jueves, 5 de mayo de 2022

_- Pacto entre dos estados parias: cien años del Tratado de Rapallo germano-soviético

_- Hace cien años, Alemania y la Rusia soviética cerraban un tratado en Rapallo que tenía en cuenta por igual los intereses de ambas partes y al que Lenin calificó de “acuerdo en igualdad de derechos de los dos sistemas de propiedad”.

En algún momento las guerras llegan a su fin, los enemigos deben sentarse en una mesa y decidir cómo continuar: como un alto hasta la siguiente disputa o como una oportunidad para iniciar un nuevo comienzo de una relación más o menos amistosa o, por lo menos, gracias a los intereses comunes, para hacer negocios. Una empresa difícil tanto para los vencedores como para los vencidos. Los deseos de paz unilaterales solo funcionan hasta cierto punto.

Después de la Revolución de Octubre, la nueva dirección de Petrogrado telegrafió a los trabajadores y a los gobiernos del mundo para poner fin al derramamiento de sangre, para llegar a un armisticio, incluso a una paz. Los aliados de Rusia en la Entente lo rechazaron rotundamente; las Potencias Centrales -Berlín, Viena y Constantinopla- estaban dispuestas a aceptarlo. Los representantes de las Potencias Centrales y de la Rusia soviética se reunieron en Brest-Litovsk en febrero y marzo de 1918. Sin embargo, la esperanza de un camino común hacia la paz, tal como se lo habían planteado los revolucionarios, no se cumplió. Por mucho que León Trotsky, su dirigente en las negociaciones, argumentara como quisiera, el Mando Supremo del Ejército (alemán) tenía unas exigencias claras sobre el desmoronamiento de la parte occidental del imperio ruso y sobre las contribuciones materiales que debían hacerse. Una paz dictada que parecía inaceptable para los rusos soviéticos, puesto que éstos contaban con una situación de "ni guerra ni paz", no solo - secretamente - con una revolución en Occidente. El puñetazo en la mesa del comandante en jefe alemán sobre el terreno destrozó estas ilusiones, y el inminente avance de los alemanes y sus aliados obligó finalmente a Lenin a aceptar esta rapiña en forma de paz en contra de la oposición de sus camaradas.

Una clave para hoy son, a menudo, los conflictos del pasado. Para la Unión Soviética y la Federación Rusa es, sobre todo, el conflicto con los EE.UU., pero para nosotros es más evidente, y durante décadas se ha visto envuelta precisamente en este conflicto, la relación de Alemania con el gran país del Este. Esta relación determina las acciones de ambos Estados y afecta a sus sociedades.

En esta historia, siempre hay momentos con posibilidades y oportunidades, a menudo desperdiciados sin reflexión previa. Hay abismos de diferencia entre la reunión en la larga y distanciadora mesa entre el presidente ruso y el canciller alemán en Moscú en febrero de 2022 y una reunión de gabinete en pijama en el dormitorio del canciller del Reich Joseph Wirth en Rapallo en abril de 1922.

Salir del aislamiento
En la primavera de 1922, por iniciativa británica, Italia había invitado a las antiguas potencias de la guerra a una conferencia sobre la configuración del orden de posguerra. Las consecuencias de la guerra se seguían sintiendo en todas partes, las economías estaban en crisis y había que encontrar una salida. Pero la conferencia no estuvo guiada por ninguna buena estrella. Los Estados Unidos cancelaron su asistencia y, en general, la disposición a comprometerse con un enfoque común quedó limitada. Además, se había invitado a dos Estados poco apreciados: uno era supuestamente el único culpable de la guerra; el otro, gracias a la revolución que lo había creado, era más una amenaza que un socio. Hubo conversaciones, pero no soluciones concretas. Como ocurre a menudo, las opiniones divergían en la cuestión del dinero: Alemania debía pagar sus reparaciones, la Rusia soviética debía pagar sus deudas a sus antiguos aliados de guerra y, al mismo tiempo, pagar las indemnizaciones por las expropiaciones revolucionarias.

Ambos estados eran más bien unos marginados, parias. Alemania sufrió bajo el Tratado de Versalles y las opresivas reparaciones. Partes del país quedaron bajo control militar de los vencedores, en el Este se estableció el Estado polaco y gracias a los exitosos levantamientos en Silesia se perdieron territorios que no estaban cedidos según las disposiciones de Versalles. La gran potencia del Este acababa de salir victoriosa y hambrienta de cuatro años de guerras civiles e intervencionistas. La guerra civil parecía haber terminado, las repúblicas soviéticas de la periferia, desde Kiev hasta el Cáucaso, se unirían en breve con Rusia, ahora Rusia soviética. Pero el país estaba económicamente por los suelos, Lenin había llevado a cabo políticamente la NEP, pero necesitaba comercio, inversiones, conocimientos técnicos.

La mera invitación a Génova se consideró un éxito para ambos estados. Pero la política simbólica no sácia el hambre. La directriz negociadora de Lenin era inequívoca: "Nosotros (damos la bienvenida) a Génova (...) y (vamos) a Génova (...), hemos comprendido perfectamente y no ocultamos en absoluto que vamos allí como comerciantes porque necesitamos a toda costa el comercio con los países capitalistas (mientras no se hayan derrumbado por completo), y vamos allí con el fin de discutir lo más correcta y ventajosamente posible las condiciones políticamente apropiadas de este comercio, y nada más”. (1)

Pero Berlín y Moscú se vieron defraudados, las promesas al mundo no les aportaron nada. ¿Qué hacer? ¿Enfurruñarse o buscar una salida? Un acuerdo entre los antiguos enemigos de la guerra era una opción posible. El Reich alemán había luchado con éxito contra el imperio ruso en 1914/18 y había desempeñado un papel importante en la desintegración del imperio mediante su "política de desestabilizar", con la que no solo ayudó a Lenin a volver a la Rusia revolucionaria. La formación de los nuevos estados en la Rusia occidental, es decir, las repúblicas bálticas y, no menos importante, Ucrania en 1917/18, esencialmente todos bajo ocupación alemana o austro-húngara, había acabado efectivamente con el zarismo, pero también debilitó considerablemente a la Rusia soviética. En Brest-Litovsk, las Potencias Centrales habían dictado las condiciones de paz a los dirigentes soviéticos rusos (y, por separado, a los nuevos ucranianos), como resultado de lo cual fueron segregados enormes territorios y el Este quedó degradado a un mero suministrador de grano y mercancías. Para colmo, las tropas alemanas -y luego los Freikorps alemanes tras el armisticio con la Entente- intervinieron en la guerra civil sobre el futuro de Rusia. Fueron batallas sangrientas en las que los soldados de los Freikorps combatieron con violencia y terror, siendo calificados de verdugos de la revolución en Alemania.

A pesar de estas circunstancias, las conversaciones germano-rusas estaban en marcha desde 1920, y se habían escrito e intercambiado borradores incluso antes de la conferencia de Italia. Los historiadores señalan, sin embargo, que hay pocos rastros de esto en los registros alemanes. Por un lado, esto puede deberse a la desconfianza dentro del gobierno de la coalición de Weimar, formada por el Partido del Centro (Zentrum), el SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands) y el DDP (Deutsche Demokratische Partei), y por otro lado también a la preocupación de que esta vía pudiera despertar sospechas en los partidos de derechas. Sin embargo, el emisario de la Comintern, Karl Radek, había establecido contactos con industriales y militares alemanes con anterioridad. Estos se activaron en el período previo a Rapallo. No había ilusiones por parte de los soviéticos. Adolf Joffe, embajador temporal en Alemania, escribió a Lenin: "En el mundo burgués tiene lugar una lucha a gran escala entre Europa y América por la hegemonía en el mundo y a pequeña escala entre Inglaterra y Francia por la hegemonía en Europa. En estas condiciones, nosotros somos como la novia exigente a la que todo el mundo pide la mano. Y entre las preguntas más importantes está la de si nos casaremos en Génova o seguiremos siendo una novia así.” (2)

Radek, reconocido en Moscú como experto en Alemania, también continuó sus contactos y tuvo encuentros con el canciller del Reich, Wirth, su ministro de Asuntos Exteriores, Walther Rathenau, y el jefe del Estado Mayor del Ejército, el coronel general Hans von Seeckt. De la conversación con este último, Radek concluyó: "La conciencia de que Alemania solo puede liberarse de su situación mediante el acercamiento a Rusia crece en todos los círculos, independientemente de la pertenencia al partido. Ningún zigzag podría cambiar nada al respecto, ni en nuestra política ni en la alemana, y por eso se debe continuar el trabajo iniciado por el VOGRU (Voennaja gruppa - Grupo Militar, es decir, la estructura secreta del Reichswehr - Stefan Bollinger)" (3). Aquí, por lo visto, los militares y parte de las élites económicas y políticas pensaron más que otros en la situación concreta.

Sobre una base nueva, oficial
Desde 1918, la principal preocupación de los gobiernos alemanes, pero también de las potencias victoriosas de la Entente, había sido aislar el bacilo revolucionario. Las reformas democráticas y el fin del imperio tenían sentido, incluso las concesiones sociales, pero el bacilo bolchevique no debía en ningún caso extenderse a Alemania y a las demás potencias.

Pronto quedó claro que el Reich alemán, que iba a ser castigado pero que, sin embargo, era obviamente leal al capitalismo, tendría que ser un importante baluarte contra los soviéticos incluso bajo sus nuevos dirigentes. Al fin y al cabo, había utilizado la fuerza para frenar un giro radical a la izquierda en la política y la sociedad.

Sin embargo, Francia, Gran Bretaña e incluso Estados Unidos tuvieron que tomar nota de que los alemanes no estaban dispuestos a conformarse con una posición de segunda fila en la política mundial. Mientras se negociaba en Génova la configuración posterior del orden de posguerra, sobre todo económica, y los alemanes se veían efectivamente excluidos, los diplomáticos alemanes ya habían establecido desde hacía tiempo contactos con el otro paria de la política mundial, la Rusia soviética.

El Tratado de Rapallo, firmado por ambas partes el 16 de abril, restableció las relaciones diplomáticas rotas en 1918 durante la Revolución de Noviembre por el socialdemócrata mayoritario, todavía Secretario de Estado del imperio y pronto Comisario del Pueblo, Philipp Scheidemann. Ambas partes "renuncian mutuamente a la indemnización de sus costes de guerra, así como a la indemnización por daños de guerra" y a otras reclamaciones derivadas de las consecuencias de la guerra y las expropiaciones. Además, se abrían perspectivas para un próspero intercambio económico. Esto incluía sobre todo la garantía de trato "preferencial" al respectivo socio comercial. El artículo 5 indicaba un amplio marco de cooperación económica: Los "dos gobiernos atenderán mutuamente las necesidades económicas de los dos países con un espíritu benévolo (...) El gobierno alemán se declara dispuesto a apoyar en la medida de lo posible los acuerdos a que se haya llegado por parte de empresas privadas que se le han comunicado recientemente así como a facilitar su aplicación" (4).

Para Berlín, el arreglo entre la Rusia soviética y las potencias occidentales sobre la cuestión de las reparaciones estaba resuelto. Para Moscú, los objetivos que Lenin había marcado a la delegación en Génova se habían logrado, al menos en las relaciones con Berlín: "Una verdadera igualdad de derechos de los dos sistemas de propiedad, al menos como situación provisional, hasta que el mundo entero haya pasado de la propiedad privada - con el caos económico y las guerras que provoca - a la forma superior de propiedad, solo puede encontrarse en el Tratado de Rapallo" (5).

