Mostrando entradas con la etiqueta psicología. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta psicología. Mostrar todas las entradas

domingo, 19 de junio de 2016

Facultad de pseudociencias. ‘Materia’ publica un capítulo de ‘100 ideas. El libro para pensar y discutir en el café’, del filósofo de la ciencia Mario Bunge, en el que propone la creación de un plan de estudios universitarios específicos para dedicarse a las pseudociencias

Las pseudociencias, tales como la astrología y la quiromancia, siempre han sido populares, a menudo más que las ciencias. Ahora, cuando está de moda exigir que las universidades satisfagan la demanda del mercado, habría que enseñarlas abierta y sistemáticamente, en lugar de hacerlo solapadamente en las facultades de humanidades. El consumidor tendría que poder elegir libremente entre la Facultad de Ciencias y la Facultad de Pseudociencias. Y el diploma debiera autorizar a ejercer la profesión.

100-ideas-mario-bunge
Esta idea no es mía ni nueva; hace casi un siglo Freud, el fundador de la pseudociencia más exitosa del siglo pasado, propuso un plan detallado de una Facultad de Psicoanálisis en la Universidad de Viena. Su plan de estudios incluía numerosos cursos de psicoanálisis, mitología y literatura. Nada de psicología experimental ni de neurociencias, desde luego, porque quienes trabajan en estos campos tienen la nefasta manía de exigir pruebas.

El empresario académico que se propusiera crear una Facultad de Pseudociencias no tendría la menor dificultad en reclutar profesorado ni alumnado
El defecto del plan de Freud es que era unilateral: sólo incluía el psicoanálisis. El mío es amplio y abierto: incluye todas las principales pseudociencias conocidas, así como las por inventar. En efecto, mi plan de estudios de la Licenciatura en Pseudociencias es el que sigue.

· Primer año: Introducción a las pseudociencias, Historia de las pseudociencias, Astrología, Alquimia, Piramidología, Demonología. Trabajos prácticos: transmutación de plomo en oro; construcción de horóscopos; búsqueda de napas de agua mediante la horqueta; levitación; reconstrucción de una pirámide egipcia; entrar en contacto espiritual con un demonio.

· Segundo año: Homeopatía, Naturopatía, Psicoanálisis freudiano, Numerología. Trabajos prácticos: manufactura de remedios homeopáticos para curar el cáncer, la diabetes o el mal de amores; identificar el complejo relacionado con la bisabuela materna; hallar el significado simbólico del número de Avogadro.

¿Se legitimizan el autoengaño y la estafa al enseñarlos en la universidad?
· Tercer año: Psicoanálisis jungiano, Parapsicología, Memética, Psicología evolutiva, Grafología, Seminario I. Trabajos prácticos: encontrar las sincronías entre tsunamis y terremotos políticos; tocar la flauta a distancia; explicar la última de las 10.000 religiones registradas en los EEUU como una adaptación al medio ambiente del Paleolítico; hallar el significado simbólico de los sueños de un terrorista notorio.

· Cuarto año: Diseño inteligente (ex-Creacionismo científico), Astronomía de universos paralelos, Medicina holística, Genética egoísta, Psicoanálisis lacaniano, Derecho del ejercicio ilegal de la medicina, Filosofía de la pseudociencia, Seminario II. Trabajos prácticos: averiguar los designios del Altísimo cuando diseñó el piojo y la muela del juicio; averiguar algunos rasgos de un universo en el que fallen las leyes de la termodinámica; diagnóstico y tratamiento holístico del callo plantal; buscar el gen de la afición al fútbol, al póquer o a la pseudociencia; inventar trucos para evitar pleitos iniciados por clientes desagradecidos; elaborar una filosofía de la ovnilogía, la reflexología, el psicoanálisis o la memética.

Los seminarios I y II se dedicarían a estudiar teorías o prácticas situadas entre la ciencia y la pseudociencia, tales como las teorías de cuerdas, del comienzo del universo a partir del vacío y de la elección racional.

Preveo que el empresario académico que se propusiera crear una Facultad de Pseudociencias no tendría la menor dificultad en reclutar profesorado ni alumnado, sobre todo por cuanto en este campo no caben pruebas de idoneidad. Tampoco tendrá dificultad alguna en formar una biblioteca especializada en pseudociencias, como puede comprobarse visitando cualquier librería. Pero seguramente el empresario tendría que hacer frente a la competencia de las facultades de ciencias, medicina e ingeniería. En este caso podrá recurrir a los argumentos siguientes, que ofrezco sin cargo.

· Primero: la libertad académica incluye la libertad de enseñar cualquier cosa, incluso que dos más dos es igual a siete y que la Tierra es plana.

· Segundo: puesto que la ciencia es falible, es posible que la pseudociencia de hoy sea la ciencia de mañana.

· Tercero: en la época posmoderna todo es relativo, no hay verdades objetivas ni es necesario poner a prueba lo que se conjetura.

· Cuarto: el tiempo es oro, y se lo ahorra aprendiendo una pseudociencia en lugar de una ciencia.

· Quinto: el instrumental que necesita la investigación experimental se está haciendo tan costoso que incluso a los países más poderosos les convendría cultivar disciplinas que no requieren experimento alguno.

· Sexto: la universidad posmoderna es una empresa, y como tal tiene el derecho y el deber de suministrar los productos que demande el consumidor.

· Séptimo: en ciertos países ya funcionan facultades de humanidades en las que sólo se enseñan doctrinas posmodernas (por ejemplo, que la historia es una rama de la literatura) y facultades de psicología en las que se enseña exclusivamente el psicoanálisis. La facultad que propongo no hace sino generalizar y proclamar abiertamente lo que otras hacen en forma estrecha y solapada.

Estos argumentos me parecen impecables. Sólo me asaltan tres dudas. Primera: ¿se legitiman el autoengaño y la estafa al enseñarlos en la universidad? Segunda: ¿es necesario que la universidad deje de ser el principal taller de búsqueda de verdades? Tercera: dado que el derecho al macaneo es uno de los derechos del hombre, ¿por qué exigir diploma para ejercerlo? *

Este texto pertenece a "100 ideas. El libro para pensar y discutir en el café", de Mario Bunge, cuya nueva edición, revisada por el autor y con nuevo prólogo, forma el sexto título de la Biblioteca Bunge de Editorial Laetoli

http://elpais.com/elpais/2014/09/26/ciencia/1411758492_579724.html

Las pseudociencias ¡vaya timo! Mario Bunge

lunes, 9 de mayo de 2016

PSICOLOGÍA Volver a empezar

Ante cualquier ruptura, nunca se parte de la nada. Tras el cambio, somos los mismos y con el mismo bagaje de experiencias. Hay que perder el miedo a readaptarse.


CUPERTINO. California. 16 de septiembre de 1985. Un hombre, hundido y abatido, acaba de ser relegado de su cargo. Sale al exterior del edificio donde ha tenido lugar la reunión. Sopla una brisa suave. La temperatura es cálida. Siente la necesidad de caminar y decide alejarse del lugar donde acaba de ser traicionado por quienes consideraba incondicionales. Es una humillación. Se puede disfrazar de dimisión voluntaria o retiro temporal, pero es un despido en toda regla. Uno más de tantos que se producen en Estados Unidos. Con una salvedad. La empresa que lo ha despedido fue creada y levantada por él mismo. Esa compañía se llama Apple. Y ese hombre es Steve Jobs. Derrama unas lágrimas. Es inevitable. Demasiados meses de tensión acumulada. Dinero no le falta a Steve Jobs. Pero no es ese su problema.

“¿Qué voy a hacer ahora? ¿Empezar de cero?”, se pregunta.
Le ha llevado años levantar Apple. El esfuerzo ha sido titánico. Todavía es joven. Tiene ilusiones. Energía. Ha cumplido los 30. Jobs es un aventurero, un emprendedor.

Al cabo de unas semanas llama a sus mejores colaboradores y los convence para dejar Apple. Nace NeXT, su segundo proyecto empresarial. En efecto, va a empezar de nuevo. A empezar de cero.

Volver a empezar, el título de la película de José Luis Garci, es un acontecimiento que, en un momento u otro, golpea la vida. Sea una ruptura con los socios, un giro profesional repentino, un despido, un cierre de la empresa, el final de una etapa profesional, una separación…

La sensación que se apodera de uno es la de no tener nada. Tener que volver a empezar desde la nada. Pero eso no es del todo cierto. “Cero” es una sensación, una percepción que emana del tren del cual nos hemos apeado y ya no está, de esa soledad que rodea a quien corta el cordón umbilical con una estructura, una organización, una empresa, un socio o el proyecto que lo vinculaba.
“Cero” es demasiado. Porque una persona es también su pasado, su experiencia, sus conocimientos, los criterios adquiridos a través del desempeño, los hábitos y automatismos que precisa toda profesión.

Un importante científico con quien tengo una buena amistad me pidió ir a comer el otro día. Me explicó que lo relegaban de la dirección del instituto científico al cual pertenecía. Pesaba más la desazón del qué dirán en la comunidad científica que las consecuencias reales de tal cambio. “He de empezar de cero”, me dijo. “Y tengo 60 años”.

Me resultaba incomprensible tal desazón. El científico, una hora después y una hora antes, era el mismo. Su experiencia seguía ahí. Sus conocimientos permanecían.

Todo lo trabajado, todo lo realizado es un activo y va con uno, dentro de la mochila, ahí donde viajamos. Afirma el filósofo José Antonio Marina que el talento es inteligencia en acción. Y la inteligencia no es solo la capacidad, sino el bagaje adquirido a lo largo de los años.
Empezar de cero es una falacia. Ni es empezar, ni es de cero. Es continuar desde lo que uno es y sigue siendo.

