Nadie podía imaginar que aquel chico de coleta que ametrallaba con su discurso en las tertulias de televisión se convertiría en uno de los grandes protagonistas de la política española. Que el joven profesor de Políticas, cargado de lecturas y sueños anticapitalistas, orador enardecido en las plazas del 15-M, llegaría a encabezar los sondeos de intención de voto. Y que un día no muy lejano enfilaría la escalinata de La Moncloa sosteniendo una cartera de cuero con la inscripción “vicepresidente segundo del Gobierno”.
Ni él podía imaginar que todo eso sucedería en muy poco tiempo. La historia de Pablo Iglesias Turrión (Madrid, 42 años) tiene mucho de epopeya escrita a ritmo de vértigo. En un suspiro se erigió en un líder que amenazaba con poner en jaque a la élite del país. Cabalgando sobre la indignación popular tras la Gran Recesión, Iglesias, junto a otros profesores, creó un partido de la nada en marzo de 2014. En diciembre del año siguiente, entraba en el Congreso con 69 diputados y más del 20% de los votos. Y proclamaba que eso no era más que el comienzo. Él aspiraba, como dijo el viejo Marx de los communards parisinos, a “asaltar los cielos”.
Ese fulgor irresistible se fue consumiendo a la misma velocidad con que creció. Cuando Iglesias llegó al Gobierno, en enero de 2020, Podemos había entrado en declive electoral y el tamaño de sus ilusiones ya era mucho más terrenal: actuar como un complemento del PSOE, el aliado pequeño pero rebelde en permanente forcejeo para defender las esencias de la izquierda. Y todo sucedió de nuevo vertiginosamente. En año y medio, ha abandonado el Gobierno y se ha retirado de la política tras admitir que su figura se ha “gastado”.
Pocos políticos han despertado tantos entusiasmos y tantos odios. Para valorar el rastro que deja en la política española, EL PAÍS ha consultado a una decena de personalidades, políticos que fueron de primera fila y otros en activo que se han mantenido al margen de los combates con Iglesias, así como analistas y científicos sociales.
José Luis Rodríguez Zapatero, “un cauce para la desafección”. Al expresidente del Gobierno, que tiene una relación de “respeto y afecto” por Iglesias, más allá de “discrepancias políticas e ideológicas muy claras”, no le cogió de sorpresa su retirada. “La última vez que hablé con él ya le noté la impronta de una reflexión sobre su futuro y el de Podemos”, cuenta. Zapatero explica que siempre consideró positivo que la “desafección” que se extendió tras la Gran Recesión “tuviese un cauce, a través de Podemos, para participar en el debate político”. “Que un proyecto muy crítico y muy alternativo al sistema tenga una representación en las instituciones es una buena muestra de que la democracia admite la representación política de cualquiera, y más en un caso de una fuerza muy enfocada en temas sociales”.
“La socialdemocracia tiene una teoría de gobierno y de los límites del poder, y construir una fuerza a su izquierda es muy difícil”, apunta el expresidente.
La primera vez que habló con Iglesias e Íñigo Errejón, relata, les explicó cuáles eran los límites que imponían la UE, el BCE y los mercados. ¿Los subestimó Iglesias? “No podemos olvidar los orígenes de su formación política ni las reminiscencias ideológicas de quien quiere cambiarlo todo e inventar un nuevo modelo”, responde Zapatero. “Pero yo procuro no juzgar y respetar las opiniones. Eso es cultivar la democracia”.
Los ataques a Iglesias, incluso después de su retirada, le parecen al expresidente un “mal síntoma”: “Él hizo críticas muy duras y tuvo su réplica. Pero creo que esta retirada debería servir para una reflexión colectiva sobre la necesidad de rebajar los antagonismos, porque la temperatura política es excesiva”. Zapatero cree que Iglesias seguirá siendo un “referente político” y que no dejará de hacer “aportaciones a la reflexión de las fuerzas progresistas”.
José Bono, diagnóstico correcto, medicina errada. Ese primer encuentro de Zapatero con Iglesias y Errejón fue en 2014 en casa de Bono, quien los reunió en una cena. “Vimos que quien podría quitarnos votos al PSOE era Errejón”, recuerda el exministro de Defensa, mucho más crítico que el expresidente. “Debo reconocer que Iglesias es muy listo. Pronto dejó de llamarnos ‘casta’ y se convirtió en un auténtico castizo: llegó a vicepresidente y su pareja a ministra en un tiempo récord”. El también expresidente del Congreso dice que tiene de él “un buen concepto personal”, aunque, ironiza, “quizá algo menos bueno que el que él tiene de sí mismo”. Y evoca una frase que le oyó en una ocasión a Iglesias: “Somos víctimas de nuestra propia lucidez”.
Según Bono, Podemos “ha sido más un termómetro para medir la fiebre de la política española que una medicina”. “Diagnosticaron bien, pero su medicina es antigua y cargada de odio social”, critica. El veterano socialista atribuye el “gran fracaso” del PSOE en las elecciones madrileñas al temor a que gobernase con Iglesias. “Los ciudadanos no quieren las soluciones extremistas y él lo lleva en su genotipo político. Su épica antifascista no motiva lo más mínimo a quienes ya fuimos antifranquistas militantes. Además, ser antifascista no te convierte en demócrata. Stalin era antifascista”. Aunque condena el acoso a Iglesias, el exministro resalta que este calificó en su día los escraches de “jarabe democrático”. “Le deseo que sea feliz y que tenga suerte en la vida”, concluye.
José Manuel García-Margallo, “concepción totalitaria”. El que fue ministro de Asuntos Exteriores con el PP ha estudiado a fondo las obras de Iglesias. “Tenemos una buena relación”, asegura, y recuerda algunos duelos, siempre con buen estilo, que mantuvo en el Congreso con él, en los que Iglesias incluso alabó la “erudición” de su contrincante. Margallo también elogia su “formación brillante” y su destreza para “capitalizar el descontento”. Por lo demás, apenas salva nada de su legado. “Tiene una concepción totalitaria de la política, todo al servicio de una concepción revolucionaria, aunque no violenta. Su afán es el control total, como se ve cuando habla de los medios. Es puro leninismo”, sostiene.
Le achaca, además, que crease un “movimiento exótico”, una suerte de “peronismo en el que cabe todo” y lo que él llama un “partido minarete, cesarista, donde se debe obediencia ciega al líder”. Según Margallo, el exlíder de Podemos “ha dinamitado el mapa de la Transición” y además “ha podemizado al PSOE”. Sobre el acoso que ha sufrido, replica: “Tienen la piel muy fina. A mí también me han hecho escraches. Y nos han llamado organización criminal”. Y sentencia: “Podemos ya no existe, ha explosionado”.
Gabriel Rufián, “la voz de toda una generación”. “No siempre nos hemos llevado bien”, admite el portavoz de ERC en el Congreso, lo que no impide las alabanzas: “Como a todas las personas grandes, la historia se encargará de ponerlo en su lugar y de enterrar esa criminalización que se ha hecho de él. Ya sucedió con Julio Anguita, otra especie de enemigo público número uno. Ha pasado con todos los líderes de la izquierda y siempre pasará. También con Yolanda Díaz, le buscarán a ver si robó un caramelo”. Para Rufián, el exvicepresidente supo dar voz “a toda una generación”. “Fue capaz de verbalizar las sospechas, las angustias, las rabias, la desafección, el dolor que había en la calle. Mucha gente pensaba: ‘Este tipo dice lo que yo pienso’. Fue cuando nos dimos cuenta de que nos habían engañado”, manifiesta. Con todo, Rufián opina que a Iglesias le ha sucedido en ocasiones lo mismo que reconoce que le sucedía a él en sus comienzos en la política: “Tardé en darme cuenta de que no solo es importante lo que digas, sino cómo lo digas”.
El portavoz de ERC niega que el exlíder de Podemos haya actuado como “el puente” entre su formación y el PSOE. “No es así”, rechaza. “Nosotros casi siempre negociamos directamente con el PSOE”. En la cuenta de sus errores, se detiene en uno: “No haber evitado la repetición de elecciones en 2019. Por culpa de eso, tenemos 52 diputados de Vox”.
Gaspar Llamazares, contra la “estrategia populista”. Aunque el excoordinador de IU nunca se entendió con Iglesias, arranca con un reconocimiento similar al de Rufián: “Fue un soplo de aire fresco y supo poner voz a las aspiraciones de toda una generación”. Y también lamenta el “acoso intolerable” contra él. La gran diferencia de Llamazares con el exlíder de Podemos estriba en la “estrategia populista”, que, según él, conduce a la “demolición de las instituciones intermedias”, al “debilitamiento del sistema parlamentario” y a la conformación de organizaciones políticas que funcionan “por la relación directa entre el líder y la masa”. Esa estrategia, según Llamazares, ha conducido a la “polarización” y ha “contaminado a todos los partidos”.
El exlíder de IU señala que, con Unidas Podemos en el Gobierno, se han logrado “conquistas sociales”, pero también se ha agudizado “esa noción de la política en la que prima la imagen sobre el contenido” y se han provocado “peleas innecesarias”. Llamazares no tiene claro el futuro de la organización sin Iglesias: “Aquí se puede aplicar aquello de que ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio”.
Mónica Oltra, elogio de la retirada. “Iglesias ha tenido un gesto extraordinario”, subraya la vicepresidenta valenciana y líder de Compromís. “Ha sido una figura determinante en la política española y retirarse así, poniendo por encima el interés colectivo, no lo ha hecho nunca nadie”. Oltra rechaza la frecuente acusación contra Iglesias de haber alimentado la crispación: “Esa es la visión del establishment, que es incapaz de responder a las fuerzas políticas que cuestionan las reglas del juego. El acoso y derribo que ha sufrido ha sido intolerable”.
Una de las apuestas de Iglesias fue la de las confluencias con formaciones nacionalistas como Compromís, que acabó decantándose por el partido de Errejón. “Ha habido una aceleración del tiempo tan grande, con ciclos electorales tan cortos, que nos han faltado tiempo de maduración y serenidad para consolidar las cosas. Todo parece haberse vuelto efímero”, justifica.
Aitor Esteban, “la realidad es más complicada”. Para el portavoz del PNV en el Congreso, los mayores méritos de Iglesias son haber contribuido a crear “un partido de la nada que en cinco años”, pese a “errores de bulto y algunas contradicciones”, ha logrado entrar en el Gobierno. La incógnita ahora es “si Podemos aguanta como organización, ya que, tras la marcha de otros líderes, tenía tintes muy personalistas”. Y si Iglesias va a dejar la organización “completamente en manos de otras personas, o se mantiene en una segunda línea”. De su trayectoria, Esteban extrae una lección: “Como otras figuras emergentes de la llamada nueva política, desde un cierto adanismo, apuntaba muy alto, a asaltar el cielo, como decía él. Al final el mundo te va colocando ante la realidad, más complicada de lo que parece”.
Ignacio Sánchez-Cuenca, lo positivo del populismo. “Es un personaje excesivo, para lo bueno y para lo malo”, opina el sociólogo y escritor de quien “logró encarnar el espíritu del 15-M” y conectar con el “sentimiento de insatisfacción” de la sociedad. Eso sí, con una actitud “personalista y narcisista”, que le llevó a ejercer el liderazgo de una manera “muy autoritaria” y a prescindir de “todo el que no formase parte de su camarilla incondicional”. Otra cosa son los ataques que ha sufrido, señala Sánchez-Cuenca: “La campaña contra él ha sobrepasado los límites admisibles en un sistema democrático”.
Frente a otras opiniones, el sociólogo defiende que el populismo “tiene un lado inquietante, pero también una dimensión positiva”: “Es un elemento corrector de lo que ha dejado de funcionar en una democracia representativa”. En ese sentido, Podemos, según él, ha ofrecido una lección al PSOE: “Hay que ser más permeables a lo que sucede en la sociedad, salir del ensimismamiento, no estar tan pendientes de lo que dice Bruselas”. Por el contrario, cree que el partido de Iglesias pecó de un “exceso de voluntarismo”: “La posibilidad de darle la vuelta al calcetín de la Transición era muy remota”.
Cristina Monge, de la esperanza a la decepción. La politóloga también cree que “las élites” desataron contra Iglesias ataques “que no son de recibo en una democracia europea”. Pero al tiempo destaca que “igual que despertó muchas esperanzas, ha acabado generando decepción”. Iglesias aprovechó la “ventana de oportunidad del 15-M con mucha fe, empuje y liderazgo”. Solo que ese mismo liderazgo, opina Monge, fue devorando al partido: “Al final, la organización era él”. La politóloga sí cree que el lenguaje de Podemos “ha aportado crispación”. Y le achaca una “obsesión enfermiza por el sorpasso al PSOE”. “Su principal problema es que ha acabado pareciéndose mucho a la antigua IU”, remacha.
Daniel Bernabé, el giro progresista. El escritor y periodista, buen conocedor de la trayectoria de Iglesias, lo define con un símil muy del gusto de este: “Es ese personaje que en toda serie introduce cambios de argumento”. “Ha acertado en todas las grandes decisiones”, sostiene, “pese a que, cuando Errejón se fue, le daban por muerto”. Sobre la acusación de cesarismo, Bernabé defiende que fue una reacción de Iglesias a “maniobras poco éticas para arrebatarle el control del partido”, que atribuye fundamentalmente al sector de Errejón.
Su mayor contribución, asegura, ha sido “girar la política española hacia el progresismo”. “El propio Pedro Sánchez es una reacción del PSOE a Podemos”, afirma. Entre sus errores, un estilo “a veces arrogante y teatral” y, sobre todo, la compra del chalet. Su caída le deja una conclusión inquietante: “Se puede destruir a un político machacándolo con acusaciones falsas. Eso es adulterar la democracia”.
El País.
domingo, 16 de mayo de 2021
sábado, 15 de mayo de 2021
No. Ni Vicenç Navarro ni yo hemos escrito el discurso de Biden. Es solo que llevábamos razón
Juan Torres López.
Escribo este artículo tan solo para aclarar muy brevemente un bulo que podrían estar divulgando los economistas ultraliberales.
Verán.
Uno de esos economistas españoles, Xavier Sala i Martí, escribió en 2004: «Sólo los ultra-radicales (como Vicenç Navarro y otros soldados derrotados del marxismo universitario), siguen hablando del aumento de impuestos, del gasto público y del intervencionismo público tal como hacían en los años setenta» (aquí).
Pues bien, en las últimas semanas, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha aprobado programas y anunciado en su discurso sobre el estado de la Nación del pasado 29 de abril propuestas o leyes como las siguientes:
Aumento de 2,3 billones de dólares de gasto público para infraestructuras.
Aumento de 1,8 billones dólares de gasto público para programas sociales.
Aumento de impuestos para las grandes corporaciones.
Aumento de impuestos para el 1% más rico de Estados Unidos.
Impuesto internacional sobre los beneficios de las empresas multinacionales.
Ley para proteger el derecho a sindicarse.
Aumento del salario mínimo a 15 euros la hora.
Ley de igualdad salarial entre mujeres y hombres.
Evitar que vuelva a ocurrir lo sucedido en la pandemia cuando unos 600 multimillonarios han aumentado su riqueza en 1 billón de dólares mientras 20 millones de trabajadores perdían su empleo.
Fijación de precios más bajos de los medicamentos.
Ley de cuidado de la salud a bajo precio para ampliar la cobertura de Medicare (programa de Seguridad Social para mayores de 65 años y jóvenes y otras personas discapacitadas).
Ayudas para poder evitar que los inmigrantes tengan que dejar sus países huyendo de la pobreza y a los nacidos en Estados Unidos como inmigrantes sin papeles.
A la vista de estas propuestas del presidente de Estados Unidos que, además, están siendo reproducidas por otros organismos como el Fondo Monetario Internacional o la OCDE, simplemente quiero hacer público lo siguiente: Ni Vicenç Navarro ni yo hemos sido contratados por Biden ni por ninguno de esos organismos para escribir sus discursos o hacerles sus programas.
Los grandes parecidos que existen entre las propuestas de estos dirigentes y las que venimos escribiendo en nuestros libros, por ejemplo en Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, y en multitud de artículos, se deben simple y llanamente a que llevábamos razón.
Como hemos demostrado numerosas veces en los últimos años, las privatizaciones del capital y las empresas públicas, los recortes de gasto público en medio de las recesiones, bajar impuestos a los ricos y subir los de las clases medias y trabajadoras, la moderación salarial, la disminución de la inversión pública, el desmantelamiento de los servicios públicos… no sirven nada más que para darle más dinero a los ricos y para destruir empresas productivas que crean empleo.
Nos alegramos profundamente de que por fin comiencen a reconocer los errores cometidos en la anterior crisis económica y que nos hagan un poco de caso. Las ideas que defendemos y que Sala i Martí creyó haber matado gozan de excelente salud: se ha demostrado que son las imprescindibles para sacar a las economías de las crisis sin lesionar el bienestar y para salvar la vida de las personas y de las empresas. Quien no quiera seguir destruyéndolas, no tendrá más remedio que aplicarlas, por convicción ideológica o por simple pragmatismo.
Fuente: https://blogs.publico.es/juantorres/2021/05/07/no-ni-vicenc-navarro-ni-yo-hemos-escrito-el-discurso-de-biden-es-solo-que-llevabamos-razon/
Escribo este artículo tan solo para aclarar muy brevemente un bulo que podrían estar divulgando los economistas ultraliberales.
Verán.
Uno de esos economistas españoles, Xavier Sala i Martí, escribió en 2004: «Sólo los ultra-radicales (como Vicenç Navarro y otros soldados derrotados del marxismo universitario), siguen hablando del aumento de impuestos, del gasto público y del intervencionismo público tal como hacían en los años setenta» (aquí).
Pues bien, en las últimas semanas, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha aprobado programas y anunciado en su discurso sobre el estado de la Nación del pasado 29 de abril propuestas o leyes como las siguientes:
Aumento de 2,3 billones de dólares de gasto público para infraestructuras.
Aumento de 1,8 billones dólares de gasto público para programas sociales.
Aumento de impuestos para las grandes corporaciones.
Aumento de impuestos para el 1% más rico de Estados Unidos.
Impuesto internacional sobre los beneficios de las empresas multinacionales.
Ley para proteger el derecho a sindicarse.
Aumento del salario mínimo a 15 euros la hora.
Ley de igualdad salarial entre mujeres y hombres.
Evitar que vuelva a ocurrir lo sucedido en la pandemia cuando unos 600 multimillonarios han aumentado su riqueza en 1 billón de dólares mientras 20 millones de trabajadores perdían su empleo.
Fijación de precios más bajos de los medicamentos.
Ley de cuidado de la salud a bajo precio para ampliar la cobertura de Medicare (programa de Seguridad Social para mayores de 65 años y jóvenes y otras personas discapacitadas).
Ayudas para poder evitar que los inmigrantes tengan que dejar sus países huyendo de la pobreza y a los nacidos en Estados Unidos como inmigrantes sin papeles.
A la vista de estas propuestas del presidente de Estados Unidos que, además, están siendo reproducidas por otros organismos como el Fondo Monetario Internacional o la OCDE, simplemente quiero hacer público lo siguiente: Ni Vicenç Navarro ni yo hemos sido contratados por Biden ni por ninguno de esos organismos para escribir sus discursos o hacerles sus programas.
Los grandes parecidos que existen entre las propuestas de estos dirigentes y las que venimos escribiendo en nuestros libros, por ejemplo en Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, y en multitud de artículos, se deben simple y llanamente a que llevábamos razón.
Como hemos demostrado numerosas veces en los últimos años, las privatizaciones del capital y las empresas públicas, los recortes de gasto público en medio de las recesiones, bajar impuestos a los ricos y subir los de las clases medias y trabajadoras, la moderación salarial, la disminución de la inversión pública, el desmantelamiento de los servicios públicos… no sirven nada más que para darle más dinero a los ricos y para destruir empresas productivas que crean empleo.
Nos alegramos profundamente de que por fin comiencen a reconocer los errores cometidos en la anterior crisis económica y que nos hagan un poco de caso. Las ideas que defendemos y que Sala i Martí creyó haber matado gozan de excelente salud: se ha demostrado que son las imprescindibles para sacar a las economías de las crisis sin lesionar el bienestar y para salvar la vida de las personas y de las empresas. Quien no quiera seguir destruyéndolas, no tendrá más remedio que aplicarlas, por convicción ideológica o por simple pragmatismo.