Coexistencia pacífica
Realmente se consiguió encontrar la manera de llegar a un entendimiento con la Rusia soviética. Sebastian Haffner, el publicista liberal crítico, escribió más tarde que "la palabra 'Rapallo' (...) sacudió a Europa como un trueno" el domingo de Pascua de 1922. Aquí, "sin previo aviso y sin preparación visible, Alemania y Rusia habían llegado a un acuerdo, y eso en medio de una conferencia europea, con la que se pretendía algo muy distinto, a espaldas de las potencias occidentales vencedoras de la Primera Guerra Mundial y a costa de ellas". Rapallo era "una fórmula corta y cifrada que significa dos cosas: en primer lugar, que incluso una Rusia comunista y una Alemania anticomunista pueden, en determinadas circunstancias, juntarse y unirse contra Occidente; y en segundo lugar, que esto puede ocurrir muy repentinamente, literalmente de la noche a la mañana. Eso (...) hizo que la palabra 'Rapallo' fuera una palabra terrorífica para los oídos occidentales, cuyo efecto de sacudida aún retumba todavía hoy " (6).

El Tratado de Rapallo no solo representó una obra modélica de "coexistencia pacífica", que fue la estrategia adoptada por la política soviética en esa época. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas, los continuos acuerdos de cooperación económica y comercial (7), pero sobre todo los acuerdos secretos, algunos de ellos ya concertados de antemano para romper los perjuicios militares sobre Alemania, mostraron la voluntad de ambos Estados de volver al escenario de la política mundial como actores que había que tomar en serio. Esta evolución continuó en los años siguientes bajo los nuevos gobiernos de Berlín, sobre todo con el tratado de amistad y neutralidad de facto del 24 de abril de 1926. Tratado que, pesar de todas las adversidades, fue la base para una cooperación económica que proporcionó mercados seguros a no pocas empresas alemanas incluso durante la crisis económica mundial. Aunque la Alemania fascista redujo notablemente estos estrechos vínculos a partir de 1933, los contactos se mantuvieron. También constituyeron la base del sorprendente vuelco diplomático en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, que condujo al tratado de no agresión germano-soviético y a sus complicaciones.

El Tratado de Rapallo fue celebrado de forma casi unánime por la opinión pública alemana. Sin embargo, costó convencer al ministro de Asuntos Exteriores Walther Rathenau (DDP) y al SPD, especialmente a su presidente del Reich, Friedrich Ebert quien, como enemigo de la revolución, se mostró más que escéptico, pero aceptó la medida.

En la historiografía de la Alemania Occidental posterior a 1945, se discutió mucho sobre Rapallo, y las reservas siempre estuvieron presentes. Sobre todo, se criticó el planteamiento alemán de "ir por libre", sin consultar a las potencias occidentales, por haber llegado a un acuerdo de reparaciones con la RSFSR (República Socialista Federativa Soviética de Rusia) en detrimento de éstas, aplicando así una política exterior alemana independiente. Incluso poco antes de la actual guerra de Ucrania, el historiador Heinrich August Winkler, cercano al SPD, advertía en el FAZ (Frankfurter Allgemeine Zeitung): "Alemania nunca más debe dar la impresión de que busca un entendimiento con Rusia a costa de terceros, como ha hecho varias veces en su historia"(8).

El Reichstag no debatió el Tratado de Rapallo hasta finales de mayo de 1922, seis semanas después de su firma. Este debate estuvo enmarcado por otros problemas candentes del Reich, como la pérdida del norte de Schleswig a manos de Dinamarca y el futuro de los territorios de Silesia Oriental tras los levantamientos polacos y la decisión de la Sociedad de Naciones de dividir algunos territorios a pesar de los referendos que habían ido en sentido contrario y asignar la Alta Silesia Oriental a Polonia. Alemania perdió así su industria pesada en la zona de Katowice. Exactamente dos semanas antes del debate, Alemania y Polonia habían concluido un acuerdo sobre la Alta Silesia (Tratado de Ginebra de 15 de mayo de 1922) para resolver las cuestiones pendientes en las relaciones entre ambos Estados tras las cesiones territoriales y para regular la cuestión de las respectivas minorías. No obstante, según el canciller, "la relación con el mundo del Este" (9) quedó inestable en Génova y era una bomba incendiaria para una futura guerra.

La Conferencia de Génova había despertado grandes esperanzas, se suponía que iba a mejorar la cuestión de las reparaciones para Alemania. El canciller del Reich, Wirth, atribuyó el fracaso de las negociaciones al comportamiento nacionalista y egoísta de Francia en particular. El acuerdo con la RSFSR era aún más importante para Wirth. Para él, este tratado era "en cierto sentido un tratado de paz ejemplar. En este tratado de paz no hay derrotados ni vencedores. Es la liquidación completa de las demandas mutuas derivadas del estado de guerra. Por lo tanto, es incomprensible que este tratado haya sido objeto de tanto revuelo, y aún más incomprensible es la interpretación de este tratado como factor de beligerancia en Europa. ¿Quién ha dado lugar a este tratado, que hemos concluido por obligación? Es la propia Entente."(10)

¿Los lados oscuros de Rapallo?
Incluso antes del Tratado de Rapallo, se habían alcanzado acuerdos secretos con la industria y el Reichswehr (las fuerzas armadas alemanas) que encauzaban la cooperación militar y técnico-militar. Los militares alemanes, experimentados en guerras mundiales y entretanto también versados en la lucha contra los revolucionarios en su propio país, no vieron ningún problema, al igual que el Ejército Rojo, en romper su aislamiento del mundo mediante sus propios proyectos de armamento para una moderna fuerza de tanques y aérea e incluso para armas químicas. Ambas partes querían aprender la una de la otra, eludir los embargos y las prohibiciones y sin embargo estaban seguras de volver a enfrentarse algún día. Pero por el momento se trataba de sortear las restricciones de Versalles y un enemigo común, la resistente Polonia, que intentaba imponerse a la Rusia soviética y a Alemania e infligía considerables pérdidas a ambos estados. Durante las negociaciones de Radek con el general von Seeckt, éste saltó: "sus ojos brillaron como los de un animal, y dijo: hay que aplastarla (a Polonia), y será aplastada en cuanto Rusia y Alemania se fortalezcan"(11).

Hay que señalar que esta cooperación, que hoy se suele demonizar y a la que ya entonces se opusieron los socialdemócratas, no transcurrió en absoluto de manera tan sencilla y fiel al acuerdo como se prometía. Por supuesto, ni Berlín ni Moscú habían olvidado que eran enemigos mortales en términos de clase. Tanto si se alineaban en su propio campo como si no, la lucha de fondo contra el otro sistema enemigo continuaba. Lo más espectacular fue el intento de organizar un "octubre alemán" en 1923. Esto significó una injerencia directa de los soviéticos en la lucha de clases alemana, así como igualmente ásperas fueron las reacciones. Por otro lado también se dio el caso que las autoridades alemanas estaban involucradas en operaciones de inteligencia y sabotaje económico contra la Unión Soviética. Incluso en los tiempos de la cooperación oficial como encubierta, se regaló poco. En 1927, agentes militares y de los servicios secretos alemanes se unieron a los servicios británicos y holandeses, así como a los opositores antisoviéticos de Georgia, en el "asunto Chervonets", un intento de llevar al fracaso a la Unión Soviética mediante la falsificación de billetes.

Para las potencias occidentales, Rapallo fue una señal para revisar su política concreta hacia Alemania a medio plazo. La política de subyugación de Alemania, mantenida especialmente por Francia, parecía cuestionable sobre todo debido a la preocupación política de clase por la expansión de la influencia comunista. El Reich alemán no podía darse por perdido definitivamente. Si fuera necesario, habría que encontrar un acuerdo con las fuerzas conservadoras-reaccionarias.

Este fue también el cálculo de los dirigentes políticos de la República de Weimar, para quienes el apoyo forzado a la Unión Soviética iba a contracorriente a pesar de las enormes ventajas económicas y los secretos militares mantenidos. Se trataba de maniobrar entre, por un lado, la gran potencia del Este, interesante por su situación y con considerables recursos económicos y militares, y, por otro lado, Occidente, cercano ideológica y políticamente y sobre todo anticomunista. Esto estaba claro para partes importantes de las élites políticas y económicas de Alemania en ese momento, como también lo estaba para los intelectuales medianamente inteligentes.

No les engañaban sus instintos de clase en cuanto a lo que implicaba el doble filo de la cooperación con la Unión Soviética. Eran muy conscientes de que la Unión Soviética ponía por completo la política de los partidos comunistas, incluido el KPD, bajo las premisas de los intereses soviéticos. Pero esto no significó el fin de los conflictos de clase en el Reich alemán, que permanecieron inalterados aunque no volvieran a adoptar formas revolucionarias y de guerra civil desde 1924, gracias a la relativa estabilización de la economía capitalista. Los comunistas siguieron siendo los críticos más radicales del capitalismo y serios competidores de la socialdemocracia.

En estas condiciones, no podían ignorarse las señales procedentes de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, o sea, que el Reich alemán debía reintegrarse firmemente en un sistema occidental, es decir, capitalista. Los conflictos más agudos sobre el cumplimiento de las obligaciones financieras y materiales del Tratado de Versalles se habían reducido en 1923/24. Con el Acuerdo de Dawes de 1924, inspirado por Washington, las exigencias de reparación de las potencias vencedoras se hicieron más llevaderas. Las reclamaciones de 132.000 millones de marcos de oro se mantuvieron, pero la presión para pagarlas se redujo considerablemente. Por último, pero no por ello menos importante, la estabilización de las condiciones políticas en Polonia y los países bálticos había contribuido a que las disputas y los levantamientos por los territorios que debían cederse se hubieran calmado. Los Estados Unidos en particular trataron, durante esta fase de estabilización económica de Alemania, de ampliar su influencia económica, totalmente en competencia con Francia.

Con los Tratados de Locarno de 1925, Alemania recibió por fin la consagración de miembro (casi) normal de la comunidad occidental de Estados, solo las fronteras orientales del Reich quedaron fuera. A pesar de todo el juego en las constelaciones del poder político, Alemania y sus élites seguían siendo conservadoras, capitalistas, seguían aferradas a los viejos sueños de gran potencia y buscaban una cosa por encima de todo: la posibilidad de revisar Versalles y restablecer un papel de supremacía en el centro de Europa y para Europa. Quizá había que establecer otras prioridades en ese momento. Si las peores cargas de las reparaciones y las restricciones a la producción podían aliviarse, posponerse o incluso sacarse de encima, el margen de maniobra de Alemania sería mayor.

