los principales partidos irlandeses actuales, el Fianna Fáil y el Fine Gael, provienen de este conflicto. Es la perduración del conflicto en la memoria colectiva la que explica, en gran parte, que se hable de una "Guerra Civil irlandesa".

En España, el conflicto todavía provoca, ocho décadas después, importantes escisiones políticas y sociales, con lo que no deja de ser comprensible que la expresión "Guerra Civil española" siga siendo la más popular. En cualquier caso, tampoco soy muy partidario de las batallas nominalistas. Creo que las expresiones "Guerra Civil española" y "Guerra de España" pueden convivir de forma parecida al uso alternativo que hoy se da a "Guerra de Siria" y "Guerra Civil siriana".

La prologuista, Aurora Bosch, escribe: "Por otro lado, en lo que resulta su aportación más original: qué papel jugó en la evolución de la política exterior estadounidense y en la política del Buen Vecino la repercusión de la guerra en Latinoamérica, especialmente en el cambio de postura hacia España desde otoño de 1937. Esta es la conexión americana y, sobre todo, mexicana de la que habla el autor". ¿Está bien visto? ¿Esta es la aportación más original de tu investigación?

Sin duda, como bien señala Aurora Bosch, este no es el primer libro sobre el papel de Estados Unidos en el conflicto español. Ella misma publicó un libro importante sobre la cuestión hace poco años, que se sumó a los existentes hasta el momento, entre los que cabría destacar los de Dominic Tierney y Richard P. Traina. La novedad de mi libro es, en efecto, su enfoque americanista, concretamente el énfasis que se da a la influencia que tuvo América Latina en la política de la Administración Roosevelt hacia la España en guerra. En aquellos años, cuando Estados Unidos estaba atravesando un gran debate de política exterior en el que se debatía si era mejor consolidar la hegemonía continental o asumir el liderazgo mundial, la guerra en España se juzgó a partir de sus posibles consecuencias en América Latina.

A partir del otoño de 1937, Estados Unidos empieza a dudar de la conveniencia de mantener el embargo de armas contra España. Estas dudas tienen que ver con lo que está pasando en América Latina. El autogolpe de Vargas en Brasil –con la creación del llamado Estado Novo brasileño, de indudables resonancias fascistas- hace pensar que las potencias fascistas europeas pretenden extender su influencia geopolítica en el Hemisferio Occidental. En este caso, si Franco gana en España, se cree que Berlín y Roma tendrán un nuevo aliado útil para provocar insurrecciones parecidas en las repúblicas hispanoamericanas, que, por razones obvias, mantienen unos lazos de afinidad cultural y lingüística que las hace más vulnerables a la influencia franquista. Desde entonces, Washington se planteará en numerosas ocasiones la necesidad de terminar con el embargo de armas contra España para evitar una victoria franquista.

Josep Fontana abre su introducción con estas palabras: "Solemos identificar a Franklin D. Roosevelt con el New Deal, esto es, con la política interior que salvó la paz social en los Estados Unidos en una época de crisis: pero su actuación en el campo de la política exterior fue tal vez más transcendente". Sé que hemos hablado de ello anteriormente pero déjame insistir. En este ámbito, en el de la política exterior, ¿estuvo Roosevelt a la altura de las circunstancias? ¿Lo estuvo en el caso español? Una cita con la que abres el libro, de Louis Fischer (de 1941), señala alguna crítica no menor. La de George Seldes, de 1970, es aún más rotunda: "fue Roosevelt, más que cualquier otro individuo, el responsable, a través del embargo de armas, de la destrucción de la República española. Probablemente fue el mayor error que cometió el presidente, uno de los más grandes errores de la historia".

En efecto, está es la clave del interés de este episodio histórico. Como bien dice Fontana, la política exterior de Roosevelt fue, como mínimo, tan trascendental como su política interior. Conviene recordar que, a finales de los años treinta, había una fuerte corriente de opinión en Estados Unidos, el llamado "aislacionismo", que era visceralmente contraria a la idea de reeditar la alianza con los dos grandes imperios democráticos del momento, Francia y Gran Bretaña. El mismo Roosevelt tuvo que gobernar en sus primeros años respetando los principales aspectos del programa aislacionista: no pidió el ingreso en Sociedad de Naciones, intentó no provocar excesivamente a Tokio y, en el ámbito europeo, combinó una actitud de aparente distancia ante el aumento de las tensiones intereuropeas con un apoyo indirecto a las políticas de París y Londres. Washington no se quería comprometer a una defensa militar del statu quo en Europa. Un ejemplo significativo de esta actitud fue la respuesta de Estados Unidos a la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi en marzo de 1938. Washington cerró la embajada en Viena para abrir un consulado general –una forma encubierta de reconocimiento diplomático– y trasladó a las autoridades de Berlín su principal preocupación: ¿Quién asumiría a partir de entonces la deuda del Estado austríaco?

Sin embargo, a finales de los años treinta, sobre todo después de los Acuerdos de Múnich de otoño de 1938, Roosevelt hizo un gran esfuerzo para reorientar la política exterior estadounidense hacia un mayor confrontación con las potencias del Eje. Para lograrlo, tuvo que hacer frente a una enorme oposición interna, una oposición ideológicamente diversa que iba más allá de los círculos conservadores. Hay una novela de Philip Roth, La conjura contra América, que retrata de una forma muy interesante y verosímil una hipótesis de escenario histórico contrafactual: ¿Qué hubiera pasado si Roosevelt hubiera perdido las elecciones de 1940 contra un candidato del movimiento aislacionista America First? Dada la popularidad del antisemitismo en los Estados Unidos de los treinta -en aquel entonces, las principales universidades privadas limitaban el acceso de estudiantes judíos-, no se puede descartar que Washington hubiera permanecido al margen de los intentos para derrotar al fascismo internacional.

Este cambio en la política exterior de Estados Unidos, esta tensión entre el internacionalismo liberal y el "aislacionismo continental" –continental en el sentido de que nadie proponía aislar a Estados Unidos del mundo, sino limitar sus objetivos geopolíticos al continente americano–, esta transición, decíamos, es lo que David S. Haglund llamó en su momento "la transformación del pensamiento estratégico estadounidense". En este proceso de cambio, la España en guerra jugaría un papel decisivo y trágico. Por un lado, fue el último episodio importante en el que Washington adoptó una actitud comprensiva hacia las demandas y los engaños de las potencias fascistas. Por el otro, gracias al ejemplo de España y a sus temidas consecuencias en los países de América Latina –principalmente, en México-, Roosevelt aprendió ciertas lecciones sobre lo que no debía volver a pasar y, sobre todo, encontró una línea argumentativa de síntesis para superar el aparente bloqueo del debate geopolítico del momento. Gracias a España, Roosevelt podía hacer pedagogía sobre lo que implicaba la amenaza fascista europea en América Latina. A partir de la potencial amenaza del surgimiento de nuevos "Francos" latinoamericanos dirigidos por Berlín y Roma, el problema ya no era elegir entre ser el líder de las Américas o una nueva potencia mundial. Según este nuevo escenario, lo que estaba en juego era la seguridad nacional. Si no se enfrentaba a las potencias fascistas en Europa, más pronto que tarde Estados Unidos tendría que defender su frontera de conflictos militares inspirados en el eficaz ejemplo español. Intervenir en Europa se convirtió en un requisito para la seguridad en las Américas.

El primer capítulo se titula: "La diplomacia norteamericana de entreguerras". ¿Quiénes fueron los máximos responsables? ¿Cuáles fueron sus finalidades más importantes en ese período? ¿Los diplomáticos eran, como señalas, políticos frustrados?

Los diplomáticos estadounidenses de los años veinte y treinta del siglo XX tenían algunas características especiales. Por un lado, como en la mayoría de países, la carrera diplomática era un feudo de las élites económicas. En el caso concreto de Estados Unidos, este hecho solía venir reforzado por las peculiaridades del sistema político norteamericano. Al fin y al cabo, aunque plagado de sesgos de clase y de raza, los Estados Unidos de la época no dejaban de ser un sistema bastante democrático, en el que los líderes parlamentarios tenían que pasar por la prueba del voto popular. Esto tenía el efecto de reforzar la tendencia a convertir el Departamento de Estado en un refugio de las élites. Los hijos de la clase alta, educados en las prestigiosas y exclusivas universidades del Ivy League de la Costa Este, pasaban por una dura y frustrante experiencia cuando intentaban hacer carrera política. Muchos de ellos no podían disimular su origen social de cuna dorada. Su aspecto y sus modales los hacían poco atractivos para la contienda electoral. Al fracasar en su intento de ser elegidos por las urnas, se refugiaban en la carrera diplomática como una forma alternativa y segura de hacer política sin tener que competir en la arena de la confrontación democrática.

Los años de entreguerras fueron años muy importantes en la historia de la diplomacia estadounidense. En esta época, se profesionalizó definitivamente la carrera diplomática, con lo que se aseguró que, independientemente de quien ganara las elecciones, la diplomacia norteamericana podía seguir unos consensos básicos que serían ejecutados por unos profesionales comprometidos y experimentados. Además, también fue un importante periodo de transición. Tras la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos era la primera potencia económica. Sin embargo, se mostraba reacia a asumir un liderazgo claro a nivel geopolítico. En vez de implicarse en Sociedad de Naciones y coordinarse con el resto de potencias vencedoras, la diplomacia norteamericana se concentró en la promoción de la inversión extranjera y del comercio internacional. Se creía que, para asegurar la prosperidad estadounidense y favorecer la causa de la paz mundial, las naciones debían estrechar sus vínculos comerciales. Según la llamada "teoría liberal de la paz", la mejor forma de evitar las guerras era bajando las tarifas arancelarias. A mayor comercio internacional, se decía, mayor amistad entre los gobiernos del mundo. Entre los máximos responsables de esta política, habría que señalar al republicano Henry L. Stimson (secretario de Estado con Hoover) y al demócrata Cordell Hull (el sucesor de Stimson en la Administración Roosevelt). Los dos, a pesar de numerosas diferencias, estaban comprometidos con la teoría liberal de la paz y con el combate a las tendencias aislacionistas en la sociedad y en el Congreso. El aspecto progresista de este modo de entender las relaciones internacionales era la apuesta por un mundo relativamente desarmado, en el que la competencia por la hegemonía mundial se definiría por la capacidad de penetración económica en el exterior, no por el tamaño de los ejércitos. Conviene recordar que, en el periodo de entreguerras, Estados Unidos tenía un ejército de tamaño reducido.

¿El anticomunismo impregnaba esa política? ¿Era importante el movimiento comunista norteamericano en esos momentos? ¿Antes de la caza de brujas y del intento, parcialmente conseguido, de destrucción de la izquierda estadounidense?