Redefinamos, así pues, el sentido y significado de “nuevo proyecto o nuevo reto profesional”. Podríamos definirlo como la forma en que modificamos nuestra red de relaciones con tal de dirigir nuestra experiencia y conocimientos adquiridos hacia un nuevo propósito.
Nuestro tejido de conexiones sigue siendo el mismo. El bagaje también. En realidad solo varían dos cosas: el propósito y el modo en que nos vamos a relacionar a partir de ahora con nuestro entorno. La clave está en ese diseño, así como en las posibilidades del nuevo propósito. Volver a empezar se convierte pues en algo bien distinto: una meta diferente y un nuevo esquema de lazos y uniones. Una transformación del cómo pero no del qué, el cual sigue inalterado.

Obviamente, hay nuevas dificultades. Es también cierto que la estructura de ingresos desaparece de momento. Y que el modelo que nos mantenía deja de ser vigente. Pero, condicionados por el estupor del momento y el miedo al cambio, confundimos lo que somos con el cargo que ocupamos. Es como aquel político a quien llamaban gobernador y respondió:
–Yo no soy el gobernador, sino el hombre que ocupa actualmente el cargo de gobernador.

Lo mismo a la inversa. En la vida hay momentos difíciles. Es innegable. Pero nunca se parte de cero.

Por cierto, NeXT no fue un éxito de ventas, pero sí tecnológico. La propia Apple adquirió esta empresa unos años después por 400 millones de dólares para poder relanzar los ordenadores personales Apple con el software de NeXT.

Estamos de nuevo en Cupertino, un 16 de septiembre de 1997. Steve Jobs, alegre y triunfante, acaba de ser readmitido. Sale al exterior del edificio donde se ha celebrado la reunión. Paradojas de la vida, es el mismo día del mismo mes en el que 12 años atrás fue expulsado. Continuar, en lugar de volver a empezar, le ha permitido regresar a su propia empresa.

Sopla una brisa suave. La temperatura es cálida. Siente la necesidad de caminar y decide alejarse del edificio, pero esta vez lo hace solo unos metros.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/volver-a-empezar/

lunes, 4 de abril de 2016

10 hábitos de las personas crónicamente infelices.

La felicidad puede presentarse de tantas formas que resulta muy difícil de definir. La infelicidad, en cambio, es fácilmente identificable: sabes lo que es en cuanto te topas con ella y, cuando se apodera de ti, te das cuenta.

Perjudica a todos los que te rodean, como si fueran fumadores pasivos. La famosa investigación Terman Study de Stanford (Estados Unidos) hizo un seguimiento a varios individuos durante ocho décadas y llegó a la conclusión de que rodearse de gente infeliz acarrea una mala salud y una esperanza de vida más corta.

La felicidad no tiene tanto que ver con las circunstancias de la vida como pueda parecer. Según un estudio llevado a cabo en la Universidad estadounidense de Illinois, las personas que ganan más dinero (más de 9 millones de euros anuales) son sólo un poco más felices que sus propios trabajadores.

Las circunstancias personales no tienen nada que ver con la felicidad porque la controla uno mismo, es el producto de los hábitos y la perspectiva desde la que se concibe la vida. Un grupo de psicólogos de la Universidad de California que se dedica a investigar la felicidad ha descubierto que la genética y las circunstancias personales sólo son responsables de un 50% de la felicidad de una persona. El resto es cosa suya.

"La Constitución sólo garantiza el derecho a la búsqueda de la felicidad, pero tienes que conseguirla tú mismo". - Benjamin Franklin

Hábitos de personas infelices:
Cuando la gente no es feliz, es muy difícil estar y trabajar con ellos. La infelicidad ahuyenta a los demás y crea un círculo vicioso que te impide conseguir todo lo que eres capaz de hacer.

Es algo que puede llegar sin avisar. La felicidad, en gran parte, depende de los hábitos (de pensamiento y de acción), por lo que es aconsejable vigilarlos para asegurarse de que no nos hacen caer en la infelicidad.

Ciertos hábitos tienden a empujarnos más a la infelicidad que otros. Hay que prestar atención y saber identificar los 10 hábitos siguientes:

-Esperar al futuro. Pensar para uno mismo "seré feliz cuando..." es uno de los hábitos de infelicidad en los que es más fácil caer. Da igual el final de la frase (un ascenso, un aumento o una nueva relación sentimental) porque hace mucho hincapié en las circunstancias, y la mejoría de las circunstancias no se traduce automáticamente en felicidad. No hay que pasar el tiempo esperando a que pase algo que está comprobado que no afectará a tu estado de ánimo. En vez de eso, hay que centrarse en ser feliz en el presente porque no hay garantías de un futuro.

-Pasar mucho tiempo y esfuerzo adquiriendo cosas. Las personas que viven en extrema pobreza experimentan un incremento de la felicidad cuando su situación financiera mejora, pero este incremento se detiene una vez que se superan unos ingresos anuales de 18.000 euros. Hay una gran cantidad de investigaciones al respecto que demuestran que los objetos materiales no dan la felicidad. Cuando uno se acostumbra a perseguir cosas es probable que acabe siendo infeliz porque, además de la desilusión que se experimenta tras conseguirlas, se cae en la cuenta de que se han ganado a expensas de las cosas que de verdad pueden hacer feliz a una persona: los amigos, la familia y las aficiones.

-Quedarse en casa. Cuando no te sientes feliz, resulta tentador evitar estar con otras personas. Se trata de un grave error, porque socializar, aunque no se disfrute, mejora el estado de ánimo. Todos tenemos días en los que nos gustaría quedarnos en la cama y no hablar con nadie, pero hay que entender que actuar así de forma habitual puede acabar destrozando tu estado de ánimo. Si somos capaces de identificar cuándo la infelicidad nos está haciendo ser antisociales y nos obligamos a salir y a relacionarnos, notaremos la diferencia inmediatamente.

-Caer en el victimismo. Las personas infelices tienden a pensar que la vida es difícil y está fuera de su control. En otras palabras, "la vida me va a dar palos y no puedo hacer nada para impedirlo". El problema está en que, con esa filosofía que fomenta la sensación de impotencia, es menos probable que las personas infelices intenten hacer algo para mejorar su situación. Aunque todo el mundo tenga derecho a sentirse deprimido de vez en cuando, es importante saber cuándo estás dejando que afecte a tu forma de ver la vida. No eres la única persona a la que le pasan cosas malas y eres capaz de controlar tu futuro siempre y cuando estés dispuesto a actuar.

-Caer en el pesimismo. Nada alimenta más a la infelicidad que el pesimismo. El problema de tener una actitud pesimista es que, además de afectar a tu estado de ánimo, se convierte en una profecía: si esperas que pasen cosas malas, lo más probable es que ocurran. Es difícil deshacerse de los pensamientos pesimistas si no te das cuenta de lo ilógicos que son. Oblígate a centrarte en los hechos y comprobarás que las cosas no van tan mal como crees.

-Quejarse. El problema no es la actitud que lo precede, quejarse también es un problema. Es un comportamiento de autorrefuerzo. Al hablar constantemente sobre lo mal que van las cosas -o al pensarlo-, se reafirman las convicciones negativas. Hablar de las cosas que te molestan puede ayudarte a sentirte mejor, pero existe una delgada línea entre quejarse de manera terapéutica y quejarse para fomentar la infelicidad. Además de hacerte infeliz, quejarse ahuyenta a los demás.

-Exagerar. A todo el mundo le pasan cosas malas. La diferencia reside en que las personas felices las ven tal y como son -una decepción momentánea- y las personas infelices consideran que cualquier cosa negativa es una prueba más de que la vida las está castigando. Alguien feliz puede disgustarse si tiene un pequeño accidente de coche de camino al trabajo, pero no perderá la perspectiva: "¡Qué lío! Aunque podría haber sido peor". En cambio, alguien infeliz lo utilizará como prueba de que su día, su mes o incluso su vida entera están destinados al fracaso.

-Dar la espalda a los problemas. Las personas felices se responsabilizan de sus acciones: cuando cometen un error, lo asumen. Sin embargo, las personas infelices conciben los errores y los problemas como una amenaza, así que intentan ocultarlos. Y los problemas suelen crecer si se ignoran. Cuanto más tiempo se pasa sin hacer nada, mayor es la sensación de que es imposible resolverlo, por lo que se volvería a caer en el victimismo.

-No mejorar. Como las personas infelices son pesimistas y sienten que no controlan su vida, tienden a sentarse a esperar a que la vida pase. En vez de ponerse metas, aprender y mejorar, lo único que hacen es vagar y preguntarse por qué las cosas no cambian.

-Mantenerse a la moda. La envidia y los celos son incompatibles con la felicidad, por lo que si te comparas constantemente con los demás, ha llegado el momento de parar. En una investigación, la mayoría de los individuos afirmaron que no tendrían ningún problema con ganar menos dinero si a todo el mundo le pasara lo mismo. Hay que tener cuidado con este tipo de ideas, porque pensar de esta manera no hace feliz a nadie. De hecho, lo más probable es que tenga el efecto contrario.

