lunes, 14 de marzo de 2022
_- Los sorprendentes vínculos entre lo bien que duermes y lo que comes
A Tania Whalen le resulta imposible dormir lo suficiente, pues trabaja en las noches y madrugadas en la centralita de los bomberos en Melbourne, Australia.
Para soportar las largas noches respondiendo llamadas de emergencia y enviando equipos, a menudo llevaba refrigerios al trabajo.
"Podía ser un muffin o unas galletas para comer en un descanso porque me daba un poco de hambre o quería levantar un poco la energía", dice.
Además, habitualmente compraba papas fritas o chocolate en la máquina expendedora de la estación de bomberos.
Sabía que su dieta no le estaba haciendo mucho bien. Estaba aumentando de peso y, sin embargo, era difícil de resistir.
El comportamiento de Tania no era inusual.
Cuando uno no ha descansado lo suficiente, anhela comer.
"Hay unos cambios diabólicos en el cerebro y el cuerpo cuando duermes poco que te llevan a comer en exceso y, por ende, a aumentar de peso", dice el profesor Matthew Walker, director del Centro para la Ciencia del Sueño Humano en la Universidad de California.
Es cierto que cuando estamos despiertos por más tiempo necesitamos más energía, pero no tanta: el sueño es un proceso sorprendentemente activo durante el cual nuestros cerebros y cuerpos trabajan mucho, explica el profesor Walker.
A pesar de eso, cuando no dormimos, tendemos a comer en exceso más del doble o el triple de la cantidad de calorías que necesitamos.
Esto se debe a que el sueño afecta a dos hormonas que controlan el apetito, la leptina y la grelina.
La leptina le indica a tu cerebro que ha comido lo suficiente. Cuando los niveles de leptina son altos, nuestro apetito se reduce. La grelina hace lo contrario: cuando los niveles de grelina son altos, no te sientes satisfecho con los alimentos que ingieres.
En experimentos se ha demostrado que cuando las personas no duermen, estas dos hormonas van en direcciones opuestas: hay una caída marcada de leptina, lo que significa un aumento del apetito, mientras que la grelina se dispara, dejando a las personas insatisfechas.
Es como un riesgo doble, dice Walker. "Estás siendo castigado dos veces por el mismo delito de no dormir lo suficiente".
¿Por qué pasa eso?
Walker cree que hay una explicación evolutiva.
Los animales rara vez se privan del sueño, a menos que estén hambrientos y necesiten permanecer despiertos para buscar comida. Entonces, cuando no dormimos lo suficiente, desde una perspectiva evolutiva, nuestro cerebro piensa que podemos estar en un estado de inanición y aumenta nuestros antojos de alimentos para impulsarnos a comer más.
Y no dormir lo suficiente no sólo afecta cuánto comemos, sino también qué comemos.
Tanto cuándo como cuánto y qué comemos importa.
Un estudio realizado por Walker mostró que los participantes tenían más antojos de alimentos azucarados, salados y ricos en carbohidratos cuando no dormían bien.
Nada de todo esto es buena noticia para los cansados trabajadores de turnos de noche como Tania Whalen.
De hecho, la situación puede ser aún peor para ellos, ya que no es únicamente lo que comen el problema, sino también cuándo lo comen.
El experimento
Nuestros cuerpos están preparados para seguir en un ritmo de 24 horas, dice Maxine Bonham, profesora asociada de Nutrición, Dietética y Alimentación en la Universidad de Monash, en Melbourne.
"Se supone que trabajamos, comemos y hacemos ejercicio durante el día, y dormimos por la noche, y nuestro cuerpo está preparado para hace eso. Entonces, cuando trabajas en un turno de noche, estás haciendo todo lo contrario de lo que espera tu cuerpo".
Eso significa que se nos dificulta procesar los alimentos cuando comemos por la noche, lo que puede llevar a niveles de glucosa más altos y más sustancias grasas en la sangre, ya que el cuerpo es menos capaz de descomponer y metabolizar los nutrientes, dice Bonham.
Se sabe que los trabajadores de turnos nocturnos corren más riesgo de aumentar de peso, de padecer diabetes de tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
Además, tienen más probabilidades de tener sobrepeso.
Bonham y sus colegas realizaron un experimento para ver si podían ayudar a las personas que trabajan en turnos de noche a perder el exceso de peso y mejorar su salud en general.
Reclutaron a unos 220 trabajadores por turnos que querían perder peso y los pusieron en una variedad de dietas durante un período de seis meses.
Tania
Tania Whalen, la telefonista de los bomberos, se inscribió para seguir un programa de ayuno: durante dos días a la semana, tenía que consumir solo 600 calorías en 24 horas.
"Fue duro", dice Tania. "Me preocupaba no poder hacerlo. A veces, un turno de 12 horas parecía durar 20".
Pero se mantuvo firme, distrayéndose leyendo, jugando, dando paseos y bebiendo litros de té de menta.
Los resultados del estudio aún no están disponibles, pero Tania siente que ha sido una experiencia positiva que la impulsó a hacer otros cambios; por ejemplo, ahora camina 5 km todos los días.
"Ciertamente tengo más energía y más ganas de moverme, y he perdido una cantidad considerable de peso", dice.
Curiosamente, Tania cree que también la ha ayudado a dormir mejor.
"Incluso en el horario limitado que tengo, no doy tantas vueltas y he dejado de roncar casi del todo, dice mi esposo".
Tania ahora camina 5 kilómetros al día.
No está claro si esta mejora se debe a la nueva dieta, al ejercicio, a la pérdida de peso o a algo completamente diferente, pero plantea la cuestión de si lo que comes puede afectar la forma en que duermes.
¿Comer para dormir?
Hasta ahora hemos hablado de cómo el sueño, o la falta de él, puede afectar lo que comes. Pero, ¿y si pudieras comer para tener una buena noche de sueño?
Marie-Pierre St-Onge, investigadora de Nutrición y Sueño en Nueva York, había pasado años estudiando el impacto de la falta de sueño en la dieta cuando, en 2015, fue contactada por un comité que redactó las pautas dietéticas para estadounidenses. ¿Deberían aconsejar a la gente qué comer para mejorar su sueño?, le preguntaron.
"Mi primera reacción fue: '¿Por qué no pensé en eso?'".
La melatonina, la hormona que promueve el sueño y que se eleva por la noche, proviene de un aminoácido dietético llamado triptófano.
"Si la hormona que regula el sueño se produce completamente a partir de un aminoácido que debe consumirse en la dieta, entonces tiene sentido que la dieta sea importante para regular el sueño", dice.
Y, sin embargo, St-Onge no pudo encontrar ningún estudio centrado en esta relación. Así que ella y su equipo comenzaron a buscar investigaciones sobre otros asuntos de salud, que habían registrado los hábitos dietéticos y de sueño de los participantes.
Al examinar esos datos, surgió un patrón claro.
El mediterráneo
Las personas que seguían una dieta mediterránea (que comían muchas frutas y verduras, pescado y granos integrales) tenían un 35% menos de riesgo de insomnio que las que no lo hacían, y tenían 1,4 veces más probabilidades de dormir bien por la noche.
Entonces, ¿Qué es lo que induce al sueño en esa dieta?
Dieta mediterránea
Los alimentos como el pescado, las nueces y las semillas tienen un alto contenido de triptófano productor de melatonina.
Y varios estudios pequeños han demostrado que algunos alimentos específicos, como los tomates, las cerezas ácidas y el kiwi, que contienen melatonina, pueden ayudar a las personas a conciliar el sueño más fácilmente y permanecer dormidas por más tiempo.
También hay alimentos que se deben evitar antes de acostarse.
La mayoría de las personas saben sobre la cafeína, que es un estimulante, pero tal vez no se dan cuenta de que los alimentos salados pueden provocarles sed, lo que puede perturbar su sueño.
El estudio de St-Onge también indica que comer alimentos azucarados puede provocar una noche más perturbada. Su equipo está investigando por qué puede ser eso.
Los estudios que examinan la influencia de los alimentos en el sueño aún son pocos y de tamaño reducido, por lo que St-Onge dice que se necesita más investigación para que puedan tomarse como un hecho científico.
Sin embargo, plantean la posibilidad de que comer ciertos alimentos puede ayudarnos a dormir mejor.
domingo, 13 de marzo de 2022
Las matemáticas del porqué de las cosas
Los humanos tomamos decisiones, generalmente, basándonos en nuestro conocimiento sobre el mundo que nos rodea y, en concreto, prediciendo en mayor o menor medida las consecuencias de nuestros actos. Por tenue que pueda ser, esto requiere de un entendimiento de las relaciones causa-efecto. ¿Qué efectos tendrá una acción determinada? ¿Qué hubiera ocurrido si actuásemos de otra manera? ¿Es un hecho la causa de otro, hay algo que no estamos teniendo en cuenta y que causa ambos, o más bien es pura coincidencia? Comprender a nivel detallado estas relaciones causales tiene consecuencias importantes tanto a nivel personal como social y político. Judea Pearl (Israel, 1936), el nuevo beneficiario del premio Fronteras del Conocimiento 2022 en Tecnologías de la Información y la Comunicación de la Fundación BBVA, es uno de los creadores de un formalismo que extiende el estudio de la causalidad a numerosos escenarios.
Para resolver un problema, debemos comprender qué posibles acciones funcionan o cuáles no y por qué, incorporando además la incertidumbre que marca nuestra limitada perspectiva del mundo. Por ejemplo, para diseñar distintos tratamientos médicos como las vacunas de la polio, sarampión y, como no, el covid-19, o la terapia antirretroviral para el VIH, es fundamental obtener una caracterización detallada y específica de la relación entre el tratamiento y la respuesta.
En estadística existe la famosa premisa de que correlación no implica causación, como claramente demuestran las correlaciones espúreas. Por ejemplo, existe una correlación entre el número de películas en las que aparece Nicolás Cage en la década de los 2000 y el número de ahogamientos en piscinas durante esos mismos años. ¿Significa esto acaso que si Cage saca un nuevo filme debemos tener más cuidado en la piscina? En general, no. Esta correlación no implica una conexión causal, sólo es una de tantas coincidencias que aparecen de manera aleatoria.
Por otro lado, en ocasiones puede haber variables o factores de confusión que afectan a la vez a varias variables de interés, y su efecto puede inducir a conclusiones erróneas parecidas a las anteriores. Como ejemplo, hay una correlación demostrable entre el número de helados vendidos en una ciudad y el número de crímenes violentos. En este caso, existe una variable de confusión: los crímenes violentos son más frecuentes cuando suben las temperaturas, lo cual aumenta también la venta de helados.
