sábado, 25 de enero de 2020

Crítica a Thomas Piketty, ¿incremento de desigualdades o de explotación?

Vicenç Navarro
Público

El aumento de las desigualdades de renta y de propiedad ha sido tan grande en la mayoría de países del mundo capitalista desarrollado que ha llamado la atención de los mayores fórums y medios de comunicación en tales países, así como en las instituciones internacionales. En realidad, el tema de las “desigualdades” se ha convertido casi en un tema de moda. Desde el Foro de Davos (el Vaticano del pensamiento neoliberal) hasta el Foro Social Mundial, todos hablan del tema de desigualdades. Pero lo que es interesante (y diría yo también intrigante) es que apenas se habla de otro término (o concepto) que está claramente relacionado con el tema de desigualdades. Y me refiero al término (y concepto) de explotación , raramente citado y todavía menos analizado, por ser considerado demasiado polémico. Los datos, sin embargo, muestran que es casi imposible entender la enorme evolución de las desigualdades hoy en el mundo capitalista desarrollado sin hablar de explotación.

Qué es explotación
En realidad, el concepto explotación es muy fácil de definir: A explota a B cuando A vive mejor a costa de que B viva peor. Y A y B pueden ser clases sociales, géneros, razas, naciones o ambientes. Me explico: cuando a un trabajador se le paga menos de lo que contribuye con su producto o servicio a fin de que su empleador (el empresario) pueda aumentar más sus beneficios, hablamos de explotación de clase. Cuando una pareja (hombre y mujer) que viven juntos y trabajan los dos, llegan a casa al mismo tiempo y la mujer se va directamente a la cocina a preparar la cena para los dos mientras el marido se sienta a ver la televisión, hablamos de explotación de género. Cuando a un ciudadano negro se le paga menos que a un blanco por hacer el mismo trabajo, entonces indicamos que hay explotación de raza. Cuando un Estado–nación impone a otro más pobre las condiciones del comercio internacional que le favorecen, a costa de los intereses de esa nación pobre, hay explotación de nación. Y cuando la compañía Volkswagen era consciente del daño causado por sus automóviles, contaminando más de lo legalmente permitido, beneficiándose a costa de dañar la salud de la población, había un caso de explotación del medioambiente por parte de dicha empresa, a costa de la salud de la población.

El crecimiento de las desigualdades de clase causado por un aumento de la explotación

 Portada del libro Capital e Ideología, de Thomas Piketty



Pues bien, una de las desigualdades más acentuadas y que han aumentado más sustancialmente desde los años ochenta del pasado siglo han sido las desigualdades por clase social, y ello se debe al aumento de la explotación de clase, que explica en gran medida la evolución de estas desigualdades de clase, las cuales, a su vez, afectan a otros tipos de desigualdades (como las desigualdades de género originadas por otros tipos de explotación, como mostraré más adelante). La explotación de clase centra la dinámica de las sociedades capitalistas hasta tal punto que no se pueden entender la génesis ni el desarrollo de la Gran Depresión o de la Gran Recesión en el mundo capitalista desarrollado sin analizar la evolución de tal explotación. Incluso un economista keynesiano como Paul Krugman ha reconocido últimamente esta realidad, señalando que el economista que explicó mejor la evolución de los ciclos económicos fue Michal Kalecki (que influenció a Keynes), que puso la explotación de clase y el conflicto generado por tal explotación en el centro de su análisis. Thomas Piketty, en su último libro Capital e ideología así también lo reconoce, aludiendo a la famosa cita de Karl Marx: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”.

La explotación de clase durante la Gran Recesión
Esta observación se aplica claramente a España (incluyendo Catalunya), uno de los países de la UE con mayores desigualdades por clase social. Las rentas del trabajo han ido disminuyendo en España (incluyendo Catalunya), mientras las rentas del capital han ido aumentando, siendo el ascenso de estas últimas a costa del descenso de las primeras. En España (incluyendo Catalunya) el conflicto de banderas (la borbónica por un lado y la estelada independentista por el otro) durante los años de la Gran Recesión ha ocultado esta realidad. La enorme crisis de legitimidad del Estado se basa precisamente en esta realidad.

Uno de los elementos de estabilidad del sistema capitalista, que era la ideología de la meritocracia (que asumía que el mérito era el motor que definía la jerarquía social), ha perdido toda su credibilidad y capacidad cohesionadora, pues pocos se la creen. Y ahí está el problema para la reproducción del régimen político actual. Esta realidad muestra el poder de las ideologías en la configuración de las desigualdades, como concluye, con razón, Piketty en el libro anteriormente citado, Capital e ideología. Ahora bien, el gran error de Piketty es que concede excesiva autonomía a las ideologías, sin apercibirse de que las que él cita han sido creadas y promovidas para satisfacer los intereses de las clases que las originan. Piketty reconoce que Karl Marx llevaba razón (cuando ponía la lucha de clases en el centro de la explicación), pero añade inmediatamente después que hoy la lucha no es entre clases, sino entre ideologías. Por lo visto, Piketty no se da cuenta de que, como acabo de decir, las ideologías son sostenidas y promovidas como instrumentos del poder de clase. La meritocracia era una ideología promovida por los que estaban en la cúspide del poder, para justificar su derecho a dominar. Y el neoliberalismo ha sido la ideología de la clase capitalista dominante, como bien muestran los datos sobre la evolución de las rentas y su enorme concentración, lo cual ha ocurrido a costa de la clase trabajadora, cuyo nivel de vida ha ido empeorando. La evidencia de ello es clara y contundente (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015).

Naturalmente tales ideologías (de clase) no son las únicas, pues cada tipo de explotación genera diferentes ideologías. La explotación de género se sostiene gracias a la existencia de ideologías que reproducen tal explotación. Pero todas ellas están también influenciadas por las ideologías encaminadas a reproducir el dominio de clase. Hay muchos ejemplos de ello. Como ha escrito Rosalind Gill en su libro Cultura y subjetividad en tiempos neoliberales y posfeministas, el neoliberalismo (la ideología de la clase capitalista) influenció la expansión del erotismo en la moda femenina, a fin de empoderar a la mujer para competir en el mundo dominado por el hombre en términos que reproducían también el dominio del machismo, que veía a la mujer como objeto de deseo del hombre. Lo que la mujer (liberal) creía que era la libre expresión de su voluntad era, en realidad, la reafirmación de su opresión, presentándola como objeto de deseo.

Una situación semejante se da en las ideologías basadas en la explotación de raza (y de clase). El racismo ha jugado un papel clave en desempoderar al mundo del trabajo, dividiéndolo por raza. Es de sobra conocido que el racismo juega un papel clave en la desunión de la clase trabajadora, causa de que sea ampliamente promovido por la clase dominante. Como bien dijo Martin Luther King una semana antes de ser asesinado, “la lucha central en EEUU que afecta a todas las demás es la lucha de clases”. Lo dicho anteriormente no es, como algunos estarán tentados de pensar, reduccionismo de clase, sino intentar recuperar y resaltar la importancia de la clase social como variable de poder en el análisis de la realidad, y no solo a nivel económico, algo que raramente se hace no solo en los medios, sino también en los análisis académicos.

La explotación requiere dominio, hegemonía y represión por parte de los explotadores
Y estas ideologías se sustentan a base también de una enorme represión. Basta ver qué está ocurriendo en varios países de Latinoamérica hoy. De ahí que considere enormemente ingenua la observación que hace Piketty en su crítica a Marx. Dice Piketty: “A diferencia de la lucha de clases, la lucha de ideologías está basada en el conocimiento y las experiencias compartidas, en el respeto al otro, en la deliberación y en la democracia.” Tengo que admitir que tuve que leer este párrafo dos veces. Mis muchos años de experiencia y conocimiento de la realidad en los diferentes países en los que he vivido y he trabajado muestran que no es así. Piketty idealiza el sistema democrático. La prueba de ello es que el siglo XXI se está caracterizando por las enormes agitaciones sociales frente a las consecuencias de la aplicación de las políticas de clase impuestas por los grupos dominantes.

Hoy la gran mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte están experimentando una enorme crisis de legitimidad de sus Estados, resultado en gran parte de la aplicación de las políticas públicas neoliberales impuestas por los partidos gobernantes, incluidos los partidos socialdemócratas cuyo compromiso y aplicación de políticas públicas del mismo signo han generado su enorme colapso e incluso desaparición, como ha sido el caso del partido socialista en Francia, país donde reside Thomas Piketty. El surgimiento de la ultraderecha en Europa y el Gobierno de ultraderecha que gobierna EEUU son un indicador de tal crisis. Me parece incoherente que a la luz de estas realidades Piketty concluya que los sistemas políticos actuales responden a la idealizada versión que caracteriza su definición de ellos. Hoy estamos viendo el fin de una etapa en la que el poder de las clases dominantes ha alcanzado un nivel tal que la propia supervivencia de los sistemas democráticos está en juego. La escasa atención que Piketty presta al contexto político del fenómeno económico (que es casi característica de los estudios económicos actuales) empobrece su análisis, pues hace poco creíble que las propuestas que hace puedan considerarse como factibles sin que exista un cambio más sustancial de lo que él considera.

Respecto a sus propuestas, admito reservas en cuanto al hecho de que la solución pase por gravar a las rentas superiores y a la clase de propietarios del capital y que se distribuya la renta a cada uno de los ciudadanos. Ya he expresado mis reservas en cuanto a priorizar una renta universal a costa de un cambio más significativo, que es utilizar los fondos adquiridos gravando al capital y las rentas superiores para crear una sociedad en la que cada uno contribuya según sus habilidades y los recursos se distribuyan según sus necesidades. Habiendo dicho esto, no quiero desalentar al lector a que lea el libro de Thomas Piketty, que como siempre tiene información de gran interés.

Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Ha sido también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 48 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige también el Observatorio Social de España. Es uno de los investigadores españoles más citados en la literatura científica internacional en ciencias sociales.

Fuente:
https://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2019/11/28/critica-a-thomas-piketty-incremento-de-desigualdades-o-de-explotacion/

viernes, 24 de enero de 2020

NIEVE DE VERANO. Nuevos poemas. Por Robert Hass. NYT

SUMMER SNOW
New Poems
By Robert Hass

Poetry has a way of waiting for its readers to catch up with it. For a long time, I avoided the poetry of Robert Hass. In 1997, as I was starting college, he was finishing his term as United States poet laureate, the most famous poet in America. Poetry was still a very new and subversive revelation to me — I was all about poems that were funny, pissed off and right to the point, or so I thought. What did I want with Hass, a guy my dad’s age who wrote about nature, family and maybe politics, slow subjects to my racing mind.

Now, Hass is almost 80 and I am entering middle age; I’ve got two kids, have had my brushes with fortune and misfortune, am deeply angry and dismayed about the state of America, and I find that Hass’s poems move at exactly the speed I need and make a hell of a lot of sense. He writes poetry for grown-ups, and, alas, I have become one.

“Summer Snow,” Hass’s first gathering of new poems since 2010’s “The Apple Trees at Olema: New and Selected Poems,” is a book that looks meaningfully back on the long life it took to write it. It recalls and mourns lost mentors and friends, rounds up decades of memories (“That voice, coming to me / Across forty years”), and rages in a quiet way against America’s long-held warmongering habits (“The drones themselves are startling”). Over almost 200 pages of new poems, Hass checks in with himself and his readers, as though he’s providing a public update on his private thoughts in sequences of linked poems, sometimes dubbed “Notebooks” or “Notes”; fireside chats with titles that tell you exactly what they’re about (“An Argument About Poetics Imagined at Squaw Valley After a Night Walk Under the Mountain”); and a handful of lyrics and incantatory songs (“In the dream the woman in the elevator took out her eye. / It was a moon in the dream”). It’s a big book, but never feels exhaustive or overstuffed. Some may find that Hass has grown too comfy in his effusive style and his old lefty politics, but to me it all sounds like mastery, like singular virtuosity attained on a very popular instrument — common American speech.