En resumen:
Cambiar tus hábitos para ser feliz es una de las mejores cosas que puedes hacer por ti mismo. Pero también merece la pena por otra razón: coger las riendas de tu propia felicidad hace que los que te rodean sean más felices.

http://www.huffingtonpost.es/dr-travis-bradberry/habitos-personas-infelices_b_9479264.html

Habría mucho que hablar sobre el tema, daría para una buena tertulia. Casi todo el artículo cae en la psicologización de los problemas. Si no eres feliz, tuya es la culpa. Si no tienes trabajo, tú eres el responsable. Evidentemente no es así. Una persona que trabaja 55 horas a la semana y no gana ni para tener lo básico, difícilmente puede ser feliz,... el problema es, en gran medida, social. Es la sociedad y su organización -seguridad social, servicios sociales, sistema educativo, sistema sanitario, ayudas sociales, jubilación, horas de trabajo y sueldo base que garantice el mínimo vital, nivel de solidaridad de la sociedad, cumplimiento del pago de impuestos, etc- la que impiden a esas personas ser felices. Y ellas tienen una muy pequeña parte de responsabilidad en ello.
Ver aquí un ejemplo de condiciones adversas:
http://www.sinpermiso.info/textos/obituario-de-un-cacahuete-la-poesia-obrera-de-xu-lizhi-0
Y por supuesto, a pesar de todo, no es China el peor ejemplo; han salido de la pobreza 800 millones, algo extraordinario y único en la Tierra,...

lunes, 26 de octubre de 2015

MICHAEL TOMASELLO | INVESTIGADOR DE LA NATURALEZA HUMANA “Para mejorar la sociedad no podemos obviar lo negativo de nuestra biología”

Desde que existimos, los humanos nos hemos sentido especiales. Durante milenios mantuvimos la ilusión de que éramos el centro de la creación, de que la Tierra se encontraba en el centro del universo, de que nuestra naturaleza no tenía nada que ver con el resto de los animales. Casi siempre, nos separamos incluso del resto de los de nuestra especie, llegando a inventar dioses omnipotentes que habían elegido nuestro pueblo entre todos los de la Tierra. Los científicos, sin embargo, aguaron la fiesta. Los astrónomos nos colocaron en los suburbios de una galaxia entre millones y los biólogos nos enseñaron lo mucho que nos parecemos a los otros animales.

El hecho es que, pese a la cura de humildad de los últimos tiempos, los humanos somos unos animales diferentes, capaces de colonizar en pocos milenios todos los rincones del planeta y con un talento inédito en bichos de nuestro tamaño para crecer y multiplicarnos. Esta semana, en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, se reunieron los principales investigadores del mundo sobre cognición y cultura en el contexto evolutivo. Puesto de una manera más simple, científicos que indagan sobre qué nos hace humanos.

Michael Tomasello (1950, Bartow, Florida, EE UU) es uno de estos investigadores. Codirector del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, ha trabajando con chimpancés, nuestros parientes animales vivos más cercanos, y bebés, en busca de algunos rasgos que hacen especiales a los sapiens y ha llegado a la conclusión de que es nuestra capacidad para cooperar y conectar nuestras mentes lo que nos separa de otros animales. Algo que, en último término, nos permite confiar en el valor de un dinero impreso en papel a miles de kilómetros de nuestra casa o compartir valores.

Pregunta. Dice que una de las particularidades que nos hace humanos es nuestra capacidad para cooperar poniendo juntas nuestras cabezas. ¿Cuándo sucedió y por qué?
Respuesta. Nuestra hipótesis es que, hace alrededor de medio millón de años, hubo una gran explosión de poblaciones de monos que les estaban robando la comida a los humanos. En esa situación, tuvieron que encontrar otras formas de conseguir comida y acabaron colaborando para conseguir alimentos, como los antílopes, fuera del alcance de los monos. En esa situación, si no podías colaborar, no podías sobrevivir, así que había presión para colaborar.

Ese es el paso uno. Después se acaban formando grupos en los que todos los individuos dependen del resto. Así aparece la división del trabajo: tú haces una actividad y yo hago otra, y ahora dependemos mutuamente, especialmente cuando hay competición con otros grupos o guerras. A partir de ahí necesario que unamos nuestras cabezas para sobrevivir. Este proceso comienza hace medio millón de años y avanza hasta la aparición de la cultura hace 150.000 años.

P. ¿Somo altruistas o egoístas por naturaleza?
R. A veces somos generosos y a veces egoístas, dependiendo de la situación. Pero hemos visto que cuando se colabora, la gente tiende a repartir con justicia lo que se obtiene. Cuanto más podamos construir situaciones en las que la gente colabore, y hagan cosas juntos de forma interdependiente, se facilitará un tratamiento más justo para todo el mundo. Incluso si es gente a la que no conoces, si trabajas con ellos sientes que lo adecuado es compartir con igualdad. Esto se puede ver en las relaciones europeas después de la Segunda Guerra Mundial. Algunas herramientas como el euro han hecho interdependientes a diferentes naciones y eso lleva a que se traten entre ellas con mayor justicia.

P. Muchas de las personas con más éxito de la sociedad son muy buenas organizando a los demás para que cooperen en su propio beneficio, pero no se preocupan demasiado por tratarlos con justicia
R. Eso puede suceder, sí, pero creo que otra forma de pensar sobre ello es fijarte en como tratan a sus amigos y su familia. Incluso gente que es muy competitiva en otros contextos, como en los negocios o donde sea, son muy generosos en su entorno de amigos y familia. Lo que pasa es que estas personas juzgan de manera distinta qué condiciones aplican a las personas que pertenecen a su grupo y a las que no.

P. ¿Por qué hay gente encantadora con su familia o incluso con la gente de su país, pero despiadada con los que están fuera de ese círculo?
R. Puedes considerarlo un hecho desafortunado, pero nuestra capacidad de cooperar, evolucionó dentro del grupo. Hace 100.000 años éramos interdependientes con nuestro grupo cultural, pero luchábamos con otros grupos, y no confiábamos en otros grupos, no podíamos entender su idioma... Es uno de los hallazgos más sólidos de la psicología, las diferencias de trato a los miembros del grupo y a los que no lo son. Favorecemos a los de nuestro grupo y desconfiamos de los de fuera. Esto es parte de nuestra herencia evolutiva, puede que no nos guste, pero lo es, y no tienes que ir muy lejos para encontrar pruebas de que es así. Si es algo que quieres cambiar, es posible que no puedas cambiar la biología, pero podemos crear instituciones sociales que reúnan a gente de distintas culturas en entornos colaborativos.

Las normas sociales pueden cambiar muy rápido. Yo crecí en el sur de EE UU, en lo que básicamente era una situación de apartheid, donde los afroamericanos tenían peores casas o peores escuelas. Todo el mundo vivía con ello, pero de repente, los negros empezaron a protestar y a decir que no iban a aceptar más esa situación. Los blancos que no habían sido racistas, pero sí complacientes, aceptando la situación como si fuese normal, vieron que no estaba bien. Y las normas sociales cambiaron muy rápido. Por supuesto aún hay vestigios de racismo, pero no puedes utilizar determinadas palabras en público, no puedes discriminar a la hora de ofrecer oportunidades de alojamiento o trabajos... Creo que incluso en casos en los que tenemos un sesgo evolutivo, trabajando en otra dirección se pueden cambiar las normas sociales relativamente rápido.

P. ¿Ha cambiado la forma de relacionarse con los otros desde la aparición de la agricultura y de la civilización?
R. Sí. Lo que sucede es que antes de la agricultura solo existían grupos de cazadores recolectores. Eran bastante igualitarios, no había muchas posesiones privadas, se compartía todo. Con la agricultura, y Marx fue el gran analista de esta situación, se produce una acumulación de recursos que no existía antes. En un grupo de cazadores recolectores, una de las razones por las que todo el mundo comparte es porque no puedes guardar, no hay frigoríficos. Cuando hay un animal muerto te lo tienes que comer en 48 horas o se echará a perder. Cuando llega la agricultura, puedes acumular grano y lo tienes que proteger con armas. En el análisis de Marx se dice que si tengo mucho grano, ese grano va a estar ahí durante un largo periodo de tiempo, y tú que no tienes grano, lo único que tienes es tu trabajo, así que digo, bueno, abrillanta mis zapatos y te daré algo de grano. Se construyen estas relaciones de poder sobre el hecho de que algunas personas controlan los recursos que aparecen con la agricultura y se complica la situación.

P. ¿Cómo podemos mejorar la cooperación después de esos cambios?
R. Nuestras capacidades de cooperación evolucionaron para una vida en pequeños grupos. Con la agricultura, mucha gente llegó a por comida a las ciudades y se crearon entornos multiculturales. Adaptarse a la nueva situación es duro. Podría decir que todos los conflictos serios en el mundo se dan entre gente que dice: nosotros frente a ellos. Muchos de los grandes problemas en el mundo hoy son fruto del colonialismo, en el que los europeos dibujaron círculos en los que introdujeron a gente dentro de un mismo país que tenían un gran historial de odio mutuo.

P. ¿Les preguntan los políticos sobre cómo resolver este tipo de conflictos?
R. No hacemos eso en mi instituto, pero si hemos averiguado cosas que pueden ayudar. Sabemos que si trabajamos juntos para producir los recursos, tenemos la tendencia a repartirlos con justicia. Esto es algo que incluso los niños de tres años lo tienen muy integrado.

Que biológicamente seamos de una forma no significa que no podamos cambiar, solo que tenemos que trabajar duro para cambiarlo y que es necesario cambiar normas sociales y percepciones. Si vas a construir una sociedad mejor, tienes que tener en cuenta que hay mucha gente que no confía en los extranjeros o los de fuera del grupo, y no puedes descartar sin más ese hecho. Es un fenómeno real y lo tienes que tener en cuenta, poniendo un esfuerzo extra para que la gente se conozca mejor, que trabajen juntos...