Una de las técnicas “clásicas” más importantes en el estudio de la causalidad son las pruebas controladas aleatorizadas (RCT, por sus siglas en inglés). En su forma más básica, una RCT separa una población aleatoria en dos grupos: uno será tratado o alterado de alguna forma y otro se mantendrá sin alterar (grupo control) para estudiar la diferencia relativa entre ambos. Por ejemplo, en un estudio de efectividad vacunal, la mitad de las personas participantes son tratadas con placebo y la otra mitad recibirá la dosis. Así, bajo ciertos requisitos, la aleatorización de ambos grupos permite discernir si dicha alteración tiene o no un determinado efecto de interés en la población.
Los RCT son muy versátiles para esclarecer las relaciones causales entre distintos factores, pero no siempre es factible realizarlos por problemas de tiempo, financiación, dificultad para encontrar casos de estudio, etc. Frente a ello, son necesarias nuevas estrategias para hacer estudios de la causalidad. Aquí es donde brilla el trabajo de Pearl, proporcionando una nueva forma de realizar estos análisis.
Pearl estudia la causalidad desde una nueva perspectiva, extendiendo los modelos de redes bayesianas para interpretarlos como modelos de causalidad. Las redes bayesianas, desarrolladas también por Pearl, son una herramienta gráfica que permite representar visualmente modelos probabilísticos. Estos modelos son ampliamente utilizados en estadística por su capacidad para describir sucesos y relaciones probabilísticas complejas con gran precisión y aparecen con frecuencia en la investigación en inteligencia artificial, estadística y otras ciencias fundamentales. Fuera del contexto académico también se utilizan, por ejemplo, para apoyar a los centros sanitarios al decidir qué tratamiento requiere un paciente.
Combinando los modelos extendidos de redes bayesianas con el control de las variables de confusión, es posible determinar con claridad relaciones causales bajo ciertas hipótesis. Esto resuelve, además, situaciones aparentemente paradójicas, donde según quién o cómo se hagan los análisis de los datos se obtienen conclusiones contradictorias (lo que se conoce como la paradoja de Simpson). Además, este análisis causal es un remedio altamente efectivo frente a posibles manipulaciones, que pretenden confundir o difuminar las conclusiones de la comunidad científica, como sucedió con el tabaco en los años 70 del siglo pasado, cuando se trató de ocultar la relación entre el tabaco y el cáncer.
A pesar de las discusiones que provocó dentro de la comunidad científica, la obra de Pearl El libro del por qué: La nueva ciencia de la causa y el efecto, que se mueve entre la estadística y la filosofía, ha popularizado su lenguaje para el análisis causal. Las contribuciones de Pearl son importantes en distintos campos de la ciencia, pero además nos ayudan a obtener una nueva forma de comprender el mundo, con implicaciones directas en el bienestar y en la forma de tomar decisiones que afectan a los demás y al medio que nos rodea.
Simón Rodríguez es investigador postdoctoral en el ICMAT.
Ágata Timón G Longoria es coordinadora de la Unidad de Cultura Matemática del ICMAT.
https://elpais.com/ciencia/cafe-y-teoremas/2022-02-23/las-matematicas-del-porque-de-las-cosas.html
sábado, 12 de marzo de 2022
_- Javier Pérez Royo. El vía crucis de las inmatriculaciones de la Iglesia Católica: una aberración jurídica
Dicha habilitación supone una innovación del ordenamiento jurídico de una trascendencia extraordinaria. Lo que no se podía hacer en ningún caso antes del Real Decreto, se ha podido hacer después de su publicación y entrada en vigor. En decenas de miles de ocasiones la Iglesia católica no ha necesitado nada más que la firma del obispo de la diócesis para acreditar la propiedad de un determinado inmueble y poder proceder a inscribirlo a continuación en el Registro de la Propiedad.
Esta facultad que se atribuye a la Iglesia católica no deriva de los Acuerdos entre el Estado y la Santa Sede de enero de 1979. No encuentra su fundamento tampoco en ninguna Ley aprobada por las Cortes Generales. Es una facultad que crea ex novo una norma de naturaleza reglamentaria, que carece de rango normativo para poder hacerlo.
Se trata de una aberración jurídica, que subvierte el sistema de fuentes del derecho vigente en nuestro país desde la entrada en vigor de la Constitución. En realidad, desde siempre, desde que existe en España el Estado Constitucional. Incluso en la época del General Franco.
Únicamente las Cortes Generales pueden innovar el ordenamiento jurídico del Estado. El monopolio de creación del derecho a favor de las Cortes Generales es la brújula que permite al jurista, y al no jurista también, orientarse en la selva de disposiciones en que el ordenamiento del Estado de nuestros días consiste. Siempre que se encuentre ante una disposición de carácter normativo el jurista tiene que hacerse la siguiente pregunta: ¿se innova con ella el ordenamiento jurídico, hay creación de derecho? Y si la respuesta es afirmativa, tiene que formularse inmediatamente otra. ¿Dónde están las Cortes Generales? Si estas no aparecen, esa creación del derecho es anticonstitucional.
Esto es lo que ocurre con el Real Decreto 1867/1998, con base en el cual la Iglesia Católica ha procedido a inscribir en el Registro de la Propiedad decenas de miles de inmuebles. Es obvio que otorgar a la firma del obispo de una diócesis el valor de prueba acreditativa de la propiedad de un bien inmueble supone una innovación del ordenamiento jurídico español. En ningún momento de la historia del Estado Constitucional español han dispuesto los obispos de tal facultad. Jamás se la ha ocurrido a las Cortes Generales contemplar siquiera tal posibilidad.
Quiere decirse, pues, que todas las operaciones de registro de bienes con base exclusivamente en la firma del obispo de la diócesis correspondiente tienen que ser consideradas nulas de pleno derecho. El Estado no tiene que negociar con la Iglesia católica respecto a qué debe hacerse con tales bienes. Son las Cortes Generales las que tienen que tomar la decisión de lo que debe hacerse. Sin negociar nada. De manera unilateral, como titular que es de la potestad legislativa en régimen de monopolio.
A la Iglesia católica no hay ni siquiera que oírla, aunque las Cortes Generales pueden decidir que aleguen lo que estime pertinente. Pero no porque tenga derecho a ser oída, sino porque las Cortes Generales graciosamente así lo deciden.
Habría que retrotraer el status de todos los inmuebles registrados por la Iglesia con base en el Real Decreto 1867/1998 al que tenían antes de que tal Real Decreto fuera dictado. Una vez corregida la aberración que ha supuesto la publicación de dicho Real Decreto y su aplicación posterior, se estaría en condiciones de decidir de manera jurídicamente correcta qué es lo que debe ocurrir con cada uno de tales inmuebles.
Un mínimo de dignidad democrática impone que los órganos constitucionales del Estado actúen de esta manera.
[Fuente: eldiario.es
viernes, 11 de marzo de 2022
Matthew Jackson gana el premio Fronteras del Conocimiento del BBVA por su teoría de redes.
La Fundación BBVA ha anunciado este jueves la concesión del premio Fronteras del Conocimiento de Economía al economista estadounidense Matthew Jackson (60 años) por su teoría sobre las redes sociales, un trabajo que ha servido para “predecir qué redes se formarán en función de los costes y beneficios de las conexiones, y en qué difieren esas redes de las óptimas”. Las aplicaciones prácticas de ese enfoque aparentemente abstracto son múltiples, desde la pandemia, las cadenas de suministro globales, las crisis financieras, las creencias y la polarización y la guerra en Ucrania.
En este último asunto, que marca la agenda mundial ahora mismo, una investigación de Jackson demostró que a lo largo de la historia, conforme las economías se han entrelazado, se han reducido los incentivos para que los países se declaren la guerra. El estudio, escrito junto al profesor Stephen Nei y publicado en PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences, la revista de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU) en el año 2015, concluye que existe una correlación entre la disminución de los conflictos bélicos y el aumento de las alianzas entre diferentes naciones e introduce, como posible factor explicativo, el crecimiento del comercio internacional.
Jackson opina que “el tipo de sanciones que se están imponiendo sobre Rusia y Bielorrusia para aislarlos y recortar sus conexiones bancarias y sus oportunidades financieras, así como limitar los contactos sociales y las posibilidades de que sus poblaciones entren y salgan de sus territorios puede tener un gran impacto”. Y recuerda que esas herramientas eran impensables cuando no existía un intercambio comercial entre países tan intenso. “El hecho de que hoy exista una densa red de comercio internacional y Rusia forme parte de la economía global es un motivo para la esperanza ante el actual conflicto. Imaginemos que el sistema bancario ruso no formara parte del sistema SWIFT, ni tuvieran reservas externas, ni una población que quisiera viajar al extranjero, ni oligarcas cuyas fortunas se pudieran congelar. Si no tuviéramos ninguna de estas herramientas, lo único que podríamos hacer es intervenir militarmente”, ha señalado.
Sobre si serán efectivas, no tiene certezas, pero sí sobre el hecho de que amplían el porcentaje de éxito. “Es muy difícil comprender ahora mismo las motivaciones de los líderes rusos y saber cómo detenerles, pero sin estas herramientas económicas, no tendríamos ninguna esperanza de hacerlo”.
Nacido en Elmhurst, Illinois, en 1962, Jackson se licenció en Economía por la Universidad de Princeton en 1984 y obtuvo su doctorado por la Universidad de Stanford en 1988. En la actualidad ocupa la cátedra William D. Eberle de Economía en la Universidad de Stanford y es catedrático externo del Instituto Santa Fe. Tiene publicados más de 270 artículos y cuatro libros de referencia internacional, entre los que destacan La Red Humana y Redes Sociales y Económicas.
Uno de los primeros estudios de Jackson analizaba los mercados laborales. Y pone letra a algo que la mayoría ya sospechaba: la importancia de los contactos. “En función del campo profesional, entre un tercio y el 100% de los empleos se consiguen a través de algún contacto, es decir, gracias a una red. Cuando quieres conseguir una entrevista para un puesto de trabajo, tienes ventaja si conoces a alguien que trabaja para esa compañía. Ese tipo de contactos pueden ser esenciales para meter el pie en la empresa, hacer una entrevista y lograr ese puesto. Eso significa que, si tengo muchos amigos que ya tienen puestos de trabajo, es más fácil para mí conseguir un empleo, mientras que si la mayor parte de mis amigos están en el paro, es más difícil para mí conseguir un trabajo”.
El profesor Jackson descubrió el papel clave de un concepto ligado a eso, la homofilia. Se define como la tendencia natural de las personas a relacionarse con otras similares a ellas en edad, religión, clase social, grupo étnico, idioma o estatus económico. Como él mismo explica, esto tiene efectos positivos y negativos. “Por un lado, es más fácil aprender de personas que son más parecidas a uno mismo, así que yo aprendo mejor de alguien que tiene una formación parecida a la mía. Por ejemplo, si un joven está intentando decidir si ir a la universidad, otra persona muy similar a él puede darle buena información sobre este tema. Pero al mismo tiempo, el hecho de que la homofilia divide a una red en grupos diversos significa que las personas de un determinado grupo pueden quedarse sin acceso a información que tienen los miembros de otro grupo”, señala.