Sin duda. La política exterior norteamericana del periodo de entreguerras también se debe entender como una respuesta al desafío soviético. Incluso antes de finalizar la Primera Guerra Mundial, la Administración Wilson estaba muy condicionada por su voluntad de contener y aplastar el experimento bolchevique. Cuando los revolucionarios rusos recién llegados al poder denuncian los tratados secretos entre las potencias aliadas, Wilson responde con unos objetivos de guerra claros, los famosos 14 puntos (los cuales inspirarán, veinte años después, los 13 puntos del gobierno de Juan Negrín). Con el fin de la guerra, Wilson y los soviéticos se disputan también la bandera del derecho a la autodeterminación para ganarse la opinión pública mundial, tal y como ha señalado acertadamente el historiador Erez Manela. La promoción de la inversión extranjera y del comercio internacional en los años veinte también forma parte de la apuesta para reducir los riesgos de nuevas revoluciones en el mundo.

Al fracasar la intervención aliada en la Guerra Civil rusa, los Estados Unidos no dejan de intentar aislar a los soviéticos. En los años veinte, Washington tiende a interpretar cualquier desafío nacionalista en América Latina –por ejemplo, la revuelta de Sandino en Nicaragua- como el resultado de una maniobra encubierta de los soviéticos. El anticomunismo del Departamento de Estado queda reforzado por la llamada Ley Rogers de 1924, por la que, entre otras cosas, se crea una escuela diplomática en la que los alumnos reciben un fuerte adoctrinamiento anticomunista. Cuando Roosevelt llega a la presidencia en 1933, rompe parcialmente con la política seguida en los años veinte y reconoce diplomáticamente al gobierno de Moscú. El cambio está motivado por la conciencia de que los intentos de aislar a los soviéticos han fracasado –de hecho, los comunistas en el poder parecen más consolidados que nunca– y por la esperanza de que la apertura del mercado soviético podría ayudar a superar la crisis económica que sufre Estados Unidos. Sin embargo, muy pronto las relaciones entre ambos países vuelven a congelarse, principalmente por el disgusto que creó en Washington la presencia de delegados norteamericanos en el congreso de la Internacional Comunista en agosto de 1935 en Moscú y por la insistencia de la Administración Roosevelt en el cobro de las deudas contraídas por el régimen zarista.

El sentimiento anticomunista en Estados Unidos se debía, en parte, a una percepción exagerada de la fuerza real de los comunistas norteamericanos. Sin embargo, lo que sí estaba justificado era el pánico de las élites por la oleada de huelgas que vivió el país justo al finalizar la Primera Guerra Mundial. En 1919, un muy joven Franklin D. Roosevelt, en aquel tiempo subsecretario de la Marina con Wilson, llegó a proponer un servicio militar obligatorio permanente como medio para combatir la amenaza comunista. De hecho, aunque es muy famosa la caza de brujas encarnada por el senador McCarthy a principios de los años cincuenta, lo cierto es que la primera caza de brujas se dio en 1919, con las Redadas Palmer, que implicaron la deportación de cientos de extranjeros acusados de subversivos. Entonces el sentimiento anticomunista estaba parcialmente animado por un fuerte sentimiento xenófobo contra los inmigrantes europeos del Este y del Sur de Europa: en 1924 se aprobaría la primera gran ley de inmigración con cuotas restrictivas en función del origen nacional. Para el conservadurismo estadounidense, los comunistas también representaban una inquietante impugnación al sistema de dominación racial. El Partido Comunista de los Estados Unidos fue, de hecho, la primera organización política predominantemente blanca que otorgaba un carácter prioritario a la lucha contra la discriminación racial. Sobre los primeros años del Partido Comunista, es recomendable ver el retrato que se hace en la película Reds (1981) de Warren Beatty, basada en la vida del célebre periodista comunista John Reed.

A finales de los años treinta, el Partido Comunista logra llegar al cenit de su influencia en la sociedad norteamericana. En aquellos años, los comunistas alcanzan una notable influencia en el movimiento obrero, entre los estudiantes politizados y en amplios sectores intelectuales y artísticos. Es bien conocida la importancia que llegaron a tener entre los guionistas comunistas de Hollywood. La influencia de la izquierda norteamericana en el mundo de la cultura llegó a ser tan fuerte que, según el historiador Michael Denning, se necesitó una "guerra civil cultural" –así define Denning a la caza de brujas de McCarthy– para poder erradicarla de forma definitiva.

Varios factores favorecieron este crecimiento. Por un lado, la Gran Depresión sacudió fuertemente a la población trabajadora y supuso un serio desprestigio para la ideología capitalista. Además, la estrategia "frentepopulista" aprobada por la Internacional Comunista en 1935 encajaba muy bien con las necesidades y peculiaridades del movimiento progresista estadounidense. La defensa de las libertades democráticas y de la unidad contra el fascismo resultaban muy apropiadas para un país cuya identidad nacional estaba basada teóricamente en valores republicanos e ilustrados. En este contexto, el activismo a favor de la democracia española jugó un papel muy importante. Ya fuera en las colectas humanitarias para enviar comida y medicinas, en las campañas políticas para derogar el embargo impuesto por la Administración Roosevelt o en los esfuerzos por reclutar voluntarios para la Brigada Lincoln, los comunistas demostraron un gran compromiso y eficiencia militantes, lo que sin duda contribuyó a aumentar su prestigio entre la izquierda y romper con su anterior aislamiento sectario. También es muy importante tener en cuenta que la solidaridad con la España republicana les permitió ensayar una nueva forma de hacer política que iba más allá del mundo del trabajo. Los comunistas lograron implicar a los sectores de la clase media progresista a través del North American Committee to Aid Spanish Democracy (NACASD), una plataforma de asociaciones liderada por un obispo metodista, Francis J. McConnell. A través de la solidaridad con España, los comunistas pudieron demostrar que su nuevo compromiso con la defensa de la democracia parlamentaria no era meramente retórico. También pusieron en práctica su discurso antirracista. Aunque es un hecho poco conocido, lo cierto es que España ocupa un lugar relevante en la historia de las relaciones raciales de Estados Unidos. Fue en la Brigada Lincoln donde, por primera vez, oficiales afroamericanos tuvieron bajo sus órdenes a soldados blancos estadounidenses.

Hablas en el apartado final del nacimiento de los appeasement en Europa y en Estados Unidos. Te pregunto sobre ello a continuación. Un descanso para nosotros y para el lector.

De acuerdo. Descansemos.

Fuente: El Viejo Topo, noviembre de 2017

jueves, 28 de diciembre de 2017

Noviembre 1917- La democracia en el socialismo Miguel Salas 03/12/2017

Recordad que de aquí en adelante
sois vosotros mismos los que administráis el Estado.
Nadie os ayudará si no os unís por impulso propio
y si no cogéis en vuestras manos todos los asuntos del Estado.
(Lenin)

La toma del poder por una nueva clase social es el momento cumbre de todo proceso revolucionario y, al mismo tiempo, solo es el inicio de la titánica tarea de crear una nueva sociedad. Cuando la burguesía se adueñó del poder, en la revolución francesa o americana, previamente había conquistado buena parte de la base económica de la sociedad, sin embargo, para la revolución obrera adueñarse del poder era la condición previa para empezar a cambiar las condiciones económicas y sociales de la mayoría de la sociedad. El nuevo gobierno representativo de los soviets tuvo desde el primer día una tarea inmensa. La situación no dejaba de ser desesperada. La burguesía y los terratenientes no podían creerse lo que estaba sucediendo y confiaban que los bolcheviques no pudieran sostenerse en el poder. Kerensky, que había logrado huir, contactó con generales golpistas para marchar sobre Petrogrado, los oficiales reaccionarios intentaron organizarse y contaron, lamentablemente, con el apoyo de los mencheviques y social-revolucionarios. Al día siguiente de la insurrección, el 26 de octubre, formaron un Comité de Salvación de la Patria y la Revolución, otro intento más de conservar la alianza con la burguesía en contra de la revolución, no para hacer declaraciones formales ni para ejercer el papel de oposición, sino para llamar “a todos los ciudadanos a negar obediencia a los bolcheviques, a resistir de una manera activa a la sublevación, a echar mano del sabotaje y de la desorganización del avituallamiento. Su santo y seña es: Todos los medios son buenos contra los bolcheviques.” (Publicado en el diario Novaia Zhizn del 28 de octubre de 1917) El fracaso militar de los primeros intentos contrarrevolucionarios permitió un pequeño respiro. El 2 de noviembre la insurrección obrera se impuso en Moscú, mientras por toda la extensa Rusia iba prendiendo la llama de la revolución. La contrarrevolución fue sofocada porque no tenía apoyos suficientes entre la población. La guerra civil, que duraría hasta 1920 y causaría millones de muertos y la devastación de todo el país, solo pudo sostenerse por la ayuda e intervención de ejércitos extranjeros. Ejércitos de diez países intervinieron directamente y fueron los gobiernos imperialistas quienes sostuvieron y pagaron esa guerra contra los soviets, sin esa intervención la guerra civil probablemente hubiera durado bien poco.

Para ganar en la guerra de clases, lo decisivo eran las medidas políticas que el gobierno iba desarrollando. En la entrega del mes de octubre explicamos que las primeras decisiones fueron el llamamiento a una paz inmediata y sin anexiones y la entrega de la tierra a los campesinos. Los Comisarios del Pueblo (los ministros en los gobiernos burgueses) recibirían un sueldo igual al salario medio de un obrero cualificado, además de un suplemento de cien rublos mensuales por cada miembro de sus familias que no estuviese en edad de trabajar. El 2 de noviembre se promulgaba “la declaración de los derechos de los pueblos de Rusia” que ponía en práctica la igualdad y soberanía de los pueblos; el derecho de los pueblos a disponer de su propio destino, inclusive la separación; la abolición de todos los privilegios nacionales y religiosos y el libre desarrollo de todas las minorías nacionales. Esta declaración se complementó el 22 de noviembre con un llamamiento a los obreros musulmanes de Rusia y de Oriente en el mismo sentido. El 5 de noviembre se firmó un llamamiento a la población para combatir el sabotaje, “Poneos manos a la obra -decía- desde abajo, sin esperar que os den señal alguna. Instaurad el orden revolucionario más severo.” El 10, se emite un decreto aboliendo la diferencia de castas, el mismo día se deja a las municipalidades la tarea de proveer el avituallamiento local y de resolver la crisis de alojamiento por los medios que estén a su alcance. El 14 de noviembre, mediante un decreto, se invita a los obreros a que controlen, mediante sus respectivos comités, la producción, los negocios y la situación financiera de las empresas. El 1 de diciembre se crea el Consejo Superior de Economía; el 2, se firma un armisticio con Alemania; el 4, se establece el derecho de revocación de los cargos electos por sus electores, sin la necesidad de esperar a nuevas elecciones; el 7, se decide formar una Comisión extraordinaria para luchar contra el sabotaje y la contrarrevolución; el 9, se inician las conversaciones de paz en la ciudad de Brest-Litovsk (que no finalizarán hasta marzo de 1918) El 11 de diciembre se decreta la jornada de 8 horas de trabajo en la red ferroviaria (en la mayoría de las empresas ya se había conquistado antes de octubre) y se decide la creación de una Comisaría de Instrucción Pública para la enseñanza general, laica y gratuita (hasta entonces buena parte de la enseñanza básica estaba en manos de la Iglesia) El 14, se presenta ante el Consejo Superior de Economía el decreto sobre la nacionalización de los bancos; el 16, se establece la elegibilidad de los grados en el ejército y se decreta la confiscación de los bienes de la Sociedad Metalúrgica ruso-belga; el 17, se hace lo mismo con la Sociedad de Electricidad 1886; el 18, se legalizó el matrimonio civil y el 19, el derecho al divorcio; el 24, se acordó confiscar las industrias Putilov; el 29, se resolvió dejar de pagar el pago de cupones de rentas y dividendos; el 31, se creó un colegio de protección a la maternidad y a la infancia. El 3 de enero, se proclamó la República Federativa de los Soviets de Rusia. Una inmensa tarea legislativa para empezar a construir el socialismo.