Hass has always been a talky poet. His poems operate by digression, veering off of subjects as seemingly innocuous as rain, flowers, Los Angeles (“the dry riverbed of some ancient river / grown from a little northernmost outpost / of the Spanish empire”), and “pictures of wooly mammoths and saber-toothed tigers.” Almost without meaning to — or seeming to mean to — he winds his way to lines like this, from “A Talk at Sewanee,” a poem that consists of a recalled (and most likely embellished) lecture given by the novelist Ellen Douglas: “It’s brutal, the way some lives / Seem to work and some don’t.” The value and the power of this line aren’t in its revelation of an obvious truth, but in the depths of empathy indicated in the tone. The unthinking cruelty of fate is too vast and unfathomable to summarize or explain, so Hass just sits with it with us, aghast, stumped and sad, but also unwilling to leave us behind or be left alone with all that weight.

These poems confront mortality — or what Hass calls “Life in its exuberance rushing straight uphill toward death” — on almost every page. “Summer Snow” is rife with elegies. It’s something of a Who’s Who of great writers who have died in recent decades: fiction writers including Ellen Douglas and Ursula K. Le Guin (who was also a poet), and poets including Tomaz Salamun, Stanley Kunitz and especially Hass’s longtime friend, the Nobel laureate Czeslaw Milosz, whose poems Hass helped translate.

Death is poet catnip: Mention it in a poem and suddenly everything is dramatic and important, which is one reason young poets pour death onto their poems like salt onto flavorless food — it ratchets up the stakes real quick. And not all poets grow up and out of this habit, even if they grow old. What I mean is that many poets never learn how to articulate death’s banality, one of the main subjects of “Summer Snow.”

The part of this book I keep coming back to, which won’t let go of me, is a group of six poems gathered under the header “Patches of Snow in July” that meditate on the experience of death at various life stages. With simple, descriptive titles like “Death in Infancy” and “Those Who Die in Their Twenties,” these pieces are stunned gasps of empathy, reaching far into other lives. “Almost as if one should not speak of it, / who has not, as a parent, had the shock of it. / Too late to tell them that life is a breath,” Hass writes of parents who have watched an infant die. Hass recalls meeting “a solemn and delicate little boy” who died in childhood who “had learned to look at things. / Also to treat information with great seriousness / … The hole in his heart was not what killed him; / it was the way that his lungs had to labor / because of the defect.” Of poets who die in middle age, he says, “All of them suddenly become the work / they managed to get done.” Yes, life is a breath, and what kills us is never actually what kills us, and the fabric of our days dissolves, leaving only paltry lists of achievements.

Of course I had no idea what Hass was talking about when I was 20, no idea that he had anything to offer me. But he does now, and when I return to this book in 20 years, or in 40 if I’m so lucky, it will still be waiting for me, with something new to say.

SUMMER SNOW
New Poems
By Robert Hass

NIEVE DE VERANO
Nuevos poemas
Por Robert Hass

La poesía tiene una forma de esperar a que sus lectores la alcancen. Durante mucho tiempo evité la poesía de Robert Hass. En 1997, cuando comenzaba la universidad, estaba terminando su mandato como poeta laureado de los Estados Unidos, el poeta más famoso de América. La poesía seguía siendo una revelación muy nueva y subversiva para mí: me refería a poemas que eran divertidos, cabreados y al grano, o eso pensaba. ¿Qué quería con Hass, un chico de la edad de mi padre que escribió sobre naturaleza, familia y tal vez política, temas lentos para mi mente acelerada?

Ahora, Hass tiene casi 80 años y estoy entrando en la mediana edad; Tengo dos hijos, he tenido problemas con la fortuna y la desgracia, estoy profundamente enojado y consternado por el estado de América, y descubro que los poemas de Hass se mueven exactamente a la velocidad que necesito y tienen mucho sentido. Escribe poesía para adultos y, por desgracia, me he convertido en uno.

"Summer Snow", la primera reunión de nuevos poemas de Hass desde "Los manzanos de Olema en 2010: poemas nuevos y seleccionados", es un libro que recuerda significativamente la larga vida que llevó escribirlo. Recuerda y llora a mentores y amigos perdidos, reúne décadas de recuerdos ("Esa voz, viniendo a mí / A lo largo de cuarenta años"), y se enfurece de manera silenciosa contra los hábitos de guerra de larga data de Estados Unidos ("Los drones mismos son sorprendentes" ) En casi 200 páginas de nuevos poemas, Hass se registra consigo mismo y con sus lectores, como si estuviera proporcionando una actualización pública de sus pensamientos privados en secuencias de poemas vinculados, a veces denominados "Cuadernos" o "Notas"; chats junto al fuego con títulos que le dicen exactamente de qué se tratan ("Un argumento sobre la poética imaginada en Squaw Valley después de una caminata nocturna bajo la montaña"); y un puñado de letras y canciones encantadoras ("En el sueño, la mujer en el ascensor sacó su ojo. / Era una luna en el sueño"). Es un libro grande, pero nunca se siente exhaustivo o sobrecargado. Algunos pueden encontrar que Hass se ha vuelto demasiado cómodo en su estilo efusivo y su vieja política zurda, pero para mí todo suena como dominio, como un virtuosismo singular alcanzado en un instrumento muy popular: el discurso estadounidense común.

Hass siempre ha sido un poeta parlanchín. Sus poemas operan por digresión, desviándose de temas aparentemente inocuos como la lluvia, las flores, Los Ángeles ("el lecho seco de un río antiguo / crecido de un pequeño puesto más al norte / del imperio español"), y "imágenes de mamuts lanudos y tigres con dientes de sable ". Casi sin querer, o pareciendo querer decirlo, se dirige a líneas como esta, de" A Talk at Sewanee ", un poema que consiste en una conferencia recordada (y muy probablemente adornada). por la novelista Ellen Douglas: "Es brutal, la forma en que algunos viven / Parecen funcionar y otros no". El valor y el poder de esta línea no están en su revelación de una verdad obvia, sino en la profundidad de la empatía. indicado en el tono. La crueldad irreflexiva del destino es demasiado vasta e insondable para resumir o explicar, por lo que Hass simplemente se sienta con nosotros, horrorizado, perplejo y triste, pero también no está dispuesto a dejarnos atrás o quedarse solo con todo ese peso.

Estos poemas confrontan la mortalidad, o lo que Hass llama "La vida en su exuberancia corriendo cuesta arriba hacia la muerte", en casi todas las páginas. "Summer Snow" está plagada de elegías. Es una especie de Quién es Quién de los grandes escritores que han muerto en las últimas décadas: escritores de ficción como Ellen Douglas y Ursula K. Le Guin (quien también fue poeta), y poetas como Tomaz Salamun, Stanley Kunitz y especialmente el viejo amigo de Hass, el Premio Nobel Czeslaw Milosz, cuyos poemas Hass ayudó a traducir.

La muerte es popa: menciona en un poema y de repente todo es dramático e importante, razón por la cual los poetas jóvenes vierten la muerte en sus poemas como la sal en la comida sin sabor: aumenta las apuestas muy rápido. Y no todos los poetas crecen y abandonan este hábito, incluso si envejecen. Lo que quiero decir es que muchos poetas nunca aprenden a articular la banalidad de la muerte, uno de los temas principales de "Summer Snow".

La parte de este libro a la que sigo volviendo, que no me dejará ir, es un grupo de seis poemas reunidos bajo el encabezado "Parches de nieve en julio" que meditan sobre la experiencia de la muerte en varias etapas de la vida. Con títulos simples y descriptivos como "Muerte en la infancia" y "Aquellos que mueren en sus veintes", estas piezas son boquiabiertos de empatía, que llegan hasta otras vidas. “Casi como si uno no debería hablar de eso, / quien no, como padre, tuvo la conmoción. / Demasiado tarde para decirles que la vida es un respiro ”, escribe Hass sobre los padres que han visto morir a un bebé. Hass recuerda haber conocido a "un niño pequeño solemne y delicado" que murió en la infancia y que "había aprendido a mirar las cosas". / También para tratar la información con gran seriedad / ... El agujero en su corazón no fue lo que lo mató; / fue la forma en que sus pulmones tuvieron que trabajar / debido a la defecación

De los poetas que mueren en la mediana edad, dice: "Todos de repente se convierten en el trabajo / lograron hacer". Sí, la vida es un aliento, y lo que nos mata nunca es lo que realmente nos mata, y la estructura de nuestro días se disuelve, dejando solo insignificantes listas de logros.

Por supuesto, no tenía idea de qué estaba hablando Hass cuando tenía 20 años, ni idea de que tenía algo que ofrecerme. Pero lo hace ahora, y cuando vuelva a este libro en 20 años, o en 40 si tengo tanta suerte, todavía me estará esperando, con algo nuevo que decir.

https://www.nytimes.com/2020/01/07/books/review/robert-hass-summer-snow-new-poems.html

jueves, 23 de enero de 2020

75º ANIVERSARIO DE LA LIBERACIÓN DE AUSCHWITZ. Dentro de Auschwitz. Con motivo del 75º aniversario de la liberación de Auschwitz, el autor de ‘KL’, Nikolaus Wachsmann, una monumental historia de los ‘lager’ nazis, traza el retrato de la vida y la muerte en el campo más mortífero y simbólico del Holocausto.

Solo le pido a Dios
Que el dolor no me sea indiferente
Que la reseca muerte no me encuentre
vacío y solo, sin haber hecho lo suficiente
Mercedes Sosa


"Querido lector, escribo estas palabras en mis momentos de mayor desesperación”. Así comienza un texto de Zalmen Gradowski, redactado en Auschwitz-Birkenau en la primavera de 1944 y descubierto poco después de la liberación del campo metido en una lata, cerca de los crematorios destruidos. Habían deportado a Gradowski al campo de exterminio a finales de 1942. Su esposa Sonia, su madre y sus dos hermanas murieron asesinadas al cabo de solo unas horas, junto con otros centenares más de judíos polacos que iban en el mismo tren. A Gradowski lo incluyeron en un grupo mucho más reducido, escogido para hacer trabajos forzosos, y las SS pronto lo enviaron al temido Sonderkommando: los presos que tenían que colaborar en el asesinato en masa de otros presos.

Hasta su muerte en el propio campo, Gradowski escribió en secreto la crónica de la interminable procesión de los condenados a las cámaras de gas, desde sus lágrimas cuando se desnudaban hasta las cenizas que se llevaban en carretillas. Esperaba fervientemente que algún día se encontraran sus escritos y que pudieran ayudar a las futuras generaciones a “formarse una imagen” del “infierno de Birkenau-Auschwitz”. Incluso llegó a dirigirse a esos posibles lectores y a hacer este llamamiento: “Ustedes tendrán que imaginarse la realidad”.

Auschwitz no ha caído en el olvido, como temía Gradowski. El campo más mortífero del Holocausto, en el que las SS asesinaron a casi un millón de judíos, ocupa un lugar central en la memoria colectiva. Pero el Auschwitz de la imaginación popular, muchas veces, guarda poca relación con el Auschwitz en el que vivió y murió Gradowski. Como símbolo mundial del mal, el campo se ha separado de su realidad. Las imágenes populares flotan alejadas de su contexto histórico y gravitan hacia el mito y la confusión.

¿Cómo podemos cumplir con el llamamiento de Gradowski a “imaginar la realidad” de Auschwitz? Una manera de hacer más reconocible el campo es examinar lo que el antropólogo Clifford Geertz llamó la “vida sentida”, descubrir las experiencias inmediatas de los prisioneros, los criminales y los espectadores y cómo las interpretaron ellos en su momento. Mostrar estas texturas de la vida cotidiana, lo ordinario dentro de lo extraordinario, puede desmitificar Auschwitz y hacerlo más tangible.

Los documentos contemporáneos y los testimonios posteriores están llenos de huellas de la experiencia vivida. Unas huellas tan abundantes, de hecho, que necesitamos filtrarlas, ampliar los aspectos fundamentales para verlos con más nitidez. Entre esos aspectos se encuentra el paisaje material de la persecución. Una relación más estrecha con los lugares y los espacios, con sus dimensiones emocionales y sensoriales, ayuda a hacer realidad el campo y revela elementos de la experiencia vivida que suelen permanecer ocultos en los márgenes de la visibilidad histórica, empezando por la topografía de Auschwitz.