Notas:

1. Vladimir Ilich Lenin: Sobre la situación internacional e interna de la República Soviética. Discurso pronunciado en la reunión de la Fracción Comunista del Congreso Sindical de Trabajadores Metalúrgicos de toda Rusia. 6 de marzo de 1922. en: Werke Vol. 33, Berlín 1973, p. 198.
2. Doc. 60. La Rusia soviética como "novia deseada": carta de Joffe a Lenin en el período previo a la Conferencia de Génova. Petrogrado, 13.2.1922. En: Hermann Weber/Jakov Drabkin/Bernhard H. Bayerlein (eds.): Deutschland, Russland, Komintern - II. Dokumente (1918-1943). Volumen parcial 1. Berlín-Munich-Boston 2015, p. 223.
3. Doc. 59. Informe secreto de Radek sobre las conversaciones con el Ministro de Asuntos Exteriores Rathenau y el General von Seeckt sobre la cooperación militar con Rusia. Berlín, 11.2.1922. En: ibid. p. 218.
4. Véase El Tratado germano-ruso (Tratado de Rapallo), 16 de abril de 1922. En: 100(0) Schlüsseldokumente zur russischen und sowjetischen Geschichte (1917-1991). Obtenido- http://1000dok.digitalesammlungen.de/dok_0017_rap.pdf
5. Vladimir Ilich Lenin: Proyecto de resolución del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia sobre el informe de la delegación a la Conferencia de Génova. En: op. cit., p. 343
6. Sebastian Haffner: El Pacto con el Diablo. Las relaciones germano-rusas desde la Primera hasta la Segunda Guerra Mundial. Zúrich 1988, p. 92
7. El año anterior ya se había firmado un acuerdo comercial germano-soviético-ruso y una misión comercial soviético-rusa funcionaba efectivamente como representación diplomática en Berlín.
8. Heinrich August Winkler: Der falsche Charme der Schaukelpolitik. FAZ, 11.02.2022 https://www.faz.net/aktuell/politik/inland/deutsch-russische-beziehungen...
9. Wirth. Sesión del Reichstag del 29 de mayo de 1922, reichstagsprotokolle.de
10. Ibid.
11. Doc. 59. Informe secreto de Radek sobre las conversaciones con el Ministro de Asuntos Exteriores Rathenau y el General von Seeckt. op. cit., p. 218.

Stefan Bollinger Stefan Bollinger es politólogo e historiador alemán. Colabora en jW

Fuente: 

miércoles, 4 de mayo de 2022

¿Las personas pueden cambiar?


Mi amigo Jarvis Masters entró a la Prisión Estatal de San Quintín en 1981 como un adolescente iracundo y culpable de varios cargos de robo a mano armada, pero luego, con la ayuda de una amiga del exterior, descubrió nuevas ideas y valores. Melody Ermachild Chavis, una investigadora que trabajaba en su caso, estaba dando sus primeros pasos en la práctica budista. Masters aceptó lo que ella le ofrecía y lo cambió. Se convirtió en un meditador devoto, luego en un renombrado practicante y pacificador budista tibetano.

Masters ha estado en San Quintín durante 41 años, la mayoría de ese tiempo ha estado en el corredor de la muerte por un crimen que, a partir de una revisión minuciosa del caso, muchas personas y yo creemos que no cometió (después de su encarcelamiento por robo a mano armada, lo condenaron por conspirar en el homicidio de un guardia de la cárcel y por afilar un arma que otros usaron para asesinarlo en 1985). En los años que han pasado desde su metamorfosis, a menudo ha apaciguado escenarios que podrían derivar en violencia y ha ofrecido consuelo y un oído de confianza para las penas de quienes lo rodean, tanto los guardias como otros presos.

Pero el sistema legal muestra poco interés en el argumento sólido a favor de su inocencia en cuanto a los cargos que se le imputan y solo parece considerarlo el hosco joven negro que encerró tantos años atrás. Desde hace tiempo, las cárceles han usado palabras como “correccional”, “reformatorio” y “penitenciaría” para sugerir que están comprometidas con cambiar a los presos, pero, en la era de las políticas de mano dura contra el crimen, el sistema carcelario se enfocó en castigar en vez de reformar. Hasta la fecha, el sistema parece mal equipado para reconocer cuando ocurren esas transformaciones, a menos que sea en una audiencia de libertad condicional, y la gente sentenciada a muerte no tiene derecho a una.

No son solo las cárceles y el sistema de justicia penal. Como sociedad, da la impresión de que estamos desprovistos de lo necesario para reconocer las transformaciones, al igual que carecemos de procesos formales —que no sean acuerdos monetarios— para que quienes han perjudicado a otras personas reparen daños como parte de su arrepentimiento o transformación.

La mayoría de nosotros ha cambiado con el tiempo, a menudo en incrementos tan lentos que no los reconocemos hasta que una situación nos pone cara a cara con algo que alguna vez creímos o aceptábamos y ahora ya no. Sin embargo, cuando se presentó el caso de Masters en una revisión de la Suprema Corte de California en 2016, pareció que los jueces no estuvieron dispuestos a tomarse en serio la evidencia acumulada para su exoneración ni tuvieron interés en saber en quién se había convertido.

En cambio, su decisión por escrito trajo a colación varias acusaciones de cosas que él había hecho de niño mientras estuvo en los sistemas de acogida temporal y justicia juvenil de California. Dio la impresión de que los jueces supusieron que este comportamiento de hace años fortalecía el argumento de que Masters merecía ser ejecutado por el estado y que el veredicto, en un juicio asombrosamente endeble, debía seguir vigente.

Sin importar qué haya hecho Masters en su infancia y juventud, para cuando tenía 6 años, también había experimentado hambre crónica, abandono extremo y violencia, y había visto cómo estuvieron a punto de matar a su madre a golpes. Después de su primera asignación tutelar exitosa, entró a una serie de hogares e instituciones donde fue sometido a una intensa violencia física y psicológica. Al principio, parecía haber sido un producto de esas circunstancias, pero luego construyó otras mejores. Desde el corredor de la muerte, ha creado un amplio círculo de amigos en el exterior, ha publicado dos libros, se ha vuelto un querido protegido de la maestra budista Pema Chodron, ha leído a fondo y ha tomado los hábitos de un lama tibetano.

Este lenguaje parco difícilmente transmite quién es mi amigo y cuánto nos reímos de todo y nada cuando logro agendar una cita a través del laberíntico sistema penitenciario o cuando él me llama por cobrar. Masters es un milagro de alegría gracias a la disciplina, una persona que ha encontrado una especie de tranquilidad y esperanza interior en una vida de encierro entre los californianos más violentos y en medio de los constantes gritos de furia que puedo escuchar cuando hablamos por teléfono. Sus tatuajes se han desvanecido, al igual que el joven que solía ser. Sin embargo, al sistema parece no interesarle la persona en la que se ha convertido, a pesar del sistema y no gracias a este.

Esta creencia en la inamovilidad de la naturaleza humana en vez de su fluidez o quizá en la culpa sin redención aparece en todas partes: no solo en el sistema jurídico formal que decide cuestiones de inocencia, culpabilidad y responsabilidad, sino también en la esfera social, en la cual reproducimos veredictos repletos de suposiciones poco analizadas sobre la naturaleza humana, así como prejuicios en contra y a favor de tipos particulares de personas y actos.

¿Eres quien solías ser? En concreto, ¿eres la persona que cometió ese error, que tenía esa opinión que ahora se considera reprobable o ignorante, que hizo daño hace años o décadas? A lo largo de las décadas, la mayoría de quienes pasamos a la madurez en el último siglo hemos cambiado nuestras cosmovisiones sobre la raza, el género, la sexualidad y otros temas clave. En particular, la década pasada se desarrolló como un seminario a la medida sobre estos temas para quienes decidieron prestar atención.

Sin embargo, a menudo hablamos y nos tratamos como si cada uno de nosotros fuera la suma de todas nuestras creencias y acciones pasadas, como si no se hubiera agregado, restado ni transformado nada. Por ejemplo, hace tiempo que la senadora estadounidense Elizabeth Warren repudió sus orígenes republicanos para convertirse en una de las principales voces progresistas del país. No obstante, en la campaña presidencial de 2020, le restregaron su pasado personas que lo consideraron una mancha imposible de limpiar o al menos información que podían convertir en un arma porque preferían a otros candidatos.

La izquierda tiene muchos abolicionistas de las cárceles y defiende la reinserción en la sociedad de quienes han cometido crímenes, pero esa generosidad no siempre se extiende a la gente que ha dicho algo que pudo considerarse aceptable en otra época, pero ahora ya no.

Los conservadores tienen su propia versión de esa insistencia en que una caída en desgracia es una caída eterna. Cuando el cardenal Timothy Dolan de Nueva York ofreció una homilía el año pasado sobre Dorothy Day, la activista por la justicia social que se convirtió al catolicismo y fundó el Movimiento del Trabajador Católico, consideró adecuado declarar: “Ella sería la primera en admitir su promiscuidad”. “Promiscua” parece una palabra dura e imprecisa, y una que insiste en ver sus primeros años como un fastidio que opaca cualquier aprecio hacia el heroísmo desinteresado de su vida posterior.

Tal vez parte del problema es la pasión por el pensamiento categórico o más bien por las categorías como una alternativa para el pensamiento. Algunas personas evolucionan y cambian de manera tan radical como las orugas que se convierten en mariposas. Algunas bien podrían estar talladas en granito, pues cargan a lo largo de toda su vida las mismas creencias y valores con los que comenzaron. Algunas mejoran, otras empeoran, algunas permanecen igual. Algunas cambian como resultado de cambios sociales, algunas por razones individuales y por medio de un esfuerzo individual. Reconocer esto implica considerar caso por caso y también reconocer que a veces no sabemos lo suficiente como para emitir un juicio.

A veces sí podemos hacerlo. Tomemos como ejemplo a Angela Davis. Su autobiografía, escrita cuando era una joven que acababa de salir de la cárcel en los años setenta tras ser absuelta de todos los cargos en su contra, acaba de ser reeditada. La descripción que hizo del tiempo que pasó en la cárcel de la ciudad de Nueva York es dura sobre las relaciones lésbicas de las que fue testigo ahí. “Yo era un producto de mi época”, dijo hace poco. “Y debo admitir que es muy inspirador reconocer cuán lejos hemos llegado, no solo por la manera en que hablamos sobre la sexualidad, sino también por cómo hablamos sobre el género y la manera en que siempre estamos desafiando las nociones binarias de género. Y todas estas transformaciones han ocurrido como consecuencia de la gente que ha dedicado su vida a luchar”.

Davis, quien desde hace tiempo tiene una pareja mujer, atribuye el crédito de su evolución individual a un proceso colectivo. Es una confesión audaz y también poco común, porque reconoce sus defectos pasados, además de admitir que los procesos sociales de gran envergadura cambiaron su manera de pensar. Muchas personas pasan por alto que son beneficiarias de procesos históricos y suponen que cambiaron como individuos. Ese instinto tiende a ir de la mano con una disposición a condenar a la gente que existió antes de que esos procesos cuestionaran viejas conjeturas y ofrecieran nuevas perspectivas y nuevos valores.

La cultura judía, como lo menciona mi amiga la rabina Danya Ruttenberg, tiene procesos claros para la redención y la reparación, en contraste con la corriente dominante de nuestra sociedad. El cristianismo le presta más atención al perdón de las víctimas y sus tradiciones de penitencia y confesión tienden a enfocarse en hacer las paces con Dios en vez de hacerlo con quienes fueron perjudicados. Hay algunos modelos nuevos —y uno de los principales es la justicia restaurativa—, pero, para que funcione cualquiera de ellos, debemos creer en la posibilidad de la transformación, y aceptar la incertidumbre que esto conlleva: la gente puede cambiar, algunas personas lo han hecho, algunas dicen falsamente que lo han hecho, algunas no quieren, algunas no pueden o recaerán. Afirmar que alguien no ha cambiado tal vez sea falso, pero quizá se siente más cercano a una certeza y sin duda requiere menos confianza.