Crisis de gobierno
En ningún manual estaban escritos los pasos a dar tras la victoria de la revolución. De hecho, muchos la veían como una anomalía histórica que hubiera sido mejor evitar. Los revolucionarios rusos solo contaban con el conocimiento de la revolución francesa y con las experiencias de la Comuna de Paría de 1871 y la revolución rusa de 1905, pero se atrevieron y tuvieron que decidir, improvisar y poner en práctica lo que nadie había hecho en la historia.

Se pretende explicar algunas de las causas de la posterior degeneración estalinista en un primigenio pecado original sobre el supuesto carácter dictatorial del bolchevismo y su rechazo hacia las otras tendencias socialistas, los mencheviques y los social-revolucionarios. Pongamos las cosas en su sitio. Lenin defendió que, dada la fuerza de los soviets que agrupaban a la mayoría de la clase trabajadora y los campesinos, era posible un tránsito pacífico si los partidos mayoritarios en los soviets tomaban el poder. Pero las tendencias socialistas moderadas rechazaron esa posibilidad y prefirieron la alianza con la burguesía, con todo lo que eso significaba, mantener la guerra, no dar la tierra a los campesinos, etc. Cuando en octubre, en el II Congreso de los soviets, los bolcheviques lograron la mayoría, el resto de tendencias socialistas abandonaron el Congreso y rechazaron sus decisiones, sólo se mantuvo una minoría menchevique, encabezada por Martov, y otra de los social-revolucionarios de izquierda, que presionaron para que se formara un gobierno de todas las tendencias socialistas. ¿Un gobierno entre quienes querían avanzar hacia el socialismo y quienes querían seguir manteniendo su alianza con la burguesía? Los bolcheviques propusieron un gobierno responsable de poner en práctica el programa decidido en el Congreso, paz, pan y tierra. “¡Que los conciliadores acepten nuestro programa y entren en el Gobierno!”, repetía Lenin, pero nadie respondió positivamente. Así fue como se conformó el primer gobierno de la revolución.

El vértigo de empezar a construir una nueva sociedad también afectó a la dirección del partido bolchevique. A los pocos días de estar en el gobierno, algunos miembros del gobierno y otros dirigentes del Comité Central decidieron dimitir de sus responsabilidades para presionar a favor de la formación de un gobierno de todos los partidos socialistas. La situación era crítica, pero pudo resolverse democráticamente. En esos tiempos las diferencias políticas solo eran eso, políticas, se debatían y se decidían por mayorías y minorías. Víctor Serge escribió en El año I de la revolución rusa: “No conocemos en la historia del movimiento obrero otro caso de una crisis tan grave que se haya resuelto de una manera tan sencilla y tan lógica.” No será la única ocasión. La cruel guerra civil y la paz de Brest-Litovsk con los alemanes y austríacos pusieron de nuevo al partido ante el abismo de la ruptura.

...

Rosa Luxembourg
En las polémicas sobre la revolución rusa suele utilizarse un breve ensayo de Rosa Luxembourg titulado La revolución rusa [https://www.marxists.org/espanol/luxem/11Larevolucionrusa_0.pdf] para enfrentar sus opiniones a las del bolchevismo. Rosa, junto a Karl Liebneckt, fue una de las pocas revolucionarias que en Alemania denunció desde el primer día el carácter imperialista de la guerra y la traición de los dirigentes de la socialdemocracia alemana. Por su denuncia fue juzgada y condenada en junio de 1916. La revolución de noviembre de 1918 la liberó, pero en enero de 1919 fue asesinada por las fuerzas policiales que dirigían sus ex camaradas socialdemócratas.

Rosa escribió el ensayo en las duras condiciones de la cárcel y con poca información, como también se quejaba Liebneckt “incapaz una vez más de enterarme como es debido de los problemas rusos”, pero cuando recibió la noticia de la caída del zarismo no pudo más que exclamar: “una ventana se ha abierto al fin bruscamente y ha penetrado una corriente de aire puro y vivo.” En su trabajo polemizó con los bolcheviques sobre la política agraria, sobre la autodeterminación de las naciones y sobre la Asamblea Constituyente, pero, curiosamente, quienes pretenden utilizarla contra el bolchevismo solo suelen referirse a esta última cuestión. Efectivamente, Rosa plantea toda una serie de críticas y reservas sobre la política de los bolcheviques, en el sentido de que sus medidas ahogan la vida democrática y defiende “la participación más activa e ilimitada posible de la masa popular, la democracia sin límites.” Es más que probable que los bolcheviques apoyaran esa afirmación y, de hecho, son numerosos los llamamientos a la iniciativa audaz de las masas, a que sean ellas mismas quienes gestionen el Estado, “la organización proletaria tiene que hacer prodigios”, repetía Lenin. Pero todo eso sucedía con una guerra civil en marcha y con el retraso y posterior fracaso de la revolución en Europa.

Y como la polémica de Rosa se desarrolla a partir del reconocimiento y la importancia de la revolución rusa, expresa sus críticas teniendo en cuenta esas circunstancias. Se lee en su ensayo: “Todo lo que sucede en Rusia es comprensible y refleja una sucesión inevitable de causas y efectos que comienza y termina en la derrota del proletariado en Alemania y la invasión de Rusia por el imperialismo alemán” y, continúa más adelante, “pues una revolución proletaria modelo en un país aislado, agotado por la Guerra Mundial, estrangulado por el imperialismo, traicionado por el proletariado mundial, sería un milagro.” No pretendemos negar las diferencias de Rosa, que no tuvo ocasión de compartir con Lenin o Trotsky, y sobre las que no volvió a insistir desde que salió de la cárcel en noviembre de 1918, pero sí denunciar el abuso interesado de sus opiniones para desprestigiar la revolución. En la biografía de Rosa Luxemburg, escrita por Peter Nettl, escribe que ese ensayo “cumpliría mejor su objeto si lo viéramos como un análisis de la revolución ideal basado, como buena parte de la obra luxemburguiana, en una forma de diálogo crítico […] Los que se sienten felices con las críticas a los fundamentos de la revolución bolchevique harían mejor en dirigirse a otra parte.”

PD.:
En el suplemento cultural de El País del 2 de diciembre, el escritor Antonio Muñoz Molina ha publicado un artículo titulado "Un retrato de Lenin". Más que un retrato se ha limitado a recoger las más burdas calumnias e intoxicaciones. Dice que “La obsesión de Lenin no era la justicia social ni la igualdad, sino el poder político absoluto.” ¿Alguien podría explicarle la diferencia entre Lenin y Stalin?

Escribe también: “No habría llegado a Rusia sin la asistencia directa del Alto Mando alemán, que organizó su viaje en tren y le dio todo el dinero que necesitaba para la organización y la propaganda.”

¿Este es el nivel de conocimientos de la intelectualidad actual? Hace cien años que corren tales calumnias y está visto que no cesarán nunca. No se trata ni de cultura ni de conocimientos, sino de la estupidez de quienes sencillamente no pueden reconocer la verdad y tienen la posibilidad de seguir publicando mentiras.

http://www.sinpermiso.info/textos/noviembre-1917-la-democracia-en-el-socialismo

miércoles, 27 de diciembre de 2017

La represión económica del Franquismo. Otra represión cruel y en gran parte desconocida por los españoles. Profesor de Secundaria. Zaragoza, Cándido Marquesán Millán.

Es lamentable que una parte de la sociedad española ignore los crímenes del franquismo o le resultan irrelevantes. Hay razones. En la enseñanza de los colegios e institutos, períodos claves de nuestra Historia del siglo XX como la II República, la Guerra Civil y la dictadura franquista reciben un tratamiento escaso. El profesor Enrique Javier Díez Gutiérrez en el artículo Educando la memoria de las jóvenes generaciones: el olvido escolar de la II República y de la barbarie franquista, nos dice que en el documental Los campos del silencio sobre los presos republicanos, la última parte se grababa en el Instituto de Secundaria de Fabero del Bierzo (León), por lo que preguntó a un grupo de alumnos/as sobre el campo de concentración que había estado ubicado en su pueblo, donde hubo un batallón de unos 250 presos republicanos, de 1939 a 1947, trabajando como esclavos para una empresa privada (Minas Moro) y extrayendo carbón en las minas del Bierzo. La existencia de tal campo la desconocían, y eso que algunos de sus abuelos habían estado ahí presos. Hay muchos responsables de este olvido lamentable. Veremos algunos en estas líneas.

En esa filosofía del olvido, el vicesecretario general de Comunicación del Partido Popular, Pablo Casado, espetó: «Hay que olvidar la Historia», justo el 20-N, cuando se conmemora el aniversario de la muerte de Franco. ¡Qué obsesión con olvidar nuestra Historia! Lo grave es que ese pensar y sentir están muy extendidos en una parte importante de la sociedad española. Hace unos días lo pude comprobar: un señor aducía encolerizado “Ya está bien de sacar la mierda”, cuando alguien le argumentaba de la necesidad de enterrar dignamente a muchos de los republicanos asesinados y que permanecen en las cunetas. Hoy mismo acabo de leer un artículo excelente y pleno de valores éticos, que me parece muy oportuno, del profesor de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, Juan Manuel Aragües, con un título muy explícito España no es Argentina, donde nos señala, no hace falta excesivo comentario para poner de manifiesto la distancia que existe entre España y Argentina. Allí, el dolor de las víctimas es recompensado con justicia reparadora; aquí, al dolor de las víctimas se añade la imposición del silencio.

Es de dominio común, salvo para algunos olvidadizos y desconocedores del auténtico significado de una democracia, que la dictadura de Franco ejerció una represión brutal sobre todos aquellos que lucharon en el bando republicano. Esta represión que supuso exilio, cárcel, torturas y muertes para cientos de miles de españoles, ha sido estudiada en gran parte por algunos historiadores valientes. En Aragón tenemos un buen ejemplo en el libro El pasado oculto: Fascismo en Aragón (1936-1939) publicado en 1992, dirigido por Julián Casanova, con las historiadoras Ángela Cenarro, Julita Cifuentes, Mª Pilar Maluenda y Mª Pilar Salomón, donde pudimos conocer por primera vez y que supuso un aldabonazo en muchas mentes adormecidas, un listado de muchos aragoneses asesinados por el fascismo. Puedo contar la anécdota de cómo se le arrasaban los ojos a un amigo, cuando le presté este libro, y pudo leer por primera vez escrito el nombre de su padre asesinado por los fascistas.