La conjunción de la importancia de las redes para encontrar empleo con la homofilia es un cóctel que tiende a perpetuar el status quo: algunos segmentos tienen índices altos de empleo y otros están mayoritariamente en paro, como si viviéramos en burbujas que te empujan hacia arriba o te mantienen abajo. “Comprender esto nos ofrece una perspectiva diferente sobre cómo abordar la desigualdad salarial y el acceso al empleo. Es fundamental comprender la estructura de una red y cómo esto influye sobre la capacidad de las personas para conseguir un trabajo”.
Redes efectivas
En conclusión, Jackson es un analista de cómo condicionan nuestro comportamiento y los resultados que obtenemos las redes sociales de las que formamos parte, ya sean amistades, relaciones laborales, alianzas entre empresas y otras. Su funcionamiento es diverso. En caso de una crisis bancaria, si hay cuatro bancos y uno de ellos entra en bancarrota, el impacto sobre el sistema es mayor que si hay 100 y uno quiebra. Mientras que en los contagios de enfermedades sucede al contrario, cuantos más hay, peor es la situación.
Jackson demostró cómo cada banco se preocupa esencialmente de su propia supervivencia, pero apenas tiene en cuenta cuál sería el coste social de una bancarrota para el conjunto de la red, y por eso asumen más riesgos de lo que sería óptimo. “Es importante que tengamos mejores mapas de las redes financieras, para comprender cómo una crisis en un país puede provocar un gran impacto en otras partes del mundo. Algo que hemos podido experimentar en la crisis financiera de finales de los dos mil”.
El galardonado cree en el poder de las redes para obtener información eficaz, lo que ayudaría a resolver uno de los problemas clásicos de la economía, el de los datos incompletos o asimétricos. E insta a confiar más en las redes que en las propias opiniones. “Hay un paper asombroso escrito por Sir Francis Galton en 1907, titulado Vox Populi —La voz del pueblo—, en el que analizó una feria local en la que la gente intentaba adivinar cuánto pesaba un buey, basándose únicamente en su apariencia. El peso real del buey era 1.197 libras, y la media de peso estimada por los participantes fue 1.198 libras, así que, al agregar las estimaciones de esta población —hubo unos 780 participantes—, la media que salía era correcta. La pregunta entonces es: ¿Cómo logramos agregar esa información? Yo puedo tener una opinión sobre algo, la comparto con mis amigos y recibo su propia opinión al respecto, y así sucesivamente. En un trabajo desarrollado con Ben Golub, analizamos cómo, si en una red, pregunto continuamente a mis amigos sus valoraciones sobre un tema, y de ahí obtengo una media, finalmente se logra una respuesta bastante correcta”.
jueves, 10 de marzo de 2022
_- Comunicado conjunto de CCOO y UGT contra la guerra de Ucrania
CCOO y UGT hemos exigido que se tomen todas las medidas necesarias para que la acción bélica pare de manera urgente y las tropas rusas se retiren del territorio ucraniano, que han ocupado violando la legalidad internacional, y se restituya la paz.
En el terreno humanitario, el Gobierno de España y la Unión Europea deben estar a la altura que requiere esta situación, y marcar una clara diferencia con otras ocasiones en las que no lo han estado. Estamos obligados a brindar todo el apoyo necesario a las personas afectadas por la guerra, en la región o donde éstas se desplacen, garantizando el establecimiento y seguridad de corredores humanitarios y elaborando planes de acogida y reubicación dentro de la UE.
Asimismo, deberán facilitarse oportunidades laborales. Hoy, más que nunca, es imprescindible mantener presentes los principios fundadores de Europa: paz, democracia y solidaridad. Reafirmamos nuestro compromiso con el desarme en todo el mundo y con la firma del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares a nivel global, garante de paz y la libertad a nivel mundial.
CCOO y UGT nos solidarizamos también con el pueblo ruso que reclama el fin de la guerra y que de manera valiente se manifiesta contra las actuaciones de su gobierno y que está siendo represaliado, detenido y encarcelado por ejercer derechos tan fundamentales como el de libertad de opinión o manifestación, así como con la clase trabajadora que también allí pagará un alto precio por la apuesta bélica de su gobierno.
CCOO y UGT llamamos la atención sobre el vergonzoso e irresponsable juego de fuerzas políticas disruptivas y de tinte autoritario que han emergido en todo el mundo y significativamente en Europa, y que han pasado del coqueteo a Putin, a bramar con más fuerza sus mensajes antieuropeístas y golpear los tambores de guerra con la bandera nacional. El nacionalpopulismo del que hace gala la extrema derecha es un riesgo para la democracia y su exacerbación una consecuencia más de la guerra. La clase trabajadora española, así como la mundial nos reconocemos sólo en un mundo sin guerras y en alcanzar la paz justa y duradera, también a través de la justicia social.
Hacemos, por ello, un llamamiento a los y las trabajadoras de España a que el MIÉRCOLES 9 DE MARZO se manifiesten de manera silenciosa en la entrada de sus centros de trabajo de 12:00 a 12:05 horas, solidarizándonos así con el pueblo de Ucrania, pidiendo el alto el fuego y la inmediata retirada de tropas rusas del país.
CCOO UGT
miércoles, 9 de marzo de 2022
_- Javier Pérez Royo. Un problema estructural. El PP.
Antonio Hernández Mancha y Pablo Casado han sido las dos únicas personas que han llegado a ser presidentes del partido de gobierno de la derecha española, AP/PP, mediante una elección democráticamente competitiva.
Hernández Mancha competiría con Miguel Herrero Rodríguez de Miñón en el congreso extraordinario convocado por el PP tras las elecciones generales de 1986, en las que el presidente fundador Manuel Fraga entendió que había alcanzado su “techo electoral” y que el partido necesitaba un nuevo presidente para poder competir con éxito en unas elecciones generales. Estuvo apenas dos años en la presidencia, siendo destituido por Manuel Fraga a principio de 1989, quien a continuación designaría como su sucesor en la presidencia a José María Aznar, que sería formalmente elegido en el congreso de Sevilla, en el que AP se refundaría como PP.
Pablo Casado tendría que competir con Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal en el congreso extraordinario que se convocaría tras el éxito de la moción de censura encabezada por Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy en 2018. Todavía en este momento continúa siendo presidente, aunque este martes se va a convocar un congreso extraordinario para aclamar o ratificar, más que para elegir, a Alberto Núñez Feijóo como presidente.
La elección de manera democrática del presidente del partido ha sido la excepción y no la norma en el partido de gobierno de la derecha española. La legitimidad democrática de origen no ha sido garantía de permanencia en el cargo, sino todo lo contrario. Han sido los candidatos que han heredado el cargo los que se han mantenido en el mismo de manera prolongada, sin que se haya puesto en cuestión su autoridad nunca.
El partido de gobierno de la derecha española, AP/PP, ha sido, en consecuencia, un partido “sustancialmente resistente a la democracia” en su funcionamiento interno. Formalmente es un partido democrático. Materialmente lo ha sido de manera muy defectuosa. De los 45 años que van desde 1977 hasta 2022, los presidentes democráticamente elegidos lo han sido durante seis años, mientras que los que han heredado el cargo lo han sido durante 39.
Consciente, sin duda, de esta trayectoria de AP/PP Núñez Feijóo ha resistido la tentación de aceptar su designación como presidente antes de que tenga lugar el Congreso en el que tiene que ser elegido. Su declaración hace unos días de que la presidencia no está vacante y de que el congreso no está todavía convocado, no pudiendo en consecuencia, considerarse a sí mismo como candidato, es una buena expresión de reflejos democráticos.
Pero el problema permanece. Núñez Feijóo va a ser presidente porque se ha producido una suerte de “rebelión” contra el presidente Casado por parte de la presidenta de la Comunidad de Madrid, fuertemente secundada por los medios de comunicación de la derecha española, a la que se han acabado incorporando todos los presidentes regionales.
Se trata, además, de una rebelión en la que la sombra de la corrupción ocupa un lugar muy destacado. Por lo que se va sabiendo, los indicios de corrupción en la conducta de Isabel Díaz Ayuso y su entorno familiar van siendo cada vez más consistentes. La finalidad de la rebelión no ha sido otra que la de impedir que la investigación de la conducta de la presidenta pudiera materializarse. De ahí la urgencia para poner fin a la presidencia de Pablo Casado. En cuestión de días la posición de la presidenta de la Comunidad de Madrid podía volverse insostenible. Tenía que liquidar a Casado de manera fulminante.
En las semanas que quedan hasta la celebración del congreso, aunque no parece que la investigación del Ministerio Fiscal haya alcanzado una conclusión relevante, sí es posible que la investigación por los medios de comunicación avance de manera significativa y que se invierta en la opinión pública el juicio sobre las conductas de Casado y Díaz Ayuso en este turbio asunto.
En todo caso, las circunstancias en las que Núñez Feijóo va a acceder a la presidencia del PP no son las mejores. No es como consecuencia de un proceso democrático limpio, sino de un oscuro golpe contra el presidente Casado para tapar la posible corrupción de la presidenta de la Comunidad de Madrid y su entorno, como va a llegar a la dirección del partido.
martes, 8 de marzo de 2022
_- Cuál es el origen del Día de la Mujer (y por qué se conmemora el 8 de marzo)
Se conmemora el Día Internacional de la Mujer, formalizado por Naciones Unidas en 1975.
Este especial día, en palabras de la ONU, "se refiere a las mujeres corrientes como artífice de la historia y hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre".
Pese a haberse convertido en una jornada global en pro de la igualdad, muchas personas aún se preguntan cuál es su origen y qué llevó a que el 8 de marzo obtuviera este reconocimiento internacional.
Para explicarlo, hay que echar la vista atrás: a las protestas que desembocaron en toda una revolución. A finales del siglo XIX y principios del XX.
"Las mujeres y los hombres son creados iguales"
El Día Internacional de la Mujer tiene sus raíces en el movimiento obrero de mediados del siglo XIX, en un momento de gran expansión y turbulencias en el mundo industrializado, en el que la mujer comenzó a alzar cada vez más su voz.
La vida de la mujer en Occidente por aquel entonces era una continua historia de limitaciones: ni derecho a voto, ni a manejar sus propias cuentas, ni formación y con una esperanza de vida mucho menor que la masculina por los partos y los malos tratos.
Un ejemplo de esa creciente inquietud y debate entre mujeres se encuentra en 1848, cuando las estadounidenses Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott congregan a cientos de personas en la primera convención nacional por los derechos de las mujeres, en Estados Unidos.
Ambas mantuvieron que "todos los hombres y las mujeres son creados iguales" y exigieron derechos civiles, sociales, políticos y religiosos para el colectivo.