Después de la invasión alemana de Polonia en el otoño de 1939, los oficiales de las SS empezaron a buscar enseguida sitios para un nuevo campo de concentración en el que reprimir la resistencia polaca. Se decidieron por la ciudad de Oświęcim (que los ocupantes llamaron Auschwitz), en la Alta Silesia, atraídos por las buenas comunicaciones y un enorme complejo cuartelario a las afueras que iba a ser el núcleo inicial del nuevo campo. Pero el ambiente local no era demasiado hospitalario y, en años sucesivos, los hombres de las SS se quejarían a menudo de las malas condiciones de trabajo —de los insectos y las infecciones—, de las que responsabilizaban, en su mentalidad colonial, al “primitivo Este”.

Lo que para los ocupantes era una molestia demostró ser una amenaza existencial contra los prisioneros debilitados por los malos tratos de las SS. Hambrientos y enfermos, para ellos el mundo natural era un adversario más. Cada mañana, angustiados, comprobaban cómo estaba un tiempo impredecible, porque cada estación acarreaba su propia tortura. En primavera y otoño, las lluvias copiosas y los fuertes vientos empapaban a los que trabajaban al aire libre y creaban un espeso mar de barro. “Cuando llueve, tenemos ganas de llorar”, escribió Primo Levi.

Cuando la tierra se había secado bajo el sol estival, varias secciones del campo se volvían desoladas y polvorientas. El calor aplastaba a los presos quemados por el sol, que sufrían a los mosquitos e insectos en general. Lo peor era la sed enloquecedora. Pero también tenían miedo al frío. Los finos uniformes y los barracones rudimentarios ofrecían poca protección contra la nieve y el viento helado. El invierno, sabían los presos, era la estación de las congelaciones y las amputaciones.

Mientras tanto, las SS se dedicaban a transformar el paisaje natural empleando a los presos como esclavos: plantas y árboles para embellecer los despachos de los oficiales y ocultar sus crímenes. Y esos cambios en el panorama fueron acompañados de una transformación total de entorno construido.

Los edificios y las ruinas que, junto con los 13 kilómetros de verja, componen hoy el Memorial de Auschwitz-Birkenau son los restos de lo que fue una enorme ciudad del terror. Cuando hoy visitamos el lugar, parece inmóvil y estático. Para imaginar el pasado, debemos darle vida. Hombres de las SS en bicicleta, moto y coche cruzaban el campo a todas horas. Los presos también estaban todo el tiempo de un lado para otro, y los trenes y camiones llegaban cargados de nuevos prisioneros día y noche. Además, los soldados recibían suministros, desde materiales de construcción hasta gas venenoso, y enviaban un sinnúmero de cosas, desde materiales militares fabricados por los presos hasta pertenencias de los judíos asesinados. El campo estaba en actividad constante: las personas, las mercancías y los propios espacios que recorrían. Porque Auschwitz era una enorme zona de obras.

El campo cambiaba de aspecto de un día para otro, a medida que se derribaban, se ampliaban y se construían edificios. Las nuevas estructuras, una vez terminadas, se incorporaban al tejido de la vida diaria. Los crematorios de Birkenau, construidos en 1942-1943, eran recordatorios implacables de lo que aguardaba a muchos presos seleccionados para los trabajos forzosos. Aunque pocos veían directamente los edificios, siempre los tenían presentes: los prisioneros olían la carne quemada y veían el destello rojo de noche y el humo espeso de día.

Ahora bien, las obras no solo servían para consolidar el dominio de las SS. También creaban, involuntariamente, espacios para que los prisioneros se buscaran la vida. Cuantos más contratistas civiles trabajaban en el campo, más oportunidades había de trueques y sobornos. Todo el abigarramiento y toda la agitación hacían más difícil el control, porque los obstáculos en las líneas de visión permitían llevar a cabo actividades ilegales. Los presos siempre intentaban lo que el historiador Tim Cole denominó “estrategias espaciales de supervivencia”, fijar lugares clandestinos para hablar, rezar y cocinar, e incluso para emborracharse.

Los aspectos materiales del asesinato de masas ponen de relieve la importancia de los sentidos en el campo

Para las SS, el objetivo del límite exterior era controlar a los prisioneros, además de la circulación de las mercancías y el conocimiento. Pero el hecho de que los presos trabajaran fuera hacía inevitablemente que resultara más poroso y creaba espacios de contactos clandestinos entre ellos y la población polaca. Además, los habitantes locales, esposas de los soldados, trabajadores del ferrocarril y policías alemanes transmitían noticias sobre los crímenes de las SS. Como consecuencia, pronto empezaron a extenderse por la ciudad de Auschwitz rumores y algunas pruebas. Ninguna valla podía impedir que soplaran vientos pestilentes desde Birkenau hasta la estación de tren y más allá. Un día, en algún momento después de su llegada a Auschwitz desde Berlín, una profesora alemana volvió a casa y se encontró su mesa cubierta en algo que parecía ceniza de cigarro. Su casera explicó que eran “cenizas humanas” del campo, donde estaban “otra vez quemando a algunos en el crematorio”.

Los aspectos materiales del asesinato de masas —el olor, el humo, los restos quemados— ponen de relieve la importancia de los sentidos en Auschwitz. Para los prisioneros, algunos de los cuales hablaban de cómo se les habían agudizado el olfato y el oído, los sentidos eran esenciales para su propia supervivencia. Por ejemplo, el ritmo diario del campo se medía en función de los gongs, los timbres, las sirenas y los silbatos. A falta de relojes, esos sonidos del poder de las SS eran los que marcaban el ritmo de su vida y gobernaban sus movimientos. Cualquiera que perdiera el compás estaba en peligro.

No obstante, los sentidos, pese a toda la importancia que tenían para los prisioneros, no suelen figurar en los estudios sobre Auschwitz. En los setenta, el investigador pionero sobre el Holocausto Terrence Des Pres advirtió que “tendemos a olvidar cómo olían y qué aspecto tenían los presos de los campos”. Pocos historiadores han seguido sus huellas para examinar los elementos más viscerales de la vida diaria en los campos, tal vez por miedo a empañar la dignidad de las víctimas. Pero ocultar la realidad corporal de los malos tratos de las SS no sirve más que para esterilizar los campos y santificar a las víctimas, lo que crea todavía más mitos.

Para imaginar Auschwitz, hay que imaginar una agresión constante a los sentidos. En su obra, Des Pres describía la “agresión excrementicia” de los campos, con los prisioneros y los recintos impregnados en heces y orina. Des Pres se equivocó al pensar que esta era una estrategia deliberada de las SS para degradar a los prisioneros; en realidad, la diarrea descontrolada era consecuencia de unas raciones de hambre y la superpoblación. Pero sí hizo bien en explorar los aspectos olfativos de un lugar como Auschwitz. Al fin y al cabo, los excrementos estaban en todas partes, y la diarrea —que obligaba a algunos presos a vaciar los intestinos más de 20 veces al día— humillaba y debilitaba profundamente a las víctimas.

Peligro constante de ser enviado a la cámara de gas El olor también era un fuerte indicador de las jerarquías de los prisioneros y las reforzaba todavía más. Unos pocos privilegiados tenían acceso a agua, medicinas, ropa limpia, a veces incluso perfume, que “organizaban” en los almacenes donde se guardaban las propiedades de los judíos asesinados. En cambio, los presos que ocupaban el escalón inferior eran los que desprendían el olor más penetrante, vivían con el rechazo de los demás y estaban en peligro constante de que los enviaran a la cámara de gas.

En cuanto a los guardias y sus cómplices, el olor confirmaba su imagen de los prisioneros como seres infrahumanos: peligrosos, sucios y llenos de enfermedades. Había muy pocas excepciones. Los presos que trabajaban en los despachos podían lavarse con más frecuencia y tenían mejores uniformes, para ahorrar a los jefes de las SS los olores más ofensivos y las posibles enfermedades. Pero no todos se quedaban tranquilos. El unterscharführer Bernhard Kristan, del Departamento Político, tenía terror a tocar el picaporte de un despacho en el que trabajaban judíos como administrativos, y lo abría con el codo. Es evidente que el miedo era omnipresente no solo entre los prisioneros sino también entre los oficiales.

Lo cual dirige nuestra atención hacia el rico paisaje emocional del campo, otro elemento de la experiencia vivida que sigue siendo, en gran parte, una página en blanco. Un estudio sistemático de las emociones en Auschwitz podría empezar por el concepto de “comunidades emocionales” de Barbara Rosenwein, unos grupos que distinguen los sentimientos deseables de los que no lo son y prescriben formas específicas de expresarlos. Las SS de los campos eran una comunidad emocional de ese tipo, y una de sus reglas era que el personal no debía mostrar empatía hacia los prisioneros. El desasosiego ocasional sobre la suerte de alguna víctima concreta, como un niño que lloraba, podía tolerarse en privado. Pero las manifestaciones abiertas de malestar o desolación estaban estrictamente prohibidas.

En sus memorias, el comandante de Auschwitz Rudolf Höss habla de cómo reprimía sus sentimientos de malestar durante los asesinatos. Su distorsionado ideal emocional era el del “soldado político” que actuaba con sangre fría, corazón de piedra y puño de hierro, pero sin que el sufrimiento de los prisioneros le produjese ningún placer. Desde luego, muchos de sus hombres actuaban con furia. Algunos hacían despliegues teatrales de odio para avanzar en sus carreras, en espacios que pronto pasaron a estar asociados con la violencia más extrema, como la plaza en la que se pasaba lista.

Compleja vida emocional
Toda esta violencia de las SS establecía normas emocionales para los presos. Estos aprendieron pronto que cualquiera que destacara se convertía en un blanco. Por consiguiente, cualquier expresión de las emociones se volvía peligrosa, porque un gesto de ira o angustia podía llamar la atención. Así que, en sus momentos de contacto con los guardias, los presos trataban de permanecer impasibles. Una judía que estaba trabajado de administrativa y tramitaba los certificados de defunción en Auschwitz se encontró con la documentación de la muerte de su hermano, y entonces se derrumbó y se echó a llorar con el rostro en las manos. Pero entonces oyó voces de soldados en el despacho de al lado, e hizo todo lo que pudo para calmarse. “Dejó de llorar”, recordaba una amiga. “La única huella de su dolor eran los ojos rojos y los temblores que estremecían su cuerpo”. Aun así, el control de las SS no hizo de víctimas como ella “espantosas marionetas de rostro humano”, como sugería Hannah Arendt. Al contrario, los testimonios de los prisioneros dan fe de la compleja vida emocional en Auschwitz, llena de vergüenza y envidia, amistad y amor.

En su ruego desesperado, escrito frente a una muerte casi segura, Zalmen Gradowski nos pide que hagamos algo imposible: imaginar todo el horror de Auschwitz. Auschwitz, en su totalidad, está fuera del alcance de nuestra imaginación. Pero debemos intentarlo. Si no, el vacío resultante seguirá llenándose de mitos. Para parafrasear a Tony Judt: dado que no es posible recordar Auschwitz exactamente como era, existe el peligro de recordarlo como no era. Y una forma de comprender mejor la experiencia del campo es prestar más atención a sus aspectos espaciales, sensoriales y emocionales y a cómo se entrecruzaban. Entonces, hasta los espacios más pequeños pueden revelar muchas cosas.

Pensemos en el dormitorio, que tanta importancia tenía en las vidas de los prisioneros pero tan poco interés académico ha suscitado. Los presos que regresaban a su barracón habían sobrevivido a otro día. Pero no era frecuente que pudieran descansar. Apiñados en unos espacios asfixiantes, muchos temían que llegara la noche. Los colchones estaban llenos de pulgas y las riñas los mantenían despiertos, igual que la peste que emanaba de los cubos. Todas las emociones y sensaciones vinculadas a las literas nos recuerdan que la agonía de Auschwitz era constante, interminable, una hora tras otra.