En todos estos casos, me enfrento con la necesidad de una investigación y una flexibilidad. Sin duda, el primer criterio para determinar que algo es perdonable es si ya terminó, porque la persona dejó de hacer el daño que estaba perpetrando, renunció a los principios que produjeron ese daño, reparó o enmendó el daño o se volvió una persona diferente. El segundo es determinar si hay suficientes datos para decidir y quién debería decidir. La idea de que todo quede en manos de las personas que fueron dañadas de manera directa parece buena a primera vista, pero da pie a la confusión entre justicia y venganza en un tribunal. Además, quienes no se hayan visto afectados también deben decidir cómo responder ante quienes han realizado el daño, ya sea para contratarlos, votar por ellos, ser sus amigos, leer sus libros, ver sus películas o simplemente creerles. No obstante, más allá de los casos individuales, hay una necesidad de un enfoque de mayor envergadura: reconocer que la gente cambia, que la mayoría de nosotros lo ha hecho y lo hará, y que una buena parte de eso se debe a que, en esta era transformadora, a todos nos está llevando la corriente de un río de cambio.

Rebecca Solnit es la autora de Orwell’s Roses, su libro más reciente.

https://www.nytimes.com/es/2022/04/28/espanol/opinion/perdon-redencion.html

lunes, 2 de mayo de 2022

_- En defensa de la crítica.

_- Los expertos afirman que el miedo nos impide compartir comentarios constructivos, pero aquí te explicamos cómo —y por qué— deberías expresarlos de todos modos.

 Algo que me gustaría mejorar es mi capacidad de decirles a otras personas cómo mejorar. Soy pésima para dar una evaluación constructiva. Hace poco contraté a una asistente administrativa y suelo sentirme mucho más propensa a elogiarla por lo bien que lo está haciendo que a brindarle sugerencias que podrían ayudarla a hacer un trabajo aún mejor, incluso cuando hacerlo no solo la beneficiaría, sino que también me beneficiaría a mí directamente.

El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox. Esta vacilación para expresarme también se cuela en mi vida personal. A menudo me cuesta sugerirle a mi pareja que pruebe una estrategia disciplinaria diferente con nuestros hijos, incluso cuando acabo de escribir un libro sobre crianza con base empírica y sé lo que probablemente funcionaría mejor.

De hecho, la renuencia a proporcionar sugerencias útiles es muy común. Un estudio publicado en línea en marzo reveló que la mayoría de las personas son cautelosas al momento de compartir opiniones que, al final, serían útiles para la otra persona, incluso cuando, según el mismo estudio, la mayoría de las personas genuinamente deseaba escucharlas.

“Realmente queremos escuchar la retroalimentación, pero cuando vemos a alguien, dudamos un poco en expresarlas”, explicó Nicole Abi-Esber, estudiante de un doctorado en comportamiento organizacional en la Escuela de Negocios de Harvard y autora del estudio.

Por ejemplo, de las 155 personas en el estudio de Abi-Esber que interactuaron con un investigador o investigadora que tenía algo en el rostro —chocolate, lápiz labial o marcador rojo—, solo cuatro personas señalaron la mancha. Además, los participantes afirmaron que era poco probable que hicieran alguna observación cuando un compañero de trabajo pronunciaba mal un nombre, cometía errores en informes o hablaba demasiado rápido durante una presentación.

Según el estudio, una de las razones por las que rara vez compartimos críticas constructivas es que solemos subestimar cuánto desean recibirlas otras personas, un error que cometemos tanto en el trabajo como en situaciones cotidianas. Sorprendentemente, Abi-Esber y su equipo descubrieron que nos mordemos la lengua tanto con las personas cercanas —amigos y familiares— como con los conocidos y los compañeros de trabajo, lo que puede explicar mi reticencia a compartir estrategias de crianza con mi pareja.

Otra razón por la que a menudo nos reprimimos es que nos preocupa el efecto que nuestros comentarios puedan tener en nuestra relación con los demás, afirmó Abi-Esber. Pensamos: “¿Si les digo esto se molestarán conmigo?”. En un estudio publicado en febrero, Lauren Simon, profesora de administración de la Universidad de Arkansas, y sus colegas descubrieron que a las personas empáticas les resultaba especialmente difícil hacer comentarios constructivos. Pueden “estar demasiado preocupadas por el hecho de que dar una opinión difícil pero constructiva pueda herir los sentimientos del destinatario”, explicó Simon.

Sin embargo, según Abi-Esber, la mayoría de las veces las personas quieren escuchar nuestras sugerencias.

Entonces, ¿Cómo superamos la tendencia a quedarnos callados? Abi-Esber y su equipo probaron varias estrategias para persuadir a las personas a manifestar su opinión y descubrieron que el mejor enfoque era —irónicamente, dado que la empatía también puede frenar a la gente— tratar de ponerse en el lugar de la otra persona.

Si fueras tú el que habla demasiado alto por teléfono en el trabajo, o el que anda con espinacas entre los dientes, ¿no querrías saberlo? Simon sugirió pensar en los efectos negativos de no expresar la opinión. La gente debería “recordar que dar retroalimentación es a menudo la opción más amable, teniendo en cuenta todas las cosas”, dijo.

Una vez superada la timidez, hay que preguntarse cuál es la mejor manera de formular una crítica constructiva. Algunas de las cosas que has oído pueden no ser realmente útiles, como el método del “sándwich”, muy recomendado, que consiste en intercalar las críticas entre dos capas de elogios. Este método “no está respaldado por la evidencia, y las investigaciones sugieren que en realidad puede tener un efecto perjudicial al diluir o enturbiar los consejos realmente importantes”, afirma Naomi Winstone, psicóloga cognitiva que estudia la retroalimentación constructiva en la Universidad de Surrey, Gran Bretaña.

Ofrecer demasiados comentarios es otro de los errores más comunes, lo cual es curioso si tenemos en cuenta que a menudo cometemos el error contrario. “Ofrecer comentarios sobre absolutamente todos los elementos del rendimiento puede resultar abrumador”, afirma Winstone. “En cambio, centrarse en las prioridades clave de mejora, con una orientación clara sobre cómo dar los siguientes pasos, puede ser lo más motivador”.

Una investigación realizada por Katherine L. Milkman y otros autores sugiere que somos más propensos a cambiar nuestro propio comportamiento cuando nos fijamos metas específicas y lo mismo podría aplicar cuando establecemos metas para los demás, afirmó Catherine Sanderson, psicóloga del Amherst College.

“Un entrenador que le dice ‘esfuérzate más’ a un atleta con bajo rendimiento quizá sea menos efectivo que uno que dice: ‘Necesitas desarrollar mayor fuerza, así que a partir de mañana deberías dedicar 30 minutos diarios a levantar pesas’”, afirmó Sanderson.

Intenta también programar los comentarios para cuando la gente esté tranquila y receptiva. “Evita hacer comentarios cuando tú o el destinatario se sientan estresados o cargados de emociones”, sugirió Simon. Además, debes dejar bien claro que te estás refiriendo al comportamiento de una persona y no a su personalidad, aclara Sanderson. “No lo hagas personal”, aconsejó. “Separa lo que dijo o hizo la persona de quién es”.

¿Y si buscas una crítica constructiva, pero nadie te la ofrece? Una investigación realizada por Hayley Blunden, estudiante de doctorado en comportamiento organizativo en la Escuela de Negocios de Harvard, sugiere que pedir consejo a la gente, en lugar de una crítica, a menudo provoca información más útil y procesable. Esto se debe a que los consejos están orientados al futuro, lo que “puede abrir el pensamiento de las personas”, dijo, y hacer que se centren en lo que podría ser, en lugar de en lo que ocurrió en el pasado. Además, dar un consejo orientado al futuro es menos crítico que dar una opinión sobre las decisiones pasadas, lo que puede ayudar a las personas más empáticas a “bajar la guardia y compartir una visión más específica”, añadió.

La próxima vez que me sienta nerviosa por tener que dar un consejo a mi asistente, mi pareja o mis amigos, haré lo siguiente: intentaré imaginar lo que querría si estuviera en su situación, y consideraré los beneficios que mi opinión podría aportar en términos de crecimiento personal o profesional. Entonces compartiré mis ideas —que consideraré como un consejo— de forma breve y específica cuando parezcan receptivos a ello. Y espero que en el futuro hagan lo mismo conmigo.

La semana de Well

https://www.nytimes.com/es/2022/04/24/espanol/critica-constructiva-retroalimentacion.html

domingo, 1 de mayo de 2022

El mundo al revés: Pegasus y el derecho a la defensa.

Aparte de la investigación política que pueden y deben poner en marcha las Cortes Generales, cada uno de los afectados directa o indirectamente podrá acudir a los tribunales a denunciar la violación de sus derechos fundamentales — El caso del espionaje en Catalunya expone las carencias en el control del CNI.

Margarita Robles, ministra de Defensa, ha hecho pública su preocupación por la situación material de indefensión en que se encuentra el CNI como consecuencia del carácter secreto de su actividad. “Todo lo que hace el CNI es secreto. Es muy fácil imputarle actos de los que no se puede defender”. Han sido sus palabras al ser preguntada por la utilización del Programa Pegasus para intervenir los teléfonos de alrededor de 60 personas integradas en o relacionadas más o menos estrechamente con el nacionalismo independentista catalán.

El secreto del CNI parece ser para la ministra de Defensa el equivalente a la inviolabilidad del Rey. Todo lo que hace el CNI es secreto. Todo lo que hace el Rey está cubierto por la inviolabilidad. Punto final. No hay nada que investigar, ni nada sobre lo que dar explicaciones. Confíen ustedes en que España es un Estado de Derecho donde el Gobierno actúa siempre cumpliendo de manera escrupulosa la ley y con el máximo respeto de los derechos fundamentales y libertades públicas de los ciudadanos.

Si este va a ser el contenido de su intervención en el Congreso de los Diputados ante el que ha solicitado comparecer, no se qué sentido puede tener su comparecencia. Si no hay nada que decir, porque, al ser secreta la actividad del CNI, cualquier cosa que se diga supondría una vulneración de la ley, de la Ley de Secretos Oficiales y de la Ley reguladora del CNI, mejor no comparecer.

En todo caso, ya sabemos cual es la posición del Gobierno. Es la imposibilidad del ejercicio del derecho a la defensa del CNI lo que le preocupa y no la imposibilidad del ejercicio del derecho a la defensa de los ciudadanos cuyos teléfonos han sido intervenidos con el programa Pegasus.

Porque el problema de no poder ejercer el derecho a la defensa lo tienen los ciudadanos investigados con el programa Pegasus y no el CNI. No hay que haber estudiado en una Facultad de Derecho para entender que la alegación a la indefensión del CNI por parte de la Ministra no tiene nada que ver con el derecho fundamental reconocido en la Constitución. Es una maniobra para introducir confusión donde no la hay. En la utilización del programa Pegasus para interceptar los teléfonos de los nacionalistas catalanes, los únicos derechos fundamentales que están en juego son los de las personas cuyos teléfonos han sido intervenidos y los de nadie más. Bueno, para decirlo con más precisión: los de los titulares de tales teléfonos y los de todas las personas que hayan entrado en contacto con ellos telefónicamente.

La herramienta Pegasus es tan invasiva, que no es posible hacer un uso constitucional de la misma. No solo supone una limitación de los derechos constitutivos de la personalidad reconocidos en el artículo 18 de la Constitución. No solamente la del secreto de las comunicaciones, sino la de todos: la intimidad, el honor y la propia imagen. La de los titulares de los teléfonos y la de de todos los que se comunican con ellos por dicha vía. Incluso las de quienes no se comunican directamente pero aparecen en la conversación o en las fotografías almacenadas en el teléfono intervenido.