Yo crecí en los sesenta en EE UU, y había muchas comunas de jipis y era una gran idea. Yo no participé en ellas durante mucho tiempo, pero las conocí de cerca. La mayor parte de ellas fracasaron, y esto se puede aplicar al comunismo en general, porque tenían una visión demasiado optimista de la naturaleza humana, sobre la posibilidad de que todos trabajemos duro y compartamos nuestros recursos. Cuando el tipo de al lado no hace nada y tiene lo mismo que nosotros, nos molesta. Es un hecho sobre la naturaleza humana que muchas comunas no tuvieron en cuenta: que hay que hacer algo sobre los aprovechados. Ellos tienen que sufrir alguna desventaja o la gente no seguirá trabajando. Hay diferencias individuales, también tenemos santos y los santos no piensan así, pero la gente normal sí, y lo vemos desde un momento muy temprano de la infancia, así que cualquier planificación social que hagamos tiene que tomar eso en cuenta. Mejorar la sociedad implica no obviar los aspectos negativos de nuestra biología.
http://elpais.com/elpais/2015/10/20/ciencia/1445363532_639418.html

martes, 29 de septiembre de 2015

Nunca más serás un pardillo. Si acude a una negociación sin conocer los más elementales recursos para lograr su objetivo, dejará el éxito al puro azar.

¿Piensa que negociar es cosa de ejecutivos, abogados o políticos?
Cuando piensa en negociación, ¿vienen a su mente conflictos y situaciones desagradables? Es cierto que ciertos profesionales pasan mucho tiempo pactando como parte de su trabajo, y también es cierto que la negociación es un medio muy empleado —y efectivo— para resolver conflictos.

Lo que se suele olvidar, sin embargo, es que constituye una herramienta muy valiosa para obtener los mejores resultados en las más variadas situaciones cotidianas: desde un trato entre amigos, pasando por una discusión en pareja, el regateo en una tienda ambulante, tratar con su jefe, etcétera. A través de estas líneas conocerá mejor cómo llevarlo a la práctica.

Un esfuerzo que merece la pena.
Negociar no es más que el proceso que permite que dos o más personas lleguen a un acuerdo idealmente —aunque no siempre— beneficioso para todas las partes implicadas. Cuando se trata de resolver conflictos, dichos acuerdos constituyen la solución acordada para el problema. Por ejemplo, imagine que pide a su jefe vacaciones durante todo el mes de agosto, pues ya ha reservado los billetes para un viaje. Su jefe le responde que desea que las coja en julio. Es una situación que da pie a la negociación.

En la vida existen situaciones que son innegociables. 
Sin embargo, muchas otras sí admiten la posibilidad de llegar a un acuerdo, y aparecen con frecuencia en el día a día. Ante esas situaciones, ¿por qué debería negociar? Muy simple: porque en la gran mayoría de casos ganará mucho más si lo intenta que si se resigna a aceptar esas situaciones tal y como vienen.

En el ejemplo anterior, si no responde nada, el resultado es que su jefe se queda contento, y usted —a su pesar— tendrá que reorganizar sus vacaciones. Sin embargo, si usted le explica que no puede en julio, estará enviando una clara señal a su jefe: quiere negociar. Quizá no consiga exactamente su objetivo, pero lo más probable es que consiga mejores resultados que si no lo hace. Cabe precisar que en la negociación no hay lugar para milagros. Negociar cuesta un esfuerzo. Pero merece la pena, ya que ese empeño se invierte —generalmente— en obtener mejores resultados.

Ambas partes deben ganar
Una negociación concluye cuando las partes implicadas —vamos a asumir que son dos para simplificar— alcanzan un acuerdo que les deja satisfechas. Para llegar ahí, hay varios estilos de negociación que se pueden aplicar, y un orden recomendado. Busque ante todo el resultado ideal, que es de tipo ganar/ganar/ganar. Significa: Tú ganas, yo gano, y la relación gana. Ahí, ambos quedan satisfechos y construyen una relación positiva de colaboración y con futuro. Requiere de un esfuerzo nada despreciable por ambas partes.

Si la otra parte no está dispuesta a encontrar soluciones a largo plazo, al menos intente llegar a una situación ganar/ganar. Las dos partes quedan satisfechas, aunque no se construye una relación de cooperación futura. Si su interlocutor no parece dispuesto a colaborar en encontrar una solución que satisfaga a ambos, o por más que lo intentan no lo logran, el siguiente paso es ir a una solución de compromiso. Ya que los dos no pueden ganar se trata de que cada uno esté dispuesto a ceder en algún aspecto —es decir, perder en parte—. Es una solución donde ambos pierden algo pero, aun así, se quedan satisfechos.

Es preferible negociar porque, en la mayoría de los casos, ganará más que si se resigna a los hechos

Puede ocurrir que ni siquiera lo anterior sea posible. Esto suele suceder cuando la otra parte quiere ganar y que usted pierda. Está lejos de ser la solución más constructiva, pero a veces no hay más remedio… Entonces hay que entrar en modo competición: ganar / perder. Intente, en todo caso, ganar lo máximo posible, pero causando el menor daño a su oponente. Y juegue siempre limpio. La situación más desfavorable —y la menos deseable— es el modo perder / perder. Significa, “yo pierdo, pero tú vas a perder conmigo”. Evite a toda costa llegar a este tipo de situaciones. Es mejor abandonar la negociación por mutuo acuerdo antes que caer en el modo perder/perder. Tampoco caiga en el extremo de perder para que el otro gane: el modo perder / ganar. En el ejemplo que hemos puesto, sería ceder a lo que su jefe propone sin rechistar. Ahora bien, en ocasiones conviene utilizar este modo como una forma de dar alguna pequeña concesión a la otra parte, mostrando así buena voluntad de cooperar.

Trucos para un aumento de sueldo.
O cualquier otra cosa que quiera conseguir… Aprender a enviar señales, a gestionar los silencios, esperar hasta que la oferta le satisfaga y a leer el lenguaje corporal son algunas de las claves:

Envíe una señal.
La negociación requiere de una señal para activarse, al menos por una de las partes implicadas. Puede tomar muchas formas, tanto verbales como no verbales, pero lo importante es que consiga que la otra parte se dé cuenta de que usted quiere negociar. Y deje que empiece la otra parte.

Aplace si conviene.
Por muy bien que haya preparado su negociación, es posible que se encuentre con la necesidad de pararse a pensar en algún momento. No tenga reparos en pedir “tiempo muerto” y aplazar la negociación para continuar en otro momento. Está en su derecho.

Hable poco, escuche mucho.
Cuanto más hable la otra persona, más probable es que pueda encontrar pistas sobre su margen de negociación —en otras palabras, sabrá qué está dispuesta a ofrecer realmente—. Hágale preguntas, y déjele hablar. Mientras tanto, escuche y fíjese en el lenguaje verbal y corporal. Le dará pistas.

Aprenda a callar.
El silencio resulta muy incómodo en cualquier negociación. Haga su oferta y no diga una palabra más. La otra parte se verá tentada a romper ese incómodo silencio diciendo lo primero que le venga a la mente. Preste atención, porque podría revelar información muy valiosa para usted.

No acepte la primera oferta.
Rara vez su interlocutor le propondrá su mejor oferta para abrir una negociación. Esa propuesta le dará una idea de lo mínimo que la otra parte está dispuesto a ofrecer. Empiece por no aceptarla, si es posible tratando de aportar argumentos razonables y creíbles.

No haga concesiones gratis.
Nunca dé concesiones sin más. Pida algunas a cambio de algo. Utilice fórmulas condicionales. Por ejemplo: “Si aceptara pagarme mi billete en primera clase, estaría dispuesto a duplicar la duración de la conferencia”.

Obtenga información.
Esto le permitirá conocer mejor su rango de negociación y utilizarlo a su favor. Por otro lado, haga lo posible para que la otra parte conozca la menor información posible sobre sus condiciones de negociación.

Cierre de manera correcta.
Cuando haya alcanzado un acuerdo, asegúrese de que quede bien sellado. Repita verbalmente lo acordado con la máxima claridad, pida confirmación de que lo acepta, y ciérrelo con un apretón de manos. Y para un acuerdo formal o de gran peso, no tenga duda en ponerlo por escrito, revisarlo juntos y firmarlo.

lunes, 14 de septiembre de 2015

¿Es xenófobo? Andalucía impulsa una red de agentes anti-rumores que desmonta infundios


Queda fatal definirse como una persona xenófoba, es de otro siglo ser racista. Pero... ¿depende? ¿Qué grado de tolerancia se tiene respecto a las personas extranjeras y cuando se empieza a creer en los prejuicios? La psicología responde que varía según la cercanía de la situación, de lo que afecte, de lo que suponga. "Afortunadamente el ser humano ha evolucionado a querer ser lo más políticamente correcto, pero solo mientras se pueda. Las posiciones pueden cambiar en el momento en el que se ven amenazados o perjudicados por la persona extranjera, ahí es cuando salta la asunción del rumor como creencia", describe Manuel Martínez, catedrático de Psicología Social de la Universidad de Sevilla y redactor del Manual de ayuda para deconstruir rumores que forma parte la red Anti-rumores que la Consejería de Justicia de Andalucía ha lanzado para desmontar, evitar, rebatir y erradicar los prejuicios vertidos contra la población migrante.

Los rumores son frases fáciles de decir, pero difíciles de demostrar y experimentar, en cambio, pueden derivar en actitudes desvirtuadas o desproporcionadas. Albert Einstein mencionó: “Triste época la nuestra. Es más fácil desintegrar un átomo que superar un prejuicio". "Los 'moros' traen problemas porque son terroristas, las mujeres que tienen una relación con un hombre nacional lo hacen por interés, los inmigrantes quitan el trabajo, son delicuentes, no se integran, no se adaptan, abusan de los servicios sociales"... son algunos de los estereotipos recogidos por la red como destacados contra esta población.