Aun así, para algunos presos, las literas también suponían un poco de calor. Para Zalmen Gradowski, era un lugar en el que el dolor podía disolverse a veces en sueños breves y felices, repletos de dulces sensaciones, aunque eso hacía que el despertar fuera todavía más aterrador. Semidormido, escribe Gradowski, un prisionero podía ver los rostros de sus seres queridos, oír su risa y sentir su toque de cariño. Pero entonces se daba cuenta, con un miedo insondable, de dónde estaba y de que su familia había desaparecido hacía mucho tiempo. “Ah, ¿por qué, con qué propósito le había despertado el gong? Ojalá pudiera quedarse en ese idílico sueño eternamente, siempre dormido. Entonces moriría feliz”.

Nikolaus Wachsmann es profesor de historia en el Birkbeck College de Londres y autor de ‘KL. Historia de los campos de concentración nazis’ (Crítica).

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

https://elpais.com/cultura/2020/01/16/babelia/1579187825_659462.html?rel=lom

miércoles, 22 de enero de 2020

TOPO EXPRESS. La verdadera razón por la cual EE.UU. utilizó armas nucleares contra Japón. Mundo, Política 6 agosto, 2019 Washington’s blog

Como a todos los estadounidenses, me enseñaron que EE.UU. lanzó bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki para terminar la Segunda Guerra Mundial y salvar vidas estadounidenses y japonesas.

Sin embargo, la mayoría de los altos oficiales militares estadounidenses de la época dijeron otra cosa.

El grupo de Estudio de Bombardeo Estratégico de EE.UU., asignado por el presidente Truman para estudiar los ataques aéreos contra Japón, produjo un informe en julio que concluyó(52-56):

Sobre la base de una detallada investigación de todos los hechos y con el apoyo del testimonio de los dirigentes japoneses involucrados, el Estudio opina que Japón se habría rendido ciertamente antes del 31 de diciembre de 1945 y con toda probabilidad antes del 1 de noviembre de 1945 incluso si las bombas atómicas no se hubieran lanzado, incluso si Rusia no hubiera entrado a la guerra, e incluso si no se hubiera planificado o contemplado ninguna invasión. (1)

El general (y después presidente) Dwight Eisenhower -entonces comandante supremo de todas las Fuerzas Aliadas, y el oficial que creó la mayor parte de los planes militares de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial para Europa y Japón– dijo:

Los japoneses estaban dispuestos a rendirse y no era necesario atacarlos con esa cosa horrible. (2)

Eisenhower también señaló (pg. 380)

En [julio de] 1945… el secretario de Guerra Stimson, en visita a mi oficina central en Alemania, me informó de que nuestro gobierno se preparaba para lanzar una bomba atómica sobre Japón. Yo era uno de los que pensaban que había una serie de razones convincentes para cuestionar la inteligencia de un acto semejante… el secretario, después de darme la noticia del exitoso ensayo de la bomba en Nuevo México, y del plan de utilizarla, me pidió mi reacción, esperando al parecer una enérgica aprobación.

Durante su relato de los hechos relevantes, había sido consciente de un sentimiento de depresión y por lo tanto le expresé mis graves aprensiones, primero sobre la base de mi creencia en que Japón ya estaba derrotado y que el lanzamiento de la bomba era totalmente innecesario, y en segundo lugar porque pensaba que nuestro país debía evitar horrorizar a la opinión mundial debido al uso de un arma cuyo empleo, pensaba, ya no era indispensable como medida para salvar vidas estadounidenses. Pensaba que Japón estaba, en ese mismo momento, buscando alguna forma de rendirse con la menor pérdida de prestigio. El secretario se mostró profundamente perturbado por mi actitud… (3)

El almirante William Leahy –el miembro de más alta graduación de las fuerzas armadas de EE.UU. desde 1942 hasta su retiro en 1949, quien fue el primer jefe de facto del Estado Mayor Conjunto y que estaba al centro de todas las principales decisiones militares de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial– escribió (pg. 441):

En mi opinión el uso de esa cruel arma en Hiroshima y Nagasaki no fue una ayuda material en nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban derrotados y se disponían a rendirse debido al efectivo bloqueo marítimo y los exitosos bombardeos con armas convencionales.

Las posibilidades letales de la guerra atómica en el futuro son aterradoras. Mi propio sentimiento era que al ser los primeros en utilizarla, habíamos adoptado un estándar ético común a los bárbaros de la Alta Edad Media. No me enseñaron a hacer la guerra de esa manera, las guerras no se pueden ganar destruyendo a mujeres y niños. (4)

El general Douglas MacArthur estuvo de acuerdo (pg. 65, 70-71):

Los puntos de vista de MacArthur respecto a la decisión de lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki fueron totalmente diferentes de lo que supuso el público en general… Cuando pregunté al general MacArthur sobre la decisión de lanzar la bomba, me sorprendió escuchar que ni siquiera le habían consultado. ¿Cuál habría sido su consejo?, le pregunté. Respondió que no veía ninguna justificación militar para lanzar la bomba. La guerra podría haber terminado semanas antes, dijo, si EE.UU. hubiera aceptado, como en todo caso lo hizo posteriormente, que se conservara la institución del emperador. (5)

Además (pg. 512):

La declaración de Potsdam, en julio, exigió que Japón se rindiera incondicionalmente o se enfrentaría a ‘una rápida y total destrucción’. MacArthur se escandalizó. Sabía que los japoneses jamás renunciarían a su emperador y que sin él, en cualquier caso, sería imposible una transición ordenada a la paz, porque su pueblo no se sometería jamás a la ocupación aliada a menos que el emperador lo ordenara. Irónicamente, cuando tuvo lugar la rendición, fue condicional, y la condición fue la continuación del reino imperial. Si se hubiera seguido el consejo del general, es posible que el recurso a las armas atómicas en Hiroshima y Nagasaki hubiera sido innecesario. (6)

Del mismo modo, el secretario adjunto de Guerra, John McLoy señaló (pg. 500):

Siempre he pensado que nuestro ultimátum al gobierno japonés emitido desde Potsdam [en julio de 1945] lo habría aceptado, si nos hubiésemos referido al mantenimiento del emperador como monarca constitucional y hubiésemos hecho alguna referencia al acceso razonable a materias primas de futuro gobierno japonés. Por cierto, creo que incluso en la forma en la que se dio dicho ultimátum había una cierta disposición por parte de los japoneses a considerarlo de manera favorable. Cuando terminó la guerra llegué a esta conclusión después de hablar con una serie de funcionarios japoneses que habían estado íntimamente asociados con la decisión del gobierno japonés de entonces de rechazar el ultimátum tal como se presentó. Creo que perdimos la oportunidad de lograr una rendición japonesa, completamente satisfactoria para nosotros, sin necesidad de lanzar las bombas. (7)

El subsecretario de la Armada, Ralph Bird, dijo:

Pienso que los japoneses querían la paz y ya habían contactado a los rusos y creo que a los suizos. Y esa sugerencia de [dar] una advertencia [de la bomba atómica] fue una propuesta que les habría permitido salvar las apariencias y la habrían aceptado de buena gana. (…)

A mi juicio, la guerra japonesa ya estaba ganada antes de que utilizásemos la bomba atómica. Por lo tanto, no habría sido necesario que reveláramos nuestra posición nuclear y estimular a los rusos a desarrollar lo mismo mucho más rápido de lo que lo hubieran hecho si no hubiésemos lanzado la bomba. (8)

También señaló (pg. 144-145, 324):

Me pareció que los japoneses estaban cada vez más débiles. Rodeados por la armada, no podían recibir ninguna importación ni podían exportar nada. Naturalmente, a medida que pasaba el tiempo y la guerra se desarrollaba a nuestro favor era bastante lógico esperar que con el tipo adecuado de advertencia los japoneses estuvieran en una posición para hacer la paz, lo que habría hecho que fuera innecesario lanzar la bomba y tuviésemos que hacer que participara Rusia. (9)

El general Curtis LeMay, el duro “halcón” de la Fuerza Aérea del Ejército, declaró públicamente poco antes del lanzamiento de las bombas nucleares sobre Japón:

La guerra habría terminado en dos semanas… La bomba atómica no tuvo absolutamente nada que ver con el fin de la guerra. (10)

El vicepresidente del Estudio de Bombardeo de EE.UU., Paul Nitze, escribió (pg. 36-37, 44-45):

Llegué a la conclusión de que incluso sin la bomba atómica, era probable que Japón se rindiera en cosa de meses. Mi propio punto de vista era que Japón capitularía en noviembre de 1945. (…)

Incluso sin los ataques a Hiroshima y Nagasaki parecía muy poco probable, en vista de lo que establecimos que era el estado de ánimo del gobierno japonés, que fuera necesaria una invasión estadounidense de las islas [programada para el 1 de noviembre de 1945]. (11)

El director adjunto de la Oficina de Inteligencia Naval, Ellis Zacharias, escribió:

Precisamente cuando los japoneses estaban dispuestos a capitular, seguimos adelante e introdujimos en el mundo el arma más devastadora que había visto, y en efecto dimos el visto bueno a Rusia para que se extendiera sobre Asia Oriental.

Washington decidió que Japón había tenido su oportunidad y que era hora de utilizar la bomba atómica.

Sugiero que fue la decisión equivocada. Fue un error por motivos estratégicos. Y fue un error por motivos humanitarios. (12)

El brigadier General Carter Clarke –el oficial de inteligencia militar a cargo de preparar los resúmenes de los cables japoneses interceptados para el presidente Truman y sus consejeros– dijo: (pg. 359):

Cuando no necesitábamos hacerlo, y sabíamos que no necesitábamos hacerlo y ellos sabían que no necesitábamos hacerlo, los utilizamos como un experimento para dos bombas atómicas. (13)

Muchos otros altos oficiales militares estuvieron de acuerdo. Por ejemplo:

El comandante en jefe de la Armada de EE.UU. y jefe de Operaciones Navales, Ernest J. King, declaró que el bloqueo naval y el bombardeo anterior en Japón en marzo de 1945, habían incapacitado a los japoneses y que el uso de la bomba atómica fue innecesario e inmoral. También, se informó de que el almirante de la Flota Chester W. Nimitz dijo en una conferencia de prensa el 22 de septiembre de 1945 que “el almirante aprovechó la oportunidad para sumar su voz a las de los que insistían en que Japón estaba derrotado antes del bombardeo atómico y del ingreso de Rusia a la guerra”. En un discurso subsiguiente en el Monumento Washington el 5 de octubre de 1945, el almirante Nimitz declaró: “Los japoneses, de hecho, habían pedido la paz antes de que se anunciara al mundo la era atómica con la destrucción de Hiroshima y antes de la entrada de Rusia a la guerra”. También se supo que el 20 de julio de 1945, o cerca de esa fecha, el general Eisenhower había instado a Truman, en una visita personal, a que no utilizara la bomba atómica. La evaluación de Eisenhower era que “No era necesario atacarlos con esa cosa espantosa… utilizar la bomba atómica para matar y aterrorizar a civiles, sin intentar siquiera [negociaciones] fue un doble crimen”. Eisenhower también declaró que no era necesario que Truman “sucumbiera” ante el [ínfimo puñado de personas que presionaban al presidente para que lanzara bombas atómicas en Japón]. (14)

Los oficiales británicos pensaban lo mismo. Por ejemplo Sir Hastings Ismay, general y jefe de Estado Mayor del ministerio británico de Defensa, dijo al primer ministro Churchill que “si Rusia entrara a la guerra contra Japón, los japoneses probablemente desearían salir bajo casi cualquier condición que no sea el destronamiento del emperador”.

Al oír que la prueba atómica fue exitosa, la reacción privada de Ismay fue de “repulsión”.

¿Por qué se lanzaron las bombas en ciudades pobladas y sin valor militar?

Incluso los oficiales militares que estaban a favor del uso de armas nucleares preferían que se utilizaran en áreas no pobladas u objetivos militares japoneses… no en las ciudades.

