_- P(A|B) = (P(B|A)P(A))/P(B)
De acuerdo, no es la manera más común ni, por supuesto, la más clara de empezar un artículo pero resulta que es de eso que vamos a hablar, algo que, como dice el título, tiene que ver con conocimiento y con milagros.
Se trata del teorema de Bayes y, aunque muchos de nosotros no hemos oído hablar de él, las estadísticas bayesianas han permeado todo, desde la física -con interpretaciones bayesianas de la mecánica cuántica y defensas bayesianas de las teorías de cuerdas y multiverso- hasta la investigación del cáncer y el covid, pasando por la ecología, la filosofía, la neurología, la psicología, además de la informática.
Hay hasta científicos cognitivos que han conjeturado que nuestros cerebros incorporan algoritmos bayesianos al percibir, deliberar y decidir, y fanáticos del teorema que señalan que si adoptáramos el razonamiento bayesiano consciente (más allá del procesamiento bayesiano inconsciente que supuestamente emplea nuestro cerebro), el mundo sería mejor.
Ante todo eso, vale la pena saber un poco sobre esa fórmula con la que empezamos y su autor.
"Thomas Bayes fue un ministro presbiteriano en el siglo XVIII", empezó contándole a la BBC Sharon Bertsch McGrayne, autora del libro "La teoría que nunca murió".
De Bayes no hay retratos, pero tenemos su firma.
"Fue parte de una generación que no pudo asistir a la universidad en Oxford o Cambridge, las principales universidades inglesas en ese momento, porque no era la Iglesia de Inglaterra.
"Esto fue una suerte para Bayes porque se fue al norte a Escocia, que era presbiteriana y tenía una universidad mucho mejor en Edimburgo en ese momento, y allí estudió teología, como su padre, y matemáticas, que era su verdadero interés, y se convirtió en un matemático aficionado".
Bayes logró mezclar sus dos intereses, escribió al menos un libro sobre matemáticas y pasó gran parte de su tiempo estudiando las obras de otros matemáticos y teólogos.
Así, comenzó a desarrollar una idea.
La idea
"Fue durante una gran controversia religiosa de si se podía usar la evidencia del mundo natural para demostrar que Dios existe".
Uno de los que participó en el debate fue el filósofo David Hume quien publicó, en 1748, el hasta hoy influyente libro "Investigación sobre el entendimiento humano", cuestionando, entre otras cosas, la existencia de milagros.
Según Hume, la probabilidad de que las personas afirmaran incorrectamente que habían visto la resurrección de Jesús superaba con creces la probabilidad de que el evento hubiera ocurrido en primer lugar.
"Un milagro es una violación de las leyes de la naturaleza; y como una experiencia firme e inalterable ha establecido estas leyes, la prueba contra un milagro, por la naturaleza misma del hecho, es tan completa como se pueda imaginar que cualquier argumento basado en la experiencia lo sea", escribió el filósofo.
Esto no le cayó bien al reverendo y, queriendo demostrar que Hume estaba equivocado, empezó a tratar de cuantificar la probabilidad de un evento imaginándose situaciones como la siguiente:
Imagínate que estás en una habitación y a tus espaldas está una mesa.
Alguien lanza una pelota que aterriza en esa mesa pero, sin mirar, no tienes forma de saber dónde.
Entonces, le pides a esa persona que lance otra pelota y te diga si cayó a la derecha o a la izquierda de la primera. Si aterrizó hacia la derecha es más probable que la primera esté en el lado izquierdo de la mesa, pues supones que hay más espacio a ese lado para que caiga la segunda bola.
Con cada nueva pelota que se lance, puedes actualizar tu conjetura e ir precisando la ubicación de la original.
De manera similar, pensó Bayes, los diversos testimonios de la resurrección de Cristo indicaban que el evento no podía descartarse de la forma en que Hume afirmó.
"Se le ocurrió un teorema de una línea realmente simple que sirve para trabajar con datos incompletos y dijo que está bien comenzar con una idea a medias sobre una situación, siempre y cuando modifiques implacablemente tus ideas iniciales cada vez que aparezca nueva información", señaló McGrayne.
"Nos dio un razonamiento matemático para situaciones altamente inciertas".
El rechazo
Bayes no publicó su teorema pero un amigo suyo, Richard Price, un matemático aficionado, lo desarrolló y, en 1767, publicó "Sobre la importancia del cristianismo, sus evidencias y las objeciones que se le han hecho", en el que usó las ideas de Bayes para desafiar el argumento de Hume.
"El punto probabilístico básico" de Price, dice el historiador y estadístico Stephen Stigler en su artículo "El verdadero título del ensayo de Bayer", "fue que Hume subestimó el impacto de que hubiera varios testigos independientes de un milagro, y que los resultados de Bayes mostraron cómo la multiplicación de incluso evidencia falible podría abrumar la gran improbabilidad de un evento y establecerlo como un hecho".
Quizás ni siquiera así Price logró probar la existencia de los milagros, pero sí sacó a la luz pública algo que de otra forma se habría quedado oculto entre los papeles del para entonces ya difunto Bayes.
No obstante, el teorema cayó en la oscuridad hasta que el ilustre matemático francés Pierre Simon Laplace formalizó la visión de Bayes y mostró claramente cómo se podía aplicar a principios del siglo XIX.
Pierre-Simon Laplace (Beaumont-en-Auge, 1749-París, 1827), marqués de Laplace, matemático y astrónomo francés, fue quien le dio prominencia al trabajo de Bayes.
A partir de entonces, entró y pasó de moda, se aplicó en una ciencia tras otra sólo para luego ser condenado por ser vago, subjetivo o poco científico, y se convirtió en la manzana de la discordia entre campos rivales de matemáticos antes de disfrutar de un renacimiento en los últimos años.
¿Por qué?
Recuerda que el enfoque bayesiano dice que puedes comenzar con una estimación subjetiva de una probabilidad, cualquier probabilidad, independientemente de si hay algún dato.
¿Cuán probable es que Dios exista? ¿Mutará el nuevo coronavirus para inutilizar las vacunas? ¿Cuál es la posibilidad de una guerra nuclear antes del 1 de enero de 2030?
Habiendo comenzado con lo que es poco más que una suposición, usamos la regla de Bayes para revisar nuestra opinión a medida que llegan nuevos datos.
John Stuart Mill, el filósofo y economista político británico del siglo XIX, lo llamó "la ignorancia acuñada en la ciencia".
Durante mucho tiempo, el enfoque bayesiano fue tabú en las estadísticas convencionales, pero no murió, y a lo largo de las décadas personas inteligentes encontraron formas inteligentes de aplicarlo.
Enigma
Un caso sorprendente es que el teorema de Bayes fue utilizado por Alan Turing mientras trabajaba con su equipo descifrando el código Enigma utilizado por los submarinos alemanes o los U-Boot durante la Segunda Guerra Mundial.
El teorema de Bayes le sirvió a Turing para salvar a millones de personas.
"En ese momento, los submarinos salían de Francia y recibían órdenes de radio de dónde ir y qué hacer, y esas órdenes eran un lenguaje codificado llamado Enigma. Y la Armada alemana lo había hecho tan complicado que nadie en Reino Unido ni en Alemania pensó que los británicos podrían descifrarlo", recuerda McGrayne.
Pero Turing estaba decidido a hacerlo, aprovechando cuanto pudieran.
"Conocían la organización general de una oración alemana. Se dieron cuenta de que usaban la palabra eins (1 en alemán) en casi todos los mensajes, así que allí tenían tres letras. Esa fue una pista. Así siguieron agregando datos una y otra y otra vez".
Turing y sus colegas crearon un sistema bayesiano para adivinar un tramo de letras en un mensaje Enigma, medir su creencia en la validez de estas conjeturas utilizando métodos bayesianos para evaluar las probabilidades y agregar más pistas a medida que llegaban.
"Eventualmente pudieron leer los mensajes".
Cuando los hechos cambian...
Así, fue utilizado por muchas otras personas y una vez que llegaron las computadoras, sencillamente explotó.
Para darte una idea de cómo funciona, responde esta pregunta: Si obtienes un resultado positivo en una prueba de covid que solo da un falso positivo una vez de cada 1.000, ¿cuál es la probabilidad de que realmente tengas coronavirus?
¿Pensaste que el 99,9%?... La respuesta correcta es que no tienes suficiente información para saberlo.
Es ahí cuando entra en juego el teorema de Bayes. Su notación matemática, esa que está al principio del artículo, parece complicada. Pero es más fácil de entender con un ejemplo que decifrando el significado de todos esos símbolos.
Imagínate que te sometes a una prueba para detectar una enfermedad. La prueba es increíblemente precisa: si la persona tiene la enfermedad, lo dirá correctamente el 99% de las veces; si no, también. Pero la enfermedad en cuestión es muy rara; sólo una persona de cada 10.000 la tiene. Esto se conoce como su "probabilidad previa": la tasa de fondo en la población.
Así que ahora imagina que le hacen la prueba a 1'000.000 de personas. Hay 100 personas que tienen la enfermedad: la prueba identifica correctamente a 99 de ellas. Y hay 999.900 personas que no la tienen: la prueba identifica correctamente a 989,901 de ellas.
Pero eso significa que la prueba, a pesar de dar la respuesta correcta en el 99% de los casos, le ha dicho a 9.999 personas que tienen la enfermedad, cuando en realidad no es así.
Entonces, si obtienes un resultado positivo, en este caso, tu probabilidad de tener la enfermedad es de 99 en 10.098, o poco menos del 1%. Sin el enfoque bayensiano se asustaría a muchas personas y se las enviaría a procedimientos médicos intrusivos y potencialmente peligrosos por un diagnóstico erróneo.
Sin conocer la probabilidad previa, no se sabe cuán probable es que un resultado sea falso o verdadero.
"Según Bill Gates, la base del éxito de Microsoft fue el uso de Bayes", cuenta McGrayne.
Este no es un problema hipotético.
En medicina, por ejemplo, una revisión de casos realizada en 2016 encontró que el 60% de las mujeres que se hicieron mamografías anuales durante 10 años tuvieron al menos un falso positivo. En los tribunales de justicia, una falla conocida como la "falacia del fiscal", que puede condenar a inocentes, también depende del teorema.
Y eso es sólo la punta del iceberg. Los investigadores utilizan la estadística bayesiana para abordar problemas de formidable complejidad.
El razonamiento bayesiano combinado con la potencia informática avanzada ha revolucionado la búsqueda de planetas que orbitan estrellas distantes; las estadísticas bayesianas contribuyeron a la reducción de la edad del Universo, que a fines de la década de 1990 se calculaba entre 8.000 a 15.000 millones de años y ahora se ha concluido con cierta confianza que es de 13.800 millones de años.
"Hoy en día se utiliza en la genética, para detectar diferencias sutiles en el ADN y las proteínas, así como para proteger la vida silvestre, hacer estudios cerebrales, traducir idiomas extranjeros...", enumera la autora de "La teoría que nunca murió".
"Se ha incrustado en la informática, el aprendizaje automático, la inteligencia artificial.
"Puede que no sea exactamente como lo hizo Bayes, pero se ha modernizado y es increíblemente útil... está en todas partes", señaló McGrayne en conversación con la BBC y concluyó con una cita que se le han atribuido a los economistas John Maynard Keynes y Paul Samuelson, así como al premier británico Winston Churchill y otros, para resumir la esencia del teorema de Bayes:
"Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?".
https://www.bbc.com/mundo/noticias-59060022
lunes, 13 de diciembre de 2021
domingo, 12 de diciembre de 2021
EDUCACIÓN Becky Francis: “Es un error pensar que las escuelas deben asumir el papel de los servicios sociales”
La directora ejecutiva de la fundación británica Education Endowment Foundation, que persigue que los alumnos vulnerables alcancen la excelencia académica, considera que todas las escuelas deben usar metodologías basadas en evidencias
Becky Francis, nacida en Keynsham (Inglaterra), ha dedicado su carrera a la investigación sobre el impacto de la desigualdad socioeconómica en el rendimiento de los estudiantes. A sus 52 años, es la directora ejecutiva de la prestigiosa fundación británica Education Endowment Foundation (EEF) y es asesora del llamado comité selecto de educación de la Cámara de los Comunes desde 2015. Su obsesión es conseguir que la totalidad de las escuelas públicas británicas (allí, solo el 7% de los alumnos van a la privada) basen su método de trabajo en prácticas diseñadas a partir de evidencias. Reconoce que algunas inercias muy extendidas y que han levantado ampollas en el debate público, como los deberes, no han presentado mejoras “considerables” en el rendimiento en el caso de primaria.
Su organización ha analizado más de 2.500 estudios realizados en diferentes países sobre metodologías educativas y ha conducido más de 200 investigaciones en la mitad de los colegios e institutos de Inglaterra (unos 16.000) en los últimos diez años. Con todas las evidencias extraídas, la EEF ha lanzado una herramienta telemática llamada Teaching and learning toolkit (también, en español) en la que se muestra la valoración de diferentes prácticas educativas en función de su eficacia y su coste, como por ejemplo la agrupación del alumnado por niveles de rendimiento dentro del aula o el aprendizaje colaborativo.
Francis participó la semana pasada en un taller con docentes de primaria, secundaria y universidad en CaixaForum Madrid sobre el uso de las evidencias educativas como elemento clave para la transformación, donde respondió a las preguntas de este periódico.
Pregunta. De todas las evidencias que han encontrado, hay una que está especialmente relacionada con la pérdida de aprendizaje causada por la covid-19. Nos podría contar detalles de la llamada metodología de la metacognición y autorregulación.
Respuesta. Es una práctica muy interesante que permite al alumnado lograr un progreso de siete meses adicionales de media. Consiste en ayudarle a reflexionar sobre su propio aprendizaje enseñándole estrategias para planificar, supervisar y evaluar sus métodos de estudio. Las evidencias señalan que así se favorece la disciplina y se crean hábitos de estudio, sobre todo cuando se inicia en edades tempranas, ya que afecta a la autorregulación. También se ha visto que es más eficaz con los estudiantes de mayor edad y que mejora la comprensión de asignaturas que requieren un nivel alto de abstracción como las matemáticas o la física.
P. En cambio, los deberes, que han sido objeto de desencuentro entre familias y centros educativos durante años, no parecen tener efectos directos sobre el rendimiento en la etapa de primaria.
R. No solo nos centramos en demostrar cosas que funcionan, también desmontamos las que no. A veces se crean tendencias en educación que no cuentan con una base sólida. De los resultados de nuestras investigaciones no se puede deducir que los deberes en primaria por sí mismos puedan incidir en la mejora del rendimiento. No está claro si esta estrategia pedagógica tiene algo que ver con el éxito académico. Los datos respaldan más su utilidad en secundaria, pero hay muchas menos evidencias sobre beneficios en la enseñanza primaria. Además, los beneficios son moderados si se piden deberes de forma sistemática. No se trata de mandarles mucha tarea, sino de ser consciente del perfil del alumno, de qué funciona mejor con él. Hay que plantearse, por ejemplo, si tiene más sentido encargarle ejercicios más repetitivos o más creativos.
P. ¿Qué significa que hay evidencias detrás de una metodología?
R. Nos centramos en verter luz sobre cuáles son las mejores prácticas en el aula y cuál es la mejor forma en la que las escuelas deben gastar su presupuesto. La misión de EEF es reducir la brecha entre los estudiantes de entornos socioeconómicos más deprimidos y los que disponen de más recursos en relación a sus resultados académicos. Para ello nos centramos en la investigación, qué dicen las evidencias, qué es efectivo. Es un enfoque bastante nuevo porque otras investigaciones no se han centrado en examinar la pedagogía dentro del aula.
P. A la hora de evaluar la evolución de los estudiantes, ¿toman como referencia sus notas de los exámenes?
R. Hacemos un seguimiento de su progreso y nuestra referencia son los resultados de las pruebas estandarizadas nacionales, ese es el indicador. Hemos trabajado con la mitad de las escuelas de Inglaterra, unos 16.000 centros de primaria y secundaria han participado en las investigaciones, cerca de 1,7 millones de personas en los últimos 10 años. Hemos conducido cerca de 200 estudios en el Reino Unido con la colaboración de algunas universidades que nos han ayudado con las evaluaciones. No hay ningún precedente similar en el país. Además, hemos cruzado nuestros resultados con los datos de otros 2.500 experimentos y metanálisis internacionales.
P. ¿Cómo trabajan a pie de aula con las escuelas?
R. Tenemos 40 researcher schools, que son centros educativos que actúan como una especie de laboratorios de investigación. No tienen ningún rasgo distintivo, solo una comunidad de docentes comprometidos con la innovación educativa. Ellos nos trasladan sus inquietudes, sus necesidades pedagógicas y son centros de referencia para los docentes que salen de la universidad y están en el periodo de prácticas. Creemos que es fundamental que las nuevas hornadas de profesores inicien su carrera basando sus métodos en evidencias. Además, tenemos un equipo de profesores e investigadores que pueden asesorar a cualquier centro sobre cómo poner en práctica las evidencias del toolkit en clase, con ejemplos prácticos. El 70% de los líderes escolares de Inglaterra aseguran que ya consultan nuestra web para guiar sus clases. Tenemos que prestigiar la carrera docente como sucede con la medicina o el derecho y eso se consigue con evidencias.
P. Lleva años asesorando al Gobierno británico sobre temas educativos. ¿Está resultando complicado que basen sus políticas en esas evidencias?
R. No somos tan naíf como para pensar que podemos escapar de las líneas ideológicas de cada partido, pero en el Reino Unido podemos presumir de que el Gobierno sí está comprometido con las evidencias a la hora de dirigir sus políticas. Por poner un ejemplo, el programa nacional de refuerzo escolar aprobado tras la pandemia tiene como esencia nuestras recomendaciones. Lo mismo sucede con un nuevo plan para el desarrollo del lenguaje en edades tempranas en niños en situación de vulnerabilidad, que se han visto especialmente perjudicados por el confinamiento.