Ha existido otro tipo de represión económica, prácticamente desconocida para gran parte de la sociedad española. Hoy podemos conocerla en Aragón también gracias al libro Pagar culpas. La represión económica en Aragón (1936-1945) de 2014 dirigido por Julián Casanova y Ángela Cenarro, y de los jóvenes historiadores Estefanía Langarita, Nacho Moreno e Irene Murillo.

Sancionar económicamente a los vencidos tuvo cobertura legal y respondía a un plan sistematizado con objetivos concretos. El Decreto 108 de 13 de septiembre de 1936 de la Junta de Defensa Nacional declara la ilegalidad de todos los partidos políticos que integraban el Frente Popular y se inician las incautaciones de todos sus bienes. Luego, el Decreto de 12 de noviembre de 1936, por el que se deja sin validez y se incautan las pesetas republicanas, el llamado «dinero rojo», dejando a las familias en la más absoluta ruina. Unos meses después el Decreto-Ley de 10 de enero de 1937 puso en marcha la Comisión Central de Bienes Incautados, encargada de confiscar los bienes de fortuna de los republicanos de los territorios conquistados.

Quiero reflejar esta represión económica, impuesta a los republicanos “Rojos” en Híjar, pueblo de la provincia de Teruel. Las grandes síntesis históricas no podrían realizarse sin investigaciones de historia local, comarcal o regional. Para ello me he servido del Libro de Actas Municipales. La conquista del pueblo por las tropas fascistas fue en marzo de 1938, después de haber sometido a la población a unos dramáticos bombardeos por la Legión Cóndor.

En el Pleno municipal de 24 de abril de 1938 se decidió que debían juntarse en un local los colchones y las máquinas recuperadas en Híjar a los rojos huidos, por ser estos objetos de difícil asignación para su dueño, ser de primera necesidad y muy codiciados por todos. En el Pleno de 8 de mayo de 1938 decidieron recoger todas las máquinas, trillos, arados, atalajes de labranza y demás enseres que estaban abandonados por los rojos en las eras, fincas y torres de este término municipal y depositarlos en un local de la carretera propiedad de un terrateniente. Del mismo modo acordaron colocar en la puerta de los pajares de los huidos rojos de esta localidad un letrero que dijera: "Incautado por el Ayuntamiento y prohibida la entrada a toda persona no autorizada por el mismo”, procediéndose a su cierre. A su vez cualquier vecino que quisiera paja de estos pajares debía pagar 5 pesetas por viaje al Ayuntamiento. En el Pleno de 1 de mayo de 1938 se tomó la decisión de repartir los objetos recuperados, en primer lugar a los familiares de los fusilados (al inicio de la guerra los hubo en la localidad por parte de las columnas anarquistas) y pobres de solemnidad; y después a aquellos individuos que, a juicio del Ayuntamiento, por su conducta política durante el actual movimiento fueran más acreedores de obtener beneficios de dicho reparto, acordando se hiciera relación de los bienes entregados a cada uno y nombrar para ello a un concejal, al alguacil y al secretario. En el Pleno de 15 de mayo de 1938, se leyó por parte del Alcalde el contenido de la Ley inserta en el Boletín Oficial de la provincia de Zaragoza nº 108, (durante unos meses estuvo dependiendo Híjar de la administración de Zaragoza) sobre recuperación agrícola de los productos de la tierra de aquellas fincas abandonadas por los rojos de la localidad, por la cual se debía constituir una Comisión, integrada por el Alcalde como Presidente, un Secretario que será el del Ayuntamiento; y, como vocales, un representante de F.E.T. y de las J.O.N.S., un agricultor y un práctico de campo nombrado por el Ayuntamiento. En el Pleno del 11 de septiembre de 1938 se aprobó que se debía pagar, a partir del 1º de octubre próximo, por los actuales inquilinos, el alquiler de la casa que habitasen y que había sido abandonada por individuos rojos de esta villa, cuyo alquiler sería impuesto por una Comisión del Ayuntamiento, que revisaría el estado actual en que se encontrase cada uno de los edificios expresados; debían hacer lo mismo con los pajares de los rojos. En el Pleno de 22 de mayo de 1938 se adjudicó al vecino José Pitarque Pina, tras haberlo solicitado, el borrico del rojo huido Francisco Monzón Gómez.

Los rojos, también pagaron con su trabajo gratuito. El 11 de septiembre de 1938 el Ayuntamiento decidió que la limpieza y arreglo de los locales de las escuelas de párvulos del edificio de las hermanas de San Vicente de Paúl de esta villa, se hiciera con cargo al presupuesto municipal, a fin de que pudieran dar clase, y que, a ser posible, se emplease gente roja para proceder a la limpieza de toda la casa de las monjas, sita en la calle Otal, no pagando cantidad alguna a estas gentes. El 23 de octubre de 1938 se decidió que la leña que el Ayuntamiento facilita para la cocina de Auxilio Social de esta villa, la trajeran del Pinar los individuos clasificados como no afectos al Glorioso Movimiento Nacional de esta villa.

El 26 de marzo de 1939 se decidió que la limpieza de los solares particulares de los escombros producidos por la aviación (la franquista) la llevasen a cabo los rojos. El 9 de abril de 1939 para la construcción del Monumento a los Caídos se decidió que debían presentarse a trabajar los rojos durante 15 días, quedando además a elección del Ayuntamiento el poder mandar a dichos individuos mayor número de días en la limpieza de la localidad, si lo estimaba necesario.

Los rojos pagaron a su vez con su dinero. En el Pleno de 11 de septiembre de 1938 el Ayuntamiento decidió abrir una cuenta corriente en el Banco de Crédito de esta localidad, a nombre del Ayuntamiento con el nombre de "Retenidos", con todo el dinero incautado a los rojos, como desafectos al Régimen que acaudilla el Generalísimo Franco, y pronto en el Pleno de 11 de diciembre de 1938 decidieron que de ese dinero retenido a los rojos, se arreglase el local de la escuela de párvulos, tres dormitorios y una cocina de las monjas de San Vicente de Paúl. De la misma cuenta en el Pleno de 16 de abril de 1939, se aprobó asignar 1100 pesetas para arreglar la Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor.

También los rojos perdieron sus puestos de trabajo. Joaquín Losilla Gómez, Voz Pública; Felipe Castañer García, guardián de la cárcel de partido; Joaquín Turón Turón, enterrador en el cementerio católico municipal; José Muñoz Pérez, encargado de las aguas públicas; y Pascual Monzón Carrillo, caminero de la huerta.

Todo este entramado legislativo citado anteriormente y aplicado en Híjar, convergió en la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, promulgada tras la caída del frente catalán y con el inminente triunfo definitivo de la guerra. Todo este castigo económico iba dirigido a reforzar las arcas del franquismo a costa de los considerados culpables de la guerra, y a neutralizar cualquier futura reorganización de los adversarios

Siguiendo el artículo La legalización del expolio: la represión económica franquista de Víctor Peñalver Guirao, todas las personas que se mostraron a favor del sistema republicano o habían participado en él, desde 1934 y especialmente durante el gobierno del Frente Popular, o simplemente aquellas que mostraron pasividad ante la irrupción del «Glorioso Alzamiento Nacional», fueron las víctimas de esta ley represora. La Ley vulnera principios jurídicos básicos. Entre ellos, la retroactividad: una ley promulgada en 1939 condena la actividad política –contraria a los valores de una «nueva España» que aún no existía– desempeñada a partir del 1 de octubre de 1934. La ley consideraba delictivos hechos que en el momento de producirse eran legales, rompiendo el principio de nulle crime nulle poena sine lege. Además la gran mayoría de los acusados por responsabilidades políticas habían sido condenados ya por la jurisdicción militar por los mismos hechos, vulnerando el principio jurídico non bis in ídem. Por último, a este entramado judicial fraudulento le siguen aspectos tales como la extensión de la responsabilidad penal a personas muertas, a menores de edad, exiliados, ausentes y desaparecidos, o la transmisión «a modo de herencia» de las sanciones económicas a los familiares en el caso de haber fallecido/desaparecido el condenado.

En la página del Rolde de Estudios Aragoneses, que participó en la edición del libro Pagar culpas ya citado, podemos consultar el listado por orden alfabético de las 13.422 víctimas de la represión económica en Aragón. Me referiré a algunas. A Ramón Acín, pintor, escultor y humorista gráfico, cuyo asesinato fue particularmente avieso y cruel, se había ocultado provisionalmente en su propio domicilio, pero un día oyó cómo una patrulla fascista había entrado en el piso y maltrataba a su mujer, Conchita Monrás; Acín salió espontáneamente a defenderla y fue detenido, sacado a empellones de su casa y fusilado al poco en las tapias del cementerio de Huesca. Diecisiete días después le ocurría lo mismo a su mujer, sin otra responsabilidad política que haberlo sido. Ya muerto se le impuso una multa de 20.000 pesetas por sentencia de 20-7-1938. A Odón de Buen y del Cos, naturalista español que destacó como fundador de la oceanografía español y que marchó al exilio, una multa de 10.000 pesetas. A Antonio Plano, alcalde socialista de Uncastillo (Zaragoza), torturado brutalmente antes de morir y fusilado el 5 de octubre de 1936, una multa de 25.000 pesetas por sentencia de 28-10-1937, que al no poder ser pagada por su esposa le fueron confiscados su vivienda y todos sus enseres. A José Ignacio Mantecón nombrado gobernador de Aragón en 1937 por el gobierno de la República, que se exilió a Méjico, una multa de 10 millones de pesetas por sentencia de 26-10-1938. Termino con Bernardo Aladrén, socialista y ugetista, concejal del Ayuntamiento de Zaragoza durante la II República fue asesinado el 9 de agosto de 1936. Incluso muerto, las autoridades franquistas le sometieron a un juicio en 1941, a través del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Zaragoza para averiguar su comportamiento político con el objetivo de arrebatarle si tenía algún patrimonio. Su viuda rozando la miseria y sobreviviendo haciendo faenas por las casas, fue requerida sin contemplaciones varias veces a declarar ante el tribunal. Su expediente fue sobreseído por insolvencia.