Por ejemplo el asistente especial del secretario de la Armada, Lewis Strauss, sugirió a su jefe, James Forrestal, que bastaría una demostración no letal de armas atómicas para convencer a los japoneses de que se rindieran… y el secretario de la Armada estuvo de acuerdo. (pg. 145, 325):

Sugerí al secretario Forrestal que se hiciese una demostración del arma antes de utilizarla. En primer lugar porque era obvio para un número de personas, incluyéndome a mí, que la guerra casi había terminado. Los japoneses estaban prácticamente listos para capitular… mi propuesta al secretario fue que se debía hacer la demostración del arma en un área accesible a observadores japoneses y donde sus efectos serían dramáticos. Recuerdo haber sugerido que un sitio adecuado para una demostración de ese tipo sería un gran bosque de cedros japoneses no lejos de Tokio. El cedro japonés es la versión japonesa de nuestra secoya… Supuse que una bomba detonada a una altura adecuada sobre un bosque semejante… esparciría los árboles desde el centro de la explosión en todas direcciones como si fueran fósforos y por supuesto les prendería fuego en el centro. Pensaba que una demostración de este tipo demostraría a los japoneses que podíamos destruir a voluntad cualquiera de sus ciudades… El secretario Forrestal estuvo completamente de acuerdo con la recomendación…

(…) Me parecía que no era necesaria un arma semejante para acabar con la guerra, y que una vez que se utilizase se incorporaría a los armamentos del mundo… (15)

El general George Marshall estuvo de acuerdo:

Algunos documentos contemporáneos muestran que Marshall pensaba que “esas armas se podrían utilizar primero contra objetivos militares propiamente tales como una gran instalación naval y entonces, si no se lograba un resultado total con su efecto, pensaba que deberíamos determinar una serie grandes áreas manufactureras en las que se avisaría a la gente de que se fuera y advirtiendo a los japoneses de que teníamos la intención de destruir esos centros…”

Como sugiere el documento sobre los puntos de vista de Marshall, la pregunta de si se justificaba el uso de la bomba atómica se concentra… en si las bombas tenían que usarse contra un objetivo mayormente civil en lugar de un objetivo estrictamente militar, lo que en los hechos era la alternativa explícita, ya que aunque había soldados japoneses en las ciudades, los planificadores estadounidenses no consideraban vitales a Hiroshima ni Nagasaki desde el punto de vista militar. (Es uno de los motivos por los que hasta entonces no se había bombardeado con fuerza a ninguna de ellas). Además los ataques [en Hiroshima y Nagasaki] apuntaban explícitamente a instalaciones no militares rodeadas de viviendas de trabajadores. (16)

Los historiadores están de acuerdo en que la bomba no era necesaria

Los historiadores están de acuerdo en que no era necesario utilizar bombas nucleares para detener la guerra o salvar vidas.

Como señala el historiador Doug Long:

El historiador de la Comisión Reguladora Nuclear de EE.UU., J. Samuel Walker, ha estudiado la historia de la investigación sobre la decisión de utilizar armas nucleares en Japón. En su conclusión escribe: “El consenso entre los expertos es que la bomba no era necesaria para evitar una invasión de Japón y terminar la guerra dentro de un plazo relativamente corto. Es obvio que existían alternativas a la bomba y que Truman y sus consejeros lo sabían”. (17)

Los políticos estaban de acuerdo

Muchos políticos de alto nivel estaban de acuerdo. Por ejemplo, Herbert Hoover dijo, (pg. 142):

Los japoneses estaban dispuestos a negociar definitivamente desde febrero de 1945… hasta que se lanzaron las bombas atómicas, … si se hubieran tenido en cuenta esas señales no habría habido ocasión alguna para lanzar las bombas [atómicas]. (18)

El subsecretario de Estado, Joseph Grew, señaló (pg. 29-32):

A la luz de la evidencia disponible otras personas y yo pensábamos que si una declaración tan categórica sobre [el mantenimiento de] la dinastía se hubiera emitido en mayo de 1945, los elementos favorables a la rendición en el gobierno [japonés] podrían haber obtenido a través de una declaración semejante una razón válida y la fuerza necesaria para llegar a una decisión claramente definida.

Si la rendición hubiera tenido lugar en mayo de 1945, o incluso en junio o julio, antes de la entrada de la Rusia soviética en la guerra [en el Pacífico] y del uso de la bomba atómica, el ganador habría sido el mundo. (19)

¿Entonces por qué se lanzaron las bombas atómicas en Japón?

Si el lanzamiento de bombas nucleares no era necesario para acabar la guerra o salvar vidas, ¿por qué se tomó la decisión de lanzarlas? ¿Especialmente a pesar de las objeciones de tantos altos personajes militares y políticos?

Una teoría es que a los científicos les gusta jugar con sus juguetes:

El 9 de septiembre de 1945 se citó ampliamente en público al almirante William F. Halsey, comandante de la Tercera Flota, declarando que la bomba atómica se usó porque los científicos tenían un “juguete y querían probarlo…” Además señaló: “La primera bomba atómica fue un experimento innecesario… Fue un error lanzarla”. (20)

Sin embargo, la mayoría de los científicos del Proyecto Manhattan que desarrollaron la bomba atómica se oponían a utilizarla en Japón.

Albert Einstein –un importante catalizador del desarrollo de la bomba atómica (pero que no estaba directamente conectado con el Proyecto Manhattan)– dijo algo diferente:

“La mayoría de los científicos se opuso a usar de repente la bomba atómica”. Según Einstein, el lanzamiento de la bomba fue una decisión política-diplomática más que una decisión militar o científica. (21)

Por cierto, algunos de los científicos del Proyecto Manhattan escribieron directamente al secretario de Defensa en 1945 para intentar disuadirlo de lanzar la bomba:

Creemos que estas consideraciones hacen que el uso de bombas nucleares en un anticipado y no anunciado ataque a Japón no sea aconsejable. Si EE.UU. fuera el primero en introducir este nuevo medio de destrucción indiscriminada a la humanidad, sacrificaría el apoyo público en todo el mundo, precipitaría la carrera armamentista, y perjudicaría la posibilidad de lograr un acuerdo internacional sobre el control futuro de tales armas. (22) (23)

Los científicos cuestionaron la capacidad de destruir ciudades japonesas con bombas atómicas para lograr la rendición cuando la destrucción de las ciudades con bombas convencionales no lo había hecho y –como algunos de los oficiales militares antes mencionados– recomendó una demostración de la bomba atómica en Japón en un área deshabitada.

¿La verdadera explicación?

History.com señala:

A lo largo de los años desde el lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre Japón, una serie de historiadores han sugerido que las armas tenían un doble objetivo… Se ha sugerido que el segundo objetivo era hacer una demostración de la nueva arma de destrucción masiva a la Unión Soviética. En agosto de 1945, las relaciones con la Unión Soviética se habían deteriorado considerablemente. La Conferencia de Potsdam entre el presidente de EE.UU., Harry S. Truman, el líder ruso José Stalin y Winston Churchill (antes de ser reemplazado por Clement Attlee) terminó solo cuatro días antes del bombardeo de Hiroshima. La reunión estuvo marcada por recriminaciones y sospechas entre estadounidenses y soviéticos. Los ejércitos rusos ocupaban la mayor parte de Europa Oriental. Truman y muchos de sus consejeros esperaban que el monopolio atómico de EE.UU. ayudase a presionar diplomáticamente a los soviéticos. De esta manera, el lanzamiento de la bomba atómica en Japón se puede ver como el primer disparo de la Guerra Fría. (24)

New Scientist informó en 2005:

La decisión de EE.UU. de lanzar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, tenía el propósito de comenzar la Guerra Fría más que de terminar la Segunda Guerra Mundial, según dos historiadores nucleares que dicen que tienen nueva evidencia que respalda la controvertida teoría.

Dicen que el objetivo de una reacción de fisión en varios kilógramos de uranio y plutonio y de la matanza de más de 200.000 personas hace 60 años, fue más impresionar a la Unión Soviética que doblegar a Japón. Y el presidente de EE.UU. que tomó la decisión, Harry Truman, fue el culpable, agregan.

“Sabía que estaba iniciando el proceso de aniquilación de la especie”, dice Peter Kuznick, director del Instituto de Estudios Nucleares en la American University en Washington DC, US. “No fue solo un crimen de guerra, fue un crimen contra la humanidad.”(…)

[La explicación convencional del uso de las bombas para terminar la guerra y salvar vidas] es cuestionada por Kuznick y Mark Selden, un historiador de la Universidad Cornell en Ithaca, Nueva York, EE.UU.

(…) Nuevos estudios de los archivos diplomáticos estadounidenses, japoneses y soviéticos sugieren que el principal motivo de Truman fue limitar la expansión soviética en Asia, afirma Kuznick. Japón se rindió porque la Unión Soviética inició una invasión unos días después del bombardeo de Hiroshima, no debido a las bombas atómicas en sí, dice.

Según un informe de Walter Brown, asistente del secretario de Estado de EE.UU. de la época, James Byrnes, tres días antes del lanzamiento de la bomba en Hiroshima, en una reunión Truman reconoció que Japón “busca la paz”. Sus generales del ejército, Douglas Macarthur y Dwight Eisenhower, y su jefe de Estado Mayor naval William Leahy, dijeron a Truman que no existía ninguna necesidad militar de utilizar la bomba.

“Impresionar a Rusia era más importante que terminar la guerra en Japón”, dice Selden. (25)

John Pilger señala:

El secretario de Guerra de EE.UU., Henry Stimson, dijo al presidente Truman que “temía” que la fuerza aérea de EE.UU. hubiera bombardeado tanto a Japón que la nueva arma no podría “mostrar su fuerza”. Más adelante admitió que “no se hizo ningún esfuerzo, y ninguno se consideró seriamente, para lograr simplemente la rendición con el fin de no tener que usar la bomba”. Sus colegas de la política exterior estaban ansiosos “de intimidar a los rusos con la bomba en lugar de portarla ostentosamente”. El general Leslie Groves, director del Manhattan Project, testificó: “Nunca pensé en que Rusia era nuestro enemigo y que el proyecto se llevó a cabo sobre esa base”. Al día siguiente de la destrucción de Hiroshima, el presidente Truman expresó su satisfacción por el “abrumador éxito del experimento”. (26)

Dejamos la última palabra al profesor de economía política de la Universidad de Maryland, exdirector legislativo en la Cámara de Representantes y el Senado de EE.UU. y asistente especial en el Departamento de Estado, Gar Alperovitz:

Aunque la mayoría de los estadounidenses lo ignora, cada vez más historiadores reconocen ahora que EE.UU. no tuvo necesidad de utilizar la bomba atómica para terminar la guerra contra Japón en 1945. Además, esta opinión esencial fue expresada por mayoría de los máximos dirigentes militares estadounidenses en las tres ramas de las fuerzas armadas en los años posteriores a la guerra: Ejército, Armada, y Fuerza Aérea del Ejército. Tampoco fue la opinión de “liberales”, como se piensa a veces en la actualidad. En los hechos, destacados conservadores fueron mucho más sinceros en el cuestionamiento de la decisión como injustificada e inmoral que los liberales estadounidenses en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

(…) En lugar de permitir otras opciones para terminar la guerra, como que los soviéticos atacaran Japón con fuerzas terrestres, EE.UU. se apresuró a utilizar dos bombas atómicas en torno a la fecha del 8 de agosto en la que estaba programado un ataque soviético: Hiroshima el 6 de agosto y Nagasaki el 9 de agosto. La oportunidad en sí ha provocado obviamente preguntas entre numerosos historiadores. La evidencia disponible, aunque no concluyente, sugiere fuertemente que en parte las bombas pudieron utilizarse porque los dirigentes estadounidenses “prefirieron” –como dice el historiador premiado con el Premio Pulitzer, Martin Sherwin– terminar la guerra con las bombas en lugar del ataque soviético. Parece que es probable que también fuera un factor significativo el intento de impresionar a los soviéticos en las primeras fintas diplomáticas que finalmente llevaron a la Guerra Fría.