Entonces, recibieron burlas, especialmente en cuanto al derecho de las mujeres a votar, pero pusieron una semilla que en los siguientes años fue creciendo, destaca la ONU en un especial sobre el activismo de la mujer a lo largo de los años.
En 1913, las mujeres ya protestaban por el derecho a votar en Estados Unidos. En esa época, eran frecuentes las protestas también para pedir mejores condiciones de trabajo.
En este contexto, los historiadores coinciden en destacar como antesala directa del Día Internacional de la Mujer la marcha de mujeres que se vivió en Nueva York en 1908, cuando unas 15.000 se manifestaron para pedir menos horas de trabajo, mejores salarios y derecho a votar.
Un año después de ello, el Partido Socialista de América declara el Día Nacional de la Mujer, que se celebra por primera vez en EE.UU. el 28 de febrero.
En ese contexto, irrumpe en escena una mujer que pasaría a la historia como la impulsora del día de la mujer internacional: la comunista alemana Clara Zetkin.
Zetkin sugirió la idea de conmemorar un día de la mujer a nivel global en 1910 en la Conferencia Internacional de la Mujer Trabajadora en Copenhague (Dinamarca).
Su propuesta fue escuchada por un centenar de mujeres procedentes de 17 países y aprobada de forma unánime, aunque sin acordar una fecha concreta.
Un año después, se celebra el primer Día Internacional de la Mujer, el 19 de marzo de 1911, reuniendo a más de un millón de personas en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
Además del derecho de voto y de ocupar cargos públicos, se exigió entonces el derecho al trabajo de la mujer, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.
No obstante, en sus inicios, "la conmemoración (también) sirve de protesta contra la I Guerra Mundial", recuerda la ONU.
Y ahí se encuentra una de las claves de por qué se acabó eligiendo la fecha del 8 de marzo.
BBC
lunes, 7 de marzo de 2022
_- La escuela de la dificultad
El pasado día 29 de enero, domingo, me levanté tarde (tengo ritmo de búho, no de alondra) y mientras me aseaba conecté la radio y me encontré con la decepción: Rafael Nadal había perdido los dos primeros sets del Open de Australia. Y también iba perdiendo por 0-40 el primer juego del tercer set. Imposible la remontada, pensé. Una pena. Podía coronarse como el mejor tenista de la historia pero no había sido posible. Estuve en un tris de cambiar de cadena, dando por consumada la derrota. No lo hice. Di por bueno el esfuerzo que estaba realizando después de haber caminado con muletas no hacia mucho, de haber atravesado la covid-19 hacía poco y después de una crisis en la que, según había contado el propio Nadal, se había planteado la posibilidad de abandonar el tenis.
Cuál no fue mi sorpresa cuando presté atención y escuché que iba ganando algunos puntos y algunos juegos de forma espectacular. Y que había ganado el tercer set. A esas alturas, le daba como perdedor, a pesar de la reacción. Quedaba el cuarto set y creí que el ruso se iba a imponer. Medvedev tiene diez años menos que Nadal, pensé. Se impondrá la juventud. Pero no. Golpe a golpe fue avanzando hasta ganar el cuarto set. Una heroicidad, pensé, al ver el empate. Habían pasado más de cuatro horas de un tenis de primerísimo nivel.
La emoción fue creciendo ante la probabilidad (ya no solo la posibilidad) de ganar el quinto set y adjudicarse el 21 Grand Slam, superando a Dyokovic y a Federer, ambos con veinte títulos. Y ganó el último, el quinto set. El mejor tenista de la historia.
Qué maravilloso ejemplo de superación, de lucha contra la adversidad, de coraje, de esfuerzo, de fe en sus posibilidades, de aguante del dolor. De todos es sabido que estaba jugando con el escafoides roto por la mitad.
Imagino el asombro de su contrincante cuando, después de ganar los dos primeros sets, se encuentra con un titán que saca fuerza de flaqueza y va comprobando que el gradiente de la meta está espoleando y no hundiendo a su adversario.
Uno siente orgullo de tener un compatriota de ese nivel deportivo y, sobre todo, de esa calidad humana. Un verdadero modelo. Diré luego por qué mi admiración hacia esta persona, que tiene una trayectoria insuperable como tenista y una personalidad fraguada en la dificultad, en la sensatez y en la bonhomía. Nadal es un buen deportista, una buena persona y un ciudadano ejemplar.
Son varios los valores que quiero destacar de la biografía de Nadal. Valores que se combinan y se entremezclan forjando una personalidad admirable. Porque una hazaña de este tipo no es fruto de la improvisación. Hay detrás de ella muchas horas de esfuerzo, de sacrificio, de trabajo oculto. Es el fruto de haber aprendido constantes lecciones en la escuela de la dificultad.
Ante un hecho de esta envergadura solemos poner el foco en el éxito conseguido, pero olvidamos que el éxito no se hubiera producido sin los esfuerzos persistentes de muchos días, sin la presencia de las cámaras y del público que aplaude. Pocas veces se pone el foco en la superación de las dificultades.
He aquí, a mi juicio, alguno de los rasgos de la personalidad de Rafael Nadal. Los enumero y comento sin tener más conocimientos sobre su trayectoria vital que los que todos hemos podido ver y admirar a través de su presencia en los medios de comunicación.
Capacidad de superación: el tenista manacorí, hace unos meses, dudaba si tendría que retirarse de forma definitiva. Andaba con muletas y conocía que la rotura de su escafoides no tenía solución. Y dudó en acudir al Open australiano. Pero tuvo el coraje de viajar, de inscribirse, de ir superando eliminatorias y de ganar una final en una magnífica reacción.
Humildad: a pesar de ser, de forma indiscutible, el mejor tenista de la historia, ya que tiene 21 títulos de Gran Slam, Rafael Nadal respeta a sus adversarios y no alardea nunca de sus éxitos. Le oí decir en alguna ocasión que no se sentía más que nadie, “a fin de cuentas, decía, no hago más que impulsar una pelota al otro lado de una red”. Atiende a la prensa con cortesía y respeto. Los éxitos no se le han subido a la cabeza.
Constancia: Hacer un duro esfuerzo en un momento determinado, está en manos de todos, pero mantener esa actitud de manera persistente es lo verdaderamente difícil. La lucha de Nadal para mantenerse en lo más alto exige una costosa perseverancia. Un victoria como la del Open de Australia es fruto de un buen partido pero, también, de muchos días de entrenamiento.
Resiliencia: Salir de una grave lesión, entrenar con fuertes dolores, pensar que quizás tuviese que abandonar el tenis definitivamente y ganar un Grand Slam es el mejor ejemplo de una actitud resiliente.
Fe en sí mismo: las cotas de éxito alcanzadas por Nadal son el fruto de un buen autoconcepto y de una buena autoestima. Sin esa fe en sus posibilidades sería imposible alcanzar tantos éxitos consecutivos.
Coraje ante la adversidad: la montaña que se elevaba ante él en la final que he descrito, lejos de arredrarle, se convirtió en un estímulo. Haber perdido los dos primeros sets y de empezar perdiendo los primeros puntos del tercero era una montaña de tal altura que parecía imposible de escalar. Y estoy seguro de que esa actitud ante la dificultad habrá tenido que ejercitarla muchísimas veces.
Optimismo: tener la esperanza de que se va a conseguir algo, es el primer paso para poder alcanzarlo. Le he oído decir que no quiere quedarse con 21 títulos de Grand Slam y que ya está preparándose para el 22.
Fortaleza: no solo hablo de fortaleza física, hablo también fortaleza mental. Es una cualidad que elogia su tío y antiguo entrenador Toni Nadal. La fortaleza mental encauza y sostiene el empleo de la fuerza física.
Ejemplaridad ciudadana: que yo sepa, no se le conoce a Nadal ese tipo de comportamientos insolidarios que llevan a hacer trampas con el dinero, que evaden impuestos colocando su dinero en paraísos fiscales.
Ser un buen deportista, supone haber desarrollado unas destrezas hasta limites excelentes y haber entrenado con esfuerzo y constancia. Ser buena persona exige algunas cosas más: solidaridad, empatía, humildad, compasión, respeto a la dignidad humana. Lo ideal es que se sumen las dos dimensiones como creo que sucede en el caso de Nadal.
Hemos visto las actitudes de otro gran tenista, Djokovick, que fue deportado de Australia por no haberse querido vacunar, lo que considero un actitud insolidaria. Porque solo se podrá superar la pandemia si todos y todas participamos en la lucha contra ella. Y eso significa que hay que vacunarse y que hay que cumplir las norma sanitarias para evitar el contagio. También mintió en los formularios de entrada diciendo que no había estado en otros países antes de su viaje, a pesar de haber pasado unos días en Marbella como era público y notorio. Otros deportistas afamados se muestran altaneros, displicentes, antipáticos, agresivos, egoístas, orgullosos, como si perteneciesen a una clase superior.
“El ejemplo es la escuela de la humanidad, la única escuela que puede instruirla”, dice Edmond Burke. Qué buena lección de esfuerzo para nuestra juventud la vida de Rafael Nadal.
El Adarve.
domingo, 6 de marzo de 2022
Entrevista a Noam Chomsky. “Estamos en un momento crucial de la historia de la humanidad. No se puede negar. No se puede ignorar”
Las motivaciones políticas, como las citadas por el presidente ruso Vladímir Putin, no pueden utilizarse como argumento para justificar el inicio de una invasión contra una nación soberana. Sin embargo, ante esta horrible invasión, “Estados Unidos debe optar por la diplomacia de modo urgente” en lugar de la escalada militar, ya que esta última podría constituir una “sentencia de muerte para la especie, sin vencedores”, afirma Chomsky.
C. J. Polychroniou: Noam, la invasión rusa de Ucrania ha cogido a la mayoría de la gente por sorpresa y ha causado gran conmoción por todo el mundo, aunque muchos elementos indicaban que Putin estaba bastante alterado por la expansión de la OTAN hacia el este y la determinación de Washington de no tomarse en serio sus exigencias en materia de seguridad de no traspasar la “línea roja” respecto a Ucrania. ¿Por qué cree que ha decidido iniciar una invasión en este momento?
Noam Chomsky: Antes de responder a la pregunta debemos constatar algunos hechos que son incontestables. El más crucial es que la invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra comparable a la invasión estadounidense de Irak y a la invasión de Polonia por parte de Hitler-Stalin en septiembre de 1939, por poner sólo dos ejemplos relevantes. Es razonable buscar explicaciones, pero no hay ninguna justificación ni atenuante.
Volviendo a la pregunta, hay un despliegue de invectivas plenas de convencimiento acerca de la mente de Putin. El relato habitual es que está atrapado en fantasías paranoicas, que actúa solo, rodeado de cortesanos rastreros como los que conocemos aquí en lo que queda del Partido Republicano que viaja hasta Mar-a-Lago buscando la aprobación del Líder.