Como señaló Xavier Domenech, que también es historiador, en la Comisión Constitucional del 8 de marzo pasado, el Tribunal de Responsabilidades Políticas provocó la mayor transferencia de rentas desde la desamortización de Mendizábal en la historia de España. Y mientras en los partidos políticos —y ahí reside el problema— ha habido varias leyes con las que se les ha restituido el patrimonio o se les ha indemnizado, nunca se ha planteado indemnizar también a las familias expoliadas en este periodo.

 http://www.nuevatribuna.es/opinion/candido-marquesan-millan/represion-economica-franquismo-otra-represion-cruel-gran-parte-desconocida-espanoles/20171216103048146370.html?1513511614339

domingo, 26 de noviembre de 2017

Antonio José vuelve a la vida 81 años después. Se estrena la versión musical completa de la ópera que compuso el músico burgalés, fusilado en 1936.

La ciudad de Burgos ha logrado abrir por fin este domingo una caja de música que llevaba cerrada 81 años. La Orquesta Sinfónica de Burgos y un coro formado por integrantes de distintas corales de la ciudad han estrenado en versión instrumental y vocal completa, ante 1.371 espectadores que han llenado el nuevo Auditorio, la ópera El mozo de mulas, compuesta por Antonio José, el músico burgalés fusilado en 1936 a la edad de 33 años por los sublevados contra la República. Ha quedado saldada así una deuda histórica.

La desidia de las instituciones había mantenido hasta ahora en silencio esta magna composición lírica en tres actos. Antonio José trabajó en ella durante años hasta que fue encarcelado en el penal de la ciudad sin acusación concreta, sin juicio, y condenado a muerte sin sentencia.

Los nudos en la garganta y las lágrimas de muchos de los espectadores han acompañado a la emotiva interpretación, dirigida por el titular de la orquesta, Javier Castro. Una ovación de seis minutos con vítores a la soprano burgalesa Alicia Amo, al tenor canario Francisco Corujo y a la mezzosoprano Raquel Rodríguez, también nacida en Burgos, han dado paso a una impresionante interpretación como propina del Himno a Castilla, obra también de Antonio José, que gran parte del público ha escuchado puesto en pie.

Algunos fragmentos de El mozo de mulas se habían interpretado años atrás en distintos lugares de España y del mundo (por ejemplo, a cargo de la Filarmónica de Dresde en 2010, en un concierto celebrado en Múnich), pero nunca se mostró entera la obra, inacabada por culpa de las balas que asesinaron a su autor. En efecto, Antonio José no alcanzó a completar unos 35 minutos de orquestación en el segundo acto, que dura unos 70 minutos; y la Junta de Castilla y León encargó ese trabajo en 1986 al también burgalés Alejandro Yagüe —fallecido el pasado agosto—, que logró terminar la ópera basándose en la reducción para piano —que sí estaba completa— y en un conocimiento profundo del autor y de sus creaciones.

Antonio José había ofrecido al piano a los burgaleses los primeros pasajes de esa ópera el 18 de julio de 1936 en el Teatro Principal de Burgos, horas antes de que se conociera en la ciudad la noticia de la sublevación militar.

Tras su fusilamiento en octubre de ese año, la figura de este compositor —de quien Maurice Ravel dijo que llegaría a ser el gran músico español del siglo XX—, quedó arrinconada; y su figura olvidada hasta que se recuperó durante la Transición, gracias sobre todo a la labor de investigación y biográfica del musicólogo burgalés Miguel Ángel Palacios (sin relación familiar con el compositor).

Antonio José Martínez Palacios nació en Burgos, estudió en París, dirigió el Orfeón Burgalés, compuso el Himno a Castilla y más de 150 obras para orquesta, coros, piano, guitarra, sextetos…, impartió clases de música en su ciudad y también durante cuatro años en Málaga; fue miembro correspondiente de la Academia de Bellas Artes y obtuvo el premio nacional de música en 1932 por su recopilación de 178 piezas populares burgalesas (trabajo que no fue conocido por el gran público hasta que lo presentó en 1979 el grupo burgalés de música tradicional Orégano, y que no se editó hasta un año después).

Las composiciones del joven Antonio José fueron interpretadas en Madrid por notables orquestas, se conocían y se publicaban en Francia y eran estudiadas en universidades norteamericanas. Algunas de ellas las interpretó el pianista Arthur Rubinstein, y el guitarrista Regino Sainz de la Maza (que fue quien estrenó el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo) llevaba en su repertorio varias de las piezas parra guitarra.

Antonio José se sintió siempre muy vinculado a su tierra, y eso lo muestran algunos de los títulos de sus obras: Sonata castellana, Sinfonía castellana, Danzas castellanas, Danzas burgalesas, Cinco coros castellanos...O las Evocaciones dedicadas al pintor burgalés Marceliano Santamaría. Y, por supuesto, el Himno a Castilla. Pero también compuso una Sonata gallega.

Siempre le acompañaron a Antonio José las críticas favorables y el éxito, también cuando sus obras se estrenaban, por ejemplo, en el teatro Monumental de Madrid, con él al frente de la orquesta. Y con apenas 30 años de edad.

El prestigioso crítico Andrés Ruiz Tarazona escribió en 1981 que las Danzas burgalesas para piano eran dignas de ponerse junto a las mejores Danzas españolas de Granados.

Su Cancionero (Colección de cantos populares burgaleses) supuso una gran sorpresa cuando se conoció, ya en la democracia; entre otros factores porque no se trataba de una recopilación de canciones mojigatas o censurado como algunas de las que le precedieron y algunas de las que le sucedieron, elaboradas por curas y personas de orden, o luego por la Sección Femenina de la Falange. Incluía sin problema canciones picarescas y desvergonzadas, respetando notarialmente lo que el pueblo cantaba. Gran parte de ese cancionero fue grabada y difundida por el sello Guimbarda en 1981, con interpretación del grupo Orégano.

Sin embargo, sigue pendiente la representación escénica de su ópera, basada en un pasaje de El Quijote y cuyo libreto original para diez personajes es obra del leonés Manuel F. Fernández Núñez y del salmantino Lope Mateo.

Y también continúa sin resolverse una tarea más difícil: aún se desconoce dónde reposan los restos de Antonio José; y también los de su hermano Julio, maestro de Pradoluengo y colaborador del Diario de Burgos, fusilado en 1936 como otros 22 maestros de la provincia.

https://elpais.com/cultura/2017/11/13/actualidad/1510572914_942919.html

miércoles, 25 de octubre de 2017

“Querido diario: hoy mataron a tres mujeres en el mercado”. Un libro rescata el dietario oculto durante décadas de Pilar Duaygües, que tenía 15 años cuando bombardearon Barcelona durante la Guerra Civil..

"¡La guerra ha terminado! dice todo el mundo y los periódicos. Ayer se rindió Madrid y aquí en Barcelona no dejaron de tocar las sirenas en señal de alegría...”. Pero el regocijo no era tal en casa de Pilar Duaygües, hija de una familia acomodada y hermana de tres mujeres mayores que ella que salieron al exilio: una había sido enfermera en el frente, otra, miliciana y una tercera, periodista. Todas con estudios e inquietudes artísticas. A Pilar, nacida en la Seu d’Urgell en 1921, le encantaba escribir y lo hizo sin desmayo, día a día desde 1936 a 1940. Al acabar la guerra escondió los diarios en el colchón por temor a los registros —Franco no salía bien parado en sus notas— pero quiso el destino que se conservaran durante décadas. Murió en 1998 y sus hijos leyeron entonces aquellos legajos que describían una vida bajo las bombas, de felicidad con sus compañeros de clase, entre las miserias del racionamiento, los amores tempranos y la inquietud en casa por la suerte de los suyos.

Querido Diario: hoy ha empezado la guerra es el título del libro que se pone a la venta el próximo martes donde Tània Balló y Gonzalo Berger han seleccionado algunos de aquellos cuadernos que la editorial Espasa promociona equiparando el relato al de la niña judía Ana Frank. No son comparables, pero comparten un valor: la mirada prístina de una joven sobre una tragedia inhumana. “El documento aporta la fotografía pura, el relato de cada instante sin voluntad de transformación, porque no está dirigido a nadie, salvo a ella misma. Es un relato inalterado. Están las bombas, pero también la vida que se abre paso, los bailes, las sesiones triples de cine”.

Los diarios describen también la infamia que el régimen franquista tenía reservada a las mujeres. Si las tres hermanas se fueron al exilio, a Pilar no le quedó otra que cumplir con el ideario femenino del nacionalcatolicismo: “Ella completó sus estudios de Magisterio y tenía inquietudes artísticas. En sus notas se detallan las exposiciones que visitaba, el teatro, sus clases primero en una academia y después en el internado del instituto obrero. Sin embargo, su causa cayó del lado de los vencidos y acabó siendo esposa y madre, nunca ejerció de maestra”, cuenta Tània Balló, escritora, directora y productora de cine, que ve en esta historia recién desenterrada del pasado “un peliculón”. “Es un material óptimo para llevar al cine porque la muchacha que lo escribía era una apasionada del cine, hasta 150 películas menciona en el libro y eso confiere a su relato, finalmente, una enorme capacidad visual, describe los acontecimientos con una gran fuerza visual”.

A través de sus notas el lector puede asomarse a las azoteas de Barcelona mientras silbaban las balas de unas ventanas a otra, temblar con las siluetas negras de los aviones y sentir la histeria colectiva de las mujeres que se amontonaban ante el mercado con sus cartillas de racionamiento para que les dieran una botella de lejía, naranjas, harina, con fortuna un poco de pan. La joven Pilar se levantaba a las cinco de la mañana —después de una madrugada en vela corriendo de la casa al refugio cuando sonaban las sirenas— para guardar la cola del abastecimiento doméstico. Pasar frío durante tres horas no garantizaba el producto que se había ido a buscar. “Cada día hay más escasez de carne y demás y hoy contó [mi madre] que en el mercado mataron a tres mujeres. Ya hace día que mueren muchas mujeres por la aglomeración de gente”, escribió el 16 de octubre de 1936.

Sobre estas fotografías descarnadas de lo ya conocido, Berger destaca algunas otras que sirven para romper mitos, como el empleo de las armas por parte de los religiosos: “...Resulta que vivimos al lado de los frailes, de la iglesia y de su imprenta. Los curas con ametralladoras, escopetas y revólveres hacían fuego contra el cuartel que está al lado...”, escribía el 19 de julio de 1936. O el uso del catalán. “Pilar estuvo carteándose con su marido en catalán después de la guerra”. Con él se casó y tuvo dos hijos, los mismos que descubrieron a la muerte de la madre que en la casa se guardaban 10 diarios escritos con una mirada adolescente que llamaba revolución a la guerra que asoló España.

LA HISTORIA DE UN HALLAZGO

¿Cuántas milicianas hubo en la Guerra Civil? No se sabe, pero Tània Balló y Gonzalo Berger tienen en marcha una investigación para censarlas a todas. No es un trabajo fácil, pero es apasionante, porque la miliciana era una figura femenina que la dictadura desterró con esmero. “Representaban lo contrario exactamente de los ideales femeninos franquistas: una mujer que cogía las armas, libremente, para defender una causa política y porque, además ya sabían que lo que se jugaba en aquella contienda iba a influir de forma determinante sobre la igualdad y la libertad que ya muchas ejercían”, explica con pasión Balló.