(…) La perspectiva más esclarecedora, sin embargo, proviene de altos dirigentes militares estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial. La creencia generalmente aceptada de que la bomba atómica salvó un millón de vidas está tan generalizada que… la mayoría de los estadounidenses ni siquiera se han detenido a considerar algo bastante impactante para cualquiera que se haya preocupado seriamente del tema: La mayoría de los máximos dirigentes militares de EE.UU. no solo pensaba que los bombardeos eran innecesarios e injustificados, muchos se sintieron ofendidos moralmente por lo que consideraron como la destrucción innecesarias de ciudades japonesas y esencialmente de poblaciones no combatientes. Además, hablaron del tema de un modo bastante abierto y público.

(…) Poco antes de su muerte el general George C. Marshall defendió tranquilamente la decisión, pero en general consta que dijo repetidamente que no fue una decisión militar sino política. (27)

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-verdadera-razon-por-la-cual-ee-uu-utilizo-armas-nucleares-contra-japon/

martes, 21 de enero de 2020

Somos capaces de crear nuevas neuronas a cualquier edad con un sencillo ejercicio (que está en tus manos) Ponte las zapatillas de deporte, tu cerebro lo agradecerá

Somos capaces de crear nuevas neuronas, incluso de adultos. Este hallazgo es relativamente nuevo, porque se pensaba que se nacía con un determinado “banco de neuronas” que iba menguando con el paso del tiempo, pero que no era posible renovar ni ampliar. Sin embargo, los últimos hallazgos en neurociencia desmontan esta creencia. El cerebro es plástico: es posible crear conexiones diferentes e incluso en algunas zonas, como es el hipocampo, se puede conseguir que nazcan nuevas neuronas, según explica el profesor Terry Sejnowski, de The Salk Institute for Biological Studies. Hay margen de maniobra con independencia de la edad.

El hipocampo tiene forma de caballito de mar y es uno de los responsables de nuestra memoria y de nuestra capacidad espacial. Las investigaciones sobre esta zona del cerebro comenzaron con ratas a las que se mostraban varias imágenes que tenían que aprender a diferenciar. Cuando los roedores lo lograban se observó que en su hipocampo se habían generado nuevas neuronas. Pero si el animal dejaba de hacer el ejercicio, las neuronas jóvenes desaparecían. Si retomaba la actividad volvían a aparecer, es decir: la práctica repetida ayuda a que se generen nuevas neuronas en el hipocampo. En el caso de los humanos, si hubiera que decidir qué actividad nos permite realmente mantener joven el cerebro, Sejnowski no lo duda. El deporte es el mejor tratamiento antiedad para la masa gris.

Se sabía que practicar deporte es una manera de cuidar el cuerpo y reducir el estrés gracias a los bailes hormonales que se activan de dopamina, serotonina y noradrenalina. Pero investigaciones más recientes demuestran que el ejercicio físico mejora también la secreción del factor neurotrófico cerebral (que influye positivamente en la memoria y en un estado de ánimo más positivo) y permite que nazcan nuevas neuronas en nuestro hipocampo. A pesar de sus ventajas, no parece que exista demasiada conciencia del vínculo entre aprendizaje y deporte. Pero educar en el deporte a niños y adultos no solo ayuda a mantener la salud corporal, sino también a que el cerebro se mantenga más joven y con capacidad para generar neuronas. Como resume Sejnowski, “el gimnasio y el recreo son las partes más importantes del plan de estudios”.

Los expertos sugieren que es precios practicar ejercicio tres veces por semana con una duración mínima de 30 minutos. Vale por ello la pena buscar un ejercicio amable, un grupo de amigos y ponerse las zapatillas deportivas. El hipocampo lo agradecerá.

https://elpais.com/elpais/2018/10/27/laboratorio_de_felicidad/1540643073_895649.html?rel=lom

lunes, 20 de enero de 2020

El reloj viejo del abuelo

Esta sencilla historia enseña una gran lección.

El texto es de Esteban (Gutenberg).

Hace poco leí una historia que decía algo así:
Un día, un padre llamó a su hijo y le mostró un reloj viejo mientras que le decía:

"Este es un reloj que me dio tu abuelo y tiene más de 200 años, pero antes de dártelo, ve a la tienda de relojes en la primera calle.

Dile que quiero vender este reloj y pregúntale cuánto nos daría por él."

El hijo fue a preguntar y regresó al poco tiempo:
"Papá, el relojero me dijo que me daría 5 dólares porque el reloj está viejo."
El padre le dijo:
"Ve a la casa de empeño y pregúntales cuánto te darían por él."

El hijo nuevamente fue a preguntar y regresó contento:
"Me dicen en la casa de empeño que me darían 10 dólares, ¿está bien, no?"

El padre replicó:
"Ahora ve al museo y enséñales ese reloj."
Tras un rato, el hijo volvió impactado y lleno de emoción:
"¡Papá, me ofrecieron un millón de dólares por este reloj!"
El padre le contestó:
"Aprende la siguiente lección hijo:
El lugar correcto te valorará de la forma correcta, no te vayas a lugares en los que no te valoren y te enojes porque no lo hacen.
Quien conoce tu valor es quien te aprecia, no te quedes en un lugar que no te corresponde."
Interesante historia, ¿cierto?
¿Estás en el lugar correcto?
Te lo dejo para que lo pienses.
Esteban (Gutenberg)

http://reflexioneseducativa.blogspot.com/

domingo, 19 de enero de 2020

A Hitler le sentó mal la cerveza

Un relato apasionante del fracasado ‘putsch’ de 1923 y el juicio al líder nazi encabeza las novedades del género, que incluyen libros sobre las cruzadas, las aves, el deseo, el Himalaya o las memorias de Snowden

En estos días tan pendientes de una sentencia la casualidad quiere que uno de los libros más atractivos de la nueva temporada en el género del ensayo sea sobre un juicio. En El juicio de Adolf Hitler (Seix Barral), David King, autor estadounidense con una vigorosa capacidad de inyectar emoción a la historia —en Death in the city of light reconstruyó sensacionalmente la vida del doctor Marcel Peliot, asesino en serie en París bajo la ocupación alemana—, relata el fracasado Putsch de Múnich (o de la cervecería) de 1923, con el que los nazis buscaron un atajo hacia el poder, y el juicio posterior que hubieron de arrostrar el vocinglero excabo y sus compañeros de aventura.

El golpe se inició en la Bürgerbräukeller, famosa cervecería en la que corría la espuma mezclada con la política y los golpes bajos, con Hitler al frente de sus tropas de asalto proclamando una revolución nacional contra los “criminales de noviembre”, el Gobierno de la República de Weimar. King nos lleva al corazón de los acontecimientos, nos describe como si lo viéramos a Hitler estampando su jarra de cerveza contra el suelo, desenfundando su pistola Browning y disparando al aire. “Estaba sudando a mares. Parecía un loco o un borracho, o tal vez ambas cosas”.

Alternando documentación histórica con un relato vertiginoso de los acontecimientos basado en los testimonios, el autor nos sumerge en esa noche abracadabrante del golpe (¡hay que ver cómo la cuenta!), que en algunos de sus episodios recuerda a la atmósfera del 23-F —doy fe—, aunque en el putsch muniqués hubo muertos, veinte, y más de cien heridos. King se acoge a la opinión de que el juicio posterior a Hitler, que sigue en su libro pormenorizadamente y con la misma intensidad periodística, fue el más importante del siglo XX y allanó el camino a su régimen criminal (de una posible sentencia a cadena perpetua por alta traición se libró con cinco años de cárcel de los que cumplió solo nueve meses, que aprovechó para escribir ese best seller del odio que fue Mein Kampf).

El juicio de Adolf Hitler no es el único ensayo que llega sobre el nazismo, un tema que no pasa de moda, tal y como está el patio. En octubre Crítica publicará El Tercer Reich, del prestigioso historiador estadounidense especialista en el tema Thomas Childers, una “nueva obra definitiva” sobre la Alemania nazi, mientras que Ático de los libros propone Normandía 44, el Día D y la batalla por Francia, nueva entrega sobre la Segunda Guerra Mundial de James Holland, otro autor que sabe sacar punta a la historia de la época y que ya nos enganchó a los lectores con las anteriores El auge de Alemania y El contraataque Aliado. Muy interesante también, en la misma editorial, Viajeros en el Tercer Reich, de Julia Boyd, que recoge narraciones, diarios y correspondencia inédita de extranjeros que vivían o viajaban con frecuencia a Alemania entre 1919 y 1945, durante la República de Weimar, el ascenso de los nazis y la guerra, como Isherwood, Auden, Nancy Mitford o Francis Bacon. A destacar asimismo una tan original como útil Historia visual de la Segunda Guerra Mundial (Crítica), una extraordinaria obra de infografía en la que se puede comparar de un vistazo el tamaño de los ejércitos involucrados, o contabilizar las pérdidas de aviones aliados sobre el cielo de Alemania y la producción de esta de cazas nocturnos. Es destacable asimismo la biografía de Churchill (en Crítica), con nueva documentación y una perspectiva integral del personaje (marido y padre cariñoso, deportista (!), pintor, coleccionista de mariposas y “hombre de lágrima fácil”) del historiador militar británico Andrew Roberts, autor de buenísimos libros sobre Napoleón, Waterloo o el Somme.

Pasando a la antigüedad, encontramos títulos de lo más sugerente: República mortal, como cayó Roma en la tiranía, de Edward J. Watts (Galaxia Gutenberg), una panorámica del drama de la marcha de los romanos hacia la autocracia; Una nueva historia del mundo clásico (Crítica), del catedrático británico de la materia y presentador de documentales de arqueología en la BBC Tony Spawforth, que reivindica empeñada y hermosamente la civilización de los griegos y los romanos sin negar, y esta es su gracia, las características inquietantes de ambas sociedades; y La ruta del conocimiento (Taurus), de la historiadora de Oxford Violet Moller, que explica cómo se salvaron los saberes del mundo clásico tras la destrucción provocada después del fin del paganismo y la caída de Roma. Moller rastrea como ejemplo los caminos que siguieron tres manuscritos cruciales con las ideas de Euclides, Galeno y Ptolomeo. También de la Edad Media hay novedad: Las cruzadas (Ático de los libros), de Thomas Asbridge, recorre los dos siglos de sangrientas contiendas en Tierra Santa desde los dos puntos de vista, el cristiano y el musulmán, con especial énfasis en la Tercera Cruzada.

Tres autores ya bien conocidos de los lectores en el campo de la historia como son Simon Sebag Montefiore, Peter Frankopan y Jared Diamond, traen interesantes obras este arranque de temporada. El primero, celebrado autor de Los Romanov, publica en octubre en Crítica Escrito en la historia, las cartas que cambiaron el mundo, con una selección de grandes misivas de todo tipo, personales y oficiales, con autores como Napoleón, Gandhi, Enrique VIII o Picasso, algunas capaces de esclarecer hechos y personalidades, y de emocionar, como la última de sir Walter Raleigh a su mujer, Lady Elizabeth, Besse, antes de ser decapitado (pidió al verdugo que le enseñara el hacha y dijo aquello de “es una medicina afilada, pero cura todos los males”). En la carta anima a su mujer a no guardarle demasiado luto pues “ya no soy más que polvo” y contiene esta conmovedora línea, casi shakespeariana: “But if you live free from want, care for no more, for the rest is but vanity” (si vives sin pasar necesidades no te preocupes de nada más, pues el resto no es sino vanidad). Hay que ver cómo aunque te corten la cabeza te puede sobrevivir la lengua.

Peter Frankopan regresa con Las nuevas rutas de la seda (Crítica), sobre el auge de Asia, dotada de inmensos recursos naturales y de una ambición que está haciendo cambiar el centro del mundo hacia regiones que lo fueron ya en la antigüedad. Y Jared Daimond completa con Crisis (Debate), la forma en que las naciones más poderosas afrontan sus momentos más oscuros, la trilogía compuesta por Armas, gérmenes y acero y Colapso.