Fuente: https://blogs.publico.es/juantorres/2021/05/07/no-ni-vicenc-navarro-ni-yo-hemos-escrito-el-discurso-de-biden-es-solo-que-llevabamos-razon/
viernes, 14 de mayo de 2021
_- Patología del odio
_- En la obra de Esopo aparece una muestra elocuente de lo que es el odio. Dos enemigos se embarcan en la misma nave y, para estar lo más lejos posible el uno del otro, uno va a la proa y el otro a la popa del barco. Cuando de pronto se abate la tempestad sobre la nave y corre peligro de naufragar, el que va en la popa pregunta a un marinero por dónde empieza a hundirse el barco.
– Por la proa, responde el marinero.
– Entonces no me importa tanto la muerte, dice el que hizo la pregunta, pues me da la oportunidad de ver ahogarse a mi enemigo ante mí.
Me preocupa sobremanera el clima en el que estamos inmersos. Veo demasiadas ganas de que se ahogue primero quien va en la otra parte del barco. Observo demasiado odio, demasiada crispación, demasiadas descalificaciones, demasiado desprecio a quien piensa, actúa o es de forma diferente a la nuestra. La sociedad se envilece cuando se llena de odio.
Las elecciones autonómicas que acaban de celebrarse en la comunidad de Madrid han estado presididas por el enfrentamiento, los ataques, los insultos, las acusaciones, los debates interrumpidos y las cartas con balas, con navajas y con amenazas de diverso tipo… Ha existido poco debate sobre los problemas de los ciudadanos y de las ciudadanas y sobre la forma de resolverlos. Ha habido poco diálogo, poca reflexión sosegada, poco análisis, pocas propuestas, poca empatía, poca escucha y ningún respeto a lo que decían los demás. Las palabras se han convertido en armas que se arrojan al adversario.
Me preocupa, sobre todo, ver el odio instalado en la práctica política porque la política se sitúa en la parte más elevada y visible de la sociedad. Mítines que son interrumpidos a ladrillazo limpio, misivas con insultos y amenazas, ejes de campaña sustentados en dicotomías simplistas y tramposas. Decir “Comunismo o libertad”, lleva a considerar al adversario como un enemigo. Plantear así las disyuntivas, dice José Antonio Marina, hace que llamar a otro comunista o fascista sea lo mismo que decir hijo de puta. Esta visión dicotómica de la realidad divide a las personas en dos grandes grupos: los malos (que son los otros) y los buenos (que somos nosotros). No hay grises, no hay tonos intermedios. O eres bueno o eres malo. Y los otros son los malos. Hasta la victoria y la derrota se han vivido de forma agresiva con el adversario. Decir, ante el abandono de la política de Pablo Iglesias, que se ha ido “la mayor rata de la historia de España”, es un exabrupto nacido del odio. Llamar gilipollas a los mileuristas votantes de Ayuso es una falta de respeto.
Lo más pernicioso de este clima es que se traslada a toda la sociedad. En parte por los militantes de los partidos que, por convicción, papanatismo o interés, siguen a sus líderes y en parte porque la crispación llega a toda la ciudadanía a través de los medios, las redes y las conversaciones informales… Y también porque, como dice Sartre, “basta que un hombre odie a otro para que el odio vaya contagiando a la humanidad entera”.
Eso en la calle, mientras en la escuela pregonamos la necesidad del diálogo, la negociación, el respeto al adversario, la solidaridad, la empatía, la compasión por los demás, la dignidad del ser humano… ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué olvidamos lo que aprendimos con tanto esfuerzo en el seno de la familia y en las instituciones educativas?
Estamos viviendo unos tiempos convulsos, revueltos, críticos. Me inquieta mucho el sentimiento de odio hacia el otro que estoy viendo acrecentarse cada día en la sociedad. Me preocupa especialmente que la extrema derecha, con su discurso excluyente, vaya ganando terreno en una ciudadanía ingenua. Odio a los inmigrantes, a los homosexuales, a los rojos, a las feministas, a los transexuales, a los menas (Menores Extranjeros No Acompañados)… Lanzar un cartel diciendo: Un MENA, 4700 euros al mes. TU ABUELA, 426 euros de pensión al mes, firmado por Vox, es un acto de incitación al odio.
Thiebaut sostiene que “los odios políticos pueden nacer de un desprecio (a las mujeres, a los homosexuales, a los inmigrantes…), pero se consolidan porque lo odiado se entiende como amenaza, como un peligro que, a su vez, nos odia”. El odio es una emoción, que puede ser manipulada, especialmente por demagogos, y ha tenido históricamente gran poder movilizador, precisamente por las vinculaciones con el binomio identidad/alteridad. Los odios públicos buscan causar mal a un colectivo concreto y suelen ser caldo de cultivo para diversas manifestaciones, como los delitos de odio o los genocidios. (Estoy leyendo “El coleccionista de lágrimas”, de Augusto Cury, que es un buen ejemplo del odio que inspiró el genocidio nazi).
Dice Carlos Gurméndez que “el odio es una pasión activa quemante, destructora y que arde en nuestro interior como una llama que solo se apaga destruyendo al otro, mi enemigo…”. Creo que esa pasión destructora que es el odio, no solo se dirige a la persona, al grupo, a la clase odiada sino que se descarga también sobre la persona que lo siente. El odio también destruye al que lo vive.
Mi admirado Castilla del Pino, en su excelente y ya clásica obra “Teoría de los sentimientos” habla largamente del odio en el Apéndice C. Y va respondiendo a las siguientes preguntas: ¿por qué odiamos?, ¿para qué odiamos?, cómo odiamos? Y entiende que el odio es un sentimiento patológico porque quien odia, termina por odiarse a sí mismo cada vez más. Lo define así: “El odio es una relación virtual con una persona y con la imagen de esa persona, a la que se desea destruir, por uno mismo, por otros o por circunstancias tales que deriven en la destrucción que se anhela”. El propósito del odio es, pues, la destrucción del objeto odioso u odiado.
Es importante preguntarse por el origen de este sentimiento que envenena la convivencia. Jorge Vigil Rubio, en su “Diccionario razonado de vicios, pecados y enfermedades morales” dice que hay cuatro causas del odio:
La alteridad: el otro, antes de ser persona, es ob-iectum, algo que está frente a mí. La diversidad se convierte en una fuente de rechazo. ¿Por qué el otro es diferente a mí? La diferencia del otro se convierte en una fuente de menosprecio, de rechazo, de agravio.
La posesión: el otro posee algo que yo no poseo y por eso deseo vengarme, por eso le odio. Lo que el otro tiene se convierte en una agresión para quien carece de ese bien.
La autoridad: en las relaciones de subordinación propias del mundo del trabajo y de la política, el odio es la pasión reactiva de los subordinados ante los que mandan. El odio es aquí una pasión callada, un resquemor silencioso.
El resentimiento por un agravio: el odio es, por este motivo, la fuente de actos de venganza. Los odios no se apagan mientras dura la memoria del agravio.
Hay más causas, claro está. Pienso, por ejemplo, en la amenaza. Hay personas u objetos que pensamos que son una amenaza para nuestra identidad. Y por eso los odiamos. El objeto odioso pertenece a nuestro mundo, hemos de convivir con él y su amenaza es constante. Al tigre lo tememos, no lo odiamos.
Hay otro tipo de odio que considero antagónico y que solo quiero citar, ya que no tengo espacio para analizarlo. Podemos (y debemos) odiar la injusticia, la dominación, la crueldad, la codicia, la maldad, el crimen, la explotación, la guerra… Porque, como dice Montaigne, “lo que odiamos es algo que nos tomamos en serio”. Pero ese es otro cantar.
El odio que me preocupa es el que se dirige a otros seres humanos, por ser diferentes, por pensar de otra manera, por tener otras costumbres, por pertenecer a otra raza, por militar en otro partido, por practicar otra religión, por tener otra identidad sexual…
Aunque, en los casos extremos de lenguaje o actos de odio, el Derecho puede y debe intervenir, la educación en derechos humanos es la clave, a mi juicio, para que las identidades y las alteridades tengan una relación armoniosa más allá del odio, más acá de la empatía y de la solidaridad. Odiar a un ser humano es una patología que solo se cura con la educación
– Por la proa, responde el marinero.
– Entonces no me importa tanto la muerte, dice el que hizo la pregunta, pues me da la oportunidad de ver ahogarse a mi enemigo ante mí.
Me preocupa sobremanera el clima en el que estamos inmersos. Veo demasiadas ganas de que se ahogue primero quien va en la otra parte del barco. Observo demasiado odio, demasiada crispación, demasiadas descalificaciones, demasiado desprecio a quien piensa, actúa o es de forma diferente a la nuestra. La sociedad se envilece cuando se llena de odio.
Las elecciones autonómicas que acaban de celebrarse en la comunidad de Madrid han estado presididas por el enfrentamiento, los ataques, los insultos, las acusaciones, los debates interrumpidos y las cartas con balas, con navajas y con amenazas de diverso tipo… Ha existido poco debate sobre los problemas de los ciudadanos y de las ciudadanas y sobre la forma de resolverlos. Ha habido poco diálogo, poca reflexión sosegada, poco análisis, pocas propuestas, poca empatía, poca escucha y ningún respeto a lo que decían los demás. Las palabras se han convertido en armas que se arrojan al adversario.
Me preocupa, sobre todo, ver el odio instalado en la práctica política porque la política se sitúa en la parte más elevada y visible de la sociedad. Mítines que son interrumpidos a ladrillazo limpio, misivas con insultos y amenazas, ejes de campaña sustentados en dicotomías simplistas y tramposas. Decir “Comunismo o libertad”, lleva a considerar al adversario como un enemigo. Plantear así las disyuntivas, dice José Antonio Marina, hace que llamar a otro comunista o fascista sea lo mismo que decir hijo de puta. Esta visión dicotómica de la realidad divide a las personas en dos grandes grupos: los malos (que son los otros) y los buenos (que somos nosotros). No hay grises, no hay tonos intermedios. O eres bueno o eres malo. Y los otros son los malos. Hasta la victoria y la derrota se han vivido de forma agresiva con el adversario. Decir, ante el abandono de la política de Pablo Iglesias, que se ha ido “la mayor rata de la historia de España”, es un exabrupto nacido del odio. Llamar gilipollas a los mileuristas votantes de Ayuso es una falta de respeto.
Lo más pernicioso de este clima es que se traslada a toda la sociedad. En parte por los militantes de los partidos que, por convicción, papanatismo o interés, siguen a sus líderes y en parte porque la crispación llega a toda la ciudadanía a través de los medios, las redes y las conversaciones informales… Y también porque, como dice Sartre, “basta que un hombre odie a otro para que el odio vaya contagiando a la humanidad entera”.
Eso en la calle, mientras en la escuela pregonamos la necesidad del diálogo, la negociación, el respeto al adversario, la solidaridad, la empatía, la compasión por los demás, la dignidad del ser humano… ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué olvidamos lo que aprendimos con tanto esfuerzo en el seno de la familia y en las instituciones educativas?
Estamos viviendo unos tiempos convulsos, revueltos, críticos. Me inquieta mucho el sentimiento de odio hacia el otro que estoy viendo acrecentarse cada día en la sociedad. Me preocupa especialmente que la extrema derecha, con su discurso excluyente, vaya ganando terreno en una ciudadanía ingenua. Odio a los inmigrantes, a los homosexuales, a los rojos, a las feministas, a los transexuales, a los menas (Menores Extranjeros No Acompañados)… Lanzar un cartel diciendo: Un MENA, 4700 euros al mes. TU ABUELA, 426 euros de pensión al mes, firmado por Vox, es un acto de incitación al odio.
Thiebaut sostiene que “los odios políticos pueden nacer de un desprecio (a las mujeres, a los homosexuales, a los inmigrantes…), pero se consolidan porque lo odiado se entiende como amenaza, como un peligro que, a su vez, nos odia”. El odio es una emoción, que puede ser manipulada, especialmente por demagogos, y ha tenido históricamente gran poder movilizador, precisamente por las vinculaciones con el binomio identidad/alteridad. Los odios públicos buscan causar mal a un colectivo concreto y suelen ser caldo de cultivo para diversas manifestaciones, como los delitos de odio o los genocidios. (Estoy leyendo “El coleccionista de lágrimas”, de Augusto Cury, que es un buen ejemplo del odio que inspiró el genocidio nazi).
Dice Carlos Gurméndez que “el odio es una pasión activa quemante, destructora y que arde en nuestro interior como una llama que solo se apaga destruyendo al otro, mi enemigo…”. Creo que esa pasión destructora que es el odio, no solo se dirige a la persona, al grupo, a la clase odiada sino que se descarga también sobre la persona que lo siente. El odio también destruye al que lo vive.
Mi admirado Castilla del Pino, en su excelente y ya clásica obra “Teoría de los sentimientos” habla largamente del odio en el Apéndice C. Y va respondiendo a las siguientes preguntas: ¿por qué odiamos?, ¿para qué odiamos?, cómo odiamos? Y entiende que el odio es un sentimiento patológico porque quien odia, termina por odiarse a sí mismo cada vez más. Lo define así: “El odio es una relación virtual con una persona y con la imagen de esa persona, a la que se desea destruir, por uno mismo, por otros o por circunstancias tales que deriven en la destrucción que se anhela”. El propósito del odio es, pues, la destrucción del objeto odioso u odiado.
Es importante preguntarse por el origen de este sentimiento que envenena la convivencia. Jorge Vigil Rubio, en su “Diccionario razonado de vicios, pecados y enfermedades morales” dice que hay cuatro causas del odio:
La alteridad: el otro, antes de ser persona, es ob-iectum, algo que está frente a mí. La diversidad se convierte en una fuente de rechazo. ¿Por qué el otro es diferente a mí? La diferencia del otro se convierte en una fuente de menosprecio, de rechazo, de agravio.
La posesión: el otro posee algo que yo no poseo y por eso deseo vengarme, por eso le odio. Lo que el otro tiene se convierte en una agresión para quien carece de ese bien.
La autoridad: en las relaciones de subordinación propias del mundo del trabajo y de la política, el odio es la pasión reactiva de los subordinados ante los que mandan. El odio es aquí una pasión callada, un resquemor silencioso.
El resentimiento por un agravio: el odio es, por este motivo, la fuente de actos de venganza. Los odios no se apagan mientras dura la memoria del agravio.
Hay más causas, claro está. Pienso, por ejemplo, en la amenaza. Hay personas u objetos que pensamos que son una amenaza para nuestra identidad. Y por eso los odiamos. El objeto odioso pertenece a nuestro mundo, hemos de convivir con él y su amenaza es constante. Al tigre lo tememos, no lo odiamos.
Hay otro tipo de odio que considero antagónico y que solo quiero citar, ya que no tengo espacio para analizarlo. Podemos (y debemos) odiar la injusticia, la dominación, la crueldad, la codicia, la maldad, el crimen, la explotación, la guerra… Porque, como dice Montaigne, “lo que odiamos es algo que nos tomamos en serio”. Pero ese es otro cantar.
El odio que me preocupa es el que se dirige a otros seres humanos, por ser diferentes, por pensar de otra manera, por tener otras costumbres, por pertenecer a otra raza, por militar en otro partido, por practicar otra religión, por tener otra identidad sexual…
Aunque, en los casos extremos de lenguaje o actos de odio, el Derecho puede y debe intervenir, la educación en derechos humanos es la clave, a mi juicio, para que las identidades y las alteridades tengan una relación armoniosa más allá del odio, más acá de la empatía y de la solidaridad. Odiar a un ser humano es una patología que solo se cura con la educación
Fuente:
El Adarve, Miguel Ángel Santos Guerra.
jueves, 13 de mayo de 2021
Peter Brown. El mayor historiador vivo en lengua inglesa. Además de dominar 20 lenguas y varias disciplinas, Peter Brown es un maestro del estilo al que se lee con placer
Peter Brown es el mayor historiador vivo en lengua inglesa. Además de un erudito de asombrosa brillantez, que domina múltiples disciplinas y más de 20 lenguas, es un maestro del estilo, un académico al que siempre es un placer leer. Su genialidad consiste en introducirse en las mentalidades del pasado lejano, tratar los temas de manera original y sugerente y combinar con coherencia amplitud y concisión.
Una extraordinaria medida de lo anterior la da el hecho de que el más influyente de sus libros tuviese tan solo 200 páginas. El mundo de la Antigüedad tardía, publicado en 1971, parecía la clase de volumen que podría adornar una mesita auxiliar, más que lo que realmente era: una reconsideración decisiva de la periodización convencional de los mundos antiguo y medieval. “Al dirigir nuestra mirada al mundo de la Antigüedad tardía”, escribía Brown en el prefacio, “nos sentimos atrapados entre la triste contemplación de antiguas ruinas y la calurosa aclamación de un nuevo nacimiento”.
Por supuesto, en la práctica, los historiadores que han investigado los siglos que fueron testigos de la implosión del poder romano en Occidente han cargado tradicionalmente el acento en la triste contemplación. Durante mucho tiempo, el periodo se presentó como una época de cielos permanentemente plomizos, termas y sistemas de calefacción abandonados, decadencia y caída.
Le interesa el islam no como la guillotina que cayó sobre el cuello de la Antigüedad tardía, sino como su culminación A decir verdad, el énfasis de Brown en la vitalidad y la creatividad de la Antigüedad tardía no surgió de la nada. Alois Riegl, catedrático de Historia del Arte en Viena, ya había empezado a utilizar el término Spätantike en 1889. Sin embargo, Brown fue, más que ningún otro, quien introdujo en el mundo académico anglohablante la noción de “Antigüedad tardía” como periodo histórico diferenciado. Un periodo hoy en día consagrado como ortodoxia académica. Rara vez una obra tan breve ha tenido un impacto tan duradero.
El hecho de que Brown, a lo largo de su carrera, haya sido capaz de defender como lo ha hecho que la Antigüedad tardía, antes que una época de crisis y decadencia, lo fue de innovación y renovación, no es sino el reflejo de la amplitud de sus horizontes. Siendo muy joven, el futuro historiador pasaba parte de sus vacaciones en Sudán, y el recuerdo del mundo más allá del Mediterráneo parece haberlo acompañado desde entonces. Siempre ha estado tan interesado en Persia como en Roma; en los desiertos en los que los hombres santos establecieron su morada como en los paisajes más civilizados en los que los senadores levantaron sus villas; en el islam no como la guillotina que cayó sobre el cuello de la Antigüedad tardía, sino como la culminación de las tendencias más profundas de esta.
Su logro supremo, fruto de muchas décadas de trabajo académico, ha sido ofrecernos un mundo tan detallado, tan repleto y tan profusamente explicado que cobra vida para nosotros como un universo propio. En conjunto, los libros de Brown brindan sin lugar a dudas el retrato de la Antigüedad tardía más vívido y sensible jamás pintado.
Traducción de Newsclips.
Tom Holland es historiador británico, autor de libros como ‘Dominio. Una nueva historia del cristianismo’, ‘Milenio. El fin del mundo y el origen de la cristiandad’ o ‘Fuego persa. El primer imperio mundial y la batalla por Occidente’ (todos publicados por Ático de los Libros).
Una extraordinaria medida de lo anterior la da el hecho de que el más influyente de sus libros tuviese tan solo 200 páginas. El mundo de la Antigüedad tardía, publicado en 1971, parecía la clase de volumen que podría adornar una mesita auxiliar, más que lo que realmente era: una reconsideración decisiva de la periodización convencional de los mundos antiguo y medieval. “Al dirigir nuestra mirada al mundo de la Antigüedad tardía”, escribía Brown en el prefacio, “nos sentimos atrapados entre la triste contemplación de antiguas ruinas y la calurosa aclamación de un nuevo nacimiento”.
Por supuesto, en la práctica, los historiadores que han investigado los siglos que fueron testigos de la implosión del poder romano en Occidente han cargado tradicionalmente el acento en la triste contemplación. Durante mucho tiempo, el periodo se presentó como una época de cielos permanentemente plomizos, termas y sistemas de calefacción abandonados, decadencia y caída.
Le interesa el islam no como la guillotina que cayó sobre el cuello de la Antigüedad tardía, sino como su culminación A decir verdad, el énfasis de Brown en la vitalidad y la creatividad de la Antigüedad tardía no surgió de la nada. Alois Riegl, catedrático de Historia del Arte en Viena, ya había empezado a utilizar el término Spätantike en 1889. Sin embargo, Brown fue, más que ningún otro, quien introdujo en el mundo académico anglohablante la noción de “Antigüedad tardía” como periodo histórico diferenciado. Un periodo hoy en día consagrado como ortodoxia académica. Rara vez una obra tan breve ha tenido un impacto tan duradero.