Sin una Ley que contemple la especificidad de esta herramienta y delimite en qué supuestos y bajo qué condiciones se puede hacer uso de la misma, ningún juez puede autorizar su uso. La naturaleza de los derechos reconocidos en el artículo 18, los sustantivos, intimidad, honor y propia imagen y los que, siendo también sustantivos, son instrumentales de los primeros, inviolabilidad del domicilio y secreto de las comunicaciones, ocupa un lugar tan estratégico en la Constitución, que no se puede autorizar una intervención sobre los mismos, ya que que puede suponer la negación absoluta de todos ellos. Ahora mismo no hay ningún juez que pueda autorizar el uso del programa Pegasus.

No se si será posible siquiera que las Cortes Generales aprueben una ley que lo haga posible, ya que el “núcleo esencial” de los derechos fundamentales es indisponible para el legislador. “Solo por ley que, en todo caso, deberá respetar su contenido esencial…”, dice el artículo 53.1 de la Constitución, se podrá regular el ejercicio de los derechos fundamentales. Esta limitación opera para todos los derechos fundamentales, pero la intensidad es diferente dependiendo de la manera que afecta cada uno de ellos a la convivencia en libertad. La afectación de los derechos reconocidos en el artículo 18 es la máxima.

Quiere decirse que nos encontramos ante un problema de una magnitud extraordinaria. Aparte de la investigación de naturaleza política que pueden y deben poner en marcha las Cortes Generales, es obvio que cada uno de los ciudadanos afectados directa o indirectamente podrá acudir a los tribunales a denunciar la violación de sus derechos fundamentales por haber sido sometido a investigación con base en el programa Pegasus.

La información de la que disponemos en este momento es mínima. Estamos al comienzo de una investigación sobre el uso que se ha hecho del programa Pegasus. Lo único que podemos dar por seguro en este momento es que no será la indefensión del CNI la que estará en el centro de la investigación, sino la indefensión de los ciudadanos afectados por la aplicación del Programa.

Atentos, porque todavía es mucho el recorrido de este turbio asunto.

sábado, 30 de abril de 2022

El pasado nazi que algunas dinastías empresariales no quieren reconocer

Por David de Jong, NYT.

Fue reportero de Bloomberg News y autor de Nazi Billionaires: The Dark History of Germany’s Wealthiest Dynasties, del cual se adaptó este ensayo.

La columna vertebral de la economía alemana actual es la industria automotriz. Esto no solo se debe a que representa alrededor del 10 por ciento del PIB; marcas como Porsche, Mercedes, BMW y Volkswagen son reconocidas en todo el mundo como símbolos del ingenio y la excelencia de Alemania en el sector industrial. Estas empresas invierten millones en mercadotecnia y publicidad para sustentar esa imagen. Invierten menos dinero y energía en hablar sobre sus orígenes.

El éxito de estas corporaciones se remonta directamente a los nazis: Ferdinand Porsche convenció a Hitler de poner en marcha las operaciones de Volkswagen. Su hijo, Ferry Porsche, quien hizo crecer a la empresa, se ofreció voluntariamente como oficial de las SS. Herbert Quandt, quien convirtió a BMW en lo que es hoy, cometió crímenes de guerra. También Friedrich Flick, quien llegó a liderar Daimler-Benz. A diferencia de Quandt, Flick fue sentenciado en Núremberg.

No es que este sea un secreto en la Alemania moderna, pero sí se ignora con despreocupación. Estos titanes de la industria, los hombres que desempeñaron un papel central en el desarrollo del “milagro económico” del país después de la guerra, en general siguen siendo alabados y celebrados por su visión empresarial, no por sus actos bélicos. Edificios, fundaciones y premios llevan sus nombres. En un país que es tan elogiado por su cultura de remembranza y arrepentimiento, el reconocimiento honesto y transparente de los actos en tiempos de guerra de algunas de las familias alemanas más adineradas sigue siendo, en el mejor de los casos, una acotación. Pero las cuentas no estarán del todo ajustadas sino hasta que estas empresas —y Alemania— sean más explícitas sobre el pasado nazi de sus patriarcas.

He escrito sobre estas familias desde hace una década; primero, como periodista de Bloomberg News, luego, como autor de un libro sobre las dinastías empresariales alemanas y sus historias relacionadas con el Tercer Reich. He indagado en cientos de documentos históricos y estudios académicos, así como en memorias y autobiografías. He hablado con historiadores y visitado archivos dentro y fuera de las fronteras alemanas. Y mis descubrimientos me han asombrado.

Veamos primero a los Quandt. En la actualidad, dos de los herederos de la familia tienen un patrimonio neto de unos 38.000 millones de dólares, controlan BMW, Mini y Rolls-Royce y tienen participaciones considerables en las industrias química y tecnológica. Los patriarcas de la familia, Günther Quandt y su hijo Herbert Quandt, fueron miembros del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y sometieron hasta a 57.500 personas a trabajo esclavo y forzoso en sus fábricas, donde se producían armas y baterías para la iniciativa bélica alemana. Günther Quandt adquirió empresas de judíos que fueron obligados a vender sus negocios a precios inferiores a los del mercado y de otros cuyas propiedades fueron incautadas luego de que Alemania ocupara sus países. Herbert Quandt ayudó con al menos dos de estas adquisiciones sospechosas y también supervisó la planificación, la construcción y el desmantelamiento de un subcampo de concentración que jamás se finalizó en Polonia.

Tras el fin de la guerra, los Quandt fueron “desnazificados” en un proceso jurídico malogrado durante la posguerra en Alemania, cuando la mayoría de los perpetradores del Holocausto eludieron el castigo por sus crímenes. En 1960, cinco años después de heredar una fortuna de su padre, Herbert Quandt salvó a BMW de la quiebra. Se convirtió en el accionista mayoritario de la empresa y comenzó a reconstruirla. Hoy en día, dos de sus hijos, Stefan Quandt y Susanne Klatten, forman parte de la familia más rica de Alemania, con un control casi mayoritario de BMW. Los hermanos gestionan sus fortunas desde una ciudad cerca de Fráncfort en un edificio que lleva el nombre de su abuelo.

Los Quandt de la actualidad no pueden alegar que desconocen las acciones de su padre y su abuelo. La información que acabo de mencionar se incluye en un estudio de 2011 que encargó la dinastía Quandt cuatro años después de que un documental crítico que apareció en la televisión expuso parte de la implicación de la familia en el Tercer Reich. Pese a haber ordenado el estudio, que fue realizado por un historiador y un equipo de investigadores, al parecer los herederos de la BMW prefieren seguir con su vida como si no se supiera nada.

En la única entrevista que ofreció en respuesta a los hallazgos de la investigación, Stefan Quandt describió el distanciamiento que la familia tomó de su padre y su abuelo como un conflicto necesario pero “enorme y doloroso”. Aun así, el nombre de Günther Quandt sigue plasmado en sus oficinas centrales y Stefan Quandt concede un premio anual de periodismo que lleva el nombre de su padre. Stefan Quandt afirmó creer que el “trabajo de toda la vida” de su padre lo ameritaba.

En la entrevista, Stefan Quandt declaró que, para la familia, los objetivos principales del estudio eran “la apertura y la transparencia”. Pero durante una década más, el sitio web de Herbert Quandt Media Prize mostró una biografía de su homónimo que no mencionaba sus actividades durante la época nazi, excepto por el momento en que se unió al consejo administrativo de la empresa de baterías de su padre en 1940.

Eso no cambió sino hasta finales de octubre de 2021, más de una década después de que se realizó el estudio, pero, muy evidentemente, a pocos meses de que yo cuestionara a la familia al respecto. Ahora, una biografía ampliada menciona parte de los hallazgos del estudio, como la responsabilidad que tuvo Herbert Quandt en la contratación de personal en las fábricas de baterías de Berlín, donde personas fueron sometidas a trabajo esclavo y forzoso. Pero aún omite la participación de Herbert Quandt en el proyecto del subcampo de concentración, el uso que hizo de prisioneros de guerra en su propiedad privada y su contribución a la adquisición de compañías que fueron arrebatadas de empresarios judíos.

En 2016, la rama filantrópica de BMW se consolidó con el nombre BMW Foundation Herbert Quandt. Ahora es una organización benéfica de categoría mundial, con alrededor de 150 millones de dólares en activos, que apoya causas de sustentabilidad e inversiones de impacto. Stefan Quandt y Klatten se cuentan entre sus donantes fundadores. Si tomamos la información del sitio web de la fundación, la biografía entera de Herbert Quandt se resume a un solo acto: “Garantizó la independencia” de BMW. El lema de la organización benéfica es promover el “liderazgo responsable” e inspirar a “líderes de todo el mundo a trabajar para desarrollar un futuro más pacífico, justo y sustentable”.

BMW y sus accionistas mayoritarios, Quandt y Klatten, no están solos en su revisionismo. En 2019, la Ferry Porsche Foundation anunció que otorgaría la primera cátedra de Historia Corporativa de Alemania en la Universidad de Stuttgart. La empresa Porsche creó la fundación en 2018, 70 años después de que Ferry Porsche diseñó su primer auto deportivo. “Enfrentar nuestra historia es un compromiso de tiempo completo”, escribió el presidente de la organización benéfica en una declaración. “Este es precisamente el tipo de reflexión crítica que la Ferry Porsche Foundation quiere promover, porque: para saber a dónde vas, debes saber de dónde vienes”.

Podría haber comenzado más cerca de casa. La fundación lleva el nombre de un hombre que, de manera voluntaria, solicitó trabajo en las SS en 1938, fue contratado como oficial en 1941 y mintió al respecto por el resto de su vida. Durante la mayor parte de la guerra, Porsche estuvo ocupado con la administración de la empresa Porsche en Stuttgart, que explotó a cientos de trabajadores forzados. Como el director ejecutivo de Porsche en las décadas de la posguerra, se rodeó de personas que tenían puestos de alto rango en las SS.

En su autobiografía de 1976, Porsche ofreció un recuento histórico tergiversado, repleto de declaraciones antisemitas, sobre el cofundador judío de Porsche, Adolf Rosenberger. Incluso acusó a Rosenberger de extorsión luego de que se vio obligado a huir de la Alemania nazi. La verdad fue que, en 1935, Ferry Porsche recibió las acciones de la empresa que le correspondían a Rosenberger luego de que su padre, Ferdinand Porsche, y su cuñado, Anton Piëch, compraron las acciones del cofundador, a un precio muy inferior al del mercado.

Hoy, Porsche no solo auspicia cátedras o fabrica autos deportivos. Junto con sus primos, los Piëch, los Porsche controlan el Grupo Volkswagen, que incluye a Audi, Bentley, Lamborghini, Seat, Skoda y Volkswagen. El patrimonio neto combinado del clan Porsche-Piëch se valúa en unos 20.000 millones de dólares. Ahora se preparan para escindir a Porsche del Grupo Volkswagen y cotizarla en bolsa, en la que se perfila para ser una de las ofertas públicas iniciales más grandes de 2022.

Los Porsche nunca han mencionado en público las actividades que sus patriarcas perpetraron durante el régimen nazi. Y Ferry Porsche no fue el único implicado: Ferdinand Porsche, quien diseñó el Volkswagen, dirigió la fábrica de Volkswagen durante la guerra junto con Piëch. Ahí, decenas de miles de personas fueron explotadas en condiciones forzosas y de esclavitud para producir armas en masa.

La Ferry Porsche Foundation auspició la cátedra de la Universidad de Stuttgart porque, en 2017, los miembros de su Departamento de Historia publicaron un estudio financiado por la empresa sobre los orígenes de Porsche en la era nazi. Sin embargo, tal parece que el estudio omitió algo muy importante: por algún motivo, la investigación no incluyó ningún documento personal de Rosenberger. El estudio también describió de manera errónea cómo se dio la venta de las acciones de Rosenberger. Cuanto más analicé el estudio, más comenzó a revelarse como una fachada parcial en vez de un recuento íntegro.