P. ¿Excelencia es compatible con equidad?
R. El reto es conseguir que cada una de las escuelas públicas sea excelente. Las familias de clase media siempre tienen los recursos económicos suficientes para encontrar la forma de entrar en las consideradas mejores escuelas, incluso si consideran mejor opción una privada, tienen capital para ello. Eso disolvería la desigualdad en el acceso. El modelo británico no es elitista, de hecho las llamadas grammar schools, que son las que seleccionan al alumnado en función de sus habilidades cuando tienen 11 años, son una minoría, empezaron a desaparecer en los setenta. La mayoría de centros siguen un modelo comprehensivo ―aquel que no divide a los niños en función de sus capacidades y del recorrido académico que encaja con cada uno― hasta los 16 años, igual que hacen los países escandinavos o Canadá. Ese modelo es el que generaba una sociedad de clases, pero ya no estamos en eso.
P. Su programa tiene demasiado en cuenta las notas y está demostrado que los alumnos de familias con menos recursos pueden tener más dificultades para obtener buenos resultados.
R. Las notas son uno de los mayores predictores del éxito a lo largo de la vida, especialmente en el ámbito laboral. Por eso centramos nuestro estudio en qué metodologías impactan más en el rendimiento académico. Tiene una importancia crucial. No creo que debamos tener la expectativa de que las escuelas asuman el papel de los servicios sociales. Los Gobiernos tienen que poner el foco de las políticas para compensar las desigualdades en otras áreas, como la compensación a través de los impuestos u otros programas sociales. La sociedad tiene que funcionar con el principio de que los estudiantes van a tener las condiciones necesarias para poder seguir sus estudios con normalidad. Las familias que no pueden hacerlo son una minoría frente a la mayoría de familias de clase trabajadora.
P. ¿Cree que los contenidos son más importantes que las competencias?
R. Este dualismo se ha exagerado en el debate público. El aprendizaje basado en conocimientos siempre tiene que estar ahí, sabemos que es necesario para progresar a cualquier nivel. Incluso para un minijob (en español, empleo precario). Para trabajar en una tienda, el cálculo y la comprensión lectora son fundamentales, sea cual sea tu camino. Igualmente, si quieres continuar los estudios y acudir a la Universidad, las notas en tu disciplina son muy importantes. Sobre las competencias, un buen profesor tiene la capacidad necesaria para poner en práctica entre sus alumnos el trabajo en equipo, el liderazgo o la resiliencia. No subestimemos el valor de los contenidos.
https://elpais.com/educacion/2021-12-11/becky-francis-es-un-error-pensar-que-las-escuelas-deben-asumir-el-papel-de-los-servicios-sociales.html
Becky Francis, nacida en Keynsham (Inglaterra), ha dedicado su carrera a la investigación sobre el impacto de la desigualdad socioeconómica en el rendimiento de los estudiantes. A sus 52 años, es la directora ejecutiva de la prestigiosa fundación británica Education Endowment Foundation (EEF) y es asesora del llamado comité selecto de educación de la Cámara de los Comunes desde 2015. Su obsesión es conseguir que la totalidad de las escuelas públicas británicas (allí, solo el 7% de los alumnos van a la privada) basen su método de trabajo en prácticas diseñadas a partir de evidencias. Reconoce que algunas inercias muy extendidas y que han levantado ampollas en el debate público, como los deberes, no han presentado mejoras “considerables” en el rendimiento en el caso de primaria.
Su organización ha analizado más de 2.500 estudios realizados en diferentes países sobre metodologías educativas y ha conducido más de 200 investigaciones en la mitad de los colegios e institutos de Inglaterra (unos 16.000) en los últimos diez años. Con todas las evidencias extraídas, la EEF ha lanzado una herramienta telemática llamada Teaching and learning toolkit (también, en español) en la que se muestra la valoración de diferentes prácticas educativas en función de su eficacia y su coste, como por ejemplo la agrupación del alumnado por niveles de rendimiento dentro del aula o el aprendizaje colaborativo.
Francis participó la semana pasada en un taller con docentes de primaria, secundaria y universidad en CaixaForum Madrid sobre el uso de las evidencias educativas como elemento clave para la transformación, donde respondió a las preguntas de este periódico.
Pregunta. De todas las evidencias que han encontrado, hay una que está especialmente relacionada con la pérdida de aprendizaje causada por la covid-19. Nos podría contar detalles de la llamada metodología de la metacognición y autorregulación.
Respuesta. Es una práctica muy interesante que permite al alumnado lograr un progreso de siete meses adicionales de media. Consiste en ayudarle a reflexionar sobre su propio aprendizaje enseñándole estrategias para planificar, supervisar y evaluar sus métodos de estudio. Las evidencias señalan que así se favorece la disciplina y se crean hábitos de estudio, sobre todo cuando se inicia en edades tempranas, ya que afecta a la autorregulación. También se ha visto que es más eficaz con los estudiantes de mayor edad y que mejora la comprensión de asignaturas que requieren un nivel alto de abstracción como las matemáticas o la física.
P. En cambio, los deberes, que han sido objeto de desencuentro entre familias y centros educativos durante años, no parecen tener efectos directos sobre el rendimiento en la etapa de primaria.
R. No solo nos centramos en demostrar cosas que funcionan, también desmontamos las que no. A veces se crean tendencias en educación que no cuentan con una base sólida. De los resultados de nuestras investigaciones no se puede deducir que los deberes en primaria por sí mismos puedan incidir en la mejora del rendimiento. No está claro si esta estrategia pedagógica tiene algo que ver con el éxito académico. Los datos respaldan más su utilidad en secundaria, pero hay muchas menos evidencias sobre beneficios en la enseñanza primaria. Además, los beneficios son moderados si se piden deberes de forma sistemática. No se trata de mandarles mucha tarea, sino de ser consciente del perfil del alumno, de qué funciona mejor con él. Hay que plantearse, por ejemplo, si tiene más sentido encargarle ejercicios más repetitivos o más creativos.
P. ¿Qué significa que hay evidencias detrás de una metodología?
R. Nos centramos en verter luz sobre cuáles son las mejores prácticas en el aula y cuál es la mejor forma en la que las escuelas deben gastar su presupuesto. La misión de EEF es reducir la brecha entre los estudiantes de entornos socioeconómicos más deprimidos y los que disponen de más recursos en relación a sus resultados académicos. Para ello nos centramos en la investigación, qué dicen las evidencias, qué es efectivo. Es un enfoque bastante nuevo porque otras investigaciones no se han centrado en examinar la pedagogía dentro del aula.
P. A la hora de evaluar la evolución de los estudiantes, ¿toman como referencia sus notas de los exámenes?
R. Hacemos un seguimiento de su progreso y nuestra referencia son los resultados de las pruebas estandarizadas nacionales, ese es el indicador. Hemos trabajado con la mitad de las escuelas de Inglaterra, unos 16.000 centros de primaria y secundaria han participado en las investigaciones, cerca de 1,7 millones de personas en los últimos 10 años. Hemos conducido cerca de 200 estudios en el Reino Unido con la colaboración de algunas universidades que nos han ayudado con las evaluaciones. No hay ningún precedente similar en el país. Además, hemos cruzado nuestros resultados con los datos de otros 2.500 experimentos y metanálisis internacionales.
P. ¿Cómo trabajan a pie de aula con las escuelas?
R. Tenemos 40 researcher schools, que son centros educativos que actúan como una especie de laboratorios de investigación. No tienen ningún rasgo distintivo, solo una comunidad de docentes comprometidos con la innovación educativa. Ellos nos trasladan sus inquietudes, sus necesidades pedagógicas y son centros de referencia para los docentes que salen de la universidad y están en el periodo de prácticas. Creemos que es fundamental que las nuevas hornadas de profesores inicien su carrera basando sus métodos en evidencias. Además, tenemos un equipo de profesores e investigadores que pueden asesorar a cualquier centro sobre cómo poner en práctica las evidencias del toolkit en clase, con ejemplos prácticos. El 70% de los líderes escolares de Inglaterra aseguran que ya consultan nuestra web para guiar sus clases. Tenemos que prestigiar la carrera docente como sucede con la medicina o el derecho y eso se consigue con evidencias.
P. Lleva años asesorando al Gobierno británico sobre temas educativos. ¿Está resultando complicado que basen sus políticas en esas evidencias?
R. No somos tan naíf como para pensar que podemos escapar de las líneas ideológicas de cada partido, pero en el Reino Unido podemos presumir de que el Gobierno sí está comprometido con las evidencias a la hora de dirigir sus políticas. Por poner un ejemplo, el programa nacional de refuerzo escolar aprobado tras la pandemia tiene como esencia nuestras recomendaciones. Lo mismo sucede con un nuevo plan para el desarrollo del lenguaje en edades tempranas en niños en situación de vulnerabilidad, que se han visto especialmente perjudicados por el confinamiento.
P. ¿Excelencia es compatible con equidad?
R. El reto es conseguir que cada una de las escuelas públicas sea excelente. Las familias de clase media siempre tienen los recursos económicos suficientes para encontrar la forma de entrar en las consideradas mejores escuelas, incluso si consideran mejor opción una privada, tienen capital para ello. Eso disolvería la desigualdad en el acceso. El modelo británico no es elitista, de hecho las llamadas grammar schools, que son las que seleccionan al alumnado en función de sus habilidades cuando tienen 11 años, son una minoría, empezaron a desaparecer en los setenta. La mayoría de centros siguen un modelo comprehensivo ―aquel que no divide a los niños en función de sus capacidades y del recorrido académico que encaja con cada uno― hasta los 16 años, igual que hacen los países escandinavos o Canadá. Ese modelo es el que generaba una sociedad de clases, pero ya no estamos en eso.
P. Su programa tiene demasiado en cuenta las notas y está demostrado que los alumnos de familias con menos recursos pueden tener más dificultades para obtener buenos resultados.
R. Las notas son uno de los mayores predictores del éxito a lo largo de la vida, especialmente en el ámbito laboral. Por eso centramos nuestro estudio en qué metodologías impactan más en el rendimiento académico. Tiene una importancia crucial. No creo que debamos tener la expectativa de que las escuelas asuman el papel de los servicios sociales. Los Gobiernos tienen que poner el foco de las políticas para compensar las desigualdades en otras áreas, como la compensación a través de los impuestos u otros programas sociales. La sociedad tiene que funcionar con el principio de que los estudiantes van a tener las condiciones necesarias para poder seguir sus estudios con normalidad. Las familias que no pueden hacerlo son una minoría frente a la mayoría de familias de clase trabajadora.
P. ¿Cree que los contenidos son más importantes que las competencias?
R. Este dualismo se ha exagerado en el debate público. El aprendizaje basado en conocimientos siempre tiene que estar ahí, sabemos que es necesario para progresar a cualquier nivel. Incluso para un minijob (en español, empleo precario). Para trabajar en una tienda, el cálculo y la comprensión lectora son fundamentales, sea cual sea tu camino. Igualmente, si quieres continuar los estudios y acudir a la Universidad, las notas en tu disciplina son muy importantes. Sobre las competencias, un buen profesor tiene la capacidad necesaria para poner en práctica entre sus alumnos el trabajo en equipo, el liderazgo o la resiliencia. No subestimemos el valor de los contenidos.
https://elpais.com/educacion/2021-12-11/becky-francis-es-un-error-pensar-que-las-escuelas-deben-asumir-el-papel-de-los-servicios-sociales.html
sábado, 11 de diciembre de 2021
El fenómeno planetario Irene Vallejo o cómo Ovidio llamó al placer por su nombre
‘El infinito en un junco’ salta a decenas de países como en su día lo hizo ‘El mundo de Sofía’ y abre el debate sobre la traducción de los clásicos
El éxito de Irene Vallejo no solo sigue imparable en España con más de 400.000 ejemplares vendidos, sino que empieza a multiplicarse en decenas de países de varios continentes en un fenómeno que se compara ya al de aquel El mundo de Sofía, el repaso de la filosofía desde la mirada de una adolescente que situó al noruego Jostein Gaarder en la cima mundial del best seller de calidad. Con esa prosa cálida y luminosa que la ha conectado con el público y el ambicioso recorrido por la narración literaria como nutriente que es El infinito en un junco (Siruela), la zaragozana de 42 años afronta asombrada —cuenta— una escalada que jamás imaginó para un ensayo que aspiraba simplemente a publicar.
“Ni siquiera es un sueño cumplido”, cuenta, “porque jamás me habría atrevido a ir tan lejos en mis fantasías. Cuando lo escribía, sin contacto alguno con ninguna editorial, a la intemperie, pensaba que un ensayo sobre el mundo clásico y la reivindicación de las humanidades tenía papeletas para interesar a pocos en el mejor de los casos”. Pero suma en poco tiempo nueve ediciones en Holanda, varias en Italia, en Portugal, en Francia; recién salido en Serbia, en Polonia, en Taiwán y en plena circulación en América Latina, ya son más de 35 los países que lo han acogido y acumula montones de críticas positivas e invitaciones infinitas. La experiencia no es solo motivo de asombro y aplauso ante un acontecimiento que jamás habían vivido en Siruela, su editorial, sino que abre un debate vivo y enriquecido cada día sobre los límites de las traducciones para llevar una obra tan cargada de citas y referencias clásicas a los idiomas e idiosincrasias de tantos países. Los traductores no han dejado de contactarla con desafíos interesantes.
“Hemos librado una pequeña batalla para que la traducción de los clásicos que cito sea fiel a la mía y no a esas traducciones establecidas, algunas del siglo XIX, cargadas de una corrección y elegancia que no recoge las barbaridades y palabras malsonantes que usaban los clásicos. Yo hice mis propias traducciones del latín y del griego, libres y literarias, y en algunos países no están acostumbrados, pero hemos conseguido que lo asumieran como parte del contenido del libro”, dice Vallejo.
Por ejemplo: Monica R. Bedana, la traductora para el edición italiana, relata cómo su primera versión “hizo saltar las alarmas de la editorial”. “Chocaba especialmente el registro empleado en las citas latinas y griegas y me plantearon cambiarlas, sacarlas de las ediciones italianas más reconocidas, como se suele hacer en los ensayos al uso”. Bedana hizo la prueba insertando las citas que proponían en algunos capítulos de una nueva versión. “El resultado fue un engendro. Era otro libro, ya no era El infinito en un junco, sino un libro inútil, algo mil veces visto. Nos reímos después del susto y volvieron a mi primera entrega”, cuenta.
Arquíloco, poeta díscolo que se ufanaba de salir corriendo en la batalla —un tabú para un soldado de la antigua Grecia como él, como es lógico— o que hablaba explícitamente de deseo y de sexo, ha sido siempre edulcorado por la traducción convencional, algo que Vallejo se ha saltado en su obra. Como detalla Bedana, para el mundo editorial italiano “Arquíloco no puede decir ‘culo’, aunque en realidad lo diga: siempre serán ‘posaderas’ las suyas; tampoco dirá ‘sobaco’, sino ‘axila’; por no hablar de los ‘coños’ de Ovidio en el Ars amandi, que se volverán, rigurosamente, ‘partes pudendas’. Marcial no se ‘cagará en todo’; como mucho, ‘se quejará con fuerza”.
Pero si Vallejo había optado por reflejar la verdadera voluntad de Ovidio cuando habló de la necesidad de esperar al orgasmo de las mujeres o de Safo cuando mencionó las relaciones eróticas en lugar del “internado para señoritas” con el que lo había edulcorado un filólogo alemán, así lo han respetado en general sus traductores y ella lo agradece. “Es una traducción muy exigente porque es un libro que abre la puerta a muchos libros”, asegura ella. “Cómo nos acercamos a los clásicos, si los vemos como fueron y sin tantas capas de interpretación y en un pedestal, sin aceptar que dijeran ciertas cosas, es una de las dimensiones importantes de mi libro”.
Tono accesible y oral
Uno de los dos traductores al portugués, Àlex Tarradellas, reconoce que también se abrió el debate sobre la traducción de las citas clásicas que usa Vallejo, pero la dificultad de consultar tantos libros con las bibliotecas cerradas por la pandemia y la propia lógica de la obra les ayudaron a tomar la decisión. “El tono accesible y oral que le da Irene a sus traducciones no coincidía con muchas de estas versiones y el cambio de tono habría podido chocar al lector. Optamos por traducirlo todo”. Para él fueron algunos falsos amigos del portugués y el español los que representaron “un peligro constante”. El “caudal” español, por ejemplo, acabó en “fertilidade”.
La traductora francesa Anne Plantagenet optó en ocasiones por recurrir a traducciones oficiales de clásicos y en otras por mantener la voz de Vallejo, pero destaca sobre todo las razones por las que ha conectado con los lectores galos: “El público francés está muy acostumbrado a una literatura que mezcla la investigación, los temas graves o eruditos, o de sociedad, con lo íntimo”, relata. Y ahí están Annie Ernaux o Emmanuel Carrère como grandes baluartes del género. “Y cuando la voz íntima es muy bonita, evidente, inmediatamente reconocible y familiar, puede llevar al lector a cualquier sitio. La voz de Irene es la voz encantadora de la madre que cuenta historias por la noche antes de dormir. Eso y la modernidad de la estructura explican para mí su éxito”. Annakarin Thoburn, que lo ha traducido al sueco, ha necesitado sacar de la biblioteca más de cien libros para acometer el proyecto que más ha tardado en trabajar, y no por la cantidad de páginas. “Ha sido un viaje largo, emocionante, cautivador, desafiante...”, cuenta. “He descubierto muchos libros que después he seguido leyendo. Irene describe de forma muy hermosa este amor por los libros, como objetos mágicos, y eso también lo he podido vivir durante el trabajo”.
Sin traducciones, pero con igual expectación, el junco ha saltado a Latinoamérica, que lo ha acogido, asegura Vallejo, con la conexión de quien ha compartido el amor por la narración que palpita en la obra y que también se vive en el continente. La literatura está llena de metáforas relacionadas con lo textil, como “bordar un discurso, nudo, desenlace, hilo de una historia o de Ariadna, el tejido que Penélope hace y deshace...”, y en las comunidades indígenas los tejidos y nudos se han utilizado históricamente como forma de expresión e identidad, incluso para enviarse mensajes. “Si en mi libro propongo que las mujeres que tejían fueron fundamentales para la narración de historias e hicieron saltar sus metáforas al mundo literario, en estas comunidades me he encontrado historias concretas y bonitas en este mismo sentido que me dan mucho material”.