El hecho de que Brown, a lo largo de su carrera, haya sido capaz de defender como lo ha hecho que la Antigüedad tardía, antes que una época de crisis y decadencia, lo fue de innovación y renovación, no es sino el reflejo de la amplitud de sus horizontes. Siendo muy joven, el futuro historiador pasaba parte de sus vacaciones en Sudán, y el recuerdo del mundo más allá del Mediterráneo parece haberlo acompañado desde entonces. Siempre ha estado tan interesado en Persia como en Roma; en los desiertos en los que los hombres santos establecieron su morada como en los paisajes más civilizados en los que los senadores levantaron sus villas; en el islam no como la guillotina que cayó sobre el cuello de la Antigüedad tardía, sino como la culminación de las tendencias más profundas de esta.
Su logro supremo, fruto de muchas décadas de trabajo académico, ha sido ofrecernos un mundo tan detallado, tan repleto y tan profusamente explicado que cobra vida para nosotros como un universo propio. En conjunto, los libros de Brown brindan sin lugar a dudas el retrato de la Antigüedad tardía más vívido y sensible jamás pintado.
Traducción de Newsclips.
Tom Holland es historiador británico, autor de libros como ‘Dominio. Una nueva historia del cristianismo’, ‘Milenio. El fin del mundo y el origen de la cristiandad’ o ‘Fuego persa. El primer imperio mundial y la batalla por Occidente’ (todos publicados por Ático de los Libros).
miércoles, 12 de mayo de 2021
Peter Brown: “Peor que olvidar la historia es retorcerla para avivar el resentimiento”
Con 36 años demostró en ‘El mundo de la Antigüedad tardía’ que la tesis de la decadencia de Roma era falsa. Para muchos es el mayor historiador vivo en lengua inglesa. Hablamos con él en su casa de Princeton sobre su trayectoria, el abandono de las humanidades y la tendencia política a manipular el pasado para infundir miedo.
La afición a la astronomía que Peter Brown (Dublín, 85 años) desarrolló de niño fue un presagio de la tarea que iba a consagrarle como historiador: el afán de escudriñar en la oscuridad los puntos de luz que definen la Antigüedad tardía (200-700 después de Cristo), ese periodo durante el que se produjo el colapso de Roma, cobraron forma las religiones del libro y el cristianismo fue arraigando en Europa. Un periodo que adquirió carta de naturaleza académica gracias precisamente a sus investigaciones.
La reedición en español de El mundo de la Antigüedad tardía (Taurus), una de sus obras magnas, es una oportunidad para redescubrir no solo esa época erróneamente considerada sombría y sus tentadoras concomitancias con la actualidad, sino para repasar la carrera del profesor emérito de Princeton que antes enseñó en Oxford, su alma mater, hasta 1975, del titán capaz de rebelarse frente a Edward Gibbon: la tesis de la ruptura de este –la exitosa pero poco justificada idea de decadencia y caída del Imperio Romano— tuvo una relectura radical en el concepto de transformación de Brown.
'El mayor historiador vivo en lengua inglesa'. Por Tom Holland
Venerado por generaciones de historiadores, el encuentro en su domicilio de Princeton suscita una ansiedad pertinente. Igual que intentar averiguar qué regalo desea alguien que lo tiene todo, ¿qué cabe preguntar a un erudito, a un sabio de fama internacional? Tal cúmulo de conocimiento impone respeto. Pero la cortesía del profesor, que aguarda la llegada del taxi para acompañar al interior de la vivienda —luminosa y plácida, con torres de libros, porcelanas, miniaturas y cortinas de cretona—, diluye cualquier prevención.
“Las raíces de Europa también están en Oriente Próximo y en el sur del Mediterráneo. Su riqueza es su apertura al mundo”
En el umbral, una mesita auxiliar recubierta por azulejos que reproducen los motivos florales de Iznik, la cerámica de época otomana, hace al visitante valorar su belleza mientras pronuncia el topónimo. “¡Iznik!” y, abracadabra, predispone el diálogo. La primera referencia, gracias a la cerámica, es Turquía, un país que Brown y su esposa, Betsy, conocen muy bien, como parada obligada para quien ha estudiado Bizancio en todas sus formas. Turquía volverá repetidamente a la charla. “¿Qué opina de Erdogan?, ¿Cómo ve la situación del país?”, pregunta luego el profesor en un ejercicio de mayéutica. Betsy recuerda que Peter estudió turco, “ese idioma tan hermoso, con un sonido precioso”, apunta él con delectación. De su vasto don de lenguas hablará, entre divertido y modesto, más tarde. “Ahora estoy aprendiendo etíope”, confiesa sin darle importancia. “Pero no el moderno, el antiguo”.
Para un historiador total como Brown, heredero en aliento de Fernand Braudel y discípulo de Arnaldo Momigliano, ¿qué vigencia tiene un libro escrito hace décadas? “Este libro apareció en 1971. Obviamente, mis inquietudes han cambiado. La razón para dedicarme a lo que ahora llamamos Antigüedad tardía era el deseo de estudiar una sociedad que había conservado sus raíces en el mundo antiguo, con el latín y el griego como lenguas dominantes, pero a la vez había empezado a cambiar. Era el estudio del cambio en una sociedad inusualmente resistente. Solíamos descartar ese periodo por ser un periodo de ruptura total. Todo lo que veíamos de él no nos gustaba”, recuerda de la época que él rehabilitó epistemológicamente.
“Esa fue mi principal motivación: la comprensión de la naturaleza exacta de ciertas crisis, como los cambios en el Gobierno del Imperio Romano en los siglos III y IV. Quería averiguar si habían sido desastrosos o más bien cambios de ajuste de la evolución; un equilibrio entre la continuidad y la discontinuidad, la fragilidad y la resistencia. Un ejemplo: la aparición de nuevos estilos de vida aristocrática en las provincias del Imperio Romano. Debo mucho a la arqueología española, a los grandes mosaicos de villas como Carranque, que conocí entonces. Hallazgos que nos decían: eh, las cosas no se han derrumbado, han cambiado, el foco ya no está en las urbes”, la quintaesencia del mapamundi romano junto con su red viaria desplegada como una tela de araña entre metrópolis.
“Creo que una de las principales inquietudes en el campo de la Antigüedad tardía era socavar la noción fácil de las invasiones bárbaras”, añade. La tentación de ver un trasunto de ese fenómeno en el de la inmigración irregular resulta fácil, tanto para un discurso tan romo como el de los populistas a granel como para ese otro, más alambicado, que propone la perversa teoría del reemplazo. “Si estás constantemente mirando una imagen falsa del pasado, buscando el reflejo de tu propia imagen, solo te llevará por el camino del racismo, del oscurantismo. De la xenofobia. Un buen ejemplo son las invasiones bárbaras. Todo el mundo es consciente de que hay problemas en Europa a causa de la inmigración masiva, pero es un terrible abuso histórico tratar lo uno como una repetición de lo otro”, explica Brown. Además, añade, “el islam yihadista trágicamente protagonista hoy no tiene nada que ver con el del profeta Mahoma, con el islam de hace 300 años, son totalmente diferentes”.
“Julio César mató a millones de personas. Pero ¿rechazamos a Roma por construirse sobre eso? Asumir la parte vergonzosa del pasado es un signo de madurez. Uno no siempre está orgulloso de su abuelo” Su primer libro fue, no obstante, una biografía de san Agustín, el norteafricano al que el erudito descabalgó de la santidad titulando la obra Agustín de Hipona, a secas. “Una figura muy latina, un hombre que representaba un cristianismo inmensamente opresivo. Recuerdo las críticas en español a mi ensayo; cómo los europeos, sobre todo los de origen católico, consideraban a Agustín todavía como parte de su propio mundo”.
Por intercesión intelectual del santo, Brown superó el etnocentrismo —es decir, el eurocentrismo tradicional, el que considera la civilización clásica como única fuente de Occidente— y supo mirar en derredor, otro de sus grandes logros como historiador. “Habría sido muy fácil seguir estudiando solo el cristianismo, pero me encontré con los descubrimientos de la arqueología, aprendí siriaco y hebreo y abrí un área cuya cultura llegaba entonces hasta las ciudades griegas de la costa del Egeo, como Éfeso. Seguían siendo ciudades impresionantes, pero se iban creando otras grandes obras, como Santa Sofía en Estambul”.
Por tanto, prosigue sin abandonar el uso del plural de modestia y con un levísimo tartamudeo ocasional, imperceptible, “vimos que había un mundo ahí fuera y que no se podía escribir sobre él como si debiéramos correr el telón del Imperio Romano; era una vida nueva para el Imperio Romano, incluso el profeta Mahoma y el islam surgieron de esa cultura, no vinieron del espacio exterior. Parte de las raíces de Europa no están solo en Europa. También están en Oriente Próximo y en el sur del Mediterráneo. Parte de la riqueza de la cultura europea es precisamente su apertura al mundo. En Santa Sofía, en los escritos de los Padres del Desierto…”.
Brown es generoso a la hora de resaltar la contribución de sus discípulos. Cita con especial cariño al español Javier Arce, o a Jack Tannous, su heredero en Princeton. Para el académico, toda investigación es una gran inversión: en tiempo, en conocimiento, en lecturas: “Descubrir textos, leer con fluidez lenguas como el árabe y el siriaco, es un trabajo duro, que necesita un apoyo adicional. Necesita apoyo institucional. Necesita profesores. Pero una vez que lo consigues, puede ofrecerte una visión mucho más rica y amplia que las estrechas certezas”. Así que su opinión sobre el desdén con que algunos gobiernos tratan las humanidades resulta más que obvia: “[Los políticos] están más preocupados por los costes de sus decisiones. Estamos tratando con una generación de políticos que durante mucho tiempo han carecido de una educación humanista como la que nosotros tuvimos. No hay nada más trágico que un hombre que ha perdido la memoria”.
Sobre la ordalía de la historia, sometida últimamente al filtro de la ultracorrección política —el derribo de estatuas de colonizadores o esclavistas, por ejemplo, tras episodios de violencia policial contra negros—, Brown —que pasó parte de su niñez en el Sudán colonial, donde su padre era funcionario del Imperio Británico— sostiene: “No asumir la parte vergonzosa del pasado es un rechazo a estar aquí, a ser adulto. Parte de la identificación del adulto es la pertenencia a generaciones anteriores. Y al igual que una familia, que no siempre está orgullosa de su tío o su abuelo… Cualquier persona madura debe asumir a los anteriores miembros de su familia, es un signo de madurez. Una especie de resiliencia. Julio César es un ejemplo. Mató a millones de personas. Y lo horrible es que lo sabemos porque él lo publicó. Ahora bien, ¿rechazamos totalmente el Imperio Romano porque se basó en eso? No, tenemos que aplicar, supongo, lo que ahora llamamos visión binocular para enfocar correctamente”. Ítem más episodios como la esclavitud en la antigua Roma, que permitía el acceso sexual de los hombres a las esclavas, y el parecido sistema vigente en las plantaciones sureñas de la nueva América, recuerda.
A todas las ideas que convoca Brown en la salita donde, en mecedoras enfrentadas, tiene lugar la charla, se les puede sacar punta, incluso hasta el extremo de establecer una línea directa entre la inconsciencia o la incuria de la historia y la ignorancia que subyace a eso que llamamos fake news. “Olvidar es una tragedia. Puede liberar a ciertas personas de los malos recuerdos. Pero creo que el problema son los recuerdos a medias. No es que hayamos prescindido de la memoria histórica, es que hemos disminuido nuestra capacidad de interponernos y criticar las falsas memorias históricas. No se puede decir que estos políticos, el Brexit, Trump, hayan ignorado la historia, simplemente la han tergiversado. Sabemos cómo se ha hecho eso en los países fascistas, en los países nazis, en los países comunistas, hoy en día también en los islámicos. Retorcer la historia es aún peor que olvidarla. Lo peligroso son las medias memorias que utilizan los políticos para avivar el resentimiento y los miedos”.
Viajar amplía la mente; la historia no es solo saber acerca del pasado. Eso es una visión estrecha. Se trata también de conocer un mundo más amplio
También resulta especialmente reveladora acerca de la validez hermenéutica de las humanidades —cómo ayudan a entender el mundo al explicarlo— su experiencia en el Irán prerrevolucionario. “Fui a Irán en 1974 y 1976, poco antes de la revolución islámica [1979]. El Gobierno de EE UU quería averiguar lo que estaba pasando y se puso en contacto con un montón de profesores en Berkeley, pero la mayoría eran especialistas en desarrollo, el gran concepto dominante en los sesenta y setenta, y se ocupaban, por supuesto, del presente. En el santuario de Mashhad tuve una sensación casi de pavor, de que algo muy sombrío y posiblemente terrible iba a suceder. Los otros profesores no percibieron nada tras la fachada de país en desarrollo”. Porque un historiador es un buen periodista, recuerda cómplice, al igual que un buen periodista debe conocer la historia.
El proverbial don de lenguas de Brown —aprendió farsi en Irán; tiene pendiente el armenio— respalda su insistencia en el aprendizaje de “lenguas europeas, no solo latín y griego, muy útiles para la investigación, sino las lenguas europeas, sin cuyo conocimiento la dimensión del mundo [en inglés] es roma y plana. La cultura europea es una cultura multilingüe, y la fuerza de Europa no es su uniformidad, sino su diversidad. Me preocupan los alumnos que no leen de forma natural el francés, el alemán, el italiano y el español, porque deberían hacerlo”.
A un bachiller, ¿Cómo le convencería de que estudie historia? “Con la metáfora del viaje. Si quieres ver las pirámides de Egipto, o conocer Sevilla, ¿por qué no viajas en el tiempo? Viajar amplía la mente; la historia no es solo saber acerca del pasado. Eso es una visión estrecha. Se trata también de conocer un mundo más amplio, ya sea en la actualidad o en el pasado”.
Al terminar la entrevista, y mientras Peter Brown saca el coche para llevar a la periodista a la estación, Betsy Brown muestra con respeto, en la esquina, la casa donde vivió Albert Einstein mientras enseñó en Princeton. La conversación ha terminado minutos antes con una anécdota de Oxford, cuando el profesor dio a sus estudiantes un libro en polaco. “Pero también les di un resumen en francés”, dice como quien recuerda una travesura. Los Brown regalan una visita a vuelapluma por Princeton que es otra lección de historia, del lugar de la batalla de 1777 al estilo gótico de colleges y rectoría. “Woodrow Wilson [28º presidente de EE UU], que fue rector”, cuenta Brown al volante, divertido, “dijo que era más fácil gobernar el país que la universidad”.
El mundo de la Antigüedad tardía. De Marco Aurelio a Mahoma
Peter Brown. Traducción de Antonio Piñero. Taurus
En 1971, con solo 36 años, Peter Brown publicó este libro que, con menos de 300 páginas, se convirtió en uno de los ensayos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Con una mezcla de erudición y audacia, explica el proceso por el que un mundo mediterráneo homogéneo terminó dividido en tres sociedades altomedievales: la católica, la bizantina y la islámica. Brown demostró que la hollywoodiense “caída del Imperio Romano” no había existido: no hubo decadencia sino metamorfosis. Y alta cultura: en este tiempo se creó la “lengua clásica de la filosofía” a través de la cual el Renacimiento redescubriría a Platón. Tuvo además espacio para demostrar que las “invasiones bárbaras” eran otro anacronismo. No habían sido “razzias destructivas y mucho menos campañas organizadas”, sino una “fiebre del oro” que empujó a la emigración a los habitantes de las regiones más pobres de Europa, que entonces eran las del norte.
Agustín de Hipona
Peter Brown. Traducción de Santiago Tovar, María Tovar y John Oldfield. Acento
Peter Brown publicó todavía más joven, con 32 años, esta biografía de san Agustín (354-430), que sigue siendo el título de referencia sobre el hombre que, según algunos estudiosos, fundó el concepto moderno de voluntad. Como san Jerónimo y Ausonio, forma parte de la tercera edad de oro de la literatura latina en tanto que autor del “primero y uno de los más grandes autorretratos de todos los tiempos”: "Confesiones". Pagano, maniqueo, gnóstico, neoplatónico y, al final, cristiano radical, ilustra perfectamente una de las grandes tendencias de la Antigüedad tardía: el odio a los placeres del cuerpo. No es casual que Michel Foucault, autor de "Historia de la sexualidad", se supiera el libro de Brown “de carrerilla” (según cuenta Didier Eribon, biógrafo del pensador francés). Historiador y filósofo se hicieron amigos en Berkeley y en 1982 Peter Brown dictó cuatro conferencias en el Collège de France que le valieron la invitación a participar con 100 páginas magistrales en el primer volumen de la mítica "Historia de la vida privada", dirigida por Georges Duby y Philippe Ariès.
portada 'El culto a los santos', PETER BROWN. EDICIONES SÍGUEME
El culto a los santos
Peter Brown. Traducción de Francisco Javier Molina de la Torre. Sígueme
“Con la serena confianza de quienes enseñan para aprender” preparó Peter Brown seis conferencias para la Universidad de Chicago en 1978. El resultado, convertido en libro, es un relato fascinante en el que la historiografía limita al norte con la teología y al sur con la literatura fantástica. Tras desmontar el tópico de que, originalmente, las “prácticas religiosas” de las élites tenían poco que ver con las “supersticiones” de las masas, Brown demuestra que ambas compartían una adoración a los mártires a medio camino entre el Rocío y una "rave party". Eliminada la casa familiar romana como centro espiritual en beneficio de la religión pública, asistimos al nacimiento de los cementerios, de los exorcismos y, sobre todo, del “comercio frenético de reliquias”. Aprovechando la red de relaciones del Bajo Imperio, la expansión del cristianismo no fue un milagro sino, en parte, fruto de la “generosidad” de un buen número de donantes.
'Por el ojo de una aguja', Peter Brown. Traducción de Agustina Luengo. Acantilado
Para entender mejor la “construcción” hegemónica del cristianismo en Occidente, Brown siguió durante décadas la pista al dinero. En 2012 publicó 1.200 páginas sobre dos siglos (350-550) que arrancaron con la conversión de Constantino en el año 312 y el posterior “ingreso de los ricos” en las iglesias cristianas para dar pie a una "belle époque" de la Antigüedad que terminó con el saqueo de Roma por los visigodos en el 410. Contra la parábola bíblica del camello, la riqueza entró en el reino de los cielos cuando el altruismo pagano —orientado a la ciudad— se tornó en donaciones a la Iglesia en virtud del “amor a los pobres”.
martes, 11 de mayo de 2021
_- El libro de culto de la ingeniería que reapareció en un trastero. La mítica biografía de Eugène Freyssinet que publicó José Antonio Fernández Ordóñez en 1978, descatalogada hace años, vuelve al mercado tras el hallazgo de varias cajas con ejemplares intactos.
_- En 1978, el desaparecido sello español 2c Ediciones publicó una biografía del ingeniero francés Eugène Freyssinet (1879-1962) que traspasó los márgenes en los que suele difundirse un libro de divulgación técnica. Despertó gran interés en el mundo de la ingeniería porque se trataba del primer volumen que presentaba de manera global la vida y la obra del hombre que revolucionó el arte de la construcción en el siglo XX con la invención del hormigón pretensado, pero además fue apreciado fuera de ese ámbito porque era también un relato apasionante que reconstruía la peripecia vital de una personalidad soñadora que arriesgó su carrera y su fortuna para desarrollar su invento. Y otro de sus valores era cómo estaba escrito: su autor era José Antonio Fernández Ordóñez (Madrid, 1933-2000), ingeniero pero también gran teórico y humanista, que fue miembro de la Academia de las Artes de San Fernando y presidente del Patronato del Museo del Prado.
La biografía se vendió muy bien y en pocos años quedó descatalogada, al tiempo que se publicaban y agotaban sus traducciones al francés, inglés y japonés. La versión francesa se reeditó hace una década pero no la española, de manera que aquella primera edición de 1978 se convirtió en un libro de culto para los ingenieros y objeto de deseo de buscadores de joyas bibliográficas en los circuitos de segunda mano. La historia podría terminar aquí, pero hace tres meses se produjo uno de esos giros de guion que solo parecen posibles en la ficción: ordenando un trastero de la casa donde vivió Fernández Ordóñez, habitada todavía por su viuda, la familia encontró unas cajas que contenían 600 ejemplares intactos de la edición de 1978. La sorpresa fue mayúscula. “No tenemos ni idea de cómo llegaron ni cuánto tiempo pudieron estar ahí. Pensamos que quizá la editorial los encontró olvidados en sus almacenes y los envió a casa cuando cerró. Pero es solo una especulación”, relata aún con incredulidad su hijo David Fernández Ordóñez, también ingeniero.