Luego tenemos a los Flick. Friedrich Flick controló uno de los conglomerados de acero, carbón y armamento más grandes de Alemania durante el régimen nazi. En 1947, fue sentenciado a siete años de cárcel por crímenes de guerra y de lesa humanidad. En su juicio en Núremberg, fue declarado culpable de hacer uso de trabajo esclavo y forzoso, brindar apoyo económico a las SS y saquear una fábrica de acero. Tras su liberación anticipada en 1950, reconstruyó su conglomerado y se convirtió en el accionista mayoritario de Daimler-Benz, otrora el mayor fabricante de automóviles en Alemania. En 1985, Deutsche Bank adquirió el conglomerado de Flick, con lo cual sus descendientes se volvieron multimillonarios.

En la actualidad, una rama de la dinastía Flick valuada en alrededor de 4000 millones de dólares administra una fundación privada en Düsseldorf bautizada con el nombre de su patriarca. La fundación —que tiene un puesto en el consejo administrativo de una de las universidades más prestigiosas de Alemania y destina fondos a causas educativas, médicas y culturales, sobre todo en Alemania y Austria— sigue llevando el nombre de un criminal de guerra convicto en cuyas fábricas y minas decenas de miles de personas trabajaron en condiciones forzadas o de esclavitud, incluidos miles de judíos. Pero si revisas el sitio web de la fundación, jamás te enterarías del pasado sombrío de la fortuna de los Flick.

¿Cómo es posible que tres de las familias empresariales más poderosas de Alemania, así como sus compañías y sus organizaciones benéficas, estén tan desconectadas de la cultura de remembranza tan elogiada del país?

Cuando le pregunté a Jörg Appelhans, el vocero de años de Stefan Quandt y Klatten, acerca de su decisión de bautizar sus oficinas centrales y su premio para medios con el nombre de su padre y su abuelo, me envió un correo electrónico que decía: “No creemos que cambiar los nombres de calles, lugares o instituciones sea una manera responsable de lidiar con las figuras históricas”, porque hacerlo “impide que haya una exposición consciente del papel que tuvieron en la historia y más bien fomenta el olvido”.

Esta contorsión es desvergonzada a un nivel muy específico. Estas familias no exponen la historia sangrienta detrás de sus fortunas excepto, en ocasiones, en estudios encargados, redactados en un denso alemán académico y cuyos hallazgos luego se excluyen al describir el legado de la familia en internet. Ni siquiera enfrentan su pasado de manera honesta. De hecho, hacen lo contrario: conmemoran a sus patriarcas sin mencionar sus actos durante la era nazi.

Los representantes de los multimillonarios Flick se rehusaron a ofrecer comentarios cuando me comuniqué con la oficina de la familia. Cuando pregunté por qué no había una biografía de Ferry Porsche en el sitio web de la fundación que lleva su nombre, Sebastian Rudolph, el presidente de la fundación, respondió que se está “examinando en qué medida también debería representarse esto en el sitio web de la fundación” y agregó que “contemplamos el trabajo de toda la vida de Ferry Porsche desde una perspectiva diferenciada”.

Durante décadas, la cultura de remembranza ha sido un componente central de la sociedad alemana. En todas las ciudades y pueblos alemanes encontrarás los Stolpersteine, cubos de latón y concreto con nombres y fechas de muerte y nacimiento de las víctimas de la persecución nazi. Hay monumentos, grandes y pequeños, por todas partes. En las cafeterías, desde Berlín hasta Fráncfort y desde Hamburgo hasta Múnich, se escuchan conversaciones a diario sobre la culpa y la expiación colectivas. Son diálogos reflexivos, matizados y, sobre todo, conscientes.

No obstante, este movimiento encaminado a enfrentar el pasado, por algún motivo, no está llegando a muchos de los magnates más venerados de Alemania y sus historias turbias. Cuanto más tiempo dedicaba a aprender sobre estas dinastías empresariales y sus mancillados pasados, fortunas y empresas, además de su deseo de ignorar o encubrir el grado de implicación de sus patriarcas en el Tercer Reich, más comencé a dudar sobre la verdadera profundidad, sinceridad y durabilidad de esta cultura de remembranza en Alemania.

La industria automotriz es un arquetipo alemán por excelencia, es esencial no solo para la economía del país, sino también para su identidad. ¿Acaso repudiar a estos magnates sería un rechazo de la identidad nacional? ¿Acaso debemos alabar a estos hombres porque siguen siendo símbolos poderosos del resurgimiento y el poder económico alemanes? ¿Celebrar el éxito comercial sigue siendo más importante en Alemania que reconocer los crímenes contra la humanidad? ¿O será que la respuesta real es más simple? Quizá el país está en deuda con unos cuantos multimillonarios y sus empresas globales, que están más interesados en proteger sus reputaciones —y sus fortunas— que en hacer frente al pasado.

David de Jong (@davidthejong) es el autor de Nazi Billionaires: The Dark History of Germany’s Wealthiest Dynasties, del cual se adaptó este ensayo.

https://www.nytimes.com/es/2022/04/20/espanol/opinion/fortunas-nazi-bmw-porsche.html

viernes, 29 de abril de 2022

Cómo mejorar la salud del corazón después de la COVID-19.

Los sobrevivientes de covid tienen muchas posibilidades de desarrollar afecciones cardiovasculares, según los estudios. Aquí hay consejos concretos de los expertos para minimizar el riesgo.

Antes de que a Jennifer Fagan le diera COVID-19 en marzo de 2020, se consideraba una entusiasta de la actividad física. Solía salir a correr dos o tres veces por semana y casi cada dos días tomaba clases de yoga con calor, un ejercicio vigoroso. Pero varias semanas después de recuperarse de las fases iniciales de la enfermedad, seguía experimentando un dolor insoportable en el pecho y se sentía sin fuerzas todo el tiempo. En junio, empezó a tener palpitaciones. “Le dije a mi médico que me sentía como si estuviera en el cuerpo de una persona de 70 u 80 años”, recordó Fagan.

El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox. Acudió a un cardiólogo y a un neumólogo, pero los especialistas no pudieron encontrar ningún problema de salud en las pruebas iniciales realizadas a esta mujer de 48 años. Así que Fagan volvió a su rutina de correr. Entonces, en diciembre de 2020, sufrió un paro cardíaco tras volver de una caminata lenta de tres kilómetros.

Al principio, ni su marido ni los trabajadores de emergencias médicas pudieron averiguar qué había salido mal. La llevaron al hospital, donde los médicos le diagnosticaron una rara inflamación del músculo cardíaco conocida como miocarditis y le implantaron un desfibrilador para estabilizar su corazón. Pero ahí no acabaron sus problemas cardíacos. Mientras estaba en el hospital, Fagan empezó a tener ataques de mareos extremos. Y desde entonces ha experimentado una serie de síntomas de covid que van desde la fatiga hasta la falta de aliento, pasando por ritmos cardíacos rápidos o irregulares.

Los estudios calculan que entre el diez por ciento y el 30 por ciento de las personas infectadas por el coronavirus pueden desarrollar síntomas a largo plazo. Y en un análisis reciente de los registros de salud del Departamento de Asuntos de los Veteranos de más de 150.000 personas que contrajeron COVID-19, los investigadores descubrieron que los supervivientes de covid tenían un riesgo “sustancial” de desarrollar enfermedades cardiovasculares hasta un año después de su enfermedad inicial, incluso si sus infecciones nunca los llevaron al hospital. En comparación con millones de otros pacientes que nunca se infectaron, los sobrevivientes de covid tenían un 63 por ciento más de probabilidades de sufrir un infarto de miocardio y un 52 por ciento más de probabilidades de sufrir un ictus. También tenían un mayor riesgo de insuficiencia cardíaca, ritmos cardíacos irregulares, coágulos sanguíneos y trastornos inflamatorios como la pericarditis y la miocarditis.

El problema es que los exámenes médicos tradicionales para diagnosticar enfermedades cardíacas —como electrocardiogramas, ecografías y otras pruebas funcionales del corazón— suelen mostrar que las personas que han tenido COVID-19 no tienen daños cardíacos evidentes. “Cuando hacemos todas esas pruebas, la verdad es que tienen un aspecto bastante bueno”, afirma Ruwanthi Titano, cardióloga del Centro de Atención Post-Covid del hospital Monte Sinaí, en Nueva York. Por ello, los médicos han tenido que reimaginar la forma de diagnosticar y tratar a las personas con problemas cardíacos que persisten mucho tiempo después de una infección por coronavirus.

Si tienes síntomas relacionados con el corazón, ya sea opresión o dolor en el pecho, dificultad para respirar, latidos acelerados o saltados, mareos o fatiga extrema, es posible que tu proveedor de atención médica quiera realizar estas pruebas básicas para descartar cualquier anormalidad o daño en el sistema cardiovascular, dijo Titano. Pero nuevos estudios sugieren que el culpable puede ser el daño a las fibras nerviosas que ayudan a controlar la circulación. Y este daño tiene un nombre: neuropatía de fibras pequeñas.

Por suerte, ya existen las herramientas para tratar muchos tipos de neuropatía poscovid. “La gente no va a tener que vivir con esto el resto de su vida”, dijo Salim Hayek, cardiólogo y codirector de la Clínica de COVID-19 Persistente de Michigan Medicine en Ann Arbor. “La gran mayoría de las veces, estos síntomas, que van desde las palpitaciones hasta el mareo, se resuelven a los seis meses de tratamiento”.

Según los datos recogidos por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, la mayoría de las personas que se recuperan de la COVID-19 mejoran cuando reciben servicios de rehabilitación física y mental personalizados.

Ejercicios de respiración
Amy Ridgway, fisioterapeuta y gerente de Emory Outpatient Rehabilitation in Partnership with Select Physical Therapy, dijo que muchos pacientes con covid persistente pueden empezar a ver una mejora inmediata con unos simples ejercicios de respiración. “Una de las primeras cosas que enseñamos es la respiración diafragmática”, dijo. Practicar la respiración abdominal profunda todos los días permite a los pulmones absorber el oxígeno que tanto necesitan y se sabe que ayuda a reducir el dolor y la ansiedad. “Es una técnica estupenda para cualquier persona”, afirma Ridgway.

Gestionar la energía
Si experimentas brotes de síntomas después de cualquier tipo de esfuerzo, un terapeuta puede recomendarte que gestiones tus niveles de actividad diaria o que lleves un diario para ayudarte a anticipar qué actividades pueden ser demasiado agotadoras mental o físicamente. Esta técnica de autocontrol, utilizada a menudo por quienes padecen el síndrome de fatiga crónica (también conocido como encefalomielitis miálgica), parte de la base de que las personas tienen una cuota de energía determinada que pueden gastar cada día. Así, las pequeñas tareas, como ducharse o vestirse, pueden consumir menos energía, mientras que pasar la aspiradora o caminar hasta el final del camino de entrada de casa pueden agotar tu energía mucho más rápido, lo que conduce a algo llamado malestar postejercicio.

Conservar la energía a lo largo del día puede ayudar a reducir la fatiga poscovid mientras los pacientes se recuperan, dijo Ridgway. “Es un enfoque de tratamiento un poco diferente al de muchas otras terapias físicas, pero queremos asegurarnos de que realmente estamos haciendo todo lo que podemos para habilitar a estos pacientes”.