Los escenarios son fáciles de visualizar. En un ejercicio de imaginación solo hay que intentar sentir muy de cerca a un familiar casándose con una persona subsahariana, a un latinoamericano optando al mismo puesto de trabajo, a un marroquí que ha llegado antes a urgencias, a un asiático abriendo un negocio que hace la competencia... "Se ve claro en la película Adivina quién viene esta noche, el que no es racista de verdad, solo tendrá un momento de autocrítica y lo aceptará con naturalidad, pero el que lo es, buscará justificaciones para mantener la actitud prejuiciosa", ilustra Martínez.

La tarea de la red Anti-rumores, que incluye a miembros de cerca de 40 organizaciones entre asociaciones sociales y culturales, ONG, sindicatos, fundaciones, expertos y voluntarios, será dotar de argumentos sólidos y objetivos los datos definitivos para eliminar infundios. Algunos ejemplos de su trabajo de prueba se leen en la Guía para deconstruir rumores, trabajada por profesores y miembros de la red para que sirva de modelo de cómo rebatir supuestos infundados en la sociedad y que será la línea a seguir. Como muestra se aclaran los siguientes supuestos: "Han cogido a una banda de rumanos albano-kosovares. Eso es absurdo. O son rumanos o albano-kosovares. Es como si dices: han cogido a una banda de españoles colombianos" o también; "Las polacas que vinieron a recoger fresas se han quedado con los hombres de Lepe. ¡Qué exageración! Es verdad que hay unas decenas de parejas mixtas con mujeres del Este. De varios miles de mujeres que han estado viniendo en los últimos años, se han formado varias parejas ¿qué tiene eso de extraño?", se lee en la guía.

Además se habilitará una plataforma de participación ciudadana para buscar focos de discriminación, compartir experiencias y proponer buenas prácticas de relación en la comunidad, que en Andalucía es de casi 700.000 personas. De momento, se ha lanzado  se ha lanzado un cuestionario de diagnóstico de rumores en Internet  para detectar la impresión que los andaluces tienen de los inmigrantes en la comunidad. Entre otras preguntas se plantea... "¿Tienes conocimiento de actos de racismo o xenofobia en la comunidad andaluza? o ¿Podrías compartir algún rumor que hayas escuchado en relación a las personas inmigrantes y decir si estás de acuerdo con él?".

La primera fase del proyecto, que comenzó el pasado marzo, consistió en poner en contacto a especialistas, profesionales, profesores y expertos vinculados con cuestiones migratorias en Andalucía o que están relacionados con personas migrantes por su profesión. Y han comenzado a trabajar observando también iniciativas similares a las de Barcelona País Vasco u otras  regiones europeas"Se han catalogado cuatro tipos de agentes anti-rumores, que es como se les llama a las personas que están formadas para tener argumentos que den respuesta a los prejuicios. De momento están los mediadores, los comunicadores, los miembros de las organizaciones y los expertos", detalla José Castillo, director de Xul, entidad que gestiona el proyecto. "Con la información que se genere, cualquier persona podrá rebatir los rumores y convertirse en agente anti-rumores. Hay grandes posibilidades de cambio", añade Castillo. Mediante seminarios, acciones, campañas, audiovisuales, encuestas, una guía y un manual, la información se va difundiendo paulatinamente entre la sociedad.

"Es una estrategia basada en crear agentes antibulos, que identifiquen malentendidos o declaraciones interesadas que afecten de forma negativa a la población migrante que vive en Andalucía, máxime en este periodo socioeconómico", detalla Javier Vargas, director general de Políticas Migratorias de la Junta. "Tenemos que evitar situaciones de ruptura de cohesión social y desmontar objetivamente la red de infundios que se dan en la sociedad", añade Vargas, que como ejemplo apunta a que apenas un 0,6% del gasto sanitario andaluz se invierte en la población inmigrante.

Uno de los objetivos es conseguir una fuerte presencia en Internet, desde donde se trabajará para denunciar el contenido xenófobo o discriminatorio, informarse y potenciar la empatía hacia la población inmigrante. A través de los perfiles de Facebook y Twitter se podrá participar en generar contenido relacionado con esta cuestión, que forma parte de la línea de trabajo del III Plan Integral para la Inmigración de Andalucía Horizonte 2016, que contará el próximo año con una dotación inicial de 1.257 millones de euros de fondos europeos y andaluces.

La red será previsiblemente una plataforma para erradicar rumores, pero Martínez propone además para disminuir esta amenaza, crear condiciones para que se de un contacto positivo entre los migrantes y los "autóctonos". Acercarnos entre todos. "Hay que proveer información precisa sobre las personas migradas y los efectos positivos de las migraciones en la comunidad. Si logramos una relación de interdependencia entre personas autóctonas y alóctonas, frenaremos los rumores falsos, disminuirán los prejuicios y mejorarán las relaciones intergrupales", se lee en el manual. El conocimiento rompe los miedos.

Fuente: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/09/01/andalucia/1441130608_706701.html?rel=vid

viernes, 10 de julio de 2015

Así torturaban los médicos tras el 11-S. Un estudio describe cómo algunos doctores decidían si los presos eran “aptos” para ser torturados, e incluso torturaban ellos mismos

Médicos, psicólogos y abogados a sueldo de la CIA se aliaron para cubrirse las espaldas mutuamente en la docena de centros secretos en los que se torturaba a los sospechosos de terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Los doctores decidían si los presos eran “aptos” para ser torturados, monitorizaban las palizas para que no llegaran a la muerte, diseñaban nuevos métodos de tortura e incluso torturaban ellos mismos, según recuerda hoy un artículo en una de las principales revistas médicas de EE UU, The New England Journal of Medicine, que exige el fin definitivo de estas prácticas. Don Quijote en Syntagma


 La publicación médica recupera datos del informe del Senado de EE UU que en diciembre desveló las torturas de la CIA durante la presidencia de George W. Bush. Dos psicólogos fichados por la agencia de inteligencia, James Mitchell y Bruce Jessen, diseñaron un programa basado en la “indefensión aprendida” para hacer hablar a los sospechosos. Las prácticas incluían la desnudez forzada, la privación de sueño con los detenidos de pie hasta 180 horas, golpes en la cara y en el abdomen, el waterboarding (asfixiar al preso con agua) y el walling (golpear a la persona contra un muro). El Departamento de Justicia aprobó estos métodos siempre que hubiera un médico presente.

Una de las técnicas de tortura más brutales era la llamada “alimentación rectal” por prescripción médica, aplicada entre otros al preso paquistaní Majid Khan, en huelga de hambre. Según detalló el informe del Senado, sus torturadores introdujeron por el recto de Khan una papilla de pasta con tomate, hummus, nueces y pasas, más el contenido de dos botellas de bebida energética de la marca Ensure.

“No es posible alimentar a una persona a través de la mucosa del recto”, recalcan en la revista médica los autores del texto, los doctores George J. Annas y Sondra S. Crosby, que definen la práctica como "asalto sexual". Annas es profesor de Bioética en la Universidad de Boston y Crosby dirigió los servicios médicos del Centro para la Salud y los Derechos Humanos de los Refugiados, en la misma ciudad, donde atendió a más de 300 supervivientes de torturas.

Los dos expertos hacen un llamamiento en The New England Journal of Medicine para que los médicos estadounidenses no vuelvan a participar en torturas. El presidente Barack Obama prohibió oficialmente estas prácticas cuando llegó a la Casa Blanca en 2009. Sin embargo, denuncia Annas, las torturas continúan, pese a estar prohibidas por el Convenio de Ginebra, haya médicos presentes o no.

“Aunque el informe del Senado habla solo de las instalaciones secretas de la CIA, la CIA y el Departamento de Defensa trabajan en estrecha colaboración, por lo que sus prácticas tienden a influirse unas a otras, por ejemplo en las misiones conjuntas de la CIA y los Navy Seals [la principal fuerza de operaciones especiales de la Armada de EE UU]”, explica Annas a Materia.

“El mejor ejemplo de conductas actuales al margen de la ética en el Ejército de EE UU quizá sean las extracciones a la fuerza de sus celdas de presos en huelga de hambre en Guantánamo, para proceder a su alimentación forzada”, sostiene Annas. Tanto la Asociación Médica Mundial como la Asociación Médica de EE UU prohíben esta práctica. En 2013, un informe del Instituto de Medicina como Profesión y la Fundación Open Society denunció el mismo escándalo.

Annas recuerda el reciente caso de una enfermera de la Armada que, esgrimiendo los principios éticos de su profesión, se negó a alimentar a la fuerza a presos en huelga de hambre en Guantánamo. La enfermera fue castigada por sus superiores. “El Ejército de EE UU debe adoptar como política, y hacer que se cumpla en la realidad, la doctrina de que el primer deber del médico militar es su paciente, incluso en una prisión”, concluye el profesor de la Universidad de Boston.

Su artículo llega apenas un mes después de que un informe denunciara la presunta colaboración secreta entre el Gobierno de Bush y la Asociación de Psicología de EE UU para justificar las torturas a prisioneros tras el 11-S. El documento, firmado por reputados psicólogos, mostraba mensajes de correo electrónico filtrados como prueba. La asociación negó las acusaciones.

http://elpais.com/elpais/2015/06/11/ciencia/1434004716_675617.html

martes, 7 de julio de 2015

Éxito, vida y profesión

“Aunque el éxito lo medimos cada uno de nosotros, lo importante es el disfrute que sentimos en cada momento, saber identificar y expresar los propios talentos, sentir cuál es el propósito de nuestra vida, y disponer de relaciones constructivas con las que compartirlo”

Como dijo Napoleón Bonaparte, "el éxito no está en vencer, sino en no desanimarse nunca". El gobernante francés ponía el énfasis en la persistencia y en mantener el esfuerzo a pesar de la dificultad. De esta misma manera opina Dafne Cataluña, psicóloga y coach del Instituto Europeo de Psicología Positiva, quien aclara que no existe una definición de éxito universal, sino que depende de lo que nos rodea: “de la cultura, del entorno, y de la propia forma de ser”. Concretando, el triunfo lo definimos cada uno de nosotros, teniendo en cuenta aspiraciones, metas, ilusiones y valores. “Algunas personas objetivan la gloria en sentirse plenas con su vida, otras en lograr ser papás, algunas en encontrar una profesión que les llene, y otras muchas en tener amigos o parejas con los que se sientan con la libertad de ser ellos mismos”, cuenta la especialista.