Siendo un libro de culto, la familia podría haber obtenido un buen beneficio económico poniendo a la venta esos ejemplares a precio libre en el circuito de segunda mano, pero desde el primer momento tuvieron claro que no querían especular con el hallazgo. “Pensamos que debíamos darle la mayor difusión posible con un precio accesible. Que los ingenieros jóvenes pudieran leerlo y disfrutarlo como lo hicieron los de generaciones anteriores. O cualquier persona de cualquier otra profesión, porque también se puede leer casi como un libro de aventuras”, recuerda David Fernández Ordóñez.
De esta forma, los herederos se pusieron en contacto con Cinter, editorial de divulgación especializada en ingeniería, para poner en circulación los ejemplares en el mercado regulado. “No dudamos ni un segundo. Sabíamos que había mucha gente buscándolo e incluso en algún momento nos planteamos nosotros mismos hacer una reedición. Nada más anunciar la venta en nuestra web y redes sociales recibimos 50 reservas y ya llevamos más de 300 vendidos”, explica el director de Cinter, Valentín J. Alejándrez, subrayando también la importancia de poner este libro de nuevo en circulación a un precio accesible: “Muchos de quienes lo leyeron en su momento aseguran que cambió el concepto que tenían de la ingeniería y nuestra labor como editores es intentar que eso también llegue a las nuevas generaciones, no especular con ello”.
La biografía es el resultado de 15 años de trabajo de José Antonio Fernández Ordóñez, que empezó el proyecto poco después de la muerte de Freyssinet, por lo que tuvo acceso al testimonio directo de muchas personas que trabajaron con él y consiguió planos originales que se reproducen en el libro, además de fotografías de sus obras tomadas por él mismo en varios viajes que hizo a Francia. La narración pone en relación sus trabajos con el relato de su experiencia vital y la descripción de su personalidad, por lo que ofrece un nivel de lectura técnico y otro más literario. “Freyssinet no solo estaba interesado en la realización de proyectos o cálculos. A él le gustaba participar en todo el proceso de construcción, estar a pie de obra, por lo que tenía un gran conocimiento de los materiales y se convirtió en un virtuoso del hormigón armado. Pero no se conformó con eso, sino que decidió experimentar y eso fue lo que le llevó a desarrollar el hormigón pretensado, mucho más resistente que el armado, lo que empezó a permitir la construcción de estructuras más finas y esbeltas. Los puentes que se proyectan hoy serían inimaginables sin su hallazgo”, resume Alejándrez.
Esto lo supo apreciar mejor que nadie Fernández Ordóñez, un ingeniero dotado de un profundo interés por lo estético, que volcó en su cátedra de Historia y Estética de la Ingeniería Civil en la Escuela de Madrid y en trabajos como el viaducto sobre el Paseo de la Castellana de Madrid del que cuelga una escultura de Chillida, proyectado en colaboración con Julio Martínez Calzón y Alberto Corral. Quizá por eso su biografía de Freyssinet se ha convertido en un clásico: puso en valor su legado más allá de sus hallazgos técnicos.
Años más tarde, en su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1990, Fernández Ordóñez, reafirmó su admiración por Freyssinet como “el más grande constructor de todos los tiempos”. “Nos acerca a ese punto de contacto entre el sueño y la vida, sin el cual el sueño no es más que utopía abstracta y la vida sólo trivialidad. (…) El camino de la razón, en cuyo dominio trabaja el ingeniero, nunca debería entrar en colisión con el amor a la belleza. Y hoy menos que nunca, cuando los medios técnicos ofrecen posibilidades ilimitadas. En mi opinión, la dificultad radica en coordinar y equilibrar la imaginación que produce la forma con la razón que la determina y la fija. (…) Es esencial el amor a los materiales, el amor a la belleza de la materia, cuyo conocimiento nos debería permitir utilizarlos mejor. El tratamiento cuidadoso de los materiales amorosamente realizados en una obra de ingeniería constituye un paso muy importante en el intento sempiterno de alcanzar la belleza de la obra”.
El discurso, por cierto, fue publicado por la Academia de San Fernando y de esa edición original aparecieron también ejemplares en el trastero de los Fernández Ordóñez. La familia los ha puesto en circulación a través de Cinter junto con la biografía de Freyssinet: como si hubieran esperado todos estos años juntos para volver a ver la luz.
https://elpais.com/babelia/2021-05-07/el-libro-de-culto-de-la-ingenieria-que-reaparecio-en-un-trastero.html
La biografía se vendió muy bien y en pocos años quedó descatalogada, al tiempo que se publicaban y agotaban sus traducciones al francés, inglés y japonés. La versión francesa se reeditó hace una década pero no la española, de manera que aquella primera edición de 1978 se convirtió en un libro de culto para los ingenieros y objeto de deseo de buscadores de joyas bibliográficas en los circuitos de segunda mano. La historia podría terminar aquí, pero hace tres meses se produjo uno de esos giros de guion que solo parecen posibles en la ficción: ordenando un trastero de la casa donde vivió Fernández Ordóñez, habitada todavía por su viuda, la familia encontró unas cajas que contenían 600 ejemplares intactos de la edición de 1978. La sorpresa fue mayúscula. “No tenemos ni idea de cómo llegaron ni cuánto tiempo pudieron estar ahí. Pensamos que quizá la editorial los encontró olvidados en sus almacenes y los envió a casa cuando cerró. Pero es solo una especulación”, relata aún con incredulidad su hijo David Fernández Ordóñez, también ingeniero.
Siendo un libro de culto, la familia podría haber obtenido un buen beneficio económico poniendo a la venta esos ejemplares a precio libre en el circuito de segunda mano, pero desde el primer momento tuvieron claro que no querían especular con el hallazgo. “Pensamos que debíamos darle la mayor difusión posible con un precio accesible. Que los ingenieros jóvenes pudieran leerlo y disfrutarlo como lo hicieron los de generaciones anteriores. O cualquier persona de cualquier otra profesión, porque también se puede leer casi como un libro de aventuras”, recuerda David Fernández Ordóñez.
De esta forma, los herederos se pusieron en contacto con Cinter, editorial de divulgación especializada en ingeniería, para poner en circulación los ejemplares en el mercado regulado. “No dudamos ni un segundo. Sabíamos que había mucha gente buscándolo e incluso en algún momento nos planteamos nosotros mismos hacer una reedición. Nada más anunciar la venta en nuestra web y redes sociales recibimos 50 reservas y ya llevamos más de 300 vendidos”, explica el director de Cinter, Valentín J. Alejándrez, subrayando también la importancia de poner este libro de nuevo en circulación a un precio accesible: “Muchos de quienes lo leyeron en su momento aseguran que cambió el concepto que tenían de la ingeniería y nuestra labor como editores es intentar que eso también llegue a las nuevas generaciones, no especular con ello”.
La biografía es el resultado de 15 años de trabajo de José Antonio Fernández Ordóñez, que empezó el proyecto poco después de la muerte de Freyssinet, por lo que tuvo acceso al testimonio directo de muchas personas que trabajaron con él y consiguió planos originales que se reproducen en el libro, además de fotografías de sus obras tomadas por él mismo en varios viajes que hizo a Francia. La narración pone en relación sus trabajos con el relato de su experiencia vital y la descripción de su personalidad, por lo que ofrece un nivel de lectura técnico y otro más literario. “Freyssinet no solo estaba interesado en la realización de proyectos o cálculos. A él le gustaba participar en todo el proceso de construcción, estar a pie de obra, por lo que tenía un gran conocimiento de los materiales y se convirtió en un virtuoso del hormigón armado. Pero no se conformó con eso, sino que decidió experimentar y eso fue lo que le llevó a desarrollar el hormigón pretensado, mucho más resistente que el armado, lo que empezó a permitir la construcción de estructuras más finas y esbeltas. Los puentes que se proyectan hoy serían inimaginables sin su hallazgo”, resume Alejándrez.
Esto lo supo apreciar mejor que nadie Fernández Ordóñez, un ingeniero dotado de un profundo interés por lo estético, que volcó en su cátedra de Historia y Estética de la Ingeniería Civil en la Escuela de Madrid y en trabajos como el viaducto sobre el Paseo de la Castellana de Madrid del que cuelga una escultura de Chillida, proyectado en colaboración con Julio Martínez Calzón y Alberto Corral. Quizá por eso su biografía de Freyssinet se ha convertido en un clásico: puso en valor su legado más allá de sus hallazgos técnicos.
Años más tarde, en su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1990, Fernández Ordóñez, reafirmó su admiración por Freyssinet como “el más grande constructor de todos los tiempos”. “Nos acerca a ese punto de contacto entre el sueño y la vida, sin el cual el sueño no es más que utopía abstracta y la vida sólo trivialidad. (…) El camino de la razón, en cuyo dominio trabaja el ingeniero, nunca debería entrar en colisión con el amor a la belleza. Y hoy menos que nunca, cuando los medios técnicos ofrecen posibilidades ilimitadas. En mi opinión, la dificultad radica en coordinar y equilibrar la imaginación que produce la forma con la razón que la determina y la fija. (…) Es esencial el amor a los materiales, el amor a la belleza de la materia, cuyo conocimiento nos debería permitir utilizarlos mejor. El tratamiento cuidadoso de los materiales amorosamente realizados en una obra de ingeniería constituye un paso muy importante en el intento sempiterno de alcanzar la belleza de la obra”.
El discurso, por cierto, fue publicado por la Academia de San Fernando y de esa edición original aparecieron también ejemplares en el trastero de los Fernández Ordóñez. La familia los ha puesto en circulación a través de Cinter junto con la biografía de Freyssinet: como si hubieran esperado todos estos años juntos para volver a ver la luz.
https://elpais.com/babelia/2021-05-07/el-libro-de-culto-de-la-ingenieria-que-reaparecio-en-un-trastero.html
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lunes, 10 de mayo de 2021
Antonio Scurati: “El daño a la democracia está en la derecha populista, aunque no sea violenta”
El escritor italiano publica el segundo de los cuatro volúmenes de su monumental biografía novelada de Mussolini, una de las más ambiciosas empresas literarias de nuestro tiempo
El mundo cambia demasiadas veces en una década como para andarse con cálculos políticos y editoriales. Cuando su proyecto termine, Antonio Scurati (Nápoles, 51 años) habrá dedicado más de 10 años a construir un monumental retrato del fascismo italiano y del hombre en el que cristalizaron el miedo, la ambición imperial y los sueños propagandísticos de una nación algo acomplejada y todavía en pañales que esperaba —y puede que siga haciéndolo— el advenimiento de un líder total. Y aun así, todo se parece demasiado al ruido que empezó a llegar a través de la ventana de su estudio milanés mientras construía una extraordinaria criatura en evolución de la que publica ahora su segundo volumen en España y que se encuentra solo en el ecuador de su recorrido. Un retrato sobre las heridas de la Europa del siglo XX que tendrá también una serie y, acaba de decidirlo, llegará hasta un cuarto volumen para conformar uno de los más ambiciosos ciclos literarios de nuestro tiempo.
M. El hombre de la providencia (Alfaguara, 2021) combina el método histórico y el literario para diseccionar la consolidación del régimen fascista en Italia. Y comienza justo donde terminó M. El hijo del siglo (que en Italia obtuvo el prestigioso premio Strega): con el asesinato del político y periodista antifascista Giacomo Matteotti. Esa fue la chispa que transformó las vísceras del fascismo y del propio dictador, reconstruida a través de diálogos, pensamientos y fuentes primarias obtenidas del Archivo de Estado. “Cuando empecé a estudiarlo me desconcertó que, en febrero de 1925, Mussolini estuviera unas tres semanas fuera de la escena política a causa de una úlcera duodenal que casi lo mata. Me di cuenta de que los estudios más importantes, como el de Renzo de Felice, liquidaban ese pasaje en dos o tres líneas. ¡Pero es una enfermedad de naturaleza psicosomática! Profundicé y me pareció completamente evidente que aquel dolor que le acompañó toda la vida estaba estrechamente ligado al fantasma insepulto de Matteotti. No es demostrable científicamente, pero esa es la verdad del novelista y hay que contarla”, explica al otro lado de la pantalla de la videollamada.
Un Estado corrupto
El Mussolini de la consolidación del fascismo de Scurati, que alcanza hasta octubre de 1932, cuando el régimen se autocelebra y repasa su trayectoria 10 años después de la Marcha sobre Roma con una gran muestra, es una paradoja. El régimen gozaba de su mayor apoyo y arraigo en Italia, pero el dictador siente en su propio cuerpo el vacío de un experimento que, antes que nadie, percibe que no funciona. La utopía es solo un Estado corrupto. Las promesas de transformación de Italia, como tantas construcciones del populismo actual, son solo hojalata hueca. “Mussolini sabe ya, incluso cuando arenga a la masa a pecho descubierto, que no podrá mantener muchas de sus promesas. Sabe que no ha logrado cambiar a los italianos y que el partido fascista está vacío. Es consciente de que no creará una nueva clase dirigente y que sus jerarcas no valen nada: eran matones y ahora son solo ladrones corruptos. Así entra en un estado esquizoide: se exalta, pero también se sume en la melancolía. Tiende a hablar de las futuras generaciones porque sabe que él no logrará la Italia fascista que soñó”.
Una de las escenas más representativas del libro muestra a Mussolini frente al busto de bronce que le ha hecho el escultor Adolfo Wildt. El dictador tiene ya 55 años, dolores y un humor de perros. La espera del veredicto es muy tensa. Pero el Duce termina apreciando su propio retrato: el de “un hombre dentro de la historia”. “Magnífico, es así como me siento”, proclama ante el alivio del artista. El momento subraya cómo el cuerpo constituye el eje central de la política del dictador y también de la visión de Scurati sobre el periodo. “Se convirtió en el punto de partida. De un lado porque yo sabía que Mussolini fue el primer político del siglo XX en poner el cuerpo en el centro de la escena. Entendió que la política en la era de las masas, la comunicación entre un líder y su pueblo, no es intelectual. Se construye a través de una vibración física. Y el cuerpo del líder se convertiría en un fetiche: para adorarlo o masacrarlo, como le pasó a él”. Pero por la ventana del escritor, de nuevo, empezó a llegar un ruido familiar. “Sucedió que un presidente de EE UU se convirtió inconscientemente en heredero de esa tradición iniciada por Mussolini. Porque Donald Trump también transformó su propio cuerpo en una amenaza a la democracia en plena pandemia. Lo curioso es que esta es una novela sobre la historia de la historia. Pero que, a la vez, vive en su propio tiempo histórico”.
Pier Paolo Pasolini acuñó el concepto de la poshistoria en su célebre poema Yo soy una fuerza del pasado. Una idea que iluminó siempre la obra de Scurati y que le hizo plantearse hace poco algunos límites. La pandemia funciona ya como grieta espaciotemporal entre lo que sucedió y se escribió antes, y lo que vino después. “Pensé que tenía que especificarlo en unos ensayos que habían sido escritos antes de la pandemia. Si no, es casi una falta de respeto al lector”. Esa sensación es parecida a la que manifiesta toda una generación de escritores, explica, que ha retratado las heridas del siglo XX sin haberlas sufrido.
Scurati se refiere a obras como Las benévolas, de Jonathan Littell. Pero también a la mayoría de premios Goncourt de los últimos 10 años, donde escritores de su generación, sin vínculos con aquellos periodos, cuentan la Primera o la Segunda Guerra Mundial, así como las contiendas poscoloniales. Por eso, en parte, los dos volúmenes de M. pueden ahora contar el fascismo sin ser rehén de una implicación personal. “Esta generación de escritores, que ha producido buena parte de la literatura europea más significativa de estos años, puede leer libre y arbitrariamente la tragedia política del siglo XX. Básicamente, porque puede adueñarse de ella a través de la narración literaria, porque no le pertenecen a la manera de un destino. Y eso permite reconocerla como propia. Pero si juzgar es responder al mundo, a sus torturas, violencias o injusticias con la facultad de discernimiento, entonces sí hay un juicio, claro”.
Un proceso de este tipo comienza por sentar en el banquillo las responsabilidades colectivas. Y quizá desde el propio título, un epíteto (el hombre de la providencia) que acuñó alegremente Pío XI para referirse a Mussolini, se apunta hacia algunos sectores que, en su momento, salieron poco manchados. “El clero, la curia, así como la monarquía, tuvieron una grandísima responsabilidad en el ascenso al poder del régimen. El punto cenital de su carrera política es 1929. Ese año Mussolini, todavía joven y fuerte, en pleno ascenso, gana un enorme plebiscito popular en unas elecciones fuertemente antidemocráticas: con una lista única. Solo podías decir sí o no, una farsa. Pero un número enorme de italianos, que no estaba obligado a hacerlo, fue ahí y le dio su apoyo. Esas elecciones, que son la negación de cualquier democracia y que serán las últimas, llegan poco tiempo después de los Pactos Lateranenses: el acuerdo entre Estado e Iglesia que sana una herida abierta con el Resurgimiento: porque los católicos italianos lo sufrían. El Papa, en suma, contribuye mucho al apogeo de Mussolini”.
El regreso estos días de los términos fascista o comunista para polarizar la política, como ha sucedido en España, no es nuevo. Pero la violencia, el paso inequívoco para llegar al matonismo de entonces —”no al término, del que se ha abusado contraproducentemente en los últimos años”, señala Scurati—, no debe distraer el análisis de la grave situación actual. “La pregunta sobre la violencia presupone la convicción de que ese momento llegará. Pero también de que si no llegase, no pasaría nada grave. Sin embargo, no es un pasaje necesario. El autoritarismo de esta nueva derecha populista es también una grave amenaza para la vida democrática. No hace falta esperar a que el escuadrista o el falangista venga a golpear con el martillo tu puerta. La democracia, escríbalo, por favor, el daño a la democracia, está ya en los actos, en los movimientos y partidos autoritarios populistas de derechas. Aunque no se precipiten hacia la violencia fascista”, señalaba el día en que se celebraban las elecciones en la Comunidad de Madrid.
"¿COMUNISMO O LIBERTAD? UN ESLOGAN REACCIONARIO" El día de la entrevista con Antonio Scurati, Madrid decidía quién tomaría el mando de su Gobierno en los próximos años. La ganadora decidió plantearlo en términos más primitivos, desde el punto de vista político: “Comunismo o libertad”. El escritor, muy familiarizado con este tipo de etiquetas que han perdido su significado de tanto banalizarlas, se muestra algo desconcertado. "No juzgo la situación política de Madrid, que no conozco lo suficiente. Pero este eslogan es un claro síntoma de regresión de la comunicación política. Además de reaccionario, claro”.
Scurati advierte de los peligros de usar y abusar de términos como comunismo o fascismo. “La inteligencia política no está evolucionando, sino que vuelve al siglo XX. Para ser defensores de los valores democráticos no hace falta militar bajo banderas de colores. En cambio, reproducir esta contraposición antihistórica es una forma de infantilismo de la mente colectiva. Reaccionaria y oscurantista. Es algo que no trae nada bueno. Y lo digo en general”.
No hay nada nuevo, en realidad. Berlusconi, de hecho, fue el primero en hacerlo, recuerda Scurati. “Usaba de la manera más desacomplejada la acusación de comunista contra sus adversarios. Hizo campaña tras campaña usando esa idea del comunismo cuando ya ni existía en la Unión Soviética. Eso es la caradura de un gran publicitario, y el prejuicio radicado en todo su electorado ante un cierto perfil antropológico. Cuando él decía 'comunistas', en el fondo guiñaba el ojo a sus votantes como diciendo: 'Estos tocahuevos', 'estos pringados', 'esta gente que no tiene buen gusto".
El mundo cambia demasiadas veces en una década como para andarse con cálculos políticos y editoriales. Cuando su proyecto termine, Antonio Scurati (Nápoles, 51 años) habrá dedicado más de 10 años a construir un monumental retrato del fascismo italiano y del hombre en el que cristalizaron el miedo, la ambición imperial y los sueños propagandísticos de una nación algo acomplejada y todavía en pañales que esperaba —y puede que siga haciéndolo— el advenimiento de un líder total. Y aun así, todo se parece demasiado al ruido que empezó a llegar a través de la ventana de su estudio milanés mientras construía una extraordinaria criatura en evolución de la que publica ahora su segundo volumen en España y que se encuentra solo en el ecuador de su recorrido. Un retrato sobre las heridas de la Europa del siglo XX que tendrá también una serie y, acaba de decidirlo, llegará hasta un cuarto volumen para conformar uno de los más ambiciosos ciclos literarios de nuestro tiempo.