El infinito en un junco, titulado en otras versiones como Papirus, El infinito en un papiro, La eternidad en un junco..., lanza así a la autora a un universo que en ocasiones quema, como Gaarder llegó a confesar. Ella, por el momento, avanza sin miedo: “Asumo que tiene riesgos, pero nunca he sentido más presión que cuando escribía sin saber si podría publicar, cuando dudaba de si este sueño era demasiado grande y a mi alrededor me preguntaban por qué no buscaba un trabajo de verdad. Intentaré que esto se traduzca en libertad creativa”. Hoy por hoy, en suma, lo disfruta.
El País
El éxito de Irene Vallejo no solo sigue imparable en España con más de 400.000 ejemplares vendidos, sino que empieza a multiplicarse en decenas de países de varios continentes en un fenómeno que se compara ya al de aquel El mundo de Sofía, el repaso de la filosofía desde la mirada de una adolescente que situó al noruego Jostein Gaarder en la cima mundial del best seller de calidad. Con esa prosa cálida y luminosa que la ha conectado con el público y el ambicioso recorrido por la narración literaria como nutriente que es El infinito en un junco (Siruela), la zaragozana de 42 años afronta asombrada —cuenta— una escalada que jamás imaginó para un ensayo que aspiraba simplemente a publicar.
“Ni siquiera es un sueño cumplido”, cuenta, “porque jamás me habría atrevido a ir tan lejos en mis fantasías. Cuando lo escribía, sin contacto alguno con ninguna editorial, a la intemperie, pensaba que un ensayo sobre el mundo clásico y la reivindicación de las humanidades tenía papeletas para interesar a pocos en el mejor de los casos”. Pero suma en poco tiempo nueve ediciones en Holanda, varias en Italia, en Portugal, en Francia; recién salido en Serbia, en Polonia, en Taiwán y en plena circulación en América Latina, ya son más de 35 los países que lo han acogido y acumula montones de críticas positivas e invitaciones infinitas. La experiencia no es solo motivo de asombro y aplauso ante un acontecimiento que jamás habían vivido en Siruela, su editorial, sino que abre un debate vivo y enriquecido cada día sobre los límites de las traducciones para llevar una obra tan cargada de citas y referencias clásicas a los idiomas e idiosincrasias de tantos países. Los traductores no han dejado de contactarla con desafíos interesantes.
“Hemos librado una pequeña batalla para que la traducción de los clásicos que cito sea fiel a la mía y no a esas traducciones establecidas, algunas del siglo XIX, cargadas de una corrección y elegancia que no recoge las barbaridades y palabras malsonantes que usaban los clásicos. Yo hice mis propias traducciones del latín y del griego, libres y literarias, y en algunos países no están acostumbrados, pero hemos conseguido que lo asumieran como parte del contenido del libro”, dice Vallejo.
Por ejemplo: Monica R. Bedana, la traductora para el edición italiana, relata cómo su primera versión “hizo saltar las alarmas de la editorial”. “Chocaba especialmente el registro empleado en las citas latinas y griegas y me plantearon cambiarlas, sacarlas de las ediciones italianas más reconocidas, como se suele hacer en los ensayos al uso”. Bedana hizo la prueba insertando las citas que proponían en algunos capítulos de una nueva versión. “El resultado fue un engendro. Era otro libro, ya no era El infinito en un junco, sino un libro inútil, algo mil veces visto. Nos reímos después del susto y volvieron a mi primera entrega”, cuenta.
Arquíloco, poeta díscolo que se ufanaba de salir corriendo en la batalla —un tabú para un soldado de la antigua Grecia como él, como es lógico— o que hablaba explícitamente de deseo y de sexo, ha sido siempre edulcorado por la traducción convencional, algo que Vallejo se ha saltado en su obra. Como detalla Bedana, para el mundo editorial italiano “Arquíloco no puede decir ‘culo’, aunque en realidad lo diga: siempre serán ‘posaderas’ las suyas; tampoco dirá ‘sobaco’, sino ‘axila’; por no hablar de los ‘coños’ de Ovidio en el Ars amandi, que se volverán, rigurosamente, ‘partes pudendas’. Marcial no se ‘cagará en todo’; como mucho, ‘se quejará con fuerza”.
Pero si Vallejo había optado por reflejar la verdadera voluntad de Ovidio cuando habló de la necesidad de esperar al orgasmo de las mujeres o de Safo cuando mencionó las relaciones eróticas en lugar del “internado para señoritas” con el que lo había edulcorado un filólogo alemán, así lo han respetado en general sus traductores y ella lo agradece. “Es una traducción muy exigente porque es un libro que abre la puerta a muchos libros”, asegura ella. “Cómo nos acercamos a los clásicos, si los vemos como fueron y sin tantas capas de interpretación y en un pedestal, sin aceptar que dijeran ciertas cosas, es una de las dimensiones importantes de mi libro”.
Tono accesible y oral
Uno de los dos traductores al portugués, Àlex Tarradellas, reconoce que también se abrió el debate sobre la traducción de las citas clásicas que usa Vallejo, pero la dificultad de consultar tantos libros con las bibliotecas cerradas por la pandemia y la propia lógica de la obra les ayudaron a tomar la decisión. “El tono accesible y oral que le da Irene a sus traducciones no coincidía con muchas de estas versiones y el cambio de tono habría podido chocar al lector. Optamos por traducirlo todo”. Para él fueron algunos falsos amigos del portugués y el español los que representaron “un peligro constante”. El “caudal” español, por ejemplo, acabó en “fertilidade”.
La traductora francesa Anne Plantagenet optó en ocasiones por recurrir a traducciones oficiales de clásicos y en otras por mantener la voz de Vallejo, pero destaca sobre todo las razones por las que ha conectado con los lectores galos: “El público francés está muy acostumbrado a una literatura que mezcla la investigación, los temas graves o eruditos, o de sociedad, con lo íntimo”, relata. Y ahí están Annie Ernaux o Emmanuel Carrère como grandes baluartes del género. “Y cuando la voz íntima es muy bonita, evidente, inmediatamente reconocible y familiar, puede llevar al lector a cualquier sitio. La voz de Irene es la voz encantadora de la madre que cuenta historias por la noche antes de dormir. Eso y la modernidad de la estructura explican para mí su éxito”. Annakarin Thoburn, que lo ha traducido al sueco, ha necesitado sacar de la biblioteca más de cien libros para acometer el proyecto que más ha tardado en trabajar, y no por la cantidad de páginas. “Ha sido un viaje largo, emocionante, cautivador, desafiante...”, cuenta. “He descubierto muchos libros que después he seguido leyendo. Irene describe de forma muy hermosa este amor por los libros, como objetos mágicos, y eso también lo he podido vivir durante el trabajo”.
Sin traducciones, pero con igual expectación, el junco ha saltado a Latinoamérica, que lo ha acogido, asegura Vallejo, con la conexión de quien ha compartido el amor por la narración que palpita en la obra y que también se vive en el continente. La literatura está llena de metáforas relacionadas con lo textil, como “bordar un discurso, nudo, desenlace, hilo de una historia o de Ariadna, el tejido que Penélope hace y deshace...”, y en las comunidades indígenas los tejidos y nudos se han utilizado históricamente como forma de expresión e identidad, incluso para enviarse mensajes. “Si en mi libro propongo que las mujeres que tejían fueron fundamentales para la narración de historias e hicieron saltar sus metáforas al mundo literario, en estas comunidades me he encontrado historias concretas y bonitas en este mismo sentido que me dan mucho material”.
El infinito en un junco, titulado en otras versiones como Papirus, El infinito en un papiro, La eternidad en un junco..., lanza así a la autora a un universo que en ocasiones quema, como Gaarder llegó a confesar. Ella, por el momento, avanza sin miedo: “Asumo que tiene riesgos, pero nunca he sentido más presión que cuando escribía sin saber si podría publicar, cuando dudaba de si este sueño era demasiado grande y a mi alrededor me preguntaban por qué no buscaba un trabajo de verdad. Intentaré que esto se traduzca en libertad creativa”. Hoy por hoy, en suma, lo disfruta.
El País
viernes, 10 de diciembre de 2021
El cuento de “La manzana que quería ser estrella”.
Hace dos meses, (septiembre 2012) en el solemne acto de apertura del X Congreso Federal de Escuelas Públicas de Gestión Privada, celebrado en la ciudad argentina de Córdoba, me llamó poderosamente la atención que una de las cuatro personas que hacían la presentación del Congreso, la pastora evangélica Mariela Pons, subiese a la tarima con un plato de manzanas y un cuchillo. Calculo que habría allí más de mil personas.
Y quedó asombrada al ver la estrella de cinco puntas que aparecía en el corazón de la manzana.
No es habitual, por no decir que nunca lo había visto, una actuación semejante en un acto de tanto boato. Ni que decir tiene que la expectación era grande. Habituados a palabras hueras y protocolarias, pronunciadas muchas veces sin el necesario convencimiento, Mariela quiso captar nuestra atención de forma original para lanzarnos un mensaje cargado de profundidad.
Cuando le llegó el turno, contó la historia de una manzana que quería ser estrella. Mientras hablaba tenía delante el plato de manzanas y, sobre ellas, un brillante cuchillo. Más o menos dijo lo siguiente:
Había una vez una manzana que siempre había querido ser una estrella. Nunca quiso ser una manzana. Se pasaba los días pensando, ilusionada, cómo sería una vida brillando desde el cielo.
Cada mañana, sus compañeras manzanas la invitaban a conversar y a contar divertidas historias. Reiteradamente, ella rechazaba la invitación, obsesionada como estaba con el deseo de ser una estrella rutilante.
Un buen día, viendo a las aves ascender hacia el cielo, la manzana les preguntó:
– ¿Dónde duermen de día las estrellas?
Las aves, sonriendo, dijeron:
– No, querida manzana, las estrellas están en el cielo día y noche, pero la gran luz del sol no nos permite divisarlas. Pero ahí están, en el infinito cielo, siempre con luz.
A la pobre manzana se le avivaron los deseos de ser una estrella en el alto cielo, cargada de una luz inagotable. Otro día la manzana le preguntó al viento, que movía con fuerza las ramas del manzano:
– Dime, viento, ¿las estrellas están fijas o se desplazan recorriendo todo el firmamento? Y si se desplazan, ¿quién las mueve?
– Las estrellas se desplazan recorriendo todo el firmamento y a una velocidad de vértigo, contestó el viento
Nuevamente se avivaron los deseos de la manzana de convertirse en una hermosa estrella. Cuando llegó la época de la maduración, la manzana seguía defraudada porque su sueño no se había hecho realidad. No era capaz de sonreír, ensimismada en su tristeza. No era feliz.
Una familia de vacaciones se refugió bajo la copa del manzano, buscando una sombra protectora de los rayos del sol. En medio de la amena conversación, el padre de familia agitó violentamente el tronco del árbol. Y cayeron varias manzanas, entre ellas la triste manzana que quería ser estrella.
Una de los niñas la cogió y comprobó que estaba madura. Era una hermosa manzana. La niña estaba feliz. Le pidió un cuchillo a su mamá. Ella le entregó uno muy bien afilado, con la inevitable advertencia.
– Cuidado, cariño, no te cortes.
La niña partió con cuidado la manzana de forma transversal, no del tallo al hoyuelo, sino en horizontal. Y quedó asombrada al ver la estrella de cinco puntas que aparecía en el corazón de la manzana. Y gritando, llamó la atención de toda la familia:
– Mirad, mirad, qué maravilla. Aquí hay una estrella.
La manzana había vivido triste toda la vida sin darse cuenta de que dentro de sí guardaba una hermosa estrella y de que, para mostrarla, tenía que abrirse y brindarse a los demás.
Aquella mujer del Congreso, en su didáctica exposición, al hilo de la historia, enarboló el cuchillo y cortó por la mitad una manzana. La pantalla ofreció a todos los asistentes una preciosa estrella de cinco puntas en el corazón de la manzana.
Esa experiencia me hizo pensar en muchas cosas. La primera de todas fue la que explícitamente nos planteó Mariela Pons a los asistentes. La necesidad de buscar en nuestro corazón, dentro de nosotros, lo que tantas veces perseguimos estresados en las cosas. En muchas ocasiones buscamos fuera lo que llevamos dentro. Anhelamos dinero, poder, fama, comodidad, bullicio… para encontrar en todo ello paz, diversión y, en definitiva, felicidad. Pero no buscamos en nuestro interior. También nos hizo ver cómo muchas veces anhelamos lo que los demás tienen o son sin pensar que en nuestro interior tenemos un maravilloso caudal de bondad y de felicidad. El arco iris solo brilla sobre el tejado de nuestros vecinos.
La segunda fue la necesidad de captar la atención del auditorio a través del ingenio, de la creatividad. Lo que, hace tiempo, expliqué en un artículo titulado “La vaca púrpura”. En él decía que había que poner una vaca púrpura en las cosas, en las clases, en la vida. Es decir, poner algo extraordinario, algo que cautive la atención y despierte el interés. Muchas intervenciones son aburridas y no suscitan curiosidad alguna. Alguien me comentó en una ocasión las palabras de un sensato sacerdote: “Homilía que mueve los culos, no mueve los corazones”.
La tercera es que nos habituamos a las rutinas. Siempre hemos cortado la manzana de forma vertical, no transversal. Al hacerlo de esta segunda forma podemos ver claramente la estrella de la manzana. Pero si cortamos la manzana verticalmente, de arriba hacia abajo, desde el tallo al hoyuelo, solo veremos las pepitas rotas de la manzana. Repetimos lo que siempre se ha hecho de una manera, lo que todos hacen de la misma forma. Sin indagar, sin explorar, sin arriesgarnos a cambiar, Nos hemos habituado al siguiente principio: pudiendo no cambiar, ¿por qué vamos a hacerlo? Me gustaría proponer aquí el principio de actuación opuesto: pudiendo cambiar, ¿por qué vamos dejar las cosas como están? A ver qué pasa.
Miguel Ángel Santos Guerra
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2012/11/10/la-manzana-que-queria-ser-estrella/
Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana, e intercambiamos las manzanas, entonces tanto tú como yo seguiremos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea, e intercambiamos ideas, entonces ambos tendremos dos ideas.- George Bernard Shaw
Y quedó asombrada al ver la estrella de cinco puntas que aparecía en el corazón de la manzana.
No es habitual, por no decir que nunca lo había visto, una actuación semejante en un acto de tanto boato. Ni que decir tiene que la expectación era grande. Habituados a palabras hueras y protocolarias, pronunciadas muchas veces sin el necesario convencimiento, Mariela quiso captar nuestra atención de forma original para lanzarnos un mensaje cargado de profundidad.
Cuando le llegó el turno, contó la historia de una manzana que quería ser estrella. Mientras hablaba tenía delante el plato de manzanas y, sobre ellas, un brillante cuchillo. Más o menos dijo lo siguiente:
Había una vez una manzana que siempre había querido ser una estrella. Nunca quiso ser una manzana. Se pasaba los días pensando, ilusionada, cómo sería una vida brillando desde el cielo.
Cada mañana, sus compañeras manzanas la invitaban a conversar y a contar divertidas historias. Reiteradamente, ella rechazaba la invitación, obsesionada como estaba con el deseo de ser una estrella rutilante.
Un buen día, viendo a las aves ascender hacia el cielo, la manzana les preguntó:
– ¿Dónde duermen de día las estrellas?
Las aves, sonriendo, dijeron:
– No, querida manzana, las estrellas están en el cielo día y noche, pero la gran luz del sol no nos permite divisarlas. Pero ahí están, en el infinito cielo, siempre con luz.
A la pobre manzana se le avivaron los deseos de ser una estrella en el alto cielo, cargada de una luz inagotable. Otro día la manzana le preguntó al viento, que movía con fuerza las ramas del manzano:
– Dime, viento, ¿las estrellas están fijas o se desplazan recorriendo todo el firmamento? Y si se desplazan, ¿quién las mueve?
– Las estrellas se desplazan recorriendo todo el firmamento y a una velocidad de vértigo, contestó el viento
Nuevamente se avivaron los deseos de la manzana de convertirse en una hermosa estrella. Cuando llegó la época de la maduración, la manzana seguía defraudada porque su sueño no se había hecho realidad. No era capaz de sonreír, ensimismada en su tristeza. No era feliz.
Una familia de vacaciones se refugió bajo la copa del manzano, buscando una sombra protectora de los rayos del sol. En medio de la amena conversación, el padre de familia agitó violentamente el tronco del árbol. Y cayeron varias manzanas, entre ellas la triste manzana que quería ser estrella.
Una de los niñas la cogió y comprobó que estaba madura. Era una hermosa manzana. La niña estaba feliz. Le pidió un cuchillo a su mamá. Ella le entregó uno muy bien afilado, con la inevitable advertencia.
– Cuidado, cariño, no te cortes.
La niña partió con cuidado la manzana de forma transversal, no del tallo al hoyuelo, sino en horizontal. Y quedó asombrada al ver la estrella de cinco puntas que aparecía en el corazón de la manzana. Y gritando, llamó la atención de toda la familia:
– Mirad, mirad, qué maravilla. Aquí hay una estrella.
La manzana había vivido triste toda la vida sin darse cuenta de que dentro de sí guardaba una hermosa estrella y de que, para mostrarla, tenía que abrirse y brindarse a los demás.
Aquella mujer del Congreso, en su didáctica exposición, al hilo de la historia, enarboló el cuchillo y cortó por la mitad una manzana. La pantalla ofreció a todos los asistentes una preciosa estrella de cinco puntas en el corazón de la manzana.