El desafío de hacer ejercicio cuando tienes covid prolongada
Ejercicios de fuerza y aeróbicos mientras estás sentado
Los médicos y los terapeutas coinciden en que las personas con covid persistente necesitan volver a hacer ejercicio a un ritmo muy lento, a menudo empezando por reaprender el acondicionamiento aeróbico básico y haciendo ejercicios de fuerza en posición reclinada antes de avanzar a movimientos más intensos en posición vertical. Esto puede consistir en intentar activar tu núcleo o core en posición supina o lateral, realizar ejercicios de equilibrio o hacer cardio sentado en una bicicleta reclinada o una máquina de remo. Es probable que el médico controle la frecuencia cardíaca, la presión arterial y los niveles de oxígeno mientras se hacen estos ejercicios y se asegure de que no se produzcan saltos en los latidos del corazón ni ningún otro síntoma cardiovascular, explica Titano.

Caminar y otros ejercicios aeróbicos en posición vertical
Con el tiempo, puedes sentirte cómodo probando una elíptica o caminando en una banda. Tu médico o fisioterapeuta también puede pedirte que cuentes tus pasos o que intentes subir las escaleras de tu casa un determinado número de veces al día. Uno de los objetivos que el cardiólogo de Fagan estableció fue caminar 5000 pasos al día, un objetivo que el especialista sugirió en octubre de 2021. “Ahora estamos en marzo y acabo de alcanzarlo”, dijo.

Control en casa
Los progresos en el control de los síntomas de la covid persistente pueden ser insoportablemente lentos, por lo que suele ser alentador ver mejoría con el tiempo. Las personas pueden hacer un seguimiento de sus datos utilizando un monitor de frecuencia cardíaca en un reloj inteligente, un tensiómetro o un oxímetro de pulso si tienen uno en casa. Los proveedores de atención médica pueden aconsejarte que recurras a un familiar o a un amigo para que te ayude a usar algunos de estos dispositivos, y para que se asegure de que estás bien mientras realizas cualquier ejercicio. “Es bueno poder hacer un seguimiento de los progresos”, dice Fagan. “A mí personalmente me ayuda porque el progreso es increíblemente lento. Simplemente no lo ves día a día. Ni siquiera se ve mes a mes. Es un progreso más bien anual”.

Medicamentos
Si experimentas síntomas realmente debilitantes que te impiden realizar las tareas cotidianas —como lavar la ropa, ir al trabajo o cuidar de tus hijos, por ejemplo—, es posible que necesites ayuda adicional de medicamentos recetados y una supervisión más cercana por parte de un profesional de la salud, dijo Hayek. En función del riesgo individual de enfermedad cardíaca y de los síntomas actuales, algunos medicamentos para la tensión arterial, como los betabloqueantes o los antagonistas del calcio (también conocidos como bloqueadores de los canales del calcio), pueden ayudar a aliviar los mareos extremos y a tratar el dolor torácico y los ritmos cardíacos anormales, dijo. Y estos medicamentos pueden reducirse una vez que los síntomas cardiovasculares disminuyen.

Sin embargo, los adolescentes y los niños pequeños con covid persistente no son aptos para tomar muchos fármacos cardíacos. Cuando atiende a pacientes jóvenes, Sindhu Mohandas, experta en enfermedades infecciosas del Hospital Infantil de Los Ángeles, dijo que suele recomendar más cambios en el estilo de vida que, además de la fisioterapia, pueden ayudar a los pacientes a concentrarse en la escuela y a recuperar su resistencia deportiva.

Los cambios en el estilo de vida, como la gestión de las reservas diarias de energía o el aumento gradual de la capacidad de ejercicio, pueden parecer triviales, pero son capaces de tener un gran efecto en la reducción del riesgo a largo plazo de sufrir un ataque al corazón o un ictus, dijo Salim Virani, cardiólogo del Baylor College of Medicine de Houston. Y los proveedores de atención médica están aprendiendo constantemente más formas de ayudar a los pacientes de covid persistente a mejorar su salud, dijo.

En cuanto a Fagan, tiene la esperanza de que el trabajo con sus fisioterapeutas y médicos la ayude a seguir recobrando su estado físico y, finalmente, a volver a la vida normal. Justo el mes pasado, pudo ir a un restaurante con amigos y luego caminar a una obra de teatro en la escuela secundaria de su hija, lo que “fue algo importante”.

“A veces no hay más remedio que ir más despacio”, dijo. “Y eso está bien”.

https://www.nytimes.com/es/2022/04/18/espanol/covid-corazon-secuelas.html

jueves, 28 de abril de 2022

Conferencia internacional sobre trabajo infantil. Los esclavos modernos.

Más de 40 millones personas viven en condiciones de esclavitud en todos los continentes. Una parte significativa son niñas y niños. A tres semanas del inicio de la V Conferencia Mundial sobre la Erradicación del Trabajo Infantil, en Durban, Sudáfrica, el esclavismo moderno vuelve a estar en la mira de la sociedad civil planetaria.

El neoesclavismo
Si bien la esclavitud tiene raíces históricas muy antiguas es un fenómeno social vigente. La trata de seres humanos, la servidumbre por deudas, el trabajo doméstico forzoso y el trabajo infantil son algunas de sus expresiones actuales.

Según las Naciones Unidas, en 2016 unos 40 millones de personas padecieron alguna forma de esclavitud moderna.

El sitio Web Statista, que retoma el Índice Global de Esclavitud 2018 (https://es.statista.com/estadisticas/601151/esclavos-segun-el-indice-global-de-esclavitud/), calculaba en más de 25 millones las personas esclavizadas ese año. Número con el que coincide la Campaña internacional 50 for Freedom (50 por la Libertad) que se lanzó en 2016 con el objetivo de que al menos 50 naciones suscribieran el nuevo Protocolo sobre Trabajo Forzoso de las Naciones Unidas.

La radio internacional alemana Deutsche Welle publicó en noviembre del año pasado un informe completo sobre el tema. En el mismo retoma la cifra de 15 millones de personas atrapadas en matrimonios forzados y unos 25 millones en trabajos forzosos.

Las mujeres y las niñas se ven afectadas de manera particular por esta lacra, llegando a representar un 71% de las víctimas del trabajo forzoso. Más de 150 millones de niños y niñas (casi uno/a de cada diez) se hallan sujetos al trabajo infantil en todo el mundo.

Según la Confederación Sindical Mundial, el trabajo infantil involucra a niños y niñas menores de 18 años que resulte mental, física, social y/o moralmente peligroso o perjudicial y que interfiera con su escolarización.

En tanto el trabajo (o servicio) forzoso es aquel que se desempeña contra la propia voluntad y se realiza bajo amenaza de castigo. Se implementa en proporciones cada vez mayores de la economía privada, en sectores de mano de obra intensiva y escasamente regulados, como la construcción, la agricultura, la pesca, el trabajo doméstico y la minería, así como la prostitución.

El trabajo forzoso y el infantil están estrechamente vinculados: se dan en las mismas zonas geográficas y en las mismas industrias y su causa principal reside en la pobreza y la discriminación. La mitad de las personas que realizan trabajos forzosos son niña-os.

Según la ONG australiana Walk Free, especializada en el tema, los dos países más afectados por el esclavismo son Corea del Norte y Eritrea, con casi 100 personas de cada mil en esa situación. Entre las naciones más vulnerables a nivel de esclavitud se encuentran la República Centroafricana, Sudán del Sur y Afganistán, muy afectadas por interminables conflictos bélicos (https://www.epdata.es/datos/esclavitud-mundo-datos-graficos/338).

Sin embargo, dicho fenómeno, no solo impacta en el Sur, sino también en países de alto nivel de desarrollo. Según la Campaña internacional 50 for Freedom, más de un millón y medio de personas en Europa, América del Norte, Japón y Australia también viven en condiciones de esclavitud similares (https://50forfreedom.org/es/esclavitud-moderna/).

Del total de esclavos y esclavas modernos, el 68% padece trabajo forzoso en situaciones de explotación laboral. Un 22% es víctima de explotación sexual, y un 10% debe realizar trabajos forzados impuestos por el Estado.

Basándose en datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que ya hace ocho años estimaba los beneficios anuales de la esclavitud en más de 150.000 millones de dólares, 50 for Freedom sostiene que esta práctica inhumana constituye un negocio con ganancias sorprendentes.

El informe de la OIT Ganancias y Pobreza: Aspectos económicos del Trabajo Forzoso (Profits and Poverty: The Economics of Forced Labour) de 2014 señalaba que dos terceras partes de dicha cantidad –aproximadamente unos 99.000 millones de dólares– provenían de la explotación sexual comercial, mientras que otros 51.000 millones resultaban de la explotación forzosa con fines económicos, la cual abarca tanto el trabajo doméstico como la agricultura y otras actividades productivas. El informe también indicaba que, significativamente, las ganancias anuales por cada víctima de trabajo forzoso eran mucho más altas en las economías desarrolladas que en cualquier otra.

Los desafíos de la Conferencia de Durban
En junio de 2021 la ONU contabilizaba 160.000.000 de niñas y niños forzados a trabajar en todo el mundo. 8.400.000 más que en 2016, y en un marco social muy preocupante debido a la pandemia, que incrementó notablemente la situación de riesgo de la infancia en general.

La V Conferencia Mundial sobre la Erradicación del Trabajo Infantil, convocada para el 15 al 20 de mayo próximo, se reunirá en este contexto complejo y cuando faltan solo tres años para alcanzar la meta de la eliminación del trabajo infantil, que los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU propusieron para 2025. Y a solo ocho años del plazo propuesto para la erradicación de todo tipo de trabajo forzoso.

Se realizará, además, en un momento muy particular de lenta recuperación social de la pandemia, la cual, según los organizadores de Durban, tuvo “efectos devastadores en la salud, el progreso económico, la igualdad y el desarrollo social” (https://www.5thchildlabourconf.org/es/conferencia).

Los organizadores de Durban esperan que la V Conferencia –que tendrá un formato híbrido, con participación presencial y virtual– debata un tema esencial: la erradicación del trabajo infantil como condición para un rendimiento positivo del mercado de trabajo. Para ello, sugieren incorporar un enfoque centrado en el ser humano (más que en la economía) y que tenga en cuenta la educación, el desarrollo de competencias, el aprendizaje a lo largo de la vida y la transición de la escuela al trabajo decente.

Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que convoca este cónclave junto con el Gobierno de Sudáfrica, es fundamental que se analice la prevalencia tan marcada del trabajo infantil en el sector agrícola y ganadero, así como su estrecha relación con la pobreza, la informalidad y la necesidad urgente de formular estrategias de supervivencia familiar. La OIT además propone que se avance en la formalización gradual de la economía informal y la mayor creación de trabajo decente; que se inviertan recursos adicionales y que se apliquen políticas específicas dirigidas a las causas mismas del trabajo infantil, así como del trabajo forzoso.

Contra el flagelo esclavista
La Campaña 50 for Freedom ha reunido unas 90.000 firmas en apoyo del Protocolo sobre el Trabajo Forzoso. Y en marzo de 2021 logró –con la adhesión de Sudán–, que el número de los Estados signatarios llegue a 50. En abril de 2022, ya son 59 las naciones que han rubricado el Protocolo (https://50forfreedom.org/es/). Nueve de las cuales se encuentran en el continente americano: Antigua y Barbuda, Argentina, Canadá, Chile, Costa Rica, Jamaica, Panamá, Perú y Surinam.