La avalancha de improperios podría ser acertada, pero quizá habría que considerar otras posibilidades. Quizá Putin quiso decir lo que él y sus aliados han estado diciendo alto y claro durante años. Podría ser, por ejemplo, que “dado que la principal exigencia de Putin es la garantía de que la OTAN no aceptará a más miembros, y en concreto a Ucrania o Georgia, obviamente no habría existido ninguna motivación para la crisis actual si no hubiera habido una expansión de la alianza atlántica tras el final de la Guerra Fría o si la expansión hubiera tenido lugar de acuerdo con la construcción de una estructura de seguridad en Europa que incluyera a Rusia”. El autor de estas palabras es Jack Matlock, exembajador de Estados Unidos en Rusia, uno de los pocos expertos en Rusia solventes del cuerpo diplomático estadounidense; las escribió poco antes de la invasión. Continúa y concluye que la crisis “puede resolverse fácilmente aplicando el sentido común… Desde cualquier punto de vista, el sentido común apunta que a Estados Unidos le interesa promover la paz, no el conflicto. Tratar de desprender a Ucrania de la influencia rusa –el objetivo declarado de los que agitaron las “revoluciones de colores”– fue una misión absurda y peligrosa. ¿Tan pronto hemos olvidado la lección de la crisis de los misiles de Cuba?”.
Matlock no está solo. En las memorias del jefe de la CIA, William Burns, otro de los pocos auténticos expertos en Rusia, se llega a las mismas conclusiones sobre las cuestiones de fondo. La postura aún más firme de George Kennan [diplomático] ha recibido amplia cobertura tarde, que también ha sido respaldada por el exsecretario de Defensa William Perry y, fuera de las filas diplomáticas, por el célebre académico de relaciones internacionales John Mearsheimer y numerosas figuras que difícilmente podrían ser más convencionales.
Nada de esto es incierto. Los documentos internos de Estados Unidos publicados por WikiLeaks revelan que la imprudente oferta de Bush II a Ucrania para entrar en la OTAN provocó enseguida duras advertencias por parte de Rusia indicando que la expansión de la amenaza militar era intolerable. Es comprensible.
A propósito, también podemos tomar nota sobre ese extraño concepto de “la izquierda” que aparece regularmente para vituperar a “la izquierda” por su insuficiente escepticismo acerca de la “línea del Kremlin”…
La crisis se ha estado gestando durante 25 años mientras Estados Unidos menospreciaba de un modo despectivo las inquietudes rusas en materia de seguridad
El hecho es que, para ser sinceros, no sabemos por qué se tomó la decisión, ni siquiera si la tomó Putin en solitario o el Consejo de Seguridad ruso en el que él desempeña el papel principal. Hay, sin embargo, algunas cosas que sí sabemos con bastante seguridad, incluidos los documentos examinados con cierto detalle por las personas que acabo de citar, que han ocupado altos cargos dentro del sistema de planificación. En resumen, la crisis se ha estado gestando durante 25 años mientras Estados Unidos menospreciaba de un modo despectivo las inquietudes rusas en materia de seguridad, en particular sus claras líneas rojas: Georgia y especialmente Ucrania.
Hay buenas razones para creer que esta tragedia podría haberse evitado hasta el último minuto. Ya lo hemos discutido anteriormente, en repetidas ocasiones. En cuanto a por qué Putin ha iniciado la criminal agresión en este momento, podemos especular todo lo que queramos. Pero el trasfondo inmediato no es incierto; se elude, pero no se discute.
Es fácil entender que los que sufren las consecuencias consideren que es de una complacencia inaceptable indagar por qué ocurrió y si se podría haber evitado. Comprensible, pero equivocado. Si queremos responder a la tragedia de modo que ayude a las víctimas y evite las catástrofes aún peores que se avecinan, es prudente y necesario aprender todo lo que podamos sobre lo que salió mal y cómo se podría haber corregido el rumbo. Los gestos heroicos pueden ser gratificantes. No son útiles.
Como tantas otras veces, recuerdo una lección que aprendí hace mucho tiempo. A finales de la década de 1960, participé en una reunión en Europa con algunos representantes del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur (el ‘Vietcong’, en la jerga estadounidense). Fue durante el breve periodo de intensa oposición a los espantosos crímenes de Estados Unidos en Indochina. Algunos jóvenes estaban tan enfurecidos que pensaban que la reacción violenta era la única respuesta adecuada a las monstruosidades que estaban teniendo lugar: romper ventanas en Main Street, bombardear un centro del Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva. Cualquier otra cosa equivalía a ser cómplice de crímenes terribles. Los vietnamitas veían las cosas de forma muy distinta. Se opusieron firmemente a todas esas medidas. Presentaron su modelo de protesta efectiva: unas cuantas mujeres de pie, rezando en silencio, ante las tumbas de los soldados estadounidenses muertos en Vietnam. No les interesaba lo que los estadounidenses que se oponían a la guerra hacían para sentirse justos y respetables. Querían sobrevivir.
Es una lección que a menudo he escuchado, de una u otra forma, a las víctimas del horrible sufrimiento en el hemisferio sur, el principal objetivo de la violencia imperial. Una lección que deberíamos tomar en serio, adaptada a las circunstancias. Hoy eso significa un esfuerzo por comprender por qué ha ocurrido esta tragedia y qué se podría haber hecho para evitarla, y aplicar estas lecciones a lo que viene después.
La cuestión cala hondo. No hay tiempo para repasar aquí este asunto de vital importancia pero, en repetidas ocasiones, la reacción ante una crisis real o imaginaria ha sido sacar la pistola en lugar de la rama de olivo. Es casi un acto reflejo, y las consecuencias han sido generalmente espantosas para las víctimas tradicionales. Siempre vale la pena tratar de entender, anticiparse un poco a las posibles consecuencias de la acción o la inacción. Son perogrulladas, por supuesto, pero vale la pena insistir porque se descartan tan fácilmente en tiempos de arrebato justificado.
¿Qué opciones hay?
Las opciones que quedan tras la invasión son desalentadoras. La menos mala es el apoyo a las opciones diplomáticas que aún existen con la esperanza de lograr un resultado parecido al que era muy probable alcanzar hace unos días: la neutralización de Ucrania al estilo austriaco, una versión del federalismo de Minsk II. Mucho más difícil de lograr ahora. Y –necesariamente– con una vía de escape para Putin, o el resultado será aún más nefasto para Ucrania y para todo el mundo, quizá más allá de lo inimaginable.
Es muy injusto. ¿Pero cuándo ha prevalecido la justicia en los asuntos internacionales? ¿Es necesario revisar el atroz historial una vez más?
Nos guste o no, las opciones se reducen ahora a un feo desenlace que premia en lugar de castigar a Putin por el acto de agresión o la fuerte posibilidad de una guerra terminal. Puede parecer gratificante arrinconar al oso en un rincón desde el que arremeterá a la desesperada, y puede hacerlo. No es sensato.
Entretanto, deberíamos hacer todo lo posible para ofrecer un apoyo significativo a quienes defienden valientemente su patria contra crueles agresores, a quienes escapan de los horrores y a los miles de valientes rusos que se oponen públicamente al crimen de su Estado asumiendo gran riesgo personal, una lección para todos.
Y también deberíamos tratar de encontrar formas de ayudar a un tipo de víctima más general: todas las especies que habitan la Tierra. Esta catástrofe ha tenido lugar en un momento en el que todas las grandes potencias, y de hecho todos nosotros, debemos trabajar juntos para controlar el gran azote de la destrucción medioambiental que ya se está cobrando un precio desastroso, y que pronto será mucho peor si no se realizan grandes esfuerzos rápidamente. Para hacer ver lo obvio, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) acaba de publicar la última y más ominosa de sus evaluaciones periódicas sobre cómo nos dirigimos hacia la catástrofe.
Entretanto, las medidas necesarias están estancadas, incluso en retroceso, ya que se dedican recursos muy necesarios a la destrucción y ahora el mundo se encamina a ampliar el uso de los combustibles fósiles, incluido el más peligroso y convenientemente abundante, el carbón.
Un demonio malévolo difícilmente podría idear una coyuntura más grotesca. No se puede ignorar. Cada momento cuenta.
La invasión rusa es una clara violación del artículo 2(4) de la Carta de la ONU, que prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial de otro Estado. Sin embargo, durante su discurso del 24 de febrero, Putin trató de ofrecer fundamentos jurídicos para la invasión y Rusia cita a Kosovo, Irak, Libia y Siria como prueba de que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho internacional repetidamente. ¿Puede comentar los fundamentos jurídicos de Putin para la invasión de Ucrania y la situación del derecho internacional en la era posterior a la Guerra Fría?
No hay nada que decir sobre el intento de Putin de ofrecer un fundamento jurídico a su agresión. Su mérito es nulo.
Es cierto que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho internacional sin pestañear, pero eso no ofrece ningún atenuante para los crímenes de Putin
Por supuesto, es cierto que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho internacional sin pestañear, pero eso no ofrece ningún atenuante para los crímenes de Putin. Sin embargo, Kosovo, Irak y Libia tuvieron influencia directa en el conflicto de Ucrania.
La invasión de Irak fue un ejemplo de libro de los crímenes por los que los nazis fueron colgados en Nuremberg, pura agresión no provocada. Y un puñetazo en la cara de Rusia.
En el caso de Kosovo, la agresión de la OTAN (es decir, la agresión de Estados Unidos) fue declarada “ilegal, pero justificada” (por ejemplo, por la Comisión Internacional sobre Kosovo presidida por Richard Goldstone) sobre la base de que el bombardeo se llevó a cabo para poner fin a las atrocidades que estaban teniendo lugar. Ese juicio exigía invertir la cronología. Las pruebas de que la avalancha de atrocidades fue consecuencia de la invasión son abrumadoras: predecible, prevista, anticipada. Además, había opciones diplomáticas disponibles; como siempre, fueron ignoradas en favor de la violencia.
Altos funcionarios estadounidenses confirman que fue sobre todo el bombardeo de Serbia, aliada de Rusia –sin ni siquiera informarles de antemano–, lo que dio al traste con los esfuerzos rusos por colaborar de algún modo con Estados Unidos en la construcción de un orden de seguridad europeo posterior a la Guerra Fría, un retroceso que se aceleró con la invasión de Irak y el bombardeo de Libia después de que Rusia aceptara no vetar una Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que la OTAN violó de inmediato.
Los acontecimientos tienen consecuencias; sin embargo, los hechos pueden quedar ocultos dentro del sistema dogmático.