Uno de los libros más bellos de la temporada es sin duda el que marca otro regreso, el de la escritora estadounidense Annie Dillard. Enseñarle a hablar a una piedra (Errata Naturae) es una colección de textos en los que la hija literaria de Thoreau vuelve a mostrar su inmensa capacidad poética para acercarse a la naturaleza, ya se manifieste ésta en forma de eclipse, ciervo o comadreja. A destacar los escritos que hablan de parajes como las Galápagos o el río Napo, en la selva ecuatoriana, lejos de sus charcas, prados y arroyos de Virginia, y, sobre todo, su maravillosa evocación de las aventuras polares (¡Dillard hablando de Scott, de Shackleton y de Franklin!). Solo en un libro de esta gran poeta se puede leer algo como esto: “Al final uno rehúye la mismísima gloria con un suspiro de alivio. Desde las profundidades del misterio e incluso desde las cimas del esplendor, nos reponemos y partimos a toda prisa en busca de las latitudes del hogar”.

Otro libro a no perderse es La montaña blanca (Península), de Robert Twigger, que recoge historias de todo tipo sobre el Himalaya, viajes reales e imaginados, personajes sensacionales, aventuras y mitos. En la misma editorial, y también del género de viajes, se edita Una mujer en la noche polar, de la austriaca Christiane Ritter (1897-2000), que vivió en 1934 un año en una cabaña solitaria en Spitsbergen y explicó la abrumadora belleza de aquel paisaje desolado.

Desde el mundo de la naturaleza, y de la mano de la ciencia, llegan otros cuatro libros destacables más: Los sentidos de las aves, ¿qué se siente al ser un pájaro? (Capitán Swing), del prestigioso ornitólogo británico Tim Birkhead, un especialista en la promiscuidad de la aves y la importancia adaptativa de la forma de los huevos (no es broma); El subsuelo (Seix Barral), del especialista en ecología vegetal David W. Wolfe, que propone una exploración fascinante sobre ese territorio desconocido que tenemos bajo los pies; El poder de las hormonas (Crítica), de Randi Hutter Epstein, una historia de las sustancias que lo controlan prácticamente todo en nuestro cuerpo, incluidos nuestra sexualidad, nuestros deseos y nuestros cambios de humor, y escrita con mucho sentido de eso, del humor; y Una historia natural del deseo (Ático de los libros), de Richard O. Prum —de profesión también ornitólogo—, una novedosa lectura de la teoría de Darwin de que son las hembras de la especie las que eligen pareja, y lo hacen en base a criterios estéticos (selección sexual). Prum ha investigado los casos del argos real (un tipo de galliforme) y del pájaro saltarín alitorcido (!) a los que sus hembras escogen solo porque les parecen atractivos, aunque presentan características que los hacen peores desde el punto de vista de la selección natural. Para saber cómo todo eso nos afecta —aunque ya lo pueden suponer— tendrán que leer el libro. Sin salir de la teoría evolutiva, Cenando con Darwin (Crítica), del ecólogo Jonathan Silvertown, resigue las huellas de la evolución en nuestros alimentos en un verdadero festín científico marinado con gracia.

Hay muchísimas más novedades de ensayo, algunas con títulos tan sugerentes como Por qué las mujeres disfrutan más del sexo en el socialismo, de Kristen Ghodsee, o Cómo ser una máquina, de Mark O’Connell, sobre el transhumanismo, los ciborgs y sus implicaciones en la redefinición de la condición humana (ambos libros en Capitán Swing). Entre lo más interesante, también Vigilancia permanente (Planeta), las memorias de Snowden, el analista de sistemas convertido en pesadilla del sistema y voz de la conciencia en la era digital; las de Elton John y Prince (ambas en Reservoir Books), el nuevo libro de Paul Preston Un pueblo traicionado (Debate), una historia concisa del siglo XX español en torno a la contradicción entre una población deseosa de progresar y unas élites que sistemáticamente lo impiden; un ensayo cultural y filosófico sobre el Anillo de Wagner (de Roger Scruton, en Acantilado); la biografía de Unamuno de Colette y Jan-Claude Rabaté (Galaxia Gutenberg), la nueva de la familia Brönte (las tres hermanas y el hermano), Infernales, de Laura Ramos, o Transeúnte de la política (ambas en Taurus), del filósofo y actual presidente del Senado Manuel Cruz. Sin salir del ámbito biográfico Heida, una pastora en el fin del mundo (Capitán Swing), de la conocida novelista Steinunn Sigurdardottir, explica la peripecia real de una solitaria granjera de ovejas, ex modelo y heroína feminista, en una remota y dura región de Islandia. Desde luego, este año no nos van a faltar libros para leer...

https://elpais.com/cultura/2019/08/29/babelia/1567088165_553235.html

sábado, 18 de enero de 2020

El fusilamiento del general Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga. El general José María de Torrijos y Uriarte (1791-1831) que llegó a ser capitán general de Valencia, mariscal de campo y ministro de la Guerra durante el Trienio Liberal (1820-1823).

El hombre que quiere mantenerse fiel a la justicia debe volverse incesantemente infiel a las injusticias inagotablemente triunfadoras.
Charles Péguy.-



El lienzo representa el fusilamiento del general Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga. El general José María de Torrijos y Uriarte (1791-1831) que llegó a ser capitán general de Valencia, mariscal de campo y ministro de la Guerra durante el Trienio Liberal (1820-1823). Tras la vuelta al absolutismo, se sublevó y fue víctima de una emboscada preparada por el gobernador de Málaga, Vicente González Moreno, quien le había asegurado el triunfo de la rebelión. El día 11 de diciembre de 1831, a las once y media de la mañana, y sin juicio previo, el general Torrijos y 48 de sus compañeros fueron fusilados en las playas de Málaga. Está considerada una obra maestra de la pintura histórica del siglo XIX español y fue encargada en 1886 directamente por el Gobierno liberal de Práxedes Mateo Sagasta (1825-1903), durante la regencia de la reina María Cristina de Austria, como ejemplo de la defensa de las libertades para las futuras generaciones.

viernes, 17 de enero de 2020

6 cosas que he aprendido asesorando a emigrantes

Ruth Carrasco

Lo más bonito de enrolarte en un nuevo proyecto en el que crees, un proyecto de transformación social impulsado por gente comprometida, emprendedora y profesional, es que recibes mucho más de lo que das.

Soy Ruth Carrasco, y quizá algunos de los que leáis estas líneas habéis pasado un rato conversando conmigo. Junto a Sébastien Sanz me encargo del asesoramiento para el retorno en el proyecto "Volvemos" de Barakaldo, y he pasado decenas de horas en skype conversando con profesionales vascos increíbles, de los que he aprendido infinidad de cosas y me han hecho sentir más orgullosa del proyecto.

Yo también fui emigrante, viví y trabajé un tiempo en Bruselas, y sé lo que se siente estando lejos de los tuyos. Ha sido sencillo empatizar con las personas que están fuera, personas que necesitamos de vuelta en nuestro país, de las que podemos aprender muchas cosas:

1. Su extraordinaria capacidad de resiliencia.

La capacidad de superar las adversidades está fuera de dudas en todos los y las profesionales con los que me he entrevistado. Que te vas a hacer la selectividad japonesa como si fueses un japonés más. Que hay que hacer una entrevista de trabajo en un idioma que no dominas. Que os embarcais en la aventura de formar una familia lejos de la vuestra, sin ese punto de apoyo tan importante. Que eres el jefe de un equipo en el que eres el único español y el resto es de distinta nacionalidad. Se me vienen a la cabeza múltiples ejemplos en los que han demostrado su amplia capacidad de superar positivamente situaciones adversas.

2. Su humildad

Mi mayor trabajo ha sido ponerles frente al espejo de lo que me estaban contando. He escuchado cosas alucinantes. Historias como la de Ariadne, que pasa 4 años trabajando en una consultora de máximo nivel en la India para el mercado global; o la de Efraín, que se va a Japón y se hace la carrera de japonés; o la de Izaskun, que trabaja en Inglaterra en la industria aeroespacial dirigiendo un equipo. Todas las personas con las que hablaba lo veían como “lo natural”, “lo que debe ser”. Unos profesionales de primera con una humildad que mucha gente, que tanto “gurú” sobrevalorado, debería aprender.

3. El sentimiento de responsabilidad hacia su país

Varias veces me manifestaron la gran pena que sentían: “He recibido educación pública, he ido a la universidad pública, he recibido becas y otro país se está beneficiando de mi conocimiento, de mi trabajo y de mis impuestos”. Sinceramente, esperaba muchas cosas de las sesiones, pero no hubiese apostado por este nivel de responsabilidad cívica. Les necesitamos en la medida que necesitamos más patriotas de los que pagan impuestos y menos de los que los evaden.

4. Su gran productividad

Valoran la autonomía y la responsabilidad en el trabajo y trabajar por objetivos y no “por horas”. Son profesionales que, pese a su juventud, han tomado la oportunidad que les han dado y la han devuelto con mucha profesionalidad y trabajo duro. Están acostumbrados a trabajar de manera autónoma y por objetivos. Responden así por productividad y no por “presencialismos” absurdos. Saben aprovechar el tiempo. Quieren conciliar su vida profesional y personal. Y con el tiempo que tienen muchos siguen formándose. Exprimen la vida al máximo.

5. Su patria es la gente

Todos echan de menos a los suyos. Los lugares que evocan están conectados con la gente. Fernando tiene un bebé de 21 meses y quiere que crezca cerca de su familia, de sus aitas. Otra pareja quiere formar una familia y hacerlo cerca de los suyos. Los padres de otra se hacen mayores y no quiere estar tan lejos. El amor es lo que, fundamentalmente, les mueve para volver. Saben que en España van a tener complicado obtener unas condiciones laborales como las que reciben en el extranjero, pero el amor les hará volver igualmente.

6. Buscan desarrollo profesional

Son personas que buscan poder seguir desarrollándose profesionalmente. Quieren que su experiencia sea útil en los espacios en los que trabajen a su vuelta. Es la variable en la que más coinciden todos y que más les importa, con mucha diferencia. Que sean exigente en el desarrollo profesional sigue siendo una muestra de generosidad y es que, necesitamos que esos profesionales puedan seguir creciendo, puedan mostrarnos otras formas de trabajar, nos ayuden a abrir nuevos mercados, nuevas metodologías y que asumamos en España racionalidad en los horarios y exigencia en los objetivos.

En cada historia hay un futuro de esperanza. Hay una persona de gran valor. Y hay una oportunidad para nuestro país. Ojalá que empresas, organizaciones e instituciones lo sepan ver también.

https://volvemos.org/6-cosas-que-he-aprendido-asesorando-emigrantes

P. D.:
Tengo que recordarlo, a estos jóvenes españoles no se les ha dejado votar en las elecciones, no lo han hecho ni un 2%. Ni el PP, ni el PSOE. Es evidente que se tiene que resolver  este problema y que para los miles de españoles que están en el exterior se debe facilitar urgentemente el voto de todos ellos. Es un fraude democrático la serie de trabas que actualmente existe con la única finalidad de impedirles votar por el hecho que se supone de que no iban a votar de forma mayoritaria a esos partidos. 

jueves, 16 de enero de 2020

John Berger

Pertenecer a una superpotencia inigualada deteriora la inteligencia militar de los estrategas. Pensar estratégicamente implica que uno se imagine en los zapatos del enemigo. Entonces es posible prever, amagar, tomar por sorpresa, desbordar por los flancos, etcétera. Malinterpretar al enemigo puede conducir, a largo plazo, a la derrota; la propia. Así se derrumban a veces los imperios.

Hoy, una cuestión crucial es: qué hace a un terrorista mundial y, en el extremo, qué es lo que crea a un mártir suicida. (Hablo aquí de los voluntarios anónimos: los líderes terroristas son otro cantar. Y distingo a los terroristas mundiales de los locales porque estos últimos —como en Irlanda, el País Vasco o Sri Lanka— son parte de una historia que dura siglos.) En este momento, lo que produce a un terrorista mundial es, de inicio, una forma de la desesperación. O para expresarlo con mayor precisión: los actos de estos voluntarios anónimos son un modo de trascender esa forma de la desesperación y, mediante la ofrenda de la propia vida, darle sentido.

Por ese motivo, el término suicida es un tanto inapropiado, porque la trascendencia le confiere al mártir un sentido de triunfo. ¿Un triunfo sobre aquellos a quienes supuestamente odia? Lo dudo. Es un triunfo sobre la pasividad y la amargura, sobre la sensación de absurdo que emana de cierta profundidad de la desesperación.