Esa experiencia me hizo pensar en muchas cosas. La primera de todas fue la que explícitamente nos planteó Mariela Pons a los asistentes. La necesidad de buscar en nuestro corazón, dentro de nosotros, lo que tantas veces perseguimos estresados en las cosas. En muchas ocasiones buscamos fuera lo que llevamos dentro. Anhelamos dinero, poder, fama, comodidad, bullicio… para encontrar en todo ello paz, diversión y, en definitiva, felicidad. Pero no buscamos en nuestro interior. También nos hizo ver cómo muchas veces anhelamos lo que los demás tienen o son sin pensar que en nuestro interior tenemos un maravilloso caudal de bondad y de felicidad. El arco iris solo brilla sobre el tejado de nuestros vecinos.
La segunda fue la necesidad de captar la atención del auditorio a través del ingenio, de la creatividad. Lo que, hace tiempo, expliqué en un artículo titulado “La vaca púrpura”. En él decía que había que poner una vaca púrpura en las cosas, en las clases, en la vida. Es decir, poner algo extraordinario, algo que cautive la atención y despierte el interés. Muchas intervenciones son aburridas y no suscitan curiosidad alguna. Alguien me comentó en una ocasión las palabras de un sensato sacerdote: “Homilía que mueve los culos, no mueve los corazones”.
La tercera es que nos habituamos a las rutinas. Siempre hemos cortado la manzana de forma vertical, no transversal. Al hacerlo de esta segunda forma podemos ver claramente la estrella de la manzana. Pero si cortamos la manzana verticalmente, de arriba hacia abajo, desde el tallo al hoyuelo, solo veremos las pepitas rotas de la manzana. Repetimos lo que siempre se ha hecho de una manera, lo que todos hacen de la misma forma. Sin indagar, sin explorar, sin arriesgarnos a cambiar, Nos hemos habituado al siguiente principio: pudiendo no cambiar, ¿por qué vamos a hacerlo? Me gustaría proponer aquí el principio de actuación opuesto: pudiendo cambiar, ¿por qué vamos dejar las cosas como están? A ver qué pasa.
Miguel Ángel Santos Guerra
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2012/11/10/la-manzana-que-queria-ser-estrella/
Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana, e intercambiamos las manzanas, entonces tanto tú como yo seguiremos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea, e intercambiamos ideas, entonces ambos tendremos dos ideas.- George Bernard Shaw
jueves, 9 de diciembre de 2021
Qué son la Teoría del caos y el Efecto mariposa (y cómo nos ayudan a entender mejor el universo)
Una pequeña decisión puede traer grandes consecuencias.
Imagina que vas caminando por la calle y de repente te agachas para amarrarte un cordón del zapato que llevas suelto.
Detrás de ti viene un señor caminando afanado con un café hirviendo en la mano, no se da cuenda de que estás ahí agachado, se tropieza contigo, se le derrama el café en la mano, se quema y tiene que ir a urgencias a que lo curen.
El señor del café es un piloto y por el accidente no puede llegar al vuelo que tenía programado.
El vuelo se retrasa.
Una de las pasajeras del vuelo viajaba a una entrevista de trabajo, y como no llegó a tiempo, perdió el empleo.
Otro era un hombre que viajaba a su boda y dejó a la novia plantada en el altar.
Y también había una pareja de hermanos que querían despedirse de su abuela que sufría una enfermedad terminal y no pudieron darle el último adiós.
¿Te das cuenda del caos que formaste?
Ese detalle aparentemente insignificante, de que te hayas amarrado el cordón justo en ese momento y en ese lugar, desató una serie de sucesos muy distintos a los que todos se esperaban.
Pero tranquilo, si algún día esto te ocurre en la vida real no vayas a sentir remordimiento, lo que ocurrió no es más que la Teoría del caos y su Efecto mariposa en acción.
Ambos conceptos están presentes en nuestra vida diaria, nos ayudan a entender cómo funciona el universo y sirven como principio básico para desarrollar nuevas tecnologías y aplicaciones en varias áreas del conocimiento.
Veamos de qué se trata.
El Efecto mariposa
Comencemos por el Efecto mariposa, que ha inspirado a escritores, cineastas, artistas y también a científicos.
En 1952 el escritor de ciencia ficción Ray Bradbury publicó el cuento "El sonido del trueno".
En el cuento un personaje pisa una mariposa, y ese pequeño detalle tiene grandes consecuencias, tanto que incluso hace que un líder fascista llegue al poder.
En 1961, lo que hasta entonces era ficción se convirtió en una realidad científica.
Ese año, el meteorólogo Edward Lorenz trabajaba en un modelo matemático para el pronóstico del estado del tiempo.
Para ello, introdujo en su computadora datos como la temperatura, la humedad, la presión y la dirección del viento, y observó los resultados.
Luego, volvió a introducir los datos para verificar los resultados que había obtenido la primera vez.
De manera inesperada, aunque la segunda vez había ingresado los mismos datos, obtuvo un pronóstico del tiempo totalmente diferente al primero.
Los patrones en el modelo meteorológico de Lorenz tenían forma de mariposa.
Al principio ambos pronósticos se parecían, pero a medida que el modelo avanzaba en el tiempo ambos resultados eran cada vez más distintos.
¿Qué ocurrió?
Esa diferencia tan radical entre ambos pronósticos se debió simplemente a que la segunda vez, el computador de Lorenz había redondeado los datos, es decir, tenían unos cuantos decimales menos.
Así se dio cuenta de que unas pocas décimas, aparentemente insignificantes, con el tiempo pueden significar cambios monumentales.
Para Lorenz, eso equivalía a que el viento que produce el aleteo de una mariposa en Brasil, puede desatar un tornado en Texas.
De esa manera nacía la Teoría del caos y su Efecto mariposa, que indica que pequeñísimas variaciones que pueden parecer inocuas, con el tiempo generarán enormes cambios, generando una sensación de caos.
La Teoría del Caos supuso un gran reto para la física clásica, la que se guía por las leyes de Newton.
Según estas leyes, si se conocen las condiciones iniciales de un objeto, se podrá predecir con relativa facilidad su comportamiento en el futuro.
Es decir, son leyes deterministas.
Gracias a Newton, por ejemplo, se puede predecir el movimiento de los planetas, o la trayectoria de una bala.
La Teoría del caos advierte, sin embargo, que pequeñísimas variaciones iniciales con el tiempo harán imposible las predicciones.
En principio, las leyes de Newton dicen que si tienes los datos perfectos, podrás hacer predicciones.
Pero en la práctica, la Teoría del caos nos dice que como es imposible tener datos perfectos, a partir de cierto punto se vuelve imposible hacer las predicciones.
La Teoría del caos significó un desafío para las leyes de Newton.
"La Teoría del caos es revolucionaria porque dice que incluso para la física newtoniana puede haber casos en los que en principio el determinismo es cierto, pero en la práctica el sistema parece comportarse de manera tan impredecible como lanzar unos dados", le dice a BBC Mundo Paul Halpern, profesor de física en la Universidad de las Ciencias en Filadelfia, Estados Unidos.
Caos pero no desorden
La Teoría del caos es un principio que se aplica a lo que los matemáticos llaman "sistemas dinámicos".
Un sistema dinámico es cualquier conjunto de sucesos que cambian o evolucionan con el tiempo, como por ejemplo el estado del tiempo, o la población de una ciudad.
Cuando ese sistema es muy sensible a las variaciones de las condiciones iniciales, se le llama un sistema caótico.
Pero aunque el caos haga parecer que las cosas se vuelven aleatorias, desordenadas o impredecibles, lo cierto es que el caos va creando patrones.
Caos no es lo mismo que desorden. En el caos se pueden encontrar patrones.
Por más caótico que parezca, un sistema sigue una trayectoria hacia determinados puntos.
A esos puntos a los que el sistema tiende a ir se les conoce como "atractores".
En el caso de Lorenz, por ejemplo, los cálculos que utilizó para su modelo fueron creando un patrón que parecía coincidir con las alas de una mariposa.
El conjunto de atractores de un sistema forma los llamados "fractales".
Fractales
"Un fractal es algo que es 'autosimilar", explica Halpern.
Es un objeto matemático en el que, si miras de cerca cualquier sección, esa sección en sí misma se parece al objeto completo.
La naturaleza está llena de fractales. Este, por ejemplo, son los fractales que conforman un brócoli.
"Un fractal perfecto es el que al hacer zoom in, se vea exactamente lo mismo que al hacer zoom out", dice el experto.
"Algunos de los atractores se ven como fractales".
Llegando al límite
En la vida diaria, la Teoría del caos "nos sirve para conocer los límites de nuestro conocimiento", dice Halpern.
En el estado del tiempo, por ejemplo, es útil para saber en qué punto un pronóstico del tiempo comienza a perder precisión.
Halpern también menciona que el concepto de los patrones que van creando los atractores, sirve de base para investigaciones en medicina en las que se busca hacer predicciones de lo que puede ocurrir con la salud de una persona con base en datos que vayan obteniendo.
Los fractales, por su parte, son muy utilizados en el desarrollo de tecnología digital, telecomunicaciones, producción de imágenes de alta definición y hasta en el desarrollo de modelos cosmológicos.
Y si vamos más allá, la Teoría del caos nos lleva a preguntas existenciales.
"Nos muestra que incluso si tenemos un determinismo perfecto, hay vacíos en nuestro conocimiento, hay vacíos a la hora de predecir el futuro", dice Halpern.
Para algunos, dice el profesor, este es un argumento para demostrar que existe el libre albedrío, pero eso ya sería una discusión más caótica.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-59525600
Imagina que vas caminando por la calle y de repente te agachas para amarrarte un cordón del zapato que llevas suelto.
Detrás de ti viene un señor caminando afanado con un café hirviendo en la mano, no se da cuenda de que estás ahí agachado, se tropieza contigo, se le derrama el café en la mano, se quema y tiene que ir a urgencias a que lo curen.
El señor del café es un piloto y por el accidente no puede llegar al vuelo que tenía programado.
El vuelo se retrasa.
Una de las pasajeras del vuelo viajaba a una entrevista de trabajo, y como no llegó a tiempo, perdió el empleo.
Otro era un hombre que viajaba a su boda y dejó a la novia plantada en el altar.
Y también había una pareja de hermanos que querían despedirse de su abuela que sufría una enfermedad terminal y no pudieron darle el último adiós.
¿Te das cuenda del caos que formaste?
Ese detalle aparentemente insignificante, de que te hayas amarrado el cordón justo en ese momento y en ese lugar, desató una serie de sucesos muy distintos a los que todos se esperaban.
Pero tranquilo, si algún día esto te ocurre en la vida real no vayas a sentir remordimiento, lo que ocurrió no es más que la Teoría del caos y su Efecto mariposa en acción.
Ambos conceptos están presentes en nuestra vida diaria, nos ayudan a entender cómo funciona el universo y sirven como principio básico para desarrollar nuevas tecnologías y aplicaciones en varias áreas del conocimiento.
Veamos de qué se trata.
El Efecto mariposa
Comencemos por el Efecto mariposa, que ha inspirado a escritores, cineastas, artistas y también a científicos.
En 1952 el escritor de ciencia ficción Ray Bradbury publicó el cuento "El sonido del trueno".
En el cuento un personaje pisa una mariposa, y ese pequeño detalle tiene grandes consecuencias, tanto que incluso hace que un líder fascista llegue al poder.
En 1961, lo que hasta entonces era ficción se convirtió en una realidad científica.
Ese año, el meteorólogo Edward Lorenz trabajaba en un modelo matemático para el pronóstico del estado del tiempo.
Para ello, introdujo en su computadora datos como la temperatura, la humedad, la presión y la dirección del viento, y observó los resultados.
Luego, volvió a introducir los datos para verificar los resultados que había obtenido la primera vez.
De manera inesperada, aunque la segunda vez había ingresado los mismos datos, obtuvo un pronóstico del tiempo totalmente diferente al primero.
Los patrones en el modelo meteorológico de Lorenz tenían forma de mariposa.
Al principio ambos pronósticos se parecían, pero a medida que el modelo avanzaba en el tiempo ambos resultados eran cada vez más distintos.
¿Qué ocurrió?
Esa diferencia tan radical entre ambos pronósticos se debió simplemente a que la segunda vez, el computador de Lorenz había redondeado los datos, es decir, tenían unos cuantos decimales menos.
Así se dio cuenta de que unas pocas décimas, aparentemente insignificantes, con el tiempo pueden significar cambios monumentales.
Para Lorenz, eso equivalía a que el viento que produce el aleteo de una mariposa en Brasil, puede desatar un tornado en Texas.
De esa manera nacía la Teoría del caos y su Efecto mariposa, que indica que pequeñísimas variaciones que pueden parecer inocuas, con el tiempo generarán enormes cambios, generando una sensación de caos.
La Teoría del Caos supuso un gran reto para la física clásica, la que se guía por las leyes de Newton.
Según estas leyes, si se conocen las condiciones iniciales de un objeto, se podrá predecir con relativa facilidad su comportamiento en el futuro.
Es decir, son leyes deterministas.
Gracias a Newton, por ejemplo, se puede predecir el movimiento de los planetas, o la trayectoria de una bala.
La Teoría del caos advierte, sin embargo, que pequeñísimas variaciones iniciales con el tiempo harán imposible las predicciones.
En principio, las leyes de Newton dicen que si tienes los datos perfectos, podrás hacer predicciones.
Pero en la práctica, la Teoría del caos nos dice que como es imposible tener datos perfectos, a partir de cierto punto se vuelve imposible hacer las predicciones.
La Teoría del caos significó un desafío para las leyes de Newton.
"La Teoría del caos es revolucionaria porque dice que incluso para la física newtoniana puede haber casos en los que en principio el determinismo es cierto, pero en la práctica el sistema parece comportarse de manera tan impredecible como lanzar unos dados", le dice a BBC Mundo Paul Halpern, profesor de física en la Universidad de las Ciencias en Filadelfia, Estados Unidos.
Caos pero no desorden
La Teoría del caos es un principio que se aplica a lo que los matemáticos llaman "sistemas dinámicos".
Un sistema dinámico es cualquier conjunto de sucesos que cambian o evolucionan con el tiempo, como por ejemplo el estado del tiempo, o la población de una ciudad.
Cuando ese sistema es muy sensible a las variaciones de las condiciones iniciales, se le llama un sistema caótico.
Pero aunque el caos haga parecer que las cosas se vuelven aleatorias, desordenadas o impredecibles, lo cierto es que el caos va creando patrones.
Caos no es lo mismo que desorden. En el caos se pueden encontrar patrones.
Por más caótico que parezca, un sistema sigue una trayectoria hacia determinados puntos.
A esos puntos a los que el sistema tiende a ir se les conoce como "atractores".
En el caso de Lorenz, por ejemplo, los cálculos que utilizó para su modelo fueron creando un patrón que parecía coincidir con las alas de una mariposa.
El conjunto de atractores de un sistema forma los llamados "fractales".
Fractales
"Un fractal es algo que es 'autosimilar", explica Halpern.
Es un objeto matemático en el que, si miras de cerca cualquier sección, esa sección en sí misma se parece al objeto completo.
La naturaleza está llena de fractales. Este, por ejemplo, son los fractales que conforman un brócoli.
"Un fractal perfecto es el que al hacer zoom in, se vea exactamente lo mismo que al hacer zoom out", dice el experto.
"Algunos de los atractores se ven como fractales".
Llegando al límite
En la vida diaria, la Teoría del caos "nos sirve para conocer los límites de nuestro conocimiento", dice Halpern.
En el estado del tiempo, por ejemplo, es útil para saber en qué punto un pronóstico del tiempo comienza a perder precisión.
Halpern también menciona que el concepto de los patrones que van creando los atractores, sirve de base para investigaciones en medicina en las que se busca hacer predicciones de lo que puede ocurrir con la salud de una persona con base en datos que vayan obteniendo.
Los fractales, por su parte, son muy utilizados en el desarrollo de tecnología digital, telecomunicaciones, producción de imágenes de alta definición y hasta en el desarrollo de modelos cosmológicos.
Y si vamos más allá, la Teoría del caos nos lleva a preguntas existenciales.
"Nos muestra que incluso si tenemos un determinismo perfecto, hay vacíos en nuestro conocimiento, hay vacíos a la hora de predecir el futuro", dice Halpern.
Para algunos, dice el profesor, este es un argumento para demostrar que existe el libre albedrío, pero eso ya sería una discusión más caótica.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-59525600
miércoles, 8 de diciembre de 2021
Artistas españoles frente a Franco: el largo viaje desde el falangismo hasta la oposición
El periodista Josep Massot analiza en un libro las distintas posiciones de creadores como Miró o Tàpies en la España de la posguerra y el papel de los galeristas nazis refugiados en el país
El 2 de mayo de 1939, cuatro meses después de la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, se celebró una ceremonia en la plaza de Cataluña presidida por un obelisco levantado en memoria de los nacionales muertos durante la Guerra Civil. Leyeron discursos Mariano Calviño, jefe provincial del Movimiento, y el escritor Ernesto Giménez Caballero, que enumeró los males de la democracia, la masonería y la República por haber concedido “la independencia de Cataluña y Vasconia y de la mujer frente al marido”. La jornada, suspendida por la lluvia, fue recogida en los diarios. La Vanguardia Española reprodujo en su portada, a toda página, la foto realizada por Antoni Campañà de un joven con uniforme de honor de la Falange Española junto al obelisco.
El joven no era otro que el futuro pintor Antoni Tàpies, que en ese momento tenía 15 años y que décadas después intentó hacer desaparecer la imagen de los archivos del diario. La inesperada foto, realizada en un momento en el que no era obligado afiliarse a las Juventudes Falangistas, es una de las muchas historias que el periodista Josep Massot cuenta en su libro Joan Miró sota el franquisme (1940-1983), publicado en catalán por Galàxia Gutenberg, en el que retrata el arte español de la posguerra y sus implicaciones con la política y da luz a historias como el apoyo que dieron los nazis refugiados en España tras la Segunda Guerra Mundial al arte informalista que el III Reich había calificado de “degenerado”.