El estatus del derecho internacional no cambió en el periodo posterior a la Guerra Fría, ni siquiera en las palabras, y mucho menos en los hechos. El presidente Clinton dejó claro que Estados Unidos no tenía intención de respetarlo. La Doctrina Clinton declaraba que Estados Unidos se reservaba el derecho a actuar “unilateralmente cuando fuera necesario”, incluido el “uso unilateral del poder militar” para defender intereses vitales como “garantizar el acceso sin trabas a mercados clave, suministros energéticos y recursos estratégicos”. También sus sucesores, y cualquiera que pueda violar la ley impunemente.
Eso no quiere decir que el derecho internacional no tenga valor. Tiene un rango de aplicabilidad, y es una norma útil en algunos aspectos.
El objetivo de la invasión rusa parece ser derribar el gobierno de Zelensky e instalar en su lugar uno prorruso. Sin embargo, pase lo que pase, Ucrania se enfrenta a un futuro desalentador por su decisión de convertirse en un peón en los juegos geoestratégicos de Washington. En ese contexto, ¿hasta qué punto es probable que las sanciones económicas logren que Rusia cambie su postura respecto a Ucrania? ¿O las sanciones económicas tienen como objetivo algo más grande, como socavar el control de Putin dentro de Rusia y los lazos con países como Cuba, Venezuela y posiblemente incluso la propia China?
Puede que Ucrania no haya tomado las decisiones más acertadas, pero no tenía nada parecido a las opciones que tenían los Estados imperiales. Sospecho que las sanciones llevarán a Rusia a depender aún más de China. Salvo que cambie seriamente de rumbo, Rusia es un estado petrolero cleptócrata que depende de un recurso que debe disminuir drásticamente o estamos todos acabados. No está claro si su sistema financiero puede resistir un ataque fuerte, mediante sanciones u otros medios. Razón de más para ofrecer una vía de escape con una mueca.
Los gobiernos occidentales, los principales partidos de la oposición, incluido el Partido Laborista en el Reino Unido, y los medios de comunicación corporativos se han embarcado en una campaña antirrusa chovinista. Los objetivos incluyen no sólo a los oligarcas rusos, sino también a músicos, directores de orquesta y cantantes, e incluso a propietarios de equipos de fútbol como Roman Abramovich, del Chelsea FC. Tras la invasión, incluso se ha prohibido a Rusia participar en Eurovisión en 2022. Es la misma reacción que los medios de comunicación corporativos y la comunidad internacional en general mostraron hacia Estados Unidos tras su invasión y posterior destrucción de Irak, ¿no?
Su comentario irónico es muy apropiado. Y podemos continuar por caminos demasiado conocidos.
¿Cree que la invasión dará inicio a una nueva era de confrontación continua entre Rusia (y posiblemente en alianza con China) y Occidente?
Es difícil saber dónde caerán las cenizas, y esto podría no ser una metáfora. Hasta ahora, China está actuando con cautela, y es probable que intente llevar adelante su amplio programa de integración económica de gran parte del mundo dentro de su sistema global en expansión –en el cual, hace unas semanas, incorporó a Argentina dentro de la iniciativa Cinturón y Ruta–, mientras observa cómo los rivales se destruyen entre ellos.
Como hemos comentado antes, la confrontación es una sentencia de muerte para la especie, sin vencedores. Estamos en un momento crucial de la historia de la humanidad. No se puede negar. No se puede ignorar.
Esta entrevista se publicó originalmente en Truthout.org.
Traducción: Paloma Farré.
C.J. Polychroniou es politólogo/economista político, escritor y periodista.
Fuente: https://ctxt.es/es/20220301/Politica/38974/Noam-Chomsky-guerra-Ucrania-Rusia-Putin-EEUU-OTAN-geopolitica-Polychroniou.htm
sábado, 5 de marzo de 2022
Ni la sanciones, ni el «botón nuclear» financiero detendrán a Putin
Que el expresidente de la nación más poderosa del planeta, cuyo partido puede ganar las elecciones legislativas de noviembre próximo y él mismo volver a la presidencia, no deje de halagar a Putin cuando acaba de invadir un país soberano (como también están haciendo, además de Trump, otros líderes políticos occidentales), es buena prueba de lo primero. Haber ayudado a que fuerzas claramente nazis se hayan hecho con resortes fundamentales de poder en Ucrania, permitir que un gobierno fruto de un golpe de Estado haya llevado a cabo miles de acciones violentas contra población ucraniana no ya pro rusa sino con pasaporte ruso, o alentar constantemente la entrada de Ucrania en la OTAN prueban, entre cosas razones, lo segundo. Y que un excanciller del país más poderoso de la Unión Europea, Gerhard Schröder, sea el presidente del consejo de administración de la mayor petrolera de Rusia, o que la estrategia energética de la Unión Europea se haya basado desde 1990 en el suministro de las autocracias y oligarquías corruptas de su lado oriental, confirman lo tercero.
Cuando se ha llegado a una situación de máxima tensión por la invasión militar rusa de Ucrania, Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea prestan a esta última una ayuda militar que es (como toda la anterior) materialmente inútil para hacer frente a la gran superioridad del ejército ruso. Y, para intentar frenarla, recurren a sanciones económicas que podrían llegar al llamado «botón nuclear» financiero, consistente en expulsar a Rusia del sistema SWIFT para impedir que las entidades bancarias o el gobierno ruso puedas realizar cobros y pagos con el exterior.
La pregunta es si estas medidas pueden frenar a Rusia y la respuesta, en mi modesta opinión, es no, por varias razones.
No es la primera vez que se establecen sanciones económicas contra un país y sabemos que su efecto es siempre limitado. Una economía minúscula y con muchísimos menos recursos que la rusa, como la cubana, lleva sobreviviendo 61 años a un embargo durísimo, e Irán tampoco se vino abajo cuando se le aplicó la misma exclusión financiera con la que ahora se amenaza a Rusia,.
Un estudio exhaustivo de doscientos cuatro casos de sanciones occidentales modernas ha demostrado que son «parcialmente exitosas en el 34 por ciento de los casos» (aquí). No son inocuas, desde luego, pero no se puede considerar que sean total y definitivamente eficaces.
De hecho, no se puede olvidar que Rusia soporta sanciones económicas desde hace años.
Diversos estudios han mostrado que las aplicadas por los países occidentales sobre los principales ejes estratégicos de la economía rusa (finanzas, defensa, petróleo y patrimonios de algunos oligarcas) han tenido un coste económico muy importante.
Aunque a su efecto hay que añadir el de la crisis de 2008 y el de la caída en el precio del petróleo, lo cierto es que el PIB de Rusia había disminuido un 35% de 2013 a 2020 y su renta disponible real un 10%. A pesar de ello, sin embargo, las entidades financieras internacionales y el propio Fondo Monetario Internacional no han dejado de alabar la estabilidad macroeconómica de Rusia porque había logrado contener la deuda pública (19,2% del PIB a finales del 2020) y aumentar sus reservas internacionales, unos 600.000 millones de dólares en ese mismo año, casi diez veces más que España, a pesar de tener un PIB solo ligeramente superior.
Según el último reporte del Congreso de Estados Unidos (aquí), a Rusia le afectan actualmente quince programas de sanciones cuyo efecto es limitado por varias razones: los políticos rusos están dispuestos a asumir el coste de las sanciones, pueden tener el efecto no deseado de aumentar el apoyo al gobierno ruso, y este ha limitado sus efectos mediante ayudas, contratos preferenciales y políticas de sustitución de importaciones y mercados alternativos. Dicho informe afirma que «los estudios sugieren que las sanciones han tenido un impacto negativo pero relativamente modesto sobre el crecimiento en Rusia»; en parte, porque se han adoptado tratando de «minimizar su impacto sobre el pueblo ruso y sobre los intereses económicos de los países que las imponen.»
Esto último es una segunda razón de por qué las sanciones a Rusia no terminan de ser efectivas. Es cierto que Estados Unidos y los países europeos las han establecido no solo sobre objetivos económicos sino también sobre intereses concretos de algunos oligarcas rusos en el exterior. Pero lo han hecho muy limitadamente porque no han querido renunciar al gran negocio que Rusia les reporta. Aunque sea peccata minuta, recordemos que en España, sin ir más lejos, los millonarios chinos y rusos son los principales acaparadores de visados por compra de viviendas, una forma indirecta establecida por los gobiernos para que introduzcan aquí (como en otros muchos países) las fortunas que soportan el poder de la autocracia rusa.
Se ha calculado (aquí) que los oligarcas rusos tienen riqueza fuera de su país por un valor equivalente al 85% de su PIB, es decir, alrededor de 1,1 billones de dólares. Y ese dinero no es un patrimonio pasivo sino la fuente de grandísimos negocios de los que no solo se benefician los oligarcas sino también las entidades financieras y las grandes corporaciones y fondos de inversión occidentales. Utilizan para ello los paraísos fiscales cuyas puertas no se quieren abrir porque, si se hiciera, no se podría perseguir solo a unos («los malos») y no a otros (nuestros «buenos»).
Lo mismo que los países europeos no han querido frenar al monstruo nacionalista ruso durante las últimas tres décadas, porque querían aprovecharse y hacer caja con sus suministros, tampoco se ha querido acabar con la extraordinaria fuerza financiera en el exterior de la autocracia rusa: los negocios son los negocios.
La lucha del presidente Draghi para que la industria del lujo italiana quede fuera del alcance de las sanciones es la más patética expresión de la ética que guía la respuesta europea contra la autocracia.
La sanciones económicas no van a detener a Rusia mientras los países que las imponen no estén dispuestos a sufrir en sus carnes, o mejor dicho, en las carnes de sus propias oligarquías, las consecuencias y los costes de imponer un orden de justicia y paz en el planeta.
Además, resulta francamente impensable que los dirigentes rusos no hayan considerado los costes financieros que sus decisiones agresivas iban a llevar consigo, de modo que es muy poco realista creer que se hayan visto sorprendidos por ellos y que se vayan a detener por su causa.
Incluso me atrevo a pensar que algo parecido puede ocurrir con el llamado «botón nuclear» financiero. Aunque no cabe duda de que expulsar a Rusia del sistema de comunicaciones en que se basan los cobros y pagos internacionales tendría consecuencias gravísimas, me parece que no solo podrá esquivarlas sino que incluso pudiera tener efectos no deseados para occidente.
En primer lugar, por la razón antes aludida: Europa no está en condiciones de renunciar, al menos a medio plazo, al suministro de gas y otras materias primas rusas y la subida de precios subsiguiente la va a llevar a una situación económica muy delicada.
En segundo lugar, porque Rusia lleva años preparándose para esta eventualidad, creando un sistema nacional alternativo y otro en colaboración con China. El resultado de expulsar a Rusia del mecanismo le hará mucho daño, sin duda, pero puede abrir una brecha de incalculables consecuencias en el sistema financiero internacional que ha sido el soporte del comercio internacional globalizado de las últimas décadas. Un efecto que no estoy seguro de que los grandes poderes económicos y financieros de occidente estén dispuestos a asumir, al menos de momento. Y no se puede olvidar que es muy probable que las autoridades rusas controlen indirectamente o en la sombra miles de millones de dólares en el exterior con los que podrían provocar situaciones de gran inestabilidad en las finanzas internacionales.