M. El hombre de la providencia (Alfaguara, 2021) combina el método histórico y el literario para diseccionar la consolidación del régimen fascista en Italia. Y comienza justo donde terminó M. El hijo del siglo (que en Italia obtuvo el prestigioso premio Strega): con el asesinato del político y periodista antifascista Giacomo Matteotti. Esa fue la chispa que transformó las vísceras del fascismo y del propio dictador, reconstruida a través de diálogos, pensamientos y fuentes primarias obtenidas del Archivo de Estado. “Cuando empecé a estudiarlo me desconcertó que, en febrero de 1925, Mussolini estuviera unas tres semanas fuera de la escena política a causa de una úlcera duodenal que casi lo mata. Me di cuenta de que los estudios más importantes, como el de Renzo de Felice, liquidaban ese pasaje en dos o tres líneas. ¡Pero es una enfermedad de naturaleza psicosomática! Profundicé y me pareció completamente evidente que aquel dolor que le acompañó toda la vida estaba estrechamente ligado al fantasma insepulto de Matteotti. No es demostrable científicamente, pero esa es la verdad del novelista y hay que contarla”, explica al otro lado de la pantalla de la videollamada.
Un Estado corrupto
El Mussolini de la consolidación del fascismo de Scurati, que alcanza hasta octubre de 1932, cuando el régimen se autocelebra y repasa su trayectoria 10 años después de la Marcha sobre Roma con una gran muestra, es una paradoja. El régimen gozaba de su mayor apoyo y arraigo en Italia, pero el dictador siente en su propio cuerpo el vacío de un experimento que, antes que nadie, percibe que no funciona. La utopía es solo un Estado corrupto. Las promesas de transformación de Italia, como tantas construcciones del populismo actual, son solo hojalata hueca. “Mussolini sabe ya, incluso cuando arenga a la masa a pecho descubierto, que no podrá mantener muchas de sus promesas. Sabe que no ha logrado cambiar a los italianos y que el partido fascista está vacío. Es consciente de que no creará una nueva clase dirigente y que sus jerarcas no valen nada: eran matones y ahora son solo ladrones corruptos. Así entra en un estado esquizoide: se exalta, pero también se sume en la melancolía. Tiende a hablar de las futuras generaciones porque sabe que él no logrará la Italia fascista que soñó”.
Una de las escenas más representativas del libro muestra a Mussolini frente al busto de bronce que le ha hecho el escultor Adolfo Wildt. El dictador tiene ya 55 años, dolores y un humor de perros. La espera del veredicto es muy tensa. Pero el Duce termina apreciando su propio retrato: el de “un hombre dentro de la historia”. “Magnífico, es así como me siento”, proclama ante el alivio del artista. El momento subraya cómo el cuerpo constituye el eje central de la política del dictador y también de la visión de Scurati sobre el periodo. “Se convirtió en el punto de partida. De un lado porque yo sabía que Mussolini fue el primer político del siglo XX en poner el cuerpo en el centro de la escena. Entendió que la política en la era de las masas, la comunicación entre un líder y su pueblo, no es intelectual. Se construye a través de una vibración física. Y el cuerpo del líder se convertiría en un fetiche: para adorarlo o masacrarlo, como le pasó a él”. Pero por la ventana del escritor, de nuevo, empezó a llegar un ruido familiar. “Sucedió que un presidente de EE UU se convirtió inconscientemente en heredero de esa tradición iniciada por Mussolini. Porque Donald Trump también transformó su propio cuerpo en una amenaza a la democracia en plena pandemia. Lo curioso es que esta es una novela sobre la historia de la historia. Pero que, a la vez, vive en su propio tiempo histórico”.
Pier Paolo Pasolini acuñó el concepto de la poshistoria en su célebre poema Yo soy una fuerza del pasado. Una idea que iluminó siempre la obra de Scurati y que le hizo plantearse hace poco algunos límites. La pandemia funciona ya como grieta espaciotemporal entre lo que sucedió y se escribió antes, y lo que vino después. “Pensé que tenía que especificarlo en unos ensayos que habían sido escritos antes de la pandemia. Si no, es casi una falta de respeto al lector”. Esa sensación es parecida a la que manifiesta toda una generación de escritores, explica, que ha retratado las heridas del siglo XX sin haberlas sufrido.
Scurati se refiere a obras como Las benévolas, de Jonathan Littell. Pero también a la mayoría de premios Goncourt de los últimos 10 años, donde escritores de su generación, sin vínculos con aquellos periodos, cuentan la Primera o la Segunda Guerra Mundial, así como las contiendas poscoloniales. Por eso, en parte, los dos volúmenes de M. pueden ahora contar el fascismo sin ser rehén de una implicación personal. “Esta generación de escritores, que ha producido buena parte de la literatura europea más significativa de estos años, puede leer libre y arbitrariamente la tragedia política del siglo XX. Básicamente, porque puede adueñarse de ella a través de la narración literaria, porque no le pertenecen a la manera de un destino. Y eso permite reconocerla como propia. Pero si juzgar es responder al mundo, a sus torturas, violencias o injusticias con la facultad de discernimiento, entonces sí hay un juicio, claro”.
Un proceso de este tipo comienza por sentar en el banquillo las responsabilidades colectivas. Y quizá desde el propio título, un epíteto (el hombre de la providencia) que acuñó alegremente Pío XI para referirse a Mussolini, se apunta hacia algunos sectores que, en su momento, salieron poco manchados. “El clero, la curia, así como la monarquía, tuvieron una grandísima responsabilidad en el ascenso al poder del régimen. El punto cenital de su carrera política es 1929. Ese año Mussolini, todavía joven y fuerte, en pleno ascenso, gana un enorme plebiscito popular en unas elecciones fuertemente antidemocráticas: con una lista única. Solo podías decir sí o no, una farsa. Pero un número enorme de italianos, que no estaba obligado a hacerlo, fue ahí y le dio su apoyo. Esas elecciones, que son la negación de cualquier democracia y que serán las últimas, llegan poco tiempo después de los Pactos Lateranenses: el acuerdo entre Estado e Iglesia que sana una herida abierta con el Resurgimiento: porque los católicos italianos lo sufrían. El Papa, en suma, contribuye mucho al apogeo de Mussolini”.
El regreso estos días de los términos fascista o comunista para polarizar la política, como ha sucedido en España, no es nuevo. Pero la violencia, el paso inequívoco para llegar al matonismo de entonces —”no al término, del que se ha abusado contraproducentemente en los últimos años”, señala Scurati—, no debe distraer el análisis de la grave situación actual. “La pregunta sobre la violencia presupone la convicción de que ese momento llegará. Pero también de que si no llegase, no pasaría nada grave. Sin embargo, no es un pasaje necesario. El autoritarismo de esta nueva derecha populista es también una grave amenaza para la vida democrática. No hace falta esperar a que el escuadrista o el falangista venga a golpear con el martillo tu puerta. La democracia, escríbalo, por favor, el daño a la democracia, está ya en los actos, en los movimientos y partidos autoritarios populistas de derechas. Aunque no se precipiten hacia la violencia fascista”, señalaba el día en que se celebraban las elecciones en la Comunidad de Madrid.
"¿COMUNISMO O LIBERTAD? UN ESLOGAN REACCIONARIO" El día de la entrevista con Antonio Scurati, Madrid decidía quién tomaría el mando de su Gobierno en los próximos años. La ganadora decidió plantearlo en términos más primitivos, desde el punto de vista político: “Comunismo o libertad”. El escritor, muy familiarizado con este tipo de etiquetas que han perdido su significado de tanto banalizarlas, se muestra algo desconcertado. "No juzgo la situación política de Madrid, que no conozco lo suficiente. Pero este eslogan es un claro síntoma de regresión de la comunicación política. Además de reaccionario, claro”.
Scurati advierte de los peligros de usar y abusar de términos como comunismo o fascismo. “La inteligencia política no está evolucionando, sino que vuelve al siglo XX. Para ser defensores de los valores democráticos no hace falta militar bajo banderas de colores. En cambio, reproducir esta contraposición antihistórica es una forma de infantilismo de la mente colectiva. Reaccionaria y oscurantista. Es algo que no trae nada bueno. Y lo digo en general”.
No hay nada nuevo, en realidad. Berlusconi, de hecho, fue el primero en hacerlo, recuerda Scurati. “Usaba de la manera más desacomplejada la acusación de comunista contra sus adversarios. Hizo campaña tras campaña usando esa idea del comunismo cuando ya ni existía en la Unión Soviética. Eso es la caradura de un gran publicitario, y el prejuicio radicado en todo su electorado ante un cierto perfil antropológico. Cuando él decía 'comunistas', en el fondo guiñaba el ojo a sus votantes como diciendo: 'Estos tocahuevos', 'estos pringados', 'esta gente que no tiene buen gusto".
domingo, 9 de mayo de 2021
_- M- El hombre de la providencia. Elogio de la violencia, desprecio de la inteligencia: así habla un fascista
_- Tras la intervención inaugural del secretario, el congreso prosigue de manera rápida y singular. Se aplaude mucho, muchísimo, se habla poco, brevemente, los oradores ya inscritos renuncian a sus intervenciones, todos los puntos del orden del día se aprueban por unanimidad. No hay mención alguna, ni vaga siquiera, a disputas internas. Se rumorea por los pasillos que Mussolini parece haber dicho: “Estoy con la batalla del trigo y con la de la lira, tengo que resolver cuestiones internacionales, estoy preparando las leyes para la reconstrucción fascista, no me toquéis los cojones con asuntos de partido”. Y el partido tampoco parece querer defraudarlo en esta ocasión, accede, cede el paso y en el Augusteo se celebra un congreso al puro estilo fascista: el hecho consumado siempre precede a la doctrina. El programa anunciado a la prensa se reduce a la mitad en el curso del día.
De esta manera, Benito Mussolini puede subir a la tribuna para su discurso final en la misma tarde del 22 de junio. Se muestra en excelente forma y de excelente humor, casi locuaz. Promete a su auditorio “una hora de gran jolgorio”. Sigue estando delgado, es cierto, pero en apariencia sano y fuerte. No parece que quede en él rastro alguno de la ulceración del duodeno. También parece, desmatteotizado, como diría el secretario.
—Sabía que ninguno de vosotros había envejecido. Sin embargo, temía que cuatro años de tiempo le hubieran dado a vuestra complexión ese exceso de adiposidad que acompaña el triste paso de los cuarenta años. En cambio, seguís aún ágiles, muy ágiles, musculosos, verdaderamente dignos de seguir encarnando a la juventud de Italia.
Aplausos. Gritos de júbilo. Más aplausos. Luego, después del orgullo, después de los saludos, después de la pulla a la “misteriosa divinidad de la opinión pública que a los fascistas no nos puede traer más al pairo”, la primera palabra política es para la violencia:
—Ya sabéis lo que pienso sobre la violencia. Para mí es profundamente moral, más moral que el compromiso y la transacción —¡Muy bien! Gritos de aprobación. Calurosos aplausos.
Dedica apenas un momento para aclarar que la violencia siempre debe ser guiada por el ideal y ya se pasa al interludio cómico. El orador hace una pausa, escruta el auditorio con aire astuto y luego continúa:
—Ahora voy a haceros una confesión que os dejará el alma completamente espeluznada —otra pausa—. ¡No he leído nunca una sola página de Benedetto Croce! —carcajadas, aplausos, vivísima hilaridad.
También la mofa del tipo humano del intelectual es breve, ágil, airosa, libre de adiposidad. Este Mussolini no tiene tiempo para demorarse en esa raza de hombres que tienen el mérito de decir siempre algo cierto y el privilegio de no ver nunca la verdad. Un poco de inteligencia está bien, pero solo lo suficiente para criticar al adversario.
—¡La cultura universitaria ha de asimilarse rápidamente y ser expulsada con igual rapidez! —vivísima hilaridad—. Digámoslo francamente: ¡antes que al catedrático impotente prefiero al escuadrista que actúa!
Como exaltado al ver el cadáver del enemigo, abatido en la befa, el Duce del fascismo despega. Pasa rozando apenas por la tan debatida cuestión del cumplimiento del Estatuto, fulminándola (”el Estatuto, señores míos, no puede ser un gancho al que estén condenadas a ahorcarse todas las generaciones italianas”) y alza después el vuelo hacia el futuro. “¿Qué queremos? Algo soberbio: queremos que los italianos escojan, queremos la fascistización del país, queremos crear un nuevo tipo de italiano, el hombre fascista”, al igual que hubo el hombre del Renacimiento y el de la latinidad, un italiano valiente, intrépido, franco, trabajador, respetuoso, un italiano nuevo.
En las últimas semanas, el presidente del Gobierno ha presentado un proyecto de ley que prevé la depuración del personal no fascista de la Administración pública, otro que anula lo poco que queda de la libertad de prensa, un tercero que refuerza aún más el poder del Ejecutivo, ha proscrito las asociaciones secretas que se resisten a su poder y, haciéndose cargo del Ministerio de Guerra y del de Marina, acumula en sus manos todo el poder de las fuerzas armadas. De manera que, ahora, percibiendo el campo despejado frente a él para disputar el palio de la dictadura, en un crescendo de entusiasmo delirante y de generosa negativa a conformarse con el mezquino presente, Benito Mussolini tiene una visión del futuro, ve el alba de un nuevo mundo. Desde la tribuna del Teatro Augusteo de Roma, ya curado de la úlcera duodenal que le hizo vomitar sangre, el Duce del fascismo ve a las nuevas generaciones:
—A veces sonrío ante la idea de generaciones de laboratorio, es decir, de crear la clase de los guerreros, que siempre están dispuestos a morir; la clase de los inventores, que persiguen el secreto del misterio; la clase de los jueces, la de los grandes capitanes de la industria, la de grandes exploradores, la de los grandes gobernantes...
Hasta a eso le impulsa su pasión por el mañana: Benito Mussolini se atreve a soñar con castas. El objetivo es siempre el mismo: el imperio. Fundar una ciudad, descubrir una colonia, crear un imperio, esos son los prodigios del espíritu humano.
La última palabra, como la primera, se reserva de nuevo para la violencia. “La bandera del fascismo ha sido confiada a mis manos y estoy dispuesto a defenderla contra quien sea, incluso a costa de mi sangre”.
Como un miasma, el olor dulzón de la sangre se esparce, vaporoso, sobre el público, sacudido por un aplauso interminable, mientras el Teatro de Augusto aclama el discurso del presidente.
Puesto en pie de un salto desde su trono dorado, Roberto Farinacci se despelleja las manos, irrumpe en carcajadas, vitorea. Es el retrato de un hombre feliz.
Fragmento de ‘M. El hombre de la providencia’, de Antonio Scurati. Traducción de Carlos Gumpert. Alfaguara, 2021. 592 páginas. 22,90 euros. Se publica el 6 de mayo.
https://elpais.com/babelia/2021-05-04/elogio-de-la-violencia-desprecio-de-la-inteligencia-asi-habla-un-fascista.html
sábado, 8 de mayo de 2021
El poder sanador de la respiración.
Realizamos unos siete millones de respiraciones al año. Aunque la mayor parte del tiempo sea un acto inconsciente, podemos controlarlo e influir en nuestros estados emocionales
El coronavirus ataca los pulmones y puede causar daños importantes. Cuando una de las funciones más críticas del organismo se ve amenazada, nuestro sistema respiratorio activa la alerta roja. El hecho de que somos seres que respiramos sin interrupciones significativas, desde el nacimiento hasta la muerte, debe considerarse fundamental. Tomamos alrededor de siete millones de respiraciones por año. Si la esperanza de vida promedio es de 80 años, se suman más de 560 millones en una vida. En salud y en reposo, es algo natural, lo hacemos sin esfuerzo y sin pensar.
El coronavirus ataca los pulmones y puede causar daños importantes. Cuando una de las funciones más críticas del organismo se ve amenazada, nuestro sistema respiratorio activa la alerta roja. El hecho de que somos seres que respiramos sin interrupciones significativas, desde el nacimiento hasta la muerte, debe considerarse fundamental. Tomamos alrededor de siete millones de respiraciones por año. Si la esperanza de vida promedio es de 80 años, se suman más de 560 millones en una vida. En salud y en reposo, es algo natural, lo hacemos sin esfuerzo y sin pensar.
En el tiempo en que se lee este artículo, se respirará unas 90 veces y se suspirará dos; como explica Jack Feldman, neurobiólogo de la Universidad de California en Los Ángeles, periódicamente generamos suspiros rítmicos para mantener inflados los alvéolos pulmonares. Respirar, como lo hacemos comúnmente, después de todo, es nuestra manera más elemental de lograr sintonía o ajuste. El yo y la respiración están entrelazados: psique significa alma o espíritu, pero también respiración. No solo es esencial para la supervivencia, además tiene una función fundamental en el desarrollo de la autoconciencia. Nuestro yo comienza como un cuerpo que respira. Antes de que podamos hablar, ya estamos respirando. En su ensayo Poesía y respiración contenido en el volumen El arco y la lira el poeta Octavio Paz dice: “Existe una relación indudable entre la respiración y el verso: todo hecho espiritual es también físico”. Para Paz, respirar bien es “una manera de unirnos al mundo y participar en el ritmo universal. Recitar versos es como danzar con el movimiento general de nuestro cuerpo y de la naturaleza”. Si bien la respiración se manifiesta a través de los pulmones, también está presente fuera de nosotros. Con cada intercambio de aire, nos encontramos entretejidos en las corrientes de una presencia envolvente, una atmósfera, de la que somos inseparables y sin la cual nos sería imposible sobrevivir.
A pesar de su engañosa simplicidad, se requiere un programa sofisticado para ventilar los pulmones y responder a los desafíos fisiológicos y las condiciones ambientales cambiantes. El aire que respiramos no es constante ni homogéneo, y para detectar estas fluctuaciones, las vías respiratorias utilizan una densa red que se deriva principalmente, pero no exclusivamente, del nervio vago (la complejidad de sus fibras en los pulmones y el diafragma es más intrincada que en otros órganos viscerales). La información que transmite al cerebro se interpreta en gran medida de manera inconsciente. La mayor parte del tiempo no nos damos cuenta de que respiramos, pero cuando algo va mal, o en una atmósfera de intensa ansiedad, la propia respiración es foco de temor. La ansiedad restringe y sofoca la respiración —en latín angustia significa estrechez—, puede volverse extremadamente difícil y amenazar nuestra supervivencia. Sigmund Freud lo observó en la primera paciente del psicoanálisis, Anna O., que manifestaba una tos nerviosa.
La respiración impulsa todo lo que hacemos, por lo que su ritmo debe ser organizado cuidadosamente por nuestro cerebro. Una respiración comienza cuando cientos de neuronas se disparan al azar y rápidamente se sincronizan. “Nos sorprendió saber que la forma en que nuestras células cerebrales trabajan juntas para generar el ritmo respiratorio es diferente cada vez que respiramos”, apunta Feldman. “Cada respiración es como una nueva canción con el mismo ritmo”. El circuito es parte de lo que se ha llamado el marcapasos respiratorio del cerebro, porque se puede ajustar alterando el ritmo respiratorio.
La respiración lenta y controlada disminuye la actividad en el circuito, la respiración rápida y errática la aumenta, lo que a su vez influye en nuestros estados emocionales. Al respirar a través de la nariz, se produce un flujo cíclico de aire que funciona como interruptor, que enciende la actividad respiratoria del cerebro; se estimula la amígdala o epicentro de las emociones, y se enlaza el hipocampo, que es la sede de la memoria. Así es como, de todas las funciones regidas por nuestro sistema nervioso autónomo, la respiración es la única que podemos alterar conscientemente. Según Stephen Porges, autor de la teoría polivagal, cuando respiramos lentamente y prolongamos la espiración, enviamos señales al cerebro que ajustan la rama parasimpática del nervio vago, lo que disminuye la frecuencia cardiaca, promueve una sensación de calma y nos energiza. Además, modera la activación del sistema nervioso simpático, que causa liberación de hormonas del estrés. “Es una solución sin medicamentos ni efectos secundarios para el estrés y los problemas del estado de ánimo”, proponen Patricia Gerbarg y Richard Brown, especialistas en psiquiatría integrativa, en El poder curativo de la respiración. “El cerebro escucha a los pulmones. Cuando cambiamos nuestro patrón de respiración, cambiamos la forma en que pensamos y sentimos, nos conectamos con nosotros mismos y con los demás”. Escuetamente, como infiere el filósofo Maurice Merleau-Ponty, “hablamos de ‘inspiración’, y el término debe tomarse literalmente. Realmente hay inspiración y espiración del ser”.