A la búsqueda de esas milicianas, Tània y Gonzalo encontraron el nombre de Teresa Duaygües y llamaron a los familiares. Respondieron unos sobrinos. En efecto, dijeron, la tía Teresa fue miliciana y luego se exilió. Otra de sus tías, enfermera en el frente y otra, periodista. ¿Y la pequeña? “Mi madre escribió unos diarios”, respondieron. Y los mostraron por primera vez.

https://elpais.com/cultura/2017/10/14/actualidad/1507986210_052822.html

jueves, 3 de agosto de 2017

El oro de Moscú que ‘pagamos’ a Italia. Hace 50 años que España terminó de abonar la deuda contraída con Mussolini durante la Guerra Civil.

Uno de los grandes mitos que alimentó el franquismo fue el del denominado oro de Moscú.

Las reservas fueron utilizadas por el Gobierno de la Segunda República para financiar la Guerra Civil cuando se le cerraron todas las vías de financiación. Los sublevados tuvieron más facilidades: contaron con créditos internacionales, algunos obtenidos en condiciones muy ventajosas, como los recibidos por Mussolini. El 30 de junio de 1967, hace ahora 50 años, la España franquista terminaba de abonar la deuda contraída con Italia, su principal proveedor.

El golpe militar del 17 de julio de 1936 no triunfa y origina una guerra fratricida que durará dos años y medio. Ambos bandos se enfrentan al inconveniente de la financiación. “Franco no va a tener problemas de suministro. La República, en cambio, choca con la política de no intervención y con los sabotajes de la banca francesa y angloamericana”, explica el historiador Ángel Viñas. Las dificultades republicanas para obtener préstamos se solventan con la venta de parte de las reservas de oro al Banco de Francia. Sin embargo, los problemas no desaparecen. En septiembre, con la connivencia de Largo Caballero, el nuevo ministro de Hacienda, Juan Negrín, decide enviar 510 toneladas de oro a la URSS vía Cartagena. El metal será convertido en divisas para comprar medicinas, alimentos y armas en el mercado negro.

España era entonces el cuarto país con más reservas del mundo. No eran lingotes, sino monedas en curso”, explica Viñas. El historiador subraya que la República financia la guerra al contado y que apenas obtiene dos créditos de la URSS, una situación que contrasta con la de su adversario, que se ha asegurado el favor de Italia y Alemania. “La aportación de Italia a la causa fue muy generosa. Franco no disponía de liquidez para pagar, recibe créditos amigables y sin condiciones. Sin la intervención extranjera, el resultado de la guerra hubiese sido muy diferente”, reconoce José Miguel Campo Rizo, autor de La ayuda de Mussolini a Franco durante la Guerra Civil española.

No hay una relación directa entre el fin del oro y el término de la Guerra Civil”, relata Ángel Viñas. Lo que sí parece seguro es que el tesoro español había sido “efectivamente gastado en su totalidad por el Gobierno de la República durante la guerra”, tal y como concluyó Juan Sardá, fundador del Servicio de Estudios del Banco de España, después de analizar los papeles de Negrín, que habían sido recuperados y silenciados por el franquismo tras su muerte, en 1956. Con los documentos en la mano, Viñas determinó que los rusos cobraron por todos los servicios. Los sublevados, sin embargo, apenas hicieron envíos de algunas materias primas a sus proveedores, posponiendo el pago hasta el final del conflicto.

“Franco no va a tener problemas de suministro. La República choca con la política de no intervención”, dice un historiador

Los papeles de Negrín
El periodista Luis Bolín, que también jugó un papel importante en el alquiler del avión que trasladó a Franco a la península, llega a Roma el 21 de julio de 1936 con el encargo de comprar aviones y material bélico. Tras las dudas iniciales de los italianos, el ministro de Asuntos Exteriores, Galeazzo Ciano, atisba garantías de que el golpe puede triunfar y convence a Mussolini para enviar ayuda. Los golpistas abren así una línea de colaboración con Italia que resultará decisiva en el desenlace de la contienda.


La quita de Mussolini
España extinguió unilateralmente las deudas con los alemanes poco antes del desembarco aliado en Normandía. Consideró que la derrota de Hitler estaba cerca y que ya habían pagado lo suficiente. El caso italiano fue diferente. Aunque existía una comisión mixta para negociar la deuda desde finales de 1938, no se firma un acuerdo hasta el 8 de mayo de 1940. “Franco empieza a llorar y Mussolini condona 2.000 millones de liras”, sostiene Viñas. El montante final que refleja el documento es de 5.000 millones de liras (2,5 millones de euros de la época). Para Viñas, no obstante, el coste para la economía española fue bajo porque “la moneda italiana sufrió una gran depreciación tras la II Guerra Mundial”.

El préstamo comenzó a abonarse el 1 de enero de 1943. En total, 25 anualidades con un interés anual inicial del 0,25% que llegaría al 4% en los años finales. Se concluye el 30 de junio de 1967. Campo Rizo es tajante: “Las cifras sirven de poco, hay que extrapolarlas para saber cuánto supondrían hoy”. ¿Y el oro trasladado a Moscú? En 2006, Viñas lo cifra en 5.700 millones de euros de valor actual y aclara que Stalin no sobrefacturó a la República. “La URSS no era una economía de mercado, así que sus ventas se guiaron por los precios internacionales. Quien sí sobrefacturó a la República fue Italia. Como hicieron una quita en la deuda de Franco, lo comido por lo servido”.

https://politica.elpais.com/politica/2017/06/26/diario_de_espana/1498481566_054663.html#comentarios

martes, 4 de julio de 2017

Teatro combativo contra los silencios. Carla Chillida estrena en Tercera Setmana 'Las solidarias', un homenaje a las mujeres libertarias

Sin miedos a crear polémica, llegando al extremo de la provocación, poniendo al espectador cara a cara con temas de los que no se hablan por un olvido, en ocasiones, intencionado. Con el teatro como herramienta artística, la dramaturga y bailarina  Carla Chillida (Valencia, 1985) no duda en hurgar en las heridas y los silencios, con el claro objetivo de despertar mentes y provocar debate. Con una corta pero intensa trayectoria de teatro político y combativo, la directora y actriz ha estrenado en el festival de artes escénicas Tercera Setmana, de Valencia, Las solidarias, la última producción de su compañía, en la que pone el foco en la lucha de las mujeres libertarias durante la Segunda República española y la Guerra Civil. Acompañada en el escenario por Margarida Mateos, Paula Romero y Yarima Osuna, todas ellas procedentes de la danza o de un teatro muy físico, Carla Chillida dirige un poderoso y contundente espectáculo de dos horas, en el que no hay un momento de descanso, con música en directo, movimientos coreográficos y una estudiada puesta escénica con el grafismo artesanal muy presente. Utilizando testimonios, discursos y poemas de mujeres que hicieron del movimiento libertario un grito de lucha,  Las solidarias, escrito por Patricia Pardo, entra de lleno en el mundo femenino.

Este es el sexto montaje de la compañía A tiro hecho, creada en 2011 en Valencia por la propia Carla Chillida junto al grafista Elías Taño. Se estrenaron aquel año con No te salves. Homenaje a Mario Benedetti, un espectáculo “combativo pero amable”, y desde entonces su discurso se ha ido radicalizando de manera deliberada. “Se nos cierran muchas puertas, pero se nos abren otras interesantes como plazas públicas, centros sociales o agrupaciones. Todo es más precario, pero nos mueve la gratificación de hacer el teatro en el que creemos”, asegura Chillida, que la temporada pasada presentó con mucho éxito de público su anterior trabajo, La sección, en el Teatro del Barrio de Madrid.

“Las nuevas mujeres libres no tendrán que empezar de nuevo”. Las solidarias es un hermoso recuerdo a todas aquellas mujeres que lucharon durante la República y la Guerra Civil por conquistar derechos en el marco personal, social y profesional. Temas como la maternidad, el amor romántico, la violencia de género o las violaciones van apareciendo a lo largo de esta función. La primera parte está centrada en el relato más personal de las cuatro actrices protagonistas, -“partimos de nosotras mismas y de nuestro relato como mujeres. Hemos reflexionado sobre lo que nos pasa a nosotras en el papel que nos han asignado, de la rabia y las dificultades de ser a día de hoy una mujer y de que te reconozcan en tu trabajo, de cómo la violencia de género está cada día más presente”, explica Carla Chillida-, para poner el foco, en la segunda parte, en las mujeres del movimiento libertario, en aquellas que “nunca deberíamos olvidarlas por lo que han luchado por las generaciones posteriores”. “Lo que consiguieron en muy pocos años fue enorme. Gracias a ellas se aprobó la ley del aborto y muchas cosas más”, añade la directora, enormemente agradecida.

En un gran ejercicio de memoria histórica y tras una exhaustiva investigación sobre la realidad de estas mujeres libres, Las Solidarias saca a escena, en unos caballetes con fotos y nombre, a muchas de aquellas revolucionarias, Sara Berenguer, Yolanda Besteiro, Maria Cambrils y otras, cuyo lema ‘La revolución será feminista o no será’, unas serigrafías que se realizan manualmente al final de la función.

Esta decisión para luchar contra el olvido invade también la obra de Javier Sahuquillo (Valencia, 1982), La capilla de los niños, estrenada también en Tercera Setmana, certamen dirigido por Salva Bolta. En este caso se trata de la obsesión de su autor y director por sacar del silencio el asesinato de las niñas de Alcásser, del que el próximo mes de noviembre se cumplen 25 años. A través de uno de los crímenes más impactantes de la historia de España, en el que tres chicas de 14 y 15 años fueron violadas, torturadas y salvajemente asesinadas en aquella localidad valenciana, y todas las incógnitas que todavía invaden el suceso, La capilla de los niños indaga en la memoria colectiva e individual, a través de un juego, muchas veces cómico, en el que se parte de que toda gran mentira necesita su dosis de verdad. Interpretada por Laura Sanchis y Juan Vera, este montaje de la compañía Perros daneses que combina hechos reales y ficticios, busca, en una narración arriesgada, penetrar en la realidad de un crimen que, más allá del horror, “destruyó la seguridad de la clase media español”. “¿Quién estuvo detrás de todo ello? ¿Hay más implicados que los sujetos juzgados? En ocasiones, se modifica el recuerdo en favor del poder”, se lamenta Sahuquillo.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/06/20/actualidad/1497940251_777294.html

domingo, 2 de julio de 2017

_- Un libro corrige a Pérez-Reverte y su versión "neutral" de la guerra civil para jóvenes.

_«¡Las historias de la guerra suenan tan distintas según
quién las cuenta! Los libros hablan siempre de batallas, de
fuerzas, de armas, de ayuda internacional, de frentes y de todas
esas cosas. Están escritos por los que dirigieron la guerra
o por otros que toman como fuentes los papeles de los que
dirigieron la guerra.
Pero luego hablas con los que la vivieron como soldados
o con los que la sufrieron sin combatir y te cuentan cosas que
parecen tratar de otro tema: es como si la guerra que cuentan
unos y la que cuentan otros fueran guerras distintas».