Rusia no ha tomado la decisión de invadir Ucrania pensando que Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN se iban a cruzar de brazos. Contaba con las medidas y sanciones económicas que se están anunciando y adoptando; por cierto, de la manera menos efectiva, es decir, advirtiendo de ellas con antelación y aplicándolas con cuentagotas.
Me gustaría que esas medidas fueran lo suficientemente disuasorias como para frenar la invasión y poder retomar el conflicto desde otras coordenadas que no implicaran la guerra, la destrucción y la muerte de seres humanos. Me temo, como he dicho, que no lo serán y lo verdaderamente preocupante es que el nacionalismo ruso ha señalado ya muy claramente cuáles son sus dos principios de actuación: uno, que se cree con derecho a reconstruir el viejo imperio, y otro que si Estados Unidos pudo usar el arma nuclear cuando lo consideró oportuno, Rusia también puede utilizarla cuando lo crea conveniente.
La situación creada por la autocracia rusa es verdaderamente criminal y desastrosa y nada se puede equiparar a su responsabilidad en el caso de Ucrania. Pero la lógica que guía a occidente a la hora de frenarla tampoco es ejemplar, y no ha estado basada ni en la coherencia, ni en la prudencia, ni en la cultura de la paz que es la única que puede poner un poco de sensatez en este planeta.
Fuente.
https://juantorreslopez.com/ni-la-sanciones-ni-el-boton-nuclear-financiero-detendran-a-putin/
viernes, 4 de marzo de 2022
Sobre las Checas. Ángel Viñas.
Contra las falacias y las mentiras que desde 1936 empezó a difundir, en la zona sublevada, la propaganda franquista y que, desde 1939, extendió al resto de España pocos son los temas que hayan gozado de tal predicamento como el de la actividad criminal de las checas, en particular en Madrid y Barcelona. Siempre fueron consideradas como los ejemplos por excelencia del “terror rojo”. Su siniestra fama se divulgó en la literatura. Nombres como el conde de Foxá, Wenceslao Fernández Flores, “El Caballero Audaz” (José María Carretero), “El Duende de la Colegiata” (Adelardo Fernández Arias) y muchos otros la elevaron a la enésima potencia en novelas que traducían odios y miedos viscerales y estaban en consonancia con las necesidades de la propaganda de los sublevados por ocultar sus propios asesinatos y venganzas. En cuanto a los novelistas citados, los dos primeros incluso han sido “rehabilitados”. Los siguientes, de ínfima calidad, todavía no. Todo se andará. Existen unas cuantas editoriales especializadas en difundir tal tipo de basura.
Ni que decir tiene que la historiografía profranquista y filofranquista encontró siempre en el “terror rojo” que emanaba de las checas todo un filón. Dura hasta nuestros días. Los trabajos de empaque académico que sobre el tema se han realizado son relativamente escasos.
Viene ahora a enriquecer la serie de obras esenciales para comprender el fenómeno la adaptación de una tesis doctoral. Hay que seguir de cerca la aprobación de tesis doctorales en historia contemporánea porque, al menos en España, es generalmente de la Universidad de donde proceden los trabajos de una nueva generación de investigadores que combinan el rigor científico y metodológico con su preocupación por temas largo tiempo dejados al arbitrio de numerosos periodistas y de aficionados siempre atentos a ventas fáciles y a excitar el morbo de un sector concreto del público lector (y no lector).
En el caso en cuestión corresponde a un joven historiador formado en la UCM y miembro del grupo de estudios sobre la guerra civil en Madrid el haber abordado, tras una serie de tanteos previos, la tarea de seguir desmitificando la densa nube que rodea el tema de las checas. Se llama Fernando Jiménez Herrera. La Editorial Comares, de Granada, que dirige mi buen amigo Miguel Ángel del Arco Blanco y cuyo catálogo es uno de los más serios y solventes en materia de la Historia que se hace en y desde la Universidad, la ha publicado, imagino que debidamente raspada de toda la parafernalia académica que suele envolver cualquier tesis doctoral que se precie.
Curiosamente la recepción que le han dado los grandes medios de comunicación, atentos a las decenas de títulos sobre temas más o menos estúpidos que aparecen casi todas las semanas, ha sido muy mesurada. Una pena. El trabajo de Jiménez Herrera merece muchísima mayor atención. Tanto de la crítica como de los lectores.
Las preguntas de las que parte este joven historiador constituyen el meollo, el alfa y el omega, de la labor de todo investigador que se respete: ¿Qué pasó? ¿Cómo pasó? ¿Por qué pasó? Sin plantearse seriamente estos tres interrogantes, y sin basar la respuesta en el descubrimiento y análisis de las evidencias primarias relevantes de época, es imposible dar explicaciones fundadas a las representaciones que el historiador se hace del pasado. Sobre todo, si se trata de temas ya “vistos”. Y, al hacérselas, debe tener cuidado con el lenguaje.
En el caso en cuestión aceptar el término de “checa” es ya un tanto ahistórico. Es el resultado de una importación movida por planteamientos y estímulos propagandísticos. Su origen es ruso o, más exactamente, soviético. Su aplicación al caso español fue una primera victoria de los sublevados de 1936. Estaba en consonancia con la línea fundamental de su propaganda de antes de la guerra y que insufló toda la conspiración monárquico-militar (y fascista). La gran diferencia es que la policía represiva soviética estuvo encuadrada desde el primer momento en las estructuras de un nuevo Estado en formación, en guerra civil y con aspiraciones revolucionarias. Luego, formó parte esencial del aparato de supervisión, vigilancia y castigo de los disidentes (cuya identificación atravesó por numerosas etapas).
El caso español es completamente diferente. Sin conocer la tesis de Jiménez Herrera, pero partiendo del tenor anticomunista de la intoxicadora propaganda que distribuyó la UME (Unión Militar Española), a mí me había llamado la atención el énfasis puesto en el peligro soviético para la alejada España desde los comienzos más serios de la conspiración en 1934. Algo que, en puridad, no era ninguna novedad porque, simplemente, fue una constante en un sector de las derechas españolas desde la implantación del régimen soviético en Rusia. Herbert R. Southworth dedicó una gran parte de su obra a dibujar los contornos de tales planteamientos.
Así, pues, con buen tino, lo primero que hace Jiménez Herrera es llamar a las cosas por su nombre en el título de su libro. El mito de las checas y dedicar el primer capítulo a estudiar la génesis y evolución de este concepto. No es un a priori. Es el resultado de estudiar el movimiento histórico al final del cual, en una coyuntura determinada surgida del fracaso de la sublevación en Madrid y Barcelona, los sublevados aplicaron aquel concepto soviético para enmascarar y/o deformar lo que ocurrió en realidad: la transformación y adaptación de una parte de los núcleos organizativos del proletariado (Casas del Pueblo socialistas, Ateneos Libertarios anarquistas y Radios comunistas) a la tarea ímproba descabezar el movimiento militar y fascista. Sin saber manejar armas, salvo las cortas, y sin organización. Lo que los autores profranquistas o filofranquistas afirman sobre las “milicias” izquierdistas para antes del 18 de julio es de risa. Yo siempre recomiendo leer los camelos de Luis Bolín que he citado en varias de mis obras.
Pues bien, a las tareas habituales propias y que en aquellos núcleos organizativos habían ido perfilándose en los años anteriores a la sublevación (cuando todavía se encontraba en el estadio de proyecto deseado o anhelado) se añadió, casi de forma natural, la expansión a las funciones de control y justicia. Los dos términos, obviamente, no son equivalentes. Vale el primero. El segundo habría que entrecomillarlo. Ambas se materializaron, con todo, en el surgimiento de los más propiamente denominados, que no “checas”, “comités revolucionarios”. El núcleo central del libro se sitúa precisamente en el proceso que acompañó este cambio y que se mantuvo más o menos hasta finales del año 1936.
El pueblo en armas (una de las consecuencias del desplome del aparato de seguridad del Estado, también minado por los conspiradores) asumió, temporalmente, el ejercicio de tales nuevas funciones durante aquellos cinco o seis meses, cruciales eso sí, en la identificación y represión de elementos contrarrevolucionarios (fascistas, monárquicos, clérigos, burgueses y un variopinto etc.), reales o supuestos, que de todo hubo. La eliminación física, al margen de toda la legalidad republicana pre-existente, pasó al primer plano y afectó a un gran número de personas. No es de extrañar, añadiré, que a algunos diplomáticos británicos la evolución les hiciera evocar más los días del Terror en la revolución francesa que el bolchevique tras la revolución rusa.
El autor ha llegado a novedosas conclusiones después de haber pasado varios años estudiando miles de documentos de los que todavía se conservan en una variada gama de archivos. Ante todo, el general e histórico de la Defensa, amén de los archivos de la Guardia Civil y del Ministerio del Interior y del Centro Documental de la Memoria Histórica, complementados con la documentación conservada en el Histórico Nacional, los archivos del PCE, del PSOE, de la CNT y diversos repositorios locales y provinciales. Amén de las fuentes hemerográficas conservadas en más de una docena de sitios en línea y presenciales. Ha debido ser una labor de Sísifo. Basta con echar un vistazo a la serie documental PS relativa a Madrid en Salamanca para que a cualquier investigador se le abran las carnes.
Casi una veintena de tesis doctorales en versión no publicada pero sí disponibles en la red, unas setenta obras de memorias y recuerdos de variado pelaje, recuentos oficiales y una amplia bibliografía española y extranjera complementan las fuentes documentales primarias y secundarias.
Me apresuro a señalar que Fernando Jiménez en modo alguno trata de disminuir el saldo trágico de la actuación de los comités revolucionarios. Llega hasta donde los documentos se lo permiten. En el caso de Madrid, que es en el que se concentra básicamente su relato, se hace eco de las cifras de muertos y “paseados” durante el resto del verano y el otoño de 1936 (en torno a los 8.360) pero también recoge estimaciones más elevadas, que llegan hasta un total de 13.000 personas. No es moco de pavo, bajo ningún concepto. Al tiempo, pasa revista a los intentos de lo que quedaba de poder gubernamental, más o menos respetado, para encauzar la furia popular por canales jurídicamente aceptables en una situación de excepción y, por desgracia, totalmente imprevista.