“En una de mis visitas a Tàpies me pidió que hiciera desaparecer la foto del archivo del diario. En ese momento me enteré de su existencia, pese a que se había referido a ella en su autobiografía Memoria personal”, explica Massot, autor hace tres años de la última biografía de Miró publicada en la misma editorial.
Para Massot, Tàpies es el ejemplo, junto a Eduardo Chillida, Manuel Sacristán, Josep Maria Castellet, Carlos Barral, José Maria Valverde, José Luis Aranguren, Francesc Farreras, Pablo Palazuelo y un largo etcétera, “de la rápida evolución de jóvenes intelectuales desde un falangismo crítico, tras considerar que Franco había traicionado la promesa de hacer la revolución fascista, al acercamiento a la izquierda, a partir de los sesenta, que acabó liderando el activismo democrático”.
Massot recoge episodios como la paliza que dieron en 1949 Chillida y Palazuelo a dos activistas catalanes por quitar una bandera franquista de un edificio de París al grito de “no hemos matado a suficientes rojos separatistas”, que contó el pintor Xavier Valls en sus memorias.
Tras la defensa a ultranza del realismo ecléctico y autárquico de los cuarenta, la España franquista de los cincuenta pasó a promocionar los informalismos ante la necesidad de reapertura de un régimen asfixiado internacionalmente. Miró, explica el autor, fue intransigente ante las presiones para maquillar la dictadura y se negó a participar en las bienales de arte bajo la batuta de Luis González Robles. “Alegaba que no tenía obras nuevas porque estaban en manos de sus marchantes Pierre Matisse y Aimé Maeght”, según Massot. Sí lo hicieron Tàpies, Eduardo Chillida, Jorge Oteiza, Manolo Millares, Antonio Saura y Modest Cuixart, obteniendo reconocimiento y fama internacional. “No tenían otra opción para hacerse visibles, mientras que Miró contaba con Nueva York y París para exhibir sus obras. A Miró lo salvaron sus amigos de Estados Unidos, como Josep Lluís Sert, Alexander Calder, Pierre Matisse y los dirigentes del MoMA, que veían en él una posibilidad de sacar del provincianismo al público de Nueva York”, explica el autor.
Tàpies fue el primero que acabó rebelándose. En 1959 se negó a que sus obras se mostraran en exposiciones internacionales. Le siguieron Saura y Millares, pero no Cuixart. En 1960 el franquismo acordó con el MoMA y el Guggenheim una campaña de promoción de los jóvenes informalistas. Una carta inédita del museo de Nueva York prueba que se intentó ocultar la participación del Gobierno español. Eran los años de la Guerra Fría, en la que Estados Unidos pugnaba con la URSS por el dictado cultural y con París por la capitalidad del arte. “Estas actitudes ilustran como pocos episodios la miseria del sistema cultural, en el que solo se salvan unas pocas individualidades y, aunque cueste reconocerlo, la eficiente diplomacia franquista”, explica Massot.
Para el autor, sin el tutelaje de Miró desde Barcelona y Picasso desde París la promoción de las nuevas vanguardias españolas habría caído de forma exclusiva en manos de refugiados nazis en España. Como el espía Werner Mathias Goeritz, instalado en Madrid en 1947, donde se presentaba como judío, antinazi y suizo, amigo de Max Jacob, Picasso y Paul Klee, pese a estar reclamado por los aliados para ser sometido a un proceso de desnazificación. Él unió a los defensores del arte nuevo dispersos por la Península en las jornadas de la Escuela de Altamira de 1949 y 1950 con la finalidad de desarrollar la modernidad del arte, en especial del abstracto. Contó con el apoyo de Rafael Santos Torroella, Ángel Ferrant, Llorens Artigas, Sebastià Gasch y Modest Cuixart y los poetas Luis Felipe Vivanco y Luis Rosales, entre otros. Pero no de Miró, al que Goeritz no logró convencer para que participara en una visita que le hizo en 1948.
También estaba en Madrid Karl Buchholz, uno de los comisionados por Goebbels para vender las obras de arte “degenerado” confiscadas a museos o compradas a judíos, tras abrir en 1945 una librería-galería con su nombre. Su socio capitalista fue Erich Gaebelt, mano derecha de Johannes Bernhardt, el hombre al que Hitler puso al frente del poderoso conglomerado de empresas que gestionó la venta a Franco de las armas alemanas que le ayudaron a ganar la guerra y que también dirigió la Legión Cóndor que arrasó Gernika. En la galería de Buchholz, que tuvo un gran prestigio entre los intelectuales y artistas, expusieron el grupo Pórtico y los pintores de El Paso.
Por su parte, Abel Bonnard, exministro de Educación del Gobierno de Vichy condenado a muerte tras la liberación de Francia, abrió en Madrid la galería Palma y en Bilbao Willy Wakonigg, excombatiente de la División Azul y compañero de Palazuelo en la aviación franquista, creó Stvdio. “Muchos de los autores promocionados por estas galerías o por el franquismo fueron objeto en los años sesenta y setenta de censura, encarcelados o atacados por grupos de ultraderecha”, apunta el autor.
El trabajo de Massot, rico en datos inéditos, se nutre de archivos públicos y privados, correspondencia, memorias, testimonios orales, hemerotecas y catálogos para situar a Miró en el contexto barcelonés, catalán, español e internacional, alejándolo de la imagen de pintor enclaustrado en su estudio de Mallorca, en el que se refugió en 1939. También pone luz a la crudeza del menosprecio que sufrió durante la posguerra, cuando su obra no se entendía: Josep Pla la criticaba porque se alejaba de la realidad y Salvador Dalí dijo que Miró hacía una obra “decorativa” y que era “un pintor de corbatas”.
SOBRE LA FIRMA
José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.
El 2 de mayo de 1939, cuatro meses después de la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, se celebró una ceremonia en la plaza de Cataluña presidida por un obelisco levantado en memoria de los nacionales muertos durante la Guerra Civil. Leyeron discursos Mariano Calviño, jefe provincial del Movimiento, y el escritor Ernesto Giménez Caballero, que enumeró los males de la democracia, la masonería y la República por haber concedido “la independencia de Cataluña y Vasconia y de la mujer frente al marido”. La jornada, suspendida por la lluvia, fue recogida en los diarios. La Vanguardia Española reprodujo en su portada, a toda página, la foto realizada por Antoni Campañà de un joven con uniforme de honor de la Falange Española junto al obelisco.
El joven no era otro que el futuro pintor Antoni Tàpies, que en ese momento tenía 15 años y que décadas después intentó hacer desaparecer la imagen de los archivos del diario. La inesperada foto, realizada en un momento en el que no era obligado afiliarse a las Juventudes Falangistas, es una de las muchas historias que el periodista Josep Massot cuenta en su libro Joan Miró sota el franquisme (1940-1983), publicado en catalán por Galàxia Gutenberg, en el que retrata el arte español de la posguerra y sus implicaciones con la política y da luz a historias como el apoyo que dieron los nazis refugiados en España tras la Segunda Guerra Mundial al arte informalista que el III Reich había calificado de “degenerado”.
“En una de mis visitas a Tàpies me pidió que hiciera desaparecer la foto del archivo del diario. En ese momento me enteré de su existencia, pese a que se había referido a ella en su autobiografía Memoria personal”, explica Massot, autor hace tres años de la última biografía de Miró publicada en la misma editorial.
Para Massot, Tàpies es el ejemplo, junto a Eduardo Chillida, Manuel Sacristán, Josep Maria Castellet, Carlos Barral, José Maria Valverde, José Luis Aranguren, Francesc Farreras, Pablo Palazuelo y un largo etcétera, “de la rápida evolución de jóvenes intelectuales desde un falangismo crítico, tras considerar que Franco había traicionado la promesa de hacer la revolución fascista, al acercamiento a la izquierda, a partir de los sesenta, que acabó liderando el activismo democrático”.
Massot recoge episodios como la paliza que dieron en 1949 Chillida y Palazuelo a dos activistas catalanes por quitar una bandera franquista de un edificio de París al grito de “no hemos matado a suficientes rojos separatistas”, que contó el pintor Xavier Valls en sus memorias.
Tras la defensa a ultranza del realismo ecléctico y autárquico de los cuarenta, la España franquista de los cincuenta pasó a promocionar los informalismos ante la necesidad de reapertura de un régimen asfixiado internacionalmente. Miró, explica el autor, fue intransigente ante las presiones para maquillar la dictadura y se negó a participar en las bienales de arte bajo la batuta de Luis González Robles. “Alegaba que no tenía obras nuevas porque estaban en manos de sus marchantes Pierre Matisse y Aimé Maeght”, según Massot. Sí lo hicieron Tàpies, Eduardo Chillida, Jorge Oteiza, Manolo Millares, Antonio Saura y Modest Cuixart, obteniendo reconocimiento y fama internacional. “No tenían otra opción para hacerse visibles, mientras que Miró contaba con Nueva York y París para exhibir sus obras. A Miró lo salvaron sus amigos de Estados Unidos, como Josep Lluís Sert, Alexander Calder, Pierre Matisse y los dirigentes del MoMA, que veían en él una posibilidad de sacar del provincianismo al público de Nueva York”, explica el autor.
Tàpies fue el primero que acabó rebelándose. En 1959 se negó a que sus obras se mostraran en exposiciones internacionales. Le siguieron Saura y Millares, pero no Cuixart. En 1960 el franquismo acordó con el MoMA y el Guggenheim una campaña de promoción de los jóvenes informalistas. Una carta inédita del museo de Nueva York prueba que se intentó ocultar la participación del Gobierno español. Eran los años de la Guerra Fría, en la que Estados Unidos pugnaba con la URSS por el dictado cultural y con París por la capitalidad del arte. “Estas actitudes ilustran como pocos episodios la miseria del sistema cultural, en el que solo se salvan unas pocas individualidades y, aunque cueste reconocerlo, la eficiente diplomacia franquista”, explica Massot.
Para el autor, sin el tutelaje de Miró desde Barcelona y Picasso desde París la promoción de las nuevas vanguardias españolas habría caído de forma exclusiva en manos de refugiados nazis en España. Como el espía Werner Mathias Goeritz, instalado en Madrid en 1947, donde se presentaba como judío, antinazi y suizo, amigo de Max Jacob, Picasso y Paul Klee, pese a estar reclamado por los aliados para ser sometido a un proceso de desnazificación. Él unió a los defensores del arte nuevo dispersos por la Península en las jornadas de la Escuela de Altamira de 1949 y 1950 con la finalidad de desarrollar la modernidad del arte, en especial del abstracto. Contó con el apoyo de Rafael Santos Torroella, Ángel Ferrant, Llorens Artigas, Sebastià Gasch y Modest Cuixart y los poetas Luis Felipe Vivanco y Luis Rosales, entre otros. Pero no de Miró, al que Goeritz no logró convencer para que participara en una visita que le hizo en 1948.
También estaba en Madrid Karl Buchholz, uno de los comisionados por Goebbels para vender las obras de arte “degenerado” confiscadas a museos o compradas a judíos, tras abrir en 1945 una librería-galería con su nombre. Su socio capitalista fue Erich Gaebelt, mano derecha de Johannes Bernhardt, el hombre al que Hitler puso al frente del poderoso conglomerado de empresas que gestionó la venta a Franco de las armas alemanas que le ayudaron a ganar la guerra y que también dirigió la Legión Cóndor que arrasó Gernika. En la galería de Buchholz, que tuvo un gran prestigio entre los intelectuales y artistas, expusieron el grupo Pórtico y los pintores de El Paso.
Por su parte, Abel Bonnard, exministro de Educación del Gobierno de Vichy condenado a muerte tras la liberación de Francia, abrió en Madrid la galería Palma y en Bilbao Willy Wakonigg, excombatiente de la División Azul y compañero de Palazuelo en la aviación franquista, creó Stvdio. “Muchos de los autores promocionados por estas galerías o por el franquismo fueron objeto en los años sesenta y setenta de censura, encarcelados o atacados por grupos de ultraderecha”, apunta el autor.
El trabajo de Massot, rico en datos inéditos, se nutre de archivos públicos y privados, correspondencia, memorias, testimonios orales, hemerotecas y catálogos para situar a Miró en el contexto barcelonés, catalán, español e internacional, alejándolo de la imagen de pintor enclaustrado en su estudio de Mallorca, en el que se refugió en 1939. También pone luz a la crudeza del menosprecio que sufrió durante la posguerra, cuando su obra no se entendía: Josep Pla la criticaba porque se alejaba de la realidad y Salvador Dalí dijo que Miró hacía una obra “decorativa” y que era “un pintor de corbatas”.
SOBRE LA FIRMA
José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.
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martes, 7 de diciembre de 2021
_- El enigma de los cubos de uranio que los nazis utilizaban para crear su programa nuclear
_- Este es uno de los 664 cubos de uranio del reactor nuclear que los alemanes intentaron construir durante la Segunda Guerra Mundial.
En los primeros años de la década de los 40 varios equipos de científicos alemanes comenzaron a producir miles cubos de uranio que serían el núcleo de los reactores que estaban desarrollando como parte del incipiente programa nuclear nazi.
Los alemanes estaban lejos de lograr una bomba atómica, pero confiaban en que estos experimentos les sirvieran para ponerse en ventaja sobre Estados Unidos.
De hecho, la fisión nuclear fue descubierta en 1938 en Berlín.
Fueron los alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann * los primeros en saber cómo se podía dividir un átomo, y que al hacerlo se liberaría una gran cantidad de energía.
Años después, sin embargo, el Proyecto Manhattan y su bomba atómica demostró que en realidad los estadounidenses estaban muchísimo más adelantados que los alemanes en tecnología atómica.
Los cubos de uranio, sin embargo, guardan claves sobre el secretismo y el recelo entre ambos países por la carrera nuclear.
Hoy es un misterio el paradero de la inmensa mayoría de los miles de cubos que se fabricaron.
"Es difícil saber lo que ocurrió con estos cubos", le dice a BBC Mundo Alex Wellerstein, historiador especialista en armas nucleares del Instituto de Tecnología Stevens, en Estados Unidos.
"Los registros que hay no son los mejores".
En Estados Unidos, solo se han identificado una decena de ellos, lo cual los convierte en un preciado tesoro para los investigadores que intentan reconstruir los comienzos de la era nuclear.
Experimento fallido
Uno de los equipos que experimentaban con los cubos de uranio estaba liderado por el físico Werner Heisenberg, pionero de la mecánica cuántica y ganador del Nobel en 1932.
Werner Heisenberg lideraba uno de los laboratorios donde se experimentaba con los cubos de uranio.
El proyecto de Heisenberg y sus colegas consistía en atar 664 de estos cubos de 5 cm a unos cables colgantes y sumergirlos en agua pesada.
El agua pesada está formada por oxígeno y deuterio, un isótopo del hidrógeno que tiene el doble de masa que el hidrógeno ordinario.
La idea es que al sumergir los cubos se iniciara una reacción en cadena, pero el experimento no funcionó.
Según Timothy Koeth, investigador de la Universidad de Maryland que le ha seguido el rastro a los cubos, Heisenberg habría necesitado 50% más de uranio y mayor cantidad de agua pesada para que el diseño funcionara.
"A pesar de ser el lugar de nacimiento de la física nuclear y tener casi dos años de ventaja respecto a EE.UU., no había una amenaza inminente de una Alemania nuclear al final de la guerra", dice Koeth en un artículo del Instituto Estadounidense de Física.
El desarrollo de la bomba atómica demostró que Estados Unidos tenía un programa nuclear mucho más avanzado que Alemania.
Material confiscado
En 1945, mientras los alemanes intentaban refinar sus esfuerzos, Estados Unidos y los Aliados ganaron la guerra.
En ese momento, Estados Unidos conformó una misión para recolectar información y confiscar material relacionado con los avances de los alemanes en materia nuclear.
Así fue como tropas estadounidenses llegaron hasta el laboratorio de Heisenberg en la pequeña población de Haigerloch.
Más de 600 cubos de uranio fueron confiscados y enviados a Estados Unidos, según un informe del Laboratorio Nacional del Noroeste Pacífico de Estados Unidos (PNNL, por sus siglas en inglés).
La idea era conocer qué tan avanzados estaban los alemanes en tecnología nuclear y también evitar que los cubos cayeran en manos de los soviéticos, según explica Wellerstein.
Estados Unidos envió tropas para confiscar los cubos de uranio.
Al final, a los científicos estadounidenses el hallazgo de los cubos les sirvió para darse cuenta de que los alemanes estaban rezagados en materia nuclear.
Perdidos
Hoy todavía se desconoce el paradero de la gran mayoría de los cubos.
Se cree que varios de ellos se utilizaron en el desarrollo de armas nucleares de Estados Unidos.
Según Wellerstein, algunas personas comenzaron a regalar los cubos como souvenires, otros científicos los utilizaron como material de análisis y otros cayeron en el mercado negro.
Otros más permanecen como material de colección.
En 2019, la revista Physics Today logró rastrear la ubicación de 7 cubos que según quienes los tienen pertenecieron a los experimentos nucleares de los nazis.
Aunque se recuperaron cientos de cubos, hoy no se sabe dónde están la mayoría de ellos.
Tres de ellos están en Alemania: uno en el Museo Atomkeller, en Haigerloch, donde antes estuvo el laboratorio de Heinsenberg; otro está en el Museo de Mineralogía de la Universidad de Bonn; y el tercero en la Oficina Federal de Protección contra la Radiación, en Berlín.
Otros dos están en el Museo Nacional de Historia Americana en Washington D.C.; y otro en la Universidad de Harvard.
La revista indica que al parecer un sexto cubo estuvo Instituto Tecnológico de Rochester, pero debido a un cambio en las normas de almacenamiento de material radioactivo, el cubo fue desechado.
Un séptimo cubo está en manos del PNNL, y aunque se le conoce como "el cubo de Heisenberg", los investigadores no están 100% seguros de su procedencia.
Otro de los cubos lo tiene el propio Koeth, quien lo recibió como un curioso regalo de cumpleaños en 2013.