SOBRE LA EXIGENCIA PROPIA Y AJENA
1. Ha dejado de fustigarse por ese viaje que se frustró hace semanas. Ya habrá más opciones…
2. Cada vez controla mejor su ira y monta menos dramas
3. Dejar de ser mileurista estaría bien, pero no es su prioridad
4. Acepta los defectos de sus padres con naturalidad
5. Cuando se topó con su ex hace meses y lo encontró feliz, se alegró (y no fue pose) Con estas actitudes ha conseguido relajar la exigencia, permitiendo que la magia suceda en lo que se refiere a no sentirte culpable por no conseguir ciertos objetivos, además de liberar de culpa a los demás.

SOBRE EL AMOR PROPIO
6. Usted no está gordito: solo es un disfrutón al que le encanta comer
7. Viste como quiere, sin importarle lo que digan
8. Celebró el último ascenso de su compañero de mesa
9. Cuando alaban su inteligencia, no se sonroja. ¡Si es cierto! Cuando se disminuye la necesidad de aprobación, la inseguridad se transforma en autoestima y se encuentra a gusto con lo que es, independientemente de los logros y opinión de los demás.

SOBRE EL ENTORNO
10. Pidió ayuda aquella vez en que la necesitó
11. Es capaz de ponerse en el lugar del otro
12. Cuando llega un domingo, tiene a quien llamar para tomar un café

Comunicar las necesidades personales con empatía incrementa las posibilidades de crear y mantener relaciones satisfactorias. Perder el miedo a pedir ayuda favorece las relaciones satisfactorias. Tan Ben Shahar, profesor de la Universidad de Harvard, describe a los “perfeccionistas” como personas que no tienen fin, ya que siempre se proponen metas cada vez más altas y objetivos más difíciles. En su libro La búsqueda de la felicidad expresa cómo, sin embargo, “cuando consiguen sus metas no sienten la satisfacción ni la felicidad que esperaban, ya que esa expectativa idealizada se desmenuza y el balance entre el esfuerzo y el disfrute resulta negativo al tener el esfuerzo un peso desmesurado”. Conclusión: menos ambición y más amigos.

SOBRE LA ACEPTACIÓN
13. Cuando llega a su hogar, suspira "ay, por fin en casa"
14. Ha decorado el salón del modo en que a usted le gusta
15. No ocurre todos los días, pero a veces le sorprende su propia belleza en el reflejo del espejo
16. Sabe a ciencia cierta que es un buen trabajador
Por supuesto, no solo de amigos vive el hombre. Así que es necesario que en las parcelas de su hogar y su trabajo reine cierto orden. Esto no se traduce en habitar una mansión de ensueño o ser el empleado más brillante de la oficina, sino en que, como el empresario Henry Ford proclamaba, "disfrutar de lo que se obtiene como la clave del éxito". Piense en su último logro laboral y celébrelo.

SOBRE LA REBELIÓN
17. Reconoce a las malas personas y las expulsa de su vida
18. No se lamenta por lo malo que es fumar: simplemente, lo ha dejado
19. Recuerda perfectamente la última vez que dijo "no"
La aceptación solo es positiva si se acompaña de asertividad, un palabro que ahora reivindican todos los expertos en psicología para definir el punto exacto en el que somos capaces de hacernos respetar sin recurrir a la agresividad.

SOBRE LOS SUEÑOS ACORDES AL TALENTO
20. Al suspender aquel examen, estudió más para el próximo
21. Tiene metas por cumplir
No achantarse ante la adversidad es todo un logro. En general, lo es conocer aquello en lo que uno es bueno y, además, le hace sentir bien: “Conocer nuestras fortalezas personales tiene un impacto positivo en el bienestar”, explica la directora del Instituto Europeo de Psicología Positiva. ¿Ha detectado ya sus puntos fuertes y construye sus objetivos en función de ellos? Entonces, es usted una persona con éxito.

SOBRE EL AMOR
22. Puede enumerar, al menos, a cinco personas que lo quieren
23. Les dice 'te quiero' con frecuencia
24. En todas las ocasiones, tal declaración es verdad
La capacidad de amar y ser amado es una de las 24 fortalezas personales descritas por los psicólogos Seligman y Peterson. Sentirnos queridos significa también sentirnos seguros. Tal y como expresaba el también psicólogo Bowbly respecto a sus estudios de las relaciones de apego en la infancia, "cuando hemos creado un apego seguro con las personas que se encargaron de nuestro cuidado en la infancia, las posibilidades de desarrollar relaciones afectivas y sanas es mucho mayor”.

Aunque por su clase de Psicología del Liderazgo (Psychology on Leadership) han pasado más de 1.400 alumnos, aún así cabría hacerse la siguiente pregunta: ¿Alguna vez se tiene suficiente felicidad? "Es precisamente la expectativa de ser perfectamente felices lo que nos hace serlo menos”, explica.

Estos son sus seis consejos principales para sentirse afortunado y contento:

1. Perdone sus fracasos. Es más: ¡celébrelos!
“Al igual que es inútil quejarse del efecto de la gravedad sobre la Tierra, es imposible tratar de vivir sin emociones negativas, ya que forman parte de la vida, y son tan naturales como la alegría, la felicidad y el bienestar. Aceptando las emociones negativas, conseguiremos abrirnos a disfrutar de la positividad y la alegría”, añade el experto. Se trata de darnos el derecho a ser humanos y de perdonarnos la debilidad. Ya en el año 1992, Mauger y sus colaboradores estudiaron los efectos del perdón, encontrando que los bajos niveles de este hacia uno mismo se relacionaban con la presencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.

2. No dé lo bueno por hecho: agradézcalo.
Cosas grandes y pequeñas. "Esa manía que tenemos de pensar que las cosas vienen dadas y siempre estarán ahí tiene poco de realista".

3. Haga deporte.
Para que funcione no es necesario machacarse en el gimnasio o correr 10 kilómetros diarios. Basta con practicar un ejercicio suave como caminar a paso rápido durante 30 minutos al día para que el cerebro secrete endorfinas, esas sustancias que nos hacen sentir drogados de felicidad, porque en realidad son unos opiáceos naturales que produce nuestro propio cerebro, que mitigan el dolor y causan placer, según detalla el entrenador de easyrunning y experto corredor Luis Javier González.

4. Simplifique, en el ocio y el trabajo.
“Identifiquemos qué es lo verdaderamente importante, y concentrémonos en ello”, propone Tal Ben-Shahar. Ya se sabe que “quien mucho abarca, poco aprieta”, y por ello lo mejor es centrarse en algo y no intentarlo todo a la vez. Y no se refiere solo al trabajo, sino también al área personal y al tiempo de ocio: “Mejor apagar el teléfono y desconectar del trabajo esas dos o tres horas que se pasa con la familia”.

5. Aprenda a meditar.
Este sencillo hábito combate el estrés. Miriam Subirana, doctora por la Universidad de Barcelona, escritora y profesora de meditación y mindfulness, asegura que “a largo plazo, la práctica continuada de ejercicios de meditación contribuye a afrontar mejor los baches de la vida, superar las crisis con mayor fortaleza interior y ser más nosotros mismos bajo cualquier circunstancia”. El profesor de Harvard añade que es también un momento idóneo para manejar nuestros pensamientos hacia el lado positivo, aunque no hay consenso en que el optimismo llegue a garantizar el éxito, sí le aportará un grato momento de paz.

6. Practique una nueva habilidad: la resiliencia.
La felicidad depende de nuestro estado mental, no de la cuenta corriente. Concretamente, “nuestro nivel de dicha lo determinará aquello en lo que nos fijemos y en las atribuciones del éxito o el fracaso”. Esto se conoce como locus de control o 'lugar en el que situamos la responsabilidad de los hechos', un término descubierto y definido por el psicólogo Julian Rotter a mediados del siglo XX y muy investigado en torno al carácter de las personas: los pacientes depresivos atribuyen los fracasos a sí mismos, y el éxito, a situaciones externas a su persona; mientras que la gente positiva tiende a colgarse las medallas, y los problemas, “casi mejor que se los quede otro”. Sin embargo, así perdemos la percepción del fracaso como 'oportunidad', que tiene mucho que ver con la resiliencia, un concepto que se ha hecho muy popular con la crisis, y que viene prestado originariamente de la Física y de la Ingeniería, con el que se describe la capacidad de un material para recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. "En las personas, la resiliencia trata de expresar la capacidad de un individuo para enfrentarse a circunstancias adversas, condiciones de vida difíciles, o situaciones potencialmente traumáticas, y recuperarse saliendo fortalecido y con más recursos”, afirma el médico psiquiatra Roberto Pereira, director de la Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar.