David Dorenbaum es psiquiatra y psicoanalista.
El País
A pesar de su engañosa simplicidad, se requiere un programa sofisticado para ventilar los pulmones y responder a los desafíos fisiológicos y las condiciones ambientales cambiantes. El aire que respiramos no es constante ni homogéneo, y para detectar estas fluctuaciones, las vías respiratorias utilizan una densa red que se deriva principalmente, pero no exclusivamente, del nervio vago (la complejidad de sus fibras en los pulmones y el diafragma es más intrincada que en otros órganos viscerales). La información que transmite al cerebro se interpreta en gran medida de manera inconsciente. La mayor parte del tiempo no nos damos cuenta de que respiramos, pero cuando algo va mal, o en una atmósfera de intensa ansiedad, la propia respiración es foco de temor. La ansiedad restringe y sofoca la respiración —en latín angustia significa estrechez—, puede volverse extremadamente difícil y amenazar nuestra supervivencia. Sigmund Freud lo observó en la primera paciente del psicoanálisis, Anna O., que manifestaba una tos nerviosa.
La respiración impulsa todo lo que hacemos, por lo que su ritmo debe ser organizado cuidadosamente por nuestro cerebro. Una respiración comienza cuando cientos de neuronas se disparan al azar y rápidamente se sincronizan. “Nos sorprendió saber que la forma en que nuestras células cerebrales trabajan juntas para generar el ritmo respiratorio es diferente cada vez que respiramos”, apunta Feldman. “Cada respiración es como una nueva canción con el mismo ritmo”. El circuito es parte de lo que se ha llamado el marcapasos respiratorio del cerebro, porque se puede ajustar alterando el ritmo respiratorio.
La respiración lenta y controlada disminuye la actividad en el circuito, la respiración rápida y errática la aumenta, lo que a su vez influye en nuestros estados emocionales. Al respirar a través de la nariz, se produce un flujo cíclico de aire que funciona como interruptor, que enciende la actividad respiratoria del cerebro; se estimula la amígdala o epicentro de las emociones, y se enlaza el hipocampo, que es la sede de la memoria. Así es como, de todas las funciones regidas por nuestro sistema nervioso autónomo, la respiración es la única que podemos alterar conscientemente. Según Stephen Porges, autor de la teoría polivagal, cuando respiramos lentamente y prolongamos la espiración, enviamos señales al cerebro que ajustan la rama parasimpática del nervio vago, lo que disminuye la frecuencia cardiaca, promueve una sensación de calma y nos energiza. Además, modera la activación del sistema nervioso simpático, que causa liberación de hormonas del estrés. “Es una solución sin medicamentos ni efectos secundarios para el estrés y los problemas del estado de ánimo”, proponen Patricia Gerbarg y Richard Brown, especialistas en psiquiatría integrativa, en El poder curativo de la respiración. “El cerebro escucha a los pulmones. Cuando cambiamos nuestro patrón de respiración, cambiamos la forma en que pensamos y sentimos, nos conectamos con nosotros mismos y con los demás”. Escuetamente, como infiere el filósofo Maurice Merleau-Ponty, “hablamos de ‘inspiración’, y el término debe tomarse literalmente. Realmente hay inspiración y espiración del ser”.
David Dorenbaum es psiquiatra y psicoanalista.
El País
viernes, 7 de mayo de 2021
Gregor Mendel: cómo un monje con un jardín de guisantes (arvejas) descubrió las leyes de la herencia genética
Mendel reveló las leyes estadísticas de la herencia y postuló la existencia de una unidad de la herencia que ahora se llama gen.
"Mendel es un espectro curioso de la historia", escribió, en su característico estilo poético, el escritor científico Loren Eiseley.
"Sus asociados, sus seguidores, están todos en el próximo siglo. Sin embargo, si queremos entenderlo a él y la forma en que rescató al darwinismo del olvido, debemos recorrer el largo camino de regreso a Brünn en Moravia y pararnos entre los guisantes en un jardín tranquilo".
Parémonos entonces con ese fraile agustino llamado Gregor Mendel en el jardín del monasterio en la abadía de Santo Tomás de Brünn, Margraviato de Moravia (hoy Brno, República Checa) en 1856, quien para ese entonces tenía 34 años.
Para ese entonces ya estaba cultivando Pisum sativum, más conocidas como arvejas o guisantes.
Lo hacía por curiosidad. Mendel quería saber cómo se transferían los rasgos de una generación a la siguiente, así que se propuso investigar los patrones de herencia.
No era el primero en estudiar el tema, ni siquiera el primero en escoger las arvejas como su sistema modelo principal (un organismo que facilita que un investigador indague en una cuestión científica en particular).
"Sus asociados, sus seguidores, están todos en el próximo siglo. Sin embargo, si queremos entenderlo a él y la forma en que rescató al darwinismo del olvido, debemos recorrer el largo camino de regreso a Brünn en Moravia y pararnos entre los guisantes en un jardín tranquilo".
Parémonos entonces con ese fraile agustino llamado Gregor Mendel en el jardín del monasterio en la abadía de Santo Tomás de Brünn, Margraviato de Moravia (hoy Brno, República Checa) en 1856, quien para ese entonces tenía 34 años.
Para ese entonces ya estaba cultivando Pisum sativum, más conocidas como arvejas o guisantes.
Lo hacía por curiosidad. Mendel quería saber cómo se transferían los rasgos de una generación a la siguiente, así que se propuso investigar los patrones de herencia.
No era el primero en estudiar el tema, ni siquiera el primero en escoger las arvejas como su sistema modelo principal (un organismo que facilita que un investigador indague en una cuestión científica en particular).
Las arvejas se siguen utilizando en la investigación genética.
Los guisantes son ideales para este tipo de investigación debido a su rápido ciclo de vida y la producción de montones de semillas. Además pueden autofertilizarse, fecundando las flores femeninas con el polen de las masculinas en la misma planta, una técnica que se utiliza con el fin de obtener un linaje puro.
Pero Gregor Mendel hizo algo que nadie más había hecho.
"Su gran ventaja fue ser el primer biólogo en contar las cosas. Otros se habían interesado en la herencia pero Mendel descubrió que podía usar leyes aritméticas sencillas para registrar cómo ciertas características pasaban de una generación a otra", le dijo a la BBC Steve Jones, profesor de genética en la University College London y autor de varios libros, entre ellos "Casi como una ballena: el origen de las especies actualizado".
Fue eso lo que le permitió deducir los principios clave de la herencia.
Poco a poco
Mendel comenzó separando las plantas que producían guisantes arrugados de los lisos y brillantes, las de flores blancas de las violeta, las de vainas verdes de las amarillas, las que crecían más alto de las más bajitas y otras tres características más.
Los guisantes son ideales para este tipo de investigación debido a su rápido ciclo de vida y la producción de montones de semillas. Además pueden autofertilizarse, fecundando las flores femeninas con el polen de las masculinas en la misma planta, una técnica que se utiliza con el fin de obtener un linaje puro.
Pero Gregor Mendel hizo algo que nadie más había hecho.
"Su gran ventaja fue ser el primer biólogo en contar las cosas. Otros se habían interesado en la herencia pero Mendel descubrió que podía usar leyes aritméticas sencillas para registrar cómo ciertas características pasaban de una generación a otra", le dijo a la BBC Steve Jones, profesor de genética en la University College London y autor de varios libros, entre ellos "Casi como una ballena: el origen de las especies actualizado".
Fue eso lo que le permitió deducir los principios clave de la herencia.
Poco a poco
Mendel comenzó separando las plantas que producían guisantes arrugados de los lisos y brillantes, las de flores blancas de las violeta, las de vainas verdes de las amarillas, las que crecían más alto de las más bajitas y otras tres características más.
7 caracteristicas de Mendel
Cultivó cada una separada por generaciones hasta lograr especímenes puros —aquellos en los que la descendencia era idéntica a la de la planta madre—, por ejemplo, una línea en la que todas fueran altas y otra en la que todas fueran bajas.
Luego, empezó a cruzarlas y a registrar cómo heredaban los rasgos; así descubrió que había patrones muy similares para las siete características.
Encontró que una característica —como ser alta— siempre ocultaba otra —ser bajita— en la primera generación, y les puso nombre: la visible era el rasgo dominante; la oculta, el rasgo recesivo.
Pero al autofecundar esa planta hija de las dos desiguales, el rasgo recesivo aparecía, aunque en una minoría de las arvejas de las segunda generación.
Es más, la relación era de 3:1.
Planta alta autofecundada = 3 altas y 1 bajita Y comprobó además que las características se heredaban de forma independiente.
Así, lenta y sistemáticamente, Mendel elaboró la ley básica de la herencia y tropezó con lo que más tarde se describiría como la unidad fundamental de la vida misma... el gen.
En 1865 presentó los hallasgos de sus experimentos con casi 30.000 plantas de arvejas en la Sociedad de Historia Natural de Brünn, que los publicó al año siguiente bajo el título "Experimentos en hibridación de plantas"...
...y no pasó nada.
En 1868, Mendel se convirtió en abad de su monasterio y dejó de lado en gran medida sus actividades científicas.
Falleció en 1884, sin saber que unas décadas más tarde se convertiría en una de las más grandes leyendas de la historia de la ciencia.
De la oscuridad a la luz
En 1900, tres botánicos europeos —Hugo De Vries (Holanda), Carl Correns (Alemania) y Erich Von Tschermak (Austria)— estaban trabajando en sus propias investigaciones sobre la herencia.
Cada uno, independientemente, buscando información sobre el tema, encontraron a Mendel y se dieron cuenta de cuán valiosa era su obra.
Más tarde, la unión de Mendel y Charles Darwin, una pareja perfecta que nunca se conoció, dio a luz la síntesis evolutiva darwiniana de las décadas de 1930 y 1940: los biólogos evolucionistas se dieron cuenta de que las leyes de herencia de Mendel podían explicar cómo la selección natural podía hacer que los rasgos beneficiosos fueran más frecuentes y eliminar los negativos.
Y, finalmente, la investigación de Mendel se convirtió en la piedra fundamental de la genética.
"La genética es una ciencia asombrosa, pues es la única que le debe su origen a una sola persona, Gregor Mendel. El origen de todas las otras ciencias se remontan cientos de años atrás y se deben a muchas personas", apunta Jones.
Su breve tratado que había sido pasado por alto durante décadas paso a ser considerado como "uno de los triunfos de la mente humana", según Stern y Sherwood, "un acto de máxima creatividad" que "sigue vivo como ejemplo supremo de experimentación científica y profunda penetración de datos".
Eso a pesar de que, como escribió Eiseley, "Gregor Mendel tuvo un destino extraño: estaba destinado a vivir una vida de carne y hueso dolorosamente en Brünn y otra, la vida intelectual con la que soñó, en el siglo siguiente.
"Sus palabras, sus cálculos salieron en un vuelo tardío repentino de los oscuros volúmenes similares a tumbas para escribirse en cientos de pizarrones universitarios, y residir en innumerables cabezas".
Luego, empezó a cruzarlas y a registrar cómo heredaban los rasgos; así descubrió que había patrones muy similares para las siete características.
Encontró que una característica —como ser alta— siempre ocultaba otra —ser bajita— en la primera generación, y les puso nombre: la visible era el rasgo dominante; la oculta, el rasgo recesivo.
Pero al autofecundar esa planta hija de las dos desiguales, el rasgo recesivo aparecía, aunque en una minoría de las arvejas de las segunda generación.
Es más, la relación era de 3:1.
Planta alta autofecundada = 3 altas y 1 bajita Y comprobó además que las características se heredaban de forma independiente.
Así, lenta y sistemáticamente, Mendel elaboró la ley básica de la herencia y tropezó con lo que más tarde se describiría como la unidad fundamental de la vida misma... el gen.
En 1865 presentó los hallasgos de sus experimentos con casi 30.000 plantas de arvejas en la Sociedad de Historia Natural de Brünn, que los publicó al año siguiente bajo el título "Experimentos en hibridación de plantas"...
...y no pasó nada.
En 1868, Mendel se convirtió en abad de su monasterio y dejó de lado en gran medida sus actividades científicas.
Falleció en 1884, sin saber que unas décadas más tarde se convertiría en una de las más grandes leyendas de la historia de la ciencia.
De la oscuridad a la luz
En 1900, tres botánicos europeos —Hugo De Vries (Holanda), Carl Correns (Alemania) y Erich Von Tschermak (Austria)— estaban trabajando en sus propias investigaciones sobre la herencia.
Cada uno, independientemente, buscando información sobre el tema, encontraron a Mendel y se dieron cuenta de cuán valiosa era su obra.
Más tarde, la unión de Mendel y Charles Darwin, una pareja perfecta que nunca se conoció, dio a luz la síntesis evolutiva darwiniana de las décadas de 1930 y 1940: los biólogos evolucionistas se dieron cuenta de que las leyes de herencia de Mendel podían explicar cómo la selección natural podía hacer que los rasgos beneficiosos fueran más frecuentes y eliminar los negativos.
Y, finalmente, la investigación de Mendel se convirtió en la piedra fundamental de la genética.
"La genética es una ciencia asombrosa, pues es la única que le debe su origen a una sola persona, Gregor Mendel. El origen de todas las otras ciencias se remontan cientos de años atrás y se deben a muchas personas", apunta Jones.
Su breve tratado que había sido pasado por alto durante décadas paso a ser considerado como "uno de los triunfos de la mente humana", según Stern y Sherwood, "un acto de máxima creatividad" que "sigue vivo como ejemplo supremo de experimentación científica y profunda penetración de datos".
Eso a pesar de que, como escribió Eiseley, "Gregor Mendel tuvo un destino extraño: estaba destinado a vivir una vida de carne y hueso dolorosamente en Brünn y otra, la vida intelectual con la que soñó, en el siglo siguiente.
"Sus palabras, sus cálculos salieron en un vuelo tardío repentino de los oscuros volúmenes similares a tumbas para escribirse en cientos de pizarrones universitarios, y residir en innumerables cabezas".
jueves, 6 de mayo de 2021
Las orejas de Pablo
Es fácil reírse de alguien cuando se tiene poder. La burla es un arma terrible que se puede manejar de forma cruel sobre quien no tiene posibilidad alguna de defenderse. Es bueno tener sentido del humor, pero no lo es utilizarlo como un arma contra los demás. Me preocupa especialmente el ingenio que se manifiesta de forma hiriente por parte de quien goza de una situación ventajosa. Pasa, a veces, en las aulas. Ante la broma del profesor o de la profesora, los compañeros se ríen mientras el zaherido sonríe desde el fondo de su impotencia. Qué ocurrencia. Qué gracia. Mientras más ingenio, más risa.
Escribí hace unas semanas sobre el bullyng en las escuelas. Una tragedia, decía, que pervive y causa víctimas inocentes que sufren en silecnio bajo la amenaza de los agresores. Lo hacía al hilo del prólogo que he escrito para un libro coordinado por Arnaldo Canales en Santiago de Chile. El libro se titula “Historias que sanan” y ha sido promovido y editado por la Fundación Lidererazgo Chile. Mi prólogo lleva por título “Radiografía del horror”.
Uno de los relatos tiene una peculiaridad que quiero destacar. Porque el agresor no es un alumno o un grupo de alumnos que actúan con crueldad a la espalda de los docentes sino un profesor que, desde el poder que le confiere el cargo, hace bromas que causan un grave daño a su destinatarios. La autora del relato se llama Macarezza Meléndez y voy a utilizar básicamente sus propias palabras.
“De niña yo tenía una gran inseguridad: mis orejas. No podían gustarme, sentía que eran muy grandes, que eran muy largas, que eran muy todo. Evitaba recogerme el cabello en una cola, utilizaba siempre mi pelo suelto cubriéndolas o usaba gorros y evitaba que la gente las mirara por mucho tiempo, porque me sentía insegura y en casa lloraba por ello. Algunos compañeros míos me molestaban sistemáticamente, incluso mis amigos, y yo me sentía muy mal al respecto. Siendo una niña, no sabía qué hacer para cambiar las cosas, e incluso llegué a pedirle a mi madre que me operara lo antes posible porque me acomplejaban.
Ella siempre me decía que se me pasaría, y que mis orejas eran lo más bello del mundo y que estuviera agradecida de tenerlas, y tuvo razón. A medida que fui creciendo le fui quitando importancia, pues supe que es mejor tener que no tener y que no había nada de malo conmigo. Mis compañeros dejaron de molestarme gradualmente, por lo que me sentí aliviada y tranquila, olvidando lo que era tener complejos hasta que un día me di cuenta de que otras personas también sufrían de ellos.
Cuatro años después de ese período doloroso de mi vida tenía una importante prueba que dar, a mis doce años, con el profesor favorito de todos, el profe de historia. En este examen, dio las instrucciones en voz alta, pero mi amigo y compañero de clase, Pablo, no le entendió.
– Profesor, ¿puede repetirlo?
El aludido repitió la instrucción, y nuevamente Pablo se vio confundido y preguntó otra vez.
– Disculpe, ¿cómo dijo?
Era el profesor favorito de todos, un hombre de barba simpático que nos hacía reír en cada clase por sus ocurrencias y bromas, pero cuando le respondió de nuevo a mi amigo no me reí con sus palabras.
– ¡Por Dios! ¡Tienes unas orejas enormes y no escuchas nada!
Todos se carcajearon hasta que Pablo, nervioso y con las mejillas encendidas por la vergüenza, se cubrió su cabeza y orejas con el gorro de su chaqueta con los ojos empapados en lágrimas, sollozando en voz baja y poniéndose muy triste y apenado. Entonces se hizo un silencio en la sala, las caras de mis compañeros se llenaron de arrepentimiento y vergüenza y el profesor de historia intentó disculparse con él, pero este no le respondió y lo ignoró hasta que la prueba terminó.
No era la primera vez que molestaban a Pablo por sus orejas, pues siempre sus compañeros e incluso sus amigos decían algún chiste o se burlaban de él en algún momento del día. Sabía que lo molestaban, pero nunca hice nada. Yo era su amiga y jamás le di importancia, no caí en la cuenta de que para él no era fácil y que estaba viviendo algo que también me pasó a mí y que le puede pasar a cualquier persona, que es tener una inseguridad con la que los demás se divierten. Es un sentimiento que nadie debería sufrir nunca, pues yo lo sufrí por años y nadie nunca, más que mi familia, corrió en mi auxilio.
Con este pensamiento, al terminar el examen fui corriendo donde la directora para explicarle la situación, pues yo le consideraba un amigo y no podía creer que un profesor tratara así a un alumno. Cuando terminé de contarle lo sucedido, ella asintió con la cabeza, mostrándose comprensiva, y luego me tranquilizó diciendo que verían de inmediato al profesor y a Pablo para conversar con ellos y arreglar las cosas; llegaron al despacho y conversamos entre todos, luego de una corta charla de la directora, el profesor pidió disculpas y Pablo las aceptó.
Me sentí feliz y al volver a casa le conté a mi madre y ella me felicitó por haber visto más allá de las cosas y pensado en mi amigo, cenamos y luego me dormí nerviosa pensando en qué pasaría al día siguiente.
Cuando llegué a la escuela, me percaté de que nos tocaba con aquel profesor de historia a primera hora del día, por lo que cuando entré a la sala me sentí inquieta y me senté en mi lugar en silencio. Luego de un rato de las clases, nadie mencionó nada, y Pablo estaba tan risueño y normal como siempre, también se reía con las bromas del profesor y con las de los demás. Supuse entonces que todo se había arreglado ayer, pues todo el ambiente era grato y tranquilo, hasta que el profesor hizo un comentario que me dejó perpleja.
Oigan, les quiero contar un secreto, pero me da un poco de miedo que alguien pueda acusarme. Dirigió su mirada hacia a mí y preguntó:
– ¿No es así?
Me quedé en silencio y mis compañeros se rieron.
– ¿Qué?, le pregunté, perpleja.
– Que si no te vas a poner sensible si cuento algo, dijo, socarrón.
– Usted hizo sentir mal a mi amigo. Yo solo hice lo que fue correcto hacer, le dije, sintiendo las mejillas calientes por la situación y nerviosa porque un profesor me estaba tratando de una manera muy inapropiada.
– Pero si no fue para tanto, ¿o sí, Pablo?, le preguntó entonces a mi amigo, y este no fue capaz de mirarme cuando respondió.