Koeth colabora junto con el PNNL para averiguar el paradero de los cientos o miles de cubos que aún permanecen perdidos y para conocer más detalles acerca de cómo llegaron a Estados Unidos.
En busca del pedigrí
Más allá de su valor histórico y simbólico, "realmente los cubos no son muy valiosos, no puedes hacer nada con ellos", dice Wellerstein.
Tampoco son peligrosos, ya que generan una radiación muy débil. Después de agarrar uno de ellos, "basta con lavarte las manos", dice el experto.
En agosto de 2021, Jon Schwantes y Brittany Robertson, investigadores del PNNL, presentaron un proyecto en el que describen cómo trabajan para identificar el "pedigrí" de varios de los cubos que se han encontrado.
Según explica Schwantes, la idea es comparar distintos cubos e intentar clasificarlos.
Estados Unidos desarrolló su programa nuclear en parte por miedo a los avances de los nazis en esta tecnología. (Foto de Hiroshima tras la bomba atómica de 1945).
Para ello, combinan métodos forenses y radiocronometría, que es la versión nuclear de la técnica que utilizan los geólogos para determinar la edad de una muestra con base en el contenido de isótopos radioactivos.
Miedo
Los expertos coinciden en que Estados Unidos desarrolló velozmente su programa nuclear en gran parte por miedo a que los alemanes lo lograran antes que ellos.
Y aunque algunos ven estos cubos como una curiosidad histórica, otros lo ven como el desencadenante de la peligrosa era de armas nucleares en la que hoy está atrapada el mundo.
"Las armas nucleares, la energía nuclear, la Guerra Fría, el planeta como un rehén nuclear, todo esto fue motivado por el esfuerzo que se generó a partir de estos 600 y tantos cubos" dice Koeth en un artículo de la cadena NPR.
En todo caso las dos grandes preguntas sobre cientos o miles de estos cubos siguen sin respuesta: cuántos existen todavía y dónde están.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-59511739
*(Es curioso como se olvida a Lise Meitner de forma sistemática, física que participó directamente en el descubrimiento y la explicación de la fusión nuclear, de origen judio y austríaca. No le concedieron el Nobel tan merecido como sus colegas. La siguen ignorando en tantas ocasiones idóneas para citarla como se presentan, incluso por parte de la BBC, como en este caso)
lunes, 6 de diciembre de 2021
Anguita ya les vio venir
Una diputada de la extrema derecha, aseguró que el Califa rojo estaría orgulloso de Vox, pero el histórico líder de IU dejó un vídeo para ridiculizarles
Este viernes fue trending topic, uno de los temas más comentados en la red social, Julio Anguita, el histórico líder de Izquierda Unida fallecido en mayo de 2020. El motivo: una diputada de Vox aseguró que el conocido como “Califa rojo” se sentiría “profundamente orgulloso de Vox”, el partido con el que, según ella, se identificaría hoy. Lo que ocurrió a continuación prueba dos comportamientos preocupantes: uno, que en Twitter se puede decir cualquier sandez, y dos, que se ha vuelto necesario explicar lo obvio o desmentir las falsedades más absurdas.
La diputada, alicantina y posible candidata de Vox a la presidencia de la Junta de Andalucía —ella misma lo ha retuiteado— tomó el nombre de Anguita en vano para decir que hoy “se avergonzaría de los que dicen ser de izquierdas y defender a la clase obrera”, entre los que citó a “partidos políticos, sindicatos de mariscadas y plataformas del gobierno del Frente Popular”. “Hoy”, añadió, “vería representado en Vox el espíritu de lucha que siempre mantuvo”.
En Twitter se apresuraron a desmentirlo, recurriendo a antiguos vídeos del propio Anguita. Algunos de ellos eran tan específicos que parecía que se habían grabado inmediatamente después de las declaraciones de la diputada, aunque datan de unos años antes. Es como si el Califa rojo hubiera previsto el futuro, y en concreto, el momento preciso en el que una de las referentes de todo lo que él combatía intentaría manipular sus palabras. Afirma Anguita en uno de los vídeos que la comunidad tuitera ha difundido en las últimas horas sin parar: “Hace años afirmé que en el caso de la corrupción era mejor que alguien votase a alguien honesto, aunque fuera de la extrema derecha, que a alguien de izquierdas. Lo dije en el contexto de la corrupción del PP. Nuestra extrema derecha utilizó la frase como si yo la avalase. Realmente, sigo pensando que honestidad y extrema derecha es oxímoron, como nieve negra o noche clara. Nuestra extrema derecha estaba inédita, pero ya ha aparecido en las instituciones. La corrupción no es solo económica, es, también, mantener un discurso falso. Esta extrema derecha dice que hay que primar a los empresarios, metiendo en el mismo saco a las empresas del Ibex que a los autónomos, que son auténticos explotados. Esta extrema derecha nuestra no se preocupa en absoluto de lo social. Huele a naftalina, a caspa, es homófoba”. Y concluye: “No me gusta que me utilicen”. En otro vídeo suyo rescatado estos días añade: “Hacen [en alusión a Vox] análisis de la Edad Media. Creo que a este discurso se le combate con razonamiento, con paciencia y sobre todo con ironía. La ironía es la mejor manera de tratar los discursos perversos”.
Hagámosle caso.
Anguita militaría hoy en Vox. Habría votado en contra del traslado de Franco de un monumento a un cementerio; habría dicho que con el dictador algunas cosas no pasaban, o sea, que el de ahora es “el peor Gobierno en 80 años”; lucharía a brazo partido para impedir la apertura de las fosas del franquismo al grito de “algo habrán hecho”. Llamaría “feminazis” a las feministas y “chiringuitos” a las asociaciones que dicen combatir la discriminación o "la pamplina" de la violencia de género. Pediría acabar con las comunidades autónomas para volver a ser una, grande y libre. Recomendaría a la gente que no se vacunase contra el coronavirus porque eso es lo que quiere el Gobierno. Defendería la libertad de información, denunciaría la censura vetando al periódico más leído del país.
La ironía es el mejor recurso para demostrar que una tontería lo es. Tenía razón Anguita.
https://elpais.com/opinion/2021-12-04/anguita-ya-les-vio-venir.html
Este viernes fue trending topic, uno de los temas más comentados en la red social, Julio Anguita, el histórico líder de Izquierda Unida fallecido en mayo de 2020. El motivo: una diputada de Vox aseguró que el conocido como “Califa rojo” se sentiría “profundamente orgulloso de Vox”, el partido con el que, según ella, se identificaría hoy. Lo que ocurrió a continuación prueba dos comportamientos preocupantes: uno, que en Twitter se puede decir cualquier sandez, y dos, que se ha vuelto necesario explicar lo obvio o desmentir las falsedades más absurdas.
La diputada, alicantina y posible candidata de Vox a la presidencia de la Junta de Andalucía —ella misma lo ha retuiteado— tomó el nombre de Anguita en vano para decir que hoy “se avergonzaría de los que dicen ser de izquierdas y defender a la clase obrera”, entre los que citó a “partidos políticos, sindicatos de mariscadas y plataformas del gobierno del Frente Popular”. “Hoy”, añadió, “vería representado en Vox el espíritu de lucha que siempre mantuvo”.
En Twitter se apresuraron a desmentirlo, recurriendo a antiguos vídeos del propio Anguita. Algunos de ellos eran tan específicos que parecía que se habían grabado inmediatamente después de las declaraciones de la diputada, aunque datan de unos años antes. Es como si el Califa rojo hubiera previsto el futuro, y en concreto, el momento preciso en el que una de las referentes de todo lo que él combatía intentaría manipular sus palabras. Afirma Anguita en uno de los vídeos que la comunidad tuitera ha difundido en las últimas horas sin parar: “Hace años afirmé que en el caso de la corrupción era mejor que alguien votase a alguien honesto, aunque fuera de la extrema derecha, que a alguien de izquierdas. Lo dije en el contexto de la corrupción del PP. Nuestra extrema derecha utilizó la frase como si yo la avalase. Realmente, sigo pensando que honestidad y extrema derecha es oxímoron, como nieve negra o noche clara. Nuestra extrema derecha estaba inédita, pero ya ha aparecido en las instituciones. La corrupción no es solo económica, es, también, mantener un discurso falso. Esta extrema derecha dice que hay que primar a los empresarios, metiendo en el mismo saco a las empresas del Ibex que a los autónomos, que son auténticos explotados. Esta extrema derecha nuestra no se preocupa en absoluto de lo social. Huele a naftalina, a caspa, es homófoba”. Y concluye: “No me gusta que me utilicen”. En otro vídeo suyo rescatado estos días añade: “Hacen [en alusión a Vox] análisis de la Edad Media. Creo que a este discurso se le combate con razonamiento, con paciencia y sobre todo con ironía. La ironía es la mejor manera de tratar los discursos perversos”.
Hagámosle caso.
Anguita militaría hoy en Vox. Habría votado en contra del traslado de Franco de un monumento a un cementerio; habría dicho que con el dictador algunas cosas no pasaban, o sea, que el de ahora es “el peor Gobierno en 80 años”; lucharía a brazo partido para impedir la apertura de las fosas del franquismo al grito de “algo habrán hecho”. Llamaría “feminazis” a las feministas y “chiringuitos” a las asociaciones que dicen combatir la discriminación o "la pamplina" de la violencia de género. Pediría acabar con las comunidades autónomas para volver a ser una, grande y libre. Recomendaría a la gente que no se vacunase contra el coronavirus porque eso es lo que quiere el Gobierno. Defendería la libertad de información, denunciaría la censura vetando al periódico más leído del país.
La ironía es el mejor recurso para demostrar que una tontería lo es. Tenía razón Anguita.
https://elpais.com/opinion/2021-12-04/anguita-ya-les-vio-venir.html
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domingo, 5 de diciembre de 2021
_- Octogésimo aniversario del inicio de la Batalla de Moscú, 5 de diciembre de 1941. El curso de la Segunda Guerra Mundial cambió frente a Moscú
_- Con motivo del octogésimo aniversario del inicio de la Batalla de Moscú el 5 de diciembre de 1941, una batalla que cambió el curso del Segunda Guerra Mundial, reproducimos el capítulo dedicado a este acontecimiento del libro de Jacques R. Pauwels, «Los grandes mitos de la historia moderna. Reflexiones sobre la democracia, la guerra y la revolución», Boltxe Liburuak, diciembre de 2021 [Traducido al castellano por Beatriz Morales Bastos].
El mito:
El curso de la guerra cambió en junio de 1944, cuando se produjo el desembarco de Normandía. A partir de entonces se hizo retroceder sistemáticamente a los alemanes, y los estadounidenses y sus aliados británicos, canadienses y de otros países liberaron la mayor parte de Europa. Éxitos de taquilla de Hollywood como El día más largo y Salvar a soldado Ryan han fomentado muy eficazmente esta idea.
La realidad:
El curso de la guerra empezó a cambiar despacio, de forma casi imperceptible, ya en el verano de 1941, apenas unas semanas después de que el aparentemente invencible ejército alemán invadiera la Unión Soviética. Una contraofensiva emprendida por el Ejército Rojo frente a Moscú el 5 de diciembre de ese año confirmó el fracaso del Blitzkrieg, es decir, la estrategia que supuestamente había sido la clave de la victoria alemana. Ese día los comandantes de la Wehrmacht informaron a Hitler que ya no era posible la victoria.
Seguir aquí.
Notas:
[1] Rolf-Dieter Müller, Der Feind steht im Osten: Hitlers geheime Pläne für einen Krieg gegen die Sowjetunion im Jahr 1939. (El enemigo está en el este: los planes secretos de Hitler para una guerra contra la Unión Soviética en 1939.)
[2] Citado en Müller, p. 152.
El mito:
El curso de la guerra cambió en junio de 1944, cuando se produjo el desembarco de Normandía. A partir de entonces se hizo retroceder sistemáticamente a los alemanes, y los estadounidenses y sus aliados británicos, canadienses y de otros países liberaron la mayor parte de Europa. Éxitos de taquilla de Hollywood como El día más largo y Salvar a soldado Ryan han fomentado muy eficazmente esta idea.
La realidad:
El curso de la guerra empezó a cambiar despacio, de forma casi imperceptible, ya en el verano de 1941, apenas unas semanas después de que el aparentemente invencible ejército alemán invadiera la Unión Soviética. Una contraofensiva emprendida por el Ejército Rojo frente a Moscú el 5 de diciembre de ese año confirmó el fracaso del Blitzkrieg, es decir, la estrategia que supuestamente había sido la clave de la victoria alemana. Ese día los comandantes de la Wehrmacht informaron a Hitler que ya no era posible la victoria.
Caricatura del artista danés Herluf Bildstrup (https://soviet-art.ru/what-herluf-bidstrup-saw-in-ussr/#more-12136).
Al menos en lo que se refiere al «escenario europeo», la Segunda Guerra Mundial empezó con la invasión de Polonia por parte del ejército alemán en septiembre de 1939. Unos seis meses después hubo otras victorias aún más espectaculares, esta vez sobre los Países Bajos y Francia. Para el verano de 1940 Alemania parecía invencible y predestinada a gobernar indefinidamente el continente europeo (Gran Bretaña se negó a arrojar la toalla, pero no podía esperar ganar la guerra sola y temía que Hitler dirigiera pronto su atención a Gibraltar, Egipto y/o otras joyas de la corona del Imperio británico). Pero cinco años después Alemania experimentó el dolor y la humillación de la derrota total. El 20 de abril de 1945 Hitler se suicidó en Berlín mientras los buldóceres del Ejército Rojo entraban en la ciudad y el 8/9 de mayo Alemania se rindió incondicionalmente.
Está claro, por tanto, que el curso de la guerra había cambiado en algún momento entre finales de 1940 y 1944, pero ¿Cuándo y dónde? En Normandía en 1944, según algunos, especialmente según Hollywood; en Stalingrado durante el inverno de 1942-1943, según otros. En realidad, ya había empezado a cambiar en el verano de 1941 y fue evidente a principios de diciembre, cuando el Ejército Rojo emprendió una contraofensiva frente a Moscú.
No debería sorprender que fuera en la Unión Soviética donde cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial. La guerra contra la Unión Soviética era la guerra que Hitler había anhelado desde un principio, como dejó muy claro en las páginas de Mein Kampf, escrito a mediados de la década de 1920. Pero, como hemos visto en un capítulo anterior, los generales e industriales, y toda la clase alta de Alemania también deseaban un Ostkrieg, una guerra en el este, es decir, contra los soviéticos. De hecho, como ha demostrado de forma convincente el historiador alemán Rolf-Dieter Müller en una monografía muy bien documentada [1], lo que Hitler quería emprender en 1939 era una guerra contra la Unión Soviética y no contra Polonia, Francia o Gran Bretaña. El 11 de agosto de ese año Hitler explicó a Carl J. Burckhardt, un funcionario de la Liga de las Naciones, que «todo lo que emprendió estaba dirigido contra Rusia» y que «si Occidente [estos es, los franceses y los británicos] es demasiado estúpido y demasiado ciego para entenderlo, se vería obligado a llegar a un acuerdo con los rusos, volverse y derrotar a Occidente, y después volverse con toda su fuerza para atestar un golpe a la Unión Soviética» [2]. De hecho, eso es lo que ocurrió. Occidente resultó ser «demasiado estúpido y ciego», como Hitler había dicho, y le dio vía libre en el este, de modo que llegó a un acuerdo con Moscú (el «Pacto Hitler-Stalin») y entonces emprendió la guerra contra Polonia, Francia y Gran Bretaña. Pero su objetivo seguía siendo el mismo: atacar y destruir la Unión Soviética lo antes posible.
Está claro, por tanto, que el curso de la guerra había cambiado en algún momento entre finales de 1940 y 1944, pero ¿Cuándo y dónde? En Normandía en 1944, según algunos, especialmente según Hollywood; en Stalingrado durante el inverno de 1942-1943, según otros. En realidad, ya había empezado a cambiar en el verano de 1941 y fue evidente a principios de diciembre, cuando el Ejército Rojo emprendió una contraofensiva frente a Moscú.
No debería sorprender que fuera en la Unión Soviética donde cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial. La guerra contra la Unión Soviética era la guerra que Hitler había anhelado desde un principio, como dejó muy claro en las páginas de Mein Kampf, escrito a mediados de la década de 1920. Pero, como hemos visto en un capítulo anterior, los generales e industriales, y toda la clase alta de Alemania también deseaban un Ostkrieg, una guerra en el este, es decir, contra los soviéticos. De hecho, como ha demostrado de forma convincente el historiador alemán Rolf-Dieter Müller en una monografía muy bien documentada [1], lo que Hitler quería emprender en 1939 era una guerra contra la Unión Soviética y no contra Polonia, Francia o Gran Bretaña. El 11 de agosto de ese año Hitler explicó a Carl J. Burckhardt, un funcionario de la Liga de las Naciones, que «todo lo que emprendió estaba dirigido contra Rusia» y que «si Occidente [estos es, los franceses y los británicos] es demasiado estúpido y demasiado ciego para entenderlo, se vería obligado a llegar a un acuerdo con los rusos, volverse y derrotar a Occidente, y después volverse con toda su fuerza para atestar un golpe a la Unión Soviética» [2]. De hecho, eso es lo que ocurrió. Occidente resultó ser «demasiado estúpido y ciego», como Hitler había dicho, y le dio vía libre en el este, de modo que llegó a un acuerdo con Moscú (el «Pacto Hitler-Stalin») y entonces emprendió la guerra contra Polonia, Francia y Gran Bretaña. Pero su objetivo seguía siendo el mismo: atacar y destruir la Unión Soviética lo antes posible.
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Notas:
[1] Rolf-Dieter Müller, Der Feind steht im Osten: Hitlers geheime Pläne für einen Krieg gegen die Sowjetunion im Jahr 1939. (El enemigo está en el este: los planes secretos de Hitler para una guerra contra la Unión Soviética en 1939.)