El poder psicoterapéutico de las artes es ampliamente conocido. Un libro, una película, una canción… Cualquier objeto resultado de un proceso creativo puede ayudarnos a salir de una crisis, tomar una decisión, optar por una vida mejor.
Lo sabe bien Mercedes Martínez, psicoterapeuta y criminóloga que trata a sus pacientes con inspiradores filmes en el proyecto Medi-Cine.
"Conozco a personas que han terminado con una relación dañina por una película (Te doy mis ojos, de Iciar Bollaín) o se han atrevido a vivir más libremente su sexualidad tras visionar otra (Beginners, de Mike Mills)", cuenta.
Para la experta, el visionado en grupo de determinadas historias (y una ulterior charla al respecto) puede a ayudarnos a "adquirir habilidades emocionales, aprender a tomar decisiones, a poner límites, a generar opciones, a atravesar duelos y a reflexionar o manejar la ansiedad".

Si una buena película funciona, en ocasiones, como una visita al psicólogo, que la historia verse sobre la salud mental lo hace doblemente eficaz.
Es el caso de La cura de Yalom, un documental de Sabine Gigiger sobre la vida de Irvin Yalom (Washington, 1931), referente en el campo de la psicoterapia, autor de varios superventas, conocido académico en la Universidad de Stanford y existencialista.
El biopic anima al espectador a emprender un viaje mental con su protagonista, a través de reflexiones esenciales capaces de tumbar cualquier crisis de existencia.
Por ello, BUENAVIDA, aunando arte, ocio y salud mental, sortea 20 entradas dobles entre los lectores que se registren al final de este artículo.
El preestreno tendrá lugar el 9 de julio (jueves) en el Palacio de la Prensa (Madrid). Y recuerde llevar acompañante. "Ver una película con alguien ayuda a comprender los diferentes puntos de vista. Cada espectador ve algo en lo que otro puede no haber reparado.
En el posterior análisis se desarrolla la intimidad emocional, evitando lo superficial", zanja Mercedes Martínez. El tercer par de ojos lo pondrá el doctor Yalom. El documental llega a cines el 31 de julio

Uno de los grandes avances en la psicología de las últimas décadas ha sido el descubrimiento de la inteligencia emocional como habilidad básica para el éxito.

Quien popularizara el término en 1995, Daniel Goleman, advertía que no nos extrañáramos de acabar trabajando para alguien que en la escuela era calificado de “tonto”, ya que aquellos que dominan sus emociones y comprenden las de los demás tienen una gran ventaja sobre el resto a la hora de progresar y resolver problemas de cualquier tipo.

Familiarizarnos con nuestra brújula emocional nos permite mantener el control sobre nuestra mente, con lo que ganamos atención y eficacia, además de dotarnos de la capacidad de seducción que promueve la empatía.

Por el contrario, no ser conscientes de lo que sentimos puede conducir al sufrimiento y al fracaso en las relaciones sociales.

Las emociones están presentes en todos los niveles evolutivos y en todos los animales, incluyendo los seres humanos, afirmaba el psicólogo Robert Plutchik.

Ya en el siglo XIX, Charles Darwin concluyó que la expresión de las emociones es algo innato y no aprendido, como se creía en su época. Llegó a esta hipótesis tras estudiar su expresión en los animales superiores, así como los gestos que hacen de forma instintiva las personas ciegas de nacimiento. En sus viajes comprobó, además, que estas emociones eran comunes a todas las culturas y se manifestaban de forma parecida, lo cual le convenció de que las llevamos “de fábrica”.

En tiempos más actuales se ha intentado enumerar nuestras emociones básicas, que según el psicólogo social Paul Ekman serían seis:
ira,
alegría,
sorpresa,
asco,
tristeza y
miedo.
El actor brasileño Marcelo Antoni junto con Jorge Zentner, guionista y escritor argentino, en su libro Las cuatro emociones básicas, además de descartar el asco y la sorpresa del primer rango, señalan la importancia de reconocerlas en uno mismo y en los demás:
“Una emoción es información íntima. Un aviso respecto a qué me está pasando en este momento; un toque de atención que sitúa a cada uno en el presente, pues está referida a lo que vivimos y sentimos en este instante concreto. Es un aviso primario con importantísimas funciones en la conservación, la relación y la socialización del individuo. Una información que también recibimos internamente, desde nosotros mismos”.
Los autores hablan de lo que sentimos como “existencia de tránsito”. Nadie puede anclarse de forma permanente a una misma emoción. Por eso, aunque hablemos de personas tristes o alegres, en realidad lo que existen son las situaciones tristes o alegres.

Tomar conciencia de ello permite relativizar lo que sentimos y no tomarlo como algo definitivo, lo cual es un alivio en el caso de las emociones negativas. Saber que el sentimiento que nos tortura es temporal y dará paso a otro, quizá de signo contrario, nos ayuda a relativizar el sufrimiento.

Una vez se toma posesión de nuestra brújula y somos capaces de leer lo que sienten los demás y nosotros mismos, ¿cómo gestionar las emociones? No se trata de meras reacciones a lo que vivimos. También tienen una utilidad y podemos canalizarlas para optimizar nuestra vida y la de nuestro entorno.

Al experimentar alegría, aumentamos la empatía y la capacidad de estrechar vínculos con los demás, además de desarrollar en nosotros la ternura, la excitación e incluso la atracción física. Es un estado perfecto para compartir ideas, sensaciones y nuevos proyectos.

Sentir miedo activa nuestra atención ante una posible amenaza o peligro. Cuando no aparece de forma injustificada y repetida, convirtiéndose en fobia, esta emoción es muy útil para nuestra supervivencia. Nos permite tomar conciencia de lo que estamos viviendo y, no menos importante, de lo que hacemos con nuestra vida.

La ira señala una situación, interior o exterior, que nos produce desasosiego y debe ser reparada. Si en lugar de expresarla a través de una explosión de genio la canalizamos en forma de soluciones, esta emoción nos servirá para corregir el desequilibrio y estar mejor que antes.

En cuanto a la tristeza, muchas veces tiene que ver con hechos del pasado. Apunta a algo que hemos vivido de forma traumática o, por el contrario, a experiencias que fueron muy positivas, pero que no podemos volver a repetir, por ejemplo, tras una separación. La función de este estado es desprendernos de aquello que un día tuvimos o sentimos.

Comprender nuestras emociones básicas y su utilidad nos permite dejar atrás lo que ya no nos sirve, tomar conciencia de lo que ahora necesitamos y proyectarnos de forma mucho más positiva hacia el futuro.

El problema de muchas personas es que llegan a sentirse abrumadas por sus propias emociones, como si en lugar de una brújula para orientarse llevaran grilletes que las paralizan.

Sobre esto, un cuento sufí glosado por el místico y espiritual indio Osho, entre otros (Pues tb se le atribuye a un emperador chino), explica lo que un rey pidió a los sabios de su corte:

–Me estoy fabricando un precioso anillo y quiero ocultar bajo el diamante algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación. Tiene que ser muy breve de modo que pueda esconderlo allí.

Aquellos eruditos habían escrito grandes tratados, pero no sabían cómo darle un mensaje de solo dos o tres palabras que pudiera ayudar a su rey en esos momentos en los que él consideraba que esa ayuda podría marcar la diferencia.

Sin embargo, el monarca tenía un anciano sirviente que era como de la familia, el cual le dijo:

–No soy un sabio, ni un erudito, pero conozco el mensaje que buscas, porque me lo dio un místico hace tiempo.

Dicho esto, el anciano escribió tres palabras en un pequeño papel, lo dobló y se lo entregó al rey con la advertencia. “No lo leas, manténlo escondido en el anillo. Ábrelo solo cuando todo haya fracasado y no encuentres salida a tu situación”.

El momento llegó cuando el país fue invadido y el rey tuvo que huir a caballo para salvar la vida mientras sus enemigos le perseguían. Finalmente, llegó a un lugar donde el camino se acababa al borde de un precipicio.

Entonces se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró el siguiente mensaje: “Esto también pasará”.

Mientras leía aquella frase, los enemigos que le perseguían se perdieron en el bosque, al errar el camino, y pronto dejó de oír el trote de los caballos.

Tras aquel sobresalto, el rey logró reunir a su ejército y reconquistar el reino. En la capital hubo una gran celebración y el monarca quiso compartirlo con el anciano, a quien agradeció aquella providencial perla de sabiduría. El viejo le pidió entonces:

–Ahora vuelve a mirar el mensaje.

Al ver la cara de sorpresa del rey, explicó: “No es solo para situaciones desesperadas, sino también para las placenteras. No es solo para cuando estás derrotado; también sirve cuando te sientes victorioso. No es solo para cuando eres el último, también para cuando eres el primero”.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y entonces comprendió.

–Recuerda que todo pasa –le recordó el viejo sirviente–. Solo quedas tú, que permaneces por siempre como testigo.

Como en este cuento tradicional, si entendemos que las emociones no somos nosotros, sino que se trata de estados transitorios de nuestra mente para adaptarnos a la vida, dejaremos de sentirnos sobrepasados por ellas. Las emociones son una brújula, pero nosotros tenemos el timón o debemos tenerlo y decidimos el rumbo de nuestra existencia.

El mapa facial de las emociones
Los rostros de los seres humanos expresan lo que sienten a través de una serie de gestos que constituyen un lenguaje universal: Ira: contracción de las cejas, mirada más intensa y tensión en los labios, que se preparan para gritar.
Alegría: elevación de los labios y las mejillas, a la vez que arrugamos la piel bajo nuestros párpados.
Sorpresa: las cejas se elevan adoptando forma circular, además de tener los párpados muy abiertos y la mandíbula baja.
Asco: suele expresarse levantando parte del labio superior y frunciendo el ceño.
Tristeza: descenso de los ángulos inferiores de los ojos y de los labios, que pueden manifestar temblor.
Miedo: elevación de los párpados y las cejas; los labios pueden estar tensos o bien abrir la boca.
El País.

jueves, 25 de junio de 2015

Seis claves para ser feliz, según la Universidad de Harvard. Existe una asignatura sobre la dicha en el prestigioso centro educativo. "La alegría también se aprende, como el golf o el esquí"

Cada vez parece más claro que la nueva fiebre del oro no tiene que ver con hacerse millonario ni con encontrar la fuente de la eterna juventud. El tesoro más codiciado de nuestros tiempos es  atesorar felicidad,  un concepto abstracto, subjetivo y difícil de definir, pero que está en boca de todos. Incluso es materia de estudio en la prestigiosa Universidad de Harvard.