La Campaña 50 for Freedom es promovida por organismos de las Naciones Unidas, centrales sindicales y empresarias mundiales, así como por ONG humanitarias y de desarrollo como Caritas, Global Citizen, Forum Migration y Walk Free, entre otras. Dicha Campaña continúa vigente dado que los Estados signatarios apenas superan el tercio de las naciones que integran la ONU. Adicionalmente, potencias mundiales de referencia como Estados Unidos y China no han suscrito el Protocolo.

Si bien desde 1930 existe un Convenio sobre el Trabajo Forzoso, los promotores del nuevo Protocolo sostienen que en el presente existen nuevas y más complejas formas de esclavitud, incluso más difíciles de combatir.

El Protocolo sobre trabajo forzoso complementa, entonces, el Convenio de 1930, agregando nuevos elementos. Intenta abordar las causas profundas de la esclavitud para que se pueda eliminar de una vez por todas. Además, exige a los empleadores que actúen bajo el principio de “diligencia debida” para evitar la esclavitud moderna en sus prácticas comerciales y las cadenas de aprovisionamiento.

El Protocolo se define como un instrumento vinculante, es decir, que requiere que los gobiernos adopten las medidas necesarias para luchar contra la esclavitud moderna en todas sus formas. Y busca actuar en tres niveles: eliminar el trabajo forzoso, proteger a las víctimas y garantizar su acceso a la justicia y la indemnización.

Los países signatarios deben garantizar que todos los trabajadores y trabajadoras en todos los sectores estén protegidos por la legislación nacional. Esto significa que deben reforzar la inspección laboral y otros servicios para eliminar prácticas esclavizantes. Además, comprometerse a adoptar medidas adicionales para educar e informar sobre crímenes de esclavitud, como la trata o comercio de seres humanos.

Por último, el Protocolo garantiza el acceso de las víctimas a recursos jurídicos y de reparación y no es necesario que sean residentes legales del país donde trabajan. También las protege de eventuales sanciones por actividades ilícitas que pudieron haber cometido involuntariamente durante su período de esclavitud. Al mismo tiempo, los Estados deberán sancionar las prácticas abusivas y fraudulentas de esclavitud moderna por parte de contratistas y agencias de empleo.

Aunque la esclavitud constituye una tragedia muy bien conocida a lo largo de la historia, a muchos Estados les resulta muy difícil reconocerla en sus formas modernas, y aún más difícil aun, de confrontarla. La memoria tan corta de una parte de la humanidad esconde la magnitud de la tragedia, y esto contribuye a perpetuar la mentalidad esclavista que tanta ruina ha causado hasta el presente. Muchos de los negreros de 2022, empecinados en seguir traficando con seres de carne y hueso, continúan disociando el esclavismo moderno del antiguo y siguen “traficando” con total impunidad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

https://rebelion.org/los-esclavos-modernos/

miércoles, 27 de abril de 2022

La carrera por los codiciados "minerales del futuro" que pueden crear gigantescas fortunas e influir en la seguridad nacional de los países

El litio es uno de los minerales cuyo precio ha subido y podría dispararse en las próximas dos décadas.

Fueron 18 minutos de caos.

A las 5:42 de la mañana del 8 de marzo el precio del níquel comenzó a subir tan rápido que causó pánico en la Bolsa de Metales de Londres.

En solo 18 minutos escaló hasta superar los US$100.000 la tonelada en un salto sin precedentes que provocó la suspensión de las operaciones del metal.

Antes de romper ese récord, el valor del metal ya venía experimentando un aumento del 250% en las últimas 24 horas.

El episodio marcó la primera gran crisis de los metales desde que la invasión rusa a Ucrania sacudió los mercados globales.

La impactante subida, vinculada a las sanciones impuestas por Occidente a Rusia y los movimientos especulativos en los contratos a futuro, dejó claro que metales como el níquel, esenciales en la transición hacia una economía menos contaminante, se han vuelto esenciales en un mundo que ya no confía en la dependencia de los combustibles fósiles.

Rusia, unos de los grandes exportadores de gas y petróleo, demostró que por la dependencia que tienen muchos países de sus exportaciones, especialmente los europeos, los combustibles son un arma de guerra en medio de las duras presiones económicas que EE.UU. y sus aliados le han impuesto al Kremlin para que ponga fin a la invasión de Ucrania.

Rusia es el tercer productor mundial de níquel.

"Construir un futuro de energía limpia producida en EE.UU. ayudará a salvaguardar nuestra seguridad nacional", dijo el presidente Joe Biden el 31 de marzo.

"Necesitamos poner fin a nuestra dependencia a largo plazo de China y otros países para obtener insumos que impulsen el futuro", apuntó el mandatario tras anunciar que invocaría la Ley de Producción para la Defensa para apoyar la producción y el procesamiento local de minerales utilizados en la fabricación de baterías eléctricas y almacenamiento de energías renovables.

Entre ellos, apuntó la Casa Blanca, están el litio, níquel, grafito, manganeso y cobalto.

Las armas energéticas de Rusia
Pero hay muchos más. De acuerdo a sus propias necesidades, cada país tiene distintos minerales en la mira para competir mejor por una cuota de mercado en la transición energética hacia una economía más electrificada.

Los expertos advierten que aquellas naciones que se queden ancladas en la exportación de petróleo, gas y carbón, corren el riesgo de volverse cada vez menos competitivos.

El 40% del gas que compra Europa viene de Rusia.

Basta con mirar el caso de Rusia, cuyo poder económico reside en gran medida en los combustibles fósiles: es el segundo mayor productor de gas del mundo y el tercero de petróleo.

Sin embargo, en la carrera por los metales que tendrán un papel crucial en el desarrollo económico futuro, Rusia tiene sus ventajas: es el segundo mayor exportador de cobalto a nivel mundial, el segundo de platino y el tercero de níquel.

Pese a que Rusia tiene cartas para jugar en este nuevo escenario, lo cierto, dicen los expertos, es que la extracción de los superminerales está altamente concentrada en otros países.

La inmensa mayoría del cobalto que existe en el mundo viene de la República Democrática del Congo, el níquel de Indonesia, el litio de Australia, el cobre de Chile y las tierras raras de China.

Los expertos consideran al menos 17 minerales críticos para la transición energética del mundo y, por lo tanto, aquellos países con la capacidad para extraerlos o procesarlos tienen una mayor ventaja.

De los 17, la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés) estima que los más cruciales son el litio, el níquel, el cobalto, el cobre, el grafito y el conjunto de tierras raras.

¿Quiénes dominan la producción de estos minerales?
Para el año 2040, la demanda por esos minerales escalará velozmente, dice Tae-Yoon Kim, analista de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) y autor principal del informe "El rol de los minerales críticos en la transición hacia energías limpias".

Para estimar qué naciones podrían ser las más beneficiadas con la transición energética, el experto distingue entre aquellos países líderes en la extracción de los minerales y los que son líderes en su procesamiento.

Productores metales
Si bien la extracción está dividida entre varias naciones, hay un solo país que domina el procesamiento de todos esos minerales: China.

"Es difícil saber qué países serán los más beneficiados en la transición energética porque dependerá de dónde se ubiquen en la cadena de producción", dice el experto en diálogo con BBC Mundo.

Lo que sí está claro es que estamos en un momento crucial. Mientras el petróleo marcó la historia del siglo XX, los minerales de la transición energética podrían marcar la historia del siglo XXI.

En ese sentido, agrega el experto, "son los minerales del futuro".

Más de dos tercios de la extracción de cobalto se hace en Congo.

No es nada raro entonces que en medio de la guerra, y con el hambre de minerales previsto para las próximas dos décadas, Estados Unidos y Europa encendieran los motores de la transición energética para disminuir su dependencia actual y futura de países como China y Rusia.

El peor dolor de cabeza lo tienen los países europeos que ahora están contra la espada y la pared porque el 40% del gas que consumen viene de Rusia.

"Europa le está financiando los caprichos a Putin", le dijo a BBC Mundo en marzo Ángel Saz-Carranza, director del Centro de Economía Global y Geopolítica de Esade (EsadeGeo), en España.

Los cuatro más codiciados
Aunque los metales son necesarios para las baterías eléctricas, también son clave para el almacenamiento de distintos tipos de energía, para la actividad industrial y, en definitiva, para una economía más electrificada donde nuevos jugadores -estatales y privados- verán emerger grandes riquezas.

"Si la oferta no logra abastecer un aumento de la demanda por estos metales los precios se van a disparar", le dice a BBC Mundo Lukas Boer, investigador del Instituto Alemán de Investigación Económica.

Proyecciones precio metales
Un factor esencial es que los proyectos mineros para extraer estos metales pueden tomar más de una década (en promedio 16 años) en estar operativos y, por lo tanto, es probable que en la década que viene la escasez sea aún mayor, explica Boer, quien junto a Andrea Pescatori y Martin Stuermer publicaron a fines del año pasado la investigación "Los metales de la transición energética".

Además de las tierras raras, señala el estudio, los cuatro metales más codiciados serán el níquel, el cobalto, el litio y el cobre, cuyos precios podrían alcanzar récord históricos por largos períodos de tiempo, una tendencia que rompe con los habituales ciclos de alza y caída del valor en los mercados internacionales.

El valor total de la producción de estos metales puede aumentar más de cuatro veces entre el 2021 y el 2040, en un escenario de cero emisiones netas hacia la mitad de este siglo.

Al cobalto le llaman el "oro azul".

Tanto así, que los productores de estos cuatro metales por sí solos podrían generar ingresos similares a los del sector petrolero durante los próximos 20 años, argumenta Boer, dependiendo de cómo evolucione un contexto internacional que actualmente está lleno de incertidumbre.

"Estos metales pueden ser el nuevo petróleo", apunta Boer. Y "China se ha convertido en el mayor jugador invirtiendo en otros países como, por ejemplo, en la producción de cobalto en Congo".

China lleva la delantera
En el nuevo escenario bélico y la necesidad de Occidente de disminuir su dependencia energética, hay países que pueden suministrar suplir parte de la demanda que se necesita para acelerar la transición.

Kwasi Ampofo, jefe de Metales y Minería en el centro de investigación Bloomberg NEF, sostiene que China está en una muy buena posición para beneficiarse del cambio.

"China podría ser el mayor ganador si decide encaminar la producción de metales de Rusia a través de sus refinerías y luego venderla a otros países", le dice a BBC Mundo.

En China tiene lugar la mayor parte de la extracción y procesamiento de minerales raros del mundo.

Otros países han estado moviendo las piezas del tablero. En el caso del níquel, Indonesia ha estado ampliando su capacidad de producción en los últimos dos años, agrega, y puede seguir aumentándola para cubrir el déficit de Rusia.

De hecho, el níquel es el metal más expuesto a cualquier suspensión del suministro en Rusia, país que genera alrededor del 9% de la producción global.

"Cualquier interrupción a través de sanciones o reducción de la producción tendrá un impacto significativo en el precio", argumenta Ampofo, especialmente porque la demanda de níquel para baterías eléctricas aumentará significativamente este año.

Por otro lado, si se producen interrupciones en la producción de los metales del grupo del Platino (PGM, por sus siglas en inglés), los productores de Sudáfrica pueden llenar el vacío con suministro adicional, apunta.

En la batalla por controlar la producción de los metales del futuro hay espacios donde China ha puesto el acelerador: aunque más de dos tercios de toda la producción mundial está en Congo, las empresas chinas poseen o financian la mayoría de las minas más grandes del país.

Es este escenario, si Occidente no avanza más rápido, se expone a perder la carrera.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-61144362