[2] Citado en Müller, p. 152.
sábado, 4 de diciembre de 2021
_- Entrevista a David Harvey, geógrafo y teórico social marxista. “No existe una idea buena y moral que el capital no pueda apropiarse y convertir en algo horrendo”
_- Ha pasado más de siglo y medio desde que Karl Marx publicara el primer volumen de El capital. Es una obra enorme e intimidante que muchos lectores podrían sentirse tentados de pasar por alto; el erudito radical David Harvey cree que no deberían hacerlo.
Harvey lleva décadas impartiendo clases sobre El capital. Sus populares cursos sobre los tres volúmenes del libro están disponibles de forma gratuita en la red y los han visitado millones de personas de todo el mundo. El último libro de Harvey, Marx, El capital y la locura de la razón económica, es una guía más breve de los tres volúmenes. En él se ocupa de la irracionalidad inherente a un sistema capitalista cuyo funcionamiento se supone que es todo lo contrario.
Harvey habló con Daniel Denvir para el podcast The Dig, de Jacobin Radio, acerca del libro, las energías a un tiempo creativas y destructivas del capital, el cambio climático y de por qué sigue mereciendo la pena luchar con El Capital.
Lleva bastante tiempo impartiendo clases sobre El capital. Describa brevemente los tres volúmenes.
Marx entra mucho en los detalles y a veces es difícil hacerse una idea exacta del concepto general que aborda El capital. Pero en realidad es sencillo. Los capitalistas empiezan el día con cierta cantidad de dinero, llevan ese dinero al mercado y compran algunas mercancías como medios de producción y mano de obra, y las ponen a trabajar en un proceso laboral que produce una nueva mercancía. Esa nueva mercancía se vende por dinero más un beneficio. Después, ese beneficio se redistribuye de varias maneras, en forma de rentas e intereses, y circula de nuevo hacia ese dinero, que inicia el ciclo de producción nuevamente.
El volumen uno de El Capital es una obra maestra literaria, mientras que los volúmenes dos y tres son más técnicos y más difíciles de seguir
Es un proceso de circulación. Y los tres volúmenes de El capital tratan diferentes aspectos de dicho proceso. El primero se ocupa de la producción. El segundo trata de la circulación y lo que llamamos “realización”: la forma en que la mercancía se convierte de nuevo en dinero. Y el tercero se ocupa de la distribución: cuánto dinero va al propietario, cuánto al financiero y cuánto al comerciante antes de que todo se dé la vuelta y regrese al proceso de circulación.
Eso es lo que trato de enseñar de modo que la gente entienda las relaciones entre los tres volúmenes de El capital y no se pierda totalmente en un volumen o en partes de ellos.
En ciertos aspectos difiere de otros estudiosos de Marx. Una diferencia importante es que presta mucha atención a los volúmenes dos y tres, mientras que a muchos especialistas de Marx les interesa principalmente el primer volumen. ¿Por qué?
Son importantes porque lo dice Marx. En el volumen uno básicamente dice: “En el volumen uno me ocupo de esto, en el volumen dos me ocupo de aquello y en el volumen tres me ocupo de lo de más allá”. Está claro que en la mente de Marx existía la idea de la totalidad de la circulación del capital. Su plan era dividirlo en estas tres partes en tres volúmenes. De modo que sigo lo que Marx dice que hace. Ahora bien, el problema, por supuesto, es que los volúmenes dos y tres nunca se completaron, y no son tan satisfactorios como el volumen uno.
Pedir prestado consiste en hipotecar el futuro. Esa hipoteca sobre el futuro es una parte esencial de lo que trata El capital
El otro problema es que el volumen uno es una obra maestra literaria, mientras que los volúmenes dos y tres son más técnicos y más difíciles de seguir. De modo que puedo entender por qué, si la gente quiere leer a Marx con cierta alegría y placer, se quede con el volumen uno. Pero lo que quiero decir es: “No, si verdaderamente quieres entender su concepto del capital, no puedes quedarte con que se trata de una simple cuestión de producción. Se trata de circulación. Se trata de llevarlo al mercado y venderlo, después se trata de distribuir las ganancias”.
Seguir leyendo aquí.
Harvey lleva décadas impartiendo clases sobre El capital. Sus populares cursos sobre los tres volúmenes del libro están disponibles de forma gratuita en la red y los han visitado millones de personas de todo el mundo. El último libro de Harvey, Marx, El capital y la locura de la razón económica, es una guía más breve de los tres volúmenes. En él se ocupa de la irracionalidad inherente a un sistema capitalista cuyo funcionamiento se supone que es todo lo contrario.
Harvey habló con Daniel Denvir para el podcast The Dig, de Jacobin Radio, acerca del libro, las energías a un tiempo creativas y destructivas del capital, el cambio climático y de por qué sigue mereciendo la pena luchar con El Capital.
Lleva bastante tiempo impartiendo clases sobre El capital. Describa brevemente los tres volúmenes.
Marx entra mucho en los detalles y a veces es difícil hacerse una idea exacta del concepto general que aborda El capital. Pero en realidad es sencillo. Los capitalistas empiezan el día con cierta cantidad de dinero, llevan ese dinero al mercado y compran algunas mercancías como medios de producción y mano de obra, y las ponen a trabajar en un proceso laboral que produce una nueva mercancía. Esa nueva mercancía se vende por dinero más un beneficio. Después, ese beneficio se redistribuye de varias maneras, en forma de rentas e intereses, y circula de nuevo hacia ese dinero, que inicia el ciclo de producción nuevamente.
El volumen uno de El Capital es una obra maestra literaria, mientras que los volúmenes dos y tres son más técnicos y más difíciles de seguir
Es un proceso de circulación. Y los tres volúmenes de El capital tratan diferentes aspectos de dicho proceso. El primero se ocupa de la producción. El segundo trata de la circulación y lo que llamamos “realización”: la forma en que la mercancía se convierte de nuevo en dinero. Y el tercero se ocupa de la distribución: cuánto dinero va al propietario, cuánto al financiero y cuánto al comerciante antes de que todo se dé la vuelta y regrese al proceso de circulación.
Eso es lo que trato de enseñar de modo que la gente entienda las relaciones entre los tres volúmenes de El capital y no se pierda totalmente en un volumen o en partes de ellos.
En ciertos aspectos difiere de otros estudiosos de Marx. Una diferencia importante es que presta mucha atención a los volúmenes dos y tres, mientras que a muchos especialistas de Marx les interesa principalmente el primer volumen. ¿Por qué?
Son importantes porque lo dice Marx. En el volumen uno básicamente dice: “En el volumen uno me ocupo de esto, en el volumen dos me ocupo de aquello y en el volumen tres me ocupo de lo de más allá”. Está claro que en la mente de Marx existía la idea de la totalidad de la circulación del capital. Su plan era dividirlo en estas tres partes en tres volúmenes. De modo que sigo lo que Marx dice que hace. Ahora bien, el problema, por supuesto, es que los volúmenes dos y tres nunca se completaron, y no son tan satisfactorios como el volumen uno.
Pedir prestado consiste en hipotecar el futuro. Esa hipoteca sobre el futuro es una parte esencial de lo que trata El capital
El otro problema es que el volumen uno es una obra maestra literaria, mientras que los volúmenes dos y tres son más técnicos y más difíciles de seguir. De modo que puedo entender por qué, si la gente quiere leer a Marx con cierta alegría y placer, se quede con el volumen uno. Pero lo que quiero decir es: “No, si verdaderamente quieres entender su concepto del capital, no puedes quedarte con que se trata de una simple cuestión de producción. Se trata de circulación. Se trata de llevarlo al mercado y venderlo, después se trata de distribuir las ganancias”.
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viernes, 3 de diciembre de 2021
_- Albert Einstein: los 2 grandes errores científicos que cometió en su carrera
_- Einstein es un ejemplo de espíritu libre y creador que, sin embargo, conservó sus prejuicios.
La investigación científica se basa en la relación entre la realidad de la naturaleza -adquirida mediante observaciones- y una representación de esta realidad, formulada por una teoría en lenguaje matemático.
Cuando todas las consecuencias que se derivan de una teoría se verifican de forma experimental, esta queda validada.
Este enfoque, que se ha aplicado desde hace casi cuatro siglos, ha permitido construir un conjunto coherente de conocimientos.
Pero esos avances se logran gracias a la inteligencia humana que, a pesar de todo, conserva sus creencias y prejuicios, lo cual puede afectar al progreso de la ciencia incluso entre las mentes más privilegiadas.
El primer error
En su obra maestra sobre la teoría general de la relatividad, Albert Einstein escribió la ecuación que describe la evolución del Universo en función del tiempo.
La solución de esta ecuación muestra un universo inestable, en lugar de, como se creía hasta entonces, una enorme esfera de volumen constante en la que se deslizaban las estrellas.
A principios del siglo XX, todo el mundo vivía con la idea bien arraigada de un universo estático en el que el movimiento de los astros se repetía sin descanso.
Es probable que se debiera a las enseñanzas de Aristóteles, que establecía que el firmamento era inmutable, en contraposición con el carácter perecedero de la Tierra.
Esta creencia provocó una anomalía histórica: en el año 1054, los chinos advirtieron una nueva luz en el cielo que no aparece mencionada en ningún documento europeo, y eso que se pudo ver a plena luz del día durante varias semanas.
Se trataba de una supernova, es decir, una estrella moribunda, cuyos restos todavía se pueden observar en la nebulosa del Cangrejo.
La nebulosa del Cangrejo no fue documentada en Europa tras su aparición en 1054.
El pensamiento dominante en Europa impedía aceptar un fenómeno tan contrario a la idea de un cielo inmutable. Una supernova es un acontecimiento muy raro, que solo se puede observar a simple vista una vez cada cien años (la última fue en 1987).
Así que Aristóteles tenía casi razón al afirmar que el cielo era inmutable, al menos a la escala de una vida humana.
Para no contradecir la idea de un universo estático, Einstein introdujo en sus ecuaciones una constante cosmológica que congelaba el estado del universo.
La intuición le falló: en 1929, cuando Edwin Hubble demostró que el universo se expandía, Einstein admitió haber cometido "su mayor error".
La aleatoriedad cuántica
Al mismo tiempo que la teoría de la relatividad, se desarrolló la mecánica cuántica, que describe la física de lo infinitamente pequeño.
Einstein hizo una contribución destacada en ese ámbito, en 1905, con su interpretación del efecto fotoeléctrico como una colisión entre electrones y fotones, es decir, entre partículas infinitesimales portadoras de energía.
En otras palabras, la luz, descrita tradicionalmente como una onda, se comporta como un flujo de partículas.
Fue por este avance, y no por la teoría general de la relatividad, por el que Einstein fue galardonado con el premio Nobel en 1921.
¿Es la luz una onda o una partícula? Einstein respondió "ambas" y cambió la física para siempre
Pero, a pesar de ese vital aporte, se obstinó en rechazar la lección más importante de la mecánica cuántica, que establece que el mundo de las partículas no está sometido al determinismo estricto de la física clásica.
El mundo cuántico es probabilístico, lo que implica que solo somos capaces de predecir una probabilidad de ocurrencia entre un conjunto de sucesos posibles.
A pesar de sus aportes a la física cuántica, Einstein no estuvo dispuesto a aceptar todas sus implicancias teóricas y prácticas.
La obcecación de Einstein deja entrever de nuevo la influencia de la filosofía griega.
Platón enseñaba que el pensamiento debía permanecer ideal, libre de las contingencias de la realidad, lo que es una idea noble pero alejada de los preceptos de la ciencia.
Así como el conocimiento precisa de una concordancia perfecta con todos los hechos predichos, la creencia se funda en una verosimilitud fruto de observaciones parciales.
El propio Einstein estaba convencido de que el pensamiento puro era capaz de abarcar toda la realidad, pero la aleatoriedad cuántica contradice esa hipótesis.
En la práctica, esa aleatoriedad no es plena, pues está regida por el principio de incertidumbre de Heisenberg.
Dicho principio impone un determinismo colectivo a los conjuntos de partículas: un electrón por sí mismo es libre, puesto que no se puede calcular su trayectoria al atravesar una rendija, pero un millón de electrones dibujan una figura de difracción que muestra franjas oscuras y brillantes que sí se pueden predecir.
Einstein también afirmó: "Tú crees en el Dios que juega a los dados y yo creo en la ley y la ordenación total de un mundo que es objetivo".
Einstein no quería admitir ese indeterminismo elemental y lo resumió en un veredicto provocador: "Dios no juega a los dados con el universo".
Propuso la existencia de variables ocultas, de magnitudes por descubrir más allá de la masa, la carga y el espín, que los físicos utilizan para describir las partículas. Pero la experiencia no le dio la razón.
Hay que asumir la existencia de una realidad que transciende nuestra comprensión, que no podemos saber todo del mundo de lo infinitamente pequeño.
Los caprichos fortuitos de la imaginación
En el proceso del método científico existe un paso que no es totalmente objetivo y es el que lleva a la conceptualización de una teoría. Einstein da un ilustre ejemplo del mismo con sus experimentos mentales.
Así afirmó: "La imaginación es más importante que el conocimiento". En efecto, a partir de observaciones dispares, un físico debe imaginar una ley subyacente. A veces, hay que elegir entre varios modelos teóricos posibles, momento en el que la lógica retoma el control.
Por tanto, el progreso de las ideas se nutre de lo que llamamos intuición. Es una especie de salto en el conocimiento que sobrepasa la pura racionalidad. La frontera entre lo objetivo y lo subjetivo deja de ser del todo fija.
Los pensamientos nacen en las neuronas bajo el efecto de impulsos electromagnéticos y, entre ellos, algunos resultan particularmente fecundos, como si provocaran un cortocircuito entre células, obra del azar.
Pero estas intuiciones, estas "flores" del espíritu humano, no son iguales para todas las personas.
Mientras el cerebro de Einstein concibió E=mc² , el de Marcel Proust creó una metáfora admirable. La intuición se manifiesta de forma aleatoria, pero ese azar está moldeado por la experiencia, la cultura y el conocimiento de cada persona.
Los beneficios del azar
No debería sorprendernos que haya una realidad que sobrepase nuestra propia inteligencia.
Sin el azar, nos guían nuestros instintos, nuestras costumbres, todo lo que nos hace predecibles. Nuestras acciones están confinadas de manera casi exclusiva en ese primer nivel de realidad, con sus preocupaciones ordinarias y sus quehaceres obligados.
Pero existe otro nivel en el que el azar manifiesto es la seña de identidad.
Einstein es un ejemplo de espíritu libre y creador que conserva, sin embargo, sus prejuicios.
Su "primer error" puede resumirse en la frase: "Me niego a creer que el Universo tuviera un principio". Pero la experiencia demostró que se equivocaba.
Su sentencia sobre Dios jugando a los dados quiere decir: "Me niego a creer en el azar". Sin embargo, la mecánica cuántica implica una aleatoriedad forzosa.
Cabría preguntarse si habría creído en Dios en un mundo sin azar, lo que reduciría mucho nuestra libertad al vernos confinados en un determinismo absoluto. Einstein se mantiene en su rechazo pues, para él, el cerebro humano debe ser capaz de comprender el Universo.
Con mucha más modestia, Heisenberg le responde que la física se limita a describir las reacciones de la naturaleza en unas circunstancias dadas.
La teoría cuántica demuestra que no podemos alcanzar una comprensión total de lo que nos rodea. En compensación, nos ofrece el azar con sus frustraciones y peligros, pero también con sus beneficios.
El legendario físico es el ejemplo perfecto del ser imaginativo por excelencia. Su negación del azar, por tanto, representa una paradoja, pues es lo que hace posible la intuición, germen del proceso de creación tanto para las ciencias como para las artes.
*François Vannucci es profesor emérito e investigador en física de partículas especializado en neutrinos de la Universidad de París.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y está reproducido bajo la licencia Creative Commons.
La investigación científica se basa en la relación entre la realidad de la naturaleza -adquirida mediante observaciones- y una representación de esta realidad, formulada por una teoría en lenguaje matemático.
Cuando todas las consecuencias que se derivan de una teoría se verifican de forma experimental, esta queda validada.
Este enfoque, que se ha aplicado desde hace casi cuatro siglos, ha permitido construir un conjunto coherente de conocimientos.
Pero esos avances se logran gracias a la inteligencia humana que, a pesar de todo, conserva sus creencias y prejuicios, lo cual puede afectar al progreso de la ciencia incluso entre las mentes más privilegiadas.
El primer error
En su obra maestra sobre la teoría general de la relatividad, Albert Einstein escribió la ecuación que describe la evolución del Universo en función del tiempo.
La solución de esta ecuación muestra un universo inestable, en lugar de, como se creía hasta entonces, una enorme esfera de volumen constante en la que se deslizaban las estrellas.
A principios del siglo XX, todo el mundo vivía con la idea bien arraigada de un universo estático en el que el movimiento de los astros se repetía sin descanso.
Es probable que se debiera a las enseñanzas de Aristóteles, que establecía que el firmamento era inmutable, en contraposición con el carácter perecedero de la Tierra.
Esta creencia provocó una anomalía histórica: en el año 1054, los chinos advirtieron una nueva luz en el cielo que no aparece mencionada en ningún documento europeo, y eso que se pudo ver a plena luz del día durante varias semanas.
Se trataba de una supernova, es decir, una estrella moribunda, cuyos restos todavía se pueden observar en la nebulosa del Cangrejo.
La nebulosa del Cangrejo no fue documentada en Europa tras su aparición en 1054.
El pensamiento dominante en Europa impedía aceptar un fenómeno tan contrario a la idea de un cielo inmutable. Una supernova es un acontecimiento muy raro, que solo se puede observar a simple vista una vez cada cien años (la última fue en 1987).
Así que Aristóteles tenía casi razón al afirmar que el cielo era inmutable, al menos a la escala de una vida humana.
Para no contradecir la idea de un universo estático, Einstein introdujo en sus ecuaciones una constante cosmológica que congelaba el estado del universo.
La intuición le falló: en 1929, cuando Edwin Hubble demostró que el universo se expandía, Einstein admitió haber cometido "su mayor error".