– No, yo no le pedí a nadie que hablara por mí. Sé defenderme solito, además, no soy un acusete.
Me sentí triste, decepcionada y humillada, como si hubiera cometido un error, como si me hubiera inmiscuido en los asuntos de los demás. Pero entonces comencé a reflexionar y concluí que no. No estaba equivocada. No era la primera vez que Pablo era molestado. Siempre lo molestaban, y si bien él siempre se reía, había momentos en que no. ¿Por qué entonces él mentía ahora, quitándole importancia al asunto?
Me di cuenta más temprano que tarde de que Pablo con tal de ser aceptado entre sus compañeros y el amado profesor, con tal de no ser el objeto de esa burla, mintió y me hizo hacer sentir mal a mí, para que él no fuera el herido.
Independiente de si somos niños o adultos…Si somos maltratados, si somos golpeados, si somos el hazmerreír, entonces las cosas no son fáciles. Entonces, las personas por ser aceptadas aguantan. Las personas con tal de ser incluidas fingen. Las personas con tal de pertenecer, aparentan. Y eso no está bien…”.
La historia sigue. Con muchas cuestiones de interés. Pero yo no tengo más espacio. Quiero agradecer a Macarezza el relato. Y felicitarla por su valentía. Era más fácil reirse con todos y callarse, que es lo que suele suceder. Es más fácil situarse del lado del agresor y reirle las gracias. Es más fácil quitarle importancia al asunto y decir con el bromista: “no es para tanto”. O quizás: hay que tener sentido del humor.
Lo que pretendo con estas líneas es destruir ese arsenal de armas que son las burlas sobre los demás. Sobre todo, de esas burlas que maneja impunemente quien tiene poder. Lo que deseo es terminar con ese martirio que son las risas que despiertan los comentarios ingeniosos y mordaces de quien se esconde en el burladero que tiene el que manda. Esas risas que se repiten en el silencio de la noche, mientras quien las ha provocado duerme a pierna suelta. Me preocupan en la polìtica, en la industria, en el comencio, en el deporte, en el ejército… Pero, sobre todo, en el escenario segrado de la educación. El Adarve.
Escribí hace unas semanas sobre el bullyng en las escuelas. Una tragedia, decía, que pervive y causa víctimas inocentes que sufren en silecnio bajo la amenaza de los agresores. Lo hacía al hilo del prólogo que he escrito para un libro coordinado por Arnaldo Canales en Santiago de Chile. El libro se titula “Historias que sanan” y ha sido promovido y editado por la Fundación Lidererazgo Chile. Mi prólogo lleva por título “Radiografía del horror”.
Uno de los relatos tiene una peculiaridad que quiero destacar. Porque el agresor no es un alumno o un grupo de alumnos que actúan con crueldad a la espalda de los docentes sino un profesor que, desde el poder que le confiere el cargo, hace bromas que causan un grave daño a su destinatarios. La autora del relato se llama Macarezza Meléndez y voy a utilizar básicamente sus propias palabras.
“De niña yo tenía una gran inseguridad: mis orejas. No podían gustarme, sentía que eran muy grandes, que eran muy largas, que eran muy todo. Evitaba recogerme el cabello en una cola, utilizaba siempre mi pelo suelto cubriéndolas o usaba gorros y evitaba que la gente las mirara por mucho tiempo, porque me sentía insegura y en casa lloraba por ello. Algunos compañeros míos me molestaban sistemáticamente, incluso mis amigos, y yo me sentía muy mal al respecto. Siendo una niña, no sabía qué hacer para cambiar las cosas, e incluso llegué a pedirle a mi madre que me operara lo antes posible porque me acomplejaban.
Ella siempre me decía que se me pasaría, y que mis orejas eran lo más bello del mundo y que estuviera agradecida de tenerlas, y tuvo razón. A medida que fui creciendo le fui quitando importancia, pues supe que es mejor tener que no tener y que no había nada de malo conmigo. Mis compañeros dejaron de molestarme gradualmente, por lo que me sentí aliviada y tranquila, olvidando lo que era tener complejos hasta que un día me di cuenta de que otras personas también sufrían de ellos.
Cuatro años después de ese período doloroso de mi vida tenía una importante prueba que dar, a mis doce años, con el profesor favorito de todos, el profe de historia. En este examen, dio las instrucciones en voz alta, pero mi amigo y compañero de clase, Pablo, no le entendió.
– Profesor, ¿puede repetirlo?
El aludido repitió la instrucción, y nuevamente Pablo se vio confundido y preguntó otra vez.
– Disculpe, ¿cómo dijo?
Era el profesor favorito de todos, un hombre de barba simpático que nos hacía reír en cada clase por sus ocurrencias y bromas, pero cuando le respondió de nuevo a mi amigo no me reí con sus palabras.
– ¡Por Dios! ¡Tienes unas orejas enormes y no escuchas nada!
Todos se carcajearon hasta que Pablo, nervioso y con las mejillas encendidas por la vergüenza, se cubrió su cabeza y orejas con el gorro de su chaqueta con los ojos empapados en lágrimas, sollozando en voz baja y poniéndose muy triste y apenado. Entonces se hizo un silencio en la sala, las caras de mis compañeros se llenaron de arrepentimiento y vergüenza y el profesor de historia intentó disculparse con él, pero este no le respondió y lo ignoró hasta que la prueba terminó.
No era la primera vez que molestaban a Pablo por sus orejas, pues siempre sus compañeros e incluso sus amigos decían algún chiste o se burlaban de él en algún momento del día. Sabía que lo molestaban, pero nunca hice nada. Yo era su amiga y jamás le di importancia, no caí en la cuenta de que para él no era fácil y que estaba viviendo algo que también me pasó a mí y que le puede pasar a cualquier persona, que es tener una inseguridad con la que los demás se divierten. Es un sentimiento que nadie debería sufrir nunca, pues yo lo sufrí por años y nadie nunca, más que mi familia, corrió en mi auxilio.
Con este pensamiento, al terminar el examen fui corriendo donde la directora para explicarle la situación, pues yo le consideraba un amigo y no podía creer que un profesor tratara así a un alumno. Cuando terminé de contarle lo sucedido, ella asintió con la cabeza, mostrándose comprensiva, y luego me tranquilizó diciendo que verían de inmediato al profesor y a Pablo para conversar con ellos y arreglar las cosas; llegaron al despacho y conversamos entre todos, luego de una corta charla de la directora, el profesor pidió disculpas y Pablo las aceptó.
Me sentí feliz y al volver a casa le conté a mi madre y ella me felicitó por haber visto más allá de las cosas y pensado en mi amigo, cenamos y luego me dormí nerviosa pensando en qué pasaría al día siguiente.
Cuando llegué a la escuela, me percaté de que nos tocaba con aquel profesor de historia a primera hora del día, por lo que cuando entré a la sala me sentí inquieta y me senté en mi lugar en silencio. Luego de un rato de las clases, nadie mencionó nada, y Pablo estaba tan risueño y normal como siempre, también se reía con las bromas del profesor y con las de los demás. Supuse entonces que todo se había arreglado ayer, pues todo el ambiente era grato y tranquilo, hasta que el profesor hizo un comentario que me dejó perpleja.
Oigan, les quiero contar un secreto, pero me da un poco de miedo que alguien pueda acusarme. Dirigió su mirada hacia a mí y preguntó:
– ¿No es así?
Me quedé en silencio y mis compañeros se rieron.
– ¿Qué?, le pregunté, perpleja.
– Que si no te vas a poner sensible si cuento algo, dijo, socarrón.
– Usted hizo sentir mal a mi amigo. Yo solo hice lo que fue correcto hacer, le dije, sintiendo las mejillas calientes por la situación y nerviosa porque un profesor me estaba tratando de una manera muy inapropiada.
– Pero si no fue para tanto, ¿o sí, Pablo?, le preguntó entonces a mi amigo, y este no fue capaz de mirarme cuando respondió.
– No, yo no le pedí a nadie que hablara por mí. Sé defenderme solito, además, no soy un acusete.
Me sentí triste, decepcionada y humillada, como si hubiera cometido un error, como si me hubiera inmiscuido en los asuntos de los demás. Pero entonces comencé a reflexionar y concluí que no. No estaba equivocada. No era la primera vez que Pablo era molestado. Siempre lo molestaban, y si bien él siempre se reía, había momentos en que no. ¿Por qué entonces él mentía ahora, quitándole importancia al asunto?
Me di cuenta más temprano que tarde de que Pablo con tal de ser aceptado entre sus compañeros y el amado profesor, con tal de no ser el objeto de esa burla, mintió y me hizo hacer sentir mal a mí, para que él no fuera el herido.
Independiente de si somos niños o adultos…Si somos maltratados, si somos golpeados, si somos el hazmerreír, entonces las cosas no son fáciles. Entonces, las personas por ser aceptadas aguantan. Las personas con tal de ser incluidas fingen. Las personas con tal de pertenecer, aparentan. Y eso no está bien…”.
La historia sigue. Con muchas cuestiones de interés. Pero yo no tengo más espacio. Quiero agradecer a Macarezza el relato. Y felicitarla por su valentía. Era más fácil reirse con todos y callarse, que es lo que suele suceder. Es más fácil situarse del lado del agresor y reirle las gracias. Es más fácil quitarle importancia al asunto y decir con el bromista: “no es para tanto”. O quizás: hay que tener sentido del humor.
Lo que pretendo con estas líneas es destruir ese arsenal de armas que son las burlas sobre los demás. Sobre todo, de esas burlas que maneja impunemente quien tiene poder. Lo que deseo es terminar con ese martirio que son las risas que despiertan los comentarios ingeniosos y mordaces de quien se esconde en el burladero que tiene el que manda. Esas risas que se repiten en el silencio de la noche, mientras quien las ha provocado duerme a pierna suelta. Me preocupan en la polìtica, en la industria, en el comencio, en el deporte, en el ejército… Pero, sobre todo, en el escenario segrado de la educación. El Adarve.
miércoles, 5 de mayo de 2021
¿Izquierda versus derecha o democracia versus totalitarismo?
"Lo que está en crisis son las creencias y los principios en los que se basaba la sociedad moderna desde que los Modernos habían ganado su famosa batalla contra los Antiguos en el amanecer del s. XVIII: esos postulados racionalistas y humanistas, comunes al capitalismo liberal y al comunismo, que hicieron posible su breve pero decisiva alianza contra el fascismo, que los rechazaba".
Eric J. Hobsbawm, L'Âge des extrèmes. Histoire du court XXe siècle 1914-1991, A. Versaille éd., 2008 (1ª ed. inglesa, 1994).
El titular que rotula esta reflexión mía expresa el interrogante que suscita en mi mente la propuesta de Pacto de Estado que, al parecer, pretendería alcanzar el Presidente del actual gobierno de coalición progresista español con las fuerzas 'conservadoras', a estas horas posicionadas de facto en una ejecutoria de extrema derecha fascista. Porque me pregunto: ¿la dialéctica política en curso durante esta gravísima 'crisis del coronavirus' tiene su eje primordial en la confrontación entre izquierda y derecha, cosa normal, con diversa intensidad, en todo régimen democrático, o bien encierra en su seno el conflicto entre dos concepciones antitéticas del poder político, y por lo mismo entre dos antitéticos modelos de Estado, a saber, la democrático-republicana y la totalitaria-fascista?
La cuestión no me parece menor, porque atañe a la índole misma de la contradicción en juego, y por tanto condiciona el planteamiento mismo de la estrategia y los métodos adecuados para afrontarla y resolverla. Si el conflicto contrapone entre sí ideologías e intereses sociales progresistas y conservadores, políticamente representados por fuerzas que asumen, respetan y practican todas ellas los valores democráticos -y, a poder ser, republicanos- cabe que, en circunstancias excepcionales, en las que están en juego las condiciones vitales de existencia del conjunto de la ciudadanía, pongan unas y otras el valor superior del 'bien común' por encima de sus respectivos intereses peculiares y acuerden remar juntas para superar y resolver esa situación social y políticamente crítica. Una vez resuelta, reanudarán el normal combate democrático entre ellas.
Mas si el conflicto confronta entre sí una concepción democrática y otra antidemocrática, o sea, larvada o explícitamente fascista-totalitaria, cualquier negociación para un acuerdo 'de Estado' resultará ser un juego trucado, porque para uno de los interlocutores el objetivo encubierto no será el 'bien común' ciudadano, sino la sustitución del poder democrático por el poder totalitario, el derribo o la subversión de las existentes instituciones democráticas constituidas. A no ser algo peor: que esas instituciones resulten estar vaciadas ya de contenido -y que unos y otros jueguen a la gallina ciega con ellas, y con los derechos y necesidades de un ingenuo o alienado común ciudadano.
¿En cuál de esos tres supuestos encaja la actual confrontación política en el Reino de España? Descartemos el tercero -a pesar de que, como llevo dicho y escrito reiteradamente desde hace unos años, los gobiernos y mayorías absolutas del PP han derogado en la práctica, con la connivencia del Tribunal Constitucional, buena parte de las normas constitucionales del Título I relativas a los derechos y libertades de los ciudadanos, mediante prácticas de gobierno e inclusive leyes que las conculcaban, en un auténtico proceso deconstituyente operado desde el propio poder político. Aun así, descartémoslo, porque es una evidencia que las fuerzas que integran el actual gobierno de coalición, además de todas las que le prestan apoyo parlamentario, no solo no están vulnerando aquellas normas constitucionales, sino que por el contrario intentan aplicarlas en defensa del común ciudadano, y singularmente de los segmentos sociales más desvalidos en esta atroz situación que constituye un verdadero 'estado de necesidad'.
Pero las otras, las de la derecha, ¿están poniendo la defensa del común ciudadano frente a la pandemia del coronavirus y a la grave agresión que conlleva a sus condiciones materiales y sociales de existencia por encima de sus intereses partidistas -incluidos los espurios? ¿Muestran siquiera sensibilidad moral o humanitaria ante la desgracia y el sufrimiento de las gentes, de sus conciudadanos? ¿O utilizan y manipulan esa trágica situación social y humana, mediante un verdadero proceso 'sedicioso' -éste si- para intentar provocar el caos y derribar el gobierno que está afrontando la crisis sanitaria y social como mejor sabe y puede en un auténtico 'estado de sitio' político? La inequívoca respuesta está dándola la ruin ejecutoria -incluso 'antipatriótica', por emplear la inversa del concepto que ellos invocan a destajo en falso- de la pareja siamesa pepero-vociferante.
Intento comprender semejante conducta antipolítica y anticívica. Intento comprenderla más allá de las banales motivaciones del sectarismo partidista, de la cegata egolatría de los aspirantes a duce o führer de farsa de marionetas, de su ignara estulticia, de su abisal y pluridimensional incultura, de todas las deformidades que se hacen visibles en la epidermis de ese asombroso fenómeno. Intento atisbar las causas profundas. Busco luces más diáfanas y penetrantes que las mías propias. Y revisito a Hobsbawm, uno de mis grandes maestros. El último volumen de su magna historia política y social de la Europa moderna, el referido al siglo XX. Y me reencuentro con el pasaje que preside esta reflexión mía. Precoz e insólita diagnosis de una de las causas germinales de la gran crisis sistémica que llevamos decenios padeciendo. Precoz porque fue enunciada hace ya cerca de treinta años, allá por 1993. E insólita porque, cuando los focos del análisis se proyectaban primordialmente sobre la crisis económica y social, Hobsbawm ilumina con ellos el nivel axiológico de la realidad, el sistema de valores de la cultura cívica, social y política de los modelos de sociedad nacidos de la Revolución Francesa.
Así la crisis, más allá de sus dimensiones económica y política, es la crisis de los valores de la modernidad que habían desplazado a los del Antiguo Régimen. Las creencias, principios y postulados "racionalistas y humanistas" que los "Modernos", los Ilustrados y los revolucionarios del s. XVIII, hicieron triunfar por entonces. Principios que Hobsbawm considera "comunes al capitalismo liberal y -ojo- al comunismo", y que, en el siglo XX, "hicieron posible su decisiva alianza contra el fascismo, que los rechazaba". En otras palabras, alianza de demócratas conservadores, progresistas y revolucionarios. Alianza anti-fascista, por lo tanto. En el pasado, claro está. ¿Y en el presente? ¿Quién fue el que dijo aquello de que la historia nos da lecciones, pero son pocos los que las aprenden? ¿Las aprenderemos nosotros? ¿Las aprenderán las fuerzas que integran el gobierno en el Reino de España y las que lo invistieron? Tal vez otro día prosiga con mis reflexiones -si me soportáis, por supuesto.
Xosé Manuel Beiras miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, es el más destacado dirigente de la izquierda nacionalista gallega. Profesor de economía en la Universidad de Santiago de Compostela, ha sido uno de los políticos más sólidos, imaginativos e independientes de las izquierdas durante la Transición política en el Reino de España.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 3-5-20
Eric J. Hobsbawm, L'Âge des extrèmes. Histoire du court XXe siècle 1914-1991, A. Versaille éd., 2008 (1ª ed. inglesa, 1994).
El titular que rotula esta reflexión mía expresa el interrogante que suscita en mi mente la propuesta de Pacto de Estado que, al parecer, pretendería alcanzar el Presidente del actual gobierno de coalición progresista español con las fuerzas 'conservadoras', a estas horas posicionadas de facto en una ejecutoria de extrema derecha fascista. Porque me pregunto: ¿la dialéctica política en curso durante esta gravísima 'crisis del coronavirus' tiene su eje primordial en la confrontación entre izquierda y derecha, cosa normal, con diversa intensidad, en todo régimen democrático, o bien encierra en su seno el conflicto entre dos concepciones antitéticas del poder político, y por lo mismo entre dos antitéticos modelos de Estado, a saber, la democrático-republicana y la totalitaria-fascista?
La cuestión no me parece menor, porque atañe a la índole misma de la contradicción en juego, y por tanto condiciona el planteamiento mismo de la estrategia y los métodos adecuados para afrontarla y resolverla. Si el conflicto contrapone entre sí ideologías e intereses sociales progresistas y conservadores, políticamente representados por fuerzas que asumen, respetan y practican todas ellas los valores democráticos -y, a poder ser, republicanos- cabe que, en circunstancias excepcionales, en las que están en juego las condiciones vitales de existencia del conjunto de la ciudadanía, pongan unas y otras el valor superior del 'bien común' por encima de sus respectivos intereses peculiares y acuerden remar juntas para superar y resolver esa situación social y políticamente crítica. Una vez resuelta, reanudarán el normal combate democrático entre ellas.
Mas si el conflicto confronta entre sí una concepción democrática y otra antidemocrática, o sea, larvada o explícitamente fascista-totalitaria, cualquier negociación para un acuerdo 'de Estado' resultará ser un juego trucado, porque para uno de los interlocutores el objetivo encubierto no será el 'bien común' ciudadano, sino la sustitución del poder democrático por el poder totalitario, el derribo o la subversión de las existentes instituciones democráticas constituidas. A no ser algo peor: que esas instituciones resulten estar vaciadas ya de contenido -y que unos y otros jueguen a la gallina ciega con ellas, y con los derechos y necesidades de un ingenuo o alienado común ciudadano.
¿En cuál de esos tres supuestos encaja la actual confrontación política en el Reino de España? Descartemos el tercero -a pesar de que, como llevo dicho y escrito reiteradamente desde hace unos años, los gobiernos y mayorías absolutas del PP han derogado en la práctica, con la connivencia del Tribunal Constitucional, buena parte de las normas constitucionales del Título I relativas a los derechos y libertades de los ciudadanos, mediante prácticas de gobierno e inclusive leyes que las conculcaban, en un auténtico proceso deconstituyente operado desde el propio poder político. Aun así, descartémoslo, porque es una evidencia que las fuerzas que integran el actual gobierno de coalición, además de todas las que le prestan apoyo parlamentario, no solo no están vulnerando aquellas normas constitucionales, sino que por el contrario intentan aplicarlas en defensa del común ciudadano, y singularmente de los segmentos sociales más desvalidos en esta atroz situación que constituye un verdadero 'estado de necesidad'.
Pero las otras, las de la derecha, ¿están poniendo la defensa del común ciudadano frente a la pandemia del coronavirus y a la grave agresión que conlleva a sus condiciones materiales y sociales de existencia por encima de sus intereses partidistas -incluidos los espurios? ¿Muestran siquiera sensibilidad moral o humanitaria ante la desgracia y el sufrimiento de las gentes, de sus conciudadanos? ¿O utilizan y manipulan esa trágica situación social y humana, mediante un verdadero proceso 'sedicioso' -éste si- para intentar provocar el caos y derribar el gobierno que está afrontando la crisis sanitaria y social como mejor sabe y puede en un auténtico 'estado de sitio' político? La inequívoca respuesta está dándola la ruin ejecutoria -incluso 'antipatriótica', por emplear la inversa del concepto que ellos invocan a destajo en falso- de la pareja siamesa pepero-vociferante.