Es difícil que el Primer Mundo imagine una desesperación así. No tanto por su riqueza relativa (la abundancia produce sus propias congojas), sino porque el Primer Mundo se distrae con frecuencia y su atención se entretiene. La desesperación a la que me refiero aflige a aquellos que sufren condiciones tales que los obligan a ser inflexibles. Décadas de vivir en un campo de refugiados, por ejemplo.

¿En qué consiste tal desesperación? En que el sentido de tu vida o las vidas de la gente cercana a ti no cuentan para nada. Es algo que se palpa a muchos niveles diferentes, hasta que se hace total. Es decir, inapelable, como en el totalitarismo.­

Buscar cada mañana
y hallar las sobras
con que subsistir un día más.
Saber al despertar
que en esta maleza legal
no existen los derechos.
Experimentar por años
que nada mejora,
todo va peor.
La humillación de no ser capaz
de cambiar casi nada,
y de aferrarse al casi
que conduce a otra espera.
Creer las mil promesas
que inexorables se alejan
de tu lado, de los tuyos.
El ejemplo de aquellos
reducidos a escombro por resistir.
El peso de los tuyos asesinados,
un peso que cancela
para siempre la inocencia;
porque son tantos.

Éstos son los siete niveles de la desesperación —uno por cada día de la semana— que conducen, para algunos de los más valientes, a la revelación de que ofrecer la propia vida contra las fuerzas que han empujado al mundo a donde está es la única manera de invocar un todo, más grande que aquel de la desesperación.

Cualquier estrategia planeada por los líderes políticos para quienes es inimaginable dicha desesperación fracasará y reclutará más y más enemigos.

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/john-berger/

miércoles, 15 de enero de 2020

_- ¿Puede un sistema de salud privado defender a su hijo?

_-- Francisco Louça Sin permiso

 Los números son desalentadores: la tasa de vacunación contra el sarampión en Italia, Francia o Serbia es menor que en Burundi, Ruanda o Senegal. ¿Éxito de la política de salud pública en algunos países africanos? Sí, también, pero su progreso es menos notable que la regresión de los estándares de atención en algunos países europeos. Cabe señalar, además, que la campaña reaccionaria contra la vacunación tiene algún efecto en esta estadística, pero la mayor parte de esta degradación resulta de la decadencia de los servicios de sanidad, la falta de fondos para sus actividades, la crisis de personal cualificado y la mercantilización de los servicios, que conduce a una mayor desigualdad de acceso. La atención médica moderna se inventó como una norma democrática o como un bien común que garantiza el acceso universal, pero el mercado la ha transformado. El problema es que este proceso no garantiza ni la inversión en salud ni los resultados que nos permiten tener la confianza de que cuando nuestra madre o hijo, o nosotros mismos, lo necesitan, la atención y el cuidado son los apropiados. El caso de los medicamentos es quizás el más evidente.

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martes, 14 de enero de 2020

_- Discurso del Nobel Nelson Mandela

_- “Su Majestad el Rey, Su Alteza Real, Honorable Primer Ministro, señora Gro Brundtland, ministros, parlamentarios y embajadores, Señores Miembros del Comité Noruego del Nobel, miembro laureado, Sr. FW de Klerk, distinguidos invitados, amigos, señoras y señores:

Estoy verdaderamente honrado de estar aquí hoy para recibir el Premio Nobel de la Paz de este año.

Extiendo mi más sincero agradecimiento al Comité Nobel noruego por elevarnos a la condición de un ganador del Premio Nobel de la Paz.
También me gustaría aprovechar esta oportunidad para felicitar a mi compatriota y compañero de premio, el Presidente del Estado F.W. de Klerk, en su recepción de este alto honor.

Juntos, nos unimos a dos distinguidos sudafricanos, el difunto Jefe Albert Luthuli y Su Gracia el arzobispo Desmond Tutu, a cuyas contribuciones a la lucha pacífica contra el perverso sistema del apartheid pagó homenaje merecido al otorgarles el Premio Nobel de la Paz.
No voy a ser presuntuoso por nuestra parte si añadimos también, entre nuestros predecesores, el nombre de otro ganador del Premio Nobel de la Paz, el fallecido estadista e internacional afroamericano, el reverendo Martin Luther King Jr.

Él también luchó y murió en el esfuerzo de hacer una contribución para la justa solución de los mismos grandes temas actuales a los que hemos tenido que enfrentarnos como sudafricanos.

Hablamos aquí de la impugnación de las dicotomías de la guerra y la paz, la violencia y la no violencia, el racismo y la dignidad humana, la opresión y la represión y la libertad y los derechos humanos, la pobreza y la miseria.

Estamos aquí hoy nada más que como representante de los millones de nuestra gente que se atrevieron a levantarse contra un sistema social cuya esencia misma es la guerra, la violencia, el racismo, la opresión, la represión y el empobrecimiento de todo un pueblo.
También estoy aquí hoy como representante de los millones de personas en todo el mundo, el movimiento anti – apartheid, los gobiernos y las organizaciones que se unieron con nosotros, no para luchar contra Sudáfrica como país o cualquiera de sus pueblos, sino para oponerse un sistema inhumano y para un rápido fin del crimen del apartheid contra la humanidad.

Estos innumerables seres humanos, tanto dentro como fuera de nuestro país, tuvieron la nobleza de espíritu para estar en el camino contra la tiranía y la injusticia, sin buscar ganancia egoísta. Reconocieron que un ataque contra uno es un ataque contra todos y por lo tanto actuaron juntos en defensa de la justicia y la decencia humana común.

Debido a su valentía y persistencia durante muchos años, podemos, hoy en día, incluso fijar las fechas en las que toda la humanidad se unirá para celebrar una de las victorias humanas sobresalientes de nuestro siglo.

Cuando llegue ese momento, veremos, en conjunto, como se regocijan en una victoria común sobre el racismo, el apartheid y el gobierno de la minoría blanca.

Ese triunfo llevará finalmente a su fin una historia de 500 años de AFC de los metales nobles y piedras preciosas que se apoyan en las entrañas de la tierra africana que pisamos las huellas de nuestros antepasados. Será y debe medirse por la felicidad y el bienestar de los niños, a la vez los ciudadanos más vulnerables de cualquier sociedad y el más grande de nuestros tesoros.

Los niños tienen que, por fin, jugar en la sabana abierta, ya no torturados por los dolores del hambre o devastados por la enfermedad o amenazados con el flagelo de la ignorancia, el abuso sexual y el abuso, y ya no se requieren para participar en actos cuya gravedad excede las demandas de su corta edad.

Frente a esta distinguida audiencia, nos comprometemos a una nueva Sudáfrica en la búsqueda incesante de los fines establecidos en la Declaración Mundial sobre la Supervivencia, la Protección y el Desarrollo del Niño.

La recompensa de la que hemos hablado, también se debe medir por la felicidad y el bienestar de las madres y los padres de estos niños, que deben caminar por la tierra sin miedo a ser robados, matados por el beneficio político o material, o escupidos porque son mendigos.
Ellos también deben ser relevados de la pesada carga de la desesperación que llevan en sus corazones, nacido de hambre, falta de vivienda y el desempleo.

El valor de ese regalo para todos los que han sufrido debe ser medido por la felicidad y el bienestar de todos los habitantes de nuestro país, que han derribado las paredes inhumanas que los dividen.

Estas grandes masas han dado la espalda al grave insulto de la dignidad humana que describe a algunos como jefes y otras personas como sirvientes, y transforma cada uno en un depredador cuya supervivencia dependía de la destrucción del otro.

El valor de la recompensa compartida debe medirse por la paz gozosa que triunfará, porque la humanidad común que une tanto a blancos como a negros en una sola raza humana, le han dicho a cada uno de nosotros que todos hemos de vivir como los niños del paraíso.

Por lo tanto vamos a vivir, porque habremos creado una sociedad que reconoce que todas las personas nacen iguales, con cada derecho en igual medida a la vida, a la libertad, la prosperidad, los derechos humanos y el buen gobierno.

Tal sociedad no debe permitir de nuevo que deba haber presos de conciencia, o que los derechos humanos de cualquier persona sean violados.
Tampoco debe nunca suceder que una vez más los caminos hacia el cambio pacífico sean bloqueados por usurpadores que pretenden tomar el poder de la gente, en pos de sus propios fines innobles.

En relación con estas cuestiones, hacemos un llamamiento a los que gobiernan Birmania para que liberen a nuestro compañero laureado con el Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, y nos comprometemos a ella y a los que ella representa en un diálogo serio, en beneficio de todo el pueblo de Birmania.

Oramos para que aquellos que tienen el poder de hacerlo, sin más demora, permitan que ella utilice sus talentos y energías para el bien de la gente de su país y de la humanidad en su conjunto. Lejos de la caída áspera y de la política de nuestro propio país, me gustaría aprovechar esta oportunidad para formar parte del Comité Nobel noruego y rendir homenaje a mi premio conjunta, el Sr. FW de Klerk. Él tuvo el coraje de admitir que un terrible error se había hecho en nuestro país y la gente a través de la imposición del sistema de apartheid. Él tuvo la visión de entender y aceptar que todo el pueblo de Sudáfrica debe, a través de negociaciones y de los participantes en pie de igualdad en el proceso, así como determinar lo que quieren hacer con su futuro.

Pero todavía hay algunos dentro de nuestro país que erróneamente creen que pueden hacer una contribución a la causa de la justicia y de la paz por el apego a las consignas que se han demostrado para deletrear nada más que desastres.

Sigue siendo nuestra esperanza de que estos también serán bendecidos con la razón suficiente para darse cuenta de que la historia no se puede negar y que la nueva sociedad no se puede crear mediante la reproducción del pasado repugnante, sin embargo refinado o seductoramente re envasado.

Vivimos con la esperanza de que como ella lucha para rehacer a sí misma, Sudáfrica será como un microcosmos del nuevo mundo que está luchando para nacer.

Este debe ser un mundo de democracia y respeto de los derechos humanos, un mundo liberado de los horrores de la pobreza, el hambre, la privación y la ignorancia, aliviado de la amenaza y el azote de las guerras civiles y la agresión externa y sin la carga de la gran tragedia de millones forzada a convertirse en refugiados.

Los procesos en los que Sudáfrica y el sur de África en su conjunto ha sido contratada, hacen señas y nos instan a todos los que nos tomamos esta marea en pleamar y hacen de esta región un ejemplo vivo de lo que todas las personas de conciencia les gustaría que el mundo fuera.

No creemos que este Premio Nobel de la Paz pretenda ser un elogio de los asuntos que le han pasado y pasan.

Oímos las voces que dicen que se trata de una apelación de todos los que, en todo el universo, buscaba poner fin al sistema de apartheid.

Nosotros atenderemos su llamada, le dedicaremos lo que queda de nuestra vida con el uso de la experiencia única y dolorosa de nuestro país para demostrar, en la práctica, que la condición normal de la existencia humana es la democracia, la justicia, la paz, el no-racismo, el no-sexismo, la prosperidad para todos, un medio ambiente sano y la igualdad y la solidaridad entre los pueblos.

Movido por esa apelación e inspirado por la eminencia que ha lanzado sobre nosotros, nos comprometemos a que nosotros también haremos todo lo posible para contribuir a la renovación de nuestro mundo para que nadie, en el futuro, sea descrito como los condenados de la tierra.

Que nunca se diga por las generaciones futuras que la indiferencia, el cinismo y el egoísmo nos hizo fallar para vivir de acuerdo con los ideales de humanismo que el Premio Nobel de la Paz encapsula en los esfuerzos de todos nosotros, y demostrar a Martin Luther King Jr haber estado en lo correcto cuando dijo que la humanidad ya no puede estar trágicamente unida a la medianoche sin estrellas del racismo y la guerra.

Hagamos que los esfuerzos de todos nosotros, demuestren que él no era un simple soñador cuando hablaba de que la belleza de una verdadera fraternidad y la paz es más preciosa que los diamantes o la plata o el oro.

¡Dejad que una nueva era amanezca!
Gracias.”