La aleatoriedad cuántica
Al mismo tiempo que la teoría de la relatividad, se desarrolló la mecánica cuántica, que describe la física de lo infinitamente pequeño.
Einstein hizo una contribución destacada en ese ámbito, en 1905, con su interpretación del efecto fotoeléctrico como una colisión entre electrones y fotones, es decir, entre partículas infinitesimales portadoras de energía.
En otras palabras, la luz, descrita tradicionalmente como una onda, se comporta como un flujo de partículas.
Fue por este avance, y no por la teoría general de la relatividad, por el que Einstein fue galardonado con el premio Nobel en 1921.
¿Es la luz una onda o una partícula? Einstein respondió "ambas" y cambió la física para siempre
Pero, a pesar de ese vital aporte, se obstinó en rechazar la lección más importante de la mecánica cuántica, que establece que el mundo de las partículas no está sometido al determinismo estricto de la física clásica.
El mundo cuántico es probabilístico, lo que implica que solo somos capaces de predecir una probabilidad de ocurrencia entre un conjunto de sucesos posibles.
A pesar de sus aportes a la física cuántica, Einstein no estuvo dispuesto a aceptar todas sus implicancias teóricas y prácticas.
La obcecación de Einstein deja entrever de nuevo la influencia de la filosofía griega.
Platón enseñaba que el pensamiento debía permanecer ideal, libre de las contingencias de la realidad, lo que es una idea noble pero alejada de los preceptos de la ciencia.
Así como el conocimiento precisa de una concordancia perfecta con todos los hechos predichos, la creencia se funda en una verosimilitud fruto de observaciones parciales.
El propio Einstein estaba convencido de que el pensamiento puro era capaz de abarcar toda la realidad, pero la aleatoriedad cuántica contradice esa hipótesis.
En la práctica, esa aleatoriedad no es plena, pues está regida por el principio de incertidumbre de Heisenberg.
Dicho principio impone un determinismo colectivo a los conjuntos de partículas: un electrón por sí mismo es libre, puesto que no se puede calcular su trayectoria al atravesar una rendija, pero un millón de electrones dibujan una figura de difracción que muestra franjas oscuras y brillantes que sí se pueden predecir.
Einstein también afirmó: "Tú crees en el Dios que juega a los dados y yo creo en la ley y la ordenación total de un mundo que es objetivo".
Einstein no quería admitir ese indeterminismo elemental y lo resumió en un veredicto provocador: "Dios no juega a los dados con el universo".
Propuso la existencia de variables ocultas, de magnitudes por descubrir más allá de la masa, la carga y el espín, que los físicos utilizan para describir las partículas. Pero la experiencia no le dio la razón.
Hay que asumir la existencia de una realidad que transciende nuestra comprensión, que no podemos saber todo del mundo de lo infinitamente pequeño.
Los caprichos fortuitos de la imaginación
En el proceso del método científico existe un paso que no es totalmente objetivo y es el que lleva a la conceptualización de una teoría. Einstein da un ilustre ejemplo del mismo con sus experimentos mentales.
Así afirmó: "La imaginación es más importante que el conocimiento". En efecto, a partir de observaciones dispares, un físico debe imaginar una ley subyacente. A veces, hay que elegir entre varios modelos teóricos posibles, momento en el que la lógica retoma el control.
Por tanto, el progreso de las ideas se nutre de lo que llamamos intuición. Es una especie de salto en el conocimiento que sobrepasa la pura racionalidad. La frontera entre lo objetivo y lo subjetivo deja de ser del todo fija.
Los pensamientos nacen en las neuronas bajo el efecto de impulsos electromagnéticos y, entre ellos, algunos resultan particularmente fecundos, como si provocaran un cortocircuito entre células, obra del azar.
Pero estas intuiciones, estas "flores" del espíritu humano, no son iguales para todas las personas.
Mientras el cerebro de Einstein concibió E=mc² , el de Marcel Proust creó una metáfora admirable. La intuición se manifiesta de forma aleatoria, pero ese azar está moldeado por la experiencia, la cultura y el conocimiento de cada persona.
Los beneficios del azar
No debería sorprendernos que haya una realidad que sobrepase nuestra propia inteligencia.
Sin el azar, nos guían nuestros instintos, nuestras costumbres, todo lo que nos hace predecibles. Nuestras acciones están confinadas de manera casi exclusiva en ese primer nivel de realidad, con sus preocupaciones ordinarias y sus quehaceres obligados.
Pero existe otro nivel en el que el azar manifiesto es la seña de identidad.
Einstein es un ejemplo de espíritu libre y creador que conserva, sin embargo, sus prejuicios.
Su "primer error" puede resumirse en la frase: "Me niego a creer que el Universo tuviera un principio". Pero la experiencia demostró que se equivocaba.
Su sentencia sobre Dios jugando a los dados quiere decir: "Me niego a creer en el azar". Sin embargo, la mecánica cuántica implica una aleatoriedad forzosa.
Cabría preguntarse si habría creído en Dios en un mundo sin azar, lo que reduciría mucho nuestra libertad al vernos confinados en un determinismo absoluto. Einstein se mantiene en su rechazo pues, para él, el cerebro humano debe ser capaz de comprender el Universo.
Con mucha más modestia, Heisenberg le responde que la física se limita a describir las reacciones de la naturaleza en unas circunstancias dadas.
La teoría cuántica demuestra que no podemos alcanzar una comprensión total de lo que nos rodea. En compensación, nos ofrece el azar con sus frustraciones y peligros, pero también con sus beneficios.
El legendario físico es el ejemplo perfecto del ser imaginativo por excelencia. Su negación del azar, por tanto, representa una paradoja, pues es lo que hace posible la intuición, germen del proceso de creación tanto para las ciencias como para las artes.
*François Vannucci es profesor emérito e investigador en física de partículas especializado en neutrinos de la Universidad de París.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y está reproducido bajo la licencia Creative Commons.
jueves, 2 de diciembre de 2021
_- LIBROS. Alemania, ‘hora cero’: una posguerra de hambre, hacinamiento, violaciones y refugiados.
En su libro ‘Otoño alemán’, el periodista Stig Dagerman ofreció un retrato de la destrucción tras la derrota.
Roberto Rossellini la popularizó en 1948, pero la expresión “hora (o año) cero” había surgido unos años antes, en torno al fin de la Segunda Guerra Mundial en territorio europeo; imaginada y temida por algunos como el momento de la venganza, anhelada por otros como una cesura histórica y una liberación, la hora cero fue recibida con indiferencia por la mayoría de la población alemana, cuyo padecimiento no terminó con las hostilidades.
("https://elpais.com/cultura/2020-05-05/lo-que-creiamos-de-la-ii-guerra-mundial-y-no-es-verdad.html")
En Wolfszeit (La hora del lobo), el periodista alemán Harald Jähner calcula que “la guerra dejó en Alemania 500 millones de metros cúbicos de escombros”, una cantidad tan difícil de concebir que los sobrevivientes intentaban visualizarla imaginando una montaña de ruinas de 90.000 metros cuadrados de base y 4.000 metros de altura; una montaña, en realidad, inconcebible.
Nada más difícil que hacernos una idea del estado de las ciudades alemanas el final de la guerra la incapacidad para comprender lo sucedido y verbalizarlo era el denominador común entre los sobrevivientes.
Berlín había perdido un tercio de sus vivienda y las que seguían en pie carecían de electricidad, agua y gas; los suicidios eran frecuentes, también el hacinamiento, las violaciones y ejecuciones sumarias a cuenta de la justicia de los vencedores; las autoridades eclesiásticas habían dejado en suspenso el séptimo mandamiento, porque el robo de carbón era vital para la supervivencia; la prostitución florecía a falta de otras actividades económicas; en el mercado negro, las joyas y los objetos de valor eran intercambiados por patatas y pan; la capital del Tercer Reich había pasado de tener 4,3 millones de habitantes a tener 2,8 cuando la guerra terminó; la mayor parte de la población estaba compuesta por ancianos, niños y mujeres; el berlinés promedio estaba profundamente desnutrido y los casos de cólera y difteria eran frecuentes. Nossack pudo constatar que el infortunio personal resultaba comprensible, pero que la destrucción total y absoluta era imposible de entender y conducía a quienes la experimentaban a la estupefacción y el silencio.
Stig Dagerman tenía solo 23 años cuando visitó Alemania y descubrió —viajando de “las ruinas de una ciudad hacia las ruinas de otra” como los desplazados, los hambrientos y quienes habían perdido su hogar— que la palabra más empleada para dar cuenta de la situación era “indescriptible”. No le pareció adecuada, sin embargo. “La carne de dudosa procedencia que de alguna forma [los sobrevivientes] consiguen procurarse o las verduras sucias que encuentran Dios sabe dónde no son indescriptibles”, afirmó, “son absolutamente repugnantes. [Y] lo que es repugnante no es indescriptible, es simplemente repugnante. Del mismo modo se puede refutar a aquellos que dicen que la miseria que sufren los niños en los sótanos es indescriptible. Si se quiere, se puede describir perfectamente”.
Dagerman había nacido en las afueras de Estocolmo en 1923 y solo le quedaban siete años de vida —se suicidó en 1954—, pero le bastarían para producir cuatro novelas, cuatro obras de teatro, un volumen de novelas cortas, cuentos, ensayos, poemas y artículos. Los 13 que escribió para el periódico sueco Expressen en 1947, que Pepitas de Calabaza publica ahora bajo el título de Otoño alemán (traducidos por José María Caba y revisados por Jesús García Rodríguez), son prueba de su extraordinaria lucidez y del imperativo que se impuso de contar y describir lo que otros consideraban “indescriptible”: el hambre, el hacinamiento en los trenes y en los sótanos a menudo inundados, la llegada de refugiados —”gente andrajosa, hambrienta y no grata”, cuya presencia “era al mismo tiempo odiada y bien recibida; odiada porque los que llegaban no traían consigo más que hambre y sed; bien recibida porque alimentaba sospechas que solo esperaban ser nutridas, una desconfianza que solo esperaba ser confirmada y un desconsuelo que nadie deseaba mitigar”—, “las caras pálidas de la gente que vive en las barracas y los búnkeres por cuarto año consecutivo —y que hacen pensar en los peces que se asoman a la superficie del aire para respirar— y el llamativo rubor de las chicas que algunas veces al mes reciben chocolates, una cajetilla de Chesterfield, estilográficas o jabones”, la indiferencia frente a los Juicios de Núremberg y las primeras elecciones democráticas, el rechazo mayoritario a los procesos de desnazificación —”consagran un tiempo considerable a casos insignificantes mientras que los verdaderamente importantes parecen desaparecer por una escotilla secreta”—, la demanda de diversión —”los cines están siempre llenos hasta el anochecer y por eso admiten espectadores de pie”— y el modo en que, pese a que tendemos a pensar en el final de la guerra como un acontecimiento de alcance general, afectó con diferente intensidad a las distintas clases sociales y preservó a la alta, la que más había prosperado durante el nazismo.
“Si uno ha convivido con alemanes procedentes de diferentes capas sociales, pronto se da cuenta de que lo que en un sondeo previo sobre el pensamiento alemán actual parece un bloque monolítico está en realidad atravesado por grietas horizontales, verticales y diagonales”. Dagerman sostuvo que “es un chantaje analizar la posición política del hambriento sin analizar al mismo tiempo su hambre”, y es esto lo que distingue más claramente su postura de la adoptada por otros corresponsales de la posguerra alemana como Virginia Irwin, Jacob Kronika o Theo Findahl, quienes aprobaban el castigo a la totalidad de la sociedad alemana.
Para Dagerman, un país “insatisfecho, amargado y desgarrado” en el que prevalecían “la desilusión y la desesperanza” no era el escenario más propicio para la “hora cero” de una nueva sociedad democrática. Y es esta conclusión —que compartiría años más tarde el canciller occidental Richard von Weizsäcker, quien en 1985 afirmó que “jamás hubo una hora cero”— la que otorga un cierto carácter oracular a su extraordinario Otoño alemán en un momento en que el fascismo se extiende por Europa.
Stig Dagerman tenía solo 23 años cuando visitó Alemania y descubrió —viajando de “las ruinas de una ciudad hacia las ruinas de otra” como los desplazados, los hambrientos y quienes habían perdido su hogar— que la palabra más empleada para dar cuenta de la situación era “indescriptible”. No le pareció adecuada, sin embargo. “La carne de dudosa procedencia que de alguna forma [los sobrevivientes] consiguen procurarse o las verduras sucias que encuentran Dios sabe dónde no son indescriptibles”, afirmó, “son absolutamente repugnantes. [Y] lo que es repugnante no es indescriptible, es simplemente repugnante. Del mismo modo se puede refutar a aquellos que dicen que la miseria que sufren los niños en los sótanos es indescriptible. Si se quiere, se puede describir perfectamente”.
Dagerman había nacido en las afueras de Estocolmo en 1923 y solo le quedaban siete años de vida —se suicidó en 1954—, pero le bastarían para producir cuatro novelas, cuatro obras de teatro, un volumen de novelas cortas, cuentos, ensayos, poemas y artículos. Los 13 que escribió para el periódico sueco Expressen en 1947, que Pepitas de Calabaza publica ahora bajo el título de Otoño alemán (traducidos por José María Caba y revisados por Jesús García Rodríguez), son prueba de su extraordinaria lucidez y del imperativo que se impuso de contar y describir lo que otros consideraban “indescriptible”: el hambre, el hacinamiento en los trenes y en los sótanos a menudo inundados, la llegada de refugiados —”gente andrajosa, hambrienta y no grata”, cuya presencia “era al mismo tiempo odiada y bien recibida; odiada porque los que llegaban no traían consigo más que hambre y sed; bien recibida porque alimentaba sospechas que solo esperaban ser nutridas, una desconfianza que solo esperaba ser confirmada y un desconsuelo que nadie deseaba mitigar”—, “las caras pálidas de la gente que vive en las barracas y los búnkeres por cuarto año consecutivo —y que hacen pensar en los peces que se asoman a la superficie del aire para respirar— y el llamativo rubor de las chicas que algunas veces al mes reciben chocolates, una cajetilla de Chesterfield, estilográficas o jabones”, la indiferencia frente a los Juicios de Núremberg y las primeras elecciones democráticas, el rechazo mayoritario a los procesos de desnazificación —”consagran un tiempo considerable a casos insignificantes mientras que los verdaderamente importantes parecen desaparecer por una escotilla secreta”—, la demanda de diversión —”los cines están siempre llenos hasta el anochecer y por eso admiten espectadores de pie”— y el modo en que, pese a que tendemos a pensar en el final de la guerra como un acontecimiento de alcance general, afectó con diferente intensidad a las distintas clases sociales y preservó a la alta, la que más había prosperado durante el nazismo.
“Si uno ha convivido con alemanes procedentes de diferentes capas sociales, pronto se da cuenta de que lo que en un sondeo previo sobre el pensamiento alemán actual parece un bloque monolítico está en realidad atravesado por grietas horizontales, verticales y diagonales”. Dagerman sostuvo que “es un chantaje analizar la posición política del hambriento sin analizar al mismo tiempo su hambre”, y es esto lo que distingue más claramente su postura de la adoptada por otros corresponsales de la posguerra alemana como Virginia Irwin, Jacob Kronika o Theo Findahl, quienes aprobaban el castigo a la totalidad de la sociedad alemana.
Para Dagerman, un país “insatisfecho, amargado y desgarrado” en el que prevalecían “la desilusión y la desesperanza” no era el escenario más propicio para la “hora cero” de una nueva sociedad democrática. Y es esta conclusión —que compartiría años más tarde el canciller occidental Richard von Weizsäcker, quien en 1985 afirmó que “jamás hubo una hora cero”— la que otorga un cierto carácter oracular a su extraordinario Otoño alemán en un momento en que el fascismo se extiende por Europa.
miércoles, 1 de diciembre de 2021
_- Einstein: manuscrito de la Teoría de la relatividad alcanza un precio récord en una subasta
Del puño y letra de Albert Einstein, un manuscrito con cálculos realizados por el científico mientras intentaba formular su Teoría de la Relatividad fue vendido en una subasta por poco más de US$12 millones.
La venta, celebrada este mates en la casa de subastas Christie's en París, batió el récord de subasta de un documento científico autografiado.
Es uno de los dos artículos que muestran el trabajo del físico en su gran avance científico.
La Teoría de la relatividad, publicada en 1915, transformó la comprensión de la humanidad sobre el espacio, el tiempo y la gravedad.
Arrojó luz sobre aspectos de la astrofísica, como el nacimiento del universo, las órbitas planetarias y los agujeros negros.
El manuscrito con sus cálculos fue elaborado entre 1913 y 1914 por Einstein y su colega suizo Michele Besso, quien se quedó con el documento.
La casa de subastas de Christie elogió a Besso por su visión de futuro al salvar el manuscrito.
"Einstein es alguien que tomó muy pocas notas, por lo que el mero hecho de que el manuscrito sobreviviera y llegara a nosotros ya lo hace extraordinario", dijo Vincent Belloy, un experto de la casa de subastas.
El manuscrito de Einstein
FUENTE DE LA IMAGEN,REUTERS
Los trabajos contienen cálculos con bolígrafo negro y, según Belloy, muestran una serie de errores en el camino que siguió Einstein al formular su teoría.
Christie's dijo que la venta "atrajo a coleccionistas de todo el mundo que reconocieron la importancia del documento".
Sin embargo, no se ha revelado el nombre comprador del documento de 54 páginas.
En mayo pasado, una carta escrita por Einstein que contenía la ecuación más famosa de la teoría, E = mc², se vendió por más de US$1,2 millones.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-59396380
Christie's dijo que la venta "atrajo a coleccionistas de todo el mundo que reconocieron la importancia del documento".
Sin embargo, no se ha revelado el nombre comprador del documento de 54 páginas.
En mayo pasado, una carta escrita por Einstein que contenía la ecuación más famosa de la teoría, E = mc², se vendió por más de US$1,2 millones.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-59396380
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