Severino Pallaruelo, Papeles de la guerra1



-¿Qué fue la llamada guerra civil? Nuestra historia contada a los jóvenes es una réplica a la obra publicada por Arturo Pérez-Reverte que dibuja una guerra entre "hermanos"

- Carlos Fernández y Silvia Casado copian el mismo formato de novela gráfica para rebatir las verdades que "silencia" el novelista con un relato de "víctimas y verdugos"

Arturo Pérez-Reverte vende en La guerra civil contada a los jóvenes una versión, según él, "objetiva" de la historia reciente de España. La guerra española, como un enfrentamiento entre "hermanos". Pero este relato equidistante chirría, según la historiadora Silvia Casado Arenas y el filósofo Carlos Fernández Liria, que han replicado al escritor con su propio libro también en formato cómic: ¿Qué fue la guerra civil? Nuestra historia explicada a los jóvenes. Porque sí hubo "víctimas y verdugos".

Los autores de la obra replicante explican que Reverte, con su "visión neutral", ahonda en la idea del "todos fueron iguales", "silencia muchas verdades" y peca de falsa "equidistancia".

Y como "es importante no perder la batalla cultural de la memoria histórica", Silvia Casado y Carlos Fernández han editado un libro "idéntico en su forma editorial" al de Reverte pero más completo y crudo en el contenido. ¿Qué fue la guerra civil? (Akal, 2017) tiene la "clara intención", sostienen, de reivindicar con otra memoria colectiva y corregir el "peligroso" escenario dibujado por La guerra civil contada a los jóvenes (Alfaguara, 2015).

Reverte dice que escribe "sin clichés partidarios ni etiquetas fáciles" sobre la "espantosa" guerra que enfrentó "al hermano contra el hermano", según introduce en el prólogo del libro. Con él, asegura querer "evitar que tan desoladora tragedia vuelva a repetirse nunca".

Sin embargo, los autores de la réplica señalan que en realidad está "descontextualizando históricamente las causas políticas", como si la guerra civil fuera "un fenómeno natural inevitable", apunta Casado. "Ser equidistante cuando se trata de víctimas y de verdugos, consiste en identificar a las primeras y señalar a los segundos", remata Fernández.

Cómo narrar los acontecimientos es la diferencia radical entre ambos libros. Las causas del golpe de Estado, los actores que lo ejecutan, la represión y el ejercicio del terror... o la llegada de la democracia, una "decisión personal" del rey Juan Carlos, según Arturo Pérez-Reverte. Con formato calcado de novela gráfica, la obra del novelista está ilustrada por Fernando Vicente y la réplica, por David Ouro.

Este medio ha intentado, sin éxito, obtener declaraciones de Pérez-Reverte sobre la polémica en torno a su libro y la obra que le responde. Analizamos las diferencias entre ambos libros en cinco claves.

Actores y causas del golpe de Estado
Pérez-Reverte describe en su libro un escenario reinado por desórdenes públicos e inestabilidad política, un caldo del que salen soluciones "extremistas" basadas en modelos enfrentados: "la Italia fascista o la Alemania nazi" y "la Rusia comunista". España, abocada a una "confrontación inevitable", vive una sublevación "para instaurar una dictadura militar", pero "las cosas se complicaron por la resistencia".

Carlos Fernández y Silvia Casado difieren en el enfoque. El "problema de fondo" era el "poder electoral" ganado por las "clases populares más pobres". Una situación que las "élites" afrontan apoyando "a grupos sociales violentos" de corte nazi y fascista con el objetivo de finiquitar la democracia. Señalan que Franco, además, tuvo "grandes patrocinadores", Hitler y Mussolini, y mecenas como Juan March.

La "espantosa" guerra civil
Cuenta Reverte que la "tragedia española" fue un campo de "experimentación"para los regímenes enfrentados luego en la Segunda Guerra Mundial. Nazis y fascistas "tomaron partido por las tropas rebeldes". El escritor subraya la intervención soviética "confiando en que una victoria republicana acabaría convirtiendo a España en un país comunista".

Según la réplica editorial, el "relativo fracaso" del golpe de Estado dio paso a la guerra civil. Alemania e Italia acuden "rápidamente" a asistir a los golpistas, coinciden, pero la República acusó la no intervención de los gobiernos occidentales democráticos y la tardía ayuda de la URSS. Aún con la participación de las Brigadas Internacionales, "los dos bandos no estuvieron en pie de igualdad en ningún momento".

Represión, "caos" y terror
Los dos libros coinciden en el "sangriento" inicio de la guerra. España queda cubierta de luto, con paradigmas como Paracuellos del Jarama o las miles de fosas comunes del franquismo. La guerra civil contada a los jóvenes de Reverte subraya las "terribles represalias" rebeldes, como la masacre de Badajoz o el bombardeo nazi de Gernika, y también las "innumerables atrocidades" en zona republicana, caso de las "matanzas" de religiosos.

La diferencia está en un dato crucial: la represión golpista era un plan organizado y en zona gubernamental fue fruto de "grupos incontrolados", como incide la respuesta al cómic del escritor murciano. Los golpistas dejan en cunetas al menos el triple de desaparecidos forzados. La República logró dominar el "caos" mientras los militares fascistas "impusieron el terror" asesinando "a miles de civiles", como también explica Francisco Espinosa en La Columna de la Muerte. Llamaban al "exterminio", dicen Casado y Fernández, que transcriben como muestra fragmentos de discursos y declaraciones de Mola, Franco, Yagüe y Queipo.

Una "férrea" dictadura
La guerra no acabó con la victoria franquista. España vivió una represión "despiadada y sistemática" y el exilio era la única salida para los derrotados y "expuestos a las represalias de los vencedores", cuenta el escritor. Era una "férrea dictadura" dispuesta a aplastar "cualquier resto de libertad y democracia". Pero el régimen, dice más tarde, "se fue suavizando" sin perder nunca su "carácter autoritario".

La guerra duró "40 años más", toda la dictadura, insisten la historiadora y el filósofo. Y el combate, dicen, continuó también para los vencidos: muchos siguieron luchando contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial o luego en la lucha antifranquista que perseguía recobrar las libertades perdidas. La "persecución y castigo" de la dictadura de Franco dejó cifras como los 50.000 ejecutados tras la guerra civil, el centenar de campos de concentración con "medio millón" de presos esclavos o los 30.000 niños robados.

¿La democracia del rey Juan Carlos?
"España se convirtió en una monarquía parlamentaria por decisión personal del rey Juan Carlos". La frase de Arturo Pérez-Reverte es tajante. Franco designó a su "sucesor" y éste "liquidó el régimen franquista", legalizó los partidos políticos y reconcilió la nación. "Devolvió a España la democracia". De un plumazo, según el novelista.

Disienten de esta versión los autores del libro que corrige a Reverte. "Franco había dejado las cosas bien atadas a través de la monarquía", escriben. El príncipe Juan Carlos de Borbón "juró los principios del Movimiento franquista" y el futuro rey "expresó su fidelidad al Caudillo, comprometiéndose a continuar su obra".

El "régimen de terror" y el "adoctrinamiento ideológico" del franquismo tiende sus tentáculos marcando "profundamente a varias generaciones de españoles", refieren Silvia Casado y Carlos Fernández. La "versión revisionista de la guerra civil" es un claro ejemplo en manos de historiadores "neutrales" que crean "una falsa simetría" dibujando "dos bandos", fascista y comunista, que fueron "supuestamente todos culpables". Es la equidistancia que "silencia verdades".

Fuente: http://www.eldiario.es/cultura/libros/guerra-civil-dibujo-Perez-Reverte_0_651985579.HTML

sábado, 1 de julio de 2017

El exilio español de la A a la Z. Un grupo de investigadores publica un monumental diccionario en el que han trabajado durante veinte años y que rescata a los escritores desterrados tras la Guerra Civil.

El “viento sucio de la Historia”, como decía Salinas, los arrojó al otro lado del mundo. Tenían la maleta detrás de la puerta, no compraban muebles en sus casas de desterrados porque eso sería renunciar al regreso a España cuando muriera Franco. Pero Franco no se moría. Y ellos comenzaron a habitar en los cementerios del exilio.

¿Qué fue de los desterrados españoles? ¿Dónde se guarda su memoria? Un grupo de investigadores lleva veinte años trabajando en una obra que es un monumento a esa memoria olvidada y que ahora sale a la luz. El Diccionario Biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, publicado por la editorial sevillana Renacimiento, es la propuesta para viajar por esos recuerdos del exilio intelectual, el atlas de los mapas del destierro. Casi 1.500 entradas que se adentran en la vida y la obra de 1.191 autores españoles que tuvieron que huir de España tras la Guerra Civil.

El libro, que se presentará hoy en el Ayuntamiento de Sevilla con el respaldo del Centro de Estudios Históricos de Andalucía aprovechando el Día de la Memoria, es un trabajo colectivo del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL), adscrito a la Universitat Autònoma de Barcelona. Un total de 102 investigadores que participan en un ambicioso proyecto editorial del que ya han salido interesantes trabajos de rescate de la obra perdida de estos escritores.

Deuda moral
El grupo GEXEL se creó en 1993 para reconstruir la memoria cultural del exilio republicano de 1939. Era un proyecto de intención académica pero que también tenía implicaciones éticas y políticas al considerar que España tenía que saldar una deuda moral con “aquellos españoles que pagaron con el destierro forzoso su fidelidad a la legalidad democrática republicana”, según argumentaban en el manifiesto de creación.

La mayor parte del exilio intelectual no ha sido incorporado de forma natural al patrimonio español. Salvo el caso de los desterrados de primera fila como Luis Cernuda, Rafael Alberti, María Zambrano, Pedro Salinas o Francisco Ayala, el resto vive aún en el exilio puesto que es imposible encontrar sus libros en España, así en el franquismo como en la democracia. “Las obras que mencionamos en el capítulo de Creación debieran ser obras presentes en el catálogo de la Biblioteca Nacional de Madrid a disposición de cualquier lector. Son parte de nuestro patrimonio literario e intelectual, sin cuyo conocimiento nunca estará completa la historia de la cultura”, asegura Manuel Aznar Soler, catedrático de Literatura Española Contemporánea de la Universitat Autònoma de Barcelona, director del GEXEL y coordinador del libro junto al profesor José Ramón López García. “La recuperación de esta biblioteca del exilio y de la historia de nuestro exilio republicano de 1939 debería haber sido un tema prioritario de la política cultural de Estado y sigue siendo una asignatura pendiente”, añade.