Intento comprender semejante conducta antipolítica y anticívica. Intento comprenderla más allá de las banales motivaciones del sectarismo partidista, de la cegata egolatría de los aspirantes a duce o führer de farsa de marionetas, de su ignara estulticia, de su abisal y pluridimensional incultura, de todas las deformidades que se hacen visibles en la epidermis de ese asombroso fenómeno. Intento atisbar las causas profundas. Busco luces más diáfanas y penetrantes que las mías propias. Y revisito a Hobsbawm, uno de mis grandes maestros. El último volumen de su magna historia política y social de la Europa moderna, el referido al siglo XX. Y me reencuentro con el pasaje que preside esta reflexión mía. Precoz e insólita diagnosis de una de las causas germinales de la gran crisis sistémica que llevamos decenios padeciendo. Precoz porque fue enunciada hace ya cerca de treinta años, allá por 1993. E insólita porque, cuando los focos del análisis se proyectaban primordialmente sobre la crisis económica y social, Hobsbawm ilumina con ellos el nivel axiológico de la realidad, el sistema de valores de la cultura cívica, social y política de los modelos de sociedad nacidos de la Revolución Francesa.
Así la crisis, más allá de sus dimensiones económica y política, es la crisis de los valores de la modernidad que habían desplazado a los del Antiguo Régimen. Las creencias, principios y postulados "racionalistas y humanistas" que los "Modernos", los Ilustrados y los revolucionarios del s. XVIII, hicieron triunfar por entonces. Principios que Hobsbawm considera "comunes al capitalismo liberal y -ojo- al comunismo", y que, en el siglo XX, "hicieron posible su decisiva alianza contra el fascismo, que los rechazaba". En otras palabras, alianza de demócratas conservadores, progresistas y revolucionarios. Alianza anti-fascista, por lo tanto. En el pasado, claro está. ¿Y en el presente? ¿Quién fue el que dijo aquello de que la historia nos da lecciones, pero son pocos los que las aprenden? ¿Las aprenderemos nosotros? ¿Las aprenderán las fuerzas que integran el gobierno en el Reino de España y las que lo invistieron? Tal vez otro día prosiga con mis reflexiones -si me soportáis, por supuesto.
Xosé Manuel Beiras miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, es el más destacado dirigente de la izquierda nacionalista gallega. Profesor de economía en la Universidad de Santiago de Compostela, ha sido uno de los políticos más sólidos, imaginativos e independientes de las izquierdas durante la Transición política en el Reino de España.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 3-5-20
martes, 4 de mayo de 2021
_- La BBC destaca lo que España ha mostrado al mundo con el coronavirus
_- La BBC británica ha dedicado en su versión en castellano un extenso reportaje a analizar el comportamiento del coronavirus en España y ha llegado a una conclusión clara a la que hace referencia en el propio titular: el ejemplo de este país muestra que el mundo necesitará nuevas cuarentenas.
En el artículo se subraya que uno de los principales desafíos científicos es descubrir qué tamaño tiene realmente la pandemia y asegura que España está haciendo “uno de los esfuerzos más robustos” para encontrar respuestas.
En este sentido, la BBC hace referencia al estudio de seroprevalencia del Ministerio, que muestra que únicamente un 5% de la población ha estado en contacto con la enfermedad.
Con esos datos, BBC Brasil ha contactado con diferentes expertos que han advertido de que las próximas oleadas de contagios y los nuevos periodos de cuarentena van a ser inevitables.
En el texto se destaca que, con un porcentaje tan pequeño de afectados, España vivió un auténtico caos en el que vio a su sistema de salud entrar en colapso, por lo que tuvo que adoptar uno de los confinamientos “más rígidos del mundo para contener la propagación del virus”.
“Teniendo en cuenta grandes poblaciones, como los casi 50 millones de habitantes en España, sin ninguna medida para contener el virus el número de infecciones aumenta mucho, y el 1% de las muertes significaría la muerte de mucha gente ”, asegura a la BBC Ana Freitas Ribeiro, del servicio de epidemiología del Instituto de Infectología Emílio Ribas, en Sao Paulo, Brasil.
El Pais.
En el artículo se subraya que uno de los principales desafíos científicos es descubrir qué tamaño tiene realmente la pandemia y asegura que España está haciendo “uno de los esfuerzos más robustos” para encontrar respuestas.
En este sentido, la BBC hace referencia al estudio de seroprevalencia del Ministerio, que muestra que únicamente un 5% de la población ha estado en contacto con la enfermedad.
Con esos datos, BBC Brasil ha contactado con diferentes expertos que han advertido de que las próximas oleadas de contagios y los nuevos periodos de cuarentena van a ser inevitables.
En el texto se destaca que, con un porcentaje tan pequeño de afectados, España vivió un auténtico caos en el que vio a su sistema de salud entrar en colapso, por lo que tuvo que adoptar uno de los confinamientos “más rígidos del mundo para contener la propagación del virus”.
“Teniendo en cuenta grandes poblaciones, como los casi 50 millones de habitantes en España, sin ninguna medida para contener el virus el número de infecciones aumenta mucho, y el 1% de las muertes significaría la muerte de mucha gente ”, asegura a la BBC Ana Freitas Ribeiro, del servicio de epidemiología del Instituto de Infectología Emílio Ribas, en Sao Paulo, Brasil.
El Pais.
lunes, 3 de mayo de 2021
8 medidas clave contra el coronavirus (el que está en el aire y no tanto en superficies)
Las medidas prioritarias
1. Las mascarillas de uso general han de ser eficaces. Es necesario identificar y retirar del mercado aquellas que no lo son y enfatizar la necesidad de un buen ajuste. Una mascarilla mal ajustada (con huecos entre el borde de la mascarilla y la cara) puede ver reducida su eficacia a la mitad. En interiores compartidos, incluidos por supuesto los lugares de trabajo, hay que llevarla siempre, independientemente de la distancia entre personas.
2. Se han de promover las actividades en el exterior. Esto implica facilitar el uso de parques y jardines y vigilar los 'falsos exteriores' como terrazas cerradas.
3. Los espacios interiores se han de ventilar con aire exterior de forma continua y suficiente, mediante ventilación natural o mecánica. Se trata de añadir agua limpia a nuestra piscina de manera continua e ir sacando agua coloreada. ¿Cuánta? La suficiente para que la piscina nunca esté muy oscura, a pesar de que el surtidor con colorante no cese.
Los criterios se han de definir claramente. Incluso la OMS ha publicado recomendaciones sobre ventilación, aunque no expliquen aún con claridad cómo se producen los contagios.
Los espacios interiores se han de ventilar con aire exterior de forma continua y suficiente, mediante ventilación natural o mecánica.
4. Se ha de medir el CO₂ en interiores para verificar si la ventilación es adecuada. El CO₂ lo emitimos junto con los aerosoles al respirar, así que es un muy buen indicador de cuánto aire usado hay en un lugar. Es la mejor solución disponible actualmente para indicar el riesgo de contagio.
5. Se ha de informar sobre eficacia y posibles riesgos de las diversas tecnologías de limpieza de aire. La tecnología preferida es el filtrado (los conocidos filtros HEPA) por eliminar eficazmente aerosoles respiratorios.
6. Se ha de prestar especial atención a los centros educativos. Son espacios con las características que propician los eventos de supercontagio: muchas personas, muchas horas diarias y ventilación en ocasiones deficiente.
Los centros educativos son espacios con las características que propician los eventos de supercontagio.
7. Se han de desarrollar y aplicar criterios, procedimientos y normativas claros y eficaces en la reducción del riesgo de contagio. El primero puede ser un límite de 700-800 ppm de CO₂ en interiores compartidos (hasta 1000 ppm si hay filtración suficiente).
8. La información de calidad es la mejor defensa. Se necesitan mensajes claros sobre cómo se transmite el virus y cómo protegernos. Es imprescindible que la población comprenda la lógica de las normas para adoptar el comportamiento idóneo en cada situación.
No es difícil. Hagámoslo.
*Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Puedes leer la versión original y ver los vínculos a los estudios científicos aquí.
María Cruz Minguillón es científica titular en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-56902021
1. Las mascarillas de uso general han de ser eficaces. Es necesario identificar y retirar del mercado aquellas que no lo son y enfatizar la necesidad de un buen ajuste. Una mascarilla mal ajustada (con huecos entre el borde de la mascarilla y la cara) puede ver reducida su eficacia a la mitad. En interiores compartidos, incluidos por supuesto los lugares de trabajo, hay que llevarla siempre, independientemente de la distancia entre personas.
2. Se han de promover las actividades en el exterior. Esto implica facilitar el uso de parques y jardines y vigilar los 'falsos exteriores' como terrazas cerradas.
3. Los espacios interiores se han de ventilar con aire exterior de forma continua y suficiente, mediante ventilación natural o mecánica. Se trata de añadir agua limpia a nuestra piscina de manera continua e ir sacando agua coloreada. ¿Cuánta? La suficiente para que la piscina nunca esté muy oscura, a pesar de que el surtidor con colorante no cese.
Los criterios se han de definir claramente. Incluso la OMS ha publicado recomendaciones sobre ventilación, aunque no expliquen aún con claridad cómo se producen los contagios.
Los espacios interiores se han de ventilar con aire exterior de forma continua y suficiente, mediante ventilación natural o mecánica.
4. Se ha de medir el CO₂ en interiores para verificar si la ventilación es adecuada. El CO₂ lo emitimos junto con los aerosoles al respirar, así que es un muy buen indicador de cuánto aire usado hay en un lugar. Es la mejor solución disponible actualmente para indicar el riesgo de contagio.
5. Se ha de informar sobre eficacia y posibles riesgos de las diversas tecnologías de limpieza de aire. La tecnología preferida es el filtrado (los conocidos filtros HEPA) por eliminar eficazmente aerosoles respiratorios.
6. Se ha de prestar especial atención a los centros educativos. Son espacios con las características que propician los eventos de supercontagio: muchas personas, muchas horas diarias y ventilación en ocasiones deficiente.
Los centros educativos son espacios con las características que propician los eventos de supercontagio.
7. Se han de desarrollar y aplicar criterios, procedimientos y normativas claros y eficaces en la reducción del riesgo de contagio. El primero puede ser un límite de 700-800 ppm de CO₂ en interiores compartidos (hasta 1000 ppm si hay filtración suficiente).
8. La información de calidad es la mejor defensa. Se necesitan mensajes claros sobre cómo se transmite el virus y cómo protegernos. Es imprescindible que la población comprenda la lógica de las normas para adoptar el comportamiento idóneo en cada situación.
No es difícil. Hagámoslo.
*Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Puedes leer la versión original y ver los vínculos a los estudios científicos aquí.
María Cruz Minguillón es científica titular en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-56902021
domingo, 2 de mayo de 2021
_- Cuento en tres rapsodias titulado: Isaac y su hija Esther.
_- Cuento en tres rapsodias titulado: Isaac y su hija Esther.
Primera
Por si fueran pocas sus preocupaciones económicas, Isaac, sefardita más pobre que las ratas, recibe por boca de su hija Esther la noticia de que quería casarse. Esther, que era la razón de su existencia, además de amantisima hija dotada de todas las cualidades que hombre alguno pudiera desear: inteligencia, salud, belleza, donaire...
De todo, menos de dote, de lo cual se avergonzaba.
Isaac le dice a Esther:
hija, tú vas a celebrar muy buena boda y quedarás muy bien con tu marido y con su familia, ya sabes que soy muy amigo del riquísimo Efraín, y no me negará un préstamo para esta ocasión.
Y se fueron padre e hija a ver a Efraín y exponerle su petición.
Efraín codicioso y desconfiado, le dice a Isaac: no puedo prestar el dinero que necesitas porque ¿cómo vas a devolverlo si no tienes nada?
Isaac, al ver la postura de Efraín, se vuelve con su hija a casa derrotado.
Al día siguiente le dice a Esther: hija, tendrás muy buena boda, vamos a casa de Efraín de nuevo. Llegados allí, Isaac le dice:
Mira Efrain, comprendo lo que me has dicho, no tengo nada que objetar.
Pero verás:
Mañana vienen a cenar a casa el futuro marido de Esther acompañado de sus padres y me gustaría que me dejaras para la cena el cucharón de plata que tienes y te lo devuelvo enseguida.
Hombre, eso sí, con mucho gusto, pero no lo estropees y me lo devuelves pronto ¿eh?
Continuación Rapsodia segunda
... Les da el cucharón, y padre e hija se fueron corriendo a un platero.
Le encargaron que hiciera un cucharoncito chiquitín, igual al grande.
Por la noche hicieron la cena, con el cucharón de protagonista, quedaron muy bien, y al día siguiente volvieron a casa de Efraín a devolver el cucharón y el cucharóncito que habían encargado. Efraín les dice ¿esto qué es?
Isaac le contesta: pues mira, ayer por la noche después de cenar dejamos el cucharón en el aparador y esta mañana cuando nos hemos despertado al ir a cogerlo apareció este otro pequeñito al lado.
Suponemos que es un hijito que ha tenido durante la noche, y por tanto creemos que es tuyo y por eso te lo damos. Efraín les dice: sí sí, es mío.
Todos los hijos de mis cucharones son míos.
¡Qué bien, gracias!
Pasaron dos días más y Esther e Isaac vuelven a casa de Efraín con nuevas peticiones:
Mañana vendrán a cenar a casa toda la familia del marido de Esther.
¿Nos prestarías esos dos candelabros de plata para adornar la mesa?
Claro, claro, dijo Efraín.
Tomad los dos candelabros...
Isaac y Esther fueron de nuevo al platero que les hizo dos candelabritos iguales pero muy chiquitines para mí
Misma historia que la anterior, y al día siguiente devuelven los dos candelabros a Efraín junto con los dos candelabritos, con la misma explicación y misma respuesta: ¡Los hijos de mis candelabros son míos!
Días más tarde, vuelta de padre e hija a ver a Efraín, y le dicen: mañana se casa Esther y te agradeceríamos nos prestarás toda tu vajilla de plata, fuentes, soperas y demás bandejas, y así quedaremos muy bien con todos los invitados a la boda. Efraín les dice: naturalmente, llevaros todo, pero acuérdate de traerme los hijitos que nazcan porque ya sabes que son míos...
Salen padre e hija corriendo a vender toda la vajilla, cubertería fuentes, soperas, candelabros y demás cosas de plata que les dio Efraín, y con el importe de la venta encargaron la mejor boda que pudiera darse.
Los novios felices, los invitados felices, Isaac feliz.
Y pasaron unos días...
Rapsodia tercera
(Amaia o conclusión)
... y pasan unos días...
Efraín, impaciente por no tener noticias de Isaac y de su vajilla y de sus hijitos decide ir a casa de Isaac, y le dije indignado: ¡No me has devuelto la vajilla y las demás cosas que te presté, ni los hijitos ni nada...!
Isaac que se esperaba esto le dice con cara compungida:
Ah, Efraín, verás: es que no te los puedo devolver porque se han muerto.
Efraín, ante tal respuesta, parpadea, traga saliva, digiere y monta en cólera: ¡cómo que se han muerto! ¿tú te crees que me voy a tragar eso?
Las vajillas no pueden morirse, ladrón, estafador, engañador... ahora mismo vamos a ir al Rabino, que te obligará a devolverme todo lo que te presté y además te dará castigo.
Y fueron al rabino, que escuchó atentamente a las dos partes con el mayor interés, medita, y resuelve: Si el cucharón tiene hijitos, las vajillas se mueren..."
Primera
Por si fueran pocas sus preocupaciones económicas, Isaac, sefardita más pobre que las ratas, recibe por boca de su hija Esther la noticia de que quería casarse. Esther, que era la razón de su existencia, además de amantisima hija dotada de todas las cualidades que hombre alguno pudiera desear: inteligencia, salud, belleza, donaire...
De todo, menos de dote, de lo cual se avergonzaba.
Isaac le dice a Esther:
hija, tú vas a celebrar muy buena boda y quedarás muy bien con tu marido y con su familia, ya sabes que soy muy amigo del riquísimo Efraín, y no me negará un préstamo para esta ocasión.
Y se fueron padre e hija a ver a Efraín y exponerle su petición.
Efraín codicioso y desconfiado, le dice a Isaac: no puedo prestar el dinero que necesitas porque ¿cómo vas a devolverlo si no tienes nada?
Isaac, al ver la postura de Efraín, se vuelve con su hija a casa derrotado.
Al día siguiente le dice a Esther: hija, tendrás muy buena boda, vamos a casa de Efraín de nuevo. Llegados allí, Isaac le dice:
Mira Efrain, comprendo lo que me has dicho, no tengo nada que objetar.
Pero verás:
Mañana vienen a cenar a casa el futuro marido de Esther acompañado de sus padres y me gustaría que me dejaras para la cena el cucharón de plata que tienes y te lo devuelvo enseguida.
Hombre, eso sí, con mucho gusto, pero no lo estropees y me lo devuelves pronto ¿eh?
Continuación Rapsodia segunda
... Les da el cucharón, y padre e hija se fueron corriendo a un platero.
Le encargaron que hiciera un cucharoncito chiquitín, igual al grande.
Por la noche hicieron la cena, con el cucharón de protagonista, quedaron muy bien, y al día siguiente volvieron a casa de Efraín a devolver el cucharón y el cucharóncito que habían encargado. Efraín les dice ¿esto qué es?
Isaac le contesta: pues mira, ayer por la noche después de cenar dejamos el cucharón en el aparador y esta mañana cuando nos hemos despertado al ir a cogerlo apareció este otro pequeñito al lado.
Suponemos que es un hijito que ha tenido durante la noche, y por tanto creemos que es tuyo y por eso te lo damos. Efraín les dice: sí sí, es mío.
Todos los hijos de mis cucharones son míos.
¡Qué bien, gracias!
Pasaron dos días más y Esther e Isaac vuelven a casa de Efraín con nuevas peticiones:
Mañana vendrán a cenar a casa toda la familia del marido de Esther.
¿Nos prestarías esos dos candelabros de plata para adornar la mesa?
Claro, claro, dijo Efraín.
Tomad los dos candelabros...
Isaac y Esther fueron de nuevo al platero que les hizo dos candelabritos iguales pero muy chiquitines para mí
Misma historia que la anterior, y al día siguiente devuelven los dos candelabros a Efraín junto con los dos candelabritos, con la misma explicación y misma respuesta: ¡Los hijos de mis candelabros son míos!
Días más tarde, vuelta de padre e hija a ver a Efraín, y le dicen: mañana se casa Esther y te agradeceríamos nos prestarás toda tu vajilla de plata, fuentes, soperas y demás bandejas, y así quedaremos muy bien con todos los invitados a la boda. Efraín les dice: naturalmente, llevaros todo, pero acuérdate de traerme los hijitos que nazcan porque ya sabes que son míos...
Salen padre e hija corriendo a vender toda la vajilla, cubertería fuentes, soperas, candelabros y demás cosas de plata que les dio Efraín, y con el importe de la venta encargaron la mejor boda que pudiera darse.
Los novios felices, los invitados felices, Isaac feliz.
Y pasaron unos días...
Rapsodia tercera
(Amaia o conclusión)
... y pasan unos días...
Efraín, impaciente por no tener noticias de Isaac y de su vajilla y de sus hijitos decide ir a casa de Isaac, y le dije indignado: ¡No me has devuelto la vajilla y las demás cosas que te presté, ni los hijitos ni nada...!
Isaac que se esperaba esto le dice con cara compungida:
Ah, Efraín, verás: es que no te los puedo devolver porque se han muerto.
Efraín, ante tal respuesta, parpadea, traga saliva, digiere y monta en cólera: ¡cómo que se han muerto! ¿tú te crees que me voy a tragar eso?
Las vajillas no pueden morirse, ladrón, estafador, engañador... ahora mismo vamos a ir al Rabino, que te obligará a devolverme todo lo que te presté y además te dará castigo.
Y fueron al rabino, que escuchó atentamente a las dos partes con el mayor interés, medita, y resuelve: Si el cucharón tiene hijitos, las vajillas se mueren..."
sábado, 1 de mayo de 2021
_- Hoy es 1 de mayo.
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