¿Por qué tales excesos al margen de la legalidad, incluso en evolución? Fernando Jiménez, en la tercera parte de su libro, pasa revista a toda una serie de explicaciones que figuran en la bibliografía generada por los más variados expertos, españoles y extranjeros, que han arrojado luz sobre el fenómeno. ¿Una muestra? Javier Cervera Gil, Francisco Espinosa, Carlos Gil Andrés, Gutmaro Gómez Bravo, José Luis Ledesma, Jorge Marco, Javier Muñoz Soro, Javier Rodrigo, Julius Ruiz, Glicerio Sánchez Recio, María Thomas, Enzo Traverso y otros.
Una nota de advertencia: he sido muy sensible a la lectura de este libro, y confieso que esta breve reseña no le hace justicia en modo alguno, por una razón personal. Francisco Espinosa, cuyo nombre no necesita presentación, Guillermo Portilla, catedrático de Derecho Penal, y un servidor hemos invertido un año, más o menos, en hacer un estudio de las bases conceptuales, jurídicas, filosóficas, políticas, históricas y de contexto de la represión que los sublevados plantearon desde antes del primer momento contra quienes permanecieron fieles al gobierno de la República. Fueron dos mundos diferentes. Nuestro trabajo saldrá para la Feria del Libro.
Cualquier lector que tenga el más mínimo interés por un tema ardientemente discutido y que forma parte del repertorio argumental de las derechas filofranquistas incluso en el día de hoy hará bien en comparar el libro de Jiménez Herrera con el nuestro. Luego decidirá quién tuvo mejor razón, quién fue más salvaje, quién más cruel, quién actuó con mayor premeditación, con más elevado grado de alevosía y sobre quienes debe caer la responsabilidad última de tantos muertos, tantos sacrificios, tantos horrores. Porque la guerra no vino por casualidad ni España o la República estaban señaladas por el dedo del Señor para un castigo bíblico. Alguien la quiso. Alguien la preparó. Alguien se preparó. Y alguien ha seguido y sigue engañando a los españoles. A pesar de todos los esfuerzos de autores extranjeros como, valga el caso, el profesor Sir Paul Preston entre muchos otros colegas británicos.
La discusión, animada por propagandistas y políticos atentos a hacer de la historia, del pasado, su particular campo de Agramante, probablemente continuará durante bastante tiempo. Las evidencias primarias permiten, sin embargo, llegar a respuestas muy diferenciadas respecto al cómo y al por qué de procesos históricos que, para bien o para mal, siguen pesando sobre la conciencia de los españoles de nuestro tiempo.
Ángel Viñas, Historiador, economista, diplomático. Es catedrático emérito de la UCM.
Fuente:
https://www.angelvinas.es/?p=2548
jueves, 3 de marzo de 2022
Las consecuencias económicas de la guerra
Partiendo de ese principio, incluso asumiendo como yo asumo que la guerra no puede ser el instrumento y que la paz (por muy imperfecta que sea) no es tan solo un objetivo, sino el camino; es decir, que la guerra y la violencia son un mal en sí mismos y sin excusa, cabe preguntarse, sin embargo, sobre sus efectos más concretos sobre la economía.
Hay muchos estudios que han tratado de responder a esta cuestión con datos y análisis científicos de los muchos conflictos bélicos que se han producido, sobre todo, en el último siglo y medio. Voy a comentar muy brevemente las consecuencias que se han observado con carácter general y las que a mi juicio pueden derivarse de la que acaba de iniciar Rusia.
Aunque pueda sorprender o doler, sabemos que las guerras tienen efectos económicos que pueden considerarse positivos. Entre ellos, el aumento del gasto agregado, el de los estados en armamento, infraestructuras, transportes, etc. y el de las empresas en inversión para suministrar a los ejércitos los bienes y servicios que necesitan. También intensifican la innovación y el progreso tecnológico, pues obligan a disponer de nuevos procedimientos y técnicas para el combate que luego suelen pasar a la vida civil. Como consecuencia de ello, suele incrementarse el empleo y todo eso hace que las economías tengan un motor adicional que pueda contribuir a sacarlas de crisis profundas y a iniciar periodos de posterior expansión, como ocurrió con la segunda guerra mundial. Incluso se suele señalar que esta última tuvo como efecto positivo una masiva incorporación de las mujeres a empleos remunerados y de alta responsabilidad.
Como el Producto Interior Bruto suma el valor monetario de la fabricación y comercio de armas y de toda la producción adicional que genera una guerra, pero no resta el valor de las muertes ni de la destrucción que provoca, el efecto neto (desde el punto de vista de este indicador), puede ser considerado positivo.
Sin embargo, hay que tener en cuenta también que las guerras siempre suponen un coste muy elevado que hay que financiar, bien mediante impuestos o generando una deuda que al final hay que pagar. Y hay que señalar, además, que esos beneficios quizá se pueden conseguir sin necesidad de la destrucción que llevan consigo. Es decir, las guerras no solo tienen costes directos o explícitos (monetarios, materiales, humanos…) sino también costes de oportunidad que reflejan lo que se podría haber hecho o conseguido si los recursos dedicados a matarse unos a otros se hubieran dedicado a otras actividades.
Además de costes materiales, financieros o de oportunidad, las guerras también suelen llevar consigo inflación porque destruyen o bloquean las fuentes de suministro y dan un gran protagonismo a las industrias o empresas con mayor poder de mercado; e igualmente disminuyen el consumo familiar y producen empobrecimiento por pérdida de ingresos reales y patrimonios. Y ocurre también a menudo que parte del empleo generado en los momentos del conflicto se pierde cuando este acaba y disminuye la inyección extraordinaria de gasto.
Por otro lado, sabemos que las guerras producen esos efectos principalmente sobre los países en conflicto pero también se puede comprobar que tienen otros externos, es decir, sobre otras naciones e incluso sobre todo el planeta, dado el alto grado de interconexión que suele darse en las relaciones económicas contemporáneas o porque producen graves daños ambientales.
Y todo ello va unido al evidente efecto depresivo sobre la actividad económica que siempre llevan consigo el miedo, la incertidumbre, la inseguridad y la escasez de recursos, por no hablar del que provocan el odio y el afán de venganza y la violencia que suelen traer consigo y que a menudo perduran una vez concluidos los conflictos.
Finalmente, no se puede olvidar tampoco que una paz mal construida tiene efectos económicos tan graves o más que la propia guerra. Es sabido, por ejemplo, que las reparaciones o sanciones que los aliados impusieron a Alemania tras la primera guerra mundial provocaron una crisis económica tremenda a la que se respondió con medidas de austeridad que generaron la desesperación y sed de venganza de donde brotó el nazismo.
En resumen, me atrevería a decir que la inmensa mayoría de los estudios que se han hecho sobre las consecuencias económicas de las guerras tienden a señalar que sus costes o efectos negativos son casi siempre mayores que los beneficios que puedan producir. Y solo sabiendo esto con carácter general, ya se puede deducir que la guerra que se acaba de iniciar va a tener un impacto negativo no solo sobre las economías de Rusia y Ucrania sino sobre las de muchos otros países.
Pero, además, creo que se pueden señalar consecuencias más concretas, algunas de carácter más inmediato y otras de más largo alcance, todas las cuales dependerán del tiempo que dure el conflicto entre Rusia y Ucrania y de la respuesta que den los demás países.
Incluso si la guerra no concluye inmediatamente y prosigue, al menos durante algunas semanas, lo más probable es que aumenten considerablemente los precios de la energía, principalmente del petróleo y del gas, así como los de algunas materias primas de gran impacto en la cesta de la compra y la industria, como el trigo, el maíz, la cebada o la soja, además de varios metales básicos en la automoción, la construcción o la electrónica. Se estima que, como media, entre un 20% y un 40%.
Actualmente, alrededor de la tercera parte del consumo de petróleo y de gas de la Unión Europea procede de Rusia y este país aporta un porcentaje muy importante de productos como el níquel, paladio, amoníaco, potasa, platino, la de fosfatos, acero, cobre… Parece, pues, inevitable que las sanciones que le impongan se vuelvan sobre los demás países y especialmente los europeos en forma de escasez, de subida de precios o de ambas cosas a la vez
La mayoría de los dirigentes financieros que se están pronunciando sobre los efectos del conflicto en Estados Unidos señalaban que, si sólo se traducía en amenazas e incidentes aislados, no debía tener efectos macroeconómicos estimables en su país y que, por tanto, la Reserva Federal podría seguir su plan de subida de tipo en marzo. Siendo este el mejor escenario, tendría, sin embargo, un impacto recesivo en cadena en otras economías y, en especial, en las de la Unión Europea. Se coincide, sin embargo, en que una guerra abierta quizá pudiera evitar esa medida, muy negativa, pues la inflación no es de demanda sino de oferta y subiendo los tipos de interés solo se conseguiría adelantar la entrada en una nueva fase de caída de la actividad.
En resumen, la guerra que acaba de empezar presenta una paradoja esencial desde el punto de vista económico que, posiblemente, sea la que ha incitado a Rusia a comenzarla: cuanto mayores sean las sanciones, más coste tendrán que soportar los países que las impongan, así que Putin pudiera haber pensado que no estarán dispuestos a llevarlas muy lejos o imponerlas por mucho tiempo. Mientras que, cuanto más leves sean, más posibilidades tendrá Rusia de ganar una guerra que, para ella, sí que tendrá un efecto neto muy positivo, no solo en términos políticos y estratégicos, sino también económicos.
Eso es lo que podría llevar a suponer que la estrategia de occidente ante esta de Rusia no sea la de implicarse militarmente en la guerra, lo que supondría de facto un conflicto mundial, ni tampoco la de establecer sanciones definitivamente contundentes o decisivas, sino obligar a Rusia a mantener un conflicto largo y económica y políticamente costoso, para debilitar el régimen de Putin. Un objetivo básico para Estados Unidos, a quien realmente no le preocupa Rusia sino que este país se eche en brazos de China que es su enemigo principal, política y económicamente.
Pero si la guerra se alarga, sus efectos económicos también serían de más largo alcance y acelerados: el bloqueo de suministros y la subida de precios agudizarán los problemas de logística y abastecimiento que ya ha provocado la pandemia, reforzando quizá la demanda de seguridad y las tendencias retroglobalizadoras; habrá una escalada de gasto militar con efectos desiguales en las diferentes economías pero con grandes costes de oportunidad en todas ellas; obligará a replantear las estrategias de transición hacia economías verdes y digitalizadas; y va a generar graves problemas financieros derivados de la deuda y del nuevo freno a la actividad que se producirá en un contexto en el que nadie sabe a ciencia cierta cuáles son las mejores políticas para lograr estabilidad y equilibrio económicos; se intensificarán los procesos de innovación tecnológica y financiera.
Finalmente, y como ocurre siempre que hay guerra, los más pobres pagaran en mayor medida todas su peores consecuencias; mientras que nadie sabrá como podrá terminar un tipo de desastre bélico que -como todos los de nuestra época- cada vez tiene más posibilidades de convertirse en un auténtico holocausto global.
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