Cada entrada del diccionario es un viaje en el tiempo hacia esas biografías del exilio y también un recorrido por la España del destierro, la que crearon los exiliados, como tantas veces relató Max Aub. En México DF se reunían en cafés como el Papillón, en la antigua calle Madero, que les recordaba la Carrera de San Jerónimo de Madrid, o el Ambassadeurs del Paseo de la Reforma que les evocaba el restaurante Lhardy. Con Francisco Ayala se viaja a Buenos Aires: allí frecuentaban los cafés de la Avenida de Mayo, que era como la calle de Alcalá trasplantada al otro lado del mundo.

En los mapas del exilio que ahora se descubren con este diccionario surgen otras ciudades-refugio para aquella España peregrina como París, Toulouse, La Habana, Nueva York, Montevideo o Londres. En Inglaterra, el autor malagueño Salazar Chapela, que llamaban el “tío de Londres”, recibía en La Bretagne, un restaurante en South Kensington y luego se iba a la sala de pintura española de la National Gallery. Así veían pasar el tiempo y la Historia de la que ya no formaban parte.

“Si terrible es el olvido de los exiliados, aún lo ha sido más para las mujeres. En este diccionario aparecen historias sorprendentes como la de Victoria Kent, la política republicana, escondida en un pequeño apartamento con nombre falso en el París de los nazis y cuyo sufrimiento relató en el libro Cuatro años en París; la historia de la poeta Concha Méndez, o de María Lejárraga, que había sido esposa de Gregorio Martínez Sierra y desde el exilio tuvo que reivindicar la autoría de los textos que firmó con el nombre de él.

Algunos de aquellos exiliados se adaptaron sin problemas, o sobrevivieron pero jamás lograron adaptarse, otros idealizaron España hasta confundir sus recuerdos y la realidad, otros murieron antes de regresar a un país que ya no era el que recordaban como subrayó desolado Max Aub en La gallina ciega.

Hay momentos especialmente trágicos al repasar las entradas biográficas de los exiliados que nunca lograron adaptarse como Pedro Garfias al que solían ver platicar con fantasmas en las tabernas de México. Garfias es uno de los símbolos derrotados del exilio con su cátedra de cantinas y emérito del pulque. El poeta se bebió la vida dejando sus versos abandonados en servilletas de las tabernas. Parecía el más alegre, pero fue el que nunca asumió la derrota. Este diccionario cuenta su historia y la de más de un millar de aquellos expulsados a los que al morir, como decía el verso de Juan Rejano, “les hallaron España en el pecho”.

EDITORIALES PARA LA SUBSISTENCIA
Este diccionario revisa, supera y amplía la obra mítica que en 1976 editó Taurus y que dirigió José Luis Abellán: El exilio español de 1939, en la que participaron autores desterrados como Manuel Andújar, Aurora de Albornoz, Tuñón de Lara o Juan Marichal. Abordaba el exilio desde la literatura, el teatro, el cine, la ciencia o el pensamiento. Y trataba un elemento fundamental en el que también incide el diccionario: la importancia de las revistas y las editoriales en los países de acogida, fundamentales para la subsistencia con el encargo de traducciones, correcciones, ilustraciones... Es el caso del Fondo de Cultura Económica de México o la bonaerense Losada.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/06/13/actualidad/1497374517_678085.html?rel=lom

sábado, 24 de junio de 2017

La mancha del nazismo persigue a Associated Press. La agencia analiza su propia cobertura de los hechos en la Alemania nazi en un amplio informe.

Adolf Hitler saluda a unos niños soldado el 19 de marzo de 1945, en la que es la última foto que AP distribuyó del dictador antes de que este se sucidara pocas semanas después.















En 1933 la oficina de Associated Press en Berlín recibió la fotografía de un reportero de Múnich en la que la policía paseaba a un empresario judío en pantalón corto por la ciudad y con un cartel antisemita colgando de su cuello. Las primeras muestras de los horrores del Holocausto empezaban a verse en las calles en imágenes como esas y el jefe de la corresponsalía guardó la instantánea en un cajón. Cuando Nueva York le pidió explicaciones, Louis P. Lochner respondió: "Aborrezco la censura, y me siento fatal por no poder informar de todo lo que sabemos", decía, pero "es más importante permanecer aquí". En el 35, bajo esa misma filosofía, AP cumplió la ley nazi y expulsó a todos los empleados judíos con los que contaban. Se habían resistido dos años.
Associated logró permanecer en Berlín hasta 1941 pese al golpe nazi a la libertad de prensa, pero no le salió gratis. Las facturas que pagó son la columna vertebral de un amplio informe que AP acaba de publicar pasando revista a todo el trabajo que hizo en la Alemania nazi: el paso de la censura a la autocensura, el silencio ante ciertos abusos del Ministerio de propaganda del III Reich o el trabajo de personajes oscuros como Franz Roth, un "ardiente nazi", conocido retratista para la SS, que trabajaba para AP.

Hay capítulos de aquel tiempo que no se habían descubierto hasta ahora. Associated puso en marcha esta investigación a raíz de un artículo que la historiadora alemana Harriet Scharnberg publicó en 2016 bajo el título La A y la P de Propaganda. Associated Press y el fotoperiodismo nazi. En él, la académica concluía que la agencia estadounidense había actuado en complicidad con el régimen para ocultar las atrocidades del nazismo, así como la exterminación de los judíos, y presentar los hechos como si fueran los propios de una guerra convencional. "AP fue la única agencia fotográfica angloamericana -con operaciones a nivel internacional- que mantuvo una subsidiaria abierta después de 1935. AP aceptó las leyes de control de prensa alemanas y por tanto se amoldó al sistema de control de la prensa de la Alemania nazi", señala Scharnberg.

Ahora, a lo largo de 163 páginas y unas cuarenta pruebas documentales, el informe de AP examina todo el período que va entre 1933 y 1945 y exculpa a la agencia de colaboracionismo. Sostiene que operó con la "mayor sinceridad e independencia posibles" pensando en la permanencia en el país como bien mayor, aunque admite que algunas situaciones "se manejaron de forma inadecuada", como cuando se calló ante ciertas manipulaciones flagrantes de sus imágenes o se contó con fotógrafos adictos al régimen.

La figura en el centro de todo este retrato es Lochner, jefe de la oficina de Berlín y en 1939 fue galardonado con el Pulitzer de corresponsalía precisamente por su trabajo sobre el régimen. "Incurrieron en ocasiones en la autocensura. En el informe se ve cómo Lochner trataba de sacar las historias, aunque al mismo tiempo trataba de no ser expulsado del país. Ese es el alambre en el que caminaba", explica por teléfono John Daniszewski, vicepresidente de AP.

El mayor hallazgo ha sido la génesis del llamado "Laux Bureau", opina Larry Heinzerling, profesor de periodismo de Columbia y subjefe de internacional de AP, ya jubilado, que ha elaborado el informe con las aportaciones de Herschaft, investigador de la agencia. En 1941, cuando EE UU entra en guerra, el ministro de Propaganda, Helmut Laux, toma el control de la oficina pero llega a un acuerdo para enviar paquetes de fotos censuradas de Alemania a AP -a través de la neutral Lisboa- y recibir a cambio fotografías de EE UU y distribuirlas entre los medios alemanes. Salvo en una ocasión, las imágenes no se alteraban, pero los pies de fotos sí se reescribían en la prensa germana para acomodarse a los intereses nazis.

"Empezamos a investigar en los archivos militares y descubrimos cosas nuevas, cómo Laux se reunió con Lochner en un tren y llegaron al acuerdo a través de la corresponsalía de Lisboa", explica Heinzerling. "También ha sido un descubrimiento toda la correspondencia entre Lochner y Nueva York, sobre qué debían hacer si se declaraba la guerra, si tendrían que cerrar o si habría una manera de seguir informando", agrega.

La historiadora Harriet Schanberg se reafirma en su investigación de 2016. "Ninguno de los resultados presentados en mi artículo están refutados por esta revisión, lo que no implica que AP haga un análisis distinto de esos resultados", señala en un comunicado enviado a EL PAÍS.

Los seis fotógrafos judíos de AP lograron escaparon al Holocausto, cinco emigraron a Estados Unidos (tres montaron su propia agencia fotográfica en Nueva York) y un sexto que fue enviado a Viena. Detenido por la Gestapo acabó sobreviviendo y trabajando como reportero gráfico en la Alemania comunista. Franz Roth, el ardiente nazi, murió en combate en 1943. Tres años antes, cuando estaban ya a punto de echarlos, Lochner escribía a la oficina de Nueva York: "Si recibo favores nunca ha sido por un intercambios de principios, sino simplemente porque he logrado vende a las autoridades que Associated Press es objetivo y neutral, y que ese es un instrumento de información pública tan poderoso que ningún gobierno puede permitirse despreciarlo".

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/06/10/actualidad/1497109033_878439.html

ESPAÑA. LA SOMBRA DEL REICH EN LA COBERTURA DE LA GUERRA CIVIL
La influencia de la propaganda nazi también salpica la cobertura de Associated Press durante la Guerra Civil española. Hitler apoyaba a Franco y el relato que acompaña algunas de las fotografías de la agencia lo destila. El 6 de noviembre de 1936 la oficina de AP en Londres envió a a la delegación de Berlín la fotografía de una morgue tras un bombardeo lanzado por fuerzas leales a Franco con la siguiente descripción: “Madrid, 31 de octubre. Bombarderos insurgentes llevaron a cabo el peor ataque aéreo desde el comienzo de la guerra civil. En total, se perdieron 95 vidas. Las bombas cayeron en calles bulliciosas y una alcanzó a una escuela, matando a 70 niños. La foto de AP muestra la imagen de la morgue de Madrid el 31 de octubre, después de un ataque aéreo el día anterior. Esta foto fue emitida por el Ministerio de Estado de Madrid y muestra el resultado de una bombardeo aéreo rebelde en Madrid”.

La oficina de AP en Berlín distribuyó esta imagen con el siguiente texto: “Horrores de la guerra civil. Miles de víctimas inocentes han sido reclamadas por la aterradora Guerra Civil española, en la cual las fuerzas comunistas que manejan los hilos han hundido el país”.

No culpaba directamente a los republicanos de las muertes, pero omitía la autoría rebelde y atribuía la matanza a “los horrores de la Guerra Civil”, cuya responsabilidad era comunista. Cuando un periódico llamado Muenchner Neuesten Nachrichten la publicó, el pie de foto daba otra vuelta de tuerca a los hechos: “Asesinados sin misericordia por los Rojos. Esta horrible imagen muestra por sí misma a las tropas nacionales avanzando en un suburbio de Madrid. Los Rojos habían matado antes a todos los rehenes”.

Gideon Seymour, director de AP en Gran Bretaña, se quejó ante el reportero alemán Rudi Josten, de delegación berlinesa, con copia a Louis Lochner, jefe de la oficina. "Obviamente no podemos asumir la responsabilidad por la distorsión del Muenchner Neuesten Nachrichten, pero en este caso la AP GmbH por sí misma comete una falta más grave que Muenchner", dice. Lochner respondió que, según Josten, "el Ministerio de Propaganda simplemente le ordenó escribirlo".