Durante varios años, algunos de los estudiantes de Psicología de esta universidad americana han sido un poco más felices, no solo por estudiar en una de las mejores facultades del mundo, sino porque, de hecho, han aprendido a través de una asignatura. Su profesor, el doctor israelí  Tal Ben-Shahar, es experto en Psicología Positiva, una de las corrientes más extendidas y aceptadas en todo el mundo y que él mismo define como “la ciencia de la felicidad”. De hecho, sostiene que la alegría se puede aprender, del mismo modo que uno se instruye para esquiar o a jugar al golf: con técnica y práctica.

Con su superventas  Being Happy y sus clases magistrales, los principios extraídos de los estudios de Tal Ben Shahar han dado la vuelta al mundo bajo el lema de “no tienes que ser perfecto para llevar una vida más rica y más feliz”. El secreto parece estar en aceptar la vida tal y como es, lo cual, según sus palabras, “te liberará del miedo al fracaso y de unas expectativas perfeccionistas”.

Aunque por su clase de Psicología del Liderazgo (Psychology on Leadership) han pasado más de 1.400 alumnos, aún así cabría hacerse la siguiente pregunta: ¿Alguna vez se tiene suficiente felicidad? "Es precisamente la expectativa de ser perfectamente felices lo que nos hace serlo menos”, explica.

Estos son sus seis consejos principales para sentirse afortunado y contento:

1. Perdone sus fracasos.
Es más: ¡celébrelos! “Al igual que es inútil quejarse del efecto de la gravedad sobre la Tierra, es imposible tratar de vivir sin emociones negativas, ya que forman parte de la vida, y son tan naturales como la alegría, la felicidad y el bienestar. Aceptando las emociones negativas, conseguiremos abrirnos a disfrutar de la positividad y la alegría”, añade el experto. Se trata de darnos el derecho a ser humanos y de perdonarnos la debilidad. Ya en el año 1992, Mauger y sus colaboradores estudiaron los efectos del perdón, encontrando que los bajos niveles de este hacia uno mismo se relacionaban con la presencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.

2. No dé lo bueno por hecho: agradézcalo.
Cosas grandes y pequeñas. "Esa manía que tenemos de pensar que las cosas vienen dadas y siempre estarán ahí tiene poco de realista".

3. Haga deporte.
Para que funcione no es necesario machacarse en el gimnasio o correr 10 kilómetros diarios. Basta con practicar un ejercicio suave como caminar a paso rápido durante 30 minutos al día para que el cerebro secrete endorfinas, esas sustancias que nos hacen sentir drogados de felicidad, porque en realidad son unos opiáceos naturales que produce nuestro propio cerebro, que mitigan el dolor y causan placer, según detalla el entrenador de easyrunning y experto corredor Luis Javier González.

4. Simplifique, en el ocio y el trabajo.
“Identifiquemos qué es lo verdaderamente importante, y concentrémonos en ello”, propone Tal Ben-Shahar. Ya se sabe que “quien mucho abarca, poco aprieta”, y por ello lo mejor es centrarse en algo y no intentarlo todo a la vez. Y no se refiere solo al trabajo, sino también al área personal y al tiempo de ocio: “Mejor apagar el teléfono y desconectar del trabajo esas dos o tres horas que se pasa con la familia”.

5. Aprenda a meditar.
Este sencillo hábito combate el estrés. Miriam Subirana, doctora por la Universidad de Barcelona, escritora y profesora de meditación y mindfulness, asegura que “a largo plazo, la práctica continuada de ejercicios de meditación contribuye a afrontar mejor los baches de la vida, superar las crisis con mayor fortaleza interior y ser más nosotros mismos bajo cualquier circunstancia”. El profesor de Harvard añade que es también un momento idóneo para manejar nuestros pensamientos hacia el lado positivo, aunque  no hay consenso en que el optimismo llegue a garantizar el éxitosí le aportará un grato momento de paz.

6. Practique una nueva habilidad: la resiliencia.
La felicidad depende de nuestro estado mental, no de la cuenta corriente. Concretamente, “nuestro nivel de dicha lo determinará aquello en lo que nos fijemos y en las atribuciones del éxito o el fracaso”. Esto se conoce como locus de control o "lugar en el que situamos la responsabilidad de los hechos", un término descubierto y definido por el psicólogo Julian Rotter a mediados del siglo XX y muy investigado en torno al carácter de las personas: los pacientes depresivos atribuyen los fracasos a sí mismos, y el éxito, a situaciones externas a su persona; mientras que la gente positiva tiende a colgarse las medallas, y los problemas, “casi mejor que se los quede otro”. Sin embargo, así perdemos la percepción del fracaso como "oportunidad", que tiene mucho que ver con la resiliencia, un concepto que se ha hecho muy popular con la crisis, y que viene prestado originariamente de la Física y de la Ingeniería, con el que se describe la capacidad de un material para recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. "En las personas, la resiliencia trata de expresar la capacidad de un individuo para enfrentarse a circunstancias adversas, condiciones de vida difíciles, o situaciones potencialmente traumáticas, y recuperarse saliendo fortalecido y con más recursos” ("No tira la toalla" "Conmigo no han podido"), afirma el médico psiquiatra Roberto Pereira, director de la Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar.



Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/06/16/buenavida/1434480172_001091.html

domingo, 24 de mayo de 2015

Rechazar un soborno genera más estrés que aceptarlo. La amenaza del castigo basta para que la mayoría decline la oferta, según un estudio sobre la psicología de la corrupción

El nivel de sudoración y la excitación fisiológica es mayor cuando se rechaza un soborno que al aceptarlo. Es la conclusión de un estudio sobre la psicología de la corrupción desarrollado por la Universitat Jaume I del que se extrae que, en realidad, este estrés generado al actuar correctamente no tiene nada que ver con la ética, sino con un pensamiento más materialista. "Lo que desencadena la actividad emocional es la sensación de que se actúa contra el propio interés monetario", asegura Tarek Jaber-López, investigador del  grupo de Economía Experimental y Computacional, que ha desarrollado el experimento. Además, el rechazo al soborno pasa a ser mayoritario si se plantea la posibilidad de ser castigado, apunta el estudio.

"El ser humano es corrupto por naturaleza", asegura Aurora García-Gallego, coautora del trabajo y miembro del grupo de investigación. Por tanto, la investigadora apuesta por la creación de una agencia de control efectiva para conseguir minimizar este problema. "Los mecanismos que hay ahora no son contundentes", añade.

En el estudio se dividió a los sujetos en tres grupos: funcionarios y dos empresas que participaban en una hipotética subasta para conseguir la licencia de unas obras públicas. Las entidades hacían sus pujas basándose en los parámetros de calidad y transferencia (el pago que estaban dispuestos a darle al subastador). Si la transferencia era muy alta, la calidad del proyecto público se vería perjudicada porque ese dinero no estaba destinado a la obra, sino a sobornar al funcionario. El grupo medía entonces, a través de un polígrafo, el comportamiento y las reacciones emocionales de las personas  frente a una situación que podía conllevar decisiones corruptas, es decir, aceptar el proyecto que diera una cifra muy elevada, sin importar el resultado de la obra pública.

"Los resultados muestran que las personas parecen revelar valores intrínsecos que les frenan en contra de las tentaciones corruptas. Tanto empresas como funcionarios públicos se desvían de la estrategia que maximiza su beneficio monetario y optan por una estrategia más pro social", destaca García-Gallego. Sin embargo, en una segunda fase del estudio, los investigadores introdujeron la posibilidad de castigar al corrupto y el rechazo del soborno pasó a ser una decisión mayoritaria. "Esto da esperanza a la sociedad para frenar la corrupción ya que la amenaza de un castigo muestra ser lo suficientemente efectiva como para permitir que los costes de llevar a los corruptos a la cárcel no superen los costes de la ganancia", señala García-Gallego.

¿Responde entonces el corrupto a un perfil concreto? Para Alberto Soler, médico y escritor coautor del libro Golpe a la corrupción, suelen ser personas con necesidades muy concretas. "Narcisistas, con poca autoexigencia, con un código ético reprobable, pero totalmente conscientes de lo que está bien y lo que está mal", añade Soler.

Es habitual ver en la prensa todo tipo de excentricidades, como esconder el dinero en bolsas de basura o  a comprar una escobilla de más de 300 euros. Este tipo de comportamientos son propios de personas que no son capaces de alcanzar el éxito profesional gracias a su "potencial humano", explica Soler, y lo consiguen gracias a la corrupción. "Se les escapa el estrato social del que proceden. Que no es que sea humilde, sino de baja moral y ética", asegura el médico.

"En general, en la sociedad cuesta entender que los bienes públicos son de todos y esto es la base de  la corrupción Por otro lado, la población ya está acostumbrada y la acepta. Esto hace que se cree una apariencia de impunidad. Pero la corrupción es cosa de todos", concluye el escritor.

MÁS INFORMACIÓN

http://politica.elpais.com/politica/2015/05/15/actualidad/1431701095_180492.html